El Caso de Thomas Futcher
El Caso de Thomas Futcher
El Caso de Thomas Futcher
Una vez había dejado todo limpio, volví a mi casa con mis padres,
que estaban viendo el telediario. Por suerte, no se dieron cuenta
de que me fui a hurtadillas a medianoche, aunque sí me hicieron
alguna pregunta sobre adonde había ido. Nada que no pudiese
ocultar con alguna mentirijilla. Me senté junto a ellos y apareció
la noticia de la desaparición de Anaís, y tuve que fingir que me
apenaba. Sin embargo, estaba deseando ir a por mi segunda presa.
Su hijo fue más fácil que todo esto. Me enteré de a qué hora salía
de su clase de judo y acudí a la salida para encargarme de él. Era
muy pequeño, apenas tenía 7 años. Le dije que me acompañase, que
le iba a llevar con su papá, aunque obviamente no era verdad. Al
igual que con su madre, lo llevé al lugar donde cometería su
asesinato, la granja. Esta vez, tenía que ser diferente; más
sufrimiento del pequeño significaba más sufrimiento del padre.
Compré una jaula de tamaño mediano, lo justo para que Joe cupiese
pero sin estar cómodo. Me senté en frente suyo, al lado del
proyector, el cual empezaba a emitir las primeras imágenes: la
muerte de su mujer. Entonces, ya no la ví. Esa sonrisa que llevaba
siempre en su rostro desapareció por completo. Ya solo mostraba
una cara triste y sin consuelo. Empezó a llorar y a llorar, pero
no me daba ninguna pena. No era ni una pequeña parte de lo que se
merecía de verdad.
La verdad es, que tengo miedo, miedo de tener que volver a ver esa
sonrisa maliciosa que volverá a llevar, miedo de que al salir, Joe
haga realidad esas frases que juró y perjuró cumplir.
Y prefiero morir metido en la cárcel, que a manos de la persona
que más ganas tiene de matarme.