GermanFerro RecuperandoMagdalena
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Introducción
L
a historia y el sentido del río Magdalena es un palíndromo, “la ruta
natural” para descubrir lo que ya existe porque ya alguien lo ha des-
cubierto y lo volvemos a encontrar por nuestros propios medios. El
Magdalena, río arriba, río abajo, en la geografía y en el tiempo, es el espejo en
el que reconocemos lo que hemos ido construyendo, lo que “somos” lo que
estamos siendo. ¿Qué queremos recuperar de él?
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4 ¿De qué hablamos cuando decimos que estamos recuperando el río Magdalena?
Al bajar uno se encuentra con la tierra caliente. Nuestro clima, así como
nuestra economía, agricultura, vegetación, culinaria y, en general, las formas
de vida social y la mentalidad colectiva y urbana se crean y se transforman en
el espacio. Sí, el recorrido del espacio geográfico, espacio que es movimiento
y no, en el tiempo, que es inmutable, no tiene estaciones en el trópico, es casi
siempre igual a sí mismo: tiempo de lluvias o tiempo de sequía. De modo que
Colombia es un viaje en el espacio como un río y un tiempo al parecer deteni-
do. ¿Qué significa, entonces, recuperar el río, recuperar el tiempo o recuperar
el espacio en su dinámica siempre cambiante?
Colombia parece decir el río soy yo, como en el poema de José Eustasio
Rivera la identidad del paisaje, la fusión entre su ser y el río: “Soy un grávido
río, siempre he sido eso: un río que copia paisajes, un río nostálgico (…)”.
El Magdalena nace a 3.685 metros sobre el nivel del mar en las tierras
frías del páramo, y solo a 200 kilómetros, en un descenso vertiginoso de su
recorrido, llega al primer puerto, Neiva, a menos de 500 metros de altura,
lugar estratégico que los españoles visionaron y conquistaron para conectar
por río todo el sur de la actual Colombia. Neiva es el comienzo y el fin de su
navegabilidad, depende de donde se mire, si navegamos río abajo o río arriba.
Allí comienza un río de tierra caliente y seguirá así su recorrido por las tierras
bajas, por las que más de la mitad de su trayecto será a menos de 100 metros
sobre el nivel del mar. El río se ensancha y arrastra grandes cantidades de se-
dimentos, es entonces un río color café que huele a tierra caliente, a pescado,
parte de una tierra de zancudos, de gente morena, de abundancia, tierra del
olvido y de pobreza, tierra y río de violencia desde mediados del siglo veinte,
en el que las comunicaciones tomaron otros rumbos y el sueño de progreso
se vino a pique. Cuando decimos recuperar el Magdalena, ¿estamos pensando
en el alto Magdalena, en Neiva, ciudad que le ha dado la espalda, y que fue el
origen de su viabilidad económica?
En 2014, desde Bogotá vamos a encontrarnos con el río por el mismo ca-
mino de siempre, ahora convertido en carretera: Facatativá, Sasaima, Villeta,
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6 ¿De qué hablamos cuando decimos que estamos recuperando el río Magdalena?
Llegar a Honda por tierra significa volver, como los viajeros de antes, a
buscar un hospedaje, punto tradicional de descanso para retomar el viaje,
almacenar o comerciar por el río, sitio tradicional de la captura de pesca y
consolidación de la cultura fluvial. Pero por el río ya no se llega, sus puertos
están en ruinas, las economías de las fábricas de licor, jabón y tabaco, las tri-
lladoras, los bancos, los teatros y los hoteles se han ido y la pesca disminuye
dramáticamente. Una nueva hostelería intenta conjurar la crítica condición
de lugar de paso al que se ha venido relegando el municipio de Honda y bus-
ca convertirla así en un lugar de destino, de turismo cultural como en épocas
pasadas, en el lugar privilegiado que fue, el punto de encuentro por excelen-
cia, lugar de memoria y centro histórico donde se divide la navegación por el
río: arriba hasta Neiva, abajo hasta su desembocadura.
estación de tren art déco. ¿Qué función y apropiación se le dará a esta recupe-
ración de fachada?
[…] solucionar los problemas de la violencia, proteger como sea los bosques,
los páramos, los nacederos de agua, comprando o expropiando, lo que sea,
[…], inyectando en cantidades navegables factores sociales, como ayuda al
campesino, salud, educación, mercado para productos y no solamente las
dos soluciones que receta el gobierno: presencia militar y glifosato […] sus-
titución de cultivos en las áreas clave para los ríos y en todo el Macizo [...]1.
1 http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1521988
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El valle medio del Magdalena está formado por grandes campos de cul-
tivo y tierras dedicadas especialmente a la ganadería, cuya propiedad se ha
ido concentrando en pocas manos, ocupando además los playones ribereños,
otrora comunales. El rico comercio de la zona en medio de un paisaje mara-
villoso se ha ensombrecido por la presencia desafortunada y sistemática de
grupos armados al margen de la ley, que, bajo los intereses de la gran propie-
dad, la concentración de la tierra y el comercio de ilícitos, han hecho de este
corredor un camino de la muerte, un sendero de sometimiento a las gentes de
bien que aún no salen del terror al que han sido sometidas.
Antioquia tiene una gran deuda con el río Magdalena y con los habitan-
tes de Puerto Nare y Puerto Berrío y sus zonas aledañas. El primero fue la
entrada al departamento y a Medellín, el viejo camino de Islitas que se con-
virtió en el cordón umbilical de la región, dándole vida y haciendo posible la
actividad comercial de importación y exportación. A partir de 1876, Medellín
buscó conectarse por vía férrea con el río. Allí empezaron a llegar entonces
los grandes buques a cargar el café que salía de estas comarcas en las alturas
de los Andes y a descargar todo tipo de productos. Puerto Berrío, por su parte,
atrajo una gran población que colonizó estas tierras y encontró trabajo en las
jornadas continuas de cargue y descargue de mercancías. ¿Tiene Antioquia
entre sus grandes proyectos de desarrollo económico y social una tarea de
recuperación de su río Magdalena?
Los primeros vapores que navegaron por el río usaban como combustible
la leña, que consumían en grandes cantidades y a un costo ambiental enorme,
lo que contribuyó también a aumentar la deuda con el Magdalena. A partir
de 1922 el combustible fue el fuel-oil, que los hizo más rápidos y con mayor
capacidad de carga. Hacia los años treinta, varios buques fueron movidos
con diesel. Al recuperar la navegación por el río, ¿se ha examinado el tipo de
combustible que utilizarán los transportadores?
Los estudiosos dicen que el río es aún muy joven y todavía no ha encon-
trado su verdadero cauce. En tiempo de lluvias, de invierno, la región que va
hasta Bodega Central pasando por Cantagallo, San Pablo, Simití y Arenal, en
el departamento de Bolívar, se ha convertido en zonas afectadas por grandes
inundaciones de un río que ahora no tiene control ni logra regular sus aguas.
Por supuesto, no todo es culpa de este río inmaduro. Aquí, de nuevo, como
en regiones del bajo Magdalena, el problema ambiental es social y político,
generado por la mala y corrupta gestión sobre su cauce; la avanzada de las
haciendas que han desecado las ciénagas y roto así las formas naturales de
regulación de las aguas; los ávidos señores de la guerra; y el abandono, la po-
breza y el caos administrativo de innumerables instituciones encargadas del
río, que en lugar de asumir su responsabilidad se la entregan la una a la otra.
Mompox no es un sueño
En El Banco el río se divide en dos ramales, el de Mompox y el de Loba, que
conduce hacia Magangué. El brazo de Mompox fue el cauce natural y prin-
cipal del río que a mediados del siglo diecinueve se fue secando; la mayoría
de su caudal tomó entonces por el brazo de Loba, hacia San Martín de Loba,
consolidando así la plaza comercial de Magangué.
mismo que su Semana Santa mestiza, que recoge a todos los habitantes de
la depresión Momposina, y su gastronomía y su música de río. Me pregunto,
¿Mompox seguirá aislada en esta recuperación del río?
De allí se parte para pasar por las poblaciones de San Zenón y Santa Ana
y llegar a la boca de Tacaloa, donde los dos brazos se vuelven a juntar. El Mag-
dalena es otra vez un río vigoroso, alimentado aguas arriba por el brazo de
Loba, al que le han llegado las aguas de otros dos ríos importantes: el Cauca
y el San Jorge. En boca de Tacaloa estamos a 241 kilómetros de la desemboca-
dura, en medio de una llanura aluvial de innumerables ciénagas y pantanos.
Los nativos karibes llamaron a este sector del río Karihuaña, “agua grande”.
El Magdalena, un río nombrado y habitado por diversas culturas no es un río
homogéneo, ¿será que la recuperación lo contempla?
más de 100 kilómetros. Por el canal pasa todo el petróleo que se transporta
desde Barrranca. ¿Qué plan de recuperación o gestión o protección se plantea
para esta zona húmeda y pantanosa del canal, adonde se asoman poblaciones
como Santa Lucía, Mahates, Soplaviento o San Basilio de Palenque, que desde
su situación de precariedad ha mostrado al mundo sus excepcionales huellas
histórica, lingüística, política y cultural, siendo declarada entonces patrimonio
cultural inmaterial de la humanidad?
Toda la cultura creada en las tierras bajas y también medias y altas del
Magdalena viaja por el río para alimentar y llenar de fiesta y vida a la popu-
losa, pujante y cosmopolita ciudad de Barranquilla, que desde la segunda mi-
tad del siglo diecinueve, dada su ubicación estratégica en la desembocadura,
se tornó en un puerto fluvial, férreo, marítimo y aéreo de gran importancia
para el país. Su actividad comercial, portuaria e industrial mueve casi todas
las mercancías que salen de y entran al territorio colombiano por el Caribe.
Ha sido la rectora de la navegación por el río y uno de sus principales astille-
ros. En su vocación de abrir paso hacia el interior y el exterior del país se le
denominó, con razón, “puerta de oro de Colombia”. Todos los años, antes de
cuaresma, le devuelve al río y a sus gentes, con toda su alegría, un carnaval,
ahora también patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.
adornos y un lujo que da cuenta de lo que Barranquilla fue durante esos años.
Barranquilla, ¿dónde está el río?
Llegamos a bocas de Ceniza, cuyo tajamar permite, desde 1935, entrar los
barcos por el propio delta del río hasta la ciudad. El Magdalena encuentra su
fin entregándole sus aguas al mar Caribe en un intercambio de colores y de
historias, mientras sus habitantes pescan con cometa. El río-testimonio fina-
liza aquí este largo viaje, mientras allá arriba, en el páramo, su nacimiento es
permanente, para que la historia continúe. ¿Qué historia permitirá la recupe-
ración del río?
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