La Reforma Del Sistema Judicial en Venezuela: Ligia Bolívar Osuna
La Reforma Del Sistema Judicial en Venezuela: Ligia Bolívar Osuna
La Reforma Del Sistema Judicial en Venezuela: Ligia Bolívar Osuna
judicial en Venezuela
LIGIA BOLÍVAR OSUNA: socióloga venezolana, fundadora del Programa Venezolano de Educa-
ción Acción en Derechos Humanos (Provea), Caracas, donde se desempeña en la actualidad
como ejecutora de Programas de Apoyo Formativo y Organizativos; presidenta del Centro
por la Justicia y el Derecho Internacional (Washington); vicepresidenta del Consejo Inter-
nacional de Investigaciones en Derechos Humanos (Ginebra); miembro del Consejo Directi-
vo del Fondo Europeo de Derechos Humanos (Bruselas). Actualmente es gerente de Partici-
pación de la Sociedad Civil en el Proyecto de Modernización de la Corte Suprema de Justicia
venezolana.
nes generalizables al resto del continente–, el presente texto tiene por objeto
identificar algunos rasgos comunes en los procesos de reforma judicial ac-
tualmente en curso en la región y describir con mayor detalle la experiencia
de Venezuela, en la medida en que ésta sirva de insumo para la reflexión en
otros países. Para ello comenzaremos por abordar las implicaciones de la
reforma judicial en el contexto de la reforma general del Estado. Seguida-
mente desarrollaremos un análisis sobre el papel de los diferentes actores
involucrados en estos procesos y sus motivaciones, así como sobre los obstá-
culos y avances enfrentados por estas experiencias, para finalizar con algu-
nas reflexiones sobre los retos pendientes y la dimensión política de la refor-
ma. Cabe aclarar que hemos preferido adoptar el término ‘sistema de admi-
nistración de justicia’ (SAJ), más que referirnos simplemente al Poder Judi-
cial, en el entendido de que la justicia es un sistema complejo que abarca, no
solo a los actores judiciales (cortes o tribunales supremos, jueces, empleados
tribunalicios, defensorías públicas, tribunales constitucionales, órganos dis-
ciplinarios y administrativos) sino también a otros organismos, bien sea au-
tónomos en cuanto a su ubicación constitucional (Ministerio Público, Defen-
sor del Pueblo, jueces de paz), o bien dependientes de otros poderes públicos
(sub-sistema penal penitenciario, procuradurías especiales y, en algunos ca-
sos, policía de investigaciones judiciales).
1. En 1993 ingresaron 101.087 asuntos en 1.264 despachos judiciales; para 1997, los 1.275
despachos existentes tramitaron el ingreso de 111.327 asuntos (cálculos propios a partir de
datos de la Memoria y Cuenta del Consejo de la Judicatura para los años citados).
2. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo: Justicia y gobernabilidad. Venezue-
la: una reforma judicial en marcha, Nueva Sociedad, Caracas, 1998, pp. 121-122.
3. Corte Suprema de Justicia: Informe 1998, Caracas, 1999.
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Una tercera –y aparentemente más fundada– explicación tiene que ver con
un fenómeno reciente que calificaremos como inflación de la justicia penal,
lo cual sugeriría que no estamos frente a una mayor demanda de justicia por
parte del ciudadano común, sino de una mayor reacción del SAJ frente al
delito en general y frente a ciertos tipos delictivos en particular. De hecho,
las estadísticas presentadas en la mencionada conferencia de Bogotá, dan
cuenta de un aumento significativo de los casos penales en relación con el
resto de las ramas de la justicia ordinaria. Este fenómeno podrá explicarse,
en cierto modo, por el incremento de los niveles de pobreza en la región que
resulta en diversas formas de criminalización de ésta mediante medidas ta-
les como el endurecimiento de la llamada seguridad ciudadana o a través de
la penalización de conductas como la toma de tierras rurales, la ocupación
ilegal de terrenos urbanos, el desempleo, el empleo informal y el incremento
de la prostitución infantil y juvenil, entre otras7. Un dato particularmente
relevante para el caso de Venezuela es que, una vez declarada en 1997 la in-
constitucionalidad de la Ley sobre Vagos y Maleantes, se incrementó el nú-
mero de detenciones masivas en un 6% con respecto al año anterior, cuando
todavía se la invocaba para detener a personas sin las debidas garantías8.
Más allá de la existencia de un sustento normativo, persiste una maquinaria
que sigue «combatiendo» el delito desde una visión estereotipada que se ex-
presa en la criminalización de los social y económicamente excluidos.
ca en la región, por lo que apostar a reformas judiciales en este contexto resulta, cuando
menos, riesgoso.
7. Los informes de Provea dan cuenta de diversas formas de criminalización de la pobreza
desde el comienzo de la aplicación de los programas de ajuste estructural.
8. Al respecto ver Provea: Situación de los Derechos Humanos en Venezuela. Informe Anual,
octubre de 1997 - septiembre de 1998, Caracas, 1998.
9. En Chile, la población penitenciaria femenina se duplicó en una década, de 3,5% (1986) a
7,70% (1995); un 62% es procesada por drogas. En Ecuador la tasa de crecimiento entre
1987 y 1996 fue del 7,81%, siendo el tráfico de drogas la primera causa de detención (42%),
mientras que en 1972 ocupaba solo el 5%. En Perú pasó de 2,75% (1974) a 9,10% (1996), con
un incremento en delitos por drogas que pasa de 38,5% (1988) a 66% (1996). En todos estos
países, el porcentaje de población penitenciaria por tráfico de drogas supera el 60%. En
Venezuela, solo entre 1990 y 1992 la población penitenciaria femenina se incrementa en un
32,6%, de la cual el 44,3% estaba procesada por drogas; en la cárcel de Maracaibo (estado
Zulia), las mujeres procesadas por tráfico de drogas alcanzan el 81,1% de la población peni-
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tenciaria femenina. En Bolivia, el 60% de los reclusos son procesados por delitos asociados
al tráfico de drogas, de los cuales más del 60% son mujeres; solo en la cárcel de Cochabamba,
el 90% de las mujeres son procesadas por drogas, mientras que en la cárcel de Santa Cruz
representan el 84% de la población carcelaria. Rosa del Olmo (coord.): Criminalidad y
criminalización de la mujer en la región andina, PNUD - Fundación José Félix Ribas -
Comisión Andina de Juristas - Nueva Sociedad, Caracas, 1998; v. tb. los trabajos de del
Olmo: Drogas y criminalización de la mujer en América Latina. ¿Prohibir o domesticar?
Políticas de drogas en América Latina, Nueva Sociedad, Caracas, 1992; Reclusión de muje-
res por delito de drogas. Reflexiones iniciales, OEA - Reunión de Consulta sobre el impacto
del abuso de drogas en la mujer y la familia, Montevideo, 1996.
10. Banco Mundial: «¿Qué significa para el Banco Mundial la reforma del Estado?», serie
Itinerarios para el Banco Mundial en América Latina y el Caribe, Washington, 1996, pp. 3 y
18 resp.
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... los parámetros de valoración y utilidad sociales deben servir de orientación a la reforma
judicial. La sustitución de la cultura del formalismo jurídico por una más representativa del
sentir social y que responda eficazmente a los requerimientos societales es, en sí, una refor-
ma judicial de largo aliento, pero que debe ser iniciada inmediatamente. El quehacer judi-
cial no puede seguir siendo un fin, más bien debe ser una garantía para la protección de la
carta de derechos del hombre, para controlar el poder omnímodo del aparato estatal y para
resolver pacífica e imparcialmente los conflictos que se susciten.11
11. Julio César Fernández: «Los desafíos del gobierno judicial. Análisis y perspectivas de la
reforma y gobernabilidad de los sistemas de administración de justicia» en Reforma y demo-
cracia Nº 10, CLAD, Caracas, 1998, p. 182.
12. Hemos preferido extendernos más en el análisis de las motivaciones del BM debido a
que se trata del actor internacional más involucrado en proyectos de reforma judicial; sin
embargo, al final de esta sección se hacen algunas referencias más generales sobre el enfo-
que asumido por otros actores multilaterales y gubernamentales.
13. Titulado «The Role of Law in Private Sector Development: Implications for the Bank’s
PSD Action Program», citado en Lawyers Committee for Human Rights: The World Bank:
Governance and Human Rights, segunda edición revisada, Nueva York, 1995.
14. Richard J. Moore: Governance and Development: A Progress Report for the LAC [Latin
America and Caribbean] Region, Banco Mundial, Washington, 1993, pp. 13 y 23 resp.
15. Ibrahim F.I. Shihata: «Judicial Reform in Developing Countries and the Role of the
World Bank», documento preparado para el seminario sobre Justicia en América Latina y el
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Caribe en los años 90, Banco Interamericano de Desarrollo, Costa Rica, febrero de 1993,
Banco Mundial, Washington, 1993, p. 220 [traducción propia].
16. Lawyers Committee for Human Rights: The World Bank: Governance and Human Rights,
ob. cit., pp. 53-55. El CADH (Lawyers Committee for Human Rights) es una organización no
gubernamental internacional con sede en Nueva York, cuya área de acción se centra en los
derechos asociados al debido proceso y la vigencia del Estado de derecho.
17. El consejero general del Banco calificó este crédito como «un hito» en las actividades del
Banco orientadas a la reforma judicial, v. Shihata: ob. cit., p. 227.
18. Shihata: ob. cit., p. 227.
19. Provea es una organización no gubernamental de derechos humanos que trabaja espe-
cialmente sobre derechos económicos, sociales y culturales, así como por otros derechos civi-
les y políticos asociados a la vigencia de aquéllos, tales como el derecho a la justicia. En
adelante CADH/Provea: 1996.
20. Comité de Abogados por los Derechos Humanos / Provea: «El Banco Mundial y la Refor-
ma Judicial en Venezuela. Estudio de caso», documento de trabajo preparado para la Confe-
rencia de ONGs sobre el BM y la reforma judicial en Latinoamérica, Caracas, 1996, pp. 64-
65.
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21. Al respecto ver Banco Mundial: Judicial Reform in Latin America, Washington, 1995.
22. El Consejo Nacional de Promoción de Inversiones (Conapri) de Venezuela, ha realizado
varios estudios en los que los inversionistas encuestados colocan a la falta de seguridad
jurídica como un factor disuasivo para la inversión, ver Conapri: La ventaja venezolana,
Caracas, 1992; y Pulso Agenda Venezuela, Caracas, 1997.
© 1999 Astur Demartino/Nueva Sociedad
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El BID ha asumido una visión más amplia –y en ocasiones crítica del enfo-
que del BM: «La modernización de los sistemas judiciales se debe tomar en
cuenta como un todo. Es muy limitado el impacto que pudiera tener sobre el
objetivo de crear un sistema judicial confiable, efectivo, moderno y accesible,
aquel proyecto que solo considere el financiamiento de instalaciones, o la
obtención de un equipo de computación, dentro de un contexto que se carac-
teriza por la falta de independencia judicial, leyes obsoletas, o descontrol
administrativo»24. Responsables de proyectos de reforma judicial, si bien acep-
tan la importancia que reviste para la atracción de la inversión, presentan
una visión más crítica al admitir que los pasados proyectos de asistencia
multilateral centrados en factores económicos han demostrado suficiente-
mente su incapacidad para hacer frente a los problemas de desarrollo más
apremiantes de la región, pues poco han influido en la disminución de la
pobreza, la creación de fuentes de trabajo y la protección de grupos vulnera-
bles; en consecuencia, sostienen, el apoyo a programas de reforma del SAJ
debe basarse en un enfoque más amplio del problema25.
que en un artículo publicado por una funcionaria tres años más tarde, ésta
desarrolla la siguiente reflexión:
Resulta tentador argumentar que los donantes pueden focalizar sus esfuerzos hacia la pro-
fesionalización técnica y dejar el resto a las naciones y a sus respectivas Cortes. Sin em-
bargo, este tipo de resoluciones no puede estar separado de unos programas más conven-
cionales de fortalecimiento institucional, puesto que, concientemente o no, los programas
técnicos también delinean respuestas a las preguntas sobre quiénes serán los jueces, cómo y
quién va a seleccionarlos, qué valores van a estar presentes en sus decisiones y hasta qué
punto la judicatura va a operar como una institución con su propio gobierno y poder para to-
mar decisiones, en contraposición a la posibilidad de existir simplemente como una colecti-
vidad de profesionales individuales».28
yectos de reforma judicial en el marco más amplio del desarrollo social y que,
por tanto, asumen modalidades de apoyo con un carácter más político. Estas
experiencias también sugieren que los enfoques basados en motivaciones
integrales parecen tener más probabilidades de éxito y de impacto sobre los
problemas de fondo del SAJ.
Sobre los alcances de cada una de estas vías volveremos más adelante. Sin
embargo, vale enunciar brevemente los obstáculos específicos que han en-
frentado, más allá de la sistematización general propuesta por Binder. Ade-
más de la dispersión de proyectos, los diagnósticos parciales y la incapacidad
para admitir genuinamente el alcance y profundidad de los cambios necesa-
rios, hay que señalar como obstáculos adicionales la visión sesgada de la
reforma a partir de las motivaciones de carácter económico y financiero ya
anotadas. Por otra parte, la falta de voluntad política de los actores respon-
sables de impulsar los cambios del SAJ para abrir espacios para la participa-
ción de la sociedad civil –entendida ésta en sentido amplio– y la misma falta
de información oportuna a quienes tienen en sus manos la responsabilidad
diaria de las diversas etapas de la administración de justicia, han contribui-
do a despertar suspicacias y resistencias comprensibles pero innecesarias,
que bien habrían podido evitarse o al menos reducirse con una adecuada
estrategia comunicacional, tanto hacia la población en general y a los secto-
res de la sociedad civil particularmente interesados en el proceso, como ha-
cia los jueces, fiscales, defensores, órganos policiales auxiliares, funcionarios
penitenciarios y las asociaciones gremiales y sindicales que los agrupan.
34. Felipe Sáez García: «La naturaleza de la reforma judicial en América Latina: considera-
ciones estratégicas en América Latina» en Justicia y Desarrollo, Corporación Excelencia en
la Justicia, Bogotá, 1997.
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Es necesario reconocer que, al menos en nuestro caso, buena parte del im-
pulso a la reforma ha venido del mismo sector judicial. Así, por ejemplo, tan-
to el Proyecto de Apoyo a la Infraestructura del Poder Judicial a cargo del CJ
y el Proyecto de Modernización de la CSJ, ambos con participación del BM,
fueron promovidos por las directivas de dichos organismos, sin mayor entu-
siasmo desde el gobierno (o gobiernos) de turno. Sin embargo, ello tampoco
significa que todo el liderazgo judicial esté comprometido con los cambios.
Aquí se presenta otro obstáculo a los proyectos de reforma: las rivalidades, el
celo institucional y la poca capacidad o disposición a establecer mecanismos
de coordinación entre los diversos actores del SAJ han incidido con frecuen-
cia en el retraso en la ejecución de los planes acordados.
hemos visto, siendo que las motivaciones que para entonces privaban en el
Banco para involucrarse en proyectos de reforma judicial obedecían a consi-
deraciones de carácter económico, solo se produjeron consultas con sectores
empresariales y comerciales41, dejando fuera a otros sectores sociales igual-
mente afectados por las deficiencias de un sistema judicial lento, complejo,
inaccesible y poco independiente. Por último, el proyecto fue diseñado y ne-
gociado a puertas cerradas, por lo que no hubo espacios de participación y
consulta con la sociedad civil, pese a la existencia en este sector de una expe-
riencia significativa, bien como usuarios o como estudiosos del SAJ, que se
reflejaba en propuestas concretas y desde una perspectiva integral de los
problemas de reforma judicial.
Más allá del diseño del proyecto, el Banco ha dado ciertos pasos para corregir
algunas de las fallas ya identificadas, entre las cuales las más significativas
son la apertura de espacios y canales formales de participación de la socie-
dad civil, la flexibilización de la interpretación del artículo IV de la Carta
Constitutiva del Banco y, en consecuencia, una mayor apertura hacia el tra-
tamiento de problemas no limitados a lo económico. Sobre este último aspec-
to vale destacar la incorporación de la perspectiva de los derechos humanos
41. Según admitió un consultor del BM presente en la Conferencia de ONGs sobre el Banco
Mundial y la reforma judicial en Latinoamérica.
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Consideraciones finales
42. Julio Borges y Adriana Lander: A un año de la justicia de paz en Revista Sic Nº 589,
Caracas, 11/1996, p. 402.
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