Salud Mental Desde El Territorio - Jonatan Pinelli

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Salud mental desde el territorio1.

Jonatan Pinelli.
Nures-FacSo.
jonatanpinelli@gmail.com

En el presente informe pretendo realizar una breve síntesis sobre las diferentes
actividades que fui desarrollando, surgidas desde los objetivos diseñados en el proyecto
de pasantía alrededor de la máxima: “fortalecer el abordaje territorial del CPA en
Olavarría”. De esta forma, a los cuarenta y cinco días de haber comenzado a impulsar
esta intervención guiada por los lineamientos metodológicos de la antropología social,
elaboro un registro sobre la situación actual en que se encuentra el proceso de trabajo
propuesto con anterioridad.
Las primeras semanas estuve dedicado a participar de las terapias multifamiliares y del
espacio deportivo en donde se trabaja en coordinación con el Programa de
Responsabilidad Compartida Envión (territorial 2). La participación en estas dos
actividades me permitió conocer, en primera instancia, el universo poblacional con el que
se diseñan los distintos abordajes terapéuticos desde el CPA, luego, al integrarme en el
espacio deportivo dedicado a varones jóvenes, fue posible conocer a una población
masculina que debido a su situación contextual-barrial establece naturalizaciones sobre la
violencia y el consumo de drogas.
El Programa Envión 2 está posicionado territorialmente y destina con gran impulso casi
la totalidad de sus acciones a la población del barrio 104 viviendas 2 más sus adyacencias,
éste es uno de los barrios más estigmatizados de la ciudad, en donde las redes de tráfico
y contrabando están asentadas desde la década de 1990, época de renovación política y
macroeconómica del neoliberalismo, cuando reinaban la desocupación, el hambre y el
desamparo del Estado. En este sentido, el antropólogo urbanista Ariel Gravano, plantea el
concepto de “barrio mancha” para poder pensar las distintas escalas de fragmentación de
los recursos urbanos, a partir de las desigualdades inherentes al sistema capitalista y las
simbolizaciones desde las cuales se elaboran marcas de identidad sobre todo el plano
barrial de la ciudad, “que funcionan como modos de afianzar la segregación dentro del
imaginario colectivo, estableciendo así, una tensión entre el par integración/desintegración
[…] En forma paulatina, los barrios pobres –e incluso algunos de los medios- terminan
apareciendo en el imaginario como manchas. En efecto, a pesar de faltar el referente

1
Lo que comenzó siendo un informe de rutina termina convirtiéndose en los primeros borradores de una ponencia que
será presentada en las próximas Jornadas de Antropología Social del Centro. Por lo tanto, queda sujeto a discusión ante
las múltiples miradas que se proyectan sobre el tema salud mental, asumiendo la complejidad de un análisis que se sitúa
metodológicamente desde el punto de vista de los actores sociales y el territorio (PVA).
2
Barrio ubicado “detrás del cementerio” y “detrás del arroyo”, en una zona periférica de la ciudad, construido por el
municipio y adjudicado a sectores social y económicamente “bajos” de la población.

1
empírico (las villas miseria) las imágenes de manchas negras urbanas aparecen en el
imaginario urbano de Olavarría mediante la estigmatización de ciertos barrios de vivienda
social” (Gravano comp. 2005) 3.
La existencia de estos enclaves urbanos se asocia con la percepción de inseguridad de
una manera que los propios barrios terminan siendo considerados “causas” de la misma,
conformando un verdadero mapa de los miedos de Olavarría (Op. Cit.). Esta sensación
latente de inseguridad y de fobia social se acrecienta y recrudece cíclicamente,
descargándose y materializándose, principalmente, sobre el cuerpo de los residentes de
los barrios manchas. Por ejemplo: la noche del miércoles 19 de noviembre, al finalizar el
partido de fútbol del Racing Club de Olavarría un grupo de jóvenes del barrio 104 fue
interceptado por la policía cuando regresaban a su residencia, fueron amenazados y
hostigados para que vuelvan rápido a su domicilio, un policía efectuó varios disparos de
arma de fuego y uno de los jóvenes que pertenece al Programa Envión y asiste al espacio
deportivo del CPA fue brutalmente golpeado por la fuerza policial. El joven relata que
sufrieron una situación de violencia física y de discriminación, y que concurrió junto a su
madre a una clínica privada debido a los intensos dolores que sentía en la zona hepática-
intercostal. Estos hechos cristalizan de modo claro como son tratados los jóvenes de
bajos recursos, habitantes de la ciudad pero destinados al desamparo marginal y la
vulneración de sus derechos. Impera estar informado ante estas lesiones físicas y
psíquicas, simbólicas y sociales, que ejercen una carga sobre el cuerpo de los
adolescentes, ya que pueden llegar a volver a manifestarse durante el transcurso de las
actividades deportivas.
La sociedad moderna a lo largo de su historia se ha encargado de trazar líneas
divisorias entre lo normal y lo patológico a partir de sancionar un conjunto sumamente
numeroso de supuestas desviaciones conductuales, configurando un modo cultural que
Michel Foucault denomina “sistema de la transgresión”. “La conciencia moderna tiende a
otorgar a la distinción entre lo normal y lo patológico el poder de delimitar lo irregular, lo
desviado, lo poco razonable, lo ilícito y también lo criminal. Todo lo que se considera
extraño recibe el estatuto de la exclusión cuando se trata de juzgar y de la inclusión
cuando se trata de explicar” (Foucault, M. 1996)4. De esta manera, situándose sobre el
dominio del cuerpo –utilizándolo como soporte de expresión y de influencia- la cultura
moderna desde el siglo XVI en adelante, a través de la medicina y el poder religioso del
Estado comenzó a sancionar las desviaciones morales bajo el poder imaginario de las
injerencias del demonio y el reino de las pasiones, juzgando a partir de allí un conjunto

3
Gravano, A. Comp. (2005). Imaginarios sociales de la ciudad media; emblemas, fragmentaciones y otredades urbanas.
La ciudad manchada. REUN, Facultad de Ciencias Sociales, Olavarría.
4
Foucault, M. (1996). La vida de los hombres infames. Editorial Altamira, La Plata.

2
novedoso de causales de enfermedad y de peligrosidad. Se produce así, un sistema
jerárquico de medicalización de la experiencia, de la vida y de la conducta. La aparición
de los poderes de la transgresión del cuerpo y de la imaginación, son la dimensión
fantasmagórica de todas las formas posibles de lo irreal y de cristalización de la locura, de
lo desviado y por lo tanto de lo pasiblemente sancionado, condenado y encerrado (Op.
Cit). Es entonces con la llegada de “la sociedad punitiva” que en el régimen penal se
encuentran entremezcladas cuatro grandes formas de táctica punitiva, de las cuales dos
nos interesan señalar en particular: a) sociedades de destierro (Grecia): deportar,
expulsar, desterrar, enviar fuera de las fronteras, impedir el paso a determinados lugares,
destruir la casa, borrar el lugar de nacimiento, confiscar los bienes y las propiedades; b)
sociedades de encierro: Europa occidental prevalece el encierro hacia finales del siglo
XVIII, después de las grandes reformas burocráticas (1780-1820) y la creación de las
primeras instituciones totales gestionadas por el Estado moderno; la penalidad, la prisión
y el encarcelamiento acaparan el centro de la escena. Estos acontecimientos dan lugar al
surgimiento de “una “ciencia de los criminales” que pudiese caracterizarlos en su
especificidad y definir los modos de reacción social adaptados a cada caso. La clase de
los delincuentes […] aparece entonces como una desviación psicológica. Esta clase de
desviación se convierte en objeto de un discurso “científico” (en el que se van a
amalgamar los análisis psicopatológicos, psiquiátricos, psicoanalíticos y sociológicos),
desviación en relación con la cual surgirá la cuestión acerca de si la prisión constituye una
buena respuesta o un tratamiento apropiado” (Foucault, M. 1996). A partir de esto es
posible preguntarse cuál es la razón de ser del encierro, de la expulsión territorial y de la
condena moral, como también, a qué exigencia funcional responde la táctica
penitenciaria. Como consecuencia, la universalización de la prisión como práctica de la
penalidad será una forma general de castigo. Va a decir Foucault: “… el encierro
interviene menos en nombre de la ley que en nombre del orden y de la regularidad. El
sujeto irregular, agitado, peligroso o infame, es objeto de encierro. Mientras que la
penalidad castiga la infracción, el encierro penaliza el desorden” (Op. Cit).
El resumen contextual presentado hasta aquí puede parecer acotado teóricamente, ya
que, es un tema que merece un estudio explicativo más detallado; de todas formas,
permite posicionarnos frente a la población bajo estudio con una serie de herramientas
capaces de abordar el fenómeno de las adicciones desde una perspectiva centrada en la
alteridad y las múltiples variables en que la misma puede ser interpretada, construida,
resignificada, reprimida, etc. por todos los actores sociales de la comunidad. Asimismo,
desde una perspectiva holística estamos problematizando las múltiples maneras en que
son producidos y circulan los discursos sobre la otredad, para luego poder pensar, cómo

3
el poder simbólico de conceptos que se anquilosan en prácticas sociales concretas, como
pueden ser: prejuicio, discriminación, xenofobia, marginalidad, estigmatización, etc.
establecen una situación socio-ambiental generadora de tensiones y conflictos
desestabilizadores u desorganizadores para la historia de los sujetos, afectando
visiblemente sus relaciones vinculares más directas.
"La distinción significativa interviene en la interacción social donde los sujetos se
enfrentan, definiendo sus identidades y las relaciones [auto e interdependientes,
complementarias y de dominación] que los unen y separan como integrantes de un
sistema. Igualdad y diferencia son categorías dicotómicas, construcciones por las que
determinados sujetos son percibidos como congruentes con el status quo, mientras “los
otros”, que no se ajustan a él, son considerados diferentes. Lo diferente, de esta forma,
permite ser homologado con lo inferior, relacionado con lo patológico (“son todos
drogadictos”) y lo peligroso (“son mafiosos, delincuentes”), marginándolo del espacio
social normal y legal, hegemónico, estableciendo fronteras, circunscribiendo espacios
caracterizados con los atributos negativos que identifican a los habitantes u ocupantes
de ese espacio” (Gravano, A. 2005).

Esta aproximación es posible de ser realizada debido a una serie de visitas


escalonadas a los referentes del Programa de Responsabilidad Compartida Envión
(territorial 2) intentando establecer un vínculo institucional sólido para enfrentar de manera
coordinada el abuso de sustancias tóxicas y los factores de riesgo socio-ambiental.
En este sentido, mientras desde el Programa Envión se está realizando un ciclo de
cine que pone en debate las prácticas represivas desarrolladas por la última dictadura
cívico-militar, buscamos diseñar un espacio recreativo que le permita a los jóvenes reducir
los impactos producidos por la violencia y generar recursos que les dé la posibilidad de
evitar situaciones de interacción simbólica-social-espacial mediatizadas por la categoría
de riesgo; ya que la percepción del mismo es el “resultado de un aprendizaje madurativo”
(Le Bretton, D. 2011) y de proyección experiencial. En este sentido, tomar el concepto de
experiencia desde un sentido activo y político, introduciendo la capacidad de agentes de
los actores sociales, permite problematizar la formas en que los sujetos establecen
procesos de arraigo al territorio barrial a partir de los cuales dotan de significado su
realidad de vida desde el nivel espacial, hasta concluir lugarizando su hábitat a partir de la
experiencia cotidiana de interacción. Demostrando “cómo los lugares se convierten en
depósitos llenos de significativas experiencias vividas que se encuentran en el centro de
la identidad y del bienestar psicológico del sujeto” (ver Godkin, M. 1985) 5.
5
García Ramón, M. Comp. (1985) Teoría y método en la geografía humana anglosajona. Identidad y lugar: aplicaciones
clínicas basadas en las nociones de arraigo y desarrollo pp. 242-253. Editorial Ariel Geografía.
Si bien este enfoque teórico-metodológico pertenece a las influencias que ejerce el funcionalismo norteamericano
dentro de las corrientes renovadas de la Geografía sesgando las interpretaciones sistémicas a partir de considerar el
nivel espacial como un recipiente estéril, contenedor de fenómenos sociales, creemos que lo planteado en el artículo

4
Frente un escenario social en donde se expresan diferentes fuerzas en tensión,
materializadas por una lucha entre clases sociales, disputándose el derecho de uso a la
ciudad y los significados simbólicos que circulan y se intercambian entre los conjuntos
sociales para darle sentido a su identidad propia, resurgen las situaciones de riesgo a las
que están expuestos los adolescentes provenientes de los barrios marginales de la ciudad
de Olavarría, estigmatizados con facilidad. Por otro lado, al participar en la construcción
de una identidad flexible que se elabora históricamente a partir de la adherencia a
determinados rasgos diacríticos, asumir actividades riesgosas puede actuar como un
elemento diferenciador entre los adolescentes y, también, entre las clases sociales. “El
temor de desprestigiarse o el imperativo de querer mostrar a los otros siempre una
habilidad particular, es una causa importante de exposición a los riesgos. El narcisismo
adolescente engendra un sentimiento paradojal de invulnerabilidad y fragilidad. Entonces,
los adolescentes ante “una falta de posición sobre la realidad, incitados más por la
gratificación de los pares o la restauración narcisista queriendo probarse que “pueden
hacerlo”, la conciencia del peligro a menudo se les escapa, o es suplantada por la
voluntad de autoafirmación” (Le Bretton, D. 2011)6.
Enfocados en la Ley Nacional de Salud Mental N° 26.657, centrada en la práctica
interdisciplinaria y en la explicación compleja de los niveles patológicos, he propuesto dos
objetivos generales pensando en la adaptabilidad/flexibilidad metodológica ante la
dinámica intrínseca del campo social bajo estudio: reducir los impactos producidos por
la violencia y generar recursos que les permita a los jóvenes la posibilidad de evitar
situaciones de interacción simbólica mediatizadas por la categoría de riesgo,
destinados a y con una población vulnerable por su edad y por su localización barrial
urbana, pero lo suficientemente amplios como para poder proyectar diferentes estrategias
de trabajo y abordaje, ya que los indicadores que puedan surgir son múltiples y varios de
ellos desconocidos. “Al haberse comprobado que los trastornos mentales muchas veces
son influenciados, de modo decisivo, por el medio en que vive el enfermo, por sus
circunstancias vitales, por la dinámica de las relaciones interpersonales, importa de muy
especial manera descubrir e instrumentar los recursos aptos para actuar sobre estos
factores, contrarrestándolos (cuando son negativos) o propiciándolos (cuando son
positivos)” (Becerra, R. y Kennel, B., 2008).

citado es útil como ejemplo comparativo pese a ser descriptivo. En este sentido, los trabajos pioneros de la Escuela de
Chicago pusieron énfasis en estudiar fenómenos como la marginalidad, la discriminación, el racismo, etc. a partir de los
desarrollos teóricos sobre la “cultura de la pobreza” o la teoría de la desviación, entre otros, prestigiando el poder de las
instituciones y las ideologías técnicas sin llegar a cuestionar las contradicciones inherentes a la sociedad industrial
capitalista (ver Ryan, 1971. La culpabilización de la víctima).
6
Le Breton, D. (2011). Conductas de riesgo: de los juegos de la muerte a los juegos de vivir. Topía Editorial, Buenos Aires.

5
En esta línea, hemos impulsado el taller “huerta orgánica” con el acompañamiento del
Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) dentro del Programa de Seguridad
Alimentaria impulsado por el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Dentro de estas
actividades pretendemos establecer una articulación directa y pragmática entre el Centro
Provincial de Atención a las Adicciones (CPA) y el Programa de Responsabilidad
Compartida Envión (territorial 2); sin desconocer que existe una resistencia por parte de la
población estudiada hacia el CPA en términos de apropiación.
Como se ha planteado en el proyecto de pasantía, sostenemos que desde la etnografía
y las técnicas cualitativas de relevamiento de información es posible acercar un
complemento a los diagnósticos de situación y fortalecer las modalidades de abordaje
terapéutico de manera holística. Por lo tanto, debemos diseñar dispositivos pragmáticos
que reviertan la eficacia de la convocatoria y la participación7, que sean moldeables de
acuerdo a las necesidades y deseos de los jóvenes, pero, también, que sean dispositivos
adecuables a la realidad del contexto sociocultural en el cual ellos interaccionan;
entendiendo tal como plantean Becerra y Kennel que “la salud mental implica la
capacidad del individuo para establecer relaciones armónicas con otros y para participar
en modificaciones de su ambiente físico y social, o de contribuir en ello de un modo
constructivo” (Op. Cit.) 8.
Ante lo propuesto por la Ley N° 26.657 y, también, los postulados básicos del Plan
Nacional de Salud Mental elaborado por el Ministerio de Salud de la Nación, entendemos
que es necesario comenzar a efectuar prácticas de intervención inter y trans-disciplinarias
con el objetivo de cumplir abordajes integrales alrededor de los distintos elementos
socioculturales que actúan sobre la singularidad de los sujetos que manifiestan un uso
problemático de sustancias psicoactivas. Partiendo de la búsqueda de un abordaje
superador de las perspectivas biologicistas que han dominado la interpretación de las
problemáticas de salud mental a lo largo del siglo XX, desde aquí se plantea la necesidad
de abordar los problemas básicos del campo de la Salud Mental integrando niveles de
conocimiento producidos por la reflexión antropológica, sociológica y también de otras
disciplinas que han intervenido en esta temática.
A lo largo del siglo XX las estrategias de institucionalización dominantes demuestran la
existencia del agotamiento de los modelos clásicos en materia de atención basados en el
determinismo biologicista, ya que han dado por aludido el surgimiento de las patologías
mentales tanto por procesos de desequilibrio orgánico funcionales en la química cerebral
como por errores genéticos. En este sentido, creemos que la Ley Nacional de Salud
7
Mientras comienza a transcurrir el fin del mes de noviembre nos acercamos a los integrantes del grupo “El Cordel
Fotográfico” para realizar un taller de lenguaje audiovisual a partir de los formatos digitales.
8
Becerra, R. y Kennel, B. (2008). Elementos básicos para el Trabajo Social en salud mental. Espacio Editorial, Buenos
Aires.

6
Mental propone una nueva modalidad de abordaje terapéutico y comunitario de atención,
deconstruyendo el viejo paradigma asilar, poniendo énfasis en los factores históricos,
contextuales y socioculturales que actúan como condicionantes de los desequilibrios
psíquicos y emocionales de las personas.
El artículo 3 de la Ley expresa:
“se reconoce a la salud mental como un proceso determinado por componentes
históricos, socio-económicos, culturales, biológicos y psicológicos, cuya preservación
y mejoramiento implica una dinámica de construcción social vinculada a la concreción
de los derechos humanos y sociales de las personas”.
Podríamos aproximar que, planteada de esta manera la salud mental, no sólo se
propone un pasaje de lo patológico a lo salutogénico, sino también, se visibilizan nuevas
dimensiones del problema, como la subjetividad del paciente en tanto motor de
recuperación y, principalmente, las implicancias del nivel cultural en la construcción de
esta subjetividad. La Ley citada también expresa que se debe partir de la presunción de
capacidad de todas las personas y el “derecho a que el padecimiento mental no sea
considerado un estado inmodificable” (cap. IV art. 7). Nos encontramos frente a un
proceso de transformación que expresa la necesidad de una articulación estratégica y
solidaria entre diversos campos disciplinares para dar cuenta de las nuevas
complejidades planteadas, promoviendo, a la vez, el desarrollo de acciones territoriales
que tengan como punto de referencia la participación de la comunidad y la inclusión
social, buscando: a) recuperar los saberes populares, b) conocer cuáles son las
estrategias que los sujetos de las poblaciones vulnerables establecen para enfrentar –y
de ser posible erradicar- sus dolencias, c) empoderar a los usuarios de los servicios de
salud mental y que sean ellos mismos los que fortalezcan las nuevas modalidades de
abordaje terapéutico.
De este modo, el nivel interaccional comunitario, el trabajo solidario en red y la
contextualización histórica son pilares importantes de los abordajes terapéuticos. Esto
implica “un enfoque del sujeto en su contexto vincular donde se reconocen los saberes
comunes que corresponden al ámbito de afectos inmediatos, de su medio de desarrollo
sociocultural y de sus intercambios con la comunidad de referencia”9; indirectamente, se
incita al rescate de los modos de percibir, categorizar y dar sentido a las diferentes
problemáticas de salud mental que vivencian los agentes y, finalmente, preguntarnos
acerca de cuáles son las lógicas discursivas/narrativas que circulan entre la comunidad
para poner en presencia la enfermedad mental y las pautas de comportamiento
inadecuadas.
En la redacción de su artículo 4°:
9
Plan Nacional de Salud Mental. La Salud Mental es un Derecho de Todos y Todas, Pp. 14-18.

7
“las adicciones deben ser abordadas como parte integrante de las políticas de salud
mental” y reconoce a “las personas con uso problemático de drogas como sujetos de
derecho en su relación con los servicios de salud…”,
la Ley N° 26.657 va a ser progresiva e intenta superar la lógica ético-jurídica,
imponiéndose, desde el Plan Nacional de Salud Mental, adoptar criterios y prácticas
inscriptas en la política de reducción de riesgos y daños para aquellos sujetos que
manifiesten algún padecimiento vinculado al consumo de sustancias.
La población bajo estudio, habitante de los barrios periféricos de la ciudad de
Olavarría, minorías marginadas históricamente, se encuentran dentro de una arena social
en la cual a lo largo de las décadas las élites políticas locales han ido instrumentando,
normalizando y naturalizando procesos de integración excluyentes y/o discriminadores.
Posicionados sobre las múltiples formas de construir la alteridad, partiendo del juego
de intercambio simbólico y social que llevan adelante los actores sociales en toda su
capacidad de agentes del cambio social; a partir de las contradicciones estructurales de la
sociedad industrial-capitalista, de la fragmentación, las diferencias y los pares binarios
opositivos (fragmentación/integración, marginación/estigmatización, identidad/alteridad,
hegemonía/subalternidad) se intenta recuperar:
“la particularidad de cada actor y sobre todo legitimar su diferencia, recuperar la
palabra y la acción de determinados actores y encontrar soluciones a sus problemas;
de tal manera que los grupos étnicos, los sectores gays o los locos cuestionarán no
sólo a la sociedad estigmatizadora sino especialmente a los expertos que habían
contribuido a fundamentar y legitimar la estigmatización y/o subalternización de
determinados actores […] De tal manera que la lógica del actor siempre puede
encontrarse a través de participar en su propia situacionalidad, es decir en cierta
medida lo que los antropólogos denominan “observación participante” (Menéndez, E.
2010)10.
Para alcanzar el “empoderamiento del actor”, en el sentido pleno del accionar político y
pragmático que el concepto implica, es urgente visibilizar críticamente la consolidación del
sistema de producción industrial capitalista, con la estructura fabril como paladín de la
plusvalía, junto al desarrollo de una tecnología de domesticación del comportamiento y de
normalización de los cuerpos puestos al servicio de la eficiencia productiva. Se buscó de
esta manera crear un ejército obrero guiado por la moral y la regularidad, instaurando una
nueva disciplina de la vida, del tiempo y de las energías, estableciendo un nuevo carácter
a las relaciones existentes entre el poder y los cuerpos, fundando una “física del poder”
que inaugura la historia de los cuerpos y somete los deseos bajo el imperio de las
necesidades de la producción capitalista (Foucault, M. 1996).

10
Menéndez, E. (2010). La parte negada de la cultura. Editorial Prohistoria.

8
Modelo Médico Hegemónico y territorio

“La medicina del siglo XIX creyó que establecía lo que se podría denominar las
normas de lo patológico, creyó conocer lo que en todos los lugares y en todos los
tiempos debería ser considerado como enfermedad, creyó poder diagnosticar
retrospectivamente todo aquello que debería haber sido discernido como patológico
pese a que se le confirió, por ignorancia, un estatuto distinto. La medicina de hoy ha
llegado a ser consciente de la relatividad de lo normal y de las considerables
variaciones a las que se ve sometido el umbral de lo patológico: variaciones que
radican en el propio saber médico, en sus técnicas de investigación y de intervención,
en el grado de medicalización alcanzado por un país, pero también en las normas de
vida de la población, en su sistema de valores y en sus grados de sensibilidad, en su
relación con la muerte, con las formas de trabajo impuestas, en fin, con la
organización económica y social. En último término la enfermedad es, en una época
determinada y en una sociedad concreta, aquello que se encuentra práctica o
teóricamente medicalizado” (Foucault, M. 1996).

El proceso salud/enfermedad/atención opera estructuralmente en la sociedad poniendo


en juego los niveles técnicos, políticos, económicos, sociales e ideológicos de manera
simultánea. A través de él es posible conocer y estudiar un conjunto sumamente variable
de representaciones sociales dado que todas las personas enferman al menos una vez a
lo largo de su vida, como así también, deberá atender el equilibrio orgánico de su cuerpo,
tanto para sobrevivir y adaptarse al medioambiente, como para garantizar la
supervivencia de la especie y de los integrantes de su grupo de pertenencia más directo.
Sin embargo, el proceso salud/enfermedad/atención no hace referencia a aquellas
actividades que los seres humanos llevan adelante para enfrentar algún tipo de dolencia o
falta de rendimiento físico exclusivamente, sino, también, incluye toda un serie de
actividades que tienen que ver desde el cuidado de los niños y el acompañamiento de los
ancianos, hasta las funciones de mantenimiento vinculadas al sostenimiento de la dieta y
el bienestar afectivo emocional, que garantizan y aseguran tanto la estabilidad del grupo
como su integridad funcional. Estos elementos, a veces son tomados como indicadores
indirectos para entender la presencia de la enfermedad a partir de la disrupción funcional
(a nivel de los vínculos o a nivel de la producción de energía), o desde una dinámica de
desarrollo intermitente, interrumpida, truncada o desadaptada. Sin embargo, los conjuntos
sociales poseen una batería sumamente diversa de técnicas y de formas de atención de
los padecimientos: “El sistema de representaciones y prácticas sociales del proceso
salud/enfermedad/atención expresa, sintetiza y articula diferentes áreas de la vida

9
cotidiana y no sólo las referidas explícitamente a los padecimientos y problemas de salud”
(Menéndez, E, 1992)11.
Eduardo Menéndez12, investigador argentino exiliado en los 70’ y precursor de la
antropología médica en América Latina, plantea que tanto las prácticas de autoatención
así como el marco estructural que se sostiene desde el proceso
salud/enfermedad/atención (Op. Cit.), articula relaciones políticas, económicas y socio-
ideológicas que legitiman no sólo las funciones del Modelo Médico Hegemónico, Los
Modelos Subalternos, y el Modelo de Autoatención, sino, todo el entramado producido por
el intercambio (transacciones) de prácticas y significados que se da entre los diferentes
modelos de atención, expresando, de esta forma, una lucha por la hegemonía de todo el
conjunto de las técnicas materiales e ideológicas que aseguran y garantizan el control de
la enfermedad. Sin dejar de mencionar que son los sujetos y los grupos sociales a través
de “la carrera moral del enfermo” (Menéndez, E. 2003)13 los que realizan los
relacionamientos entre los distintos modelos de atención y deciden a cuál de ello le dan
prevalencia para atender sus afecciones.

Modelo Médico
Hegemónico

hegemonía
as

p rá
ctic

ctic
p rá

as

subalternidad

Modelo de prácticas
Modelos
Autoatención Subalternos

 El proceso s/e/a es un articulador de representaciones y prácticas sociales a nivel


de los conjuntos sociales y entre estos y las instituciones de atención/prevención
de la enfermedad.

11
Menéndez, E. (1992). Investigación antropológica, biografía y controles artesanales. Nueva Antropología, vol. XIII, 43.
México.
12
Eduardo Menéndez, investigador argentino exiliado en México desde los años 70’, fue director de la carrera de
antropología social en Mar del Plata cuando las fuerzas armadas intervinieron la facultad realizando la quema de libros e
imponiendo la clausura de la carrera de antropología social.
13
Menéndez, E. (2003). Modelos de atención de los padecimientos: de exclusiones teóricas y articulaciones prácticas.
Ciencia & Saúde Coletiva. 8, (1) pp. 185.207.

10
 el reconocimiento de los padecimientos y enfermedades, al mismo tiempo que
expresan procesos de deterioro, frecuentemente en términos de desigualdades
socioeconómicas y de diferencias socioculturales, constituyen potencialmente uno
de los núcleos ideológicos fuertes dentro del conjunto de representaciones
colectivas en una sociedad determinada (Menéndez, E. 1992).

Con el diseño de cuadro sinóptico quisimos: a) visualizar de qué manera se vinculan


los diferentes modelos de atención de los padecimientos y, b) graficar cómo se posiciona
jerárquicamente el Modelo Médico Hegemónico apropiándose de un conjunto múltiple de
funciones y prácticas propias de los modelos subsumidos bajo una lógica de poder
liderada por fuerzas centrífugas dentro de un campo de lucha política por la hegemonía.
En este sentido, la contextualización socio-cultural y el anclaje histórico-situado son
fundamentales para poder comprender el carácter de las variables que entran en tensión,
ya que: los embates de la técnica y del avance del conocimiento, los costos invertidos en
la producción de fármacos, el surgimiento/creación de sindromes culturales, la función
normalizadora del higienismo médico, la preponderancia de las funciones curativas por
sobre las preventivas, y/o, el énfasis puesto en la atención primaria de la salud (APS)
buscando reducir los impactos en los índices de morbimortalidad y los costos en la
gestión de los recurso humanos; todos ellos -por mencionar sólo algunos de los
indicadores que entran en tensión-, se explican de manera eficaz únicamente cuando son
explicados en términos sociales. El marco estructural que brinda el análisis del proceso
salud/enfermedad/atención considerado en términos sistémicos y transaccionales, sólo es
posible de ser abordado gracias a la dinámica de la vida social y las diferentes estrategias
cotidianas que utilizan los actores sociales para enfrentar sus dolencias y de ser posible
erradicar sus padecimientos, éste es un proceso que surge desde la sociedad y no para la
sociedad.
Sin embargo, con la consolidación del sistema fabril “se recurre a la medicina como un
instrumento de mantenimiento y reproducción de la fuerza laboral para el funcionamiento
de la sociedad moderna” (Foucault, M. 1996.)14. En este sentido, la medicina desde sus
funciones de mantenimiento se expande hacia el exterior de la dimensión corporal para
comenzar a controlar, configurar y diseñar otros campos que no son dominio de las
enfermedades y que escapan de la demanda del paciente; es el caso de la puesta en
práctica de la gestión de la higiene pública, las pautas alimenticias, las conductas
sexuales, el urbanismo, los desagües, etc. Así, junto a la introducción de un aparato de
medicalización colectiva, el hospital, surge la medicina del Estado, y, también, pasan a ser

14
Ver también: Menéndez, E. (1986). Modelo Médico, salud obrera y estrategias de acción del sector salud. Nueva
Antropología. Vol. III, N° 29. México.

11
medicalizables un conjunto de fenómenos sociales y conductuales que parecían estar
bajo el control, la libertad y la autonomía del sujeto. “La medicalización es el hecho de que
la existencia, la conducta, el comportamiento, el cuerpo humano, se viesen englobados, a
partir del siglo XVIII, en una red de medicalización cada vez más densa y más amplia, que
cuanto más funciona menos se escapa a la medicina […] La medicina moderna es una
medicina social cuyo fundamento es una cierta tecnología del cuerpo social; el control de
la sociedad sobre los individuos se ejerce en el cuerpo, con el cuerpo, el cuerpo es una
realidad biopolítica” (Op. Cit.).
Mientras tanto, el anclaje histórico-ambiental situado y el relevamiento de información
cualitativa sobre el terreno suelen ser herramientas útiles, ya que no se conocen muchos
aspectos de carácter sociocultural que refuerzan una realidad crítica en los barrios
periféricos de la ciudad de Olavarría en donde los procesos de estigmatización,
marginalidad, violencia y discriminación se encuentran sedimentados por un conjunto de
representaciones sociales excluyentes. Bajo una perspectiva interdisciplinaria y de salud
comunitaria, se busca promover el desarrollo de acciones territoriales que tengan como
punto de referencia la participación de la comunidad y la inclusión social recuperando los
saberes populares; nucleándonos alrededor de conocer cuáles son los factores
contextuales que desestabilizan a los sujetos y los conducen a un uso problemático de
drogas (enviándolos en algunos casos al encierro manicomial o carcelario), partiendo de
un análisis estructural que indague en los aspectos históricos, ambientales, sociales y
culturales que le dan forma y sentido al proceso de salud-enfermedad-atención.
“La búsqueda de comprensión por parte del antropólogo, como una visión de lo
real fundado lo obliga a compartir la experiencia de los pacientes en el devenir del
padecimiento (interrumpiendo o acompañando otros flujos de la vida, rituales y
relaciones de todo tipo). Dirige la atención hacia la individualización de las
consecuencias, y por tanto hacia su complejización, a menudo enraizadas en la
estructura cultural y social […] El método del antropólogo es elicitar y refinar,
mediante el diálogo, las experiencias subjetivas para luego, compartirlas y
extenderlas. No para decir “este es el modo en el que siempre ocurren” sino para
poner de manifiesto algunas de las posibilidades que pueden surgir dentro del
contexto social y cultural” (Frankenberg, R. 2003).

“Por Modelo Médico Hegemónico se entiende al conjunto de prácticas, saberes y


teorías generados por el desarrollo de lo que se conoce como medicina científica, el cual
desde fines del siglo XVIII ha ido logrando establecer como subalternos al conjunto de
prácticas, saberes e ideologías teóricas hasta entonces dominantes en los conjuntos
sociales, hasta lograr identificarse como la única forma de atender la enfermedad
legitimada tanto por criterios científicos, como por el Estado […] La hegemonía del modelo

12
médico debe ser analizada en relación con las prácticas a las cuales subalterniza, pero
sin por ello poder eliminarlas” (Menéndez, E. 1988)15. Dicho modelo constituye una
abstracción teórica a partir de la cual es posible estudiar las relaciones que se forman
entre una serie de rasgos estructurales que deben ser entendidos como modelos que
entran en interrelación recíproca (feedback); los principales de ellos son:
 biologicismo,
 individualismo,
 a-historicidad,
 a-sociabilidad,
 mercantilismo,
 eficacia pragmática,
 asimetría,
 autoritarismo,
 participación subordinada y pasiva del paciente,
 exclusión del conocimiento del consumidor,
 legitimación jurídica,
 profesionalización formalizada,
 identificación con la racionalidad científica,
 tendencias inductivas al consumo médico.

“El rasgo estructural dominante es el biologicismo, el cual constituye el factor que


garantiza no sólo la cientificidad del modelo, sino la diferenciación y jerarquización
respecto de otros factores explicativos. De hecho el biologicismo subordina en
términos metodológicos y en términos ideológicos a los otros niveles explicativos
posibles. Lo manifiesto de la enfermedad es ponderado en función de este rasgo,
como lo causal, sin remitir a la red de relaciones sociales que determinan lo
fenoménico de la enfermedad […] El aprendizaje profesional se hace a partir de
contenidos biológicos, donde los procesos sociales, culturales o psicológicos son
anecdóticos. […]Para la práctica médica la enfermedad es en primer lugar un hecho
natural, biológico y no un hecho social, histórico. La enfermedad evoluciona y no tiene
historia. Otro de los rasgos estructurales del MMH es justamente la a-historicidad del
mismo” (Menéndez, E. 1988).

Frankenberg, ante el resurgimiento de la importancia de los dualismos expresado en el


siglo XXI, propone una nueva metodología de trabajo a partir de tres indicadores
conceptuales que hacen posible la cooperación entre la medicina y la antropología bajo
un idéntico objetivo: comprender la enfermedad no solamente desde el nivel fisiológico,
sino llegar a interpretar la experiencia individual de vivir el padecimiento a partir de los
factores culturales que están presentes dentro del contexto social; eludiendo de esta
manera cualquier simplificación lineal o explicación finalista y, luchando contra la
deshumanización de la educación médica y la práctica profesional (Frankenberg, R.

15
Menéndez, E. (1988). Modelo Médico Hegemónico y Atención Primaria. Segundas Jornadas de Atención Primaria de la
Salud, 30 de abril al7 de mayo. Buenos Aires.

13
2003) 16. Ambas disciplinas, la medicina y la antropología, “como formas de educación
son igualmente exitosas y ambas son valiosas como guía para el alivio del sufrimiento
humano” (Op. Cit.). Entonces, trabajando interdisciplinariamente los dos saberes van a
empeñarse en descubrir la naturaleza del padecimiento (illnes) del paciente, cada uno
desde su nivel de abstracción teórico específico. El médico va a traducir ese
padecimiento a enfermedad (disease) y el antropólogo busca posicionarse cerca de la
narrativa del paciente para poder decodificar el padecimiento dentro del contexto
(sikness) de los patrones sociales y los criterios valorativos de la enfermedad. De esta
forma se busca “indagar sobre el proceso de construcción de significado social de la
experiencia individual de la enfermedad, en tanto socialmente definida en su contexto”
(Op. Cit). La tríada metodológica disease-illness-sikness permite articular las distintas
subjetividades y saberes -sean estos técnico-científicos o populares- que se encuentran
inmersos dentro del proceso de salud/enfermedad/atención, partiendo del concepto de
“modelo explicativo” introducido originariamente por Kleinman y sus discípulos de
Harvard, “enfrentado a la irritación biomédica arquetípica; rechazando los argumentos
psicológicos según los cuales los pacientes eran insanablemente estúpidos o
empecinadamente idiosincrásicos, se planteó que simplemente se hallaban constreñidos
por su cultura a dar diferentes significados a sus desórdenes corporales” (Op. Cit. el
subrayado es nuestro).

Medicalización, el sujeto y el quiebre de la autonomía


¿Cómo se vincula la sociedad con la locura? ¿Cómo se posiciona la comunidad frente
al uso problemático de drogas? ¿Qué decisiones toman las instituciones estatales ante
las personas usuarias de sustancias tóxicas? ¿Por qué si la venta de drogas y alcohol
pertenecen a un mercado comercial sin una eficiente regulación política toda la
responsabilidad recae sobre el consumidor, culpabilizándolo?
Estas preguntas pretenden interpelarnos para poder reflexionar acerca de la relación
que existe entre algunas racionalidades culturales y el poder, pero desde vinculaciones
antagónicas que permiten visualizarse empíricamente desde diferentes estrategias y,
también, desde diferentes resistencias, en torno a la locura, lo sano y lo enfermo, lo legal
y lo ilegal, el uso y el abuso. Entonces, desde la experiencia es posible analizar las
relaciones de poder existentes a través del antagonismo de estrategias en torno a
problemáticas históricosociales específicas que actúan de manera coyuntural en la
sociedad, estableciendo una divisoria de aguas en relación a qué hacer con ellas, cómo

16
Frankenberg, R. (2003). Unidas por la diferencia, divididas por la semejanza: la alegremente dolorosa posibilidad de la
colaboración entre la medicina y la antropología. Cuadernos de Antropología Social N° 17, pp. 11-27. FFyL – UBA. Buenos
Aires.

14
enfrentarlas, cómo erradicarlas o cómo paliarlas. Aquí la articulación entre los diferentes
modelos de atención a los padecimientos y las transacciones prácticas que se establecen
entre ellos son de fundamental importancia.
Estas luchas contra las formas de sujeción o problemáticas coyunturales (la oposición
del poder del hombre sobre la mujer, la de la psiquiatría sobre la enfermedad mental, la
de los padres sobre los niños, la de la medicina sobre la población, etc.) tienen por
objetivo “atacar a una técnica, a una forma de poder que emerge en nuestra vida
cotidiana, categoriza al individuo, lo marca por su propia individualidad, lo une a su propia
identidad, le impone una ley de verdad. Es una forma de poder que construye sujetos
individuales”, individualizados y sojuzgados (Foucault, M. 1983)17. Estas contradicciones,
que estructuran de manera indirecta a través del poder una nueva subjetividad, tienen su
razón de ser a partir del surgimiento de una nueva forma de poder político, el Estado. El
poder estatal occidental moderno es una forma de poder, al mismo tiempo
individualizante y totalizante (Op. Cit.). De este modo, reconociendo los alcances y
lineamientos intrínsecos a la lógica del poder estatal, podemos pensar qué somos
nosotros o qué han hecho de nosotros, ya que en la familia, la medicina, la psiquiatría, la
educación y el trabajo viene adosado un dispositivo táctico que pretendió
individualizarnos y posicionarnos siempre como un alter ego rivalizado - socializado
endogámicamente.
Estudiar cómo es ejercido el poder sobre otros puede ser útil para conocer qué
racionalidades culturales constituyen nuestra subjetividad y qué queremos hacer de ella.
“Hablar de subjetividad implica un cuerpo que se encuentra con otros cuerpos en
el interior de una determinada cultura. Definimos el cuerpo como el espacio que
constituye la subjetividad del sujeto: el cuerpo se forma a partir del entramado del
aparato psíquico, el aparato orgánico y el aparato cultural; donde la subjetividad se
constituye en la intersubjetividad. Por ello, la cultura está en el sujeto y éste, a su vez,
está en la cultura. De esta manera entendemos que toda producción de subjetividad
es corporal en el interior de una determinada organización histórico-social. Es decir,
toda subjetividad da cuenta de la historia de un sujeto en el interior de un sistema de
relaciones de producción” (Carpintero, E. 2011)18.
Por esto, creemos que es necesario salirse de la institución psiquiátrica para estudiar
las relaciones de poder por ella establecidas en la comunidad; aquí cobran relevancia los
interrogantes planteados anteriormente, porque como expresa Foucault, “las relaciones
de poder están profundamente enraizadas en el nexo social […] en el sistema de las
redes sociales” y preestablecen un modo de acción sobre otras acciones –los hombres

17
Foucault, M. (1983). Más allá del estructuralismo y la hermenéutica. El sujeto y el poder. Chicago University Press.
18
Carpintero, E. Comp. (2011). La subjetividad asediada. Medicalización para domesticar el sujeto. Topía Editorial,
Buenos Aires.

15
sobre los hombres-; o como expresa Rodríguez Díaz “las relaciones de poder no se
pueden establecer ni funcionar sin una producción, acumulación y circulación de saberes.
El poder produce y transmite efectos de verdad que, a su vez, lo reproducen” (Rodríguez
Díaz, S. 2008)19.
Para este trabajo, pensar los mecanismos mediante los cuales se construyen los
significados sociales sobre la locura es problematizar cómo se posiciona la comunidad
frente a las adicciones y el consumo de drogas, y, también, mediante cuáles dispositivos
estratégicos adquieren legitimidad el encierro manicomial, la expulsión de la ciudad y las
internaciones psiquiátricas en salas de aislamiento en el hospital municipal (Sector B) 20.
Asimismo, ante el dominio de las inversiones privadas en el sector salud y el liderazgo de
la industria farmacéutica es necesario que nos preguntemos si las intervenciones de la
psiquiatría sustentadas, exclusivamente, en la administración de psicotrópicos y el
internamiento son eficaces en términos salutogénicos o si logran, a través de estas
funciones de mantenimiento, cronificar los padecimientos de los sujetos, al tiempo que
construyen bolsones poblacionales dependientes al consumo de drogas legales
potenciando las ganancias extraordinarias de los grandes laboratorios multinacionales.
Cuando la enfermedad es una falla que hay que suprimir y no un problema a entender,
deconstruyéndolo, nos encontramos bajo el poder hegemónico de la psiquiatría biológica
neopositivista (ver biopoder). Para Enrique Carpintero “la medicalización alude a los
factores políticos, sociales y económicos que intervienen en la producción, distribución y
venta de las grandes industrias de tecnología médica y farmacológica […] Es así como
las grandes industrias redefinen la salud humana acorde a una subjetividad sometida a
los valores de la cultura dominante […] La búsqueda de la salud se transforma en una
exigencia que en muchas ocasiones genera enfermos imaginarios de enfermedades
creadas por los propios laboratorios” (Carpintero, E. 2011). Ante esta situación,
nuevamente, resurge la necesidad del trabajo comunitario centrado en el paciente y la
familia, desde perspectivas inter o trans-disciplinarias, intentando revertir el poder y la
influencia de la psicofarmacología y las tendencias biologicistas del Modelo Médico
Hegemónico que reducen el resultado de los desenlaces de los estados emocionales a
desarreglos orgánicos, químicos y neuronales; a partir de lo cual, cualquier conducta

19
Rodríguez Díaz, S. (2008). El proceso de medicalización y sus consecuencias. Entre la moral, el poder y el negocio.
Intersticios, Revista Sociológica de Pensamiento Crítico. Vol. 2, N°2. España.
20
Hasta el momento es parte del protocolo de intervención clínica del hospital municipal Héctor M. Cura la internación
en la sala de aislamiento Sector B. Este dispositivo se emplea para la totalidad de los pacientes con diagnóstico
psiquiátrico y/o judicializados, no solamente para los que están bajo evaluación y presunto pedido de traslado hacia
instituciones monovalentes o comunidades terapéuticas. La sala funciona en las antiguas camas de internación de la ex
guardia de emergencias bajo custodia policial permanente moldeando un sistema cuasi carcelario. Contamos con varios
registros de caso, siendo paradigmático la permanencia durante tres meses de una menor de 16 años, tomando
intervención la Secretaría de Niñez y Adolescencia y disponiendo una medida de abrigo con traslado hacia un hogar de
asilo bajo gestión municipal.

16
considerada por fuera de las normas establecidas por la cultura dominante y la
hegemonía del modelo biomédico puede ser definida como un trastorno, psiquiatrizando,
así, la vida cotidiana, reduciendo la locura a sus componentes biológicos y
etiquetando/clasificando al paciente a partir de los dictados del DSM IV (Manual de
Diagnóstico y Tratamiento de los Trastornos Mentales de la Asociación de Psiquiatría
Americana).
Es por esto que debemos asumir la responsabilidad de diseñar dispositivos
terapéuticos enfocados en la participación comunitaria, para llegar a abordar la salud
mental en toda su complejidad reconociendo la determinación de las patologías desde el
contexto sociocultural, dado que el uso problemático de drogas, los factores de riesgo y la
violencia son fenómenos sociales. De otra manera, sin esforzarnos por conocer los
factores sociales que producen el malestar subjetivo y, sin poner el foco sobre la
prevención de los riesgos, la reducción de los daños y el fortalecimiento de la
participación comunitaria, se seguirá respondiendo a la demanda del paciente con la
prescripción de medicamentos. Entonces, se habrá desplazado el eje hacia lo curativo, el
modelo sanitario asistencialista y la institucionalización psiquiátrica custodial; el poder
económico de la industria de fármacos habrá triunfado bajo el gobierno de la relación
costo-beneficios y la infiltración de la característica mercantilista al interior del Modelo
Médico Hegemónico.
Susana Rodríguez Díaz cuestiona aquella visión del cuerpo humano mecanicista y
materialista, que separa la mente del cuerpo y no nos considera como seres emocionales
y como parte armónica de la naturaleza, ya que se postula desde el nivel subyacente del
discurso tecnocrático que ella nos invade y nos golpea constantemente con
enfermedades que vienen desde el exterior para desorganizarnos. “Asistimos al dominio
de un reduccionismo biologicista que oscurece la idea de que el concepto de enfermedad
se construye socialmente a partir de variadas percepciones” (Rodríguez Díaz, S. 2008) y
no reconoce que un fenómeno juzgado anómalo desde una determinada idea de salud
(normativa y disciplinar) suscita diversas reacciones y estrategias (antagónicas) en los
grupos sociales dentro del marco de un contexto sociocultural específico (Op. Cit.).
“El continuo proceso de medicalización que tiene lugar en nuestra sociedad ha
convertido a la medicina moderna en herramienta de poder y forma de control social,
en una cultura en la que triunfa el “culto” al cuerpo, es decir, el ideal de la salvación del
cuerpo a través de lo que podríamos llamar una religión de la salud cuyo objetivo último
es una utopía de juventud y vida eternas” (Rodríguez Díaz, S. 2008).

17
creemos preciso conocer cuáles son los factores contextuales que desestabilizan a los
sujetos y los conducen a un uso problemático de drogas

18

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