CIFE 14 C 01 El Desenlace de Vicente

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CIFE 14 C 01

R- Agosto, 2021

CARLOS ALEJANDRO ARMENTA PICO

EL DESENLACE DE VICENTE
Para uso exclusivo del Programa PYMEX Sevilla 2023,

Conocí a Vicente durante su paso por la universidad. Es una persona con muy buena capacidad
intelectual. Proviene de una posición social y económica de clase media. Ganó una beca de concurso
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académico que se otorga a los mejores estudiantes de secundaria del país. En la preparatoria fue el mejor
promedio de calificaciones de su generación. Logró conseguir una beca de excelencia en la universidad
y cursó los estudios de licenciatura de forma brillante. Es versátil profesionalmente, pues sus habilidades
intelectuales le permiten manejarse con soltura, ya sea en las cuestiones técnicas o directivas. Tiene
muy arraigado el hábito de la lectura.

Al terminar la universidad trabajó un par de años. Después hizo una Maestría en Dirección de Empresas
que le exigía una dedicación de tiempo completo, se graduó con honores. Al poco tiempo ocupaba un
puesto importante en una conocida empresa trasnacional. Imparte una asignatura en la universidad y
tiene prestigio como profesor. Hace un año se casó después de un noviazgo de casi cuatro años.

A finales de marzo de aquel año, Vicente llegó a mi casa de forma inesperada. En cuanto nos
saludamos me dijo:

—Vengo porque los alumnos me aplicaron la “ley del cuarto”: llegué tarde al salón de clases –15 minutos
después de la hora prevista– y abandonaron el aula. Como no esperaba esto, decidí venir a verte.
Necesito una “consulta de psiquiatra”.

—Estoy agotado. Duermo muy mal, me despierto a las 4 am (antes de que suene el despertador);
estoy tomando pastillas para dormir. Tengo gastritis; el domingo devolví el estómago. Estoy
aumentando de peso, como demasiado y lo hago fuera de horas. Mi cabeza no se detiene, estoy
“ciclado”, me siento cansado y muy irritable. Ando acelerado y disperso, no me puedo concentrar.
Estoy así desde diciembre pasado.

—He tratado mal a mis subordinados. He sido duro con ellos, como ellos lo son conmigo. ¡He
cambiado! ¡No quiero “perder el piso”! ¡No quiero que se “me suba”! Los directivos de la empresa me
han descubierto y me han tomado en cuenta. He subido de puesto y de posición. Mi oficina ocupa el

Caso elaborado por el profesor Carlos Alejandro Armenta Pico, del Centro de Investigación de Filosofía y Empresa, del Instituto
Panamericano de Alta Dirección de Empresa, para servir de base de discusión y no como ilustración de la gestión adecuada o inadecuada
de una situación determinada.

Derechos Reservados © 2014 por Sociedad Panamericana de Estudios Empresariales, A.C. (Instituto Panamericano de Alta Dirección de
Empresa, IPADE). Impreso en EDAC, S.A. de C.V., Cairo Nº 29, 02080 México, CDMX. El contenido de este documento no puede ser
reproducido, todo o en parte, por cualesquier medios –incluidos los electrónicos– sin permiso escrito por parte del titular de los derechos.

De tener alguna duda o comentario al presente material académico, por favor, remitirlo a casos@ipade.mx 2 págs.
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doble de espacio que esta sala. Veo a mis compañeros de 50 años cansados y como si estuvieran de
vuelta de todo. En la empresa me proponen que me vaya a vivir a Singapur dentro de tres años. Me
pidieron que lo platicara con mi esposa.

Después de su desahogo, le pregunté: ¿Cuál es tu horario de trabajo?

—Empiezo a trabajar a las 7:30 am y salgo de la oficina a las 10:30 pm. Hablo inglés y español todo
el día. Mi jefe no entiende el español. Estoy en todos los asuntos, me parece que soy “ajonjolí de
todos los moles”. Habitualmente como en el restaurante de la empresa. Muchas comidas se convierten
en reuniones de trabajo. Con frecuencia dedico 15 minutos a comer y regreso a mi oficina para seguir
trabajando. Algunos días me pasa por la cabeza volver a mi casa alrededor de las 7 pm. Finalmente,
me quedo en la oficina, pues pienso: ¿Para qué salgo a una hora en que el tráfico es insoportable?
Prefiero continuar trabajando y salir más tarde. A los ejecutivos de alto nivel, la empresa nos ofrece
esquemas de remuneración variable.
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Lo interrumpí y le pregunté: ¿por qué no dejas las pastillas para dormir?

—Si no puedo dormir, ¿por qué las voy a dejar? Además, las cosas con mi esposa no van bien. Ella
también trabaja. Antes se enojaba mucho porque llego tarde, ahora ella hace lo mismo. Muchas veces
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llego a casa y ya está dormida. Llego cansado y con deseos de ver la televisión. Ella comienza a
contarme sus cosas, me parecen problemas pequeños. Mientras habla, estoy distraído, no pongo
atención. Ella se da cuenta y se molesta. Entonces le digo cualquier cosa: “No ves que todo esto lo
hago por ti”. Me doy cuenta de que no lo hago sólo por ella. Vengo a conversar, pues creo que necesito
ayuda. De estas cosas no puedo hablar con mi esposa, pues ella es parte de la situación. Hemos
intentado tener un hijo y no lo hemos conseguido. Estamos viendo a un médico para ver si la causa
es de carácter físico.

—Vine a verte porque recordé una sesión sobre “El éxito y el fracaso en la actividad profesional”.
Ahí se presentó el caso de un profesionista de 32 años que se llamaba Armando. Tenía un cuadro de
estrés muy agudo. Dormía con los brazos cruzados y los puños cerrados. Cuando leí el caso pensé
interiormente: ¿Cómo es posible que una persona pueda encontrarse en ese estado? ¡Ahora soy como
Armando! ¡Yo también tengo 32 años! Soy parte de un grupo de personas que nos queremos comer
el mundo.

—Mi situación actual en el trabajo es lo que yo quería y lo que había soñado en lo profesional. Cuando
conocí a mi jefe, me dije: ¡Es por ahí! Él ha sido mi promotor. Recientemente, despidieron a algunos
en la empresa y, como consecuencia, cambió mi posición. Mi jefe tiene otro temperamento, me parece
que es sanguíneo. Dice que yo “me siento” y que así somos en nuestro país. No se toca el corazón,
regaña mucho y fuerte. He descuidado a mis amigos.

Al final de la conversación le di algunas sugerencias y le pedí que nos volviéramos a ver en 15 días.
Al despedirnos le comenté –medio en serio, medio en broma–, no dejes de buscarme dentro de dos
semanas. Si no lo haces, lo harás con el psiquiatra y te cobrará.

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