CL B Peña 2005
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Javier Pena
Universidad de Valladolid
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Javier Peña
Universidad de Valladolid
RESUMEN ABSTRACT
En este artículo se desarrolla el lugar y la This paper discusses the place and the
función posible del concepto de ius gentium en possible function of the concept of ius gentium in
Francisco de Vitoria, en relación con la Francisco de Vitoria’s thought, with regard to the
fundamentación de un marco normativo, jurídico foundation of a universalistic normative, legal and
y moral, universalista para la intervención moral, frame for the Spanish intervention in
española en América y la relación con los America and the relation with the members of
miembros de otros pueblos y culturas. Este other peoples and cultures. This article supports
trabajo sostiene que la noción del ius gentium that the notion of ius gentium allows to conceive a
permite concebir un marco cosmopolita de cosmopolitan frame of understanding and shared
entendimiento y reglas de interacción rules, based on the effective consensus of certain
compartidas, basado en el consenso efectivo en practices and rules of the communication between
ciertas prácticas y reglas de la comunicación entre men and peoples, as an assumption being weaker
hombres y pueblos, un presupuesto más débil y and more capable of agreement than those of the
susceptible de acuerdo que los del derecho natural law or the Christian theology. And the
natural o la teología cristiana. Y las obras de works of Vitoria and other Spanish Scholastics
Vitoria y otros escolásticos españoles apuntan advance interesting ideas in this direction.
interesantes ideas en esa dirección.
PALABRAS CLAVE: Ius gentium – Derecho natural Key words: Ius gentium – Natural law –
– Cosmopolitismo – Universalismo moral- Cosmopolitanism – Moral uiversalism -
Injerencia humanitaria- Escolástica española Humanitarian intervention – Spanish Scholasticism
I. INTRODUCCIÓN
conceptuales, las tradiciones e incluso los verdaderos problemas para los que
aquellos reclamaban una discusión” 1. Y es que no podemos entender a estos
autores si prescindimos del hecho de que son teólogos y argumentan en tanto
que tales, o de que escriben en una época en la que aún no se había
desarrollado el sistema de estados que adquirió carta de naturaleza tras la paz
de Westfalia.
Por otra parte, sin embargo, sostener la hipótesis de una
inconmensurabilidad total de problemas y discursos, dando por supuesto que
se trata de contextos sin parangón posible, dejaría a su vez sin sentido la
relectura de estos autores, salvo el valor de satisfacer la curiosidad del erudito.
Pero lo cierto es que las circunstancias en las que estos autores escribieron y
debatieron les forzaron a plantearse ideas como la de una comunidad mundial,
y a esbozar, cuando menos, la noción de un marco jurídico transnacional; les
movieron a plantear una doctrina sobre la legitimidad de la guerra, y de las
prácticas en la guerra, así como sobre la intervención coactiva por razones
religiosas o morales (que hoy denominamos “humanitaria”). Naturalmente,
ellos plantearon los problemas en su propio contexto histórico y desde su
particular horizonte cultural. Pero sus soluciones -incluyendo los límites y
carencias de las mismas- pueden servir de ayuda a nuestras reflexiones actuales
sobre cuestiones como la de la universalidad y la diferencia, la relación entre
ética y política, la idea de derechos humanos, los límites morales de la
autoridad, etc. Al mismo tiempo, quizá los planteamientos actuales respecto a
esos mismos problemas pueden ayudarnos a entender mejor su aportación.
En suma, podemos hablar con los clásicos sin reducirlos a nuestro horizonte,
ni sustituir tampoco nuestra perspectiva por la suya.
humanos, pero cuya forma de vida, así como sus creencias, organización
social, lenguas, etc., eran totalmente diferentes de las suyas. Hubieron de
cobrar plena conciencia de la complejidad y diversidad de la naturaleza
humana 3.
Es verdad que los indios no eran los únicos “otros” para la respublica
christiana europea. Lo eran también las sociedades no cristianas, singularmente
las musulmanas, y los infieles -musulmanes y judíos- que habitaban desde
hacía siglos en los reinos y territorios cristianos; lo eran hasta cierto punto los
herejes, e incluso minorías étnicas como los gitanos. Pero sin duda los indios
americanos resultaban mucho más extraños, porque no los distinguía sólo la
diversidad de creencias, sino una diferencia cultural de proporciones muy
superiores4. Además, mientras que en otros casos el desarrollo cultural y
técnico podía ser considerado equiparable, en éste parecía manifiesta la
superioridad de civilización de los descubridores5, lo que hacía más difícil
concebir una coexistencia de culturas en pie de igualdad.
Y pronto surgieron reflexiones que, dejando a un lado los títulos
jurídicos que podían aducirse para justificar la dominación española y
portuguesa, como las Bulas papales, trataban de hallar una explicación racional
que permitiera hacer compatible la afirmación de la unidad de la naturaleza
humana con la heterogeneidad cultural, y proporcionar una legitimación
intelectual de la dominación española.
Un fundamento posible lo proporcionaba la distinción entre
civilización y barbarie. Aun reconociendo el carácter humano de los salvajes
americanos, ciertas actitudes y modos de vida6 eran considerados en aquella
época como muestra de una inferioridad que algunos estimaban permanente.
Esto justificaría una posición de tutela y administración de los europeos
respecto a quienes eran incapaces de valerse por sí mismos; una distinción
que, aun si en formas más atenuadas, ha seguido utilizándose por parte de los
colonizadores occidentales hasta el siglo XX.
La teoría aristotélica de la esclavitud natural constituía aparentemente
una sólida base para esta posición. Como sabemos, fue el nervio central de la
argumentación de Sepúlveda en la famosa “controversia de Valladolid”. Y el
mismo Las Casas acepta en su exposición la premisa básica: su esfuerzo se
orienta a mostrar que los indios no son del tipo de los esclavos por naturaleza
a los que se refiere Aristóteles.
Sin embargo, la tesis de una desigualdad ontológica como la existente
entre el amo y el esclavo “natural” era en rigor incompatible con el
reconocimiento de una humanidad común. (De hecho, el mismo Aristóteles
se encuentra en una situación embarazosa al atribuir al esclavo el estatus de
3 Véase TODOROV, Tzvetan, La conquista de América. El problema del otro9. (1991, trad. cast. México, 1998).
4 Véase en particular PAGDEN, Anthony, La caída, cit. (n. 1), passim.
5 Téngase en cuenta, no obstante, que los españoles encontraron culturas indias desarrolladas, como las de incas, mayas y
aztecas.
6 Se atribuye a los indígenas americanos el desconocimiento de la ciencia y la cultura, canibalismo, idolatría, incontinencia
sexual, carencia de propiedad privada, etc. Cf. PAGDEN, Anthony, La caída, cit. (n. 1).
4
7 Véase ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco 1161 b 2-7; Política, 1253 b 26-34, 1255 b 12-14.
8 Richard TUCK observa que Tomás de Aquino hace una novedosa e influyente interpretación del controvertido pasaje
de la Política 1256b 20-25, en el que Aristóteles parece justificar la guerra contra esclavos naturales como justa
naturalmente: introduce la salvedad de que han de cumplirse los criterios de una guerra justa para que lo sea la guerra
contra los esclavos que se niegan a someterse. TUCK, Richard, The Rights of War and Peace (Oxford, 1999), pp. 70-71.
9 Recuérdese la posición de SAN AGUSTÍN, De civitate Dei, XIX, 15 “Prima ergo servitutis causa peccatum est.”. (En Obras
Con la noción de ius gentium del Derecho romano, aparece por primera
vez la idea de un código jurídico universal 12. No es extraño; como observa
Kaser13, el desarrollo y expansión de Roma a partir del siglo III a. C. hizo
necesario un ordenamiento que regulara las relaciones entre ciudadanos
11 Sobre esto, véase en particular CAVALLAR, Georg, The Rights of Strangers. Theories of International Hospitality, the Global
bien sabido.
13 KASER, Max, Ius gentium (1993, trad. cast. Granada, 2004).
6
14 El sentido que recoge en cambio el término alemán Völkerrecht (e igualmente Rawls en su The Law of Peoples).
15 HAMILTON, Bernice, Political Thought in Sixteenth Century Spain: a study of the political ideas of Vitoria, De Soto, Suárez and
Molina (Oxford, 1963).
16 CICERÓN, De officiis libri tres, 3.17.69: “Hoc quamquam video propter depravationem consuetudinis neque more turpe haberi neque
aut lege sanciri aut iure civili, tamen naturae lege sanctus est. Societas est enim –quod, etsi saepe dictum est, dicendum est tamen saepius-
latissime quidem quae pateat, omnium inter omnes, qui eiusdem gentis sint, propior eorum, qui eiusdem civitatis. Itaque maiores aliud ius
gentium, aliud ius civile esse voluerunt: quod civile, non idem continuo gentium, quod autem gentium, idem civile esse debet”. (Milán,
Mondadori, 1965, p. 184).
17 “…que la razón natural estableció entre todos los hombres, que entre todos los hombres es igualmente mantenido y se
llama ius gentium, como si dijéramos el derecho que usan todos los pueblos”. Inst. Just. 1,2,1:.
7
de ciudadanía 18. En este sentido, podría decirse que ius gentium y ius naturale se
identifican. En general, se puede decir que “las ideas jurídicas que existen en
los ordenamientos de todos los pueblos y que, por tanto, son ius gentium,
también corresponden en toda regla a las leyes de la naturaleza y, por lo
mismo pueden ser explicadas a partir de la naturaleza”19. El derecho de gentes
se explica por la común humanidad, que hace que ciertas normas, como la
legítima defensa, aparezcan a la razón como evidentes, sin necesidad de
demostración o de consenso positivo.
Sin embargo, el mismo romanista observa que “sería erróneo equiparar
ius gentium y ius naturale sin ninguna excepción; éste concibe el surgimiento de
la idea jurídica a partir de la naturaleza y, con ello, por su causa, mientras que el
ius gentium señala la validez para todos los hombres como una consecuencia de
aquello” 20.
Podemos interpretar esta afirmación del siguiente modo: mientras el
derecho natural se basa en la noción metafísica de una naturaleza común, de la
que se seguiría la universalidad de sus normas, el derecho de gentes se obtiene
a partir de la constatación de la universalidad efectiva de ciertas normas, que
nos permite inferir como explicación la existencia de una naturaleza común 21.
Así se explica que a partir del momento en que se generaliza la
ciudadanía romana, con la “Constitutio Antoniniana” de 212, la noción de ius
gentium venga a entenderse como el derecho que abarca una serie de
contenidos referidos sobre todo a las relaciones que anacrónicamente
podemos denominar “internacionales” (en contraposición a la perspectiva
“interna” del ius civile). San Isidoro ofrece una relación de los mismos en sus
Etimologías22 que servirá para la comprensión del concepto de ius gentium por
parte de los autores medievales.
Y es esta perspectiva de la universalidad obtenida empíricamente la que
explica que el ius gentium incluya contenidos que los escolásticos no consideran
propios del derecho natural. Así, por ejemplo, la esclavitud. Puesto que es
generalmente admitida por los pueblos antiguos, ha de considerarse una
institución iuris gentium, aunque de acuerdo con el derecho natural haya que
afirmar que todos los hombres nacen libres. Es decir, el ius gentium deja
margen para tolerar la existencia de prácticas no razonables e injustas, al
menos según un criterio racional estricto. Lo cual no elimina, sin embargo, la
paradoja de admitir simultáneamente la validez de la norma sobre la base de
18 Igualmente, según observa el mismo Kaser, autores no juristas, como Tácito o Séneca, utilizan el término en relación
con reglas que tienen validez en todas las épocas, en todos los lugares y para todos los hombres. (Respecto a Tácito, véase
el estudio de ANDRÉS SANTOS, Francisco Javier, Ius gentium en la obra de Tácito en Labeo. Rassegna di diritto romano, 47
(2001), pp. 438-446.
19 KASER, Max, cit. (n. 12), p. 72.
20 KASER, Max, cit. (n. 12), ibidem.
21 Véase al respecto GROCIO, Hugo, De iure belli ac pacis, I, 12 sobre la demostración a priori y a posteriori de que algo es de
derecho natural.
22 SAN ISIDORO, Etimologías, V, 6: Ius gentium est sedium occupatio aedificatio, munitio, bella, captivitates, servitudes, postliminia,
foedera pacis, indutiae, legatorum non violandorum religio, connubia inter alienigenas prohibita. Et inde ius gentium, quod eo iure omnes fere
gentes utuntur. “El derecho de gentes es ocupación de fincas, edificación, fortificación, guerra, cautividad, esclavitud,
“postliminio”, tratados de paz, treguas, obligación de respetar la inmunidad de los embajadores, prohibición de
matrimonios entre personas de distinto origen”.
8
23
“…al derecho de gentes pertenecen aquellas cosas que se derivan de la ley natural como las conclusiones se derivan de
los principios”. SANTO TOMÁS, Suma teológica, I-II, q. 95, a. 4 (Madrid, 1966), p. 173.
24 Loc. cit., p. 175. Obviamente, aquí está presente la clasificación del derecho de Ulpiano recogida por S. Isidoro, y
particularmente el paso en el que se refiere al derecho natural como aquello “quod natura omnia animalia docuit”.
25 Véase SUÁREZ, De legibus, II, 17, que en cierto modo resume y cierra el debate. Una exposición de las diversas
posiciones puede verse en PEREÑA, Luciano, La génesis suareciana del ius gentium. Estudio preliminar a SUÁREZ,
Francisco, De legibus (II, 13-20), Corpus Hispanorum de Pace, vol. XIV, (Madrid, 1973), pp. XIX-LXII.
9
28
Es a ellas a las que se refieren estas páginas, que no se ocupan del derecho de gentes desde una perspectiva jurídica,
sino filosófica.
29
CAVALLAR, Georg, The rights of Strangers, cit. (n. 11). CAVALLAR, Georg, Cosmopolis. Supranationales und kosmopolitisches
Denkens von Vitoria bis Smith en Deutsche Zeitschrift für Philosophie, vol. 53 (2005), nº1, pp. 49-67.
30 Así, MARAVALL, José Antonio, Estudios de historia del pensamiento español. Serie 2ª: La época del Renacimiento (Madrid,
1984).
31 FERNÁNDEZ-SANTAMARÍA, José Antonio, El estado, la guerra y la paz. El pensamiento político español en el Renacimiento,
(Madrid, 1960), § 21, p. 191. Es verdad que en la misma relección Vitoria había sugerido la hipótesis de una “república de
repúblicas” cristiana, como se recordará más adelante.
11
(Barcelona, 2001).
37 VITORIA, Francisco, De potestate civili §14, cit. (n. 32), p. 180.: “Item, quia aliquando genus humanum habuit istam
potestatem, scilicet eligendi monarcham, ut patet a principio antequam fieret divisio. Ergo et nunc potest. Cum enim illa
potestas esset iuris naturalis, non cessat”. Sobre la idea del “dominium mundi” del Emperador o del Papa, cf. TUCK,
Richard, cit. (n. 9) pp. 58-63.
38 VITORIA, Francisco, Relectio de indis. Edición crítica bilingüe por L. Pereña y J. M. Pérez Prendes. Madrid, 1967, III, 9.
13
39 Recuérdese que ésta es una tesis agustiniana, sostenida por los canonistas: el Papa puede privar a los infieles, por serlo,
de sus derechos. Por lo que se refiere a América, es John Mair, en su Comentario a las Sentencias (1510) el primero en fundar
la legitimidad de la conquista en la infidelidad de sus moradores. Cf. PAGDEN, Anthony: Dispossessing the barbarian: the
language of Spanish Tomism and the debate over property rights of the American Indians en PAGDEN, Anthony (ed.), The Languages
of Political Theory in Early-Modern Europe (Cambridge, 1987), pp. 79-98.
40 VITORIA, Francisco, De indis, cit. (n. 38) I, 4, p. 20.
41 Vitoria admite, sin embargo, la confiscación de bienes por razón de herejía. Esto puede explicarse porque Vitoria
considera que lo que permite la confiscación no es la desviación religiosa como tal, sino el delito de herejía. Ahora bien, ¿en
virtud de qué es delito la herejía? La distinción entre delito y pecado dista aún de ser clara.
42 Cavallar hace notar que Vitoria presenta precisamente una versión modificada de las condiciones que Aristóteles
esse veram quam ad probandum quod fornicatio est mala, vel querenda alia, etiam lege naturali prohibita”.
46 Argumento que, como es bien sabido, recogerá dos siglos después Kant como premisa de un derecho cosmopolita.
15
barbarorum, nec possunt ab illis prohiberi”. (III, 1) 47. El mismo título autoriza
igualmente a los españoles a comerciar con los indios y a participar en los
bienes comunes (sin propietario privado) como el oro de las minas o las perlas
del mar o de los ríos, así como a establecerse como residentes y
“ciudadanos”48.
Podemos dejar de lado la cuestión de hasta qué punto el propósito de
Vitoria era justificar la dominación española, o la constatación de la presencia
en su exposición de argucias argumentativas que distorsionan hechos y
razones a favor de la posición de la Corona española o los intereses de la
Iglesia49, así como la utilización del derecho de gentes en forma que limita la
autonomía de los indios y amplia el espacio de utilización y beneficio para los
europeos 50. En cualquier caso, lo cierto es que la argumentación de Vitoria
implica el reconocimiento de una comunidad universal de derecho51, sin la
cual no tendría sentido la reivindicación de un derecho de “sociedad y
comunicación”, así como la limitación de la autonomía estatal por los
derechos de libre circulación, residencia y comercio, que traspasan toda
frontera, incluidas las de los mismos estados europeos – en virtud de los
cuales franceses y españoles han de reconocerse mutuamente el derecho a
circular y establecerse en el territorio de jurisdicción del otro, afirma. Y lo que
importa considerar aquí es el fundamento teórico sobre el que se establece tal
marco normativo.
Pues bien, este supuesto derecho de sociedad y comunicación se basa
en el derecho de gentes, “quod vel est ius naturale vel derivatur ex iure naturali”52 -
según dice con cierta imprecisión Vitoria, apelando justamente al texto de
Gayo en las Instituciones justinianeas arriba citado, que como hemos visto funda
el derecho de gentes en la razón común a los hombres. Al fin y al cabo “videtur
quod amicitia ad omnes homines sit de iure naturali”, sugiere el teólogo dominico,
basándose en el afecto natural que los miembros de las diversas especies
animales sienten hacia sus semejantes, y, como señala el Digesto, en una
afirmación de clara resonancia estoica que cita Vitoria, “Inter homines omnes
47 De indis, III, 1. Cit. (n. 38), p. 78:. “Los españoles tienen derecho a recorrer aquellos territorios y permanecer allí,
aunque sin hacer daño a los bárbaros, y ellos tampoco pueden prohibírselo”
48 Se ha observado a menudo que, para ser coherente, Vitoria debería admitir que también son comunes los recursos
marítimos o fluviales de los países europeos, y que puertos y caminos deben estar abiertos a todos ellos. En realidad, el
argumento considera abiertos a cualquiera los bienes propios de una comunidad particular – que son, en todo caso,
comunes para los habitantes de ésta. Según Fernández Buey “la clave de la justificación vitoriana del primer colonialismo
europeo es una ampliación del viejo derecho del descubridor a las cosas que no son de nadie hasta la conversión en
derecho a cosas que siendo comunes (o sin propietario definido, o cuya propiedad no ha sido planteada) en la otra cultura,
caen supuestamente bajo un derecho internacional de gentes que empieza a ser definido justo en aquel momento y en
función de los intereses y de la jerarquía de valores de los colonizadores europeos”. FERNÁNDEZ BUEY, Francisco, La
gran perturbación. Discurso del indio metropolitano (Barcelona, 1995), p. 55. Ya Soto observa que no se puede pasar por alto la
voluntad de la comunidad nativa (SOTO, Domingo, De iustitia et iure libri decem, V, 3, 3, versión castellana de Marcelino
González Ordóñez (Madrid, 1968).
49 Respecto al peso de los intereses de la Corona, de la Iglesia y de la orden dominicana en el pensamiento de Vitoria,
puede verse una exposición muy crítica en MIRANDA, José, Vitoria y los intereses de la conquista de América (México, 1947).
50 Véase FERNÁNDEZ BUEY, Francisco, cit. (n. 48), pp. 77 ss.
51 Al menos incoativamente; no hay aquí un orden jurídico internacional en sentido propio. Cf. CAVALLAR, Georg,
cognationem quandam natura constituit” 53. De manera que parece afirmar aquí que
el derecho de gentes se identifica con el derecho natural54, o al menos es un
derecho natural secundario o derivado del mismo, como luego sostendrán
Soto y Vázquez.
Sin embargo, la prueba de que los preceptos del derecho de gentes se
fundan en la naturaleza humana reside en que “Apud omnes enim nationes habetur
inhumanum sine aliqua speciali causa hospites et peregrinos male accipere; e contrario autem
humanum [et officiosum] se bene habere erga hospites” 55. Es el consenso efectivo en el
reconocimiento de ciertas prácticas, manifiesto en las costumbres, la base para
inferir la universalidad y naturalidad de las mismas. (Por cierto, se trata de un
consenso que no es propiamente “inter gentes”, inter-nacional o inter-estatal -
como, por ejemplo, los acuerdos sobre la libertad de navegación en el derecho
internacional posterior-; se refiere a la humanidad como conjunto de
individuos que, como tal, atraviesa las fronteras políticas). Con lo cual parece
abrirse un segundo nivel de justificación de los llamados “derechos de
sociedad y comunicación”: no ya la intrínseca correspondencia con la
naturaleza humana, reconocible por la razón, sino el visible consenso
espontáneo respecto a ciertas prácticas en todas las sociedades humanas. Un
nivel de argumentación de menor peso intelectual, pero más accesible y
aceptable.
Esta dualidad de niveles aparece con mayor claridad en la
argumentación de la proposición que afirma que los bárbaros no pueden
prohibir a los españoles la participación en los bienes comunes (como los
recursos minerales antes mencionados). Basándose en el régimen de las res
nullius, afirma:
“Et quia multa hic videntur procedere ex iure gentium. [Nota quod, si ius gentium
derivatur sufficienter ex iure naturali, manifestam vim habet ad dandum ius et obligandum.
Et dato quod non semper derivetur ex iure naturali, sequi videtur consensos maioris partis
totius orbis, maxime pro bono commmuni omnium]” 56.
Aquí se presenta una fundamentación de normas universales en dos
niveles: el nivel de la inferencia racional (conclusiones derivadas de la razón –
o, si se quiere, impresas por Dios en la razón humana-) y el del consenso –
tanto más fuerte, obsérvese, cuando la norma o institución es de interés
común a todos los hombres57.
del derecho natural, tiene manifiesta fuerza para conceder derechos y crear obligaciones. Y aunque no siempre se derive
del derecho natural, parece que basta el consentimiento de la mayor parte del orbe, sobre todo si está encaminado al bien
común de todos”De indis, III, 3, cit. (n. 38), p. 82. Cita como ejemplos la inmunidad de los embajadores, la comunidad de
los mares, la reducción a la esclavitud de los prisioneros de guerra, y la hospitalidad con los extranjeros.
57 Castilla lo interpreta así: “En nuestra opinión, Vitoria hace del ius gentium un ius naturale sólo limitado por su propio
origen y cierta adaptabilidad a las situaciones concretas: es la razón de los humanos la que da lugar al derecho de gentes,
mientras que es Dios el que imprime el derecho natural en el hombre”. CASTILLA URBANO, Francisco, El pensamiento
de Francisco de Vitoria: filosofía política e indio americano (Barcelona, 1992), p. 162, n. 19.
17
58 VITORIA, Francisco, In 2.2. de iustitia, q. LVII, a. III, 2. Edición de V. Beltrán de Heredia (Madrid, 1934), p. 14. En el
Por una parte, afirma que el derecho de gentes no se sigue necesariamente (no
se deduce) del derecho natural61. Por otra, reconoce que tal derecho es “pene
necessarium”, como condición para que pueda cumplirse del derecho natural.
Según lo cual, parece que habría que concluir que, paradójicamente, el
cumplimiento de los preceptos del derecho natural depende de la existencia de
un derecho positivo, un derecho por tanto susceptible de ser modificado o
suprimido. Y Vitoria tiene que admitir la posibilidad de que así sea: por
ejemplo, el derecho de gentes autoriza la reducción a la servidumbre de los
prisioneros hechos en guerra justa, pero esto no se admite entre cristianos.
Ahora bien, entonces hay que admitir que hay instituciones del derecho de
gentes que no son condición de posibilidad de la realización del derecho
natural, sino convencionales 62.
Pero si se admitiera el carácter meramente convencional del derecho de
gentes, normas e instituciones (casi) universalmente aceptadas quedarían sin
base de sustentación. Hay, sin embargo, algo que distingue a esta convención:
precisamente esta aceptación (casi) universal. A ello apela Vitoria: lo que ha
sido establecido por el consenso de todos, no puede ser abrogado sin el
acuerdo de todo el orbe. Y un acuerdo semejante, sostiene el teólogo
dominico, es imposible. Pero, podemos preguntarnos, ¿por qué es imposible?
No basta con decir que es sumamente improbable; bastaría con la mera
posibilidad de esa abrogación para reducir la validez del derecho de gentes a
un nivel semejante al de otra norma positiva. Sin duda, Vitoria está
convencido de la imposibilidad de un acuerdo para la abolición del derecho de
gentes porque el acuerdo revela implícitamente que todos los individuos de
todos los pueblos, como sujetos racionales, ven intuitivamente el vínculo
existente entre esas normas y las exigencias fundamentales de la vida y
relaciones humanas. Que es, por cierto, lo que puede explicar que haya habido
un consenso para su creación, un consenso de otro modo tanto o más
improbable que el que exigiría la abrogación.
En suma, el derecho de gentes, tal como es concebido en Vitoria (y, en
general, en la Escolástica española) no puede ser entendido de manera
positivista –como lo será el derecho internacional moderno-; expresa un
acuerdo (casi) universal que es entendido como signo de aproximación,
cuando menos, a lo que es objetivamente justo (a lo justo natural, para decirlo
con Aristóteles). Desde la perspectiva de la época de Vitoria, ningún
consenso, por amplio y espontáneo que sea, puede determinar lo que es
natural, y por tanto no puede convertirse en criterio moral ni jurídico. El
postmetafísico lector actual, sin embargo, no puede menos de ver en el
consenso la marca de una universalidad no sustentada ya en una base
61 Por ejemplo, del precepto “debemos buscar la paz” no se deduce necesariamente “debemos garantizar la inmunidad de
los embajadores”.
62 Así, normas como la que prescribe no dar muerte a los prisioneros una vez terminadas las hostilidades, o la que autoriza
que los bienes muebles pasen a poder del vencedor (cf. VITORIA, Francisco, De iure belli, II, 6).
19
pecado, en cuanto pecado, no confiere derecho alguno de intervención, pero estos crímenes que incluyen la injuria son causa
de un derecho, el derecho de intervención”.
68 VITORIA, De indis, III, 14, cit. (n. 38), pp. 93-94.
21
14, p. 142; “…sed an indi fecerint unquam iniuriam, cum sint inermes et pusilanimes, neque constat unquam inhumaniter tractasse, maxime
quia hispani non ut peregrini sed ut invasores, nisi vocetur Alexander peregrinus”.
72 SOTO, Domingo, De iustitia et iure, IV, 2, 2.
73 Op. cit., V, 3.
74 MOLINA, Luis de, De iustitia et iure, 2, 105. Los seis libros de la justicia y del derecho. Traducción, estudio preliminar y notas