Filosofía de La Historia Según Collingwood.
Filosofía de La Historia Según Collingwood.
Filosofía de La Historia Según Collingwood.
COLLINGWOOD
Rosita G. de Mayer
que también es cambiante. A causa de esto, cada nueva generacron tiene que redes
cubrir el pasado histórico y cada historiador tiene que comprometerse al dar respues
tas a las preguntas que se plantea; si trabaja en un mismo tema durante cierto lapso
de tiempo, se encuentra a menudo conque el problema ha cambiado. El pensamiento
histórico en este sentido es como el río heraclíteo en el que nadie puede bañarse dos
veces. No se quiere con lo anterior afirmar el escepticismo histórico, sino hacer ver
que el testimonio histórico incluye al historiador mismo y el aquíyahora como parte
del proceso que analiza.
Sin embargo, ni la interpretación de un testimonio histórico ni los hechos
mismos que son la materia prima del conocimiento histórico proporcionan al histo
riador el criterio de verdad. Este criterio nos lo da la misma idea de historia. Esta idea
que en Descartes es innata y en Kant a priori, forma parte del equipo mental de todo
hombre y este lo descubre a medida que se le vaya planteando el problema de lo
que es tener una mente. Por muy trabajador que sea el historiador no podrá jamás
dar su trabajo por terminado y afirmar que su relato del pasado sea adecuado a la
idea de lo que debiera ser. Pero aunque el resultado de sus investigaciones sea in
completo o defectuoso, la idea que de él tiene y que lo guió es clara, racional y
universal.
Dijimos que la historia es una ciencia, pero de una clase muy especial. Tiene
de común con las otras ciencias que el historiador debe justificar las bases de las que
parte, a sí mismo o a sus críticos; y esta necesidad es un principio universal de toda
ciencia, que es un conocimiento organizado o inferencia!. La historia es autónoma
como toda ciencia y eso quiere decir, que el historiador tiene derecho de decidir la
solución correcta a cualquier problema que en el ejercicio de esta ciencia se le plantee.
(Valiéndose, desde luego, de los métodos propios de la ciencia histórica). Si el his
toriador acepta testimonios prefabricados, renuncia en este mismo momento a su au
tonomía como historiador; si es un pensador científico, sólo puede decidir por sí
mismo, de otra manera no es historiador y no sabríamos qué nombre darle. No esta
mos tratando de decir que haya que rechazar dicho testimonio, sino únicamente, que
hechos conocidos de esta manera no constituyen un conocimiento histórico, porque
no se puede dar razón de las bases sobre las que se apoya. Tan pronto cuando aparece
dicho fundamento la aceptación del testimonio se convierte en conocimiento histórico.
A la historia, constituida a base de combinaciones de los diferentes testimonios,
la llama Collingwood historia de "tijeras y engrudo". El resultado de esta combina
ción no merece el nombre de historia, ya que no satisface los requisitos necesarios de
la ciencia. Hasta el siglo XVII este fue el único tipo de historia que se conocía;
precisamente en el siglo XVII, cuando las ciencias naturales adquieren autonomía,
los historiadores deciden también poner en orden su casa. Hasta entonces. se com
prendió que no se debe aceptar como verdad histórica cualquier afirmación hecha por
determinado autor sin antes investigar dicha declaración, así como la verosimilitud
del mismo autor. El documento que hasta entonces había sido llamado autoridad, pasa
a ser una "fuente" y el historiador está en la obligación de juzgarla.
Este es el comienzo de la historia crítica que viene a solucionar el problema
de si incorporamos o no tal afirmación en nuestro relato. Algunos historiadores de los
s. XVIII y XIX vieron bien a las claras, la falacia de este problema. Ya se habían
dado cuenta que si encontraban alguna afirmación totalmente falsa. no oor eso había
que negarle todo valor. El primero que vio este problema con claridad fue Vico a
principios del siglo XVIII, quien sostiene que la importancia de cualouier fuente. no es
si nos dice verdad o mentira, sino lo que esta fuente significa. Al plantearse esta
pregunta, se sale automáticamente de la historia de "tijeras y engrudo" que no hace
otra cosa que copiar testimonios, para llegar a nuestras propias conclusiones.
LA FILOSOFIA DE LA HISTORIA DE R. G. COLLINGWOOD 169
es aquello que puede ser recreado por la mente del historiador y que tuvo antes ca
bida en otra mente. Es precisamente la universalidad de un acontecimiento la que lo
convierte en objeto propio del estudio histórico. Entendemos por universalidad, lo
que traspasa los límites de la existencia local y temporal y posee por lo tanto validez
para todos los hombres de todos los tiempos. Con ello se quiere explicar que el pen
samiento trascendiendo su inmediatez puede revivir en otras mentes, en otros con
textos y decir la verdad sobre las personas individuales que aparecen en la historia,
no gracias a su individualidad misma (podríamos decir que a pesar de ello) sino por
que ella es el vehículo de un pensamiento que por haber sido el de ellos puede ser
potencialmente el de todos los hombres.
Historia es siempre historia del pensamiento, por eso la biografía por más
historia que contenga es antihistoria; sus límites: nacimiento y muerte forman parte
de procesos naturales, su marco no será un marco de pensamiento, sino de procesos
naturales.
Otro factor esencial en la historia es la Libertad. Hemos dicho que la his
toria tiene como fin el conocimiento de nosotros mismos; también tratamos de probar
que la historia no es subalterna de las ciencias naturales. Al superar el naturalismo
histórico, cabe concluir que el mundo histórico, construído por el hombre y que cam
bia constantemente es una actividad libre. Fuera de la libre actividad del pensamiento
no existe ninguna otra fuerza que modifique al mundo o lo obligue a actuar de una
cierta manera. Lo anterior no significa que podamos hacer lo que nos venga en gana;
nada sería tan falso como afirmar que el hombre es dueño y señor de hacer sus planes
y ejecutarlos corno mejor le parezca.
La actividad que todo hombre elija debe ser estructurada de tal manera que
no estorbe las actividades del resto de los individuos. El historiador debe enfrentarse
a los hechos de su propia situación, frente a ellos no es libre; la situación está ahí y
no puede cambiarla. El acierto de su investigación depende de que capte la situación
en que se halla. Esta situación ha sido creada por la misma razón humana, pero una
vez que está ahí ya no somos libres de rechazarla o de despreocuparnos de ella. La
situación es producto de una manera de pensar, que aunque pueda ser equivocada es
tan histórica como las justas, ya que ella determina la acción.
Ya dijimos que el pensamiento histórico es libre del dominio de las ciencias
naturales y es por lo tanto una ciencia autónoma; a su vez la razón humana es libre
para construir su propio mundo de asuntos humanos. Unicamente se puede afirmar
que la actividad humana es libre cuando se ha alcanzado un método científico y
autónomo en el estudio histórico.
Por último nos referiremos al terna del progreso como creación del pensar
histórico. Progreso histórico es la actividad humana misma en cuanto sucesión de
actos, cada uno de los cuales se apoya en el anterior. Estas nuevas acciones llevan
implícitamente el concepto de mejoramiento. Los cambios en la manera de vivir
entre las generaciones viejas y las nuevas no se consideran sino excepcionalmente como
progresivas. La generación vieja se aferra a su método viejo de vida porque no conoce
otro, lo único que quiere es seguir viviendo como hasta ahora; para ellos el cambio
significa decadencia, no progreso.
La generación nueva, en cambio, ha renunciado a la manera de vivir de los
padres y ha elegido por su cuenta una nueva; pero para elegir entre dos formas de
vida debernos saber en qué consisten ambas; no contemplar la vieja como un mero
espectáculo y vivir la otra, ni tampoco ver en la nueva una posibilidad lejana aún no
realizada. La única manera para conocer ambas es la experiencia. Generalmente esto
no sucede. La generación joven no mira con simpatía los métodos viejos; no compara
los dos métodos de vida porque no comprende el primero ni tiene experiencia de él:
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no hay criterio para juzgar cual de las dos es mejor, por lo tanto no hay concepción
del cambio como progreso.
. La generación joven en un impulso ciego destruye lo que no comprende y con
sidera malo, para sustituirlo por aquello que considera bueno. Pero para poder elegir
acertadamente se debe conocer el pasado histórico que estamos rechazando; y para ello
recrear las experiencias pasadas en la mente del pensador presente. Solamente así
tendremos un conocimiento de ambos métodos de vida, sólo comparando los méritos
y defectos y a sabiendas lo que se rechaza y lo que se gana con eso podemos confirmar
que la elección que hicimos fue la mejor.
Analicemos ahora la situación desde el punto de vista del historiador que está
colocado fuera de ese cambio y su punto de vista será imparcial. Tendrá que tomar
en cuenta las consecuencias y condiciones de ese cambio para poder decir si fue para
mejor o para peor. Al reexperimentar los dos modos de vida en su propia mente,
convirtiéndolas así en objetos del conocimiento histórico, se convertirá así en un
buen juez de las dos situaciones porque ya las conoce.
Uno de los grandes errores que se repiten aun hoy, es considerar algunos
períodos históricos como progresistas y otros como decadentes. Esta división de nin
guna manera puede ser históricamente verdadera, nos indica tan sólo la deficiencia
del historiador. A menudo, los historiadores se refieren a "edades oscuras" por
que no encuentran en ellas verdadera vida y no pueden recrear el pensamiento de la
época, pero eso se lo deben a su propia ignorancia o a la desigualdad en su conoci
miento. (Hay épocas mejor conocidas por un historiador que otras y hay también
épocas cuyo pensamiento no logra despertar simpatías en determinado investigador).
El dogma tan aceptado de los ciclos históricos que nos llevan a los "grandes períodos"
y luego a su decadencia inevitable no es más que una confesión del historiador de que
no ha sabido manejar los testimonios de la misma manera al analizar un período
y otro.
El progreso no es un mero hecho que está ahí esperando ser descubierto por
el pensar histórico, al contrario es precisamente el pensar histórico el que lo logra:
creándolo.
Si Einstein por ej. logra un adelanto con respecto a Newton es porque ha
podido recrear el pensamiento de éste e incorporarlo a sus propias teorías. Sólo en
la medida en que conoce el pensamiento anterior puede realizar un avance sobre él.
Así, de cierta manera Newton vive en Einstein, así como el pasado histórico en
cuanto conocido vive en el presente y condiciona a su vez la creación del futuro.
Al querer superar o abolir determinado estado de cosas, para dar en su lugar
cabida a algo mejor, se debe comenzar por comprender lo que se está destruyendo. La
aversión hacia lo que se quiere eliminar, puede impedir esta comprensión; pero si esto
sucede tendremos simplemente cambio y no progreso. Ninguna ley natural vendrá en
nuestro auxilio y no hay más remedio que enfrentarse a la propia ignorancia.