3 El Amor Al Padre Como Síntoma - Soria, N.

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IX. El amor al padre como síntoma.

“La luz del padre”

Nieves: Les presento a Alejandra Lubel. Es egresada del ICBA,


integrante del Hospital de Día y del equipo de Trastornos de Ansie-
dad del Hospital Alvarez.

Alejandra: La paciente a la que llamaré L., de veinte años dice


consultar por “…cosas distintas que no tienen nada que ver entre sí”.
Primero, el “miedo a la noche”, que padece hace más de un año. Aclara:
“Miedo a que me pase algo aunque nunca me pasó nada”. Y una “crisis
por vocación”. Cuenta que dejó la carrera de medicina, aunque le iba
muy bien, porque lo quiere pensar mejor.
Se refiere a la separación de los padres, hace aproximadamente año
y dice: “No me lo esperaba. La decisión de mi papá sorprendió a todos.
Fue algo que sucedió por fuera de mi control, por lo cual no lo puedo
superar”. Dice que tenía al padre muy idealizado “…hasta que se man-
dó esta flor de cagada”. “El ya venía haciendo terapia hace dos años, lo
venía elaborando, no dio ninguna señal, lo ocultó, no nos preparó, no
nos dio la opción de participar en la decisión”. “Se me cayó un modelo
de pareja, un modelo de familia”. “No soporto ver mal a mi mamá.
Verla tan sola y sufrida”. “Quedé atrapada”.

I. La crisis por vocación.

Cuenta que su padre es ginecólogo y obstetra. “Para mi papá la pro-


fesión es todo. No sé para qué tuvo cuatro hijos. Siempre que uno le pre-
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gunta qué está haciendo contesta: salvando vidas”. L. dice que siempre
quiso estudiar medicina porque lo veía tan fascinado al padre con su
carrera, pero que ahora tiene dudas.
Busca tests vocacionales por internet, habla con familiares y amigos
para que le sugieran alguna carrera y me pide un test de orientación vo-
cacional. Me abstengo y señalo su posición de demanda hacia los otros.
Dice: “Nunca quiero elegir nada por si acaso. Quiero estar segura de lo
que elijo, tener garantías, tener certezas del futuro. Me gusta tener todo
bajo control”. Señalo la coincidencia en el tiempo entre su decisión de
dejar medicina y la decisión del padre de separarse.
A la sesión siguiente se muestra angustiada por su noviazgo con Her-
nán y se pregunta cómo sería estar con otra persona. Tiene dudas, sueños
en los que su novio está con otra mujer. De él dice: “Siempre depende de
otros que le digan qué hacer. Yo lo ayudé a buscar trabajo, a rendir las
materias. Yo le cambié la vida. No estoy enamorada de Hernán pero él
me da seguridad. Es como tener el cariño asegurado”.
Comienza a estudiar psicología, ya que dice que ella suele escuchar
los problemas de los demás. Al poco tiempo deja porque no le va bien y
decide dedicarse al canto y al baile. Con respecto a esto, dice que encon-
tró su vocación, que cuando canta se olvida del mundo. Recuerda que
comenzó a cantar junto al padre mientras él tocaba la guitarra. Le pre-
ocupa lo económico, el futuro. Cree que su padre, aunque no se lo diga,
no está de acuerdo con su elección, ya que siempre le sugiere hacer una
carrera universitaria y seguir cantando como un hobby. L. dice que su
ideal es su profesora de canto, que es psicóloga (ejerce como tal) y canta.
Dice: “Ella hace todo y disfruta de todo”.

II. El miedo a la noche.

Dice que desde chica le tiene miedo a la oscuridad, aunque en el úl-


timo año le cuesta dormirse con más frecuencia. Se ríe y dice “Tal vez es
por mi nombre: Luz.” Recuerda que siempre le dejaban la luz prendida
para dormir. Con respecto al nombre, dice que lo eligió su padre. “No es
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cualquier nombre. Siento que era importante para él”.


En relación a los miedos, dice que teme que entre alguien por el
patio, que se violente con ella o con sus hermanos, que les pegue un tiro.
“Nunca me pasó nada de eso. No sé de dónde saque estos miedos”.
Trae el siguiente recuerdo infantil: “Íbamos a tenis con mi mamá y
mis hermanos. El colectivo quedó detenido por el tráfico en las vías del
tren. Venía el tren. Mi mamá se puso a gritar como loca que bajemos. Ba-
jamos. Yo sentí tanto miedo y no podía parar de llorar. Nunca más quise
ir a tenis.”. Cree que se puso tan mal porque no podía controlar la situa-
ción y dependía de la decisión del chofer de esperar o avanzar. Pregunto
por los demás pasajeros. Se sorprende y dice: “Nada. Se quedaron arriba y
el colectivo avanzó antes de que llegue el tren. Mi mamá exageró?”
Habla de la madre. Dice que es temerosa, que siempre cuando sale le
dice “Cuidate”. “Es muy miedosa. Es una mujer totalmente dependien-
te de mi papá”. Luego de separarse, hablando con sus hijas les dijo que
no sabe mucho de sexo, que su primera vez fue a los veinticinco años con
el padre, que fue su único hombre, que no sabe cómo desenvolverse en el
amor, que tal vez se quede para siempre sola con sus hijos.
Un día se queda a dormir una amiga de la madre porque la madre se
va de viaje y L. no siente miedo por la noche. Dice “Emilia es una mujer
independiente, a diferencia de mi mamá. Mi mamá no me transmite
seguridad, es débil. Es muy madre”. “Es loco pero me siento descuidada
por mi mamá. Siempre está montando escenas de víctima de mi papá.
Siempre sentí de ella una sobreprotección rara, como un doble mensaje.
Lo hacía y después se quejaba de que había dejado todo por nosotros”.
Con respecto a los miedos, dice que está siempre en un estado de alerta,
que su profesora de canto le dice que no cierra los ojos al cantar. “Es como
estar siempre a la espera de que entre alguien, de no relajarme nunca”.

III. En el análisis.

Comienza a tener una relación clandestina con un hombre casado


que tiene una hija. Lo conoce en el club en el que juega al hockey. Dice
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que él tiene problemas matrimoniales y por eso no se puede concentrar


en su carrera. Refiere: “Siempre busco chicos con problemas como para
solucionárselos”. Se pregunta por la esposa de este hombre. Cuenta que
ella no trabaja y que no le gusta el deporte. “No entiendo qué hace con
ella. Es re-vaga y depende de él para todo”.
Al poco tiempo, termina su relación con Hernán, su novio. Dice
que cuando hablaron no podía pronunciar la palabra “separación” y
que lo terminó definiendo él. La familia y los amigos se mostraron sor-
prendidos “…sin comprender”. Intervengo diciendo: “Otra separación
que sorprende a todos”. Habla de la posibilidad de que su padre esté con
otra mujer. Se la imagina profesional (no ama de casa), linda, elegante,
exitosa. “No soportaría ver a mi papá con otra mujer. ¿Qué tendrá ella
que ahora él se toma tantos francos?”
Pasado un tiempo su padre le comenta que está en pareja y se la
presenta. Refiere al respecto: “no es tan refinada como yo la imaginaba”.
Se entera por su madre que su padre le fue infiel con esta mujer. Dice:
“Yo no puedo ser feliz si mi mamá es infeliz”. Al poco tiempo decide
terminar su relación con el hombre casado y dirá: “No quiero estar en el
lugar de la que destruye un hogar”.
Sobreviene un período de varias peleas en su casa: reproches de la
madre hacia sus hijos porque ven al padre, mensajes que le envía el padre
a la madre, etc. L. se muestra angustiada. Dice: “Se tienen que poner de
acuerdo”, Se tienen que sentar a hablar de plata, definir el tema de la
casa”, etc. En más de una oportunidad, intercede entre ambos solucio-
nando situaciones en relación al dinero o a la organización de la casa.
Irónicamente se refiere a sí misma como la “solucionadora de proble-
mas”. Trae el siguiente sueño de angustia: “Estaba con Juan (el hermano
menor) por cruzar la calle. Yo lo agarraba y él se me iba. Nos pisa un
camión. Me desperté cuando vi cómo se nos venía la rueda encima. Me
sentí culpable. Fue la misma sensación de cuando falleció mi abuelo,
como de vacío, de descontrol, de no poder evitar que sufra. La situación
en mi casa se me vuelve inmanejable”. Señalo su posición. Llora dicien-
do: “Me quiero separar de todo esto. Siempre me metí en todo. De chica
me decían Mary Sánchez. Me ponía feminista porque siempre defendía
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a mi mamá. Ella renunció a su cargo cuando nació mi hermanito Juan


porque mi papá no la quería ayudar con las cosas de la casa”.
Relata también una pelea que tiene con los hermanos. Al respecto,
dice: “no sólo tengo que separarme de mis padres sino también de mis
hermanos. Nos criaron en bloque”.
Con el tiempo, ceden las peleas en su casa. “Como yo no me metí
más, ahora lo manejan con abogados y todo está más tranquilo”. Para-
lelamente también van cediendo los miedos a la noche.
Tiene varias relaciones con hombres comprometidos. Cada vez que
termina una, “por casualidad” conoce a otro en las mismas condiciones.
Refiere: “No lo puedo manejar. Una amiga me dijo: ”Estás en el mis-
mo lugar que la mujer de tu viejo”. Yo sé que es así pero no me puedo
separar. Con los hombres me estoy metiendo en quilombo tras quilom-
bo. Tengo un imán para los pibes que tienen problemas. Siempre estoy
expuesta a situaciones de mierda”. Con ellos dice que “se siente menos”.
“No puedo creer que me den bola. Están acostumbrados a salir con otro
tipo de mujeres más lindas que yo, más sexys”.
Actualmente, se encuentra sin pareja. Dice que quiere estar con al-
guien, pero“bien”, ya no quiere estar con hombres comprometidos. “No
quiero estar con cualquiera con tal de no estar sola”. “Igual –aclara– , a
pesar de estar sola no soy una sufrida como mi mamá”.

IV. La caída del padre ideal.

Nieves: Luz, que tiene veinte años, consulta luego de un año de


la separación de sus padres, momento en el cual se inicia una crisis
en ella, que se manifiesta en dos puntos que trae a la consulta, que
son, por un lado, el miedo a la noche, y por otro lado, una crisis por
vocación. Ella se queja del efecto de sorpresa que produce en la vida
familiar la decisión del padre de separarse, efecto que ubica algo que
escapa a su control.
De modo que en esta presentación se escucha, por un lado, la im-
portancia del control, y por otro lado, una caída del padre ideal –en
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el cual ella estaba sostenida. Esta caída del padre ideal va a tener efec-
tos tanto en el campo del amor como en el campo del estudio, de la
profesión, del trabajo. Ella dice que cayó su modelo de familia, que
su padre estaba muy idealizado hasta que se mandó esa flor de cagada,
etc. Es en ese punto que quedó atrapada en el sufrimiento materno,
no puede ver a la madre tan sola y tan sufrida, quedó atrapada.
En la vertiente de la crisis por vocación –que es el primer tema
que introduce Alejandra en su relato clínico– queda ubicada la po-
sición del padre ideal –este padre ginecólogo y obstetra– en una po-
sición en donde podemos claramente ubicar un goce con la muerte
en el campo sexual. Efectivamente, se trata de alguien que se dedica
a abordar el cuerpo femenino como médico, que está salvando vidas.
El salva a las mujeres de la muerte, no les hace el amor, de modo
que el goce con el cuerpo femenino en este hombre está puesto del
lado de la muerte. Ahí es donde se cristaliza la posición del padre
ideal. Hay una relación muy estrecha –que Lacan va a desplegar
en varias oportunidades– entre el padre ideal y el padre muerto. El
padre ideal es un padre muerto, es un padre que está muerto en su
deseo como hombre. Es una versión de un padre que en verdad no
desea como un hombre, y que en este caso se evidencia cuando se le
pregunta que está haciendo y él contesta que está salvando vidas.
Por otro lado para él la profesión era todo, no había un lugar ahí
para una mujer que no fuera una paciente a la que había que salvarle
la vida. Esta versión del padre ideal cae con la decisión del padre
de separarse. Parece que su vida no terminaba en la profesión, hay
otras cosas que lo llevan a separarse, y ahí es donde L., que estaba
identificada con el padre en ese punto, y que estaba estudiando para
ser médica como el padre, entra en la crisis de vocación.

V. Una demanda de control

Hay un primer momento transferencial en ese punto. L. le pide


a la analista que le haga un test vocacional. Aquí podemos ubicar
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justamente lo que es la respuesta propiamente analítica frente a una


demanda de un sujeto, porque hubiese bastado con que Alejandra
se hubiese prestado a esta cuestión de la orientación vocacional,
para que no se abra la dimensión del análisis para L. Ella dice:
Me abstengo y señalo su posición de demanda hacia los otros, es decir
que interpreta. Ella responde, por un lado, con una negativa a
la demanda del test, y por otro lado, con una interpretación, al
señalarle su posición de demanda hacia los otros. Al pedir un test
vocacional, L. está pidiendo que el otro le diga cuál es su deseo en
lugar de averiguarlo ella.
Ella quiere evitarse la pregunta, y la respuesta de la analista le
devuelve la pregunta –que es lo que va a empezar a desplegar. En
ese sentido me parece que es muy interesante esta primera interven-
ción analítica que produce un efecto de análisis, y por otro lado,
desarmando la estrategia neurótica de control, que apunta a desligar
cualquier pregunta sobre el deseo de su cuestión vocacional. L.
dice: Nunca quiero decidir nada por si acaso, quiero estar segura de lo
que elijo, tener garantías, tener certezas del futuro, me gusta tener todo
bajo control. De modo que el punto que es tocado con la interven-
ción analítica es el punto de la búsqueda de control, que vela la cas-
tración. Es la castración que se abrió con la caída del padre ideal.
En el punto en que cae el padre ideal, surge este padre como
castrado, mandándose una cagada, no siendo coherente con que lo
único que le interesa es la profesión y salvar vidas. En ese punto en
que surge la castración en el padre, también cae la castración sobre
ella, ya no puede controlar todo y entra en crisis con la vocación.
Allí se hace presente una demanda de control, que le hagan un test y
le digan lo que tiene que estudiar. Antes tenía el modelo del padre,
cuando pierde el modelo del padre, se demanda a la analista que
venga a ese lugar a decirle lo que tiene que hacer.
La segunda interpretación, que señala la coincidencia en el tiem-
po entre la decisión de L. de dejar medicina y la decisión del padre
de separarse, es importante porque anuda en la vía del sentido estos
dos sucesos, que en el decir de L. quedaban separados: la separación
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del padre y su crisis vocacional. Hay una respuesta inmediata del


sujeto, que a la sesión siguiente trae su angustia por su noviazgo con
Hernán. En el punto en que la analista articula, con su interpreta-
ción, la decisión de L. de dejar medicina con la decisión del padre
de separarse, se anudan el deseo con la cuestión sexual –que era lo
que quedaba separado en la versión del padre ideal, que se dedicaba
enteramente a la profesión, y cuyo único interés en el cuerpo feme-
nino parecía ser salvarlo de la muerte.

VI. El surgimiento de un Otro deseante.

Al conmoverse esa versión del padre, y al quedar articulada en la


intervención de la analista esa perturbación con los efectos de ella
en la vocación, inmediatamente lo que surge es una angustia sexual,
una angustia en relación con su deseo respecto de la relación que
mantiene con el novio –que es una relación en la cual ella está en una
posición maternal. Ella dice que su novio siempre depende de otros
que le digan qué hacer. Dice: Yo lo ayudé a buscar trabajo, a rendir
una materia, como una madre que está impulsando y alentando al
hijo a cumplir con sus deberes, a hacerlo hombrecito, agregando:
Yo le cambié la vida, para terminar confesando su posición subjetiva
al decir: No estoy enamorada de Hernán pero él me da seguridad, es
como tener el cariño asegurado. Hernán viene a ese mismo lugar en
que antes estaba la garantía, el control, la necesidad de una vida sin
sobresaltos, que quedó sobresaltada por el padre, justamente.
Ahora, el inconsciente ya está un paso adelante y entonces sueña
con que Hernán está con una mujer, volviéndolo deseante. En ese
punto lo ubica en el lugar del padre, que está con otra mujer que no
es la madre. Si ella está en ese lugar materno, de buscar garantía,
seguridad, para no tener miedo, para no estar sobresaltada, lo sueña
a Hernán como el padre, estando con otra. También podemos decir
allí que se está interrogando si ella puede ser otra también –esa sería
otra vía para interpretar ese sueño.
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Pero, lo que claramente surge es su angustia por la modalidad de


lazo que ella ha establecido con este novio, que está en continuidad
con el deseo materno, y donde despunta la pregunta por el deseo
en relación con estas formaciones del inconsciente, con estos sueños
que muestran a su novio con otra mujer. En esos sueños se mani-
fiesta el deseo de un lugar para lo femenino.
Por otro lado está la vertiente propiamente vocacional, por la
que ella empieza a estudiar psicología, después deja, para decidir
finalmente dedicarse al canto y al baile. Es interesante cómo dice
que encuentra su vocación. Sin hacer ningún test vocacional, va
haciendo un recorrido que la lleva a elegir el canto, dice que cuando
canta se olvida del mundo. Lo interesante es cómo esta elección
nuevamente remite al padre, pero en otro registro, en otro nivel
–intentaremos luego ubicar esta distinción en el nudo. Así como la
medicina era un encuentro con el padre ideal, con el padre muerto,
el canto es un encuentro con el padre del deseo, con el padre real.
El padre tocaba la guitarra y ella cantaba. Había algo del deseo y
del goce en el cuerpo –que es todo lo contrario de esa versión del
padre ideal y muerto–, que ella podía compartir con su padre en
esos momentos. De modo que en este encuentro con su vocación,
L. se encuentra con otra versión del padre –o con el padre en otro
registro–, lo cual le va a permitir rearmarse en otro lado distinto
de aquel en el cual se encontraba antes de que se desencadenara el
episodio neurótico que la trajo a la consulta.
Por supuesto que en el horizonte sigue estando el padre ideal, el
padre quisiera que ella estudiara una carrera, está lo que el padre es-
peraría de ella; esa vertiente ideal está, pero no es con eso con lo que
ella se queda. Con lo que ella se queda es con el gusto por el canto,
que resuena con el gusto del padre por la música, que no va en la vía
del ideal sino justamente, de un goce pulsional anudado al deseo.
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VII. La Luz del padre.

El miedo a la noche había surgido en la neurosis infantil, y se


actualiza con la separación de los padres. En ese momento surge un
contraste entre su miedo a la oscuridad y su nombre, Luz, nombre
que le dio el padre justamente, y donde ella ubica el ser importante
para el padre. De modo que su nombre propio también nombra el
amor al padre, o el amor del padre, la doble vertiente del amor que
la une con el padre –en el cual ella se sostiene y que aleja la oscuri-
dad, que aleja las tinieblas, que aleja lo siniestro del deseo materno.
Vamos a ir viendo, en lo que va desplegando a continuación L. en su
análisis, que la oscuridad remite a una opacidad del deseo materno
y a un miedo de la madre. El miedo a la oscuridad de ella está en
continuidad con el miedo materno.
En ese punto el nombre ya se hace presente como alguna media-
ción, como algún recurso al Nombre del Padre ante ese deseo mater-
no que la lleva a un miedo, que tendremos oportunidad de verificar
que finalmente es un miedo sexual. Primero está la cuestión de los
temores maternos, está ese recuerdo infantil de cuando van al tenis y
la madre se baja del colectivo, esa exageración en el temor materno,
esta madre que está todo el tiempo anticipando una catástrofe, que
quiere asegurarse, que quiere controlar la situación, y que en reali-
dad queda fuera de control, en un estado de pánico. Lo que además
termina con esa posibilidad de gozar del cuerpo que sería hacer un
deporte, porque no van más a tenis después de eso. Efectivamente,
es un miedo que coarta el deseo. Y lo que despunta en el horizonte
es que finalmente se trata de una versión donde podemos ubicar la
violencia y la muerte, los miedos de que entre alguien por el patio,
que se violente con ella y con sus hermanos, les pegue un tiro.
Aquí se trata de una fantasmática de muerte y violencia, que es
la fantasmática materna frente a la cuestión del sexo, recordemos
que la madre es temerosa, que siempre le dice Cuidate, que es total-
mente dependiente del padre. A continuación Refiere que cuando
la madre se separa del padre, les dice que no sabe mucho de sexo,
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que su primera vez fue a los veinticinco años con este padre, que fue
su único hombre, que ella no sabe cómo desenvolverse en el amor y
que tampoco lo quiere saber, ya que es probable que se quede para
siempre sola con sus hijos.
Se trata de un temor al sexo, de un temor a la feminidad, y el
consecuente refugio en la maternidad: se va a quedar sola con los
hijos, lo cual implica que los hijos también se tienen que quedar
solos con ella, para acompañarla; y ahí está el punto del miedo en
su ligazón con una angustia sexual. Podemos decir que finalmente
el miedo es un miedo a la madre, un miedo a la madre y al descuido
materno, porque lo que va a surgir, cuando se queda a dormir Emi-
lia en la casa –que es una amiga de la madre, porque la madre se fue
de viaje– es que L. no tiene miedo, y ahí lo que surge es un contraste
entre Emilia, que es una mujer independiente, que se diferencia
de la madre que es insegura, que es débil y que la descuida. Ahí se
ubica ese punto paradojal del estrago materno, donde la sobrepro-
tección va de la mano del descuido; Siempre sentí de ella como una
sobreprotección rara, como un doble mensaje. Me siento descuidada
por mi mamá. Finalmente, el miedo de L. es un miedo a la madre, a
ese descuido materno, a esa imposibilidad de la madre de hacer de
Otro, y a esa victimización de la madre.
Frente a la caída del padre ideal surge un punto de identificación
con la madre, entonces ella está temerosa como la madre, está en un
estado de alerta, esperando lo peor, esperando la catástrofe –como
la madre en la escena del tren. Y es interesante cómo en el decir de
L. surge un contrapunto ahí entre esa identificación con la madre
–ese estado de alerta, de espera– en el momento mismo del canto,
cuando justamente habíamos ubicado el canto como el encuentro
con el padre en otro registro. Justamente, lo que dice L. es que la
profesora de canto le dice que no cierra los ojos al cantar, es decir
que no se entrega a ese goce, que está alerta, como esperando algo.
Y ahí se ubica ese miedo a que entre alguien, es como estar siempre
a la espera de que entre alguien. Podemos poner en relación ese
miedo con un miedo sexual materno a ser penetrada.
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VIII. La Otra mujer.

Entonces surge el último tramo del relato de Alejandra, donde


se producen movimientos muy claros de análisis. L. empieza a tener
una relación clandestina con un hombre casado, que queda ubicado
en una posición similar a la del padre, siéndole infiel a una mujer
vaga y dependiente, como podría ser muy bien la madre de L., y
que además tiene una hija. También está la identificación maternal,
porque ella dice que siempre se busca chicos a quienes tiene que
solucionarle los problemas. Pero hay un efecto de corte, al poco
tiempo termina su relación con el novio, Hernán; si bien no puede
pronunciar la palabra separación y lo termina definiendo él, el mo-
vimiento parte de ella.
Está la cuestión de la sorpresa, que también es interpretada por
la analista en la vía de la repetición, en línea con el deseo del padre:
Otra separación que sorprende a todos. Como su separación de Her-
nán sorprende a todos ella queda en identificación con el padre,
sorprendiendo como el padre. En este punto se hace presente nue-
vamente la versión del padre, que es lo que se va a empezar a tra-
bajar. Habla de la posibilidad de que su padre esté con otra mujer,
se la imagina profesional –no ama de casa como la madre– linda,
elegante y exitosa –todo lo contrario de la madre, dependiente, ama
de casa y temerosa. Y después dice: No soportaría ver a mi papá con
otra mujer. ¿Qué tendrá ella, que ahora mi papá se toma tantos francos?
Ahora queda claro que la profesión no lo es todo para él, que no está
salvando vidas, está haciendo otra cosa, en todo caso disfrutando un
poco. Se hace presente la pregunta por lo femenino encarnada en
esta otra mujer, en esta mujer del padre: ¿qué tendrá ella que ahora
él ya no es ese médico abnegado y sufriente…?
El padre le dice que está en pareja, le presenta a esta mujer, por
supuesto que L. ya la había idealizado, entonces ya no es tan refinada
como la había imaginado, y la cuestión que surge ahí es la infidelidad
del padre, la madre le cuenta cómo el padre le había sido infiel con
esa mujer. La infidelidad pasa a enmarcar el fantasma con el cual ella
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empieza a desplegar su pregunta por lo femenino, en estas relaciones


con hombres comprometidos o casados. Y dice: Yo no puedo ser feliz
si mi mamá es infeliz, ahí está el punto de identificación con la madre.
Afectada por la infelicidad materna, le resulta perturbador ese lugar
de la otra en el que se ubica, dice: No quiero estar en el lugar de la que
destruye un hogar. Ella entonces queda ubicada ahí intercediendo en-
tre el padre y la madre, guiada por el deseo materno.

IX. La separación del Otro materno.

Ahí surge ese sueño de angustia en el que ella está con su her-
manito menor: Yo lo agarraba, él se me iba, nos pisa un camión, me
desperté cuando vi cómo se nos venía la rueda encima. Me sentí cul-
pable. El hermano encarna algo que se le sale del control –porque
ella lo agarra y él se le escapa–, encarna esa pérdida de control, que
es lo que define la desestabilización de su estructura, el desencade-
namiento de su neurosis, que la lleva a la consulta. Esa pérdida de
control que ella vive como ser pisada por un camión, ser aplastada
–podríamos decir así– por la angustia materna, ya que el camión, el
tren, están ahí. Se trata de ser arrasada por el Otro, lo que además
queda en relación con la muerte del abuelo, que supongo debe ser
el abuelo materno, ¿no?

Alejandra: Sí.

Nieves: Muerte que seguramente debe haber sido como un ca-


mión que le pasó por encima a la madre, y donde ella quedó tam-
bién ahí identificada con la madre, al no poder evitarle el sufri-
miento. Ahí se abre una serie entre no poder evitar que sufra el
abuelo cuando muere, no poder evitar que sufra la madre con la
separación, y este mote de Mary Sánchez, que es tan gracioso, que
aludía a que ella siempre se ponía feminista y defendía a la mamá.
Ella defendiendo el discurso materno, según el cual la madre tuvo
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que renunciar a su cargo cuando nació su hermanito porque el papá


no la quería ayudar con las cosas de la casa. Ahí está embanderada
en el discurso materno.
Si bien ella trae la cuestión de la crisis vocacional y de los miedos
nocturnos, la demanda inconsciente de análisis es separarse de la
madre. En el sueño ella está en el lugar de la madre que deja su de-
seo de lado y se queda ahí, ocupándose del hermanito menor –como
hizo la madre que dejó su cargo de lado–, y culpando al padre por
ello, victimizándose. Entonces, la verdadera demanda de análisis es
separarse de la madre y salir de ese lugar infantil, ya que finalmente
surge la cuestión de separarse del hermano, de salir del bloque. Di-
gamos que la posibilidad de articular esa demanda le permite hacer
un movimiento, ella sale de ese lugar de intercesora entre los padres,
y ponen un abogado. Ceden las peleas y se van retirando esos mie-
dos que ella tenía.
Por otro lado, comienza la repetición en la vía del fantasma.
Ella empieza a tener varias relaciones con hombres comprometidos.
Cada vez que termina una, conoce a otro que por casualidad está en
las mismas condiciones; ahí está operando la repetición de la lógica
del fantasma, donde se va eligiendo una versión del padre, pero ya
no de un padre muerto en su deseo, sino de un padre que desea,
donde ella está en el lugar de la Otra, de la que causa el deseo de ese
padre, y donde se despliega una interrogación de lo femenino, ya
que ella dice: No puedo creer que me den bola, están acostumbrados a
salir con otro tipo de mujeres, más lindas que yo, más sexys.
Así como al principio del análisis se preguntaba: ¿Qué tendrá esa
Otra?, ahora se pregunta: ¿Qué tendré yo que me dan bola? Si bien
ella todavía no puede enfrentar su propia feminidad, se está encon-
trando con que hay algo en ella que causa el deseo de estos hombres
que están en el lugar fantasmático equivalente al del padre, ya que
son hombres casados, tienen una mujer legal que es madre, y todo
lo demás… Esta vía parece encontrar cierto límite, ya que actual-
mente se encuentra sin pareja, pero lo interesante es lo siguiente:
A pesar de estar sola, no soy una sufrida como mi mamá. No está en
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pareja pero no queda en ese lugar melancolizado de la madre, que


no iba a poder nunca más tener otro y se iba a quedar con los hijos
para toda la vida. Se abre la posibilidad de vivir la soledad de una
manera que no sea sufriente.

X. Los tiempos de la estructura.

Distinguiría tres tiempos en la estructura de L.


Un primer tiempo, que sería el tiempo previo al desencadena-
miento de su neurosis histérica, cuando ella está sostenida en el
amor al padre ideal, al padre muerto, con el consiguiente efecto de
mortificación de lo femenino, y donde ella en este punto del amor
al padre ideal está sosteniendo al padre entre simbólico e imagina-
rio. Está toda la cuestión imaginaria del control, de la garantía, de la
seguridad, del cariño asegurado –la relación con Hernán va en esta
misma vía. Y por otro lado, hay una identificación con el padre en
relación con el estudio de la carrera de medicina, en la misma vía de
mortificación del deseo.
Segundo tiempo. Se desencadena la neurosis con la separación
del padre, cae el padre ideal. Se hace presente el padre real, como
hombre, como deseante. En ese momento, en el cual ella ya no pue-
de seguir sosteniéndose en el padre ideal –como lo hacía antes–, cae
en una identificación con la madre, con el sufrimiento materno, con
el miedo y la angustia sexual materna. En esta caída de la identifica-
ción con el padre entra en una crisis de vocación. Pierde el control.
Tercer tiempo, inicio del análisis. Ahí yo ubico estas dos inter-
venciones que tiene Alejandra ante la demanda del test vocacional,
por un lado, la intervención analítica que saca a L. del recurso a
cierto ideal de control, y por otro lado, la interpretación que señala
la coincidencia entre la separación del padre y la crisis vocacional.
Estas dos vías de intervención hacen surgir la pregunta por el deseo,
con la consiguiente pregunta por lo femenino. Ella puede elegir su
vocación, y ahí se hace presente un goce anudado a un deseo en
224 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

relación con la voz. Ahí es donde ella reencuentra al padre en otro


registro, no ya imaginario-simbólico sino simbólico-real.
El recurso al padre ideal sigue, pero no es lo que la sostiene. El
padre esperaría otra cosa de ella, pero ella avanza con la cuestión del
canto. Y por otro lado, podemos ubicar ahí la construcción de un
fantasma, de una versión de este padre real (no del padre ideal), en
la que ella presta su cuerpo a ser la otra de un hombre comprometi-
do, donde ella se despega de la identificación con la madre, ya que
ahí ella no es la madre, no es la ama de casa, no es la mujer legal,
es la otra, es la que causa el deseo; ahí es donde ella sostiene su pre-
gunta por la feminidad. Podríamos decir que acá se constituye un
síntoma analítico –porque esto se produce en el análisis–, que con-
siste en ser la amante de un hombre infiel, que vendría al lugar de la
interrogación por el deseo del padre. Y con ese síntoma analítico, en
el que se despliega este fantasma, se está justamente desplegando su
pregunta histérica en el análisis.

XI. El nudo de L.

Vayamos ahora al nudo. Les propongo que en este caso el lapsus


estructural del nudo es entre simbólico y real. Aquí están los tres
sueltos, abajo el simbólico, en el medio el imaginario y arriba el
real. Ubico los lapsus entre simbólico y real, ya que si en estos dos
puntos lo real pasara por abajo y no por arriba de lo simbólico, el
nudo sería borromeo.
Inhibición, síntoma y angustia / 225

Ahora vamos a ubicar los tres tiempos que distinguí recién para
ustedes.
El primer tiempo, que es el tiempo del arreglo neurótico pre-
vio al desencadenamiento de la neurosis. Ese tiempo en el cual L.
estaba sostenida en el padre ideal, en el padre muerto, cuando ella
estudiaba medicina como el padre, donde se jugaba una identifica-
ción con el padre en esta vía, y donde había una ajenidad absoluta
respecto de lo femenino, que estaba en un estado de mortificación.
En este primer tiempo lo que yo ubicaría es un síntoma, entre sim-
bólico e imaginario.

Se trata de una histeria, que está sostenida en el padre ideal,


por medio de una identificación viril a ese padre ideal, estudiando
226 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

medicina como el padre –para matar el sexo, podríamos decir. Por


eso lo ubicamos acá, como una duplicación de lo simbólico. Es
un síntoma que modifica estos dos puntos de cruce, pero de todos
modos es un nudo borromeo. Es una duplicación de lo simbólico,
pero entre simbólico e imaginario, porque está en relación con el
padre ideal, con el padre imaginario, dejando por fuera al padre real
y con él lo real del sexo.
Esa identificación viril con el padre, cuando ella estudiaba medi-
cina como él, para poder matar el cuerpo femenino, es un síntoma
de los que Freud llamaba ego-sintónico, que está en sintonía con
el yo, justamente porque está entre simbólico e imaginario, lo que
le permitía un control, le permitía su garantía, su reaseguro. Este
síntoma cae cuando el padre se separa. Cae el padre ideal. Ya no se
puede sostener más esa versión del padre salvando vidas, para quien
lo único que existe es su profesión. Cae.
Y vamos a ubicar el segundo tiempo lógico. Lo que tenemos acá
es el surgimiento de la angustia, que se hace presente en el miedo a
la noche y en la crisis por vocación con que L. llega a Alejandra. Hay
una pérdida del arreglo anterior, ahora ella ya no puede más sostener-
se en la identificación con el padre ideal, quedando identificada con
la madre en el punto de angustia materna, en el punto del miedo de la
madre. En este segundo tiempo, en el cual ella consulta, identificada
con el deseo materno, vamos a ubicar la angustia como nominación
de lo real, que es lo que la trae. La angustia, que se presenta como
miedo a la noche, y por otro lado, como un no saber qué hacer, como
una pérdida del lugar que ella había conseguido en relación con lo
vocacional. Entonces acá ubicamos una duplicación del registro real,
en el que se mantiene el anudamiento borromeo, pero donde lo que
anuda es la angustia, que anuda de un modo muy paradójico.
Inhibición, síntoma y angustia / 227

Finalmente, un tercer tiempo a partir de las intervenciones de la


analista ante la demanda del test vocacional. Tercer tiempo en el cual
dijimos que se despega de la identificación con la madre, donde se
vuelve posible un nuevo recurso al padre, pero no ya al padre ideal
sino al padre real, al padre del deseo, donde surge otra versión del
padre, y donde se constituye como síntoma analítico el estar en el
lugar de la otra de un hombre infiel, desplegándose la interrogación
de lo femenino desde ese lugar. Entonces ahí cae el arreglo anterior,
cae la angustia, cae la identificación con la madre, se separa, de modo
que estar sola no va a ser el estar sola de la madre, ceden los miedos
nocturnos –que eran los miedos de la madre. Deja de estar en lugar
de Mary Sanchez, de la feminista que defiende a la madre, y deja
que los padres se arreglen con los abogados. Entonces ahí sale de esa
continuidad con el deseo materno, en la que se había sostenido en el
momento de la crisis y del desencadenamiento de su neurosis.
Y ahora vamos a dibujar el nudo en el que se encuentra L. tra-
bajando en su análisis, y sostenida en un síntoma analítico, síntoma
del cual forma parte su analista.
228 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Este síntoma lo vamos a ubicar como una duplicación del re-


gistro simbólico, pero ahora entre simbólico y real, no como era el
primer síntoma, previo al desencadenamiento, que estaba entre sim-
bólico e imaginario. Este síntoma analítico se sostiene en lo real del
padre, y en la pregunta por lo real del sexo. Opera desde lo simbó-
lico, desde el trabajo analítico, de las formaciones del inconsciente,
pero en su articulación con lo real. Podemos llamar a este síntoma
ser la amante de un hombre infiel.

Intervención: ¿L sigue en análisis?

Alejandra: Sí sigue, y yo me preguntaba qué hay del síntoma


analítico ahora, porque hace ya algún tiempo que está sola, algo, no
logro ubicar claramente qué, pero algo corta con esta repetición...

Nieves: Sí, éste más bien parece ser un momento de cierto impasse
en el despliegue de esa pregunta por lo femenino, hay que ver qué
nuevas vías toma esa pregunta. Esa repetición fue una primera vía de
interrogación de lo femenino. Yo creo que esta escritura va más allá
del síntoma de ser la amante de un hombre infiel, porque es la escri-
tura de la interrogación de lo femenino en tanto tal, del despliegue
de la pregunta histérica, que no es lo mismo que la pregunta histérica
Inhibición, síntoma y angustia / 229

en sí misma. Lacan, en algún lugar del seminario III1, plantea que


en realidad la histérica se la responde para no preguntarse, que ya
desplegar la pregunta en el análisis es de otro orden distinto de lo que
es el arreglo propiamente histérico. Creo que este dibujo del síntoma
analítico es el dibujo de una interrogación desde lo simbólico –por
eso está duplicando el registro simbólico– pero que toca lo real, toca
lo real de lo femenino, lo real del padre, y con eso ella se está inte-
rrogando sobre lo femenino. Entonces, un momento de ese síntoma,
un momento de esa pregunta, es ser la amante de un hombre infiel,
pero puede haber otros momentos...

Alejandra: Otras respuestas…

Nieves: Claro. Pero es difícil que una mujer se pregunte por lo fe-
menino cuando no le está pasando algo con un hombre, por eso digo
que éste debe ser un momento de impasse, necesario quizás, para poder
pasar a otra manera, o a otro orden del despliegue de esta pregunta.

Alejandra: Ahora la pregunta de ella se centra en qué del canto, si


ser una artista, si ser cantante estrella, si ser parte de una banda.

Nieves: O sea que la pregunta de ella está en relación a su deseo


como sujeto en este momento. Y eso es muy importante, porque como
decíamos antes, ahí también hay un lugar distinto en el nudo. Cuando
ella estudiaba medicina, la podemos ubicar entre simbólico e imagina-
rio, identificada con el padre ideal, con el padre muerto, y donde no se
tocaba lo real del sexo. Ahora, en la cuestión del canto, entra el cuerpo
de otro modo. Podríamos decir que el estudio de la medicina aborda al
cuerpo como muerto, la anatomía es eso, la disección de cadáveres, es
el cuerpo muerto, y también la operación del bisturí que lo corta, que
lo fragmenta simbólicamente en órganos que están muertos en tanto

1 Lacan, J. El Seminario. Libro III. Las psicosis. Ed. Paidós. Barcelona, 1985.
Pág. 254.
230 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

están vaciados de goce. Pero lo que queda especialmente por fuera del
abordaje médico es el goce sexual, es lo que impacta en la profesión
del padre y en la respuesta de que está salvando vidas. El canto, por
el contrario, es un goce del cuerpo viviente, el goce con la voz, es el
cuerpo que respira, y además, lo interesante también es que es un goce
del cuerpo que no va por el lado de la enfermedad, no es el cuerpo fe-
menino enfermo que va al ginecólogo, sino que es otra dimensión, es
la dimensión de un goce que se articula con un deseo, y donde lo que
circula por el cuerpo en el canto es un deseo que no tiene nada que ver
con las vías anatómicas, con las vías que mortifican el cuerpo.
Y en ese sentido es interesante la referencia a su profesora de can-
to, que queda ubicada como alguien que la guía en el deseo, queda
en la misma vía que la analista diciéndole que no se entrega al goce
del canto, que no cierra los ojos, que está alerta ahí a ver qué pasa,
como la madre. Y también esta cuestión de que es psicóloga, también
podría ser una analista, hay algo de la transferencia ahí que es intere-
sante, y que toca una versión de lo femenino que no es la materna,
ya que se trata de alguien que le dice: ¡No tengas miedo!, Cerrá los ojos,
que no te va a pasar nada, entregate a ese goce, al goce del deseo... Se trata
de un reverso del ¡Cuidate! materno. Y Luz ubica ahí el disfrute en
relación a esta profesora de canto, que disfruta.

Intervención: Cuando decís síntoma analítico, ¿lo decís porque se


arma en el análisis?

Nieves: Porque se arma en la transferencia. Ella deja al novio estando


en análisis, y en relación con esa interrogación que promueve el trabajo
con su inconsciente, ya que hay un sueño, o varios, donde ella sueña
que el novio está con otra, donde se abre la cuestión de lo femenino.

Intervención: ¿Y por qué lo tomás como un síntoma?

Nieves: Porque es una posición sintomática para ella. Ella quiere


dejar de estar en el lugar de la que destruye un hogar, entonces corta,
Inhibición, síntoma y angustia / 231

y justo se encuentra con otro que estaba también comprometido, se


ve la repetición del síntoma ahí, ella quiere salir de y vuelve a caer,
y esto le pasa varias veces, que justo se engancha con otro casado, es
sistemático esto que le pasa con los tipos.

Alejandra: Claro, ella deja un trabajo porque estaba enganchada


con su jefe, y empieza en una nueva oficina y se mete con un com-
pañero casado.

Nieves: No es lo que ella quiere, pero le pasa, se lo encuentra repe-


titivamente. Quizá cuando se encuentra al tipo ni sabe que es casado
y después resulta que es casado, hay algo ahí del orden del síntoma.
Es el lugar de interrogación de lo femenino, el habitual síntoma
histérico de la mujer que dice: ¿Por qué será que justo me vengo a en-
contrar con tipos que son así? Y ahí está la repetición y alguna posibili-
dad en esa repetición y en ese encuentro repetitivo de desplegar una
pregunta. Y eso, como decía Alejandra, tiene un límite en el análisis,
hay un punto en que esto cae, ella queda sola y hay que ver cuál va a
ser el nuevo rumbo de la pregunta.

Intervención.; El canto parece que se lo toma muy profesional-


mente, ¿no?

Alejandra: Sí, sí, ella estudia cuatro veces por semana…

Nieves: Por eso digo que es interesante ese punto, porque ella ahí
realmente elige la vocación, si bien no sé si uno elige la vocación o
la vocación lo elige a uno, porque la vocación es un llamado, es una
voz. Digamos que L. se encuentra con esa vocación, y ahí es inte-
resante como, por más que ella supone que el padre esperaría otra
cosa, de modo que está la versión del padre ideal, ella igual quiere
dedicarse profesionalmente al canto, no se engancha con esto de
tomarlo como hobbie.
232 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Intervención: ¿Uno puede pensar que en esta dedicación al canto


ella está sublimando?

Alejandra: Yo lo que decía es que se le abren preguntas en re-


lación al canto, preguntas de qué del canto, si quiere ser artista, si
quiere ser parte de una banda, es esto lo que surge en este momento
de su análisis. Ella dice que sabe que a veces desafina y que no tiene
la mejor voz pero que canta con el alma, que canta con todo el cuer-
po, que siente una emoción cada vez que canta…

Nieves: Desde cierta perspectiva quizás se pueda decir que es su-


blimación, en el sentido de que es una satisfacción de la pulsión sin
represión, no es la vía del síntoma y demás. Pero a la vez, también
ahí ella se está preguntando algo que tiene conexión con lo femeni-
no, que es qué va a ser ella, si va a ser una estrella… Es una manera
de preguntarse. Porque en realidad el cantante también está en un
lugar de causar el deseo, es cierto que de un modo más sublimado,
más velado, pero está la cuestión de qué va a hacer ella con ese agal-
ma, con ese deseo que ella tiene y que la inunda cuando canta, qué
lugar le va a dar…

Intervención: Yo tengo una dificultad para pensar en esto de su


deseo por el canto, si sigue estando en relación al padre.

Nieves: Pero siempre el deseo tiene que ver con el deseo del Otro,
antes se enfatizaba su deseo respecto de lo que el padre quisiera para
ella –que no es el deseo del padre, sino el padre ideal–, que quisiera
que ella estudiara algo que le asegurara el futuro económico y que
tuviera el canto como hobbie. El canto está en relación, no con el
padre ideal, sino con el deseo del padre, porque surge en relación
con el gusto del padre por tocar la guitarra. Por eso ubicamos el
canto como un síntoma que anuda simbólico y real y no simbólico
e imaginario.
Inhibición, síntoma y angustia / 233

Intervención: El padre como un Otro barrado, porque al comien-


zo estaba el padre ideal, el padre como el gran Otro, y después,
cuando comienza canto está el padre barrado, el padre real, va por
ese lado, ¿no? Es el deseo de ella en tanto deseo del Otro barrado.

Nieves: Sí, también podemos ubicar al padre ahí dividido por


esta práctica de la música por un lado, y el ideal de que estudiara
una carrera universitaria y mantenerse con eso.

Clase del 4 de septiembre de 2008

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