Documento Iniciacion Cristiana Plan e 2016
Documento Iniciacion Cristiana Plan e 2016
Documento Iniciacion Cristiana Plan e 2016
ORIENTACIONES Y CRITERIOS
PARA LA INICIACIÓN CRISTIANA
Documento de trabajo
Séptimo borrador
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SIGLAS
AL: Exhortación Apostólica Amoris Laetitia. 2016.
AG: Concilio Vaticano II. Decreto Ad Gentes. 1965.
CIC: Catecismo de la Iglesia Católica. 1997.
DA: Documento de Aparecida. V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe.
2007.
DC: Carta Encíclica Deus Carita Est. 2005.
DGC: Directorio General para la Catequesis. 1997.
DV: Concilio Vaticano II. Constitución Dogmática Dei verbum. 1965.
EG: Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. 2013.
EN: Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi. 1975.
FC: Exhortación Apostólica Familiaris Consortio. 1981.
LF: Carta Encíclica Lumen Fidei. 2013.
NMI: Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte. 2001.
PF: Carta Apostólica en forma de “Motu Propio” Porta Fidei. 2011.
RICA: Ritual de iniciación cristiana para adultos.
VD: Exhortación Apostólica Postsinodal Verbum Domini. 2010.
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Presupuestos
1. Distintos estudios, documentos del Magisterio universal y documentos de Conferencias
episcopales en todo el mundo, coinciden en señalar que la iniciación cristiana y la catequesis que
la acompaña revisten gran importancia pastoral en la tarea de la Iglesia en la actualidad. Es un
hecho que tanto la trasformación misionera de la Iglesia, como la conversión misionera de la
evangelización, pasan por la necesidad de contar con acciones misioneras propiamente tales, como
las de primer anuncio y la iniciación cristiana y por su necesaria coordinación y articulación. Estos
cambios y novedades, son un signo evidente de una Iglesia particular que pasa de la “pastoral de
conservación a una pastoral decididamente misionera”.
2. Referente calificado de esta opción en América Latina es la quinta conferencia general del
episcopado latinoamericano, en Aparecida Brasil (2007). Luego de reconocer que en el continente
“la iniciación cristiana ha sido pobre o fragmentada”1, opta por “asumir la dinámica catequética
de la iniciación cristiana”2. Opción que conduce a que “el proceso catequístico formativo adoptado
por la Iglesia para la iniciación cristiana sea asumido en todo el Continente como la manera
ordinaria e indispensable de introducir en la vida cristiana, y como la catequesis básica y
fundamental”.3
3. Algunos piensan que la opción por la iniciación cristiana implica simplemente un esfuerzo por
mejorar los cursos que preceden a la celebración de los sacramentos del bautismo, la eucaristía y
la confirmación, y que se ofrecen de modo particular a niños, adolescentes y jóvenes. Según este
parecer, para mejorar bastaría con la elaboración de unos textos y la presentación de unos temas.
4. Pero la opción por la iniciación cristiana, según Aparecida y otros documentos del Magisterio,
como recientes estudios, es más amplia y más profunda. Requiere, así subraya Aparecida, de parte
de todos en la Iglesia “nuevas actitudes pastorales”4 y una “renovación de la modalidad
catequística de la parroquia”.5 Pues, “una comunidad que asume la iniciación cristiana renueva su
vida comunitaria y despierta su carácter misionero”.6
5. Es claro que el problema no es hacer mejor unos cursos o tener un listado de temas o unas cartillas
que orienten el programa para estos cursos. Según Aparecida, el reto fundamental que afronta la
Iglesia en el continente latinoamericano es “mostrar la capacidad que tiene para promover y formar
discípulos misioneros que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier, por
desborde de gratitud y alegría, el don del encuentro con Jesucristo”.7Este desafío, continúa es una
invitación “a imaginar, a ser creativos, a pensar nuevas perspectivas y formas de acción. 8
6. Para no caer en el activismo o en el empirismo, este ejercicio exige tener claridad en los
principios teológicos pastorales que le son propios a la iniciación cristiana y la
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DA 291.
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DA 291.
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DA 294.
6
DA 291.
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DA 14.
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3
catequesis. Parafraseando al Directorio General para la Catequesis, “tal camino y método
se emplea, sobre todo, por la siguiente razón: únicamente si desde el principio se entiende
con rectitud la naturaleza y los fines de la catequesis, como también las verdades y
valores que deben transmitirse, podrán evitarse defectos y errores en materia
catequética”.9 Importante principio éste, ya que “la concepción que se tenga de la
catequesis condiciona profundamente la selección y organización de sus contenidos
(cognoscitivos, experienciales, comportamentales), precisa sus destinatarios y define la
pedagogía que se requiere para la consecución de sus objetivos”.10
10. Con estas orientaciones y las opciones que de ella son consecuencia, la arquidiócesis
quiere responder al problema focal (débil adhesión a Cristo y su proyecto del Reino) que
ha reconocido como propio al momento del discernimiento de su actual plan de
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DGC 9.
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DGC 35.
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DGC 30
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CELAM, La alegría de iniciar discípulos misioneros en un cambio de época. Nuevas perspectivas para la catequesis en América Latina y el Caribe, CELAM,
Bogotá 2015, 16.
4
evangelización y dirigir sus acciones al ideal que nos une y nos compromete (una Iglesia
que vive, celebra y anuncia su adhesión a Cristo y su proyecto del Reino). Pues uno y
otro guardan una relación estrecha, o con lo deficiencia, ausencia, vacío, pobreza o
desarticulación de la iniciación cristiana, en el caso del problema focal, o con su
adecuada y correcta aplicación, en el caminar hacia el ideal.
12. Cuatro notas de fondo acompañan esta reflexión: a) la iniciación cristiana es un asunto
de toda la Iglesia y de todos en la Iglesia; b) la iniciación cristiana no lo es todo en la
Iglesia, pero es fundamental y prioritaria en la Iglesia; c) la iniciación cristiana se articula
con todas las etapas y acciones evangelizadoras; y d) hay que realizar la iniciación
cristiana en el respeto de su especificidad.
13. Desde estas notas el documento se articula en las siguientes partes: Primera parte:
Carácter eclesial de la iniciación cristiana. Segunda parte: La iniciación cristiana al
interior del proceso de evangelización. Tercera parte: Especificidad y elementos de la
iniciación cristiana.
16. El propósito de este documento es brindar orientaciones teológico pastorales que nos
permitan en la arquidiócesis contar con procesos de iniciación cristiana, en su forma de
5
catecumenado y de inspiración catecumenal, para las diversas edades y situaciones de la
vida en contexto urbano de pluralismo, de transición sociocultural y de profundas
desigualdades, como es el de la ciudad de Bogotá y la región capital.
Primera parte
Carácter eclesial de la iniciación cristiana
17. Sobre la iniciación cristiana y su renovación se viene hablando y trabajando en la Iglesia
desde hace muchos años, incluso puede decirse que desde antes del Concilio Vaticano
II. El mismo Concilio fue un punto de quiebre en este proceso. Si bien no cuenta con un
documento o una reflexión propia y específica sobre la iniciación cristiana y la
catequesis, todo el Concilio impacta de gran modo la catequesis contemporánea. De
hecho, puede y deben entenderse los actuales procesos de renovación misionera de la
Iglesia y de la catequesis, a la luz de todos los documentos conciliares, pero de modo
especial los documentos sobre la Revelación (DV), la Iglesia (LG), los sacramentos
(SC), la Iglesia en el mundo de hoy (GS) y el documento sobre la acción misionera de la
Iglesia (AG).
18. A ellos se suma, desde una perspectiva universal, el Ritual de Iniciación Cristiana para
Adultos (RICA), el Directorio Catequístico General (1972), El anuncio del Evangelio
hoy (EN), la catequesis de nuestro tiempo (CT), La misión de Cristo Redentor y sobre
la permanente validez del mandato misionero (RM) y el Directorio General para la
catequesis (1997). Y para el caso de América Latina, nuestro contexto más inmediato,
es el documento de Aparecida, donde por primera vez de modo explícito se toca el tema
de la iniciación cristiana, sin desconocer que en las anteriores conferencias generales se
había reflexionado sobre la catequesis y su renovación.
19. Pero es el Directorio General el de mayor impacto, puesto que recoge toda esa riqueza
conciliar y posconciliar, como la misma investigación y práctica renovada de la
catequesis, ya que genera que muchos episcopados y diócesis se den a la tarea de iniciar
o de continuar con los procesos de renovación de la iniciación cristiana y de la catequesis.
Con lo cual se hace visible un principio fundamental para la buena marcha de la
iniciación cristiana en las diócesis y comunidades parroquiales: la comunidad cristiana
es el origen, camino y meta de la iniciación cristiana y de la catequesis. Principio que en
distintos documentos se expresa bajo la siguiente afirmación: la Iglesia particular es el
sujeto de la iniciación cristiana.
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DGC 69
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21. De hecho, por definición y estructura, la iniciación cristiana es el proceso de inserción y
participación de una persona en el Misterio Pascual de Cristo y en la Iglesia. La
iniciación cristiana es un don de Dios que recibe la persona por la mediación de la Iglesia.
Supone y exige también la libre decisión de la persona de convertirse a Dios y la opción
de seguir a Cristo en su Iglesia. La iniciación cristiana no es la suma de una serie de
sacramentos desarticulados, sino todo “un gran sacramento” que nos hace cristianos en
la Iglesia para el mundo.
25. La iniciación cristiana tiene su origen en una comunidad que confiesa, anuncia, vive y
celebra su fe en el Dios Trino. La iniciación cristiana requiere de la comunidad como el
vientre materno donde se nace y se crece en esa misma fe. Y la finalidad de todo el
proceso de iniciación cristiana es la común profesión de fe de la Iglesia en el único Dios:
Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es en esta común profesión de fe donde el creyente y la
comunidad encuentran su vocación y misión. Es ella misma, conscientemente asumida,
la que determina la presencia del cristiano y de la Iglesia en la sociedad como "sal de la
tierra y luz del mundo” (Mt 5, 13-16)
26. Realizar la iniciación cristiana de acuerdo con su naturaleza implica “hacer de la Iglesia
la casa y la escuela de la comunión”. Y ello pide “promover una espiritualidad de la
comunión, proponiéndola como principio educativo en todos los lugares donde se forma
14
DGC 91.
7
el hombre y el cristiano, donde se educan los ministros del altar, las personas consagradas
y los agentes pastorales, donde se construyen las familias y las comunidades.”15
27. Este principio ayuda en la práctica a superar la mentalidad de curso tan arraigada entre
nosotros. Mentalidad que lleva a que para muchos el participar en estos cursos con su
respectiva celebración del rito sacramental, sea la única finalidad. Con lo que los
sacramentos de iniciación, de modo especial la confirmación, se convierten en el
momento el que se termina cualquier vínculo o relación con la comunidad cristiana. De
este modo se olvida que el vínculo maduro con la comunidad cristiana no sólo es
presupuesto de base para dar comienzo a la iniciación cristiana, sino que también la meta
de todo el proceso.
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NMI 43.
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EG 92.
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LF 39.
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LF 22.
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LF 24.
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estación de servicio donde el cliente con prisas, busca la mejor oferta, paga y exige una
atención inmediata descuidándose la calidad del proceso de maduración de la fe”.20
32. Todo ello hace que reduzcamos la preparación y la misma celebración de los
sacramentos de iniciación a un simple requisito. Por lo que la búsqueda de los mismos
se da desde una mirada demasiado individual de la fe y de la vida cristiana. La iniciación
cristiana no puede guiarse bajo esta lógica, como si fuera dar respuesta a un problema
individual, o solo por cumplir o para poder casarse por la Iglesia.
33. A este respecto, pensemos cuánto daño ha hecho entre nosotros la mentalidad de curso
y de requisito imperante, hasta el punto que hemos deformado la teología de la iniciación
cristiana y de los sacramentos de iniciación. Para esta reflexión de cara a la conversión
de la práctica puede ser útil la siguiente afirmación sobre la situación de la catequesis
en América Latina: “la metodología basada en el sistema escolar en las comunidades
parroquiales, si bien ha permitido la conformación de grupos de catequesis homogéneos
por edades, la labor educativa de los catequistas y la adquisición de conocimientos han
desdibujado la necesidad de procesos personales de conversión, la implicación directa
de la familia y la vinculación con la comunidad cristiana. Hemos desarrollado con ello
procesos de evangelización fragmentados y no integrales ni integradores”.21
34. Los desafíos en este sentido son profundos y radicales. Como lo señala el Papa Francisco
en la “Alegría del Evangelio”, el reto consiste en “no dejarnos robar la comunidad”.22
35. Si lo comunitario de la fe es aspecto esencial en la iniciación cristiana, hemos de
reconocer que no siempre esto es así. Y no lo es también, porque la misma dimensión
social y comunitaria de la vida, se ve afectada en los actuales procesos de urbanización
que conducen más al anonimato y al desinterés por el otro y por el bien común, no
obstante, los actuales medios de comunicación y de información. Como lo dice el Papa
Francisco: “Muchos tratan de escapar de los demás hacia la privacidad cómoda y hacia
el reducido círculo de los más íntimos, y renuncian al realismo de la dimensión social
del Evangelio”. 23
36. Como fue dicho, lo religioso también se ve afectado. De nuevo el Papa Francisco nos
dice que muchos hoy pretenden “encontrar en lo religioso una forma de consumismo
espiritual a la medida de su individualismo enfermizo. La vuelta a lo sagrado y las
búsquedas espirituales que caracterizan a nuestra sociedad son fenómenos ambiguos.
Más que el ateísmo, hoy se nos plantea el desafío de responder adecuadamente a la sed
de Dios de mucha gente, para que no busquen apagarla en propuestas alienantes o en un
Jesucristo sin carne y sin compromiso con el otro”. De hecho, el Papa nos hace
conscientes de que “crece el aprecio por diversas formas de espiritualidad de bienestar
sin comunidad, por una teología de la prosperidad sin compromisos fraternos o por
experiencias subjetivas sin rostros que se reducen a una búsqueda interior
inmanentista”.24 Al mismo tiempo, “la vida espiritual se confunde con algunos
20
CELAM, La alegría de iniciar discípulos misioneros en un cambio de época. Nuevas perspectivas para la catequesis en América Latina y el Caribe, CELAM,
Bogotá 2015, 22.
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CELAM, La alegría de iniciar discípulos misioneros en un cambio de época. Nuevas perspectivas para la catequesis en América Latina y el Caribe, CELAM,
Bogotá 2015, 31.
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EG 92.
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EG 88.
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EG 89.90.
9
momentos religiosos que brindan cierto alivio pero que no alimentan el encuentro con
los demás, el compromiso en el mundo, la pasión evangelizadora”. 25
37. Acompañar y hacer entre nosotros iniciación cristiana pide estar atentos a todos estos
signos y a las motivaciones de las personas que acuden y de los distintos agentes
evangelizadores. Motivaciones, que, como se dijo, no son cercanas a lo comunitario y
eclesial de la fe. Ello pide un trabajo serio de discernimiento pastoral sobre las mismas
y de acompañamiento pedagógico para que se orienten a Cristo y a la Iglesia. Para que
sean expresión de la adhesión a Cristo y a la Iglesia. En este sentido, el desafío es
“mostrar que la solución nunca consistirá en escapar de una relación personal y
comprometida con Dios que al mismo tiempo nos compromete con los otros”.26Sin un
adecuado sentido eclesial de la fe y de la vida cristiana, la iniciación cristiana no podrá
desarrollar su tarea al interior del proceso de evangelización.
25
EG 78.
26
EG 91.
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DA 39.
10
de los documentos preparatorios del sínodo, “es la pregunta por el sujeto de la
evangelización. Es la pregunta por la calidad y la cualidad de vida y de evangelización
de las comunidades. Con lo cual se deja de ver el problema solo de manera extrínseca, y
pone en discusión toda la Iglesia en su ser y en su modo de vivir: La nueva
evangelización empeña a todos los sujetos eclesiales (individuos, comunidades,
parroquias, diócesis, Conferencias Episcopales, movimientos, grupos y otras realidades
eclesiales, religiosos y personas consagradas) en vista de una verificación de la vida
eclesial y de la acción pastoral, asumiendo como punto de análisis la cualidad de la
propia vida de fe, y su capacidad de ser un instrumento de anuncio, según el
Evangelio”.28
43. De hecho, con ocasión del sínodo sobre nueva evangelización y transmisión de la fe
cristiana, “más de una Iglesia particular pide que se verifique si las infecundidades de la
evangelización hoy, en particular de la catequesis en los tiempos modernos, es un
problema sobre todo eclesiológico y espiritual.”29
44. Sobre todo ello, se pronuncia el documento de las orientaciones comunes para la
catequesis en Colombia, resaltando los problemas teológicos y prácticos que la falta de
comunidad trae para la evangelización y la catequesis. De modo especial solicita que
para hacer de modo conveniente la iniciación cristiana hoy, abandonemos cantidad de
supuestos en relación con la conversión de adhesión previa y la existencia de
comunidades cristianas. Así como uno no nace cristiano, sino que se hace, de la misma
manera, en la comunidad, no se nace, sino que se opta por ella.
45. “La comunidad cristiana, en efecto, es un don de la divina Gracia, en el que Dios tiene
siempre la iniciativa; pero, como ocurre con todos los dones espirituales, el creyente
debe aceptarlos, acogerlos y hacer su opción personal por ellos. No podemos seguir
dando los sacramentos y haciendo cursos pre-sacramentales sin sentido de pertenencia a
la comunidad de quien solicita. Es cierto que esto no es fácil de determinar en un
contexto como el nuestro donde el peso de la tradición católica sigue estando presente
en la mente y en el corazón de muchos y en el que muchos se sienten católicos, aunque
no tengan vínculo con la comunidad. Esta mentalidad y estos presupuestos pueden hacer
parecer que lo religioso es asunto de herencia y de cultura, y no de convicciones y de
libertad, favoreciendo esa praxis común que separa la conversión, los sacramentos de
iniciación y la comunidad”.30
46. La pastoral de la iniciación cristiana, integrada por la catequesis y la liturgia, se realiza
al interior de un fuerte ámbito comunitario de carácter eclesial. El actual contexto de
evangelización lo pide, pero también es algo característico de su esencia, naturaleza y
finalidad. Ello permite comprender que la catequesis tiene como tarea la familiarización
e inmersión progresiva en la vivencia cristiana integral. A la luz de lo cual en la
arquidiócesis hemos de revisar cantidad de prácticas que informan sobre el hecho
cristiano, pero quienes participan no tienen, no han tenido y probablemente no van un
contacto vital con alguna comunidad de referencia. Hoy día es fundamental e
28
Sínodo de los Obispos. XIII Asamblea General Ordinaria. La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana. Documento de trabajo, 2012, 77.
29
Sínodo de los Obispos. XIII Asamblea General Ordinaria. La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana. Documento de trabajo, 2012, 39.
30
CONFERENCIA EPISCOPAL DE COLOMBIA, Orientaciones comunes para la catequesis en Colombia, Bogotá 2012, números 229-232.
11
indispensable el contacto con personas y grupos con experiencia creyente que sean
testigos y así contagiar su propia experiencia de fe.
47. A la necesidad de una catequesis en comunidad deben dar respuesta todos los espacios
y ámbitos comunitarios: la familia, la parroquia, los movimientos y asociaciones, el
colegio católico y la universidad católica. Si quieren ser en verdad lugares para la
iniciación cristiana, no pueden pensarse al margen de los procesos diocesanos, no deben
limitarse a entregar información sobre el hecho cristiano y no deben descuidar este
aspecto eclesial y comunitario de la iniciación cristiana que, como se ha dicho,
corresponde a su naturaleza y finalidad.
48. Uno de los problemas que afectan en mucho a la iniciación cristiana hoy es la falta o la
debilidad del sujeto evangelizador: la comunidad. Problema que afecta a la Iglesia
particular en su conjunto, y de modo particular a la parroquia. Ésta, más que comunidad,
se caracteriza por ser una institución que presta una serie de servicios religiosos a los
habitantes de la ciudad. Su dimensión comunitaria es débil o inexistente, dado algunos
rasgos de clericalismo, burocratización, parroquialismo y autoritarismo.
31
DA 291.
32
DA 170-177.
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EG 28
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EG 27.
12
de Bogotá también es claro este vínculo, pues iniciación cristiana y parroquia son dos de
sus discernimientos prioritarios en el plan de evangelización. Por ello es importante
acoger en la arquidiócesis lo señalado en el texto nacional, que apoyado en el llamado a
la conversión misionera de la evangelización de Aparecida, señala dos características
básicas de la parroquia que ha hecho una opción clara por la iniciación cristiana: La
parroquia debe ser comunidad misionera y la comunidad parroquial es una comunidad
que inicia en la fe.
53. “Las actuales investigaciones en el campo de la catequesis subrayan que no sirve de nada
andar discutiendo sobre la renovación de la catequesis si no se da a la vez una reflexión
sobre la vida parroquial. El nuevo proyecto no puede ponerse en marcha sin tener en
cuenta las exigencias intrínsecas de la evangelización y de la vida comunitaria
parroquial. Es necesario pensar ambas renovaciones de manera integrada y articulada
porque, en principio, los énfasis de renovación de las dos son comunes: misionero,
catecumenal y comunitario. Y esta relación se hace más estrecha si se comprende desde
un principio catequístico que se olvida con demasiada frecuencia: la Iglesia hace la
catequesis, la catequesis hace la Iglesia.”35
54. Aunque hemos dado prioridad a la parroquia como ambiente comunitario y misionero
para la iniciación cristiana, no podemos desconocer la importancia en el camino de
renovación de nuestras prácticas, de otros lugares comunitarios, en particular de la
familia.
55. Luego del sínodo de año 2015 y la exhortación del Papa Francisco “Sobre el amor en la
familia” (2016), el papel protagónico de las familias en la formación en la fe y en las
comunidad cristianas, ha tomado nuevo impulso misionero, sin desconocer las profundas
transformaciones de la familia hoy.
56. En su exhortación apostólica el Papa Francisco llama, como siempre lo ha hecho el
Magisterio de la Iglesia, a “considerar la reciprocidad entre familia e Iglesia: la Iglesia
es un bien para la familia, la familia es un bien para la Iglesia. Custodiar este don
sacramental del Señor corresponde no sólo a la familia individualmente sino a toda la
comunidad cristiana”.36 Si bien esto es un asunto que abarca toda pastoral matrimonial
y familiar, toca de raíz también los procesos de iniciación cristiana, de modo especial los
parroquiales. Pues toca todo lo relacionado con la catequesis de adultos y la vocación –
misión de los padres cristianos a educar en la fe a sus hijos.
57. En la tarea de educar en la fe a los hijos y acompañar la iniciación cristiana de los niños
y adolescentes, familia y parroquia deben caminar juntos, lejos de cualquier forma de
delegación. Los padres y madres no pueden cumplir su misión de educar en la fe al
margen o desligados de la comunidad. Deben hacerlo en vínculo con una comunidad y
desde esa comunidad cristiana de la que forman parte.”La familia es la primera, pero no
la única y exclusiva comunidad educadora; la misma dimensión comunitaria, civil y
eclesial del hombre exige y conduce a una acción más amplia y articulada, fruto de la
colaboración ordenada de las diversas fuerzas educativas. Estas son necesarias, aunque
35
Stanislaw Rylko: Discurso en la clausura de la XXI Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para los laicos, cuyo tema fue “Volver a descubrir el verdadero
rostro de la parroquia”, Roma, 24-28 de noviembre de 2004.
36
AL 87.
13
cada una puede y debe intervenir con su competencia y con su contribución propia. La
tarea educativa de la familia cristiana tiene por esto un puesto muy importante en la
pastoral orgánica; esto implica una nueva forma de colaboración entre los padres y las
comunidades cristianas, entre los diversos grupos educativos y los pastores”.37
58. “Las comunidades cristianas están llamadas a ofrecer su apoyo a la misión educativa de
las familias de manera particular a través de la catequesis de iniciación. Para favorecer
una educación integral necesitamos reavivar la alianza entre la familia y la comunidad
cristiana” 38En esta perspectiva, “La Iglesia está llamada a colaborar, con una acción
pastoral adecuada, para que los propios padres puedan cumplir con su misión educativa.
Siempre debe hacerlo ayudándoles a valorar su propia función, y a reconocer que quienes
han recibido el sacramento del matrimonio se convierten en verdaderos ministros
educativos, porque cuando forman a sus hijos edifican la Iglesia, y al hacerlo aceptan
una vocación que Dios les propone”39
59. “La parroquia, verdaderamente, no podrá sustituir a la familia en su función educadora de la
fe, ni ésta podrá dimitir de dicha función entregándola enteramente a la parroquia. Cada una
tiene su propio cometido. La parroquia proseguirá, completará y perfeccionará la obra de las
familias y ayudará a éstas a que puedan cumplir adecuadamente y cada día mejor con la tarea
que les es propia”.40 Si la parroquia, “es la comunidad educativa más completa en orden a la
fe”, o si es la “familia de las familias”, las familias no pueden cumplir su tarea de educar en
la fe al margen de ella o a partir de la mentalidad de delegación.
60. La complementariedad entre familia y parroquia debe pensarse a la luz de la catequesis de
adultos, ya que al ser ésta la forma principal de catequesis, ella inspira todas las otras formas.
Sin descuidar al niño, a los adolescentes, o a los jóvenes, el centro de atención pasa del niño
y se traslada al padre o la madre, al adulto, llamado a ser adulto en la fe. Pues en este caso,
no sólo importa la educación en la fe de los hijos, sino, y por sobre todo, la propia fe del
adulto, su propia vocación bautismal y su vocación al matrimonio cristiano. Al hacer este
cambio de perspectiva, se da una verdadera conversión pastoral a las situaciones
relacionadas con la educación de la fe en la familia.
61. En cuanto a la práctica pastoral, “no basta incorporar una genérica preocupación por la
familia en los grandes proyectos pastorales”. Es necesario buscar que “las familias puedan
ser cada vez más sujetos activos de la pastoral familiar”41 . El reto mayor en este caso, en el
lograr que los padres y madres sean “sujetos activos de la catequesis”, es superar la
mentalidad de delegación. Muchos padres y madres, incluso con un estrecho vínculo a la
comunidad, delegan a otros (sacerdotes, religiosos, catequistas y maestros), la educación
religiosa de sus hijos, al considerar esto algo reservado a los especialistas de la educación
religiosa, con lo cual los adultos y los padres se consideran exentos de asumir esta
responsabilidad o incapaces de realizarla.
37
FC 40.
38
Al 279.
39
AL 85.
40
Conferencia Episcopal Española. Orientaciones pastorales para la coordinación de la familia, la parroquia y la escuela en la transmisión de la fe, 2013, 275.
41
AL 200.
14
62. La iniciación cristiana en su forma más propia que es el catecumenado para no
bautizados y en la forma de inspiración catecumenal de la catequesis para bautizados,
pide contar con sujetos comunitarios que sean en verdad comunidades iniciadas e
iniciáticas. Si la iniciación no es simplemente una serie de lecciones, ni un cursillo, ni
un libro es porque es, ante todo, un aprendizaje en comunidad, desde la comunidad y
para la comunidad.
63. En perspectiva de “iniciación mistagógica”, la pedagogía de la iniciación, ha de ser
entendida como “un camino comunitario de escucha y de respuesta”.42 Ello quiere decir
que si todo proceso educativo en comunidad se caracteriza porque “los discípulos
misioneros acompañan a los discípulos misioneros”43, con mayor razón esta
característica debe subrayarse en los procesos de iniciación catecumenales y de
inspiración catecumenal. En la pedagogía comunitaria de iniciación, la comunidad
proporciona a la catequesis un entorno nutritivo en el que es posible que arraigue la
experiencia de fe. “La pedagogía catequística es eficaz en la medida en que la comunidad
cristiana se convierte en la referencia concreta y ejemplar para el itinerario de la fe de
cada uno”44
64. Dado que “la renovación de la catequesis, pasa por la renovación de la fe y de las
comunidades”, afirman los obispos franceses, se hace necesario asumir “la pedagogía de
la iniciación”, practicada por las primeras comunidades cristianas como el camino
pedagógico comunitario para acompañar a los que quieren llegar a la fe o están naciendo
en ella.45
65. Se llama “pedagogía de la iniciación a todo proceso que trabaja por hacer efectivo en
una persona la acogida de Dios hacia sí”. Es una pedagogía comunitaria porque “es el
acto de creyentes que aportan a las personas todo lo que podrá permitirles mantenerse
en la vida como creyentes”. Pide a las comunidades cristianas que reúnan las condiciones
favorables que permitan a las personas hacer realidad la “opción de creer”. La pedagogía
de la iniciación pide a una comunidad cristiana que haga posible, en quien quiere hacer
la opción de creer, la acogida de los que nos construye como creyentes en la Iglesia” 46
66. La pedagogía iniciática puede ser definida como “dar la mano al alguien, a un grupo,
para que empiece a vivir una experiencia y se adentre en ella. Según esta pedagogía, en
la catequesis, no se trata de decir, siguiendo un método u otro, lo que hay que hacer sino
de hacer lo que se dice. No se trata de proponer lo que hay que vivir sino de vivir lo que
se propone. Estamos ante una verdadera mistagogía de la vida cristiana” 47
67. En esta lógica hemos de entender y ejercer el catecumenado y la iniciación cristiana en
la arquidiócesis, entendiéndolo como el punto de encuentro y de avance común de
personas que entran en el espacio del Evangelio y de la Iglesia y de personas que, ya
cristianas, acogen y acompañan a los recién llegados para ayudarles a identificarse como
discípulos y testigos de Jesús.
68. “La comunidad cristiana no sólo da mucho a los catecúmenos y catequizandos, sino que
también recibe mucho de ellos. La comunidad aporta el ámbito vital y existencial donde
42
EG 166.
43
EG 173.
44
DGC 158.
45
Conferencia de Obispos de Francia, Texto nacional para la orientación de la catequesis en Francia y principios de organización, Editorial CCS, Madrid
2008.
46
Conferencia de Obispos de Francia, Texto nacional para la orientación de la catequesis en Francia y principios de organización, Editorial CCS, Madrid 2008,
27-28.
47
Asociación de Catequetas europeos, Hacia un nuevo paradigma de la iniciación cristiana, PPC, Madrid 2007, 39.
15
se aprende y se desarrolla la vida cristiana. Los nuevos convertidos, sobre todo los
jóvenes y adultos, al convertirse a Jesucristo, aportan a la comunidad que los acoge una
nueva riqueza humana y religiosa. Así, la comunidad crece y se desarrolla, ya que la
catequesis no sólo conduce a la madurez de la fe a los catequizandos, sino a la madurez
de la misma comunidad como tal”. 48
69. La iniciación cristiana no es en sentido único, como si fuera solo tarea de la comunidad
entregar un mensaje y autentificar o validar el camino hecho por los catecúmenos o
catequizandos. “El camino hacia la fe cristiana no es proceso unidireccional, en el que
sólo sucede algo a quienes se incorporan en la fe. Esto exige que los acompañantes estén
dispuestos a recibir algo de los participantes y se consideren al mismo tiempo como
condiscípulos. Además, toda la comunidad como tal debería permitir a los catecúmenos
y a quienes recorren conscientemente el camino de la fe que le recuerden que su fe y su
acción siempre se encuentran en camino y que siempre ha de buscar la profundización y
la renovación”.49
70. Loscatecúmenos o quienes están en procesos de iniciación, necesitan además encontrar
creyentes y comunidades donde se viva en verdad dicha realidad de conversión. 50 Lo
cual no significa una presentación a los nuevos creyentes de una Iglesia ideal. “Exige
aceptar que una comunidad cristiana sea lo que ella es, con sus dinamismos, pero también
con sus fallos pastorales, su lentitud institucional, el cansancio o la apatía de sus
miembros”51. Pero también deben encontrar una comunidad en proceso de conversión
misionera y pastoral permanente.
71. Para hacer esta pedagogía de iniciación en la arquidiócesis muchas cosas han de cambiar
en la práctica. La importancia de la pedagogía comunitaria de la fe, va exigir de parte
nuestra en la arquidiócesis, superar “los itinerarios lineales de preparación sacramental”,
cambiándolos por caminos e itinerarios más personalizados y diversificados. También
privilegiar el acompañamiento personal, sobre los subsidios y materiales, de modo que
la catequesis que hacemos deje de estar desvinculada de la vida y de la experiencia
humana.52En esta perspectiva, “el catequista está al servicio de un itinerario que debe
guiar, pero que no le pertenece”53
72. Este modo de entender la iniciación cristiana y su pedagogía, pide entre nosotros que
pasemos de una catequesis centrada en el grupo y en los procesos grupales a una acción
centrada en los que se inician y en sus itinerarios personales. Y de unos itinerarios
temáticos y rituales, previamente prefijados, a la articulación de unos dinamismos que
hagan posible el seguimiento y acompañamiento de los procesos espirituales de los que
se inician.
73. También va a pedir estar más atentos a los procesos que a los programas. El programa
sugiere la idea de lo fijo y establecido de antemano; el proceso se concentra en la
persona, en su autonomía, en su propio caminar. Igual pide pasar de un diseño formativo
48
DGC 221.
49
Conferencia Episcopal Alemana. La catequesis en un tiempo de cambio, 2004, 5.5)
50
Conferencia episcopal de los obispos de Francia. Texto nacional para la orientación de la catequesis en Francia y principios de organización, 2006, pág. 28.
51
Conferencia episcopal de los obispos de Francia. Texto nacional para la orientación de la catequesis en Francia y principios de organización, 2006, pág. 33.
52
CELAM, La alegría de iniciar discípulos misioneros en un cambio de época. Nuevas perspectivas para la catequesis en América Latina y el Caribe, CELAM,
Bogotá 2015, 19.32.
53
Conferencia de Obispos de Francia, Texto nacional para la orientación de la catequesis en Francia y principios de organización, Editorial CCS, Madrid 2008,
49.
16
común y uniforme para todos a un acompañamiento adaptado a las múltiples y diversas
situaciones.
74. Nuestra práctica debe superar el esquema escolar de cursos y de lecciones. Y ello, porque
el catecumenado no es un cursillo ni aprendizaje de un libro y no se debe caer en la
tentación de convertirlo en un tiempo de enseñanza o transmisión de conocimiento, pues
eso sería desnaturalizarlo. Y la catequesis debe superar el esquema sacramentalista, el
esquema nocional (información) y el esquema uniforme y homogéneo. Es claro que, a
sujetos heterogéneos, procesos heterogéneos, abiertos y flexibles. Con lo cual se pide
superar cursos homogéneos, únicos e iguales para todos. El reto es hacer de la catequesis
un lugar de familiarización y de inmersión progresiva en la vivencia cristiana integral,
lo cual va más allá de la estructuración en temas y del cumplimiento de determinados
programas.
75. Actualmente, tal como ha sido señalado en la primera parte de este documento, hemos
de ser conscientes que muchas personas quieren asumir un cristianismo bajo la premisa
“Cristo sí, Iglesia no”. Lo cual solicita de parte nuestra asumir varios retos. Primero,
hacer de nuestras parroquias verdaderas comunidades. Ello pide la transformación de su
actual condición de ser un lugar donde se prestan servicios religiosos o se administra lo
religioso de la ciudad y de la vida de las personas. Y segundo, trabajar por contar con el
catecumenado o experiencias de iniciación donde la fe se aprende en comunidad y
vincula de modo afectivo y efectivo a la vida de la comunidad.
76. El reto se puede resumir en “conseguir integrar con éxito los tres ámbitos propios de la
vida cristiana: la fe personal, la proclamación eclesial y la cultura cotidiana”. 54 Y ello va
a pedir de parte nuestra asumir evangélicamente la siguiente transición sociocultural para
llevar a cabo una adecuada iniciación cristiana: “la experiencia reciente sobre la Iglesia
puede tipificarse a grandes rasgos (…) como aquella transición que va de una Iglesia
apoyada en una sociedad cristiana homogénea y casi idéntica con ella – una Iglesia de
masas- , a una Iglesia constituida por quienes, en contradicción con su entorno, se han
abierto paso hacia una opción de fe personal, clara y consciente”.55
77. Hoy día en la pedagogía de la fe es común hablar de itinerarios. Con todo y la novedad
de la palabra, detrás de ella en muchos casos aún se conserva la mentalidad de curso, de
lección y de programa. Por eso es importante tener claro qué se entiende por itinerarios
y procesos de iniciación cristiana.
78. El documento final de Aparecida dedica toda la sexta parte de sus conclusiones a
reflexionar en el itinerario formativo de los discípulos misioneros, pensado y
estructurado desde la perspectiva trinitaria del encuentro con Jesucristo. Con ello se trata
de recuperar lo más original de la experiencia cristiana. Pues el acontecimiento de Cristo,
es el inicio de ese sujeto nuevo que se llama discípulo.56
54
SALVADOR PIER NINOT, Eclesiología. La sacramentalidad de la comunidad cristiana, Ediciones Sígueme, Salamanca 2007, 10.
55
SALVADOR PIER NINOT, Eclesiología. La sacramentalidad de la comunidad cristiana, Ediciones Sígueme, Salamanca 2007, 9.
56
DA 240-242.
17
79. En su reflexión Aparecida llama la atención sobre la importancia de distinguir entre
itinerario y proceso, pero también de entenderlos de modo coordinado, al pedir una
formación que requiere itinerarios diversificados, respetuosos de los procesos personales
y de los ritmos comunitarios, continuos y graduales.57
83. Los puntos de partida se pueden fijar de muchas maneras: por la edad; por
los conocimientos que una persona posee sobre cultura religiosa; por la
madurez o praxis cristiana que la persona ha adquirido; por la sensibilidad religiosa que
tiene; por la realidad sociocultural que le envuelve; por la experiencia de vida que tiene;
por el acontecimiento que ahora vive la persona.
84. Todo itinerario tiene una parte de intencionalidad: lo que quiero alcanzar, el lugar a
donde quiero llegar, la persona o el creyente que quiero que se forme a lo largo del
itinerario. Para el caso de catequesis de iniciación, la meta final del itinerario es llegar a
una viva, explícita y operante profesión de fe, o a la comunión con Cristo. En la
57
DA 281.
58
Alvaro Ginel, Itinerario y proceso en la acción pastoral, en http://www.misionjoven.org/Default.asp?PROX=N
59
Josep Mª MAIDEU, Caminos para la fe, Editorial CCS, Madrid 2009.
18
perspectiva de itinerario, dichas metas se alcanzan y se logran, por metas parciales e
identificables por los acompañantes y por las personas que participan.
85. Por otra parte, en todo itinerario, son necesarios los instrumentos oportunos para cada
una de las fases o momentos del camino, que corresponden a los materiales
catequéticos. Además, en todo itinerario catequético, se trata de una iniciación integral
en todas las dimensiones de la fe y de la vida cristiana. Por eso, el saber sobre la fe ha
de conjugarse armónicamente con la celebración, la oración, el ejercicio de vida cristiana
y de vida dentro de la comunidad, tal como se dirá más adelante cuando se hable de las
tareas de la catequesis.
87. El proceso guarda relación estrecha con la respuesta libre y personal al don de Dios que
lo llama y lo quiere transformar. Es decir con la conversión personal. Los itinerarios, son
mediaciones eclesiales al servicio de dicha respuesta, al servicio del encuentro con
Cristo.
88. Los itinerarios y los procesos entendidos de este modo nos piden pasar, como lo señalan
de modo recurrente distintos episcopados y estudios sobre la iniciación cristiana, de la
lógica de la transmisión a la lógica de la propuesta de la fe. Aplicado esto a la catequesis
iniciática, y sin desconocer la importancia y el valor de los contendidos, de lo que se
trata es de “no pretender ante todo transmitir los contenidos de la fe como un cuerpo
doctrina, sino poner en marcha los sujetos, ponerlos en movimiento hacia Cristo. Obliga
a no contentarse con fórmulas estereotipadas ya reflexionar sobre el sentido de la vida y
sobre las llamadas de Dios. Es una catequesis que pretende prestar atención a la acción
del Espíritu en ese camino, más que estar en función de una secuencia – definida de
antemano- de contenidos a transmitir. En el proceso de la catequesis, la persona que
participa ha de tener la posibilidad de manifestarse activa, consciente y
corresponsablemente y no como un simple receptor silencioso y pasivo”. 60
89. La postura de la catequesis de la propuesta pide un cambio que puede resumirse de modo
breve en el superar la didáctica del “no saber” al “saber”, pues el problema de la
iniciación cristiana hoy no es ante todo un problema de ignorancia, sino de credibilidad
del hecho cristiano. Sin restar importancia al contenido, el anuncio del mensaje se
comprende a partir de una realidad más amplia y rica que lo llena de sentido y de
significatividad: “la existencia de un ambiente comunitario de comunicación en cuyo
60
Asamblea de obispos de Quebec (2004). Jesucristo camino de humanización. Orientaciones para la formación para la vida cristiana.
19
centro puedan unirse el acto de la Revelación de Dios, mediante su Palabra, con el acto
de la decisión/ conversión del sujeto que se comunica con la Palabra”.61
90. Lo que se quiere es que demos el paso de la “catequesis didáctica” a la catequesis al
servicio de la iniciación cristiana o catequesis iniciática. Desde ella se comprende que la
tarea de la catequesis consiste en ayudar a la persona humana de hoy, con toda su
experiencia humana a entrar en la experiencia cristiana. Para ello, el solo lenguaje
doctrinal y cognitivo, predominante sino exclusivo en la catequesis tradicional, ya no es
suficiente para lograr el encuentro con Jesucristo. Cuando en catequesis hoy se habla de
itinerarios de talante catecumenal no solo se hace referencia al RICA y sus pasos
graduales, sino que se hace referencia también a que en la catequesis deben entrar los
lenguajes narrativo, estético, simbólico, celebrativo y argumentativo. 62
91. Con los itinerarios de inspiración catecumenal, se busca facilitar la experiencia pascual
del Señor resucitado, abrir la persona a la acogida libre del Don de Dios, leer y escuchar
la Palabra. Están también marcados en el tiempo por etapas. Etapas marcadas por
celebraciones y ritos. Dentro de ellos destacan los sacramentos de iniciación. Pero
también va acompañado por otros ritos litúrgicos y por ritos especiales. En este caso la
referencia al RICA es fuente oportuna y clara de orientación y organización.
92. Pensar la evangelización y la iniciación cristiana desde la propuesta, pide subrayar más
que en el pasado la categoría de acompañamiento como eje central en la comprensión y
puesta en práctica de la pedagogía de iniciación hoy y lo que se entiende por itinerario.
93. El Papa Francisco, aborda esta perspectiva educativa bajo el título “el acompañamiento
personal de los procesos de crecimiento”.63 Su puesta en práctica, pide que todos en la
Iglesia hoy seamos formados en “aprender el arte del acompañamiento”. La experiencia
del acompañamiento exige que “se conozcan los procesos donde campea la prudencia,
la capacidad de comprensión, el arte de esperar, la docilidad al Espíritu”. Ello pide,
subraya el Papa, “una pedagogía que lleve a las personas, paso a paso, a la plena
asimilación del misterio. Para llegar a un punto de madurez, es decir, para que las
personas sean capaces de decisiones verdaderamente libres y responsables, es preciso
dar tiempo, con inmensa paciencia”. “El acompañante debe saber reconocer que la
situación de cada sujeto ante Dios y su vida en gracia es un misterio que nadie puede
conocer plenamente desde fuera”. La experiencia del acompañamiento “nos enseña a ser
pacientes y compasivos con los demás y nos capacita para encontrar las maneras de
despertar su confianza, su apertura y su disposición a creer”.
94. Con los itinerarios de acompañamiento se busca superar el esquema escolarizado de
cursos y lecciones de la catequesis, nocional y de información, dando el paso a procesos
de acompañamiento de inspiración catecumenal, que son integrales, diversos y flexibles.
Superar la idea de curso, pues ella “evoca inmediatamente la idea de programa, de una
serie de lecciones sobre la doctrina cristiana, de verdades que se enseñan. Cursos que
llevan la idea de la repetición y del adoctrinamiento. Mientras que la palabra itinerario
indica que se aprende la verdad cristiana, pero dejando espacio para la persona, para su
autonomía. Nos transporta a la idea de la verdad que se aprende a la verdad que se
experimenta. Una verdad de la que nos apropiamos, verificándola en la experiencia y
convirtiéndola en convicción personal”.64
61
Roland lacroix – Denis Villepelet. Una pregunta a la fe. El eco de una palabra de Vida. PPC, Madrid 2012, 48.
62
Equipo Europeo de catequesis (EEC). La dimensión narrativa de la catequesis. PPC, Madrid 2011, 5.
63
EG 169-173.
64
Asamblea de los Obispos de Quebec (Marzo 2000). Proponer hoy la fe a los jóvenes. Una fuerza para vivir.
20
95. Pensar en itinerarios y procesos más que en cursos, pide de parte nuestra en la
arquidiócesis ser conscientes del problema focal de débil adhesión a Jesús y su proyecto
del Reino y a asumirlo desde la catequesis. Pues el asunto hoy no es contar con cantidad
de cursos que no generan adhesión a Jesús, sino con itinerarios mistagógicos que
acompañan y están al servicio del proceso de conversión y adhesión a Jesús en una
síntesis orgánica entre el acto personal de fe (fides qua) y y el contenido doctrinal (fides
quae). La mistagogía se entiende como “educar a la persona en la experiencia de Dios
presente en su interior, provocando en ella la adhesión a la fe y la experiencia de esa
adhesión”65
96. De este modo, “la catequesis se orienta a síntesis coherente y vital de la fe (…). Mediante
los itinerarios propuestos y los enfoques utilizados, se intentará que cada persona pueda
adquirir una progresiva y coherente síntesis entre la adhesión plena del ser humano a
Dios (fides qua) y los contenidos del mensaje cristiano (fides quae).66
97. Hemos de acoger el llamado del Papa Francisco a asumir en nuestra práctica catequística
la característica de la iniciación mistagógica, que significa, de acuerdo a sus palabras, la
necesaria progresividad de la experiencia formativa donde interviene toda la comunidad
y una necesaria valoración de los signos litúrgicos de la iniciación cristiana. En dicha
iniciación mistagógica, o de itinerario de acompañamiento, “el encuentro catequístico es
un anuncio de la Palabra y está centrado en ella, pero siempre necesita de una adecuada
ambientación y una atractiva motivación, el uso de símbolos elocuentes, su inserción en
un amplio proceso de crecimiento y la integración de todas las dimensiones de la persona
en un camino comunitario de escucha y de respuesta”.67
98. Todo ello hace necesario comprender la iniciación cristiana y la catequesis dentro del
proceso de evangelización, como un momento fundamental del mismo y en relación con
los otros momentos. Comprender la evangelización como un proceso complejo, rico y
dinámico al servicio del proceso conversión permanente. Pues ello permite entender
mejor la necesidad de pasar de los cursos a los itinerarios.
99. A partir de esta comprensión más amplia y dinámica de la evangelización, y de lo propio
de la iniciación en ella (algo de lo que se hablará más adelante) queda corta y estrecha la
mentalidad de curso, de año de catequesis, de temarios por explicar o enseñar, de
programas por cumplir.
65
Juan Martín Velasco, La transmisión de la fe en la sociedad contemporánea, Sal Terrae, Santander 2002, 86.
66
Asamblea de obispos de Quebec (2004). Jesucristo camino de humanización. Orientaciones para la formación para la vida cristiana. Este propósito es una
insistencia fuerte en el Directorio General para la catequesis, cuando al tratar lo propio de la pedagogía de la fe, señala como objetivo concreto de cualquier
opción metodológica, promover una progresiva y coherente síntesis entre la adhesión plena del ser humano a Dios (fides qua) y los contenidos del mensaje
cristiano (fides quae). “La fe cristiana, por la que una persona da el sí a Jesucristo, puede ser considerada en un doble aspecto: - como adhesión a Dios que se
revela, hecha bajo el influjo de la gracia. En este caso la fe consiste en entregarse a la Palabra de Dios y confiarse a ella (fides qua). Como contenido de la
Revelación y del mensaje evangélico. La fe, en este sentido, significa empeño por conocer cada vez mejor el sentido profundo de esta Palabra (fides quae).
“Estos dos aspectos, por su propia naturaleza, no pueden separarse. La maduración y el crecimiento en la fe exigen que ambas dimensiones progresen orgánica
y coherentemente”. (DGC 92).
67
EG 166.
21
Segunda parte
La catequesis de iniciación cristiana en el proceso de evangelización
100. Al igual que en las Conferencias Generales anteriores del Episcopado
Latinoamericano, la de Aparecida, reconoce que, junto a la madurez en la fe de muchos
laicos activos y entregados al Señor, la presencia de muchos abnegados catequistas, de
tantos jóvenes, de nuevos movimientos eclesiales y de recientes Institutos de vida
consagrada, percibe un cierto debilitamiento de la vida cristiana en el conjunto de la
sociedad y de la propia pertenencia a la Iglesia católica debido al secularismo, al
hedonismo, al indiferentismo y al proselitismo de numerosas sectas, de religiones
animistas y de nuevas expresiones seudorreligiosas.68
101. De este modo, reconoce vitalidad, testimonio, servicio por parte de muchos
discípulos y comunidades, pero también el hecho innegable de gran cantidad de
bautizados no convertidos o de débil adhesión a Cristo: “Tenemos un alto porcentaje de
católicos sin conciencia de su misión de ser sal y fermento en el mundo, con una
identidad cristiana débil y vulnerable”.69
102. Aparecida también pone de presente a todos en la Iglesia que es tarea suya
“custodiar y alimentar la fe del pueblo de Dios, y recordar también a los fieles de este
continente que, en virtud de su bautismo, están llamados a ser discípulos y misioneros
de Jesucristo.”70
103. Por ello, va a decir, “el reto fundamental que afronta la Iglesia en el Continente
Latinoamericano, es mostrar la capacidad que tiene para promover y formar discípulos
misioneros que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier, “por
desborde de gratitud y alegría”, el don del encuentro con Jesucristo”.71
104. Los obispos en Aparecida dedican gran parte de sus reflexiones y del documento
final a abordar lo relacionado con la formación del discípulo misionero. Luego de tratar
los propósitos, dinamismos y las dimensiones de esta formación, se detienen en un punto
de gran importancia que, en nuestra dinámica pastoral, pasamos de largo. El asunto es
que en la formación se debe ser respetuoso de los procesos. Y la razón que justifica dicha
preocupación pedagógica es la siguiente: “Llegar a la estatura de la vida nueva en Cristo,
identificándose profundamente con Él y su misión, es un camino largo, que requiere
itinerarios diversificados, respetuosos de los procesos personales y de los ritmos
comunitarios, continuos y graduales”.72
105. Nosotros estamos acostumbrados a ofrecer cursos y lecciones uniformes y
homogéneas a todos, como si todos se encontraran en la misma situación frente a Jesús
y su proyecto del Reino, frente a la Iglesia y su propuesta. Fácilmente olvidamos que “el
itinerario formativo del seguidor de Jesús hunde sus raíces en la naturaleza dinámica de
la persona y en la invitación personal de Jesucristo, que llama a los suyos por su nombre,
y éstos lo siguen porque conocen su voz”.73 Por ello, a todos les ofrecemos y le exigimos
lo mismo. No contamos, con itinerarios graduales y diversificados de apropiación libre
y de crecimiento en el don de la fe.
68
DA discurso inaugural del Papa Benedicto XVI, 2.
69
DA 286.
70
DA 10.
71
DA 14
72
DA 281.
73
DA 277.
22
106. Para superar ello, y consciente de la dinámica gradual personal y comunitaria del
proceso de formación del discípulo, Aparecida llama la atención sobre la necesidad de
atender con más cuidado las etapas del primer anuncio, la iniciación cristiana y la
maduración en la fe.74
107. Referente calificado en esta perspectiva dinámica y gradual del proceso
evangelizador, como de la dinamicidad y gradualidad de la conversión, es el Directorio
General para la Catequesis. Principio suyo subrayado desde la introducción es el
siguiente: “Este documento presenta, entre otros, un principio de particular importancia:
la catequesis como acción evangelizadora dentro del ámbito de la misión general de la
Iglesia” (DGC 4). Esto significa, que entiende la catequesis como un momento
fundamental del proceso de evangelización, específico en sus propósitos, tareas y
pedagogías, y distinto y complementario con las etapas y acciones que le anteceden y
con la etapa y las acciones que son su consecuencia.
108. Comprender la iniciación cristiana y la catequesis dentro del proceso global de
evangelización, también significa que la catequesis, aunque es acción importante y
fundamental, no se identifica con todo el proceso ni se confunde con todas las acciones
que lo conforman. Y, sin embargo, ha de guardar relación estrecha con ellas, ya que las
etapas del proceso no son estancos cerrados ni desarticulados.
109. Lo dicho, que puede resultar ajeno a la práctica, incide fuertemente en ella. Lo
subraya el mismo Directorio General cuando destaca la necesidad de que los agentes de
la evangelización operemos desde una “visión global” de la misma, identificándola con
el conjunto de la misión de la Iglesia.75
110. Si se asume este principio, se supera una práctica muy común entre nosotros:
realizar la catequesis de modo aislado y separado de las demás acciones evangelizadoras.
Lo que hace que desvirtuemos su naturaleza, su pedagogía, sus fines y sus sujetos. Ello
explica también por qué reducimos la catequesis a unos cursos y lecciones previas que,
supuestamente, preparan a las personas a la recepción de un sacramento, como si esta
fuera la única y última meta de la catequesis.
111. De este modo no entendemos y no asumimos que la meta de la iniciación cristiana
y de la catequesis que está a su servicio, es la fe viva, madura y operante. Olvidamos
que a la base y como acción previa a la catequesis, se encuentra el primer anuncio del
Evangelio y la acogida del mismo en una primera conversión inicial y de base. Ello
explica también por qué no contamos con comunidades maduras en la fe que son en
verdad origen, camino y meta de la catequesis. También permite entender por qué la
comunidad cristiana no es la verdadera protagonista de la catequesis. En fin, permite
comprender la desarticulación de lo que hacemos y la poca incidencia que tiene la
catequesis en las demás acciones eclesiales en nuestras parroquias y comunidades.
23
113. Esto quiere decir “que nadie es cristiano por nacimiento, que la condición de
cristiano no puede ser fruto de la simple pertenencia a una nación, o a una familia, o a
una tradición. El cristiano “se hace”, es decir, tiene que llegar a serlo, lo que supone todo
un proceso personal y comunitario que une a la iniciativa de Dios que llama y ofrece con
la apropiación del ser humano que acepta y se deja transformar”.76
114. Al olvidar esto, lo que dejamos de lado y no acompañamos es la “conversión”,
entendida como adhesión a la persona de Cristo y a su proyecto del Reino. Con ello los
sacramentos, de modo especial el bautismo que significa esa conversión, no pasa de ser
una simple formalidad. Al separar u olvidar la relación conversión – bautismo,
conversión y vida cristiana, tan clara y hasta radical y exigente en los orígenes,
descuidamos el camino largo y personal de interiorización de la fe, hasta asumirla de
modo libre y personal.
115. La expresión “proceso de evangelización” es hoy de uso común en la Iglesia,
gracias al documento a Ad gentes del Concilio Vaticano II y, en nuestros días, al
Directorio General para la Catequesis (1997). Según esto, señala el Directorio, "hemos
de concebir la evangelización como el proceso, por el que la Iglesia, movida por el
Espíritu Santo, anuncia y difunde el Evangelio en todo el mundo, de tal modo que ella:
a) impulsada por la caridad, impregna y transforma todo el orden temporal, asumiendo
y renovando las culturas; b) da testimonio entre los pueblos de la nueva manera de ser y
de vivir que caracteriza a los cristianos; c) proclama explícitamente el Evangelio,
mediante el primer anuncio, llamando a la conversión; d) inicia en la fe y vida cristiana,
mediante la catequesis y los sacramentos de iniciación, a los que se convierten a
Jesucristo, o a los que reemprenden el camino de su seguimiento, incorporando a unos y
reconduciendo a otros a la comunidad cristiana; e) alimenta constantemente el don de la
comunión en los fieles mediante la educación permanente en la fe (homilía, otras formas
del ministerio de la palabra), los sacramentos y el ejercicio de la caridad; f) suscita
continuamente la misión, al enviar a todos los discípulos de Cristo a anunciar el
Evangelio, con palabras y obras, por todo el mundo".77
116. De esta manera, el Directorio General sintetiza y explicita la descripción del
itinerario evangelizador que el Decreto Ad gentes, del Concilio Vaticano II, hacía en su
momento, y que contenía los siguientes pasos: a) testimonio cristiano; b) diálogo y
presencia de la caridad; c) anuncio del Evangelio y llamada a la conversión; d)
catecumenado e iniciación cristiana, e) formación de la comunidad cristiana, por medio
de los sacramentos y con sus ministerios.78
117. El proceso de evangelización, que es único e idéntico en todas partes y en todas
las condiciones, aunque no se realice del mismo modo según las circunstancias, se
despliega, de acuerdo con lo señalado, con una dinámica particular, estructurada por
etapas o momentos esenciales, a saber: a) la acción misionera; b) la acción catequética
o catecumenal - de iniciación; y c) la acción pastoral.79
118. Dicho proceso, puede ser comprendido desde el dinamismo y gradualidad de las
acciones evangelizadoras (misionera, catecumenal y de comunión – misión), tal como
aparece en el párrafo anterior. Pero también puede ser comprendido desde el dinamismo
76
ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE CATEQUETAS (AECA), La catequesis que soñamos, PPC, Madrid 2015, 17.
77
DGC 48
78
Cfr. AG 12-18 y DGC 47
79
DGC 49
24
de la conversión, y en este horizonte, desde el dinamismo de la persona llamada y
convocada por Dios.
119. De hecho, el Directorio General pone en diálogo estas dos formas de aproximarse
al proceso de evangelización, entendiéndolo también como un proceso de respuesta o de
una respuesta en proceso, bajo la expresión proceso de conversión permanente. Con lo
cual destaca, sobre otras formas estáticas, homogéneas y monolíticas, la dimensión
pedagógica de la acción de la Iglesia y de los evangelizadores, cuyas acciones están al
servicio de la conversión permanente.
120. Una expresión del Directorio general para la catequesis, ayuda a entender dicho
diálogo pedagógico: “La evangelización, al anunciar al mundo la Buena Nueva de la
Revelación, invita a hombres y mujeres a la conversión y a la fe”80
121. Hoy hemos de renovar nuestra práctica evangelizadora en general y de la
catequesis en particular, a partir de la comprensión de la mutua y necesaria implicación
entre proceso de evangelización en sus distintas etapas y momentos y proceso
permanente de fe – conversión. Y ello es consecuencia clara de entender “que cristiano
no se nace, se hace”.
122. El siguiente cuadro, permite ver la mutua implicación entre el proceso de
conversión permanente, y el proceso gradual, dinámico y complejo de evangelización,
destacando la función educativa que está al servicio de acompañar un momento o etapa
determinada de la conversión:
80
DGC 53.
25
La entrega a Jesucristo Etapa de acción catecumenal –La función de iniciación.
genera en los creyentes el de iniciación. Aquel que, movido por la
deseo de conocerle más Propósitos: gracia, decide seguir a
profundamente y de Estructurar Jesucristo es «introducido en
identificarse con Él. La Fundamentar la vida de la fe, de la liturgia
catequesis les inicia en el Colocar las bases de la y de la caridad del Pueblo de
conocimiento de la fe y en el primera adhesión. Dios».
aprendizaje de la vida Explicitar y profundizar en el
cristiana, favoreciendo un kerigma inicial.
camino espiritual que
provoca un «cambio
progresivo de actitudes y
costumbres», hecho de
renuncias y de luchas, y
también de gozos que Dios
concede sin medida. El
discípulo de Jesucristo es ya
apto, entonces, para realizar
una viva, explícita y operante
profesión de fe
El camino hacia la Etapa de acción pastoral La educación permanente de
perfección. Esa madurez Propósitos: la fe. Se dirige a los cristianos
básica, de la que brota la Alimentar y profundizar de ya iniciados en los elementos
profesión de fe, no es el punto modo permanente el don de la básicos, que necesitan
final en el proceso comunión y de la misión. alimentar y madurar
permanente de la conversión. constantemente su fe a lo
La profesión de fe bautismal largo de toda la vida.
se sitúa en los cimientos de
un edificio espiritual
destinado a crecer. El
bautizado, impulsado
siempre por el Espíritu,
alimentado por los
sacramentos, la oración y el
ejercicio de la caridad, y
ayudado por las múltiples
formas de educación
permanente de la fe, busca
hacer suyo el deseo de Cristo:
“Vosotros sed perfectos
como vuestro Padre celestial
es perfecto”. Es la llamada a
la plenitud que se dirige a
todo bautizado.
26
123. La pedagogía de la fe pide hoy tener clara la situación de las personas frente a
Dios, el Evangelio y la fe. Son situaciones diversas y diferenciadas, que la Iglesia
acompaña también por medio de acciones evangelizadoras y educativas diversas y
diferenciadas, pero complementarias. Este es un principio Ad gentes que hemos de
recuperar en el hoy de nuestras comunidades y procesos formativos que ofrecemos: la
actividad misionera de la Iglesia, “es única e idéntica en todas partes y en todas las
condiciones, aunque no se realice del mismo modo según las circunstancias”.
124. Por consiguiente, “las diferencias que hay que reconocer en esta actividad de la
Iglesia no proceden de la naturaleza misma de la misión, sino de las circunstancias en
que esta misión se ejerce. Estas condiciones dependen, a veces, de la Iglesia, y a veces
también, de los pueblos, de los grupos o de los hombres a los que la misión se dirige.
Pues, aunque la Iglesia contenga en sí la totalidad o la plenitud de los medios de
salvación, ni siempre ni en un momento obra ni puede obrar con todos sus recursos, sino
que, partiendo de modestos comienzos, avanza gradualmente en su esforzada actividad
por realizar el designio de Dios; más aún, en ocasiones, después de haber incoado
felizmente el avance, se ve obligada a deplorar de nuevo un regreso, o a lo menos se
detiene en un estado de semiplenitud y de insuficiencia. Pero en cuanto se refiere a los
hombres, a los grupos y a los pueblos, tan sólo gradualmente, establece contacto y se
adentra en ellos, y de esta forma los trae a la plenitud de la fe católica”.81
125. Con este principio, se afirma desde Ad gentes que “a cualquier condición o
situación deben corresponder acciones propias y medios adecuados.”82Pues en esta
actividad, subraya Ad gentes, “se entrecruzan, a veces, diversas condiciones: en primer
lugar de comienzo y de plantación, y luego de novedad o de juventud. La acción misional
de la Iglesia no cesa después de llenar esas etapas, sino que, constituidas ya las Iglesias
particulares, pesa sobre ellas el deber de continuar y de predicar el Evangelio a cuantos
permanecen fuera”.83
126. A ello se suma, de nuevo Ad gentes, que “los grupos en que vive la Iglesia
cambian completamente con frecuencia por varias causas, de forma que pueden
originarse condiciones enteramente nuevas. Entonces la Iglesia tiene que ponderar si
estas condiciones exigen de nuevo su actividad misional. Además en ocasiones, se dan
tales circunstancias que no permiten, por algún tiempo, proponer directa e
inmediatamente el mensaje del Evangelio; entonces las misiones pueden y deben dar
testimonio al menos de la caridad y bondad de Cristo con paciencia, prudencia y mucha
confianza, preparando así los caminos del Señor y hacerlo presente de algún modo”. 84
127. Si introducimos la perspectiva de Ad gentes a nuestra práctica, estaremos en
capacidad de acompañar a cada persona y grupo humano en su situación.
Comprenderemos que una cosa es hacer primer anuncio, otra iniciación cristiana y otra
educación permanente en la fe, sin desconocer que, desde la dinámica y gradualidad del
proceso, son acciones que se articulan y se complementan. En definitiva, podemos
organizar acciones diferenciadas, heterogéneas, múltiples y diversas, superando la
pastoral de cristiandad y sus formas homogéneas e idénticas para todos.
81
AG 6.
82
AG 6.
83
AG 6.
84
AG 6.
27
128. Pedagógicamente, para reconocer lo propio y especifico de cada etapa del
proceso evangelizador y su articulación cíclica y dinámica con las otras, es útil pensar
en ellas a partir de los propósitos que las caracterizan, así como los sujetos interlocutores
de las mismas
85
DGC 50.
28
132. “En el ministerio de la palabra, la función del primer anuncio tiene el carácter de
llamar a la fe; la catequesis el de fundamentar la conversión, estructurando básicamente
la vida cristiana; y la educación permanente de la fe, el carácter de ser el alimento
constante que todo organismo adulto necesita para vivir”.86
133. “El primer anuncio se dirige a los no creyentes y a los que, de hecho, viven en la
indiferencia religiosa. Asume la función de anunciar el Evangelio y llamar a la
conversión. El primer anuncio, que todo cristiano está llamado a realizar, participa del
“id” que Jesús propuso a sus discípulos: implica, por tanto, salir, adelantarse,
proponer”.87
134. “La catequesis, promueve y hace madurar esta conversión inicial, educando en la
fe al convertido e incorporándolo a la comunidad cristiana. La catequesis, parte de la
condición que el mismo Jesús indicó, «el que crea», el que se convierta, el que se decida”.
88
“La catequesis de iniciación pone las bases de la vida cristiana en los seguidores de
Jesús”.89
135. “La educación permanente de la fe es posterior a su educación básica y la
supone”.90 “La educación permanente de la fe se dirige no sólo a cada cristiano, para
acompañarle en su camino hacia la santidad, sino también a la comunidad cristiana como
tal, para que vaya madurando tanto en su vida interna de amor a Dios y de amor fraterno,
cuanto en su apertura al mundo como comunidad misionera”.91 “Se dirige a los cristianos
iniciados en los elementos básicos, que necesitan alimentar y madurar constantemente
su fe a lo largo de toda la vida”.92
136. En el proceso global de evangelización, “el momento de la catequesis es el que
corresponde al período en que se estructura la conversión a Jesucristo, dando una
fundamentación a esa primera adhesión. Los convertidos, mediante una enseñanza y
aprendizaje convenientemente prolongado de toda la vida cristiana, son iniciados en el
misterio de la salvación y en el estilo de vida propio del Evangelio. Se trata, en efecto,
de iniciarlos en la plenitud de la vida cristiana. La catequesis, al realizar con diferentes
formas esta función de iniciación del ministerio de la Palabra, lo que hace es poner los
cimientos del edificio de la fe”.93
137. “La catequesis es elemento fundamental de la iniciación cristiana y está
estrechamente vinculada a los sacramentos de la iniciación, especialmente al Bautismo,
sacramento de la fe. El eslabón que une la catequesis con el Bautismo es la profesión de
fe, que es, a un tiempo, elemento interior de este sacramento y meta de la catequesis. La
finalidad de la acción catequética consiste precisamente en esto: propiciar una viva,
explícita y operante profesión de fe”.94 “La catequesis es esa forma particular del
ministerio de la Palabra que hace madurar la conversión inicial hasta hacer de ella una
viva, explícita y operativa confesión de fe: La catequesis tiene su origen en la confesión
de fe y conduce a la confesión de fe”.95
86
DGC 57.
87
DGC 61.
88
DGC 61.
89
DGC 69.
90
DGC 69.
91
DGC 69.
92
DGC 51.
93
DGC 63.
94
DGC 65.
95
DGC 82.
29
138. “Para lograrlo, la Iglesia transmite a los catecúmenos y a los catequizandos la
experiencia viva que ella misma tiene del Evangelio, su fe, para que aquéllos la hagan
suya al profesarla. Por eso, la auténtica catequesis es siempre una iniciación ordenada y
sistemática a la revelación que Dios mismo ha hecho al hombre en Jesucristo, revelación
conservada en la memoria profunda de la Iglesia y en las Sagradas Escrituras y
comunicada constantemente, mediante una 'traditio' viva y activa, de generación en
generación”.96
139. La catequesis al servicio de la iniciación cristiana, tiene las siguientes
características:97
- “La catequesis es una formación orgánica y sistemática de la fe. Por ser orgánica y
sistemática, no se reduce a lo meramente circunstancial u ocasional”.
- “Esta formación orgánica es más que una enseñanza: es un aprendizaje de toda la vida
cristiana, «una iniciación cristiana integral», que propicia un auténtico seguimiento de
Jesucristo, centrado en su Persona. Por ser iniciación, incorpora a la comunidad que vive,
celebra y testimonia la fe. Se trata, en efecto, de educar en el conocimiento y en la vida de
fe, de forma que el hombre entero, en sus experiencias más profundas, se vea fecundado por
la Palabra de Dios. Se ayudará así al discípulo de Jesucristo a transformar el hombre viejo,
a asumir sus compromisos bautismales y a profesar la fe desde el corazón”.
- “La catequesis es una formación básica, esencial, centrada en lo nuclear de la experiencia
cristiana, en las certezas más básicas de la fe y en los valores evangélicos más
fundamentales. Por ser esencial, se centra en lo «común» para el cristiano, sin entrar en
cuestiones disputadas ni convertirse en investigación teológica. La catequesis pone los
cimientos del edificio espiritual del cristiano, alimenta las raíces de su vida de fe,
capacitándole para recibir el posterior alimento sólido en la vida ordinaria de la comunidad
cristiana”.
140. “La catequesis es una acción esencialmente eclesial. El verdadero sujeto de la
catequesis es la Iglesia que, como continuadora de la misión de Jesucristo Maestro y
animada por el Espíritu, ha sido enviada para ser maestra de la fe”.98 “La Iglesia, al
transmitir —en la iniciación cristiana— la fe y la vida nueva actúa como madre de los
hombres, que engendra a unos hijos concebidos por obra del Espíritu Santo y nacidos de
Dios. Precisamente, «porque es madre es también la educadora de nuestra fe»; es madre
y maestra, al mismo tiempo. Por la catequesis alimenta a sus hijos con su propia fe y los
inserta, como miembros, a la familia eclesial. Como buena madre, les ofrece el Evangelio
en toda su autenticidad y pureza, que les es dado, al mismo tiempo, como alimento
adaptado, culturalmente enriquecido y como respuesta a las aspiraciones más profundas
del corazón humano”.99
141. “El fin definitivo de la catequesis es poner a uno no sólo en contacto sino en
comunión, en intimidad con Jesucristo. Toda la acción evangelizadora busca favorecer
la comunión con Jesucristo. A partir de la conversión «inicial» de una persona al Señor,
suscitada por el Espíritu Santo mediante el primer anuncio, la catequesis se propone
fundamentar y hacer madurar esta primera adhesión. Se trata, entonces, de ayudar al
recién convertido a conocer mejor a ese Jesús en cuyas manos se ha puesto: conocer su
'misterio', el Reino de Dios que anuncia, las exigencias y las promesas contenidas en su
96
DGC 66.
97
DGC 67-68.
98
DGC 78
99
DGC 79.
30
mensaje evangélico, los senderos que Él ha trazado a quien quiera seguirle. El Bautismo,
sacramento por el que nos configuramos con Cristo, sostiene con su gracia este trabajo
de la catequesis”.100
142. La finalidad de la catequesis se realiza a través de diversas tareas, mutuamente
implicadas. Las tareas de la catequesis corresponden a la educación de las diferentes
dimensiones de la fe, ya que la catequesis es una formación cristiana integral, «abierta a
todas las esferas de la vida cristiana». En virtud de su misma dinámica interna, la fe pide
ser conocida, celebrada, vivida y hecha oración. La catequesis debe cultivar cada una de
estas dimensiones. Pero la fe se vive en la comunidad cristiana y se proclama en la
misión: es una fe compartida y anunciada. Y estas dimensiones deben ser, también,
cultivadas por la catequesis. Las diferentes dimensiones de la fe son objeto de educación
tanto en su aspecto de «don» como en su aspecto de «compromiso». El conocimiento de
la fe, la vida litúrgica, el seguimiento de Cristo son, cada uno de ellos, un don del Espíritu
que se acoge en la oración y, al mismo tiempo, un compromiso de estudio, espiritual,
moral, testimonial. Ambas facetas deben ser cultivadas.
143. Las tareas fundamentales de la catequesis son: Propiciar el conocimiento de la fe,
La educación litúrgica, enseñar a orar, la formación moral, la educación para la vida
comunitaria y la iniciación a la misión. 101“Todas las tareas son necesarias. Así como
para la vitalidad de un organismo humano es necesario que funcionen todos sus órganos,
para la maduración de la vida cristiana hay que cultivar todas sus dimensiones: el
conocimiento de la fe, la vida litúrgica, la formación moral, la oración, la pertenencia
comunitaria, el espíritu misionero. Si la catequesis descuidara alguna de ellas, la fe
cristiana no alcanzaría todo su crecimiento”.102Cada una de estas tareas realiza, a su
modo, la finalidad de la catequesis. Las tareas se implican mutuamente y se desarrollan
conjuntamente. Para realizar sus tareas, la catequesis se vale de dos grandes medios: la
transmisión del mensaje evangélico y la experiencia de la vida cristiana.
144. El siguiente cuadro resumen ayuda a entender mejor lo propio de la catequesis en
el proceso de evangelización: estar al servicio de la iniciación integral a la vida cristiana.
De hecho, ella inicia y educa en todas las dimensiones de la fe y en todos y cada uno de
los ministerios o pastorales de la vida de la comunidad y de la Iglesia.
100
DGC 80.
101
DGC 84-86.
102
DGC 87.
31
Comunión y comunidad La fe es eclesial y Iniciación a la comunidad y a
comunitaria la plena integración e
incorporación en ella.
Iniciación vocacional –
bautismal e iniciación a las
distintas vocaciones en la
Iglesia.
103
CELAM, La alegría de iniciar discípulos misioneros en un cambio de época. Nuevas perspectivas para la catequesis en América Latina y el Caribe, CELAM,
Bogotá 2015, 26.
104
Obra Pontificia para las vocaciones eclesiásticas, Nuevas vocaciones para una nueva Europa. Documento final del congreso europeo sobre las vocaciones
al sacerdocio y a la vida consagrada en Europa. Roma 5 -10 de mayo de 1997, número 19.
32
que todo bautizado está llamado a dar. La segunda es la iniciación a la llamada y a la
respuesta específica en alguna de las distintas vocaciones en la Iglesia. Pero ambas
iniciaciones e fundan en la iniciación a la respuesta al llamado de Dios a la vida. 105
152. “Al definir la catequesis como momento del proceso total de la evangelización,
se plantea necesariamente el problema de la coordinación de la acción catequética con
la acción misionera que la precede, y con la acción pastoral que la continua. Hay, en
efecto, elementos « que preparan a la catequesis o emanan de ella”.108
153. “La catequesis de iniciación es, así, el eslabón necesario entre la acción
misionera, que llama a la fe, y la acción pastoral, que alimenta constantemente a la
comunidad cristiana. No es, por tanto, una acción facultativa, sino una acción básica y
fundamental en la construcción tanto de la personalidad del discípulo como de la
comunidad. Sin ella la acción misionera no tendría continuidad y sería infecunda. Sin
ella la acción pastoral no tendría raíces y sería superficial y confusa: cualquier tormenta
desmoronaría todo el edificio”.109.
105
Aurelio García, Iniciación cristiana y pastoral vocacional, en “seminarios” 2008 (187). 49-66.
106
CAL 271.
107
DGC 272.
108
DGC 276.
109
DGC 64.
33
156. Desde esta perspectiva amplia, ha de entenderse que no son lo mismo la
catequesis de iniciación y la educación permanente en la fe. Son dos momentos distintos
y complementarios en la formación de la comunidad y del discípulo.“El proceso
permanente de conversión va más allá de lo que proporciona la catequesis de base o
fundante.”. La educación permanente de la fe es posterior a su educación básica y la
supone. Ambas actualizan dos funciones del ministerio de la Palabra distintas y
complementarias, al servicio del proceso permanente de conversión. Para favorecer tal
proceso, se necesita una comunidad cristiana que acoja a los iniciados para sostenerlos
y formarlos en la fe”.110
157. “La educación permanente de la fe se dirige no sólo a cada cristiano, para
acompañarle en su camino hacia la santidad, sino también a la comunidad cristiana como
tal, para que vaya madurando tanto en su vida interna de amor a Dios y de amor fraterno,
cuanto en su apertura al mundo como comunidad misionera”. 111
Renovar la catequesis desde la opción por el primer anuncio y la acogida personal del
evangelio.
110
DGC 69.
111
DGC 70.
112
DGC 276.
113
DGC 276.
34
162. En nuestro contexto arquidiocesano hemos de ser plenamente conscientes de esta
realidad: “frecuentemente, las personas que piden catequesis para sí o para sus hijos
necesitan, de hecho, una verdadera conversión.114 Incluso los hijos de éstos, necesitan
también que se les despierte la conversión de base.
163. De este modo al vacío o debilidad del sujeto comunitario, se suma la falta de
conversión en muchos, lo que hace más urgente el llamado a una verdadera
transformación de nuestra práctica. Pues no sólo hacemos cursos y lecciones para los
sacramentos sin comunidad, sino que además sin contar con la conversión de base. Estas
son las raíces más profundas de nuestra crítica y caótica realidad pastoral frente a la
iniciación cristiana. Pues no existen los presupuestos comunitarios y personales para que
la gracia sea acogida de modo personal y gozoso. Y ello explica por qué mucho de lo
que hacemos no pasa de la simple formalidad.
164. La razón de ello es muy clara: sólo a partir de la conversión, y contando con la
actitud interior de “el que crea”, la catequesis propiamente dicha podrá desarrollar su
tarea específica de iniciación en la fe y en la vida de la Iglesia.115 Sobre esto también se
pronunció en su momento y a su manera Aparecida: “Sentimos la urgencia de desarrollar
en nuestras comunidades un proceso de iniciación en la vida cristiana que comience por
el kerigma, guiado por la Palabra de Dios, que conduzca a un encuentro personal, cada
vez mayor, con Jesucristo, perfecto Dios y perfecto hombre, experimentado como
plenitud de la humanidad, y que lleve a la conversión, al seguimiento en una comunidad
eclesial y a una maduración de fe en la práctica de los sacramentos, el servicio y la
misión”.116
165. La consecuencia para nuestra práctica es: “la renovación catequética debe
cimentarse sobre esta evangelización misionera previa”.117 “Hoy la catequesis debe ser
vista, ante todo, como la consecuencia de un anuncio misionero eficaz. La referencia del
decreto Ad Gentes, que sitúa al catecumenado en el contexto de la acción misionera de
la Iglesia, es un criterio de referencia muy válido para toda la catequesis”.118
114
DGC 62.
115
DGC 62.
116
DA 289.
117
DGC 62.
118
DGC 277.
119
DGC 62.
35
desapareciendo la cristiandad, es claro que en este tipo de contextos la evangelización
da prioridad al primer anuncio y al catecumenado bautismal de adultos y su acción se
centra preferentemente en los jóvenes y en los adultos. 120
169. La novedad de nuestro contexto, con razón también se llama de nueva
evangelización, es porque es posible encontrarnos no sólo con personas que no conocen
a Cristo, sino también con “bautizados que han perdido el sentido vivo de la fe o incluso
ya no se reconocen como miembros de la Iglesia, llevando una existencia alejada de
Cristo y de su Evangelio. La particularidad de esta situación consiste en que la acción
misionera se dirige también a bautizados de toda edad. En esta situación, el primer
anuncio y la catequesis fundante constituyen la opción prioritaria”.121
170. Como ya se dijo al hablar de las etapas del proceso evangelizador y caracterizar
cada una de ellas (misionera, catecumenal y pastoral), es claro que la prioridad del primer
anuncio también lo pide la pedagogía de la fe. No sólo porque es lo primero como etapa,
sino porque “sobre esta opción fundamental que se toma frente al Evangelio descansa
toda la vida cristiana del discípulo del Señor”. 122
171. Una afirmación del Papa Benedicto, que se ha hecho común citarla en distintos
documentos y estudios hoy, nos muestra la importancia de lo dicho: “No se comienza a
ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un
acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una
orientación decisiva”.123
172. Los obispos de Bélgica, comentando esta expresión, afirman que a la fe no se
llega únicamente por una reflexión más profunda. La fe no es la lógica conclusión de
una meditación sobre el sentido de la existencia o de la realidad. Al don de la fe tampoco
se llega confiando únicamente en las propias fuerzas. La fe tampoco nace simplemente
de nuestra experiencia. Para que se llegue a la fe es necesario que pase algo diferente:
que la persona sea tocada por Dios y su Palabra. Esta es la fuente de la fe: el encuentro
con Dios y su Palabra. Es por el primer anuncio del Evangelio, como se llega a la fe. 124
173. Dar prioridad pedagógica hoy al primer anuncio, implica comprender su relación
y diferencia con la catequesis, y de manera especial llevar a la práctica evangelizadora
el siguiente principio del Directorio General para la catequesis: “Sólo a partir de la
conversión y contando con la actitud interior de “el que crea”, la catequesis propiamente
dicha podrá desarrollar su tarea”.125 Principio que puede resultar más claro si lo leemos
a la luz de lo que escriben de nuevo los obispos belgas: “la catequesis comienza cuando
alguien se ha encontrado con el Evangelio y ha sido tocado por la fe. No es primero la
catequesis y luego la fe. Es al revés: primero se llega a la fe o la fe viene a nosotros y
luego sigue la catequesis (…) Gracias al primer anuncio alguien se siente tocado por el
Evangelio y llamado a la conversión. La catequesis trata de conducir esta fe inicial hasta
su plenitud y nos ayuda a hacernos discípulos de Jesús. Sin este primer anuncio no hay
catequesis posible”.126
174. Todo ello nos recuerda de nuevo la importancia de asumir pedagógicamente la
expresión de Tertuliano: “cristiano no se nace, se hace”. Pues dar prioridad al primer
120
DGC 58
121
DGC 58.
122
DGC 56.
123
DC 1.
124
Conferencia Episcopal de Bélgica, Hacerse adultos en la fe. La catequesis en la vida de la Iglesia, Sal Terrae, Santander 2010, 17-20.
125
DGC 62.
126
Conferencia Episcopal de Bélgica, Hacerse adultos en la fe. La catequesis en la vida de la Iglesia, Sal Terrae, Santander 2010, 16.22-24.
36
anuncio y a la acogida del Evangelio, es “una verdadera oportunidad para redescubrir
como la fe nace de una respuesta libre y personal a la Palabra de Dios cuando ésta toca
el corazón humano”.127 Con lo cual se nos muestra que hoy día, para que el cristianismo
resulte significativo y creíble, no es suficiente con ser cristiano por tradición. Se necesita
ser creyentes por opción.
175. En la cristiandad se dio el riesgo de olvidar el principio “cristiano se hace, no se
nace”. Y ello, porque las personas entraban a formar parte de la Iglesia al momento de
nacer, de un modo, por así decirlo automático. Y aunque continúe siendo el bautismo de
niños la práctica más común y mayoritaria entre nosotros, hay que acompañar a las
personas a tomar una opción fundamental y consciente por la fe cristiana y por el vínculo
con la comunidad de fe. “De lo contrario, el camino de la fe se limita a una pertenencia
formal en la Iglesia y desemboca en una religiosidad difusa”128
37
no sólo se ve afectada de raíz la catequesis, sino la vida cristiana del discípulo y la vida
de la comunidad en su conjunto. Por eso, dar prioridad al primer anuncio entre nosotros,
no es un simple asunto de estrategia o de técnica pastoral. Es un asunto que guarda
relación estrecha con la respuesta de fe que todos estamos llamados a dar y con el mismo
testimonio y calidad de la vida cristiana y de las comunidades de fe.
182. Dar prioridad al primer anuncio pide de nosotros dos cosas fundamentalmente:
a) recuperar el sentido original de la fe cristiana como encuentro personal y comunitario
con Jesucristo; y b) reactivar y avivar todos los elementos de la evangelización, de la
vida del discípulo y de las comunidades, a partir del encuentro personal y comunitario
con Jesucristo resucitado.
183. Sobre el primero, hay que subrayar no solo el hecho de no dar hoy por supuesta
la conversión, ya que “cristiano no se nace, sino que hace”, sino además la importancia
de acompañar la conversión desde sus primeros pasos, hasta el momento de crecimiento
permanente.
184. Sobre lo segundo, es algo que se viene solicitando y repitiendo desde tiempo
atrás. Baste recordar por ejemplo el sínodo de América y su categoría central del
encuentro con Jesucristo129, Aparecida y ahora último la exhortación “Evangelii
Gaudium”.
185. En este documento el Papa Francisco es reiterativo en el llamado a dejarnos
encontrar por Cristo, como camino necesario de conversión personal y misionera de la
Iglesia: “Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación que se encuentre, a
renovar ahora mismo su encuentro personal con o, al menos, a tomar la decisión de
dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que
alguien piense que esta invitación no es para él”.130
186. Si en este renovado encuentro con Jesús, “está el manantial de la acción
evangelizadora”131, se hace más actual entre nosotros el llamado de Aparecida: “los
cristianos necesitamos recomenzar desde Cristo, desde la contemplación de quien nos
ha revelado en su misterio la plenitud del cumplimiento de la vocación humana y de su
sentido. Necesitamos hacernos discípulos dóciles, para aprender de Él, en su
seguimiento, la dignidad y plenitud de la vida”.132
187. De hecho, es en Aparecida donde el llamado al encuentro con Jesús toma
centralidad en temas relacionados con la conversión pastoral, estructural y personal y en
el itinerario de formación del discípulo misionero. En la arquidiócesis se debe tomar todo
ello en consideración, en orden favorecer el paso de la pastoral de conservación a la
pastoral misionera, dado que, desde el encuentro con Jesús, se entiende la conversión
inicial, la iniciación cristiana y la educación permanente en la fe.
188. Por ejemplo, en el caso de la conversión inicial o de base, esta se entiende en
Aparecida claramente como encuentro con Jesús, recogiendo una afirmación del Papa
Benedicto citada con anterioridad: “El acontecimiento de Cristo es, por lo tanto, el inicio
de ese sujeto nuevo que surge en la historia y al que llamamos discípulo: No se comienza
129
En el sínodo de América la reflexión sobre el encuentro con Jesucristo es central y resalta su gran potencial de renovación eclesial, persona y comunitaria.
Y desde ella se explican sus tres categorías: conversión, comunión y solidaridad: “Es Jesús quien invita a los hombres y mujeres de todos los tiempos a aquel
cambio de vida (metanoia - cf. Mc 1,15), que es el primer paso para entrar en comunión (koinonia) con el mismo Señor y con sus discípulos (cf. Hch 2,42).
La comunión de los creyentes en Cristo se orienta, finalmente, según las huellas del Siervo de Dios, a vivir en solidaridad y servicio (diakonia) con todos y
especialmente con respecto a los más pequeños (cf. Mt 25,40)”. (SA 2)
130
EG 3.
131
EG 8.
132
DA 41.
38
a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un
acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una
orientación decisiva. Esto es justamente lo que, con presentaciones diferentes, nos han
conservado todos los evangelios como el inicio del cristianismo: un encuentro de fe con
la persona de Jesús (cf. Jn 1, 35-39). La naturaleza misma del cristianismo consiste, por
lo tanto, en reconocer la presencia de Jesucristo y seguirlo. Ésa fue la hermosa
experiencia de aquellos primeros discípulos que, encontrando a Jesús, quedaron
fascinados y llenos de estupor ante la excepcionalidad de quien les hablaba, ante el modo
cómo los trataba, correspondiendo al hambre y sed de vida que había en sus
corazones.”.133
189. El encuentro con Jesús está a la base de la vida cristiana y explica la naturaleza
misma de la vida cristiana, según Aparecida. Pero es también aspecto fundamental del
itinerario de formación del discípulo, que debe hacerse presente en cada una sus etapas
de diversa manera: “Quienes serán sus discípulos ya lo buscan (cf. Jn 1, 38), pero es el
Señor quien los llama: “Sígueme” (Mc 1, 14; Mt 9, 9). Se ha de descubrir el sentido más
hondo de la búsqueda, y se ha de propiciar el encuentro con Cristo que da origen a la
iniciación cristiana. Este encuentro debe renovarse constantemente por el testimonio
personal, el anuncio del kerygma y la acción misionera de la comunidad”. 134
190. El hecho de que el encuentro con Jesús esté presente de modo diverso y
complementario en cada una de las etapa del proceso evangelizador, obedece a que la
“misión principal de la formación es ayudar a los miembros de la Iglesia a encontrarse
siempre con Cristo, y, así reconocer, acoger, interiorizar y desarrollar la experiencia y
los valores que constituyen la propia identidad y misión cristiana en el mundo”.135
191. Dado que la arquidiócesis de Bogotá ha optado por renovar las prácticas
catequéticas porque no corresponden a la naturaleza de la iniciación cristiana, dicha
renovación exige pensar y actuar la iniciación cristiana como momento importante del
proceso de encuentro con Jesús y de conversión a Él y a su proyecto del reino. Se trata
de asumir entre nosotros el modo como Aparecida entiende la iniciación cristiana y pide
que se ponga en marcha: “Sentimos la urgencia de desarrollar en nuestras comunidades
un proceso de iniciación en la vida cristiana que comience por el kerygma, guiado por la
Palabra de Dios, que conduzca a un encuentro personal, cada vez mayor, con Jesucristo,
perfecto Dios y perfecto hombre, experimentado como plenitud de la humanidad, y que
lleve a la conversión, al seguimiento en una comunidad eclesial y a una maduración de
fe en la práctica de los sacramentos, el servicio y la misión”.136
39
siguiente frase: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que
las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta
en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que la
autopreservación. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede
entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la
pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a
todos los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta
positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad”.137
193. Al hablar del primer anuncio y sus distintas funciones, se dijo que hay una tercera
que no es exclusiva del primer anuncio, sino que se le atribuye a toda la etapa de acción
misionera: hacer de Ad gentes, entendido como texto conciliar y contexto de
evangelización, paradigma de interpretación de la realidad, del ser Iglesia, de la
evangelización y del modo de vivir la fe hoy. Ello es lo que el Papa Francisco llama
pensar y hacer la “pastoral en clave misionera”. El mismo Papa, en otro momento, aplica
e invita a aplicar esta mirada misionera sobre la realidad y la evangelización, sobre todo
en contextos de pastoral urbana como el del arquidiócesis de Bogotá. Razón por lo cual
lo dicho por él en ese momento debe ser también objeto de opción de renovación
misionera de nuestras prácticas catequísticas y evangelizadoras:
194. “En la Evangelii Gaudium quise llamar la atención sobre la pastoral urbana,
pero sin oposición con la pastoral rural. Es una gran ocasión para profundizar desafíos
y posibles horizontes de una pastoral urbana (…). En la ciudad necesitamos otros
«mapas», otros paradigmas, que nos ayuden a volver a ubicar nuestros pensamientos y
nuestras actitudes (…) Venimos de una acción pastoral secular, donde la Iglesia era la
única referencia de la cultura. Es verdad, es nuestra herencia. Como auténtica Maestra,
la Iglesia sintió la responsabilidad de delinear y de imponer, no sólo las formas
culturales, sino también los valores, y más profundamente trazar el imaginario personal
y colectivo, es decir las historias, los fundamentos donde las personas se apoyan para
encontrar los significados últimos y las respuestas a sus preguntas vitales.
195. Pero ya no estamos en esa época. Ha pasado. No estamos en la cristiandad, ya
no. Hoy ya no somos los únicos que producen cultura, ni los primeros, ni los más
escuchados. Necesitamos, por lo tanto, un cambio de mentalidad pastoral (…) Os
propongo dos núcleos pastorales, que son acciones, pero no sólo (…)
196. Una primera cuestión: salir y facilita. Se trata de una auténtica transformación
eclesial. Todo pensado en clave de misión. Un cambio de mentalidad: del recibir al salir,
del esperar a que vengan a ir a buscarlos. Para mí esto es un punto clave.
197. Se hace más fácil hacer crecer la fe que ayudarle a nacer. Pienso que tenemos
que seguir profundizando esos cambios necesarios en nuestras diversas catequesis,
esencialmente en nuestras formas pedagógicas, a fin de que los contenidos se
comprendan mejor, pero al mismo tiempo hay que aprender a despertar en nuestros
interlocutores la curiosidad y el interés por Jesucristo (…) Tenemos que aprender a
suscitar la fe. ¡Suscitar la fe! Y no ir por aquí, por allá... ¡No! ¡Sembrar! Si la fe
comienza está el Espíritu que luego hará que esta persona vuelva a mí o a otro a pedir
un paso más, un paso más... Pero suscitar la fe.
137
EG 27.
40
198. Segunda propuesta: la Iglesia samaritana. Estar presentes Se trata de un cambio
en el sentido del testimonio. En la pastoral urbana, la calidad la dará la capacidad de
testimonio de la Iglesia y de cada cristiano. El Papa Benedicto, cuando dijo que la
Iglesia no crece por proselitismo sino por atracción, hablaba de esto. El testimonio que
atrae, que despierta curiosidad en la gente”.138
199. Para el caso de las opciones arquidiocesanas de renovación de sus prácticas
catequísticas, este llamado del Papa a pensarnos en clave de misión en la ciudad resulta
estimulante y necesario para “abandonar el cómodo criterio del siempre se ha hecho así”.
Y de empezar “a ser audaces y creativos en esta tarea de repensarlos objetivos, las
estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades”. 139
200. Primero, nos invita a asumir el contexto: ya no más de cristiandad. Segundo: a
darle prioridad en nuestras acciones evangelizadoras al primer anuncio y a la catequesis
fundante, dado su reiterativo llamado a “suscitar la fe”. Y ello es consecuencia de asumir
nuestro contexto de evangelización como contexto “ad gentes” o contexto misionero.
201. En este contexto, afirma el Directorio General para la Catequesis, la catequesis
se desarrolla ordinariamente al interior del catecumenado bautismal.140 En este contexto,
“al ser la misión ad gentes el paradigma del conjunto de la acción misionera de la Iglesia,
el modelo de toda catequesis es el catecumenado bautismal. Por lo que la formación
catecumenal ha de inspirar en sus objetivos y en su dinamismo, toda forma de catequesis.
En este contexto, la catequesis de adultos, al ir dirigida a personas capaces de una
adhesión plenamente responsable, debe ser considerada la forma principal de catequesis,
a la que las otras formas de catequesis, ciertamente necesarias, de alguna manera se
ordenan. Esto implica que la catequesis de las otras edades debe tenerla como punto de
referencia, y articularse con ella en un proyecto catequético coherente de pastoral
diocesana”. 141
202. Introducir la perspectiva “ad gentes” a nuestros procesos catequísticos nos pide
fuertes y radicales transformaciones. Al asumir el modelo catecumenal como inspirador
de toda forma de catequesis, hemos de superar el modelo escolarizado, de cursos y
lecciones por edades. También hemos superar el modelo de cursos de preparación
presacramental, que replicamos para los bautismos, primeras comuniones de niños,
confirmación de adolescentes y jóvenes, confirmación de novios y preparación al
matrimonio, aunque el matrimonio no sea sacramento de iniciación. Superar el modelo
de catequesis centrado de modo exclusivo en la infancia y en la adolescencia, en donde
la catequesis de adultos es algo extraño y ajeno entre nosotros.
203. Y, por último, darle visibilidad al catecumenado de adultos no bautizados. Si se
asume de verdad el llamado a ser Iglesia en salida misionera, hemos de caminar a una
iniciación cristiana estructurada y organizada desde el catecumenado de adultos, así lo
más recurrente, común y masivo entre nosotros sean los cursos para niños, adolescentes
y jóvenes. 142
138
Discurso del Santo Padre Francisco a los participantes en el congreso internacional de pastoral de las grandes ciudades. Sala del Consistorio, jueves 27 de
noviembre de 2014
139
EG 33.
140
DGC 58.
141
DGC 59.
142
Con esta opción, junto a otras asumidas en los demás proyectos, la arquidiócesis será signo de una Iglesia con carácter misionero. Sin desconocer la
importancia y el valor del bautismo de niños, “contentarse con esta práctica paralizaría la dinámica misionera de la comunidad que bautiza, porque fácilmente
haría pensar que la fe es obvia, que todo recién nacido la recibe de sus padres. Una Iglesia que se redujera al crecimiento vegetativo, sin intentar atraer a otras
41
“Desde el corazón del Evangelio”143
204. Afirma el Papa Francisco: “Hemos redescubierto que también en la catequesis
tiene un rol fundamental el primer anuncio o «kerygma», que debe ocupar el centro de
la actividad evangelizadora y de todo intento de renovación eclesial”144
205. En los apartados anteriores se buscó mostrar a qué tipo de opciones y de
renovaciones en la práctica evangelizadora en general y en la de iniciación cristiana en
particular, conduce entender y asumir el rol fundamental del primer anuncio en la
catequesis y cuando se asume como centro de la actividad evangelizadora y de todo
intento de renovación eclesial.
206. Además de lo dicho, cuando se “pone todo en clave de misión”, se impacta de
modo radical tanto el modo de comunicar el mensaje, como los modos como se
estructuran las comunidades cristianas. El Papa Francisco le da un bello y sugerente
nombre: “desde el corazón del Evangelio”.
207. El llamado en este caso es claro y preciso: renovar y conformar nuestras
comunidades y reavivar nuestro bautismo desde Jesucristo y su proyecto del Reino. Aquí
el objetivo es concreto: caminar para que la vida de la Iglesia, de cada comunidad y de
cada uno de nosotros esté inspirada y motivada por Jesús y su proyecto del Reino. Si
aplicamos esto a nuestras parroquias, espacio comunitario privilegiado y concreto de
renovación eclesial y comunitario, significa, que ellas han de estar orientadas hacia Jesús
y más centradas en su persona, y así serán signo de presencia del Reino de Dios en la
ciudad.
208. Ello pide configurar las comunidades parroquiales como un espacio vital donde
la prioridad sea anunciar y acoger el Evangelio. También exige hacer del Reino de Dios
el horizonte y tarea de la comunidad. El Reino de Dios ha de inspirar, motivar y
configurar el modelo de comunidad parroquial y de toda otra forma de comunidad y de
toda estructura eclesial.
209. De fondo y de modo radical, va a pedir hacer del “principio compasión
misericordia” la inspiración fundamental de lo que somos y hacemos. Aquí el reto es
hacer de nuestras comunidades, comunidades “samaritanas”. Comunidades que no pasan
de largo ante el sufrimiento humano. De nuevo en palabras de Papa Francisco,
comunidades que “primerean”, que se involucran, que acompañan, que salen al
encuentro, que se hacen presentes en las periferias existenciales. 145
210. Poner a Jesús en el centro o volver a Jesús como camino de renovación eclesial,
inspirar y configurar nuestra vida cristiana y nuestras comunidades desde el “principio
compasión misericordia” y ser comunidades samaritanas, permite entender que tanto el
primer anuncio como la iniciación cristiana no son una simple introducción de unas
nuevas estrategias pastorales o de unas técnicas nuevas para llegar de un modo más fácil
a los hombres y mujeres de hoy. El primer anuncio y el catecumenado son, ante todo, un
cuestionamiento profundo sobre nuestro modo de ser Iglesia, de ser discípulos y de
personas aparte de las que, del modo que sea, ya están dentro, habría perdido una dimensión fundamental de su identidad”. (Francisco Taborda, En las fuentes
de la vida cristiana. Una teología del bautismo-conformación, Sal Terrae, Santander 2013, 276).
143
EG 34
144
EG 164.
145
EG 24.
42
formar y hacer los nuevos discípulos. Son una invitación a buscar y conformar
comunidades y discípulos con fuerte adhesión a Jesús y a su proyecto del Reino.
211. Sin perder de vista esta mirada y opciones de fondo, hay que subrayar otras dos
opciones y consecuencias que trae una Iglesia y un creyente en Cristo renovado desde
“el corazón del Evangelio”, ambas señaladas por el Papa Francisco.
212. La primera, dice el Papa Francisco, “poner todo en clave de misión, esto vale
también para el modo de comunicar el mensaje”. Esto significa, que “una pastoral en
clave misionera no se obsesiona por la transmisión desarticulada de una multitud de
doctrinas que se intenta imponer a fuerza de insistencia. Cuando se asume un objetivo
pastoral y un estilo misionero, que realmente llegue a todos sin excepciones ni
exclusiones, el anuncio se concentra en lo esencial, que es lo más bello, lo más grande,
lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario”.146
213. Esta es una referencia clara y precisa a un principio teológico, pastoral y
pedagógico: “la jerarquía de verdades”. Nuestras prácticas catequísticas han de encontrar
en este principio un motivo y un ejercicio práctico más de renovación, dado que la forma
tradicional de cursos y lecciones, lo desconoce o lo pasa por alto con mucha facilidad.
Pues lo que hace es “sumar” y “sumar” contenidos, de modo desarticulado e
inconveniente. Lo que explica a su vez la condición de asumir y entender el cristianismo
por muchos, y que expresa Aparecida en los siguientes términos: “una fe católica
reducida a bagaje, a elenco de algunas normas y prohibiciones, a prácticas de devoción
fragmentadas, a adhesiones selectivas y parciales de las verdades de la fe, a una
participación ocasional en algunos sacramentos, a la repetición de principios doctrinales,
a moralismos blandos o crispados”.147 Situación a la que Aparecida le añade que esto no
va acompañado de una conversión y encuentra mucha dificultad para hacer creíble el
Evangelio en el mundo de hoy.
214. El Directorio General para la Catequesis describe el principio de la jerarquía de
verdades aplicado a la catequesis, de la siguiente manera: “El mensaje que transmite la
catequesis tiene un carácter orgánico y jerarquizado, constituyendo una síntesis
coherente y vital de la fe. Se organiza en torno al misterio de la Santísima Trinidad, en
una perspectiva cristocéntrica, ya que este misterio es la fuente de todos los otros
misterios de la fe y la luz que los ilumina. A partir de él, la armonía del conjunto requiere
una jerarquía de verdades, por ser diversa la conexión de cada una de ellas con el
fundamento de la fe cristiana. Ahora bien, esta jerarquía no significa que algunas
verdades pertenezcan a la fe menos que otras, sino que algunas verdades se apoyan en
otras como más principales y son iluminadas por ellas”. 148
215. Lo que está en juego, aunque suene teórico pero muy cercano a la práctica
cotidiana, es una adecuada comprensión de la catequesis a partir de una adecuada
compresión de la revelación. Pues tiene que ver con lo dicho antes acerca de fundar la
vida cristiana, personal y comunitaria, en Jesús y su proyecto del Reino. Relación
práctica que el Directorio General describe de la siguiente manera y que ha de ser
asumida como un principio más renovación de nuestra práctica convencional: “Es tarea
propia de la catequesis mostrar quien es Jesucristo, su vida y su misterio, y presentar la
fe cristiana como seguimiento de su persona. Para ello, ha de apoyarse continuamente
146
EG 35.
147
DA 12.
148
DGC 114.
43
en los evangelios, que son el corazón de toda la Escritura, por ser el testimonio principal
de la vida y de la doctrina de la Palabra hecha carne, nuestro Salvador. El hecho de que
Jesucristo sea la plenitud de la Revelación es el fundamento del Cristocentrismo de la
catequesis: el misterio de Cristo, en el mensaje revelado, no es un elemento más junto a
otros, sino el centro a partir del cual los restantes elementos se jerarquizan e iluminan” 149
216. La otra opción tiene que ver con la renovación de las estructuras, de prácticas
evangelizadoras y de modos de vivir la fe. Sobre esto dice el Papa Francisco:” En su
constante discernimiento, la Iglesia también puede llegar a reconocer costumbres propias
no directamente ligadas al núcleo del Evangelio, algunas muy arraigadas a lo largo de la
historia, que hoy ya no son interpretadas de la misma manera y cuyo mensaje no suele
ser percibido adecuadamente. Pueden ser bellas, pero ahora no prestan el mismo servicio
en orden a la transmisión del Evangelio. No tengamos miedo de revisarlas”.150
Tercera parte
Naturaleza, especificidad y elementos de la iniciación cristiana.
217. Según Aparecida, la Iglesia asume el desafío de la nueva evangelización, solo si
se “impone la tarea irrenunciable de ofrecer una modalidad operativa de iniciación
cristiana que, además de marcar el qué, dé también elementos para el quién, el cómo y
el dónde se realiza”. 151
218. El Documento de Aparecida pide un nuevo paradigma de la catequesis como una
de las grandes conversiones pastorales de nuestra Iglesia. Naturalmente éste integra
todos los grandes cambios que la renovación catequética conquistó, sobre todo en el
Concilio y postconcilio. El nuevo paradigma propuesto, siguiendo las orientaciones del
Directorio General para la Catequesis, de la III Semana Latinoamericana de Catequesis
y de Aparecida consiste en concebir la catequesis como un verdadero proceso de
iniciación a la vida cristiana.152 Tal proceso de iniciación tiene en el catecumenado
primitivo su fuente de inspiración y un modelo todavía vigente, sobre todo por su vigor
y carácter mistagógico integrador.153
149
DGC 41. Sobre esto son pertinentes las siguientes palabras de José Antonio Pagola: “Ha llegado el momento de entender y configurar la parroquia como
un espacio donde lo primero es acoger el Evangelio. Hemos de conducir a la comunidad hacia un contacto más directo y vivo con el Evangelio. Que los
cristianos puedan vivir en su comunidad la experiencia de renovar su fe no por vía de adoctrinamiento, sino como transformación personal al contacto con
Jesús narrado en los evangelios. Estos evangelios son relatos de conversión que nos invitan a entrar en un proceso de cambio, de seguimiento de Jesús, de
identificación con su causa, de colaboración en el proyecto del reino de Dios” (José Antonio Pagola, Recuperar el proyecto de Jesús, PPC, Madrid 2015,
25.26).
150
EG 43.
151
DA 287.
152
Sobre el sentido de lo que puede entenderse por paradigma catequética son aclaradoras las siguientes expresiones de André Fossion: “Un paradigma
catequético es una manera global de concebir, pensar y también de practicar la catequesis de una manera adaptada a un contexto sociocultural y religioso
particular. En otras palabras, un paradigma catequético es un modelo fundamental de catequesis que vale en un conjunto sociocultural y religioso determinado.
Un cambio de paradigma catequético se produce en un contexto de cambio global, cuando aparecen nuevos retos sociales y religiosos en una sociedad en plena
transformación. ¿Cuál está pues el nuevo paradigma catequético que está naciendo? No tengo una palabra única para definirlo. Pero diría que el nuevo
paradigma catequético es -a la vez- comunitario, misionero e iniciático”. (André Fossion, El nuevo paradigma de la catequesis a partir de la comunidad y de
la formación de los catequistas, en ISCA, comunicándonos 85).
153
CELAM, La alegría de iniciar discípulos misioneros en un cambio de época. Nuevas perspectivas para la catequesis en América Latina y el Caribe, CELAM,
Bogotá 2015, 26.
44
219. “La iniciación cristiana, manteniendo los elementos y los fines esenciales, ha
variado mucho en sus formas a lo largo de los siglos y según las circunstancias”, afirma
el Catecismo de la Iglesia católica, haciendo un recorrido breve por estos cambios:
220. “Desde los tiempos apostólicos, para llegar a ser cristiano se sigue un camino y
una iniciación que consta de varias etapas. Este camino puede ser recorrido rápida o
lentamente. Y comprende siempre algunos elementos esenciales: el anuncio de la
Palabra, la acogida del Evangelio que lleva a la conversión, la profesión de fe, el
Bautismo, la efusión del Espíritu Santo, el acceso a la comunión eucarística.
221. En los primeros siglos de la Iglesia, la iniciación cristiana conoció un gran
desarrollo, con un largo periodo de catecumenado, y una serie de ritos preparatorios que
jalonaban litúrgicamente el camino de la preparación catecumenal y que desembocaban
en la celebración de los sacramentos de la iniciación cristiana.
222. Desde que el Bautismo de los niños vino a ser la forma habitual de celebración
de este sacramento, ésta se ha convertido en un acto único que integra de manera muy
abreviada las etapas previas a la iniciación cristiana. Por su naturaleza misma, el
Bautismo de niños exige un catecumenado postbautismal. No se trata sólo de la
necesidad de una instrucción posterior al Bautismo, sino del desarrollo necesario de la
gracia bautismal en el crecimiento de la persona. Es el momento propio de la catequesis.
223. El Concilio Vaticano II ha restaurado para la Iglesia latina, "el catecumenado de
adultos, dividido en diversos grados". Sus ritos se encuentran en el Ritual de la iniciación
cristiana de adultos (1972). Por otra parte, el Concilio ha permitido que "en tierras de
misión, además de los elementos de iniciación contenidos en la tradición cristiana,
pueden admitirse también aquellos que se encuentran en uso en cada pueblo siempre que
puedan acomodarse al rito cristiano".154
224. “Frente a una sociedad descristianizada y al pluralismo de hoy, la propuesta de la
Iglesia es volver al catecumenado, ese eficaz proceso iniciático de la Iglesia primitiva.
Entonces la catequesis volverá a su verdadero lugar y no será una actividad
independiente dentro de la Iglesia, como sucede hoy”. 155
225. Sobre la iniciación cristiana los lineamenta para el sínodo del año 2012, muestran
como éste ha sido un tema que empezó hace algunos a tomar relevancia y mayor
vigencia, hasta el punto en que hoy “la iniciación cristiana es ya un concepto y un
instrumento pastoral reconocido y bien consolidado en las Iglesias locales”.
226. En la iniciación cristiana y su renovación, reconoce de nuevo el documento de
los lineamenta, se juega en mucho el rostro de la Iglesia y de la evangelización en el
futuro inmediato: “El futuro rostro de nuestras comunidades depende mucho de las
energías invertidas en esta acción pastoral, y de las iniciativas concretas propuestas y
realizadas en vista de una reconsideración y de un nuevo lanzamiento de dicha acción
pastoral”. Porque, de nuevo subraya el documento de los lineamenta, “del modo en el
cual la Iglesia en occidente sabrá gestionar esta revisión de sus prácticas bautismales
154
CCC 1229-1233.
155
CELAM, La alegría de iniciar discípulos misioneros en un cambio de época. Nuevas perspectivas para la catequesis en América Latina y el Caribe, CELAM,
Bogotá 2015, 41.
45
dependerá el rostro futuro del cristianismo en su mundo y la capacidad de la fe cristiana
de hablar a su cultura”.156
227. Como fue dicho, la iniciación cristiana ha tomado una fuerza inusitada en la vida
de la Iglesia. Diversos episcopados han elaborado documentos de reflexión,
orientaciones pastorales o Directorios catequísticos nacionales. 157
228. En todos ellos se coincide en afirmar que la iniciación cristiana es un don de Dios
que recibe la persona por la mediación de la Iglesia. Supone y exige también la libre
decisión de la persona de convertirse a Dios y la opción de seguir a Cristo en su Iglesia.
229. La iniciación cristiana es el proceso de inserción y participación de una persona
en el misterio pascual de Cristo y en la Iglesia. Con este modo de hablar no sólo hacen
referencia al bautismo, primer sacramento de la iniciación cristiana, ni tampoco a los tres
sacramentos (bautismo, confirmación y eucaristía), sino a todo el proceso de iniciación,
que incluye catequesis, sacramentos, mediación de la Iglesia y conversión personal. De
esta manera, la iniciación cristiana no es la suma de una serie de sacramentos
desarticulados, sino todo “un gran sacramento” que nos hace cristianos en la Iglesia para
el mundo.
230. Este nuevo nacimiento, esta nueva vida en la que el ser humano es engendrado,
esta participación en el misterio pascual de Cristo y de participación en la naturaleza
divina, es el núcleo y el corazón mismo de la iniciación cristiana y de toda la vida
cristiana en general. De hecho, introducir en esta experiencia es el corazón mismo de la
función de iniciación. Toda la iniciación cristiana se orienta a facilitar la experiencia
pascual con el Señor Resucitado.
231. La iniciación es un encuentro de la Iglesia con el iniciado y de éste con la Iglesia.
La comunidad de fe ha de ser siempre el origen, el lugar y la meta de la iniciación
cristiana. La inserción en el misterio de Cristo y en la Iglesia y la transformación radical
de la persona humana se realiza mediante la Iglesia y en la Iglesia, es decir, se lleva a
cabo dentro del ámbito de la comunidad de fe: en ella se es engendrado a la vida divina
y en ella y desde ella debe darse la acogida y la respuesta libre al don de Dios. Hasta el
punto que sólo en la Iglesia la persona puede captar el significado de la radicalidad de la
existencia cristiana y en ella puede madurar y desarrollar su fe, de forma que, de un modo
maduro, la viva en el servicio a la persona y a la sociedad.
232. El Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía guardan entre sí una íntima unidad.
Es preciso que esta unidad y ordenación mutua de los sacramentos de iniciación cristiana
se ponga de manifiesto tanto en la catequesis como en la pastoral. Dicha unidad proviene
del Misterio Pascual.
156
Sínodo de los obispos, XIII Asamblea GeneralOrdinaria La Nueva Evangelización Para La Transmisión De La Fe Cristiana, Lineamenta.
157
A modo de ejemplo pueden verse: CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, La iniciación cristiana. Reflexiones y orientaciones, LXX ASAMBLEA
PLENARIA DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL, 27 de noviembre de 1998; Conferência Nacional dos Bispos do Brasil, Diretório Nacional de Catequese,
17 de agosto de 2005.
46
233. “La Iniciación cristiana es un don de Dios que recibe la persona humana por la
mediación de la Madre Iglesia. Sólo Dios puede hacer que el hombre renazca en Cristo
por el agua y el Espíritu; sólo Él puede comunicar la vida eterna e injertar al hombre
como un sarmiento, a la Vid verdadera, para que el hombre, unido a Él, realice su
vocación de hijo de Dios en el Hijo Jesucristo, en medio del mundo, como miembro vivo
y activo de la Iglesia”158
234. La originalidad esencial de la Iniciación cristiana consiste en que es Dios tiene la
iniciativa y la primacía en la transformación interior de la persona y en su integración en
la Iglesia, haciéndole partícipe de la muerte y resurrección de Cristo.
235. Se utiliza el verbo “iniciar” en pasiva. El sujeto activo del verbo iniciar es Dios.
Se es iniciado por Dios mismo, que nos hace compartir su vida. “La pedagogía de la
iniciación es un itinerario que trata de reunir las condiciones favorables para ayudar a
las personas a dejarse iniciar por Dios, que se comunica a ellos. La pedagogía de la
iniciación mira, por tanto, siempre a la persona con el deseo activo de hacer posible en
ella una apertura espiritual. Su fruto es la realización en cada persona del acto mismo de
Dios que atrae hacia sí”. 159Subrayamos esta característica específica de la iniciación
cristiana, acogiendo el llamado del Papa Francisco, para quien muy es importante que
“el principio de la primacía de la gracia sea un faro que alumbre permanente nuestras
reflexiones sobre la evangelización”.
236. En la evangelización es claro que “el primado es siempre de Dios”. “En toda la
vida de la Iglesia debe manifestarse siempre que la iniciativa es de Dios”. 160“Dios nos
primerea”: “La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomó la iniciativa,
la ha “primereado” en el amor (cf. 1 Jn 4,10)” 161 Dios nos ama primero o Dios toma la
iniciativa, significa que Dios nos primerea. Y esta acción primera de Dios, es luz para
entender toda la opción cristiana.
237. Lo primero es el amor de Dios, su iniciativa, su voluntad de manifestarse, su plan
de salvación a toda la humanidad. A la base de todo, de la misión de Iglesia y de nuestra
respuesta de fe está el amor de Dios. El amor de Dios es lo previo: es el corazón mismo
del Evangelio.162
238. La Revelación es lo primero. Desde ella se entiende y se explica todo el hecho
cristiano. Y si ella funda todo, de la Revelación, de esta Palabra, “nace” la Iglesia, la
evangelización y la fe.
239. Al pensar en la Revelación como acción gratuita y amorosa de Dios y como
acción de dialogo y de comunicación, no podemos reducir la Palabra al texto bíblico o a
la Escritura, con todo y lo importante que es la Biblia en la Iglesia, en su pastoral y en la
vida cristiana.163
158
Conferencia Episcopal Española, La iniciación cristiana. Orientaciones y reflexiones, 1998, 9.
159
Conferencia de Obispos de Francia, Texto nacional para la orientación de la catequesis en Francia y principios de organización, Editorial CCS, Madrid 2008,
65.
160
EG 12.
161
EG 24.
162
“Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él (1 Jn 4.16). Estas palabras de la primera carta de Juan expresan con claridad
meridiana el corazón de la fe cristiana: la imagen cristiana de Dios y también la consiguiente imagen del ser humano y de su camino. Además, en este mismo
versículo, Juan nos ofrece, por así decir, una formulación sintética de la existencia cristiana: “nosotros hemos conocido el amor el amor que Dios nos tiene y
hemos creído en él”. Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida” (DEC 1)
163
A este respecto hemos de evitar prácticas inadecuadas. Evitar reducir el cristianismo a una religión del libro. La fe nace del encuentro con una persona: la
de Jesús de Nazaret. Se hace necesario evitar el biblicismo, o el aislamiento de la Biblia de los otros factores y fuentes del acto catequístico. Todos los signos
de la Palabra de Dios (Biblia, Tradición, vida de la Iglesia, experiencia humana) deben encontrarse, confrontarse y enriquecerse recíprocamente. Proceso en
el cual la Biblia, fuente principal, da y recibe de los otros. Nada sin la Biblia y nunca la Biblia sin el resto, sin los demás signos de la Palabra de Dios. Encontrar
la Biblia como cristianos. - Leerla como Palabra de Dios. Superar lecturas meramente “humanas” de la Biblia. También lecturas instrumentalizadas y subjetivas.
47
240. Referente de primer orden para comprender la relación entre Revelación y
Palabra es la exhortación apostólica “Verbum Domini” de Benedicto XVI, que trata
sobre la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia. En este texto sobresale
una concepción de Revelación como dialogo y de la vida cristiana como encuentro. De
hecho, la primera parte habla de un Dios que habla e invita a la persona humana a
responder con la fe: “La novedad de la revelación bíblica consiste en que Dios se da a
conocer en el diálogo que desea tener con nosotros.”164
241. “De la Palabra de Dios surge la misión de la Iglesia”165. Pues “su Palabra no sólo
nos concierne como destinatarios de la revelación divina, sino también como sus
anunciadores”.166 Por eso la Iglesia no se guarda para sí la Palabra que ha recibido de
su encuentro con Cristo. Le corresponde la hermosa tarea de anunciar esa Palabra que
ha recibido por gracia.
242. Ello ayuda a entender mejor otra afirmación que es común en la Iglesia: la Iglesia
es a la vez evangelizada y evangelizadora. De este modo se subrayan varias cosas del ser
y del quehacer de la Iglesia: a) Cristo evangelizador y Evangelio; b) Evangelizada en
primer lugar por Cristo, la Iglesia es enviada a evangelizar; c) la Iglesia es
evangelizadora evangelizando a los otros evangelizándose a sí misma: en cuanto
evangelizada por Cristo, no sólo al comienzo de su misión en la época apostólica, sino a
lo largo de toda su historia de evangelización.
243. Decir Iglesia evangelizada y evangelizadora en los términos expuestos hace notar
algo de lo cual cada vez somos más conscientes como evangelizadores: La piedra de
toque de la evangelización es la conversión.
244. Esta expresión tiene dos significados, ambos usados por Pablo VI en “Evangelii
Nuntiandi”. Primero, cuando la Iglesia evangeliza lo hace con la finalidad de llamar y
hacer efectiva la conversión de quien escucha la palabra. Segundo, lo que la Iglesia
anuncia, y cada bautizado en ella, es su propia acogida y conversión a la evangelización
recibida de Cristo.
Con la instrumentalización de la Biblia se le hace decir a la Biblia lo que nosotros queremos que diga. Puede darse bajo diversas modalidades: moralismo,
subsidiariedad dogmática y lectura ideológica. El moralismo es una lectura edificante de la Biblia. En la Biblia se buscan comportamientos a imitar o a evitar.
Todos los personajes de la Biblia no tienen más que una función anecdótica moralizante. La Biblia se ve como un libro de buenos ejemplos. Se le priva así a
la Biblia su comprensión como Palabra de Dios, como Revelación. Por la cual se comprende que la Biblia es antes que nada comunicación de Dios al ser
humano (Kerigma). Y la respuesta, que es consecuencia de ese anuncio, es mucho más que un manual de buenas costumbres o de prácticas morales. Es una
respuesta de fe, de conversión, de seguimiento, de discipulado. Con el moralismo lo que se produce es una malformación del mismo cristianismo: deja de ser
visto como un anuncio de salvación, y se convierte en un buen manual de urbanidad. Sobresale el “tú debes” sobre el “tú eres”, el qué cosas hacer, más que el
porqué. La subsidiariedad dogmática consiste en “usar” la Biblia como prueba de una afirmación doctrinal o dogmática. La Biblia no es la matriz fundamental
de los contenidos, sino que depende y está condicionada por la doctrina. Ella solo le sirve al catequista para “confirmar” una enseñanza doctrinal. Lo que
conduce al riesgo de la yuxtaposición e incluso contraposición entre el dato bíblico y la doctrina, la Tradición y la Escritura. El moralismo y la subsidiariedad
dogmática son los ejemplos típicos de una catequesis bíblica orientada a lo doctrinal y a lo moral. En donde el material bíblico sólo es tomado en consideración
como un instrumento para subrayar las verdades dogmáticas y morales. Expresa la tendencia a utilizar las historias bíblicas con miras a las verdades del
catecismo. Se presentaba la verdad cristiana, según el sistema escolástico y posteriormente se “plastificaba” quizá con un determinado relato de la Sagrada
Escritura. Con este modo de actuar la Escritura queda reducida al papel de explicación e ilustración, es decir, al papel de auxiliar de la catequesis. Pues el
objetivo de la catequesis es penetrar y explicar las fórmulas doctrinales. Otros riesgos del “uso de la Biblia en la catequesis. Existen otros que tienen que ver
con el método y la actitud frente a la misma Biblia. Uno de ellos es la lectura fundamentalista. La cual comprende el texto, así como está escrito. En el lenguaje
común se expresa como “lo dice la Biblia”. No tiene en cuenta la historicidad del texto, ni su proceso de formación. Busca sacar de la Biblia “verdades hechas
y definitivas”. Al igual que el intuicionismo carismático, tiende a reducir la Biblia a un recetario. Olvida que ni la Biblia, ni los padres de la Iglesia, pudieron
responder a problemas morales que no existían en su tiempo. En la Biblia, más que recetas o respuestas a todo, lo que encontramos son criterios universales,
que pueden ser útiles para todos los tiempos, más allá de las mediaciones culturales presentes en ella misma. (Cf Cesare Bissoli, La Bibbia nella catechesi.
Problemi e orientamenti, Elle di Ci, Torino 1978).
164
VD 6.
165
VD 92.
166
VD 91.
48
245. La conversión es la “piedra de toque” de la evangelización, porque resalta la
importancia de la credibilidad del hecho cristiano, de que todo ser humano en búsqueda
de Dios y todo catecúmeno vean, en medio de la imperfección humana y comunitaria,
que seguir a Jesús y ser su discípulo si es posible y real. Por ello, “es importante que toda
modalidad de anuncio tenga presente, ante todo, la intrínseca relación
entre comunicación de la Palabra de Dios y testimonio cristiano. De esto depende la
credibilidad misma del anuncio. Por una parte, se necesita la Palabra que comunique
todo lo que el Señor mismo nos ha dicho. Por otra, es indispensable que, con el
testimonio, se dé credibilidad a esta Palabra, para que no aparezca como una bella
filosofía o utopía, sino más bien como algo que se puede vivir y que hace vivir” (…)
Quienes encuentran testigos creíbles del Evangelio hacen constatar la eficacia de la
Palabra de Dios en quienes la acogen”.167
246. La responsabilidad de la comunidad, es el Testimonio. Quienes están en proceso
de comenzar o de regresar, antes de comprometerse en un caminar, desean tocar eso que
el Evangelio produce. No es suficiente decir las palabras de la fe en nuestra sociedad,
aun las grandes fórmulas de la fe, para que eso tenga un impacto suficiente sobre nuestros
contemporáneos. Las personas quieren darse cuenta de aquello que la fe realiza
concretamente. El cristianismo será creíble ahí donde su decir y las exigencias que él
pone encuentren una verificación que toda persona pueda encontrar. Hay que estar
atentos a lo que nos pide Jesús: “Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen
sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con un dedo quieren moverlas”. (Mt
23,4).
247. La iniciación cristiana no es en un sentido único, donde solo se entrega un
mensaje y se autentifica el camino hecho. Ella fluye en la comunidad y la interroga de
modo profundo y radical sobre cómo acoge, asume y da testimonio del Evangelio. La
comunidad y cada uno de nosotros en ella, estamos llamados también a responder con
nuestra conversión, no sólo los catecúmenos o catequizandos.
248. Esto es lo que se conoce como el ser evangelizadores y evangelizados al mismo
tiempo. Y para lograrlo y ser creíbles, vale como principio para todos lo dicho por el
Papa Benedicto en “Verbum Domini: “solo quien se pone primero a la escucha de la
Palabra, puede convertirse después en su heraldo”. Y esta realidad no sólo aplica a la
Iglesia como comunidad, sino también a cada cristiano en particular.
249. Con los catecúmenos y con quienes están en proceso de iniciación, la Iglesia debe
sentirse llamada a descubrir lo que constituye su fundamento, antes de empezar a hablar
de sí misma. Y ello obedece a que la solicitud fundamental de quienes se están iniciando
es la pregunta por Dios. Ellos, en sus primeros pasos, se encargan de recodar a la Iglesia
que las cuestiones eclesiales no son para ellos las más importantes. Para ellos, la gran
cuestión es Dios. Por eso, su participación en la vida de la Iglesia debe ser acogida desde
esa interpelación: “Háblennos de Dios”.
Teología de la fe
250. Con la reflexión previa sobre la revelación, la que se hizo en la segunda parte
sobre la evangelización, y ahora con esta sobre la fe, nos adentramos en la
fundamentación teológica de la iniciación cristiana y de la catequesis.
167
VD 98.
49
251. Revelación, evangelización y fe, determinan el modo de concebir el ministerio
de la palabra y sus funciones (convocar y llamar a la fe, iniciar y educación permanente).
Este es un principio de primer orden de cara a renovar nuestra práctica y a orientarla más
a la naturaleza de la iniciación cristiana. Porque es la teología la que debe orientar la
práctica y evitar tomar decisiones prácticas que no corresponden ni a la teología de la
revelación, de la evangelización, de la fe, de la conversión, de la iniciación cristiana y
de los sacramentos de iniciación.168
252. Ello muestra la importancia de actuar pastoralmente de acuerdo a la teología de
la fe. Pues si el centro del problema catequético hoy y siempre es servir a la educación
en la fe, “no puede haber pureza de servicio eclesial sin una fe que sea integral en su
expresión. Ni puede haber un servicio eclesial fecundo cuando la fe no es fiel a sí misma,
cuando elige métodos que no respetan su heurística fundamental o cuando se expresa
omitiendo o forzando, del modo que fuese, algunos de sus elementos esenciales”. 169
253. En la Constitución Dei Verbum 170y en el Catecismo de la Iglesia Católica 171se
habla de la fe como don de Dios, acto personal y acto eclesial. Con ello se dice que la fe
“tiene sus confines específicos” en tres realidades: en Dios mismo a quien y en quien se
cree; en el propio acto humano de creer en el sentido de libertad y racionalidad; y en la
Iglesia en la que se recibe, se vive y se celebra la fe.
254. La fe como don de Dios debe ser convenientemente entendida. Se afirma que es
don porque se reconoce que es Dios quien toma la iniciativa, Él es quien sale al encuentro
del ser humano y lo busca. Y de este modo es un don destinado a todos. En caso contrario
estaríamos ante un Dios caprichoso que predestina a unos a la fe y a otros al increencia.
La fe es don no en el sentido de que a unos les es dada y a otros les es negada, sino en el
sentido de la que la fe se funda en la gratuidad de Dios que quiere comunicarse. La fe es
don porque sitúa al ser humano en el ámbito de lo ofrecido, de lo revelado por Dios. La
fe es escucha de una Palabra y encuentro con ella.
255. La fe, es don de Dios y respuesta libre, pero no es un acto aislado. La fe es un
acto eclesial, Así como nadie puede vivir solo, nadie puede creer solo. Tampoco nadie
se ha dado la fe así mismo, necesita de una tradición vida. El creyente recibe la fe de
otro, de la Iglesia, y a su vez, como miembro de la Iglesia, debe transmitirla a otros. Cada
creyente es un eslabón en la gran cadena de creyentes. No se puede creer sino sostenido
por la fe de otros.
256. Al ser la fe cristiana una fe eclesial, se afirma también que la fe nos es dada. De
hecho, nadie se ha dado la fe a sí mismo. El creyente recibe la fe de otro. Recibimos la
fe de la Iglesia. Al ser la Iglesia la primera que cree, la fe de la Iglesia es previa a la fe
de cada uno de los creyentes. Por medio de la Iglesia recibimos la fe y la vida nueva en
Cristo por el bautismo. La fe de la Iglesia precede, engendra, conduce y alimenta la fe
personal.
En cuanto a la relación revelación (palabra) – catequesis., se puede renovar nuestras prácticas catequísticas en la arquidiócesis a la luz de las siguientes
168
reflexiones, Primero, superar la concepción “depositaria” de la revelación. Prevalentemente intelectualista, dominada por el modelo de transmisión magisterial
de la verdad. Que la reduce a un conjunto bien definido de enunciados o a los textos materiales de la Sagrada escritura o a un cuerpo doctrinal bien articulado
y completo. Se cree que basta transmitir materialmente algunas verdades o leer la Biblia o enseñar tal doctrina para que automáticamente se haga presente el
acontecimiento de la Palabra de Dios. Hoy día se propone una visión de revelación más existencial, personal, comunitaria, histórica y cristológica. Categorías
como “encuentro”, en vista de una finalidad totalizante: comunión. Lejos de limitarse a una simple comunicación de verdades, la Palabra de Dios se presenta
como la acción misteriosa de Dios que se comunica a sí mismo como un amigo y revela su proyecto de comunión y de salvación a toda la humanidad. Ello
nos debe llevar a superar toda preocupación obsesiva por la necesidad de decir toda la doctrina.
169
Gerhard Ludwig Muller, Iglesia pobre y para los pobres. Con escritos de Gustavo Gutiérrez y Josef Sayer, San Pablo, Madrid 20014, 134.
170
DV 2-5.
171
CEC 50-175.
50
257. Es la Iglesia la que nos entrega la fe que hemos de creer. La fe el cristiano la
recibe de Dios en la Iglesia. La fe no es un invento de cada uno, porque es propio de la
fe cristiana ser recibida y vivida en la Iglesia. La fe de la Iglesia Madre precede,
engendra, conduce y alimenta nuestra fe. Ella, simultáneamente, acoge la revelación y
la transmite. “La fe nace en la Iglesia, conduce a ella y se vive en ella”. 172
258. La finalidad de todo el proceso de iniciación cristiana es la común profesión de
fe de la Iglesia en el único Dios. La catequesis que acompaña los procesos de iniciación
tiene su origen en la confesión de fe y conduce a la confesión de fe, profesada, celebrada,
anunciada y vivida por toda la Iglesia.
259. Algunos estudiosos, acogiendo el llamado que en su momento hizo el Papa
Benedicto a “intensificar la reflexión sobre la fe para ayudar a todos los creyentes en
Cristo a que su adhesión al Evangelio sea más consciente y vigorosa, sobre todo en un
contexto de profundo cambio como el que la humanidad está viviendo”,173 ofrecen
análisis de los aspectos a superar. Por ejemplo, se atreven a sugerir: “superar una imagen
estática, esencialista, dualista determinista” (…). No se puede seguir concibiendo la fe
de una manera privada, pietista, individualista y estática, como si ella fuera una
superestructura al margen o paralela a la vida y a la acción humana, o como si ella fuese
una mera confesión verbal que nada tuviera que ver con el desarrollo de la historia”. 174
260. Lo dicho hasta aquí sobre la fe no abarca todo el sentido teológico de la misma.
Apenas es una síntesis. Pero a la luz de toda esta riqueza del Magisterio y de la teología
católica sobre la fe, para el contexto actual se suelen subrayar los siguientes elementos
que no deben faltar en la experiencia de fe: a) la centralidad de la experiencia personal y
de encuentro con la persona de Jesús; b) la necesidad del tejido eclesial; c) la actualidad
y la urgencia de la transmisión de la fe; y d) la relevancia social de la fe. Con este último
aspecto, se subraya la dimensión social y alternativa de la fe. Es la dimensión
socialmente comprometida de la fe. Rechazando así todo tipo de fe individualista y
espiritualista, que, a modo de terapia, ofrece cierto tipo de consuelo, pero que ignora el
sufrimiento en el mundo y el llamado a transformar la realidad. Al estar la fe, su
comprensión y su vivencia influenciada por el actual contexto social, hay que estar
atentos al grave peligro de privatizar la fe, quitándole toda relevancia social y su
potencial de transformación de la realidad.175
261. El Papa Francisco en sus documentos sobre la fe y la evangelización, subraya las
dimensiones personal, comunitaria y social, todas ellas a ser acompañadas en la
catequesis de iniciación cristiana, como ha sido descrito a lo largo de este documento.
Sobre las repercusiones comunitarias y sociales del kerigma cristiano afirma:
“El kerygma tiene un contenido ineludiblemente social: en el corazón mismo del
Evangelio está la vida comunitaria y el compromiso con los otros. El contenido del
primer anuncio tiene una inmediata repercusión moral cuyo centro es la caridad”.176
262. Tanto en el momento del primer anuncio, como al momento de la catequesis, le
corresponde mostrar la relación estrecha entre evangelización y promoción humana,
puesto que “La aceptación del primer anuncio, que invita a dejarse amar por Dios y a
172
BENEDICTO XVI AUDIENCIA GENERAL del 31de octubre de 2012, en L´Osservatore Romano, 4 de noviembre de 2012, número 45.
173
PF 4
174
Álvaro Cadavid Duque, Fundamentos teóricos y pastorales de la nueva evangelización, en “Medellín” 151 (julio – septiembre) 2012, 335-355.
175
“Si la fe no ve la llamada a ser contracultural, subestima tanto el escándalo del Evangelio como la corrupción de la cultura” (…) (Cf MICHAEL PAUL
GALLAGHER, Mapas de la fe. Diez grandes creyentes desde Newman hasta Ratzinger, Sal Terrae, Santander 2012, 135).
176
EG 177.
51
amarlo con el amor que Él mismo nos comunica, provoca en la vida de la persona y en
sus acciones una primera y fundamental reacción: desear, buscar y cuidar el bien de los
demás”.177, de modo especial, la preocupación por el desarrollo integral de los más
abandonados de la sociedad, de los pobres y excluidos.178
263. El anuncio y la experiencia cristiana tienen profundas consecuencias sociales.
Pedagógicamente desde el primer anuncio, pero tanto más en la catequesis de iniciación,
debe quedar claro que “la propuesta del Evangelio no es sólo la de una relación personal
con Dios (…) que nuestra respuesta de amor tampoco debería entenderse como una mera
suma de pequeños gestos personales dirigidos a algunos individuos necesitados, lo cual
podría constituir una «caridad a la carta», o una serie de acciones tendentes sólo a
tranquilizar la propia conciencia”.179
264. La fe auténtica fe, no es cómoda ni individualista, “siempre implica un profundo
deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro
paso por la tierra”.180 Todos los cristianos estamos llamados a preocuparnos y
comprometernos por la construcción de un mundo mejor. Y la formación para ello es
tarea irrenunciable de la iniciación a la fe en el momento de la catequesis.
177
EG 178.
178
EG 186.
179
EG 180.
180
EG 182.
181
Juan Carlos Carvajal, El itinerario espiritual en los procesos de iniciación cristiana, en “actualidad catequética (2015), Número 245-246, páginas 87-112.
182
Conferencia Episcopal Española, La iniciación cristiana. Orientaciones y reflexiones, 1998, 88-89.
52
recepción de los sacramentos, introducidos, en el mejor de los casos, por una breve
catequesis doctrinal que venía a preparar de un modo inmediato su celebración.
270. En el periodo posconciliar, todo se fue orientado hacia el itinerario catequético.
La catequesis se convirtió en el eje de la iniciación cristiana. Todo era catequesis y la
recepción de los sacramentos se convirtió en un apéndice, que solo aportaba la
celebración de lo que la habilidad pedagógica de la comunidad cristiana y el esfuerzo de
los catequizandos ya habían alcanzado. El itinerario catequético tomó la forma de un
itinerario escolar y se fue reduciendo el aporte original de las celebraciones litúrgicas y
de los sacramentos en la iniciación cristiana.
271. En este proceso es claro el descuido y abandono del itinerario espiritual, que de
a poco se ha ido recuperando con la revalorización del catecumenado bautismal y el
progresivo descubrimiento del RICA. Esto también ha permitido ir avanzando en la
articulación de las dimensiones catequética y litúrgica.
272. Renovar nuestras prácticas hace necesario no sólo la articulación de las tres
dimensiones, sino además poner en el centro la dimensión espiritual de la iniciación
cristiana. Se trata de que la catequesis y la liturgia, en cuanto acciones de la comunidad
cristiana, se pongan al servicio del proceso espiritual de fe —acción de la gracia y
respuesta libre del hombre—, por el que un creyente se va identificando con Cristo y va
avanzando en su relación filial con Dios.
273. “Así pues, en la iniciación catequesis, liturgia y experiencia cristiana caminan
juntas hacia un mismo objetivo. Conviene cuidar las tres dimensiones correspondientes
e íntimamente correlacionadas: dimensión catequética, dimensión sacramental y
dimensión espiritual; más aún, y dadas las circunstancias actuales desde el punto de vista
socio-cultural y religioso, podemos decir que las dos primeras, más allá de todo
automatismo, están al servicio de la dimensión espiritual, donde se fundamenta el
proceso de conversión, el encuentro y la adhesión a Jesucristo”183
274. Al ser la iniciación cristiana don de Dios y al ser Dios quien inicia, es claro que
la Iglesia en su labor de mediación comunitaria y pedagógica, “colabora como
instrumento de la gracia que actúa incesantemente más allá de toda posible
supervisión”.184
275. La Iglesia nunca va por delante de la acción misteriosa, pero real, del Espíritu
que mueve la libertad del que se inicia para acoger en su vida el misterio de Cristo. Ella
siempre secunda la acción del Maestro interior, para lo cual discierne el momento
espiritual en el que se encuentra el discípulo de Jesús y le anuncia la palabra y le ofrece
los ritos litúrgicos para que esa acción se haga eficaz y entregue lo que Dios quiere darle
y el propio creyente anhela.
276. Todo ello pide pasar de una concepción voluntarista de la iniciación cristiana en
cuyo centro está la acción de la Iglesia –cuando no la misma actividad de los que se
inician–, a una concepción «graciosa» de la misma, donde el Espíritu, Maestro interior,
sea reconocido como el agente principal. Desde esta perspectiva la comunidad cristiana
debería considerar como centro de su actividad el discernimiento y servicio a la acción
del Espíritu. Y para los que se inician el centro sería el reconocimiento y la acogida libre
de la gracia de Dios que les injerta e identifica con Cristo.
183
Conferencia Episcopal Española, La iniciación cristiana. Orientaciones y reflexiones, 1998, 8.
184
EG 112.
53
277. La iniciación cristiana expresa la gratuidad de la fe. Afirmar que, para ser
cristiana, la persona debe ser iniciada, introducida en la fe, equivale a decir que la fe no
pertenece a la naturaleza humana como exigencia, que no es un ámbito al que se acceda
automáticamente por el solo hecho de nacer. Es más bien el resultado de una historia, de
un encuentro.
185
DGC 57.
186
AG 11-12.
187
AG 13.
188
AG 14.
189
AG 15-18.
190
AG 13.
54
abstracto y desencarnado, se revela concretamente por medio de una entrada visible, en
una comunidad de fieles”191
283. Ad gentes dirá que esta conversión, respuesta al primer anuncio es “ciertamente
inicial”, pero suficiente para acoger el llamado “a iniciar una comunicación personal
consigo mismo en Cristo”. 192En el catecumenado, este “nuevo convertido emprende un
camino espiritual por el que, participando ya por la fe del misterio de la Muerte y de la
Resurrección, pasa del hombre viejo al nuevo hombre perfecto según Cristo”. El
catecumenado “no es una mera exposición de dogmas y preceptos, sino una formación
y noviciado convenientemente prolongado de la vida cristiana, en que los discípulos se
unen con Cristo su Maestro”. Es una verdadera y auténtica experiencia de iniciación:
“Iníciense, pues, los catecúmenos convenientemente en el misterio de la salvación, en el
ejercicio de las costumbres evangélicas y en los ritos sagrados que han de celebrarse en
los tiempos sucesivos, introdúzcanse en la vida de fe, de la liturgia y de la caridad del
Pueblo de Dios. Libres luego de los Sacramentos de la iniciación cristiana del poder de
las tinieblas, muertos, sepultados y resucitados con Cristo, reciben el Espíritu de hijos
de adopción y asisten con todo el Pueblo de Dios al memorial de la muerte y de la
resurrección del Señor”.193
284. En esta perspectiva gradual de la evangelización y de la relación anuncio-
conversión, el Directorio general para la catequesis, afirma que lo propio de la catequesis
de iniciación, es estructurar la conversión a Jesucristo, dando una fundamentación a la
primera adhesión propia y característica del primer anuncio, como fue dicho.
285. “El primer anuncio tienen la función de anunciar el Evangelio y llamar a la
conversión. La catequesis, promueve y hace madurar esta conversión inicial, educando
en la fe al convertido e incorporándolo a la comunidad cristiana.194
286. Por conversión primera o inicial o de base se entiende la “opción fundamental”
de adherirse a Cristo y caminar en su seguimiento, que lleva también consigo el deseo
de conocerle más profundamente y de identificarse con Él.
287. La catequesis de iniciación acoge esta primera y fundamental motivación, la
acompaña en su estructuración y maduración, con el fin de, y he aquí la finalidad de la
catequesis, “propiciar una viva, explícita y operante profesión de fe” 195
288. La fe viva y operante es la meta final de la catequesis, no es su comienzo. El
comienzo es la conversión inicial. Esto pide entre nosotros un cambio en nuestras
prácticas catequísticas: pues la catequesis no es una acción de educación permanente en
la fe, ni tiene como propósito alimentar la fe de quienes ya creen de modo maduro. Es
decir, no es una acción educativa para acompañar a los fieles ya maduros. La catequesis
acompaña a los “recién convertidos”. Desde la pedagogía de la iniciación, su tarea es
191
EN 23. Sobre la unidad anuncio y conversión “Evangelii Nuntiandi” es muy claro al hablar de la conversión como finalidad de la evangelización.
Recordemos algunas frases suyas: a) Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y con su influjo,
transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad”; b) Cuando la Iglesia evangeliza “trata de convertir al mismo tiempo la conciencia personal y
colectiva de la persona humana, la actividad en la que ellos están comprometidos, su vida y ambiente concretos” (EN 19); c) Al anunciar la Palabra la Iglesia
busca “alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento,
las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que están en contraste con la Palabra de Dios y con el designio de salvación” (EN 19); d) “Lo
que importa es evangelizar – no de una manera decorativa, como un barniz superficial, sino de manera vital, en profundidad hasta sus mismas raíces – la
cultura y las culturas del ser humano” (EN 20).
192
AG 13.
193
AG 14.
194
DGC 61.
195
DGC 66.
55
ayudar a dar los primeros pasos en la fe y en la vida eclesial, con el fin de que se quiera
seguir creciendo en la misma de modo continuo y permanente.
289. Lo propio de la catequesis de iniciación es poner los cimentos del edificio de la
fe. Su tarea es estructurar y fundamentar la conversión inicial o de base. Lo propio de la
catequesis es acompañar a aquellos que están en camino de querer o de llegar a ser
cristianos, no a los que ya lo son.
290. Ello pide que en la arquidiócesis comprendamos la catequesis desde Ad gentes.
Y desde Ad gentes, la catequesis ha de inspirase en el catecumenado antiguo y en sus
elementos configuradores, algunos ya subrayados en este documento: a) el
catecumenado recuerda a toda la Iglesia y a todos en la Iglesia la importancia
fundamental de la iniciación cristiana; b) la responsabilidad de toda la comunidad
cristiana en la iniciación y el catecumenado; c) la centralidad y esencialidad en la
iniciación cristiana del misterio pascual de Cristo; d) la gradualidad e integralidad del
proceso de formación; e) la articulación liturgia y catequesis. 196
291. Esta forma de entender la catequesis va a pedir que en la catequesis se actúe
pedagógicamente desde el respeto a la especificidad del catecumenado: estar al servicio
de los recién llegados a la fe, de aquellos que se encuentran en el punto de partida,
empiezan. El catecumenado nos pone frente a la situación “del nacer la fe”. Y esto aplica
tanto para aquellos no bautizados, como para los ya bautizados, ya sean adultos o niños.
Pues hablar de catecumenado y de catequesis de inspiración catecumenal, es designar un
proceso concreto. Es responder con realismo a una demanda efectiva: la de personas que
quieren convertirse en cristianos y buscan los medios adecuados para conseguirlo. Y la
de una comunidad que ofrece el ámbito vital y los medios para lograrlo y permanecer
como cristianos.
292. Hemos de entender la iniciación cristiana, en su modalidad de catecumenado y
en su modalidad de inspiración catecumenal, como el lugar de encuentro y de avance
común de personas que entran en el espacio del Evangelio y de la Iglesia y de personas
que, ya cristianas, acogen y acompañan a los recién llegados para ayudarles a
identificarse como discípulos y testigos de Jesús. Y de nuevo, esto aplica tanto para
niños y adolescentes, como para jóvenes y adultos. Detrás de esta opción se encuentra
de nuevo el hecho de que “cristiano no se nace, sino que se hace”.
293. Pedagógicamente, a quienes participan se les debe respetar su condición de
“recién convertidos” o de “recién llegados a la fe” (no son fieles maduros). Hay que
respetar la gracia de esos principiantes sin diluirla demasiado aprisa en el fondo común
eclesial. La originalidad del catecumenado se entiende desde las personas. Se encuentran
en un punto de partida. Están empezando (o recomenzando). Los medios ordinarios de
las parroquias, de las comunidades o de los movimientos no están pensados ni adaptados
a este tipo de situación. No es el momento de la profundización o de la educación
permanente. El método catecumenal corresponde a la situación de comienzo. Hay que
actuar progresivamente, bajo pena de no dejar asimilar el Evangelio, lo que supone
diferir ciertos conocimientos y ciertas experiencias.
294. Con ello hemos de superar la práctica de querer “enseñarlo y darlo todo” y la
práctica “del todo o nada”. Obrar así no respeta a naturaleza del catecumenado cristiano,
porque además de olvidar que la catequesis va a lo esencial, a lo nuclear, a lo básico, se
196
DGC 91.
56
parte del presupuesto que hay que enseñar todo, aprovechar el momento porque no van
a regresar. Es decir, nuestra misma pedagogía nos traiciona: le decimos a quienes acuden
que lo que ofrecemos es para permanecer, pero desde el principio les estamos diciendo
que no tienen que hacerlo, porque ya lo recibieron todo y para siempre.
295. Con este modo de pensar y de actuar, caemos en un riesgo señalado por el Papa
Francisco: “A menudo nos comportamos como controladores de la gracia y no como
facilitadores”.197
197
EG 47.
198
CIC 1212.
199
Para evitar una práctica “sacramentalizadora” y poco “evangelizadora” ha de comprenderse de modo adecuado lo que en teología pastoral se llama “criterio
teándrico” de acción pastoral. Por el cual se afirma que “en la acción pastoral se mezclan la acción divina y la humana análogamente a como la naturaleza humana
y la divina se han unido en Cristo en una unión personal. Quiere decir esto que ambas acciones han de ser respetadas en cuanto tales y que de ambas surgen
exigencias concretas para la vida pastoral”. El poner el acento de modo unilateral en uno de los dos, en la acción divina o en la acción humana, “ha dado origen a
desviaciones pastorales de dos signos: La acentuación de la acción divina en la vida de la Iglesia ha dado origen al quietismo pastoral caracterizado por la ausencia
del trabajo pastoral y de su responsabilidad humana (…) una acción que confía sencillamente en la acción divina sin que se deje espacio para la parte humana y
para que se asuma y se realice responsablemente. La acentuación de la parte humana ha llevado a un naturalismo pastoral que, prescindiendo de la autoría de Dios
en la historia de la salvación y en cada salvación personal, ha comprendido la acción eclesial y la institución como producto de los intereses humanos”. Con la
acentuación en la primera se deja de lado la educación que por medio de la Iglesia ha de ofrecerse a todos, y se parte del principio que hay que aprovechar el
momento, así no existan “las garantías” de educación para que el don de Dios crezca y madure en la persona. Como consecuencia de ello o no se educa, o la
educación es mediocre y a la carrera. Con la segunda se olvida que la acción eclesial es el lugar de la colaboración humana responsable a los planes de Dios. Se
olvida que la pedagogía de la catequesis y toda la pedagogía de la fe se inspira en la pedagogía de Dios. (Cfr Julio A. ramos, Teología pastoral, BAC, Madrid
1995, 102-104).
57
sacramental se puede también decir: “cristiano no se nace, sino que somos hechos”:
somos hechos cristianos por la acción de Cristo en los sacramentos.
300. Es necesario, por tanto, renovar la iniciación cristiana en perspectiva de un viaje
que no termina en la preparación para la celebración de los sacramentos, que es también
esencial, pero que tiene como objetivo la maduración de una mentalidad de fe. Debe
considerarse visión inadecuada de la iniciación cristiana que
a menudo, la mentalidad y la práctica, ha reducido a la preparación de los sacramentos
que toman su nombre: cursos pre-bautismales, primera comunión y curso de preparación
a la confirmación. Pues la iniciación cristiana, afirma un documento orientador del
episcopado italiano, es en realidad toda una experiencia educativa, que abarca cuatro
aspectos y momentos interdependientes y estrechamente vinculados:
a) El primer anuncio de Cristo, muerto y resucitado, la fe como la adhesión a él y su
mensaje de salvación en su totalidad;
b) La catequesis propiamente dicha, para el estudio adicional en
forma orgánica del mensaje en vista de la conversión, es decir
el cambio gradual de mentalidad y estilo de vida;
c) La experiencia de litúrgico-sacramental, para educar en la oración y darse cuenta de
la plena inserción en el misterio pascual de Cristo y la vida
de la Iglesia; d) El compromiso de testimonio y de servicio, para una participación
corresponsable de la vida de la comunidad eclesial y la misión. 200
200
CONFERENZA EPISCOPALE ITALIANA, INCONTRIAMO GESÙ. Orientamenti per l’annuncio e la catechesi in Italia, 2014.
201
DGC 66.
202
DIONISIO BOROBIO, La iniciación cristiana. Bautismo. Educación familiar. Primera eucaristía. Catecumenado. Confirmación. Comunidad cristiana,
Ediciones Sígueme, Salamanca 1996,9.
58
decir la plena inserción en la Iglesia, se logra cuando el iniciado participa de modo
maduro en la mesa eucarística. En esta perspectiva, bautismo y confirmación tienen que
ser comprendidos como sacramentos que inician e introducen a la eucaristía: somos
bautizados y conformados en orden a la eucaristía.
304. La tercera conversión es revisar nuestra postura que liga algunos sacramentos a
edades determinadas: bautismo para los recién nacidos, la eucaristía para los niños y la
confirmación para los adolescentes y jóvenes. Sin desconocer la importancia de la
catequesis según las edades, la participación en los sacramentos obedece más a procesos
de conversión y de crecimiento en la fe, que a una edad determinada. Es un asunto
teológico de grandes consecuencias pastorales: Los sacramentos tienen que ver,
efectivamente, con una transición, pero esta es la de la conversión a una nueva manera
de vivir en virtud de un ahondamiento en la fe. Por su naturaleza intrínseca, sin embargo,
ninguno de los sacramentos corresponde a una etapa concreta de la existencia humana.
203
Sínodo de los obispos, XIII Asamblea General Ordinaria La Nueva Evangelización Para La Transmisión De La Fe Cristiana, Lineamenta.
59
toda su vida al amor de Dios. En segundo lugar, recordemos el ámbito de las personas
bautizadas que no viven las exigencias del bautismo, no tienen pertenecía cordial con la
Iglesia y ya no experimentan el consuelo de la fe. Finalmente, remarquemos que la
evangelización está esencialmente conectada con la proclamación del Evangelio a
quienes no conocen a Jesucristo o siempre lo han rechazado”. 204
309. Para cada uno, en esta diversidad de situaciones, “la perspectiva en la que debe
situarse el camino pastoral es el de la santidad”.205 “Es un compromiso que no afecta
sólo a algunos cristianos: « Todos los cristianos, de cualquier clase o condición, están
llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección del amor ». 206
310. “Poner la programación pastoral bajo el signo de la santidad es una opción llena
de consecuencias. Significa expresar la convicción de que, si el Bautismo es una
verdadera entrada en la santidad de Dios por medio de la inserción en Cristo y la
inhabitación de su Espíritu, sería un contrasentido contentarse con una vida mediocre,
vivida según una ética minimalista y una religiosidad superficial. Preguntar a un
catecúmeno, «¿quieres recibir el Bautismo?», significa al mismo tiempo preguntarle,
«¿quieres ser santo?» Significa ponerle en el camino del Sermón de la Montaña: «Sed
perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial» (Mt 5,48)”.207
311. La renovación de la iniciación cristiana, fue dicho antes, pasa por recuperar la
relación bautismo – conversión, que va de la mano de entender la evangelización como
un proceso al servicio de la conversión permanente. Renovación que pide también ser
conscientes y asumir presencia entre nosotros en la arquidiócesis de “grupos enteros de
bautizados han perdido el sentido vivo de la fe o incluso no se reconocen ya como
miembros de la Iglesia, llevando una existencia alejada de Cristo y de su Evangelio”.208
También como la presencia de personas que no conocen a Cristo y que pueden estar en
situación de desinterés o de búsqueda.
204
EG 14
205
NMI 30
206
MNI 31.
207
NMI 31.
208
DGC 58, c.
209
DGC 59
210
DGC 59.
60
catecumenado de adultos no bautizados” y a la catequesis de adultos de inspiración
catecumenal”. Con ello se responde a las situaciones de los siguientes adultos: a) adultos
no bautizados, que necesitan, en sentido propio, un verdadero catecumenado; b) adultos
bautizados que no recibieron una catequesis adecuada; o que no han culminado
realmente la iniciación cristiana; o que se han alejado de la fe, hasta el punto de que han
de ser considerados «cuasicatemúmenos”.211
314. Estas dos situaciones y estos dos procesos son los que responden a la naturaleza
específica de la catequesis al servicio de la iniciación cristiana y su tarea de estructurar
la fe en proceso de nacimiento. La otra, “la de adultos creyentes, que viven con
coherencia su opción de fe y desean sinceramente profundizar en ella”, es acompañada
por acciones de educación permanente en la fe.
315. Estas opciones deben estar guiadas por los siguientes criterios:
– la atención a estas personas en cuanto adultos, como hombres y como mujeres, teniendo en
cuenta por tanto sus problemas y experiencias, sus capacidades espirituales y culturales, con
pleno respeto a las diferencias;
– la atención a la condición laical de los adultos, que por el Bautismo tienen la misión de «buscar
el Reino de Dios ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según Dios», y
asimismo que están llamados a la santidad;
– la atención por despertar el interés de la comunidad, para que sea lugar de acogida y ayuda de
los adultos;
318. Hemos de hacer del catecumenado de adultos no sólo una práctica más
comunitaria y visible en la arquidiócesis, sino además reconocer y valorar su significado
211
DGC 172.
212
DGC 174.
61
paradigmático, “porque en el proceso de hacerse cristiano se realiza en una situación en
la que ser cristiano ya no es algo socialmente obvio” 213
213
Conferencia episcopal alemana, la catequesis en un tiempo de cambio, 2004.
62