Audiencia de Legalizacion de Captura

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AUDIENCIA DE LEGALIZACION DE LA CAPTURA - Audiencia de

legalizació n de captura: cuando el Fiscal previamente ha ordenado la


libertad del aprehendido

PONENTE(S) : DR. ALFREDO GOMEZ QUINTERO

Auto Definició n de
Competencia FECHA : 01/10/2009
DECISION : Se abstiene de resolver definició n de
competencias
DELITOS : Concierto para delinquir
PROCESO : 32634

La audiencia preliminar en la que se controla la legalidad de la captura no


escapa al poder de ordenamiento que ostenta el juez con funciones de
control de legalidad, con arreglo al marco precitado. Por el contrario, por
tener la naturaleza de juez constitucional de control de garantías al ser
creado por virtud del Acto Legislativo 003 de 2002, su misió n no se agota
con la mera constatació n de los requisitos formales que posibilitan la
privació n de la libertad de una persona, sino que tambié n es de su resorte,
sobre todo, verificar si en la aprehensió n las garantías fundamentales de
esa persona fueron respetadas.

Para resaltar la trascendencia de la tarea encomendada al juez de control


de garantías, en sentencia C- 1092 de 2003, la Corte Constitucional señ aló
lo siguiente:

"En esta circunstancias, el Constituyente, retomando la experiencia de la


estructura básica del proceso penal en el derecho penal comparado,
previó que la Fiscalía, en aquellos casos en que ejerce facultades
restrictivas de derechos fundamentales, esté sometida al control judicial o
control de garantías - según la denominación de la propia norma -, decisión
que denota el lugar preferente que ocupan los derechos fundamentales en
el Estado constitucional de derecho.

"En este contexto, la institución del juez de control de garantías en la


estructura del proceso penal es muy importante, como quiera que a su cargo
está examinar si las facultades judiciales ejercidas por la Fiscalía se adecuan
o no a sus fundamentos constitucionales y, en particular, si su despliegue ha
respetado o no los derechos fundamentales de los ciudadanos. En ejercicio
de esta competencia, los efectos de la decisión que adopte el juez están
determinados como a continuación se explica.
"Si encuentra que la Fiscalía ha vulnerado los derechos fundamentales y las
garantías constitucionales, el juez a cargo del control no legitima la
actuación de aquella y, lo que es más importante, los elementos de prueba
recaudados se reputan inexistentes y no podrán ser luego admitidos como
prueba, ni mucho menos valorados como tal. En consecuencia, no se podrá, a
partir de esa actuación, llevar a cabo la promoción de una investigación
penal, como tampoco podrá ser llevada ante el juez de conocimiento para
efectos de la promoción de un juzgamiento; efectos éstos armónicos con la
previsión del artículo 29 superior, conforme al cual es nula de pleno derecho
toda prueba obtenida con violación del debido proceso.

"Por el contrario, si el juez de control de garantías advierte que la Fiscalía,


en ejercicio de esas facultades, no ha desconocido los límites superiores de su
actuación, convalida esa gestión y el ente investigador podrá entonces
continuar con su labor investigativa, formular una imputación, plantear una
acusación y pretender la condena del procesado. Es cierto que en este
supuesto la facultad del juez de control de garantías no implica un
pronunciamiento sobre las implicaciones que los elementos de prueba
recaudados tengan sobre la responsabilidad del investigado ya que ésta será
una tarea que se adelanta en el debate público y oral de la etapa de
juzgamiento.

(…)

"Así, de acuerdo con las previsiones de1 artículo 250 constitucional,


corresponde al juez de garantías ejercer un control previo y con ocasión de él
autorizar o no las solicitudes que eleve el fiscal para que se adopten medidas
que aseguren la comparecencia de los imputados al proceso penal, la
conservación de la prueba y la protección de la comunidad, en especial, de
las víctimas. Así mismo, corresponde al juez ejercer el control sobre la
aplicación del principio de oportunidad.

"De otra parte, el juez de garantías ejerce un control posterior que deberá
realizarse a más tardar dentro de las 36 horas siguientes a la diligencia en el
caso de: i) las capturas que realice de manera excepcional la Fiscalía
General de la Nación, de acuerdo con los límites y la reglamentación que
establezca la ley y, ii) las diligencias de registro, allanamiento, incautaciones
e interceptación de comunicaciones. (Artículo 250 numerales 1 y 2)

"En los anteriores términos se describió en la reforma la "institución


jurídica" de los jueces de control de garantías, a quienes se concibió desde el
inicio del trámite legislativo como un mecanismo para compensar o
encontrar un equilibrio entre la eficacia de la justicia representada en el
amplio poder instructivo que a través de la reforma se asigna a la Fiscalía
General de la Nación y la protección de las garantías fundamentales
susceptibles de ser
afectadas como consecuencia del ejercicio de dicha facultad, como mandato
constitucional ineludible.

"Así mismo, de las razones expuestas en los informes de ponencia respecto


de la norma, se observa que el control a cargo de los jueces se configuró de
manera amplia e integral y tendría por objeto el examen de las razones que
motivaron el adelantamiento de la diligencia, su pertinencia y, en especial, la
verificación sobre el respeto de los derechos fundamentales.

"Se advierte entonces que con el nuevo sistema procesal penal, se


configuraron nuevos roles para los sujetos que intervienen en el proceso y
surgieron los denominados jueces de control de garantías como institución
jurídica que, una vez aprobada, terminaría por complementar la tarea del
Ministerio Público en lo que toca con la salvaguarda de las garantías
susceptibles de ser afectadas en la etapa de investigación.

"Del recuento hecho en el numeral cuarto de las consideraciones de la


presente providencia sobre el trámite legislativo de la norma examinada, se
observa que en torno del papel de los denominados jueces de garantías la
discusión se concentró en establecer si la mención que a ellos se hacía
implicaba la creación de nuevos cargos o si bastaba con el señalamiento de
la función en cabeza de los jueces ordinarios de la jurisdicción penal. Así
mismo, en relación con este numeral fue materia de debate el momento a
partir del cual debería contabilizarse el término de 36 horas que se
estableció como plazo para que inicie la tarea de control posterior del juez
de garantías respecto de las diligencias de registro, allanamiento,
incautaciones e interceptación de comunicaciones a cargo de la Fiscalía
General de la Nación.

"Así, pues, es claro que la norma acusada no suscitó discusión alguna en


cuanto al contenido de la función de control posterior que ejercen los jueces
respecto de las diligencias referidas y, en lo que atañe a esa materia,
conservó durante todo el trámite las mismas características. En efecto, sobre
el particular se observa que las ponencias se ocuparon de sumar razones que
justificaran la existencia de la norma propuesta y destacaron la necesidad de
que el control fuera lo suficientemente amplio en aras de acrecentar su
efectividad y así procurar el equilibrio aludido entre las funciones de la
Fiscalía General de la Nación y el respeto por los derechos fundamentales.
Ese ánimo garantista quedó reflejado, además, en la decisión de mantener
las funciones del Ministerio Público en la etapa de investigación en el nuevo
modelo procesal penal adoptado mediante la reforma.

“En estas condiciones, se advierte que a lo largo del trámite legislativo se


había configurado una definición del contenido del control o de la función a
cargo del juez de garantías que no había sido objeto de precisión alguna en
el texto constitucional pues, de acuerdo con lo expresado en las ponencias, se
le asignaba a aquel una función amplia para la salvaguarda de las garantías
constitucionales comprometidas en el ejercicio ordinario de las funciones
asignadas a la Fiscalía.
“Del mismo modo se observa que se definió un esquema procesal en el que el
fiscal, el juez de garantías y el de conocimiento cumplen distintas tareas en
relación con la prueba; el primero, responsable de allegar los elementos
materiales para su constitución, el segundo, de su regularidad y, el tercero,
de su valoración.”

De tal manera la funció n del juez de control de garantías cuando examina


la legalidad de la captura no se contrae apenas, se reitera, a la constatació n
del cumplimiento de los requisitos para llevarla a cabo, sino que, ademá s y
de modo especial y preponderante, tambié n se dirige a verificar si en el acto
y hasta cuando la persona fue llevada a su presencia, se le respetó su
dignidad humana, si no fue sometida a tratos crueles, inhumanos o
degradantes o a tortura y si fue informada de manera inmediata de sus
derechos como capturada (artículo 303).

Para el cumplimiento de esa misió n, ademá s del examen de los


documentos pertinentes que en el curso de la audiencia preliminar le
presenta el fiscal relacionados con la forma en que se produjo la captura, el
juez de control de garantías, puede –y debe si así se lo enseñ a cualquier
clase de evidencia que perciba en ese momento-, acudiendo a los criterios
moduladores de la actuació n procesal señ alados en el artículo 27 de la Ley
906, en especial los de necesidad, legalidad y correcció n en el
comportamiento, emitir las ó rdenes que estime pertinentes y prudentes en
orden al esclarecimiento de cualquier circunstancia que en ese momento
se le aparezca como indicativa de anomalía o quebranto de garantías.

Con esa finalidad tiene la facultad de emitir las ó rdenes que estime
necesarias, como lo señ ala el artículo 161-3 ibídem, mientras que las partes
e intervinientes tienen el correlativo deber de obedecerlas, como se
desprende del que señ ala el artículo 140-2, cuando preceptú a que deben
evitar planteamientos y maniobras dilatorias, inconducentes, impertinentes
o superfluas.

En ese sentido, má xime cuando se trata de despejar si a un capturado se le


vulneraron de cualquier manera sus garantías fundamentales, no es
susceptible de discusió n alguna por parte de las partes e intervinientes la
orden emitida por el juez de control de garantías.

Quien no cumpla la orden proferida por el juez destinada a obtener


elementos de verificació n de las condiciones en las cuales se produjo la
captura de un indiciado, puede quedar en ciernes de ser objeto de un
correctivo disciplinario, a tono con lo señ alado en el artículo 143, en cuanto,
como se ha visto, el juez tiene el deber de evitar cualquier maniobra dilatoria
o impertinente y las partes e intervinientes el de acatar esos dictados,
particularmente cuando busca que se le entregue al servidor judicial
correspondiente “los objetos y documentos necesarios para la actuació n y
los que les fueren requeridos”, como lo establece el artículo 140-9 de la Ley
906.

[…]

La jueza DR decidió , en el evento bajo examen, escuchar a los policías


captores para dilucidar lo concerniente a las lesiones que presentaba uno
de los indiciados y para obtener la comparecencia de los uniformados ordenó
al fiscal Reyes Herrera que los citara.

Enfrentó de ese modo una situació n que no estaba señ alada ni prevista al
momento en que a la funcionaria se le solicitó audiencia preliminar y que
le demandaba, como directora y ordenadora de la actividad judicial, acció n
á gil y respuesta oportuna en tanto se trataba de la garantía de derechos
fundamentales.

De manera que al emitir la orden al fiscal Reyes –quien, entre otras cosas,
tenía en su poder los datos de localizació n de los policías-, la jueza hizo uso
de los instrumentos que el ordenamiento jurídico establece, por lo que a
aqué l só lo le competía cumplirla de inmediato, como así lo dispone el
artículo 161.3 del Có digo de Procedimiento Penal, y porque ademá s, ella
tenía y tiene la facultad de decretar pruebas de oficio cuando estime que es
del caso para garantizar la eficacia de los derechos que son objeto de control.

[…]

Pero, de otra parte, la oposició n del fiscal Reyes a la orden de la jueza


estaba desenfocada, pues mientras argü ía que no era de su interé s que se
escuchara a los captores porque contaba con los elementos probatorios
necesarios que acreditaban la legalidad de la captura, lo que la jueza quería
aclarar no era si la captura se produjo en situació n de flagrancia, si se
suscribió el acta de derechos y de buen trato y si los policiales rindieron el
informe del caso, sino averiguar si otras garantías fundamentales, en
especial las que tiene que ver con el respecto a la dignidad humana, a la
prohibició n de maltratos o de tortura, fueron respetadas en los eventos
aparejados con la aprehensió n de los capturados.
PONENTE(S) : DR.SIGIFREDO ESPINOSA PÉ REZ

Sentencia Segunda Instancia


FECHA : 18/03/2009
DECISION : Confirma sentencia absolutoria
DELITOS : Privació n ilegal de la libertad
PROCESO 30813
SISTEMA PENAL ACUSATORIO-Audiencia de legalizació n de captura:
Té rmino

No só lo desde la ó ptica de la labor pedagó gica que le compete a la Corte


Suprema de Justicia como orientadora y unificadora de la jurisprudencia,
sino tambié n porque tiene íntima relació n con el tema materia del
incidente que hoy se decide, dado el eventual reclamo que al interior de la
actuació n pudiera elevarse respecto de la validez de la audiencia llevada a
cabo ante el juez de garantías de Puerto Berrío (Ant), por -ademá s de ser
un lugar distinto al de aquel donde se legalizó la captura- haberse
efectuado en una audiencia separada y en día diferente, estima la Sala
necesario y aconsejable emitir su parecer respecto de un tema que no fue
abordado por el legislador de 2004 al expedir la Ley 906 no empece la
trascendencia que en efecto tiene respecto de la eventual afectació n de una
garantía fundamental tan cara al individuo como lo es la libertad personal.

Y ademá s de tales razones, claro es para la Corte que estas orientaciones


constituyen incuestionable directriz para todos los jueces y magistrados del
país en sus distintas especialidades, en la medida en que todos ellos está n
comprometidos funcionalmente con el trá mite y decisió n de la acció n
pú blica de habeas corpus, dentro de la cual tiene cabida como opció n de
procedencia la prolongació n ilícita de la privació n de libertad. Igual pré dica
-indudablemente- es factible respecto de los jueces de garantías, si en
cuenta se tiene que será n é stos los primeros a revisar una tal situació n
como la planteada.

2.Del mismo modo considera la Corte que la racionalizació n de los té rminos


respecto de actuaciones tan sensibles permite a las partes y a los
intervinientes contar con la seguridad de que en un plazo preciso y
perentorio -dada la garantía fundamental que está en juego- se adelantará n
las actuaciones y se tomará n las decisiones que permitan no só lo delinear
el rumbo de la defensa (al conocer prontamente la imputació n) sino la
seguridad respecto de la afectació n de la libertad, bien para que se ordene
é sta, ora para que se afecte con una medida de aseguramiento, y en este
caso para expresar la inconformidad a travé s del ejercicio de los recursos.

La concreció n que hará la Corte de su teoría no resulta extrañ a al campo de


aplicació n y desarrollo de la nueva normatividad, como que en no pocas
ocasiones ante las inconsistencias legislativas ha sido la jurisprudencia la
que ha debido sortear y solucionar la problemá tica.
[…]

Por otra parte, debe destacarse que tampoco la Ley 906/04 previó plazos
para que, una vez legalizada la captura dentro del señ alado legalmente,
pueda el fiscal formular imputació n, así como que una vez materializado
este acto de vinculació n pueda igualmente disponer de un té rmino para
solicitar la medida de aseguramiento, tema que por no hallarse reglado
normativamente permite a la Corte estructurar una tesis a travé s de la cual
se proteja la libertad individual.

Ha de recordarse có mo pacíficamente en có digos anteriores se preveía que


puesta una persona capturada a disposició n del funcionario judicial y una
vez legalizada la aprehensió n, el servidor disponía hasta de tres días para
vincularlo con indagatoria, a cuya finalizació n le era factible resolver la
situació n jurídica a má s tardar dentro de los cinco días siguientes. Esa
tradició n se mantuvo hasta la misma Ley 600/00 tal como lo precisan sus
artículos 340 y 354.

[…]

Pero, de cara a la Ley 906/04, frente al no señ alamiento de té rmino para


imputar ni para auscultar la bondad o no de una medida de aseguramiento,
có mo predicar una violació n a la garantía de la libertad para poder
protegerla a travé s de la aplicació n de aquella especie del habeas corpus?
La misió n, frente a tal situació n pareciera poco menos que imposible.

Ahora bien: ¿qué muestra la prá ctica hoy en día en estas materias al interior
del nuevo sistema de enjuiciamiento criminal? Lo usual es que se lleve a
cabo la ya tradicional audiencia concentrada, esto es, la legalizació n de
captura, seguida de la formulació n de imputació n y de la solicitud e
imposició n de medida de aseguramiento. Pero, no obstante que la praxis
judicial así lo muestre, no existe fundamento normativo que de esa forma lo
imponga, aunque en todo caso no sea repudiable tal proceder en cuanto
permite ademá s de la economía procesal y celeridad de la actuació n un
inmediato conocimiento de los cargos y una pronta definició n del estado en
que a partir de la misma audiencia permanecerá el individuo a quien se
vincula a la actuació n.

Se advertía que no encuentra respaldo legal expreso la mencionada


costumbre, ni siquiera en el artículo 157 cuando prevé que "las
actuaciones que se desarrollen ante los jueces que cumplan la funció n de
control de garantías será n concentradas", en la medida en que este
dispositivo no marca té rminos ni plazos sino continuidad respecto o al
interior de cada audiencia pero no en relació n con la sucesió n de varias de
ellas. Mírese có mo las tres actuaciones a las que se ha venido haciendo
referencia encuentran autonomía en lo que atañ e a su propó sito, a su
desarrollo, a su temá tica y
a su oportunidad procesal: la de legalizació n de captura, en el artículo 297
inc.2; la de formulació n de imputació n en el 286 y la de imposició n de
medida de aseguramiento en el 306.

Retornando a la inexistencia legal de plazos para imputar (una vez legalizada


la captura) y para solicitar medida de aseguramiento, el cuestionamiento
primario apuntaría a dos posibilidades: i) que los actos de vinculació n y el
de afectació n de la libertad fuesen indefinidos en el tiempo, esto es, que el
fiscal podría emitirlo o provocarlo, segú n el caso, sin sujeció n a un periodo
cronoló gico; o ii) que ellos deben obligatoriamente llevarse a cabo en una
sola audiencia (concentrada). La respuesta a la segunda posibilidad ya se
adelantó : no hay dispositivo legal que imponga una actuació n sucesiva y
concentrada. La forma como hoy se procede no obedece má s que a una
costumbre.

Ahora, en torno a la primera eventualidad tampoco resultaría factible


adoptar la tesis de la indefinició n. Ello porque frente al no señ alamiento de
un té rmino en la Constitució n o en la ley, el funcionario judicial lo señ alará
"sin que pueda exceder de cinco (5) días", tal como paladinamente lo
ordena el artículo 159 de la mencionada L906/04. Así las cosas, se
encuentra en este dispositivo un primer dique para evitar que so capa de
omisió n legal las reseñ adas actuaciones puedan prolongarse
indefinidamente.

Pero sin duda -como se hará má s adelante- hay necesidad de establecer


unos pará metros temporales serios, concretos, claros y rigurosos con
miras a proteger la libertad individual de manera categó rica y específica,
como que de por sí ya se ha afectado con la legalizació n de la captura. En su
bú squeda, es claro para la Sala que se puede -y se debe- acudir a
fundamentos normativos que permitan redondear una propuesta que se
acompase con una verdadera protecció n de la libertad individual.

Así por ejemplo, resulta de importancia suprema la orientació n dada por el


principio de la "afirmació n de la libertad" reglado por el artículo 295 en
cuanto dispone que las disposiciones que autorizan la restricció n o la
privació n de la libertad (como sin duda son las que abren paso a una
formulació n de imputació n y por esa vía a la imposició n de una medida de
aseguramiento) deben interpretarse de manera restrictiva, lo que implica
que cualquier dispositivo legal de tal naturaleza comporta que en su
aplicació n y concreció n -previa valoració n de sus alcances- se afecte en el
menor grado posible aquella garantía fundamental.

Asimismo, y en ese propó sito, toda la normatividad referida al tema en


cuestió n debe estar cubierta por los efectos de una interpretació n en la que
se refleje el principio pro homine, conocido igualmente como clá usula de
favorabilidad o favor rei en la interpretació n de las normas a que aluden los
tratados de derechos humanos, o desde otra visió n, el acudir a la
hermené utica menos restrictiva de los derechos establecidos en los
instrumentos internacionales( Sent. C-148 febrero 22/05.) , como sucede
con la Convenció n Americana sobre Derechos Humanos, Pacto de San José
de Costa Rica, art.7-4: "Toda persona detenida o retenida deberá ser
informada de las razones de su detenció n y notificada, sin demora, del cargo
o cargos formulados contra ella" (se resalta). En similar direcció n el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, art 9-2 señ ala: "Toda persona
detenida será informada, en el momento de su detenció n, de las razones de
la misma, y notificada, sin demora, de la acusació n formulada contra ella"
(se resalta)

No hay duda que tratá ndose de la libertad personal son el constituyente o


el legislador, en su caso, los primeros llamados a establecer los pará metros
cronoló gicos dentro de los cuales puede mantenerse a una persona
privada de ese derecho sin que se adopte una decisió n de autoridad
judicial. Asimismo, tampoco se vacila para sostener que ante la omisió n
legislativa a que se ha venido haciendo referencia, es la jurisprudencia el
medio má s idó neo para establecer pautas que permitan hacer efectiva la
libertad aú n en medio de las restricciones derivadas de una captura,
propó sito que anima hoy a la Corte a sentar doctrina sobre el tema.

Todo lo anterior pareciera solidificarse acudiendo al principio de integració n


regulado por el artículo 25 de la Ley 906/04 que -como bien se sabe- por
su cará cter de norma rectora es obligatoria y prevalece sobre cualquiera
otra disposició n de ese có digo (art. 26 id.), lo que equivale a resaltar con el
legislador que "En materias que no esté n expresamente reguladas en este
có digo o demá s disposiciones complementarias, son aplicables las del
Có digo de Procedimiento Civil y las de otros ordenamientos procesales
cuando no se opongan a la naturaleza del procedimiento penal".

Para la Corte no hay el menor campo a la vacilació n respecto a que: i) el


actual C.P.P. (Ley 906/04) no regula -ni tá citamente siquiera- lo referido al
té rmino del que dispone el fiscal para que una vez legalizada la captura
pueda formular imputació n, así como tampoco para que -ya materializada
é sta- se demande la imposició n de una medida de aseguramiento; ii) no
existe norma que obligue a que las audiencias de legalizació n de captura,
formulació n de imputació n e imposició n de medida de aseguramiento, aun
respetá ndose su autonomía, deban realizarse en una misma sesió n y al
interior de é sta, sucesiva e ininterrumpidamente; y, iii) la Ley 600/00, que
aú n se aplica en el país y a la cual se acude en actuaciones adelantadas por
el nuevo sistema para importar de aqué lla institutos que sean má s
favorables, sí regula plazos para que la persona capturada sea oída en
indagatoria, así como para que a la sindicada se le imponga medida de
aseguramiento (cfr arts 340 y 354).
Así pues, parecería factible acudir a la Ley 600 para tomar de allí los
té rminos de los que hoy podría disponer un fiscal en procedimientos
rituados por la Ley 906/04 para una vez que se legalice captura pueda
formular imputació n, así como para que ya formulada é sta pueda solicitar
la imposició n de medida de aseguramiento, alegá ndose -entre otras razones-
que el sistema procesal de la Ley 600 (en esa materia precisa), ademá s de
vigente podría entenderse complementario a la Ley 906 y que no se opone a
la naturaleza del proceso penal, como condictio sine qua non impuesta por
la nueva normatividad para que se acuda a la integració n.

Sin embargo, una invocació n de esa índole con miras a importar aquellos
plazos de la Ley 600/00 hacia el trá mite de la L 906/04 chocaría
abiertamente no só lo con la filosofía de la nueva sistemá tica en cuanto al
imponer la oralidad ello genera celeridad, sino con caros principios del
nuevo sistema de enjuiciamiento criminal en la medida en que se impone
como regla general la libertad personal, y ademá s aportaría complejidad al
propio trá mite, dada la multiplicidad de té rminos que para aquellos
efectos regula la Ley 600/00, como sucede con los que dispone el fiscal
para recibir indagatoria (hasta 3 días o hasta 6, en las condiciones del
artículo 340) o para definir situació n jurídica (hasta 5 días o hasta 10,
segú n el artículo 354, o hasta 20 conforme al artículo 13 transitorio), todo
lo cual -con persona privada de libertad- conduciría a entrabar o dificultar
el ejercicio mesurado del plazo de 30 días de que dispone el fiscal -entre
otros propó sitos- para presentar escrito de acusació n (art. 175 L 906/04).

Así pues, no resulta de recibo en este caso concreto acudir a la integració n


de las mencionadas disposiciones de la L 600/00 para aplicarlas a trá mites
seguidos bajo la nueva forma prevista para adelantar la acció n penal.

De otra parte, es bien claro para la Corte que ante la grave omisió n
legislativa respecto de la fijació n de plazos para ejecutar las dos
mencionadas actividades procesales no puede colegirse que respecto de
é stas se cuente con un té rmino indefinido. No. Procede aquí (y mientras el
legislador regula normativamente el tema) imponer criterios de
razonabilidad y ponderació n (art. 27 CPP) con la mira de protecció n de la
libertad individual y bajo esa teleología fijar hitos temporales para abrirle
paso a una invocació n del habeas corpus ante una eventual prolongació n
ilícita de la privació n de libertad.

Así, entonces, la interpretació n restrictiva de la normatividad; la abierta


aplicació n que hace la Corte del bloque de constitucionalidad
(particularmente las dos convenciones antes reseñ adas); la filosofía que guía
el nuevo sistema respecto de la privació n de libertad; el criterio de
ponderació n, y finalmente la propia Ley 906/04 en cuanto señ ala que
todos los días y horas son há biles para adoptar decisiones, entre otras, las
atinentes a aquella garantía fundamental, bien para imponerla, sustituirla
o revocarla, son ingredientes que -conjugados- permiten a la Sala señ alar
que las audiencias de legalizació n de captura, formulació n de imputació n y
solicitud de medida de aseguramiento deben llevarse a cabo dentro del plazo
de treinta y seis (36) horas.

Desde luego que el té rmino anterior cobija que obligatoriamente dentro de


é l se agote por lo menos la actuació n relativa al control efectivo a la
restricció n a la libertad, para aplicar la sentencia de constitucionalidad
condicionada referida al inciso 3 del artículo 2 de la L 906/04 (sent C-163,
febrero 20/08), para dar paso inmediatamente tanto a la formulació n de
imputació n como -de ser procedente- a la solicitud de medida de
aseguramiento.

Obviamente que la Corte es consciente que habrá casos en que por su


complejidad (nú mero de capturados, nú mero de defensores, cantidad de
delitos, naturaleza de é stos, etc.) no puedan agotarse las tres actuaciones
dentro del señ alado plazo de las 36 horas, y que por tales circunstancias
ese té rmino se deba prolongar, evento en el cual a ello se puede y debe acudir
en lo estricta y razonablemente necesario, pero eso sí -como se dejó
sentado- bajo la condició n de cumplir con el mandato del citado fallo de
constitucionalidad.

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