Resumen Derecho Constitucional
Resumen Derecho Constitucional
Resumen Derecho Constitucional
¿QUÉ ES LA CONSTITUCIÓN?
Se entiende por Constitución a la ley fundamental, suprema que organiza nuestro país.
Establece los derechos y garantías primordiales de los habitantes y la forma de
organizar los poderes del Estado. En sentido formal será aquella elaborada de acuerdo
a un procedimiento, será ideal y señalará el deber ser; en sentido real o material nos
hallamos en el plano sociológico, cómo verdaderamente se ejerce, y no necesariamente
coincide con la real.
Debido a la incertidumbre ninguna norma podría predecir las circunstancias futuras, por
lo tanto, requiere ser interpretada para resolver situaciones imprevistas. El contrato
social al permitir una estructura de gobierno, como son los tribunales, resuelve que la
Constitución debe funcionar en un marco de incertidumbre. Se denomina
interpretación literal a la que, valiéndose del método gramatical, procura conocer el
sentido lingüístico de las palabras que la norma emplea. La interpretación literal, a pesar
de ser útil, nos impide detenernos en ella. Hay que dar el salto a la voluntad histórica del
autor de la norma, a fin de descubrir lo que quiso expresar ese autor. Tal es la
interpretación histórica. Puede ocurrir que la norma no refleje bien esa voluntad, y
que el intérprete se encuentre con una divergencia entre lo que quiso formular el autor
de la norma, y lo que realmente formuló.
EL PODER CONSTITUYENTE
Poder constituyente es la competencia, la capacidad para constituir o dar constitución al
estado, es decir, para organizarlo, para establecer su estructura jurídico-política. El
poder constituyente puede ser originario y derivado. Es originario cuando se ejerce en
la etapa fundacional, para darle nacimiento y estructura. Es derivado cuando se ejerce
para reformar la constitución.
Lo cierto es que no hay normas jurídicas que limiten el derecho de un pueblo al darse su
ordenamiento jurídico fundamental por primera vez.
Las cláusulas pétreas son preceptos que se tienen por irreformables sea porque así lo
designa expresamente el mismo texto constitucional vigente, o por el profundo
enraizamiento de dichas normas en la estructura social, cláusulas implícitamente
pétreas.
El poder constituyente originario ejercido en 1853 fue ilimitado (en sentido de derecho
positivo), porque no estuvo condicionado por ninguna instancia positiva superior o más
alta. Pero tuvo en cuenta: a) el valor justicia o derecho natural; b) los pactos
preexistentes; c) la realidad social de nuestro medio.
Si atendemos a su texto, no habría clausulas pétreas ya que el art. 30 indica que ella
“puede reformarse en el todo (…)”, salvo que se interprete que consagra una regla
general que admite la modificación total y en otros artículos estén fijadas excepciones
concretas. Por ej.: el art. 18 dice que queda abolida para siempre la pena de muerte por
causas políticas; el art. 17 fija que queda borrada para siempre del Código Penal
Argentino la confiscación de bienes. Otra visión nos habla de diferenciar entre reforma
cuantitativa y reforma cualitativa y así, si bien, todas las cláusulas constitucionales son
pasibles de reforma, algunas, que tendrían un contenido pétreo, no podrían ver afectado
su esencia. Al respecto, la CSJN parece admitir la existencia de algunos contenidos
pétreos cuando en el fallo “ALITT c/Inspección General de Justicia” (2006) en su
considerando 12 refiere como “cláusulas inmutables” a los arts. 1 y 33 de la
Constitución Nacional sobre forma representativa y republicana de gobierno y el
principio de la soberanía del pueblo.
Sin reparo de ello, comienza por consagrar que la Constitución puede reformarse en el
todo o en cualquiera de sus partes, y luego completa fijando el procedimiento a seguir.
La necesidad de reforma debe ser declarada por el Congreso con el voto de dos
terceras partes al menos de sus miembros, pero no se efectuará sino por una Convención
convocada al efecto. La doctrina en general considera que debería calcularse sobre el
total de los miembros de cada cámara.
REFORMAS CONSTITUCIONALES
El acto constituyente de 1860 es la primera reforma de la Constitución de 1853, en el
contexto de la guerra entre la Confederación Argentina y el Estado de Buenos Aires.
Tuvo como consecuencia la adhesión de esta última al texto constitucional de 1853. La
paz entre ambas partes se selló en el Pacto de San José de Flores, en el cual Buenos
Aires se declaró parte de la Confederación Argentina.
Luego, existió la reforma constitucional de 1866, breve y relacionada con los ingresos
del Estado nacional, impulsada por el presidente Bartolomé Mitre al solo efecto de
restablecer los impuestos a las exportaciones.
En 1898 se realizó la tercera reforma constitucional, tratando los tres puntos que el
Congreso consideró necesario reformar y aprobando reformas en dos: el cambio de la
base de elección de diputados, a raíz del crecimiento poblacional; el aumento de los
ministerios, de cinco a ocho; y las aduanas libres, rechazado.
La necesidad de incorporar nuevos derechos sociales y las nuevas funciones del Estado,
siguiendo los lineamientos del constitucionalismo social, fueron los argumentos básicos
que motivaron la reforma promovida por el gobierno de Juan Domingo Perón, en el 49.
Sin embargo, en 1956 el presidente de facto, teniente general Aramburu, el
vicepresidente de facto y los ministros, emitieron una proclama de carácter
constitucional, declarando «vigente la Constitución Nacional sancionada en 1853, con
las reformas de 1860, 1866 y 1898, y exclusión de la de 1949». La Asamblea
Constituyente se limitó a convalidar la decisión del gobierno militar e inmediatamente
después los convencionales comenzaron a retirarse sin tratar las reformas, con
excepción del artículo 14 bis.
Estas eran las circunstancias, el clima en que se barajaba una reforma constitucional.
Esto explica el Pacto de Olivos.
El Pacto de Olivos fue un acuerdo al que arribaron los partidos Justicialista y Unión
Cívica Radical sobre reformas a introducir en la Constitución. Fue celebrado por los
titulares de ambos partidos, el entonces Presidente de la Nación Dr. Carlos Ménem y el
Presidente del Radicalismo Dr. Raúl Alfonsín.
En ese marco, el Congreso declaró necesaria la reforma constitucional por ley 24.309
que recogía en su articulado el Pacto de Olivos.
Por otra parte, el art. 3 de la ley declarativa, refería a los Temas Habilitados por el
Congreso Nacional para la libre discusión y aprobación por la Convención. Estos temas
incluían: régimen de coparticipación, la posibilidad de creación de regiones por las
provincias, el derecho de las provincias a efectuar gestiones internacionales (sin
comprometer la política exterior del país), establecimiento del Defensor del Pueblo,
consagración expresa del hábeas corpus y del amparo, normas sobre la defensa de los
consumidores y usuarios, entre otras.
El art. 6 de la ley advertía que las reformas (derogaciones o agregados) que hiciera la
Convención por fuera de las habilitaciones previstas en el art. 2 y el art. 3, serían nulas
de nulidad absoluta. Esta norma, sirvió de fundamento central a la sentencia de la Corte
en el caso “Fayt”.
SUPREMACÍA DE LA CONSTITUCIÓN
La supremacía de la Constitución se explica a partir de su carácter fundamental, que
se justifica en que la Constitución deriva del poder constituyente cuyo titular es la
nación, que implica una potencia originaria, radical y no limitada jurídicamente que
precisamente crea a la comunidad política y funda al Estado jurídicamente.
Del art. 31 CN emana claramente que la ley suprema de la Nación se integra con la
Constitución, las leyes (consecuentes con la Constitución, es decir que no la
contradicen) y los tratados con potencias extranjeras. Confirmando que la Constitución
es superior a las leyes, el art. 28 CN, establece: “Los principios, garantías y derechos
reconocidos en los anteriores artículos, no podrán ser alterados por las leyes que
reglamenten su ejercicio”; si la ley no puede alterar un derecho reconocido por la
Constitución, entonces ésta es superior a las leyes. La supremacía no solo es formal
sino también de contenido; una ley, aun sancionada conforme al procedimiento
constitucional no puede vaciar de contenido un derecho constitucional (debido proceso
sustantivo).
En este sentido hay que considerar también el art. 30 que determina cómo se reforma la
Constitución, y del que se desprende su carácter rígido ya que la Constitución solo
puede ser reformada por el procedimiento allí consagrado. Admitir la validez de leyes o
tratados contrarios a la Constitución importaría dejarla de lado, modificarla por un
mecanismo distinto al regulado en la propia Constitución. En definitiva, leyes y
tratados deben ser consecuentes con la Constitución.
Este conjunto normativo a su vez está investido de ese carácter supremo frente a los
ordenamientos provinciales (incluyendo CABA). Combinado con el art. 5 que dicta:
“Cada provincia dictará para sí una Constitución bajo el sistema representativo
republicano, de acuerdo con los principios, declaraciones y garantías de la Constitución
Nacional; y que asegure su administración de justicia, su régimen municipal, y la
educación primaria. Bajo de estas condiciones, el Gobierno federal, garante a cada
provincia el goce y ejercicio de sus instituciones”. Es decir que, en su actuación, el
poder constituyente provincial no puede dejar de lado principios establecidos en la
Constitución Nacional.
Para ello, Marshall entendió que en la Constitución no están mencionadas todas las
facultades federales ya que ello exigiría que la Constitución tuviera la extensión de un
Código. Se basa en la “cláusula de necesidad”, entiende que si la finalidad es legítima y
los medios no están prohibidos y son congruentes con la letra y el espíritu de la
Constitución, las decisiones son constitucionales, aunque no estén expresamente
previstas.
Con este fallo, la Corte deja de lado su jurisprudencia y decide ubicar a los tratados por
encima del derecho interno. Ahora la duda radicaba en si esto implicaba que los tratados
estaban también por encima de la Constitución, ya que en su sentencia la Corte refiere al
derecho interno y la Constitución es también derecho interno.
Luego, pocos meses antes de la reforma constitucional del ’94, la Corte ratifica su
doctrina sentada en “Ekmekdjian c/Sofovich” y en “Fibraca” en un caso originado poco
tiempo antes de la reforma pero que se resuelve después de ella, en el caso “Cafés la
Virginia S.A.”, en el que se discutía la validez de una resolución del Ministerio de
Economía. La Corte Suprema ratifica la nueva doctrina al considerar que la aplicación
por los órganos del Estado de esta norma interna además de implicar el incumplimiento
de una obligación internacional, vulnera la superioridad de los tratados respecto de las
leyes.
En el programa “La noche del sábado” que producía y dirigía el Sr. Gerardo Sofovich
fue entrevistado el señor Dalmiro Saenz. Durante el desarrollo de la entrevista Saenz “se
expresó con una serie de frases agraviantes en relación a nuestro Señor Jesucristo y a su
Santísima Madre” según textualmente consigna en su comienzo el fallo.
A decir verdad, lo que había en este caso en concreto era una omisión legislativa. La
acción había sido rechazada en instancias inferiores porque precisamente faltaba una ley
nacional que reglamentara el ejercicio del derecho de réplica. Esa omisión fue
interpretada por la Corte como si hubiera norma contraria, ya que la falta de norma
reglamentaria también llevaba al incumplimiento de la Convención Americana de
DDHH.
EL ART 75 INCISO 22
Finalmente, al modificarse el texto constitucional en 1994, se introduce el párrafo
contenido en el art. 75 inc. 22 que, dentro de la parte orgánica de la Constitución, vino a
definir el orden de prelación. Allí se consagra que corresponde al Congreso “(…)
Aprobar o desechar tratados concluidos con las demás naciones y con las
organizaciones internacionales y los concordatos con la Santa Sede (…) y al final: “(…)
Los tratados y concordatos tienen jerarquía superior a las leyes”.
Esta norma guarda estrecha relación con los arts. 27, 28 y 31 porque repercute en el
principio de supremacía, y en la ubicación de los tratados en que la Nación es parte
respecto de la misma Constitución y en relación a las leyes.
Debe entenderse que no todos los tratados y convenciones sino, en principio, sólo éstos
11 instrumentos enumerados tienen igual jerarquía que la Constitución. Los demás
tratados y convenciones, cualquiera sea su materia, están por debajo de la Constitución,
aunque por encima de las leyes.
Se autoriza que mediante un procedimiento especial que fija el mismo inc. 22 (el voto
de una mayoría especial de 2/3 partes del total de los miembros de cada cámara) se
pueda dar jerarquía constitucional a otros tratados y convenciones de DDHH (no sobre
cualquier tema sino de derechos humanos).
Un tratado que se firma no es necesariamente el mismo que entra en vigor para cada
Estado, porque éstos pueden hacer reservas al momento de adherir. Una reserva es una
declaración unilateral que hace un Estado parte de un tratado apuntando a excluir o
modificar los efectos jurídicos que algunas normas del tratado puedan tener respecto del
mismo. Asimismo, de la práctica internacional surgen las llamadas “declaraciones
interpretativas” que son aclaraciones que puede hacer un Estado en relación a cómo
deben interpretarse ciertos términos usados en el tratado para compatibilizarlos con su
derecho interno.
ART 75 INCISO 24
También incorporado con la reforma de 1994, El art. 75 inc. 24 establece que el
Congreso es competente para:
CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD
Se entiende al control de constitucionalidad como el procedimiento para verificar la
adecuación de las normas y actos emanados de los poderes constituidos (y de los
particulares) con la Constitución. Materialmente, no puede aseverarse que no se dictarán
normas que la contradigan. Ahí entra el control de constitucionalidad, fundamental y
complementario, dotándolo de vigencia material. Es un mecanismo de constatación,
verificación, para que cumpla realmente su función (limitar el poder gubernamental).
- En función del órgano, es judicial difuso porque cualquier juez, sea federal o
provincial, de cualquiera de las instancias o fueros, puede (en el marco de su
competencia específica) declarar la inconstitucionalidad de una norma o acto,
sin perjuicio de que la última palabra corresponderá a la Corte Suprema.
- Según la vía, es indirecta o incidental porque el objeto principal de la demanda
no es la declaración de inconstitucionalidad de una norma o acto, sino que esta
cuestión se introduce a modo de defensa. La pretensión de declaración de
inconstitucionalidad es secundaria o accesoria a la pretensión principal. Su
requisito es el caso-causa-controversia, ya que los jueces solo se pronuncian en
el marco de los casos concretos y no en abstracto, ya que así lo exige el art. 116
CN en cuanto limita al Poder Judicial a intervenir en el conocimiento y decisión
de causas o casos concretos. Tampoco se admite la intervención del órgano
judicial cuando la cuestión devino abstracta. Los jueces no actúan de oficio y
sólo ejerce jurisdicción en los casos contenciosos en que es requerida a instancia
de parte (art. 2 Ley 27), ya que su ausencia tornaría inoficiosa la consideración
de las pretensiones formuladas, ha establecido nuestra Corte Suprema.
(EJEMPLOS FALLOS THOMAS ENRIQUE, IANNUZZI)
- Según el momento, es posterior o represivo ya que la causa que da lugar al
control de constitucionalidad se instruye luego de la entrada en vigencia de la
norma o de ejecutado el acto lesivo para el derecho y eso, arrastrará al
perjudicado a demandar e iniciar la causa en que planteará –indirectamente- la
cuestión de la inconstitucionalidad.
- Según los efectos de la sentencia, el modelo es inter partes, es decir que los
efectos de la sentencia declarando la inconstitucionalidad o no de la norma
cuestionada se limitan al caso concreto, si la norma fue declarada
inconstitucional simplemente no se aplicará al caso, pero no será derogada. Si se
declara su constitucionalidad, tampoco impide que otro, en otro caso, la
cuestione y obtenga por un juez distinto, la declaración de inconstitucionalidad
que también limitará sus efectos a ese caso. Lo que podría suceder es que
reiteradas declaraciones de inconstitucionalidad de algún modo lleven al órgano
que dictó la norma a derogarla, pero es una mera posibilidad y nada más. El
efecto además es retroactivo o reparador ya que se considera como que la
norma invalidada nunca existió para ese caso, dando lugar a una reparación del
daño generado a la parte que cuestionó la norma (Por ejemplo, en el caso del
corralito, quién demandó y obtuvo la sentencia favorable que ordenaba la
devolución y declaró la inconstitucionalidad de la medida, se dicta años después
y, por lo tanto, más allá de ordenar la devolución del dinero depositado, incluirá
intereses y daño moral.)
El caso se había originado cuando tras las elecciones de 1801 en las que el presidente
saliente John Adams (federalista), que había sido vencido en la elección por Thomas
Jefferson (republicano antiguo), nombró a 42 de jueces con la finalidad de colocar
partidarios en la judicatura. El senado aprobó las designaciones que fueron firmadas por
el presidente saliente Adams, y esos nombramientos fueron sellados por el secretario de
Estado (en su momento Marshall, también nombrado presidente de la Corte y que
asumiría pocos días después) pero no se llegaron a entregar varios de esos
nombramientos, entre ellos el que correspondía a William Marbury.
3) Ahora bien, ¿corresponde el remedio que Marbury solicita (el mandamus)? Y aquí
ya la respuesta se divide en dos: a) depende de la naturaleza de la medida solicitada y b)
depende de si la Corte tiene competencia para expedir la orden que reclama el
accionante Marbury.
Sojo (1887)
En este fallo se invoca por primera vez lo presentado en “Marbury vs. Madison”
El holding del fallo es que una ley no puede ampliar la jurisdicción de la Corte más allá
de los Poderes que le confiere la Constitución Nacional. Se aplica la regla de la última
ratio: la declaración de inconstitucionalidad debe ser el último recurso que debe utilizar
un juez para hacer respetar la constitución.
Si bien podemos decir que en “Sojo” hay una aplicación analógica de “Marbury vs.
Madison”, en Sojo la Corte no declaró ninguna inconstitucionalidad, sino que se limitó
a declarar que la causa no era de su competencia originaria.
CONTROL DE OFICIO
El requisito de petición de parte deriva de la exigencia de causa judicial para ejercer la
revisión constitucional, ya que los jueces no pueden expedirse en abstracto o en forma
general sobre la constitucionalidad de las leyes o actos de los poderes de gobierno.
La jurisprudencia de la CSJN en orden al control de oficio de constitucionalidad nos
muestra varias etapas.
Desde la instalación de la CSJN en 1863 hasta 1941, no había norma que expresamente
exigiera petición de parte para que se efectuara el control de constitucionalidad y se
declarara la inconstitucionalidad de una norma; es más, en varios de sus
pronunciamientos se había ejercido ese control de oficio. Por ej. en el caso “Isabel de
Elortondo”.
La regla general negando el control de oficio de los actos legislativos o los decretos de
la administración, quedó sentada en el caso “Ganadera Los Lagos S.A.” (1941).
Los ejes del rechazo al control de oficio atienden a que el control de oficio y una
eventual declaración de inconstitucionalidad (sin petición de parte) lesiona: 1) la
división de poderes; 2) la presunción de legitimidad de los actos gubernamentales y 3)
se lesiona la defensa en juicio (de la parte perjudicada por la declaración de
inconstitucionalidad de la norma en que esa parte había fundado su posición.
Sin embargo, hay doctrinarios que se posicionan a favor del control de oficio. Que este
agravia el equilibrio entre los poderes se señala que se trata de un argumento muy
relativo. Lo que está prohibido a los jueces hacer la ley, pero nada le impide controlar la
constitucionalidad de la ley, desde que, aun cuando ese control se ejerciera a petición de
parte, el efecto es el mismo: la inaplicabilidad de la norma en cuestión al caso concreto.
Cabe aclarar que este período que va de 1941 a 2001, había casos en que algún juez
votaba en disidencia declarando de oficio la inconstitucionalidad de normas o de actos:
por ej. el Dr. Fayt y el Dr. Belluscio en el caso “Juzgado de Instrucción Militar Nº 50 de
Rosario”. En la disidencia, los jueces Fayt y Belluscio, sostienen que es exacto que los
tribunales no pueden efectuar control de constitucionalidad en abstracto (fuera de una
causa), pero ello no significa que se requiera petición de parte para que proceda el
control de constitucionalidad, ya que, invocando el principio “iura novit curia”, “el juez
conoce el derecho”, la potestad de los jueces de suplir el derecho que las partes no
invocan erradamente incluye mantener la supremacía de la Constitución para controlar
si las leyes son conformes o no a ella, dejándolas de aplicar si fueran contrarias.
La jurisprudencia cambia en 2001 con el fallo dictado el caso “Mill de Pereyra”; a partir
de aquí se admite, en precisas situaciones, la declaración de oficio por el juez. En su
fallo la Corte deja sentada las exigencias para la declaración de inconstitucionalidad por
los jueces:
En este caso la Corte por primera vez declaró la inconstitucionalidad de una ley.
En este fallo los actores, jueces correntinos, promovieron acción para obtener el
reconocimiento de diferencias salariales en sus remuneraciones, por falta de
actualización en periodos de alto proceso inflacionario. El objeto era que se les
recompusieran sus haberes, con motivo del deterioro sufrido a causa de la inflación.
Fundaron sus peticiones en la Constitución Nacional y más puntualmente en la garantía
de intangibilidad, el cual parecía violado.
Este caso fue resuelto por la Corte en su nueva composición. En el caso, la Corte deja
sin efecto la declaración de inconstitucionalidad que, de oficio, había dictado la Cámara
de Apelaciones en lo Civil y Comercial de Bahía Blanca respecto de un decreto
reglamentario de una ley de Entidades Financieras, y sostuvo la constitucionalidad de
ese decreto. La entidad financiera dedujo recurso extraordinario que fue denegado y
entonces interpuso queja frente a la Corte.
Hay una disidencia del Dr. Varela, que argumenta que lo que está en debate no es el
aspecto político de la decisión de intervenir. Lo que impugnaba el actor era la
legitimidad del proyecto de ley que disponía la intervención, entendía que el
procedimiento era un tema revisable, meramente una cuestión jurídica.
Para entender el caso, debe tenerse presente que, en los EEUU, la elección de
representantes (diputados), tanto a nivel federal como estadual, se hace por un sistema
de secciones uninominales.
El motivo que da lugar a la controversia gira alrededor del marcado desequilibrio entre
el número de representantes que podían elegir ante las respectivas legislaturas los
distritos electorales localizados en las zonas rurales, poco poblados, y los distritos
ubicados en zonas metropolitanas que habían devenido densamente pobladas. Frente a
esta situación los peticionantes invocaron que la legislatura de Tennessee no había
tenido cambio en la distribución proporcional desde 1901, aunque la Constitución
estatal ordenaba que tal proceso debía efectuarse cada 10 años; y que como
consecuencia del aumento y desplazamiento de la población los distritos metropolitanos
estaban pobremente representados a diferencia de los rurales que lo estaban en forma
excesiva, por lo cual el Estado les había negado la ‘igual protección de las leyes’
garantizada por la Enmienda XIV de la Constitución Federal. Hubo dos rondas de
alegatos orales y tras la segunda la Corte Suprema dictó sentencia.
Debe observarse que las acusaciones que pesaban sobre el diputado electo referían a
hechos anteriores a la oficialización de su candidatura y a la elección por el pueblo
tucumano. Por lo tanto, sería una cuestión de procedimiento y no una cuestión política.
Bussi cuestionó la decisión en sede judicial mediante una acción de amparo que fue
rechazada en primera y segunda instancia argumentándose que era cuestión política no
judiciable. Interpone recurso extraordinario federal ante la Corte, y esta revoca la
sentencia por entender que la cuestión era susceptible de control judicial. Sostiene que
la cuestión había devenido abstracta, ya que se había cumplido el período para el cual
había sido elegido Antonio Bussi, y dejando constancia de lo inoficioso del
pronunciamiento. Estableció que el cuerpo legislativo no tenía facultades para rechazar
el diploma de un diputado electo, fundándose en causales anteriores a su elección. En el
caso "Patti" reiteró la misma doctrina.
Esta doctrina cambia radicalmente en el caso “Fayt” donde declaró la nulidad del texto
constitucional incorporado con el art. 99, inc. 4, párr..3 y su correspondiente cláusula
transitoria relativa a la edad de los jueces y su nombramiento por entender que la
Convención reformadora no estaba habilitada -por la ley declarativa 24.309- a
incorporar esos cambios. La ley declarativa 24.309 preveía la nulidad de todo cambio
introducido por fuera de los márgenes de los arts. 2 y 3 de la misma declaración. En su
sentencia, la Corte precisamente se apoya en el mencionado art. 6 y asume que tal
misión no puede corresponder sino a los jueces en tanto custodios de la Constitución.
Héctor Polino y Alfredo Bravo eran diputados nacionales por el distrito Capital Federal
al debatirse el proyecto de declaración de la reforma constitucional del 94. Luego de
aprobado, cuestionaron en sede judicial mediante acción de amparo que el anteproyecto
aprobado declarando necesaria la reforma constitucional no era el mismo en diputados y
en senadores. Según se relata en el escrito de demanda, el Senado había aprobado un
proyecto de declaración de necesidad de la reforma y éste pasó a Diputados (cámara
revisora). En paralelo, la Comisión de Asuntos Constitucionales de la cámara de
diputados emite un dictamen interpretando que el requisito de 2/3 al que alude el texto
constitucional debía entenderse en el sentido de 2/3 de los presentes (la doctrina actual
difiere). En ese contexto se celebra el Pacto de Olivos. La cámara de diputados recoge
el Pacto de Olivos, y lo configuran con la ley declarativa de la necesidad de la reforma.
En el proyecto sancionado por los diputados se reducía de 9 a 4 años el mandato de los
senadores. Este nuevo proyecto pasa a la cámara de Senadores, quienes no tenían
ningún interés en ver reducido su mandato, por lo tanto, dejan sin especifica el periodo
de los senadores, librado a lo que la Convención Constituyente decidiera. Así lo
promulga el Poder Ejecutivo.
Frente a ello, los diputados Héctor Polino y Alfredo Bravo plantearon que se había
violentado el mecanismo constitucional para la formación y sanción de las leyes, ya que
no había recaído en este punto la aprobación de los 2/3 de ambas cámaras, porque no se
había hecho lugar a la revisión de la modificación que el Senado realizó. Vía amparo y a
partir de su condición de ciudadanos y de diputados de la Nación, requirieron su nulidad
e invalidez.
El juez de primera instancia rechazó la acción por entender que los reclamantes carecían
de legitimación. La decisión fue confirmada en segunda instancia y Polino entonces
plantea recurso extraordinario ante la CSJN que en fallo dividido rechazó la acción: la
mayoría rechazó la acción fundándose en la falta de legitimación del reclamante
sosteniendo que la condición de ciudadano no es apta en el orden federal para autorizar
la intervención de los jueces dado que dicho carácter (de ciudadano) es muy general,
que no permite demostrar que hay un interés concreto y por ende no hay causa, caso o
controversia. El voto concurrente del Dr. Nazareno, además de coincidir con la mayoría
en orden a la falta de legitimación y la inexistencia de causa, agrega que no se trata de
una cuestión no justiciable y admite que si hubiera caso concreto, la CSJN podría
resolver sobre el fondo de la cuestión y “obiter dictum” agrega que la norma que regula
la reforma constitucional es el art. 30 y allí no se establece la obligatoriedad de seguir el
procedimiento para la sanción de leyes, existiendo diferencias entre un acto legislativo y
un acto político de simple declaración. En este caso, el Congreso cuenta con una amplia
libertad para elegir el modo de realizarlo. Entiende que el Congreso actuó de
conformidad con el art. 30 y entiende en definitiva que ley y declaración no es lo
mismo. Por su parte, en su voto concurrente, el juez Moliné O’Connor, coincidiendo
con Nazareno, también considera que el Congreso no está sujeto al procedimiento para
formación y sanción de leyes y que entonces no se justifica la intervención judicial. En
disidencia votaron los Dres. Fayt y Boggiano.
El Dr. Fayt se ocupa de varios aspectos: considera que el procedimiento para la sanción
de leyes es una cuestión justiciable, además considera que todo ciudadano está
legitimado para defender la Constitución y considera que ha sido violado el art. 30
porque se requiere una idéntica expresión de voluntad de los 2/3 de ambas Cámaras.
Finalmente considera que los arts. 5 y 6 de la declaración de necesidad de reforma, que
establecen el mecanismo de votación de la Convención, son inconstitucionales por ser
violatorios de la forma de gobierno representativa, lesionando la libertad de actuación y
de debate de los que son electos constituyentes.
Por su parte, el juez Boggiano, reconoce la legitimación del recurrente Dr. Polino con
respecto al procedimiento de la declaración de la necesidad de reforma ya que al haber
diferencias entre lo aprobado por una y otra cámara, es razonable reconocerle al
peticionante un interés suficientemente concreto desde que ha sido privado de su
derecho, que la Constitución le reconoce, de concurrir o no con su voto para integrar las
mayorías requeridas por la Constitución para que declare necesaria la reforma de la
Constitución. Considera que no se han cumplido los requisitos constitucionales mínimos
e indispensables para la validez de la ley.
En síntesis, la mayoría no admite el control judicial de constitucionalidad argumentando
la falta de legitimación del reclamante y la inexistencia de causa; los votos concurrentes
admiten el control, pero convalidan la actuación del Congreso haciendo una
interpretación amplia del art. 30 CN. La disidencia, el juez Fayt, reconoce legitimación
del actor y se pronuncia por la invalidez de lo actuado por el Congreso.
Entonces, el Dr. Romero Feris impone recurso extraordinario ante la CSJN, que por
mayoría confirma la sentencia de segunda instancia, rechazando el recurso
extraordinario por considerar que la causa devino abstracta, desde que la misma
Convención finalmente en su propio Reglamento interno recogió lo dispuesto en la ley
declarativa como mecanismo de votación, y por lo tanto no hay un avance del poder
legislativo sobre el poder constituyente cuando éste mismo ha resuelto hacer suyas esas
reglas. Fayt votó en disidencia y reafirma lo que había establecido en el caso “Polino” al
considerar que el art. 5 y el art. 6 de la ley declarativa lesionan el sistema representativo
al limitar los derechos de los representantes del cuerpo electoral de actuar libremente.
La Sra. Juana Soria de Guerrero fue despedida de la empresa por haber participado de
una huelga, derecho que había sido incorporado al texto constitucional con la reforma
de 1954, en el art. 14 bis. Entonces demandó a la empresa y en primera y en segunda
instancia se hizo lugar a su demanda reconociendo la legitimidad de la huelga.
El voto disidente le cupo al Dr. Boffi Boggero, si se quiere imitando al juez Varela en el
caso “Cullen vs. Llerena”, entendió que debía admitirse el recurso extraordinario
precisamente en homenaje al principio de división de poderes porque justamente la
Constitución impone a la Corte la misión de ejercer el control de constitucionalidad para
asegurar que los poderes públicos actúen dentro de la Constitución. Se utiliza el mismo
principio en dos direcciones distintas. De todas formas, conviene la aclaración de que el
juez Boffi Boggero no se pronuncia sobre el fondo de la cuestión (acerca de si era o no
inconstitucional la reforma del art. 14 bis), sino que disiente con sus colegas en que
habría que haber hecho lugar al recurso, para luego interpretar la cuestión de fondo.
Fayt (1999)
Ahora bien: en su actuación, la Convención introdujo un nuevo inciso (art 99, inc 4,
párrafo 3ro) en el marco de las atribuciones presidenciales, dentro del art. 99 que
enumera precisamente las atribuciones del PE. Disponía que cuando un juez cumpliera
los 75 años, necesita ser nombrado nuevamente, y ese nombramiento será vigente por 5
años, con posibilidad de prórroga con un nuevo nombramiento. De conformidad con el
párrafo en cuestión, se sancionó una disposición transitoria previendo que, dictada la
norma y entrada en vigencia, lo dispuesto recién comenzaría a aplicarse a los 5 años.
El juez Fayt, que había sido nombrado en 1983 por el presidente Alfonsín, y que a esa
altura recién había cumplido 75 años, interpuso entonces una acción declarativa de
certeza. La acción declarativa de certeza apunta a eliminar un estado de incertidumbre
jurídica que puede provocar un perjuicio, sin que sea necesario para interponerla que
efectivamente se haya producido el perjuicio o la lesión, sino que basta con que exista
esa duda acerca de si se tiene o no un derecho o una garantía.
Fayt deduce esta acción reclamando que se declare la nulidad de esa reforma, pues
consideraba que lesionaba su derecho al cargo para el que había sido nombrado, y
lesionaba también la garantía de estabilidad del art. 110 CN. En este sentido, el art. 110
establece que los jueces conservan su empleo mientras dure su buena conducta. Esta
garantía de inamovilidad, más la intangibilidad de su remuneración, hacen a la
independencia de los jueces.
En la Corte hay un voto mayoritario, incluyendo el voto concurrente del juez Vázquez y
una disidencia parcial del juez Bossert. El juez Petracchi se excusó. Se declaró la
nulidad absoluta de las normas constitucionales cuestionadas. Es decir, como si nunca
hubieran existido. Al dictar la sentencia, la Corte, atendió varios aspectos.
La Corte entendió que hay causa, caso o controversia, con lo cual afirma el carácter
justiciable de la cuestión llevada a su conocimiento porque por un lado el demandante,
el Dr. Fayt, pretende la protección de su derecho a conservar su cargo de juez para el
que fue nombrado según el mecanismo existente antes de la reforma y en base a la
inamovilidad que le asegura la Constitución.
Reafirma la doctrina del control judicial de una reforma constitucional para lo cual
acude a lo resuelto años antes en “Soria de Guerrero” donde precisamente la Corte había
aplicado un criterio limitante del control judicial sobre el dictado de las leyes, aunque
no en forma absoluta pues admitía que ese principio podía dejarse de lado si se
incumplían los recaudos mínimos e indispensables.
También la Corte juzgó que el tema de la inamovilidad del art. 110 CN (antiguo art. 96
CN) no estaba incluida en los temas susceptibles de reformar ni en el Núcleo de
Coincidencias Básicas ni entre los Temas Habilitados, contemplados en los arts. 2 y 3
de la ley declarativa 24.309, respectivamente.
Desde este caso se consolida el poder de los jueces para entrar a revisar la actuación de
una convención constituyente.
Schiffrin (2017)
Al revocar la doctrina del caso “Fayt”, la decisión de esta Corte en el presente caso
“Schiffrin” inviste de validez a la única norma de la Constitución Nacional que fue
declarada nula en toda la historia constitucional de la Argentina por la Corte Suprema
de Justicia de la Nación, devolviendo su vigencia a la totalidad del texto de la
Constitución Nacional, tal como fue aprobada por los constituyentes reformadores en
1994.
En el fallo, la Corte Suprema declaró por una mayoría de votos compuesta por los
doctores Lorenzetti, Maqueda y Rosatti, con disidencia del Doctor Rosenkrantz, la plena
validez y vigencia de la norma señalada y, con ello, de la totalidad de las cláusulas de la
Constitución Nacional, con las reformas incorporadas por la Convención Constituyente
de 1994.
Ahora bien: podría suceder que una ley sancionada formalmente, intachable desde el
punto de vista adjetivo, sea cuestionada en su constitucionalidad en atención a su
contenido. Allí interviene el debido proceso sustantivo, que refiere al control de
razonabilidad.
FORMA DE ESTADO
La forma de Estado resulta de la articulación del poder respecto del territorio y, en
función del grado de centralización o de descentralización, el Estado puede ser unitario
o federal, sin perjuicio de que no hay actualmente Estados totalmente centralizados ni
totalmente descentralizados desde la perspectiva territorial, sino que hay una gradación.
El Dr. Juan Sola explica que una variante de división del poder. La distribución de
competencias entre un gobierno nacional y las provincias es una vía de separar o dividir
el poder que se ejerce sobre el territorio y su población apuntando a preservar las
libertades ya que es más sencillo controlar un poder dividido en pequeñas estructuras u
organizaciones. También se apunta con el federalismo a promover la eficiencia con la
asignación de las competencias al nivel estatal que puede actuar al menor costo y más
eficazmente. Asimismo, el Dr. Sola, agrega que otra ventaja de una organización federal
es que funciona como “laboratorio de ideas”; al existir distintos centros de poder sobre
el territorio estos pueden gestionar de distinta manera, experimentar formas de gobierno
atendiendo a las diversas situaciones locales, tomando en cuenta sus particularidades.
El art. 123 CN especifica que el régimen municipal que deben asegurar las provincias es
autónomo y no autárquico, aunque corresponde a cada provincia especificar los alcances
de esa autonomía.
El art. 128 CN indica que los gobernadores de provincia son agentes naturales del
gobierno federal para hacer cumplir la Constitución y las leyes de la Nación.
Para el caso particular de la ciudad de Buenos Aires, además del art. 31 CN, que aunque
no menciona a la CABA, lógicamente la incluye, hay que computar el art. 129 CN que
establece que “La ciudad de Buenos Aires tendrá un régimen de gobierno autónomo,
con facultades propias de legislación y de jurisdicción” y agrega luego que el Congreso
debe dictar una ley que garantice los intereses del Estado Nacional mientras la ciudad de
Buenos Aires sea la capital del país. Esa ley es la que ha definido, precisado cuáles son
esos intereses federales en la ciudad y que deben ser protegidos, quedando bajo la
jurisdicción federal. Esta ley es muy cuestionada por considerarse que va más allá de lo
prescripto en el art. 129 CN pero hasta ahora ha sido confirmada en cuanto a su
constitucionalidad. En definitiva, las relaciones de subordinación entre la Ciudad y el
Estado Federal se guían por el art. 31 + el art. 129 + la ley de garantías.
STATUS DE LA CABA
Mucho se discute sobre el status de la ciudad de Buenos Aires, pero para la mayoría de
los autores, no es una provincia, sino que está investida de un status especial (ciudad
Estado, municipio federado, semiprovincia, etc) pero lo cierto es que no ha sido
declarada provincia por el poder constituyente ni por el Congreso Nacional. La CSJN no
la reconoce como provincia desde el caso “Gauna” (1997) en adelante, aunque admite
que tiene un status especial. En el mismo orden de ideas, rechazando que la Ciudad de
Buenos Aires sea una provincia, la Corte la caracteriza como “entidad local sui
generis”, en su pronunciamiento en autos “Gobierno de la ciudad de Buenos Aires c/
Tierra del Fuego” (2007) en orden de negarle su carácter de entidad aforada y con ello
la el derecho de litigar en instancia originaria y exclusiva ante la Corte misma. No
obstante, un notable cambio jurisprudencial quedó sentado en "Ciudad de Buenos Aires
c/Prov. de Córdoba" (2019)
El panorama cambió con la reforma de 1994. En el marco del Pacto de Olivos, que abrió
cauce a la última reforma constitucional, se incluyó una cláusula acerca del status
jurídico de la ciudad. Se iba más allá de lo que se venía planteando y así, se introduce el
art. 129 y normas conexas en la Constitución.
Se determina que la capital puede variar y trasladarse mediante una ley especial del
Congreso, y en el supuesto de que la CABA dejara de ser la capital, su pueblo
conservaría el derecho a participar en la elección de miembros de la Cámara de
Diputados. Hasta la reforma, esa concurrencia del pueblo porteño en formación de la
Cámara de Diputados se fundamentaba en que se trataba del pueblo de la capital del
país y como tal, un distrito electoral a los fines de la elección de diputados nacionales en
los términos del viejo art. 44 CN. Ahora, esa participación es independiente de esa
calidad de capital de la Nación; la propia Constitución define a la ciudad de Buenos
Aires (no ya a la capital), como un distrito electoral junto con provincias a los fines de
la elección de diputados nacionales.
El Poder Ejecutivo Nacional planteó la nulidad del decreto por considerar que resultaba
violatorio al art. 2 de la Ley nº 24.620, que otorgaba la facultad de convocar a la
primera elección de la legislatura de la Ciudad al Poder Ejecutivo Nacional y solicitó la
declaración de inconstitucionalidad del decreto, del Estatuto Organizativo, su norma y
su cláusula transitoria por encontrarlo contradictorio con lo dispuesto por el art. 129 y la
disposición transitoria decimoquinta de la Constitución Nacional y por oponerse a las
leyes N° 24.588 y 24.620.
La cuestión era de derecho público local, por lo tanto, la Ciudad rechazó el planteo de
incompetencia. La juez interviniente en primera instancia se declaró incompetente y
dispone la remisión del expediente a la Corte, por entender que es la Corte la única que
puede resolver el tema de las prerrogativas jurisdiccionales de la ciudad de Buenos
Aires y de las provincias.
REPARTO DE COMPETENCIAS
En función del art. 121, que fija la regla de reparto de competencias entre las provincias
y el Estado Nacional, y el art. 129 CN respecto de la Ciudad de Buenos Aires y el
Estado Nacional, distinguimos:
Competencias compartidas: son aquellas cuyo ejercicio, cuya puesta en acto requiere
de actividades conjuntas del Estado Nacional y de los ordenamientos locales, sea
uno, varios o todos. Es decir que más de un nivel estatal debe desarrollar cierta
actividad para poner en acto a la competencia. Por ej. el establecimiento de la capital de
la Nación que según el art. 3 CN requiere por un lado una ley del Congreso y por el
otro, una ley de la o de las legislaturas cediendo ese territorio a la Nación para que allí
se instalen las autoridades federales.
Competencias exclusivas de las provincias: son los poderes reservados por éstas. Es
decir, aquellas competencias que por considerarse inherentes a las provincias que ya
ejercían con anterioridad a la formación del Estado Nacional, decidieron conservarlas y
no delegar en el gobierno federal a través de la Constitución (ni expresa ni
implícitamente). En principio son facultades ilimitadas porque se entiende que todo
sería provincial salvo las competencias delegadas.
Sin embargo y más allá de este carácter innominado e ilimitado, el constituyente a modo
ejemplificativo menciona alguno de esos poderes reservados de las provincias que son
exclusivos de las provincias, se enmarcan en los arts. 5 (derecho a la propia
constitución); 121 (deslinde); 122 (eligen a sus autoridades sin intervención); 123
(autonomía de los municipios); 124 (creación de regiones y celebración de convenios
internacionales); 125, 1º párrafo (celebración de tratados parciales); 75 inc. 2, 2º párrafo
(establecimiento de impuestos) y 75, inc. 30 parte final (facultades tributarias y poder de
policía sobre los establecimientos de utilidad nacional).
Competencias exclusivas del Estado Nacional: son los poderes delegados por las
provincias, es decir aquellas competencias que las provincias se desprendieron a favor
del Estado Nacional vía la Constitución para conformar el poder federal encargado de
manejar los asuntos comunes. Estas competencias son exclusivas del gobierno federal.
Ejemplos: la intervención federal (art. 6); declaración del estado de sitio (art. 23);
establecer impuestos indirectos externos (art. 4) y en general, el listado de atribuciones,
facultades y competencias que la Constitución confiere al Congreso Nacional (por el
art- 75); al Presidente, al jefe de gabinete y los ministros del PE (art. 99, 100 y 101) y a
la Corte Suprema y demás tribunales inferiores (arts. 116 y 117).
Paralelamente, art. 126 CN dentro del título “de los gobiernos de provincia” ratifica
algunas materias como exclusivamente federales. Especifica que no pueden celebrar
tratados de carácter político (es decir que no puede haber una alianza de provincias
contra otra); expedir leyes sobre comercio o navegación interior o exterior; establecer
aduanas provinciales, acuñar moneda; dictar leyes sobre ciudadanía, naturalización,
bancarrotas, falsificación de monedas o documentos del Estado, etc.
Son asimismo facultades exclusivas del Estado Nacional las que decidió reservarse (o
conservar) en los términos de la ley de garantías 24.588, respecto de la CABA (conf.
art. 2, art. 7, 1º párrafo, art. 8, art. 9, primer párrafo y art. 10). Al respecto, sin embargo,
en este tema la Corte Suprema al dictar sentencia en el caso “Corrales” (2015), ha
señalado que tal carácter nacional de los jueces que constituyen la justicia ordinaria con
asiento en la ciudad de Buenos Aires “es meramente transitorio” y que debe avanzarse
hacia el traspaso de la justicia nacional ordinaria al ámbito del Poder Judicial de la
Ciudad de Buenos Aires.
Pero además hay facultades federales implícitas. Se hace necesario interpretar el alcance
de los poderes delegados, para determinar si algún poder o competencia no
mencionados expresamente entre los delegados no está implícitamente delegado.
Implícito como aquello que se considera incluido en otra cosa, aunque no esté
expresado, instrumental, necesaria o conveniente para el ejercicio de esa competencia
expresamente delegada.
En este sentido, el art. 75 inc. 32 establece que corresponde al Congreso: “Hacer todas
las leyes y reglamentos que sean convenientes para poner en ejercicio los poderes
antecedentes y todos los concedidos por la presente Constitución al Gobierno de la
Nación Argentina”. Aquí están los poderes federales que fueron delegados
implícitamente en el Congreso Federal.
Facultades excepcionales de las provincias: Los poderes delegados son exclusivos del
gobierno federal y no pueden ser ejercidos por las provincias ni siquiera en forma
concurrente; así surge del art. 126. Sin embargo, el mismo art. 126 en el medio de su
enumeración, encontramos los poderes excepcionales de las provincias: levantar
ejércitos y armar buques de guerra dando cuenta al gobierno federal en los casos de
ataque exterior. También menciona el dictado de los códigos de fondo mientras no los
hubiera sancionado el Congreso.
Las competencias prohibidas para el Estado Nacional son, salvo excepciones, todas
aquellas facultades que las provincias decidieron conservar. Por ej. darse su propia
Constitución, sus leyes, elegir sus autoridades y establecer impuestos directos. El
impuesto a las ganancias es en principio directo, pero devino excepcional del Estado
Nacional.
También son facultades prohibidas para el Estado Nacional las que se desprenden del
régimen de autonomía de la CABA: darse el Estatuto y sus autoridades, sin intervención
del gobierno federal. Hay que tomar en cuenta la particular interpretación hecha por la
ley de garantías en cuanto a cuáles competencias fueron traspasadas por la Constitución
al gobierno de la ciudad de Buenos Aires, agregando los traspasos hechos vía convenios
en materia penal.
Las facultades prohibidas para las provincias: son, salvo excepciones, aquellas que
han sido delegadas en el Estado Federal por medio de la Constitución; (ver ejemplos en
facultades excepcionales federales)
Otra facultad concurrente entre el Estado Federal y las provincias aparece en el art. 75
inc. 17 pues si bien corresponde al Congreso “Reconocer la preexistencia étnica y
cultural de los pueblos indígenas argentinos….”, así como garantizar el respeto a su
identidad y el derecho a la educación bilingüe e intercultural, reconocer la personería
jurídica de sus comunidades y propiedad comunitaria las tierras que tradicionalmente
ocupan y regular la entrega de otras aptas y suficientes para el desarrollo humano, etc.,
son estas también facultades concurrentes conforme surge de la última parte del inc. 17
En materia ambiental, a la luz del art. 41 CN, corresponde a la Nación dictar las leyes y
a la ciudad normas complementarias.
EL RÉGIMEN MUNICIPAL
Con la sanción de la Constitución Nacional en 1853, se apunta a restablecer
formalmente la vida municipal que venía desde la época colonial; es por ello que el art.
5 establece como condición para la autonomía de las provincias que ellas aseguren
el régimen municipal. Sin embargo, no precisaba si el régimen municipal a asegurar
debía ser autónomo o autárquico.
Una entidad autárquica tiene capacidad para auto administrarse, pero no puede darse sus
propias normas sino que le vienen impuestas (podríamos decir “desde arriba”), por un
ordenamiento superior. En cambio, un ente autónomo se da sus propias normas y se rige
por ellas, aunque dentro de un ordenamiento superior, como en el caso de las provincias
y las Constituciones nacional y provinciales.
- los entes autárquicos son de origen meramente legal, mientras que los
municipios son de origen constitucional siendo imposible suprimirlos ya que su
existencia está asegurada por la Constitución;
- los entes autárquicos emiten resoluciones que solo alcanzan a los que están
vinculados con ellos; en cambio, los municipios emiten ordenanzas, normas de
naturaleza legislativa, que alcanzan a sus habitantes;
- los municipios tienen base sociológica que está dada por su población, en
cambio los entes autárquicos carecen de esa base sociológica;
- las autoridades de los municipios son elegidas popularmente y tienen posibilidad
de crear a su vez, entes autárquicos;
- los municipios son personas jurídicas de derecho público y de existencia
necesaria, mientras que los entes autárquicos son de carácter posible o
contingente.
No obstante, cabe aclarar que en varios fallos que siguieron a “Rivademar” y previos a
la reforma de 1994 hay como un retroceso, “idas y vueltas” de la Corte que no se decide
en cuanto a si los municipios son entes autónomos o autárquicos e incluso, cuando se
pronuncia a favor de la autonomía, no define sus alcances.
Finalmente, con la reforma constitucional se agrega el art. 123 que establece: “Cada
provincia dicta su propia Constitución, conforme lo dispuesto por el art. 5° asegurando
la autonomía municipal y reglando su alcance y contenido en el orden institucional,
político, administrativo, económico y financiero”.
La Constitución busca hacer un equilibrio: los municipios han de ser autónomos pero
las provincias conservan su competencia en orden a definir los alcances, el contenido de
esa autonomía en algunas materias que se detallan: institucional, política, económico-
financiera, etc.
Agotadas las instancias locales, el caso llegó por recurso de queja a la Corte Suprema
que hizo lugar al reclamo.
En este sentido, el art. 75, inc. 30 establece que corresponde al Congreso “ejercer una
legislación exclusiva en el territorio de la Capital de la Nación, y dictar la legislación
necesaria para el cumplimiento de los fines específicos de los establecimientos de
utilidad nacional en el territorio del a República”. La actuación de los poderes
nacionales o federales están limitados a la materia específica para que se ha creado ese
establecimiento, de tal manera que ese lugar sujeto a la jurisdicción federal no es un
territorio federalizado; consecuentemente, la autoridad local dentro de cuyo territorio se
erige el establecimiento en cuestión también puede actuar en la medida que no interfiera
con la actuación federal.
Empresa que instala estaciones de servicio en rutas nacionales. Dos de ellas son
clausuradas y se promueven acciones de amparo, en dos juicios distintos: c/
municipalidad de Avellaneda, y c/ municipalidad de Escobar.
INTERVENCIÓN FEDERAL
Es un mecanismo previsto en la Constitución para proteger a las provincias a la par que
para asegurar la supremacía del orden federal. Es remedio excepcional a través del
cual el gobierno federal busca proteger la estabilidad e integridad del Estado Federal ya
que al proteger a las partes que forman el Estado Federal (provincias y la Ciudad de
Buenos Aires) termina protegiendo, asegurando integridad y seguridad de la propia
federación. La aplicación de este debe ser prudente, para no terminar vulnerando las
autonomías locales y centralizando el poder.
La reforma del ’94 vino a precisar la cuestión en cuanto a qué órgano está
facultado para disponer una intervención federal.
Entonces, la regla general es facultad del Congreso declarar una intervención, pero
si este estuviera en receso, la puede decretar el Presidente, aunque debe convocar al
mismo tiempo al Congreso que podrá o no ratificar la intervención decretada por el PE.
Según el art. 6, puede procederse a intervenir: 1) para restablecer la forma
republicana de gobierno; 2) para repeler una invasión exterior; 3) para sostener a las
autoridades locales; 4) para restablecer a un gobierno local si fue depuesto, por sedición
o invasión de otra provincia.
Por otro lado, si la intervención se produce por motivo de una invasión extranjera, esa
intervención concierne un deber del poder central, que claramente apunta a proteger el
territorio de la provincia intervenida pero también a la propia federación. Las provincias
delegaron la competencia de levantar ejércitos y armar buques de guerra en el gobierno
federal, y que muy excepcionalmente pueden ejercerla dando cuenta a él (conf. art. 126
CN).
En cuanto a qué poderes son pasibles de intervención, se entiende que podrían ser
objeto de intervención el PE, la legislatura local, el poder judicial y eventualmente una
convención constituyente local.
Cabe aclarar que, durante el debate en el Senado del proyecto de ley de intervención, se
había analizado la posibilidad de incluir la convocatoria para una reforma constitucional
pero no se autorizó, dado que la modificación de la constitución de una provincia debe
hacerse según los procedimientos previstos en la propia constitución local, sin que
pueda tener injerencia el poder federal a través del interventor.
Frente a ello, el senador José Zavalía interpuso una acción de amparo que incluía una
medida cautelar para que se suspendiera el proceso de reforma.
La Corte hizo lugar al pedido de suspensión del proceso de reforma, argumentando que
la intervención no hace desaparecer a la provincia como persona jurídica distinta del
Poder Ejecutivo Nacional y que los actos del interventor federal son revisables
judicialmente porque negar la competencia de la Corte, implicaría dejar sin protección a
la provincia frente al Poder Federal que actúa a través del interventor.
Entonces, la Corte define que puede controlar la razonabilidad de los actos del
interventor, verificar que guarden relación, sean convenientes a los fines de la
intervención consagrados en la ley que dispone la intervención.
DERECHOS POLÍTICOS
Los derechos políticos, señalan los doctrinarios son de difícil definición ya que no
alcanza con atender a su finalidad. A modo de síntesis definimos que derechos políticos
son aquellos que permiten a los ciudadanos hacer efectiva la participación o su
influencia en el poder. Hablamos de los ciudadanos ya que el ejercicio de estos
derechos está ligado a la condición de ciudadano, es decir miembros de la comunidad
que bajo ciertas condiciones alcanzan tal condición de ciudadanos y de miembros de la
comunidad política. En cambio, los derechos civiles tienen por titular a los habitantes
(tanto nacionales como extranjeros) y esto, en nuestro caso, está consagrado en los arts.
14 y 20 CN.
Ese pleno ejercicio de los derechos políticos supone libertad, su ejercicio sin que
medien obstáculos arbitrarios y dentro de la reglamentación razonable pero además
significa que los derechos políticos comprenden, además del sufragio (que consagra el
mismo art. 37): la creación de partidos políticos y el derecho de éstos a darse su propia
organización, postular candidatos, difundir sus ideas, etc. (art. 38 CN), la iniciativa
legislativa (art. 39 CN), la consulta popular (art. 40) y la audiencia pública (art. 42). Se
ejercen conforme las leyes que los reglamentan. Entre las leyes reglamentarias sobre
este tema están: ley 346 (ciudadanía); la ley de partidos políticos 23.298 y las leyes
reglamentarias de las formas semidirectas de democracia.
EL SUFRAGIO
Está mencionado en el art. 37 CN. Es el derecho a elegir o ser elegido (o más
precisamente, el derecho a la candidatura).
Se enmarca en este párrafo del art. 37, la ley de cupo femenino y el actual régimen de
paridad, que ha determinado que las listas tanto de candidatos a cargos electivos como
en la vida partidaria interna se asegure la igual representación entre varones y mujeres.
Secreto: es lo contrario al sufragio público, que se emitía “de viva voz”. En nuestro país
el sufragio es secreto desde la reforma electoral de 1912 (ley Sáenz Peña). Impide que
la preferencia electoral del votante sea conocida por terceros y así el elector queda
protegido de amenazas o represalias, buscando asegurar que este sea ejercido según la
propia conciencia. Es además una obligación para el elector guardar el secreto del voto
durante toda la jornada electoral.
PARTIDOS POLÍTICOS
La democracia moderna se sostiene en un régimen de partidos políticos. Su formación
se explica a partir del funcionamiento del sistema representativo, dado que es
materialmente imposible la democracia directa y porque no hay uniformidad de
pensamiento sobre los distintos aspectos del Estado y de la sociedad, de allí que los
individuos se reúnan en organizaciones a partir de compartir sus opiniones políticas.
El caso del “Partido Nuevo Triunfo” (2009): El único caso de aplicación de la nueva
regulación de partidos se dio en relación al Partido Nuevo Triunfo. La causa tuvo origen
en el pedido de reconocimiento, denegado en primera y en segunda instancia. Sostuvo la
Corte que emulaban un régimen basado en desigualdades, que agravia los derechos
humanos más elementales consagrados por el orden jurídico nacional e internacional, y
que en el desenvolvimiento de dicha agrupación se traduce en concretos actos de
discriminación por motivos de raza, sexo y origen nacional. No se puede legitimar como
partido político a quienes incurren en apología del odio, e indirectamente, incitan a la
violencia, utilizando símbolos y terminología del mismo modo que lo hacían los nazis.
Caso Ríos: El juez federal con competencia electoral de Corrientes rechazó el pedido
de oficialización de la candidatura a diputado nacional para la elección de octubre del
83 por el Distrito Provincia de Corrientes del Dr. Antonio J. Ríos, basándose en que la
ley de partidos políticos, vigente en aquella época, establecía que los candidatos se
postulaban solamente a través de partidos y el Dr. Ríos quería presentarse de manera
individual, sin un partido que lo sostuviera. La Cámara Nacional Electoral confirmó la
sentencia de primera instancia. Contra ésta, el Dr. Ríos dedujo recurso extraordinario
que fue desestimado por la Cámara. El accionante se considera agraviado en cuanto
considera que está lesionado su derecho a elegir y ser elegido. Interpuesto el recurso de
queja, el caso llega a conocimiento de la Corte Suprema de Justicia de la Nación; que
hace lugar al recurso y en su sentencia, la Corte afirmó la constitucionalidad del art. 2
de la ley de partidos políticos de la época. Destacó que, dado que hay millones de
ciudadanos que podrían presentarse como candidatos ya que reúnen los requisitos
constitucionales para el cargo de diputado nacional, era razonable que a través de la
reglamentación se haya establecido algún mecanismo de reducción. Consideró además
que no se viola el derecho a elegir y ser elegido, ya que los ciudadanos pueden afiliarse
a un partido para intentar ser candidatos o bien pueden fundar un partido para después
postularse. El caso llegó a la Comisión Interamericana de DDHH que interpretó que la
norma legal de nuestro país no vulneraba los derechos humanos.
Pero además la misma CN ordena que el Congreso debe darle expreso tratamiento a la
propuesta dentro de los 12 meses y en consonancia con esto, la ley reglamentaria para
evitar la dilatación, ordena que, ingresado el proyecto, dentro de las 48 hs. se gira a la
comisión de Labor Parlamentaria la que debe producir dictamen a más tardar para la
segunda reunión de dicho cuerpo y si otras comisiones debieran también dictaminar
sobre el proyecto, deben expedirse dentro de los 15 días.
Pero si el pueblo vota no, la ley reglamentaria dispone que no puede reiterarse el
proyecto hasta pasados 2 años desde la consulta.
De acuerdo a la reglamentación no pueden ser objeto de consulta proyectos de ley que
refieren a temas cuya sanción está especialmente reglada por la misma Constitución, sea
porque la cuestión debe tener origen en una Cámara o porque se exige una mayoría
calificada para su aprobación.
La consulta popular no vinculante surge de la segunda parte del mismo art. 40 cuando
establece: “El Congreso o el presidente de la Nación, dentro de sus respectivas
competencias, podrán convocar a consulta popular no vinculante. En este caso el voto
no será obligatorio”.
El voto aquí es voluntario o facultativo y del mismo modo que en la consulta popular
vinculante, no puede aplicarse en relación a asuntos cuya sanción está especialmente
reglada por la Constitución.
El caso “Baeza, Arturo”: La única vez que a nivel nacional se acudió a este
mecanismo fue en noviembre de 1984, es decir cuando no estaba previsto en el texto
constitucional ni en ley alguna.
Por su parte, en su disidencia el Dr. Fayt sostuvo que la convocatoria dispuesta por
decreto 2272/84, se trata de una simple consulta no vinculante al cuerpo electoral y no
de un referéndum, toda vez que su resultado no decidirá sobre un acto público de los
órganos legislativos. No se trata entonces de un acto de decisión, razón por la cual no
altera el contenido formal y material del art. 22 de la Constitución, que establece que “el
pueblo no delibera ni gobierna” sino a través de sus representantes y autoridades
creadas por la Constitución.
En su voto disidente, por su parte, el Dr. Belluscio, consideró que el carácter voluntario
de la consulta y su efecto no vinculante no afectaba atribuciones del Congreso, las podrá
ejercer cualquiera sea el resultado de las opiniones por lo que la emisión del voto no
implica que el cuerpo electoral ejecute un acto de gobierno.
Los órganos del poder estatal solo pueden ejercer las competencias que le han sido
atribuidas y no están habilitados para ampliar sus competencias voluntariamente. La
incompetencia es la regla y la competencia es la excepción, a la inversa de lo que
sucede con las personas, que pueden hacer todo lo que no les está prohibido. De este
principio surge la especificidad de las funciones ya que estas son propias, específicas,
no pudiendo ejercer otras. La especialización apunta a asegurar la eficiencia,
permitiendo un mejor acierto en los proyectos y su realización, ya que cada rama actúa
con mejor formación y conocimiento la actividad que le corresponde. Estas
consecuentemente son indelegables, en cuanto a que las funciones que la Constitución
asigna a un órgano no pueden ser transmitidas a otro, a pesar de existir ciertos supuestos
de delegación legislativa, son meras excepciones.
A diferencia de la monarquía en la que el rey está por encima de la ley no pudiendo ser
juzgado, en el marco de un gobierno republicano todos los funcionarios son susceptibles
de responsabilidad política, penal, administrativa y civil. La responsabilidad alcanza a
todos los funcionarios cualquiera sea su jerarquía.
La UCR dedujo una acción declarativa ya que existía en la provincia una situación de
incertidumbre. El gobernador Gerardo Zamora, que se encontraba cursando su segundo
mandato consecutivo, había sido autorizado por el Tribunal Electoral Provincial a
presentarse para un tercer período consecutivo a pesar de que el artículo 152 y la
cláusula transitoria sexta de la Constitución provincial expresamente lo prohibían.
La Corte consideró que el gobernador Wereltineck estaba inhabilitado por el art. 175 de
la Constitución provincial para aspirar a un nuevo período. Weretilneck fue elegido vice
gobernador en 2011 acompañando al gobernador Carlos Soria. Ambos asumieron sus
respectivos cargos el 10 de diciembre de 2011. El gobernador fue asesinado por su
esposa en la noche del 31 de diciembre y lógicamente asumió el vicegobernador la
titularidad del PE. Cumplió un período y fue reelecto. Al vencimiento de ese mandato,
pretendió una nueva candidatura. Frente a ello, el FpV de la provincia dedujo acción de
amparo contra la Provincia de Río Negro, a fin de hacer cesar el estado de
incertidumbre generado por una decisión judicial local que autorizaría al Weretilneck
(gobernador en ejercicio), a presentarse nuevamente como candidato para ocupar el
mismo cargo. Fundaban el planteo en que el art. 175 de la Constitución provincial
establece que "El gobernador y el vicegobernador pueden ser reelectos o sucederse
recíprocamente por un nuevo período y por una sola vez. Si han sido reelectos o se han
sucedido recíprocamente, no pueden ser elegidos para ninguno de ambos cargos sino
con un período de intervalo".
La Corte consideró que la situación planteada en Rio Negro presentaba “una identidad
casi absoluta” con el precedente Santiago del Estero, de 2013.
EL GOBIERNO PARLAMENTARIO
El parlamentarismo es el tipo más corriente de gobierno en los sistemas europeos y tiene
una larga evolución desde los gobiernos monárquicos. La Constitución transfiere al
parlamento poderes que tenía originalmente el Rey, suponiendo que será este el que
designe al gobierno y que por lo tanto dependa políticamente de él.
El gobierno se conforma con los jefes políticos del partido mayoritario o de partidos
asociados que forman una coalición de gobierno. El sistema parlamentario tiende a la
conformación de un sistema de partidos, a formar alianzas de gobierno entre los
partidos políticos.
PODER LEGISLATIVO
El poder legislativo es atribuido por la Constitución a un órgano llamado Congreso de la
Nación Argentina a través del art 44 CN.
El Congreso es un órgano complejo, se forma con dos cámaras (tal como en EE UU que
es donde surgió como modelo): la cámara de Diputados de la Nación, que sigue el
principio de proporcionalidad y representa al pueblo de la Nación, y la cámara de
Senadores de las provincias y de la ciudad de Buenos Aires, que asegura la igualdad
jurídica de las entidades federadas con 3 senadores por cada una. Es autocéfalo ya que
se designan sus propias autoridades: los diputados designan de entre ellos un Presidente
de la Cámara y 3 vicepresidentes (además de otras autoridades que no son diputados); y
los senadores, sin perjuicio de que el/la Vicepresidente de la Nación es por disposición
constitucional el/la Presidente del Senado, denominan un Presidente Provisional, 3
vicepresidentes y otras autoridades, secretarios y prosecretarios parlamentario y
administrativo (que no son senadores). En la distribución de estos cargos se toma en
cuenta la representatividad de los partidos.
En defensa del sistema bicameral se sostiene que permite mayor debate y reflexión
porque hay una doble lectura de los proyectos que deben pasar por 2 cámaras; permite
también el control mutuo entre ellas, correspondiéndose con un sistema de frenos y
contrapesos; permite que en el debate intervengan un mayor número de intereses y la
conjunción de los diversos puntos de vista de la Nación en su conjunto. Cabe aclarar
que el bicameralismo no necesariamente se corresponde con un Estado federal ya que
puede haber un órgano legislativo bicameral en el marco de un Estado unitario: ej.
Italia, Francia, Uruguay, Chile.
Algunos ejemplos de las atribuciones del Congreso pueden ser: disponer la intervención
federal, declarar el estado de sitio, proveer la seguridad de las fronteras, arreglar el pago
de la deuda interior y exterior de la Nación, establecer los tribunales inferiores del Poder
Judicial.
LA CÁMARA DE DIPUTADOS
Regulada en el capítulo primero de la sección primera de la segunda parte “Autoridades
de la Nación”. Su formación el art. 45 CN explica que “(…) se compondrá de
representantes elegidos directamente por el pueblo de las provincias, de la ciudad de
Buenos Aires y de la Capital en caso de traslado, que se consideran a este fin como
distritos electorales de un solo Estado y a simple pluralidad de sufragios (…)”.
Los diputados son elegidos directamente por el pueblo, es decir sin intermediación
alguna; el elector vota en forma inmediata por una lista de diputados, y esto implica que
sólo a los fines de organizar su elección, los ciudadanos estamos agrupados y
distribuidos en distritos electorales. Estos son delimitaciones trazadas sobre el territorio
nacional en función de nuestro domicilio electoral, y según la Constitución Nacional
esos distritos están dados por cada provincia, la ciudad de Buenos Aires y si hubiera
mudanza de las autoridades federales a una nueva capital, ésta sería también un distrito
electoral a los fines de la elección de diputados nacionales. No es correcta la expresión
“diputado por el pueblo de”, ya que que los diputados no representan a sus electores
sino a la Nación. Si bien votamos en cada distrito, lo hacemos a los fines meramente
organizativos e instrumentales.
El mismo art. 45, 2° parte fijó las bases de la representación: 1 diputado cada 33.000
habitantes o fracción que no baje de 16.500 pero luego, el mismo artículo aclara que
después de cada censo de población, el Congreso fijará la representación con arreglo al
mismo; es decir que el número de diputados que habrá de elegir el pueblo en cada
distrito electoral, será proporcional a su población. En consecuencia, a mayor población,
mayor número de candidatos a elegir en los distritos.
El art. 48 CN regula los requisitos para ser diputado y así consagra que “Para ser
diputado se requiere...”:
Como bien aclara el mismo art. 50 CN, la Cámara se renueva por mitad cada 2 años
lo cual concede la posibilidad de combinar la experiencia de los que están a mitad de su
mandato con la renovación de los que llegan, permitiendo que se vayan reflejando los
cambios en las aspiraciones populares, las nuevas tendencias, el grado de aceptación o
rechazo de la marcha de un gobierno.
En caso de elección por vacante, el art 51 CN determina que se proceda a una nueva
elección. Sin embargo, la regulación constitucional hace ya mucho tiempo fue dejada de
lado por las normas del Código Electoral Nacional y entonces en caso de la vacante de
una banca de diputado, se produce un corrimiento de la lista oficializada a la que
correspondía esa banca. Con la ley de paridad 27.412 en 2017, fue modificado el art.
164 CEN que reza ahora: “(…) lo/a sustituirán los/as candidatos/as de su mismo sexo
que figuren en la lista como candidatos/as titulares según el orden establecido. Una vez
que ésta se hubiere agotado ocuparán los cargos vacantes los/as suplentes (…). Si no
quedaran mujeres o varones en la lista, se considerará la banca como vacante y será de
aplicación el artículo 51 de la Constitución Nacional”. Es decir que, en este supuesto,
habría que efectuar a una elección de diputado nacional exclusivamente para llenar la
vacante. Se entiende que deberá tenerse en cuenta el sexo del faltante. Finalmente,
aclara: “En todos los casos los/as reemplazantes se desempeñarán hasta que finalice el
mandato que le hubiere correspondido al titular”.
Las leyes pueden tener origen en cualquiera de las Cámaras, no obstante, algunas
materias sólo pueden originarse en la Cámara de Diputados. Así, siguiendo los
lineamientos del modelo estadounidense que recogió el principio inglés según el cual no
hay tributo sin representación, los proyectos de creación de tributos y reclutamiento de
tropas solamente pueden tener origen en la Cámara de Diputados. Así, el art. 52 CN
dice que “A la Cámara de Diputados corresponde exclusivamente la iniciativa de las
leyes sobre contribuciones y reclutamiento de tropas”. Con la reforma de 1994, se
estableció también que los proyectos de ley llamando a consulta popular vinculante (art.
40 CN) deben tener origen en la Cámara de Diputados y los proyectos relativos al
derecho de iniciativa popular deben también tener ingreso por la Cámara de Diputados
(art. 39 CN).
Finalmente, según surge del art. 53 CN, le corresponde sólo a la Cámara de Diputados
acusar ante el Senado al presidente, al vice, miembros de la CSJN, jefe de gabinete y
demás ministros. Las causas que pueden motivar el juicio político se enumeran en el
mismo art. 53: delitos cometidos en el ejercicio de la función, crímenes comunes y mal
desempeño. La acusación requiere del voto de 2/3 de los miembros presentes de la
Cámara. El juzgamiento de los acusados por Diputados corresponde al Senado (art. 59
CN)
LA CÁMARA DE SENADORES
Regulada en el capítulo segundo de la sección primera de la segunda parte “Autoridades
de la Nación”. En ella están representadas las provincias y la ciudad de Buenos Aires.
Según indica el art. 54 CN, se forma con 3 senadores por cada provincia y 3 por la
ciudad de Buenos Aires, correspondiendo 2 senadores al partido político que obtiene
más votos y la 3ª banca al partido que le siguiere en número de votos.
En cuanto a los requisitos, el art 55 CN determina que para ser elegido senador:
La exigencia de “disfrutar de una renta anual de 2000 pesos fuertes o de una entrada
equivalente”, a lo que hay que agregar la mayor edad también requerida, no se verifican
en la actualidad por considerárselo contradictorio con el principio igualitario propio de
la República.
Respecto de la banca a la minoría, de esa lista solo habrá resultado electo un/a solo/a
senador/a por la minoría y quien aparece luego en esa lista pasa a ser el/la suplente.
Lógicamente el/la segundo/a en esa lista ha de ser una persona del sexo opuesto,
quedando afectada la paridad.
Según el art. 72 CN: “Ningún miembro del Congreso podrá recibir empleo o comisión
del PE, sin previo consentimiento de la Cámara respectiva, excepto los empleos de
escala”. Se desprende de esta norma que un diputado o senador tiene vedado al mismo
tiempo, ocupar un cargo dentro de la órbita del PE a menos que sea autorizado por la
Cámara. Como contrapartida, el art. 105 CN, establece que un ministro no puede ser
miembro del Congreso sin renunciar al cargo de ministro. Es decir que, si un ciudadano
ocupa el cargo de ministro del PE, no puede ser al mismo tiempo miembro del
Congreso, ni siquiera mediando pedido de licencia.
El mismo art. 73 prohíbe también que un gobernador sea legislador por la provincia
bajo su mando. De todas formas, se entiende que tampoco puede serlo por otra
provincia. Resultaría imposible ocupar el cargo de gobernador de provincia y en
simultáneo ser miembro del Congreso.
Un legislador no podría al mismo tiempo ejercer cargos militares por dos motivos: 1)
porque la disciplina militar, la obediencia debida a las órdenes superiores, la estructura
vertical propia de los cuerpos militares, son incompatibles con la libertad de actuación
de un diputado o senador y 2) significaría además quedar sujeto al PE pues, el
presidente es el jefe de las FFAA y ello le permitiría al PE entrometerse en las funciones
legislativas de un miembro del Congreso. En este sentido, la ley de partidos políticos
prohíbe la candidatura de miembros de las FFAA en actividad y retirados convocados a
prestar servicios.
SESIONES
La labor de los miembros del Congreso se distribuye en sesiones, es decir períodos de
tiempo durante los cuales las Cámaras desarrollan sus trabajos, discutiendo y
eventualmente aprobando leyes, declaraciones o resoluciones.
Durante el período de sesiones ordinarias pueden tratarse todos los proyectos sin
importar el origen de su presentación, es decir si son iniciativa de los congresistas, del
PE o por iniciativa popular (art. 39 CN).
Las sesiones prorrogadas implican una extensión, una continuación más allá del 30 de
noviembre de las sesiones ordinarias. Del texto de la CN no surge claramente quién es
el encargado, quién está facultado para disponer esa prórroga. Tradicionalmente lo ha
hecho el PE; sin embargo, cabe señalar que tanto el Senado como la Cámara de
Diputados han interpretado que el Congreso tiene facultades suficientes para disponer la
prórroga de las sesiones ordinarias.
Las sesiones extraordinarias son convocadas por el PE. En ellas han de tratarse los
temas que promueve el presidente.
Las sesiones preparatorias no están mencionadas en la Constitución, sino que
surgen de los reglamentos de las cámaras. Son aquellas sesiones que se realizan con
fines de organización, para justamente preparar el funcionamiento de las cámaras.
Según el reglamento de la Cámara de Diputados, dentro de los primeros 10 dias del mes
de diciembre de cada año, la Cámara se reúne para su constitución y la designación de
sus autoridades, y dentro de los últimos 10 días de febrero, para fijar los días y horarios
de las sesiones ordinarias. En cambio, el reglamento del Senado prevé que las sesiones
preparatorias para la designación de autoridades y la fijación de los días y horarios de
las sesiones ordinarias se celebran el 24 de febrero (o el día hábil anterior, si aquél fuera
feriado), y para la incorporación de nuevos senadores se hacen el 27 de noviembre o el
día hábil anterior si aquél fuese feriado.
Las sesiones son, en principio, públicas, pero también los reglamentos contemplan la
posibilidad de sesiones secretas o que una sesión pública se convierta en secreta.
Luego el mismo art. 77 2ª parte determina que los proyectos de ley que modifiquen el
régimen electoral y de partidos políticos deberán ser aprobados por mayoría absoluta del
total de los miembros de las Cámaras.
La otra prohibición de la primera parte del mismo art. 81 dice: "...Ninguna de las
Cámaras puede desechar totalmente un proyecto que hubiera tenido origen en ella y
luego hubiese sido adicionado o enmendado por la Cámara revisora...". Es decir que
llegado a la Cámara de origen el proyecto con modificaciones hechas por la revisora, la
Cámara de origen puede insistir con su redacción original o aceptar las reformas. De
todas formas, aunque no está escrito, la Cámara de origen puede directamente no tratar
el proyecto reformado y provocar su caducidad ya que no hay sanción tácita.
Este procedimiento fue establecido por la reforma del '94 y significó reducir el trámite
ya que se eliminó la posibilidad de insistencia de la Cámara revisora a favor de sus
modificaciones y su nueva devolución a la Cámara de origen.
La ley 24.284 es la que establece la organización del Defensor del Pueblo e indica sus
competencias en lo no expuesto en la Constitución.
Los legisladores, tanto Provinciales como Nacionales, podrán receptar quejas de los
interesados de las cuales darán traslado en forma inmediata al Defensor del Pueblo.
Dice la Constitución:
Artículo 85. — “El control externo del sector público nacional en sus aspectos
patrimoniales, económicos, financieros y operativos, será una atribución propia del
Poder Legislativo.
PODER EJECUTIVO
Nuestra Constitución ha encontrado inspiración en la Constitución de los EEUU; sin
embargo, en orden al PE, los constituyentes de 1853 se apartaron de ese modelo ya que
establecieron un PE aún más fuerte, con mayores competencias, recogiendo las ideas de
Juan Bautista Alberdi y la Constitución de Chile de 1833.
Alberdi escribe en su obra: “Dad al poder ejecutivo el poder posible, pero dádselo por
medio de una Constitución”. Cita incluso una frase que se atribuye a Simón Bolivar: los
pueblos de la América española necesitan ser gobernados por un rey con el título de
presidente.
Como sucede respecto de los senadores, se interpreta que estos recaudos deben estar
cumplidos al momento de la elección, ya que la norma establece “Para ser elegido
presidente y vicepresidente…”; en este sentido, respecto de los miembros del Senado, se
precisa que “Son requisitos para ser elegido senador…” Distinto es en el caso de los
diputados en que se interpreta que los recaudos deben cumplirse al tiempo de
incorporación a la Cámara. La norma correspondiente señala “Para ser diputado…”
El período es fijado por el art. 90 que establece que el presidente y el vice “...duran en
sus funciones por el término de 4 años y pueden ser reelegidos o sucederse
recíprocamente por un solo período consecutivo”. Este no puede extenderse y así, el art.
91 proclama que el presidente cesa en el poder el mismo día en que se cumple su
período de 4 años, sin que evento alguno que lo haya interrumpido pueda ser motivo
para que se lo complete más tarde.
La elección es directa, esto es sin intermediación alguna, hay una relación inmediata
entre ciudadanos que votan y los candidatos.
El sistema de doble vuelta apunta a fortalecer la legitimidad del elegido ya que por lo
menos habrá sido votado por más de la mitad del país (aunque no es necesariamente
nuestro caso) y esto es importante para conferirle poder y autoridad. Por otro lado, sirve
para ampliar la libertad electoral de la ciudadanía, en la medida que en 1ra. vuelta los
electores pueden elegir al candidato de su mayor preferencia, con el que más se
identifiquen y en la segunda, de realizarse, los que votaron por partidos que no llegan a
la 2da. vuelta, optan por “el menos malo”, entre los dos, eligen al que más se aproxima
a su idea.
Surge del art. 97 que no habrá segunda vuelta en el caso de que en la 1° vuelta alguna
de las fórmulas obtenga más del 45% de los votos afirmativos válidamente emitidos (es
decir que no se computan votos en blanco y nulos); en ese supuesto, esa fórmula es
proclamada directamente; no importa la diferencia en votos respecto de la segunda
fórmula.
Y tampoco corresponde la segunda vuelta, aclara el art. 98 CN, cuando la fórmula más
votada (en el primer turno electoral) haya obtenido por lo menos el 40% y aventaje por
más del 10% a la segunda fórmula.
Algunos autores sostienen que ese carácter de Jefe supremo de la Nación significa que
es el jefe de Estado, teniendo en cuenta que nuestros constituyentes emplearon como
sinónimos los términos Estado y Nación. Consecuentemente, siendo el presidente el jefe
de Estado, simboliza unión de la federación, representa a la Unión frente a los estados
provinciales, representa al Estado en el plano internacional, siendo así que negocia y
firma tratados.
Jefe del gobierno, lo cual quizá constituye la esencia de la tarea ejecutiva; a modo de
síntesis, le compete llevar adelante el programa de gobierno, conducir a la Nación,
gobernar. Esta función se corresponde lógicamente con la forma presidencialista de
gobierno que no separa la jefatura de Estado de la jefatura del gobierno (como sucede
en el parlamentarismo)
EL VICEPRESIDENTE
Es elegido junto con el presidente (integrando una fórmula) por voto directo del pueblo
y a doble vuelta electoral. Al igual que aquél, dura 4 años en el cargo y puede ser
reelecto una vez.
Presidir el Senado: es su función habitual, pero carece del derecho a votar, salvo en
caso de tener que desempatar (art. 57 CN). Es decir, tiene un voto de calidad, con el fin
de evitar que una provincia pierda un voto si se ubicaba en la presidencia de la Cámara
de Senadores. Al mismo tiempo, dado que el titular del senado procede de una elección
nacional y no provincial, hay mayores seguridades de que actuará con imparcialidad.
Hay una sola excepción, cuando el Senado actúa como tribunal en el juicio político al
presidente de la Nación, la Cámara de Senadores (convertida en tribunal) será presidida
por el presidente de la Corte Suprema (art. 59 CN).
ACEFALÍA
El art. 88 2ª parte establece: “En caso de destitución, muerte, dimisión o inhabilidad
del Presidente y vicepresidente de la Nación, el Congreso determinará qué funcionario
público ha de desempeñar la presidencia, hasta que haya cesado la causa de inhabilidad
o un nuevo presidente sea electo”. Contempla la falta transitoria o definitiva (pero en
ambos supuestos simultánea) del presidente y del vicepresidente de la Nación.
En enero de ese año, falleció el vicepresidente Marcos Paz que estaba en ejercicio del
PE porque el presidente de la Nación, Mitre, estaba al frente del ejército aliado en la
guerra contra Paraguay. Faltando el presidente y el vicepresidente, situación que la ley
definió como de acefalía en la República, debía seguirse un orden sucesorio: en primer
término, se encargaba del PE el presidente provisorio del Senado; a falta de éste, el
presidente de la cámara de Diputados y en su defecto, el presidente de la Corte
Suprema. Ahora, si la vacancia de ambos cargos se tornaba definitiva, el funcionario
mencionado en el art. 1 asumía la presidencia de la República y debía convocar dentro
de los 30 días a elecciones. La ley no especificaba cuándo debían celebrarse, solo refería
a la convocatoria, y tampoco definía si el presidente electo inauguraba un nuevo período
o concluía el del presidente anterior.
A mediados de 1975, el Congreso sustituye a la ley 252 por la ley 20.972. En ese
tiempo ocupaba la presidencia la Sra. María Estela Martínez de Perón, debiendo asumir
por la muerte del presidente Perón. Consecuentemente, el cargo de vicepresidente quedó
vacante y frente a la grave situación de inestabilidad del gobierno, producto de la
violencia política y la crisis económica, se abría cauce a la posibilidad de destitución o
de renuncia de la titular del PE. En ese marco, el Congreso sancionó la ley 20.972 que
parte de diferenciar dos situaciones: si faltan transitoriamente y simultáneamente
presidente y vice, se encarga del PE también de manera temporaria, el presidente
provisorio del Senado, a falta de éste el titular de Diputados y a falta de los anteriores, el
presidente de la CSJN. Es decir que, en el primer supuesto, conserva el criterio de la ley
252.
Si la falta de presidente y vice es simultánea pero definitiva, alguno de los funcionarios
mencionados con anterioridad y en el mismo orden, deben (dentro de las 48 hs. de
producida la situación de acefalía) convocar al Congreso que reunido en Asamblea
Legislativa debe proceder a designar al funcionario público que asumirá como
presidente de la Nación. El quórum necesario para la elección es 2/3 de los miembros de
cada Cámara; de no lograrse ese quórum, vuelve a reunirse la Asamblea dentro de las 48
hs. pero aquí se puede constituir con la presencia de la mayoría simple de los miembros
de cada cámara. La elección se hace en forma nominal y por mayoría absoluta (con el
voto de más de la mitad) de los presentes. De no alcanzarse esa mayoría absoluta, se
vuelve a votar entre los dos más votados en la primera ronda y de haber empate, decide
el presidente de la Asamblea.
Fue en el marco de la ley 20.972 que, en diciembre de 2001, tras la dimisión del
presidente De la Rúa, asumió el presidente provisional del senado Dr. Ramón Puerta,
quien convocó a la Asamblea Legislativa y ésta nombró presidente al gobernador de
San Luis Alberto Rodríguez Saa que asumió con el mandato legislativo de convocar a
elección presidencial para marzo de 2002 con transmisión del mando para abril del
mismo año. Pero, el presidente Rodríguez Saa renunció a la semana y la Asamblea
debió elegir a otro funcionario: el senador nacional Eduardo Duhalde. Éste asumió el 2
de enero de 2002 y por mandato del Congreso debía concluir el período presidencial que
inaugurado por el presidente De la Rúa el 10 de diciembre de 1999, es decir que el Dr.
Duhalde debía gobernar hasta el 10 de diciembre de 2003.
Así estableció que 1) producida la acefalía, habiendo presidente y vice electos, éstos
asumirán los cargos acéfalos y 2) que ese tiempo transcurrido desde la asunción
anticipada hasta la iniciación del período para el que hayan sido elegidos, no se
computará a los efectos de la prohibición del art. 90 (que exige que para pretender una
tercera elección de quien ya hubiera desempeñado el PE por dos mandatos
consecutivos, debe dejar pasar un período completo)
Esta norma permitió que, para los comicios adelantados celebrados en abril de 2003 con
transmisión del mando para el 25 de mayo del mismo año, pudiera presentar su
candidatura presidencial el por entonces dos veces ex presidente Carlos S. Ménem quien
había cesado en su segundo período el 10 de diciembre de 1999 y, por ende, no había
transcurrido el plazo de 4 años para aspirar a una nueva candidatura.
La presidente saliente pretendía que dicha entrega (de la banda y bastón presidenciales)
tuviera lugar ante la Asamblea Legislativa reunida en el Palacio del Congreso Nacional.
En cambio, el presidente entrante, siguiendo la tradición, aspiraba a que el traspaso del
mando se hiciera en la sede de la presidencia, en la Casa Rosada.
En este sentido la Constitución en su capítulo IV del Poder Ejecutivo, del art. 100 al 107
se refiere a todos ellos. De todas maneras, esto no significa que el PE sea colegiado,
sino que simplemente implica que, para el ejercicio de su autoridad, el presidente de la
Nación necesita del refrendo ministerial.
El refrendo ministerial está previsto en art. 100 CN que establece que los ministros
deben con su firma refrendar y legalizar los actos presidenciales. Refrendar supone
prestar conformidad y legalizarlos significa darles validez legal. Consecuentemente, si
falta la firma de los ministros los actos del presidente carecen de eficacia y quedarían
reducidos a un mero propósito y carecerían de validez legal. A la inversa, un acto que
no tiene la firma del presidente tampoco tendrá valor legal. Los ministros solo pueden
dictar actos por sí mismos, sin necesidad de la firma del presidente, cuando se refieran
al régimen económico y administrativo de su propio departamento, de su propio
ministerio. Cada ministro es responsable de los actos que refrenda y legaliza.
Además, después que el Congreso abra sus sesiones, deben presentar un informe
detallado sobre el estado de la Nación en relación a sus respectivos departamentos (art.
104 CN). Ligado a esto, y como contrapartida de la facultad del Congreso prevista en el
art. 71, deberían concurrir al Congreso a dar las explicaciones e informes que el
Congreso les solicite. El jefe de gabinete debe también coordinar y convocar a
reuniones de gabinete y presidirlas en ausencia del presidente.
No deben confundirse los reglamentos con los decretos. Los decretos son la forma de
todos los actos que expide el PE. Si un decreto por ej. se refiere al nombramiento de un
ministro, es un acto administrativo (no legislativo) y tiene alcance particular (no
general), por lo tanto, no alcanza la clasificación de reglamento.
Reglamentos de ejecución: surgen del art. 99 inc. 2 cuando dice que el Presidente está
facultado para expedir las instrucciones y reglamentos que sean necesarios para la
ejecución de las leyes de la Nación, cuidando de no alterar su espíritu. La
reglamentación ha de ser razonable, no contradecir la ley vaciándola de contenido o
anulando un derecho constitucional. El reglamento se encuentra jerárquicamente por
debajo de la ley.
El leading case es el fallo “Delfino” resuelto en 1927. Discute la validez de una sanción
que le había aplicado la autoridad administrativa de puertos (autorizado por ley) a una
empresa que había contratado un buque para transporte de mercaderías, y los marineros
habían tirado basura en el agua del puerto. Frente a lo que había sucedido, se aplica la
multa a quien había contratado el buque (Delfino y Cía), y este la cuestionó
judicialmente argumentando que un funcionario no debería estar autorizado a regular
tales contravenciones.
La Corte en el fallo hace una distinción entre que no es lo mismo que el Congreso
transfiera la potestad de dictar una ley, a que transfiera la potestad de reglamentar los
aspectos que tienen que ver con su ejecución. Entendió que las normas cuestionadas en
el caso (es decir la reglamentación del puerto), no contradecían ese principio.
Así la Corte trazó por primera vez los límites de la función reglamentaria del PE:
rechazó lo que llama delegación en sentido propio, pero admite una delegación que sería
“impropia”.
El Sr. Jorge Cocchia, que era titular del sindicato Encargados Apuntadores Marítimos
presentó un amparo contra el Estado nacional y el Ministerio de Trabajo y Seguridad
Social, con el objeto de lograr la declaración de inconstitucionalidad un decreto que
derogaba su convenio colectivo de trabajo y el marco legal del trabajo portuario. En
primera instancia, se hace lugar al reclamo dictando una medida cautelar que suspendía
la aplicación del decreto. El PE decide dejar sin efecto ese decreto, y procede a dictar un
nuevo decreto con el mismo contenido. Se amplía la demanda, se declara la
inconstitucionalidad que se confirma en la Cámara de Apelaciones y finalmente el caso
llega a la Corte.
La CSJN en su fallo comienza por reafirmar que nuestro sistema constitucional prohíbe
el traspaso de funciones del Congreso al PE pero basándose en la facultad del PE de
“expedir instrucciones y reglamentos para poner en ejecución las leyes de la Nación”,
distingue entre los reglamentos de ejecución adjetivos (que serían los que dicta el PE
para completar detalles) y los reglamentos de ejecución sustantivos, los cuales suponen
que el Congreso definió la materia que se proponía regular pero dejó en manos del PE
ciertas decisiones relativas a la substancia de la ley y no su mera aplicación. En
definitiva, este tipo de reglamentos de ejecución sustantivos implican ejercicio de
funciones legislativas por parte del PE.
Para decidir, la Corte se basó en las leyes de reforma del Estado, la ley de emergencia
económica, la ley de puertos y el Tratado de Asunción (constitutivo del Mercosur) que
nombra como “bloque de legalidad”.
La Corte para llenar tal vacío legal, resolvió la cuestión en el caso “Selcro”
interpretando que los límites materiales que se fijan al PE para dictar reglamentos de
necesidad y urgencia (materia penal, tributaria, partidos políticos y electoral), se aplican
también para los reglamentos delegados. En igual sentido, se pronunció en "Camaronera
Patagónica"
Decretos de necesidad y urgencia: Estos están previstos en el inc. 3 del art. 99 que
fue incorporado con la reforma de 1994. La norma recogió una práctica que venía
dándose a lo largo de la historia y que se había intensificado especialmente a comienzos
de los años 90. El texto constitucional no los contemplaba por ser una contradicción con
la división de funciones.
“El Poder Ejecutivo no podrá en ningún caso bajo pena de nulidad absoluta e insanable,
emitir disposiciones de carácter legislativo.
El último párrafo del art. 99, inc. 3 prevé: "Una ley especial sancionada con mayoría
absoluta de la totalidad de los miembros de cada Cámara regulará el trámite y los
alcances de la intervención". En la realidad ha sido casi imposible moderar el uso de
esta herramienta; la ley reglamentaria, ley 26.122, tampoco ha contribuido a ello. Fue
sancionada y promulgada en julio de 2006. Por lo tanto, a los efectos del control judicial
sobre los DNU, debemos distinguir: (i) si es un decreto dictado luego de la reforma de
1994, pero antes de la entrada en vigencia de la ley 26.122; (ii) si es un DNU dictado
bajo la vigencia de la ley 26.122.
La ley crea la comisión bicameral permanente que tiene por misión central controlar
la constitucionalidad del DNU. Recibido el DNU, presentado por el jefe de gabinete,
dispone de 10 días para emitir su dictamen en relación a la constitucionalidad de la
norma expedida por el PE. La ley no prevé plazo para que las Cámaras le den
tratamiento, este rechazo o aprobación debe ser expreso ya que la sanción ficta está
prohibida según el art. 82, y mientras tanto, el DNU sigue vigente.
Otra anomalía la encontramos en el art. 24, donde la ley establece que para que el DNU
quede derogado se requiere que ambas salas del Congreso en forma expresa lo rechacen.
Si una lo aprueba y otra lo rechaza o no lo trata, igualmente conservará su vigencia. En
cambio, para que se sancione una ley se requiere de la voluntad expresa de ambas
Cámaras.
Este caso se dio antes de la reforma del 94. En aquella época los DNU no estaban
siquiera mencionados en la CN, pero se habían comenzado a aplicar reiteradamente.
Llegado el caso a la Corte por vía del recurso extraordinario, ella analiza si el PE puede
ejercer este tipo de facultad de carácter legislativo en materia impositiva, y reafirma la
facultad de los jueces de controlar y valorar si hay razones de urgencia que justifican la
medida dictada por el presidente.
La Corte con el voto de la mayoría admitió el pedido del PE, dejando sin efecto lo
resuelto en primera instancia; para ello aplicó la doctrina de falta de caso y carencia de
agravio concreto ya que los accionantes no habían acreditado perjuicio real y directo. Se
alegó que no era revisable judicialmente la medida, porque para ello existía la Corte
Bicameral Permanente, y la Corte admite.
1) Que las cámaras del Congreso no pudieran reunirse por causa de fuerza mayor como
por ejemplo situación de guerra, desastres naturales que hagan imposible esa reunión.
2) O bien, que la situación sea de una urgencia tal que deba ser solucionada de
inmediato, sin que pueda esperarse al dictado de la ley.
Asimismo, dejó sentado que debía descartarse como criterio para dictar un DNU la
"...mera conveniencia" ya que la Constitución "no habilitaba a elegir discrecionalmente
entre la sanción de una ley o la imposición más rápida de ciertos contenidos materiales
por medio de un decreto". Es decir que el PE no puede elegir si espera a la sanción de la
ley o el dictado del decreto.
PODER JUDICIAL
El art. 108 CN define que el Poder Judicial será ejercido por una Corte Suprema y
demás tribunales inferiores que el Congreso establezca en el territorio de la Nación. La
Constitución solo crea a la cabeza del Poder Judicial la Corte Suprema, los demás
tribunales son creados por el Congreso, a través de la ley.
En cuanto a los requisitos para ser integrante del Poder Judicial, la CN solamente se
refiere a los integrantes de la CSJN, en el art. 111 CN. Para ser juez de la Corte se
requiere ser abogado de la Nación con ocho (8) años de ejercicio de la profesión (del
Reglamento de la Justicia Nacional surge que significa título obtenido en universidad
nacional), y además cumplir con los requisitos para ser senador (al menos 30 años de
edad y haber sido 6 años ciudadano de la Nación).
Respecto de los jueces de los tribunales inferiores, nada dice la CN y los requisitos para
ser juez de los tribunales inferiores (federales) quedan librados a la ley. Por ejemplo, en
la legislatura de la CABA:
Para ser juez o jueza de cámara y del tribunal oral se requiere ser argentino/a, tener
treinta (30) años de edad como mínimo, ser abogado/a con seis (6) años de graduado/a y
haber nacido en la ciudad o acreditar una residencia inmediata en ésta no inferior a tres
(3) años.
Para ser juez o jueza de primera instancia se requiere ser argentino/a, tener veinticinco
(25) años de edad como mínimo, ser abogado/a con cuatro (4) años de graduado/a y
haber nacido en la ciudad o acreditar una residencia inmediata en ésta no inferior a tres
(3) años.
Antes se aplicaba el mismo procedimiento que para los jueces de la Corte, pero ahora
hay que conjugar varios artículos de la CN. Así, del art. 99 inc. 4, 2ª parte (en la órbita
del PE) surge que a los jueces de los tribunales federales inferiores los nombra el PE
con acuerdo del Senado, en sesión pública y en la que se debe tener en cuenta la
idoneidad de los candidatos, pero también hay que atender al 114 primera parte y los
incs. 1 y 2 que señalan que corresponde al Consejo de la Magistratura seleccionar
mediante concursos públicos los postulantes a las magistraturas inferiores y emitir
propuestas en ternas vinculantes para el nombramiento de los magistrados de los
tribunales inferiores. La terna es fijada por el Plenario del Consejo con el voto de
2/3 de sus integrantes presentes.
En principio, los jueces los nombra el PE con acuerdo del Senado, pero también podría
suceder que esa designación se haga sin ese acuerdo. Esto es lo que se dio en enero
de 2016 cuando a poco de asumir el presidente Macri nombro por decreto a los jueces
Rozenkrantz y Rosatti.
Esta posibilidad tiene amparo en la Constitución cuando en su art. 99, inc. 19,
donde surge que el presidente durante el receso del Congreso está facultado a hacer
nombramientos para llenar las vacantes de empleos, que requieren el acuerdo del
Senado, por medio de nombramientos en comisión, pero esos nombramientos que
“expirarán al fin de la próxima Legislatura”. Puede nombrarlos en comisión durando en
el cargo hasta la finalización del período de sesiones ordinarias, salvo que fueran
confirmados en el transcurso de ese lapso.
Parte de la doctrina rechaza este procedimiento, como por ej. el Dr. Gil Domínguez o el
Dr. Daniel Sabsay.
Para la CSJN, la acusación corre por cuenta de la Cámara de Diputados y debe ser
aprobada con el voto de 2/3 de sus miembros presentes. El juzgamiento corresponde a la
Cámara de Senadores y la decisión de culpabilidad debe ser aprobada con el voto de 2/3
de los presentes.
Luego, aclara el art. 115 que el fallo del jurado es irrecurrible y que su único efecto es
la destitución del condenado, luego quedará sujeto a la acusación, juicio y pena
conforme a las leyes ante los tribunales ordinarios.
Con la sentencia del caso “Nicosia”, en 1993 la Corte consideró procedente la revisión
judicial de las decisiones dadas en el juicio político a nivel nacional, si en el proceso se
hubieran afectado las garantías del debido proceso, pero no hizo lugar a la revisión del
fondo de la cuestión, es decir, si en el caso se configuraron o no las causales de la
destitución.
Con la consagración del art. 115 CN en 1994, parece cerrarse el tema proclamando que
la decisión es irrecurrible.
El fallo “Brusa” es un fallo de Corte del 2003. Es el primer caso de remoción de un juez
por vía del jurado de Enjuiciamiento.
GARANTÍAS DE INDEPENDENCIA
Las garantías de independencia de los jueces surgen del art. 110 CN que consagra:
“Los jueces de la Corte Suprema y de los tribunales inferiores conservarán sus empleos
mientras dure su buena conducta y recibirán por sus servicios una compensación que
determinará la ley y que no podrá ser disminuida en manera alguna, mientras
permaneciesen en sus funciones”.
La garantía de independencia de los jueces se concreta a través de la inamovilidad y
la intangibilidad de las remuneraciones, con lo cual se apunta a proteger a los jueces
en el ejercicio de su función, para el buen funcionamiento del poder judicial, buscando
aislarlos de presiones de orden político o material en relación a las sentencias que
adopten.
El otro aspecto relativo a la intangibilidad tiene que ver con el pago de impuesto a las
ganancias, dado que los jueces aparecían como los únicos habitantes no obligados a
contribuir con una parte de sus remuneraciones al mantenimiento del Estado y sus
servicios, vulnerándose el principio de igualdad ante la ley. Solo se los exime de pagar
el impuesto que puede recaer sobre su salario, de tal manera que no están eximidos de
contribuir a los impuestos con sus otros bienes.
El caso se inició cuando la Asociación promovió una acción declarativa de certeza con
el objeto de que se despeje la incertidumbre provocada por la mención contenida en el
artículo 5° de la ley 27.346, que modificaba el art. 79 de la ley del Impuesto a las
Ganancias, alcanzando a magistrados, funcionarios y empleados del Poder Judicial de la
Nación y de las Provincias y del Ministerio Público de la Nación, cuando su
nombramiento hubiera ocurrido a partir del año 2017, inclusive.
Asimismo, se planteó una medida cautelar por medio de la cual la Asociación requirió
que se abstuviera de retener suma alguna en concepto de impuesto a las ganancias hasta
tanto se dicte la reglamentación que expida las instrucciones necesarias para
comprender exactamente los términos utilizados en la ley.
El juez de primera instancia hizo lugar a la cautelar y dispuso que estén alcanzados por
el impuesto los magistrados, funcionarios y empleados designados en el Poder Judicial
de la Nación y en el Ministerio Público de la Nación a partir del 1 de enero de 2017,
salvo que hubieren ingresado con anterioridad a dicha fecha o que proviniesen de los
Poderes Judiciales y ministerios públicos provinciales o de la CABA.
Conforme lo dispuesto por la Constitución en los arts. 116 y 117, lo cual se encuentra
acogido en la ley 48 y reglamentado por el Decreto-ley 1285/58, la Corte entiende con
competencia originaria y exclusiva en los siguientes supuestos:
II. Todos los asuntos en que una provincia sea parte (incluso CABA, a partir del 2019)
a) De las causas que versan entre dos o más Provincias, o una Provincia y el
Estado Nacional;
b) Las causas civiles que versen entre una Provincia y algún vecino o vecinos
de otra, ciudadanos o extranjeros;
Los requisitos propios son los exclusivos del recurso extraordinario. Se requiere:
PRIVACIDAD E INTIMIDAD
El art. 19 CN establece:
“Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la
moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están reservadas a Dios, y exentas de la
autoridad de los magistrados.
Ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que la ley no manda, ni privado
de los que ella no prohíbe”.
Se distinguen dos partes. De la segunda se desprende un principio de legalidad que
fija una regla favorable a la libertad pues se puede hacer todo lo que no está prohibido;
la capacidad es la regla y la prohibición es la excepción. A diferencia de los poderes
públicos que solo pueden hacer aquello para lo que están expresa o implícitamente
autorizados: la regla es la incompetencia y la competencia es la excepción.
Sin embargo, no alcanza para asegurar la libertad personal, porque entonces bastaría con
la sanción de una ley para limitar legítimamente derechos. Se requiere entonces de la
primera parte, que opera como complemento ya que viene a poner un límite sustantivo
o de contenido a la ley que busca restringir libertades. Consecuentemente se requiere
que esa conducta a prohibir quede alcanzada por las condiciones de la primera parte:
que esta acción privada no ofenda de algún modo el orden público, la moral ni
perjudique a terceros.
Una primera interpretación, la más restrictiva, entiende que cada una de las
condiciones mencionadas es autónoma y capaz de justificar la restricción de las
acciones privadas. Serían tres causales distintas que habilitarían la limitación. Inspiradas
en esta visión, cobran formas dos concepciones:
- El perfeccionismo, que entiende que el Estado tiene por misión hacer que los
habitantes adopten una forma y un modelo de vida que responde a ciertos ideales
de excelencia, un modelo deseable por el propio Estado.
- El paternalismo, que implica que el Estado no impone un modelo de vida,
admitiendo cualquiera que adopten los habitantes, siempre que no lleve a un
daño a sí mismo. El Estado interviene desalentando o proscribiendo acciones
para evitar que las personas se perjudiquen a sí mismas (o a terceros
lógicamente).
Este derecho está consagrado principalmente dentro del art 19, que propone la libertad
como regla a través del principio de legalidad. Sin embargo, también hay que conjugar
otros artículos constitucionales: en cuanto a la prensa, arts 14 y 32; libertad de cultos,
arts 14 y 20; cláusula de progreso, art 75; difusión de información relativa al medio
ambiente y consumo de bienes y servicios, arts 42 y 43; derecho de libertad política, arts
14 y 38. Además de otras clausulas de tratados internacionales con jerarquía
constitucional.
CENSURA PREVIA
La norma histórica del art 14, que luego mediante “Mallo” se extiende a todos los
medios de expresión, prohíbe la censura previa. Esta consiste en un examen, control,
generalmente una autoridad gubernamental, de un material antes de su publicación o
difusión. Por lo tanto, la prohibición de censura previa es amplia, genérica y absoluta,
además de que la Corte agrega el supuesto de censura posterior. En este sentido, la
jurisprudencia ha sido ambivalente.
En el caso Verbitsky se define que no puede un juez ordenar que no se publique algo
para evitar la comisión de un delito, incluso si este hace apología al delito, sólo puede
interceder luego de la publicación, sobre la responsabilidad que derive de ella.
La doctrina del reporte fiel, que en nuestro ámbito se la conoce como doctrina
“Campillay” y cobra forma al decidir precisamente la Corte en el caso “Campillay c/ La
Razón, Crónica y Diario Popular” en 1986. La Corte establece un estándar
jurisprudencial que, si es cumplido por el medio o el periodista, le permite eximirse de
responsabilidad si la información que suministró era falsa o errónea, quedando a
cubierto de una demanda. Este deberá difundir esa información (falsa, errónea, inexacta)
cumpliendo con alguna de estas 3 reglas que siguen:
La doctrina de la real malicia en nuestro país fue aplicada por primera vez en el caso
“Morales Solá” y por última vez en el caso “Patitó”.