Como Actuaban Los Bolcheviques en La Clandestinidad
Como Actuaban Los Bolcheviques en La Clandestinidad
Como Actuaban Los Bolcheviques en La Clandestinidad
Sokolov
— S. Obolenskaya y Otros
COMO ACTUABAN
LOS BOLCHEVIQUES
EN LA CLANDESTINIDAD
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Esquema de la imprenta del Comité del Cáucaso del POSDR que funcionó
entre I9D3 y 1905
INDICE
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INDICE
CÓMO ACTUABAN LOS BOLCHEVIQUES EN LA CLANDESTINIDAD
L. Krasin, A. Yenukidze y Otros1
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INDICE
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ADVERTENCIA PRELIMINAR
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El núcleo dirigente del Partido se hallaba en aquel entonces en dicha ciudad. | N. del T.
La Técnica del Partido Bolchevique (L. B. Krasin)
de transporte.
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Grupo de la burguesía liberal. | N. del T.
4
Se suicidó en Cannes en 1905. | N. del T.
La Técnica del Partido Bolchevique (L. B. Krasin)
pues no sólo había que pagar los portes, sino alquilar almacenes y locales y
organizar establecimientos ficticios.
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5
Trifón Yenukidze era hermano de Avel Yenukidze, autor del siguiente artículo. | N. de la E.
La Técnica del Partido Bolchevique (L. B. Krasin)
Para instalarla se decidió buscar un nuevo local y organizar las cosas de tal
modo que no corriéramos el riesgo de que fuera descubierta. El local en que
se instaló dicha máquina estaba separado de la casa en que vivían los
impresores y cajistas por un paso subterráneo, que se cerraba por una puerta
maciza de hormigón que era imposible encontrar si no se conocía el secreto.
El local donde se trabajaba, alumbrado por una lámpara de alcohol y cerrado
por todas partes, estaba instalado en el interior de un cuerpo de edificio
bastante vasto en el que había cuadras y graneros. Sólo con gran dificultad se
podía descubrir que en el centro había un sitio al cual no tenían acceso las
demás partes del local. En este sitio estaba precisamente instalada nuestra
imprenta, la cual comunicaba, por el paso secreto, con otra casa del solar
contiguo en la cual vivían Avel S. Yenukidze y los demás compañeros. La
policía y los gendarmes de Bakú no eran suficientemente inteligentes para
descubrir esa imprenta, y aun en el caso de que se hubiera detenido a todo el
personal con A. S. Yenukidze al frente, la imprenta se habría salvado. Para
restaurarla, habría bastado con arrendar nuevamente la casa en que vivía
Yenukidze, y desde la cual se iba, por el paso subterráneo, al interior del
cuerpo de edificio en que se hallaban las cuadras y los graneros. Este último
cuerpo de edificio pertenecía a un cochero tártaro, amigo de Semión, que en
ningún caso hubiera denunciado la imprenta.
Los impresores y cajistas que vivían en la casa estaban sometidos a una
disciplina rigurosa y no tenían el derecho de salir a la calle. Después de un
plazo determinado, cada uno de ellos obtenía unas vacaciones, pero no se les
autorizaba a pasarlas en Bakú. El compañero que obtenía el permiso estaba
obligado a salir en un tren de la noche para Tiflis, Rutáis o Batumi. No se
dejaba entrar absolutamente a nadie en la imprenta, a excepción de Semión y
de mí, que iba allí muy raramente, con fines de consulta técnica. La puerta de
entrada de la casa estaba siempre cerrada con llave y no se abría antes de que
todos los obreros estuvieran en su puesto y de que se hubiera cerrado de tal
modo la puerta del paso subterráneo que no fuera posible dar con ella sin
conocer el secreto.
La Técnica del Partido Bolchevique (L. B. Krasin)
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HISTORIA DE LA ORGANIZACIÓN Y EL
FUNCIONAMIENTO DE LAS IMPRENTAS
CLANDESTINAS DE LOS BOLCHEVIQUES EN EL
CÁUCASO (1900-1906)
A. Yenukidze
«Ese joven —dijo señalándome a mí— se interesa mucho por las cosas de
imprenta. ¿Tendría usted la amabilidad de enseñarle cómo se hace esto?».
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El pud equivale a 16,38 kilos. | N. del T.
Historia de la organización y el funcionamiento de las imprentas clandestinas de los
bolcheviques en el Cáucaso (1900-1906) [A. Yenukidze]
entre Bakú y Tiflis, se llegó incluso a convocar una pequeña conferencia con
el fin de hacer presión sobre el compañero Ketsjoveli, el cual insistía en la
necesidad de fundar un periódico clandestino; pues, como decía él, «el
marxismo legal corrompe a las masas, no las templa para la lucha, puesto que
le sirve un marxismo recalentado». Se llamó incluso a Bakú a un grupo de
obreros de las principales fábricas de Tiflis. Ketsjoveli consiguió persuadir a
dichos obreros de que el órgano clandestino era absolutamente necesario, y
prometieron que a su regreso a Tiflis insistirían cerca de la organización local
para que nos ayudara. Y, en efecto, ejercieron una gran influencia en este
sentido sobre el Comité.
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misma intensamente, hicimos una bandera roja con las consignas oportunas
e imprimimos previamente hojas en nuestra imprenta en nombre del Comité
de Bakú, etc., etc.
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Como consecuencia de todo ello, los tres compañeros que sabíamos dónde
se hallaba la imprenta clandestina, nos metimos nosotros mismos en la
Historia de la organización y el funcionamiento de las imprentas clandestinas de los
bolcheviques en el Cáucaso (1900-1906) [A. Yenukidze]
ratonera.
Desde nuestro punto de vista actual es tan incomprensible nuestra
conducta al no tomar medida alguna para evitar esa detención, como la del
jefe de gendarmes Poroshin y del capitán Walter al limitarse a detener
únicamente al compañero Ketsjoveli. En un principio se había procedido a la
detención de Ketsjoveli y a la mía. A Bolkvadze le dejaron tranquilo. Sus
documentos demostraban que había llegado de Tiflis hacía pocos días y,
tomando además en consideración su origen aristocrático, no consideraban
posible detenerle sin contar, como no contaban, con indicios directos.
Después de prolongada consulta, nos declaró que se llevaban solamente a
Vladimir Ketsjoveli, a quien estaban buscando desde hacía tiempo por orden
del Departamento de Policía.
Al cachear a Ketsjoveli, le encontraron tres pasaportes y algunos folletos
clandestinos. En uno de dichos pasaportes constaba nuestro domicilio
conspirativo. Cuando Ketsjoveli se dio cuenta de ello pudo decirnos, sin que
se dieran cuenta de ello los gendarmes, que por la noche hiciéramos todo lo
posible para llevarnos la máquina de imprimir de dicho domicilio.
Eran ya las dos de la madrugada. Iván Bolkvadze y yo nos fuimos primero
a casa del compañero Sagórov, el cual tenía las direcciones del extranjero, la
cifra y las señas de los camaradas de Batumi, por cuya mediación recibíamos
las publicaciones del extranjero.
Al llegar al domicilio conspirativo, desmontamos la máquina y empezamos
a embalarla. A las ocho de la mañana lo teníamos todo preparado. Para
transportar la máquina a las oficinas de la compañía naviera donde en la
primavera habíamos dejado en depósito dicha máquina, se necesitaban cerca
de 50 rublos, y en nuestros bolsillos no teníamos ni 3. Tomé un coche y me
fui a ver a Krasin. Me metí sin vacilar en el dormitorio, desperté a nuestro
amigo, y sin más ni más le espeté que Ketsjoveli estaba detenido y que se
necesitaba dinero para salvar la imprenta. Krasin, con la decisión que le
caracterizaba, me hizo las preguntas necesarias para darse cuenta exacta de la
situación y me entregó 60 rublos. Con este dinero y con un carro que alquilé,
volví a la calle Chadrova.
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aquella noche. Ketsjoveli quedó muy contento del resultado de la historia con
la máquina y expresó su convicción de que Djibrail mantendría su palabra.
Resultó que además de nosotros habían sido detenidos asimismo Víctor y
Dmitri Bakradze, y un día después trajeron también a Grigori Sagórov, el cual
recibía las publicaciones del extranjero.
Después de dos semanas de encierro en la cárcel de Bakú, se nos trasladó
a Tiflis, al castillo de Metejski. Antes de que se nos mandara a Tiflis se nos
había interrogado a todos en la sesión de gendarmes de Bakú.
Durante mi interrogatorio por el capitán Kárpov, trajeron a su despacho
dos maletas con publicaciones extranjeras. En una de las maletas había
números de la Iskra; en otra, de Zariá, y el folleto de Lenin ¿Qué hacer?.
Kárpov me señaló las maletas y me dijo:
— Mire usted, señor Yenukidze. ¿Son suyas estas maletas?
Al cabo de pocos minutos, Kárpov se fue al teléfono, y al salir dijo al
gendarme que estaba allí:
— Vigílalo.
Al quedarme solo con el gendarme le pedí que me dejara mirar los libros
de las maletas. El gendarme me autorizó para ello, a condición de que me
diera prisa. Tomé el número 22 de la Iskra y el folleto ¿Qué hacer?. Ese
número lo esperábamos con gran impaciencia, pues debía publicar el proyecto
de programa del Partido. Esperábamos aún con más impaciencia el folleto de
Lenin, a propósito del cual se había armado tanto ruido. Pregunté al
gendarme, que me pareció una persona simpática:
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El fiscal, que estaba bien enterado de todo esto, pensó distraer su atención
con otras ocupaciones y le mandó unos cuantos lápices y cuadernos
numerados, pidiéndole que escribiera las memorias de su pasado y expusiera
su opinión sobre distintos problemas teóricos.
Ketsjoveli llenó el primer cuaderno de caricaturas malintencionadas de
todas las autoridades y jefes, entre ellas el propio fiscal, y el papel restante y
los lápices los distribuyó muy hábilmente por las distintas celdas. Cuando el
fiscal visitó por segunda vez a Ketsjoveli, éste le presentó su trabajo y el fiscal
se puso furioso.
La Administración decidió aplicar a Ketsjoveli un régimen excepcional,
pero toda tentativa de este género provocaba enérgicas protestas de todos los
detenidos.
A principios del verano de 1903, nos enteramos de que nuestra imprenta
había sido retirada sin novedad, y que nuestros compañeros la habían
instalado muy bien. Estas noticias nos dieron nueva energía para continuar
nuestro trabajo.
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Los que trabajaban en la imprenta habían tomado todas las medidas para
no llamar la atención de los que pasaban por delante de las ventanas. Ninguno
de nosotros tenía derecho a aparecer, como no fuera de noche, en las piezas
que daban a la calle. Durante el día, las camas y todos nuestros objetos eran
trasladados a la pieza donde estaba la máquina. Todas las habitaciones,
excepto la de la máquina, desde las ocho de la mañana a las once de la noche,
tenían un aspecto tal que podía introducirse en las mismas a cualquier persona
sin temor. La pieza en que trabajábamos era, ni que decir tiene, inaccesible.
Si alguien deseaba penetrar allí, Semión o su «madre» declaraban que era la
habitación de las mujeres. Por lo que a los musulmanes se refiere, era esto
una garantía absoluta de que nadie intentaría entrar allí. La mayoría de los
rusos —policías y funcionarios— que vivían en Bakú desde hacía tiempo y
conocían estas costumbres, las observaban y respetaban también. Pero en
caso de registro, naturalmente, esto no nos hubiera salvado. Habíamos
organizado bien las señales de timbres. La gente nuestra llamaba siempre
desde la calle de un modo especial, gracias a lo cual les reconocíamos. Cuando
llamaba alguien que no era de los nuestros, interrumpíamos inmediatamente
el trabajo. En esos casos abría la puerta exclusivamente Semión, o, cuando no
estaba él en la casa, su «madre», su «hermana» o el «hermano»; es decir, las
personas que estaban inscritas en la casa y eran consideradas como los
inquilinos oficiales. No era raro que gente de fuera llamara: venía el aguador,
el basurero, los vendedores de frutas, de verduras, de periódicos. Una vez nos
visitó el comisario de policía del distrito, el cual ofreció sus servicios a Semión
para lo que fuera necesario, pues consideraba a todos los musulmanes como
a unos ladrones y bandidos. Vinieron en dos ocasiones los guardias a
felicitarnos por las fiestas, nos visitaron dos veces los agentes de la
Administración municipal para el padrón, etc., etc.
Una de las visitas nos asustó mucho y nos obligó a resolver de una vez para
siempre la cuestión de un local más seguro para la máquina y el trabajo de la
imprenta. Una mañana, en los días de la fiesta musulmana de Novruz
bayrami, fue a visitar a Semión el dueño de la casa, un respetable musulmán,
que trajo consigo como regalo una magnífica oveja con la cabeza y los cuernos
barnizados, y declaró a Semión que había decidido irse a la Meca y vender la
Historia de la organización y el funcionamiento de las imprentas clandestinas de los
bolcheviques en el Cáucaso (1900-1906) [A. Yenukidze]
casa a un pariente lejano que dentro de unas cuantas horas vendría con sus
hermanos para ver la casa. Para Semión esta declaración fue un gran golpe,
hasta tal punto, que se puso muy confuso, lo cual explicó inmediatamente al
visitante por el pesar que le causaba el separarse de un dueño tan respetable
como él. Éste, emocionado por tantas consideraciones, empezó a tranquilizar
a Semión diciéndole que el nuevo dueño de la casa era muy buena persona,
había estado en la Meca, etcétera, etc.
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Término árabe de respeto para designar a alguien que ha peregrinado a la Meca. | N. de la E.
Historia de la organización y el funcionamiento de las imprentas clandestinas de los
bolcheviques en el Cáucaso (1900-1906) [A. Yenukidze]
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El arshín equivale a 0,711 metros. | N. del T.
Historia de la organización y el funcionamiento de las imprentas clandestinas de los
bolcheviques en el Cáucaso (1900-1906) [A. Yenukidze]
cajero del Partido y el que proporcionaba las sumas más importantes. Gracias
a ello, compramos inmediatamente la casa con el pretexto de destinarla a
almacén de artículos eléctricos. Después de la adquisición, examinamos
cuidadosamente la cuadra y resultó que el extremo de la misma estaba
separado de la sección de forraje por una pared maestra, y que la puerta de
esta parte, que daba al patio, estaba cerrada con una piedra. Por lo tanto, la
parte triangular de la cuadra, que comunicaba directamente con nuestra
sección de máquinas, era completamente vacía y destinada, por decirlo así,
por el destino, a nuestra empresa clandestina. La compra fue efectuada a
principios de abril, y antes de fines de dicho mes tuve que elaborar el plan de
paso subterráneo y establecer una lista de los artículos y materiales necesarios
para la instalación, la construcción del paso y obturación de la pared, pues se
había decidido desmontar la máquina y llevarla directamente por partes al
local subterráneo desde nuestra habitación, perforando la pared de nuestra
casa. Los materiales necesarios (ladrillos, cemento, etc., etc.) los traíamos a
casa poco a poco en pequeñas partidas y se amontonaban cuidadosamente en
el patio. Se adquirieron asimismo las herramientas necesarias.
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parte legal de nuestra casa. Para este fin utilizamos uno de los nichos que
había en la pieza en que antes estaba la máquina de imprimir.
Dichos nichos estaban cubiertos de madera en el interior, y el fondo era de
piedra, estucado y barnizado. Nos pusimos a cavar el fondo del nicho en
sentido vertical, hasta que llegamos al final de los cimientos, esto es, hasta el
suelo, que resultó hallarse casi al mismo nivel que el de la antigua cuadra. El
fondo del nicho era por sus proporciones completamente suficiente para
entrar libremente en el nuevo local y pasar allí los materiales y sacarlos.
Ahora, lo necesario era hacer las cosas de tal modo que se disimulara la
entrada. Con este fin preparamos una gran plancha de madera en forma que,
colocado en el nicho, pareciera un fondo igual al del nicho del lado. Después,
gracias al auxilio de Krasin, la plancha bajaba y subía sin ninguna dificultad
por medio de unas bisagras. Cuando todo estaba listo, decidimos traer al local,
el domingo siguiente, el volante, sin el cual no se podía trabajar. Por la mañana
abrimos una brecha en la cocina; por la noche, con gran júbilo por nuestra
parte, el volante estaba en la imprenta, y a la mañana del día siguiente el
trabajo volvió a hervir en el nuevo y seguro local.
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Las cosas estaban organizadas de tal modo que las personas que nos traían
papel y otros materiales y se llevaban la literatura empaquetada en fardos
especiales ignoraban el contenido de los mismos. En el taller de cajas no
sabían de dónde procedía esa literatura. El que la mandaba por ferrocarril
tampoco tenía la menor idea de lo que contenían las cajas, y en caso de que se
hubiera descubierto el contenido, no hubiera podido saber que la literatura
era de origen local.
Es difícil enumerar todas las pequeñas precauciones que observábamos con
la mayor puntualidad, pero estoy persuadido de que fue gracias al régimen
establecido como conservamos esa empresa ¡legal.
Durante el tiempo que funcionó nuestra imprenta —cerca de dos años y
medio— nos visitaron sólo algunos miembros o agentes del Comité Central.
A fines del segundo año de existencia de la imprenta, una vez invitamos
especialmente al compañero V. V. Starkov, conocido ingeniero, al cual
propusimos que encontrara la entrada del subterráneo. Starkov examinó
cuidadosamente todas las habitaciones, golpeó todas las paredes y los sitios
peligrosos a su juicio, pero no consiguió descubrir la entrada.
En el subterráneo, a causa de la ausencia absoluta de ventilación, había,
durante el trabajo, una atmósfera irrespirable. En el verano de 1904 nos vimos
obligados a abrir una ventanilla en el tejado. A pesar de ello, en verano hacía
un calor insoportable, hasta tal punto que en julio habitualmente
suspendíamos la impresión, dedicándonos a preparar matrices o estereotipias,
componíamos los trabajos extensos o una parte de los compañeros se
marchaba de vacaciones.
A pesar de las precauciones mencionadas no podíamos tener la seguridad
de que en caso de registro no nos descubrieran, y por esto estábamos
decididos a resistir a la policía con las armas en caso de detención. Todos
estábamos armados de revólveres y es indudable que de ser descubiertos
habríamos puesto en práctica nuestra decisión.
Historia de la organización y el funcionamiento de las imprentas clandestinas de los
bolcheviques en el Cáucaso (1900-1906) [A. Yenukidze]
Manifiesto del zar Nicolás II, en respuesta a los eventos revolucionarios, que prometía otorgar
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libertades civiles. | N. de la E.
Historia de la organización y el funcionamiento de las imprentas clandestinas de los
bolcheviques en el Cáucaso (1900-1906) [A. Yenukidze]
Se acordó que con este fin me fuera a Petersburgo para examinar dicha
cuestión con el Comité Central. Llegué a la capital en noviembre y me dirigí
inmediatamente a la reunión del Comité. Dicha reunión se celebró en el
domicilio particular del ingeniero Brúsnev en la calle de Sadova, cerca de la
Plaza Pokróvskaya. Fue allí que vi por primera vez al compañero Lenin. Éste
me interrogó sobre la situación en el Sur y en el Cáucaso, sobre el estado de
espíritu de nuestras organizaciones y de los camaradas que trabajaban en la
imprenta. Di cuenta a Lenin y a los compañeros Krasin, Bogdánov y
Postalovski, que se hallaban presentes, de la situación en Bakú y en otros
sitios, y hablé asimismo en detalle de nuestra imprenta y del estado de espíritu
de los compañeros. Les dije también que preferíamos continuar en las mismas
condiciones ilegales, aunque fuera sin hacer nada temporalmente, a
emprender la liquidación de una empresa que habíamos organizado con tantas
dificultades. Me acuerdo muy bien de que el compañero Lenin se rio de los
camaradas que se entusiasmaban con las «libertades» de octubre y se
imaginaban que la «libertad» de imprenta estaba tan garantizada que no
tendríamos más la necesidad de amurallar a la gente en los sótanos. Sin
embargo, la mayoría del Comité Central decidió liquidar nuestra imprenta de
Bakú y trasladar a Petersburgo a todos los compañeros que trabajaban en la
misma para que trabajaran en la gran imprenta legal que proyectaban los
bolcheviques. Después de permanecer en Petersburgo algún tiempo y de
recibir los recursos necesarios para la liquidación de la imprenta, fui a Moscú,
donde había de recibir una parte de dinero en la redacción del diario
bolchevique Vperiod. Salí para Bakú el 6 de diciembre, esto es, en vísperas del
levantamiento armado de Moscú. Moscú, en aquél entonces, hervía, y se tenía
la sensación de que se aproximaban acontecimientos. Recorrí libremente la
ciudad con otros compañeros, armados todos nosotros de pistolas máuseres,
compramos balas sin ninguna dificultad e hicimos ejercicios de tiro en el
parque de Petrovsk. En el domicilio de Gorki celebramos una reunión de la
Historia de la organización y el funcionamiento de las imprentas clandestinas de los
bolcheviques en el Cáucaso (1900-1906) [A. Yenukidze]
62
II
que intimáramos rápidamente. Absorto siempre por la idea del trabajo que se
le confiaba, concentrado, severo, producía a veces la impresión de un hombre
sombrío y enjuto. Pero a medida que le fui conociendo de cerca vi en él a un
hombre completamente adicto a la revolución y de una abnegación y una
honradez ejemplares. Es, pues, fácil imaginarse mi asombro al enterarme, en
1914, cuando yo me hallaba confinado en Siberia, de que Mark figuraba en las
filas de los partidarios de la defensa nacional. La última vez que le vi fue en
Moscú, cuando me visitó en mi despacho y me dijo que «los dedos se me caen,
la temperatura aumenta por las noches y las curas que me hacen en el
dispensario no me alivian». Le di una carta para un médico conocido y le
recomendé que se fuera inmediatamente a un hospital. Así lo hizo, en efecto.
En un principio, pareció mejorar, pero no tardó en ponerse peor y, a primeros
de enero de 1919, murió.
***
III
buscados por la policía en una ciudad tan tranquila como Smolensk, habían
de aparecer inevitablemente sospechosos. Empezaron a manifestarse algunos
síntomas alarmantes. Ora aparecía algún sujeto sospechoso en el domicilio
donde yo vivía y preguntaba por el inquilino, ora se anunciaba un registro. Los
liberales simpatizantes comenzaban a mostrar una prudencia excesiva. En la
calle, un compañero que acababa de llegar se detuvo para hablar conmigo y
no tardé en ver a un tercero cerca de nosotros.
A fines de noviembre recibí una carta del compañero Kárpov, que en aquel
entonces trabajaba en la Oficina meridional, advirtiéndome del peligro que
corríamos. Decía que había llegado a Kiev un compañero de Yelisabetgrad, y
que lo había mandado a Smolensk con la dirección mía y el santo y seña
acostumbrado. Servían de clave unos puntos marcados en un libro. Después
de su salida de Kiev, llegó de Yelisabetgrad la noticia de que había sido
descubierta casi toda la organización, y que al emisario mandado a Kiev lo
consideraban como un confidente. Kárpov citaba en su carta el título del libro
que había de servir de santo y seña.
A principios de diciembre, un domingo en que estaba de guardia en el
hospital, preguntan por mí; salgo, y un joven me entrega un libro
precisamente con el título que Kárpov me había indicado. Convencido de que
se trataba precisamente de aquel libro, me apresuré a expresar el mayor
asombro. Entonces el joven me dijo que había buscado por toda la ciudad las
direcciones que necesitaba, pero como todos los establecimientos estaban
cerrados por ser día de fiesta, había decidido ir a verme a mí directamente con
el fin de pedirme que le diera unas señas para Petersburgo. Decidí que, fuera
como fuera, yo estaba ya descubierto y que lo que se imponía era evitar que
siguiera visitando las direcciones que conocía. Después de declararle
categóricamente que, en Smolensk, a causa de las detenciones recientes, no
había absolutamente nadie, que para él mismo representaba un peligro
quedarse allí y que no tenía dirección alguna de Petersburgo, le ofrecí dinero
para salir de Smolensk, a lo cual accedió, al parecer, de buena gana.
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72
LOS PROFESIONALES
V. N. Sokolov
II
Las dos recomendaciones principales que se me dieron eran para un
profesor del Seminario, llamado Lébedev, y para un tal Semiónov, que
trabajaba en la Estadística. Tanto el uno como el otro pertenecían al Partido
socialdemócrata. Lébedev debía contribuir a orientarme en la situación y en
las relaciones. Semiónov debía legalizarme haciéndome entrar en la Oficina
de Estadística del Zemstvo, lo cual, además, me era necesario para procurarme
algunos ingresos.
Con el fin de ampliar las relaciones fue preciso en un principio recurrir a la
recomendación de un abogado liberal, posteriormente miembro de la Duma.
Dicho abogado era presidente de una biblioteca popular, y era necesario
introducir allí a uno de los nuestros por su mediación.
Me recibió con extrema amabilidad. Pero se negó a prestarnos la
cooperación que solicitábamos.
— Cada institución cultural tiene su misión y su valor absoluto. Exponerla a
cualquier riesgo no sería conveniente.
— De acuerdo. Pero en lo que nosotros proponemos no hay el menor riesgo.
— Gromski (el general de gendarmes) tiene su lógica sobre el particular.
Luego se entabló una conversación sobre cuestiones «de principio».
— Nuestro enemigo común es la autocracia. Hasta que nos apoderemos de
esta ciudadela principal, no hay por qué combatirnos.
— Pero con su negativa a admitirnos en la biblioteca ha dado usted un
pretexto para ello.
— La biblioteca es una pequeña cuestión práctica, y no es ella la que servirá
de medida para los errores históricos...
— Sin embargo...
— Con vuestro doctrinarismo, con vuestra intolerancia, os colocáis fuera de
la vida. Muchas víctimas, pero resultados microscópicos. La verdad teórica
en perjuicio de la verdad práctica.
— Hasta hoy habéis sido más prácticos que nosotros. Esto es verdad. Lo único
que falta saber es si vuestra práctica se refuerza con nuestros sacrificios.
Nos separamos sin grandes deseos de volvernos a encontrar.
74
III
En cierta ocasión, trajeron una caja con tipos de imprenta. La caja no era
muy grande, el aspecto exterior de la misma no denotaba su peso. El cochero
la llevaba jadeando, y fue preciso advertirle que tuviera cuidado. La patrona,
que por casualidad se hallaba en la puerta, miró perpleja y recelosa la caja del
cochero. Y al día siguiente, al regresar del trabajo, encontré encima de la mesa
dos letras y un espacio: por lo visto, la dueña las había hallado en el recibidor,
y al dejarlas en la mesa se proponía hacerme comprender lo poco «táctico» de
mi conducta.
Todo permitía suponer que no había que temer ninguna denuncia. Pero era
preciso salvar inmediatamente la letra. Sacar el cajón significaba correr el
riesgo de dejar tras de sí un rastro de letra. Además se necesitaba mucha
fuerza para llevarlo; llamar a un cochero significaba atraer aún más la
atención.
Fue preciso que lo sacara yo mismo. Y en tal forma que nadie se diera
cuenta de ello. No era cosa fácil colocarse encima el contenido del cajón de tal
forma que pudiera ocultar con el abrigo. Tuve que emplear unos pantalones
viejos atando fuertemente los extremos de los mismos, de modo que se
obtuviera un doble saco. Metí en cada mitad hasta 30 puds de tipos de
imprenta y después me los eché al hombro. Luego puse unos cuantos puds
más en los bolsillos del abrigo y de la americana. Los 10 puds que me
quedaban los envolví en dos paquetes. Cuando me hube colocado todo esto
encima, conseguí abrocharme el abrigo sólo con gran esfuerzo, y aun
únicamente un botón. Apenas podía respirar, y las piernas se me doblaban.
Sin embargo, era preciso marchar, no había otra salida. La negra noche
otoñal cubría maternalmente la tragedia de ese conspirador que apenas podía
mover las piernas, respiraba como un caballo y se balanceaba, bajo el peso,
como un borracho. A cada cuarenta o cincuenta pasos tenía que sentarme en
el suelo a fin de poder tomar un poco de descanso. Pero cada vez era más
difícil avanzar. Algunas veces tuve la tentación de dejar una parte de la carga
en un rincón cualquiera a fin de ir por ella después. Pero el miedo de no
encontrarla me contenía.
76
IV
era ya imposible que uno solo fuera a todas partes. Era preciso, además,
mandar literatura a los Comités. Con este fin, Noskov mandó de Kiev a
Ponomariov y Luká Séminich (I. B. Ozemblovski). Ponomariov se vino a vivir
conmigo, Luká encontró una habitación en otra parte. El primero se encargó
de la cifra y de los pasaportes, el segundo del transporte de literatura.
En sus funciones, Luká era insustituible. Era un hombre tranquilo,
equilibrado, que sabía observar rigurosamente las reglas de la conspiración.
Gracias a sus cualidades, más de una vez nos salvó de situaciones difíciles.
En cierta ocasión, llega jadeante y agitada una muchacha que había sido
mandada a la estación para recoger una caja.
— Me han seguido...
— A quién, ¿a usted?
— No; cuando he dado el talón a un mozo de cuerda para recoger la caja, le
ha seguido un gendarme. Yo me he marchado. Naturalmente, esperar
hubiera sido una estupidez. En general, en la estación hoy es todo muy
sospechoso. Creo que tendré que marcharme de aquí.
Luká la miró con un ojo:
— Sí; pero antes hay que recoger la caja.
La muchacha quedó asombrada.
— Antes hay que dormir un poco, señorita, para que se calmen los nervios.
El gendarme hubiera sido muy tonto si en vez de detenerla a usted se
hubiera puesto a seguir al mozo de cuerda.
— Pero le ha seguido.
— Será por sus cosas. Vamos.
Y se la llevó otra vez a la estación. La muchacha se había incluso olvidado
del número del mozo de cuerda. Fue preciso buscarlo. Resultó que se había
marchado a comer. Luká se llevó a la muchacha al domicilio de aquél.
— La he buscado a usted inútilmente. Después he dejado las cosas en casa de
un compañero.
Incidentes de esos ocurrían a menudo en aquellos tiempos con los
militantes de fila, poco adaptados aún a las condiciones del trabajo.
Uno de los compañeros recién llegados y que había hecho registrar su
pasaporte falso fue llamado a la comisaría. Al presentarse, se le hicieron las
preguntas formales de rigor, que no tenían ninguna relación con su situación
de ¡legalidad, y después le dejaron marchar.
Pero evidentemente era tan grande su sorpresa por el resultado de su
conversación con el comisario que se desconcertó. Y antes de salir de la
Los profesionales [V.N. Sololov]
VI
VII
Los profesionales [V.N. Sololov]
VIII
Mi domicilio fue objeto de una cierta atención. Dos días seguidos noté que
al atardecer se movía cerca de la puerta la misma figura. Y abajo, en el piso
del oficial, se recibió inesperadamente la visita de un compañero de servicio
Los profesionales [V.N. Sololov]
que había sido suspendido dos veces en los exámenes y que ahora esperaba
su nombramiento para el cuerpo de gendarmes. Y de un modo igualmente
inesperado se me invitó a ir a tomar el té con ellos. La mujer del oficial añadió,
al invitarme, que aquel día les había honrado con su visita una persona
respetable y que ésta quería conocerme. No tuve más remedio que bajar y
pasar unas horas con ellos, que pasaron en medio del aburrimiento más
extraordinario. Pero no tuve ya deseos de pasar la noche en mi domicilio.
Envolví en una manta una almohada y una sábana, los deposité en la estación
y después me fui a dormir a una fonda. Durante el día indiqué a un ex
estudiante, hermano de Hein, que había llegado hacía poco, que ocupara mi
piso y que viera lo que pasaba. Y un día después me marché al sitio destinado.
Me sustituyó A. P. Golubkov, y cuando transcurridos dos meses tuve que
pasar nuevamente por allí, el trabajo continuaba: no se había descubierto más
que la dirección de una tienda y Luká había tenido asimismo que marcharse.
2. La Frontera
I
Por primera vez en la vida siento que los pelos se me ponen de punta...
Me despierto por completo y me levanto de un salto del sofá. De detrás del
sillón aparece una mona que atraviesa toda la pieza y salta sobre la chimenea.
Y sentándose tranquilamente se lleva un dedo a los labios como diciéndome:
— Cállate, compañero...
Una extraña impresión, como de vergüenza, se apoderó de mí. Me acerqué
a la chimenea con el fin de observar más de cerca al animal. Pero éste se agarró
al cortinaje, se lanzó a la cornisa de la puerta y desde allí me lanzó una mirada
burlona.
¿Qué podía hacer? Sentarme de nuevo y seguir esperando en la soledad,
con la sensación, al mismo tiempo, de que no estaba solo. Y simultáneamente
me intranquilizaba la sensación de que era víctima de una ofensa que me
hubiera sido difícil definir. Sólo después, y sin ninguna lógica aparente, surgió
la idea siguiente: «El diablo sabe de quién eres aquí el "compañero", si de los
dueños de la casa o de su mona».
II
Pero el Iván Ivánovich que aparecía ante mí era muy distinto del que me
había imaginado cuando le escribía las cartas. Era un hombre simpatiquísimo
que en nada se parecía a un militar. Y el asistente que nos sirvió el té tampoco
tenía nada de común con los asistentes habituales. Cuando entraba en la
habitación no había por qué interrumpir el coloquio, puesto que aquel
muchacho podía ser casi considerado como uno de los nuestros.
Los profesionales [V.N. Sololov]
Es evidente que ha decidido ya ayudarme, pero que busca una fórmula que
pueda parecer lógica y «natural», aun desde el punto de vista de la policía.
Ahora mi misión consiste ya en ayudarle a él.
— Es posible que su conocido haya vuelto.
— No; no está aquí.
— O acaso tenga aquí parientes que estén enterados.
— Mire usted... ¿Dónde se hospeda?
— En ninguna parte.
— Procuraré encontrar a su hermano, si es que no se ha marchado también.
— ¿Y cuándo quiere usted que vuelva a pasar por aquí?
— No vuelva más. Esto está muy lejos. Hoy, a las seis, me esperará usted
cerca del monumento a Pushkin, en uno de los bancos de la derecha.
Ni que decir tiene que a las seis de la tarde recibo las indicaciones de que
tengo necesidad.
De manera que la inseguridad de la dirección de Kámenets-Podolski no
disminuye su valor. Convenimos únicamente con Gusárov que es necesario
comprobar no sólo la dirección, sino también toda la ruta desde la frontera
hasta Lvov, establecer asimismo los puntos de trasmisión y las relaciones
directas con los contrabandistas. Gusárov promete ir a mi encuentro después
de mi primer reconocimiento y establecer en el sitio la combinación más
cómoda.
Los profesionales [V.N. Sololov]
III
IV
Al atardecer Foma nos anunció que nos preparásemos, pues todo estaba ya
a punto.
Nos pusimos en camino a las diez. Cuando salimos al aire libre, casi nos
cogió un vahído. Tan poco acostumbrados estábamos al aire puro.
Marchábamos los cuatro uno tras del otro. Foma, delante; Yákov, detrás.
La noche era negra. Había pocas estrellas. La aldea dormía. La calma más
absoluta reinaba a nuestro alrededor. Pasamos por delante de muchos jardines
y huertas, atravesamos el cañizo, los caminos, sin decir una sola palabra.
— ¡Ts...l
Nos pusimos inmediatamente en cuclillas cerca un cañaveral.
— ¿Qué pasa?
— ¡Ts. ! Un perro.
El perro ladraba a lo lejos, pero los ladridos se iban oyendo cada vez más
Los profesionales [V.N. Sololov]
— Vamos.
Nos levantamos cautelosamente. Pero después de avanzar dos o tres pasos,
Foma se inclinó bajo un matorral y sacó un pequeño bote. Unos pasos más y
el bote estaba ya cerca de la orilla. Medio minuto después apareció otro bote.
Kozitski se va a un bote, yo a otro. No hay sitio para sentarse.
— Échate de espaldas.
Es Yákov quien lo manda. Yo cumplo la orden sin rechistar. Esta posición
es más cómoda que estar sentado. Pero, en cambio, se pierde toda sensación
de estabilidad. Se tiene la impresión de estar en una cuna, que se mece a cada
movimiento del remo.
De repente el bote se para.
— Hemos llegado.
Ante nosotros se elevaba la costa rocosa de Galitzia. A poca distancia, se
hallaba una cueva natural con una entrada angosta y larga. Gracias a esa
circunstancia la cueva no se puede ver desde el agua. Y cuando los gendarmes
austríacos de la frontera pasan cerca del agua se puede esconder en la cueva
todo lo que se quiera. Fue allí que dejamos también los botes y que
descansamos un poco antes de continuar nuestro camino. Había que andar
una versta para encontrarse bajo un techo amigo.
— ¿Estará ya en casa? —dice Foma.
— Claro que sí. ¿Es que no le has dado la señal?
— No, no he tenido tiempo. Además, ya era tarde...
Los profesionales [V.N. Sololov]
— ¡Qué modo de hacer las cosas! No puedes hacer nada sin aventuras.
Cualquier día acabaremos en la cárcel por culpa tuya.
— Es seguro que estará en casa. ¿Dónde quieres que esté? Anda, vamos.
Yákov se asomó para ver si había novedad.
— Me parece que podemos salir.
— En marcha, para que podamos volver pronto.
Descendimos hasta la orilla, luego empezamos a elevarnos ya a la estación
en un carro. Y aquel mismo día llegábamos a Lvov.
96
Calculábamos terminar nuestros asuntos allí en dos días. Pero tuvimos que
estar cerca de una semana. Nuestra literatura destinada a Rusia se guardaba
en un local utilizado por todas las organizaciones y para todos los fines
imaginarios. Por consideraciones de orden conspirativo no era conveniente
que participáramos personalmente en la selección y embalaje de nuestros
libros. Por este motivo tuvimos que confiar esta misión a un compañero
encargado especialmente de ello.
Nuestra llegada coincidió con la recepción de un paquete postal de Ginebra
que contenía literatura y que se nos había encargado que recogiéramos en
Correos. Nos dirigimos allí. Resultó que en Correos dos de nuestros paquetes,
de cinco kilos cada uno, habían sido abiertos, pues se sospechaba que se
mandaba manteca sin pago del derecho de aduanas.
Nos presentaron esos paquetes abiertos y nos propusieron levantar un acta
y pagar una multa por haber mandado una mercancía distinta de la declarada.
Y dejándonos con la boca abierta ante la mesa con los paquetes, el funcionario
se fue a buscar papel y testigos.
Nos miramos.
— ¿Y si nos fuéramos?
— Acaso será lo mejor.
— Anda, vamos.
Kozitski toma un paquete y se lo mete bajo el brazo, yo hago lo propio y
salimos sin novedad. Tomamos un coche, nos apeamos en una de las plazas
más concurridas y nos vamos hasta a casa a pie.
En los paquetes había el Programa de Erfurty Al día siguiente de la
revolución social, de Kautsky, que mandamos inmediatamente al almacén
para que fuera empaquetado junto con la otra literatura.
Una semana después de estar en Lvov la selección y el embalaje de nuestra
literatura estaban terminados y nos fueron entregados en la estación en forma
de dos cajones bastante pesados y un par de canastos. Los mandamos como
Los profesionales [V.N. Sololov]
Entramos en una gran pieza espaciosa en la cual había una gran mesa.
— Hagan el favor de sentarse...
Dos soldados nos acercan una silla y uno de ellos nos ofreció la petaca.
¿Puede usted decirnos a qué debemos este honor?
— No se intranquilicen ustedes; un contrabandista ruso, borracho, ha
cometido un robo, se le ha detenido y ha dicho que ustedes se ocultaban
allí y tenían libros socialistas para Rusia.
— ¿Y qué se proponen hacer con nosotros?
— ¡Oh, nada! El señor comandante les interrogará, y si resulta que no es
verdad, les dejará libres.
— ¿Y si es verdad?
El gendarme se sonrió y se encogió de hombros.
— Entonces no lo sé...
100
tonto y que ayudaba más por simpatía que por dinero, su mujer no veía con
muy buenos ojos que nos quedáramos allí tanto tiempo y les
comprometiéramos. Esto era preciso tenerlo en cuenta.
VII
Nos pusimos en marcha sin llevar absolutamente nada con nosotros, y aun
destruimos las direcciones que llevábamos. Antes de decidirnos a atravesar el
riachuelo nos echamos tras unos matorrales para «observar». Nos decidimos
a ponernos en marcha cuando el sol se había ya puesto y la luna empezaba a
brillar muy débilmente. Bajamos el río, y mirando por última vez nuestro
alrededor, nos quitamos las botas.
— Hay que atravesar el río, siguiendo la corriente, hasta aquel matorral.
Sólo cuando nos hallamos en lo orilla y nos dispusimos a calzarnos, nos
dimos cuenta de lo fría que era el agua; los pies habían perdido toda
sensibilidad, apenas podíamos hablar, los labios nos temblaban y nos
castañeteaban los dientes.
— ¿Tomamos directamente el camino?
Y nos pusimos a andar a grandes pasos. Reaccionamos inmediatamente y
nos pareció que las veinte verstas que teníamos que recorrer no eran nada: la
casa y el descanso nos parecían ya más cercanos que la orilla opuesta.
De repente, apareció en el camino un carruaje. No había ni un matorral en
que pudiéramos escondernos. El carruaje pasó a nuestro lado y no se detuvo.
Pero cuando nos hubo dejado atrás se apeó un individuo que llevaba revólver
en el cinto.
— ¿De dónde vienen ustedes, señores?
— Nos paseamos.
— Está bien. ¿Pero de dónde venís?
— De los mismos sitios... a los cuales tú te diriges. Y seguimos nuestro
camino.
— No, esperaros. Decidme quiénes sois.
Los profesionales [V.N. Sololov]
—¡Ah...!
103
Con esto, el interrogatorio se dio por terminado. Para él era claro que con
los datos que poseía debía ponernos en libertad, limitándose a dar cuenta al
juez de nuestro paso por la frontera, lo cual, según la ley, traía aparejada
consigo una detención de una semana y media o una multa de quince rublos.
Siguiendo la costumbre de los gendarmes, esto no lo hizo, sino que nos mandó
directamente «por etapas» al juez de Kámenets-Podolski, población que se
hallaba sólo a dieciocho verstas de distancia.
Tuvimos que pasar la noche en el cuartel, lo cual no estropeó en lo más
mínimo nuestras relaciones con los soldados. Éstos nos dieron de comer y
nos obsequiaron con té y no se negaron a contestar a las preguntas que les
hicimos sobre la vida que llevaban.
Por la mañana nos metieron en un carro campesino y nos mandaron,
acompañados de tres centinelas, a Zvanets. De allí nos condujeron a la
inmediata cárcel de distrito, donde pasamos la noche ateridos de frío. Por la
tarde, nos pusimos nuevamente en marcha. Cuando llegamos a la comisaría
de policía del distrito, el jefe se había ya marchado y tuvimos que esperar hasta
el día siguiente. Nos encerraron en un calabozo lleno de suciedad, en el cual
no había nadie. Protestamos inútilmente.
— Mañana se arreglará la cosa.
Pero es que se nos debe acompañar sencillamente al juez, el cual nos
pondrá en libertad inmediatamente.
— No podemos hacer nada.
Tuvimos que resignarnos. Menos mal que había unos camastros y pudimos
descansar de nuestras fatigas.
Sin embargo, al día siguiente se nos condujo, no al juez, sino a la sección
de gendarmes. Y sólo desde allí se nos llevó al juez, el cual, después de señalar
el juicio para dentro una semana, nos dejó en libertad.
104
Por lo tanto, nuestra odisea duró casi dos semanas en lugar de tres o cuatro
días. La dueña del piso empezaba ya a intranquilizarse y se disponía a avisar
a la policía. Luká abrió la puerta. Su situación en mi domicilio tampoco era
muy clara. Y ya pensaba en regresar a Kiev sin más.
Ahora se había animado, lo mismo que la patrona.
Pero nuestras aventuras no terminaron ahí. Apenas habíamos tenido
tiempo de cambiar impresiones con Luká y de salir de casa para comprar
alguna cosa en la tienda, cuando encontramos a Dvoirets. Éste venía a nuestro
Los profesionales [V.N. Sololov]
3 . La Oficina Central
I
compañero, pero tan indeciso, tímido y nervioso, que era difícil contar con su
ayuda activa. No hubo más remedio que valerse de los propios recursos. No
quisiera que esta característica de A. I. Smirnov fuera interpretada en mal
sentido. Su decisión de ayudar era indudable y se esforzaba sinceramente en
hacerlo. Pero su carácter se lo impedía.
A fin de cuentas, cuando llegó la primera expedición de proclamas del
Primero de Mayo, tuve que recibirla yo mismo y llevarla a su domicilio, el cual
puso de buena gana a mi disposición, aunque desapareció mientras yo
distribuí y empaqueté las proclamas para mandarlas a los puntos de destino.
En el viaje de regreso decidí detenerme en Samara para aclarar la situación.
Estaba ya allí Innokenti Dubrovinski, y era preciso estudiar la experiencia de
Penza y sacar de ella las consecuencias prácticas.
Era evidente que no tenía ningún sentido quedarse en Penza. Podía quedar
allí un punto para la recepción y la expedición de la literatura. Pero montar el
aparato en dicha localidad no era conveniente.
Expuse mi plan a Innokenti, y él lo aprobó. La base del aparato sería
Samara. Pero los puntos de recepción debían estar fuera de dicha ciudad. Por
la noche vimos a V. Artsibuchov, que aprobó también nuestros planes. El
Volga nos ofrecía la posibilidad de toda clase de combinaciones, pues, al fin y
al cabo, en el transcurso del verano, cada uno de los puntos podía ser utilizado
dos veces, y algunos tres. Y organizar en cada uno de ellos una combinación
conspirativa completa no era conveniente ni ventajoso.
Decidimos definitivamente trasladar la Oficina técnica de Penza a Samara
y señalar como puntos de expedición y recepción Simbirsk, Sarátov, Sizran y
Astracán.
106
transporte.
Como el zar no había aún pasado por Samara, y en Sarátov ya no tenía nada
que hacer, decidí ir a Uralsk, punto que resultaba muy cómodo para nuestros
fines, pues hasta entonces no había sido utilizado desde el punto de vista
conspirativo. Sin embargo, no obtuve ningún resultado práctico del viaje, pues
no pude encontrar a ningún conocido. Me marché aquel mismo día, y en vez
de Uralsk se utilizó Oremburgo, pero exclusivamente para la literatura del
extranjero.
III
Recibimos un talón para Sarátov. No tuve más remedio que ir solo, pues el
auxiliar prometido desde el centro todavía no había llegado. En la redacción
del periódico a que fui dirigido me mandaron al funcionario de Estadística I.
Goldenberg. Para recibir la literatura me indicaron el domicilio de un joven
llamado Fiódorov. Para todo lo demás me dejaron librado a mí mismo. De
manera que, por una vez, tuve que recibir la literatura yo mismo y llevarla a
casa de Fiódorov. Menos mal que el cesto no era muy grande. Pero había que
hacer la distribución de tal modo que ninguna localidad más o menos
importante se quedara sin literatura. A Astracán debía ir alguien de Sarátov.
Los demás paquetes los debía llevar yo mismo por el Volga.
La literatura era extranjera, periódicos y unos cuantos folletos. Con una
«mercancía» tal los compañeros me recibían con los brazos abiertos.
Ese primer viaje, a pesar de su brevedad, dio ya algunos resultados. Por lo
Los profesionales [V.N. Sololov]
IV
operaciones por el Volga, desde Nizhni hasta Astracán, y fuera de la zona del
Volga, por Vorónezh, Tambov, Penza, Ekaterimburgo, Cheliábinsk, Ufa,
Oremburgo. Nos propusimos, asimismo, conquistar Siberia, a donde había ya
mandado desde Astracán una expedición de cerca de dos puds.
Recibíamos talones casi todas las semanas, y uno de nosotros se ponía en
camino, provisto previamente de las instrucciones necesarias.
Tomamos en nuestro grupo a otro colaborador, estudiante de la escuela de
Agricultura, al cual llamaban Zaratustra, aunque este nombre no le conviniera
en lo más mínimo. Era un muchacho para el cual la actividad revolucionaria
ocupaba siempre el primer lugar.
Nos procuramos pasaportes en blanco y sellos. Teníamos un grabador a
nuestra disposición. Disponíamos también de pasaportes y sellos auténticos.
No costaba nada, por ejemplo, que un hombre no conocido por la policía
«perdiera» su pasaporte. Se publicaba el anuncio, que costaba tres rublos y un
kopek y se le daba un pasaporte nuevo, que nosotros utilizábamos. O bien, se
moría alguien en el hospital, donde teníamos a un médico y a una practicante,
se enterraba al muerto, pero el pasaporte era utilizado por alguno de los
nuestros durante mucho tiempo. De manera que no en vano se había dicho
que el ruso estaba compuesto de alma y pasaporte; incluso cuando el alma
hacía ya meses que vagaba por el otro mundo, el pasaporte seguía existiendo
en esta tierra pecadora.
La Oficina expedía mensualmente de treinta a cuarenta puds de literatura.
109
— Hoy, mañana.
— ¡Vaya una gente!
Y, sin embargo, encontró todo lo necesario. Recibimos la literatura casi
aquel mismo día. Todo salió a pedir de boca. Una parte de la literatura fue
empaquetada para que yo pudiera llevármela hasta Sarátov, y otra debía
expedirla desde Astracán, para Tomsk.
La entregué a la compañía de transportes La Esperanza. La caja era
excesivamente pesada, lo cual podía parecer sospechoso. Era preciso inventar
una mercancía conveniente. Me acordé de que en aquellos días había leído que
el Instituto Tecnológico de Tomsk hacía expediciones al Cáucaso. Y escribí:
«Colecciones mineralógicas». Me tomaron el talón para fijar la tarifa. Un rato
después el funcionario me dijo:
— Esta mercancía no la tenemos.
— Pero esto no es una mercancía.
— Pues ¿qué es?
— ¿Sabe usted.? Piedras... Conchas... Minerales... recogidos por profesores y
estudiantes.
— Pero, ¿de acuerdo con qué tarifa podemos valorar esto? En la nomenclatura
no figura.
— Pues póngale usted algo que se le parezca.
— Permita usted, pues, que le ponga otro título, por ejemplo «Manuales
científicos».
— Manuales científicos, esto significa... libros.
— ¿Y qué? A mí me es absolutamente igual.
— Pero entonces la tarifa será más cara.
— Que lo sea.
Al fin nos pusimos de acuerdo. Los portes costaban un poco más de veinte
rublos.
— Haga usted el favor de pagar.
— ¿Pagar? Lo pagarán a la recepción.
— Cuando la mercancía se manda al portador... corremos el riesgo de trabajar
en vano.
Esto era un nuevo golpe.
Es verdad que había tomado ya previamente el billete hasta Sarátov, pero
la suma que me pedían no la tenía.
— ¿Cómo quiere usted que pague de mi bolsillo cuando me han pedido
sencillamente que mande esto? Temo que no me quede bastante dinero
Los profesionales [V.N. Sololov]
para el viaje.
— ¿No podría usted pagar aunque no fuera más que la mitad?
— Esto sí, para dejarle tranquilo a usted y no perder el tiempo.
Para llegar a Sarátov no me quedaban más que unos tres rublos. Como no
quería volver a casa de Varentsova, que estaba lejos, me fui directamente al
barco.
VI
Llegó el Maestro (que cambió más tarde su nombre por el de Diablo), que
Varentsova nos mandaba de Astracán. Precisamente acabábamos de recibir
un talón consignado a Samara, lo cual procurábamos evitar siempre.
Propusimos al Maestro que se buscara inmediatamente un domicilio y
recibiera en el mismo dicho canasto, en calidad de equipaje. Le dimos un
pasaporte a nombre de Grigori Ivánovich. Pero antes de que el pasaporte
estuviera registrado, la literatura había sido ya recibida y distribuida.
Cuando se recibió un talón para literatura del extranjero con la advertencia
de que nos mostráramos prudentes en la recepción en vista de la negligencia
con que había sido hecho el embalaje, se confió esta operación al propio
Maestro.
— Hay que ir a Sarátov. La mercancía está en la estación de ferrocarril. Es
posible que la observen. Por lo tanto, hay que hacer algunas investigaciones
previas.
— Está bien.
Le di las direcciones de un comerciante y de un veterinario militar que
podían tener relaciones con los ferroviarios. Por prudencia no le di ninguna
dirección para el reparto y el transporte.
— Haga usted el embalaje de nuevo y llévese la literatura a su casa.
— Está bien.
Durante toda una semana no tuvimos ninguna noticia de él, a pesar de que
habíamos convenido que mandaría una postal a las señas que le habíamos
indicado. La postal no se recibió hasta diez días después: «Estoy bien de salud.
Me pongo en camino. Saludos».
En Sarátov, al efectuar las investigaciones preliminares, se supo que la
mercancía había sido llevada a la habitación de los gendarmes, con la
indicación de que el consignatario se fuera allí para levantar un acta relativa
Los profesionales [V.N. Sololov]
113
«Me enteré por mi mujer, que en verano vino a Kazán, de que usted estaba
aquí y buscaba el modo de ponerse en relación con el Partido. Precisamente
tengo necesidad de un compañero de confianza que pueda ayudarme a
organizar como es debido el transporte del extranjero. Naturalmente, el
trabajo tendrá, ante todo, un carácter técnico, pero es preciso un
organizador experimentado y conspirativo. Su misión consiste en
encontrar a gente que trabaje bajo su dirección y responsabilidad y,
asimismo, en organizar Grupos de tres individuos en las distintas
localidades. Como regla general, esos Grupos deben ser independientes de
las organizaciones clandestinas existentes. El encargado del transporte
estará en relación directa con dichos Grupos, los cuales servirán de
instancia intermediaria entre nosotros y las organizaciones locales. Con
esto conseguiremos que la literatura llegue a su destino y la máxima
garantía contra las redadas de la policía.»
Lo único que sé es que tenía una salchichería, que la ha cerrado hace poco,
y que ha desaparecido. Tiene usted que decirle que va de parte de Natasha
y le dará de mi parte cincuenta rublos que le debo. Matus puede ponerle
en relación con el campesino Karasevich. Si lo consigue usted, telegrafíeme
enseguida y me pondré en camino.
Por los datos que se me habían dado no era muy fácil encontrar a Matus.
Llegué a Grodno sin ningún plan decidido.
Durante dos días recorrí todos los alrededores, pero no encontré ni rastro
del que buscaba. ¿Qué hacer? No tuve más recurso que valerme de uno de los
innumerables mandaderos que a cada paso os ofrecen sus servicios en
poblaciones de aquel género. Era preciso únicamente hacer las cosas de un
modo suficientemente conspirativo para no infundir sospechas. Dije al
mandadero que era representante de una casa de salchichería de Moscú, que
tenía relaciones comerciales con Matus, pero que durante los seis meses que
yo no había pasado por allí, éste había desaparecido y desconocía su domicilio
actual. Al día siguiente, el mandadero me comunicó que Matus había
liquidado el negocio y abierto una taberna en un sitio que me indicó.
Mi alegría fue grande. Por consideraciones de orden conspirativo, aquel
mismo día anuncié en la fonda que salía para Moscú. Dejé el equipaje en la
estación, en consigna. Pasé algunos días sin domicilio, pernoctando en los
bosques de los alrededores, y luego busqué un pequeño piso donde me instalé
como viajante de la editorial La Instrucción, de Moscú. Una semana después,
persuadido de que nadie me seguía, me fui a buscar a Matus.
Matus era un viejo de pelo blanco y de aspecto agradable que inspiraba
confianza. Me senté a una mesilla situada cerca del mostrador. Pedí comida y,
aprovechando un momento oportuno, le dije al patrono que iba de parte de
Natasha. Poniéndose en guardia, pero sonriendo agradablemente, Matus se
informó del estado de salud de Natasha, de su manera de vivir, con el
propósito evidente de «tantearme». A Natasha yo no la conocía, y para no
despertar las sospechas del viejo con alguna respuesta inconveniente, le dije
que le traía los cincuenta rublos que aquélla había de devolverle. Esto le hizo
más confiado. Vio que, en el fondo, yo estaba al corriente de las cosas, y como
lo que le pedía no era mucho, no le fue difícil darme satisfacción; al fin y al
cabo, lo que solicitaba de él era únicamente que me pusiera en contacto con
Karasevich.
116
Matus me dijo que éste trabajaba en unas obras que se estaban realizando
en la orilla del Niemen, donde, en efecto, le encontré. Por lo tanto, pude
Una página de la historia de la actuación clandestina [V.N. Zalejski]
a las nuevas direcciones. Mi actividad en esta esfera continuó aún dos meses,
hasta que el transporte fue reorganizado sobre nuevas bases y se me confió
otro trabajo.
La técnica del Comité Central en el Norte [D. Guershanovivh]
123
En el otoño de 1904 la Oficina Técnica del Comité Central era dirigida por
A. P. Liubímov (Mark).
Después de cumplir algunos encargos de dicha Oficina se me indicó que
fuera a Drezna, en la línea de Nizhni-Nóvgorod, a fin de entrevistarme con D.
Líberman, que tenía una pequeña farmacia cerca de la estación. Se proyectaba
instalar en dicha farmacia una pequeña imprenta. Antes de mi llegada se había
mandado allí la letra, la máquina de imprimir y los accesorios.
En la farmacia vivían Líberman y su mujer, ambos jóvenes. Él, un hombre
impulsivo y exaltado, se hallaba, por lo visto, en la luna de miel de su
actuación revolucionaria. Su mujer, muy joven, era un poco cobarde, pero a
primera vista parecía dispuesta a arriesgarse y sacrificarse. Más tarde su
sinceridad se puso de manifiesto y repercutió desfavorablemente en nuestras
relaciones y en el éxito de nuestro trabajo.
Los Líberman me dieron una buena acogida y me demostraron que, desde
el punto de vista conspirativo, el sitio se hallaba por encima de toda crítica.
Consiguieron convencerme de ello, pero, al mismo tiempo que decidí dejar la
imprenta allí, era necesario tomar algunas medidas tanto de carácter
conspirativo como técnico. Con este propósito me fui a Smolensk a ver a
Mark, el cual me encargó la instalación definitiva. En Drezna, a poca distancia
de la estación, había una fábrica de tejidos en la cual trabajaban miles de
obreros y obreras. Los clientes de la farmacia eran exclusivamente los obreros
y empleados de dicha fábrica, y Líberman no sólo tenía que ejecutar las recetas
y dedicarse a la venta al detalle, sino también actuar a veces como médico y
prescribir él mismo medicinas para las dolencias poco importantes. Desde las
nueve de la mañana hasta las doce de la noche la puerta de la farmacia se abría
a cada instante para dar paso a los clientes.
En los primeros tiempos esta circunstancia nos intranquilizaba mucho,
pero después nos fuimos acostumbrando poco a poco, y considerando que no
teníamos ninguna relación con los medios obreros ni con los Grupos
revolucionarios locales y ni tan siquiera con Moscú, acabamos por hacer caso
omiso de esa circunstancia. El movimiento de la farmacia hacía necesario que
desde la mañana hasta hora avanzada de la noche estuviera constantemente
alguien en el establecimiento, lo cual repercutía en el trabajo de la imprenta.
La técnica del Comité Central en el Norte [D. Guershanovivh]
124
Éste exigía dos personas y aun tres: uno para componer, dos para imprimir.
Líberman estaba tan ocupado que no se podía contar con él. Su mujer debía
dedicarse a las faenas caseras, darnos de comer y, por razones conspirativas,
hallarse siempre en las habitaciones de delante. Me quedaba solo. Las
primeras hojas del Comité Central las compuse muy deprisa, pero por falta de
auxiliares las imprimí con gran dificultad. Fue preciso pensar en otro
compañero. Pero, ¿con qué pretexto se le podía traer a la farmacia sin infringir
las reglas de la conspiración? Yo consideraba posible vivir allí sin que nadie se
diera cuenta de mi presencia y, en efecto, entraba y salía sólo de noche, y
estando en casa, me hallaba constantemente en la habitación oscura en que
se hallaba la imprenta y donde yo trabajaba a la luz de una pequeña lámpara
de petróleo.
Líberman, a quien propuse que buscara a alguien que pudiera aparecer
como relacionado con la farmacia, me prometió escribir a un amigo con este
fin. Yo, que había recibido el encargo de ir a Kiev, me detuve en Poltava, donde
por mediación de la organización socialdemócrata encontré a una persona
conveniente para la imprenta. Era una obrera de la localidad. Me acuerdo de
su nombre, pero no de su apellido. La llamaban Liliana. Se me ocurrió la idea
de tomarla en calidad de criada de los Líberman, pero no me decidí a
llevármela conmigo y le dije que se marchara a Moscú cuando recibiera carta
mía. En primer lugar, no quería resolver la cosa sin la sanción de los demás
compañeros, es decir, de los Líberman; en segundo lugar, suponía que
Líberman había conseguido ya encontrar a un compañero. A mi regreso a
Drezna no se me hizo objeción alguna a mi proposición, y una semana
después, Uliana se presentaba en Moscú, desde donde la conduje a la farmacia.
Con la aparición de Uliana, el trabajo de la imprenta marchó regularmente,
y tirábamos hoja tras hoja. Los Líberman —David y Eva— desempeñaban el
papel de amos. Uliana, en calidad de criada para los no iniciados, se hallaba
siempre en la parte posterior de la casa, en la cocina —en realidad en la
imprenta—, donde me hallaba yo también constantemente.
Todo el local de la farmacia se componía de cuatro piezas. En la mayor
estaba la farmacia. Seguía a ésta un corredor largo y estrecho. Una puerta
situada a la derecha del mismo conducía a un pequeño comedor, que servía
asimismo de dormitorio para los «dueños».
125
del río. Había cuatro piezas grandes, una de las cuales destinamos a la
imprenta. Fue necesario adquirir los muebles y todo lo preciso para dar a
nuestra casa el aspecto de una vivienda habitada por una familia decente y
acomodada.
Emprendimos el trabajo a los dos días.
La labor de impresión la hacíamos yo y el compañero de la imprenta de
Kishinev. Cuando tenía necesidad de preparar la composición de una hoja, nos
ayudaban Uliana o Grischa, al cual nos mandaban desde la farmacia cuando
había en ella poco trabajo.
Sólo los Líberman y Uliana estaban oficialmente registrados en el piso. El
compañero de Kishinev y yo no nos apresurábamos a hacerlo. Mi compañero,
que se había evadido recientemente de la deportación, no tenía ningún
documento y no le quedaba otro remedio que permanecer en casa durante el
día y salir sólo de vez en cuando a dar un paseo nocturno, con gran prudencia.
Yo tenía un pasaporte auténtico, aunque no mío, pero no había pensado
todavía cómo justificar ante el medio pequeñoburgués que nos rodeaba mi
existencia legal en el piso.
Con el fin de observar más rigurosamente las normas conspirativas y
preservar a la imprenta de un fracaso casual era necesario poner fin a mis
frecuentes viajes a Moscú y Smolensk, originados por la necesidad de informar
a la Oficina Central de la situación de nuestros asuntos y recibir a veces
recursos económicos. En mi última visita a Smolensk, Mark me había
presentado a un compañero a quien llamaban Luká. Era éste un hombre de
mediana estatura y rostro moreno, que llevaba lentes oscuros, tras los cuales
nunca se podía percibir la expresión verdadera de los ojos, y que a veces
parecía ciego. Iba vestido con sencillez, pero con decencia, y producía la
impresión de un funcionario de los zemstvos. Como supe posteriormente,
estaba también en relación con la organización del Partido en Yaroslavl, y, si
no ando equivocado, trabajaba de un modo inmediato en la misma. Luká debía
estar en contacto con la imprenta por mi mediación.
128
132
150 rublos, y con ese dinero Yákov compró una «bostoniana», que se
diferencia de la «americana» en que la primera se mueve con el brazo y la
segunda con los pies y ocupa sólo a un hombre, mientras que con la otra
tienen que trabajar dos de una vez.
134
joven que fuera, el instinto me indicaba que se debía salvar a ese compañero.
El cerebro trabajaba con una rapidez increíble. En aquel instante oímos que el
ruido en la habitación contigua se amortiguaba, y mi hermana, que estaba en
la puerta del corredor, oyó voces que se acercaban. Comprendimos que la
policía, por motivos que ignorábamos, quería penetrar en nuestra habitación
por el corredor. Después supimos que Mijaíl había asegurado a los agentes
que la inquilina se hallaba en su pueblo y al marcharse había cerrado la
habitación con llave, y como se nos había ocurrido finalmente echar el pestillo,
la puerta no cedió. La policía, no deseando seguramente forzar la puerta, dio
da vuelta. Cuando los pasos se alejaron, Yákov me miró y me dijo: «A las ocho
debe venir Ragozin». Y comprendí que era preciso intentar marcharse y avisar
a Ragozin. Yákov abrió la puerta, yo pasé volando ante el asombrado agente y
me fui a la cocina. Ponerme el abrigo y salir a la escalera era cosa de un
instante, pero, justo en aquel momento, Statkovski, que se hallaba en el
corredor, volvió la cabeza y me cogió por el brazo riendo: «¿Es ésta su
hermana?», dijo dirigiéndose a Mijaíl, el cual asintió con la cabeza y me miró
con una sonrisa tierna y comprensiva. Yo... casi me puse a llorar de rabia.
Toda la banda de policías y gendarmes, capitaneados por Statkovski y
Trusiévich, volvió a la habitación grande, y acompañada de mi hermano entró
en la imprenta. «¡Ah, esto es un verdadero taller!», exclamó Statkovski. A
nosotros nos pusieron a cada uno en un rincón, con un policía al lado, y mi
hermano, desempeñando el papel de «dueño amable», se paseaba por la
habitación con Statkovski y le daba explicaciones. Statkovski estaba radiante.
No era para menos, pues no esperaba encontrar una imprenta tan bien
montada. Se levantó un acta. Yákov se negó a contestar a todas las preguntas
que se le hicieron y dijo llamarse El Incomprensivo. Al oírlo, comprendí que
no había por qué nombrar su apellido, y así se lo dije en voz baja a mi
hermanita aprovechando la primera ocasión que se presentó. Todo fue bien
hasta que se llevaron a Yákov. Eran las ocho de la noche. Entonces me acordé
de que tenía que despedirme de mi hermano. Naturalmente, a nadie se le
ocurría que nos detendrían también a nosotras, a mi hermana, a mamá y a mí.
Cerca de las doce de la noche se nos llevaron a mí y a mi hermana. Mi madre
y mi hermano se quedaron. Al despedirnos ni uno de nosotros vertió una sola
lágrima. Pero el sufrimiento reflejado en los rostros seguramente conmovió
incluso a Statkovski y me autorizó a besar a mi hermano, al cual me imaginaba
que no podría ver más. Cuando mi hermana y yo, acompañadas de dos
agentes, pasamos por el patio para dirigirnos al coche que nos esperaba, me
La imprenta del Comité de Petersburgo del PSOR en 1903 [E. Steiman]
tuve que decir también que no eran míos. La escritura era absolutamente
igual, yo me daba perfectamente cuenta de ello, pero por nada del mundo la
hubiera reconocido como propia.
139
cuchillada,10 de que ya no estaba entre los vivos, etcétera, etc. Todo esto me
llenaba de horror y empecé a sufrir alucinaciones.
140
Como se supo más tarde, se había, efectivamente, procurado un cuchillo, pero para cortar la
10
Desde allí nos dirigimos, con todas las medidas de prudencia necesarias, a
la calle Lesnaya, donde en la casa número 55, bajo el techo mismo de la cárcel
La imprenta clandestina del Organo Central del Partido, El Obrero, en Moscú.
[Bogmólov (El Diablo)]
11
Una sazhen es igual a 2,1336 metros. | N. del T.
La imprenta clandestina del Organo Central del Partido, El Obrero, en Moscú.
[Bogmólov (El Diablo)]
Bauman era un viejo revolucionario, muy popular entre los obreros de Moscú, que el 19 de
12
octubre de fue asesinado por los «cien negros» (la organización rusa más reaccionaria) en las calles
de dicha ciudad. El entierro de Bauman se convirtió en una manifestación política, sin precedentes
en Moscú, en la cual participaron cerca de 200.000 personas. | N. del T.
La imprenta clandestina del Organo Central del Partido, El Obrero, en Moscú.
[Bogmólov (El Diablo)]
146
RECUERDOS DE UN CAJISTA
Dobrojótov
regueros de agua. Era imposible airear la pieza y por esto es fácil imaginarse
la atmósfera que se respiraba allí. Todo esto influía en el organismo. El trabajo
constante y la permanencia continua en una atmósfera húmeda, impregnada
de polvillo de plomo, acabó, a fin de cuentas, por quebrantar mi organismo,
joven y fuerte. A principios de verano me volví pálido como el papel. Sólo al
atardecer, a fin de no dormirme, aspiraba ávidamente con la cabeza pegada a
la ventanilla el aire fresco del exterior.
Las condiciones antihigiénicas del trabajo quebrantaron completamente mi
salud al llegar el mes de mayo; al salir a la calle las piernas me flaqueaban, y,
al trabajar, no podía ya imprimir y componía los originales sentado. Me era
imposible seguir trabajando, pero durante mucho tiempo no se me pudo
encontrar un sustituto. Finalmente, el compañero Nikolái, cajista de Kaluga
(que murió posteriormente en la cárcel) vino a ocupar mi puesto.
Al salir de la imprenta recibí la herencia de mi padre; di las dos terceras
partes de la misma al Comité del Partido, y con el dinero restante me fui al
campo, a casa de un amigo, a fin de restaurar mi salud quebrantada, lo cual
conseguí relativamente.
A fines de 1907 me fui a mi pueblo, donde tenía que hacer el servicio
militar. Al regresar a Moscú, unos meses después, me enteré de que muchos
miembros del Partido Socialdemócrata, con los cuales trabajaba y estaba en
contacto, se hallaban ya en la cárcel de Taganka. Más tarde, esos compañeros
fueron juzgados y condenados. Se hallaban también en la cárcel casi todos los
camaradas que trabajaban en la Técnica.
Durante su tiempo de existencia la imprenta lanzó cerca de veinte números
del periódico La Lucha y una gran cantidad de hojas socialdemócratas.
Los compañeros del Partido que no fueron detenidos, bajo la influencia de
la represión y de la nueva tendencia liquidadora que se iniciaba en el Partido,
se apartaron de la actuación clandestina y, en su mayoría, se retiraron a la vida
privada.
El transporte de la literatura clandestina. Recuerdos de un militante [V.I. Bogomólov]
149
EL TRANSPORTE DE LA LITERATURA
CLANDESTINA. RECUERDOS DE UN MILITANTE
V. I. Bogomólov (El Diablo)
Véase el relato de este caso en el artículo de V. N. Sokolov, «Los profesionales» del presente
13
volumen. | N. de la E.
El transporte de la literatura clandestina. Recuerdos de un militante [V.I. Bogomólov]
153
14
Aniversario de la abolición de la servidumbre (19 de febrero de 1861), por Alejandro II. | N.
del T.
Kárpovich era un estudiante que, a principios 1901, mató al ministro de Instrucción Pública
15
Petersburgo. | N.delT.
16
Moisey Vladímirovich Luriú. Él y su hermano Mijaíl fueron los organizadores del Grupo de
17
compañeros. Pero había que hacer algo. El compañero Alter y los demás no
podían ayudarme en nada, y los restantes estaban detenidos.
Poco después regresé a Petersburgo, y, al cabo de unos días, recibí dinero
y un traje nuevo y se me dijo que, por el momento, me fuera a Járkov, donde
¡ría a verme dentro de pocos días un compañero y me daría las indicaciones
necesarias.
Y heme nuevamente en Járkov, cuna de mi actividad revolucionaria, donde
se me conoce en todos los círculos y en todas las tendencias revolucionarias.
En espera de la carta de la imprenta y del compañero de Petersburgo, me
dedico a redactar hojas sobre distintos temas políticos, a imprimirlos en un
mimeógrafo y a lanzarlos bajo la firma de El Estandarte Obrero.
Al cabo de pocos días llega Berta con una noticia muy desagradable. En la
colonia ha circulado el rumor de que habíamos traído a la comadrona un
canasto con oro robado. Perspectiva: un registro. Se busca a unos ladrones y
se da con una imprenta clandestina. Después, el fracaso, la detención y todos
los planes a rodar.
Hay que salvar la imprenta. Hay que salvar a los compañeros. Tomo
medidas inmediatamente con este fin.
Los amigos me fijaron una entrevista con un compañero llamado
Járchenko, al final de la calle Sumskaya. La entrevista tuvo lugar y Járchenko
me prometió la ayuda para el día siguiente.
162
163
I
LENIN Y LA ACCIÓN CLANDESTINA
Hay que hacer constar, sin embargo, que en aquel tiempo, es decir, durante
los años de la Unión de Lucha [por la Emancipación de la Clase Obrera] a los
cuales se refiere la cita anterior, y durante los años que siguieron (1903), la
técnica del trabajo clandestino y, en general, todo lo que se refiere a la
conspiración, era todavía bien primitivo.
todas las citas las traducciones presentes en el folleto original con sus referencias correspondientes,
cuando las llevan. | Nota E.
Historia de una imprenta clandestina [D. Guerschanovich]
20
N. Krúpskaya, Recuerdos sobre Lenin, p. 106, Ediciones Europa-América.
Historia de una imprenta clandestina [D. Guerschanovich]
166
Me dirigí a Praga, donde suponía que vivía Vladimir llich, con el apellido
de Modratschek.
Antes había mandado un telegrama. Llegué a Praga; no me esperaba
nadie en la estación. Esperé inútilmente. Muy confundida, tomé un coche,
cuyo conductor lleva sombrero de copa, cargué mis maletas y nos pusimos
en marcha. Llegamos a un barrio obrero, a un callejón estrecho, a una casa
Métodos de maquillaje del camarada Lenin
Subí al cuarto piso. Me abrió la puerta una checa rubia. Pregunté por
Modratschek, herr Modratschek. Salió un obrero y dijo: «Modratschek soy
yo». Estupefacta, balbuceo: «No, Modratschek es mi marido». Por fin,
Modratschek adivinó de lo que se trataba. «¡Ah, seguramente es usted la
esposa de herr Rittmeyer; vive en Munich, pero por mediación mía le
mandaba a usted cartas y libros a Ufa», dijo. Modratschek se pasó todo el
día conmigo, le hablé del movimiento obrero ruso, él me habló del
austríaco, su mujer me ensenó las piezas de ropas confeccionadas por ella
y me nutrió de albondiguillas checas.
Al llegar a Munich iba ataviada con un abrigo de pieles, y en aquel
momento en Munich todo el mundo iba ya sin abrigo. Aleccionada por la
experiencia dejé mis maletas en la estación, en la consigna, tomé un tranvía
y me fui en busca de Rittmeyer. Encontré la casa; el número 1 resultó ser
una cervecería. Me acerqué al mostrador, detrás del cual se hallaba un
alemán regordete y, presintiendo de nuevo que no había ¡do a parar donde
convenía, pregunté tímidamente por el señor Rittmeyer. El cervecero
contestó: «Soy yo». Completamente anonadada, balbuceé: «No, Rittmeyer
es mi marido».
Y nos miramos uno al otro como dos imbéciles. Al fin llegó la esposa de
Rittmeyer y, después de echarme una ojeada, adivinó de lo que se trataba.
«¡Ah!, seguramente es la mujer de herr Meyer. Herr Meyer espera a su
mujer que debe llegar de Siberia, Venga usted conmigo».
Sigo a la señora Rittmeyer hacia un patio posterior de la enorme casa,
hacia un piso inhabitable. Se abre la puerta y alrededor de una mesa se
hallan sentados Vladimir llich, Mártov y Anna llichina. Olvidándome de
dar las gracias a la patrona, empiezo a regañar:
— ¡Diablo! ¿Por qué no has escrito dónde se te podía encontrar?
— ¿Cómo que no he escrito? Tres veces al día iba a recibirte a la estación. ¿De
dónde vienes?
Resultó que el individuo a cuyo nombre había sido enviado el libro con
la dirección se había quedado con él para leerlo.
[...] Vladimir llich, Mártov y Potrésov habían hecho su viaje al
extranjero con pasaportes legales, pero, así y todo, en Múnich, decidieron
vivir con documentos ajenos y alejados de la colonia rusa con objeto de no
hacer caer en manos de la policía a los compañeros llegados de Rusia y
expedir más fácilmente la literatura ilegal a nuestro país en maletas, cartas,
Métodos de maquillaje del camarada Lenin
etc.
169
21
N. Krúpskaya, Recuerdos, pp. 71 y sig. Ediciones Europa-América
No llamar la atención
170
NO LLAMAR LA ATENCIÓN
Llevaba una vieja americana de doble forro, a rayas finas, una camisa de
satín azul oscuro con pequeñas pintas blancas. Los pantalones con
rodilleras, negros, con los bordes raídos, botas engrasadas, que se habían
vuelto rojizas.
22
La Revolución Proletaria, nº 3, p. 26
No llamar la atención
Cualquiera que fuese el trabajo a que Vladimir llich se dedicase y por muy
abstraído que pudiese estar, siempre estaba en guardia, observando lo que
pasaba a su alrededor. He aquí por qué Vladimir llich no podía ser pillado de
improviso, caer en una celda, y por eso mismo vigilar, arrestar a un
revolucionario tan hábil, tan prudente, era para los gendarmes una tarea
superior a sus fuerzas.
El camarada Adoratski cita un pequeño hecho que, sin duda alguna, debió
reproducirse mil veces en la vida de Vladimir llich con pocas variaciones.
Sucedió durante el período de emigración del camarada Lenin.
172
Una noche (en 1908), fui a ver a Vladimir llich, y me invitó a una cervecería.
Nos instalamos en una mesa, pedimos cerveza y entablamos conversación.
Vladimir llich se interesaba por mis ocupaciones. De súbito, Lenin
interrumpió la conversación, y dijo: «Ese hombre es sospechoso», e hizo un
gesto imperceptible hacía un sujeto que acababa de colocarse cerca de
nosotros y que sin duda era un espía. Acto seguido nos levantamos y
salimos...
He aquí otro episodio de la vida de Vladimir llich del tiempo en que estaba
obligado a ocultarse, en diferentes ciudades de Finlandia, de las persecuciones
del gobierno «democrático» de Kérenski. Este episodio deja ver la importancia
que el camarada Lenin atribuía a las exigencias de la clandestinidad. El
camarada en cuya casa Vladimir llich se ocultaba entonces, en Helsinki, relata
lo que sigue:
23
ídem, pág. 67.
A despecho de la clandestinidad
173
A DESPECHO DE LA CLANDESTINIDAD
Hubo, sin embargo, casos en la vida de Vladimir llich en que obró violando
los requisitos de la conspiración. Esos casos fueron muy raros. Y ocurría, por
lo común, a causa de los errores de los camaradas «especialistas». Vladimir
llich recuerda, por ejemplo, en forma ligeramente humorística, cómo vivió en
1906-1907, con el pasaporte de un georgiano (Rovio).
Krúpskaya cuenta el viaje de Vladimir llich desde Retrogrado a Moscú en
el invierno de 1905:
174
«Lenin preparaba su partida con gran cuidado. Todo había sido previsto
hasta en sus más nimios detalles: la pellica, la tintura para las cejas, el
pasaporte finlandés, etc. Hasta había aprendido algunas palabras y algunas
frases en finlandés... » (Rovio)
24
S. Ordzonikidze, A la caza del jefe, extracto de la colección Primer aniversario.
Correspondencia clandestina
176
CORRESPONDENCIA CLANDESTINA
Cerrando sus cartas con ese sello, Vladimir llich hacía mucho más difícil a
los gendarmes el trabajo de censura y permitía reconocer si una carta había o
no pasado por las manos de los gendarmes.
Lenin logró, hasta en prisión, ponerse en comunicación con las
organizaciones del Partido y establecer una correspondencia legal.
La camarada A. I. Uliánova-Elizarova describe minuciosamente la forma
cómo Vladimir llich escribía, mientras estaba en la prisión preventiva de
Petersburgo (de 1895 a 1897):
La primera carta que escribió desde la prisión, el 2/1/1896, habla del plan
de trabajo que más tarde dio por resultado su obra El desarrollo del
25
Cartas de Vladimir llich a sus parientes, publicadas por M. I. Uliánova, en La Revolución
Proletaria, número 5, p. 88.
Correspondencia clandestina
26
La revolución proletaria, nº 3
27
La Revolución Proletaria, nº 3, p. 26.
Correspondencia clandestina
convenido). El envío de libros por intermedio del fiscal se hacía sin ningún
retardo; habitualmente los presos los recibían al día siguiente de haber sido
enviados. Recuerdo que, a veces, impaciente por comunicar ciertas noticias
o por pedir ciertos informes a llich, yo le llevaba libros en la tarde del
miércoles y recibía la respuesta, cifrada en los libros que él me enviaba, al
día siguiente, por intermedio del guardián de la prisión.
179
Lenin empleó ese procedimiento mucho más que nosotros a causa de las
dificultades que había para calentar la carta en la prisión. Krúpskaya
cuenta, sin embargo, que bastaba para revelarla sumergir la carta en el té
28
Correspondencia clandestina
29
A. D. Elizarova, Ídem.
30
N. K. Krúpskaya, Recuerdos sobre Lenin.
Correspondencia clandestina
Por otra parte, no solamente en prisión, sino también durante los años que
siguieron, Vladimir llich empleaba toda clase de medios preventivos para que
sus cartas lograran su objeto sin perjudicar a nadie, engañando a los
gendarmes.
M. I. Uliánova, al publicar Las cartas íntimas, hace notar en el prefacio las
particularidades características de la correspondencia de su hermano:
182
Y durante todo ese año (1898) mantuvimos con Vladimir llich una activa
correspondencia química. Cuando él hacía notar, enumerando los libros
recibidos, que tal «Revista del Congreso de técnicos» o que cual «prueba
del archivo» eran especialmente interesantes, quería decir, evidentemente,
que la carta química había sido recibida.32
Iskra, así como otras ediciones ilegales, eran enviadas a Rusia en sobres,
a direcciones legales y «limpias». Indicábamos igualmente direcciones
semejantes para recibir nuestra literatura. Y así, en esas cartas legales, se
nos informaba del envío de un paquete, para que oportunamente
pudiéramos informarnos en casa del destinatario.
Al comienzo de su permanencia en el extranjero, Vladimir llich, por
31
M. Uliánova A. I. Elizarova, La Revolución Proletaria, nº 11, p. 94.
32
A. I. Elizarova, Rev. Prol., nº 4, p. 87.
Correspondencia clandestina
No conozco más que un medio, el que empleo para escribir estas líneas. Se
trata de saber si puede encontrarse alguien para recopiar y que se encargue
de este trabajo, que no es fácil. Usted encuentra, evidentemente, que es
imposible, y que, por otra parte, este modo de correspondencia no es
conveniente, pero yo no conozco ningún otro... Por sensible que esto sea,
yo no me desanimo: si no tenemos éxito inmediatamente, lo tendremos
quizás más tarde...34
33
A. I. Elizarova, ídem.
34
llich en la deportación, artículo de A. I. Elizarova. La Revolución Proletaria, t. 2-3, pp. 85-86.
Transportes ilegales
184
TRANSPORTES ILEGALES
35
A. I. Elizarova, Vladimir llich en prisión, en La Revolución Proletaria.
Transportes ilegales
Krúpskaya escribe:
185
36
N. Krúpskaya, Recuerdos sobre Lenin, p. 27, Ediciones Europa-América.
37
N. Krúpskaya, ibid., pp. 67-68, Ed. Europa-América.
Transportes ilegales
mientras que las hojas del original que habían sido reveladas al calor de
una lámpara eran cuidadosamente destruidas. Esa mesita prestó servicios
importantes. Durante los registros en casa de Vladimir llich y de
Krúpskaya, la mesita no fue abierta. La parte del programa que había sido
recopiada en último término no fue tocada y me fue entregada al mismo
tiempo que la mesa por la madre de Krúpskaya. Su aspecto no despertaba
sospechas y sólo más tarde el escondrijo dejó de cerrar bien por haberse
desgastado la rosca. (A. I. Elizarova.)
186
38
Militante de gran valor por quien Lenin sentía un profundo respeto.
El paso de la frontera
187
EL PASO DE LA FRONTERA
Más de una vez Vladimir llich tuvo que pasar clandestinamente la frontera
rusa. Más arriba hemos recordado ya con qué precauciones excepcionales y
con qué arte había pasado por dos veces la frontera después de las jornadas
de julio de 1917, a pesar de los enormes riesgos de tal viaje. Pero la vida de
Vladimir llich estuvo en un peligro mucho mayor todavía cuando, diez años
antes, se vio obligado a emigrar de nuevo y de abandonar su último asilo en
Finlandia. Krúpskaya cuenta:
Mientras yo arreglaba mis asuntos en Petersburgo, faltó poco para que llich
pereciera al salir para Estocolmo. La vigilancia era tan estrecha que
marcharse por la vía habitual, tomando el vapor en Abo, equivalía a una
detención segura. Había habido ya casos de detención en el momento de
tomar el vapor. Uno de los compañeros propuso tomarlo en la isla próxima.
Esto no ofrecía peligro en el sentido de que la policía rusa en dicho punto
no podía proceder a la detención, pero hasta la isla había que marchar
durante tres verstas por el hielo, y éste, aunque estuviéramos en diciembre,
no era firme en todas partes. No había nadie que se prestara a arriesgar la
vida. Finalmente se comprometieron a acompañar a llich dos campesinos
que habían bebido más de lo necesario. Y he aquí que mientras por la noche
emprendían la marcha por el hielo, faltó poco para que perecieran los tres:
en un sitio el hielo empezó a hundirse y consiguieron salvarse con grandes
trabajos.
El compañero finlandés Bolgo, fusilado más tarde por los blancos, y con
ayuda del cual me trasladé a Estocolmo, me explicó después lo peligroso
que era el camino escogido y me dijo que sólo la casualidad había podido
salvar a llich de la muerte, llich decía que cuando el hielo empezó a ceder
bajo sus pies, pensaba: «¡Qué modo más estúpido de morir!».
Participación en las reuniones clandestinas
188
39
Sobre Lenin, en Colección de recuerdos, 1925.
II. Lo que dice Lenin sobre la estructura orgánica y .... en el ¿QUÉ HACER?
190
II
LO QUE DICE LENIN SOBRE LA
ESTRUCTURA ORGÁNICA Y LOS
MÉTODOS DE EDIFICACIÓN DE UN
PARTIDO ILEGAL EN EL ¿QUE HACER?
191
192
193
CENTRALIZACIÓN DE LA DIRECCIÓN Y
DESCENTRALIZACIÓN DE LAS FUNCIONES
Hacen falta militantes para toda clase de trabajos y el éxito estará tanto
más asegurado, las dificultades para los gendarmes y los espías para descubrir
a los revolucionarios serán tanto mayores, cuanto más se especialicen estos
militantes en las distintas funciones de la actividad revolucionaria, cuanto más
profundamente reflexionen en los medios clandestinos de realizar y ocultar
su trabajo, cuanto con mayor abnegación se consagren a un trabajo menudo,
parcial, modesto. El gobierno desde ahora ya ha cubierto de una red de
agentes, no solamente los actuales, sino también los probables focos de
elementos antigubernamentales. El gobierno desarrolla, en forma constante,
en todas direcciones, la actividad de sus domésticos que hostigan a los
revolucionarios; inventa nuevos procedimientos, emplea nuevos provocadores
y confidentes, usa medios de presión sobre los arrestados, intimidándolos,
careándolos con testigos falsos, les presenta firmas falsificadas, falsos billetes
fabricados, etc.... Sin el refuerzo y el desarrollo de la disciplina, de la
organización y de la clandestinidad revolucionaria, la lucha contra el gobierno
es imposible. Una organización tan vigorosa puede ser llamada, por su forma,
en un país autocrático, «complotadora», y la forma conspirativa es necesaria
en grado máximo. La conspiración es tan indispensable que predetermina
todas las demás condiciones (número, elección, funciones de los militantes,
etc.). Por eso cuando nosotros, socialdemócratas, somos acusados de querer
crear una organización conspirativa, seríamos ingenuos si nos espantáramos...
Pero, se nos objetará, una organización tan potente y tan estrictamente
secreta, concentrando entre sus manos todos los hilos de la actividad
clandestina, organización necesariamente centralizada, puede muy fácilmente
lanzarse a un ataque prematuro, puede forzar irreflexivamente el movimiento,
antes de que sea posible y necesario por el progreso del descontento político,
la fuerza de la fermentación y de la irritación existente en la clase obrera, etc.
A esto responderemos: Hablando en abstracto, no puede negarse que, claro
está, una organización de combate pueda entrar a la ligera, sin reflexionar, en
una batalla que, en otras condiciones, hubiera podido no ser perdida. Pero no
se puede, en este caso, limitarse a consideraciones abstractas, pues todo
combate implica posibilidades abstractas de derrota y no hay otro medio de
disminuirlas que prepararse bien, en forma organizada, para el combate. Pero
si se plantea la cuestión en el terreno concreto de la situación rusa actual, se
llega a la conclusión positiva de que una organización revolucionaria fuerte es
necesaria justamente para dar estabilidad al movimiento y preservarlo de la
Principios de organización de un Partido Comunista Ilegal
195
196
LA CÉLULA DE FABRICA
Cada fábrica debe ser para nosotros una fortaleza. Para ello, la organización
obrera «de fábrica», debe ser tan conspirativa interiormente como «ramificada»
exteriormente, es decir, en sus relaciones exteriores, debe ir tan lejos y en
sentidos tan variados como cualquier otra organización revolucionaria.
Vista la importancia de esos subcomités de fábrica, debemos tender, en la
medida de lo posible, a que cada subcomité posea una dirección ligada por el
órgano central y un depósito de sus ligazones en lugar seguro, es decir, que
los informes necesarios para el restablecimiento inmediato del subcomité en
caso de detenciones sean trasmitidos tan regular y abundantemente como sea
posible al Centro del Partido, para ser conservados en sitios donde los
gendarmes sean incapaces de penetrar.
En fin, no será superfluo hacer notar que a veces, en lugar de un subcomité
de fábrica de varios miembros, será necesario o más cómodo limitarse a
designar un agente del comité (con un suplente). Una vez formado, el
subcomité de fábrica debe ocuparse de crear toda clase de grupos y círculos
de fábrica, cada uno en sus funciones, con su grado de conspiración y de fijeza,
por ejemplo, círculos de ligazón y difusión de publicaciones (una de las
funciones más importantes que debe ser organizada de manera que tengamos
un verdadero servicio propio de ligazones, que sean ensayadas y verificadas
no solamente todos los medios de difusión, sino también la ligazón a
domicilio, que se conozcan absolutamente todos los alojamientos y el medio
de penetrar en ellos), círculos de lectura de las publicaciones ilegales, círculos
para la vigilancia de los confidentes. (Observación: debemos inspirar a los
obreros la idea de que la muerte de los espías, de los provocadores y de los
traidores puede ser a veces una necesidad absoluta, pero que sería indeseable
y falso erigirlo en un sistema; que debemos tratar de crear una organización
capaz de hacer inofensivos a los espías, descubriéndolos y persiguiéndolos.
No se puede destruir a todos los espías, pero se puede y se debe crear una
organización que los desenmascare y que eduque a la masa obrera.)
Más sobre la centralización y descentralización de org. Ilegales del Partido
197
198
Corriente oportunista de fines del siglo XIX y principios del XX, que negaba toda lucha
40
política.
Más sobre la centralización y descentralización de org. Ilegales del Partido
200
EL ÓRGANO CENTRAL
Por otra parte, figúrense una insurrección popular. Hoy nadie negará,
probablemente, que sea necesario pensar y prepararse a ella. Pero, ¿cómo.
¿Por un comité central que designaría agentes en todas las localidades para
prepararlas? Aun si tuviéramos un comité central y llegara a tomar esa
medida, no lograría nada en las actuales condiciones de Rusia. Por el
contrario, una red de agentes que se hubiese formado por iniciativa propia,
trabajando en la creación y en la difusión de un periódico central, no se
contentaría con esperar «con los brazos cruzados» la consigna de la
El Órgano Central
insurrección; esos agentes realizarían una obra regular que les garantizaría en
caso de insurrección las mayores probabilidades de éxito. Es esta obra
precisamente la que reforzaría el lazo con las masas obreras y con todas las
capas de la población descontentas de la autocracia, lo cual es de tanta
importancia para la insurrección. Los que realizasen esa obra son
precisamente los que aprenderían por ella a apreciar exactamente la situación
política general y, por consiguiente, a escoger el momento favorable para la
insurrección. Todas las organizaciones locales aprenderían precisamente a
reaccionar simultáneamente frente a los problemas, incidentes o,
acontecimientos que conmueven a toda Rusia, a hacerse eco de esos
«acontecimientos» en la forma más enérgica, más uniforme y más racional
posible, pues, en el fondo, la insurrección es la «respuesta» más enérgica, la
más uniforme y la más racional de todo el pueblo al gobierno. Esto es lo que
enseñaría, en fin, precisamente a todas las organizaciones revolucionarias, de
todos los rincones de Rusia a mantener las relaciones más regulares y al
mismo tiempo más clandestinas, relaciones que crean en la práctica la unidad
del Partido, y sin las cuales es imposible debatir colectivamente un plan de
insurrección y tomar, en vísperas de esta última, las medidas preparatorias
necesarias, que deben mantenerse en el más estricto secreto.
En una palabra, el «plan de un periódico político para toda Rusia» no es
una obra teórica de doctrinarios atacados de literaturismo (como pueden
haber creído gentes que no han reflexionado suficientemente): es el
procedimiento más práctico para ponerse a la obra en todas partes y
prepararse para la insurrección, sin olvidar ni por un instante el trabajo
cotidiano.
El Órgano Central
202
205
III
LENIN Y LAS FORMAS SUPERIORES DE
LA LUCHA DE CLASES
consultarse, en una versión ligeramente distinta, en el tomo 11 de las Obras Completas de Lenin,
edición de Progreso, a partir de la página 352 (Tareas de los destacamentos del ejército
revolucionario). En esta fuente, el texto comienza en el epígrafe b) de la p. 48 del presente folleto.
| Nota Ed.
III. Lenin y las formas superiores de la Lucha de Clases
Los destacamentos deben armarse por sí mismos, cada uno con lo que
tenga a su disposición (fusil, revólver, bomba, porra, bastón, trapos
empapados en petróleo para incendiar, cuerdas o escalas de cuerda, palas para
la construcción de barricadas, cartuchos de piroxilina, alambre de púa, clavos,
etc., etc.). En ningún caso hay que esperar ayuda de fuera de la organización
superior inmediata, sino tratar de procurarse por sí mismos todo lo necesario.
Los destacamentos deben estar compuestos, a ser posible, de personas que
vivan próximas unas de otras o que se encuentran regularmente a horas fijas
(lo mejor sería ambas cosas a la vez, pues los encuentros regulares podrán ser
interrumpidos cuando surja la insurrección). Su tarea consiste en arreglarse
de modo que puedan encontrarse todos juntos en los momentos críticos y en
las condiciones más inesperadas. Cada destacamento, pues, debe establecer
por adelantado los procedimientos y los medios para una acción simultánea:
señales en las ventanas, etcétera, para reunirse lo más rápido posible, gritos o
silbidos convenidos para encontrar a los camaradas entre la multitud, señales
convenidas en caso de encuentros nocturnos, etc., etc.
207
del Estado, los Bancos, etc., el examen de las condiciones de vigilancia de esas
instituciones, el establecimiento de ligazones, siendo útil aprovechar a
empleados en la policía, en los bancos, en los juzgados, en las prisiones, en
correos y telégrafos, etc. La localización de los depósitos de armas y de todos
los almacenes de armas de la ciudad, etc. Hay ahí una infinita cantidad de
trabajo, y de trabajo en el cual cada uno podrá ser de gran utilidad, hasta las
personas completamente incapaces de participar en un combate de calle, las
personas más débiles, las mujeres, los adolescentes, los ancianos, etcétera. Ya
desde ahora, debemos agrupar en esos destacamentos, absolutamente y sin
excepción, a todos los que quieran participar en la insurrección, puesto que
no hay ni puede haber un solo hombre que, queriendo trabajo, no sea de una
inmensa utilidad, aunque esté desarmado, aunque sea individualmente inepto
para la lucha.
208
He aquí la respuesta que dio Lenin en octubre de 1905 a los camaradas del
Comité de Combate de Petersburgo con respecto a un informe enviado por
ellos sobre la actividad del Comité:42
Queridos camaradas:
En una obra semejante, los esquemas, las discusiones sobre las funciones
y derechos del Comité de Combate son los menos convenientes. Lo que se
necesita es una rabiosa energía, energía y, una vez más, energía. Con
verdadero horror —palabra— veo que hace más de seis meses que se está
perorando de bombas, pero que no ha sido fabricada hasta la fecha ninguna.
Y, sin embargo, son hombres muy sabios los que hablan... ¡Diríjanse a la
juventud! Es ésta la sola, la única panacea universal. De lo contrario, les doy
mi palabra, llegarán tarde (lo veo por todos los síntomas) y quedarán con las
«sabias» notas, planes, esquemas, diseños, maravillosas recetas, pero sin
organización, sin actividad palpitante. ¡Diríjanse a la juventud! Creen
enseguida destacamentos de combate en todas partes, entre los estudiantes y,
sobre todo, entre los obreros, etcétera. Que se organicen inmediatamente
Lenin,
Carta del camarada Lenin al Comité de Petersnburgo
En esto hay que obrar por medio de una vasta propaganda. Que cinco o
diez personas recorran en una semana centenares de círculos obreros y
estudiantiles, penetren donde sea posible y que expongan un plan claro, un
plan breve, simple y concreto; formad inmediatamente destacamentos,
armaos con lo que podáis, trabajad con todas vuestras fuerzas, nosotros os
ayudaremos con lo que podamos, pero no esperéis de nosotros, trabajad por
vuestra cuenta.
El centro de gravedad en una obra de esta clase es la iniciativa de la masa
de los pequeños círculos. Ellos lo harán todo. Creo que se puede medir la
efectividad del trabajo del Comité de Combate por el número de círculos con
que esté en relación. Si en uno o dos meses de Comité de Combate no dispone
en Petersburgo de un mínimo de doscientos o trescientos destacamentos, es
un Comité de Combate muerto. En ese caso, hay que enterrarlo. Si en
momentos de una efervescencia como la actual no se consigue organizar un
centenar de destacamentos significa estar al margen de la vida.
Los propagandistas deben dar a cada destacamento breves y sencillas
fórmulas de preparación de bombas, hacer una exposición elemental del
conjunto de las operaciones y luego dejarlos trabajar por cuenta propia. Los
Carta del camarada Lenin al Comité de Petersnburgo
213
43
Mantenemos la traducción presente en el folleto original. El fragmento pertenece al artículo
Las enseñanzas de la insurrección de Moscú, y aparece en el tomo 13 de las Obras Completas,
edición de Progreso, pp. 395-403. | Nota Ed.
Las enseñanzas de la insurrección de Moscú
44
Ibidem, pp. 327-351. Los fragmentos que siguen, pertenecientes al artículo citado, también
han sido mantenidos en la traducción presente en el folleto original.
Los soviets como órganos de la insurrección
214
215
216
1917
Traducción del folleto original. El texto puede leerse en el tomo XXXIV de las Obras
45
Completas, edición de Progreso, pp. 250-256. | Tomo XXVII, Obras Completas, Akal Ed. pp. 291-
293 | N. Ed.
1917
46
Cfr. ibíd., pp. 393-395. | Nota Ed.
1917
Petersburgo, sin falta, desde fuera y desde el interior, de los barrios obreros
y de Finlandia, desde Reval y desde Kronstadt, una ofensiva en toda la flota,
acumulación de una gigantesca superioridad de fuerzas en 15-20.000 (y
más aún) sobre nuestra «guardia burguesa», etc. (junkers), y nuestros
vendéeanos (parte de cosacos), etcétera.
Combinar nuestras tres fuerzas fundamentales, la flota, los obreros y las
unidades del ejército, de tal forma que sean ocupados inmediatamente y
mantenidos a cualquier precio: a) teléfonos, b) el telégrafo, c) las
estaciones ferroviarias, d) los puentes. Formar con los elementos más
decididos (nuestros «destacamentos de choque») y la juventud obrera (así
como con los mejores marinos) pequeños destacamentos para la ocupación
de los puntos estratégicos y para la participación en todas las operaciones
importantes...
Formar destacamentos de los mejores obreros armados con fusiles,
bombas para el ataque y el sitio de los «centros» del enemigo (escuelas de
los junkers, telégrafo, teléfono, etc.) bajo la consigna de perecer hasta el
último, pero no dejar pasar al enemigo.
220
221
I.
INFANCIA Y ADOLESCENCIA
dar una lección a su indócil hijo, pero Senko cogió un hacha y le hizo
comprender que no se podía esperar sumisión de su parte.
Senko amaba hondamente a su madre y ella le correspondía con un amor
ilimitado. El niño procuraba hacer más luminosa la lúgubre existencia de su
madre, ayudándola en todos sus trabajos. Durante la larga enfermedad que
llevó a la tumba a su madre dio pruebas de un desvelo conmovedor. El padre
estaba entonces arruinado, la familia pasaba privaciones y Senko se
desesperaba a veces por no poder conseguir las medicinas para la enferma o
los alimentos necesarios.
A la muerte de su madre Kamó y sus hermanos se fueron a vivir a Tiflis, a
casa de una tía.
II
EL TRABAJO DE PARTIDO
— La próxima vez compraré unos cuantos cuervos, les ataré cintas rojas al
cuello y cuando llegue el momento los echaré a volar. ¡A ver si entonces
dispersan a esos manifestantes!
A mediodía, cuando hubo que ¡zar la bandera roja, Kamó realizó lo que
había prometido hacer y, a pesar del ataque de los cosacos, supo salvar la
bandera y evitar hábilmente la detención.
Poco después toma una parte activa en el envío de delegados al segundo
congreso del Partido.
Grande fue también su participación en la organización de imprentas
clandestinas. El Boletín de la gendarmería le atribuyó la organización de once
imprentas ¡legales. Fue Kamó quien organizó la imprenta de Avlabari. Para
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)
eso, buscó en el barrio obrero de la ciudad una vieja casa con una cochera y
un pozo en el patío.
Una «planchadora» (la revolucionaria Babé) viene a instalarse en la casa.
Toma ropa, la lava y la seca en la cochera cuando llueve.
Pero, por la noche, en la pared del pozo, a algunos metros de profundidad,
se abre una galería hasta la pieza donde quiere instalarse la imprenta. El
trabajo de perforación, el hacer desaparecer la tierra, la organización de la
ventilación, la instalación de los puntales, todo esto es un trabajo difícil y
peligroso; pero, por fin, el local está dispuesto.
La instalación de los «instrumentos de producción» necesita también
muchos cuidados. Pero este obstáculo es vencido a su vez y la imprenta
comienza a funcionar.
La «planchadora» revela una gran capacidad de trabajo; los cestos de «ropa»
van y vienen continuamente. La patrona es alegre, comunicativa; hay siempre
a su alrededor muchos jóvenes que encuentran cómodo el patío para jugar a
la pelota. Las cosas están, pues, bien arregladas y la imprenta justifica las
esperanzas que en ella se habían puesto.
Kamó toma también una parte activa en la organización de la imprenta
ilegal de Kutaisi, que desempeñó un papel extraordinariamente importante en
el movimiento revolucionario de la Georgia occidental en 1904-06. Esta
imprenta fue instalada en la casa del agrónomo Vaso Goguiladze.
226
todo problema con la población y casi cesan de existir como órganos de poder.
Los movimientos obrero y campesino se difunden como un impetuoso
torrente y toda Georgia está en ebullición.
En el punto culminante de la revolución de 1905, varios distritos y regiones
de Georgia instauran, por propia decisión, un self-government [autogobierno]
revolucionario. Más tarde, en los años de reacción, se emprendieron
persecuciones contra las repúblicas de Gori, de Senaki, de Kvareli, de Sochi,
etc.
El «presidente» de cada una de ellas era un Comité del Partido, y el
legislador, el pueblo revolucionario sublevado en favor de una radiante y
nueva vida.
La más importante, la más original de todas estas repúblicas fue la de Gori,
donde el movimiento revolucionario se apoderó de toda la población
trabajadora. Aquí, la consciencia política, el grado de organización y la
disciplina revolucionaria alcanzaron el más alto nivel.
Se decidió poner en el índice a las instituciones gubernamentales y a la
Iglesia.
229
estaban seguros.
En octubre de 1905 el movimiento revolucionario de las diferentes partes
del imperio zarista se unió en un poderoso torrente; una huelga general
política se apoderó de todo el país. El zar se vio obligado a ceder, a lanzar el
manifiesto del 17 de octubre, que contenía la promesa de las libertades
constitucionales. Pero, a pesar de esta promesa, al día siguiente mismo de la
publicación de este manifiesto, el gobierno emprendió los pogromos de las
bandas [centurias] negras y matanzas nacionales en el centro y localmente.
En el Cáucaso, el conde Vorontsov-Dashkov, gobernador general, se vio
obligado a entregar a los obreros de Tiflis, con la fianza de dos líderes
mencheviques, Isidoro Ramichvili y Silvestre Dzhibladze, seiscientos fusiles
para impedir los pogromos y las matanzas nacionales que su propia policía
había preparado, pero que amenazaban con exceder los límites que convenían
a los intereses del gobierno.
230
estaba el almacén de armas y los nombres de los miembros del estado mayor.
En el intervalo entre las dos veces que le colgaron se obligó a Kamó a cavar su
propia tumba. Como se le condujo casi desnudo y ensangrentado a través de
las calles de Tiflis, los transeúntes se detenían, conmovidos y gritando de
indignación.
Las cárceles estaban repletas por aquellos días. En todos los rincones de la
ciudad se detenía sin más ni más a multitud de gente, se hacían listas
interminables de nombres y apellidos cuyas desinencias [georgianas] eran
incomprensibles para los funcionarios rusos.
231
47
En georgiano, kamó es el nombre de una planta campestre.
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)
III
EN EL COMBATE
Las tropas del general Alijanov restablecían el «orden» con los métodos
elocuentemente descritos en 1920 por Kaliko-Dzhugueli, con la diferencia de
que en aquella época no se les llamaba todavía democráticos ni estaban aún
recomendados para uso general por Kautsky y la II Internacional.
Pero era igual. En Gori, en todas partes llameaba el cielo iluminado por el
resplandor de los incendios. No solamente ardían los pueblecitos, sino
también una capital de distrito, Ozurgueti.
Se exigía a la población que entregase las armas a las autoridades, que
denunciase a los agitadores y a los desertores, que pagasen los impuestos por
dos años y que diesen una nueva promoción de soldados para el ejército. Pero
la población no se entregaba a nadie, ni devolvía más que armas inservibles.
Los campesinos jóvenes y valientes se refugiaban en las montañas y desde allí
acosaban a las tropas con ataques de guerrilla.
Se establecieron tribunales y los cosacos, de acuerdo con las órdenes del
gobernador general, asesinaban sin piedad a todos los sospechosos.
Las organizaciones revolucionarias y los Comités del Partido fueron
destruidos. Pero los Comités bolcheviques sufrieron menos que los otros,
porque en los «días de libertad» habían conservado su estructura ¡legal.
El trabajo del Partido se hacía en condiciones extraordinariamente difíciles.
Kamó, que volvió a la acción ilegal, trabajaba como revolucionario profesional.
Estaba obligado a rodear su actividad de las precauciones más minuciosas.
La ciudad era recorrida por patrullas que detenían a los transeúntes, a los
viajeros sospechosos. En estas condiciones es donde la aptitud de Kamó para
«reencarnar» le rindió sus mayores servicios. Conseguía disfrazarse de tal
modo que ponía en un compromiso a sus mismos camaradas, y gracias a
cualquier ingenioso truco burlaba a los que le seguían.
Kamó no se turbaba nunca y sus gestos temerarios e imprevistos le sacaban
frecuentemente de situaciones peligrosas. Un día, por ejemplo, se fue al teatro
sin cambiar su aspecto exterior. En el pasillo encontró al director de la cárcel,
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)
235
49
Hemos sustituido el texto que aparece en el original por la traducción soviética; Lenin, V. I.:
La guerra de guerrillas; en Obras Completas, tomo 14, p. 7. Editorial Progreso, Moscú, 1985. | N.
Ed.
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)
50
Ibídem, pp. 10,11 y 12. | N. Ed.
51
Estas condiciones son enumeradas en el proyecto de resolución sobre las acciones de
guerrillas bolcheviques, en el congreso de Estocolmo del Partido Socialdemócrata de Rusia en
1906: 1) tener en cuenta el estado de espíritu de las masas; 2) tomar en consideración las
condiciones del movimiento obrero de la región; 3) vigilar para que las fuerzas del proletariado no
se malgasten inútilmente.
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)
239
IV
DETENCIÓN. SIMULACIÓN DE LOCURA
Rara vez los más obstinados, los más tenaces, llegan a engañar a los médicos.
Habitualmente, a las seis semanas, o dos meses todo lo más, el simulador es
desenmascarado.
Después de lo que acabamos de decir, es evidente que la suerte de
cualquiera que no hubiera sido Kamó se hubiera decidido en algunas horas,
en algunos días.
Pero Kamó hizo el milagro de simular la locura durante cuatro años, sin
dejarse sorprender un momento. Este esfuerzo no pudo ser realizado más que
gracias a sus excepcionales cualidades. Tenía una salud a toda prueba, una
abundante reserva de fuerzas físicas. Su sistema nervioso era de una potencia
y de un temple magníficos. Pero, sobre todo, tenía una voluntad de hierro,
llevaba en sí mismo un odio ardiente, intratable, contra sus enemigos
políticos. Y de este odio sacó el valor necesario para soportar todos los
sufrimientos, antes de permitir que triunfasen sus enemigos.
Tuvo no pocas veces que sacrificar su amor propio por la causa de la
revolución, y todas las comedias que tuvo que desempeñar durante cuatro
años fueron una terrible humillación para esta orgullosa naturaleza.
Desde el primer día de su ficticia enfermedad comenzó a armar escándalo,
a gritar, a destrozar sus ropas, a tirar al suelo los platos llenos de comida, a
pegar a los vigilantes. Se le encerró en una celda, una cueva donde la
temperatura estaba bajo cero. Allí se le dejó, desnudo, durante nueve días.
Para no enfriarse, para no caer enfermo, tenía que estar siempre en
movimiento, correr, saltar, sin concederse un minuto de tregua.
Al cabo de nueve días se le devolvió a su celda ordinaria, donde se le
concedió una entrevista con Kohn, al que le hizo comprender hábilmente, con
una seña imperceptible, que se encontraba perfectamente.
243
En el asilo de Buch se le instaló en una sala donde había diez locos furiosos.
La vigilancia debía ser bien negligente, porque pasaban el tiempo
mordiéndose, arañándose, pegándose unos a otros. Kamó tuvo que pasar
varios días en esta agradable compañía, que no dejaba ser peligrosa y, después,
fue instalado en una sección más tranquila. Pero también allí la estancia entre
estos seres insensatos, a veces miserables, a veces cómicos, frecuentemente
espantosos y siempre dispuestos a alguna escena imprevista y penosa, era una
dura prueba. No había ninguna posibilidad de evasión y Kamó se esforzaba
inútilmente en buscar y combinar; tuvo que renunciar a la esperanza de salir
de allí.
Durante toda su estancia en el asilo de Buch, Kamó no se cansó de
observar, de estudiar a los enfermos que le rodeaban. Había entre ellos un
médico morfinómano que sus parientes habían dejado allí, porque para
comprar la morfina no solamente se gastaba todo lo que tenía, sino que se
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)
Confidencial
Señor conde:
Por una carta fecha el 27 de abril de este año, número 42, el Ministro de
Asuntos Extranjeros me informa de que la prensa democrática de Alemania
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)
se apasiona por la suerte del súbdito ruso Arshakov (alias Mirski y Ter-
Petrossov), que va a ser juzgado en Tiflis por la agresión contra un
transporte de fondos del Estado cometida en 1907.
Los órganos radicales Vorwárts y Frankfurter Zeitung atacan a la policía
alemana por haber entregado a Mirski-Arshakov cuando salió de un
hospital de enfermos psíquicos a las autoridades de nuestro país. Los
ataques de que es objeto el gobierno alemán no dejarán de redoblar en
violencia si Mirski es condenado a muerte, y el Ministro del Interior teme
que esto tenga consecuencias molestas para los intereses rusos desde el
punto de vista de la cuestión de la extradición de los anarquistas.
Aprovecho la ocasión para testimoniar a Su Excelencia mis respetuosos
sentimientos,
P. Stolypin
7 de mayo de 1910, número 91.104.
248
V
LA EVASIÓN DEL MANICOMIO
y tiende un pedazo de pan a uno de los jueces, con una sonrisa idiota.
Esta escena produjo una penosa impresión en el público. La tía Lisa y las
hermanas del acusado estaban allí y se persuadieron de que su querido Kamó
había perdido la razón.
Se hizo salir al acusado. El tribunal militar juzgó necesario someterle a
nuevas pruebas en la sección de psiquiatría del hospital de la cárcel de
Metekhi. Allí permaneció un año y cuatro meses. (Las pruebas fueron, poco
más o menos, las mismas que en Berlín.)
Las hojas clínicas de este período muestran el curioso cuadro siguiente:
Pero no hay vigilancia que no pueda ser burlada. Todos los días, en una
calle que desembocaba en la carretera de Mtskheta, se veía aparecer un
pequeño grupo de escolares y de muchachas en bicicleta. Los soldados de la
guardia podían distraerse observando las evoluciones de estos jóvenes. A
veces, uno de los ciclistas se olvidaba y pasaba el límite. Se le hacía volver a
gritos: «Atrás, está prohibido».
Una escena que se ve repetirse todos los días acaba por aburrir la atención.
Los soldados no se ocupan ya de los ciclistas, y cuando un día, uno de los
cinco, después de pasar el límite reglamentario, desaparece en una curva de la
carretera y vuelven a la ciudad solamente cuatro, nadie presta atención.
Disfrazado de colegial, Kamó corre hacia Mtskheta, donde es acogido esta
vez también por Kote.
Hay una fiesta en el pueblo, se celebra una boda y los huéspedes que
vuelven de las viñas del Señor recorren las calles cantando y bailando al son
de sus instrumentos nacionales.
La costumbre autoriza a cada invitado a llevar un amigo. Kamó cambia su
vestido de colegial por el traje nacional, y vedle ya entre la multitud regocijada.
Por la noche, los invitados se dispersan, muchos de ellos se dirigen en grupos
a la estación. Kamó sube sin dificultad en un coche y parte para Batumi. Un
último obstáculo que vencer: se trata de introducirse a bordo de un barco sin
ser visto, y de llegar a un puerto extranjero. Un grupo de militantes de Batumi
oculta a Kamó, con la ayuda de los marineros, en la cala del navio, entre las
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)
Kamó se dirige a París para celebrar una entrevista con Lenin y ponerse al
corriente de la situación creada durante los años de su reclusión. Lenin le
informa.
Krúpskaya describe así la visita que les hizo Kamó:
253
VI
DETENCIÓN EN TIFUS. TRABAJOS FORZADOS
52
Cfr. Krupskaya, N.: Mi vida con Lenin, pp. 176-177. Ed. Madrágora, Barcelona, 1976. | N. de
la E.
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)
53
Traducción mejorada siguiendo la versión inglesa. | N. de la E.
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)
«Gran Juan». Este «título» hacía menos penosa su situación. Para evitar los
conflictos con la administración, Kamó salía siempre descubierto, incluso en
los grandes fríos, para no tener que negarse a quitarse el sombrero delante de
los «jefes» y evitar, al mismo tiempo, esta humillación.
Tenía una continencia alerta y alegre durante las raras entrevistas que tuvo
con sus parientes; pero sus ojos descubrían la huella de una tristeza
insondable. Se advertía bien que el presidio le mataba. Hasta parecía que su
lucidez y buen sentido, tan sólidos siempre, le abandonaban, porque
comenzaba a fabricar proyectos fantásticos de evasión. ¡Quién sabe el
desenlace que hubiera tenido este martirio, si la revolución no hubiera roto
los hierros de la prisión de Kamó!
256
VII
ÚLTIMOS AÑOS
Después del tercer toque de campana los gendarmes hicieron parar el tren
y detuvieron a todos los hombres morenos que podían parecerse a Kamó. Pero
el príncipe Tsulukidze no inspiró ninguna sospecha y el jefe del puesto de la
gendarmería incluso le presentó sus excusas por el retraso del tren. Kamó
partió para Tiflis, pero, deseoso de burlar a la policía, se bajó en la primera
estación y regresó a Bakú.
El gobierno menchevique de Bakú había olfateado este viaje. Kamó y sus
camaradas fueron detenidos a la bajada del tren, en Batumi, y encarcelados en
el castillo de Metekhi, tan familiar para Kamó. Encerrado en una húmeda
celda, contrajo una inflamación del nervio ciático.
Los presos no fueron libertados hasta dos meses más tarde, con la
condición expresa de que abandonaran Georgia en veinticuatro horas.
La expedición a Novorosíisk ya no era posible y Kamó volvió a Bakú. Las
victorias del Ejército Rojo habían mejorado sensiblemente la moral en los
barrios obreros. El Comité regional decidió utilizar el grupo de combate para
la preparación de una insurrección, de un golpe de Estado bolchevique. Kamó
recibe la misión de organizar grandes grupos haciendo entrar en ellos a la
juventud obrera. Confió la dirección a los miembros de su grupo de combate,
encargados de enseñar a los nuevos reclutas el arte de la insurrección.
Esto era, para él, la resurrección de su vida de antaño, con todas las
sensaciones que da una actividad desbordante. No tenía un momento libre,
estaba en todas partes, no se le escapaba nada y estaba al corriente del trabajo
de cada radio, tan bien como el militante a quien le correspondía. El
aprendizaje daba buenos resultados, pero no había bastantes armas. Se arregló
este asunto por medio de algunas barcas cargadas de ametralladoras, de
fusiles, de granadas y de cartuchos que se hicieron venir de Astracán.
Cuando el gobierno musavatista 54 lanzó su manifiesto llamando a la
54
Gobierno contrarrevolucionario del partido burgués turkmeno federalista (Müsovotj.
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)
Primero adoptó una orientación turca; más tarde, como Turquía capituló ante Inglaterra, invitó a
los imperialistas ingleses a Bakú. En 1920, el Gobierno respondió con una negativa a la proposición
del gobierno soviético de atacar a Denikin, y cuando las tropas de Denikin se batían en retirada
ante el Ejército Rojo y pasaban la frontera de Azerbaiyán, hallaron un refugio entre los
musavatistas.
55
Referencia al libro de Barón Bibinieshvili (Durante un cuarto de siglo: la lucha revolucionaria
en Georgia). | N. Ed.
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)
COLECCIÓN
SOCIALISMO Y LIBERTAD
Rubén Zardoya
Libro 22 DIALÉCTICA Y CONCIENCIA DE CLASE
Gyórgy Lukács
Libro 23 EL MATERIALISMO HISTÓRICO ALEMÁN
Franz Mehring
Libro 24 DIALÉCTICA PARA LA INDEPENDENCIA
Ruy Mauro Marini
Libro 25 MUJERES EN REVOLUCIÓN
Clara Zetkin
Libro 26 EL SOCIALISMO COMO EJERCICIO DE LA LIBERTAD
Agustín Cueva — Daniel Bensaíd. Selección de textos
Libro 27 LA DIALÉCTICA COMO FORMA DE PENSAMIENTO — DE ÍDOLOS E IDEALES
Edwald llienkov. Selección de textos
Libro 28 FETICHISMO y ALIENACIÓN — ENSAYOS SOBRE LA TEORÍA MARXISTA EL
VALOR
Isaak lllich Rubín
Libro 29 DEMOCRACIA Y REVOLUCIÓN. El hombre y la Democracia
Gyórgy Lukács
Libro 30 PEDAGOGÍA DEL OPRIMIDO
Paulo Freire
Libro 31 HISTORIA, TRADICIÓN Y CONSCIENCIA DE CLASE
Edward P. Thompson. Selección de textos
Libro 32 LENIN, LA REVOLUCIÓN Y AMÉRICA LATINA
Rodney Arismendi
Libro 33 MEMORIAS DE UN BOLCHEVIQUE
Osip Piatninsky
Libro 34 VLADIMIRILICH Y LA EDUCACIÓN
Nadeshda Krupskaya
Libro 35 LA SOLIDARIDAD DE LOS OPRIMIDOS
Julius Fucik — Bertolt Brecht — Walter Benjamín. Selección de textos Libro 36 UN GRANO
DE MAÍZ
Tomás Borge y Fidel Castro
Libro 37 FILOSOFÍA DE LA PRAXIS
Adolfo Sánchez Vázquez
Libro 38 ECONOMÍA DE LA SOCIEDAD COLONIAL
Sergio Bagó
Libro 39 CAPITALISMO Y SUBDESARROLLO EN AMÉRICA LATINA
Andró Gunder Frank
Libro 40 MÉXICO INSURGENTE
John Reed
Libro 41 DIEZ DÍAS QUE CONMOVIERON AL MUNDO
John Reed
Libro 42 EL MATERIALISMO HISTÓRICO
Georgi Plekhanov
Libro 43 MI GUERRA DE ESPAÑA
Mika Etchebéheré
Colección Socialismo y Libertad
Alexandra Kollontay
Libro 117 LOS JERARCAS SINDICALES
Jorge Correa
Libro 118 TOUSSAINT LOUVERTURE. La Revolución Francesa y el Problema Colonial
Aimé Césaire
Libro 119 LA SITUACIÓN DE LA CLASE OBRERA EN INGLATERRA
Federico Engels
Libro 120 POR LA SEGUNDA Y DEFINITIVA INDEPENDENCIA
Estrella Roja — Ejército Revolucionario del Pueblo
Libro 121 LA LUCHA DE CLASES EN LA ANTIGUA ROMA
Espartaquistas
Libro 122 LA GUERRA EN ESPAÑA
Manuel Azaña
Libro 123 LA IMAGINACIÓN SOCIOLÓGICA
Charles Wright Mills
Libro 124 LA GRAN TRANSFORMACIÓN. Critica del Liberalismo Económico
Karl Polanyi
Libro 125 KAFKA. El Método Poético
Ernst Fischer
Libro 126 PERIODISMO Y LUCHA DE CLASES
Camilo Taufic
Libro 127 MUJERES, RAZA Y CLASE
Angela Davis
Libro 128 CONTRA LOS TECNÓCRATAS
Henri Lefebvre
Libro 129 ROUSSEAU Y MARX
Galvano della Volpe
Libro 130 LAS GUERRAS CAMPESINAS — REVOLUCIÓN Y CONTRARREVOLUCIÓN EN
ALEMANIA
Federico Engels
Libro 131 EL COLONIALISMO EUROPEO
Carlos Marx — Federico Engels
Libro 132 ESPAÑA. Las Revoluciones del Siglo XIX
Carlos Marx — Federico Engels
Libro 133 LAS IDEAS REVOLUCIONARIOS DE KARL MARX
Alex Callinicos
Libro 134 KARL MARX
Karl Korsch
Libro 135 LA CLASE OBRERA EN LA ERA DE LAS MULTINACIONALES
Peters Mertens
Libro 136 EL ÚLTIMO COMBATE DE LENIN
Moshe Lewin
Libro 137 TEORÍAS DE LA AUTOGESTIÓN
Roberto Massari
Libro 138 ROSA LUXEMBURG
Tony Cliff
Colección Socialismo y Libertad
Takiji Kobayashi
Libro 162 LA GUERRA POPULAR PROLONGADA
MáoZé dóng
Libro 163 LA REVOLUCIÓN RUSA
Christopher Hill
Libro 164 LA DIALÉCTICA DEL PROCESO HISTÓRICO
George Novack
Libro 165 EJÉRCITO POPULAR — GUERRA DE TODO EL PUEBLO
Vo Nguyen Giap
Libro 166 EL MATERIALISMO DIALÉCTICO
August Thalheimer
Libro 167 ¿QUÉ ES EL MARXISMO?
Emile Burns
Libro 168 ESTADO AUTORITARIO
Max Horkheimer
Libro 169 SOBRE EL COLONIALISMO
Aimé Césaire
Libro 170 CRÍTICA DE LA DEMOCRACIA CAPITALISTA
Stanley Moore
Libro 171 SINDICALISMO CAMPESINO EN BOLIVIA
Ghana — CSUTCB — COB
Libro 172 LOS ORÍGENES DE LA CIVILIZACIÓN
Vere Gordon Childe
Libro 173 CRISIS Y TEORÍA DE LA CRISIS
Paul Mattick
Libro 174 TOMAS MÜNZER. Teólogo de la Revolución
Ernst Bloch
Libro 175 MANIFIESTO DE LOS PLEBEYOS
Gracco Babeuf
Libro 176 EL PUEBLO
Anselmo Lorenzo
Libro 177 LA DOCTRINA SOCIALISTA Y LOS CONSEJOS OBREROS
Enrique Del Valle Iberlucea
Libro 178 VIEJA Y NUEVA DEMOCRACIA
Moses I. Finley
Libro 179 LA REVOLUCIÓN FRANCESA
George Rudé
Libro 180 ACTIVIDAD, CONCIENCIA Y PERSONALIDAD
Aleksei Leontiev
Libro 181 ENSAYOS FILOSÓFICOS
Alejandro Lipschütz
Libro 182 LA IZQUIERDA COMUNISTA ITALIANA (1917-1927)
Selección de textos
Libro 183 EL ORIGEN DE LAS IDEAS ABSTRACTAS
Paul Lafargue
Libro 184 DIALÉCTICA DE LA PRAXIS. El Humanismo Marxista
Colección Socialismo y Libertad
Mihallo Markovié
Libro 185 LAS MASAS Y EL PODER
Pletro Ingrao
Libro 186 REIVINDICACIÓN DE LOS DERECHOS DE LA MUJER
Mary Wollstonecraft Libro 187 CUBA 1991
Fidel Castro
Libro 188 LAS VANGUARDIAS ARTÍSTICAS DEL SIGLO XX
Mario De Micheli
Libro 189 CHE. Una Biografía
Héctor Oesterheld — Alberto Breccia — Enrique Breccia
Libro 190 CRÍTICA DEL PROGRAMA DE GOTHA
Karl Marx
Libro 191 FENOMENOLOGÍA Y MATERIALISMO DIALÉCTICOT
Tran Dóc Tháo
Libro 192 EN TORNO AL DESARROLLO INTELECTUAL DEL JOVEN MARX (1840-1844)
Georg Lukács
Libro 193 LA FUNCIÓN DE LAS IDEOLOGÍAS — CRÍTICA DE LA RAZÓN
INSTRUMENTAL
Max Horkheimer
Libro 194 UTOPÍA
Tomás Moro
Libro 195 ASÍ SE TEMPLÓ EL ACERO
Nikolai Ostrovski
Libro 196 DIALÉCTICA Y PRAXIS REVOLUCIONARIA
Iñaki Gil de San Vicente
Libro 197 JUSTICIEROS Y COMUNISTAS (1843-1852
Karl Marx, Friedrich Engels y Otros
Libro 198 FILOSOFÍA DE LA LIBERTAD
Rubén Zardoya Loureda — Marcello Musto — Seongjin Jeong — Andrzej Walicki Bolívar
Echeverría — Daniel Bensaíd — Jorge Veraza Urtuzuástegui
Libro 199 EL MOVIMIENTO ANARQUISTA EN ARGENTINA. Desde sus comienzos hasta
1910
Diego Abad de Santillán
Libro 200 BUJALANCE. LA REVOLUCIÓN CAMPESINA
Juan del Pueblo
Libro 201 MATERIALISMO DIALÉCTICO Y PSICOANÁLISIS
Wilhelm Reich
Libro 202 OLIVER CROMWELL Y LA REVOLUCIÓN INGLESA
Christopher Hill
Libro 203 AUTOBIOGRAFÍA DE UNA MUJER EMANCIPADA
Alexandra Kollontay
Libro 204 TRAS LAS HUELLAS DEL MATERIALISMO HISTÓRICO
Perry Anderson
Libro 205 CONTRA EL POSTMODERNISMO — UN MANIFIESTO ANTICAPITALISTA
Alex Callinicos
Libro 206 EL MATERIALISMO DIALÉCTICO SEGÚN HENRI LEFEBVRE
Colección Socialismo y Libertad
Eugenio Werden
Libro 207 LOS COMUNISTAS Y LA PAZ
Jean-Paul Sartre
Libro 208 CÓMO NOS VENDEN LA MOTO
Noan Chomsky— Ignacio Ramonet
Libro 209 EL COMITÉ REGIONAL CLANDESTINO EN ACCIÓN
Alexei Fiodorov
Libro 210 LA MUJER Y EL SOCIALISMO
August Bebel
Libro 211 DEJAR DE PENSAR
Carlos Fernández Liria y Santiago Alba Rico
Libro 212 LA EXPRESIÓN TEÓRICA DEL MOVIMIENTO PRÁCTICO
Walter Benjamín — Rudi Dutschke — Jean-Paul Sartre — Bolívar Echeverría Libro 213 ANTE
EL DOLOR DE LOS DEMÁS
Susan Sontag
Libro 214 LIBRO DE LECTURA PARA USO DE LAS ESCUELAS NOCTURNAS PARA
TRABAJADORES — 1er Grado
Comisión Editora Popular
Libro 215 EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX
Bolívar Echeverría
Libro 216 APUNTES SOBRE MARXISMO
Iñaki Gil de San Vicente
Libro 217 PARA UN MARXISMO LIBERTARIO
Daniel Guerin
Libro 218 LA IDEOLOGÍA ALEMANA
Karl Marx y Friedrich Engels Libro 219 BABEUF
llya Ehrenburg
Libro 220 MIGUEL MÁRMOL — LOS SUCESOS DE 1932 EN EL SALVADOR
Roque Dalton
Libro 221 SIMÓN BOLÍVAR CONDUCTOR POLÍTICO Y MILITAR DE LA GUERRA ANTI
COLONIAL
Alberto Pinzón Sánchez
Libro 222 MARXISMO Y LITERATURA
Raymond Williams
Libro 223 SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES
Gregorio Selser
Libro 224 CRÍTICA DIALÉCTICA. Ensayos, Notas y Conferencias (1958-1968)
Karel Kosik
Libro 225 LA POLÍTICA REVOLUCIONARIA. Ensayos, Notas y Conferencias
Ruy Mauro Marini
Libro 226 LOS QUE LUCHAN Y LOS QUE LLORAN. El Fidel Castro que yo vi
Jorge Ricardo Masetti
Libro 227 DE CADENAS Y DE HOMBRES
Robert Linhart
Libro 228 ESPAÑA, APARTA DE MÍ ESTE CÁLIZ
César Vallejo
Colección Socialismo y Libertad
proletariado en la Revolución
Vladimir llich Lenin
Libro 297 LA INTERNACIONAL COMUNISTA Y EL PROBLEMA COLONIAL
Rudolf Schlesinger
Libro 298 EL ORIGEN DE LA CONCIENCIA HUMANA
Alexander Georgyevich Spirkin
Libro 299 LA REVOLUCIÓN PERMANENTE Y EL SOCIALISMO EN UN SOLO PAÍS
León Trotsky — Nicolai Bujarin — Grigori Zinóviev — Josep Stalin
Libro 300 MARXISMO, PSICOANÁLISIS YSEXPOL
Bernfeld — Fenichel — Fromm — Leistikow — Sapir — Sternberg — Teschitz
Libro 301 EL MARXISMO CRÍTICO EN MÉXICO
Bolívar Echeverría — Jorge Veraza Urtuzuástegui — Luis Arizmendi, et al
Libro 302 TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
Vladimir Lenin — Rosa Luxemburg — Gyórgy Lukács, et al
Libro 303 DIALÉCTICA MARXISTA E HISTORICISMO
Cesare Luporini
Libro 304 SOBRE CRISIS, GUERRA Y TRANSFORMACIÓN
Andrés Piqueras Infante
Libro 305 COMO ACTUABAN LOS BOLCHEVIQUES EN LA CLANDESTINIDAD
V. I. Lenin, N. Krupskaya , L. Krasin, A. Yenukidze, V. N. Sokolov, S. Obolenskaya y Otros