Como Actuaban Los Bolcheviques en La Clandestinidad

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V. I. Lenin — N. Krupskaya — L. Krasin — A. Yenukidze — V. N.

Sokolov
— S. Obolenskaya y Otros

COMO ACTUABAN
LOS BOLCHEVIQUES
EN LA CLANDESTINIDAD

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Esquema de la imprenta del Comité del Cáucaso del POSDR que funcionó
entre I9D3 y 1905
INDICE

18
INDICE
CÓMO ACTUABAN LOS BOLCHEVIQUES EN LA CLANDESTINIDAD
L. Krasin, A. Yenukidze y Otros1

21. Advertencia preliminar (Andreu Nin, 1932)


22. La Técnica del Partido Bolchevique (L. B. Krasin)
29. Historia de la organización y el funcionamiento de las imprentas clandestinas de los
bolcheviques en el Cáucaso (1900-1906) (A. Yenukidze)
62. La labor de la Oficina Técnica Central (A. I. Golubkov)
72. Los Profesionales (V. N. Sokolov)
113. Una página de la historia de la actuación clandestina (V. N. Zalejski)
123. La Técnica del Comité Central en el Norte (D. Guershanovich)
132. La imprenta del Comité de Petersburgo del Partido Obrero Socialdemócrata de
Rusia en 1903 (E. Steiman)
142. La imprenta clandestina del Órgano Central del Partido, El Obrero, en Moscú (V. I.
Bogomólov)
146. Recuerdos de un cajista (A. Dobrojótov)
149. El transporte de la literatura clandestina. Recuerdos de un militante (V. I.
Bogomólov)
153. Historia de una imprenta clandestina (D. Guershanovich)

LENIN TEÓRICO Y PRACTICO DE LA MILITANCIA ILEGAL


B. Vasiliev, M. Kedrov

163. I. LENIN Y LA ACCIÓN CLANDESTINA


166. Métodos de maquillaje del camarada Lenin
170. No llamar la atención
173. A despecho de la clandestinidad
174. Cambio del aspecto exterior
176. Correspondencia clandestina
184. Transportes ¡legales
187. El paso de la frontera

1
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mnemosyne.es
INDICE

188. Participación en las reuniones clandestinas

190. II. LO QUE DICE LENIN SOBRE LA ESTRUCTURA ORGÁNICA Y LOS


MÉTODOS DE EDIFICACIÓN DE UN PARTIDO ILEGAL EN EL ¿QUÉ
HACER?
192. Principios de organización de un Partido Comunista ilegal
193. Centralización de la dirección y descentralización de las funciones
195. Las organizaciones auxiliares próximas al Partido
196. La célula de fábrica
197. Más sobre la centralización y descentralización de las organizaciones ¡legales del
Partido
198. Lenin y los sindicatos ilegales
200. El Órgano Central
202. Resolución de 1908, relativa a la organización
202. Resolución de 1913, sobre organización

205. III. LENIN Y LAS FORMAS SUPERIORES DE LA LUCHA DE CLASES


210. Carta del camarada Lenin al Comité de Petersburgo
213. Las enseñanzas de la insurrección de Moscú
214. Los soviets como órganos de la insurrección
215. Las organizaciones militares
216. 1917

KAMÓ. LA VIDA DE UN VERDADERO REVOLUCIONARIO


Svetlana Obolenskaya
221. I. INFANCIA Y ADOLESCENCIA
222. II. EL TRABAJO DEPARTIDO
232. III. EN EL COMBATE
241. IV. DETENCIÓN. SIMULACIÓN DE LOCURA
248. V. LA EVASIÓN DEL MANICOMIO
253. VI. DETENCIÓN EN TIFUS. TRABAJOS FORZADOS
256. VII. ÚLTIMOS AÑOS
Advertencia preliminar

21

CÓMO ACTUABAN LOS BOLCHEVIQUES EN


LA CLANDESTINIDAD

ADVERTENCIA PRELIMINAR

El interés creciente de nuestro público por todo lo que se refiere a la


Revolución rusa nos ha inducido a traducir al español los trabajos que
componen este volumen y que constituyen un relato vivo y simple de la labor,
no por oscura y modesta menos heroica, de aquellos abnegados militantes que
día tras día fueron organizando en la clandestinidad ese gran Partido
bolchevique que condujo al proletariado ruso al combate y a la victoria.
Existe en Rusia una literatura copiosísima sobre el particular, que
constituye una cantera inagotable para el estudio —tan provechoso para los
militantes revolucionarios de todos los países y tan atractivo aun para el
simple observador de los grandes acontecimientos sociales— de la formación
y desarrollo del Partido que hoy rige los destinos de la sexta parte del mundo.
De esa cantera enorme hemos sacado unos cuantos materiales — algunos
de los trabajos más característicos publicados en 1924, con motivo del XXV
aniversario de la fundación del partido-y lo ofrecemos al lector español con la
seguridad de que no se sentirá defraudado, y de que su lectura avivará su
interés por la Revolución rusa y le inducirá a estudiarla más profundamente
en todos sus ricos y variados aspectos.

Andreu Nin [1932]


La Técnica del Partido Bolchevique (L. B. Krasin)

22

LA TÉCNICA DEL PARTIDO BOLCHEVIQUE


L. B. KRASIN

El IIºCongreso del Partido Socialdemócrata Obrero de Rusia, que fue, en


realidad, el de constitución, fijó determinados principios de organización y
señaló el comienzo de la historia del bolchevismo. En los debates promovidos
por el primer artículo del reglamento del Partido se puso claramente de
manifiesto la diferencia entre las opiniones de los mencheviques que, en el
fondo, sostenían un punto de vista pequeñoburgués, y el de los bolcheviques,
los cuales, en las tesis de Lenin, echaban los cimientos de un verdadero
Partido proletario, revolucionario y disciplinado, como instrumento de
combate de la clase obrera en la lucha por su emancipación. Esta significación
del IIºCongreso del Partido ha sido ya señalada desde hace mucho tiempo y
nada más lejos de nuestros propósitos que ponerla en tela de juicio. Nuestra
misión consiste aquí en indicar otro aspecto de la actividad bolchevique que,
gracias a dicho Congreso, se convirtió en un factor importantísimo en la
organización y desarrollo de nuestro Partido. Nos referimos a la creación de
un aparato técnico centralizado, a la instauración de una red de relaciones, a
la organización de las finanzas del Partido, de la técnica tipográfica y del
transporte de literatura. Con la aparición del centro, se estableció un primer
contacto constante entre Ginebra2 y dos centros industriales de Rusia en que
la socialdemocracia actuaba prácticamente. Fue preciso montar un complejo
sistema de direcciones, domicilios confidenciales y santo y seña, apoyándose
en los sectores burgueses simpatizantes, utilizando a doctores, dentistas,
establecimientos técnicos y comerciales, etc., etc., para entrevistarse con la
gente, mandar cartas al extranjero y recibirlas, etc., etc. El Partido, después
del IIº Congreso, se asignó por primera vez la misión de sistematizar todos
los métodos de relación, y en un breve espacio de tiempo surgió un aparato
especial destinado a este fin.
Me acuerdo de la emoción con que en 1903 revelé en la habitación
fotográfica oscura de la Fuerza Eléctrica, de Bakú, el primer manifiesto del
Comité Central elegido en el IIº Congreso y que me había sido mandado... en
una placa fotográfica. La placa revelada fue el primer original que compuso
nuestra imprenta, y a los pocos días millares de ejemplares de dicho
manifiesto eran mandados a las distintas partes del país por nuestro servicio

2
El núcleo dirigente del Partido se hallaba en aquel entonces en dicha ciudad. | N. del T.
La Técnica del Partido Bolchevique (L. B. Krasin)

de transporte.
23

Es a Napoleón, si no estoy equivocado, que pertenece el aforismo «el dinero


es el nervio de la guerra». La labor revolucionaria tampoco se podía llevar a
cabo sin dinero, y por esto la organización de las finanzas del Partido nos
apareció, después del II° Congreso, como una de nuestras tareas más
urgentes. En mi calidad de miembro del Comité Central tuve que trabajar de
un modo muy inmediato en este aspecto, y hay que ver la variedad de
procedimientos que empleábamos para recoger las migajas con las cuales se
hizo la organización del Partido en los primeros años de su existencia.
Naturalmente, todos los miembros de los grupos y organizaciones del Partido
pagaban determinadas cotizaciones, pero, por desgracia, el dinero recogido no
llegaba casi nunca al centro y se empleaba para las necesidades locales de la
organización o se mandaba al extranjero para ayudar a la Iskra (La Chispa) o
a la publicación de folletos. No había más remedio que buscar otros recursos.
Una de las fuentes principales era el dinero que sacábamos a todos los demás
elementos de oposición de la sociedad rusa, y en este aspecto alcanzamos un
virtuosismo considerable, rivalizando con los mencheviques y los socialistas
revolucionarios. En aquellos tiempos, caracterizados por el odio general al
zarismo, se conseguía recoger dinero para los fines socialdemócratas incluso
entre los partidarios de la Osbovozhdenie (Liberación)3, de Struve. En los
círculos más o menos radicales o liberales se consideraba cosa de buen tono
dar dinero para los partidos revolucionarios, y entre las personas que pagaban
regularmente todos los meses entre cinco y veinticinco rublos había no sólo
grandes abogados, ingenieros y médicos, sino también directores de Bancos y
funcionarios del Estado. Con el tiempo se consiguió obtener el apoyo
económico de algunos mecenas pertenecientes a sectores que, en apariencia,
no podían simpatizar con el movimiento obrero. Bastará decir que S. T.
Morózov, el gran fabricante de Moscú, ponía regularmente a disposición de
nuestro Comité Central sumas considerables, y la última cantidad la recibí
personalmente dos días antes de su trágica muerte.4 S. T. Morózov dejó
después de su muerte una póliza de seguros, una gran parte de cuyo importe
fue puesta asimismo a disposición de nuestro Comité Central, a indicación
del propio S. T., por sus albaceas testamentarios. Nuestro Partido recibió
sumas considerables por mediación de Gorki, el cual, además de dar dinero

3
Grupo de la burguesía liberal. | N. del T.
4
Se suicidó en Cannes en 1905. | N. del T.
La Técnica del Partido Bolchevique (L. B. Krasin)

de su bolsillo, lo obtenía de distintas personas de buena posición. Se recogía


asimismo mucho dinero con ayuda de la organización de espectáculos, veladas
y conciertos. Nuestra organización técnica del Cáucaso utilizó con éxito el
viaje al Cáucaso de la gran actriz [Vera] Komissarzhévskaya, que destinó una
parte de la recaudación a las necesidades del Partido.
24

Una de las veladas organizadas con la participación de dicha actriz, y que


tuvo un éxito enorme, se celebró casualmente en la misma casa en que vivía
el jefe de policía de la provincia. En el período posterior de la existencia del
Partido se consiguió organizar una serie de empresas comerciales, que
proporcionaban recursos considerables. Conviene recordar la importante
herencia recibida por nuestro Partido del estudiante Schmidt, torturado en las
cárceles de Moscú por el Gobierno zarista, y que cedió al Partido la parte que
le correspondía en uno de los negocios de Vikula Morózov. Se daban,
asimismo, casos enternecedores. Así, por ejemplo, una vez, en Petersburgo,
se nos presentó una joven que declaró su simpatía por el Partido y manifestó
el deseo de ceder al mismo una hacienda que había heredado en el sur de
Rusia. Como la donante era menor de edad, tuvo que efectuarse una
combinación bastante complicada, consistente en casarla previamente a fin de
que pudiera vender la propiedad con la autorización del marido. Para
desengañar a aquellos de nuestros enemigos que al leer estas líneas quieran
echar en cara a nuestro Partido el despojo de las jóvenes menores de edad,
puedo añadir que dicha muchacha,
Fedosia Petrovna Kasesínova, en la actualidad figura aún en las filas de
nuestro Partido, ocupando un modesto cargo en una de nuestras
representaciones comerciales. Su marido murió luchando por la República de
los Soviets en el frente de Siberia.
Nuestro Partido necesitaba el dinero, sobre todo, para sostener la técnica
tipográfica y el transporte. Los militantes del Partido vivían habitualmente de
sus propios recursos, valiéndose de ocupaciones accidentales, lecciones o la
ayuda de los parientes o conocidos. Sólo mucho más tarde, ya después de
1905, se decidió sostener a una pequeña parte de militantes con ayuda de la
caja del Partido. Pero aun en ese período se trataba sólo de retribuciones
literalmente míseras que oscilaban entre veinticinco y treinta rublos al mes.
Había que dar dinero sólo para los viajes más importantes, especialmente para
los relacionados con el paso ilegal de la frontera, el pago de los
contrabandistas, etc.
El transporte de las publicaciones y su custodia costaban bastante dinero,
La Técnica del Partido Bolchevique (L. B. Krasin)

pues no sólo había que pagar los portes, sino alquilar almacenes y locales y
organizar establecimientos ficticios.
25

Pero los gastos más considerables los ocasionaba el aparato técnico


tipográfico, la compra e instalación de imprentas, la adquisición de papel y
tipos y el sostenimiento de los tipógrafos.
La técnica tipográfica más importante la poseía nuestra imprenta de Bakú.
Dicha imprenta fue proyectada en 1901 por nuestro compañero georgiano
Lado-Ketsjoveli, muerto prematuramente. En aquel entonces pudimos ya
poner a su disposición algunos recursos, pero no era posible comprar una
máquina de imprimir ni procurarnos sistemáticamente papel, tinta, letra, etc.,
por cuanto no disponíamos del permiso del gobernador para abrir una
imprenta. El compañero Lado solventó esta dificultad de un modo muy
sencillo. Extendió una autorización a su nombre falsificando la firma del
gobernador. Cuando empezábamos a dudar de la posibilidad de hacer algo
valiéndonos de ese documento incontestablemente apócrifo, Lado salió
también del paso y pocos días después nos mostró triunfante un papel sellado
y firmado por un notario. Había sencillamente sacado copia de la autorización
falsa, y haciendo avalar esta copia por un notario de Bakú, obtuvo un
documento en el cual no había ya ni una sola firma apócrifa. Provisto de este
documento, adquirió sin dificultad la máquina y los materiales necesarios, y
la imprenta clandestina del Partido Socialdemócrata Obrero de Rusia empezó
a funcionar en Bakú, trabajando sin interrupción hasta 1905, en que, con
motivo de la revolución, se instaló legalmente, con cierta solemnidad, en
Petersburgo.
El sucesor de Lado en la dirección de nuestra técnica en Bakú fue Trifón
Teimurázovich Yenukidze5, que usaba el sobrenombre de Semión, y dirige
actualmente nuestra fábrica de papel moneda. Yenukidze amplió
considerablemente la herencia que le había dejado el compañero Lado. Todo
el trabajo fue organizado de acuerdo con el principio de la conspiración más
rigurosa y el empleo de métodos técnicos particulares, que es de dudar que
antes hubiera utilizado nadie. Para traer el papel y sacar los impresos, el
compañero Semión se aprovechó con gran habilidad del carácter reservado de
la población tártara de Bakú, la cual, por añadidura, no sentía grandes
simpatías por la policía. Teniendo en cuenta estas consideraciones, la
imprenta fue instalada en el barrio tártaro. Aunque ampliada, la imprenta no

5
Trifón Yenukidze era hermano de Avel Yenukidze, autor del siguiente artículo. | N. de la E.
La Técnica del Partido Bolchevique (L. B. Krasin)

satisfacía al compañero Semión, pues las máquinas estaban muy maltrechas.


Por este motivo, nos expuso un plan de adquisición de una nueva máquina de
imprimir, y con la tenacidad que le caracterizaba, no nos dejó tranquilos ni a
mí ni a N. P. Kozerenko, viejo socialdemócrata, hasta que recogimos la suma
necesaria —dos o tres mil rublos— y mandamos a buscar la máquina al
extranjero.
26

Para instalarla se decidió buscar un nuevo local y organizar las cosas de tal
modo que no corriéramos el riesgo de que fuera descubierta. El local en que
se instaló dicha máquina estaba separado de la casa en que vivían los
impresores y cajistas por un paso subterráneo, que se cerraba por una puerta
maciza de hormigón que era imposible encontrar si no se conocía el secreto.
El local donde se trabajaba, alumbrado por una lámpara de alcohol y cerrado
por todas partes, estaba instalado en el interior de un cuerpo de edificio
bastante vasto en el que había cuadras y graneros. Sólo con gran dificultad se
podía descubrir que en el centro había un sitio al cual no tenían acceso las
demás partes del local. En este sitio estaba precisamente instalada nuestra
imprenta, la cual comunicaba, por el paso secreto, con otra casa del solar
contiguo en la cual vivían Avel S. Yenukidze y los demás compañeros. La
policía y los gendarmes de Bakú no eran suficientemente inteligentes para
descubrir esa imprenta, y aun en el caso de que se hubiera detenido a todo el
personal con A. S. Yenukidze al frente, la imprenta se habría salvado. Para
restaurarla, habría bastado con arrendar nuevamente la casa en que vivía
Yenukidze, y desde la cual se iba, por el paso subterráneo, al interior del
cuerpo de edificio en que se hallaban las cuadras y los graneros. Este último
cuerpo de edificio pertenecía a un cochero tártaro, amigo de Semión, que en
ningún caso hubiera denunciado la imprenta.
Los impresores y cajistas que vivían en la casa estaban sometidos a una
disciplina rigurosa y no tenían el derecho de salir a la calle. Después de un
plazo determinado, cada uno de ellos obtenía unas vacaciones, pero no se les
autorizaba a pasarlas en Bakú. El compañero que obtenía el permiso estaba
obligado a salir en un tren de la noche para Tiflis, Rutáis o Batumi. No se
dejaba entrar absolutamente a nadie en la imprenta, a excepción de Semión y
de mí, que iba allí muy raramente, con fines de consulta técnica. La puerta de
entrada de la casa estaba siempre cerrada con llave y no se abría antes de que
todos los obreros estuvieran en su puesto y de que se hubiera cerrado de tal
modo la puerta del paso subterráneo que no fuera posible dar con ella sin
conocer el secreto.
La Técnica del Partido Bolchevique (L. B. Krasin)

En 1904, después de mi traslado a Oréjovo-Zúyevo, el compañero Semión


entregó los asuntos de Bakú a [su hermano] A. S. Yenukidze, y se fue a Moscú,
donde nos dedicamos a organizar una imprenta análoga en la calle Lesnaya.
Debía servir de tapadera legal una tienda de quesos, almendras y vinos del
Cáucaso, y en calidad de obreros, se proyectaba invitar a los compañeros, ya
probados, de Bakú. Hay que decir que el trabajo en un taller angosto y
asfixiante, sobre todo en verano, era un verdadero infierno, y nuestros
impresores y cajistas realizaban una labor realmente heroica.
27

La organización de la imprenta de Moscú se retrasó un poco a causa de la


detención del Comité Central, efectuada en el domicilio del escritor Leónidas
Andréyev. Pude escapar casualmente a la detención, pero tuve que pasar
temporalmente a una situación ilegal y marcharme a Smolensk, primero, y a
Odesa y Petersburgo después, y, entretanto, llegó la fecha de la reunión del
IIIo Congreso, y en abril de 1905 me marché a Ginebra. Semión se quedó en
Moscú, y a pesar de todas las dificultades llevó a cabo su empresa. Después
vinieron los acontecimientos de 1905, y las libertades temporales de que
gozamos nos permitieron pasar a la situación legal e incluso cometer el error
de transportar a Petersburgo nuestra pequeña, pero magnífica, máquina de
Bakú.
El compañero Semión se trasladó a Petersburgo y fue el director técnico de
la imprenta legal Dielo, en la que se imprimían todas las publicaciones
bolcheviques.
Quiero hablar, aunque no sea más que brevemente, de la impresión de la
Iskra en Bakú.
Sosteníamos la relación con la Iskra por mediación del compañero
Galperin, el cual usaba en el Partido el sobrenombre de «El Caballo».
Nadezhda Krúpskaya tenía registrada en Ginebra toda nuestra organización
de Bakú con el nombre de «Los Caballos». Cuando en Ginebra se recibió la
noticia de que «Los Caballos tenían ya la técnica a una altura que permitía
imprimir enteramente los números de la Iskra, se decidió organizar el envío a
Bakú de las matrices. Convenimos con «El Caballo» que dichas matrices se
mandarían allí a mi nombre, en el interior de la encuadernación de atlas
técnicos o científicos con dibujos adecuados, a fin de no llamar la atención de
la Aduana. Un buen día —en aquel entonces yo construía una central eléctrica
en Bakú— recibí un aviso de la aduana, anunciando la llegada de un paquete
del extranjero a mi nombre. Me voy a la aduana y, ¡oh, horror!, me entregan
un atlas encuadernado groseramente con unas cubiertas gruesas, al menos de
La Técnica del Partido Bolchevique (L. B. Krasin)

un dedo, y llenas en el interior de unos infames grabados representando a


tigres, serpientes y toda clase de fieras que no tenían absolutamente nada que
ver con la ciencia y la técnica. Indudablemente, el buen Dios nos protegió, y
los soñolientos funcionarios de la aduana de Bakú le prestaron su auxilio.
Seguramente en los archivos de Ginebra se pueden encontrar las cartas llenas
de reproches que mandamos a nuestro centro en el extranjero con motivo de
esa negligencia, que podía terminar en un gran fracaso. Felizmente, esto no
ocurrió, y las medidas tomadas posteriormente permitieron organizar bien el
envío de las matrices y aun del papel fino para la Iskra, que era imposible
encontrar en Rusia.
28

He de recordar también el Grupo técnico especial que funcionaba en 1905


cerca del Comité Central. Este Grupo había realizado ya grandes trabajos para
organizar el armamento de los cuadros de nuestra organización,
principalmente de la de Petersburgo. Era difícil alcanzar resultados prácticos
muy considerables, y particularmente, el plan de Gapón de mandar una
partida importante de fusiles a Rusia en el vapor John Krafton fracasó. Por lo
demás, nuestro Grupo técnico intervino en ese asunto únicamente en su
última fase, cuando no había ya posibilidad alguna de enmendar los groseros
errores cometidos. A demanda de las organizaciones locales y de los barrios
obreros de Petersburgo, dicho Grupo tuvo que ocuparse de suministrar el
material de combate necesario a los mismos. Para ello se contó con el
concurso de técnicos preeminentes.
Nuestro Partido se distinguió siempre por la firmeza ideológica de su
orientación política, y esa fue, naturalmente, la causa fundamental de sus
éxitos. Pero al efectuar el balance de la actuación del Partido, hemos de
recordar con gratitud la técnica del mismo, la cual, sobre todo en los años de
existencia clandestina, permitió a nuestro gran Lenin forjar esa arma, fuerte
como el acero, de la clase obrera que es el Partido Comunista Ruso.
Historia de la organización y el funcionamiento de las imprentas clandestinas de los
bolcheviques en el Cáucaso (1900-1906) [A. Yenukidze]

29

HISTORIA DE LA ORGANIZACIÓN Y EL
FUNCIONAMIENTO DE LAS IMPRENTAS
CLANDESTINAS DE LOS BOLCHEVIQUES EN EL
CÁUCASO (1900-1906)
A. Yenukidze

Nuestro Partido, por su sistema de organización, tanto en los períodos


legales como en los ¡legales, es indudablemente el más fuerte del movimiento
obrero internacional. En particular, por lo que se refiere a la organización de
imprentas clandestinas, ocupa el primer lugar entre todos los partidos
revolucionarios de Rusia y de la Europa occidental.
Me limitaré sólo a la historia que se refiere a la organización del trabajo de
dichas imprentas.
El militante principal en esta esfera, el primer organizador y fundador de
las imprentas clandestinas de nuestro Partido en el Cáucaso, fue el difunto
compañero Vladimir Ketsjoveli, el cual no sólo fundó y organizó la primera
imprenta clandestina, sino que gracias a su energía y a su talento organizador
excepcionales se formó bajo su influencia toda una generación de compañeros
que, posteriormente, se distinguieron en este aspecto de nuestra actividad.
A fines de 1892, Ketsjoveli, que en aquel entonces vivía en Tiflis, se vio
obligado a trasladarse a Bakú. Militaba en la organización de aquella ciudad,
donde dirigió la primera huelga de tranviarios y, por su actividad, no le fue
posible permanecer allí. El compañero Ketsjoveli, que al llegar a Bakú se
entregó con ardor a la labor revolucionaria entre las masas obreras, insistía
constantemente en la necesidad de organizar una pequeña imprenta
clandestina. Afirmaba constantemente que la literatura marxista legal, y,
sobre todo, el periódico que se publicaba en aquel entonces en georgiano, en
Tiflis, no podía satisfacer las necesidades del Partido, y por esto insistía en
que se consagraran todas las fuerzas a organizar una editorial clandestina, por
primitiva que fuera. Pero el obstáculo principal con que se tropezaba era la
falta de recursos. Las cotizaciones no hubieran sido suficientes, naturalmente,
para organizar la imprenta, pues bastaban apenas para cubrir las necesidades
más elementales. Ketsjoveli se puso a buscar estos recursos. Una parte de
ellos los obtuvo de su hermano, el cual, si no ando equivocado, tenía en aquel
entonces unas pequeñas concesiones forestales en la frontera de Persia. El
Historia de la organización y el funcionamiento de las imprentas clandestinas de los
bolcheviques en el Cáucaso (1900-1906) [A. Yenukidze]

compañero Ketsjoveli le escribió diciéndole que deseaba terminar sus estudios


y abandonar toda actividad revolucionaria, para lo cual pedía su ayuda. No
tardó en recibir 200 rublos, acompañados de una carta, en la cual el hermano
expresaba su satisfacción por el hecho de que Vladimir se hubiera vuelto tan
razonable.
30

Al recibir este dinero, Lado Ketsjoveli se dedicó inmediatamente con gran


actividad a organizar la imprenta. La organización de Tiflis, a la cual
consultamos sobre el particular, nos manifestó que no podía ayudarnos más
que con un pequeño auxilio material y el envío de letra y demás material
tipográfico. Por esto no hubo más remedio que contar, principalmente, con
nuestras propias fuerzas. Lado Ketsjoveli conocía un poco las cosas
tipográficas porque durante un cierto tiempo había dirigido una imprenta
legal en Tiflis. Yo no tenía de ello la menor idea. Como resultado, decidimos
irnos a una imprenta y observar de cerca la técnica de la impresión para ver lo
que debíamos hacer. Con el pretexto de encargar unas tarjetas de visita, nos
dirigimos a una pequeña imprenta de Bakú y nos pusimos a mirar cómo se
imprimía. El compañero Ketsjoveli se dirigió al encargado, con la siguiente
demanda:

«Ese joven —dijo señalándome a mí— se interesa mucho por las cosas de
imprenta. ¿Tendría usted la amabilidad de enseñarle cómo se hace esto?».

El encargado resultó ser un hombre muy amable y nos enseñó en detalle


toda la imprenta. Gracias a esta amabilidad me enteré de muchas cosas
relativas a la técnica de la impresión, y, además, tuve la posibilidad de llevarme
un buen puñado de letras. Naturalmente, no volvimos a recoger las tarjetas.
El compañero Ketsjoveli me propuso que trazara en detalle el gráfico de una
prensa de imprimir: el rodillo, el tambor, etc., etc. Después de muchas
pruebas conseguí trazar el gráfico de una de esas prensas con todas sus piezas,
que encargamos a distintas fábricas. Cuando hicimos el cálculo de lo que nos
costaría todo, resultó que con los 200 rublos no había ni para comprar la
prensa. En vista de ello se me mandó a Tiflis con el fin de solicitar la ayuda
económica de aquellos compañeros. En un principio, éstos se negaron a darme
recursos, fundándose en que la organización de Tiflis deseaba que todo lo
relativo a la impresión se hallara bajo su control y dirección. De otro modo no
podían arriesgarse a dar los 100 o 150 rublos que yo pedía. Como el
compañero Ketsjoveli no me había dicho nada respecto a las condiciones, no
Historia de la organización y el funcionamiento de las imprentas clandestinas de los
bolcheviques en el Cáucaso (1900-1906) [A. Yenukidze]

pude dar ninguna respuesta y me marché. Pero antes de regresar a Bakú


intenté obtener algo de los obreros impresores que habían formado parte del
grupo de Ketsjoveli. Estos obreros me prometieron darme al anochecer hasta
tres puds 6 de letra y otros materiales. Por lo que al dinero se refería dijeron
que procurarían reunirlo entre sus compañeros y que después de una semana
me darían cuenta del resultado. Uno de los cajistas se ofreció incluso a
marchar conmigo para ayudarnos a montar la imprenta. Esta proposición la
rechacé, porque en Bakú no contábamos aún con un local de confianza para el
trabajo constante. Al anochecer partí para Bakú con la letra que, dicho sea de
paso, me metieron sencillamente en un saco de viaje caucasiano. Yo entonces
era joven y estaba lleno de salud y por esto me llevé al vagón y coloqué sin
dificultad en su sitio el saco de tres puds. Naturalmente, nadie fijó su atención
en mí, pero a causa de mi inexperiencia me parecía que todo el mundo
sospechaba algo.
31

En la estación de Bakú salió a recibirme Ketsjoveli, el cual me hizo desde


lejos una señal con los ojos para que le siguiera. Nos fuimos a la calle de
Balaján, cerca de la estación, donde teníamos una habitación destinada a los
trabajos preliminares. Cuando mostré al compañero Ketsjoveli la forma en
que había traído la letra, empezó a regañarme diciendo que aquello costaría
muchas noches de trabajo. No contábamos aún con cajas y toda la letra la
clasificamos y envolvimos en papeles. Esto nos costó noches enteras de
trabajo. Cuando comuniqué a Ketsjoveli las condiciones bajo las cuales los
compañeros de Tiflis se comprometían a dar dinero, las rechazó
enérgicamente diciendo que la organización de Tiflis no debía ejercer control
alguno, que si nos tenían confianza nos dieran dinero, y que si no la tenían
nos pasaríamos sin ellos. Cuando llegó el día de pagar la prensa y no
encontramos dinero en Bakú, fue preciso ir nuevamente a Tiflis, y esta vez
esos mismos compañeros dieron sin vacilar cien rublos y el original de una
proclama para imprimirla. Con este dinero y con un compañero, el cajista
Vaso-Tsuladze, regresé a Bakú. Por fin se compró la máquina y se montó, y
con inmensa alegría por nuestra parte, la primera hoja que imprimimos en
georgiano y en ruso nos salió muy bien desde el punto de vista de su ejecución.
Trabajábamos habitualmente por las noches, después de nuestra actuación en
los Grupos, con las ventanas cerradas a cal y canto, en una pieza sin
calefacción. Se decidió que todo lo que imprimiéramos sería mandado a Tiflis

6
El pud equivale a 16,38 kilos. | N. del T.
Historia de la organización y el funcionamiento de las imprentas clandestinas de los
bolcheviques en el Cáucaso (1900-1906) [A. Yenukidze]

a fin de despistar con respecto al local donde se hallaba nuestra pequeña


imprenta. Pronto se observó la necesidad de retirar la máquina. Nuestro
trabajo nocturno y nuestra desaparición durante el día llamaban la atención
de los vecinos. El compañero Ketsjoveli se propuso encontrar recursos a toda
costa y comprar una verdadera máquina de imprimir. Con este fin, empezó a
frecuentar las imprentas de Bakú, procurando entablar relaciones. Para
comprar una máquina de imprimir era necesaria la autorización del
gobernador.
32

Ketsjoveli se fue a Tiflis, donde se enteró de la forma de tal autorización y


sacó copia de la misma. Encargó grabar un sello igual al del gobernador y se
procuró incluso la copia calcada de la firma del mismo. Una vez provisto de
estos elementos, extendió un documento firmado por el gobernador de Bakú
a nombre de David Yósifovich Demetrashvili, que era el que usaba
¡legalmente, autorizándole a abrir una imprenta en cualquier población del
Cáucaso. Con dicho documento en las manos se puso pronto de acuerdo con
el impresor de Bakú, Promishlianski, para adquirir una vieja máquina por 900
rublos. Pero, como ocurría de costumbre en nuestras organizaciones, faltaba
el dinero. El compañero Ketsjoveli se dirigió a algunos compañeros que
ocupaban situaciones oficiales en Bakú, y con ayuda de Krasin, Kozerenko y
Kits se pudieron recoger hasta 800 rublos. Pero así y todo no había dinero
bastante para recoger la máquina. Entonces se me propuso abandonar mi
trabajo en ferrocarriles y dedicarme a otro que me permitiera dedicar más
tiempo a mi actividad en el Partido, y sobre todo a la imprenta; como
consecuencia de ello, al abandonar mi trabajo, recibí la compensación que me
correspondía por algunos trabajos suplementarios y que cubrió todos
nuestros gastos para la compra e instalación de la máquina.
Y he aquí que un día alegre y solemne para nosotros compramos nuestra
máquina y la trasladamos al nuevo local. Me acuerdo de que éste se hallaba
situado en la calle de Vorontsov, en casa de un tártaro que estaba en muy
buenas relaciones con Ketsjoveli.
Cuando conseguimos mostrar las primeras pruebas de nuestros trabajos a
los compañeros de la organización de Bakú, que habían acogido muy
escépticamente nuestros proyectos, el efecto producido fue enorme. Fue
entonces que se tomó la decisión de ayudarnos incondicionalmente con
hombres y materiales. La organización de Tiflis puso dos cajistas a nuestra
disposición, nos dio una buena cantidad de letra y dinero suficiente para la
adquisición de papel, tinta y otros materiales.
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bolcheviques en el Cáucaso (1900-1906) [A. Yenukidze]

Todo esto se refiere al período de fines de 1901. En aquel entonces estaba


ya organizado el Comité de Bakú del Partido Socialdemócrata Obrero de
Rusia. Estábamos en relación no sólo con las organizaciones del Cáucaso, sino
también con la Unión de Lucha por la Emancipación de la Clase Obrera de
Petersburgo, con el Grupo de El Obrero del Sud, de Yekaterinoslav y,
naturalmente, con la Iskra.
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Poco después de haberse organizado esta imprenta, empezó a establecerse


una correspondencia regular con la Iskra. Sabíamos que con ello nos
hallábamos en relación directa con el compañero Lenin. Del extranjero
recibíamos constantemente cartas. Se nos propuso que nos limitáramos a
trabajar exclusivamente para los Grupos de la Iskra en Rusia y que
rompiéramos nuestra relación con El Obrero del Sud (si no ando trascordado,
imprimimos los números 5, 7 y 8 de dicho periódico). Imprimíamos asimismo
la Iskra en un formato más pequeño, para lo cual se nos mandaban las
matrices desde el extranjero. En esta forma imprimimos cuatro números, del
8 al 11, ambos incluidos.
Además de la Iskra imprimíamos y difundíamos La Hoja del Obrero. Para
Georgia se traducía todo al georgiano.
En aquel período se llevaba ya a cabo una campaña por el IIºCongreso del
Partido, y he aquí que llegaron del extranjero algunos compañeros que, si no
ando equivocado, se llamaban entonces agentes de la Iskra. Uno de estos
compañeros tomó una participación activa no sólo en la actuación de la
organización de Bakú, sino que entró a formar parte de un pequeño grupo de
redacción del cual formaban parte el compañero Ketsjoveli, el médico
Fainberg, Galperin y yo. Galperin era un buen organizador, un marxista muy
culto y estaba enteramente de acuerdo con la Iskra. Fue entonces que, bajo la
influencia de la Iskra, se nos ocurrió publicar un órgano clandestino en
georgiano y, con este fin, entablamos negociaciones con la organización de
Tiflis, en la cual dominaban entonces y siguieron dominando posteriormente
militantes tan conocidos como Jordania, Djibladze y otros. Jordania actuaba
entonces en Tiflis y publicaba un periódico legal titulado Kvali, que tenía una
enorme influencia en Georgia. Cuando tuvimos ocasión de comparar Kvali con
la Iskra, vimos claramente que no podíamos ya defender nuestros puntos de
vista en la prensa legal. De acuerdo con la Iskra y el compañero Galperin, se
decidió publicar un periódico clandestino. A dicho periódico le pusimos el
título de Brdzola {La Lucha). La organización de Tiflis se mostró muy hostil
a la publicación del periódico. Con este motivo se entabló una verdadera lucha
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entre Bakú y Tiflis, se llegó incluso a convocar una pequeña conferencia con
el fin de hacer presión sobre el compañero Ketsjoveli, el cual insistía en la
necesidad de fundar un periódico clandestino; pues, como decía él, «el
marxismo legal corrompe a las masas, no las templa para la lucha, puesto que
le sirve un marxismo recalentado». Se llamó incluso a Bakú a un grupo de
obreros de las principales fábricas de Tiflis. Ketsjoveli consiguió persuadir a
dichos obreros de que el órgano clandestino era absolutamente necesario, y
prometieron que a su regreso a Tiflis insistirían cerca de la organización local
para que nos ayudara. Y, en efecto, ejercieron una gran influencia en este
sentido sobre el Comité.
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Cuando la organización de Tiflis accedió a ayudarnos surgió otro conflicto


entre nosotros y dicha organización. Ésta insistía en que la redacción del
órgano se hallara enteramente en Tiflis. Esta proposición fue rechazada
decididamente por el compañero Ketsjoveli y todo nuestro grupo.
Para persuadir a Ketsjoveli, los compañeros de Tiflis mandaron a Bakú a
uno de sus miembros más influyentes, Severián Djugeli, amigo personal de
Ketsjoveli y futuro miembro de la Duma de Estado; pero las negociaciones no
condujeron a nada.
Editamos nuestro órgano en georgiano y no hubo en Georgia ni un solo
obrero militante del movimiento revolucionario que no lo leyera. El periódico
desempeñó un papel inmenso en la obra de revolucionarización de los obreros
georgianos, los cuales pudieron convencerse, por primera vez, de la diferencia
existente entre un órgano marxista legal y un órgano clandestino.
Esta experiencia no satisfizo a los escritores marxistas legales de Georgia,
los cuales se convirtieron más tarde en el reducto del menchevismo más
cristalizado.
A principios de 1902 empezamos a organizar en Batumi, a través de una
sociedad naviera francesa, el transporte de publicaciones del extranjero.
Para recibir la primera partida de publicaciones fui mandado a Batumi a
principios de marzo de 1902. Al llegar a dicha ciudad pedí el auxilio del
marxista Nikolái Semiónovich Chjeidze, el cual expresó muchas dudas
respecto al éxito de nuestra empresa y se limitó a darme el nombre de un
empleado de las oficinas de la Compañía. Pero no me quedó otro recurso que
correr ese riesgo, pues el deseo de recibir la partida de publicaciones era
extraordinario.
Cuando encontré al aludido empleado, le di una cita en la orilla del mar y
le manifesté sin ambages el motivo de mi viaje a Batumi. El vapor en que debía
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de encontrarse nuestra mercancía estaba anclado en el puerto. El empleado


de las oficinas podía penetrar en el barco sin ninguna dificultad. Por el servicio
que me prestó de enterarse de si había mercancías a nombre de fulano de tal
(la mercancía se mandaba por mediación del jefe de la cocina) le di diez rublos,
y en caso de que recibiera toda la mercancía, debía darle otros quince.
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Se convino que cuando el vapor se alejara por la noche a una distancia


determinada, yo, acompañado de dos barqueros contrabandistas, debía
acercarme al buque desde la parte contraria a la orilla, y cuando diéramos la
señal convenida desde la barca, el cocinero arrojaría al mar los paquetes que
contenían la literatura, la cual había sido especialmente embalada en papel
impermeable.
Aquella misma noche recibí sin novedad dos puds de publicaciones.
Después de este afortunado contrabando, los barqueros, el empleado y yo,
nos reunimos en una taberna, donde juramos seguir manteniendo en lo
sucesivo «nuestra amistad».
De esta manera conseguimos recibir varias veces publicaciones del
extranjero sin que tuviéramos ni un solo fracaso. Se nos mandaban números
de la Iskra, de Zariá (La Aurora) y ejemplares de las distintas publicaciones
de los Grupos de dichos periódicos, entre ellas el folleto ¿Qué hacer?, de
Lenin.
A principios de 1902, el movimiento obrero de Bakú tomó proporciones
más vastas. Nuestra organización creció y se fortaleció, y algunos de nosotros
que militábamos muy activamente podíamos ser fácilmente seguidos cuando
por la noche nos íbamos a trabajar a la imprenta. Pero no había posibilidad
alguna de entregarse completamente al trabajo de la imprenta o al de la
organización, pues no disponíamos de gente suficiente.
Teniendo en cuenta estas dificultades, planteamos la cuestión de distribuir
definitivamente las fuerzas para el trabajo en la imprenta y en el Comité del
Partido. En aquellos momentos se nos propuso desde el extranjero estudiar
el traslado de la imprenta al centro de Rusia. Se nos indicaba que después del
Congreso del Partido, que entonces se estaba preparando, resultaría mucho
más útil trasladar la imprenta a una de las ciudades de la región industrial de
Rusia, a fin de poder servir mejor la literatura, tanto al centro como a las
regiones extremas. Naturalmente, nos mostramos de acuerdo con la
proposición y se decidió liquidar la imprenta de Bakú y trasladarla a Rusia.
En 1902, el Comité de Bakú decidió celebrar el Primero de Mayo en las
calles de la ciudad organizando una manifestación. Nos preparamos para la
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misma intensamente, hicimos una bandera roja con las consignas oportunas
e imprimimos previamente hojas en nuestra imprenta en nombre del Comité
de Bakú, etc., etc.
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Ya antes del Primero de Mayo, el 14 de marzo, la mayoría de los miembros


del Comité había sido detenida. No nos salvamos más que dos, el difunto
Bogdan Knuniants y yo. A mí lo que me salvó fue el trabajo nocturno en la
imprenta. Toda la preparación del Primero de Mayo recayó sobre nosotros.
Después de la detención de parte del Comité de Bakú, se nos planteó aún de
un modo más agudo la necesidad de trasladar la imprenta. A principios de
abril emprendimos la liquidación de la misma.
Yo me quedé en Bakú para actuar exclusivamente en la organización. El
compañero Ketsjoveli se marchó a la región del Volga a mediados de abril para
visitar la ciudad donde proyectábamos instalar la imprenta.
La organización de Bakú celebró la fiesta de mayo el primer domingo
después del día primero. La manifestación tuvo mucho éxito. Era la primera
que celebraban los obreros de Bakú y produjo una enorme impresión. Pero
como resultado de ella, 86 compañeros fueron encarcelados. El compañero
Knuniants y yo fuimos detenidos en la calle cuando, después de la
manifestación, nos íbamos al domicilio de dicho camarada para mandar una
correspondencia a la Iskra. A las tres semanas se nos puso a todos en libertad;
pero, en general, esa manifestación y aún más el encarcelamiento de
numerosos y populares compañeros, aumentaron la influencia de la
socialdemocracia.
Cuando el compañero Ketsjoveli se enteró de las detenciones, se inquietó
mucho, y en agosto volvió a Bakú. Nos dijo que en ninguna ciudad de Rusia
había encontrado sitio apropiado para la imprenta y escribió a la Iskra
diciendo que aquélla debía seguir en Bakú. Así lo decidimos, pero convinimos
en la necesidad de arrendar un sitio más reservado que antes.
Encontramos un local con tres piezas en la calle de Chadrova. Ketsjoveli
dijo al propietario de la casa, el musulmán Djibrail, que se proponía abrir un
taller de cajas de cartón, y que si el negocio iba bien le tomaría como asociado.
Djibrail aceptó de buena gana la proposición, y según la costumbre oriental,
empezaron a obsequiarse mutuamente y se estableció entre ellos una relación
fraternal. Ketsjoveli nos presentó al compañero Bolkvadze y a mí a Djibrail,
diciendo que éramos sus obreros.
La máquina que en verano habíamos mandado a Petrovsk la volvimos a
Bakú, y en dos noches la instalamos en el nuevo local.
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Después de la instalación de la máquina, de la caja de componer y demás


utillaje, emprendimos el transporte de la letra que teníamos en Adjikavul. Se
encargó de este trabajo al compañero Víctor Bakradze. Bakradze era ayudante
del maquinista de un tren de mercancías y hacía el trayecto Bakú-Adjikavul
en tres días. Si cada vez no hubiera traído más que un paquete de un pud,
como se le había dicho, para transportar los 15 puds de letra se habría
necesitado más de un mes.
La letra la llevaba a su domicilio, desde donde yo la hacía llegar a la
imprenta por la noche. Por este procedimiento lento y prudente habíamos
recibido ya cerca de 10 puds. El compañero Bakradze, estimulado por el éxito
y confiando sobre todo en su fuerza física excepcional, que le permitía levantar
cinco o seis puds sin dificultad, decidió acabar de una vez y se llevó a la
locomotora algunos paquetes atados con un bramante. Bakradze, que llevaba
sin dificultad seis puds de peso de poco volumen, no llamaba la atención de
nadie, pero ocurrió una desgracia. Cuando pasaba por delante de la estación
para dirigirse al depósito donde estaba la locomotora, se rompió el bramante
con que estaban atados los paquetes, y la letra se desparramó por el suelo.
Cuando el compañero Bakradze empezó a recoger apresuradamente la letra,
llamó la atención de los obreros y de los empleados que pasaban por allí. No
hubiera ocurrido nada, según Bakradze, de no ser por el ayudante del jefe del
depósito, el ex maquinista Rehenkampf, que se dio cuenta inmediatamente
de la mercancía que llevaba el compañero Bakradze y lo comunicó al gendarme
de la estación. Bakradze y su maquinista Tsiklauri fueron detenidos.
Cuando sabía el tren en que debía volver Bakradze, iba a esperarle en la
estación de mercancías de Bakú y recogía directamente el paquete. Así fue en
aquella ocasión, pero en vez de Bakradze y Tsiklauri, llegó en su tren otra
brigada, que yo conocía bien, y que me comunicó lo sucedido.
Me fui inmediatamente a ver a Ketsjoveli y le di cuenta de la detención de
Bakradze. Era necesario solventar las cuestiones relacionadas con las
consecuencias de lo sucedido. En primer lugar, era necesario limpiar el
domicilio de Bakradze, luego era preciso que Ketsjoveli abandonara el piso
que ocupaba en la zona ferroviaria.
Cuando le propuse que se fuera inmediatamente al domicilio conspirativo
donde estaba la imprenta, se negó categóricamente a ello, declarando que, si
la policía se presentaba para hacer un registro, diría que él era Ketsjoveli y
procuraría salvar a Bakradze por todos los medios.
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— No puedo consentir que lo detengan por mí y yo quede libre —dijo.


No pude convencerle de ningún modo. Cuando todos mis argumentos
resultaron inútiles, nos pusimos a estudiar lo que debíamos hacer. Ketsjoveli
me propuso que me dedicara inmediatamente a «limpiar» el domicilio de
Víctor Bakradze, en el cual había una cierta cantidad de letra que aún no nos
habíamos llevado. Además, me encargó que en aquella misma noche fuera a
buscar a Iván Bolkvadze y tomáramos todas las medidas posibles para salvar
la máquina de imprimir y todo el material tipográfico que se hallaba allí.
Ketsjoveli declaró al mismo tiempo que no se marcharía del piso en que estaba
y vi que tenía la firme decisión de dejarse detener, salvando con ello a toda
una serie de compañeros. Tres días después, cuando nos encontramos juntos
en la cárcel, él mismo reconoció que había cometido un gran error. En el
primer período de la historia de nuestro Partido, cuando en cada uno de
nosotros había mucho de romanticismo, seguramente se dieron casos
análogos en otros sitios.
Me despedí del compañero Ketsjoveli y me dirigí a una fábrica cercana,
donde teníamos a un grupo de confianza compuesto de obreros armenios. Les
pedí que fueran a «limpiar» el domicilio de Víctor Bakradze. No era
conveniente que yo fuera allí, pues había mucha gente que me conocía. En
caso de interrogatorio por parte de los gendarmes, se hubiera podido saber
con facilidad que me había llevado algunas cosas de allí.
Cuando me persuadí de que el domicilio de Bakradze estaba limpio, me fui
en busca de Iván Bolkvadze, pero resultó que se había ido al piso donde estaba
Ketsjoveli. Cuando volví a la casa en que se hallaba el piso mencionado, vi que
estaba rodeada de policía y de una gran multitud de curiosos. Comprendí que
se estaba efectuando un registro y, sin embargo, a pesar de las advertencias
que me hicieron los compañeros que había por allí, me dirigí a nuestro piso,
donde, efectivamente, se estaba efectuando un registro, y encontré a
Ketsjoveli y a Iván Bolkvadze.
Ketsjoveli, al verme, no pudo contener su descontento y empezó a
regañarme en georgiano por haberme presentado allí y repetir la misma
tontería que había cometido él al no marcharse del piso. Uno de los jefes de
gendarmes, llamado Walter, comprendía bien el georgiano y me manifestó
inmediatamente el placer que les había causado mi llegada, pues mi domicilio
estaba muy lejos y les había ahorrado un largo viaje por la noche.
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Como consecuencia de todo ello, los tres compañeros que sabíamos dónde
se hallaba la imprenta clandestina, nos metimos nosotros mismos en la
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ratonera.
Desde nuestro punto de vista actual es tan incomprensible nuestra
conducta al no tomar medida alguna para evitar esa detención, como la del
jefe de gendarmes Poroshin y del capitán Walter al limitarse a detener
únicamente al compañero Ketsjoveli. En un principio se había procedido a la
detención de Ketsjoveli y a la mía. A Bolkvadze le dejaron tranquilo. Sus
documentos demostraban que había llegado de Tiflis hacía pocos días y,
tomando además en consideración su origen aristocrático, no consideraban
posible detenerle sin contar, como no contaban, con indicios directos.
Después de prolongada consulta, nos declaró que se llevaban solamente a
Vladimir Ketsjoveli, a quien estaban buscando desde hacía tiempo por orden
del Departamento de Policía.
Al cachear a Ketsjoveli, le encontraron tres pasaportes y algunos folletos
clandestinos. En uno de dichos pasaportes constaba nuestro domicilio
conspirativo. Cuando Ketsjoveli se dio cuenta de ello pudo decirnos, sin que
se dieran cuenta de ello los gendarmes, que por la noche hiciéramos todo lo
posible para llevarnos la máquina de imprimir de dicho domicilio.
Eran ya las dos de la madrugada. Iván Bolkvadze y yo nos fuimos primero
a casa del compañero Sagórov, el cual tenía las direcciones del extranjero, la
cifra y las señas de los camaradas de Batumi, por cuya mediación recibíamos
las publicaciones del extranjero.
Al llegar al domicilio conspirativo, desmontamos la máquina y empezamos
a embalarla. A las ocho de la mañana lo teníamos todo preparado. Para
transportar la máquina a las oficinas de la compañía naviera donde en la
primavera habíamos dejado en depósito dicha máquina, se necesitaban cerca
de 50 rublos, y en nuestros bolsillos no teníamos ni 3. Tomé un coche y me
fui a ver a Krasin. Me metí sin vacilar en el dormitorio, desperté a nuestro
amigo, y sin más ni más le espeté que Ketsjoveli estaba detenido y que se
necesitaba dinero para salvar la imprenta. Krasin, con la decisión que le
caracterizaba, me hizo las preguntas necesarias para darse cuenta exacta de la
situación y me entregó 60 rublos. Con este dinero y con un carro que alquilé,
volví a la calle Chadrova.
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Al llegar al piso encontré a Djibrail, propietario de la casa. A sus preguntas


de qué significaba aquello y de dónde se hallaba el dueño, su amigo David
(Ketsjoveli), contestamos que a consecuencia de una desgracia ocurrida —la
muerte de su mujer—, por la noche se había marchado a Tiflis, encargándonos
que lo liquidáramos todo rápidamente. «Nos ha dicho que le saludáramos, y
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en prueba de amistad y agradecimiento le deja a usted todos los enseres


domésticos y sus chanclos de goma nuevos», añadimos.
En el primer momento, todo esto le pareció verosímil y expresó su pesar
de que David no hubiera podido despedirse de él, pero cuando empezamos a
llevar los cajones al carro, se puso a protestar de un modo completamente
inesperado y dijo que sin una carta de su amigo no podía confiarnos sus
bienes, aunque supiera que éramos sus obreros. No nos quedó otro recurso
que decirle que nos iríamos a Telégrafos y le traeríamos un telegrama suyo si
recibíamos de él una respuesta rápida. El propietario se mostró de acuerdo
con esta proposición; entonces me fui a Telégrafos, donde trabajaba un
compañero nuestro, Alejandro Choniev, quien nos fabricó inmediatamente un
telegrama dirigido a Djibrail por David, «agobiado de dolor».
Al volver de Telégrafos encontré las cosas en el mismo estado. Djibrail
cogió el telegrama, empezó a darle vueltas y acabó por declarar que, a pesar
de todo, no nos tenía confianza. «Parecéis buena gente —dijo—, pero en
realidad es posible que seáis unos ladrones que queréis robara mi amigo.»
Protestamos con indignación y acaloradamente por esto, pero no pudimos
convencer a Djibrail, a pesar de nuestra insistencia. Es posible que
despertáramos sospechas en Djibrail, hombre, en general, inteligente.
Insistimos hasta tal punto que Djibrail perdió la paciencia y mandó a uno
de sus obreros a buscar a un policía.
No viendo la posibilidad de salir del paso, decidimos decir claramente a
Djibrail de lo que se trataba. Le declaramos que Ketsjoveli había sido
detenido, que lo que debía instalarse allí no era un taller de cajas de cartón,
sino una imprenta clandestina que debía imprimir libros contra el Gobierno y
el zar, y que llegarían pronto los gendarmes, pues el pasaporte con las señas
del domicilio de Ketsjoveli había sido recogido al procederse a la detención de
este último, y que Djibrail, con su conducta, no sólo nos perdía a nosotros,
sino a él mismo; que si se nos detenía, diríamos que él era nuestro compañero
y entonces, en el mejor de los casos, ¡ría a trabajos forzados por diez años y
se le confiscarían todas las casas. «Nosotros —añadimos— hace ya mucho
tiempo que luchamos contra el Gobierno, y el presidio, y ni aun la muerte,
nos dan miedo.»
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Al oír estas palabras, Djibrail se transformó completamente, se puso a


temblar de rabia o de miedo, y tomándonos por la mano, por un callejón
estrecho, nos llevó a su propia casa, donde se encerró con nosotros en una
habitación completamente aislada. Allí nos pidió con gran excitación que le
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explicáramos en detalle de lo que se trataba. Entonces le explicamos abierta y


claramente lo que significaría nuestra detención y el descubrimiento de
nuestra imprenta. Entonces, viendo que se había metido en un asunto
comprometedor para él, nos preguntó: «Decid, hermanos, ¿qué salvación
hay?». A lo cual contestamos que la única salvación que había consistía en
sacar del piso que ocupábamos la máquina de imprimir y otros objetos
pertenecientes a la imprenta. Después de esto, de repente se marchó a la calle
corriendo, con el fin, como supimos más tarde, de ir al encuentro del obrero
que había mandado al comisario de policía y que venía para detener a los dos
sujetos sospechosos. Djibrail consiguió persuadir al policía de que por
imbecilidad suya le había molestado inútilmente, y entonces volvió un poco
más tranquilo a la habitación en que estábamos.
Como según nuestros cálculos los gendarmes no podían tardar en llegar,
pedimos a Djibrail que nos dejara marchar inmediatamente con nuestros
cajones. Con gran asombro nuestro se negó categóricamente a dárnoslos,
declarando que nos podían detener con ellos en la calle y entonces todo se
echaría a perder; que lo mejor era que él lo mandara todo a la aldea vecina en
su carruaje tártaro, aldea donde tenía un pequeño jardín, en el cual tendría
escondidos los cajones hasta que se los pidiéramos. Nos dio palabra de honor
de que no nos traicionaría, y de que en caso de registro sabría decir lo que
conviniera.
Aceptamos su proposición y le dimos 50 rublos por los gastos que pudiera
tener y por la custodia de nuestras cosas. Inmediatamente dio orden de
enganchar el carro y de cargar los cajones en el mismo, y a nosotros nos hizo
salir por una puerta trasera que daba a un callejón.
Al salir nos dirigimos a un restaurante próximo, a comer y a rehacernos un
poco de todas las emociones pasadas. Decidimos que Bolkvadze se marchara
inmediatamente a Tiflis y advirtiera a los compañeros de lo ocurrido.
42

Yo decidí pasar a la situación ilegal y seguir actuando en la organización de


Bakú. Nos despedimos en aquel mismo restaurante. Al atardecer, Bolkradze
se marchó a Tiflis, y yo, cerca de las diez de la noche, fui detenido al pasar por
la calle de Balaján.
El 4 de septiembre, por la mañana, al despertarme en la cárcel de Bailova,
que conocía ya de antes, vi frente de mi ventana, en el otro cuerpo del edificio,
la cabeza de Ketsjoveli y empecé a saludarlo en voz alta, lo cual me valió un
torrente de improperios de su parte. Entonces le expliqué brevemente en
georgiano, a pesar de los gritos y advertencias del oficial, lo que había ocurrido
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aquella noche. Ketsjoveli quedó muy contento del resultado de la historia con
la máquina y expresó su convicción de que Djibrail mantendría su palabra.
Resultó que además de nosotros habían sido detenidos asimismo Víctor y
Dmitri Bakradze, y un día después trajeron también a Grigori Sagórov, el cual
recibía las publicaciones del extranjero.
Después de dos semanas de encierro en la cárcel de Bakú, se nos trasladó
a Tiflis, al castillo de Metejski. Antes de que se nos mandara a Tiflis se nos
había interrogado a todos en la sesión de gendarmes de Bakú.
Durante mi interrogatorio por el capitán Kárpov, trajeron a su despacho
dos maletas con publicaciones extranjeras. En una de las maletas había
números de la Iskra; en otra, de Zariá, y el folleto de Lenin ¿Qué hacer?.
Kárpov me señaló las maletas y me dijo:
— Mire usted, señor Yenukidze. ¿Son suyas estas maletas?
Al cabo de pocos minutos, Kárpov se fue al teléfono, y al salir dijo al
gendarme que estaba allí:
— Vigílalo.
Al quedarme solo con el gendarme le pedí que me dejara mirar los libros
de las maletas. El gendarme me autorizó para ello, a condición de que me
diera prisa. Tomé el número 22 de la Iskra y el folleto ¿Qué hacer?. Ese
número lo esperábamos con gran impaciencia, pues debía publicar el proyecto
de programa del Partido. Esperábamos aún con más impaciencia el folleto de
Lenin, a propósito del cual se había armado tanto ruido. Pregunté al
gendarme, que me pareció una persona simpática:
43

— Oiga, amigo, ¿no me podría llevar esas dos cosas?


El gendarme en un principio me contestó con una negativa rotunda y
después dijo que si me lo encontraban sería peor. Le contesté que ya me
habían cacheado y que seguramente no habría ningún nuevo cacheo, y que si
por casualidad me los encontraban, diría que me los había llevado sin que él
se diera cuenta. Por lo visto mi situación y mi demanda le impresionaron, y
dijo:
— Está bien; lléveselo usted... Pero tenga cuidado.
Al día siguiente nos mandaron a Tiflis y conseguí ocultar tan bien la Iskra
y ¿Qué hacer? que los llevé hasta la celda del castillo de Metejski.
Después de nuestra detención y del registro infructuoso de los gendarmes
en la casa de Djibrail, toda la policía de Bakú se puso en movimiento para
encontrar la imprenta y las personas que participaban en el transporte de las
publicaciones extranjeras. Todas estas pesquisas no dieron ningún resultado.
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Después de cuatro meses de encierro en el castillo, los dos Bakradze y


Sagórov fueron puestos en libertad. Por lo tanto, nos quedamos en la cárcel
sólo Ketsjoveli y yo. El capitán de gendarmes, Rúnich, nos mostraba a menudo
cartas anónimas, que, según ellos, habían interceptado, en las cuales se decía
que la policía había encontrado nuestra imprenta y que habían sido detenidos
varios compañeros cuyos nombres se citaban. Nos dimos cuenta desde el
primer momento del valor de todas esas maquinaciones y decidimos
firmemente no declarar nada.
En aquel entonces, en el castillo de Metejski, cuyo régimen era muy severo,
había numerosos camaradas que después ocuparon puestos muy destacados
en el Partido.
El folleto de Lenin ¿Qué hacer?, y el número 22 de la Iskra, fueron un
verdadero acontecimiento en el castillo. Encima de mi celda había un gran
calabozo, en el cual estaban recluidos 16 compañeros que en breve debían ser
deportados a la Siberia oriental. Pero su partida fue aplazada por algunos
meses, y durante ese período, gracias al folleto mencionado y al número de la
Iskra, que contenía el proyecto de programa del Partido, tuvieron la
posibilidad de abrir un curso para el estudio de dichas cuestiones. Sus
opiniones y las divergencias que se dibujaban en algunos puntos se
comunicaban a los compañeros recluidos en las celdas unipersonales. Se
entabló una polémica entre un grupo de dichos compañeros y Ketsjoveli.
44

Nosotros, los de Bakú, sosteníamos decididamente el punto de vista del


folleto ¿Qué hacer?, y se asoció a nosotros la inmensa mayoría de los
compañeros, incluso los que más tarde fueron líderes del menchevismo
georgiano.
Ketsjoveli, con su energía y su actividad incansable, animaba a toda la
cárcel y era un verdadero as en la invención de procedimientos para hacer
pasar mensajes a los demás compañeros, incluso a los que estaban en las
celdas de castigo. Las autoridades superiores daban órdenes continuamente
para que se pusiera en cintura a Ketsjoveli, pero la administración de la cárcel
se mostraba impotente. La ventana de su celda daba al Kurá, en cuya orilla
estaba situada una pequeña fábrica de tabacos. Ketsjoveli había conseguido
ponerse en relación, con ayuda de distintas señales, con los obreros de dicha
fábrica, y durante la hora de comer o al terminar el trabajo, grandes grupos de
obreros, situados frente a la cárcel, contestaban a las señales de Ketsjoveli. A
menudo, desde la cárcel se telefoneaba a la comisaría de policía próxima, y los
agentes disolvían los grupos.
Historia de la organización y el funcionamiento de las imprentas clandestinas de los
bolcheviques en el Cáucaso (1900-1906) [A. Yenukidze]

El fiscal, que estaba bien enterado de todo esto, pensó distraer su atención
con otras ocupaciones y le mandó unos cuantos lápices y cuadernos
numerados, pidiéndole que escribiera las memorias de su pasado y expusiera
su opinión sobre distintos problemas teóricos.
Ketsjoveli llenó el primer cuaderno de caricaturas malintencionadas de
todas las autoridades y jefes, entre ellas el propio fiscal, y el papel restante y
los lápices los distribuyó muy hábilmente por las distintas celdas. Cuando el
fiscal visitó por segunda vez a Ketsjoveli, éste le presentó su trabajo y el fiscal
se puso furioso.
La Administración decidió aplicar a Ketsjoveli un régimen excepcional,
pero toda tentativa de este género provocaba enérgicas protestas de todos los
detenidos.
A principios del verano de 1903, nos enteramos de que nuestra imprenta
había sido retirada sin novedad, y que nuestros compañeros la habían
instalado muy bien. Estas noticias nos dieron nueva energía para continuar
nuestro trabajo.
45

Cuando las autoridades superiores se persuadieron de que la


Administración de la cárcel era impotente para frenar a Ketsjoveli, fraguó un
plan más simple y cruel. Se decidió emborrachar a un centinela, el cual, el 17
de agosto de 1903, mientras Ketsjoveli estaba hablando desde la reja de su
ventana con otros compañeros, disparó contra él y lo mató.
Así terminó la vida de uno de los militantes más destacados del Cáucaso y
el mejor organizador de las empresas clandestinas del Partido.
El segundo período de la labor de las imprentas clandestinas centrales
empezó cuando Ketsjoveli y yo estábamos en el castillo de Metejski. El
principal organizador fue Trifón Yenukidze, o como se le llamaba en la
organización, compañero Semión. La dirección exterior y asimismo la
obtención de todos los recursos necesarios la tomó sobre sí L. B. Krasin. Los
ayudantes inmediatos de Semión eran los compañeros Lado Dumbadze, Iván
Bolkvadze, Silvestre Todriá, Iván Sturúa, A. Jumariants y otros. La imprenta,
bien organizada y bien provista de materiales y papel, se puso a trabajar
intensamente.
A principios de 1903, el movimiento obrero ruso había tomado grandes
proporciones. Se aproximaban las famosas huelgas de verano de los obreros
del sur de Rusia y de Bakú. La demanda de literatura había crecido hasta tal
punto que se pensó en ampliar la imprenta con la adquisición de otra máquina
más perfeccionada.
Historia de la organización y el funcionamiento de las imprentas clandestinas de los
bolcheviques en el Cáucaso (1900-1906) [A. Yenukidze]

La adquisición de una máquina nueva fue confiada a Semión, el cual


cumplió su cometido por mediación del propietario de una pequeña imprenta
legal de Bakú. La máquina fue adquirida en Leipzig por 2.100 rublos, pero
cuando llegó a Bakú, el impresor que había servido de intermediario quiso
quedarse con la máquina nueva para renovar su imprenta y dar una de las
viejas a Semión. Cuando éste fue a buscar la máquina, el impresor le dijo:
— Si quieres, toma esta máquina vieja; la nueva no te la doy.
Semión, al ver la obstinación del impresor, no discutió con él; le dijo
únicamente que reflexionaría y que a los dos días volvería por la respuesta
definitiva.
46

Se veía claramente que sería imposible convencer al impresor. La máquina


se había recibido a la dirección de su firma, y el deseo de renovar la imprenta
era enorme. La máquina, embalada en tres grandes cajas, se guardaba en unos
almacenes situados en un callejón de la calle del Teléfono, que por la noche
estaba completamente desierta. Semión decidió dar un paso arriesgado.
Como se había ya encontrado un local para la nueva imprenta, una noche,
Semión, junto con algunos compañeros, forzó la puerta del local en que se
guardaba la máquina recibida del extranjero y se la llevó a la calle Paralélnaya,
número 11, donde nuestra imprenta clandestina principal funcionó hasta su
liquidación en enero de 1906. Nuestros compañeros obraron de un modo tan
audaz y decidido que, al policía apostado allí, a pocos pasos, no se le ocurrió
que no fueran los verdaderos dueños. Al cargar uno de los cajones,
particularmente pesado, uno de los compañeros, Iván Sturúa, si no ando
equivocado, gritó al policía: «Ayúdanos, amigo», lo cual hizo de buena gana el
agente.
Cuando el propietario de la imprenta se enteró de lo sucedido, se puso
furioso y amenazó a Semión con matarlo, pero obtuvo contestación tan
convincente que se vio obligado a callarse. Al fin y al cabo, las cosas acabaron
bien, y más tarde la firma del mencionado impresor fue utilizada para la
adquisición de todos los materiales necesarios
La casa a donde fue trasladada la máquina era una casa tártara típica, con
un patio propio, rodeado de una pared elevada.
El local estaba compuesto de tres grandes piezas, dos cocinas y un pequeño
horno. Una de las piezas servía de tienda y otra la utilizábamos para la
recepción del papel y de la tinta y la entrega de literatura. No tuvimos más
recurso que arrendar toda la casa, pues un vecino nos hubiera sido peligroso.
En el momento del traslado de la imprenta yo había sido ya puesto en
Historia de la organización y el funcionamiento de las imprentas clandestinas de los
bolcheviques en el Cáucaso (1900-1906) [A. Yenukidze]

libertad y mandado a una aldea bajo la vigilancia de la policía. Poco tiempo


después se me quiso detener nuevamente, pues se me había condenado ya a
la deportación a la Siberia oriental. Advertido de ello, conseguí escapar.
Cuando regresé ¡legalmente a Bakú, la organización me propuso que trabajara
nuevamente en la imprenta. En un principio, trabajaban en la misma ocho
compañeros, entre los cuales estaba yo. Pero en sus comienzos el trabajo no
se pudo desenvolver plenamente, pues la instalación exigió mucho tiempo.
47

Como he dicho ya, la máquina era completamente nueva, recibida del


extranjero con todos los accesorios e incluso con moldes para la fundición de
los rodillos. No tardamos en adquirir una estereotipia, una máquina de
encuadernar y una guillotina. La casa la alquilamos para todo el año. La calle
era bastante desierta, pero frente a nuestra casa había unas tiendas tártaras,
donde se reunía constantemente una multitud de musulmanes, y toda persona
de aspecto no musulmán que pasaba por allí llamaba la atención. La casa la
había arrendado oficialmente Semión, el cual se instaló allí con la madre y el
hermano. Estos dos últimos eran ficticios, pero todos los documentos para la
inscripción de los tres inquilinos estaban en orden.
Semión se iba a veces a la ciudad con su «madre» en un faetón. Al volver
entraba en las tiendas tártaras para hacer compras, manifestando atenciones
particulares hacia su «madre», con lo cual se conquistaba el afecto y la
aprobación de los viejos musulmanes, que sentían gran respeto por estas
tradiciones. Gracias a todos estos subterfugios, Semión consiguió crear una
atmósfera favorable alrededor de nuestra casa. En el período que describimos,
se habían exacerbado mucho las relaciones entre los armenios y los
musulmanes, a lo cual contribuía no poco la política del Gobierno. Los
musulmanes habían visto siempre con buenos ojos a los georgianos, pero en
ese período acentuaban particularmente su buena disposición con respecto a
los mismos. Todos los vecinos sabían que Semión y su familia eran
georgianos. Los que trabajábamos en la imprenta no teníamos derecho a
mostrarnos a nadie: para la gente que nos rodeaba no existíamos y nadie
conocía la dirección de la casa. En los primeros tiempos, la ignoraba incluso
Krasin, el único que estaba en relación con Semión.
La imprenta empezó a funcionar el primero de noviembre de 1903. Lo
primero que imprimimos en una hoja fue un artículo de la Iskra hablando del
próximo Congreso del Partido.
No tardamos en convencernos de que la imprenta no podía seguir en las
condiciones en que entonces nos veíamos obligados a trabajar. Una de las
Historia de la organización y el funcionamiento de las imprentas clandestinas de los
bolcheviques en el Cáucaso (1900-1906) [A. Yenukidze]

piezas la habíamos destinado para las máquinas. En esa pieza se concentraba


todo el proceso de impresión, encuadernación y embalaje de la literatura que
mandábamos, pero en caso de registro en la casa se hubiera descubierto todo
inmediatamente.
48

Los que trabajaban en la imprenta habían tomado todas las medidas para
no llamar la atención de los que pasaban por delante de las ventanas. Ninguno
de nosotros tenía derecho a aparecer, como no fuera de noche, en las piezas
que daban a la calle. Durante el día, las camas y todos nuestros objetos eran
trasladados a la pieza donde estaba la máquina. Todas las habitaciones,
excepto la de la máquina, desde las ocho de la mañana a las once de la noche,
tenían un aspecto tal que podía introducirse en las mismas a cualquier persona
sin temor. La pieza en que trabajábamos era, ni que decir tiene, inaccesible.
Si alguien deseaba penetrar allí, Semión o su «madre» declaraban que era la
habitación de las mujeres. Por lo que a los musulmanes se refiere, era esto
una garantía absoluta de que nadie intentaría entrar allí. La mayoría de los
rusos —policías y funcionarios— que vivían en Bakú desde hacía tiempo y
conocían estas costumbres, las observaban y respetaban también. Pero en
caso de registro, naturalmente, esto no nos hubiera salvado. Habíamos
organizado bien las señales de timbres. La gente nuestra llamaba siempre
desde la calle de un modo especial, gracias a lo cual les reconocíamos. Cuando
llamaba alguien que no era de los nuestros, interrumpíamos inmediatamente
el trabajo. En esos casos abría la puerta exclusivamente Semión, o, cuando no
estaba él en la casa, su «madre», su «hermana» o el «hermano»; es decir, las
personas que estaban inscritas en la casa y eran consideradas como los
inquilinos oficiales. No era raro que gente de fuera llamara: venía el aguador,
el basurero, los vendedores de frutas, de verduras, de periódicos. Una vez nos
visitó el comisario de policía del distrito, el cual ofreció sus servicios a Semión
para lo que fuera necesario, pues consideraba a todos los musulmanes como
a unos ladrones y bandidos. Vinieron en dos ocasiones los guardias a
felicitarnos por las fiestas, nos visitaron dos veces los agentes de la
Administración municipal para el padrón, etc., etc.
Una de las visitas nos asustó mucho y nos obligó a resolver de una vez para
siempre la cuestión de un local más seguro para la máquina y el trabajo de la
imprenta. Una mañana, en los días de la fiesta musulmana de Novruz
bayrami, fue a visitar a Semión el dueño de la casa, un respetable musulmán,
que trajo consigo como regalo una magnífica oveja con la cabeza y los cuernos
barnizados, y declaró a Semión que había decidido irse a la Meca y vender la
Historia de la organización y el funcionamiento de las imprentas clandestinas de los
bolcheviques en el Cáucaso (1900-1906) [A. Yenukidze]

casa a un pariente lejano que dentro de unas cuantas horas vendría con sus
hermanos para ver la casa. Para Semión esta declaración fue un gran golpe,
hasta tal punto, que se puso muy confuso, lo cual explicó inmediatamente al
visitante por el pesar que le causaba el separarse de un dueño tan respetable
como él. Éste, emocionado por tantas consideraciones, empezó a tranquilizar
a Semión diciéndole que el nuevo dueño de la casa era muy buena persona,
había estado en la Meca, etcétera, etc.
49

En espera de los visitantes nos reunimos todos en la pieza en que estaba la


máquina, cerramos todas las puertas que daban a la terraza del patio y
esperamos el resultado de la visita. Cerca de la una vinieron seis venerables
musulmanes para ver la casa. Nosotros escuchábamos cada palabra
reteniendo la respiración. Semión los acompañó por todas partes,
enseñándoles las habitaciones y el patio. Cuando pasaban frente a nuestra
puerta, Semión declaró que era la habitación de su «madre» y de su «hermana»
y que si el hadji 7 deseaba verla, pedía a los visitantes que esperasen un poco
a fin de trasladar a las mujeres a otra habitación. Los viejos protestaron
unánimemente contra esto y se alejaron apresuradamente de la habitación sin
desear ver ni tan siquiera la cocina, que era también principalmente una parte
femenina de la casa. Los visitantes se alejaron, despidiéndose afectuosamente
de Semión. Si no hubiéramos estado en una habitación oscura, gracias a lo
cual no nos veíamos unos a los otros, nos hubiera sido difícil contener la risa.
Después de la venta de la casa y de la visita inesperada del nuevo dueño, se
planteó ante nosotros de un modo aún más agudo la cuestión del traslado de
la imprenta a un sitio más seguro. En los límites de nuestra casa no era posible
hacer nada, pues ésta no tenía más que un piso y carecía de subterráneo. En
la parte de la casa que no daba a la calle, había una cuadra bastante grande y
un granero. Detrás de la cuadra había un pequeño patio, rodeado de una pared
elevada. La cuadra tenía una salida a la calle por uno de sus extremos y
terminaba en tres piezas de reducidas dimensiones. En aquel entonces había
en la cuadra un par de caballos, y una parte de la misma estaba ocupada por
forraje; el extremo, que terminaba en una plazoleta triangular, adyacente a la
habitación donde teníamos la máquina, estaba vacío. El hijo del propietario
de esa cuadra, el joven tártaro Assán, era conocido de Semión, al cual visitaba
de vez en cuando. Una vez, Semión le pidió que le enseñara cómo
enganchaban los caballos, y se paseó con él por la ciudad. Assán accedió a ello

7
Término árabe de respeto para designar a alguien que ha peregrinado a la Meca. | N. de la E.
Historia de la organización y el funcionamiento de las imprentas clandestinas de los
bolcheviques en el Cáucaso (1900-1906) [A. Yenukidze]

gustosamente, y Semión consiguió examinar detenidamente la cuadra, el patio


y las tres piezas. Después del segundo examen, nuestro camarada pudo
comprobar que el suelo de la cuadra era aproximadamente dos arshín 8 más
bajo que el de nuestras habitaciones.
50

Después de estudiar la cuestión, decidimos que lo mejor era arrendar o


comprar la parte vacía de la cuadra y utilizarla para nuestros fines. Por la
noche estudié desde el tejado de nuestra casa la disposición de la cuadra y
llegué a la conclusión de que en caso de que arrendáramos dicha parte, se
podría construir un paso subterráneo y trasladar allí la máquina y los
accesorios necesarios para el trabajo. Después de algunas conversaciones,
Assán comunicó a Semión que su padre estaba dispuesto a vender la cuadra
con las tres piezas por 2.000 rublos y que, además, si estábamos conformes
con cederle la parte de la cuadra que ocupaba de hecho nos daría por ello 150
rublos al año. Después que hubimos decidido la adquisición de la cuadra y el
traslado de la imprenta a la misma, propusimos al representante del Comité
Central del Partido que se nos asignaran 2.000 rublos. A pesar de que después
del segundo Congreso empezaron a afluir los recursos a la caja del Partido con
bastante regularidad, 2.000 rublos representaban una suma muy
considerable. Cuando Semión intentó hablar de esto con los compañeros por
mediación de L. B. Krasin, muchos de ellos juzgaron desfavorablemente la
empresa. Se decidió que por la noche fuera a hablar con un grupo de viejos
compañeros a fin de ponerles al corriente de la situación de la imprenta, en la
cual habíamos gastado ya algunos miles de rublos y que podíamos perder en
caso de que se efectuara el registro más superficial. Después de un cambio de
impresiones, el difunto compañero [Isídor] Gukovski declaró resueltamente
que, con los gastos que habíamos hecho en la imprenta, y teniendo en cuenta
la enorme importancia de la empresa, era imperdonable detenerse ante una
suma tal como 2.000 rublos. Como consecuencia, propuso hacer un
empréstito de dicha cantidad a la caja de la Administración municipal de Bakú,
en la cual trabajaba como tenedor de libros, en el caso de que el Partido no
pudiera proporcionarnos esa suma. En aquel entonces era alcalde el conocido
naródnik A. I. Novikov, el cual tenía gran confianza en Gukovski, como un
revolucionario a otro revolucionario, aunque pertenecieran a dos partidos
distintos. Gukovski consiguió, en efecto, tomar prestado ese dinero, el cual,
un mes después, fue reintegrado a la caja municipal por Krasin, que era el

8
El arshín equivale a 0,711 metros. | N. del T.
Historia de la organización y el funcionamiento de las imprentas clandestinas de los
bolcheviques en el Cáucaso (1900-1906) [A. Yenukidze]

cajero del Partido y el que proporcionaba las sumas más importantes. Gracias
a ello, compramos inmediatamente la casa con el pretexto de destinarla a
almacén de artículos eléctricos. Después de la adquisición, examinamos
cuidadosamente la cuadra y resultó que el extremo de la misma estaba
separado de la sección de forraje por una pared maestra, y que la puerta de
esta parte, que daba al patio, estaba cerrada con una piedra. Por lo tanto, la
parte triangular de la cuadra, que comunicaba directamente con nuestra
sección de máquinas, era completamente vacía y destinada, por decirlo así,
por el destino, a nuestra empresa clandestina. La compra fue efectuada a
principios de abril, y antes de fines de dicho mes tuve que elaborar el plan de
paso subterráneo y establecer una lista de los artículos y materiales necesarios
para la instalación, la construcción del paso y obturación de la pared, pues se
había decidido desmontar la máquina y llevarla directamente por partes al
local subterráneo desde nuestra habitación, perforando la pared de nuestra
casa. Los materiales necesarios (ladrillos, cemento, etc., etc.) los traíamos a
casa poco a poco en pequeñas partidas y se amontonaban cuidadosamente en
el patio. Se adquirieron asimismo las herramientas necesarias.
51

Entretanto, el trabajo en la imprenta no cesaba. En vísperas del Primero de


Mayo nos llegaba siempre mucho material del Comité Central. En aquel
entonces había empezado ya la guerra ruso-japonesa, y teníamos que hacer
muchas hojas sobre la misma. Sólo para el Primero de Mayo, el Comité
Central nos había encargado más de 200.000 hojas para mandarlas a los
distintos Comités del Partido. Decidimos terminar todos los trabajos urgentes
el Primero de mayo, cuando la mayoría del proletariado celebraba ese día;
nosotros, desde primera hora de la mañana, nos poníamos a abrir una gran
brecha desde nuestra habitación al nuevo local. Perforar una pared de piedra
resultaba un trabajo muy pesado para unos albañiles tan inexpertos. Pero,
gracias a la energía extraordinaria que desplegamos y a nuestra tenacidad, a
mediodía pudimos penetrar en el nuevo local y examinarlo libremente. El
suelo de la parte de la cuadra que decidimos unir a nuestro local estaba sin
embaldosar y era muy inconsistente. Al atardecer, ensanchamos un poco el
agujero, y la máquina, desmontada, fue trasladada al nuevo local, a excepción
del volante, que tenía un metro de diámetro y estaba hecho de una sola pieza.
Nos dedicamos a construir los cimientos para la nueva máquina en el nuevo
local. Por la noche cerramos de nuevo el agujero que habíamos abierto en la
pared. Después de esto, nuestra misión consistía en construir una entrada
segura al nuevo local y que nadie pudiera descubrir, en caso de registro, en la
Historia de la organización y el funcionamiento de las imprentas clandestinas de los
bolcheviques en el Cáucaso (1900-1906) [A. Yenukidze]

parte legal de nuestra casa. Para este fin utilizamos uno de los nichos que
había en la pieza en que antes estaba la máquina de imprimir.
Dichos nichos estaban cubiertos de madera en el interior, y el fondo era de
piedra, estucado y barnizado. Nos pusimos a cavar el fondo del nicho en
sentido vertical, hasta que llegamos al final de los cimientos, esto es, hasta el
suelo, que resultó hallarse casi al mismo nivel que el de la antigua cuadra. El
fondo del nicho era por sus proporciones completamente suficiente para
entrar libremente en el nuevo local y pasar allí los materiales y sacarlos.
Ahora, lo necesario era hacer las cosas de tal modo que se disimulara la
entrada. Con este fin preparamos una gran plancha de madera en forma que,
colocado en el nicho, pareciera un fondo igual al del nicho del lado. Después,
gracias al auxilio de Krasin, la plancha bajaba y subía sin ninguna dificultad
por medio de unas bisagras. Cuando todo estaba listo, decidimos traer al local,
el domingo siguiente, el volante, sin el cual no se podía trabajar. Por la mañana
abrimos una brecha en la cocina; por la noche, con gran júbilo por nuestra
parte, el volante estaba en la imprenta, y a la mañana del día siguiente el
trabajo volvió a hervir en el nuevo y seguro local.
52

Con la instalación de la imprenta en el subterráneo no estaba todavía


completamente garantizada la seguridad de nuestra empresa. Para ello era
preciso crear en el interior las condiciones necesarias de trabajo y establecer
un régimen que ofreciera la máxima garantía. La jornada de trabajo, sin contar
la pausa para la comida, era de diez horas. El día empezaba y terminaba del
siguiente modo: nos levantábamos a las siete y media en punto de la mañana;
en media hora había que lavarse y llevar la cama al subterráneo. A las ocho
empezaba el trabajo. A las diez en punto un golpe en el nicho nos advertía que
había llegado la hora de tomar el té, a lo cual se destinaban exactamente
quince minutos. Después del té nos poníamos de nuevo a trabajar hasta la
una. De la una a las dos comíamos y leíamos el periódico en voz alta. A las
dos en punto descendíamos de nuevo a la imprenta, donde trabajábamos hasta
las siete y media. A las ocho, después de habernos lavado, tomábamos el té
de la noche. Después del té, pasábamos a la pieza en la cual empezaba el paso
al subterráneo y donde antes estaba la imprenta. Esa pieza era ahora un local
bastante confortable. El suelo, asfaltado, estaba cubierto con dos buenas
alfombras. Excepto dos divanes asiáticos, cubiertos también de alfombras, en
la pieza no había ningún mueble. Nos sentábamos en los divanes o nos
echábamos sencillamente en las alfombras. Era la hora más feliz. Cuatro veces
por semana cada cual hacía lo que quería, esto es, se leía, se tocaba la guitarra
Historia de la organización y el funcionamiento de las imprentas clandestinas de los
bolcheviques en el Cáucaso (1900-1906) [A. Yenukidze]

cautelosamente, se jugaba al ajedrez o sencillamente se conversaba. Tres veces


por semana nos dedicábamos a la lectura en común o al examen de una
cuestión cualquiera. En caso de que llamara a la puerta algún extraño,
inmediatamente, de acuerdo con el régimen establecido, sin ningún ruido ni
confusión, nos refugiábamos en el subterráneo, desde donde cerrábamos la
entrada y esperábamos la señal. A cualquier hora del día y de la noche,
después de nuestra salida, todas las habitaciones debían tener el aspecto de
que nadie vivía en las mismas a no ser las personas oficialmente registradas.
Todo esto fue observado por nosotros con extraordinario rigor y la mayor
puntualidad en el transcurso de dos años y medio. En los primeros tiempos
éramos cinco compañeros; luego fuimos siete. Dormíamos en dos piezas. Yo,
con otros tres camaradas, dormía en una habitación cercana al subterráneo.
Tenía un sueño muy ligero, de manera que a la primera llamada podía
despertarme inmediatamente. Por esto me acostaba a la entrada misma del
subterráneo y tenía el deber, en caso de necesidad, de despertar rápidamente
a todos los compañeros, abrir la entrada del subterráneo, encender la lámpara
y tomar las cosas y las camas, después de lo cual penetrábamos rápidamente
en el subterráneo y la entrada se cerraba desde dentro. Tuvimos que efectuar
esta operación muchas veces, pero en algunas ocasiones nosotros mismos
dábamos la señal de alarma para comprobar si esto se hacía como era debido.
Pero antes de hablar del trabajo de la imprenta, describiré brevemente la
organización exterior de nuestra empresa.
53

Como ya he dicho, el encargado de las relaciones con el mundo exterior era


Semión. Éste estaba en contacto con Krasin, por cuya mediación se recibían
todos los materiales para la impresión, así como las direcciones para el envío
de los impresos. Ningún compañero visitaba la casa, y nadie, excepto Krasin,
conocía las señas de la imprenta. De los que trabajaban en la misma, nadie
tenía derecho a salir de casa durante el día. Cada uno de nosotros iba a la
ciudad de las ocho a las once de la noche una vez cada dos semanas. Se
permitía la salida de dos compañeros juntos, los cuales estaban obligados a
regresar no más tarde de las once. Semión y las demás personas que vivían
legalmente en la casa se marchaban cuando querían, pero nadie podía estar
fuera de casa después de las doce de la noche. Si alguno no podía volver a esa
hora, ya no regresaba.
Había una persona encargada de proporcionar el papel a la imprenta y esta
persona tenía la obligación de entregar la literatura al taller de cajas. En este
taller, donde se encargaban estas últimas, se embalaba la literatura, se hacían
Historia de la organización y el funcionamiento de las imprentas clandestinas de los
bolcheviques en el Cáucaso (1900-1906) [A. Yenukidze]

las inscripciones en cajas, y éstas se entregaban también a una persona


especial que estaba en relación con los agentes ferroviarios, los pesadores,
etc., y que entregaba la literatura al portador. Los documentos y duplicados
se entregaban a Semión, el cual los hacía llegar a nosotros. Sacábamos copia
de los mismos, y estos duplicados se mandaban a las direcciones especiales
indicadas por la Oficina Técnica del Comité Central. Al recibir los documentos
y la literatura se nos hacía saber que la mercancía correspondiente a tal o cual
documento había llegado.
54

Las cosas estaban organizadas de tal modo que las personas que nos traían
papel y otros materiales y se llevaban la literatura empaquetada en fardos
especiales ignoraban el contenido de los mismos. En el taller de cajas no
sabían de dónde procedía esa literatura. El que la mandaba por ferrocarril
tampoco tenía la menor idea de lo que contenían las cajas, y en caso de que se
hubiera descubierto el contenido, no hubiera podido saber que la literatura
era de origen local.
Es difícil enumerar todas las pequeñas precauciones que observábamos con
la mayor puntualidad, pero estoy persuadido de que fue gracias al régimen
establecido como conservamos esa empresa ¡legal.
Durante el tiempo que funcionó nuestra imprenta —cerca de dos años y
medio— nos visitaron sólo algunos miembros o agentes del Comité Central.
A fines del segundo año de existencia de la imprenta, una vez invitamos
especialmente al compañero V. V. Starkov, conocido ingeniero, al cual
propusimos que encontrara la entrada del subterráneo. Starkov examinó
cuidadosamente todas las habitaciones, golpeó todas las paredes y los sitios
peligrosos a su juicio, pero no consiguió descubrir la entrada.
En el subterráneo, a causa de la ausencia absoluta de ventilación, había,
durante el trabajo, una atmósfera irrespirable. En el verano de 1904 nos vimos
obligados a abrir una ventanilla en el tejado. A pesar de ello, en verano hacía
un calor insoportable, hasta tal punto que en julio habitualmente
suspendíamos la impresión, dedicándonos a preparar matrices o estereotipias,
componíamos los trabajos extensos o una parte de los compañeros se
marchaba de vacaciones.
A pesar de las precauciones mencionadas no podíamos tener la seguridad
de que en caso de registro no nos descubrieran, y por esto estábamos
decididos a resistir a la policía con las armas en caso de detención. Todos
estábamos armados de revólveres y es indudable que de ser descubiertos
habríamos puesto en práctica nuestra decisión.
Historia de la organización y el funcionamiento de las imprentas clandestinas de los
bolcheviques en el Cáucaso (1900-1906) [A. Yenukidze]

Entre nosotros las relaciones no podían ser más fraternales; trabajábamos


todos con la misma intensidad, ganábamos un sueldo igual de 25 rublos al
mes, nos sentábamos a la misma mesa y vivíamos juntos; en una palabra, no
establecíamos ninguna diferencia entre nosotros; los hombres no dejan de ser
hombres. A algunos de los camaradas les pesaba el rigor del régimen
establecido y las condiciones en que se trabajaba, y empezaban a enervarse y
a menudo surgían disputas por cualquier tontería. Yo, como el más viejo de
todos y el más preparado teóricamente, gozaba de un respeto incontestable.
En las pocas horas libres que nos quedaban, consideraba como un deber
amenizar la vida de nuestro grupo. Con este fin organizaba lecturas en común,
enseñaba distintas materias a algunos de ellos y más que nada me dedicaba a
hablarles de historia en general y de historia del socialismo en particular.
Consagrábamos sobre todo mucho tiempo a distintas materias abstractas,
tales como, por ejemplo, la astronomía, la cual gustaba extraordinariamente
a todos.
55

Si alguno de los compañeros se sentía excesivamente fatigado y no podía


resistir más el trabajo, le dejábamos marchar suministrándole todo lo
necesario.
Entre nosotros predominaban los bolcheviques, pero había también
algunos mencheviques. Nuestras divergencias no tenían absolutamente
ninguna repercusión en el trabajo. Después del III° Congreso del Partido, o
sea de la escisión oficial entre bolcheviques y mencheviques, la imprenta pasó
enteramente a la disposición de los bolcheviques.
Paralelamente con la imprenta central, existía en Bakú una filial donde se
imprimía principalmente la literatura en georgiano y armenio. Dicha filial fue
liquidada pronto, y la imprenta fue cedida a la organización de Tiflis, donde
fue descubierta en el otoño de 1906.
Volvamos ahora a hablar de nuestra imprenta central. Como trabajo
constante imprimíamos la Iskra, Órgano Central del Partido. La Iskra se
imprimía con las estereotipias hechas según las matrices que nos mandaban
del extranjero. He de decir que este trabajo se hacía de un modo muy
primitivo. Cuando tres años más tarde vi en las grandes imprentas de
Petersburgo cómo se trabajaba en la estereotipia, me sorprendió
extraordinariamente el comprobar que se hacía de un modo que nada tenía de
común con el nuestro. De la Iskra tirábamos 10.000 ejemplares, que hacíamos
llegar a todos los Comités del Partido. Uno de los primeros folletos que
imprimimos fue A los Campesinos Pobres, de Lenin. Después siguieron ¿Qué
Historia de la organización y el funcionamiento de las imprentas clandestinas de los
bolcheviques en el Cáucaso (1900-1906) [A. Yenukidze]

Hacer?, el Manifiesto Comunista, de Marx y Engels, y El Programa de Erfurt,


de Kautsky. De este último folleto se hizo un tiraje de 1000 ejemplares, en
papel especial, de los cuales se mandó uno, con una dedicatoria, a Kautsky.
Los demás ejemplares Krasin los vendió entre los elementos liberales y
simpatizantes de nuestro Partido y recogió una suma respetable. De todos los
folletos tirábamos de 5.000 a 10.000 ejemplares, pero el tiraje de algunos de
ellos llegó hasta 15.000. Imprimíamos sobre todo muchas hojas y artículos de
la Iskra relativos a la guerra con el Japón. Me acuerdo de un artículo de Parvus,
La guerra y la revolución, y asimismo de muchos artículos y hojas escritos por
el compañero Trotsky. Reprodujimos muchos artículos sobre el sistema
electoral, la Asamblea Constituyente, etcétera, etc. Trabajo había mucho
tiempo, y a menudo, sobre todo, durante los últimos meses, trabajábamos
catorce y aun dieciséis horas diarias.
56

Las hojas habitualmente las imprimíamos en papel de fumar. Los folletos


los imprimíamos asimismo en papel ligero, la encuadernación la hacíamos
nosotros y se cortaba todo lo superfluo a fin de reducir el peso al mínimum.
No puedo citar de memoria toda la literatura impresa por nosotros, pero me
acuerdo con exactitud del peso de la que mandamos a los distintos Comités.
En conjunto remitimos a las distintas direcciones, no contando más que el
peso neto, 548 puds. Si se tiene en cuenta que todas nuestras publicaciones
se imprimían en un papel muy ligero, esto representa una cantidad enorme
de ejemplares. Me acuerdo bien de que mucho antes de la liquidación de la
imprenta habíamos pasado del millón de ejemplares y de que incluso
celebramos este acontecimiento con una pequeña fiesta. De los 548 puds
perdimos sólo 32. En Poltava y Yelisabetgrad se perdieron cerca de 10 puds,
y el resto de la literatura, unos 20 puds, los perdimos en Samara en las
circunstancias siguientes. Después de lo sucedido en Poltava y Yelisabetgrad,
en ferrocarriles se vigilaba muy escrupulosamente la expedición de
mercancías. En vista de ello, en el período de la navegación, intensificamos el
transporte a través de Astracán, por el Volga. Antes de esto habíamos
estudiado ya el carácter del embalaje de las mercancías que mandaban desde
Bakú por ferrocarril o por mar. Por el Volga empezamos a mandar literatura
en cajones de dos puds con el nombre de «alquitrán». En aquel entonces
distintas firmas mandaban grandes partidas de «alquitrán» en barriles y
cajones desde Bakú. Encargamos cajones dobles a nuestro taller. En los
cajones interiores colocábamos literatura, luego los poníamos en otros
cajones mayores y echábamos alquitrán en el interior. Esos cajones, con las
Historia de la organización y el funcionamiento de las imprentas clandestinas de los
bolcheviques en el Cáucaso (1900-1906) [A. Yenukidze]

correspondientes inscripciones indicando el número y la clase del «alquitrán»,


se mandaban a Samara, Sarátov y otras ciudades, a direcciones imaginarias.
Las cosas iban bien, pero en julio de 1905, cuando se descargaban los cajones
de la bodega, algunos de ellos se cayeron de la grúa y uno se rompió a pedazos.
Del cajón destrozado empezó a correr alquitrán y, junto con él, salió la
literatura, pues el cajón interior también se había roto. Naturalmente, se
abrieron todos los paquetes y una gran parte de nuestra literatura se perdió.
Todo esto fue presenciado por un compañero que esperaba la llegada de
nuestras cajas y se hallaba entre el público mientras se efectuaba la descarga
del vapor.
57

En general, de toda la literatura mandada se perdió muy poco. En El


Mensajero del Gobierno apareció un artículo hablando de la remesa de
literatura socialdemócrata ilegal desde el extranjero, y en dicho periódico se
demostraba que dicha literatura llegaba a Bakú por Persia, etc., etc. Pero a
nadie se le ocurría que se podía imprimir tanto y tan bien en condiciones
clandestinas.
Las relaciones interiores entre los compañeros que trabajaban en la
imprenta, si bien eran siempre amistosas y sólidas, en algunos momentos de
la vida de nuestro Partido sufrían oscilaciones considerables. Me acuerdo de
la repercusión que tuvo entre nosotros la salida de Lenin de la redacción de la
Iskra y la publicación por el mismo del periódico Vperiod (Adelante). A partir
de aquel momento empezaron a aparecer en dichos dos periódicos artículos
polémicos sobre los problemas de organización y de táctica. Me acuerdo
particularmente de las ardientes discusiones que provocaron los artículos
sobre la insurrección armada y la toma del Poder cuando se enconó la
polémica entre Plejánov y Lenin. La simpatía de la mayoría de nuestros
compañeros se inclinaba hacia la antigua Iskra. Surgieron también grandes
discusiones entre nosotros después del episodio de Gapón. A pesar de
nuestras divergencias, dándonos cuenta de la gran responsabilidad que
teníamos ante el Partido, sabíamos liquidarlas siempre; pero después del III°
Congreso del Partido y de que El Proletario fue declarado Órgano Central de
los bolcheviques, en la imprenta no quedaron más que los partidarios de la
tendencia bolchevique.
El Partido crecía, y con ello la necesidad de la literatura, de tal modo que,
a pesar de la gran productividad de nuestra imprenta, no nos hallábamos en
condiciones de satisfacer las exigencias del Partido. La necesidad de literatura
había crecido particularmente en las regiones industriales de Moscú y
Historia de la organización y el funcionamiento de las imprentas clandestinas de los
bolcheviques en el Cáucaso (1900-1906) [A. Yenukidze]

Petersburgo. Entonces el Comité Central decidió tomar medidas para montar


una imprenta en la primera de estas ciudades. Semión fue llamado a dicha
ciudad y se le encargó la organización de la imprenta. En aquel entonces
Krasin trabajaba también en Moscú. Semión alquiló una tienda para la venta
de productos caucásicos, y a su lado, en las cavas, se montó la imprenta. Los
compañeros Silvestre Todriá y Gueorgui Sturúa, de nuestra imprenta de Bakú,
fueron a trabajar allí. En calidad de sirvienta, trabajaba en la tienda la
compañera Ikrianistova, la cual, hasta 1912, no supo que allí donde en 1905
trabajaba en calidad de sirvienta, había una imprenta clandestina. Esto
muestra una vez más hasta qué punto observaban nuestros compañeros las
reglas de la conspiración.
58

A mediados del verano de 1905, cuando la imprenta de Moscú se puso a


funcionar, la de Bakú fue descargada de la literatura cotidiana y urgente. Nos
dedicamos a imprimir exclusivamente folletos. Los acontecimientos que se
desarrollaron después del 9 de enero no podían dejar de repercutir en el
régimen interior establecido en nuestra imprenta. Con el incremento tomado
por el movimiento obrero, nuestros compañeros empezaron a hablar cada vez
con más frecuencia de que había llegado el momento de salir de aquel sitio
rigurosamente conspirativo y ponerse a actuar entre las masas. En una
palabra, la proximidad de las «libertades» y los progresos del movimiento
obrero en Rusia determinaron en nuestro medio severamente conspirativo lo
que en el lenguaje contemporáneo se llama desmoralización. Cada día
resultaba más difícil contener la tendencia natural de los compañeros a
recobrar la libertad; pues, por otra parte, muchos se daban cuenta de que
nuestra imprenta no era ya tan necesaria para el Partido como antes. Sin
embargo, gracias a la escuela por que habían pasado nuestros compañeros y a
su elevado concepto de la disciplina, no se vulneró en lo más mínimo el
régimen interno y externo de la imprenta.
Después del Manifiesto del 17 de octubre de 1905,9 el Partido obtuvo, en
efecto, la posibilidad de lanzar, en los primeros momentos, una enorme
cantidad de literatura, y la afluencia de material a nuestra imprenta
clandestina se redujo hasta el mínimum. Se planteó ante nosotros la cuestión
de reducir el trabajo o cerrar temporalmente la imprenta. Por otra parte,
temíamos que, gracias a las condiciones creadas a nuestro alrededor, se echara

Manifiesto del zar Nicolás II, en respuesta a los eventos revolucionarios, que prometía otorgar
9

libertades civiles. | N. de la E.
Historia de la organización y el funcionamiento de las imprentas clandestinas de los
bolcheviques en el Cáucaso (1900-1906) [A. Yenukidze]

todo a perder. Comprendíamos instintivamente que la imprenta clandestina


nos podía ser aún necesaria. Me acuerdo muy bien del entusiasmo de nuestro
grupo clandestino con motivo de los acontecimientos de octubre de 1905,
pero me acuerdo también de que al apreciar dichos acontecimientos
llegábamos a la conclusión de que esas «libertades» eran inconsistentes y que
probablemente nos veríamos obligados a actuar nuevamente como un año
atrás. Como en aquel entonces no había en Bakú ningún representante del
Comité Central, no podíamos decidir la cuestión de la imprenta.
59

Se acordó que con este fin me fuera a Petersburgo para examinar dicha
cuestión con el Comité Central. Llegué a la capital en noviembre y me dirigí
inmediatamente a la reunión del Comité. Dicha reunión se celebró en el
domicilio particular del ingeniero Brúsnev en la calle de Sadova, cerca de la
Plaza Pokróvskaya. Fue allí que vi por primera vez al compañero Lenin. Éste
me interrogó sobre la situación en el Sur y en el Cáucaso, sobre el estado de
espíritu de nuestras organizaciones y de los camaradas que trabajaban en la
imprenta. Di cuenta a Lenin y a los compañeros Krasin, Bogdánov y
Postalovski, que se hallaban presentes, de la situación en Bakú y en otros
sitios, y hablé asimismo en detalle de nuestra imprenta y del estado de espíritu
de los compañeros. Les dije también que preferíamos continuar en las mismas
condiciones ilegales, aunque fuera sin hacer nada temporalmente, a
emprender la liquidación de una empresa que habíamos organizado con tantas
dificultades. Me acuerdo muy bien de que el compañero Lenin se rio de los
camaradas que se entusiasmaban con las «libertades» de octubre y se
imaginaban que la «libertad» de imprenta estaba tan garantizada que no
tendríamos más la necesidad de amurallar a la gente en los sótanos. Sin
embargo, la mayoría del Comité Central decidió liquidar nuestra imprenta de
Bakú y trasladar a Petersburgo a todos los compañeros que trabajaban en la
misma para que trabajaran en la gran imprenta legal que proyectaban los
bolcheviques. Después de permanecer en Petersburgo algún tiempo y de
recibir los recursos necesarios para la liquidación de la imprenta, fui a Moscú,
donde había de recibir una parte de dinero en la redacción del diario
bolchevique Vperiod. Salí para Bakú el 6 de diciembre, esto es, en vísperas del
levantamiento armado de Moscú. Moscú, en aquél entonces, hervía, y se tenía
la sensación de que se aproximaban acontecimientos. Recorrí libremente la
ciudad con otros compañeros, armados todos nosotros de pistolas máuseres,
compramos balas sin ninguna dificultad e hicimos ejercicios de tiro en el
parque de Petrovsk. En el domicilio de Gorki celebramos una reunión de la
Historia de la organización y el funcionamiento de las imprentas clandestinas de los
bolcheviques en el Cáucaso (1900-1906) [A. Yenukidze]

Organización de Combate, en la cual se presentaron nuevos tipos de granadas


de mano. M. F. Andréyeva accedió de buena gana a que celebráramos dicha
reunión, pero a condición de que se hiciera todo en ausencia de Alekséi
Maksímovich [Gorki], pues temía que las granadas estallaran y no quería que
su marido corriera ningún peligro. Nosotros, naturalmente, no temíamos
ninguna explosión, pues las granadas no estaban cargadas, pero así y todo
aceptamos estas condiciones.
60

Llegué a Bakú en el último tren, pues se había declarado la huelga general


ferroviaria. En vísperas de mi llegada, los «cien negros» habían asesinado a
Piotr Montin, uno de los obreros bolcheviques más destacados. El Comité de
los bolcheviques de Bakú decidió organizar un gran entierro, y el cadáver de
Montin fue trasladado a Tiflis. En el entierro tomaron parte asimismo las
organizaciones de los mencheviques y de los socialistas revolucionarios. El 9
de diciembre fue convocada una reunión ampliada de los Comités de las tres
organizaciones para examinar la cuestión del ceremonial del entierro. La
huelga general había sido declarada no sólo en los ferrocarriles, sino también
en los yacimientos petrolíferos y en la ciudad de Bakú. En dicha reunión me
presenté por primera vez ante los compañeros del Cáucaso, a los cuales no
había visto desde hacía más de tres años. Todos ellos quedaron muy
sorprendidos de mi aparición, pues incluso los camaradas más íntimos
ignoraban que durante todo aquel tiempo había actuado en Bakú en la
clandestinidad. Les declaré que había llegado de Petersburgo y que tenía
algunos encargos del Comité Central para el Comité Local. Fui incluido, como
representante de los bolcheviques, en el Comité organizador del entierro. Me
acuerdo que cerca de las dos de la madrugada se nos planteó la cuestión de la
necesidad de lanzar un manifiesto a los obreros y a la población. A pesar de
que el Comité era entonces el dueño efectivo de la ciudad, se consideró
imposible que dicho manifiesto estuviera listo por la mañana. Los compañeros
quedaron extraordinariamente sorprendidos cuando propuse que se me diera
el original del manifiesto y prometí traer unos cuantos miles de ejemplares
impresos a las cuatro de la madrugada. Me fui a nuestra imprenta clandestina,
desperté a los compañeros, y dos horas después la hoja estaba impresa. En
aquella misma noche comuniqué al compañero Aliosha Djaparidze que la
imprenta principal del Comité Central se hallaba en Bakú y que yo había
trabajado en la misma durante todos aquellos años.
En el entierro de Montin tomaron parte muchos miles de obreros. Se
encargó un tren especial, pues los ferroviarios estaban en huelga, para mandar
Historia de la organización y el funcionamiento de las imprentas clandestinas de los
bolcheviques en el Cáucaso (1900-1906) [A. Yenukidze]

el ataúd y la delegación que le acompañaba a Tiflis. Muchos miles de obreros


de esta ciudad nos vinieron a recibir en el semáforo con antorchas y canciones.
El tren se detuvo en el semáforo, y el ataúd, con el cadáver de Montin, fue
llevado al domicilio de su madre.
61

Al regresar a Bakú emprendí, junto con los camaradas, la liquidación de la


imprenta. Todos los materiales, excepto la máquina, los entregamos al Comité
bolchevique de Bakú. La máquina la desmontamos y embalamos en dos cajas.
Para ello derrumbamos una de las paredes de la que había sido cuadra y
llevamos abiertamente la máquina al patio. Durante todos esos días los
compañeros trabajaban de muy mala gana. Por atraídos que se sintieran por
la «libertad», les sabía mal abandonar aquel sitio, y, sobre todo, destruir todo
lo que habíamos creado paso a paso. Nuestros vecinos musulmanes se
enteraron por primera vez de lo que se hacía allí. Al vernos, movían
asombrados la cabeza y cuchicheaban entre sí. El paso de nuestro piso al
sótano fue cerrado por la puerta de la sección de máquinas. Así salió a la luz
del sol aquella máquina nuestra que durante cerca de dos años había sido
iluminada únicamente por la luz artificial, y que fue mandada a Petersburgo,
esta vez ya como máquina tipográfica, a pequeña velocidad.
A mediados de febrero llegué a Petersburgo y la instalé en la perspectiva
Litéynaya, y luego, en la Fontanka 96, cuando se abrió allí la gran imprenta
legal de los bolcheviques.
Después del saqueo de dicha imprenta por orden de Stolypin, nuestra
máquina fue trasladada a la gran imprenta de Berezin, en la calle Ivánovskaya,
número 14.
En 1906, después de la disolución de la primera Duma, los acontecimientos
tomaron un giro tal que se planteó nuevamente la cuestión de la publicación
de un órgano clandestino del Partido. El cuadro de nuestros compañeros de
las imprentas clandestinas de Bakú y de Moscú se había conservado
íntegramente. En un principio, la mayoría de los mismos trabajó en la
imprenta de la calle de la Fontanka, y después del saqueo de dicha imprenta,
se encargó a los compañeros mencionados que organizaran la publicación de
nuestro órgano El Socialdemócrata, en Víborg (Finlandia). En aquel entonces
Lenin vivía en Kuokkala, donde se le llevaban las pruebas. En junio de 1906,
el Comité Central me designó para actuar en la región del Cáucaso. Hasta
octubre milité en las organizaciones rurales de la provincia de Rutáis, y
después del Congreso del Cáucaso del Partido Socialdemócrata Obrero de
Rusia (entonces unificado) milité en la organización de Bakú. Por lo tanto,
Historia de la organización y el funcionamiento de las imprentas clandestinas de los
bolcheviques en el Cáucaso (1900-1906) [A. Yenukidze]

después de mi detención de 1902 obtuve nuevamente la posibilidad de volver


a actuar entre el proletariado de Bakú.
La labor de la Oficina Técnica Central [A.I. Golubkov]

62

LA LABOR DE LA OFICINA TÉCNICA CENTRAL


A. I. GOLUBKOV

La Oficina Técnica adscrita al Comité Central del Partido fue organizada


en el otoño de 1903, poco después del IIºCongreso.
Toda la campaña organizada por la Iskra antes del Congreso, así como la
unificación del Partido —unificación que, dicho sea de paso, señaló el
principio de la división en bolcheviques y mencheviques— puso a la orden del
día una serie de cuestiones de carácter no sólo político, sino también técnico.
Naturalmente, lo que debía organizarse en primer término era la recepción
y distribución regular de toda la literatura clandestina, tanto del extranjero
como del interior del país. La principal condición de existencia de una
organización como ésa era su carácter estrictamente conspirativo. Por lo
tanto, la elección del sitio donde debía instalarse la Oficina tenía una gran
importancia. Se optó por la ciudad de Smolensk, y en octubre de 1903 fue
encargado de organizar el servicio el compañero V. N. Sokolov, el cual no
tardó en establecer el contacto con el extranjero y empezar a recibir literatura
y a distribuirla por el país. Pero como fuera que a principios de marzo notara
que se le seguía, se vio obligado a salir de la ciudad y a dejarme a mí todo el
trabajo.
Aproximadamente después de un mes y medio llegó A. I. Liubímov
(Mark), con el cual trabajamos hasta fines de diciembre de 1904, en que
ambos fuimos a parar a la cárcel de Smolensk.
No teníamos relación alguna con la organización local del Partido, pues era
necesario observar rigurosamente las reglas de la conspiración. Yo, en mi
calidad de médico del hospital, podía aún verme, sin despertar grandes
sospechas, con las personas que llevaban una existencia legal, pero Liubímov
no podía relacionarse con nadie. Por lo tanto, el círculo con el que tratábamos
se limitaba exclusivamente a los compañeros que participaban de un modo
directo en nuestro trabajo o a las personas que nos prestaban algún servicio.
63

Nos reuníamos constantemente en el domicilio del doctor M. T. Kúchner,


que simpatizaba mucho con las ideas revolucionarias. Utilizábamos asimismo
para las entrevistas el domicilio del abogado V. L. Glínkin, el cual había
La labor de la Oficina Técnica Central [A.I. Golubkov]

actuado como defensor de uno de los primeros procesos políticos de aquella


época.
Había mucho trabajo y muy intenso, y andando el tiempo fue aumentado
más y más, sobre todo a partir de la primavera de 1904, cuando empezaron a
celebrarse en Smolensk frecuentes reuniones del Comité Central, algunos de
cuyos miembros vivieron durante un tiempo bastante prolongado en la
ciudad.
Casi toda la literatura que se imprimía en el extranjero entraba por las
fronteras del Norte, de las cuales estuvo encargado con gran acierto durante
mucho tiempo el compañero M. M. Litvínov (conocido también como el
compañero Félix o Papá). Litvínov, si no ando trascordado, vivía en aquel
entonces en Riga, recorría a menudo las fronteras para comprobar los caminos
y venía a Smolensk para examinar las distintas cuestiones relacionadas con el
transporte de la literatura y el paso de la frontera por los compañeros.
La literatura llegaba a veces en forma de matrices. Entonces había que
mandarlas a Bakú, a la imprenta clandestina.
La recepción de literatura por las fronteras del Sur era muy irregular. Con
el fin de evitarlo, trabajaban, con enormes dificultades y riesgo constante, el
compañero B. C. Maltsman (o compañero Luká) y V. N. Sokolov. La literatura
que pasaba por las fronteras del Sur no llegaba a nuestra oficina técnica: una
parte se perdía, otra iba a las organizaciones locales. Todas las publicaciones
que recibíamos las mandábamos sólo a las regiones importantes, las cuales,
desde sus centros, hacían la distribución a las organizaciones locales.
Las mejores oficinas eran las del Sur y del Este.
Al frente de la oficina de la primera, que se hallaba en Kiev, estaba el
compañero L. Y. Kárpov; la del Este se hallaba en Samara. El transporte había
sido organizado allí por V. N. Sokolov. La oficina se agrupaba alrededor de V.
P. Artsibuchov, viejo revolucionario que había pasado muchos años en la
cárcel y la deportación. Artsibuchov conocía perfectamente todas las reglas de
la conspiración, pero las aplicaba de un modo muy curioso.
64

Ponía, por ejemplo, señales en las ventanas, pero muy a menudo se


olvidaba de quitarlas, lo cual inducía constantemente a error a los compañeros
que iban a visitarle. O aplicaba todos los procedimientos conocidos de
prudencia para evitar el espionaje; pero al mismo tiempo, a pesar de que en la
ciudad casi todo el mundo le conocía, siempre saludaba a nuestros
compañeros desde lejos, a voces, etcétera. Recuerdo que, en 1905, en Moscú,
poco antes de la insurrección, cuando el aire olía a pólvora, un transeúnte me
La labor de la Oficina Técnica Central [A.I. Golubkov]

dio un codazo y me susurró algo al oído. Me detuve y con trabajo reconocí a


mi amigo Artsibuchov: éste se había teñido, pero el pelo de la cabeza y de la
barba tenían un absurdo color violeta.
Pero dejando aparte estos detalles, hay que decir que, a pesar de sus años,
ardía constantemente de entusiasmo revolucionario y lo contagiaba a los
demás. Todo el trabajo de recepción de la literatura, conservación de la misma,
clasificación, embalaje y transporte, la correspondencia con las organizaciones
locales y del extranjero (el cifrado de las cartas resulta muy fatigoso y tomaba
mucho tiempo), la recepción, la instalación y el destino de los compañeros
que llegaban, exigía, en la clandestinidad, condiciones determinadas y
militantes aptos.
Cuando nos íbamos todos los días al sitio destinado a las entrevistas, nos
encontrábamos siempre con algunos compañeros recién llegados, con los
cuales había que hablar. Uno se disponía a marchar al extranjero, otro venía
de allí, otro pedía instrucciones sobre el sitio a donde tenía que dirigirse, uno
traía literatura, otro venía por ella.
A veces el número de camaradas que llegaba era muy grande.
Después de las entrevistas, nos íbamos a cualquier sitio con Mark y
nuestros auxiliares inmediatos E. A. Kalita y Nastasia Dmítrievna,
hablábamos de la correspondencia corriente y nos poníamos de acuerdo para
el día siguiente. Cuando regresábamos a nuestras casas, ya noche oscura, nos
dedicábamos a descifrar la correspondencia recibida, trabajo muy enojoso,
que, sin embargo, no se podía confiar a nadie.
Naturalmente muchos de nuestros colaboradores técnicos se me han
borrado de la memoria, pero me acuerdo de algunos de los compañeros que
transportaban la literatura desde la frontera a Smolensk, y desde esta ciudad
a las distintas localidades. Para este trabajo se necesitaban militantes
habituados a la actuación clandestina, que supieran viajar en ferrocarril sin
infundir sospechas. Me acuerdo de uno de los mejores colaboradores en esta
esfera, conocido como Francisco. Los compañeros que militaban en Moscú
antes de la revolución de octubre e inmediatamente después de la misma
recuerdan sin duda las intervenciones acerbas, bajo Kerenski, del
menchevique Kibrik, en las asambleas de los barrios y en la Duma municipal.
Pues bien, ese Kibrik era el Francisco encargado del transporte, y en todo caso
he de decir que en este concepto era excelente. Me acuerdo también de otro,
llamado Vania (nunca supe su apellido), que cumplía magníficamente su
cometido y se había identificado hasta tal punto con su profesión que después
La labor de la Oficina Técnica Central [A.I. Golubkov]

de octubre de 1905, al no poder ejercerla, se convirtió naturalmente en


desocupado.
Pero hay que hacerles justicia: realizaban su trabajo de un modo incansable
y con puntualidad, no hubo casi ningún fracaso, y su habilidad e ingenio eran
asombrosos.
65

II

El verano y el otoño de 1904 fueron ricos en acontecimientos en la vida del


Partido. Esos acontecimientos se desarrollaron principalmente en el
extranjero, pero repercutieron en Rusia. El Comité Central manifestaba una
gran actividad. Las reuniones se celebraban casi siempre en Smolensk. De
manera que todo el período caracterizado por la política de vacilaciones que
culminó con la incorporación al Comité Central de tres mencheviques ([V.]
Krojmal, V. N. Rósanov y V. Aleksandrova) transcurrió en Smolensk. De los
miembros del Comité Central que venían con más frecuencia, hay que citar a
V. A. Noskov, I. F. Dubrovinski e I. L. Kárpov; venían también de vez en
cuando Nikítich (Krasin) y Galperin, y con frecuencia el secretario del Comité
Central, F. I. Chekoldin.
Muchos de los citados compañeros y precisamente aquellos que más
frecuentemente venían a Smolensk, y con los cuales tenía yo una relación más
íntima, han desaparecido ya del mundo de los vivos.
De todos ellos quisiera recordar en primer término al compañero Mark, ese
hombre revolucionario, firme y consecuente en otra época, pero que, en 1914,
al iniciarse la guerra, modificó radicalmente su fisonomía política.
Admiraba su extraordinaria tenacidad, la seriedad con que emprendía
cualquier misión que se le confiara, su aptitud para llevar hasta el fin todo lo
que se proponía. Era severo con el trabajo de los demás, pero aún en mayor
grado consigo mismo. Aún me acuerdo del examen recíproco que nos
hacíamos respecto a la enorme cantidad de direcciones que era preciso
recordar sin anotarlas y del disgusto sincero que tenía cuando su memoria
fallaba. En Smolensk se pasaba las noches cifrando las cartas a las
organizaciones locales. Pero la labor técnica no le impedía estudiar la
literatura marxista con la misma tenacidad con que lo hacía todo.
65

La labor común, el Partido y el interés por la teoría del marxismo hicieron


La labor de la Oficina Técnica Central [A.I. Golubkov]

que intimáramos rápidamente. Absorto siempre por la idea del trabajo que se
le confiaba, concentrado, severo, producía a veces la impresión de un hombre
sombrío y enjuto. Pero a medida que le fui conociendo de cerca vi en él a un
hombre completamente adicto a la revolución y de una abnegación y una
honradez ejemplares. Es, pues, fácil imaginarse mi asombro al enterarme, en
1914, cuando yo me hallaba confinado en Siberia, de que Mark figuraba en las
filas de los partidarios de la defensa nacional. La última vez que le vi fue en
Moscú, cuando me visitó en mi despacho y me dijo que «los dedos se me caen,
la temperatura aumenta por las noches y las curas que me hacen en el
dispensario no me alivian». Le di una carta para un médico conocido y le
recomendé que se fuera inmediatamente a un hospital. Así lo hizo, en efecto.
En un principio, pareció mejorar, pero no tardó en ponerse peor y, a primeros
de enero de 1919, murió.
***

Una de las figuras más características de aquella época era V. A. Noskov.


No era ni un dirigente ideológico ni un teórico, pero sí un buen organizador.
Viajaba mucho. Ágil, ingenioso, enérgico, vencía con gran facilidad todos
los obstáculos con que tropezaba. Vivía clandestinamente, cambiando
constantemente de pasaporte, la policía le buscaba sin cesar, pero esto no le
impedía hacer apariciones rápidas en Smolensk, Kiev, Samara, Moscú o
dejarse ver «por un minuto», como él decía, en Ginebra, después de haber
atravesado la frontera con toda clase de aventuras. Recuerdo que uno de esos
«minutos» le costó algunos meses de cárcel en Berlín.
V. A. Noskov fue detenido, asimismo, junto con todo el Comité Central
(excepto Nikítich, que quedó en libertad, y Mark, que estaba ya preso en
Smolensk) en febrero de 1905, en Moscú, en el domicilio del escritor Leónidas
Andréyev. Libertado después de la revolución de 1905, participó ya poco en
la vida del Partido y no tardó en apartarse completamente de la misma. En
1913, cuando yo me hallaba en Siberia, me enteré de que se había suicidado
en el Extremo Oriente.
67

Hasta ahora se ha escrito muy poco sobre el compañero Inokentin. Y, sin


embargo, su papel en el Partido merece que se le conceda mucha mayor
atención.
Si el apartamiento de Noskov de la vida política, precisamente en el
momento en que el Partido salía temporalmente de la clandestinidad, se
hallaba, por decirlo así, ligado con sus cualidades particulares de conspirador-
La labor de la Oficina Técnica Central [A.I. Golubkov]

organizador, a Inokentin lo que le faltaba precisamente era una amplia


palestra política en la cual pudiera desenvolver sus inmensas y variadas
aptitudes. Para el uno, la clandestinidad era la verdadera esfera de acción; al
otro, le asfixiaba. Era difícil hallar un mejor conferenciante sobre «el momento
actual», tanto en las estrechas reuniones conspirativas como en los grandes
mítines de 1905 Inokentin sabía comprender rápidamente la situación y
caracterizarla certeramente. Recuerdo que después del fracaso del
levantamiento armado de Moscú, nos hallábamos reunidos en la redacción de
Vperiod, órgano del Comité Regional de Moscú. Ante nosotros se planteaba
la cuestión de si debíamos o no intentar la publicación de nuestro periódico.
Muchos de nosotros opinaban que había que publicar a toda costa, aunque no
fuera más que un número. Nos parecía que, puesto que habíamos lanzado la
consigna del levantamiento armado, debíamos exponer nuestra opinión,
después del aplastamiento del movimiento, ante el proletariado moscovita y
señalar las perspectivas posteriores. Pero Inokentin, que supo comprender
inmediatamente la actuación, no se mostró de acuerdo con nosotros y declaró
resueltamente: «Si se examina seriamente la cuestión, hay que procurarse
inmediatamente documentos falsos y pasar a la situación ilegal».
Tenía razón.
Una semana después estábamos todos en la cárcel.
En los días de la libertad, después del 17 de octubre, apenas libertado de la
cárcel de Taganka, manifestó una energía enorme, interviniendo en
numerosos mítines, recorriendo los barrios obreros y realizando una gran
agitación en los mismos. Excelente marxista, dotado de una cultura política y
literaria extensa, un poco poeta y humorista, producía una gran impresión en
las relaciones personales. Me acuerdo de un episodio, contado por él mismo,
que le caracteriza.
68

Después de su detención en Petersburgo, en 1908, fue confinado a la


provincia de Vólogda, de donde se fugó al cabo de una semana. Camino de
París, debía detenerse en Vilna, a fin de recibir instrucciones. Hacía el viaje en
segunda clase, llevando en el bolsillo un pasaporte tan malo que era imposible
presentarlo a nadie. Viajaba en su mismo compartimiento un joven
comerciante de Vilna muy hablador. Charlaron hasta una hora avanzada de la
noche y, por la mañana, cuando se despertaron, el comerciante se dio cuenta
de que le había desaparecido el reloj de oro y la cadena, de lo cual dio cuenta
a las autoridades ferroviarias. La situación se hacía desagradable.
Llegar a Vilna, dirigirse a los gendarmes para levantar un acta, aunque no
La labor de la Oficina Técnica Central [A.I. Golubkov]

fuera más que en calidad de testigo y presentar su documento falso era


completamente imposible; la detención hubiera sido inevitable. Entonces
Inokentin decidió poner los puntos sobre las íes, y acercándose al joven le
dijo: «No sé si usted sospecha que yo le haya podido robar el reloj. Pero he de
decirle que me he fugado de la deportación política y ahora depende de usted
que en Vilna vaya a la oficina de los gendarmes y se me detenga, o que salga
de la estación con su ayuda evitando los gendarmes».
El joven declaró que, de saberlo antes, no habría dicho nada con respecto
al reloj, y que ahora haría todo lo posible para evitar que sucediera nada
desagradable. Y al llegar a Vilna el comerciante cogió del brazo a Inokentin, y
conversando alegremente con él como si se tratara de un conocido, le hizo
salir sin novedad de la estación y, después de instalarle en un coche, se
despidió de él amablemente.
En 1905 existía en Petersburgo un Comité de cinco miembros, compuesto
de representantes de las distintas fracciones del Partido. Inokentin formaba
parte de ese Comité, y casi todo el trabajo diario del mismo recaía sobre él.
En diciembre de 1908, cuando se disponía a marcharse a París con el fin de
participar en la conferencia del Partido, fue detenido en la estación de
Varsovia, como consecuencia de la traición de Luisa, que trabajaba en nuestra
oficina del Comité Central y resultó ser una confidente muy activa.
Le vi nuevamente en 1909 en París, en la conferencia del Centro
bolchevique. Enfermo de tuberculosis desde hacía tiempo, Inokentin se
lamentó varias veces de su enfermedad. Y en efecto, aunque participó
constantemente en los trabajos de la conferencia, estaba muy deprimido.
Después de París, ya no le vi más. Pocos días después de mi regreso a Rusia,
fui detenido (con la amable ayuda de la mencionada Luisa), y en 1911 fui a
parar a Siberia.
No tardé en enterarme de que Inokentin había sido también deportado allí,
a la región de Turuján, donde murió en 1913.
69

III

A fines de 1904 se vio claramente que habíamos llamado ya la atención de


los gendarmes. La labor cada día más intensa, la gran cantidad de literatura
que pasaba por Smolensk, la correspondencia, las idas y venidas de gente en
distintas direcciones, la aparición de un gran número de militantes ilegales
La labor de la Oficina Técnica Central [A.I. Golubkov]

buscados por la policía en una ciudad tan tranquila como Smolensk, habían
de aparecer inevitablemente sospechosos. Empezaron a manifestarse algunos
síntomas alarmantes. Ora aparecía algún sujeto sospechoso en el domicilio
donde yo vivía y preguntaba por el inquilino, ora se anunciaba un registro. Los
liberales simpatizantes comenzaban a mostrar una prudencia excesiva. En la
calle, un compañero que acababa de llegar se detuvo para hablar conmigo y
no tardé en ver a un tercero cerca de nosotros.
A fines de noviembre recibí una carta del compañero Kárpov, que en aquel
entonces trabajaba en la Oficina meridional, advirtiéndome del peligro que
corríamos. Decía que había llegado a Kiev un compañero de Yelisabetgrad, y
que lo había mandado a Smolensk con la dirección mía y el santo y seña
acostumbrado. Servían de clave unos puntos marcados en un libro. Después
de su salida de Kiev, llegó de Yelisabetgrad la noticia de que había sido
descubierta casi toda la organización, y que al emisario mandado a Kiev lo
consideraban como un confidente. Kárpov citaba en su carta el título del libro
que había de servir de santo y seña.
A principios de diciembre, un domingo en que estaba de guardia en el
hospital, preguntan por mí; salgo, y un joven me entrega un libro
precisamente con el título que Kárpov me había indicado. Convencido de que
se trataba precisamente de aquel libro, me apresuré a expresar el mayor
asombro. Entonces el joven me dijo que había buscado por toda la ciudad las
direcciones que necesitaba, pero como todos los establecimientos estaban
cerrados por ser día de fiesta, había decidido ir a verme a mí directamente con
el fin de pedirme que le diera unas señas para Petersburgo. Decidí que, fuera
como fuera, yo estaba ya descubierto y que lo que se imponía era evitar que
siguiera visitando las direcciones que conocía. Después de declararle
categóricamente que, en Smolensk, a causa de las detenciones recientes, no
había absolutamente nadie, que para él mismo representaba un peligro
quedarse allí y que no tenía dirección alguna de Petersburgo, le ofrecí dinero
para salir de Smolensk, a lo cual accedió, al parecer, de buena gana.
70

Aún no se ha podido poner en claro si ese visitante desempeñó algún papel


en el descubrimiento de nuestra Oficina, donde tuvo lugar poco después.
Cuando estábamos en la cárcel creímos que efectivamente era él el principal
culpable de la detención; pero después, cuando nos vemos nuevamente con el
compañero Kárpov, resultó que, según los informes de Yelisabetgrad, esto no
se podía decir de un modo completamente seguro.
Fuera como fuera, se creó la atmósfera propia de los períodos que preceden
La labor de la Oficina Técnica Central [A.I. Golubkov]

a la liquidación, pero entretanto el trabajo continuó. Mark en diciembre se


marchó a Kiev; yo me quedé solo esperando impacientemente el regreso de
dicho compañero después de año nuevo.
Arrendé una habitación en el domicilio de un dentista, con entrada
independiente, lo que ofrecía grandes comodidades, a pesar de que era
extraordinariamente pequeña. Una noche de últimos de diciembre me
despertaron fuertes golpes en la puerta. A mi pregunta: «¿Quién hay?», se me
contestó: «El jefe de policía». Entonces empecé a quemar las cartas cifradas
que tenía sin dejar de decir: «Abro enseguida». Pero la impaciencia de mis
visitantes nocturnos era tan grande que empezaron a sacudir la puerta, la cual
acabó por ceder. El coronel de gendarmes, que fue el primero que entró, no
tuvo que dar más que un paso para coger, con peligro para sus dedos, la carta
que estaba ardiendo todavía. En el extremo de la carta que había quedado
incólume, no se veían más que unas cifras, de lo cual se podía sacar
únicamente la conclusión de que la carta era cifrada. De las conversaciones de
los gendarmes, que oí por el camino, deduje que aquella noche se habían
efectuado muchos registros en la ciudad, de lo cual se podía inferir que nuestra
organización había sido liquidada.
Unos días después, estando ya en la cárcel, me enteré de que habían traído
a Mark, con el cual me puse inmediatamente en relación. Mark había sido
detenido en la estación de Smolensk a su llegada de Kiev.
Los gendarmes intentaron montar un gran proceso, pero no lo
consiguieron. Los datos que poseían eran muy insuficientes, como
consecuencia de lo cual no les quedó otro recurso que ponernos en libertad
en la primavera.
71

Durante ese período, a principios de febrero, fue detenido casi todo el


Comité Central. En la primavera se celebró en Londres el III Congreso
bolchevique, en el cual Mark hizo un informe sobre la actividad de la Oficina
Técnica Central. Al regresar del Congreso organizamos un trabajo del mismo
carácter, pero esta vez no ya en Smolensk, sino en Oriol.
Pero esto pertenece ya a otro período.
Los profesionales [V.N. Sololov]

72

LOS PROFESIONALES
V. N. Sokolov

1. La Oficina del Norte


I

El IIºCongreso del Partido echó las bases de la unificación y centralización


del movimiento revolucionario ruso. Antes del Congreso, cada ciudad, cada
centro obrero vivían casi aislados uno del otro. Era necesario unificar la acción
de todos los grupos existentes y para ello la organización de un aparato técnico
tenía una importancia extraordinaria. Todo el mundo sabe muy bien el
tiempo, los recursos y las fuerzas que se empleaban para organizar las
imprentas clandestinas primitivas, la obtención del papel, de tinta, etc. La más
pequeña hoja significaba a veces la pérdida de varios meses, necesarios para
un trabajo más productivo. La organización centralizada había de poner fin a
este estado de cosas.
En el Cáucaso se estaba organizando en aquel entonces la gran imprenta
del Comité Central, que funcionó hasta la revolución de 1905. Se había
instalado asimismo otra en Odesa. En la frontera alemana los compañeros
Félix, Piátnitski y Kopf organizaban el transporte de literatura. En la frontera
austríaca Maltsman y Kudrin se ocupaban de los pasaportes.
Tales eran las premisas del plan general de organización de las llamadas
Oficinas Técnicas y de Transporte. Esas Oficinas debían ser independientes
de las organizaciones locales, con lo cual se obtenía una ventajosa división del
trabajo y se evitaban las redadas de la policía.
Se proyectaba fundar en primer lugar tres Oficinas: en la Rusia Central, en
el Sur y en la región del Volga, en las ciudades de Smolensk, Poltava y Samara
o Penza, respectivamente.
A mí se me encargó la organización de la Oficina de Smolensk, para donde
salí en septiembre de 1903.
En el radio de acción de esta Oficina entraban: Yaroslavl, Kostromá,
Ivanovo-Voznesiensk, Tula, Oriol, Kursk, Briansk y Vítebsk. Moscú tenía
organización propia. Pero en lo sucesivo tuvimos que prestarle también
alguna ayuda.
73
Los profesionales [V.N. Sololov]

II
Las dos recomendaciones principales que se me dieron eran para un
profesor del Seminario, llamado Lébedev, y para un tal Semiónov, que
trabajaba en la Estadística. Tanto el uno como el otro pertenecían al Partido
socialdemócrata. Lébedev debía contribuir a orientarme en la situación y en
las relaciones. Semiónov debía legalizarme haciéndome entrar en la Oficina
de Estadística del Zemstvo, lo cual, además, me era necesario para procurarme
algunos ingresos.
Con el fin de ampliar las relaciones fue preciso en un principio recurrir a la
recomendación de un abogado liberal, posteriormente miembro de la Duma.
Dicho abogado era presidente de una biblioteca popular, y era necesario
introducir allí a uno de los nuestros por su mediación.
Me recibió con extrema amabilidad. Pero se negó a prestarnos la
cooperación que solicitábamos.
— Cada institución cultural tiene su misión y su valor absoluto. Exponerla a
cualquier riesgo no sería conveniente.
— De acuerdo. Pero en lo que nosotros proponemos no hay el menor riesgo.
— Gromski (el general de gendarmes) tiene su lógica sobre el particular.
Luego se entabló una conversación sobre cuestiones «de principio».
— Nuestro enemigo común es la autocracia. Hasta que nos apoderemos de
esta ciudadela principal, no hay por qué combatirnos.
— Pero con su negativa a admitirnos en la biblioteca ha dado usted un
pretexto para ello.
— La biblioteca es una pequeña cuestión práctica, y no es ella la que servirá
de medida para los errores históricos...
— Sin embargo...
— Con vuestro doctrinarismo, con vuestra intolerancia, os colocáis fuera de
la vida. Muchas víctimas, pero resultados microscópicos. La verdad teórica
en perjuicio de la verdad práctica.
— Hasta hoy habéis sido más prácticos que nosotros. Esto es verdad. Lo único
que falta saber es si vuestra práctica se refuerza con nuestros sacrificios.
Nos separamos sin grandes deseos de volvernos a encontrar.
74

Los intelectuales menos «sólidos» no se oponían, naturalmente, a


«participar del movimiento», pero expresaban el deseo de que se les diera un
trabajo «serio» y una gran «independencia» como garantía contra el riesgo. Tal
fue el sentido de una de las conversaciones que sostuve con un médico
principiante. En la academia, su revolucionarismo no ofrecía ninguna duda, y
Los profesionales [V.N. Sololov]

nos lo había recomendado un amigo suyo, médico también, que en aquel


entonces se hallaba en la deportación.
— Los trabajos serios no se dan; se toman. El grado de riesgo es inversamente
proporcional a la llamada «prudencia» del militante.
Esto fue una grosería por mi parte, y acaso no completamente justa. Pero
tras esas pretensiones se veía con excesiva evidencia el deseo de conservar la
tranquilidad pequeñoburguesa teñida con los recuerdos del
«revolucionarismo» de los tiempos estudiantiles.
Sin embargo, las condiciones para el trabajo resultaron excepcionalmente
favorables. Disponíamos de un número más que suficiente de intelectuales.
Antes de un mes, habíamos formado ya un buen grupo, compuesto, además
de Lébedev y de mí, de A. Kalita. K. V. Kátsev, Stenberg y una serie de otros.
Se encontraron sitios para las entrevistas, direcciones para las cartas y los
telegramas, en casas burguesas sólidas, en tiendas y consultorios médicos. El
romanticismo ha sido siempre propio de la naturaleza humana. La
conspiración le daba un cierto aliciente. Y es posible que muchas de nuestras
direcciones, domicilios, etc., se hallaran a nuestra disposición gracias a estas
circunstancias. Se nos cedía todo esto con tanta mayor buena voluntad cuanto
rodeábamos la cosa de cierto misterio. Un santo y seña un poco complicado
aumentaba la confianza.

III

En un principio tomé una habitación como realquilado. La pieza estaba casi


aislada de las habitaciones de los dueños y tenía entrada independiente. La
casa estaba situada en un barrio típico de funcionarios, médicos, abogados,
etc. En la calle no había mucho movimiento, pero los cocheros la conocían
bien. En esos barrios la gente es poco inclinada al comadreo, y un cierto tacto
la induce a abstenerse de curiosear y de inmiscuirse en las cosas ajenas. Un
empleado de la Oficina de Estadística que recibe dos o tres veces por mes la
visita de un «hermano» o de un «amigo estudiante» no podía infundir ninguna
sospecha. Y los dueños, por el liberalismo propio de su clase, podían
sencillamente cerrar los ojos ante el aire de misterio que tomaban esas ¡das y
venidas.
75

Pero, aun así, había sus inconvenientes. Cerrar la habitación al marcharse


significaba mostrar desconfianza hacia los dueños. Y dejarla abierta
significaba tentar la curiosidad del servicio.
Los profesionales [V.N. Sololov]

En cierta ocasión, trajeron una caja con tipos de imprenta. La caja no era
muy grande, el aspecto exterior de la misma no denotaba su peso. El cochero
la llevaba jadeando, y fue preciso advertirle que tuviera cuidado. La patrona,
que por casualidad se hallaba en la puerta, miró perpleja y recelosa la caja del
cochero. Y al día siguiente, al regresar del trabajo, encontré encima de la mesa
dos letras y un espacio: por lo visto, la dueña las había hallado en el recibidor,
y al dejarlas en la mesa se proponía hacerme comprender lo poco «táctico» de
mi conducta.
Todo permitía suponer que no había que temer ninguna denuncia. Pero era
preciso salvar inmediatamente la letra. Sacar el cajón significaba correr el
riesgo de dejar tras de sí un rastro de letra. Además se necesitaba mucha
fuerza para llevarlo; llamar a un cochero significaba atraer aún más la
atención.
Fue preciso que lo sacara yo mismo. Y en tal forma que nadie se diera
cuenta de ello. No era cosa fácil colocarse encima el contenido del cajón de tal
forma que pudiera ocultar con el abrigo. Tuve que emplear unos pantalones
viejos atando fuertemente los extremos de los mismos, de modo que se
obtuviera un doble saco. Metí en cada mitad hasta 30 puds de tipos de
imprenta y después me los eché al hombro. Luego puse unos cuantos puds
más en los bolsillos del abrigo y de la americana. Los 10 puds que me
quedaban los envolví en dos paquetes. Cuando me hube colocado todo esto
encima, conseguí abrocharme el abrigo sólo con gran esfuerzo, y aun
únicamente un botón. Apenas podía respirar, y las piernas se me doblaban.
Sin embargo, era preciso marchar, no había otra salida. La negra noche
otoñal cubría maternalmente la tragedia de ese conspirador que apenas podía
mover las piernas, respiraba como un caballo y se balanceaba, bajo el peso,
como un borracho. A cada cuarenta o cincuenta pasos tenía que sentarme en
el suelo a fin de poder tomar un poco de descanso. Pero cada vez era más
difícil avanzar. Algunas veces tuve la tentación de dejar una parte de la carga
en un rincón cualquiera a fin de ir por ella después. Pero el miedo de no
encontrarla me contenía.
76

Cuando terminó ese calvario al llegar al domicilio de Kalita y puse la mano


en el timbre para llamar, las fuerzas que había mantenido gracias a una
tensión extrema me abandonaron momentáneamente. No podía tenerme en
pie ni entrar en la habitación. No tuve más remedio que sacarme la carga de
encima en el recibidor, y una vez libre sentarme, con gran esfuerzo, en la silla
más próxima.
Los profesionales [V.N. Sololov]

IV

Fue preciso dejar la habitación y arrendar un piso en la parte opuesta de la


ciudad. El mobiliario nos costó 20 rublos. En el piso de abajo vivía un oficial
del ejército, el cual puso a mi disposición a su asistente para limpiar el piso y
servirme el samovar. El desorden que reinaba en el piso de abajo daba al
inquilino del de arriba el derecho a cometer algunas extravagancias, tales
como la de vivir sólo no en una habitación, sino en un piso, y en condiciones
un poco extraordinarias. Pero muy pronto nadie se fijó en esas extrañezas.
Dos o tres conversaciones ante una taza de té, dos o tres pequeños préstamos
a la mujer para ir al mercado, una caja de caramelos a la sobrina, y se podían
ya traer al piso de arriba, aunque fuera todos los días, canastos llenos de
«libros», que el inquilino recibía «a comisión», y después mandarlos a los
clientes. Esa fábula no suscitaba ninguna duda, tanto más que cuando se
acumulaban tres o cuatro canastos bajo la escalera, el oficial pedía siempre
uno para sí o para su hermana.
Pero las buenas relaciones tienen también sus inconvenientes.
Una vez trajeron una expedición de literatura que había caído al agua al
atravesar la frontera. Era necesario secarla. Para ello tuve que simular que me
ponía enfermo y no salir del piso. Los buenos vecinos se intranquilizaron y
empezaron a llamar a mi puerta.
—¿Quiere que mandemos a buscar al doctor?
— Muchas gracias. No es nada de importancia. Ya pasará.
—¿Toma usted algo? ¿Tiene usted medicinas?
— Y echando una mirada a las habitaciones cerradas:
—¿Quiere usted que le limpie el piso? ¡Ustedes los solteros gustan mucho de
vivir entre la suciedad!
77

Mi empleo en la Oficina de Estadística no era más que una forma legal de


existencia. Como los jefes conocían el carácter del verdadero trabajo que se
realizaría a su espalda, concedían al empleado el derecho de disponer
libremente de su jornada. Lo más cómodo era llevarse trabajo a casa a fin de
no llamar la atención de los demás con las salidas inoportunas y los retrasos.
Los profesionales [V.N. Sololov]

El jefe de la oficina, S. P. Sereda, me dijo incluso en una de las conversaciones:


— Si tuviera usted necesidad de trasladarse a otro sitio, aunque fuera al
extranjero, podríamos darle trabajo allí.
El trabajo se fue organizando rápidamente. Se iba extendiendo nuestra red
de relaciones. Fue incorporado a nuestro grupo un nuevo compañero, Hein,
ex estudiante y funcionario de Estadística, el cual se orientó enseguida.
Llegaban compañeros en demanda de pasaportes y de direcciones para las
organizaciones vecinas. Otros traían pasaportes en blanco. Casi todos los días
tenía que ir a la dirección que utilizábamos en Smolensk, que era la del
domicilio del doctor Joikin. Se necesitaban casas donde se pudiera pernoctar,
dinero, timbres. Una función suscitaba otra. Una vez encontré, esperándome,
a un compañero de Vilna.
Para aprovechar el tiempo, estaba grabando el sello de la administración
municipal.
— Para no perder tiempo, me he llevado el material conmigo.
Era un excelente grabador, con motivo de lo cual lo retuvimos unos días
para que se dedicara al trabajo de su especialidad. La fabricación de pasaportes
la conocía ya desde Pskov. Muchos de los militantes del Partido y de los
hombres más destacados de la República soviética fueron bautizados por mí
en aquellos tiempos con sus nombres y apellidos. Había hecho tantos
progresos en esta rama que no sólo «escribía» los documentos, sino que los
ornaba con todas las firmas correspondientes sin que se pudiera suponer que
todo había sido escrito por una misma mano. Más tarde, al ser detenido en
Kiev, los gendarmes quisieron comprobar si unos papeles que me encontraron
estaban escritos por mí, y, con este fin, me incitaron a denunciar por escrito
los atropellos de que había sido víctima en la cárcel, pero no pudieron
establecer la identidad de la letra.
78

Así, pues, lo relativo a los pasaportes fue organizado muy rápidamente. Lo


más difícil consistía en procurarse documentos en blanco. Pero lo
conseguimos también con relativa rapidez: en cualquier oficina se podía
encontrar siempre un documento en blanco por un precio que oscilaba entre
50 kopeks y un rublo y un carnet anual por 3 rublos. El sello y las firmas se
calcaban de los pasaportes de los conocidos. Y si faltaba el sello, se podía
tomar sencillamente una moneda de 5 kopeks, y utilizarla en vez de timbre
una vez tapadas las letras con pan; en estas últimas nadie fijaba la atención y
el águila salía muy bien.
La ampliación de la empresa exigía nueva gente y la división de funciones;
Los profesionales [V.N. Sololov]

era ya imposible que uno solo fuera a todas partes. Era preciso, además,
mandar literatura a los Comités. Con este fin, Noskov mandó de Kiev a
Ponomariov y Luká Séminich (I. B. Ozemblovski). Ponomariov se vino a vivir
conmigo, Luká encontró una habitación en otra parte. El primero se encargó
de la cifra y de los pasaportes, el segundo del transporte de literatura.
En sus funciones, Luká era insustituible. Era un hombre tranquilo,
equilibrado, que sabía observar rigurosamente las reglas de la conspiración.
Gracias a sus cualidades, más de una vez nos salvó de situaciones difíciles.
En cierta ocasión, llega jadeante y agitada una muchacha que había sido
mandada a la estación para recoger una caja.
— Me han seguido...
— A quién, ¿a usted?
— No; cuando he dado el talón a un mozo de cuerda para recoger la caja, le
ha seguido un gendarme. Yo me he marchado. Naturalmente, esperar
hubiera sido una estupidez. En general, en la estación hoy es todo muy
sospechoso. Creo que tendré que marcharme de aquí.
Luká la miró con un ojo:
— Sí; pero antes hay que recoger la caja.
La muchacha quedó asombrada.
— Antes hay que dormir un poco, señorita, para que se calmen los nervios.
El gendarme hubiera sido muy tonto si en vez de detenerla a usted se
hubiera puesto a seguir al mozo de cuerda.
— Pero le ha seguido.
— Será por sus cosas. Vamos.
Y se la llevó otra vez a la estación. La muchacha se había incluso olvidado
del número del mozo de cuerda. Fue preciso buscarlo. Resultó que se había
marchado a comer. Luká se llevó a la muchacha al domicilio de aquél.
— La he buscado a usted inútilmente. Después he dejado las cosas en casa de
un compañero.
Incidentes de esos ocurrían a menudo en aquellos tiempos con los
militantes de fila, poco adaptados aún a las condiciones del trabajo.
Uno de los compañeros recién llegados y que había hecho registrar su
pasaporte falso fue llamado a la comisaría. Al presentarse, se le hicieron las
preguntas formales de rigor, que no tenían ninguna relación con su situación
de ¡legalidad, y después le dejaron marchar.
Pero evidentemente era tan grande su sorpresa por el resultado de su
conversación con el comisario que se desconcertó. Y antes de salir de la
Los profesionales [V.N. Sololov]

comisaría, en el recibidor, se puso a hacer lo que debía haber hecho en casa


antes de ir allí: limpiarse los bolsillos. Resultó que en los mismos había una
proclama, que rompió inmediatamente, y otro papel, en el cual seguramente
había una dirección y que empezó a tragarse apresuradamente.
El guardia, que estaba allí cerca, en un principio no se fijó en él, pero al ver
que rompía los papeles se sorprendió, y cuando el hombre empezó a mascar
papel, la sorpresa se convirtió en sospecha.
— ¿Qué hace usted?
Esta simple pregunta hizo volver inmediatamente en sí al compañero, que
se dio cuenta de lo absurdo de lo que había hecho. Pero se produjo
seguramente un momento de confusión, del cual, el guardia, receloso, se daría
cuenta inmediatamente.
Fue así como dicho compañero no consiguió ya salir de la comisaría.
80

VI

Empezó la guerra ruso-japonesa. Las simpatías de la «clase media» hacia


nosotros aumentaban. Cada vez se nos prestaba auxilio de más buena gana.
El aparato funcionaba sin dificultad. No había escasez de direcciones ni de
domicilios. En el transcurso de cuatro meses pasaron por nuestro punto de
tránsito de 20 a 30 puds de literatura. Y no hubo un solo fracaso. Recibíamos
letra de imprenta. Teníamos pasaportes, sellos.
Se tuvo necesidad de otro piso especial para almacén, donde se pudieran
seleccionar y guardar los distintos modelos de literatura de tránsito. Sobre esa
base se podía después crear una buena biblioteca ¡legal.
Se encargó de ello, y con buena fortuna, María. El piso resultaba tan
cómodo y aislado de los dueños que se pensó en utilizarlo, si era necesario,
de imprenta.
Noskov, en una de las ocasiones en que vino, ante la imposibilidad de
continuar el viaje, salió no de la estación de Smolensk, sino de la inmediata.
No fue difícil alquilar un coche para dirigirse a dicha estación, con tanto mayor
motivo que Noskov no llevaba equipaje alguno.
Llegamos allí al atardecer. Había que esperar el tren cerca de una hora. Nos
fuimos a una de las casas de la aldea y encargamos un samovar. Pero apenas
habíamos llenado los vasos, se oyó el ruido de un tren que llegaba. Noskov se
sacó una gorra del bolsillo y se la puso; nosotros nos fuimos a la estación y
Los profesionales [V.N. Sololov]

dijimos al cochero que tomara el té y comprara avena para el caballo. Un


cuarto de hora después volví a la casa. Era ya completamente oscuro; en la
isba ardía una lámpara. En la habitación había cinco o seis campesinos. Al
preguntar al cochero si había dado el pienso al caballo, me dijo desconcertado:
—¡En otra cosa tenía que pensar! ¿Sabe usted? Quieren mandar a buscar al
jefe de policía. «¡Quién sabe a quién has traído!», dicen.
—¿Qué les importa esto?
—¡Díselo a ellos! A mí sí que no me importa nada. Me han alquilado y he
venido. De esto vivo.
—¿De qué se trata? —preguntó el dueño.
— A nosotros no nos importa nada si tiene usted algún asunto. No tenemos
por qué meternos en sus cosas.
—¿A qué asunto te refieres? Habla sin remilgos.
— A nosotros nos es igual. ¿Dónde está tu compañero?
— Se ha marchado.
—¿Se ha marchado? Y ¿qué necesidad tenía de tomar el tren aquí y no en la
ciudad? Y ¿por qué se ha cambiado de gorra?
—¡Ah! ¡Qué inteligentes sois! Seis personas os habéis reunido para
reflexionar sobre una gorra. Anda, reflexionad un poco más y acaso daréis
con el asunto. Nosotros, entretanto, tomaremos el té.
Comprendí instintivamente que no era el momento oportuno para inventar
una explicación. Las objeciones serían consideradas como el deseo de salirse
del paso, lo cual no haría más que reforzar la sospecha. Había que dejar que
la atmósfera se descargara un poco. Me quité el abrigo y me senté a la mesa.
— Anda, vamos a tomar el té —dije al cochero.
— Está bien. Pero de todos modos habría que dar el pienso al caballo.
— Oiga usted, patrono: puede llamar al comisario si quiere, pero hay que dar
pienso al caballo, que no tiene la culpa de nada.
— El dueño no contestó; pero después de preguntar al cochero cuánta avena
necesitaba, mandó a por ella a su hijo. Seguimos tomando el té en silencio.
Yo no inicio la conversación. Finalmente, el dueño no se puede contener:
—¿Dónde va usted ahora? ¿Otra vez a la ciudad?
— Claro.
—¿Es decir, pues, que tiene ya el asunto listo?
— No del todo.
—¿Cómo que no? El compañero se ha marchado...
— Sí; pero no del todo.
Los profesionales [V.N. Sololov]

— ¿Es decir, que ha dejado algunas cosas?


— Peor que esto.
82

La curiosidad se apodera de ellos de un modo irresistible. El uno pregunta,


los otros esperan impacientemente la respuesta. El tono es ya muy diferente
del principio. Aún hay recelo, pero la hostilidad, al parecer, decrece. La ironía
subrayada en las preguntas disimula la curiosidad vulgar. Hay que valerse de
ello.
— Ha dejado allí a la mujer de otro. Él tiene que marcharse para sus asuntos,
y ella no lo quiere. «Mientes —le dice—, te marchas para casarte. Te juro
que te sacaré los ojos.»
—¡Y lo hará!
—¡Ya lo creo! ¡Las hay tan malas!
— Para no ir tan lejos, aquí cerca, en Pochinki...
— De una mujer así te escapas no a 12 verstas, sino que te vas a la otra parte
del mundo.
Todos se pusieron a hablar a la vez. La explicación resultó comprensible y
suficientemente curiosa. La causa de aquella salida secreta les parecía
completamente satisfactoria.
— Dos días seguidos se fue a la estación con el equipaje y cada vez le
encontraba allí y le armaba escándalo.
— Pobre muchacho, sí que lo habrá pasado mal...
— Por esto tuvo que venir aquí tal como andaba. Y se había quitado la gorra
para que en la ciudad no le reconociera.
— ¡Qué arpía!
— Así hay que hacerlo —dice la patrona—; todos os queréis aprovechar, y,
después, si te he visto, no me acuerdo.
Entre los campesinos y la mujer empieza un ataque recíproco en el cual se
ponen de relieve las cualidades de uno y otro sexo. La mujer se pone furiosa.
Los campesinos chancean y lanzan frases escabrosas. Terminamos el té,
pagamos y nos disponemos a marcharnos. Del comisario ya nadie se acuerda.
Se explica al cochero el mejor modo de volver a la ciudad. Y todo el mundo
nos viene a acompañar hasta la calle.
— Buen viaje, ¡que no sea la última vez!
— ¡Adiós!, ¡hasta la vista!

VII
Los profesionales [V.N. Sololov]

Desde un principio fue preciso organizar el trabajo a base de una rigurosa


economía. El Partido era aún muy débil para sostener aunque no fuera más
que aquel aparato. Una parte de los subsidios de los liberales iba a parar al
extranjero. Las recolectas, las suscripciones y las cuotas daban muy poco. Y,
sin embargo, había que sostener a ocho o diez personas sin contar los gastos
ocasionados por los viajes, los transportes, la adquisición de documentos en
blanco y una serie de otras menudencias. Por esto todos los compañeros que
tenían la posibilidad de ganar algún dinero debían hacerlo. Todos los demás
gastos debían ser cubiertos por las organizaciones que recibían la literatura
que nosotros mandábamos. Para ésta se había establecido un precio
determinado: si no ando trascordado, 40 rublos por una libra de literatura del
extranjero y 15 por la producida en el país.
María y Hein vivían, como yo, de su trabajo. Ponomariov, Luká y otro
compañero debían vivir de la caja de la Oficina. Además, era preciso ayudar a
los que pasaban y dar una parte, aunque no fuera muy grande, al Centro.

VIII

En cierta ocasión se nos advirtió que se iba a efectuar un registro. Éste no


tuvo lugar, pero nos pasamos cuatro o cinco horas quemando la literatura en
la estufa y, al amanecer, como la cosa amenazaba con prolongarse
indefinidamente, tuvimos que envolver en una sábana todo lo que quedaba y
correr por la ciudad, con la literatura al hombro, buscando un domicilio
cualquiera donde esconderla.
Pero, así y todo, por una serie de síntomas que habíamos observado, era
evidente que llamábamos ya la atención. No se podía seguir tentando al
destino. Se vio que mi permanencia ulterior en Smolensk podía echarlo a
perder todo. El Grupo se mostró de acuerdo con ello. Y en él próximo viaje de
Noskov se decidió trasladarme a la frontera austríaca, donde precisamente en
aquellos días la detención de un compañero había causado cierta perturbación
en el trabajo. Pero mientras preparábamos la marcha, la necesidad de que yo
desapareciera del horizonte de Smolensk se manifestó con toda evidencia.
83

Mi domicilio fue objeto de una cierta atención. Dos días seguidos noté que
al atardecer se movía cerca de la puerta la misma figura. Y abajo, en el piso
del oficial, se recibió inesperadamente la visita de un compañero de servicio
Los profesionales [V.N. Sololov]

que había sido suspendido dos veces en los exámenes y que ahora esperaba
su nombramiento para el cuerpo de gendarmes. Y de un modo igualmente
inesperado se me invitó a ir a tomar el té con ellos. La mujer del oficial añadió,
al invitarme, que aquel día les había honrado con su visita una persona
respetable y que ésta quería conocerme. No tuve más remedio que bajar y
pasar unas horas con ellos, que pasaron en medio del aburrimiento más
extraordinario. Pero no tuve ya deseos de pasar la noche en mi domicilio.
Envolví en una manta una almohada y una sábana, los deposité en la estación
y después me fui a dormir a una fonda. Durante el día indiqué a un ex
estudiante, hermano de Hein, que había llegado hacía poco, que ocupara mi
piso y que viera lo que pasaba. Y un día después me marché al sitio destinado.
Me sustituyó A. P. Golubkov, y cuando transcurridos dos meses tuve que
pasar nuevamente por allí, el trabajo continuaba: no se había descubierto más
que la dirección de una tienda y Luká había tenido asimismo que marcharse.

2. La Frontera
I

Antes de ir a la frontera debía detenerme en Vilna, donde en aquél entonces


trabajaba el médico militar Fiódor Vasílievich Gusárov, con el cual debía
hablar previamente. Por el camino debía detenerme brevemente en Minsk, a
fin de cumplir un encargo y comprobar la dirección de Vilna.
En el domicilio cuyas señas me habían dado, me acompañaron al salón y
me pidieron que esperara la llegada de un camarada del Comité a quien iban
a buscar.
— Haga usted como si estuviera en su casa, compañero.
85

Esta indicación y, sobre todo, este «compañero» tan raro en aquellos


tiempos en los domicilios de que nos servíamos, indicaban que me encontraba
entre los «míos». Era por primera vez que iba a parar a un domicilio tan
suntuoso. Magníficos muebles, cortinajes, alfombras, chimenea. Me siento
cuidadosamente en un sofá y empiezo a «esperar». El ambiente que me rodea
me invita al descanso y poco a poco me duermo insensiblemente. De repente
me despierto y detrás del respaldo de una butaca aparece un rostro humano
que me mira con curiosidad y vuelve a ocultarse. Pero otra vez la pequeña
cabeza humana vuelve a mirar de detrás del sillón y se oculta nuevamente.
Los profesionales [V.N. Sololov]

Por primera vez en la vida siento que los pelos se me ponen de punta...
Me despierto por completo y me levanto de un salto del sofá. De detrás del
sillón aparece una mona que atraviesa toda la pieza y salta sobre la chimenea.
Y sentándose tranquilamente se lleva un dedo a los labios como diciéndome:
— Cállate, compañero...
Una extraña impresión, como de vergüenza, se apoderó de mí. Me acerqué
a la chimenea con el fin de observar más de cerca al animal. Pero éste se agarró
al cortinaje, se lanzó a la cornisa de la puerta y desde allí me lanzó una mirada
burlona.
¿Qué podía hacer? Sentarme de nuevo y seguir esperando en la soledad,
con la sensación, al mismo tiempo, de que no estaba solo. Y simultáneamente
me intranquilizaba la sensación de que era víctima de una ofensa que me
hubiera sido difícil definir. Sólo después, y sin ninguna lógica aparente, surgió
la idea siguiente: «El diablo sabe de quién eres aquí el "compañero", si de los
dueños de la casa o de su mona».

II

Llegué a Vilna muy temprano. No pude hablar con Gusárov en el domicilio


que se me había indicado. Convinimos que nos veríamos por la noche en otro
sitio. Allí fui en efecto. Me abrió la puerta un soldado. Era el asistente de un
capitán de caballería llamado Iván Ivánovich, en cuyo domicilio debía
celebrarse la entrevista. Un año y medio antes había mandado desde Pskov
una carta a nombre del mencionado Iván Ivánovich. En dicha carta había de
emplear un estilo deliberadamente incorrecto, pues simulaba que la misiva
procedía de un suboficial destituido que había servido en su compañía y que
daba cuenta a su excomandante de sus cuitas. Eran incalculables las tonterías
que le escribía a fin de poder llenar después con un texto escrito cifrado con
tinta química los espacios que quedaban entre líneas. Iván Ivánovich había
recibido varias cartas de estas, y entre ellas existía una conexión lógica.
86

Pero el Iván Ivánovich que aparecía ante mí era muy distinto del que me
había imaginado cuando le escribía las cartas. Era un hombre simpatiquísimo
que en nada se parecía a un militar. Y el asistente que nos sirvió el té tampoco
tenía nada de común con los asistentes habituales. Cuando entraba en la
habitación no había por qué interrumpir el coloquio, puesto que aquel
muchacho podía ser casi considerado como uno de los nuestros.
Los profesionales [V.N. Sololov]

Gusárov ya estaba allí. Estaban también Noskov y Liubímov (Mark), que


habían llegado aquel mismo día de Kiev.
Decidimos que yo debía instalarme en Kámenets-Podolski con el fin de
reanudar el trabajo interrumpido a consecuencia de las detenciones. Se tenía
una dirección de allí, pero no se estaba seguro de que no hubiera sido
descubierta. No se disponía de ninguna otra indicación. Había que aclarar las
cosas en el sitio. Una situación tal no era rara en aquellos tiempos. La lentitud
de las comunicaciones y las redadas frecuentes de la policía hacían que en el
momento de utilizar una dirección ésta no fuera ya válida. Cuando uno se
presenta en sitio tal, siente inmediatamente que se levanta ante él un muro
de desconfianza y de recelo, que a menudo no es posible destruir. Pero sucede
asimismo que dos o tres preguntas o alusiones disipan la desconfianza y se
consigue obtener la indicación necesaria.
Sucedía asimismo que la negligencia o un error cometido al cifrar la
dirección desfiguraba esta última, el apellido, el santo y seña. En una de las
oficinas de Moscú, poco antes de emprender ese viaje, tuve que buscar un
apellido del cual no tenía más que el principio. Al descifrarlo resultó
únicamente «Atser...». Y después, una serie de vocales evidentemente
equivocadas, porque se obtenía un apellido impronunciable. Pero no tenía
otra indicación. Pregunto al portero:
— Tengo necesidad de ver a Atser..., y me trago el final.
—¿Cómo?
— Atser... ov... —digo fingiendo que soy tartamudo.
—¿Será Atserovérov ?
— Sí...; na...tu...ral...men...te.
87

En otra ocasión se me da la indicación siguiente: «En la puerta de Kaluga,


farmacia Bielotserkovski». Resulta que en dicho sitio hay, en efecto, una
farmacia, pero en el rótulo aparece otro apellido. ¿Será que Bielotserkovski no
es más que un empleado? Entro, pregunto y resulta que es así. Pero
Bielotserkovski, como respuesta al santo y seña, me mira con asombro y dice:
— No comprendo lo que quiere usted.
Aparece a su vez en mi rostro una expresión de asombro, pero mezclada
ya de desconcierto.
— Dispense; pero, ¿es usted Bielotserkovski?
— Sí; soy Bielotserkovski.
— Entonces no comprendo la confusión...
Y no hago ningún esfuerzo para ocultar a mi interlocutor que me encuentro
Los profesionales [V.N. Sololov]

en una situación difícil. Bielotserkovski me mira rápidamente de pies a cabeza.


En su mirada persiste aún la severidad, pero ya es más bien atenta que
desconfiada.
— ¿De dónde viene usted?
— Acabo de llegar de Vilna directamente...
— Seguramente se ha equivocado usted de dirección.
— Es poco probable: a una distancia tal, la gente no se equivoca. Tanto más
cuanto no dispongo de otra dirección. Y lo tengo que entregar, lo he dejado
en la estación.
— ¿Conoce usted a alguien más aquí?
— Me temo que no. ¡Mis viajes son tan poco frecuentes y la gente es tan poco
estable...!
— De todos modos, lo que usted dice no tiene nada que ver conmigo. Hace
tiempo un conocido mío me pidió que, si alguien se dirigía a mí en nombre
del «tío Vania», le pusiera en relación con él. Pero nadie se me dirigió. Y
ahora este conocido hace tiempo que se ha marchado con destino ignorado.
88

Es evidente que ha decidido ya ayudarme, pero que busca una fórmula que
pueda parecer lógica y «natural», aun desde el punto de vista de la policía.
Ahora mi misión consiste ya en ayudarle a él.
— Es posible que su conocido haya vuelto.
— No; no está aquí.
— O acaso tenga aquí parientes que estén enterados.
— Mire usted... ¿Dónde se hospeda?
— En ninguna parte.
— Procuraré encontrar a su hermano, si es que no se ha marchado también.
— ¿Y cuándo quiere usted que vuelva a pasar por aquí?
— No vuelva más. Esto está muy lejos. Hoy, a las seis, me esperará usted
cerca del monumento a Pushkin, en uno de los bancos de la derecha.
Ni que decir tiene que a las seis de la tarde recibo las indicaciones de que
tengo necesidad.
De manera que la inseguridad de la dirección de Kámenets-Podolski no
disminuye su valor. Convenimos únicamente con Gusárov que es necesario
comprobar no sólo la dirección, sino también toda la ruta desde la frontera
hasta Lvov, establecer asimismo los puntos de trasmisión y las relaciones
directas con los contrabandistas. Gusárov promete ir a mi encuentro después
de mi primer reconocimiento y establecer en el sitio la combinación más
cómoda.
Los profesionales [V.N. Sololov]

Pero no nos vimos hasta seis años después en la provincia de Yeniséi


cuando él estaba ya en la deportación y yo, que iba conducido por etapas, pasé
la noche en su casa. Y diez años después, en Omsk, tuve que pronunciar unas
palabras ante su tumba: la cárcel de Kolchak y la poca atención que nosotros,
sus compañeros (quisiera poner esta palabra entre comillas) le habíamos
prestado, precipitó el fin de ese camarada, de una honradez y abnegación
excepcionales.
89

III

En Smolensk, a pesar de todo, había una cierta «vida». Era un punto de


tránsito entre Moscú y Polonia, las regiones agrarias centrales y los puertos
del Báltico. Había un poco de movimiento comercial; era, por decirlo en una
palabra, una ciudad como cualquier otra. Kámenets-Podolski era ya otra cosa.
Era una población saco. En aquellos tiempos, incluso el ferrocarril la dejaba
de lado: una de las líneas pasaba a 90 verstas de allí, otra a 20. Pequeño
comercio, pequeños artesanos, calles estrechas, sucias. Y seguramente la
misma mezquindad y estancamiento en la llamada vida pública.
Trabajar allí conspirativamente sin tener ninguna relación local era, a mi
juicio, completamente imposible: todo el mundo se conocía. La gente se
enteraba seguramente de que había llegado un viajero antes de que éste saliera
de la estación.
A causa de la ausencia completa de conocidos, no tuve, naturalmente, más
remedio que hospedarme en la fonda. Y he aquí que apenas había tenido
tiempo de lavarme, cuando ya llamaban a la puerta y, sin esperar que le
invitara, un individuo desconocido se colaba en la habitación.
— Buenas tardes. ¿Ha hecho usted bien el viaje?
— Bien, gracias. ¿Qué se le ofrece a usted?
— ¿Permite usted que le pregunte de dónde viene?
— Permita usted que le pregunte. ¿Qué le importa a usted?
— Es posible que tenga usted necesidad de alguna cosa; estoy a su
disposición.
— Lo siento mucho; no tengo necesidad de nada.
— ¿Piensa estar usted mucho tiempo aquí?
Empiezo a enfadarme, ya me siento dispuesto a mandarlo al diablo; pero
después considero que no hay ninguna razón para fijar mi persona en su
Los profesionales [V.N. Sololov]

memoria y desisto de ello.


— ¿Sabe usted? Estoy cansado del viaje. Tengo necesidad de cambiar de ropa
y de descansar. No tengo ahora ningún deseo de hablar de negocios.
— Claro está. ¿Cree usted que no le comprendo? No sé por qué no se me ha
ocurrido. Dispénseme. Volveré después, si usted lo permite.
90

Y desaparece sin esperar la respuesta.


Un minuto después se entreabre la puerta y se asoma una cabeza. Éste ya
es otro.
— Discúlpeme —me dice con una sonrisa dulzona— ¿Tiene usted necesidad
de algo?
— No me falta nada.
— ¿No tiene usted necesidad de tabaco turco, de ropa blanca? Es del
extranjero... sin derechos de aduana.
— No me hace falta nada.
— ¿No querrá usted hacerse un traje? Pudiera recomendarle a un sastre...
— Váyase al diablo de una vez para siempre...
— No quería ofenderle a usted...
Y desaparece lentamente, sin ruido. Un minuto después, nueva visita: «¿No
tiene usted necesidad de un cochero por meses?». Después, otro: «Si ha venido
usted por mucho tiempo, seguramente querrá un piso...». En estas
circunstancias, es absolutamente imposible llevar a cabo una actuación
clandestina.
Comprobé las señas de que disponía. Eran válidas. Eran, si no estoy
equivocado, las de un tal Dvoirets, un muchacho joven y muy al corriente de
todo. Su hermana militaba en aquel tiempo en Kiev. Además de él había otra
persona, un tal Kozitski, el cual estaba en relación con los contrabandistas.
Kozitski era hijo de un pequeño propietario, secretario de la administración
municipal, si no ando equivocado. Él no trabajaba en ningún sitio. Había sido
detenido por su actuación política y los gendarmes de la localidad no le
quitaban la vista de encima. Además, tenía relaciones de amistad con los
socialistas-revolucionarios de allí. Y estaba incluso dispuesto a ayudadles para
el transporte de su literatura. Evidentemente no se podía trabajar con él. Era
necesario encontrar a alguien que lo reemplazara utilizando sus relaciones.
Así lo decidimos, conviniendo con Kozitski que iríamos hasta Zoov tan pronto
yo encontrara un piso.
91

Confiaba colocarme en la Estadística del zemstvo, y entonces empezar a


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crear la base de trabajo. Entretanto, fue preciso inventar una enfermedad de


los pulmones y la necesidad, a consecuencia de ello, de pasar del clima del
Norte al del Sur. Acudir al auxilio de esas dos únicas personas para buscar
piso hubiera sido absurdo, lo mismo que demostrar que tenía alguna relación
con ellos. Por esto recurrí a un comisionista.
Me encontraron dos piezas en una familia pequeñoburguesa, muy
tranquila, con entrada independiente por el patio.
Estábamos ya en marzo, empezaba la primavera, la nieve se derretía y los
días eran tibios y soleados. Esto anima al hombre del Norte, despierta en él la
energía, se siente el deseo irresistible de trabajar cuanto más y más pronto
mejor.

IV

Dvoirets me mandó dos líneas diciendo que fuera a verlo inmediatamente.


Había llegado alguien. Resultó ser Luká Séminich.
— ¿Qué te trae por aquí?
— Boris (Noskov) me mandó a Kiev en busca de una expedición de literatura,
la cual resultó que no estaba allí. El abuelo (Frénkel) me ha mandado aquí
con el fin de encontrarla literatura y llevársela. «¿Por qué no?», he pensado.
Mientras no llegue la literatura estarás también ocioso.
Nos fuimos a mi domicilio para estudiar el modo de acelerar la recepción
de la literatura. Las relaciones con los contrabandistas habían sido ya
restablecidas. Las condiciones en que vivía eran tan favorables que resultaba
ya posible permitirse el lujo de desaparecer por algunos días sin despertar
sospechas con el pretexto de hacer una excursión por los alrededores.
Era preciso organizar ya bien las cosas. La llegada de Luká nos ofreció para
ello una ocasión oportuna. Sin ello, hubiéramos seguramente esperado
algunos días antes de ponernos manos a la obra. Ahora no había por qué
diferir la cosa. Luká se quedó en mi casa esperando. Y Kozitski y yo, después
de advertir previamente y llevándonos pan y salchichón para el camino,
tomamos la carretera de Jotinski, atravesamos el Dniéper, y en la otra orilla,
ya en el territorio de otra provincia, cambiamos completamente la dirección
para acercarnos al paso de la frontera.
92

Llegamos allí mucho antes de que oscureciera. Cerca el pueblo nos


esperaba ya un carro, y el guía nos llamó tan pronto nos acercamos.
Los profesionales [V.N. Sololov]

Avanzamos por el bosque, sin seguir ningún camino. Estábamos en


primavera, pero el viento silbaba con furor. Hacía un frío intenso, que no
estimulaba el deseo de hablar.
Dejamos el bosque y entramos en el campo, siempre sin seguir el camino.
El frío era aún muy vivo, porque ahora los árboles no nos defendían contra el
viento, pero descendimos a un valle y el frío se dejó sentir menos. Ahora
corríamos ya al trote. Llegamos al camino y nos detuvimos en un cañizo. Se
acercaba la noche.
El carretero, sin atar el caballo, nos dejó en el carro y se fue en dirección a
las casas cuyas luces brillaban a lo lejos en la oscuridad. Esperamos mucho
tiempo. El frío nos penetraba hasta los huesos. Al fin llegaron dos hombres.
— Buenas noches.
— ¿Qué hay?
— Mal... Hay que esperar.
— ¿Por qué?
— Han reforzado la guardia. No se puede hacer nada.
Esto no entraba en nuestros cálculos. En vez del calor y el descanso
esperados teníamos que volvernos atrás por el mismo camino, pero ya
ateridos de frío y por la noche. Esta perspectiva nos irritaba.
—¿Y habrá que esperar mucho?
— ¡Quién sabe! Dos días, tres...
— Esperaremos aquí.
— No es posible, os verán.
— Si nos volvemos nos verán también; el guardabosques, la almadia...
Además, si nos volvemos, no perderemos dos días, sino una semana.
Arreglad las cosas para que nos podamos quedar aquí.
Indudablemente podían hacerlo; pero era claro que exageraban las
dificultades a fin de aumentar el precio.
93

Foma cuchicheó con el carretero. A éste, por lo visto, tampoco le sonreía


el viaje de regreso. Foma volvió nuevamente a nuestro lado.
— Bueno, está bien. Éste tiene una choza de verano, pero en ningún caso se
puede salir de ella durante el día.
— ¿Habrá comida?
— Claro está. Algo encontraremos. Y es posible que mañana quiten a los
guardias. ¿Qué harán aquí con este frío?
— ¿Y no sería posible entenderse con ellos? ¿Costaría mucho?
— No se puede hacer nada. Si no estuviera Viun con ellos... Es una mala
Los profesionales [V.N. Sololov]

persona; pero mañana los quitarán.


Salimos del carro y Foma se puso definitivamente de acuerdo con el
carretero, al cual indicó el camino que debía seguir.
El carretero se sentó en el carruaje, y arreando al caballo, desapareció en la
oscuridad. Nosotros tres avanzamos silenciosamente hacia donde brillaban
las luces, pero evitándolas. Avanzábamos apresuradamente, impulsados por
el afán de llegar lo más pronto posible y no llamar la atención.

Estuvimos dos días en la choza, echados en unos grandes camastros


situados entre la pared y la estufa. Por las noches venía a vernos Foma. Nos
informaba de que la guardia no había sido aún retirada, se jactaba de su
habilidad para pasar la frontera, llenaba implacablemente su pipa con nuestro
tabaco y se marchaba con la promesa de que «mañana sin falta se arreglará
todo». Un día le planteamos la cuestión crudamente: o bien hoy nos hace pasar
la frontera o buscaremos otro camino y otro guía.
—¿Se jacta usted de ser un buen guía y nos hace esperar dos o tres días?
— ¿Quién, yo un mal guía? Nunca he tenido un fracaso... Pero, en fin, si
queréis correr el riesgo, allá vosotros. Mañana estaréis en la otra parte.
— Y mañana repetirá usted la misma canción. Basta de charlar y no hacer
nada. O toma lo que sea o cierra el negocio.
— Está bien; mañana.
94

Al atardecer Foma nos anunció que nos preparásemos, pues todo estaba ya
a punto.
Nos pusimos en camino a las diez. Cuando salimos al aire libre, casi nos
cogió un vahído. Tan poco acostumbrados estábamos al aire puro.
Marchábamos los cuatro uno tras del otro. Foma, delante; Yákov, detrás.
La noche era negra. Había pocas estrellas. La aldea dormía. La calma más
absoluta reinaba a nuestro alrededor. Pasamos por delante de muchos jardines
y huertas, atravesamos el cañizo, los caminos, sin decir una sola palabra.
— ¡Ts...l
Nos pusimos inmediatamente en cuclillas cerca un cañaveral.
— ¿Qué pasa?
— ¡Ts. ! Un perro.
El perro ladraba a lo lejos, pero los ladridos se iban oyendo cada vez más
Los profesionales [V.N. Sololov]

cerca. Después se fueron alejando nuevamente; por lo visto había acompañado


a alguien y se había vuelto. Por fin no se le oyó más.
Nos pusimos nuevamente en camino en la misma forma. Atravesamos una
profunda zanja y penetramos en un jardín. A una señal de Foma nos pusimos
nuevamente en cuclillas, y Yákov, mandado por Foma, desapareció sin ruido
tras unos matorrales. No se podía fumar ni hablar.
Yákov reapareció inesperadamente tras los matorrales. Hubiera sido
imposible decir por qué parte había venido.
— Todo está a punto.
— ¿Todo?
— Todo.
— ¿Has tomado los remos?
— Sí.
— Siéntate.
Foma pegó el oído al suelo y escuchó.
95

— Vamos.
Nos levantamos cautelosamente. Pero después de avanzar dos o tres pasos,
Foma se inclinó bajo un matorral y sacó un pequeño bote. Unos pasos más y
el bote estaba ya cerca de la orilla. Medio minuto después apareció otro bote.
Kozitski se va a un bote, yo a otro. No hay sitio para sentarse.
— Échate de espaldas.
Es Yákov quien lo manda. Yo cumplo la orden sin rechistar. Esta posición
es más cómoda que estar sentado. Pero, en cambio, se pierde toda sensación
de estabilidad. Se tiene la impresión de estar en una cuna, que se mece a cada
movimiento del remo.
De repente el bote se para.
— Hemos llegado.
Ante nosotros se elevaba la costa rocosa de Galitzia. A poca distancia, se
hallaba una cueva natural con una entrada angosta y larga. Gracias a esa
circunstancia la cueva no se puede ver desde el agua. Y cuando los gendarmes
austríacos de la frontera pasan cerca del agua se puede esconder en la cueva
todo lo que se quiera. Fue allí que dejamos también los botes y que
descansamos un poco antes de continuar nuestro camino. Había que andar
una versta para encontrarse bajo un techo amigo.
— ¿Estará ya en casa? —dice Foma.
— Claro que sí. ¿Es que no le has dado la señal?
— No, no he tenido tiempo. Además, ya era tarde...
Los profesionales [V.N. Sololov]

— ¡Qué modo de hacer las cosas! No puedes hacer nada sin aventuras.
Cualquier día acabaremos en la cárcel por culpa tuya.
— Es seguro que estará en casa. ¿Dónde quieres que esté? Anda, vamos.
Yákov se asomó para ver si había novedad.
— Me parece que podemos salir.
— En marcha, para que podamos volver pronto.
Descendimos hasta la orilla, luego empezamos a elevarnos ya a la estación
en un carro. Y aquel mismo día llegábamos a Lvov.
96

Calculábamos terminar nuestros asuntos allí en dos días. Pero tuvimos que
estar cerca de una semana. Nuestra literatura destinada a Rusia se guardaba
en un local utilizado por todas las organizaciones y para todos los fines
imaginarios. Por consideraciones de orden conspirativo no era conveniente
que participáramos personalmente en la selección y embalaje de nuestros
libros. Por este motivo tuvimos que confiar esta misión a un compañero
encargado especialmente de ello.
Nuestra llegada coincidió con la recepción de un paquete postal de Ginebra
que contenía literatura y que se nos había encargado que recogiéramos en
Correos. Nos dirigimos allí. Resultó que en Correos dos de nuestros paquetes,
de cinco kilos cada uno, habían sido abiertos, pues se sospechaba que se
mandaba manteca sin pago del derecho de aduanas.
Nos presentaron esos paquetes abiertos y nos propusieron levantar un acta
y pagar una multa por haber mandado una mercancía distinta de la declarada.
Y dejándonos con la boca abierta ante la mesa con los paquetes, el funcionario
se fue a buscar papel y testigos.
Nos miramos.
— ¿Y si nos fuéramos?
— Acaso será lo mejor.
— Anda, vamos.
Kozitski toma un paquete y se lo mete bajo el brazo, yo hago lo propio y
salimos sin novedad. Tomamos un coche, nos apeamos en una de las plazas
más concurridas y nos vamos hasta a casa a pie.
En los paquetes había el Programa de Erfurty Al día siguiente de la
revolución social, de Kautsky, que mandamos inmediatamente al almacén
para que fuera empaquetado junto con la otra literatura.
Una semana después de estar en Lvov la selección y el embalaje de nuestra
literatura estaban terminados y nos fueron entregados en la estación en forma
de dos cajones bastante pesados y un par de canastos. Los mandamos como
Los profesionales [V.N. Sololov]

equipaje no a la estación cercana al punto desde el cual habíamos salido para


Lvov, sino a la inmediata, donde Yan había de sabir a nuestro encuentro con
un carruaje. Por el camino nos asaltaba la duda de que llegáramos a tiempo
para el regreso. Había empezado el cuarto menguante y atravesar la frontera
resultaba ya más difícil. Tanto más cuanto los contrabandistas habían de ser
llamados de la otra parte. Y, por lo tanto, se perdería mucho más tiempo que
si se hubieran hallado en la orilla austríaca del Dniéster. Y con todo ello, en
casa esperaba Luká, al cual esperaban asimismo en Kiev. Y mi prolongada
ausencia, por otra parte, podía despertar sospechas...
97

Llegamos al atardecer y Yan dio inmediatamente «la señal». Una hora


después llegaron los otros dos y empezaron a meternos prisa.
— La luna sale pronto. Hay que ponerse en camino antes.
— ¿Cuánto os podéis llevar?
— Todo lo que se pueda colocar sin dificultad. Les dimos los canastos.
— ¿Y mañana?
— Mañana os pasaremos a vosotros. Los demás, después, cuando no haya
luna.
Después de cenar sacamos los cajones para hacer paquetes más cómodos.
Además, era interesante aprovechar esta ocasión para ver lo que traíamos.
Es difícil imaginarse nuestra decepción cuando abrimos los cajones. Había
allí libros alemanes, polacos, ucranianos, obras de medicina, viejas revistas sin
ningún interés y, finalmente, un modelo de cráneo, pero absolutamente nada
de lo que necesitábamos y para lo cual habíamos gastado tanto tiempo y
tantos recursos. Por negligencia se nos había dado en el almacén una
expedición que no era nuestra.
Nos pusimos de mal humor. Cenamos en silencio y de mala gana. Y cuando
nos acostamos en la pequeña choza, donde faltaba absolutamente el aire, la
atmósfera pesada que se respiraba allí y la conciencia del fracaso sufrido se
hacían insoportables. La luna iluminaba la única ventanilla que había cerca de
la cual estaba acostado, lo cual irritaba aún más los nervios.
Un golpe suave en la ventana.
— ¿Será Foma?
98

Levanto la cabeza e inmediatamente me doy cuenta de lo absurdo de esta


suposición. A poca distancia de la ventana se mueven dos figuras, en la cabeza
de una de las cuales brilla un casco.
— ¿Serán los gendarmes?
Los profesionales [V.N. Sololov]

Simulo que estoy dormido.


Los golpes se repiten con más frecuencia e insistencia. Yan se levanta, se
acerca a la ventana y me toca la espalda.
— Los gendarmes.
— Ya los he visto. Seguramente habrá que dejarlos pasar.
Entraron sin decir nada y se detuvieron en la puerta. Yan buscó una cerilla
y encendió la lámpara.
— Oiga...
Siento que me tocan la pierna. No me despierto. La tocan con más
insistencia, empiezo a despertarme.
— Oiga.
— ¿Qué se le ofrece?
Vístase usted y sígame: el comandante quiere verle.
— ¿Tendrá usted la amabilidad de decirme de qué se trata, si es que lo sabe?
— Lo siento mucho, pero no puedo decirle nada.
Nos vestimos sin prisa, y aun sin aquella sensación desagradable que en
tales casos se experimenta habitualmente en Rusia.
— ¿Tienen ustedes equipaje?
— Un poco.
— ¿Esta maleta?
— Es nuestra.
— El gendarme encendió una cerilla y miró tras de la puerta.
— ¿Y estos cajones?
— También son nuestros.
— Hay que llevarlos también. Ensilla el caballo.
99

Un cuarto de hora después avanzábamos por el camino, bañado por la luna;


delante iba un gendarme con un pequeño saco de viaje y detrás Yan con el
caballo.
El cuartel de la frontera no estaba muy lejos. Y cuando entramos en una
pieza grande, vivamente iluminada, el gendarme nos entregó a un sargento
que nos salió al encuentro. El sargento, después de ordenar que se trajeran
los cajones, nos indicó con un gesto amable la entrada de la pieza de al lado.
— Tengan ustedes la amabilidad de esperar un poco; el señor comandante ha
tenido que salir.
Hablaba en ruso, con un acento polaco apenas perceptible. A pesar del tono
correctamente oficial, los ojos miraban con bondad y simpatía. Y nos hablaba
más bien como a huéspedes que como detenidos.
Los profesionales [V.N. Sololov]

Entramos en una gran pieza espaciosa en la cual había una gran mesa.
— Hagan el favor de sentarse...
Dos soldados nos acercan una silla y uno de ellos nos ofreció la petaca.
¿Puede usted decirnos a qué debemos este honor?
— No se intranquilicen ustedes; un contrabandista ruso, borracho, ha
cometido un robo, se le ha detenido y ha dicho que ustedes se ocultaban
allí y tenían libros socialistas para Rusia.
— ¿Y qué se proponen hacer con nosotros?
— ¡Oh, nada! El señor comandante les interrogará, y si resulta que no es
verdad, les dejará libres.
— ¿Y si es verdad?
El gendarme se sonrió y se encogió de hombros.
— Entonces no lo sé...
100

Mientras esperábamos al comandante, conversamos profusamente con el


sargento. Había vivido mucho tiempo en Varsovia y «quería mucho» a los
estudiantes rusos. Por lo visto nos había tomado por tales y nosotros no
teníamos motivo alguno para convencerle de lo contrario. Nos dijo que hasta
el año pasado habían hecho la vista gorda por lo que se refería al envío de
libros a Rusia. Pero el año pasado, Austria había obtenido de Rusia la libertad
de acción en Macedonia. Y en compensación se habían comprometido a vigilar
severamente la frontera para evitarla penetración de «libros socialistas».
Nuestro pequeño saco de viaje, lleno de novedades de este género,
desapareció bajo el capote de nuestro inesperado amigo cuando llegó el
comandante, con la particularidad de que esto se hizo con el consentimiento
tácito, pero evidente, de los soldados presentes. Por nuestra parte,
amnistiamos sinceramente a los compañeros de Lvov que nos habían dado
unos libros que no eran nuestros.
Una breve conversación con el comandante. Preguntas, respuestas, un
examen superficial del contenido de los cajones, y nuevamente Yan los mete
en el carro alegremente. La aventura resultó más interesante de lo que se
podía esperar.
Por el camino se une a nosotros nuestro amigo inesperado, el cual nos
devuelve el saco y nos acompaña hasta casa, no sin dejar de advertirnos:
Un contrabandista y otro campesino ruso puede aún irse de la lengua. El
campesino ruso siempre dice lo que no se le pregunta.
Fuera como fuera, era preciso marcharse. La vivienda de Yan era pequeña,
y la familia muy numerosa. Y aunque era un hombre que no tenía nada de
Los profesionales [V.N. Sololov]

tonto y que ayudaba más por simpatía que por dinero, su mujer no veía con
muy buenos ojos que nos quedáramos allí tanto tiempo y les
comprometiéramos. Esto era preciso tenerlo en cuenta.

VII

Empezamos a prepararnos para el viaje desde la mañana. Examinamos las


afueras de la población desde la parte contraria al Dniéster, donde corría uno
de sus afluentes, que era más bien un gran arroyo. Se podía vadear, buscando
el sitio y el momento más oportunos. Y este momento había de ser el
atardecer, cuando todos los objetos toman formas indefinidas.
101

Nos pusimos en marcha sin llevar absolutamente nada con nosotros, y aun
destruimos las direcciones que llevábamos. Antes de decidirnos a atravesar el
riachuelo nos echamos tras unos matorrales para «observar». Nos decidimos
a ponernos en marcha cuando el sol se había ya puesto y la luna empezaba a
brillar muy débilmente. Bajamos el río, y mirando por última vez nuestro
alrededor, nos quitamos las botas.
— Hay que atravesar el río, siguiendo la corriente, hasta aquel matorral.
Sólo cuando nos hallamos en lo orilla y nos dispusimos a calzarnos, nos
dimos cuenta de lo fría que era el agua; los pies habían perdido toda
sensibilidad, apenas podíamos hablar, los labios nos temblaban y nos
castañeteaban los dientes.
— ¿Tomamos directamente el camino?
Y nos pusimos a andar a grandes pasos. Reaccionamos inmediatamente y
nos pareció que las veinte verstas que teníamos que recorrer no eran nada: la
casa y el descanso nos parecían ya más cercanos que la orilla opuesta.
De repente, apareció en el camino un carruaje. No había ni un matorral en
que pudiéramos escondernos. El carruaje pasó a nuestro lado y no se detuvo.
Pero cuando nos hubo dejado atrás se apeó un individuo que llevaba revólver
en el cinto.
— ¿De dónde vienen ustedes, señores?
— Nos paseamos.
— Está bien. ¿Pero de dónde venís?
— De los mismos sitios... a los cuales tú te diriges. Y seguimos nuestro
camino.
— No, esperaros. Decidme quiénes sois.
Los profesionales [V.N. Sololov]

— Déjanos en paz. ¡A ver si quieres que te enseñemos los pasaportes!


— Hay que tener un salvoconducto: enseñádmelo.
— ¡Haberlo dicho desde un principio!
Kozitski se sacó del bolsillo una moneda de oro y le dio vueltas entre los
dedos.
101

— Es el empleo, señores; acaso yo... qué me importa...


— Queríamos ir a Zvanets, pero nos hemos equivocado de camino. Ahora
tenemos que volver atrás.
— Atravesad el valle y doblad a la derecha.
Se detuvo un momento como si quisiera acompañarnos él mismo. Pero de
repente nos dijo:
No; esto no puede quedar así, señores. En nuestro empleo no se permiten
las propinas. ¿Quiénes sois?
De los árboles que habíamos dejado atrás llegaban al trote unos soldados
de caballería.
— Ya he visto cómo atravesabais el río... ¡Y decís que os «paseabais»!
Dimos una ojeada a nuestro alrededor y comprendimos que era inútil
intentar huir. El terreno que nos rodeaba estaba completamente abierto y los
jinetes se acercaban rápidamente. El primero que llegó fue un cabo, el cual
preguntó:
— ¿Qué pasa, señores?
— Atravesaban el río y los he detenido.
Los soldados iban llegando uno tras otro y nos miraban de pies a cabeza
con curiosidad. En sus rostros no había ni odio ni irritación.
—¡Ahora, atrás!
Nos rodearon y nos encaminamos a la aldea.
Se mandó a un ordenanza a Zvanets en busca del capitán, el cual llegó
inmediatamente, a pesar de que era de noche. Por lo visto, confiaba haber
hecho una captura «importante», pero sufrió una decepción, tanto a causa de
la existencia de los pasaportes registrados en Kámenets-Podolski como de la
carencia de algo que significara conspiración o política.
—¿Por qué habéis pasado la frontera sin salvoconducto, cuando es tan fácil
obtenerlo?
— Porque con salvoconducto no hubiera sido tan interesante atravesarla
como con los contrabandistas.
— Pero, ¿por qué la habéis pasado sin ellos?
— La luna...
Los profesionales [V.N. Sololov]

—¡Ah...!
103

Con esto, el interrogatorio se dio por terminado. Para él era claro que con
los datos que poseía debía ponernos en libertad, limitándose a dar cuenta al
juez de nuestro paso por la frontera, lo cual, según la ley, traía aparejada
consigo una detención de una semana y media o una multa de quince rublos.
Siguiendo la costumbre de los gendarmes, esto no lo hizo, sino que nos mandó
directamente «por etapas» al juez de Kámenets-Podolski, población que se
hallaba sólo a dieciocho verstas de distancia.
Tuvimos que pasar la noche en el cuartel, lo cual no estropeó en lo más
mínimo nuestras relaciones con los soldados. Éstos nos dieron de comer y
nos obsequiaron con té y no se negaron a contestar a las preguntas que les
hicimos sobre la vida que llevaban.
Por la mañana nos metieron en un carro campesino y nos mandaron,
acompañados de tres centinelas, a Zvanets. De allí nos condujeron a la
inmediata cárcel de distrito, donde pasamos la noche ateridos de frío. Por la
tarde, nos pusimos nuevamente en marcha. Cuando llegamos a la comisaría
de policía del distrito, el jefe se había ya marchado y tuvimos que esperar hasta
el día siguiente. Nos encerraron en un calabozo lleno de suciedad, en el cual
no había nadie. Protestamos inútilmente.
— Mañana se arreglará la cosa.
Pero es que se nos debe acompañar sencillamente al juez, el cual nos
pondrá en libertad inmediatamente.
— No podemos hacer nada.
Tuvimos que resignarnos. Menos mal que había unos camastros y pudimos
descansar de nuestras fatigas.
Sin embargo, al día siguiente se nos condujo, no al juez, sino a la sección
de gendarmes. Y sólo desde allí se nos llevó al juez, el cual, después de señalar
el juicio para dentro una semana, nos dejó en libertad.
104

Por lo tanto, nuestra odisea duró casi dos semanas en lugar de tres o cuatro
días. La dueña del piso empezaba ya a intranquilizarse y se disponía a avisar
a la policía. Luká abrió la puerta. Su situación en mi domicilio tampoco era
muy clara. Y ya pensaba en regresar a Kiev sin más.
Ahora se había animado, lo mismo que la patrona.
Pero nuestras aventuras no terminaron ahí. Apenas habíamos tenido
tiempo de cambiar impresiones con Luká y de salir de casa para comprar
alguna cosa en la tienda, cuando encontramos a Dvoirets. Éste venía a nuestro
Los profesionales [V.N. Sololov]

encuentro apresuradamente y temía llegar tarde. Kozitski se había dirigido a


casa de un amigo suyo socialista revolucionario para contarle sus aventuras.
Precisamente en aquel momento, dicho eserista acababa de recibir una
expedición de literatura del extranjero en un carro campesino. Y tan pronto
dicho carro entró en el patio y se empezó a sacar la literatura de debajo del
heno, se vieron rodeados de agentes disfrazados, que habían seguido el carro
desde la frontera.
Por lo tanto, el paso de la frontera por Kozitski y su presencia allí hacía
aparecer a los ojos de los gendarmes una relación innegable entre esos dos
hechos. De eso se desprendía que los gendarmes sacarían sus consecuencias
con respecto a mí. Era preciso marcharse, y lo más pronto posible. Y Luká y
yo no volvimos ya a mi domicilio.

3 . La Oficina Central
I

Después de la organización de la Oficina de Smolensk y del fracaso de la


frontera, se me mandó a la región del Volga. El plan era el siguiente. La
imprenta que el Comité Central tenía en Bakú funcionaba a toda marcha y se
suponía que daría hasta diez puds mensuales de producción. Expedir esas
cantidades considerables de literatura por ferrocarril resultaba difícil y
arriesgado. Era necesario usar el transporte fluvial.
En Samara encontré a L. Kárpov, el cual se disponía ya a marcharse a Kiev.
En su lugar debía venir I. Dubrovinski. Estaba allí también Irina, que
pertenecía al Grupo de los compañeros encargados del transporte. Poco
después de mi llegada se marchó a Bakú para establecer un contacto más
estrecho con la imprenta y no apareció ya más por Samara ni se tuvieron más
noticias de ella. Pero ya antes de mi llegada se había dado una dirección al
Comité Central para la organización de un punto y mandar el transporte a
Penza. Tuve que marcharme allí y preparar las cosas, aunque esto se apartara
un poco de mis planes.
105

En Penza no teníamos más que a un hombre, A. I. Smirnov, director de la


sección de Instrucción Pública de la administración local del zemstvo,
marxista, lingüista y traductor, con el seudónimo de Tijov, de algunos trabajos
de Marx y sobre Marx. Era un hombre de confianza, simpático y buen
Los profesionales [V.N. Sololov]

compañero, pero tan indeciso, tímido y nervioso, que era difícil contar con su
ayuda activa. No hubo más remedio que valerse de los propios recursos. No
quisiera que esta característica de A. I. Smirnov fuera interpretada en mal
sentido. Su decisión de ayudar era indudable y se esforzaba sinceramente en
hacerlo. Pero su carácter se lo impedía.
A fin de cuentas, cuando llegó la primera expedición de proclamas del
Primero de Mayo, tuve que recibirla yo mismo y llevarla a su domicilio, el cual
puso de buena gana a mi disposición, aunque desapareció mientras yo
distribuí y empaqueté las proclamas para mandarlas a los puntos de destino.
En el viaje de regreso decidí detenerme en Samara para aclarar la situación.
Estaba ya allí Innokenti Dubrovinski, y era preciso estudiar la experiencia de
Penza y sacar de ella las consecuencias prácticas.
Era evidente que no tenía ningún sentido quedarse en Penza. Podía quedar
allí un punto para la recepción y la expedición de la literatura. Pero montar el
aparato en dicha localidad no era conveniente.
Expuse mi plan a Innokenti, y él lo aprobó. La base del aparato sería
Samara. Pero los puntos de recepción debían estar fuera de dicha ciudad. Por
la noche vimos a V. Artsibuchov, que aprobó también nuestros planes. El
Volga nos ofrecía la posibilidad de toda clase de combinaciones, pues, al fin y
al cabo, en el transcurso del verano, cada uno de los puntos podía ser utilizado
dos veces, y algunos tres. Y organizar en cada uno de ellos una combinación
conspirativa completa no era conveniente ni ventajoso.
Decidimos definitivamente trasladar la Oficina técnica de Penza a Samara
y señalar como puntos de expedición y recepción Simbirsk, Sarátov, Sizran y
Astracán.
106

Volví a Penza a tiempo. Las autoridades locales se preparaban para recibir


al zar, que acompañaba al Extremo Oriente un tren con iconos, y procedían a
la limpieza de calles y patios. Era necesario recoger las cosas y marcharse a
otra parte. Antes de partir, Smirnov me puso en contacto con el ingeniero
Rosel, el cual se convirtió en lo sucesivo en nuestro punto de apoyo en Penza,
y con su ayuda activa se organizó allí la recepción de la literatura, la recolecta
de dinero y la instalación de la imprenta de Samara.
De Penza me fui directamente a Sarátov, donde vi a Baramzin, viejo
marxista que era considerado como bolchevique. Baramzin me dijo que no
había por qué prepararse especialmente, pues en cualquier momento se podía
encontrar un local y los medios necesarios para hacer el transporte. Afirmó,
asimismo, que Sarátov era más conveniente como base para la Oficina de
Los profesionales [V.N. Sololov]

transporte.
Como el zar no había aún pasado por Samara, y en Sarátov ya no tenía nada
que hacer, decidí ir a Uralsk, punto que resultaba muy cómodo para nuestros
fines, pues hasta entonces no había sido utilizado desde el punto de vista
conspirativo. Sin embargo, no obtuve ningún resultado práctico del viaje, pues
no pude encontrar a ningún conocido. Me marché aquel mismo día, y en vez
de Uralsk se utilizó Oremburgo, pero exclusivamente para la literatura del
extranjero.

III

Cuando volví a Samara, Innokenti ya no estaba allí. Nos quedamos Artsi—


buchov y yo. Artsibuchov era un hombre honradísimo y bondadoso. A pesar
de su vejez no abandonaba la actividad revolucionaria. Todo su tiempo y todos
sus recursos, excepto los más necesarios para llevar una existencia modesta,
los consagraba a la revolución. Su casa estaba siempre abierta a todo el
mundo. En su juventud, cuando era todavía un gran terrateniente, había dado
toda la tierra a los campesinos y se había ido a recorrer las aldeas para
propagar las ideas revolucionarias. Dos veces fue deportado a Siberia, y
durante la segunda deportación empezó a estudiar El Capital. Desde entonces
no lo dejó más y cada vez que le metían en la cárcel —lo cual sucedía con
frecuencia— reanudaba el estudio de dicha obra.
Establecimos la relación con Simbirsk, donde teníamos a dos jóvenes
compañeros, los cuales nos ayudaron brillantemente.
107

Recibimos un talón para Sarátov. No tuve más remedio que ir solo, pues el
auxiliar prometido desde el centro todavía no había llegado. En la redacción
del periódico a que fui dirigido me mandaron al funcionario de Estadística I.
Goldenberg. Para recibir la literatura me indicaron el domicilio de un joven
llamado Fiódorov. Para todo lo demás me dejaron librado a mí mismo. De
manera que, por una vez, tuve que recibir la literatura yo mismo y llevarla a
casa de Fiódorov. Menos mal que el cesto no era muy grande. Pero había que
hacer la distribución de tal modo que ninguna localidad más o menos
importante se quedara sin literatura. A Astracán debía ir alguien de Sarátov.
Los demás paquetes los debía llevar yo mismo por el Volga.
La literatura era extranjera, periódicos y unos cuantos folletos. Con una
«mercancía» tal los compañeros me recibían con los brazos abiertos.
Ese primer viaje, a pesar de su brevedad, dio ya algunos resultados. Por lo
Los profesionales [V.N. Sololov]

menos se pusieron de manifiesto con suficiente claridad la fuerza de la


organización local y las proporciones del trabajo.

IV

En Samara, lo mismo que en Sarátov, el Comité desenvolvía su actividad.


En el Comité actuaban en calidad de figuras principales V. P. Pozern y
Pototski, el cual más tarde se hizo menchevique. Hicieron su aparición en
Samara estudiantes excluidos de las ciudades universitarias y que podían ser
utilizados para tales o cuales funciones. Gracias a esta circunstancia pudimos
organizar nuestro aparato.
El primer viaje por el Volga nos demostró que había que organizar las cosas
como si se tratara de una empresa comercial, valiéndonos de nuestros
viajantes. El viajante, sobre todo si charlaba menos que los demás, inspiraba
una cierta confianza. Los camarotes de segunda clase daban la posibilidad de
aislarse y de hacer toda clase de manipulaciones con el equipaje.
El Comité me recomendó a Vania (Eidelson), al cual era difícil utilizar por
el momento para la labor local. Había sido puesto en libertad hacía poco y no
podía encontrar trabajo. Era buen colaborador, pues no se desconcertaba y
tenía un gran sentido práctico. Como secretario actuaba E. D. Strunina,
desterrada de Kazán. Y, finalmente, Noskov nos mandó de Kiev al externo
Víctor (no me acuerdo de su apellido), hombre de una gran astucia y habilidad
y de una extraordinaria reserva.
108

Tuvimos que separarnos con gran sentimiento de Andréi Kokosov. En


verano había sido incorporado a filas y mandado a Simbirsk. Pero no tardó en
ser detenido por su actividad y mandado a Nizhni en un barco. Le acompañaba
un oficial, con el cual hacía el viaje en un camarote de primera clase, a cuya
puerta se había puesto un gendarme. A primera hora de la mañana, al llegar a
Kazán, Kokosov, de uniforme y con una toalla al hombro se fue al lavabo, y,
al poco rato, dejando el uniforme allí, salió vestido con una blusa y, pasando
por delante del gendarme, bajó a la orilla. Un coche... Kazán... una barbería...
la estación... Y a través de Inza-Sizran llegó a Samara.
Hablamos extensamente con él. Nos hubiera sido muy útil para nuestro
trabajo, pero dejarlo allí habría sido peligroso. Por esto tuvimos que mandarle
a Moscú.
En la segunda mitad del verano habíamos ya extendido nuestras
Los profesionales [V.N. Sololov]

operaciones por el Volga, desde Nizhni hasta Astracán, y fuera de la zona del
Volga, por Vorónezh, Tambov, Penza, Ekaterimburgo, Cheliábinsk, Ufa,
Oremburgo. Nos propusimos, asimismo, conquistar Siberia, a donde había ya
mandado desde Astracán una expedición de cerca de dos puds.
Recibíamos talones casi todas las semanas, y uno de nosotros se ponía en
camino, provisto previamente de las instrucciones necesarias.
Tomamos en nuestro grupo a otro colaborador, estudiante de la escuela de
Agricultura, al cual llamaban Zaratustra, aunque este nombre no le conviniera
en lo más mínimo. Era un muchacho para el cual la actividad revolucionaria
ocupaba siempre el primer lugar.
Nos procuramos pasaportes en blanco y sellos. Teníamos un grabador a
nuestra disposición. Disponíamos también de pasaportes y sellos auténticos.
No costaba nada, por ejemplo, que un hombre no conocido por la policía
«perdiera» su pasaporte. Se publicaba el anuncio, que costaba tres rublos y un
kopek y se le daba un pasaporte nuevo, que nosotros utilizábamos. O bien, se
moría alguien en el hospital, donde teníamos a un médico y a una practicante,
se enterraba al muerto, pero el pasaporte era utilizado por alguno de los
nuestros durante mucho tiempo. De manera que no en vano se había dicho
que el ruso estaba compuesto de alma y pasaporte; incluso cuando el alma
hacía ya meses que vagaba por el otro mundo, el pasaporte seguía existiendo
en esta tierra pecadora.
La Oficina expedía mensualmente de treinta a cuarenta puds de literatura.
109

He aquí que recibimos dos talones consignados a dos direcciones distintas.


Desde Bakú se mandaban «zapatillas caucasianas» a Sarátov y a Astracán.
Convinimos con Vania que me marcharía inmediatamente a Astracán, que
dentro de tres o cuatro días él saldría para Sarátov y que nos encontraríamos
allí.
En Astracán no se había recibido ningún aviso. Cuando di la sorpresa a O.
A. Varentsova, ésta me dijo:
— Pero, ¿qué podemos hacer? No tenemos ningún domicilio preparado.
Hubierais debido advertirnos.
— Si lo hubiéramos hecho, os hubierais preparado, habríais entablado
negociaciones y el círculo de los enterados se habría ampliado, lo cual no
es siempre conveniente. Ya nos arreglaremos como podamos.
— No sé cómo lo haremos.
Y añadió:
— ¿Cuándo hay que hacerlo?
Los profesionales [V.N. Sololov]

— Hoy, mañana.
— ¡Vaya una gente!
Y, sin embargo, encontró todo lo necesario. Recibimos la literatura casi
aquel mismo día. Todo salió a pedir de boca. Una parte de la literatura fue
empaquetada para que yo pudiera llevármela hasta Sarátov, y otra debía
expedirla desde Astracán, para Tomsk.
La entregué a la compañía de transportes La Esperanza. La caja era
excesivamente pesada, lo cual podía parecer sospechoso. Era preciso inventar
una mercancía conveniente. Me acordé de que en aquellos días había leído que
el Instituto Tecnológico de Tomsk hacía expediciones al Cáucaso. Y escribí:
«Colecciones mineralógicas». Me tomaron el talón para fijar la tarifa. Un rato
después el funcionario me dijo:
— Esta mercancía no la tenemos.
— Pero esto no es una mercancía.
— Pues ¿qué es?
— ¿Sabe usted.? Piedras... Conchas... Minerales... recogidos por profesores y
estudiantes.
— Pero, ¿de acuerdo con qué tarifa podemos valorar esto? En la nomenclatura
no figura.
— Pues póngale usted algo que se le parezca.
— Permita usted, pues, que le ponga otro título, por ejemplo «Manuales
científicos».
— Manuales científicos, esto significa... libros.
— ¿Y qué? A mí me es absolutamente igual.
— Pero entonces la tarifa será más cara.
— Que lo sea.
Al fin nos pusimos de acuerdo. Los portes costaban un poco más de veinte
rublos.
— Haga usted el favor de pagar.
— ¿Pagar? Lo pagarán a la recepción.
— Cuando la mercancía se manda al portador... corremos el riesgo de trabajar
en vano.
Esto era un nuevo golpe.
Es verdad que había tomado ya previamente el billete hasta Sarátov, pero
la suma que me pedían no la tenía.
— ¿Cómo quiere usted que pague de mi bolsillo cuando me han pedido
sencillamente que mande esto? Temo que no me quede bastante dinero
Los profesionales [V.N. Sololov]

para el viaje.
— ¿No podría usted pagar aunque no fuera más que la mitad?
— Esto sí, para dejarle tranquilo a usted y no perder el tiempo.
Para llegar a Sarátov no me quedaban más que unos tres rublos. Como no
quería volver a casa de Varentsova, que estaba lejos, me fui directamente al
barco.

VI

Llegó el Maestro (que cambió más tarde su nombre por el de Diablo), que
Varentsova nos mandaba de Astracán. Precisamente acabábamos de recibir
un talón consignado a Samara, lo cual procurábamos evitar siempre.
Propusimos al Maestro que se buscara inmediatamente un domicilio y
recibiera en el mismo dicho canasto, en calidad de equipaje. Le dimos un
pasaporte a nombre de Grigori Ivánovich. Pero antes de que el pasaporte
estuviera registrado, la literatura había sido ya recibida y distribuida.
Cuando se recibió un talón para literatura del extranjero con la advertencia
de que nos mostráramos prudentes en la recepción en vista de la negligencia
con que había sido hecho el embalaje, se confió esta operación al propio
Maestro.
— Hay que ir a Sarátov. La mercancía está en la estación de ferrocarril. Es
posible que la observen. Por lo tanto, hay que hacer algunas investigaciones
previas.
— Está bien.
Le di las direcciones de un comerciante y de un veterinario militar que
podían tener relaciones con los ferroviarios. Por prudencia no le di ninguna
dirección para el reparto y el transporte.
— Haga usted el embalaje de nuevo y llévese la literatura a su casa.
— Está bien.
Durante toda una semana no tuvimos ninguna noticia de él, a pesar de que
habíamos convenido que mandaría una postal a las señas que le habíamos
indicado. La postal no se recibió hasta diez días después: «Estoy bien de salud.
Me pongo en camino. Saludos».
En Sarátov, al efectuar las investigaciones preliminares, se supo que la
mercancía había sido llevada a la habitación de los gendarmes, con la
indicación de que el consignatario se fuera allí para levantar un acta relativa
Los profesionales [V.N. Sololov]

al mal estado del embalaje.


El Maestro se pone en relación con los obreros ferroviarios y busca el medio
de apoderarse del canasto.
112

Al atardecer, cuando en la habitación de los gendarmes no había más que


un agente, a poca distancia de allí empezaron a resonar disparos de revólver y
a oírse gritos de auxilio. Empezó la confusión en la estación. El gendarme
salió de la habitación, revólver en mano, como alma que se lleva el diablo. E
inmediatamente, tres individuos penetraron en la habitación y se llevaron el
canasto. Un cochero lo llevó a su vez inmediatamente a un domicilio
preparado de antemano. Desde allí se tomó otro coche y se llevó el canasto a
otro sitio. Embalar de nuevo la literatura fue cosa de media hora, y una vez
hecho esto, se llevó a un tercer sitio, donde se guardó durante dos días.
Con auxiliares como esos, trabajar resultaba ya mucho más fácil.
Una página de la historia de la actuación clandestina [V.N. Zalejski]

113

UNA PÁGINA DE LA HISTORIA DE LA ACTUACIÓN


CLANDESTINA
V. N. Zalejski

La recepción de literatura del extranjero y su difusión por Rusia en 1911,


en la época en que dominaba la clandestinidad más profunda, constituye, a mi
juicio, una de las páginas más interesantes e instructivas de la historia de
nuestro Partido. Una de las particularidades de dicho trabajo consistía en que,
a pesar de que había penetrado en el centro de distribución de literatura el
provocador Briandinski, esta última llegaba regularmente, se distribuía de un
modo sistemático, y durante todo el año no hubo ni un solo fracaso (si se
exceptúa la detención casual del compañero Cherepánov de Ekaterimburgo, a
cuyo nombre se hacían las expediciones). Cuando, a fines de año, Briandinski,
concentrando en sus manos todos los datos que había podido recoger intentó
provocar el fracaso de toda nuestra organización de transporte, lo único que
consiguió fue su propio fracaso.
El hecho de que desde principios de 1911 nuestro transporte saliera del
estado de letargo en que se hallaba a fines de 1910, cuando el representante
de la comisión del transporte del Comité Central era Briandinski, hay que
atribuirlo ante todo a la experiencia de nuestro viejo especialista en esta
esfera, el compañero Alberto (Piátnitski), el cual obligaba al provocador a
trabajar como era debido.
La misión de Briandinski consistía, como dice en una de sus cartas al
director del Departamento de Policía, Deletski, en paralizar la distribución de
la literatura ilegal en Rusia. En los primeros tiempos intentó hacerlo dejando
que aquella se pudriera en la frontera, con el pretexto de que se habían perdido
las relaciones y los compañeros que se le mandaban como auxiliares habían
sido detenidos. Si la literatura llegaba a veces a Moscú y a Petersburgo, iba a
parar «casualmente» al Departamento de Policía.
Cuando la Comisión Técnica del Comité Central confió la dirección
práctica del transporte en el extranjero al compañero Alberto, éste llamó ante
todo la atención sobre el trabajo de Briandinski como representante ruso.
Alberto consideró completamente insatisfactorio el informe de aquél relativo
a la organización del transporte en Rusia y le declaró categóricamente que, si
el trabajo no daba resultados inmediatos y palpables, esto significaría, ante
todo, su incapacidad, e inmediatamente le destituiría a él y a sus auxiliares.
114
Una página de la historia de la actuación clandestina [V.N. Zalejski]

Briandinski se halló ante el dilema de organizar el transporte como era


debido o de verse reducido a cero, y eligió lo primero.
Ante todo, procuró encontrar a un buen colaborador capaz de hacer su
trabajo, pues, por lo visto, en su calidad de agente de la policía, no quería
trabajar para la revolución. Enterado de que yo, a quien conocía bien desde
1902 y que acabado de salir de la cárcel me hallaba en Kazán, me ofreció dicho
trabajo.
En cierta ocasión, al volver a casa encontré un billete concebido así: «Si esta
tarde se va usted al número tal de la fonda Schetinkin encontrará a un amigo,
a quien conoce muy bien y que estará muy contento de hablar con usted».
Me voy a la dirección indicada y me encuentro allí a Briandinski. Mi
sorpresa no tuvo límites cuando me enteré de que era el encargado del
transporte de la literatura del Comité Central de nuestro Partido a Rusia, y
que había venido a Kazán especialmente a buscarme.

«Me enteré por mi mujer, que en verano vino a Kazán, de que usted estaba
aquí y buscaba el modo de ponerse en relación con el Partido. Precisamente
tengo necesidad de un compañero de confianza que pueda ayudarme a
organizar como es debido el transporte del extranjero. Naturalmente, el
trabajo tendrá, ante todo, un carácter técnico, pero es preciso un
organizador experimentado y conspirativo. Su misión consiste en
encontrar a gente que trabaje bajo su dirección y responsabilidad y,
asimismo, en organizar Grupos de tres individuos en las distintas
localidades. Como regla general, esos Grupos deben ser independientes de
las organizaciones clandestinas existentes. El encargado del transporte
estará en relación directa con dichos Grupos, los cuales servirán de
instancia intermediaria entre nosotros y las organizaciones locales. Con
esto conseguiremos que la literatura llegue a su destino y la máxima
garantía contra las redadas de la policía.»

Huelga casi decir que acepté gozosamente la proposición.


Briandinski no tardó en mandarme dinero y un pasaporte a nombre de Iván
Vasílievich Kirílov, y me fui a Moscú.
Briandinski me esperaba ya con impaciencia.
115

— Hemos perdido el contacto con los contrabandistas de la frontera —me


dijo— Ha sido mandada ya literatura del Partido y se hallaba en la frontera.
La primera tarea de usted consiste en irse a Grodno y buscar a Yósiv Matus.
Una página de la historia de la actuación clandestina [V.N. Zalejski]

Lo único que sé es que tenía una salchichería, que la ha cerrado hace poco,
y que ha desaparecido. Tiene usted que decirle que va de parte de Natasha
y le dará de mi parte cincuenta rublos que le debo. Matus puede ponerle
en relación con el campesino Karasevich. Si lo consigue usted, telegrafíeme
enseguida y me pondré en camino.
Por los datos que se me habían dado no era muy fácil encontrar a Matus.
Llegué a Grodno sin ningún plan decidido.
Durante dos días recorrí todos los alrededores, pero no encontré ni rastro
del que buscaba. ¿Qué hacer? No tuve más recurso que valerme de uno de los
innumerables mandaderos que a cada paso os ofrecen sus servicios en
poblaciones de aquel género. Era preciso únicamente hacer las cosas de un
modo suficientemente conspirativo para no infundir sospechas. Dije al
mandadero que era representante de una casa de salchichería de Moscú, que
tenía relaciones comerciales con Matus, pero que durante los seis meses que
yo no había pasado por allí, éste había desaparecido y desconocía su domicilio
actual. Al día siguiente, el mandadero me comunicó que Matus había
liquidado el negocio y abierto una taberna en un sitio que me indicó.
Mi alegría fue grande. Por consideraciones de orden conspirativo, aquel
mismo día anuncié en la fonda que salía para Moscú. Dejé el equipaje en la
estación, en consigna. Pasé algunos días sin domicilio, pernoctando en los
bosques de los alrededores, y luego busqué un pequeño piso donde me instalé
como viajante de la editorial La Instrucción, de Moscú. Una semana después,
persuadido de que nadie me seguía, me fui a buscar a Matus.
Matus era un viejo de pelo blanco y de aspecto agradable que inspiraba
confianza. Me senté a una mesilla situada cerca del mostrador. Pedí comida y,
aprovechando un momento oportuno, le dije al patrono que iba de parte de
Natasha. Poniéndose en guardia, pero sonriendo agradablemente, Matus se
informó del estado de salud de Natasha, de su manera de vivir, con el
propósito evidente de «tantearme». A Natasha yo no la conocía, y para no
despertar las sospechas del viejo con alguna respuesta inconveniente, le dije
que le traía los cincuenta rublos que aquélla había de devolverle. Esto le hizo
más confiado. Vio que, en el fondo, yo estaba al corriente de las cosas, y como
lo que le pedía no era mucho, no le fue difícil darme satisfacción; al fin y al
cabo, lo que solicitaba de él era únicamente que me pusiera en contacto con
Karasevich.
116

Matus me dijo que éste trabajaba en unas obras que se estaban realizando
en la orilla del Niemen, donde, en efecto, le encontré. Por lo tanto, pude
Una página de la historia de la actuación clandestina [V.N. Zalejski]

restablecer muy rápidamente el contacto perdido, cosa que durante mucho


tiempo Briandinski «no había podido conseguir».
Mandé un telegrama a Briandinski, el cual llegó rápidamente, y al enterarse
de que el contacto había sido restablecido y de que la literatura estaba intacta
mostró una gran alegría.
Dos días después, un campesino trajo a mi domicilio la literatura «perdida».
Con la mitad de la recibida me fui a Moscú, donde debía esperar al propio
Briandinski o sus indicaciones, y la otra mitad se la llevó consigo este último
con destino a Dvinsk y Petersburgo. En Moscú debía encargarme de organizar
el Grupo de tres para la difusión de una parte de la literatura, y el resto debía
entregarlo al ingeniero Bogdánov, para que lo guardara.
Conseguí organizar muy pronto el Grupo con ayuda del obrero Vasíliev.
Era éste un viejo y experto conspirador, que trataba únicamente conmigo y no
entró a formar parte del Grupo.
Estuve en Moscú más de un mes sin recibir instrucción alguna de
Briandinski. Finalmente, me escribió invitándome a ir a Dvinsk, donde había
fijado su residencia y se hacía pasar por ingeniero.
Briandinski me comunicó que el compañero Alberto exigía
categóricamente que se expidieran sin pérdida de tiempo las proclamas del
Primero de Mayo y, como quedaba poco tiempo, me encargaba que las
recogiera en la frontera y las mandara a todo el país desde cualquier ciudad
central de Rusia.
A fin de «acelerar» las relaciones con Alberto, me comunicó asimismo la
dirección del mismo y la cifra. Como tal, se utilizaba la obra de [Knut]
Hamsun, El hambre, en su tercera edición de la Biblioteca Universal. Había
que utilizaría del siguiente modo: al principio de la cifra se ponían cinco
fracciones decimales ficticias. La sexta fracción, en la suma del numerador y
del denominador daba la página necesaria por la cual yo cifraba, o me
mandaban los documentos cifrados a mí. Después seguían otras cinco
fracciones ficticias y sólo entonces empezaba la cifra. Cifrábamos la línea
entera sin separar las palabras. El numerador de la fracción indicaba la línea y
el denominador la letra en dicha línea. Las vocales no debían repetirse. Era
casi imposible descubrir esa cifra si no había provocación.
117

Briandinski me dio carta blanca para la difusión de las proclamas de


Primero de Mayo, exigiendo sólo una cosa, que llegaran a destino a tiempo.
Por lo tanto, a partir de aquel momento, Briandinski conservaba sólo la
dirección nominal.
Una página de la historia de la actuación clandestina [V.N. Zalejski]

Por una antigua costumbre conspirativa no me inclinaba a informarle de


todos los detalles de mi trabajo. Me incitaba sobre todo a ello la desconfianza
instintiva que empezaba a inspirarme. Ésta había sido originada ante todo por
el modo de vivir de Briandinski. Veía que, tanto en Moscú como en Grodno y
en Dvinsk gastaba el dinero sin limitación, lo cual me causaba sorpresa, pues
yo sabía que era un «[revolucionario] profesional», y el Partido daba entonces
a éstos cuarenta rublos mensuales. Lo segundo que me llamó la atención fue
que se dispusiera a marchar al extranjero, de donde había llegado
recientemente, y que a mi pregunta de cómo pensaba hacerlo me contestara
que iba a efectuar el viaje de un modo completamente legal, con un pasaporte
que le había dado el gobernador. Y, finalmente, en cierta ocasión, al volver a
casa, en Grodno, le sorprendí en la misma revolviendo mis papeles y, sobre
todo, examinando el carnet de notas que había dejado sobre la mesa. Cogido
de improviso, se inmutó y me dijo que me «controlaba». Todos estos hechos
me inclinaban a la desconfianza, y, por esto, me causó un gran contento la
posibilidad de relacionarme directamente con Alberto.
Ante todo, me ocupé de buscar un sitio donde fuera cómodo instalar el
depósito central de la literatura, y de elegir los auxiliares necesarios. Después
de meditar la cuestión, opté por la ciudad de Novozibkov, provincia de
Chernígov, donde vivía Manía Chembariova, antigua conocida mía desterrada
de Yekaterinoslav.
Con el fin de ver sobre el terreno hasta qué punto dicha localidad resultaba
cómoda para los fines que me proponía, me fui personalmente allí. Me
presenté como el novio de Chembariova y, de este modo, no infundí sospecha
alguna. La localidad me pareció conveniente desde todos los puntos de vista.
Gracias a las relaciones de Chembariova encontramos a tres compañeros,
cada uno de los cuales, sin saberlo los otros, accedió a guardar literatura en
su domicilio. Resultó particularmente útil para mí el dependiente de una de
las tiendas de tejidos, llamado Volodia, el cual tenía la posibilidad completa
de guardar literatura en el almacén de la tienda. Los demás guardaban la
literatura en canastos en casa de unos parientes lejanos, so pretexto de que se
trataba de objetos suyos. De este modo tenía siempre la posibilidad de
concentrar en Novozibkov, en tres sitios distintos, algunos puds de literatura.
No necesitaba nada más.
118

Resuelta esta cuestión, había que pensar en la organización de las remesas


por correo. Me ayudó asimismo en este sentido Chembariova. En Gomel tenía
relación con un grupo de compañeros de distintas localidades, que se hallaban
Una página de la historia de la actuación clandestina [V.N. Zalejski]

bajo la vigilancia de la policía. Me puse en relación con ellos y tuve la


posibilidad de reclutar algunos auxiliares. Por su mediación encontré también
ayudantes en Klintsov, gente que la policía desconocía completamente y que
no sabían más que una cosa: que cuando les trajeran un paquete con una
determinada dirección debían ir a Correos y expedirlo en nombre de uno de
los habitantes notorios. Cada uno de ellos conocía sólo una dirección, esto es,
el uno expedía a Nizhni, el otro a Kiev, etc. Así, en caso de que se descubriera
el envío, el remitente no podía dar ninguna información a la policía. La
dirección que conocía debía, de todos modos, llegar a conocimiento de aquélla
en caso de que se descubriera el paquete. Cada uno de ellos sabía que mandaba
literatura clandestina, pero ignoraba completamente de dónde la recibía. En
el caso extremo podía correr riesgo el compañero que entregaba el paquete,
pero para evitarlo se mandaba a Correos a un observador desconocido del
remitente que debía advertirnos inmediatamente en caso de que el paquete
fuera descubierto.
Ya he dicho que procurábamos indicar como remitente el apellido de los
habitantes locales «respetados» y conocidos. Recuerdo que en Gomel uno de
los remitentes más populares era un coronel, presidente de la Asociación del
Pueblo Ruso (organización extremadamente reaccionaria). El funcionario a
quien se entregaba el paquete de esos respetables ciudadanos, al ver el nombre
se mostraba particularmente amable, y decía: «¡Ah! ¿Es de fulano? ¡A sus
órdenes!».
Todo el verano y el otoño los envíos se hicieron regularmente y llegaron
sin novedad a su destino. Únicamente a principios de otoño me enteré por los
telegramas de la prensa de que en Yekaterimburgo había sido detenido
Cherepánov en el Banco Popular, cuando se había hecho ya un envío a su
nombre. Se le había detenido antes de que recibiera dicho envío, pero esta
noticia me intranquilizó mucho. Recorté el telegrama y lo mandé a
Briandinski y, asimismo, al compañero Alberto. Temiendo que en caso de que
yo cayera se perdiera la comunicación con el depósito central, di la dirección
de Chembariova a Briandinski. Si se me detenía a mí, aquélla debía poner en
relación al hombre mandado por Briandinski con el depósito de Novozibkov
y con el aparato de distribución de Gomel y Klintsov. Esta prudencia
conspirativa no dio la posibilidad a Briandinski, cuando el 15 de octubre de
1911 entregó mi nota a la policía, de indicar la dirección del depósito y
descubrir el aparato de distribución. En su nota se limita a decir que yo llevaba
literatura a Novozibkov, donde, con ayuda de gente de Klintsov y Gomel, la
Una página de la historia de la actuación clandestina [V.N. Zalejski]

remitía en paquetes postales. No pudo dar ninguna dirección de Gomel y


Klintsov, y de Novozibkov dio únicamente la de Chembariova, presentándola
como mi domicilio central y como el depósito, lo cual no era cierto.
119

El hecho de que esta traición se cometiera tan tarde se explica por


consideraciones que posteriormente aparecieron con toda claridad. Después
de las advertencias que el compañero Alberto le había hecho en la primavera,
en el sentido de que el mal funcionamiento del transporte pondría en
evidencia la incapacidad de Briandinski como organizador, éste no podía ya
descubrir el transporte sin poner en riesgo su reputación. Para conseguir su
objetivo sin que la sospecha recayera sobre él, era preciso que todo el trabajo
pasara de hecho a mis manos, a condición de que Alberto lo supiera y se
relacionara conmigo. Puesto que todas las relaciones, tanto en la frontera
como en Rusia, todas las direcciones y demás se hallaban en mis manos, y que
el aparato de distribución había sido organizado por mí, el descubrimiento de
toda la organización del transporte dejaba a Briandinski en la sombra. Con
este fin me lo pasó todo a mí, me puso en relación directa con Alberto y me
dio la posibilidad de trabajar unos meses.
Por la nota de Briandinski a que he aludido, la policía de Moscú obtuvo la
dirección de Kirílov (que era yo) y del depósito de Novozibkov. Pero esta
dirección, a la cual Briandinski me escribía y me mandaba el dinero, era sólo
la de Chembariova. Este «error» de Briandinski determinó el fracaso no del
transporte, sino el suyo propio... He aquí cómo ocurrieron las cosas.
A fines de octubre o principios de noviembre, Alberto me comunicó que
había llegado a la frontera una expedición de literatura, y la llevé al depósito.
Dejé allí una gran parte de la expedición y transporté una parte de la misma a
Gomel para empezar el envío por correo. Me quedé en esta última población
dos o tres días. Entretanto, en Novozibkov ocurrían acontecimientos...
120

Se había recibido un giro de Briandinski a nombre de Chembariova. Por la


tarde se le había presentado uno de los compañeros que guardaban parte de
la literatura y le pidió que le guardara por un día cuatro ejemplares de las actas
del Congreso de Londres que yo le había entregado antes de marcharme. A
pesar de que le había dado la orden rigurosa de que no tuviera nada
clandestino en su casa, accedió a la petición del compañero. Por la noche se
presentó la policía, que iba en busca de V. I. Kirílov. A Kirílov no le
encontraron, pero en cambio, al efectuar el registro, encontraron las cuatro
actas mencionadas y el talón del giro de Briandinski con su dirección de
Una página de la historia de la actuación clandestina [V.N. Zalejski]

Dvinsk. (Por lo visto, Briandinski estaba tan persuadido de su «inviolabilidad»


que siempre daba su verdadera dirección.) Chembariova fue detenida, se
llevaron la literatura y el giro y se dejó a unos agentes en el piso para
esperarme.
La llegada de los gendarmes, el registro y la detención de Chembariova
produjeron una enorme sensación en aquella villa somnolienta.
Sin sospechar nada, dos días después de estos acontecimientos llegué a
Novozibkov. Cuando bajé del tren y atravesé la estación noté que era el centro
de la curiosidad general; algunas de las personas que estaban en la estación
fijaron su atención en mí e incluso algunos de ellos salieron fuera para ver a
dónde iba. Esto me pareció extraño, pero no di importancia
«política» a la cosa, pues estaba seguro de que no había peligro alguno. Sólo
guiado por una prudencia instintiva me aparté de las calles principales y me
dirigí al domicilio de Chembariova por callejones. Empezaba a oscurecer... A
poca distancia de mi casa encontré a un grupo de estudiantes del Instituto
Técnico. Las mismas miradas sorprendidas y curiosas que en la estación...
Apenas había dado algunos pasos, cuando uno de ellos se me acerca y me dice:
— Discúlpeme. ¿Adónde va usted?
— A casa —contesto asombrado.
— ¿Al domicilio de Altschuler? Allí hay policías que le esperan.
¡Estaba lucido! En el bolsillo no tenía más que diez kopeks; no había ni tan
siquiera la posibilidad de tomar el tren. Entretanto se acercaron los demás
jóvenes. Viendo su excitación y la simpatía evidente que se reflejaba en sus
rostros, les dije que no podía marchar, porque no tenía dinero y el tren tardaría
en salir.
120

— ¡No se preocupe usted, ya le ayudaremos! —contestaron los muchachos—


. Vámonos a nuestra casa. No debe usted ir ahora por las calles, pues le
conoce mucha gente.
Rodeado de los jóvenes, con uno de los cuales cambié la gorra, me fui al
domicilio de uno de ellos, donde me dieron de comer y de beber, recogieron
tres rublos, y cerca de las cuatro de la madrugada, cuando salía para Gomel
un tren de mercancías, yo, afeitado y con el uniforme de alumno del Instituto
Técnico, me fui a la estación en compañía de un alegre grupo de estudiantes.
Salimos juntos al andén y tomé el tren sin novedad. Ignoro quiénes eran esos
jóvenes y cómo me conocieron; pero lo que sé es que me salvaron...
Antes de marcharme, a fin de desorientar a la policía, escribí una carta a
Chembariova, diciéndole que por asuntos «comerciales» había de pasar por
Una página de la historia de la actuación clandestina [V.N. Zalejski]

Novozibkov sin detenerme allí, y que ya le escribiría desde Moscú, donde


permanecería algún tiempo. Después de mi salida, uno de los estudiantes echó
al buzón de la estación esta carta, la cual llegó a su destino y fue a parar a
manos de la policía. Posteriormente, Chembariova me hizo saber que las
autoridades habían comprendido el verdadero valor de la carta. El juez, al
interrogarla, se la leyó y le dijo: «Su novio nos ha enredado, estaba aquí, se
nos escapó y aún se burla de nosotros. Pero si no hoy, mañana caerá en
nuestras manos, pues conocemos su verdadero apellido: Zalejski».
Al llegar a Gomel, «lavé» el pasaporte a nombre de I. B. Kirílov y lo extendí
al de Vladimir Nikoláievich Borísov, con el cual me instalé en aquella
localidad. No me consideraba con derecho a irme a otro sitio antes de aclarar
cuál había sido la suerte de los depósitos dejados en Novozibkov. No tardé en
saber que éstos estaban intactos, pero que había caído un giro en manos de
los gendarmes. Esta circunstancia me hizo temer por la suerte de Briandinski,
pues estaba seguro de que el giro era suyo.
Mando un telegrama, redactado en términos convencionales, a Briandinski,
advirtiéndole del peligro, e inmediatamente escribo a Alberto dándole cuenta
de lo sucedido. ¡Cuál no sería mi asombro al recibir una carta de Alberto
diciéndome que Briandinski, detenido por Dvinsk, a los pocos días había sido
puesto en libertad, y abandonándolo todo, se había marchado al extranjero!

«Todo esto —escribía el compañero Alberto— nos ha producido una


impresión aplastante. Dígame usted todo lo que sepa del pasado de
Briandinski. Naturalmente, las antiguas direcciones conocidas de éste
deben ser anuladas. Le mando otras.»
122

La carrera de Briandinski como agente de la policía terminó con esta


detención casual. Su papel era ya claro para todo el mundo. Sin embargo, él
no lo sospechaba aún y no relacionaba su detención con lo sucedido en
Novozibkov, como se ve por el informe mandado al director del Departamento
de Policía Deletski, en el cual dice que ha sido casualmente detenido y que se
va a París con el fin de penetrar en la Conferencia [de Praga] del Partido en
calidad de representante del Grupo Técnico. Sin embargo, no lo consiguió.
Por lo tanto, todo el trabajo de Briandinski en 1911 no causó perjuicio alguno
al Partido.
Conseguí pronto sacar de los depósitos de Novozibkov toda la literatura,
crear un depósito en Gomel, recibir otra expedición del extranjero y mandarla
Una página de la historia de la actuación clandestina [V.N. Zalejski]

a las nuevas direcciones. Mi actividad en esta esfera continuó aún dos meses,
hasta que el transporte fue reorganizado sobre nuevas bases y se me confió
otro trabajo.
La técnica del Comité Central en el Norte [D. Guershanovivh]

123

LA TÉCNICA DEL COMITÉ CENTRAL EN EL NORTE


D. Guershanovich

En el otoño de 1904 la Oficina Técnica del Comité Central era dirigida por
A. P. Liubímov (Mark).
Después de cumplir algunos encargos de dicha Oficina se me indicó que
fuera a Drezna, en la línea de Nizhni-Nóvgorod, a fin de entrevistarme con D.
Líberman, que tenía una pequeña farmacia cerca de la estación. Se proyectaba
instalar en dicha farmacia una pequeña imprenta. Antes de mi llegada se había
mandado allí la letra, la máquina de imprimir y los accesorios.
En la farmacia vivían Líberman y su mujer, ambos jóvenes. Él, un hombre
impulsivo y exaltado, se hallaba, por lo visto, en la luna de miel de su
actuación revolucionaria. Su mujer, muy joven, era un poco cobarde, pero a
primera vista parecía dispuesta a arriesgarse y sacrificarse. Más tarde su
sinceridad se puso de manifiesto y repercutió desfavorablemente en nuestras
relaciones y en el éxito de nuestro trabajo.
Los Líberman me dieron una buena acogida y me demostraron que, desde
el punto de vista conspirativo, el sitio se hallaba por encima de toda crítica.
Consiguieron convencerme de ello, pero, al mismo tiempo que decidí dejar la
imprenta allí, era necesario tomar algunas medidas tanto de carácter
conspirativo como técnico. Con este propósito me fui a Smolensk a ver a
Mark, el cual me encargó la instalación definitiva. En Drezna, a poca distancia
de la estación, había una fábrica de tejidos en la cual trabajaban miles de
obreros y obreras. Los clientes de la farmacia eran exclusivamente los obreros
y empleados de dicha fábrica, y Líberman no sólo tenía que ejecutar las recetas
y dedicarse a la venta al detalle, sino también actuar a veces como médico y
prescribir él mismo medicinas para las dolencias poco importantes. Desde las
nueve de la mañana hasta las doce de la noche la puerta de la farmacia se abría
a cada instante para dar paso a los clientes.
En los primeros tiempos esta circunstancia nos intranquilizaba mucho,
pero después nos fuimos acostumbrando poco a poco, y considerando que no
teníamos ninguna relación con los medios obreros ni con los Grupos
revolucionarios locales y ni tan siquiera con Moscú, acabamos por hacer caso
omiso de esa circunstancia. El movimiento de la farmacia hacía necesario que
desde la mañana hasta hora avanzada de la noche estuviera constantemente
alguien en el establecimiento, lo cual repercutía en el trabajo de la imprenta.
La técnica del Comité Central en el Norte [D. Guershanovivh]

124

Éste exigía dos personas y aun tres: uno para componer, dos para imprimir.
Líberman estaba tan ocupado que no se podía contar con él. Su mujer debía
dedicarse a las faenas caseras, darnos de comer y, por razones conspirativas,
hallarse siempre en las habitaciones de delante. Me quedaba solo. Las
primeras hojas del Comité Central las compuse muy deprisa, pero por falta de
auxiliares las imprimí con gran dificultad. Fue preciso pensar en otro
compañero. Pero, ¿con qué pretexto se le podía traer a la farmacia sin infringir
las reglas de la conspiración? Yo consideraba posible vivir allí sin que nadie se
diera cuenta de mi presencia y, en efecto, entraba y salía sólo de noche, y
estando en casa, me hallaba constantemente en la habitación oscura en que
se hallaba la imprenta y donde yo trabajaba a la luz de una pequeña lámpara
de petróleo.
Líberman, a quien propuse que buscara a alguien que pudiera aparecer
como relacionado con la farmacia, me prometió escribir a un amigo con este
fin. Yo, que había recibido el encargo de ir a Kiev, me detuve en Poltava, donde
por mediación de la organización socialdemócrata encontré a una persona
conveniente para la imprenta. Era una obrera de la localidad. Me acuerdo de
su nombre, pero no de su apellido. La llamaban Liliana. Se me ocurrió la idea
de tomarla en calidad de criada de los Líberman, pero no me decidí a
llevármela conmigo y le dije que se marchara a Moscú cuando recibiera carta
mía. En primer lugar, no quería resolver la cosa sin la sanción de los demás
compañeros, es decir, de los Líberman; en segundo lugar, suponía que
Líberman había conseguido ya encontrar a un compañero. A mi regreso a
Drezna no se me hizo objeción alguna a mi proposición, y una semana
después, Uliana se presentaba en Moscú, desde donde la conduje a la farmacia.
Con la aparición de Uliana, el trabajo de la imprenta marchó regularmente,
y tirábamos hoja tras hoja. Los Líberman —David y Eva— desempeñaban el
papel de amos. Uliana, en calidad de criada para los no iniciados, se hallaba
siempre en la parte posterior de la casa, en la cocina —en realidad en la
imprenta—, donde me hallaba yo también constantemente.
Todo el local de la farmacia se componía de cuatro piezas. En la mayor
estaba la farmacia. Seguía a ésta un corredor largo y estrecho. Una puerta
situada a la derecha del mismo conducía a un pequeño comedor, que servía
asimismo de dormitorio para los «dueños».
125

La parte de la izquierda comunicaba con la cocina. Una puerta del comedor,


disimulada tras un gran armario que la ocultaba completamente, daba acceso
La técnica del Comité Central en el Norte [D. Guershanovivh]

a la pieza en que se hallaba la imprenta, cuya existencia estábamos seguros


que nadie podía sospechar. La buena marcha de la farmacia nos daba la
posibilidad no sólo de vivir con cierto desahogo, sino de gastar dinero en los
viajes relacionados con la imprenta y la adquisición de papel.
Los trabajos impresos debía llevarlos a la oficina de transportes instalada
en Kaluga, en la cual había dos compañeros, uno llamado Pedro, otro Semión.
Emprender el viaje allí con literatura era muy arriesgado, pero permitir la
entrada de los encargados del transporte era aún peor. Sin embargo, por
indicación de Mark, visitó una vez la imprenta con el fin de mantener el
contacto con la misma en caso de que yo fuera detenido durante uno de mis
numerosos viajes. Posteriormente, se instaló un punto central en Moscú, al
cual yo mandaba las hojas, que recogían después los encargados del
transporte. Entretanto, la vida en la propia imprenta no se deslizaba sin
tropiezos. Ya antes de la llegada de Uliana habían empezado las disputas entre
los esposos, y en cierta ocasión se produjo una escena tragicómica. Después
de una disputa con su mujer, Líberman quiso envenenarse; ella, dándose
cuenta de su propósito y deseando impedir que lo llevara a cabo, empezó a
luchar por apoderarse del frasco de veneno que se hallaba en uno de los
armarios de la farmacia. En aquel momento yo estaba trabajando y tuve que
presenciar la escena por el ruido que armaban. Líberman, naturalmente, no
se envenenó, y costó gran trabajo tranquilizarlos. Pero ese suceso me hizo
reflexionar y llegué a la conclusión de que era una consecuencia de nuestra
vida clandestina e intranquila. La joven esposa, no pudiendo resistir aquel
régimen severo, quería marcharse, reconquistar la libertad, y el joven esposo,
desesperado, había decidido envenenarse. Este suceso dejó una mala
impresión en mi espíritu y me indujo insensiblemente a modificar mi actitud
con respecto a los Líberman. A partir de aquel momento, empecé a ponerme
en guardia y a no tener gran confianza en ellos.
En uno de sus raros viajes a Moscú, D. Líberman volvió a casa con una gran
noticia que venía a modificar radicalmente todos nuestros planes y
predeterminó el destino de la imprenta en el segundo período de su existencia.
126

Líberman había encontrado casualmente en Moscú a un farmacéutico


conocido suyo, llamado Morgen, el cual le propuso que le arrendara una de
sus farmacias, situada en Yaroslavl, a la otra parte del Volga, en un suburbio
llamado Tveritsi. La noticia nos produjo una gran impresión. La proposición
era indudablemente interesante y atractiva, pero nos obligaba a reflexionar
seriamente y a pesar todos los pros y los contras.
La técnica del Comité Central en el Norte [D. Guershanovivh]

El aspecto positivo de la proposición consistía, en primer lugar, en que,


organizando una gran «firma» se podía ampliar el marco de nuestra imprenta
aumentando sus proporciones y su productividad; en segundo lugar, una
farmacia podía recibir, sin ningún reparo, cajas de «mercancías», es decir,
papel, y expedir productos farmacéuticos, es decir, impresos. El aspecto
negativo consistía, en primer lugar, en que, al ampliar el marco de la farmacia
y de la imprenta, era necesario introducir en nuestra empresa a nuevas
personas que el centro no tenía la posibilidad de darnos; en segundo lugar, las
reglas de la conspiración se practican habitualmente bien sólo en un círculo
reducido de personas; y, en tercer lugar, una farmacia importante exige
grandes gastos: arriendo, empleados, adquisición de mercancías, etc., etc. ¿Se
podrían cubrir todos estos gastos generales con los ingresos del
establecimiento ? En caso contrario, ¿podría cubrirlos el centro?
En una palabra, llegamos a la conclusión de que lo mejor era que resolviera
esta compleja cuestión la propia Oficina Técnica, y con este fin me puse
inmediatamente en camino para Smolensk. Después de examinar
minuciosamente el plan de traslado de la imprenta a Yaroslavl y de efectuar
un viaje allí, la Oficina Técnica decidió trasladar la imprenta a dicha ciudad,
pero a condición de instalarla no en la farmacia, sino en el piso que deberían
alquilar los Líberman en aquel mismo suburbio, no en la calle en que estaba
situada la farmacia. En dicho piso, además de los Líberman, debíamos vivir
Uliana y yo, más un compañero que nos mandó el centro en vísperas del 9 de
enero de 1905. Era un obrero de la imprenta que tenía la Iskra en Kishinev,
detenido en dicha imprenta y juzgado junto con León Goldman y su mujer.
No me acuerdo de su apellido. Sé únicamente que cuando llegó no hacía
mucho que se había evadido de Siberia.
Como practicante, Líberman encontró a un joven, simpatizante con la
revolución, llamado, si no recuerdo mal, Grischa. Como mozo se tomó a un
extraño, pero con el propósito de que no tuviera relación alguna con el
domicilio y de que viviera en la farmacia.
127

A últimos de diciembre de 1904 recibí de Mark la suma necesaria para el


pago del alquiler de la farmacia, los gastos de viaje y de traslado de la imprenta
y la adquisición de los muebles necesarios. Una semana después se había
efectuado el traslado. Todos nosotros íbamos bien vestidos, y por este motivo
nuestro traslado no suscitó ninguna sospecha.
Encontramos muy pronto el piso donde debían vivir oficialmente los
Líberman con la «criada». Era una casita pintada de verde, situada en la orilla
La técnica del Comité Central en el Norte [D. Guershanovivh]

del río. Había cuatro piezas grandes, una de las cuales destinamos a la
imprenta. Fue necesario adquirir los muebles y todo lo preciso para dar a
nuestra casa el aspecto de una vivienda habitada por una familia decente y
acomodada.
Emprendimos el trabajo a los dos días.
La labor de impresión la hacíamos yo y el compañero de la imprenta de
Kishinev. Cuando tenía necesidad de preparar la composición de una hoja, nos
ayudaban Uliana o Grischa, al cual nos mandaban desde la farmacia cuando
había en ella poco trabajo.
Sólo los Líberman y Uliana estaban oficialmente registrados en el piso. El
compañero de Kishinev y yo no nos apresurábamos a hacerlo. Mi compañero,
que se había evadido recientemente de la deportación, no tenía ningún
documento y no le quedaba otro remedio que permanecer en casa durante el
día y salir sólo de vez en cuando a dar un paseo nocturno, con gran prudencia.
Yo tenía un pasaporte auténtico, aunque no mío, pero no había pensado
todavía cómo justificar ante el medio pequeñoburgués que nos rodeaba mi
existencia legal en el piso.
Con el fin de observar más rigurosamente las normas conspirativas y
preservar a la imprenta de un fracaso casual era necesario poner fin a mis
frecuentes viajes a Moscú y Smolensk, originados por la necesidad de informar
a la Oficina Central de la situación de nuestros asuntos y recibir a veces
recursos económicos. En mi última visita a Smolensk, Mark me había
presentado a un compañero a quien llamaban Luká. Era éste un hombre de
mediana estatura y rostro moreno, que llevaba lentes oscuros, tras los cuales
nunca se podía percibir la expresión verdadera de los ojos, y que a veces
parecía ciego. Iba vestido con sencillez, pero con decencia, y producía la
impresión de un funcionario de los zemstvos. Como supe posteriormente,
estaba también en relación con la organización del Partido en Yaroslavl, y, si
no ando equivocado, trabajaba de un modo inmediato en la misma. Luká debía
estar en contacto con la imprenta por mi mediación.
128

Nuestras entrevistas tenían lugar en el centro de la ciudad, en una de las


calles más concurridas. En nuestra primera entrevista en Smolensk me dio la
dirección de Yaroslavl y me indicó el día en que debíamos vernos allí.
Celebrábamos habitualmente nuestras entrevistas dos o tres veces por
semana al atardecer, y después regresaba a mi casa, tomando toda clase de
precauciones, atravesando directamente el Volga helado, a menudo con una
temperatura de 40 grados bajo cero. Como iba vestido ligeramente, volvía a
La técnica del Comité Central en el Norte [D. Guershanovivh]

casa aterido de frío, e incluso una vez se me helaron las orejas.


Luká me informaba constantemente de las últimas noticias del Partido y
de la situación del país. Esto era ya después de los acontecimientos del 9 de
enero de 1905, que agitaron el inmenso mar revolucionario de la Rusia
insurgente, cuyas olas llegaban hasta nosotros, los cautivos voluntarios de la
clandestinidad.
En la clandestinidad se respiraba cada día más difícilmente. El impulso
revolucionario empujaba imperiosamente hacia el combate a pecho
descubierto. Este impulso lo sentíamos muy particularmente el compañero de
Kishinev y yo. Tanto a él como a mí la vida clandestina se nos hacía cada vez
más agobiante.
He de indicar aún un hecho que influyó en mi estado de espíritu
revolucionario. Poco después de mi llegada a Yaroslavl me vi obligado, a pesar
de todo, a alquilar una habitación. He señalado ya más arriba los
inconvenientes que ofrecía registrarse en el piso de la imprenta sin inventar
un motivo verosímil de mi residencia legal. Vivir ¡legalmente, ocultándose, no
era del todo fácil, particularmente después de la llegada del compañero de
Kishinev, el cual, por no tener ningún documento, se veía obligado a
esconderse. El buen sentido nos indicó a todos que lo mejor era que viviera
fuera de allí. Llegaba todos los días a las once de la mañana y me marchaba a
hora avanzada de la noche. Entraba y salía siempre sin llamar la atención,
aprovechándome de la atmósfera de silencio y tranquilidad que reinaba en las
calles del suburbio y sobre todo en la que vivíamos.
Me instalé en el domicilio de un obrero que tenía muchos hijos, y entre
ellos una muchacha de dieciocho años que, si no ando trascordado, trabajaba
en la fábrica de Korzinkin. Cuando a veces llegaba a casa más temprano, el
padre y la hija me informaban a menudo del estado de espíritu que existía
entonces entre los obreros de las fábricas de Yaroslavl. Yo escuchaba con gran
avidez sus relatos de la vida de los obreros, pero exteriormente aparecía como
un intelectual que consideraba con indiferencia lo que esa simple familia me
contaba. Explicaba mi regreso a casa a hora avanzada de la noche por mi
trabajo en el periódico, y la buena gente manifestaba su pesar por no poder
tener el gusto de verme con más frecuencia para satisfacer sus deseos
constantes de «hablar». Durante esas conversaciones debía guardar la mayor
prudencia, a fin de no traicionarme hablando de mis relaciones con la farmacia
y el domicilio de sus dueños.
129

Los Líberman y los compañeros de la imprenta conocían, por lo que


La técnica del Comité Central en el Norte [D. Guershanovivh]

pudiera ser, la dirección de mi domicilio, pero no me visitaban nunca, de la


misma manera que yo, por prudencia, no fui ni una sola vez a la farmacia.
Como consecuencia de los tormentosos acontecimientos políticos que se
desarrollaban en los grandes centros cercanos y de la atmósfera irrespirable
de la clandestinidad, que se hacía insoportable, surgieron disputas entre
nosotros.
El primer motivo de disputa fue la incontinencia extrema de la mujer de
Líberman al comprar los muebles para el piso. Se tenía la impresión de que se
preparaba para instalar un nido confortable para sí y que no le preocupaba
nada más. Yo, que economizaba extraordinariamente los recursos del Partido,
juzgaba que se permitía excesos superfluos y protestaba contra sus apetitos
pequeñoburgueses.
El segundo motivo, aún más indignante, era la conducta de la propia mujer
de Líberman para con Uliana, considerada como la «criada» de la casa. La
conspiración exigía, naturalmente, que, ante los extraños, la «señora» tratara
a la «criada» como tal. Pero cuando se permitía esa conducta en nuestro círculo
de camaradas, provocaba mi indignación y mis protestas. En una palabra,
acabamos por odiarnos mutuamente.
El marido, un hombre de carácter débil, se ponía al lado de su mujer. Por
añadidura, marido y mujer se dedicaron a hablar mal de mí al compañero de
Kishinev, el cual tampoco se distinguía ni por su firmeza revolucionaria ni por
el instinto proletario certero. Primeramente, vaciló, poniéndose ora a mi lado,
ora al de los esposos, y los conflictos eran cada vez más frecuentes.
Finalmente, a causa de la viveza de mi carácter, acabó por ponerse al lado de
los esposos.
130

Uliana era una muchacha sencilla y excelente que no gustaba de hablar. Si


bien reconocía que yo tenía razón en todos los conflictos, guardaba el más
absoluto silencio, y me veía obligado no sólo a defenderla, sino a defenderme
a mí mismo contra los innumerables y groseros ataques de mis «enemigos».
Las cosas llegaron hasta tal punto que, en cierta ocasión, inesperadamente,
Uliana, que sufría de epilepsia sin que nosotros lo supiéramos, disgustada por
esos incidentes, tuvo un ataque. No hubo más remedio que ir en busca de un
médico. Esto nos intranquilizó mucho a todos. Pero hallamos una salida.
Líberman se fue a buscar inmediatamente al médico. Su mujer estaba al lado
de Uliana, y nosotros, los ilegales, la ayudamos hasta que llegó aquél.
Este caso me hizo llegar a la conclusión de que era necesario liquidar la
imprenta o que yo me fuera de la misma. Ya antes de esto, en las entrevistas
La técnica del Comité Central en el Norte [D. Guershanovivh]

sostenidas con Luká, había puesto al corriente a este último de la situación de


la imprenta. Al principio no prestó gran atención a la cosa, pero después la
consideró más seriamente.
En la última entrevista, ya después del ataque de epilepsia de Uliana, Luká
me dio una sorpresa inesperada. La Oficina Técnica le mandaba a otra ciudad,
y para las relaciones con la imprenta se daba la dirección del periódico radical
La Región del Norte, en la cual trabajaba un compañero llamado Olguerd
Ivánovich, en calidad de secretario de redacción. Ese Olguerd Ivánovich me
produjo la impresión de ser muy buena persona, pero no un revolucionario
profesional. No era ruso, pero sí indudablemente eslavo. Se le podía tomar
por polaco, checo o galitziano. Nuestras entrevistas tenían habitualmente
lugar en una cervecería. Como es de suponer, consideré completamente
superfluo poner al corriente a Olguerd Ivánovich de nuestras querellas
«familiares», con tanto mayor motivo que las entrevistas que celebrábamos se
me antojaban inútiles. Cuando Luká se marchó, le entregué una carta para
Mark, del cual pedí solicitara verbalmente la adopción de medidas para
liquidar la imprenta o que se me mandara a trabajar a otro sitio.
A primeros de febrero, llegó inesperadamente a la imprenta el
representante de la Oficina Técnica Central. Era Andréi (Kviatkovski).
Durante el día se dedicó a escuchar nuestras quejas. Por la noche se marchó y
me pidió que le acompañara. Por el camino me comunicó la decisión de la
Oficina Técnica de liquidar la imprenta y de mandarme a Bakú, a trabajar en
la del Comité Central. Era precisamente en el momento en que los periódicos
andaban llenos de noticias sobre las matanzas de armenios y tártaros en Bakú,
organizadas por los agentes de la autocracia rusa en el Cáucaso.
131

Emprendí la liquidación de la imprenta.


Los Líberman se quedaron en la farmacia y en el piso.
Lo embalamos todo a fin de mandarlo a Moscú. Debíamos marchar los tres,
Uliana, el compañero de Kishinev y yo. Por la noche, en la última entrevista
que celebré con Olguerd Ivánovich, esta vez en la redacción del periódico, me
enteré por él de la ejecución del Gran Duque Sergio, por Kaliáyev. Los
periódicos no habían dado aún la noticia.
El día siguiente por la mañana los tres estábamos ya en Moscú, y lo primero
que hicimos fue ir a la puerta de Nikolski para ver el sitio en que había sido
ejecutado el sátrapa moscovita, pero el lugar estaba cercado por la fuerza
pública y no se dejaba pasar a nadie.
El compañero de Kishinev tenía la dirección de un estudiante. Uliana se
La técnica del Comité Central en el Norte [D. Guershanovivh]

marchó a Poltava. Yo me fui a la dirección conspirativa del Comité Central.


Dos días después me marché a Bakú absolutamente persuadido de que la
imprenta del Comité Central en el Norte estaba completamente liquidada. Me
enteré más tarde de que la imprenta siguió funcionando, y que había sido
inducido a error por los compañeros del centro por consideraciones de orden
conspirativo.
La imprenta del Comité de Petersburgo del PSOR en 1903 [E. Steiman]

132

LA IMPRENTA DEL COMITÉ DE PETERSBURGO


DEL PARTIDO SOCIALDEMÓCRATA OBRERO DE
RUSIA EN 1903
E. Steiman

El 10 de abril de 1903, en la casa número 7 del callejón de Apráksina, de


Petersburgo, fue descubierta la imprenta clandestina perteneciente al Comité
de Petersburgo del Partido...
Según los informes del Departamento de Policía, la mencionada imprenta
había empezado a funcionar en marzo del mismo año. Pero esta información
no era cierta. La historia de la imprenta es un poco más larga.
En agosto de 1902, mi hermano Mijaíl Steiman, estudiante del Instituto de
Minas, que vivía conmigo en la casa número 8 del callejón de Gúsiev, y que ya
desde la primavera de 1901 estaba íntimamente relacionado con los Círculos
estudiantiles clandestinos de dicho Instituto, de la Universidad y de la
Academia Militar de Medicina, se presentó una vez en casa con un
mimeógrafo. A mi pregunta de qué era aquello, Mijaíl contestó brevemente:
«Ahora lo verás». En el papel de parafina que trajo consigo trazó un texto con
una pluma especial, lo pegó al rodillo del mimeógrafo, lo untó con una grasa
espesa y empezó la impresión. El trabajo en el mimeógrafo se prolongó no
más de dos semanas. De los originales que se imprimieron me acuerdo sólo
de Revolución y Contrarrevolución en Alemania [obra de F. Engels], de la cual
se hicieron unos 50 ejemplares, que se distribuyeron entre los estudiantes. En
la impresión de los folletos participábamos mi hermano, Yákov Rozenoer (un
compañero de escuela de mi hermano que había regresado recientemente del
extranjero) y yo. Este trabajo primitivo y bastante sucio, que nos llevaba
mucho tiempo y daba pocos resultados, no podía satisfacer ni a Mijaíl ni a
Yákov. Después de reflexionar mucho, decidimos emplear un procedimiento
de impresión más culto y decidimos al mismo tiempo trasladarnos a un
domicilio independiente, situado en la calle Rozhdestvenskaya, en el número
23. Se instalaron también allí mi madre y mis hermanas pequeñas, llamadas
especialmente de Dvinsk por mi hermano para dar al piso un aspecto más
familiar y, por lo tanto, más conspirativo. Yákov Rozenoer, entretanto,
aprovechándose de sus relaciones con la Sociedad de Seguros La Esperanza,
robó de allí unas cuantas hojas de papel con el timbre, y con una de ellas pidió
La imprenta del Comité de Petersburgo del PSOR en 1903 [E. Steiman]

un ciclostilo a la tienda de Jorge Bloch. La estratagema dio resultado, y el


ciclostilo entró triunfalmente en nuestro nuevo piso. Se ignora quién pagó la
cuenta a Jorge Bloch. Como los originales debían escribirse a máquina, surgió
una nueva preocupación: primero, procurarse una máquina de escribir y,
segundo, aprender a escribir en ella. Esto se me confió a mí. Me fui a ver al
abogado Strugkov, antiguo conocido de mi padre, y le dije que como tenía
necesidad de ganar algún dinero, le pedía permiso para aprender a escribir a
máquina. Strugkov no sólo me autorizó a ello, sino que me explicó el
mecanismo, y dos días después me daba ya trabajo retribuido. Después de una
práctica de dos semanas, pude ya empezar a trabajar para el ciclostilo. La
máquina nos la procuró un tal Ragozin, que servía de intermediario entre
nosotros y el Comité de Petersburgo. Empezamos a trabajar con ardor.
Ragozin nos traía los originales, yo los copiaba a máquina y después los
imprimíamos por turno en el ciclostilo.
133

Mijaíl, Yákov, yo e incluso la pequeña Lía: todos participábamos en el


trabajo. De día en día la productividad y la calidad del trabajo aumentaba, pero
no se podían hacer más que de 700 a 800 ejemplares por hora. El trabajo nos
absorbía hasta tal punto que yo dejé casi del todo de frecuentar las clases y
Mijaíl decidió abandonar completamente el Instituto.
El Comité de Petersburgo, evidentemente satisfecho del trabajo de la
técnica y estimulado por Mijaíl y Yákov, decidió perfeccionar esta última, y
con este fin asignó 600 rublos para la adquisición de una máquina
«americana». Esta confianza alentó a los directores de la técnica, los cuales se
consagraron con ardor a realizar el plan de transformarla en una verdadera
«imprenta». Como la máquina «americana» no se podía comprar más que con
la autorización del gobernador, lo primero que hicimos fue preparar los
correspondientes documentos. Se pidió la autorización en nombre de un
impresor ficticio de Nóvgorod. La compra se efectuó sin dificultad. Ahora era
preciso mandar la máquina desde el almacén a la técnica. Como de costumbre,
la firma embaló la máquina y la llevó a la estación para mandarla a Nóvgorod.
Un compañero enviado a la estación de Petersburgo para apoderarse de la
máquina no consiguió su propósito, y ésta fue hasta Nóvgorod. Salió en su
persecución Mijaíl. Éste había conseguido ya recibir el preciado tesoro, pero a
la persona que hacía la entrega de las mercancías le pareció sospechosa la
conducta de Mijaíl y se fue al teléfono. A Mijaíl no le quedó otro recurso que
poner los pies en polvorosa, lo que hizo con éxito. De vuelta a Petersburgo,
recibió del Comité de Petersburgo, siempre por mediación de Ragozin, otros
La imprenta del Comité de Petersburgo del PSOR en 1903 [E. Steiman]

150 rublos, y con ese dinero Yákov compró una «bostoniana», que se
diferencia de la «americana» en que la primera se mueve con el brazo y la
segunda con los pies y ocupa sólo a un hombre, mientras que con la otra
tienen que trabajar dos de una vez.
134

Con la adquisición de la máquina, Mijaíl decidió cambiar de domicilio, pues


en el antiguo las paredes eran demasiado delgadas y el ruido de la máquina se
hubiera oído en toda la casa. Se encontró un local apropiado en la casa número
30 de la calle Mojovaya: dos piezas y cocina; una de ellas, con salida a la calle,
podía servir de papelería, lo cual era muy cómodo para nosotros, pues nos
permitía entrar y sacar grandes paquetes; y la segunda habitación, sin ventana
y con una gran cocina, daba al patio. Alquilamos el piso y empezamos a
efectuar el traslado. En un principio trasladamos allí la letra y las cajas, lo
pusimos todo en la pieza oscura y empezamos inmediatamente a distribuir la
letra. Aquel mismo día debía traerse la máquina y los accesorios. Mientras mi
hermano y yo distribuíamos la letra, Proskuriakov y Lía, que se hallaban en la
cocina, vieron cómo el portero se dirigía hacia nuestro domicilio. Apagamos
la lámpara que había en la habitación oscura, y Mijaíl y yo nos fuimos a la
cocina. El portero entró en esta última, diciendo: «He venido a ver cómo os
arregláis», y después dio un paso hacia la habitación oscura. Mijaíl, como
dueño del piso, le siguió. A Lía y a mí nos temblaban las piernas, pero
seguimos conversando alegremente «para despistar». Proskuriakov palideció
y se llevó las manos a la cabeza, de lo cual, por fortuna, no se dio cuenta el
portero. Éste, al entrar en la pieza, tropezó inmediatamente con las cajas de
letra, que palpó con la mano. «¿Qué tenéis aquí?», preguntó sin salir de la
habitación. «Estamos clasificando plumillas, señor portero.» Éste se marchó y
todos respiramos con desahogo.
Emprendimos nuevamente el trabajo interrumpido. Cuando al atardecer
llegó un carro con nuestras cosas, la máquina entre ellas, el portero llamó a
Mijaíl, y le dijo: «Marchaos a la buena de Dios con vuestras plumillas». Y no
permitió descargar el carro. No tuvimos más remedio que volver a nuestro
antiguo domicilio con todas nuestras cosas, y al día siguiente alquilamos un
piso en el callejón de Apraxia, al cual nos trasladamos sin novedad con toda
nuestra técnica.
Con el traslado al nuevo domicilio, la instalación en el mismo de una
verdadera imprenta con una máquina, cuatro cajas, reservas de papel y de
letra, empezó un trabajo intensísimo que se prolongó durante un mes y
medio, día y noche, sin parar. Yákov se instaló allí definitivamente, y él y
La imprenta del Comité de Petersburgo del PSOR en 1903 [E. Steiman]

Mijaíl trabajaban casi sin dormir. Mi hermana y yo trabajábamos a menudo en


la imprenta, a veces llevábamos la literatura impresa al almacén. Por la noche,
trabajábamos por turno: uno, desde las nueve de la noche hasta las tres de la
madrugada; otro, desde las tres hasta las nueve. Además, tenía que ir, aunque
no fuera más que tres veces por semana, al Instituto para evitar que me
excluyeran.
135

El trabajo aumentaba tanto que fue preciso pensar en buscar a otro


compañero. Examinaron atentamente la cuestión Mijaíl y Yákov, pero no
acababan de decidirse a hacer penetrar un desconocido en la imprenta. La cosa
marchaba tan bien, las reglas de la conspiración se observaban de un modo
tan riguroso, que se consideraba como un peligro introducir a otra persona.
Finalmente, se decidió a invitar a una muchacha llamada Shura Mijáilova, que
trabajaba como modista. Mijaíl y Yákov confiaban hacer de ella una verdadera
revolucionaria. A fines de marzo se trasladó a la imprenta y se convirtió en
una auxiliar muy activa.
Además del trabajo en la imprenta, como ya he dicho, Lía, Shura Mijáilova
y yo nos encargábamos de llevar las proclamas a las distintas direcciones.
Teníamos los depósitos en tres o cuatro domicilios de estudiantes. En un mes
y medio imprimimos y distribuimos más de veinte manifiestos, a razón de
varios millares de ejemplares cada uno, y de la hoja del Primero de Mayo
tiramos, si no ando equivocada, 40.000 ejemplares, aunque no conseguimos
llevar a los depósitos más que la mitad, pues el resto fue confiscado en la
imprenta el 10 de abril. En las horas libres, generalmente durante la comida,
Mijaíl y Yákov leían en voz alta folletos y periódicos y discutían, y nosotros
escuchábamos atentamente y aprendíamos. Poco antes de la detención se leyó
durante la comida el folleto Qué actitud hay que adoptar en los
interrogatorios, a cuyo propósito se entabló una discusión entre Mijaíl y
Yákov. Éste demostraba que era mejor no contestar nada a los gendarmes
durante el interrogatorio, lo que cumplió al ser detenido. Mijaíl consideraba,
por el contrario, que la negativa de declarar no era siempre aceptable y
conveniente, y daba su ejemplo: «¿Qué sentido puede tener-decía— que yo,
dueño de una imprenta, cogido in fraganti me niegue a declarar?». Y al ser
detenido no se negó en efecto a declarar y tomó sobre sí todas las
responsabilidades, procurando poner a cubierto a los demás. La lectura y la
discusión de este folleto nos prestó un gran servicio a nosotros, los jóvenes, y
contribuyó a orientarnos en las declaraciones después de la detención. Hay
que hacer notar que, al discutir la cuestión, Yákov dijo que no había que temer
La imprenta del Comité de Petersburgo del PSOR en 1903 [E. Steiman]

nada gracias a la observancia rigurosa de las reglas conspirativas y expresó la


confianza de que nos sostendríamos «durante algunos años». Se equivocó
enormemente, pues caímos muy pronto. La cosa ocurrió, como supimos más
tarde, como resultado de la inesperada incontinencia verbal de un estudiante.
En marzo de 1903 se intensificaron los registros entre los estudiantes del
Instituto Tecnológico. La policía efectuó un registro en casa de un alumno de
dicho Instituto, llamado Berstein, que no tomaba participación alguna ni en
las organizaciones estudiantiles ni mucho menos en las obreras.
136

En el cajón de la mesa se le encontraron unos cuantos ejemplares del folleto


Revolución y Contrarrevolución en Alemania, impresas en el mimeógrafo. A
la pregunta de dónde había sacado aquellas publicaciones clandestinas,
Berstein contestó que se las había traído la hermana de Mijaíl Steiman, Elena,
por encargo de su hermano para distribuirlas en el Instituto, pero que había
tenido miedo de repartirlas y las había metido en un cajón porque tenía
vergüenza de devolverlas. A la pregunta de si conocía la dirección de Mijaíl
Steiman, indicó nuestro piso de la calle Rozhdestvenskaya. La policía se fue
inmediatamente allí, pero el portero no pudo decirles nada y pasó el asunto a
la Ojrana. Se encargó del asunto Statkovski, que se había distinguido por su
habilidad en descubrir las imprentas clandestinas. Naturalmente, a este
experto policía no le costó ningún trabajo dar con nuestro local y luego con
los depósitos a los cuales se llevaba la literatura. Y he aquí que el 10 de abril,
a las dos de la tarde, llamaron a nuestra puerta cuando menos lo esperábamos.
En efecto, a excepción de Ragozin no nos visitaba nadie, y este último debía
venir aquel día a las ocho de la noche. Precisamente en aquel momento Mijaíl
me estaba dando los paquetes con la proclama del Primero de Mayo, y mi
hermana estaba también ya dispuesta. Yákov, mi hermana y yo nos retiramos
a la pieza de detrás, donde se hallaba la imprenta; Mijaíl se quedó para recibir
a los visitantes y mi madre fue a abrir. Mi hermano había dado a Yákov el
original que tenía en el bolsillo y esperaba tranquilamente. Mi hermana y yo
nos sacamos de encima los paquetes, Yákov sostenía la puerta con una mano,
olvidándose de que había un pestillo, y yo con la otra sacaba de los bolsillos
los originales y otros papeles y los arrojaba al suelo. Yo hice inmediatamente
un auto de fe y, un minuto después, en el suelo no quedaban más que cenizas.
Luego me puse a ayudar a Yákov a sostener la puerta. Escuchábamos
inútilmente lo que sucedía en la habitación contigua. Finalmente oímos el
débil resonar de unas espuelas y no nos quedó ya ninguna duda. De repente
nos acordamos de que aquella noche debía venir Ragozin. ¿Qué hacer? Por
La imprenta del Comité de Petersburgo del PSOR en 1903 [E. Steiman]

joven que fuera, el instinto me indicaba que se debía salvar a ese compañero.
El cerebro trabajaba con una rapidez increíble. En aquel instante oímos que el
ruido en la habitación contigua se amortiguaba, y mi hermana, que estaba en
la puerta del corredor, oyó voces que se acercaban. Comprendimos que la
policía, por motivos que ignorábamos, quería penetrar en nuestra habitación
por el corredor. Después supimos que Mijaíl había asegurado a los agentes
que la inquilina se hallaba en su pueblo y al marcharse había cerrado la
habitación con llave, y como se nos había ocurrido finalmente echar el pestillo,
la puerta no cedió. La policía, no deseando seguramente forzar la puerta, dio
da vuelta. Cuando los pasos se alejaron, Yákov me miró y me dijo: «A las ocho
debe venir Ragozin». Y comprendí que era preciso intentar marcharse y avisar
a Ragozin. Yákov abrió la puerta, yo pasé volando ante el asombrado agente y
me fui a la cocina. Ponerme el abrigo y salir a la escalera era cosa de un
instante, pero, justo en aquel momento, Statkovski, que se hallaba en el
corredor, volvió la cabeza y me cogió por el brazo riendo: «¿Es ésta su
hermana?», dijo dirigiéndose a Mijaíl, el cual asintió con la cabeza y me miró
con una sonrisa tierna y comprensiva. Yo... casi me puse a llorar de rabia.
Toda la banda de policías y gendarmes, capitaneados por Statkovski y
Trusiévich, volvió a la habitación grande, y acompañada de mi hermano entró
en la imprenta. «¡Ah, esto es un verdadero taller!», exclamó Statkovski. A
nosotros nos pusieron a cada uno en un rincón, con un policía al lado, y mi
hermano, desempeñando el papel de «dueño amable», se paseaba por la
habitación con Statkovski y le daba explicaciones. Statkovski estaba radiante.
No era para menos, pues no esperaba encontrar una imprenta tan bien
montada. Se levantó un acta. Yákov se negó a contestar a todas las preguntas
que se le hicieron y dijo llamarse El Incomprensivo. Al oírlo, comprendí que
no había por qué nombrar su apellido, y así se lo dije en voz baja a mi
hermanita aprovechando la primera ocasión que se presentó. Todo fue bien
hasta que se llevaron a Yákov. Eran las ocho de la noche. Entonces me acordé
de que tenía que despedirme de mi hermano. Naturalmente, a nadie se le
ocurría que nos detendrían también a nosotras, a mi hermana, a mamá y a mí.
Cerca de las doce de la noche se nos llevaron a mí y a mi hermana. Mi madre
y mi hermano se quedaron. Al despedirnos ni uno de nosotros vertió una sola
lágrima. Pero el sufrimiento reflejado en los rostros seguramente conmovió
incluso a Statkovski y me autorizó a besar a mi hermano, al cual me imaginaba
que no podría ver más. Cuando mi hermana y yo, acompañadas de dos
agentes, pasamos por el patio para dirigirnos al coche que nos esperaba, me
La imprenta del Comité de Petersburgo del PSOR en 1903 [E. Steiman]

llamó la atención la muchedumbre que llenaba el patio y rodeaba el carruaje.


A pesar de lo avanzado de la hora, me pareció ver en la gente que nos rodeaba
una expresión de simpatía ante aquellas dos muchachitas. Nos llevaron
directamente al departamento de gendarmes, donde nos tuvieron dos horas
para interrogarnos en dos piezas distintas. Mi hermanita, que conocía poco el
ruso, contestaba a todas las preguntas «No lo sé» o «No lo comprendo», y los
gendarmes acabaron por dejarla en paz. Conmigo ya fue otra cosa, pues una
alumna del penúltimo curso del Instituto era imposible que no comprendiera
ni supiera nada.
138

Del departamento de gendarmes nos llevaron a la sección de la Ojrana,


situada en la Moika, número 12. Nos instalaron en una pieza grande y clara
con una ventana y un balcón (este último cerrado) que daba a la orilla del
Moika. En la pieza había un gran sofá forrado de hule, una gran mesa y dos o
tres sillas. Nos trajeron una almohada y una manta, y mi hermana y yo,
fatigadas, nos echamos en el sofá y nos dormimos rápidamente. Antes de
dormirnos intentamos varias veces apagar la luz, pero cada vez volvían a
encenderla (entonces yo no conocía aún las costumbres carcelarias). Como en
la puerta no había mirilla, durante la noche aquélla se abrió varias veces y
distintas personas asomaron la cabeza. En la Ojrana nos trataron de un modo
excelente. Todo el mundo se mostraba muy cariñoso. Statkovski seguramente
había dado instrucciones especiales sobre el particular. Él mismo venía todos
los días y sostenía prolongadas conversaciones con nosotras. Al cuarto día de
nuestra detención, a las doce del mediodía, me llevaron al departamento de
gendarmes, donde me tuvieron hasta las ocho de la noche con el fin de
tomarme declaración. Aquel día los gendarmes me martirizaron como nunca
lo hicieron después. No hubo torturas físicas. Pero lo que hicieron conmigo
era peor que cualquier tortura. Primeramente, me mostraron un gran número
de personas, con la particularidad de que lo hacían con el propósito de
producirme cada vez la sorpresa y asustarme. Me aseguraban que las conocía
a todas. A las unas les llevaba literatura, a las otras les encontraba en tal o
cual sitio. Pero yo no reconocí a nadie, ni tan sólo a Shura Mijáilova. Y no es
que engañara a los gendarmes, sino que, en efecto, en ese caleidoscopio casi
no distinguía ni tan sólo a las personas conocidas. Después me interrogaron.
Se encargó de ello principalmente el fiscal suplente Trusiévich y luego el
famoso coronel Ivánov y el capitán Semiganovski. Me mostraron unos
originales (las copias de una proclama) copiados por mí; dije que no los
conocía. Después me presentaron mis ejercicios escolares, y, naturalmente,
La imprenta del Comité de Petersburgo del PSOR en 1903 [E. Steiman]

tuve que decir también que no eran míos. La escritura era absolutamente
igual, yo me daba perfectamente cuenta de ello, pero por nada del mundo la
hubiera reconocido como propia.
139

Cuando por la noche volví a la Ojrana y encontré a mi hermanita llorando,


las fuerzas me abandonaron y tuve el primer ataque de nervios de mi vida.
Probablemente los sufrimientos de aquel día originaron la grave dolencia
nerviosa de la que después enfermé. Al día siguiente por la mañana pusieron
en libertad a mi hermana, bajo la fianza de mi padre, a quien los gendarmes
habían hecho venir de Moscú, y yo me quedé sola. Las visitas de Statkovski se
hicieron más frecuentes. Venía dos veces por día y cada vez permanecía
conmigo más de una hora: me hablaba de su pasado, de su actuación
revolucionaria en la cuenca del Donetsk, de los obreros, que habían resultado
ser unos «sinvergüenzas», como consecuencia de lo cual se había puesto al
lado del Gobierno; y después de provocar mi interés, pasaba a hablar de
nuestro asunto; hacía elogios de mi hermano Mijaíl, decía que nos tomaría a
ambos bajo fianza, me llenaba de alabanzas porque no traicionaba a los demás,
pero me proponía con insistencia que contara todo lo que se refería a mí. Su
tono dulzón, sus palabras cariñosas, ejercían cierto poder de seducción sobre
mí y me di cuenta de que empezaba a dar crédito a sus fábulas; pero cuando,
notando la influencia producida por sus palabras, comenzó a hacerme
preguntas sobre Ragozin y Proskuriakov, volví en mí y me puse nuevamente
en guardia. De esa lucha de dos meses con el policía más inteligente de la
Ojrana, de Petersburgo, salí victoriosa yo, una muchacha de catorce años, de
lo cual se puede mostrar orgulloso mi hermano Mijaíl, pues yo no era más que
su discípula.
A fines de mayo me pusieron en libertad bajo fianza de mi padre,
encerrándome, como consecuencia de ello, en una cárcel todavía peor. Toda
la rabia de mi padre por el hecho de que sus hijos estuvieran en la cárcel, de
que su hijo, su orgullo, hubiera dejado el Instituto y se hiciera revolucionario,
todo lo hizo recaer sobre mí. Los insultos, los golpes, las amenazas de muerte
me llevaron a un estado tal que incluso intenté envenenarme, felizmente sin
resultado. Al restablecerme, me aconsejé con unos abogados conocidos y
conseguí recobrar la libertad.
Entretanto, Mijaíl y Yákov estaban recluidos en la fortaleza de Pedro y
Pablo y los demás acusados en la prisión preventiva. No pude conseguir una
entrevista en la fortaleza de Pedro y Pablo, y entre los conocidos empezó a
circular el rumor de que mi hermano había intentado matarse de una
La imprenta del Comité de Petersburgo del PSOR en 1903 [E. Steiman]

cuchillada,10 de que ya no estaba entre los vivos, etcétera, etc. Todo esto me
llenaba de horror y empecé a sufrir alucinaciones.
140

Finalmente, Mijaíl y Yákov fueron trasladados a la prisión preventiva y tuve


la posibilidad de verlos, aunque con dificultades, a causa de mi edad. Mi
hermano me utilizó para establecer el contacto con los que habían quedado
en libertad. Por encargo suyo me procuraba dinero, pasaportes y limas para
preparar la evasión. Durante las entrevistas mi hermano me contó, entre otras
cosas, que Shura Mijáilova lo había dicho todo, que nuestra madre tampoco
había estado muy afortunada en las declaraciones, y que, por esto, cuando yo
hablara en el juicio en calidad de testigo, debía tener en cuenta que la condena
o la absolución de Ragozin dependía en gran parte de mí. Cuando en el juicio,
después de mirarme atentamente Ragozin, declaré de un modo decidido y
firme de que no le había visto nunca, mi madre y Shura contestaron también
con la negativa y declararon que en el sumario habían dicho lo contrario a
instancias de los gendarmes. El juicio en un principio fue fijado para el
primero de junio de 1904, pero no sé por qué motivos se aplazó hasta el 20
de septiembre. Ya mucho antes, los cuatro acusados principales, M. Steiman,
Y. Rozenoer, L. Gromózova y N. Potilitsin, debatieron la cuestión planteada
por Liudmila sobre la actitud que era preciso mantener en el juicio. Liudmila
declaró firmemente que en el juicio afirmaría su calidad de miembro del
Partido Socialdemócrata Obrero de Rusia. Los otros tres consideraban que
esto no era conveniente, pues creían que desde el punto de vista de agitación
esa bravata no produciría beneficio alguno al Partido; el juicio se celebraba sin
jurados, a puerta cerrada, y esa circunstancia podía arrancarles por mucho
tiempo de las filas de los militantes activos. A fin de cuentas, triunfó, a pesar
de todo, Liudmila, y los cuatro decidieron declararse miembros del Partido en
el juicio. Se distribuyeron los papeles: Yákov Rozenoer debía preparar un gran
discurso de agitación; Liudmila había de contar en detalle «cómo y por qué se
había hecho socialdemócrata»; Mijaíl debía preparar un breve discurso
práctico, y Potilitsin, no me acuerdo. Por lo que a los demás acusados se
refiere, una parte de ellos debía ser absuelta, y, por esto, no tenía sentido que
se declararan miembros del Partido; los demás, tales como, por ejemplo, los
mineros Nikoláyev y Nikitin, para salvarse ellos, denunciaron a todo un grupo
de obreros, y merecieron el desprecio general.

Como se supo más tarde, se había, efectivamente, procurado un cuchillo, pero para cortar la
10

reja y evadirse de la fortaleza.


La imprenta del Comité de Petersburgo del PSOR en 1903 [E. Steiman]

Los compañeros se mostraron condescendientes para con Shura Mijáilova


y mi madre, Sara Steiman, pues habían hecho sus declaraciones con una
completa inconsciencia. Además, esas declaraciones hechas en el sumario,
sobre todo la de mi madre, no tuvieron consecuencias prácticas.
141

Actuaron de defensores N. D. Sokolov, Mirónov, Vinberg y Rodischev. Los


tres primeros procuraron aliviar la situación de sus defendidos, sin rebajar, al
propio tiempo, la dignidad revolucionaria de los mismos. Por lo que a
Rodischev se refiere, en su discurso presentó a los acusados como a unos
jóvenes inexpertos que tenían necesidad de condescendencia, lo cual le valió
una áspera repulsa de Yákov Rozenoer. Los cuatro acusados principales,
condenados a la deportación, fueron mandados por etapas, en marzo de 1905,
a la provincia de Tobolsk, desde donde no tardaron en evadirse uno tras otro.
Hay que decir aún unas cuantas palabras sobre la suerte ulterior de los
militantes de la imprenta. Mijaíl Steiman, dos semanas después de su llegada
a la deportación, se fugó, partió para Kiev, donde se puso en relación con la
organización y, por encargo de la misma, montó la técnica en Odesa. Esto era
en el verano de 1905. En 1906 se fue a Petersburgo, donde organizó asimismo
la técnica. Durante el tiempo que estuvo allí vivió siempre ilegalmente. En
diciembre de 1907 fue detenido, y en 1908 se le deportó a la provincia de
Arjánguelsk, de donde se fugó aquel mismo año para instalarse de nuevo en
Petersburgo ¡legalmente. No sé nada de su actuación durante los años de
reacción. Ignoro si se mantuvo pasivo o si, al contrario, actuó de un modo
muy conspirativo. En todo caso no rompió el contacto con el Partido.
Durante la revolución de febrero actuó en el barrio de Zamoskvorechie y
después de Octubre trabajó activamente en el Partido y en la organización
soviética.
Yákov Rozenoer se evadió también muy pronto de la deportación. Militó
en Smolensk, participó activamente en la insurrección de Moscú, fue
detenido, se evadió, militó nuevamente en Smolensk, fue detenido en 1906,
en la cárcel se hizo menchevique, se le deportó por cinco años a la provincia
de Yakutsk, y, al volver a Petersburgo, se apartó completamente de la política.
No participó ni en la revolución de febrero ni en la de octubre, pero se
manifestó leal con respecto al régimen soviético.
Liudmila Gromózova y Nikolái Potilitsin se evadieron el mismo año de la
deportación y se fueron al extranjero. Después de la amnistía de octubre de
1905 regresaron a Rusia, pero se apartaron del Partido y de la revolución. De
los demás no sé nada.
La imprenta del Comité de Petersburgo del PSOR en 1903 [E. Steiman]

Por lo que a mí se refiere, puedo decir únicamente que aquel primer


bautismo de fuego ejerció gran influencia en toda mi vida, convirtiéndome en
una bolchevique firme.
La imprenta clandestina del Organo Central del Partido, El Obrero, en Moscú.
[Bogmólov (El Diablo)]
142

LA IMPRENTA CLANDESTINA DEL ÓRGANO


CENTRAL DEL PARTIDO, EL OBRERO, EN MOSCÚ
Bogomólov (El Diablo)

En agosto de 1905, si no ando trascordado, estando en Kiev recibí una carta


de Mirón (V. N. Sokolov), desde Oriol, donde entonces se hallaba la Oficina
Técnica del Comité Central, invitándome a abandonar Kiev y a marcharme
allí, con el fin de confiarme un trabajo muy responsable e interesante. Como
nada me ataba a Kiev, me puse en camino inmediatamente.
En Oriol encontré a mis dos viejos amigos Mirón y Elena y, por primera
vez, a A. P. Golubkov. Pero no estuve allí más que pocas horas, pues Mirón
me hizo salir inmediatamente para Moscú, donde debía encargarme de la
imprenta del Comité Central, en que debía imprimirse El Obrero.
Estaba ya acostumbrado a realizar trabajos importantes para el Partido,
pero cuando me comunicaron el papel que se me confiaba, difícilmente se
hubiera podido encontrar a un hombre más orgulloso que yo. Tenía entonces
veintitrés años.
Provisto de las direcciones y santo y señas necesarios, me fui a Moscú.
Entonces yo tenía aún una memoria asombrosa y por eso no anotaba nunca
absolutamente nada, ni aun con cifra.
En Moscú me fui al consultorio de un dentista, esperé mi turno, y al
sentarme en la silla de operaciones, pedí «que me pusieran un diente de
porcelana». Como contestación a este santo y seña me dieron la dirección del
abogado Mijáilov (el tío Mischa), el cual me puso en contacto con Marat
(Schantser). Con Marat nos pusimos de acuerdo para encontrarnos el día
siguiente con el compañero Yenukidze (Semión), que vivía en aquel entonces
en Moscú con un pasaporte a nombre de Gueorgui Lejava. Yenukidze era el
organizador técnico de la imprenta del Comité Central, y era él quien debía
hacerme entrega de la misma. La entrevista tuvo lugar en la cava caucásica
Menabde, situada en el callejón de Leóntiev. El dueño de la cava era una
persona de confianza (actualmente es comunista) y por esto utilizábamos su
establecimiento para las entrevistas destinadas a los asuntos relacionados con
la imprenta.
143

Desde allí nos dirigimos, con todas las medidas de prudencia necesarias, a
la calle Lesnaya, donde en la casa número 55, bajo el techo mismo de la cárcel
La imprenta clandestina del Organo Central del Partido, El Obrero, en Moscú.
[Bogmólov (El Diablo)]

de Butirski, estaba instalada la imprenta.


Hay que hacer justicia a Gueorgui, el cual, tanto por lo que se refiere a la
elección del sitio como a la observancia de las reglas conspirativas y a la
organización, se había mostrado sencillamente genial. En una casita de tres
pisos alquiló una tienda para la venta de «productos caucásicos». Al alquilarla,
hizo notar al propietario que la cava era muy húmeda y que en la forma en
que estaba era imposible conservar allí existencias de arroz. No había más
remedio que construir un pozo aspirante a fin de secar la cava y adaptarla a
los fines que perseguíamos. Después de esto, se podían emprender los
trabajos para construir el escondrijo en que debía instalarse la máquina y las
cajas de componer. En el fondo de la cava se construyó un pozo de dos
sazhen,11 cuyas paredes se reforzaron con tablas. A una sazhen de profundidad
se construyó un paso subterráneo horizontal, perpendicular a la fachada de la
casa, que terminaba bajo la cocina del piso de la tienda. Bajo dicha cocina se
construyó una pieza de cerca de una sazhen cúbica, en la cual se instalaron la
imprenta y las cajas. El paso subterráneo se podía recorrer sólo a rastras.
El personal de la imprenta estaba compuesto de los siguientes compañeros:
un georgiano, dueño oficial de la tienda, que vivía con su mujer y un niño
recién nacido; un muchacho llamado Vasili Yegórovich, el único que entendía
algo del negocio, y una obrera de Ivanovo-Voznesiensk (Truba) que
oficialmente era la criada del dueño. Éste no trabajaba en la imprenta, sino
que se dedicaba exclusivamente a la tienda. Los que trabajaban en el interior
eran tres camaradas georgianos: Sandro, Sila y Gueorgui.
Cuando trabé conocimiento con la gente, vi la imprenta y Gueorgui, por
decirlo así, me la entregó para que la explotara, se me planteó el problema de
la compra del papel, de su transporte a la tienda y de la expedición de los
periódicos impresos. Después de cambiar impresiones con Mirón, Gueorgui y
Nikítich, alquilé a nombre de Alekséi Alekséyevich Malevani (tal era el
nombre que figuraba en mi pasaporte), dueño de una oficina de transportes,
un almacén en la orilla de Sofiika.
144

Al día siguiente de haber alquilado el almacén, Gueorgui me entregó un


talón para ir a buscar un vagón de arroz llegado del Cáucaso, y lo transporté
triunfalmente desde la estación a mi almacén, y pocos días después compré
unas cuantas cajas de magnífico papel, que transporté también allí.
Durante el primer día de mi trabajo en el almacén se transportaron algunos

11
Una sazhen es igual a 2,1336 metros. | N. del T.
La imprenta clandestina del Organo Central del Partido, El Obrero, en Moscú.
[Bogmólov (El Diablo)]

sacos de arroz a la tienda caucásica de la calle Lesnaya, donde esperaban con


impaciencia, los de arriba, el arroz para la venta; los de abajo, el papel que
sacaron de los sacos de arroz.
Cuando el número de El Obrero estuvo impreso, en la imprenta lo
embalaron de nuevo en los sacos de arroz, hicieron en los mismos unas
fantásticas señales con finta negra y los transporté a mi depósito, como si se
tratara de una partida de arroz comprada por mí.
En el almacén embalé en cajas los periódicos, una parte de ellos los remití
a las direcciones de provincia por correo o por mediación de compañías de
transportes, y una gran parte, destinada a Moscú y a la región central, la
mandé al domicilio de un abogado conocido. De la distribución del número
en Moscú se encargaron los jóvenes socialdemócratas de la localidad.
En lo sucesivo siguió aplicándose el mismo procedimiento para suministrar
papel a la imprenta y sacar de la misma los trabajos impresos.
Por las condiciones de mi trabajo, debía tener unos cuantos domicilios en
distintos barrios de Moscú y aparecer alternativamente como pequeño
comerciante, como un corredor de comercio, como un gentleman sólido,
como un pobre andrajoso, como un estudiante, e incluso... como un oficial de
húsares.
Nikítich (L. B. Krasin) me indicó que, para el dinero necesario para el
sostenimiento de la imprenta, el papel y las operaciones de transporte, debía
dirigirme a María Fiódorovna Andréyeva (mujer de Gorki), a la cual se habían
dado las instrucciones necesarias. A mi regreso de Petersburgo el tío Mischa
me puso en relación con María Fiódorovna, y en lo sucesivo fui
frecuentemente huésped de la casa de la Vozdvizhenka, donde vivían entonces
M. F. Andréyeva y A. M. Gorki.
145

Pocos días después del asesinato y del entierro de Bauman,12 Pável


Avgústovich Grojan cayó asimismo en las calles de Moscú, víctima de los «cien
negros», por haberse negado a descubrirse ante el paso de una mísera
«manifestación patriótica». Grojan estaba al frente del Grupo de Moscú de la
Oficina Técnica Militar anexa al Comité Central. Como las circunstancias
hacían posible la impresión legal de las publicaciones del Partido y, como por
consecuencia de ello nuestra imprenta perdió gran parte de su importancia,

Bauman era un viejo revolucionario, muy popular entre los obreros de Moscú, que el 19 de
12

octubre de fue asesinado por los «cien negros» (la organización rusa más reaccionaria) en las calles
de dicha ciudad. El entierro de Bauman se convirtió en una manifestación política, sin precedentes
en Moscú, en la cual participaron cerca de 200.000 personas. | N. del T.
La imprenta clandestina del Organo Central del Partido, El Obrero, en Moscú.
[Bogmólov (El Diablo)]

se me propuso que me encargara del trabajo, profundamente conspirativo,


que realizaba el difunto Grojan, a lo cual accedí con gran placer. Transmití la
imprenta, por indicación de la Oficina Técnica Central del Comité, a Elena
Daliánovna Sokolova, pero me reservé el almacén que había alquilado y que
me era necesario para la labor técnico-combativa en que me inició el hermano
de P. A. Grojan.
Recuerdos de un cajista [A. Dobrojótov]

146

RECUERDOS DE UN CAJISTA
Dobrojótov

Después de la insurrección de diciembre de 1905, la autocracia,


temporalmente triunfante, intensificó la represión contra la clase obrera y sus
ideólogos y, asimismo, contra la prensa de oposición.
En 1906, los registros y las detenciones de día en día más frecuentes, así
como la suspensión de las publicaciones socialistas, obligaron a los elementos
revolucionarios a pasar a la clandestinidad. Naturalmente, la prensa del
Partido tuvo que seguir el mismo camino.
En aquellos días, a fines de 1906, el Comité clandestino del Partido
Social— demócrata Obrero en Moscú organizó una imprenta ilegal para
intensificar la propaganda revolucionaria. Se me propuso ir a trabajar en dicha
imprenta y acepté gozosamente la proposición sin vacilar.
Un día lluvioso de otoño, al atardecer, acompañado de un compañero (Y.
E. Plastunov), encargado de establecer el contacto entre el Comité y la
imprenta, llamé a una casita de madera situada en el fondo de un patio vasto
y desierto del barrio de Krasni Voroti.
Se abrió la puerta. Respiré por última vez el aire fresco y atravesé el umbral.
Iba a vivir y a trabajar como un topo, completamente aislado, sin salir casi
nunca al aire libre, pues podía llamar la atención del portero y de la policía el
hecho de que en una casa tan pequeña vivieran unos cuantos jóvenes.
Todos los hilos de la vida se concentraban para mí en la pequeña
habitación, cuyo interior ocultaba a las miradas de los curiosos una cortinilla
que cubría la ventana. El ventanillo no se abría para evitar que la gente de
fuera oyera el ruido de la máquina, y por esto el aire de la habitación estaba
impregnado de polvillo de plomo y de fuertes olores tipográficos. Vivíamos
en esa atmósfera cuatro personas: tres hombres y una mujer. Mis compañeros
estaban registrados, dos como si fueran marido y mujer, el otro como
realquilado. Casi diariamente tenían que ir a la ciudad para traer papel, tinta,
etc., y llevarse los trabajos impresos. Figuraban en la casa como agentes de
una empresa de aceites minerales.
147

A pesar de que corríamos a cada momento el riesgo de ser detenidos, no


se pensaba en las consecuencias de la detención; todos los pensamientos se
concentraban en el deseo de imprimir la mayor cantidad posible de trabajos,
Recuerdos de un cajista [A. Dobrojótov]

proclamas, hojas y, sobre todo, La Lucha. El periódico se difundía casi


exclusivamente por la periferia, sin que esto significara que no se difundiese
asimismo por Moscú. Yo mismo, al salir una vez por semana al aire libre para
tomar un baño, visitaba a los tipógrafos de espíritu socialista que conocía y,
por su mediación, el periódico penetraba en la imprenta.
De día imprimíamos, y por las noches yo componía y compaginaba. Mis
compañeros no sabían componer. Imprimíamos hasta dos mil ejemplares del
periódico, que tenía cuatro páginas, así como toda clase de hojas y proclamas.
No escaseaban ni la letra ni el material tipográfico necesarios para el
trabajo. Además, cuando yo iba a la ciudad, me lo procuraba con abundancia
por mediación de los compañeros cajistas.
Los días pasaban en un trabajo ininterrumpido, sin que tuviéramos en
cuenta ni el tiempo ni el descanso. Del mundo exterior nos llegaban pocas
noticias. Pero la vida que llevábamos no me pesaba; la pequeña pieza,
impregnada de polvillo de plomo, en que se hallaba instalada la imprenta,
contenía todo aquello que constituía mi interés; yo, pequeño tornillo de la
gran máquina socialista, hacía mi obra, componiendo e imprimiendo unas
palabras libres y verídicas, y me sentía muy bien.
A principios de 1907, mis compañeros empezaron a notar que el domicilio
del portero era objeto de una vigilancia sospechosa y, en vista de ello, se
decidió cambiar de casa.
Nos instalamos no lejos de la torre de Sújareva, en el subterráneo de una
gran casa recién construida. Desde el punto de vista conspirativo, no se podía
desear mejor local. La solidez de los muros hacía que se pudiera imprimir día
y noche sin riesgo de que se oyera el ruido de la máquina. Nos protegía de las
miradas curiosas una verja que rodeaba un jardincillo que había delante de la
casa. En las ventanas colgamos unas cortinillas.
El personal se modificó un poco. El papel de dueño de la casa lo desempeñó
una anciana, aún animosa y de espíritu revolucionario que, si no ando
equivocado, se llamaba Serebriakova. Los compañeros que trabajan en la
imprenta eran cinco.
148

Yo seguí sin inscribirme en la policía, y, por consiguiente, tuve que


desempeñar nuevamente el papel de persona invisible que sale raramente al
aire puro.
Así, pues, como ya he dicho, desde el punto de vista conspirativo, el local
era excelente, pero, desde el punto de vista higiénico, detestable. Los muros,
de piedra, estaban siempre húmedos, y en el suelo había constantemente
Recuerdos de un cajista [A. Dobrojótov]

regueros de agua. Era imposible airear la pieza y por esto es fácil imaginarse
la atmósfera que se respiraba allí. Todo esto influía en el organismo. El trabajo
constante y la permanencia continua en una atmósfera húmeda, impregnada
de polvillo de plomo, acabó, a fin de cuentas, por quebrantar mi organismo,
joven y fuerte. A principios de verano me volví pálido como el papel. Sólo al
atardecer, a fin de no dormirme, aspiraba ávidamente con la cabeza pegada a
la ventanilla el aire fresco del exterior.
Las condiciones antihigiénicas del trabajo quebrantaron completamente mi
salud al llegar el mes de mayo; al salir a la calle las piernas me flaqueaban, y,
al trabajar, no podía ya imprimir y componía los originales sentado. Me era
imposible seguir trabajando, pero durante mucho tiempo no se me pudo
encontrar un sustituto. Finalmente, el compañero Nikolái, cajista de Kaluga
(que murió posteriormente en la cárcel) vino a ocupar mi puesto.
Al salir de la imprenta recibí la herencia de mi padre; di las dos terceras
partes de la misma al Comité del Partido, y con el dinero restante me fui al
campo, a casa de un amigo, a fin de restaurar mi salud quebrantada, lo cual
conseguí relativamente.
A fines de 1907 me fui a mi pueblo, donde tenía que hacer el servicio
militar. Al regresar a Moscú, unos meses después, me enteré de que muchos
miembros del Partido Socialdemócrata, con los cuales trabajaba y estaba en
contacto, se hallaban ya en la cárcel de Taganka. Más tarde, esos compañeros
fueron juzgados y condenados. Se hallaban también en la cárcel casi todos los
camaradas que trabajaban en la Técnica.
Durante su tiempo de existencia la imprenta lanzó cerca de veinte números
del periódico La Lucha y una gran cantidad de hojas socialdemócratas.
Los compañeros del Partido que no fueron detenidos, bajo la influencia de
la represión y de la nueva tendencia liquidadora que se iniciaba en el Partido,
se apartaron de la actuación clandestina y, en su mayoría, se retiraron a la vida
privada.
El transporte de la literatura clandestina. Recuerdos de un militante [V.I. Bogomólov]

149

EL TRANSPORTE DE LA LITERATURA
CLANDESTINA. RECUERDOS DE UN MILITANTE
V. I. Bogomólov (El Diablo)

A últimos de otoño de 1904 llegué a Samara, procedente de Astracán, en


uno de los últimos vapores.
De Astracán había tenido que marcharme después de un encuentro ruidoso
con la policía, en el cual resulté vencido. Me acompañaron Batía y su hermana,
después del solemne auto de fe a que fueron condenados todos mis
documentos legales. Me habían dado la dirección del compañero Artsibuchov,
que estaba empleado en la administración de los ferrocarriles de Samara-
Zlaoúst. Recuerdo que me produjo una gran impresión la magnífica cabeza
leonina de dicho compañero y su manera de hablar, pues me instaló en su
sillón, y poniéndose de hinojos me abrazó por las piernas y empezó a hacerme
preguntas sobre la marcha de los asuntos en Astracán. Después me dio la
dirección de un domicilio donde debía alojarme. En dicho domicilio encontré
a un compañero de los Urales, con el cual compartimos la habitación y la
cama. Al día siguiente un compañero me trajo un pasaporte falso a nombre
de Grigori Ivánovich Grigóriev, y me dio las señas de Mirón (V. M. Sokolov),
al cual debía presentarme para hablar de mi actuación ulterior.
Al día siguiente fui, efectivamente, a verle y me propuso trabajar en la
Oficina Oriental del Comité Central, en la sección del transporte de literatura.
Acepté entusiasmado la proposición, pues he de confesar que nunca supe
hablar, y los ensayos que había hecho ya en Astracán como agitador y
propagandista fracasaron estrepitosamente. En cambio, el trabajo que se me
proponía respondía plenamente a mis inclinaciones.
Me hicieron una serie de recomendaciones sobre la actitud que debía
guardar ante el mundo exterior; efectuaron una revisión minuciosa de mi
traje, en no muy buen estado, y de mi abrigo, imperdonable, y propusieron
que en lo sucesivo me vistiera en un estilo un poco distinto. Para empezar, el
compañero Andréi me dio su abrigo inglés, que me fue de perlas. Mirón me
dio dinero para vestirme y para los primeros gastos y me propuso que tomara
una habitación separada y aislada y que, por consideraciones de orden
conspirativo, no me relacionara mucho con los compañeros del Partido.
150

Alquilé una habitación decente en el domicilio de una familia acomodada


El transporte de la literatura clandestina. Recuerdos de un militante [V.I. Bogomólov]

de la calle Pánskaya. La pieza tenía entrada independiente por el patio, lo cual


ofrecía grandes ventajas para nuestros fines. Habitualmente, los amigos que
venían a verme llamaban desde la calle a la ventana, y yo mismo abría la
puerta.
Mi primera prueba consistió en la recepción de un gran canasto de
literatura extranjera en la estación. La cosa se organizó incluso con alguna
solemnidad, esto es, Mirón observaba desde lejos cómo me portaba, y, en caso
de que lo hubiera hecho mal, habría acudido en mi auxilio. Hice un buen
examen y el canasto llegó a su destino sin novedad. Había que registrar todas
las publicaciones recibidas, distribuirlas y embalarlas para remitirlas a las
distintas organizaciones. La expedición se efectuaba o bien por mediación de
los compañeros de las organizaciones locales que estaban en contacto con la
Oficina del Comité Central, o bien por correo, a direcciones reservadas.
Nosotros nos encargábamos de las demás organizaciones de la demarcación,
colocábamos la literatura en nuestras maletas, se nos daban todas las
instrucciones posibles para las organizaciones locales y recorríamos todas las
localidades distribuyendo la literatura y transmitiendo las disposiciones del
centro.
Hay que decir que en la esfera de influencia de la Oficina Oriental del
Comité Central entraba toda Siberia, los Urales y la región del Volga, desde
Samara hasta Astracán, y en Occidente, las organizaciones de Tambov, Penza,
Kozlov y Borisoglebsk.
Yo recorría Sarátov, Penza, Tambov, Kozlov, Borisoglebsk; Vania, Astracán
y los Urales; Mirón, toda la demarcación, Siberia inclusive.
Todos los compañeros que trabajábamos en esa esfera manteníamos las
mejores relaciones; nos nutríamos detestablemente, pero lo principal era que
estábamos siempre infinitamente alegres y animosos. Éste era, a mi juicio, el
rasgo más característico de la vida que llevábamos en aquel entonces. La
Oficina del Comité Central estaba compuesta de Andréi y Mirón,
Elena (E. D. Sokolova), que actuaba de secretaria, y El Diablo (yo) y Vania,
encargados del transporte. El sobrenombre de El Diablo no se me otorgó
enseguida, sino después de un caso ocurrido en Sarátov.13
151

Me acuerdo de lo que hicimos para borrar las huellas de la imprenta en que


se tiraba el Boletín de la Oficina Oriental del Comité Central.

Véase el relato de este caso en el artículo de V. N. Sokolov, «Los profesionales» del presente
13

volumen. | N. de la E.
El transporte de la literatura clandestina. Recuerdos de un militante [V.I. Bogomólov]

A fin de que los gendarmes de Samara no sospecharan que la imprenta se


hallaba instalada en aquella ciudad, se decidió que, al publicarse el primer
número del Boletín, se empezara a distribuir primeramente en otra localidad,
y sólo más tarde se pusiera en circulación en Samara.
Optamos por Penza, donde no había casi organización, y por ello se decidió
no advertir a los compañeros.
Recuerdo que me trajeron de la imprenta las hojas aún húmedas del
Boletín, y como quedaba poco tiempo para la salida del tren, las metí en la
maleta y me fui corriendo a la estación. Por casualidad, en el mismo coche
que yo viajaba una estudiante llamada Vólkova, que estaba en relación con
nosotros y nos había prestado distintos servicios. Pedí su ayuda para plegar
las hojas del Boletín en forma triangular, lo cual permitía lanzarlas con más
facilidad. Nos instalamos en los camastros superiores del coche, de cara a la
pared, y nos pusimos a plegar. Una vez terminada esta tarea, metí una parte
de los periódicos en la maleta y con los otros me llené los bolsillos. Llegué a
Penza a hora avanzada de la noche. En la estación tomé un coche de plaza y
me dirigí al centro de la ciudad, que se hallaba bastante lejos de la estación.
Así que llegamos a la calle principal, empecé a lanzar los periódicos a diestro
y siniestro y vi cómo el viento los arrastraba por la calle.
No se veía ni a un solo transeúnte, y los pocos agentes de policía que había
habían buscado refugio en los portales para protegerse del frío. Atravesé,
pues, toda la ciudad y me hice llevar a una fonda, con el único fin de quitarme
de encima al cochero. En la fonda desperté a un mozo, y una vez hube
comprobado que no se aposentaba allí el terrateniente Stárchenko
(subterfugio que me había inventado), me fui en dirección a la estación,
metiendo por el camino en los buzones particulares para las cartas los
ejemplares que me habían quedado. Y ya con el único fin de divertirme, arrojé
algunos ejemplares al vestíbulo de la Comisaría de Policía.
Después regresé a la estación, me tomé un té con el sentimiento del deber
cumplido y, saltando al expreso, pude llegar hasta Samara en el vagón
restaurante, gracias a la propina que di al conductor.
Así fue desarrollándose el trabajo, ora tranquilamente, ora con incidentes
más o menos movidos, pero sin que nos abandonara un momento la
convicción de que llevábamos a cabo una labor importante y responsable.
152

A fines de año Andréi y Mirón se fueron a trabajar al Sur, y nuestra labor


se redujo considerablemente. Vania y yo participamos un poco en el
movimiento local, que en aquella época (después del 9 de enero) había salido
El transporte de la literatura clandestina. Recuerdos de un militante [V.I. Bogomólov]

casi enteramente de la clandestinidad.


En marzo, Mirón me escribió desde Kiev, proponiéndome que me
trasladara al Sur para trabajar en la Oficina Meridional del Comité Central.
Ni que decir tiene que me puse inmediatamente en camino.
Historia de una imprenta clandestina [D. Guerschanovich]

153

HISTORIA DE UNA IMPRENTA CLANDESTINA


D. Guerschanovich

A principios de enero de 1900 llegué a Kiev, llamado por Kostia para


organizar la imprenta clandestina del periódico El Estandarte Obrero.
En la primera entrevista que tuve con él me dijo que disponía de tipos,
máquina, dinero y originales y que se podía emprender inmediatamente la
instalación de la imprenta y la composición del periódico.
Encontramos una casita en un enorme patio, situado al final de la Bolshaya
Vasilkovskaya. Se habían comprado algunos muebles pero quedaban por
emprender los últimos preparativos del traslado, lo cual exigía una gran
prudencia. Ante todo, dejé a Kostia mi verdadero pasaporte, que sustituí por
otro a nombre de Borís Moiseenko. Antes de instalarme en aquel domicilio
mandé los muebles y mis objetos personales, di el documento para que fuera
registrado y sólo unos días después, cuando me persuadí de que no había
novedad, trasladamos los tipos y la máquina.
El único registrado sería yo; Kostia entraría y saldría, observando
rigurosamente, ni que decir tiene, las reglas de la conspiración.
Al portero, al administrador y a los vecinos les dije que el piso lo había
alquilado para mi hermana mayor, que debía llegar dentro de un mes de
provincias y que tenía una familia poco numerosa. Esta invención respecto a
la familia de mi hermana ficticia la habíamos adoptado «por lo que pudiera
suceder», o, para decirlo con más precisión, para salir al paso de las preguntas
de los vecinos.
Una vez trasladadas la letra y la máquina, compré papel en algunos
almacenes, situados en distintos puntos de la ciudad y distanciados del
domicilio. La tinta la obtuvimos por mediación de un obrero de Kiev, viejo
revolucionario que nos ayudó asimismo a adquirir algunos accesorios
mecánicos.
A mediados de enero los preparativos estaban hechos y emprendimos el
trabajo. Los primeros impresos resultaron muy malos. Pero después de no
pocas penalidades y trabajos conseguí una excelente impresión.
154

Teníamos que tirar urgentemente mil ejemplares del periódico, pero a


mediados de enero las cosas sólo empezaban a marchar. Fue preciso darnos
Historia de una imprenta clandestina [D. Guerschanovich]

prisa. Otra circunstancia vino a complicar nuestro trabajo. La autocracia había


tomado severas represalias contra los estudiantes de Kiev, que habían
organizado manifestaciones revolucionarias. Kostia decidió responder a esta
nueva manifestación de la arbitrariedad zarista con una proclama firmada por
el Comité Central del Partido Socialdemócrata Obrero de Rusia. Fue preciso
aplazar la impresión del periódico y componer e imprimir la proclama. Esto
rebasaba ya nuestro programa, y entonces organizamos la división del trabajo.
Como fuera que Kostia ignoraba completamente la técnica de la impresión,
tuve que adiestrarle, lo cual no fue cosa fácil.
No tardó en aparecer un nuevo compañero. Un día, al atardecer, mientras
yo estaba trabajando y Kostia se hallaba en la ciudad, llamaron a la puerta del
modo convenido. Naturalmente, por dicha señal sabía que era él el que
regresaba, pero, ¡cuál no sería mi asombro al ver que no volvía solo! Kostia
iba acompañado de una joven llamada Jenia, pequeña, rubia, flaca, una
verdadera miniatura, pero con un rostro inteligente y serio. En general, me
alegré mucho de la llegada de una nueva persona, pues me hallaba
emparedado en dos pequeñas habitaciones y casi no tenía relación con el
mundo exterior, excepción hecha del portero y del tendero, cerca del cual
gozaba de un pequeño crédito en los momentos en que nos faltaba dinero y
no teníamos la posibilidad de comprar té, azúcar, pan y salchichón. Pero
dejemos al tendero y hablemos de Jenia. Yo era joven, no tenía más que
veintiséis años, y la aparición de una muchacha joven y linda no podía dejar
de producirme una fuerte emoción. Esta alegría se vio oscurecida por la
conducta de Kostia, el cual no consideró necesario ni tan siquiera presentarme
a la nueva compañera.
Fuese como fuese, la aparición de una tercera persona, y, por añadidura,
perteneciente al sexo femenino, me animó extraordinariamente y aumentó mi
energía física para continuar nuestro trabajo intenso. Más tarde, Jenia se
convirtió en nuestro ángel guardián y en una hermana buena y solícita.
A menudo nos encontramos sin un céntimo, y había ocasiones en que
trabajábamos todo el día y buena parte de la noche sin comer y nos
acostábamos con una aguda sensación de hambre.
155

El tendero me consideraba como a un señor de posición mediana. Gozaba


cerca de él de cierto crédito, pero no había que exagerar. Y por esto, cuando
el crédito alcanzaba la suma que, a mi juicio, rebasaba los límites de la
confianza del tendero, prefería quedarme hambriento a quebrantar mi
autoridad. Y como a menudo nos quedábamos sin dinero, no había más
Historia de una imprenta clandestina [D. Guerschanovich]

remedio que sufrir hambre con frecuencia.


Con la aparición de Jenia, nuestra situación material mejoró
considerablemente. Cada aparición suya iba acompañada de alguna cosa
apetitosa. Ora aparecía con excelentes pasteles, carne fría y chocolate, ora nos
traía pequeñas cantidades, un rublo de plata o un papel de tres. Gracias a esta
circunstancia se podía casi prescindir del crédito del tendero, lo cual aumentó
aún más mi autoridad a sus ojos.
Nos hallábamos a fines de enero. La impresión del periódico tocaba a su
término. Yo estaba exhausto. A menudo se me cerraban los ojos y pensaba
que en el mundo no había nada tan delicioso como dormir.
Una de las noches en que me quedé solo no pude resistir la tentación, me
acurruqué en un rincón y me dormí profundamente.
Me despertó un fuerte golpe en la puerta. Me levanté del suelo y sin darme
cuenta en absoluto de lo que hacía, me fui maquinalmente a abrir la puerta.
Algo instintivo, oculto en la subconsciencia, me dijo: «¿Qué haces?». Pero ya
era tarde. Se abrió la puerta y mi asombro no tuvo límites: ante mí aparecieron
las figuras de dos hombres desconocidos.
— ¡Todo ha terminado! —pensé.
Pero esto no duró más que un instante. No tardé en reconocer en la
oscuridad la figura de Kostia, envuelto en su abrigo de pieles. El otro era S.,
un obrero de la organización revolucionaria local que venía a repararnos la
máquina.
Yo no acababa de volver en mí y mi único deseo era dormir. Pero no me
fue posible. Se arregló la máquina y nos apresuramos a arreglar el número.
Desde aquella noche mis relaciones con Kostia se modificaron
considerablemente. Éste no podía perdonarme mi negligencia, que podía
echarlo a perder todo. Por mi parte, no podía soportar su tono despreciativo
y grosero en las conversaciones que sostenía conmigo, y, a fin de cuentas,
acabé por odiarle. Sólo cuando se hallaba presente Jenia se contenía, gracias a
lo cual la presencia de esta mujer, que me libraba de la grosería de ese hombre,
me alegraba aún más. Pero como la conciencia de la responsabilidad de mi
trabajo era superior a esas pequeñas miserias, decidí tener paciencia, y
únicamente cuando la grosería de Kostia rebasó todos los límites, le contesté
como era debido.
156

El 31 de enero el periódico estaba listo. Entretanto, Kostia se preparaba


para transportarlo a Petersburgo.
Llegó el día de su partida. Se presentó en casa completamente afeitado, con
Historia de una imprenta clandestina [D. Guerschanovich]

un maletín en la mano. Poco después se presentó Jenia. El tren salía por la


noche. Jenia debía acompañarle. Quedaban dos horas a nuestra disposición
que utilizamos para ultimar todos los asuntos prácticos. Kostia se llevó el
pasaporte a nombre de Moiseenko, declarando que tenía necesidad de él. El
mío tampoco me lo devolvió. Convinimos que regresaría no más tarde del 10
de febrero, con dinero y original para el número siguiente. Jenia se quedaba
en Kiev para mantener el contacto conmigo. Durante este tiempo yo podía
descansar bien, mostrarme prudente, no deambular mucho por las calles y
esperar a Jenia en días y horas determinados.
Después de la marcha de Kostia empezó para mí un período de espera
enervante. Entretanto, las explosiones revolucionarias pasaban de un centro
importante a otro. Se presentían nuevos acontecimientos. En todas las
ciudades universitarias, el 19 de febrero14 de ese año se vio acompañado de
manifestaciones, huelgas estudiantiles y agresiones furiosas de los cosacos
contra la multitud pacífica. Fueron particularmente tormentosas las
manifestaciones de Petersburgo y Járkov. Moscú no se quedó atrás. En Kiev
no reinaba una tranquilidad completa. Yo leía diariamente los periódicos y
estaba enterado de todo, a pesar de que la prensa daba cuenta de los
acontecimientos con poca fidelidad: habíamos aprendido a leer entre líneas.
Yo me sentía atado a una cadena que no podía romper.
Resonó el disparo de Kárpovich contra Bogolépov.15 La situación se hizo
aún más insoportable, con tanto mayor motivo cuanto había pasado hacía ya
tiempo la fecha señalada por Kostia para su regreso. Jenia, cuando venía a
verme, estaba muy triste y preocupada.
157

En uno de aquellos días me fui a Correos a ver si tenía cartas. Recibí


efectivamente una, que me aclaró la situación. Se había verificado un registro
muy serio y minucioso en casa de mis padres. Preguntaron por mí, y al no
obtener indicaciones precisas quisieron detener a mi padre. Entonces lo vi
todo claro. Kostia, seguramente, había sido detenido en Petersburgo. Como
tenía mi pasaporte, me había descubierto también a mí y los gendarmes se
habían ido al domicilio de mis padres. Pero si era así, se descubriría también
la imprenta, pues se hallaba asimismo en poder de aquel compañero el
pasaporte a nombre de Moiseenko, con el cual me había registrado en la

14
Aniversario de la abolición de la servidumbre (19 de febrero de 1861), por Alejandro II. | N.
del T.
Kárpovich era un estudiante que, a principios 1901, mató al ministro de Instrucción Pública
15

(Bogolépov) por las represiones contra los estudiantes. | N. del T.


Historia de una imprenta clandestina [D. Guerschanovich]

Bolshaya Vasilkovskaya, o sea en la imprenta. ¿Por qué milagro no había sido


detenido aún?
Decidí no pasar más la noche en la imprenta e ir a la misma a primeras
horas de la mañana con grandes precauciones.
¡Qué lástima que no supiera la dirección de Jenia, la cual debía venir a la
imprenta el día siguiente! Si caía yo, también caería ella. Si consigo salvarme,
me pondré de centinela y la advertiré.
Como no tenía ni un céntimo, pasé la noche en las calles de Kiev. Por la
mañana temprano rodeé a una distancia respetable el local de la imprenta y
no observé nada sospechoso. Entonces me acerqué más y me convencí de que
no había nadie. Entré y me puse a esperar a Jenia, la cual llegó a las tres.
Después de explicarle lo que pasaba, decidimos seguir celebrando nuestras
entrevistas en la imprenta, pero aún con mayores precauciones, y utilizar a los
estudiantes para encontrar habitación donde pernoctar y para todo lo que
fuera necesario. Además, escribí cartas a Járkov y Píter16 con el fin de saber
dónde se hallaba Moisey17, mi antiguo amigo y compañero, que vivía en el
extranjero y debía regresar a Rusia.
Al cabo de una semana, recibí carta anunciando la próxima llegada del
mismo, que simpatizaba con nuestras ideas. Nuestra entrevista fue bastante
breve. Mi amigo debía marcharse aquella misma tarde. Su permanencia en
Kiev, en cuya cárcel había estado ya preso y donde le conocían todos los
policías, resultaba peligrosa.
158

De todos los militantes activos de la organización, los únicos que habían


quedado en libertad éramos nosotros dos. En estas condiciones era difícil
imaginar o decidir cualquier cosa, y por esto tomamos una resolución bastante
arriesgada: embalar la imprenta y mandarla a gran velocidad a un punto
cualquiera de la región meridional. Optamos por Berdichev, provincia de Kiev.
Moisey se ¡ría a Petersburgo para restablecer las relaciones y procurarse
dinero. Después de cierto tiempo, volvería a Kiev o me llamaría para tomar
medidas relacionadas con una actividad más positiva. Antes de marcharse me

Petersburgo. | N.delT.
16

Moisey Vladímirovich Luriú. Él y su hermano Mijaíl fueron los organizadores del Grupo de
17

Obreros Revolucionarios y de El Estandarte Obrero. El 30 de marzo de 1901 fue detenido entre


Járkov y Kiev, en la estación de Vorojba. En 1903 fue desterrado en Sredni Kalinski. En 1905
participó en la organización de la República de Chita y, por una feliz casualidad, evitó la pena de
muerte. En 1906, participó en la organización militar bolchevique, en Petersburgo. En 1907, se
marchó al extranjero, desde donde no regresó ya más a Rusia. Murió en Lausana en 1912.
Historia de una imprenta clandestina [D. Guerschanovich]

dejó dinero para expedir la imprenta y vivir.


El día siguiente adquirí un enorme canasto en el cual embalé con gran
cuidado la letra, la máquina y los accesorios. Llamé al portero y le dije que
había recibido un telegrama de mi hermana diciendo que su marido estaba
gravemente enfermo y que debía ponerme en camino inmediatamente. El
canasto y las maletas me daban un aspecto respetable, y el portero me ayudó
sin ninguna sospecha a llevarlo todo al coche y se despidió amablemente de
mí.
En la estación encargué del envío del canasto a dos mozos de cuerda, a los
cuales pedí asimismo que me compraran el billete. Todo salió a pedir de boca,
y para despistar subí al tren y ocupé un sitio, y en el momento mismo en que
aquél se puso en marcha salí por la plataforma trasera y volví a la ciudad sin
ser notado por nadie.
Vinieron nuevamente una serie de días y noches de espera. El movimiento
revolucionario decrecía, pero las persecuciones de la gendarmería eran aún
más furiosas. Se produjo el pánico entre la juventud estudiantil. Cada día
resultaba más difícil encontrar un sitio donde pasar la noche; por ese motivo,
a menudo había que pasar la noche al aire libre. Se había acabado el dinero,
pero Jenia me daba algunas pequeñas cantidades de vez en cuando.
En una de las entrevistas, con la pureza y la inocencia que le eran propias,
me dijo que había muchos revolucionarios que hallaban un refugio en las casas
de prostitución.
Comprendí la alusión.
Pero seguir en Kiev resultaba insoportable, y como no recibiera noticia
alguna de Moiseenko, decidí marcharme a Petersburgo en su busca.
Jenia apoyó mi proyecto, me dio dinero para el viaje y los nombres de tres
abogados a los cuales podía dirigirme a mi llegada.
159

A primeros de marzo salí para Petersburgo. Ya estoy en la capital y empiezo


a deambular sin objetivo alguno por la inmensa perspectiva Nevski. Las
grandes casas de piedra y el movimiento de las calles, desacostumbrado para
mí, me aplastan. Me consuela la idea de que entre una muchedumbre tal es
poco probable que llame la atención de los policías.
Hay que hacer algo.
Tengo un plan, y en la memoria, los apellidos de tres abogados. En el
bolsillo me queda un rublo en calderilla y me dirijo a la oficina de direcciones
de la Sandóvaya, donde obtengo las que necesito. Me encamino
apresuradamente hacia la Bolshaya Morskaya, encuentro el número que
Historia de una imprenta clandestina [D. Guerschanovich]

preciso, subo por la suntuosa escalera y llamo tímidamente... Un minuto


después me hallo sentado en el recibidor del abogado Demidovich-
Demidovski. Hay allí también otros visitantes y tengo que esperar el turno.
Fue desagradable esa entrevista, sin santo y seña ni recomendaciones
escritas. Tenía que persuadir a un hombre desconocido de que yo no era
policía ni espía, sino simplemente una astilla del buque revolucionario
hundido, que tenía necesidad de apoyo y sostén. Procuré conservar mi
tranquilidad exterior, pero en mi interior estaba agitado y no podía
dominarme. Seguramente mi estado de ánimo se manifestó exteriormente
contra mi voluntad, y mi interlocutor, que al principio mostró un poco de
miedo, no tardó en convencerse de que se hallaba ante un hombre sincero.
Había alcanzado el fin de mi viaje.
Al día siguiente me entrevistaba ya con Moiseenko en el domicilio de un
doctor y examinaba con él nuestro plan de acción. Decidimos organizar
nuevamente la imprenta. Yo debía encargarme de ello. Recibí de Moisey la
cantidad necesaria con la promesa de que me daría más dinero tan pronto
fuera posible. Se encargaría asimismo de proporcionar originales y de
reconstituir la organización de Petersburgo.
Feliz y gozoso, a primeros de marzo regresé al Sur, pero no a Kiev, sino a
Járkov, con cuyas organizaciones revolucionarias mantenía un contacto
constante. En dicha ciudad encontré casualmente a la compañera Berta18 que
acababa de llegar de Vilna y a la cual conocía por su actuación en la región del
Noroeste y en Kiev. Después de la primera conversación sobre los amigos y
conocidos, decidí enfocar la cuestión prudentemente. Le expuse en pocas
palabras mi plan y, después de breve reflexión, adquirí un aliado. Berta
encontró a una amiga suya, una comadrona que vivía en el distrito de
Aleksandrovsk, provincia de Yaroslavl, en una de las colonias alemanas, entre
los menonitas, donde decidimos organizar la imprenta.
160

Había que realizar un trabajo enorme. Era preciso volver a Petersburgo en


busca de originales y en primer lugar de la proclama del Primero de Mayo,
recibir la expedición en Berdichev y reexpedirla a Aleksandrovsk. De todo esto
me encargué yo, y Berta se fue a Aleksandrovsk a prepararlo todo.
No encontré a Moisey en Petersburgo, y en la noche de mi llegada hubo
una nueva redada policíaca; no quedaba más que un compañero. Decidimos

Sofía Vladímirovna Golubiatko, actualmente [1932] miembro del Partido Comunista y


18

profesora en una de las Facultades Superiores de Moscú. | N. del T.


Historia de una imprenta clandestina [D. Guerschanovich]

redactar juntos la hoja del Primero de Mayo. Anteriormente, me había


encargado ya de escribir proclamas, pero no de carácter nacional, sino local,
pero en vista de que ese compañero intelectual (ingeniero) no servía para
estos menesteres, cogí la pluma y escribí la hoja. Era muy breve, pero
expresiva y característica para la época revolucionaria en que vivíamos, y
después de corregida por un camarada, fue aprobada.
El primer día de la Pascua judía recibí el canasto en Berdichev sin novedad.
Poco después me hallaba ya en Aleksandrovsk con la imprenta, el papel y el
original de la proclama del Primero de Mayo. Las condiciones en que
debíamos trabajar allí eran muy peligrosas. Los colonos alemanes son muy
suspicaces y astutos, y a pesar de que me había presentado como el novio de
la comadrona, lo sospechoso de la carga y la necesidad de emprender el trabajo
nos asustaban. Temíamos no poder imprimir la primera hoja y ser detenidos.
Pero, sin embargo, emprendimos el trabajo. Me ayudaba exclusivamente
Berta. La comadrona ocupó el puesto de observación.
Fue preciso trabajar por la noche. De día era absolutamente imposible. En
cualquier momento podían asomarse aquellas alemanas curiosas y astutas y
echarlo todo a perder. La impresión de la hoja no se prolongó mucho.
El primer día de la Pascua cristiana, Berta y yo nos preparamos para
ponernos en camino. Yo debía llevar la proclama a Píter, ella a Járkov, Kiev y
Yekaterinoslav. Para el Primero de Mayo no faltaban más que dos días. Fue
preciso apresurarse. Se podía llegar a Petersburgo con tiempo sólo tomando
el expreso, pero no teníamos bastante dinero para ello. No nos quedó otro
recurso que librarnos a una serie de combinaciones arriesgadas. Llegamos
como pudimos hasta Járkov, donde el exprés se paraba cuarenta y cinco
minutos. La ingeniosa Berta tomó prestados veinticinco rublos al portero del
retrete de las señoras, bajo la garantía del equipaje. Me tomó el billete hasta
Petersburgo y, sin salir del vagón ni mostrarme a nadie, recibí el billete directo
y un poco de dinero para el camino, y, después de despedirme calurosamente
de Berta, continué el viaje hasta el sitio de destino.
161

La proclama fue repartida en la víspera del Primero de Mayo. Me enteré en


la capital de que Moisey aún no había regresado y se ignoraba su paradero.
Circulaba el rumor de que había sido detenido en Vorojba, entre Kiev y Járkov.
Todos los demás compañeros, incluso el ingeniero con el cual habíamos
redactado la hoja, se hallaban en la cárcel.
Era preciso marcharse de Píter cuanto más pronto mejor.
Me fui a Vilna, donde hallé fácilmente refugio entre mis antiguos
Historia de una imprenta clandestina [D. Guerschanovich]

compañeros. Pero había que hacer algo. El compañero Alter y los demás no
podían ayudarme en nada, y los restantes estaban detenidos.
Poco después regresé a Petersburgo, y, al cabo de unos días, recibí dinero
y un traje nuevo y se me dijo que, por el momento, me fuera a Járkov, donde
¡ría a verme dentro de pocos días un compañero y me daría las indicaciones
necesarias.
Y heme nuevamente en Járkov, cuna de mi actividad revolucionaria, donde
se me conoce en todos los círculos y en todas las tendencias revolucionarias.
En espera de la carta de la imprenta y del compañero de Petersburgo, me
dedico a redactar hojas sobre distintos temas políticos, a imprimirlos en un
mimeógrafo y a lanzarlos bajo la firma de El Estandarte Obrero.
Al cabo de pocos días llega Berta con una noticia muy desagradable. En la
colonia ha circulado el rumor de que habíamos traído a la comadrona un
canasto con oro robado. Perspectiva: un registro. Se busca a unos ladrones y
se da con una imprenta clandestina. Después, el fracaso, la detención y todos
los planes a rodar.
Hay que salvar la imprenta. Hay que salvar a los compañeros. Tomo
medidas inmediatamente con este fin.
Los amigos me fijaron una entrevista con un compañero llamado
Járchenko, al final de la calle Sumskaya. La entrevista tuvo lugar y Járchenko
me prometió la ayuda para el día siguiente.
162

Pero... al regresar de la imprenta, en el tranvía, cuando llevaba prisa para


ver a Berta y alegrarla con la noticia del auxilio que se nos iba a prestar, fui
detenido. En el momento de la detención ofrecí resistencia, conseguí reunir a
mucha gente, pero sin resultado.
Un año después, en la prisión preventiva de Píter, a la hora del paseo, en
el cual participaba asimismo Kostia, una magnífica mañana de invierno nos
trajeron a un grupo de detenidos políticos, entre los cuales había muchos
compañeros petersburgueses conocidos y mis coterráneos M. Frumkin y
Mayants.
Frumkin me dijo que el día siguiente de mi detención había llegado a Jarkov
para entrevistarse conmigo. La imprenta la salvó y la llevó a Tambov, donde
fue descubierta pocos meses después, lo cual trajo aparejado consigo la
detención de un grupo de compañeros. Me habló asimismo del periódico
Iskra. Conocía el primer número de dicho periódico antes de mi detención y
ya entonces había llegado a la conclusión de que no existía ya base para El
Estandarte Obrero. Éste había prestado grandes servicios en tiempo
Historia de una imprenta clandestina [D. Guerschanovich]

oportuno. Su continuador, destinado a agrupar a su alrededor a toda la


socialdemocracia revolucionaria sobre la base de una amplia lucha política, era
Iskra, la cual alumbró efectivamente la gran llamarada de la revolución
proletaria.
Historia de una imprenta clandestina [D. Guerschanovich]

163

LENIN TEÓRICO Y PRACTICO DE LA


MILITANCIA ILEGAL
B. VASILIEV, M. KEDROV

I
LENIN Y LA ACCIÓN CLANDESTINA

Vladimir llich fue no solamente el creador y el jefe del gran Partido


Bolchevique, sino también un notable revolucionario práctico, con larga
experiencia en el trabajo revolucionario. En este capítulo hemos aprovechado
la rica literatura de las memorias sobre el camarada Lenin, que caracteriza su
actividad de militante ilegal y, sobre todo, los recuerdos de las personas de su
intimidad: N. K. Krúpskaya y las hermanas de Lenin, María y Ana.
Las memorias de la camarada Krúpskaya demuestran que, ya en el
comienzo de su actividad revolucionaria, Vladimir llich concedía una gran
importancia a todo lo concerniente a la acción clandestina.

En nuestro grupo —escribe Krúpskaya— Vladimir llich era el que mejor


sabía trabajar desde el punto de vista conspirativo; conocía los patios con
doble salida, sabía engañar de un modo magnífico a los espías, nos
enseñaba a escribir en los libros por medio de procedimientos químicos,
por medio de puntos, a emplear signos convencionales, inventaba todos los
sobrenombres imaginables...19

Hay que hacer constar, sin embargo, que en aquel tiempo, es decir, durante
los años de la Unión de Lucha [por la Emancipación de la Clase Obrera] a los
cuales se refiere la cita anterior, y durante los años que siguieron (1903), la
técnica del trabajo clandestino y, en general, todo lo que se refiere a la
conspiración, era todavía bien primitivo.

Al releer ahora la correspondencia con Rusia, sorprende la candidez de la


conspiración de aquella época. Todas esas cartas sobre los pañuelos de

N. Krúpskaya, Recuerdos sobre Lenin, Ediciones Europa-América, p. 22. Mantenemos en


19

todas las citas las traducciones presentes en el folleto original con sus referencias correspondientes,
cuando las llevan. | Nota E.
Historia de una imprenta clandestina [D. Guerschanovich]

bolsillo (pasaportes), con esas alusiones a la «cerveza» y a las «pellizcas»


(literatura ilegal), todos esos nombres de poblaciones que empezaban con
la misma inicial del verdadero nombre (Odesa-Osip, Tver-Terenti, Poltava-
Petia, Pskov-Pacha, etc.), toda esa sustitución de nombres masculinos por
femeninos y viceversa, todo eso era extremadamente transparente, no
podía engañar a nadie. Por entonces no parecía ingenuo y, hasta cierto
punto, sin embargo, contribuía a despistar. En un principio no había una
tal abundancia de delatores como hubo más tarde. Los militantes se
conocían todos entre sí, se podía tener confianza en todos.20
164

Sin embargo, en la mayoría de los casos, incluso una clandestinidad como


ésa alcanzaba sus fines. He aquí un ejemplo que mostrará hasta qué punto
podía servir hasta un código tan ingenuo como el lenguaje convencional de
que habla Krúpskaya, porque los agentes de la seguridad política, incluso los
jefes, eran fundamentalmente ignaros.
En 1905 se halló sobre un camarada detenido en Tiflis una correspondencia
que trataba de la compra y venta de patatas, nueces y avellanas, etc. Como no
existía ninguna relación entre la persona arrestada y el comercio de frutas, y
como, por el contrario, el detenido había sido ya perseguido por cuestiones
políticas, la Ojrana, no sin razón, hizo esta suposición sugerida por la carta:
«Las patatas designaban las bombas (se las llamaba frecuentemente naranjas);
las nueces, balas de fusil; las avellanas, balas de revólver». No obstante, el jefe
de la gendarmería rechazó esta suposición diciendo que había que tener
verdaderamente demasiada imaginación para tomar las patatas por bombas y
las nueces por balas y puso al detenido en libertad.
En el conflicto surgido a este respecto, el Departamento de Policía dio la
razón a la Ojrana, pero «el comerciante de frutas había ya tenido tiempo de
desaparecer sin dejar rastro» (Expediente del Departamento de Policía, núm.
3.755).
En la mayor parte de los casos, la policía descubría los rastros de las
organizaciones revolucionarias no porque éstas últimas empleasen métodos
de conspiración muy primitivos, sino porque algunos miembros del Partido
los utilizaban a veces sin prestar la atención y la seriedad debidas.
Había miembros del Partido (que tienen también actualmente sus
semejantes en todos los Partidos Comunistas clandestinos) que pensaban que
ellos no debían ocuparse más que de los grandes problemas políticos y que

20
N. Krúpskaya, Recuerdos sobre Lenin, p. 106, Ediciones Europa-América.
Historia de una imprenta clandestina [D. Guerschanovich]

todo lo concerniente a la técnica, a la conspiración, etc., no eran más que


«futilezas» que no merecían su atención.
165

Si las circunstancias les obligaban, no obstante, a ocuparse de estas


cuestiones, cumplían su cometido de cualquier manera, con tal de terminar lo
más pronto posible. Admitamos, por ejemplo, que es necesario cifrar en un
libro una carta urgente e importante. Este trabajo puede ser hecho a la ligera
en una media hora, pero toma de dos a tres horas para ser hecho
cuidadosamente (cifrar la carta y controlar lo escrito). Si el encargado de ese
trabajo no quiere emplear su «precioso» tiempo en tales «futilezas», puede
resultar que la carta sea indescifrable o, lo que es peor aún, que el secreto
contenido en la correspondencia sea descubierto por los gendarmes.
En ninguna parte, en ningún trabajo, la estricta observación de los
pequeños detalles que exige la conspiración tiene una importancia tan
inmensa. Como veremos más adelante, V. Ilich [Lenin] consagraba la más
seria atención y gran parte de su tiempo —realmente precioso— a estas
«pequeñeces», dando así el ejemplo a los activistas de todos los Partidos
Comunistas legales o semi— legales.
Métodos de maquillaje del camarada Lenin

166

MÉTODOS DE MAQUILLAJE DEL CAMARADA


LENIN

Una de las importantes condiciones que garantizaban más o menos a un


revolucionario contra la detención era su capacidad de disfrazarse y
confundirse con el medio, dando a su figura y su exterior el aspecto habitual
en los medios o en las clases en las que debía trabajar. El revolucionario se
perdía así en la masa de otros individuos semejantes a él, dificultando su
vigilancia.
Era igualmente importante para un miembro del Partido saber ocultar su
verdadero nombre a los numerosos camaradas con los cuales realizaba el
trabajo ¡legal, y ser conocido por ellos sólo por su seudónimo o sobrenombre
de Partido. Este disimulo hacía considerablemente más difícil el trabajo de los
confidentes en el seno de la organización. Es verdad que mientras más
importante era el papel desempeñado por un miembro de la organización, más
difícil era observar esta regla de la conspiración; y, naturalmente, para el líder,
para el jefe, esto era más difícil aún.
No era una simple curiosidad, sino la admiración, el orgullo y el amor por
su jefe lo que empujaba al militante a hacer preguntas, a enterarse de algo de
la vida de éste, y en muchos casos esto fue la causa de que se descubriese el
secreto.
El hecho siguiente demuestra hasta qué punto Lenin sabía observar las
reglas de la conspiración. Durante un cuarto de siglo, el verdadero nombre de
Vladimir sólo era conocido por un círculo relativamente reducido de
camaradas. Sólo en el período que siguió a febrero, y en las jornadas
victoriosas de octubre, Lenin Uliánov fue conocido por todos los miembros
del Partido y de la clase obrera. Ya en el primer período de su actividad
revolucionaria, en Petersburgo, Lenin recurría a diversos seudónimos y
algunos de ellos eran conocidos en los círculos de obreros avanzados y de
intelectuales. Así, en los círculos obreros era conocido como Nicolás Petróvich
y también como Starik (el Viejo); en un círculo más restringido de camaradas,
se le llamaba llich; en los periódicos marxistas legales, como, por ejemplo, en
el Novoye Slovo {La Nueva Palabra), escribía bajo los seudónimos literarios
de Tulin, Vladimir llín, Kárpov. De año en año el número de sus apodos y de
Métodos de maquillaje del camarada Lenin

los nombres que llevaba en los pasaportes falsos iba aumentando


considerablemente.
167

A pesar del cuidado excepcional y de las precauciones de Vladimir llich en


todo lo concerniente a la conspiración, tampoco él lograba llevarla hasta el
final, y ocurría que en el curso de los acontecimientos se descubría
casualmente lo que él ocultaba con tanto cuidado. He aquí lo que relata a este
respecto en sus memorias el obrero Kniazev:

En 1893, mi abuela murió y yo tenía que recoger su herencia... Pedía


consejo a los camaradas sobre lo que yo debía hacer para obtenerla. Ellos
me enviaron a ver al abogado V. I. Uliánov, recomendándome no anotar su
dirección.
Llegado a la casa número 7 de la callejuela de los Cosacos, con ayuda
del plano que me habían dado, encontré el departamento 13; llamé. La
portera de la casa vino a abrirme y me dijo que Uliánov no estaba en casa,
pero que volvería muy pronto, permitiéndome esperarle en su cuarto. La
habitación tenía dos ventanas. El mobiliario era extremadamente modesto.
Una cama de hierro, un escritorio, tres o cuatro sillas, una cómoda.
Después de mirar todo esto, me quedé cavilando, preguntándome qué clase
de abogado podría ser éste, y si aceptaría ocuparse de mi asunto... El timbre
se dejó oír, y muy pronto un hombre con sombrero de copa (por la
ilegalidad, naturalmente) entró en el cuarto. «Ah, usted me espera ya —
dijo quitándose rápidamente el gabán y alisando las arrugas de su levita—
; un minuto, me cambio de ropa y examinaremos su asunto». Al levantar
la vista me quedé asombrado: «Pero... ¡si es Nicolás Petróvichl».

Contando en sus memorias su viaje al extranjero para buscar a Vladimir


llich, Krúpskaya relata la forma cómo Lenin, que residía en Münich al
comienzo del período de Iskra (1901-1902), ocultaba su nombre y el lugar en
que vivía.

Me dirigí a Praga, donde suponía que vivía Vladimir llich, con el apellido
de Modratschek.
Antes había mandado un telegrama. Llegué a Praga; no me esperaba
nadie en la estación. Esperé inútilmente. Muy confundida, tomé un coche,
cuyo conductor lleva sombrero de copa, cargué mis maletas y nos pusimos
en marcha. Llegamos a un barrio obrero, a un callejón estrecho, a una casa
Métodos de maquillaje del camarada Lenin

enorme en muchas de cuyas ventanas se aireaban los colchones.


168

Subí al cuarto piso. Me abrió la puerta una checa rubia. Pregunté por
Modratschek, herr Modratschek. Salió un obrero y dijo: «Modratschek soy
yo». Estupefacta, balbuceo: «No, Modratschek es mi marido». Por fin,
Modratschek adivinó de lo que se trataba. «¡Ah, seguramente es usted la
esposa de herr Rittmeyer; vive en Munich, pero por mediación mía le
mandaba a usted cartas y libros a Ufa», dijo. Modratschek se pasó todo el
día conmigo, le hablé del movimiento obrero ruso, él me habló del
austríaco, su mujer me ensenó las piezas de ropas confeccionadas por ella
y me nutrió de albondiguillas checas.
Al llegar a Munich iba ataviada con un abrigo de pieles, y en aquel
momento en Munich todo el mundo iba ya sin abrigo. Aleccionada por la
experiencia dejé mis maletas en la estación, en la consigna, tomé un tranvía
y me fui en busca de Rittmeyer. Encontré la casa; el número 1 resultó ser
una cervecería. Me acerqué al mostrador, detrás del cual se hallaba un
alemán regordete y, presintiendo de nuevo que no había ¡do a parar donde
convenía, pregunté tímidamente por el señor Rittmeyer. El cervecero
contestó: «Soy yo». Completamente anonadada, balbuceé: «No, Rittmeyer
es mi marido».
Y nos miramos uno al otro como dos imbéciles. Al fin llegó la esposa de
Rittmeyer y, después de echarme una ojeada, adivinó de lo que se trataba.
«¡Ah!, seguramente es la mujer de herr Meyer. Herr Meyer espera a su
mujer que debe llegar de Siberia, Venga usted conmigo».
Sigo a la señora Rittmeyer hacia un patio posterior de la enorme casa,
hacia un piso inhabitable. Se abre la puerta y alrededor de una mesa se
hallan sentados Vladimir llich, Mártov y Anna llichina. Olvidándome de
dar las gracias a la patrona, empiezo a regañar:
— ¡Diablo! ¿Por qué no has escrito dónde se te podía encontrar?
— ¿Cómo que no he escrito? Tres veces al día iba a recibirte a la estación. ¿De
dónde vienes?
Resultó que el individuo a cuyo nombre había sido enviado el libro con
la dirección se había quedado con él para leerlo.
[...] Vladimir llich, Mártov y Potrésov habían hecho su viaje al
extranjero con pasaportes legales, pero, así y todo, en Múnich, decidieron
vivir con documentos ajenos y alejados de la colonia rusa con objeto de no
hacer caer en manos de la policía a los compañeros llegados de Rusia y
expedir más fácilmente la literatura ilegal a nuestro país en maletas, cartas,
Métodos de maquillaje del camarada Lenin

etc.
169

Cuando llegué a Munich, Vladimir llich vivía sin registrarse en casa de


ese Rittmeyer, con el nombre de Meyer. El cervecero Rittmeyer era social—
demócrata y ocultaba a Vladimir en su casa.
[...] Cuando llegué tomamos el pasaporte de un búlgaro, de un tal
doctor lordanov; añadimos al documento el nombre de la supuesta esposa
del doctor, Maritsa, y nos instalamos en una habitación que vimos
anunciada en los periódicos, en casa de una familia obrera. Antes de que
yo llegara, desempeñaba el cargo de secretaria de la redacción de Iskra Irma
Hermorevna Smidovich-Lehmann, la cual vivía también con pasaporte
búlgaro y se llamaba Dimka.
[...] Las cartas de Rusia eran mandadas a distintas ciudades de Alemania
a nombre de compañeros alemanes, los cuales remitían la correspondencia
al Dr. Lehmann, quien, a su vez, nos las enviaba a nosotros.
Poco antes había ocurrido mí incidente gracioso. En Rusia se había
conseguido organizar, al fin, en Chisnáu, capital de Besarabia, para la
impresión de folletos, una imprenta dirigida por Akim (León Goldmann,
hermano de Líber). Éste mandó a la dirección de Lehmann una almohada
en la cual había cosido varios ejemplares de los folletos publicados en
Rusia. Sorprendido, Lehmann se negó en correos a recibir la almohada,
pero cuando los nuestros se enteraron de ello y llamaron la atención del
doctor, éste recibió la almohada y declaró que en lo sucesivo tomaría todo
lo que llegara a su nombre, aunque fuera un tren entero.
No estaba todavía organizado el transporte de Iskra a Rusia. Iskra se
mandaba principalmente en maletas de doble fondo por medio de distintas
personas que las llevaban a Rusia a un sitio convenido.
[...] Como vivíamos de un modo absolutamente ¡legal, no nos veíamos
en absoluto con los compañeros alemanes.21

21
N. Krúpskaya, Recuerdos, pp. 71 y sig. Ediciones Europa-América
No llamar la atención

170

NO LLAMAR LA ATENCIÓN

Uno de los rasgos característicos de Lenin era que, a pesar de ser el


animador, el inspirador de todo el movimiento obrero, exteriormente parecía
quedar en un segundo plano, esforzándose en no llamar la atención de los que
le rodeaban, ni por su exterior, ni por sus palabras, ni por sus actos. El
camarada llin me contó que un día fue en compañía de Lenin a una reunión
obrera ilegal. En esta reunión, Vladimir llich tuvo que hablar mucho, mientras
que llin, que tenía un exterior realmente imponente, había permanecido
callado. Después de la reunión, algunos obreros expresaron su asombro de
que «el pequeño» hubiera hablado todo el tiempo y tan bien, mientras que
«Lenin» había callado. He aquí, por otra parte, cómo V. Kniazev (Colección
sobre llich, edición de Istpart, de Leningrado) describe la llegada de Vladimir
llich a la primera reunión del Círculo obrero (en 1891-1892), que tenía lugar
en el cuarto de Kniazev.

A la hora convenida, alguien llama a mi puerta. Abro y veo un hombre de


unos 30 años, con una pequeña barba rojiza, de cara redonda, de mirada
penetrante, con una gorra calada hasta los ojos, con un abrigo de media
estación con el cuello levantado, aunque estábamos en verano. Nada que
pudiera revelar a qué medio pertenecía. Al entrar, me pregunta: «Vive aquí
Kniazev?»; a mi respuesta afirmativa, continúa: «Yo soy Nicolás Petróvich».
«Os esperamos», respondí. «No he podido venir directamente y por eso me
he retrasado», dijo.

Vladimir llich seguía teniendo en 1907 el mismo aspecto indefinido, el


aspecto que tienen millones de empleados y obreros. He aquí lo que dice
Vinográdov (ídem);

Llevaba una vieja americana de doble forro, a rayas finas, una camisa de
satín azul oscuro con pequeñas pintas blancas. Los pantalones con
rodilleras, negros, con los bordes raídos, botas engrasadas, que se habían
vuelto rojizas.

En el extranjero, Vladimir llich se vestía a la europea, ya que las botas


engrasadas y los pantalones con flecos se encuentran sólo muy raramente
entre los proletarios. Con esa indumentaria no hubiera podido escapar a la
No llamar la atención

atención y a la desconfianza de la policía y de la masa de habitantes filisteos


de las ciudades. El 14 de julio de 1910, el agente de la policía en el extranjero
Krapílnikov envía desde Berlín al Departamento de Policía un informe,
número 694, «absolutamente confidencial», sobre las características de 40
emigrados políticos rusos, agregando que hasta entonces había sido imposible
procurarse fotografías de ninguno de ellos. He aquí la filiación de Lenin y de
su mujer (1909):
171

1. Lenin: estatura inferior a la mediana, de 40 a 42 años, pelirrojo, una


enorme calvicie que abarca toda la cabeza, el resto de los cabellos bien
cortos, ojos grises, pequeños, astutos, nariz ligeramente remangada, tipo
de cara kalmuko, pequeños bigotes rojos, recortados, barba afeitada, porte
distinguido pero simple.
2. La mujer de Lenin: alta, de unos 40 años, cabellos castaños, delgada,
inclinada hacia adelante, ojos grises, nariz pequeña, labios finos, porte
siempre descuidado.

Vladimir llich no se contentaba con ser extraordinariamente prudente y


previsor: enseñaba a los demás a serlo y exigía que lo fueran. He aquí un caso
característico a este respecto, que se refiere a la llegada de Vladimir llich a Ufa
en 1900, contado por A. Petrenko22:

Al día siguiente encontré a Vladimir llich y me fui con él al cuarto


amueblado donde se había instalado. No recuerdo exactamente la
conversación que tuve con él. Pero recuerdo claramente que cuando, en el
corredor, pronuncié en voz más alta de lo habitual: «Nuestras
divergencias», Vladimir llich, con dulzura, pero en forma expresiva, me
dijo: «Hay que ser más prudente, camarada; pueden escucharnos». «¿Qué
hay en esto de imprudente, Vladimir llich? Puede muy bien haber
divergencias entre nosotros». (En realidad, se trataba del libro clandestino
de Plejánov: Nuestras divergencias.) «No, dijo, no es así como hay que
hablar si no quiere llamar la atención sobre usted del ojo que vigila. Hay
que esperar siempre lo peor de parte de los adversarios y pensar que
nuestras palabras serán interpretadas en el sentido menos favorable; vale
más figurarse el peligro mayor de lo que es en realidad y tomar las medidas
correspondientes.»

22
La Revolución Proletaria, nº 3, p. 26
No llamar la atención

Cualquiera que fuese el trabajo a que Vladimir llich se dedicase y por muy
abstraído que pudiese estar, siempre estaba en guardia, observando lo que
pasaba a su alrededor. He aquí por qué Vladimir llich no podía ser pillado de
improviso, caer en una celda, y por eso mismo vigilar, arrestar a un
revolucionario tan hábil, tan prudente, era para los gendarmes una tarea
superior a sus fuerzas.
El camarada Adoratski cita un pequeño hecho que, sin duda alguna, debió
reproducirse mil veces en la vida de Vladimir llich con pocas variaciones.
Sucedió durante el período de emigración del camarada Lenin.
172

Una noche (en 1908), fui a ver a Vladimir llich, y me invitó a una cervecería.
Nos instalamos en una mesa, pedimos cerveza y entablamos conversación.
Vladimir llich se interesaba por mis ocupaciones. De súbito, Lenin
interrumpió la conversación, y dijo: «Ese hombre es sospechoso», e hizo un
gesto imperceptible hacía un sujeto que acababa de colocarse cerca de
nosotros y que sin duda era un espía. Acto seguido nos levantamos y
salimos...

He aquí otro episodio de la vida de Vladimir llich del tiempo en que estaba
obligado a ocultarse, en diferentes ciudades de Finlandia, de las persecuciones
del gobierno «democrático» de Kérenski. Este episodio deja ver la importancia
que el camarada Lenin atribuía a las exigencias de la clandestinidad. El
camarada en cuya casa Vladimir llich se ocultaba entonces, en Helsinki, relata
lo que sigue:

En los primeros tiempos, Vladimir llich no salía a la calle, permaneciendo


en casa. Pero una noche, muy tarde, se decidió a salir conmigo a dar un
pequeño paseo. Marchábamos en una profunda oscuridad (en 1917, en
Helsinki, las calles no estaban alumbradas a causa de los zepelines
alemanes que podían volar sobre la ciudad). En el curso de la conversación,
se me escapó su nombre sin darme cuenta. Lenin me llamó
inmediatamente al orden indicándome que prestase más atención a las
reglas de la ilegalidad.23

23
ídem, pág. 67.
A despecho de la clandestinidad

173

A DESPECHO DE LA CLANDESTINIDAD

Hubo, sin embargo, casos en la vida de Vladimir llich en que obró violando
los requisitos de la conspiración. Esos casos fueron muy raros. Y ocurría, por
lo común, a causa de los errores de los camaradas «especialistas». Vladimir
llich recuerda, por ejemplo, en forma ligeramente humorística, cómo vivió en
1906-1907, con el pasaporte de un georgiano (Rovio).
Krúpskaya cuenta el viaje de Vladimir llich desde Retrogrado a Moscú en
el invierno de 1905:

Tan pronto regresé a Petersburgo fui a verle. Me asombró el número de


espías que acechaban desde todas partes. «¿Por qué ha empezado la
vigilancia tan estrecha?», pregunté a Vladimir llich. Éste no había salido
aún de casa desde su llegada y no había observado nada. Al poner en orden
las maletas, inesperadamente descubrí en las mismas unas grandes
antiparras azules. ¿Qué es esto? Resultó que en Moscú le habían puesto
esas antiparras, le habían dado una de esas maletas finlandesas azules tan
características y le habían sentado en el tren rápido en el último momento.
Todos los policías, tomándole evidentemente por un expropiador, se
habían puesto a seguirle. Era necesario marcharse sin pérdida de tiempo.
Salimos cogidos del brazo y haciéndonos los indiferentes, tomamos una
dirección contraria a la que nos convenía, cambiamos tres veces de coche,
atravesamos las puertas de varios patios y llegamos finalmente a casa de
Rumiántsev sin ser seguidos por nadie. Dormimos, si no estoy equivocada,
en casa de Vitmerman, un antiguo amigo mío. Pasamos en coche por
delante de la casa en que vivía antes Vladimir llich. Los espías seguían en
su puesto, llich no volvió más a ese piso. Dos semanas después mandamos
a una muchacha a recoger las cosas y a pagar la cuenta a la patrona.
Cambio del aspecto exterior

174

CAMBIO DEL ASPECTO EXTERIOR

A pesar de los rasgos característicos de su rostro y de su cabeza, Vladimir


llich sabía, cuando era necesario, modificar su exterior hasta el punto de
hacerse desconocido. Así, cuando regresó en 1907 del Congreso de Londres,
su aspecto, según Krupskaya, era completamente extraordinario, el bigote
recortado, la barba afeitada, llevaba un gran sombrero de paja...
Es en 1917, sobre todo después de las jornadas de julio, cuando Vladimir
llich se caracterizó de una manera particularmente notable. Ni sus amigos y
parientes hubieran podido reconocerle al primer golpe de vista en «el obrero
Ivanov, de la fábrica de Sestroretsk». Reproducimos algunos extractos
describiendo los tres meses de la vida clandestina del camarada Lenin en
1917:

Después de los acontecimientos de julio, Vladimir llich logró huir de


Retrogrado, a pesar de las desenfrenadas persecuciones de los diversos
órganos del gobierno y de los junkers (alumnos de las escuelas militares)
inspirados por los socialtraidores Aleksinski, Búrtsev, etcétera

Algunos días más tarde, cuenta el camarada Sergó Ordzhonikidze, Stalin


propuso ir a casa de Lenin para informarle de lo que sucedía y recibir de él las
directrices necesarias.

Me dieron la dirección del camarada Emilianov, que vivía no lejos de


Sestroretsk y el santo y seña. Obré con gran precaución, temiendo ser
seguido por un espía y revelar así el retiro de Vladimir llich, llegué de noche
a la estación. Después de haber errado algún tiempo, encontré la casa del
camarada Emilianov. Éste no estaba en casa, y me recibió su mujer. Le dije
el santo y seña. Pero resulta que yo no conocía el de la respuesta, y nos
confundimos. La mujer de Emilianov no supo ocultar que conocía el retiro
de Lenin, pero se negó categóricamente a decir dónde se encontraba. Traté
de persuadirla, de que yo era enviado por el Comité Central, pero ella
seguía inflexible. Yo estaba extraordinariamente molesto. Tenía que ver a
llich, insistía en verle, y al mismo tiempo sentía que obraba mal al tratar
de persuadir a mi interlocutora de que violase las reglas de la
clandestinidad. Perdí toda esperanza, y me disponía a partir, cuando ella
Cambio del aspecto exterior

me retuvo, llamó a su hijo, de unos 10 años, y me hizo partir en su


compañía. Nos dirigimos hacia el lago, tomamos un bote y llegamos a la
otra orilla, marchamos a través de los matorrales; yo me decía que sin duda
el camarada Lenin habitaba en una dacha y caminaba dócilmente tras mi
joven guía.
175

De pronto nos detuvimos cerca de un prado, donde la siega había


comenzado y donde se elevaba una parva de heno. El niño se puso a llamar
a alguien; yo no comprendía nada, un hombre vino hacia nosotros. Era el
padre del niño. Al saludarle, le expliqué el motivo de mi venida, pensando
que sería él quién me conduciría más lejos. En ese momento, un hombre
con el bigote y la barba afeitados se me aproximó y me saludó. Yo le
respondo simple y secamente. Entonces, golpeándome el hombro me dice:
«Y bien, camarada Sergó, ¿no me reconoce usted?». Era el camarada
Lenin.24

Tras una permanencia de tres semanas en la parva de heno, Vladimir llich


se trasladó a Finlandia, pasando la frontera como fogonero de locomotora,
«con las mangas recogidas, echaba una paletada tras otra» (Shotman).
Justamente en vísperas de la revolución de octubre Lenin regresó a
Retrogrado, pasando la frontera finlandesa también disfrazado de fogonero.
Partió de Víborg, disfrazado de pastor finlandés (Uho Latuka: Sobre llich).

«Lenin preparaba su partida con gran cuidado. Todo había sido previsto
hasta en sus más nimios detalles: la pellica, la tintura para las cejas, el
pasaporte finlandés, etc. Hasta había aprendido algunas palabras y algunas
frases en finlandés... » (Rovio)

24
S. Ordzonikidze, A la caza del jefe, extracto de la colección Primer aniversario.
Correspondencia clandestina

176

CORRESPONDENCIA CLANDESTINA

Se entiende por esto la correspondencia en lenguaje convenido o por medio


de cifrado, escrita, además, con un compuesto químico especial llamado tinta
simpática, la cual es sólo visible después de un baño revelador.
Hay varias clases de tintas simpáticas, pero por buenas que sean, no
pueden ser consideradas como garantía del secreto de la correspondencia y
pueden ser descubiertas en cuanto, gracias a otros indicios, la carta parezca
sospechosa y se realice un peritaje.
La correspondencia del camarada Lenin es notable por el siguiente hecho:
por más que Vladimir llich empleara procedimientos completamente
primitivos, y esto durante largos años, ni una sola de ellas reveló su secreto.
Esto se explica por el extraordinario cuidado que concedió a los más mínimos
detalles de su correspondencia (dirección, forma del sobre, contenido legal de
la carta, etc.).
Así, en su carta a María llichina, Vladimir llich escribía desde el destierro,
el 24 de febrero de 1898, lo que sigue:

Envíame además, Maniascha, los siguientes objetos: 1) un lápiz Hardmuth,


n.° 6; 2) una caja de lacre y un sello cualquiera para lacrar las cartas. No
hace falta que lleve nombre ni iniciales...25

Cerrando sus cartas con ese sello, Vladimir llich hacía mucho más difícil a
los gendarmes el trabajo de censura y permitía reconocer si una carta había o
no pasado por las manos de los gendarmes.
Lenin logró, hasta en prisión, ponerse en comunicación con las
organizaciones del Partido y establecer una correspondencia legal.
La camarada A. I. Uliánova-Elizarova describe minuciosamente la forma
cómo Vladimir llich escribía, mientras estaba en la prisión preventiva de
Petersburgo (de 1895 a 1897):

La primera carta que escribió desde la prisión, el 2/1/1896, habla del plan
de trabajo que más tarde dio por resultado su obra El desarrollo del

25
Cartas de Vladimir llich a sus parientes, publicadas por M. I. Uliánova, en La Revolución
Proletaria, número 5, p. 88.
Correspondencia clandestina

capitalismo en Rusia. Se dirige más bien a los camaradas que seguían en


libertad, lo que va indicado en la carta: «Quizá encontraréis útil comunicar
esta carta a alguien que pudiera aconsejaros». El tono serio de toda la carta
y la larga lista de libros científicos, colecciones de estadísticas que
adjuntaba, ocultaban su objeto con arte. La carta llegó intacta. Y no
obstante, Vladimir llich preguntaba en ella, ni más ni menos, quiénes eran
los que habían sido arrestados con él. Aunque nada hubiera estado
convenido de antemano, lo hizo con tanta maestría que los camaradas
comprendieron y le respondieron inmediatamente, sin que los astutos
policías se percatasen de nada.
177

Desgraciadamente, sólo la primera parte de esta carta nos ha quedado,


faltando la lista de libros que llevaba adjunta; esta lista, evidentemente, se
perdió mientras se buscaban los libros. Una gran parte de los libros citados
en la lista eran en realidad necesarios a Vladimir llich para su trabajo, de
manera que su carta corría a la vez dos liebres y, contrariamente a lo que
dice el proverbio, mató las dos. Guardo en mi memoria sólo algunos de los
títulos que Vladimir llich introducía con arte en su lista, combinándolos
magistralmente con los nombres de los camaradas por cuya suerte se
interesaba. Estos títulos iban acompañados de un signo de interrogación,
como si llich, al escribir, quisiese indicar que el título, escrito de memoria,
no era quizá completamente exacto. En realidad, cada signo de
interrogación colocado después del título de un libro indicaba que no se
trataba de un libro, sino que Vladimir llich quería ser informado de la
suerte de un camarada. Para ello se servía del sobrenombre de los
camaradas. Así, para informarse sobre V. V. Starkov, apodado Vevé,
escribía en su carta: «V. V. Los destinos del capitalismo en Rusia». Para
tener noticias de Vaneev y Sylvin (de Nizhni Nóvgorod), apodados Minin
y Poysarski, escribía: «Kostomarov. Los héroes del tiempo turbulento». Sin
embargo, se trataba de un libro científico histórico. Naturalmente, no podía
exigirse de los que verificaban el contenido de las pilas de cartas notar esta
falta de concordancia; hubiera sido pedirles demasiada perspicacia.
No obstante, no todos los sobrenombres encuadraban tan bien en los
títulos de libros de ciencia. Uno de los títulos siguientes, deslizado entre
los de las obras que Vladimir llich necesitaba realmente para su trabajo
decía: «Brehm. Los pequeños roedores». Aquí el signo de interrogación que
seguía preguntaba claramente a los camaradas qué es lo que había sido de
Krzhizhanovski, apodado «el musgaño». El título, escrito en inglés, The
Correspondencia clandestina

lamprey, designaba a Krúpskaya, apodada pescado o lamprea. Estas


denominaciones hubieran podido, al parecer, llamar la atención de la
censura, pero el tono serio de la carta, el gran número de libros citados y
además la frase escrita en la segunda página: «La diversidad de los libros
servirá para compensar la uniformidad del medio», adormecieron la
vigilancia de los argos.
Desgraciadamente, no he guardado en mi memoria más que esos pocos
títulos, que en su tiempo nos hicieron reír mucho. Recuerdo además el
nombre Goutchoulé, escrito intencionalmente según la difícil y complicada
ortografía francesa, nombre imaginado de no sé qué libro histórico del cual
no recuerdo el título. Quería designar a Gutsul, es decir, a Zapo—
rozhetz.26
178

Todavía mucho tiempo después, Vladimir llich encontraba que aquella


forma de conspiración era cómoda y permitía alcanzar su objeto, y en ciertas
ocasiones la recomendaba a los camaradas.

Vladimir llich —escribe Adoratski— me dio, además, un consejo útil (era


en 1903 —N. K.). Viendo que mis libros llevaban a veces al margen
acotaciones en inglés, me hizo notar, sonriendo maliciosamente, que esas
frases a veces tenían una ortografía extraña y me aconsejó hacer, como
acotaciones al margen, extractos de resoluciones, etc., que parecieran citas
de Dickens, de [William M.] Thackeray o de la Biblia, y efectivamente, los
gendarmes no les prestaban atención.27

Pero, junto con la correspondencia legal, Vladimir llich estableció


igualmente desde su prisión una correspondencia secreta, con ayuda de signos
convencionales en los libros o con tinta simpática.

En cada paquete de libros —escribe A. I. Elizarova— había siempre uno


que contenía una carta cifrada, puntos o trazos de lápiz en las cartas. De
esta manera, manteníamos correspondencia durante todo el tiempo de la
prisión de mi hermano. Cuando él recibía un paquete de libros buscaba
inmediatamente el que contenía la carta (lo reconocía por algún signó

26
La revolución proletaria, nº 3
27
La Revolución Proletaria, nº 3, p. 26.
Correspondencia clandestina

convenido). El envío de libros por intermedio del fiscal se hacía sin ningún
retardo; habitualmente los presos los recibían al día siguiente de haber sido
enviados. Recuerdo que, a veces, impaciente por comunicar ciertas noticias
o por pedir ciertos informes a llich, yo le llevaba libros en la tarde del
miércoles y recibía la respuesta, cifrada en los libros que él me enviaba, al
día siguiente, por intermedio del guardián de la prisión.
179

Es así como, por medio de la ligazón con el exterior, llich convenía en


la correspondencia interior de la prisión, indicando donde había que
buscar, durante el paseo, el pequeño billete escondido en una bolita de pan.
El paseo se hacía en lo que llamaban, «el establo» o «el cercado», es decir
en el patio, donde se elevaba una construcción en forma de estrella, hecha
de planchas más altas que la talla de un hombre. Cada ángulo de la estrella
era ocupado por un preso que paseaba allí.
El guardián cuidaba de que los presos no tuvieran ninguna
comunicación entre sí.
Una indicación detallada del lugar en que se encontraba el billete (en
qué punta de la estrella, entre qué planchas y en qué extremo, fijaba al
mismo tiempo el lugar de éste para las veces siguientes).
Además, mi hermano se comunicaba con los camaradas de la prisión
por medio de puntos en los libros de la biblioteca de la prisión. Entonces
era por medio de los parientes como había que trasmitir el consejo de leer
tal o cual libro.

El camarada Krzhizhanovski, arrestado al mismo tiempo que Lenin y


encerrado en la misma prisión, hace el siguiente relato, mostrándonos la
seriedad y el cuidado que Lenin ponía en su correspondencia:

Logramos, por intermedio de la biblioteca de la prisión y de las personas


que venían a visitarnos, establecer relaciones activas los unos con los otros.
Esto no pasó siempre sin incidentes. Una vez ocurrió que en lugar de mi
primera carta cifrada según una cierta poesía en un libro convenido,
Vladimir llich encontró en otro libro de la biblioteca de la prisión otra carta
cifrada igualmente por puntos. Él me contó, más tarde, que no pudiendo
descifrarla usando la cifra convenida, se indignó de mi embrollo
inadmisible. Pero Lenin no era hombre que retrocediese. El que había
cifrado la carta era, en todo caso, persona sin experiencia. Vladimir llich
reflexionó sobre la situación, e hizo muy pronto deducciones simples y
Correspondencia clandestina

justas. Los signos a que habría recurrido el que cifró la carta en su


repetición corresponderían, sin duda, a la repetición que tienen las letras
en todo texto ordinario.
Entonces se puso a contar el número de veces que se repetía tal o cual
letra y ver en qué relación se repetía; luego buscó a qué cifra correspondía
en la correspondencia cifrada. Después de dos días de trabajo, la carta fue
descifrada. Era la correspondencia de un criminal a otro la que descifró
Vladimir llich.
No obstante, si el lector ensaya hacer un trabajo análogo, se convencerá
bien pronto que para eso es necesaria una fuerte dosis de energía; pero
Vladimir llich no escatimaba nunca su energía cuando se trataba de
cualquier cosa referente a su deber de camarada.28
180

Ni siquiera en prisión podía Vladimir llich perder de vista el trabajo


clandestino, se puso a escribir cosas ¡legales y encontró el medio de
trasmitirlas al exterior. Es, sin duda, la página más interesante de su vida en
prisión. Las cartas del exterior le informaban de las hojas y otras ediciones
clandestinas que aparecían, y expresaban el pesar de que no escribiera él
mismo. Huelga decir que no le faltaban deseos. Naturalmente, era
completamente imposible obtener un reactivo químico cualquiera en la
prisión. Pero Vladimir llich recordó, me lo contó más tarde, un juego infantil
que le enseñó su madre: escribir con leche y luego hacer aparecer la escritura
calentando la hoja sobre una bujía o una lámpara. Todos los días recibía leche
en la prisión. Lenin se confeccionó pequeños tinteros con migas de pan
llenándolos con algunas gotas de leche, y se puso a escribir entre las líneas de
un libro que sacrificó. Al efecto, se le enviaba literatura que podía utilizar sin
pena para ese fin. De este modo, las cartas cifradas por medio de puntos
fueron reemplazadas por ese procedimiento mucho más expeditivo. Por
medio de una carta cifrada con puntos, llich hizo saber que en tal página había
una carta química que había que someter a la acción del calor, colocándola
sobre una lámpara.

Lenin empleó ese procedimiento mucho más que nosotros a causa de las
dificultades que había para calentar la carta en la prisión. Krúpskaya
cuenta, sin embargo, que bastaba para revelarla sumergir la carta en el té

28
Correspondencia clandestina

caliente y que se comunicaban en esa forma Lenin y ella por medio de


cartas escritas con leche o limón en la época en que se encontraban en la
prisión preventiva (otoño de 1896).
181

En general, llich, que se proponía siempre ser de una escrupulosa


precisión y economizar fuerzas, estableció un signo especial que indicaba
en qué página se encontraba la carta cifrada, para que no fuera necesario
hojear todo el libro y buscar en todas partes. Ante todo, había que buscar
el signo en la página 7. Era un ligero trazo de lápiz; la multiplicación del
número de líneas por el número de letras que señalaba el trazo indicaba la
página. Por ejemplo, si era la séptima letra de la séptima línea, había que
buscar la carta en la página 49. De esta manera, nos era fácil, a él y a mí,
encontrar rápidamente en la pila de libros, a veces bastante grande, el libro
y la página donde estaba la carta.
Ese modo de indicación (la página cambiaba de vez en cuando) ha sido
constantemente empleado por nosotros, y es así como yo determiné el
lugar en que se encontraban las últimas cartas que precedieron a la
Revolución y que fueron en gran parte escritas por la mano de Krúpskaya
en 1915 y 1916.
Intencionalmente, Vladimir llich confeccionaba tinteros minúsculos,
pues así eran fáciles de tragar al menor movimiento del guardián, al menor
ruido sospechoso.
Al comienzo, cuando no se había habituado aún a las condiciones de la
prisión preventiva y cuando la administración de la prisión no se había
acostumbrado todavía a considerarle como un preso bien equilibrado,
serio, amante del estudio, le ocurrió a menudo tener que tragarse sus
tinteros. Riendo, contaba que un día se había visto obligado a tragar seis.
Recuerdo que en esos años, antes y después de su prisión, llich se
complacía en repetir: «No hay astucia que no pueda desbaratarse», e
inventivo como era, se ejercitaba en ello en la prisión. Desde su prisión,
llich escribía volantes, el folleto Sobre las huelgas, luego el Programa del
Partido y una Nota explicativa bastante detallada.29
Así como en libertad llich era el centro del trabajo revolucionario, en la
prisión era el centro de las relaciones con el exterior.30

29
A. D. Elizarova, Ídem.
30
N. K. Krúpskaya, Recuerdos sobre Lenin.
Correspondencia clandestina

Por otra parte, no solamente en prisión, sino también durante los años que
siguieron, Vladimir llich empleaba toda clase de medios preventivos para que
sus cartas lograran su objeto sin perjudicar a nadie, engañando a los
gendarmes.
M. I. Uliánova, al publicar Las cartas íntimas, hace notar en el prefacio las
particularidades características de la correspondencia de su hermano:
182

Las cartas de Vladimir llich, dirigidas directamente a su madre, a sus


hermanas o a su hermano, no contenían casi ningún nombre o apellido;
eso podría haber acarreado molestias a las personas cuyo nombre hubiese
sido mencionado. Había que hablar por medio de imágenes acerca de las
ediciones clandestinas, de la correspondencia conspirativa, de los libros
conteniendo cartas cifradas, etc....
A fines de diciembre de 1900, la que escribe estas líneas envió a
Vladimir llich, del extranjero, el manifiesto del partido socialista
revolucionario, por intermedio de Krassin, que lo ocultó en un álbum de
fotografías. El envío agradó mucho a Vladimir llich, y en su carta del 16 de
enero de 1901, escribe: «Os agradezco mucho los libros enviados y sobre
todo las fotografías tan hermosas e interesantes enviadas con el primo de
Viena. Sería deseable recibir más a menudo regalos semejantes...»31

La compañera Elizarova cuenta también casos semejantes:

Y durante todo ese año (1898) mantuvimos con Vladimir llich una activa
correspondencia química. Cuando él hacía notar, enumerando los libros
recibidos, que tal «Revista del Congreso de técnicos» o que cual «prueba
del archivo» eran especialmente interesantes, quería decir, evidentemente,
que la carta química había sido recibida.32
Iskra, así como otras ediciones ilegales, eran enviadas a Rusia en sobres,
a direcciones legales y «limpias». Indicábamos igualmente direcciones
semejantes para recibir nuestra literatura. Y así, en esas cartas legales, se
nos informaba del envío de un paquete, para que oportunamente
pudiéramos informarnos en casa del destinatario.
Al comienzo de su permanencia en el extranjero, Vladimir llich, por

31
M. Uliánova A. I. Elizarova, La Revolución Proletaria, nº 11, p. 94.
32
A. I. Elizarova, Rev. Prol., nº 4, p. 87.
Correspondencia clandestina

razones de clandestinidad, no nos daba su dirección personal, y cuando


vivía en Suiza o en Múnich, nosotros le escribíamos a París o a Praga.33

De la carta de Vladimir llich a P. B. Axelrod, fechada el 29 de septiembre


de 1897, y enviada por intermedio de la camarada Elizarova a su paso por
Berlín, se desprende que Vladimir llich no conocía ni empleaba entonces más
que una forma de correspondencia, la que se hace por medio de la tinta
simpática, revelándose bajo la acción del calor.
183

No conozco más que un medio, el que empleo para escribir estas líneas. Se
trata de saber si puede encontrarse alguien para recopiar y que se encargue
de este trabajo, que no es fácil. Usted encuentra, evidentemente, que es
imposible, y que, por otra parte, este modo de correspondencia no es
conveniente, pero yo no conozco ningún otro... Por sensible que esto sea,
yo no me desanimo: si no tenemos éxito inmediatamente, lo tendremos
quizás más tarde...34

Se trataba del establecimiento de relaciones entre el camarada Lenin y el


extranjero y del envío de artículos.

33
A. I. Elizarova, ídem.
34
llich en la deportación, artículo de A. I. Elizarova. La Revolución Proletaria, t. 2-3, pp. 85-86.
Transportes ilegales

184

TRANSPORTES ILEGALES

Durante su vida errante a través de Rusia y el extranjero, Vladimir llich


tuvo ciertamente más de una vez que transportar consigo literatura y otros
materiales ¡legales. En la mayoría de los casos terminaba felizmente, y
muchos de estos casos habituales en la vida de un revolucionario quedaron
sin dejar huellas, ni en la memoria del que había asegurado el transporte, ni
en la de sus colaboradores más próximos. Pero otra cosa era cuando no todo
iba bien; ese caso no se olvidaba y su conocimiento debía servir para evitar su
repetición.
Las camaradas Krúpskaya y Elizarova, en sus Recuerdos sobre Lenin, nos
relatan un caso semejante:

El verano de 1895 Vladimir lo pasó en el extranjero, en parte en Berlín,


donde asistía a las reuniones obreras, y en parte en Suiza, donde vio por
primera vez a Plejánov, Axelrod y Zasúlich. Regresó lleno de impresiones
y con una maleta de doble fondo llena de literatura ¡legal.
Vladimir llich fue detenido, no en la frontera, sino en Petersburgo. Poco
tiempo después de su arresto, Vladimir llich, en una carta cifrada, pedía
que se advirtiese inmediatamente a su familia de que a la pregunta:
«¿Dónde está la maleta traída del extranjero?», había contestado que la dejó
en casa en Moscú. «Que compren una maleta parecida y que la hagan pasar
por la mía, pero pronto, de lo contrario, habrá detenciones». Esta maleta
inquietó mucho a los camaradas en los primeros tiempos de la detención;
si bien se había dejado pasar a llich con esa maleta, sin duda, había sido
notada. La pregunta hecha en el momento de la detención, o
inmediatamente después, lo probaba; después de haberle dejado pasar la
frontera, quizás intencionalmente con objeto de obtener una copiosa
cosecha, sin duda habían perdido su pista en Petersburgo y se buscaban
sus rastros, llich contaba que en la frontera no sólo habían registrado la
maleta, sino que aun habían golpeado contra el fondo, de lo cual deducía
que la presencia del doble fondo había sido notada y que él había sido
descubierto.35

35
A. I. Elizarova, Vladimir llich en prisión, en La Revolución Proletaria.
Transportes ilegales

Krúpskaya escribe:
185

Inmediatamente la policía empezó a vigilar de cerca a Vladimir llich y a su


maleta. En aquel entonces, una prima mía estaba empleada en la oficina de
direcciones... Dos días después de la llegada de Vladimir llich dicha prima
me contó que por la noche, cuando estaba de servicio, llegó un agente de
policía, y mientras manejaban displicentemente las fichas de las
direcciones, dijo en tono jactancioso: «Hemos seguido a un delincuente
político importante, Uliánov; su hermano fue ahorcado; ha llegado del
extranjero, ahora no se nos escapará». Mi prima, sabiendo que yo conocía
a Vladimir llich, se apresuró a comunicarme esta noticia. Yo, naturalmente,
advertí sin pérdida de tiempo a Vladimir llich.36

Naturalmente, la maleta permaneció invisible para los gendarmes, y esta


vez Vladimir llich fue muy pronto puesto en libertad. En 1900, antes de partir
para el extranjero:

Poco antes de salir para el extranjero estuvieron a punto de fracasar todos


los planes de Vladimir llich. Llegó a Petersburgo, de Pskov, al mismo
tiempo que Mártov. Se les siguió y fueron detenidos. En el chaleco, llich
llevaba dos mil rublos, recibidos de la «Tía» y notas con direcciones del
extranjero, escritas por procedimiento químico en una, hoja de papel de
carta, en la cual, para despistar, se había escrito con tinta una cuenta
cualquiera. Si a los gendarmes se les hubiera ocurrido calentar la hoja,
Vladimir llich no hubiera podido fundar el periódico [Iskra] en el
extranjero. Pero tuvo suerte y diez días después se le puso en libertad.37

Se sabe muy poco de la manera en que Vladimir llich guardaba la literatura


clandestina:

En el año de 1890 le servía de depósito clandestino una mesita que


construyó un ebanista conforme a los planos de Vladimir llich. La bola
torneada en que terminaba el único pie de la mesa se abría, y en el espacio
libre podía colocarse fácilmente un paquete bastante voluminoso. Es allí
donde yo ocultaba por la noche la parte del trabajo que había recopiado,

36
N. Krúpskaya, Recuerdos sobre Lenin, p. 27, Ediciones Europa-América.
37
N. Krúpskaya, ibid., pp. 67-68, Ed. Europa-América.
Transportes ilegales

mientras que las hojas del original que habían sido reveladas al calor de
una lámpara eran cuidadosamente destruidas. Esa mesita prestó servicios
importantes. Durante los registros en casa de Vladimir llich y de
Krúpskaya, la mesita no fue abierta. La parte del programa que había sido
recopiada en último término no fue tocada y me fue entregada al mismo
tiempo que la mesa por la madre de Krúpskaya. Su aspecto no despertaba
sospechas y sólo más tarde el escondrijo dejó de cerrar bien por haberse
desgastado la rosca. (A. I. Elizarova.)
186

En la deportación, Vladimir llich ponía menos cuidado en ocultar las obras


clandestinas. No se imponía, por otra parte, una prudencia particular. Un
registro inesperado hecho poco antes del término de su deportación estuvo a
punto de desbaratar el grandioso plan de trabajo esbozado por Vladimir llich.
Sólo gracias a su presencia de espíritu y a su astucia, el registro no logró
ningún resultado.

Durante las horas de insomnio forjó su plan en todos los detalles, lo


discutió después con Krzhizhanovski y conmigo, escribió a propósito de él
a Mártov, a Potrésov, y se puso de acuerdo con ellos para marchar al
extranjero. Cuanto más tiempo iba pasando, más se iba apoderando de
Vladimir llich la impaciencia, más se sentía impulsado por el afán de
entregarse al trabajo. Por añadidura, en aquellos momentos, fuimos objeto
de un registro. El resguardo de una carta dirigida a Vladimir llich fue a
parar a manos de los gendarmes. En dicha carta se hablaba de un
monumento a [Nikolái] Fedoséyev.38 Los gendarmes se aprovecharon de la
ocasión para verificar el registro. La carta la encontraron; resultó que era
inofensiva, examinaron la correspondencia y tampoco hallaron nada
interesante. Según nuestra vieja costumbre petersburguesa, guardábamos
por separado la correspondencia legal e ¡legal. Esta última, a decir verdad,
se hallaba en el estante inferior del armario. Vladimir llich dio una silla a
los gendarmes para que empezaran el registro por los estantes superiores,
donde había varias publicaciones de estadística. Los gendarmes se
fatigaron tanto que el estante inferior ni siquiera lo examinaron, dándose
por satisfechos con mi declaración de que en dicho estante no había más
que mi biblioteca pedagógica. (Id., pp. 59-60.)

38
Militante de gran valor por quien Lenin sentía un profundo respeto.
El paso de la frontera

187

EL PASO DE LA FRONTERA

Más de una vez Vladimir llich tuvo que pasar clandestinamente la frontera
rusa. Más arriba hemos recordado ya con qué precauciones excepcionales y
con qué arte había pasado por dos veces la frontera después de las jornadas
de julio de 1917, a pesar de los enormes riesgos de tal viaje. Pero la vida de
Vladimir llich estuvo en un peligro mucho mayor todavía cuando, diez años
antes, se vio obligado a emigrar de nuevo y de abandonar su último asilo en
Finlandia. Krúpskaya cuenta:

Mientras yo arreglaba mis asuntos en Petersburgo, faltó poco para que llich
pereciera al salir para Estocolmo. La vigilancia era tan estrecha que
marcharse por la vía habitual, tomando el vapor en Abo, equivalía a una
detención segura. Había habido ya casos de detención en el momento de
tomar el vapor. Uno de los compañeros propuso tomarlo en la isla próxima.
Esto no ofrecía peligro en el sentido de que la policía rusa en dicho punto
no podía proceder a la detención, pero hasta la isla había que marchar
durante tres verstas por el hielo, y éste, aunque estuviéramos en diciembre,
no era firme en todas partes. No había nadie que se prestara a arriesgar la
vida. Finalmente se comprometieron a acompañar a llich dos campesinos
que habían bebido más de lo necesario. Y he aquí que mientras por la noche
emprendían la marcha por el hielo, faltó poco para que perecieran los tres:
en un sitio el hielo empezó a hundirse y consiguieron salvarse con grandes
trabajos.
El compañero finlandés Bolgo, fusilado más tarde por los blancos, y con
ayuda del cual me trasladé a Estocolmo, me explicó después lo peligroso
que era el camino escogido y me dijo que sólo la casualidad había podido
salvar a llich de la muerte, llich decía que cuando el hielo empezó a ceder
bajo sus pies, pensaba: «¡Qué modo más estúpido de morir!».
Participación en las reuniones clandestinas

188

PARTICIPACIÓN EN LAS REUNIONES


CLANDESTINAS

Basta recordar un solo episodio de la vida de Vladimir llich, que se refiere


a su participación en la Conferencia del Comité Central y del grupo dirigente
de los bolcheviques, precedente a las jornadas de Octubre, para comprender
el sentido y la importancia de las reglas de la clandestinidad que cada uno
debe seguir puntualmente con el fin de no hacer fracasar las reuniones.
El camarada Chetman nos describe detalladamente esta reunión que tuvo
lugar en Retrogrado el 20 de Octubre de 1917:

Vladimir llich, que vivía desde fines de septiembre en Lesnoie... encontraba


de vez en cuando a algunos miembros del Comité Central en casa de M. I.
Kalinin (hoy presidente de la U.R.S.S.) o de N. Koko, obrero de la fábrica
«Aivaz». Habitualmente, Vladimir llich salía al anochecer; el bigote y la
barba afeitados, con peluca, hubiera sido difícil reconocerle. Llegado a
Retrogrado, él mismo se había encargado de la preparación de Octubre...
El día de la Conferencia, a eso de las seis de la tarde, Eino Rahja y yo nos
separamos no lejos de la estación Lanskaya. Rahja fue a buscar a Vladimir
llich y yo al camarada Zinóviev; nos habíamos puesto de acuerdo para
encontrarnos a las siete en el cruce de la carretera de Víborg y la perspectiva
Murinsk. Estaba muy oscuro, caía una lluvia fina y soplaba un viento
brusco y violento. Exactamente a las siete, Zinóviev y yo nos
encontrábamos en el lugar convenido, Rahja y Vladimir llich llegaron
algunos minutos después. Rahja tomó la delantera con Zinóviev, mientras
que nosotros les seguíamos a algunos pasos. Un poco antes de llegar a la
Duma de radio, tomamos por una pequeña callejuela, y nos decidimos a
inspeccionar los alrededores de la casa para ver si no había nada
sospechoso, y damos cuenta del número de participantes que habían
llegado ya. Mientras estábamos los cuatro, en la pequeña callejuela, Rahja
nos contó lo que acababa de pasarle a Vladimir llich; después de abandonar
su departamento, cuando iban cruzando una calle, una ráfaga de viento le
quitó la gorrilla y con ella la peluca. Felizmente, estaba oscuro y no había
nadie cerca de ellos. Sólo el pañuelo del cual se sirvió Vladimir llich para
quitar él barro a su peluca sufrió de ese pequeño accidente
Participación en las reuniones clandestinas

Dejándolos en la callejuela, fui a inspeccionar los alrededores de la casa


y no encontré nada sospechoso; entré, sólo había 5 o 6 personas. Quince
minutos más tarde, Rahja nos dijo que había 10 personas, luego volví otra
vez, y más tarde Rahja. Esto continuó así durante una hora. Vladimir llich
estaba furioso a causa de la poca puntualidad de los camaradas de
responsabilidad, y hubo un momento en que propuso regresar a casa y
resolver la cuestión de la Revolución prescindiendo de esa Conferencia.
Sólo 23 personas asistieron a esta histórica conferencia... Vladimir llich
y Zinóviev fueron los primeros en abandonar la reunión. Rahja y yo les
conducimos hasta sus casas...39

Nos limitamos a estos testimonios que nos pintan con colores


suficientemente vivos a Vladimir llich como militante ¡legal, como
revolucionario proletario práctico, y pasaremos ahora a la herencia literaria
que nos legó Lenin sobre la estructura de organización y los métodos de
edificación de un partido ilegal.

39
Sobre Lenin, en Colección de recuerdos, 1925.
II. Lo que dice Lenin sobre la estructura orgánica y .... en el ¿QUÉ HACER?

190

II
LO QUE DICE LENIN SOBRE LA
ESTRUCTURA ORGÁNICA Y LOS
MÉTODOS DE EDIFICACIÓN DE UN
PARTIDO ILEGAL EN EL ¿QUE HACER?

Las ideas de Lenin sobre la estructura orgánica y métodos de edificación de


los partidos ¡legales son expuestas con perfecta precisión en su célebre folleto
¿Qué hacer? Este folleto, a pesar de estar escrito hace 30 años, conserva
todavía toda su actualidad. Ni que decir tiene que sería simplemente estúpido
querer aplicar en forma mecánica a las condiciones contemporáneas de los
países capitalistas las indicaciones contenidas en este folleto,
correspondientes a las condiciones de la Rusia zarista de antes de 1905. Pero
el ¿Qué hacer? puede ser recomendado a todo miembro activo de los Partidos
Comunistas de esos países, para que puedan estudiar y comprender con su
ayuda cómo debe abordarse y cómo deben resolverse las cuestiones
fundamentales relativas a la edificación del Partido Bolchevique y al trabajo
de masas del Partido en las condiciones de un feroz terror policíaco.
Apenas aparecido el ¿Qué hacer?, los oportunistas de todos los colores y
matices se lanzaron al asalto, acusando a Lenin de tergiversar los principios
esenciales del marxismo y de querer suplantar subrepticiamente el partido
proletario de masas por círculos estrechos de conspiradores revolucionarios
profesionales. El órgano central de los socialimperialistas franceses, Le
Populaire, en 1931 exhuma de nuevo esta arma menchevique de los archivos,
tratando de contrarrestar con argumentos de ese género el interés de los
proletarios franceses por el leninismo y por el Partido Comunista de Francia.
Fue Lenin, en efecto, quien planteó bien categóricamente la cuestión de
que el Partido Socialdemócrata Ruso de entonces debía ser una organización
de revolucionarios profesionales, que «debe comprender principalmente a
personas que tengan por profesión la actividad revolucionaria (por esta razón
habló de una organización de revolucionarios, teniendo en cuenta a los
revolucionarios socialdemócratas)». Con esta definición, el camarada Lenin
erigía una barrera infranqueable entre el concepto revolucionario bolchevique
y el oportunista, reformista, del carácter del partido político del proletariado.
II. Lo que dice Lenin sobre la estructura orgánica y .... en el ¿QUÉ HACER?

191

Para Lenin, el partido político del proletariado es la organización de los


proletarios de vanguardia, que han comprendido la necesidad de la lucha
revolucionaria contra sus enemigos de clase y que han decidido firmemente
participar en forma activa en esa lucha, por sus promotores y organizadores.
En las condiciones de existencia ilegal, una organización de esta índole tiene
que ser inevitablemente una organización estrecha, y este principio debe ser
considerado como una de las reglas esenciales de la edificación de los Partidos
Comunistas ¡legales.
Los Partidos Comunistas ilegales deben ser organizaciones estrechas. El
enrolamiento de nuevos miembros en las filas de los Partidos Comunistas
ilegales debe efectuarse inevitablemente con una prudencia muy grande, tanto
para no dejar introducirse en ellas a agentes de la policía, como para no
debilitar al Partido con elementos que son incapaces de sostener una lucha
revolucionaria. Esos elementos, leyendo libros, pueden comprender
teóricamente que la lucha revolucionaria por la dictadura del proletariado es
inevitable, pero, en la realidad, resultan a menudo incapaces de tomar una
participación activa en esta lucha, incapaces de sacrificarse en aras del ideal
revolucionario, incapaces de resistir y vencer la represión de las clases
dominantes y de sus agentes de toda clase, secretos o declarados.
Resumiendo su polémica con los elementos oportunistas del movimiento
obrero ruso, Lenin fija ya en 1903 en el ¿Qué hacer? los siguientes principios
de la edificación del Partido estrictamente ilegal:
Principios de organización de un Partido Comunista Ilegal

192

PRINCIPIOS DE ORGANIZACIÓN DE UN PARTIDO


COMUNISTA ILEGAL

Yo afirmo: 1) Que no puede haber un solo movimiento revolucionario


sólido sin una estable organización de dirigentes que mantenga la
continuidad; 2) que mientras más numerosa sea la masa arrastrada
espontáneamente a la lucha, constituyendo su base y participando en ella,
más indispensable es esa organización y más sólida debe ser, pues de otro
modo sería fácil a los demagogos arrastrar a las capas atrasadas de las
masas; 3) que esta organización debe componerse principalmente de
revolucionarios profesionales; 4) que, en un país autocrático, cuanto más
reduzcamos los efectivos de esta organización, hasta el punto de no aceptar
en ella más que algunos revolucionarios profesionales iniciados en la lucha
contra la policía política, tanto más difícil será «coparla»; 5) que tanto más
numerosos serán los obreros y los elementos de otras clases que podrán
militar en el movimiento, y hacerlo activamente.
¡Qué nuestros «economistas», nuestros terroristas y nuestros
«terroristas-economistas» refuten, si pueden, estas tesis!

Analizando este resumen de Lenin vemos que para él la restricción del


número de miembros, así como, en general, todo el sistema clandestino de la
organización ilegal del Partido constituye un medio de asegurar a la
organización la posibilidad de desarrollar el trabajo de masas lo más
intensamente posible y de arrastrar a las más amplias masas de la clase obrera
y de las otras clases trabajadoras a la lucha revolucionaria. En la misma obra
Lenin escribe lo que sigue explicando esta regla fundamental de la estructura
y de los métodos de trabajo de una organización ilegal del Partido.
Principios de organización de un Partido Comunista Ilegal

193

CENTRALIZACIÓN DE LA DIRECCIÓN Y
DESCENTRALIZACIÓN DE LAS FUNCIONES

La centralización de las funciones clandestinas de la organización no


implica de ningún modo la de todas las funciones del movimiento.
Lejos de disminuir, la participación activa de las grandes masas en la
literatura ilegal se decuplicará cuando «una decena» de revolucionarios
profesionales centraliza en sus manos las funciones clandestinas de esa labor.
Entonces, y sólo entonces, lograremos que la lectura de la literatura ilegal, la
colaboración en las publicaciones ¡legales y la difusión dejen casi de ser un
trabajo clandestino, pues la policía comprenderá bien pronto el absurdo y la
imposibilidad de las persecuciones judiciales y administrativas contra cada
detentador y propagador de publicaciones difundidas por millares de
ejemplares.
Y así en todas las funciones del movimiento, incluso las manifestaciones.
La más activa y más amplia participación de la masa en una manifestación,
lejos de ser perjudicial, ganará mucho si «una decena» de revolucionarios
probados, por lo menos tan bien instruidos profesionalmente como nuestra
policía, centraliza todos los aspectos clandestinos de ella: edición de hojas
volantes, elaboración de un plan aproximado, nombramiento de un Estado
Mayor de dirigentes para cada barrio de la ciudad, para cada centro fabril, para
cada establecimiento de enseñanza, etc.
La centralización de las funciones clandestinas por la organización de
revolucionarios enriquecerá y ampliará, lejos de debilitarla, la acción de una
multitud de otras organizaciones destinadas al gran público (y, por
consecuencia, reglamentadas menos estrictamente y lo menos clandestinas
posible); sindicatos obreros, círculos obreros de instrucción y de lectura de la
literatura ¡legal, clubs socialistas, círculos democráticos para todas las demás
capas de la población, etc.
Esos círculos, asociaciones y organizaciones son necesarias en todas partes;
es necesario que sean lo más numerosas y sus funciones lo más variadas
posible, pero es absurdo y perjudicial confundirlas con la organización de
revolucionarios, borrar el límite que las separa, extinguir en la masa el
sentimiento, ya extraordinariamente pálido, de que para «servir» al
movimiento de masas hacen falta hombres que se consagren especial y
enteramente a la acción socialdemócrata y que, pacientemente, tenazmente,
Principios de organización de un Partido Comunista Ilegal

hagan su educación de revolucionarios profesionales.


194

Hacen falta militantes para toda clase de trabajos y el éxito estará tanto
más asegurado, las dificultades para los gendarmes y los espías para descubrir
a los revolucionarios serán tanto mayores, cuanto más se especialicen estos
militantes en las distintas funciones de la actividad revolucionaria, cuanto más
profundamente reflexionen en los medios clandestinos de realizar y ocultar
su trabajo, cuanto con mayor abnegación se consagren a un trabajo menudo,
parcial, modesto. El gobierno desde ahora ya ha cubierto de una red de
agentes, no solamente los actuales, sino también los probables focos de
elementos antigubernamentales. El gobierno desarrolla, en forma constante,
en todas direcciones, la actividad de sus domésticos que hostigan a los
revolucionarios; inventa nuevos procedimientos, emplea nuevos provocadores
y confidentes, usa medios de presión sobre los arrestados, intimidándolos,
careándolos con testigos falsos, les presenta firmas falsificadas, falsos billetes
fabricados, etc.... Sin el refuerzo y el desarrollo de la disciplina, de la
organización y de la clandestinidad revolucionaria, la lucha contra el gobierno
es imposible. Una organización tan vigorosa puede ser llamada, por su forma,
en un país autocrático, «complotadora», y la forma conspirativa es necesaria
en grado máximo. La conspiración es tan indispensable que predetermina
todas las demás condiciones (número, elección, funciones de los militantes,
etc.). Por eso cuando nosotros, socialdemócratas, somos acusados de querer
crear una organización conspirativa, seríamos ingenuos si nos espantáramos...
Pero, se nos objetará, una organización tan potente y tan estrictamente
secreta, concentrando entre sus manos todos los hilos de la actividad
clandestina, organización necesariamente centralizada, puede muy fácilmente
lanzarse a un ataque prematuro, puede forzar irreflexivamente el movimiento,
antes de que sea posible y necesario por el progreso del descontento político,
la fuerza de la fermentación y de la irritación existente en la clase obrera, etc.
A esto responderemos: Hablando en abstracto, no puede negarse que, claro
está, una organización de combate pueda entrar a la ligera, sin reflexionar, en
una batalla que, en otras condiciones, hubiera podido no ser perdida. Pero no
se puede, en este caso, limitarse a consideraciones abstractas, pues todo
combate implica posibilidades abstractas de derrota y no hay otro medio de
disminuirlas que prepararse bien, en forma organizada, para el combate. Pero
si se plantea la cuestión en el terreno concreto de la situación rusa actual, se
llega a la conclusión positiva de que una organización revolucionaria fuerte es
necesaria justamente para dar estabilidad al movimiento y preservarlo de la
Principios de organización de un Partido Comunista Ilegal

posibilidad de ataques irreflexivos.


Las organizaciones auxiliares próximas al Partido

195

LAS ORGANIZACIONES AUXILIARES PRÓXIMAS


AL PARTIDO

Todo el arte de la organización conspirativa debe consistir en utilizar a


todos y a cada uno, en dar trabajo a «todo el mundo», conservando al propio
tiempo la dirección de todo el movimiento, conservándola, se entiende, no
por la fuerza del poder, sin por la del prestigio, de la energía, de la mayor
experiencia, de la mayor amplitud de miras, del mayor talento. Esta
observación tiene en vista la posible y habitual objeción de que una estricta
centralización puede muy fácilmente hacer fracasar todo si, por casualidad, en
el centro se encuentra un incapaz armado de un poder colosal. Esto,
naturalmente, es posible, pero el remedio no puede estribar en la
descentralización, absolutamente inadmisible y hasta formalmente perjudicial
al trabajo revolucionario bajo un régimen de autocracia. Ningún estatuto
puede remediar el mal. El remedio sólo puede encontrarse en medidas de
«influencia amigable», comenzando por resoluciones de subgrupos de todas
clases, continuando por un llamamiento de éstos al C.C., para terminar (en el
peor de los casos) con el derrocamiento del poder completamente inepto. El
Comité debe tratar de obtener la más completa división del trabajo,
recordando que los diferentes aspectos del trabajo revolucionario exigen
capacidades diferentes, que a veces un hombre absolutamente incapaz como
organizador, será un agitador irremplazable, y que el que no vale nada para la
disciplina conspirativa será un excelente propagandista, etc.
La célula de fábrica

196

LA CÉLULA DE FABRICA

Cada fábrica debe ser para nosotros una fortaleza. Para ello, la organización
obrera «de fábrica», debe ser tan conspirativa interiormente como «ramificada»
exteriormente, es decir, en sus relaciones exteriores, debe ir tan lejos y en
sentidos tan variados como cualquier otra organización revolucionaria.
Vista la importancia de esos subcomités de fábrica, debemos tender, en la
medida de lo posible, a que cada subcomité posea una dirección ligada por el
órgano central y un depósito de sus ligazones en lugar seguro, es decir, que
los informes necesarios para el restablecimiento inmediato del subcomité en
caso de detenciones sean trasmitidos tan regular y abundantemente como sea
posible al Centro del Partido, para ser conservados en sitios donde los
gendarmes sean incapaces de penetrar.
En fin, no será superfluo hacer notar que a veces, en lugar de un subcomité
de fábrica de varios miembros, será necesario o más cómodo limitarse a
designar un agente del comité (con un suplente). Una vez formado, el
subcomité de fábrica debe ocuparse de crear toda clase de grupos y círculos
de fábrica, cada uno en sus funciones, con su grado de conspiración y de fijeza,
por ejemplo, círculos de ligazón y difusión de publicaciones (una de las
funciones más importantes que debe ser organizada de manera que tengamos
un verdadero servicio propio de ligazones, que sean ensayadas y verificadas
no solamente todos los medios de difusión, sino también la ligazón a
domicilio, que se conozcan absolutamente todos los alojamientos y el medio
de penetrar en ellos), círculos de lectura de las publicaciones ilegales, círculos
para la vigilancia de los confidentes. (Observación: debemos inspirar a los
obreros la idea de que la muerte de los espías, de los provocadores y de los
traidores puede ser a veces una necesidad absoluta, pero que sería indeseable
y falso erigirlo en un sistema; que debemos tratar de crear una organización
capaz de hacer inofensivos a los espías, descubriéndolos y persiguiéndolos.
No se puede destruir a todos los espías, pero se puede y se debe crear una
organización que los desenmascare y que eduque a la masa obrera.)
Más sobre la centralización y descentralización de org. Ilegales del Partido

197

MÁS SOBRE LA CENTRALIZACIÓN Y


DESCENTRALIZACIÓN DE LAS ORGANIZACIONES
ILEGALES DEL PARTIDO

Si la dirección ideológica y práctica del movimiento y de la lucha


revolucionaria del proletariado exige el máximo de centralización, por el
contrario, la información del Centro del Partido (y por consecuencia de todo
el Partido en general) sobre el movimiento exigen el máximo de
descentralización. El movimiento debe ser dirigido por un mínimo de grupos,
lo más homogéneo posible, con experiencia de revolucionarios profesionales.
Pero deben participar en el movimiento el máximo de grupos, tan diferentes
y heterogéneos como sea posible, salidos de las más diversas capas del
proletariado (y de las otras clases del pueblo). Y el Centro del Partido debe
tener siempre bajo sus ojos sobre cada uno de esos grupos no solamente datos
exactos acerca de su actividad, sino también los más completos datos sobre
su composición. Debemos centralizar la dirección del movimiento. Debemos
también (y por eso mismo, pues sin información, no hay centralización
posible) descentralizar todo lo posible la responsabilidad ante el Partido, de
cada uno de sus miembros, de cada participante en el trabajo, de cada círculo
adherente o adjunto al Partido. Esta descentralización es la condición
indispensable en la centralización revolucionaria y su correctivo
imprescindible. Justamente cuando la centralización se lleve a cabo y
tengamos órgano Central y Comité Central es cuando la posibilidad; y no sólo
la posibilidad, sino la costumbre regular adquirida en una larga práctica de
que el más pequeño de los grupos se dirija a ellos, eliminará las posibles malas
consecuencias de un error fortuito en la composición de tal o cual comité local.
Sobre todo, hoy, que nos acercamos a la unificación real del Partido y a la
creación de un verdadero Centro dirigente, debemos recordar que ese Centro
será impotente si al mismo tiempo no procedemos al máximo de
descentralización en lo que concierne a su responsabilidad y a su información
sobre todos los engranajes de la máquina del Partido. Esta descentralización
no es otra cosa que el reverso de la división del trabajo que, según la opinión
general, es una de las necesidades más imperiosas de nuestro movimiento.
Más sobre la centralización y descentralización de org. Ilegales del Partido

198

LENIN Y LOS SINDICATOS ILEGALES

En el mismo ¿Qué hacer?, Lenin concede una gran atención a la cuestión


de los sindicatos ¡legales. Esta cuestión tiene un enorme valor de actualidad,
pues en un número considerable de países la clase obrera está en la
imposibilidad, no sólo de tener un Partido Comunista legal, sino de tener
siquiera sindicatos de clase legales, y el número de esos países aumenta a
medida que progresa el desmoronamiento del sistema capitalista. Y esta parte
del ¿Qué hacer? da también valiosas indicaciones prácticas a los dirigentes
contemporáneos del movimiento obrero revolucionario.
Ante todo, Lenin se pronuncia categóricamente por el establecimiento,
desde el comienzo, de una diferencia netamente marcada entre las
organizaciones del Partido y las de los sindicatos. Lenin escribe:

La organización de un partido socialdemócrata revolucionario debe


necesariamente ser de otro género que la organización de los obreros para
la lucha económica. La organización de los obreros debe ser, en tercer
lugar, lo menos clandestina posible (en esto y en lo que sigue me refiero
solamente a la Rusia autocrática). Por el contrario, la organización de los
revolucionados debe englobar ante todo y principalmente a gentes cuya
profesión es la acción revolucionaria (es ésta la razón, por otra parte, de
que hable de una organización de revolucionarios, refiriéndome a los
revolucionarios socialdemócratas).
Las organizaciones para la lucha económica deben ser organizaciones
sindicales. Todo obrero socialdemócrata debe, en todo lo posible, sostener
esas organizaciones y trabajar activamente en ellas. Es verdad. Pero no nos
interesa exigir que sólo los socialdemócratas puedan ser miembros de las
uniones «corporativas»: eso restringiría el alcance de nuestra influencia
sobre las masas... Y mientras más amplias sean, más se extenderá nuestra
influencia sobre ellas no sólo por el desarrollo «espontáneo» de la lucha
económica, sino también por la acción consciente y directa de los
miembros socialdemócratas de los sindicatos sobre sus camaradas. Pero en
una organización numerosa es imposible una conspiración estricta (pues
exige mucha más preparación que la participación en la lucha económica).
¿Cómo conciliar la contradicción entre la necesidad de unos efectivos
numerosos y el régimen clandestino? ¿Cómo lograr que las organizaciones
corporativas sean lo menos clandestinas posible? Sólo hay dos medios:
Más sobre la centralización y descentralización de org. Ilegales del Partido

legalización de las uniones corporativas (que en algunos países ha


precedido a la de las uniones socialistas y políticas) o el mantenimiento de
la organización secreta, pero tan «libre», tan poco fija, tan «lose», como
dicen los alemanes, que, para la masa de los miembros el régimen
clandestino sea reducido casi a la nada.
199

Lenin se pronuncia categóricamente contra la tentativa, de los elementos


oportunistas de la socialdemocracia rusa de entonces, de dar a los sindicatos
ilegales la forma de una organización completa con estatutos fijos:

Para encaminar el movimiento sindical incipiente por la vía deseada por


la socialdemocracia, hay que comprender ante todo lo absurdo del plan que
preconizan desde hace cerca de cinco años los «economistas»40 de
Petersburgo. Ese plan está expuesto en el Estatuto de la Clase Obrera, de
julio de 1897, y en el Estatuto de la Organización Obrera Sindical de
octubre de 1900. Esos dos documentos tienen un defecto esencial: exponen
todos los detalles de una vasta organización obrera, a la cual confunden
con la organización de revolucionarios.
Pero lo más característico es quizás la pesadez de todo ese «sistema» que
trata de ligar cada fábrica al «comité» por medio de una serié continua de
reglas uniformes minuciosas hasta el ridículo, y que instituye un sistema
electoral de tres grados. Oprimida por la concepción estrecha del
economismo, la idea se desmenuza en detalles que tienen todo el aire de
papeleos y burocratismo. En realidad, los tres cuartos de esos artículos no
se aplican nunca, y en cambio, una organización tan «clandestina», con un
grupo central en cada fábrica, facilita considerablemente a los gendarmes
una vasta vigilancia. Los polacos han pasado ya por esta fase del
movimiento; hubo un tiempo en que se entusiasmaban por las cajas
obreras; pero renunciaron a ellas bien pronto.
Si queremos amplias organizaciones obreras al abrigo de las grandes
batidas y si no queremos procurar placer a la gendarmería, debemos
proceder de modo que no sean organizaciones oficiales, reglamentadas...
Un pequeño núcleo compacto, compuesto de los obreros más seguros,
más experimentados y mejor templados, con hombres de confianza en los
principales barrios y ligado de manera rigurosamente clandestina a la

Corriente oportunista de fines del siglo XIX y principios del XX, que negaba toda lucha
40

política.
Más sobre la centralización y descentralización de org. Ilegales del Partido

organización de revolucionarios, el Partido, podría perfectamente cumplir,


con el concurso de las masas y sin ningún reglamento, todas las funciones
que incumben a una organización sindical y además cumplirlas en la forma
más deseable para la socialdemocracia. Solamente así se podrá, a despecho
de todos los gendarmes, consolidary desarrollar un movimiento sindical
socialdemócrata.
El Órgano Central

200

EL ÓRGANO CENTRAL

Al hablar de la edificación de un Partido Comunista ilegal Lenin concedía


una atención muy especial al órgano central del Partido. Insiste en esto cada
vez que estudia las cuestiones del refuerzo del Partido. En el ¿Qué hacer?, la
cuestión relativa al órgano central del Partido es expuesta en las elocuentes
líneas que siguen:
El contenido de la actividad fundamental de nuestro Partido, el foco de esa
actividad debe consistir en el trabajo que es posible y necesario, tanto en los
períodos de la más fuerte explosión como en los de calma completa, es decir,
en una agitación política unificada para toda Rusia, tratando todos los
aspectos de la vida y dirigiéndose a las más grandes masas. Ahora bien, ese
trabajo no podría concebirse en la Rusia actual sin un periódico nacional que
aparezca frecuentemente. La organización que se forma por sí misma en torno
de ese periódico, la organización de sus colaboradores (en el amplio sentido
de la palabra, es decir, de todos los que se ocupan de él) estará precisamente
pronta a todo, tanto para salvar el honor, el prestigio y la tradición del Partido
en los momentos de la peor «depresión» revolucionaria, como para preparar,
fijar y realizar la insurrección armada de todo el pueblo.
Figúrense, en efecto, el caso, muy común entre nosotros, de que todos
nuestros militantes sean arrestados en una o en varias localidades. Como
todas las organizaciones locales carecen de una regular obra común, a menudo
sigue a esto una interrupción en la actividad por varios meses. Pero si
contasen con una obra común, bastarían, en el peor de los casos, algunas
semanas para que dos o tres hombres enérgicos ligasen al organismo central
nuevos círculos de jóvenes, que, como es sabido, surgen muy rápidamente
ahora, y que surgirían y se pondrían en relación con ese centro aún más
rápidamente, si tuviéramos una obra común bien visible, conocida por todos.
201

Por otra parte, figúrense una insurrección popular. Hoy nadie negará,
probablemente, que sea necesario pensar y prepararse a ella. Pero, ¿cómo.
¿Por un comité central que designaría agentes en todas las localidades para
prepararlas? Aun si tuviéramos un comité central y llegara a tomar esa
medida, no lograría nada en las actuales condiciones de Rusia. Por el
contrario, una red de agentes que se hubiese formado por iniciativa propia,
trabajando en la creación y en la difusión de un periódico central, no se
contentaría con esperar «con los brazos cruzados» la consigna de la
El Órgano Central

insurrección; esos agentes realizarían una obra regular que les garantizaría en
caso de insurrección las mayores probabilidades de éxito. Es esta obra
precisamente la que reforzaría el lazo con las masas obreras y con todas las
capas de la población descontentas de la autocracia, lo cual es de tanta
importancia para la insurrección. Los que realizasen esa obra son
precisamente los que aprenderían por ella a apreciar exactamente la situación
política general y, por consiguiente, a escoger el momento favorable para la
insurrección. Todas las organizaciones locales aprenderían precisamente a
reaccionar simultáneamente frente a los problemas, incidentes o,
acontecimientos que conmueven a toda Rusia, a hacerse eco de esos
«acontecimientos» en la forma más enérgica, más uniforme y más racional
posible, pues, en el fondo, la insurrección es la «respuesta» más enérgica, la
más uniforme y la más racional de todo el pueblo al gobierno. Esto es lo que
enseñaría, en fin, precisamente a todas las organizaciones revolucionarias, de
todos los rincones de Rusia a mantener las relaciones más regulares y al
mismo tiempo más clandestinas, relaciones que crean en la práctica la unidad
del Partido, y sin las cuales es imposible debatir colectivamente un plan de
insurrección y tomar, en vísperas de esta última, las medidas preparatorias
necesarias, que deben mantenerse en el más estricto secreto.
En una palabra, el «plan de un periódico político para toda Rusia» no es
una obra teórica de doctrinarios atacados de literaturismo (como pueden
haber creído gentes que no han reflexionado suficientemente): es el
procedimiento más práctico para ponerse a la obra en todas partes y
prepararse para la insurrección, sin olvidar ni por un instante el trabajo
cotidiano.
El Órgano Central

202

RESOLUCIÓN DE 1908, RELATIVA A LA


ORGANIZACIÓN

La revolución de 1905 y la reacción que la siguió confirmaron plenamente


los principios de la edificación del Partido formulados por Lenin en su ¿Qué
hacer? La resolución sobre la organización adoptada por la colaboración de
Lenin, a la cual más adelante nos referimos, generaliza en la forma siguiente
la experiencia de organización del Partido Bolchevique en este período.
Considerando que:

1. Aunque el triunfo de la contrarrevolución crea en la hora presente una


indiferencia pasajera frente al Partido en el seno de las masas obreras,
animadas de espíritu revolucionario pero todavía poco consciente desde el
punto de vista socialista, el Partido continúa teniendo ante sí la tarea
fundamental del desarrollo de la agitación política y económica y del
trabajo de organización entre las más amplias masas obreras.
2. Que ese triunfo de la reacción, habiendo alejado la realización de las
consignas democráticas del Partido, pone fuera del Partido a todos los
elementos vacilantes formados por intelectuales y pequeñoburgueses que
se habían adherido al movimiento obrero principalmente con la esperanza
de ver el triunfo próximo de la revolución.
3. Que las nuevas condiciones políticas hacen cada vez más imposible la
organización de la actividad socialdemócrata en los marcos de las
organizaciones obreras legales o semilegales.
4. Que las instituciones dirigentes del Partido se componen cada vez
más de elementos conscientes del proletariado que profundizan su
consciencia de clase bajo la acción de la experiencia vivida en los años
revolucionarios.
5. Que las condiciones actuales del trabajo hacen imposible aplicar el
principio de la construcción democrática de la organización en toda su
plenitud.
La Conferencia estima que:
A) El Partido debe acordar una atención especial a la utilización y al
refuerzo de las organizaciones existentes y a la formación de nuevas
organizaciones ilegales, semilegales y, si es posible, legales, susceptibles de
servir al Partido de punto de apoyo en el trabajo de agitación, de
El Órgano Central

propaganda y en el de organización práctica entre las masas, como


reuniones de fábrica, círculos de propaganda, clubs y toda clase de
asociaciones obreras culturales y de sindicatos legales e ¡legales, etc. Todo
ese trabajo no será posible y fructífero más que si en cada empresa
industrial existen comités obreros exclusivamente del Partido, aunque
sean poco numerosos, pero estrechamente ligados a las masas, y si el
conjunto del trabajo en las organizaciones legales es dirigido por la
organización ilegal del Partido.
203

B) Para unificar el trabajo del Partido en la periferia es necesario;


a) Organizaren cada región centros regionales que deben no sólo prestar
ayuda técnica a las organizaciones locales, sino también mediante la
orientación ideológica y reconstituirlas en caso de ser descubiertas por la
policía.
b) Establecer los más estrechos lazos entre las organizaciones locales y
regionales y el Comité Central.
c) Para asegurar el continuo y acertado funcionamiento de las
organizaciones locales, es admisible que se recurra a la aplicación parcial
del principio de cooptación: los miembros cooptados deben ser
reemplazados en la primera ocasión por camaradas legalmente electos,
según los estatutos. En cuanto al contenido del trabajo de organización, la
Conferencia estima que, además de la agitación política y económica,
referente al momento actual de que habla la resolución sobre las tareas del
Partido y sobre la fracción de la Duma, el Partido debe conceder una
atención especial a la profundización de las concepciones social—
demócratas en el seno de amplios círculos de camaradas del Partido, y
especialmente a la formación de dirigentes prácticos y teóricos del
movimiento socialdemócrata tomados en los medios obreros.
El Órgano Central

RESOLUCIÓN DE 1913, SOBRE ORGANIZACIÓN

Esta resolución sobre organización, adoptada por la Conferencia del


Partido de 1908, es completada por las resoluciones de la Conferencia del
Comité Central bolchevique celebrada en febrero de 1913, con la participación
de los miembros activos del Partido. Esta Conferencia, que tuvo lugar
igualmente bajo la dirección de Lenin, adoptó la siguiente resolución sobre la
estructura de la organización ilegal:
204

1. Resumiendo el movimiento y el trabajo del Partido en el curso del año


1912, la Conferencia encuentra que: la nueva ola del movimiento
revolucionario de masas ha confirmado plenamente las decisiones
anteriores del Partido Obrero Social-Demócrata de Rusia y particularmente
las de la Conferencia que tuvo lugar en enero de 1912 sobre la
reconstitución del Partido. El curso de las luchas huelguísticas en 1912, la
campaña electoral de los socialdemócratas en ocasión de las elecciones a la
VI Duma, la marcha de la campaña por el seguro social han patentizado de
una manera evidente que el único tipo de estructura de organización que
conviene a la época presente es el partido ilegal, como conjunto de las
células del Partido, en torno de las cuales se agrupa toda una red de
asociaciones obreras legales y semilegales.
2. La adaptación de las formas de la organización ilegal a las condiciones
locales debe ser obligatoria. La diversidad de formas que permita encubrir
las células ¡legales, la mayor flexibilidad posible en la adaptación de las
formas de trabajo a las condiciones y costumbres locales, son la garantía
de la vitalidad de la organización ilegal.
3. La tarea principal en el dominio de la edificación de Organizaciones
consiste en la hora actual en la formación de comités ¡legales
exclusivamente del Partido en todas las fábricas y empresas, que deberán
comprender a los elementos obreros más activos. El formidable desarrollo
del movimiento obrero crea las condiciones que permiten reconstituir los
comités de fábrica del Partido y consolidar los existentes en la mayor parte
de los casos.
4. La Conferencia considera que ha llegado el momento de constituir los
pequeños grupos locales dispersos en organización dirigente en cada
Centro.
5.Así, en Petersburgo, el comité dirigente de la ciudad, creado
El Órgano Central

combinando en principio de la elegibilidad de las células de radio y el de


cooptación, resultó el tipo de una organización urbana.

Este tipo de organización permite establecer la más estrecha e inmediata


ligazón entre el organismo dirigente y las células de base, y al mismo tiempo
crear un órgano ejecutivo, reducido en cuanto a su composición, pero movible
y muy secreto, que tiene el derecho de obrar en todo momento en nombre del
conjunto de la organización. La Conferencia recomienda igualmente a los
demás centros del movimiento obrero ese tipo de organización, con las
modificaciones que se desprenden de las condiciones y costumbres locales.
III. Lenin y las formas superiores de la Lucha de Clases

205

III
LENIN Y LAS FORMAS SUPERIORES DE
LA LUCHA DE CLASES

En octubre de 1905, Lenin redactó un proyecto de artículo41 concebido en


la siguiente forma:

a) Cómo preparar y organizar una insurrección. «El pueblo no es un


ejército, los revolucionarios no son "jefes".» (Estas palabras son extraídas
de la proclama escrita por A. A. Bogdánov.) Es verdad, pero nosotros
crearemos el ejército revolucionario a nuestra manera.
1) Los trabajos comienzan ya en todas partes de Rusia.
2) La experiencia de Polonia, del Cáucaso, los ataques de Riga.
3) Ver el número 14 de Iskra.
Nuestras propias patrullas revolucionarias
4) Destacamentos de 3 a 5 personas. Se arman ellas mismas como
puedan (revólver, puñal, bomba, trapo empapado en petróleo).
5) Comienzo de las operaciones militares: muerte de los agentes de
policía, asaltar las prisiones, asalto a los bancos, puestos de policía,
de gendarmería, de las instituciones de censura y otras;
exterminación de los caballos de los cosacos e incendio de sus
cuarteles, etc.
6) Son deseables y necesarios los bureaux centrales; pero ellos no deben
sobreestimar su papel durante una vasta insurrección popular. La
actitud de los destacamentos frente al Partido.
7) Ataque contra los «Cien Negros».
8) Acción durante las demostraciones y las huelgas. Prepararse por
anticipado.
9) Antes de eso, organizar en los círculos conferencias sobre temas
militares.
206

Reproducimos el texto tal como aparece en el folleto original. El documento puede


41

consultarse, en una versión ligeramente distinta, en el tomo 11 de las Obras Completas de Lenin,
edición de Progreso, a partir de la página 352 (Tareas de los destacamentos del ejército
revolucionario). En esta fuente, el texto comienza en el epígrafe b) de la p. 48 del presente folleto.
| Nota Ed.
III. Lenin y las formas superiores de la Lucha de Clases

1) Lectura y discusión de artículos sobre combates y barricadas. Busca


y ocupación de alojamientos que han de servir de base a las acciones
militares.
2) Estudio del plano de la ciudad y de los radios.
3) Conseguir los planos de las prisiones, etc....
4) Conseguir las direcciones de las personas peligrosas y de las
autoridades.
5) Hacer maniobras, teniendo por objeto el descubrimiento del
enemigo.
6) Preparar las bombas.
7) Preparar los planos técnicos para operaciones aisladas. Múltiples
tareas del grupo de iniciativa.
Consejos de Cluzer sobre la ocupación de las casas.
b) Objetivos de los destacamentos del ejército revolucionario.
1) Acción militar independiente.
2) Dirección de las masas.
3) Los destacamentos podrán ser de diversas proporciones, a partir de
2 ó 3 hombres.

Los destacamentos deben armarse por sí mismos, cada uno con lo que
tenga a su disposición (fusil, revólver, bomba, porra, bastón, trapos
empapados en petróleo para incendiar, cuerdas o escalas de cuerda, palas para
la construcción de barricadas, cartuchos de piroxilina, alambre de púa, clavos,
etc., etc.). En ningún caso hay que esperar ayuda de fuera de la organización
superior inmediata, sino tratar de procurarse por sí mismos todo lo necesario.
Los destacamentos deben estar compuestos, a ser posible, de personas que
vivan próximas unas de otras o que se encuentran regularmente a horas fijas
(lo mejor sería ambas cosas a la vez, pues los encuentros regulares podrán ser
interrumpidos cuando surja la insurrección). Su tarea consiste en arreglarse
de modo que puedan encontrarse todos juntos en los momentos críticos y en
las condiciones más inesperadas. Cada destacamento, pues, debe establecer
por adelantado los procedimientos y los medios para una acción simultánea:
señales en las ventanas, etcétera, para reunirse lo más rápido posible, gritos o
silbidos convenidos para encontrar a los camaradas entre la multitud, señales
convenidas en caso de encuentros nocturnos, etc., etc.
207

Todo hombre enérgico puede, con 2 ó 3 camaradas, encontrar toda una


serie de reglas y procedimientos semejantes que hay que establecer, conocer
III. Lenin y las formas superiores de la Lucha de Clases

bien y en cuya aplicación habrá que ejercitarse. No olvidemos que hay 99


probabilidades sobre 100 de que los acontecimientos surjan de improviso y
que habrá que reunirse en condiciones terriblemente difíciles.
Y aun sin armas los destacamentos pueden desempeñar uno de los papeles
más serios: 1) dirigir la multitud; 2) atacar oportunamente a un guardia
municipal, un cosaco, aislado por azar de su compañía (casos en Moscú)
quitándoles las armas; 3) salvar presos o heridos cuando la policía es poco
numerosa; 4) apostarse en los tejados o pisos altos y arrojar piedras sobre las
tropas; 5) verter agua hirviendo, etc. Un destacamento bien organizado y bien
unido representa una fuerza enorme. En ningún caso hay que renunciar a la
formación de un destacamento, o aplazar su formación con el pretexto de
carecer de armas.
Los destacamentos deben, a ser posible, repartirse las funciones de
antemano, haciendo a veces previamente la elección del dirigente, del jefe del
destacamento. Claro está que no se trata de ocuparse de jugar a
nombramientos de jefes, pero no hay que olvidar la importancia gigantesca de
la dirección uniforme, de la acción rápida y decisiva. La decisión, el impulso
aseguran las % partes de la victoria.
Inmediatamente formados, es decir, ya desde ahora, los destacamentos
deben poner manos a la obra, que no sólo será teórica sino también práctica.
El trabajo teórico debe comprender, a nuestro juicio, el estudio de las ciencias
militares, el familiarizarse con las cuestiones militares, la lectura de informes
sobre cuestiones militares, la invitación de oficiales y suboficiales a las
conversaciones, etc., etc. Se debe invitar también a los obreros exsoldados,
leer, discutir y estudiar los folletos ¡legales y los periódicos sobre combates
de calle, etc.
Los trabajos prácticos, repetimos, deben comenzar inmediatamente. Se
dividirán en trabajos preparatorios y en operaciones militares. Los trabajos
preparatorios comprenden la recogida de armas y toda clase de proyectiles, la
busca de alojamientos apropiados para facilitar los combates desde lo alto,
para depósito de bombas y piedras, etc., o de ácidos para verter sobre los
policías, etcétera, etcétera, así como para locales cómodos del Estado Mayor,
para recoger informaciones, para ocultar a los camaradas perseguidos, para
dar abrigo a los heridos, etc., etc. Las medidas preparatorias comprenden,
además, los trabajos inmediatos de investigación y reconocimiento, la
averiguación de planos de las prisiones, de los puestos de policía, de los
ministerios, etc., el estudio de la distribución del trabajo de las instituciones
III. Lenin y las formas superiores de la Lucha de Clases

del Estado, los Bancos, etc., el examen de las condiciones de vigilancia de esas
instituciones, el establecimiento de ligazones, siendo útil aprovechar a
empleados en la policía, en los bancos, en los juzgados, en las prisiones, en
correos y telégrafos, etc. La localización de los depósitos de armas y de todos
los almacenes de armas de la ciudad, etc. Hay ahí una infinita cantidad de
trabajo, y de trabajo en el cual cada uno podrá ser de gran utilidad, hasta las
personas completamente incapaces de participar en un combate de calle, las
personas más débiles, las mujeres, los adolescentes, los ancianos, etcétera. Ya
desde ahora, debemos agrupar en esos destacamentos, absolutamente y sin
excepción, a todos los que quieran participar en la insurrección, puesto que
no hay ni puede haber un solo hombre que, queriendo trabajo, no sea de una
inmensa utilidad, aunque esté desarmado, aunque sea individualmente inepto
para la lucha.
208

Luego, sin limitarse de ningún modo solamente a las actividades


preparatorias, los destacamentos del ejército revolucionario deben pasar lo
más rápidamente posible a las acciones de combate, a fin de: 1) ejercitar las
fuerzas de combate; 2) enterarse de los lados débiles del enemigo; 3) infligir
al enemigo derrotas parciales; 4) libertar a los presos; 5) proveerse de armas;
6) hallar los medios financieros para la insurrección (confiscación de dinero
al Estado), etc., etc. Los destacamentos pueden y deben inmediatamente
aprovechar todo momento oportuno para un trabajo vivo, sin tratar de
aplazarlo en modo alguno hasta el momento de la insurrección, puesto que
sin una preparación en el fuego, no es posible adquirir la capacidad para la
insurrección.
Es evidente que todo extremismo es nocivo. Todo lo bueno y lo útil, llevado
al extremo, puede convertirse, y en ciertos casos se convierte inevitablemente,
en nocivo y peligroso. Un pequeño terror desordenado y sin preparación,
llevado al extremo, no hará sino dividir y desparramar las fuerzas. Esto es
exacto, y no debe, naturalmente, echarse en olvido. Pero, por otra parte,
tampoco debe olvidarse de ningún modo que la consigna de la insurrección
armada está ya lanzada, que la insurrección ya ha comenzado.
Empezar la ofensiva en condiciones favorables no es sólo un derecho, sino
la obligación de todo revolucionario. La muerte de espías, policías,
gendarmes, la explosión de los puestos de policía, la liberación de presos por
la fuerza, el apoderarse de medios financieros del Estado para emplearlos al
servicio de la insurrección, son operaciones que se llevan a cabo en todas
partes donde la insurrección se extiende: en Polonia, en el Cáucaso, y cada
III. Lenin y las formas superiores de la Lucha de Clases

destacamento del ejército revolucionario debe estar pronto para esas


operaciones. Cada destacamento debe tener presente que si hoy deja escapar
una buena ocasión para una operación semejante, ese destacamento será el
culpable de una inactividad imperdonable y de pasividad, y una falta
semejante cometida en la época de la insurrección, es un crimen gravísimo
para una revolucionario y el oprobio más grande para todo el que aspira a la
libertad no de palabra, sino de hecho.
209

En cuanto a la composición de los destacamentos se puede decir lo


siguiente: la experiencia demostrará la cantidad de miembros deseables y la
distribución de sus funciones. Es preciso adquirir personalmente esta
experiencia, sin esperar indicaciones de fuera. Hay que pedir, naturalmente, a
la organización revolucionaria local, que designe a un revolucionario-militar
para las conferencias, conversaciones, consejos, etcétera, pero a falta de ese
compañero, es imprescindible arreglarse con sus propios medios.
En lo que concierne a la diversidad de partidos, claro está que los miembros
de un mismo partido preferirán hallarse juntos; en un mismo destacamento.
Pero no hay que poner tampoco obstáculos incondicionales a la admisión de
miembros de otros partidos. Es precisamente aquí donde debemos realizar la
unificación, el acuerdo práctico (sin ningún fusionamiento de partido, se
entiende) del proletariado socialista con la democracia revolucionaria. Todo
el que quiera combatir por la libertad y demuestre en los hechos su decisión,
podrá contarse entre el número de los demócratas revolucionarios; debemos
tratar de trabajar con él en la preparación de la insurrección (naturalmente,
en caso de tener plena confianza en dicha persona o grupo). Todos los demás
«demócratas» deben ser separados categóricamente, como pseudo—
demócratas, como charlatanes liberales, a quienes no se debe tener en cuenta
y respecto a los cuales sería criminal tener confianza.
Naturalmente, es deseable la unificación de los grupos. La determinación
de las formas y condiciones para una actividad con junta es extremadamente
útil. Pero en ningún caso se debe, al realizarla, caer en el extremo de elaborar
planes complejos, esquemas generales, desdeñar la acción viva en aras de
fantasías pedantes, etc. La insurrección estallará inevitablemente en
condiciones en que los elementos inorganizados serán mil veces más
numerosos que los organizados; serán inevitables los casos en que habrá que
obrar en el acto, entre dos, solos, y hay que estar prontos para obrar por
cuenta y riesgo propios. Las pérdidas de tiempo, las discusiones, los
aplazamientos, la indecisión es la pérdida de la insurrección. Una gran
III. Lenin y las formas superiores de la Lucha de Clases

decisión, una gran energía, el aprovechamiento de todo momento oportuno,


saber excitar inmediatamente las pasiones revolucionarias de la
muchedumbre, dirigirlas, empujarlas hacia las acciones más decididas, es el
deber primordial de un revolucionario.
210

La lucha contra los «Cien Negros» constituye una magnífica operación


militar, que sirve de entrenamiento para los soldados del ejército
revolucionario, es su bautismo de fuego, y es de una inmensa utilidad para la
revolución. Los destacamentos del ejército revolucionario deben hacer un
estudio inmediato de quiénes, dónde y cómo componen los «Cien Negros», y
luego, no limitarse solamente a la propaganda (que es útil, pero que por sí
sola no basta), sino obrar por medio de las armas, golpear a los «Cien Negros»,
matarlos, hacer volar sus cuarteles generales, etcétera, etcétera.
Carta del camarada Lenin al Comité de Petersnburgo

CARTA DEL CAMARADA LENIN AL COMITÉ DE


PETERSBURGO

He aquí la respuesta que dio Lenin en octubre de 1905 a los camaradas del
Comité de Combate de Petersburgo con respecto a un informe enviado por
ellos sobre la actividad del Comité:42

Queridos camaradas:

Muy agradecido por el envío: 1, del informe del Comité de Combate; 2,


apuntes sobre la cuestión de la organización y preparación de la
insurrección, y 3, esquemas de organización. Después de haber leído estos
documentos, considero de mi deber dirigirme directamente al Comité de
Combate para un cambio de opiniones entre camaradas. Huelga decir que
no pretendo hacer un juicio sobre la forma de la organización práctica del
asunto, que se hace todo lo posible en las difíciles condiciones actuales en
Rusia; en esto (estoy seguro) no cabe duda alguna. Pero, a juzgar por los
documentos, el asunto amenaza con degenerar en burocratismo. Todos
esos esquemas, todos esos planes de organización del Comité de Combate
dan la impresión de un papeleo burocrático, perdonad mi franqueza, pero
confío que no me acusaréis de querer buscar camorra.
211

En una obra semejante, los esquemas, las discusiones sobre las funciones
y derechos del Comité de Combate son los menos convenientes. Lo que se
necesita es una rabiosa energía, energía y, una vez más, energía. Con
verdadero horror —palabra— veo que hace más de seis meses que se está
perorando de bombas, pero que no ha sido fabricada hasta la fecha ninguna.
Y, sin embargo, son hombres muy sabios los que hablan... ¡Diríjanse a la
juventud! Es ésta la sola, la única panacea universal. De lo contrario, les doy
mi palabra, llegarán tarde (lo veo por todos los síntomas) y quedarán con las
«sabias» notas, planes, esquemas, diseños, maravillosas recetas, pero sin
organización, sin actividad palpitante. ¡Diríjanse a la juventud! Creen
enseguida destacamentos de combate en todas partes, entre los estudiantes y,
sobre todo, entre los obreros, etcétera. Que se organicen inmediatamente

El texto puede leerse en el tomo 11 de la edición de Progreso de las Obras Completas de


42

Lenin,
Carta del camarada Lenin al Comité de Petersnburgo

destacamentos de tres, diez, treinta hombres. Que se armen inmediatamente


por sí mismos, cada cual como pueda y con lo que pueda, quien con un
revólver, quien con un puñal, quien con un trapo empapado en petróleo para
el incendio, etc. Que esos destacamentos elijan ya sus dirigentes y se pongan,
en lo posible, en relación con el Comité de Combate. Echen al cesto, por el
amor de Cristo, todos esos esquemas, manden a todos los diablos las
«funciones, derechos y privilegios». No exijan la adhesión obligatoria del
partido social— demócrata; sería una exigencia absurda para una insurrección
armada. No se nieguen a entrar en relaciones con cada círculo, aunque esté
compuesto por tres personas, con la única condición de que sea de toda
confianza y que esté decidido a luchar contra el ejército zarista. Que los
círculos que lo deseen se adhieran al partido socialdemócrata, perfectamente;
pero yo estimaría absolutamente erróneo exigirles eso como condición previa.
El papel del Comité de Combate anexo al Comité de Petersburgo debe ser
el siguiente: ayudar a esos destacamentos del ejército revolucionario a servir
de «bureau» de ligazón, etc. Sus servicios serán aceptados voluntariamente por
todo destacamento. Pero si en una actividad semejante comienzan ustedes por
los esquemas, discursos sobre los «derechos» del Comité de Combate, harán
ustedes fracasar la obra, se lo aseguro, la harán fracasar irremisiblemente.
212

En esto hay que obrar por medio de una vasta propaganda. Que cinco o
diez personas recorran en una semana centenares de círculos obreros y
estudiantiles, penetren donde sea posible y que expongan un plan claro, un
plan breve, simple y concreto; formad inmediatamente destacamentos,
armaos con lo que podáis, trabajad con todas vuestras fuerzas, nosotros os
ayudaremos con lo que podamos, pero no esperéis de nosotros, trabajad por
vuestra cuenta.
El centro de gravedad en una obra de esta clase es la iniciativa de la masa
de los pequeños círculos. Ellos lo harán todo. Creo que se puede medir la
efectividad del trabajo del Comité de Combate por el número de círculos con
que esté en relación. Si en uno o dos meses de Comité de Combate no dispone
en Petersburgo de un mínimo de doscientos o trescientos destacamentos, es
un Comité de Combate muerto. En ese caso, hay que enterrarlo. Si en
momentos de una efervescencia como la actual no se consigue organizar un
centenar de destacamentos significa estar al margen de la vida.
Los propagandistas deben dar a cada destacamento breves y sencillas
fórmulas de preparación de bombas, hacer una exposición elemental del
conjunto de las operaciones y luego dejarlos trabajar por cuenta propia. Los
Carta del camarada Lenin al Comité de Petersnburgo

destacamentos deben comenzar enseguida los ejercicios militares. Unos


emprenderán la tarea de liquidar un espía, volar un puesto de policía, otros el
asalto a un banco para la confiscación de medios parada insurrección; los
terceros, una maniobra o la copia de planos, etc. Pero obligatoriamente hay
que comenzar a aprender ya, en la práctica, no tienen ustedes que temer estos
ataques de ensayo. Naturalmente, pueden degenerar en excesos, pero éste es
un mal del día de mañana, mientras que hoy el mal está en la estrechez de
nuestro espíritu, en nuestro apego a la doctrina, en la inmovilidad científica,
en el miedo senil a la iniciativa. ¡Que cada destacamento haga su aprendizaje
aunque sea en el aporreamiento de los guardias municipales: las decenas de
víctimas no harán sino dar centenares de combatientes experimentados que
mañana arrastrarán tras sí a centenares de miles!
Un fuerte apretón de manos y les deseo muchos éxitos. Lejos de mí la idea
de insistir en que acepten mí punto de vista, pero considero un deber hacer
uso de voz deliberativa.
Vuestro,
Lenin
Las enseñanzas de la insurrección de Moscú

213

LAS ENSEÑANZAS DE LA INSURRECCIÓN DE


MOSCÚ

En un artículo sobre las enseñanzas de la insurrección de Moscú, Lenin da


directivas sobre cómo hay que prepararse y dirigir una insurrección, que por
su claridad y precisión no han sido jamás superadas por nadie. Ante todo,
Lenin ataca al ala derecha del Partido (mencheviques) que afirmaba que «no
se puede luchar contra el ejército de hoy, que hay que esperar que el ejército
se revolucionarice». Lenin plantea ante el Partido la tarea de luchar por la
conquista del ejército: «No hay que limitarse a la simple "espera" de que el
ejército "pase" a nuestro lado; no, nosotros debemos tocar a rebato sobre la
necesidad de la más enérgica y decidida lucha por la conquista del ejército
vacilante».
Lenin consideraba como una de las más grandes enseñanzas de la
insurrección de Moscú la «nueva táctica de barricadas», la táctica de guerra de
guerrillas sobre la base de destacamentos muy pequeños, de diez, de tres y
hasta de dos personas.
Lenin terminaba su artículo sobre la insurrección de Moscú con las
siguientes palabras:

Retengamos en nuestra memoria que la gran lucha de masas se está


aproximando. Será una insurrección armada. Y debe ser, en lo posible,
simultánea. Las masas deben saber que van a una lucha armada,
sangrienta, desesperada. El desprecio a la muerte debe ser difundido entre
las masas y asegurar la victoria. El ataque contra el enemigo debe ser lo
más enérgico; el ataque y no la defensa debe ser la consigna de las masas;
la exterminación despiadada del enemigo será su tarea; la organización de
la lucha debe ser móvil y flexible. Los elementos vacilantes del ejército
serán arrastrados a la lucha activa. El Partido del proletariado consciente
deberá cumplir su deber en esta grandiosa lucha.43
Las enseñanzas prácticas de la insurrección de Moscú fueron tratadas
por Lenin en forma más detallada en el folleto La disolución de la Duma y

43
Mantenemos la traducción presente en el folleto original. El fragmento pertenece al artículo
Las enseñanzas de la insurrección de Moscú, y aparece en el tomo 13 de las Obras Completas,
edición de Progreso, pp. 395-403. | Nota Ed.
Las enseñanzas de la insurrección de Moscú

las tareas del proletariado.44


En tal folleto los capítulos IV y V son dedicados especialmente a las
cuestiones de la insurrección armada. Lenin establece ante todo que en
Octubre de 1905 los Soviets de Diputados Obreros fueron constituidos como
órganos de lucha directa de masas.

44
Ibidem, pp. 327-351. Los fragmentos que siguen, pertenecientes al artículo citado, también
han sido mantenidos en la traducción presente en el folleto original.
Los soviets como órganos de la insurrección

214

LOS SOVIETS COMO ÓRGANOS DE LA


INSURRECCIÓN

Lenin establece que:

Los Soviets de Diputados Obreros surgieron como órganos de lucha


huelguística y se convirtieron muy pronto, por la presión de la necesidad,
en órganos de la lucha revolucionaria general contra el gobierno. Se
transformaron forzosamente, como consecuencia del desarrollo de los
acontecimientos y del paso de la huelga a la insurrección, en órganos de la
insurrección.
Y puesto que es así —sigue más adelante Lenin— surge clara también
la conclusión de que los «Soviets» y demás instituciones de masas
semejantes son insuficientes para organizar la insurrección. Son
indispensables para la organización de las masas, para la unificación en el
combate, para la difusión de las consignas del Partido (o de varios partidos
puestos de común acuerdo), para la dirección política, para suscitar el
interés, para despertar, atraer a las masas. Pero son insuficientes para
organizar las fuerzas directas de combate, para organizar la insurrección en
el más estricto sentido de la palabra. A menudo, los Soviets de Diputados
Obreros eran llamados parlamentos de la clase obrera. Pero ningún obrero
aceptará la convocación de su parlamento para luego entregarlo en manos
de la policía. Todo el mundo reconoce la necesidad de la organización
inmediata de las fuerzas, la necesidad de crear una organización militar
para la defensa de su «parlamento» en forma de destacamentos de obreros
armados. Ahora, cuando el gobierno sabe por experiencia y comprende
perfectamente adonde conducen los «Soviets», ahora que se ha armado de
pies a cabeza. debemos muy particularmente explicar en nuestra agitación
la necesidad de ver las cosas con toda claridad, la necesidad de crear una
organización militar al lado de la organización de los Soviets, para su
defensa, para realizar la insurrección, sin lo cual serán impotentes todos
los Soviets y todos los delegados de las masas populares.
Las organizaciones militares

215

LAS ORGANIZACIONES MILITARES

En ese mismo folleto, Lenin da indicaciones detalladas sobre lo que deben


representar esas «organizaciones militares»:

Deben tender a agrupar a las masas no por medio de las instituciones


electas, sino reclutando los combatientes directamente comprometidos en
combates de calle y en la guerra civil. Estas organizaciones deben tener
como célula pequeñísimas uniones voluntarias de grupos de 10, 5 y hasta
de 3 personas. Hay que repetir sin tregua que se acerca el momento en que
todo ciudadano honrado debe sacrificarse y luchar contra los opresores del
pueblo. Menos formalismo, menos burocratismo, más sencillez dentro de
la organización, que debe tener el máximo de movilidad y flexibilidad.
Todos los que quieran colocarse al lado de la libertad, deberán formar
enseguida un «quinteto» de combate: una unión voluntaria de personas de
la misma profesión, de la misma fábrica, de personas unidas por lazos de
amistad o camaradería, o simplemente vecinos de una misma localidad (en
una aldea) o casa (en la ciudad). Estas uniones, tanto de miembros del
Partido como de sin partido, deberán estar ligadas por una misma tarea
revolucionaria inmediata: la insurrección contra el gobierno. Estas uniones
deben formar una red lo más amplia posible, constituirse antes de recibir
arma alguna, e independientemente de la cuestión de las armas.
Ninguna organización del Partido podrá «armar» a las masas. Por contra,
la organización de las masas en pequeñas uniones de combate fácilmente
movibles son las que prestarán un enorme servicio durante el movimiento
en la provisión de armas.
Las uniones de combate voluntarias, «piquetes de milicia», si tomamos
el nombre que ha hecho tan gloriosas las jornadas de octubre en Moscú,
serán de grandísimo provecho en el momento de la explosión. Un «piquete»
que sepa disparar podrá desarmar al guardia municipal, atacar improviso
una patrulla, conseguir las armas que necesite. Un piquete formado por
personas que no sepan disparar o que no hayan conseguido armas ayudará
en la construcción de barricadas, en las exploraciones, organizar ligazones,
tender una emboscada al enemigo, incendiar el edificio donde el enemigo
tiene su guarida, apoderarse de locales que puedan servir de base para los
insurrectos; en una palabra, miles de funciones de las más diversas pueden
ser realizadas por esas uniones voluntarias, formadas por gentes dispuestas
Las organizaciones militares

a luchar hasta la muerte, con excelentes conocimientos de la localidad,


ligados estrechamente con la población.
Que en cada fábrica, en cada sindicato, en cada aldea, encuentre eco el
llamamiento a la organización de esos piquetes de combate voluntarios.
Las personas relacionadas entre sí los formarán de antemano. Y los
desconocidos no organizarán el día del combate o en vísperas del mismo
los «quintetos» y los «decenios» si la idea de la formación en esas uniones
no se extiende ampliamente entre las masas y no es aceptada por éstas.
Así, pues, es necesaria la organización de los Soviets de Diputados
Obreros, de los comités de campesinos y otras instituciones análogas en
todas partes, paralelamente con la propaganda y agitación más vasta por la
necesidad de una insurrección simultánea con la preparación inmediata de
la fuerza para la insurrección y la organización de destacamentos
voluntarios de masas.
1917

216

1917

Al dirigir más tarde, en 1917, la preparación de la insurrección de Octubre,


Lenin aprovechó plenamente toda la experiencia de la revolución de 1905.
Tanto los Soviets como órganos de la insurrección, como los comités
militares-revolucionarios, que preparaban directamente la parte técnica de la
lucha del proletariado por el poder.
Todos los artículos y discursos de Lenin refrentes al período de preparación
de la insurrección de Octubre se refieren invariablemente, en una u otra
forma, a las cuestiones de la insurrección armada, ya destrozando
despiadadamente las argumentaciones teóricas de los adversarios, o dando
indicaciones prácticas al Partido o a los obreros revolucionarios, sobre la
forma en que deben obrar para armarse, organizar las fuerzas combatientes y
desplegar el ataque contra el enemigo de clase.
De los documentos de Lenin referentes a ese período, hay que detenerse
ante todo en su carta al Comité del P.O.S.D.R. (bolchevique) de Septiembre
de 1917, publicada bajo el título de El marxismo y la insurrección.45
217

En este documento, Lenin hace un análisis, magnífico por su precisión y


claridad, de la insurrección armada tal como es comprendida por un marxista
revolucionario, a diferencia de los blanquistas y demás «putchistas»,
demostrando sobre la base de hechos concretos de aquel período, la causa de
que fuera un error la insurrección armada en las jornadas de julio de 1917 y
de que en septiembre del mismo año el cuadro fuera completamente distinto.
Lenin declara:

Para que sea coronada de éxito, la insurrección debe reposar, no en un


complot, no en un partido, sino en la clase avanzada. Éste es el primer
punto. Debe apoyarse en el impulso revolucionario del pueblo. Segundo
punto: La insurrección debe estallar en el apogeo de la revolución
ascendente, es decir, en el momento en que la actividad de la vanguardia
del pueblo es mayor, cuando las vacilaciones de los enemigos y de los
amigos débiles, eguívocos e indecisos de la revolución, son más fuertes.

Traducción del folleto original. El texto puede leerse en el tomo XXXIV de las Obras
45

Completas, edición de Progreso, pp. 250-256. | Tomo XXVII, Obras Completas, Akal Ed. pp. 291-
293 | N. Ed.
1917

Éste es el tercer punto.

En Consejos de un Espectador,46 el 8 de octubre de 1917, Lenin plantea de


nuevo, y con una argumentación excepcional por su fuerza, la cuestión de la
insurrección armada. Lenin escribe:

La insurrección armada es una forma particular de lucha política sometida


a leyes particulares, que deben ser profundamente analizadas. Carlos Marx
expreso esta verdad con asombrosa claridad cuando escribió que «la
insurrección armada, como la guerra, es un arte».

El camarada Lenin recuerda las cinco reglas fundamentales de Marx sobre


el arte de la insurrección armada:

1. No jugar nunca a la insurrección, pero una vez empezada, estar


firmemente convencido de que es necesario ir hasta el final
2. Reunir fuerzas considerablemente superiores a las del enemigo en el
lugar decisivo, en el momento decisivo; de lo contrario, el enemigo,
poseedor de una mejor preparación y organización, destrozará a los
insurrectos.
3. Una vez empezada la insurrección, hay que obrar con gran decisión y
pasar, cueste lo que cueste, a la ofensiva. "La defensiva es la muerte de la
insurrección armada".
4. Sorprender al enemigo de improviso, escoger el momento en que sus
tropas están dispersas.
5. Obtener en obtener éxitos diarios (se puede decir cada hora, si se
trata de una ciudad) victorias, por pequeñas que sean, a fin de mantener a
toda costa la «superioridad moral».
218

Marx ha resumido las enseñanzas referentes a la insurrección armada


de todas las revoluciones, en las siguientes palabras de Dantón, el maestro
más grande de táctica revolucionaria, que ha conocido la historia: «Audacia,
audacia y una vez más audacia». Lenin concreta más adelante esta regla con
relación a Rusia:
Una ofensiva simultánea, lo más inesperada y rápida posible, sobre

46
Cfr. ibíd., pp. 393-395. | Nota Ed.
1917

Petersburgo, sin falta, desde fuera y desde el interior, de los barrios obreros
y de Finlandia, desde Reval y desde Kronstadt, una ofensiva en toda la flota,
acumulación de una gigantesca superioridad de fuerzas en 15-20.000 (y
más aún) sobre nuestra «guardia burguesa», etc. (junkers), y nuestros
vendéeanos (parte de cosacos), etcétera.
Combinar nuestras tres fuerzas fundamentales, la flota, los obreros y las
unidades del ejército, de tal forma que sean ocupados inmediatamente y
mantenidos a cualquier precio: a) teléfonos, b) el telégrafo, c) las
estaciones ferroviarias, d) los puentes. Formar con los elementos más
decididos (nuestros «destacamentos de choque») y la juventud obrera (así
como con los mejores marinos) pequeños destacamentos para la ocupación
de los puntos estratégicos y para la participación en todas las operaciones
importantes...
Formar destacamentos de los mejores obreros armados con fusiles,
bombas para el ataque y el sitio de los «centros» del enemigo (escuelas de
los junkers, telégrafo, teléfono, etc.) bajo la consigna de perecer hasta el
último, pero no dejar pasar al enemigo.

Es preciso analizar especialmente la importancia que Lenin atribuía a la


preparación directa del propio partido para la insurrección. Al plantearse en
el Partido la cuestión de la insurrección armada, tanto en la base como en los
cuadros dirigentes, probados en el pasado, comienzan a manifestarse
vacilaciones, aparecen tendencias oportunistas, que a medida que se
aproximan los combates decisivos, intensifican la resistencia a la línea general
con respecto a la insurrección.
219

En vísperas de los combates de Octubre, en las filas del P.C.R.


(bolchevique) resultaron contagiados de esas tendencias algunos de los más
responsables camaradas, como Zinóviev, Kámenev y otros. Estas tendencias
y vacilaciones particularmente peligrosas en los umbrales de la insurrección,
y justamente ésta es la razón de que Lenin los condenase con tanta dureza,
llegando a plantear la cuestión de la expulsión de Zinóviev y Kámenev del
Partido, acusándolos de esquiroles.
Así entendía Lenin la «organización de la revolución» y así la organizó en
Octubre.
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

220

KAMÓ. LA VIDA DE UN VERDADERO


REVOLUCIONARIO
Svetlana Obolenskaya
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

221

I.
INFANCIA Y ADOLESCENCIA

Kamó, Simón Arshaki Ter-Petrosian, nació el 15 de mayo de 1882, en la


ciudad de Gori, provincia de Tiflis. Su padre fue un acaudalado contratista.
Su madre era mucho más joven que su padre; apenas había cumplido los
dieciséis años cuando nació Kamó.
Cuando el chico tenía once años lo llevaron a la escuela de la ciudad, donde
se impartía la enseñanza en ruso, idioma extraño y completamente
desconocido para el niño.
Esta circunstancia, así como el riguroso régimen escolar y la enseñanza
mecánica y árida, alejaron del estudio a Kamó, capaz y aplicado, sin embargo.
Como su inteligencia viva y observadora no quedaba satisfecha en la
escuela, se orientó hacia las pequeñas cosas prácticas. Senko [diminutivo de
Simón] reemplazaba en su casa al carpintero y al cerrajero. Inventó y fabricó
un magnífico molinillo de mano, construyó nuevos gallineros, desvió los
desagües de lluvia en el patio y arreglaba e inventaba otras muchas cosas el
ingenioso Senko, en los intervalos entre los juegos ruidosos y las osadas
incursiones en las huertas vecinas.
A los catorce años fue expulsado de la escuela a instancias del pope por su
mala conducta y su audaz ateísmo. Su mala conducta consistía en complacerse
en hacerle al pope preguntas embarazosas. Una vez, por ejemplo, le preguntó
si Jesucristo había efectivamente existido y descendido a la tierra después de
su muerte. Bajo el régimen autocrático zarista esta pregunta bastaba para
perder el derecho a asistir a la escuela.
Su familia quería y mimaba mucho a Senko; pero el padre le consideraba
un vago inútil y le molestaban especialmente las inclinaciones democráticas
del niño en la elección de sus amigos.
Senko correspondía a su padre con la misma frialdad. No podía perdonarle
su mezquina actitud con su madre, su avaricia con la familia y los parientes
pobres, mientras que no escatimaba el dinero para las invitaciones a los
huéspedes «prominentes».
222

Por defender a su madre Senko reñía frecuentemente con su padre, el cual,


indignado por el carácter desenfrenado e independiente del hijo, solía decir:
«Pero ¿quién es aquí el amo, ese tigrecillo o yo?». Un día el padre decidió
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

dar una lección a su indócil hijo, pero Senko cogió un hacha y le hizo
comprender que no se podía esperar sumisión de su parte.
Senko amaba hondamente a su madre y ella le correspondía con un amor
ilimitado. El niño procuraba hacer más luminosa la lúgubre existencia de su
madre, ayudándola en todos sus trabajos. Durante la larga enfermedad que
llevó a la tumba a su madre dio pruebas de un desvelo conmovedor. El padre
estaba entonces arruinado, la familia pasaba privaciones y Senko se
desesperaba a veces por no poder conseguir las medicinas para la enferma o
los alimentos necesarios.
A la muerte de su madre Kamó y sus hermanos se fueron a vivir a Tiflis, a
casa de una tía.

II

EL TRABAJO DE PARTIDO

Senko había ya estado otras veces en Tiflis, pasando largas temporadas en


casa de su tía.
En Tiflis cayó bajo la influencia de sus paisanos de Gori, Dzhugashvili
(Stalin) y Vardanyan, que le iniciaron en los principios del marxismo
revolucionario y comenzaron a atraerle hacia los trabajos del Partido. El
camarada Chadroshvili recuerda que en 1897 su amigo Zacro le presentó en
su taller a un joven de dieciséis o diecisiete años:
— Aquí tienes, hermano, un camarada más, lleno de energía.
En su conversación con Chadroshvili, Kamó habló con entusiasmo de sus
deseos de trabajar en el Partido. Y cuando le indicaron los peligros que
amenazan a un revolucionario, contestó:
— Mientras tenga la cabeza en su sitio, no me acobardaré.
Aquel mismo día comenzó a ocuparse de llevar literatura a los alrededores
de Tiflis: a Najalovka y Naulazadivi, distritos revolucionarios de la región.
223

Al principio, Senko realizó varias pequeñas misiones, desplegando una


gran osadía y habilidad. Enseguida estuvo en condiciones de desempeñar
trabajos más complicados e importantes.
En 1904 trabajó en el transporte de la literatura ilegal para el Comité
Bolchevique del P.O.S.D. [Partido Obrero Socialdemócrata] del Cáucaso y
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

participó en la organización de imprentas clandestinas. En esta época fue


cuando comenzó a ser llamado, por sus amigos, camarada Kamó. En la escuela
no aprendió a pronunciar correctamente las palabras rusas y sus camaradas se
burlaban frecuente y amistosamente de su bárbara pronunciación.
Una vez preguntó: «Kamo otnestí?», en vez de «Kamu otnestí?» (¿A quién
hay que entregarlo?).
— ¡Tú sí que estás hecho un buen kamó! —respondió riendo Stalin.
Desde entonces fue conocido por el sobrenombre de Kamó. Muchos
camaradas que trabajaron con él en el Cáucaso, en Petersburgo y en el
extranjero, no le conocieron más que por este nombre.
A veces le indicaban a Kamó las difíciles condiciones materiales en que
vivían su tía y sus hermanas, y de las cuales no parecía ocuparse mucho.
Respondía siempre:
— Hay decenas y millares de muchachas proletarias a quienes el hambre echa
al arroyo. ¿Es que mis hermanas son mejores que las demás? ¡Es este
malvado régimen el que debe ser destruido!
En el transporte de literatura y de tipos de imprenta, Kamó empleaba
procedimientos extraordinariamente ingeniosos. Usaba disfraces tan hábiles
que burlaba fácilmente la vigilancia de la policía y de los delatores, y escapaba
incluso al reconocimiento de sus propios amigos.
He aquí, por ejemplo, un vendedor ambulante que corre. En su cabeza se
balancea una canasta de legumbres. Se abre camino a empujones entre el
gentío abigarrado y ruidoso del mercado georgiano. Gritos, maldiciones,
groseras bromas acompañan su camino.
Pero nuestro kinto (vendedor ambulante) tiene lista una réplica para cada
broma. Con aire imperturbable pasa atareado entre soplones y policías. Kamó
pasa así su literatura y sus tipos, corriendo venturosamente cada riesgo.
224

En otra ocasión, un atildado joven estudiante de ingeniero, resplandeciente


con su nuevo uniforme, entra en un vagón de ferrocarril de segunda clase.
Señoras y señoritas miran interesadas a su atractivo compañero de viaje y se
estrechan para dejarle sitio. El tiempo pasa rápidamente en amena y trivial
conversación. Ya llegan. Kamó estrecha las manos de todos y se va con su
maleta llena de literatura ante los ojos de los gendarmes, que sonríen
afablemente a su paso.
Ha aprendido a disfrazarse tan bien que no le reconocen ni sus amigos
cuando le encuentran.
Un día, en verano, en un tren que vuelve a la ciudad lleno de gente, se ve
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

montar en un coche de segunda a un campesino pobremente vestido, portador


de una enorme cesta llena de huevos. Las señoras lanzan un grito de horror:
— ¡Oh, qué hombre tan sucio! ¿Cómo se atreve a montar aquí? ¡Interventor,
interventor, échele de aquí!
— ¡Dios mío! ¿Van ustedes a echar a un pobre hombre! En tercera van como
sardinas, me van a aplastar los huevos y no tendré nada que vender...
Luego de largas discusiones, el interventor permite bondadosamente que
la cesta de huevos vaya en la plataforma y Kamó (pues claro que se trata de
él), no reconocido por sus amigos que se hallaban en el mismo coche y que se
pusieron de su parte, hizo llegar los «huevos», sin dificultad, a su destino.
En su calidad de conspirador experimentado, Kamó goza de la plena
confianza de sus camaradas. Se le consulta, se le informa de las acciones más
secretas. Kamó es el único camarada a quien Barón (Bibinieshvili) dio a
conocer la dirección del gran depósito de literatura ilegal del Comité del
Partido en Kutaisi. Este depósito fue organizado por el camarada Barón en
una fábrica de limonada y la policía no llegó a descubrirlo en todo el tiempo
de su existencia.
Pero Kamó no siempre se deja absorber por el trabajo secreto. A veces sale
por un breve lapso de tiempo de la vida subterránea y participa en el
movimiento organizado públicamente.
El 27 de abril de 1903 se le ve en la manifestación del Primero de Mayo en
Tiflis. El sindicato obrero socialdemócrata del Cáucaso decidió que la
manifestación del Primero de Mayo se hiciese en la misma fecha en Bakú,
Tiflis y Batumi. Las manifestaciones, de un carácter combativo, se
desarrollaron en medio de gran entusiasmo. Kamó andaba por la plaza en
medio de las patrullas cosacas y decía con aire de desafío a sus camaradas:
225

— La próxima vez compraré unos cuantos cuervos, les ataré cintas rojas al
cuello y cuando llegue el momento los echaré a volar. ¡A ver si entonces
dispersan a esos manifestantes!
A mediodía, cuando hubo que ¡zar la bandera roja, Kamó realizó lo que
había prometido hacer y, a pesar del ataque de los cosacos, supo salvar la
bandera y evitar hábilmente la detención.
Poco después toma una parte activa en el envío de delegados al segundo
congreso del Partido.
Grande fue también su participación en la organización de imprentas
clandestinas. El Boletín de la gendarmería le atribuyó la organización de once
imprentas ¡legales. Fue Kamó quien organizó la imprenta de Avlabari. Para
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

eso, buscó en el barrio obrero de la ciudad una vieja casa con una cochera y
un pozo en el patío.
Una «planchadora» (la revolucionaria Babé) viene a instalarse en la casa.
Toma ropa, la lava y la seca en la cochera cuando llueve.
Pero, por la noche, en la pared del pozo, a algunos metros de profundidad,
se abre una galería hasta la pieza donde quiere instalarse la imprenta. El
trabajo de perforación, el hacer desaparecer la tierra, la organización de la
ventilación, la instalación de los puntales, todo esto es un trabajo difícil y
peligroso; pero, por fin, el local está dispuesto.
La instalación de los «instrumentos de producción» necesita también
muchos cuidados. Pero este obstáculo es vencido a su vez y la imprenta
comienza a funcionar.
La «planchadora» revela una gran capacidad de trabajo; los cestos de «ropa»
van y vienen continuamente. La patrona es alegre, comunicativa; hay siempre
a su alrededor muchos jóvenes que encuentran cómodo el patío para jugar a
la pelota. Las cosas están, pues, bien arregladas y la imprenta justifica las
esperanzas que en ella se habían puesto.
Kamó toma también una parte activa en la organización de la imprenta
ilegal de Kutaisi, que desempeñó un papel extraordinariamente importante en
el movimiento revolucionario de la Georgia occidental en 1904-06. Esta
imprenta fue instalada en la casa del agrónomo Vaso Goguiladze.
226

Goguiladze había colocado en una taberna un anuncio ofreciendo en


alquiler una habitación. Al día siguiente, el camarada Valiko Lejava fue a pedir
informes. Alquiló la habitación por cuatro rublos al mes, declaró llamarse
André Nemsadze. Puesto inmediatamente a la obra, pronto se vio que no era
bastante prudente y salía frecuentemente de la imprenta manchado de tinta,
de polvo de plomo. Entonces se intentó hacerle cumplir las reglas de la acción
clandestina. Y, por fin, se decidió a trasladar la imprenta a un lugar más
secreto.
Se abrió una fosa especial del lado oeste de la pared de la habitación. Detrás
de ese muro había un pasillo de una longitud de tres metros y medio y cerca
de un metro de ancho. Se tiró la pared del fondo de la alcoba, se hizo un sólido
marco de madera y se sujetó a un madero de encina. El marco fue recubierto
de ladrillos y cemento, se le pusieron dos cerraduras de resorte y dos pestillos
de acero, de modo que la puerta cerraba herméticamente sin que en la alcoba
se viese otra cosa que una pared blanqueada.
Se ató a los pestillos de la puerta un cordón inglés que pasaba por unas
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

pequeñas poleas y cuyos extremos estaban disimulados en la otra pared del


pasillo.
Cuando Valiko salía de la casa cerraba la puerta secreta. Para abrirla tenía
que entrar en la cueva, encontrar el cordón a oscuras —le estaba prohibido
encender cerillas— y tirar de él con fuerza.
Era difícil trabajar en este estrecho nicho donde se ahogaba uno, a pesar de
lo cual se exigía a la imprenta un enorme rendimiento. Una simple máquina
movida a brazo no podía hacer todo el trabajo, aunque se trabajasen
veinticuatro horas diarias. Se decidió entonces instalar una «americana», que
habría que traer de Tiflis. Era ésta una empresa muy arriesgada. Pero no
parecía sino que Kamó había sido especialmente creado para asuntos de este
género. Un buen día, con su destreza habitual, hizo llegar a su destino la
«americana» tan impacientemente esperada.
Entonces se decidió construir, especialmente para esta nueva máquina, una
cocina contigua a la casa, y bajo ella una vasta cueva derribando una pared del
lado del pasillo, de manera que se ensanchase la «sala de máquinas».
Goguiladze supo arreglar tan hábilmente todo esto que los obreros que
construían la cocina no tuvieron nunca la menor sospecha. En los detalles
secretos de la construcción trabajaron exclusivamente Vaso y Valiko. En la
nueva construcción se hizo una boca de aire para la ventilación. Aquí era
donde más tarde se quemaba el papel inútil.
227

— No olvidaré jamás —decía Goguiladze— el rostro resplandeciente de


Valiko, cuando vio que Kamó no lograba encontrar el camino para entrar
en la imprenta. Valiko se regocijaba extraordinariamente, puesto que, si
Kamó no había logrado descubrir la imprenta, con mayor razón fracasarían
los gendarmes en su busca.
Valiko era un trabajador incansable. Por la noche ocupaba el puesto de
Goguiladze. Uno de los trabajadores de la imprenta estaba siempre en su
puesto, y cuando se veía venir a alguien, la «americana» se detenía a una señal
convenida.
En esta imprenta fue donde se guardó por mucho tiempo el dinero
confiscado a la tesorería de Kvareli. Más tarde estas sumas fueron trasladadas
al extranjero para la compra de armas.
Pero la policía comenzaba a husmear la imprenta. Conocían su existencia
muchos camaradas. Era peligroso dejarla donde estaba. Barón, miembro del
Comité del Partido en Kutaisi, se hallaba entonces en la cárcel de esa ciudad.
Él encargó a Vano Lomtatidze que arreglase este asunto.
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

Cuando Barón fue puesto en libertad halló en su casa la imprenta, que se


había instalado en su propia habitación y que estaba en pleno trabajo. Se
habían infringido las reglas más elementales de la acción ilegal, pero los
camaradas tal vez no habían podido hallar otra salida. Habían pensado, sin
duda, que como Barón estaba encarcelado, los gendarmes no vendrían a
registrar su domicilio.
A fines de 1903, Kamó fue detenido en la estación de Batumi con una
maleta llena de folletos ¡legales.
Inmediatamente pensó en un plan de evasión. Pero pasaron nueve meses
antes de que consiguiese escapar. Durante el paseo de los detenidos había
observado, a una altura de tres metros, una piedra que sobrepasaba
imperceptiblemente el muro de la prisión. Aprovechando un momento en que
el centinela le volvió la espalda, Kamó tomó carrera, saltó como un gato sobre
esta piedra, se levantó a fuerza de brazos hasta la altura del muro y saltó a
tierra. Su ausencia no fue advertida hasta pasados unos minutos, pero a nadie
se le ocurrió que el preso se había fugado por encima del muro. Mientras se
le buscaba con toda calma en el patio, desapareció sin dejar huellas.
228

Una vez en libertad, Kamó se hundió de nuevo en el trabajo del Partido.


Estaba todavía en la cárcel cuando llegaron las primeras noticias de la escisión
que se produjo en el segundo congreso, e inmediatamente se adhirió a los
bolcheviques. Cuando estalló la lucha entre bolcheviques y mencheviques
sobre la convocatoria del tercer congreso y los mencheviques hicieron
excursiones para visitar las organizaciones y separarlas del Comité
bolchevique del Cáucaso, Kamó se levantó enérgicamente contra su acción
desorganizadora y funesta para el Partido.
En aquella época dirigía la imprenta ilegal del Comité de la ciudad de Tiflis;
pero esta ciudad pasó a los mencheviques y éstos quisieron apoderarse de la
imprenta: Kamó les opuso una enérgica resistencia y la conservó para los
bolcheviques.
En la época del rápido desenvolvimiento del impulso revolucionario
general en el país, en 1904-1905, sobre todo después del 9 de enero y de las
derrotas del zarismo en Manchuria, las olas del flujo revolucionario se
precipitan, ascienden cada vez a mayor altura en Georgia. Gracias al carácter
de masas del movimiento, las organizaciones revolucionarias trabajan en una
atmósfera de simpatía general, lo que asegura el éxito incluso a las acciones
más audaces, a las más temerarias.
La administración y la policía están de tal modo aterrorizadas que evitan
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

todo problema con la población y casi cesan de existir como órganos de poder.
Los movimientos obrero y campesino se difunden como un impetuoso
torrente y toda Georgia está en ebullición.
En el punto culminante de la revolución de 1905, varios distritos y regiones
de Georgia instauran, por propia decisión, un self-government [autogobierno]
revolucionario. Más tarde, en los años de reacción, se emprendieron
persecuciones contra las repúblicas de Gori, de Senaki, de Kvareli, de Sochi,
etc.
El «presidente» de cada una de ellas era un Comité del Partido, y el
legislador, el pueblo revolucionario sublevado en favor de una radiante y
nueva vida.
La más importante, la más original de todas estas repúblicas fue la de Gori,
donde el movimiento revolucionario se apoderó de toda la población
trabajadora. Aquí, la consciencia política, el grado de organización y la
disciplina revolucionaria alcanzaron el más alto nivel.
Se decidió poner en el índice a las instituciones gubernamentales y a la
Iglesia.
229

La población trabajadora vertía cotizaciones mensuales en especie. El


dinero así recogido era empleado en la compra de armas. El pueblo
revolucionario confiscaba las armas de los agentes de los antiguos poderes
públicos, de las administraciones gubernamentales. En resumen, se armaban
por todos los medios posibles. Un estado mayor revolucionario anexo al
Comité del Partido de Gori dirigía el desarme de las autoridades caídas y el
armamento del pueblo.
El tribunal de los funcionarios del zar fue reemplazado por jueces elegidos
por el pueblo revolucionario y la administración del distrito por una nueva
administración democrática. Para la administración de las escuelas se designó
una oficina escolar.
Los campesinos se negaron a pagar los arrendamientos a los grandes
terratenientes y éstos fueron boicoteados.
El pueblo revolucionario atacó implacablemente a los espías, a los
provocadores y a los ladrones. El resultado fue que hubo en Gori un orden
perfecto: ni robos, ni agresiones; los antagonismos nacionales se debilitaron,
las relaciones mutuas de los diversos grupos nacionales de trabajadores
tomaron un carácter de ayuda y de confianza mutuas.
Gori había conquistado tal libertad que los criminales políticos de Tiflis, de
Kutaisi y de Batumi se dirigían allí en lugar de refugiarse en el extranjero. Allí
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

estaban seguros.
En octubre de 1905 el movimiento revolucionario de las diferentes partes
del imperio zarista se unió en un poderoso torrente; una huelga general
política se apoderó de todo el país. El zar se vio obligado a ceder, a lanzar el
manifiesto del 17 de octubre, que contenía la promesa de las libertades
constitucionales. Pero, a pesar de esta promesa, al día siguiente mismo de la
publicación de este manifiesto, el gobierno emprendió los pogromos de las
bandas [centurias] negras y matanzas nacionales en el centro y localmente.
En el Cáucaso, el conde Vorontsov-Dashkov, gobernador general, se vio
obligado a entregar a los obreros de Tiflis, con la fianza de dos líderes
mencheviques, Isidoro Ramichvili y Silvestre Dzhibladze, seiscientos fusiles
para impedir los pogromos y las matanzas nacionales que su propia policía
había preparado, pero que amenazaban con exceder los límites que convenían
a los intereses del gobierno.
230

Este gesto democrático del gobernador general le descartaba de la


acusación de querer preparar pogromos, y, por otra parte, esto no
comprometía a nada. Los viejos fusiles que se dio a los obreros no podían de
ningún modo resistir a los fusiles de nuevo modelo ni a la artillería.
La reacción levanta la cabeza en Georgia y pasa poco a poco a la ofensiva.
Es proclamado el estado de sitio en los ferrocarriles de Transcaucasia, en Tiflis
y en muchos otros lugares. Las autoridades de Tiflis exigen que los obreros se
desarmen y devuelvan los fusiles que les han sido distribuidos.
Los trabajadores, dirigidos por un grupo bolchevique (Eliava, Kamó y
otros), se niegan y organizan la resistencia en Najalovka, barrio obrero de
Tiflis.
El estado mayor revolucionario, compuesto de bolcheviques (Kamó entre
ellos), pero del que formaban parte también los mencheviques, distribuyó las
fuerzas previendo el ataque de tres lados; del cuarto lado había montañas y se
pensó que por allí no podía venir el peligro.
Kamó se agitaba, trataba de demostrar que eso era un optimismo poco
fundado y, finalmente, acompañado de algunos obreros, comenzó a trepar la
montaña.
Los cosacos llegaron por ese lado. Los intrépidos revolucionarios les
opusieron una resistencia furiosa; nueve de los hombres de este destacamento
fueron heridos a sablazos y Kamó herido y arrestado.
Durante tres horas, ocho cosacos le infligieron toda clase de torturas, le
destrozaron a culatazos, por dos veces le colgaron para hacerle decir dónde
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

estaba el almacén de armas y los nombres de los miembros del estado mayor.
En el intervalo entre las dos veces que le colgaron se obligó a Kamó a cavar su
propia tumba. Como se le condujo casi desnudo y ensangrentado a través de
las calles de Tiflis, los transeúntes se detenían, conmovidos y gritando de
indignación.
Las cárceles estaban repletas por aquellos días. En todos los rincones de la
ciudad se detenía sin más ni más a multitud de gente, se hacían listas
interminables de nombres y apellidos cuyas desinencias [georgianas] eran
incomprensibles para los funcionarios rusos.
231

Kamó tenía ya en su haber una larga actividad revolucionaria, una evasión


de la cárcel de Batum!, y, en fin, su última acción, la participación en la batalla
con los cosacos. Esto no hacía esperar nada bueno. Por eso se decidió
aprovechar el desorden para hacerle cambiar de nombre, dándole el de una
víctima fortuita del celo policíaco: el de Chanchiachvili, estudiante de la
escuela de enfermeros.
En el interrogatorio, Chanchiachvili se negó a declarar, mientras que el
pseudo Chanchiachvili desempeñó el papel de un mozo necio y charlatán.
Cuando se le preguntaba si conocía a Kamó, respondía sonriendo:
— ¿Cree usted que soy tan tonto como para no conocer a Kamó? Claro está
que le conozco.
— ¿Dónde le ha visto usted?
— ¿Dónde le he visto? Pero si hay tanto como se quiera en el campo.47
Se vio que este Chanchiachvili era un muchacho insignificante y se le dejó.
Así fue como, después de haber pasado dos meses y medio en la cárcel, Kamó
se hallaba de nuevo en libertad; pero le acompañaba un guardia para
conducirle a la comisaría de policía del distrito en que Chanchiachvili estaba
domiciliado. Esto era peligroso, pues en la comisaría podían darse cuenta del
cambio. Había que evitarlo. Tomaron un coche. En el camino, el joven, que
parecía ser un muchacho muy correcto, comienza a rogar a su guardián que
no lo comprometa a los ojos de los respetables burgueses, que le tomarán por
un agitador político o por un ladrón si le ven en el coche en compañía de un
guardia. Y apoya su petición con algunas monedas. Y después de haber
ordenado severamente al cochero que se dirija directamente a la comisaría, el
representante de la autoridad desciende del coche. El cochero sigue su
camino, pero cuando llega a la comisaría comprueba la desaparición de su

47
En georgiano, kamó es el nombre de una planta campestre.
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

cliente, sin comprender dónde y cómo lo ha perdido. Esta evasión


incomprensible y tan hábil de un individuo a quien nada amenazaba
conmociona al puesto de policía. Se avisó a la cárcel. ¡Ya puede imaginarse la
cólera y la indignación de las autoridades al comprobar su error!
232

III
EN EL COMBATE

La provincia de Kutaisi está, de hecho, en manos de los revolucionarios;


hay guarniciones en Poti, Ozurgueti y Kutaisi, pero no son lo bastante fuertes
para restablecer la autoridad y asegurar el ferrocarril. No se podrá dominar la
provincia de Kutaisi más que si se desembarca una división de infantería
acompañada de artillería, y es del lado del mar de donde hay que asegurar el
aprovisionamiento. Esta operación debe ser ejecutada antes de la primavera,
porque es en la primavera cuando el movimiento revolucionario va a tomar
una amplitud todavía mayor en la provincia y en las demás partes de la
región.48
En estos términos apreciaba el alto representante del zar en el Cáucaso,
conde Vorontsov-Dashkov, la situación en Georgia occidental en su informe
al Ministro de la Guerra a fines de diciembre de 1905.
En aquellos momentos la gravedad de la derrota de la revolución no estaba
todavía clara para ninguna de las dos partes; el gobierno no se había repuesto
de su reciente pánico y se inclinaba a sobreestimar las fuerzas del adversario.
Pero la situación no tardó en aclararse y el gobernador general se creyó en
el deber de «pacificar» la Transcaucasia comenzando por las regiones menos
afectadas por el movimiento revolucionario.
Una expedición militar mandada por el general Alijanov-Avarski se dirige
a Gori. El gobernador general le da órdenes de ser implacable y de exterminar
a todas las organizaciones revolucionarias, a todos los que opongan la menor
resistencia. La reacción crece y pasa a la ofensiva general.
Las organizaciones del Partido se ven de nuevo reducidas a mantener una

Informe del general ayuda de campo, conde Vorontsov-Dashkov, al Ministro de la Guerra,


48

del 31-XII-1905. Transcaucasia (Crónicas de los acontecimientos, documentos y materiales, p.


142).
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

vida subterránea, modifican su estructura, adoptan una nueva táctica


adecuada a las nuevas condiciones caracterizadas por una victoria provisional
de la contrarrevolución.
Los mencheviques, desmoralizados por la derrota, propusieron en la
conferencia de Kutaisi devolver al gobierno los 200.000 rublos expropiados a
la tesorería de Kvareli. Pero esta proposición fue rechazada gracias a los
bolcheviques y se decidió emplear este dinero en la compra de armas en el
extranjero por medio del Comité Central del Partido.
233

Las tropas del general Alijanov restablecían el «orden» con los métodos
elocuentemente descritos en 1920 por Kaliko-Dzhugueli, con la diferencia de
que en aquella época no se les llamaba todavía democráticos ni estaban aún
recomendados para uso general por Kautsky y la II Internacional.
Pero era igual. En Gori, en todas partes llameaba el cielo iluminado por el
resplandor de los incendios. No solamente ardían los pueblecitos, sino
también una capital de distrito, Ozurgueti.
Se exigía a la población que entregase las armas a las autoridades, que
denunciase a los agitadores y a los desertores, que pagasen los impuestos por
dos años y que diesen una nueva promoción de soldados para el ejército. Pero
la población no se entregaba a nadie, ni devolvía más que armas inservibles.
Los campesinos jóvenes y valientes se refugiaban en las montañas y desde allí
acosaban a las tropas con ataques de guerrilla.
Se establecieron tribunales y los cosacos, de acuerdo con las órdenes del
gobernador general, asesinaban sin piedad a todos los sospechosos.
Las organizaciones revolucionarias y los Comités del Partido fueron
destruidos. Pero los Comités bolcheviques sufrieron menos que los otros,
porque en los «días de libertad» habían conservado su estructura ¡legal.
El trabajo del Partido se hacía en condiciones extraordinariamente difíciles.
Kamó, que volvió a la acción ilegal, trabajaba como revolucionario profesional.
Estaba obligado a rodear su actividad de las precauciones más minuciosas.
La ciudad era recorrida por patrullas que detenían a los transeúntes, a los
viajeros sospechosos. En estas condiciones es donde la aptitud de Kamó para
«reencarnar» le rindió sus mayores servicios. Conseguía disfrazarse de tal
modo que ponía en un compromiso a sus mismos camaradas, y gracias a
cualquier ingenioso truco burlaba a los que le seguían.
Kamó no se turbaba nunca y sus gestos temerarios e imprevistos le sacaban
frecuentemente de situaciones peligrosas. Un día, por ejemplo, se fue al teatro
sin cambiar su aspecto exterior. En el pasillo encontró al director de la cárcel,
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

que le reconoció. Con una encantadora sonrisa infantil en su rostro franco e


intrépido, Kamó le aborda y le dice:
— Sí, sí; en efecto, soy yo.
234

Durante un instante los dos hombres se escrutan con la mirada; después


el director le dice en voz baja y colérica:
— ¡Váyase inmediatamente o le mando detener!
Kamó se veía obligado a llevar una vida literalmente de perro. ¡Cuántas
veces durmió al aire libre, debajo del banco de un coche de tercera, en lugares
infectos! Se quedaba sin comer, fingiendo que rezaba en un sombrío rincón
de una iglesia armenia, en espera de una cita secreta. Había perdido el hábito
del sueño e incluso cuando dormía guardaba una actitud que le permitía, a la
menor alarma, ponerse en pie de un salto y escapar.
En este período se ocupó eficazmente del transporte de armas y organizó
algunas evasiones. Entre otras, concibió y llevó a cabo brillantemente la
evasión de treinta y dos camaradas.
Fue así: el castillo de Metekhi (antigua fortaleza construida por los reyes
georgianos) alza sus muros en la escarpada orilla del Kurá. Está bañada por el
río por dos lados; un tercer lado está costeado por una calle, mientras sobre
su cuarto costado se apoyan algunas pequeñas casas de la ciudad. En una de
estas casas desembocó una galería subterránea por la cual, en plena noche,
escaparon de la prisión treinta y dos camaradas.
Al mismo tiempo, Kamó tomaba una parte activa en la preparación del
congreso de unificación (de Estocolmo) del Partido Obrero Socialdemócrata
de Rusia.
Al poco tiempo se dirigió a Petersburgo para pasar allí varios meses. Sueña
con ocuparse de cuestiones teóricas, porque no se siente bastante preparado
en esta cuestión. Pero la hora de los estudios no había sonado todavía. A su
alrededor la lucha era ardiente, se libraban violentas batallas contra el
absolutismo, hacían falta hombres. Se quería poner a Kamó en la brecha de la
región industrial central, pero la conferencia de las organizaciones caucasianas
del Partido, a pesar de las protestas de los mencheviques, le envían al
extranjero para la compra de armas destinadas a la Transcaucasia.
Este servicio estaba confiado, en el extranjero, a un delegado especial del
Comité Central, y el grupo de camaradas caucasianos al que se unió Kamó
trabajó bajo su dirección.
Se compraron varios millares de fusiles, algunas decenas de
ametralladoras, cartuchos y una buena cantidad de armas pequeñas.
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

235

Kamó, que inspiraba respeto a los vendedores, estaba bien al corriente de


la técnica de las armas.
Era la primera vez que el Partido procedía a la compra de un gran stock de
armas. Se tenía la intención de cargarlas en un vapor que se enviaría hacia el
litoral turco del Cáucaso, donde acudirían los camaradas caucasianos en
pequeños barcos de vela, a los que se transbordarían las armas en alta mar. El
delegado general del Comité Central visitó casi todos los puertos de Holanda,
de Bélgica, de Francia, de Italia y de Austria-Hungría, sin poder hallar un navio
ni un capitán que osara encargarse del transporte de armas de contrabando
con trasbordo en alta mar.
Además, era extraordinariamente difícil burlar la vigilancia de las
autoridades aduaneras, que exigían la declaración del puerto de destino.
Finalmente, procediendo por descarte, fue preciso detenerse en Bulgaria.
Pero aquí surgieron nuevas dificultades, porque desde Bulgaria las armas no
podían ser expedidas directamente más que a Rusia. Toda la trama secreta se
descubría. Al fin se halló una solución. Un representante del comité
revolucionario macedonio (organización revolucionaria pequeñoburguesa) se
encargó de obtener del gobierno búlgaro autorización para transportar las
armas a Varna, declarando que pertenecían al comité macedonio y estaban
destinadas a la Armenia turca para la preparación de una revuelta de los
armenios contra el enemigo común, Turquía. La autorización fue obtenida, las
armas se hallaban en Varna, pero también era preciso fletar un barco.
Entonces se compró, a un precio bastante modesto (30.000 francos), un
pequeño yate que había hecho la travesía de América a Europa. Se hicieron
algunas reparaciones y se adaptó el yate al transporte de mercancías. La
tripulación debía venir de Rusia.
A fines del verano de 1906 todo estaba dispuesto para aparejar cuando
surgieron dificultades de orden financiero.
Las compras de armas habían sido efectuadas por orden del Comité Central
bolchevique, que suministraba regularmente el dinero necesario. Pero
después del congreso de Estocolmo, en el que los mencheviques tuvieron la
mayoría, el nuevo Comité Central confirmó el mandato anteriormente dado,
pero los envíos de dinero comenzaron a ser muy irregulares.
El delegado general del Comité Central enviaba cartas y telegramas, pero
las respuestas tardaban en llegar y las peticiones de dinero eran infructuosas.
236

Protestaba, maldecía, demostraba que el éxito del negocio dependía del


Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

envío de las armas en tiempo de calma, antes de las tempestades de otoño en


el Mar Negro, etc. ¡Inútilmente! El dinero no llegaba, ni la tripulación que
debía venir de Rusia.
Viendo que de aquel modo corrían el riesgo de fracasar, el delegado se vio
obligado a ir a Petersburgo, donde, no sin esfuerzos, logró arrancar del Comité
lo que todavía restaba del dinero caucasiano, muy disminuido.
Pero se había perdido la ocasión favorable. No se pudo hacer el cargamento
hasta bien entrado el otoño. La tripulación enviada de Odesa no inspiraba gran
confianza, pero era imposible reemplazar al capitán, poco seguro, por otro
camarada. Además, la carga debía ir acompañada por militantes de confianza,
entre ellos un revolucionario tan experimentado como Kamó.
Sea por culpa de la tempestad, o por inexperiencia del capitán, el yate
naufragó cerca de la costa rumana. La tripulación se dispersó; en cuanto a las
armas, los pescadores rumanos se las repartieron. Fue imposible salvar las
armas porque la embajada rusa, informada de lo ocurrido, se apresuró a tomar
medidas.
Después de este fracaso, Kamó, desesperado, pasó secretamente la frontera
rumana. Esta excursión dio lugar a peripecias dramáticas; los viajeros
perdieron la dirección y estuvieron a punto de caer en manos de los
gendarmes. A fines de 1906, Kamó volvió al Cáucaso.
En el verano de 1906 estallaron revueltas militares (Sveaborg [nombre
sueco de Suomenlinna, en Finlandia], Kronstadt) que provocaron
insurrecciones locales. A través de todo el país se libraron escaramuzas y
batallas entre el Gobierno ultrarreaccionario y la población. Los tribunales
militares funcionaban a pleno rendimiento. La crisis económica y política se
agravaba y la lucha de clases se transformaba, en algunos lugares, en abierta
guerra civil, con guerrillas formadas contra el gobierno.
En octubre de 1906, Lenin escribía:

La lucha de guerrillas es una forma inevitable de la lucha cuando el


movimiento de masas ha llegado ya realmente a la insurrección y cuando
se dan treguas más o menos prolongadas entre las «grandes batallas» de la
guerra civil.49
237

49
Hemos sustituido el texto que aparece en el original por la traducción soviética; Lenin, V. I.:
La guerra de guerrillas; en Obras Completas, tomo 14, p. 7. Editorial Progreso, Moscú, 1985. | N.
Ed.
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

Y explicaba inmediatamente el lugar que le corresponde a la guerra de


guerrillas en el arsenal de los medios proletarios de lucha, y en qué
condiciones el proletariado podrá utilizarla mejor para sus intereses. Decía:

Se dice que la guerra de guerrillas aproxima al proletariado consciente a la


categoría de los hampones degradados y entregados a la bebida. Es cierto.
Pero de aquí sólo se desprende que el partido del proletariado jamás puede
considerar que la guerra de guerrillas sea el único método de lucha, ni
siquiera el principal; que este método debe estar subordinado a los otros,
debe guardar proporción con los métodos principales de lucha y estar
ennoblecido por la influencia ilustrativa y organizadora del socialismo. Sin
esta última condición, todos, absolutamente todos los métodos de lucha
empleados en la sociedad burguesa aproximan al proletariado a los
diversos sectores no proletarios, situados por encima o por debajo de él, y,
abandonados al curso espontáneo de los acontecimientos, se
descomponen, se pervierten y prostituyen. (...) Si esto es así —y lo es sin
ningún género de duda—, la socialdemocracia debe plantearse
obligatoriamente la misión de constituir organizaciones que sean lo más
idóneas posible para dirigir a las masas en esas grandes batallas y, hasta
donde se pueda, en estas pequeñas escaramuzas. (...) La socialdemocracia
debe educar y preparar a sus organizaciones de suerte que obren
efectivamente como parte beligerante, sin perder ocasión de causar daños
a las fuerzas del adversario.50

Por consiguiente, los bolcheviques estimaban que las acciones de


guerrillas, admisibles y útiles en esta etapa de la lucha contra el gobierno,
debían ser controladas por el Partido y sometidas a la observación de
condiciones de ideología y de organización estrictamente determinadas.51
La lucha de guerrillas tenía por objeto suprimir a los agentes del gobierno
y los jefes activos de las centurias negras, expropiar los bienes del Tesoro para

50
Ibídem, pp. 10,11 y 12. | N. Ed.
51
Estas condiciones son enumeradas en el proyecto de resolución sobre las acciones de
guerrillas bolcheviques, en el congreso de Estocolmo del Partido Socialdemócrata de Rusia en
1906: 1) tener en cuenta el estado de espíritu de las masas; 2) tomar en consideración las
condiciones del movimiento obrero de la región; 3) vigilar para que las fuerzas del proletariado no
se malgasten inútilmente.
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

las necesidades de la revolución y, ante todo, para la insurrección.


De vuelta en Tiflis, Kamó entró en un grupo técnico clandestino que se
proponía aumentar los recursos del Partido, organizar las evasiones, comprar
y guardar armas, etc. El primer acto de este grupo fue la expropiación de
Kutaisi en 1907, que dio a la caja del partido 15.000 rublos oro.
238

La policía encargada del asunto de la expropiación desplegó todo su celo


por detener a Kamó, pero el «bandido caucasiano», como le llamaba
burlonamente Ilich, permaneció sin ser descubierto.
Todos los camaradas que le conocieron en esta época dicen que les
asombraba su susceptibilidad en todo lo que se refería al dinero del Partido.
A pesar de manejar grandes sumas, jamás se permitía gastar para sus
necesidades personales más de 50 copecs diarios y daba la misma cantidad a
cada uno de los miembros de su grupo de combate.
Todavía no se ha hecho un estudio completo de los trabajos de Kamó en el
combate. Nosotros no hacemos más que citar algunas de sus hazañas, pero
tomó parte en otras muchas expropiaciones y combates, organizó laboratorios
para la fabricación de bombas, el transporte y conservación de armas, etc.
Al grupo de Kamó le faltaban armas y explosivos. Para conseguirlos, Kamó
se dirigió a Finlandia. Necesitaba un pasaporte. Se lo dio la Oficina de
Pasaportes organizada por el Comité del Partido de Kutaisi para el servicio de
toda la Transcaucasia. Y, en muchos casos, hasta las organizaciones rusas se
servían de esa Oficina por el canal del Comité Central del Partido. Así, por
ejemplo, casi todos los miembros del grupo socialdemócrata de la Duma
tenían pasaportes de Kutaisi «por si acaso».
Esta oficina de pasaportes existió durante cuatro años, y fue descubierta
por la traición de un provocador.
Para su viaje a Finlandia se entregó a Kamó un pasaporte a nombre del
príncipe K. Dadiani, gran terrateniente y jefe de la nobleza del distrito. Kamó
se instaló en un coche de primera clase, vestido con la cherkeska de oficial
caucasiano. En Finlandia tuvo una entrevista con Lenin y volvió sin dificultad
a Tiflis, con armas y explosivos.
Antes de partir para Petersburgo, Kamó visitó, como príncipe Dadiani, el
alojamiento secreto alquilado para su grupo de combate, situado en una casa
suntuosa y aristocrática. La dueña de la casa acogió respetuosamente al
príncipe Dadiani, representante de una de las más ilustres familias de Georgia.
Esta visita realzó el prestigio de los nuevos inquilinos y fue incluso una
garantía contra la sospecha política.
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

239

¿Cómo organizar la expropiación en gran escala? Esta cuestión fue


largamente discutida en el grupo. Cuando se guardaban grandes sumas de
dinero en alguna institución, había siempre todo un vasto y complicado
sistema de custodia. Era absolutamente preciso hacer la expropiación durante
el transporte del dinero, cosa de la que Kamó y sus camaradas se daban
perfecta cuenta al examinar los detalles de su plan. Faltaba saber dónde y
cuándo se haría el ataque.
Gracias a los enérgicos esfuerzos de Kamó, el grupo no tardó en recibir
informes sistemáticos sobre las sumas depositadas en tal o cual
establecimiento y su destino.
Muy pronto logró descubrir los tres principales caminos que seguía el
dinero: a Julfa (había tropas rusas de ocupación en Persia), a Batumi (para las
minas de Chiatura, etc.), y en el mismo Tiflis desde la casa de Correos a la
sucursal del Banco de Estado.
Hubo tres tentativas consecutivas. La primera se abortó porque Kamó fue
gravemente herido por el estallido de una bomba.
Se consiguió ocultar a la policía este suceso; un médico amigo le hizo
entrar, con un nombre falso, en una clínica privada. Sé destrozó la carne de la
muñeca izquierda y del antebrazo, y sufrió una quemadura grave de la que
estuvo a punto de morir; un casquillo le alcanzó en el ojo izquierdo y se temía
incluso una repercusión en el ojo derecho. Pero tenía una salud
inquebrantable. Al cabo de unas semanas ya estaba de nuevo en pie. El ojo
derecho estaba indemne; pero del ojo izquierdo no conservó más que la
décima parte de su potencia visual. Tan pronto como estuvo en pie, se puso
de nuevo al trabajo.
La segunda tentativa comenzó en buenas condiciones. Los miembros del
grupo de combate se hallaban en el tren que transportaba el dinero, pero en
el último momento hubo que renunciar a la expropiación; los guías que
después de la agresión debían llevar a nuestros camaradas por senderos
montañosos, conocidos solamente por ellos, huyeron llenos de miedo.
Nuestros camaradas volvieron desesperados a Tiflis. En esta expedición
habían gastado todos los explosivos y el dinero. Pero la misma noche de su
regreso se supo que iban a transportar, de la casa de Correos al Banco del
Estado, 250.000 rublos. Rápidamente se tomó la decisión que, al fin, fue
coronada de éxito.
240

Al día siguiente, 23 de junio de 1907, aproximadamente a las diez de la


Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

mañana, Kurdumov, cajero del Banco del Estado, y el contable Golovnia,


tomaron en la casa de Correos los 250.000 rublos y se dirigieron al Banco en
dos coches y rodeados de dos guardias y cinco cosacos.
Las primeras explosiones no alcanzaron el coche en que iba el dinero; los
caballos se desbocaron y se precipitaron hacia el Mercado de los soldados. Al
final de la plaza de Eriván fue lanzada otra bomba, el coche se detuvo y Datiko,
apoderándose de los sacos de dinero, huyó por la calle Veliaminovskaya.
¿Dónde estaba mientras tanto Kamó, el organizador y animador de la
agresión? Vestido con un uniforme de oficial, pálido todavía, mal repuesto de
sus heridas, había recorrido por la mañana la plaza, alejando al público con
hábiles y misteriosas alusiones (su uniforme militar descartaba toda
sospecha) para evitar toda inútil efusión de sangre. Kamó montó en un coche
cuando sonaron las primeras explosiones. Tenía que tomar en este coche el
dinero y transportarlo a un lugar seguro. Cuando desembocó, según el plan
establecido, en la plaza procedente de la calle Galanovskaya, le pareció que el
plan había fracasado una vez más.
— No importa, ahora hay que ayudar a los camaradas a salir de ahí antes de
que lleguen las tropas.
Tal fue el primer movimiento de Kamó. Se irguió y comenzó a disparar su
revólver, jurando y gritando como un verdadero militar y dirigió su caballo
hacia la calle Veliaminovskaya. Allí tropezó por casualidad con Datiko, que
llevaba los sacos del dinero. Kamó los llevó a casa de Mika Botcharidze, y de
allí, cosidos en una colchoneta, se transportaron a un lugar menos peligroso,
al gabinete de trabajo del director del Observatorio.
Cuando las tropas bloquearon la plaza no encontraron a nadie. Todos los
que habían tomado parte en la expropiación, encargados de cambiar este
dinero en el extranjero, fueron sorprendidos con cantidades poco
importantes. Pero los gobiernos extranjeros se negaron a extraditarlos.
241

IV
DETENCIÓN. SIMULACIÓN DE LOCURA

En agosto de 1907, Kamó fue a Berlín. Llevaba en el bolsillo un pasaporte


a nombre de Mirski, agente de una sociedad de seguros. A principios de
noviembre le detuvo la policía alemana. Le encontraron una maleta de doble
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

fondo en la que había instrumentos para la fabricación de explosivos de una


gran potencia. Un registro hecho en la habitación que ocupaba permitió a la
policía encontrar una caja con armas y acumuladores para la preparación de
explosivos a distancia.
Kamó sospechó que había sido víctima de un delator; pero es posible que
el motivo del registro fuese la imprudencia de un camarada en cuya casa se
había encontrado la dirección de Kamó durante un registro policíaco.
Kamó fue encerrado en la Kriminalgericht Moabit [el Juzgado Penal de
Moabit, distrito berlinés].
No hablaba alemán y fingía entender mal el ruso, lo que hacía muy difíciles
los interrogatorios. Se permitió a un abogado, Oscar Kohn, que se pusiera en
relación con el detenido. Hecho notable: desde la primera entrevista de estos
dos hombres, que no tenían la posibilidad de entenderse, tuvieron el uno del
otro una excelente impresión. Kamó presintió que podía confiar en Kohn y
éste vio que se hallaba ante una personalidad original y atractiva, por cuya
suerte se interesó vivamente. Llegaron a comprenderse bastante bien por
medio de gestos, y así pudieron prescindir de la ayuda de un intérprete, cuyo
concurso convenía evitar por prudencia.
Kamó fue acusado de terrorista-anarquista. El asunto tomaba mal aspecto.
Había en su pasado dos evasiones [de prisión] y actos que merecían la pena
de muerte. El proceso que iba a tener lugar en Berlín amenazaba con terminar
entregándole en manos del gobierno ruso.
Kamó, de acuerdo con los consejos de Leonid Borísovich Krasin, que le
envió una carta por medio de Kohn, comenzó a simular una locura furiosa.
Es sabido que, de todas las simulaciones, la más difícil es la del
desequilibrio mental. Hay muchas formas de enfermedades psíquicas y a cada
una corresponden síntomas determinados y diversos aspectos de estos
síntomas. Y es muy frecuente que todos los que quieren simular la locura
furiosa, que exige una terrible tensión de fuerzas, no tarden en agotarse
completamente, lo que les imposibilita para seguir desempeñando su papel.
242

La historia de la medicina legal conoce casos en que la aventura fue


intentada por hombres armados de instrucción médica que, sin embargo, no
pudieron llevar a cabo su penosa tarea.
Y es que, en un asilo de alienados, todo el ambiente ejerce una acción
deprimente sobre el sistema nervioso y una tensión agotadora de la voluntad
y de la atención, que no puede relajarse ni de noche ni de día y que conduce
rápidamente a hacer perder al simulador el dominio y el control de sí mismo.
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

Rara vez los más obstinados, los más tenaces, llegan a engañar a los médicos.
Habitualmente, a las seis semanas, o dos meses todo lo más, el simulador es
desenmascarado.
Después de lo que acabamos de decir, es evidente que la suerte de
cualquiera que no hubiera sido Kamó se hubiera decidido en algunas horas,
en algunos días.
Pero Kamó hizo el milagro de simular la locura durante cuatro años, sin
dejarse sorprender un momento. Este esfuerzo no pudo ser realizado más que
gracias a sus excepcionales cualidades. Tenía una salud a toda prueba, una
abundante reserva de fuerzas físicas. Su sistema nervioso era de una potencia
y de un temple magníficos. Pero, sobre todo, tenía una voluntad de hierro,
llevaba en sí mismo un odio ardiente, intratable, contra sus enemigos
políticos. Y de este odio sacó el valor necesario para soportar todos los
sufrimientos, antes de permitir que triunfasen sus enemigos.
Tuvo no pocas veces que sacrificar su amor propio por la causa de la
revolución, y todas las comedias que tuvo que desempeñar durante cuatro
años fueron una terrible humillación para esta orgullosa naturaleza.
Desde el primer día de su ficticia enfermedad comenzó a armar escándalo,
a gritar, a destrozar sus ropas, a tirar al suelo los platos llenos de comida, a
pegar a los vigilantes. Se le encerró en una celda, una cueva donde la
temperatura estaba bajo cero. Allí se le dejó, desnudo, durante nueve días.
Para no enfriarse, para no caer enfermo, tenía que estar siempre en
movimiento, correr, saltar, sin concederse un minuto de tregua.
Al cabo de nueve días se le devolvió a su celda ordinaria, donde se le
concedió una entrevista con Kohn, al que le hizo comprender hábilmente, con
una seña imperceptible, que se encontraba perfectamente.
243

Kamó fue trasladado como loco furioso a la sección psiquiátrica del


hospital por un período de prueba. Se accedió a la demanda de Oscar Kohn,
que quiso ser nombrado tutor de este detenido loco furioso.
Esta prueba duró seis meses. Durante estos seis meses Kamó no se acostó,
permaneciendo en pie día y noche. No descansaba más que poniéndose de
cara a la pared y levantando sucesivamente una pierna tras de otra.
Finalmente, se negó a tomar todo alimento; entonces se le alimentaba por
medio de un tubo que se le introducía por el esófago, separándole a la fuerza
las mandíbulas. En esta operación le rompieron varios dientes. Más tarde,
Kamó afirmó que este régimen de alimentación lácteo (porque era leche lo
que le hacían absorber) le había sido muy útil.
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

Nunca se agotaba su ingeniosidad, siempre tenía en reserva otras pruebas,


a las cuales se sometía.
Un día se arrancó la mitad de su cabellera y la alineó en pequeños haces,
simétricamente, encima de la cama. Al ver esto, los médicos y el vigilante
lanzaron un grito de horror.
Otro día se colgó, previamente seguro de que la administración vigilaba.
En efecto, fue arrancado indemne del nudo corredizo.
Una vez halló un huesecillo en su plato de sopa; lo afiló y por la noche se
rompió las venas de su puño izquierdo. Cuando acudieron en su ayuda, se le
detuvo la hemorragia y el moribundo recobró el conocimiento, se vio que toda
la cama y hasta el suelo de la celda estaban inundados de sangre.
Es muy probable que los médicos creyeran que tenían que habérselas con
un simulador y la larga prueba de estos seis meses lo testimonia. Pero el ver
todos los sufrimientos que el detenido se infligía llevó a los expertos a concluir
que «los rasgos característicos de su conducta no pueden ser simulados mucho
tiempo. Estas manifestaciones no pertenecen más que a un enfermo
verdaderamente víctima de enajenación mental. Se trata, en este caso, de una
forma de enfermedad psíquica que debe considerarse entre los aspectos
histéricos de este mal».
A fines de junio de 1908, Kamó fue trasladado al asilo de dementes de
Buch, cerca de Berlín, donde residió hasta marzo de 1909. Kamó tenía penosos
recuerdos de su vida en este establecimiento, pero allí tampoco le
abandonaron su buen humor y su intrepidez.
244

En el asilo de Buch se le instaló en una sala donde había diez locos furiosos.
La vigilancia debía ser bien negligente, porque pasaban el tiempo
mordiéndose, arañándose, pegándose unos a otros. Kamó tuvo que pasar
varios días en esta agradable compañía, que no dejaba ser peligrosa y, después,
fue instalado en una sección más tranquila. Pero también allí la estancia entre
estos seres insensatos, a veces miserables, a veces cómicos, frecuentemente
espantosos y siempre dispuestos a alguna escena imprevista y penosa, era una
dura prueba. No había ninguna posibilidad de evasión y Kamó se esforzaba
inútilmente en buscar y combinar; tuvo que renunciar a la esperanza de salir
de allí.
Durante toda su estancia en el asilo de Buch, Kamó no se cansó de
observar, de estudiar a los enfermos que le rodeaban. Había entre ellos un
médico morfinómano que sus parientes habían dejado allí, porque para
comprar la morfina no solamente se gastaba todo lo que tenía, sino que se
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

procuraba dinero por cualquier medio. Este médico hablaba frecuentemente


con aquellos de los enfermos más aptos para comprenderle, les daba a conocer
las diversas formas de las enfermedades psíquicas, sus síntomas y rasgos
característicos. Kamó trataba de retener todas estas explicaciones.
En marzo de 1909, la administración del manicomio de Buch anunció que
el estado de salud del anarquista-terrorista Petrossian [Kamó], víctima de una
enfermedad psíquica, era satisfactoria, que estaba absolutamente tranquilo y
consciente y que podía incluso realizar diversos trabajos de horticultura.
Se reintegró a Kamó al depósito de la prisión de Alt-Moabit. Pero entonces
hubo una «recaída» y esta vez fue un enfermo conforme a todas las reglas de
la ciencia. El 16 de abril era de nuevo instalado en el manicomio de Buch.
Se simuló víctima de una enfermedad psíquica crónica, caracterizada por
insensibilidad de algunas zonas de la epidermis. Es este un caso al que se le
da el nombre de anestesia.
Kamó reprodujo a la perfección la expresión, los andares, los movimientos,
el delirio, toda la conducta del enfermo.
Los médicos, intrigados, deseosos de descubrir los posibles artificios de
este enfermo, le hacían sufrir pruebas crueles. Se le hundían alfileres entre las
uñas, se le aplicaban al cuerpo puntas ardiendo, etc., etc.
Muchos años más tarde, Kamó conservaba todavía en la cadera una cicatriz
procedente de una herida causada de ese modo.
245

Soportó con la mayor calma estas torturas, que fueron renovadas


frecuentemente, sin gemir ni pestañear.
— Aquello apestaba a chamusquina —decía más tarde.
Los médicos y sabios profesores no habían jamás visto un hombre dotado
de una sensibilidad normal soportar con tal estoicismo aquellos sufrimientos.
De buena o de mala gana, a despecho de la reacción reveladora de las pupilas,
tuvieron que reconocer que el individuo sometido a su examen era realmente
víctima de la enfermedad cuyos síntomas manifestaba. (La sensación de dolor
provoca en el hombre y en los animales superiores una dilatación de la pupila
que es imposible frenar con un impulso de la voluntad.)
Tenemos, para informarnos de este trágico período, no solamente los
recuerdos y relatos de Kamó y Oscar Kohn, sino también documentos, como
las hojas clínicas de los hospitales donde Kamó fue examinado. Citaremos
algunos extractos, porque caracterizan muy bien la atmósfera en que tuvo que
luchar para conservar la vida:
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

7 de febrero de 1908. —Se ha entregado a violencias, se mantiene en un


rincón; no responde.
10 de febrero. —Se ha desnudado. No responde. Rechaza todos los
alimentos. 13 de febrero. —Suspira y gime. Rechaza la comida.
4 de junio. —Se pasea cantando.
19 de junio. —Se queja de dolor de cabeza. Repite frecuentemente:
«cuando uno se muere, ya no vive».
23 de junio. —Se ha arrancado una parte del bigote, expresando el deseo
de enviárselo a sus camaradas. Llora frecuentemente; injuria a la policía
berlinesa en ruso y en alemán, dice que le torturan inquisidores
españoles.
29 de junio. —Traslado a Buch.
PREGUNTA: ¿Su nombre?
RESPUESTA: Simón Arshakovich Ter-Petrossov.
PREGUNTA: ¿Cuál es su religión?
RESPUESTA: Soy armenio, nuestra religión no difiere mucho de la
ortodoxa.
PREGUNTA: ¿Ha habido en su familia casos de enfermedad psíquica?
RESPUESTA: En mi infancia era un ardiente patriota. Una tía, hermana
de mi madre, era muy nerviosa.
PREGUNTA: ¿Qué enfermedades tuvo usted en su infancia?
RESPUESTA: Cuando era pequeño me gustaba mucho el vinagre y tosía
mucho.
PREGUNTA: Diga usted el nombre de un río de Siberia que corre hacia
el norte.
RESPUESTA: El Amur, el Tobol. Todo se me ha olvidado. Antes podía
indicar en el mapa todo lo que se me preguntara, con los ojos cerrados.
PREGUNTA: ¿Cuántas provincias tiene Rusia? RESPUESTA: No
contesta.
PREGUNTA: Diga usted el nombre de una ciudad regada por el Volga.
RESPUESTA: Astracán.
PREGUNTA: ¿Cuántos habitantes tiene Rusia?
RESPUESTA: Dos millones. (Rompe a reír.) No, es una broma; tiene
doscientos millones.
PREGUNTA: ¿Qué sabe usted de Catalina [II de Rusia, o Catalina la
Grande]?
RESPUESTA: No quiero hablar de ese monstruo.
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

PREGUNTA: ¿Qué sabe usted del zar Pedro el Grande?


RESPUESTA: Era un zar ruso.
PREGUNTA: ¿Iba usted antes a la iglesia?
RESPUESTA: No, yo tengo un dios para mí y rechazo el dios policíaco.
Mi religión es el Estado socialista. No creo más que en Carlos Marx y
Federico Engels.

Los hospitales y asilos de la región dependían de la Armeen Direktion. Esta


institución, cediendo a la presión de la policía alemana, insistió en la entrega
de Kamó a las autoridades rusas, con el pretexto de que el mantenimiento de
este enfermo extranjero no debía ser pagado por el pueblo alemán. A pesar de
las medidas tomadas por Oscar Kohn, a pesar de todos los esfuerzos que se
hicieron para impedir que las autoridades entregasen Kamó a Rusia, se le puso
en manos de los gendarmes rusos el 4 de octubre de 1909, en la estación de
Wreschen-Strelkovo. Fue trasladado a Tiflis para ser juzgado allí por un
tribunal militar y encerrado en el castillo de Metekhi.
247

Ante todo, se trataba de proteger a Kamó contra el peligro de una venganza


inmediata y cruel del gobierno ruso. Kohn hizo aparecer en el Vorwárts
[periódico del SPD] un artículo, del que se hizo eco la prensa liberal alemana;
[Gustave] Hervé, a su vez, dirigió contra el gobierno alemán una violenta
diatriba, reprochándole haber entregado a la Rusia reaccionaria, como
criminal político, a un hombre manifiestamente loco. Se hizo mucho ruido y
en estas condiciones era difícil, por muchas ganas que tuviese el gobierno
ruso, colgar sin otra forma de proceso a este peligroso revolucionario.
Los dirigentes tuvieron que ocuparse del asunto, indudablemente no por
piedad hacia el pobre enfermo, sino para evitar un gran escándalo político en
Occidente. Estos temores hallaron su expresión en una carta del Ministro del
Interior, Piotr Stolypin, al conde Vorontsov-Dashkov, gobernador general del
Cáucaso.

Confidencial

Señor conde:

Por una carta fecha el 27 de abril de este año, número 42, el Ministro de
Asuntos Extranjeros me informa de que la prensa democrática de Alemania
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

se apasiona por la suerte del súbdito ruso Arshakov (alias Mirski y Ter-
Petrossov), que va a ser juzgado en Tiflis por la agresión contra un
transporte de fondos del Estado cometida en 1907.
Los órganos radicales Vorwárts y Frankfurter Zeitung atacan a la policía
alemana por haber entregado a Mirski-Arshakov cuando salió de un
hospital de enfermos psíquicos a las autoridades de nuestro país. Los
ataques de que es objeto el gobierno alemán no dejarán de redoblar en
violencia si Mirski es condenado a muerte, y el Ministro del Interior teme
que esto tenga consecuencias molestas para los intereses rusos desde el
punto de vista de la cuestión de la extradición de los anarquistas.
Aprovecho la ocasión para testimoniar a Su Excelencia mis respetuosos
sentimientos,
P. Stolypin
7 de mayo de 1910, número 91.104.
248

V
LA EVASIÓN DEL MANICOMIO

Los testimonios de la enfermedad mental crónica de Kamó habían sido


enviados a Tiflis. Estos documentos llevaban firmas ilustres y los médicos
legistas del tribunal militar estaban obligados a tenerlas en cuenta.
El día de la audiencia la sala del tribunal y los pasillos que conducían a ella
estaban repletos de gente. Tiflis se había puesto en movimiento. Todo el
mundo quería ver al famoso héroe nacional, al que tanto había luchado por la
clase obrera. Pero ¡ah!, el espectáculo era desconsolador. Flaco, vestido con
una blusa de hospital toda destrozada, con el rostro demacrado y grandes ojos
cuya mirada erraba de una parte a otra sin reconocer a nadie. Kamó parecía
infinitamente desgraciado. Mucha gente lloraba.
Se le hizo entrar en la sala y avanzar hacia la mesa donde se instalaron
majestuosamente los jueces. Él no hacía caso a nadie. Sacó de su bolsillo al
gorrión Vaska, al que había domesticado durante su estancia en la enfermería
de la cárcel y le dejó que paseara sobre la mesa. Se le hacen algunas preguntas,
pero no responde; le da miguitas a su gorrión. Poco después levanta la cabeza
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

y tiende un pedazo de pan a uno de los jueces, con una sonrisa idiota.
Esta escena produjo una penosa impresión en el público. La tía Lisa y las
hermanas del acusado estaban allí y se persuadieron de que su querido Kamó
había perdido la razón.
Se hizo salir al acusado. El tribunal militar juzgó necesario someterle a
nuevas pruebas en la sección de psiquiatría del hospital de la cárcel de
Metekhi. Allí permaneció un año y cuatro meses. (Las pruebas fueron, poco
más o menos, las mismas que en Berlín.)
Las hojas clínicas de este período muestran el curioso cuadro siguiente:

El individuo ha sido conducido del castillo de Metekhi a la sección, con


escolta, el 21 de diciembre de 1910, y con grilletes en los pies. Llevaba en
la mano un pájaro al que llamaba Pedrito y del que no quería separarse. El
individuo es de mediana estatura, parece haber estado alimentado de
manera satisfactoria, su rostro tiene una expresión pasablemente estúpida,
apática, las respuestas a las preguntas que se le dirigen son incoherentes,
no parece comprender dónde se halla, ni por qué razón. Ha sido colocado
en una habitación aparte. El pájaro le ha sido recogido.
249

23 de diciembre. —El individuo está tranquilo, apático. Tiene una fuerte


disminución de la sensibilidad de la piel, algunas zonas han perdido
completamente el sentido del dolor. Cuando los músculos se contraen
fuertemente el sujeto no siente ningún dolor y, de una manera general, se
muestra completamente indiferente a la investigación a que se halla
sometido.
24 de diciembre. —El sujeto va y viene durante todo el día en su celda,
canta, silba, se ocupa de llenar de tabaco cartuchos de cigarrillos, no se
interesa por nada. Ha pedido al médico de servicio que le dé un libro en el
que se trate de la guerra; se le ha dado, pero no le lee.
Cuenta que tiene cuatro millones enterrados en las afueras de Tiflis,
pero se niega a descubrir su escondite. Por la noche permanece mucho
tiempo sin poder dormir, da vueltas con agitación, se queja, entre otras
cosas, de que le hayan separado de su gorrión Pedrito. Pide que se lo
devuelvan porque quiere hablar con él de un asunto muy importante.
5 de enero. —Durante la visita médica de la mañana, el sujeto ha
declarado al médico que vienen a verle a su celda muchos jóvenes —
hombres y mujeres— que le inquietan y turban su reposo. Pide al médico
que tome medidas, porque de otro modo se encargará él mismo de arreglar
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

cuentas con ellos. Por el día, va y viene en su celda silbando, se muestra


alegre, fuma mucho, no parece inquietarse lo más mínimo de verse en la
sección de locos. Al contrario, sus grilletes le entretienen: los hace sonar
para acompañarse cuando canta. Ha comido. No ha dormido en toda la
noche.
9 de enero. —El sujeto se muestra nervioso, no está quieto un
momento, canta, silba, dice que cantando bien llama a sus pájaros, a los
que quiere mucho y que le comprenden perfectamente. Se calla un
momento para reanudar enseguida sus canciones y volver a pasear por su
celda. Por la noche se mete en la cama, pero permanece toda la noche sin
dormir. Pretende que está absorbido por el establecimiento del
presupuesto de la guardia de combate que ha organizado y que se halla en
las afueras de Tiflis. No lee libros, ni periódicos y, en general, no le interesa
nada.
13 de enero. —Humor triste, parece deprimido, a veces empieza a
sollozar, gime, suspira, habla frecuentemente de la muerte. «Mis guardias
de combate han sido aplastados por los bandidos que me tienen encerrado
aquí. Ya no vale la pena vivir. Yo debía vivir más de cien años, pero ahora
estoy dispuesto a morir.»
250

21 de enero. —Humor desigual, tan pronto triste como alegre. Pasa el


día en su celda, canta, silba, se habla a sí mismo, prepara cigarrillos, aplasta
miga de pan para modelar animales, se acuesta pronto, pero está mucho
tiempo sin dormir, murmurando. Fuma.
2 de marzo. —El sujeto está tranquilo. Ha dicho al médico que iba a
atravesar Siberia en un [Citroen] 10 H.P. para dirigirse a América, que
había entre Siberia y América un río cubierto de hielo. Se ha asombrado de
que hayan sabido su nombre, que han pronunciado en voz alta; lo ha oído
a través de la pared: «He oído claramente una voz de mujer que
pronunciaba mi nombre».

Llegado el término del período de prueba, Kamó fue trasladado al hospital


psiquiátrico de Mijáilovski. Los médicos de Tiflis le declararon incurable. Y
allí fue donde Kamó concibió y puso en práctica su proyecto de evasión.
Se puso en relación con el mundo exterior por medio de un joven guardián
de la prisión, Juan Braguin. Éste había sido conquistado por el encanto que se
desprendía de toda la persona de Kamó y por la aureola que rodeaba su
nombre. Este guardián sirvió de intermediario para la transmisión de las
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

cartas que se enviaron Kamó y Kote Tsintsadze, que dirigió la evasión,


activamente ayudado por la hermana preferida de Kamó, Dzhivaira.
Poco a poco, Braguin se transformó en huésped habitual de las hermanas
de Kamó, que influyeron fuertemente en su decisión de intervenir en la
organización de la fuga.
En cuanto a Kamó, con la lealtad y la elevación de alma que le eran
peculiares, advirtió desde el comienzo a Braguin de todos los riesgos que
corría haciéndose cómplice suyo. Cualquiera que fuese el resultado de la
tentativa, Braguin no podía esperar salir bien parado del asunto. No se puede
creer que le tentase el dinero (algunos centenares de rublos) porque, de haber
traicionado a Kamó, Braguin hubiera podido hacer seguramente una brillante
carrera.
La sección psiquiátrica del hospital Mijáilovski está situada a orillas del
Kurá, no lejos del puente Vereisky. La ventana del retrete del piso superior,
provista de una reja de hierro como las demás ventanas del hospital, da sobre
el río. Por allí era por donde había que fugarse y para eso era preciso hacerle
unas pequeñas manipulaciones a la reja.
251

Kamó se puso al trabajo. El personal no se asombró de la prolongada y


frecuente ausencia de Kamó en aquel sitio. Todos los que hayan custodiado
locos conocen su costumbre de entregarse durante horas a ocupaciones
repugnantes y solitarias. Kamó había estudiado las costumbres de estos
desgraciados y desempeñó tan bien su papel que nunca fue sorprendido. Y en
los minutos libres de control, con la ayuda de una pequeña lima que le había
llevado Braguin, limó la reja de la ventana. Este trabajo duró tres meses.
El día fijado para la evasión, Tsintsadze envió a Kamó un pastel en el que
había metido un soporífero para adormecer a sus guardianes.
A la hora en que todo el hospital, aplastado por el tórrido calor de un día
de verano, se hallaba sumido en la pereza de la siesta, Kamó se libró de sus
grilletes, previamente limados, cambió de ropas poniéndose las que Braguin
le había llevado y, a una señal convenida enviada desde el otro lado del Kurá,
sale por la ventana del retrete y desciende por medio de una cuerda. Pero la
cuerda está vieja, se rompe, y Kamó cae desde una altura de tres metros y
medio sobre un montón de piedras. Se levanta rápidamente, atraviesa un
brazo del río para llegar a un banco de arena que le permite llegar al puente y,
por fin, a la orilla, donde Kote le recibe para conducirle a la habitación
preparada de antemano.
Algunos días más tarde, Kamó era conducido a otro refugio más seguro,
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

una casita rodeada de viñedos en la montaña. El dueño de la casa era un


antiguo funcionario, un personaje original que llevaba una vida retirada y que
inspiraba una absoluta confianza. Aparte de él y de Kamó, no había nadie en
los alrededores.
Kamó pasó allí un mes. Antes de partir, preocupado por evitar a su huésped
cualquier molestia, Kamó hizo desaparecer cuidadosamente, metódicamente,
todas las huellas de su estancia en la casa. Pero el secreto había sido bien
guardado y el propietario no fue molestado.
Informado de la evasión, el procurador militar se puso furioso; dirigió una
severa amonestación al médico-jefe del hospital, que invocó, para justificarse,
la extraordinaria habilidad de este simulador, que había conseguido engañar
hasta a los sabios profesores de Berlín. Pero, como quiera que fuese, el preso
se había escapado y se trataba de pescarle. Se pusieron en práctica, para
lograrlo, todos los medios posibles. La ciudad fue sitiada, y se estableció un
riguroso y complicado control en las estaciones y en las puertas de la ciudad.
252

Pero no hay vigilancia que no pueda ser burlada. Todos los días, en una
calle que desembocaba en la carretera de Mtskheta, se veía aparecer un
pequeño grupo de escolares y de muchachas en bicicleta. Los soldados de la
guardia podían distraerse observando las evoluciones de estos jóvenes. A
veces, uno de los ciclistas se olvidaba y pasaba el límite. Se le hacía volver a
gritos: «Atrás, está prohibido».
Una escena que se ve repetirse todos los días acaba por aburrir la atención.
Los soldados no se ocupan ya de los ciclistas, y cuando un día, uno de los
cinco, después de pasar el límite reglamentario, desaparece en una curva de la
carretera y vuelven a la ciudad solamente cuatro, nadie presta atención.
Disfrazado de colegial, Kamó corre hacia Mtskheta, donde es acogido esta
vez también por Kote.
Hay una fiesta en el pueblo, se celebra una boda y los huéspedes que
vuelven de las viñas del Señor recorren las calles cantando y bailando al son
de sus instrumentos nacionales.
La costumbre autoriza a cada invitado a llevar un amigo. Kamó cambia su
vestido de colegial por el traje nacional, y vedle ya entre la multitud regocijada.
Por la noche, los invitados se dispersan, muchos de ellos se dirigen en grupos
a la estación. Kamó sube sin dificultad en un coche y parte para Batumi. Un
último obstáculo que vencer: se trata de introducirse a bordo de un barco sin
ser visto, y de llegar a un puerto extranjero. Un grupo de militantes de Batumi
oculta a Kamó, con la ayuda de los marineros, en la cala del navio, entre las
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

cajas y los barriles, y así escapa a la mirada escrupulosa de los gendarmes.

Kamó se dirige a París para celebrar una entrevista con Lenin y ponerse al
corriente de la situación creada durante los años de su reclusión. Lenin le
informa.
Krúpskaya describe así la visita que les hizo Kamó:
253

Kamó me rogó que le fuese a comprar almendras. Instalado en nuestra sala-


cocina parisién, comía sus almendras como si estuviese en su pueblo natal
y nos contaba su detención en Berlín, sus años de simulación, nos hablaba
de su gorrión domesticado, que le distraía en la cárcel.
Lenin le escuchaba con un sentimiento de infinita piedad por este
hombre intrépido, ingenuo como un niño, de ardiente corazón, dispuesto
a realizar los mayores actos de heroísmo, y que, ahora, una vez evadido, no
sabía qué trabajo emprender.
Hacia fantásticos proyectos de trabajo. Lenin no le objetaba, trataba de
hacerle imperceptiblemente volver a las cosas de la tierra, le hablaba de la
necesidad de organizar el transporte de la literatura del Partido, etc.
Finalmente, se decidió que Kamó debía ir a Bélgica para operarse.
Bizqueaba y los delatores podían reconocerle fácilmente, y luego pasaría al
sur de Rusia y al Cáucaso.
Ilich [Lenin] examinó el abrigo de Kamó y le preguntó: «¿No tiene un
gabán de más abrigo? Porque paseando en el puente del barco va usted a
sentir frío». El propio Ilich, cuando viajaba en barco, iba incansablemente
en el puente de un lado a otro. Cuando supo que Kamó no tenía otro abrigo,
le trajo su abrigo gris, bien forrado, que su madre le habla regalado en
Estocolmo y que le gustaba mucho. La conversación con Ilich, su cordial
acogida, calmaron un poco a Kamó.52

VI
DETENCIÓN EN TIFUS. TRABAJOS FORZADOS

52
Cfr. Krupskaya, N.: Mi vida con Lenin, pp. 176-177. Ed. Madrágora, Barcelona, 1976. | N. de
la E.
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

Kamó no pudo vivir mucho tiempo en el ambiente del Occidente pacífico.


La atmósfera de la vida de emigrado no le convenía. Tenía sed de trabajo, de
lucha, no se creía vencido y quería continuar combatiendo con las mismas
armas.
Al cabo de algunos meses, con su salud más o menos restablecida, volvió
Kamó de nuevo al Cáucaso.
Halló el movimiento revolucionario en una nueva etapa; la reacción no
estaba todavía vencida, pero se advertía ya un impulso revolucionario; la clase
obrera se levantaba vigorosamente para una nueva lucha, estallaban en todo
el país huelgas generales, como los relámpagos que iluminan el cielo antes de
la tormenta.
254

La matanza de obreros de Lena, en abril de 1912, encendió de indignación


el corazón de millones de trabajadores y fue el punto de partida de un nuevo
movimiento obrero de masas, enriquecido con la experiencia de las victorias
y las derrotas sufridas.
En esta época los bolcheviques habían fortalecido sus filas por medio de
una enérgica lucha contra los conciliadores de toda clase; habían roto todo
lazo orgánico con los oportunistas en la conferencia de Praga, en enero de
1912, y se habían constituido en Partido independiente.
Al mismo tiempo, el Partido agrupaba a su alrededor, bajo su dirección, a
la mayoría de la clase obrera, aplicando hábilmente la táctica de las formas
ilegales de lucha, combinadas con la utilización de todas las posibilidades
legales, comenzando por la tribuna de la Duma, por la conquista de todos los
sindicatos y de todas las demás organizaciones obreras legales, y terminando
por la creación de un periódico bolchevique legal.
Las nuevas formas de lucha hacían surgir del seno de las masas nuevos
militantes. La clase obrera había dado numerosos nuevos cuadros al Partido
bolchevique, pero, sin embargo, no era fácil hallar hombres para la acción de
combate, porque el movimiento de masas que se había difundido
ampliamente no había llegado, sin embargo, a su punto culminante, a la
insurrección armada, a la guerra civil abierta. Kamó se vio obligado, pues, a
buscar combatientes, ante todo, entre sus antiguos compañeros de armas.
Pero quedaban pocos: unos habían abandonado la acción revolucionaria, otros
habían muerto, otros estaban en el destierro o en la cárcel.
Kamó recluta camaradas jóvenes que no tenían la experiencia de la lucha
de guerrillas. Con ellos organiza, en septiembre de 1912, en la carretera de
Kodori, una agresión contra un coche postal cargado de dinero. Fracasó el
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

hecho y Kamó fue encerrado de nuevo en el castillo de Metekhi. Poco tiempo


después es condenado a la pena capital. ¡Cuatro condenas de muerte! Una por
haber tomado parte en la insurrección armada de 1905, otra por la
expropiación de la plaza de Eriván, la tercera por la evasión del hospital de
Mijáilovski y la cuarta por el intento de expropiación de la carretera de Kodori.
Como siempre, el veredicto tenía que aplicarse al cabo de un mes. Jamás Kamó
estuvo tan tranquilo, alegre y despreocupado como aquel mes.
El camarada Tsintsadze estaba también encerrado en el castillo de Metekhi
con Kamó. Tsintsadze pudo hacerle llegar una carta en el hueco de una vela.
Kamó respondió con esta nota:
255

He encontrado la carta. Estoy resignado ante la muerte, absolutamente


tranquilo. La hierba podrá muy bien brotar a seis metros de altura sobre
mi tumba. Uno no puede escapar eternamente de la muerte. Pero probaré
mi suerte una vez más. Mira a ver si te es posible preparar una evasión. Tal
vez podamos burlarnos una vez más de nuestros enemigos. Estoy
encadenado. Haz lo que consideres. Estoy listo para todo.53

Pero todos los proyectos de evasión resultaron irrealizables. Sin embargo,


la salvación llegó, aunque de una manera muy difícil de prever.
Estábamos en vísperas del 300° aniversario de la dinastía de los Románov
y el manifiesto imperial conmutó la pena de muerte pronunciada contra Kamó
por veinte años de trabajos forzados.
Kamó fue trasladado, en 1915, al presidio de Járkov, donde se le puso con
los presos comunes. El régimen que reinaba allí era espantoso. Los
prisioneros hacían todos los días largas horas de trabajo forzado: costura de
vestidos, de ropa blanca, confección de calzados. Kamó se vio obligado a vivir
en la sociedad de representantes típicos del mundo de los «miserables». Se
producían penosas escenas en el taller y en el patio, que testimoniaban las
brutales costumbres de la cárcel.
Por otra parte, se podía temer, en cualquier momento, una colisión entre
Kamó y la administración, porque, indudablemente, hubiera respondido a
cualquier insulto con un golpe mortal, cuyas consecuencias se adivinan
fácilmente.
Los presos no tardaron en tomar estimación por Kamó. Le llamaron el

53
Traducción mejorada siguiendo la versión inglesa. | N. de la E.
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

«Gran Juan». Este «título» hacía menos penosa su situación. Para evitar los
conflictos con la administración, Kamó salía siempre descubierto, incluso en
los grandes fríos, para no tener que negarse a quitarse el sombrero delante de
los «jefes» y evitar, al mismo tiempo, esta humillación.
Tenía una continencia alerta y alegre durante las raras entrevistas que tuvo
con sus parientes; pero sus ojos descubrían la huella de una tristeza
insondable. Se advertía bien que el presidio le mataba. Hasta parecía que su
lucidez y buen sentido, tan sólidos siempre, le abandonaban, porque
comenzaba a fabricar proyectos fantásticos de evasión. ¡Quién sabe el
desenlace que hubiera tenido este martirio, si la revolución no hubiera roto
los hierros de la prisión de Kamó!
256

VII
ÚLTIMOS AÑOS

La revolución de febrero le aportó a Kamó la libertad; pero también


penosas pruebas. Después de residir en Moscú, en Retrogrado, después de
lanzarse en el impetuoso torbellino de la vida política, Kamó tuvo, por primera
vez, conciencia de la inmensa brecha abierta en sus fuerzas. Se sentía enfermo,
herido, había perdido el gusto de vivir y se necesitaron las insistentes
instancias de Lenin para obligarle a cuidarse.
Su estancia en las aguas del Cáucaso le repone, su admirable organismo se
vivifica al sol del mediodía.
Los largos años de intenso trabajo clandestino en los sectores de combate
más importantes, en la acción del Partido, no permitieron a Kamó adquirir
conocimientos teóricos, llenar las lagunas de su modesta instrucción general.
La prisión, que fue una especie de universidad para muchos militantes de la
acción ilegal, no le dio nada sino inauditos sufrimientos. Pero, sin embargo,
un justo instinto revolucionario de clase y un espíritu claro y despierto
permitían a Kamó orientarse correctamente, en general, en los
acontecimientos políticos del día.
Se le ofrecieron elevados puestos, pero los rechazó siempre; su modestia
era muy grande, y, además, estaba seguro de no estar lo suficientemente
preparado para dirigir en las complejas condiciones del desenvolvimiento de
la revolución proletaria en nuestro país.
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

Kamó, que había cumplido siempre brillantemente las misiones que el


Partido le había confiado, parecía de pronto no estar muy seguro de sí mismo.
Se adaptaba difícilmente a las nuevas relaciones, a los nuevos métodos de
trabajo.
Incluso en el frente de la guerra civil no lograba hallar una ocupación a su
gusto, capaz de darle el sentimiento de ser tan indispensable, tan
irremplazable como en otro tiempo. Por eso se sentía siempre atraído hacia
las antiguas formas de lucha, hacia la aplicación, en las nuevas condiciones,
de los antiguos métodos de acción ya experimentados.
257

En 1919, durante el avance de Denikin sobre Moscú, Kamó recibió


autorización del C.C. del Partido para reclutar un grupo de combate y operar
en la retaguardia de Denikin. Escogió cuidadosamente a sus compañeros, les
hizo pasar toda clase de pruebas, trató de conocer de cerca a cada uno de ellos
y terminó por tener un grupo de combate bien constituido. Se hizo seguir a
estos combatientes un curso sumario destinado a habituarles a la acción
¡legal, a enseñarle el manejo de explosivos, a ejercitarles en la fabricación y
manejo de bombas.
Kamó tuvo largas entrevistas con sus camaradas, les enseñó los «secretos»
de la acción de los grupos de combate y les contó en el camino episodios de
su experiencia revolucionaria que los jóvenes escucharon encantados.
El grupo se aprovisionó de accesorios para disfrazarse, de ropas, de afeites
y se dirigió a Bakú pasando por Astracán.
En Astracán se equipó un sólido barco de pesca, que se cargó de armas, de
fusiles, de ametralladoras, de cartuchos y se dieron a la mar en su velero,
arriesgando en cualquier momento encontrarse con algún barco de guerra de
Denikin.
La travesía se hizo sin dificultad y los miembros del grupo, llegados a Bakú,
se dispersaron por los barrios obreros cambiando de domicilio de vez en
cuando para sustraerse al ojo inquisidor de la policía.
Les estaba prohibido hacer ningún trabajo de propaganda en su retiro
subterráneo. Kamó les prohibió también aparecer en la calle; la mayor parte
de ellos no conocían la vida local y corrían el riesgo de ser detenidos a la menor
imprudencia.
Mientras tanto, el Ejército Rojo había ocupado Rostov y se disponía a
atacar Armavir. La principal tarea del grupo, desorganizar la retaguardia de
Denikin, era imposible de realizar porque éste se había replegado sobre
Novorosíisk.
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

Pero Kamó no quería renunciar al objeto que se había propuesto. Condujo


con él un pequeño grupo de cuatro hombres y decide llegar con ellos a
Novorosíisk, pasando por Georgia y el Mar Negro.
Kamó se atribuyó el nombre del príncipe Tsulukidze. Una soberbia
cherkeska (ropa usada en el Cáucaso), botas caucasianas de flexible cuero, un
gorro de lana de oveja guarnecido de adornos de oro en forma de cruces, una
barba magistralmente colocada, le aderezaban un aspecto majestuoso e
imponente.
258

Después del tercer toque de campana los gendarmes hicieron parar el tren
y detuvieron a todos los hombres morenos que podían parecerse a Kamó. Pero
el príncipe Tsulukidze no inspiró ninguna sospecha y el jefe del puesto de la
gendarmería incluso le presentó sus excusas por el retraso del tren. Kamó
partió para Tiflis, pero, deseoso de burlar a la policía, se bajó en la primera
estación y regresó a Bakú.
El gobierno menchevique de Bakú había olfateado este viaje. Kamó y sus
camaradas fueron detenidos a la bajada del tren, en Batumi, y encarcelados en
el castillo de Metekhi, tan familiar para Kamó. Encerrado en una húmeda
celda, contrajo una inflamación del nervio ciático.
Los presos no fueron libertados hasta dos meses más tarde, con la
condición expresa de que abandonaran Georgia en veinticuatro horas.
La expedición a Novorosíisk ya no era posible y Kamó volvió a Bakú. Las
victorias del Ejército Rojo habían mejorado sensiblemente la moral en los
barrios obreros. El Comité regional decidió utilizar el grupo de combate para
la preparación de una insurrección, de un golpe de Estado bolchevique. Kamó
recibe la misión de organizar grandes grupos haciendo entrar en ellos a la
juventud obrera. Confió la dirección a los miembros de su grupo de combate,
encargados de enseñar a los nuevos reclutas el arte de la insurrección.
Esto era, para él, la resurrección de su vida de antaño, con todas las
sensaciones que da una actividad desbordante. No tenía un momento libre,
estaba en todas partes, no se le escapaba nada y estaba al corriente del trabajo
de cada radio, tan bien como el militante a quien le correspondía. El
aprendizaje daba buenos resultados, pero no había bastantes armas. Se arregló
este asunto por medio de algunas barcas cargadas de ametralladoras, de
fusiles, de granadas y de cartuchos que se hicieron venir de Astracán.
Cuando el gobierno musavatista 54 lanzó su manifiesto llamando a la

54
Gobierno contrarrevolucionario del partido burgués turkmeno federalista (Müsovotj.
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

población, «a los obreros y a los ciudadanos» a defender la ciudad de Bakú


contra el Ejército Rojo, se distribuyeron armas a los obreros. Se comenzó por
darles a los grupos de combate organizados por Kamó y después a los obreros
de las fábricas.
259

En la noche del 23 de abril de 1920, los miembros del gobierno musavatista


huían para refugiarse en Georgia. Al despuntar el día, el parlamento y la casa
del gobernador eran ocupados, se desarmó a algunos cuerpos militantes
hostiles sin disparar un solo tiro y se izó la bandera roja en los cañoneros Kark
y Ardogán, que eran los más fuertes navios de guerra del mar Caspio.
Al día siguiente llegaron trenes blindados y dos días más tarde la caballería
de Budionni.
Después del golpe de Estado, el C.C. del Partido Comunista de Azerbaiyán
disolvió el grupo de combate.
Kamó volvió a Moscú y decidió realizar, por fin, su sueño de tanto tiempo:
instruirse. Siguió el consejo de Lenin y comenzó a estudiar para entrar en la
Academia general del Estado Mayor. Pero no pudo poner en práctica su
proyecto. Pereció de una manera imprevista, en un accidente. Barón escribe
en sus memorias:

El día que debía serle fatal, el camarada Kamó se había retrasado en su


cuarto de trabajo. Hablábamos del pasado. El trabajo indispensable en las
cuestiones económicas no le satisfacía. Estaba hecho para las tormentas
revolucionarias. Quería tomar parte en la preparación de la revolución en
cualquier país de Oriente o de Occidente. «Me reservo para esta tarea —
decía justamente— aunque tenga que vivir y luchar todavía cien años.
Porque me vigilo, no bebo vino, evito las noches de insomnio. He guardado
intactas mis fuerzas, mi salud. ¿Qué es lo que me impedirá vivir?» ¡Quién
hubiera pensado que este hombre, este verdadero héroe revolucionario que
había resistido las más horribles persecuciones y había conservado su vigor
y su salud, iba a morir algunas horas más tarde en un accidente banal!55

Primero adoptó una orientación turca; más tarde, como Turquía capituló ante Inglaterra, invitó a
los imperialistas ingleses a Bakú. En 1920, el Gobierno respondió con una negativa a la proposición
del gobierno soviético de atacar a Denikin, y cuando las tropas de Denikin se batían en retirada
ante el Ejército Rojo y pasaban la frontera de Azerbaiyán, hallaron un refugio entre los
musavatistas.
55
Referencia al libro de Barón Bibinieshvili (Durante un cuarto de siglo: la lucha revolucionaria
en Georgia). | N. Ed.
Kamó. La vida de un verdadero revolucionario. (Infancia y adolescencia)

El 14 de julio de 1922, a las once de la noche, Kamó bajaba en bicicleta la


rápida pendiente de la calle Vereyskaya. Al oír a lo lejos la bocina de un
automóvil, Kamó, que veía mal de un ojo, hizo un falso movimiento y cayó
desgraciadamente sobre una piedra puntiaguda que le alcanzó el cerebelo. Dos
horas más tarde, Kamó expiraba a causa de una hemorragia cerebral, sin haber
recobrado el reconocimiento.
260

El proletariado de Tiflis hizo a su héroe, tan popular y tan querido,


grandiosos funerales seguidos de un inmenso cortejo de trabajadores.
Se ha escrito, y habrá de escribirse todavía mucho más, sobre Kamó.
Representaba admirablemente el tipo de militante de combate del Partido, del
revolucionario dotado de excepcionales cualidades de intrepidez y presencia
de ánimo. Era uno de los mejores representantes del movimiento de
guerrilleros de la primera revolución rusa.
Ejercía sobre sus compañeros una inmensa influencia y su grupo de
combate fue siempre una potente arma en manos del Partido.
En Kamó se unían felizmente una audacia intrépida, ardor revolucionario,
altas cualidades morales, una voluntad de hierro y el espíritu disciplinado de
un miembro probado del Partido.
Colección Socialismo y Libertad

COLECCIÓN
SOCIALISMO Y LIBERTAD

Libro 1 LA REVOLUCIÓN ALEMANA


Víctor Serge — Karl Liebknecht — Rosa Luxemburgo
Libro 2 DIALÉCTICA DELO CONCRETO
Karel Kosik
Libro 3 LAS IZQUIERDAS EN EL PROCESO POLÍTICO ARGENTINO
Silvio Frondizi
Libro 4 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DE LA PRAXIS
Antonio Gramsci
Libro 5 MAO Tse-tung
José Aricó
Libro 6 VENCEREMOS
Ernesto Guevara
Libro 7 DE LO ABSTRACTO A LO CONCRETO — DIALÉCTICA DE LO IDEAL
Edwald llienkov
Libro 8 LA DIALÉCTICA COMO ARMA, MÉTODO, CONCEPCIÓN y ARTE
Iñaki Gil de San Vicente
Libro 9 GUEVARISMO: UN MARXISMO BOLIVARIANO
Néstor Kohan
Libro 10 AMÉRICA NUESTRA. AMÉRICA MADRE
Julio Antonio Mella
Libro 11 FLN. Dos meses con los patriotas de Vietnam del sur
Madeleine Riffaud
Libro 12 MARX y ENGELS. Nueve Conferencias en la Academia Socialista
David Riazánov
Libro 13 ANARQUISMO y COMUNISMO
Evgeni Preobrazhenski
Libro 14 REFORMA o REVOLUCIÓN — LA CRISIS DE LA SOCIALDEMOCRACIA
Rosa Luxemburgo
Libro 15 ÉTICA y REVOLUCIÓN
Herbert Marcuse
Libro 16 EDUCACIÓN y LUCHA DE CLASES
Aníbal Ponce
Libro 17 LA MONTAÑA ES ALGO MÁS QUE UNA INMENSA ESTEPA VERDE
Ornar Cabezas
Libro 18 LA REVOLUCIÓN EN FRANCIA. Breve historia del movimiento obrero en Francia
1789-1848. Selección de textos de Alberto J. Plá
Libro 19 MARX y ENGELS
Karl Marx y Friedrich Engels. Selección de textos
Libro 20 CLASES y PUEBLOS. Sobre el sujeto revolucionario
Iñaki Gil de San Vicente
Libro 21 LA FILOSOFÍA BURGUESA POSTCLÁSICA
Colección Socialismo y Libertad

Rubén Zardoya
Libro 22 DIALÉCTICA Y CONCIENCIA DE CLASE
Gyórgy Lukács
Libro 23 EL MATERIALISMO HISTÓRICO ALEMÁN
Franz Mehring
Libro 24 DIALÉCTICA PARA LA INDEPENDENCIA
Ruy Mauro Marini
Libro 25 MUJERES EN REVOLUCIÓN
Clara Zetkin
Libro 26 EL SOCIALISMO COMO EJERCICIO DE LA LIBERTAD
Agustín Cueva — Daniel Bensaíd. Selección de textos
Libro 27 LA DIALÉCTICA COMO FORMA DE PENSAMIENTO — DE ÍDOLOS E IDEALES
Edwald llienkov. Selección de textos
Libro 28 FETICHISMO y ALIENACIÓN — ENSAYOS SOBRE LA TEORÍA MARXISTA EL
VALOR
Isaak lllich Rubín
Libro 29 DEMOCRACIA Y REVOLUCIÓN. El hombre y la Democracia
Gyórgy Lukács
Libro 30 PEDAGOGÍA DEL OPRIMIDO
Paulo Freire
Libro 31 HISTORIA, TRADICIÓN Y CONSCIENCIA DE CLASE
Edward P. Thompson. Selección de textos
Libro 32 LENIN, LA REVOLUCIÓN Y AMÉRICA LATINA
Rodney Arismendi
Libro 33 MEMORIAS DE UN BOLCHEVIQUE
Osip Piatninsky
Libro 34 VLADIMIRILICH Y LA EDUCACIÓN
Nadeshda Krupskaya
Libro 35 LA SOLIDARIDAD DE LOS OPRIMIDOS
Julius Fucik — Bertolt Brecht — Walter Benjamín. Selección de textos Libro 36 UN GRANO
DE MAÍZ
Tomás Borge y Fidel Castro
Libro 37 FILOSOFÍA DE LA PRAXIS
Adolfo Sánchez Vázquez
Libro 38 ECONOMÍA DE LA SOCIEDAD COLONIAL
Sergio Bagó
Libro 39 CAPITALISMO Y SUBDESARROLLO EN AMÉRICA LATINA
Andró Gunder Frank
Libro 40 MÉXICO INSURGENTE
John Reed
Libro 41 DIEZ DÍAS QUE CONMOVIERON AL MUNDO
John Reed
Libro 42 EL MATERIALISMO HISTÓRICO
Georgi Plekhanov
Libro 43 MI GUERRA DE ESPAÑA
Mika Etchebéheré
Colección Socialismo y Libertad

Libro 44 NACIONES Y NACIONALISMOS


Eric Hobsbawm
Libro 45 MARX DESCONOCIDO
Nicolás González Varela — Karl Korsch Libro 46 MARX Y LA MODERNIDAD
Enrique Dussel
Libro 47 LÓGICA DIALÉCTICA
Edwald llienkov
Libro 48 LOS INTELECTUALES Y LA ORGANIZACIÓN DE LA CULTURA
Antonio Gramsci
Libro 49 KARL MARX. LEÓN TROTSKY, Y EL GUEVARISMO ARGENTINO
Trotsky— Mariátegui — Masetti — Santucho y otros. Selección de Textos
Libro 50 LA REALIDAD ARGENTINA — El Sistema Capitalista
Silvio Frondizi
Libro 51 LA REALIDAD ARGENTINA — La Revolución Socialista
Silvio Frondizi
Libro 52 POPULISMO Y DEPENDENCIA — De Yrigoyen a Perón
Milcíades Peña
Libro 53 MARXISMO Y POLÍTICA
Carlos Nélson Coutinho
Libro 54 VISIÓN DE LOS VENCIDOS
Miguel León-Portilla
Libro 55 LOS ORÍGENES DE LA RELIGIÓN
Luden Henry
Libro 56 MARX Y LA POLÍTICA
Jorge Veraza Urtuzuástegui Libro 57 LA UNIÓN OBRERA
Flora Tristón
Libro 58 CAPITALISMO, MONOPOLIOS Y DEPENDENCIA
Ismael Viñas
Libro 59 LOS ORÍGENES DEL MOVIMIENTO OBRERO
Julio Godio
Libro 60 HISTORIA SOCIAL DE NUESTRA AMÉRICA
Luis Vítale
Libro 61 LA INTERNACIONAL. Breve Historia de la Organización Obrera en Argentina.
Selección de Textos
Libro 62 IMPERIALISMO Y LUCHA ARMADA
Marighella, Marulanda y la Escuela de las Américas
Libro 63 LA VIDA DE MIGUEL ENRÍQUEZ
Pedro Naranjo Sandoval
Libro 64 CLASISMO Y POPULISMO
Michael Lówy-Agustín Tosco y otros. Selección de textos
Libro 65 DIALÉCTICA DELA LIBERTAD
Herbert Marcuse
Libro 66 EPISTEMOLOGÍA Y CIENCIAS SOCIALES
TheodorW. Adorno
Libro 67 EL AÑO 1 DE LA REVOLUCIÓN RUSA
Víctor Serge
Colección Socialismo y Libertad

Libro 68 SOCIALISMO PARA ARMAR


Lówy —Thompson — Anderson — Meiksins Wood y otros. Selección de Textos
Libro 69 ¿QUÉ ES LA CONCIENCIA DE CLASE?
Wilhelm Reich
Libro 70HISTORIA DEL SIGLOXX-Primera Parte Eric Hobsbawm
Libro 71 HISTORIA DEL SIGLO XX— Segunda Parte Eric Hobsbawm
Libro 72 HISTORIA DEL SIGLO XX — Tercera Parte Eric Hobsbawm
Libro 73 SOCIOLOGÍA DE LA VIDA COTIDIANA
Ágnes Heller
Libro 74 LA SOCIEDAD FEUDAL — Tomo I
Marc Bloch
Libro 75 LA SOCIEDAD FEUDAL — Tomo 2
Marc Bloch
Libro 76 KARL MARX. ENSAYO DE BIOGRAFÍA INTELECTUAL
Maximilien Rubel
Libro 77 EL DERECHO A LA PEREZA
Paul Lafargue
Libro 78 ¿PARA QUÉ SIRVE EL CAPITAL?
Iñaki Gil de San Vicente
Libro 79 DIALÉCTICA DE LA RESISTENCIA
Pablo González Casanova Libro 80 HO CHIMINH
Selección de textos
Libro 81 RAZÓN Y REVOLUCIÓN
Herbert Marcuse
Libro 82 CULTURA Y POLÍTICA — Ensayos para una cultura de la resistencia Santana —
Pérez Lara — Acanda — Hard Dávalos — Alvarez Somoza y otros Libro 83 LÓGICA Y
DIALÉCTICA
Henri Lefebvre
Libro 84 LAS VENAS ABIERTAS DE AMÉRICA LATINA
Eduardo Galeano
Libro 85 HUGO CHÁVEZ
José Vicente Rangél
Libro 86 LAS GUERRAS CIVILES ARGENTINAS
Juan Álvarez
Libro 87 PEDAGOGÍA DIALÉCTICA
Betty Ciro — César Julio Hernández — León Vallejo Osorio
Libro 88 COLONIALISMO Y LIBERACIÓN
Truong Chinh — Patrice Lumumba
Libro 89 LOS CONDENADOS DE LA TIERRA
Frantz Fanón
Libro 90 HOMENAJEA CATALUÑA
George Orwell
Libro 91 DISCURSOS Y PROCLAMAS
Simón Bolívar
Libro 92 VIOLENCIA Y PODER — Selección de textos
Vargas Lozano — Echeverría — Burawoy — Monsiváis — Védrine — Kaplan y otros
Colección Socialismo y Libertad

Libro 93 CRÍTICA DE LA RAZÓN DIALÉCTICA


Jean Paul Sartre
Libro 94 LA IDEA ANARQUISTA
Bakunin — Kropotkin — Barret — Malatesta — Fabbrí — Gilimón — Goldman
Libro 95 VERDAD Y LIBERTAD
Martínez Heredia — Sánchez Vázquez — Luporini — Hobsbawn — Rozitchner — Del Barco
Libro 96 INTRODUCCIÓN GENERAL A LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA POLÍTICA
Karl Marx y Friedrich Engels
Libro 97 EL AMIGO DEL PUEBLO
Los amigos de Durruti
Libro 98 MARXISMO Y FILOSOFÍA
Karl Korsch
Libro 99 LA RELIGIÓN
Leszek Kolakowski
Libro 100 AUTOGESTIÓN, ESTADO Y REVOLUCIÓN
Noiret Rouge
Libro 101 COOPERATIVISMO, CONSEJISMO Y AUTOGESTIÓN
Iñaki Gil de San Vicente
Libro 102 ROSA LUXEMBURGO Y EL ESPONTANEÍSMO REVOLUCIONARIO
Selección de textos
Libro 103 LA INSURRECCIÓN ARMADA
Neuberg
Libro 104 ANTES DE MAYO
Milcíades Peña
Libro 105 MARX LIBERTARIO
Maximilien Rubel
Libro 106 DE LA POESÍA A LA REVOLUCIÓN
Manuel Rojas
Libro 107 ESTRUCTURA SOCIAL DE LA COLONIA
Sergio Bagú
Libro 108 COMPENDIO DE HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA
Albert Soboul
Libro 109 DANTON, MARAT Y ROBESPIERRE. Historia de la Revolución Francesa
Albert Soboul
Libro 110 LOS JACOBINOS NEGROS. Toussaint L'Ouverture y la revolución de Haití
Cyril Lionel Robert James Libro 111 MARCUSE Y EL 68
Selección de textos
Libro 112 DIALÉCTICA DE LA CONCIENCIA — Realidad y Enajenación
José Revueltas
Libro 113 ¿QUÉ ES LA UBERTAD? — Selección de textos
Gajo Petrovió— Milán Kangrga
Libro 114 GUERRA DEL PUEBLO — EJÉRCITO DEL PUEBLO
Vo Nguyen Giap
Libroll5 TIEMPO, REALIDAD SOCIAL Y CONOCIMIENTO
Sergio Bagú
Libro 116 MUJER, ECONOMÍA Y SOCIEDAD
Colección Socialismo y Libertad

Alexandra Kollontay
Libro 117 LOS JERARCAS SINDICALES
Jorge Correa
Libro 118 TOUSSAINT LOUVERTURE. La Revolución Francesa y el Problema Colonial
Aimé Césaire
Libro 119 LA SITUACIÓN DE LA CLASE OBRERA EN INGLATERRA
Federico Engels
Libro 120 POR LA SEGUNDA Y DEFINITIVA INDEPENDENCIA
Estrella Roja — Ejército Revolucionario del Pueblo
Libro 121 LA LUCHA DE CLASES EN LA ANTIGUA ROMA
Espartaquistas
Libro 122 LA GUERRA EN ESPAÑA
Manuel Azaña
Libro 123 LA IMAGINACIÓN SOCIOLÓGICA
Charles Wright Mills
Libro 124 LA GRAN TRANSFORMACIÓN. Critica del Liberalismo Económico
Karl Polanyi
Libro 125 KAFKA. El Método Poético
Ernst Fischer
Libro 126 PERIODISMO Y LUCHA DE CLASES
Camilo Taufic
Libro 127 MUJERES, RAZA Y CLASE
Angela Davis
Libro 128 CONTRA LOS TECNÓCRATAS
Henri Lefebvre
Libro 129 ROUSSEAU Y MARX
Galvano della Volpe
Libro 130 LAS GUERRAS CAMPESINAS — REVOLUCIÓN Y CONTRARREVOLUCIÓN EN
ALEMANIA
Federico Engels
Libro 131 EL COLONIALISMO EUROPEO
Carlos Marx — Federico Engels
Libro 132 ESPAÑA. Las Revoluciones del Siglo XIX
Carlos Marx — Federico Engels
Libro 133 LAS IDEAS REVOLUCIONARIOS DE KARL MARX
Alex Callinicos
Libro 134 KARL MARX
Karl Korsch
Libro 135 LA CLASE OBRERA EN LA ERA DE LAS MULTINACIONALES
Peters Mertens
Libro 136 EL ÚLTIMO COMBATE DE LENIN
Moshe Lewin
Libro 137 TEORÍAS DE LA AUTOGESTIÓN
Roberto Massari
Libro 138 ROSA LUXEMBURG
Tony Cliff
Colección Socialismo y Libertad

Libro 139 LOS ROJOS DE ULTRAMAR


Jordi Soler
Libro 140 INTRODUCCIÓN A LA ECONOMÍA POLÍTICA
Rosa Luxemburg
Libro 141 HISTORIA Y DIALÉCTICA
Leo Kofler
Libro 142 BLANQUI Y LOS CONSEJISTAS
Blanqui — Luxemburg — Gorter — Pannekoek — Pfemfert — Rühle — Wolffheim y Otros
Libro 143 EL MARXISMO — El MATERIALISMO DIALÉCTICO
Henri Lefebvre
Libro 144 EL MARXISMO
Ernest Mandel
Libro 145 LA COMMUNE DE PARÍS Y LA REVOLUCIÓN ESPAÑOLA
Federica Montseny
Libro 146 LENIN, SOBRE SUS PROPIOS PIES
Rudi Dutschke
Libro 147 BOLCHEVIQUE
Larissa Reisner
Libro 148 TIEMPOS SALVAJES
Pier Paolo Pasolini
Libro 149 DIOS TE SALVE BURGUESÍA
Paul Lafargue — Hermán Gorter — Franz Mehring
Libro 150 EL FIN DE LA ESPERANZA
Juan Hermanos
Libro 151 MARXISMO Y ANTROPOLOGÍA
Gyórgy Markus
Libro 152 MARXISMO Y FEMINISMO
Herbert Marcuse
Libro 153 LA TRAGEDIA DEL PROLETARIADO ALEMÁN
Juan Rústico
Libro 154 LA PESTE PARDA
Daniel Guerin
Libro 155 CIENCIA, POLÍTICA Y CIENTIFICISMO — LA IDEOLOGÍA DE LA
NEUTRALIDAD IDEOLÓGICA
Oscar Varsavsky — Adolfo Sánchez Vázquez
Libro 156 PRAXIS. Estrategia de supervivencia
llienkov — Kosik — Adorno — Horkheimer — Sartre — Sacristán y Otros
Libro 157 KARL MARX. Historia de su vida
Franz Mehring
Libro 158 ¡NO PASARÁN!
Upton Sinclair
Libro 159 LO QUE TODO REVOLUCIONARIO DEBE SABER SOBRE LA REPRESIÓN
Víctor Serge
Libro 160 ¿SEXO CONTRA SEXO O CLASE CONTRA CLASE?
Evelyn Reed
Libro 161 EL CAMARADA
Colección Socialismo y Libertad

Takiji Kobayashi
Libro 162 LA GUERRA POPULAR PROLONGADA
MáoZé dóng
Libro 163 LA REVOLUCIÓN RUSA
Christopher Hill
Libro 164 LA DIALÉCTICA DEL PROCESO HISTÓRICO
George Novack
Libro 165 EJÉRCITO POPULAR — GUERRA DE TODO EL PUEBLO
Vo Nguyen Giap
Libro 166 EL MATERIALISMO DIALÉCTICO
August Thalheimer
Libro 167 ¿QUÉ ES EL MARXISMO?
Emile Burns
Libro 168 ESTADO AUTORITARIO
Max Horkheimer
Libro 169 SOBRE EL COLONIALISMO
Aimé Césaire
Libro 170 CRÍTICA DE LA DEMOCRACIA CAPITALISTA
Stanley Moore
Libro 171 SINDICALISMO CAMPESINO EN BOLIVIA
Ghana — CSUTCB — COB
Libro 172 LOS ORÍGENES DE LA CIVILIZACIÓN
Vere Gordon Childe
Libro 173 CRISIS Y TEORÍA DE LA CRISIS
Paul Mattick
Libro 174 TOMAS MÜNZER. Teólogo de la Revolución
Ernst Bloch
Libro 175 MANIFIESTO DE LOS PLEBEYOS
Gracco Babeuf
Libro 176 EL PUEBLO
Anselmo Lorenzo
Libro 177 LA DOCTRINA SOCIALISTA Y LOS CONSEJOS OBREROS
Enrique Del Valle Iberlucea
Libro 178 VIEJA Y NUEVA DEMOCRACIA
Moses I. Finley
Libro 179 LA REVOLUCIÓN FRANCESA
George Rudé
Libro 180 ACTIVIDAD, CONCIENCIA Y PERSONALIDAD
Aleksei Leontiev
Libro 181 ENSAYOS FILOSÓFICOS
Alejandro Lipschütz
Libro 182 LA IZQUIERDA COMUNISTA ITALIANA (1917-1927)
Selección de textos
Libro 183 EL ORIGEN DE LAS IDEAS ABSTRACTAS
Paul Lafargue
Libro 184 DIALÉCTICA DE LA PRAXIS. El Humanismo Marxista
Colección Socialismo y Libertad

Mihallo Markovié
Libro 185 LAS MASAS Y EL PODER
Pletro Ingrao
Libro 186 REIVINDICACIÓN DE LOS DERECHOS DE LA MUJER
Mary Wollstonecraft Libro 187 CUBA 1991
Fidel Castro
Libro 188 LAS VANGUARDIAS ARTÍSTICAS DEL SIGLO XX
Mario De Micheli
Libro 189 CHE. Una Biografía
Héctor Oesterheld — Alberto Breccia — Enrique Breccia
Libro 190 CRÍTICA DEL PROGRAMA DE GOTHA
Karl Marx
Libro 191 FENOMENOLOGÍA Y MATERIALISMO DIALÉCTICOT
Tran Dóc Tháo
Libro 192 EN TORNO AL DESARROLLO INTELECTUAL DEL JOVEN MARX (1840-1844)
Georg Lukács
Libro 193 LA FUNCIÓN DE LAS IDEOLOGÍAS — CRÍTICA DE LA RAZÓN
INSTRUMENTAL
Max Horkheimer
Libro 194 UTOPÍA
Tomás Moro
Libro 195 ASÍ SE TEMPLÓ EL ACERO
Nikolai Ostrovski
Libro 196 DIALÉCTICA Y PRAXIS REVOLUCIONARIA
Iñaki Gil de San Vicente
Libro 197 JUSTICIEROS Y COMUNISTAS (1843-1852
Karl Marx, Friedrich Engels y Otros
Libro 198 FILOSOFÍA DE LA LIBERTAD
Rubén Zardoya Loureda — Marcello Musto — Seongjin Jeong — Andrzej Walicki Bolívar
Echeverría — Daniel Bensaíd — Jorge Veraza Urtuzuástegui
Libro 199 EL MOVIMIENTO ANARQUISTA EN ARGENTINA. Desde sus comienzos hasta
1910
Diego Abad de Santillán
Libro 200 BUJALANCE. LA REVOLUCIÓN CAMPESINA
Juan del Pueblo
Libro 201 MATERIALISMO DIALÉCTICO Y PSICOANÁLISIS
Wilhelm Reich
Libro 202 OLIVER CROMWELL Y LA REVOLUCIÓN INGLESA
Christopher Hill
Libro 203 AUTOBIOGRAFÍA DE UNA MUJER EMANCIPADA
Alexandra Kollontay
Libro 204 TRAS LAS HUELLAS DEL MATERIALISMO HISTÓRICO
Perry Anderson
Libro 205 CONTRA EL POSTMODERNISMO — UN MANIFIESTO ANTICAPITALISTA
Alex Callinicos
Libro 206 EL MATERIALISMO DIALÉCTICO SEGÚN HENRI LEFEBVRE
Colección Socialismo y Libertad

Eugenio Werden
Libro 207 LOS COMUNISTAS Y LA PAZ
Jean-Paul Sartre
Libro 208 CÓMO NOS VENDEN LA MOTO
Noan Chomsky— Ignacio Ramonet
Libro 209 EL COMITÉ REGIONAL CLANDESTINO EN ACCIÓN
Alexei Fiodorov
Libro 210 LA MUJER Y EL SOCIALISMO
August Bebel
Libro 211 DEJAR DE PENSAR
Carlos Fernández Liria y Santiago Alba Rico
Libro 212 LA EXPRESIÓN TEÓRICA DEL MOVIMIENTO PRÁCTICO
Walter Benjamín — Rudi Dutschke — Jean-Paul Sartre — Bolívar Echeverría Libro 213 ANTE
EL DOLOR DE LOS DEMÁS
Susan Sontag
Libro 214 LIBRO DE LECTURA PARA USO DE LAS ESCUELAS NOCTURNAS PARA
TRABAJADORES — 1er Grado
Comisión Editora Popular
Libro 215 EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX
Bolívar Echeverría
Libro 216 APUNTES SOBRE MARXISMO
Iñaki Gil de San Vicente
Libro 217 PARA UN MARXISMO LIBERTARIO
Daniel Guerin
Libro 218 LA IDEOLOGÍA ALEMANA
Karl Marx y Friedrich Engels Libro 219 BABEUF
llya Ehrenburg
Libro 220 MIGUEL MÁRMOL — LOS SUCESOS DE 1932 EN EL SALVADOR
Roque Dalton
Libro 221 SIMÓN BOLÍVAR CONDUCTOR POLÍTICO Y MILITAR DE LA GUERRA ANTI
COLONIAL
Alberto Pinzón Sánchez
Libro 222 MARXISMO Y LITERATURA
Raymond Williams
Libro 223 SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES
Gregorio Selser
Libro 224 CRÍTICA DIALÉCTICA. Ensayos, Notas y Conferencias (1958-1968)
Karel Kosik
Libro 225 LA POLÍTICA REVOLUCIONARIA. Ensayos, Notas y Conferencias
Ruy Mauro Marini
Libro 226 LOS QUE LUCHAN Y LOS QUE LLORAN. El Fidel Castro que yo vi
Jorge Ricardo Masetti
Libro 227 DE CADENAS Y DE HOMBRES
Robert Linhart
Libro 228 ESPAÑA, APARTA DE MÍ ESTE CÁLIZ
César Vallejo
Colección Socialismo y Libertad

Libro 229 LECCIONES DE HISTORIA. Documentos del MIR. 1965-1974


Miguel y Edgardo Enríquez — Bautista Van Schowen — Ruy Mauro Marini y Otros
Libro 230 DIALÉCTICA Y CONOCIMIENTO
Jindrich Zeleny
Libro 231 LA IZQUIERDA BOLCHEVIQUE (1922-1924)
Izquierda Bolchevique
Libro 232 LA RELIGIÓN DEL CAPITAL
Paul Lafargue
Libro 233 LA NUEVA ECONOMÍA
Evgeni Preobrazhenski
Libro 234 EL OTROSADE. DEMOCRACIA DIRECTA Y CRÍTICA INTEGRAL DELA
MODERNIDAD (Los escritos políticos de D. A. F. de Sade. Un comentario)
Jorge Veraza Urtuzuástegui
Libro 235 EL IMPERIALISMO ES UNA JAULA
Ulrike Meinhof
Libro 236 EL PENSAMIENTO POLÍTICO DE LA DERECHA
Simone de Beauvoir
Libro 237 EUROPA ANTE EL ESPEJO
Josep Fontana
Libro 238 LA GUERRA DE LOS CIEN AÑOS
Edouard Perroy
Libro 239 TRESCIENTOS MILLONES DE ESCLAVOS Y SIERVOS TRABAJAN BAJO EL
NUEVO ORDEN ECONÓMICO FASCISTA
Jürgen Kuczynski
Libro 240 HISTORIA Y COMUNICACIÓN SOCIAL
Manuel Vázquez Montalbán
Libro 241 TEORÍA GENERAL DEL DERECHO y Otros Escritos
Péteris Ivánovich Stuíka
Libro 242 TEORÍA GENERAL DEL DERECHO Y MARXISMO
Evgeni Bronislavovic Pashukanis
Libro 243 EL NACIMIENTO DEL FASCISMO
Angelo Tasca
Libro 244 LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Manuel Grossi Mier
Libro 245 EL MARXISMO SOVIÉTICO
Herbert Marcuse
Libro 246 INTELECTUALES Y TARTUFOS
Jorge Veraza Urtuzuástegui
Libro 247 TECNOLOGÍA Y VALOR. Selección de Textos
Karl Marx
Libro 248 MINIMA MORALIA. Reflexiones desde la vida dañada
Theodor W. Adorno
Libro 249 DOCE AÑOS DE POLÍTICA ARGENTINA
Silvio Frondizi
Libro 250 CAPITALISMO Y DESPOJO
Renán Vega Cantor
Colección Socialismo y Libertad

Libro 251 LA FORMACIÓN DE LA MENTALIDAD SUMISA


Vicente Romano
Libro 252 ESBOZO PARA UNA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA POLÍTICA
Friedrich Engels
Libro 253 LA CIENCIA DE LA SOCIEDAD
Leo Kofler
Libro 254 MARXISMO CRÍTICO. CRÍTICA COMUNISTA
Karl Korsch — Maximilien Rubel
Libro 255 UN LIBRO ROJO PARA LENIN
Roque Dalton
Libro 256 LA REVOLUCIÓN HAITIANA
Oscar de Pablo
Libro 257 SOBRE LA CONSTITUYENTE Y EL GOBIERNO PROVISIONAL
Rosa Luxemburgo
Libro 258 ESCRITOS DE JUVENTUD — SOBRE EL DERECHO
Karl Marx
Libro 259 PAN NEGRO Y DURO
Elizaveta Drabkina
Libro 260 PARA LA CRÍTICA A LAS TEORÍAS DEL IMPERIALISMO
Jorge Veraza Urtuzuástegui
Libro 261 LOS ESCRITOS DE MARX Y ENGELS SOBRE MÉXICO
Jorge Veraza Urtuzuástegui
Libro 262 BOLÍVAR, EL EJÉRCITO Y LA DEMOCRACIA
Juvenal Herrera Torres
Libro 263 MERCADERES Y BANQUEROS DE LA EDAD MEDIA
Jacques Le Goff
Libro 264 LOS SIETE PECADOS CAPITALES
Bertolt Brecht
Libro 265 HISTORIA DE LA COMUNA DE PARÍS
H. Prosper-Olivier Lissagaray
Libro 266 TEORÍA MARXISTA DEL IMPERIALISMO
Paolo Santi — Jacques Valier— Rodolfo Banfi — Hamza Alavi
Libro 267 MALCOLM X
María Elena Vela
Libro 268 EROS Y CIVILIZACIÓN
Herbert Marcuse
Libro 269 MANUAL CRÍTICO DE PSIQUIATRÍA
Giovanni Jervis
Libro 270 LOS MÁRTIRES DE CHICAGO
Ricardo Mella
Libro 271 HISTORIA DE LAS DOCTRINAS SOCIALES
Raúl Roa
Libro 272 PARTIDO Y LUCHA DE CLASES
Selección de Textos
Libro 273 SARTRE Y EL 68
Jean-Paul Sartre
Colección Socialismo y Libertad

Libro 274 EL HUMANISMO DE MARX


Rodolfo Mondolfo
Libro 275 LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DE LA REALIDAD
Peter Berger y Thomas Luckmann
Libro 276 LAS RAÍCES SOCIOECONÓMICAS DE LA MECÁNICA DENEWTON
Boris Mijailovich Hessen
Libro 277 PSICOANÁLISIS, FEMINISMO Y MARXISMO
Marie Langer
Libro 278 MARX Y LA PSICOLOGÍA SOCIAL DEL SENTIDO COMÚN
Jorge Veraza Urtuzuástegui
Libro 279 EL MARXISMO Y LA CULTURA VIETNAMITA
Trircmg Chinh
Libro 280 VIETNAM. PUEBLO HEROICO
Memorias de Militantes
Libro 281 CONTRIBUCIÓN A LA HISTORIA DE LA SOCIEDAD BURGUESA
Leo Kofler
Libro 282 CARLOS MARX Y SU PENSAMIENTO — EL MARXISMO VIVIENTE
Mario Miranda Pacheco
Libro 283 OMNI A SUNTCOMMUNIA
Iñaki Gil de San Vicente
Libro 284 LA FILOSOFÍA DEL ARTE DE KARL MARX
Mijaíl Lifshitz
Libro 285 TEORÍA DE LA VANGUARDIA
Peter Bürger
Libro 286 LA DIMENSIÓN ESTÉTICA
Herbert Marcuse
Libro 287 EL DOMINGO ROJO
Máximo Gorki
Libro 288 IDEALISMO Y MATERIALISMO EN LA CONCEPCIÓN DE LA HISTORIA
Jean Jaurés — Paul Lafargue
Libro 289 LA DIALÉCTICA COMO SISTEMA
Zaid M. Orudzhev
Libro 290 LA ESTRUCTURA LIBIDINAL DEL DINERO.
Horst Kurnitzky
Libro 291 LA EMANCIPACIÓN DE LA MUJER Y LA LUCHA AFRICANA POR LA
LIBERTAD
Thomas Sankara
Libro 292 CRÓNICA SOBRE LA GUERRA SOCIAL EN CHICAGO (1886-1887)
José Martí
Libro 293 EL IMPERIO DEL CAOS. La nueva mundialización capitalista
Samir Amin
Libro 294 LO IRRACIONAL EN POLÍTICA
Maurice Brinton
Libro 295 LOS ORÍGENES DEL MATERIALISMO
George Novack
Libro 296 EL ESTADO Y LA REVOLUCIÓN. La doctrina marxista del Estado y las tareas del
Colección Socialismo y Libertad

proletariado en la Revolución
Vladimir llich Lenin
Libro 297 LA INTERNACIONAL COMUNISTA Y EL PROBLEMA COLONIAL
Rudolf Schlesinger
Libro 298 EL ORIGEN DE LA CONCIENCIA HUMANA
Alexander Georgyevich Spirkin
Libro 299 LA REVOLUCIÓN PERMANENTE Y EL SOCIALISMO EN UN SOLO PAÍS
León Trotsky — Nicolai Bujarin — Grigori Zinóviev — Josep Stalin
Libro 300 MARXISMO, PSICOANÁLISIS YSEXPOL
Bernfeld — Fenichel — Fromm — Leistikow — Sapir — Sternberg — Teschitz
Libro 301 EL MARXISMO CRÍTICO EN MÉXICO
Bolívar Echeverría — Jorge Veraza Urtuzuástegui — Luis Arizmendi, et al
Libro 302 TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
Vladimir Lenin — Rosa Luxemburg — Gyórgy Lukács, et al
Libro 303 DIALÉCTICA MARXISTA E HISTORICISMO
Cesare Luporini
Libro 304 SOBRE CRISIS, GUERRA Y TRANSFORMACIÓN
Andrés Piqueras Infante
Libro 305 COMO ACTUABAN LOS BOLCHEVIQUES EN LA CLANDESTINIDAD
V. I. Lenin, N. Krupskaya , L. Krasin, A. Yenukidze, V. N. Sokolov, S. Obolenskaya y Otros

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