Unidad 7

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UNIDAD 7

Infancias y Adolescencias

● Infancia y Democracia - Baratta, Alessandro (2004)


Democracia y políticas públicas para la protección de los derechos de los niños
El contexto democrático de las políticas públicas de protección de los derechos de los
niños adquiere un sentido y una relevancia diferente si los niños son o no son considerados
parte integrante en las relaciones de democracia, y según como sean entendidas las
relaciones entre los niños y los adultos.
El concepto de democracia puede ser articulado en una doble dimensión:
• Desde el punto de vista de las relaciones entre sujetos: podemos distinguir una
dimensión social y una dimensión institucional de la democracia, según se consideren las
instituciones de la sociedad civil (familia, escuela, asociaciones) o las instituciones del
Estado o del orden jurídico internacional (Estado o entidades territoriales públicas e
instituciones de la comunidad internacional).
• Desde el punto de vista de la extensión territorial: podemos distinguir un nivel local, un
nivel central (nacional) y un nivel global (internacional) de la democracia.

Consideraciones generales con respecto a la implementación de las políticas públicas de


protección de los derechos de los niños en relación con la acción positiva del Estado
El criterio del “INTERÉS SUPERIOR DEL NIÑO” se convierte en el principio de la
relevancia universal del interés del niño, lo cual implica la transversalidad de las políticas
públicas y de las medidas internacionales dirigidas a la protección de los derechos de los
niños. Esto quiere decir que la protección de estos derechos no es necesariamente sólo la
tarea de instituciones particulares con una competencia específica, sino de una estrategia
general que potencialmente interesa a cualquier institución pública o privada y a cualquier
órgano del estado o de sus entidades territoriales y de la comunidad internacional.
La participación de la sociedad civil en las políticas sociales es un momento esencial en el
desarrollo de la democracia participativa y puede jugar un papel trascendente en las
políticas de protección de los derechos de la infancia.
Las políticas públicas de protección de los niños en el marco de la Convención se
distribuyen en cuatro niveles. Estos se presentan en la forma de una pirámide cuya área
disminuye cuanto más nos desplazamos desde la base hacia la cúspide:
• la sección más ancha está representada por las políticas sociales básicas (escuela,
salud);
• en el segundo nivel encontramos las políticas de ayuda social (medidas de protección en
sentido estricto);
• más arriba las políticas correccionales (medidas socio-educativas de respuesta a la
delincuencia juvenil);
• finalmente, las políticas institucionales que se refieren a la organización administrativa y
judicial, es decir, a los derechos procesales fundamentales de los niños.
El principio central de la estrategia dirigida a implementar una protección integral de los
derechos de la infancia es el de restablecer la primacía de las políticas sociales básicas,
respetando la proporción entre éstas y las otras políticas públicas previstas en la
Convención. Esto significa:
• en primer lugar, que las políticas sociales básicas tienen una función primaria y general y
que, con respecto a éstas, todas las otras políticas deben ser subsidiarias y residuales;

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• en segundo lugar, que la concepción dinámica del principio de igualdad impone a los
Estados-parte de la Convención y a la comunidad internacional respectivamente, el respeto
de un estándar mínimo de las normas del Estado social y de una regulación del desarrollo
económico que respete los criterios del desarrollo humano y no sea contrario a ellos.
EL CATÁLOGO DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES DEL NIÑO CONTENIDO EN LA
CONVENCIÓN OBLIGA A LOS ESTADOS-PARTE A PROTEGER ESTOS DERECHOS. La
extensión del catálogo de los derechos de prestación por parte del Estado en la Convención
no es solamente debida a la amplitud y especificidad sino también al hecho de que una
parte de los derechos civiles y de libertad de que los niños gozan en el sistema de la
Convención no están contemplados solamente de manera negativa, es decir, como
derechos de protección, sino que se añaden derechos complementarios de prestación por
parte del Estado.
La protección de los derechos del niño en relación a violaciones por parte de terceros se
encuentra fortalecida a través de una serie de normas específicas que dan forma a un grupo
particular de derechos a la protección proactiva o reactiva por parte del Estado respecto de
estas violaciones.
Si le añadimos a los grupos de derechos considerados hasta ahora, todos los derechos de
prestación por parte del Estado establecidos en la Convención, las normas que prevén lo
relativo al conflicto con la ley penal, así como el volumen de las políticas públicas que el
Estado tiene que desarrollar, entonces la cuestión de los recursos humanos y financieros se
convierte en una cuestión crucial para las políticas públicas de protección de la niñez. Esas
observaciones ilustran las razones por las cuales el contexto democrático tiene que ser
considerado como la premisa básica en el momento de definir estrategias adecuadas de
implementación de los derechos de los niños.

Infancia y democracia. Relevancia y exclusión


La crisis de los regímenes autoritarios, primero en Europa, entre finales de los años
cuarenta y finales de los setenta, y después en América Latina, a finales de los años
ochenta, ha permitido, entre otras cosas, medir empíricamente la importancia del
restablecimiento y del desarrollo del Estado democrático de derecho para el reconocimiento
normativo y la real protección de los derechos de los niños y de los adolescentes, a nivel
internacional y nacional.
En diversos países latinoamericanos, el tema de la infancia ha sido en el transcurso de los
últimos diez años, objeto y motor de una movilización de la sociedad civil y del proceso
democrático. Tanto en Europa como en América Latina el nuevo discurso sobre los
derechos humanos se extendió, durante la segunda mitad del siglo, hacia los derechos de
los niños y de los adolescentes, en base a una línea de tendencia internacional que
encontró expresión en la doctrina y en los documentos de las Naciones Unidas.
En esta doctrina, ya no se ve al niño como objeto de protección-represión por parte del
Estado y de la sociedad de adultos, sino como un sujeto de derechos originarios con
respecto a esas instituciones. Por otro lado, y en relación con la histórica exclusión, la
titularidad de derechos humanos originarios es un presupuesto necesario, pero no suficiente
para que se extiendan a los niños y adolescentes el concepto y las reglas de la democracia.
Esta cobertura requiere que ellos sean parte, como sujetos activos, de lo que propongo
llamar “relación social o política, de autonomía, democracia y de auto-gobierno”.
La relación es social cuando se refiere a las instituciones de la sociedad civil, como por
ejemplo la familia, la escuela, la fábrica, las asociaciones; es política cuando se refiere al

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Estado y a otros entes políticos territoriales como son la provincia, la municipalidad, el
barrio.
La relación es de autonomía cuando se refiere a las reglas sobre la base de las cuales se
pueden tomar decisiones en nombre de la colectividad; y es de auto-gobierno cuando se
refiere a la competencia de determinadas personas de decidir en nombre colectivo o a la
participación directa en opciones colectivas.
No se trata de una relación funcional entre el sistema democrático y uno de sus
subsistemas, sino de la importancia recíproca entre el sistema democrático y el sistema de
la infancia, que comprende el interés superior y los derechos de los niños. Pero ese interés,
con esos derechos, corresponden necesariamente a su participación democrática en el
ámbito social y en el ámbito político.
La doctrina de protección integral, que encontró su espacio en la Convención y en los
documentos de Naciones Unidas que la han precedido, constituye también el resultado de
un amplio movimiento social en favor de los derechos de los niños y de las reformas de los
derechos de la infancia, que se han realizado y que se están realizando en América Latina y
en Europa. No sólo cambió profundamente el concepto y el rol de las principales
instituciones públicas destinadas a la infancia, empezando por los tribunales de menores,
sino que incluso se ha producido una revolución en el lenguaje, lo cual constituye una señal
relevante de la transformación en el plano normativo. Se habla y se escribe siempre menos
de “menores”, y siempre más de “infancia”, de “niños y adolescentes” y de sus derechos.

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● El interés superior del niño en el marco de la Convención Internacional
de los Derechos del Niño - Cillero, Miguel (2004)
La aprobación en 1989, de la CONVENCIÓN INTERNACIONAL SOBRE LOS DERECHOS
DEL NIÑO (CIDN) es la culminación de un proceso progresivo de reconocimiento y
protección de los derechos de los niños que se ha desarrollado durante el siglo XX.
La evolución actual del pensamiento jurídico permite afirmar que, tras la noción de
Derechos Humanos, subyace la idea de que todas las personas, incluidos los niños, gozan
de los derechos consagrados para los seres humanos y que es deber de los Estados
promover y garantizar su efectiva protección igualitaria.
El análisis histórico jurídico revela la existencia de una estrecha vinculación entre el
perfeccionamiento de los instrumentos de protección de los derechos de los niños y el
progreso en la garantía y protección de los derechos humanos en general.
LOS DERECHOS DE LOS NIÑOS DISPONEN DE MECANISMOS MÁS EFECTIVOS DE
PROTECCIÓN EN LA MEDIDA QUE PERMANECEN LIGADOS AL AMPARO GENERAL
DE LOS DERECHOS HUMANOS.
El nuevo derecho de la infancia-adolescencia surgido en América Latina pretende ser la
concreción de los mecanismos de exigibilidad y protección efectiva de los derechos
contenidos en la Convención. LA NORMATIVA QUE HA VENIDO A REEMPLAZAR A LAS
ANTIGUAS LEYES DE MENORES SE FUNDA EN QUE LOS DERECHOS DEL NIÑO
DERIVAN DE SU CONDICIÓN DE PERSONA; por ende, se establece que los dispositivos
de protección de los derechos de la infancia son complementarios, nunca sustitutivos, de los
mecanismos generales de protección de derechos reconocidos a todas las personas.
La CIDN es una excelente síntesis de normas provenientes de instrumentos de derechos
humanos de carácter general y de principios y derechos propios de la tradición jurídica
vinculada a los derechos de la infancia. Sin embargo, las disposiciones de la Convención
deben ser interpretadas y comprendidas sistemática y armónicamente; esto tendrá particular
importancia para interpretar, a la luz del nuevo contexto, aquellos principios que la
Convención ha recogido del anterior derecho de familia o de menores, como es el caso del
de “INTERÉS SUPERIOR DEL NIÑO”.
En línea general, se cree que el “interés superior del niño” es una directriz vaga,
indeterminada y sujeta a múltiples interpretaciones, tanto de carácter jurídico como
psicosocial, que constituiría una especie de excusa para tomar decisiones al margen de los
derechos reconocidos en razón de un etéreo interés superior de tipo extrajurídico. Diversos
autores han puesto de relieve que el carácter indeterminado de esta noción impide una
interpretación uniforme y, en consecuencia, permite que las resoluciones que se adopten
basadas en ella no satisfagan debidamente las exigencias de seguridad jurídica.
LA CONVENCIÓN HA ELEVADO EL INTERÉS SUPERIOR DEL NIÑO AL CARÁCTER DE
NORMA FUNDAMENTAL E INCLUSO ORIENTA EL DESARROLLO DE UNA CULTURA
MÁS IGUALITARIA Y RESPETUOSA DE LOS DERECHOS DE TODAS LAS PERSONAS.
El objetivo principal de este artículo responde a la necesidad de aportar a la discusión
hermenéutica, sobre el interés superior del niño, una concepción garantista que promueva la
conciliación entre interés superior del niño y la protección efectiva de sus derechos.

La convención internacional sobre los derechos del niño: expresión de un consenso


universal
Durante el siglo XX, y particularmente en los últimos decenios en América Latina, los
Derechos Humanos se han convertido en el fundamento de un sistema político-social

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basado en la promoción y garantía del desarrollo de las personas, de todas ellas, sin
discriminación.
Los Derechos Humanos han pasado a ser concebidos como el contenido esencial, la
sustancia del sistema democrático. Ellos son, por un lado, un límite infranqueable para
cualquier forma de arbitrariedad y, por otro, una finalidad u objetivo que orienta al conjunto
del sistema político y la convivencia social.
Un principio básico de la teoría de los Derechos Humanos es que tanto los instrumentos
internacionales como nacionales son aplicables a todas las personas con independencia de
cualquier particularidad.
Sin embargo, es posible observar que ciertos grupos de personas no están efectivamente
protegidos en el goce de sus derechos, ya sea porque en forma discriminatoria se les priva
de protección, o bien porque algunas circunstancias particulares de su vida dificultan el
acceso o idoneidad de los mecanismos ordinarios de protección. Uno de estos grupos es la
infancia-adolescencia, el segmento de personas que tienen entre cero y dieciocho años
incompletos, a las que se les denomina genéricamente “niños”.
LA CONVENCIÓN REAFIRMA EL RECONOCIMIENTO DE LOS NIÑOS COMO
PERSONAS HUMANAS Y, POR ELLO, CON JUSTA RAZÓN PUEDE DENOMINÁRSELE
COMO UN INSTRUMENTO CONTRA LA DISCRIMINACIÓN Y A FAVOR DEL IGUAL
RESPETO Y PROTECCIÓN DE LOS DERECHOS DE TODAS LAS PERSONAS, criterio
básico para comprender el sentido y alcance del principio del interés superior del niño.
La Convención no es meramente una reafirmación de los derechos del niño como
persona-humana, sino una especificación de estos derechos para las particulares
circunstancias de vida de la infanciaadolescencia; es fuente de derechos propios de la
infancia-adolescencia y de un conjunto de principios que regulan la protección conjunta de
los derechos de niños y adultos, y sus derechos y deberes recíprocos.
Los derechos del niño no dependen de ninguna condición especial y se aplican a todos por
igual; constituyen un conjunto de derechos-garantías frente a la acción del Estado y
representan, por su parte, un deber de los poderes públicos de concurrir a la satisfacción de
los derechos-prestación que contempla.
En este sentido, el enfoque de los derechos humanos permitirá organizar, desde una
perspectiva diferente, las políticas públicas de la infancia y la participación de los niños en la
sociedad.
La Convención representa una oportunidad privilegiada para desarrollar un nuevo
esquema de comprensión de la relación del niño con el Estado y las políticas sociales, y un
desafío permanente para el logro de una verdadera inserción de los niños, y sus intereses,
en las estructuras y procedimientos de decisión de los asuntos públicos.
Por su parte, la subsistencia de legislaciones y prácticas en el ámbito de la infancia exige
una radical modificación de las legislaciones de menores vigentes en América Latina que
entran en contradicción con los derechos de los niños reconocidos en la Convención.
La Convención opera entonces como un ordenador de las relaciones entre el niño, el
Estado y la familia, que se estructura a partir del reconocimiento de derechos y deberes
recíprocos. Siguiendo la tradición contenida en la Declaración Universal de Derechos
Humanos, la Convención es profundamente respetuosa de la relación niño-familia,
enfatizando el papel de las políticas sociales básicas y de protección de la niñez y la familia,
limitando la intervención tutelar del Estado a una última instancia que supone que han
fallado los esfuerzos de la familia y los programas sociales generales. El reconocimiento
jurídico del “interés superior del niño” tendrá conexión con estas dos últimas finalidades, en
cuanto actuará como “principio” que permita resolver conflictos de derechos en los que se

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vean involucrados los niños, en el marco de una política pública que reconozca como
objetivo socialmente valioso los derechos de los niños y promueva su protección efectiva, a
través del conjunto de mecanismos que conforman las políticas jurídicas y sociales.

El principio del interés superior del niño: origen y proyecciones


Los intereses de los niños eran un asunto privado, que quedaba fuera de la regulación de
los asuntos públicos. Posteriormente, se observa un aumento en la preocupación por los
niños y se empieza a reconocer que ellos pueden tener intereses jurídicamente protegidos
diversos que sus padres. En América Latina esta evolución se deja ver también en el
Derecho de Familia, para presentarse con mucha claridad a partir de la legislación de
protección dictada a comienzos de este siglo. EL PRINCIPIO DE “INTERÉS SUPERIOR
DEL NIÑO” FUE UNO DE LOS MECANISMOS PARA AVANZAR EN ESTE PROCESO DE
CONSIDERACIÓN DEL INTERÉS DEL NIÑO COMO UN INTERÉS QUE DEBÍA SER
PÚBLICA Y JURÍDICAMENTE PROTEGIDO.
Una de las paradojas de la evolución del Derecho de la infancia es que si bien, en un
primer momento, se avanzó a través del reconocimiento del carácter público de la
protección de los intereses de los niños, posteriormente ha sido necesario reconocer la
necesidad de limitar las facultades del Estado para intervenir en los asuntos de la infancia,
tema que ha debido hacerse con especial preocupación en el ámbito de la aplicación abierta
o encubierta de mecanismos del sistema punitivo hacia los niños.
Con las leyes de menores, especialmente en América Latina, los niños no fueron
suficientemente protegidos de la arbitrariedad privada y quedaron expuestos a diversas
formas de abuso público, antes desconocidas, debido a la indiferencia de los órganos del
Estado hacia la infancia. Solo con el proceso iniciado con la Convención, en el que los
intereses de los niños podrán oponer sus derechos como límite y orientación tanto de la
actuación de los padres, como del Estado.
De este breve análisis se desprende que el principio del interés superior ha evolucionado
conjuntamente con el reconocimiento progresivo de los derechos del niño y que, ahora que
la construcción jurídica de los derechos del niño ha alcanzado un importante grado de
desarrollo, corresponde que este principio sea interpretado según este nuevo contexto.
Cuando los niños eran considerados meros objetos, dependientes de sus padres o de la
arbitrariedad de la autoridad, el principio fue importante para resaltar la necesidad de
reconocer al niño su calidad de persona; ahora que, al menos en el plano normativo, se ha
reconocido al niño como un sujeto portador de derechos, el principio debe ser un
mecanismo eficaz para oponerse a la amenaza y vulneración de los derechos reconocidos y
promover su protección igualitaria.

El interés superior del niño como "principio garantista”


La Convención contiene “principios” -que, a falta de otro nombre, CILLERO denominará
“estructurantes”- entre los que destacan:
• el principio de no discriminación (art, 2°),
• el principio de efectividad (art. 4°),
• el principio de autonomía y participación (arts. 5° y 12),
• el principio de protección (art. 3°).
Estos principios son proposiciones que describen derechos (igualdad, protección efectiva,
autonomía, libertad de expresión, etc.) cuyo cumplimiento es una exigencia de la justicia.

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Los principios, en el marco de un sistema jurídico basado en el reconocimiento de
derechos, puede decirse que son derechos que permiten ejercer otros derechos y resolver
conflictos entre derechos igualmente reconocidos.
Entendiendo de este modo la idea de “principios”, la teoría presume que ellos se imponen
a las autoridades, esto es, que son obligatorios especialmente para las autoridades públicas
y van dirigidos precisamente hacia o contra ellos. En consecuencia, nada más lejano al
sentido del “principio del interés superior del niño”, creer que el interés superior del niño
debe meramente “inspirar” las decisiones de las autoridades. NO, EL PRINCIPIO DEL
INTERÉS SUPERIOR DEL NIÑO LO QUE DISPONE ES UNA LIMITACIÓN, UNA
OBLIGACIÓN, UNA PRESCRIPCIÓN DE CARÁCTER IMPERATIVO HACIA LAS
AUTORIDADES.
EL “INTERÉS SUPERIOR DEL NIÑO” EN EL MARCO DE LA CONVENCIÓN ES UN
PRINCIPIO JURÍDICO GARANTISTA.

¿Qué es el interés superior del niño? La satisfacción de sus derechos


Desde el reconocimiento explícito de un catálogo de derechos, se superan las expresiones
programáticas de “interés superior del niño” y es posible afirmar que dicho interés es la
plena satisfacción de sus derechos. El contenido del principio son los propios derechos.
Todo “interés superior” pasa a estar mediado por referirse estrictamente a lo “declarado
derecho”; solo lo que es considerado derecho puede ser “interés superior”.
UNA VEZ RECONOCIDO UN AMPLIO CATÁLOGO DE DERECHOS DE LOS NIÑOS NO
ES POSIBLE SEGUIR SOSTENIENDO UNA NOCIÓN VAGA DEL INTERÉS SUPERIOR
DEL NIÑO.
Antes de la Convención, la falta de un catálogo de derechos del niño hacía que la noción
de “interés superior” pareciera remitir a algo que estaba más allá del derecho, una especie
de interés colectivo o particular que pudiera imponerse a las soluciones estrictamente de
“derecho”.
En las legislaciones preconvención y en algunas siendo posconvención no han asumido
plenamente el enfoque de los derechos, la interpretación del contenido del interés superior
quedaba entregado a la autoridad administrativa en el plano de las políticas y programas
sociales, o a la judicial, en el ámbito del control protección de la infancia. Desde la vigencia
de la Convención, el interés superior del niño deja de ser un objeto social deseable y pasa a
ser un principio jurídico garantista que obliga a la autoridad.
EN ESTE SENTIDO, DEBE ABANDONARSE CUALQUIER INTERPRETACIÓN
PATERNALISTA-AUTORITARIA DEL INTERÉS SUPERIOR; por el contrario, se debe
armonizar la utilización del interés superior del niño con una concepción de los Derechos
Humanos como facultades que permiten oponerse a los abusos del poder y superan el
paternalismo que ha sido tradicional para regular los temas relativos a la infancia.
En el esquema paternalista-autoritario, el juez, el legislador o la autoridad administrativa
“realizaba” el interés superior del niño, lo “constituía” como un acto potestativo, que derivaba
de su investidura o autoridad y no de los derechos de los afectados; la justicia o injusticia de
su actuar depende de que el juez se comportara de acuerdo con ciertos parámetros que
supuestamente reflejaban su idoneidad.
Así, el “interés superior” tenía sentido en cuanto existen personas que por su incapacidad
no se les reconoce derechos y en su lugar se definen poderes-deberes (potestades) a los
adultos, que deben dirigirse hacia la protección de estos objetos jurídicos socialmente
valiosos que son los niños. La función del interés superior del niño, en este contexto, es

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iluminar la conciencia del juez o la autoridad para que tome la decisión correcta, ya que está
huérfano de otras orientaciones jurídicas más concretas y específicas.
La Convención propone otra solución. Formula el principio del interés superior del niño
como una garantía de la vigencia de los demás derechos que consagra e identifica el interés
superior con la satisfacción de ellos; es decir, el principio tiene sentido en la medida que
existen derechos y titulares y que las autoridades se encuentran limitadas por esos
derechos. El principio le recuerda al juez, o a la autoridad de que se trate, que ella no
“constituye” soluciones jurídicas desde la nada sino en estricta sujeción, o solo en la forma
sino en el contenido, a los derechos de los niños sancionados legalmente.
El ejercicio de la autoridad se orienta y limita por los derechos que el ordenamiento jurídico
le reconoce al niño, considerando además los PRINCIPIOS DE AUTONOMÍA
PROGRESIVA del niño en el ejercicio de sus derechos y de participación en todos los
asuntos que le afecten. El principio puede ser concebido como un límite al paternalismo
estatal y que puede orientar hacia soluciones no autoritarias en aquellas situaciones
difíciles, en las que el conflicto entre derechos del niño exige utilizar una regla compleja para
la construcción de una decisión que proteja, efectivamente, los derechos amenazados o
vulnerados.
Esta interpretación haría innecesario el principio del interés superior del niño, ya que lo
único que expresaría es que las autoridades se encuentran limitadas en sus decisiones por
los derechos fundamentales de los niños. La historia de la relación de la infancia con el
sistema de políticas públicas y de justicia revela que esta reafirmación no es para nada
superflua, sino que es permanentemente necesaria debido a la tendencia generalizada a
desconocer los derechos del niño como un límite y una orientación a las actuaciones de las
autoridades y los adultos en general.
Un mecanismo eficaz para fortalecer el principio de primacía de los derechos y evitar que
se produzcan interpretaciones que entiendan que el artículo 3° de la Convención como una
mera orientación que ampliaría las facultades discrecionales, es consagrar una precisa
definición del interés superior del niño como la satisfacción de sus derechos en todas las
legislaciones nacionales que pretendan otorgarle efectividad y exigibilidad a los derechos
consagrados en la Convención.
Cualquier otra definición, ya sea de base biopsicosocial, como la que identifica el interés
superior con alcanzar la madurez, o jurídica, identificándolo con la obtención de la plena
capacidad, dificulta la aplicación de los derechos, resta valor y eficacia a los catálogos de
derechos que se reconozcan.
Una concepción garantista del principio no solo supera estas dificultades, sino que muestra
la profunda utilidad del principio del interés superior del niño en el contexto de una nueva
legislación de la infancia y adolescencia, basada en el reconocimiento de los derechos de
los niños.

Conclusión
Desde la ratificación de la Convención existe una absoluta equivalencia entre el contenido
del interés superior del niño y los derechos fundamentales del niño reconocidos en el Estado
de que se trate.
EL INTERÉS SUPERIOR DEL NIÑO ES, NADA MÁS Y NADA MENOS QUE LA
SATISFACCIÓN INTEGRAL DE SUS DERECHOS.
La formulación del principio en el artículo 3° de la Convención permite desprender las
siguientes características:

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• es una garantía: toda decisión que concierne al niño, debe considerar primordialmente
sus derechos;
• es de gran amplitud: no solo obliga al legislador sino también a todas las autoridades e
instituciones públicas y privadas y a los padres;
• es una norma de interpretación o de resolución de conflictos jurídicos;
• es una orientación o directriz política para la formulación de políticas públicas para la
infancia: permite orientar las actuaciones públicas hacia el desarrollo armónico de los
derechos de todas las personas, niños y adultos, contribuyendo, sin dudas, al
perfeccionamiento de la vida democrática.

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● Atención y Tratamientos alternativos a la Institucionalización, a través
de la Reconstitución de Redes Vinculares, para la Contención Familiar -
Domínguez Lostaló, Juan Carlos (1995)

Planteo inicial
A partir del siglo XVII se empieza a hablar de “infante”. Los chicos desde la infancia iban
con sus padres a realizar las actividades. Es cuando se empieza a quebrar la sociedad de
soberanía, se empiezan a cambiar los modelos vinculares.

La contención familiar: análisis histórico-crítico


En el grupo de crianza no existía una intervención directa del Estado, sino a través de una
figura del padre. Cuando cambiamos los modelos de control y nació el modelo de la
sociedad disciplinaria, nació la escuela.
En realidad, la escuela como hoy la conocemos es un producto de 1800 y nace junto con
ese fenómeno que se llamó Revolución Industrial. La sociedad disciplinaria marcó las
escuelas-guarderías. Se memorizaban básicamente dos cosas: 1) los mandamientos; 2) las
tablas de multiplicar.
La mujer cumplía la función de infraestructura del padre productor y hacía de productora
de hijos.
El modelo familiar cambió, con una generalización de la educación en el sentido laico, que
llegó a forzar la enseñanza de la lectura básicamente. Cuando llega la enseñanza de la
lectura para todos, se incorpora otra voz, que no es la del padre, pero que tiene que ser
leída y transmitida por aquellos que poseen la posibilidad de leer y transmitir.
La mujer adquiere un elemento de poder cuando se incorpora al trabajo a través de tres
actividades que son: la educación como maestra, la enfermería, y el servicio social.
En nuestro país, en 1860, con la Ley Vélez Sarsfield, se implementa una clasificación de
los hijos (legítimos, ilegítimos, etc.), se pierde la libre adopción, el arrimadito, etc.
Hace 64 años se incorpora la radio, el desdibuje de la figura del padre como proveedor de
información va siendo más significativo. Entre 1955 y 1960, hay un avance más del Estado
sobre el modelo familiar, cuando se incorpora la televisión.

Control social, familia e institución


Con el televisor, se va perdiendo progresivamente el derecho al disenso y el derecho a la
palabra, instancia discursiva que en la práctica es la base de la democracia.
¿Cuál es el derecho de toda persona que nace? Nosotros decimos que tiene dos derechos
básicos, que es el derecho al goce y el derecho a la creación. Para que nadie disienta, se
satisfacen pequeñas demandas, con el objetivo de ejercer un control sutil. Si nuestros hijos
se pelean por la selección de programas, compramos otro televisor, y así apaciguamos el
problema a través del aislamiento progresivo en sujeción a imágenes.
A su vez, ha generado una falta de sensibilización frente a hechos aberrantes. Parecía
aberrante una violación, pero si aparecen 10 violaciones por día en la televisión, termina
siendo parte de una realidad diaria de todos los días.

Abordaje de la vulnerabilidad en chicos en conflicto con la ley o en riesgo social


Las formas de abordajes en el hecho de los chicos tienen que tender a un elemento
básico: hacer cumplir esos derechos. Cuando las condiciones de crianza no han sido
favorables, el primero es el derecho a hablar, el derecho a expresarse y el derecho a

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formular sus necesidades sin que nosotros digamos que es lo que ellos necesitan en
principio. Esto nos obliga a incorporar la metodología grupal.
EL TRABAJO GRUPAL SE CONSTITUYE EN UNA DE LAS POSIBILIDADES DE
ENSEÑAR Y APRENDER A EXPRESARSE, Y A RECUPERAR EL DERECHO A LA
PALABRA, A LA OPINIÓN, AL DISENSO.
Cuando hablamos de “cambio metodológico”, hablamos de una incorporar una nueva
forma de expresión de los chicos, la cual implica una reeducación sistemática de los que
trabajan en esa área en cuanto a la capacidad de escuchar críticas, cosas injustas, y no
sancionar cuando se expresan. No hay que sancionar la palabra, ni los hechos.

Alternativas a la institucionalización: Tratamiento


Las alternativas posibles que respetan los Derechos Humanos consisten en establecer
para los menores en conflicto con la ley (tal cual establece la normativa) la
institucionalización como ultimísimo recurso y trabajar en modelos que, sin collares ni
pulseras electrónicas, nos permitan hacer un collar humano que pueda asistir.
V.1. LIBERTAD ASISTIDA: es una instancia que, si bien tiene algo de restitución a su
grupo de pertenencia, fortalece la asistencia a aquellos que componen el grupo de
pertenencia.
V.2. LIBERTAD VIGILADA: es verificar que la persona haga el cumplimiento de lo pautado
en forma más o menos periódica.
V.3. COMUNIDADES TERAPÉUTICAS: funcionan como Hospitales de Día.
V.4. CENTRO DE ALTA CONTENCIÓN: es la institución clásica.

Alternativas a la institucionalización: Atención


La atención previa al proceso de institucionalización es otra realidad. Nuestros chicos en
conflicto con la ley son detenidos en comisarías o alcaidías, nuestros chicos son
manoseados, pasan por la Policía, Poder Judicial, e Instituciones de Minoridad, se les hacen
distintos diagnósticos.
VI.1. LA ACCIÓN SOCIAL COMUNITARIA: los trabajadores del área de Acción Social a la
vez son profesionales, asistentes sociales, que parecen sumergidos por obra y gracia de
esta organización perversa en la “doctrina de la impotencia”, no pueden hacer nada, a ellos
se les escapan los chicos, tienen todos los despelotes, salen en los diarios, es decir ¿qué
pasa con los chicos que están en la calle circulando?
VI.2. LA CONTENCIÓN CULTURAL: el fenómeno de contención cultural, por la forma de
los grupos de crianza, hace que prácticamente no existan chicos de la calle que
pertenezcan a comunidades indígenas, aunque el nivel adquisitivo sea inferior. Esto significa
que tiene que ver con una cultura, quien entra en la cultura del consumo se torna expulsivo,
se torna proadictivo, etc. Esas comunidades tienen dos cosas: grupalidad y capacidad de
Asamblea Comunitaria.
VI.3. LA SALUD MENTAL DEL TRABAJADOR DE LA SALUD: esto lleva un desgaste muy
grande de las personas que hacen esto: por lo tanto, también se deben prever instancias
que cubran los aspectos correspondientes a su salud mental:
1) Supervisión o intercambio o interconsulta semanal de algunos casos y 2) Trabajo
institucional, por lo menos, una vez cada quince días.
El derecho de los jóvenes a expresar su disconformidad, su descontento, que eso es
derecho a la educación, que es derecho a disentir, que es, hoy día, derecho a ser joven.

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● ¿Es necesario encerrar? El Derecho a vivir en Comunidad - Domínguez
Lostaló, Juan Carlos & Di Nella, Yago (2008
Propuesta. La clínica de la vulnerabilidad
La propuesta apunta a atender a niños, adolescentes y jóvenes en conflicto con la ley, a
través de diferentes opciones, pretendiendo lograr la recuperación y reinserción social de los
internos de la institución. Se basa en un modelo de atención interdisciplinaria de la
Vulnerabilidad Psico-Social, a través de la contención comunitaria. ESTA ESTRATEGIA
PROCURA RECONSTRUIR REDES VINCULARES Y GRUPALES QUE PROTEJAN AL
SUJETO DEL RIESGO SOCIAL QUE IMPLICA INCURRIR EN ACCIONES QUE ESTÁN EN
CONFLICTO CON LA LEY.
SE PARTE DEL SUPUESTO TEÓRICO DE QUE NO EXISTE PELIGROSIDAD EN LAS
PERSONAS SI ANTES NO HAN SIDO VULNERABLES.
La situación de vulnerabilidad se juega predominantemente frente a lo social.
LA VULNERABILIDAD PSICO-SOCIAL ES EL GRADO DE FRAGILIDAD PSÍQUICA DE
LA PERSONA TIENE POR HABER SIDO DESATENDIDA EN SUS NECESIDADES
PSICO-SOCIALES BÁSICAS: seguridad afectiva, económica, protección, educación;
comida, agua potable, trabajo y salud, que lo coloca frente a las instancias
punitivorepresivas del control social formal e informal. Esta vulnerabilidad se genera como
una falla en la función de sostén. El deterioro que sufre, propio de su función, lo coloca en
situación de riesgo psicosocial, que se traduce en violencia innecesaria, desestimación,
resentimiento, etc., frente a quienes deberían ser objeto de su accionar conciente,
responsable y solidario.
Para posibilitar un abordaje integral e interdisciplinario de la problemática del conflicto y la
violencia social, para abordar su consecuencia (la vulnerabilidad psico-social) se requiere:
• diseñar acciones y proyectos orientados a fijar una política local operativa, sustentada en
los lineamientos y normativas nacionales e internacionales prescriptos en la nueva
Constitución;
• consolidar bases teóricas y técnicas para desarrollar redes de contención comunitaria,
sustentadas en procesos de participación activa, derecho al disenso y autogestión, que
tiendan a reducir la vulnerabilidad;
• reconsiderar la función social y psíquica de los Sistemas de Atención de la Vulnerabilidad
en instituciones cerradas, procurando la construcción de instrumentos de diagnóstico y de
tratamiento acordes con la nueva constitución Nacional.
Las ACCIONES DE PREVENCIÓN DEL CONFLICTO SOCIAL constituyen un recurso de
protección a las poblaciones más vulnerables para promover en ellas una organización
comunitaria que les permita sustraerse a los aspectos punitivo-represivos del control social.
El desafío del momento actual está dado en la búsqueda de un control social alternativo
que se asiente en las prescripciones de la Nueva Constitución, y dé respuestas a la
criminalidad y conflictividad real y no basada en estadísticas parciales que sólo tiene en
cuenta la realidad socio-penal local.
SE TRATA DE PROPICIAR UNA ALTERNATIVA QUE SE PROPONGA REDUCIR LA
VULNERABILIDAD PSICOSOCIAL BASADA EN UNA GESTIÓN COMUNITARIA EN
SEGURIDAD. Se pretende preparar el camino hacia la BÚSQUEDA DE INSTRUMENTOS
MENOS VIOLENTOS DE RESOLUCIÓN DEL CONFLICTO, que permita reducir los niveles
de vulnerabilidad social, con especial énfasis en niños y jóvenes, y además dotando a los
agentes de control social de herramientas válidas.

157
El modelo. La comunidad como hogar
Tanto la criminalización como la psiquiatrización del sujeto en conflicto social conducen a
un proceso del mismo tipo, ya que ambos pasan por los mismos puntos de segregación vía
estigmatización y posterior etiquetamiento y mayor daño psíquico.
En nuestra sociedad, las prácticas del encierro y sus corpus teóricos de legitimación
surgen en tiempos en que el auge de las ciencias sociales se ve reforzado por la necesidad
de explicar y de aplicarse los genocidios de los pueblos colonizados (desde fines del s. XIX).
El encierro simple, como práctica de control social, aparece como una forma más humana
de resolver el problema de la sanción de la apropiación de la propiedad privada frente a las
prácticas menos humanas de la simple aniquilación de tales desajustados. El confinamiento
es el resultado del triunfo del paradigma positivista de disciplinamiento por sobre el religioso
moralista de exterminio lo diabólico. El proceso de disciplinamiento de la sociedad se
produjo en base a la preeminencia del paradigma médico biológico que construyó un
modelo paralelista de sociedad-organismo en el cual el desajustado y el inadaptado, el loco
y criminal, serán sus virus. No habrá más antídoto que el disciplinamiento, en terapia
intensiva del encierro.
La idea es generar propuestas alternativas al control social punitivo-represivo, desarrollar
una propuesta de tratamiento de la vulnerabilidad social capaz de abrir posibilidades para un
proyecto de vida diferente. PARA ELLO, TOMAMOS AL ENCIERRO COMO ÚLTIMA
MEDIDA ENTRE TODAS LAS HERRAMIENTAS POSIBLES DE INTERVENCIÓN. El
modelo de trabajo con sujetos institucionalizados se desarrolla teniendo como objetivo
operativo principal el egreso, asegurándose el menor tiempo de retención y las mejores
condiciones para su reinserción familiar y social-comunitaria.
CUANDO EL TRATAMIENTO ES MÁS VIOLENTO O NECESITA MÁS COERCIÓN, MÁS
VULNERABLE ES Y SE VUELVE SU USUARIO. ASÍ, CADA VEZ QUE EL NIVEL DE
INTERVENCIÓN SE AFLOJA, SE REDUCE EL RIESGO SOCIAL DEL SUJETO DE
ENTRAR EN CONFLICTO Y DISMINUYE EL RIESGO DE DAÑO PSÍQUICO.
DE ESTA CONSIDERACIÓN DERIVA EL PRINCIPIO DIRECTRIZ DE LA
“INTERVENCIÓN MÍNIMA”.
El ámbito de trabajo que creemos adecuado rompe con la concepción disciplinaria
tradicional de reclusión en una institución cerrada. Comprende, en cambio, tanto el espacio
institucional como el de las redes sociales de contención, ya que ambos participaron en la
subjetivación y socialización misma de la persona y forma parte activa -positiva o
negativamente- en su consecuente vulnerabilidad social y relacional.
La comunidad tiende a aceptar, bajo diversas formas, a todos sus integrantes; a absorber
sus conflictos y constituye el mejor ámbito para su resolución. Nuestro accionar es
acompañar ese proceso. En este espacio de la vida social de los sujetos en conflicto con la
ley, la actividad profesional se localiza en dos grandes áreas:
1. ATENCIÓN PRIMARIA DE LA VULNERABILIDAD.
Las áreas de intervención sobre la vulnerabilidad psicosocial y de la comunidad,
constituyen mecanismos que intentan disminuir la aparición de elementos causales de daño
psíquico, psicológico y moral.
Las áreas de intervención son la diagnóstica (ingreso y recepción, urgencias, diagnóstico,
vínculo con la familia, vínculo con otras instituciones, programación intervenciones
institucionales e interservicios) y el área de atención y tratamiento (reinserción en el núcleo
familiar y escolar, animación y recreación en las instituciones de la zona barrial, vínculo con
otras instituciones sustitutivas de la familia). El tratamiento aparece como aquella armazón
de técnicas que se unen en una clara estrategia, tendiente a la reducción de la

158
vulnerabilidad del sujeto, que disminuya el riesgo de entrar nuevamente en conflicto con la
Ley.

2. TRATAMIENTO DE LA VULNERABILIDAD.
Las actividades tendientes a la atención institucional del sujeto en conflicto, se basarán en
la Doctrina de la Protección. Se evitará caracterizarlo como culpable de su Situación
Irregular, considerando los factores vulnerabilizantes de su persona, para generar o
reproducir los recursos que disminuyan o atenúen dichos factores. El objetivo primero de la
internación debe ser la externación.

El modelo de abordaje metodológico-técnico de reducción de la vulnerabilidad, que tiende


a anular la institucionalización, se basará en:
• establecer una buena relación afectiva con el sujeto;
• desarrollar su autoestima;
• modificar su expectativa acerca de lo que otros piensan de él;
• sacarlo de la dependencia institucional;
• hacerle posible internalizar figuras significativas;
• proveerle conocimientos instrumentales y técnicos y hábitos de trabajo;
• fomentar su autogestión;
• acompañarlo en el egreso.
El plan de trabajo: actividades asistenciales, laborales, psicosociales, pedagógicas,
seguimiento.
La contención comunitaria y aceptación social del egresado del Sistema de Control Social
Institucional Formal, debe acompañarse de:
• Búsqueda de la familia-reinserción familiar.
• Reinserción o inserción educativa.
• Inserción institucional.
• Recreación.
• Promoción -sensibilización e información- formación.

EVITAR LA INSTITUCIONALIZACIÓN ES UN INTENTO PREVENTIVO PARA


RESGUARDAR AL SUJETO DE INSTANCIAS MÁS VULNERABILIZANTES AÚN. El
encierro ataca la identidad de la persona y realimenta en ella todos aquellos sentimientos y
motivaciones que lo llevaron a delinquir.
La institución cerrada no es el lugar natural de nadie. La no institucionalización obedece
entonces a que el lugar de todo ser humano está en su comunidad y es este uno más de los
derechos humanos a preservar.
Nuestra propuesta es la readaptación social a través de un tratamiento institucional
personalizado, como un conjunto de técnicas, organizaciones y métodos de trabajo que
coloca a los individuos en situación de diálogo e intercambio con la institución. Se desarrolla
un proceso de readaptación social. Buscamos que se constituya una conciencia crítica, un
reconocimiento de las necesidades propias y las de la comunidad a la que pertenece el
individuo que ha delinquido.

Supuestos fundamentales para una reforma del sistema de Sistema de Programas de


Acciones de Prevención del Conflicto Social:
• Procuramos que solo sean internados aquellos que constituyan, circunstancialmente, un
real conflicto social y sean de difícil adaptación.

159
• Que los sujetos vulnerables que no poseen un grado de peligrosidad significativo sean
re-socializados, recuperando gradualmente su libertad.
• Que pueda garantizarse la continuidad del sistema con la incorporación del trabajo
comunal, la participación de universitarios y, posteriormente, el régimen de practicantado e
internado, para transformar las instituciones cerradas, en un lugar de adecuada capacitación
con prestación de servicios.
• Que no se hipertrofie el sistema, creando más infraestructura de internamiento que la
prevista.
• Que se garantice el tratamiento individualizado a los niños, adolescentes y adultos que lo
soliciten, y el tratamiento general obligatorio a todos.

No se trata sólo de presentar alternativas a las técnicas de encierro y exclusión de las


instituciones estatales sino de orientar y acompañar la participación de la población en
iniciativas comunitarias, en el aspecto participativo y autogestivo de la sociedad.
Se debe preservar la actitud crítica. Incorporando una visión ética sobre la práctica
profesional en cualquier ámbito que ésta se ejerza.

160
● Los pibes Marginados. Por el derecho a ser joven - Domínguez Lostaló,
Juan Carlos (2007)
A modo de prólogo
Alrededor de 1850-1860, producto de una colonización cultural generalizada, se incorporan
las grandes instituciones cerradas, que no existían hasta el momento en el continente.
Como si copiar las instituciones y copiar los métodos permitiera ser como los “más
desarrollados”.
Dentro de este juego de dominación y consolidación de un poder internacional se instituye
un dispositivo que selecciona. ¿Quiénes son los que quedan fuera del proceso? Aquellos
que no producen: se crean así instituciones de ancianos, de locos, de niños y de presos. Allí
están los que no pueden incorporarse al “programa”, pero que tienen una gran significación
social, los excluidos.
¿Qué pasa con la trasposición automática del modelo de los institutos de menores? ¿Qué
consecuencias son previsibles? ¿Qué chicos tenemos en ellos?
El chico que tenemos en nuestros institutos es el que aparece como derivado de todo el
proceso de migraciones internas que determinan una profunda inseguridad. Llega a una
sociedad que es hostil, porque la sociedad, o los grupos urbanos, son los menos solidarios.
“Segregación”, “estigma” y “marginación” son la consecuencia; “instituto”, el instrumento de
contención y domesticación.
El primer seminario Latinoamericano de capacitación e investigación sobre los Derechos
Humanos del Menor y del Niño frente al Sistema de Administración de Justicia Juvenil, tiene
por objetivo rescatar a los pibes en situación de vulnerabilidad, posibilitando y favoreciendo
la apropiación de su propia historia, que permita consolidar una Identidad Nacional y
Latinoamericana, en pos de un futuro cercano, en donde se apoye la construcción de un
proyecto de vida.

Pibes-mercancía
Se desplaza la contención, no al egreso hacia la autonomía, hacia la comunidad o al grupo
familiar, sino a supuestos microemprendimientos privatizados de custodia institucional de
carácter punitivo encubierto, sin cuidar qué tan eficaces son en el destino de los pibes. La
destecnificación... ¿es un negocio o una estrategia teórica validada?
El personal de la institución atiende a la permanencia del pibe, a quien se lo considera
objeto y no sujeto a ser devuelto a su lugar de origen, la comunidad. Esta concepción
custodial y asilar, tan dominante ¿puede quebrarse desde adentro? La
desinstitucionalización del marginado ¿un avance en la vigencia del derecho a la salud?
¿una utopía? ¿un delirio?

Escuela primaria de delincuencia


El cocktail del diablo: Es el cocktail del diablo. Junto a la criatura, totalmente inocente,
encuentra usted al futuro cliente de la silla eléctrica, si aquí existiera una silla eléctrica.
La higiene es lo único que puede elogiarse, sin temor a mentir o exagerar. Los pisos están
barrios, las camas arregladas prolijamente, como en un cuartel, los niños en clase, y ahí
paras de contar. Se envía a las criaturas a un depósito de menores delincuentes.

No conocen al juez
Los chicos no conocen al juez que entiende en su causa, no conocen al defensor, no
conocen a nadie, como no se conoce a sus maestros y los celadores que no tienen el

161
conocimiento científico necesario para desempeñar tales funciones. La justicia está
fabricando delincuentes con criaturas que no tienen absolutamente nada de delincuentes.

Los mayores depravan a los menores


Mayores y menores conviven en el comedor y en los dormitorios en una promiscuidad de
edades.
Si el niño ingresó allí inocente, saldrá pervertido. Si tenía residuos morales, esos vestigios
serán anulados por sus compañeros. El mayor presiona sobre el menor con toda la
intensidad de su perversión específica. Allí aprenden las artes del robo, de la simulación, de
la astucia.
¿Qué dicen los maestros de los menores delincuentes? Ellos revelan un desaliento
profundo frente al desorden que rige el mecanismo del Depósito de Menores, y las
instituciones en relación con él.
Nosotros no podemos hacer nada a favor de estas criaturas, mientras que la justicia
amontone en un mismo establecimiento aulas, dormitorio y comedores, al chico honesto con
el criminal nato, a la criatura traviesa e inocente con el degenerado y el perverso.
Lo que los chicos aprenden es nulo, y solo se deciden a estudiar algo cuando se les
interesa diciéndoles que el juez pondrá en libertad a los que demuestran condiciones para el
estudio.

Se aburren
Los chicos se aburren desesperadamente.
Actualmente no se les pega. Se les aburre con tres horas en clase. Y las tres horas en
clase tienen la finalidad de evitar que los mayores, en el recreo y las horas libres, se
entretengan en pervertir a los menores. Se evidencian las contradicciones más monstruosas
entre le juicio de un médico, de un juez y de un maestro de menores. Las conclusiones son
las siguientes: el chico es enviado de un establecimiento a otro, en el noventa por ciento de
los casos, sin el menor criterio científico.

Nadie tiene la culpa


La policía se lava las manos, diciendo que ellos no tienen la alcaldía para refugio de
menores sin hogar. Nuestra sociedad, con o sin culpa, está fabricando delincuentes. Y los
jueces lo saben.
No pueden ignorarlo; están en la obligación de no ignorarlo.
El depósito de menores es un antro de corrupción.

Escuela primaria de delincuencia (fin)


La institución es un desastre. El visitante inexperto encontrará allí chicos de todas las
edades, uniformados, aulas limpias, dormitorios en orden y camas bien tendidas. Nada más.
Bajo esta apariencia de orden y limpieza, camouflage eterno de todas las instituciones
inútiles, se oculta el cáncer de una amenaza social: todo chico que en un momento de
estupidez cometa una travesura peligrosa está amenazado por la Justicia (que se propone
corregirlo) de ser encerrado, para que allí, en vez de corregirlo, se eche definitivamente a
perder.

Quiénes son los culpables


¿Son culpables los jueces? Son los únicos culpables, y son doblemente culpables porque
no existiendo una jurisprudencia adecuada respecto al menor, ni instituciones que encierren

162
en su funcionamiento una garantía severa para salvar al menor, actúan frente a éste con
más crueldad, por omisión, que ante los mayores de edad.
¿Por qué se encierra al chico acusado por vagancia en el mismo local donde se
encuentran menores cuya peligrosidad es infinitamente superior? Salta a la vista lo que
pueden contestar los jueces: Nosotros no tenemos locales adecuados.
Si no tienen locales adecuados, técnicos educadores adecuados, no priven de su libertad a
un menor y menos para encerrarlo en una Escuela de Delincuentes.
Encerrar a un chico porque ha robado una botella de vino o no ha devuelto la bicicleta que
había alquilado, en compañía de otro menos que psíquicamente es un delincuente nato o un
degenerado, es un contrasentido que no tiene nombre. Y más contrasentido lo es si se
considera que jueces, maestros, directores de establecimientos de esta naturaleza, no creen
en la eficacia del procedimiento.

Y como nadie cree...


Como los maestros no creen que sus lecciones pueden reformar a un chico, ni los jueces
tampoco lo creen, ni los celadores, ni nadie, estamos en presencia de un mecanismo inútil,
que funciona porque sí, entre el pesimismo de aquellos que debían estar dedicando todas
sus energías a la solución del problema, porque para ello el Estado les paga.

Introducción
Son más de 800.000 los menores de 18 años que trabajan, de los cuales el 91% lo hace
en forma totalmente marginal, sin cobertura social alguna. Estas cifras, que sólo se refieren
a variables económicas, nos indican que los principales damnificados por esta situación son
los “menores”.
También ocurre que, mientras se reducen las posibilidades objetivas de alcanzar niveles de
vida más o menos decorosos, se incrementan las necesidades subjetivas, desde el proceso
de creación de necesidades ficticias por parte de los Medios Masivos de Comunicación.
En forma paralela a la restricción objetiva de la capacidad de consumo, se aumenta
simétricamente la necesidad subjetiva de consumo a través de los medios de comunicación
masivos, paradoja que en países como la Argentina adquiere ribetes dramáticos a raíz del
alto grado de unidad cultural de la población de la “europeización” de los gustos del
habitante medio y del hecho que, en mucho mayor medida que el resto de los países
latinoamericanos, la restricción del mercado no sólo ha impedido que la adquisición de
bienes acompañara el incremento de las necesidades subjetivas, sino que, en realidad, se
verifica un retroceso de la capacidad adquisitiva. En síntesis, la capacidad de adquisición de
bienes no sólo no aumenta acompañando el incremento subjetivo de la necesidad, sino que
se retrocede, y por partida doble.
Ese doble retroceso produce una alteración en el sistema de valores sobre el que se
cimenta la organización social. Cobran inusitado impulso pautas culturales “alternativas”, al
tiempo que se descree de los códigos establecidos.
Así en forma simultánea con la expulsión del sistema productivo va a debilitarse la “familia
nuclear”, célula básica de la sociedad industrial. Se debilita en su estructura interna, pues
los valores en los que se cimenta no aparecen como válidos a la luz de la nueva sociedad
postindustrial en gestación. Este modelo de sociedad, que es la de los “otros”, a través de la
universalización de los discursos sobre lo socio-cultural impartido por los poderosos medios
de comunicación, dan una apariencia que hace creer al modelo como propio y “real”.

163
La familia nuclear desaparece en cuanto a núcleo de crianza, se reduce su capacidad de
contención y simultáneamente, en especial debido a la crisis del modelo industrial,
estructural en nuestros países, la sociedad es incapaz de sostener lo que la familia expulsa.
En el modelo social surgido de la revolución industrial, los ámbitos de contención de los
expulsados son los institutos, espacios de domesticación, de rehabilitación y de depósito de
los elementos marginales a la sociedad e incontenibles por la estructura familiar: los
menores con “trastornos de conducta”, los delincuentes, los deficientes, los discapacitados,
los ancianos, los locos y las terminales víctimas de las enfermedades sociales, desde la
revivida tuberculosis hasta el SIDA.
La estructura de la familia nuclear, incapaz de contener a aquellos que cumplan una
función real o potencial en la estructura productiva, no puede por sí misma retrotraerse a
otras formas de organización, ya que su naturaleza responde al esquema productivo al cual
se refiere.
El agravamiento de la crisis económica, su reiteración y profundización, debilita entonces a
la familia nuclear, y en los sectores más golpeados aumenta el abandono. El abandono
produce deambulación, porque la misma estructura social impide la formación de núcleos de
crianza abiertos o comunitarios. De la deambulación sobreviene la institucionalización.
Pero el proceso es explosivo, puesto que los marginados del sistema productivo lo son por
acción del propio sistema, pero también por omisión. La misma crisis del sistema productivo
genera un debilitamiento, no sólo de su ámbito básico (la familia nuclear), sino de sus
grandes estructuras como, por ejemplo, el Estado, donde se verifica su creciente
incapacidad para actuar como órgano de redistribución de los beneficios a través de la
educación, la salud pública, los planes de vivienda, los créditos personales, etc.
Uno de cada ocho chicos de la provincia de Formosa comienza su vida de marginado por
la última etapa del proceso: la muerte. La mitad de los pibes pobres del Gran Buenos Aires
no tendrán -por deficiencias físicas, neurológicas y psíquicas- posibilidades de inserción
futura en el sistema productivo; estos chicos con alguna discapacidad alcanzan a ser el 15%
de la totalidad de los menores de doce años de todo el país.
Hasta aquí hemos abordado el problema básicamente desde un ángulo: el de la carencia,
el de la marginación y expulsión objetiva del sistema hecho a través de la restricción de
consumo y de la imposibilidad del trabajo.
Esto es acompañado por un incremento “subjetivo”, de la necesidad de consumo. El
consumo aparece ligado estrechamente tanto al placer como a la dignidad y por ende la
posesión de determinados bienes nos facilita la posibilidad de placer.
De la misma manera el bienestar material, es decir, la comodidad cotidiana como fuente de
placer deviene de la idea de que la posición de determinados objetos, acerca al hombre -en
la cultura de consumo- a la posibilidad de realización como tal. Su ausencia o déficit son a
menudo vividos con frustración, con “impotencia”, a través de las cuales se ven castradas
las posibilidades de realización del hombre, de reconocimiento y plenitud. Realización, no en
el transcurso sino en el final: en la posesión.
Este sistema de valores, que es fruto de la lógica interna de las sociedades que le dieron
origen, adquiere en su traslación a comunidades empobrecidas e imposibilitadas, las
características de una esencial perversión.
ESTA AUSENCIA DE PUNTOS DE REFERENCIA GENERA FORMAS DE
FUNCIONAMIENTO SOCIAL ENDÓGENAS Y SECTARIAS QUE, EN EL CASO DE
JÓVENES Y ADOLESCENTES, SUELE CONSTITUIRSE EN FORMAS DE REEMPLAZO
DE UN NÚCLEO DE CRIANZA INSUFICIENTE O DEFINITIVAMENTE PERDIDO.

164
La marginación real, objetiva, se potencia entonces con la marginación cultural, fundada en
la incapacidad de contención por parte de un sistema que en sí no es ajeno. Así, se da la
desaparición de la posibilidad y la falta de referencias válidas que permitan constituir
elementos identitarios desde donde sostenerse, ausencia vivida como ausencia de futuro.
Pero el futuro está, sólo que bombardeado por estímulos tan paradójicos que se imposibilita
visualizar con claridad hasta lo más propio de nuestras costumbres.

Mestizaje marginal originario. Modelos de crianza


Solamente en la Argentina existen alrededor de tres millones y medio de menores en
condición de alto riesgo. Por eso, si llevamos a esta opinión al extremo, deberíamos
construir y mantener cientos, miles, quizá millones de “depósitos” para menores separados
de la sociedad simplemente porque ésta no les ha construido un destino.
Tales instituciones tienen una alta concordancia, son absolutamente coherentes con los
objetivos para los cuales fueron creadas. ¿Y para qué fueron creadas? Esta primera
pregunta es la que necesariamente lleva a otras: ¿Quiénes somos? ¿Qué futuro queremos
para nuestros menores? ¿Qué país vamos a hacer?
Todas formas de interrogarnos sobre lo que somos: un continente mestizo. Este mestizaje
tiene cuatro variantes:
1. una POBLACIÓN INDÍGENA AUTÓCTONA que sobrevive;
2. un REMANENTE DE POBLACIÓN NEGRA, con muy poca incidencia actual en nuestro
país, pero mayor en el resto del continente. Esta gente fue traída contra su voluntad, como
esclavos, brutalmente despegados de sus grupos de pertenencia;
3. una DOBLE COLONIZACIÓN: la primera fue ibérica, de carácter misionero,
catequizador y con una idea predominantemente extractiva de los recursos naturales; la
posterior se realizó sobre la base de la sustracción de las riquezas del continente; nuestros
conquistadores eran los marginales del fin de medioevo. Ni el hijo del indio ni el del negro
fueron respetados en cuanto a su condición;
4. INMIGRANTES EUROPEOS, al compás de un proyecto de modernización cuyo modelo
eran los países centro y norte-europeos, para “mejorar la raza”, personas marginadas del
proceso de industrialización europeo, por falta de capacitación laboral (origen rural) o por
razones políticas (socialistas, anarquistas). Se conforma el “crisol de razas”; crisol que se
origina en el intento socializador de los descendentes de la parte “culta” de la inmigración
española, intento de ocultar su origen mestizo. Se marca así la “universalidad civilizadora”
por encima de la multiversidad real de las culturas de nuestro continente.
Tanto estas culturas originarias como las de los inmigrantes y los primeros colonizadores
tenían una característica en común: SE ORGANIZABAN EN GRUPOS FAMILIARES
EXTENDIDOS, grupos de crianza típicos de las comunidades rurales, que desarrollan sus
vínculos bajo un modelo de grupalidad, con un claro sentimiento de solidaridad.
Junto con la adquisición de un modelo específico de desarrollo económico aparece la
FAMILIA NUCLEAR, correlato necesario para las sociedades industriales. Esto produjo una
TRANSFORMACIÓN DEL NIVEL DE CONTINENCIA, cuando la familia ampliada dio paso
al modelo de crianza reducido, basado en el hombre productivo y la mujer como
infraestructura de crianza.
Con la posterior incorporación de la mujer al trabajo y las consecuencias necesarias de
determinado proceso de desarrollo, se va produciendo la disgregación de los nucleamientos
que marcaron un sentido de transformación muy especial en el concepto de
“INTEGRACIÓN FAMILIAR”. Por ejemplo, en cualquiera de nuestras villas de emergencia

165
los modelos de grupos de crianza son distintos a la “integración” propuesta por el modelo
universalizante.
¿QUÉ ESTAMOS DICIENDO EXACTAMENTE CUANDO HABLAMOS DE INTEGRACIÓN
Y DESINTEGRACIÓN COMO FORMAS DE CONTENCIÓN DE LOS CONFLICTOS?
Un efecto de nuestros países al intento de sumarse a este último son sus consecuencias
sobre los menores y sus grupos de crianza (abandono, deambulación, drogadicción,
infracción, etc.).
Junto con el modelo económico, junto con la familia nuclear, y como parte integrante de
esta concepción, llega a nuestro país un modo de tratar a los menores no productores: LA
INSTITUCIÓN TOTAL.
LA INSTITUCIÓN TOTAL NO APARECE EN TODAS LAS CIVILIZACIONES NI EN TODAS
LAS ÉPOCAS; SE ORIGINA EN UNA DETERMINADA CONCEPCIÓN DEL HOMBRE (lo
humano como “recurso humano”) QUE PREPARA EL ADVENIMIENTO DE LA
REVOLUCIÓN INDUSTRIAL ENTRE LOS SIGLOS XVI Y XIX.
EL TRASLADO MECÁNICO DE ESE MODELO A NUESTRA REALIDAD ANIQUILÓ LA
ANTERIOR CONTINENCIA POR LOS GRUPOS DE CRIANZA VECINOS, común en
nuestro medio porque era típico de las culturas originarias y de las dos olas “colonizadoras”:
criaditos, allegados, entenados, modos típicos de nuestra sociedad, que sólo sobrevivieron
en zonas rurales.

Ese modelo hoy


Las ciudades, cuya conformación actual también está íntimamente relacionada con el
modelo de producción económica, presentan síntomas como la exacerbación del
individualismo, aislamiento, violencia. CASI NO SOBREVIVE EN LA CIUDAD LA FAMILIA
AMPLIADA. POR ELLO, EL ABANDONO O SEMIABANDONO NO ES CONTENIDO POR
GRUPOS DE CRIANZA VECINOS.
Se dice: “resocialización y readaptar mediante la educación y el trabajo”. Sin embargo, la
educación es adocenada, formalista, totalmente divorciada de la realidad de los chicos
abandonados. Y cerca del trabajo existe una suerte de adjudicación de roles específicos:
pareciera que los chicos “necesariamente” debieran pertenecer a los estratos de servicios.
Quien estudia o trabaja en el área sabe que la gran mayoría de los técnicos responden a
una estructura de atención que se encuadra, especialmente, dentro de las características de
ejercicio profesional liberal.
Se tiende a creer que los fenómenos que ocurren en las instituciones y en los mismos
menores son problemas provocados fundamentalmente por malas condiciones de trabajo y
de remuneración para la atención, cayendo en un enfoque individual y clasista del problema.
Lo real es que, si nuestros países no son capaces de encarar un tipo de desarrollo sin
marginación, si no se modifican profundamente las formas de producción, y con ello hábitos
de consumo y de vínculo, no hay solución.
Además, el personal que está en contacto con los menores generalmente proviene del
mismo estrato social que ellos y percibe un salario que rara vez alcanza para dedicación
plena, es decir, que deben complementarlo con otros trabajos.
Quizás la primera pregunta es: ¿qué queremos para los menores? ¿qué destino aspiramos
para ellos?
Prevención es un término engañoso porque implica anticiparnos a algo. ¿A qué queremos
anticiparnos? ¿Para qué? ¿Cómo? ¿Con qué alternativas?
Los hogares de ancianos son también una “exquisitez” de ese modelo de desarrollo y
subproductos de la familia nuclear no continente.

166
No podemos olvidar que vivimos en un continente que sufre una desinversión creciente, lo
cual trae aparejado que las fuentes productivas del modelo tradicional no proliferen
demasiado y que produzcan un índice de marginación muy alto, situación que afecta
principalmente a los jóvenes, que no encuentran su “lugar” en un futuro próximo. LA
DESINVERSIÓN CRECIENTE TRAE UN PROBLEMA PERMANENTE DE AUMENTO DE
LA MARGINALIDAD EN AMÉRICA LATINA.
Si muchos individuos quedan fuera del régimen de producción y de las posibilidades de
elección por el cierre de fuentes de trabajo y la difícil reapertura de otras que permitan
absorber a los nuevos miembros de la creciente población, la situación se vuelve explosiva.
NO SE PUEDE AFIRMAR QUE AUMENTA LA VIOLENCIA JUVENIL PORQUE LA
FAMILIA FALLA EN SU FUNCIÓN DE CONTROL SOCIAL: FAMILIA Y MENOR SE VEN
AFECTADOS POR UN PROCESO MÁS ABARCATIVO.
LA MAGNITUD DEL PROBLEMA PONE EN CUESTIÓN EL ROL DEL ESTADO COMO
INSTITUCIÓN ORGANIZADORA DE LA SOCIEDAD: estamos hablando de familias y
menores en países del subdesarrollo industrial, con población y desocupación creciente, y
con inversión productiva decreciente.
Debemos salvar a esos menores que UNICEF denomina “en situación de riesgo”, en
condiciones de pobreza crítica. Para eso se elabora una respuesta: LOS HOGARES
ALTERNATIVOS COMO ÁMBITO DE CONTINENCIA.
Uno de los más graves problemas a resolver en los hogares es el de la ocupación de los
menores incorporados a ellos. Por ejemplo, en los Hogares se propone como salida laboral
el cuentapropismo (ser zapatero, plomero, etc.), adiestrando para ingresar al área de
servicio, variante del mismo modelo de desarrollo adoptado que prevé una incorporación a
tareas subsidiarias, sin alterar las modalidades del vínculo.
El término desarrollo está ligado a lo económico y al desarrollo industrial propiamente
dicho; a nadie se le ocurre expresar que un país que tiene un buen equilibrio ecológico está
más desarrollado que otro que presenta una gran evolución tecnológica.
LA ADOPCIÓN DEL MODELO DE DESARROLLO NOS LLEVÓ A UNA
DESINTEGRACIÓN PROGRESIVA DE LOS GRUPOS DE CRIANZA COMO ELEMENTO
DE CONTROL DEL CHICO, QUE FUERON SUSTITUIDOS POR LOS MEDIOS DE
COMUNICACIÓN MASIVA. El modelo del televisor es infalible en todos los países de
América Latina. Actúa como contención de menores. ¿Qué incidencia tiene en el psiquismo
del niño? De ese modo se complementa la sustitución del referente de la figura de
identificación que representaba el padre, ya hecha anteriormente en los grupos medios y de
altos recursos de la población, con el servicio doméstico. Modelo de desarrollo al que le son
inherentes el INDIVIDUALISMO /CONSUMISMO / INSTITUCIONALISMO.
• El individualismo es un elemento esencial de preparación: hombres que se hacen a sí
mismos, el sálvese quien pueda, permanentemente exaltados en los personajes de
televisión. La formación de la gente expuesta tiene mayor intensidad cuanto menor es el
espectador, lo que se ve termina siendo real. El mundo es así.
• El consumismo que, a través de los medios de comunicación, alienta una serie de
conductas: un modo de vivir en el que los logros individuales y la felicidad están asociados a
la compra de productos o servicios, y otorga prestigio social.
• El institucionalismo: la institución ha perdido su función y su credibilidad porque ya no se
ocupa de cuidar al menor, sino que trata de “domesticarlo” a fin de que sirva al trabajo
programado socialmente. Si no es apto permanece sin egreso, cuando cumple los 18 años
debe ir afuera. Todos conocemos su destino: la cárcel o una ejecución sin proceso.

167
No se considera el aspecto humano, solo discutimos más o menos recursos. Como
consecuencia, se producirán episodios de violencia cada vez mayores y un proceso de
segregación cada vez más importante.
El tipo de ocupación laboral también trae un problema serio. Los Hogares Alternativos, que
son un buen recurso comunitario, muchas veces tienen una dificultad insuperable: la salida
laboral de esos jóvenes. ¿Cuántos recursos hacen falta para montar sistemas de
capacitación? ¿La iniciativa deberá ser comunitaria o será el Estado el que se encargue?
¿Cómo compatibilizamos el proyecto estatal con los de los equipos que se encargan de los
menores?
ES NECESARIO CONSTRUIR UN MODELO DE ATENCIÓN PROPIO PARA TRATAR A
NUESTROS MENORES. Esto es clave para hallar una salida.
La realidad nos muestra, por el contrario, que ahora estamos construyendo modelos
alternativos basados en principios poco claros y dependiendo por lo general de subsidios
internacionales.
Es posible montar Hogares Alternativos en base a esos recursos, pero sin perder de vista
su condición de extrema fragilidad. No se trata de desaprovechar esos recursos, sino más
bien de usarlos como elementos de transición hacia una propuesta propia en atención de
menores. De lo contrario no hay salida.
Esto nos habla de una accesibilidad que luego nos asusta, sobre todo cuando el chico
abandonado o mendigante nos reclama sus derechos, aunque de tal modo, ya sea a través
de un asalto, de una violación u otra transgresión. Incapacitados, buscamos entonces la
prevención. ¿Qué hacer? ¿Ponemos más patrulleros en la provincia de Buenos Aires y así
tenemos un montón de controles móviles? Con esto no se quiere decir que debamos dejar
de lado ese recurso, pero no se construye una prevención real y eficiente de ese modo, sin
un proyecto explícito.
Contamos con mayores recursos para hacer el rescate de recursos humanos. Sin
embargo, se funciona desarticuladamente y sin la búsqueda de un proyecto común. La
solución no es solamente política, ¿cuáles son los canales para la participación
comunitaria? ¿se tiene acceso a los presupuestos? Porque se tiene participación cuando se
conoce que se hace con el último peso; de lo contrario, existe un ocultamiento disfrazado de
formalidad pseudoparticipativa.
NOS PREGUNTAMOS ACERCA DE LOS MENORES: ¿PELIGROSOS PARA QUÉ Y
PARA QUIENES?
Es cierto que a veces nos perturba su accionar, nos lesiona y hasta nos mata. Pero las
condiciones de vulnerabilidad para que un chico llegue a ser peligroso fueron creadas por el
grupo social y por los distintos grupos de crianza, involucrados en su propio desarrollo.
Si nos referimos a los distintos grupos de crianza, uno se cansa de ver diagnósticos
sociales y psicológicos que consignan “proviene de familia integrada o desintegrada”.
¿Familias des/integradas en base a qué? En base al modelo de familia que, desde
aproximadamente 1860, se tomó del esquema hispano.
SOMOS UN PAÍS DEPENDIENTE Y NUESTRA DEPENDENCIA NO ES ÚNICAMENTE
ECONÓMICA, TAMBIÉN ES CULTURAL (Y HASTA RELIGIOSA). Todos estos son
elementos que pertenecen a la realidad y que debemos incorporar en nuestros análisis.
Debemos partir de ellos para ocuparnos del tema de los menores, DEBEMOS CONSTRUIR
UN MODELO A PARTIR DE ESAS REALIDADES.
SI NO PARTIMOS DE ANALIZAR CUÁL ES LA ACCIÓN Y CUÁLES SON LOS MODELOS
DE REFERENCIA QUE DEBEMOS TENER EN CUENTA, Y SI NO CONSTRUIMOS
NUESTRO PROPIO MODELO ARTICULANDO NUESTROS PROPIOS RECURSOS

168
DENTRO DE ESTA PERSPECTIVA, SERÁ MUY DIFÍCIL QUE HAYA UNA SALIDA
(independientemente de los esfuerzos que hagamos con un planteo voluntarista).
No podemos trabajar sin referencia a un proyecto nacional que se base en una realidad
específica y tenga en cuenta la diversidad cultural.
También debemos ponernos en comunicación con otros países de origen y problemáticas
similares a las del nuestro y recuperar el modelo de los grupos de crianza a rescatar en
cada uno de ellos.
SÓLO ASÍ SE EVITARÁN LAS TRANSCULTURACIONES QUE FOMENTA LA CULTURA
DEL CONSUMO.
Así podremos hablar de política de menores, de hogares alternativos, y encarar la política
acerca de lo sexual, de la drogadicción, de los episodios de violencia, etc.
Un enfoque similar debemos tener con relación al trabajo institucional con grupos
operativos dentro del sistema de minoridad. LA INSTITUCIÓN TOTAL NO ES FENÓMENO
EXISTENTE DESDE EL PRINCIPIO DE LOS TIEMPOS. ES UN SUBPRODUCTO DEL
MODELO DE DESARROLLO DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL. Desde este modelo se
explica el uso de la Institución Total como forma de abordaje de los problemas de minoridad,
la vejez, las enfermedades infectocontagiosas, la delincuencia y la locura. Es un fenómeno
que se observa en los albores del industrialismo y adquiere desarrollo cuando se inicia el
proceso de la Revolución Industrial.
La institución de este modelo tiene un sentido fundamental por su acción concreta: UNA
CONCEPCIÓN DE HOMBRE COMO “HOMBRE NORMAL-PRODUCTOR” O DEL MENOR
COMO “MENOR QUE DEBE ALCANZAR EL ESTATUS DE HOMBRE
NORMAL-PRODUCTOR”.
Se utiliza la institución cerrada para devolver al hombre su condición del hombre productor,
modelo centrouropeo del cual, en nuestro país, tomamos el modelo de desarrollo. Su criterio
básico es que el hombre que produce no debe cargar con más objetos de consumo que
aquellos que provean el aporte necesario para ese hombre que produce. Tampoco debe
cargar con personas invalidadas por edad, discapacitadas, o que padecen algún otro tipo de
problema.
Esto marca una diferencia clave con la familia ampliada de las sociedades agrícolas como
institución continente: las personas con alguna discapacidad y alienados no son
segregados, aún los miembros de la comunidad con problemas psiquiátricos o con
trastornos graves de conducta no son denunciados públicamente, para impedir justamente
la segregación.
Las Instituciones Cerradas funcionan fundamentalmente en los lugares que tienen gran
desarrollo urbano, y cuyo modelo de funcionamiento es el del grupo familiar con roles fijos.
Ejemplo, la mujer debe proveer:
• al hombre, de una cantidad de elementos (alimentación y atención del hogar) que le
permitan a aquel no distraer el tiempo de su trabajo;
• a la crianza, que permita al Estado desentenderse de las primeras formas de Control
Social que constituyen el aprendizaje de las pautas culturales mínimas de sumisión,
silenciamiento e impotencia frente al suceder social: encargarse de la socialización primaria.
Son los dos elementos que el modelo de la familia de la Revolución Industrial prevé para la
mujer. El hombre debe producir. Y todas aquellas personas que requieran un tiempo de
atención real son separadas para su segregación. Se sigue el clásico modelo de la
institución cerrada para todos los no productores (menores, delincuentes, locos,
infectocontagiosos).

169
Este fenómeno está enmarcado por el POSITIVISMO; rescata un elemento científico
fundamental: la biología y la metodología de las ciencias naturales son elementos
orientadores de todo diagnóstico y de todo pronóstico. El positivismo es el cambio de la
predeterminación desde un más allá (idealismo) a otra fundada en los componentes
biológicos de la persona. EL ORDEN SOCIAL NO SE CUESTIONA EN LA ORGANIZACIÓN
POSITIVISTA, PORQUE ES EL MÁS ALTO GRADO DE DESARROLLO DE LA
CIVILIZACIÓN. En consecuencia, todo aquello que se produzca de algún modo en cada
sujeto como reacción, es consecuencia de su propio interior.
El menor, el discapacitado, el loco, etc. vienen predeterminados desde adentro. Por lo
tanto, las instituciones totales funcionan como un lugar en que el “enfermo” permanece, y
esta permanencia continua hasta que se produzca algún fenómeno externo a la situación.
EN EL CASO DE LOS MENORES, ESE FENÓMENO ES LA MAYORÍA DE EDAD. Con
ésta, se la deriva hacia los institutos para adultos que son terminales si se trata de
discapacitados, o se produce la salida sin rumbo fijo, sin seguimiento posterior. Ahí se acaba
el proceso.
Prácticamente se cumplía el postulado de que la institución sirviera de continente
ortopédico de la familia nuclear (fracturada). La Institución Total nace como sustitución o
complemento a la continencia de la familia ampliada, la familia de crianza.
La marginalidad en nuestro país y en América Latina es creciente, con un agravante: LA
MARGINALIDAD NO ES ABORDABLE DESDE LA INSTITUCIÓN TOTAL.
ES PRÁCTICAMENTE IMPOSIBLE SUSTENTAR ESTAS INSTITUCIONES PORQUE SE
REQUERIRÍA UN ALTO GRADO DE DESARROLLO EN MEDIO DE PROCESOS DE
DESINVERSIÓN CRECIENTE.
Si de lo que se trata es de reforzar los grupos de crianza y de pertenencia, entonces el
modelo de internación debe adecuarse a la necesidad. EL TRABAJO GRUPAL ES UNA
POSIBILIDAD DE DISPERSIÓN Y ELABORACIÓN DE ANSIEDADES QUE PERMITE
ABARCAR Y CONTENER PERSONA, QUIENES, COMPARTIENDO ALGUNAS
EXPERIENCIAS BÁSICAS, FUNCIONAN OPERATIVAMENTE Y DESBLOQUEAN
OBSTÁCULOS EPISTEMOLÓGICOS. Eso si se hace con determinada orientación. Porque
el positivismo también utiliza el trabajo grupal, pero con otro sentido. Lo utiliza en los países
de desarrollo capitalista y en los socialistas con una técnica conductual, cuya vertiente en
estos últimos se basa en la concepción reflexológica.
En nuestro país y en América Latina, la marginación es forzada e involuntaria. En
consecuencia, la posibilidad de abordaje desde un punto de vista conductual sería
simplemente establecer una forma de control social tecnificado: la persona debe acatar las
disposiciones institucionales, más allá de la legitimidad o la lógica de aquellas instancias
que de algún modo se lo ordenen. En cambio, en el modelo de trabajo grupal de orientación
fundamentalmente dinámica (o analítica) existe un derecho al disenso expresado en la
horizontalidad de los vínculos. De distintos modos, tienen participación todas las personas
que comparten la institución. En la toma de algunas decisiones, que hacen a lo estructura,
no siempre es factible porque hay que tener claros algunos supuestos fundamentales. Pero
la regla que regula el sistema de funcionamiento institucional desde estas experiencias es:
“a mayor participación, mayor responsabilidad, por lo tanto, esa palabra pesa más a la hora
de decidir”.
TRABAJAR GRUPALMENTE TIENE UN PARA QUÉ. La barra, la pandilla, sustituyen al
grupo de crianza, “perdido” de algún modo, sin el cual es imposible alcanzar la condición
humana.

170
Fuimos educados con la idea de que el hombre es una entidad biopsicosocial. El orden de
los términos no es casual: la predeterminación -esencia- es “bio”, lo “psico” es epifenómeno
de lo bio, y lo “social” es un epifenómeno de un epifenómeno. En realidad, la casuística
muestra que un chico criado por otras especies no tiene la posibilidad de alcanzar ni los
movimientos finos ni el habla sino hasta un número escaso de palabras, ni las formas de
comunicación que son habituales a la condición humana.
Debemos invertir ese orden positivista. EL HUMANO ES UNA UNIDAD
SOCIOBIOPSÍQUICA, porque la conformación del aparato psíquico es consecuencia de un
desarrollo disposicional “bio” en un contexto social determinado.
Ese contexto social permite observar que, en nuestra marginalidad, el “armado” del
aparato psíquico apto para no ser víctima del control social presenta serias dificultades: LAS
SITUACIONES DE MISERIA CREAN CONDICIONES DE CRIANZA TOTALMENTE
DESFAVORABLES, EN EL PLANO DEL CUIDADO MÍNIMO Y LOS AFECTOS, Y EN EL
QUE IMPLICA ADQUISICIONES MÍNIMAS DESPUÉS DE SANCIONADAS EN SU FALTA.
Por ejemplo: irritabilidad, frialdad afectiva, acciones impulsivas violentas, etc., que expresan
una constitución frágil del control social interno. Esto impide una autorregulación de la
manifestación en bruto de esos sentimientos y sensaciones. Ningún niño puede mostrar una
afectividad con cierto grado de habilidad comunicacional si su llanto durante meses o años
no implicó un mensaje apropiado y por ende no recibió respuesta. Si las demandas,
mediante el llanto, seducción, “monerías”, no fueron satisfechas por una respuesta
placentera, ese chico va a mostrar posteriormente un alto grado de desafectividad. En este
contexto: ¿cómo definimos la co-responsabilidad social o la imputabilidad social?
Nuestro concepto de PELIGROSIDAD es exactamente opuesto al tradicional: quienes han
tenido mayores beneficios sociales en su crianza (en el cumplimiento de sus derechos) e
incurren después a en acciones contra la organización institucional o social, son
evidentemente más peligrosos que aquellos a quienes, con carencias en esta etapa (por lo
tanto, vulnerados) cometen transgresiones.
Esta concepción da vuelta los conceptos de PELIGROSIDAD e IMPUTABILIDAD
tradicionales, porque a quienes no les han sido garantizados sus derechos pueden no haber
aprehendido una norma, o actuar por reacción o resentimiento frente a hechos de manifiesta
injusticia social de los que han sido víctimas.
Si tomamos en cuenta que la violación de la normativa constituye (para muchos miembros
de estos grupos marginados o incluso excluidos) una estrategia de supervivencia por fuera
del modelo social del consumismo, esa resistencia no puede ser vista de otra manera que
como una resistencia a dicho modelo y, como tal, es saludable. Es saludable en tanto
permite sobrevivir a grupos que han sido abandonados a su propia suerte, por la parte
integrada y ajustada de la sociedad.
Si esta forma de subsistir, desde la resistencia a la colonización del mercado cultural
transnacional, es cuestionada, diagnosticada y patologizada, entonces estaremos haciendo
un Control Social a-crítico, para la domesticación de las formas de comunicación e
interacción, constitutivas de una modalidad vincular autóctona que ha permitido perdurar a
un determinado grupo social.

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172
● Adecuaciones de la tarea profesional para el tratamiento de la
Vulnerabilidad (en el marco de la Convención Internacional sobre los
Derechos del Niño) - Domínguez Lostaló, Juan Carlos (2008)
Se aborda el tema partiendo desde las prácticas en donde la Convención se transforma en
acciones de convalidación cotidiana, lo cual implica un compromiso personal y un
compromiso político. El reiterado pedido por su cumplimiento tiene que ver con que
usualmente en la práctica casi nunca recurrimos a la ley para resolver conflictos: lo
solucionamos por vías paralelas a lo legal, asumiendo una supuesta legitimidad.

La Convención como instrumento de operación


La convención es, en sí misma, una doctrina, es el primer paso en un proceso de
transformación, que lleva muchísimo tiempo. Si queda solo en lo doctrinario, nos
cristalizaríamos sin dar posibilidades de lograr cambios efectivos sobre las situaciones
concretas que padecen aquellos sometidos a la Doctrina de la Situación Irregular.
NO BASTA LA CONCIENCIA DE QUE ES NECESARIO SUPRIMIR Y SUPERAR LA
DOCTRINA DE LA SEGURIDAD NACIONAL. SI NO HAY OPERADORES DE ESA
TRANSFORMACIÓN QUE LA EJECUTEN Y LA HAGAN POSIBLE AL LLEVARLA A CADA
CASO PARTICULAR, ES IMPOSIBLE QUE LA REALIDAD ACTUAL SE MODIFIQUE.
La Convención da una suerte de bandera, un lugar de referencia, un marco de explicación:
esa fue la primera operación político-técnica. Como Dispositivo Discursivo la Doctrina de la
Protección Integral ha ganado, se ha impuesto, es LA LEY. Entramos en la segunda de una
serie de operaciones, imprescindibles para que la Convención (y toda la nueva Doctrina)
sea institucionalizada en acto. Una segunda intervención sobre las instituciones “para que
se cumpla la Ley” es necesaria. No es éste un fenómeno específico al ámbito “Minoridad”.
Por ejemplo, en las instituciones psiquiátricas, el personal habla del discurso positivista, de
la forma en que “se debe” realizar el tratamiento del enfermo mental, etc., pero en la
realidad operante, el positivismo rige en acto, en cada hecho del acontecer cotidiano.
LA DOCTRINA DE LA SITUACIÓN IRREGULAR; VERSIÓN MUY SIMILAR A LA
DOCTRINA DE LA SEGURIDAD NACIONAL, SIGUE RIGIENDO EN ACTO EN LA GRAN
MAYORÍA DE LAS INSTITUCIONES.
Cada uno de aquellos que crea que la Doctrina de Protección Integral en sí es válida, no
puede esperar que la transformación la produzcan otros. Cada uno de aquellos que somos
coherentemente ratificaciones de esa doctrina, somos operadores. La operación significa
siempre “riesgo”: tenemos que ver de qué manera se realiza la implementación de la
Doctrina de Protección de los pibes, en acto.
NO BASTA CON DECIR «NO DEBE HABER CHICOS NI EN COMISARLAS NI EN
CÁRCELES”, si no se realiza el máximo esfuerzo por evitar que lleguen a las celdas; y si ya
están en las cárceles o en las comisarías, ver por medio de cuáles instrumentos legales y
técnicamente aptos se puede intervenir, para sacarlos de ellas con la mayor celeridad. LA
DOCTRINA DE LA PROTECCIÓN INTEGRAL ES INTERVENCIONISTA, ACTÚA,
INTERVIENE PARA PROTEGER, Y HACERLO NO ES OTRA COSA QUE GARANTIZAR
DERECHOS.
Es falso sostener que la Doctrina es “no intervencionista”. Sostener y defender la doctrina
es intervenir, porque de lo contrario, simplemente hacemos una cuestión declamatoria, que
nos va transformando cada vez más en una suerte de generadores de un discurso
esquizofrénico, que alucina una realidad, disociando la otra, llevándose un “silencio santo” a
sus casas. El silencio, sea sostenido por acción u omisión, favorece toda una situación de

173
poder, que dice «dejalos que hablen, que saquen leyes, reglamentos, declaraciones
múltiples, si total después no pasa nada”.

La Convención como poder y el poder de la convención


Poder tomar el espacio de poder que implica que esté en vigencia la Convención, significa
ir a los lugares donde se debe respetar la misma. Y ahí nos vamos a encontrar con un doble
juego de intereses.
Al recorrer instituciones en distintos lugares del país y de otros países; creando,
transformando, supervisando o constituyendo equipos, uno se encuentra con dos tipos de
equipos o grupos: los que están en contacto permanente con los chicos y los que no.
De ambos lados, a los ojos de los partidarios de la Convención, muchos aparecen como
gente sumamente reaccionaria que impide la aplicación de la misma. Del lado de los que
están en contacto con los chicos, hay un viejo error, un discurso facilista que dice “respeten
los Derechos Humanos”, como si hubiera entera aceptación o cabal lectura de los mismos.
Proponer el respeto por algo que se desconoce no es fácil de sostener, puesto que se llega
al absurdo de que objetivamente nadie ha leído siquiera la Declaración Universal de los
Derechos Humanos en forma completa.
Si hiciéramos una encuesta pocos podrían contestar cuales son los derechos que son
efectivos, o cuales “son” los derechos, o cómo se hace una vez que se tiene el “deber ser”
para que “eso” se transforme en un acto de protección de los pibes.
El personal de contención y custodia carece de formas de acceso a cómo se deberían
implementar estas nuevas disposiciones de la Convención, carecen de la tecnología
metodológica que permite dar vida a la Doctrina de Protección Integral. Y por otro lado
implica para ellos cambiar de hábitos y costumbres de trabajo llevadas a cabo durante
muchos años.
Presentan no solo una manifiesta resistencia a la implementación del discurso de la
Convención, sino que se agrega la interposición de intereses socio-económicos, ante
cualquier enfrentamiento con el recurso de financiamiento-extra, que rodea a todo el sistema
de atención institucionalizado de menores (mutuales, obras sociales, sindicatos, etc.). Ello
trae aparejado distintas formas del frenar, trabar, distraer, confundir. Esto porque para
algunos del personal de dirección y de contención, aplicar la Convención significa dejar de
robar u obtener ciertos privilegios. Y esto en medio de un marco de desprestigio de los
jueces, la justicia y la política, incluso de la moralidad de la democracia.

La Convención: del discurso a los hechos


No importa que un ardiente defensor de la Convención diga lo que está haciendo, si la
realidad concreta es otra y si está en sus manos poder modificar las condiciones de esa
realidad, pero no quiere meterse en líos con sus colegas y guarda un cuidadoso pacto de
silencio, cuando los colegas trabajan mal, generando una verdadera lesión, tanto cuando
trabaja mal un empleado como cuando quien dirige está haciendo una flagrante violación de
la Convención.
El problema es cómo y en qué medida nos hacemos cargo de ello. Es poder decir: «allí
está la bandera», para después defenderla en los hechos.
Si no se puede pasar de una etapa doctrinaria a una etapa concreta de la toma del espacio
en el cual se implementa, es lo mismo seguir declamando, si es a lo único a que se está
dispuesto. La Declaración es necesaria, pero sola, no es más que una queja.
Con respecto a las ONGs como “Movimientos de alternativa de a la Doctrina de la
Situación Irregular” (aun antes de la Convención con gran auge en los 80’s) representan un

174
riego ya que no existe un diagnóstico completo de situación de algunas prestaciones y una
vez que se establecieron en el sistema de atención observamos en la mayoría de ellas, un
proceso de transformación del interés por los pibes en un interés por lo económico. El riesgo
es que estas dependen en gran parte de subsidios del Estado o de distintas instancias
internacionales, y en tanto y en cuanto la ONG no genere sus propias fuentes de recursos,
se producirá una dependencia que permite fácilmente hacer aparecer o desaparecer,
presionar o terminar con estas instituciones alternativas al sistema de atención oficial.
En algunos casos no le queda más remedio que achicarse y en otros casos se transforman
en un Pyme, volviendo a manejarse con un criterio anterior a la Convención, el “pibe
mercancía”.
Nos encontramos con un problema: no sabemos cómo está la situación contable de becas,
subsidios nacionales, provinciales y municipales; qué número de chicos está contenido
efectiva y realmente; cuál es el destino de los chicos y cuál es el número de operadores.
Encarar y sostener una indagación en estas cuestiones básicas, para planificar una política
global de atención se siente como una confrontación entre lo que sería el trabajo no
gubernamental y el trabajo gubernamental. La intervención del Estado debe ser mínima, y el
criterio debe ser el de la complementariedad, pero no significa libre albedrío, ni imposibilidad
de determinar la cantidad de usuarios, de recursos humanos y materiales disponibles, el
modelo de atención desarrollado, etc. El Estado debe estar ahí preguntando eso; esa es
también su intervención.

¿Trato-Atención-Tratamiento?
Hay que ver cómo se desarrollan los mecanismos de contención comunitaria.
Tenemos que ver cuál es la política que se sigue en los entes estatales y en los no
gubernamentales. Si las políticas no están destinadas al egreso del chico a la comunidad,
en el menor tiempo y en las mejores condiciones posibles, simplemente estamos
“cambiando de caballo” dentro de la Doctrina de la Situación Irregular (“retengo al chico en
mi ONG, hasta el fin de los días”).
Esto hace que la política de atención no sea más que un buen trato institucionalizado del
pibe, así todas estas instituciones que no trabajan en forma intensa por el reintegro del pibe
a la comunidad, simplemente se transforma en un instituto de orden privado, quizá con
mucho mejor trato, pero atentando contra un elemento básico: EL CHICO NO LE
PERTENECE A NINGÚN ESTABLECIMIENTO, NI A NADIE, SINO QUE SE PERTENECE A
SÍ MISMO Y PERTENECE A LA COMUNIDAD. Este problema surge de otro que es propio
de nuestra Sociedad, que se paga para que se “re-tenga” al usuario (pibe, viejo, loco), no
para reintegrarlo.
Si el proceso de reintegración a la comunidad se hace sin la debida adecuación y
planificación nos encontramos con otro problema, la sustitución del afecto por sobre las
modalidades de intervención técnica, pero ¿cómo se ve? La destecnificación ¿es más
eficiente que las intervenciones técnicas? ¿Es una táctica para hacer ineficiente al Estado y
favorecer la privatización de la atención? ¿El achicamiento de los equipos técnicos no será
un negocio para contribuir a la balanza comercial? ¿No tendrá un fundamento económico,
por sobre la calidad del servicio? ¿O es una estrategia viable (habría que ver cómo) en la
cual no participamos?
Tenemos una Universidad que capacita bien poco para la operación en servicio. Ello
produce, ya sea por miedo, inexperiencia, desinterés o ignorancia, un efecto de huida del
lugar de trabajo. Se trata de crear condiciones laborales; aparentemente muy favorables,
para los técnicos, lo que les permite estar un tiempo muy acotado en aquellos lugares o

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centros, de contención, dé trabajo comunitario, de situaciones de control, de gestión
administrativo o de atención directa de los chicos (institutos, centros de día, hogares y
otros), etc. De ese modo se alejan de quienes, aunque no tengan las mejores condiciones
personales, posiblemente tengan elementos teóricos o técnicos para decir: «esto anda mal».
A veces para no confrontar, otras por temor a represalias, por miedo a “perder el puestito”,
en otras ocasiones para “no ver”, se distancia lo que más se puede de los usuarios, se
instala en la cocina, en el escritorio, en los consultorios. Se refugia, se atrinchera, arma
grupos de estudio y espera. Finalmente se enferma. Su contrapartida es el “francotirador”.
Este se pelea con todos, se queja, se arquea de la bronca, pero hace todo solo y sin la más
mínima concepción estratégica. Lo más probable es que lo saquen. El francotirador es una
suerte de testigo molesto de la forma de trato que se les da a los internos. Hablan y gritan lo
que nadie quiere escuchar y que todos saben. Es un perverso sistema donde la Convenció
aparece como la LEY que, como tal, jode.

La Convención: su implementación como “Capacitación en servicio”


La no capacitación de profesionales ¿es una forma de contribuir a este achicamiento de
las posibilidades de atención por parte del Estado? ¿No será que no conviene dejar que el
Estado restituya a los usuarios (chicosmercancía de las PyME-Pibes) a sus grupos de
pertenencia, demostrando así que la DPI rompe con la necesidad de sostener instituciones
de simple guarda? ¿De qué viven estas instituciones de retener o reintegrar chicos?
El problema es de orden económico, sabemos de la presencia de pactos secretos
profesionales y no profesionales, acerca de que no hay nadie que controle la eficiencia de
ciertas personas, de que fulano hace rato que no aparece por barrio, etc. Nadie dice que
esta modalidad de acción (por omisión de atención) lesiona el cuidado, que debe tender
siempre a la autogestión y otras veces no se atreve a hablar nadie porque dicha persona
pertenece a un círculo mafioso.
Otro problema que existe es la disputa por los lugares de distribución de chicos de desde
los sitios de captación y recepción, a las entidades privadas y las no gubernamentales.
Concretamente, las clínicas psiquiátricas u otros organismos. Allí también se produce una
fragmentación entre los grupos que llevan la bandera de la Convención, no son
homogéneos, hay distintos intereses y distintos grupos, cuando los chicos llegan al
distribuidor, se privilegian unos lugares más que otros, en el mejor de los casos por
atravesamientos vinculares y en otros, más siniestros, por razones económico-financieras.
No existe una escala, una tipificación, donde se justifique tener algo que sirva para la
desinstitucionalización. Esta última es el objetivo de la Convención; de lo que se trata es de
volver a la contención comunitaria. La DPI busca, antes que nada, recuperar las formas
vinculares ya existentes, como lugar y modelo de contención que respeten la identidad
étnicos cultural de los distintos grupos humanos.
COMO METODOLOGÍA DE TRABAJO, EL TRABAJO BARRIAL O EL TRABAJO
COMUNITARIO ADOLECEN DE ENORMES FALENCIAS. La estrategia de contención
comunitaria planificada desde acciones de prevención del conflicto social es la forma más
idónea y más humana de evitar la entrada al sistema y poner en vigencia la DPI. Se
necesitan recursos. Pero no siempre se trata de recursos económicos; a veces es de
recursos de capacitación, de recursos humanos, de recursos de compromiso. CADA VEZ
QUE INTENTAMOS DESINSTITUCIONALIZAR, NO TENEMOS FORMAS DE
CONTENCIÓN AFUERA. Además, observamos en los operadores comunitarios (los
acompañantes juveniles/terapéuticos, los asistentes de minoridad, los psicólogos, los

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trabajadores sociales, los asistentes jurídicos) que se ha perdido la posibilidad del trabajo de
contacto.
Es notorio este fenómeno de huida de las situaciones frente a frente, en el campo, sin los
textos ni los compañeros. Se da en el trabajo con personas en todo tipo de estado de
conflicto y en casos en que la situación es de institucionalización. Es aún demasiado fuerte
el prejuicio acerca de los infractores. La exclusión sigue rigiendo como resolución de los
conflictos. Tampoco hemos dado el recurso teórico y técnico con argumentos contundentes
para un proceso de desprejuiciamiento a nivel del imaginario social. Decimos
desinstitucionalizar a, por ejemplo, casos en los que se va una vez cada dos meses, con lo
cual, sólo se va a ver a alguien con quien se encuentra un rato, en una charla bastante
informal, etc. Esto no es romper con el esquema o modelo institucionalizante. Es abandono.
Si no existe la sistematización de todo ese trabajo en estrategias de contención comunitaria
por reforzamiento de las redes vinculares imprescindibles para una adecuada reintegración,
nos encontraremos con que la DPI no se ha aplicado cabalmente. Si no tiene el recurso
instrumental necesario para ir ocupando ese espacio, va a seguir, todavía por mucho
tiempo, en la Doctrina de la Situación Irregular.
Cuando lleguemos al momento de hacer efectiva la DPI, aún va a faltar bastante, porque
una doctrina se hace efectiva y concreta después de una etapa de prueba, donde su
conocimiento se generaliza, y finalmente, se institucionaliza. Cuando se dice que llegará el
momento en que la misma se institucionalice, no se refiere a que sea una forma de recurso
de instituto; se institucionaliza en cuanto instituto jurídico, como instrumento jurídico real y
vigente, que rige, que es la Ley en sentido pleno.

Conclusiones
El problema de la Convención es el de las condiciones socio-económicas y culturales en
que se desenvuelve el país y el mundo, en este momento. El problema de la Convención
somos nosotros mismos, y no podemos esperar nada si no es de nosotros mismos, esto
implica romper muchos pactos de silencio. Porque, de lo contrario, el chico va a seguir
siendo un juego de mercancía, y él va a ser el postergado.
Si no les puedo decir a mis compañeros que no lo traten así, que no haga esto o que no
hagan aquello, o que no operen de esta forma porque me voy a “comprar un pleito”,
entonces, como me voy a comprar un pleito, me hago el burro; en ese momento el que está
rompiendo con la Convención soy yo.
En tanto y en cuanto la Convención no se asuma como causa, independientemente de lo
que digan los demás, independientemente de los intereses socioeconómicos, seguiremos
teniendo un candidato a un desaparecido más, que es la Convención. ESTÁ EN
NOSOTROS, EN NUESTRA CAPACIDAD DE MEMORIA, EN NUESTRA CAPACIDAD DE
ENTREGA, Y EN NUESTRA CAPACIDAD DE COMPROMISO. En el juego de lealtades, la
lealtad es con ellos: los críos, los chicos, los pibes, los gurises, los niños, los menores. El
marco para esa lealtad es la Convención.

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● Prehistoria e historia del control socio-penal de la Infancia: Política
jurídica y Derechos Humanos en América Latina y Prehistoria e historia
del control socio-penal de la Infancia - García Méndez
Prehistoria y orígenes de la infancia
En este trabajo se pretende realizar un análisis de la categoría infancia-adolescencia
desde la perspectiva de los diversos mecanismos y teorías utilizados a lo largo de la historia
para su “Control Social”.
Un abordaje como el propuesto significa rechazar las concepciones tradicionales de la
infancia, que la consideran un dato ontológico, a histórico y de validez universal. El carácter
ideológicamente falso de las concepciones tradicionales ha sido demostrado. LA INFANCIA,
TAL COMO ES ENTENDIDA Y REPRESENTADA EN SU ACEPCIÓN MODERNA, NO
EXISTE ANTES DEL SIGLO XVI.
Los mecanismos e ideas creadores de la infancia corresponden a los mecanismos e ideas
creadores del control de la misma: la historia de la infancia es la historia de su control. De
los mecanismos que contribuyen a la creación/control de la categoría infancia, la escuela
ocupa sin lugar a dudas, un lugar central y de privilegio. Más allá de su carácter “creador”, la
escuela constituye el instrumento más importante de reproducción ampliada de esta
categoría. Hasta por lo menos mediados del siglo XIX, la historia de la infancia es la historia
de la escuela.
Organizada desde sus orígenes bajo dos principios rectores, la obligación de denunciar y
los castigos corporales, el valor cualitativo y cuantitativo de la escuela como instrumento de
control social no puede ser subestimado. Sin embargo, no todos tienen acceso a la escuela
y algunos, teniéndolo, son expulsados de ella. En estos casos, durante mucho tiempo, las
formas de control supletorio funcionaron prácticamente en forma indiferenciada respecto del
mundo de los adultos.
Con el comienzo del proceso de codificación europeo a partir del siglo XIX, empiezan a
aparecer algunas disposiciones específicas para los “menores”. Ellas se refieren
básicamente a la introducción de la categoría jurídica del discernimiento, parámetro
“objetivo” a ser determinado por el juez para decidir acerca de la conciencia o no del
carácter perjudicial del acto.
En cuanto al lugar de cumplimiento de la pena (ya mayoritariamente representada por la
pena privativa de libertad), no se establecía ningún tipo de diferencia respecto de los
adultos. Las penas eran cumplidas en las mismas instituciones y con las mismas
características: a) Condiciones deplorables de existencia b) Duración indeterminada de la
condena, en el caso de que esta última hubiera sido pronunciada.
El triunfo de la Revolución Francesa acarrea cambios notables en las ideas y prácticas de
Control Social. El control social se “humaniza” y jurídica. Es el nacimiento del Estado de
Derecho. Desaparecen progresivamente los castigos bárbaros, y por sobre todo, la pena
privativa de libertad se convierte en la pena más importante.
En una sociedad en la que el tiempo comienza a adquirir el valor de mercancía, la pena
privativa de libertad se convierte en la pena democrática por excelencia. El tiempo es la
única propiedad que todos los hombres poseen por igual, y el tiempo de la condena puede
ser matemáticamente determinado de modo que corresponda exactamente a la naturaleza
del delito. La pena privativa de libertad por tiempo determinado es una conquista
democrática que corresponde a la nueva forma de organización productiva de la sociedad.
Paradójicamente, quien queda fuera del proceso productivo queda fuera de esta conquista
democrática. Los “menores”, incorporados marginal y clandestinamente al proceso

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productivo, quedan fuera del discurso oficial sobre el proceso productivo y por ende,
privados de esta conquista democrática. LA LEGITIMIDAD DE LA PENA SE ASENTARÁ
SOBRE LA BASE DEL CONCEPTO JURÍDICO DE IMPUTABILIDAD. Toda una categoría
heterogénea de locos, mujeres, menores, etc., aparecerá en realidad estrechamente
vinculada, tanto por el concepto real de vulnerabilidad cuanto por el concepto jurídico de
inimputabilidad. Con los códigos penales del siglo XIX y sus disposiciones relativas al
discernimiento, llegamos prácticamente al fin de la prehistoria del control socio-penal de la
infancia.

De la infancia al “menor”
Para fines del siglo XIX los Reformadores (Estados Unidos) habían logrado hacer suyo y
colocar el problema de la infancia en un lugar privilegiado de la percepción social. Pero las
tareas de protección de la infancia no se llevan a cabo en un contexto políticamente neutro.
La defensa de la sociedad es el parámetro último de legitimación de todas las acciones. Por
eso no es de extrañar que la protección sólo pueda concebirse bajo las múltiples variables
de la segregación.
Pero para las acciones que se legitiman a partir de la ideología de la defensa social, la
infancia-adolescencia constituye una categoría demasiado heterogénea. La agudización de
los conflictos sociales acelera la necesidad de encontrar un marco jurídico y de contención
real de aquellos expulsados o que no tuvieron acceso a la institución escolar.
En 1899 se crea en Illinois el primer Tribunal de Menores.
El nuevo marco jurídico trata de realizar las reformas procesales necesarias para otorgar al
juez (que debía actuar como un buen padre de familia) poderes de carácter discrecional.
AQUELLA PORCIÓN DE LA INFANCIA ADOLESCENCIA QUE POR RAZONES DE
CONDUCTA O DE CONDICIÓN SOCIAL ENTRE EN CONTACTO CON LA COMPLEJA
RED DE MECANISMOS DE LA CARIDAD-REPRESIÓN, SE CONVERTIRÁ
AUTOMÁTICAMENTE EN “MENOR”. Este es el nacimiento de una cultura de judicialización
de las políticas sociales supletorias. Trata de resolver por medio de normas jurídicas las
deficiencias de las políticas sociales básicas.

Reformadores en América Latina


Con enorme velocidad los sentimientos e ideas impulsados por los Reformadores, son
importados en América Latina.
Creación de la figura del “menor en situación irregular”: el acento está puesto
definitivamente en el tratamiento institucional de una conducta o condición que implica un
desvío de las normas sociales que se suponen mayoritariamente aceptadas.
Es el proceso de medicalización de los problemas sociales. Para fines de los 40, la crisis
del positivismo de base médica resulta irreversible. Los menores abandonados delincuentes
son ahora en parte el resultado de deficiencias socio-estructurales, y en parte, el resultado
de tensiones entre los fines culturales y los medios institucionales.
Dos aspectos de primordial importancia resultan inmutables:
a) ambas teorías asumen un carácter explícitamente etiológico y correccionalista. Se
presentan como enfoques diversos para explicar las causas y solucionar los efectos de las
múltiples formas que asume la conducta desviada de los menores
b) la institucionalización segregadora como mecanismo incuestionado de las tareas de
defensa de la sociedad y protección del menor abandonado-delincuente.

Políticas distribucionistas y Estado asistencial

180
En la década del ’50 la condición general de la infancia-adolescencia mejora
significativamente: los “menores” resultan en este contexto cuantitativamente residuales.
Esta situación refuerza la imagen y función real del juez como de hecho formulador y
ejecutor de políticas supletorias de contención. El movimiento de los Reformadores
desaparece, reciclándose en pequeños grupos que practican aisladamente la caridad. El
carácter verticalista pero eficaz del Estado impide todavía la formación de movimientos
sociales en el sentido moderno en que éstos son entendidos.
El viraje autoritario de la década del '70, incide en forma directa sobre esta situación. Es el
inicio del fin de las políticas distribucionistas, la crisis fiscal del Estado. La reducción del
gasto público en el área social afecta significativamente las políticas sociales básicas,
aumentando el área potencial de intervención de las políticas supletorias.
FRACASADA LA ECONOMÍA Y SUPERADA LA RELIGIÓN COMO ELEMENTOS DE
COHESIÓN SOCIAL, EL ESTADO AUTORITARIO APELA A UNA JURIDIFICACIÓN
NEGATIVA DE LAS RELACIONES SOCIALES.
EN EL CONTEXTO LATINOAMERICANO PUEDE AFIRMARSE QUE ESTA SITUACIÓN
ADQUIERE LA FORMA DE UNA JUDICIALIZACIÓN DEL PROBLEMA DEL “MENOR”.
El carácter discrecional de la función judicial y el instrumento amplio de la “situación
irregular”, constituyen los soportes de esta política de subsidiariedad del Estado. La falta de
recursos materiales y de retaguardias para sustentar las decisiones, determina que el juez
formule en realidad “una ilusión de política social”. Los eufemismos y los “como si” mitigan
malamente el contacto con la realidad.
En este contexto surgen y se desarrollan los movimientos sociales, que intentan construir
políticas alternativas en la tierra de nadie de las políticas sociales. La cultura de estos
movimientos estará marcada por una profunda oposición y desconfianza, tanto frente a las
políticas públicas en general cuanto al derecho como instrumento de movilización social por
condiciones de vida dignas y como mecanismo regulador de conflictos sociales.
En el proceso de recuperación de la democracia este cuadro tiende lentamente a
revertirse. Los movimientos sociales redescubren tímidamente la forma jurídica como
herramienta de lucha y movilización.
Los acontecimientos actuales obligan a una radical redefinición de las funciones de los tres
sujetos institucionales que conforman el universo de las políticas de la
infancia-adolescencia: Estado (políticas públicas), movimiento social y mundo jurídico.

Por un continente de y para la infancia-adolescencia


La lucha por la recuperación de formas democráticas de convivencia social coincide con un
nuevo cambio de paradigma, esencialmente de tipo jurídico-cultural.
La Convención Internacional de los Derechos del Niño, coloca al movimiento social frente
al desafío concreto de ocuparse de lo jurídico-institucional.
LA CONVENCIÓN INTERNACIONAL CANCELA DEFINITIVAMENTE LA IMAGEN DEL
“MENOR” COMO OBJETO DE LA COMPASIÓN-REPRESIÓN, CONVIRTIÉNDOLO EN EL
NIÑO-ADOLESCENTE SUJETO PLENO DE DERECHOS. Este es el estado actual de la
situación en América Latina.

Instrumentos internacionales, panorama legal nacional y actores institucionales


Los instrumentos internacionales específicamente dedicados al tema de la infancia ponen
cada día más en evidencia su discrepancia con instrumentos de carácter nacional,
construidos sobre la base de la “situación irregular” y del tratamiento indiferenciado del
“menor abandonado-delincuente”.

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Los instrumentos internacionales a que hacemos referencia son:
a) La convención Internacional de los Derechos del Niño.
b) Reglas mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de la Justicia de
Menores.
c) Los proyectos de Resolución. Directrices de las Naciones Unidas para la Prevención de
la Delincuencia Juvenil y Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Protección de los
Menores Privados de Libertad.
El proceso de transformaciones en la dirección de un creciente reconocimiento de la
infancia-adolescencia como sujeto pleno de derechos, es claro y dinámico en la evolución
interna de la propia normativa internacional.
Comienza a haber un cambio profundo que está aconteciendo en el paradigma de control
de la infanciaadolescencia. De una u otra manera esta situación está sometiendo, y va a
someter aún más, a los tres actores institucionales a grandes tensiones. La dispersión e
incomunicación entre ellos parece ser la característica distintiva de sus relaciones actuales.

Bases para una política latinoamericana de la infancia-adolescencia


En el estado actual de situación, ni las políticas públicas ni el movimiento social pueden
seriamente revertir por sí solos los problemas más graves que afectan la condición de la
infancia.
ES PRECISO POLITIZAR Y AL MISMO TIEMPO DESPARTIDIZAR PROFUNDAMENTE
LA CUESTIÓN DE LA INFANCIA. Politizar en el sentido de que ninguna variable de
importancia debe ser dejada de lado en el momento de trazar las estrategias de acción.
Despartidizar en el sentido de que es necesario encontrar los mecanismos institucionales
adecuados que consagren la cuestión de la infancia como cuestión de toda la sociedad.
El movimiento social está entendiendo la importancia de la dimensión jurídicoinstitucional
del problema. Transformaciones legislativas en el ámbito nacional resultan imprescindibles
para incorporar el nuevo paradigma y para dar un sentido colectivo a los infinitos esfuerzos
dispersos realizados en pro de la condición de la infancia.
Una nueva legislación deberá reconocer también una articulación deliberativa y paritaria
entre los movimientos sociales y las políticas públicas. No hay tiempo para que el Estado se
reestructure en un proceso al margen de estas transformaciones. El Estado tiene el derecho
y el deber intangible de trazar las políticas sociales básicas. Sin embargo, al mismo tiempo
debería desarrollar la flexibilidad y capacidad necesarias para discutir con la sociedad civil,
las políticas supletorias de protección de los sectores más vulnerables de la sociedad. Es
necesario formular estrategias de acción con base en los medios racionalmente disponibles.
Vale la pena intentar una reformulación de los programas en función de las disponibilidades
reales.
El mundo jurídico se encuentra frente a una disyuntiva de hierro. Su pretendida autonomía
se ha transformado en pura ideología. Las universidades y los centros de investigación
tienen un lugar en esta lucha, pero sólo al servicio de los movimientos sociales. En la nueva
normativa es necesario una reestructuración dignificadora de la función judicial.
Necesitamos jueces que puedan concentrarse en la resolución de conflictos graves, y no
más en ejecutores de una ilusión de política social.
ES NECESARIO CREAR CONDICIONES PARA EVITAR LA CRIMINALIZACIÓN DE LAS
DESVENTAJAS SOCIALES Y AL MISMO TIEMPO LA “SOCIALIZACIÓN” DEL
TRATAMIENTO DE LAS CUESTIONES VINCULADAS A LA INFRACCIÓN PENAL (la
pérdida absoluta de garantías penales y procesales legitimadas por supuestas medidas de

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protección). Es necesario una separación clara de competencias entre aspectos penales y
asistenciales.

A modo de conclusión
La lucha por la mejora integral de la condición de la infancia es todo lo contrario a una
lucha de carácter corporativo. Bajo el nuevo paradigma de promoción y defensa de los
derechos, es la lucha por conquistar condiciones plenas de ciudadanía para uno de los
sectores más vulnerables de la sociedad. La lucha por consolidar el Estado de Derecho es
la lucha por condiciones dignas y justas, priorizando a los más vulnerables entre los
vulnerables. La experiencia demuestra la necesidad de superar falsas disyuntivas en el
sentido de invertir esfuerzos en transformaciones de la normativa nacional o internacional.
Ambos caminos deben ser recorridos simultáneamente.
Necesitamos instrumentos de carácter regional que especifiquen y profundicen muchos de
los logros de la Convención Internacional.
Una parte considerable de los gobiernos latinoamericanos está realizando esfuerzos serios
para incluir la integración como punto prioritario de las agendas de nuestros países. Esa
integración necesita de mayor precisión en sus contenidos. El carácter multinacional y
multisectorial de este encuentro confirma que la cuestión de la infancia-adolescencia debe y
puede ocupar ese lugar de privilegio.
LO QUE EN DEFINITIVA NECESITAMOS ES UN CAMBIO EN LOS PATRONES
CULTURALES EN EL SENTIDO DEL NUEVO PARADIGMA, que demuestre la absurdidad
de pensar la protección de los sectores más débiles de nuestra sociedad a través de
mecanismos que los condenen a alguna de las múltiples variables de la segregación e
incapacidad.

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