Mauro Wolf Material Teorico
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Mauro Wolf Material Teorico
de la comunicación
de masas
Mauro Wolf
Introducción
Como todo consumidor de los medios sabe, las comunicaciones de masas son una realidad
integrada por muchos aspectos distintos: reglamentaciones legislativas escurridizas, por lo que se
refiere a la ordenación jurídica del sistema televisivo; intrincadas operaciones financieras en tor-
no a la propiedad de algunos medios; episodios clamorosos sobre la no realización de un progra-
ma considerado «incómodo»; crisis, fracasos y triunfos de las diversas estructuras productivas
cinematográficas; recurrentes polémicas sobre los efectos nocivos que los media ejercerían so-
bre los niños; entusiasmo y alarma ante las nuevas tecnologías y los escenarios prefigurados por
las mismas. La lista podría ser más larga y serviría para reconfirmar que los mass media constitu-
yen al mismo tiempo un importantísimo sector industrial, un universo simbólico objeto de con-
sumo masivo, una inversión tecnológica en continua expansión, una experiencia individual
cotidiana, un terreno de enfrentamiento político, un sistema de mediación cultural y de agrega-
ción social, una manera de pasar el tiempo, etc.
Todo esto, evidentemente, se refleja, en la forma de estudiar un objeto tan proteiforme: la lar-
ga tradición de análisis (sintéticamente indicada con el término communication research) ha se-
guido los distintos problemas surgidos a lo largo del tiempo atravesando perspectivas y
disciplinas, multiplicando hipótesis y enfoques. De ello ha resultado un conjunto de conoci-
mientos, métodos y puntos de vista tan heterogéneo y disforme, que hace no sólo difícil sino tal
vez insensato cualquier intento de ofrecer una síntesis satisfactoria y exhaustiva. No obstante, si
renunciamos a seguir todos los filones de investigación, y damos cuenta «únicamente» de las ten-
dencias más difundidas y consolidadas, de lo que en este campo intrincado se ha convertido o
está convirtiéndose en una «tradición» de estudio, entonces el intento parece posible.
Este libro hay que entenderlo como un esfuerzo en esta dirección, analizando los principales
modelos teóricos y ámbitos de investigación que han caracterizado los estudios mediológicos. El
trabajo no sigue una división basada en cada uno de los medios (prensa, radio, televisión, etc.)
sino en las teorías que mayor incidencia han tenido en el trabajo de investigación. Las ausencias,
los aspectos subestimados u olvidados podrán parecer numerosos, pese a que en la interpreta-
ción de la historia, evolución y situación actual de la communication research he intentado a la
vez presentar una visión exhaustiva de este sector de investigación.
Antes de ilustrar las distintas teorías de los media, conviene describir brevemente el estado de
la disciplina hacia finales de los años setenta, período que ha representado un verdadero cambio
de orientación. El primer capítulo reconstruye el recorrido que condujo a este cambio, mientras
los capítulos sucesivos analizan razones y motivos que permitieron a la investigación comunicati-
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va encaminarse hacia «nuevas» direcciones. En la segunda mitad de los años setenta, la constata-
ción de la complejidad del objeto de investigación contrastaba con el acuerdo unánime entre los
estudiosos sobre el estado de profunda crisis en el que se hallaba el sector. Todos estaban de
acuerdo en poner de manifiesto insatisfacciones, frustraciones y límites de un trabajo de investi-
gación que se demostraba cada vez más insuficiente. Todo el campo disciplinario aparecía escin-
dido por tendencias contrastantes: por una parte el problema inmediato era el de reconsiderar
las coordenadas principales entre las que se había desarrollado la investigación, para poder mo-
dificar profundamente todo el sector. Por otra parte, en cambio, la investigación seguía desarro-
llándose, de forma más o menos tradicional, independientemente del debate teórico-ideológico
en curso.
La crítica más común en él se refería a la imposibilidad de lograr una síntesis significativa de los
conocimientos acumulados, su disposición orgánica en un conjunto coherente. Un crecimiento
cuantitativamente importante pero desordenado de análisis e investigaciones no lograba trans-
formarse en un cuerpo homogéneo de hipótesis verificadas y de resultados congruentes. La frag-
mentación –traducida en ocasiones, a nivel subjetivo, en desinterés por esta clase de estudios–
constituía un escollo difícil de superar, sobre todo en dos sentidos. En primer lugar respecto al
problema de definir cuál es el área temática de principal pertinencia de los estudios mediológi-
cos; en segundo lugar, respecto a la elección de la base disciplinaria capaz de unificar la commu-
nication research. Dicho de otra forma, qué estudiar y cómo estudiarlo.
Se trataba de establecer un nivel privilegiado de análisis, una pertinencia más significativa que
las demás, que permitiese homogeneizar el campo. A la vez, paralelamente, era necesario elabo-
rar un enfoque teórico, un conjunto de hipótesis y metodologías, que permitiese superar la frag-
mentación y la dispersión de conocimientos.
En estas dos líneas se ha puesto a prueba la capacidad de la communication research de defi-
nirse y desarrollarse, si no como ámbito disciplinario autónomo, al menos como área temática
específica.
Algunos aspectos de fondo del análisis han sido señalados de forma especial como «sus puntos
débiles»: en primer lugar su naturaleza fundamentalmente ad hoc, es decir, más ligada a contin-
gencias específicas y a exigencias inmediatas que orgánicamente integrada en un proyecto a lar-
go plazo. De ahí la dificultad de acumular resultados en gran parte no comparables (y no sólo por
razones metodológicas). Un estudio de este tipo tenía evidentemente escasa incisividad, tanto
en la elaboración de una teoría general sobre la función global de las comunicaciones de masas
en el contexto social, como en lo referente a las mismas exigencias prácticas planteadas origina-
riamente.
Pero la mayor dificultad –según el debate de la filosofía de los años setenta– estaba representa-
da por el problema de las relaciones entre los medios de comunicación de masas y la sociedad
en su conjunto. Dichas relaciones (ciertamente difíciles de descubrir y describir en sus articula-
ciones) eran dejadas de lado a causa de los objetivos prácticos del análisis o eran asumidas gené-
ricamente como teorías «conspiradoras», por lo que el funcionamiento de los mass media
parecía desarrollarse en contextos vagos e indefinidos o bien estar completamente marcado por
fines de manipulación.
Hay que precisar sin embargo que la conciencia de esta limitación de la communication re-
search no se ha evidenciado únicamente ahora, en la fase de balance y reorganización, sino que,
muy al contrario, ha recorrido (más o menos subrepticiamente) casi todo el trayecto, represen-
tando una constante tensión crítica. Por ejemplo, a finales de los años cincuenta Raymond Bauer
sostenía que desde los primeros estudios lo que caracterizó a la communication research no fue-
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ron las grandes ideas, las grandes hipótesis teóricas, sino más bien la variedad de los enfoques
metodológicos aplicados sobre un amplio campo temático. «Los estudios iniciales comportaban
hipersimplificaciones necesarias, que sólo se han manifestado como tales porque los estudios se
impulsaron hasta el punto en que revelaron sus propias limitaciones. El resultado no fue única-
mente el reconocimiento de la complejidad de los procesos comunicativos, sino también un
desplazamiento del interés hacia la sustancia de los problemas y un cierto desinterés por los es-
pecíficos instrumentos de análisis» (BAUER, 1964, 528).* La progresiva conciencia de que los
problemas relativos a los mass media son extraordinariamente intrincados y exigen por tanto una
visión sistemática y compleja, ha ido recorriendo –con más o menos suerte– toda la historia del
análisis mediológico y actualmente constituye una de las líneas unificadoras del sector.
A un nivel más específico sin embargo, en el debate de hace algunos años, la tradicional con-
traposición entre la investigación «administrativa» y la «crítica» –es decir, entre la investigación
americana por una parte, marcadamente empírica y caracterizada por objetivos cognoscitivos
inherentes al sistema de los media, y la investigación europea por otra, teóricamente orientada y
atenta a las relaciones generales entre sistema social y medios de comunicación de masas– ha
determinado una distinta designación e interpretación de las propias causas de la crisis.
Sin embargo, como se verá a lo largo del libro, la contraposición entre las dos orientaciones de
investigación y las perspectivas que abren es bastante más problemática de lo que puede parecer
a primera vista. No por ello ha sido abandonada, y, al disponer de precedentes ilustres y de una
larga tradición, ha amenazado con perpetuar una separación que hasta ahora se ha demostrado
muy poco productiva para este campo de estudios. Si el debate de hace algunos años consiguió
imprimir un cambio de dirección a la communication research, fue sobre todo porque paulatina-
mente los términos del «enfrentamiento» quedaron superados a través de tres directrices que de
hecho llevaron el análisis a sobrepasar el largo momento de estancamiento.
En primer lugar el hecho de que la visión sociológica se impuso como pertinencia fundamental
de los estudios sobre los media; en segundo lugar, el reconocimiento (más deseado que efecti-
vamente practicado) de la necesidad de un estudio multidisciplinario en dicho marco sociológi-
co. En tercer lugar, el cambio de la perspectiva temporal en este ámbito de investigación.
El primer elemento puede ser descrito como un punto de unión entre lo que Merton denomi-
na la corriente europea y la americana, es decir, entre la sociología del conocimiento y el estudio
de las comunicaciones de masas. Si bien es verdad que «el estudioso de las comunicaciones de
masas ha estado casi siempre interesado, desde el principio del desarrollo de estos estudios,
sobre todo por la influencia de los medios de comunicación de masas sobre el público [mien-
tras] la corriente europea quiere conocer los determinantes estructurales del pensamiento»
(MERTON, 1949b, 84), la evolución actual del análisis mediológico se sitúa en la confluencia en-
tre estas dos tradiciones. Eso explica que hayan crecido paralelamente la importancia de la so-
ciología del conocimiento y su función de marco general en el que hay que situar la
problemática de los media: un reflejo de ello es la definición que ahora se da de los propios mass
media como «instituciones que desarrollan una actividad clave consistente en la producción, re-
producción y distribución de conocimiento [...], conocimiento que nos permite dar un sentido al
mundo, modela nuestra percepción del mismo y contribuye al conocimiento del pasado y a dar
continuidad a nuestra comprensión presente» (MCQUAIL, 1938, 51).
En este sentido se comprende también otro elemento típico de la actual evolución de la com-
munication research, es decir, una convergencia de intereses en torno al tema de la información
* La primera cifra en las referencias bibliográficas corresponde al año de la primera edición del texto; la segunda, al número de la
página de la edición a la que pertenece el pasaje citado.
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(a diferencia de lo que ocurría en otros períodos, cuando el objeto de estudio por excelencia era
la propaganda, o la publicidad, etc.). La segunda tendencia reconoce –dentro de la importancia
sociológica– la necesidad de un enfoque variado: es decir, está comúnmente aceptada «la per-
cepción de los modernos mass media como parte de un único sistema comunicativo cada vez
más integrado y complejo, que sólo puede ser analizado en sus distintos aspectos (contenidos
transmitidos, modalidad de transmisión de los mensajes, nivel de eficacia, formas de produc-
ción) a través de un enfoque multidisciplinario» (PORRO-LIVOLSI, 1981, 192).
La última tendencia se refiere al marco temporal: tras largos años de análisis sobre las conse-
cuencias directas e inmediatas vinculadas al consumo de comunicaciones de masas, ahora la
atención se dirige hacia los efectos a largo plazo, hacia las influencias de fondo más que hacia las
causas próximas. A dicho cambio de perspectiva temporal no es ajena la confluencia de la que se
hablaba antes ni el marco sociológico que caracteriza ahora en mayor grado y explícitamente a la
investigación mediológica.
A través de estas líneas de recomposición, la crisis parece resolverse, y desde finales de los
años setenta-comienzo de los ochenta, algunas temáticas generales y algunos sectores específi-
cos de investigación aglutinan en torno a ellos interés, trabajo de análisis y reflexión teórica. A
ellos dedicaremos una atención particular en el segundo y tercer capítulo de este libro, que
–como ya hemos dicho– pretende ilustrar e interpretar el desarrollo del análisis comunicativo a
través del análisis de las teorías más significativas de los media.
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Primera parte
LA EVOLUCIÓN DE LA INVESTIGACIÓN
1.1 Premisa
a) el contexto social, histórico, económico en que un determinado modelo teórico sobre las
comunicaciones de masas ha aparecido o se ha difundido;
b) el tipo de teoría social implícita o explícitamente declarada de las teorías mediológicas. A
menudo se trata de modelos sociológicos implícitos, pero también hay casos de conexiones de-
claradas entre marcos de referencia sociológicos y análisis sobre los media;
c) el modelo de proceso comunicativo que presenta cada teoría mediológica. También en este
caso a menudo hay que explicitar dicho elemento, porque, paradójicamente, en muchas teorías
no recibe un tratamiento adecuado.
El análisis de las relaciones entre los tres factores permite articular las conexiones entre las dis-
tintas teorías de los media, y descubrir cuál ha sido (y por qué) el paradigma dominante en distin-
tos períodos en la communication research. Además permite entender qué problemas de las
comunicaciones de masas han sido sistemáticamente tratados como importantes y centrales y
cuáles en cambio han sido a menudo relegados a un segundo plano (GITLIN, 1978).
En algunos casos el término teoría de los media define adecuadamente un conjunto coherente
de proposiciones, hipótesis de investigación y adquisiciones verificadas; en otros casos, en cam-
bio, la utilización del término es algo forzada, es decir, designa más una tendencia significativa
de reflexión y/o de investigación que una teoría en el sentido estricto de la palabra.
No hay que olvidar, por último, que a veces las teorías presentadas no se refieren a momentos
cronológicamente sucesivos sino coexistentes: algunos modelos de investigación se han desarro-
llado y afirmado simultáneamente, «contaminándose» y «descubriéndose» recíprocamente, ace-
lerando o como mínimo modificando el desarrollo global del sector.
Hemos dicho que la evolución de la communication research ha sido interpretada siguiendo
tres líneas: a ellas hay que añadir la presencia de una oscilación –bastante constante en las teo-
rías de los media– relativa al objeto mismo de las teorías. A veces éste está constituido por los me-
dios de comunicación de masas, en otros casos, en cambio, por la cultura de masas. En función
de este desplazamiento, adquiere particular relieve una de las tres determinaciones sobre la base
de las que he analizado las principales teorías de los media. Todo lo cual obviamente será indica-
do a su debido tiempo.
Los modelos presentados se refieren a nueve «momentos» de los estudios metodológicos: la
teoría hipodérmica, la teoría vinculada a las visiones empírico-experimentales, la teoría derivada
de la investigación empírica sobre el terreno, la teoría del planteamiento estructu-
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ral-funcionalista, la teoría crítica de los media, la teoría culturológica, los cultural studies, las teo-
rías comunicativas.
La postura sostenida por dicho modelo se puede sintetizar con la afirmación de que «cada
miembro del público de masas es personal y directamente “atacado” por el mensaje» (WRIGHT,
1975, 79).
Históricamente, la teoría hipodérmica coincide con el peligro de las dos guerras mundiales y
con la difusión a gran escala de las comunicaciones de masas, y representó la primera reacción
suscitada por este fenómeno entre estudiosos de distintos campos.
Los elementos que más caracterizaron el contexto de la teoría hipodérmica son, por una par-
te, justamente la novedad del fenómeno de las comunicaciones de masas, y por otra parte, la co-
nexión de dicho fenómeno con las trágicas experiencias totalitarias de aquel período histórico.
Recluida entre estos dos elementos, la teoría hipodérmica es una aproximación global al tema de
los media, indiferente a la diversidad entre los distintos medios, que responde principalmente a
la pregunta: ¿qué efecto producen los media en una sociedad de masas?
El principal elemento de la teoría hipodérmica es en efecto la presencia explícita de una «teo-
ría» de la sociedad de masas, mientras que en su vertiente «comunicativa» opera complementa-
riamente una teoría psicológica de la acción. También podría describirse el modelo hipodérmico
como una teoría de y sobre la propaganda: éste, en efecto, es el tema central respecto al univer-
so de los media. «Especialmente en los años veinte y treinta aparecieron enteras estanterías de li-
bros que llamaban la atención sobre los factores retóricas y psicológicos utilizados por los
propagandistas. Algunos de sus títulos: Public Opinion de Lippmann, The Rape of the Masses de
Chakhotin, Psychology of Propaganda de Dobbs, Psychology of Social Movements de Cantril, Pro-
paganda Technique in the World War de Lasswell, Propaganda in the Next War de Rogerson»
(SMITH, 1946, 32). «El ámbito de trabajo científico más estrechamente vinculado a la propagan-
da [es] justamente el estudio de la comunicación de masas» (SMITH-LASSWELL-CASEY, 1946, 3);
dicha «identidad» se comprende mejor remitiéndose justamente a las tres determinaciones cita-
das en la premisa.
En realidad más que de un modelo sobre el proceso de comunicación habría que hablar de
una teoría de la acción, la elaborada por la psicología conductista.1 Su objetivo es estudiar el
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comportamiento humano con los métodos del experimento y de la observación típicos de las
ciencias naturales y biológicas. El sistema de acción que distingue al comportamiento humano
debe ser descompuesto, por la ciencia psicológica, en unidades comprensibles, diferenciables y
observables. En la compleja relación entre organismo y ambiente, el elemento crucial está repre-
sentado por el estímulo: éste comprende los objetos y las condiciones externas al sujeto, que
producen una respuesta. «Estímulo y respuesta parecen ser las unidades naturales en cuyos tér-
minos puede ser descrito el comportamiento» (LUND, 1933, 28). La unidad estímulo/respuesta
expresa por tanto los elementos de toda forma de comportamiento.
Indudablemente, esta teoría de la acción, de sello conductista, podía integrarse muy bien con
las teorizaciones sobre la sociedad de masas, a las que proporcionaba el soporte sobre el que ba-
sar las convicciones acerca de la inmediatez y la inevitabilidad de los efectos. El estímulo, en su
relación con el comportamiento, es la condición primaria, o el agente, de la respuesta: «la estre-
cha relación entre los dos hace imposible definir a uno sin que sea en los términos del otro. Jun-
tos constituyen una unidad. Se presuponen respectivamente. Estímulos que no producen res-
puestas no son estímulos. Y una respuesta debe necesariamente haber sido estimulada. Una res-
puesta no estimulada es como un efecto sin causa» (LUND, 1933, 35).
En este sentido tiene razón BAUER (1964) cuando observa que en el período de la teoría hipo-
dérmica la mayor parte de los efectos no son estudiados: se dan por supuestos. Hay que observar
sin embargo que la descripción de la sociedad de masas (sobre todo de algunos de sus rasgos fun-
damentales: aislamiento físico y normativo de los individuos) contribuyó por su parte a acentuar
la simplicidad del modelo E → R (Estímulo → Respuesta): la conciencia de que se trataba de
una abstracción analítica y de que buscar cada una de las respuestas a los estímulos era básica-
mente un expediente práctico-metodológico, estaba muy presente, al igual que se reconocía la
naturaleza compleja del estímulo y la heterogeneidad de la respuesta. Para determinar la ampli-
tud y la calidad de esta última son decisivos, en efecto, por un lado, el contexto en el que se pro-
duce el estímulo y, por otro, las precedentes experiencias que del mismo poseen los sujetos
(LUND, 1933). Estos dos últimos factores, sin embargo, eran «tratados» por la teoría de la socie-
dad de masas de una forma que enfatizaba la inmediatez, la mecanicidad y la amplitud de los
efectos. Los medios de persuasión de masas de hecho constituían un fenómeno completamente
nuevo, desconocido, del cual los públicos todavía no eran bastante conscientes, y el contexto so-
cial en el que dichos medios aparecían y eran utilizados era el de los regímenes totalitarios o el de
sociedades que estaban organizándose en torno a la superación de las precedentes formas co-
munitarias, y en las que amplias masas de individuos –según tradiciones de pensamiento hetero-
géneas pero en este punto coincidentes– estaban representadas como atomizadas, alienadas,
«primitivas».
Los mass media constituían «una especie de sistema nervioso simple que se extiende hasta
cada ojo y cada oído, en una sociedad caracterizada por la escasez de relaciones interpersonales
y por una organización social amorfa» (KATZ-LAZARSFELD, 1955, 4).
Estrechamente vinculada a los temores suscitados por el «arte de influenciar a las masas»
(SCHÖNEMANN, 1924), la teoría hipodérmica –bullett theory– mantenía por tanto una conexión
directa entre exposición a los mensajes y comportamientos: si una persona es alcanzada por la
propaganda, puede ser controlada, manipulada, inducida a actuar.
Este es el punto de partida que toda la investigación sucesiva intenta modificar más o menos
completamente.
Antes de examinar las líneas, ya presentes en la propia teoría hipodérmica, a través de las que
se produce la superación, hay que mencionar una «filiación» que ha tenido una gran influencia
en la communication research: el modelo de Lasswell. En muchos aspectos representa simultá-
neamente una estructuración orgánica, una herencia y una evolución de la teoría hipodérmica.
13
1.2.3 El modelo de Lasswell y la superación de la teoría hipodérmica
Elaborado inicialmente en los años treinta, en el mismo «período dorado» de la teoría hipo-
dérmica, como aplicación de un paradigma para el análisis sociopolítico (¿quién obtiene qué,
cuándo y cómo?), el modelo lasswelliano, propuesto en 1948, explica que
«una forma apropiada para describir un acto de comunicación es responder a las siguientes preguntas:
¿quién
dice qué
a través de qué canal
a quién
con qué efecto?
El estudio científico del proceso comunicativo tiende a concentrarse en algunos de estos puntos interro-
gativos» (LASSWELL, 1948, 84).
Cada una de estas variantes define y organiza un sector específico de la investigación: la pri-
mera se centra en el estudio de los emisores, es decir, en el control sobre lo que es difundido. Los
que en cambio estudian la segunda variante elaboran el análisis del contenido de los mensajes,2
mientras que el estudio del tercer elemento da lugar al análisis de los medios. Análisis de la au-
dience y de los efectos definen los restantes sectores de investigación sobre los procesos comuni-
cativos de masas. La fórmula de Lasswell, con la apariencia de ordenar el objeto de estudio según
variantes bien definidas, sin descuidar ningún aspecto importante de los fenómenos en cuestión,
en realidad se convirtió en seguida (y lo siguió siendo durante bastante tiempo) en una verdadera
teoría de la comunicación, estrechamente relacionada con el otro modelo comunicativo domi-
nante en la investigación, es decir, la teoría de la información (véase 1.9.1).
La fórmula (que se desarrolla a partir de la tradición de análisis típica de la teoría hipodérmica)
en realidad corrobora –pero implícitamente– un postulado muy importante, que en cambio la
bullett theory afirmaba explícitamente en la descripción de la sociedad de masas: es decir, el
postulado de que la iniciativa sea exclusivamente del comunicador y de que los efectos sean ex-
clusivamente sobre el público.
Lasswell formula algunas premisas importantes sobre los procesos de comunicación de masas:
a) dichos procesos son exclusivamente asimétricos, con un emisor activo que produce el estímu-
lo y una masa pasiva de destinatarios que, «atacada» por el estímulo, reacciona;
b) la comunicación es intencional y tiende a un fin, a obtener un cierto efecto, observable y
mensurable en cuanto da lugar a un comportamiento de alguna forma relacionable con dicha fi-
nalidad. Esta última está en relación sistemática con el contenido del mensaje. De donde se deri-
van dos consecuencias: el análisis del contenido se propone como el instrumento para inferir los
objetivos de manipulación de los emisores; los únicos efectos que dicho modelo declara perti-
nentes son los observables, es decir, los vinculados a una transformación, a una modificación de
comportamientos, actitudes, opiniones, etc.;
c) los papeles de comunicador y destinatario aparecen aislados, independientes de las relacio-
nes sociales, situacionales, culturales en las que se producen los procesos comunicativos, pero
que el modelo en sí no contempla: los efectos corresponden a destinatarios atomizados, aislados
(SCHULZ, 1982).
«La audience era concebida como una agregación de clases de edad, de sexo, de capa social,
etc., pero se prestaba poca atención a las relaciones implicadas en ellas o a las relaciones in-
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formales. No es que los estudiosos de las comunicaciones de masas ignorasen que los integran-
tes del público poseían familias y grupos amistosos; pero se consideraba que todo ello no
influenciaba el resultado de una campaña propagandística: las relaciones informales interper-
sonales eran consideradas irrelevantes respecto a las instituciones de la sociedad moderna»
(KATZ, 1969, 113).
El esquema de Lasswell organizó la incipiente communication research en torno a dos de sus
temas centrales y de más larga duración –el análisis de los efectos y el análisis de los contenidos–
y a la vez descubrió los demás sectores de desarrollo del campo, sobre todo el control analysis.
Pese a que el esquema manifiesta abiertamente el período histórico en el que surgió y los intere-
ses cognoscitivos respecto a los que fue elaborado, sigue siendo sorprendente su resistencia, su
supervivencia, de alguna forma todavía actual, como esquema analítico «adecuado» para una in-
vestigación que se ha desarrollado ampliamente en contraposición a la teoría hipodérmica de la
que arranca. En efecto, si para la teoría conductista el individuo sometido a los estímulos de la
propaganda sólo podía responder sin resistencia, los sucesivos estudios de la communication re-
search coinciden en explicitar que la influencia de las comunicaciones de masas está mediatiza-
da por las resistencias que los destinatarios ponen en juego de distintas formas. Y sin embargo el
esquema lasswelliano de la comunicación ha logrado proponerse como paradigma para estas
dos tendencias opuestas de investigación.3 Es más, apareció al final del período de mayor éxito
de la teoría hipodérmica, cuando ya empezaban a manifestarse los motivos que llevarían a su su-
peración.
Como hemos dicho, el paso hacia las teorías sucesivas se produce a través de algunas líneas
propias de la teoría hipodérmica. Por un lado, la consecuencia metodológica más importante
implícita en el concepto blumeriano de masas es que, para estudiar los comportamientos de las
masas, son necesarias «muestras compuestas por una agregación de individuos heterogéneos
que posean igual importancia» (BLUMLER, 1948, 548), es decir, clasificados en función de los
esenciales caracteres sociodemográficos que corresponden a la idea de masas (individuos de dis-
tinta procedencia, unificados por el disfrute de los mismos mensajes, que no están unidos por ex-
pectativas compartidas, que no interactúan). Por otra parte, las exigencias de la industria de las
comunicaciones de masas respecto a sus aplicaciones comerciales y publicitarias, y los estudios
institucionales sobre la propaganda y su eficacia ponían el acento en la explicación del compor-
tamiento fruitivo del público. Es decir, por un lado –de acuerdo con la teoría hipodérmica– se se-
leccionaban algunos indicadores y variantes para comprender la actitud de consumo de la
audience, mientras por otro se iban acumulando las evidencias empíricas de que dicho consumo
era seleccionado, no indiferenciado.
La reflexión sobre la adecuación de las categorías sociodemográficas implícitas en la teoría hi-
podérmica para explicar el comportamiento observable del público supuso el principio de la su-
peración de la teoría hipodérmica. En otras palabras, no cabe duda de que la concepción
atomista del público de las comunicaciones de masas (típica de la teoría hipodérmica) corres-
ponde a la disciplina «Iíder» en la primera fase de los estudios mediológicos, es decir, la psicolo-
gía de la conducta, que privilegiaba el comportamiento de cada individuo en particular.
También es cierto que el contexto socioeconómico que marcó el origen de dichos estudios (los
estudios de mercado, la propaganda, el estado de la opinión pública, etc.) enfatizó el papel del
sujeto individual, en su calidad de elector, ciudadano, consumidor. Y también es verdad, por úl-
timo, que las mismas técnicas de análisis (sobre todo cuestionarios y entrevistas) contribuían por
su parte a reforzar la idea de que «la principal unidad de producción de la información –es decir,
el individuo– era también la unidad pertinente en los procesos de comunicación de masas y en
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los fenómenos sociales en general. Todo esto [ha corroborado] la concepción atomista del públi-
co de las comunicaciones, como si en realidad consistiese en individuos dispares e independien-
tes» (BROUWER, 1962, 551). Sin embargo, cuando la teoría hipodérmica dejó de ser sobre todo
un presagio y una descripción de efectos temidos y se convirtió en un concreto paradigma de
análisis, sus mismos presupuestos dieron lugar a resultados que contradecían su planteamiento
de fondo.
«La audience se demostraba intratable. Las personas decidían ellas solas si ponerse a la escucha o
no. E incluso cuando escuchaban, la comunicación podía resultar carente de efectos o de efectos
opuestos a los previstos. Progresivamente los estudios debieron desplazar su atención sobre la
audience para comprender a los sujetos y el contexto que la integraban» (BAUER, 1958, 127).
La superación y la inversión de la teoría hipodérmica tuvo lugar a través de tres directrices dis-
tintas pero en muchos aspectos tangenciales y superpuestas: la primera y la segunda basadas en
trabajos empíricos de tipo psicológico-experimental y de tipo sociológico; la tercera directriz re-
presentada por la aproximación funcional a la temática global de los mass media, en sintonía con
la afirmación a nivel sociológico general del estructural-funcionalismo.
La primera tendencia estudia los fenómenos psicológicos individuales que constituyen la rela-
ción comunicativa; la segunda explicita los factores de mediación entre individuo y medio de co-
municación; la tercera elabora hipótesis sobre las relaciones entre individuo, sociedad y mass
media.
Los tres apartados siguientes muestran el desarrollo de las investigaciones que llevaron al
abandono de la inicial teoría hipodérmica.
Al exponer este tipo de estudios mediológicos conviene precisar primero algunas característi-
cas. En primer lugar, la corriente experimental conduce al abandono de la teoría hipodérmica
paralelamente a los estudios empíricos sobre el terreno, y las adquisiciones de estos dos campos
se hallan estrechamente vinculadas entre sí. Ambos se desarrollan a partir de los años cuarenta y
también esta contemporaneidad hace difícil diferenciar netamente sus aportaciones en la expo-
sición, por tanto, la separación resulta más neta y marcada de lo que en cambio fue un constante
y provechoso intercambio de influencias.
En segundo lugar, resulta realmente muy difícil ser exhaustivos en este campo de estudios psi-
cológicos experimentales ya que aparece muy fragmentado, compuesto por una constelación de
microinvestigaciones específicas, cuyos resultados difieren a menudo de los de otros trabajos ex-
perimentales sobre la misma hipótesis. De la teoría vinculada a la corriente psicológi-
co-experimental indicaremos aquí sólo algunas características generales y las adquisiciones que
mayor resonancia obtuvieron. En tercer lugar, hay que decir que estos estudios si bien represen-
taron una superación de la teoría hipodérmica no por ello fueron interrumpidos posteriormente.
Es decir, constituyen un sector «autónomo» de la communication research, que sobre la base de
su pertinencia psicológica ha ido elaborando poco a poco su propia identidad. Aunque no es po-
sible mencionarlas aquí exhaustivamente, algunas de sus influencias específicas serán tratadas en
la orientación general de la communication research (por ejemplo en el caso de los «usos y gratifi-
caciones», véase 1.5, o en los problemas de la memorización, véase 2.4.2).
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La «teoría» de los media resultante de los estudios psicológicos experimentales consiste sobre
todo en la revisión del proceso comunicativo entendido como una relación mecanicista e inme-
diata entre estímulo y respuesta: evidencia (por primera vez en la investigación mediológica) la
complejidad de los elementos que entran en juego en la relación entre emisor, mensaje y desti-
natario. Ya no se trata de una visión global sobre todo el universo de los media, sino que se tiende
a estudiar por un lado la eficacia óptima de persuasión y por otro a explicar el «fracaso» de los in-
tentos de persuasión. De hecho existe una oscilación entre la idea de que es posible obtener
efectos importantes siempre que los mensajes estén estructurados adecuadamente y la eviden-
cia de que, frecuentemente, los efectos perseguidos no han sido alcanzados.
La persuasión de los destinatarios es un objetivo posible siempre que la forma y la organiza-
ción del mensaje sean adecuados a los factores personales que el destinatario activa en la inter-
pretación del mismo mensaje: dicho de otra forma, «los mensajes de los media contienen
particulares características del estímulo que interactúan de forma distinta con los rasgos específi-
cos de la personalidad de los miembros que integran el público. Desde el momento en que exis-
ten diferencias individuales en las características de la personalidad entre los miembros del
público, es lógico deducir que en los efectos habrá variantes correspondientes a dichas diferen-
cias individuales» (DE FLEUR, 1970, 122). En los estudios experimentales, algunas variantes vin-
culadas a dichas diferencias individuales se mantienen constantes mientras se manipulan las
variantes cuya incidencia directa sobre el efecto de persuasión se quiere investigar. Por ejemplo,
si se quiere analizar el peso de la credibilidad que posee la fuente sobre la aceptación de un
mensaje, se puede atribuir una comunicación a un emisor altamente creíble respecto a un grupo
de sujetos y a una fuente poco creíble respecto a otro grupo de individuos. Los demás factores se
mantienen constantes respecto a los dos grupos experimentales: de esta forma, si los resultados
son significativos, indican la incidencia de la variante analizada sobre la aceptación del mensaje.
Se precisan así las dos coordenadas que orientan esta «teoría» de los media: la primera repre-
sentada por los estudios sobre las características del destinatario, que mediatizan la realización
del efecto; la segunda representada por las investigaciones sobre la organización óptima de los
mensajes con fines persuasivos. Esta teoría de las diferencias individuales en los efectos obte-
nidos por los media (DE FLEUR, 1970) –sosteniendo que en lugar de ser uniformes para toda la
audience dichos efectos son en cambio variables de individuo a individuo, a causa de las particu-
laridades psicológicas–, presenta una estructura lógica muy similar al modelo mecanicista de la
teoría hipodérmica:
causa (es decir, el estímulo) → (procesos psicológicos que
intervienen) → efecto (es decir, la respuesta)
Sin embargo la mediación de las variantes que intervienen no sólo rompe la inmediatez y la
uniformidad de los efectos, sino que de alguna forma valora también su amplitud proporcional-
mente al papel desempeñado por los destinatarios. El esquema «causa → efecto» de la anterior
teoría hipodérmica sobrevive, pero integrado en un marco de análisis que se va complicando y
extendiendo.
Antes de exponer las dos coordenadas, hay que recordar que este tipo de «teoría» estudia pre-
ferentemente los efectos de los media en una situación de «campaña» (electoral, informativa,
propagandística, publicitaria, etc.).
Presenta algunas características particulares:
tiene finalidades específicas y está planteada para, obtenerlas;
tiene una duración temporal definida;
17
es intensiva y tiene una amplia cobertura;
su éxito puede ser valorado;
es promovida por instituciones o entes dotados de un cierto poder y autoridad;
sus argumentos deben ser «vendidos» al público, para el que son nuevos, aunque se basan en esquemas
compartidos de valores (MCQUAIL, 1977).
Esta larga cita –que por otra parte ofrece un claro ejemplo de cómo se plantea la investigación
administrativa– explicita perfectamente el problema central, verificado empíricamente en mu-
chísimos trabajos, de la exposición selectiva: los componentes de la audience tienden a exponer-
se a la información más afín a sus actitudes y a evitar los mensajes que les resultan discordantes.
Las campañas de persuasión son recibidas sobre todo por personas que ya están de acuerdo con
las opiniones presentadas o que en cualquier caso están ya sensibilizadas a los temas propuestos.
También esto explica que las campañas fracasen y demuestra que los efectos de los media no
son tan importantes como suponía la teoría hipodérmica: «si la gente tiende a exponerse sobre
todo a las comunicaciones de masas según sus propias actitudes y sus propios intereses, y a evitar
otros contenidos, y si, además, tiende a olvidar estos otros contenidos apenas aparecen ante su
vista y si, por último, tiende a desfigurarlos cuando los recuerda, entonces no hay duda de que la
comunicación de masas muy probablemente no modificará su punto de vista. Es mucho más
probable en cambio que refuerce las opiniones preexistentes» (KLAPPER, 1963, 247).
En realidad, como ha ocurrido a menudo en la communication research, la constante cita de
pocos trabajos ha convertido sus resultados en certezas, en leyes rígidas, bastante más indiscuti-
bles de lo que puede parecer a partir de su formulación original. Lo mismo pasó con la ex-
posición selectiva: la formulación estándar de este mecanismo ilustra «la relación positiva
existente entre las opiniones de los sujetos y lo que éstos eligen escuchar o leer»
(LAZARSFELD-BERELSON-GAUDET, 1948, 164); con lo que se afirma sobre todo que la audience
comparte en gran parte los puntos de vista propios de los emisores, mientras que el mecanismo
que dicha formulación sugiere es el de una relación causal entre actitudes del destinatario y su
comportamiento como usuario de comunicación de masas. En realidad este último punto no es
evidenciado claramente y de forma indiscutible por la investigación (SEARS-FREEDMAN, 1967): en
19
algunos casos efectivamente la selectividad de la exposición, en lugar de por la congruencia en-
tre actitudes subjetivas y contenido de las comunicaciones, puede ser explicada sobre la base de
otras variantes, como el nivel de instrucción, la profesión, el grado de consumo de los media, la
utilidad percibida de la comunicación a la que nos exponemos, etc. Cada una de ellas determina
un cierto grado de correlación con la exposición selectiva, respecto a la cual, por tanto, las actitu-
des congruentes del sujeto son sólo una de las causas de la selectividad del consumo.
En cualquier caso, la importancia de esta conclusión sobre la no indiferenciación del consumo
de comunicación de masas reside en haber evidenciado la complejidad de la relación comuni-
cativa, en oposición al esquematismo de la precedente teoría hipodérmica.
C. Percepción selectiva
«Los miembros del público no se presentan ante la radio, la televisión o el periódico en un es-
tado de desnudez psicológica; están, al contrario, revestidos y protegidos por predisposiciones
existentes, por procesos selectivos y por otros factores» (KLAPPER, 1963, 247).
La interpretación transforma y modela el significado del mensaje recibido, marcándolo con las
actitudes y los valores del destinatario, a veces hasta el extremo de cambiar radicalmente el senti-
do del propio mensaje. El conocido estudio de COOPER y JAHODA (1947), sobre las posibilidades
de éxito de una serie de cartoons para modificar en sentido antirracista las actitudes de los indivi-
duos con prejuicios raciales, pone de manifiesto justamente que una reacción común para eludir
el problema es «no comprender» el mensaje. Lo que las autoras llaman el derailment of unders-
tanding (o «descodificación aberrante» (véase 1.9.2) puede seguir varias estrategias entre ellas,
por ejemplo, la aceptación superficial del contenido del cartoon, aunque reafirmando que en al-
gunas circunstancias concretas los prejuicios raciales se justifican, o bien atribuir al mensaje una
representación no correcta de la realidad, o bien calificar la historia representada por el mensaje
justamente como «sólo una historia», o bien, finalmente, modificar el marco de referencia de la
situación narrada por el cartoon. En cualquier caso los mecanismos psicológicos que intervienen
para reducir potenciales fuentes de tensión excesiva o de disonancia cognoscitiva influencian
considerablemente el proceso de percepción del contenido de las comunicaciones de masas: en
relación con el estudio citado anteriormente, Kendall y Wolf ponen de manifiesto que por lo me-
nos otros dos factores psicológicos influyen sobre la incomprensión del significado antirracista.
En primer lugar, la seguridad de las propias actitudes no genera la necesidad de distorsionar el
sentido del cartoon para desarticular el proceso de identificación con el personaje lleno de pre-
juicios; en segundo lugar, la utilización a la que está destinada la comprensión puede evitar una
percepción selectiva distorsionada: «los sujetos de más edad llenos de prejuicios sólo tenían la
posibilidad de identificarse con Mr. Bigott, el personaje del cartoon, exponiéndose por tanto a la
autocrítica. Para ellos, por consiguiente, distorsionar la comprensión era un medio para mante-
ner su autoestima. Para los sujetos más jóvenes en cambio existía una ulterior alternativa, dotada
de gratificaciones positivas. Podían asimilar a Mr. Bigott con sus padres, y por tanto utilizar la
comprensión que conseguían del cartoon como un arma para combatir los prejuicios paternos y
para rechazar la autoridad de la generación paterna» (KENDALL-WOLF, 1949, 172).
Otro ejemplo de mecanismos relacionados con la percepción selectiva es el ofrecido por los
denominados efectos de asimilación o contraste: existe efecto de asimilación cuando el destina-
tario percibe las opiniones expresadas en el mensaje como más próximas a las suyas de lo que
en realidad son. Dicha percepción se produce si paralelamente actúan otras condiciones como:
a) una diferencia no excesiva entre las opiniones del sujeto y las del emisor; b) una escasa impli-
cación y una cierta indiferencia del destinatario en torno al tema del mensaje y las propias opi-
20
niones al respecto; c) una actitud positiva hacia el comunicador. Estos requisitos definen el
llamado campo de aceptación, que delimita el ámbito en el que las opiniones expresadas en el
mensaje son percibidas por el destinatario como «objetivas» y «aceptables». El «campo de recha-
zo» define, por contraposición, las condiciones opuestas a las que acaban de mencionarse, y de-
termina una percepción del mensaje como «propagandístico» e «inaceptable», generando un
efecto de contraste que hace percibir la distancia entre las propias opiniones y las del mensaje
como mayor de lo que en realidad es (HOVLAND-HARVEY- SHERIF, 1957).
D. Memorización selectiva
Muchas investigaciones han evidenciado que la memorización de los mensajes presenta ele-
mentos de selectividad análogos a los examinados precedentemente. Los aspectos coherentes
con las propias opiniones y actitudes son mejor memorizados que los demás, y esta tendencia se
acentúa a medida que pasa el tiempo de la exposición al mensaje. BARTLETT (1932) demostró
que a lo largo del tiempo la memorización selecciona los elementos más significativos (para el su-
jeto) en detrimento de los más discordes o culturalmente distantes: el llamado efecto Bartlett alu-
de justamente a un específico mecanismo en la memorización de los mensajes de persuasión. Si
en un mensaje, junto a las argumentaciones más importantes en favor de un determinado tema,
se presentan también las argumentaciones contrarias, el recuerdo de estas últimas se debilita con
mayor rapidez que el de las argumentaciones principales, y este proceso de memorización selec-
tiva contribuye a acentuar la eficacia de persuasión de las argumentaciones centrales
(PAPAGEORGIS, 1963).
Muy parecido al «efecto Bartlett» es también el denominado efecto latente (sleeper effect): en
algunos casos, mientras inmediatamente después de la exposición al mensaje la eficacia de per-
suasión resulta casi nula, con el paso del tiempo resulta aumentada. Si al principio la actitud ne-
gativa del destinatario hacia la fuente constituye una eficaz barrera contra la persuasión, la
memorización selectiva atenúa este elemento y persisten en cambio los contenidos del mensaje,
que van progresivamente aumentando su influencia de persuasión (HOVLAND-LUMSDAINE-
SHEFFIELD, 1949b).
Estos son sólo algunos ejemplos de un esfuerzo de investigación encaminado a verificar expe-
rimentalmente las variantes psicológicas individuales y los factores de mediación que hay que te-
ner en cuenta a la hora de organizar una campaña de información-persuasión. Pero, desde esta
misma perspectiva, similar importancia revisten también los elementos relativos al mensaje.
A propósito de los estudios sobre la organización óptima de los mensajes con fines de persua-
sión, hay que señalar que sus resultados se relacionan casi siempre con las variantes explicitadas
en los apartados anteriores. Las conexiones son constantes: lo que se conoce sobre determina-
dos temas influencia claramente las correspondientes actitudes, así como las actitudes hacia de-
terminados temas influencia obviamente la forma de organizar el conocimiento en torno a ellos,
la cantidad y la organización de nueva información que sobre ellos se adquiere.
Más que de dos direcciones de investigación separadas, se trata por tanto de dos tendencias
operativamente distintas pero conceptualmente unidas.
Para dar una idea sintética de este tipo de análisis, vamos a comentar cuatro factores del men-
saje: la credibilidad de la fuente, el orden de las argumentaciones, la exhaustividad de las argu-
mentaciones, la explicitación de las conclusiones.
21
A. La credibilidad del comunicador
Los estudios experimentales sobre esta variante se preguntan si la reputación de la fuente es
un factor que influencia los cambios de opinión que pueden obtenerse entre la audience y, con-
secuentemente, si la falta de credibilidad del emisor incide negativamente sobre la persuasión. Si
mensajes idénticos tienen una eficacia distinta en función del hecho de ser atribuidos a una
fuente considerada fiable o poco fiable (LORGE, 1936), la cuestión es evidentemente de conside-
rable importancia para el planteamiento de cualquier campaña informativa: un estudio de
HOVLAND y WEISS (1951) se propone verificar si sobre cuatro temas distintos (el futuro del cine
tras la llegada de la televisión; las causas de la crisis del acero; las posibilidades de construcción
de submarinos atómicos; la oportunidad de la venta libre de antihistamínicos), mensajes con los
mismos argumentos pero con distintas atribuciones de fuente resultan diversamente eficaces. El
resultado más interesante de la investigación es que, si se mide inmediatamente después de la
recepción del mensaje, el material atribuido a una fuente fiable produce un cambio de opinión
significativamente mayor que el atribuido a una fuente poco fiable. Si en cambio se mide tras un
cierto intervalo de tiempo (cuatro semanas), entra en juego el efecto latente (véase 1.3.1. D) y la
influencia de la credibilidad de la fuente considerada poco fiable disminuye conforme se desva-
nece la imagen de la propia fuente y de su poca credibilidad, permitiendo por tanto una mayor
recepción y asimilación de los contenidos.
Este y otros estudios parecidos precisan que el problema de la credibilidad de la fuente no está
relacionado con la cantidad efectiva de información recibida, sino con la aceptación de las indi-
caciones que acompañan a dicha información. Dicho de otra forma, puede producirse la recep-
ción pero la escasa credibilidad de la fuente selecciona su aceptación.
B. El orden de las argumentaciones
Este tipo de estudios se propone establecer si en un mensaje bilateral (es decir, que contiene
argumentos en pro y en contra de una cierta posición) son más eficaces las argumentaciones ini-
ciales a favor de una posición o más bien las finales en apoyo de la posición contraria.
Se habla de efecto primacy si se comprueba una mayor eficacia de los argumentos iniciales, o
de efecto recency si resultan más influyentes los argumentos finales.
Es decir, se pretende establecer si son más eficaces las argumentaciones en primera o en se-
gunda posición en un mensaje en que están presentes todos los aspectos a favor y en contra. Casi
todos los estudios sobre esta variante han sido intentos de verificar o de rebatir la denominada
ley de la primacy (LUND, 1925), según la cual la persuación se ve más influenciada por las argu-
mentaciones contenidas en la primera parte del mensaje. En realidad, muchos experimentos su-
cesivos llegan a resultados contrastantes, sin poder afirmar con certeza la presencia de uno u otro
tipo de efecto. En función de las distintas condiciones experimentales (por ejemplo intervalo de
tiempo variable entre comunicación y detección de los efectos; intervalo de tiempo variable en-
tre dos órdenes de presentación de los argumentos a favor o en contra, etc.), se verifican tanto
efectos de recency como de primacy. A pesar de la ausencia de unívocas tendencias generales,
algunas correlaciones aparecen sin embargo como más estables: en particular, el conocimiento y
familiaridad con el tema parece conllevar el efecto de recency, mientras que si los destinatarios
no tienen ningún conocimiento sobre el mismo tiende a presentarse un efecto primacy. Análoga
tendencia se descubre respecto a la variante del interés de los sujetos hacia el argumento tratado
por los mensajes. En cualquier caso, parece evidente que si se manifiesta una diversa influencia
relacionada con el orden de presentación de los argumentos a favor o en contra de una determi-
nada conclusión, ésta obedece a muchas otras variantes que a veces es imposible lograr explici-
tar adecuadamente.
22
C. La exhaustividad de las argumentaciones
Es tal vez el tipo de estudio más famoso en este terreno específico: se trata de estudiar el im-
pacto que, de cara a obtener el cambio de opinión de la audience, produce el presentar un sólo
aspecto o los dos aspectos de un tema controvertido.
Un estudio de HOVLAND-LUMSDAINE-SHEFFIELD (1949a) se propone descubrir la forma de per-
suasión más adecuada para convencer a los soldados americanos de que la guerra se va a prolon-
gar todavía un tiempo antes del desmoronamiento definitivo del Eje, sobre todo en el frente del
Pacífico. De los dos mensajes radiofónicos elaborados para dicho fin, el primero (one side) pre-
senta sólo las razones que indican que la duración de la guerra será mayor que la establecida por
los cálculos excesivamente optimistas de los soldados, mientras que el segundo programa (cuatro
minutos más largo) presenta también (both sides) los argumentos sobre las ventajas y la notable
superioridad de la máquina bélica americana sobre el ejército japonés: básicamente el mensaje
sostiene que la guerra será todavía larga y dura, a pesar de tomar en consideración los factores
positivos de la situación americana respecto a la japonesa.
En síntesis, los resultados son los siguientes:
1. Presentar los argumentos de ambos aspectos de un tema resulta más eficaz que ofrecer sólo los argu-
mentos relativos al objetivo del que se quiere convencer en el caso de personas que inicialmente eran del
parecer opuesto al presentado.
2. Para las personas que ya estaban convencidas respecto a la cuestión presentada, la inclusión de la argu-
mentación de ambas partes es menos eficaz para el grupo en su conjunto que presentar sólo los argumen-
tos en favor de la posición presentada.
3. Los que poseen un nivel de instrucción más alto son más favorablemente influenciados por la presenta-
ción de ambos aspectos de la cuestión; los que tienen un nivel de instrucción más bajo se ven más influen-
ciados por la comunicación que presenta sólo los argumentos en favor del punto de vista sostenido.
4. El grupo respecto al cual la presentación de ambos aspectos del problema es muy poco eficaz está com-
puesto por los que poseen un nivel más bajo de instrucción y que ya están convencidos de la posición ob-
jeto del mensaje.
5. Un resultado secundario pero importante es que la omisión de un argumento importante, en este caso la
contribución de la Unión Soviética para la conclusión de la guerra, es más perceptible y resta un cierto peso
a la eficacia, en la presentación que utiliza argumentos sobre los dos aspectos de la cuestión, que en la pre-
sentación que ofrece un solo aspecto del problema (HOVLAND-LUMSDAINE-SHEFFIELD, 1949a, 484).
1.4 Los estudios empíricos sobre el terreno o «de los efectos Iimitados»
Para esta teoría de los media de orientación sociológica puede aplicarse también lo dicho en
1.3 sobre la corriente psicológica: su desarrollo ha estado constantemente entroncado con las si-
multáneas elaboraciones de la investigación experimental y es por tanto difícil deslindar ámbitos
de total autonomía. Respecto a la teoría precedente, sin embargo, esta fase de los estudios me-
diológicos ha marcado de forma más significativa la historia de la communication research: las
adquisiciones más significativas de dicha teoría de los media han pasado a ser «clásicas» y perpe-
túan su presencia en cada inventario crítico de la literatura mediológica. Tampoco este trabajo es
una excepción a dicha costumbre.
La perspectiva que caracteriza el comienzo de la investigación sociológica empírica sobre las
comunicaciones de masas afecta globalmente a todos los media desde el punto de vista de su ca-
pacidad de influencia sobre el público: en el mismo interrogante general se halla ya presente la
atención a la capacidad diferenciada de cada uno de los métodos para ejercer influencias espe-
cíficas. El problema fundamental sigue siendo el de los efectos de los media, pero no ya en los
mismos términos que las teorías precedentes. La etiqueta «efectos limitados» no indica sólo una
distinta valoración de la cantidad de efecto sino también una configuración de la misma cualitati-
vamente diferente. Si la teoría hipodérmica, hablaba de manipulación y propaganda, y si la teo-
ría psicológico-experimental se ocupaba de la persuasión, esta teoría habla de influencia, y no
sólo de la ejercida por los media sino de la más general que «fluye» entre las relaciones comuni-
tarias, de la que la influencia de las comunicaciones de masas es sólo un elemento, una parte.
Como veremos al ilustrar algunos ejemplos específicos, el contenido social de esta teoría de
los media es claramente de tipo administrativo, permaneciendo siempre atenta a la dimensión
práctica y de aplicación de los problemas indagados. Pero este punto no es tan sencillo como
puede parecer, sobre todo respecto al problema de la importancia teórica de la propia investiga-
ción administrativa. Otros aspectos de esta teoría han sido a veces interpretados reductivamente,
como si se tratase de estudios dirigidos únicamente al problema de los efectos, mientras que los
trabajos más significativos en este ámbito estudian en realidad fenómenos sociales más amplios,
como por ejemplo la dinámica de los procesos de formación de las actitudes políticas.
24
El «corazón» de la teoría mediológica emparentado con la investigación sociológica sobre el
terreno consiste, en efecto, en relacionar los procesos de comunicación de masas con las carac-
terísticas del contexto social en el que se producen. Desde este punto de vista se completa la re-
visión crítica de la teoría hipodérmica.
Pueden delimitarse dos filones en la teoría de los media de inspiración sociológico-empírica:
el primero atañe al estudio de la composición diferenciada de los públicos y de sus modelos de
consumo de comunicaciones de masas; el segundo –y más significativo– comprende las investi-
gaciones sobre la mediación social que caracteriza dicho consumo. Tanto del primero como del
segundo filón destacaremos sintéticamente los temas más importantes.
Puede preguntarse directamente a las personas lo que significa para ellas el programa (es decir, por qué lo
escuchan) y sus respuestas pueden constituir un punto de partida para ulteriores investigaciones. Este aná-
25
lisis de las gratificaciones debería llevarse a cabo a múltiples niveles [...] El oyente medio no es capaz de
una buena introspección, pero algunas de las informaciones que proporciona pueden ser inmediatamen-
te pertinentes [...] Desde el primer nivel de la simple descripción de la experiencia como oyente se puede
acceder al nivel de la conceptualización [...]
La pertinencia metodológica del análisis de las gratificaciones consiste en ser una de las tres aproximacio-
nes complementarias al problema de lo que un programa significa para el propio público [...]
Las tres formas de estudiar el aliciente de los programas están estrechamente entrelazadas. Un análisis del
contenido no hace más que proporcionar indicaciones sobre lo que el programa puede significar para los
oyentes. Pero si eso realmente se produce debe ser descubierto a través de una investigación directa so-
bre los propios oyentes. Por otra parte, todo aliciente que haya sido reconstruido a partir de la introspec-
ción de los oyentes debe ser verificado. Y esto sólo puede realizarse presuponiendo que algunos tipos de
público preferirán o evitarán el programa y a su vez dicha previsión conducirá al problema de cómo está
estratificada la audience (LAZARSFELD, 1940, 55-93).
La investigación dedicada a estudiar el tipo de consumo que hace el público de las comunica-
ciones de masas se presenta por tanto –desde el principio– como un análisis conceptualmente
más complejo que una simple averiguación cuantitativa: es imposible escindir dicho aspecto de
muchos otros emparentados con él, incluso el de los efectos. Para describir estos últimos, prime-
ro hay que saber quién sigue un determinado medio de comunicación y por qué.
En este sentido, LAZARSFELD (1940) habla (respecto a la radio, pero el discurso podría gene-
ralizarse) de efectos preselectivos y de efectos sucesivos: la radio en primer lugar selecciona a
su propio público y sólo más tarde ejerce una influencia sobre él. El análisis de los factores que
explican las preferencias de consumo respecto a un cierto medio o a un género específico está
por tanto estrechamente unido al análisis de la estratificación de los grupos sociales que
manifiestan dicho hábito de consumo. A lo largo de esta línea de tendencia –que anticipa un
desarrollo sucesivo de la investigación mediológica, la denominada hipótesis de los usos y gra-
tificaciones: véase 1.5– se sitúan numerosos estudios realizados un poco en todas partes sobre
algunos temas dominantes.
Entre ellos, por ejemplo, el problema de la variación en el consumo de comunicaciones de
masas respecto a características del público como la edad, el sexo, la profesión, la clase social, el
nivel de escolaridad, etc. Otro aspecto muy analizado es la estabilización entre el público de mo-
delos de expectativas, preferencias, valoraciones y actitudes, respecto a los distintos media o gé-
neros específicos de un mismo medio de comunicación, en relación a las características
socioculturales que estructuran la audience.
Debido a la gran cantidad de datos y a una cierta fragmentación en el planteamiento de los
trabajos, no es posible ofrecer síntesis exhaustivas ni conclusivas sobre este tipo de análisis; no
obstante, una indicación de fondo puede ser confirmada: el estudio de las comunicaciones de
masas –incluso sólo respecto al tema de los efectos– está cada vez más cerca de ser un estudio
sobre procesos y fenómenos comunicativos socialmente emparentados. En otras palabras, para
comprender las comunicaciones de masas hay que localizar la atención sobre el ámbito social
más amplio en el que operan y del que forman parte.
En un trabajo realizado durante la segunda guerra mundial, sobre el problema de los efectos
que obtenía la propaganda aliada dirigida a las tropas alemanas para convencerlas a deponer las
armas, SHILS Y JANOWITZ (1948) evidencian el punto fundamental que caracteriza a este filón de
26
estudios: la eficacia de los mass media sólo es analizable en el contexto social en el que actúa. Su
influencia se deriva, más que del contenido que difunden, de las características del sistema social
que las rodea.
Los efectos provocados por los medios de comunicación de masas «dependen de las fuerzas
sociales dominantes en un determinado período» (LAZARSFELD, 1940,330): la teoría de los efec-
tos limitados desplaza por tanto el acento de un nexo causal directo entre propaganda de masas y
manipulación de la audience a un proceso mediatizado de influencia en el que las dinámicas so-
ciales se ven interferidas por los procesos comunicativos. En realidad, además, las investigacio-
nes más célebres y conocidas que exponen esta teoría no se proponen estudiar específicamente
los mass media, sino fenómenos más amplios, es decir, procesos de formación de opinión en de-
terminadas comunidades sociales. La «primera piedra» de estos estudios (LAZARSFELD-
BERELSON-GAUDET, 1944) lleva por título The People’s Choice. How the Voter Makes up his Mind
in a Presidential Campaign (La elección de la gente. Cómo elabora el elector sus propias decisio-
nes en una campaña presidencial): el objetivo de la investigación es descubrir motivaciones y
modalidades con las que se forman las actitudes políticas en el desarrollo de la campaña presi-
dencial de 1940, en una comunidad del estado de Ohio (Erie Country).
La investigación se articula en torno a problemas como el papel del status socioeconómico, de
la religión de origen, de la clase de edad y de otros factores sociológicos en predisponer las orien-
taciones de voto, o bien sobre la correlación entre el nivel de interés, de motivación, de partici-
pación en la campaña electoral y el nivel de exposición reservado a ella. Los mismos resultados
por los que este trabajo pertenece a los anales de la historia de la communication research –es
decir, el «descubrimiento» de los líderes de opinión y la corriente de comunicación a dos niveles
–son elementos parciales de fenómenos más amplios: precisamente, al articular (en relación con
todas las precedentes variantes socio-económico-culturales) el nivel de participación y de impli-
cación en la campaña, se observa que el mayor grado de interés y de conocimiento sobre el tema
es presentado por algunos individuos «muy implicados e interesados por el tema y dotados de
más conocimientos sobre el mismo. Les llamaremos líderes de opinión» (LAZARSFELD-
BERELSON-GAUDET, 1944, 49). Representan esa parte de la opinión pública que intenta influen-
ciar al resto del electorado, y que muestra mayor atención en la reactividad y respuesta a los
acontecimientos de la campaña presidencial.
Los líderes de opinión constituyen pues el sector de población –transversal respecto a la estra-
tificación socio-económica– más activo en la participación política y más decidido en el proceso
de formación de las actitudes de voto. En esta dinámica general de formación de las actitudes
políticas en relación con los factores económicos, culturales, motivacionales, intelectuales, de los
individuos examinados, el efecto global de la campaña presidencial en su integridad –es decir,
incluidos «los discursos, los acontecimientos, los documentos escritos, las discusiones, todo el
material de propaganda» (LAZARSFELD-BERELSON-GAUDET,1944, 101) y no sólo las comunicacio-
nes de masas– procede en tres direcciones:
Un efecto de activación (que transforma las tendencias latentes en efectivo comportamiento
de voto), un efecto de reforzamiento (que preserva las decisiones tomadas, evitando cambios en
las actitudes) y un efecto de conversión (limitado no obstante por el hecho de que las personas
más atentas y expuestas a la campaña electoral son también las que tienen actitudes de voto ya
bien articuladas y consolidadas, mientras los que están más inseguros y dispuestos al cambio son
también los que «consumen» menos campaña electoral). El efecto de conversión activado por los
media se realiza «mediante una redefinición de los problemas [...] Problemas sobre los que las
personas precedentemente habían reflexionado muy poco o a los que habían dedicado una
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atención limitada, asumen nuevo relieve desde el momento en que son puestos en evidencia
por la propaganda. De esta forma, la comunicación política ocasionalmente puede infringir fide-
lidades tradicionales de partido» (LAZARSFELD-BERELSON-GAUDET, 1944, 98).
Aparte de la ilustración de este mecanismo, que prefigura casi treinta años antes la hipótesis de
la agenda-setting (véase 2.2), las conclusiones de Lazarsfeld-Berelson-Gaudet subrayan por un
lado la estabilidad en los procesos de formación de las actitudes políticas (la mitad del electorado
examinado sabía qué votar desde antes del comienzo de la campaña), por otro las conexiones
entre esta tendencia individual y la red de las relaciones sociales significativas de cada sujeto. En
el seno de estas relaciones sociales la tendencia a desarrollar actitudes compartidas por los de-
más elementos del grupo pone de manifiesto la existencia de los líderes de opinión y su función
de mediadores entre los mass media y los demás individuos menos interesados o menos partíci-
pes en la campaña presidencial (los nonleader o seguidores). La corriente de la comunicación a
dos niveles (two-step flow of communication) está determinada justamente por la mediación que
los líderes desarrollan entre los media y los demás individuos del grupo.
La oposición entre teoría hipodérmica y modelo del two-step flow puede representarse gráfi-
camente de la siguiente forma:
Pero los líderes de opinión y la corriente comunicativa a dos niveles son sólo uno de los modos
en que se forman las actitudes del individuo en el marco de relaciones estables de grupo: otra
forma es la de la cristalización (o aparición) de las opiniones.
Las situaciones sociales, de las que la campaña política es un ejemplo entre otros muchos, exigen constan-
temente la elaboración de acciones u opiniones. Y los miembros de un grupo hacen frente a dichas exigen-
cias aunque no exista ningún individuo particularmente influyente a quien dirigirse para un consejo. Al
margen y por encima de la leadership de opinión existen las recíprocas interacciones de los componentes
del grupo, que refuerzan las actitudes todavía no concretadas de cada persona. Sobre la base de estas in-
teracciones, se cristaliza la distribución de opiniones y actitudes articuladas (LAZARSFELD-BERELSON-
GAUDET, 1944, XXXV) [el subrayado es mío].
Los líderes de opinión y el caudal comunicativo a dos niveles no son nada más que una moda-
lidad específica de un fenómeno de orden generaI: en la dinámica que produce la formación de
28
la opinión pública –dinámica en la que participan también los mass media– el resultado global
no puede ser atribuido a los individuos considerados aisladamente, sino que deriva de la red de
interacciones que vincula a unas personas con otras. Los efectos de los media sólo son compren-
sibles a partir del análisis de las interacciones recíprocas entre los destinatarios: los efectos de los
media se realizan como parte de un proceso más complejo que es el de la influencia personal.
Así pues, se ha producido una inversión total de posiciones respecto a la inicial teoría hipodérmi-
ca: no sólo la valoración de la consistencia de los efectos es distinta, sino que, lo cual es más sig-
nificativo, la lógica del efecto es opuesta. En el primer caso ésta contemplaba únicamente una
dinámica reactiva entre estímulo y respuesta: ahora ésta se basa y parte de un ambiente social ín-
tegramente surcado por interacciones y por procesos de influencia personal en los que la perso-
nalidad del destinatario se configura también sobre la base de sus grupos de referencia
(familiares, amistosos, profesionales, religiosos, etc.). El concepto de masa parece pues haber
agotado su función heurística en el seno de la communication research.
Pero también desde el punto de vista de la calidad y de la consistencia los efectos son limita-
dos: prevalecen de hecho los efectos de refuerzo sobre los de conversión, y sobre todo la in-
fluencia personal que se desarrolla en las relaciones intersubjetivas parece más eficaz que la que
se desprende directamente de los media. La distinta naturaleza de la influencia personal respec-
to a la impersonal de los media determina su mayor incidencia derivada de su estar inextricable-
mente unida y enraizada en la vida del grupo social. Si bien es cierto que los que se muestran
más dudosos de sus propias actitudes de voto son también los que menos se exponen a la cam-
paña de los media, también lo es que los contactos personales resultan más eficaces que los me-
dia precisamente porque pueden alcanzar a los potencialmente más predispuestos al cambio de
actitudes. Mientras la comunicación de masas tropieza inevitablemente con el obstáculo de la
exposición y percepción selectivas, resulta en cambio que la comunicación interpersonal pre-
senta un mayor grado de flexibilidad frente a las resistencias del destinatario. Si la credibilidad de
la fuente incide sobre la eficacia de un mensaje de persuasión, es probable que la fuente imper-
sonal de los media se encuentre en desventaja respecto a las fuentes en cambio conocidas, pro-
pias de las relaciones interpersonales; además, mientras un mensaje de la campaña electoral es
percibido como destinado a una finalidad muy concreta, la influencia que se desprende de las
relaciones interpersonales puede ser (o aparecer) menos vinculada a finalidades específicas de
persuasión. Y esta particular naturaleza de la influencia personal (LAZARSFELD-BERELSON-
GAUDET, 1944) es lo que la sitúa en posición ventajosa respecto a la eficacia de los media, limi-
tando así sus efectos.
La indicación fundamental, en mi opinión, de esta teoría, que representa una adquisición defi-
nitiva para la communication research, no se refiere tanto a la limitación de los efectos como a la
radicación completa y total de los procesos comunicativos de masas en marcos sociales muy
complejos, en los que actúan incesantemente variantes económinas, sociológicas y psicológicas.
Varios estudios sucesivos, como por ejemplo el de MERTON sobre los líderes de opinión
(1949 a), se mueven en esta perspectiva: el objetivo de Merton es en efecto describir articulada-
mente la estructura de influencia y sus líderes, en una determinada comunidad, en relación con
el consumo de comunicación de masas. Una investigación «administrativa» (basada en la exigen-
cia de una revista de saber si entre sus propios lectores se hallaban presentes de forma significati-
va los individuos clave de la estructura de influencia personal) se transforma en la empresa
teórica de conceptualizar coherentemente la tipología de los líderes de opinión. El análisis cuali-
tativo de los influyentes se basa de hecho en el tipo de orientación que muestran hacia la comu-
nidad en la que operan o bien al contrario hacia contextos sociales más amplios. La diferencia
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entre líderes de opinión local y cosmopolita5 se basa en algunas características como la estructu-
ra de las relaciones sociales, las «carreras» seguidas para llegar al papel de influyentes, el tipo de
consumo que éstos hacen de la comunicación de masas. A la orientación localista de la leaders-
hip corresponden una vida constantemente vivida en la comunidad, relaciones sociales tenden-
cialmente indiferenciadas que llevan a los líderes de opinión a conocer a la mayor cantidad
posible de gente, una participación en organizaciones formales en cuanto funcionan sobre todo
como centros de contactos interpersonales, un tipo de influencia que se basa en conocer a los
demás más que en poseer competencias específicas; por último, un consumo de comunicación
de masas que excluye las revistas más comprometidas y sobre todo que de los mensajes ofreci-
dos por la prensa o por la radio enfatiza el «lado humano», el aspecto personalista, las anécdotas.
El líder de opinión de tipo local ejerce también su influencia sobre diversas esferas temáticas,
es –como dice Merton– polimórfico. Una orientación opuesta caracteriza al líder cosmopolita:
cualitativo y selectivo en la red de sus relaciones personales, ha vivido gran parte de su vida fuera
de la comunidad a la que ha llegado casi como un «extranjero», aunque dotado de competen-
cias específicas y por tanto de autoridad, que tendencialmente se ejerce sólo en áreas temáticas
particulares (es por tanto un líder monomórfico). No sólo consume géneros más «elevados» de
comunicación de masas, sino que también las funciones desempeñadas por dicho consumo son
distintas de las propias del líder local (que basa gran parte de su influencia en el hecho de ser co-
nocido un poco por todos en el ámbito de la comunidad local). El complejo análisis de Merton
pretende explicitar que la orientación fundamental de los procesos de influencia personal radica
en la estructura social, aunque no esté mecánicamente determinado por ella: por consiguiente,
para poder estudiar el peso y la función de la comunicación de masas en la estructura de la in-
fluencia personal, hay que «integrar los análisis en términos de “atributos personales” de los des-
tinatarios con los análisis de sus “papeles sociales” y de sus implicaciones respecto a las redes de
relaciones interpersonales» (MERTON, 1949 a, 207).
En su conjunto, pues, la teoría de los media emparentada con la corriente sociológi-
co-empírica sostiene que la eficacia de la comunicación de masas está muy relacionada y depen-
de en gran medida de procesos de comunicación no medial de la estructura social en la que vive el
individuo.
En este marco, la capacidad de influencia de la comunicación de masas se limita sobre todo a
reforzar valores, actitudes, posturas, sin poseer una capacidad real de modificarlos o manipular-
los (KLAPPER, 1960).
Algunos aspectos de este modelo –sobre todo los que corresponden a la figura de los líderes
de opinión– han concentrado gran parte de los trabajos de investigación: por ejemplo, mientras
por un lado en el estudio de MERTON (1949 a) se señala que el proceso de influencia personal
discurre también horizontalmente –«pocos individuos en el vértice [de la estructura de influen-
cia] pueden tener una considerable cantidad individual de influencia, pero la suma total de in-
fluencia ejercida por este grupo reducido puede ser inferior a la ejercida por el gran número de
personas que se sitúan en los escalones inferiores de la estructura de influencia» (MERTON, 1949 a,
210)–, por otro lado estudios sucesivos han aventurado que las cadenas de influencia son en rea-
lidad más largas y articuladas de lo que la hipótesis de la corriente a dos niveles permite suponer.
Así pues, aunque por una parte el líder de opinión parece más activo e interesado por la esfera
temática en la que tiene influencia, por otra parte es muy improbable que los sujetos influencia-
dos se hallen muy distantes del líder en cuanto a su nivel de interés: además, respecto a ámbitos
temáticos distintos, influidos e influyentes pueden intercambiar recíprocamente sus papeles
(KATZ, 1957).
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Hay otro aspecto de la teoría de los efectos limitados que vale la pena subrayar: desde el pun-
to de vista de la presencia y de la difusión de los medios de información, el contexto social al que
se remite dicha teoría era profundamente distinto del actual. La hipótesis de la corriente comuni-
cativa a dos niveles presupone una situación comunicativa caracterizada por una baja difusión
de la comunicación de masas, bastante distinta de la actual. En los años cuarenta la presencia re-
lativamente limitada de los mass media en la sociedad enfatiza el papel de difusión desarrollado
por la comunicación interpersonal: la situación actual presenta en cambio niveles de casi satura-
ción en la difusión de los media. Algunos datos para subrayar la diversidad: en los Estados Uni-
dos, entre 1940 (año del estudio de Lazarsfeld-Berelson-Gaudet) y 1976, en el sector de la
prensa diaria se pasa de 1 878 rotativos a 1 762; en las publicaciones periódicas, de 6 432
(1940) a 9 872 (1976); las emisoras radiofónicas en 1940 eran 765, en 1976, 4 463; las estacio-
nes televisivas afiliadas a los networks en 1947 (primer año del que disponemos de datos) eran
cuatro, en 1976 eran 613 (STERLING-HAIGHT, 1978). Además del descenso de la prensa diaria, el
aumento general en la oferta mediológica es por tanto muy alto. «En los últimos veinte años la te-
levisión se ha impuesto como medio predominante de comunicación de masas y ha modificado
radicalmente el empleo del tiempo libre. Con ello, el sistema de comunicación de masas se ha
diferenciado considerablemente. Los opinion leaders apenas desempeñan su función de filtro a
raíz de la difusión de temas, informaciones y opiniones» (BÖCKELMANN, 1975, 123). Es probable
por tanto que la mayor parte de los mensajes de las comunicaciones de masas sea recibida de
forma directa, sin pasar, para difundirse, por el nivel de comunicación interpersonal: esta última
se presenta como «conversación» sobre el contenido de los media (opinion-sharing) más que
como instrumento del paso de influencia de la comunicación de masas a cada destinatario parti-
cular (opinion-giving). Parece probable, por tanto, que sin modificar la conclusión general de la
teoría de los efectos limitados –la eficacia de la comunicación de masas debe ser estudiada res-
pecto al contexto de relaciones sociales en el que operan los media– la hipótesis específica de los
dos niveles de comunicación deba ser reformulada teniendo en cuenta el cambio de la situación
respecto a la distribución, penetración, competitividad, y por tanto también eficacia, de los pro-
pios medios.
En conclusión se puede afirmar que el modelo de la influencia interpersonal subraya por un
lado la no linealidad del proceso en el que se determinan los efectos sociales de los media, y por
otro la selectividad intrínseca de la dinámica comunicativa: en este caso sin embargo la selectivi-
dad obedece menos a los mecanismos psicológicos del individuo (como ocurría en la teoría pre-
cedente) que a la red de relaciones sociales que constituyen el ambiente en el que vive y que dan
forma a los grupos de los que es parte integrante.
La teoría funcionalista de los media representa el mentís más explícito al lugar común según el
cual la crisis del sector obedecería fundamentalmente a la indiferencia, al desinterés, a la distan-
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