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Revolución Francesa
Mc PHEE, Peter, en La revolución francesa 1789-1799. Una nueva historia BRIGGS,en Historia Contemporánea de Europa
- comprender el significado y alcance de la Revolución de 1789, es cómo era la sociedad francesa de la que emergió. Mc Phee
nos compone un vívido cuadro de las características principales de la sociedad, la economía, la política y la cultura francesas de
las últimas décadas previas a la Revolución, así como de las tensiones más acuciantes que recorrían a la monarquía absoluta más
importante de Europa Continental
- Justamente, algunas de las contradicciones centrales que estructuraban al Antiguo Régimen absolutista estallarán en la crisis
revolucionaria de 1789, a saber: cooperación a la vez que competencia entre monarquía y nobleza; inconsistencias fiscales
debido a la supervivencia de viejos tributos señoriales junto a los nuevos impuestos debidos al Estado central, los que recaían
sobre la mayoría de la población no privilegiada mientras subsistían exenciones irritantes; ascenso económico de la burguesía y
del capital comercial y manufacturero, junto a la pervivencia de un ordenamiento social que se basaba en el nacimiento y no en
la riqueza. Si bien estas contradicciones estructurales se remontaban a la conformación del Estado Absolutista en el siglo XVI tal
como lo caracterizó el sociólogo Perry Anderson, se expresaron en tensiones y fisuras de la sociedad francesa de las últimas
- que Francia antes de la Revolución era una sociedad basada en el privilegio, de estructura estamental. ¿Qué significa ello?
Que el lugar que una persona ocupaba en la escala social venía dado por el grupo de estatus en el que había nacido, y no por sus
capacidades, iniciativa personal o riqueza (valores que justamente la sociedad capitalista emergente de la doble revolución,
francesa e industrial, a lo largo del siglo XIX, vendría a consagrar). - Por el contrario, en la Francia del siglo XVIII, antes de la
Revolución, el cuerpo social se dividía en tres órdenes o estados, herederos de la concepción medieval y eclesiástica de la
sociedad: el primer estado, formado por el clero; el segundo estado, integrado por la nobleza; y el tercer estado que lo
conformaba todo el resto de la población que no tenía la suerte de pertenecer a los dos primeros. - Los dos primeros estados,
minoritarios numéricamente, eran los órdenes privilegiados. ¿En qué consistían sus privilegios? Centralmente, en la exención de
pagar impuestos, en el acceso a diversas fuentes de riqueza, como propiedades y rentas consuetudinarias (tributos señoriales y
diezmo), y en el derecho a ocupar puestos jerárquicos en el Estado. Ambos órdenes mantenían con el monarca una relación de
mutua dependencia y de negociación. - Ahora bien: el tercer estado no estaba compuesto solamente por las clases “bajas” o
populares. Porque tanto en el estado “llano” como en los dos órdenes privilegiados, estatus y clase no necesariamente
coincidían, sino que cada grupo estamental estaba diferenciado internamente en sectores o estratos de distinta riqueza y
prestigio. - Así es como en el tercer estado, el cual incluía a la mayor parte de la población, revistaban desde el campesino más
rústico y el trabajador más pobre de cualquier ciudad, hasta el profesional más culto de París, y el burgués o financista más rico
de los puertos de comercio colonial o de las industrias en crecimiento en el país. Imagínense las grietas que amenazaban a ese
caparazón corporativa, con una economía y una sociedad que atravesaban transformaciones de largo plazo. - Porque a
diferencia de Inglaterra, donde la Revolución Industrial había estado precedida por una transformación capitalista en el campo
(por la cual al cercarse las propiedades agrarias buena parte de la población campesina quedó expulsada de sus parcelas para
convertirse en mano de obra asalariada, primero agrícola y luego industrial), en Francia, la economía rural estaba orientada a la
subsistencia y la tierra era principalmente trabajada por pequeños campesinos o campesinos medios, que producían para el
consumo familiar y no generaban grandes excedentes comercializables. - De ahí los motines por el precio del pan que se
multiplicaron en las últimas décadas del siglo XVIII en los centros urbanos: las ciudades y su población (especialmente la
“menuda”, artesanos y trabajadores a jornal), dependían del suministro del campo para alimentarse. En épocas de malas
cosechas, los precios subían y los campesinos se quedaban con buena parte de lo que producían para su propio consumo,
quedando las ciudades desabastecidas. - Sin embargo, la población que habitaba en las ciudades de Francia –relativamente
abultada en términos comparativos con el resto de Europa–, estaba imbricada con el mundo rural no sólo a través del comercio
regional o local. Esto era así dado que las rentas obtenidas de tributos y diezmos cobrados a los campesinos, eran gastadas en la
ciudad por nobles y eclesiásticos, donde normalmente residía la elite de los primeros dos estados. Tal distancia física del señor
respecto de la comunidad rural de la que extraía tributos y servicios, era uno de los factores que hacia fines del siglo XVIII hacían
cada vez más irritante e ilegítimo al sistema señorial y de privilegio, a la mirada de los campesinos, pero no sólo de ellos. - En
efecto, entre las clases acomodadas del tercer estado, su propio ascenso económico ponía en tela de juicio el ordenamiento
jurídico-político que las relegaba a un lugar desplazado en la escala de estados del reino. Tal es el aporte de Mc Phee al debate
historiográfico sobre el carácter burgués de la Revolución Francesa. pues éste también forma parte de la historia de la
Revolución Francesa. - historiadores y liberales moderados dieron su primera forma a la imagen de la Revolución Francesa como
lucha de la burguesía en pos del derrocamiento del sistema feudal, basado en el privilegio y la desigualdad jurídica. Tan sólo
unas décadas después, Marx tomaría de esos autores la idea de la “lucha de clases” como motor de la historia. - Durante buena
parte del siglo XX, la interpretación marxista dominante en la historiografía francesa de la Revolución , desarrolló aquella línea
interpretativa, definiendo a la Revolución Francesa como “revolución burguesa”. Bajo esa definición, el proceso revolucionario
era percibido como un acontecimiento históricamente necesario para expropiar a la nobleza del poder político, culminar la
transición del feudalismo al capitalismo y posibilitar el advenimiento de una nueva época, la de la sociedad burguesa e
industrial. - El contexto histórico-político del Bicentenario de la Revolución, a fines del siglo XX –crisis ideológica del marxismo
mediante–Una de sus principales impugnaciones a la historiografía marxista de la Revolución apuntaba a cuestionar que
existiera para finales de 1780 una burguesía con conciencia de clase, enfrentada por sus intereses a la nobleza, así como trabas
al desarrollo económico tales que la impulsaran a emprender una acción revolucionaria. - Los revisionistas sostuvieron que el
sector más acaudalado de los hombres de negocios se encontraba asimilado a la nobleza y configuraba con ésta una elite de
notables que lejos estaba de pretender revolucionar la sociedad y, por el contrario, intentaba promover un número limitado de
reformas dentro del sistema vigente. Si bien algunas de las constataciones de los revisionistas han sido aceptadas por el
consenso historiográfico, algunos historiadores como Mc Phee y Hobsbawm argumentan que de la ausencia de una conciencia
de clase de los burgueses o “clases medias” en la década de 1780, no se deduce necesariamente que su ascenso social y su
pretensión de acceder al reconocimiento público no representaran un desafío al viejo orden- Como afirma Mc Phee, con su
acceso a los estratos altos de la sociedad los burgueses trastornaban la estructura del Antiguo Régimen aunque no se lo
propusieran, dificultando la posibilidad de su asimilación a un orden en el cual la posición social venía determinada por el status
y el nacimiento, y no por la capacidad que tal ascenso manifestaba, mientras cuestionaba ese mismo orden. Ahora bien, el
mundo de la Francia absolutista no estaba siendo trastornado solamente por cambios en el plano económico y la consiguiente
“cultura material”. Ya para las últimas décadas del siglo XVIII se había difundido en el reino un conjunto de ideas corrosivas de
las formas de autoridad tradicional, que se conoce como “Ilustración”. - Movimiento que operó fundamentalmente en el
sentido de una desacralización del poder político del rey y de toda legitimidad que no se basara en la voluntad racional de los
ciudadanos, las nuevas ideas ilustradas sobre el poder crítico de la razón expresaban la crisis político-cultural del Antiguo
Régimen. - Los estudios recientes en la línea de la historia sociocultural se orientan a revelar los ámbitos o espacios de
sociabilidad (cafés, logias, salones literarios) donde la nueva “esfera pública de la razón” cobró vida. Por su parte, el
historiador norteamericano Robert Darnton se ha dedicado a analizar la literatura clandestina y los circuitos de contrabando y
de demanda de libros prohibidos, en las décadas previas a la Revolución, para sugerir que la obscenidad e irreverencia política
de muchos de esos libelos expresaban y aceleraban la corrosión de la autoridad política y social en un medio urbano que excedía
a las elites ilustradas de los “filósofos”. - El conocimiento del mundo simbólico de los sectores urbanos pequeños (artesanos,
jornaleros, pequeños comerciantes o tenderos) es crucial para comprender buena parte del derrotero que siguió la Revolución
desde julio de 1789, ya que el pueblo o populacho de París (y en menor medida de otras ciudades de Francia), tuvo un rol
determinante en el curso de las jornadas de los primeros meses del proceso revolucionario, así como en la radicalización que
éste siguió luego. En efecto, la participación política del pueblo menudo parisino adquirió una dinámica autónoma tal respecto
de la nueva autoridad de la Asamblea Nacional (y luego con la República), que puede hablarse de la existencia de varias
revoluciones en “la” revolución. - También el campesinado jugó su papel en el rechazo del sistema señorial que se hizo evidente
en la confección de “Cuadernos de Quejas” presentados ante la convocatoria a Estados Generales, aunque, como señala Mc
Phee, fue la resistencia de los órdenes privilegiados a la reforma fiscal que la monarquía venía intentando desde 1787, el
punto de largada de una escalada de acontecimientos que culminó en la Revolución de 1789. La crisis financiera del Estado
absolutista tras su participación en la guerra de independencia norteamericana había puesto de manifiesto la inviabilidad de un
sistema fiscal que sólo gravaba a los más pobres. - La convocatoria a los Estados Generales para resolver cómo reformar ese
sistema alentó un debate generalizado en la sociedad,. La discusión sobre si los órdenes debían sesionar por separado, y cómo
llevarían adelante las votaciones sintetizaba el núcleo conflictivo del ordenamiento social. La decisión del tercer estado de
autoproclamarse Asamblea Nacional y juramentar no separarse hasta la sanción de una Constitución fue el primer acto
revolucionario de un proceso que recién comenzaba. - La intervención del pueblo de París a través de la toma de la Bastilla el
14 de julio de 1789, cuando las fuerzas del rey sitiaban la ciudad, fue determinante en el curso de los acontecimientos, dado que
consolidó a la Asamblea Nacional como poder representativo. A partir de entonces, la revolución se propagó por las ciudades
del interior y por el campo, a través del “Gran Pánico”, que culminó en la quema de títulos y otros símbolos del poder
señorial. - Como consecuencia de ello, el 4 de agosto la Asamblea decretó la abolición de la servidumbre personal y de los
tributos feudales (aunque luego esto último se modificó debiendo los campesinos pagar una indemnización). La actividad
legislativa de esta primera etapa prosiguió con la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, el 27 de agosto de
1789. Piedra basal del liberalismo, con este manifiesto los revolucionarios anunciaron al mundo que una nueva era de libertad y
de igualdad ante la ley había llegado. el programa del liberalismo no coincidía necesariamente con el ejercicio de la igualdad civil
y política por parte de toda la humanidad. Esclavos, no propietarios y mujeres quedarían relegados de esas conquistas, al menos
por varias décadas.
- La primera etapa de la Revolución se da convencionalmente por concluida en septiembre 1791, con la sanción de la
Constitución que instauró en el reino un régimen de Monarquía parlamentaria. El rey compartiría el gobierno con una Asamblea
Legislativa cuyos miembros serían elegidos por medio del sufragio masculino restringido a los adultos propietarios. Sin embargo,
la Revolución no se detuvo allí. ¿Qué fue lo que determinó su radicalización? - La corriente revisionista a la que aludimos más
arriba concibió la radicalización revolucionaria y más en general, a la intervención de los sectores populares en la Revolución
como un resbalón, un derrape respecto del curso originario reformista (moderado y liberal), al que se limitaba el desafío
planteado por la elite de notables a la monarquía. tal intervención política popular puede ser vista como un emergente de la
propia dinámica revolucionaria, no estando ésta sujeta al control de los actores históricos –como supondría la imagen de unas
clases medias o de la burguesía tal como la plantea el revisionismo, cuyos intereses racionales dirigirían por completo el curso
de los acontecimientos–. - Una vez desencadenado el movimiento por reformas políticas y económicas liberales, la
radicalización del proceso era una de las posibilidades abiertas y no necesariamente un derrape respecto de una revolución que
podría detenerse, como si fuera una máquina, una vez que ciertos objetivos se hubieran cumplido. Liberalismo republicano y
democracia no fueron, en la propia dinámica de la acción revolucionaria, tan fácilmente discernibles, aunque en el siglo XIX sus
estandartes fueran enarbolados por grupos políticos que se diferenciaron progresivamente, como veremos en las próximas
clases. - Por otro lado, la guerra externa impuso su lógica al proceso político interno. En efecto, durante la breve experiencia de
monarquía constitucional, Francia declaró la guerra a las potencias absolutistas coaligadas (abril de 1792), y bajo la acusación de
traición a la patria, depuso al rey, Luis XVI, quien junto a su familia fue pasado por la guillotina. La Asamblea fue disuelta y se
eligió un nuevo cuerpo legislativo, la Convención Nacional, esta vez por sufragio universal. Surgía la República francesa. 1792
era el año I del nuevo calendario. Esta segunda etapa abarcará de 1792 a 1794. - Para cuando se instauró la República, en el
plano simbólico fue necesaria, además del lenguaje liberal prerrevolucionario, la creación de rituales patrióticos y de una
religión cívica que tuviera al nuevo Estado como objeto de culto. La lógica de la guerra también impuso el recorte de las
conquistas democráticas sancionadas por la Constitución de 1793 (la segunda de las que había dado a luz la Revolución) y
desplegó en la política interna lo que se llamó el “Terror”, es decir, la persecución de cualquier disidencia o sospecha de ella, por
parte de la conducción estatal a cargo de los jacobinos. - El momento jacobino representó el punto
máximo de radicalización del proceso, a partir del cual comenzaría el fin de la Revolución con el Directorio (1794-1799), previo al
ascenso de Napoleón Bonaparte. Ambos regímenes que siguieron a la caída de los jacobinos del gobierno tuvieron dos objetivos
simultáneos: preservar la República de la reacción monárquica y recortar la participación política popular. - Además de las
innovaciones burguesas consolidadas por Bonaparte, de la Revolución quedaría el recuerdo que inspiraría a sucesivos intentos
de transformación política y social a partir del siglo XIX. Las corrientes político-ideológicas que protagonizaron los tiempos
venideros (el liberalismo, la democracia, el nacionalismo y el socialismo) inventaron sus respectivas tradiciones ligándose a
alguna de las etapas del proceso revolucionario francés.
- planteado que la historia de la Revolución Francesa no se reducía a la enumeración de sus causas, sus acontecimientos
principales y efectos inmediatos sino que también incluía la historia de su conmemoración y representación –tanto
historiográfica como política– en los siglos subsiguientes. Les mencioné sobre todo uno de esos aspectos, sintetizando la
historiografía de la Revolución Francesa durante los siglos XIX y XX e intentando señalar los cambios, las continuidades y las
polémicas que se verificaron en la escritura de la historia revolucionaria por parte de historiadores de diversas corrientes
historiográficas, desde el período pos napoleónico en que surgió su primera versión, hasta aproximadamente finales del siglo XX,
cuando el revisionismo alcanzó su apogeo en el contexto del Bicentenario francés.
- la revolución iniciada en 1789 tuvo una sobrevida, en tanto modelo político a seguir, entre los revolucionarios y los activistas
sociales y políticos de los siglos venideros.
- Las revoluciones del siglo XIX que son (las de 1830 y 1848), abarcadoras ya no sólo de Francia sino de casi toda Europa (con
algunos coletazos en América), tuvieron en la Gran Revolución su inspiración principal
- las corrientes políticas gestadas a lo largo del siglo XIX pudieron construir sus respectivas tradiciones, identificándose con
algunas de las etapas, aciertos o figuras destacadas de la Revolución Francesa.
HOBSBAWM, “Las revoluciones”, en: La era de la revolución, AGULHON, Maurice, “¿Por qué la República
En el capítulo 6 de su libro La era de la revolución. 1789-1848, Hobsbawm explica cómo cada uno de los modelos políticos que
portaba la experiencia revolucionaria francesa de 1789-1799 era recuperado por alguna de las tres corrientes opositoras a las
monarquías restauradas desde 1815. Así, la tendencia liberal moderada se identificaba con la etapa de 1789-91, cuyo ideal se
había plasmado en la monarquía parlamentaria con sufragio censitario prevista en la Constitución
¿Cómo fue que el emblema revolucionario y republicano atravesó las décadas conservadoras de estabilización napoleónica y
más aún, las de los años de la Restauración borbónica (1815-1830), hasta llegar a ser estandarte de la izquierda europea de
los años 1830-1848? ¿Qué actores sociales fueron su soporte? ¿Cómo ocurrió ese proceso de transmisión y reinvención de un
legado político republicano? De algún modo, éstas son las preguntas centrales que atraviesan los dos textos de lectura
obligatoria de esta clase. Veremos que según su tendencia historiográfica, cada uno de los autores en cuestión da respuestas
distintas a esas preguntas (haciendo a un lado el hecho de que en el caso de Agulhon su estudio se restringe al ámbito francés y
en el de Hobsbawm, abarca un panorama europeo más amplio). Interrogarse acerca del proceso de transmisión de la memoria
revolucionaria y su conexión con las revoluciones del siglo XIX no se justifica solamente como restitución a los hechos históricos
de su carácter contingente, de no inevitables, sino también por el propio contexto histórico adverso en que esa transmisión tuvo
lugar. En ese sentido, tengan en cuenta que el sistema de alianzas alcanzado a partir del Congreso de Viena de 1815 entre las
monarquías vencedoras de Napoleón (Austria, Prusia, Rusia e Inglaterra) justamente se proponía erigir barreras político-
ideológicas y establecer un dispositivo de ayuda mutua para prevenir el resurgimiento de una revolución en Francia o, más
aún, la extensión del fermento revolucionario hacia otros países, en la convicción de que así el Antiguo Régimen podría ser
preservado. Dado, entonces, ese marco reaccionario y represivo, vale la pena preguntarse: ¿cómo se dio la difusión del ideario
republicano y democrático en el período de la Restauración absolutista? En primer lugar, la recurrencia de movimientos
revolucionarios durante la primera mitad del siglo XIX (recordemos que hubo tres oleadas principales: la de 1820-1824, la de
1829-1834 y la de 1848) parece indicar que tanto el esquema restaurador de las monarquías coaligadas en 1815 como el sistema
mixto y regionalizado de reyes absolutistas y monarquías constitucionales posterior a 1830 no daban en el clavo de la solución
de las nuevas problemáticas emergentes en una sociedad transformada económica y políticamente
.
Hasta 1830, coyuntura que permite dividir en dos su períodos nuestro marco temporal de hoy, un frente común de
monárquicos liberales, republicanos moderados y demócratas radicales luchaba precisamente contra un “nuevo” Antiguo
Régimen que atrasaba el reloj de la historia y negaba lo que eran cambios evidentes en las expectativas sociales y políticas de los
europeos, después de la “doble revolución”.
Un punto que se reveló sensible fue el tema de las nacionalidades. Como consecuencia del rediseño de las fronteras
intraeuropeas emprendido por el Congreso de Viena para evitar que resurgiera el expansionismo francés, algunas naciones que
comenzaban a descubrirse como tales, como Polonia o Italia, habían sido fragmentadas o bien alguna de sus partes había sido
anexada a imperios multinacionales (como el de los Habsburgo, el ruso o el turco). Otro caso es el de los belgas incorporados al
estado holandés, del que los separaban intereses económicos y tradiciones culturales.
El romanticismo como nuevo ethos difundido entre las elites ilustradas de Europa colaboró en ese proceso de descubrimiento
del pueblo y de la nación. En confluencia con el liberalismo y un todavía difuso republicanismo, fue parte de la oposición a los
regímenes pos napoleónico. Los movimientos nacionalistas hicieron su aparición en la escena política con un perfil
independiente en la ola revolucionaria de 1830. Su derrota en Italia y Polonia determinó el exilio de algunos de sus dirigentes y
la difusión, a través de ellos, de modelos organizativos como el de la Joven Italia de Mazzini.
Pero además de los efectos conflictivos de la Restauración en el plano del diseño político-diplomático, desde el seno de los
países avanzados de Europa ciertas transformaciones económicas y sociales empujaban hacia la conformación de un nuevo
actor político, al menos en Francia e Inglaterra, el movimiento de las “clases trabajadoras” o de los “trabajadores pobres”
urbanos, cuyo perfil más claro se haría visible a partir del período revolucionario de 1830. Es decir que hay cambios en la
morfología social (como la extensión de la industrialización y la pauperización en estos países centrales, determinante de la
configuración de nuevas clases sociales, según el argumento de Hobsbawm) que movían la rueda de la política revolucionaria al
hacer necesario canalizar nuevas demandas que el viejo sistema político antidemocrático no estaba preparado para metabolizar
Así, hacia la décadas de 1830-1840 se instala en Francia e Inglaterra la “cuestión social”, es decir, la idea de que hay
problemas en la sociedad humana (no sólo ya en el sistema político) que deben ser resueltos. La pobreza se hace
urgentemente visible en las ciudades y en el caso francés esto abarca el ámbito rural. Cómo incorporar esas masas pauperizadas
a la política revolucionaria va a ser uno de los temas de debate y polémica en la izquierda de estos países europeos. Pero
paralelamente, el temor a esas masas y su exclusión a través del sufragio restringido van a caracterizar a los regímenes
liberales que triunfan tras las revoluciones de 1829-34.
La percepción de unas masas peligrosas no tuvo impacto solamente en la política. Será de esa inflexión en la sociedad
decimonónica que surgirá, a su tiempo, una nueva ciencia social que nace atada a la preocupación por el orden: la sociología. A
partir de la salida de la revolución de 1830-34, se perfilan, entonces, dos evoluciones políticas divergentes entre Europa
Occidental y Centro oriental: en la primera se asientan monarquías liberales moderadas; en la segunda triunfan los sistemas
absolutistas. (Ver mapa en Material Didáctico Multimedia, 3.10). Por otro lado, se inicia en Occidente el proceso de disolución
del frente común anti absolutista que formaban los liberales moderados y los demócratas más radicales, relacionándose con
ello la aproximación de estos últimos al protomovimiento obrero y el ingreso de los moderados a los nuevos gobiernos
monárquico-constitucionales En Inglaterra con el movimiento de la Carta del Pueblo o cartismo, movimiento de los
trabajadores que luchó por la ampliación de la reforma electoral, diferenciándose de sus hasta pocos años antes aliados de la
burguesía liberal Para el historiador británico, desde 1830 se produce también (además de la separación entre moderados
liberales y demócratas más extremos) una escisión en las filas de la izquierda europea con contornos sociales e ideológicos
bastante definidos, lo que le permite explicar el surgimiento del socialismo o comunismo decimonónico como la expresión de
los republicano desde 1792 hasta 1848. Se trata de las hermandades insurreccionales secretas, los organismos que
aglutinaron a los hombres (y mujeres) que mantenían vivo el recuerdo de 1789.
El socialismo primigenio en Francia, bajo el liderazgo de Louis Auguste Blanqui (de tradición jacobina babuvista), adoptó ese
modelo organizativo de secta conspiradora para el movimiento de los radicales que se aproximaban al movimiento de los
trabajadores pobres urbanos, Tengamos en cuenta que Inglaterra era el país que presentaba la evolución más moderna,
avanzada y por tanto más polarizada del mundo industrial capitalista Pero hay otro elemento cuyo análisis nos permite entender
cómo sobrevivió y se transmitió el ideal revolucionario y jornaleros, artesanos y trabajadores pobres de su país. Justamente es
contra ese tipo de organización de minoría secreta que Marx y Engels escriben en 1848 el Manifiesto Comunista, interpelando a
un proletariado en gestación para que se lanzara a la política democrática de puertas abiertas y de conquista política de las
masas obreras. En este punto, me parece instructivo resaltar una diferencia, tal vez un matiz, entre el enfoque de estas
asociaciones por parte de Hobsbawm y el de Agulhon. En efecto, el historiador francés también destaca la importancia de las
sociedades secretas como medio de transmisión del ideal republicano desde la Restauración. Pero lo que para el británico es un
formato organizativo, en Agulhon adquiere otro espesor puesto que en su perspectiva, las asociaciones de los radicales son
ámbitos de sociabilidad –como también lo son los periódicos– donde las ideas (en este caso la aspiración republicana) cobran
forma, se modelan en el roce con los hombres y no son, por tanto, meros recipientes de aquéllas. Incluso, el autor llama la
atención sobre el hecho de que una vez prohibidas tras la insurrección de 1834, las asociaciones políticas ceden su lugar de
espacios de localización del ideal republicano a otro tipo de sociedades no políticas, como los clubes de discusión y lectura o la
francmasonería.
Al preguntarse “¿Por qué la República?”, el francés está subrayando que hasta 1848, cuando se da la “primera resurrección de
la República”, no había ninguna necesidad histórica que hiciera inevitable la evolución hacia su recuperación como modelo
político deseado. Dicho de otro modo, Agulhon desnaturaliza el curso histórico hacia el sistema republicano democrático que
para nosotros, desde la actualidad, es evidente. Es justamente esa operación de desnaturalización o historización la que le
permite iluminar aquellos ámbitos en los cuales la idea republicana se reinventó y difundió entre nuevos adeptos. Por eso,
además de las asociaciones, el historiador considera que los periódicos cumplieron un papel fundamental como ámbitos de
implantación del partido republicano. Éstos constituían, desde su punto de vista, la red más amplia de radicales a nivel nacional,
por los vínculos que permitían establecer, la información recabada por sus viajantes, es decir, como espacios de organización y
no sólo de propaganda ideológica. el abordaje de Hobsbawm de la política del período 1815-1848 guarda un estricto correlato
con la historia de las clases sociales en esos años. Podría decirse que en algunos párrafos de su texto, determinadas posiciones
políticas parecen deducirse o explicarse por una posición específica en la estructura de clases (los liberales moderados son nobles
reformistas o burgueses adinerados; los liberales más radicales pertenecen a la burguesía media, profesionales o pequeños
tenderos y artesanos; los demócratas extremos nutren sus filas de los trabajadores más pobres, jornaleros, etc.). En la narrativa
de Agulhon, aun cuando los factores sociales tienen un lugar de peso en la argumentación, el plano político-cultural cobra una
considerable autonomía respecto de las determinaciones sociales y adquiere una profundidad explicativa en sí mismo, a través
del análisis de sus ámbitos privilegiados. En esta visión, el republicanismo no sería un efecto derivado de la expansión de las
clases medias y bajas sino un producto histórico de la acción de historiadores, intelectuales románticos, periódicos y
asociaciones que le dieron su forma singular
El apogeo de la burguesía y el imperialismo
KOCKA: “Las clases medias en Europa - se habían manifestado, junto al reclamo por la reforma electoral, demandas sociales,
relacionadas con el avance de la industrialización y la consolidación, dentro de la población trabajadora en general, de un sector
obrero asalariado. Tales demandas democráticas no resultaron satisfechas en esa coyuntura. Así fue que a la derrota del intento
de democratización político-social que había alentado la “primavera de los pueblos”, siguió un avance rampante del capitalismo
en Europa Continental. Tenía lugar la segunda fase de la industrialización con el ferrocarril como protagonista principal.
Simultáneamente, el revés padecido por las tendencias radical-democráticas y socialistas en el ‟48 significó, en el plano político-
ideológico, la hegemonía del liberalismo durante la segunda mitad del siglo XIX, ya fuera como principal contendiente del
Antiguo Régimen , allí donde éste estaba aún vigente, o bien como ideología dominante de la nueva clase dirigente en los
países más avanzados. Hasta la Primera Guerra Mundial, tuvo lugar el apogeo de la burguesía, En las décadas posteriores a 1848,
en efecto, el capitalismo y el programa del liberalismo asociado a la reivindicación de la nación como nuevo sujeto de la
soberanía se impusieron en la mayor parte de Europa Central y Occidental bajo el impulso de las “clases medias” en ascenso.
Ello implicó la consagración de la competencia capitalista entre empresas privadas como principal mecanismo de asignación de
recursos; la instauración en varios países de sistemas constitucionales que garantizaban el ejercicio de los derechos civiles, y la
libre circulación de individuos y riquezas en el marco de nuevos mercados de alcance nacional. Pero también significó la
restricción de derechos políticos a las clases propietarias, la profundización de la frontera social que separaba a la burguesía de
las clases más bajas y, por último, la generalización de un optimismo acerca del progreso ilimitado al que llevarían la sociedad
burguesa liberal y el capitalismo triunfante. - los rasgos generales de la sociedad burguesa y la economía capitalista al
momento de su apogeo en Europa y en segundo lugar, la aparición de algunos síntomas de que esa hegemonía del capitalismo
liberal y la autoconfianza burguesa en el progreso ilimitado no durarían para siempre - las transformaciones económicas y
sociales que trajo consigo la consolidación del capitalismo como sistema dominante a escala mundial a partir de la segunda
mitad del siglo XIX. A diferencia de lo que había sido la etapa del algodón en Inglaterra de fines del siglo XVIII, la industria
ferroviaria fue clave en el desarrollo del capitalismo dado que catalizó el despegue de otras industrias básicas como la siderurgia
(por la demanda de hierro y acero), la minería del carbón y también porque aumentó la demanda de mano de obra, permitiendo
la circulación de mercancías en el país y hacia los puertos de exportación, con una rapidez y bajos costos. - el ferrocarril y la
industria naviera desempeñaron un factor importante en la concentración del capital que fue característica del capitalismo. - la
creciente participación del capital bancario en los emprendimientos industriales,
- la innovación tecnológica se convirtió en elemento central del progreso de la economía: la metalurgia, la química y la industria
eléctrica avanzaban en forma dependiente de la investigación científica aplicada. De ahí que la educación pasara a ser una
cuestión de Estado y la enseñanza en las universidades se formalizara de acuerdo a los requerimientos del sistema productivo.
- Desde mediados del siglo XIX, venían sucediéndose periódicamente crisis por saturación de los mercados, a las que los
contemporáneos no asignaban mayor relevancia. Tales crisis implicaban un período de recesión en el que los precios se
desplomaban. - Sin embargo, la de 1873 no fue una crisis más. El período recesivo se prolongó por muchos años, hasta 1896, lo
que hizo que fuera conocido como la “gran depresión” (se entiende, ellos no habían vivido la que en el siglo XX se recordaría
como la Gran Depresión iniciada en 1929, ni tampoco la actual crisis de principios del siglo XXI). La crisis no sólo se manifestaba
en la caída de los precios y la acumulación de mercancías sin vender, sino sobre todo en una tasa de ganancia decreciente para
los capitalistas.
- Otro elemento que convierte a esta crisis en una suerte de parteaguas en la historia del capitalismo es que a partir de ella se
generalizó el uso de prácticas proteccionistas por parte de los distintos países industrializados. Hacia 1870, ya no era sólo Gran
Bretaña quien ofertaba sus mercancías industriales al resto del mundo y de Europa sino que otros países (Francia, Alemania,
Bélgica, Estados Unidos y Japón) competían por colocar su ingente producción industrial. Ahora se trataba de economías
nacionales que rivalizaban entre sí. – La protección de cada una de ellas respecto de la importación de productos de sus rivales
fue una de las respuestas de política económica a esa nueva situación.
- Hobsbawm plantea que el imperialismo podría ser comprendido como una continuación a escala mundial del
proteccionismo que se instala como política económica intraeuropea: la conquista de territorios de ultramar y su
transformación en colonias permitía a los países industrializados ampliar las dimensiones de sus mercados en tanto área
protegida, crear condiciones monopólicas de venta para sus empresas nacionales e impedir que las economías industriales
rivales accedieran a esos mismos recursos. Para el historiador británico, tanto el proteccionismo como el imperialismo son
ejemplos de la imposibilidad de separar economía y política en esa etapa del desarrollo capitalista que se extiende entre 1875 y
1914.
- Inscripto en el paradigma marxista, Hobsbawm ve al fenómeno imperialista como algo indisociable del desarrollo capitalista
entre 1875 y 1914, y de la estructuración del mercado mundial que le precedió durante la segunda mitad del siglo XIX. Según
comentamos más arriba, el avance en el transporte y las comunicaciones que caracterizó a la segunda fase de la Revolución
Industrial había redundado en una intensificación de los intercambios comerciales a nivel internacional y en la conformación de
una economía globalizada a escala mundial.
- Para Hobsbawm, esa penetración comercial del mundo y el contacto con zonas remotas fueron un antecedente fundamental
de la política de conquista y dominio político-económico de territorios que los Estados avanzados de Europa emprendieron a
finales de siglo XIX.
- Por eso el historiador sostiene que la progresiva división económica del mundo capitalista en naciones que iban a la delantera
del desarrollo y otras que iban a la zaga (países avanzados y atrasados) tendría como resultado esperable la pretensión de
conquista de estos últimos por parte de los primeros y el establecimiento de relaciones asimétricas de intercambio. Las zonas
extra europeas que padecieron el reparto de todo su territorio entre diferentes potencias imperialistas fueron África y Asia de la
zona del Pacífico. Allí la dominación colonial revistió el carácter de soberanía política y económica a la vez. Por el contrario, hubo
otras zonas del mundo donde la penetración imperialista no supuso un dominio político formal, aunque eso no significara que el
vínculo de dependencia económica fuera menos importante: ejemplo de ello son los países latinoamericanos y como sabrán,
entre ellos el nuestro, en su carácter de productor de alimentos (carnes y cereales) para exportación.
- Si bien reconoce una conexión fundamental entre desarrollo económico y expansión imperialista, Hobsbawm no suscribe la
teoría clásica del imperialismo de Lenin (búsqueda de regiones para inversión de capital) ni la idea de que los territorios de
ultramar fueran mercados vitales para la colocación de productos industriales. Por el contrario, el autor sostiene que eran los
requerimientos de las nuevas tecnologías (motor de combustión, electricidad) los que hacían necesaria la obtención de
materias primas como el petróleo, el caucho, el cobre y los metales no ferrosos, presentes en regiones remotas. Por otro lado,
también las necesidades de consumo de una población creciente en las metrópolis empujaban al comercio estratégico con
países productores de alimentos que ya tenían colonización europea, así como con aquellos que producían “bienes coloniales”
típicos (azúcar, café, cacao, té, frutas tropicales).
- Aunque no le asigne el papel principal, Hobsbawm no descarta el rol jugado por la expansión y la conquista imperialistas en la
pretensión de los Estados europeos de concitar la adhesión de las masas. Entre 1875 y 1914, mientras tenía lugar un período de
transformaciones dentro del capitalismo y de creciente intervencionismo estatal, es difícil separar el análisis de la economía y el
de la política. - la era del capitalismo de libre competencia y la creencia en el funcionamiento perfecto de la “mano invisible” del
mercado (la predicada ley de oferta y demanda) revelaban, a partir de 1873, sus primeras fisuras. A nivel privado, para mantener
su nivel de ganancias las empresas concentraron su capital (menos empresas con más producción por cada una) y racionalizaron
la producción, implementando sistemas de control de la mano de obra e incentivos salariales con el objetivo de aumentar la
productividad (prácticas conocidas como taylorismo). Estos cambios coadyuvaron a modificar la fisonomía del sistema
capitalista, apareciendo grandes grupos empresarios (oligopolios o trusts) de alta concentración de capital que fusionaban en sí
mismos capital industrial con capital bancario, los cuales por su tamaño, tenían la capacidad de imponer precios en el mercado.
- Pero no era solamente en el ámbito de la economía donde se verificaban cambios. La sociedad y la política europeas también
cambiaron su aspecto en el período 1875-1914. En buena medida, ello era consecuencia de la cada vez más visible e inquietante
–para la burguesía– presencia en el espacio público de las clases trabajadoras y sectores pauperizados organizados. La
gravitación numérica de las masas en el ámbito urbano (ya fuera como masa laboral fabril, como empleados administrativos y
de servicios o simplemente como pobres) presionaba en pos de la democratización a un sistema político liberal que hasta
entonces había mantenido el sufragio restringido a los varones propietarios y con cierto nivel de educación. Dicho en el
vocabulario francés de una época anterior, el “país real” reclamaba al “país legal” su reconocimiento.
- Es así que la concesión del sufragio universal masculino apareció, luego de los primeros pasos dados en ese sentido en algunos
países en la década de 1870 (Francia, Alemania, Suiza y Dinamarca), como una tendencia irreversible de la vida política
moderna. Comenzaba el pasaje desde la política de notables hacia la política de masas, con la sensación de amenaza que ello
suponía para quienes ya se habían acostumbrado a limitar en la práctica (a través del voto restringido) el universalismo que las
ideas liberales predicaban en la teoría. pertenecer a la burguesía en 1870? ¿Significaba lo mismo que en 1800, cuando se asistía
a la conformación de las
“clases medias” como sector social diferenciado, diferente tanto de la aristocracia nobiliaria como de los trabajadores y
campesinos pobres, a partir de una cultura y unas relaciones de sociabilidad comunes?
- El texto del historiador alemán Jürgen Kocka que leemos para la clase de hoy nos ayuda a entender la polisemia y complejidad
de un concepto que como el de “burguesía” o “clases medias”, no describía la misma realidad social a fines del siglo XVIII y en la
segunda mitad del siglo XIX, ni presentaba la misma pauta de desarrollo en distintas regiones de Europa, como Europa
Occidental, Central y Oriental.
- Primera advertencia a propósito del texto de Kocka. Tengan bien presente que lo que el autor entiende para Europa como
“clases medias” en el siglo XIX no significa lo mismo que en Argentina entendemos a partir de ese concepto en el siglo XXI (es
decir, la identidad de sectores medios urbanos que no pertenecen ni a la clase alta o elite social ni a las clases más subalternas,
aunque su cultura tiene una fuerte irradiación en toda la sociedad).
- Como el propio Kocka aclara, el sentido británico de “middle classes” (que es al que alude el título del capítulo) es equivalente
a lo que en otros idiomas se alude con el término “burguesía”, esto es, el grupo social que se fue haciendo dominante a partir
del siglo XVIII (integrándose o combatiendo a la nobleza) y que se consolidó como tal tras las llamadas Revoluciones Burguesas
(Revolución Industrial y Revolución Francesa), para distinguirse progresivamente de los sectores que se ubicaban por debajo de
ella en la escala social. Así es que tal como el autor lo recorta (“clases medias” en un sentido restringido), el objeto de su trabajo
es la burguesía propiamente dicha, la elite social y cultural de los países europeos modernos.
- La noción de burguesía no significaba necesariamente lo mismo en cada país europeo. Y además, Kocka nos advierte acerca de
que en la literatura sobre el tema el concepto se ha prestado a la confusión entre la necesidad de analizar al nuevo
conglomerado social (función analítica de la categoría) y la pretensión de predicar, por parte de escritores y políticos (ya fuera a
favor o en contra de la burguesía), cuál había sido o debía ser el papel de ésta en la historia (función normativa del concepto).
- Aun teniendo en cuenta estos matices, Kocka concluye que en el “largo siglo XIX” (v. gr., el “siglo” que va de 1789 a 1914,
según la exitosa expresión de Hobsbawm), el término burguesía incluía tanto a la “burguesía económica” (comerciantes,
banqueros, empresarios, capitalistas, rentistas) como a la “burguesía educada” o con formación académica (profesionales,
funcionarios estatales, profesores de universidades y escuelas secundarias, intelectuales, etc.). No incluía a los nobles, a los
campesinos ni a los trabajadores manuales, ni a la gente de clase baja en general.
- ¿Cuál fue, entonces, lo que Kocka llama la pauta básica de conformación de la burguesía en la Europa Contemporánea? O
dicho de otro modo, ¿qué es lo que unía y distinguía como grupo específico a personas cuya posición económica y ocupacional
era tan heterogénea? - Es que hasta entonces el siglo XIX había sido el siglo de la burguesía en buena parte de Europa, pero
¿qué significaba
- Tal heterogeneidad lleva a Kocka, de hecho, a descartar la definición marxista de “clase” para caracterizar a la burguesía (dado
que si un empresario fabril y un profesor de escuela secundaria se sentían pertenecientes a un mismo sector social ello no era
porque compartieran una misma posición en las relaciones de producción). Apela, por lo tanto, a otras dos teorías para explicar
sus rasgos comunes: la explicación relacional y la cultural.
- La teoría relacional significa que el sentido de unidad, de pertenecer a un grupo en común, la burguesía lo ganó a partir del
sentimiento de distancia social, de conflicto o tensión con un otro: con la aristocracia y la monarquía, y con la ortodoxia
religiosa, cuando emergió con contornos propios a fines del siglo XVIII. En la segunda mitad del siglo XIX, esa distancia con la
nobleza se desdibujó y se enfatizó, en cambio, la distinción respecto de las clases bajas. De ahí que en la pugna con otros
sectores sociales, la burguesía adquirió intereses y experiencias comunes, que la unificaron como grupo.
- La teoría cultural significa que los distintos subgrupos que formaban la burguesía desarrollaron visiones compartidas sobre la
vida social y el éxito (como la importancia de la educación, el trabajo y la autoconfianza, en oposición a los privilegios) y cierto
grado de conciencia de sí mismos como colectivo. Tuvieron un ideal específico de familia como fin en sí mismo en el que el
mundo privado familiar, regido por las mujeres, era un refugio de la esfera pública, y estaba separada de la política y de la
economía. Sólo hacia fines del siglo XIX, las mujeres empiezan a cruzar las barreras de la esfera doméstica. Antes del siglo XIX, y
en otros sectores sociales, la familia era parte fundamental de las alianzas políticas, de la política de Estado –monarquía- o de la
vida económica –entre los campesinos o artesanos-). Por otro lado, la cultura burguesa fue urbana y desarrolló ámbitos
específicos de sociabilidad, para participar de los cuales se debía tener una posición económica sólida, disponer de tiempo y
espacio.
- Previo a su transformación a lo largo del tiempo, Kocka muestra la configuración regionalmente diferenciada que tuvo la
burguesía en distintas zonas de Europa, definiendo tres mundos distintos para las burguesías europeas: Europa Occidental,
Europa Central y Europa Oriental (pueden relacionar esto con los resultados divergentes de las revoluciones burguesas de 1820,
1830 y 1848 que vimos la clase pasada, y con la configuración de una región más tradicional en Europa del Este –que ya
habíamos visto configurarse desde la crisis del siglo XVII cuando con la refeudalización de entonces se convierte en zona
productora de granos y ganado en pie para exportación a las zonas más avanzadas).
1. La burguesía de Europa Occidental (Inglaterra, Francia, Países Bajos, Bélgica Suiza)
a. frontera débil entre elites aristocrática y burguesa, conformando una amalgama que permitió el declive gradual del elemento
aristocrático y un ascenso gradual del elemento burgués.
b. mayor peso de la burguesía económica por sobre la burguesía educada (la primera fue el núcleo fuerte de la “clase media” en
Gran Bretaña y Francia hasta la 1ª mitad del siglo XX). c. Cultura común e interconexión fluida (por matrimonio, educación,
ideología) entre ambos componentes.
2. La burguesía centroeuropea (Prusia, Austria, Italia): a. frontera más definida entre aristocracia y burguesía por mayor rigidez
de las bases legales del viejo orden feudal durante el siglo XIX. b. mayor peso de la burguesía educada que en el caso anterior y
menor influjo y riqueza de la burguesía económica. En Alemania e Italia, el núcleo fuerte fue el de la burguesía educada (en el
primer caso, funcionarios; en el segundo, juristas y profesiones liberales). c. Aun así, se daba una notable interconexión entre
ambos componentes mirada desde Europa Oriental.
3. La burguesía de Europa Oriental (Rusia): a. burguesía muy débil, debido al retraso económico relativo. Notable debilidad del
empresariado nativo por presencia del capital extranjero y del imperialismo. b. tajante separación entre burguesía económica y
burocracia estatal c. en cambio, se desarrolló una pequeña burguesía educada con importante papel en los movimientos
nacionalistas (la llamada intelligentsia, compuesta por funcionarios menores, profesores, escritores, periodistas) - Como ya
adelanté, no fue sólo espacialmente que la burguesía se presentó diferenciada. El punto exacto donde se trazaron los límites
sociales hacia arriba y hacia debajo respecto de quién pertenecía o no a la burguesía, varió a lo largo de los siglos XIX y XX, y a
mostrar esa variación Kocka dedica la segunda parte de su texto. - Si las primeras fases de 1750-1800 y 1800-1850 estuvieron
marcadas por el conflicto con la nobleza y el Antiguo Régimen (y la distinción respecto de sectores menos acaudalados no era
tan pronunciada, forjando la burguesía frente común con ellos en su lucha contra la monarquía y el viejo orden, con la bandera
del liberalismo); fue en la tercera fase, de 1850 a la Primera Guerra Mundial, la que corresponde al apogeo de la burguesía y
que venimos tratando en sus distintos aspectos en la clase de hoy, cuando se profundizó la frontera social con los sectores de
“abajo”, proceso en el cual las experiencias de 1848 y 1871 (de independización política de las masas) fueron determinantes. La
ampliación del sufragio y la democratización de la vida política a la que nos referimos más arriba, confluyeron con la creciente
fuerza del movimiento obrero independiente para empujar a la burguesía a subrayar su distinción respecto de la “gente
ordinaria”. Complementariamente, esta nueva elite cuyos gustos y estilo de vida se aristocratizaron hacia fines del siglo XIX, se
acercó políticamente a la derecha conservadora y abandonó el liberalismo que le había caracterizado durante buena parte de
ese “largo siglo” que estaba por concluir.
La Primera Guerra Mundial y el contexto ideológico de la posguerra - el cercano y
pasado siglo XX. Hablaremos de uno de los dos acontecimientos fundacionales de lo que Hobsbawm llama el “siglo XX corto”, el
que se inicia con la Primera Guerra Mundial en 1914 y concluye con la implosión de la Unión Soviética en 1991. El segundo de
tales acontecimientos, la Revolución Rusa de 1917 HOBSBAWM, Eric, MOSSE, - Mosse: la crisis del liberalismo y la de la idea de
progreso indefinido asociado a un concepto positivista de la ciencia, durante las últimas décadas del siglo XIX., tuvo lugar en el
cambio de siglo una mutación de las mentalidades europeas, del clima general de opinión, que la Primera Guerra no haría sino
tornar más patente - En el centro que otorga sentido a tal cambio de mentalidades se situaba una sintomática sensación de
inseguridad por parte de la burguesía o clases medias en la época de preguerra. - Mosse lee ese síntoma tanto en la búsqueda
de identificación con el pasado clásico como en la tendencia a la idealización que caracterizaban a las formas artísticas
burguesas, donde interpreta una pretensión de evadirse de la realidad del presente. - Al igual que sugería Hobsbawm en su
texto sobre la época del imperialismo, en medio de la fortaleza y la certeza de la propia superioridad del hombre blanco
respecto de “los otros”, se filtraban sentimientos de inquietud y temor. - Además de la propensión a la concentración del capital
que caracterizaba a esos años, aniquilando pequeñas empresas en detrimento de las grandes, el progreso electoral de los
partidos socialistas, sumado a la movilización obrera en pos de participación política o de mejoras en el nivel de vida y su
creciente organización, componían un cuadro amenazante para las burguesías europeas. - Pero sobre todo, Mosse hace
hincapié en la difusión de la educación elemental obligatoria en la mayoría de los Estados de Europa, así como en el mayor
énfasis otorgado a nuevas profesiones técnicas, en tanto factores disruptivos del status hasta entonces monopolizado por los
sectores altos de la sociedad, status que ahora parecía descender y dispersarse entre las masas de “cuello blanco”. Por la
educación y las ocupaciones a las que ahora tenían acceso, estas nuevas masas emulaban el estilo de vida de las clases más
encumbradas. - El carácter pronunciadamente estanco y cerrado de la pertenencia a los grupos burgueses (constituidos en una
suerte de nueva aristocracia) también revelaba la agudeza de los temores e incertidumbres que aquejaban a esta clase social. De
ahí que resultaran favorecidas las tendencias políticas que exaltaban una verdad que como la nación o la raza parecían borrar las
fisuras en el orden social que bajo sus pies las clases altas sentían abrirse como un abismo. Incluso la pequeña burguesía o
sectores medios, en su voluntad de diferenciación respecto de la clase trabajadora de la que mayormente procedían, canalizó su
descontento por las crisis económicas y por la imposibilidad de acceder a los estratos superiores adhiriendo a ideologías
xenófobas, antisemitas o nacionalistas extremas. - Fue así que concitaron cada vez mayor adhesión cosmovisiones
irracionalistas, según las cuales unas fuerzas más poderosas que la razón (como las emociones o el inconsciente), o bien la
existencia misma del individuo en un mundo hostil, eran las que constituían la verdadera realidad. La desazón e incertidumbre
acerca del futuro llevaron a estos grupos sociales a buscar un ancla en la tradición o en la raza, y una seguridad que sólo podían
proveer autoridades fuertes. - A su modo, la sociología expresaba tales preocupaciones y una voluntad de comprensión de esos
procesos. Si en torno al fin de siglo, la meta de los padres fundadores de la ciencia social como Weber y Durkheim apuntaba a
entender cómo se generaba y reproducía el lazo social en la sociedad moderna, ya en la primera posguerra las principales
avenidas de la sociología se orientaron hacia el estudio de la estratificación social, el status y las elites. - La Gran Guerra cristalizó
una dinámica previa de exacerbación del nacionalismo y dio un nuevo énfasis a las ideas elitistas y racistas. Una elite de poder
era lo único –se creía– que podría enfrentar el caos. El racismo, a su vez, permitía a la gente común que formaban las masas de
cuello blanco o los llamados “pequeños”, tener una ilusión de superioridad al tiempo que personalizar sus frustraciones en un
chivo expiatorio (el “judío”, el “gitano”, el “ruso”). Ejemplo de ello fueron los sectores medios de Italia que adhirieron al
fascismo. Para Hobsbawm, el pasado siglo se presenta a la mirada historiográfica como un tríptico. Un primer subperíodo
denominado “La era de las catástrofes” va desde el estallido de la Primera Guerra Mundial hasta el final de la Segunda (1914-
1945). En él se suceden dos guerras mundiales, rebeliones y revoluciones, la mayor crisis económica hasta ese momento vivida y
grandes matanzas y pérdidas de vidas humanas. - Un segundo subperíodo está constituido por lo que se dio en llamar “La edad
de oro” del capitalismo. En efecto, los años que se extienden entre 1947 y 1973 asistieron al crecimiento económico más
importante y acelerado que conociera el sistema capitalista. También ocurrieron las transformaciones sociales y culturales más
profundas de las que tuviera recuerdo la humanidad. A partir de la segunda mitad del siglo XX, dice Hobsbawm, se cerraba un
ciclo abierto hacia el 7000-5000 a. C., con la revolución agrícola del Neolítico: por primera vez en esos largos milenios, la mayor
parte de la población del mundo dejaba de vivir de la agricultura y de la ganadería. - Se cierra el siglo “corto” con un último
período de “Derrumbamiento” (1973-1991), cuando a partir de la década del 70, decenios de crisis económica, incertidumbre
política y desintegración social y cultural hacen resquebrajar el mundo conocido. Al final de ese lapso, tiene lugar el hundimiento
de la Unión Soviética y del bloque de países del llamado “socialismo real”. Con esos acontecimientos, un ciclo y un siglo
concluyen. - ¿Por qué puede decirse que el siglo XX empieza con la Primera Guerra Mundial? Como ya anticipamos en clases
anteriores, la que sus contemporáneos llamaron “Gran Guerra” fue vivida como una ruptura radical con el período anterior,
como un síntoma de un final de época. ¿Qué es lo que se terminaba con la guerra? En lo inmediato, para quienes vivían en
Europa de principios de siglo XX culminaba un largo período de paz, en el que no había habido conflictos bélicos importantes en
los que participaran todas las principales potencias, ni en los que grandes masas de población tuvieran que movilizarse para la
guerra o morir de a millones.
- En un plano más ideológico, como vimos recién, terminaba también una era de confianza en el progreso ilimitado de la
humanidad, con sus pilares en el liberalismo y el avance de la ciencia que habían caracterizado a la sociedad burguesa desde la
segunda mitad del siglo XIX. Desde la década de 1870, ciertos procesos en la economía, la política y la cultura europeas
reflejaban incipientes cambios: la Gran Depresión y el uso de políticas proteccionistas entre las economías industriales rivales, la
inevitable irrupción de las masas en la vida política de los Estados, el imperialismo y un nacionalismo extremista en expansión
anunciaban que a la civilización decimonónica liberal tal como era conocida hasta entonces la aquejaban transformaciones e
incertidumbres. Pero sólo la guerra del 14 terminaría por sancionar ese fin de ciclo. - Más allá del significado de la Gran Guerra
como hito de un cambio época, ¿cuáles habían sido sus causas? Como vimos en la clase anterior, la época del imperialismo
expresaba transformaciones en la organización del sistema capitalista mundial. Economías nacionales industrializadas
rivalizaban entre sí por obtener mercados y áreas de influencia y por acrecentar políticamente la grandeza de sus Estados. Esa
rivalidad, dinamizada por la lógica de acumulación capitalista (en la que ahora tallaban grandes empresas oligopólicas), se hizo
imposible de detener por medios diplomáticos en un contexto de nacionalismos exacerbados. El detonante fue la crisis
balcánica. Los bloques enfrentados ya estaban delineados: por un lado, la triple alianza formada por Francia, Gran Bretaña y
Rusia; por el otro, las potencias centrales, Alemania y el Imperio Austrohúngaro. Una vez avanzado el conflicto, se sumarían
Estados Unidos e Italia al primer bando y el Imperio Otomano y Bulgaria, al segundo. - Ahora bien , Hobsbawm nos plantea
una pregunta interesante a propósito de la singularidad de la Primera Guerra (lo cual se relaciona con el título que da al capítulo
que estamos trabajando): ¿por qué, dado que no se trataba de una guerra revolucionaria o ideológica, el conflicto se libró como
una guerra hasta la victoria total, hasta el punto de destruir el mundo existente hasta entones? Su respuesta apunta a los
cambios en la estructura del capitalismo que mencionamos recién. El desarrollo capitalista en cada Estado nacional europeo
había llevado a la fusión de objetivos políticos y económicos. Siendo las posibilidades de expansión de las empresas ilimitadas
según el patrón de acumulación del capital (a diferencia, por ejemplo, de la noción de la riqueza en la época del mercantilismo
absolutista), la confrontación política derivaba también en una lucha a todo o nada. No había acuerdo posible cuando el
verdadero fin de la guerra era obtener la derrota total del enemigo y sancionar la propia superioridad. - El conflicto se prolongó
mucho tiempo más del que los gobiernos habían previsto y del que los pueblos beligerantes estaban dispuestos a soportar. Las
trincheras del frente occidental se mantuvieron en sus posiciones defensivas sin grandes modificaciones por tres años y medio.
Para franceses e ingleses, los años transcurridos en el frente resultaron una experiencia más traumática que la de la Segunda
Guerra Mundial. Con bajas que se contaban por millones, más de la tercera parte de los hombres en edad militar perdieron sus
vidas o quedaron heridos. Para alemanes y rusos el saldo del conflicto en pérdida de vidas humanas fue también catastrófico. -
Pero el carácter de guerra masiva se vincula no sólo a la enorme cantidad de bajas militares, sino también a la medida en que
toda la sociedad resultó afectada por el esfuerzo bélico. Por primera vez en la historia, toda la economía de la nación se ponía al
servicio de la guerra, lo que suponía una política de control, planificación económica y abastecimientos que privilegiaba las
necesidades en el frente por sobre las de la población civil. Tal característica disruptiva explica la ola de descontento que sucedió
a la prolongación del conflicto. En esa estela se inscriben la Revolución Rusa y los movimientos revolucionarios que la
prolongaron en Europa central y suroriental. También el fascismo y el nazismo.
Revolución Rusa
FITZPATRICK Sheila, La revolución rusa, PROCACCI, Giuliano, La Unión Soviética de Lenin a Stalin
- La Revolución Rusa tuvo un impacto internacional - la Revolución Bolchevique se volvió en su propio medio tan odiada y como
lo había sido la Revolución Francesa tras la caída de Napoleón, tal como recuerda Fitzpatrick - escenario socioeconómico y
político de Rusia en el contexto europeo anterior a la Revolución de Octubre
- Fitzpatrick: la sociedad rusa a principios del siglo XX tenía una “naturaleza esquizoide”, es decir, que Rusia se encontraba a
caballo entre un retrógrado antiguo régimen y las tendencias hacia la modernización.
- Rusia era un país rural, el 80 % de cuya población vivía en el campo, y contaba con apenas unos pocos centros urbanos e
industriales importantes, zona “atrasada” de Europa, a pesar de su potencia militar. En la segunda mitad del siglo XIX, el imperio
de los zares seguía siendo una sociedad de aristocracia, Alejandro II dictaminaba la liberación de los siervos. Obligando a un
“pago de impuesto” por parte de los campesinos), inhibió el desarrollo de una agricultura en pequeña escala más intensiva, de
tipo capitalista. - Pero Rusia no era inmune a la expansión del capitalismo, durante la época del imperialismo, hacia 1890, los
zares reciben, inversión de capitales extranjeros, en algunas áreas claves de la economía (herrería, construcción de maquinaria).
Se construyeron ferrocarriles y se inició un desarrollo industrial, activándose el comercio y la explotación minera y hubo lugar la
formación de una clase obrera
- Fitzpatrick atribuye al desarraigo y a las dificultades de adaptación a la disciplina fabril para quienes venían del trabajo en la
comunidad campesina, así como a la tradición rebelde del campesinado ruso, el hecho de que la clase obrera de Rusia entre
1890 y 1914 tuviera un carácter fuertemente revolucionario.
- A principios de 1870, el imperio zarista constituía una autocracia: el zar gobernaba basándose en el derecho divino de los reyes
sin el concurso de institución representativa alguna que canalizara la participación popular o burguesa. La oposición al régimen
se manifestaba en forma violenta. Las acciones terroristas llegaron a atentar contra la vida del monarca, que fue asesinado en
1881.
- crecimiento de un estrato profesional contrario al zarismo, con posiciones radicales de la llamada inteliguentsia rusa (un
pequeño sector educado con la autoimpuesta misión de liberar al pueblo).
- Las capas intelectuales que habían debatido desde 1860 cómo mejorar a Rusia tenían entre sus temas centrales de discusión la
industrialización y sus consecuencias, lo que dividió aguas entre dos grupos principales: los populistas y los marxistas. - Los
primeros, hegemónicos hasta 1880, eran partidarios de evitar la destrucción de la comuna campesina tradicional rusa, a lo que
llevaría irremediablemente la industrialización capitalista según su perspectiva.
- A diferencia de los marxistas, para quienes el camino hacia el socialismo pasaba inevitablemente por el desarrollo capitalista
industrial, los populistas creían que desde el propio mir campesino Rusia podía transitar su peculiar sendero hacia el socialismo.
- Los marxistas, quienes se consolidaron como sector de la inteliguentsia rusa en las décadas de 1880 y 1890, veían a la
industrialización de Rusia y al surgimiento consiguiente de un proletariado industrial como la única vía posible al socialismo y
además, como una tendencia inevitable que marcaban las leyes objetivas de la historia, tal la interpretación dominante
entonces del materialismo histórico de Marx y Engels.
- Como subraya Fitzpatrick, los marxistas rusos optaban con convicción por la modernización de Rusia, así como por la clase
obrera industrial como sujeto revolucionario, y no por el campesinado de los populistas
- entre la década de 1890 y la primera del siglo XX, se formaron clandestinamente o en el exilio el movimiento constitucionalista
Liberación, el Partido Socialdemócrata Ruso de los Trabajadores (marxista, luego dividido entre mencheviques y bolcheviques) y
el Partido Socialista Revolucionario que continuaba la tradición de los narodniki o populistas rusos. Contra las tendencias
revisionistas de la socialdemocracia europea de fin de siglo, los marxistas rusos reafirmaban su carácter revolucionario y no
reformista. Y la causa revolucionaria que hacían propia era obrera y socialista, más no burguesa y liberal.
- En el contexto de agitación social y política detonado por las derrotas del ejército zarista en la guerra ruso-japonesa de 1904, la
represión de una manifestación obrera en enero de 1905 en San Petersburgo/Petrogrado (el llamado “Domingo Sangriento”),
desencadenó una revolución
- Ésta consistió en una ola de huelgas en las ciudades e insurrecciones en el campo, cuya expresión más típica fue la formación
del soviet (consejo) de diputados obreros en Petrogrado (y luego en otros lados).
- El zar debió conceder la creación de la Duma, un cuerpo parlamentario electivo. Los partidos políticos fueron legalizados, al
igual que los sindicatos. Pero a los pocos años el Parlamento se vio restringido en sus funciones y los principales líderes de los
partidos revolucionarios fueron encarcelados o debieron exiliarse.
- Como consecuencia de las insurrecciones campesinas de 1905-1907, el nuevo primer ministro Stolypin inició una serie de
reformas en el agro que intentaban desplazar al sistema campesino de producción comunal (mir) en pos de la introducción de
relaciones mercantiles y la formación de una clase media rural.
- Como se haría evidente en la historia revolucionaria posterior, el problema de la escasa productividad del agro ruso pendía
como una espada de Damocles sobre la estabilidad de cualquier régimen político que intentara fomentar la industrialización y
la consiguiente especialización de la población urbana.
- Buena parte de los problemas que planteó el sostenimiento de la Revolución de Octubre y su transformación en un orden
social nuevo se relacionaba con el peso que tenía en la economía nacional un campesinado mayoritario que principalmente
producía para la propia subsistencia.
- La Primera Guerra Mundial, con las derrotas y pérdidas que significó para el pueblo ruso, puso de relieve el atraso
- consecuencia del esfuerzo bélico, tanto entre los soldados movilizados en el frente como entre la población civil el
agotamiento se hizo sentir,
- manifestaciones de descontento se profundizaron hasta derivar en la Revolución de Febrero de 1917, proliferando los soviets
en las principales regiones industriales del país.
- El zarismo como sistema político no salió con vida de esa insurrección. Nicolás II abdicó y se formó un Gobierno Provisional
basado en la composición de la Duma y que designó a Kerenski como primer Ministro.
- Junto al Gobierno provisional se erigían, entonces, los soviets de obreros, soldados y campesinos. Éstos eran órganos de
autogobierno local, que funcionaban a un tiempo como centros de gestión y como foro político.
- En los meses siguientes a febrero, los bolcheviques que representaban una tendencia minoritaria en estos consejos
comenzaron a ganar mayores adhesiones en forma paulatina.
- Para Lenin, el líder de los bolcheviques, la caída del zarismo no conduciría a la consolidación del Gobierno Provisional en un
sistema democrático-constitucional, bajo el modelo de una Revolución burguesa que profundizara el desarrollo capitalista en
Rusia.
- postulóó la inminente toma del poder por parte de obreros y campesinos. De ahí su consigna de “todo el poder a los soviets”.
- Lenin no era un revolucionario que confiara toda la iniciativa insurreccional a la espontaneidad de las masas.
- Ante el creciente vacío de poder, el comité central del Partido Bolchevique decidió “tomar el poder” en la capital a partir de un
riguroso y planificado operativo de ocupación de los principales edificios públicos, preparado por Trotski.
- Se preparaba lo que se conocería como la Revolución de Octubre. El II Congreso Panruso de los Soviets previsto para ese día,
previo retiro de los delegados mencheviques y los social-revolucionarios, proclamó la disolución del Gobierno Provisional e
instituyó un “Gobierno Obrero y Campesino”, bajo la dirección de Lenin.
- Las primeras medidas del gobierno bolchevique apuntaron a ganar consenso en el sector mayoritario de la población, el
campesinado.
- Se decretó el inicio de las negociaciones de paz para terminar la guerra; la abolición de la propiedad privada de la tierra;
la expropiación de los terratenientes y la división de la tierra entre pequeños campesinos; la prohibición de comprar, vender o
arrendar tierra y de emplear mano de obra asalariada; por último, se formó un Consejo de Comisarios del Pueblo provisional
hasta que se eligiera una Asamblea Constituyente. La mayoría en las elecciones para su conformación la obtuvieron los social-
revolucionarios, con lo que los bolcheviques decidieron disolver la Asamblea. Los partidos políticos mantuvieron una presencia
cada vez menor en los soviets y los sindicatos, y sus principales líderes se exiliaron. Se instauró así un sistema de partido único.
- Ahora bien, la construcción de un nuevo orden social, económico y político que perpetuara la Revolución en el tiempo
planteaba un sinnúmero de problemas que signaron la evolución de los años siguientes a 1917.
-Comunismo de guerra o individualismo agrario protocapitalista: En la base de buena parte de los inconvenientes que debió
sortear la Revolución estaba la dificultad de acompasar el desarrollo de las dos áreas vitales de la economía: el agro productor
de alimentos y materias primas y la industria productora de manufacturas, pertrechos militares y pilar de la modernización de
Rusia. Como anticipamos más arriba, la pobre productividad del campo y la escasez de alimentos eran un problema endémico en
una sociedad rural superpoblada. La sucesión de guerras (Guerra Mundial, Guerra Civil) no hizo sino agravar la cuestión, al
desplazar mano de obra al frente de batalla y priorizar el abastecimiento militar como objetivo central de la economía.
- Por otro lado, en su intención de mantener el apoyo a la Revolución en el sector mayoritario de la población, una de las
primeras medidas del nuevo gobierno revolucionario había sido el reparto de la tierra entre los campesinos pobres. Esto
significó que la producción agrícola retrocedió a niveles de subsistencia, puesto que los pequeños campesinos producían para su
propia manutención, sin que existieran incentivos (o coerciones como antaño) para que produjeran un excedente mayor (o
simplemente, un excedente).
- Procacci, hacia mediados de 1918 tuvo lugar un viraje en la política agraria de los bolcheviques que, si no provocó la guerra
civil al menos coincidió con su inicio: las autoridades comenzaron a aplicar requisas obligatorias de grano, al tiempo que
prohibieron la compra-venta de trigo. Ésta fue una de las facetas principales del llamado “comunismo de guerra”.
- Señalemos otros aspectos de esa etapa (1918-1921). Los requerimientos de bienes industriales de la guerra civil obligaron por
un lado a nacionalizar industrias y por otro a militarizar el trabajo en las mismas. Se aplicó un control centralizado de la
producción y se incorporaron incentivos tayloristas a la productividad.
- ¿Hasta qué punto las medidas de emergencia eran coyunturales o preanunciaban rasgos del nuevo régimen destinados a
perdurar? ¿Era posible construir el “socialismo en un solo país” del nivel de atraso de Rusia de principios del siglo XX, donde
apenas comenzaba a penetrar el capital extranjero, la industrialización era incipiente y el sector agrario era escasamente
productivo? ¿Cuál era límite de lo exigible, en aras de un futuro bienestar que tardaba en llegar, a una población trabajadora y
campesina que venía de décadas de sometimiento a la dominación política y económica de la aristocracia y de los zares?
- Las revueltas campesinas y de los marineros de Krondstadt de 1921-1922 dieron la medida del límite. Éstas y la finalización de
la guerra civil determinaron la apertura de una nueva etapa en la gestión económica, conocida como Nueva Política Económica
(NEP), en la que básicamente se trató de incentivar al aumento de la productividad agrícola a través de la reintroducción de
relaciones mercantiles en el campo. Los campesinos podrían tras el pago de un impuesto en especie al Estado, comerciar
libremente sus productos. Las industrias pesadas y de mayor tamaño se mantendrían bajo mando estatal pero muchas otras
volvieron a manos privadas o bien fueron gerenciadas por administradores particulares.
- Paralelamente, la re-mercantilización del agro incentivaba el desarrollo de industrias de consumo. La NEP fue exitosa en su
propósito de aumentar la producción de bienes primarios y resucitar el comercio como mecanismo de asignación de recursos,
así como la circulación de moneda.
- En cambio, en la industria sus resultados fueron más ambiguos. Si bien en 1927 se recuperó el nivel de producción industrial
que había antes de la Primera Guerra Mundial, la industria liviana en manos de privados se benefició más que la pesada,
administrada por el Estado.
- Además, resurgieron los problemas característicos del capitalismo que se quería erradicar: grandes fluctuaciones de precios,
baja de salarios industriales, desempleo, huelgas. Finalmente, el sector que había protagonizado la Revolución y en nombre del
cual el régimen soviético gobernaba, los trabajadores industriales, no obtenían beneficios tan claros de la NEP. Las buenas
cosechas, por su parte, beneficiaban sobre todo a los campesinos enriquecidos (kulaks).
- Más allá de sus mejores o peores resultados, la NEP planteaba desde sus inicios una ambivalencia: ¿se trataba de una “retirada
estratégica” del avance hacia el comunismo o se imponía como un régimen económico destinado a perdurar y que por lo tanto,
postergaba para un futuro muy indefinido los objetivos de socializar la economía? Este dilema no sólo involucraba una cuestión
de política interna, sino también de definición de la identidad de la Unión Soviética en el concierto internacional. Irresuelta
durante la década de 1920, la pugna entre los métodos mercantiles y los de planificación de la economía se terminaría de dirimir
con la colectivización forzosa del campo y los planes de industrialización acelerada dispuestos por Stalin a partir de 1929, cuando
se redefinía la identidad de Rusia bajo el lema del “socialismo en un solo país”. Pasemos ahora, entonces, al plano internacional
del problema.
- ¿Coexistencia con las potencias capitalistas o fomento de la Revolución en Europa Occidental?: Si bien la Revolución de
Octubre había proclamado su vocación internacionalista y socialista (al plantear la sustitución de la guerra entre potencias por la
lucha de clases entre trabajadores y capitalistas a nivel mundial), la exigencia de poner punto final a la guerra con Alemania
impuso la necesidad de negociar de Estado a Estado las condiciones de la paz, lo que se formalizó en Brest Litovsk a principios de
1918. El saldo negativo para Rusia de esas negociaciones (pérdida de territorios) fue inevitable ante la superioridad militar
alemana. La conciencia de esa falencia determinó a los bolcheviques a subsanarla con la formación del Ejército Rojo, bajo el
mando de León Trotski. Si originalmente su carácter era internacionalista, tal ejército no tardaría en convertirse en instrumento
fundamental de la defensa de la “patria” revolucionaria, cuando arreciara la guerra civil.
- La Revolución se hallaba ante dos tendencias antagónicas vinculadas con su política exterior. Por un lado, la internacionalista:
la extensión de la revolución a Occidente era una necesidad política, vital para un régimen que no sabía cuánto podría durar. Por
otro lado, era inevitable la defensa del Estado nacional en respuesta al ataque militar mancomunado de los gobiernos
occidentales, o para negociar con ellos en el terreno de la diplomacia.
- El restablecimiento de relaciones comerciales con Gran Bretaña en 1921 y de vínculos político-militares con Alemania una vez
concluida la guerra civil obedeció, así, a un necesario reajuste entre los principios revolucionarios internacionalistas y las
exigencias de sostener al régimen soviético en una coyuntura en la que por necesidad de recursos no podía aislarse del
concierto de naciones (y mientras la revolución en Occidente no se producía). De ahí que ya fuera por razones económicas o
político-estratégicas, el gobierno de los soviets se sentó a negociar de Estado a Estado con las potencias europeas, llegando a ser
reconocido como heredero de los derechos del Imperio de los zares. Con esto se relaciona el siguiente y último tema acuciante
con el que tuvo que lidiar la Revolución Rusa: la cuestión nacional.
- ¿Autodeterminación de los pueblos o paneslavismo ruso?: A poco de instalada en el poder, la Revolución Rusa había adherido
al principio de autodeterminación nacional al declarar la paz en noviembre de 1917Luego, fueron rápidamente reconocidas las
independencias de los países bálticos, antes pertenecientes al Imperio zarista. La cuestión se tornó más compleja al iniciarse la
guerra civil puesto que ésta se disputaba en territorios que habían sido parte del imperio y donde existían movimientos de
reivindicación nacional (Ucrania, Georgia, Azerbaiyán, Armenia, Bielorrusia). Tras descartarse la propuesta más centralista de
Stalin, se optó por un proyecto de Unión que mantenía el respeto a la autonomía de las Repúblicas en el ámbito interno y
reservaba para los órganos pansoviéticos el manejo de las relaciones exteriores y la defensa. Así es que en julio de 1923 se
aprobó la constitución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
- Si bien se podría ver en esa vocación pansoviética una continuidad con el expansionismo del Imperio Zarista, Procacci subraya
que las nacionalidades no estaban reconocidas como tales en el pasado y que en el nuevo orden soviético hubo un margen
importante de autonomía (enseñanza de lenguas nacionales en las escuelas, política cultural, ascenso de cuadros locales al
gobierno).
- De todas formas, como en otras áreas del gobierno y el partido, terminaron primando la centralización de la autoridad y la
concentración del poder en los organismos políticos del nuevo régimen. La República Soviética Federativa de Rusia hegemonizó
el gobierno de la URSS, así como el Partido Bolchevique disolvió la Asamblea Constituyente y monopolizó el control del Estado,
mientras que el Politburó dirigió la política del partido. Las fracciones dentro del P. Bolchevique también habían sido suprimidas.
¿En esto el nuevo orden perpetuaba las tradiciones centralistas del Estado zarista? Éste es uno de los tantos dilemas que plantea
la historia de la Revolución Rusa.
- El ascenso de Stalin no haría sino recrudecer esta cuestión. La hegemonización lograda sobre el aparato del partido, la
expulsión de la oposición y el culto a la personalidad viabilizaron una concentración al máximo del poder de toma de decisiones
en el nuevo jefe partidario. Tal sería el saldo de las luchas de sucesión una vez consumadas la muerte de Lenin, la represión de la
oposición y la entronización de Stalin como nuevo líder del Estado soviético. Los bolcheviques (fundado en 1903/1918 ideologia
comunista socialista científica de extrema izquierda) grupo político radicalizado dentro del Partido Obrero Socialdemócrata de
Rusia (POSDR), dirigido desde un principio por Vladímir Lenin, y posteriormente Stalin. Este partido era contrapuesto a los
mencheviques, dirigidos por Yuli Mártov. Los mencheviques (1903/1918) eran la fracción moderada del Partido Obrero
Socialdemócrata de Rusia (POSDR) de ideología socialdemócrata y de centro izquierda, que emergió de su segundo congreso en
el verano de 19031 tras la disputa entre Vladímir Lenin y Yuli Mártov. Corriente diferenciada dentro del marxismo ruso, en 1912
se convirtió en un partido separado.1 Tuvo un destacado papel en el periodo interrevolucionario de 1917, tanto por su control
del Sóviet de Petrogrado y del Comité Ejecutivo Central Panruso (VTsIK) como por su participación en el Gobierno provisional
derrocado en la Revolución de Octubre.
El fascismo.
JULIÁ, Santos, “GENTILE, Emilio
- El período de entreguerras asiste a la declinación de la civilización burguesa tal como era conocida en el siglo XIX, con su
peculiar forma de relación entre Estado y sociedad. Si el liberalismo político ya venía manifestando sus fisuras desde comienzos
del siglo XX o incluso antes, el impacto de la Guerra y sumado a ella, la depresión económica iniciada en la década del 30,
señalan el derrumbe del liberalismo como concepción hegemónica sobre el buen funcionamiento de las relaciones entre el
individuo y la vida colectiva de la nación.
- Tanto el fascismo como el nazismo pueden retrotraerse, en sus orígenes, a los problemas que la posguerra había dejado sin
resolver o empeorado, así como al retroceso de la izquierda en Europa Occidental y al mentado “peligro rojo”, que amenazaba,
desde el punto de vista conservador, con extenderse desde la Unión Soviética hacia Occidente.
- Italia, desde finales del siglo XIX, para comprender el contexto de ascenso de ese movimiento totalitario. Italia era uno de los
países europeos que había llegado “tarde” a la carrera imperialista. Tal situación obedecía en parte a su tardía unificación como
Estado-Nación, recién completada en la década de 1870, singularidad que compartía con Alemania. Existía una diversidad
socioeconómica muy marcada entre un norte industrializado, con población obrera sindicalizada y el sur atrasado, rural, de
población campesina, con sectores terratenientes y culturalmente tradicionalista.
- La monarquía parlamentaria que gobernaba el país, de inspiración liberal, no estaba firmemente implantada en todo el
territorio. La burguesía italiana no ejercía, por tanto, una hegemonía cultural sobre la sociedad, comparable a la situación de
Francia o Gran Bretaña. En el Sur del país tenían mucho peso la aristocracia rural y la Iglesia. Esa débil hegemonía hacía aún más
profunda la brecha entre un sistema político regido por “notables” y la creciente movilización de las masas, tanto en la ciudad
como en el campo, en la última década del siglo XIX. Por tal carencia hegemónica también puede explicarse el éxito de las
tendencias antiliberales, irracionalistas, antecedentes del fascismo.
- En efecto, el fascismo puede ser visto como una resultante de ambas problemáticas: por un lado, como un intento de controlar
esas masas a las que el sistema político elitista no lograba representar; por otro lado, como una convergencia entre el desarrollo
ideológico de grupos nacionalistas militantes y el de las tendencias revolucionario-sorelianas dentro del socialismo.
- el fascismo fue una respuesta a la crisis italiana de posguerra. Como ya analizamos a propósito de Rusia, la guerra masiva traía
como consecuencia para los países beligerantes el agotamiento de la población (no sólo en el frente), el de la economía y la
extensión de un descontento generalizado que podía derivar en un movimiento revolucionario. En el caso de Italia, a un saldo
de 670.000 muertos, un millón de heridos, inflación, caída de salarios y desocupación, se sumó la cristalización en la conciencia
colectiva de un sentimiento de victoria “mutilada” (recordemos que Italia había peleado en la Primera Guerra Mundial en el
bando aliado y tras las negociaciones de paz había obtenido la región de Trieste de la disgregación del Imperio austríaco, pero
consideraba insatisfechas sus ambiciones de expansión ultramarina). Además, la península había quedado fuertemente
endeudada con Gran Bretaña y Estados Unidos.
- Tal situación crítica en la Italia de 1918 fue parte de una más general frustración respecto de las negociaciones de paz. Los
acuerdos que se conocen como “el Tratado de Versalles” no contribuyeron, en efecto, a estabilizar la política europea ni a
solucionar los problemas de fondo. En Europa Central se formaron Yugoslavia y Checoslovaquia como nuevos estados. Polonia e
Italia obtuvieron territorios a costa de Alemania y del Imperio Austro-húngaro, respectivamente. Sin embargo, las condiciones
impuestas a Alemania como reparaciones de guerra hicieron imposible que la paz fuera estable.
- En Italia, la crisis económica tuvo su correlato en una crisis política. Una sucesión de huelgas revolucionarias en el campo y la
ciudad, y la formación de soviets rurales durante lo que se conoció como el bienio rojo (1919-1920), hacían pensar que la
Revolución (tal como ya había ocurrido en Rusia) estaba a la vuelta de la esquina. Un gobierno tras otro caía. Así, el fascismo
también surgió como respuesta a la sensación de amenaza que atacaba a la pequeña y la gran burguesía ante el materialismo
marxista “nivelador”. Usando una retórica revolucionaria, el fascismo se presentaba a un tiempo como antídoto contra el
“peligro rojo” y contra la “pusilanimidad burguesa”.
- A modo de síntesis, podemos decir que el fascismo fue un emergente en respuesta a la crisis que sucedió a la Gran Guerra. En
él se combinaban, como señala Santos Juliá, elementos conservadores con una actitud revolucionaria: invocación de valores
tradicionales, apelación a un discurso irracionalista en el marco de una ideología nacionalista extrema, respuesta ante el “peligro
rojo”, sumisión a un líder, movilización de las masas a través de métodos modernos (medios de comunicación masiva,
propaganda, concentraciones masivas). Ante el descontento generalizado, tanto Mussolini en Italia como Hitler en Alemania
señalaron a la guerra y las condiciones impuestas por la paz como la causa de todos los males que atravesaba la nación.
- Una periodización clásica distingue, en el proceso de fascistización del Estado y la sociedad italianos, un “primer fascismo”
(1919-1921), que en el marco de la crisis de posguerra se erige en defensor de las clases medias, de los “pequeños” frente a la
“amenaza roja” y frente al gran capitalismo; un “segundo fascismo” (1922) que para la toma del poder concita el apoyo de la
gran burguesía industrial y rural; el “tercer fascismo” (1923-1937) que representa la etapa de permanencia en el poder como
régimen dictatorial; por último, el “fascismo integral” o totalitarismo absoluto (1938-1943), hasta la caída del régimen.
- Siendo al principio un grupúsculo dedicado a actividades paramilitares anticomunistas, con una organización novedosa (los
fasci di combattimento que formaban ex soldados y nacionalistas furibundos), el movimiento fascista tuvo un rápido crecimiento
entre 1919 y 1921, cuando el Partido Nacional Fascista se convirtió en el partido de masas más grande de Italia. Paralelamente,
el liderazgo de Benito Mussolini (ex socialista y ex soldado) se consolidó hasta tal punto que decidió la “Marcha sobre Roma”
(28/10/1922), una demostración de su poder que le permitió acceder a la dirección del gabinete italiano ante la solicitud del rey.
En 1924, ese acrecido poder fue refrendado por las urnas.
- Desde entonces, la legalidad constitucional fue paulatinamente subvertida por el gobierno fascista. Al asesinato del diputado
socialista Giacomo Matteotti, a mediados de 1924, siguió una creciente represión a toda disidencia, el encarcelamiento de
opositores (el más célebre de ellos, el dirigente y teórico marxista Antonio Gramsci), la clausura del parlamento y de los partidos
políticos (excepto el fascista, claro), la disolución de los sindicatos y la creación de un Gran Consejo de inspiración corporativista.
Estos cambios fueron acompañados por un viraje en la política económica que llevó a la racionalización de la industria, el cierre
de pequeñas empresas y su absorción en favor del gran capital y por tanto, a la creciente dependencia de los sectores medios
del subsidio estatal.
- En paralelo a la clausura represiva en el ámbito político-institucional, durante la década del 30 el régimen avanzó
progresivamente en el encuadramiento fascista de la sociedad: se estableció un férreo control de la educación pública y se
crearon organizaciones juveniles, de trabajadores, de niños, para movilizar a la población en adhesión activa al régimen;
proliferaron los desfiles y actos de masas; se promulgaron leyes antisemitas; la economía se vio sometida a un fuerte control.
Este impulso totalitario generó resistencias, paradójicamente, en los poderes tradicionales que habían apoyado originalmente al
fascismo (la monarquía, la Iglesia y la gran burguesía).
- Ahora bien, ¿qué nos dice el historiador Emilio Gentile respecto de la idea subyacente a esta periodización, es decir, sobre la
idea de una progresiva fascistización del Estado y la sociedad italianos, de un avance del régimen desde un momento
dictatorial a otro totalitario? La tesis de Gentile justamente discute tal noción gradualista, al plantear que el fascismo ya era
totalitario desde los inicios del Partido Fascista, desde que se organizó militarmente como partido de masas, con un carácter de
Partido-milicia, en el que la violencia era utilizada tanto para destruir al adversario como para conquistar el poder
- En su visión de la vía italiana al totalitarismo, Gentile enfoca la peculiar relación establecida entre Partido, Estado y Duce como
un núcleo distintivo del fascismo italiano, independientemente de su mayor o menor plasmación institucional. ¿Qué significa
esto último? Que más allá del grado en que las instituciones y el aparato estatal se hubieran fascistizado, y de las resistencias
que tal proceso generaba, la base del experimento totalitario estaba en el núcleo mítico y fundante del Partido fascista, un
movimiento revolucionario de masas que no admitía otros partidos o ideologías y que veía al Estado como un medio para sus
proyectos de regeneración de la sociedad y del individuo. Así, en la perspectiva de Gentile del carácter totalitario del fascismo
italiano, lo que él llama el Partido-milicia o el movimiento-régimen tiene un rol central.
- La teoría del totalitarismo de la década de 1950 (Arendt, Friedrich), de inspiración liberal, sostenía que tanto el fascismo como
el comunismo compartían características fundamentales que los oponían a las democracias occidentales y en cuanto tales, eran
pasibles de ser englobados bajo una misma categoría de “totalitarism
- Gentile redefine el concepto de “totalitarismo” a partir de una recuperación de su significado histórico originario, ya que el
mote de “totalitario” y el término “totalitarismo” fueron acuñados por los antifascistas italianos entre 1923 y 1925, para
describir las características autoritarias del gobierno mussoliniano aún antes de que se convirtiera en un régimen de partido
único. Los fascistas se apropiaron a su vez del concepto para caracterizar su propia noción de la política y del Estado. Así, los
elementos novedosos del concepto de “totalitarismo” proceden de la experiencia histórica del fascismo y de esos primeros
intentos (opositores y oficiosos) de calificar al inédito fenómeno: un partido antidemocrático organizado militarmente, la
práctica de la violencia terrorista contra adversarios, la imposición de los mitos fascistas como una religión política integral, el
culto al Duce, el carácter rector del Partido Fascista en las instituciones y la vida públicas, la organización y movilización de las
masas encuadradas en el fascismo, la creación de un estado-partido (Gentile, 2005: 14-15).
- Pues bien, para el historiador italiano los tres pilares del sistema político fascista son el Partido, el Estado y el Duce, sistema
que analiza a partir de la dialéctica entre mito y organización, entre proyecto y realización de la integración totalitaria de las
masas en el régimen fascista.
- ¿Cómo se relacionaron, en la interpretación de Gentile, el mito de la política y la organización en el fascismo? La política tenía
en la concepción fascista la función de plasmar en el Estado nuevas formas de humanidad y de vida colectiva a través de la
“sistematización de la fe” y su transmisión a las masas, a través de la organización del mito del Estado totalitario, tarea que le
cupo al Partido Nacional Fascista.
- la teoría fascista del estado totalitario, la participación y movilización de las masas tenía un rol principal, junto el primado de la
soberanía estatal con respecto a la individual, de lo público con respecto a lo privado, la concentración de poder en la figura del
jefe partidario, el partido único, y una religión cívico-estatal transmitida a través de la propaganda y de la socialización en las
organizaciones fascistas. - en la ruptura que según subraya Gentile existe entre la concepción liberal del individuo y de la
política, y la correlativa del fascismo. En la primera, un sujeto consciente y con capacidad de reflexividad y autonomía, sería
capaz de influenciar y decidir respecto de la forma de vida nacional deseable, a través de su participación en partidos
democráticos. Por el contrario, en la noción fascista de la política de masas, el objeto de ésta es un ciudadano-soldado,
socializado en la disciplina jerárquica miliciana y en el pensamiento mítico, entregado a la causa colectiva (de la nación o el
Estado fascista), dictada en sus líneas maestras por el Duce e instrumentada por el Partido. - Cierto que el mito del Duce y su
centralidad en el sistema político aparecen como elemento distintivo de la concepción política fascista. Gentile, , al problema
de la sucesión y los debates político-jurídicos, en Mussolini se sintetizaba la integración entre partido y Estado, dado que
ostentaba el título de “Duce del Fascismo y Jefe de Gobierno”. - Mussolini era el vértice del nexo entre mito y organización. De
ahí que Gentile elija definir al sistema político fascista como cesarismo totalitario, entendiendo por tal una dictadura
carismática cesarista, basada en un partido único y en la movilización de masas y con una pretensión de alcanzar, a través de la
revolución permanente, el mito del estado totalitario. Esta idea remite al elemento inacabado, de proceso, que el autor le
atribuye al experimento totalitario. Santos Juliá, prefiere el concepto de fascismo al de totalitarismo para englobar en una
categoría las dos experiencias novedosas de reacción de derechas en la entreguerras europea: el fascismo italiano y el
nazismo. En su perspectiva, el fascismo en sus dos variantes fue una de las respuestas a la crisis civilizatoria que vivía Occidente,
desplegada escalonadamente entre la Primera Guerra Mundial y la depresión económica posterior al crack bursátil de 1929, que
dejó a millones de personas excluidas del mercado de trabajo. - ¿Qué consecuencias acarrea tal preferencia conceptual? En
primer lugar, lo más obvio, al hablar de fascismos (incluyendo al italiano y al alemán), el autor desmarca a la experiencia
comunista de una identificación con los regímenes fascista y nazi (que es propia de la categoría de totalitarismo). En segundo
lugar, singulariza el nuevo fenómeno político a partir de unas condiciones de emergencia: una democracia liberal débil y de
configuración reciente, y un movimiento obrero socialista fuerte en respuesta del cual acciona el fascismo. En efecto, la
depresión económica de los años treinta tuvo como consecuencia política, en Europa y Japón, un giro pronunciado hacia la
derecha. Triunfaron o se afianzaron regímenes nacionalistas, dictatoriales y autoritarios en la mayor parte de esos países,
mientras que en dos de ellos, potencias militares como Alemania y Japón, se impusieron regímenes belicistas. (Sabemos que en
América Latina doce países cambiaron de gobierno entre 1930 y 1931 y que, particularmente, en la Argentina, la crisis terminó
por poner fin a la primera experiencia democrática de masas, la de los gobiernos radicales, y antecedió el golpe filofascista de
Uriburu), - - En Alemania, como en Italia, las formas de gobierno liberal-democráticas no tenían largo arraigo, mientras que su
movimiento obrero e izquierdas tenían particular fuerza y habían protagonizado movimientos insurreccionales en la inmediata
posguerra. En estos países, de reciente unificación como Estados nacionales e industrialización tardía, convergían la sensación
de “nación humillada” por los resultados de las negociaciones de paz y el efecto devastador de la depresión económica. Fue allí
que una reacción de derechas de nuevo tipo, diferente de las formas dictatoriales tradicionales, encarnó la propuesta de otros
valores y modos de organización política alternativos al liberalismo burgués. Las relaciones respectivas entre nacionalismo y
democracia, derecho y poder, Estado y sociedad, resultaron trastocadas. - ¿Qué rasgos principales distinguen al fascismo de
otros regímenes dictatoriales en la visión de Santos Juliá? Primero, representa un movimiento de masas, una respuesta
emergente a las necesidades de determinados sectores de la sociedad y gracias a su apoyo accede al poder (no constituye una
dictadura que impone su poder desde arriba, mediante un golpe de Estado). En segundo lugar, el fascismo organiza y canaliza la
participación de sus bases en la forma de Partido. Esa base de masas la constituyen sectores marginados o en vías de serlo
dentro de la sociedad burguesa: clases medias bajas, campesinos y comerciantes arruinados por la crisis económica, jóvenes y
estudiantes en rebeldía. Estos sectores responden a la apelación nacionalista del fascismo, encontrando en la sangre o en la raza
un sentido de pertenencia que consideran traicionado por los políticos tradicionales que habían llevado a la “humillación” de la
posguerra. Otra singularidad de la ideología irracionalista del fascismo es su retórica revolucionaria. - El ascenso del fascismo al
poder y su, si bien tardía, percepción como peligro para las democracias occidentales determinó a su vez la adopción de la
política de “frentes populares” antifascistas entre los socialistas, los comunistas y los partidos liberales democráticos a partir de
1935, en fuerte correlación con los cambios de política de la Internacional Comunista regida por el Partido Comunista de la URSS
(PCUS). En el país de los Sóviets, la década del 30 había inaugurado el dominio absoluto de Stalin sobre el Partido Bolchevique y
sobre el Estado. Desde entonces, la orientación de los Partidos Comunistas europeos se vio ligada estrechamente a las
necesidades de política exterior de la Unión Soviética. La planificación económica en el país de la Revolución Bolchevique era
otro de los elementos novedosos a los que atendían los diferentes países en el mundo de incertidumbre y crisis del
período de entreguerras.
La crisis de 1929. Crisis económica y de civilización BAINES, Dudley
- determinantes económicos de la crisis de 1929, lo que nos sitúa en la dinámica del capitalismo norteamericano de la década
del 20, los efectos políticos de la depresión, tanto en el mundo europeo como en Estados Unidos, aunque parte de tales
aspectos se relacionan con el nazismo.
- Hay consenso entre los historiadores acerca de que la crisis del 29, más allá de su significado económico, expresa una época de
crisis que como hemos venido viendo, fue abierta por la Primera Guerra Mundial y sólo se cerraría al finalizar la Segunda Guerra,
en 1945: la declinación de la civilización burguesa decimonónica y liberal. La depresión iniciada en la década del 30 señala el
derrumbe del liberalismo también en tanto concepción hegemónica acerca de cómo gestionar la economía capitalista.
también en tanto concepción hegemónica acerca de cómo gestionar la economía capitalista.
- Entre los resultados salientes de la Gran Guerra, se hallaba sin dudas el ascenso de Estados Unidos al estatus de primera
potencia económica mundial. Durante los años del conflicto bélico, el país del Norte había pasado a convertirse en el primer
productor industrial del mundo, primer importador de materias primas y lo que fue singularmente importante para los
desequilibrios de la economía internacional durante el período de entreguerras, primer acreedor mundial.
- En efecto, como resultado de las negociaciones de paz, y producto de la negativa de Francia a facilitar la recuperación de la
economía alemana, la principal potencia del Eje fue obligada a pagar en efectivo las reparaciones de guerra, para lo cual tuvo
que tomar créditos de Estados Unidos y endeudarse fuertemente. Ésta fue una de las razones que estaba en la base de la auto
representación de Alemania como “nación humillada”, caldo de cultivo del nazismo (como lo fue en Itaila, respecto del fascismo,
el tópico de la “victoria mutilada”). Por otra parte, ese alto nivel de endeudamiento con el que funcionaba la economía alemana
suponía una fuente de inestabilidad muy grande en caso de que el crédito se cortara (como ocurrió luego de la crisis de 1929).
- a comienzos de la década del 20. Además del defasaje que implicaba la situación de que Estados Unidos fuera acreedor de todo
el mundo y los principales países europeos, sus deudores, los países de Europa necesitaban los préstamos de capital y los bienes
estadounidenses para la reconstrucción de sus economías, Norteamérica no precisaba nada del Viejo Continente, puesto que se
auto sustentaba con su propia producción industrial, su mano de obra, los alimentos producidos en el país –exceptuando unas
pocas materias primas– mientras que las exportaciones no eran su principal mercado
- Esos factores, sumados al rechazo de la Sociedad de las Naciones por parte de los países europeos (y también por los
norteamericanos), sumieron nuevamente a Estados Unidos en su tradicional posición aislacionista (no involucramiento en los
conflictos europeos) y llevaron al país a desentenderse de la estabilidad política internacional- Como sintetiza Baines, durante la
década del 20 los estadounidenses se dedicaron a sus negocios y los republicanos se impusieron a lo largo de tres presidencias
sucesivas sobre los demócratas. No fue ajeno a ese clima político de declinación del progresismo, la consolidación una corriente
anticomunista, antisindical y crítica de la inmigración como discurso reactivo de los “verdaderos americanos”, blancos y
protestantes, ante las consecuencias de la guerra, la Revolución Rusa y los movimientos huelguísticos que tuvieron lugar en
1919-20.
- Volviendo a la economía, ¿cuál era la base de la prosperidad norteamericana que aceleró la mencionada asimetría entre su
desarrollo económico y el de los otros países del centro del mundo, durante los años de entreguerras? Siguiendo a Baines, los
pilares de la expansión económica de Estados Unidos en los años veinte fueron el incremento masivo de la productividad
industrial y el despegue en los sectores de la construcción y de servicios, como efecto secundario de las dos principales
innovaciones de entonces que eran el automóvil y la producción y consumo masivos de energía eléctrica. Fueron estos rasgos (y
el transporte automotor de cargas que complementó al ferrocarril en el sistema de distribución) los que hicieron de esa nación
la primera “sociedad de consumo de masas” del mundo, caracterizándose ésta por el consumo de bienes durables, la publicidad
y los medios de comunicación de masas a través de los que ésta se difundía: la radio, el cine y la prensa.
- Esa sociedad de consumo de masas con origen en las ciudades produjo su propio sistema de valores, más liberal y renovado en
sus estilos de vida respecto del que por oposición exaltaban los sectores rurales y conservadores –que eran numéricamente
importantes en el país–. Ese “nuevo estilo” (el “American way of life”) no tardaría en extenderse por el mundo occidental,
promovido por el cine de Hollywood y la creciente penetración comercial de las empresas norteamericanas en el exterior,
aunque la culminación de este proceso de difusión se daría sólo tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.
- La expansión de la productividad industrial que tuvo lugar en los años veinte se debió principalmente a la inversión de capital
por parte de los empresarios en modificaciones del proceso de trabajo, inaugurando lo que hoy conocemos como producción en
serie. La aplicación de los métodos de “gestión científica” del proceso de se experimentó en el sector automotriz y
particularmente en Ford. A través de la cadena de montaje, se implementó también la producción en serie, esto es, la
fabricación de productos de alto valor pero estandarizados, para ser colocados en un mercado de consumo masivo,. Al papel
fundamental de la publicidad en el desarrollo del mercado consumidor, se agregó el surgimiento de grandes cadenas y
almacenes de venta al público, a escala nacional, sistemas de venta por correspondencia así como el ofrecimiento de productos
en cuotas y la venta a crédito.
- Por el lado de la demanda, el aumento de la productividad hacía que el valor de los bienes de consumo descendiera, con lo que
aumentaba el salario real y los trabajadores, por lo tanto, podían formar parte del marcado de consumo al que se destinaban los
bienes por ellos producidos.
- Otros elementos de la década del 20 fueron, , la construcción de carreteras y el crecimiento del sector servicios con más mano
de obra mujeres.
- La industria del automóvil impulsaba producciones auxiliares, como las del caucho, el acero, la textil y el cuero, la del cemento,
así como junto a la producción de energía eléctrica, ambas impactaban en el desarrollo de servicios de distribución,
comercialización, entretenimientos y en la creación de nuevos artículos de consumo antes impensables, como la idea de la vida
en los suburbios, posibilitada por el transporte automotor desde las ciudades y el confort que permitían los electrodomésticos.
- ¿Cuáles fueron, entonces, los detonantes del crack financiero de la Bolsa de Nueva York en 1929 y las causas de la depresión
económica posterior que se expandió desde Estados Unidos a todo el mundo capitalista?
- El derrumbe de la Bolsa fue provocado por la gran disociación a la que se había llegado –tras un año y medio de suba en el
valor de las acciones de las principales empresas por especulación financiera– entre la cotización en plaza de tales acciones y el
valor real de las empresas. la esfera financiera de la economía no reflejaba, la marcha de la economía real. Entre las razones que
explican ese derrumbe, Baines señala el desvío a fines de la década del 20 de las ganancias empresarias hacia la inversión
especulativa –vía préstamos de efectivo para compra de acciones–, la venta directa de acciones al público, la posibilidad de
comprar éstas a crédito y una oferta monetaria en expansión (crédito barato), todos elementos que tendieron a fomentar el
incremento especulativo del mercado financiero
- Más allá del crack financiero, el cambio del ciclo económico en Estados Unidos (paso del auge a la depresión) a partir de 1929
tuvo como determinantes inmediatos la crisis en la agricultura, que se venía arrastrando desde la década del 20 por la caída de
los precios agrícolas y por sobreproducción, la detención de la inversión gubernamental en infraestructura, una crisis más
general en la actividad de la construcción y, por último, la retracción del comercio internacional. Como causa estructural de la
crisis, Baines apunta a la “sobreinversión”, la cual se habría traducido en sobreproducción y especulación, dado el contexto de
una economía que era incapaz de generar una demanda efectiva que sostuviera una expansión más duradera (en los años
veinte, el sector agrícola estaba deprimido y los salarios no aumentaban demasiado).
- Ahora bien, a diferencia de lo ocurrido en otros países afectados por la crisis que se transformó en mundial, Estados Unidos
tardó cuatro años en iniciar su recuperación, y su economía no alcanzó los valores previos a 1929 recién hasta 1940, ya con la
Segunda Guerra Mundial como palanca del crecimiento. Baines subraya que por la experiencia que aportaban las crisis
anteriores, se esperaba que determinados mecanismos del mercado funcionaran automáticamente para revertir el ciclo
económico e iniciar una nueva etapa ascendente. En ese sentido, se creía que el desempleo y la sucesión de quiebras de
empresas y bancos permitirían en un mediano plazo el resurgimiento de una economía saneada. Mientras tanto, la producción
industrial se contraía pronunciadamente, los bancos entraban en bancarrota, el número de desocupados alcanzaba cifras
siderales (25% de la población activa). Fue así que la industria de bienes de consumo durables, las industrias básicas y la
agricultura representaron los sectores más afectados por la depresión- La creencia en la mano invisible del mercado como
regulador único del bienestar de la sociedad era particularmente fuerte todavía en Estados Unidos. Las ideas keynesianas acerca
de los efectos contracíclicos del aumento del gasto público y una política monetaria expansiva no se habían difundido todavía.
En suma, fue justamente una consecuencia de la depresión el que se modificaran tales presupuestos, incluida la noción
imperante acerca de la relación adecuada entre el gobierno y la economía, entre Estado y sociedad. - . Sin embargo, para Baines,
el carácter lento de la recuperación de la economía norteamericana pone entre signos de interrogación el papel
tradicionalmente atribuido al New Deal como factor clave de la misma. - Sobre los efectos de la depresión económica en el
ámbito europeo, podemos decir que la caída de Estados Unidos representaba el cierre de un mercado puesto que como
reacción a la crisis ese país tendió a una mayor autarquía pero, sobre todo, significó el cese de la principal fuente de créditos. La
Europa de posguerra en vías de reconstrucción precisaba del crédito norteamericano para proveerse de bienes, con lo que todos
los países resultaron perjudicados cuando los préstamos se cortaron y las inversiones de capital se repatriaron. - Con el avance
del nacionalismo económico y las barreras proteccionistas en cada país, el comercio internacional retrocedió de tal forma (no
recuperaría sus niveles de 1929 hasta 1950) que la economía mundial tal como era conocida desde el siglo - dejó de existir. En el
caso de Alemania, este panorama fue particularmente grave, vista su obligación de pagar las reparaciones de guerra en efectivo.
Al retirar Estados Unidos sus flujos de crédito a corto plazo la crisis financiera se expandió rápidamente. Todo el sistema
bancario alemán se hundió, con él lo hizo la moneda nacional y el número de desempleados llegó a alcanzar un 44 % en 1933. -
Ya mencionado cómo la década del 30 se caracterizó por un giro autoritario y de derecha en Europa y América Latina. Y cómo
en dos países como Alemania e Italia, de escasa tradición liberal-democrática de gobierno, con un movimiento obrero fuerte y
un sentimiento de humillación posbélica, surgió una reacción de derechas de nuevo tipo, que proponía formas de
organización política y social alternativas al liberalismo. Al análisis del modo en que ese nuevo fenómeno totalitario se
desarrolló en la Alemania nazi.
La Alemania de Hitler
GELLATELLY, R. (2001), Cap. 1 “El repudio de la República de Weimar. - Alemania había completado su unificación como Estado
nacional tardíamente en comparación con otros países europeos (hacia 1871), lo cual a diferencia del caso de Italia –que
también había permanecido la mayor parte del siglo XIX como un conglomerado de regiones independientes– no impidió que
bajo la hegemonía de Prusia albergara un proceso acelerado de industrialización que en pocas décadas la convirtió en la
principal potencia económica y militar del continente (y por tanto, rival de las Islas Británicas) - Sin embargo, esa transformación
socioeconómica (de la que da cuenta, a su modo, la importancia del movimiento obrero y su partido hegemónico, la
Socialdemocracia Alemana a fines de siglo XIX) no había sido acompañada de una equivalente renovación de algunas de sus
estructuras políticas y culturales: instituciones tradicionales como el “imperio”, la aristocracia terrateniente, el ejército y las
Iglesias retenían un dominio en Alemania que en naciones más tempranamente secularizadas y con burguesías más
hegemónicas, como Inglaterra o Francia, ya habían perdido - La rivalidad antiimperialista por apropiarse de mercados y materias
primas, la cual tenía como contracara el despliegue logístico y militar, y la disposición histórica del sistema de alianzas, habían
llevado a que Alemania quedara en el bando opuesto a Gran Bretaña, Francia y Rusia en la Primera Guerra Mundial. La derrota
alemana tuvo como corolario en el terreno político la caída del régimen monárquico y la instauración de un sistema republicano
y representativo, cuya Constitución se definió en la ciudad de Weimar, por lo que se conoce al período de 1918 a 1933 en
Alemania como el de la República de Weimar. Como parte de la estela de descontento que siguió al conflicto bélico e insuflado
por la Revolución de los Sóviets en Rusia, en distintas regiones alemanas estalló un movimiento revolucionario caracterizado por
la formación de consejos obreros, la ocupación de fábricas y la multiplicación de huelgas. De hecho, era principalmente en
Alemania donde los bolcheviques del recién instalado régimen revolucionario ruso esperaban con ansias que se desatara la
revolución en Occidente- las negociaciones de paz impusieron reparaciones de guerra y restricciones al desarrollo económico
alemán que hipotecaron la estabilidad de la República de Weimar. - Como dijimos en clases anteriores, la principal potencia del
Eje fue obligada a pagar en efectivo reparaciones a los países vencedores, para lo cual se endeudó fuertemente con Estados
Unidos. - Ello derivó en recurrentes problemas financieros que formaron parte del contexto de agitación para grupos de
derecha extrema, nacionalistas radicales, vinculados a ex soldados, que consideraban a su país como una “nación humillada. -
Fue por eso que desde un comienzo, la gestión socialista que encabezaba el gobierno de la República de Weimar enfrentó
embates desde distintos ángulos del arco político: tuvo la oposición del flamante KPD (Partido Comunista de Alemania) que se
había escindido del Partido Socialdemócrata a partir del alineamiento con la URSS y la integración en la Internacional Comunista
o III Internacional (Comintern); por derecha, en medio de la crisis financiera de 1923, tuvo lugar el fallido golpe del aún pequeño
Partido Obrero Nacional Socialista (NAZI) comandado por Adolf Hitler, en Munich. - Pero una década más tarde las cosas habían
cambiado. El NAZI era un partido que había concitado un importante apoyo electoral en el contexto de crisis económica,
desempleo masivo y debacle financiera que siguió al contagio en Alemania de la depresión estadounidense del 30, el cese de
los flujos de préstamos desde Estados Unidos había tenido un efecto devastador en una economía que dependía
crecientemente de ellos. - En 1933, a pedido del Presidente conservador Hindenburg, Adolf Hitler asumió como canciller al
mando de la coalición de gobierno. - Al comenzar el régimen nazi, los principios burgueses y liberales en economía y política
estaban completamente desacreditados para grandes masas de población de ese país. De ahí que el paso de la república a la
dictadura del Führer no llevara mucho más de un año. - de Gellately se puede seguir la sucesión de medidas que desde la
asunción de Hitler como canciller del Reich instauraron el estado de excepción en Alemania. Bajo la agitación del espantajo de la
revolución comunista, se reestructuró y depuró la policía, se constituyó la Gestapo (policía política secreta) y se promulgaron
decretos “para la protección del pueblo y el estado”, cuyo resultado fue la suspensión de garantías constitucionales, la anuencia
para la detención y encarcelamiento por parte de la policía sin orden judicial, la restricción a la libertad de expresión y
asociación, la pena de muerte para los acusados de disturbios sociales y la extensión de la autoridad federal sobre los estados
alemanes - Paralelamente se constituyeron tribunales especiales para delitos políticos donde los acusados no tenían derecho a
una segunda instancia. Como resultado de la implantación de estas medidas, millares de comunistas y opositores políticos
fueron detenidos durante los primeros meses del gobierno nazi. - Gellately subraya desde un principio, fue publicitado en los
medios el hecho de que los detenidos eran enviados sin juicio a campos de concentración, mientras que los periódicos no sólo
nazis publicaban sensacionales crónicas de la represión y condena a muerte de grupos comunistas en distintos lugares del país. -
¿A dónde apunta el autor con esto? A destacar que no hubo ignorancia o inconciencia en la sociedad alemana acerca de los
crímenes perpetrados por el nazismo. Por el contrario, en la medida en que demuestra la publicidad que el régimen daba a sus
acciones represivas y, particularmente –como lo hace en el capítulo Campos de concentración y medios de comunicación–, la
difusión que desde un comienzo tuvieron los campos de concentración en su “faceta educativa” y luego “preventiva”, es que
Gellately puede sostener lo que es la tesis central de su libro, a saber, que existió un fuerte consenso y apoyo activo al régimen
nazi por parte de la sociedad alemana, incluyendo el consentimiento de sus aspectos represivos. - Gellately discute la
unilateralidad de esta explicación del consenso alemán con la dictadura de Hitler, y plantea que el apoyo a ésta tuvo múltiples
causas y que las principales no tuvieron que ver con la persecución a los judíos. - los judíos considerados, en Alemania, una
amenaza para la comunidad social y moral, como los comunistas, los delincuentes, los elementos “asociales” e “infrahumanos”.
– - El antisemitismo se difundió sólo lentamente durante la década del 30 y el proceso de marginalización social de los judíos
fue gradual, si bien firme. ¿Cómo se generó, entonces, el consenso social con el régimen? Otra pregunta relacionada con ésta y
que orienta la investigación general del libro de Gellately es: “¿Qué sabían los alemanes de la policía „secreta‟, de las
persecuciones y de los campos de concentración?” (Prefacio, p. 9) Porque en la visión del autor, uno y otro aspecto no están
desconectados. - para Gellately, la publicidad en los medios de comunicación de las nuevas formas de represión, las nuevas
leyes, y su justificación por parte de los nazis fueron un elemento central en la generación de consenso en la opinión pública
alemana. La idea del campo de reeducación de delincuentes, las detenciones preventivas de “vagos” y “maleantes”, el empleo
de la “terapia de trabajo” para “limpiar” las calles y restablecer la ley y el orden fueron “logros” que el régimen ostentó en la
prensa, como parte de su campaña para generar apoyo entre los “buenos ciudadanos” y no, como creyó durante mucho tiempo
la historiografía, los “trapos sucios” que se ocultaron a la población.
- La publicidad de la represión no fue, empero, el único medio de provocar el apoyo popular. - Desde su ascenso al poder,
Hitler atendió a los principales problemas que estaban en la base del creciente desprestigio de la República de Weimar, el
principal de los cuales era el desempleo masivo que afectaba a un 40 % de la población activa. Los programas de creación de
empleo, el servicio de trabajo para los jóvenes y la reintroducción del servicio militar obligatorio paliaron en un principio los
efectos del paro. Otras medidas en las que lo económico era indiscernible de lo ideológico (como los incentivos a la natalidad o
la vuelta de la mujer al hogar a través de préstamos) también cimentaron la popularidad de Hitler en las familias trabajadoras.
- Al igual que en el caso del fascismo italiano, el concordato con la Iglesia canalizó hacia los nazis la aquiescencia de los católicos,
que hasta 1933 formaban entre los partidos opuestos y rivales al Nazi ante el favor de un electorado muy fragmentado. Con
respecto al “problema comunista”, cuyo ascenso electoral previo a 1933 provocaba inquietud en las clases medias y altas, la
“solución” fue la represión lisa y llana, la reclusión de los comunistas en campos de concentración y en muchos casos, su
asesinato, todo ello publicitado en los medios de comunicación. por el contrario, para el caso de los judíos, Gellately plantea que
en una primera etapa se trató de una persecución que avanzó principalmente en el plano jurídico, dado que los ataques
lanzados por el partido nazi como el boicot de abril de 1933, no concitaron gran apoyo en la población (aunque sí cumplieron el
cometido de sentar la posición del régimen ante los judíos). Por otro lado, el temor a una reacción adversa en la opinión pública
internacional y el desempleo masivo desalentaban en el gobierno iniciativas que pudieran tener efectos perjudiciales en la
economía (como hubiera sido el cierre masivo de negocios y empresas de propietarios de esa identidad). La restricción legal al
desarrollo pleno de las actividades desempeñadas hasta entonces por los judíos en las diversas áreas de la vida social alemana
fue avanzando a través de leyes que coartaron su presencia en el cuerpo civil del estado, en los Tribunales, en la corporación
médica, en la Universidad y en la enseñanza media y elemental. Relacionado con lo anterior, a raíz del análisis de la forma en
que los campos de concentración aparecieron en los medios gráficos de la época y, en particular, del uso de las fotografías y el
discurso en las crónicas periodísticas, presente en el segundo capítulo que leemos de Gellately, sabemos que los judíos no
fueron durante una primera etapa el principal grupo de población destinada a los campos. El autor realiza una suerte de
historización de la institución y del modo en que fue apareciendo en los medios, desde su origen en iniciativas locales, pasando
por su utilización para la detención de opositores políticos, principalmente comunistas, hasta su progresiva transformación en
un espacio para alojar individuos definidos como “asociales”, “infrahumanos”, “criminales” que debían estar apartados del
conjunto de la comunidad alemana. Repasa los argumentos con los que se pretendía generar consentimiento con la existencia
de los campos como su supuesto carácter transitorio, su pretendida faceta “educativa” y su carácter “preventivo”. Muestra,
increíblemente, el consenso a nivel local que en un principio la construcción de un nuevo centro de detención originaba en un
determinado poblado y cómo las noticias en los distintos periódicos intentaban rebatir la “mala prensa” que sobre los campos
había en el exterior, incluyendo en esa política supuestas visitas de periodistas y funcionarios extranjeros a sus instalaciones.
Ahora bien, hacia mitad de la década de 1930 se puede advertir un punto de inflexión a partir del cual la cantidad de detenidos
en los campos de concentración –desde el punto más bajo alcanzado– vuelve a crecer, su administración se centraliza y su
número se expande, comenzando a variar también la población alojada en ellos e inaugurándose una nueva función, la de
campos de trabajos forzados para empresas alemanas con un reclutamiento creciente en nacionalidades conquistadas en la
progresiva expansión alemana, como polacos y rusos. La preparación para la guerra externa fue determinante, según explica
Gellately, de esta expansión y transformación. Y el autor muestra cómo correlativamente a esos cambios en la realidad de los
campos de detención, se da una variación de las imágenes de ellos en los medios, primando ahora algunos primeros planos de
individuos de los que se predicaba que su componente racial-biológico los determinaba como “típicos representantes de
infrahumanos”, en acuerdo con la teoría nazi sobre la criminalidad.
- la cantidad de reflexiones y preguntas que suscita el fenómeno nazi y el genocidio de millones de judíos y otros grupos sociales
es casi inagotable. Por otro lado, diferentes problemáticas del mundo contemporáneo (el racismo vigente en Europa y Estados
Unidos a partir de fenómenos como la inmigración; el conflicto palestino-israelí; el resurgimiento de la derecha en Europa y
América Latina) refieren de uno u otro modo a la experiencia histórica alemana de entreguerras, sin minimizar su
excepcionalidad .
El mundo de la posguerra: la guerra fría y su fin
El desmembramiento del mundo soviético HOBSBAWM, “La Guerra Fría” JUDT, Tony (2006), “Cap. XIX, El fin del viejo orden
- el mundo “Guerra Fría” y su final, relacionado con la implosión del sistema comunista de la URSS y Europa del Este.: en primer
lugar, un mundo dividido en dos bloques (uno capitalista y el otro comunista o soviético), representando cada uno formas
alternativas de organización social, económica y política. - la guerra fría en las palabras de Hobsbawm. En 1945 significó para
quienes vivían entonces el fin de la “era de las catástrofes” (de las guerras abiertas y masivas, de los fascismos, del genocidio),
un punto final a conflictos políticos y económicos que habían estallado en 1914 y habían signado la primera parte del siglo XX. -
La inversión masiva en armamentos y tecnología bélica movilizada durante la Segunda Guerra sostuvo, al concluir ésta, la
reproducción ampliada del sistema capitalista - Ese crecimiento económico permitió estabilizar por décadas las democracias en
Occidente. Surgía entonces un nuevo orden internacional polarizado entre la Unión Soviética y Estados Unidos. - Las potencias
europeas históricamente rivales quedaban subordinadas a ese nuevo clivaje - ¿Cual era entonces la particularidad de la Guerra
Fría vista desde la perspectiva de sus contemporáneos, es decir, la de su diferencia con el período precedente? En la
interpretación de Hobsbawm, - el hecho de que las posibilidades reales de que los bloques enfrentados entraran en una
confrontación bélica abierta eran remotas. Ninguno de los oponentes principales, Estados Unidos o la Unión Soviética, tenía la
voluntad de que la guerra nuclear verdaderamente estallase. La guerra fría podría verse en verdad como un acuerdo de “paz
fría”. - Sin embargo, aunque la guerra caliente se evitara –sobre todo en los países centrales–, la agitación de la amenaza de un
estallido bélico era el punto clave de la contienda cuya funcionalidad ambos bloques aprovecharon. Por un lado, la carrera
armamentística beneficiaba a determinados grupos de la administración de los países hegemónicos, sectores económicos y
militares, científicos y burocráticos, que vivían de la perpetuación e intensificación de ese tipo de conflicto. - Por otro lado, el
espantajo de un enemigo poderoso y amenazante traía para la política interna y según Hobsbawm especialmente para el
sistema democrático estadounidense, un factor de cohesión y de reforzamiento del consenso en la propia sociedad. Porque si
bien es cierto que en la inmediata posguerra había razones en Occidente para creer que podía ocurrir una nueva crisis
económica o una nueva ola de revolución social y política en Europa (debido a la destrucción y miseria en que habían quedado
sumidos los países beligerantes tras 1945); mientras que del lado de la URSS, había datos ciertos para temer la manifestación
hostil de la supremacía real de Estados Unidos, para el historiador británico eso no es suficiente para explicar el tono
apocalíptico que adquirió la guerra fría. - el anticomunismo visceral o la supuesta amenaza de una expansión roja por el mundo
como discurso de la propaganda política norteamericana desde la posguerra es explicado por Hobsbawm como respuesta a una
doble necesidad de los sucesivos gobiernos de EE.UU.: la de obtener votos y cohesión, por un lado, y la de superar el
aislacionismo tradicional de vastos sectores de esa sociedad, - por el otro, aislacionismo que habría impedido, en la primera
posguerra, el ejercicio efectivo de su papel de superpotencia mundial. - la representación de dos bloques homogéneos y
monolíticamente enfrentados entre sí era parte de una misma construcción político-simbólica que no reflejaba literalmente la
realidad. Porque la simetría entre ambos que tal imagen sugiere no era tal: - desde la década del 60, la economía soviética fue
quedando cada vez más retrasada respecto de Occidente a pesar de su poderío militar. En segundo término, cada bloque incluía
países con políticas diferenciadas respecto de la superpotencia hegemónica en cada uno de ellos, como las naciones con
gobiernos socialdemócratas en Europa dentro del bloque capitalista o las repúblicas disidentes dentro de la URSS. Por último,
hay que sumar a esos matices la incorporación de países del “Tercer Mundo” o subdesarrollados en la órbita de cada bloque. - Si
seguimos la periodización propuesta por Hobsbawm, los años más explosivos de la guerra fría transcurrieron poco después de
terminada la Segunda Guerra, entre 1947 y 1951, cuando la revolución comunista había triunfado en China (1949), Estados
Unidos multiplicaba sus declaraciones anticomunistas y se produjo la Guerra de Corea (1950-1953); la URSS (que a diferencia de
China y Estados Unidos no intervino en esa guerra) no había desarrollado todavía la tecnología atómica y padecía el
desgajamiento de Yugoslavia de su bloque. - Pero la guerra dejó de ser utilizada entre las superpotencias cuando la URSS
completó su desarrollo de armas nucleares, excepto como instrumento de negociación (en tanto amenaza) o como dijimos más
arriba, en tanto mecanismo cohesionante de política interior. Desde entonces y hasta mediados de la década del 70 el sistema
internacional se estabilizó. - La base de sustentación de la guerra fría (esto es, de la posibilidad de una guerra declamada pero
no emprendida) era que el reparto de poder entre las dos superpotencias al concluir la Segunda Guerra mundial había sido
mayormente aceptado: la URSS extendía su dominio básicamente en Europa Oriental, la zona ocupada por fuerzas militares
comunistas cuando terminó la guerra, mientras que Estados Unidos se enseñoreaba sobre todo el mundo capitalista,
reemplazando a las viejas potencias imperialistas en el control de los mares y de Occidente. Alemania fue dividida en áreas de
influencia de ambos bloques hasta configurarse con el perfil binacional que tuvo por décadas hasta su reunificación. - Los
nuevos países independientes surgidos en Asia a partir de 1945 resultaron el ámbito más caliente de competencia entre los dos
bandos pero también allí se fue haciendo clara una división del mundo que seguía favoreciendo al bloque capitalista. Sin
embargo, hasta comienzos de la década del 60, Estados Unidos todavía podía temer que el mayor ritmo de crecimiento de las
economías comunistas respecto del propio se perpetuara, cosa que no ocurrió. Otro motivo de temor para la superpotencia era
la extensión de la chispa revolucionaria comunista en América Latina y en el África descolonizada. Expresión de estos temores
fue la “crisis de los misiles” en Cuba. - Pasado ese trance y en el marco de una etapa de crecimiento económico para los países
occidentales, desde principios de la década del 60 y hasta mediados de la del 70 se configuró la etapa de la guerra fría conocida
como de “distensión". - EEUU y la URSS convinieron políticas de control de las armas nucleares y trataron de limitar su
proliferación. El comercio entre las dos superpotencias también fue reanudado al igual que el crédito fluyó de Occidente al
mundo soviético. - Hacia la segunda mitad de los años setenta, sin embargo, tuvo lugar una nueva crisis para el equilibrio
internacional de poderes. La derrota político-militar en Vietnam sumado el desprestigio público que ella acarreó para la
superpotencia norteamericana tras 10 años de conflicto bélico, más la guerra de Yom Kippur en Cercano Oriente, donde Estados
Unidos no contó con el apoyo de ningún país europeo salvo Portugal, se aunaron como factores a una nueva ola de revoluciones
en el Tercer Mundo para impulsar los que se dio en llamar la “segunda guerra fría” (de mitad de los años setenta a fines de los
ochenta). - La carrera atómica con la URSS recrudeció, mientras los movimientos revolucionarios en África, Asia y América
fortalecían la posición del bloque soviético. El apoyo a las dictaduras del Cono Sur por parte de Estados Unidos no fue ajeno a
este escenario. Por su parte, la URSS también hacía lo suyo por blandir una imagen de fortaleza y autosatisfacción, aumentando
los gastos en defensa - La década del 80, que vio el ascenso del neoconservadurismo de R. Reagan en EEUU y de M. Thatcher en
Inglaterra, imprimió un nuevo matiz a la retórica de la guerra fría en el interior del propio mundo occidental: siendo que el
capitalismo del Estado de Bienestar de los años cincuenta y sesenta había entrado en crisis, para la nueva derecha liberal e
individualista a ultranza eso demostraba su ineficacia como sistema global; por tanto el nuevo enemigo a combatir no era ya
sólo el comunismo sino también el “estatismo” y el intervencionismo económico y social que habían caracterizado a la sociedad
norteamericana a partir del New Deal de Roosevelt (así como al conjunto del mundo capitalista desarrollado al finalizar la
Segunda Guerra Mundial). La cruzada neoliberal sobrevivió incluso al final de la guerra fría que sobrevino con la implosión de la
URSS entre 1989 y 1991. Sólo las crisis económicas globales desde fines de la década del 2000, cuyo origen está vinculado a la
hipertrofia del sistema financiero (con centro en el norteamericano), han vuelto a permitir, con vaivenes, la puesta en cuestión
de la ortodoxia del libre mercado que imperó en Occidente desde los años ochenta recién considerados. - La próxima y última
clase retomaremos algunas cuestiones desarrolladas hasta aquí al plantear los legados de la Guerra Fría al mundo actual. Ahora
nos vamos a referir a los acontecimientos que pusieron fin a esta etapa (y por extensión, al “corto siglo XX”). A partir de 1989 se
cierra un ciclo en relación con el pasado: en la visión de Tony Judt en efecto se hace entonces palpable que la larga guerra de
treinta años iniciada en 1914 y concluida en 1945, y la larga transición que en su interpretación constituyó la postguerra
europea, llegaron finalmente a un término, iniciándose una nueva historia. - El final de la guerra fría y la caída del comunismo
en la URSS y en los otros países del Pacto de Varsovia fueron procesos que estuvieron inextricablemente entrelazados. Para
Hobsbawm, porque sólo lo segundo permitió hacer visible lo primero. Para Judt, porque los cambios en la política exterior de la
Unión Soviética emprendidos por Mijail Gorbachov desde la segunda mitad de la década de 1980, fueron los que permitieron al
nuevo líder del PCUS concentrarse en las complejas reformas que acometió en política interior y que redundaron en el fin del
experimento comunista en el Este, aunque no fuera ése su objetivo original. - La historia del fin del comunismo soviético tuvo
diversos escenarios y actores individuales o colectivos, según sea el país de Europa del Este que consideremos. Pero tuvo un
protagonista excluyente en la visión de Judt: para decirlo con sus palabras, la de 1989 fue “la revolución de Gorbachov” (p.
910). Esta atribuida centralidad no significa que en la visión del historiador el impulsor de la Perestroika tuviera clarividencia
sobre el proceso que sus acciones de reforma desataron tanto en la URSS como en los países satélites, ni que lo planeara.
Significa, en cambio, que el “socialismo real” tal como existía desde hacía décadas en su país de origen y en los países del
bloque, estructurado en base a un régimen centralizado de partido único, con una economía de planificación central, sin
oposición política legal ni mecanismos de control por parte de la sociedad civil (que de hecho era en sí misma más una
aspiración de algunos intelectuales y activistas antes del 89, que una realidad), sólo podía ser minado desde el centro del poder
(Moscú) y desde adentro de ese centro (el propio polit buró del Partido Comunista de la URSS). - De ahí que el autor cuestione
la idea relativamente aceptada de que la caída del comunismo comenzó en Polonia, con la lucha del sindicato Solidaridad en
la década del 70. Ese acontecimiento debe ser entendido –postula Judt– como parte de una serie de protestas obreras iniciadas
en esa década contra la gestión económica del PC, que coadyuvaron al resurgimiento de la sociedad civil polaca así como lo
hicieron el movimiento de intelectuales que en torno a Jacek Kuron y Adam Michnik redactó la “Carta de derechos de los
trabajadores” en 1979, y el apoyo de la Iglesia católica que con el liderazgo carismático de Karol Wojtyla, primer Papa polaco
coronado como Juan Pablo II desde 1978, pasó a la resistencia, legitimando aquel renacimiento. Pero en la interpretación de
Judt estos movimientos “desde abajo” pesaron poco en el desenlace final. El derrumbe del comunismo fue posible por su
desmantelamiento “desde arriba”, que abrió las compuertas para los sucesos que en Europa del Este tuvieron su punto
culminante en 1989.- ¿Cuál era la situación entonces, en el centro del poder comunista, a la llegada de Gorbachov a la cúpula del
PC, en 1985? A pesar de la escalada en la carrera de armamentos desde fines de la década de 1970, la URSS no resolvía el
problema del estancamiento de su economía y del desequilibrio entre la industria pesada y la industria liviana, una cuestión
crítica desde los inicios del gobierno bolchevique. - M. Gorbachov llegó a la jefatura del Partido Comunista, diseño una
estrategia para combatir al estancamiento de la economía rusa y avanzar en una “reconstrucción” de la URSS (perestroika).
debía previamente reformar el partido cuyos miembros eran los principales beneficiarios de la economía de planificación
central, y tal reforma implicaba retacearles poder y distribuir éste en el sentido de cierto grado de economía de mercado. Fue
entonces que Gorbachov impulsó la glasnot, la “transparencia”, es decir, el debate sobre determinados temas de modo que se
generara cierta opinión pública a favor de la reforma y él y sus partidarios contaran con apoyo para confrontar con los sectores
del PC refractarios al cambio. La explosión de Chernobil el 26 de abril de 1986 (un accidente nuclear en territorio ucraniano que
causó a la larga la muerte de aproximadamente 30.000 personas por su exposición al material radiactivo) aceleró el desprestigio
del régimen y los tiempos con que Gorbachov contaba para liberalizarlo. - Como resultado de la táctica de formar una esfera
pública que acabara con el monopolio y control informativos del partido, se crearon organizaciones en la sociedad civil que
apoyaron los cambios impulsados por Gorbachov, con lo que contra el inicial propósito de éste, los partidarios de la
Perestroika se multiplicaron por fuera del PC. Así, tuvieron lugar las primeras elecciones libres en la URSS desde 1918: en 1989
se eligieron diputados independientes y hasta críticos del PCUS, entre ellos A. Sajarov, físico nuclear y Premio Nobel de la Paz
que por su oposición a la guerra de Afganistán había padecido largos años de exilio interno en una ciudad cerrada. Debido a una
intervención suya ya como diputado, la cláusula de la Constitución soviética que otorgaba un papel preponderante al Partido
Comunista en el Estado, fue abolida. - En el plano económico, a partir de 1986 se crearon empresas cooperativas semiprivadas
que terminaban de hecho con la planificación centralizada. Se alcanzaron una serie de acuerdos clave con el Presidente de
Estados Unidos, Ronald Reagan, para la reducción del armamento nuclear y el desarme; se decidió el retiro de tropas de
Afganistán en 1988 y –lo que los ciudadanos de Europa del Este no tardarían en interpretar como una señal–, se anunció la
reducción de presencia militar en los países satélites de la URSS. Esta política exterior crecientemente prestigiosa le permitía a
Gorbachov desarrollar reformas en el plano interno de la URSS con margen político. - En este punto, quizá valga la pena poner la
lupa en la interpretación de la figura de Gorbachov que da T. Judt. Para este historiador, el espíritu de las reformas que aquél
emprendió residía en la convicción de que el proyecto leninista era justo en su raíz, y que lo que debían corregirse eran
errores de implementación. En ese sentido, el derrumbe de la URSS resultó una consecuencia indeseada desde la perspectiva
del político que había diseñado el desmantelamiento del aparato de control político y de planificación económica pero para
otros fines, los de un comunismo reformado. Así, la preponderancia del factor individual en la explicación de Judt aparece
atenuada si consideramos que tal individuo, Gorbachov, contribuyó al desarrollo de un proceso que no previó y que por otra
parte lo excedió largamente. - Las revoluciones en Europa del Este entran dentro de esa estela de acontecimientos imprevistos
y, al mismo tiempo, posibilitados por la decisión de Gorbachov de no intervenir en los asuntos internos de esos países. En
Polonia, a las elecciones libres de 1989 se llegó tras varios años de negociaciones entre las autoridades comunistas y la
oposición (en la que se destacó la articulación entre un grupo de intelectuales y el movimiento obrero liderado por Lech Walesa
y su sindicato de Solidaridad). A diferencia de la transición polaca, la de Hungría no incluyó mesas redondas de conversaciones
con la oposición hasta casi el final del régimen. En ese sentido, Judt subraya como su rasgo característico el haber sido “el único
tránsito desde un régimen comunista a un auténtico sistema multipartidista realizado completamente desde dentro”, es decir, a
partir de la conversión de una facción interna del Partido Comunista húngaro. Uno de los acontecimientos notables y
multitudinarios de esa transición fue el segundo entierro en junio de 1989 de los restos exhumados de Imre Nagy, tras 31 años
de su asesinato y entierro clandestino. - La transición húngara tuvo importancia en otro sentido: precipitó la caída del régimen
comunista de Alemania Oriental. La apertura de la frontera occidental húngara permitió la masiva afluencia de alemanes desde
la República Democrática, con el propósito de cruzar a Austria y de allí a Alemania Occidental. Las autoridades comunistas
alemanas no atinaban a encontrar la respuesta adecuada a tal desplazamiento masivo de sus ciudadanos. Cuando anunciaron
que la salida de Berlín sería permitida, tuvo lugar el levantamiento del 9 noviembre de 1989, que pasó a la historia como el
día de la caída del muro de Berlín. Dada la cerrazón del régimen y la equivocada lectura de los sucesos por los reformistas del
propio país, - Judt afirma que la de Alemania fue la única revolución auténticamente popular, masiva, de 1989. - los rasgos
generales del derrumbe del comunismo en las repúblicas socialistas de Europa Oriental. En primer lugar, - la rapidez con la
que se produjo, el papel de los medios de comunicación fue central, puesto que la pérdida del monopolio informativo por parte
de los regímenes comunistas fue parte de la propia revolución, donde los ciudadanos podían ver paso a paso sus triunfos
transmitidos por la televisión. - Otra característica fue el carácter pacífico de sus revoluciones, el cual se entiende por la
decisión de los partidos en el gobierno de entregarse a los vientos de reforma y la no existencia de margen para el uso de la
fuerza. - El componente generacional de los movimientos de 1989 también fue característico. Para los jóvenes, el comunismo
era directamente anacrónico, más que condenable política o moralmente. Los comunistas reformistas eran igualmente “viejos”
que su oposición intelectual. - Otra característica de 1989 fue su pluralidad ideológica. Demócrata-liberales, católicos,
nacionalistas populares, sindicalistas e intelectuales, aspiraban a un único valor común que se había perfilado durante los
años de la guerra fría: “Europa”. - Desde la existencia de la Unión Europea, “Europa” representaba un nuevo entramado
institucional expresivo de valores en los cuales los europeos del Este querían reconocerse: bienestar, derechos individuales y
ciudadanos, libertad de expresión. - la causa principal de la debacle del comunismo en Europa Oriental fue, para Judt, la
determinación de Gorbachov de no intervenir y dejar caer a esos regímenes en 1989- la liberalización de los estados
comunistas del Este permitiría salvar a Rusia, habilitando la afluencia de crédito y recursos de Occidente. Pero el resultado fue
otro: la caída del comunismo en 1991 en el propio corazón de la URSS.
El mundo globalizado-
La globalización del mundo significa que la realidad se nos presenta como una sociedad a escala planetaria relacionada con la
aceleración del desarrollo tecnológica, áreas económicas y de comunicaciones e información. características - el plano
económico, una forma de acumulación capitalista signada por la valorización ampliada del capital financiero y especulativo, en
desmedro Los protagonistas son grandes empresas multinacionales - pérdida de poder de los estados nacionales y
crecientemente de organismos económicos internacionales como el Fondo Monetario (FMI), el Banco Mundial o la Organización
Mundial de Comercio, que dominan las políticas económicas - un fenómeno de concentración geográfica de la riqueza y de
creciente desigualdad entre países ricos y pobres - BIANCHI, Susana (2012), “Cap. 6. Hacia el siglo XXI - los legados de la Guerra
Fría al mundo actual, la formación de la OTAN y la de la Comunidad Europea durante la segunda posguerra representaron el fin
de las antiguas rivalidades entre potencias del viejo continente, que habían caracterizado al sistema internacional desde el siglo
XIX. - La actual Unión Europea, su frecuente pretensión de actuar como actor unificado en el marco de una política de
“bloques”, diferenciándose de la política norteamericana En efecto, durante la postguerra había surgido un “modelo europeo”
en la forma de regular las relaciones sociales e interestatales, diferente si no contrapuesto al de Estados Unidos. “Europa” en
tanto modelo se contraponía al comunismo soviético pero también a la concepción liberal más acentuada con la que EE.UU.
gestionaba las relaciones entre capital y Estado. - “Europa” (occidental) era sinónimo de Estado de Bienestar para los europeos
del Este pero también para el resto del mundo capitalista periférico. - la Guerra Fría implicó congelamiento o estabilización mas
no una real solución a un sinnúmero de conflictos puntuales dentro de Europa y Asia, - la Guerra del Golfo (tras la invasión de
Kuwait por Irak) sólo se produjo cuando el contrapeso y la contención del conflicto que suponía el soporte de la URSS en la
región desapareció. - otro de los efectos duraderos de la carrera armamentística que caracterizó al período 1945-1989 fue la
proliferación de armas por todo el mundo, debido a la doble vocación por parte de los bloques enfrentados de hacer negocios y
de obtener áreas de influencia anticipándose al contendiente. - Así, gobiernos militares, grupos guerrilleros y células terroristas
pudieron adquirir el material bélico obsoleto del que las superpotencias se desprendían. - La Revolución Cubana en 1959
constituyó un hito determinante del reforzamiento de este tipo de políticas hacia la región, sobre todo cuando su modelo
insurgente comenzó a extenderse por las izquierdas de América Latina. El sostén norteamericano a las dictaduras de los años
setentas y ochentas sólo fue un capítulo dentro de una orientación geopolítica que había comenzado tiempo antes. Más
actualmente, la interrupción de gobiernos democráticos del subcontinente por vías legales pero de muy controvertida
legitimidad, como el caso reciente de Brasil con la destitución de la Presidenta Dilma Rousseff, continúa esa línea. Del mismo
modo, los sucesivos intentos de derrocamiento de los presidentes de Venezuela, Hugo Chávez y, actualmente, Nicolás Maduro,
que cuentan con el apoyo de Estados Unidos. - Al finalizar la Guerra Fría, al contrario de lo pregonado por el país del Norte, el el
“nuevo orden mundial” emergente se presentó más inestable y conflictivo de lo proyectado. - La reconfiguración del sistema de
relaciones internacionales está aún en proceso, con una creciente competencia económica entre China y Estados Unidos. Yendo
un poco atrás en el panorama, se hicieron visibles tras la caída de la URSS líneas de continuidad con innovaciones que la etapa
precedente había inaugurado. - Por ejemplo, el espíritu de cruzada que encarnó Estados Unidos en las relaciones con la
superpotencia antagónica sobrevivió al hundimiento de ésta. La retórica de lucha contra el “narcotráfico” y el “terrorismo
internacional” parece guardar muchos parecidos con aquélla. - La perpetuación de guerras internas entre grupos étnicos o
religiosos pertenecientes a los países que fueron pertrechados militarmente durante la Guerra Fría es otro de los legados que
ésta dejó y que parecen, a diferencia de ella, no tener fin. - Desde este marco es que podemos aproximarnos a una
caracterización de la política internacional estadounidense que signó la etapa actual del mundo: la guerra contra el terrorismo o
más específicamente, al decir de Michael Mann en El imperio incoherente. Estados Unidos y el nuevo orden internacional
(Paidós, Buenos Aires, 2005), el terrorismo islámico. Huelga decir que la redefinición de la política exterior de Norteamérica en
ese sentido tuvo lugar tras los atentados del 11 de septiembre del 2001, en los que murieron casi 3000 personas y fueron
derribados símbolos del poder imperial de ese país como las torres Gemelas del World Trade Center en Nueva York y el
Pentágono en Washington. El entonces presidente George Bush (h) definió el “eje del mal” (principalmente, Afganistán e Irak,
invadidos sucesivamente) y propuso una doctrina “preventiva” de defensa exterior que tuvo como correlato interior la
disminución de las garantías constitucionales de los ciudadanos y el aumento del poder de vigilancia del Estado. - El autor
muestra cómo los objetivos de quienes atacaron a Estados Unidos no fueron económicos ni culturales sino eminentemente
políticos y, para el caso de Al Qaeda y su líder, Osama Bin Laden –de nacionalidad saudí y todavía vivo cuando Mann escribía su
libro–, muestra cómo su origen estuvo en la guerra de liberación nacional de Afganistán contra la invasión soviética, la que
contó también con el apoyo de la CIA y se desarrolló bajo la lógica de la Guerra Fría. Si se sigue la trayectoria del jihadista
devenido terrorista, se ve cómo la política imperial de Estados Unidos en Medio Oriente (aunque también la soviética en
Afganistán) fue jalonando el pasaje sucesivo de Bin Laden desde la lucha de liberación nacional a la internacional, y de los
objetivos bélicos militares a civiles, en una guerra concebida siempre como una defensa del Islam frente al imperialismo
extranjero. - Un perfil sociocultural de los integrantes de la red terrorista internacional Al Qaeda, por ejemplo, muestra su
carácter de jóvenes varones sunitas, en su mayoría árabes, de buen nivel cultural y que habían contado con un empleo estable
antes de integrarse a la red, en general exiliados de sus países de origen. - Un aspecto especialmente preocupante de la guerra
contra el terrorismo islámico –que subraya Mann– fue el carácter de “guerra de religión” que adquirió. Que ese conflicto se haya
dirimido sólo contra personas de religión musulmana resultó un acicate de la irresolución del conflicto. El Presidente
norteamericano Obama reorientó esa política destinándola específicamente contra la red Al Qaeda y deslindó al Islam de la
violencia terrorista contra inocentes, al tiempo que apoyó las rebeliones populares en los países árabes en pos de una mayor
democracia. Para ciertas interpretaciones, fueron estas rebeliones las que signaron, antes que el asesinato de Osama Bin Laden
a manos de un cuerpo militar de elite estadounidense, la derrota del proyecto político de éste. El islamismo radicalizado sin
embargo encontró en los últimos años una nueva fuente irradiación: el Estado Islámico. - La creciente complejidad e
inestabilidad política del mundo, donde se combinan el terrorismo, migrantes y refugiados, y crecientes bolsones de pobreza
junto a la multiplicación de los foros internacionales, grupos de naciones y bloques de intereses económicos o geopolíticos que
integran países cuya adhesión no es siempre excluyente a uno u otro bloque (notablemente esta ductilidad se da entre los
países emergentes), permiten afirmar que a pesar de las líneas de continuidad aludidas más arriba, la que transcurre es una
historia diferente de la que se cerró en 1989, donde hay ciertas continuidades pero cuya lógica (si es que puede hablarse de una
lógica) no obedece a la divisoria Este-Oeste, y ni siquiera tampoco a la igualmente unidireccional división Norte-Sur. El mundo
ciertamente no se transformó en un lugar más seguro tras el final de la Guerra Fría, sino más inestable e imprevisible. El
predominio económico y militar de Estados Unidos sin dudas que no se ha traducido en una hegemonía única a nivel global, lo
que viene sugerido en la idea de un mundo multipolar. Potencias emergentes como China, India y el insoslayable poder aún
vigente de Rusia en el mapa euroasiático compensan el tradicional dominio occidental de las relaciones y los organismos
internacionales.