S. Freud - El Yo y El Ello (Cap.5) RESUMEN
S. Freud - El Yo y El Ello (Cap.5) RESUMEN
S. Freud - El Yo y El Ello (Cap.5) RESUMEN
El sentido dinámico se refiere a las fuerzas en conflicto que juegan en la imposibilidad que
tienen ciertos contenidos de acceder a la consciencia (reprimido): represión y resistencia.
Lo reprimido es el modelo de lo inconsciente.
El Yo se desarrolla como diferenciación de una parte del Ello por medio del contacto con el
mundo externo, y desde el mundo interno, por medio de la percepción de las pulsiones
(Ello) dirigiéndose a gobernarlas e inhibirlas. El Ideal del Yo participa intensamente en esta
operación: es una formación reactiva contra los procesos pulsionales del Ello.
Hay personas que durante la labor analítica se comportan de forma muy extraña:
empeoran cuando se les anima y si uno se muestra contento con los avances de
tratamiento. No soportan elogios ni reconocimiento, reaccionando negativamente a los
progresos de la cura y aún las soluciones parciales provocan un refuerzo en su
padecimiento: a esto Freud le llama Reacción terapéutica negativa (RTN). Algo se opone a
la curación en estas personas, que reaccionan en contrario, como si se tratara de un
peligro. En ellas prevalece la necesidad de estar enfermas. No hay análisis de esta
resistencia que logre revertir la situación, sólo hay inaccesibilidad narcisista, actitud
negativa frente al analista y aferramiento a la ganancia de la enfermedad.
Se trata de un factor “moral”, de un sentimiento de culpa pero que no es vivido como tal,
es inconsciente; se exterioriza como una resistencia a la curación, pero no bastará con
trabajarla: la persona deducirá que el método analítico no es el correcto para tratar su
padecimiento.
Quizás el factor que decide la gravedad de una neurosis es el Ideal del Yo. El sentimiento
de culpa normal y consciente (conciencia moral) no ofrece tales dificultades a la
interpretación. Es una tensión entre el Yo y su instancia crítica, el Ideal del Yo.
Pero hay afecciones en las que el Ideal del Yo muestra una severidad particular y embiste
al Yo con una furia cruel e intensa. En estas afecciones el sentimiento de culpa moral es
consciente: se trata de la neurosis obsesiva y la melancolía, aunque con divergencias
evidentes.
En la melancolía es aún más evidente cómo la conciencia ha sido arrastrada por el Superyó
hacia sí. Es como si el Superyó se hubiera apoderado de todo el sadismo disponible en el
individuo, el componente destructivo se ha depositado en el Superyó y se ha vuelto hacia
el Yo. “Lo que gobierna en el Superyó es como un cultivo puro de la pulsión de muerte” y
cuando el Yo no logra defenderse (por medio de la manía), puede llevarlo a la muerte real
(suicidio).
(Luego habla de la histeria y el yo histérico –pág. 52- , pero eso no está en la guía).
Vemos al Yo como una cosa sometida a tres servidumbres: el mundo externo la libido del
Ello y la severidad del Superyó. Quiere mediar entre el mundo externo y el Ello, hacer
que el Ello responda y obedezca al mundo externo, pero a la vez que el mundo haga
justicia al deseo del Ello. Disimula los conflictos del Ello con la realidad y con el Superyó.
Con su posición intermedia entre el Ello y la realidad, a menudo se vuelve adulador y
mentiroso.
Freud separa angustia de muerte (conciencia moral), de angustia de objeto (angustia real
ante un daño temido del exterior) y de angustia libidinal (neurótica, inadecuada).
El Ello no tiene medios para dar cuenta de amor u odio, en él conviven y luchan Eros y
Tanathos, pulsión de vida y pulsión de muerte. Como si el Ello estuviera bajo el imperio de
las pulsiones de muerte y estas tendencias quisieran llamar a reposo a Eros, que es quien
perturba la paz.