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250 Reseñas

derecho de familia, de herencia, de propiedad, así como los derechos ciudada-


nos, incluido el voto. Para este autor, no debe autorizarse la doble nacionalidad
sin la doble ciudadanía.
José Ángel Pescador Osuna, economista y cónsul general de México en
Los Ángeles, realiza un análisis detallado de las relaciones entre México y
Estados Unidos en lo relativo al tema de la migración, especialmente acerca del
fenómeno migratorio en California. Entre los beneficios principales de la
modificación constitucional que haría posible la obtención de la nacionalidad
estadunidense, el autor menciona la capacidad de sufragio, desempeño de
cargos públicos, derechos a asistencia social y derechos de propiedad espe-
cíficos, entre otros.
Finalmente, Leticia Quezada, primera mujer de origen latino electa como
miembro del City Board of Education de Los Ángeles, aporta en su
ensayo datos prácticos sobre la importancia y la urgencia de la doble nacio-
nalidad. Su enfoque es el de un miembro de la comunidad latina estadunidense
que vería modificada su situación con las reformas constitucionales necesarias
para hacer realidad la doble nacionalidad en México.
En conjunto, los 10 ensayos reunidos en esta obra proveen al lector de
diferentes enfoques acerca de los beneficios y los riesgos inherentes a la modi-
ficación constitucional que permitiera la doble nacionalidad. Después de su
lectura, el lector tendrá mayores elementos de juicio sobre la influencia que una
reforma constitucional como la propuesta tendría en la vida cotidiana de los
mexicanos que residen en el extranjero, así como en la de los que habitan en
territorio nacional.

Carlos A. Gallardo Viveros

Celestino del Arenal, Introducción a las relaciones internacionales, Madrid,


Tecnos, 1994, 2a. reimpresión.

Esther Barbé, Relaciones internacionales, Madrid, Tecnos, 1995.

En “Modelos implícitos y explícitos en la evaluación de la capacidad de


negociación intergubernamental” (Foro Internacional, vol. 29, núm. 4, abril-
junio de 1989), Carlos Rico, siempre agudo, ha señalado que:

en el campo de las relaciones internacionales casi todos somos analistas y (aun los más
conscientes y orgullosamente ateóricos) formuladores de decisiones, presos de algún teórico
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vivo o muerto. [De hecho,] la identidad de nuestro cancerbero puede tener una importancia
crucial no sólo para nuestro análisis sino, en particular, para las sugerencias de política que
puedan emanar de él.

Desde luego que la respuesta de para qué se necesita la teoría en materia de


relaciones internacionales es diferente entre un punto de vista académico y uno
diplomático. Para éste, dicha teoría cobra sentido, y así ha sido siempre, a partir de
su naturaleza original: la de hacer inteligente la política exterior del Estado.

¿Cuál teoría?

Más allá del porqué de la teoría, surge la pregunta de cuál teoría. En este caso,
la respuesta es bastante más compleja, debido a los rasgos que caracterizan a la
teoría de las relaciones internacionales desde sus inicios como disciplina
científica en la década de los veinte. El primero es que su desarrollo, funda-
mental aunque no exclusivamente, se ha dado en Estados Unidos. Otro rasgo es
que en su origen, y buena parte de su desarrollo, la teoría de las relaciones in-
ternacionales —sus más importantes teóricos, paradigmas y debates— se piensa
desde, por y para las grandes potencias, lo que no significa desconocer, entre
otras, las aportaciones estructuralistas o las adaptaciones que se hacen en países
en desarrollo.
Un buen ejemplo es, por supuesto, el de México. En “El estudio de la
política exterior en México: enfoques dominantes, temas principales y
una propuesta teórico-metodólogica”, trabajo de enorme interés y vigencia pu-
blicado en el número citado de Foro Internacional, Francisco Gil Villegas
señala no sólo la necesidad de reconocer que en Estados Unidos se delimitan
enfoques y temas dominantes sino que las asimilaciones y desarrollo en otros
países, en este caso México, pasan por la noción weberiana de relación a va-
lores e intereses condicionados social e históricamente. Gil Villegas alude a la
aceptación implícita, por parte de la mayoría de los estudios mexicanos, de un
presupuesto básico del realismo que identifica a las relaciones internacionales
con la política internacional y, en particular, con la política exterior. Como él
señala, el Estado es “el actor privilegiado en los análisis de los internaciona-
listas mexicanos”.
Sin embargo, si en tanto objeto de estudio se asimilan las relaciones
internacionales a la política exterior del Estado, no ocurre lo mismo con los
temas, los enfoques y las concepciones. En función de nuestra propia relación a
valores, se parte de la inadecuación de conceptos como lucha por el poder y la
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paz, balanza o equilibrio de poder, seguridad estratégica, áreas de influencia,


bloques hegemónicos o conflicto bipolar. De acuerdo con Gil Villegas:

En el caso mexicano pueden encontrarse tres grandes temas recurrentes e interrelacionados


que [...] están condicionados por una específica relación a valores que no tan sólo los dis-
tingue de los temas y enfoques seleccionados en Estados Unidos y Europa, sino que también
condicionan concepciones teóricas propias y distintas de la estructura y sentido del ámbito
internacional. Los tres grandes temas identificables son: 1) el valor atribuido a la necesidad de
afianzar, aumentar o maximizar el margen de autonomía nacional y regional, lo cual tien-
de más a una concepción de distribución equilibrada de funciones y capacidades en el ámbito
internacional que a un deseo por obtener una mejor tajada en la lucha por el poder; 2) el valor
atribuido a la necesidad de promover el desarrollo económico y social; y, 3) el papel
primordial y preponderante que se adjudica a la relación con Estados Unidos.

En México, la influencia de las concepciones dominantes de la teoría de las


relaciones internacionales —realismo, neorrealismo, interdependencia,
dependencia y el pluralismo teórico actual— dependerá de la adaptabilidad de
dichas concepciones a los tres temas.
La pregunta (¿y cuál teoría?) presenta una dificultad adicional, derivada
del reconocimiento de la situación actual de la propia teoría de las relaciones
internacionales. Después de revisar el debate teórico en las últimas cinco
décadas, Arturo Borja y Brian Stevenson arriban a conclusiones interesantes:
primera, el enorme peso de las premisas realistas “aun en los planteamientos de
enfoques alternativos”; segunda, la escasa utilidad del realismo, en su versión
original y desarrollos posteriores, para países que ni son ni serán “parte del
círculo de las grandes potencias”; tercero, el empobrecimiento del debate
teórico en los últimos años (A. Borja y B. Stevenson, “Introducción: la teoría
realista y los estudios internacionales”; en A. Borja et al., Regionalismo y
poder en América: los límites del neorrealismo, México, CIDE-Porrúa, 1996). Para
dichos autores, el debate reciente entre neorrealistas y neoliberales-insti-
tucionalistas no ha sido tan fructífero, tampoco tan rico como los debates de la
década de los ochenta, en torno al neorrealismo, o aquellos que tuvieron lugar
en los setenta, en torno a la interdependencia compleja.
En último término, lo importante de la discusión actual no parece ser si
nos encontramos en una etapa de pluralismo teórico, renacimiento de viejos
debates o crisis de la teoría de las relaciones internacionales, en tanto se plantea
incluso su desaparición; tampoco lo es insistir en la incapacidad de la teoría de
las relaciones internacionales para prever el fin de la guerra fría y los desa-
rrollos posteriores. Acaso lo importante radica en reconocer que, si bien no
existe una relación mecánica, todos los grandes planteamientos y concepciones
de la teoría de las relaciones internacionales han proyectado el escenario de la
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realidad internacional en que se formulan. Al confuso orden o transición de


la última guerra —la guerra fría— corresponde también el replanteamiento de la
teoría.

Dos aportaciones españolas

A partir de la noción del valor de la teoría, del concepto weberiano de relación a


valores y de los cambios en el sistema internacional y sus implicaciones teóricas
podemos evaluar algunas aportaciones recientes.
Dos de ellas son los trabajos de Celestino del Arenal, Introducción a las
relaciones internacionales, y de Esther Barbé, Relaciones Internacionales. La
obra de del Arenal comprende tres grandes partes: en la primera define la pro-
blemática, la terminología y los grandes paradigmas teóricos de las relaciones
internacionales; en la segunda lleva a cabo una revisión detallada del proceso de
autonomización de las relaciones internacionales como disciplina científica, así
como de las concepciones clásicas y científicas hasta la década de los noventa;
en la tecera parte establece su propia propuesta teórico-metodológica. Por su
parte, la obra de Esther Barbé está dividida en nueve capítulos: concepto de las
relaciones internacionales; génesis y marco de las relaciones internacionales;
teoría de las relaciones internacionales; las relaciones internacionales en
España; la sociedad internacional; el sistema internacional; génesis y evolución
del sistema internacional; la nueva sociedad internacional de la posguerra fría.
Las obras comentadas comparten algunas características. Tienen,
también, algunas peculiaridades.

Coincidencias entre Barbé y del Arenal

Vocación pedagógica y carácter de revisión general. La primera coincidencia


en las dos obras comentadas es su vocación pedagógica y su carácter de revisión
general. La obra de del Arenal revisa puntualmente los desarrollos teórico-
metodológicos de la teoría de las relaciones internacionales desde sus orígenes
y hasta principios de los noventa; se trata, sin duda, de un esfuerzo monumental.
La obra de Barbé pretende, por su parte, “poner al alcance del estudiante marcos
teóricos, conceptos de trabajo, datos básicos e instrumentos de análisis que le
sirvan de bases —en plural— desde las cuales seguir el fluir de las relaciones
internacionales en esta época de transición”.
Una joven tradición. En segundo lugar, Barbé y del Arenal comparten
una joven tradición. En un trabajo anterior, publicado en México, del Arenal
señalaba que “la consideración y desarrollo científico de las relaciones
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internacionales [en España] sólo tiene lugar a partir de 1957”, cuando se


establece la primera cátedra de la materia en la Universidad Complutense. En la
obra que comentamos, el autor destaca el peso dominante de la perspectiva ju-
rídica internacional, de larga data en España, lo cual explicaría la tardía
autonomía de las relaciones internacionales como disciplina científica. Barbé,
por su parte, indica que “la tradición española parte y se articula en torno a la for-
mulación de una teoría de la sociedad internacional”, cuyos rasgos serían la
autonomía científica de la disciplina de las relaciones internacionales, la inter-
disciplinariedad y la metodología clásica. De acuerdo con la autora, “la
tradición española, formada en el iusinternacionalismo, se basa en la concep-
ción societaria de las relaciones internacionales o, si se prefiere, se inscribe en la
tradición grociana de pensamiento”. Esta segunda coincidencia, anclada en una tra-
dición específica, resulta de enorme importancia. Implica un punto de partida
relativo a la autonomía científica de las relaciones internacionales como teoría, su
transdisciplinariedad —que asimila las aportaciones de la sociología, la ciencia
política y el derecho— y la amplitud del propio concepto de relaciones
internacionales.
Del Arenal insiste, en efecto, en la necesidad de precisar el concepto y
sus diferencias con otros como política exterior (acción de un Estado), política
internacional (conjunto de relaciones interestatales), así como los elementos que
lo conformarían: “las relaciones internacionales son la ciencia que se ocupa de la
sociedad internacional, desde la perspectiva de esa misma sociedad inter-
nacional y (por tanto) la teoría de las relaciones internacionales es una teoría de
la sociedad internacional”.
La sociedad internacional, concepto base, tendría, al menos, cuatro
características: heterogeneidad y complejidad, derivada de la gran variedad de
actores de las relaciones internacionales (Estados, organismos internacionales,
organizaciones no gubernamentales, grupos sociales y políticos variados) y de
las diferencias a todos los niveles entre actores de la misma naturaleza;
interdependencia y globalidad, que se deriva de la internacionalización o
transnacionalización de la mayor parte de los problemas antes limitados a la
esfera estatal; ausencia de un poder integrado global que fuera capaz de
manejar la interdependencia, regular las relaciones y los conflictos de esa
sociedad y de imponer valores comunes; carácter universal o planetario,
derivado de la revolución científico-tecnológica y comunicacional.
Barbé, por su parte, asume también la teoría de las relaciones interna-
cionales como teoría de la sociedad internacional en su doble vertiente: como
sector de la realidad con características específicas —pluralidad de actores,
criterio de localización y criterio de interacciones— y como disciplina científica
autónoma y distinta. Para esta autora, la sociedad internacional es mundial, en
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sentido técnico-económico, y estatal, dado el creciente número de Estados que


la integran (42 en 1907, 51 en 1945 y 185 en 1995). No se trata propiamente de
una comunidad, debido a que ello supondría unidad natural, integración plena y
comunidad de valores, sino de una sociedad en vías de comunidad. De acuerdo
con Barbé, la sociedad internacional tendría cuatro características centrales: el
binomio anarquía-orden (convivencia de la lógica de la fuerza con múltiples
elementos de autorregulación como el derecho, la diplomacia y los organismos
internacionales); la heterogeneidad (pluralidad de actores estatales y no
estatales); la interdependencia (reflejada en temas de seguridad y problemas
globales) y la complejidad (como resultado de las características anteriores).
La sociedad internacional, según Barbé, comprendería dos lógicas de
poder: por un lado, el sistema interestatal y su lógica diplomático-militar y, por
el otro, múltiples actores agrupados en forma multicéntrica en torno a cues-
tiones socioeconómicas. Ambas lógicas de poder se reflejarían en dos formas de
poder: el poder estructural, cuyas fuentes son el control sobre la seguridad, la
producción, el crédito, el conocimiento, las creencias y las ideas; y el poder
como capacidad de crear reglas del juego, a través de las vías clásicas de
sensibilidad (riesgos del Estado a causa de cambios en el exterior, en otro
Estado o a nivel general) y vulnerabilidad (riesgos que corre ese mismo Estado
luego de haber adoptado las medidas políticas oportunas).
Los trabajos de del Arenal y Barbé se constituyen como herramienta
referencial por la amplia revisión teórica que llevan a cabo. Ello conduce a una
tercera coincidencia general que abarca diversos aspectos que son ya objeto de
consenso general en la materia:
Origen de las relaciones internacionales como disciplina científica en la
segunda década del siglo XX . A diferencia de la teoría de las relaciones
internacionales, cuyo origen se remontaría a varios siglos, su naturaleza como
disciplina científica arranca en la segunda década del siglo XX, con la creación
de las primeras cátedras de la materia en Estados Unidos e Inglaterra, así como
la fundación del Royal Institute of International Affairs de Londres y el Council
of Foreign Relations de Nueva York (1919). A partir de entonces, se produjo un
fenómeno de autonomización respecto de disciplinas tradicionales, como la his-
toria (en sus vertientes de historia diplomática e historia de los tratados), el
derecho internacional y, finalmente, la diplomacia, entendida como ciencia de las
relaciones entre Estados. Del Arenal anota cuatro razones que explican el tardío
nacimiento de las relaciones internacionales como disciplina científica: el
predominio del paradigma del Estado; el protagonismo académico y científico
de la historia diplomática y del derecho internacional; el escaso interés de la
opinión pública por los asuntos internacionales antes de 1914; y, finalmente,
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el fracaso de la diplomacia tradicional del sistema europeo de Estados en la


primera guerra mundial.
Tradiciones de pensamiento. Ambos autores recogen la tesis de Wight
sobre la existencia de tres corrientes o tradiciones de pensamiento en las
relaciones internacionales que, dice del Arenal, “siguen siendo válidas para
caracterizar las actuales concepciones de las relaciones internacionales”: la
hobbesiana (relaciones internacionales como estado puro de conflicto y
ausencia de imperativos morales); la kantiana o universalista (relaciones
internacionales fundadas en la cooperación); y la grociana (relaciones inter-
nacionales fundadas en conflicto limitado y con existencia de reglas e institu-
ciones que norman la conducta de los actores).
Paradigmas de la teoría de las relaciones internacionales. A partir del
reconocimiento del debate paradigmático como articulador de la disciplina
científica de las relaciones internacionales, ambos autores asumen la existencia de
tres paradigmas. El primero de ellos, de carácter dominante y referencia
esencial en la disciplina de las relaciones internacionales, es el paradigma
realista cuyo máximo exponente es H. Morgenthau. Se trata del enfoque que
ubica al Estado como actor racional y unitario y como unidad central de
análisis; al conflicto y al poder como la naturaleza de las relaciones inter-
nacionales; a la seguridad nacional como la prioridad de los Estados; a las es-
feras interna e internacional perfectamente divididas. El segundo paradigma es el
paradigma trasnacionalista o de la sociedad mundial, surgido en la década de los
setenta al amparo de los trabajos de Keohane y Nye. Este paradigma supone una
relativización del papel del Estado, a partir del reconocimiento de la existencia
de una pluralidad de actores que crean una red compleja de interdependencias;
la interdependencia restringe los márgenes de autonomía del Estado, supone
una ruptura de su carácter racional y unitario, vincula íntimamente la política
interna y exterior y desplaza a los temas militares y de seguridad en favor de los
relativos a la cooperación. Finalmente, del Arenal y Barbé reconocen el
paradigma estructuralista o de la dependencia, derivado del pensamiento
marxista, para el cual las relaciones internacionales se caracterizan por la
desigualdad del sistema capitalista mundial; el intercambio desigual entre
centro y periferia; el conflicto como dinámica del sistema y relaciones de
explotación de unos países sobre otros.
Etapas y controversias científicas. Los dos autores coinciden también en
que la disciplina científica de las relaciones internacionales ha atravesado
diversas etapas y en que, en el paso de una a otra, se han registrado importantes
debates teórico-metodológicos. Ambos distinguen, primero, una tradición
clásica en la cual se ubicarían el realismo y sus derivaciones posteriores, el
idealismo, los desarrollos sociológicos de las relaciones internacionales, así
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como las formulaciones históricas y jurídicas; y, segundo, una tradición


científica, en la que se ubicarían el behaviorismo y el posbehaviorismo con sus
múltiples vertientes: teoría de sistemas, de toma de decisiones, de integración,
de los juegos, de la negociación, de la simulación y del linkage, entre otras.
Para del Arenal, los cuatro grandes debates teórico-metodológicos tienen
lugar entre el idealismo y el realismo: el tradicionalismo y el cientificismo; la
relevancia y la abstracción (behaviorismo-posbehaviorismo) y, finalmente,
entre el neorrealismo y el globalismo o trasnacionalismo. Barbé, por su parte,
identifica los debates centrales en los del realismo-idealismo y tradicionalistas-
“cientistas”.
Relación entre teoría y realidad. Finalmente, una última coincidencia a
considerar entre los dos autores es la vinculación no mecánica entre la situación
internacional y cada una de las etapas teóricas de las relaciones internacionales.

Peculiaridades

Además de las coincidencias señaladas, los trabajos reseñados muestran


peculiaridades propias. La obra de del Arenal tiene un carácter monumental; no sólo
detalla el proceso de autonomización de las relaciones internacionales sino que
revisa puntualmente todas las formulaciones teóricas de las relaciones in-
ternacionales hasta principios de los años noventa, a través de los autores y las
obras más destacados.
Así, el tratamiento del realismo abarca desde su génesis en Mencio,
Kautiliya y Tucídides, más tarde Hobbes y Maquiavelo, hasta llegar al siglo XX
con las aportaciones de Carr, Schwarzenberger, Wight, Niehbur y, en sus
versiones más acabadas, Morghenthau, Kennan y Kissinger. En la vertiente de
los desarrollos de la sociología histórica de las relaciones internacionales, por
mencionar un segundo ejemplo, revisa en detalle los aportes de Papaligouras,
Aron y Hoffman. En el caso de las concepciones científicas, presenta una
minuciosa exposición de la enorme variedad de teorías behavioristas y
posbehavioristas. La revisión de del Arenal incluye trabajos sobre concepción
trasnacional (Keohane y Nye); relaciones interculturales (Freymond, Preiswerk,
Milza, Friedlander); investigación para la paz (Galtung, Curle, Lentz, entre
otros); futurología (Club de Roma, World Order Model Projects, Falk, Kothari y
Mazrui). Del Arenal concluye exponiendo, con su acuciosidad característica, los
elementos del neorrealismo (Waltz, Gilpin) y los enfoques marxistas (desde
Marx, Engels, Lenin y Rosa Luxemburgo hasta los desarrollos teóricos en
países anteriormente comunistas y la teoría de la dependencia en países
latinoamericanos). Sin duda, esta amplia revisión es una de las contribuciones más
notables de la obra de Celestino del Arenal.
258 Reseñas

Esther Barbé, por su parte, revisa en detalle las características del sistema
internacional a partir de los actores, la estructura de poder y las interacciones.
Por lo que se refiere a los actores (unidad que lleva a cabo funciones continuas;
significativas; con impacto en el sistema interestatal; que es tomada en cuenta
por formuladores de política exterior y que posee autonomía para tomar
decisiones), adopta y analiza la tipología clásica (Estados, organismos
internacionales y fuerzas trasnacionales). En el caso de los actores estatales, que
seguirían siendo el punto de referencia en el sistema internacional, la autora
desarrolla un amplio análisis a partir de las nociones de diferencia (antigüedad,
dimensión económica y militar) y la jerarquía (poder como recursos, poder
como influencia, poder relacional). En el caso de los otros actores, la autora se
centra en las organizaciones internacionales de base estatal y las fuerzas
trasnacionales (organizaciones no gubernamentales y empresas trasnacionales).
Por lo que toca a la estructura de poder —configuración de poder
generada por las potencias del sistema—, Barbé examina los orígenes y las
características de tres tipos de sistemas: multipolar, bipolar y unipolar o
imperial. En lo que se refiere a las interacciones —entendidas como procesos
relevantes de comunicación e intercambio entre los actores—, analiza el
continuum que va desde la guerra hasta la integración, pasando por el conflicto
y la cooperación. Finalmente, examina la conformación del sistema inter-
nacional que surge de la segunda guerra mundial (guerra fría, bipolaridad) y sus
principales cleavages (fracturas este-oeste y centro-periferia).

La teoría de las relaciones internacionales en la posguerra fría

Finalmente, un punto común a los dos autores, y en donde quizá se proyectan


sus aportaciones más personales, nos conduce nuevamente a uno de nuestros
puntos de partida: el reconocimiento del estado actual de la teoría de las
relaciones internacionales.
En el prólogo de su obra, del Arenal advierte que “la teoría de las
relaciones internacionales no ha podido reaccionar adecuadamente a lo radical
de las transformaciones de los últimos años”. Barbé, por su parte, subraya “la
incapacidad de la comunidad intelectual de los países occidentales para prever
el colapso en el bloque del este”, lo que ha dado lugar a nuevos debates y a un
profundo replanteamiento teórico.
Ambos autores arriban, por distintas vías, a la necesidad de una postura
de pluralismo teórico. Barbé indica la necesidad de revisar “las cuatro grandes
cuestiones que, en buena medida, recogen los temas de la agenda internacional,
tanto en su vertiente política [...] como en su vertiente investigativa”: los
Revista Mexicana de Política Exterior 259

binomios unipolaridad-multipolaridad; integración-fragmentación; una nueva


concepción compleja y amplia de la seguridad internacional; la emergencia del
individuo como actor internacional.
En torno a estas cuestiones se ubicaría la discusión actual, enfocada
desde tres nuevos paradigmas, surgidos en la posguerra fría. El primero de ellos
es el globalismo renovado, nacido de la sofisticación del paradigma estruc-
turalista, que amplía el panorama de las fracturas centro-periferia a los ámbitos
político y cultural, y ya no sólo al económico. El segundo paradigma surgiría de
la fusión entre el neorrealismo y los últimos desarrollos del trasnacionalismo.
En este caso, se trata de asumir la existencia de distintos niveles de anarquía
pero también la de comunidades de seguridad, formadas por países con
intereses básicos y comunes en el ámbito de la seguridad; esta tesis se
combinaría con la evolución del trasnacionalismo original de Keohane y Nye
hacia el institucionalismo neoliberal, que acepta tanto el papel prioritario del
Estado en las relaciones internacionales como el de la anarquía como factor de
disrupción en la cooperación internacional. El tercer paradigma se agruparía
bajo el concepto de debate interparadigmático o postpositivista. Este paradigma
tendría dos vertientes centrales: la primera es la teoría normativa orientada en
la dimensión moral de las relaciones internacionales; la segunda, el posmo-
dernismo en sus distintas modalidades, plantea una crítica radical a la disciplina
científica de las relaciones internacionales, incluso su desaparición. La autora se
decanta explícitamente por el segundo paradigma.
Del Arenal, por su parte, luego de la amplia revisión que lleva a cabo,
plantea sus propias bases para una teoría de las relaciones internacionales. Para
ello, somete a una profunda revisión el concepto mismo de las relaciones
internacionales, con base en cuatro criterios (especificidad de las relaciones in-
ternacionales, actores, internacionalidad y lo que denomina criterio superador
del Estado), para llegar a la conclusión de que:

Nuestra posición respecto del concepto de relaciones internacionales, en cuanto sector de la


realidad social, se inserta en la línea que hace de la noción de sociedad internacional la cate-
goría clave, el marco de referencia en el que encuentran sentido esas relaciones sociales [...]
Consideramos igualmente que el Estado sigue siendo una unidad política que desempeña un
papel relevante en la sociedad internacional, pero afirmamos el protagonismo indiscutible y
creciente de otros actores de las relaciones internacionales. [Así], definiríamos las relaciones
internacionales como aquellas relaciones entre individuos y colectividades humanas que
configuran y afectan a la sociedad en cuanto tal.

En segundo término, del Arenal también somete a cuestionamientos el concepto


de sociedad internacional a partir de las características que se anotaron antes:
heterogeneidad, interdependencia, universalidad y ausencia de estructuración.
260 Reseñas

En tercer lugar, perfila la amplia gama de problemas que enfrenta la teoría de


las relaciones internacionales: desde los derivados de prospectivas anglosajonas
que se centran únicamente en las superpotencias hasta la asunción del enfoque
realista estatocéntrico en sus distintas versiones, la perspectiva etnocéntrica y su
traducción mecánica a realidades distintas, y la deshumanización de las
construcciones teóricas. La respuesta, según del Arenal, radicaría en asumir el
pluralismo paradigmático, el replanteamiento de la vinculación entre política
interna y externa, la consideración de la sociedad internacional como comu-
nidad y la necesidad de revisar los actuales conceptos y terminologías.
Para del Arenal, en conclusión, la teoría de las relaciones internacionales
debería de responder a exigencias como el tratamiento global de los problemas;
la búsqueda de generalizaciones y regularidades susceptibles de contraste; la
búsqueda de relevancia; la relación con el mundo real; la adopción de una
perspectiva dinámica; el reconocimiento de que la teoría no puede ser neutral; y,
finalmente, la necesidad de una clara orientación normativa hacia la acción.

Alejandro Negrín

Roger Díaz de Cossío, Graciela Orozco y Esther González, Los mexicanos


en Estados Unidos, México, Sistemas Técnicos de Edición, 1997, 332 pp.

Esta obra aborda uno de los fenómenos sociales más singulares que resultan de
la compleja relación existente entre México y Estados Unidos: una comunidad
de más de 20 000 000 de personas de origen mexicano en Estados Unidos. Dicha
comunidad está formada por amplias y muy diversas comunidades de mexi-
canos y mexicano-americanos; por indocumentados, residentes o ciudadanos
estadunidenses que, con distintos perfiles profesionales, intereses o ideologías,
comparten un mismo origen étnico o cultural y, frecuentemente, una misma
identidad cultural.
A través de juicios y reflexiones producto del análisis teórico pero, sobre
todo, de la experiencia directa y la observación empírica, los autores de Los
mexicanos en Estados Unidos acercan al lector a la compleja problemática de
las comunidades mexicanas y mexicano-americanas en Estados Unidos. Como
es bien sabido, Roger Díaz de Cossío se encuentra en el origen de muchos es-
fuerzos por acercarse de manera ordenada y sistemática a los mexicanos que se
encuentran más allá de las fronteras nacionales. Prueba de ello es este libro,
aunque no podemos dejar de destacar la visión clara, sensible e inteligente de
Díaz de Cossío para lograr la fundación, en 1991, del Programa para la atención
a las comunidades mexicanas en el extranjero, de la Secretaría de Relaciones

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