Libro Figuraciones

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“FIGURACIONES Y PROCESOS — ELEMENTOS PARA UNA SOCIOLOGÍA DEL ESTADO Y DEL

DERECHO”

La historia de la expresión “sociología del derecho” no es muy larga, siendo el sociólogo George
Gurvitch quien primero le dedicara un tratado completo en 1942. Por entonces, una preocupación
fundamental del autor era perfilar claramente los contornos de la disciplina, que en su infancia se
veía obstruida por el uso de conceptos prestados de la filosofía y la psicología. En su afán por
construir un instrumental teórico del que dependía su desarrollo, este autor quiso dejar sentadas
las bases para la investigación a partir de la consolidación conceptual, única manera de lograr su
independencia teórica y su estatuto científico.

Es por eso que, a manera de introducción, resulta necesario recordar la diferencia fundamental
entre nociones y conceptos. Tanto las nociones como los conceptos son formas de comprender la
realidad; las nociones son una manera emocional, vaga, cotidiana y de sentido común para
acercarse a la realidad; los conceptos son una representación racional, sistemática y lógicamente
organizada de esa realidad, y como tal obedecen a un esfuerzo colectivo y continuado de
comprensión intelectual, generalmente hecho por la comunidad de profesionales en la materia,
pero también desde luego por otras esferas especializadas de la sociedad como los espacios de
opinión.

Con este trasfondo, resulta pertinente abrir la reflexión sobre los fundamentos conceptuales de
una sociología del Estado y del Derecho como se propondrá aquí. En primer lugar, la expresión
“sociología” fue acuñada por primera vez por el filósofo francés Augusto Comte en su Curso de
filosofía positiva de 1838. Sin embargo, su estatuto propiamente científico lo dieron los trabajos
de los llamados “fundadores” de la sociología: Carlos Marx, Emilio Durkheim y Max Weber.
Aunque no es objeto de este artículo la presentación de su obra, sí es necesario ahora dejar claro
el hecho de que tal estatuto científico le viene dado por el trabajo empírico del cual la sociología
extrae sus conclusiones, y que la diferencia de la especulación filosófica. Ese es el mérito de los
fundadores, y de sus trabajos deriva lo que cabalmente se entiende por “sociología”, a saber,
observación de la realidad social, con métodos y teorías que se van afinando en su diseño, que
tiene a la historia como dato empírico ineludible, y que implica siempre el nivel de la
interpretación. Así entendida, la sociología es más una manera de ver el mundo que un sistema de
contenidos para memorizar. La comprensión de la realidad no resulta en absoluto fácil y rápida,
porque implica el desarrollo de la capacidad de ver más allá de lo evidente, la habilidad para
“sospechar”. Así, la sociología implica como punto de partida la “imaginación sociológica”.

Ahora bien, tanto Marx como Durkheim y Weber comprendieron la importancia del derecho y de
la política en la sociedad, aunque sus reflexiones más importantes se dieron en el campo de la
metodología o estatuto científico (de ahí su condición de fundadores), hasta tal punto que ningún
estudio sociológico puede prescindir de los postulados fundamentales de su obra. Estos tres
clásicos son también los fundadores de la sociología del Estado y del Derecho, no tanto por las
teorías que construyeron como por la perspectiva de investigación que dejaron abierta.

A partir de ellos, y teniendo como trasfondo el desarrollo histórico de la sociedad occidental –


imprescindible para el análisis, como se ha dicho—, se desarrollaron dos perspectivas distintas
pero complementarias sobre el estudio del Derecho. La Revolución Francesa significó la fundación
de una nueva sociedad que superara los excesos del antiguo régimen en todos los órdenes, y
también en el derecho. Anteriormente, los jueces actuaban en calidad de funcionarios del rey, a
quien debían también su salario, por lo que anteponían el derecho tradicional en sus decisiones.
Por ello, la Revolución fundó un nuevo derecho que se apartaba por completo del orden
tradicional en sus principios tanto como en su práctica. Se entendió a partir de ella que los jueces
debían ser independientes de cualquier poder político o económico que pudiera coaccionarlos,
respondiendo únicamente a los postulados de la Ley.

Ahora bien, por “Ley” se entendió la manifestación racional de la Voluntad de la nación en su


calidad de general, universal y abstracta. Como tal, este concepto implicó la concepción del
Derecho ante todo como “ciencia” jurídica, perspectiva que con el tiempo se denominó
positivismo, el conocimiento objetivo, seguro y comprobable sobre la realidad del derecho. A su
vez, los teóricos continentales enfocaron sus estudios hacia los contenidos formales del Derecho y
su funcionamiento como administración de justicia, fundando así la tradición de Sociología del
Derecho (Sociologie du Droit). Desde esta perspectiva, entonces, los intereses del conocimiento se
enfocan en el funcionamiento interno del derecho, la forma como los jueces toman sus decisiones,
la formación académica de los abogados, las políticas oficiales de administración de justicia, etc. La
expresión Sociología “del Derecho”, pues, es de tradición francesa y continental, y hace referencia
al programa de investigación asociado al positivismo jurídico, entre cuyos representantes
sobresalen Vicenzo Ferrari, Hans Kelsen, Herbert L. Hart y Norberto Bobbio.

La investigación sobre el Derecho en el Proceso de la Civilización se inserta en esta última


perspectiva, como se verá, y tiene la intención de desvelar los factores anexos a las
transformaciones del derecho como teoría y como práctica en el marco más general de las
transformaciones de la sociedad, es decir, el derecho como proceso social.

“DERECHO” / “ESTADO” / “CONSTITUCIÓN”

Las transformaciones del derecho como teoría y como práctica se explican desde la sociología
jurídica como investigación de las relaciones entre el derecho y el marco general de la sociedad.
Sin embargo, la sociología del Estado y del Derecho debe partir de tres conceptos fundamentales:
“Teoría”, “Estado” y “Constitución”.

una Teoría del Estado es un sistema lógicamente organizado de conceptos acerca de ese aspecto
de la realidad denominado como “lo político”, y que tiene al derecho como un componente
fundamental8 . Así, esta reflexión se presenta como una invitación a pensar conceptualmente, ya
que la universidad es la institución cuya función es la creación de nuevo conocimiento, sólo la
ciencia la justifica y ese conocimiento le ha sido encargado por la sociedad. Por lo que la primera
definición del derecho que se debe tener en cuenta es la que lo considera ante todo como “ciencia
jurídica”, como una reflexión conceptual. Esa es la razón por la cual en los espacios académicos
resulta importante dejar a un lado las nociones y actitudes emocionales, para lograr una discusión
cuya meta es el conocimiento racional; no es lo mismo la discusión en un simposio que en una
cafetería, pues cada espacio tiene sus propios afanes.

Que el Estado deba entenderse como la sociedad organizada jurídicamente implica, a su vez, tres
niveles de reflexión. En primer lugar, el concepto de sociedad —tan difícil de capturar, como se
verá— refiere siempre a la dimensión colectiva de la vida humana, dimensión de la que resulta
imposible escapar. Un ser humano aislado es inconcebible, pues ya desde el vientre materno el
nuevo ser se relaciona y comunica, por lo que le afecta la forma de vida y estados de ánimo de la
madre. De hecho, la estrategia más importante que le permitió al homo sapiens sobrevivir en un
ambiente hostil, dado que la naturaleza no lo dotó de caparazón, alas o garras, fue el trabajo y la
planificación en grupo

El concepto de sociedad, que se explorará aquí sucintamente, trae la paradoja de que aquélla
resulta necesaria para el proceso de convertirse en humano, que es ya un proceso socio-cultural —
que implica reconocerse en el otro—, al tiempo que se ve al otro como un posible agresor. De ahí
que la sociología jurídica se interese en gran medida por la posibilidad del orden en una sociedad
de personas libres y que desconfían entre sí.

a necesidad de una aproximación racional, comprobable, científica a esa realidad que nos abarca y
define como humanos. Pensando conceptualmente, entonces, se deduce que lo opuesto a la
sociedad no es el individuo, la persona aislada —que perecería en tal situación—. Lo opuesto a la
sociedad es el caos, la anarquía, la anomia. La condición fundamental para la existencia de una
sociedad es que esté organizada, de lo contrario no es sociedad. Así que hablar de “sociedad
organizada” es casi incurrir en una redundancia, si no fuera porque con ello se quiere señalar que
hay muchas maneras de organizar la sociedad. La más antigua y recurrente es la tiranía, la
organización con base en el capricho de un líder fuerte que impone su voluntad sobre el colectivo;
en este caso, la sociedad dura mientras viva el dictador. Otra manera de organizarla es la tradición,
para la cual la manera correcta de hacer las cosas viene dictada por la costumbre, cuya antigüedad
prueba su verdad; es el caso de algunas sociedades islámicas o budistas en las que ciertas maneras
de vestir o de trabajar son indiscutibles. Por último, la forma más reciente y menos común de
organizar la sociedad es hacerlo mediante el Derecho, y su mayor desafío ha consistido en la
transformación del gobierno de los hombres por el gobierno de las leyes.

De ahí que el Estado de Derecho, como sociedad organizada jurídicamente, implica siempre y
necesariamente una constitución, cuyo texto se denomina siempre constitución “política”. La
extendida idea según la cual la constitución es “norma fundamental y ley de leyes”, fue
ciertamente la primera definición tras la revolución francesa. Pero del siglo XVIII al XXI mucha agua
ha corrido bajo el puente, y hoy la expresión “política” de la constitución lleva con mucho el peso
de la definición. Si la constitución fuera solamente norma fundamental y ley de leyes, se
denominaría mejor constitución jurídica; pero no, es constitución política, y ello la define por la
misma razón que el código civil no es un código “político”. Este es el argumento que sustenta la
apuesta por la constitución entendida como un proyecto de sociedad, y el motivo de comenzar la
reflexión sobre la sociología del Estado y del Derecho por esa especie de humus que es el
fundamento de todo Estado y de todo derecho, la sociedad.

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