Castoriadis

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 146

') •=¡

'-· . ..<.,¡

C. Castoriadis

~
EUDEBA
A modo de Introducción

La combinación de ciertos tiempos históricos con el azar


Eudeba SE
Fundada por la un·IVersJ·d . .M . editorial ha ido creando a lo largo de los años ciertas dificul­
ad de Buenos Aires en 1958
tades para la lectura en castellano de Corndius Castoriadis.
La colección Pensamiento
Contemp oráneo es u n e�p . . Me refiero, por ejemplo, al hecho de que una parte impor­
EUDEBA y de la Secreta
ría de Relac·Jones U .vers :endJmJento conjunto de
Buenos Aires. m nanas de la Universidad tante de su obra comenzara a traducirse en España a partir
de
de 1976 - oscuros tiempos de la dictadura militar en la
Coordinación General: Lic.
L. García Batallán Argentina. Pero también a que a esta dificultad inicial se
Tftulo de la obm original: sumara -desde fines de los años 80- el que sus diversos
� Mon é de la lnsig
�� libros fueran traduciéndose con ritmos intennitentes y de
IV
nijiance. Les carr
efours du Labyrimhe
1996
© Eduums Du Seui/, Mars
modo incompleto.
I.S.B.N. 2-02-028575-4
La ocasión de introducir este «cuarto volumen» de la serie
Trad� cción: Alejandro de libros en que Castoriadis va reuniendo periódicamente sus
R�vls•ón Técnica: Fern
Pignato
Director de Colección:
ando Urribarri trabajos de «corto plazo» -sus «work-in-prógress••- me
Fernando Um'bam.
Dlseno
- de colección y tapa:
Julio E. Mala rino parece oportuna para intentar aportar una breve perspectiva
Primera· edición, marzo 199 general que pennita situarlo en el conjunto de su produc­
7
Primera reimpresión, setiem ción. Una producción que es imprescindible leer con la
bre 1997
mayor claridad posible en cuanto a su arraigo histórico­
© 1997 social' .
Edi orial Universit
� aria de Buenos Aire
Soctedad de Economía s
Mixta
Av. Rivadavia 1571/73 (1033 Digamos, para empezar, que este libro de Castoriadis
)
condensa, como pocos, la multifacética inteligencia de su
Hecho el depósito q!le marca
la ley 11.723 autor. Poseedor de una cultura inmensa, de una en1dición
l.S.B.N. 950-23-0635-X impar que lo acerca a los antiguos sabios, bien podría ser un
Impreso en la Arge
ntina nuevo Aristóteles -como lo ha sugerido Edgard Morin- si

1 • Como complemento de esta breve perspectiva gene1-al remito al lector


.
No se pennite la reproducción
sistema infonnático, ni su tran o �.arcJal de �st� h. bro, m su almacenamiento en un
total
a la Bibliografía de Castoriadis que enconu-ará al final de este libro_.
.
smisi e a q Je fonna
electrónico, mecánico, fotoc� o �or cualquier medi o,
pia u otr:s :��o dos,
U �
sm el penruso previo del
editor. 7
�a�ic no fuera p orque Co
rnelius Castoriadis e .

filosofía, en política o s de 1os que, ya sea


•m.:liu
. . en
en psi·c oana'l'ISis
..;d.: 19 ' p1ensa para transforma
En 1 948' reCI·én llega r.
-+l}.co do a París --escap racionalismo captando lo que e n el hombre hay de poiético
ando de la pe rsecu-
Jlllk 1
ción estal inis ta en Gre . tanto en el plano individual como en el colectivo.
C ia, tras habe r luc .
h ad0 en 1 a resiste
11'(' y clan destina contra el . ncia
nazi smo - Cornelius
·rhari. Castonadis
. .
fu nda con Claude . A partir de este giro fundamen tal, Castoriadis va
'ncipa LeLoc. rt 1 a ya llli-tica revista y e 1
gmpo «Socialism o o presentando sus ideas mediante dos tipos de trabajos. Por un
lfC�tll Barbarie» . Desde en
ton ces, y duran te 20
rJSal11;
. aüos, su trab�o se . lado, hay una elaboración conceptual general que es presen­
· centrará e n las cu
. estiones políticas
c msr soc iales y económicas ' tada a través de una obra <<a l argo plazo » , cuyo primer mo­
.
l)\1111! Este período de su p . mento lo constituye <<La Institución Imaginaria de la Socie­
·6X. e roducción está marcad
o or un
prec u�so� esfuerzo p
.!S
·tad d
1111
Cas tonad1s descubre
ara repe nsar críticam
y d
.
!Sec
.
ciO na
ent i
e e marx1s .
mo .
dad» ( 1 975) , en el que establece, de modo sistemático, los
fundamentos teóricos de su pensamiento. En esta misma
. . . su s componen tes eco no .
nsóti Clstas, Cie ntificistas- mi -
racio nal istas y teleoló . línea de desarrollo conceptual, trabaja desde entonces sobre
gicos. Este proceso
·�ioló teó rico y po lítico lo llev la base de dos proyectos de libros: <<L'Element Imaginaire» y
a, fimalme nte , a ro .
·sarrc mp er con e 1 marxis-
mo. A dife re ncia de la <<La Creation Humaine» , centrados ambos en la imaginación
•solut mayo ría' lo hará «pa
ra poder seguir
capa de 1 1ado de la revolu
ció n». Será lo q ue des radical abordada desde una perspectiva filosófica y psicoanalí­
d e en ton ces
sc i pl denomm · a rá
«p royecto de auto no tica el p rimero, y socio-histórica e l segundo. En años recien­
Acl mía» .
L a consecue ncia deci tes, el avance concreto en la elaboración de los mismos los ha
crce1 siva de este proyect
o que se Ini . . .
con el sesg� de 1a c Cia
>70.

ntica y la reelaboraci transfonnado en un solo libro -conservando el título «La


.

ón, es la cre
-

un pensam iento prop ació n de


prc� io, tan original y ra Creación Humana»- al que Castoriadis dedica sus principa­
p ote nte. En este pr dic al com o
·udc:
oceso, s�. n d�da, �� les esfuerzos en la actualidad.
«aconte cim ien to clav
tris. es el descubri mien t e»
. o de la InlagmaciOn
En . radical en 1 964-65 . La
Imagmació n radical . Por o tra parte, desde 1 978, Castoriadis publica con el
Jede ' -correspo ndie nte
a 1 a psiq ue
\"fll!l m d.. VIdu al- y el im
·
·

aginario radical - subtítulo genérico <<Encrucijadas del Laberinto», una serie


propio de las
'hre¡ so ciedades- son las de volúmenes independientes en los que reúne importantes
piedras angulares d .
'l/'0( e u na r� flexió n que
revela en lo histórico
aba -social una génes1. s artículos. Estos trabajos más breves, suelen preparar y
. ontológica' u na
Creac10n con tmuad
arh
. .
.

a, una autom acompaüar, en el tiempo y e n la temática, las elaboraciones


_

- . stitució n que va haci


11\.lg a S I m ism a como inst éndose
itució n · La autononu- que encuentran luego su expresión sistemática en las obras
·in� revolucionario se fun a como p royecto
da ' en esta p erspec tiv . de <<largo plazO>>. También en estos volúmenes fue su autor
lllH de la autoins tituci ón a, en la b�-squeda
.
1\\!1 exp lícita de la s OCle dad'. es dec ir en e l
incluyendo sus textos de intervención y toma
rec llaz� de la hete ron
,/S'

.' 13 que atn buye a la insti


omía, del imaginario
tuci ón un orige n extras
social dOI ma � .
nte
de posición ante cuestiones concretas.
Esta segunda sede de trabjos, e n tonces, anudan lo más
iSh leyes del mercado, ocial -D'Ios, las .
de la historia, etc. avanzado de su elaboración conceptual con temas y cuestio- .
�rar
Contra la visión ha nes de actualidad, ya sea social o teórica. A esta sede pertene­
. bitual de la imagi naci ..
ón como esp�Jism

.:tu
Irrealidad , o seüue o,
f lo Casto�. ad'IS ve en ce <<El Avance de la Insignificancia•• .
c reació n; aquello ésta la fuente de tod
/ qu p ermite escapar a
del dete rminism o y
el
En este sentido puede decirse que este libro posee un
8
doble interés. Por u n lado, los diversos temas abordados
9
abren un apasionante aba .
El avance de /a insignificancia

,
nico de cue stio nes act ual
es, ya sea .
en el cam po histórico efe fulgurantes. Vale la pena, creo,mc1mr .
· aqm una cita --que a la
ctivo o en el pla no de la teo
ría, y .
gen era lme nte en ambos vez sirve como ilustración del sentido último de este hbr� ,
a la vez. Por otro lad o, cad
a trabaj o
nos va revela ndo los nuevos tanto COlllO de la lu'cida' creativa y perseverante trayectona de
desarrollos del pen sam ien
to
y la obr a de este pen sad or Cornelius Castoriadis. Tomo ésta que se refiere al arte, con­
capital.
En cua nto al primer aspect
o, hay que dec ir que «El fiando en que el lector sabrá fácilmente extender la pe�spec­
de la Insignificancia» es un Avance

tiva: «Lo que el arte presenta no son las Ideas e la razon

w
libro de una acÚ.talidad fer
oz. Y
esto en pla nos muy diverso (como creía Kant) sino el Caos, el abismo, el sm fondo, y es a
s, pero esenciales. Señ ale mo

. 1
El pri me ro es, sin dud a, su
ela bor ado , riguroso y sóli
s dos .
lo ue da fonna. y por esta presentación, que es una ven a�a �
análisis de la sociedad con
temporáne a - que ocu pa
do
tod a la
!
ab rta al Caos, suprime la seguridad tranquilame� t� es tupi­
p rimera serie de artículos da de n uestra vida cotidiana, recordándonos que VIVImos
y atraviesa bue na par te de
la segun­
da y tercera. La caracteriz siempre al borde del abismo. Éste es el principal saber de un
ación com o épo ca de con
fon nis mo
gen eralizado, definida por ser autónomo.»
la p rivatizac�ón de la vid a
soc ial, . ,
pro duc to de la crisis de las Por tíltimo, como discipu 1o y amigo de Come 1.ms Castoria-
significaciones soc iale s, cre . . .
o, es un
aporte clav e. Incluso, es una dis pero en especial como Director de esta Colección, qmsie­
oportuna <<puesta en práctic
de su mo del o teórico, lo que a>>
i
ra lacer público mi agradecimiento por su �e �erosa y clara
��
pen nite verlo en acción ,
bajado
a la tierra de la historia efec voluntad de apoyarla, dándonos absoluta pnondad � a
tiva.
i'
En otro pla no -aunque clar traducir y publicar en castellano éste y sus próximos 1 ros.
amente com ple me ntario­
se sitú a la vibrante reflexi ón,
filosófica y pol ítica, sobre
pro ble ma de la deniocracia el
, desde su 01igen griego Fernando Urribarri
hasta su
rela nza mie nto moderno y su Buenos Aires, febrero de 1 997
devenir actual. En ningún
otro
libro Castoriadis ha presentad
o y desplegado tan
sistemáticamente este tema.
Por otra par te, quisiera señ
alar la presencia en filigran
a,
en líneas a veces fugaces, per
o también en párrafos más
con tun den tes y abiertos, de
una ,elaboración hasta hoy
in­
usual en la obra de Castoriadi
s. Se trata de una reflexión
filosófica cen trada en la finitud
. Son esbozos de una Ética,
una filo sofía de la existencia, de
en torno a la tensión vital
entre
la caducidad, la p recariedad
-en tanto con dici one s ont
ológi­
cas- y la crea ción .
Es cierto que esta s idea s se arti
culan con otra s p revias
sobre las que se asientan -fu
ndamentalmente la noc ión
de
aut ono mía , su articulación prá
xis-proyecto, y la defi nici ó
n de
la relación Ética-Política. Per
o no es men os cierto que
proven ien do de un tronco com
ún, son brotes nuevos y
10
11
� a\:ÍC
1t:l iu
k IS
!, ce
:de 1
H)Y
hu ri
.upu
ecUJ

�am
ins¡
\1111
1
.x. e He reunido en esta obra la mayoría de mis textos de los
im
, últimos años, consagrados a la situación contemporánea, a la
ad e reflexión sobre la sociedad y a la política. El quinto volumen
·súti
de las Encrucijadas del Laberinto contiene escritos que versan
ioló
. arrc sobre el psicoanálisis y la filosofía.
;olu
ara Aparecerán repeticiones entre algunos textos. Son inevita­
cipl bles cuando hay que familiarizar con las posiciones del autor a
;\el públicos diferentes. Sobre todo cuando dichas posiciones no
·rcc1
son evidentes para todo el mundo. Resultaba difícil eliminar­
70.
prc� las sin destruir el orden lógico de la argumentación . Espero
ude poder contar con la indulgencia del lector.
ris.
En Los textos están reproducidos sin modificaciones, excepto
•eJe por la corrección de algunos lapsus ca/ami. Las notas origina­
•pe1
les están señaladas con números arábigos. Algunas notas nue­
hn!l
{/'(}( vas están señaladas con letras. Agregué p ost-scrip tum a dos
lb�� textos.
1rh

111C
>1111
V<.!l
/S •

..: 1::
ISÍ,l
ll;lf
c'\ll

13
KAIROS

l .
Í
'.
. .

1
'

¡,
J .

¡11 ,,:¡
' l.

í: i' i¡
: 1;
. . .

1 '
\

.!

í i:
Ul
'. ;H,;

::d

Capítulo 1

La crisis de las sociedades occidentales·


,;¡{' '

Hl'

·: 1 r!

En esta reimpresión, omití las r.res primeras páginas del texto de 1982
. ir que se relacionaban con las situaciones de Rusia y Occidente a
.td comienzos de los aftos '90. Hoy no tendrían sino un interés histórico,
aunque su contenido, a mi entender, sigue teniendo vigencia. Durante
cuarenta aftos la coalición de los países más ricos de la Tierra tembló
ante la potencia de Rusia. Un país con una población que no alcanza
a la mitad de su territorio, con recursos irrisorios en relación con los
de los países ricos y sumergido en una crisis interna continua y
profunda. Contrariamente a lo que se dice, el asunto no concluye con
la <<victoria de Occidente», sino con la implosión del régimen
burocrático que cedió en primer lugar a lo que se había llamado
«proceso de decadencia competitiva» entre Occidente y Rusia. Las
re� páginas que siguen se refieren, justamente, al aspecto occidental de
iO. esta decadencia

pn;
:tdl
Al igual que la explicación de la fuerza relativa de Rusia, la
rís
1·:¡ comprensión de la debilidad relativa de los regímenes occiden­
léd tales remite a causas sociales e históricas. Detrás de los hechos
/11. descriptos, se hallan factores que todos podemos corroborar:
,,. ( '
la incoherencia, la ceguera, la incapacidad de los estratos do­
fl'¡)

,h;! minantes occidentales y de su personal político. Pero estos fac­


"" tores, a su vez, no son explicaciones, exigen un. análisis. ¿Cómo
y por qué los estratos dirigentes de países, que, durante siglos,
IIH
dominaron el planeta, revelan bruscamente un estado de de­
•lll

\'\! crepitud que los ubica en una situación de inferioridad con


/.1' respecto a la estratocracia rusa? ¿Cómo y por qué las socieda­
; 1¡ des más ricas, las más productivas que jamás la Tierra haya al­
l'i;
1:11
canzado, se encuentran amenazadas mortalmente por un régi- ·

'lll men que no llega a alimentar y a aloj ar decentemente a su po­


blación? ¿Cómo y por qué se produce y se mantiene esa fan tás­
f
tica ceguera voluntaria de las poblaciones occidentales ante las

• Artrculo publicado en Polftique internationale, n° 1 5, primavera de 1 982, p. 1 3 1 -1 47.

17
Cornelius Gastoriadis
.cic El avance de la insignificancia
·liu virtualidades mo.nstruosas .
que, eVIdentemente, conUev
19 tado de 1os 1lechos?
a este es- los trabajadores. Fue necesario el transcurso de un siglo y me­
co
dio para que el régimen «comprendiera» que una de las condi­
e 1 Detrás de estos fenómenos
se oculta un proceso de des
.
posició
com- ciones de su equilibrio dinámico era la igualdad aproximativa
y · n de las sociedades occide
,,.¡,
ntales' en el que se confun- de los ritmos de aumento del consumo y de la elevación de la
den todas las c1ases. A pesar
de los discursos que se sucede productividad, y para que lo incorporara a su funcionamiento.
p� d s e hace tres cuartos de n
� � sigl o -decadencia de . OCCI'dente Sin embargo; esta única condición no es suficiente, a causa de
cnsIs de CIVI.1IZac
. . '
· tón, crisis de sociedad- esta . '
:�J)'/1
ITII
e:.
todavia
' requre
Las págm
· re ser analizada y comprendi
· as que siguen tienen com
'
da.
descompOSICI ó

o propósito exponer al-


n las fluctuaciones casi inevitables de la inversión y de los ciclos
de expansión/contracción que éstas generan. Final. mente, des­
pués de la Segunda Guerra Mundial, los gobiernos se vieron
gunos elementos fragmenta .
mj rios de este análisis. obligados a asumir la gestión de la demanda global para poder
'd mantener un margen de pleno empleo aproximado. Es así como
fi, r La descomposición de los me
canismos de dirección se pudo desarrollar la gran ola de expansión 1 945-1974, duran­
ló;
ro te la cual la economía capitalista no evidenció más que fluctua­
ut
Las manifestaciones de esta ciones menores.
. . descomposición pueden ser
fá­
a: cilmente enumeradasen bas
e al fracaso duradero de las No había que ser muy sabio para prever que una fase de
políti­
1li ; cas l evadas a ca o (o más
�� � radicalmente aún, a través de posibilidades reales de empleo ininterrumpido iba a causar otros
-:t 1
� la au­
cia d cualqurer política) en problemas a la economía capitalista1• Estas di�cultades, ya ma­
�r
• 1 todos los ámbitos importante
/ '• � � s.
I as sociedades occidentales
siguen funcionando' seguram nifiestas (y por otros factores agravadas) en Gran Bretaña en
( '¡' en-
S te no es por culpa de sus . . los años 1 950, se expandieron a todos los países industriales
1
d'mgentes smo que es el' resultad
�� '
. . o de
la extraordmana flexibilida
d (resiliencia) de las InSt . . . durante la segunda mitad de los años 1960, conduciendo a una
itUCIOnes
capitarIs tas y rb I erales (rasgos totalmente aceleración continua del alza de los precios. Los «accidentes»
,. desconocidos por los
cntiCOS y adversarios del rég
imen) y de las enonnes reservas sucesivos que representaron la guerra de Vietnam y su modo
de
,. todo fIpo (no sólo de riqueza de (no) financiamiento a los Estados Unidos, la crisis moneta­
) ya acumuladas
Es fácil comprobar 1a ausenc . . · ria internacional de 1 970, por tíltimo la guerra del Kipur y el
. ia (y/. o madecuación radtca · 1)
de las políti cas occi'dentales embargo petrolero desencadenaron dichas dificultades.
1.
con respecto al Tercer Mund
. o Y en Desde hace ocho años hasta el presente [ 1982], los gobier­
matena de armamento. No
:: .
o ámbitos decisivos en los cua
puedo sino evocar brevement
les la misma situación se obs
e otros nos occidentales han demostrado infinitamente su impotencia
a n fonn I�amfi . er- ante esta situación. Las políticas aplicadas tuvieron globalmen­
, esta . El prim ero, es el terreno de la econo­

Ima. El capitalismo se pudo te, como único resultado, la detención de la expansión y provo­
mantener, como sistema soc
dame tah ente gracias a su
ial, fun­ caron un aumento grave y continuo de la desocupación, sin
éxito «económico»: pleno em
� �
aproxnnativo, incremento de .
p leo por ello reducir sensibleme nte el alza de los precios. A
la pro duc ción y d e 1 consumo Esta
. la inflación auto-mantenida se le agregó un estancamiento

evo1uc ón no tenía nada de
. � «fatal» (por lo menos no má
s a ta1,
sunétncamente, que un «de
1 M. Kalecki lo habla previsto en un célebre artículo publicado en 1 943. Por mi parte,
rrumbe»). La ampliación d
. . e 1os
mercados inteno · res -mdisp yo había analizado el problema con el ejemplo de Gran Bretaña en El movimiento
ensable a escala global, para u

. el sis- revolucionario eri el capitalismo moderno», Socialismo o Barbarie, n° 33, diciembre


tema conside rado en su conjunto- gráicta
de 1 961 , retomado ahora en Capitalismo moderno y reKJ/ución, 2, Parfs, 1 0/1 8, 1 979,
.
s a1 aumento secular
de 1as remuneraciones rea p. 1 49-1 5 1 ; en cuanto al problema en general y a la Inflación de los años 1 960-1 970,
les le fue impuesto por las luc
has de ver la Introducción inglesa de 1 974», /bid., p. 234-258.
u

18
19
,)\ Comdius C.1Storiadis El avance de /a insignificancia

- ,_. ¡
auto-mantenido; situaciones éstas que se reforzaban mutuamen­ Superficialidad, incoherencia, esterilidad de las ideas y ver­
;_ ' te. La pauperización mental absoluta de los medios dirigentes satilidad de las actitudes son pues, evidentemente, los rasgos
se expresa por medio de proclamaciones relativas al fracaso del característicos de las direcciones políticas occidentales. Pero,
keynesianismo (en la misma medida que nuestro fracaso ante ¿cómo explicar su generalización y su persistencia?
el cáncer demuestra el fracaso de Pasteur), por medio de la Tal vez, los mecanismos de reclutamiento y selección del
moda del monetarismo (tomada de la vieja teoría cuantitativa personal político tengan mucho que ver en ello. Mucho más
.1!
de la moneda, tautología de la que, desde_hace mucho tiempo, que en los aparatos burocráticos que dominan las otras activi­
.:1
se sabe que su transformación en teoría <<explicativa» es falaz) dades sociales, la disociación entre la posibilidad de promo­
11
o por medio de nuevas invenciones demonológicas, como los ción y la capacidad de trabajar eficazmente alcanza un punto
!l s upply sid e economics.
'
límite en los partidos políticos. La «política», en el sentido co­
·'·
¿Cuánto tiempo podrá mantenerse el sistema ante el aumen­ rriente del término, ha sido en todos los tiempos un oficio ex­

to continuo del número de desocupados y ante el estancamien­ traño. Siempre exigió que se combinen las facultades y las ca­
::J to del nivel de vida de los que trabajan? Los bolsones de pobre­ pacidades específicas requeridas, según el tipo de régimen con­
za y de miseria relativa (y a veces absoluta) en los países indus­ siderado, para «acceder al poder», y las facultades y las capaci­
triales, cuyo peso hasta aquí estaba atenuado por la expansión dades requeridas para saber usar ese poder. En sí, el arte de la
general y por las anticipaciones que la acompañaban (el «ter­ oratoria, la memoria de los rostros, la capacidad de hacer ami­
cio sumergido» de Roosevelt había sido transformado sucesiva­ gos o partidarios, de dividir y debilitar a los opositores no tie­
11
mente en «cuarto» y luego en «quinto»), se transforman en nen nada que ver con la capacidad legislativa, el talento admi­
,,
bolsones permanentes y crecientes poblados por gente sin re­ nistrativo, dirigir una guerra o la política exterior; como tam­
cursos y sin esperanza. Los elementos que, en la dislocación de poco tiene relación, en un régimen absolutista, el arte de com­
los valores y de las motivaciones, lograban consolidar, relativa­ placer al monarca, con el arte de gobernar.
mente bien, la sociedad (las previsiones de alza de nivel de vida Sin embargo, resulta claro que un régimen sólo puede so­
y las no pocas posibilidades de «promoción•• /ascenso en la es­ brevivir si, de una forma u otra, sus mecanismos y sus dispositi­
cala de calificaciones y de ingresos) se hallan en vías de extin­ vos de selección del personal político logran combinar, más o
ción. Por último, en economías capitalistas sin crecimiento, el menos bien, estos dos requisitos. No se trata, aquí, de examinar
desempleo no puede más que seguir� año a año, aumentando cómo los regímenes parlamentarios (o «republicanos») oc­
en algunos sectores de la población activa (correspondiente al cidentales resolvieron el problema en otros tiempos. El he­
"
crecimiento natural de la población, aumentado por los efec­ cho es que si, durante cien o ciento cincuenta años, dirigentes
tos de las inversiones Jabour- saving) . «capaces» e «incapaces» alternaron en el poder, pocos son los
E l segundo ámbito -que no puedo más que mencionar­ casos en los que la incapacidad gubernamental constituyó un
';
es el del complejo de problemas designados con los términos factor de evolución decisivo.
«energía», «recursos no renovables•• , «medioambiente», «eco­ Lo contrario es cierto en el período contemporáneo. Se pue­
logía>>. En parte disfrazados actualmente por el estanéami'ento den hallar causas sociológicas generales para explicar este fe­
económico, se agravan con el paso del tiempo. Aquí, una vez nómeno: un vasto movimiento de despolitización y de privati­
más, las políticas siguen siendo inexistentes, o sin medida. acor- zación, la desintegración de los dispositivos de control y de
de con la gravedad potencial de estas cuestiónes. cor(ección que tenían lugar en regímenes parlamentarios
20 21
Corneli�s Cascoriadis
Nacic
meliu clásicos, la división del pod El avance de la insignificancia
er entre l obbi es de todo
de 19 este tema, volveré más tipo. Sobre
adelante. Pero hay que Estos dirigentes accidentales e ineluctables se ubican a la
+9, co destacar, muy
cabeza del inmenso Aparato burocrático que es el E�tado mo-
especialmente, dos factor
mde J es específicos de la organi
lítica» moderna. zación «po­ .
_
derno' portador y productor orgánico de una Irracwnahdad
,poy

'
·

rbari. El primero, está ligado a proliferanté y entre los agentes del cual e1 antiguo e th os buro-
la burocratización de los
Aparatos
·

ncipa políticos (partidos). Para


crático (del alto funcionario al modesto funciOnano responsa-
· ·

todos los partidos, rige má


ls am( ! /1/i: ., �
·recm . s o menos
la regla absoluta del par ble) se toma menos frecuente. y deben enfrentarse co una
tido burocrático totalitario

. 1
ms¡ ráneo: la capacidad de asc
ender dentro del Aparato
contempo­ . .
sociedad que, cada vez más ' pierde su interés por la «pohtica••,
no se rela­
lVimi !.' ciona, en principio, con
la capacidad de administra es decir por su destino como sociedad.
58, e:.! r los asun­
tos de los cuales éste se enc
arga2• La selección de los
:sim más aptos
es la selección de los más
tad d aptos para hacez:se seleccio La evanescencia del conflicto social y político
nar.
lSÓfi El segundo, es propio de
los países liberales. La ele

los principales líderes, se cción de
:ioló sabe, está relacionada con Desde hace siglos, una de las características e los países oc­
�rácti�amen�e, en 1�
la designa­
-;arre ción de los personajes má cidentales fue la existencia (desconocida,
s «Vendibles»3• En el Ap
historia de cualquier otro lugar) de una dmámi�a soCiopolí�­
solut arato buro­
crático totalitario contem
:apa poráneo, el tipo de aut
oridad no es
;cipl
ni racional, ni tradicional
, ni carismática, retomand ca. Ésta produjo un surgimiento continuo de cor�entes y moVI-
o las distin­ .
Ael ciones de Max Weber. Por
ejemplo, es difícil discer Imentos que apuntaban a hacerse cargo de la sociedad, propo-
nir el caris­ . . . .
niendo a la vez modificaciones esenciales de sus m�tttucwnes y
TCeJ ' ma del Sr. Breznev. Este tipo
de autoridad es nuevo, por
70, tenemos que encontrarle lo que . . .
preE un nombre; llamémosla I das de las actividades sociales; ambos
de las onentacwnes defini'
autoridad .
ude:
i nerci al . Pero en los Ap
aratos burocráticos liberale aspectos procedían de, o estaban ligados a, Sistemas de creen _

s (o blan­
rís.1 dos), como lo son los par
tidos políticos occidenta
les, observa­
cías (o «ideologías», etc.) y se oponían, ciertamente, a tenden­
En mos el retomo de un tipo
ede
d� autoridad «carismática»: cias y a corrientes enfrentadas.
caso el carisma es, simple en fSte
pei mente, el talento particu Ahora bien, desde hace unos treinta años, observamos una
lar de una .
we1
especie de actor que tiene desapanci'ón de hecho de estos movimientos. En el plano «po-
el papel del •1efe» o del <<ho
mbre de
11"0( Estado». (Esto sucedía, evid
entemente, ml;lcho tiempo lítico>> strict o sensu, los parti'dos, completamente transforma-
.baj
Tbt
de la elección del Sr. Reagan
, quien no es, en este aspect
o,
antes
sino

dos e máquinas burocráticas, ya no obtienen más q�e un apo-
uramente electoral de ciudadanos a los que son mca� aces
un símbolo extremo hasta 1
o
la chatura.) Por supuesto,
ag
:nc
ción fue inducida por la fan
tástica expansión del pod
esta evolu-
er de los
��
e ovilizar, en el sentido habitual del ténnin� . Estos Imsm�s
me medios masivos de comunicac
partidos mueren de inanición ideológica, repiten las letamas
��
ión y de las servidumbres que
imponen. En cuanto a la con éstos
tinuación del proceso, Kafk en las que ya nadie cree (socialistas y comunistas en Euro
describió admirablement a ya lo
e en ]oséphi n e la CE!ntan occidental) o bien disfrazan de «nuevas teorías» y «nuevas po I­
t e. A partir
del momento en que la trib ticas» las antiguas supersticiones (Thatcher, Reagan, etc.).
u admitió públicamente que
X es un «gran jefe»,
el Sr. .
ella se siente oscuramente
obligada a se­ Los sindicatos contemporáneos ya no son más que Jobb1es
.
destinados a defender los intereses sectoriales y corporau�os
gulr desempeñando su pap
el: aplaud�r.
; ', 2 Ante la Guerra, 1,
Parfs, Fayard,
de sus miembros. En esto hay algo más que lo que he vemdo
3 «El m ?vimiento revolucionario en198 1 , p. 234-247;-y los textos citados, /bid., p. 245.
el capitalismo moderno», op.cit.,
p. 1 30·1 40.
4 Ver los textos citados en la nota 2.
22

23
El avance de la insignificancia
Corndius C.-.scoriadis

.,,,k
analizando desde hace mucho tiempo, y que defino como la peligros biológi­
Se está dispu esto a manifestar en contra de los
i : •) burocratización de los sindicatos. Por una parte, ya no se de un bosque,
cos de la guerra o en contra de la destru cción
! •;ld puede siquiera hablar realmente de una burocracia sindical me­ as y huma­
"1•;-''' pero se pierde total interés por las cuestiones polític
dianamente «Unificada•• , que persiga objetivos propios (poco que están e n
:r('tl nas de la situac ión mundial con tempo ránea
.

importa cuáles) ; el único fin de esta burocracia es su autocon­


j uego.
servación. Por otra parte, no basta con decir que los sindicatos nta-
·n ,�¡· La socied ad <<política» actual está cada vez más fragme
« traicionan» los intereses de sus representados o los «negocian» un bloque o
:..: lll da, domin ada por Iobbies de todo tipo, que crean
(, l\ ¡,
tratando, sobre todo, de evitar los conflictos con los capitalistas efect� ,
general del sistem a. Cada uno de estos lobbies e s, en
,¡<,s. y con la burocracia directiva. Llegado el caso, entran en serios _ a �ontrana
capaz de obstaculizar eficazmente cualqu ier polítiC
ta-; 11 conflictos, pero por defender intereses corporativos, según una una
1itad a sus intereses reales o imaginarios; ninguno de ellos tiene
definición de éstos, que transforma las diferentes categorías de la capaci­
lo:;ú política genera l; e incluso , si la tuvieran, no tendrían
h.:1n:
trabajadores en otros tantos lobbies.
dad para impon erla.
·.:�ar
.

Los grandes movimientos que han sacudido desde hace vein­


:hui te años a las sociedades occidentales -jóvenes, mujeres, mino­
.;cap
Educación, cultura, valores
rías étnicas y culturales, ecologistas- tuvieron, ciertamente, ( y
ISCI(
conservaron potencialmente) u n a importancia considerable las
A· El proble ma que se plante a es el de saber en qué med.ida
ICfCI desde todo punto de vista, y sería superficial creer que han de­ r el
970 socied ades occide ntales siguen siendo capaces de fabnca
jado de tener. un espacio propio en la sociedad. Pero, actual­ funcio-
!pr< tipo de individuo necesario para la continuidad de su
mente, su reflujo los deja como grupos no sólo minoritarios,
tud• namiento.
ans
La prime ra y princi pal fábrica de individuos confo n_n
sino fragmentados y sectorizados, incapaces de articular sus es es la
E objetivos y sus medios en términos universales a la vez objetiva­ te sola­
famili a. La crisis de la familia contem porán ea no consis
mente pertinentes y movilizadores .
mente 0 no tanto, en su fragilidad estadí stica. Lo que se cues­
XfH:
Jhn
Estos movimientos han conmocionado al mundo occiden­
tal, incluso lo han cambiado, pero al mismo tiempo lo hicieron
:
tiona s el dem1mbe y la desintegración de los roles
tradiciona­
consec uencia : la d es­
:un; les -hom bre, m ujer, padres, hijos- y su
·ab¡ aún menos viable. Fenómeno impresionante pero que al final que se dijo .
·'url orient ación amorfa de las nuevas generaciones. Lo
no sorprende: pues, si bien han podido cuestionar contunden­ s veinte años
'IIL/� más arriba sobre los movimientos de los último
temente el desorden establecido, no pudieron ni quisieron asu­
l'lllt vale tambi én en este terreno (aunque el proceso se
remonta,
.1111 mir un proyecto político positivo. El resultado final p rovisorio tres cuartos
en el caso de la familia, mucho más lejos, y ya tiene
i \'(!
<IS
que siguió a su reflujo fue la dislocación acentuada de los regí­
de siglo en los países más «evolucionados•• ) . La esi �
��egración
menes sociales, sin la aparición de nuevos obje�ivos de grupo o m dlVldu os ha­
c 1: de los roles tradicionales revela el avance de los
de soportes para llevar a cabo tales objetivos. El ejemplo más
•Jsi; cia la auton omía y contie ne los gérmenes de una
emanCipa­
uat ilustrativo de este fenómeno nos está dado por el movimiento vengo señalan­
ción. Sin embargo, desde hace mucho tiempo
contestatario en Alemania. 300.000 manifestantes en contra de pasa el
do la ambigüedad de sus consec uencias5. A medid a que
.: t t:
1
los cohetes Pershing; miles de manifestantes en Francfort en
l tiempo , tenemos cada vez más derech o a preguntarnos si
este
¡' .
contra de la ampliación del aeropuerto, pero ni uno solo que
se manifieste contra la instauración del terror militar en Polonia. s «La crisis de la sociedad moderna», 1 965, en Capitalismo moderno y revolución, 2,
op.cit., p. 293-3 1 6. •

24
25
Cornelius Castoriadis El avance de la insignificancia

proceso se traduce más en la eclosión de nuevos modos de vida Se dirá que, en el fondo, nunca fue de otra manera. Tal vez.
que en la desorientación y la anomia.
La cuestión no es esa. En otros tiempos -no hace mucho­
Se puede concebir perfectamente un sistema social en el que, todas las áreas que cubría el sistema educativo (y los valores a
mientras disminuye el rol de la familia, aumenta el papel de los cuales éste remitía) eran incuestionables; actualmente,
otras instituciones educativas. De hecho, numerosas tribus ar­ no lo son.
caicas, como por ejemplo Esparta, implantaron sistemas seme­ Al provenir de una familia débil, habiendo frecuentado --o
jantes. En Occidente mismo, a partir de una época detennina­ no-- una escuela vivida como una carga, el individuo joven se
da, ese rol se cumplió en forma creciente, por una parte, por halla enfrentado a una sociedad en la que todos los «Valores» y
el sistema educativo, y por otra, por la cultura ambiente, las «nonnas», son prácticamente reemplazadas por el «nivel de
general o particular (local: pueblo; o ligada al trabajo: fábri­ vida», el «bienestar» el confort y el consumo. No cuentan la
ca, etc.). religión, ni las ideas «políticas>>, ni la solidaridad social con una
Ahora bien, el sistema educativo occidental entró, desde hace comunidad local o de trabajo, con «compañeros de clase». Si
6 no se convierte en un marginal (droga, delincuencia, inestabi­
unos veinte años, en una fase de disgregación acelerada . Su­
frió una crisis de contenidos: ¿qué se transmite?, ¿qué se d ebe lidad «caracterial»), le queda la Vía Real de la privatización,
que puede o no enriquecer con una o varias manías persona­
transmitir? y ¿según qué criterios? O sea: una crisis de los «pro­
les. Vivimos la sociedad de los Jobbies y de los h obbies.
gramas>> y una crisis de los objetivos en funci6n d e los cuales
El sistema educativo clásico estaba alimentado, «desde arri­
estos programas están definidos. Evidencia también una crisis
ba•, por la cultura viva de su época. Es también el caso del siste­
de la relación educativa: el tipo tradicional de autoridad indis­
ma educativo contemporáneo, para su desgracia. La cultura con­
cutida se desmoronó, y tipos nuevos -el maestro-compañero,
temporánea se transforma, cada vez más, en una mezcla de im­
por ejemplo- no llegan a definirse, ni a afinnarse, ni a propa­
postura «modernista>> y de museismo7• Hace muchísimo tiem­
garse. Pero todas estas observaciones seguirían en lo abstracto
po que el <<modernismo>> se transfonnó en una antigüedad, cul­
si no se las uniera a la manifestación más flagrante y deslum­
tivada por sí misma, y que reposa, a menudo, en simples pla­
brante de la crisis del sistema educativo, la que nadie se atreve
gios que no son percibidos gracias al neo-analfabetismo del pú­
a mencionar. Ya ni los maestros ni los alumnos, se interesan en
blico (lo mismo sucede, particulannente, con la admiración
lo que sucede en la escuela como tal, la educación ya no está
profesada desde hace años por el público parisino <<culto>> a las
invest id a como educación por los participantes. Para los educa­
puestas en escena que repiten, diluyéndolas, las invenciones de
dores se transformó en una carga pesada para ganarse el pan;
en cambio, representa una obligación molesta para los alum­
1920). La cultura pasada ya no está viva en una tradición, sino
que es objeto de saber museístico o de curiosidades mundanas
nos, para los que dejó de ser la única apertura extra-familiar, y
y turísticas reguladas por las modas. En este plano, y por banal
no tienen edad (ni estructura psíquica) para ver en ella, una
que sea, la calificación de alejandrismo se impone (e incluso
inversión instrumental (cuya rentabilidad es, por otra parte,
empieza a ser insultante paraAlejandría); sobre todo porque,
cada vez más problemática). En general, se trata de obte­
en el terreno de la reflexión misma, la historia, el comentario y
ne r u n «papel>> que permita ejercer una profesión (si se
encuentra trabajo). la interpretación sustituyen progresivamente al pensamiento
creador.

.
6 • La JUventud 7 «Transformación social y creación cultural», Sociología y sociedades, Montréal,
estudiante», 1 963, /bid., p. 259-286. 1 979; retomado ahora en El Contenido del socialismo, Parls, 1 0/18, 1 979.
26 27
-..,;,JI Come/ius Cascori.1dis El avance de la insignificancia

·rn�l
,,!.,: El derrumbe de la autorrepresentación de la sociedad florentino o cualquier otro-, que recubre para sí mismo el
Abismo psíquico en el que vive, no se advierte fácilmente y,
No puede haber sociedad que no sea algo para sí misma;
.t;'\)
sobre todo, no cobra sentido y contenido sino por referencia a

JJ-il(/
que no se represente como siendo algo, lo que es consecuen-· las significaciones imaginarias y a la constitución del m nd � �
!tiCl: cia, parte y dimensión del hecho de que precisa presentarse (natural y social) creados por su sociedad. El esfuerzo del mdt­
1rc·� con1 o «algo>> . viduo en ser X o en mantenerse como X es, ipso [acto, esfuerzo
ll->�11
Ese «algo>> no es ni simple «atributo» ordinario, ni «asimila­ en hacer ser y hacer vivir la institución de su sociedad. Es por
e' 111
ción>> a un objeto cualquiera, natural o de otro orden. La socie­ medio de los individuos que la sociedad se realiza y se refleja en
l\'11

1(),'{,
\

dad se presenta como siendo algo, un sí mismo singular y úni­ partes complementarias que no pueden realizarse ni reflejarse
'¡:-; ¡, co, nombrado (referible) pero, por otra parte, «indefinible» (reflexionar) sino realizándola y reflejándola (reflexionándo­
ttad
(en el sentido físico o lógico); se presenta, de hecho, como una la).Ahora bien, la crisis de las sociedades occidentales contem­
oso

·�Ílli sustancia sobrenatural pero suficientemente referida, detalla­ poráneas puede ser captada, por excelencia, en relación con
.·sar da, re-presentada por «atributos>> que son la expresión de las esta dimensión: el dermmbe de la autorrepresentación de la
•S PI significaciones imaginarias que mantienen a la sociedad -y a sociedad, el hecho de que estas sociedades ya no pueden pre­
�ap
esta sociedad- unida. «Para sí misma>> , la sociedad nunca es
S(l{
sentarse como «esto» (de un modo que no sea meramente ex­
.-\·
una colección de individuos perecederos o sustituibles que vi­ terior y descriptivo),no sin que ese esto como lo que se presen­
ere• ven en tal territorio, que hablan tal lengua, que practican <<ex­ ta se derrumbe, se aplaste, se vacíe, se contradiga. Ésta es una
>70 terionnente>> tal costumbre. Por el contrario, estos individuos de las maneras de decir que hay crisis de las significaciones ima­
pn
«pertenecen>> a esta sociedad porque participan en las signifi­ ginarias sociales, y que éstas ya no proveen a los individuos las
tud•
IriS caciones imaginarias sociales, en sus «nonnas••, «Valores>> , «mi­ nonnas, los valores, las referencias y las motivaciones que les
E tos», «representaciones>> , «proyectos>> , «tradiciones», etcétera y �
permiten, a la vez, hacer funcionar a la sociedad � s guir s en­ �
1cd
: .
porque comparten (lo sepan o no) la voluntad de ser d e esta do ellos mismos, más o menos bien, en un «eqmhbno» vtvtble
rpc-.
J/Jn
sociedad y de hacerla ser continuamente. Todo esto, evidente­ (la «desgracia banal» que Freud oponía al «malestar ordinario»).
·u re
mente, forma parte de la institución de la sociedad en general, Para tratar de evitar cualquier malentendido o sofisma (de
ah: y de la sociedad de la cual, cada vez, se tratá. Los individuos son todas fonnas inevitable): no digo que las sociedades antiguas
u rl sus tínicos portadores «reales» o «concretos••, tal como han sido, ofrecieran a los humanos la «felicidad>> o la «ven;lad••, ni que
>I,IJ
precisamente, modelados, fabricados por las instituciones, es sus ilusiones valieran más que las ilusiones, o la ausencia de
!"lf11

dlll
decir por otros individuos, siendo estos últimos portadores de ilusiones, de la sociedad contemporánea. Me ubico en un pun­
1\ l! esas instituciones y de las significaciones correlativas. to de vista ele h ech o: las condiciones de fabricación de indivi­
:/S Esto implica que todo individuo debe ser portador, «sufi­ duos sociales pueden hacer funcionar y reproducir a la so­
.: 1;
/Si,
cientemente en cuanto a su necesidad/uso» de esta represen ta­ �
ci dad que los hizo ser. Justamente, desde este punto de
\1;\l
ci6n d e sí de la sociedad. Hay aquí una condición vital de la vista, el valorar (Gelten) de las significaciones imaginarias
c'tl existencia psíquica del individuo singular. Pero (lo que es más es condición sine qua n on de la existencia de una sociedad.
) importante en el presente contexto), se trata también de una De la misma manera, no se puede decir de la crisis de las
! condición vital para la existencia de la sociedad misma. El «yo significaciones imaginarias sociales e n el mundo c�nte n�� o­
soy estO>> del individuo -ciudadano ateniense, comerciante ráneo, que ésta implica, lisa y llanamente, una desahenacwn,

28 29
Comelius Castoriadis · El avance de la insignificancia

una separación, una <<apertura» de la sociedad a su propia pro­ El hombre contemporáneo típico hace como
si suf riera la so­
del Estado 0 de
blemática. Para que semejante <<apertura» tenga lugar, es nece­ ciedad a la que, por lo demás (bajo la forma
sario además que esta sociedad sea algo más que una simple otras formas), siempre está dispuesto a imputar
todos sus males
colección de individuos uniformizados y homogeneizados ex­ y a presentar -al mismo tiempo- sus demandas
de asistencia
terionnente. La sociedad puede abrirse a su propia problemá­ o de «soluciones a sus problemas>> . Ya no aporta
un proyecto
tica sólo si, en y por esta problemática se sigue afirmando como relativo a la sociedad, ni el de su transfonnación, ni siquier
a el
sociedad; dicho en otros ténninos, sólo si la socialid ad com o t al de su conservación/reproducción. Ya no acepta las relacio
nes
(y, por otra parte, la historicidad como tal) se halla afirmada en las que se halla atrapado y que no reproduce sino en
la me­
positivamente y planteada como aquello que, en su h ecilo d e dida en que no puede hacer otra cosa. Los atenienses
o los
ser (el D ass-sein) no está puesta e n cuestión,incluso si e s cues­ romanos pretendían ser (y muy explícitamente) atenienses
o
tionada en su ser-determinado (el Was-sein).
romanos; los proletarios, en otra época, dejaban de ser simple
Ahora bien, lo que precisamente está en crisis hoy, es la so­
materia de explotación a partir del momento en que preten­
cied ad como tal para el hombre contemporáneo8• Observamos,
dían ser algo distinto de lo que el régimen les imponía ser,
y
paradójicamente, al mismo tiempo que una hiper o sobre so­
ese «algo distintO>> era para ellos un proyecto colectivo. ¿Quién
cialización (fáctica o externa) de la vida y de las actividades
podría afinnar, pues, aquello q ue pretende ser el hombre con­
humanas, un «rechazo» de la vida social, de los otros, de la
temporáneo? Pasemos de los individuos al todo: la sociedad
necesidad de la institución, etc. El grito de guerra del liberalis­
presente no se acepta como sociedad, se sufre a sí misma. Y si
mo a comienzos del siglo XIX, «el Estado es el mal», ha devenido
no se acepta, es porque no puede mantener o fmjarse una re­
actualmente: «la sociedad es el mal». No hablo aquí de los con­
presentación de sí misma que pueda afinnar y valorizar, ni pue­
fusos pseudo-filósofos de época (que por lo demás, en cuanto a
de generar un proyecto de transformación social al que pueda
este punto, sin saberlo, expresan un movimiento histórico que
adherir y por el cual quiera luchar.
los supera ampliamente), sino, en primer lugar, de la «vivencia
Un derrumbe análogo afecta la otra dimensión de la auto­
subjetiva>>, cada vez más típica del hombre contemporáneo. Es
éste el punto extremo de lo que vengo analizando, desde hace rrepresentación de la sociedad: la dimensión de la historici­

veinte años, como la privatización en las sociedades modernas, dad, la definición por la sociedad, de su referencia a su propia

y de la cual algunos análisis recientes ilustraron otros aspectos temporalidad; su relación con su pasado y su futuro.

con el título de «narcisismo>> . Dejemos aquí este aspecto, que Me limitaré aquí, en cuanto al pasado, a destacar la parado­

puede dar lugar a ligeras disputas, y planteemos crudamente ja en la cual la sociedad contemporánea vive su relación con

esta cuestión: ¿el hombre contemporáneo q uiere la sociedad respecto a la «tradición», y por medio de la cual, de hecho,
en la que vive? ¿ quiere otra? ¿ quiere una sociedad en general? tiende a abolirla. Se trata de la co-existencia de una hiper-infor­
La respuesta se lee en los actos y en la ausencia de �ctos. El mación, y de una ignorancia e indiferencia esenciales. La co­
hombre contemporáneo se comporta como si la existencia lección de las informaciones y de los objetos (hasta ahora mm­
en sociedad fuera una tarea odiosa q�e sólo una desgraciada ca tan practicada) está a la par con la neutralización del pasa­
fatalidad le impide evitar. (Que ésta sea la más monstruosa­ do: objeto de saber para algunos, de curiosidad turística o de
mente infantil de las ilusiones no cambia en nada los hechos.) ilobby para otros, el pasado no es fuente ni raíz para nadie.
Como si fuera imposible mantenerse erguido ante el pasado, como
eEn lo que concierne a la sociedad rusa, ver Ante la guerra, op.cit., cap. IV, en
especial p. 251 -264. si uno no pudiera salir del absurdo dilema: imitación servil o

30 31
� A!'!i<,(
' ("
'"'" "
ComditlS Cucoriadis

negación por la negación, más que por la indiferencia. Ni <<tra­ '1 El avance de la insignificancia

greco-occidental dominante, la de la centralidad delJogos trans­

1
dicionalista» ni creadora y revolucionaria (a pesar de las histo­
formado en Razón, Razón divina). Poco importa que este «sen­
rias que a este respecto se cuentan), la época vive su relación
'"f"' tido•• haya sido creado en términos de <<progreso•• (y ya no de
(•,
. con el pasado de un modo que representa, ciertamente, como
:r ••prueba•• , por ejemplo), y finalmente acuñado en monedas
tal, una innovación histórica: el de la más perfecta exterioridad.
Durante mucho tiempo, la sociedad pudo -y fue posible­ ft contantes y sonantes, acumulación de fuerzas productivas y ••ele­
vación del nivefde vida»10•
pensar que esta extraña abolición de la relación con el pasado
: ._· 11
1 Esta representación (criticada, como se sabe, desde el siglo
l.l\J
venía de una relación nueva e intensa instaurada con el futuro !
XIX) fue duramente sacudida por la Primera Guerra, luego
·;flX (lo que estaba por venir) de la sociedad. Marx, como poeta de
por el fascismo, el nazismo y la Segunda Guerra. La elimina­
la época burguesa, por un lado, y la realidad (una cierta reali­
ción del na�ismo, la fase de expansión de la economía capitalis­
dad) de la sociedad americana, por el otro, se encontraban en
ta, la descolonialización le otorgaron un cuarto de siglo más de
ese punto. La intensa preocupación por el futuro, la concen­
vida suplementaria. También gozaba de otro soporte: permitía
tración en los proyectos de transformación, las alteraciones que
a los occidentales permanecer ciegos ante el hecho de que la
la modernidad concebía, habrían significado (y justificado) una
<<victoria sobre el nazismo>> había sido acompañada por la con­
ruptura radical con el pasado. History is bunk (la historia, son
solidación y la expansión considerable del totalitarismo comu­
tonterías), decía Henry Ford; evidentemente el Modelo T no
nista. La fatalidad del progreso autorizaba a tratar al comunis­
mo --o a sus rasgos más antipáticos- como un fenómeno ••tran­
lo era.
Esto fue cierto durante un tiempo (y queda por investigar,
sitorio>> y a esperar la «liberalización>> ineluctable del régimen,
1 PI cosa que no es posible hacer aqul), pero ya no lo es. En cuanto
para la cual se estaba y se sigue estando dispuesto a financiar.
llH.
a lo que a la cultura sustantiva concierne, la época de gran crea­ El despertar definitivo se demoró, pero fue terrible. Los paí­
':1rí
tividad moderna llegó a su fin alrededor de 19309. ses recientemente descolonizados no se precipitaban hacia las
Esta sociedad, entonces, ¿cómo había visto su futuro? Otras, delicias del parlamentarismo. El h orn o economicus tardaba en
antes que ella, habían visto el futuro propio como una repeti­ hacer su aparición en escena; y cuando aparecía, como en va­
ción indefinida o como la espera de la realización de una Pro­ rios países deAmérica Latina, era para condenar a la gran ma­
mesa mítica. La sociedad lo vivió en la ideología del «progre­ yoría de sus hennanos a la miseria más atroz, bajo la protección
SO», siempre gradual (liberalismo) o que conducía, bruscamen­ de militares y torturadores instruidos ad hoc por la <<democra­
te, a una transformación cualitativa (marxismo/anarquismo). cia más grande del mundo•• . La crisis del medioambiente y la
r¡¡ De hecho, las dos variantes (progresismo banal y progresis­ perspectiva del ••crecimiento cero>> venían a minar desde el ex­
mo «revolucionario») se inscribían en la misma interpretación terior la representación del futuro como crecimiento exponen­
global de la Historia. Para esta interpretación, había una «fata­ cial indefinido, antes que las crisis petroleras y la inflación re­
ti.'
lidad del progreso•• (también era la posición explícita de Marx belde a todos los remedios lo hicieran desde el interior. Durante
y la que, implícitamente, se requería para que tuviera un senti­ m�cho tiempo, el hombre occidental pudo mirar a los salvajes
do el conjunto de sus trabajos). Profundizando aún más, era como curiosidades etnográficas y a las fases precedentes de la his­
necesario, también, que la historia <<tenga sentido•• (el rol de la toria como etapas de la marcha hacia la felicidad contemporánea;
herencia judeo-cristiana fue decisivo a este respecto; pero su pudo ignorar que, sin que nada los obligara a ello, seiscientos
posición es, asimismo, consubstancial con la posición filosófica
1over Reflexiones sobre el desarrollo y la racionalidad», en C. Mendes (ed.), El mito
u

9 Ver los textos citad<?s en la nota 7. del desarrollo, Parfs, Le Seuil, 1 977, p.205-240. (Ahora en Las Encrucijadas del
laberinto, 11: Dominios del hombre, Parfs,Le Seuil, 1 986, p. 1 31 -174.)
32
33
Cornelius Castoriadis

millones de Hindúes seguían viviendo bajo un régimen rígido Capítulo 1I


de castas (al mismo tiempo que practicaban el «parlamentaris­
mo>> y construían una bomba nuclear). Sin embargo, las proe­
zas de IdiAmin y de Bokassa en África; la explosión islámica en
Irán; las. tribulaciones del régimen chino; las masacres cambo­ Los movimien tos de los años sesen ta*
yanas y los boat-people de Vietnam terminaron por quebrantar
su certidümbre de representar la realización de la finalidad in­
nata de la humanidad entera. Si el hombre occidental hubiese
comprendido algo de lo que sucede en Rusia y en los países a
La <<interpretación» de Mayo del 68 en ténninos de prepara­
los que sometió; de la invasión a Afganistán; de la instauración
ción (o de aceleración) del <<individualismo» contemporáneo
de una dictadura militar «socialista» y «popular» en Polonia, se
constituye una de las tentativas más extremas que yo conozca
tendría que haber dado cuenta de que la sociedad en la que
-teniendo en cuenta la buena fe incuestionable de los auto­
vive no constituye más que una excepción muy improbable en
res- de reescribir, contra toda verosimilitud, una historia que
la historia de la humanid�d así como en su geografía contem-
poránea. la mayoría de nosotros hemos vivido, de alterar el sentido
, de
Este nuevo cuestionamiento de la <<Universalidad» aparente acontecimientos que siguen estando, si se me pennite la expre­
de la cultura occidental no podía sino ejercer un efecto de re­ sión, casi calientes. Aquello, que significó una innovación ex­
torno sobre la autorrepresentación de esta cultura y la imagen traordinaria --cuyos efectos a menudo siguen presentes- en
que ésta podía hacerse de su futuro. La naturaleza de este efec­ la vida de las sociedades contemporáneas, y en particular para
to no estaba detenninada a priori. La cultura occidental podría la sociedad francesa, es eliminado: las semanas de fratemización
haber encontrado en él motivos para sostener más finnemente y de solidaridad activa, en las que uno dirigía la palabra a cual­ .,
'
¡
los valores a los cuales pretende seguir adhiriendo. Por el con­ quiera en la calle sin temer que lo tomaran por loco, en las que
trario, mediante esta crisis, perece perder la confinnación de sí
misma que buscaba en el exterior. Todo sucede como si, por
· Publicado en Poderes, n2 39, 1 986. Retomado en E.
un curioso fenómeno de resonancia negativa, el descubrimien­
Morin, C.Lefort, C. Castoriadis,
Mayo de/ 68: la brecha, seguida veinte años después, Bruselas, Ed. Complexa, 1 988.
to que las sociedades occidentales realizan de su especificidad El texto estaba precedido por la siguiente nota:
« Fr�gmento de un texto sobre Mayo del 68, cuya totalidad será publicada
histórica, tenninara de quebrantar su adhesión a lo que hubie­ próxu�amente en ?Ira publicación. La primera parte, no publicada aquí, trata la cuestión
sen podido y querido ser, y, más_ aún, su voluntad de saber lo
.
de la t�terpr?tacton de acontecimientos históricos. Aquí, en las páginas siguientes,
_
se �nttca la Interpretación de Mayo del 68 hecha por Gilles Lipovetsky (La Era del
que quieren ser en el futuro•. va�1o. Ensayo sobre el i dividua/ismo contemporáneo, Anagrama) y por Luc Ferry
� y
Ala1 � Renaut ( E/ Pe�sam1ento de/68. Ensayo sobre el antihumanismo contemporáneo,
• [1 995] La entrada de la economfa capitalista, desde hace dos años, e � una fase de G�ll'm":rd, 1 985), qu�enes, con la intención de mantener un pluralismo interpretativo ",
expansión no modifica esencialmente el análisis precedente. Esta expanstón moderada . u

pnvtl?gtan muy �arlicularmente las tesis de G. Lipovetsky. Sin este privilegio, por lo
tiene lugar, por lo demás, en el marco de nuevas evoluciones con grandes - que tratan de establecer entre
de n:as, la relacton
consecuencias. Desde hace quince años, la profunda regresión mental de las clases el movimiento de Mayo y lo que
.
dectdteron _
llamar, cunosament e, «el Pensamiento del 68", se derrumba. Lo mismo
dirigentes y del personal político que condujo a la «liberalización " en todos los asp �ctos sucede con ?1 hecho de que la discusión de esta parte del trabajo de estos tres
de la economía (de la cual en Francia los «socialistas" fueron los protagomstas
heroicos) y la mundlalización cada vez más efectiva de la producción y _de los autores -qUienes gozan de mi estima y simpatía- no implica el rechazo por lo que
intercambios, tuvieron como resultado la pérdida del control de los Estados nactonales a_Portan, p�r otra parte, en estas obras: los minuciosos análisis de Lipovetsky o la
.
sobre sus economías. Dichas transformaciones llevaron consigo, como era de prever, VIgorosa cnttca hecha por Ferry y Renaut de las diversas imposturas que dominan,
_
una explosión de la especulación que transforma cada dla más la economía _capitalista desde hace tanto !lempo, la escena intelectual francesa. En la misma medida, es
en un casino. En estas condiciones, incluso un retorno a polfticas keynestanas, que lament�ble q �e Ferry Y Renaut hayan agregado a un análisis erróneo de Mayo del 68
presuponen el dominio del Estado sobre los intercambios exteriores y las P? líticas
monetarias y crediticias, no tendría mucho efecto. Véase también el Post-src1ptum a
�na art�culactón completamente falaz entre los acontecimientos y_ \!J)§!.C.QI}stel
tdeológtca que les es completamente ajena... . .....,.• .: · ·· ..
:· .. �ación
.
,
«El Deterioro de Occidente ... :
... . • . . '• l..' �

. ·:· �.:.;,:.,.:, ..., ..


• ¡ •

($:�::�:.>>: '
,.... ·, . •,,

35
)
34
. .-._:
e ·· . f;
·-: '
\

Cornclius Cascoriadis El avance de la insignificancia

cualquier conductor se detenía para llevar al que le hiciera dedo,


vergüenza de sí misma y no se atrevía a presentarse en público.
esas semanas en realidad encubrirían un egoísmo hedonista.
"Ltu La minoría de Mayo se podría haber transformado, tal vez, en
n ;p
Entonces, aquél «Hablen a sus vecinos• • , eslogan escrito en las
mayoría si hubiera ido más allá de la proclamación y de la ma­
le: ··! paredes en Mayo del '68, preparaba hábilmente el aislamiento
nifestación. Pero eso implicaba una dinámica de otro tipo en la
'i tlh moderno de los individuos en su esfera privada. Las sit-in y las
cual, claramente, no quiso ni pudo entrar. Si se quiere com­
*
teach-in de todo tipo, en los que profesores y estudiantes, do­
prender dónde se hallaba el «individualismo» en Mayo del '68,
, , , . l centes y alumnos, médicos, enfenneros y personal auxiliar, obre­ habrá que reflexionar entonces sobre lo que, después de los
. !t
" .

l\' ros, ingenieros, capataces, ejecutivos comerciales y administra­ acuerdos de Grenelle, selló la caída del movimiento: el
)(\� tivos se quedaron discutiendo durante días y noches acerca de reaprovisionamiento de las estaciones de servicio. El orden fue
.

i t .'h
su trabaJo, de sus relaciones, de las posibilidades de transfor­ restablecido definitivamente cuando el francés medio pudo di­
mar la organización y las finalidades de su empresa, contenían, rigirse, nuevamente, en su automóvil y con su familia, a su casa
·l\( ! 1 en potencia, la visión del otro como un «gadget loufoque»a (ob­ de fin de semana o a su lugar para el pic-nic. Eso le permitió,
j¡;-.. ;¡ jeto extraño) . Cuando en el gran anfiteatro de la Sorbona, col­ cuatro semanas más tarde, votar en un 60% a favor del Gobierno.
h ..; c
m a d o d e gente, l o s «delegados» d e las categorías más En la misma medida, no es posible ignorar lisa y llanamente,
heteroclíticas y más improbables de la población -desde jubi­ como lo exige la moda actual, los «Contenidos» del movimien­
¡ lados hasta discapacitados- se levantaban para pedir que fi­ to, es decir, la substancia de las demandas y la significación de
nalmente se los oiga y se los escuche, no sabían, probablemen­ las fonnas y de los modos de actividad. La atmósfera «ideológi­
te, ni lo que decían ni lo que hacían. ca» de Mayo -como, en lo esencial, la de los movimientos de
En y por el movimiento de Mayo tuvo lugar una extraordi­ los años sesenta- consistía en una mezcla de ideas «revolucio­
naria resocialización, aun cuando haya sido pasajera. Lo que la narias tradicionales» y de críticas, o de superaciones, a menudo
gente buscaba no era sentir el calor y el olor de los otros, ni muy latentes y confusas, de los contenidos tradicionales del «mo­
simplemente <<estar juntos». Estaban animados por las mismas vimiento obrero» o «socialista». Esto se ve, incluso, en la confu­

disposiciones: por la negativa, sentían un inmenso rechazo por sión y en las ilusiones de muchos participantes. Hasta las peo­

la frivolidad vacía y por la estupidez pomposa que caracteriza­ res de las mistificaciones que tuvieron curso antes, durante y,

ba, en ese entonces, al régimen gaullista como actualmente sobre todo, después de Mayo, estaban apuntaladas en el deseo
de ver realizado en alguna parte un estado de actividad colecti­
caracteriza al régimen mitterrano-chiraquiano; por la positiva,
va auto-organizada y espontánea. Los que eran «pro chinos»
sentían el deseo de una mayor libertad para cada uno y para
no lo eran porque suponían que China realizaría una sociedad
todos. La gente buscaba la verdad, !a justicia, la libertad, la co­
:\ nazi o incluso «leninista»; lo eran porque soñaban con que se
munidad. No pudieron encontrar fom1as instituidas que en­
estaba llevando a cabo una verdadera revolución, que las masas
carnaran esas aspiraciones de manera durable. Y -uno lo olvi­
eliminarían a la burocracia, que los «expertos» serían puestos
! f.\' da casi siempre- eran una minoría en el país. Esta minoría
en su sitio, etc. Que ese deseo, en este caso, haya podido gene­
pudo imponerse durante algunas semanas, sin terror ni violen­
rar ilusiones virtualmente criminales es otra discusión. Pero la
cia: simplemente, porque la mayoría conservadora tenía
«Gran revolución cultural proletaria» se glorificaba porque ella

• Nota: Los sit-in y las teach-in son las ..sentadas» y las habría significado (supuestamente) la liberación de la activi­
..clases públicas.. ' dos
formas de protesta. dad y de la creatividad del pueblo, no porque favoreciera la
• Expresión de Gilles Llpovetsky.
introducción del taylorismo o de la técnica industrial.
36
37
El avance de /a insignificancia
Come/ius Castoriadis

Ya he hablado 1 de la crítica y del rechazo por las fonnas de


organización tradicionales que caracterizaron al movimiento; por promesas exageradas y por extremismos ridículos y nefas­
tos, aquí como en todas partes, para ocultar las cuestiones de
complementariamente, habría que comprender qué significa,
fondo, no cambia nada. Me gustaría que alguien cuestione,
como contenid o, una forma tal como el sit-in o la asamblea
durante un segundo, con argumentos racionales, el derecho
abierta. Pero sobre todo habría que dejar de sacar o de poner
de los alumnos, a partir del momento en que son capaces para
de contrabando en la cuenta del individualismo, las considera­
ello, a hacer la siguiente pregunta: ¿por qué y en qué punto lo
bles modificaciones introducidas en la realidad (y en la institu­
que usted me enseña es interesante o importante? Me gustaría
ción) social por los movimientos de los años '60-'70, y explícita­
mucho que alguien refute la idea de que la verdadera educa­
mente aspirad as por éstos. ¿El hecho de que la sociedad haya
ción consiste también en alentar a los alumnos a tener el coraje
evoluc ionado c o m o lo hizo hace que la l ibertad d e la
Y la capacidad para plantear este tipo de preguntas y para argu­
anticoncepción o del aborto pasen bruscamente del nivel de la
men tarJas. Y me gustaría mucho que alguien demuestre que no
autonomía de los stuetos al del hedonismo sin principios ? ¿No
son los movimientos de los ai'ios '60, sino la <<refonna Haby», la
tienen nada que ver los movimientos de los años '60 con las
<<reforma Chevenement» o la futura «refo rma Monory•• las que
modificaciones de las relaciones padres-hijo s o entre los sexos,
han instalado este tipo de preguntas en la consciencia de la
o bien habría que ver en éstas, con Debray, la «victoria de la
sociedad.
razón productivista», la de la «ley del objeto mercantil» y de la
Es extrai'io que hoy se llame <<pensamiento del '68,,2 a un
<<ideología capitalista»? El hecho de que Jos negros en los Esta­
corúunto de autores que vieron acrecentarse su éxito Juego del
dos Unidos hayan podido aliviar un poco la discriminación ra­
fracaso de Mayo del '68 y otros movimientos del período, y que
cial que sufrían, ¿no tiene ningtín interés desde el punto de
no tuvieron el más mínimo papel en la preparación <<sociológi­
vista de la autonomía individual y social? Y el replanteo de los
ca•• del movimiento, porque sus ideas eran totalmente desco­
contenidos y de las fonnas tradicionales de la enseñanza, como
nocidas para los participantes y porque, además, eran diame­
el del tipo de relación tradicional docente/alumno -con la
tralmente opuestas a sus aspiraciones implícitas y explícitas. La
pequeña parte de sus efectos que sigue atín inscripta en la rea­
distribución, durante la noche de las barricadas del Barrio Lati­
lidad- ¿por qué pasa totalmente en silencio? ¿O será acaso
no, de una antología de escritos de los autores analizados por
que se comparten las posiciones pomposamente afirmada s por
Ferry y Renaut habría provocado, en el mejor de los casos, una
Althusser ya en 1 964, ante Jos primeros signos de descontento
risa infinita; y en el peor, habría desarticulado -o habría des­
estudiantil, a saber: que nadie podría cuestionar el contenido
annado- a los participantes y al movimiento. La conocida ex­
de la ensei'lanza (o su estructura) pues ésta tiene a su cargo
presión que apan�ció en los muros de la Sorbona: Altlmsser
transmitir un saber científico y objetivo? ¿Se ha olvidado que,
inútil exime de más comentarios. Nadie en París, durante los
antes de 1968, tanto para los poderes establecidos como para
años '60, que estuviera en sus cabales, conociendo al personaje
las organizaciones <<de izquierda», sólo se admitía un problema
y a sus escritos, habría soñado que Lacan hubiera tenido algo
relativo a la enseilanza, el de Jos créditos y de las becas? Que
que ver con un movimiento social y político. Foucault no ocul­
hoy, gracias a la Restauración y al Sr. Chevenement, su instru­
tó sus posiciones reaccionarias hasta 1 968 (hablaba menos, es
mento en materia de e;ducación, hayamos vuelto a deshonrar a
cierto, de la manera en que las puso en práctica durante una
la <<pedagogía» y que hayamos aprovechado reacciones suscitadas
huelga de estudiantes en Clermont-Ferrand en 1 965) . La
1 En la parte no publicada aquí, de este texto.
2 Por L. Ferry y A. Renaut, en el libro citado.
38
39
El avance de la insignificancia
Comdius c.-.sroriadis

desaparición del sujeto, la muerte del hombre y las o tras burra­ estructuralismo en general y contra Althusser en particular,
das de lo que he llamado la «Ideología francesa .. 3 ya circulaban quien por otra parte, como ya se ha dicho, no esperó mucho
desde hacía años. Su corolario ineluctable, la muerte de la po­ tiempo para contratacar y declarar, desde 1 964, qué programas
lítica, podía ser explicitado sin dificultad (y lo fue por Foucault, y estructuras de la enseñanza estaban sustraídos por esencia de
poco tiempo después de Mayo del 68: siendo toda política una la «lucha de clases>> , es decir, de la cuestión política. Los otros
«estrategia» , no podría apuntar sino a establecer contra-pode­ autores de la «Ideología francesa» se situaban muy explícita­
: \,.� t
res y, en consecuencia, poderes ) ; es visiblemente incompatible mente (como Foucault) o implícitamente, en la esfera de la
¡,,, con las actividades mismas a las que se libraron los participan­ influencia estructuralista. Todos habían dicho lo que tenían
tes de los movimientos de los años '60, incluido M ayo del 68. que decir (si es que . . . ) suficiente tiempo antes de Mayo del 68 y
D irán que de lo que se trata, en este caso, es de «contenidos con bastante «éxito>> (en los medios de la inteligentsia parisina
manifiestos>> y que nada impedía, por medio de un uso Astuto y desde el punto de vista de la edición) para que sus i deas hu­
de la Razón, a los participantes de Mayo del 68 haber sido in­ biesen tenido tiempo de ejercer alguna «influencia>> sobre los
fluidos por ideas radicalmente opuestas a las que ellos profesa­ actores. Ahora bien, no encontramos ningún signo de tal in­
ban y que trataban explícitamente de realizar. Sería llevar u n fluencia. Si leemos, por ejemplo, la Introducción del libro de

1
poco lejos l a paradoja, pues habría q u e admitir entonces q u e la Daniel y Gabriel Cohn-Bendit, El Izq uierd ismo (París, Le Seuil,
verdadera motivación no consciente, que conducía a la gente 1 978) , el D iario d e la Com una estudian te, de Pierre Vidal­
de Mayo a actuar, era la idea de que no hay nada que hacer y Naquet y Alain Schnapp (París, Le Seuil, 1 9 69) o las diferentes
¡7 �
t p que no hay que hacer nada. Pero la verdadera cuestión radica !:, antologías de inscripciones murales ( po r ej emplo Julien
!
l.
! tlt en otra parte. Todos saben -y es sorprendente que los autores Besanc;:on, Los Muros tienen la palabra, Tchou,junio de 1968) ,
: t ri de El Pensamien to d el '68 casi no lo tengan en cuenta- que las ¡ no encontraremos la menor huella de las «ideas>> de los ideólo­
1
primeras comunicaciones acerca de las dife ren tes m u ertes gos (si no es porque, algunas veces, están ridiculizadas o de­
-del sujeto, del hombre, del sentido o de la significación, de nunciadas) . Lo que aparece constantemente en estos textos es
la historia, etc.- habían sido lanzadas mucho tiempo antes de la crítica al orden establecido, las célebres invocaciones a la
Mayo del '68 por los representantes de una ideología pseudo­ imaginación (uno se pregunta cuál podría ser la relación con
cientffica, el estructuralismo: en orden cronológico, Lévi-Strauss, Foucault, con Derrida, con Bourdieu o incluso con Lacan ! ) ,
'll Lacan, Barthes, Althusser. Y mucho tiempo antes de M ayo del ciertas apologías d e l a libertad y del <<goce>> , pero sobre �odo
l ll 68, el estructuralismo fue criticado, especialmente por el autor del socialismo y de un n uevo orden social.
'r
de estas líneas, no sólo en su contenido en cuanto tal sino tam­ No podía ser de otra manera. Lacan, por ejemplo, hablaba
!V

.J.
bién en sus implicaciones políticas4. Los que vivieron este pe­ del des-ser del sujeto antes y después del 68. Y tanto antes como
ríodo pueden dar cuenta de que, ser militar a comienzos de los después, nadie habría podido pensar (salvo tal vez algunos uni­
1.\ años '60 en contacto con ciertos medios estudiantiles o u niver­ versitarios en el Middle West norteamericano) , que él era revo­
sitarios parisinos, implicaba tomar una posición c o n tra e l lucionario, ni que era individualista. Era claramente, estricta­
mente y abiertamente, lacanario y lacanista. Su tesis central siem­
: Ver El Psicoanálisis, proyecto y elucidación, Editorial Nueva Visión, 1 992. pre fue que la división (el cliv�e) del sujeto equivale a una
Ver «Marxismo y teorra revolucionaria", en los ng 39 y 40 de Socialismo 0 Barbarie
(1 965), r �tomado en L a Institución imaginaria de la sociedad, Tusquets. Y, alienación estructural y por ende insuperable. La cuestión cen­
retrospectivamente, mi articulo «Los divertidores", publicado primero e n Le Nouve/
Observateury retomado en La Sociedad francesa, Parrs, 1 0/18, 1 979. tral de toda actividad política, presente entonces durante Mayo

40 41
Cornelius Castoriadis
El avance de la insignificancia

del 68, es la cuestión de la institución. Dicha cuestión está cui­


occidentales. Esta legitimación será, por lo demás, rápidamen­
dadosamente ocultada en el lacanismo por las difusas mistifica­
te sustituida por la canción de los •<nuevos filósofos», desde la
ciones de la «Ley» y de lo «simbólico••, usadas precisamente
mitad de los años 70: la política apunta al todo, entonces es
para hacer imposible cualquier distinción en tre un «valor de
totalitaria, etcétera (y explica también el éxito de ella) . Antes
hecho» y. un <<Valor de derecho», impidiendo, de esta manera, de refugiarse en las ••casas de fin de semana» y en la vida p riva­
abordar la cuestión clave de toda acción política. A este respec­
da, y para llegar ello, la gente necesitó un mínimo de justifica­
to, es fácil ver que los otros autores tratados por Ferry y Renaut ción ideológica (ya que lamentablemente nadie tiene la misma
dependen esencialmente de Lacan y que todos comparten con admirable libertad con respecto a sus dichos y a sus actos de
él el mismo escapismo, taimado y vulgar, respecto de la cues­ ayer que los de la revista ••Tel Quel», por ejemplo ) . Es Jo que
tión elemental: ¿qué sucede, pu<?s, con el estatuto de su propio los ideólogos siguieron aportando, con envoltorios ligeramen­
discurso? te modificados. Es sorprendente que Ferry y Renaut no hayan
Ahora bien, los <<resultados» de Mayo del 68 en este micro­ visto el acuerdo perfecto entre la ideología de la muerte del
cosmos fueron dobles, y en apariencia paradójicos, por no de­ sujeto, del hombre, de la verdad, de la política, etcétera y del
"
cir contradictorios. Por una parte, el «es tructuralismo» se disol­ estado de ánimos, el humor, el mood , el Stimm ung que siguió
vió, pues ya nadie se atrevió a invocarlo y los más hábiles, como al fracaso (y lo que es más, el fracaso ext raño) de Mayo y la
Foucault, pretendían que ya no eran estructuralistas y/o que d escomposici6n del múvimiento. Ciertamente, entre los movi­
nunca lo fueron. Por otra parte, esos mismos autores (y sus más lizados de Mayo, hubo un cierto número que, durante algunos
diversos seguidores, jefes de sub-clanes, etc.) fueron propulsa­ meses o años, siguieron militando en el trotskismo, en el maoís­
dos rápidamente a un grado de ••éxito» y de notoriedad cualita­ mo, etc. Nunca fueron más que algunos miles en total, y su
tivamente diferente. Para ftiar las ideas, como se dice en mate­ ntímero declinó rápidamente después de 1 972. Por lo demás,
mática y simbólicamente, si los Escrit os de Lacan vendían 30.000 para las decenas o centenas de miles de personas que habían
ejemplares antes del 68, venderán 300.000 después. Esto se debe, actuado en mayojunio, pero que ya no creían en un movimiento
ciertamente, a la habilidad mediático-mercantil de los persona­ real, y que intentaban a la vez encontrar una justificación o una
jes en cuestión o de sus empresarios, y a la fuerte demanda del legitimación al fracaso del movimiento y a su propia p livatiza­
comercio mayorista de las ideas, nacionales y de exportación. ción incipiente, conservando una ••sensibilidad radical» , el ni­
Pero también se debe, sobre todo, al fracaso de Mayo del 68, y hilismo de los ideólogos, los cuales se habían arreglado, al mis­
es allí donde se sittía la colosal eq"uivocación de Ferry y Renaut. mo tiempo, para saltar al tren de una vaga «subversión » , conve­
nía admirablemente. El contrasentido de Ferry y Renaut es to­
Lo que los ideólogos aportan con efecto retroactivo, es a la vez
una legitimación de los límit es (de las limitaciones, a fin de tal: el ••pensamient::> del 68» es el pensamiento anti 68, el pen­

cuentas: de las debilidades históricas) del movimiento de Mayo: samiento que construyó su éxito de masas so bre las ruinas del
movimiento del 68 y en función de su fracaso. Los ideólogos
usted no intentó tomar el poder, usted tuvo razón, usted no
tratados por Ferry y Renaut son ideólogos de la impotencia del
intentó siquiera constituir contra-poderes, una vez más usted
hombre ante sus propias creaciones; y son los sentimientos de
tuvo razón, pues quien dice contra-poder dice poder, etcétera;
impotencia, de desaliento, de cansancio Jos que vinieron a legi­
y una legitimación de la retirada, de la renuncia, del no-<:om­
timar después del 68.
promiso o del compromiso puntual y medido: de todas fonnas,
En cuanto a las filiaciones ideológicas del movimiento de
la historia, el suj eto, la autonom ía, no son más que mitos
Mayo del 68, por más que se puedan aportar sus o rígenes
42
43
Corndius Castoriadis El av:�nce de la insignificancia
,,
.. concretos», y aun cuando ello resultara interesante, han sido
caduca) . Es la Francia en retirada ante la prosecución de la
nuevamente delimitadas en detalle por P. Vidal-Naquet y A.
inmensa obra comenzada entre 1 789 y 1 792, de donde surge el
Sch napp en el Diario de la Comuna estudiante ya citado, y fue­
campo libre dejado a los jacobinos; luego viene el Terror. Es la
ron resumidas adecuadamente por Daniel y Gabriel Cohn­
Rusia de 1 9 1 7 en la que los bolcheviques se apoderan del po­
Bendit cuando escribieron en El Izquierdismo {p. 1 8-19) que
der por medio de la rebeldía de la población e instauran el
este libro habría podido ser reemplazado «por una antología
primer poder totalitario de los tiempos modernos.
de textos publicados en Socialismo o Barbarie" , La Internacio­ .
Este fracaso, hay que recordarlo, sólo en muy pocas ocasiO­
nal situacionista, Informaciones y Correspond encia obreras,
nes es total. La mayor parte del tiempo, estos movimientos lo­
Negro y Rojo, B úsqued as libertarias y, en menor grado, en las
gran a la institución fonnal de determinados derechos, liberta­
revistas trotskistas» .
des, garantías b�jo las cuales vivimos todavía. En o �ros casos,
Lo que Mayo del 68 y los o tros movimientos de los años
sin instituir nada en el sentido formal, dejan huellas profundas
GO han mostrado fue la persistencia y la potencia de la aspi­
en la mentalidad y en la vida efectiva de las sociedades: sin duda,
ración de autonomía, traducido a la vez por el rechazo del
éste es el caso de la Comuna de París de 1 87 1 ; ciertamente, tal
mundo capitalista-burocrático y por las ideas nuevas y prácticas
es el caso, lo señalé más arriba, de los movimientos de los años 60.
inventadas o propagadas por estos movimientos. Pero aquello
Esta s i tuació n, evi d e n te m e n te , está l igada al c arácter
de lo cual también han dado testimonio, es de esta dimensión
antinómico del imaginario p olítico moderno. Éste, por una
de fracaso, hasta aquí aparentemente indisociable de los movi­
parte, está trabajado por la aspiración a la autonomía y su ext� n­
mientos políticos modernos: inmensa dificul tad en prolongar
,¡ sión sucesiva a los diferentes campos de institución de lo social;
positivamente la crítica del orden existente,. imposibilidad de
por otro lado, sólo en p ocas ocasiones y muy brevemente, llega
asumir la aspiración ele autonomía como a u t o n o m ía , a l
a separarse de la representación de la política -y de la institu­
m i s m o t i e m p o , i n di v i d ual y s o cial, instaurando u n auto­
'11 ción- como feudo exclusivo del Estado y de este Estado {que
gobierno colectivo. {De donde provienen, después del derrum­
'��� sigue él mismo encarnando, aun en las sociedades más moder­
), be del movimiento, las múltiples y tan i rrisorias derivaciones
nas, la figura de un poder de derecho divino) como no perte­
ir hacia las microburocracias trotskistas y maoístas, hacia la licue­
¡¡
neciendo más que a éste. Es así como, en la modernidad, la
facción mao-spontex o hacia el nihilismo ideológico pseudo­
;, política como actividad colectiva {y no como profesión espécia­
·,, «subversivo » . )
lizada) no pudo estar presente hasta el día de hoy sino como
'r Pero ese fracaso está allí desde e l comienzo ele los tiempos
espasmo y paroxismo, acceso de fiebre, de entusias�o de ra­
( modernos. Son los oficiales quienes finalmente hacen entrar : .
lt bia reacción a los excesos de u n Poder siempre hostil e meVIta­
(
en razones al ejército de los Roundh ead s y a Cromwell, que se
:
blé enemigo y fatalidad, en suma, como «Revolución».
1�
convierte en Lord Protettor. Es la Nueva Inglaterra que retro­
Se puede considerar una picardía e l hecho de señalar que el
cede, en lugar de avanzar más allá de la línea jeffersoniana {la
«sentido» de Mayo del 68 fue , en definitiva, el aumento de las
América de Tocqueville es una sociedad a la vez idealizada y
ventas de videocasetes pornográficos. Puede ser menos diverti­
do, pero más fecundo, ver en M ayo y en los movimientos de los
y C. Castoriadis
5 Nota: Socialismo o Barbarie: revista ce-fundada por Claude Lefort
en 1 948. Corroborando esta cita de D. y G. Cohn-Bendit, cabe indicar que años 60 las promesas enonnes que virtualmente contiene la épo­
y exhaustivo libro de P. Vidal Naquet y A. Schnapp se
el voluminoso
abre con el último documento ca contemporánea y la dificultad inmensa que experimenta la
(de 1 967) de «Socialismo o Barbarie... ·

humanidad moderna para salir de la idiotez, p ara politizarse,


44
45
Cornclius Castoriadis El avance de la insignificancia

para decidir que ocuparse de los asuntos (colectivos) podría comenzado hace unos ocho siglos en las primeras comunas
ser su estado habitual y normal. burguesas de Europa occidental, el fin de un sueño de libertad
La disolución de los movimientos de los a!'ios 60 marcó el y de autogobierno, de verdad y de responsabilidad; aunque se
comienzo de la nueva fase de regresión de la vida política en las admitiera que hoy estamos en condiciones de ver, con lucidez,
sociedades occidentales que observamos desde hace unos quince la fonna de la sociedad política finalmente hallada, la verdad
años. Esta regresión está a la par con (es casi sinónimo de) un definitiva de la condición humana en fonna de Pasqua y ?e
nuevo round de burocratización/privatización/mediatización, Fabius, de Hernu y de ensaladas «post-modernas» ; aunque fue­
al mismo tiempo que, en un vocabulario más tradicional, está ra ése el caso, sería incongmente ver allí el «sentido» de 1 776 y
acompañada de un recmdecimiento de las tendencias políticas
de 1 789, de 1 87 1 , de 1 9 1 7 y de Mayo del 68, pues, aun en esta
autoritarias en el régimen liberal/oligárquico actual. Tenemos
hipótesis de pesadilla, ese sentido habrá sido la tentatiYa de dar
derecho a pensar que estos fenómenos son provisorios o per­
vida a otras posibilidades de la existencia humana.
manentes, que traducen un momento particular de la evolu­
ción de la sociedad moderna o que son la expresión coyuntural
de rasgos insuperables de la sociedad humana. Lo que no está
permitido es olvidar que gracias a y mediante este tipo de movi­
lización colectiva, representada por los movimientos de los años
60, la historia occidental es lo que es y las sociedades occidenta­
les han sedimentado las instituciones y las características que
las hacen más o menos viables y, tal vez, el punto de partida y el
trampolín para otra cosa.

l.
Aquí aparece la ünica división importante. Están los que con­
sideran -es mi caso- que los márgenes de libertad que com­
porta el régimen contemporáneo no son más que subproductos
sedimentados, desde hace siglos, de movimientos de ese tipo;
que sin esos movimientos el régimen no sólo no habría produ­
cido libertades, sino que las habría recortado cada vez más inexo­
1 rablemente (como está sucediendo) : en fin, que la humanidad
1 puede ciertamente hacer algo mejor. Asimismo, se encuen tran
los que piensan -pocas veces se atreven a decirlo, salvo eviden­
temente «a la derecha» , pero sus argumentos y sus razonamien­
tos remiten a ello- que vivimos con la forma que la sociedad
política, libre y justa, supo finalmente descubrir (ciertamente
quedarían algunas reformas por hacer) . La discusión no puede
más que detenerse aquí, y cada uno haga sus elecciones o con­
firme las que ya hizo.
Pero, de todos modos, aunque se admitiera que vivimos el
fin de u n período de ebriedad histórica, por segunda vez
46 47
Capítulo 111
•J

I,J

Marxismo-leninismo: la pulverización*

11

.t.
•)

El derrumbe del Imperio romano duró tres siglos. Bastaron


1i dos años, sin el auxilio de bárbaros del exterior, para desarticu­
lar irreparablemente la red mundial dirigida desde Moscú, sus
, ,


aspiraciones a la hegemonía mundial, así como las relaciones
económicas, políticas y sociales que la mantenían unida. Por
más que se busque, es imposible encontrar una analogía histó­
1:
rica con esta pulverización de lo que parecía, aún ayer, una
,,
fortaleza de acero. El monolito granítico apareció, de pronto,
tejido con saliva, mientras que los horrores, las monstruosida­
des, las mentiras y los absurdos revelados día tras día se presen­
taban aún más incre1bles de lo que los más suspicaces de noso­
tros habría podido afinnar.
Al mismo tiempo que se desvanecían esos bolcheviques para
quienes <<no había una fortaleza inapropiable» (Stalin ) , se ha­
cía humo la nebulosa del «marxismo-leninismo>>, que, desde
hacía más de un siglo, había desempeñado el papel de ideolo­
gía dominante, fascinando a algunos y obligando a otros a defi­
nirse en relación con ella. ¿Qué sucede entonces con el marxis­
mo, «filosofía insuperable de nuestros tiempos» (Sartre ) ? ¿En
qué mapa, con qué lupa se descubrirá, de aquí en más, el nue­
vo continente del materialismo histórico, en qué negocio se
conseguirán las tijeras del «corte epistemológico» (Althusser)
que habría relegado a las desusadas teorías metafísicas la re­
flexión sobre la sociedad y sobre la historia, reemplazándolas
por la «ciencia del Capital»? Es apenas inútil mencionar que

•Publicado en Le Monde, el 24 y el 25 de abril de 1 990. La redacción habla modificado


el titulo por: "El derrumbe del marxismo-leninismo".
49
Comelius Castoriadis
El avance de la insignificancia

sería vano buscar la menor relación entre todo lo que dice y Pero atín hay más, y es allí donde yace su novedad histórica.
hace hoy el Sr. Gorbatchov y no ya la «ideología» marxista-leni­ En 1� superficie estaría lo que se llama una ideología: una «teo­
nista, sino una id ea cualquiera. na_ Clenttfica»
- laberíntica -la de Marx- suficiente para ocu­
Una vez que se produjo, lo repentino del derrumbe puede par coh rtes de intelectuales hasta el fin de sus días; después,
parecer obvio. ¿Esta ideología no estaba, desde los primeros � .
una vers ón simple, vulgata de esta teoría (ya formulada por
años de la toma del poder bolchevique en Rusia, en contradic­ �
Marx mismo) , de fuerza explicativa suficiente para los sim­
ción frontal con la realidad, a pesar de los esfuerzos conjuga­
dos de los comunistas, de los compañeros de ruta e incluso de
��
ple e es; por tíltimo, una versión «Oculta» para los verdade­

ros 111ICiados, que aparece con Len in, quien hizo del poder ab­
la prensa respetable de los países occidentales ( que en su ma­
soluto del Partido el objetivo supremo y el punto arquimedia­
yoría, se había tragado sin chistar los procesos de Moscú) , y
no para la «transformación histórica». (No hablo de la cúpula
ésta no era visible y cognoscible para quien quisiera ver y sa­
de los Apa atos, donde reinó, al menos desde Stalin, la simple y
ber? Considerada en sí misma, ¿no alcanzaba el colmo de la �
pura obsesión del poder asociada al cinismo total. )
incoherencia y de la inconsistencia?
Pero, l o que mantiene en pie al edificio, n o son las «ideas»,
Pero, el enigma no hace más que oscurecerse. ¿Cómo y por .
m los razonamientos. Es un nuevo imaginario que se desarrolla
qué este andamiaje se pudo mantener durante tanto tiempo?
Y se altera en dos etapas. En la fase propiamente «marxista», en
Una promesa de liberación radical del ser humano, de la ins­
tauración de una sociedad «realmente democrática» y <<racio­ �ma época de disolución de la vieja fe religiosa, es, se sabe, el
llI aginario �e una salvación laica. El proyecto de emancipa­
nal>> , que invoca a la «ciencia» y a la «crítica de las ideologías» .�
CIOn, de la libertad como actividad, del pueblo como autor de
-que se realiza como una figura de la esclavitud de masas, el
su historia, se convierte en imaginario mesiánico de una Tierra
terror, la miseria «planificada», el absurdo, la mentira y el oscu�
prometida al alcance de la mano y garantizada por el susti­
rantismo- ¿cómo es posible que este engaño histórico sin pre­
tuto de transcendencia producido por la época: la <<teoría
cedente haya podido funcionar durante tanto tiempo?
científica» 1 .
Allí donde el marxismo-leninism o se instaló en el poder, la
. En la fase siguiente, la fase leninista, este elemento, sin des­
respuesta puede parecer simple: la sed de poder y el interés,
aparecer, se halla relegado cada vez más al segundo plano, po1•
para algunos, el terror, para todos. Esta respuesta no es sufi­
otro elemento: más que las «leyes de la Historia», son el Parti­
ciente, pues, incluso en esos casos, la toma del poder fue casi
do, Y su jefe, su poder efectivo, el poder a secas, la fuerza, la
siempre realizada mediante una movilizació n popular impor­
fuerza btuta, los que se transforman no solamente en garantes,
tante. Y no dice nada en cuanto a su atracción casi universal.
sino en los puntos últimos de fascinación y de ftiación de las
Elucidar esto demandaría un análisis de la historia mundial
representaciones y de los deseos. No se trata solamente del te­
desde hace un siglo y medio.
mor a la fuerza -real e inmensa cuando el comunismo está en
Nos vemos forzados aquí a limitamos a dos factores. En pri­
el poder- sino de la atracción positiva que ella ejerce sobre los
mer lugar, el marxismo-leninismo se presentó como la conti­
seres humanos.
nuación, llevada (al límite ) , del proyecto emancipatorio, de­
Si no comprendemos esto, 1�0 comprenderemos nunca la
mocrático, revolucionario de Occidente. Presentación tanto más
cre1ble cuanto que, durante mucho tiempo, fue -algo que hoy historia del siglo XX, ni el nazismo, ni el comunismo. En el
todos olvidan alegremente- el único e n oponerse a las 1 Con respecto al mesianismo, el Padre J Y. Calvez asesta al marxismo con toda la
..

bellezas del capitalismo, tanto metropolitano como colonial. benevolencia cristiana, una magnífica broma torpe en Le Monde del 14 de abril de
1 990. [Elogiaba al marxismo como la salvaguardia de la esperanza mesiánica.]
50 51
Corndius Castoriadis
El av:�nce de la insigni/icanci.1

caso ele éste, la conjunción de lo que se quiso creer y de la A esos déficits, así como a la existencia inhumana a la que
fuerza se revelará durante mucho tiempo como irresistible. Sólo los somete el capitalismo, que se expande a una velocidad ate­
a partir del momento en que esta fuerza deja de imponerse rradora, responde el movimiento naciente de los obreros, en
-Polonia, Afganistán-, se hace claro que ni los tanques blin­
Inglaterra y luego en el continente.
dados ni las bombas H rusas pueden «resolver» todos los pro­ Los gérmenes de las ideas más importantes de Marx en lo
blemas, que la desbandada comienza verdaderamente, y que concerniente a la transfonnación de la sociedad -en especial
los diferen tes arroyos de la descomposición se unen en el Niá­
la del autogobiemo de los productores- se hallan, no en los
\ gara que fluye desde el verano de 1 988 (primeras manifestacio­
escritos de los socialistas utópicos, sino en los periódicos y la
!' nes en Lituania) .
11 .
auto-organización de los obreros ingleses de 1 8 1 0 a 1 840, muy
anteriores a los primeros escritos de Marx. El movimiento obre­
Las reservas más fuertes, las críticas más radicales con res­
: ¡ ro naciente aparece así como la continuación lógica de un
pecto a Marx no anulan su importancia de pensador ni la gran­
movimiento democrático que quedó a mitad de camino.
1· deza de su esfuerzo. Reflexionaremos aún sobre Marx mientras
Pero, al mismo tiempo, otro proyecto, un proyecto históri­
que buscaremos infructuosamente los nombres de los señores
co-social invade la escena: el imaginario capitalista, que trans­
von Hayek y Friedman en los diccionarios. Pero no es por el
forma velozmente la realidad social y aparece evidentemente
efecto de esta obra por lo que Marx ha tenido un papel impor­
tantísimo en la Historia efectiva. No habría sido más que otro 1 como llamado a dominar el mundo. Contrariamente a un pre­
Hobbes, Montesquieu o Tocqueville si no se le hubiese podido 1 juicio confuso, aún dominante en la actualidad -en el funda­

1 mento del <<liberalismo» contemporáneo- el imaginario capi­


1

extraer un dogma, y si sus escritos no se hubiesen prestado a


¡;
' •

talista está en contradicción frontal con el proyecto de emanci­


1'
ello. Y si se prestan a ello, es porque su teoría contiene mucho
más que los elementos. pación y de autonomía. Aun en 1 906, Max Weber se burlaba de
La vulgata (debida a Engels) que atribuye como fuentes de la idea de que el capitalismo tuviera algo que ver con la de­
(: Marx a Hegel, Ricardo y a los socialistas «utópicos» franceses, mocracia (y nos podríamos reír con él pensando en Sudáfri­
(,
oculta la mitad de la verdad. En la misma medida, Marx hereda ca, en Taiwán o en el Japón de 1 870 a 1 945, e incluso en la
'i
del movimiento emancipador y democrático, de allí su fascina­ actualidad) .
ción, hasta el final, por la Revolución francesa e incluso, en su Se trata de subordinar todo al <<desarrollo de las fuerzas pro­
.' /
juventud, por la polis y el demos griegos. Movimiento de emanci­ ductivas» ; los hombres como productores y luego, como consu­
pación, proyecto de autonomía, en marcha desde h ace si­ midores, deben estar íntegrámente sometidos a él. La expan­
glos en Europa y que encuentra su culminación con la Gran sión ilimitada del dominio racional -pseudo dominio, pseudo
Revolución. racionalidad, como comprobamos hoy con frecuencia- se
Pero la Revolución deja un enonne y doble déficit. Mantie­ transforma, así, en la otra gran significación imaginaria del
ne, e incluso acen túa, dándole nuevos principios, una inmensa mundo moderno, poderosamente encamada en la técnica y en
desigualdad de poder efectivo en la sociedad, arraigada en las la organización.
desigualdades económicas y sociales. Mantiene y refuerza el Las potencialidades totalitarias de este proyecto son fáciles
poder y la estructura burocrática del Estado, superficialmente de ver, y perfectamente visibles en la fábrica capitalista clásica.
«Controlado» por un estrato de <<representanteS>> profesionales Si, ni en esta época, ni más tarde, el capitalismo llega a transfor­
separados del pueblo. mar la sociedad en una única e inmensa fábrica, sometida a un
52
53
Comelius Castoriadis El avance de la insignificancia

mando único y a una única lógica (que es lo que tratarán de demuestra que la economía funciona para la ganancia y el capi­
hacer más tarde, en cierta forma, el nazismo y el comunismo) , tal ( lo que descubren, boquiabiertos, desde hace veinte años
ciertamente es por las rivalidades y las luchas entre grupos y los sociólogos norteamericanos) y predice la expansión mun­
naciones capitalistas, pero, sobre todo, por la resistencia que le dial y la concentra,ción del capitalismo.
oponen, desde el principio, el movimiento democrático, a ni­ Las crisis económicas se suceden durante más de un siglo
vel de la sociedad, y las luchas obreras, a nivel de las empresas. con una regularidad casi natural produciendo la miseria, el des­
La contaminación del proyecto emancipatorio de la auto­ empleo y la destrucción absurda de las riquezas. La matanza de
nomía por el imaginario capitalista de la racionalidad técnica y la Primera Guerra Mundial, la gran depresión de los años 1 929-
organizacional, que aseguran un «progreso•• automático de la 1 933 y el avance de los fascismos no pueden ser comprendidos
Historia, tendrá lugar muy rápidamente (ya en Sain t-Simon) . en esa época sino como confinnaciones impactan tes de las con­
Pero Marx será el teórico y el principal artesano de la penetra­ clusiones marxistas, y el rigor de los razonamientos que condu­
ción en el movimiento obrero y socialista de las ideas de la cen­ cen a ello no pesa mucho ante el conjunto de las realidades.
Pero, bajo la presión de las luchas obreras que seguían exis­
tralidad de la técnica, de la producción y de la economía. Así,
tiendo, el capitalismo se había visto obligado a transformarse.
el conjunto de la historia de la humanidad, por una proyección
Desde fines del siglo XIX, la <<pauperización» (absoluta o rela­
retroactiva del espíritu capitalista, será interpretado por él como
tiva) era desmentida por la elevación de los salarios reales y la
el resultado de la evolución de las fuerzas productivas, evolución
reducción de la j ornada de trabajo. La ampliación de los mer­
que «garantiza•• , salvo que ocurra una catástrófe, nuestra l i­
cados internos por el aumento del consumo masivo se trans­
bertad futura.
forma, gradualmen te , en una estrategia consciente de las
La economía política se moviliza, después de una reelabora­
capas dominantes y, después de 1945, las políticas keynesianas
ción, para demostrar la «ineluctabilidad» del pasaje al socialis­
asegurarán mal que bien un pleno empleo aproximativo.
mo -así como la filosofía hegeliana, «puesta sobre sus pies», Un abismo se abre entre la teoría marxiana y la realidad de
para develar una razón secreta del trabajo en la histoda-, rea­ los países ricos. Pero algunas acrobacias teóricas, a las que los
lizada en la técnica y asegurando la reconciliación final de to­ movimientos nacionales en los países de las antiguas colonias
dos con todos y de cada uno consigo mismo. Las expectativas parecerán dar apoyo, les darán a los países del Tercer Mundo y
milenaristas y apocalípticas, de origen inmemorial, serán recu­ a los «condenados de la tierra» el rol de edificador del socialis­
biertas en adelante con un «fundamento» científico, en plena mo, que Marx había imputado, con menor inverosimilitud, al
consonancia con el imaginario de la época. El proletariado, proletariado industrial de los países avanzados.
«líltima clase», recibirá la misión de salvar, pero sus acciones La doctrina marxista, sin duda, ayudó enonnemente a creer;
serán necesariamente dictadas por sus «condiciones reales de luego, a luchar. Pero de esas luchas que cambiaron la condi­
existencia», incansablemente trabajadas por la acción de las leyes ción humana y al capitalismo mismo, el marxismo no era la
económicas para forzarlo a liberar a la humanidad liberándose condición necesaria, como lo demuestran los países (por ejem­
a sí mismo. plo, anglosajones) en los que el marxismo penetró poco. Y el
En la actualidad se tiende fácilmente a olvidar el enonne precio a pagar fue muy alto.
poder explicativo que la concepción marxista, aun en sus ver­ Si esta extraña alquimia que combina la <<ciencia» (econó­
tientes más vulgares, pareció tener durante mucho tiempo. Ésta mica) , con una metafísica racionalista de la historia y una escato­
revela y denuncia las mistificaciones de la ideología liberal, logía laicizada pudo ejercer, durante tanto tiempo, un atractivo
54 55
Comclius Castoriadis El avance de la insigniflcancia

tan poderoso, es porque respondía a la sed de certidumbre y a del tiempo, romper con esta identificación si no es destruyén­
la esperanza de una salvación garantizada, en última instancia, dose a sí mismo.
por algo más que las frágiles e inciertas actividades humanas: Algunos de los elementos de lo que se transformará en tota­
las «leyes de la historia». De esta manera, introducía en el mo­ litarismo ya están presentes en el marxismo: la ilusión del do­
vimiento obrero una dimensión pseudo religiosa, que oca­ minio total heredado del capitalismo, la ortodoxia, el fetichis­
sionaría grandes catástrofes en el futuro. Al mismo tiempo, in­ mo de la organización, y la idea de una «necesidad histórica»
corporaba en él la noción monstruosa de ort od oxia. Aquí tam­ que pueda justificar todo en nombre de la salvación final. Pero,
bién, la exclamación de Marx (en privado) «yo no soy m arxis­ sería absurdo imputar al marxismo -y más aún al mismo
;,
ta» no pesa mucho en la realidad. Quien dice ortodoxia, dice Marx- el engendramiento del totalitarismo, como se viene ha­
necesidad de guardianes dedicados a la ortodoxia, de funcio­ ciendo fácil y demagógicamente desde hace sesenta años. Tan­
narios ideológicos y políticos, así como también de diaboliza­ to como en el leninismo, el marxismo se prolonga (y numérica­
ción de los herejes. mente más) en la social-democracia de la cual se puede decir
Unida a la tendencia incohercible de las sociedades moder­ todo lo que se quiera menos que es totalitaria, y que no tuvo
nas a la burocratización, que desde fines del siglo XIX penetra dificultades en encontrar en Marx todas la citas necesarias para
y domina el movimiento obrero mismo, la ortodoxia contribu­ su polémica contra el bolchevismo en el poder.
ye poderosamente a la construcción de Partidos-Iglesias. Tam­ El verdadero creador del totalitarismo es Lenin. Las contra­
bién, conduce a una esterilización más o menos completa del dicciones internas del personaje importarían poco si no ilustra­
pensamiento. La «teoría revolucionaria» deviene en comenta­ ran, una vez más, lo absurdo de las explicaciones «racionales>>
rio talmúdico de los textos sagrados mientras que, ante los in­ de la historia. Aprendiz de brujo que no jura sino por la «cien­
mensos cambios científicos, culturales y artísticos que se acu­ cia>>, inhumano y, sin ninguna duda, desinteresado y sincero,
mulan desde 1 890, el marxismo enmudece o se limita a califi­ extremadamente lúcido con sus adversarios y ciego consigo mis­
carlos como productos de la burguesía decadente. Un texto de mo, reconstruyendo el aparato del Estado zarista, después de
Luckács y algunas frases de Trotsky y de Gramsci no alcanzan haberlo destruido y protestando contra esta reconstrucción,
para invalidar el diagnóstico. creando comisiones burocráticas para luchar contra la buro­
Homóloga y paralela es la transformación que induce el mar­ cracia que él mismo hacía proliferar, aparece finalmente a la
xismo sobre los que participan .en el movimiento. Durante la vez como el artesano casi exclusivo de una extraordinaria
mayor parte del siglo XIX, la clase obrera de los países que se conmoción y como una gota en la tormenta de los aconteci­
industrializan se autoconstituye, se alfabetiza y se forma por sí mientos.
misma, hace surgir un tipo de individuo que confía en sus fuer­ Pero, es él mismo quien crea la institución sin la cual el tota­
zas, en su juicio, que se instruye tanto como puede, piensa por litarismo es inconcebible y que ahora cae en ruinas: el partido
totalitario, el partido leninista, a la vez Iglesia ideológica, ejér-
sí mismo y no abandona nunca la reflexión crítica. El marxis­ .
cito militante, aparato de Estado in n uce, fábrica en la cual cada
mo, acaparando el movimiento obrero, reemplaza a este indi­
uno tiene su lugar en una estricta jerarquía y una rigurosa divi­
viduo por el militante adoctrinado en un evangelio, que cree
sión del trabajo.
en la organización, en la teoría y en los jefes que la poseen y la
De estos elementos, que se encuentran allí desde hace mu­
interpretan, militante que tiende a obedecerle incondicional­
cho tiempo pero en forma dispersa, Lenin hará la síntesis y
mente, que se identifica con ellos y no puede, la m ayor parte
conferirá una ·nueva significación a todo lo que la componga.
56
57
El a\'ilnce de /a insignificancia
Corne/ius Castoriadis

Ortodoxia y disciplina son llevadas al límite (Trotsky se enor­ expansión sin límites del poder del Partido, la' transfonnación
gullecerá de la comparación del partido bolchevique con la or­ de todas las instituciones, comenzando por el Estado, en sus
den de los jesuitas) y extendidas a escala internacional2. simples apéndices instrumentales y, fi nalmente , su preten­
El principio «quien no esté con nosotros debe ser extenni­ sión, no simplemente de dirigir la sociedad ni aun de hablar
nado» será utilizado despiadadamente y los medios rnodernos en su nombre, sino de ser de hecho la sociedad misma.
del Terror serán inventados, organizados y aplicados en masa. Se sabe que este proyecto alcanzará su fonna extrema y de­
Sobre todo, aparece y se instala, ya no como rasgo personal mencial con Stalin. Y es también a partir de la muerte de éste
sino como determinante histórico-social, la obsesión del po­ que su fracaso comenzará a hacerse visible. El totalitarismo no
der, el poder como fin en sí mismo, por todos los medios, e es una esencia inmutable, tiene una historia, que no se trata de
importando poco para hacer qué. Ya no se trata de apoderarse volver a trazar aquí, pero de la cual hay que señalar que es,
del poder para introducir transformaciones definidas, sino que centralmente, la de una resistencia de los hombres y de las co­
se trata de introducir las transformaciones que permitirán man­ sas contra la ilusión de la reabsorción total de la sociedad y del
tenerse en el poder y reforzarlo sin cesar. Lenin, en 1 9 1 7, sabe modelado integral de la historia por el poder del Partido.
una cosa, y sólo una: que el momento de tomar el poder ha Aquellos que rechazaban la validez de la noción de totalita­
llegado y que mañana será demasiado tarde. rismo vuelven hoy a la carga, con el argumento de que el régi­
¿Para hacer qué? No lo sabe, y dirá: «Nuestros maestros no men se derrumba (si fuera por eso, ningún régimen histórico
nos han dicho lamentablemente cómo hacer para construir el habría existido jamás ) , o que había encontrado resistencias in­
socialismo.» También dirá, seguidamente: <<Si se hace inevita­ ternas3. En forma manifiesta, las críticas compartían, ellas mis­
ble un Thennidor, lo haremos nosotros mismos.>> Entendamos: mas, la ilusión totalitaria: el totalitarismo habría podido y debi­
<<Si, para conser-Var el poder, tenemos que invertir nuestra orien­ do ser, para bien o para mal, lo que pretendía: un monolito sin
'
tación por completo, lo haremos.>> Lo hará, en efecto, en varias fallas. No era lo que decía ser; por lo tanto , simplemente ,
no era.
' ·

ocasiones (Stalin, seguidamente, llevará este arte a una perfec­


ción absoluta.) El único punto ftio despiadadamente manteni­ Pero los que discutieron seriamente el régimen ruso nunca
do por medio de los más incre1bles cambios de rumbo: la fueron víctimas de este espejismo. Siempre destacaron y anali­
zaron sus contradicciones y sus antinomias internas4. Entre ellas:
2 Resulta útil, para las nuevas generaciones, recordar algunas de las u21 condiciones" indiferencia y resistencia pasiva del pueblo; sabotaje y derroche
adoptadas en el segundo Congreso de la IIIQ Internacional ( 1 7 de julio-7 de agosto de de la producción tanto industrial como agrícola; profunda irra­
1 920): « 1 . Todos los órganos de prensa deben estar redactados por comunistas
seguros... La prensa y todos los servicios de edición deben estar totalmente sometidos cionalidad del sistema desde su propio punto de vista, en razón
al Comité central del partido ( ... ) 9. Estos núcleos comunistas -en los sindicatos, de su burocratización delirante; decisiones tomadas segün Jos
etc.- deben estar completamente subordinados al conjunto del Partido ( ... ) 1 2. ( .. )
.

En la época actual de guerra civil descarnada, el Partido comunista no podrá cumplir caprichos del autócrata o de la camarilla de turno; conspira­
su rol si no está organizado de la forma más centralizada, si una disciplina de hierro
de tipo militar no es admitida en él y si su organismo central no está provisto de ción universal de la mentira transformada en rasgo estniCtural
amplios poderes, ejerce una autoridad incuestionada, y goza de la confianza unánime del sistema y condición de supervivencia de los individuos,
de los militantes. 1 3. Los P.C. de los países donde los comunistas militen legalmente
deben proceder a depuraciones periódicas de sus organizaciones, a fin de separar
de ellos a los elementos interesados, pequeños burgueses ( ... ) 15. Es norma que los
3 Ver por ejemplo las comparaciones de S. lngerflohm en Liber de marzo de 1 990.
programas de los partidos afiliados a la Internacional comunista estén confirmados
4 Por mi parte, lo hice desde 1 946 y nunca dejé de hacerlo desde ese entonces. La
por el Congreso internacional o por el Comité ejecutivo (el subrayado es mío) (... ) 1 6.
Sociedad burocrática, vol. 1 y 2, París, 1 0/18, 1 973 (2n edición en Christian Bourgois,
Todas las decisiones de los Congresos de la I.C., al igual que las del Comité ejecutivo
(el subrayado es mío), son obligatorias para todos los países afiliados a la l. C... 1 990).

59
58
Cor·nelius C.1Scoriadis
El avance de /a insignificancia

desde los zeks hasta los miembros del bureau político. Todo g rupo <<refonnista» lo suficientemente impo�ta� te con�o para
esto confirmado con estupor por los acontecimientos que si­ .
).. imponerse y para imponer una serie de cambtos tmmagmables
guieron al año 1953 y las infonnaciones que, desde ese mo­ poco tiempo atrás -entre los cuales se halla el acto oficial de
mento, no dejaron de aparecer: las revueltas de los zeks en los deceso del poder del partido único realizado el 1 3 de marzo de
. ¡
·¡
campos, desde la muerte de Stalin, las huelgas de Berlín Este 1990-, cuyo futuro sigue siendo totalmente oscuro, pero cu­
enjunio de 1 953, el informe Krutchev, las revoluciones polaca yos efectos serán de aquí en más irreversibles.
. ·t
y húngara en 1 956, los movimientos checoslovaco, en 1 968, y Como el nazismo, el marxismo-leninismo pennite medir la
':¡
polaco en 1 970, la ola de literatura disidente, y la explosión locura y la monstruosidad de la que son capaces los humanos,
polaca de 1 980 que vuelve al país ingobernable. así como su fascinación por la fuerza bruta. Más que el nazis­
Después del fracaso de las incohere n tes reformas de mo, permite medir su capacidad de equivocarse, de transfor­
Krutchev, la necrosis que gangrenaba el sistema se había hecho
lt
mar en lo contrario las ideas más liberadoras, de hacer de ellas
,,
manifiesta y no le dejaba otra salida que la huida hacia adelan­ los instrumentos de una mistificación ilimitada.
te basada en el annamentismo excesivo y en la expansión ex­ Al derrumbarse, el marxismo-leninismo parece sepultar bajo
terna; y yo escribía con respecto a ello, en 1 98 1 , que ya no se las ruinas tanto el proyecto de autonomía como la política mis­
.1'
podía hablar en ténninos de totalitarismo <<clásico»5. 1 ma. El odio activo de los que lo han experimentado, en el Este,
También es cierto que el régimen no habría podido sobrevi­
vir durante setenta años si no hubiera sabido crearse apoyos i los condujo a rechazar cualquier proyecto distinto a la adop­
ción rápida del modelo capitalista liberal. En el Oeste, la con­

1
importantes en la sociedad, desde la burocracia ultra-privile­ vicción de los pueblos de que viven bajo el régimen menos malo
giada hasta las capas que sucesivamente se beneficiaron con posible se verá reforzada y acentuará su hundimiento en la irres­
una <<promoción social»; sobre todo, un tipo de comportamiento
1
ponsabilidad, l a distracción y el retiro a la esfera <<privada>> ( evi­
y un tipo antropológico de individuo, dominado por la apatía y dentemente menos <<privada» que nunca) .
'l el cinismo, únicamente preocupado por las ínfimas pero valio­ i No es que los pueblos se hagan muchas ilusiones. En los
sas mejoras que, a fuerza de astucia y de intrigas, podía aportar Estados Unidos, Le!=! Atwater, p residente del Partido republica­

a su propio terreno. no, hablando del cinismo del pueblo, dice: <<El pueblo norte­
Sobre este último punto, triunfó a medias, como lo demues­ americano está convencido de que la política y de que los polí­
tra la extrema lentitud de las reacciones populares en Rusia, ticos son pura perorata; que los medios de comunicación y los
incluso desde 1 985. Pero también fracasó a medias, y esto se ve
r,

p eriodistas, son pura perorata; que la religión organizada,


mejor, paradójicamente, en el seno del Aparato del partido es pura perorata; que el big business es pura perorata; que
mismo. Cuando la presión de las circunstancias (las crisis pola­ los grandes sindicatos, son pura perorata»¡;. Todo lo que se
ca y afgana, la presión del rearme norteamericano frente a un sabe de Francia demuestra el mismo espíritu. Pero mucho más
retraso tecnológico y económico creciente, la incapacidad de grave es que las opiniones pesen sobre los comportamientos
mantener por más tiempo su expansión mundial) demostró efectivos. Las luchas contra el sistema, aun las simples reaccio­
que la evolución <<estratocrática», dominante con Breznev, ya nes, tienden a desaparecer. Pero el capitalismo no se modificó Y
se hacía insostenible, pudo emerger, en el seno del aparato y se hizo algo más tolerable sino gracias a las luchas económicas,
en torno a un líder dotado de una habilidad poco común, un
ePor «perorata» traduje ba/oney, cuyo equivalente más exacto sería «estupid?ces.. .
5 «Los destinos del totalitarismo .. , en Dominios del hombre, op.cit., p. 201-218. tnternational Herald Tribuna, 1 9 de abril de 1 990.
60
61
Cornelius Castoriadis
El avance de la insignificancia

sociales y políticas que se fueron produciendo desde hace dos que es la sustancia efectiva del «individualismo» y del «liberalis­
siglos. Un capitalismo desgarrado por el conflicto y obligado a mo» de hoy.
hacer frente a una fuerte oposición interna; y un capitalismo Éstas son algunas de las conclusiones a las que debe llevar la
que no tiene más que ocuparse de los lobbies y de las corpo­ experiencia combinada de la pulverización del marxismo-leni­
raciones, pudiendo manipular tranquilamente a la gente y nismo y de la evolución del capitalismo contemporáneo. Sin
.
comprarla mediante un nuevo objeto todos los años, son dos duda, no son las que la opinión pública deducirá en lo
animales histórico-sociales completamente diferentes. La reali­ inmedia to.
dad lo indica en fonna recurrente.
Pero, cuando se haya disipado el polvo, es a ellas hacia don­
La historia monstruosa del marxismo-leninismo demuestra
de la humanidad tendrá que llegar, a menos que continúe su
lo que un movimiento de emancipación no puede ni debe ser.
carrera hacia un mañana ilusorio, que tarde o temprano, se
No permite en absoluto llegar a la conclusión de que el capi­
estrellará contra los límites naturales del planeta si antes no se
talismo y la oligarquía liberal bajo los cuales vivimos encarnan
derrumba bajo el peso de su falta de sentido.
el secreto finalmente revelado de la historia humana. El pro­
yecto de dominio total ( tomado del capitalismo por el marxis­
mo-leninismo y que, en los dos casos, se invierte en su contra­
rio) es un delirio. De ello no resulta que tengamos que vivir
nuestra historia como una fatalidad. La idea de hacer «tabla
rasa>> con todo lo que existe es una locura que conduce al cri­
men. Esto no implica que tengamos que renunciar a aquello
que define nuestra historia desde la Grecia antigua y a lo que
Europa dio nuevas dimensiones: hacemos nuestras leyes y nues­
tras instituciones, queremos nuestra autonomía individual y co­
lectiva, y a esta autonomía sólo nosotros podemos y debemos
limitarla. El ténnino igualdad sirvió para encubrir un régimen
en el que las desigualdades reales eran de hecho peores que las
del capitalismo. No podemos por ello olvidar que no hay liber­
tad política sin igualdad política y que ésta es imposible cuand�
existen y se acentúan desigualdades enonnes de poder econo­
mico, directamente traducido en poder político. La idea de
Marx de que se podrían eliminar mercado y moneda es una
utopía incoherente. Comprenderlo no nos conduce a avalar la
omnipotencia del dinero ni a creer en la <<racionalidad•• de una
economía que nada tiene que ver con un verdadero mercado y
que se parece cada vez más a un casino planetario. Decir que
no hay sociedad sin producción y consumo no implica que éstos
deban erigirse como fines últimos de la existencia humana -lo
62
63
Capítulo IV

Entre el vacío occidental


y el mito árabe *

CoRNELIUS CASTORIADIS: La decisión de hacer la guerra [del Gol­


fo] menospreciaba totalmente los factores a largo plazo, a sa­
ber: el riesgo de que se profundice más el abismo cultural, so­
cial, político e imaginario que existe entre los países occidenta­
les y el mundo árabe.

EDGAR MoRIN: Ahora, podemos establecer una primera retros­


pectiva. Esta guerra se efectuó en una región en la cual los pro­
blemas no sólo son solidarios, sino que están implicados unos
con otros en múltiples nudos gordianos. Es por ello que pensé,
antes y durante la guerra, que la demarcación principal no era
entre pacifistas y belicistas, sino entre los que querían desatar
esos nudos gordianos y los que no querían más que atacar al
Irak de Saddam y evitar así el problema palestino.
Hoy, el problema que se plantea, es saber si la guerra cortó
los nudos gordianos, si los enlazó más o si permitió desanudar
los más complejos. Es importante que la guerra h aya sido corta,
que no haya empleado gases ni terrorismo, que no se haya ge­
neralizado, que no haya llegado hasta sus últimas consecuen­
cias ya que Bush no avanzó hasta Bagdad, y por último es im­
portante que haya permitido una reacción de rechazo del pue­
blo iraquí con respecto a Saddam Hussein. Esto pennitió evi­
tar, para nuestra tranquilidad, las catástrofes e n cadena que
habría suscitado una guerra larga e inexpiable.

• Diálogo con Edgar Morin, publicado en Le Monde, el 1 9 de marzo de 1 99 1 .


65
f::ornelius Castoriadis
El avance d e la insignificancia
Pero esto no basta para tomar conciencia de la magnitud de
esta guerra. ¿Quién hubiera pensado en 1 9 19, después del tra­ de 1 990, había demostrado ser capaz para reprimir la piratería
tado de Versalles, que el efecto principal de la guerra del 1 4- 1 8 de un Estado y podía demostrar su aptitud para regular las ten­
n o significaría e l debilitamiento d e Alemania y la exclusión de siones internacionale s. Esto dependió del acuerdo Estados
la U.R.S.S. de la escena política, sino que sería el desencadena­ Unidos-URSS, el cual, a su vez, dependió de la revolución ami­
miento de estas dos potencias bajo el signo del totalitarismo? totalitaria emprendida por Gorbatchev. Queda claro que si la
No es sino en 1 933 cuando la Gran Guerra cobra otro valor: contrarrevolución triunfa en URSS, ello signi.ficaría un debili­
había generado efectos inversos a los buscados por los vence­ tamiento para la ONU, pero actualmente, nos hallamos en un
dores. Entonces, ¿sucederá esto cuando la guerra del Golfo momento de claridad, del cual no conocemos la duración, pro­
cobre significación en el futuro? picio a la esperanza y a la acción.
Ese futuro dependerá, evidentemente, de la nueva situación
que se presente en Medio Oriente. Creo que, de aquí en ade­ C. C.: No comparto en absoluto tu concepción acerca del papel
lante, esta situación está modificada a partir de la responsabili­ de la ONU, ni siquiera hipotéticamente. No creo que la situa­
dad global asumida por Estados Unidos en toda la región lue­ ción de acuerdo entre la URSS y los Estados Unidos, que expli­
go de su victoria. Hoy, Estados Unidos ya no es la espada de un ca el comportamiento del Consejo de Seguridad, sea el estado
Occidente en guerra fría cuyo bastión avanzado, en Oriente, es durable, normal, de la relación entre estos dos países. Los fran­

! '!
Israel. Por el contrario, tiende a transfonnarse en el país res­
ponsable de una pacificación generalizada con respecto a sus
aliados árabes, europeos en relación con la ONU. En este sen­
ceses y los ingleses seguirán alineándose con los Estados Uni­
dos. Pero, en última instancia, la URSS no renunció a ser una
gran potencia, no menos que China.

;i_::
/,

tido, a partir de la finalización de los combates, Bush y Baker Actualmente, la cúestión planteada es la del Medio Orieme. 1 '

establecieron, de hecho, el <<linkage» entre la cuestión de Ku­ ¿La unanimidad del Consejo de Seguridad se resistirá a tratar
wait y la cuestión de Medio Oriente; al que se habían negado esta cuestión? ¿Se aliarán todos con la posición de los halcones
hasta entonces. norteamericanos y de la derecha israelí, quienes verían con
Y hoy, existe una posibilidad de que haya una convergencia beneplácito a los palestinos partir haciajordania? Está jerusa­
de esfuerzos para resolver el más virulento de los problemas: el lén. Está el problema kurdo. ¿Y quién querrá cuestionar a Hafez
que une la independencia de Palestina a la seguridad de Israel, El Assad? Si hay acuerdo, se corre el riesgo de enemistarse una
ya que es una idea común a los europeos, es la idea del plan vez más con los palestinos y con los kurdos.
Mitterrand del 15 de enero, es la idea de la URSS. En Israel La ONU nunca ha sido más que un órgano por el cual las
mismo, la desaparición de la amenaza iraquí y la imposibilidad grandes potencias tratan sus diferendos. Tiene el mismo valor
de realizar en la coyuntura actual el sueño del Gran Israel que que la Santa Alianza entre 1815 y 1848 o el cónclave de las po­
echaría a los Palestinos de sus tierras, crean condiciones nuevas tencias después del congreso de Berlín en 1 878. Ésta puede
para aceptar la libertad de un pueblo que Tsahal transformó parecer activa tan solo durante el tiempo de validez de los acuer­
en ghetto durante todo el desarrollo de esta guerra. dos coyunturales entre las potencias.
Finalmente la ONU, que no había aparecido durante el Pero, detrás de todo esto, se plantea la relación entre el
período del ataque terrestre contra Irak, vuelve a ser el em­ mundo islámico y Occidente. Por una parte, tenemos la extraor­
brión de una instancia internacional, que después del 2 de agosto dinaria mitologización que los árabes han hecho de sí mismos,
quienes se presentan siempre como las víctimas eternas de la
66
67
El avance de l a insignificancia
Comelius Castoriadis.

Historia. Ahora bien, si hubo una nación conquistadora, desde una mayor acentuación de esta división que arroja a los musul­
el siglo VII hasta el siglo XI, fueron los árabes. Los árabes no manes hacia su pasado.
aparecieron naturalmente en las pendientes del Atlas, en Ma­ Por otra parte, en este momento, es trágicamente divertido
rmecos, estaban en Arabia. En Egipto no había un solo árabe. ver que, si Saddam Husein cae, hay grandes posibilidades de
La situación actual es el resultado, en primer lugar, de una con­ que sea reemplazado por un régimen fundamentalista chiita,
quista y de la conversión más o menos forzada de los pueblos es decir, un régimen que Occidente empezó a combatir cuan­
sometidos; luego de la colonización de los árabes no por Occi­ do se instaló en Irán.
\ dente, sino por sus correligionarios, los turcos, durante siglos;
y por último, de la semicolonización occidental durante un E.M.: Antes de la guerra, Jean Baudrillard había demostrado
:1
período comparativamente mucho más corto. lógicamente, que de todos modos, no podía haber guerra. Aho­
Y, actualmente, ¿dónde se sitúan políticamente? Son países ra, tú acabas de demostrar lógicamente que no es posible pro­
en los cuales las estructuras de poder son, o bien arcaicas, o
gresar, teniendo en cuenta todas las contradicciones que exis­
bien una mezcla de arcaísmo y estalinismo. Tomaron lo peor de
ten, etcétera. Afortunadamente, la vida, gracias a su aspecto
Occidente y lo plasmaron en una sociedad culturalmente reli­
innovador, no obedece a la lógica, y eso lo sabes muy bien. De
giosa. En estas sociedades la teocracia nunca corrió peligro: el
todos modos, hay una nueva coyuntura mundial que tal vez nos
Código Penal es el Corán; la ley no es el resultado de una vo­
permita escapar del ciclo infernal.
luntad nacional sino que es sagrada. El Corán mismo no es un
,_·

Pero vayamos al fondo de la cuestión.


l. texto revelado, consignado por manos humanas, es sustancial­
En un primer nivel, vemos masas de magrebíes exaltados
mente divino. Esta mentalidad profunda permanece y resurge
1' ante la modernidad. tomar a un sometedor por un libertador. Es cierto. Pero esto
Ahora bien, la modernidad también implica los movimien­ no es un rasgo árabe o islámico: esto lo hemos vivido aquí, pen­
r semos por ejemplo en la idolatría por Stalin o Mao, que es re­
l. tos emancipadores que se producen desde hace siglos en Occi­
( dente. Hubo luchas multiseculares para llegar a separar lo reli­ ciente. Hemos visto histerias religiosas, nacionalistas y mesiáni­
1

gioso de lo político. En el Islam no hubo un movimiento simi­ cas. Pero actualmente, nuestra península occidental-europea
!'
pasa por un período de baja en las aguas mitológicas. Ya no
l. lar. Y este Islam tiene ante sus ojos un Occidente que vive devo­
1 rando su herencia; mantiene un statu quo liberal, pero ya no tenemos grandes esperanzas. Entonces creemos, en este esta­
,. crea significaciones emancipadoras. Se dijo a los árabes más o do, tal vez provisorio, que las pasiones y los fanatismos son lo
..:
menos esto: tiren el Corán y compren video-clips de Madonna. propio de los árabes.
1 Y, al mismo tiempo, se les vende a crédito aviones Mirage. En un nivel superior, podemos lamentar que la democracia
Si hay una «responsabilidad» histórica de Occidente en este no llegue a ser implantada fuera de Europa occidental. Pero
1
sentido, la podemos encontrar aquí. El vacío de significación basta con pensar en España, en Grecia, en la Alemania nazi de
de nuestras sociedades, en el seno de las democracias moder­ ayer, en Francia misma; para comprender que la democracia es
nas, no puede ser colmado por el aumento de objetos de con­ un sistema difícil de arraigar. Es un sistema que se nutre de la
sumo. Y no puede desalojar las significaciones religiosas que diversidad y de los conflictos en la medida en que es capaz de
mantienen a estas sociedades unidas. La densa perspectiva del regularlos, de hacerlos productivos, pero que, justamente, pue­
futuro está allí. El efecto de la guerra, ya es, y será en el futuro, de ser destruido por las diversidades y por los conflictos. La
68 69
Comc/ius Castoriadis El avance de la insignificancia

democracia no pudo ser implantada en el mundo árabe-islámi-. Entonces, cuando ya no hay futuro y el presente está enfer­
co, en primer lugar, porque éste no pudo llevar a cabo el esta­ mo, queda el pasado.
dio histórico de la laicización, que contenía sin duda en ger­ Es por ello que los extraordinarios avances fundamentalis­
men desde el siglo VIII al siglo XII, pero que, en cambio, el tas no deben ser vividos como un retomo de los países árabes
Occidente europeo pudo emprender a partir del siglo XVI. La sobre sí mismos, ni como un aliento que se esfuma. Son el pro­
laicización, que es el retroceso de la religión en relación al Es­ ducto de una vuelta histórica donde la crisis de la modernidad,
tado y a la vida pública, es lo único que permite la democratiza­ es decir del progreso, suscita este fundamentalismo.
ción. Incluso, en los países árabe-islámicos en los que hubo mo­ Justamente hablas del problema del sentido. Para nosotros,
la Historia ya no tiene un sentido teleguiado. Para nosotros, las
vimientos laicizadores poderosos, la democracia se presentó
viej as certidumbres están muy enfennas.
como una solución débil con respecto a la revolución, que per­
Hasta ahora, siempre se creyó que el ser humano necesitaba
mitía, a la vez, la emancipación con respecto al Occidente do­
certidumbres para vivir. Cuando las grandes religiones porta­
minador. Ahora bien, la promesa de la revolución nacionalista
doras de certidumbres declinaron, otras certidumbres raciona­
así como la de la revolución comunista eran de hecho, tanto listas-cientificistas aportaron la seguridad del progreso garanti­
una como otra, promesas religiosas. Una, aportaba la religión zado. ¿Nos podemos imaginar una humanidad que acepta la
del Estado-Nación y la otra, la religión de la salvación terrenal. incertidumbre, la interrogación, con todos los riesgos de an­
Finalmente, no olvidemos que el mensaje laico de Occiden­ gustia que ello implica? Seguramente, haría falta una gran mu­
te llegaba al mismo tiempo que la dominación imperialista y la tación en nuestro modo de ser, de vivir y de pensar.
amenaza de homogeneización cultural, de pérdida de identi­ Sin embargo, éste es nuestro nuevo destino. Pero ello no
dad, que aportaba nuestro estallido técnico-industrial en el res­ significa que podamos vivir sin arraigo, sin mitos ni esperanzas,
to del mundo. con la condición de que sepamos que nuestros mitos y nuestras
Entonces, la resistencia de la identidad amenazada, obliga­ esperanzas están relacionados, como bien sabía Pascal, con la
da a aferrarse al pasado fundador tanto como al futuro emanci­ fe religiosa, con la apuesta. Debemos manejar, de una manera
pador, se vio acrecentada recientemente por un fenómeno de nueva, el arraigo en el espacio y en el tiempo. No tenemos que
suma. importancia que se agravó en los años '80: el desmorona­ vivir el presente al día, sino que tenemos que volver a las fuen­
tes del pasado («la herencia que tienes de tus padres, dice
miento del futuro emancipador. Nosotros también hemos vivi­
Goethe, tienes que reconquistarla» ) y tenemos que proyec­
do esta pérdida de futuro: perdimos el futuro «progresista»,
tarnos en un futuro, ya no prometido, sino deseado. Nuestro
prometido por el desarrollo de la ciencia y de la razón, que
m i to , es e l de l a fraternidad h mnana que se arraiga en
revelaron cada vez más sus ambivalencias, y perdimos el futuro
nuestra tierra-patria.
«radiante» de la salvación terrenal, que cayó definitivamente Estamos en un nuevo comienzo, y es en este sentido que
con el niuro de Berlín. creo que es posible dar vida al embrión de la ONU, como si
Cuando el futuro se pierde, ¿qué queda? El presente, el p a­ intentáramos desactivar lo que sigue siendo el polvorín del mun­ r'
1
1
sado. Nosotros, aquí, en la medida en que consumimos vivimos do en esta zona de fractura entre Oriente y Occidente, entre las
al día en el presente. Ellos, ¿qué pueden consumir del presen­ tres religiones monoteístas, entre la religión y la laicidad, entre
te? ¿Qué les aportaron las maravillosas recetas de desarrollo, el modernismo y el fundamentalismo y,' finalmente, entre un
modelo occidental o modelo soviético? Les dieron sub-desarrollo. progreso de humanidad o la gran regresión.
70 71
El arnncc de la insignificancia
Comdius C1scoriadis

C. C.: Me parece claro que la situación mundial es intolerable e Europa y que se agravará todo el tiempo mientras los pueblos
insostenible, que el Occidente actual no tiene ni los medios ni permanezcan adormecidos y apáticos.
la voluntad de modificarla esencialmente y que el movimiento
emancipador en este aspecto no funciona. También me parece E.M.: Nuestra sociedad sigue tal cual. Todos los procesos nos
muy claro que, para hacer esto, hay que querer hacerlo. Una conducen a una gran crisis de civilización. ¿Retrocedemos o
vez más es necesario ver la realidad que tenemos delante de progresamos? U na vez más, esperamos lo inesperado. Al me­
nosotros. Cuando Edgar Morin evoca el problema de identi­ nos, salvemos en nosotros el tesoro más preciado de la cultura
dad, es, de hecho, el problema del sentido, que confiere una europea: la racionalidad crítica y autocrítica.
identidad al creyente: soy un buen musulmán, un buen cristia­
no o incluso un mal cristiano. Pues aun siendo un mal cristiano C.C.: Cuando los griegos, ya en su decadencia, conquistaron
soy algo definido. Oriente, éste fue helenizado en algunas décadas. Cuando Roma
Nosotros somos hijos de ... ; pero también somos los que aspi­ conquistó el mundo mediterráneo, lo romanizó. Cuando Eu­
.
ramos a. . . Es decir que tenemos un proyecto que ya no es el ropa tuvo el mismo papel, no supo influir en profundidad en
paraíso sobre la Tierra, que ya no es ni mesiánico ni apocalípti­ las culturas locales. Las destruyó sin reemplazarlas.
co, pero que dice algo sobre aquello hacia donde nos dirigi­ Lo que queda hoy, como herencia defendible de la creación
mos. Esto es lo que le falta al Occidente de hoy. El único europea y como gennen de un futuro posible, es un proyecto
avance de estas sociedades es el avance hacia la riqueza y el de autonomía de la sociedad, que se halla en una fase crítica.
poder vacíos. Nuestra responsabilidad es hacerlo revivir, hacerlo avanzar y
Paréntesis: se sabe que los árabes fueron más civilizados que fecundar las otras tradiciones.
los occidentales durante todo un período. Luego, esto desapa­
reció. Pero lo que captaron de la herencia de la Antigüedad no
fue nunca de orden político. La problemática política de los
griegos, fundamental para la democracia, no fecundó ni a los
filósofos ni a las sociedades árabes. Las comunas europeas eli­
minan las libertades comunales a fines del siglo X. No se trata
de <0uzgar» a los árabes: podemos comprobar que a Occidente
le fueron necesarios diez siglos para separar, medianamente
bien, la sociedad política del dominio religioso.
Tenninaré mi exposición con una observación casi anecdó­
tica. George Bush, antes de la guerra, era considerado un de­
bilucho por sus conciudadanos. Ahora es un héroe. Pero Esta­
dos Unidos va a encontrarse nuevamente ante verdaderos pro­
blemas internos ante los cuales el Señor Bush será impotente.
La crisis de la sociedad norteamericana va a continuar, con la
decrepitud de las ciudades, los desgarros sociales y todo lo de­
más que conocemos. Y es también lo que comienza a sucedet en
72 73
Capítulo V

El deterioro de Occidente *

EsPRIT: Nos parece que la actualidad inmediata, con la guerra


del Golfo y el fin del comunismo, plantea la cuestión del valor
del modelo democrático. ¿No habrá que decir que, al fin y al
cabo, hay una suerte de relativismo en el orden internacional?
Por otra parte, ¿hay una nueva bipolaridad, o bien, una supre­
macía renovada de los Estados Unidos?

CoRNEI.IUS CASTORJADIS: Con el derrumbe del imperio ruso-co­


munista, la impotencia de China, el acantonamiento, tal vez r
provisional, de Japón y Alemania en el campo de la expansión �;
económica, la nulidad manifiesta de la Europa de los Doce como i'
f:

entidad política, los Estados Unidos ocupan solos el escenario �'



de la política mundial, reafirman su hegemonía, pretenden
imponer un «nuevo orden mundial». La guerra del Golfo fue ¡
'
'
una manifestación de ello. Sin embargo, no pienso que se ¡me­
t

da hablar de una supremacía absoluta o de un orden unipolar.


Los Estados Unidos tienen que hacer frente a un extraordina­ ,,

rio número de países, de problemas, de crisis, ante los cuales


sus aviones y sus m:siles no pueden hacer nada. Ni la «anar­
quía» creciente en los países pobres, ni la cuestión del subdesa­
rrollo, ni la del medio ambiente, pueden ser resueltas con bom­
bardeos. Incluso, desde el punto de vista militar, la guerra del
Golfo mostró el límite de lo que pueden hacer los Estados Uni­
dos, con respecto a la utilización de annas nucleares.
Al mismo tiempo, los Estados Unidos están padeciendo un
debilitamiento, un deterioro interno del cual yo creo que en
•Entrevista con Olivier Mongin, Joel Roman y Ramin Jahabegloo, publicada en Esprit,
en diciembre de 1 991 .
75
Cornelius Castoriadis El avance de la insignificancia

Francia no hay registro -desacertadamente-, ya que son el Oriente (y de África del norte) no fueron los europeos, sino
espejo en el que los otros países ricos pueden mirar su porve­ otros musulmanes: primero los turcos seldjukas, luego los tur­
nir. La erosión del tejido social, los ghettos, l a apatía y el cinis­ cos otomanos. Irak pennaneció bajo la dominación turca du­
mo sin precedente de la población, la corrupción en todos los rante cinco siglos, y bajo el protectorado británico durante cua­
niveles, la fantástica crisis de la educación (la mayoría de los renta años. No se trata de minimizar los crímenes del imperia­
estudiantes «graduados» son ahora de origen extranjero) , el lismo occidental, sino de denunciar esa mistificación que pre­
cuestionamiento del inglés como lengua nacional, la degrada­ senta a los pueblos musulmanes sin la menor responsabilidad
\ ción continua del aparato productivo y económico; todo esto en su propia historia, sin haber hecho nunca otra cosa que
desgasta, a la larga, las posibilidades de hegemonía mundial de sufrir pasivamente lo que otros, es decir los occidentales, les
los Estados Unidos. impusieron.

EsPRIT: ¿La crisis del Golfo no representa el fracaso del supues­ EsPRIT:¿No encontramos aquí los límites de ese universalismo
to alcance universal de los valores occidentales? representado por Occidente frente a un culturalismo antide­
mocrático?
C.C.: La crisis del Golfo actuó como un extraordinario revela­
dor de factores que se conocían, o que ya debían conocerse. Se C. C . : Hay varios niveles en esta pregunta, que hoy alcanza una
pudo ver a los árabes, y a los musulmanes en general, iden tifi­ intensidad trágica. En un sentido, el «tmiversalismo» no es una
carse masivamente con ese gángster y verdugo de su propio creación específica de Occidente. El budismo, el cristianismo,
pueblo que es Saddam Hussein. Mientras Saddam se opusiera a el Islam, son <<tmiversalistas» puesto que su llamado se dirige,
«Occidente», estaban dispuestos a borrar la naturaleza de su en principio, a todos los humanos, quienes tienen todos el mis­
régimen y la tragedia de su pueblo. Las manifestaciones se re­ mo derecho (y el mismo deber) de convertirse. Esta conver­
dujeron tras la derrota de Saddam, pero la corriente de fondo sión presupone un acto de fe y conlleva la adhesión a un mun­
sigue ahí: el integrismo o «fundamentalismo>> islámico es más do de significaciones (y de normas, de valores, etc.) específico
fuerte que nunca, y se extiende sobre regiones que parecían ir y cerrado. Esta clausura es el rasgo característico de las socieda­
en otra dirección (África del norte, Pakistán, los países al sur des con una heteronomía fuerte. Lo propio de la historia greco
del Sabara) . Lo acompaña un odio visceral hacia Occidente, y occidental es la ruptura de esta clausura, el cuestionamiento de
esto se entiende: un ingrediente esencial de Occidente es la las significaciones, de las instituciones, de las representaciones
separación entre la religión y la sociedad política. Ahora bien, establecidas por la tribu, que le da otro contenido al universa­
el Islam, como por cierto casi todas las religiones, se pretende lismo; esta ruptura va a la par con el proyecto de autonomía
una institución total y rechaza la distinción entre lo religioso y social e individual, y por lo tanto, de las ideas de libertad y de
lo político. Esta corriente se completa y se autoexcita con una igualdad, del autogobierno de las colectividades y los derechos
retórica «anticolonialista••, y lo menos que se puede decir, en el del individuo, de la democracia y la filosofía.
caso de los países árabes, es que está hueca. Si hoy existen ára­ Ahora bien, aquí nos encontramos con una paradoja mayús­
bes en África del norte es porque ésta fue colonizada por los cula, alegremente escamoteada por los charlatanes que hablan
árabes a partir del siglo VII; lo mismo en los países del Medio de los derechos humanos, de la indetenninación de la demo­
Oriente. Y los primeros «colonizadores» no árabes del Medio cracia, de la acción de los medios de qmmnicación, de la
76 "
77
Comelius Castoriadis
El avance de la insignificancia
autofundación de la razón, etcétera, - por los «Pangloss» que
Aristóteles han escrito interminablemente sobre su metafísica
prosiguen con su retórica autocomplaciente sin dejarse pertur­
bar por el furor y el ruido de la historia efectiva. Los «Valores•• y su lógica, pero han ignorado radicalmente toda la problemática
política griega: del mismo modo que hay que esperar a Spinoza,
de Occidente se pretenden universales y, sin duda, lo son en el
el excomulgado, para encontrar una reflexión política en la
grado más alto, puesto que presuponen y conllevan el aparta­
miento de toda clausura histórico-social particular en la cual, tradición judía. Pero podemos detenernos sobre los factores
que hacen que, hoy, las sociedades occidentales ricas sean inca­
en principio, los humanos siempre se hallan necesariamente
paces de ejercer una influencia emancipadora sobre el resto
atrapados. Pero es imposible no reconocer que tienen un enra­
del mundo, preguntarnos por qué no sólo no contribuyen a la
izamiento histórico-social particular, que sería absurdo preten­
der que fueron contingentes. Para ir rápido, y tomar el asunto erosión de las significaciones religiosas en tanto éstas bloquean
la constitución de un espacio político, sino que finalmente tien­
in m ed ia res: esa ruptura de la clausura, la tenemos d etrás de
nosotros, veinticinco siglos o cinco siglos detrás de nosotros. dan tal vez a reforzar su dominio.
¿Cuál es el «ejemplo» que esas sociedades de capitalismo
Pero los demás no la tienen. Para nosotros, es posible defender
razonablemente «nuestros valores», pero es porque, precisa­ liberal dan al resto del mundo? Primero, el de la riqueza y el
poder tecnológico y militar. Esto, les gustaría adoptarlo a los
mente, hemos ·erigido la discusión razonable como piedra de
demás, y a veces lo logran Uapón, los «cuatro dragones», pron­
toque de lo aceptable y lo inaceptable. Si el otro entra en esa
to, sin duda algunos otros) . Pero, como lo muestran estos ejem­
discusión, se ha inclinado, pues, del lado de nuestra tradición,
plos y contrariamente a los dogmas marxistas e incluso «libera­
donde todo puede ser examinado y discutido. Pero, si se atrin­
les», esto como tal no implica nada y no supone nada en cuan­
chera tras una revelación divina, o incluso simplemente en una
to a la emergencia de un proceso emancipatorio.
tradición que él sacraliza (es, de ?tlguna manera, el caso de los
Pero al mismo tiempo, esas sociedades presentan al resto
japoneses actuales ) , ¿qué quiere decir imponerle una discusión
del mundo una imagen que causa rechazo, la de sociedades en
razonable? Y tendemos a olvidar, con demasiada facilidad, lo
las cuales reina un vacío total de significaciones. El tínico valor
que ocurría -no hace mucho- en tierra cristiana, con aque­
es el dinero, la notoriedad en los medios masivos de comunica­
llos libros, que proponían una discusión basándose en la razón
ción o el poder, en el sentido más vulgar e irrisorio del térmi­
e ignorando la fe, y con sus autores.
no. En ellas, las comunidades son destruidas, la solidaridad se
Para que los demás -islamistas, hinduístas, qué sé yo- acep­
reduce a disposiciones administrativas. Frente a semejante va­
ten el universalismo con el contenido que Occidente intentó
cío, las significaciones religiosas se mantienen, o incluso ga­
darle a esta idea, tendrán que salir de su encierro religioso, de
nan poder.
su magma de significaciones imaginarias. Hasta ahora, lo
Ciertamente, también existe lo que periodistas y políticos
hacen muy poco -y es entre ellos, por excelencia, que el
llaman la «democracia», y que es en realidad una oligarquía
pseudo-marxismo o el tercermundismo fue un sustituto de la
liberal.En vano se buscaría aquí el ejemplo de lo que es un
religión, e incluso, por razones sobre las cuales volveremos,
ciudadano responsable, «capaz de gobernar y de ser goberna­
se aferran a ella.
do», como decía Aristóteles, de lo que es una colectividad polí­
No podemos discutir, aquí y ahora, por qué fue así, y lo es
tica reflexiva y deliberativa. Sin duda subsisten en ella, como re­
todavía. ¿Por qué, por ejemplo, la filosofía hindú nunca cues­
sultado de largas luchas anteriores, libertades, importantes y valiosas,
tionó el mundo social, o por qué los comentadores árabes de
aunque parciales; son esencialmente defensivas y negativas. En la
78
79
iruí_,;rutir �1un.t
Cornclius Cascoriadis
El .1 \";lnt�e- de /.1

realidad histótico-social efectiva del capitalismo contemporáneo, influencia sobre el mundo no occiden tal , de conii·ib ui r e n
esas libertades funcionan cada vez más como simple comple­ éste a l a erosión del dominio d e las significacio nes religiosas 0
mento instrumental del dispositivo maximizador de los «disfru­ similares.
tes» individuales. Y esos «disfrutes» son el único contenido sus­
tantivo del individualismo con el que nos están aturdiendo. EsPRIT: Entonces ya no habría sentido global; pero ¿acaso eso
Porque no puede haber individualismo puro, es decir vacío. quiere decir, forzosamente, que no hay sentidos p'eriféricos, en
Los individuos supuestamente <<libres de hacer lo que quieran» tal o cual sector social, en la libertad de los individuos y en la
no están sin hacer nada, ni hacen cualquier cosa. Hacen cosas medida en que cada quien podría, si se puede decir, construir
precisas, definidas, particulares, desean y emplean ciertos obje­ un sentido para sí mismo?
tos y rechazan otros, valoran tales actividades, etc. Ahora bien, Por otra parte, en nuestra discusión se ha producido apa­
esos objetos y esas actividades no son ni pueden ser determina­ rentemente una especie ele deslizamiento de lenguaje. Cuando
dos exclusivamente, ni siquiera esencialmente, por los «indivi­ se dice que ya no hay sentido, la gente entiende que ya no hay
duos» solos, están determinados por el campo histórico-social, sentido d ad o d e an temano. Ahora bien, el problema no está
por la institución específica de la sociedad en la que viven y sus ahí, en la medida en que la ausencia de u n sentido dado de
significaciones imaginarias. Sin duda, se puede hablar de un antemano no crea necesariamente un vacío. Puede tratarse, por
«individualismo» de los verdaderos budistas, incluso si esos pre­ el contrario, de una oportunidad, de una posibilidad de liber­
supuestos metafísicos se oponen diametralmente a los del «in­ tad, que permitiría salir del «desencantamiento».
dividualismo» occidental (nulidad del individuo allá, realidad En cambio, ¿La gran cuestión no será la de saber si esta ex­
sustancial autárquica del individuo aquf) ; pero ¿cuál es el con­ periencia de la libertad, en sí misma, no es insostenible?
tenido sustantivo del primero? En p rincipio, la renuncia al
mundo y a sus «disfrutes>>. Del mismo modo, en el Occidente C.C.: Está claro que no estoy hablando de la desaparición de
contemporáneo, el «individuo» libre, soberano, autárquico, un sentido dado de antemano y que no lo lamento. El sentido
sustancial, en la gran mayoría de los casos ya no es sino una dado ele antemano es la heteronomía. U na sociedad autóno­
marioneta que realiza espasmódicamente los gestos que le im­ ma, una sociedad verdaderamente democrática, es una so­
pone el campo histórico-social: hacer dinero, consumir y «go­ ciedad que cuestiona todo sen tido dado de antemano, y don­
zar» (si lo logra. . . ) . Supuestamente «libre» de darle a su vida el ele, por ese mismo hecho, se libera la creaci6n d e significacio­
sentido que quiera, en la aplastante mayoría de los casos no le
nes n uevas. Y en una sociedad semejante, cada individuo es li­
da sino el «sentido•• que impera, es decir el sinsentido del au­
bre de crear para su vida el sentido que quiera (o que pueda ) .
mento indefinido del consumo. Su «autonomía" vuelve a ser
, Pero e s absurdo pensar que pueda hacer eso fuera d e todo con­
«heteronomía», su «autenticidad» es el confonnismo generali­
texto y de todo condicionamiento histórico-social. Dado lo que
zado que reina a nuestro alrededor.
es ontológicamente el individuo, esta propuesta es de hecho
Esto equivale a decir que no puede haber «autonomía» indi­
una tautología. El individuo ind ivid uad o crea un sentido para
vidual si no hay autonomía colectiva, ni «Creación de sentido»
su vida al participar en las significaciones que crea su sociedad,
para su vida por parte de cada individuo, que no se inscriba en
al participar en su creaci6n, sea co1no «autor», sea como «re­
el marco de una creación colectiva de significados. Y es la
ceptor>> (ptíblico) de esas significaciones. Y siempre he insisti­
infinita banalidad de esas significaciones en el Occidente
·1 do en el hecho ele que la verdadera « recepción» ele una obra
1
contemporáneo la que condiciona su capacidad de ejercer una
nueva es tan creadora como su creación.
80
81
Comelh1s Castoriadis El avance de la insignificancia

Esto se ve claramente en los dos grandes períodos de nues­ y, ciertamente, no es accidental que la signÜi cación más densa
tra historia, en los que emerge el proyecto de autonomía y de sus Óbras sea una permanente inte rrogación sobre la
aparecen, por vez primera, individuos realmente individ uad os. significación misma, por la cual Proust, Kafka, Joyce y tantos
El surgimiento de creadores realmente individuales y de un otros se emparentan con la tragedia ateniense.
ptíblico capaz de aceptar sus invocaciones va a la par, e n la Gre­ Si ese período concluye alrededor de 1 950 (fecha evidente­
cia antigua, del surgimiento de la polis y de las significaciones mente <<arbitraria», para füar las ideas) , no es porque estemos
nuevas que ésta encarna: democracia, isonomía, libertad, lo­ entrando en una fase más «democrática» que antes -se podría
gos, reflexividad. Por ser mucho más compleja, la situación es sostener lo contrario sin caer en una paradoja-, sino porque
análoga en la Europa occidental moderna. Ciertamente , aquí, el mundo occidental está entrando en crisis, y esa crisis consiste
durante un largo período, el gran arte y la filosofía, y hasta la precisamente en eso, en que d eja d e cuestionarse verd ad e­
investigación científica, permanecen íntimamente ligados a las ramen te.
significaciones religiosas. Pero, ya la manera en que se sittían
en relación con ellas cambia. Y relativamente pronto, se crean EsPRIT:¿No habría una relación entre la falta de sentido y la pér­
grandes fonnas y obras «profanas» que la sociedad suscita y se dida de ese gran arte del que usted habla?
muestra capaz de recibir. Kundera lo demostró a propósito de
C.C.: Está claro que las dos cosas van juntas. El gran arte es a la
la novela, subrayando su «función» de cuestionamiento al or­
vez la ventana de la sociedad sobre el caos y la fonna dada a
den establecido, y de la cotidianeidad. ¿Y cómo olvidar al escri­
este caos ( mientras que la religión es la ventana hacia el caos y
tor más grande de la Europa moderna, Shakespeare, e n quien
la máscara que oculta ese caos) . El arte es una fonna que no
no se encontrará ni una pizca de religiosidad? Pero, a finales
enmascara nada. A través de esa forma, el arte muestra, indefi­
del siglo XVIII, la creación europea se libera de todo sentido
nidamente, el caos; y por esa vía cuestiona las significaciones
«dado de antemano». Una de esas maravillosas «coincidencias>>
establecidas, hasta la significación de la vida humana y de sus
de la historia, es que la tíltima gran obra de arte religioso, el
contenidos más indiscutibles. El amor está en el centro de la
Réquiem de Mozart, se haya escrito en 1 79 1 , e n el momento en
vida personal en el siglo XIX; y Trislán no sólo es la encarna­
que la Revolución francesa se disponía a atacar a la Iglesia y al
ción más intensa de ese amor, sino también la demostración de
cristianismo, algunos años después que Lessing hubiera defini­ lo que sólo puede realizarse en la separación y la muerte.
do el espíritu de las Luces como el triple rechazo de la Revela­ Por eso, lejos de ser incompatible con una sociedad autóno­
ción, de la Providencia y de la Condenación eterna, algunos ma, democrática, el gran arte le es inseparable. Pues una socie­
años antes de que Laplace respondiera, acerca de la ausencia dad democrática sabe, debe saber, que no hay significación ase­
de Dios en el Sistema d el m und o, que no necesitaba esa hipóte­ gurada, que vive sobre el caos, que ella misma es un caos que
sis. Esta eliminación del sentido <<dado de antemano>> no le debe darse su forma, jamás ftiada de una vez para siempre. Es a
impidió a Europa entrar, por ciento cincuen ta años, de 1 800 a partir de ese saber que crea sentido y significación. Ahora bien,
1 950, en un período de creación extraordinaria en todos los ese saber -vale decir, el saber de la mortalidad, volveremos a
ámbitos. Para los grandes novelistas, los grandes m tísicos, los gran­ él- es el que la sociedad y el hombre contemporáneos recu­
des pintores de ese período, no hay sentido dado de antemano san y rechazan. Y por ese mismo camino, el gran arte se vuelve
(no más que para los grandes matemáticos y científicos) . Existe la imposible, en el mejor de los casos marginal, sin participación
hícida ebriedad de la investigación y de la creación de sen tido recreadora del ptíblico.
82 83
Comclius Cascoriadis El avance de la insignificancia

Ustedes preguntaban si la experiencia de la libertad no se


de crear significaciones sociales ¿no nos topamos entonces con
vuelve insostenible. Hay dos respuestas a esta pregunta, que
un discurso antropológico, un discurso un tanto tocquevillano
son solidarias. La experiencia de la libertad se vuelve insosteni­
que iría de Furet a Gauchet, y que consiste en deci: q �1� la evo­
ble en la medida en que no se logra hacer nada con esa liber­
lución de las sociedades democráticas lleva a los mcliVIduos a
tad. ¿Por qué queremos la libertad? Primero, la queremos, cier­
refugiarse en la esfera privada, a individualizarse? ¿No es ésa
tamente, por ella misma; pero también, para poder h acer co­
una pendiente estructural de las sociedades modern as?
sas. Si no se puede, si no se quiere hacer nada, esa libertad se
Inversamente, segtín su pensamiento, que es un pensamiento
convierte en la pura figura del vacío. Horrorizado ante ese va­
ele la acción, ¿cuáles son las condiciones de una acción autóno­
cío, el hombre contemporáneo se refugia en la acumulación
ma en una sociedad democrática? ¿Acaso no existe la posibili­
laboriosa de sus <<ratos libres••, en una nttina cada vez más repe­
dad de actuar públicamente en esta conmoción?
titiva y cada vez más acelerada. Al mismo tiempo, la experien­
cia de la libertad es indisociable de la experiencia de la morta­
C. C.: La <<pendiente estructural» de la que ustedes hablan -no
lidad. (Las <<garantías de sentido» son evidentemente el equiva­
es «estructural», es histórica- es la de las sociedades capitalis­
lente de la denegación de la mortalidad: aquí también, el ejem­
tas modernas, no la de la democracia.
plo de las religiones es elocuente.) Un ser -individuo o socie­
Pero primero haré una observación <<filológica». Pienso que
dad- no puede ser autónomo si no ha aceptado su mortali­
hay una confusión que pesa mucho en las discusiones contem­
dad. Una verdadera democracia -no una «democracia» como
poráneas. En Tocqueville, el sentido del término <<democr�­
simple trámite-, una sociedad autorreflexiva, y que se auto­
cia» no es político sino sociológico. Equivale, en tíltimo ténm­
instituye, que siempre pueda cuestionar sus instituciones y sus
no, a la supresión de los status hereditarios, que instaura una
significaciones, vive precisamente en la experiencia de la mor­
<<igualdad ele condiciones», al menos jurídica. Esta igualación
talidad virtual de toda significación instituida. Sólo a partir de
desemboca, o puede desembocar, en la creación de una masa
ahí puede crear y, en tíltimo caso, instaurar <<monumentos
de i n d ividuos i ndife re nciados, a q u i e n e s importa esa
imperecederos»: imperecederos en tanto demostración, para
indiferenciación y que rechazan la excelencia. Al final, está la
todos los hombres del futuro, de la posibilidad de crear signifi­
aparición del <<Estado tutelar» , el más benévolo y el más terri­
cación habitando al borde del Abismo.
ble de los tiranos, y el <<despotismo democrático» (noción ab­
Ahora bien, es evidente que la verdacl tíltima de la sociedad
surda a mi entender, pues cualquier despotismo sólo puede
occidental contemporánea es la huida desesperada frente a la
existir al instaurar nuevas desigualdades) . Tocqueville acepta
muerte, la tentativa de recubrir nuestra mortalidad, que se ex­
el movimiento de igualación, que considera como la tendencia
presa de mil maneras, con la supresión del luto, con los <<profe­
irreversible de la historia (a su modo de ver buscada por la
sionales de la muerte», con los entubados y las ramificaciones
Providencia) , pero su pesimismo se nutre de su nostalgia por
interminables de la obstinación terapéutica, con la fonnación
los tiempos antiguos, � n que la excelencia y la gloria individua- ·
de psicólogos especializados en <<asistir•• a los moribundos, con
les no eran imposibilitadas por lo que llama <<democracia» .
la relegación de los ancianos, etc. .
Para mí, como ustedes saben, el sentido primero -del cual
derivan todos los demás- del término democracia es político:
EsPRIT: Si nos negamos a perder la esperanza en la democracia
régimen en el que todos los ciudadanos son capaces de gober­
moderna, si pensamos que todavía debería existir la posibilidad
i :i nar y ser gobernados (dos ténninos indisociables) ; régimen de
84
85
Come/ius c.�storiadis
El avance de la insignificancia
autoinstitución explícita de la sociedad; régimen de reflexivi­
dad y de autolimitación. El segundo es que el capitalismo sólo pudo funcionar porque
Una vez planteado esto, la cuestión antropológica es, evi­ heredó una serie de tipos antropológicos que no creó, ni hubiera
dentemente, fundamental. Siempre ha estado en el centro de podido crear, él mismo: jueces incomtptibles, funcionarios ínte­
mis preocupaciones, y por eso, desde 1 959-1960, le di tanta gros y weberianos, educadores entregados a su vocación, obreros
importancia al fenómeno de la privatización de los individuos con un mínimo de conciencia profesional, etc. Estos tipos no sur­
en las sociedades contemporáneas, y a su análisis. Porque el gen y no pueden surgir por sí mismos, fueron creados en perío­
equilibrio y la conservación de la sociedad capitalista moderna, dos históricos anteriores, en referencia a valores entonces consa­
a partir de los ai'ios cincuenta, se obtiene con la devolución de grados e indiscutibles: la honradez, el servicio al Estado, la trans­
cada uno a su esfera privada y su encierro en ésta (lo cual se misión del saber, el trabajo bien hecho, etc. Ahora, vivimos en
hace posible gracias al desahogo económico de los países ricos, sociedades en que esos valores se volvieron ptíblica y notoriamen­
pero también por toda una serie de transformaciones sociales, te irrisorios, en que sólo cuenta la cantidad de dinero que usted se
sobre todo en materia de consumo y de «ocio » ) , paralelo y sin­ embolsó, no importa cómo, o el número de veces en que salió en
crónico con un inmenso movimiento <<espontáneo» (y en lo la televisión. El único tipo antropológico creado por el capitalis­
esencial, inducido por toda la historia precedente) de retiro de mo, y que al principio le era indispensable para instaurarse, era el
la población, de apatía y de cinismo hacia los asuntos políticos. empresario schumpeteriano: una persona apasionada con la crea­
Y, desde los ai'ios cincuenta, esta evolución se acentúa, a pesar ción de esta nueva institución histórica, la empresa, y con su cons­
de algunos contrafenómenos sobre los que volveremos luego. tante crecimiento mediante la introducción de nuevas tecnolo­
Sin embargo, la paradoja es que el capitalismo no pudo desa­ gías y nuevos métodos de penetración del mercado. Ahora bien,
rrollarse y sobrevivir más que por la conjunción de dos facto­ incluso ese tipo es destmido por la evolución actual; en lo que a
res, ambos referidos a la antropología, y que los está destruyen­ producción se refiere, el empresario es sustituido por una buro­
do a ambos. cracia de ejecutivos; en cuanto al dinero, las especulaciones en la
El primero era el conflicto social y político, traducción de
B olsa, l as O PAS ( O fe rta Pública de Adquisiciones) , l as
las luchas de los gmpos y de los individuos por la autonomía.
intennediaciones financieras, reportan muchos más beneficios que
Ahora bien, sin ese conflicto no hubiera existido, en el plano
las actividades <<empresariales».
político, lo que ustedes llaman <<democracia». El capitalismo
Entonces, al mismo tiempo que asistimos, mediante la privati­
como tal no tiene nada que ver con la rlemocracia (basta con
zación, al deterioro creciente del espacio ptíblico, comprobamos
mirar a Japón, así antes como después de la guerra) . Y, en el
la destmcción de los tipos antropológicos que condicionaron la
plano económico, sin las luchas sociales, el capitalismo se hu­
existencia misma del sistema.
biera derrumbado decenas de veces en dos siglos. La reduc­
ción en la duración de lajornada, de la semana, del aii.o y de la
EsPRIT: Usted describe una <<oligarquía liberal» que funcionaría a
vida laboral acabó con el desempleo potencial; la producción
encontró salidas en los mercados internos de consumo, cons­ puerta cerrada y que se alegraría mucho por ello, ya que así po­
tantemente ampliados por las luchas obreras y los aumentos dría atender tranquilamente sus asuntos -la población no inter­
salariales reales que ellas prodttieron; las irracionalidades de la viniendo más que para elegir tal o cual equipo político-. ¿Es se­
organización capitalista de la producción se corrigieron mal guro que esto funcione realmente as1? Porque también, en esta
que bien con la resistencia pennanente de los trabajadores. sociedad, hay luchas sociales y fonnas de conflicto fuertes. Sin duda,
e n l a actualidad, están menos cen tralmente organizadas
86
87
Corne/ius Cascoriadis El avance de la insignificancia

en torno al trabajo que en el pasado, como las luchas de antaño liberal (en el sentido capitalista del término) , representada ini­
ligadas a los conflictos sociales. No es seguro, sin embargo, que cialmente por la pareja Thatcher-Reagan, pero que finalmente
se pueda afirmar tan categóricamente que hay un repliegue ganó en todas partes, se compmeba un nuevo dispositivo de
hacia la esfera privada. «estrategia social». Se mantiene una situación holgada o tolera­
Tomemos un ejemplo extremo: los motines como el de ble para el 80 u 85% de la población (inhibida, además, por el
Vaulx-en-Velin también son el testimonio de una voluntad que, temor al desempleo) , y se traslada toda la mierda del sistema
tanto como la del movimiento obrero del siglo XIX, es la de sobre el 1 5 o 20% «inferiores» de la sociedad, que no pueden
una participación activa. Al contrario, la sociedad francesa de reaccionar sino rompiendo cosas, con la marginación y la cri­
hace cincuenta años era mucho menos participativa y mucho minalidad; desempleados e inmigrantes en Francia y en Ingla­
más exclusiva que ahora. Ha habido de todos modos, si se pue­ terra, negros e hispanos en los Estados Unidos, etc.
de decir, «progreso» en la democracia, aun si es a través de la
Claro, subsisten y resurgen aquí y allá conflictos y luchas. No
cultura triunfante de los medios masivos. Por lo tanto, no se
estamos en una sociedad muerta. En Francia, en estos ültimos
puede decir que todo eso sea, simplemente, una demanda de
aii.os, hubo conflictos con los estudiantes universitarios, los es­
mayor poder adquisitivo y de entrada al capitalismo.
tudiantes secundarios, los empleados ferroviarios, las enfenne­
ras. Hubo un fenómeno importante: la creación de las coordi­
C.C.: De lo que se trata es de saber qué es lo que se considera
naciones, nueva fonna de autoorganización democrática de los
como esencial o central en el sistema, y qué es lo que se considera
movimientos, que traducen la experiencia con la burocracia y
como secundario, periférico, como <<mido••. La oligarquía liberal,
la desconfianza hacia ella -aun si partidos y sindicatos inten­
ciertamente, no funciona a puerta cerrada; pero hay que enten­
tan siempre fagocitar esos movimientos.
der que mientras menos funcione a puerta cerrada, más fuerte es,
precisamente, en cuanto oligarquía. De hecho, está bastante «ce­ Pero también hay que comprobar que esos movimientos
ITada» sociológicamente (c.f. los orígenes del reclutamiento en contra el orden existente son corporativistas la mayor parte del
las grandes escuelas, etc.) . Desde su propio punto de vista, tendría tiempo y, en todo caso, muy parciales y muy limitados en cuan­
un gran interés en ampliar las bases de su reclutamiento, en trans­ to a sus objetivos. Todo ocurre como si la enorme desilusión
fonnarse en la cuna de la autocooptación. No por ello se volvería provocada a la vez por el derrumbe de la mistificación comu­
más «democrática», no más de lo que se volvió democrática la nista y por el irrisorio espectáculo del funcionamiento efectivo
oligarquía romana cuando al fin aceptó en su seno a los Jwmines ele la «deinocracia», concll�era a que ya nadie quiera meterse
n ovi. Por otra parte, el régimen liberal (en oposición al régimen en política, en el sentido verdadero del ténnino, pues la pala­
totalitario) le penuite percibir «seii.ales» que vienen de la socie­ bra misma se volvió sinónimo de componenda, de chanchullo,
dad, incluso fuera de los canales oficiales o legales, y en principio, de manejo sospechoso. En todos esos movimientos, toda idea
reaccionar, reacomodar. En realidad, lo hace cada vez menos. ¿En de ampliar la discusión, o de tomar en cuenta problemas polí­
qué acabó Vaulx-en-Velin (fuera de la creación de algunos comi­ ticos más vastos, se manda al diablo. (Y n i siquiera se lo podría­
tés y puestos burocráticos «para tratar el problema») ? ¿Qué suce­ mos reprochar, ya que los que intentan introducir la «política»
de en los Estados Unidos con los ghettos, la droga, el demnnbe en ellos son generalmente dinosaurios residuales, trotskistas u
de la educación y todo lo demás? otros. ) El caso más contundente es el de los ecologistas, que
En realidad, después de la derrota de los movimientos de los fueron arrastrados a su pesar hacia debates de política general
aii.os sesenta, las dos «crisis del petróleo», y la contraofensiva -mientras que la cuestión ecológica implica, es evidente, la
88 89
Comclius Castoriadis
El avance de la insignificancia
totalidad de la vida social. Decir que hay que salvar al medio
ambiente es decir que hay que cambiar radicalmente el modo Esta situación encarna y expresa todos los rasgos de la situa­
de vida de la sociedad, renunciar a la carrera desenfrenada por ción contemporánea. Ahí, la expansión ilimitada de un pseudo­
el consumo. No es nada menos que eso la cuestión política, dominio es perseguida en sí misma, desprendida de todo fin
psíquica, antropológica, filosófica que se plantea, en toda su racional o razonablemente discutible. Se inventa todo lo que
profundidad, a la humanidad contemporánea. s e pueda inven tar, se produce todo l o que pueda ser
Con esto no quiero decir que la alternativa de la acción sea (rentablemente) producido; las «necesidades» correspondien­
tes serán suscitadas luego. Al mismo tiempo, el vacío de sentido
r
1'
todo o nada, sino que una acción hícida siempre debe tener en
vista el ho1izonte de la globalidad, debe inscribirse en la gene­ esta enmascarado por la mistificación cientificista, más podero­
ralidad del problema social y político, incluso si debe saber que sa que nunca, y esto, paradójicamente, en un momento en que
por el momento sólo puede obtener un resultado parcial y li­ la verdadera ciencia, más que nunca, es aporética en cuanto a
mitado. Esta exigencia debe ser asumida por los participantes. sus fundamentos y a las implicaciones de sus resultados. En fin,
Por otra parte, no se puede decir, como ustedes hacen, que encontramos ante esa iltisión de poder absoluto, la huida ante
·¡¡ ,
1 hoy la sociedad es mucho más inclusiva, sin p reguntarse: la muerte y su negación: tal vez sea yo débil y mortal, pero el
¿inclusiva en que? Es inclusiva en lo que ella misma es, en ese poder existe en alguna parte, en el hospital, en el acelerador
magma de significaciones imaginarias dominantes que traté de de partículas, en los laboratorios de biotecnología, etc.
describir. Que esta evolución destructiva de la tecnociencia también
sea, a la larga, autodestructiva para la propia tecnociencia me
EsPRIT: Hay un punto que todavía no hemos abordado, pero parece algo seguro, pero sería largo de discutir. Lo que debe
que usted acaba de nombrar a propósito de las incoherencias subrayarse desde ahora es que primero hay que disipar esa ilu­
de la ecología: es el problema de la evolución de la técnica. Es sión de poder absoluto. Luego que, por primera vez en la histo­
!
' 1
un placer poder hacerle esta pregunta, ya que usted es uno de ria de la humanidad, la cuestión, extremadamente difícil, de
1 los escasos filósofos contemporáneos que han frecuentado el un control (distinto al eclesiástico) sobre la evolución de la cien­
terreno de las ciencias exactas. Vivimos en una época en la que cia y de la técnica, se plantea con radicalidad y urgencia. Esto

l¡ ¡
algunos tienden a ver la fuente de todos los males de nuestra exige una reconsideración de todos los valores y costumbres
, ¡
sociedad en la tecnología. ¿Piensa usted que, en efecto, la téc­ que nos dominan. Por un lado, somos los habitantes privilegia­
1 1
nica es un sistema que se ha vuelto complétamente autónomo, dos de un planeta tal vez tínico en el universo --en todo caso, si se
sobre el cual el ciudadano ya no tiene medios para actuar? me pennite el autocentrismo: único para nosotros-, de una ma­
ravilla que no creamos y que estamos destruyendo alegremente.
: 1 C.C.: Dos hechos me parecen indudables. Primero, que la
Por otro lado, es evidente que no podemos renunciar al saber sin
tecnociencia se ha vuelto autónoma: nadie controla su evolu­
renunciar a lo que hace de nosotros seres libres. Pero, como el
ción y su mientación, y a pesar de los diferentes «comités de
poder, el saber no es inocente. Entonces, por lo menos hay que
ética» (lo irrisorio del título no merece comentarios, y delata la
tratar de entender lo que estamos queriendo saber, y estar atentos
vacuidad de la cosa) , no se toman en consideración en absolu­
a las posibles recaídas de ese saber. Otra vez aparece aquí la cues­
to los efectos directos y laterales de esa evolución. E n segundo
tión de la democracia, bajo mtíltiples fonnas. En las condiciones y
lugar, se trata de una trayectoria inercial, en el sentido de la
las estructuras presentes, es fatal que las decisiones sobre todo
física; abandonado a sí mismo, el movimiento continúa.
esto pertenezcan a políticos y burócratas ignorantes, y a
90
91
Comdius Castoriadis El avance de /,1 insignificancia

tecnocientíficos movidos esencialmente por una lógica compe­


obra del filósofo-psicoanalista. Pero, de hecho, hay en sus obras
titiva. Es imposible que la colectividad política se fonne una
un tema conuín permanente, que es la cuestión del tiempo:
opinión razonable en estas condiciones. Todavía más impor­
e·cómo reanudar una relación con el tiempo y a la vez librarse
tante es que en este plano, se juega, por así decirlo, la cuestión
del fantasma de la inmortalidad?
de la norma esencial de la democracia: la evitación de la hybris,

la autolimitación.
C.C: Primero se trata de salir de la ilusión moderna de la linea­
lidad, del <<progreso», de la historia como acumulación de las
EsPRIT: Entonces, lo que usted llama el «proyecto de autono­
adquisiciones o procesos de <<racionalización». El tiempo hu­
m ía" pasa, finalmente, por la educación.
mano, como el tiempo del ser, es tiempo de creación-destruc­
ción. La tínica <<acumulación>> que hay en la historia humana, a
C.C.: La importancia de la educación en una sociedad demo­
largo plazo, es la de lo instrumental, lo técnico, lo co�untista­
rr�itica es indiscutible. En un sentido, se puede decir que una
identitario. Incluso, ésta no es forzosamente irreversible. Una
. )l·iedad democrática es una inmensa institución de educación
Sl
acumulación de las significaciones es un sinsentido. Sólo pue­
v de autoeducación permanente de sus ciudadanos, y que no
de haber, sobre segmentos históricos dados, una relación pro­
podría vivir sin eso. Porque una sociedad democrática, en tan­
fundamen te h is tórica (es decir todo , menos l i neal y
to sociedad reflexiva, debe apelar constantemente a la activi­
<<acumulativa») entre las significaciones creadas por el presen­
lbd hícida y a la opinión ilustrada de todos los ciudadanos. O
te y las del pasado. Y sólo al salir del fantasma de la inmortali­
sea. exactamente lo contrario de lo que sucede hoy, con el rei­
dad (cuyo objetivo es precisamente abolir el tiempo) se puede
nado de los políticos profesionales, de los «expertos» de los
recobrar una verdadera relación con el tiempo. Más exactamen­
stmdcos televisivos. Y no se trata, no esencialmente en todo caso,
te -porque la expresión <<relación con el tiempo>> es bizarra­
de la educación que da el <<Ministerio de Educación». Ni tam­
, el tiempo no es una cosa exterior a nosotros, con la que po­
' ·' poco de la idea de que con una enésima <<refonna de la educa­
dríamos tener una relación; estamos en el tiempo y el tiempo
ción" nos acercaríamos a la democracia. La educación comien­ nos hace, sólo entonces podemos estar verdaderamente pre­
za con el nacimiento del individuo y acaba con su muerte. Tiene
sentes en el presente, al estar abiertos al porvenir y al mantener
lugar en todas partes y siempre. Los muros de las ciudades, los
con el pasado una relación que no sea ni de repetición, ni de
lil�ros, los espectáculos, los acontecimientos, educan -y hoy, rechazo. Liberarse del fantasma de la inmortalidad -o en su
e n lo esencial, <<deseducan»- a los ciudadanos. Comparen la
forma vulgar, de un <<progreso histórico» garantizado- es libe­
educación que recibían los ciudadanos atenienses (y las mttie­
rar nuestra imaginación creadora y nuestro imaginario social
rcs. v los esclavos) cuando asistían a las representaciones de la
creador.
u-.1g�dia, y la que recibe un telespectador de hoy cuando mira
Dmasry y Perdu de vue.
,¡ EsPRIT: Aquí se puede recordar uno de sus textos de El Mundo
fragmentado, <<El estado del sttieto hoy»", en donde se ve que la
E:-:PRrr: La autolimitación nos lleva de nuevo al debate sobre la
cuestión de la imaginación es central. Se trata, en efecto, de
murtalidad y la inmortalidad, que parece central: lo que sor­
prende al leerlo a usted, es que uno tiene la impresión de que, a Nota: La versión en castellano de este textoha sido publicada en Psicoanálisis,
por una parte, están los escritos políticos y, por otra parte, la proyecto y elucidación, Nueva �isión, 1 992.

92
93
Cornelius Castoriadis
El avance de la insignificanci
a
liberar a un sujeto capaz de imaginar, es decir --en fondo
el ­ pública y púb lica-ptíblica. Esas
de imaginar otra cosa y por lo tanto, de no estar aliena creaciones necesariamente tie­
do por el nen una dim ens ión colectiva (sea
¡ tiemp o pasado-presente . Lo interesante es que la obra en su realizació n, sea en su
es en el recepción ) , pero también son el
1

fondo esa capacidad del st�eto de volverse st�eto imagi sedimento de la ide ntidad co­
nante. lectiva. Es lo que olvidan, dicho ent
¿Debe esperarse en una sociedad democrática que ese re paréntesis, el liberalismo
st�eto y el «individualismo ». Y es cierto
imaginante haga una obra, en el sentido de un produ que en teo ría, y hablando ri­
cto, o gurosame nte , en el liberalismo y
bien ese sujeto imaginante es ya, en el fondo , una obra? el «individualismo », la cues­
tión de una ide ntidad colectiva -d
e un conjun to con el que
uno pueda, en aspectos esenciales,
C.C.: Hay varios niveles en la pregunta. Primero, el st�eto es iden tificarse, en el que uno
participe y del que uno se preocupe,
siempre imagi nante, haga lo que haga. La psique
del destino del cual uno se
es imagina­ sien ta responsable-, no puede y no
debe plan tearse, no tiene
ción radical. La hetero nomía también puede ser vista como ningtín sen tido . Pero como es una
el cuestión inevitable, en los
bloqueo de esa imaginación en la repetición. La obra del hec hos , el libe ralismo y el «individ
psi­ uali smo » se refugian vergon­
coanálisis es el deven ir autón omo del suj e to en el doble sen­ zosamente y a escondidas en iden
tificacio nes dadas em pírica­
tido de la libera ción de su imagi nació n y de la instauración men te, y en realidad sobre la <<nación
;,!
1· ''
••. Esta nación surge, com o
de una instan cia reflexiva y deliberante que dialogue con un con ejo de la galera, de todas las
:. ¡' esa teorías y <<filo sofías pol íti­
'1 imaginación y juzgue sus productos. cas» con tem poráneas. (jSe habla
1 '
;, t
a la vez de los «de rech os 1m­
. Ese mismo deven ir autónomo del st�eto, esa creación de un man os» y de <<soberanía de la
naci6n» ! ) . Aho ra bien , si la na­
individuo imaginante y reflexivo, será también la obra de una ci6n no deb e defi nirs e por el
<<derecho de la sangre» (lo que
socied ad autón oma. Evidentemente, no pienso en una socie­ nos lleva dire ctam ente al racismo) ,
sólo hay una bas e sob re la
dad en que todo el mundo fuera Miguel Ángel o Beetho ven, ni cual pue de ser defe ndid a razonablem
ente : com o cole ctividad
siquiera un artesano fuera de serie. Pero pienso en una socie­ que ha creado obras que puedan pret
ender una validez univer­
dad en la que todos los individuos estén abiertos a la creación, sal. Más allá de las anécdotas folklóric
as y de las refe rencias a
puedan recibirla creativamente, librados a hacer de ella lo que una <<historia» amp liam ente mítica y
unilateral, ser francés sig­
quiera n. nifica per tene cer a una cultura que va
de las catedrales góticas
a la Declaración de los Derechos Hum
anos y de Mo ntaigne a
EsPRrr: El proble ma de <<hace r obra» , en el sentido de obra de los impresionistas. Y, com o ninguna
cultura pue de reivindi car
arte, es enton ces secundario. para sus obras el mon opo lio de la pret
ensión a la validez uni­
versal, la sign ifica ción imaginaria <<nac
ión» no pue de sino per­
l.i
C.C.: Es secundario en el sentido de que no todo el mund o der su imp ortancia cardinal.
puede , ni debe, ser creado r de obras de arte en el sentid o Si sus instituciones constituyen una cole
ctividad, sus obras
son el espejo en el que puede mirarse, reco
propio del términ o. No es secundario en el sentido de la crea­ nocerse, inten-ogarse.
/1 ción de obras, en el sentido más genérico del términ o, por la
Son el vínc ulo entre su pasado y su porv
de mem oria inagotable al mismo tiempo
enir, son un dep ósito

:1
socied ad: obras de arte, obras de pensamiento, obras institu­ que el apoyo para su
creación venidera. Por eso, los que afin
1 cional es, obras de «cultura de la naturaleza», si se me penni te nan que en la sociedad
con tem porá nea , en el marco del <<ind
i la expresión. Son las creaciones que van más allá de la esfera ividualismo dem ocráti­
pi;­
1 1 � vada, que se relacionan con lo que llamo las esferas privad
a-
CO» , ya no hay lugar para las grandes
quererlo, está n con den ando a muerte
obras, sin saberlo y sin
a esta sociedad.
94
95
Com �Jius Castol"i:u/is El avance de la insignificancia

¿Cuál será la identidad colectiva, el «nosotros», de una so­ En cuanto a la cuestión de la tradición, una sociedad no está
ciedad autónoma? Somos los que hacemos nuestras propias le­ obligada a repetirla para tener una relación con ella, incluso
yes, somos una colectividad autónoma fonnada por individuos todo lo contrario. Una sociedad puede tener con su pasado
autónomos. Y podemos mirarnos, reconocernos, interrogarnos una relación de repetición rígida -es el caso de las sociedades
en y por nuestras obras. llamadas precisamente tradicionales- o simplemente erudita,
museística y turística, que es cada vez más el caso de la nuestra.
EsPRIT: -¿Pero no tiene uno la sensación de que ese «mirarse
En ambos casos, se trata de un pasado muerto. Un pasado vivo
en una obra•• nunca funcionó en la contemporaneidad? Los
no puede existir más que para un presente creador y abierto al
grandes períodos de creación artística no coinciden con los mo­
porvenir. Piense e n la tragedia ateniense. Entre la cuarentena
mentos en que la sociedad se contempla en sus obras. La socie­
de obras que nos han llegado, sólo una, Los persas de Esquilo,
dad de la época no se miraba en Rimbaud, ni en Cézanne: lo
se inspira en un acontecimiento de actualidad. Todas las de­
hizo después. Por otra parte, ¿no se debe considerar hoy que
más toman su tema de la tradición mitológica; pero cada trage­
somos tributarios de todas las tradiciones que han hecho a nues­
dia remodela esa tradición, renueva su significación. Entre la
tra sociedad, aun si no son compatibles unas con otras?
Electra de Sófocles y la de Eurípides no hay, por así decirlo,

C.C. :¿Usted está tomando un caso, casi ünico, ciertamente lle­ nada en comtín, salvo el bosquejo de la acción. Hay ahí una
no de significación, pero no de la que usted le atribuye. Para fantástica libertad nutrida de un trabajo sobre la tradición y
decirlo en pocas palabras, el <<genio desconocido» a esa escala que crea obras que los rapsodas que recitaban los mitos, o in­
es una producción de fines del siglo XIX. Ahí se produce, con cluso Homero, no hubieran podido ni soñar. Más cerca de no­
el auge de la burguesía, una profunda escisión entre cultura sotros, podemos ver cómo Proust transubstancia, en una obra
popular (rápidamente destruida, por lo demás) y cultura do­ profundamente innovadora, toda la tradición literaria france­
minante, que es la cultura burguesa del arte vulgar. El resulta­ sa. Y los grandes surrealistas estaban infinitamente más nutri­
do es la aparición, por primera vez en la historia, del fenómeno dos de esa tradición que los académicos de su época.
de la vanguardia y del artista «incomprendido» , no �<por acci­
dente», sino necesariamente. Porque el artista se ve reducido al EsPRrr: No vamos a lanzar de nuevo el debate sobre la vida inte­
dilema siguiente: ser comprado por los burgueses y la Tercera lectual francesa. Pero es sorprendente observar, en relación con
Reptíblica, volverse un artista oficial y vulgar -o dejarse llevar el p roblema de la m o rtalidad, la corriente ac tual de la
por su genio y vender, si lo logra, algunos cuadros por cinco o deconstrucción, en torno a un fondo heideggeriano o judío.
diez francos. Luego, está la conocida degeneración de la Algunos nos hablan indefinidamente de la mortalidad o de la
<<vanguardia», cuando lo ünico que cuenta es «escandalizar al finitud, pero de una finitud de la que no se podría decir otra
burgués» ( épater le bourgeois) . Este fenómeno está ligado a la cosa sino comprobar que es finitud. ¿No es éste el síntoma de
sociedad capitalista, no a la democracia. Traduce, precisamen­ una especie de bloqueo? Si se sigue esa corriente, sobre todo se
te, la escisión no democrática entre la cultura y la sociedad e n debería no actuar, llegando finalmente a una especie de elogio
s u conjunto. de la pasividad. Si admitimos que no son todos farsantes se ve
Por el contrario, la tragedia isabelina o las corales de Bach que hay un pensamiento de la finitud que, por decirlo de algu­
son obras que el pueblo de la época iba a ver al Theatre du na manera, se muerde la cola. ¿Por qué entonces ese pensa­
¡! .
:; ! Globe o cantaba en las iglesias. miento tiene tanto éxito?
96 97
Comelius Castoriadis
El avance de la insignificancia

C. C.: Yo, por mi parte, veo ahí otra manifestación -una más­
momento traté de aclarar, en la medida de lo posible, esta si­
de la esterilidad de la época. Y no es una casualidad que corra a
tuación. Pero no hay que olvidar que cuando todo se ha dicho,
la par de las proclamaciones ridículas del «fin de la filosofía»,
no tenemos, y no podemos tener, una «explicación» de ello.
las aproximaciones confusas sobre el «fin de los grandes rela­
De la misma manera que la creación no es «explicable», la de­
tos», etc. Tampoco lo es que los representantes de esas tenden­
cadencia o la destmcción tampoco lo son. Los ejemplos históri­
cias no sean capaces de producir otra cosa que comentarios
cos son legión, sólo citaré uno. En el siglo V están en Atenas,
sobre los escritos del pasado y eviten cuidadosamente referirse
para no hablar del resto, los tres grandes trágicos, y Aristófa­
a las cuestiones que suscitan la ciencia, la sociedad, la historia,
nes, y Tucídides. En el siglo IV, no hay úada comparable. ¿Por
la política actuales.
qué? Siempre se podrá decir que los atenienses fueron derrota­
Esa esterilidad no es un fenómeno individual, sino que tra­
dos en la guerra del Peloponeso. ¿Y entonces? ¿Por eso se trans­
duce precisamente la situación histórico-social. También hay,
fonnaron sus genes? Atenas en el siglo IV ya no es Atenas. Es­
ciertamente, un factor filosófico «intrínseco», por decirlo de
tán evidentemente los dos grandes filósofos que levantan vuelo
alguna manera: es evidente que la crítica interna del p ensa­
cuando cae la noche, pero que son esencialmente los extraños
miento heredado, sobre todo de su racionalismo, debe hacer­
productos del siglo precedente. Y sobre todo están los retóricos,
se. Pero, a pesar de la pomposidad de la «deconstnicción», esa
de los que precisamente hoy estamos provistos en abundancia.
crítica se hace de una manera reduccionista. Reducir toda la
Todo esto se combina hoy con una irresponsabilidad políti­
historia del pensamiento greco occidental a la «clausura de la
ca total. Ciertamente, la mayoría de esos filósofos gritaría a quien
·

metafísica» y al <<Onto-teo-logo (falo)-centrismo» , es ocultar una


quisiera escucharlo, su abnegación por la democracia, por los
multitud de génnenes infinitamente fecundos que contiene esa
derechos humanos, por el antirracismo, etc. ¿Pero en nombre
historia; identificar el pensamiento filosófico con la metafísica
de qué? ¿Y por qué se les creería, cuando en realidad están
racionalista es simplemente absurdo. Por otra parte y sobre todo,
profesando un relativismo absoluto, y proclaman que todo es
una crítica incapaz de plantear otros principios que los que
un «relato>> -vulgo, habladurías? Si todos los «relatos» son lo
critica, está condenada, justamente, a pennanecer ella misma
mismo, en nombre de qué condenar el «relato» de los aztecas y
en el círculo definido por los objetos criticados. Así es como,
sus sacrificios humanos, o el «relato» hitleriano y todo lo que
finalmente, toda la crítica hecha al «racionalismo» hoy desem­
implica? ¿Y en qué la proclamación del «fin de los grandes rela­
boca simplemen te en un irracionalismo que no es sino su otra
tos» no es ella misma un relato? La imagen más clara de esa
cara, y en el fondo, en una posición filosófica tan vieja como la
situación la proporcionan las «teorías del postmodernismo» ,
metafísica racionalista misma. La salida, en relación con el pen­
que son l a más nítida expresión -yo diría l a más cínica-, del
samiento heredado, presupone la conquista de un nuevo pun­
rechazo (o de la incapacidad) de poner en cuestión la situa­
to de vista, que esa tendencia es incapaz de producir.
ción actual.
Pero una vez más, es la situación histórico-social en su con­
En cuanto a mí, precisamente porque tengo un proyecto
junto la que aquí tiene mayor peso. La incapacidad de lo que
que no abandono, estoy obligado a tratar de ver lo más claramen­
hoy se hace pasar por filosofía para crear nuevos pun�os de
te posible la realidad y las fuerzas efectivas en juego en el cam­
vista y nuevas ideas filosóficas expresa, en ese campo particular,
po históiico-social. Como decía alguien, trato de mirar con ••sen­
la incapacidad de la sociedad contemporánea de crear nuevas
tidos sobiios». Hay momentos en la histoiia en los que todo lo
significaciones sociales y de cuestionarse a sí misma. Hace un
que se puede hacer en lo inmediato es un lento y largo trabajo de
98
99
Comclius Castoriadis
E l avance d e la insignificancia

preparación. Nadie puede saber si estamos atravesando una


las tensiones más o menos reguladas del período de la Guerra
breve fase de letargo de la sociedad, o si estamos entrando en
fría. Esto coincide con una fase durante la cual Occiden te es
un largo período de regresión histórica. Pero no soy impaciente.
cada vez más incapaz ele ocuparse ele sus asuntos, tanto interio­
res como exteriores.
Post-scriptum
Sobre este punto serán necesarias algunas palabras más.
A pesar de las frases que se dicen aquí y allá sobre el carácter
La entrevista precedente fue realizada hace cuatro años. En mundial del capitalismo, del imperialismo, etc., la totalidad ele
cierto sentido, en lo referente a su tema principal -el deterio­ los análisis económicos, políticos y sociales del capitalismo de­
ro de Occidente-, no hay mucho que agregar. En otro senti­ sarrollados desde Smith y Ricardo pasando por Marx y hasta los
do, los cambios de la escena planetaria y de su dinámica exigi­ keynesianos y los economistas neo-clásicos fueron realizados
rían nuevos desarrollos que pueden ser expuestos aquí, pero en un marco ••nacional» . Por ejemplo, el objeto central de la
de los cuales sólo esbozaré algunos lineamientos principales. investigación siempre fue la economía •<nacional» (Marx pue­
El estado de profunda apatía política característico de las de ser considerado como un analista ya sea ele una economía
sociedades occidentales sigue siendo tan fuerte como siempre. nacional simple, aislada o bien ele una ••economía mundial»
Ciertamente tuvo un papel central en la demostración dramáti­ plenamente homogeneizada, lo que conduce a lo mismo) , con
ca de la inexistencia de una política de «Europa•• ocasionada un ••comercio exterior•• como apéndice menor y ad libitum. El
por los acontecimientos de Yugoslavia. Estos mismos aconteci­ relativo éxito del análisis keynesiano y de la política macro-eco­
mientos, al igual que los ele Somalía o ele Ruancla y ele Burundi, nómica que resultaba de ello, durante las primeras décadas de
han demostrado el carácter irrisorio del «Nuevo Orden mun­ la post-guerra, se basaba en el hecho de que los gobiernos eran
dial» y la impotencia efectiva ele la política norteamericana. más o menos capaces de controlar, mediante medidas presu­
El integrismo islámico está destrozando Argelia donde el puestaiias y monetarias (incluidas las manipulaciones de tipos
mímero de víctimas del terrorismo y del contra-terrorismo au­ ele cambio sobre los cuales se suponía que ejercían un poder
menta cada día. De otra forma, lo mismo es válido para Sudán. soberano) , el nivel ele empleo, el índice ele crecimiento, el ni­
Los efectos del acuerdo de ••paz>> entre Israel y la OLP siguen vel de precios y la balanza de pagos. (Importa poco aquí que la
siendo dudosos dada la actitud de los colonos israelíes y la cre­ realización simultánea de los objetivos deseados en estas cuatro
ciente oposición palestina a Arafat, tanto de la ··derecha•• como variables a la vez, a graneles rasgos, se haya revelado imposi­
de la ••izquierda». ble. ) Pero existen cada vez menos economías ••nacionales» en
Pero mucho más importante es el cambio en la perspectiva el sentido tradicional. De manera que, independientemente
mundial. Las hipótesis básicas sobre las que se tendría que ha­ incluso del nivel ele estupidez de los políticos, las políticas na­
ber fundado cualquier análisis razonable durante los períodos cionales son cada vez menos capaces de influir en la evolución
1 950-1985 son o devienen rápidamente obsoletas. Los países económica. Por una extrai'ia coincidencia, este proceso se afir­
de la ex-URSS se encuentran en un estado caótico y no se pue­ mó durante el mismo período (la década de los ai'ios 1 980)
de decir absolutamente nada en cuanto a la dirección de su durante el cual la locura neo-<<liberal» de Thatcher y de Rea­
evolución; de hecho, simplemente no hay dirección alguna. Este gan se expandió entre los países ricos ( incluidas la Francia y la
hecho, en y por sí mismo, ya introdt�o una inestabilidad esen­ España <<socialistas•• ) . De ahí resulta el estado caótico de la eco­
cial en las relaciones internacionales, totalmente diferente a nomía mundial, en el q u e todo tipo de •• acc i d e n tes»
100
101
Cornelius Castoriadis

catastróficos son posibles. Y debiéramos recordar que la estabi­ Capítulo VI


lidad social y política de los países «liberales», ricos durante la
post-guerra, dependía fuertemente de la capacidad del sistema
para proveer mercaderías -es decir, un pleno empleo aproxi­
mado y niveles de consumo crecientes. El avance de la insignificancia*
El caos se completa con las evoluciones en el Tercer Mun­
do. Dejando de lado a los países islámicos, de los que ya he
dicho algunas palabras, y América Latina, donde las perspecti­
vas son oscuras, se está estableciendo rápidamente una división OuviER MoREL: Primero, me gustaría evocar su trayectoria inte­
neta en dos zonas: una zona de miseria atroz, de luchas tribales lectual, a la vez atípica y simbólica. ¿Qué piensa usted hoy con
y de muerte (sobre todo, pero no exclusivamente, en África) , respecto a esta aventura comenzada en 1 946, con Socialismo o
en la que hasta las dictaduras tradicionales corruptas y sosteni­ Barbarie?
das por Occidente se tornan cada vez más inestables; y la zona
este de Asia, formada por países en curso de industrialización CoRNELIUS CASTORIADIS: Ya describí esto por lo menos dos veces 1 •
rápida bajo regímenes políticos más o menos autoritarios y que por lo que ahora seré muy breve. Comencé a interesarme por
poseen una mano de obra abundante, barata y sobre-explota­ la política siendo muyjoven. Había descubierto al mismo tiem­
da, cuya competencia, tanto en forma de exportaciones como po la filosofía y el marxismo cuando tenía doce años, y pertene­
de «deslocalización» de las fábricas, acenttía los problemas eco­ cía a la organización ilegal de la juventud comunista durante la
nómicos de los países ricos. Pero la importancia de todos estos dictadura de Metaxas en el tíltimo ai'io del secundario, a los
hechos palidece ante el proceso que se está dando en China: quince ai'ios. Al cabo de algunos meses, mis compai'ieros de
una industrialización vertiginosa en el interior de las estructuras célula (quisiera destacar sus nombres: Koskinas, Dodopoulos y
deterioradas del poder político comunista. Cualquiera sea la evo­ Stratis) fueron detenidos, y, aunque fueron salvajemente tortu­
lución que se producirá en China, es cierto que ésta desestabilizará rados, no me entregaron. Así perdí el contacto, que retomé
completamente el frágil desorden mundial existente. recién durante el comienzo de la ocupación alemana. Rápida­
Junio de 1995 mente descubrí que el Partido Comunista no tenía nada de re­
volucionario, sino que era una organización chauvinista y total­
mente burocrática ( hoy la llamaríamos una mini-sociedad to­
talítaria) . Después de una tentativa de «refonna>> con otros cama­
radas que, evidentemente, fracasó rápido, rompí con el Partido
Comunista y me uní al gmpo trotskista más a la izquierda, düigi­
do por una inolvidable figura revolucionaria, Spiros Stinas. Pero

• Entrevista con Olivier Morel, el 1 8 de junio de 1 993, emitida por Radio Plurielle Y
publicada en La République internationale des lettres, en junio de 1 994.
1 En la « Introducción general» de la Sociedad burocrática, vol. l, París, 1 0/18, 1 973,

y en .. Hecho y por hacer.. , epflogo de Autonomía y Autotransformación de la sociedad,


la filosofía militante de Cornelius Castoriadis, París, Droz, 1 989.

1 02 103
Comelius Cascodadis
El amnce de la insignificancia

una vez más, en función también de lecturas de algunos libros


Marx puede ser hallada ya en mi texto publicado en 1953-1 954
milagrosamente salvados de los autos de fe de la dictadura
(<<Sobre la dinámica del capitalismo••) , que critica la economía
(Souvarine, Ciliga, Serge, Bannine, y evidentemente Trotsky,
de Marx, en los artículos de 1 955-1958 (<<Sobre el contenido
quien articulaba visiblemente a, b ,e , pero no quería pronun­
del socialismo»), que critica su concepción de la sociedad so­
ciar el, e, f) , empecé a pensar que la concepción trotskista era
cialista y del trabajo, en <<El movimiento revolucionario en el
incapaz de dar cuenta tanto de la naturaleza de la «URSS» como
capitalismo moderno•• ( 1 960 ) , y por tíltimo en textos escritos
de la de los partidos comunistas. La crítica al trotskismo y mi
1'
desde 1 959 pero publicados en S. o B. en 1 964-1965 con el títu­
l
propia concepción cobraron forma definitiva durante la pri­
lo <<Marxismo y teoría revolucionaria» y retomado como la pri­
mera tentativa de golpe de Estado estalinista en Atenas, en di­
mera parte de La Institución imaginaria de la sociedad ( 1 975 ) .
ciembre de 1 944. Se hizo, en efecto, visible que el PC no era un
Después del fi n d e Socialismo o Barbarie no m e volví a ocu­
«partido refonnista» aliado a la burguesía, como lo pretendía
par directa y activamente de política, salvo durante un breve
la concepción trotskista, sino que aspiraba a tomar el poder
período en Mayo del 68. Trato de estar presente como una voz
para instaurar un régimen del mismo tipo que existía en Rusia
crítica, pero estoy convencido de que el fracaso ele las concep­
-previsión confirmada con estupor por los acontecimientos
ciones heredadas (ya sea del marxismo, del liberalismo o ele los
que siguieron, a partir de 1 945, en los países de Europa orien­
panoramas generales sobre la sociedad, la historia, etc. ) hace
tal y central-. Esto también me llevó a rechazar la idea de Trots­
necesaria una reconsideración ele todo el h01;zonte ele pensa­
ky de que Rusia era un <<Estado obrero deformado•• y a desarro­
miento en el que se situó desde hace siglos el movimiento polí­
llar la concepción, que sigo considerando correcta, según la
tico de emancipación. Es a este trabajo al que me dedico desde
cual la revolución rusa había conducido a la instauración de un
entonces.
nuevo tipo de régimen de explotación y de opresión, en el que
una nueva clase dominante, la burocracia, se había formado en
O.M.: ¿Considera que la dimensión política y militante siem­
torno del Partido Comunista. Llamé a este régimen capitalis­
pre fue primordial para usted? ¿La postura filosófica sería el
mo burocrático total y totalitario. Una vez que llegué a Francia,
punto silencioso que predetennina la posición política? ¿Se trata
a fines de 1 945, expuse estas ideas en el partido trotskista fran­
ele dos actividades incompatibles?
cés, lo que atrajo hacia mí un cierto mímero de camaradas con
quienes formamos una tendencia crítica de la política trotskis­
C.C.: Seguramente que no. Pero antes que nada una aclara­
ta oficial. En el otofw de 1 948, cuando los trotskistas dirigieron
ción: ya he dicho que para mí, desde el comienzo, las dos di­
a Tito, en el momento de la ruptura con Mosctí la propuesta
mensiones no estaban separadas, pero al �nismo tiempo, y des­
monstruosa e irrisoria de formar con él un Frente tínico, deci­
de hace mucho tiempo, considero que no hay pasaje directo de
dimos romper con el partido trotskista y fundamos el gmpo y
la filosofía a la política. El parentesco entre filosofía y política
la revista Socialismo o Barbarie, cuyo primer mímero salió en
consiste en que ambas aspiran a nuestra libertad, a nuestra au­
marzo de 1 949. La revista publicó 40 ntímeros hasta el verano
tonomía -como ciudadanos y como seres pensantes- y que
de 1 965 y el grupo mismo se disolvió en 1 966-1967. Durante
en los dos casos hay al comienzo, una voluntad -pensada, ltíci­
este período, el trab<tio consistió, en primer lugar, en la pro­
da, pero voluntad al fin- que aspira a esa libertad. Contraria­
fundización de la crítica al estalinismo, al trotskismo, al leninis­
mente a los absurdos que nuevamente están en curso hoy en
t ' mo Y finalmente al marxismo y al. mismo Marx. Esta crítica a
Alemania, no hay fundación racional ele la razón, ni fundación
1 04
1 05
Cornelius Castoriadis El avance de la insignificancia

racional de la libertad. En los dos casos, hay ciertamente una regímenes occidentales considerándolos como regímenes «de­
justificación razonable -pero viene después-, se apoya en lo mocráticos», tal vez no ideales (no sé qué quiere decir esta
que sólo la autonomía hace posible para los humanos. La perti­ expresión) , pero como los mejores regímenes humanamente
nencia política de la filosofía es que la crítica y la elucidación realizables, y afirmando que toda crítica de esta pseudo-demo­
filosóficas permiten destruir precisamente los falsos supuestos cracia conduce derecho al Gulag. Tenemos así una repetición
filosóficos (o teológicos) que a menudo sirvieron pani justifi­ interminable de la crítica al totalitarismo, que llega setenta,
car los regímenes heterónomos. sesenta, cincuenta, cuarenta, treinta, veinte años tarde (varios
«antitotalitarios» de hoy seguían apoyan do al maoísmo a co­
O.M.: Entonces el trabajo del intelectual es un trabajo crítico mienzos de los años '70) , y que permite pasar por alto los pro­
en la medida en que destmye las evidencias, en que está allí blemas candentes del presente: la descomposición de las socie­
para denunciar lo que parece ser evidente. Es, tal vez, lo que dades occidentales, la apatía, el cinismo y la cormpción políti­
usted pensaba cuando escribía: «Bastaba con leer seis líneas de cas, la destrucción del medioambiente, la situación de los paí­
Stalin para comprender que la revolución no podía ser eso.» ses pobres, etc. O bien, otro caso de la misma figura, uno se
retira en su torre de marfil para cuidar allí sus preciosas pro­
C.C.: Sí, pero aquí es necesaria otra aclaración: el trabajo del ducciones personales.
intelectual debería ser un trabajo crítico, y lo fue muchas veces
en la historia. Por ejemplo, cuando nació la filosofía en la Gre­ O.M.: En suma, habría dos figuras simétricas: el i ntelectual res­
cia, los filósofos ponían en cuestión las representaciones colec­ ponsable, que asume responsabilidades que culminan en la in-es­
tivas establecidas, las ideas acerca del mundo, los dioses, el or­ ponsabilidad asesina, como es el caso de Heidegger y el de Sar­
den correcto de la ciudaq. Pero muy rápidamente se produce tre, que usted denuncia, y el intelectual que se sitúa fuera del
una degeneración: los intelectuales abandonan, traicionan su poder, que culmina en la desresponsabilización ante los críme­
papel crítico y se transfonnan en racionalizadores de lo que es, nes. ¿Se pueden formular las cosas en estos ténninos, y dónde
justificadores del orden establecido. El ejemplo más extremo, sitúa entonces el papel correcto del intelectual y el de la críti­
pero tal vez el más elocuente, al menos porque encarna un ca?
destino y un resultado casi necesario de la filosofía heredada,
es Hegel, al proclamar al final: «Todo lo racional es real, y todo C.C.: Es necesario deshacerse, al mismo tiempo, de la sobre­
lo real es racional» . En el período reciente, tenemos dos ejem­ estimación y de la sub-estimación del papel del intelectual. Hubo
plos flagrantes de ello, en Alemania Heidegger y su profunda pensadores y escritores que ejercieron una influencia inmensa
adhesión, más allá de las peripecias y de las anécdotas, al «espí­ en la historia -no siempre para mejor, por otra parte-. Pla­
ritu•• del nazismo, y en Francia, Sartre, que por lo menos desde tón es tal vez el ejemplo más sorprendente ya que, aún hoy,
1 952 justificó los regímenes estalinistas y, cuando rompió con todo el mundo, aunque no lo sepa, reflexiona en términos pla­
el comunismo ordinario, pasó a apoyar a Castro, a Mao, etc. tónicos. Pero en todos los casos, a partir del momento en que
Esta situación n.o ha cambiado tanto, excepto en su expre­ alguien comienza a expresarse acerca de la sociedad, de la his­
sión. Después del dermmbe de los regímenes totalitarios y de toria, del mundo, del ser, entra en el campo de las fuerzas his­
la pulverización del marxismo-leninismo, los intelectuales tórico-sociales y tiene un papel allí que puede ir de lo ínfimo a
occidentales, en su mayoría, se la pasan glorificando a los lo considerable. Decir que ese rol es un rol de «poder» sería, a
106 107
Cornclius Cascoriadis El av:mce d e /a insignificancia

mi entender, un abuso de lenguaje. El escritor, el pensador Podemos seguir detallando atín más. Tenemos la traición
con los �nedios p �rticular:s que le dan su cultura y sus capaci­
hecha por los críticos mismos de su rol ele críticos; tenemos la
dades, eJerce u�a mfluenc1a en la sociedad, pero eso fonna parte
traición ele parte ele los autores ele su responsabilidad, ele su
de su rol de cmdaclano: dice lo que piensa y toma la palabra
rigor; tenemos la vasta complicidad del ptíblico, que está lejos
bajo su responsabilidad. De esta responsabilidad nadie se pue­

c e des �ntencler, ni siquiera el que no habla y que por este mo­
ele ser inocente en este asunto, ya que acepta el juego y se adap­
ta a lo que se le da. El conjunto se instrumentaliza, se utiliza
tivo dep hablar a los otros y deja el espacio histórico-social ocu­
por un sistema que en sí mismo es anónimo. Todo esto no sur­
pado por ideas monstruosas. No se puede acusar simultánea­
ge ele un dictador, o ele un pmiaclo ele capitalistas, o ele un gru­
mente el «poder ele los intelectuales» y denunciar el silencio ele
po de fonnadores ele opinión: es una inmensa corriente histó­
los intelectuales alemanes después ele 1 933 como una complici­
rico-social que va en esta dirección y que hace que todo se trans­
dad con el nazismo.
fonne en insignificante. La televisión ofrece, evidentemente, el
O.M.: Uno tiene la impresión ele que cada vez es más difícil
mejor ejemplo ele ello: el hecho ele que algo se sittía en el cen­
enco ntrar puntos ele apoyo para criticar y para expresar lo que tro ele la actualidad durante veinticuatro horas, se transforma
. en insignificante y deja de existir veinticuatro horas después
funciOna mal. ¿Por qué ya no funciona la crítica hoy?
. porque ya se encontró o habrá que encontrar otra cosa que
C. C.: La crisis ele la crítica no es más que una ele las manifesta­ ocupe su lugar. Culto ele lo efímero que exige al mismo tiempo
ciones ele la crisis general y profunda de la sociedad. Existe este una contracción extrema: lo que en la televisión norteamerica­
pseudo-consenso generalizado; la crítica y el oficio ele intelec­ na se llama atten tion span, es decir la duración títil de la aten­
tual están atrapados en el sistema mucho más que en otros tiem­ ción ele un espectador, era ele diez minutos hace algunos años,
pos Y ele una manera más intensa; todo está mediatizado, las reduciéndose gradualmente a cinco minutos, luego a un minu­
redes de complicidad son casi omnipotentes. Las voces discor­ to y, ahora, a diez segundos. El spot televisivo de diez segundos
da �ltes o disidentes no son sofocadas por la censura 0 por los es considerado como el medio de comunicación más eficaz, es
editores que ya no se atreven a publicarlas, sino que están sofo­ el que se utiliza durante las campaüas presidenciales, y es total­
cadas por la comercialización general. La subversión queda mente comprensible que estos spots no contengan nada sus­
apresada en el t�rrente de lo que se hace, ele lo que se pro�a. tancial, sino que estén dedicados a insinuaciones difamato­
.
Al h acer la pubhCid �d ele un libro, se dice en seguida: «he aquí rias. Aparentemente, es lo tínico que el espectador es capaz ele
.
un hbro que revoluciOna su área» , pero también se dice que las asimilar. Esto es verdadero y falso a la vez. La humanidad
pas �s Panzani revolucionaron la cocina. La palabra «revolucio­ no se ha degenerado biológicamen te, la gente sigue siendo
·
nano» --c �mo las palabras «creación» o «imaginación••-, se capaz de prestar atención a un discurso argumentado y rela­
transfonno en un eslógan publicitario, es lo que se llamaba hace tivamente largo; pero también es cierto que el sistema y los
algunos años, la recuperación. La marginalidad se convierte en medios «educan» -a saber, deforman sistemáticamente- a
�lgo reivindicado y central, y la subversión es una curiosidad la gente de manera tal que no puedan interesarse finahnen­
mteresante que completa la annonía del sistema. La sociedad te por algo que supere algunos segundos o, en rigor, algu­
posee una capacidad terrible de sofocar cualquier divergen­ nos minutos.
.
Cia verdadera, ya sea callándola o bien haciendo ele ella un Allí hay una conspiración, no en el sentido policial, sino en
:1 fenómeno entre otros, comercializado como los otros. el �entido etimológico: todo eso «respira junto», sopla en la
108
109
Cornelius Castoriadis
El avance de la insignificancia

misma dirección, la de una sociedad en la que toda crítica


desempleo que habrían sido impensables desde 1 945 y de los cua­
pierde su e ficacia.
les yo mismo escribí que iban a volverse imposibles, pues iban a
hacer estallar inmediatamente el sistema. Hoy vemos que me
O.M.: ¿Pero cómo es posible que la crítica haya sido tan fecun­
equivocaba.
da y tan virulenta durante el período que culmina con 1 968 -
Pero, detrás de estos elementos coyunturales, hay factores
período sin desempleo, sin crisis, sin sida, sin racismo del tipo
de mayor peso. El derrumbe gradual, que luego se acelera, de
Le Pen- y que hoy, con la crisis, el desempleo y todos Jos otros
las ideologías de izquierda; el triunfo de la sociedad de consu­
problemas, la sociedad sea apática?
mo; la crisis de las significaciones imaginarias de la sociedad
moderna (significaciones de progreso y/o de revolución) , todo
C.C.: Es necesario revisar las fechas y los períodos. Esencial­
eso, sobre lo cual volveremos, manifiesta una crisis del sentido,
mente, la situación de hoy ya existía hacia el final de los aüos
y es esta crisis del sentido la que permite a los elementos coyun­
1950. En un texto que escribí en 1959-19602, ya describía la
turales desempeüar el papel que desempeüan.
entrada de la sociedad en una fase de apatía, de privatización
de los individuos, de repliegue de cada uno en su pequeüo cír­
O.M.: Pero esta crisis del sentido o de la significación ya fue
culo personal, de despolitización que ya no era coyuntural. Es
analizada. Parece que pasamos en algunos aüos o décadas, de
cierto que, durante la década de 1960, los movimientos en Fran­
la crisis como krisis en el sentido de Husserl, por ejemplo, a un
cia, en los Estados Unidos, en Alemania, en Italia y en otros
discurso sobre la crisis como pérdida y/o ausencia de sentido, a
países, los movimientos de jóvenes, de nu�eres y de minorías
una suerte de nihilismo. ¿No habría dos tentaciones, tan próxi­
parecieron aportar una desmentida a este diagnóstico. Pero,
mas como difíciles de identificar: por un lado, deplorar la deca­
desde mediados de los aüos 1 970, se pudo observar que había
dencia efectiva de los valores occidentales heredados de los ilu­
en todo esto como una tíltima gran llama de los movimientos
ministas (tenemos que digerir Hiroshima, Kolyma, Auschwitz,
comenzados en la época de las Luces. La prueba de ello es que
el totalitarismo del Este) ; por otra parte proclamar (la actitud
todos esos movimientos finalmente no movilizaron más que a
nihilista y1 o deconstructivista) que la decadencia es el nombre
pequeüas minorías de la población.
mismo de la modernidad occidental tardía, ya sea porque es
Hay factores coyunturales que tuvieron un papel definido
insalvable, o bien porque no puede ser salvada sino por un re­
en la evolución como, por ejemplo, las crisis del petróleo. En sí
torno a los orígenes (religiosos, morales, fantasmáticos... ) , que
mismas, éstas no tuvieron mucha importancia, pero facilitaron
Occidente es el culpable de esta aleación de razón y de domi­
una contraofensiva, un chantaje a los estratos dirigentes. Pero
nación que acaba su imperio en un desierto. Entre estas dos
esta contraofensiva no habría podido tener los efectos que tuvo
tendencias, de mortificación que imputa Auschwitz y Kolyma a
si no hubiera encontrado ante sí una población cada vez más
los iluministas, y de nihilismo ubicándose (o no) en el «retorno
inexpresiva. A comienzos de los aüos 1 970, se observó en Jos
a los orígenes», ¿dónde se situaría usted?
Estados Unidos, por primera vez desde hacía quizás un siglo,
acuerdos entre empresas y sindicatos en los que estos tíltimos
C.C. : En primer lugar, pienso que los dos términos que usted
aceptaban la reducción de salarios. Se observan niveles de
opone, finalmente, convergen en lo mismo. En buena parte, la
2«El movimiento revolucionario en el capitalismo moderno», publicado en la época ideología y la mistificación deconstructivi�ta se apoyan en la
de S.o B. Y retomado en el volumen de 1 0/18, Capitalismo moderno y revolución.
«culpa» de Occiden'te: en pocas palabras, proceden de una
1 10
111
Comclius Castoriadis El avance de la insignificancia

mezcla ilegítima, en la que la crítica (hecha desde hace mucho


morirá o bien , por una reacción salvadora provocada por la
tiempo) del racionalismo instrumental e instrumentalizado se
crisis misma, comenzará su proceso de cura) . Vivimos una fase
confunde subrepticiamente con la denigración de las ideas de
de descomposición. En una crisis hay elementos opuestos que
verdad, de autonomía, de responsabilidad. Hablan de la culpa
se combaten, mientras que lo que caracteriza a la sociedad con­
de Occidente relativa al colonialismo, a la extenninación de las
temporánea es, j ustamente, la desaparición del conflicto social
otras culturas, a los regímenes totalitarios, a lo fantasmático
y político. Ahora la gente descubre lo que escribimos hace trein­
d e l d o m i n i o pa ra s a l tar a u n a c ríti ca, falaz y au to­
ta o cuarenta años en S. o. B., por ejemplo que la oposición
referenciahnente contradictoria, del proyecto greco-occiden­
derecha/izquierda ya no tiene ningtín sentido: los partidos po­
tal de autonomía individual y colectiva, de las aspiraciones de
líticos oficiales dicen lo mismo, Ballaclur hoy hace lo que
emancipación, de las instituciones en las que éstas están encar­
Bérégovoy hacía ayer. En verdad no h ay ni programas opues­
nadas, aunque fuese en forma parcial e imperfecta. (Lo más
tos, ni participación de la gente en los conflictos o en las luchas
cómico es que, de vez en cuando, estos mismos sofistas no se
políticas, o simplemente una actividad política. En el plano so­
prh·an de ubicarse como defensores de la justicia, de la demo­
cial, no sólo está la burocratización ele los sindicatos y su reduc­
cracia, de los derechos humanos, etc.)
ción a un estado esquelético, sino que también existe la cuasi­
Dejemos de lado aquí a Grecia. Occidente moderno, desde
desaparición de las luchas sociales. Nunca hubo en Francia tan
hace siglos, está animado por dos significaciones imaginarias
pocas jornadas ele huelga, por ejemplo, como en los últimos
sociales totalmente opuestas, aunque éstas se hayan contami­
diez o quince años, y casi siempre estas huelgas tienen un ca­
nado recíprocamente: el proyecto de autonomía individual y
rácter categorial o corporatistaa.
colectiva, la lucha por la emancipación del ser humano, tanto
Pero, ya lo hemos dicho, la descomposición se ve sobre todo
intelectual y espiritual como efectiva en la realidad social; y el
en la desaparición de las significaciones, la evanescencia casi
proyecto capitalista, demencial, de una expansión ilimitada de
completa de los valores. Y esta evanescencia es, en tíltima ins­
un pseudo-dominio pseudo-racional que desde hace mucho
tancia, amenazadora para la sobrevivencia del sistema mismo.
tiempo dejó de involucrar sólo a las fuerzas productivas y a la
Cuando, como es el caso en todas las sociedades occidentales,
economía para transfonnarse en un proyecto global (y por ello
se proclama abiertamente (y son los socialistas en Francia quie­
más monstruoso aún) , de un dominio total de los datos físicos,
nes tienen la gloria de haberlo hecho, así como la derecha no
biológicos, psíquicos, sociales, culturales. El totalitarismo es sólo
se animó a hacerlo) que el único valor es el dinero, el prove­
la punta más extrema de este proyecto de dominación -que,
cho. que el ideal sublime de la vida social es enriquézcase, ¿es
por lo demás, se invierte en su propia contradicción, ya que
posible concebir que una sociedad pueda seguir funcionando
hasta la racionalidad restringida, instrumental, del capitalismo
y reproduciéndose sobre esta tínica base? Si es así, los funciona­
clásico se transfonna en él, en irracionalidad y absurdo, como
rios deberían pedir y aceptar sobornos para hacer su trabajo,
lo han demostrado el estalinismo y el nazismo.
losj ueces poner las decisiones de los tribunales en una subasta,
Volviendo al punto de partida de su pregunta, no se equivo­
los docen tes poner buenas notas a los niños cuyos padres les
ca al afirmar que actualmente vivimos una krisis en el verdade­
deslizaron un cheque, y el resto proceder en la tnisma fonna. '\:9-
ro sentido del término, es decir, un momento de decisión. (En
los escritos hipocráticos, la krisis, la crisis de una enfermedad
. '. �1
a
f
'¡, j
es el momento paroxístico al cabo del cual el enfenno o bien
cualquiera que sea el desenlace, las huelgas que tienen lugar actualmente
(noviembre-diciembre de 1 995) en Francia escapan, por su signi!icación implícita, a
esta caracterización.
1 12
1 13
Comelius Castoriadis El m'ilnce de la insignificancia

escribí hace casi quince años sobre esto: hoy, la única barrera que acarrea necesariamente la «expansión•• capitalista (condi­
para la gente es el temor a la sanción penal. ¿Pero por qué ción misma necesaria de la <<paz social•• ) , podemos y debemos
pensar que los que administran esta sanción serían incorrupti­ preguntarnos cuánto tiempo más podrá funcionar el sistema.
bles? ¿Quién vigilará a los que vigilan? La corrupción generali­
zada que se observa en el sistema político-económico contem­ O.M.: Este <<deterioro•• de Occidente, esta <<descomposición••
poráneo no es periférica o anecdótica, se transformó en un de la sociedad, de los valores, esta privatización y esta apatía
rasgo estructural, sistémico de la sociedad en la que vivimos. de los ciudadanos no se deben también al hecho de que los
En realidad, aquí tocamos un factor fundamental, que los gran­ desafíos, ante la complejidad del mundo, se hicieron desmesu­
des pensadores políticos del pasado conocían y que los supues­ rados? Somos, tal vez, ciudadanos sin bnijula...
tos «filósofos políticos» de hoy, malos sociólogos y pobres teóri­
cos, ignoran espléndidamente: la íntima solidaridad entre un C . C.: Que los ciudadanos están sin brújula, es cierto, pero se
1 régimen social y un tipo antropológico (o el abanico de tipos debe justamente a este deterioro, a esta descomposición, a esta
. ,
de estas características) necesario para hacerlo funcionar. El usura sin precedentes de las significaciones imaginarias socia­
capitalismo heredó, en su mayoría, estos tipos antropológicos: les. Se lo puede comprobar también en otros ejemplos. Ya na­
el juez incorruptible, el funcionario weberiano, el docente con­ die sabe hoy en día lo que es ser ciudadano; pero nadie sabe
sagrado a su tarea como el obrero para quien su trabajo, a pe­ siquiera lo que es ser un hombre o una mujer. Los roles sexua­
sar de todo, era una fuente de orgullo. Semejantes personajes les se disolvieron, ya no se sabe en qué consiste eso. En otros
se vuelven inconcebibles en el período contemporáneo: no se tiempos, uno los diferenciaba en los distintos niveles de la so­
entiende por qué se reproducirían, quién los reproduciría, en ciedad, de categoría, de grupo. No digo que eso estaba bien,
nombre de qué funcionarían. Incluso, el tipo antropológico, me sinío en un punto de vista descriptivo y analítico. Por ejem­
que es una creación p ropia del capitalismo, el empresario plo, el famoso principio: <<el lugar de la mttier es el hagan• (que
schumpeteriano, que combina la inventiva técnica, la capaci­ precede al nazismo en muchos milenios) definía un rol para la
dad de reunir capitales, de organizar una empresa, de explo­ mujer: criticable, alienante, inhumano, y todo lo que se quiera
'
r: rar, de penetrar, de crear mercados- está en vías de extinción. decir, pero en todo caso, una mujer sabía lo que tenía que ha­
ll, �l.¡.
;
1
Se lo reemplazó por burocracias de managers y por especula­ cer: estar en el hogar y ocuparse de la casa. Asimismo, el hom­
lj l dores. Aquí, una vez más, todos los factores conspiran. ¿Por bre sabía que tenía que alimentar a la familia, ejercer la autori­
. ,
qué empeñarse en producir y vender, si una buena jugada en dad, etc. En el juego sexual sucedía lo mismo: en Francia se
las tasas de cambio en la Bolsa de New York o en otra transac­ burlan (y pienso que con toda la razón ) deljuridicismo ridícu­
ción, pueden significar en algunos minutos 500 millones de lo de los norteamericanos con las historias de acoso sexual (que
dólares? Las sumas en j uego en la especulación de cada semana nada tienen que ver con los abusos de autoridad, de posi­
son del orden del producto bruto interno de los Estados Uni­ ción patronal, etc. ) , las reglamentaciones detalladas, publi­
dos en un año. De esto resulta un drenaje de los elementos <<em­ cadas por universidades sobre el consen timiento explícito
prendedores•• hacia ese tipo de actividades que son totalmente exigido por la mttier en cada etapa del proceso, etc.; pero ¿quién
parasitarias desde el punto de vista mismo del sistema capitalista. no ve la inseguridad psíquica profunda, la pérdida de referen­

l. ;
Si reunimos todos estos factores, teniendo en cuenta ade­ tes identificatorios sexuales que ese afán j u ridicista trata pa­
más, la destrucción i rreversible del medioambiente terrestre téticamente de paliar? Lo mismo sucede con las relaciones
1
1 14 1 15
Comcfius Castoriadis El avance de la insignificancia

en tre padres e hijos: hoy en día nadie sabe qué es ser una ma­ colectiva, de crítica y de autocrítica: el discurso de la denuncia
dre o un padre. de Occidente es la más impactante confirmación de la misma.
Pues somos capaces en Occidente, al menos algunos de noso­
O . l\L Este deterioro del que hablamos no ocurre, ciertamente, tros, de denunciar el totalitarismo y el colonialismo, la trata de
sólo en las sociedades occidentales. ¿Qué hay que decir de las negros o la ext,e rminación de los indios en América. Pero no
otras? Y, por otra parte, se puede decir que atai'le también a los
he visto a los descendientes aztecas, a los hinchíes o a los chinos
valores revolucionarios occidentales? ¿Y cuál es el rol, en esta hacer una autocrítica análoga, y sigo viendo hoy a losjaponeses
¡· evolución, de la famosa <<culpabilidad» de Occidente?
negar las atrocidades que cometieron durante la Segunda Gue­
!

rra Mundial. Los árabes denuncian sin cesar su colonización


C. C.: En la historia de Occidente, hay una acumulación de ho­ hecha por los europeos, imputándole todos los males que su­
rrores contra otros, en la misma medida que contra sí mismo. fren -la miseria, la falta ele democracia, la detención del desa­
No es éste un privilegio de Occidente: ya se trate de China, de rrollo de la cultura árabe, etc.-. Pero la colonización de algu­
India, de África antes de la colonización o de los aztecas, las nos países árabes hecha por los europeos duró, en el peor de
acumulaciones de horrores se hallan en todas partes. La histo­ los casos, ciento treinta años: es el caso de Argelia, de 1 830 a
ria de la humanidad no es la historia de la lucha de clases, es la 1 962. Sin embargo, estos mismos árabes fueron reducidos al
historia de los horrores -aunque es mucho más que eso-. Es esclavismo y colonizados por los turcos durante cinco siglos. La
cierto que hay una cuestión a debatir, la del totalitarismo: ¿se dominación turca en el cercano Oriente comienza en el siglo
trata, como yo creo, de la culminación de esta locura de domi­ XV y termina en 1 9 1 8. Pero resulta que como los turcos eran
nio de una civilización que provee los medios de extennina­ musulmanes, los árabes no hablan de esto; La difusión de la
ción y de adoctrinamiento a una escala nunca conocida en la cultura árabe se detuvo hacia el siglo XI, a lo sumo en el siglo
historia? ¿Es un destino perverso, inmanente a la modernidad XII, ocho siglos antes ele que fuera objeto de una conquista por
1'
! '¡¡ como tal, con todas sus ambigüedades? ¿O es otra cosa? Esta Occidente. Y esta misma cultura se había fOijado sobre la con­
' , .
discusión, supone, si se me permite, una cuestión teórica, en la quista, sobre la extenninación y/ o la conversión más o menos
medida en que los horrores del totalitarismo fueron dirigidos forzada de las poblaciones conquistadas. En Egipto, en el año
por Occidente con tra los suyos (incluidos los judíos) , en la 550 de nuestra era, no había árabes, no más que en Libia, en
medida en que el «mátenlos a todos, Dios reconocerá a los su­ Argelia, en Marruecos o en Irak. Están allí como descendien­
yos•• no es una frase ele Lenin, sino de un duque muy cristiano, tes de los conquistadores que vinieron a colonizar estos países y
pronunciada no en el siglo XX sino en el siglo XVI, en la medi­ a convertir, por las buenas o por las malas, a las poblaciones
da en que los sacrificios humanos fueron practicados abundan­ locales. No obstante, no veo ninguna crítica de estos hechos en
te y regularmente por culturas no europeas, etc. El Irán de
el círculo de las civilizaciones árabes. Asimismo, se habla de la
Khomeyni no es un producto de los Iluministas.
trata de negros por los europeos . a partir del siglo XVI, pero
Por el contrario hay algo que es la especificidad, la singulari­ nunca se dice que la trata y la reducción sistemática de negros
dad y el pesado privilegio de Occidente: esta secuencia históri­
a la esclavitud fueron introducidas en África por los mercade­
co-social que comienza con Grecia y vuelve a aparecer, a partir
res árabes a partir del siglo XI y XII (con la participación cóm­
del siglo XI, � n Europa occidental, es la única en la que se ve
plice, como de costumbre, de los reyes y jefes de las tribus ne­
aparecer un proyecto de libertad, de autonomía i ndividual y gras ) , que la esclavitud nunca fue abolid� espontáneamente en
1 16
117
Cornelius Castoriadis
El avance de la insignificancia

ningün país islámico y que aún subsiste en cierto número de


Esto significa, si consideramos la situación actual -situación
ellos. No digo que todo esto borre los crímenes cometidos por
no de crisis sino de descomposición, de deterioro de las socie­
los occidentales, solamente digo esto: que la especificidad de la
dades occidentales-, que nos hallamos frente a una antino­
civilización occidental es esta capacidad de cuestionarse y de
mia ele primera magnitud. Lo que se requiere es inmenso, va
autocriticarse. Hay en la historia occidental, como en todas las
muy lejos; y los seres humanos tal como los reproducen cons­
otras, atrocidades y horrores, pero sólo Occidente creo esta
tantemente las sociedades occidentales, y también las otras, es­
capacidad de cuestionamiento interno, de puesta en cuestión
tán inmensamente lejos de esos requerimientos. ¿Qué se re­
de sus propias instituciones y de sus propias ideas, en nombre
quiere? Teniendo en cuenta la crisis ecológica, la extremada
de una discusión razonable entre seres humanos que sigue es­
desigualdad ele la repartición ele las riquezas entre países ricos
tando indefinidamente abierta y que no está sujeta a ningtín
y países pobres, la casi-imposibilidad del sistema de continuar
dogma tíltimo.
su actual carrera, lo que se requiere es una nueva creación ima­
ginaria de una importancia inexistente en el pasado, una crea­
O.M.: En alguna parte usted dice que el peso de la responsabi­
ción que ubicara en el centro ele la vida humana otras significa­
lidad de la humanidad occidental -porque precisamente es
ciones que no sean la expansión de la producción y del consu­
ella la que creó este cuestionamiento interno- lo lleva a pen­
mo, que plantearan objetivos de vida diferentes, que pudieran
sar que es allí donde tiene lugar una transformación radical.
ser reconocidos por los seres humanos como algo que vale la
¿No cree usted que actualmente los requisitos de una verda­
pena. Esto exigiría evidentemente una reorganización de las
dera autonomía, de una emancipación, de una auto-institución
instituciones sociales, relaciones de trabajo, relaciones econó­
de la sociedad, tal vez de un <<progreso>>, en suma, de una reno­
micas, políticas, culturales. Ahora bien, esta orientación se ha­
vación de las significaciones imaginarias creadas por Grecia y
lla sumamente lejos ele lo que piensan, y tal vez de lo que de­
retomadas por el Occidente europeo, parecen estar ausentes?
sean los humanos actualmente. Ésta es la inmensa dificultad
con la que debemos enfrentamos. Deberíamos querer una so­
C. C.: En primer lugar, no hay que agregar a nuestro debate la
ciedad en la que los valores económicos dejaran de ser centra­
idea de <<progreso>>. No hay progreso en la historia, salvo en el
les ( o tínicos) , en la que la economía fuese ubicada en su lugar
terreno instrumental. Con la bomba H podemos matar a mu­
como simple medio de la vida humana y no como fin tíltimo y
cha más gente que con un hacha de piedra; y las matemáticas
en la cual, en consecuencia, renunciáramos a esta carrera loca
contemporáneas son infinitamente mucho más ricas, podero­
hacia un consumo cada vez mayor. Esto no solamente es nece­
sas y complejas que la atitmética de los primitivos. Pero una
sario para evitar la destrucción definitiva del medioambiente
pintura de Picasso no vale ni más ni menos que los frescos de
planetario, sino también y, sobre todo, lo es para salir de la
Lascaux y de Altamira, la música balinesa es sublime y las mito­
miseria psíquica y moral de los humanos contemporáneos. Se­
logías de todos los pueblos son de una belleza y de una profun­
ría necesario, pues, que de aquí en adelante, los seres humanos
didad extraordinarias. Y.,si hablamos del plano moral, no tene­
(ahora hablo de los países ricos) acepten un nivel ele vida de­
mos más que mirar lo que sucede a nuestro alrededor para dejar
cente pero sobrio, y renuncien a la idea de que el objetivo cen­
de hablar de «progreso» . El progreso es una significación ima­
tral de su vida es que su consumo aumente de 2 a 3% por aüo.
ginaria esencialmente capitalista, en la que el mismo Marx se
Para que acepten esto, sería necesario que otra cosa diera sen­
dejó atrapar.
tido a su vida. Se sabe, yo sé, qué ,puede ser esa otra cosa, pero
1 18
1 19
El avance de la insignificancia
Comclius Castoriadis

evidentemente eso no sirve para nada si la gran mayoría de la totalitarismo en el Este funciona como una validación del mo­
gente no lo acepta y no hace lo necesario para que se lleve a delo democrático occidental, los intelectuales retoman la pala­
cabo. Esa otra cosa es el desarrollo de los seres humanos, en bra para defender este modelo invocando unos a Fukuyama,
lugar del desarrollo de los objetos de consumo. Esto exigiría otros a Tocqueville o al «Consenso ambiente» sobre el «pensa­
otra organización del trabajo, que debería dejar de ser una car­ miento débil» . No es probablemente por este camino por don­
ga para transformarse en un campo de despliegue de las capa­ de se producirá el «cambio» que usted desea. . .
cidades humanas; otros sistemas políticos, una verdadera de­
mocracia que contemple la participación de todos en la toma C .C . : Digamos, e n primer lugar, que las vociferaciones d e 1 982-
de las decisiones; otra organización de la paideia para formar 1 983 sobre el «silencio ele los intelectuales» no eran más que
ciudadanos capaces ele gobernar y ele ser gobernados, como una operación micro-politiquera. Los que vociferaban querían
decía admirablemente Aristóteles; y así sucesivamente. Eviden­ que los intelectuales corriesen a socorrer al Partido socialista,
temente, todo esto plantea problemas inmensos: por ejemplo, cosa que poca gente estaba dispuesta a hacer (aun cuando
cómo podría funcionar una democracia verdadera, una demo­ muchos de ellos aprovecharan para ocupar lugares, etc. ) . Como
cracia directa, no ya a la escala de 30.000 ciudadanos, como en al mismo tiempo -por esta última razón o por otras- nadie
la Atenas clásica, sino a una escala de 40 millones de ciudada­ quería criticarlo, la niii.a pennanecía muela. Pero todo esto tie­
nos como en Francia, o incluso a una escala de varios millones ne que ver con el microcosmos parisino, no tiene ningtín inte­
de individuos en el planeta. Problemas inmensamente difíci­ rés y está muy lejos ele lo que estamos hablando. Y tampoco
les, pero que a mi entender pueden ser resueltos -con la con­ existe el «despertar•• ele los intelectuales en este sentido.
dición precisamente de que la mayoría de los seres humanos y Pienso también que lo que usted llama el «tocquevillismo
ele sus capacidades se movilicen para crear las soluciones-, en ambiente•• . tendrá corta \Ícla. Tocqueville, nadie lo discute, es
lugar de preocuparse en saber cuándo podrán tener una televi­ un pensador muy importante. En Estados Unidos, siendo muy
sión en 3-D. joven, en 1 830, no vio cosas muy importantes, pero tampoco
Éstas son las tareas que tenemos por delante; y la tragedia de vio otras cosas de igual importancia. Por ejemplo, no le dio la
nuestra época es que la humanidad occidental está lejos de pre­ importancia necesaria a la diferenciación política y social que
.1 ocuparse por ellas. ¿Durante cuánto tiempo esta humanidad ya se había instalado plenamente en su época, ni al hecho de
seguirá obsesionada por esas inaniclades a las que se llama mer­ que el imaginario de la igualdad quedaba confinado a ciertos
caderías? ¿ Una catástrofe cualquiera -ecológica, por ejemplo­ aspectos ele la vida social y no se acercaba mucho a las relacio­
produciría un despertar brutal, o más bien regímenes autorita­ nes efectivas de poder. Ciertamente, sería de mal gusto pre­
rios o totalitarios? Nadie puede responder a este tipo de pre­ guntarle a los tocquevillanos de hoy, o a los que pretenden ser­
guntas. Lo que podemos decir es que todos los que tienen cons­ lo,: . ¿qué tienen que decir, como tocquevillanos, acerca ele las
ciencia del carácter terriblemente denso de lo que está en jue­ grandes diferencias políticas y sociales que no se atenúan en ·

go, deben tratar de hablar, de criticar esta carrera hacia el abis­ absoluto, acerca ele las nuevas que se crean, acerca del carácter
mo, de despertar la conciencia de sus conciudadanos. fuertemente oligárquico de las supuestas «democracias» , acer­
O.M.: Un artículo de F. Gaussen en el diario Le Monde ca de los presupuestos tanto económicos como antropológicos
evocaba recientemente un cambio cualitativo: unos diez años de la «marcha hacia la igualación ele condiciones» y acerca de
1
' ·
después del «silencio de los intelectuales» , el derrumbe del la visible incapacidad del imaginario político occidental para

120 12 1
Cornclius Casroriadis
El av:�ncc de la insignificancia

penetrar en las muy vastas regiones del mundo no occidental?


millones-, en África, en China --casi otros mil millones- y en
¿Y sobre la apatía política generalizada? Seguramente que so­
la mayoría de los países del Sudeste asiático y de América Lati­
bre este último punto nos dirán que Tocqueville ya entreveía el
na. La situación mundial, extremadamente grave, convierte en
surgimiento de un «Estado tutelar»; pero este estado, si bien es,
ridículas tanto la idea de un «fin de la historia» como la de un
en efecto, tutelar (lo que anula toda idea de «democracia» ) , no
triunfo universal del «modelo democrático•• a la occidental. Y
es en absoluto, como él lo creía, <<benévolo».
este <<modelo» se vacía de su sustancia, aún en los países de
Es un Estado totalmente burocratizado, librado a los intere­
origen.
ses privados, fagocitado por la corrupción, incapaz de gober­
nar por sí mismo, por el hecho de tener que mantener un equi­
O.M.: Sus severas críticas al modelo occidental liberal no deben
librio inestable entre los lobbies de todo tipo que dividen la
impedirnos ver las dificultades de su proyecto político global. En
sociedad contemporánea. Y la «igualdad creciente de condicio­
un plimer movimiento, la democracia es, para usted, la creación
nes» vino a significar simplemente la ausencia de signos exte­
imaginada de un proyecto de autonomía y de auto-institución, al
riores de status here�itario, y la igualación de todos por el equi­
que desea ver triunfar. En un segundo movimiento, usted profun­
valente general, a saber: el dinero --con la condición de que se
diza en el concepto de autonomía y de auto-institución para cliti­
lo tenga-. Si usted quiere alquilar una suite en el hotel Crillon
car al capitalismo liberal. Dos preguntas: ¿no será ésta antes que
o en el Ritz, nadie le va a preguntar quién es o qué hacía su
nada una forma de hacer su duelo por el marxismo, a la vez como
abuelo. Le basta con estar bien vestido y tener una cuenta b " n
proyecto y como crítica? ¿No existe aquí, en segundo lugar, una
provista en un banco.
suerte de ambigüedad, en la medida en que esta autonomía es
El <<triunfo de la democracia» a la occidental duró algunos
precisamente aquello que el capitalismo necesita estructuralmen­
meses. Es lo que vemos, es el estado de Europa del Este y de la
te para funcionar, atomizando la sociedad, <<personalizando» a la
ex <<URSS», Somalía, Ruanda-Burundi, Afganistán, Haití, Áfri­
clientela, haciendo dóciles y útiles a los ciudadanos, quienes ha­
ca sub-sahariana, Irán, Irak, Egipto, Argelia y me quedo corto.
brán interiolizado la idea de que consumen por voluntad propia,
Todas estas discusiones tienen un aspecto terriblemente pro­
que obedecen por voluntad propia, etc.?
vinciano. Hablamos como si los temas de moda en Francia ago­
taran las preocupaciones del planeta. Pero la población fran­
C. C.: Comienzo con su segunda pregunta, que se apoya en un
cesa representa el 1 % de la población terrestre. Estamos al
malentendido. La atomización de los individuos no es la auto­
borde de lo irrisorio.
nomía. Cuando un individuo compra un refrigerador o un
La aplastante mayoría de la población del planeta no vive la
automóvil, hace lo que hacen otros 40 millones de individuos,
<<igualdad de condiciones» , sino la miselia y la tiranía. Y contra­
así que no existe ni individualidad ni autonomía; precisamen­
riamente a lo que creían tanto los liberales como Io�narxistas,
te, es una de las mistificaciones de la publicidad contemporá­
dicha igualdad no se está preparando, en absoluto, para recibir
nea: <<Personalícese, compre el jabón para lavar X». Y tenemos
al modelo occidental de la reptíblica capitalista liberal. Lo tíni­
millones de individuos que se <<personalizan» comprando el
co que busca en el modelo occidental, son armas y objetos de
mismo jabón. O bien, 20 millones de hogares, a la misma hora
consumo; no busca ni el lJabeas corpus, ni la separación de
y en el mismo minuto encienden su televisor para ver las mis-
poderes. Esto es impresionante en los países musulmanes
� mas estupideces. Y aquí está la confusión im �e rd � nab!e de
-mil millones de habitantes-, en India -casi o tros mil .
gente como Lipovetsky y otros, que hablan de mdn'lduahsmo,
122 .
123
Cornelius C11Stol"i.1dis El av.mce de /a insignificancia

de narcisismo, e tc . , como si ellos mismos se hubieran tragado La historia es creación, y cada fonna ele sociedad es una crea­
estos fraudes publicitarios. El capitalismo, como lo demuestra ción particular. Hablo ele institución imaginaria de la sociedad,
este ej emplo, no necesita autonomía sino conformismo. Su porque esta creación es la obra del imaginario colectivo anóni­
triunfo actual, se debe a que vivimos una época de confonnis­ mo. Los hebreos imaginaron, crearon a su Dios como un poeta
mo generalizado, no sólo en lo que se refiere al consumo, sino crea un poema, como un mtísico una mtísica. La creación so­
en la política, en las ideas, en la cultura, e tc. cial, evidentemente, es mucho más amplia, ya que cada vez es
Su primera pregunta es más compleja. Pero primero quiero creación de un mundo, el mundo propio de esta sociedad: en
r
1 hacer una aclaración «psicológica». Por cierto, fui marxista, pero el mundo ele los hebreos, hay un Dios con características muy
ni la crítica al régimen capitalista ni el proyecto de emancipa­ particulares, quien creó este mundo y a estos hombres, les dio
ción son invenciones de Marx. Y creo que mi trayectoria ele­ leyes, etc. Lo mismo es válido para todas las sociedades. La
muestra que mi preocupación primera nunca fue la ele <<salvar» idea ele creación no es en absoluto idéntica a la idea ele valor: el
a Marx. Critiqué a Marx muy tempranamente porque descubrí hecho ele que algo, social o individual, sea una creación no
que no se había mantenido fiel a ese proyecto de autono­ implica que haya que valorarlo. Auschwi tz y el Goulag son crea­
m ía. ciones tanto como lo son el Partenón o Notre Dame ele París.
En cuanto al fondo de la cuestión, hay que retomar las cosas Creaciones monstruosas, pero creaciones absolutamente fan­
desde << río arriba». La historia humana es creación: lo que quiere tásticas. El sistema concentracionista es una creación fantásti­
decir que la institución ele la sociedad siempre es auto-institu­ ca; lo que no quiere decir que uno tenga q ue avalarlo. Son los
ción, pero auto-institución que no se considera como tal y no publicistas los que dicen: <<Nuestra finna es más creativa que las
quiere considerarse como tal. Decir que la historia es creación
! significa que uno no puede explicar ni deducir cletenninacla
otras» . Puede serlo para crear idioteces o monstruosidades.
Entre las creaciones ele la historia humana, una es singular­
1
1 ; fonna de sociedad a partir ele factores reales o ele consideracio­ mente singular: aquella que permite a la sociedad cuestionarse
¡ l 'i
,!1
• 1 nes lógicas. No es la naturaleza del desierto o el paisaje del a sí misma. Creación ele la idea de autonomía, de retorno re­
Medio Oriente lo que explica el nacimiento del judaísmo, ni flexivo sobre sí, de crítica y ele autocrítica, de in terrogación
por otra parte, como nuevamente está de moda decirlo, la· su­ que no conoce ni acepta ningtín límite. Creación, pues, al
perioridad ,,filosófica» del monoteísmo. El monoteísmo hebreo mismo tiempo de la democracia y de la filosofía. Porque, así
es una creación del pueblo hebreo. Y no es ni la geografía grie­ como un filósofo no acepta ningtín límite exterior a su pensa­
ga ni el estado ele las fuerzas productivas ele la época los que miento, ele la misma manera la democracia no reconoce lími­
explican el nacimiento de la polis griega democrática porque tes externos a su poder instituyente, ya que sus tínicos límites
el mundo mediterráneo ele la época estaba lleno de ciudades, y resultan de su autolimitación. Sabemos que la primer forma de
porque la esclaviclud estaba en todas partes: en Fenicia, en
esta creación es la que surge en la Grecia antigua, sabemos o
Roma, en Cartago. La democracia fue una creación griega; crea­ deberíamos saber que fue retomada, con otros aspectos, en
ción ciertamente limitada, ya que existía la esclavitud, el estatu­ Europa occidental ya desde el siglo _XI con la creación ele las
to de la mt�er, etc. Pero la importancia ele esta creación reside primeras comunas burguesas que reivindican su autogobier­
en la idea, inimaginable en la época para el resto del mundo,
ne, luego vienen el Renacimiento, la Refonna, las Luces, las
de que una colectividad puede auto-instituirse explícitamente
Revoluciones ele los siglos XVIII y XIX, el movimiento o}?rero,
y autogobernarse. y r�1ás recientemente otros movimientos de emancipación. En
124
125
Comelius Castoriadis El avance de la·insignificancia

todo esto Marx y el marxismo no representan más que un mo­ apatía y de la privatización en las sociedades contemporáneas,
mento, importante en ciertos aspectos, pero catastrófico en la complejidad horrorosa de los problemas que se presentan a
otros. Y, justamente, gracias a esta serie de movimientos subsis­ los países ricos y los que se plantean a los países pobres, y así
te en la sociedad contemporánea un detenninado número de sucesivamente. Pero también, por otro lado, no podemos decir
libertades parciales, esencialmente parciales y defensivas, cris­ que las sociedades occidentales han muerto, situándolas del lado
talizadas en algunas instituciones: derechos humanos, no re­ de las pérdidas y ganancias de la historia. Todavía no vivimos
troactividad de las leyes, cierta separación de los poderes, etc. en la Roma o en la Constantinopla del siglo IV donde la reli­
Estas libertades no fueron otorgadas por el capitalismo, sino gión nueva había congelado cualquier movimiento, y donde
que fueron arrancadas e impuestas por las luchas seculares. Son todo estaba en manos del emperador, del papa o del patriarca.
ellas también las que hacen del régimen político actual, ya no Hay signos de resistencia, gente que lucha aquí o allá; en Fran­
una democracia ( no es el pueblo el que detenta y ejerce el po­ cia, desde hace diez años, tuvimos las coordinadoras y se siguen
der) , sino una oligarquía liberal. Régimen bastardo, basado en publicando libros importantes. En el correo dirigido a Le Mon­
la coexistencia entre el poder de los estratos dominantes y un de, por ejemplo, a menudo se publican cartas que expresan
cuestionamiento social y político casi ininternunpido. Pero, puntos de vista muy sanos y críticos.
1 por más paradójico que esto pueda parecer, es la desaparición Evidentemente, no puedo saber si todo eso es suficiente para
de este cuestionamiento lo que pone en peligro la estabilidad invertir la situación. Lo que es seguro, es que los que tienen
del régimen. Gracias a que los obreros no se dejaron manejar, consciencia de la gravedad de la situación deben hacer todo lo
el capitalismo pudo desarrollarse como lo hizo. Está lejos de que esté al alcance de su mano -ya sea con la palabra, con lo
ser cierto que el régimen pueda seguir funcionando con una escrito o simplemente con la actitud en el lugar que ocupan­
población de ciudadanos pasivos, de asalariados resignados. etc. para que la gente despierte de su letargo contemporáneo y em­
piece a actuar en el sentido de la libertad.
O.M.: ¿Pero cómo podría funcionar hoy una democracia parti­
cipativa? ¿Cuáles serían los relevos sociales de un cuestionamien­
to y de una crítica eficaces? A veces usted evoca una estrategia
de esperanza o de paciencia, que esperaría un deterioro acele­
rado de los partidos políticos. Habría también una estrategia
de lo peor, que buscaría el empeoramiento de la situación para
salir de la apatía generalizada. Pero también está la estrategia de
la urgencia, que iría por delante de lo imprevisible. !$,Cómo y
quién instrumentará lo que usted llama «concebir otra cosa,
crear otra cosa»?

C.C.: Usted mismo lo dijo, yo solo no puedo dar respuesta a


estas preguntas. Si hay una respuesta, es la gran mayoría del
pueblo quien la dará. Por mi parte, compruebo por un lado \

11 la inmensidad de tareas y su dificultad, la propagación de la

126 127
l'
'
KOINÓNIA
Capítulo VII

Antropología, filosofía, política*

1
Esta serie de conferencias lleva por título: «Para una ciencia
general del hombre». Creo que este título no aspira a una cien­
cia en el sentido contemporáneo y un poco degradado de este
término -cómputo algorítmico y manipulación experimen­
tal- o de ciencia «positiva» en donde todo rasgo de reflexión
habría sido absorbido, sino en su sentido antiguo, el que se
refiere a un saber que concierne al hombre y que incluye todos
los enigmas que esa simple palabra: saber, hace aparecer desde
el momento en que se la interroga. Enigmas que se multiplican
cuando uno recuerda que ese saber del hombre (genitivo obje­
tivo, saber sobre el hombre) es también un saber del hombre
11 " (genitivo subjetivo y posesivo) , entonces, el hombre es a la vez
1': objeto y sttieto de ese saber.
Esto nos lleva rápidamente a una primera detenninación
del hombre, conocida y clásica, ya que éste es, de todos los se­
¡i
res que se conocen, el único que aspira a un saber en general y
a un saber de sí mismo en particular. Se puede incluso llegar a
decir que aquí el particular precede al general. Pues la pregun­
ta: ¿qué hay del saber en general?, no puede ser pensada sin
este supuesto previo: ¿qué hay del saber del hombre? (genitivo
que aquí se presenta como objetivo y subjetivo a la vez) , ya que
es el hombre el que sabe o no sabe, y esta pregunta previa, a su
vez, no es más que una parte de la pregunta: ¿qué sabemos del

\• Conferencia pronunciada en la Universidad de Lausanne, el 1 1 de mayo de 1 989;


r :r publicada en la serie de Actas de los coloquios de grupo de estudios practicas
¡:, sociales y teorías, Universidad de Lausanne, 1 990.
1 '

131
/
El avance de la insignificancia
Corne/ius Castoriadis

hombre?; y lo que sabemos, ¿nos pennite afinnar que el hom­ 0 sociedad-? La solución de esta aparente antinomia será ex­
bre puede saber algo en general, y algo de sí mismo en particu­ puesta, eso espero, en las páginas que siguen. Antes, es necesa­
lar? Se advertirá el redoblamiento de la pregunta sobre sí mis­ rio descartar una respuesta que se presenta rápidamente, par­
ma y lo que podría parecer para algunos un círculo vicioso, o cialmente satisfactoria y que carece de lo más importante.
una situación sin salida. De hecho, el círculo no es vicioso, es el Podríam os decir, en efecto , que tal hombre, tal sociedad, en
círculo de la reflexión que se duplica sobre sí mismo, que se su singulari dad ( no hubo más que u n pueblo hebreo, o una
apoya sobre sí mismo para cuestionarse a sí mismo; es decir la sociedad romana , no dos, y no habrá o tras nunca más en nin­
¡' ·

verdadera reflexión filosófica. gún lugar; lo que son o lo que fueron, no podría ser fabricado
Otro breve comentario sobre el término: ciencia general del con elementos tomados aquí o allá, en los nambikwara, en los
hombre. Los fundadores de esta serie de conferencias, estoy neoyorquinos o en los amerind ios precolo mbinos) , nos ense­
seguro, no buscaban un simple acercamiento de todas las disci­ ñan simplem ente posibilid ades del ser hombre, que sin ellos,
plinas dispersas que involucran al hombre -de la antropolo­ perman ecerían descono cidas o no h abrían sido realizadas. Y,
gía física a la sociología, pasando por la psicología, la lingüísti­ en algún sentido, es así. Si Sócrates existió, eso demuestra que
ca y la historia-; ellos no aspiraron a una enciclopedia de las la posibilid ad de <<ser Sócrates >> pertenec e al ser humano . Y si
ciencias humanas, sino a un saber que apuntara a la generici­ Heydri ch existió, sucede lo mismo. Heydri ch es un posible
dad de lo humano -evito intencionalmente el ténnino de uni­ humano . Si los aztecas practica ban regalarmente sacrificios
versalidad-, a lo propio del gen us homo en cuanto tal. Ahora humanos, ello nos dice algo sobre el ser de las sociedades hu­
bien, aquí encontramos otra particularidad decisiva, conocida manas; y si, por otra parte, algunas sociedades proclaman la
pero no suficientemente explorada: en el ámbito humano no igualda d y la libertad como derecho s humanos existentes, su­
encontramos la misma estntctura de relación que encontramos cede lo mismo. Esta idea es importa nte, no hay que descartarla
o constituimos en otros ámbitos, entre lo singular, el ejemplar sin más ya que, por una parte, socava nuestra tendencia a con­
concretamente dado, y lo universal o abstracto. Tal objeto físi­ finarnos con lo que nos fue dado como tipo medio y habitual
co, o incluso biológico, no es más que un ejemplo, una instan­ del hombre y de la socieda d, y muy especia lmente: a nuestra
cia particular de las determinaciones universales de la clase a la socieda d y a los individ uos que encontramos en ella. Una de las
cual pertenece; sus singularidades son, a la vez, accidentales y paradojas de la época contem poráne a, época de la televisión y
estadísticas. En el ámbito humano, por el contrario, lo acciden­ del turismo mundia l, es que e n esta época la gente puede sor­
tal y lo estadístico existen infinitamente, pero la singularidad prenderse más de « ¿cómo se puede ser persa?» , es decir iraní,
aquí no es ajena a la esencia, ni sobreagregada a ésta. Aquí, la creyend o que se trata de formas de actuar y de ser totalme nte
singularidad es esencial; es cada vez una otra la cara del hom­ aberrantes, mientras que por más crim inales que pudieran ser
bre que emerge, se crea, a través de tal individuo particular o en algunas de sus manife stacion es, es sobre esas formas de ser y
de tal sociedad particular. de actuar sobre las que se hizo la historia human a: socieda des
¿Cómo pensar esta relación original, única del ámbito hu­ dominadas por la religión y por el fanatism o religios o. Dicho
mano, que hace que tal hombre, tal sociedad, por su singulari­ en otros término s, se conside ra que es obvio vivir en una socie­
dad misma y no a pesar de ésta, modifiquen la esencia del hom­ dad en la que se puede cuestio nar todo, mientras que es lo menos
s
bre o de la socieda?; sir. dejar, sin embargo, de pertenecerle obvio del mundo . Entonc es, esta p osibilid ad sacude nuestra
� idea es import ante
-de otra fonna, no podríamos siquiera nombrarlos, hombre evidencias banale s y falsas. Por o tra parte, l
132 133
Cornelius Castoriadis
El avance de la insignificancia

porque ilustra lo que decía acerca de la especificidad a la vez


haber o tros. Esto nunca se hizo, y no se puede hacer. Y si los
ontológica y gnoseológica de la cuestión del hombre. En efec­
hegelianos tuvieran razón, deberían ser capaces de exhibir la
to, queda excluido que un día nazca un caballo que nos obli­
rigurosa sistematiciclad ele la sucesión histórica de los diversos
gue a reconsiderar nuestra idea de la esencia del caballo; mien­
tipos de sociedad y, a la vez, prolongar esta sucesión sistemática
tras que, por ejemplo, la aparición de lo que se ha llamado el
ele manera tal que abarcara cualquier futuro concebible. Sabe­
totalitarismo obligó a los occidentales, en pleno siglo X X y mien­
mos que la primera tarea es llevada a cabo por Hegel en un
tras que se cantaba la victoria de las ideas del progreso, de li­
monstruoso lecho ele Procusto, en el que se cortan períodos
bertad, etc., a reconsiderar muy penosamente lo que creían
enteros ele la historia de la humanidad, otros se tiran y se com­
saber de las sociedades humanas, del curso de la historia y de su
primen, en el que el Islam se ubica «antes» que el cristianismo
propia sociedad.
y éste comienza recién con su germanización -el protestan tis­
Pero esta idea es problemática, y decisivamente insuficiente .
mo, etcetera-. Pero también existe la imposibilidad radical de
¿Podemos decir que, verdaderamente, este abanico de singula­
dar el menor sentido a la segunda tarea, la de deducir el futu­
ridades, de sociedades y de individuos que se suceden y se yux­
. ro, tarea que conduciría a la necesaria y absurda afinnación del
taponen, no hace más que realizar «posibles del ser humano»
«fin ele la historia». Este «fin ele la historia» no es una cuestión
que estarían predeterminados? ¿Nos atreveríamos a decir, se­
de humor ni una opinión personal ele Hegel, sino que es a la
riamente, que Sócrates, ya que hablé de él, o Tristán e Iso/da, o
vez la presuposición y la conclusión de todo su sistema. El tiro
Auschwitz, o La Crítica a /a razón práctica, o el goulag, « reali­
ele gracia a esta idea es dado por una frase del propio Hegel
zan posibilidades del ser humano» en el sentido en el que todo
(en las Lecciones sobre /a filosofía de /a historia) : evidentemen­
triángulo concretamente definido realiza las posibilidades con­
te, dice Hegel, después del fin de la historia, siempre queda
tenidas en la esencia del triángulo? ¿Podemos pensar por un
trab.Yo empírico por hacer. Así, por ejemplo, la historia del
instante que existe un catálogo ilimitado, un repertorio inter­
siglo XX ya no sería más que el objeto de un « trabajo empúi­
minable que tiene en reserva a todos los tipos de individuos y
co>> que cualquier seguidor ele Hegel podría llevar a cabo sin
de sociedades; o bien una ley general, que determine de ante­
ningtín problema de principios.
mano las posibilidades del ser humano, posibilidades que en­
En verdad, el ténnino posibilidad como tal no puede tener
lj tonces estarían desplegadas, aleatoria o sistemáticamente, en
aquí más que un sentido puramente negativo: efectivamente,
la historia? Por más extraiio que pueda parecer, dos tendencias
nada en el universo, en la estructura de las leyes del universo,
importantes en el pensamiento europeo moderno han sosteni­
hace imposible ni prolube la constmcción ele la catedral de
do esto: los estructuralistas y los hegelianos. Es fácil demostrar
Reims o la institución del Gulag. Pero las fonnas ele sociedad,
lo absurdo de esta idea. Si los estructuralistas tuvieran razón, si,
las obras, los tipos de individuos que surgen en la historia no
como dijo Claude Levi-Strauss, en Raza e Historia por ejemplo,
pertenecen a una lista, aunque fuera infinita, de posibles
las diferentes sociedades humanas no son más que las dife­
preestablecidos y positivos. Son creaciones a partir ele las cuales
rentes combinaciones ele un pequeüo mímero de elemen­
nuevos posibles, antes inexistentes por carecer de sentido, apa­
tos inva riables, entonces los estructuralistas deberían ser capa­
recen. La expresión «posible» sólo tiene sentido en el intetior
ces de produci r sobre la marcha, aquí y ahora, todos los ti­
de un sistema ele detenninaciones bien especificadas. ¿La Quima
pos posibles ele sociedad humana, como un geóme tra p ro­
Sinfonía es posible en el momento del Big Bang? O bien la
duce los cinco poliedros regulares y demuestra que no puede
pregunta no tiene sentido; o, si lo tiene, la tínica respuesta es:
134
1 35
/
Corne/ius Castoriadis E l avance d e /a insignificancia

es imposible. La posíbílídad de la Quinta Sinfonía se establece un conj unto de cletennínaciones, un conjunto ele posibles y de
a partir del momento en que los hombres crean la música. imposibles definidos a partir del momento en que la forma es
Se ha repetido en muchas oportunidades, desde hace cua­ planteada. Posición de nuevas detenninaciones y de determi­
renta años, que no hay naturaleza humana o esencia del hom­ naciones otras, no reductibles a lo que ya estaba allí, no deduci­
bre. Esta comprobación negativa es totalmente insuficiente. La bles y no producibles a partir de lo que ya estaba allí. Sócrates
naturaleza, o la esencia del hombre, es precisamente esta «ca­ no es Sócrates porque está incletenninaclo, sino porque él de­
pacidad», esta «posibilidad» en el sentido activo, positivo, no tennina por aquello que dice, por lo que hace, por lo que es,
,.
1 predeterminado, de hacer ser formas diferentes de existencia por lo que se hace ser y por la manera en que se hace morir, un
social e individual, como lo vemos sobradamente al considerar tipo ele individuo que él encarna y que no existía antes. El al­
la alteridad ele las instituciones de la sociedad, de las lenguas o cance ontológico d..: esta comprobación es inmenso: existe, al
de las obras. Esto quiere decir que hay, aunque parezca imposi­ menos, un tipo de ser que crea lo o tro, que es fuente de alteri­
ble, una naturaleza del hombre o una esencia del hombre, de­ .dacl, y que por ese camino se altera a sí mismo.
finida por esta especificidad central -la creación-, a la mane­ Una ciencia general del hombre, una investigación que gire
ra y al modo según los cuales el hombre crea y se autocrea. Y en torno al gen us llamo es entonces precisamente eso: una in­
esta creación -comprobación aparentemente banal, pero de­ vestigación sobre las condiciones y las formas ele la creación
cisiva, de la que no se tenninan de sacar las consecuencias-, lwmana. Btísqueda que, por las razones ya mencionadas, no
no está tenninacla, en ningún sentido de la palabra. puede ser más que un ir y venir entre las creaciones singulares
y lo que podemos pensar del h�1mano como tal. Sin estas crea­
II ciones singulares, sin su comprensión, no sabemos pada del
De ello ya se desprenden consecuencias filosóficas, y más hombre; penetrar otra creación singular, no es agregar u n mi­
especialmente ontológicas, capitales. Explicitaré brevemente dos lésimo caballo a los 999 ya estudiados por los zoólogos, sino
,'. ,:1 de ellas. Creación no significa indeterminación. La creación que es develar otra forma creada por el ser humano. ¿Qué
presupone, indudablemente, una cierta incletenninación en el etnólogo extraterrestre, que visitara la Tierra en el año 5000
ser, en el sentido de que lo-que es, no es nunca de manera tal antes de nuestra era, habría podido predecir, o suponer, que
que excluye el surgimiento ele nuevas formas, de nuevas deter­ esos seres hirsutos un día podrían crear la democracia o la filo­
minaciones. Dicho en otros términos, lo que es no está cerrado sofía? Y si lo hubiera pensado, supuesto, sí simplemente se hu­
desde el punto de vista más esencial: lo que es está abierto, lo biera hecho la pregunta, 'no habría podido ser posible sino por­
que es, es siempre por-ser. que esas fonnas, o formas muy análogas, ya habían sido creadas
Pero creación tampoco significa indeterminación en otro en su misterioso planeta de origen.
sentido: la creación es precisamente la posición de nuevas de­ Creación: capacidad de hacer surgir lo que no está dado, ni
tennínacíones. ¿Que habríamos comprendido de la música, o es derivable, combinatoriamente o ele otra forma, a partir de lo ·

de la Revolución Francesa, sí nos limitáramos a decir: la histo­ dado. En seguida, pensamos que esta capacidad corresponde
' 1 ria es el ámbito ele lo indeterminado? La creación de la música al sentido profundo de los términos imaginación e imaginario
como tal, o de tal obra en particular, o la Revolución Francesa cuando abandonamos sus usos superficiales. La imaginación
son posiciones de nuevas determinaciones; son creaciones de

no es simplemente la capacidad de combinar elementos ya da­
11 . formas. Una fonna, un eidos como hubiera dicho Platón, es decir dos para producir o tra variante de una forma ya dada; l a
136 137
Come/ius Cascoriadis El avance de la insignificancia

imaginación es la capacidad de presentar nuevas formas. Cier­ Los hombres tienen que aprender lo que es alimento y lo que
tamente, esta nueva fonna utiliza elementos que ya están allí; no l o es. Entonces, no es a partir de la «racionalidad•• , de la
pero la forma como tal es nueva. Más radicalmente atín, como «lógica» -las que caracterizan en general a todo Jo viviente, en
ya fue vislumbrado por algunos filósofos (Aristóteles, Kant, tanto lógica operante- como podemos caracterizar al hom­
Fichte ) , aunque siempre se volvió a ocultar, la imaginación es bre. La capacidad de creación nos hace ver precisamente por
aquello que nos pennite crearnos un m undo, o sea qtie nos qué la esencia del hombre no podría ser la lógica ni la raciona­
permite presentarnos algo de lo cual, sin la imaginación, no lidad. Con la lógica y la racionalidad se puede ir hasta el infini­
sabríamos nada ni podríamos decir nada. La imaginación co­ to virtual (después de dos mil millones, todavía hay dos mil
mienza con la sensibilidad; se halla en forma manifiesta en las millones elevados a la potencia dos mil millones) , se pueden
percepciones más elementales de la sensibilidad. Podemos de­ sacar hasta el infinito las consecuencias de los axiomas ya plan­
terminar una correspondencia psico-fisiológica entre algunas teados; pero ni la lógica ni la racionalidad nos pennitirán mm­
longitudes de onda y el color rojo o azul; no podemos en abso­ ca imaginar un nuevo axioma. La matemática, la forma más
luto «explicar» ni físicamente, ni fisiológicamente, la sensación elevada de nuestra lógica, no puede ser continuamente refor­
rojo o azul en su cualidad. Habríamos podido ver rojo el azul, o mulada si no se imagina, si no se inventa, y esto los matemáti­
azul el rojo u otros colores inauditos; para el qua/e y el tale del cos lo saben muy bien, aun cuando no siempre sean capaces de
color, no hay ninguna «explicación». La imaginación incorpo­ elucidarlo. Conocen el papel central que tiene la imaginación,
rada a nuestra sensibilidad hizo ser a esta fonna de ser que no no sólo en la solución de problemas que ya han sido plantea­
existe en la naturaleza (en la naturaleza no hay colores, hay dos, sino también en la posición ele nuevos mundos matemáti­
radiaciones) , el rojo, el azul, el color en general, que «percibi­ cos, posición que no es reductible a simples operaciones lógi­
mos» -ténnino abusivo, ciertamente- y que otros animales, cas, ya que si así fuera, ésta sería algoritmizable y se la podría
porque poseen una imaginación sensorial diferente, «perciben» introducir en una máquina.
de manera distinta. Imaginación, Einbildung en alemán, signi­ A partir de estas comprobaciones, podemos presentar a la
fica la puesta en imágenes, que por supuesto, en ciertos aspec­ imaginación y al imaginario social como carácter esencial del
tos, nos es connín a todos en la medida en que pertenecemos al hombre. El hombre es psyclle, alma, psique profunda, incons­
genus homo y que también es cada vez absolutamente particu­ ciente; y el hombre es sociedad, es en y por la sociedad, su ins­
lar. Lo mismo es válido para lo que yo llamo el i m aginario titución y las significaciones imaginarias sociales que hacen apta
social, imaginario instituyente, sobre el que más adelante a la psique para la vida. También, la sociedad siempre es histo­
volveré. ria: nunca hay, ni siquiera en una sociedad primitiva, repetiti­
Pero si esto es cierto, entonces, contrariamente al viejo lu­ va, un presente estereotipado; más exactame n te, aun en la so­
gar comtín, lo que hace del hombre un !10mbre no es que sea ciedad más arcaica, el presen te está siempre consti tuido por
razonable o racional -cosa que, evidentemente, es una abe­ un pasado que lo habita y por un futuro que lo anticipa. Enton­
rración-. No hay ser más loco que el hombre, ya sea que se lo ces siempre es un presente histórico. Más allá ele la biología,
considere en los lugares más recónditos de su psiquismo, o en que en el hombre persiste y, al mismo tiempo, se halla irreme­
sus actividades diurnas. Las hormigas o los animales salvajes diablemente desajustada, el hombre es un ser psíquico y un ser
tienen una «racionalidad» funcional considerablemente superior histórico-social. Y es en esos dos niveles donde encontramos la
a la del hombre: no tropiezan, ni comen hongos envenenados. capacidad de creación, que denominé imaginación e imaginario.
138 1 39

/
Cornelius Castoriadis El avance de /a insignificancia

Hay imaginación radical de la psique, es decir un surgimiento El conocer y el actuar del hombre, entonces, son indisocia­
perpetuo de un flujo de representaciones, de afectos y de de­ blemente psíquicos e histórico-sociales, dos polos que no pue­
seos indisociables, y si no comprendemos esto no comprende­ den existir uno sin el otro, y que son irreductibles uno al otro .
mos nada del hombre. Pero no es la psique, en el sentido que Todo lo que encontramos de social en un individuo, y la idea
aquí le doy a este término, la que puede crear instituciones; no misma de un individuo, se crea o se fabrica socialmente, en
es el inconscien te el que crea la ley o incluso la idea de la ley, correspondencia con las instituciones de la sociedad. Para ha­
sino que la recibe, y la recibe como ajena, hostil, opresiva. No llar en el individuo algo que no es verdaderamente social, si
¡· es la psique la que puede crear el lenguaje, al contrario debe
1 esto es posible -y no lo es, ya que de todos modos, ello deberá
recibirlo, y con el lengu<9e recibe la totalidad de significacio­ realizarse por medio del lenguaje-, habría que llegar al nú­
nes imaginarias sociales que el lenguaje contiene y que hace cleo último de la psique, donde los deseos más primarios, los
posibles. El lenguaje, las leyes: ¿qué decir de éstos? ¿Podríamos niodos de representar más caóticos, los afectos más bmtos y
imaginar a un legislador primitivo, que no posea aún el len­ más salvajes están trabajando. Y a este núcleo, no podemos más
guaje, pero que sea lo suficientemente «inteligente>> como para que reconstruirlo. Ya sea que se trate de nosotros, lo� «nonna­
inventarlo, y para persuadir a los otros seres humanos, quienes les» , o del sueño que relata un paciente en análisis, o del deli­
todavía no lo tienen, de la utilidad del hablar? Es una idea ridí­ rio que despliega un psicótico, seguimos estando, también, ante
cula. El lenguaje nos muestra el imaginario social en marcha, lo social: no hay sueño como objeto analizable si no es relatado
como imaginario instituyente, planteando a la vez una dimen­ (ya sea por mí mismo o a mí mismo) : todo sueño está poblado
sión propiamen te imaginaria, a la que llamo conjuntista­ de objetos sociales . El sueño pone en escena algo del deseo
identitaria ( todo lenguaje debe poder expresar uno más uno primario de la psique, que debe ser puesto en escena, y puesto
igual a dos) , y una dimensión propiamente imaginaria, ya que
¡ en escena de esta fonna, solamente porque encuentra la oposi­
,. en y por el lenguaje están dadas las significaciones imaginarias ción de la institución social representada, en el caso de todo
:¡l 'jJ sociales que mantienen a una sociedad unida: tabú, tótem, Dios, individuo, por lo que Freud llamaba el superyó y la censura.
1 la polis, la nación, la riqueza, el partido, la ciudadanía, la vir­ No es solamente: <<no harás esto••; «nO te acostarás con tu ma­
tud, o la vida eterna. La vida eterna es, sin duda alguna, aun si dre••, sino que es mucho más. La instancia de censura y de re­
«existe>> , una significación imaginaria social, ya que nunca na­ presión es tan aberrante, y tan lógica, como las grandes religio­
die ha exhibido o demostrado matemáticamente la existencia nes mo�oteístas: no es «no te acostarás con tu madre » , sino
de una vida eterna. He aquí una significación imaginaria social «nO desearás acostarte con tu madre » . El inconsciente, en cuanto
que ha regulado, durante diecisiete siglos, la vida de las socie­ supera su primera fase monádica, dirige su deseo hacia alguien
dades que se consideraban las más civilizadas de Europa y del que se encuentra allí, que en general es la madre y que está
mundo. prohibido, y este conflicto, interiorizado por el individuo, cons­
No podemos pensar este imaginario social que crea el len­ tituye a la vez- la razón de ser del sueño como tal, y la razón de
guaje, que crea las instituciones, que crea la forma misma de la su contenido y de su tipo de elaboración . Ello no impide que a
institución -la cual no liene sentido en la perspectiva de la
través de los estratos sucesivos de la socialización que sufre la
psique singular-, sino como la capacidad creadora del colectivo
psique del ser en cuestión, algo de ella siempre se llega a filtrar
anónimo que se realiza cada vez que sejuntan los humanos, y que
más o menos bien hasta la superficie. Lo psíquico propiamente
cada vez se da en una figura singular, instituida, para existir.
.
. dicho no es redt;tc tible a lo histórico social, y lo histórico-social,
140
14 1
Comclius Cascoriadis El�wance de /a insignificancia

a pesar de las tentativas de Freud y de otros, no es reductible al


La filosofía, en efecto, comienza con la pregunta: ¿qué debo
psiquismo. Se puede interpretar el componente «psicoanalíti­
pensar? Definir a la filosofía por la cuestión del ser es parcial,
CO» de tal o cual institución particular, demostrando que co­
segundo, luego falso. Antes de que haya cuestión del ser, es nece­
rresponde también a esquemas inconscientes y que satisface
sario que el ser humano pueda plantearse la pregunta: ¿qué debo
tendencias o necesidades inconscientes; y esto siempre es co­
pensar? Generalmente, en la historia no hace esto. Piensa lo
rrecto. La institución también debe responder sien1pre a Ja
que le dicen que piense la Biblia, el Co�án, el secretario gene­
btísqueda de sentido que caracteriza a la psique. Pero el hecho
ral, el partido, el bntio de la tribu, los ancestros, etc. Por su­
de la ins�itución en sí mismo es totalmente <Yeno a Ja psique.
puesto, la pregunta: ¿qué debo pensar? se despliega en seguida
Por ello.justamente, la socialización del individuo es un proce­
en una multitud de otras preguntas: ¿qué debo pensar del ser?
so tan largo Y tan penoso; y también quizás es justamente Ja
y también: ¿qué debo pensar de mí mismo? ¿qué debo pensar
causa de que los bebés lloren sin ningtín motivo, aun cuando
del pensamiento mismo?; preguntas por medio de las cuales se
están satisfechos.
realiza la propia reflexividad del pensamiento. Pero· decir: ¿qué
debo pensar? es ipso [acto poner en juego y cuestionar las re­
III
presentaciones instituidas y heredadas de la colectividad, de la
La pregunta: ¿qué sucede con el hombre?, la pregunta de Ja
tribu, y abrir el camino de una interrogación intenninable.
an tropología filosófica, deviene entonces en: ¿qué sucede con
Ahora bien, estas representaciones, como también las institu­
la psique humana, y qué sucede con la sociedad y con la histo­
ciones en general, no sólo forman parte del ser concreto, del
ria? En seguida vemos que estas preguntas son preguntas filo­
ser singular y de la sociedad considerada, sino que lo detem1i­
sóficas previas a todas las anteriores. En especial, tenemos que
nan. Si una sociedad es Jo que es, ese algo ( ti) distinto de Jos
sacar todas las consecuencias del hecho conocido y simple, has­
otros, es porque ella se creó el mundo que se creó. Si la socie­
ta aquí aparentemente aün no analizadas, de que, por ejemplo,
dad hebrea, tal como nos la representamos por medio del An­
la filosofía nace en y por la sociedad y la hist01ia. Basta con
tiguo Testamento, es la sociedad hebrea y no cualquier otra, es
inspeccionar las sociedades y los períodos históricos que cono­
1 ! porque ella creó un mundo, el mundo descripto en el Antiguo
cemos para ver que casi todas las sociedades de casi todas las
Testamento. Al ser una sociedad «mítica>>, se relata a sí misma
épocas no se instituyeron en la interrogación sino en la clausu­
relatándose historias, relata la historia de dios, del mundo y de
ra del sentido y de la significación. Para ellas siempre fue cier­
los hebreos; pero esta historia despliega, simultáneamente, una
to, válido y legítimo lo que ya estaba instituido y recibido, here­
estructura entera del mundo: Dios como creador, el hombre
dado, como instituido. El hombre es un ser que busca el senti­
como amo y poseedor de la naturaleza (el Génesis no esperó a
do, Y que, por ello, lo crea; pero en primer lugar y durante
Descartes) y sometido a la culpa, incluso antes de nacer, la Ley,
mucho tiempo, crea el sentido en la clausura y crea la cl�usura del
etc. Los hebreos no son los hebreos sino en la medida en que
sentido, y siempre intenta, incluso actualmente, volver a él. Es Ja
piensan todo esto; al igual que los franceses, Jos norteamerica­
ruptura de esta clausura lo que es inaugurado con el nacimiento y
nos o los suizos contemporáneos no son Jo que son sino en la
el renacimiento, conjugado, de la filosofía y de la política, en dos
medida en que encarnen las significaciones imaginarias de sus
ocasiones, en Grecia y en Europa occidental. Pues ambas son, a Ja
sociedades respectivas, en la medida en que, en algün sentido,
vez, cuestionamientos radicales de las significaciones imaginadas
ellos casi ••son>> esas significaciones imaginarias caminando, tra­
sociales establecidas y de las instituciones que las encarnan.
bajando, bebiendo, etc.
1 42
143
Cornelius Castoriadis El avance de /a insignificancia

Cuestionar, entonces, estas representaciones, estas significa­ éstas son idealidades. No son fetiches. Una buena definición
ciones y estas instituciones equivale a cuestionar las leyes mis­ de un fetichismo originario podría partir de esta considera­
mas de su propio ser y hacerlo en forma reflexiva y deliberada. ción: un fetiche es un objeto que tiene necesariamente una
Es lo que sucede con la filosofía y con la política. Y tenemos significación, y del cual esta significación no puede ser sepa­
.
una segunda gran conclusión ontológica que viene de la antro­ rada. Esto es válido tanto para ciertas creencias primitivas
pología filosófica: el ser, el ser en general, es tal que hay seres como, en determinados aspectos, para nosotros mismos (dejo
que se alteran a sí mismos y crean, sin saberlo, las determina­ de lado el fetichismo como perversión sexual , que por lo
¡' ciones de su ser particular. Esto es válido para todas las socieda­ demás corresponde perfectamente a esta definición: la sig­
des. Pero también: el ser es tal que hay seres que pueden crear nificación erótica está rígidamente unida a tal objeto, a un
la reflexión y la deliberación por medio de las cuales alteran en tipo tal de objeto, al objeto-fe tiche) .
fonna reflexiva y deliberada las leyes y las determinaciones de Estas significaciones poseen cada vez más en la sociedad
su ser. Es�o no existe, en ninguna o tra región del ser. Pero po­ una validez de h echo, positiva. Son legítimas e incuestiona­
demos especificar aún más. bles en toda sociedad de la que se trate . La cuestión de su
Toda sociedad existe creando significaciones imaginarias legitimidad no se plantea, y el término mismo de legitimi­
sociales -o sea, lo imperceptible inmanen te-, tales como el dad es anacrónico aplicado a la m ayoría de las sociedades
Dios hebraico, cristiano o islámico, o la mercancía. No vemos tradicionales.
nunca una mercancía: vemos un automóvil, un kilo de bana­ Pero, a partir del momento en que surgen la i nterroga­
,
nas, un metro de tela. Es la significación imaginaria social' mer­ ción y la actividad filosófica y política, se crea otra dimen­
cancía la que hace funcionar a estos objetos como funcionan sión: la que se define por la idea, la e.:¿dgencia e incluso la
en una sociedad mercantil. Imperceptible inmanente, ya que efec tividad de una validez que ya no sea sólo una validez de
evidentemente para un filósofo dios es inmanente a la socie­ hecho, positiva, sino una validez de derech o: derecho no en
dad que cre e en dios, aunque ésta no lo conciba como el sentido jurídico, sino en el senti d o filosófico. Validez de
transcendente; está presente más que ninguna entidad mate­ iure, y no simple1nente de [acto. No aceptamos una repre­
rial, al mismo tiempo que es imperceptible, al menos en tiem­ sentación, o una idea, simplemente porque la recibimos, y
pos corrientes. Lo que de él es «perceptible» son consecuen­ no tenemos que aceptarla. Exigimos que se pueda dar cuenta y
cias muy lejanas: Ún Templo en Jerusalén o en otro lugar, sa­ razón de ella, logon didonai (el nacimiento conjunto de esta idea
cerdotes, candelabros, etc. con el control político público en el agora y el ecclesia es paten­
Este imperceptible inmanente, c reado por la sociedad, no te) . Y lo mismo es válido para nuestras instituciones.
existe en otras regiones del ser; y con este imperceptible inma­ Entonces, en y por lo histórico-social es en y por donde emer­
nente aparece la idealidad. Idealidad significa que la significa­ ge y se crea esta exigencia de la validez de derecho. Una vez más
ción no está unida rígidamente a un soporte, y que supera to­ tenemos creación ontológica, creación de una fonna inaudita:
dos sus soportes particulares -sin poder prescindir nunca, cier­ así, tenemos la demostración matemática, la cuasi-demostración
t.amente, de contar con algún soporte en p articular. Todos po­ física, el razonamiento filosófico, o la institución política misma a
demos hablar utilizando diferentes medios o expresiones, que partir del momento en que ésta se plantea como debiendo ser
' '1 remiten a signos o a símbolos, de Dios, de la vida eterna, de la validada siempre de manera reflexiva y deliberada pqr la colec­
¡· ¡,,¡ polis, del partido, de la mercancía, del capital y del interés: tividad que ella instituye.
144 1 45
Comelius Castoriadis El avance de la insignificancia

Pero, a partir de ese momento, surge también una cuestión Entonces, ¿se trata de <<nuestro espíritu» o del "espíritu» en la
que sostiene toda la historia de la filosofía, y que también ha perspectiva transcendental? Esta oscilación ha sido resuelta, pero
sido tratada mal y maltratada por la filosofía misma. Si la vali­ en forma trágica, en la filosofía práctica de Kant, para la cual,
dez de derecho, si la afirmación de que una idea es verdadera, finalmente, nunca puedo ser verdaderamente moral, ya que
y si ésta es verdadera tanto hoy como ayer, hace dos millones necesariamente siempre me mueven detenninaciones "empí­
de años o dentro de cuatro millones de ai'ios, si esÚt validez ricas» , es decir, efectivas. En este punto la filosofía quedó estan­
surge en y por lo histórico-social y con la sinergia, la colabora­ cada desde Platón, precisamente porque no llega a afrontar
ción de lo psíquico, ¿cómo es que, aquello que se presenta con esta cuestión, la tínica verdadera a este respecto: ¿cómo puede
esta pretensión de la validez de derecho, puede escapar al con­ devenir la validez en efectividad y la efectividad en validez? No
dicionamiento psíquico e histórico-social por medio del cual es posible responder a ello aquí; sólo indico algunas observa­
aparece cada vez, en la clausura del mundo en el que fue crea­ ciones que permitan elucidar la cuestión.
do? Dicho de otro modo, y ésta es la cuestión que nos importa Si queremos hablar de la verdad, distinguiéndola de la sim­
en primer lugar (es por ello por lo que la filosofía también ple corrección (aletheia opuesta a ortlwtes, Wahrl1eit opuesta
siempre debe ser an tropológica) , ¿cómo puede ser efectivo lo a Rich tigkeit) , decimos: 2+2 = 4 es correcto; pero, si decimos
válido, y lo efectivo ser válido? que la filosofía de Aristóteles o de Kant es verdadera o tiene
Para destacar la importancia de esta manera de plantear la que ver con la verdad, entonces tenemos que retomar y modifi­
cuestión, recordemos por ejemplo que, en una filosofía tan gran­ car la significación de este término. Tenemos que llamar ver­
de, tan importante, y que ha marcado tanto el desarrollo de la dad no a una propiedad de los enunciados, o a un resultado
historia de la filosofía, como la filosofía kantiana, la efectividad cualquiera, sino al movimiento mismo que rompe la clausura
y la validez, separadas por un abismo, no son pensablesjuntas. establecida cada vez y que busca, en el esfuerzo de coherencia y
;, 1 .
Kant se pregunta: ¿cómo podemos tener, de iure, conocimien­ de! Jogon didonai, encontrarse con lo que es. Si damos este senti­
tos necesarios y verdaderos, y llegar a la construcción o suposi­ do a la verdad, tenemos que decir que es lo histórico-social, la
ción de un sujeto transcendental (también se lo podría llamar anu·opología en su verdadero sentido, el verdadero lugar de la
sttieto ideal) , que posee, en efecto, por construcción, ciertos verdad. Pues no sólo es en y por lo histórico-social en y donde se
conocimientos a priori verdaderos, no triviales y necesarios? crean el lenguaje, la significación, la idealidad, la exigencia de la
¿Pero qué nos aporta a nosotros el hecho de que un st-úeto o validez de derecho, sino que también t1nicamente en y por lo his­
una consciencia trascendentales pudieran tener ese saber ase­ tóiico-social podemos responder a esta exigencia en la medida de
gurado del que habla Kant? No soy un sujeto transcendental, lo posible, y sobre todo: sólo en y por lo histórico-social esta mptu­
soy un s e r h u m a n o e fe c tivo . D e c i rm e q u e e l s uj e to ra de la clausura y el movimiento que la manifiesta pueden ser.
transcendental se construye así, y por ello puede llegar ajuicios Sin esta idea de la verdad, estaríamos simplemente desarticulados
sintéticos a priori, no me interesa. Me interesaría sólo en la enu·e los <<puntos de vista», que son <<Verdaderos» en el interior de
medida ep que yo también soy un st-úeto transcendental. Y aquí y para cada <<sttieto» de clausura, o sea entre un relativismo abso­

l'
tenemos la oscilación perpetua de Kant: por un lado, habla de luto, y la idea de un sistema definitivo acabado, que sería la clausu­
lo que el s uj e to es en la ó p ti c a tran s c e n de n tal ra de todas las clausuras.
y, por otro lado, se refiere a <<nuestra experiencia» , "nuestro También en y por lo histórico-social, en función de la segun­
espíri tu » ( Gem ü t) , " nosotros hom bres>> ( wir Mensch en ) . da creación de la que hablaba antes, aparecen la subjetividad
· '
146 147
Cornelius Castoriadis El avance de la insignificancia

reflexiva y el sujeto político, en tanto se oponen a aquello que IV


proviene de la humanidad «anterior», esto es: a los individuos Un individuo de tales características es, en sí mismo, una
conformes, socialmente fabricados, tan respetables, dignos de creación histórico social. Es a la vez el resultado y la condición
estima y de amor como sea posible. del cuestionamiento de las instituciones establecidas. Lo que
También, en y por lo histórico-social se crean un espacio y nos conduce, para tenninar, a la cuestión de la política.
un tiempo políticos de reflexión, una ágora sincrónica y dia­ Entiendo por política la actividad colectiva, reflexiva y lúci­
crónica, que impide a cada subjetividad encerrarse en su pro­ da que surge a p artir del momento en que se plantea la cues­
pia clausura. Por último, en la medida en que lo histórico-so­ tión de la validez de derecho de las instituciones. ¿Nuestras le­
cial es creación continua y creación densa, los resultados de la yes son justas? ¿Nuestra Constitución es justa? ¿Es buena? ¿Pero
reflexión filosófica adquiridos cada vez pueden ser y son nue­ buena en relación a qué? Justa en relación a qué? Precisamen­
vamente cuestionados. Sin una creación semejante, la filosofía, te, por medio de estas interrogaciones interminables, se consti­
una vez creada, correría el riesgo de estereotiparse, o de transfor­ tuye el objeto de la verdadera política, la que presupone, pues,
marse en un simple ordenamiento lógico del mundo social el cuestionamiento de las instituciones existentes, aunque fue­
dado, dado de una vez por todas, como fue el caso, en efecto, se para reconfinnalas en todo o en parte. Volvemos al mismo
de la filosofía en India, China, Bizancio o en el "Islam; o, en fin, punto al decir que en la política concebida en estos términos,
correría el riesgo de quedar como una suspensión aporética, el hombre cuestiona, y eventualmente altera, su modo de ser y
inmóvil de las certezas instituidas en provecho de una mística, su ser como hombre social. Lo histórico-social es, entonces, el
como en la mayoría de las corrientes budistas. lugar en el que surge la cuestión. acerca de la validez de dere­
Pero, seguramente, la reflexión también encuentra en la cho de las instituciones, y por ende de los comportamien tos.
imaginación radical de la psique singular su condición positiva. Este último punto es muy importante, pues demuestra que la
Esta imaginación es la que permite la creación de lo nuevo, es cuestión ética se crea en y por la historia, que no necesariamen­
decir, el surgimiento de formas, de figuras, de esquemas origi­ te está dada con la historia, contrariamente a lo que se afirma,
nales del pensamiento y de lo pensable. Y también es porque y que forma parte, en el sentido profundo, de la cuestión polí­
hay imaginación radical, no solamente reproducción o recom­ tica. En una sociedad tradicional, en una sociedad heteróno­
binación de lo ya dado, imaginación no estereotipada, no ftia­ ma, los comportamientos mismos están instituidos. Uno hace
da, no limitada a las fonnas ya dadas y conocidas, por lo que el las cosas como se hacen, uno se casa con aquel o aquella con el
ser humano es capaz de recibir, de acoger, de aceptar la crea­ que debe casarse; en determinadas circunstancias, hay que ha­
ción originatde otro, sin lo cual ésta sería delirio o pasatiempo cer tal cosa. Hay más de seiscientos mandamientos que el jo­
individual. Esto es válido para la filosofía, así como para el arte ven j udío debe saber de memoria en el momento del Bar
o para las ciencias. Mitzvah. Comportamientos instituidos, respuestas dadas; la pre­
En los dos casos, el de la imaginación que crea lo original y gur:.ta: ¿qué debo hacer? no se plantea. Tampoco se plantea si
el de la imaginación que es capaz de recogerlo, un nuevo tipo uno es cristiano, y la idea de una ética cristiana es un absurdo .
de individuo está implicado: la subjetividad reflexiva y delibe­ La ética cristiana no se hace ninguna pregunta, la respuesta a
rante, crítica y lúcidamente abierta a lo nuevo, que no rechaza toda pregunta concebible está en el Evangelio, Cristo dice cla­
las obras de la imaginación -propia o de los otros- sino que es ramente lo que hay que hacer: hay que abandonar al padre, a
capaz de recibirlas críticamente, de aceptarlas o de rechazarlas. la madre, a la esposa y seguirlo. Si hay u..n problema en la ética
148
149
Comelius Castoriadis •
El avance de /a insignificancia

cristiana es que los cristianos nunca fueron capaces de hacer lo


cuales nuestra tradición proviene, la democracia griega, y en
que el Evangelio dice que tienen que hacer; dicho en o tros
otra forma mucho más vasta, pero también en algunos aspec­
ténninos, que el cristianismo nunca fue el cristianism o, salvo
tos, más problemática, el movimiento democrático y revolucio­
quizá durante un corto período inicial, que rápidame nte se
nario moderno. Nuevas significaciones imaginarias emergen
transfonnó en una Iglesia instituida, con la duplicida d institui­
ahí, a través de las instituciones, que las encarnan y las animan.
da que corre a la par, y que entonces empezó a plantears e la
Por ejemplo, las primeras poleis democráticas, en las que los
cuestión de la conciliació n de las prescripcio nes del Evangelio
ciudadanos se consideraban como lwmoioi, semejantes, igua­
y de una vida efectiva sin relación con éstas. De ahí, el indeleble
les incluso antes del ténnino isoi realizan una mptura comple­
aspecto de hipocresía en todas las prescripcio nes de la «ética» ta con el mundo de los poemas homéricos, donde el problema
cristiana histórica. no era que Ulises fuera el lwmoios de Tersites. Los ciudadanos
La pregunta ¿qué debo hacer? pertenece, en sí misma, al son iguales, existe la isonomia para todos. Por supuesto, están
coi'tiunto de las interrogaciones que surgen a partir del mo­ las nnueres y los esclavos: no es un modelo. Pero allí encon tra­
mento en que el código de comportamientos se quiebra. mos los gérmenes. En los tiempos modernos, estas significacio­
Pero incluso si tomamos el tema desde un punto de vista nes son retomadas y llevadas mucho más lejos. Se habla de igual­
simplemente ético, ante alguien que sólo quiere hacerse la p re­ dad, de libertad, de fraternidad para todos. Ese «para todos» es
gunta: ¿qué debo hacer? en un sentido muy estrecho, ¿cómo una significación social que surge en Occidente y que, política­
olvidar durante un segundo que las condiciones y las normas mente, no es la de Jos griegos (dejo de lado a los estoicos, polí­
tíltimas del hacer están füadas cada vez por la institución? En­ ticamente impertinentes) . ¿A partir de cuándo? Se dice que la
tonces, la pregunta: ¿qué debo hacer? se vuelve casi insignifi­ igualdad ya está en el Evangelio. Pero la igualdad del Evange­
cante, si dej a afuera el qué debo hacer en cuanto a las condicio­ lio, como la de Pablo, sólo está allá arriba, no está aquí abajo.
nes y a las nonnas del hacer, luego en cuanto a las institucio­ En las iglesias cristianas, había asientos confortables para los
nes. En estos tíltimos tiempos se habla mucho del o tro. Hay señores, sillas para los burgueses buenos de la parroquia y ban­
toda una filosofía que pretende edificarsc en la « mirada del cos o nada para los simples fieles, quienes, por otra parte, son
otro•• , mirada que le crearía una exigencia al observado. ¿Pero nuestros hermanos.
de qué otro? Estos filósofos piensan en los «otros» con los que Éstos, que no son griegos, ni judíos, ni libres, ni esclavos, ni
ellos se ven, o bien en los otros en general. Pero el gran proble­ hombres, ni 1mueres, sino hijos de Dios, perfectamente iguales
para escuchar ese mismo discurso, están sentados de manera
ma está planteado por esos «Otros» reales -cinco mil millones
diferente, o bien algunos están sentados y otros están de pie. La
y medio- que uno no ve pero que sabe fehacientemente que
igualdad moderna no es la igualdad del cristianismo, es la crea­
existen y que llevan, en su mayoría, una existencia heteróno­
ción de un nuevo movimiento histórico que puso en primer
ma. ¿Qué debo hacer? es una pregunta esencialmente política.
lugar la exigencia ele una igualdad no en el cielo, sino aqt� í Y
Política es la actividad hícida y reflexiva que se interroga acer­
ahora. Que en este movimiento, las ideas cristianas hayan s1clo
ca de las instituciones de la sociedad y, llegado el caso, aspira a
reinterpretadas y tratadas nuevamente no es algo que sorpren­
transfonnarlas. Ello implica que no toma los mismos pedazos
da: recordemos que durante la Revolución Francesa, se llegó a
de madera para colnbinarlos de otra forma, sino que crea for­
considerar a jesucristo como el primer sans-culotte.
mas institucionales nuevas, lo que también quiere decir: nue­
Ahora vivimos en un mundo en el cual las significaciones
vas significaciones. Prueba de ello, son las dos creaciones de las
'¡' ,;'1; , .. 150
imaginarias -libertad, igualdad- atín están presentes, lo que

151
Corne/ius Castoriadis El avance de /a insignificancia

revela al mismo tiempo una enom1e contradicción. Si conside­ Pero se habla de igualdad y se habla también de <<derechos
ramos las significaciones de la libertad y de la igualdad en su humanos•• . ¿Los derechos de qué humanos? Hay alrededor de
rigor y profundidad, vemos, primero, que ellas se implican una cinco mil millones y medio de seres humanos en la Tierra. Esta
a la otra, lejos de excluirse como lo repite el discurso mistifica­ oligarquía liberal, más una cierta comodidad material, existe
dar que circula desde hace más de un siglo. Pero también, que sólo en los países de la OCDE, más uno o dos países -o sea
están lejos de ser realizadas, incluso en las sociedades llamadas alrededor de setecientos millones de personas-. Un octavo de
<<democráticas» . De hecho, estas sociedades tienen regímenes la población humana se beneficia con estos derechos humanos
de oligarquía liberal. La <<filosofía política» respetable de hoy y con una cierta comodidad material. La gran astucia del
se tapa los ojos ante la realidad, al mismo tiempo que, además, reaganismo y del tatcherismo fue comprimir la miseria al 15 o
es incapaz de producir una verdadera di�cusión filosófica de 20% de la población, sub-privilegiados que ya no pueden decir
los fundamentos de ese sistema oligárquico; no he visto, en nin­ nada o podrían, a lo sumo, rebelarse de manera ineficaz; los
guna parte, una discusión digna de ese nombre, <<la metafísica otros, they never had it so good, como se dice en inglés, y en
de la representación•• , por ejemplo, o de la de los partidos que este momento tal vez estén comprando su segundo televisor de
son el verdadero lugar del poder en las sociedades modernas. color. En cuanto a los siete octavos restantes de la población
Atrevámonos a hablar de la realidad y comprobemos que ha­ mundial, son víc timas de la miseria ( no evidente para todo el
blar de igualdad política entre un barrendero de las calles de mundo, aquí también hay ricos y privilegiados) , y viven, gene­
Francia y el Sr. Francis Bouygues es simplemente una broma. ralmente, bajo la tiranía. ¿Entonces, qué sucediÓ con los dere­
En Francia -y la situación es la misma en todos los países de chos humanos, los derechos de igualdad y los derechos de fra­
oligarquía liberal-, el <<pueblo soberano•• está form:ado por ternidad? ¿Tendríamos que decir, como Burke decía a los revo­
alrededor de 37 millones de electores. ¿Cómo ejerce su sobera­ lucionarios franceses, que no hay derechos humanos, sino de­
nía? Se lo llama cada cinco o siete años, a designar entre 3. 700 rechos de los ingleses, de los franceses, de los norteamerica­
personas como máximo, a los que los <<representarán» durante nos, de los suizos, etc.?
los cinco años siguientes; o al presidente que los gobernará. La ¿Es posible salir de esta situación? Un cambio es posible si, y
proporción es de 1 sobre 1 0.000. Multipliquemos esa cifra por sólo si, se produce un nuevo despertar, si una nueva fase de
1 0, para tener en cuenta a todos los capitalistas, managers y creatividad política densa de la humanidad comienza, lo que
tecnócratas del Estado, miembros de los aparatos de los parti­ implica, a su vez, la salida de la apatía y de la privatización que
dos, directivos de los medios masivos de comunicación, etc.; caracterizan a las sociedades industrializadas contemporáneas.
llegamos, siendo generosos, a 37.000 personas sobre 37 millo­ De otro modo, el cambio histórico ciertamente no cesará, cual­
nes. La oligarquía dominante está formada por un milésimo de quier idea de <<fin de la historia» es ampliamente absurda, pero
la población, porcentaje que haría palidecer de celos a la oli­ el riesgo es que este cambio, en lugar de producir individuos
garquía romana. más libres en sociedades más libres, haga aparecer un n uevo
Estos regímenes de oligarquía liberal representan el com­ tipo de humano, al que podemos llamar provisoriamente el
promiso alcanzado por nuestras sociedades entre el capitalis­ zappingán tropo o el refltján tropo, tipo de ser enlazado, y suje­
mo propiamente dicho y las luchas emancipadoras que intenta­ tado a la ilusión de su individualidad y de su libertad mediante
ron transformarlo o liberalizado; compromiso que garantiza, mecanismos que se hicieron independientes de todo control
o no niega, no sólo libertades, sino determinadas posibilidades social, administrados por aparatos anónimos cuya dominación,
para ciertos miembros de las categorías dominadas.
de aquí en más, está en marcha.
152
1 53
Comelius Castoriadis

L � que el pensamiento político puede hacer es plantear, en Capítulo VIII


térmmos claros, este dilema que hoy nos confronta. Evidente­
mente no puede resolverlo por sí solo. Sólo puede ser resuelto
por la colectividad humana, saliendo de su letargo y desplegan­
do su actividad creadora. La crisis del proceso id en tificatorio*

Los procesos propiamente psicoanalíticos y psicosociológi­


cos de la cuestión de la identificación ya han sido, si no agota­
dos, -¿cómo podrían serlo?- ampliamente abordados por los
intervinientes que me han precedido . Por lo tanto, me situaré
desde otro punto de vista, desde el punto de vista histórico­
social, lo que no significa sociológico en el sentido habitual.
Contrariamente, a André Nicolai' -si es que entendí bien,
pienso que hay una crisis «hecha y derecha» de la sociedad con­
temporánea y que esta crisis produce la crisis del proceso iden­
tificatorio y, al mismo tiempo, es reproducida y agravada por
éste . Me voy a situar, entonces, desde un punto de vista global
planteando el proceso identificatorio en su especificidad sin­
gular para cada sociedad históricamente instituida, y la identifi­
cación misma, son momentos de la totalidad social, y que, ni
positivamente, ni negativamente, tienen sentido separados de
esta totalidad. Para justificar este enunciado, un poco fuerte,
f\
tomaré algunos ejemplos de los materiales ya tratados aquí.
Es totalmente ci�rto que podemos elucidar, más aún expli­
car, la crisis de la indentificación en la sociedad contemporá­
nea en referencia al debilitamiento o a la dislocación de lo que
Jacqueline Palmade llama el apuntalamiento del proceso iden­
tificatorio en sus diversas entidades socialmente instituidas,
como el hábitat, la familia, el lugar de trabajo, etc. Pero no
t.
•¡ podemos detenernos ahí, como se puede ver, en virtud de una
r
.1

• Intervención en un coloquio organizado en mayo de 1 989 por I'Association de


recherche el d'intervention psychosociologique (ARIP), «Malaise dans l'idenlification .. ,
cuyas actas fueron publicadas con el mismo título en el número 55 de Connexions
(1 990/1 )
.

1 54 155

l '< ¡
Cornelius Castori.�dis El avance de la insignificancia

consideración muy simpÍe. Tomemos el caso del hábitat. Co­


necesarias de una crisis, ya que vemos esta misma crisis, y masi­
nocemos pueblos, grandes pueblos o pequeñas' tribus, que siem­
vamente, en individuos que provienen y que viven en medios
pre vivieron como nómades. El hábitat tiene un sentido total­
en los que no hay crisis del hábitat ni tampoco, propiamente
mente diferente p ara ellos. Ciertamente, la carpa que se
hablando, crisis de la familia. Si tomamos a las clases medias de
desplaza en las estepas de Asia central es un lugar de referencia
la sociedad contemporánea, no podemos hablar de <<crisis del
para el individuo o la familia; pero en una sociedad semej ante,
hábitat>> como tal. Ciertamente existen o tros fenómenos: la lo­
inmediatamente notamos que el caso está instituido en forma
1
, ¡

1
calidad ya no tiene la misma significación que podía tener en
totalmente diferente, y la posibilidad de darle sentido al lugar
otros tiempos, etc. Y sin embargo, allí observamos individuos visi­
en el que uno se halla depende de otros factores que no son su
blemente desorientados durante la edad adulta, lo que remite se­
«estabilidad». Lo mismo es válido para los gitanos, o para per­
guramente a problemas mucho más profundos durante el esta­
sonas que, en las sociedades que hemos conocido, son por ejem­
blecimiento de su identificación e incluso de su identidad; sin
plo vendedores ambulantes, desde hace al menos tres mil años,
que podamos recurrir a una problemática relativa a estos apun­
los marinos, etc .
talamientos.
Lo mismo vale para el apuntalamiento familiar. Ciertamen­
En suma, hablamos como lo hacemos porque, en nuestra
te no soy yo, freudiando ferviente y psicoanalista, quien subes­
cultura, el proceso identificatorio, la creación de un <<SÍ mis­
timaría la importancia del medio y del lazo familiar, su papel
mo>> individual-social pasaba por lugares que ya no existen, o
capital, decisivo para la hominización del monstruito recién na­
que están en crisis; peto también porque, contrariamente a lo
cido. U na vez más, no hay que olvidar que no tenemos que
que sucedía en el caso de los mongoles, de los espartanos, de
ftiarnos en un tipo de familia semi-real, semi-idealizada, que
los mercaderes fenicios, de los gitanos, de los viajantes, e tc., no
pudiera haber existido en determinados estratos de la sociedad
existe ninguna totalidad de significaciones imaginarias sociales
occidental durante, digamos, estos últimos siglos, y concluir de
o no emerge ninguna que pueda hacerse cargo de esta crisis de
ello en la necesidad de una crisis de identificación por el hecho
los apuntalamientos particulares.
de que este tipo, hoy, está incuestionablemente en crisis. Sin
Así, nos vemos conducidos, de otra manera, a la idea que ya
hacer un excursus histórico, podemos recordar que los espar­
,,
1 tenemos; en todo caso, que yo tengo. Si la crisis alcanza un
1 tanos, que no eran muy simpáticos, eran individuos totalmente
elemento tan central de la hominización social como lo es el
«nonnales», funcionaban p erfectamente, obtuvieron victorias
proceso identificatorio, esto quiere decir a las claras, que dicha
durante siglos, etc. Pero el <<entorno familiar» en Esparta es
crisis es global. Desde hace mucho tiempo se habla de <<Crisis
algo totalmente diferente de lo que nosotros consideramos
de valores» , esto debe ser así desde hace al menos cincuenta
como «normal» . La educación de los hijos, aparte del período
años, a tal punto que se corre el riesgo de recordar la historia
de amamantamiento, se lleva a cabo en forma directamente
de Pedro y el lobo . Se ha hablado tanto de ello, durante tanto
social y, como dirían los intelectuales semi-analfabetos moder­
tiempo, que cuando esta crisis finalmente está aquí, reacciona­
nos, « totalitaria>> . En todo caso, es una educación directa­
mos como si estuviéramos ante una simple broma. Pero pienso
mente social.
finnemente que"el lobo realmente está ahí; coincido con jean
En tercer lugar, todos estos fenómenos, por ejemplo la fra­
Maisonneuve cuando dice que el término «valor>> es un térmi­
gilización de la familia, la fragilización del hábitat como apun­
no vago, es lo menos que podemos decir. Es por ello que hablo
talami_ento, etc., no aparecen como condiciones suficientes ni
de crisis de las significaciones imaginarias sociales (de aquí en
156
157
Comelius Castoriadis E l avance d e la insignificancia

más: las significaciones a secas ) , es decir de la crisis de las signi­ puede verse en el rostro de los verdaderos fieles en Belén una
ficaciones que mantienen a esta sociedad, como a toda socie­ noche del 24 de diciembre? Ese afecto está instituido histórico­
dad, unida, dejando a la vista cómo esta crisis se traduce en el socialmente, y podemos señalar con el dedo a su creador: Pa­
nivel del proceso identificatorio. blo. Ya no está tan presente con la descristianización de las
Toda sociedad crea su propio mundo, creando precisamen­ sociedades modernas, pero, aunque parezca imposible, hay afec­
te las significaciones que le son específicas, ese magma de signi­ tos característicos de la sociedad capitalista. Sin entrar en una
ficaciones como por ejemplo, el Dios hebraico y todo lo que descripción que correría el riesgo de ser literaria, señalo que
implica y trae aparejado, todas las significaciones que se pue­ Marx los describió muy bien, cuando hablaba ele esta inquie­
den agrupar bajo el ténnino de polis griega, o las significacio­ tud perpetua, este cambio constante, esta sed de lo nuevo por
nes que implican el surgimiento de la sociedad capi talista o, lo nuevo y de lo más por lo más; es decir, un conjunto de afec­
más exactamente, del componente capitalista de la sociedad tos instituidos socialmente.
moderna. El papel de estas significaciones imaginarias sociales, La instauración de estas tres dimensiones -representacio­
su «función» -usando este término sin ninguna connotación nes, finalidades, afectos- se da, cada vez, conjuntamente con
funcionalista- es triple. Son ellas las que estructuran las repre­ su concretización llevada a cabo por todo tipo ele instituciones
sentaciones del mundo en general, sin las cuales no puede ha­ particulares, mediadoras -y por supuesto, por el primer gru­
ber ser humano. Estas estructuras son específicas cada vez: nues­ po que rodea al individuo, la familia-; luego por toda una
tro mundo no es el mundo griego antiguo, y los árboles que ve­ serie de vecindarios topológicamente incluidos unos en los otros
mos más allá de esas ventanas no protegen, cada uno, a una ninfa; o intersectados, como las o tras familias, el clan o la tribu, la
simplemente es madera, ésa es la construcción del mundo moder­ colectividad local, la colectividad de trabajo, la nación, etc. Me­
no. En segundo lugar, las significaciones imaginarias sociales de­ diante todas estas fonnas, se instituye cada vez un tipo de indi­
signan las finalidades de la acción, imponen lo que hay que hacer viduo particular, es decir un tipo antropológico específico: el
y lo que no hay que hacer, lo que es bueno hacer y lo que no lo es: florentino del siglo XV no es el parisino del siglo XX, no en
hay que adorar a Dios, o bien hay que acumular las fuerzas pro­ función de diferencias triviales, sino en función de todo lo que
ductivas, en tanto que ninguna ley natural o biológica, ni siquiera es, piensa, quiere, ama o detesta. Y al mismo tiempo, se estable­
física, dice que hay que adorar a Dios o acumular las fuerzas pro­ ce un enjambre de roles sociales de los que cada tino es a la vez,
ductivas. Y en tercer ténnino, aspecto sin duela más difícil de deli­ paradójicamente, autosuficiente y complementario de los otros:
mitar, establecen los tipos de afectos característicos de una socie­ esclavo/libre, hombre/mujer, etc.
dad. En este sentido, podemos ver claramente que hay un afecto Pero entre las significaciones instituidas por cada sociedad,
creado por el cristianismo, que es la fe. Sabemos o creemos saber la más importante es, sin duda, la que concierne a ella misma.
qué es la fe, ese sentimiento más o menos indesctiptible, relación Todas las sociedades que hemos conocido tuvieron una repre­
con un ser infinitamente superior al que se ama, que los ama, que sentación de sí como algo (lo que, entre paréntesis, demuestra
puede castigarlos, todo esto sumergido en una humedad psíquica claramente que se trata de significaciones imaginarias) : somos

dJ extraña, etc. Esta fe sería absolutamente incomprensible para A­ el pueblo elegido; somos los griegos en oposición a los bárba­
ristóteles, por ejemplo: ¿qué puede querer decir la idea de que ros; somos los hijos de los Padres fundadores; o los stíbditos del
uno pueda amar o ser amado por los dioses de esa manera, estar rey de Inglaterra. Indisociablemente ligado a esta representa­
p o s e ído por esos afe c tos cuya expresión irre c u sable ción existe un preten derse como sociedad y como esta

158 159
Cornelius Cascoriadis El avance de /a insignificancia

sociedad y un amarse como sociedad y como esta sociedad; es que también, en principio, son antinómicas entre sí. Se trata,
decir, una investidura tanto ele la colectividad concreta como por una parte, ele la significación de la expansión ilimitada de
de las leyes por medio de las cuales esta colectividad es lo que un supuesto dominio pretendidamente <<racional>• sobre todo,
es. Aquí hay, a nivel social, en la represen tación (o en el discur­ naturaleza tanto como seres humanos, que corresponde a la
so que la sociedad sostiene ele sí misma) un correspondiente dimensión capitalista de las sociedades modernas. Por otra
externo, social, ele una identificación final ele cada individuo parte, se trata de la significación de autonomía individual y so­
que también siempre es una identificación a un «nosotros» , cial, de la libertad, de la btísqueda de fonnas ele libertad colec­
«nosotros, los otros» , a una colectividad en derecho imperece­ tiva, que corresponden al proyecto democrático, emancipador,
dero; lo que, religión o no religión, sigue teniendo una fun­ revolucionario. ¿Por qué llamarlas antinómicas? Porque la pri­
ción fundamental, ya que es una defensa, y tal vez la principal mera conduce a las fábricas Ford en Detroit alrededor ele 1920,
defensa del individuo social, contra la Muerte, lo inaceptable es decir a las microsociedades cerradamente micrototalitarias,
de su mortalidad. Pero la colectividad no es, idealmente, eter­ reguladas en todo -incluida la vida p rivada fuera de la fábri­
na sino en la medida en que el sentido, las significaciones que ca- por la dirección, y ésta es una de las tendencias inmanen­
ella instituye, son investidos como eternos por los miembros de tes a la sociedad capitalista; y porque la segunda, la significa­
la sociedad. Y creo que nuestro problema de la crisis de los ción de la autonomía, conduce a la idea de una democracia
procesos identificatorios hoy puede y debe ser abordado tam­ participativa, la que, por lo demás, no podría encerrarse en la
bién desde esta perspectiva: ¿Dónde es el sentido vivido como esfera estrechamente <<política» y detenerse ante las puertas de
e terno por los hombres y por las mujeres contemporáneos? las empresas. Esta antinomia entre las dos significaciones no
Mi respuesta, ya la habrán adivinado, es que ese sentido, so­ impidió su contaminación recíproca y mtíltiple. Pero pienso ­
cialmente, no está en ninguna parte. Sentido que concierne a y creo haberlo demostrado en otras oportunidades, en el plano
la autorepresentación de la sociedad; sentido participable por los económico- que si el capitalismo pudo funcionar y desarro­
individuos; sentido que les permite acuñar por su propia cuen­ llarse, no es a pesar, sino gracias al conflicto que existía en la
ta un sentido del mundo, un sentido ele la vida y, finalmente, sociedad, y conc"retamente gracias al hecho ele que los obreros
un sentido ele su muerte. Es inútil recordar el papel más que no se dejaban manejar; y, en general, al hecho de que como
central que la religión, en la acepción más amplia del término, resultado ele la evolución histórica, ele las revoluciones, etc., la
tuvo a este respecto en todas las sociedades occidentales mo­ sociedad debía instituirse también como una sociedad que re­
dernas. Las oligarquías liberales ricas, satisfechas o insatisfechas conociera un mínimo de libertades, ele derechos humanos, de
-volveremos sobre este punto- se insti tuyeron precisamente legalidad, etc . Hablé de contaminación recíproca, pero tam­
rompiendo con el universo religioso, aunque a veces hayan con­ bién hay que destacar las funcionalidades recíprocas: recorde­
servado (Inglaterra) una religión «oficial » . Alejaron a las reli­ mos a Max Weber en cuanto a la importancia de un Estado
giones. Esto no fue realizado como un fin en sí, sino porque las legalista para el funcionamiento del capitalismo (previsibilidad
sociedades modernas se formaron tal como son y se instituye­ de lo que puede suceder jurídicamente, luego posibilidad de
ron por medio del surgimiento y, hasta un cierto punto, la ins­ un cálculo racional, etc . ) .
titución efectiva en la sociedad, de dos significaciones centra­ A cada una d e estas dos significaciones, podemos decir es­
les, ambas heterogéneas, por no decir radicalmente opuestas a quematizando muy a grosso modo, corresponde un tipo antro­
la religión cristiana que dominaba esta área histórico-social, y

1 60
pológico ele i ndividuo difere n te . A l a signif�cación de la

161
1
1
Cornelius Castoriadis
El avance de la insignificancia

expansión ilimitada del «dominio racional » , podemos hacer


Una parte esencial de esta significación era también la mito­
corresponder muchos tipos humanos, pero para ftiar las ideas,
logía del «progreso » , que daba un sentido tanto a la historia
pensemos en el empresario schumpeteriano. Este empresario,
como a las aspiraciones referentes al futuro, otorgando tam­
evidentemente, no puede existir solo; si cayese con un paracaí­
bién un sentido a la sociedad tal como existía; mitología que se
das en el medio de los Tuareg, ya no sería un empresario schum­
suponía como el mejor soporte de ese «progreso». Sabemos
peteriano. Para serlo, le hace falta una multitud de cosas, por
que esa mitología cae en ruina. ¿Pues cuál es hoy la traducción
ejemplo obreros y, a la vez, consumidores. Entonces, hay, nece­
sariamente, un tipo antropológico «complementario» de este subjetiva, para los individuos, de esta significación y esta realidad

empresario, para que esta significación pueda funcionar, y en que es la «expansión» aparentemente «ilimitada>> del «dominio»?
este caso, en la lógica abstracta de la cosa, es el obrero discipli­ Para unos pocos, es por supuesto una cierta «potencia» , real
nado y, en última instancia, totalmente cosificado. o ilusoria, y su crecimiento . Pero para la aplastante mayoría de
A la otra significación, la autonomía, le corresponde el indi­ la gente, no es ni puede ser más que el crecimiento continuo
viduo crítico, reflexivo, democrático. Ahora bien, e l legado que del consumo, i ncluido las supuestas distracciones, que se
nos dej a el siglo XX después de las terribles aventuras que he­ transformaron en un fin en sí mismo. ¿En qué deviene enton­
mos vivido los que aquí somos mayores -aventuras que, por lo ces el modelo identificatorio general, que la institución pre­
demás, no pareciera que se vayan a tenninar- es que la signi­ senta a la sociedad, propone e impone a los individuos como
ficación de la autonomía (que no debemos confundir con el individuos sociales? Es el del individuo que gana lo más posi­
pseudo-individualismo) aparece como si atravesara una fase de ble y disfruta lo más posible; es tan simple y banal como eso.
eclipse o de ocultamiento prolongado, al mismo tiempo que el Esto se dice cada vez más abiertamente, lo que no impide que
conflicto social y político prácticamente se desvanece . Siempre sea cierto. «Ganar» , entonces; pero ganar, a pesar de la retóri­
hablo de las sociedades occidentales ricas, en las que hay que ca neo-liberal, se halla casi totalmente separado de toda fun­
buscar con lupa un verdadero conflicto político, ya sea en Fran­ ción social e incluso de toda legitimación interna al sistema.
cia o en Estados Unidos; también hay que buscar con lupa un Uno no gana por lo que vale, uno vale por lo· que gana. (Ver
verdadero conflicto social, ya que todos los conflictos que ob­ Tapie, Trump , Prince , Madonna, etc . ) Nadie puede cuestio­
servamos son esencialmente conflictos corporativistas, sectoria­ nar el talento de Madonna; es enorme, puesto que gana tan­
les. Como ya lo he escrito, vivimos la sociedad de los lobbies y tos miles de dólares por aparecer dos horas . A esto corres­
de los hobbies. ponde -queda por hacer el análisis- la transformación ,
Esta evolución, en curso desde hace mucho tiempo, se hizo cada vez más avanzada del sistema -en s u dimensión eco­
manifiesta a partir del período que comienza alrededor de 1 980, nómica-, en casino financiero. Las sumas que se especulan
es decir el período «Tatcher-Reagan>> y el descubrimiento de diariamente, sólo en el mercado de cambio, ni siquiera en
las virtudes del «mercado» , de la empresa y de la ganancia por la bolsa de «valores» , corresponden al producto interno bru­
el Partido socialista francés. La única significación realmente to de Francia, y las que se especulan, semanalmente, al pro­
presente y dominante es la significación capitalista, la expan­ ducto interno bruto de los Estados Unidos. El éxito en este
sión indefinida del «dominio», la que al mismo tiempo se halla
j uego, incluso desde el punto de vista estrictamente capita­
-y ahí está el punto clave- vaciada de todo el contenido que
lista, no tiene ninguna función o legitimidad, las empresas
podría otorgarle su vitalidad en el pasado y que permitía a los
mismas entran en el j uego por medio de las combinaciones
procesos de ide n tificación realizarse medianamente bien.
que ya conocemos ( OPA, LBO, etc. ) . La conexión más débil
162
1 63
C'<lnH:Iíus C;viloriadis

que podía existir o parecía existir entre el trabaj o o la actividad del casino, de l a aparie ncia, e tc . , se fil tra e n las familias y
d(·ct u a d a y el ingreso o la r< ' l l l l i i HTación , cst:í rota. { ln tnat<'­ alcanza al individuo ya en las p rimeras et apas de su socializa­
m:ítico genial, p roli.:sor e11 la Ütc ultad gana d e ntre 1 5.000 y ciótl. La madre y el padre no son solamente el <<p rimer grupo>> ;
20.000 fi·ancos por mes, e n el m<:jor de los casos; pero sus cstu­ l a m ad re y e l padre son claramen te l a sociedad en persona y la
d i a l l l < ' s , ya a l f i 1 1 a l d d 1 t t : t r l < l : 1 1 1 < 1 , s i l k l ' i d l ' l l a h: u t d < � l l : t r l : t s h i s t o ria c 1 1 pct soua in d i n ad o s c l l la cuna del n:ci<:u nacido;

matctn:ít icas y dedicarse a la i n l'o nn:ít ica para una gra 1 1 empn:­ siquiera porque !Jah/an, y eso no es «grupal>> , es socia/. La k n­
sa, comc11zar;ín su carrera a los 21 aflos ganando '10.000 <Í 50.000 gua no es -como se afirma estlÍpidamen te- un instrumento
francos. En este eje mplo vemos la ruina ele la lógica interna del de comunicación, ante todo es un instrumento ele socialización.
sistema: necesitajóvcnes que comiencen con estos índices; pero En y por medio de la lengua se expresan, se dicen , se realizan,
c 1 1 la misma m edida IH:cesita de aquellos que los f'o rmell, a se transfieren las significaciones de la sociedad. Padre y madre
quienes no paga; el sistema necesita, para vivir, de esa locura transmiten lo que viven, transmiten lo que son, proveen al niüo
li11da del que quiere ser mat em:it ico, o ser el Sabio Cosinus. ( El de polos identificatorios simplemente siendo lo que son. Pode­
tatcherismo, que ac tualmente est:í dest ruyendo la invest igación mos dejar de lado a los « marginales>> y tomar, como se dice, a
t: l l las universidades brit:ínicas, no es m:ís que la consecuencia los buen os pad res y madres de las «clases medias>> . ¿Qué les
lógica extrema de esta ruina de la lógica del sistema. ) transmiten a sus hijos? Les transmi ten: tengan lo m<ís que pue­
¿Cómo puede cont inuar el sistema en estas condiciones? Con­ dan, disfru ten lo más posible, el resto es secundario o inexis­
ti mía porque sigue gozando de modelos ele identi ficación pm­ ten te . He aquí una observación empírica a este respecto. Cuan­
ducidos en o t ros tiempos: el matem:ítico que acabo de m encio­ do yo e ra chico, y también cuando educaba a mi p rimer hijo, se
nar, el juez «Ín tegro>> , el burócrata legalista, el obrero concien­ festej aban los cumplear1os dando regalos, y los amiguitos ve­
zudo, el padre responsable de sus h �jos, el maes t ro que, sin nin­ nían cada uno trayendo un regalo para e l niüo de la fiesta. Hoy
guna razón, sigue interes;ít.ldose e 1 1 su p rofesión. Pero no hay en día esto es inconcebible. El niüo que festeja su cumpleaüos
nada en el sistem.a que justifique los <<valo res>> que estos perso­ -es decir sus padres- repart ini regalos, menores sin duda,
n�es encarnan, q ue invisten y que se supone que persiguen en pero regalos al fin, a los otros niüos, porque es intolerable que
su act ividad. ¿Por qué el juez debería ser íntegro? ¿ Po r qw: el esos seres acepten esta incret1)le fmstración que consiste en no
maest ro debería sudar la got a gorda con los niüos, en lugar de tener regalos sino en el mome n to ele su cump leaüos; cada vez
dejar pasar el tiempo de su clase, salvo el d ía que t iene que que se reparte u n regalo en alguna parte, ellos también tienen
venir el inspector? ¿Por qw' el obrero tiene que agot arse aj us­ que tener uno, aunque se � menor. Esto implica, en cuan t o a la
tando la cent<'si ma qui ncuag6;i tna t uerca, si p t tt:de hacer t ram­ relación del niüo con la frustración, con la posibilidad de pos­
pas con el cont rol de calillad? No hay nada, e n las signi licacio­ tergación del placer, y su consecuencia: la a n l l/ación misn1a, el
ncs capi talistas, desde el comii� nzo, y sobre t odo tal como est;ín dcvcnir-insignilica nte del regalo y del placer, no necesita ser
e n la act ualidad, que pu eda dar una respuesta a esta p regun t a. destacado.
.
Lo que plantea, una vei.'m;ís, finalmente, la cuestión de la posi­ El niiio e n t ra en un m undo· fiít.il, en seguida es sumergido
bilidad de autoreproducción de un sistema sem(;j a n te; pero ése en una cant idad i n c rc!1)1e de j uguetes y de objetos (no hablo ni
no es nuestro tema. de las <ireas m :ngin:tles, ni de los hijos de los millonarios, hablo
¿Cu;íl es el lazo que esta evolución mantiene con los procesos del 70% de la población) , y ahí aden tro se aburre como u n
m;ís sul�jet ivos? Es que todo ese mu ndo del consun1o cont inuo, hongo, a m c J J o s q u e l o s abandone iodo el tiempo para i r a
1 64 1 65
Cornclius Castoriadis E l avance d e la insignificancia

mirar televisión, cambiando una trivialidad por otra. El mundo futura, dotada ella misma de sentido, no «por ella misma» sino
contemporáneo todo, ya está, in n uce, en esta situación. ¿Qué por la sociedad que constantemente la re-vive y la re-crea de
es todo eso si abandonamos la simple descripción? Es una vez esta manera. Éstos son Jos pilares de una identificación última,
más, por supuesto, una fuga desesperada ante la muerte y la de un « Nosotros» fuertemente investido, y este «Nosotros» es
mortalidad, de la que sabemos por otra parte que están exiladas el que se disloca hoy, con la posición, por cada individuo, de la
de la vida contemporánea. Se ignora la muerte, no hay duelo, sociedad como simple «apremio» que le es impuesto -ilusión
ni público ni ritual. Esto también es lo que pretende disfrazar monstruosa pero tan vivida que se transfonna en un hecho ma­
esa acumulación de objetos, esa distracción universal, las que terial, tangible, en el índice de un proceso de des-socialización-, y a
por lo demás, como sabemos en el caso de la neurosis, y aquí la cual dirige, simultánea y contradictoriamente, demandas inin­
también, no hacen más que representar a la muerte misma, ternunpidas de asistencia; también la ilusión de la historia como,
destilada en gotas, transformada en simple moneda de la vida en el mejor de los casos, pais,Ye turístico que se puede visitar
corriente. Muerte de la distracción, muerte para mirar una pan­ durante las vacaciones.
talla en la que suceden cosas que uno no vive y que nunca po­
dría vivir. Debate, preguntas, respuestas
El carácter de la época, tanto del nivel de vida cotidiano
como el de la cultura, no es el «individualismo» sino su opues­
-Acerca de la <<renovación» actual de la religión, el integrismo
to, el conformismo generalizado y el collage. Confonnismo que religioso con temporáneo, etc.
es posible sólo con la condición de que no haya mícleo de iden­
tidad importante y sólido. A su vez, este confonnismo, como -Hay que ir más allá de la idea de Durkheim sobre la religión
proceso social bien anclado, opera de manera tal que un mí­ como único polo posible de una identificación colectiva. Por
deo de identificación semejante ya no pueda constituirse. Como eso es que hablo de imaginario social y de significaciones ima­
decía uno de los arquitectos más destacados de la arquitectura ginarias, lo que abarca tanto las sociedades estrictamente reli­
contemporánea en New York, en ocasión de un coloquio en giosas como los casos límites. Así, por ejemplo, tenemos el rol
1 986: «Gracias al postmodernismo, nosotros, Jos arquitectos fi­ de la religión en la ciudad democrática griega, que no es cierta­
nalmente nos deshicimos de la tiranía del estilo•• . En otras pala­ mente el de la religión en los regímenes de despotismo orien­
bras, se deshicieron de la tiranía de tener que ser ellos mismos. tal; la religión, en la ciudad, al estar en todas partes se mantie­
Ahora pueden hacer cualquier cosa, poner una torre gótica al ne a distancia de la política. A uno nunca se le hubiera ocurri­
lado de una columna jónica, todo en una pagoda tailandesa; ya do preguntarle a un sacerdote qué ley habría que adoptar. Lo
no están tiranizados por el estilo, son verdaderas individualida­ mismo es válido p ara la sociedad moderna, que pone distancia
des individualistas: la individualidad consiste, de aquí en más, a la religión, y no por ello se hunde; y está en crisis pero no
en robar a diestra y siniestra diversos elementos para ••produ­ porque alejó a la religión sino porque no es capaz de generar
cir» algo. Lo mismo es válido, más concretamente, para el indi­ otra forma de mantenerse unida. En cuanto al «retorno de lo
viduo de todos los días: vive haciendo collages, su individuali­ religioso», no creo en eso, al menos en nuestras sociedades. La
dad es un patchwork de collages. reacción integrista del Islam, la persistencia de lo religioso en
No puede no haber crisis del proceso identificatorio, ya que India, etc. son fenómenos de otro orden: se trata de sociedades
no hay una auto-representación de la sociedad como morada que nunca salieron de la heteronomía religiosa . Pienso que, en
de sentido y de valor, y como inserta en una historia pasada y nuestras sociedades, el retorno de la religión no puede tener
166
167

!j
( .'o nwlil l.'i ( .'astorh�elis El ;n•;uJcc de la insi;.:n i/ic;IJJCiiJ

l l l éÍS
que t l l l caréicte r marginal, y que estéí artificialmente inila­ -Los que han l levado nds lejos e l p royecto de una expansión
do por los intelectuales, por los periodistas y por los políticos ilimit ada de un pseudo-dominio pseudo-racional, son los co­
que t ienen muy pocas ideas, pocos temas a tratar, y que recu­ munistas y e l totalitarismo en general . No se puede entender
rren a vi<:jos [mtasmas para poder decir algo. nada del totalitarismo si no se ve en él la forma delirante, ext re­
ma, de ese p royecto de dominio total que cie rtamente fracasó
-Acerca ele la posibilidad del surgimien to de rwcvas formas
en los hechos, pero del cual nada garantizaba que tenía que
de instilllciones.
fracasar. Es tal vez lo que también pensaba Onvell, ya que al
-Los movimien t os de los a flos '()0, t anto en E l t l u p a c o m o c u f i n a l de 1 DH'I o bse rv a m o s el mayor triunfo posible del sistema

los Estados U n i d o s , fu e ro n , e n e l p l a n o d e l a r e a l i d a d , l a totalit ario, no por la violencia, sino por el hecho ele que Wins­
tí l t i m a m a n i fe s tación colectiva importante de la tentativa de ton Smith llora porque ama al Gran Hermano; lo ha inte riori­
instaurar algo nuevo . Estos movimientos fracasaron en c uanto zado totalmente. Resulta que Ilitler fue vencido , resulta que el
a su aspiración central ; pero al mismo tiempo clc:jaron resulta­ comunismo se hunde solo, pero ¿quién dir<í que era fatal? Es
dos impo rt antes, t an to sobre la situación de los jóve nes como incuestionable, como he dicho, que hubo m tílt iples con tami­
de los negros y d e las nnúeres, resu l tados que no podemos naciones, y es cierto que el movimiento obrero en general, y
menospreciar, ni subestimar, ni rechazar. Desde ese e n tonces, m uy part icularmente el marxismo, y Marx mismo, desde el co­
observamos una evolución cuya cual traducción perfecta en­ mienzo, respiraron esta at móskra: el aumento de las lilet·zas
con tramos en la si tuación ideológica espan tosa de hoy. Se paga productivas como criterio universal, la producción como el lu­
a «profesores ele economía» en todas las u niversidades para que gar central de toda la vida social , la idea de u n p rogreso inddi­
cuenten b urradas que fue ron refu tadas mil y una veces; no por nido, e tc. todo eso constituye la contaminación del proyecto de
M a n:: y pm· los matxistas, sino por los m ismos economistas n eo­ autonomía realizada poi· el p royecto capi talista. El proyecto de
chísicos durante Jos aüos 30, por SraHa, por Keynes, por Joan autonomía, en su esencia, es tot al mente i ncompatible con la
Robinson, por Chamberlin, por Schakle, e tc. Y hay periodistas idea de dominio; el p royecto de autonomía es literalmente tam­
que esuiben bcst-sdlen; acumulando las chatas ütlsedadcs en biól un p royecto de autolimitación y lo vemos actualmente de
dd(:nsa de un « l l le J T ad o » , q u e e n re a l i d a d n o < · x i s t c . El « l l H ' I'­ Lt t u a n e ra n l <Ís conc:rc t a : s i n o det enemos la carrera por el «do­
c a d o >> q u e exis t e no t i ene nada en c o n u í n c o 1 1 el q u e se d e s c ri­ m i n i o » , p ro n t o ya n o existiremos. En cuanto a la empresa, que
be en los manuales; es esencialmente oligopólico y est;i l"u c rle­ debería ser ol�jeto de cliscusi(Jll específica, imposible ele llevar a
mente regulado por el Estado, incluso en Inglaterra y en los cabo ahora, no vemos cómo pod ría haber, en la empresa, un
Es t ad o s U n i dos. No s e p u ed e t e n e r l l l l p res u p uest o por d o n d e t i po de poder, de estrunura, de je rarquía y de organización
transita el 50% del p roduc to bruto inte rno sin que ese p resu­ cuya validez rcchazéiramos para el cot�j tmto de la sociedad.
puesto tenga una in Íluencia i mportante en el mercado. Esta
aberración ideológica es en sí ínisma un signo import an t e de la -!\cerca de ];¡ Ill l lcrtc, y Sil relación co11 la C l l cstión (:/ica.
crisis. No ha y d i s c u rso subversivo o revolucionario n uevo , pero
tampoco hay 1111 disc urso conservador. El discurso conservador, -Para !oda sociedad , este abismo infranqueable que cons t i t u­
es la sonrisa de Ronald Reagan y sus torpezas. ye la cmlsc i c n c i ; t de n uestra mortalidad siempre ha sido m<ís o
m enos cu b i e r t a , de una forma 11 oira, sin haberlo sido nunca
del t odo. Est o e s l o p rop i o de larcligión: es una fo rmación de
-Acerca de la relación en tre el proyecto capitalista, el proyec­

< ' 1 1 , . ¡ se n
to de ;1 1 1/0IJOIIJ{a y la idea de <.'Ill]JH.'Sa.
c o n t p ro t n iso, tid o �u n p l i o d c l tt:n n i no , de la que d c ri-
168
1 69
Cornclius Castoriadis El avance de la insignificancia

van todas las otras formaciones de compromiso. La religión tenemos pendiente de nuestras deudas con respecto a las gene­
siempre dijo: ustedes van a morir, pero esta muerte no es una raciones pasadas, ya que ninguno de nosotros es lo que es sino
verdadera muerte. Esto puede adoptar multitud de fonnas: el en función de esos cientos de miles de años de trabajo y ele
retorno del ancestro en el niño, el culto de los ancestros, la esfuerzo humano. Tal surgimiento es posible, pero exige que
inmortalidad del alma, etc. Así, y el ejemplo más impactante de la evolución histórica tome otro giro y que la sociedad deje de
ello es el monoteísmo, en especial el cristianismo y el Islam, la donnirse sobre un inmenso amontonamiento de objetos de con­
muerte llega a tomar un valor positivo. La Misa cristiana de los sumo de todo tipo.
muertos es fantásticamente sorprendente a este respecto: a la
vez lamento y glorificación. Lamentablemente, somos morta­ -Acerca del proceso de iden tificación desde el punto de vista
les, no somos más que polvo; pero, gracias a Dios, somos in­ psicoanalítico.
mortales y vamos a entrar en su seno. En otros casos, el encu­
brimiento tiene otro carácter; el budismo por ejemplo. No -No quise tratar la vertiente psicoanalítica, como dije al co­
hablemos ele los griegos, para quienes, los tínicos que yo sepa, mienzo, pensando que ya había sido suficientemen te aborda­

la vida después de la muerte era peor que la vida en la tierra, do, y tampoco quise tocar más de cerca la correlación exacta
entre el punto de vista psicoanalítico y el punto de vista históri­
como queda claro en La Odisea: las connotaciones eventual­
co-social. Pero aquello de lo que he hablado no involucra sola­
mente positivas ele la inmortalidad del alma no aparecen sino
mente <<identificaciones tardías••. Algo de la forma de ser ele los
con la decadencia, el siglo IV y Platón. Las sociedades moder­
primeros adultos que el niilo conoce, que además no son cual­
nas, que destruyen el edificio de las significaciones religiosas,
quiera, se filtra en la estructuración psíquica e incluso psico­
se presentan, en su período más reciente, como incapaces de
corporal del niño. Sin ninguna duda, tendríamos que retomar
reemplazarlas.
la cuestión del proceso de las identificaciones, a las que se lla­
Hablo ele una ética que tenga una efectividad social, no ele
ma primarias en psicoanálisis, no hablando simplemente de una
filósofos que pueden construir una ética por su cuenta. Y cuan­
«madre en general» tal como era y tal como será en Polinesia,
do volvemos, observando en ese aspecto a la cuestión de la
en Francia o en Florencia. Siempre es «la madre » , tiene senos,
muerte en una sociedad dada, nos damos cuenta ele que son las
produce leche y cuidados, es a la vez un objeto bueno, y un
descripciones ele los teólogos las que realmente se aplican, es
objeto malo, etc. Pero, desde el comienzo, la madre no es y no
Pascal al que hay que convocar: el individuo moderno vive en puede ser simplemente esta madre genérica, es también la
una carrera perdida por olvidar al mismo tiempo que va a mo­ madre ele esta sociedad, lo que trae aparejado una infinidad de
rir y que todo lo que hace no tiene, estrictamente hablando, el cosas. Ciertamente, esto merecería una inmensa discusión: ele
menor sentido. Así, corre, hace jogging, compra en los super­ hecho , es la famosa discusión sobre la «atemporalidad » , o la
mercados, hace zapping, etc., se distrae. No hablamos, una vez trans-historiciclad del inconsciente, y sobre su significación
más, ele los marginales, sino del individuo medio típico. ¿Es precisa.
ésta la tínica solución posible después ele la disolución de la
-Acerca de los valores «tradicionales» y el surgimiento posible
religión? No lo creo, creo que hay otros fines que la sociedad
ele «n uevos valores».
puede hacer surgir reconociendo nuestra propia mortalidad,
otra forma ele ver el mundo y la mortalidad humana, la obliga­ -No concibo una nueva creación histórica que pueda oponer­
ción con respecto a las generaciones futuras que es lo que se ele manera eficaz y ltícida a este bazar deforme en el que
1 70 1 71
Comelius Cascoriadis

vivimos, si ésta no instaura una nueva y fecunda relación con la Capítulo IX


tradición. Ser revolucionario no significa declarar de entrada,
como lo hacía Sieyes, que todo el pasado es un «absurdo góti­
co» . En primer lugar, lo gótico no era absurdo, y sobre todo
hay que instaurar otra relación con la tradición. Esto no signifi­
Freud, la sociedad, la historia*
ca restauración de los valores tradicionales co'Í�10 tales o por­
que son tradicionales, sino una actitud crítica que puede reco­
nocer valores que se han ido perdiendoóÑ o veo, por ejemplo,
.;.
cómo se puede evitar re-validar la idea de responsabilidad, o,
.

1 . La teoría psicoanalítica se halla lo suficientemente inserta


me atrevería a decir, el valor de una lectura muy atenta de un en el medio intelectual de nuestra época como para que poda­
texto, que están desapareciendo. mos dispensarnos de ofrecer un resumen de ella, que, de todos
modos, sería irrisoriamente inadecuado. Nos limitaremos pues
-Acerca ele las posibilidades de acción ele un sujeto h oy.
a esbozar aquí los grandes lineamientos de una discusión sobre
los aportes ciertos o posibles de la elucidación psicoanalítica a
-En la situación presente, un sujeto que pueda entrar en el
un pensamiento de lo político o de la política (sobre esta dis­
tipo de debate que estamos te �iendo, posee el enonne privile­
tinción, véase Castoriadis, 1 988) , al mismo tiempo que los défi­
gio de poder inspeccionar una multitud extraordinaria de po­
cits que se le podrían imputar o aporías que ella hace surgir. La
sibles que ya están aquí, y que, en la medida de sus fuerzas,
discusión estará centrada en la obra de Freud. Se seüalarán al­
podrá elegir, decidir, ser así en lugar que de otra manera; cosa
gunas indicaciones breves en la bibliografía sobre las direccio­
mucho más difícil, pero no imposible p ara el ciudadano sim­
_ nes tomadas para la discusión post-freudiana de inspiración
plemente me tido en el pastiche de la sociedad de consumo.
psicoanalítica de estos temas.
El interés del psicoanálisis desde el punto de vista del pensa­
miento político reside, evidentemente, en su aporte posible a
una antropología filosófica y política. Esta evidencia debe ser
destacada en una época en la que, aparentemente, y de manera
contraria a lo que sucedía con la gran filosofía política del pasa­
do, se le concede muy poco interés a los presupuestos antropo­
lógicos de la política, así como, en general, de toda sociología y
de toda historia, que no se reduzcan a lo descriptivo.
A este respecto es importante distinguir en la obra de Freud
dos categorías de escritos. Los escritos propiamente psicoanalí­
ticos, relacionados con la psique como tal, contienen una in­
mensidad de aportes a los que se puede calificar de definitivos:
el descubrimiento del inconsciente dinámico y de la represión,

• Texto redactado para el Diccionario de filosofía política en curso de publicación por


la editorial P.U.F.
1 72
1 73
Comelius Castoriadis
El avance de /a insignificancia

la interpretación de los sueños, la teoría de las pulsiones y de


sentido de eso deseable, de las posibilidades y de los límites de
las neurosis, la concepción del narcisismo o la de la agresivi­
una transformación semejante.
dad, por no mencionar más que los principales. El trabajo de
elucidación de la psique humana, por cierto indefinidamen te
2. La cuestión de los <<orígenes» de la sociedad, es decir, de
abierto, sin ninguna duda podrá retomar estas nociones, modi­
hecho, de la hominización de la especie humana, contiene en
ficarlas o ir más lejos, pero a nuestro entender, estará obli gado
verdad dos interrogaciones distintas: saber en qué consiste la
a partir de ellas. No sucede lo mismo tratándose de la segunda
diferencia animalidad/humanidad, y <<Cómo•• esta diferencia
categoría de escritos de Freud, los que tratan sobre la sociedad:
se prodttio. Es importante destacar que Freud toma como da­
T6tem y Tabú ( 1 9 1 3a) , «El interés por el psicoanálisis» ( 1 9 1 3b) ,
tos las diferencias evidentes -lenguaje, técnica . . .- sin ignorar
<<Consideraciones actuales sobre la guerra y la muerte» ( 1 9 1 5 b) ,
que su surgimiento plantea inconvenientes, y se ocupa esen­
Psicología de las masas y análisis del Yo ( 1 92 1 ) , El PoiYenir de
cialmente del nacimiento de las instituciones en el sentido es­
una ilusi6n ( 1927) , El Malestar en la cultura ( 1 930) , <<¿Por qué
tJ·icto, resumiéndolas en dos: la prohibición del incesto y la pro­
la guerra?» ( 1 933 b) , Moisés y la religi6n monoteísta ( 1 939) , así
hibición del asesinato <<intra-clánico». La existencia de estas pro­
como también el capítulo XXXV de las Nuevas conferencias de
hibiciones en los humanos, su ausencia en las especies anima­
introducci6n al psicoanálisis ( 1 933a) , además de varios textos
les más cercanas al hombre, es para él la cuestión central, y' la
de menor importancia y alusiones a las cuestiones sociales y
respuesta está, en primer lugar, en buscar el <<acontecimiento»
políticas diseminados en varios textos de sus otras obras . La
que los ha provocado . Este <<acontecimiento» está reconstitui­
situación aquí es menos clara, lo que no es sorprendente, ya
do en lo que Freud mismo llama <<el mito científico», expuesto
que pa1·a Freud mismo, se trataba de incursiones en ámbitos
por primera vez en T6tem y Tabzí, texto del que debemos re­
relativamente alejados de su campo de preocupación princi­
cordar los grandes lineamientos. Apoyándose en hipótesis for­
pal . Es difícil hablar, con respecto a estos textos, de aportes
muladas primero por Danvin ( 1 87 1 ) , luego por Robertson
definitivos: eso no impide que éstos sean extremadamente ri­
Smith ( 1 894) y por Atkinson ( 1 903) , Freud retoma la idea de
cos en ideas y en incitaciones a pensar.
una horda primitiva en la que los homínidos vivirían bajo la
La siguiente exposición estará organizada en torno a cuatro
dominación de un macho poderoso que poseería a todas las
temas principales, que conciernen al posible aporte del psicoa­
hembras y expulsaría (o castraría, o mataría) a los muchachos
nálisis a las cuestiones:
una vez llegados a la madurez. Los hermanos excluidos <<Un
-de los <<Orígenes» de la sociedad, o sea, de hecho, del pro­
día» ( << tal vez en función también de una invención técnica» )
ceso de hominización de la especie;
llegarían a fonnar una coalición fuertemente teii.ida de homo­
-de la estructura y del contenido de las instituciones socia­
sexualidad y matarían al padre. Una vez llevado a cabo el asesi­
les y políticas, y, en especial, del poder y de la dominación, de
nato procederían a la ingestión canibalística del cuerpo del pa­
la desigualdad instituida de los sexos, del trabajo y del saber y,
dre asesinado, incorporación imaginaria de su potencia, luego
por último, de la religión;
de un sermón por medio del cual los hermanos renunciarían a
-de la historicidad de las instituciones, en su estructura y
la posesión de las hembras del clan, así como al asesinato intra­
en su contenido;
clánico ( tal vez después de largos períodos de lucha entre los
-por tíltimo, de la política como tal, a saber, del contenido
hennanos) . Pero los hennanos odiaban al padre despótico y tam­
de una transformación deseable de las insti tuciones, del
bién le habían temido, lo habían venerado y amado. Entonces
1 74
1 75
Cumditts Cworiadis El avance ele la iusiguificaucia
"

erigieron en su lugar a un animal (o menos frec u e n t em e n te u n prohibición y del horror al incesto. La afirmación de que, sin
objeto) c o m o tótem de su c l a n , cuyo asesinato y consumo esta­ semej a n te prohibición, no habría habido sociedad h umana, es
ban prohibidos, salvo en las fiestas periódicas e n las c u ales el correcta pero tautológica e implíc i tamente teleológica.
animal era matado y ritualmente consumido, e n conmemora­ Las principales objec iones al << m i to científico» de Tótem y
ción del asesinato fundador. Éste sería el origen ele la prohibi­ Ta biÍ -al que Freud es fiel hasta el final- vienen del hecho
ción del incesto y del asesinato i n tra-cl<ínico o i n tra-tribal, y de que, como todos los m i tos acerca del origen, presupone i m p l í­
las primeras i nstituciones «religiosas» ( to temismo, tabtí ) , ga­ c i tamente aquello de lo cual quiere explicar el nacimiento: aquí
rantes de allí en más de un orden social ya humano. Las huellas los hechos ele la alteridad imborrable e n tre el psiquismo h uma­
mnémicas t a n to de la si tuación originaria como del asesinato no y el psiqu ismo animal y de la institución. La coalición de los
del padre , t ra nsm i t idas a lo largo d e las generaciones ( Fre u d h c r11 1 a n os con fines no biológicos ya es una suene ele institu­
i ns i s t < " e n d cadl'ter lilogc J H: t il'o, es d e c i r s i m p lc 1 n c n t c gc: J H' t i­ ci<Íl l y, c 1 1 t od o caso, pn:supone esta o t ra insti tu c ión que es el
co, de esta transmisi ó n , pero esta hipótesis es imí til ) , const i t.ui­ Jen gm�je ( aunque se dej e de lado l a <<llUeva invención técni­
ría n e l fu ndamento t a n to d el h o rror al incesto como de la am­ ca, ) . La ambivalencia de los hermanos con respecto al padre
bivalencia con respe c t o a la figura paterna. asesinado es u n rasgo psíquico esencialme nte humano; l a ho­
No es tan títil discu tir o refutar este « m i to cien tífico» e n el minización se presupone e n tonces e n l o que debe «explicar>>
terre no de los saberes posi tivos. La h i p ó tesis de un totemismo su advenimiento . Adem<ís y sobre todo, la p reocupación, cier­
primit ivo tm ivcrsal h a sido abandonad a o , e n todo caso , fue rte­ t am e n t e j us t i ficada, de dar c u e n ta de las p ro h ibiciones que p re­
m e n t e c u e s t ionada por l a e t n o lo g ía c o n t em p o ní n e a ( L(�Vi­ supone c u alquier sociedad, de;ja to t almente en la pen umbra al
Strauss, 1 �)62 ) . La e t o logía de los primates halla u n a « horda inmenso componente «positivo, de todo conj u n to de insti tu­
primi tiva» ( adulto dominante polígamo con expulsión de los ciones y de las significaciones que estas ve hicu lizan . Esto se ve
machüs j óve nes) e n los gori las, pero no e n los c h i m pancés q u e cuando Freucl se ve ohligaclo a considerar implíc i tame n te al
est<ín filogenéticamene m á s cerca de l o s hom ínidos y que viven len gmye o a la téc nica (el trab�j o ) como datos o evidencias,
en la panmixia. Por e l c o n trario , es importa n t e destacar que como si estuviera en la imposibilidad de reducir la inmensa
estos saberes no ofrecen n i nguna respuesta a la p re g u n ta que variedad y complejidad de edificios sociales al j uego repetitivo
se plan teaba con toda razón : el origen de las dos prohibiciones de pulsio nes siempre idénticas por definición y a los ava t ares
mayores. En rigor, se pod ría dar una respuest a «neo-danviniana» de un complc:jo de Eclipo que debe ría dar c u e n ta a la vez de las
a la pregu n t a acerca del . origen de la prohibición del asesinato c reencias p ri m i t ivas , del p o l i te ís m o , del m o n o te ís m o o del
i n t ra-tribal: e n t re los grupos de p ro to- h o m ínidos sólo habrían b u dismo.
sobrevivido aquellos qua, de uúa fo rma u o tra, habrúm llegado Esto no i m pide a las ideas de Freud aportar u n a gran clari­
a la invención de l a p ro h ib�ción del asesinato, los o tros al cabo dad en cuanto a las tendenc ias de la psique que constituyen el
de u n tiempo se h abrían eliminado e n tre sí. U n a vez más esta apuntalami e n t o de la socialización. Lo principal a este respec­
respuesta deja sin resolvei' la cw<stión de l a agresividad i n tra­ to perteúccc sin d u el a a la i n t.royección de las imagos paren ta­
específica no i n hibida, ausé n te eli. las especies animales y c antc­ les ( aunque l.'rc u d no i nsiste m<ís .quc en el papel de la imago
terística de los humanos, cuya discusión no puede s i l ! ( ) re mitir patern a ) , la i1 ic l 1 l i { i cac ión ( lograda· o fallida, poco import a) a
a fac t o res propiame n t e psíq u i cos. Pero no es pos i b le i n vocar t's t a y la COJ I S ! Í i u c i u n en el inco nscie n t e del ser hum ano sin gu­
lar de una i i i S I :Il! c i a , Supe1yó e / o Ideal del yo, que prolu1)e y
n i u g u u a respuesta « n e o-darw i u i a u a , q u e d(( c u e n t a de l a

1 76
1 77
Cornelius Cascoriadis El avance de la insignificancia

exhorta. En este sentido, el <<mito científico>> de T6tem y Tabú como del propio sujeto. Hallamos allí, evidentemente, el eco
adquiere la significación que habría podido (y debido) ser la de la gran revisión que Freud hace sufrir a su teoría de las pul­
propia desde el comienzo: no el de una <<explicación» de la siones, y del aparato psíquico, desde Más allá del principio de
génesis de la sociedad a partir de un <<acontecimiento » , sino el placer ( 1 920) , al reemplazar las oposiciones placer/realidad o
sentido de una elucidación de los procesos psíquicos que con­ pulsiones libidinales/pulsiones de autoconservación por la dua­
dicionan la interiorización que hace el ser humano singular, lidad Eros/Thanatos, los <<adversarios inmortales», erigidos en
en su situación infantil, de las instituciones y de las significacio­ fuerzas cósmicas cuya lucha domina y forma la hist01ia de la
nes sociales. Fundamental en este aspecto, si es generalizado y civilización y de la humanidad.
re-elaborado, es el análisis de la identificación a los líderes ex­
puesto en Psicología de las masas y análisis del Yo ( 1 92 1 ) . 3. Queda claro que la distinción entre la cuestión del <<01i­
También hay que destacar que, a otro nivel, Freud aporta gen» de la sociedad como tal y la del <<origen» de las grandes
implícitamen te uno de los elementos que permiten describir la instituciones particulares más o menos transhistóricas no co­
alteridad radical entre humanidad y animalidad a nivel del psi­ rresponde a nada real. También está claro que sería exorbitan­
quismo. El texto sobre <<Pulsiones y destinos de pulsió n » te pedir al psicoanálisis una <<explicación» de la estructura y del
( l 9 1 5a) , aunque no fue trabajado p o r Freud e n esta dirección, contenido de estas instituciones. Si bien Freud pensó en un
permite, en efecto, plantear esta alteridad como determinada momento, al comienzo de su carrera, que su método permi ti­
por la labilidad de los representantes psíquicos de las pulsiones ría elucidar el nacimiento del lenguaje, rápidamente tuvo que
en los humanos, en oposición a la rigidez de esta ligazón en el abandonar esta ilusión, limitándose a sostener hasta el final la
psiquismo animal para el que cada pulsión (instinct) posee su teoría inverosímil de K. Abe! sobre la universalidad de las signi­
o sus representantes canónicos y biológicamente funcionales. ficaciones con tradic torias de las <<palabras primi tivas» (la
Este rápido recorrido estaría incompleto si no se indicara cual, es cierto, encuentra un eco en los rasgos del funciona­
que, en los textos de finales de los años veinte (El Porvenir. . . , El miento inconscien te, pero no podría ser aplicada al lenguaje
Malestar . ) , Freud da respuestas diferentes a las de T6tem y
.. social diurno) . No más que las otras instituciones, el psicoanáli­
Tabú (aunque compatibles con éstas) a la cuestión de la homi­ sis no podría producir el lengu�e, al que debe presuponer.
nización (o de la génesis de la sociedad ) . En El Porvenir. . . el Tampoco es posible remitir el trabajo al principio de realidad y
principal factor es la acción civilizadora de las <<minorías» que al reconocimiento de la necesidad de diferir la satisfacción de
imponen las prohibiciones y las instituciones a masas humanas las pulsiones (o de las necesidades) ; en cuanto a su historia (y a
que siempre están dominadas por sus pulsiones y siempre es­ la hist01ia de la técnica) , varias fonnulaciones de Freud demues­
tán en guerra larvada con tra la civilización. Guerrajustificada a tran que comparte, con todo el Occidente de su época, el pos­
los ojos de Freud (cuyas puntuaciones en este texto, a veces, tulado implícito e ilusorio de una <<progresividad» inmanente a
son francamente anarquistas) por el precio excesivo que las las actividades humanas. Lo mismo es válido en lo concernien­
masas pagan por pertenecer a la sociedad civilizada en ténni­ te al saber. Freud invoca una pulsión de saber ( Wisstrieb) , arrai­
nos de privaciones reales y de frustraciones pulsionales. Al mis­ gada en la curiosidad sexual infantil (trabajada por las pregun­
mo tiempo, especialme n te en El Malestar , estas pulsiones ya
...
tas: ¿de dónde vienen los niños? ¿de dónde viene la diferencia
no son solamente sexuales (o libidinales) sino también, y so­ de los sexos? ) ligada a una pulsión de dominio. Pero, si bien
bretodo, agresivas, dirigidas hacia la destrucción del otro tanto el descubrimiento y la elucidación de las teórías sexuales
1 78 1 79
Ct H'lJclius L'astori;ulis E l a vaucc de };¡ iusiguificruci;1

i n (;m t iles es l l llO de los grandes aportes del psicoan;ílisis, no : l lg·t í n d í: 1 pod r:i, : 1 s 1 1 vez, t J·a n s f'o n n a rsc < ' 1 1 p: t d n : . N a d a n ¡ ;is
h ay nada que p c n u i t a �tc b ra r el o rig e n y l a cspcc i l ic idad de c s pcül ico se dice acerca de la niüa. Est;l claro que desde esta
estas extrañas « p ulsimles » , visible mente sin sopo rte n i función ó p tica la si tuación p a t riarcal debe ser postulada como ya c xis­
hiol<ígicas o som;í t i cas, y menos ;uín su hist oria. Por 1í l t iliJO, el t < · n t < · (s<· p t u : d l ' ve r a q 1 1 í la reso n a n c i a d l ' l es t ad o de la « h orda
pas;�je de la «democracia p ri m i t iva» de los h e rmanos ( Tótem )' primit iva>> ) y sitnplc m c n l c conde nada a reproducirse const an­
TaviÍ) a sociedades divididas de manera asimétrica y a n tagóni­ t e m e n te. Pero, luego de numerosas alusiones preparatorias que
ca, e n o tros términos el n ac i m i e n to y l a persistencia de la domi­
comie nzan en 1 9 1 5, Freucl se ve llevado a reformular comple­
nación, permanecen en Fre ud tan enigm;íticos como en los cle­ t am e n t e su concepción e n <<Algunas co nsecuencias psicológi­
m;ís autores que han tratado la cuestión . GIS ele l a d i fe rencia anatómica ele los sexos» ( 1 925) . Las innova­
M u c h o m;ís ricos, pero t a m bió1 discu tibles, s o n los aportes cio nes de este tex t o son, en p rimer lugar, el reco nocimiento
de l a concepción freudiana a la cuestión de la d i ferencia y de la del papel de la madre como primer ol�jeto de amor libidinal
desigualdad iusti tuida de los g((neros (sexos ) , o sea de l a o rga­ para los niflos de los dos sexos y, en segundo lugar, la posición
nización p a triarcal comprobada p r;íc ticame u te en todas las so­
cen tral ciada por ambos al descubrimien t o de que la niflita está
ciedades c onocidas. El sexo anatómico p uede dar cuenta de l a
<<castrada» ( sic) y en consecuencia el desprecio que sufre de
dife rencia iustituida de l o s géneros, p e r o n o de la domiuación
parte del muchac h i t o como de s í misma y la imborrable envi­
de u n o sobre el otro ( aun cuando ésta a veces sea, c 11 ciertos
dia del pene que la domin ani de ahí e n tmis. Pero tratar ele
aspectos y e n parte, sólo apare n te ) . La insti tución de l a socie­
hacer de estos hechos psicológicos el fundamento de la insti tu­
dad debe asegurar relaciones reguladas ( hasta qué p u n to es
ción patriarcal es, una vez tm\s, una pe tición de principio. Que
otra c uesti ó n ) de rep roducción sexuada, e instaurar h o mbre y el pene o ütlo est(� investido a los oj os ele los niiios de este valor
mujer como polaridades i ndivisibles y fuertem e n te asimétricas. cen t ral (y no, por ejemplo, el vien tre lleno de una nnuer e mba­
Pero pasar ele la necesidad de esta asime tría a una necesidad ele
razada) presupone ya la valoración ambiente (social) de la mas­
dominación de un gét; e ;·o p o r el o tro es un sofisma análogo al
cul in idad. Tampoco puede dar cuenta del patriarcado el papel
q ue p re tende pasar de la necesidad ele una diferenciación y
i ncw;s tiomtblemente c.<;encial del padre en la maduración psi­
articulación i n ternas de la sociedad a la supuesta necesidad de
cosocial del nifl o . La caracte rística decisiva del patriarcado es
una división antagónica y asimétrica. Freud insiste, con toda la con tracción en una sola persona de cuatro roles: genitor bio­
razón , e n l a bisexualidad ps Íquica de los h umanos y admite,
lógico, obj e to del deseo de la madre que rompe el estado fusio­
tardíame n te , la relatividad de las nociones de <<actividad>> y de na! que tiende a inst<Íurarse e n tre ésta y el niüo ( cualquiera
<<¡)asividad>> e n el ;.\ mbi to psíquico. Estas
.
ideas hacen <.Hí n más e¡ u e sea el sexo ) , modelo ident ificatorio para los varones y del
..
ardua la t area de <<exl)licacion» del ¡)atriarcado. Postula, en una
o bj e to s e x u al valorizado para las n i ii.as, p o r tíl ti m o y sobre
primera fase de su obra (q � 1e va hasta 1 9 25 ) , una situación <<exac­
to d o , i n s t a n c i a de poder y re p rese n ta n te de la ley. Se p u ede
t a m e n t e an;\loga» c n t n� d n i fH) y la n i iia (Frcud 1 �)00; l �l l G-
. a 1 · gi'l i r q u e c s l < t c o n t ra c c Í <Í i l es c c o J HÍ i l l Í c a ( a u n q u t : no h a­
1 9 1 7; 1 92 1 ; 1 923; e[ la Editor 's Note en Freud, 1 9 25 ) , ambos bría <¡tic olvidar los c o s to s q u e e l l a i m p l i c a ) , p e ro no se p o­
comprendidos e n e l complej o d e Edipo. E l nifio debe abando­
d r ía sosteuer q u e es i n e l u c table. En todo caso , no p u ede
nar a l a m adre como obj e to de :imor y e l deseo correspondien­ h a b e r n i n g u n a d u ela e n c u a n to al sesgo p a triarcal de Freud
te de eliminar al padre, a n t e lo que vive como una amenaza de l l l i S l l i O , CX J l l'(' S :t d o C ll su j u icio de q u e Jas l l i i U C res serÍan ll1 U­
castración iniligida por éste, y se refugia en la esperanza de que c h o menos cap:,n·s de sublimar que los hombres, en el m i to de
180
181
Come/ius Castoriadis
El amnce de la insignificancia

Tótem y Tabrí (donde las madres y las hermanas no tienen


otra parte ) , sino por su afinnación repetida de que no existe la
ningún rol) o en la fonna en que considera a la androcracia
posibilidad de hacer una distinción entre un «inconsciente in­
divina, particularme n te en el monoteísmo, como algo que
es evidente.

divi ual» y �n «inconsciente colectivo», y que no hay más que
un mconsc1ente de la especie humana. Entonces uno puede
Mucho más clara y, en varios aspectos, más sólida es la inter­
preguntarse: ¿qué ocurre con la inmensa variedad de las socie­
pretación de la religión que da en El Porvenir de una ilusi6n -

dades y de las culturas humanas? Una primera respuesta, poco


pero también, es cierto, mucho menos específicamente psicoa­
satisfactoria, consistiría en plantear las diferencias entre socie­
nalítica. La religión es una ilusión, en el sentido preciso que
dades como superficiales o epifenomenales (a ésta pertenecen
define en esta ocasión Freud: no es solamente una creencia
las tentativas ya comenzadas en la época de Freud, ele encon­
errónea, sino una creencia sostenida por un deseo, error pasio­
trar las mismas <<estructuras» inconscientes en todas las etnias o
nalmente investido. Socialmente, ella consti tuye la piedra an­
detrás de todos los edificios sociales) . O tra respuesta, mucho
gular del edificio represivo de las pulsiones construido por las
más fiel al espíritu de las contribuciones ele Freud mismo (es­
instituciones . Psíquicamente, ella trabaja esencialmente por la
peciahnente de Tótem y Tabrí y de Moisés y la religión monote­
<<humanización del mundo, de manera tal que man fiihlt sich
ísta) sería la de ver allí el efecto de la historia y de etapas dife­
heimlich im Umheimlichen, uno se siente como en su casa (fa­
rentes de esta historia en las que se encontrarían las sociedades
miliar) en lo extraño>> . La religión lleva a cabo esta tarea <<re­
que observamos. Esta respuesta remitiría a otra pregunta, a sa­
emplazando la ciencia de la naturaleza por la psicología » :
ber: ¿qué es lo que hace que haya historia, en el sentido fuerte
antropomorfiza el universo y s e apoya e n proyecciones infanti­
del ténnino, cuando el psicoanálisis conduciría (y en la mayo­
les, particularmente la de la imago paterna omnipotente. De
ría de los casos, con toda razón) a considerar a la repetición y a
allí su capacidad de satisfacer múltiples necesidades psíquicas:
la reproducción ele lo existente, asegurados por la naturaleza
responde mal que bien al <<deseo de saber», protege el <<senti­
misma del proceso de socialización del ser humano, como el
miento de sÍ>> amenazado por el mundo inmenso y el terror
rasgo p revaleciente ele las sociedades humanas? A esta segunda
ante la naturaleza, consuelo de las miserias reales de la vida y
pregunta los escritos de Freucl clan dos respuestas, que no de­
de los sufrimientos y privaciones impuestos por la cultura, da
penden de la misma lógica. La primera, a la cual ya he aludido,
una aparente solución al enigma más angustiante de todos, la
viene a postular la inmanencia de un factor de progresión, en
mortalidad. Sin embargo, Freud no pierde las esperanzas en la
todo caso en el dominio de la realidad natural y del saber cien tí­
posibilidad de superación de la religión: <<El hombre no puede
fico. Por su naturaleza, difícilmente hace comprensible la
quedarse eternamente en el estado infantil, algtín día tendrá
existencia de momentos de ruptura. Ahora bien, momen tos
que salir al gran mundo» .
de esta n a turaleza, acon tecimientos fundadores, lo hemos
vis to , están en la esencia de Tótem y Tab rí; también están en
4. F-epitámoslo, sería exorbitante e ii"tiusto exigir al psicoa­
Moisés y la religión monoteís ta, texto del c ual un breve exa­
nálisis una <<teoría» de la sociedad y de la historia. Sin embargo,
m e n p odría aclarar las difíciles relaciones de Freud con la
es Freud mismo quien legitima tales exigencias; no por sus in­
·

historicidad.
cursiones en estos ámbitos (que podrían ser consideradas como
Este libro (punzante tanto por su contenido como por las
primerás tentativas, que vienen de <<yapa» de alguien que reco­
circunstancias históricas de su composición entre 1 934 y 1938)
noce y repite que sus preocupaciones y su saber se sitúan en
aspira a explicar el nacimiento del monoteísmo así como las
1 82
1 83
1�1 a vaucc ck /a insignJ!ic:uJcia

circu11st:mcias de su adopció11 por el p ueblo j ud ío, las razones 5. La cuestión de saber si el psicoanálisis puede contribuir
del apego extraordinario ele este a su religió11 y su psicología al pensamiento político propiamente dicho puede ser rcfonnula­
colec tiva hecha a la vez de o rgullo y de la perpetuacióu de una da en muchas o tras , estrechamen te l igadas o más bien como
culpa inconscicut e . Rico, como todos los escri tos de Fre ud, en simples aspe c tos yuxtapuestos de la misma interrogación: ¿el
ideas fltscinantes, fracasa en su p ropósito central. l�stc es la elu­ psicoamilisis tiene algo que decir sobre las instituciones desea­
cidación de los o rígenes del monoteísmo. Ahora bien , parado­ bles (o condenables; pero esto vuelve a lo mismo, ya que en los
ja generalmente no seflalada, Freud postula explícit amente que dos casos p resupone la afirmación de una norma) ? ¿Tiene algo
c u a n d o su historia com i e n za e l monot<:ísmo ya cst;\ inventado que decir sobre una normalidad diferente a la <<positiva» (defi­
(culto del «Sol» tínico i ntroducido por Akhnaton; hecho histó­ nida con respecto al marco de una sociedad dada) del ser h u­
ricamente comprobado) y que <<Moisés•• , p ríncipe egipcio del mano? ¿Sabe algo sobre sus p ropios fines, más allá del alivio del
entorno de Akhnaton, lo transmite a los hebreos después de la sufrimiento psíquico o ele una adaptación de los st�etos al or­
derrota de la nueva religión en Egipto . ¿Por qué Aklmaton ha­ den social instituido? ¿Hace aparecer límites a los eventuales
bía inventado el mono teísmo? Segtín Freud, porque Egipto se esfuerzos para una transformación que m ej ore a la sociedad?
había transformado en un «gran imperio» que alcanzaba las Al no poder tratar aqu í sistemáticamente estos diferentes mo­
.
fron teras del mundo conoc; ido en ese entonces, con un poder mentos, nos limitaremos a seúalar algunos puntos que creemos
absoluto concentrado e n la persona del Faraón. Explicación a esenciales.
la vez banal, lógicamente i nsostenible ( los chinos, los romanos Freud n unca disimuló su actitud fue rtemente crítica con
y tan tos o tros tendrían que haber sido monoteístas) y sin rela­ respecto a instituciones sociales ele su época ( idénticas en su
ción con la idea tant as veces repe t ida de que el Dios tínico sería esencia a las de la nuestra) . Condenó repetidas veces la hipócii­
u n a p royección de l a i n tago i n fa n t i l d e l p a d re . ! ' e ro los he breos t a m o r: d sexual oficial, el « e xc e so de represión p 1 1 l s i o n a l » , la

(en la vena de la « hostilidad de las masas a la civilización» ya obligación impuesta por la civilización al individuo de «vivir
plan teada: en El Porvenir. . . "y en El !vlalcswr. . . ) encuentran into­ por encima de sus medios psíquicos», y, sin ambigüedad, las
lerable la represión ¡misional exigida por la nueva religión y su grandes desigualdades económicas. Esta actitud est;i p resente
liberador, y matan a éste. El «retonw» de este asesinato repri­ hasta el final. En El Porvenir. . . y én El Malestar. . . , evoca la posi­
m i d o ( siglos después de haberse cometido) y la c u l p a que lo bilidad de un examen psicoanalftico de la «patología de las for­
acompaúa explicarían la ii nneza o rigidez del apego tk los he­ maciones colectivas» , tiene la esperanza de la «superación del
breos a su religión y varios o t ros ,,j·asgos" de este p ueblo, en inümti lismo» (con respecto a la ilusión religiosa) , recurre a
part icular su <<espiritualidatl» . Pero es difícil de admi ti r que, si nuestro «dios Logos» y espera un nuevo sobresalto ele Eros con­
bien los egipcios había.n matado a Akhnaton (en lugar de po­ tra Thanatos, con tra la agresividad y la destructividad que ca­
ner a su hijo b<� o tutela ctespués de su muerte ) , se habrían trans­ racterizan las relaciones intra e ínter-sociales. El mito totémico
formado en casi-hebreos. N ada liace inteligible t ampoco la con­ mismo se resuelve por medio de la instauración de una institu­
tinhación/alteración del monoteísmo en los cristianos y e n los ción igualitaria, la <<democracia pl'iwitiva de los hermanos» ( las
musulmanes. Como en el «mito cien tífico» de Tdtcm y Tab r í, hermanas, cvicie ntcmente, quedan apartadas) . Pero esta demo­
el hecho masivo de la creación histórico-social es at¡uí obj e t o cracia est<í sos t c u ida por la totemización del padre asesinado;
de u n a ten tativa de ocultación por medio de «recollst.ruccio­ lo que se puede gc 1 t cralizar cómo la totemización de cualquier
nes>• supuestamente intdigihks y de hecho m;.ís t¡ l l c fdgiles. artefacto imag i! ¡ ; ¡ rio i nstituido, instancia imaginaria garante de 1
1
184 1 85
Comc/ius Casrol"iadis El a'Vl!nce de la insignificancia

la institución (se puede considerar el término totemización en


<<naturaleza» del alma humana excluye para siempre la realiza­
este contexto como equivalente a los de alienación o de hete­
ción de una «sociedad perfecta» (con el vacío de sentido de
ronomía) . Las esperanzas expresadas en El Porvenir. . . y e n
esta expresión) y siempre impondrá a los humanos un clivaje
El Malestar. . . , implican que la superación d e esta totemiza­
psíquico. Pero la verdadera cuestión, más allá de las promesas
ción sea posible.
mesiánicas y pastorales marcusianas (Marcuse, 1 964) , es la de
Pero otro factor sale a la luz en El Malestar. . . , como eri los
la posibilidad de una sociedad que no totemice a sus institucio­
textos sobre la guerra, dándoles una coloración fuertemente
nes, que facilite a los individuos el acceso a un estado de luci­
<<pesimista•• : la pulsión de muerte, hetero y auto-destructiva. El
dez y de reflexividad y que logre derivar los impulsos polimor­
conjunto de la experiencia histórica, de una época como la de
fos del caos psíquico hacia vías compatibles con una vida civili­
Freud, (y qué decir de la nuestra) demuestra que es imposible
zada a escala de la humanidad entera (y es a la humanidad
sobreestimar este factor. No es necesario, en absoluto, aceptar
como tal a la que Freud se refiere explícitamente al final de El
la metafísica cosmológica de Freud relativa a Thanatos para
Malestar... ) .
reconocer la importancia de estas dos manifestaciones que tan­
La experiencia histórica se puede invocar fácilmente para
to la histmia como la experiencia clínica confirman cotidiana­
negar esta posibilidad, pero semejante invocación sería falaz:
mente: la agresividad ilimitada de los seres humanos y su com­
para Freud mismo ( ib. ) , se trataría de una innovación en la
pulsión a la repetición. La segunda es utilizada por la sociedad
historia de la humanidad (de una nueva etapa en la lucha entre
para asegurar la conservación de las instituciones sean las que
Eros y Thanatos) , sobre las posibilidades de la cual es imposi­
fueren; la primera es mantenida bajo control siendo particular­
ble pronunciarse, por definición, a partir de la experiencia pa­
mente canalizada hacia el <<exterior>• , aprovechando también
sada e incluso de consideraciones puramente teóricas (sin ex­
<<el narcisismo de las pequeñas diferencias•• .
ceder los límites señalados más arriba) . Además, esta experien­
Es incuestionable que un mínimo irreducible de represión
cia misma no es unívoca. La destotemización de las institucio­
de las pulsiones es el requisito de toda socialización, por ende
nes fue realizada en parte en la Atenas democrática y más aün
es una condición previa que cualquier reflexión política debe
en el Occidente moderno . Las derivaciones socializantes de las
tener en cuenta. Este tema no aporta nada nuevo al pensamiento
pulsiones siempre y en todas partes han sido llevadas a cabo,
político: en este punto Freud se acerca a Platón, a Aristóteles, a
sin lo cual no habría habido sociedades; la cuestión es: cuál
Hobbes, a Diderot o incluso a Kant. Pero en una fonnulación
puede ser el límite? La interrogación tal vez más densa se refie­
más radical, existe una hostilidad infranqueable del mícleo psí­
re a la posible superación de las identificaciones narcisistas tri­
q u ico al proceso de socialización, al cual debe estar sometido
bales. La invocación que Freud hace del Logos sobrestima la
h:ú o p e n a de muerte, y remanencia inconsciente insuperable
dimensión «racional» de la existencia humana y no tiene en
de la const elació n q u e fonnan el ul tra-<<narcisismo» miginario,
cuenta la fragmen tación del imaginario social en imaginarios
d t·goc c n tri smo, la
omnipotenc ia del pensamiento, la retirada
h.u i:t el u n iverso d nníltiples y rivales. Freud postula, explícitamente, la posibili­
e la fantasmatización, el odio y la tendenc ia
•1 l.t dt·sl ruc ción del dad de una fusión de las culturas humanas en una cultura de la
otro que retoma sobre el sujeto mismo. (Es
1 • 1 ' 11 1<" n : p resa humanidad. A partir de entonces, surge una antinomia: pare­
e n fonn a borrosa e insatisfa
ctoria «la hostilida d
d r l.u m;t,:ts hacia ce imposible concebir una cultura cualquiera que no esté ca­
la civilización » ) mane a, plant
. De esta r se ea
1111 h m u <· ;, los esta dos racterizada por una intensa particularidad, en tanto que no se
pos ible s de la soc i eda d humana : la
puede pensar una cultura de la humanidad sino como universal.
1 86
187
L'orudili.S C;1:Horindis 1�1 a r.tun: d e J a itJs(�uiJicancia

Por cierto, la anti nomia 11 0 es absoluta, e incluso se podría lle­ La biografía chisica de Freud es: Erncst Jones, Sigm u n d
gar a decir que es especulat iva; pero el eclecticismo c hato y Frcud, Liü: and Work, 3 vol . , 1 955-1 957; trad. fr. PUF. Ed. Cast:
vacío de la cultura <<un iversal>> del Occiden t e co!l te mpodneo Paidós, Buenos Aires, s/f. M<is recientemen te: Peter Gay, Frc ud ,

a Lih: f(>r our 'l' íwcs, 1 9l:l9;


invita a una 11 1ayor circu nspección. trad. fr. Hachette. Ed. Cast: Paidós,
Sin embargo, a pesar del nihilismo político de la aplastante
Buenos Aires.
mayoría de los analistas contemponineos, una actitud psicoa­
Clásico y muy títil es el Dicciona rio de Psicoamílisis de Jean
Halít ica no podría quedarse en este equilibrio de los discursos
Laplanche y J .-B. Pon talis, PUF. Ed. Cast : Labor, Espaúa.
con t rarios, pues no puede esquivar la cuest.ión del fin y de los
Las obras psicoanalíticas completas de Freud en alcm<in:
fines de la actividad analítica. Freud volvió sobre este tema en
Gcsam m cltc Werkc (= G.W. ) 1 8 vol. , 1 946- 1 968. En inglés: T/Jc
varias oportunidades; sus formulaciones 1mis fue rtes ( <<recupe­
S t a n da rd Edition of tlle Complete Psyclwlogical Works of
rar la capacidad de H·ab<�jar y de amar>> , <<donde ello era, yo
Sígm wiCI Frell(/ (= S. E. ) , 24 vol. 1 955- 1 974.Ed. Cast. : A.E.
debo adveHir>> ) asignan claramente al psicoamilisis, como fin ,
un proyecto d e autonomía d e l st�jeto encarnado en la capaci­
Escritos de Frcud citados en el texto:
dad de elucidación de las rmlsiones inconscie n tes y en el re­
fuerzo de una instancia de reHexión y de deliberación, a la que Freud ( 1 900) , La In teipretación de los SliCiios, G.W. I I-II ,
Frcud llama Yo. Pero d st�jeto no es una isla, y su fo nHaci<Ín es S.E. IV-V, trad. fr. PUF. Ed. Cast.. : i\.E., IV-V.
t ribut aria en exceso de su socialización mediante las institucio­ Frcud ( l 9 1 3a) , Tótem y Tab!Í, G.W. IX, S.E. X I I I ; trad. fr.
nes. El proyecto psicoanalítico, si es acep tado, induce de esta Callimanl . Ed. Cast.. A.E. X I I I .
lll�lllt' l'a una norma p;u·a juzgar a las inst ituciones, segtín obsta­ Frcud ( l �) l :� 1>) , «El mtíltiple interés por el psicoamOisis » ,
culicen o bcilitcn el acceso de los suje tos a su autonomía y sc­ C.W. V I I I , S . E. X l i i . Ed. Cast.. : A.E. X I I I .
gtín sean o !lO capaces de conciliar dicha autonomía con la Frcud (l �) l !í a ) « Pulsiones y dest inos de ¡misión» G.W. X ,
autonomía de la colectividad. S.E. X IV; trad fr. en M(ftapsicología, Gallimard . E d . Cast.: A.E.
X IV.
*
Freud ( 1 9 1 .S IJ) <<Consideraciones actuales sobre la gue rra y
la lllltc rtc » , C.W. X, S.E. XIV; t rad. fr. Olm1s completas, 1 3 PUF.
Orientación bibliográfica Ed. Cast. : A . E . X IV.

Frcud ( 1 q 1 h-1 �) 1 7 ) , Conf(:rcncias de introducción al psicoa­


( Para las obras o t rad ucciones fra ncesas, el lu ga r de edición C.W. X I , S.E. XV-XV I . Ed. Cas t. : A.E. VX-XVI
I d/isis,
es París. Como en la mayoría de los casos hubo varias rccdicio­ FrciHl ( \ !l20) , 1\Us all<í dd prin cipio de placer, C.W. X I I I ,
fr.
ncs y a veces lle Edito ria-le;� diferentes, solo se indica la tíl t ima S.E. XVI I I ; t rad. Payot.. E d . Cast. : A . E . VXI I I .
editorial sin lecha dc.p qblicacid n . ) Freucl ( 1 92 1 ) , Psicología d e /as masas y amí/isis del Yo, G.W.
·. · , .

X II I , S . E. XVIl i ; t rad . íi·. Payot. Ecl. Cast.. : i\.E. , XVI I I .


Prehistoria dd psicoan<O isis: Í l . F. Ellcnhergcr , T!J c Díscovc1y
Frcud ( 1 �l2:) ) , El Yo y d Ello, G.'f/. XIII, S. E. X I X , t rad. fr. en
of 1 he Unconscious, 1 970, t rad. fr. SIMEP.
Una exceleu t e introducci<Ír'l de conj u n t o en fi·a 1 1c6: Mart hc
Ensayos ele psimamilisis, Payot.Éc . �ast. : i\. E. XIX. �
Freud ( 1 q2:) ) , «Algunas consecuencias psíquicas de la dife­
Rohert, L a JUvollll.ion psychanalytiquc, 2 vol . , Payot.
rencia anatómica entre los seXOS>> , G.W.' XIV, S.E. X I X ; trad. rr.
188
1 89
Cornclius Castoriadis El avance d e la insignificancia

en La Vida sexual, PUF. and Tabou, an Etlmological Psychoanalysis>>. Primera respues­


Freud ( 1 927) , El porvenir de una ilusión, G.W. XIV, S.E. tas psicoanalítica, E. Mones, «Mother Righ t and the Sexual
XXI; trad. fr. PUF. Ed. Cast. : A.E. XXI. Ignorance ofSamges», In ternational]oumal ofPsyclwanalysis,
Freud ( 1 930) El Malest.ar en la cultura, G.W. XIV, S.E. XXI; 1 925, vol. VI, parte 2, pp. 1 09-1 30. Están completadas por
trad. fr. PUF.Ed. Cast.: A.E. XXI. Malinowsky, B. ( 1 927) , Sex an Repression in Savage Society,
Freud ( 1 933a) , Nuevas Conferencias de introducción al psi­ Londres; trad. fr. Payot.
coanálisis, G.W. XV, S.E. XXII; trad. fr. Gallimard.Ed. Cast.: Kardiner, A. ( 1 939) , The Individual and his Society, New
A.E. XXII. York; trad. fr. Gallimard.Ed. Cast. : Paidós, Buenos Aires.
Freud ( 1 933b ) , «¿Por qué la guerra?» , G.W. XVI, S.E. XXII; Linton , R. ( 1 945) , The Cultural Background ofPersonality,
trad. fr. en Resultados, Ideas, Problemas, vol. 2, PUF. Ed. Cast.: New York; trad. fr. Dunod.
A.E. XXII. Mead, M. ( 1 949) , Male and Female, New York; trad. fr.
Freud ( 1 939 ) , Moisés y la religión monoteísta, G.V. XVI, S .E. Gallimard.
XXIII; trad. fr. Gallimard.Ed. Cast.: A.E.XXIII.
La respuesta psicoanalítica ••ortodoxa» se halla en los traba­
En S.E. XIII, p. 1 67 se puede hallar una lista bastante com­ jos de Geza Rohcim, en particular:
pleta de los escritos de Freud relativos a la antropología social, Roheim, G. ( 1 951 ) , Psiclwanalysis and Anthropology, trad.
la mitología y la religión. fr. Gallimard.

Sobre la Escuela de Francfort y el psicoanálisis:


Autores citados en el texto:
Adorno, Th. ( 1 950 ) , The Autlwritarian Personality, New
Atkinson,J J. ( 1 903) , Primal Law, en Lang, A. , Social Origins, York.
Londres 1 903. Jay, Martín ( 1973) , The dialectical Imagination, Boston; trad.
Castoriadis, C. ( 1 988) , «Poder, política, autonomía», en El fr. Payot. Ed. Cast. : Taums, España, 1990.
Mundo fragmentado, Le Senil, 1990. Ed. Cast.: Altamira, Bs.
As., 1 993. Corriente feminista:
Darwin, Ch. ( 1 88 1 ) , The Descent of Man, 2 vol. , Londres. Mitchell, Juliet ( 1 974) , Psyclwanalysis and Feminism, New
Lévi-Strauss, Cl. ( 1 962) , El Totemismo hoy, PUF. Ed. Cast.: York; trad. fr. Des femmes.
F.C.E., Breviarios, México. Chodorow, Nancy ( 1 978) , The Reproduction ofMothering,
Marcuse, H. ( 1 956) , Eros y Civilizatión, Londres; trad. fr. Berkeley.
Éd. de Minuit. Ed. Cast.: Alianza, Buenos Aires.
Marcusc, H. ( 1 970) , Five Lectures: Psychoanalysis, Politics Época contemporánea:
and Utopía, Londres. Bocock, R. ( 1 976 ) , Freud and Modern Society, Berkeley.
Smith, W. Robertson ( 1 894) , Lecwres on the Religion of Lasch, Chr. ( 1979) , The Culwre ofNarcissism, Londres; trad.
che Semices, Londres. fr. Gallimard.
Lasch, Chr. ( 1 985 ) , The Minimal Se/E, Londres.
Las críticas sociológicas y culturalistas comienzan con AL. Mitscherlich, A. ( 1 969) La Sociedad sin padres, Gallimard.
Kroeber (American Anthropologist, 1 920, pp. 48 sq. ) , « Totem
190 191
.
LOJ1JC1Jtl,., l . l.'>lUll.li ll.'>

Otras obras:
Bastidc, R. ( 1 950 ) , Sociología y Psicoamílisis, PUF.

Castoriadis, C. (1975) Las Encrucijadas dd Jabcriu t o, Pri-


mera parte, Le Seuil. Trad. cast. parcial en Psico;udlisis ¡noycc­
to y clucidacióu, N u eva Visi ó n , 1 99 1 .
Rcic h , W . ( 1 �)!>0 ) , La Ft l i i CÍ()ll del orga s w o , t ra d . fr.
L'Arc h c . Ed . Cast. : Pai d üs, Buenos A i res.
RiciT, P h . ( 1 97�) ) , Frcud. Th e Min d of t h e Moralist. Chicago
POLI S
Rico c u r, Paul ( 1 9()0) De la intc!J>rctacióu, Le Scuil.

¡,
Cápítulo X

Imaginario político griego y moderno *

¿Por qué imaginario polftico griego y moderno? ¿Por qué


imaginario? Porque creo que la historia humana, en consecuen­
cia también las diversas formas de sociedad que conocemos en
esta historia, está definida esencialmente por la creación imagi­
naria. Imaginaria en este contexto, evidentemente no significa
ficticia, ilusoria, especular, sino posición de fonnas nuevas, y
posición no determinada sino determinante; posición imnoti­
vada, de la cual no puede dar cuenta una explicación causal,
funcional o incluso racional.
Estas fonnas, creadas por cada sociedad, hacen que exista
un mundo en el cual esta sociedad se inscribe y se da un lugar.
Mediante ellas es como se constituye un sistema de nonnas, de
instituciones en el sentido más amplio del término, de valores,
de orientaciones, de finalidades de la vida tanto colectiva como
individual. En el mícleo de estas fonnas se encuentran cada vez
las significaciones imaginarias sociales, creadas por esta socie­
dad, y que sus instituciones encarnan. Dios es una significación
social determinada, pero también lo es la racionalidad moder­
na, y asf sucesivamente. El objetivo último de la investigación
social e histórica es restituir y analizar, en la medida en que se
pueda, estas significaciones en el caso de cada sociedad estudiada.
No podemos pensar esta creación más que como la obra no
de uno o de algunos individuos designables, sino del imagina­
rio colectivo anónimo, del imaginario instituyen te, al que, en

Conferencia pronunciada el 29 de octubre de 1 990 en el marco del Segundo Foro


de Le Monde, en Le Mans y publicada en Los griegos, los romanos y nosotros - ¿la

AntigOedad es moderna ?, textos compilados y presentados por Roger-Pol Droit, París,


Le Monde Editions, 1 991 .
1 95
t :onu•IJIIS L'a8toriadis

este aspecto, denominaremos poder instituyente. Poder que d e l �lerrumbe de regímenes d e l Este. S i n un mínimo d e adhe­
nunca es plenamente explicitable; este se ejerce, por ejemplo, sión, aunque sea de una parte del pueblo, a las instituciones, la
de modo que todo n�cit(n nacido e n la sociedad sufre mediante coerción es inoperante. A partir del momento en que, en el

su socialización la imposición de un lenguaje; pero un lengm�e ejemplo de los regímenes del Este, la ideología que se queda

n o es solo un lengu;�je , es 1111 lll l i J Hio. Asimis mo sufre la i m po­ imponer a la población se desgastó, luego se derrumbó e hizo

sición de conductas y comportamientos, de atracciones y de surgir su infinita chatura, a partir de ese momento, la coerción,

repulsiones, etc. Este poder instituyente nunca puede ser expli­ está condenada a corto plazo, al igual que los regúnenes que la

citado completamente, e n gran parte queda oculto e n los tras­ ejercían, al menos e n un mundo como el mundo modemo.

fondos de la sociedad. Pero al mismo tiempo toda sociedad E ntre las significacione s que animan las instituciones de una

instituye, y no puede vivir sin ins t i tuir, un poder explícito, a lo sociedad, hay una particulannen te importante: la que concier­

que yo ligo la noción de lo político; en otros términos, constitu­ Be al origen y al fundamento de la institución, o sea a la natu­

ye instancias que pueden emiti r exhortaciones sancionables raleza del poder instituyente, y a lo que llamaríamos en u n
lenguaje moderno anacrónic o , europeocéntric o o, en rigor,
explíc i ta y efectivamente. ¿Por qué un poder semejante es ne­
sinoc<�ntrico, su legitimación o legitimidad. En este sentido,
cesario, por qué pcrlcm:cc a los pocos casos universales de lo 1
tenemos que hacer una distinción esencial, cuando inspeccio­
histórico-social? Lo podemos entender en primer lugar com­
namos la historia, e ntre sociedades heterónomas y sociedades
probando que toda sociedad debe conservarse, preservarse ,
en las que el p royecto de autonomía comienza a surgir. Llamo
defenderse. Ella es puesta en cuestión constantemente, prime­
sociedad heterónoma a una sociedad en la que el nomos, la ley,
ro por la evolución del mundo, el inframundo tal cual es antes
la institución, está dada por otro, lwteros. De hecho, lo sabe­
de su construcción socüil. Está amenazada por ella misma, por
mos, la ley nunca está dada por otro, siempre es la creación de
su p ropio imaginario que puede resurgir y cuestionar la institu­
la sociedad. Pero, e n la abrumadora mayoría de los casos, la
ción existente. Jambién está amenazada por las transgresiones
creación de esta instituciÓn es imputada a una instancia extra­
individuales, resultado del hecho ele que e l mícleo de cada ser
' social, o , en todo caso, que escapa al poder y al actuar de los
humano posee una psique singular, irreductible e i ndomable.
humanos vivientes. Inmediatamen te se hace evidente que, du­
Por tí! timo, está amenazada, e n principio, por las o tras socieda­
rante tanto tiempo como ello se sostenga, esta creencia cons­
des. También y sobre todo, cada sociedad est<i sumergida e n
tituye el mejor medio de asegurar la perennidad, la intangibili­
u n a dimensión temporal indominable, un futuro que está por
dad de la ins t i tución. ¿Cómo puede usted cuestionar la ley, cuan­
hacerse, relativo al cual no solo hay enormes incertidumbres,
do la ley fue dada por Dios, como puede decir que la ley dada
sino decisiones que deben ser tomadas. por Dios es i r� usta, cuando justicia no es otra cosa que un nom­
Este poder explícito, del cual hablamos en general cuando bre de Dios, como verdad no es o tra cosa que un nombre de
hablamos de poder, que concierne a lo político, reposa esen­ Dios, <<pues ttí eres la Verdad, la Justicia y la Luz»? Pero esta
cialmente no en la coe¡-ción -'-evidentemen te siempre hay en fue n te evidentemente puede ser otra que Dios: los dioses, los
mayor o en menor medida co«Tción, la cual , sabemos, puede héroes fundadores, los ancestros, o de instancias impersonales ,
alcanzar formas monstn tosas--, sino sobre la i n t e riorizac i ó n , pero tamhió 1 ext ra-sociales en la misma medida, como la Na­
p o r l o s i ndividuos sociahpenw fabricados, de las significacio­ turaleza, la Razón o la Historia.
nes instituidas por la sociedad considerada. No puede reposar Ahora bien, en esta inmensa masa histórica de sociedades
en la simple coerción como lo demuestra el ejemplo reciente h e te ró n o m as, so brevi e n e umi. ruptura en dos ocasiones, y

196 197
Comclius Castoriadis
El avance de la insignificancia
abordamos así nuestro tema. Estos dos casos están representa­
dos por la Grecia antigua de un lado, y por la Europa occiden­ no se detiene en una concepción de lo que es lo justo, lo igual
tal a partir del primer Renacimiento (siglos XI y XII) que los o lo libre, dada de una vez por todas, sino que se instituye de tal
historiadores aún incluyen erróneamente en la Edad Media, manera que las cuestiones de la libertad, de la justicia, de la
del otro. En los dos casos, encontramos el comienzo del reco­ equidad y de la igualdad siempre puedan ser re-planteadas en
nocimiento de hecho de que la fuente de la ley es la sociedad el marco del funcionamiento «nonnah> de la sociedad. Y, por
misma, que hacemos nuestras propias leyes, de donde resulta distinción con lo que llamé unas l íneas más arriba lo político,
la apertura de la posibilidad de interrogar y cuestionar a la ins­ es decir lo que se refiere al poder explícito en toda sociedad,
titución existente de la sociedad, que ya no es sagrada, o en hay que decir que la política -no confundir con las intrigas de
todo caso no es sagrada de la misma manera que antes. Esta palacio o con la buena gestión del poder instituido, que exis­
ruptura, que es al mismo tiempo una creación histórica, implica ten en todas partes- concierne a la institución explícita global
una ruptura de la clausura de la significación tal como fue instau­ de la sociedad, y las decisiones concernientes a su futuro. Tam­
rada en las sociedades heterónomas. Ella instaura de una sola bién es creada por primera vez en estos dos dominios históri­
vez la democracia y la filosofía. cos, como la actividad lúcida, o que se pretende lúcida, o que
¿Por qué hablar de la clausura de la significación? El térmi­ se pretende tan hícida como sea posible, que aspira a la institu­
no de clausura tiene aquí el sentido muy preciso que tiene en ción explícita global de la sociedad.
matemáticas, en álgebra. Se dice que un cuerpo algebraico está Diré que una sociedad es autónoma no solo si sabe que ella
cerrado cuanto toda ecuación algebraica que puede ser escrita hace sus leyes, sino si está en condiciones de volver a ponerlas
en este cuerpo, con los elementos del cuerpo posee soluciones explícitamente en cuestión. Asimismo, diré que un individuo
que también son elementos del mismo cuerpo. En una socie- es autónomo si pudo instaurar otra relación entre su incons­
_
dad en la que hay clausura de las significaciones ninguna cues­ ciente, su pasado, las condiciones en las que vive -y el mismo
tión que pudiese plantearse en ese sistema, en ese magma de en tanto iristancia reflexiva y deliberante.
significaciones, carece de respuesta en ese mismo magma. La No podemos hablar hasta hoy de una sociedad que haya sido
ley de los Ancestros tiene respuesta a todo, la Torah tiene res­ autónomo en el sentido pleno del ténnino. Pero podemos de­
puesta a todo, lo mismo sucede con el Corán. Y si quisiéramos cir que el proyecto de autonomía social e individual surge en
ir más allá, la cuestión ya no tendría sentido en el lenguaje de Grecia antigua y en Europa occidental. Desde este punto de
la sociedad en cuestión. Ahora bien, la ruptura de esta clausura vista, hay un privilegio político de este estudio, de la investiga­
es la apertura de la interrogación ilimitada, otro nombre para ción que versa sobre estas dos sociedades porque su dilucida­
la creación de una verdadera filosofía; esta difiere totalmente ción, independientemente de sus o tros intereses -histórico o
de una interpretación infinita de los textos sagrados, por ejem­
filosófico en sentido estrecho-. nos hace reflexionar política­
plo, que puede ser extremadamente inteligente y sutil, pero
mente. La reflexión sobre la sociedad bizantina, o la sociedad
que se detiene ante un último dato indiscutible: el Texto debe
rusa hasta 1 830 o 1 860, o sobre la sociedad azteca, puede ser
ser verdadero ya que es de origen divino. Pero la interrogación
fascinante, pero desde el punto de vista político (en el sentido
filosófica no se detiene ante un tíltimo postulado que no po­
de la política) , no nos enseña nada, ni nos incita a pensar hacia
dría ser nunca cuestionado.
adelante.
Lo mismo es válido para la democracia. En su verdadera signi­
Entonces, Grecia. ¿Qué Grecia? Aquí, es necesario ser rigu­
ficación, la democracia consiste en el hecho de que la sociedad
roso, incluso severo. En mi perspectiva, la Grecia que importa
1 98
199
El avaucc ele la in.,iguilicaud;¡

es la Grecia que va del siglo VII al siglo V. Es la fase durante la cuestiones de interpretación. Esta realidad nos llega a veces con
cual la polis se crea, se instituye y, en alrededor de la mitad de un mínimo de difracción, como cuando se trata de las leyes
los casos, se transforma más o menos en polis democnttica. Esta mismas; a veces con una difracción que queda por definir, como
fase termina con el fin del siglo V; hay más cosas importantes con los historiadores, Heródoto y sobre todo Tucídides, quie­
que suceden en el siglo IV e incluso después, especialmente nes en este sentido son infinitamente más importantes que Pla­
tenemos la enorme paradoja de que dos de los tmís grandes tón, u otros, como los tnígicos y los poetas en general. En cuan­
filósofos que hayan existido, Platón y Aristóteles, son filósofos to a las filen tes relativas al mundo occidental, su extraordinaria
del siglo IV, pero no son filósofos de la creación democrática abundancia excluye una descripción, siquiera somera.
griega. Diré algunas palabras sobre Platón más adelante. Aris­ Voy a a proceder de manera algo esquemática y aparente­
tóteles es doblemente paradójico, pprque es, en algtín sen !ido, mente arbitraria, yuxtaponiendo, lo más brevemente posible,
«anterior» a Platón, y para mí, es demócrata; pero incluso Aris­ lo que considero como rasgos fundamentales instituidos del
tóteles reflexiona sobre la democracia, y hay ya creaciones de la imaginario político g1iego, es decir del imaginario en tanto se
democracia que él no comprende verdaderamente, siendo el ejem­ encarna en las instituciones políticas, y del imaginario político
plo más contundente la tragedia. Escribe ese texto genial que moderno.
es La Poética, pero no capta lo esencial de la tragedia. l. Relación de la colectividad con el poder. Vemos inmedia­
Inmediatamente resulta que nuestras fuentes, cuando re­ tamente la oposición entre la democracia directa ele los Anti­
flexionamos acerca de la política griega, no pueden ser los filó­ guos, y la democracia represen tativa de los Modernos. Se
sofos del siglo IV y, en todo caso, ciertamente no Platón, imbui­ puede medir la distancia entre estas dos concepciones al sefia­
do de un odio inerradicable hacia la democracia o hacia el lar que en Grecia ant.igua, en derecho público en todo caso, la
Demos. A menudo estamos muy consternados al ver sabios idea ele representación es desconocida, en tanto que en los
modernos, que por otra parte han aportado mucho a nuestro Modernos está en la base de los sistemas políticos, o excepto en
conocimiento de Grecia, buscar el pensamiento político en Pla­ los momentos ele ruptura (por ejemplo, Consejos obreros, o
.
tón. Es como si uno buscara el pensamiento político de la Re­ Soviet� en su forma inicial) cuando se rechaza una alienación
volución francesa el) Charles MamTas, manteniendo las pro­ del poder de los representados por los representantes, y cuan­
porciones en cuanto a b. dimensión espiritual de los dos auto­ do los dekgados. indispensables de la colectividad no solo son
res. Por supuesto, Platón deja aparecer por momentos lo que elegidos sino que permanentemente son revocables. Ciertamen­
era la realidad de la democracia, p<>r ejemplo en el discurso de te los griegos, " me limitaré al caso de los atenienses ya que es el
Protágoras en el dhilogo del mismo nombre, discurso que ex­ que conocen � >S mejor, tienen magistrados. Pero estos magis­
presa admirablemente los topoi, los lugares comunes ele las trados se diviuen en dos categorías: los magistrados cuyas fun­
creencias y del pensamiento dhnocráticos del siglo V. Se sabe ciones implicau una especialidad, que son elegidos; y, como el
que los dejó aparecer para refutarlos después, pero eso poco quehacer, quiz<i no exclusivo pero cen tral, de las ciudades grie­
importa. Nuestras fuentes no j)ueden ser m<ís que la realidad gas es la guerra, la especialidad más importante es la que con­
,,
,r
de la polis, realidad ,que es expresada por s u s leyes. Allí, cierne a b gue rra, entonces se eligen a los estrategas. Toda una
' 1
también y sobre todo, l� ay un pensamiento polít ico instituido, serie de o t ros 1 n :q.;ist rados, de los cuales varios son importan­
materializado, encarnado. Tarhbién deben ser buscadas en la tes, no son ckg ídos, llegan a magist rados por sorteo, o por ro ta­
sistema
práctica de la polis, en su espíritu. Ciertamente, siempre hay ción, o pm· 1111 que combina ambas cosas, como cuando
200
20 1
Cornelíus Castoriadis El avance de la insignificancia

se trata de pritanos y de los epístatos de los prítanos que, por


Desde este punto de; vista, el régimen efectivo de los atenienses
un d ía, desempeñan el papel de «presidente de la República»
correspondía a lo que Aristóteles llama su politeia que él consi­
de los atenienses.
dera como el mejor.
Se imponen dos señalamientos a este respecto. En primer
2. En el régimen ateniense existe una participación esencial
lugar, hay varias justificaciones empíricas de la idea de demo­
del cuerpo político y leyes que procuran facilitar esa participa­
cracia representativa en los Modernos, pero en ninguna parte
ción política. En el mundo moderno, comprobamos un aban­
en los filósofos políticos o supuestamente tales encontramos dono de la esfera pública a los especialistas, a los políticos pro­
una tentativa de fundar racionalmente la democracia represen­
fesionales, internnnpido por fases de explosión política breves
tativa. Hay una metafísica de la representación política que de­
y esporádicas, las revoluciones.
tennina todo, sin estar nunca dicha o explicitada. ¿Cuál es ese
En el mundo antiguo, no hay Estado como aparato o instan­
misterio teológico , esa operación de alquimia, que hace que
cia separada de la colectividad política. El poder, es la colectivi­
vuestra soberanía, un domingo de cada cinco o siete años, se
dad misma que lo ejerce, por medio también, por supuesto, de
transforme en un fluido que recorre todo el país, atraviesa las
instrumentos, entre otros de esclavos policías, etc. En el mun­
urnas y sale de ellas por la noche en las pantallas de la televi­
do moderno, herencia en gran parte de la monarquía absoluta
sión col:t el rostro de los «representantes del pueblo» o del Re­
pero muy reforzado por la evolución posterior, por ejemplo la
presentante del pueblo, el monarca llamado «presidente» ? Hay
Revolución francesa, existe un Estado centralizado, burocráti­
allí una operación visiblemente sobrenatural, que nunca se in­
co, poderoso y dotado de una tendencia inmanente a absorber
tentó fundar o incluso explicar. Nos limitamos a decir que, en
todo en él.
las condiciones modernas, la democracia directa es imposi­
En la Antigüedad, las leyes se publicaban, se grababan en un
ble, entonces se necesita una democracia representativa. ¿Por
mármol a fin de que todos pudieran leerlas, y había tribunales
qué no? Pero se puede algo más, y menos «empírico» .
populares. Todo ateniense, y en promedio dos veces en su vida,
Luego, se presenta l a cuestión d e las elecciones. Como dice
está llamado a ser parte de un t1ibunal. Hay un sorteo que Alistó­
Finley, en su libro sobre La invenci6n de la política, los griegos
teles, en la Constituci6n de Jos Atenienses, describe ampliamen­
inventaron las elecciones, pero hay un punto esencial al c_ual
te insistiendo en los procedimientos muy complejos adoptados
generalmente no se le presta atención: para los griegos, las elec­
para eliminar toda posibilidad de fraude en la designación de
ciones no representan un principio democrático, sino un prin­
los jueces. En el mundo moderno, la ley es fabricada y aplicada
cipio aristocrático, y esto en la lengua griega es casi una tauto­
por categorías especializadas, incomprensible para el común
logía. Lo es también en los hechos. Cuando usted elige, nunca
de los ciudadanos, y comprobamos ese double bind, en el
trata de elegir a los peores; trata de designar a los mejores -lo
lenguage de los psiquiatras, esa doble orden contradictoria: se
que en griego se dice los aristoi-. Ciertamente, aristoi tiene
supone que nadie puede desconocer la ley, pero la ley es impo­
mtíltiples significaciones: significa también los <<aristos» , los que
sible de conocer. Si uno la quiere conocer, necesita cinco años
pertenecen a grandes e ilustres familias. Eso no impide que los
de estudios jurídicos, luego de lo cual no solo no sabrá la ley;
aristoi sean, en uno o en otro sentido, los mejores. Y cuando
será especialista en derecho comercial, en derecho penal, en
Aristóteles propone en su Política un régimen concebido como
derecho marítimo, etc.
una mezcla de democracia y de aristocracia, este régimen es
3. En el mundo griego hay un reconocimiento explícito del
una mezcla en la medida en que también habría elecciones.
poder y de la función del gobierno. En el período moderno, en
202
203
Comclius Castod:ulis El a vance de /:1 insignificancia

el cual los gobiernos so n casi o m n i p o te n tes, comprobamos u n a momento dado; bastaría e n tonces con un sorteo ) . En el i magi­
ocul lación d e l gobierno e u e l imaginario y c u la teo ría p o lít ica nario moderno, los expertos est<ín prese n tes en todos los ámbi­
y constitucional detr�ís de l o que llamamos e l poder ••ejecu ti­ tos, la p o lítica est<í p ro fe s i o n a lizada, la p re tensión de u n a
vo••, lo que const i wye una mistificación y un abuso de Iengu<�jc cpiswmé política, de un saber político aparece awlque e l l o en
fan tástico. Pues e l poder ej ecutivo no ••ejecuta » nada. Los esca­ general n o sea proclamado en l a plaza ptíblica ( o tro caso de
lones inferiores d e la a d m inistraci ó n , e n cambio, ejecutau en duplicidad ) . Es necesario destacar que e l primero, al menos
el sentido de que aplican, o se supone que aplican, reglas p ree­ que yo conozca, que se atreve a presen tarse con todas las pre­
xistentes ordenando el cumplimiento de tal acto específico a tensiones a n te u n cpistcmé político evidentemente es Platón.
parti r del m o m e n to en que las condicio nes definidas p o r la Es Platón q uien proclama que hay que tenni nar con esa abe­
regla est<ín dadas. Pero cuando el gobierno declara l a guerra, rración que consti tuye el gobierno por hombres que no están
no ej ecuta n i nguna ley; ac tt1a en un c o n texto muy amplio, el sino en la doxa, y confiar la politcia y la conducción de sus
con texto de u n a ley que le reconoce ese «derecho » . Y lo hemos asu n tos a poseedores del verdadero saber, los lilósofos.
vis to en la realidad, en los Estados U n idos con la gue rra de
Viet uam, Pauani<Í, G ra n ad a , y p robablem e n te lo vamos a vol­ 4. En el mundo antiguo, se reconoce que es la colectividad

ver a ver con e l caso del golfo Pérsicoa , el gobierno puede ha­ misma l a que es l a fue n te de la institución , al menos de l a insti­

cer la guerra sin declararla después de l o cual el Co ngreso no tuci ó n política propiamente dicha. Las leyes de los atenienses

puede sino aprobarla. Esta ocultación del poder gube rnamen­ c o m ienzan siempre con la famosa chíusula: ccloxc le boulc kai

tal, la pretensión de que el gobierno no hace s i n o <<ejecuta r .. ró dcmó, le pareció bien al Consejo y al pueblo . . . La fuente

las leyes (¿qué ley ••t:j ecuta» el gobierno cuando p repara, p ro­ colectiva de la ley cs t<í explici tada. Al mismo tiempo , compro­

pone o impone un p resupues t o ? ) no es m<ís que una parte de bamos esta situación extraila de la religión en el mundo griego
(y n o sólo en las ciudades democníticas) : la religión tiene una
l o que se puede llamar duplic idad instituida en e l m u n d o nlo­
fiterte prese ncia, pero es una religión de l a c iudad, y se la man­
derno, de la cual m:cís adelante veremos otros eje m plos.
tiene a distancia de los asuntos comunes. N o creo que se en­
E n el mundo a n tiguo, los expe rtos existen, pero s u d o m i n i o
cuen tre una sola instancia en la cual una c i udad habría envia­
es la tcclmé, dominio en el que se p u e d e utiliza r u n saber espe­
do clclegaclos a Dclfos p reguntando al odculo: ¿qué ley debe­
c i alizado y en el que se p uede distinguir los m<:jores y los no tan
mos votar? Se pudo preguntar: ¿habd que l ibrar una batalla
buenos: a rq u i tectos, construc tores navales, c te . Pero no hay
aquí o allá? o e n tíltima instancia: ¿tal persona sería un buen
expertos en el ámbito político. La p o l ítica es el d o m i n i o de la
legislador? -pero nunca algo que verse sobre e l c o n t e n id o
doxa, de l a opinión, no hay e¡)islcmc p o l ítico n i tcclmé p o l íti­
d e u n a l e y . E n e l m u n d o m o d e r n o , c i e r tamente tenemos e l
co. Es por ello que las dm:ai, las o p i n iones ele todos, en u n a
avance bastan t e di(icultoso, pero q u e irrumpe en 1 776 y en 1 789,
primera aproximación s o n equivalen tes: luego de la discusión,
de la idea de soberanía del pueblo, y coexiste con residuos reli­
hay que votar. Notemos al ¡'lasar este p u n to absolutamente fu n­
giosos; al mismo tiempo la t e n tativa de fundar esta soberanía
damental: e l postulado de l'a equivalencia, prima Jiu:ic, de todas
del Jlllcblu en () t ra cosa que ella misma, que atín subsis t e : .,e)
las doxai es la línicajust ific;oición del principio mayoritario (ade­
derecho 11at urah , la Razón y la legitimación racional, las leyes
m <ís ele procesal : hay que term i n a r con la discusión en un
h istóric:.!s, e t c.

5 . Fu el l
l l ll llc l o antiguo no hay «constitución» propiamente
dicha. E n t o ! l( <·s sttrge el problema crucial, a partir del momento
• Conferencia pronunciada el 29 de octubre de 1 990.

204
205
Comelius Castoriadis E l avance d e la insignificancia

en que se sale del mundo sagrado, de la significación imagina­ unas veinte enmiendas y una guerra civil, pero en la mayoría de
ria de un fundamento transcendente de la ley y de una norma los otros casos estas constituciones (actualmente hay alrededor
extra-social de las nonnas sociales, de la autolimitación. La de­ de ciento sesenta «Estados soberanos>> , miembros de las Nacio­
mocracia es sin duda alguna un régimen que no reconoce nor­ nes Unidas, dotados casi todos de «Constituciones» ; resulta du­
mas provenientes del exterior, y ella debe plantearlas sin poder doso que unos veinte de ellos pudieran ser calificados de «de­
apoyarse en otra nonna. En ese sentido, la democracia es cier­ mocráticOS>>, cualquiera que sea la extensión que se le dé a este
tamente un régimen trágico, sujeto al lwbris, lo sabemos y lo término) no son más que borradores de papel.
vemos en la última parte del siglo V en Atenas, la democracia Por supuesto, se supone que estas constituciones responden
debe hacer frente a la cuestión de su autolimitación. Pero la al problema de la autolimitación; en este sentido, no se puede
necesidad de esta autolimitación es reconocida claramente por por cierto rechazar la idea de constitución, o de un Bi/l ofrights.
las leyes atenienses. Existen procedimientos claramente políti­ Pero también es muy fuerte la ilusión constitucional, la idea de
cos, como esa institución extraña y fascinante que es la graphe que basta con tener una constitución para que las cuestiones
paranomón, es decir la acusación de un ciudadano por otro estén arregladas. Nada lo demuestra mejor que la famosa «Se­
ciudadano porque aquel habría hecho adoptar por medio de paración de los poderes>>, proclamada prácticamente en todas
la Asamblea una ley ilegítima (pensemos en los abismos que las constituciones modernas, pero que es más que problemáti­
abre esta cláusula) . Existe la separación estricta de lo judicial y ca. En primer lugar, detrás del poder legislativo y del poder
su poder que se fue desarrollando, y que hace que en el siglo IV «ejecutivo>> , está el verdadero poder político, al que general­
Aristóteles diga de Atenas casi lo que uno diría de los Estados mente no se menciona (como en la actual Constitución france­
Unidos contemporáneos, a saber: que el poder judicial tiende sa) más que nominalmente: el poder de los partidos. Cuando
a devenir superior a los o tros. Por tíltimo existe, y lamentable­ Margaret Thatcher propone una ley al Parlamento británico,
mente no puedo extenderme sobre este vasto tema, la tragedia. este Parlamento va a ejercer su función de «poder legislativo>>;
Sus significaciones múltiples están lejos de reducirse a esta, pero pero es el partido de Margaret Thatcher el que va a votar esta
la tragedia posee también una significación política muy clara: ley. Luego Margaret Thatcher vuelve al 1 O Downing Street,
el llamado constante a la autolimitación. Pues la tragedia es cambia de vestido, se transfonna en jefe del «ejecutivo>> y envía
también y sobre todo la exhibición de los efectos de la hybris, y una flota a las Malvinas. He aquí la «separación de los pode­
más que eso, la demostración de que pueden coexistir razones res>> . No hay separación de poderes, es el partido mayoritario el
con trarias (es una de las «lecciones» de Antígona) y que no es que concentra el poder legislativo y el poder gubernamental
obstinándose en la razón (mon os phronein) como se hace po­ (mentirosamente llamado «ejecutivo>> ) , y en ciertos casos, la­
sible la solución de graves problemas que pueden aparecer en mentablemente como Francia e incluso Inglaterra, el gobierno
la vida colectiva (lo que no tiene nada que ver con el consenso maneja al poderjudicial: la dependencia del poder judicial con
blando de la época contemporánea) . Pero por encima de todo, respecto al gobierno en Francia es escandalosa, no solo en los
la tragedia es democrática en el hecho de que conlleva el re­ hechos, sino también en los textos. En cuanto a los partidos
cuerdo constante de la mortalidad, a saber, de la limitación mismos, estructuras burocráticojerárquicas, estos no tienen
radical del ser humano. En los Tiempos modernos, existen nada de democrático.
<<constituciones fonnales>>; en algunos casos excepcionales, estas 6. Detrás de estas instituciones políticas, están las significa­
constituciones pennanentes, como en los Estados Unidos co � ciones imaginarias políticas subyacentes. Lo que domina todo
206 207
Con1diz1s Castodac/i... 1�1 a vauce ele la insiguilicanci;t

lo dem;ís, en la Antigüedad, es la idea: la ley somos nosotros, la importantes a las condiciones de esta participación. La comu­
polis somos nosotros. Dominando todo lo dem;ís e n los Tiempos n idad política est.<i limitada a los adultos libres machos; exclu­
modernos, es t á la idea: el Estado son ellos. Us-tlJem, se dice e n sión total d e las nnüeres, exclusión, ciertamente, de los escla­
Inglaterra. U n índicador caracte rístico es la idea d e la delación: vos y de los extrar�jeros. E n los Tiempos modernos, la sitÍmción
110 se supone que uno va a denunciar a alguien que cometió un
es totalmente d i ferente. E n t eo ría, los miembros de la colectivi­
delito, o incluso u n crimen. ¿Por qué? ¿No es vuestra ley, la que
dad política que viven en un territorio dado poseen todos los
ha sido violada? E n Atenas, se sabe, cualquier c i udadano puede
derechos políticos, con reserva con respecto a su edad y a su
llevar a n te los tribunales a otro, no porque este lo h ab ría lesio­
nacionalidad; hay una vocac ión de un iversalidad -derechos
nado personalmente, sino porque viola la ley ( a dikci) .
humanos, e t c .-, aunque en la practica existen grandes limi ta­

7.
ciones a la participación política (sin mencionar la larga lucha
En los Antiguos, se comprende clarame l l t e , y se repite
por los derechos políticos d e las nnü e res que, históricame n te ,
constantemente, que la sociedad forma al i ndividuo. F;ícilmen­
acaha apenas d e co!lcl uir, pero con resul t ados muy limitados
tc se mult iplicar;ín las c i t as: Sim<Ínides, Tucíd ides, Aristó teles.
De allí el peso enorme que recae sobre la paiadcia, la educa­
<:11 la n:alid ad ) .

ción .e n . eJ sentido lll<ÍS anwJio del térm i 110, de los ciudadanos.


1 0 . E n e l mundo ant iguo, la act ividad política inst ituyente
En los Tiempos modernos, sigue subsistiendo, herencia sin eluda
tiene grandes limitaciones, por no decir que es inexistente, fuera
del crist ianismo y del plat onismo, la idea d e u n i ndividuo su bs­
tancia, o n t ológicamente auhírquico y autoproductor, que en­ del ;imbi to estrictamente político. Por (j emplo, nadie piensa
e n tocar la propiedad o la familia (aun cuando Aristóteles pro­
tra en un con trato social (nocional, ciertamente, transce ndental
si se prefiere ) , estando ele acuerdo con los o t ros para formar bablemente se hace eco d e algunas opiniones ele solistas, pero

una sociedad o un Estado ( ¿pod ría n o haberlo hecho, i ncluso para reducirlas al absurd o ) . E n los Tiempos modernos, y a m i

nocio na lmen te o l ranscewlc n t a h n e n t e?) . De allí las ideas dd e n t e n d e r e s d i n m enso a p orte d e Euro p a , hay u n a extra o n l i­

individuo contra el l�stado o la sociedad, y d e la sociedad civil naria apertura, y de d e recho ilimitada, de la actividad institu­

con tra el Estado. yente explíc i t a y ciertame n te existe un éuestionamiento efecti­


vo ele las i nstituciones méís inmemoriales, p o r ej emplo con el
8. E n los A11tiguos; el ¡lbjcto d e la actividad p o i Íl ica es cier­ movimiento de las lllt�j e res. En principio, ninguna inst i tución
tamellte, en primer lugar, la indepe nde11cia y el fó rt alecimien­ d e la sociedad moderna puede escapar al cuestionamiento.
to de la colect ividad polít ic a , i ndependencia plant eada como
un iin e n s í; pero también al menos para la Atenas del siglo V, 1 1 . E n cl mtmdo griego, existe una limitación insuperable
la colect ividad como cm�unto de individuos fónuados p o r la ele la act ividad política a la polis, e n su ser-así dado, histórico y
paiadcia y las obras comunes -- como lo dice Perides e n el efect ivo. En el Jllu ndo Moderno, existen conilicLos e n t re la di­
Epitalio de Thucydid(�_:_. El obj e t o d e la act.ividad polít ica en mensión un iversalista del imagi!1ario político y otro elemento
los Mode rnos es esenci�thne n t e i a defensa de los i n t e reses ( p ri­ cen tral del imaginario moderno: la nación y el Estado-nación.
vados, de grupo, d e clase) v la defensa con tra el Fstado, o las Como pregu 1 1 Ltb:t B mke, ¿se trata d e los righ ts of man, de los
reivindicaciones que le son d i rigidas. derechos h u m a n o s , o los rigllts of'Englislwwn, de los derechos
9. Si consideramos la participación de los individuos en la co­ del i n glés? E n t c u r h , rechazamos esta pregu n ta; en los hechos
lectividad política, en los An t iguos hay, lo sabemos, rest ricciones sucede todo I (J u . • : l rario.

208
209
Cornelius Cascoriadis
El avance de la insignificancia

1 2. El etlws político dominante en los antiguos es una fran­


Todos somos hijos iguales de Dios, pero en todas las iglesias,
queza brutal. Está presente, por ejemplo, en Tucídides, en el
hay, al menos había, sillas separadas para el señor, para los no­
discurso de los atenienses a los melianos. Los melianos repro­
bles, para los burgueses y el grueso del pueblo que quedaba
chan a los atenienses haberlos hecho sufrir injusticias; los ate­
de p i e .
nienses responden: seguimos una ley que no inventamos, que
encontramos allí, y que siguen todos los humanos e incluso los
1 3. El obj etivo proclamado d e la actividad humana, sobre
dioses, a saber: la ley del más fuerte. Esto se dice brutalmente, y
los frontispicios del edificio político, es sin duda, en la .Antigüe­
va acompañado por la idea implícita de que el derecho solo
dad, el ideal del hombre ka]os kagatlws, la virtud, la paiadeia, o
existe entre iguales. Los iguales son los miembros de una colec­
c o m o d i c e P e ri c l e s e n e l Epi tafio ( pllilokalo u m en kai
tividad que supo instaurarse como lo suficientemente fuerte
pllilosoplwumen) de vivir en y por el amor de lo bello y de la
para poder ser independiente y en la cual, en su interior, los
sabiduría. En los Modernos, el objetivo proclamado es sin duda
hombres pudieron erigirse con la capacidad para reivindicar y
la prosecución de la felicidad, felicidad universal, pero que no
obtener derechos iguales. Aquí podemos hacer un paréntesis
es sino la suma de las felicidades privadas. Detrás de los frontis­
en cuanto a la esclavitud. Se dice que los antiguos jÚstificaban
picios, el objetivo efectivo de los Antiguos es sin duda, en el
la esclavitud; es una burrada mayúscula. La primera justifica­
plano individual así como en el plano colectivo lo que llaman
ción de la esclavitud que yo conozca se halla en Aristóteles (si
el kleos y el k udos, la gloria, el renombre y la consideración.
ustedes quieren, pueden hablar también de Platón, con las tres
En los Modernos, es sin duda la riqueza y el poderío, y, como
razas, pero no es lo mismo) . Para un griego clásico, es impensa­
decía Benjamín Constant, «la garantía de nuestros disfrutes>>.
ble que se puedajustificar la esclavitud, dado que él aprende a
leer y a escribir con la Iliada, donde se sabe que desde el co­
14. Detrás de todo esto, hay otra capa, más profunda, del
mienzo las figuras más nobles del texto van a ser reducidas a la
imaginario: la manera de dotar de sentido, significación, el
esclavitud (después del poema, en la continuación de la leyen­
mundo en su conj unto y la vida humana. Para los griegos, lo
da) . ¿Quién se atrevería en algtín momento a pensar que An­
fundamental es la mortalidad. No conozco otra lengua en la
drómaco o Casandro son esclavos «por naturaleza»? Aristóteles
cual la palabra mortal significa humano y humano significa
será el primero en tratar de dar una ·�ustificación>>, a fines del
mortal. Ciertamente, en la poesía francesa del siglo XIX y más
siglo IV. La concepción clásica está expresada admirablemente
tarde, aparece el ténnino «los mortales>> : es un simple recuer­
en el famoso fragmento de Heráclito, del cual, habitualmente,
do de los estudios clásicos, no es el espíritu de la lengua, es
no se citan más que las primeras palabras: la guerra es padre
decir de la sociedad misma. Pero Thnetoi, los mortales, para
de todas las cosas, es ella la que mostró ( edeixe: reveló una
los griegos son los humanos; ser humano, es eso mismo. De ahí
naturaleza preexistente) quiénes son los dioses y quiénes son
la exhortación repetida, en la tragedia y en otros textos, tlmeta
los hombres, es ella la que creó ( epoiese: los hizo) a unos libres
phronein, pensar como un mortal: recuerda que eres mortal.
y a otros esclavos. En el mundo moderno, comprobamos la
Vean en Herodoto las historias sobre Salón y Creso; cuando
duplicidad instituida y la ideología. Ciertamente, hallamos
Creso se queja a Salón porque no lo cita entre los hombres
una vez más el origen en Platón, con la «mentira noble>> de la
felices que conoció, Salón le responde, entre otras cosas: pero
República, pero esto se prolonga con Roma, el judaísmo y el
estás vivo, no se puede decir que eres feliz, solo se lo podría
cristianismo instituido: se dice una cosa y se hace otra cosa. decir después de tu muerte. La conclusión, evidente, paradójica,
210
21 1
trágica: no es posible se r llamado feliz sino u n a vez que se ha Sabidu ría igual a l o B e l l o , l o q u e hará q u e alguien c o m o
muerto, cuando ya n o le puede suceder nada que le destruya su Heicldeger d i g a q u e la tarea de l a filosofía e s buscar e l sentido
fi.- l i ci d a d o que < ' l l t pa lw s t t k lcos. li no I I I I I I Ca c ·s ldiz. A Crcsus, d d Se r, sin p l a n t eai·se u n a sola vez la cucstiün de saber si d S e r
lo sabemos, le suceden la más terribles desgracias. Y al mismo tien e o puede tener un sen tido, y si esta pregtínta misma t iene
t iempo, esta mortalidad est<Í habit ada por la hyiJris, que no es un sentido (no tiene ninguno ) . De tds de todo esto, queda una
el pecado, sino la desmesura. E l pecad o , hebraico o c ristiano, tierra prometida, hebraico-cristiana , este Ser-Bien-Sabidu ría-Be­
p resupone que hay fron te ras bien demarcadas (por o t ro ) en­ l leza est<í allí, en algtín lugar e n e l horizo n te accesible de la
t re lo q ue se debe y l o q u e n o se debe h a c e r. I .o propio d e l a h i s t oria h u m a na ; y, final m e n t e , la t ransferencia de la promesa
hyúris e s que n o hay fro n tera trazada; nadie sabe a partir de teológica tuvo lugar en el « p rogreso•• .
qué momento comienza el Jwhris, y sin embargo hay u n mo­ Con c luyo muy rápidamente. Todo esto, evide n temente , no

mento en que u n o est<í e n hyhris, y e n tonces los dioses o las es para decir que hay que volver a los griegos, n i siquiera que l a

cosas i n t ervie nen para aplastarlo. E11 los Modernos, el fa n t as­ creación griega e n este aspecto importe más q u e l a moderna.

ma de la i n m o rtalidad p e rsiste, incluso después del descHcan­ Destaqué cie rtos aspectos, podría hacerlos con muchos otros,

tamiento del mundo. Fan tasma transferido al progreso i ndefi­ en relación a los cuales hay, no una superación -el término

Hido, a la expansión del supuesto dominio racional, y sobre n o tiene sentido- sino l a aparición con la modernidad de algo

todo manifiesto e11 la ocul tación ele la muerte que es cada vez fu ndame n t al para nosotros: un cuestionamiento mucho 1mís
radical, una u n iversalización cf(xtiva hasta u n cierto punto, no
m<ís característica de la t{poca c o ntempor<ínea.
porque es llevad� a cabo, sino porque está plan teada exp l íci ta­

1 5. En los Antiguos hay una o n tología implícita, e n las opo­ mente como una exigencia. M i conclusión es que tenemos que

siciones ele chaos y cosmos, de ph usis y nomos; el ser es tanto ir m<ís lejos que los griegos y que los modernos. Nuestro p ro­

caos, a la vez en el sent ido de vacío ( chaino) y e n el sen tido de blema es el de i nstaurar u n a verdadera democracia en las con­

mezcla indefi n ible, como cosmos, a saber: o rdenam i e n to visi­ diciones contemponíneas, hacer ele esta univesalización que per­
manece fo rmal, o, mej o r d i c h o , i n c o m p le ta, e n el m u n d o
ble y bello. Pero ej ser no es e n absoluto <<racional» de un extre­
m o d e r n o u n a u n iversalidad sustancial y sustan tiva. Esto sólo
mo al o t ro , u n a. idea semej a n te se excluye e n la c o ncepción
es posible reubicando e n su lugar los <<disfrut es » , des truyendo
griega, ( incluso en Plató n ) . Los dioses y el ser n o se preocupan
la importancia desmesurada que cobró l a economía e n la so­
por los humanos, i n cluso se puede llegar a decir, en algtín sen­
ciedad moderna y tratando de crear un nuevo ethos, un ethos
tido, lo con trario: tlw thcion ph tlwneron, lo divi n o es e nvidio­
centralmente ligado a la mortalidad esencial del hombre.
so, dice Herodoto. Los d ioses n o son n i omi nisc i e n tes n i o m n i­
pote n tes. Tampoco son j ustos. Basta con leer la Iliada para ver
Debate �
los c rímenes cometidos por los dioses: Héctor es asesinado e n
función de u n a t riple t1:aicíón d e Ate nea. Ellos mismos, son RotiER-Pot. l)Rorr: Leye ndo el bosquc:jo detallado de su exposi­
sometidos a una ley impersimal suprema, la Ananke, que pre­ ción. t.al como usted me lo envió 1 , tuve la sensación de chocar
para tal vez su destittición, como lo proclama Prom e t e o , y q u e con tres ohst�ku los. Se transformaron en tres interrogac iones,
e s la ley de creación/ dcs t n Ícció n , que Anaximandro expresa que n o ago ta n , en absoluto, la serie de pregun tas que surgen
muy claramente. El mundo lnoderno, no llega a desprenderse e n sus an<H is i s .

de una o n tología t u l i taria y por ende casi f¡ttal m c u t e t eológica,


1 La modalidad adoptada para los debates de la tarde preveía la apertura de la discusión
creada en este caso por Platón, del Se r igual a l Bien igual a la por medio de al9w1as preguntas preparadas antes de las intervenciones del público.

212 213
Cornelius Casroriadis E l avance de la insignificancia

Primera dificultad: ¿Cómo articula usted por una parte la universalidad y la ausencia de toda fonna de despliegue racio­
singularidad y la contingencia del nacimiento en Atenas de la nal en su concepción de conjunto de la historia humana.
democracia y de la filosofía y por otra parte, la universalidad La segunda dificultad que encontré está ligada a la cuestión
potencial de ese «gennen» griego y su evacuación de una «filo­ de la eventualidad de una democracia planetaria. Tal como yo
sofía de la historia•• , en el sentido clásico del ténnino? Aclaro lo entendí, su análisis de los diferentes puntos de contraste en­
rápidamente los elementos de esta primera pregunta, a firi de tre democracia griega antigua y democracia europea moderna
que el problel'na sea claro para todos. puede desembocar, a grandes rasgos, en la idea de que la pri­
Los griegos, y más específicamente los atenienses, son los mera posee una suerte de universalidad limitada pero «plena••
tínicos que constituyeron una sociedad que delibera explícita­
mientras que la segunda, que proclama una universalidad ili­
mente acerca de leyes que ella misma crea, que emprende su
mitada, está atravesada por conflictos que se sitúan particular­
cambio, que prevé la posibilidad de su reformulaicón, que se
mente en las relaciones de los individuos con el Estado, y con la
esfuerza en que sus propias reglas sean visibles, susceptibles de
tecnocracia.
enmiendas y de rectificaciones. Es en Atenas, y en ninguna
Mi pregunta será: ¿En qué tiene que transformarse la de­
otra parte, donde se constituyó, en un mismo movimiento, la
mocracia para que devenga efectivame n te u niversal y n o
reflexión acerca de los principios de las leyes -lo justo y lo injus­
excluya a nadie , sin distinción d e sexo, d e cultura o de m un­
to, el bien y el mal- y acerca de los elementos de esta reflexión
do imaginario?
misma: la razón, lo verdadero y lo falso, lo pensable y lo
El tercer y tíltimo obstáculo que encontré, es lo que llamo la
impensable.
tentación pesimista. No tiene nada que ver con la tentación
Singular y contingente, el nacimiento griego de la práctica
escéptica, a la cual usted muy a menudo trata con una alegre
democrática y de la relexión filosófica, sin embargo, tiene voca­
malicia. Lo que yo llamo de esta manera, a mi entender, nace
ción universal. La mptura se produjo en un tiempo y en un
de la convergencia de algunos de sus señalamientos más insis­
lugar dados, pero no se halla encerrada en un período delimi­
tado ni restringido a un espacio cultural estrechamente circuns­ tentes. En primer lugar, sus señalamientos sobre esta última

cripto. Por el contrario, se dirige virtualmente a todo hombre mitad de siglo, que tienden a concluir que la época no es nihi­
de toda cultura, concierne al devenir histórico de la humani­ lista, sino simplemente nula, y que ni siquiera es una época.
dad en su conjunto. Todo esto fue dicho miles de veces. Luego, la ausencia de motor oculto de la historia que le penni­
¿Dónde está la dificultad? No la hay, o no hay dificultad in­ tiría recuperar o reciclar todo lo que este siglo tiene de horri­
franqueable, a partir del momento en que se postula, como lo ble y de estéril a la vez. «Nadie puede proteger a la humanidad
hace Hegel o como lo hace Marx, la existencia de un sent.ido contra la locura y el suicidio» , escribe usted en algún texto.
de la historia, de una racionalidad dialéctica que explica la Entonces, le pregunto qué hace que usted tenga esperanzas
marcha necesaria de ella. Pero lo menos que se puede decir es y que luche a pesar de todo, no por su inclinación personal a
que no es su caso: la historia no es «Un despliegue racional>•, reír en lugar de lamentarse, porque también se puede ser feliz
según lo que usted dice, y la evacuación de estas visiones de la en la desesperanza, pero entonces en nombre de qué, si se
historia se da ligada a su tesis de la auto-institución radical de puede fonnular, usted resiste y apuesta a que esto no es en vano.
las significaciones imaginarias. No ignoro la desmesura de semejantes preguntas, pero le
Entonces, le pregunto cómo articula el hecho griego, en agradezco que trate de aportar algunos elementos o al menos
su forma última de contingencia absoluta, su potencial de algunas respuestas posibles.
214 215
Comdius Castori�dis El avance dt· la insigniiicauci;J

CoRNEI.IUS CASTORJAilJs: Disculpe mis respuestas iusalisütctorias instituciones, en el sentido verdadero del término, son algo· del
o demasiado b reves. Lo serán ciertamente para m í, pues las orden de lo imperceptible inmanente , al igual que el lenguaje.
pregu n t as f ( ¡n nu la d as son ahsoh l l a mcnt<: h mdamcnt alcs. Abor­ Sucede q u e algunas de estas idealidades superan su lugar de
daré cOI�j u n tamente la p rimera y la tercera pregunta, que están origen, ya sea e n su ámbito lógico-matemático o en cÍ ámbito
relacionadas, ambas, cou nuestra visión general de la historia, estético. Pero no discutimos aqu í acerca de l a creación de re­
no d i ría del ser, sino de l a historia. Del mismo modo que n o glas aritméticas o geométricas, n i de la creación de obras artís­
podemos vivir sino a partir d e u n a ética d e l a mortalidad, nues­ ticas. Nos preocupa otra cosa. Se tra t a de la puesta en cuestión
tra reilexión filosófica misma debe estar profundamen te im­ de si mism o , individual o colectiva. Ponerse a distancia de sí,
pregnada de esta idea de mortalidad y 110 solo de muerte indi­ producir esta extralia dehiscencia en el ser de la colectividad
vidual. Si me permite esta expresión gran d ilocu e n te , el ser es así como en e l de l a subjetividad, decirse: «Yo soy yo, pero lo
creación y destrucción: am bas van un idas. Anaximandro lo sa­ que pienso tal vez es falso » , son creaciones de Grecia y de Euro­
bía, pero esto se tuvo muy poco en c ue n ta . Sin embargo esto pa. Es un accidente local. No p uedo ni quiero insertarlo en
est<í en el cen t ro de u n a reilexión acerca de la historia que tra­ cualquier teología o teleología de la historia humana. Hubiera
taría de salir de esos m i tos escatológicos que consti tuyen los sido pe rfectamente posible que Grecia no h ubiese existido. En
esquemas « progresistas» de la historia, ya sea que se trate de cuyo caso no estaríamos aqu í esta noche, porque la idea de u n
Kant, de Hegel o de Marx. Creo que hay que sali r de eso. debate ptíblico libre, en el q u e cualquiera p uede cuestionar l a
La h u.manidad misma es un accidente local. Las formas que autoridad de cualquier otro, n o habría surgido. N o h a y nada
la humanidad ha dado a su creación son igualmente c o n tin­ de necesario en esto, hay que admitirlo.
gentes. En estas · creaciones, hay elementos, que dado el con­ Pero también hay que admitir que e l privilegio de estas dos
j u n t o de las condiciones físicas, por ejemplo, n o son contin­ creaciones (la griega y la europea) reside en la constitución de
gentes. Somos animales: tenemos que comer y nos tenemos que u n u niversal que ya no es el u niversal lógico o i ncluso técnico.
reproducir, y necesitamos que exista una regulación social de Una hacha sirve en cualquier cultura: si l a gente n o sabe usarla,
estas necesidades. Pero ello no explica la variedad i n fi n i t a de aprende en seguida. Lo mismo sucede con un jeep o con una
las formas en la historia. Siempre estamos condicionados por ame tralladora. La u n iversalidad de la autorreHexividad, en el
el pasado, pero nadie dijo que ese pasado era necesario. Esta plano individual o colectivo, es de otro t ipo. Esta autorreHexivi­
creación, por (:j cmplo l a de la democracia ateniense, es con t i n­ dad, que cst;i en el fundamento de la democracia, es como u n
ge n t e . Pero I Í< " I H" , al n w nos para n oso t ros, c:-w car;íl ' l c r a l >sol t i­ v i rus o u n ve ne no. Existe u n a susce p t i bilidad de los seres hu­
J am e n t e ext raordinario que es el hecho de que esta conti ngen­ manos a ser «e nvenenados>> por la reflexión, en ser tomados en
cia no impide una suerte de peí·e ¡ midad virtual de ciertos lo­ este quehacer de la reHexividad, en la reivindicación de la li­
gros. ¿Cómo y por qu('? Es la pregu n t a d e Roger Poi Droit.. Es bertad de pensar, y de la libertad de acc ión. Pero esto no perte­

difícil de detallar, p e 1 0 lo c>� p l icaré e n pocas palabras. nece a u n a naturaleza humana.

1
La sociedad no p'uede v\vir sino creando la significación. Por o tra parte, la institución social puede crear un obstáculo
Signiiicac i ..S n qu•iere decir Idealidad, p e ro n o e n e l sen tido i n franqueable a esta contaminación liberadora. Por ej emplo,
trad i c ional de lá filosofía. La i dealidad aquí sign i fi c a algo para un verdadero musulmán , con toda e l respeto debido a
m uy importan t e , más i m p l)rta n te que las cosas m a teriales, todas las creencias, es evidente que la filosofía no puede e n
u n elemento i m pe rceptible i n m a ne n te de la sociedad. Las absoluto cuestionar e l hecho d e que el Corán e s divino como ¡:
1

216 217
El avance de la insignificancia
Corne/ius C7storiadis

texto. Sobre este punto no hay discusión razonable posible. una tentación pesimista a la cual yo resisto. Por mi parte, no
Cuando uno pregunta, como lo hace Roger-Pol Droit, como vivo en absoluto las cosas así. En la medida en que siga habien­
me lo estoy preguntando yo mismo, cuáles son los logros me­ do gente que reflexione, que cuestione el sistema social o su
diante los cuales las sociedades occidentales pueden iniciar es­ propio sistema de pensamiento, habrá creatividad de la histo­
tos u niversos de creencias, no es posible hallar una respuesta ria sobre la cual nadie puede poner una lápida. El lazo que
general. Tenemos que tener la esperanza de que el ejemplo tenemos con esta creatividad pasa por individuos vivientes. Es­
occidental, por más rengo que se haya vuelto, corroa poco a tos individuos existen, aun cuando sean muy pocos actualmen­
poco este conj unto de significaciones esencialmente religiosas, te y aun cuando, efectivamente, el tono dominante de la época
que abra las brechas a partir de las cuales pueda comenzar un no es agradable en absoluto.
movimiento de autorreflexión, a la vez político e intelectual.
Dije «Occidente rengo». Me pennito retomar un ejemplo Ptíblico: Si se universalizara la democracia en el planeta en­
de mi último libro, porque me viene en seguida a la memoria. tero, ¿no existiría el riesgo de ver desaparecer toda forma de
No se puede corroer las culturas islámicas persuadiéndolas de alteridad, de ver constituirse un mundo sin otro, y, en conse­
que Madonna es superior al Corán. Pero lo que se le dice ac­ cuencia, sin representación de su propia muerte potencial?
tualmente es casi lo mismo. D ichas cul turas no están corroí­
das p o r la Declaración de los derechos humanos, sino por GC.: A menudo se piensa que no es posible definirse sino
Madonna o por sus equivalentes. Ese es el drama de Occidente con tra un otro. ¿En qué medida esto es cierto? Este postulado
y de la situación actual. es absolutamente arbitrario. Pero este ténnino, inocente, en
La segunda pregunta presenta un problema inmenso, que
apariencia, se presta a la confusión. En fonología, que yo sepa,
realmente no es posible discutir aquí. ¿Qué querría decir, si se
las labiales no están en guerra con las dentales. Las labiales no
hiciera, la universalización efectiva de las instituciones demo­
exigen la muerte de las dentales para existir como labiales. El
cráticas, una democracia planetaria, etc.? ¿Qué presupone? Es
término «oposición>> aquí es un fantástico abuso de lenguaje.
absolutamente evidente que una democracia semejante, presu­
Se trata de distinción, de diferenciación.
pone, antes que nada, la aceptación por todos, cualquiera que
Su argumento se sostendría si alguien dijera: «Pido y pro­
fueran sus creencias privadas, que una sociedad humana no
pongo una sociedad en la cual no haya ninguna diferenciación,
puede existir sino sobre bases que no están ftiadas por un dog­
en la cual todos seamos parecidos. » Allí, usted podría decir, no
ma revelado, cualquiera que fuese. Pero debemos suponer to­
que es una utopía ni siquiera una contrac�icción, sino que es
davía mucho más que eso. Y, sobre todo, existen fonnas con­
algo del orden de la infradebilidad mental. Una sociedad se­
cretas que hay que crear. Pues sería tan desatinado pensar que
mejante no puede existir y no es en absoluto deseable. Es la
se puede aplicar la democracia ateniense a las dimensiones de
muerte... Tal vez Ceaucescu pensaba en eso: donarse para te­
la nación francesa como pensar que se podría aplicar, digamos
-aunque no es un modelo- la Constitución de la V' República ner una Rumania con 24 millones de Ceaucescu. Es posible,
al planeta entero. La �istancia en ambos ejemplos es la misma. pero estaba loco. En otras palabras, cada uno de nosotros vive
Es éste, entonces, un campo de creación que el futuro debe por diferencia con respecto a los otros, pero no en oposición a
constituir. los otros. Eso es lo que hay que entender.
Por último, en relación con todo esto, ¿se puede ser pesimis­ UN AUDITOR: Usted habló del nacimiento de la democracia ate­
ta u optimista? Roger-Pol Droit cree ver, en su última pregunta, niense como una mptura en esta clausura de las significaciones

218 219
Comclius Castoriadis El av;¡ucc de la insignificancia

constituida por el universo religioso. ¿Pero esta ruptura puede impactantes-a medida que la democracia se desvanece, devie­
ser t o tal alguna vez? ne en o tra cosa. Es Alcibíades. Para Alacibíades, todos los me­
dios son buenos para conquistar el poder: votar l a absurda ex­
C.C.: Nunca puede haber ruptura total de la clausura, eso es
pedición de Sicilia, traicionar a su patria, pasarse a los Lacede­
seguro. Pero existe u n a d i ferencia cuali tativa enorme e n tre u n
monios, darles la estrategia del triunfo para la guerra del Pelo­
mundo en e l que hay u n a clausura, tal vez c o n fisuras porque
nunca nada se sostiene absolutamente, y un mundo que abre poneso, pasarse una vez más a los Atenienses, etc. Allí, tiene el

esta clausura. fin de l a democracia ateniense.

En e l cristianismo más cerrado, siempre está l a gran espina


de l a teodicea. Al final siempre hay que decir: «Sólo D ios pue­ UN AUDITOR: ¿Cómo conciliaban los griegos el p rincipio de igual­
de saber por qué hay niüos mogólicos.» Pero nunca h ay ruptu­ dad sobre el cual reposa la democracia y su gusto por la lucha,

ra total de l a clausura. Incluso e n l a filosofía más radical, siem­ por e l combate, por la competencia, el agón, e n el cual solo el

pre hay muchísimas cosas que n o pueden ser cuestionadas, y mej o r gana? ¿Y qué hacer con este mismo problema hoy?

que probablemente no podrán serlo después. Por otra parte,


una filosofía que vale la pena, e n u n sentido tiende a cerrar. C. C . : E n primer lugar hay que destacar que la concepción que

Por más que repita «no quiero cerrar » , c ierra al menos en su los atenienses tiene de la democracia es totalme n te relativa a la

fonna de no cerrar, e tc . , es decir que detenn i n a algo. Y la ver­ idea de que no h ay derecho s i no e n tre iguales. Ahora bien,

dad, es este movim i e n to de ruptura de una clausura tras otra. ¿quiénes son los iguales? Son los machos libres. Eso es bien

No es la correspondencia con algo. claro, en todos lados, tanto e n Tucídides como en todo el mun­
do. Y es muy sorprendente ver que Aristóteles, en el libro V de
P.: ¿No es posible pensar que los griegos detestaban el poder y La l�tica para Nic6maco, que está consagrado a !ajusticia, cuan­
no veían en t�l m�ís que un mal necesario, como lo demuestra, do llega a la cuestión de la justicia ptíblica, dice precisamcn te
por ejemplo, el sorteo en lugar de u n a elección? que n o hay j usticia o i nj usticia e n la política. La política aquí n o
es l a gestión de l o s asuntos corrientes, en l o s q u e eviden temen­
C. C. : Seré un poco más sutil que usted e n cuanto que los grie­ te existe lo justo y lo it�usto, sino que es l a institución. Para
gos detestaban e l poder, l a idea de que era un mal necesario, Aristóteles, que en este punto es muy profundamente griego, y
cte. Pericles, por ej emplo, n o ejerce e l poder e n Atenas por con el cual estaríamos en desacuerdo, uno no puede j uzgar el
haber sido elegido esu:atega, sino e n función de l a i nfluencia núcleo fundamental de la institución política de la Ciudad. É sta
que tiene sobre e l pueblo. ¿Pero tomo logró esa i n fl u e ncia? da el poder a los oligor, a los pocos, o a los demos o a quien sea.
Visiblem e n t e porque busc6 tenerla. N o se puede decir que All í u o hay j usticia o i t�usticia. Las consideraciones de Aristóte­
detestaba e l poder, ni que lo habían obligado. Creo que lo que les en La Política misma no son consideraciones de justicia o de
.
hay que ver e n e l régiii H:n ateniense, s i usted lo toma en el i r�justicia para los regímenes políticos, sino conside raciones de
momento de su gran esplendor, digamos lo que se llama e l conveniencia, de apropiación o de adecuación a la naturaleza
siglo de o r o de Pericles, e s ese' frágil equilibrio e ntre e l deseo humana. Eso es lo que hace que algunos regímenes sean mejo­
del poder de unos, e l conirol ejerci do por e l pueblo, y l a no­ res y otros no t an buenos, y no el' hecho de c1ue sean j ustos o
supresión de l a indiviclmilidad, ir�justos.
Despm�s. efectivamente, el deseo de poder -es verdade ra­ No se t rata de conciliar la concepción agonística absol u t a
mente una tierreno clásico, para encontrar demostraciones tan con l a democracia. No decimos q u e queremos i nstaurar l a
220
22 1
Corne/ius Casto.riadis

democracia para los más fuertes ni para los más débiles. Preci­ Capítulo XI
samente ésa es una de las grandes experiencias de los Tiempos
modernos, que está germinalmente, efectivamente, en la in­
vención que los griegos hicieron de un Jogos que se pretende
universal, pero cuya universalidad pennaneció en ellos sin una
La democracia ateniense:
verdadera puesta en marcha política. El gran aporte de los Tiem­ falsas y verdaderas cuestiones*
pos modernos, es que queremos la democracia para todos.
Ahora, en el interior de la democracia, ciertamente hay que
dejar lugar para el elemento agonístico que está e n todo ser Leyendo el texto de Pierre Vidal-Naquet releía esta novena
humano y actúa, de manera tal que este elemento no se traduz­ Carta de la mon tañaa por enésima vez y lamentaba que Pierre

ca ni en matanzas ni en el tipo de escenas que siguen a cada no haya tenido tiempo de escribir la historia, que sin duda ocu­

partido de fútbol en el que los simpatizantes de Liverpool aplas­ paría varios volúmenes, del espejismo g1iego y del espejismo
romano, de sus interpretaciones sucesivas, y de los numerosos
tan a los de Milán, etc.
giros de 1 80° que aparecen en estas interpretaciones a través
El ejemplo de los griegos en este punto puede sernos títil.
de los siglos.
Jakob Burckhardt lo vio primero: Grecia es una cultura en la
que existe, en el lugar central, el elemento agonístico. Está pre­ Esto comienza ya en Atenas, y no mucho después del siglo

sente en la Atenas democrática, no solamente contra las otras IV, con Platón, con la visión de la democracia como el poder

ciudades, sino en el interior de la Ciudad. ¿Pero qué forma del vulgum pecus, de los iletrados que creen saber más que la
gente que realmente sabe, que asesinan a los generales, que
cobra? Es, por ejemplo -tomo el ejemplo más títil para mi
asesinan a Sócrates, etc. Paso por encima los veintidós siglos
argumentación, pero importa poco cuál es- los concursos de
que siguen, noto simplemente la cuasi-inversión que tiene lu­
tragedias, agon tragikos, la lucha trágica, es decir la competen­
gar durante la Revolución francesa y el hennoso texto de Vidal­
cia entre tres, cuatro o cinco poetas, de los cuales el mejor será
Naquet, «Atenas burguesa» 1, recuerdo sobre todo la gran in­
coronado. Los juegos Olímpicos no son <�uegos» : son ag6nes.
versión que tuvo lugar en Inglaterra hacia 1 860 con el trabajo
Hay concursos poéticos y también, ante el demos, la competen­
cia de los que piensan serjefes políticos o líderes políticos, que
* Exposición realizada en un coloquio que tuvo lugar en Beaubourg, el 27 de marzo
quieren ser los mejores por los argumentos, etc. Esto quiere de 1 992, en el cual también participaron Pierre Vidai-Naquet y Pierre Leveque. El
decir que incluso el elemento agonístico es canalizado en el conjunto de las exposiciones fueron publicadas en Esprit, en diciembre de 1 993.
En su exposición, Pierre Vidai-Naquet había recordado el conocido texto de la novena
interior de la Ciudad hacia fonnas que ya no son destructoras

(�c.
de !as Cartas escritas de la montaña, de Rousseau, que cito in extenso, pues se
la colec tividad, sino por el contrario creadoras de obras po­ aplica en todos los paises democráticos modernos: «Ustedes sobre todo, ginebrinos,
Sl llvas par a esta cole ctiv
conserven su lugar, y no vayan nunca a los objetos elevados que les presentan para
idad. ocultar el abismo que se abre ante ustedes. Ustedes no son ni romanos ni espartanos;
n! tampoco son atenienses... Ustedes son comerciantes, artesanos, burgueses,
stempre ocupados en sus intereses privados, en su trabajo, en su tráfico, en ganancia;
gente para quienes la libertad misma no es más que un medio para adquirir sin
obstáculos y poseer con seguridad" (La Plelade, vol.3 p. 881). De Rousseau y
Ferguson hasta Benjamín Constan!, esta simple idea antropo- lógica de la
udemocracia.. moderna era evidente. Se transformó en invisible para los «filósofos
políticos" contemporáneos.
1 u la formación de la Atenas burguesa" (en colaboración con Nicole Loaraux), en La
Democracia griega vista desde otro lugar, París, Flammarion, 1 990. Todos los textos
de este libro deben ser consultados sobre este tema.
222
223
Comdius Cascol'iadis El ;¡v;wn� de la iusiguific;tucia

d e l gran G e o rg e G r o t e , a l a c u a l s i g u e n l as p as t o ra l e s m i tológica acerca de las relaciones en tre el derecho y la fuerza


wílhelmí níanas e n Alemania c o n Wílamowítz, corrien tes análo­ permanece viva, como lo veremos tanto en El Prowccco de Es­
gas en Francia, e tc. -sin olvidar las tentativas de apropiación
quilo como en el dü(Jogo de los atenienses y de los melianos en
de una Grecia <<dórica» por los nazis. Es sin duda e l o bj e to más '
Tucídides.
rico disponible (sólo la historia del cristianismo es, desde este
Luego, si pasamos a Homero, ya en él encon tramos el ago­
p u n to de vista, tan rica) para un estudio sobre e l imaginario
ra, como Pierre Vídal-Naq uet lo destacaba hace unos momen­
histórico-social como fue n te no sólo ele re-i n terpretaci ó n , sino
tos. Mucho 1mís notables atín, son los famosos versos de la Odi­
de recreación de una época fundadora por las épocas siguien­
sea sobre los Cíclopes, que seguramente no c i t ó porque son
tes segtín el propio imaginario de estas últimas. Por lo dem<ís,
I I H I< " h o twís conocidos, los Cíclopes que 110 t ie n e n a¡;ora y que
la o p o s i ci ó n A t e nas/Roma s i g u e i n ll uyendo en Fra n c i a . Cuan­
n o tic l l e l l leyes: resumo una traducción que ciertamente trae­
d o era niiio, leía la gran Historia Rommw de Víctor Duruy c uyo
ría p roblemas. No quiero en trar en la cuestiones de fechado y
p re facio term ina con el llamado a los franceses, i nvitándolos a
que estudien la hist oria romana, pues -es la IÍllima frase del de contenido de los poemas homó·icos. Moses Finlcy escribió

prefacio, y seseu ta aiios después, sigue e11 m i memoria- << l ll<ís sobre este tema un libro maravilloso'!, y Pierre Vídai-Naque t ,

atín que de Atenas, son_1os herederos de Roma>> . Pero recíeH te­ en u n prefacio a La //iada4 recuerda que Homero era an t e todo

mente, Claude Nicolet retomó de hecho esta idea. ¿Queda algo poe t a y no corresponsal de guerra o reportero cubriendo las

de verdad en eso? Comel)zaré lo poco que tengo que decir con exploraciones de Ulises . Pero yo atribuyo gran importancia a

u n a broma, que nos l l.eva a las Cartas de la mon taña. Si yo estas frases de Homero: con los f(:chados actuales no se puede

fuera Rousseau, y s í ustedes fueran ginebrinos, esta noche les remontar a Homero nds alhi del afio 750. Pero sabemos positi­
diría -como a todos los pueblos occidentales: Ustedes n o son vamente que la colonización, l a gran colonización, no la de las
atenienses, ni siquiera son romanos. Ciertamente, Roma mm­ costas de Asia Menor ( m ucho más antigua) , ya comienza hacía
ca fue u n a demoq-ácia, siempre fue una oligarquía. Pero al esa fCcha: Pithecusae ( Ischia) y Cumae, en Italia lo prueban.
menos hasta alrededor de 1 50 a.C. subsistía u n a especie de de­ 1 Iay que comprender e¡ m: es. es ta colonización y qm( presupo­
voción hacia la res publica, que hoy desaparece totalmente b�jo ne. E n primer lugar, p resu pone una c ierta historia anterior de
los golpes del <<liberalismo » . l a po/is: se ría absurdo suponer que una polis fundada en el aüo
M í i n te rvención versará, e n p rimer l ugar, sobre u n cierto 752 envíe una colo J.lia en el afio 750, ¿y de Eubco en Italia cen­
mímero de p u n tos, que n o i n te n t aré sistemat izar p e ro cuya re­ t ral?! E n sí t l l i s m a, luego, es muy diferente de las o tras colon iza­
lación ín tima será fácil de COIÍlprender. cio nes ele la /\ n t igücdatl o incluso de los Tiempos modernos.
Primero, al comienzo de lá creación de l a polis existe u n a
La colonia n o es n na posesión o un puesto avanzado de la me­
enorme herencia 1�1hológica, q u e ciertam e n t e sed re-elabora­
trópolis: d e h e c ho ella se a uto-instiwyc. Ciertamente, queda
,

da, pero se halla allí, en la creación democnítíca griega. El pri­


una relación de venerac ión con respecto a la metrópolis; por
mer sorteo político que se coJiozca tiene lugar e n tre Zeus, Po­
ciert o , la mayor parte del tiempo, esta provee los modelos de
seídón y Hades, 1uego de sii victoria con los Titanes, para repar­
las insti t u cio n<"s de la colon i a, pero también a menudo, las
tir la dominacion. Y sí Zeus es el amo del uni verso, es p o r azar: ¡
1
es porque les sacó el cíclo2. Del mismo modo, toda la concepción a T!Je Wor/d of Oclysseus, 1 954; edición revisada, Chatto and Windus Londres, 1 978;
trad. francesa. recd. 1 986, París, La Découverte.
4 Para una discusión un poco más extensa de Antígona, ver mi texto u La polis griega
2 Hay que destacar también el hecho de que ninguno de los ires dioses principales
y la creación uc la rle¡¡¡ocracia .. , 1 983, retomado en Dominios del hombre, op.cit., p.
tiene la Tierra como algo propio exclusivo. Este aspecto merecería un amplio
comentario.
261 y SS.
224
225
Comelius Casloriadis El avance de la insignificancia

leyes de la colonia son nuevas, diferentes. Pienso que es en las historia creadora. No es simplemente el hecho de que «las co­
colonias tanto o más que en Grecia propiamente dicha donde sas cambien»; son instituciones que son creadas y renovadas
hay que buscar los génnenes político-históricos de aquello que casi constantemente, a través de lo que Aristóteles llama las once
devendrá luego la democracia. En la colonia existe por cierto metabolai o cambios de régimen. Algunos de estos cambios de
el oikisU:s, el «fundador», jefe de la expedición, pero es carac­ régimen son de mayor importancia, otros son menores. Por lo
terístico que no se encuentre ningtín rey o autócrata entre los demás, no sólo están los cambios de régimen (basta con pensar
oikistai. en la historia de las «artes» o de la tragedia) ; pero también hay
Hace unos momentos, Pierre Vidal-Naquet decía con toda que insistir en estos, y hay que invertir por completo las cosas y
razón que en la historia de la Grecia antigua hay dos momen­ llamar blanco lo que hasta hoy la tradición llamaba negro. Se
tos de ruptura, lo que yo llamaría dos creaciones. Está la crea­ ha acusado constantemente a los atenienses y a su régimen de
ción de la polis como polis, que podrá ser oligárquica o tiráni­ «inestabilidad» , y aun en Hannah Arendt y en sus elogios a la
ca; y está la creación democrática propiamente dicha, más tar­ a uctoritas y a la traditio romanas, opuestas a la versatilidad de
de, sobre todo en Atenas (para no entrar en una discusión so­ los atenienses, se encuentran ecos de esta mentalidad conser­
bre Quíos) . Pero también hay que destacar un aspecto de la vadora. Pero lo que precisamente es a la vez característico de
historia de Esparta, que se ha olvidado en estas discusiones. Por Atenas y valioso en cuanto a lo que nos presenta, es la auto­
poco que se pueda decir, y dejando de lado el caso de los ilotas institución explícita continua, a saber: la creación, por primera
y del «ilotaje>> si se me pennite decir, Esparta comienza como vez en la historia escrita, de una historicidad fuerte. La historia
una ciudad en la cual el poder pertenece al demos (pueblo) y a secas existe en todas partes por cierto, y nunca un Tupí Guaraní
los ciudadanos son Iwmoioi. Pierre Vidal-Naquet traduce este será idéntico a como era hace unos segundos. Pero en el nivel
tíltimo término por «pares», también se podría proponer «se­ de las instituciones este cambio permanece imperceptible, y en
mejantes» o «Verdaderos semejantes», traducción que refleja­ las sociedades salvajes o tradicionales, los «segundos» son mile­
ría el sentido literal. Esto sucede entre el año 650 y el año 600, nios o siglos. Alwra bien, en Atenas, podemos verlo en el siglo
o sea un siglo antes de Clístenes. Pero también hay una historia VI, en el siglo V e incluso en el siglo IV, el cambio tiene lugar
de la dinámica de la sociedad espartana, que por razones que entre generaciones e incluso dentro de una misma generación.
permanecen muy oscuras, es una dinámica oligárquica, que No sólo Sófocles es distinto a Esquilo, sino que el Sófocles viejo
culmina en el siglo IV. Dinámica totalmente opuesta a la que se no escribe como el Sófocles joven. No es un fenómeno «indivi­
despliega en Atenas, y probablemente también muchas más ciu­ dual»: la fonna de la tragedia cambia, el estilo arquitectónico
dades, sobre las que, lamentablemente, no tenemos material. cambia, los hombres cambian, las instituciones cambian. Si va­
De las más de ciento cincuenta politeiai de Aristóteles y de sus lora la traditio y la a uctoritas, también se tiene que valorar a
alumnos, no nos queda más que una; de las otras no quedan Ennius para siempre y no la historia de la tragedia. Y además, a
más que frases fragmentarias de las que no se puede sacar gran partir de un detenninado momento, los hombres empiezan a
cosa. Tal vez nuestra imagen del mundo griego sería bastante cambiar para peor, es la guerra del Peloponeso, las terribles
diferente si tuviéramos todos estos tratados sobre las constitu­ descripciones de Tucídides que se refieren a la corrupción de
ciones-instituciones de las diferentes ciudades. todo inducida por la guerra; Tucídides habla casi de un lengua­
Entonces, tenemos que limitarnos a Atenas, y es aquí donde je falso, dice que la guerra hizo que las palabras significaran lo
los testimonios nos muestran una verdadera historia y una o puesto de lo que significaban . Ya no se trata del mismo
226 227
El amncc de /a insi¡¡ui/ic;wcia
Corndius Castodadi.'

demos, y es este demos el que condenar;\ a los gen e rales d e dd(:nde rse unos y otros. La blange es un resul t ado, no
una
en
Arginusas, y a Sócrates. <<causa» del imagina rio de la igualdad . Y, segundo aspecto,
Esto nos I lc va _ a oo·a condusi<ín i m p ort a n t e : la democracia sí m is m a 1 10 es e11 absoluto suficient e para conducir a un estado
cara� te­
no es un modelo insti tucional, ni siquiera un <<régi men » en el democrático de la comuni dad. Existe con las mismas
pare­
sentido t radicional del tt�rmino. La democracia es la auto-insti­ ríst icas en Esparta. Y, con otra fonna, la legión romana es
las dife rencias de su organiz ación depend en
tución de la colectividad por l a colectividad, y esta auw-institu­ cida a la i�tlange:
­
ción como movimiento. Es verdad que este movimiento se apoya de otras conside raciones . Pero Roma n unca fue una democra
en determinadas instituciones y cada vez est;i facilitado por ellas, cia en el sentido en que Atenas lo fue .
pero tambi(�n se ve facilitado por el saber, d i fundido e n u n a Llego a la cuestión de l a esclavi tud, y a la famosa frase de

colectividad, de que n ues t ras leyes h a n s i d o hechas por noso­ Finley, que Pie n·e Vidal-Naquct retoma para sí: <<en el mundo

tros y de que nosotros podemos cambiarlas. Por ültimo, diré antiguo , la libertad avanza al mismo ritmo que l a esclavitu d » .

algunas palabras sohrc los límites de esta auto-i nst i t ución. No discu t i rc� l a cuestión e n el plano t eórico, abstracto. Simple­
Se p uede aclarar 1 1 1 1 aspe c t o i l l iJlorta n t c de l a es p e c i fici d ad t l l e l l l e p la 1 1 t ean: alg�t l laS cuestiones en el p la no de los hechos.

de la historia de Atenas como historia democrática, volviendo E n primer lugar, ¿cu<í ntos esclavos hay e n Atenas hacia el

sobre una concepción (que implicaría un <<materialismo m ili­ afio 5 1 0 a.C.? E l mímero de esclavos que conocemos, o m<ís

tar» ) que hace de la invención de la falange una condición de b i e n que suponemos, que i n tentamos calcular, en Atenas, no

la democracia. Est a concepción sostewl ría que la inve nción de se rdiere a la (:poca de la instauración de la democracia, a las

la f�tlangc como oq�anización guerrera de los miem bros de una condiciones i n iciales de ésta, si se puede decir, y menos atin a

ciudad coudttio, por una <<extensión» de la condición de igual­ la historia a111crior de Atenas, e n la que se ven mul tiplicarse los
dad de los soldados en la o rganización de la blange, a l a demo­ gérmenes ele l a creación democrática. Este mímero tal vez está
'
cracia. La concepción peca por ambos extremos. E n primer aumentado también por los esclavos p tíblicos que trabajaban
lugar, la Ütlange misma n o puede ser << inve n tada» si el imagi na­ en las m inas de Laurium; y se sabe que éstas fueron descubier­

rio de la igualdad de los c i udadanos no tiene atin u n a fuerte tas, o al menos explotadas, poco antes de la segunda gue rra
presencia. Al leer La Iliada, a veces tmo se pregun ta qué hacen médica, que Tcmístocles convenció al demos para que usara el

o para qué sirven e n el campo de batalla esos « e njambres» y producto de dichas minas e n la construcción de la nota, cte.
esos <<rebaños>> de guerreros anónimos, aqueos o troyanos, si E n cuanto a este punto , estoy de acuerdo con dos personas
acaso n o es m<ís que para dar ctienta del valor, del Ideos y del muy d i fe re n t es: .JdTerson y Marx. Marx decía que la verdadera
k11dos, de los héroes cuyos duelos son los tí nicos cantados. Ho­ condición socio-econ ómica de la democrac ia an tigua e ra la
mero describe aqu í, sin n ingumi. duela, la encarnación en el existencia de una infinidad de pequeilos p roductores indepen­
plano militar del imaginario aristocrático ( y e n este sentido al dientes. Y cuando vemos l a actitud d e jeiTerson de oponerse al
menos, se refiere � i n duela a u n mundo pasado e n relación a su desarrollo de u n a industria importante (en consecuen cia, de
época) . Pero e n la htlangc sé realizan la igualdad y l a solidari­ u n pro ietariado) e n los Estados U nidos de su época, podemos
dad de los combatientes. Aqililes nunca habría podido pensar comprende r qut d e t rás de dicha actitud existe l a idea de fu n­
·

en ponerse codo a codo con Tersi tes, y cubrirlo , 011 Sil escudo. dar la demot 1 ; t , i : t sohre la pequeila propiedad agraria, cuya
Para <J i l <: l a fal an g-e sea c o n c c h i hl e , e s n c n · s a r i o q � t e l os exte nsión fue posible efectivament e en los Estados U n idos has­
combatientes piense Í 1 como iguales, sem<:j a n t es , li s t os p a ra t a el <<cie rre de l:t f"n � ntera» del Oeste a comie nzos del siglo XX .
.
228 229
Cornelius Castoriadis
El avance de la insignificancia
La esclavitud está en todas partes en el mundo antiguo,
pero la democracia n o está más que en algunas ciudades. mismo tiempo que la emancipación y la asimilación de los es­
Está en Esparta -es cierto que de otra fonna, pero no vemos clavos se practicaba a una escala cada vez más amplia.
en qué afectaría la relación postulada el hecho de que se trate Ahora bien, los atenienses nunca emprendían una exten­
de ilotes y no de esclavo-mercaderías. En las ciudades aristocrá­ sión de la ciudadanía ateniense en tiempo nonnal (las que tu­
ticas griegas, también se trata de esclavo-mercaderías, al igual vieron lugar a favor de los plateanos y de los samianos vendrán
que en Roma evidentemente, en donde, en cambio, se ve que tarde, en el momento de la catástrofe ) . Se sabe muy poco de las
los progresos de la esclavitud avanzan al mismo paso que el naturalizaciones, y muy poco de emancipaciones de esclavos.
poder de la oligarquía. El imperio sigue siendo todo el tiempo el conjunto de ciudades
Segtín mi entender hay dos puntos de hecho decisivos: la sometidas a la polis por excelencia, Atenas. El emprendimien­
esclavitud presente en el momento de la creación de la demo­ to de la extensión, e incluso del mantenimiento del Imperio
cracia es sin ninguna duda muy limitada, y en casi todas las deviene entonces rápidamente absurda, como devino absurdo
ciudades antiguas se encuentra esclavitud pero no se ve en ab­ el emprendimiento de las naciones europeas modernas que
soluto la democracia. quisieron dominar las colonias sin tratar siquiera de asimi­
El desarrollo de la esclavitud en Atenas, para mí, va a la par larlas, lo que, de todos modos, no habrían podido realizar efecti­
de otro rasgo sumamente importante, el desarrollo del «Ílnpe­ vamente.
rialismo». No quiero detenerme en este punto, pero a mi en­ Llego ahora a una gran paradoja aparente: el gran filósofo
tender, queda claro que el fracaso de Atenas se debe desde todo ateniense es Platón, y Platón es un enemigo acérrimo de la
punto de vista a la combinación de este «imperialismo» con el democracia. Incluso en general, no se encuentra en los filóso­
sostenimiento de la concepción de que sólo los ciudadanos ate­ fos griegos, aparte de Aristóteles de quien no hablaré, un
nienses pueden ser sujetos políticos. Si Roma conquistó el mun­ pensamiento de la democracia. La tínica excepción notable es
do antiguo, si hablamos hoy una lengua que, como decía Proust, Protágoras, a quien ya volveré. Pero también se sabe que De­
es una forma errónea de pronunciar el latín, eso no se debe a mócrito, más joven que él, era demócrata (cf. Diels B 25 1 y
las virtudes guerreras de los romanos, ni a su fmgalidad, sino a 255). Pero Demócrito es objeto, por parte de Platón, de una
la fantástica política de asimilación gradual que Roma inventó damnatio memoria::, contrariamente a Protágoras, y no está pro­
o que se vio obligada a inventar, comenzando sin duda con la hibido pensar que eso corresponde a una intención de dar la
plebe. La plebe, al comienzo, son los extranjeros, los inmigran­ menor repercusión posible a sus opiniones en general, a sus
tes, los metecos. Ella lucha, se retira al Aven tino, etc., y después opiniones políticas en particular. Que Platón conocía la obra
de un siglo, dos siglos, Roma se ve obligada a digerirla -y esta de Demócrito se ve en la lectura del Timeo, y Aristóteles, que
digestión de las poblaciones conquistadas se produce gradual­ habla todo el tiempo de ella, debió conocerla durante sus aüos
mente, mediante una inmensidad de instituciones: las colo­ en la Academia.
nias romanas, las colonias latinas, la cívicas romana (ciudada­ Permanentemente caemos en autores que hablan del «pen­
nía) concedida a fracciones de los pueblos vencidos, lo les que samiento político griego>> refiriéndose a Platón. Es tan 1idículo
permite dividir, a los pueblos de Italia después de la Guerra como querer encontrar el pensamiento político de la Revolu­
social (aüo 90 a.C. ) , y finalmente a todos los habitantes libres ción francesa en Joseph de Maistre o en Bonald. La creación
del Imperio con el edicto de Caracalla (aüos 2 1 2 d.C. ) - al política griega es esencialmente la democracia, la cual es obje­
to del odio inextinguible de Platón. Acumula contra ella las
230
231
Comclius C:wol'iadis

caht m t l ias, que logró imponer, por lo detmís, a gm11 parte de la escribí que cont iene sin n inguna duda los to¡wi, los lugares
opinióu sabia y p ro fana, desde hacía más de dos mil aiíos. Los comunes de la reHexión democr<ítica de la época en Atenas,
g ra t H ics p o l t'l icos tk ;\ t e n as, Tt · n t t�-; l odcs, l ' c r i d t ·s , son p rcst · n ­ con1o t'l d isc u rso de Stíe'ra l cs (la u p roso J H l p<:ya .. <k las 1<-y<"s) 1:11
tados como demagogos q u e licitaro n las ciudades de cosas iH­ el Critón. Pero Protágoras dice exac tame n te lo con trario de
tí t i les, como murallas, astil leros navales, e t c . Los peusadores crí­ aquello que Platón se pasar�í la vida trata11do de demost rar: qt w
t i cos, Prot ;ígoras, Corgias, so11 solistas < ' 1 1 < ' 1 se n t id o q u e Pla t <í n n o h a y c:pistc:nu�, saber c i < : r t o y asegurado, en política, ni tcclw<'
logró d a r a e s t a palabra. Los poetas son corrupt ores y p rese n t a­ políti ca que perte nezca a especialistas. No hay, e n polít ica, m�ís
dores ele falsas im;ígencs ( ido/a ) . Esquilo y Sófocles como pre­ que la doxa, opinión, y esta doxa es, dig<imoslo al pasar, la tíni­
se n t adores de falsas im<ígencs y corruptores: Platón es j uzgado cajusti{icación posible, más alhi de lo meramente procedimen­
por sus j u icios. t al*, de la regla mayoritaria.
El espíri t u d e la democracia, debe ser buscado, y se lo en­ P e ro también hay que volverse hacia las instituciones e fecti­
cuentra, en los poetas tnígicos, e n los historiadores, e n H e ro­ vas para comprender el espíritu de l a democracia. En primer
doto en la discusión e n t re los tres sátrapas p e rsas acerca ele los l ugar existe la democracia d i recta, es decir l a idea de la partici­
tres regímenes, en Tuc ídides (y no solo en el Epitafio ele Pe ri­ pación política de todos en las decisiones que conciernen a los
cles) y evidentemente, sobre todo y por encima de todo, en las asun tos comunes. Se inve n t a el principio elec tivo para los car­
insti lllciones y en la pníctica de la democracia. gos ptíblicos que exigían un quehacer específico, pero también
En la tragedia, tomaré, brevemente , el e:j emplo d e Antígona'1• se invent a l a votac ión y el sorteo para los dem�ís. Por pri mna
Ant(gona es para mí, m;is que todas las otras, /a tragedia de l a vez en la historia, aparece la idea de la responsabilidad de los
democracia. Se sabe de l a importancia q u e tiene para e l p e nsa­ magis trados ante el pueblo, enllHnH!. Existe la revocabilidad
miento griego, claramente en el siglo V y probablemente ya de hecho de todos los magistrados, y esta institución extraordi­
an tes, la idea del nomos no simpleme n te como ley, sino como naria que se llama graplu..< paranomom, mediante la cual se
ley h u mana, hecha p o r los h umanos, algo así como lo que yo p uede llevar ante .un tribunal a alguien que hizo votar en la
llamo la au to-institución de la sociedad. Ahora bien, e n el {�t­ Asamblea del pueblo una ley «ilegítima>> llamado del pueblo
moso s tasimon ele An ugona (ver 332-375) « n umerosos son los con tra s í mismo ante sí mismo, que abre un abismo a la re-
t e rribles y nada nds t errible que el hombre>> , Sórocles habla 11exión. Hay separación de lo j u rídico ele lo legislativo y de lo
del hecho de que el hombre se ensefw a sí m ismo ( cdidaxa to) gubernamental. l lay comprensión de la importancia de las con­
la lengua, el p e 11sam iento y las as11 momm1s m:r�·as, las pasiones diciones econótl licas para la democracia, para la participación
que dan leyes a las ciudades (que las inst i t uye n ) . Org<� es la ira, (salario ecksi<ís jco, e t c . ) . Por tíltimo, existe la fan t<ís tica chíu­
el akcto, la pasi.t:í i I ; d e a h í vi e t i c orgasmo. Los huma nos est<ín sula, de la cual Aris tót eles da fe en la Política, que p rohibía a
,
determinados como los q w: se han cnscJiado a s{ mismos cómo l os habitan tes de una región fro n t eriza la participaci6u en la
insti t uir las c i udades. , ApaJ·ece aquí la idea de la democracia votación cuando se trataba de votar a favor o e n con tra de la
'
como régimen �¡u e se insti tuye con conocimie n t o de causa. guerra co11 una ciudad vecina. Pues hacerlos votar, e n ese caso,
E n cuan t o a Prot<ígoras, basta con remi t i rse , � 'll célebre dis­
curso que se halla e n el di;ílogo d e Platón que l leva e l m ismo
• N . del T, l_¡¡ palabt<t francesa uprocedurat .. se traduce al español por u procesal .. ,
nombre, Sobre el sentido de este discurso estoy to t almente de pero en este ca�;o Castoriadis no se refiere al aspecto legal sino al que atañe al
procedimiento. ht ello se eligió el neologismo, de uso frecuente en la actualidad,
acuenlo con lo que Piern: Vidai-Naquet h a dicho, y yo mismo u procedirnonlnl " .

232 233
Cornelius Castoriadis El av.mce de la insignificancia

sería ponerlos en un dou ble bind interhumano, o bien votan política. Hay cosas que no se tocan. Lo importante de la esclavi­
en calidad de ciudadanos atenienses, eventualmente a favor de tud no es que hay esclavos, es que la cuestión no es y no puede
la guerra, sin tener en cuenta que sus casas corren el riesgo de ser planteada. Como dice Pierre Vidal-Naquet, se puede en una
ser destruidas, sus campos devastados, etc.; o bien votan como comedia de Aristófanes abordar una ginecocracia para reírse
seres humanos particulares que quieren salvar su pellejo, su de ella, pero no es posible abordar una dolocracia, ni siquiera
familia, sus olivares, y votarán contra la guerra, no porque ése para reír. Hay allí un límite impasable del campo óptico (y su
sea el interés de la polis sino porque ése es su interés particular. traspaso post-clásico por los cínicos o los estoicos se quedará en
Para ver el abismo que separa el imaginario político griego y el lo puramente teórico) . Y también existe, a pesar de las deman­
imaginario político moderno, tratemos de imaginar por un das de repartición de las tieiTas y la famosa experiencia comu­
instante lo que sucedería hoy si alguien tuviese la idea descabe­ nista de las islas Lipari sobre la cual no se sabe nada salvo que
llada (y sin ninguna duela políticamentejusta) ele proponer que fracasó, este otro límite: la propiedad privada no se vuelve a
en los votaciones de la Cámara de Diputados que estén rela­ cuestionar (excepto para reír, en la Asamblea de m ujeres) .
cionadas con la vitivinicultura, los diputados ele las regiones En la Europa moderna, tenemos precisamente la puesta en
vitivinícolas no puedan votar. cuestión tanto de la desigualdad política como de la desigual­
Como lo he dicho mil veces, no se trata de hacer ele todo dad económica. Cuál será la respuesta final, es otra historia: la
esto un modelo, un paradigma, e tc . Pero hay que compren­ historia. Pero ya nadie se atreverá a decir que la propiedad
der que hallamos aquí gérmenes fecundos para pensar cual­ privada, por ejemplo, resulta de un decreto divino " Sus defen­
quier proyecto ele autonomía, c ualquier proyecto ele socie­ .
sores movilizarán argumentos, invocarán a autondades, o al
dad autónoma. fracaso del «comunismo» en Rusia, pero estarán obligados a
Y también hay que, obviamente , comprender sus límites. discutir.
Estos límites evidentemente son la esclavitud, el estatuto ele las Ésa es la gran novedad de la creación moderna, su alteridad
mujeres, todo esto fue dicho y repetido, pero más que eso, se relativa a la creación griega. Pero ello no debe impedimos, sino
trata de los límites de esta autoinstitución; y éstos son, ante todo, al contrario, reflexionar sobre los p1;meros gérmenes de esta
los límites de la polis, en otras palabras la imposibilidad ele ha­ autonomía que queremos.
cer pasar al plano político la significación de la universalidad,
que en la filosofía griega, e n cambio, aparece desde el comien­
zo, desde los primeros escritos presocráticos. La filosofía nace
consubstancialmente con la idea ele un logon didonai univer­
sal, de una btísquecla de la verdad y de una puesta en cuestión
ele lo que está allí como representación, y que no conoce lími­
tes geográficos, ele raza, ele lengua, ele comunidad política, etc.
Pero esta idea no llega a penetrar el campo de la política. La
universalidad política, aunque se quede en una simple idea, es
una creación de la Europa moderna, no de Grecia. La univer­
salidad del pensamiento es una creación griega, las fonnas de
la democracia son una creación griega, pero no la universalidad
234
235
Capítulo XII

La cultura en una
sociedad democrática*

N ada m <ís evidente, en apariencia, que Jo que implica este


tít ulo. En efecto, para aque l los que c re e n vivir e n una sociedad
democrática ¿qué hay más inmediato que el hecho de i n terro­
garse acerca del lugar de la cultura en su sociedad, y ello t a n to
m<ís cuanto que estamos en presencia, aparentemente, de una
d i fusión siu prcceclcutes de lo que se llama cultura, así como
también de la iutensificación de los cuestionamientos y de las
c rít icas referidas a lo d i fu n d i d o y a sus modos <le d i fusión?
Hay una manera de responder a esta i n te rrogac ión que es
e n verdad una forma de escapar ele ella. Consistió, desde hace
u nos dos siglos, en afirmar que la especificidad de lugar de la
. .

c u ltura e n una sociedad clemocdtica -contrariamente a Jo que


sucedía e n el caso de las sociedades no democníticas- consiste
tínicame n t e e11 el hecho ele que aquí la cultura es para todos y
no para una t:li te. Ese «para todos», a su vez, puede ser to mado
en t lll se n t ido simplemente cuanti t ativo: la cultura exist e n te
debe est ar a disposición ele todos, no sólo <�urídicamellte» ( lo
que no era el caso, por ej emplo, en el Egipto faraónico) , sino
también so(:iológicamente, e n el sentido de su accesibilidad e fec­
tiva, es para lo que se supone que s i tven también actualmente

'Las ideas de este texto fueron expuestas en varias conferencias, especialmente en


París ( 1 9 9 1 ) , en fl.nkara (1 992), en Alexandrupolis ( 1 993) y en Madrid (1 994). La
versión presentada ;,qui corresponde a la conferencia pronunciada en Madrid el 3 de
1
marzo de 1 994, .:n ni rnarco de un coloquio organizado por la Fundación Ortega y
Gasset, en col<�b•J r nci(HJ con el servicio cultural de la Embajada de Francia, sobre el
pensamiento pol1lico ;;ancés hoy. Fue publicada con el título (elegido por la redacción)
« Escasez de cu!llH<� ·• , en Esprit, octubre de 1 994.

237
Cornelius Castoriadis El avance de /a insignificancia

la educación universal, gratuita y obligatoria, así como los mu­ i nsondable confusión , éstas <<olvidan>> pura y simplemente
seos, los conciertos públicos, etc. la p regunta abisal: ¿cómo es posible que frases y obras de
Pero también se puede tomar este «para todos>> sociológico o tros tiempos y lugares puedan h ablarnos y, a veces, hacer­
en otro sentido, más fuerte: considerar que la cultura existente nos temblar?
es un producto de clase, hecho por y/o para las capas domi­
nantes de la sociedad y exigir una «cultura de masas» . Esto fue, 11
lo sabemos, la teoría y la práctica del proletkult en Rusia duran­ Tanto el ténnino cultura como el ténnino de democracia
te los primeros años después de la revolución de 1 9 1 7 y, en la abren inmediatamente cuestiones intenninables. Aquí nos con­
mistificación y el horror, la teoría y la práctica estaliniana y fonnaremos con una puntualización provisoria. Llamamos cul­
jdanoviana del <<realismo socialista», algunas décadas más tarde. tura a todo aquello que, en el dominio público de una socie­
No hablaré aquí de esta última concepción, resucitada hoy dad, va más allá de lo simplemente funcional o instrumental y
por distintos movimientos (feminista, negro, etc.) que conde­ que presenta una dimensión invisible, o mejor dicho imper­
nan la totalidad de la herencia greco-europea como el produc­ ceptible, investida positivamente por los individuos de esta
to de «machos blancos muertos». Me pregunto por qué no se sociedad. En otras palabras, aquello que, en una sociedad, tie­
condena, sobre la base del mismo principio, la herencia china, ne que ver con lo imaginario stricto sensu, con el imaginario
islámica o azteca, producidas por machos muertos, respectiva­ poiético, tal como éste se encarna en obras y en conductas que
mente amarillos, blancos o «rojos». El fondo de la cuestión se superan lo funcional. No hace falta decir que la distinción en­
reduce a una vieja interrogación filosófica: ¿son las condicio­ tre lo funcional y lo poiético no es material [no está en las
nes efectivas de la génesis de una obra (de una idea, de un << C OSaS» ) .
razonamiento, etc. ) las que detenninan, sin más, su validez? El término democracia evidentemente se presta a una discu­
Resp o n d e r que s í, es c a e r e n la viej a c o n trad i c c i ó n sión infinita, por su naturaleza misma y porque durante mucho
autorreferencial, puesto que dicha respuesta lleva implícito un tiempo estuvo en el centro de los debates y las luchas políticas.
juicio de validez sobre ese mismo enunciado, juicio que pre­ En nuestro siglo, todo el mundo, incluidos los tiranos más san­
tende ser independiente de las condiciones efectivas de su gé­ grientos, excepto los nazis y los fascistas, la reivindican. Pode­
nesis, a menos que uno se ubique arbitrariamente en posición mos intentar salir de esta cacofonía volviendo a la etimología:
profética o mesiánica, lo que efectivamente hacían, en benefi­ democracia, el kratos del demos, el poder del pueblo. Cierta­
cio del «proletariado» y ubicándose en su lugar con una hones­ mente la filología no puede zanjar conflictos políticos. Que nos
ta ingenuidad, los partidarios del proletkult, y con un descaro incite al menos a preguntarnos: ¿dónde, en qué país, se ve hoy
infame los estalinistas. realizado el poder del pueblo?
Es obvio que la «clasificación por el origen» no es simple­ Sin embargo, vemos este poder afinnado, con el título de
mente un absurdo. Pero las actitudes del proletkult, de las fe­ soberanía del pueblo, en las constituciones contemporáneas
ministas fanáticas, etc. o simplemente la «genealogía» a la de todos los países llamados <<democráticos>> . Dejando de lado
Nietzsche, reciclada con salsa parisina como «arqueología>> un por unos instantes la eventual duplicidad de esta afirmación,
siglo después, quieren eliminar la cuestión ineliminable de la apoyémonos en su literalidad para despejar su significación que
validez de derecho. (Que Jefferson haya poseído esclavos no pocos se atreverían a cuestionar: en una democracia, el pueblo
invalida ipso [acto la Declaración de la independencia.) Y en su es soberano, es decir, hace las leyes y la ley; es decir que, la
238 239
Corndi11S Castol'iadis El ;�vanee ele..- la ÍIJ.'iiguilicwcia

sociedad hace sus inst i lllcioncs y su inst.illlción, es autónoma ' Esto es v<ílido t ambién para los i ndividuo s: el sentido de su
se a u to-instituye. Pero, como de hecho toda sociedad se au to- l i­
vida est<i dado, ordeuacl o con anteriori dad, y por ende gara n
i n s t i tuye, debemos agregar: se a u to-instituye, al menos en par­
zado. No existe discusión posible sobre las iüstitucio nes; luego,
te, explícita y reHexivameute . Volveré sobre este úl timo ténui­
tampoco existe discusión posible sobre las creencia s sociales,
no m �ís adelante. En todo caso, la sociedad reconoce sus pro­ una
sobre lo que vale o lo que n o vale, sobre el bien y el mal . En
pias creaciones, deliberadas o no, en sus reglas, n o rmas, valo­ clau­
sociedad heterón oma -o simplem en t e tradicion al- la
res, significaciones.
sura de la significa ción hace que no sólo la cuestión política
Esta a u tonomía , esta libertad, a su vez i mplica y presupone o,
t a n t o como la cues t i ón filosófic a estén cerradas de anteman
l a autonomía, la libertad de los individuos, es imposible sin ésta cual­
sino tamhit'tt lo est<in las cuestion es éticas o estéticas . E n
tíltima. Pero óta, afirmada y garant izada por la ley, la Coustitu­ hacer est<Í dictado sin ape­
quier circunst ancia lo que mto debe
ci<S u , las declaraciones de los derechos h umanos y del ciudada­ nada
lacióu posible por la ley y por las costllmh res colec tivas;
no, reposa en ú l t i ma instancia, de iurc y de fiu:to, e u la ley co­ bles o una
cambia c uando aparece n coment arios i n termina
lect iva, fónnal t a n t o como i;1formal. La libertad iudividual efec­ o
casuístic a suti l , c o m o l a d e l Talmud, los doctores cristiano s
tiva -no hablo de la lilwrtad filosófica o psíqu ica- debe ser
los t eólogos islámicos . Lo mismo sucede con la cultura. No cabe
d e termi nada por una ley -aun cuando ésta se llame <<Declara­
ninguna duda de que las sociedad es h e terónom as crearon obras
ción de los derechos»- que n iugtín i n dividuo podría plantear
inmortal es o simplem en te una multi tu d innumerable de ol�je­
o sancionar. Y e n el marco de esta ley, el individuo puede a su
tos bellos. Y ya esta comprob ación muestra el caníc t e r insoste­
vez defi n i r por sí mismo las normas, los valores, las significacio­
las
nible, desde una perspec tiva democnítica precisam ente, de
tws mediante las cuales t rataní de onlenar su p ropia vida y dar­
p roscripci ones histórica s a las cuales se quiere n librar los nue­
le un sent ido.
vos fan<í t icos de hoy. (Siguien do l a lógica de alguuas fe minis­
Esta au tonomía, o auto-institución explíc i t a , que emerge p o r
tas, por c;j emplo, yo debería t i rar a los pe rros /a Pasión seglÍn
p rimera v e z e n las ci udades democníticas griegas y vuelve a
Sanjwm no sólo como p roduc to de un macho blanco y muer­
emerger, mucho m�is ampliamente, en el m undo occide n tal
to, sino como expresió n de una fe religiosa , a mi e n tender,
moderno, marca 1¡¡. ruptm:a que implica la creación de la de­
aliena n t e . ) Pero <'Stas obras in mortales siguen inscri p t as en
un
mocracia rcspec iO a t odos los regímenes hist<)rico-sociales an­
teriores 1 • En t'stos, regímenes de h<'teronomía instit uida, la liten­ contexto y un lt orizoute histórico-sociales dados. Encarna u siem­

le y el fu ndam e n t o de la ley, como t oda norma, valor y signifi­ pre las significac iones imaginarias cada vez instituida s. Es por

c a c i ó n , s e p re s e n t a11 c o m o t ra n sc e n d i c u d o l a s o c i e d a d ; ello que las obras est;ín, e n su inmensa m ayoría, orien t adas di­

t ranscendiendo en lo absol u t o como en las sociedades ! nono­ rec tame n t e a lo sagrado , a lo sagrado político, y alien t an las

t e ístas; trausce ndient! o e n todo lo relativo a la actualidad efec­ significaci ones instituidas : adoracióu de lo divino, culto a los

tiva de la sociedad viva, como e n las sociedades arcaicas. La héroes, elogio de los grandes reyes, exal tac ión ele la gallardía
.
asignación de esta lüe n t e y de .este fundame u t o van a la par de guerrera, de la piedad, de las o tras virtudes consagrad as por l a

u n a clausura d e la significaciói1; la palabra de D i os , las disposi­ tradición. Evidentem ente, hablo a grandes rasgos. Pero L'sa es

ciones establecidas por los auli.�pasados son indiscutibles y esta­ la fue n te en donde se n u t re n las grandes obras que nos legaron
blecidas de una vez para siempre. las sociedades a rcaicas, las gran. des monarq u ías tra d i c i o n a­
les, la verdade ra F d a d M e d i a e u ropea d e l siglo V al s iglo X I ,
'Véase por ejemplo mi texto « Poder, política, aulonomía " , Altamira, 1 993.
o e l Islam .
240 24 1

'.:.
Cornelius Castoriadis
El avance de /a insignificancia

Si las obras y los creadores están, por así decirlo, al servicio


viva) sino en tanto ser de imaginación y de imaginario, deter­
de las significaciones instituidas, el público de esas sociedades
minaciones cuya emergencia manifiestan ellas mismas la crea­
encuentra en estas obras la confinnación y la ilustración de las
ción y la vis forman di específica del humano. No podemos más
significaciones y los valores colectivos y tradicionales. Y esto
que constatar aquí que esta vis forman di es acompañada en el
concuerda con el modo específico de la temporalidad cultural
humano por una libido formandi: a la potencia ele creación
en esas sociedades, a saber, la extrema lentitud y el carácter
característica del ser en general, el humano agrega un deseo
oculto, subterráneo de la alteración de los estilos y contenidos,
ele formación. Llamo a esta potencia y a este deseo el elemento
paralela y casi sincrónica a la de la lengua misma; como tam­
poiético del humano, ele que la razón misma, en tanto razón
bién la imposibilidad de individuar, ex post, a los creadores,
específicamente humana (y no racionalidad animal, por ejem­
imposibilidad que no se debe en absoluto a que tengamos insu­
plo) es un retoño.
ficiente información. Es así y no ele otro modo como se pinta
El «sentido>•, con el cual el humano quiere, y debe, siempre
bajo los Tang o se esculpe o construye bajo la XX" dinastía
investir el mundo, su sociedad, su persona y su propia vida no
faraónica, y hay que ser especialista para poder distinguir esas
es otra cosa que esta formación, esta Bildung, está puesta en
obras ele las que las preceden o las siguen en algunos años. De
orden, intento perpetuo, perpetuamente en peligro, de apre­
fonna tal, por ejemplo, que hay una fonna canónica eclesiásti­
hender conjuntamente en un orden, una organización, un
camente reglamentada, hasta el menor de los detalles, para un
Cosmos, todo aquello que se presenta y todo aquello que él
ícono bizantino ele tal santo o ele tal momento de la vida de la
mismo hace surgir. Cuando el hombre organiza racionalmente
Virgen . En tanto que, digámoslo como adelanto, es imposible
-ensídicamente-, no hace más que reproducir, repetir o pro­
confu n d i r un fragme n to de Safo con un fragm e n to d e
l o ngar fo rmas ya existentes. P e ro c u a n d o o rgan i za
Arqm1oco, u n fragmento d e Bach con u n fragmento d e Haendel
poiéticamente, da fonna al Caos, y este dar fonna al Caos (ele
o exclamar al escuchar c i e rtos p asaj es de M o zart, « ¡ E s
aquello que existe y ele sí mismo) , que es, tal vez la mejor defi­
Beethoven ! » .
nición de cultura, se manifiesta con una claridad impactante
en el caso del arte3. Esta fonna es el sentido o la significación.
III
Significación que no es una mera cuestión de ideas o de repre­
La creación ele la democracia, aun como simple germen frá­
sentaciones, sino que debe unir, ligar en una forma, represen­
gil, altera radicalmente esta situación. Aquí es indispensable
tación, deseo y afecto.
una breve disgresión filosófica, que elucidará, espero, la cues­
Evidentemente es lo que logró maravillosamente, durante
tión ele la validez transhistórica dejada abierta más arriba2.
tanto tiempo como pudo, la religión, toda religión. Entre pa­
Al igual que, como ya tanto se ha dicho, el ser es Caos, Abis­
réntesis, nos encontramos aquí con el sentido pleno del famo­
mo, Sin Fondo, pero también creación, vis formandi no prede­
so religere: ligar no sólo a los miembros de la colectividad, sino
terminada que superpone al Caos un Cosmos, un Mundo bien
a todo, absolutamente todo lo que se presen ta, y esto con
que mal organizado y ordenado, en la misma medida el huma­
aquéllos.
no es Abismo, Caos, Sin Fondo no sólo en tanto participa del
Pero la religión no logra esta asombrosa hazaña sino aco­
ser en general (por ejemplo en tanto que es materia y materia
plando las significaciones que e l l a crea a u n a garan tía
2 Sobre lo que sigue, véase por ejemplo «Institución de la sociedad y religión» , en
Las Encrucijadas del Laberinto, 11: Dominios del hombre, Gedisa. 3 Véase por ejemplo Ante la guerra, Tusquets, 1 983. Tambié� «Transformación social
y creación cultural», Revista Zona Erógena n° 21 Buenos A1res, 1 994.
242
243
Comdius Castoriadis E l av;uJcc d e l a iusignilicaucia

transcendente -garau tía que los h u mauos, sin lugar a dudas, lo que no se presta a ello sino parcial y fugi tivamente -ya sea el
uccesitan imperiosamente- y con una clausura, que parece, lll i i iHlo visual o audible, nuestro estar en com1ín o nuestra vida
pero � o la n w n t t · p a r< " < " C , c o n � u i >� l a n c i a l con la idea n t i: H u a dt· m;ís ín t i t na-, y siendo esta c re ació n ge � �t: rah m:H t e efímera, a
s e n t i d o , p e ro q u e e n v e r d a d re s u l t a de e s ta g a r a n t ía veces durable, siempre arriesgada y, en tíltima instancia, toma­
transcende n t e en sí misma. Garantía y clausura que la religión da en el horizo n t e de la destrucción que es la otra cara de la
establece uegando a la humauidad viviente la posibilidad de creación del ser.
creación de sentido: todo sentido, y todo no-sen tido, fue c rea­ Pero las condiciones de la creación cultural aparecen en­
do de una vez para siempre. La vis [onnandi es así reducida y ton ces cambiadas de arriba ah<�jo, y llegamos al fondo de la

estrictamente canalizada, y la libido [onmuuli es llevada a dis­ cuestión. Brevemente hablando, e n una sociedad democ níti­

fru tar de sus p roduc tos pasados sin saber que son los suyos. ca, la obra de cultura no se i nscribe necesariamente en un cam­

Ahora bie n , la creación democnítica suprime toda fue n t e po de significaciones instituidas y colectivamente acep tadas. No

t ran�cen<lc n l e de l a � i g ni li c a c i ó n , e n t od o caso e n d d om i n io encuen t ra en él sus e<\nones de forma y contenido, como tam­

ptíblico, pero de hecho también, si es llevada a sus tí! timas con­ poco el autor no puede tomar de dicho campo la materia ni los

secuencias, en el i ndividuo «p rivad o » . Pues la c reación demo­ procedimientos para su trab�o, o el ptíblico el apuntalamiento
de su adhesión. La colectividad misma crea, abiertame n te , sus
crática es l a creación de una i n terrogación ilimitada en todos
normas y sus significaciones, y el individuo est<í llamado a, o al
los dominios: ¿qué es lo verdadero y lo falso, lo j usto y lo i J �j us­
menos tiene el derecho de, crear en marcos formalmente am­
to, el bien y el mal, lo bello y lo feo ? Allí es donde reside su
plios el sentido de su vida y, por ejemplo, j uzgar realmente por
reflexividad. Ella rompe la clausura de la significación y restau­
sí mismo obras de la cultura que si le prese n ta n .
ra así a la sociedad viviente su vis forman di y su libido [ormandi.
P o r cierto, h ay que cuidarse de p resentar este p as<�e en for­
En realidad, hace lo mismo e n la vida privada, ya que p re tende
ma absoluta. Siempre hay u n campo social de la significación,
dar a cada u no h{ posibilidad de crear el sent ido de su vida. Esto
que est<í lt;jos ele ser simplemente formal, y del que nadie, por
presupone la aceptación del hecho de que 110 hay, como u11
más que sea e l artista más original, puede escapar: simplemen­
tesoro oculto a descubrir, <<significac i ó n » en el ser, en el m u n­
te puede contribuir a su alteración. Somos seres esenciahnen­
do, en la historia, en nuestra vida: que creamos la significación
te sociales e históricos; l a tradición siempre está presente, aun
sobre un fo ndo de sin fo ndo, el sentido sobre u n fo ndo de a­
cuando no es explícitamente apremiante, y la creación y la san­
sentidu, tambic'n que clamo� forma al Caos por medio ele n ues­
ción ele las significaciones son siempre sociales, incl uso cuanto
t.ro pensamiento, nuestra acción, nuestro trabajo, nuestras obras,
éstas, como en el caso ele la cul tura p ropiamente dicha, no es­
y que, entonces, esta significación no tiene n i nguna <<garan tía»
t <ín formalmente instituidas.
exterior a ella.
Esto significa que est amos solos e n e l ser, solos, pero no IV
solipsistas. Solos, por el hecho ele que hablamós y nos habla­
Son los caracteres esenciales de este campo los que se alte­
mos, mien tras que el ser no habla, ni siquiera para enu nciar el
ran en el mome n to de la instauraéión ele la sociedad clemocd­
e n igma de la Esfinge. Pero no solipsistas, p ues nuestra creación
tica. Se lo puede comprobar en el caso de la Grecia antigua, del
y ya nuestras palabras se a p u n ta l a n en el ser, s i e n d o ésta que no hahl:tn'. así como e n el de la Europa moderna.
re lanzada constanteme h te p o r n u estra c o n frontación con e'! ,
Consiclcrc ll l os la fase propiame n te modern a del m undo
¡ u n i r de las grnncles revoluciones de fin del siglo
y mantenida e n su movimiento por e l esfuerzo e l e dar fo rma a
occidental, ��

244
245
Cornelius Castoriadis El avance de /a insignificancia

XVIII, democráticas y de hecho descristianizadoras, hasta alre­ Pero, sobre todo, queda ligado a un objeto. Si bien dejó de
dedor de 1 950, fecha aproximada a partir de la cual creo com­ ser religioso, el arte moderno es «filosófico••, es exploración de
probar la existencia de una situación nueva. ¿Cuál es el campo capas siempre nuevas de lo físico y de lo social, de lo visible y de
de significaciones que sustenta la creación cultural sorprendente lo audible, para, en y por esta exploración, y a su modo único,
que tiene lugar durante ese siglo y medio? Responder a esta dar forma al Caos. Esto no quiere decir que es filosofía; sino
pregunta exigiría, por cierto, una inmensa investigación histó­ que no puede ser más que cuestionando el sentido cada vez
rico-social, la cual no es pertinente realizar aquí. Me limitaré a establecido y creando otras fonnas a partir de él. Podemos re­
hacer algunos seüalamientos, que se refieren esencialmente al cordar aquí que éste es el tema de la larga meditación que cons­
aspecto subjetivo, la traducción personal de estas significacio­ tituye El tiempo reencon trado, donde finalmente Proust se pro­
nes nuevas. pone como objeto «encontrar la esencia de las cosas».
Del lado del creador, sin duda, se puede hablar de una sen­ Aquí, una vez más, Kant había visto la cuestión, aunque la
sación intensa de libertad y de una ebriedad lúcida que la acom­ disfrazó, cuando decía que la obra de arte es una «presenta­
paüa. Ebriedad de la exploración de nuevas formas, de la liber­ ción en la intuición de las Ideas de la Razón» . Pues, lo que el
tad de crearlas. Estas formas n uevas, de aquí en más, son busca­ arte presenta, no son las Ideas de la Razón, sino el Caos, el
das explícitamente en sí mismas; no surgen por exceso como Abismo, el Sin Fondo, y es a lo que da fonna. Y por esta pre­
en todos los períodos anteriores. Pero esta libertad queda liga­ sentación, es una ventana abierta al Caos, suprime la seguri­
da a un objeto ; es búsqueda e instauración de un sentido en la dad, tranquilamente estúpida, de nuestra vida cotidiana, nos
fonna, o mejor dicho, btísqueda explícita de una forma que recuerda que vivimos siempre al borde del Abismo, lo cual es el
pueda traer consigo un sentido nuevo. Ciertamente, hay un principal saber de un ser autónomo, que no le impide vivir,
retorno del kleos y del k udos antiguos, de la gloria y el renom­ como, citando una vez más a Proust, «el artista ateo . . . [quien]
bre. Pero Proust ya ha dicho qué es: el acto mismo nos modifi­ se cree obligado a reanudar cien veces una obra por la que susci­
ca bastante profundamente como para que ya no le demos im­ tará una admiración que le importará poco a su cuerpo carcomi­
portancia a sus móviles, como el artista «que se puso a trabajar do por los gusanos, como el lienzo de pared amarillo que pintara
para la gloria y en el momento mismo se desprendió del deseo con tanta maestría y refinamiento un artista por siempre des­
de gloria4». La actualización de la libertad es aquf la libertad de conocido, apenas identificado por el nombre de Ver Mcer'».
la creación de normas, creación ejemplar (como dice Kant en El público por su lado participa «por delegación», en forma
la Crítica de/juicio) , y, por ello, está destinada a durar. Es, por vicariada, por intennedio del artista, de esta libertad. Sobre todo,
es tomado por el sentido nuevo de la obra, y no puede estarlo
excelencia, el caso del arte moderno (en el sentido del período
sino porque, a pesar de las inercias, retrasos, resistencias y re­
designado más arriba) , que explora y crea fonnas en el sentido
acciones, es un público, en sí mismo, creador. La recepción de
fuerte. Por esta vía, aun cuando haya sido aceptado con dificul­
una nueva gran obra nunca es ni puede ser una simple acepta­
tad por sus destinatmios, y aun cuando no corresponda al <<gus­
ción pasiva, siempre es una recreación. Y los públicos occiden­
to popular», es democrático, es decir liberador. Y es democráti­
tales, desde fines del siglo XVIII hasta mediados del siglo XX,
co en tanto y en cuanto que sus representantes pueden ser
fueron pueblos auténticamente creadores. En otras palabras,
políticamente reaccionarios, como lo fueron Chateaubriand,
la libertad del creador y sus productos están, en sí mismos, so­
Balzac, Dostolevski, Degas y tantos otros.
ciahnente investidos.
4 La Pleiade, 111. 575-576. 5 Ídem, 1 88.

246 247
Corneli11S Castodadis El awwcc de: la insigllificanci;¡

V
Se ha proclamado e l t riunfo de la democracia como el tri t u t­
¿Seguimos vivi endo esta situació u ? Es u u a pregu n t a arries­ fo del «individualismo » . Pero este «individualismo>> no es y no
�: u l : t , p . . ! i g rosa . a Lt cu;tl no t ra t : t r<'' s i n c n t h a t ·go dc s u s t ¡ ·; w rn w . p t wd c ser l ú n n a vada < : 1 1 la c u a l los i nd ividuos « hacen lo q u e

Pienso q u e , a pesar ele las apariencias, la ruptura d e la clau­ quiere n •• , c o m o tampoco l a «democracia•• puede s e r simple­
sura del sentido instau rada por los grandes movimientos dc­ mente procedimental. Los « p rocedimientos democniticos•• es­
H l o c d t i cos cst;í en peli gro de n:cuhrimicnto1i. En el p l a n o del t<Í I I cada vez colmados por el carácter olig<írquico de la estruc­
fu ncionam i e n to social real, el <<poder del p u e blo•• sirve de pan­ t u ra social contcmpodnca, como la forma << individualista•• es
talla al poder del d i ne ro , de la tecnociencia, de la burocracia c o l m ad a p o r el i m aginario social d o m i n a n t e , i m agin ario ca­
ele los partidos y del Estado, de los medios masivos de connmi­ p i talista de la expansión i l i m i tada de la p roducción y d e l
cación. En el plano de los individuos, una nueva clausura se consumo.
está estableciendo, tomando la fonna de un conformismo ge­ E n el p l a n o e l e l a creación cultural, en el c u a l ciertam e n te
n e ralizado7. Creo que vivimos la fase m<ís confo rmista de la his­ los juic ios so n los t mís inciertos y los nds incuestionables, es
toria moderna. S e afirma: cada individuo es <<libre •• , pero, de im posible subestimar el avance del eclec tisismo, del collage ,
hecho, todos reciben pasivamente el r ínico sentido que la insti­ del sincre t ismo i nvertebrado, y, sobre todo, la p{�rd ida del olúc­
tuc i ó n y el campo sociales les proponen y les imponen: el teJe­ lO y la p{�rdida del sentido, yendo a la par del abandono de la
consumo, hecho ele consumo, de televisión, de consumo simu­ lnísqueda de la fo rma, la forma que siempre es infinitame n te
lado v1:1 televisión. m �ís que forma ya que, como decía 1-I ugo, es el fondo que as­
M e detendré b revemen te e n el tema del <<place r>> del tele­ ciende a la superficie.
consu miclor contemponíneo. En oposición al del espectador, Se est;ín realizando las p rofecías m<ís pesimistas: desde Toc­
auditor o lecto r de una o �?ra de arte, este p lacer no comport a queville y la <<mecliocridacl» del individuo <<democr;ítico•• , pa­
n d s q u e t m m ínimo de sublimación: es satisfacción vicariante samlo por Nietzsche y el nih ilismo ( <<¿Qué significa el nihilis­
ele las ¡misiones p o r. un .avatar del voyeurismo, <<placer de ó rga­ mo? Que los valores superiores se desvalorizan. Falta una meta;
no» bidimensional, acoinpaflado de un m ;íximo el<� pasividad. bita la respuesta a la preguuta '¿para qué?' H,, ) hasta Spcngler y
Que lo que p resenta la. televisión sea e n sí mismo <<bello» o Hei degger y los que viniero ;1 después. Están siendo teorizadas
«feo>> , es recibido en la pasividad, la i n e rcia y el confonnismo. en un conformismo autocomplaciente tan arrogante como es­
Si leo uua gran uovela como si fuera una novela policial de t típido por el <<post-m odernismo•• .
calidad mediocre, reco rri endo las p<íginas e n diagonal para ver Si estas c01 n p rohaciones son, auuque 1 11<ÍS no fue ra parcial­
<<C<Ímo va a t<:rn¡ inar>• , al finalizar la noche t c J H i n{ dolor d e l l l c n tc exac t as, l a c u l t ura e n una sociedad dcmocr;ítica de estas
cabeza. S i la l e o cnuto u n a g d n novela, a t e n t o a l t ie m p o p ro­ c<ll�!clcrí.�t.icas se expone a los lll<Ís graneles peligros, ciertamente
pio de las frases y de la narfaci6n, es tan{ en u n a ext raf1 a y nuíl­ no e n stl fo rma e rud i t a , Inuseú;t.ica o t u rís tica, sino e u su esen­
t iple act ividad psíquica y I I H�n tül que me estimula sin cansarme. cia creadora. Y, l(mnanclo la sociedad u n todo, ciertamente frag­
men tado, ciertamen te hipercomplcjo, ciertamente euigm<itico,
al igual que la l:vu l t H:iün actual de la cult ura no est<í sin relación
6He escrito mucho sobre este torr1a desde 1 959. Por ejemplo, «El movimiento

diciembre de 1 96 1 ; retomado en C.:lpilalísmo moderno y Revolución, París, 1 0/18,


revolucionario bajo e l capitalismo .modarno u , Socialismo o nnrllarie, nº 3 1 ·33,
con la inercia y b pasividad social y política que caracterizan
1 979, vol. 2. - <>La crisis de las sociedades occidentates u , rotornac!o aquí.

§ �· . Gl. también ibid., § 1 2 : .. una meta [Ziel] siempre es un sentido


7Véaso "La época del conformismo generalizado" , conforoncia pronunciada on la
0 Wille zur Machi,
Boston University, setiembre do 1 989; retomado en El Mundo tmgmontado, op.cit.
[Sinn]u.
248
249
Cornelius Castoriadis

a nuestro mundo, al igual que el renacimiento de su vitalidad, Capítulo XIII


si debe tener lugar, será indisociable de un nuevo gran movi­
miento histódco-social, que reactivará la democracia y le dará a
la vez la forma y los contenidos que el proyecto de autono­
mía exige. La miseria de la Ética*
Lo que nos perturba es la imposibilidad de imaginar con­
cretamente el contenido de semejante creación -mientras que
es ahí precisamente donde reside lo propio de una creación. El reciente «retomo de la ética>> y sus condiciones
Clístenes y sus compañeros no podían ni debían «prever>• la
tragedia y el Partenón, como tampoco los Constituyentes o los _ _Desde hace casi dos siglos -prácticamel)te desde Kant-, la
Padres fundadores habrían imaginado a Stendhal, Balzac, ética parecía convertirse en una disciplina cada vez más acadé­
Flaubert, Rimbaud, Manet, Proust o Poe, Melville, Whitman y mica, p�riente pobre de la filosofía o mateda de catecismo reli­
Faulkner. gioso. A� nq�e ciertamente hubo, por ejemplo, Las dos fuen tes
La filosofía nos muestra que sería absurdo creer que alguna de la moral y de la religión de Bergson o El formalismo en la
vez agotaremos lo pensable, lo factible, lo fonnable, así como ética y la teoría de los valores substan tivos de Max Scheler, a
también sería absurdo poner límites al poder de formación que excepción de estas obras y de alguna otra, l()S autores �nás im­
siempre yace en la imaginación psíquica y en el imaginario co­ portantes del siglo XX -Husserl, Heidegger, Whitehead- prác­
.
lectivo histódco-social. Pero ella no nos impide comprobar que Ú camente no hablaron de ética, como tampoco de política. Pero,
la humanidad atravesó períodos de debilitamiento y letargo, desde hace unos veinte ai'ios, estamos en presencia de un retor­
tanto más insidiosos cuanto que fueron acompañados por lo i1o aparentemente ofensivo de un disetirso que se reclama éti­
que se ha dado en llamar un «bienestar material>•. �o. Por lo pronto, el ténnino discurso es excesivo. En el pcor
_
En la medida en que, mucho o poco, esto dependa de aque­ de los casos, la palabra ética se utiliza como un eslogan y en el
llos que tienen una relación directa y activa con la cultura, si su mejor no indica más que un malestar y una interrogación.
-
trabajo sigue siendo fiel a la libertad y a la responsabilidad, ¿Cómo se explica este cambio? Las razones son, sin duda,
entonces, ellos podrán contdbuir a que esta fase de letargo sea l
mt ltiples y complejas. Me parece que tres de ellas se imponen
lo más corta posible. a primera vista.
En pdmer lugar, hay una particularidad en la histoda de _los
siglos XIX y XX: son los primeros de la l1istoria que pueden
calificarse de siglos de la política. Napoleón, referido por He­
gel: en los tiempos modernos la política ocupa el lugar del fatum
antiguo. La era abierta por las revoluciones americana y fran­
cesa (y previamente por las Luces) , continuada durante el siglo
XIX por el movimiento democrático y el movimiento obrero
-una era que parece concluida con la pulvedzación de la

*Publicado en Lettre internationale, n° 37, verano de 1 993.


251
250
Comc:lius Castoriadis El ;mmce de: la imiguific;mcia

ideolog(;r n t a r·xist a-lcn i n ista y el d<'tTI I I l l hc de los n·g·ín H · n < ·s to­ hor1 1has de l l i n , s l l i m a y Nagasaki y la con t d ci 6 n de Oppcn ­
tali tarios que a ella invocaban- es la era que, más que cual­ heimer, pasando por la p rogresiva destrucción del medio am­
quier otro período de la historia humana, parece haber confia­ biente hasta alcanzar la procreación asistida y las manipulacio­
do a la política un papel cen tral en la solución de los p roble­ nes gen é ticas, crece constantemente el mímero de aquellos que
mas h unuu1os y causando a l a vez, para bien y a veces para mal, dudan de l a i nnata benevolencia ele los descubrimientos cien tí­
una participación masiva de los p u e b los en las act.ividades p o­ ficos y de sus aplicaciones. De ahí esa aparente respuesta a los
l íticas. Con trago l p e : la ban carrota fraudulenta del comunis­ interrogantes su rgidos, mediante la creación ele <<Comi tés de
mo, sí� pero también la crec i e n te decepción de la población ética>> y de ccítedras de bioética e n las universidades.
._
ante la manifiesta impo tencia del liberalismo conservador, la Por tíl t imo, imítil es insistir e n ello, la crisis general de las
privatización de los individuos e n u n a sociedad cada vez rmís sociedades occide n tales, uua crisis de <<valores» y rmís p rofun­
lmrocratizada, librada a los supermercados y a los medios masi­ dam e n te , una crisis de lo que yo denomino significaciones ima­
vos de comunicación, l a corrupción y/o la nulidad de los polí­ ginarias sociales, esas significaciones que son el factor de cohe­
ticos p rofesionales y por tíltimo la desaparici ó n de un horizon­ sión de la sociedad y e n cuya crisis h ay que incluir la bien llama­

te histórico, social, colectivo, político, hace tiempo que ya han da <<crisis de la iilosofía, ( l a <<clausura de la me tafísica greco­
desprestigiado el nombre mismo de l a política, convertido e n occiden t al » , o n to-teo-logo-falo-cén t rica, p roclamada por Hei­
sinónimo d e demagogia, trenza, maniobra, cínico afan de po­ degger y o tros) conduce a reacciones te ndientes a revivir o a

der por todos los medios. E n tanto que para Marx, por tjem­ rep la n tear é t icas tradicionales, \ como por ej emplo M d n tyre

plo, el combate colectivo de transformación de l a sociedad pa­ (Allcr Virtllc, una ética << neo-aristoteliana» ) , Habermas y su <<éti­
recía e nglobarlo todo ( u n a posición claramente expresada y ca de la comunicación» o Rawls con su teoría cuasi-kantiana de

rac ionalizada por Trotsky en Su m ora/ y la n u estra) , la mons­ !aj usticia. E n todos estos casos se manifiesta un rechazo, si no a

truosidad de los regín\e nes comunistas empttió a mucha gen te , todo lo político, sí a la gran política y al intento de de rivar de

y e n tre ellos alguno de los mejores, a rechazar toda visión y u n a ética, definida de u n a u o tra manera, los crite rios capaces
,
J H' rsp<·ct iva glohaks de la sociedad ( posici<Í I I , en tíll imo a n :íli­ d e orien t a r, si n o l a ac:cicín en general, al menos los actos y

sis, simplemente i ncohere n te ) y a buscar e n las respec tivas con­ comportamientos singulares. Es imposible uo ver el parentesco

ciencias individuales (o e n p rincipios trascendentales) las n o r­ de ese giro con el repliegue a l a esfera de lo <<privado» que
carac t e riza l a época y la ideología << individualista». 1�ampoco es
mas q u e puedan a n i mar y o r i e n ta r la resistencia a d i c hos
posible , si nos queda alguna memoria histórica, evitar el p ara­
re¡�íme nes.
E n segu ndo lu gar, h ay o t ra gran act ividad masiva, t a m bit: 1 1 lelo con el giro hacia el h ombre p rivado y el florecimie nto de
filosofías cen tradas e n su conduct.·l de hace 23 siglos, desput:s
producto original d e esta f<ise de la h istoria de la h umanidad
de la decadencia de la polis democnítica griega, j ustamen t e
que ha evidenciado 1.m desaiTollo sin precedentes y que h a p re­
comprobado p o r Hegel ( Lecciones sobre / a lilosofía ele l a lJís­
tendido rivalizar con la polít ica como depositaria de soluciones
toria) . Volveré sobre este tema rmís adelante.
u niversales para lo� problerhas de l a h u manidad: la cie ncia o,
rmís exactamente, la tecn<yciencia, tambi61 d<j a de parecer
Incoherencias y desconocimientos
incuestionable a partir de lm cierto mome n to . N o es que el
hombre moderno se haya desembarazado completamente de
Destaquemos en seguida lo que me parece elementalmente
incohere n te e n e s t a s a c t i tudes, al menos cuando pretenden ser
su creencia m<ígico-rel i giosa e n << l a ciencia» , p e ro desde las

252
253
Corne/ius Castoriadis
El avance de la insignificancia

otra cosa Y- n�á.s _ql1e una reacción .visceral ante:: 1� mon�truosi­


dades del totalitarismo y de su tentativa de subordinarlo todo a
j superpone a la ética, lo que . no quiere decir qu� la s�I�rima.
Aristóteles tenía razón al decir que es la más arqmtectomca de
una seudo-política, .burdo camuflaje de una manía de domina­
las ciencias relativas al ser humano, ( Ética para Nic6maco) . In­
ción ilimitada. Dichas reacciones olvidan o encubren una evi-
.
. sistamos en una imagen: si la casa está mal construida, todo
dencia fundamental: todos nuestros actos encuentran su con­
esfuerzo por vivir bien en ella será en el mejor de los casos un
dición de posibilid�d efectiva, tanto en lo que se refiere a su
arreglo poco satisfactorio . Detengámonos también en el nom­
materialidad como a su significación, en el hecho de que so­
bre correcto de las cosas. Cuando disidentes heroicos como
mos seres sociales que viven en un mundo social, que es lo que
Bukovski, Solzhenitsin, Sájarov, Havel, Konrad, Michnik, Kuron,
es por estar constituido así y no de otra manera. No somos <<in­
G�-������i y tantos otros se oponían al totalitarismo comunista,
dividuos» flotando libremente por encima de la sociedad y de
cualesquiera que hubiesen podido ser sus motivaciones pro­
la histori a , do tados de u n a capacidad para decidir
fundas -éticas, religiosas, etc. - o la manera de justificar sus
soberanamente, desde el absoluto, qué hacer, cómo hacerlo y
acciones a sí mismos y hacían propuestas para reemplazar al
cual será el significado de esos actos. Ciertamente, tampoco
sistema existente, lo que evidentemente hacían era política (aun­
estamos determinados por nuestro entorno o situación pero
que dijeran lo contrario) . Ellos consideraban absolutamente
estamos infinitamen te más condicionados de lo que quisié­
malas no solamente las actuaciones de los comunistas, sino el
ramos admitir y, sobre todo como individuos, no elegimos las
régimen que éstos habían instaurado y que pennitía esas actua­
preguntas a que tendremos que responder, ni los términos en
ciones. Pensaban que otro régimen (quizás, en ese caso, casi
que se formularán, y menos aün, el sentido tíltimo de nuestra
cualquier otro régimen ) sería mejor y que, e n cualquier caso,
respuesta una vez dada. Las consecuencias de nuestros actos
la destrucción del régimen instalado era la precondición nece­
son lanzadas al engranaje histórico-social, se nos escapa1'1 y en­
saria para toda discusión acerca de un régimen mejor Y de su
tonces no podemos ignorar este proceso .
gestación. Su acción püblica, éticamente motivada y sin duda
No hay determinación de nuestros actos pero sí condicio­
válida, al atacar las instituciones como tales, trascendía la ética
nes. Y éstas de ningün modo son «externas». ¿Kant habría sido
y se convertía ipso [acto en política.
el mismo si hubiera nacido en Burgos y no en Konigsberg? De
esas condiciones, muchísimas nos escapan y se nos escaparán
Ejemplos: la bioética, la mentira
para siempre . Nadie podrá elegirjamás el lugar y la época de su
nacimiento o la situación y el carácter de sus padres. Pero, otra
Voy a ilustrar, con dos ejemplos actuales, ese lugar soberano
parte depende de nosotros y esa parte puede, en principio, ser
de la política correctamente concebida dentro del quehacer
puesta en cuestión y, llegado el caso, transfonnada. Es la que se
humano.
refiere a las instituciones explícitas de la sociedad. En ese sen ti-·
Los p eriódicos están plagados de debates y de infonnación
do, la verdadera política no es más que la actividad que, par­
sobre la bioética. Se establecen comités y se emiten recomen­
tiendo de una interrogación de la forma y contenidos desea­
daciones sorprendentes por su modestia casi irrisoria ante la
bles de esas instituciones, adopta como objetivo la puesta en
enormidad de los problemas que están en juego. De esta mane­
marcha de instituciones que consideramos mejores, especial­ .
ra, se discute sobre la procreación asistida; sobre si el espenna
mente las que penniten y favorecen la autonomía humana..
de un donante desconocido o de un marido muerto puede ser
Si se observa claramente esto, se ve que_ la política se
u tilizado y bajo qué condiciones; si una «madre portadora»
254
255
Cornclius (�tstoriacfis
El avance de la insignificancia

puede realmente alquilar su tí tero, e tc . Se discute también so­ muchos o tros, con toda la razón i nsistieron en el papel funda­

bre la eutanasia, sobre si mantener o no con vida a personas mental de la mentira como instrume nto de gobierno de los

que se hallan en estado irreversible de coma o simplemente en regímene s totalitario s, pero también con la complicid ad tácita

fase t e rminal d e una enfermedad dolorosa. Todo eso est;í muy y general d e la població n , elemento indispens able para que l a

hien. En cambio, nadie formula la pregunta de si es <�t ico, o m e n tira pueda cumplir c o n su papel . Pero quienes quieran

simpleme n te decente, que en Francia se gasten fondos p tíhli­ que l a denuncia de l a mentira derive de principios purament e

cos (si fueran privados, se ría lo mismo ) -decenas de miles de éticos deben atribuirle un carácter absoltito a l a nonna << no

francos en una sola procreación asistida, conociendo el estado men tiras jamás» . Sin embargo , est<i claro que considera r que

lame n t able de los servicios san it arios y m61icos elemen tales o esa norma n o es política sino ética conduce a extremos absur­

incluso la s i tuación alimen taria de los p a íses donde viven cinco dos. Si la KGB me interroga sobre la identidad de o tros disiden­

sextos ele toda la población m u ndial. El deseo del Sr. y la Sra. tes o sobre el escondite del manuscri to de El arcllipiélago Gu­

D u p o n t de l <' t lt'l' «Si l » p ropio hi jo ( a l l t H J I I e no sea «suyo» t n;ís /ag me ve1·ía f<>rzado a decir la verdad. Lo trivial del ejemplo no
tE
que en un cincue n t a por •j c n to ) , ¿tiene mayor peso é t icame n te impide sacar u n a conclusió n importan te. l dilema de cuándo

que la supervivencia de decenas de nifws de los países pobres debo decir l a verdad y cuándo debo ocul tarla n o deriva sola­

que estaría asegurada con esas sumas? La un iversalidad de los m e n te de un j uicio ético, sino también político, dado que los

p rincip ios ét icos, ¿es sólo u niversal por encima de un nivel ck­ efectos de mi respuesta no sólo concierne n a mi persona, a mi

lerminado de p roducto bru t o i n terno per capi t a? ¿No sed que concienci a, a mi moralidad o incluso a la vida de o tras personas

e n vez de b i o <: t i c a l o que e n re alidad n e c e s i t a m o s es u n a con nombre y apellido, sino que afectan directamen te a la esfe­

hiopo/(tica? Algu nos re! rocededn c o n espanto a n t e l a idea o el ra ptíhlica e n sí misma y al destino de u n a colectivida d anóni­

térm ino. Inconsciencia o hipocresía. Porque actualme n t e te­ ma, lo que es l a definición misma de la política.)

nemos, queramos o no, ·una biopo lítica que no da a conocer su


nombre y que condena a muerte de manera constante, t<kita,
) Insuficiencia radical de las éticas
incluso en los naíses ricos, a cen te nares ele personas p o r razo­ tradicionales, filosóficas o religiosas
nes «económicas» , es decir, políticas, porque evidentemente la
distribución y la atribución de recursos e n una sociedad son O tra c o n c l u s i ó n , n o m e n os i mportante , p u e d e d e rivarse

cuestiones políticas por excele ncia. No hablo ni siquiera de la de estos ej e m plos. N ingun a n o rma abstracta, n i ngtín m a n­

disparidad d e calidad de tratamiento que reciben ricos y po­ d a m ie n to u n iversal de c o n te n i d o c o ncreto p u e d e l i b rarnos

bres, sino del h'echo cqnocido y comp robado de que, por ejem­ de la c a rga ni d e la responsabil idad de nuestros actos. Volvien­

plo, debido a .Ja escasez de apai'él!os de di<ílisis renal, los múli­ do a c i tar a Aristóteles, el acto está siempre necesariame n te

cos deben elegir qu� enícrinos ser<ín sus beneficiarios y cuáles ubicado en lo particular y no en lo u niversal y, por lo tanto, nos

no. Los crit erios ¿� mpleados son sin d uda humanos y razona­ exige el <j<"rcicio de la li"c5ncsis, u n tt�rmino mal traducido por

bles pero todas las ((t i cas dicen: << ¡ No matanís ! » , ¿ n o es cierto? los latinos como pmden ria, prudencia. La li·ónesis consiste en

También, de manera táci t�i. condenamos a n H JC rt c todos los l a capacidad de j uzgar e n los casos en que n o hay reglas mecá­

meses, simplemente por vivir como vivimos, a dece nas de m i les n i cas u obj e t ivables que secunden al j uicio. Ahora bien, todas

de personas en lós países pclhres. Otro ejemplo es el de la men­ las morales rel i giosas que conozco y casi todas la morales filosó­

tira. Solzhenitsin, en el Archipiélago y dem<ís obras, Havel y ficas violan es t a exigencia, ignorando el hecho de que ninguna

257
256
Cornelius Castoriadis
El avance de la insignificancia
regla ética, puede aplicarse fuera de circunstancias particula­
res. Luego, la misma regla deriva de una fr6nesis que posibilita agregada esta precisión, el enunciado carece de interés para
los asuntos triviales (los únicos en que la expresión «bajo las
su transgresión. Las morales tradicionales, filosóficas o religio­
mismas circunstancias» conserva algún sentido) y queda vacío
sas, son morales felices. Pretenden saber dónde está el bien y el
en las grandes cuestiones, precisamente aquellas que están mar­
mal y su único problema es el del hombre interior: conocemos
cadas por la singularidad de las circunstancias. En este último
o debemos conocer el bien y el mal pero no siempre «pode­
caso el principio simplemente significa: en mi lugar, harías lo
mos» desear el bien o lo deseamos por «razones equivocadas»
1�1Ísmo. Pero en ese lugar no estarás jamás. (Kant intentó de­
(Kant) . Pero, por cierto, el hecho abnnnador de la vida hmna­
mostrar que la violación de su principio llevaría a contradiccio­
na es que ante circunstancias dadas la distinción entre el bien y
nes, pero en esa ocasión su razonamiento es falaz. )
mal parece ensombrecida, o el bien es imposible de alcanzar
Esto nos conduce a la segunda debilidad fatal de las éticas
sin sacrificar otros bienes. Escojamos otro ejemplo trivial: hay
tradicionales, que suele expresarse en la afinnación de que sólo
casos en que es preciso matar a alguien para salvar a varias per­
se trata, al fin y al cabo, de éticas, una afinnación obviamente
sonas. El mandamiento ético reza: «No matarás». No dice: no
paradójica. Filósofos y teólogos discuten a lo largo de decenas
matarás a menos que ... Dice: no matarás y punto. Es, por su
de páginas, annados de una sutileza exquisita, y callan cuidado­
propia naturaleza, absoluto. Puede alegarse asimismo -cosa
samente (o remiten a o tros volúmenes) cuando se trata de los
que yo también haría en principio- que no debe hacerse una
asuntos realmente importantes. Evidentemente, resulta que
contabilidad de vidas humanas. ¿Cómo es posible afim1ar que
estos asuntos tienen siempre una dimensión política a la que
quien salva cincuenta personas sacrificando cuarenta y nueve
tácitamente se le reconoce la primacía sobre la dimensión éti­
está del lado del bien? No obstante, existen situaciones que fuer­
ca. Retomemos el caso más simple y más flagrante: el homici­
zan a tomar decisiones de este tipo. .
dio. Ninguna prescripción ética parece más evidente que el
Esta debilidad fatal vuelve a manifestarse en una de las filo­
••no matarás». A la vez, ninguna ha sido y sigue siendo tan cons­
sofías más elevadas y rigurosas que existen, la filosofía práctica
tante, cínica y oficialmente transgredida. El mismo Kant discu­
de Kant (Funtamentos de la Metafísica de la Ética, Crítica de la
te en detalle una cuestión tan dramática como la restitución o
Raz6n Práctica). Bien conocido es el principio central de la
no de un depósito de dinero realizado secreta y confidencial­
ética kantiana: actúa de tal manera que la máxima de tu acción
mente, pero no dedica ni una palabra en la Crítica de la Raz6n
pueda convertirse en ley universal. Conocidas también son las
Práctica al homicidio oficializado. Es criminal matar a una per­
críticas que ya Hegel fonnuló a su fonnalismo. Pero lo más
sona, pero la ética de la Crítica ignora el asesinato ( decenas y
...

importante a resaltar es que el principio nos deja sin recursos,


centenares de miles de personas) cometidos por las guerras.
precisamente en los casos más difíciles y por ende, los más ini­
Que yo sepa no hubo una sola guerra entre naciones cristianas
portantes. Uno de sus aspectos es irrecusable: no la unive rsali­
en que las annas de los beligerantes no hayan sido bendecidas
dad sino la exigencia de una u niversalidad p �sible. Vale de­
por sus respectivas Iglesias. La razón de Estado es infinitamente
cir: debo actuar de manera tal que pueda dar cuenta y razón de
más fuerte que la razón práctica y que los Diez Mandamientos.
mi acto, que me sea posible defe �derlo razonablemente erga
omnes, ante todos. Pero no puede hablarse aquí de ley univer­
Un examen de la historia
sal. Dado que toda acción es particular, la universalidad no
puede significar aquí más que lo siguiente: toda o tra per­
¿Cómo explicar ese fantástico hiato, ese abismo entre lo ••pri­
sona, baj o la misma circunstancia, debería actuar igual. Pero,
vado>> y lo «público», entre ética y política, el abandono de lo
258
259
CorncliliS Castoriadis El ;n'allcc" de /a iusiguiJicanci;l

decisivo a favor lo trivial, la suspensión de la discusión razona­ relacio nes están d o m i n adas p o r u n a fra nqueza brutal . Con­
ble y la dimisión del espíritu crítico ante .las puertas del poder, trariamente a las estupideces e n boga por lo menos desde Fus­
eso que bien debe llamarse la duplicidad institucionalizada de t c l de Cou la 1 1 ges, el individuo 110 es «resorbido» por la colecti­
nuestras sociedades? vidad de la ciudad griega chisica y democrática, sino que la je­
Para comenzar a elucidar esta cuestión habría que hacer un rarquía de valores es clara y u n ívoca . Las virtudes supremas del
repaso de toda la historia de la humanidad, la persistencia del hombre son las c ívicas o políticas . Incluso las virtudes religio­
<<estado de naturaleza», es decir, la guerra de todos contra to­ sas o de piedad est<ín subordinadas a eilas . La historia de 1 !ero­
dos y el reino de la fuerza bruta entre colectividades o , por lo doto acerca de los hombres m;ís fe lices evocados por Solón ante
menos, la historia de nuestra civilización greco-occidental y Creso, sittía en primer lugar a TeJos el ateniense, caído en de­
hebraico-cristiana. Una empresa imposible incluso si la redujé­ fensa de su ciudad y en segundo lugar a Cleobis y B i tón, los
ramos a la historia de las ideas, mutilándola así hasta lo i rriso­ h Uos de la sacerdotisa de Argos, mue rtos por los dioses durante
rio. Habría que componer una historia del i m ag inari o social, el s u e r-ro a con t i n uaci<ill de 1111 acto de gran piedad religiosa (y
quiz<ís en el plano m<ís enigmático de todos: la instauración fi lial) . Es cierto que la An ugona de Sófocles escen ifica una opo­
por parte de cada colectividad en su oposición, hasta ahora apa­ sición ext rema e n tre A n t ígona y Creo n t c pero , con t rariamente
rentemente casi insuperable, al «nosotros» de los otros, la dife­ a l as i n t e rpretaciones populares, no se trata de una oposición
rencia e ntre la ley (por más criticable que sea) que regula nues­ e n t re lo <<privado» o la piedad y lo <<ptíblico•• o político . Obe­
tras relaciones y la no-ley que prácticamente impera en nues­ decer las leyes d ivinas tam!JiC:n es una ley de la ci udad, obede­
tras relacion�s con el «exterior••. El cristianismo o el Islam no cer las leyes de la ciudad tam1Jib1 es una prescri pción divina .
hicieron variar nada, ya que sus historias est<ín plagadas de gue­ Ambos persom�es erran porque cada uno de ellos se encierra
rras, incluida esa nueva categoría de guerras que ellos mismos cu sus razones ignorando las que asist e n al o tro; ambos mere­
inventaron, aún más crueles que las otras, las guerras de reli­ cen lo que el hijo de Crconte dice a su padre: tu error es aspirar
gión. Recordemos solamen te , para rem<.mtarnos un poco en el al monos Ironcin, detentar el monopolio de la verdad (v6tse
tiempo, que Jehová e ntrega los Diez Mandamientos (incluyen­ mi texto <<I .a polis griega y la creación d(� la democracia » , en
do el <<no matarás•• ) a Moisés en el desierto, pero cuando los Dominios del Hombre, op. cit. ) . Eso es p recisam e n t e lo que en
hebreos entran en Palestina -tierra que les había prometido­ ge n e ral t odavía escapa a la comprensión de los modernos para
extenninan con su consentimiento a todos los pueblos no j u­ quie n es, digan lo que digan, l a comu nidad política conserva
díos que habitaban el país. Pero los hebreos tienen al menos el t l l l car<íc t e r de elernc n t o <<exterior» a la huma nidad d e l hom­
mérito de que una vez completada la conquista se establecen bre . La oposición no comienza a manifestarse hasta la de rrota
.
allí y dejan a los dem<ís en paz. No así los cristianos y musuhna­ de Atenas en la guerra de ! Peloponeso y la decadencia ele la
nes. Para éstos es iiÍlperativo convertir a los infieles a hierro, ci udad griega . Pero incluso Sófocles c o n t i mí a reconociendo la
sangre y fuego. No es posible ofrecer aquí más que algunos primacía del principio político como lo muestra la Prosopope­
puntos, rapsódicos y sueltos, de referencia. ya de. las Leyes e n Gritón.
En el «Verdadero» mundo griego, es decir, hasta el fin del E l cliv;�jc comienza cou Platón e u los hechos, pero n o e n l a
siglo V , no hay una oposición de principio e ntre lo «privado» y teoría . E n los ! t echos, e n la me(Iida en que Platón n o dej a de
lo <<público» , aunque estén bien diferenciados, ni entre ética condenar la ciudad efect iva . No as í e n la teo ría ( La Rcptíblica)
y política. Hegel ya lo había percibido. En ese mundo no en la cual i n t l' !l t a reco nciliar el principio p o lítico con el ét ico;
se puede hablar de duplicidad, i ns ti tucionalizada o no: las lo que no l l � t < e , on j e rarquizaciones de un tipo u otro, sino

250 26 1
Cornelius Castoriadis El avance de la insignificancia

confundiendo ontológicamente ambas dimensiones. Postula yn ta eph 'hemin, una expresión tomada de Aristóteles (que evi­
«alma substancial>• pero sus virtudes son las mismas que las vir­ dentemente le atribuye un sentido completamente diferente,
tudes de un buen régimen de la ciudad. Tanto en un caso como ya que Aristóteles admite una libertad humana que nos con­
en el otro, la virtud y el buen orden establecen la relación co­ vierte en «el principio de lo que acontecerá» ) . Dado que la
rrecta entre las partes del alma o las de la ciudad -es la defini­ evolución de los acontecimientos «reales» es detenninada y fa­
ción misma que da de la justicia-, una relación situada siem­ tal, no nos queda otra alternativa que adherirnos o no a lo que,
pre bajo la hegemonía de la parte más digna y superior, la par­ de todas fonnas, tendrá que suceder. Bastará que cumplamos
te pensante del alma y la de los filósofos de la ciudad. correctamente el papel que el orden cósmico, también llama­
Aristóteles se aparta, con toda razón, de esa asimilación del do providencia, nos asigna en el teatro del mundo, sea el del
alma y la ciudad. A pesar de que también para él la virtud cardi­ esclavo (Epícteto) o el del emperador (Marco Aurelio) .
nal es esencialmente política, a saber, la j usticia ( É tica para Y así llegamos al cristianismo, un tema inmenso que sólo
Nicómano, libro V) , y que la mayoría de las virtudes que exami­ podremos rozar. Antes que nada, es imprescindible distinguir,
na tienen que ver con las relaciones del individuo con los otros, e incluso oponer, el primer cristianismo del instituido a partir
no establece identidad o analogía entre lo individual y lo �olec­ del siglo IV.
tivo. Pero es característico de la época en que reflexiona y escri­ Desde la perspectiva que nos interesa, el primer cristianis­
be Aristóteles, -una época de crisis y de inminente disoh1ción mo (el de los Evangelios y de las Epístolas de Pablo) está direc­
del mundo de la polis--, que a la pregunta, que es el primero tamente afiliado al estoicismo. Para ese cristianismo no se trata
en fonnular, de si es lo mismo ser un hombre bueno que un en absoluto de mezclarse en el orden de este mundo. «Dad al
buen ciudadano no encuentre una respuesta categórica. Aris­ César lo que es del César» dice Cristo; «Todo poder proviene
tóteles vacila entre la idea clásica de que la política es la ocupa­ de Dios» dice Pablo (Epístola a los Romanos) . Éstas son frases
ción más elevada y la más digna, la más arquitectónica, y la que firmaría cualquier estoico. Pero hay más que esa afiliación:
idea, que anuncia los tiempos futuros, de que el bien soberano la acosmicidad cristiana es absoluta. Si uno realmente quiere
para los humanos es la contemplación, el bios teorétikos, único ser cristiano está meridianamente claro lo que debe hacer: ven­
recurso para alcanzar nuestra finalidad natural, nuestro teJos: der las posesiones, distribuirlo todo en tre los pobres, abando­
<<comportarse en lo posible como inmortales» . Comportarse, nar a padre y madre y seguir a Cristo. No hay lugar para otra
entonces, como un dios de Aristóteles es pensamiento puro que interpretación, está escrito sobre blanco: «que vuestra palabra
se piensa a sí mismo, incapaz de ocuparse del mundo -objeto sea sí sí o no no, lo agregado (la interpretación) viene del Ma­
indigno para él- sin rebajarse . .La actividad contemplativa es ligno». En este sentido casi no se conocen cristianos -salvo los
la única que se acerca al ideal de la autarquía. Ciertamente, la que se han entregado a la vida de ennitai'ios, es decir, acósmica­
vida contemplativa, en tanto humana, presupone la ciudad. . Pero incluso para ellos conviene hacer un apartado. ¿Cuántos
Pero, en ese encadenamiento, la ciudad surge como instrumento monjes (y órdenes monásticas) ha habido que no se preocu­
de realización de la vida contemplativa. pan por el futuro? No obstante está escrito: «Observad a los
Con la aparición de los cínicos, los epicúreos y los estoicos, la pájaros del cielo que no siembran ni cosechan, sino que son
retirada hacia la esfera de lo privado es estrepitosa. Especialmente alimentados por nuestro Padre celestial» . (Lo mismo en el Pa ter
en tre los estoicos y su fatalismo determinista, no puede hablar­ Noster, las palabras de Cristo no son «danos nuestro pan c o ti­
se de política, y la ética se reduce a una actitud interior que diano», sino «danos nuestro pan hoy» ) . Está claro que sobre
es lo único que «depende de nosotros». Se trata del famoso estas bases no existe ni puede existir sociedad. A la vez, todo
262
263
Comc/ius G:1storiadis El ¡¡v;u1ce de /;¡ insiguilic:lllci:l

t'S t o <'S t �í d i rigido a l h o u 1brc i n t c rio 1·, sólo q u e , con t raria u u : n l t · Po r t íl t il l l o, 1 1 1 1 0 puede pregu n tarse si u n a é t ica que plantea
a l es t oic ismo, el mandam iento fue rlc y a no se refiere a la a ta­ a los seres humanos prescripciones i rrealizables -en una pala­
¡·;�:�:ia, b i l l l J la s i h i l i d a d y <'1 r<'cha:t.o a ad l w ri i'S<' a t od o : u p w ll o bra , no ('1 ( 'O i l l rol d(' s 1 1 s ;wtos s i n o <k l w c ho , la d i l l l i n a C Í < Í I I ckl
que cu 1 1osot ros 1 1 1 isu1os p u eda signilicar 1 1 1 1a 1 1 1 ala iucl inaciün deseo, es decir la supresión d e l inconscie n te- y q u e , por eso

1
(siendo ese rechazo o esa adhesión, u n a vez m�ís, lo tí n ic o que m i s 1 1 1 0 t iene necesariamente como e fec t o su culpabilización
<'st:í en I I I H' st ro p od e r) . T .a d oble p n ·sc r i pc i < )n a q u í <'S rad ical­
¡ w r 1 w 1 1 1a <' i nsalvahl<:, es acaso an�p tal >l(· y 110 d i re c t a y pos i t iva­
l l l c n t e dil(:re n t c . Por una parte, la i n t e nci<)u m isma, la incl i na­ mente inmoral (v;ílido igual mente para la <' t i ra kantia na ) . I n­
ción, debe ser p u ra ( t l l l t e m a que perdura has t a Kan t) . Cris t o ducir a los hombres a la conciencia de estar siempre condena­
sobre el a d t d t t ' r i o ( 1\·la tC'o, V , �7-� H ) : «Voso t ros h a i H : is o ído d e
1
dos salvo gracia divina ( l a posición de Agustíu, Lutero, Calvino,
vuestros mayores q u e n o cometenís adul t e rio. Pero y o digo, .Jansenio) hu biera debido , lógicame n t e , sumergirlos e n el sim­
quien mire a la mt!jer del pn�jimo con deseo ya ha comelido adul­ ple embotam iento.
terio en s 1 1 roraZ< Í I I » . No hasta 1 10 rmuct<:r adullcrio, no hay que Eu ciert o se n t ido, todo esto importa poco porque el crist i a­
desearlo siquiera ( para los estoicos, el deseo, indudablemente no nismo no tuvo larga vida, como era i n evitable. Desde el comien­
depende de nosotros, de noso tros depe nde la adhesión a ese zo del siglo IV, el cris t ianismo se i ns t i t uc ionaliza, se convierte
deseo) por o t ra parte, e l tema del amor: hay que amar al p rój i­ en religión ele Estado y, con Teodosio, n o sólo e n religión o!i­
mo como así mismo y, sobre todo, hay que amar a Cristo. c i al sino en religión obligatoria para los habit an tes del Impe­
Algunas observaciones c ríticas respe c t o a esta primera (:t ica rio. Dicha ins t i t ucionalización no podía hacerse sin mediar un
cristiana son i nevitables. La p u reza de la i n t e nc i ó n p resupone e x t raordinario compromiso. La acosmicidad i n icial es comple­
por lo menos que los «Ol�jetos» permitidos o p ro h ibidos sean t a m e n t e abandonada ( con l a excepción parcial de los anacore­
lij os, d e t e rmi nados. ¿Por acción de quió1 y cómo son efec t iva­ t as y algunas raras órdenes momís t icas ) , la Iglesia se convierte
m e n te as!? e n una i ns t i t ución con u n a p resencia de gran peso en ese siglo
Por D ios, mediante la revelación ele Su vol u n t ad ( e l Decílo­ y, d u ra n te mucho tie mpo, abriga grandes pretensiones respec­
go, p o r c.:jemp l o ) . No se debe cometer n i desear el adulterio to al poder temporal ( p o r lo menos hast a descubrirse que la
porque Dios lo ha prohibido. ¿Por qu<� ha p roh ibido Dios el famosa Donación de Constan tino es una falsificación ) . En todo
adu l t e rio? Ésa es u n a pregunta p rohibida. Por lo tanto l a ley caso se consti tuye en engran�e esencial de los sucesivos órde­
moral m e ha sido e n t regada por o t ro sin que yo pueda plantear nes sociales y políticos establecidos. Al p restarse a ello, agrega
i n terrogante alguno. Esto es lo que h a de denominarse una mucha agua al vino de la ética de los Evangelios. U na vez tmís
recordemos el <<no matarás » .
ética heterónoma.
Luego la presc ripción de amar al pn�jimo como a sí mismo
_ Esta hcrcucia, que' c o nt imía siendo el fundamento de la civili­
es doblemente parad�jica. La idea misma de amar a alguien
zación occidental a pesar de la secularización, es la separación
p o r o b l i ga c i ó n c.o n trad i c e l o que e n t e n d e m os por a m o r,
e n tre ética y política, e n tre hombre i n te rior y hombre p tíblico.
cualqu i e ra que sea la i n te qn-etación que queramos darle al Es verdad, existen bibli o t e cas e n teras ele los Padres griegos, la­
término. Y el
hecho de e rigir el amor a uno mismo en patró n y tinos y protestantes para explicar cómo y en qué condiciones
.
regla del amor al prójimo p a rece una curiosa concesión al egoí�­ u n rey puede hacer la guerra sin dejar ele ser cristiano, e tc . No
mo y a la vez u n a proposición de u n a lógica poco s a t isl.ltc toria hay razón para embroll arse e n esa casuística. Pero l a mencio­
( ¿cómo analizar uua s i t uación e n que defc udemos a alguien a nada separa c i 1 ) 1 1 a t raviesa toda la historia de la filosofía occi­
costa de la propia vida ? ) . dental con 1 a r: t s excepciones (Spinoza, p o 1· <jemplo o Hegel,
264
265
Cornelíus Castoríadís

aunque en el caso de éste último la ética se desvanece delante Capítulo XIV


de la Razón de la Historia y la política se convierte de hecho en
adoración de lo Real ) . Es precisamente esa separación la que
deberemos superar.
Será preciso superar las éticas de la heteronomía y para ello,
ante todo, las políticas de la heteronomía. Nos hace falta una
La democracia como procedimiento
,. . *

ética de la autonomía necesariamente articulada a una política y como reg1men


de la autonomía. La autonomía no es la libertad cartesiana y
aun la sartriana, fulguración sin espesor ni ataduras. La auto­
nomía en el plano individual consiste Ú1 el establecimiento de E l tema mismo d e nuestra disertación traduce y expresa la
una nueva relación entre uno mismo y el propio inconsciente; crisis por la que atraviesa actualmente le movimiento democrá­
no eliminarlo sino lograr filtrar lo que pasa o no de los deseos tico. En efecto, la elección de este tema está condicionada por
a los actos y palabras. Tal autonomía individual reqt&iere den­ la aparición de una concepción de la «democracia>> que hace
sas condiciones insti tuidas. Por lo tanto, necesitamos institucio­ de ella un simple conjunto de <<procedimientos» , tenninando
nes de la autonomía, instituciones que a cada uno concedan así con todo el pensamiento político p recedente. Éste veía en
una autonomía efectiva en calidad de miembros de la colectivi­ la democracia un régimen, indisociable de una concepción sus­
dad y le pennitan desarrollar su autonomía individual. Esto sólo tantiva de los fines de la institución política y de una visión, y de
es posible instaurando un régimen verdaderamente democrá­ una aspiración, del tipo de ser humano que le corresponde. Es
tico y no sólo de palabra. En un régimen de este tipo, participo fácil ver que, cualesquiera que sean los disfraces filosóficos de
efectivamente en la instauración de las leyes bajo las cuales vivo. ésta, una concepción puramente procedimental de la <<demo­
Mi participación sería plena, no a través de «representantes» o cracia» halla su origen en la crisis de las significaciones imagi­
re�eréndums sobre cuestiones de las cuales se me ha hecho im­ narias que conciernen a las finalidades de la vida colectiva y
posible conocer los pormenores, sino con conocimiento de tiende a disimular esta crisis disociando cualquier discusión
causa, de manera que supiera reconocer en las leyes mis pro­ relativa a esas finalidades de la <<fonna del régimen» político,
pias leyes, incluso cuando no estoy de acuerdo con su conteni­ en el límite, incluso, suprimiendo la idea misma de semejantes
do, precisamente por haber gozado de la oportunidad de parti­ finalidades. El lazo profundo que une esta concepción con lo
cipar en la formación de la opinión común. Una tal autono­ que se llama, i rrisoriamente, el individualismo contemporáneo,
mía, ya sea en el plano individual como en el colectivo, no nos es manifiesto y me referiré a él más adelante. Pero tenemos
garantiza, evidentemente, una respuesta a�nomática a todos los que comenzar por el principio.
asuntos que la existencia humana plantea; atín tendremos que
afrontar las condiciones trágicas que caracterizan la vida, el no 1
siempre saber distinguir, ni individual ni colectivamente, dón­ Hablar de democracia, es hablar de política. Ahora bien, la
de campea el bien y dónde el mal. Pero no estamos condena­ política no existe en todos lados y siempre; la verdadera políti­
dos al mal, como tampoco al bien, porque podemos la mayor ca resulta de una creación histórico-social rara y frágil. Lo
parte del tiempo volver atrás, individual y colectivamente, que existe necesariamente en toda sociedad, es Jo político: la
reflexionar sobre nuestros ac tos, retomarlos, corregi rlos,
• Las ideas de este texto fueron expuestas durante una conferencia en Roma, el 3 de
repararlos. febrero de 1 994; luego en la Harvard Uníversíty de New York, el 25 de abril de 1 995.
266 26 7
CornditiS C;J.stori:�clis I·J avance ele la iusignificauci;¡

d i H H" nsi<íu -ex p l ic i t a , i m p l l c i l a y a V<'C<'S casi i nase q u ible-, « p roced i m i e n t o » t a n t o co n1 o el ps<:udo-« i nd ividualisll lO » con­
que t iene q ue ver con d poder, a saber: la instancia (o las i ns­ temponineo. Pero, fuera d e la sociedad, e l ser h u mano no es ni
tancias) inst i tuida que puede e m i t i r exhortaciones sancio na­ bruto n i Dios (Aristóteles ) , simpleme n te n o es, no puede exis­
bles y que siempre debe com pn:nd cr, cxp l íc i tamc r l le, a l me­ l i r ni físi camelllc ni sobre todo psíq u i cam e n l e . El hopcfiil and
nos lo que l lamamos poder j u di c ial y poder guhernamental 1 • dreadfiii monstcr que es el reci({n nacido h u m a n o , rad icalmen­
Puede hahcr, h uho, y csperanws que h a ya n t teV<l l l H ' I l t e , socie­ te i ne p t o para la vida, debe ser humanizado, y esta humaniza­
dades s i n Es tado , es decir sin aparato b u rocrático j e rárquica­
m e n te organizado, separado d e l a sociedad y domimíndola. El
c i ó l l es s u socializació n , l a rca de la sociedad mediat izado e
instrumen tado por el e n torno inmediato del infims. El ser-so­
!

Estado es u na crcac i ó 1 1 histórica que podemos fechar y locali­
zar: Mesopotamia, Este y Sudeste asüiticos, Meso-América p re­
ciedad de la sociedad son las instituciones y las significaciones 1
imaginarias sociales que esas i nstill!ciones e ncarnan y hacen
colombina. U na sociedad s i n un Estado de t ales caracterís t icas exist i r e n la efectividad social. Son esas significaciones las que
es posible, concebible , deseable. Pero una sociedad sin i ns ti t u­ clan u n sentido -se n tido imagi11ario, en la acepción profunda
ciones explíc i t as de poder es un absurdo, e n el cual han caído del t6·mino, a saber: creación esp o n t <ínea e inmo tivada d e l a
t a n t o Marx como el anarqu ismo. humanidad- a l a vida, a l a actividad, a las elecciones, a la muerte
N o existe ser humano ex tra-social; no existe ni como reali­ d e los humanos así como a l m undo que ellas crean y e n e l cual
dad, n i como ficción coherente de e l «individuo>> humano como los h umanos deben vivir y mori r. La polaridad no es e n t re el
«substancia>> a-, extra- o p re-social. N o podemos concebir u n in dividuo y la sociedad -pues e l ind ividuo, es de la sociedad,
individuo sin lengm�e, por c:jemplo, y no hay lengm�e s i n o como u n fragmento al mismo t iempo que una mini atura, o nds atín,
creación e i nstitución social. Es t a creación y esta i n s t i tución no u n a sue rte d e holograma del mundo social-, sino e n t re psi­
pueden ser vistas, sin caer e n ridíc u l o , como e l resultado de que y sociedad. La psyc he debe ser, mal o b i e n , domada, debe
u n a cooperación d e l i berada d e los « i ndividuos>> , -ni como el ace p t a r una ••realidad>> que para comenzar, y e n cierto sen t ido
resu l t ad o d e una suma d e redes << inters u bj e tivas>> : para que haya hasta e l final, le resulta radicalmente hcte rogc:nea y ;�ena. Esta
i n te r-su4je tividad, es necesario que h aya st�jctos h u manos y la « realidacl» y st t aceptación son l a obra d e la insti tuc ión. Esto los
posibilid a d de q u e se com u n i q uen- d icho e n o tros t t' n n i n os , griegos lo s a i l la n ; los modernos, en fu nción e n gran parte del
seres h u m a nos y a socializados y u n le ngu<�jc que 1 10 p o d r ía n crist i a n i s n 10 , l o l t <lll ocul t ado.
prod u c ir e l l os misll iOS cou w i n d ividuos ( u 1 1 a o varias: « redes
·
1 .a i n s t i t u c icí n -y las significaciones imaginarias que ella en­
i l l tcrsul�j c t ivas>> ) , sino que d e he u n�cibi1· de su soci a l i zacicí u . La c ar n a- s¡ílo p u e d < : existi r s i se conserva, si es apta para sobrevi­
misma considerac ión es v<íl ida ¡nira o tras mil face tas d e l o que vir: l a t a u t ología clanvi n i an a <;ncuentra aqu í tambic�n u n t e rre­
l l amamos i ndividuo. La « fi l osofía p o l ítica>> c o n te m p o d n e a no fecundo de aplicación. Se conse 1va t ambic{n mediante e l
-como lo esencial de lo que es c o 11siderado c iencia eco nómi­ poder, y e s e poder exist � e n p r i m e r lugar como infra-podcr
ca- se fu nda en e s t a ficción i ncohere n te de un i n d ividuo-sus­ radical, siempre implíc i to . u's t ed nació e n I talia e n 1 95 4 , e n
tancia, b i e n defi n ido en sus d e te rm i naciones esenci ales fuera Francia e n J 9j0, en l o s Estados Un idos e n 1 94 5 , en Grecia e n
o a n tes de l a existencia d e cualquier sociedad: e n este absurdo 1 922: usted no lo d e c i d i ó , pero e s e s i m p l e h e c h o detenn inani
es d o n d e se basan l a i d e a d e l a d e m o c rac i a c o m o s i m p l e la parte C'S(' t t c i ;d de su existencia: .de su lengua, de su re ligión,

1 Ver m i texto « Poder, política, autonomía» ( 1 988), retomado en El Mundo fragmentado,


del �)9<j;, ( ' 11 d mejor de los casos) de s u pensamiento, d e las
Altamira, 1 993. razones pllr l:ls que q u i e re vivir y acep ta (o no acep t a ) morir.

268
269
Comc/ius Castoriadis El avance de la insignificancia

Esto es mucho más, e incluso algo muy distinto, que el simple futuro excluye una codificación (o una mecanización) previa y
«estar allí en un mundo» que uno no eligió (la Geworfenheit exhaustiva de las decisiones a tomar.
de Heidegger) . Ese mundo no es uno o el mundo a secas, es un De ello resulta la necesidad de instancias explícitamente ins­
mundo histórico-social, fonnado por su institución y contiene, tituidas que puedan tomar decisiones sancionables en cuanto a
de modo indescriptible, innumerables transformaciones de la lo que hay que hacer y a lo que no hay que hacer, es decir que
historia precedente. puedan legislar, «ejecutar••, dirimir los litigios y gobernar. Las
Desde su nacimiento el sujeto humano está captado en un dos primeras funciones pueden estar (y han estado, en la mayo­
campo histórico-social, está ubicado bajo el dominio del imagi­ ría de las sociedades arcaicas) ocultas en la regulación de las
nario colectivo instituyente, de la sociedad instituida y de la costumbres, en cambio las dos últimas no. Por último, y por
historia de la cual esta institución es la culminación provisoria. encima de todo, este poder explícito es el garante instituido
La sociedad no puede hacer otra cosa, en primer lugar, que del monopolio de las significaciones legítimas en la sociedad
producir individuos sociales que sean conformes con ella y que en cuestión.
la produzcan a su vez. Incluso, si uno nace en una sociedad Lo político es todo aquello que concierne a ese poder explí­
conflictiva, el terreno del conflicto, lo que allí está en juego, las cito (los modos de acceso a éste, la fonna apropiada de admi­
opciones están dadas de antemano; si uno debiera llegar a ser nistrarlo, etc. ) . Este tipo de institución de la sociedad abarca la
filósofo, es esta historia de esta filosofía la que se1ia el punto de casi totalidad de la historia humana. Son las sociedades heteró­
partida de la reflexión, y no otra. Aquí estamos mucho más nomas: ellas crean ciertamente sus propias instituciones y signi­
allá, o mucho antes de cualquier intención, voluntad, manio­ ficaciones, pero ocultan esta autocreación, imputándola a una
bra, conspiración, disposición de cualquier institución, ley, gru­ fuente extra-social, en todo caso exterior a la actividad efectiYa
po o clase asignables. de la colectividad efectivamente existente: los antepasados, los
Al lado, o <<por encima>> de este infra-poder implícito, siem­ héroes, los dioses, Dios, las leyes de la historia o las del merca­
pre hubo y siempre habrá un poder explícito, instituido como do. En las sociedades heterónomas, la institución de la socie­
tal, con sus dispositivos particulares, su funcionamiento defini­ dad tiene lugar en la clausura del sentido. Todas las preguntas
do y las sanciones legítimas que puede poner en marcha2. La fonnulables por la sociedad en cuestión pueden hallar su res­
existencia necesaria de este poder resulta al menos de cuatro puesta en sus significaciones imaginarias y las que no pueden
elementos: hallarlas son no tanto prohibidas como mental y psíquicamen­
-el mundo «pre-social>> como tal amenaza siempre el sen ti-· te imposibles para los miembros de la sociedad.
do instaurado por la sociedad; Esta situación sólo fue rota, que se sepa, dos veces en la his­
-la psique de los humanos singulares no es ni puede ser toria: en la Grecia antigua y en Europa occidental, y de esta
nunca completamente socializada ni puede estar exhaustiva­ ruptura somos herederos, es lo que nos pennite hablar como
mente confonne con lo que las ins �tuciones le demandan; hablamos. La ruptura se expresa por la creación de la política y
-existen otras sociedades, que ponen en peligro el sentido de la filosofía (de la reflexión) . Política: cuestionamiento de
instaurado por la sociedad en cuestión; las instituciones establecidas. Filosofía: cuestionamiento de las
-la sociedad siempre contiene, en su institución y en sus idola tribus, de las representaciones colectivamente admitidas.
significaciones imaginarias, un impulso hacia el futuro, y el En estas sociedades, la clausura de sentido es rota, o al menos
2 Sanciones legftimas relativas al derecho positivo y no en lo absoluto. tiende a serlo. Esta ruptura -y la actividad de interrogación
270 271
C :t,nJclitl.'l c:a.'l l(>riaclis El ;n';wcc: de la iusiguilicauci:J

incesante que va con ella- implica el rechazo ele u n a fue n t e ele preguntas pueden ser abordadas - y es eso mismo, el n:gimen
sentido dis t i n t a a la actividad vivi e n t e de los humanos. Ella im­ cleJIIocnítico.
plica, e n tonces, el rechazo de toda <<autoridad» que n o rinda Pero es evidente que una inst i t ución semc:j a u t e , en la que
e u e n tas y dé razones, que no j ust ific¡ue la validez ele d e recho de cualquier p regun t a puede ser abordada, en la q u e ninguna
sus enunciaciones. De ello se despre nde, casi inmed i atam e n te : posición, n ingtín estatuto, estáu dados o garant izados ele ante­
- l a obligación para todos de rendir cuen tas y d a r razones mano, define a la democracia como un régimen. Sobre este
( logon didonai) de sus actos y de sus elecires; p u n to volveré más adela n t e .
-el rechazo de las «dife rencias» o <<alteridades» (jerarquías)
previas e n las posiciones respectivas de los individuos, l uego el II
cuestionam i e n to de todo poder que de ello se desprende;
Se h a o�jetado q u e esta visión acarrea una concepción subs­
-la apertura de la cuestión ele las buenas ( o me::j ores )
tan tiva de la felicidad de los ciudadanos, y q ue, p o r esa vía,
inst ituciones, en la meclicla en que dependen de la actividad
termina fa t almente en el totalitarismo ( posición explícitamen­
consciente y explíc i ta de la colectividad - luego, también, de
te afirmada por Isaiah Berlín e implíc i t a e n las argumen tacio­
la j usticia.
nes de Rawls o de I-Iabermas) 3.
Es f<ícil ver que estas consccueucias conducen a considerar a
Pero nada de lo que acabamos de decir alude a la <<klici­
la política como un trab�j o que i mplica a todos los m i embros
dacl» ele los ci udadanos. Se pueden comprender las motivacio­
de la colec tividad concernida, presuponiendo la igualdad de
nes histó ricas ele estas o�jeciones, desde el famoso «la felicidad
todos y t e n di e ndo a hacq·Ia efec t iva - l uego también un traba­
es una idea n ueva en Europa" de Sai n t:Just, hasta la monstruo­
jo de t ransfo rmación de las i nstituciones en el sen tido de la
sa h1rsa de los regímenes stalinianos, que pretendían que obra­
democracia. Podemos e n tonces definir a la política como la
ban para, y realizaban, la felicidad del pueblo ( « La vida a hora
act ividad explíc i t a y l tí,c ida que i m plica la instauración de i nsti­
es mejor, camaradas. La vida es m<ís alegre" declaraba Stalin e n
tuciones deseables, y a la democracia como el régimen de au to­
el apogeo de la m iseria y del terror e n Rusia ) . Pero estas m o ti­
i ns t i t ución explíc i to y hícido, t a n t o como se pueda, ele las insti­
vaciones no has tan para j ustificar la posición teórica; ésta apa­
tuciones sociales q tJ e d e ¡ k n d e n de u n a a c tividad colec t iva
rece como una reacción casi e pidérmica a una situación histó­
explíc i ta.
rica ele dimensiones colosales -el surgimiento del totali taris­
Apenas es necesario agregar que esta au to-i nstitución es u n
mo- que exigía un an<ílisis mucho 1mis profundo de la cues­
movimiento q u e no s e d e t i e n e , qtíe n o asp i ra a u u a «sociedad
t i ó n política. El obje tivo de la política no es la felicidad, es la
perfecta» (expresión vacía de ¡:e n tid o ) , sino a una sociedad tan
libertad. I ,a libertad e fect iva (no hablo aq u í de la libertad <<lilo­
libre y tan j usta como sea posilile. Es este movimiento al que yo
sófica•• ) es lo que yo llamo autonomía. La autonomía de la co­
llamo el p royecto de un;,t s0ciedad autónoma y que, si lo logra,
l c: c t ividad, que no puede realizarse sino por la auto-insti tución
debe establecer u n a sociedad democr<ltica.
y el autogohicrno explíc i t os, es i nconcebible sin la autonomía
Surge una pregu n t a previa, y efec tivamente fu e planteada
e fect iva de los i n d ividuos que la componen. La sociedad con­
e n la historia: ¿por qué queremos, por que� debe ría n t os querer
c re t a , la que viv( · y fu nciona, n o es o t ra cosa que los individuos
un régim e n democrático? No voy a discutirla, sino que m e limi­
concre tos, c f"cC: i \'os, <<reaJ"es,·.
tan' a seiialar que ahonlat· es l a cuestión impl ica ya que deba­
3 Para Habemt<b. :>i ¡;nal «Tilree Models of Democracy.. , en Consta/aciones, vol.
1, nº 1 , abri l de ¡ ; ;<1,: , p. 1 - 'I O .
mos ( o que debiéramos) vivir eH u n régim e n en el que todas las

272
273
Comc/ius Castoriadis El avance de /.1 insignificancia

Pero lo inverso es igualmente cierto: !a autonomía de los colectividad, inamovible, inatacable, por esencia hostil y peli­
individuos es inconcebible e imposible sin la autonomía de la groso, cuya potencia se trata de limitar, en la medida de lo po­
colectividad. Pues, ¿qué significa, cómo es posible, qué presu­ sible. Esto no es más que la filosofía tácita de las Comunas in­
pone la autonomía de los individuos? ¿Cómo se puede ser libre glesas frente al monarca, y la posición explícita de los textos
si forzosamente se está ubicado baj o la ley social? Hay una pri­ fundadores de la Constitución norteamericana. Que algunos
mera condición: uno tiene que tener la posibilidad efectiva de siglos más tarde, los <<pensadores políticos» de la modernidad
participar en la formación de la ley (de la institució n ) . Sólo se sigan comportando psíquica e intelectualmente como <<de
puedo ser libre bajo una ley si puedo decir que esa ley es la mía,
vuestra Excelencia, el m uy sumiso y m uy obedieme servidor->
si tuve la posibilidad efectiva de participar en su formación y en ( Eu. Excellenz umertanig gelwrsamster Dienetl ) no sorpren­
su posición (aun cuando mis preferencias no hayan p revaleci­
derá sino a aquellos que nunca reflexionaron acerca de la ex­
do) . Por el hecho de que la ley es necesariamen te universal e n
traña relación de la mayoría de los intelectuales con los pode­
s u contenido y , en una democracia, colectiva en s u fuente (esto
res establecidos5.
no es, en teoría, cuestionado por los p rocedimentalistas) , re­
Libertad baj o la ley -autonomía- significa participación
sulta que la autonomía (la libertad efectiva) de todos, en una
en la posición de la ley. Es una tautología decir que esta partici­
democracia, es y debe ser una preocupación fundamental de
pación sólo realiza la libertad si es igualmente posible para to­
cada uno. ( El <<olvido» de esta evidencia es una de las innume­
dos, no en el texto de la ley, sino en la efectividad social. De ello
rables trampas del pseudo-<<individualismo>> contemporáneo ) .
se desprende inmediatamente lo absurdo de la oposición en tre
Pues l a calidad de l a colectividad que decide sobre nosotros
igualdad y libertad, con la cual nos aturden desde hace déca­
nos importa vitalmente; de o tro modo, nuestra propia libertad
das. A menos que se las tome como acepciones totalmente fal­
deviene políticamente irrelevante, estoica o ascética. Tengo un
sas, las dos nociones se implican recíprocamenté. La igual po­
interés positivo fundamental (e incluso egoísta) en vivir en una
sibilidad efectiva de participación exige otorgamiento efectivo
sociedad que se acerque más a la sociedad del Banq uete que a
a todos de las condiciones de todo orden de esta participación.
la del Padrino o a la de Dallas. Mi propia libertad, en su realiza­
Las implicaciones de esto son evidentemente inmensas; abar­
ción efectiva, es función de la libertad efectiva de los otros. Esta
can una parte considerable de la institución global de la socie­
idea, por cierto, es incomprensible para un cartesiano o para
dad; pero el punto arquimediano evidentemente es la paideia,
un kantiano.
en el sentido más profundo y más pennanente, sobre la que
No cabe ninguna duda de que el despÍiegue y la realización
volveré más adelante.
de esta libertad presuponen disposiciones institucionales pre­
Entonces, no es posible realizar una <<democracia procedi­
cisas, en las que se incluyen, ciertamente, disposiciones <<for­
mental» que no sea un fraude, al menos de intervenir profun­
males» y <<procesales>>: los derechos individuales (un Bill of
damente en la organización sustantiva de la vida social.
righ ts) , las garantías judiciales ( due process oflaw, n ullum cri­
men n ulla poena sine lege) , la separación de los poderes, etc.
Pero las libertades que de allí resultan son estrictamente defen­ 4 Fin de la dedicatoria de la Crítica de la Razón Pura, fechada en Konlsberg, �1 29
de marzo de 1 78 1 , al Freiherr von Zedlitz, ministro de Estado del rey de Prusia.
sivas. Todas estas disposiciones presuponen -y es el postulado 5 Ver mi texto los intelectuales y la historia" (1 987), retomado en El Mundo frag·
u

tácito más o menos general en lo que se considera como filoso­ mentado.


6 Ver mi texto Naturaleza y valor de la igualdad" (1 981 ), retomado en Dominios del
hombre, Las Encrucijadas del Laberinto 11,
fía política- que existe, ubicado en frente, un poder ajeno a la
u

Gedisa.
274
275
Conw/ius Castoriadis E l ;¡vaucc ele la iusiguificancia

111 La agora, el me rcado-lugar de reu n i ó n , es el dominio en el


cual los individuos se encuentran libremente , discute n , con tra­
La lengua griega antigua y la pníctica política de los atenien­
tan e n t re ellos, publican y compran libros, e t c . Aquí, una vez
ses nos o frecen u n a val i osa d istinción -y, a m i e n t end er, d e
más, fo rmalmente y e n p rincipio, e l poder no puede n i debe
validez u n iversal- e n tre tres esfe ras de l a s ac tividades h uma­
i n tervenir - y aquí también, e n todos los casos, la limitación
nas, que l a instituc ión global de la sociedad debe, a la vez, sepa­
del poder no puede ser t omada e n forma absol uta. La ley im­
rar y articular: la oikos, l a agora y l a ccclcsia. Se puede trad ucir
libremente por: la esfera privada, l a esfera privada/ptíblica y la
pone e l respeto de los con tratos privados, p ro h tbe el trab<'ÜO de
los n i flos, e t c . De hecho, no terminaríamos de enumerar los
esfera ( formal y fuerteme n t e ) p tíhlica, id<:n tica a lo que llam(�
m:ís arriba d poder explíc i t o . Seftalo al pasar que e s t a distin­
p u n t o s sobre los cuales y las disposiciones por medio de las
cuales el poder, incl uso en los Estados tmís «l iberales» (en el
ción fundamental est:í en los hec hos y en el leHgu<�j c , pero no
sen tido del liberalismo capitalist a ) , i n t e rviene en este dominio
ha sido explic i t ad a como t a l en la <<poca cl;ísica, y ni siquiera ,
(cj<�mplo del presupuesto, que se ni evocado uds adelan t e , et c . ) .
salvo <'11 part<', p o r c i ) H" I ISadot· c l ;ísico de la < i < ' I I IO<Ta c i a , Arist<i­
l .a c:cdc:sia, t < : n n i no util izado aquí l l H � t a hí ric:ame n t e 7 , e s el
t cl cs. Estas esrc ras 1 1 0 cst:Í l l c l a rali i C n te d istingu idas (y p ro p ia­
lugar del poder, e l dominio p tíblico/privado. E l poder englo­
m e n t e articu ladas) sino en un régi men democr<í t ico. E n un
ba a los poderes, y <!stos deben estar a l a vez separados y articu­
n<gimen to tali tario, por (j emplo, la esfera p tíblica absorbe, e11
lados. Sobre este tema ya h e hablado en o tras oportunidadesH,
principio, todo. Al mismo t iempo, e n realidad n o es e n absolu­
aq u í me limi taré a tratar alguuos p u n tos i m portan t es para la
t o plÍbl ica, es la propiedad privada del Aparato totalitario que
1neseu t e discusióu.
posee y c;je{·ce e l poder. Las monarquías absolu tas tradicionales
Si se cousidera concretamente la ac t ividad de las d i feren tes
respetaban, e n p rincipio, l a i n dependencia de l a esfe ra p riva­
ramas del poder, est<Í claro q u e , en ningtín dominio, se pueden
da, de la oikos, y no i n terve n ía n tmís que moderadame11te en la
tomar y adop t ar decisiones sin tener en cuenta consideracio­
esfera p rivad a/p tíblica, la agora. Paradój i camente , las pscudo­
ues sustanciales. Esto vale t a u to para la legislacióu COHIO para
<<democracias>> occid e n t ales con tempodneas de hecho ha11
el gobierno, para la <<ej ecución>> así como para lo j udicial.
transformado en gran p arte e n p rivada la esfera püblica: las
En efec t o , es imposible imaginar una ley, salvo precisamen­
decisiones realm e n te importa11tes se toman e n secreto y e n tre '
t e las leyes de proccdimien to, y tambit:n t<stas, que n o decida
bastidores (del Gobie rn o , del Parlamento, de los Aparatos de
sobre cuest iones sustantivas. Iucluso, la p roh ibición de asesina­
los partidos ) . Una definición ele la democracia t a11 buena como
to no es evidente de por s í; prueba de ello son las Hní l t iples
CUalquier o t ra es: el régimcll en el cuaJ J a esfera p tí!Jlica se t rans­
r<'s t ri c c i m i e s , e x c e p c i o n es , c a l i li c a c i o n <'s d e las q u e cs t :í
fo rma real y e fe c tivam e n t e e11 p tíl>lica - pertenece a t odos,
rodeada siempre y e 1 1 todas partes. Lo mismo sucede con lo
cst;í e fect ivamente abierta a la participación de todos.
que respecta a l a <<aplicaci0n » de esas leyes, se trate de l o j udi­
La oikos, la casa-fanÍ ilia, la esfera p rivada, es el dom i11 io e 11
cial d e lo <<(;j ccutivo»\1•
el cual, formalme11 te y.ell p ri ncipio, el poder 110 p uede 11 i elche
o

-, Término que empleo simbólicamente (y no por abuso de lenguaje). La Asamblea


intervenir. Como en todos los casos e n este d o m i n i o , i11cluso ;

esta l im i tación del poder 110 debe ser tomada en fu rn t a absolu­ ateniense no qjercín el poder judicial y n6 hacía más que supervisar el .. ejecutivo"

8 Ver mi texto. «Hecho y por haceru , en Autonomía y auto·transformación de la


en el sentiuo dado aquí a este término (administración).
ta: l a ley penal proln1)e atentar con t ra la vida o la i n ; cgridad cor­
poral de los miembros de su üuuilia; incluso, b<Yo los gobiernos sociedad. . . , op.cit. Nota del Revisor Técnico; Este texto está incluido -y da título­
al V volumen de la serie Las Encrucijadas del Laberinto, que próximamente aparecerá
m;ís conservadores, l a instrucción de los nii'los es obligatoria, c t e . en Francia.

276 277
Cornelius Cascoriadis El avance de /a insignificancia

El juez no puede (y en todo caso, no debe) nunca ser un Ellas tienden a orientar la evolución de la sociedad, en la medi­
Paragraphenautomat, porque siempre hay «Vacíos de derecho»
da en que ésta depende de ellas, hacia una dirección que se
(Rech tslücken) , y sobre todo porque siempre hay una cuestión
prefiere en lugar de otra. ¿Cómo se podrían tomar dichas deci­
de interpretación de la ley y, más profundamente, una cuestión siones sin recurrir, aunque fuese táci tamente , a opciones
de equidad 10. Tanto interpretación como equidad son incon­ sus tan tivas?
cebibles sin el recurso a y la invocación de «el espíritu del legis­ Se podría decir: pero todas estas decisiones explícitas (y es­
lador» , o sea sus <<intenciones» 11 y los valores sustantivos a los pecialmente legislativas y gubernamentales) podrían muy bien
que se supone que éstas apuntan. Lo mismo sucede con lo con­ no apuntar más que a conservar el estado de cosas existente, o
cerniente a la administración en la medida en que ésta no po­ a p¡;eservar la libertad de la sociedad ( no «política» ) de hacer
dría «aplicar» leyes y decretos sin interpretarlos. Sucede, por surgir de sí misma y de desplegar las «formas de vida sustancia­
excelencia, lo mismo en lo que respecta al Gobierno. La fun­ les» que ella quiera. Pero este argumento contiene, siquiera
ción gubernamental es <<arbitraria» . Se desarrolla en el marco implícitamente, una aserción de valuación positiva de las for­
de la ley, está unida por la ley (evidentemente hablo de lo que mas y de los contenidos ya existentes de la vida social - ya sea
se supone que sucede en el caso de los regímenes «democráti­ que fuesen la herencia de tiempos inmemoriales o el producto
cos» occidentales) , pero en general no aplica ni ejecuta leyes. de la actividad contemporánea de la sociedad. Para tomar el
La ley (en general, la Constitución) dice que el Gobierno debe ejemplo más familiar para el lector de nuestros días, el «libera­
depositar cada año un proyecto de presupuesto ante el Parla­ lismo» extremo viene a ser una afirmación sustancial: lo que
mento y que éste (que, en este caso, comparte una función gu­ los «mecanismos de mercado>> o la «libre iniciativa indhidual»
bernamental y no <<legislativa») debe votarlo, tal cual o enmen­ e tc. producen es <<bueno» o «lo menos malo posible» , o bien:
dado; no dice, y no podría decir nunca lo que debe haber en no se puede emitir ningún juicio de valor sobre ese punto. (Las
ese presupuesto. Sin lugar a dudas, es imposible imaginar un dos afinnaciones, contradictorias evidentemente, son sosteni­
presupuesto que no esté embebido de un extremo al otro, tan­ das simultáneamente por F. von Hayek, por ejemplo. ) Decir
to del lado de los ingresos como de los gastos, de decisiones que no se puede emitir ningún juicio de valor sobre lo que la
sustantivas, que no esté inspirado por objetivos y <<valores» sociedad produce «espontáneamente>> conduce al nihilismo his­
que tiende a realizar. Más generalmente, todas las decisiones tórico total y lleva a afinnar, por ejemplo, que cualquier régi­
gubernamentales no triviales que conciernen y comprometen, men ( estalinaiano, nazi u otro) vale como cualquier otro. Como
en una oscuridad radical y radicalmente inevitable, al futuro. cualquier otro decir que lo que la tradición o (lo que finalmen­
te es lo mismo) la sociedad produce «espontáneamente» es bue­
a Lo que se llama en el lenguaje filosófico y constitucionalista moderno, «ejecutivo»
se divide en verdad en dos: poder (o función) gubernamental, y poder (o función) no o lo menos malo posible evidentemente comprometer a de­
administrativo. El «Gobierno» , en tanto gobierno, no «ejecuta» leyes, esencialmente mostrar, cada vez y en cada ejemplo preciso, en qué y por qué
actúa (gobierna) dentro del marco de las leyes. La administración, en la medida en
que no puede se integralmente «mecanizada», tampoco puede escapar a cuestiones ello es así, y en consecuencia, a entrar en la discusión sustantiva.
de interpretación, como las que se evocan más adelante en el texto. Como nadie que esté en sus cabales cuestionaría estas com­
1 o Ver mi análisis de las concepciones de Aristóteles sobre este tema en «Valor,

igualdad, justicia, política: de Marx a Aristóteles y de Aristóteles a nosotros» (1975), probaciones, la duplicidad de la posición procedimental de­
retomado en Les Carrefours du /abyrinthe. viene clara: no se trata de negar qué decisiones que afectan
11
Evidentemente no se trata de intenciones «históricamente comprobables», sino
de la inserción necesaria -y problemática- de toda cláusula particular en el sistema cuestiones sustanciales de todos modos deben ser tomadas, cual­
jurídico de conjunto, el que en principio evoluciona constantemente. quiera que sea el tipo de régimen en cuestión, sino de afirmar
278
2 79
Comclius Casroriadis El avance de la insignificancia

que, en un régimen «democnític o » , sólo i m porlan la <<Í'ónna» lugar y ante todo, capaces de hacerla fu ncionar y de reprodu­
o el «procedimiento» segtín los ctmles estas decisiones s o n lO­ c i rl a . N o p u e d e h aber sociedad democdti c a sin paidcia de­
madas - o bien que esta ,,f'ónna•• o este « p rocedimien to» p o r m o c rática.
sí solos caracterizan u n régimen c o m o democnílico. La concepción procedimen t al está, con meuos incoheren­
Convengamos que sea así. Pero todo « proce d i m i e n to » debe cia, obligada a i n troducir subrepticiamente -o a tender a- al
ser apl icado, por seres h umanos. Y estos humanos tienen que m enos dos j uicios de sustancia a la vez y de hecho:
poder, deber y obligarse a aplicar este p rocedim i e n to segtín su -las instituciones efec tivas, dadas, de la sociedad son, tal
«espíri t u » . ¿Cu<íles son esos sen:s y de d ónde vienen? Sólo la como son, compatibles con el funcionamie n to de procedimien­
ilusión metafísica -la de u n individuo-sustancia, p re formado lOs «verdaderamen t e •• democráticos;
en sus d e t e rminaciones esenciales, para quien su p e rtenencia a -los individuos tal como son fabricados por esta sociedad
un e n t o rn o h i s t ó rico-so c i a l d e fi n ido se ría t a n accid e n t a l c o n 1 o p 1 1cdcn hacer fu n c i o n a r estos p rocedimientos establecidos se­
e l color d e sus ojos- p e rm i tía eludir esta cuesti ó n . A�í se pos­ gtín su «espíri tu » y defenderlos.
t u la la existencia e fec tiva ( estamos en la política efectiva, no e n Estos j u icios tienen nní l tiples presupuestos e implican mu­
las licciones co n t ra-l�íc t icas ) , la existencia de <ilomos humanos, chas consecuencias. No mencio naré m<is que dos.
ya dotados no sólo de «derechos » e tc . , sino de un conocimien­ El primero es que se encuentra nuevamente aquí la cues­
to perfecto de las disposiciones del derecho (siu lo cual hab ría t ió n fu ndamen t al de la equidad, no e n el sentido sustantivo,
que legi t i mar una división del t rab;�jo establecida d e una vez sino en primer lugar e n su se n t ido estrictam e n te lógico, esta­
para siempre en tre «simples c iudadanos» y j ueces, administra­ blecido ya por Platón y Aristóteles 1 2 . Siempre hay una i n ade­
dores, legisladores, e tc . ) , los que tende rían ellos mismos, i n­ cuación e ntre la materia a j uzgar y la forma misma de la ley,
eluc table e i ndependiente m e n te de toda form ación, historia pues la p rimera es necesariamente concreta y singular, mien­
singular, e tc . , a compo rtarse como <itomos j u rídico-políticos. tras que la segunda es abstracta y universal. Esta i nadecuación
Esta ficcióu del /wmo jllrídiclls es tan irrisoria e i nconsistente no puede ser colmada sino por c l t rab:�jo creador del juez «po­
como la del /Jomo occonomicus, y la metafísica a n tropológica niól dose en el lugar del legislador» , lo que implica que recu rra
que ambas presuponen es la misma. a conside raciones sustan tivas. Esto necesariamente va m<is alhí
Para la visión « p rocedim e n t al » , los humanos ( o una parte de cualquier p rocedimentalismo.
sulicientc de e llos) debe rían ser p u ro e n t e n d i m i e n t o j u rídico. El segu ndo es que, para que los i ndividuos sean capaces de
Pero los individuos efec tivos son otra cosa �nuy dis t i nta. Y tmo hacer funcionar los procedimientos democdticos de acuerdo
esl<i obligado a tomarlos tal como viene n , ya moldeados por la a su «espíri t u » , es necesario que una pane importante del tra­
sociedad, con sus historias, sus pasiones, sus pertenencias parti­ h<üo de la sociedad y ele sus instituciones esté dirigida hacia la
culares de todo tipo; tal c·omo ya los fabricó el proceso h istóri­ reproducción ele individuos que correspondan a esta cldinición,
co-social y la institHción dada de la sociedad. Para que sean o tros, es decir de nuueres y de hombres democráticos incluso e n el
esta institución, en aspectos sustanciales y sustan tivos, tendría sentido estri c tamente protedimental del término. Pero en ton­
que ser otra. Supongamos i nc l uso que u n a democracia, tan ces, uno t k l w e n fren tarse con el dilema: o bien esta educación
completa, p e rfecta, e tc . , como se quiera, nos cae de l cic lo: esta
de los i n d ivid uos es dognuítica aut oritaria, heterónoma, y la
•.

democracia no podrá continuar m<ís que algunos a fws si ella

Ver mi texto dUdo en la nota 1 0, s!Jpra.


no genera individuos que le corresponden, que son, en p rimer 12 •

2[]0
28 1
Cornelius Castoriadis El al'ilnce de la insignificancia

supuesta democracia se transfonna en el equivalente político como un «principio contra-fáctico», algo pseudo-transcendental,
de un ritual religioso. O bien los individuos que deben «aplicar entonces es el trabajo pennanente de la institución de la socie­
los procedimientos» -votar, legislar, ejecutar las leyes, gober­ dad hacer a los individuos de tal manera que se pueda postular
nar- fueron educados de manera crítica. En este caso, el espí­ razonablemente que sus opiniones tienen el mismo peso en el
ritu crítico tiene que ser valorizado, como tal, por la institución terreno político. Una vez más, la cuestión de la paideia aparece
de la sociedad -y la caja de Pandora del cuestionamiento de como esencial.
las instituciones existentes se abre, la democracia vuelve a ser La idea de que se pueda separar el «derecho positivo» y sus
movimiento de auto-institución de la sociedad- es decir un procedimientos de los valores sustantivos es un espejismo. La
nuevo tipo de régimen en el sentido pleno del ténnino. idea de que un régimen democrático pudiera recibir de la his­
Tanto los periodistas como los filósofos políticos que pare­ toria, ready made, individuos democráticos que lo hicieran fun­
cen ignorar por completo las largas disputas de la «filosofía del cionar también es un espejismo en la misma medida. Indivi­
derecho•• desde hace dos siglos nos hablan constantemente del duos semejantes no pueden ser fonnados sino en y por la paideia
«Estado de derecho» . Pero, si bien el «Estado de derecho» democrática, la cual no crece como una planta, sino que debe
(Rechtsslaal) es otra cosa que el «Estado de ley» (Gesetzstaat) 13,
ser un objeto central de las preocupaciones políticas.
Los procedimientos democráticos forman una parte, impor­
lo es sólo en la medida en que va más allá de la simple confor­
tante por cierto, pero sólo una parte, de un régimen democrá­
midad con los «procedimientos» : por más que la cuestión de la
tico. Y deben ser realmente d�mocráticos, en su espíritu. En el
justicia se presente y afecte incluso a las reglas jurídicas ya esta­
primer régimen que se pueda llamar, a pesar de todo, demo­
blecidas. Pero la cuestión de la justicia es la cuestión de la polí­
crático, el régimen ateniense, fueron instituidos no como sim­
tica, a partir del momento en que la institución de la sociedad
ple «medio » , sino como momento de e n c arnación y de
dejó de ser sagrada o tradicional. El «reino de la ley» , desde ese
facilitación de los procesos que lo realizan. La rotación, el sor­
momento, no puede esquivar la pregunta: ¿qué ley, por qué
teo, la decisión luego de la deliberación de todo el cuerpo po­
esta ley y no otra? Incluso la respuesta ,,formalmente democrá­
lítico, las elecciones, los tribunales populares no se apoyaban
tica»: la ley es ley porque es la decisión de la gran mayoría (ob­ solamente en el postulado de la capacidad igual de todos para
viamente dejo de lado aquí la cuestión de saber si realmente lo asumir los cargos públicos: eran las piezas de un proceso políti­
es) no puede cerrar la pregunta: ¿y por qué entonces debe ser co educativo, de una paideia activa, tendiente a ejercer, luego a
as!? Si la justificación de la regla de la mayoría es estrictamente desarrollar en todos las capacidades correspondientes y por esa
••procedimental» -por ejemplo, que toda discusión finalmen­ vía, a acercar tanto como sea posible la realidad efectiva al pos­
te debe tenninar-, entonces cualquier regla tendría una justi­ tulado de la igualdad política.
ficación: tomar la decisión por sorteo, por ejemplo. La regla
mayoritaria sólo puede serjustificada si se admite el igual valor, IV
en el terreno de lo contingente y de lo probable, de las doxae
Las raíces de estas confusiones no son solamente «ideales»,
de individuos libres 14• Pero si este igual valor no debe quedar
en el sentido que deberían ser buscadas esencialmente o exclusi­
vamente en las ,,falsas ideas», como tampoco son «inateriales» ,
13 Desde muchos siglos antes de la Revolución francesa, la monarquía, absoluta o
.. iluminada .. , realizaba en la mayoría de los países de Europa occidental un « Estado
de ley ... uHay jueces en Postdam", replicaba el molinero prusiano a Federico el 14 Es más o menos así como lo justificaba Aristóteles en la Constitución de los
Grande. atenienses, XLI.
282
283
Cunu:Jius Caston';u/is El a\';HJn' de /:1 in.,iglliliranci;l

en el se nti do de b cx p rc s i < í n , conscic n l <' o no, d e i n i < Tcscs, escnciahnen t c: defensivas. Incluso la cuan tificación de « negati­
pulsiones, posiciones sociales, el e. Dichas con lúsioncs se S l l l l H T­ vas» ( 1. B c rl i n ) es i n adecuada. 1 ':1 dcn:c l l o de reunirse , de l n a­
gen en el imaginario histórico-social del pe río d o << p o l ít i c o » n i fest ar, de publicar un diario o un libro no es <<negativo » : su
modcr1 1o, y a e n sn p re h is t oria p c n > sohrc t o d o e n su car;ícter ejercicio fo rma 1 1 1 1 compone n t e de la vida social y política y
ant inómico. No es posible e m p render la elucidación de ello puede tener, inc luso tiene necesariam e n t e , e fe c t os importan­
aqul. M t · li n l i t ;m: a 1 1 1 1 intento dt· < kspc j a r alg1 1 1 los p u n tos sa­ tes sobre esta. O t ra cosa es si pu<'den ser obstacu lizadas por las
lien tes de la constelación de ideas e n y por las cuales este imagi­ co ndicio nes e fec tivas o, como actual m e n te en los países ricos,
nario se expresó en la esfera política. vueltas tm[s o menos l'tí tilcs por la desertificación p olítica gene­
Comenza n' i1 1 m celias res. Conocemos la cl'lt ica es! ;índar q 1 w ral. Precisamente, una parte mayor de la lucha por la democra­
e l marxismo dirigía a los derechos y a las libertades <<burgue­ cia a p u n ta a instaurar condicioucs reales que permi tan a todos
ses» ( la cual re monta, a pesar de lo que se haya d i c h o al respec­ el ej e rcicio electivo de estos derechos. Recíprocamen te, esta
t o , a M a rx 11 1 isn10 ) : se t ra t a ría d e libert ades y d e derechos sim­ falaz denuncia del caníc ter <<formal» ele los derechos y ele las
pleme n te <<fo rmales » , establecidos lll<�s o menos en i n t e n�s del libertades << burgueses» tuvo resultados catastróficos, sirviendo
capitalismo. Crítica nuí l t iplemente C1lsa. Esos d e rechos y esas d e t rampolín para la i nstauración del t o talitarismo leninista y

libertades no surgieron con el cap i t alismo , n i fue ro n o to rga­ de p a n talla para su continu ación por el estalinismo.

dos p o r éste . Reivi ndicados al c o m ienzo p o r la ¡>roto-burguesía Estas libertades y estos derechos n o son entonces <<fo rma­

de las c o m u nas ya en el siglo X, fueron arrancados, conquista­ les»: son parciales y, en la real iclacl social electiva, esencialmen­

dos, impuestos p o r luchas seculares del p ueblo ( e n las que n o te deli:� nsivos. Por la misma razón no son <<negativos» . L a ex­

s ó l o las clases desfavorecidas, sino muy a menudo tambi<:n l a presión de l . Berl í n pertenece al c o n texto y al legado h i s t órico­

pcqucfla bu rguesía , t uvo un papel importan t e ) . Al l í d o n d e so­ social al q ue al udí al comie nzo. Corresponde a la actitu d subya­
c e n te , cuasi-permane n t e , de las sociedades y de los p ueblos
lame n t e fu eron i m portados, por c:jemplo, casi siempre lileron
<il o n os y fr<ígiles (ver los p aíses de América l a t i n a y el Japón ) .
europeos (y por cierto n o solamente ellos, pero aquí estamos
j us t amen t e hablando de ellos) con respecto al poder. Cuando
Luego, n o son e s t os derechos y estas libert ades los que· co tTcs­
p o r fin. es q u e b rado, al menos e n parte, el imaginario milena­
pondcn al <<espíri tu» del capi talismo: éste exige, m;ís bien, l a
rio de la realeza de derecho divino ( ratilicaclo y rdorzaclo aun
< H l c hes/ way de Taylor o l a <�jaula de hierro >> ele M a x vVcbcr. L a
por el cristianismo, <<todo poder viene de Dios» ) , sigue subsis­
idea ele que ó tos se rían la cmnrapartida y la presuposición p o­
t iendo de todos modos la represe n t aci6n del poder como o t ro
líticas de la competencia. en el mercado económico t ambién es
dikrente de la sociedad, fre n te a ella, oponiéndose a ella. El
falsa; éste n o es tmis que un m o m e n t o , ni espo n t :ínco (ver
poder son << ellos» ( us and 1!Jcm, se sigue diciendo e n i nglés ) ,
Polanyi) ni perma n e n t e, del cap i t alismo. Si se co nsidera la ten­
e n p rincipio es hostil, se trata de conten erlo en límites y de
d e n c i a i n te r n a d e és t e , c; u l m i n a e n e l m o n o p o l i o , en el
dcl'cndcrsc contra él. N o es sino duran t e las épocas revolucio­
oligopolio o en las co<� lic io úes e n t re cap i t alistas. Tampoco son
narias, e n N ueva Inglaterra o en Francia, doll(\e la fi·ase wc che
el t<'nnino: la Nación, adquiere u n sentido político,
éstas un p resupuesto dd desarrollo del capi talismo ( ve r t am­
pcoplc, o
bi<<n el Japón o los <<dragones» asi<i t ic os ) . P o r tíltitno y sobre
donde se: lic c l ara que la soberanía p e rt e n e c e a la n a c i ó n
- frase q u e p o r l o d e m ás s e d vac i a d a de s u c o n te n i d o
t odo, ellas no son en absoluto « formales» : CO lTcsp o t H k n a ras­
gos vi talme nte necesarios ele todo n'gimen democ:dtico . Pero
son parciales y , como se i n d i c a al c o m i e nzo d e ('S t c t e x t o ,
rápidalll c n t c median t e la . << represen tació n » . E n este c o n texto,
s e e n t í (· J : d c ' l ' ' e los d e re c h os y l i b e r t a d e s v i e n e n a s e r
284
285
Comelius CaslOriadis E l avance d e l a insignificancia

considerados como medios para defenderse contra un Estado caeríamos en el fonnalismo kantiano y en todas las críticas jus­
omnipotente y esencialmente ajeno. tificadas de las cuales Kant fue objeto desde el comienzo. Como
l. Berlín opone a estas libertades «negativas» , las únicas se­ ya lo he escrito en otra publicación Hi, queremos la libertad a la
gún él aceptables, una idea de la libertad «positiva•• emparenta­ vez por ella misma y para hacer algo de ella, para poder hacer
da con la concepción democrática antigua (griega) , según la cosas. Sin embargo, una inmensa parte de esas cosas, o bien no
cual todos los ciudadanos deben participar en el poder. Ésta, podemos hacerlas solos, o bien dependen en gran medida de
según él , sería potencialmente totalitaria pues presupondría la la institución global de la sociedad y, generalmente, ocurren
imposición de una concepción positiva, y colectivamente (polí­ ambas posibilidades a la vez. Esto implica necesariamente una
ticamente) determinada, del bien común o del vivir bien. Las concepción, aunque fuera mínima, del bien común.
fallas del razonamiento son múltiples. La libertad efectiva {más Es cierto -lo recordé al comienzo del texto- que Berlin
que «positiva» ) de todos mediante su participación en el poder
no creó esta confusión, simplemente la compartió. Ella viene
no implica una mayor concepción del bien común que cual­
de lejos, y por ello es tan necesario disiparla. La distinción que
quier decisión legislativa, gubernamental o inclus� judicial, to­
hay que restablecer es antigua (y por ello los teóricos moder­
mada por los «representantes» , ministros o jueces profesiona­
nos no tienen excusas para olvidarla) . Es la que existe entre la
les. Como dije más arriba, no puede haber nunca un sistema de
felicidad, asunto estrictamente privado, y el bien común ( o el
derecho, por ejemplo, que sea completamente (o incluso esen­
vivir bien) impensable sin recurrir al dominio público e inclu­
cialmente) Wertfrei, neutro en cuanto a los valores. El recono­
so al público/ptíblico (el poder) . Es, en términos diferentes
cimiento de una esfera libre de «actividad privada» -cuales­
pero que enriquecerán la discusión, la que existe entre la
quiera que sean las fro nteras- proviene ella misma de la afir­
euclaimonia, la felicidad, que no es eph 'hemin, no depende de
mación de un valor sustantivo y que pretende valer universal­
nosotros, y el eu zein, el vivir-bien, que, en gran parte, depende
mente: es bueno para todos Jos individuos que se muevan libre­
de nosotros, individual y colectivamente (pues depende tanto
mente en el interior de esfe ras de actividad privada reconoci­
de nuestros actos como de aquello que y aquellos que nos ro­
das y garantizadas por la ley. La delimitación de estas esferas, el
contenido de las sanciones eventuales de su transgresión por dean, y, a un cierto nivel a la vez más abstracto y más profundo,
otros deben recurrir necesariamente a o tra cosa que una con­ de las instituciones de la sociedad) . Se pueden contraer las dos
cepción formal de la ley, tal como sería fácil de demostrar en distinciones diciendo que la realización del bien connín es la
cualquier sistema de derecho positivo. (Por no tomar más que condición del vivir-bien.
un ejemplo, es imposible definir una escala de gravedad de los ¿Pero quién detennina o define el vivir-bien? Tal vez una de
delitos y de las penas sin <<comparar» entre ellas el valor de la las principales razones de la confusión que rodea la pregunta
vida, de la libertad -prisión-, del dinero, e tc.) es que la filosofía pretendió poder dar esta determinación o
En la argumentación de Berlín hallamos implícita otra con­ esta definición. Fue así, porque el rol de pensadores de la polí­
fusión: la que existe entre el bien comtín y la felicidad. El fin de tica siempre fue ejercido por filósofos y éstos, por profesión,
la política no es la felicidad, que no puede ser sino un asunto querrían detenninar de una vez por todas una «felicidad» y un
privado 1 \ es la libertad o la autonomía individual y colectiva. <<bien conuín» y, si es posible, hacerlos coincidir. En el marco
Pero no puede ser so/amente la autonomía, pues entonces del pensamiento heredado, esta detenninación en efecto no

15 Ver el párrafo " ��ices su?jet!va� del proyecto revolucionario" en la primera parte 16
Ver mi texto u la polis griega y la creación de la democracia" (1 982), retomado en
_ imaginaria de fa Sociedad, Tusquets.
(1 964-1 965) de m1 1ibro La mstttuc10n Dominios del hombre, Gedisa.

286 28 7
Gorudius C;tstoriaclis

p o d ía ser sino un iversa l , v;í l i d a para t odos en cualquier <:poca y vez i nst it uidas. Ellos <klinen la m·i,� n t ac i < í n de cada una de ellas;
en cualquier lugar y, al mismo t iempo, est ablecida e n u n a suer­ prove e n n o n nas y cri t e r i os no l ú n n altnc n t c i ns t i t t t i dos ( p o r
te de a priori. Es la raíz del <<error>> de la m ayoría de los filóso­ <:j c m p l o , l o s griegos distin guían a s í el dik:tiou del kaJou ) ; por
((¡s que han escri t o sobre la polít ica, y el error simétrico de los t í l t imo, ellos sos t ie n e n e l t rah;�jo i n s t i t ucional c x p l íc i t u . Un n:­

l.
o tros que , para evitar d absurdo de las co nsecue nc ias de esta gimen polít ico no puede ser t o t a l m e n t e agn<ístico en tt'rm i n o s
solución -Plató n , por ej emplo, al legislar acerca de los modos d e valores (morales o <: t iros) . Por <:jemplo, el tlcrerho n o ¡me­

musicales p e rm i t idos y p ro h ibidos para toda << buena>> socie­ de s i n o expresar una concepción conHÍ l l ( o tlominantc y mal

dad-, llegaron a rechazar la cuestión misma, ahandon;índola que bien acep tada) sobre el « m ín i mo moral>> implicado por la
al libre arb i t rio de cada tmo . vida en sociedad.
No puede haber liloso fía que ddina pam t odos qut: es la Pero estos valores, y esta ! l l o ralidad, son creación colect iva

felicidad, y sobre todo q u e quiera imponerla mediante decisio­ a n ó n i m a y «espontánea>> . Pueden ser modificados b<üo la i n­
nes p o l ít icas. La felicidad perte nece a Aa esfe ra p rivada y a la ll uencia de una acción rd1exiva y deliberada, pero ésta tiene
esfera p rivada / ptíblica. No pertenece a l a esfera ptíblica / p tí­ que acceder a o tras capas ele! ser histórico social dist i n tas a las
,.
blica como tal. La dem ocracia, como n:gi m e n de l a libertad, c o ncernidas por l a acción política explícita. De todas formas, la
1,
excluye ciertamen te una « felic idad>> que se podría volver pol íti­ cuestión del bien connín pertenece al dominio del hacer h istó­
cam e n te obligatoria, en sí misma, o en sus << medios » . Pero, m ;ís rico-social, no al de la teoría. La concepción sust ancial del bien
atí n , ninguna lilosofía puede delini1· e n n i ngtín m o m e n to un conHín es cada vez histó rica-social mente creada, y es ella la que
<<bien connín >> sustan tivo, y n i nguna política puede esperar c¡uc se mau t iene de tr;ís de t.odo derecho y ele todo p rocedimiento .
la filosofía haya clefiniclo semej an te bien para actua r 1 7• Esto n o n o s conduce al mero « relativismo>> si vivimos e n un
Pero las cuestiones que se plantean en la es[cra p1Íblica/ n:gimcn clemocr;ítico, e n el que l a i n terrogación est�í penna­
ptíblica (en la legislac i ó n , e n el gobierno) no pueden ser si­ n e n te m e n t e abierta e fectivame n te , lo q ue p resupone la crea­
q u iera discu tidas sin una visión sobre e l bien conHí n . El bien ción social ele i ndividuos cap::�ces de i n t errogarse efe c t ivamen­
connín es a la vez una condición de la felicidad i nd ividual y, te. Encon t ramos aquí al menos un componente del bien co­
nds a ll;í, concierne a las obras y a las e m p resas que la so c i e d a d , n Hí n d cn H > < T: í ti c o , sus t a n t ivo e irrclat ivo: la ci udad debe hacer
con o sin l d i c i d a d , qu i e re ve r realizadas. todo l o que es posible para ayudar a los ciudadanos a deve nir
Esto no con,: i c n'w stí lo a l ¡ ·t: gi m c n d c m o<-r; í t ico. El an:ílisis c fc c t i vat ! l c t t t e au t <Ínomos. Esto es, e n primer lugar, una co wli­
on t olüg i c o dt • J l l l t c s t,ra que 11 i ngu l l a so c i vd a d p u v d c v x ist i ¡· s i 1 1 c i <)n de s 1 1 e x i s t e n c i a como ciudad dcmocr;i t ica: u n a ciudad
u n a ddinición, nds o t n e nos c i ert a , d e valo n�s sustant ivos cont­ cst;í h e c h a d e c i ud a d a no s , y 1 1 1 1 c i udadano es aquel q ue es «c a ­
partidos, de bienes sociales comu nes ( l os p uhlic goods de los paz de gobernar y de ser gobernado» (Aris t <í t c l es ) . Pero eso
economistas no son m<ís que u mi parte de ellos) . Estos valores también es, como ya dije, una condición positiva del bie n-vivir
son una parte esencial de las significaciones imagi narias cada de cada tillO, que clcpe i Íde de la <<Calidad» de los o t ros. Y la

1 7 Ciertamente. seria dificil para un filósofo sostener que una sociedad en la cual la
r(: alización de este obje tivo: ayutlar a los i ndividuos a deve n i r
filosofía es imposible vate, para él, tanto como otra en la cual se la practica. Pero, a aut<ín omos, la paidcia en la aceptación m;ís fuerte y n d s pro­
menos de que haya una elucidación suplementaría (y larga) del contenido del término
filosofía, ello no define potlticamente a una clase de sociedades. Hubo una (al menos fu n d a d el tc: r m i n 0 , es i m p o s i b l e s i n d e c i s i o n e s p o l ít i cas
una ciorta) filosofía en India y en China (para no hablar del Islam y de la Europa
sust a n t i vas, q u e , por o t ra part e , no pueden sino ser tomadas e n
todo t i p o d e n:gimen y de todas maneras.
medieval). De ello no surge que una sociedad de castas o con mandarinato equivalga
políticamente a una sociedad democrálica.

288 289
Comelius Cascoriadis
El av;mce de la insignificancia

La democracia como régimen es entonces a la vez el régi­


lugar, salido de un vientre entre millones de otros, aparezca
men que trata de realizar, en la medida de lo posible, la auto­
ese pedacito de carne que grita y no otro. Pero ambas, política
nomía individual y colectiva y el bien común tal como es conce­
democrática y filosofía, praxis y pensamiento, pueden ayudar­
bido por la colectividad concernida.
nos a delimitar, mejor aún: a transformar, la parte enorme de
V contingencia que determina nuestra vida, mediante la acción
libre. Sería ilusorio decir que nos ayudan a «asumir l ibremen­
El ser humano singular reabsorbido en <<SU» colectividad,
te» las circunstancias que nunca tenemos y que nunca podría­
donde no se encuentra, evidentemente, sino por casualidad (el
mos elegir. El hecho mismo de que un filósofo pueda pensar y
azar de su nacimiento en tal lugar y en tal tiempo) ; ese mismo
escribir que la libertad es la conciencia de la necesidad (inde­
ser separado de cualquier colectividad, que contempla a la dis­
pendientemente de toda consideración sustantiva en cuanto al
tancia la sociedad y que intenta ilusoriatilente tratarla a la vez
sentido de esta frase) está condicionada por miríadas innume­
como un artefacto y como un mal necesario: he aquí dos resul­
rables de otros hechos contingentes. La simple conciencia de
tados del mismo desconocimiento, el que se despliega sobre
la mezcla infinita de contingencia y de necesidad -de contin­
dos niveles:
gencia necesaria y de necesidad en última instancia contingen­
-como desconocimiento de lo que son tanto el ser huma-
te- que condiciona lo que somos, lo que hacemos y lo que
no como la sociedad. Es lo que demuestra el análisis de la hu­
pensamos, está lejos de ser libertad. Pero es la condición de
manización del ser humano como socialización, y la <<encarna­
esta libertad, condición requerida para emprender hícidamen­
ción» , materialización de lo social en el individuo;
te las acciones que pueden llevarnos a la autonomía efectiva
-como desconocimiento de lo que es la política como crea­
tanto en el plano individual como en el plano efectivo.
ción ontológica en general, creación de un tipo de ser que se
da explícitamente, aunque sea en parte, las leyes de su propia
existencia y, al mismo tiempo, como proyecto de autonomía
individual y colectiva.
La política democrática es, en los hechos, la actividad que
intenta reducir, tanto como se pueda, el carácter contingente
de nuestra existencia histórico-social en sus determinaciones
sustantivas. Ni la política dem.ocrática en los hechos, ni la filo­
sofía en las ideas pueden evidentemente suprimir lo que, desde
el punto de vista del ser humano singular e incluso de la huma­
nidad en general, aparece como el azar radical (al que Heideg­
ger apuntaba en parte, pero que limitaba bizarramente al ser
humano singular, con el título de Geworfenlleit, derrelicción o
el ser-arrojado al mundo) que hace que haya ser, que ese ser se
manifieste como un mundo, que en ese mundo haya vida, en
esta vida una especie humana, en esta especie tal fonnación
histórico-social, que en esta formación, en tal momento Y en tal
290
29 1
J-:1 avaurc ele loa iruiguilic:uJci•a

Libros en íi·ann�s y en castellano de Cornelius Cast01iadis

La Sociedad IJumcnftica
Tomo l. Las relaciones de Producción en Rusia.
Tomo 11. La revolución con tra la Burocracia.
Editions 1 0/ 1 8, París, 1 973.
Ed . castellana: Tusquets Editores, Barcelona, 1 9 76.

La Experiencia del Movimien to Obrero


Tomo l. Cómo luchar.
Tomo Il. Proletariado y Organización.
Editions 1 0/ 1 8, París, 1 9 74.
Ed. castellana: Tusquets Editores, Barcelona, 1 979.

La Instiwción Imaginaria de la Sociedad


Le Seuil, París, 1 975.
Ed. castellana: E n dos volúmenes: «Marxismo y Teoría Re­
volucionaria» Tomo I ( 1 983 ) , y <<El Imaginario Social y la so­
ciedad» ( 1 989) .

Les Garrd(mn du LalJyrintlu:


París , 1 978.
Ed. Castellana: Dos extensos artículos sobre psicoanálisis:
«Epilcgómenos a una teoría del alma» y <<Psicoanálisis, Proyec­
to y Elucidacióu>> , edi tados en Arge n tina en un pequei'io volu­
men -cou el título del segundo artículo- por Editorial Nue­
va Visión, Buenos Aires, 1 992.

01pitalisme .Modeme e t R.evolurion


Tomo I: L'imperialisme et la guerre.
Tomo II: Le mouvement revolutionnaire sous le cap i talisme
moderne.
Edit ions 1 0/ 1 8, París, 1 979.
Ed. Cas t ellana: Ed. Ruedo Ibúico, Madrid, 1 970. (Como
autor figura << Paul Cardan>> -es decir el seudónimo de C. Cas­
toriadis con el que se p ublicaron originalmen te los artículos en
<<Socialisuh: u u Barbarie>> . )

L e Cm1 1 c n u d u Socia/isme
Edi tiolls 1 0/ 1 H, París, 1 979.

293
Cornelius Castoriadis

La Societé Fran�aise Índice


Editions 1 0/ 1 8, París, 1 979.
Introducción
7
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

De la Ecología a la Autonomía
En colaboración con D. Cohn-Bendit Kairos
Le Seuil, París, 1 98 1 .
Capítulo I: La crisis de las sociedades occidentaks . . . . . . 17
Ante la Guerra*
Tomo 1: Las realidades. Capítulo II: Los movimientos de los años sesenta...... . . . . . . . . . :�5
Fayard, París, 1 98 1 .
Ed. Castellana: Tusquets Editores, Barcelona, 1 986.
Capítulo III: Marxismo-leninismo: la pulverización. . . . . . . . . . . -!9
Dominios del Hombre. Encrucijadas del Laberin to
Capítulo IV: Entre el vacío occidental y el mito árabe . . . . . . . 65
Le Senil, París, 1 986.
Ed. Castellana: Gedisa, Barcelona, 1 988.
Capítulo V: El deterioro de Occidente.. . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75
El Mundo Fragmentado. Encrucijadas del Laberin to III
Capítulo VI: El avance la insignificancia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 03
Le Seuil, París, 1 990. ·

Ed. Castellana: Altamira, BUenos Aires, 1 993. (Esta edición


Koinónia
no incluye el artículo «El estado del sujeto hoy», pn�viat� ente
publicado el el volumen «Psicoanálisis, Proyecto y EluCidaciÓn>> . )
Capítulo VII: Antropología, filosofía, política. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 :H
Lógica Imaginación y Reflexión
. Capítulo VIII: La crisis del proceso identificatorio. . . . . . . . . . . . . 1 !l5
Importante artículo incluido en el volumen colectivo «Cien­
.

cia e Inconsciente » .
Dunod, París, 1 99 1 . Capítulo IX: Freud, la sociedad, la historia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 73
Ed. Castellana: A.lnorrortu Editores, Buenos Aires, 1 993.
Polis
El Avance de la Insignificancia. Encrucijadas del Laberinto W.
Le Seuil, París, 1 996. Capítulo X: Imaginario político griego y moderno...... . . . . . . 1 95

Faire et a Faire. Carrefour du Labyrin tlle V. Capítulo XI: La democracia ateniense: falsas
Volumen en preparación, con fecha de aparición estimada y verdaderas cuestiones. . . . . . . . . . . .. . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . ... 223
para la primera mitad de 1 997, Le Seuil.
Ed. Castellana: Eudeba (En preparación. ) Capítulo XII: La cultura en una sociedad democrática. . ... . 2:�7

Capítulo XIII: La miseria de la Ética. .. . . . . . . . . . .. . . . . . . . .. .. . . . . . . . . . . 251

Capítulo XIV: La democracia como procedimie nto


y como' régimen . . . . . . . . . . . . . . . . ..... . . . . . . . . . ... 267
. .. . . . .. .

295
294

También podría gustarte