Rosalia de Castro - Poesia Selecta
Rosalia de Castro - Poesia Selecta
Rosalia de Castro - Poesia Selecta
DE POESÍA
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
osalía
de Castro
Poesía selecta
osalía
de Castro
Poesía selecta
osalía
de Castro
Poesía selecta
Itzcóatl Tonatiuh Bravo Padilla
Rectoría General
Miguel Ángel Navarro Navarro
Vicerrectoría Ejecutiva
José Alfredo Peña Ramos
Secretaría General
Sonia Reynaga Obregón
Coordinación General Académica
Patricia Rosas Chávez
Dirección de Letras para Volar
Sayri Karp Mitastein
Dirección de la Editorial Universitaria
Editorial Universitaria
José Bonifacio Andrada 2679
Colonia Lomas de Guevara Se prohíbe la reproducción, el registro o
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Estimado universitario:
| 7
• Colección Caminante Fernando del Paso
• Colección Hugo Gutiérrez Vega
• Colección Fernando Carlos Vevia Romero
8 | presentación
Índice
17 A mi madre
17 (Fragmentos)
21 A la luna
21 I
22 II
22 III
24 IV
29 Ángel
33 Margarita
33 1
33 2
35 3
| 9
37 Los tristes
37 1
37 2
38 3
38 4
39 5
40 6
40 7
42 Los robles
42 1
43 2
44 3
46 4
47 15
47 16
48 17
48 18
49 19
49 20
50 21
51 Ya no mana la fuente
53 Meditación en el umbral
10 |
54 Las campanas
64 ¡Volved!
64 I
64 II
| 11
68 Las canciones que oyó la niña
12 |
Rosalía de Castro,
poeta de la tierra y del dolor
CARLOS PROSPERO
| 13
cial que escribe alabando su tierra, demostrando que es
de gran valía y que sólo muestra ignorancia aquél que
se ríe o mofa de esas tierras o de sus habitantes.
Ella entiende en su madurez que hay una explota-
ción social que se demuestra mediante el desprecio, y
con su voz femenina, al alabar lo que ella considera suyo,
muestra la validez y grandiosidad de esa parte de España.
La contradicción de sus emociones y sentimien-
tos corre a lo largo de toda su obra, desde el poemario
que le dedica a su madre después de muerta hasta los
últimos que publicó su marido después de la muerte
de Rosalía.
Sólo su amor por Galicia le hizo brotar del corazón
esos cantos gallegos que fueron un espejo de su con-
ciencia a través de los que se pudo reconocer como una
mujer perteneciente a una tierra que tenía, mar, ríos,
valles y montañas dignos de ser ensalzados, y cuan-
do ella canta a su tierra, viéndola a través de sus ojos
doloridos, muestra cómo es tratada su gente, como es
explotada y obligada a irse de su lugar de origen para
poder subsistir.
Dice que hay viudas de muertos y viudas de vivos
para referirse con estas últimas a las mujeres que son
dejadas físicamente por sus maridos para poder ganar
la subsistencia en otros lares, que muchas veces signi-
ficaba la pérdida misma de los que se marchaban, por-
que no regresaban sino con una familia nueva, o nunca
jamás regresaban.
14 |
Cabe decir que los poemas de Rosalía no eran
bienvenidos entre los intelectuales, porque los consi-
deraban intrascendentes, y aunque Azorín y el mismo
Juan Ramón Jiménez gustaron de su obra, ésta no era
aceptada del todo.
Incluso hoy los estudios de la obra rosaliana son
realizados por gallegos o extranjeros, pero poco reco-
nocidos por los de habla española, excepción de los ya
mencionados y de la autoridad literaria y estilística de
Rafael Lapesa.
Quizás porque su vida personal era el motivo pri-
mario de su obra, la que posteriormente pasó a segun-
do término y se convirtió en un ejemplo de conversión
de lo personal en lo universal, fue que la han ido reco-
nociendo póstumamente.
Su obra más importante es la que escribe en reivin-
dicación de la cultura gallega en donde describió su tie-
rra, haciendo una denuncia social por las condiciones
de explotación de la gente de su pueblo, exponiendo
las costumbres populares y recreando personajes típi-
cos como gaiteros y mendigos.
En 1863 escribió A mi madre, en donde muestra la
contradicción del amor filial, el amor y el odio, la cer-
canía y la lejanía que padece un hijo en las circunstan-
cias sociales, familiares y económicas en las que vivió
la poeta.
En 1880 escribió, mientras residía en tierras caste-
llanas, Follas novas, en gallego, donde toca temas inti-
| 15
mistas con una reflexión pesimista sobre la soledad y la
muerte, denunciando condiciones de vida precarias del
pueblo gallego y, finalmente, en 1885, escribió En las
orillas del Sar, en castellano, con el mismo sentimiento
de tristeza, por la vida, por su vida y por la vida de la
gente de su pueblo.
Hace poco escuchaba a un neurocientífico decir
que en la ancianidad el hombre se hace tres preguntas,
como el colofón de su vida: Qué hiciste por ti, qué hicis-
te por tus seres queridos y qué hiciste por la humanidad.
Rosalía de Castro, sin duda que responde, a través
de su obra, estas tres preguntas de manera contunden-
te. Mostró cómo era su vida en sus contradicciones, en
sus deseos y frustraciones; mostró cómo era el mundo
de sus seres queridos, tal como son, con sus angustias,
con sus penas y sus incertidumbres por el futuro y so-
bre todo por su temor a la muerte y, finalmente, mostró
cómo es la humanidad con sus arrebatos pasionales por
el dominio de un pueblo, de una gente, de la riqueza, y
cómo utiliza y deforma los valores para parecer a la luz
del mundo como el mejor necesariamente.
Rosalía falleció a los 48 años víctima de un cáncer
uterino en el pueblo de Padrón, el 15 de julio de 1885.
Cierro esta presentación citando a Marina Mayoral
que en la conclusión de su tesis doctoral sobre la poesía
de esta gran poeta del siglo XIX dice: Sincera y auténtica
hasta la contradicción. Así, y no hermosa, era Rosalía.
16 |
A mi madre
(Fragmentos)
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Aun en sueños, tan sombría
La contemplé en su ternura,
Que el alma, con saña dura,
La amaba y la repelía.
18 | rosalía de castro
Tierra sobre el cadáver insepulto
Antes que empiece a corromperse... ¡tierra!
Ya el hoyo se ha cubierto, sosegaos,
Bien pronto en los terrones removidos
Verde y pujante crecerá la yerba.
poesía selecta | 19
Mas... es verdad, ha partido
Para nunca más tornar.
Nada hay eterno para el hombre, huésped
De un día en este mundo terrenal,
En donde nace, vive y al fin muere
Cual todo nace, vive y muere acá.
20 | rosalía de castro
A la luna
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la iglesia, el campanario, el viejo muro,
la ría en su curso varia,
todo lo ves desde tu cenit puro,
casta virgen solitaria.
II
III
22 | rosalía de castro
correr quisiera un misterioso velo
sobre tu casto semblante.
poesía selecta | 23
No hizo Dios cual mi patria otra tan bella
en luz, perfume y frescura,
sólo que le dio en cambio mala estrella,
dote de toda hermosura.
IV
24 | rosalía de castro
A la sombra te sientas de las
desnudas rocas
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no nos daña si es malo, ni perturba si es bueno.
Yo te lo digo, niña, a quien de veras amo:
encierra el alma humana tan profundos misterios,
que cuando a nuestros ojos un velo los oculta,
es temeraria empresa descorrer ese velo;
no pienses, pues, bien mío, no pienses en qué pienso.
26 | rosalía de castro
A las rubias envidias
| 27
A sus plantas se agitan
los hombres
28 |
Ángel
| 29
Y al rizarse los mares con la brisa
Cuanto su seno de hermosura encierra
Muéstrase allí, brillante y transparente.
30 | rosalía de castro
Bello es su rostro y dulce la manera
Con que pisa la alfombra de esmeralda
Mientras su seno con ardor palpita.
poesía selecta | 31
Ansia que ardiente crece
Implacable angustia,
Hondo dolor del alma,
Recuerdo que no muere,
Deseo que no acaba,
Vigilia de la noche,
Torpe sueño del día
Es lo que queda del placer gustado,
Es el fruto podrido de la vida.
32 |
Margarita
| 33
deben ir y venir torvas visiones,
negras hijas de la duda.
Ella tiembla…, vacila y se estremece…
¿De miedo acaso, o de dolor y angustia?
Con expresión de lástima infinita,
no sé qué rezos murmura.
Plegaria acaso santa, acaso impía,
trémulo el labio a su pesar pronuncia,
mientras dentro del alma la conciencia
contra las pasiones lucha.
¡Batalla ruda y terrible
librada ante la víctima, que muda
duerme el sueño intranquilo de los tristes
a quien ha vuelto el rostro la fortuna!
Y él sigue en reposo, y ella,
que abandona la estancia, entre las brumas
de la noche se pierde, y torna al alba,
ajado el velo…, en su mirar la angustia.
Carne, tentación, demonio,
¡oh!, ¿de cuál de vosotros es la culpa?
¡Silencio…! El día soñoliento asoma
por las lejanas alturas,
y el anciano despierto, ella risueña,
ambos su pena ocultan,
y fingen entregarse indiferentes
a las faenas de su vida oscura.
34 | rosalía de castro
3
poesía selecta | 35
¡Y quién sabe también si tras de tantos
siglos de ansias y anhelos imposibles,
saciará al fin su sed el alma ardiente
donde beben su amor los serafines!
36 | rosalía de castro
Los tristes
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del noble corazón ya lastimado,
resonó el golpe doloroso y frío
que ahogando la esperanza
hace abatir los ánimos altivos,
y plegando las alas torvo y mudo,
en densa niebla se envolvió su espíritu.
38 | rosalía de castro
brilla un rayo de fe, viene la duda
y sobre él tiende su gigante sombra.
poesía selecta | 39
6
40 | rosalía de castro
¡Ya en vano!, sin tregua siguióle la noche,
la sed que atormenta y el hambre que mata;
¡ya en vano!, que ni árbol, ni cielo, ni río,
le dieron su fruto, su luz, ni sus aguas.
Y en tanto el olvido, la duda y la muerte
agrandan las sombras que en torno le cercan,
allá en lontananza la luz de la vida,
hiriendo sus ojos feliz centellea.
Dichosos mortales a quien la fortuna
fue siempre propicia… ¡Silencio!, ¡silencio!,
si veis tantos seres que corren buscando
las negras corrientes del hondo Leteo.
poesía selecta | 41
Los robles
42 |
y el anciano y el niño, contentos
en su lecho de paja dormían,
como duerme el polluelo en su nido
cuando el ala materna le abriga.
poesía selecta | 43
Sólo el viento al pasar trae el eco
del cuervo que grazna,
del lobo que aúlla.
44 | rosalía de castro
saludando la estrella del véspero.
Pero tú, sacra encina del celta,
y tú, roble de ramas añosas,
sois más bellos con vuestro follaje
que si mayo las cumbres festona
salpicadas de fresco rocío
donde quiebra sus rayos la aurora,
y convierte los sotos profundos
en mansión de gloria.
Más tarde, en otoño
cuando caen marchitas tus hojas,
¡oh roble!, y con ellas
generoso los musgos alfombras,
¡qué hermoso está el campo;
la selva, qué hermosa!
Al recuerdo de aquellos rumores
que al morir el día
se levantan del bosque en la hondura
cuando pasa gimiendo la brisa
y remueve con húmedo soplo
tus hojas marchitas
mientras corre engrosado el arroyo
en su cauce de frescas orillas,
estremécese el alma pensando
dónde duermen las glorias queridas
de este pueblo sufrido, que espera
silencioso en su lecho de espinas
que suene su hora
poesía selecta | 45
y llegue aquel día
en que venza con mano segura,
del mal que le oprime,
la fuerza homicida.
46 | rosalía de castro
del héroe gallego
las frescas guirnaldas!
[…]
15
16
poesía selecta | 47
17
18
48 | rosalía de castro
Yo sólo sé que es un placer que duele,
que es un dolor que atormentando halaga,
llama que de la vida se alimenta,
mas sin la cual la vida se apagara.
19
20
poesía selecta | 49
Será cual astro que apagado y solo,
perdido va por la extensión del cielo,
mudo, ciego, insensible,
sin goces, ni tormentos.
21
50 | rosalía de castro
Ya no mana la fuente
| 51
Una sombra tristísima,
indefinible y vaga
52 |
Meditación en el umbral
No, no es la solución
tirarse bajo un tren como la Ana de Tolstoy
ni apurar el arsénico de Madame Bovary
ni aguardar en los páramos de Ávila la visita
del ángel con venablo
antes de liarse el manto a la cabeza
y comenzar a actuar.
Ni concluir las leyes geométricas, contando
las vigas de la celda de castigo
como lo hizo Sor Juana. No es la solución
escribir, mientras llegan las visitas,
en la sala de estar de la familia Austen
ni encerrarse en el ático
de alguna residencia de la Nueva Inglaterra
y soñar, con la Biblia de los Dickinson,
debajo de una almohada de soltera.
Debe haber otro modo que no se llame Safo
ni Mesalina ni María Egipciaca
ni Magdalena ni Clemencia Isaura.
Otro modo de ser humano y libre.
Otro modo de ser.
| 53
Las campanas
54 |
Lágrima triste en mi dolor
vertida
| 55
Tú para mí, yo para ti
II
56 |
¡Oh mundo engañador!
Ya no hubo noches de serena calma,
brilló enturbiado el sol!…
¿Y aún, vieja encina, resististe? ¿Aún late,
mujer, tu corazón?
No es tiempo ya de delirar, no torna
lo que por siempre huyó.
No sueñes, ¡ay!, pues que llegó el invierno
frío y desolador.
Huella la nieve, valerosa, y cante
enérgica tu voz.
¡Amor, llama inmortal, rey de la tierra,
ya para siempre, adiós!
poesía selecta | 57
Te amo, ¿por qué me odias?
58 |
Recuerda el trinar del ave
| 59
Pobre alma sola
60 |
Yo no sé lo que busco
eternamente
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Hora tras hora, día tras día
62 |
Aunque no alcancen gloria
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¡Volved!
II
64 |
y que escuchó más tarde los secretos
del que ya adolescente
o mozo enamorado,
en el soto, en el monte y en el prado,
dondequiera que un día
os guió el pie ligero...,
yo os lo digo y os juro
que hay genios misteriosos
que os llaman tan sentidos y amorosos
y con tan hondo y dolorido acento,
que hacen más triste el suspirar del viento
cuando en las noches del invierno duro
de vuestro hogar, que entristeció el ausente,
discurren por los ámbitos medrosos,
y en las eras sollozan silenciosos,
y van del monte al río
llenos de luto y siempre murmurando:
«¡Partieron...! ¿Hasta cuándo?
¡Qué soledad! ¿No volverán, Dios mío?».
poesía selecta | 65
Fue cielo de su espíritu
66 |
Los muertos van de prisa
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Las canciones que oyó la niña
Una
Tras de los limpios cristales
se agitaba la blanca cortina,
y adiviné que tu aliento
perfumado la movía.
68 |
Mas... me ahogaba el aroma purísimo
que exhalabas de tu pecho,
y hube de soltar mi presa
lleno de remordimiento.
Otra
Hoy uno y otro mañana,
rodando, rodando el mundo,
poesía selecta | 69
si cual te amé no amaste todavía,
al fin ha de llegar el amor tuyo.
70 | rosalía de castro
La canción que oyó en sueños
el viejo
| 71
A orillas del Sar
II
72 |
Algo tiene este blando reposo
de sombrío y de halagüeño,
cual lo tiene, en la noche callada,
de un ser amado el recuerdo,
que de negras traiciones y dichas
inmensas, nos habla a un tiempo.
III
poesía selecta | 73
un rayo de sol dorado
alumbraba mi estancia tranquila.
74 |
lleno aún de las blancas fantasmas
que en otro tiempo adoramos.
IV
Tras de inútil fatiga, que mis fuerzas agota,
caigo en la senda amiga, donde una fuente brota
siempre serena y pura,
y con mirada incierta, busco por la llanura
no sé qué sombra vana o que esperanza muerta,
no sé qué flor tardía de virginal frescura
que no crece en la vía arenosa y desierta.
poesía selecta | 75
Ruge la Presa lejos..., y, de las aves nido,
Fondón cerca descansa;
la cándida abubilla bebe en el agua mansa
donde un tiempo he creído de la esperanza hermosa
beber el néctar sano, y hoy bebiera anhelosa
las aguas del olvido, que es de la muerte hermano;
donde de los vencejos que vuelan en la altura,
la sombra se refleja;
y en cuya linfa pura, blanca, el nenúfar brilla
por entre la verdura de la frondosa orilla.
76 | rosalía de castro
perdió su azul tu cielo, el campo su frescura,
el alba su candor.
La nieve de los años, de la tristeza el hielo
constante, al alma niegan toda ilusión amada,
todo dulce consuelo.
Sólo los desengaños preñados de temores,
y de la duda el frío,
avivan los dolores que siente el pecho mío,
y ahondando mi herida,
me destierran del cielo, donde las fuentes brotan
eternas de la vida.
VI
poesía selecta | 77
con su frente de niño de rosas coronada,
y con su luz serena:
en mi pecho ve juntos el odio y el cariño,
mezcla de gloria y pena,
mi sien por la corona del mártir agobiada
y para siempre frío y agotado mi seno.
VII
78 | rosalía de castro
2
poesía selecta | 79
de repente quedar convertido
en pájaro o fuente,
en árbol o en roca.
80 | rosalía de castro
jamás el que descansa en el sepulcro
ha de tornar a amaros ni a ofenderos,
poesía selecta | 81
en donde nace, vive y al fin muere,
cual todo nace, vive y muere acá.
82 | rosalía de castro
de la fe bienhechora que he perdido,
y no consientas, no, que cruce errante,
huérfano y sin arrimo,
acá abajo los yermos de la vida,
más allá las llanadas del vacío.
poesía selecta | 83
De improviso los ángeles
desde sus altos nichos
de mármol, me miraron tristemente
y una voz dulce resonó en mi oído:
“Pobre alma, espera y llora
a los pies del Altísimo;
mas no olvides que al cielo
nunca ha llegado el insolente grito
de un corazón que de la vil materia
y del barro de Adán formó sus ídolos.”
5
Adivínase el dulce y perfumado
calor primaveral;
los gérmenes se agitan en la tierra
con inquietud en su amoroso afán,
y cruzan por los aires, silenciosos,
átomos que se besan al pasar.
84 | rosalía de castro
todas las cosas van!
¡Que las domina el vértigo creyérase!
La que ayer fue capullo, es rosa ya,
y pronto agostará rosas y plantas
el calor estival.
6
Candente está la atmósfera;
explora el zorro la desierta vía;
insalubre se torna
del limpio arroyo el agua cristalina,
y el pino aguarda inmóvil
los besos inconstantes de la brisa
Imponente silencio
agobia la campiña;
sólo el zumbido del insecto se oye
en las extensas y húmedas umbrías,
monótono y constante
como el sordo estertor de la agonía.
poesía selecta | 85
nuestras viejas amantes de otros días!
Tornad con vuestros hielos y crudezas
a refrescar la sangre enardecida
por el estío insoportable y triste...
¡Triste... lleno de pámpanos y espigas!
7
Un manso río, una vereda estrecha,
un campo solitario y un pinar,
y el viejo puente rústico y sencillo
completando tan grata soledad.
86 | rosalía de castro
8
poesía selecta | 87
arrastrando en sus aguas a las víctimas;
y murieron dichosas y contentas...
¡Cuán bella y caprichosa es la alegría!
10
88 | rosalía de castro
Era en abril, y de la nieve
al peso
| 89
En su cárcel de espinos
y rosas
90 |
—¡Todos parten! —exclaman—. ¡Tan sólo,
tan sólo nosotros nos quedamos siempre!
¿Por qué quedar, madre, por qué no llevarnos
donde hay otro cielo, otro aire, otras gentes?
poesía selecta | 91
Rosalía
de Castro
Poesía selecta
se terminó de editar en abril de 2016
en las oficinas de la Editorial
Universitaria, José Bonifacio Andrada
2679, Lomas de Guevara, 44657
Guadalajara, Jalisco
Jorge Orendáin
Jorge Souza
Cuidado editorial
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