Lectura 2.1
Lectura 2.1
Lectura 2.1
A excepción de algunas personas que suelen intervenir en una conversación diciendo “de qué
hablan que me opongo”, la mayoría de la gente desea agradar a los demás, no desentonar, estar a
la moda, de la misma forma en que sucede con los aparadores de nuestra ciudad y de las grandes
metrópolis que nos invitan a adquirir “lo de hoy”, aquello que hace un año podría considerarse
extraño y que en este momento es casi esencial en nuestro guardarropa. El problema surge
cuando la moda pasa de ser un amigo sugerente a un dictador demandante: en lugar de
ayudarnos, nos convertimos en esclavos de sus caprichos. Lo grave es que de la moda en el
consumo (vestido, comida, arte decorativo, etcétera) hemos pasado a vivir la moda incluso en la
forma de pensar. Que muchas personas se vistan con pantalones de mezclilla a la cadera no tiene
importancia, pero que todas piensen igual sí, porque implica, posiblemente, que no están
pensando por sí mismas, sino que se limitan a aceptar las ideas de moda sin hacer un
cuestionamiento mayor. El uniforme escolar es externo, el uniforme intelectual es interno y va
en contra de la autenticidad humana. Según muchos filósofos, hoy vivimos en la
posmodernidad. Lejos de ser un dato cultural sería interesante descubrir qué tan posmodernos
somos nosotros, porque en el fondo conoceríamos qué tan libres somos, al menos en la forma de
pensar. Esto, sin olvidar que la idea tiende a la acción. “El hombre posmoderno no mira hacia
atrás ni hacia delante, se limita a mirar su propio ombligo”,1 así lo definió Forster. Vivimos en
la época del yo-ismo. Otros autores señalan al homo sentimentalis, al nihilismo y al ocaso del
deber (una nueva moral).
A lo largo de los siglos se ha definido al ser humano, desde el punto de vista filosófico, como
homo rationalis, homo faber, homo viator... Hoy nos dicen que predomina el homo
sentimentalis. Es decir, la emoción se convierte en criterio de verdad, donde lo fundamental es
“sentirse bien”, en lugar de “estar bien”. Este tipo de persona busca emociones, sentimientos, y
éstos nunca son bastantes para satisfacer sus ansias de placer, de comodidad. Vive
frecuentemente entre dos polos: el placer y la depresión. El placer equivale a un conjunto
estimulante de sensaciones, y la ausencia de éstas acarrea la desmotivación, la melancolía, el
aburrimiento y la depresión. “Lo hice porque me latió”, “No me nació decírselo”, “Haz lo que
sientas, lo que te dicte el corazón”, son expresiones frecuentes que dejan al descubierto cómo
nos gobierna lo sentimental. Sin embargo, más que gobierno es anarquía porque, para sorpresa
de muchos, no somos libres de sentir, sólo somos libres de consentir, encauzar u orientar ese
sentimiento. Además, los sentimientos son volubles, inestables, irracionales, pero fuertes y
atractivos, por lo que la razón pasa a un segundo plano y queda sin capacidad para
contrarrestarlos. Los conocedores del tema se refieren al pensamiento débil 2, el cual no
reconoce la verdad de las cosas, sino que se centra en lo que éstas hacen sentir sin valorar causas
ni consecuencias, sólo concentrándose en el momento presente. La expresión hakuna matata
(que se puede traducir como “no existe ningún problema, tranquilo”), de la lengua swajili, es el
himno de la posmodernidad. Por ejemplo, quienes fuman son conscientes de que esta práctica
les puede causar cáncer, sin embargo, su actitud parece decirle al cigarro: “te
Comunicación
perdono el mal que me haces por lo bien que me sabes”; no es cuestión de razón, sino de
corazón. Por si lo anterior fuera poco, los sentimientos son fácilmente manejados por agentes
externos. Una película, determinada canción, las telenovelas o las frases dirigidas a la esfera
emotiva pueden lograr que una persona se vea envuelta al grado de dejar de considerar lo que
piensa (sus principios y valores), y tome decisiones con base en su corazón o, en su defecto, en
su hígado.
Alejandro Ordieres
Objetivos
La mayoría de las personas desean complacer a los demás y seguir las tendencias de moda, ya sea
en la forma de vestir o en la manera de pensar. Esto puede llevar a convertirnos en esclavos de las
modas, lo que es preocupante cuando se aplica a la forma de pensar. Se menciona que vivimos en la
posmodernidad, donde la autenticidad y la libertad de pensamiento pueden estar en peligro debido a
la influencia de las modas, las cuales nos llevan a la falta de la manera en que percibimos el mundo y
en la toma de decisiones.
La sociedad actual parece estar enfocada en el individualismo, en la que se destaca la tendencia
hacia el "yo-ismo", donde las personas se centran en sí mismas y en sus propios intereses.
El autor señala que hoy en día, el predominio del "homo sentimentalis", donde las emociones son el
criterio principal de verdad, en esta perspectiva lo más importante es sentirse bien en lugar de estar
bien. Esta nueva perspectiva lleva a las personas a buscar constantemente emociones y placeres
para satisfacer sus deseos, y nunca parecen tener suficiente porque viven entre el placer y la
depresión.
Se destaca que las expresiones como "Lo hice porque me latió" o "Haz lo que sientas" reflejan cómo
las emociones gobiernan nuestras acciones. Sin embargo, nos dice que en realidad no somos
completamente libres para sentir, sino que podemos dirigir esas emociones. Además, se menciona
que los sentimientos son volubles y pueden ser fácilmente influenciados por factores externos, lo
que puede llevar a las personas a tomar decisiones basadas en sus emociones en lugar de sus
principios y valores y en segundo plano a la razón.
Es decir, la sociedad actual está influenciada en gran medida por las emociones y las modas, lo que
puede llevar a una falta de autenticidad en el pensamiento y la toma de decisiones. Además, es
importante equilibrar las emociones con la razón y no permitir que los sentimientos dicten
completamente nuestras acciones