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ECONOMÍA.

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Miguel_Lopez8

Mundo Actual e Historia del Tiempo Presente

2º Grado en Historia y Patrimonio Histórico

Facultad de Filosofía y Letras


Universidad de Extremadura

Reservados todos los derechos.


No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
EXPANSIÓN ECONÓMICA, CAMBIOS EN EL SISTEMA PRODUCTIVO Y

No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
AGUDIZACIÓN DE LAS DESIGUALDADES. EL COMPORTAMIENTO DEL
SISTEMA ECONÓMICO MUNDIAL EN EL TRANSCURSO DEL SIGLO XX
El punto de arranque: la realidad de nuestro tiempo -comienzos de este siglo XXI- el
ritmo del proceso de concentración de la riqueza en manos de las grandes corporaciones
monopólicas mundiales ha seguido avanzando y no parece que vaya a disminuir. Otras
informaciones remiten al “desfase moral” surgido en el marco de una globalización
económica que se ha materializado en la génesis de una realidad socioeconómica muy
peculiar.

El 1,7% del total controlan un 80% del valor total alcanzado por el conjunto de sus
acciones. Un 0,3 % de las empresas acapara un 40 % del valor total alcanzado por el

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conjunto de las empresas transnacionales –de las cuales, tres cuartas partes son
entidades financieras-; y una millonésima parte de la población más rica, concentran un
patrimonio/riqueza equivalente a la poseída por unos 40 millones de hombres y mujeres
adultos. Un 10 % de la población mundial controla el 86 % de los recursos del planeta,
mientras el 70 % más pobre sólo tiene acceso al 3 %.
Son múltiples los indicadores que remiten a las desigualdades económicas observables.
Ahora bien, desde una perspectiva histórica es obvio que esos desequilibrios
extraordinarios habían comenzado a producirse mucho tiempo antes.
Planteamientos generales.- Resulta incuestionable que el mundo es hoy
incomparablemente más rico que en ninguna otra época anterior gracias a un aumento
extraordinario de la producción y la productividad. Además, ha cambiado de un modo
radical la estructura del sistema productivo, habiéndose producido una visible pérdida
de peso en el sector primario al mismo tiempo que tenía lugar un avance muy rápido de
las actividades vinculadas a los sectores terciario y cuaternario. Sin embargo, en modo
alguno se ha logrado erradicar la pobreza en zonas muy amplias del planeta ni
solucionarse las numerosas dificultades a que vienen haciendo frente empresas en las
economías más desarrolladas.
La evolución económica. Sus rasgos básicos.- El crecimiento del Producto Bruto Mundial
ha logrado en el transcurso del Novecientos los ritmos más intensos de toda la historia
humana. La producción total de bienes y servicios creció en el transcurso del siglo XX a
una tasa media anual del 2,9 %. Además, merece recordarse que el valor global de este
PBM avanzó en la segunda mitad de la centuria - su valor terminó multiplicándose más
de cinco veces-. El Producto Bruto “per cápita” llegó a más que duplicarse. La Renta
media disponible por individuo multiplicada por tres. El valor alcanzado por el comercio
de bienes y servicios pasó de representar un 7% del Producto Bruto Mundial a
comienzos de la pasada centuria a corresponderle en torno a un 15 % de ese mismo
Producto Bruto en el momento terminal del Novecientos. El peso relativo en el Producto
Bruto correspondiente al valor de los intercambios más que duplicándose. La
distribución entre “beneficios de los empresarios” y “salarios de los trabajadores” no
hizo otra cosa que desequilibrarse a favor de los primeros. En concreto, la proporción

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de los beneficios empresariales en la Renta Nacional y de la tasa de beneficio de las
empresas en relación con la suma del capital invertido, dándose un avance significativo
del “stock” necesario de capital disponible en las empresas para destinarlo a la
reinversión.
Los logros en materia económica fueron abundantes y muy diversos a lo largo del
Novecientos. Esta tendencia de crecimiento no ha mostrado el mismo ritmo en todas
las etapas. De hecho, el crecimiento de PBM -que estaba siendo ya elevado a finales del
Ochocientos y en los inicios del siglo XX- no alcanzó una velocidad mayor en el período

No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
de 1913-1950 -ocurrió así debido al impacto causado por las dos guerras mundiales y la
crisis de los años treinta. La expansión de la economía-mundo se producirá a una
velocidad realmente extraordinaria durante el tercer cuarto del siglo; mostrando en los
años cincuenta y sesenta unas diferencias muy profundas a favor de los países
industrializados.
Ni siquiera los “shocks” petroleros rompieron la tendencia de crecimiento, aunque sí
conseguirían ralentizar de una forma muy visible la intensidad del avance en las
economías más productivas y eficientes al estar más industrializadas. Porque los países
integrantes de la OCDE aunque sufrieron una fuerte contracción económica en el bienio
de 1974-1975 y más tarde, en 1978-1979, otra crisis con unos efectos más negativos que

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la anterior, no tardaron demasiado tiempo en recuperar un nivel aceptable para sus
actividades productivas. De hecho, ya en la década de los ochenta estaban creciendo
nuevamente.
Las economías de los “Países en vías de desarrollo” avanzaron a una tasa situada en
torno al 5/6 % anual en el período de 1950 a 1973. Y puesto que no sufrieron de una
forma tan intensa las crisis petroleras de los años setenta, sus actividades productivas
siguieron creciendo a una velocidad del 4-5 %. Y a un ritmo sólo un poco más reducido
en el transcurso de la última década del Novecientos. El verdadero problema generador
de su atraso se hallaba tanto en el retraso extraordinario que ya tenían acumulado con
anterioridad a los años setenta como en la ralentización del crecimiento que vivieron
durante los años noventa.
Dos realidades económicas principales: a finales del siglo XX y principios de este siglo XXI
estaba planteado ya y siguen estando planteando en el momento actual un problema
muy grave de naturaleza ética, moral: la existencia de unas desigualdades extremas, y
crecientes. A lo largo del Novecientos era fácil observar un desempeño de la economía
y, se caracterizó por el logro de un éxito incuestionable. No en vano, resultaban
incuestionables: se habitaba un mundo más rico, que en ninguna otra época anterior de
la historia humana. Había tenido lugar un cambio radical en la estructura interna del
sistema productivo. Las mejoras conseguidas habían tenido lugar en la segunda mitad
de la centuria y la distribución social de los bienes y servicios había favorecido a los
empresarios. Debe tenerse muy presente que la segunda mitad del Novecientos fue
también el tiempo histórico en que se produjo una transformación de los recursos
humanos dedicados a las diversas actividades económicas.

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Uno de los cambios más profundos que tuvo lugar en el sistema económico mundial a
lo largo de la segunda mitad de la centuria residió en el tránsito desde un sistema
agrario, a otro en el que la mayor parte de las producciones y de la población ocupada
correspondieron al sector manufacturero y, sobre todo, al ámbito de los servicios
terciario y cuaternario. En los países ricos entre 1950 y 1990 el porcentaje de los activos
ocupados en labores agrícolas y pecuarias se redujo algo más de cuatro veces mientras
se mantenía sin unos cambios significativos el peso de los activos correspondientes a la
industria y los dedicados a labores del terciario lograban avanzar de una forma

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importante.
Y en el conjunto del mundo también se observaron estas mismas tendencias
consistentes en un descenso muy apreciable de los activos que se vinculaban al sector
primario del que se beneficiaron tanto los activos dedicados a la industria y la
construcción como, en mayor medida todavía, los hombres y mujeres dedicados a las
actividades del terciario.
En el Producto Bruto Mundial sólo un minúsculo 5 % correspondía a producciones
agropecuarias, mientras un 34 % del mismo se generaba en el sector de las actividades
industriales y un 61 % del valor de las producciones era aportado por los sectores
terciario y cuaternario. En la segunda mitad del siglo se asistió a un crecimiento muy

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apreciable de la participación correspondiente al sector industrial y un avance
extraordinario de las producciones y la población ocupada en las actividades del sector
de los servicios durante el último cuarto del Novecientos. La mejora general de los
niveles de renta e ingresos en relación a los costes de los bienes de consumo para
atender a las necesidades básicas explica que también aumentara el peso relativo de la
masa monetaria dedicada a cubrir los gastos del consumo privado no indispensables.
Tanto es así que los gastos inevitables dedicados al consumo privado suponían en 1950
todavía el 80 %. En 1998 habían descendido ya al 60 % en las economías más avanzadas.
Merece resaltarse que a todos estos cambios de naturaleza muy positiva colaboró de
una forma absolutamente prioritaria el papel desempeñado por la tríada que formaron
la mejora de la calidad de los productos, los avances de la organización empresarial y el
desarrollo extraordinario de la tecnología. Unas realidades que presenciaron el avance
modernizador más importante de toda la historia humana.
Mientras en el Ochocientos y el primer tercio del siglo XX el avance de las economías se
debió a un empleo abundante de los centros productivos, las superficies cultivadas, el
número de trabajadores empleado y los recursos financieros disponibles a lo largo
últimos tercios del Novecientos el avance de las producciones se debió más que nada al
aumento de la productividad de los factores especialmente a la productividad del
trabajo gracias a unas mejoras muy apreciables en la cualificación de la mano de obra y
en la tecnología aplicada a los procesos de producción.
Cabe referirse a un comportamiento muy positivo de la economía mundial en el período
a que se ajusta la Historia del Tiempo Presente no debe llevarnos al error de considerar
que el crecimiento económico ha tenido lugar de una forma constante desde principios

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de los años cuarenta de la pasada centuria. Porque si, el Novecientos ha sido el siglo en
que ha tenido lugar un crecimiento económico más sostenido y los cambios más
importantes en la estructura productiva de toda la historia caracterizado por una
“elevada inestabilidad”. Y una buena prueba de ello lo constituye el hecho de que el
transcurso de los últimos ochenta años se hayan vivido tres crisis económicas que se
encuentran entre las más graves de las experimentadas por las economías de mercado:
la depresión de los años treinta, las crisis energéticas de los años setenta y la debacle
financiera.

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LA EVOLUCIÓN DE LA ECONOMIA MUNDIAL. SUS FASES.
Comportamiento bien diferenciado por fases e, incluso, notables fluctuaciones en
algunas de las distintas etapas fundamentales en que se articuló la trayectoria de la
economía mundial en el conjunto del Novecientos. Atendiendo a la dinámica histórica
del Producto Bruto. Varias fases (en trazos muy amplios):

1900-1929: período de notable crecimiento económico aunque se desarrollara con una


notable lentitud en determinadas coyunturas por efecto de la primera conflagración

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bélica que se produjo a escala mundial y el surgimiento de algunas recesiones
económicas muy localizadas.
1930-1950: etapa de escaso crecimiento en comparación con el que se lograría más
tarde debido a la ralentización productiva y comercial ocasionada por la crisis de los años
treinta y la II Guerra Mundial como el fuerte deterioro sufrido por los establecimientos/
empresas productivas o las infraestructuras de transportes del continente europeo al
término del conflicto bélico y, en último término, a la fuerte inestabilidad política y las
políticas económicas de corte proteccionista que aplicaron los gobiernos de los países
más desarrollados para superar los efectos negativos de la crisis y la guerra. Una etapa
ésta que se articuló en dos fases con ritmos y procesos sensiblemente distintos: a) 1930-
1939 y b) 1940-1950.

1950-1973: fase de una vitalidad extraordinaria disfrutada en todas las áreas geográficas
del mundo gracias a un avance importante de todas las magnitudes que reflejan el
comportamiento del sistema económico y el aporte de todos los factores.
1973-2000: período de crecimiento a un ritmo inferior al de los años cincuenta y sesenta
con un desempeño de la economía más irregular que en la etapa precedente y un
comportamiento muy distinto entre unas zonas geográficas u otras del planeta. Se
vivieron dos fases bien diferentes, las de 1973-1983 y 1984-2000. En la primera de ellas,
se atravesó una coyuntura de crisis productiva y comercial ligada a un ascenso rápido
de los precios del petróleo, con sus efectos muy negativos en los costes de producción
de las empresas y el cierre inevitable de un buen número de establecimientos
manufactureros en los países industrializados.
A lo largo de la segunda, se vivió un nuevo período de crecimiento con un
comportamiento más oscilante del Producto Bruto Mundial y unas notables diferencias

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en las distintas zonas del planeta. Además, la aplicación de unas políticas económicas de

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orientación neoliberal estuvo a lo largo de esta fase en la raíz misma de un aumento
muy significativo de las desigualdades en el reparto de los beneficios. Y prácticamente
esta misma secuencia es la que se observa atendiendo al Producto Bruto “per cápita”
aunque sus tasas anuales resultaran siempre inferiores a las alcanzadas por el PB, sobre
todo a partir de la década de los cincuenta y, de una forma especial, en el decenio de
1990-2000, cuando crecieron a un ritmo más intenso que en ninguna otra fase anterior
las diferencias/desigualdades económicas entre las regiones del Norte rico y las áreas
del Sur pobre.

EL COMPORTAMIENTO DE LA ECONOMÍA MUNDIAL EN LOS AÑOS DIFÍCILES


DEL PERÍODO 1930-1950.
Época de crisis y desestabilización de la economía mundial más fuerte de todo el

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Novecientos. A esta realidad colaboraron de una parte, el crack bursátil provocado por
el hundimiento en 1929 de los valores de la bolsa de Nueva York al que siguió una aguda
recesión en otras muchas actividades productivas; de otra, el estallido de la II Guerra
Mundial; por último, en el marco de una aguda inestabilidad política, tanto el desarrollo
de unas políticas económicas proteccionistas que, finalmente, desembocarían con
frecuencia en un nacionalismo con tendencias autárquicas como el funcionamiento en
paralelo de tres modelos económicos diferentes (liberalismo clásico, socialismo
estatalista y planificador, y economía mixta)

Dos fases: 1929-1939.- Uno de los períodos más cruciales en la evolución de la economía
mundial: modificación de las bases del sistema capitalista que venía del liberalismo puro
del siglo XIX y quiebra del sistema económico internacional, particularmente del tipo de
comercio mundial, que venía desarrollándose desde finales del Ochocientos. Aún no
existe un acuerdo pleno entre los estudiosos acerca de las causas generales, los orígenes
geográficos y la naturaleza de la crisis de 1929. En relación con las causas, mientras los
monetaristas hacen mención a un factor único, la política monetaria y de gasto muy
expansiva aplicada por Estados Unidos desde 1921, otros estudiosos, la mayoría, se
refieren a la conjunción de varios factores: pérdida acusada del valor de la masa
monetaria en circulación y, sobre todo, una evidente sobreproducción -y, por tanto, un
rápido incremento de los stocks-.
En relación a los orígenes geográficos de la recesión, unos (M.R. Friedman) apoyan la
tesis de su nacimiento exclusivo en Estados Unidos, mientras otros defienden la idea de
su carácter internacional. Por lo que se refiere a la naturaleza y los factores causales
específicos de la recesión, mientras los monetaristas sitúan toda la responsabilidad en
la política monetaria estadounidense. Pero la mayor parte de los analistas ha hecho
referencia a la conjunción de una serie muy diversa de factores: a) mal uso y
funcionamiento del patrón oro, b) errores de la política estadounidense en su
mantenimiento de una deflación estructural, c) orgía especulativa de los valores
bursátiles en 1928 y 1929 y la obsesión por el enriquecimiento fácil manifestada por
muchos norteamericanos d) acumulación de stocks productivos en Europa Occidental y
EEUU e) desequilibrios del sistema económico en beneficio de las actividades
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manufactureras o f) una serie combinada de circunstancias, desde problemas
estructurales hasta realidades como la crisis de liquidez, la depreciación de los cambios,
quiebras bancarias o, en fin, la incapacidad de Inglaterra para mantener su viejo papel
asegurador del sistema económico y la mala disposición de Estados Unidos para
desempeñar ese papel.
Las manifestaciones de la crisis.- Baja tasa anual de crecimiento del valor de las
producciones brutas y mucho más baja aún del Producto Bruto “per cápita” y la
evolución de las exportaciones. Entre 1929 y 1939, la economía mundial sufrió una

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recesión que no tenía ni precedentes y sería más intensa que cualquiera de las que iban
a producirse más tarde. Además, se manifestó en una buena parte de las economías
nacionales y/o regionales, a la vez que resultó visible en todas las actividades
productivas, aunque sus peores efectos se manifestaran en el sector comercial.
Evolución temporal.- 1929-1932, primero caída drástica de los valores de la bolsa
neoyorkina y, acto seguido, un rápido descenso del valor en el mercado del
extraordinario volumen de productos agrícolas, ganaderos e industriales previamente
almacenados. También el precio de los materiales de construcción y los productos
energéticos llegaban a su cota más baja conocida a fines de 1932. Sus efectos: a) en
países industrializados, el cierre de empresas manufactureras, la expansión del

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desempleo, la reducción de la demanda de importaciones y un corte drástico de las
inversiones en el exterior; b) en las regiones con economías básicamente
agroexportadoras: a) una caída extraordinaria de la llegada de recursos financieros y un
fuerte descenso del valor de sus productos en el mercado internacional.
1933-1939, proceso de recuperación que resultó lento, débil y fragmentado hasta 1936
e, incluso, sufrió alguna ralentización durante los dos años siguientes. Sin embargo, a la
altura de 1936 se habían conseguido ya en algunas partes unos valores de la producción
y el comercio incluso algo superiores a los que obtuvieron en los momentos previos al
estallido de la crisis. Lo cierto es que la depresión se alargó durante toda la década de
1930, presentando las políticas aplicadas para superarla grandes variaciones de unos
lugares a otros y no quedando atrás hasta que Estados Unidos comenzó a ejercer un
nuevo liderazgo a escala mundial. Además, sus consecuencias fueron muy distintas en
términos geográficos: a) para Estados Unidos y Europa Occidental los años treinta
fueron una “década perdida”; b) algunas economías, muy pocas (Japón, Rusia), no
sufrieron la crisis, aprovechando la coyuntura recesiva sufrida en otras partes para
renovar sus establecimientos industriales (Japón) e impulsar con alguna fuerza, por
primera vez, las producciones manufactureras (Rusia) c) y los países de América Latina
y Asia lograron un crecimiento relativo más alto que las economías europeo-
occidentales y norteamericana, aprovechando la crisis de éstas para mejorar su sistema
productivo (comienzo de la ISI).
Por último, la crisis de los años treinta propició tanto el desarrollo de unas concepciones
novedosas en el ámbito de la teoría económica como la elaboración y aplicación de un
tipo de medidas de política económica que habían sido rechazadas hasta entonces por
las tesis del liberalismo clásico.

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Unas y otras significaban la apuesta por una opción distinta a todos los planteamientos
anteriores sobre la entidad y modalidades del intervencionismo del Estado en los
procesos económicos, entrando en vigencia unas concepciones y unas formas de
actuación estatal sobre las economías y las realidades sociales con intervención en el
proceso productivo que permitirían en primera instancia el nacimiento del llamado
“Estado interventor” y un poco más tarde, al término de la II Guerra Mundial, el avance
del “Estado-Providencia” o “Estado del bienestar” en los países del mundo capitalista.
En el plano teórico, la publicación en 1936 por John Maynard Keynes de su obra “Teoría

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General del empleo, el interés y el dinero” removió los principios teóricos del liberalismo
tradicional al sostenerse en ella, como mejor fórmula para salir de la crisis y favorecer el
crecimiento económico dos métodos complementarios: a) la necesidad de aumentar la
demanda e incentivar el consumo mediante un ataque directo al desempleo; y b) la
aprobación de unos presupuestos expansivos, a fin de propiciar el aumento de las
inversiones estatales y, singularmente, la realización de grandes obras públicas por los
respectivos Estados. En el terreno de las políticas concretas, durante la segunda mitad
de los años treinta se pusieron en marcha por iniciativa estatal, varias medidas que
presentaron no pocas semejanzas en el modo de abordar la lucha contra la crisis.

Al terreno de la política monetaria correspondieron las distintas medidas tendentes a

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mejorar tanto la cantidad y calidad del dinero en circulación como la reactivación de los
créditos y préstamos a medio o largo plazo, destacando entre ellas las cuatro siguientes:
1) la concesión de máximas garantías y seguridad a los depósitos bancarios y créditos a
la exportación; 2) la reducción de los tipos de interés; 3) el control más riguroso posible
de los cambios de divisas; o 4), con más frecuencia, la ejecución de devaluaciones
monetarias a fin de inyectar en el sistema económico el volumen de dinero requerido
para conseguir un aumento necesario de los precios que relanzase el interés empresarial
de los productores.
En el campo de las políticas fiscal y presupuestaria se movieron las decisiones
encaminadas a lograr tres objetivos básicos: a) promover la suavización de los impuestos
b) reestructurar casi en su totalidad el sistema impositivo (Alemania); y, sobre todo, c)
conseguir el equilibrio presupuestario (Francia) o aprobar unos presupuestos con la
inclusión de déficits que permitieran la puesta en marcha de grandes inversiones
estatales. En su caso, la potenciación del conjunto de los sectores productivos en el
interior de cada economía nacional, especialmente de aquéllos que más sufrían los
rigores de la crisis, fue el objeto de otra serie de medidas políticas como las orientadas
a: 1) controlar o limitar los volúmenes de producción para conseguir la reducción de los
stocks y lograr el incremento de los precios; b) coordinar planificar el funcionamiento y
las conexiones de las labores productivas, c) aumentar la construcción de obras públicas;
d) promover las restricciones, prohibiciones o, en su caso, subsidios y apoyos financieros
que interesaran a cada sector.
En el ámbito de las políticas económicas orientadas a mejorar la situación y trayectoria
de las relaciones comerciales con el exterior se situaron las normas tendentes a
conseguir tres nuevos objetivos: 1) la defensa de las producciones nacionales frente a la

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competencia externa mediante la elevación de los correspondientes aranceles a la
importación; b) el reparto de contingentes para la exportación entre los grupos
empresariales; c) e, incluso, una reducción directa de las importaciones. Las últimas de
estas medidas tuvieron su mayor aplicación en los países productores de bienes agrarios
y materias primas minerales. Si hablamos de políticas sociales hay que referirse a
decisiones como las cuatro siguientes: 1) apoyar en términos fiscales a los grandes
empresarios, 2) incentivar la labor de los grupos empresariales dedicados a la
producción de bienes de interés estratégico, 3) desactivar los obstáculos que impedían

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el avance del proceso de cartelización, 4) o, lo que fue más frecuente, aprobar y poner
en vigor la legislación necesaria para fomentar la demanda y el consumo.
En fin, todavía cabe referirse a las políticas que tuvieron por objeto la experimentación
de los efectos generados por el intervencionismo (planificación) estatal en ciertas
regiones o el desarrollo de algunas áreas especiales donde la depresión se manifestaba
con una mayor intensidad. Se había llegado al término del Estado Liberal propiamente
dicho y el nacimiento del “Estado Providencia”, que estaría llamado a desempeñar un
papel fundamental en el crecimiento y modernización de las economías capitalistas
cuando se superasen los difíciles tiempos inmediatamente posteriores a la II Guerra
Mundial.

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LA ECONOMÍA MUNDIAL EN EL PERÍODO DE LA II GUERRA MUNDIAL Y LA
INMEDIATA POSGUERRA. GUERRA Y RECONSTRUCCIÓN (1939-1950).
Milward trata el conflicto bélico mundial de 1939-1945 en términos de “un
acontecimiento económico” centrándose la atención en la incidencia de sus costes en
los años de la guerra y el primer quinquenio posterior a la conflagración. Por lo que se
refiere a la cuestión de las “pérdidas humanas”, al término de aquel brutal conflicto
bélico fallecieron a causa directa de la guerra entre 40 y 50 millones de personas. Así, el
número de víctimas resultó unas cuatro veces superior al causado por la I Guerra
Mundial. Pero los “costes materiales” -calculados a la baja- han sido estimados en más
de un billón de dólares a precios corrientes sólo en gastos militares. No incluye el valor
de los daños causados a la propiedad, que fueron muchos mayores, el interés de la
deuda nacional generada por la contienda en los países participantes, las pensiones que
debieron abonarse al final del conflicto y el valor material de las vidas perdidas o
destrozadas.
En 1945 los sistemas productivos agrario e industrial se hallaban en un estado de
convulsión. De hecho, la producción de ambos sectores equivalía en Europa a la mitad
del valor que había alcanzado en 1938. Y el Producto Social Total descendió un 30 por
ciento con respecto a los niveles de preguerra. Las actividades agrarias se resintieron en
todas partes. En cambio, una buena parte de las instalaciones industriales existentes en
los países de Europa occidental pudo ser reconvertida a partir de 1945, siendo los daños
relativamente limitados que sufrió el parque de maquinaria los factores capaces de
explicar el rápido crecimiento económico logrado en los países industriales a partir de
los primeros años cincuenta.

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A su vez, fue en los edificios, las vías de comunicación y el material rodante donde se

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produjeron los efectos más negativos.
En el terreno financiero, la escasez de divisas del viejo continente durante la posguerra
se situaría en el origen de sus enormes dificultades para obtener en el exterior los
suministros adecuados. Además, se desató también en el interior de todos los países
beligerantes un notable desequilibrio entre la oferta y la demanda al aparecer con una
fuerza extraordinaria la demanda “reprimida” durante el conflicto. Y esta circunstancia
provocó una tendencia alcista de los precios, desatándose en 1945 una de las peores
inflaciones sufridas.

No obstante, no todos los países del mundo figuran entre los perjudicados a la hora del
recuento. Porque las economías de América Latina mostraban unos saldos favorables
en sus balanzas comerciales y se hallaban en una posición acreedora respecto a Francia

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o Inglaterra. Canadá y Estados Unidos vieron de un modo más nítido cómo cambiaba
por completo (y para bien) el rumbo de su historia económica. De hecho, la guerra
significó para Estados Unidos su transformación definitiva en la potencia hegemónica de
la economía mundial.
Realizadas estas primeras consideraciones generales, veamos cuáles fueron la dinámica,
los rasgos básicos y los factores determinantes del comportamiento mostrado por la
economía mundial en el período de 1939-1950. Las informaciones disponibles sobre el
Producto Bruto Agregado correspondiente a 56 países muestran que la economía
mundial no sufrió crisis alguna; sino sólo una suave ralentización del crecimiento en
determinados años del conflicto. Cuando en 1945 finalizó la contienda, el Producto
Bruto Agregado de aquellos países cuya serie anual ha podido estimarse era un 15 por
ciento más alto que en 1939. Luego, se produjo una visible desaceleración del
crecimiento, para reactivarse en 1947 y permitir que al término de los años dedicados a
la reconstrucción el valor de sus producciones fuera ya una cuarta parte (un 25%) más
elevado que al inicio de la guerra. el avance del Producto Bruto Agregado logró una
mayor intensidad mientras se desarrollaron los combates que una vez finalizaron las
operaciones militares.

Porque las economías del mundo occidental no sufrieron tanto mientras se


recondujeron las actividades hacia la producción masiva de material bélico y se llevó a
cabo una gestión rigurosa de las mismas por los distintos gobiernos como desde el
momento en que quedaron destrozados un buen número de centros productivos y de
infraestructuras. De otra parte, los crecimientos del Producto Bruto, la producción “per
cápita” y las exportaciones resultaron variables en función del distinto nivel de
implicación en la contienda. No en vano, durante los años de la guerra el Producto Bruto
cayó con fuerza en Asia, Europa Occidental y Europa Oriental, hecho éste que
constituiría un grave obstáculo para la recuperación postbélica en los países del este
europeo. Pero África, Australia y Nueva Zelanda, América Latina y Norteamérica
aprovecharon justamente la coyuntura bélica y las dificultades europeas de la posguerra
para aumentar de un modo significativo sus capacidades productivas y llevar a cabo una
fuerte reestructuración de sus orientaciones económicas.

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¿Cuáles fueron los factores esenciales del crecimiento económico en este período? 1º
El avance inequívoco del intervencionismo de los poderes públicos (Estado) en la vida
económica para reorientar las actividades productivas. Además, impulsaron la
centralización administrativa a fin de conseguir la maximización de las actividades
económicas. 2º El hecho de que no se ahorraran esfuerzos a la hora de inyectar grandes
sumas de recursos financieros en las empresas (públicas o privadas). Todos los países
que participaron directamente en el conflicto vieron crecer de una forma apreciable los
gastos gubernamentales. 3º Acceso al mercado laboral de unas grandes masas de

No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
población femenina para sustituir a unos efectivos masculinos alistados en las fuerzas
militares. Entre 1938 y 1950 el crecimiento del volumen de empleados fue notable en
todas las economías más avanzadas. 4º La cifra media anual de horas trabajadas por
cada operario con empleo sufrió un acusado descenso. Al mismo tiempo pudo
alcanzarse un fuerte aumento del producto bruto por trabajador y unidad de tiempo
dedicada a las labores, es decir, un crecimiento importante de la
productividad/eficiencia económica. 5º En el crecimiento general de las producciones
debió corresponder un papel destacado a la continuidad y alguna intensificación en el
uso de unas fuentes de energía -petróleo, la energía hidráulica y gas natural-. 6º El
avance y la recomposición interna del fondo de capital utilizado por las empresas.

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Atendiendo a la trayectoria de los diversos sectores de actividad económica, el
comportamiento fue muy distinto entre unas y otras ramas de la producción, así como
en las diferentes áreas geográficas. El sector industrial fue el ámbito que mostró un
mayor dinamismo y donde se lograron unas tasas de crecimiento más altas. Las
actividades manufactureras salieron fortalecidas al final de la guerra. En cambio, no
sucedió lo mismo en el ámbito de las producciones agrarias, que se resintieron con la
única excepción de Estados Unidos y Canadá. Por su parte, el comercio internacional no
sufrió un impacto acusado. El valor de las exportaciones a precios constantes aumentó
casi una cuarta parte, a pesar de las enormes dificultades planteadas por el conflicto al
tráfico marítimo y tanto del notable deterioro sufrido por los medios e infraestructuras
de transportes y comunicaciones como los problemas ligados a la redefinición de las
fronteras, el tipo de prácticas comerciales aplicadas o los cambios introducidos en
sistema de pagos a escala internacional. Es claro que la diversidad de manifestaciones
propia de las variables señaladas terminaron dando lugar a un sistema económico
mundial que en 1950 era ya muy distinto.
Porque en él se habían introducido algunos cambios de notable significación que
acabarían produciendo tres efectos principales: 1) un ensanchamiento significativo de
la brecha económica entre los países industriales más avanzados y las economías
subdesarrolladas, 2) una visible reordenación jerárquica de la potencia correspondiente
a las economías más desarrolladas en perjuicio de Europa Occidental y 3) el definitivo
asentamiento de las bases a la dominación norteamericana a escala mundial que puede
calificarse como el efecto más destacado de la II Guerra Mundial sobre la historia de
nuestro tiempo.

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UN TIEMPO LARGO DE EXTRAORDINARIO CRECIMIENTO ECONÓMICO
(1950-1973). ENTRE LA RECONSTRUCCIÓN POSTBÉLICA Y LA CRISIS DE LOS
AÑOS SETENTA.

A lo largo del cuarto de siglo que transcurrió desde 1950 hasta el estallido, en 1973, de
la primera crisis petrolera se consiguió dar un salto extraordinario en la producción y el
comercio de todo tipo de bienes y servicios. De hecho, el crecimiento económico pudo
lograrse entonces en todos los sectores de la actividad productiva. El valor del Producto

No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
Bruto Mundial se triplicó en el conjunto del mundo, y el valor del comercio mundial llegó
a quintuplicarse. Este salto hacia adelante de las producciones y el comercio fue en todas
las áreas geográficas del mundo, a excepción de África.
Y gracias a esta circunstancia se produjo un acortamiento real de las
distancias/desigualdades existentes entre las regiones más desarrolladas y las zonas
subdesarrolladas. Fue muy apreciable el crecimiento de la participación en el Producto
Bruto Mundial conseguido por las producciones industriales y el valor de las
exportaciones/importaciones al mismo tiempo que se mantuvo el peso relativo
correspondiente a los servicios y descendió el sector primario. De hecho, puede
afirmarse que los “plateados “años cincuenta y los “dorados” años sesenta fueron un
tiempo en el que asistió a un crecimiento extraordinario a las actividades industriales y
comerciales.

Reservados todos los derechos.


En última instancia, resulta incuestionable también que los cambios en un sentido
modernizador sufridos por la estructura interna del sistema económico no se hicieron
notar con la misma intensidad ni tuvieron lugar de una forma idéntica en todos los
continentes o subcontinentes del mundo. Y es que en las economías del llamado “Tercer
Mundo” estos cambios en la composición interna del Producto Bruto y los bienes
comercializados fueron todavía bastante reducidos. Conviene señalar que a la hora de
establecer los factores más determinantes del crecimiento económico mundial, resultan
fundamentales los tres siguientes: 1. Un aumento extraordinario de la producción y, en
mayor medida aún, la productividad. 2. El crecimiento, también muy fuerte, de los
niveles de consumo. 3. El establecimiento de un consenso también muy amplio en torno
al modelo económico o socioeconómico más adecuado para impulsar el desarrollo en el
terreno de los factores político-institucionales.
En fin, una vez efectuadas las observaciones precedentes, resulta de gran utilidad el
análisis por separado de sus manifestaciones en las democracias capitalistas y en las
democracias populares:
1. El crecimiento económico en las democracias capitalistas.- El dinamismo
económico que lograron las sociedades industriales avanzadas en el período de
1950 a 1973 no tenía precedentes históricos. Los 34 países que formaban la
OCDE vivieron una auténtica “edad de oro” articulada en sendos decenios,
donde el crecimiento tuvo como rasgo primordial su carácter acelerado en su
intensidad y sostenido en el tiempo. Además, el avance de la economía mostró
tres rasgos básicos. 1. El crecimiento económico fue alto y muy superior al
conseguido en otras etapas históricas anteriores. La tasa anual de crecimiento
del PIB se situó en el 4,9 por ciento, y este avance notable se consiguió en áreas
geográficas muy distintas.
2. Otra singularidad residió en el hecho de lograrse un crecimiento no sólo
acelerado sino, también, general y de naturaleza estable. Este se manifestó en

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todos los ámbitos de la actividad económica y sin asistirse al estallido de crisis
dramáticas, a la vez que la consistencia extraordinaria del producto bruto y el
avance continuo de las labores cambiarias fueron otras pruebas evidentes de la
estabilidad del crecimiento.
3. La rapidez e intensidad del crecimiento fueron en este período mayores en
Europa Occidental y Japón que en Estados Unidos. Porque en el territorio
europeo, las buenas condiciones para la recuperación económica disfrutadas a
lo largo de la inmediata posguerra hicieron posible luego que la expansión
conseguida fuera equivalente al crecimiento logrado en todo el siglo y medio

No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
anterior
Las interpretaciones de crecimiento económico.- Cabe distinguir varias corrientes: Los
ensayos centrados en la “mecánica del crecimiento” (búsqueda de los posibles “motores
del desarrollo”) se agrupan en la escuela neoclásica y la teoría keynesiana. La primera
(neoclasicismo) apoya su explicación en los factores vinculados a la “oferta”, señalando
que el crecimiento económico extraordinario del período 1950-173 se debió al aumento
de los factores productivos y a la aplicación masiva de las innovaciones técnicas como a
una eficiencia asimismo creciente en la asignación de los recursos citados. La teoría
keynesiana ha primado los factores ligados a la “demanda”; afirmando que el
crecimiento tuvo su razón de ser en la inversión como en el nivel cada vez más elevado
de la demanda.

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La teoría del cambio estructural o modelo de crecimiento con una oferta ilimitada de
trabajo parte de la existencia de un modelo de economía dual asentada en dos sectores
económicos: uno tradicional y otro avanzado industrial y de servicios. Pues bien, el
“cambio estructural” tiene lugar gracias a la expansión continua del sector moderno,
que atrae gradualmente la mano de obra excedentaria del sector tradicional. El proceso
finaliza cuando llega casi a desaparecer el sector tradicional. Se trata de un modelo
basado en el proceso muy rápido de reasignación de recursos desde los sectores con
una baja productividad a los sectores de elevada productividad.
Los defensores de la tesis correspondiente a la “Recuperación” afirman que el
crecimiento rápido en el tiempo y fuerte logrado en las economías capitalistas desde
1950 ha sido interpretado, además, en términos de recuperación. Es decir,
entendiéndolo como una recuperación de los niveles de desarrollo que se habían
aplazado debido a la crisis de los años treinta, añadiendo que sólo a partir de 1950 se
dieron las condiciones necesarias para el logro de la recuperación. Algunos estudiosos
trasladan el acento desde la recuperación hasta la convergencia afirmando que el
crecimiento fue una consecuencia lógica de la reducción muy apreciable de la brecha en
la productividad que hacia 1945 y todavía en 1950 a las economías del occidente
europeo respecto a la economía estadounidense. La imitación del modelo productivo
norteamericano, la flexibilidad europea y la capacidad institucional para organizar el
cambio habrían resultado muy positivos para el crecimiento rápido de la economía
europea y el avance de la convergencia.
Finalmente, la escuela estructuralista latinoamericana, junto a la teoría de la
dependencia y el análisis marxista explican el crecimiento insertando el dinamismo
propio de las economías occidentales en el comportamiento general del sistema
económico mundial. Pues bien, de acuerdo con sus planteamientos el sistema
económico capitalista se basa en una relación desigual y dependiente entre el centro y
la periferia. El mundo rico/desarrollado y el mundo pobre/subdesarrollado son dos caras

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de una misma moneda. Y en el sistema económico de la posguerra tuvo lugar una

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diferenciación y jerarquía cada vez más nítidas de las estructuras económicas. Ello,
debido a tres realidades incuestionables: 1. Las naciones pobres del Sur se dedicaron a
proveer a las naciones ricas de sus recursos naturales y su mano de obra barata. 2. Las
naciones ricas buscaban y consiguieron perpetuar el estado de dependencia. 3. Las
naciones ricas buscaron/trataron en todo momento de eliminar cualquier intento por
los países con economías dependientes de resistir su influencia.

1.2. Los fundamentos del modelo en la esfera de la producción (oferta).- El modelo de


crecimiento propio de las economías más avanzadas se ha fundamentado-explicado en
base a un desarrollo paralelo e, incluso, armónico del crecimiento de la producción en
masa y el aumento del consumo de masas. Pero, conviene señalar cuáles fueron las
variables ligadas a la producción que han sido las responsables últimas del crecimiento
económico logrado en los años 50 y 60 del Novecientos.

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1.2.1. La renovación de la base energética.- El crecimiento económico de los países
occidentales capitalistas estuvo ligado tanto a la remodelación sufrida por el origen y los
canales del abastecimiento energético como a los cambios observados en la aplicación
real de las fuentes de energía. De hecho, sus cuatro procesos fueron a) el gran
crecimiento de la demanda correspondiente a la producción energética, b) el
afianzamiento del petróleo como símbolo de la nueva era energética, desplazando
definitivamente al carbón, c) el aumento continuo de los procesos de electrificación -
crece de una forma exponencial la proporción de energías primarias destinadas a
obtener electricidad-, d) la asimetría en las disponibilidades energéticas de unos u otros
países industrializados.

1.2.2. La ampliación de la fuerza de trabajo disponible.- La expansión de las economías


occidentales estuvo acompañada de unas tasas muy elevadas de acumulación de capital
humano. Esta disponibilidad creciente de fuerza de trabajo fue un efecto natural de la
acción combinada de cinco procesos interrelacionados: 1) El crecimiento natural de la
población (siendo notable el avance en Estados Unidos y Japón e inferior a la media en
los países europeos); 2) la influencia de los movimientos migratorios; 3) los cambios en
la estructura por edades, apreciándose un desplazamiento creciente de los efectivos
hacia los grupos de edad más avanzada; 4) el aumento de la población activa gracias a
una incorporación creciente al mercado laboral de las mujeres; y 5) la reducción de
desempleo y una disminución acusada del paro, gracias a la atracción de trabajadores
procedentes de la agricultura o sector artesanales de naturaleza tradicional.

De otro lado, conviene recordar que también se produjeron cambios importantes en la


estructura del empleo. Además, la emigración masiva del campo a las ciudades produjo
una caída relativa de la demanda de productos agrícolas que acarreó una
“terciarización” creciente de la estructura. Y la fuerza de trabajo fue cada vez más
cualificada al paso del tiempo, ya que los países occidentales mostraron un interés
especial por la mejora de la calidad del trabajo humano e invirtieron una proporción
creciente de los beneficios empresariales y el conjunto del producto social tanto en el
desarrollo del sistema educativo como en el fomento de las actividades culturales. En

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última instancia, el desempleo alcanzó unas tasas muy bajas. Y también la productividad
laboral logró un notable crecimiento.

1.2.3. El logro de unas tasas elevadas de acumulación de capital con destino a la


inversión.- El crecimiento de las tasas de inversión y los recursos de capital aplicados a
la producción constituyen uno de los factores principales del avance y la modernización
económica logrados durante la posguerra. No se tardó mucho tiempo en la posguerra
para que comenzara a apreciarse una disminución significativa de la parte de inversión
realizada en la mejora de los edificios e instalaciones y una concentración progresiva de

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los recursos financieros destinados al establecimiento de unos equipos de producción
dotados con una tecnología cada vez más avanzada que permitiera una escala de
producción también creciente al paso del tiempo. Los países avanzados de la OCDE
realizaron desde la posguerra un notable esfuerzo inversor. Y la inversión tendió a
concentrarse en algunas ramas productivas bien determinadas pues la renovación del
capital fijo alcanzó una intensidad mayor en las empresas industriales.

1.2.4. La revolución tecnológica.- Un nivel muy alto de las nuevas tecnologías y unos
métodos renovados suponen para algunos estudiosos los elementos más determinantes
del crecimiento económico. La segunda posguerra inauguró una etapa que acabaría en
una revolución tecnológica. La tendencia masiva al empleo en el sistema productivo de

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unos nuevos inventos se produjo entre 1950 y 1973 mostrando un buen número de
rasgos singulares: 1º La reconversión para usos civiles de la tecnología disponible, 2º La
incidencia de esta revolución tecnológica sobre todos los elementos y fases del proceso
productivo, 3º La conversión del trabajo científico en una actividad de naturaleza
plenamente industrial, 4º La industrialización de la ciencia que llevó a la concentración
e, incluso, la monopolización de los conocimientos básicos y las tecnologías
desarrolladas, 5º La difusión, gracias a la tecnología, de los sistemas de producción en
masa desde algunas (muy pocas) ramas industriales al conjunto del sistema productivo,
lo que dio lugar a la estandarización productiva de una misma mercancía, 6º El
establecimiento progresivo de la automatización o semiautomatización, 7º El
sometimiento masivo de los procesos de trabajo a una nueva forma de organización
interna, el sistema fordista, destinada a homogeneizar, entiéndase relacionar e integrar,
todas las actividades necesarias para el logro de la producción en masa, 8º El ajuste de
la gestión empresarial a las nuevas estrategias del crecimiento, introduciéndose
novedades relevantes tanto en los procesos de dirección como en los métodos de
gestión de las empresas. Las primeras acarrearon la generalización de una forma nueva
de organización de las empresas, basada en su división en unidades responsables de un
tipo concreto de producto o un área geográfica única (área de negocios) como el
desarrollo de un órgano central encargado de controlar los rendimientos de cada
división. Las segundas influirían en la conformación del modelo de relaciones sociales
existentes en el interior de la empresa o entre ésta y el mundo exterior.

1.3. Los fundamentos del modelo en la esfera del consumo (demanda).- El análisis del
crecimiento económico debe tener en cuenta los cambios operados en el ámbito de una
demanda, que se vio favorecida, por las grandes transformaciones que se produjeron
en los ámbitos del consumo y el comercio. Por ello, conviene prestar atención a dos
realidades importantes:

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1.3.1. El modo de consumo.- El modelo propio de la “sociedad de consumo” se extendió
por los países europeos y Japón a partir de los años cincuenta asentándose en tres
pilares básicos: en tres pilares básicos:
1) La separación espacial de los diversos lugares en que se desarrollaba, cada día, la vida
de la población con sus efectos muy visibles en la modificación de la estructura del
transporte, el crecimiento exponencial del negocio inmobiliario y los avances de la
“estética puramente funcional” (pop art) en el ámbito doméstico. 2) La existencia de
una oferta cada vez más amplia y diversificada de bienes y servicios gracias a la
multiplicación del tipo de mercancías lanzadas al mercado. 3) El recurso continuo, dada

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su facilidad creciente, a la financiación del consumo de masas. Ello resultaría posible
gracias al aumento de la capacidad de compra de los salarios, la protección estatal a
todo tipo de clases, sectores o grupos sociales y la búsqueda por el sector financiero del
máximo beneficio.

1.4. Los fundamentos del modelo relacionados con la intervención del Estado en el
sistema económico.- El intervencionismo de la administración estatal en la economía se
convirtió en un elemento principal del funcionamiento de la estructura económica en
los países desarrollados. Entre 1950 y 1970 la relación entre el gasto público y el
Producto Bruto experimentó una progresión muy rápida. Además, también el volumen
creciente de las inversiones públicas y el porcentaje cada vez mayor de la fuerza de

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trabajo empleada por el Estado muestran bien el avance continuo del papel ejercido en
la economía por el gasto público. El aumento constante de los presupuestos y las
inversiones estatales, sobre todo de los gastos orientados a financiar los costes de la
Seguridad Social, los intereses de la Deuda y las transferencias de capital, generaron un
endeudamiento creciente en la mayoría de los países. Así, el déficit fiscal resultó un
hecho frecuente en numerosas economías nacionales.

Y es que se añadió la justificación relativa a la necesidad de planificar las actividades


productivas y comerciales en tanto que el instrumento más adecuado para lograr tanto
el crecimiento económico como la progresión del bienestar social. En definitiva, el
intervencionismo estatal creciente se justificó en los años cincuenta y sesenta con la
aspiración a eliminar los obstáculos que pudieran impedir el logro de una expansión
sostenida. La acción del Estado se convirtió en una realidad permanente articulándose
sus actuaciones en torno a la política inversora, que hacía posible reducir los costes de
producción de la empresa privada y garantizar la reproducción de la fuerza de trabajo;
y las políticas orientadas a fomentar el consumo.

La primera se materializó en el desarrollo de una serie de acciones destinadas a reducir


el coste (gasto) productivo de las empresas. Entre ellas: a) la creación y/o el
mantenimiento de las infraestructuras básicas; b) la financiación de la investigación
científica y tecnológica; c) la nacionalización de las empresas suministradoras de bienes
necesarios que no fueran rentables; d) el mantenimiento de una enseñanza básica y
profesional gratuita; e) la aplicación de una cobertura pública a los servicios y dotaciones
de naturaleza social; f) el control de la política laboral y salarial y g) la concesión de
ayudas a la empresa privada. Las segundas, las políticas destinadas al fomento del
consumo se encaminaron a potenciar el “consumo agregado del Estado” mediante una
serie heterogénea de fórmulas. Desde la ejecución de aquellos pedidos que requería la

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industria armamentística del gobierno de turno o que se ligaban a la construcción de
infraestructuras, o la cobertura (protección) de los sectores y/o grupos sociales que se
hallaban en cada momento fuera del mercado laboral. Porque, una parte nada
desdeñable del intervencionismo realizado por la administración pública tuvo por objeto
el “Estado del Bienestar”. En efecto, la aplicación de este conjunto de medidas sería el
factor esencial que haría posible el nacimiento, desarrollo y consolidación en los países
occidentales del “Estado del Bienestar”.

La expresión Estado del Bienestar hace referencia al sistema social o sociopolítico que

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estuvo vigente desde la época inmediatamente posterior a la II Guerra Mundial en las
democracias occidentales permaneció más o menos intacto hasta mediados de los años
setenta. Una definición básica del Estado del Bienestar bien puede ser la
correspondiente a un tipo de sistema político cuya existencia implica la asunción por los
poderes públicos de responsabilidad a la hora de garantizar unos mínimos básicos de
protección social para sus ciudadanos. De hecho, supone en la práctica el conjunto de
acciones e instituciones destinadas a asegurarles a todos los ciudadanos de la nación el
acceso a una serie de servicios básicos que garanticen su supervivencia. Los tres
elementos constitutivos básicos de esta forma de entidad estatal son los siguientes: La
intervención del Estado en la economía a fin de mantener el pleno empleo, la
disponibilidad y financiación pública de una serie de servicios sociales de carácter

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universal -la universalización de estos servicios tiene por objeto proveer al ciudadano de
seguridad social en su sentido más amplio- y la responsabilidad del Estado en el
establecimiento y la conservación de un nivel de vida mínimo que sea aceptable para
una mayoría de los ciudadanos.

En definitiva, supone el reconocimiento y la institucionalización del papel obligado del


gobierno en la contención de las desigualdades. Así, la historia reciente del Estado del
Bienestar puede dividirse en tres etapas bien diferenciadas: el período de 1945-1975,
cuando la aceptación de las ventajas del Estado del Bienestar por todos los países
occidentales permitió la consolidación de esta forma de Estado; el sexenio de 1975-
1980, una coyuntura breve de fuerte crisis económica en la que el Estado del Bienestar
atravesó unos años de intenso desequilibrio; y desde 1980 en adelante, la ruptura
ideológica de las concepciones keynesianas y un ataque real y creciente a las bondades
del Estado del Bienestar que se ligó al avance del Neoliberalismo.

LA CRISIS DEL CRECIMIENTO. LA ECONOMÍA MUNDIAL EN EL PERÍODO DE


1973-1983

El consenso logrado en la posguerra acerca de los motores del crecimiento económico


y las ventajas del Estado del Bienestar se debilitó en el transcurso de los años setenta y
los compases iniciales de la década siguiente. De hecho, el descenso de la actividad y las
capacidades productivas, junto al avance de unas tasas elevadas de inflación, las
pérdidas masivas de empleo, el abatimiento de la fiscalidad del Estado y un aumento sin
precedentes de la deuda pública, fueron las manifestaciones más nítidas de las
dificultades y los costes crecientes del sistema para mantener el bienestar social de las
poblaciones. Desde mediados de los setenta la confianza en la intervención económica
del Estado se debilitó en todas partes, en paralelo a un aumento continuo de las

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dificultades de los gobiernos para mantener los niveles de empleo y las cotas de gasto

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social alcanzadas en la etapa precedente. La crisis económica provocó un debilitamiento
apreciable del Estado del Bienestar. Y afectaría también al paradigma político-ideológico
vigente siendo cuestionada la noción misma de progreso tras la aparición de los
llamados “nuevos movimientos sociales”.

A partir de 1973 comenzó un período nuevo en la evolución del sistema económico


mundial que supuso una ruptura evidente con el orden económico implantado al
término de la II Guerra Mundial. Llegaron el final del pleno empleo, el arraigo de la
inflación, la ineficacia o la insuficiencia de las políticas económicas para afrontar un
desgaste acelerado del Estado del Bienestar. No obstante, el hecho más notable
radicaría en el auténtico frenazo que sufrió el crecimiento económico a partir de 1973.
Una cesura que marcó el final de la etapa de crecimiento que se había vivido a lo largo
de casi treinta años.

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Los rasgos específicamente singulares de la crisis, fueron los cinco siguientes: 1) La
desaceleración de las tasas de crecimiento del Producto Bruto, una realidad que se hizo
visible en todas las áreas geográficas y países del mundo. A su vez, el PIB per cápita
aumentó sólo un 0,7 por ciento. 2) El aumento de la inestabilidad económica, ya que los
niveles de la producción y del comercio se vieron afectados en algunos momentos por
una contracción absoluta. 3) Una dispersión geográfica de las tasas de crecimiento muy
superior a la observada durante la posguerra. Crisis limitada en las regiones con un peso
fuerte de las producciones agrarias y de minerales. 4) La aparición y el mantenimiento
tanto de unos niveles elevados de desempleo como unas capacidades inequívocamente
subutilizadas. 5) Una inflación elevada y omnipresente -pago de unos precios muy altos
por toda clase de bienes y servicios-

2. Los factores determinantes de la crisis y su naturaleza.- La valoración de la crisis


económica de los años setenta ha suscitado abundantes controversias entre los
estudiosos. No obstante, existe un cierto consenso señalándose como fundamentales
las siguientes: 1) El aumento de los costes energéticos, sobre todo de los precios del
crudo; y 2) Las tensiones inflacionistas. 1. La elevación de los costes (precios en origen)
y el problema de unas dificultades crecientes en el abastecimiento de los insumos
energéticos.- Tras la guerra del Yom Kippur, en octubre de 1973, el cártel petrolero
formado por la OPEP decidió elevar sustancialmente los precios del crudo, que llegaron
a cuadruplicarse sólo en un cuatrimestre agravando la inflación en los países
occidentales ricos y aumentando masivamente la deuda en los países pobres. Y al
encarecimiento del petróleo se sumaron de inmediato la duplicación del valor de las
materias primas no energéticas y, por otro, las rigideces de los países occidentales en
materia de ahorro y conservación de la energía. Fruto de estas circunstancias se produjo
un empeoramiento de las relaciones de intercambio para las economías industriales. Y
sus consecuencias no se hicieron esperar, destacando entre ellas tanto el avance muy
rápido del valor unitario de los bienes producidos como, el arraigo progresivo de las
tendencias inflacionarias por efecto del bloqueo del crecimiento en los sectores y ramas
de la producción manufacturera con un consumo de energía más intensivo y el avance
del déficit de la balanza de pagos en algunos países importadores de petróleo.

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2. Los trastornos inflacionistas.- Durante la ¨edad de oro¨ de la economía mundial, los
países industriales valoraron más el logro del pleno empleo que la estabilidad de los
precios y los salarios, tratando de alcanzar la combinación óptima entre la tasa de
empleo y la tasa de inflación. Pero en los años setenta, los precios de todos los bienes
de consumo aumentaron con mucha mayor rapidez que aquélla a la que se reducía el
desempleo. A ello colaboraron; en primer término, el derrumbe del sistema monetario
internacional del tipo de cambio fijo basado en el dólar, ya que Estados Unidos
abandonó en 1971 la conexión entre el dólar y el oro. En segundo lugar, el crecimiento
rápido de los precios en los bienes primarios con su efecto inmediato en un crecimiento

No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
importante del precio de los alimentos. En fin, devastadores para la economía mundial
resultaron tanto el aumento drástico de los precios del petróleo como el traslado directo
y natural por los productores de la elevación de sus costes a los precios de venta. Y los
efectos últimos de estos procesos no fueron otros que el cierre de numerosas empresas,
una reducción del producto social, el crecimiento acelerado del paro y la ralentización
de los avances en la productividad. Además, la coincidencia en el tiempo del
estancamiento económico y una inflación muy elevada hizo aparecer el fenómeno de la
estanflación.

Ahora bien, si los problemas relacionados con la energía y la inflación se convirtieron en


obstáculos importantes para el crecimiento económico en los años setenta, no pocos

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expertos le otorgan una influencia todavía mayor al debilitamiento a largo plazo justo
de aquellos factores que habían impulsado los avances productivos en el transcurso de
la ¨edad de oro¨. Por ello, podemos señalar como factores causales de la misma a los
cuatro siguientes: 1º El ¨allanamiento tecnológico¨, es decir, una desaceleración muy
apreciable de las innovaciones básicas en la tecnología aplicada a los procesos
productivos. Y también del número de patentes registradas. 2º Una menor capacidad de
reasignación de los recursos laborales, materializada en el cese del desplazamiento de
mano de obra desde la agricultura, la ganadería u otros sectores menos productivos
hacia la industria; y en una ¨tercerización¨ creciente de las economías que exigió una
provisión muy alta de servicios. 3º Un ¨descenso muy acusado de las tasas de inversión¨,
que habría sido una consecuencia tanto del empeoramiento a largo plazo de las tasas
de beneficio y rendimiento como del aumento de la participación de las rentas del
trabajo en la renta nacional. 4º La ¨ruptura de la práctica unanimidad entre los analistas
ligados al keynesianismo sobre la gestión gubernamental de la demanda¨. Una ruptura
que contribuiría a minar el consenso casi generalizado durante la posguerra y el período
de 1950-1973, otorgándose ahora una prioridad absoluta al control sobre los precios el
mantenimiento de una balanza de pagos no deficitaria.

Desde 1976 a 1979, el arraigo de la incertidumbre, las dudas, sobre el futuro a corto
plazo provocaron un retraso notable de la recuperación. No obstante, algunas
economías muy poderosas lograron unas tasas de crecimiento anual relevantes. Hasta
tal punto ocurrió así que a finales de 1978 todo parecía indicar que lo peor de la crisis
ya se había dejado atrás habiendo influido el continuismo de unos niveles de protección
social que hicieron posible mantener un nivel aceptable en el consumo de los productos
básicos.

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Sin embargo, no fue menos evidente la persistencia de varios desequilibrios muy graves
que impidieron, desde luego, el logro de una recuperación completa. De hecho, 1) siguió
manifestándose un exceso apreciable de capacidad productiva, 2) el desempleo se
estabilizó en unas tasas muy altas3, 3) las empresas no lograron recuperar los niveles de
beneficio anteriores a la crisis, 4) se agravó el desorden monetario tras el hundimiento
de la cotización del dólar, y 5) el mercado de materias primas continuó siendo inestable.
Además, a finales de 1978 estallaba la revolución iraní liderada por el imán Jomeini, que
unida poco después al inicio de la guerra entre Irán e Irak, tendrían su efecto inmediato
en un nuevo crecimiento del precio del barril de petróleo para terminar compensando

No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
muy pronto la desvalorización del dólar. Tenía lugar el comienzo de la segunda crisis
petrolera, una nueva coyuntura recesiva que iba a prolongarse hasta 1983 y resultaría
más intensa que la anterior.

LA ECONOMÍA DEL MUNDO OCCIDENTAL EN EL PERÍODO DE 1984-2000.

En los años ochenta y noventa del siglo pasado la evolución del ciclo económico fue muy
similar. Todos los países industrializados de Occidente obtuvieron tasas de crecimiento
más bajas que en la época dorada; pero ello no impidió que fueran más ricos cuando
llegó el fin de siglo que treinta años más atrás. Además, las economías desarrolladas
afianzaron su posición dominante en el escenario económico internacional. Y, lejos de

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avanzarse en la distribución de la riqueza, fruto de las políticas neoliberales aplicadas
por Estados Unidos y los países europeos, aumentaron los desequilibrios económicos,
concentrándose aún más los beneficios generados por el sistema capitalista.

Este protagonismo renovado de las economías más desarrolladas y el aumento de los


desequilibrios entre unas zonas u otras del planeta a causa de las políticas neoliberales
aplicadas por los Estados Unidos y otras potencias occidentales mantienen una relación
muy estrecha con otra serie amplia de rasgos que singularizaban a la economía mundial
cuando finalizaba el Novecientos:

1. El ensanchamiento del espacio capitalista internacional hacia los antiguos países


socialistas. En China y otros países asiáticos, tras las reformas internas y la
apertura a los mercados internacionales; y en Europa Central y Oriental,
mediante las políticas reformistas y orientadas a la inserción en el comercio y las
finanzas mundiales aplicadas por los regímenes democráticos que surgieron tras
la caída de la URSS.
2. La creación de un nuevo acervo tecnológico basado en las innovaciones de la
microelectrónica, la informática y las telecomunicaciones, que transformó con
rapidez las condiciones productivas de las economías avanzadas.
3. El afianzamiento de un contexto social y político favorable para los intereses
empresariales.
4. Una ampliación muy notable de las relaciones mercantiles, ya que la
privatización de numerosas empresas públicas y la continua desregulación de
actividades sujetas con anterioridad a ciertas reglas generaron una liberalización
creciente de los mercados.

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5. Una expansión fuerte de los intercambios comerciales a escala mundial, al
mismo tiempo que se desarrollaban espacios de integración comercial
preferenciales liderados por las grandes potencias.
6. Un aumento extraordinario de las inversiones directas realizadas por las grandes
empresas y corporaciones haciendo uso de a) la instalación en el exterior de
compañías filiales; b) la deslocalización de las actividades productivas y c) el
desarrollo de fusiones entre grandes empresas al objeto de crear corporaciones
gigantescas.
7. Una concentración cada más elevada tanto del capital financiero como de los

No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
medios de transporte y los establecimientos dedicados al comercio por parte de
las grandes compañías transnacionales.
8. Un crecimiento extraordinario de los flujos financieros internacionales que
permitían ya realizar operaciones en tiempo real en los mercados de capital
distribuidos por todo el mundo.

Pues bien, los países miembros de la OCDE tuvieron en los años noventa una evolución
con diferencias apreciables. Porque mientras en Estados Unidos se vivió un decenio de
crecimiento rápido, en Europa Occidental se registró un avance bastante más limitado
de las producciones y en Japón no lograría superarse la recesión.

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Aunque a lo largo de 1981 comenzaron a observarse ya algunos cambios en el mercado
petrolero, fue en 1983 cuando se produjo la caída en los precios oficiales del petróleo.
Y este nuevo descenso de los valores del barril de crudo tuvo un efecto globalmente
positivo para las economías industrializadas. Comenzó una fase de recuperación de las
actividades económicas, productivas y comerciales, tanto en las economías occidentales
más avanzadas como en las nuevas economías industrializadas del continente asiático,
que no llegó a manifestarse en los países en vías de desarrollo y subdesarrollados,
respectivamente. Además, una parte significativa de la recuperación económica que
volvía a disfrutar el Norte rico se debió a las transferencias muy cuantiosas de recursos
financieros que llegaron desde el Sur pobre debido al mero cumplimiento de las
numerosas obligaciones contraídas por los países menos desarrollados a causa de su
abultada deuda externa. De esta forma, cabe afirmar que la recuperación se apoyó
sobre la disminución de los recursos monetarios que sufrieron las economías periféricas.

El 19 de octubre de 1987 se produjo el crash bursátil más fuerte de todo el Novecientos.


Un hundimiento extraordinario del valor de las acciones en la bolsa neoyorkina que
acabaría generando una contracción muy acusada del valor de las acciones y, por tanto,
de la capitalización de las empresas que cotizaban en bolsa a escala mundial. Esta nueva
crisis bursátil se debió tanto a los grandes desequilibrios y el avance continuo de China
como al disfrute de cinco años sucesivos de ganancias abultadas en el mercado de
valores. Y, de acuerdo con la teoría económica vigente acerca de la dependencia
existente entre las esferas financiera y real de la economía, por todas partes se extendió
el convencimiento de que la crisis bursátil acarrearía de inmediato una desaceleración
muy fuerte de las actividades económicas. Sin embargo, el crash de 1987 no tendría
unos efectos especialmente negativos en la producción y el comercio de bienes y
servicios; aunque sí fue aprovechado por los gobiernos británico y estadounidense para

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avanzar hacia unas políticas orientadas al recorte del gasto en todos los ámbitos

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relacionados con la protección social.

Fueron las recetas neoliberales que acabarían imponiéndose en los países desarrollados
y también en las economías menos desarrolladas. Y ello, al mismo tiempo que los
llamados “dragones asiáticos” comenzaron a basarse en un sistema de producción
singularizado por el desarrollo del trabajo en equipo, entrega del producto en el
momento justo respetando en todo momento el precio ya convenido ; o la mejora
continua de la eficiencia.

Así, en el transcurso del período 1983-1990 se produjeron algunos cambios relevantes


en el sistema económico mundial, consolidándose unas nuevas economías capitalistas y
países industriales, perdiendo entidad las manufacturas tradicionales y surgiendo
algunas actividades nuevas, al tiempo que se lograban avances importantes en la

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internacionalización de la economía. En última instancia, se asistió a la superación del
capitalismo industrial vigente hasta los años setenta. Porque el logro de un alto
rendimiento se basaría sobre todo en el propósito de sacarle el mayor rendimiento
posible a los recursos tecnológicos y humanos existentes en cada economía nacional.

De los logros de la “Nueva Economía” en Estados Unidos a las tasas inferiores de


crecimiento, productividad y empleo en Europa Occidental.- Todos los expertos en
historia económica reciente coinciden en señalar que Estados Unidos vivió en los
mandatos de Bill Clinton una etapa de notable crecimiento productivo y comercial
gracias a los éxitos logrados por la “Nueva Economía”. Los factores determinantes de
este período de crecimiento y estabilidad excepcionales son todavía objeto de un
intenso debate, poniendo unos el acento en el disfrute de un período largo de caída en
los precios unitarios de la energía; otros, en la política económica aplicada y unos
terceros en el crecimiento de la productividad gracias a la difusión de las nuevas
tecnologías. No obstante, parece existir un consenso notable en torno a los rasgos más
sobresalientes del ciclo expansivo vivido desde mediados de los años ochenta:

1. Crecimiento prolongado y cada vez más intenso al paso del tiempo. 2. Crecimiento
basado en una nueva revolución tecnológica. 3. Crecimiento con una eficiencia en
aumento continuo, gracias una elevación significativa del gastos en I+D+i y un aumento
importante de la productividad. 4. Crecimiento generador de empleo. 5. Crecimiento sin
desequilibrios monetarios. La inflación se mantuvo en niveles bajos. 6. Crecimiento con
unas cuentas públicas saneadas. Se logró el superávit presupuestario merced tanto a un
aumento notable de los ingresos, como a un recorte muy severo de los gastos públicos.
7. Crecimiento protagonizado por la demanda privada, al observarse un aumento del
consumo personal y/o familiar semejante a la media del PIB. 8. Crecimiento favorecido
por los beneficios empresariales, ya que las ganancias de las empresas han aumentado
a una tasa anual superior al 7 por ciento. 9. Crecimiento amplificado por los mercados
financieros, pues en los años noventa la bolsa se convirtió en un centro neurálgico para
la creación de riqueza. 10. Crecimiento reforzado por el liderazgo tradicional, ya que la
economía norteamericana se convirtió en la locomotora del comercio

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En cambio, no ha sucedido lo mismo en el territorio de la Unión Europea, cuyas
economías nacionales lograron en los años noventa unas tasas de crecimiento muy por
debajo delas norteamericanas. En efecto, el crecimiento económico de los quince países
que formaban la Unión Europea resultó, a lo largo de los años noventa, muy desigual
entre las varias economías nacionales. Unas circunstancias estas a las que colaboró de
manera principal el crecimiento limitado de las tasas de productividad que debe ponerse
en relación con un avance escaso del stock de capital físico, la ralentización de la mejora
del capital humano, o una apuesta débil por las actividades de investigación y desarrollo.

No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
En fin, el comportamiento de las economías europeas mostró una evolución muy lenta
y diferenciada por países del mercado laboral. Porque, en Europa Occidental el
desempleo se mantuvo de forma persistente unos niveles tan altos que acabaría siendo
juzgado como un problema de naturaleza casi estructural, manifestándose la
desocupación laboral con una fuerza aún mayor en los sectores femenino y juvenil de la
población

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