Josias
Josias
Josias
¡Los carros y la estatua! No, por favor. ¡Los carros y la estatua! No, por favor. ¡Son tan
hermosos!
Uno de los cortesanos acaba de propagar la noticia:
— El rey va a ordenar que las estatuas de Asera y los carros sean destruidos.
Otro de los nobles murmura consternado:
— Pero… ¡Esas estatuas han estado allí por muchos años! ¡No es posible!
— El rey va a dar la orden, ya está decidido — afirma el cortesano.
Otro por allí cuestiona:
— ¿Pero esas representaciones son una obra de arte! ¡Y los carros, ni que hablar!
Los visitantes que venían de lugares muy lejanos se quedaban admirados de la
belleza de esas esculturas.
— ¡Jerusalén va a perder mucho de su esplendor! — Agrega otro de los palaciegos.
— Es un hecho, los carros serán quemados y los caballos retirados — reitera el
cortesano— ¡Ni siquiera los árboles rituales, que colocó Salomón y que han
estado allí desde hace cuatrocientos años atrás, se salvarán!
— Es muy extraño que Salomón siendo tan sabio nunca pensara que esas imágenes
de Asera estaban en contra de la ley de Moisés — comenta otro cortesano.
El rey Josías convoca a una reunión. El sacerdote Hilquías y otras autoridades religiosas
y del gobierno están presentes.
— Señores ministros y sacerdotes. El propósito de esta sesión es informarles sobre
algo que siento profundamente en mi corazón. Durante el reinado de mi
bisabuelo, el rey Ezequías, la nación estaba en peligro de ser destruida. Él oró y
se humilló y como resultado el profeta Isaías le dio un mensaje de esperanza. Y
en una sola noche el Ángel del Señor mató a 185.000 soldados enemigos del
ejército de Senaquerib.
Sin embargo, tengo que informarles que hemos encontrado el Libro de la Ley; y allí se
nos dice claramente que hemos pecado y que el castigo es inminente. Dios odia la
idolatría. Jerusalén está repleta de fetiches. Judá está cubierto de imágenes paganas.
Israel, el reino del norte está saturado de estatuas diabólicas.
Mañana nos reuniremos con el pueblo en una asamblea nacional. La espada del juicio
de Dios está sobre nuestra cabeza. Si no nos arrepentimos estaremos perdidos.
Los religiosos y los consejeros escuchan con atención.
— Señores consejeros y sacerdotes, ¿tienen algo qué decir? — pregunta el
monarca.
Se levanta el ministro “Señor Aplazamiento”, y dice:
— Majestad, yo sugiero que estas medidas que usted ha mencionado se ejecuten de
manera progresiva y no de forma inmediata. Usted sabe… Ha que evitar el
descontento de los que no están de acuerdo.
Luego se levanta el consejero “Señor Relaciones Públicas”, y dice:
— Alteza, yo creo que sus medidas son excelentes. Sin embargo me temo que usted
va a enfrentar mucha oposición y que podría perder popularidad. Usted sabe…
Es muy importante mantener un alto perfil
Después toma la palabra el ministro “Señor Tolerancia”, y dice:
— Mi Rey, yo también estoy de acuerdo con el proyecto. Sin embargo me preocupa
que si lo llevamos adelante nos van a tachar de intolerantes. Recuerde que su
bisabuelo Ezequías, quien fue muy religioso, dejó muchas cosas como estaban
para no irritar a los que tenían “otras ideas”. Usted sabe… No se puede ignorar
qué van a decir los pueblos amigos acerca de nuestra actitud de sectarismo e
intransigencia.
Cuando todos han terminado el rey se dispone a comunicar sus convicciones. Es un
hombre joven de tan solo 26 años, pero evidencia una madurez mucho mayor que la de
su edad. Posee una sabiduría profunda y sobre todo teme al Señor (Pr 1:7).
— Señores sacerdotes, Señores ministros y consejeros. Les agradezco sus ideas.
Pero déjenme citarles las palabras de Josué: "Pero si os parece mal servir al
Señor, escogeos hoy a quién sirváis… Pero yo y mi casa serviremos al Señor”
(Jos 24:15). Yo estoy dispuesto a seguir fielmente a Dios en cada detalle de mi
vida.
Los sirvientes corren por el palacio real. Uno a otro se van pasando la noticia:
— ¿Sabes cuál es la última noticia? — dice uno a otro:
— El rey ha promulgado la ley y va a limpiar a Jerusalén y a Judá de todos los
ídolos.
Unos días después todo el pueblo está reunido. Se ha hecho un “pacto delante de Dios,
de andar en pos del Señor y de guardar sus mandamientos, sus testimonios y sus
estatutos con todo el corazón y con toda el alma, para cumplir las palabras de este pacto
escritas en este libro. Entonces todo el pueblo se puso de pie a favor del pacto” (2 R
23:3).
La multitud, movida por el entusiasmo del momento, está de acuerdo en aceptar y seguir
al Señor. Quizá solo unos pocos entienden el significado de esto en toda su profundidad.
Pero allí está ese hombre joven dispuesto a servir al Señor cueste lo que cueste. No
ignora que sus medidas de limpiar a Jerusalén y a Judá no van a ser muy populares. Él
siente la responsabilidad delante del Señor de serle fiel en todo. Como lo expresaría el
apóstol Pablo muchos siglos después: “¿Qué acuerdo puede haber entre un templo de
Dios y los ídolos?” (2 Co 6:6).
Semanas después, el rey recorre el país. Está en el reino del norte. Allí “también
destruyó el altar que había en Betel y el lugar alto que había hecho Jeroboam… quien
hizo pecar a Israel; destruyó ese altar y el lugar alto y lo convirtió en polvo, y quemó el
árbol ritual de Asera…” (2 R 23:15-17).
Cuando Josías vio los sepulcros que estaban allí en el monte preguntó:
— ¿Qué es aquel monumento que veo?
— Es el sepulcro del hombre de Dios que vino de Judá y anunció estas cosas que tú
has hecho contra el altar de Betel — responde la gente de aquel lugar.
Ante esta respuesta Josías dijo:
— ¡Dejadlo! Que nadie mueva sus restos.
Llama mucho la atención que la gente de aquel lugar supiera muy bien de quién era ese
sepulcro. Por eso pudieron responder de inmediato.
Es muy probable que Josías haya pensado dentro de sí: “Yo sabía de esa Escritura. Yo
sabía que Dios, en su omnipotencia y soberanía, había determinado que yo fuera el
brazo humano que iba a ejecutar ese vaticinio”.
La historia bíblica y nosotros
Comenzamos el capítulo con un diálogo entre el rey y sus consejeros. Este diálogo no se
encuentra en el texto bíblico pero es muy probable que hubiera sucedido. Sería muy
difícil creer que una reforma tan drástica como la que hizo Josías se pueda ejercer sin
tener ciertos arreglos y sesiones preliminares. Este tipo de juntas están bien
documentadas en el texto bíblico (1 R 12:6-8). Un rey necesita la obediencia y la
cooperación de las fuerzas militares para hacer valer su autoridad. Como resultado de
este “avivamiento”, cientos o miles de sacerdotes paganos van a ser ejecutados. Esto
tiene cierta semejanza con lo que sucedió durante el tiempo del profeta Elías, pero sin la
demostración espectacular y milagrosa que Elías logró cuando hizo “descender fuego
del cielo”.
Es muy interesante que muchos de los problemas a los cuales se enfrenta Josías existan
hoy, en cierto sentido, en forma más o menos similar.
En el nombre de la tolerancia se aceptan prácticas y costumbres inmorales como algo
que “es una alternativa de vida”. Muchos de los sacerdotes que eran piadosos “se habían
resignado” a vivir con esos ídolos paganos como una situación que había que “tolerar”.
Como parte de la “renovación”, los sacerdotes paganos son ejecutados. Si nos parece
chocante esa drástica acción de Josías, nos hará bien recordar ciertas prácticas que estos
sacerdotes paganos ejercían:
1) Tenían hábitos horrorosos. Por ejemplo: la de ofrendar niños que eran echados vivos
al fuego en honor al dios Moloc. Para que no se escucharan los gritos de desesperación
de los niños se hacía mucho ruido tocando los tambores. Al eliminar a esos perversos
sacerdotes, se estaba salvando la vida de muchos niños inocentes.
2) Cuando estos hombres tenían de su lado el poder político perseguían y mataban sin
compasión a los fieles seguidores del Señor. La idolatría había llenado todo el país.
Jerusalén estaba repleta de dioses paganos.
Josías ataca el problema de la prostitución “religiosa” en el templo. ¡Parece increíble
que nada menos que en el templo del Señor se cometan esos pecados! Sin duda alguna,
Josías encuentra mucha oposición al tratar de hacer los “cambios”. ¡Qué difícil es
modificar algo ya arraigado en la costumbre!
Las reformas de Josías y otras acciones abarcan distintas áreas y son múltiples:
a) Se sacan del santuario todos los objetos del culto de Baal, Asera y “todo el
ejército de los cielos” (2 R 23:5). Todo esto es quemado en los campos de
Cedrón. Josías hace exactamente lo mismo que hizo el rey Asa (1 R 15:13) y el
rey Ezequías (2 Cr 29:16) (2 Cr 30:14).
Luego de que todo es quemado lleva las cenizas a Betel (2 R 23:4). La razón por la que
lleva las cenizas a Betel, que fue el primer altar edificado por Jeroboam en contra de la
voluntad divina, es para contaminarlo (1 R 12:29). Al hacer esto se busca que nunca
más se utilice ese lugar para la idolatría.
b) Excluye a los sacerdotes que se habían “contaminado”. Estos eran sacerdotes del
Señor pero habían ofrecido sacrificios en lugares altos. Son destituidos de sus
funciones en el templo pero se les permite recibir alimentos y que vivan entre
sus colegas (2 R 23:9). Por el contrario, los sacerdotes de Baal, Asera y otras
divinidades paganas son ejecutados (2 R 23:20). Elimina a los que quemaban
incienso a Baal, al sol, a la luna, a los signos del zodíaco y a todo el ejército de
los cielos (2 R 23:5).
Barnes nos dice: “Es probable que los lugares altos de Judea hayan continuado en
general con la adoración de Jehová con ritos idólatras, mientras que en Samaria
degeneró en una adoración de otros dioses”.
c) Específicamente se menciona “el árbol ritual de Asera” que está nada menos que “en
la casa del Señor” (2 R 23:6). Asera era la diosa de la fertilidad y se adoraba con
ceremonias de “prostitución religiosa”. Se consideraba que era la madre de Baal. En el
proceso de la fabricación del ídolo se utilizaba madera (Jue 6:26).
d) Echó abajo las habitaciones de los varones consagrados a la “prostitución ritual”
pagana.
e) Destruyó los altares de las puertas que estaban a la entrada de la puerta de Josué (2 R
23:8).
f) También profanó el Tófer, que estaba en el valle del hijo de Hinom, para que ninguno
pasase por el fuego a su hijo o a su hija en honor a Moloc (2 R 23:10). La palabra Tófer
viene de la raíz de la palabra tambor.
g) Quitó de la entrada de la casa del Señor los caballos que los reyes de Judá habían
dedicado al sol… quemó en el fuego los carros del sol (2 R 23:11). Estas estatuas
equinas con carros se usaban en desfiles religiosos.
Los adoradores del sol creían que este astro hacía su recorrido en el cielo en un carro
tirado por caballos blancos. Me inclino a la opinión de Donald T. Moore de que se
trataba de estatuas. Otros creen que eran caballos reales.
h) Destruyó el altar que había en Betel y el lugar alto que había hecho Jeroboam (2 R
23:15).
i) Mató sobre los altares a todos los sacerdotes de los lugares altos que estaban allí, y
sobre ellos quemó huesos humanos. Al hacer esto el lugar quedaba contaminado (Nm
19:16).
j) Eliminó a los que invocaban a los muertos y a los espiritistas (2 R 23:24).
Insistimos en esta enumeración tan larga que la Escritura nos presenta porque cada
detalle es importante.
Lamentablemente, no solo la nación del norte había caído en la idolatría sino que en el
mismo templo de Dios se habían puesto caballos y carros para el sol y el árbol ritual de
Asera. El santo templo de Dios estaba cubierto de hermosas figuras que no por eso
dejaban de ser inmundas. Dios no las había mandado.