Ficha Globalizacion

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GEOGRAFÍA 4°AÑO

Profesor: Marco De Benedictis

TEXTO 1: ¿Qué es la globalización?1


Joachim Hirsch

Entre concepto y fetiche

Quisiera hacer algunos comentarios generales sobre esta conferencia. Su tema general es bastante amplio e
involucra relaciones muy complejas. Ello significa que no es posible tratar, en forma más o menos extensa, toda
la problemática implicada en el tema. Por esto tengo que limitarme a presentar sólo algunos aspectos
fundamentales, así como abordar algunas cuestiones importantes. Debo prescindir de muchos detalles; en
ocasiones también de justificaciones minuciosas y, sobre todo, de una más amplia exposición de las bases
teóricas de mi argumentación.

El concepto de “globalización” está hoy en día muy generalizado, independientemente de los puntos de vista
políticos y teóricos que se adopten. Simultáneamente, son muy variadas las formas en que el fenómeno no es
interpretado. Para unos contiene una promesa de un mundo mejor y más pacífico; para otros, en cambio, se
vincula con la idea de un caos global. Como siempre, la definición depende de las posiciones teóricas y políticas
asumidas. En esta primera sesión trataré de desarrollar un concepto de la globalización justificado teóricamente.

Con ello espero establecer las bases para tratar, al final, esta cuestión en la dimensión de una política
democrática bajo las actuales condiciones sociales.

Veamos primero lo relacionado con la “globalización” en la conciencia de la vida cotidiana. En el mundo de las
apariencias, la “globalización” representa cosas muy variadas: Internet, coca-cola, televisión vía satélite, IBM,
libre comercio, correo electrónico, triunfo de la “democracia” sobre el “consumismo”, “tratado de libre
comercio”, telenovelas de Hollywood, Microsoft, catástrofes climáticas, acaso también la Organización de las
Naciones Unidas y las intervenciones militares “humanitarias” realizadas bajo su nombre. Est os son sólo algunos
ejemplos.

La “globalización”, es, así, algo más que un concepto científico. De cierta manera, hoy en día es un fetiche. Es
decir, la palabra se utiliza con frecuencia sin ser entendida en detalle, significando muchas veces lo opuesto,
pero teniendo algo en común: describe algo así como un poder oculto que agita al mundo, que determina
toda nuestra vida y que nos domina cada vez más. Sea como sea, prácticamente no existe en la actualidad un
problema social, ninguna catástrofe y ninguna crisis, que no pudiera ser relacionada con la globalización”. Al
mismo tiempo, se enlazan con ello tremendas esperanzas en un mundo unido, seguro, pacífico; hasta se

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Publicado en Globalización, capital y Estado. México: UAM-X, 1996, pp. 83-93.96.

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considera la posibilidad de un “gobierno democrático mundial”. Es también bastante amplia la red de conceptos
ideológicos relacionados con la globalización: se habla del mundo como de una “aldea global”, de una “sociedad
mundial” o aun de una “sociedad popular”.

Sin embargo, la creencia en la formación de una “sociedad mundial”, pacífica y humana, es desmentida por
todas las experiencias prácticas: proliferan tanto las guerras entre naciones como las guerras civiles; se
profundizan las divisiones sociales tanto dentro de las sociedades particulares como también a nivel
internacional; el racismo, el nacionalismo y el “fundamentalismo” parecen devenir cada vez más peligrosos y se
despliegan movimientos de migración en masa, que frecuentemente se topan con fronteras herméticamente
cerradas, no solamente aquella entre México y Estados Unidos.

En medio del enredo de significados, ideologías y esperanzas, la tarea del análisis científico es explicar con mayor
claridad lo que debe entenderse por “globalización” en tanto fenómeno sociopolítico, ubicar sus orígenes y
determinar sus consecuencias a largo plazo.

Esto no es muy simple ya que se trata de relaciones complejas entre factores técnicos, económicos, políticos
e ideológico-culturales. Como ya se mencionó, sólo es posible una auténtica explicación de los conceptos en
el marco de una amplia teoría de la sociedad y su desarrollo. Me refiero al tipo de análisis materialista
histórico del capitalismo que se encuentra en la tradición marxista. De acuerdo con mi forma de ver las cosas, este
marco teórico ofrece una posibilidad única para dar respuesta detallada a la pregunta sobre los orígenes y el
significado de la “globalización”.

¿Qué se entiende por “globalización” y cuáles son sus dimensiones?

Cuando se habla de “globalización” pueden diferenciarse analíticamente varios niveles de significados:

1) En lo técnico, se relaciona sobre todo con la implantación de nuevas tecnologías, especialmente las
revoluciones tecnológicas, vinculadas con las modernas posibilidades de elaboración y transferencias de
información. Con rapidez y “on line”, permiten unir regiones del mundo muy distantes. Este desarrollo sirve
de base sobre todo para la idea de una “aldea global”.

2) En lo político se habla de globalización, relacionándola con la finalización de la “guerra fría” y de la división


del mundo en dos bloques enemigos derivada de la misma. Tras la caída de la Unión Soviética, se presenta como
definitiva la victoria histórica del modelo democrático liberal. Estados Unidos se han convertido mundialmente
en una potencia militar dominante sin restricciones. Sobre ello se basa el nuevo papel que desempeña la
Organización de las Naciones Unidas, de la que se espera algún día podrá desempeñar la función de un
“gobierno mundial” general.

3) En lo ideológico-cultural, puede entenderse la globalización como la universalización de determinados


modelos de valor; por ejemplo, el reconocimiento general de los principios liberal democráticos y de los
derechos fundamentales; sin embargo, también puede entenderse como la generalización del modelo de
consumo capitalista. Este desarrollo se vincula fuertemente con la formación de monopolios de los medios de
comunicación de masas.

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4) En lo económico, el concepto hace referencia a la liberación del tráfico de mercancías, servicios, dinero y
capitales; a la internalización de la producción y también a la posición cada vez más dominante de las empresas
multinacionales. Es importante señalar, sin embargo, que el capital ciertamente se ha extendido más allá de las
fronteras; no así la fuerza de trabajo, los seres humanos. Éstos siguen adscritos a los territorios de los Estados
nacionales, a menos que estén obligados a migra o huir. Regresaré más adelante a las particularidades del
proceso dominante de globalización. Sea como sea, puede hablarse de que por vez primera en la historia existe
un mercado capitalista que abarca todo el mundo. El capitalismo ha llegado a ser mundialmente dominante y
universal.

¿Qué hay de nuevo en la globalización actual y cuáles son sus causas?

Estos desarrollos son muy evidentes. No obstante, nos queda la pregunta acerca de si se trata de algo realmente
nuevo, si asistimos a una modificación histórica de carácter cualitativo del capitalismo, o si solamente se siguen
desarrollando las tendencias que siempre han determinado de por sí su desarrollo. Sea lo que fuera, hay que
recordar que el capitalismo es un sistema global desde su origen. Ya desde sus comienzos estuvo estrechamente
vinculado con el colonialismo y, desde el siglo XIX, el imperialismo pertenece a sus características estructurales
decisivas. ¿Es entonces la “globalización” algo más que un concepto de moda, es decir, se trata de una categoría
histórico-analítica?

Si se desea aclarar esta cuestión habrán de buscarse los orígenes del desarrollo actual. Y es evidente que para
esto las explicaciones tecnológicas, políticas y culturales son insuficientes. La globalización se refiere, en esencia,
a un proceso económico. La pregunta será entonces, si y de qué manera asistimos a una modificación estructural
histórica del capitalismo que le da a esta forma social un rostro y un significado completamente distintos.

Para ello será necesario echar un vistazo al desarrollo del capitalismo en el presente siglo. Este desarrollo podría
entenderse como una sucesión de crisis estructurales. Al comienzo del siglo, en los años treinta, se desencadenó
una crisis económica mundial precedida por una serie de movimientos revolucionarios, ellos mismos
relacionados con la Revolución de Octubre en Rusia. La solución para esta crisis consistió en implantar un modo
de acumulación y regulación que se distinguía fundamentalmente del anterior. Denominamos fordismo a ese
nuevo modo de acumulación y regulación. El fordismo creó las condiciones para un mejoramiento estructural
de la rentabilidad del capital en escala mundial. Esto, por otra parte, tuvo como premisas levantamientos y
revueltas sociales y desplazamientos de las fuerzas políticas, sobre todo la fracasada revolución socialista en
occidente, la exitosa revolución rusa, la segunda Guerra Mundial y el fascismo. De ahí provino la posición
dominante en la esfera internacional de Estados Unidos, que hizo posible hacer hegemónico, en la región
occidental del mundo, su modelo social y económico, en conflicto con el socialismo estatal soviético.

Permítaseme resumir brevemente las características del capitalismo fordista.

Característico ante todo es la imposición de una estrategia de acumulación que descansaba en una producción
taylorista en masa con una fuerte expansión del trabajo asalariado a expensas de la producción tradicional
agrícola y artesanal; también se impuso un modelo de consumo masivo. Con ello, el capital transitó hacia la
ampliación sistemática del mercado interno. Esto significó que el consumo de la clase trabajadora pasaría a ser

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él mismo parte del proceso de reproducción del capital. Como consecuencia de este desarrollo se produjo una
extensa y profunda capitalización de la sociedad en su conjunto a tal grado que las formas tradicionales de la
producción de subsistencia, por ejemplo, la producción casera, fueron desplazadas por mercancías
producidas sobre bases capitalistas, y las relaciones sociales adquirieron, en su conjunto, una forma comercial
en una medida considerable.

La implantación de este nuevo modo de acumulación estaba vinculado al establecimiento de una forma de
regulación política y social que se caracterizaba por un alto grado de dirección económica, por una expansión
de la política estatal de crecimiento, ingreso y ocupación y por el reconocimiento de los sindicatos y la
institucionalización política de compromisos de clases en el marco de estructuras corporativas. De especial
significado era también la expansión paulatina del Estado de bienestar, que no sólo representó un importante
mecanismo de integración política de los asalariados en el marco de la confrontación con el “comunismo”, sino
también un apoyo determinante para el modelo fordista de consumo masivo.

La integración de la clase trabajadora en el modo de acumulación fordista, la implantación de nuevas tecnologías


de producción y las formas de organización del trabajo, así como el nuevo modo de regulación política, sirvieron
por un tiempo para progresos bastante importantes en la producción, con altas tasas de ganancia y un
crecimiento económico relativamente constante. Por primera vez en la historia del capitali smo parecía
realizable la unión de un creciente ingreso masivo con una enorme ganancia del capital. El fordismo de las dos
décadas siguientes a la segunda Guerra Mundial parecía una “Edad de Oro” del capitalismo.

Simultáneamente, esto fue la base para una extensa reforma política relacionada con la posibilidad de moldear
democráticamente y de “civilizar” al capitalismo. Todo esto constituyó la base decisiva de la efectividad de los
partidos políticos reformistas de tipo socialdemócrata.

El fordismo puede considerarse en conjunto como un sistema global. Al fordismo de las metrópolis le
correspondió, en cierta manera, uno “periférico”. La estrategia de sustitución de importaciones, que
predominaba durante este tiempo en la periferia capitalista, se puede valorar como ensayo, también aquí, para
crear gradualmente estructuras económicas y sociales fordistas, semejantes a aquellas de las metrópolis
capitalistas desarrolladas.

Entre tanto el fordismo quedó organizado en esencia bajo una forma estatal nacional. En su centro estaba la
expansión de los mercados internos sobre la base de una amplia intervención estatal y de compromisos de
clases institucionalizados. Esto hacía posible una regulación estatal nacional relativamente independiente de las
condiciones socioeconómicas sobre el tráfico de dinero y, con ello, de las condiciones para los controles de
capital a través de las fronteras. En todo el mundo se coordinó este sistema de economía “nacional” mediante
una red de organizaciones internacionales. Ganaron importancia especial las instituciones del sistema Bretón
Woods, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. En la regulación del sistema monetario
internacional y en la coordinación de los sistemas monetarios nacionales. Este sistema fue apoyado y
garantizado por Estados Unidos sobre la base de su absoluta superioridad económica. El dólar
estadounidense se convirtió políticamente en el dinero regulador mundial.

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Esta “época de oro” del capitalismo no duró realmente mucho tiempo. En los años setenta se originó una nueva
crisis económica mundial, la cual persiste hasta nuestros días. El motivo puede entenderse en esencia en el
marco de la lógica propia de las tecnologías tayloristas y los procesos de trabajo existentes. Al no poder elevar
a voluntad las ganancias del capital, se volvió a estancar el proceso de acumulación y crecimiento. Las
reservas de productividad que se encontraban en el proceso de producción taylorista y fordista demostraron
ser completamente limitadas. La forma de regulación del Estado de bienestar se orientaba cada vez más hacia
un conflicto de intereses por las ganancias del capital. Así aparecía la crisis del fordismo como si fuera una crisis del
Estado de bienestar.

En efecto, parecía como si la base económica del capitalismo del Estado de bienestar empezara a
tambalearse. La compatibilidad de la ganancia del capital y el bienestar colectivo llegó a su fin. Y con esto se
desvanecieron también las bases para los compromisos entre las clases sociales, que era una de las características
del fordismo. Este proceso no sólo fue válido para los centros capitalistas sino que afectó –en parte
tardíamente, pero a fin de cuentas con mayor fuerza igualmente a los países de la periferia. Como agravante
de la crisis del régimen fordista internacional se mostró una mayor internacionalización de la producción y
una influencia creciente de los consorcios multinacionales. También por lo anterior, las bases de las formas de
acumulación y regulación con orientación nacional estatal dirigidas hacia el desarrollo del mercado interno,
quedaron enterradas cada vez más.

Si se tiene presente esta correlación histórica, entonces podrá determinarse con mayor precisión lo que significa
“globalización”: la decisiva estrategia del capital como solución a la crisis del fordismo; es decir, que la
liberalización radical del tránsito de mercancías, servicios, dinero y capital debe ser la condición previa de la
renovada racionalización sistemática del proceso de trabajo en la producción capitalista, y ello, a la vez, está
vinculado con la destrucción del compromiso fordista de clases y de sus bases institucionales. En forma
esquemática todo esto significa:

Primero, la implantación de tecnologías y procesos de trabajo que prometen al capital un amplio y renovado
impuso de racionalización, es decir, una revolución tecnológica para la apertura de nuevos mercados y
fuentes de ganancias. Lo cual indica que la imposición de nuevas tecnologías no es de ninguna manera el
origen y la causa sino la finalidad de la globalización.

Segundo, el desplazamiento del reparto social del ingreso a favor del capital, la desintegración del Estado social
y la destrucción de los compromisos sociales que se basan en él.

Tercero, que el capital internacional se traslade de un lugar a otro sin considerar las fronteras nacionales para
aprovechar las mejores ubicaciones de producción a costos favorables y en el marco de una combinación de las
redes de empresas de amplia cobertura mundial (worldwide sourcing).

Todas estas transformaciones en el modo capitalista de regulación y acumulación presuponen una reforma
radical de estructuras sociales y políticas. La primera meta de la globalización fue destruir los intereses
sociales institucionalizados y la estructura de compromisos implicados en la forma de regulación fordista.

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La globalización no es un proceso económico sencillo, ni tampoco señala una “lógica” inevitable del capital, sino
que es una vasta estrategia política. Esta estrategia se impuso esencialmente por el capital internacionalizado,
en coordinación con los gobiernos neoliberales que, a consecuencia de la crisis, llegaron al poder. La política
económica de liberalización y desregulación tiene como meta crear las condiciones políticas institucionales
adecuadas para una transformación en la correlación de fuerzas de las clases, tanto nacional como
internacional; he aquí la condición para la reorganización técnica de la producción capitalista. Esto conduce al
cambio estructural y funcional de los Estados que los lleva a una incapacidad total para llevar adelante una
regulación social y una política de bienestar en la forma tradicional. El neoliberalismo dominante desde los años
setenta otorga la legitimación ideológica de esta estrategia capitalista para superar la crisis.

Con esto queda contestada la pregunta formulada: la globalización actual es en esencia un proyecto
capitalista en la lucha de las clases. No es un mecanismo económico “objetivo” ni menos un desarrollo
político cultural propio, sino una estrategia política. Lo que podemos derivar de la globalización es, en todos
los sentidos, la vigencia del viejo capitalismo, es decir, una sociedad de clases se basa en la explotación del
trabajo vivo.

Al mismo tiempo, sin embargo, se trata de una forma completamente nueva de capitalismo, con relaciones
de clases radicalmente modificadas, con un nuevo significado de política y un papel completamente distinto
del Estado. Por eso mismo el capitalismo globalizado está lejos de establecer una nueva y estable “Edad de
Oro” que se caracterice por un enlace armónico de bienestar social, paz y democracia. Es mucho más
previsible que los antagonismos y contradicciones inherentes al capitalismo tengan una nueva forma de
expresión.

Unidad y fragmentación del mundo

La idea de que la globalización del capitalismo conduce hacia una “sociedad mundial” uniforme, armónica y
cooperativa, es falsa. La promesa de creciente bienestar y de una democratización progresiva ya quedó
desmentida y desacreditada desde hade tiempo. En efecto, tenemos que percatarnos de la presencia de dos
tendencias contradictorias. Por un lado, es cierto que la globalización significa unificación económica; pero no
es menos cierto que significa también una creciente fragmentación económica, social y política. Esto puede
comprobarse en distintos niveles:

1) un nivel es la pluralización del centro capitalista. La crisis del fordismo también significó el fin de la hegemonía
estadounidense. Bajo la protección garantizada por Estados Unidos en el orden mundial de la posguerra, Japón
y Europa Occidental pudieron crecer como competidores del mismo nivel. Tras la caída de la Unión Soviética,
Estados Unidos es ciertamente la potencia militar dominante, pero ya no cuenta con la capacidad económica
necesaria para una posición hegemónica como antaño. El centro capitalista tiene la forma de una “tríada”, es
decir, de polos diversos, entretejidos por una competencia intensificada. Con esto se recorre el eje de los
conflictos internacionales desde la antigua confrontación Este-Oeste hacia la disputa entre las metrópolis
capitalistas. Es decir, el conflicto interior imperialista dominante hasta la segunda Guerra Mundial, vuelve otra
vez al primer plano.

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Este es el motivo por el cual ha quedado fracturada la tendencia hacia el libre comercio que se tomó como base
de la globalización; hay un creciente proteccionismo regional y existen guerras económicas al menos latentes.

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Cierto es que el conflicto entre las metrópolis capitalistas, en vista de la superioridad técnica armamentista de
Estados Unidos, prácticamente ya no se puede dirimir por medios militares. Por eso las potencias “tríada”
compiten entre sí, especialmente en el terreno económico y político, y simultáneamente se encuentran
juntos bajo la dirección de Estados Unidos para operaciones militares contra la periferia, como en el caso de la
Guerra del Golfo o la intervención en Somalia. Aquí estados Unidos adopta tendencialmente la función de una
policía rentada (“rentcop”), que las metrópolis pagan mancomunadamente. Este desequilibrio de potencia
militar y económica conduce a que el imperialismo tome una forma nueva y muy compleja.

2) Al mismo tiempo se llega a una amplia diferenciación de la periferia capitalista. Ya no se puede hablar de
un “tercer mundo” localizable sin ambigüedad en el sentido tradicional. Como consecuencia de la implantación
de la política neoliberal y de las rupturas sociales que genera, se desarrollan condiciones de vida
tercermundistas también dentro de las metrópolis capitalistas, por ejemplo, en Los Ángeles, París o Londres.
Mientras que el modelo de desarrollo latinoamericano quedó prácticamente derrotado, se registraron
triunfos en los “tigres” del sureste asiático en el sentido de un crecimiento capitalista. La relación entre el
“centro” y la “periferia” se transmuta actualmente de manera considerable; de hecho, se vuelve más
compleja y diferenciada porque adquiere nuevos sentidos en términos espaciales y sociales.

3) En conjunto, estas tendencias conducen a crecientes desigualdades internacionales. La visión fordista de un


desarrollo general y relativamente regular del mundo capitalista resultó ser completamente irreal. Las
diferencias de riquezas son mayores que nunca y un conjunto de regiones del mundo parecen estar
desconectadas del desarrollo económico y expuestas a caer en la miseria absoluta. Lo anterior es válido sobre
todo para grandes partes de África y posiblemente también para muchos países derivados de la antigua Unión
Soviética. De este modo se llega a una intensificación de los movimientos de migración y de huidas. Éstos se
topan con fronteras nacionales cada vez más bloqueadas y herméticas.

4) La esperanza de que la globalización condujera a una paulatina desaparición de los Estados nacionales, ha
recibido una fuerte decepción. Es cierto que los Estados nacionales han cambiado notablemente su función y
su significado, pero siguen determinando, como antes, el orden político mundial. La globalización capitalista
significa al mismo tiempo una renacionalización de la política. Si la Organización de las Naciones Unidas es capaz
de negociar, lo hace solamente por tratarse de intereses de los Estados dominantes. Más allá de los

Estados nacionales nunca ha existido una instancia política capaz de negociar y legitimar de manera democrática
un orden social mundial.

5) Esto ha conducido a que la actual sociedad mundial se caracterice de hecho por una creciente cantidad de
guerras y de guerras civiles. La creencia de que con la globalización se ha abierto una nueva época de
democracia, de bienestar, de paz y de humanidad, queda refutada por el claro crecimiento del nacionalismo, el
racismo y el chauvinismo de bienestar. La idea según la cual después de la caída de la Unión Soviética se hacía
posible un triunfo de la democracia y una realización general de los derechos humanos, evidentemente resultó
ser una simple ilusión.

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Ciertamente sería falso contemplar como absolutas estas tendencias. Sin duda que el “nuevo orden mundial”
en su conjunto parece tener más bien los rasgos de un caos global. Al mismo tiempo la globalización une
realmente cada vez más a los seres humanos. Esto no solamente es cierto porque casi todos quedan
afectados por los desastres ecológicos globales que ya se están manifestando. Con las transformaciones de
los últimos años se han fortalecido los impulsos hacia la democracia, el bienestar social y los derechos
humanos.

Tras la conclusión de la guerra fría, todos los sistemas capitalistas se encuentran ante una más intensificada
presión de legitimación democrática. La globalización del capitalismo de ninguna manera ha enmudecido a los
movimientos democráticos y sociales, como lo demuestra el surgimiento de los zapatistas mexicanos. En cierto
sentido, hasta mayor importancia les ha impreso. El desarrollo hacia nuevas formas de cooperación
internacional, independientes de los aparatos estatales de dominación, puede incrementar sus oportunidades.
Sin esa atención y solidaridad internacional, esa rebelión en Chiapas hubiera sido aplastada militarmente con
mayor facilidad.

Esto quiere decir que la globalización capitalista de ninguna manera es un proyecto exitoso y completo, sino un
desarrollo disputado y conflictivo cuya salida no está asegurada.

Comentarios finales

La globalización del capitalismo cambia el mundo profundamente, sin que con esto desparezcan las relaciones
capitalistas de dominación y explotación. De cierto modo hasta las ha intensificado en diversos aspectos,
incrementando asimismo los conflictos derivados de las mismas. La globalización no es un acontecimiento o
expresión natural de una lógica “objetiva”, sino un proceso impuesto y reñido políticamente. Los cambios
vinculados con la misma, motivan a que las categorías políticas y económicas fundamentales deban ser
reflexionadas de nueva cuenta. Esto es válido tanto para el concepto de Estado como para el de clases , nación
o democracia.

TEXTO 2: LA
DESLOCALIZACIÓN JUAN PÉREZ VENTURA

En el mundo actual, en el que el proceso de globalización se ha completado casi al 100%, las grandes empresas
multinacionales, que se mueven por la búsqueda del máximo beneficio, encuentran la posibilidad de hacer realidad sus
sueños de manera muy sencilla. El máximo beneficio se puede lograr de dos formas: aumentando los ingresos o
reduciendo los gastos. Las empresas multinacionales suelen optar por las dos opciones.

Reducir gastos es la base sobre la que se sustentan los procesos de deslocalización. Las empresas deslocalizan para gastar
menos en las actividades que van a ser trasladadas de lugar. La Real Academia Española (RAE) define deslocalizar
como la acción de “trasladar una producción industrial de una región a otra o de un país a otro, normalmente buscando
menores costes empresariales.”
Se puede decir también que el contexto mundial “obliga” a deslocalizar a las empresas. Las empresas, para obtener más
beneficios, han de aumentar los ingresos accediendo a un mayor número de mercados (transnacionalizándose) y han de
reducir gastos localizándose allí donde se den las condiciones para hacerlo (deslocalizándose).
Principalmente los mejores lugares para reducir gastos son los espacios de la llamada “Periferia” mundial. La Periferia
está compuesta por los países subdesarrollados, en desarrollo y emergentes. Estos últimos son los
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que más volumen de desocalización reciben, debido al tamaño de sus economías y a la fuerza laboral que tienen (todos
ellos coinciden en ser países con una gran población).
Las empresas del sector automovilístico, del sector textil o de industrias pesadas suelen ser las que más deslocalizan. En
sus cadenas de producción hay tareas o funciones que requieren de menos cualificación, y se busca una mano de obra más
barata. El ejemplo del automóvil es muy sencillo: mientras que el diseño del coche se realiza en la metrópolis (en una gran
ciudad occidental), el proceso de producción de los distintos componentes o piezas tiene lugar en fábricas asiáticas,
latinoamericanas o africanas.

Es una cuestión de niveles o rangos. Los rangos más altos se localizan en los espacios de rango mayor, y
viceversa. Esta realidad no sirve únicamente para explicar el proceso de deslocalización, sino que se aplica para
comprender el mismo orden mundial económico, político y social.

La realidad: ¿cómo y qué se deslocaliza?


El fenómeno de la deslocalización se ha producido en dos fases diferentes. Primero ha tenido lugar una deslocalización de
las multinacionales occidentales desde los espacios centrales (lo que podemos denominar La Tríada económica), hacia
los espacios periféricos (el espacio del Sur, con los países subdesarrollados, en desarrollo y emergentes). Después,
observamos una “segunda fase de deslocalización”, en la que las empresas más grandes de las regiones emergentes
trasladan algunas de sus funciones (las más básicas y que menos valor añadido aportan) a zonas menos desarrolladas.

Primera fase: deslocalización tradicional

La primera fase tiene lugar desde los tres polos tradicionales de poder (EEUU+Canadá, Europa y Japón+Australia) hacia
las principales áreas emergentes (México, Brasil, Argentina, Sudáfrica, Nigeria, Turquía, Subcontinente Indio, Sudeste
Asiático, China).

Esta primera deslocalización se basa en la reducción de costes de producción. Las grandes empresas occidentales,
procedentes de la Tríada económica (empresas francesas, alemanas, estadounidenses, japonesas…) se encuentran con que
determinadas actividades son más rentables si las realizan otro tipo de personas (menos cualificadas) en otro tipo de
espacios (más periféricos).
Las actividades que se suelen deslocalizar son las más sencillas: producción manufacturera (fábricas) y administración y
gestión de datos (oficinas). Otros procesos como la gestión central o la dirección se mantienen en los puntos de más alto
rango (ciudades globales como Londres, Nueva York, París, Madrid, Tokio, Sidney…). Así se explica que en estas
ciudades encontremos modernos rascacielos y centros de negocios de alto nivel. Las actividades que en ellos tienen lugar
son de mucha importancia para las empresas (dirección, gestión, marketing, innovación, diseño, investigación, estrategia
empresarial…)
Mientras tanto, en otras ciudades como Manila, Shanghai, Calcuta, Karachi, Sao Paulo o Bangkok se ocupan de la simple
fabricación de los productos y, como mucho, de gestionar datos informáticos y contabilidad. Tareas sencillas para gente
sencilla. Así es como funciona esta “primera fase” de la deslocalización empresarial.

Por ejemplo, la multinacional más importante de la industria del automóvil, Toyota, es líder del sector gracias a la
innovación, al diseño, a la ingeniería y al marketing que hay detrás de cada uno de sus vehículos. Todas esas tareas
(innovación, diseño, marketing…) se realizan en el país de origen de la empresa (en este caso, Japón). Son tareas
demasiado importantes y de alto rango como para ser producidas por trabajadores filipinos o indonesios. En cambio, el
proceso de fabricación del propio vehículo sí que depende de otros países. En el caso de Toyota, sus principales
suministradores de piezas y componentes para automóviles se localizan en el Sudeste Asiático.

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Segunda fase de deslocalización, un proceso reciente
Lo más interesante de la deslocalización a nivel global es un proceso concreto que está teniendo lugar desde hace pocos
años. La “primera fase” de la que hemos hablado cuenta con algunos más años de historia. Famosos son los productos
‘Made in china’ o ‘Made in Taiwan’, y todos sabíamos ya que es en la India, en Brasil o en China donde se fabrican las
cosas, porque nos llegaban las típicas noticias de las malas condiciones laborales en las que trabajaban los obreros de
estos países y porque era conocido que las empresas pagaban menos salario en aquéllos países.

Pero ahora las cosas han cambiado. Ahora los productos ‘Made in Taiwan’ son de un rango algo mayor, y ahora las
grandes ciudades chinas han adquirido un nivel bastante más alto. En cierta medida, ya no son India o China los pobres
desgraciados que tienen que fabricar a Occidente y encargarse de las tareas que las grandes empresas europeas y
americanas no quieren realizar.
Ahora la India y China han alcanzado un nivel y un poder económico mucho mayor, de forma que se ha generado una
nueva división de la “pirámide de rangos”. Si antes estaban Occidente en lo más alto y el resto del mundo en lo más bajo,
en la actualidad algunos países han escapado de ese segundo escalón.

Esos países, que son principalmente India y China, ya no quieren ser el patio trasero de Occidente. Ya no se quieren
encargar de las tareas poco cualificadas y sencillas. Una segunda fase de deslocalización se muestra en el mapa en flechas
rojas, y muestra el mismo proceso que se ha descrito anteriormente, de forma que, desde un nivel más alto, se trasladan
ciertas actividades a un nivel inferior.
Esta segunda deslocalización se basa en la cualificación creciente de la mano de obra en países de la periferia como China
o la India, y consiste en que las grandes empresas de los países de la periferia traspasan actividades de producción o
confección a otros países como Filipinas, Pakistán o Indonesia.
Las empresas que realizan esta deslocalización pueden tener relación con las multinacionales occidentales, pueden ser
empresas subcontratadas por alguna corporación de Occidente que, a su vez, subcontratan o se van a fabricar a otros
países. En este caso los productos de la empresa occidental habrán sido “deslocalizados” dos veces.
Es especial el caso de Los Cuatro Tigres Asiáticos (Corea del Sur, Taiwan, Hong-Kong y Singapur), están enmarcados
geográficamente dentro de lo que tradicionalmente se ha conocido como la Periferia. Aun así, son cuatro economías que
han crecido a un mayor ritmo que sus vecinos, y por ello son los que realizan con más facilidad esta “segunda
deslocalización”.
Las empresas asiáticas con sede en Hong-Kong o Taiwan trasladan sus operaciones de menor rango a otros espacios
menos desarrollados y donde pueden ser más rentables, como Malasia, Tailandia, Indonesia, Bangladesh… Mientras
tanto, las empresas de Los Cuatro Tigres se quedan en sus propias ciudades realizando las tareas de dirección, gestión,
innovación, investigación, marketing (tareas de mayor cualificación y mayor rango).
Así, nos encontramos con que ha habido un cambio importante en el tipo de exportaciones que estos países realizan.

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En la tabla observamos datos muy interesantes sobre qué porcentaje del total de exportaciones representaban las prendas
de vestir en algunos países asiáticos.

Vemos claramente que Hong-Kong, Corea o Taiwan han reducido drásticamente ese porcentaje. Esto quiere decir que han
dejado de fabricar prendas de vestir. ¿Qué fabrican ahora? Productos más cualificados.
Por mucho que nos guste un vestido, no deja de ser una prenda de vestir, es decir, un producto simple y cuya confección
no requiere de una alta cualificación de la mano de obra. Por consiguiente, tampoco se da una remuneración alta.

Lo que han hecho países como Taiwan, Corea o Hong-Kong ha sido dejar de producir productos textiles (y en general
productos de baja cualificación), y pasar a ser productores de alta tecnología (productos más sofisticados). Este cambio en
el tipo de producción y de exportación representa una importante variación en el tipo de economía que tiene un país. Está
claro que los Cuatro Tigres Asiáticos han subido de escalón y han adquirido un rango superior. Quizás no alcancen los
niveles de Nueva York, París o Tokio, pero han superado rápidamente a sus compañeros regionales.
Las actividades que requieren una cualificación más baja o que tienen una remuneración menor tienden a ser las que
acaban deslocalizándose. Siempre se da una subcontratación de las funciones que no suponen ventajas competitivas (es
decir, las funciones más básicas de las empresas). Las multinacionales occidentales (o las nuevas multinacionales de los
países emergentes), delegan en empresas de países menos desarrollados (subcontratan) aquéllas actividades por las que
pueden pagar un menor sueldo.

Por eso mismo un trabajador de una fábrica textil de Bangladesh cobra menos que un jefe de oficinas de Bombay, y por
eso éste, a su vez, cobra menos que un ejecutivo de Londres. Son las tres etapas que se diferencian actualmente en los
sucesivos procesos de deslocalización. Desde las potencias tradicionales hacia las potencias emergentes, y desde éstas
hacia los países menos desarrollados.
Se puede decir que los ricos traspasan las actividades más sencillas a los lugares más pobres.

La deslocalización se fomenta desde ambos lados


Tanto desde las potencias tradicionales de Occidente, que como hemos visto son la cuna de las empresas multinacionales
que más deslocalizan, como desde los países en desarrollo, que son los que reciben esa deslocalización, se hacen
esfuerzos para que este proceso tenga lugar.

Las multinacionales europeas, norteamericanas o japonesas lo están deseando. Reducir costes pagando menos a más
obreros, que trabajarán más horas, producirán más y habrá que pagarles menos que en Europa o en otro lugar del Primer
Mundo. ¡Es genial! Para los empresarios del Primer Mundo.

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Lo que puede parecer extraño (y no lo es), es el hecho de que desde el otro lado, desde el lado de los países pobres,
también se hagan esfuerzos y se esté deseando recibir la deslocalización de las funciones de producción de empresas
occidentales.

La deslocalización como proceso histórico reciente se considera uno de los problemas causados por la globalización
económica. Principalmente debido a que se basa en un menor coste de la mano de obra (y por tanto salarios más bajos
para las personas), legislaciones menos estrictas con la protección del medio ambiente, condiciones de trabajo más
flexibles que permiten menos seguridad en el trabajo, mayor jornada laboral… etc. En definitiva, el proceso de
deslocalización lleva consigo una serie de aspectos negativos que no pueden pasarse por alto. Por eso mismo es destacable
el apoyo que esta práctica, en principio occidental, recibe por parte de los gobiernos de países en desarrollo.

En países asiáticos y latinoamericanos se ha modificado la legislación para promover la llegada de empresas extranjeras
que deslocalicen las funciones de producción. En México, por ejemplo, es famosa la “legislación de la maquiladora”. Una
maquiladora es una empresa que importa materiales sin pagar aranceles y cuya producción se comercializa en el país de
origen de la materia prima. Es decir, los materiales llegan desde países del Centro hasta otros de la Periferia para que
empresas de allí realicen las tareas de confección, ensamblaje… Luego, el producto terminado vuelve al país del Centro
para ser comercializado.
En México el personal ocupado por empresas maquiladoras supera el millón y medio de personas. Estos trabajadores, que
se localizan en los estados de la frontera con EEUU (por motivos de cercanía para el movimiento de la mercancía),
malviven en zonas especiales de producción, con condiciones laborales pésimas y poco salario. Se calcula que los
empleados en este tipo de empresas cobra una octava parte de lo que cobraría por el mismo trabajo un obrero
estadounidense.

Las empresas de Estados Unidos encuentran una gran reducción de costes deslocalizando las funciones de producción al
otro lado de la frontera, en las zonas de las maquiladoras.

Así pues, aunque provoca desempleo en los países del Centro y fomenta la precariedad y las malas condiciones laborales
en los países de la Periferia, el fenómeno de la deslocalización es uno de los pilares del sistema económico actual. Las
grandes multinacionales no pueden imaginarse otro modus operandi que no sea la búsqueda desenfrenada de la
reducción de costes, a toda costa. Los empresarios ven con alegría cómo sus cuentas y sus números van perfectamente, sin
pensar que, detrás de esas cifras, hay personas.
Millones de familias tienen que vivir en zonas especiales, preparadas exclusivamente para que las personas sean esclavos
del trabajo, junto a fábricas y rodeados de contaminación. Habitan en países en los que, además, sus propios gobiernos
apoyan al empresario extranjero, que llega con bondad a dar trabajo a toda la población.

El proceso de la deslocalización nos muestra dos mundos, dos realidades. Vivimos en un mundo partido por la mitad. Uno
es el mundo que conduce, viste y come, y el otro el que fabrica, cose y cultiva.

1
TEXTO 3: ¿Por qué es Donald Trump presidente de Estados Unidos?
Juan Pérez Ventura
(9/11/2016)
¿Por qué ha ganado las elecciones del país más importante del mundo un personaje machista, racista,
xenófobo, maleducado, sin experiencia política, multimillonario, escandaloso y que produce rechazo
generalizado? ¿cómo es posible que un magnate estrella de la televisión vaya a sentarse en la Casa
Blanca y tener los mandos de la primera potencia económica y militar de este planeta?

Se escribirán muchos análisis inspirados por la música de American Idiot (Green Day, 2004) y
cargando la culpa de este desastre a la ignorancia de los rednecks, mascando chicle en sus pórticos de
madera, sobreviviendo en la dureza de Alabama, Oklahoma o Louisiana y escuchando las letras
de Lynyrd Skynyrd. Sin duda es sencillo responder a las dudas acudiendo a los datos de posesión de
armas, de fundamentalismos religiosos, del aumento del racismo… pero lo cierto es que esa gente
(que existe y habita en ese país llamado la América Profunda) no ha cambiado nunca su voto. No son
ellos los que han desequilibrado la balanza en favor de Donald Trump. Con ellos ya se contaba.
¡Nunca votarían por un Clinton, menos aún por una Clinton mujer!

No. La respuesta no está en esos votos sureños ni del interior. Lo que realmente ha ocurrido va

1
mucho más allá de los tópicos que tenemos sobre los estadounidenses de esa América. Por descontado
sabemos

1
y entendemos el voto demócrata de las costas Este y Oeste. Las grandes ciudades dinámicas,
vibrantes, innovadoras y globales como Nueva York o Los Ángeles no han votado por Donald Trump.
Los homosexuales, los negros y los ex combatientes de Vietnam que llenan las calles de San Francisco
no han votado por ese magnate repugnante. Atendiendo a los datos históricos, no hay ninguna
sorpresa en que el interior del país sí lo haya hecho y los Estados costeros no.

Los republicanos acostumbran a ganar Estados como Alabama, Georgia, las Carolinas, las Dakotas,
Kansas, Missouri, Wyoming, Texas… etc. Estos lugares no han hecho a Trump presidente de Estados
Unidos. Trump, por muy Trump que sea, podía contar con los votos de esta población que, aunque sabía
del recelo que el propio Partido Republicano tenía por el candidato, nunca dejaría que la secta
demócrata de ecologistas y gays alcanzara el Despacho Oval. De la misma manera, Estados como Nueva
York, California, Oregón, Washington o la región de Nueva Inglaterra estaban plagados de votantes
que, sin adorar la personalidad de la política profesional Hillary Clinton, no se perdonarían dejar de
apoyar al Partido Demócrata (más aun teniendo en cuenta quién tenían en frente).

Con dos bandos bien diferenciados, extremadamente ideologizados y ciegos ante los defectos de sus
candidatos (o con las narices bien tapadas), parecía que había cierta igualdad entre las posibilidades de
ambos contrincantes. California y Nueva York daban mayor masa de votantes para Hillary, mientras
que Trump contaba con la fuerza de Texas. Un tablero bien sencillo. Una batalla interesante, pero que
se saldaría con el triunfo de la candidata del sistema, como no podía ser de otra forma.

Sin embargo algo ocurrió en una de las regiones con las que contaban Hillary y su extenso séquito de
medios de comunicación y personalidades famosas. En ningún momento a Beyoncé se le había ocurrido
dar un concierto en el frío Wisconsin, tampoco el New York Times había hecho reportajes sobre el voto
en Indiana o Pensilvania. La histórica región de los Grandes Lagos, cinturón de óxido de la industria
estadounidense, era hogar de varios millones de hombres blancos que habían quedado empobrecidos
por los efectos de la tan celebrada globalización, un invento del sistema y por el que nunca perdonarían
a los políticos de Washington ni a los empresarios de Wall Street. Su venganza iba a fraguarse
silenciosamente, pero estallaría con la repercusión de una bomba.

De pronto, conforme avanzaba la noche electoral, empezaron a teñirse del rojo republicano (que en esta
ocasión era el rojo de Donald Trump, candidato independiente del sistema de partidos y del entramado

1
mediático) algunos Estados que no deberían haber votado tal cosa. La CNN, las bromas de los Jimmy
Fallon, los mensajes de los cantantes, las encuestas del Washington Post y los tweets de las estrellas
de Hollywood no esperaban eso de los buenos hombres y mujeres de Wisconsin, Michigan , Pensilvania y
Ohio. ¡¿Qué estaba ocurriendo con esa gente?! ¿A caso se habían vuelto locos?

Pensilvania no había votado republicano desde 1988. Michigan y Wisconsin habían dado millones de
votos al primer presidente negro de la historia. No tenía ningún sentido que ahora cambiaran el voto.
Incluso aunque rechazaran la relación de Hillary Clinton con la casta político-económica, ¡no podían
echarse a los brazos de un personaje como Donald Trump! Sin embargo, el patrón histórico de esta zona
del país se quebró en la noche del 9 de Noviembre del año 2016.

Tan alejados del Sol que quema los cuellos de los sureños, tan diferentes a los valores texanos… y sin
embargo votando por el mismo candidato. Los obreros de la industria venida a menos de los Grandes
Lagos dieron la espalda al Partido Demócrata tras años de fidelidad. Ohio, Pensilvania, Wisconsin y
Michigan dieron la presidencia del Gobierno de Estados Unidos al nuevo héroe del pueblo
americano: Donald Trump. El magnate había tenido un mensaje muy sencillo en estas zonas
degradadas: “Traeremos de vuelta los trabajos que se fueron a China”. Así de simple y a la vez así de
importante para tanta gente. Cientos de miles de hombres expulsados de sus fábricas, echados de la
industria metalúrgica, química y automovilística. Tres décadas ya de decadencia económica para
estos votantes.

La pérdida de poder económico hizo un cóctel perfecto con la baja tasa de educación universitaria entre
los adultos blancos. De esta manera el mensaje populista de Trump caló con más faci lidad.
“Obligaremos a Ford y a General Motors a quedarse en esta tierra y fabricar los coches aquí”,
“construiremos un muro para que los mexicanos no nos quiten nuestros trabajos”. Mensajes que han
terminado por decantar la victoria hacia el lado republicano, y que han reconfigurado el reparto de
regiones para los dos partidos. Los demócratas han quedado limitados a las costas y a las grandes urbes.
El resto del país vota a Trump. El 52% de las mujeres vota a Trump, más del 25% de los hispanos vota
a Trump. Los pueblos, ciudades pequeñas y ciudades medianas votan a Trump. Los granjeros votan a
Trump. Los obreros industriales votan a Trump. Una dura realidad que será complicado admitir y
que sorprende en el mundo entero.

1
Pero lo cierto es que gran parte de la población estadounidense, sumida en un estancamiento de su
nivel precario de vida, no veía a Hillary Clinton como una alternativa real al sistema establecido e
injusto. Clinton está y ha estado al servicio de la Banca y de los burócratas del D.C. desde hace más de
treinta años. Una pesada mochila que resta credibilidad a su mensaje de cambio, y que al parecer ha
sido más determinante a la hora de decidir el voto que los insultos machistas de un multimillonario.
Aunque sea complicado para muchos establecer que había un candidato peor que Donald Trump,
para muchos americanos Hillary reencarnaba valores e ideales mucho más peligrosos que los del
magnate. Y ante esa realidad sociológica hay que intentar dar respuestas. ¿Aquel que prefiere a un
hombre maleducado y racista es peor votante que quien se inclina por una representante de un sistema
injusto?
¿no podemos considerar el voto a Trump como un voto fruto de la reflexión? Evidentemente Donald
Trump no es ajeno al sistema y ha formado parte de él, pero ha sabido durante la campaña ir en
contra de lo establecido y romper con todo. ¿Volverá a la senda de la sensatez y será domado por los
hilos del sistema durante su Presidencia?

De los procesos de desindustrialización y deslocalización que empezaron en la década de 1970 vienen


en realidad todos los males de las sociedades desarrolladas actuales. Efectivamente millones de puestos
de trabajo se trasladaron a países emergentes, los salarios cayeron en las zonas industriales de
muchos países occidentales. La clase media ha ido desapareciendo, especialmente tras la crisis
financiera de 2007. La globalización se ha demostrado beneficiosa para unos pocos privilegiados, y se
ha hecho sencillo identificar a la casta. Políticos en connivencia con grandes empresarios,
aprovechándose y tejiendo un sistema injusto y basado en la desigualdad. Toda una serie de síntomas
que podrían ser firmados por pensadores y analistas de izquierdas, pero que finalmente han servido
para que millones de personas terminen confiando en un multimillonario outsider del sistema.

La victoria de Donald Trump no ha de entenderse como la victoria de una sociedad machista, racista,
ignorante y adicta a las armas. Es mucho más profundo que eso. Todo un movimiento antisistema,
crítico con el statu quo, que rechaza a las élites políticas, económicas y mediáticas. Un movimiento
con cantidad de contradicciones, pero que coincide en demandar un cambio. “Make America great
again”. Un movimiento al margen del sistema tradicional de partidos, que no sigue una ideolog ía sino a
un líder. Un movimiento en el fondo peligroso y contagioso. Un movimiento que ha colocado a una
persona como Donald Trump al frente del gobierno más poderoso del mundo. Un movimiento que no

1
demanda
ejemplariedad en las formas, que no exige ejemplariedad en las personas, que no quiere profesionalidad

1
en el político, que no tiene consideraciones éticas ni morales. Un movimiento basado en el
pragmatismo. “Me da igual lo que dijera Trump hace años en una conversación privada sobre las
mujeres. Lo que yo quiero es que gestione bien la economía de mi país”, decía una votante latina
encarnando la filosofía básica del Movimiento Trump. Un movimiento que tiene como principal
responsable al propio sistema político y económico en el que vivimos, y que se ha demostrado no sólo
injusto socialmente, sino también peligroso por los monstruos que es capaz de engendrar.

El "rust belt": la mitología decadente de la clase obrera que ha entregado la victoria a Trump

Las opciones de Trump pasaban por al menos uno de los tres estados del norte que, tradicionalmente,
habían caído en manos de los demócratas. A saber: Michigan, Wisconsin o Pennsylvania. Los tres contaban
con grandes bolsas de población negra, pero también con un porcentaje elevado de obreros de cuello azul.
Trabajadores no cualificados que, durante años, han asistido al desguace de la industria pesada
estadounidense. El relato contra la "globalización" de Trump se dirigía a ellos.

Sin embargo, las encuestas habían sido esquivas. Tanto el modelo de Nate Silver como el del New York
Times, los dos más reputados, contaban a los tres estados como demócratas. Illinois también, aunque ahí
Trump podía

2
a través del "rust belt", el conjunto de estados que, junto a los tres mencionados, abarca a
Ohio, Indiana o Minnesota. Dicho y hecho: la mayoría han caído en sus manos.

El éxito de Trump, a nivel de voto electoral, se ha cimentado en el cinturón del óxido, traducido libremente, en
los estados desindustrializados ydecadentes del norte. En el angry white men poco cualificado.

Trump y una historia de decadencia económica

Clinton contaba con esos estados para defender su teórica mayoría electoral en las encuestas. Con el resto
del país claramente polarizado, eran los estados delrust belt, más proclives, por demografía, a oscilar entre un
partido u otro, quienes regentaban las llaves de la Casa Blanca. Y han terminado en Trump.

Primero ha caído Michigan, después Wisconsin y, finalmente y ya en la recta final de la noche, Pennsylvania.
Antes, Clinton había dado por perdido con anterioridad Indiana y muy significativamente Ohio.

El estado había sido hasta estas elecciones determinante y clave para todos los presidentes. Sin embargo, el
equipo de Clinton había decidido obviarlo de forma premeditada durante meses. Las perspectivas demócratas
eran mejores en estados con mayorías latinas (muy demócratas) como Arizona o Nevada. Ohio, repleto de
trabajadores poco cualificados, blancos y circunscritos al ámbito rural, era una mina excelente para Trump: su
narrativa de decadencia de Estados Unidos, nativista y conservador, encajaba en su entorno.

Lo que valía para Ohio ha terminado valiendo para Michigan, donde la industria automovilística colocó al sector
manufacturero a la vanguardia del mundo después de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, la
deslocalización de las fábricas dejaron un escenario decadente y en permanente crisis: en Michigan, en
Wisconsin, en Pennsylvania, la historia ha deparado menos trabajo manufacturero y una pérdida del poder
adquisitivo.

Para Trump, aquellos trabajadores no universitarios, preocupados por la ansiedad económica que les rodeaba
y con un sesgo xenófobo, eran su mejor opción para la Casa Blanca. El 40% del electorado total es blanco sin
estudios superiores, y ha actuado y votado como una minoría más, solo que en su caso es la minoría mayoritaria.
Y eso ha podido decantar las elecciones.

2
Pese a que los votantes de Clinton contaban con menores niveles de renta (los afroamericanos y los latinos
son más pobres que los blancos), las encuestas indicaban que la alta polarización había alejado al partido
demócrata de hombre blanco sin estudios superiores. Haya sido la ansiedad económica o no un factor
determinante para decantar el voto, como se discute desde distintas posturas en Vox o Jacobin, el rust belt,
blanco y obrero, ha votado por el candidato que prometía regresar a la América que ensueñan y que les
abandonó.

Da igual que su ansiedad tenga relación o no con la deriva económica de su entorno. Da igual que el empleo
haya crecido en muchos de esos estados durante los últimos ocho años, o que el votante de Trump tenga una
mejor posición económica que el de Clinton. En su relato, ellos son los perdedores en un país que cambia contra
su voluntad.

El relato que ha forjado una identidad

Pese a lo discutible del argumento, de la globalización como arma que ha despojado al antiguo trabajador de
clase obrera blanco de recursos económicos (en Mother Jones lo ponen en duda en un muy buen argumentado
artículo), el relato sobre la decadencia, la mitología del abandono económico, es real. Existe.

Y forja una identidad. Donald Trump ha logrado aunar esa identidad en una coalición demográfica que le ha
entregado la presidencia de los Estados Unidos.Pero el relato identitario existía con anterioridad: uno que
colocaba a la juventud de clase trabajadora frente a un futuro sin demasiadas oportunidades laborales y que se
manifestaba, de forma exagerada, en el abandono de ciudades como Detroit, desposeídas de su población y
de su esplendor de antaño. El de estados que pervivían olvidados, fuera cierto o no.

Es una identidad plástica, de gran poderío visual, y que encuentra acomodo musical en los discos de Bruce
Springsteen, el héroe del trabajador de cuello azulque tan bien conectó con el pulso de los Estados Unidos
decadentes, de The Stooges o de Sufjan Stevens (su Michigan, de hecho, es un bello homenaje a uno de los
estados más golpeados por la deslocalización y, hoy, determinantes en la victoria de Trump).

En un contexto de progresiva polarización política en todo el orbe occidental, elrust belt sólo expone de forma
aún más llamativa lo que ha sucedido en otros países. Es parte del mismo proceso que ha llevado a las
regiones post-industriales de Reino Unido a votar en contra de la Unión Europea, que permite a Marine Le Pen
pescar en el caladero de los antiguos feudos comunistas o que propulsa a Alternativa para Alemania en
2
la también
decadente Sajonia, antigua RDA. Es la mitología de la decadencia, entre el racismo y la crisis.

2
Un marco narrativo que, ahora más que nunca, domina el espacio político.

TEXTO 4: Cambio en el orden económico mundial2


Juan Pérez Ventura

En el entorno del año 2025, el sistema de relaciones internacionales será totalmente diferente del sistema actual,
ya que la globalización económica habrá adquirido toda su dimensión, se habrá completado la emergencia de
los nuevos actores mundiales, la transferencia de riqueza y economía del oeste hacia el este será una realidad.
Por otro lado, el océano Pacífico será el centro de gravedad estratégico mundial, mientras que la influencia de
los sujetos no estatales habrá alcanzado una posición privilegiada.

Así como el S.XIX estuvo dominado por Europa y el S.XX por Estados Unidos, todo parece indicar que el S.XXI
estará dominado por las economías asiáticas. A medida que avance el siglo, la zona del Atlántico Norte irá
perdiendo poder relativo en favor de la región Asia-Pacífico.

Según los informes del Real Instituto Elcano “hacia 2050 Asia será responsable del 50% de la producción
mundial, Europa y América del Norte de un 15% cada una y América Latina y África de algo menos del 10% cada
una. La economía china doblará en tamaño a la de EEUU y Alemania será la única economía europea entre las
diez más grandes, por detrás de la India, Brasil, Indonesia, Rusia, Japón y tal vez Nigeria o México. Además, la
India se convertirá en la mayor economía del mundo antes de 2050, ya que su población envejecerá más
despacio que la de China.”

Todas estas profecías y proyecciones de un escenario económico futuro no están enunciadas porque sí. Se basan
en análisis y datos bien estudiados. Por eso es muy posible que estemos ante un rebalanceo de la economía
mundial, que hará que la clásica distinción entre centro y periferia planteada por los teóricos del estructuralismo
hace medio siglo quede cada vez más obsoleta.

Aumento generalizado de la riqueza

Gracias a la globalización impulsada por el sistema capitalista, en las dos últimas décadas se ha creado más
riqueza que en todo el siglo pasado. Las potencias occidentales se han enriquecido desarrollando la
terciarización de sus economías y apostando por sectores como el cuaternario, que exploran campos como la
tecnología, la innovación, la investigación… etc. Por otro lado, los tradicionales sectores primario y secundario,
dedicados a la extracción y a la fabricación, se han trasladado progresivamente desde el centro hacia la periferia,
y esto ha permitido que nuevas economías se desarrollen como productoras de materias primas y se hayan
especializado en la fabricación y confección. Los países del Sudeste Asiático, Oriente Medio o Latinoamérica son
ahora las regiones del mundo que realizan las tareas de extracción de materias primas (petróleo, madera,

2
Artículo publicado en: www.elordenmundial.com

2
carbón, gas, minerales, productos agrarios…) y las que se encargan también de la producción (industria textil,
automovilística, fábricas de todo tipo…).

Los procesos de deslocalización y las inversiones internacionales directas que desde el centro (Occidente,
potencias tradicionales) han tenido lugar hacia otras zonas del planeta han permitido que surjan nuevos
países etiquetados como emergentes, que están encaminados a liderar la economía en un futuro no muy
lejano.

Con este proceso de globalización y de liberalización del comercio exterior no sólo han salido ganando los países
occidentales, cuyas empresas se han beneficiado reduciendo costes al otro lado del océano, también los países
que han recibido esas inversiones y esas deslocalizaciones han salido reforzados. Tanto que, de hecho, algunos
de estos países emergentes están amenazando la supremacía que tenían las viejas potencias tradicionales.

El Producto Interior Bruto (PIB) es el valor monetario total de la producción de bienes y servicios de un país
durante un período determinado, normalmente un trimestre o un año.

Antes de analizar el cambio en el orden económico mundial es interesante prestar atención a un dato que
evidencia el aumento de la riqueza en el mundo: el décimo país en el ranking del año 2011 tiene un PIB superior
al que tenía el tercer país del ranking de 1990. Esto quiere decir que, mientras en 1990 tan sólo tres países
superaban los 1.7 billones de PIB, en 2011 todos los del TOP 10 tienen el producto interior bruto superior a
esa cantidad.

Por otro lado, también encontramos un aumento del PIB a nivel global si analizamos el otro extremo: en 1990
el décimo país del ranking tenía un PIB de 460.000 millones de dólares. En el ranking de 2011 tenemos que bajar
hasta la posición 24ª para encontrarnos con un PIB similar. Es decir, actualmente 24 países tienen un PIB
superior a los 460.000 millones, mientras que en 1990 tan sólo eran 10 los países que superaban esa
cantidad.

Los datos del Banco Mundial nos confirman que ha habido un aumento generalizado de la riqueza en el mundo:
en 1990 el PIB mundial se estimó en unos 22 billones de dólares, y en 2011 se calculó un PIB mundial de unos
70 billones de dólares. Además, los estudios de las Naciones Unidas pronostican que el PIB mundial va a
seguir aumentando durante los próximos años. Aparte de confirmar que el producto interior bruto mundial
ha aumentado considerablemente en los últimos 20 años y que sigue aumentando año tras año, lo interesante es
analizar cómo se ha repartido ese aumento entre los países.

Atendiendo a los datos del Banco Mundial, en 1990 los países más ricos eran Estados Unidos, Japón, Alemania,
Francia, Italia, Reino Unido, Canadá, España, Rusia y Brasil. Es decir, en el TOP 10 todos eran países occidentales,
salvo Rusia y Brasil, que ocupaban los dos últimos puestos. En esos años. La Tríada económica estaba al
frente de la economía mundial.

En el ranking de 2011 observamos muchos cambios. El puesto número uno sigue siendo para Estados Unidos,
pero en segundo lugar ha aparecido un país que no figuraba en el TOP 10 de 1990: China, que además

2
aventaja con distancia al tercer clasificado. Otro de los cambios que encontramos es que algunas de las
potencias

2
tradicionales han desaparecido, dejando paso a nuevas economías emergentes, más en concreto, a los BRIC. En
el TOP 10 de 2011 encontramos a Brasil, Rusia, India y China, que amenazan con seguir escalando puestos:

-China está al acecho de Estados Unidos (algunas fuentes estiman su PIB en más de 11 billones).

-Brasil ya es la sexta economía más importante del mundo, por delante de Reino Unido e Italia.

-Rusia e India amenazan con adelantar rápidamente a Italia.

–China e India superarán la economía de la zona euro

–El PIB de China alcanzará los $16 billones en 2020

Estos datos nos permiten explicar por qué el PIB mundial no deja de crecer aun teniendo en cuenta la grave
crisis económica que está viviendo el mundo actualmente. Para empezar, la crisis económica está afectando a
Occidente y no tanto a los países emergentes, que son los que están aportando mayor porcentaje al crecimiento
de la economía global. Estos países, encabezados por los BRIC, están consiguiendo dos cosas: compensar el
declive de los países occidentales para mantener el crecimiento global y reconfigurar el orden económico
mundial, haciendo aparecer nuevos polos de poder que lideren la economía, como por ejemplo el Sudeste
Asiático.

Un cambio que genera tensiones

El cambio en el equilibrio de poder en la economía mundial ya ha generado conflictos en las relaciones


económicas internacionales, así como en las instituciones de gobernanza global. En los próximos años es muy
probable que estos conflictos se intensifiquen. Tal y como dice Federico Steinberg, investigador principal de
Economía y Comercio Internacional del Real Instituto Elcano:

Por una parte, el rápido crecimiento de los países emergentes les llevará a demandar mayores cuotas de poder
en las instituciones internacionales. Por otra, los problemas de endeudamiento y desempleo de los países
avanzados podrían dar un auge de las presiones proteccionistas, que podría generar conflictos. Además, como
los países avanzados tendrán que concentrarse en sus problemas económicos internos, es posible que dejen
cierto vacío de poder y liderazgo en la escena internacional que Brasil, China y la India podrían intentar
aprovechar.

Además de estas tensiones políticas derivadas de un escenario económico mucho más equilibrado y con varios
centros de poder, se pueden dar tensiones provocadas por el control de los recursos energéticos y materias
primas. Los grandes emergentes ya están asegurándose sus importaciones de recursos naturales, cerrando
importantes tratos comerciales por todo el mundo: en África, enAsia Central, en Latinoamérica… Mientras
tanto, el poder de Europa y Estados Unidos no deja de decrecer.

Los países emergentes están dispuestos a quitarles el liderazgo mundial a Estados Unidos y Europa. Tanto es
así, que en la V Cumbre de los BRICS en Marzo de 2013 los cinco países emergentes se comprometieron a crear
2
un Banco de Desarrollo propio, que pudiera hacer frente a instituciones internacionales como el Banco Mundial
o el FMI. Según los líderes de los BRICS, estas organizaciones están controladas por Estados Unidos, y
únicamente defienden los intereses de Occidente. Será la primera vez en la historia contemporánea que haya
una potente estructura financiera dedicada al comercio internacional sin la participación del dólar. Actualmente
(2012) el intercambio comercial entre los BRICS asciende a 230.000 millones de dólares y es muy posible que
pronto alcance los 500.000 millones, así que esta noticia tiene mucha importancia para el devenir de la
economía internacional.

Los líderes de los BRICS han expresado varias veces su descontento con la política de las instituciones financieras
occidentales. En su opinión, la reforma de estas instituciones no es suficiente y no tiene en cuenta los intereses
del grupo. De modo que han acordado poner en marcha un Banco de Desarrollo común que compense el daño
causado por las políticas financieras de los países de Occidente.

Hacia un mundo multipolar

Es el objetivo de los países emergentes y del Tercer Mundo: diversificar los centros de poder político y
económico para intentar hacerse un hueco dentro del escenario internacional. Es su oportunidad para tener voz
en las decisiones de carácter global.

La configuración actual del mundo se basa en el predominio de Estados Unidos, principal potencia política,
económica, cultural y militar. De esta forma las decisiones que se toman a nivel global vienen determinadas e
influenciadas por EEUU y sus principales socios: Europa y Japón. Estos tres polos de poder tradicionales se
conocen como La Tríada Económica.

Durante todo el S.XX las decisiones globales se tomaron teniendo en cuenta únicamente las voces de los países
de Occidente. Ahora, a principios del S.XXI, algunos analistas tienen claro que se está fraguando un cambio en
el orden económico que llevará hacia un mundo multipolar. ¿Qué significa esto? Que durante las próximas
décadas las decisiones económicas, políticas o militares de importancia global no las tomarán únicamente
Estados Unidos y Europa. Cada vez será más importante el punto de vista de países como la India o Brasil.

Este cambio en el orden mundial, basado en un rebalance de la economía hacia los países emergentes, permitirá
que el mundo sea un lugar más plural, y donde haya espacio para varias voces y opiniones. Con la configuración
predominante en el pasado únicamente importaba la palabra de Estados Unidos o de las potencias europeas. A
partir de ahora, se espera que las decisiones internacionales estén condicionadas por la opinión de varias
potencias, no necesariamente de carácter mundial, sino también regionales, como pueden ser Indonesia,
México, Nigeria… etc.

Un mundo multipolar aseguraría la participación de más países en la toma de decisiones, y por lo tanto el devenir
de la Humanidad podría tomar nuevos rumbos, al incluirse nuevos puntos de vista en las mesas de diálogo
internacional. Al tradicional discurso occidental se sumarían las voces de nuevos países protagonistas.

2
En relación a las posibles tensiones que puede generar esta nueva configuración del mundo, con varias
potencias enfrentadas económica y culturalmente, el presidente ruso, Vladimir Putin, asegura que: “No
consideramos a los BRICS como un competidor geopolítico de los países de Occidente o sus organizaciones. Al
contrario, estamos abiertos al diálogo con quienes estén interesados en él, dentro de un modelo general
multipolar”.

TEXTO 5: La otra hegemonía global. China aspira al liderazgo tecnológico


Guillermo Borella (La Nación, 24 de marzo de 2019)

En China hay un proverbio para casi todas las situaciones de la vida. "Distintas cerraduras deben abrirse con
diferentes llaves", dice uno de ellos. La frase, que alude a que cada problema requiere diferentes habilidades,
refleja la estrategia de Pekín en su rivalidad con Washington: mostrarse flexible en ciertas áreas e implacable
en otras. En el plano comercial, la dirigencia china parece estar dispuesta a hacer ciertas concesiones frente a
los reclamos de Estados Unidos; sin embargo, cuando la discusión se traslada a la agenda tecnológica, su postura
se endurece. Ahí muestra los dientes.

Las negociaciones en curso entre ambos países para sellar la paz comercial, por un lado, y el conflicto en
torno a la compañía telefónica Huawei, por el otro, ponen de manifiesto la pulseada estratégica que libran en
estos días las dos mayores economías del planeta. Una rivalidad que moldeará el orden internacional de los
próximos tiempos.

"No hay duda de que el déficit comercial bilateral que tiene Estados Unidos con China es un factor irritante para
la administración norteamericana, pero las raíces y el contenido del conflicto son mucho más profundos",
advierte Roberto Bouzas, director de la Maestría en Política y Economía Internacionales de la Universidad de
San Andrés (UdeSA).

Carlos Pérez Llana opina que estamos frente a una disputa por la hegemonía global. "La pulseada estratégica
entre China y Estados Unidos es global y abarca casi todas las dimensiones, pero se destacan la economía y la
tecnología, donde ambas potencias se disputan el liderazgo", dice Pérez Llana, profesor de la Universidad
Torcuato Di Tella.

Cuando falta poco para que venza el plazo de la tregua gestada durante la cena que mantuvieron Donald Trump
y Xi Jinping en un hotel de Buenos Aires tras el cierre del G20, ambas partes aún buscan alcanzar un acuerdo
final que evite una nueva guerra arancelaria.

En este terreno, China viene exponiendo su lado más dócil a través de algunos gestos de buena voluntad. La
votación de una nueva ley de inversión extranjera, hace una semana, se interpretó como un guiño a Estados
Unidos, sobre todo porque recoge la demanda de garantizar una competencia más equilibrada entre las
empresas extranjeras y las locales.

Estancamiento

2
El toma y daca arancelario ha provocado un relativo estancamiento del comercio exterior chino, además de una
merma sensible en el comercio bilateral con Estados Unidos. Según los últimos datos, China exportó 9,9% menos
hacia ese país, mientras que las importaciones se hundieron 32,2% en relación con los dos primeros meses de
2018, antes de que se desatara la escalada arancelaria.

Jorge Malena, director del Programa Ejecutivo sobre China Contemporánea de la Universidad Católica Argentina
(UCA), señala que ambos países son aún los dos principales motores del crecimiento económico mundial, con
economías muy interdependientes. "China sería uno de los actores que más perdería si el mundo se volviera
proteccionista", opina Malena. "Lo que está en juego es crucial para China, dado que la legitimidad del
Partido Comunista depende del crecimiento, y dicho crecimiento depende de que el comercio mundial
permanezca abierto".

Más allá de la relación comercial, China no cederá en su pretensión de transformarse en una potencia
tecnológica en 2030, afirma Sergio Cesarín, investigador del Centro de Estudios sobre Asia del Pacífico e India
de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Untref). "Estados Unidos se niega a que China sea la futura
rule maker e imponga condiciones, y por lo tanto las tensiones profundas persistirán", dice. Añade que el
escenario de incertidumbre que esto supone para el sistema económico mundial llegó para quedarse.

"Es evidente que la agenda comercial ya no es el núcleo de las negociaciones", observa Gustavo Girado, director
de la especialización en Estudios Chinos de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa), aludiendo a la competencia
tecnológica que enfrenta a los dos gigantes.

La aprobación de la nueva ley de inversión extranjera durante la reciente sesión anual de la Asamblea Popular
Nacional (APN), el máximo órgano legislativo chino, no fue la única noticia relevante: el primer ministro chino,
Li Keqiang, anunció un paquete de medidas de estímulo fiscal, confirmando que las expectativas siguen a la baja.
Las previsiones para este año indican una meta de crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI) de entre el
6% y el 6,5%, un poco menos del año anterior. La desaceleración de la economía será combatida con una
batería de medidas keynesianas, principalmente a través de recortes de impuestos y aumento del gasto
público.

"Debemos estar preparados para una dura lucha. No hay que subestimar las dificultades que encaramos, pero
nuestra confianza no debe debilitarse", enfatizó el primer ministro chino ante casi 3000 diputados durante la
inauguración de la sesión anual de la APN, en el Gran Palacio del Pueblo de Pekín.

Un año atrás, en esa sala, el Legislativo chino encumbraba al presidente Xi Jinping como el líder con más
poder desde Mao Tse-tung, al abolir los límites de su mandato. Si el mensaje por entonces era de autoridad,
ahora la dirigencia china busca mantener la confianza pese a los obstáculos. El gigante asiático se despide así
de una época de oro marcada por tres décadas de un crecimiento promedio de dos dígitos.

Como era de esperar, este discurso avivó las preocupaciones por el impacto que puede generar en el
comercio global la ralentización de uno de sus principales motores. Sin embargo, los analistas no ven motivos
para alarmarse.

Ninguna economía, incluso una del tamaño y con los niveles de pobreza y población rural que tenía China

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hace dos décadas, puede crecer a tasas de casi dos dígitos durante un plazo indefinido, afirma Bouzas.
"Hay un

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componente de la desaceleración del crecimiento chino completamente previsible -señala-. Las fuentes de
alarma no provienen tanto de la desaceleración del crecimiento, como de los riesgos de una crisis financiera.
Según el profesor de UdeSA, si las políticas anunciadas logran eludir una crisis financiera y la desaceleración
del crecimiento, habrá que reconocer la competencia de la dirigencia en esta transición marcada por la
sustitución del estímulo exportador por un mayor foco en la demanda doméstica.

Telón de fondo
Pero, como se dijo, las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China son un emergente de tensiones más
profundas. En el horizonte de esta pulseada se vislumbra la competencia tecnológica. En este sentido, el caso
que mejor refleja esto es el escándalo Huawei, desatado en diciembre pasado tras la detención de Meng
Wanzhou, directiva de la firma e hija del fundador.

A primera vista, la ofensiva de Estados Unidos contra la empresa china de telecomunicaciones podría parecer
otro episodio de la guerra comercial que Donald Trump viene librando con su par chino. El mismo Trump se
encargó de alimentar la confusión. Mezcló el caso de Meng con la guerra comercial cuando aseguró que podría
interceder en la extradición de la alta ejecutiva -un caso muy sensible para China- si esto lo ayudaba a lograr
un buen acuerdo comercial con Pekín. Sin embargo, el asunto va más allá.

En efecto, las investigaciones del Departamento de Justicia estadounidense sobre Huawei son previas a la
llegada de Trump a la Casa Blanca. Ya en 2012, un reporte del Congreso alertaba sobre potenciales riesgos a
la seguridad nacional debido a iniciativas impulsadas por el gobierno chino de espiar a los Estados Unidos
mediante el proceso de equipamiento hecho por Huawei.

En definitiva, no se trata ya de un simple reajuste de las balanzas comerciales, sino de una jugada clave para
dirimir cuál de las dos potencias liderará el planeta en las próximas décadas. El campo de batalla son las
telecomunicaciones y la forma que adoptará la inteligencia artificial, terrenos donde se desarrollará la economía
del futuro, también llamada Cuarta Revolución Industrial.

En palabras de Sergio Cesarín, lo que está en juego es "quién diseñará las reglas de la economía mundial del
siglo XXI". Según Pérez Llana, profesor también en la Universidad Siglo 21, en algunos capítulos de la revolución
tecnológica, como en inteligencia artificial, "China puede contar con ventaja".

La polémica esconde una despiadada puja por el control de las nuevas tecnologías y el poder global. En este
caso, las autoridades chinas se han mostrado muy firmes y salieron en defensa de Huawei.

La empresa, una de las firmas más internacionales del país asiático, se encuentra en plena disputa legal con el
gobierno de Trump, que está presionado a sus aliados para que dejen de utilizar equipos Huawei. Alegando
razones de "seguridad nacional", insiste en que sus dispositivos pueden ser herramientas de espionaje al servicio
de Pekín.

Huawei se describe a sí misma como una empresa privada que lleva la tecnología digital al mundo. Sin embargo,
algunos cuestionan esa caracterización. "El conocimiento extendido en Washington es que Huawei ?es' el
Estado chino, o como mínimo, una extensión de la gestión global de China en ámbitos high-tech", señala Girado.

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En el fondo, lo que está en disputa, dicen los expertos, es en qué idioma se desarrollarán las plataformas que
adoptarán los sistemas de defensa nacionales, así como en manos de quién quedarán los esquemas de
comunicación de última generación (5G).

Ante la consulta sobre qué hay detrás del affaire Huawei, Girado responde: "Mucho, muchísimo. Estados Unidos
y China mantienen una competencia creciente sobre el control de las palancas modernas del poder: reglas e
instituciones globales, estándares, comercio y tecnología. Tener capacidades para innovar constituye una fuente
de poder nacional y, en la era digital, la seguridad y el poder nacional tienen diferentes requisitos determinados
por el cambio tecnológico y el ciberespacio. Lo que se disputan China y Estados Unidos son espacios de
hegemonía que marcarán a fuego el devenir de una industria más valiosa y con más conocimiento incorporado;
quienes dominen la tecnología establecerán los estándares para esas manufacturas en el futuro", concluye el
experto.

Escapar a la trampa

Las tensiones entre China y Estados Unidos son además consecuencia de las turbulencias que genera el choque
entre un poder en ascenso y otro en proceso de repliegue. En su famoso relato sobre la Guerra del Peloponeso,
el historiador griego Tucídides escribió: "Fue el ascenso de Atenas y el temor que esto inculcó en Esparta lo
que hizo que la guerra fuera inevitable".

El prestigioso académico norteamericano Graham Allison usó el término "La trampa de Tucídides" para aludir a
casos de choque entre una potencia imperante y otra desafiante. "Cuando una potencia en ascenso amenaza
con desplazar al poder gobernante, la violencia es el resultado más probable", advierte Allison en su libro
Destinados a la guerra: ¿podrán América y China escapar a la trampa de Tucídides?

La respuesta a esa pregunta dependerá de que ambos países logren -o no- hacer los cálculos estratégicos
correctos y eviten caer en sus propias trampas. Final abierto. Lo que está claro es que el terreno clave de esta
disputa será el tecnológico.

¿Qué hay detrás del conflicto de Huawei?


Huawei es la primera gran víctima que se ha cobrado la pulseada estratégica entre Estados Unidos y China. La
firma de telecomunicaciones china está en el centro de la disputa desde que en diciembre Meng Wanzhou,
directora financiera e hija del fundador de la empresa, fuera arrestada en Canadá (luego fue liberada bajo
fianza), acusada de fraude por violar las sanciones impuestas por EE.UU. a Irán.

La disputa se trasladó luego a Barcelona, en el marco del Mobile World Congress (MWC), realizado en
febrero. La presión ejercida por los funcionarios enviados desde Washington contra Huawei fue tal que
algunos medios estadounidenses afirmaron que el MWC se convirtió en un "referéndum sobre Huawei".

Una semana atrás, el ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi, apoyó la presentación de una demanda
por parte de Huawei contra el gobierno de Estados Unidos por una ley que -dicen- bloquea las ventas de sus
productos en aquél país. Advirtió que China "tomará las medidas necesarias" para salvaguardar los intereses de
la empresa. Tanto Huawei como el gobierno chino han rechazado las acusaciones de espionaje y ven en los

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movimientos de EE.UU. un intento de evitar el ascenso de Huawei en el desarrollo global de la tecnología 5G.
"Lo que defendemos no es sólo los intereses de una empresa, sino también el derecho legítimo de un país a
innovar y a su desarrollo científico y tecnológico", dijo Wang.

Washington busca evitar que otros países, principalmente en Europa, hagan tratos con la multinacional china,
no sólo por las sospechas de espionaje a través de sus dispositivos, sino porque además podría verse obligada
a entregar datos al Partido Comunista Chino. La ley de Inteligencia Nacional china dispone que, en casos de
seguridad nacional, las empresas chinas deben cooperar compartiendo datos. "Conforme a esta ley, espiar para
el Estado es un deber de los ciudadanos y corporaciones chinas, al igual que pagar impuestos", escribió Yi-Zheng
Lian en su artículo "Donde espiar es la ley", publicado días atrás en The New Yort Times.

Gran Bretaña, Canadá, Australia y Nueva Zelanda han puesto restricciones contra Huawei, prohibiendo que sus
operadores locales de telefonía hagan negocios con la compañía. Alemania está evaluando sumarse a la lista. El
temor es, claro, que detrás de Huawei se proyecte la sombra global de China.

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