Tema 3
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Ejecución forzosa
Inembargabilidad
Transcurrido el plazo de tres meses, el acreedor puede instar la ejecución forzosa
que, para las deudas dinerarias, consiste en el procedimiento de apremio, que en
la LEC se regula en los artículos 571 y siguientes con el nombre de ejecución
dineraria, y que básicamente consiste en el embargo y realización de los bienes
en caso de falta de pago por el deudor. Este procedimiento puede dirigirse contra
la Administración, si bien con importantes limitaciones derivadas de la
imposibilidad de embargar sus bienes afectos a un servicio público. El art. 23.1 de
la Ley 47/2003, de 26 de noviembre, General Presupuestaria, dice que “Ningún
tribunal ni autoridad administrativa podrá dictar providencia de embargo ni
despachar mandamiento de ejecución contra los bienes y derechos patrimoniales
cuando se encuentren materialmente afectados a un servicio público o a una
función pública, cuando sus rendimientos o el producto de su enajenación estén
legalmente afectados a fines diversos, o cuando se trate de valores o títulos
representativos del capital de sociedades estatales que ejecuten políticas públicas
o presten servicios de interés económico general”. Lo cual es aplicable a los
bienes de dominio público (cuya inembargabilidad proclama el art. 132 CE y otros
muchos) pero también a los patrimoniales que cumplan lo dispuesto en el art.
anteriormente citado, en los mismos términos que establece el art. 30.1 de la
LPAP, cuya redacción es consecuencia de lo resuelto en la (STC 166/1998, de 15
de julio).
Trastorno grave a la Hacienda Pública
La Administración puede poner en conocimiento del órgano judicial el grave
trastorno que el cumplimiento de la sentencia puede provocarle. No confundamos
este caso con el de imposibilidad de ejecución antes analizado, aunque ya dijimos que
las dificultades de ejecución –económicas, en este caso– no equivalen al
incumplimiento de la sentencia.
El trastorno grave a la Hacienda que establece el art. 106.4 de la LJCA sólo puede
considerarse producido cuando para el cumplimiento de la sentencia en los plazos
previstos en la ley sea necesario desatender necesidades económicas de gran
importancia a cargo del ente obligado al cumplimiento o recurrir a procedimientos
de financiación cuyo carácter extraordinario pueda provocar un desequilibrio
financiero. Todo ello debe ser acreditado por la Administración, que al mismo tiempo
acompañará una propuesta razonada de pago, es decir, un calendario de pago que le
facilite el abono de lo debido. El Juez o Tribunal no queda vinculado por la solicitud,
resolviendo lo que proceda atendiendo al principio de proporcionalidad, pero sin
olvidar que toda actuación irá dirigida a ejecutar la sentencia.
En caso de que el pago de la cantidad comportara un trastorno grave a la Hacienda
de la Administración condenada lo procedente no es declarar la imposibilidad
material de ejecutar sino que el tribunal proceda en los términos del art. 106.4 LJCA
–determinar el modo de ejecutar la sentencia “en la forma que sea menos gravosa”–,
con cargo al crédito presupuestario para el cumplimiento de la sentencia en sus
propios términos, sin reducción o quita de la deuda reconocida (SSTS 9 de febrero de
2022, rec. 7128/2020, 8 de junio de 2022 rec. 832/2021).
,
a) Ejecutar la sentencia por sus propios medios. Se trata de que el órgano judicial sustituya al
órgano administrativo en la toma de todas aquellas decisiones necesarias para lograr el
cumplimiento de la sentencia. Dado que el órgano judicial carece de medios propios para
realizar actuaciones materiales, estas medidas consistirán en aquéllas que sí pueden llevarse
a cabo: dictar resoluciones en sustitución del acto que tuviera que dictar el órgano
administrativo (por ejemplo, otorgar la licencia cuya denegación fue objeto de impugnación), o
impartir órdenes directas al órgano correspondiente (muy frecuentes en urbanismo para, por
ejemplo, acordar la demolición del inmueble). De ahí que el artículo prevea la posibilidad de
requerir la colaboración de las autoridades y órganos de la Administración.
b) Adoptar las medidas necesarias para que el fallo adquiera la eficacia que, en su caso, sería
inherente al acto omitido, entre las que se incluye la ejecución subsidiaria con cargo a la
Administración condenada. Esta posibilidad de ejecución subsidiaria tiene, no obstante, el
límite previsto en el art. 71.2 LJCA (los órganos jurisdiccionales no pueden establecer la forma
en que han de quedar redactados los preceptos de una disposición general en sustitución de
los que anularen ni podrán determinar el contenido discrecional de los actos anulados).
La expresión “con cargo a la Administración condenada” significa precisamente eso: dado que el
órgano judicial carece de medios personales y materiales propios, las actuaciones materiales a
realizar podrán ser encomendadas a la propia Administración o a un tercero, a costa de la
Administración condenada al cumplimiento del fallo. Los gastos generados serán reclamados a
ésta como deuda dineraria que es, a través de la aplicación de lo dispuesto en el art. 106.
,
c) Mientras los dos primeros supuestos (contemplados en el art. 108.1) son casos
de negativa o resistencia de la Administración al cumplimiento de la sentencia, el
apartado segundo se refiere al “incumplimiento activo”, es decir, cuando la
Administración no se limita a no hacer, sino a realizar actuaciones que dificultan o
impiden el cumplimiento del fallo, impidiendo su eficacia plena. En estos casos, se
otorgan al órgano judicial amplias facultades para “reponer la situación al estado
exigido por el fallo”, dice el artículo, y que también pueden llevarse a cabo mediante
su ejecución subsidiaria con cargo a la Administración condenada.
El precepto prevé, además de esta ejecución con cargo a la Administración, la
posibilidad de fijar una indemnización por daños y perjuicios si así resultare acreditado,
y cuya determinación tendrá lugar en el propio incidente de ejecución, en línea con el
objetivo de concentrar en el órgano sentenciador todas las cuestiones inherentes a la
ejecución.
Este artículo 108.2 pretende, en definitiva, evitar actuaciones que diluyen la efectividad
de la sentencia o que desdibujan el sentido provocado con la anulación del acto
impugnado (véase como ejemplo el caso analizado en la STS 17 de noviembre de
2011, rec. 5638/2010, en el que se ordenaba que la bandera de España ondease todos
los días en el exterior de los edificios oficiales, y que la Diputación Foral de Guipúzcoa
llevó a cabo colocando una placa que informaba que ello era por imposición legal).
En cuanto a la legitimación, si bien el art. 108.2 se refiere, expresamente, a que se
acordarán “a instancia de los interesados”, a diferencia de lo señalado en el apartado 1
que no recoge una previsión similar, no puede olvidarse que la ejecución de la
sentencia es una cuestión de interés público que afecta a un derecho fundamental, de
modo que es el Juez el primero que debe velar por su cumplimiento
La demolición de obras ilegales
Regulado en el apartado 3 del art. 108, introducido por la Ley Orgánica 7/2015, de
21 de julio, responde a los problemas que suscita la demolición de obras ilegales
que afectan a terceros de buena fe.
Este precepto tiene su antecedente en otros aprobados por algunas Comunidades
Autónomas, y que tenían la intención no oculta de paralizar el derribo de
construcciones ilegales, condicionándolo a que la Administración Pública resolviera
quién debía pagar las indemnizaciones y hasta que tales indemnizaciones fueran
abonadas a los propietarios de las viviendas. El Tribunal Constitucional declaró la
inconstitucionalidad de la norma cántabra en la STC 92/2013, de 22 de abril, por
falta de competencia de la Comunidad Autónoma para regularlo, subrayando
también las incompatibilidades de un precepto de estas características con el
derecho a la tutela judicial efectiva en lo relativo a la ejecución de sentencias.
El Legislador estatal aprobó el art. 108.3 LJCA con términos ciertamente ambiguos
y abiertos, pues parece establecer una condición suspensiva a la ejecución que se
hace depender de la indemnización a los terceros de buena fe, sin fijación de
plazos específicos.
El Tribunal Supremo ha señalado (STS 21 septiembre de 2017, rec. 477/2016) que
no se trata de un supuesto de inejecución de sentencia sino que, una vez
acreditada la necesidad, adecuación y proporcionalidad de la demolición, se trata
de dotar al Juez de determinados poderes para que dicha demolición no haya de
causar efectos irreparables en los terceros adquirentes de buena fe. Es decir,
mientras el art. 105 lo que prevé son supuestos de inejecución de sentencias por
causas legales o materiales, el art. 108.3 se sitúa en un momento posterior del
proceso de ejecución, en cuanto se incluye en un precepto que recoge los poderes
del juez para que la ejecución se lleve a efecto, con lo cual se convierte en una fase
más de la ejecución, pero nunca en un impedimento, ni siquiera temporal para la
ejecución de la sentencia
La STS 21 de marzo de 2018, rec. 141/2017, analiza el contenido de este precepto y
concluye lo siguiente:
A partir de ahí, la Ley solo prevé un plazo para alegaciones por cinco días para las
partes y emplazamiento de posibles interesados. Resulta difícil pensar en terceros
interesados, dada la naturaleza de incidente y los intereses puramente privados en
cuanto a la extensión de efectos.
No prevé el art. 110 la práctica de prueba, si bien este trámite no puede negarse
porque la discusión entre el interesado y la Administración se centrará
precisamente en la existencia o no de identidad de situaciones jurídicas.
Por último, el incidente se resuelve por auto, en el que “no podrá reconocerse una
situación jurídica distinta a la definida en la sentencia firme de que se trate”.
El régimen de recursos se ajusta a las reglas generales:
i) Recurso de apelación ex art. 80.2 de la LJCA, con la apreciación de que sólo
será apelable el auto si la sentencia cuya extensión se pretende también lo
fuera (por ser la cuantía inferior a 30.001 euros).
ii) Recurso de casación, aunque el art. 110 no lo mencione
expresamente, ex art. 87.1.e) LJCA
El pleito-testigo. Artículo 111
El pleito testigo tiene lugar cuando ante un órgano jurisdiccional se esté tramitando una pluralidad de recursos con
idéntico objeto que no hubieran sido objeto de acumulación, y permite al Juez o Tribunal acordar la tramitación
exclusiva de uno o varios, suspendiendo el curso de todos los demás hasta que se dicte sentencia en los primeros
(art. 37.2). Una vez concluido el primero por sentencia firme, se ofrece a los demandantes de los procesos
suspendidos la posibilidad de extender a ellos los efectos de la sentencia dictada.
En concreto, señala el art. 111 que, firme la sentencia del pleito-testigo, el LAJ requerirá a los recurrentes de los
demás procesos para que, en el plazo de cinco días, decidan si i) solicitan la extensión de los efectos de la
sentencia, ii), si continúa su pleito suspendido para que en el mismo se dicte sentencia –caso de que se considere
que no concurre la identidad necesaria para la extensión– o ii) desisten de su recurso.
La extensión de efectos que regula el art. 111 es muy similar a la del art. 110. Algunas de las reglas son también
de aplicación en el caso del pleito testigo, como que la sentencia sea firme y que las situaciones jurídicas de
ambos pleitos sean idénticas.
En cambio, deben mencionarse las siguientes diferencias:
i) El art. 111 no limita la extensión de efectos respecto de la sentencia dictada en el pleito testigo a materias
concretas, como sí sucede con el art. 110, limitándose a señalar el art. 37.2 LJCA que ambos recursos
tengan “idéntico objeto”.
ii) Tampoco son de aplicación los demás requisitos propios del art. 110 sobre competencia –pues el juez o
tribunal que dicta la sentencia será el mismo que ha suspendido los demás procedimientos que se estuvieran
tramitando–.
iii) El plazo para solicitarlo no es el de un año desde la notificación de la sentencia, sino el de cinco días
desde que se efectúa el requerimiento.
iv) La referencia a la existencia de cosa juzgada tampoco es de aplicación en el caso del art. 111, pues el
pleito suspendido evidentemente no ha sido sentenciado.
La extensión de efectos podrá rechazarse, tal y como regula el apartado 2 del art. 111, cuando la sentencia cuyos
efectos se pretenden extender contenga una doctrina contraria a la jurisprudencia del Tribunal Supremo o del
Tribunal Superior de Justicia derivada del art. 99 LJCA, o cuando concurran las causas de inadmisibilidad del art.
69 LJCA, objeto de estudio en otra parte de la obra.
A pesar la expresión que utiliza el art. 111 cuando señala que solicitada la extensión de efectos “el juez o tribunal
la acordará”, será preciso una mínima tramitación del incidente, para lo cual puede aplicarse analógicamente el
art. 110.4.
En cuanto a la tramitación del incidente, la resolución del mismo y el régimen de recursos, nos remitimos a lo
dicho para el incidente del art. 110