Cine 5t
Cine 5t
Cine 5t
El cine es la historia del siglo XX, ya que nació a finales del siglo pasado. Casi todo lo sucedido en este siglo
se ha filmado, tanto en documental, como hecho película. En algunos casos el cine refleja la realidad casi tal y
cómo es. Otras veces se basa en la ficción y utiliza todas las posibilidades que tiene de entretener y enseñar a los
espectadores.
El cine es técnica.
Al principio de la era del sonoro se perfilaron tres formas de abordar la creación cinematográfica. La primera
de ellas se basó en el montaje, método que consiste en rodar y después juntar los fotogramas. La segunda da
prioridad a la puesta en escena, con secuencias narrativas más largas. La tercera fue el documental, una
aproximación más real a la vida cotidiana, sin actores ni artificios. La historia del cine es el modo en el que los
directores han combinado estas tres vías para expresar su concepción personal del mundo.
El cine es arte.
«El cine no tiene nada que ver con el teatro; los que lo creen se equivocan. Es absolutamente original. En ‘La
quimera del oro’, destrozo un cojín; las plumas bailan, blancas, en la pantalla negra. En el teatro tal efecto sería
imposible de obtener. Por lo demás, ¿qué habría añadido de vivacidad la palabra a esta escena?. El arte
cinematográfico se parece más a la música que cualquier otro. Cuanto más trabajo, más me sorprenden sus
posibilidades y más convencido estoy de que aún no conocemos nada de él». Estas declaraciones, debidas a
Charles Spencer Chaplin, fueron publicadas en julio de 1929. El gran Charlot replicaba con ellas a quienes
consideraban el cine como una especie de «teatro en conserva» o de creación literaria expresada con elementos
especiales. El cine aglutina todas las artes: la pintura, la literatura, la fotografía, la narrativa, la expresión
corporal, la música …
El cine es un medio de comunicación
Se ha repetido en muchas ocasiones que el cine no es tan sólo una industria o un comercio. Por encima de
cualquier otra consideración y antes de ser tomado como Séptimo Arte -según la definición del crítico
cinematográfico italiano Ricciotto Canudo en su Manifiesto del séptimo arte-, el cine ha de ser visto como
medio de comunicación, con su técnica expresiva concreta y precisa.
2. Los comienzos del cine
En plena época industrial nació el cinematógrafo, una máquina inventada por los hermanos Lumiére, que
satisfechos por su trabajo decidieron efectuar una presentación pública en París, en un local situado en el sótano
del Grand Café, en una sala muy pequeña para que si fuera un fracaso pasara más inadvertido, mientras que un
éxito provocaría aglomeraciones sensacionales en la entrada del local. La fecha de la primera representación fue
el 28 de diciembre de 1895.
Aseguran las crónicas que flotaba en la sala, antes de comenzar la proyección, un ambiente de frío
escepticismo. Este sentimiento duró todo el tiempo que las luces permanecieron encendidas, pues al apagarse,
un tenue haz cónico de luz brotó del fondo de la sala y al estrellarse contra la superficie blanca de la pantalla
obró el prodigio. Apareció, ante los atónitos ojos de los espectadores. la Plaza Bellecour, de Lyon, con sus
transeúntes y sus carruajes moviéndose. Los espectadores quedaron petrificados, «boquiabiertos, estupefactos y
sorprendidos más allá de lo que puede expresarse», como escribe Georges Méliés, testigo de aquella maravilla.
Y Henri de Parville recuerda: «Una de mis vecinas estaba tan hechizada, que se levantó de un salto y no volvió
a sentarse hasta que el coche, desviándose, desapareció. »
Desde aquel momento la batalla estuvo ganada. Los espectadores se hallaban auténticamente anonadados
ante aquel espectáculo jamás visto. «Los que se decidieron a entrar salían un tanto estupefactos, narra Volpini, y
muchos volvían llevando consigo a todas las personas conocidas que habían encontrado en el bulevar».
Las diez primeras películas
Y, sin embargo, las diez brevísimas películas de diecisiete metros que componían los primeros programas
presentados por los Lumiére mostraban imágenes absolutamente vulgares e inocentes. Sus títulos fueron: «La
salida de los obreros de la fábrica Lumiére»., «Riña de niños»., «Los fosos de las Tullerías»., «La llegada del
tren»., «El regimiento»., «El herrero»., «Partida de naipes»., «Destrucción de las malas hierbas»., «La
demolición de un muro». y «El mar»..
Como puede verse, nada nuevo ni nada extraordinario ofrecían estos temas banales, propios del repertorio de
cualquier fotógrafo aficionado de la época. Pero, a pesar de ello, el impacto que causaron aquellas cintas en el
ánimo de los espectadores fue tan grande que al día siguiente los diarios parisinos se deshacían en elogios ante
aquel invento y un cronista, víctima de una alucinación, elogiaba la autenticidad de los colores de las imágenes.
Cuando se piensa en las razones por las que el público quedó fascinado ante aquel invento resulta inevitable
sentir cierta sorpresa. No fueron los temas. No fue la salida de una fábrica o la llegada de un tren lo que llamó
la atención de los espectadores, pues eran cosas vistas mil veces y bastaba con acudir a la fábrica o a la estación
para contemplarlas, sino sus imágenes, sus fidelísimas reproducciones gráficas que, aunque reducidas a las dos
dimensiones de la pantalla, conservaban su movimiento real. Fue la maravillosa capacidad de aquel artefacto
para reproducir la realidad en movimiento lo que provocó el asombro y la perplejidad de los espectadores
parisinos. (extracto de GUBERN, R. (1995): «Historia del Cine». Edit. Lumen, Barcelona)