Tres Enemigos Silenciosos de Las Bendiciones de Dios

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TEMA: TRES ENEMIGOS SILENCIOSOS DE LAS BENDICIONES DE DIOS.

TEXTO: SALMOS 27:11 Enséñame, oh Jehová, tu camino, Y guíame por senda de


rectitud A causa de mis enemigos.

Los médicos han denominado a la presión arterial elevada “Él asesino silencioso” pues
aunque muchas veces no produce ningún síntoma poco a poco va dañando órganos muy
importantes de nuestro cuerpo como el corazón, el cerebro y los riñones, y puede llegar a
causar la muerte.

EN NUESTRA VIDA ESPIRITUAL TENEMOS ENEMIGOS, de los cuales tenemos que


cuidarnos. Cuando hablamos de enemigos nos referimos a TODO AQUELLO QUE
AFECTA NUESTRA RELACIÓN CON DIOS Y SU BENDICIÓN SOBRE NUESTRA VIDA.

Muchos de esos enemigos son visibles, es decir, rápidamente se pueden reconocer, como
los vicios, las malas amistades, la fornicación y el adulterio, los afanes. etc.

Pero hay enemigos mucho más peligrosos, SON LOS ENEMIGOS QUE NO SE VEN, QUE
NO SE NOTAN FÁCILMENTE, QUE SON SILENCIOSOS, ESTÁN AHÍ PERO NO LOS
VEMOS, están dañando nuestra vida y NO LO RECONOCEMOS.

ESTE DIA VAMOS A RECONOCER POR MEDIO DE LA PALABRA DE DIOS TRES DE


ESOS ENEMIGOS SILENCIOSOS DE NUESTRAS BENDICIONES;

I) PRIMER ENEMIGO SILENCIOSO: LA DUDA (Santiago 1:6-7) Pero pida con fe, no
dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada
por el viento y echada de una parte a otra. 7 No piense, pues, quien tal haga, que
recibirá cosa alguna del Señor.

La duda es un enemigo silencioso externamente, pues muchas veces de nuestra boca salen
palabras llenas de fe, de confianza y de esperanza, pero la duda habla directamente a
nuestra mente y corazón, nos convence poco a poco y nos hace desconfiar del amor de
Dios hacia nosotros y de su poder.

LA DUDA HACE LO CONTRARIO DE LA FE, pues la fe llama “LAS COSAS QUE NO


SON COMO SI FUESEN” (Romanos 4:17) (como está escrito: Te he puesto por padre
de muchas gentes) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y
llama las cosas que no son, como si fuesen. pero LA DUDA LLAMA “LAS COSAS QUE
SI SON COMO SI NO FUESEN”

● Las promesas de Dios son fieles, pero la duda nos hace desconfiar de la fidelidad de
Dios.

● El amor de Dios y su bondad para nosotros son incondicionales, pero la duda nos
hace desconfiar de su amor y de su bondad.

● El poder de Dios hace posible lo imposible, pero la duda nos hace desconfiar del
poder de nuestro Dios.

● La misericordia está disponible siempre para nosotros, pero la duda nos hace
desconfiar de su misericordia.
II) SEGUNDO ENEMIGO SILENCIOSO: LA ENVIDIA (PROVERBIOS 14:30) El corazón
apacible es vida de la carne; Mas la envidia es carcoma de los huesos.

"La envidia es el arte de contar las bendiciones de los demás en lugar de las propias."

"La envidia es el gusano que roe el alma."

Tal como lo dice el versículo que hemos leído para comenzar la envidia es como una
carcoma en los huesos, ya que la carcoma es un pequeño insecto que corroe por dentro la
madera, sin que se note exteriormente y eso exactamente es lo que hace la envidia: Por
fuera aparentamos que estamos bien, que estamos alegres por el éxito y progreso de
los demás pero por dentro nos corroe la envidia

Pero definamos primeramente ¿QUE ES LA ENVIDIA? La envidia es el sentimiento de


pesar o enojo ante el bien de otra persona, es decir, el desagrado o molestia que produce
en alguien ver el éxito o las bendiciones ajenas.

¿Por qué la envidia es un enemigo silencioso para nuestra vida cristiana y para las
bendiciones de nuestra vdia? Tenemos que comprender que el sentimiento de envidia va
completamente en contra del mandato de nuestro Dios de amar a nuestro prójimo como a
nosotros mismos (Gálatas 5:14) Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple:
Amarás a tu prójimo como a ti mismo, DIOS NO PUEDE BENDECIR A ALGUIEN QUE
SE MOLESTA POR LAS BENDICIONES DE SU PRÓJIMO.

No podemos decir que amamos a nuestros prójimos si en lugar de alegrarnos por las
bendiciones que ha recibido, nos enojamos, o nos sentimos tristes, pero lastimosamente
una persona envidiosa hace lo contrario de lo que nos dice la palabra de Dios (Romanos
12:15) Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. pues cuando una
persona tiene su corazón lleno de envidia no se puede gozar con los que se gozan, sino al
contrario, un envidioso llora por los que se gozan, se siente molesto y triste por las
bendiciones ajenas.

III) TERCER ENEMIGO SILENCIOSO: LA SOBERBIA (Santiago 4:13-16) ¡Vamos ahora!


los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y
traficaremos, y ganaremos; 14 cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es
vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego
se desvanece. 15 En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y
haremos esto o aquello. 16 Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda
jactancia semejante es mala;

"La soberbia es el pecado más difícil de reconocer, porque nos ciega ante nuestras propias
debilidades y nuestra necesidad de ayuda"

La soberbia es un enemigo silencioso porque aunque no lo admitamos con nuestra boca, en


nuestro corazón creemos que no necesitamos la ayuda de Dios, que nuestros planes y
proyectos son tan buenos que no es necesario depender de el.

El soberbio se siente seguro en sus propia capacidad, se siente seguro en su propia


sabiduría, y no reconoce que no solamente sus planes dependen de la voluntad de Dios
sino que también su vida misma depende de él .
EN CONCLUSIÓN: ¿COMO PODEMOS VENCER ESOS ENEMIGOS SILENCIOSOS?
Tenemos que pedir de todo corazón que nuestro Dios nos permita, por medio del Espíritu
Santo, reconocer en nuestra propia vida esos enemigos silenciosos o enemigos ocultos
(Salmos 19:12) ¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me
son ocultos. Y luego de reconocerlos en nuestra vida tenemos que confesarlos delante del
Señor para que seamos libres y limpios de esos enemigos ocultos que tanto daño le hacen
a nuestra vida, a nuestra comunión con Dios y a nuestras bendiciones (1 Juan 1:9) Si
confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y
limpiarnos de toda maldad.

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