La Arte de Guerra, Miler Melgarejo

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ADMINISTRACIÓN

INDUSTRIAL

INSTRUCTOR: MANRIQUE CERNA HERNAN

ESTUDIANDE: MELGAREJO CABANILLAS MILER ABEL

CURSO: ADMINISTRACION Y ORGANIZACIÓN DE EMPRESA

AÑO: 2022
El filósofo nos dicta que al momento de iniciar la batalla el líder o general del
ejército, no puede mantener a este en un solo lugar ya que esto los vuelve más
propensos a que sus provisiones se agoten, ya que si el general actúa con
inteligencia, deberá luchar por despojar al enemigo, para así mantener
alimentos en su ejercito del ejercito enemigo »Si utilizas al enemigo para
derrotar al enemigo, serás famoso en cualquier lugar a donde vayas» en donde
nos brinda el conocimiento sobre derrotar al enemigo, que se hace de forma
inteligente sin llevar mucho a cabo la violencia. Una gran cantidad de derrame
de sangre del ejército en las batallas se evitan teniendo conocimiento y
empleando estrategias y tácticas.
El arte de la guerra, entonces, es gobernado por cinco factores inmutables…
Estos son: Los principios morales; El cielo; La Tierra; El comandante; El
método y la disciplina. Estas cinco directrices deben resultar familiares para
todo general: el que las conozca saldrá victorioso; el que no las conozca
fracasará.

Mientras gestiona el beneficio de mi consejo, aprovéchese también de


cualquieras circunstancias útiles más allá de las reglas ordinarias. Según como
sean de favorables las circunstancias, uno debe modificar sus planes. Todo el
arte de la guerra está basado en el engaño.

Cuando se puede atacar, tenemos que parecer incapaces; cuando usamos


nuestras fuerzas, tenemos que parecer inactivos; cuando estamos cerca,
tenemos que hacer creer al enemigo que estamos en la lejanía; cuando
alejados, tenemos que hacerle creer que estamos al lado.

El general que gana una batalla hace muchos cálculos en su templo antes del
fragor de la batalla. El general que pierde una batalla no hace sino pocos
cálculos de antemano.

No hay referencia de ningún país que se haya beneficiado de guerras


prolongadas. Solo alguien que llega a conocer a fondo los males de la guerra
puede entender en profundidad la forma provechosa de continuarla.

Usar al adversario conquistado para aumentar la propia fuerza de uno. En la


guerra, entonces, deja que tu gran objetivo sea la victoria, no campañas
alargadas.

Por tanto, el líder habilidoso subyuga a las tropas enemigas sin ninguna lucha;
apresa sus ciudades sin sitiarlas; derroca su reino sin operaciones alargadas
en el campo.

Así que debe saberse que el líder de ejércitos es el árbitro del destino del
pueblo, el hombre del que depende que la nación esté en paz o en peligro
Luchar y conquistar en todas tus batallas no es la excelencia suprema; la
excelencia suprema consiste en romper la resistencia del enemigo sin luchar.

El general es el baluarte del Estado; si el baluarte es completo en todos sus


puntos, el Estado será fuerte; si el baluarte es defectuoso, el Estado será débil.

Hay cinco puntos esenciales para la victoria: ganará el que sepa cuándo luchar
y cuándo no hacerlo. Ganará el que sepa cómo manejar tanto fuerzas
superiores como inferiores. Ganará el que cuyo ejército esté animado por el
mismo espíritu a lo largo de todos los rangos.

Ganará el que, habiéndose preparado, espere a tomar al enemigo indispuesto.


Ganará el que tenga capacidad militar y no sea interferida por el soberano.

Si conoces al enemigo y te conoces a ti mismo, no tienes que temer el


resultado de cien batallas. Si te conoces a ti mismo pero no al enemigo, por
cada victoria lograda sufrirás también una derrota. Si no conoces ni al enemigo
ni a ti mismo, sucumbirás en cada batalla el asegurarnos contra la derrota está
en nuestras manos, pero la oportunidad de derrotar al enemigo la proporciona
el propio enemigo.

Lo que los antiguos llamaban un luchador inteligente es el que no solo gana,


sino que destaca por ganar con facilidad. Gana sus batallas gracias a no
cometer errores. No cometer errores es lo que establece la certeza de victoria,
ya que significa conquistar a un enemigo que ya está derrotado. Así es que en
la guerra, el estratega victorioso solo persigue la batalla después de alcanzar la
victoria, mientras que el que está destinado a perder primero lucha y luego
busca la victoria. El que llegue primero al campo de batalla y aguarde la llegada
del enemigo, estará fresco para la lucha; el que llegue segundo al campo de
batalla y tenga que apresurarse para batallar llegará exhausto.

El combatiente inteligente impone su voluntad al enemigo, pero no permite que


la voluntad del enemigo le sea impuesta.

Es habilidoso en el ataque el general cuyo oponente no sabe qué defender; y


es habilidoso en la defensa aquel cuyo oponente no sabe qué atacar.

Puedes avanzar y ser absolutamente impenetrable, si te diriges hacia los


puntos flacos del enemigo; puedes retirarte y estar a salvo de la persecución si
tus movimientos son más veloces que los del enemigo.

Compara cuidadosamente al ejército contrario con el propio, de forma que


puedas saber dónde hay un excedente de fuerza y dónde es carente.

Todo hombre puede ver las tácticas por las cuales conquistó, pero lo que
ninguno puede ver es la estrategia a partir de la cual se desarrolla la victoria.
Al igual que el agua no tiene una forma definida, en la guerra no hay
circunstancias permanentes. Al que puede modificar sus tácticas en relación
con su oponente y de esta forma tener éxito en vencer, puede llamársele
capitán nacido del cielo.

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