PC - Cuadernillo 2024 - Fascículo 2 - Eje Temático Poder
PC - Cuadernillo 2024 - Fascículo 2 - Eje Temático Poder
PC - Cuadernillo 2024 - Fascículo 2 - Eje Temático Poder
Facebook
@pculturales https://www.facebook.com/pculturales
Instagram
@pculturales2022
https://www.instagram.com/pculturales2022/
Cuadernillo / Fascículo 2
Eje Temático: Poder
1er. Cuatrimestre 2024
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
Palabras clave: La cultura y los diferentes sectores sociales. Cultura de elite, cultura masiva
y cultura popular. Hegemonía. Sentidos preferenciales y sentidos subalternos.
¿Por qué es importante reflexionar sobre el poder? Porque el poder es constitutivo de todas
nuestras relaciones sociales. Pensar nuestras propias prácticas culturales implica,
necesariamente, reflexionar sobre las relaciones de poder en las que estamos inmersos.
En términos generales, la palabra poder hace referencia a “poder hacer”, es la capacidad que
tiene el hombre para hacer algo o realizar una acción. Desde este punto de vista, todos tenemos
algún grado de poder. Tenemos poder cuando tomamos decisiones, cuando elegimos, cuando
actuamos, cuando nos enfrentamos a alguna forma de abuso, cuando resistimos a las diversas
formas de violencia, pero también cuando actuamos con otros en búsqueda de un fin común.
Esto significa que el poder no es solo una cuestión individual, se mide siempre en relación a
alguien o algo.
Una de las definiciones clásicas sobre el poder es la que ha dado el sociólogo alemán Max Weber,
para quien el poder es la capacidad que tiene una persona, grupo o institución de influir total o
parcialmente en los pensamientos, las decisiones y las acciones de otros. Esto no significa que
el poder sea una propiedad exclusiva de dicha persona, grupo o institución; el poder es
fundamentalmente una relación social. Y a su vez, toda relación social está atravesada por
múltiples relaciones de poder. Que el poder sea una relación social no implica que estas
relaciones sean iguales ni estáticas; son siempre múltiples, heterogéneas y reversibles. En las
sociedades complejas todos ocupamos diferentes posiciones de poder que van variando a lo
largo de nuestra vida: en nuestra casa, en el barrio, en el club, en el trabajo, en la universidad.
También, muchas veces, tendemos a concebir el poder en términos de poder político o del poder
del Estado. Pero el poder no se encuentra solamente en el ámbito estatal o político; como se ha
dicho, toda relación social es siempre una relación de poder. El poder está en la relación
padre/madre-hijo/a, jefe/a-empleado/a, docente-alumno/a, médico/a-paciente, gobernante-
gobernado, en los vínculos amorosos o de amistad, y en todas y cada una de las relaciones
sociales.
2
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
Desde luego, esto no significa que el ejercicio hegemónico del poder beneficie siempre a los
sujetos sobre los que se ejerce. Muchas veces, apoyamos o sostenemos formas de poder que
nos perjudican, y que nos obliga a hacernos la siguiente pregunta: ¿Por qué, en ciertas
circunstancias, los sectores populares o subalternos comparten o apoyan los mismos intereses
que los sectores dominantes?
Marx decía que las ideas dominantes de una sociedad son las ideas de las clases o los sectores
dominantes. Esto implica preguntarse de qué manera los sectores dominantes ejercen su
dominación de clase. Según el filósofo marxista Louis Althusser, toda sociedad necesita, al mismo
tiempo que produce, generar sus condiciones de reproducción. En este sentido, Althusser
estableció una diferencia entre aparatos represivos (ARE) y aparatos ideológicos de Estado (AIE).
Los aparatos represivos son la policía, el ejército, el sistema penal, los distintos ámbitos del
Estado que se refieren al monopolio de la violencia. Los aparatos ideológicos son aquellos que
legitiman determinada forma de poder, y que no necesariamente están bajo control estatal.
Durante la Edad Media, el aparato ideológico principal ha sido la Iglesia. A lo largo de la
modernidad, ese lugar lo fue ocupando la escuela. Podría decirse que en las sociedades
contemporáneas, los grandes medios de comunicación se han constituido como el aparato
ideológico fundamental. Nuestros pensamientos, nuestras ideas, nuestras formas de ver el
mundo, nuestras maneras de sentir, nuestros criterios de verdad, están muchas veces -aunque
no exclusivamente- influenciados por los grandes medios de comunicación de masas que
representan los intereses de los sectores hegemónicos.
3
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
Poder-Saber
Si el poder influye en nuestras formas de ser y hacer, esto significa que el poder no es solamente
represivo (no es solamente un decir “vos no podés hacer”). El poder también es productivo,
produce efectos de verdad, formas de saber, tipos de normatividad, modos de subjetivación.
Nuestras identidades no son un dato natural, son una construcción histórica atravesada por
determinadas relaciones de poder específicas. A lo largo de nuestra vida vamos transitando por
una serie de instituciones (familia, escuela, iglesia, medios de comunicación, universidad, trabajo)
que van conformando nuestra personalidad. Cuando nos pensamos como argentino o boliviana;
estudiante, trabajador o desocupada; católica, judío, musulmán o agnóstica; peronista o radical;
de derecha o de izquierda; todas estas categorías son construcciones culturales. Incluso, nuestra
condición de género (masculino/femenino) es una construcción histórico-social atravesada por
determinadas relaciones de poder-saber.
La centralidad de las relaciones de poder-saber consiste en que habilitan siempre determinados
mundos posibles y obstruyen o invisibilizan otros. Nuestras ideas acerca de lo que está bien y lo
que está mal, de los modos de conocer, o de lo que uno puede hacer, están condicionadas por
el modo de estructuración de las relaciones de poder de cada sociedad y por las formas de
resistencia a ellas. De ahí la importancia de la política como actividad humana transformadora.
Poder simbólico
El poder no es igual a la violencia. La violencia puede ser una de las manifestaciones del poder,
pero el poder es irreductible a ella. Incluso la violencia tiene distintas formas, puede ser una
violencia física pero también simbólica. El sociólogo francés Pierre Bourdieu ha analizado las
diversas manifestaciones de poder simbólico, es decir, de un poder que se ejerce no por medio
de la fuerza física, sino mediante palabras, imágenes, gestos, etc. Lo importante de reconocer
este tipo de poder es, por un lado, que construye subjetividades, y por otro, que más tarde o más
temprano puede terminar generando violencia física.
El poder se ejerce también en el plano de la lengua. Las palabras construyen el mundo social.
De ahí que el conflicto por las palabras es también la disputa por nuestros modos de nombrarnos
y de nombrar el mundo que habitamos. Nombrar la Argentina de la época de Sarmiento como
barbarie ha tenido efectos genocidas sobre las comunidades de pueblos originarios.
Precisamente la distinción entre barbarie y civilización es una de las formas de la barbarie, que
ha generado en América Latina las condiciones para el exterminio de millones de personas.
Pensar la cuestión del poder simbólico en el campo de la cultura nos conduce a reflexionar sobre
el problema de la desigualdad más allá de la desigualdad material. También existe una
desigualdad simbólica, es decir, una diferencia en el acceso a los bienes culturales, muchas
veces condicionada por la desigualdad material, aunque no de manera exclusiva. ¿Por qué
determinados sectores realizan determinadas prácticas culturales y no otras? ¿Es natural nuestro
gusto por el fútbol o el teatro, por la lectura o la televisión, nuestra creencia en alguna religión o
en la ciencia?
Los gustos, los deseos, los placeres, no son naturales, sino que se van conformando a lo largo
de nuestra vida y van constituyendo nuestra identidad tanto individual como grupal. ¿Cuáles son
nuestros gustos culturales? ¿Por qué nos gustan determinadas cosas y no otras? ¿Qué hace que
tengamos determinadas prácticas culturales? ¿A qué dedicamos nuestro tiempo libre? En suma:
¿por qué hacemos lo que hacemos?
La reflexión sobre nuestras prácticas culturales y el conjunto de relaciones de poder que las
atraviesan implica una reflexión sobre quiénes somos, cuáles son nuestros deseos, qué ha hecho
que seamos como somos y qué posibilidades tenemos de cambiar nuestros modos de ser y
hacer, tratando de ser cada vez más libres.
4
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
5
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
En el medio
Los medios de comunicación fueron los encargados de concentrar, casi en su totalidad, un
discurso global para imponer sentidos particulares a la cultura moderna. Esos sentidos son los
que han configurado la cultura de masas. Otra vez, el borramiento del emisor esconde una
estrategia de manipulación. La realidad que presentan los medios de comunicación es una entre
muchas otras. El proceso de producción de la realidad que realizan los medios es racional y
político. La afirmación de que los medios ofrecen lo que la gente quiere borra la responsabilidad
del emisor en la codificación del mensaje. Los medios masivos de comunicación son el canal
principal de difusión de un tipo particular de cultura que se ofrece de manera brutal y
necesariamente incontrastable como parte del paradigma cultural hegemónico. Los avances
tecnológicos del siglo XX plantearon interrogantes acerca de la forma en que los medios de
comunicación incidían en la estructura social, en las costumbres y en los modos de ser, hacer y
sentir de los integrantes de la sociedad.
Desde varias corrientes de pensamiento se analizaron los procesos de la comunicación y, sobre
todo, la comunicación relacionada con los medios masivos. Una de las miradas teóricas retoma
a Gramsci y analiza el lugar que ocupan los medios en el reforzamiento de prácticas hegemónicas
con el fin de crear una visión del mundo, una filosofía, una moral, costumbres, “un sentido común”
que cohesiona a los demás sectores, identificándolos entre sí y situándolos en el mismo plano,
ocultando de esta manera la posición privilegiada que mantiene el sector hegemónico frente a
los demás grupos sociales. Lo que nos permite Gramsci es ver que los públicos retomamos esos
argumentos y, dentro de los límites que establece la colonización pedagógica en la que estamos
inmersos, recreamos sentidos de acuerdo a nuestra propia experiencia vital y la del contexto que
da fondo a nuestra vida. Entre algunas de las estrategias para lograr la perpetuidad, la
reproducción, y reforzar modelos de hacer y ser, los medios establecen estereotipos y hacen
verosímil una estructura imaginaria. Las comunidades adoptan en gran medida este mundo
6
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
deseable para ser parte. Buscamos cumplir con los requisitos necesarios para llegar a
convertirnos en uno de los que están adentro. De esta manera, los medios son herramientas
centrales para presentar como única y deseable una versión acotada y tendenciosa de la vida.
El teórico inglés Stuart Hall plantea la necesidad de pensar también el lugar de la recepción como
un lugar de resistencia y de creatividad. Así, si bien no es la más frecuente, hay una posibilidad
para una lectura no lineal de los medios. Una lectura que se escape de los mapas de sentido
establecidos y que permita mostrar los hilos del proceso hegemónico llevado a cabo por los
medios de comunicación.
Como la cultura es un proceso y el poder una relación es entonces factible pensar brechas para
construir nuevos sentidos que potencien las acciones colectivas.
Guía de lectura:
1. ¿Qué autores se mencionan en el texto y qué ideas sobre el poder aporta cada uno?
2. ¿Qué significa afirmar que "el poder es parte de todas las relaciones sociales"?
3. Según se desarrolla en el texto, ¿cómo se relaciona el concepto de poder con el de prácticas
culturales?
Nota: Las Guías de Lectura son recursos que presentamos para ayudarles en la comprensión de los
textos. Salvo en los casos en los que sus docentes les indiquen lo contrario, no se trata de actividades
obligatorias para entregar sino de un recurso para estudiar.
7
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
8
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
9
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
10
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
Por tanto, y como método general, resulta conflictivo reducir todas las iniciativas y contribuciones
culturales a los términos de la hegemonía. Esta es la consecuencia reduccionista del concepto
radicalmente diferente de «superestructura». Las funciones específicas de «lo hegemónico», «lo
dominante», deben ser siempre acentuadas, aunque no de un modo que sugiera ninguna
totalidad a priori. La parte más difícil e interesante de todo análisis cultural, en las sociedades
complejas, es la que procura comprender lo hegemónico en sus procesos activos y formativos,
pero también en sus procesos de transformación. Las obras de arte, debido a su carácter
fundamental y general, son con frecuencia especialmente importantes como fuentes de esta
compleja evidencia.
El principal problema teórico, con efectos inmediatos sobre los métodos de análisis, es distinguir
entre las iniciativas y contribuciones alternativas y de oposición que se producen dentro de o en
contra de una hegemonía específica (la cual les fija entonces ciertos límites o lleva a cabo con
éxito la tarea de neutralizarlas, cambiarlas o incorporarlas efectivamente) y otros tipos de
contribuciones e iniciativas que resultan irreductibles a los términos de la hegemonía originaria o
adaptativa, y que en ese sentido son independientes. Puede argumentarse persuasivamente que
todas o casi todas las iniciativas y contribuciones, aun cuando asuman configuraciones
manifiestamente alternativas o de oposición, en la práctica se hallan vinculadas a lo hegemónico:
que la cultura dominante, por así decirlo, produce y limita a la vez sus propias formas de
contracultura. Hay una mayor evidencia de la que normalmente admitimos en esta concepción
(por ejemplo, en el caso de la crítica romántica a la civilización industrial). Sin embargo, existe
una variación evidente en tipos específicos de orden social y en el carácter de la alternativa
correspondiente y de las formaciones de oposición. Sería un error descuidar la importancia de
las obras y de las ideas que, aunque claramente afectadas por los límites y las presiones
hegemónicas, constituyen al menos en parte rupturas significativas respecto de ellas y, también
en parte, pueden ser neutralizadas, reducidas o incorporadas, y en lo que se refiere a sus
elementos más activos se manifiestan, no obstante, independientes y originales.
Por lo tanto, el proceso cultural no debe ser asumido como si fuera simplemente adaptativo,
extensivo e incorporativo. Las auténticas rupturas dentro y más allá de él, dentro de condiciones
sociales específicas que pueden variar desde una situación de extremo aislamiento hasta
trastornos prerrevolucionarios y una verdadera actividad revolucionaria, se han dado con mucha
frecuencia. Y estamos en mejores condiciones de comprenderlo, en un reconocimiento más
general de los límites y las presiones insistentes que caracterizan a lo hegemónico, si
desarrollamos modos de análisis que, en lugar de reducir las obras a productos terminados y las
actividades a posiciones fijas, sean capaces de comprender, de buena fe, la apertura finita pero
significativa de muchas contribuciones e iniciativas. La apertura finita aunque significativa de
muchas obras de arte, como formas significativas que se hacen posibles pero que requieren
asimismo respuestas significativas persistentes y variables, resulta entonces particularmente
relevante.
Guía de lectura:
1. Según Williams ¿Por qué en el análisis cultural es importante hablar mejor de “lo hegemónico” y
de “lo dominante” antes que de hegemonía?
2. ¿Por qué, según el autor, "una hegemonía dada es siempre un proceso"? ¿por qué afirma que
"nunca puede ser individual"?
3. ¿Qué quiere decir Williams cuando plantea que la hegemonía nunca es total?
Nota: Las Guías de Lectura son recursos que presentamos para ayudarles en la comprensión de los
textos. Salvo en los casos en los que sus docentes les indiquen lo contrario, no se trata de actividades
obligatorias para entregar sino de un recurso para estudiar.
11
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
La complejidad de una cultura debe hallarse no solamente en sus procesos variables y en sus
definiciones sociales —tradiciones, instituciones y formaciones—, sino también en las
interrelaciones dinámicas, en cada punto del proceso que presentan ciertos elementos variables
e históricamente variados. Dentro de lo que he denominado análisis “trascendental”, un proceso
cultural es considerado un sistema cultural que determina rasgos dominantes: la cultura feudal o
la cultura burguesa o la transición de una a la otra. Este hincapié en los lineamientos y los rasgos
dominantes y definitivos es sumamente importante y, en la práctica, a menudo efectivo. Sin
embargo, ocurre con frecuencia que su metodología es preservada para la función muy diferente
que caracteriza el análisis histórico, en el cual un sentido del movimiento dentro de lo que se
abstrae habitualmente como un sistema resulta fundamentalmente necesario, especialmente si
ha de conectarse tanto con el futuro como con el pasado. En el auténtico análisis histórico es
necesario reconocer en cada punto las complejas interrelaciones que existen entre los
movimientos y las tendencias, tanto dentro como más allá de una dominación efectiva y
específica. Es necesario examinar cómo se relacionan con el proceso cultural total antes que,
exclusivamente, con el sistema dominante selecto y abstraído. Por lo tanto, la “cultura burguesa”
es una significativa descripción e hipótesis generaliza dora expresada dentro de un análisis
trascendental por medio de comparaciones fundamentales con la “cultura feudal” o la “cultura
socialista”. Sin embargo, entendida como una descripción del proceso cultural a lo largo de cuatro
o cinco siglos y en los registros de sociedades diferentes, requiere una inmediata diferenciación
histórica e internamente comparativa. Por otra parte, aun si esto es reconocido o desarrollado
prácticamente, la definición “trascendental” puede ejercer su presión como tipo estático contra el
cual actúan todos los verdaderos procesos culturales, tanto con la finalidad de manifestar
“estadios” o “variaciones” del tipo (que todavía es el análisis histórico) como, en el peor de los
casos, de seleccionar la evidencia fundamental y excluir la evidencia “marginal”, “incidental” o
“secundaria”.
Estos errores pueden evitarse si, mientras conservamos la hipótesis trascendental, podemos
hallar términos que no solo reconozcan los “estadios” y las “variaciones”, sino también las
relaciones dinámicas internas de todo proceso verdadero. En realidad, todavía debemos hablar
de lo “dominante” y lo “efectivo”, y en estos sentidos, de lo hegemónico. Sin embargo, nos
encontramos con que también debemos hablar, y ciertamente con una mayor diferenciación en
relación con cada una de ellas, de lo “residual” y lo “emergente”, que en cualquier proceso
verdadero y en cualquier momento de este proceso, son significativos tanto en sí mismos como
en lo que revelan sobre las características de lo “dominante”.
Por “residual” quiero significar algo diferente a lo “arcaico”, aunque en la práctica son a menudo
muy difíciles de distinguir. Toda cultura incluye elementos aprovechables de su pasado, pero su
lugar dentro del proceso cultural contemporáneo es profundamente variable. Yo denominaría
“arcaico” a lo que se reconoce plenamente como un elemento del pasado para ser observado,
para ser examinado o incluso ocasionalmente para ser conscientemente “revivido” de un modo
deliberadamente especializado. Lo que pretendo significar por “residual” es muy diferente. Lo
residual, por definición, ha sido formado efectivamente en el pasado, pero todavía se halla en
actividad dentro del proceso cultural; no sólo —y a menudo ni eso— como un elemento del
pasado, sino como un efectivo elemento del presente. Por lo tanto, ciertas experiencias,
significados y valores que no pueden ser expresados o sustancialmente verificados en términos
de la cultura dominante, son, no obstante, vividos y practicados sobre la base de un remanente
—cultural tanto como social— de alguna formación o institución social y cultural anterior. Es
fundamental distinguir este aspecto de lo residual, que puede presentar una relación alternativa
e incluso de oposición con respecto a la cultura dominante, de la manifestación activa de lo
residual (siendo ésta su distinción de lo arcaico) que ha sido total o ampliamente incorporado a
12
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
13
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
14
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
Guía de lectura:
15
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
comunicación.
Por Jorge Huergo
Hace unos treinta años era corriente una visión estructural de la sociedad; es decir, no se
prestaba tanta atención a la vida cotidiana, a la comunicación y la cultura popular, a las
diferencias socioculturales, como ocurrió a partir de los 80. Hacia los 60 y los 70 se hablaba del
papel de los medios de comunicación en la dominación: los medios eran manipuladores de las
conciencias, eran vehículos de la ideología opresiva, eran los nuevos encargados de la invasión
cultural, estaban al servicio de los intereses capitalistas e imperialistas.
¿Qué ocurrió en los 80 y los 90? ¿Acaso ya no existe la dominación ni la opresión, no hay
capitalismo o imperialismo? No se trata de eso. Lo que aportan algunos teóricos de la
comunicación (como Jesús Martín-Barbero, Héctor Schmucler o Armand Mattelart) no está en el
sentido de reforzar la idea de que la comunicación es un proceso de dominación; más bien lo
que operan es una inversión: el desafío de comprender la dominación como un proceso de
comunicación (véase Martín-Barbero, 1998: 202) Pero, además, las investigaciones, los ensayos
y las teorías se desplazaron desde ideas que sostenían la existencia de relaciones de opresión
(donde el oprimido padece al opresor, que lo oprime por la fuerza), hacia perspectivas que se
interrogan de qué maneras los dominados trabajan en favor de su propia dominación, de los
dominadores y de los intereses dominantes (aunque los dominados lo ignoren). Entonces se
logró comprender que los procesos políticos y las relaciones de poder no podían considerarse
aisladamente, sino en la trama de los procesos y las prácticas culturales; hay determinadas
prácticas y procesos culturales populares que trabajan a favor del fortalecimiento del poder de
los dominadores y de las políticas de dominación; existen complicidades y seducciones que
hacen que los dominados internalicen intereses que los dominan y se subyuguen con los gustos
y modos de vida de los dominadores. Para aquella inversión y para esta comprensión, para mirar
los procesos políticos no ya como relacionados con la fuerza, sino con el sentido, fue clave un
concepto: el concepto de hegemonía.
16
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
Las prácticas hegemónicas, para Gramsci, tienen por objeto la formación del conformismo
cultural en las masas: una serie de actitudes, de comportamientos, de valores y de pensamientos
que permiten a una clase ejercer su supremacía y articular, para los fines de su dominio, los
intereses y las culturas de otros grupos sociales. En definitiva, este proceso (fundamentalmente
cultural) le permite a los grupos dominantes hacerse también dirigentes de la sociedad. Para esta
finalidad, los grupos dominantes trabajan el interjuego entre hegemonía y consenso a través de
la educación, el derecho, los partidos políticos, la opinión pública, los medios de comunicación,
etc.
El problema de la hegemonía, entonces, tiene que ser visualizado a través de las vinculaciones
entre la cultura y lo político. No es un mero proceso de dominio. Más aún, según el inglés Edward
Thompson, para comprender a la “clase obrera” es necesario considerar la memoria y la
experiencia popular, y no meramente la relación de esa clase con los medios de producción. La
cultura misma, afirma Martín-Barbero (1987: 72), es un espacio de hegemonía: la dominación,
lejos de ser un proceso de imposición desde el “exterior” de lo social y de la cultura, es un proceso
en el que una clase se hace hegemónica en la medida en que logra representar intereses
diferentes de las clases populares y, además, en la medida en que los sectores populares se
reconocen “adentro” del proceso hegemónico, lo asumen, lo hacen propio, son conformistas con
él. En ese proceso, la cultura (como espacio de hegemonía) es algo que se transforma
permanentemente: se transforman las culturas y las identidades dominantes y se transforman,
también, las culturas e identidades populares, conformando entre ambas articulaciones muchas
veces insospechadas.
Según un seguidor de Gramsci, el italiano A. Cirese, lo popular (considerando los procesos y las
prácticas de la hegemonía) no es lo original, lo folklórico (como si fuera puro); no es lo esencial
o lo sustancial. Lo popular siempre está en proceso de conformación y de transformación, visible
a través de los usos y de las relaciones que la “cultura popular” establece con otras culturas. Las
culturas populares sobreviven a través de estratagemas, de tácticas cotidianas frente a las
estrategias hegemónicas, de manera de poder materializar (ante nuevas condiciones) sus modos
de vivir y de pensar. A través de esas tácticas y estratagemas, las culturas populares logran filtrar,
apropiarse y reorganizar lo que viene de la cultura hegemónica: productos de mercado,
producciones artísticas, modos de pensar y de vivir, etc. En la cultura de masas, precisamente,
es posible observar que las culturas populares logran articular lo que viene de su memoria con
lo que viene del mercado burgués.
Para que exista hegemonía debe existir una práctica de articulación, sostiene Ernesto Laclau
(Laclau y Mouffe, 1987). La articulación significa que dos elementos (dos identidades, dos
culturas) se ponen en relación, y al relacionarse cada una contribuye a la formación de una
situación cultural diferente a ambas, que sin embargo no anula a
ninguno de los dos elementos. Este proceso de “articulación” en el proceso hegemónico es
posible observarlo en un caso histórico: la aparición de la Virgen de Guadalupe en México (en el
siglo XVI). Sin embargo, el proceso de “articulación” es simbólico y puede adquirir distintos
significados, según los intereses políticos que le otorguen sentido.
Alrededor de 1537 surge la tradición del relato de la aparición de la Virgen de Guadalupe. La
Virgen se apareció en 1531 (10 años después de la conquista) a un indio pobre llamado Juan
Diego. Apareció en el cerro Tepeyac, al noreste de la ciudad de México. En ese cerro existió un
centro dedicado a la diosa Tonantzín (que, según Torquemada, significa “Nuestra Madre”) que
fuera destruido por los españoles. En ese cerro nació el pueblo azteca, cuando un colibrí depositó
sus plumas en la tierra del Tepeyac. Luego la cultura azteca pasó por cuatro soles, al final de los
cuales sobrevendría Nahim Olim (la catástrofe final y la destrucción de los aztecas).
Seguramente la conquista fue experimentada, pasadas las primeras resistencias aztecas, como
“Nahim Olim”; en ese momento aparece la Guadalupana.
El obispo de México, Don Juan de Zumárraga, fue informado de la aparición de la Virgen por
Juan Diego; como sello milagroso de su testimonio, Juan Diego abrió su tilma o ayate y el obispo
pudo ver allí grabada la imagen de la Virgen. Una Virgen morena, india, embarazada (ya que
tenía una cinta sobre su vientre, como las mujeres aztecas usaban para señalar su embarazo) y
que hablaba náhuatl. Entonces, el obispo mandó construir un templo sobre el centro de culto
17
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
azteca. Al poco tiempo, los aztecas comprendieron que la Virgen era Tonantzín. Y la Iglesia, los
españoles, la presentaron como la Madre de un quinto sol, un sol que se llamaba Jesucristo. Y
los aztecas comenzaron a bautizarse.
El segundo obispo mexicano, Alonso de Montúfar, impulsó el culto de Tonantzín Guadalupe, con
lo que intentó conciliar las prácticas religiosas aztecas con las hispanas, e incluso permitió a los
predicadores hablar de "Tonantzín" para referirse a la Virgen María. Sobre todo esta construcción
político-religiosa-cultural, junto con la de la asociación entre la diosa-tierra Pachamama y la
Virgen de Copacabana (en el Alto Perú, hoy Bolivia), y en ambos casos la asociación de lugares
de culto, son un claro testimonio del sincretismo y del mestizaje cultural, donde se evidencia
cierta apropiación mutua de símbolos, signos y significados.
La Virgen de Guadalupe, o Coatlalopeuh (en náhuatl), se constituyó en un mito, o mejor: en un
símbolo dominante, aunque a la vez resistencial. Fue enarbolada por Hidalgo contra la Virgen de
los Remedios (la Gachupina), de los realistas, al iniciarse la etapa final del movimiento de
independencia. Con ella, el cura Hidalgo dio el “grito” de Independencia, desde la iglesia de
Atotonilco, en Guanajuato. Desde allí sirvió de estandarte de las fuerzas insurgentes, con toda
su significación simbólica y su capacidad de convocatoria. La Guadalupana ha sido el símbolo
de diferentes momentos de la historia mexicana, en las luchas por la independencia y por la
hegemonía. Los zapatistas la llevan también como estandarte y en sus sombreros, al reclamar
tierra y libertad.
Como todo símbolo popular, la Guadalupana es polisémica. Su capacidad de condensar múltiples
significados y de constituirse en punto de convergencia sociocultural es indudable. Por un lado,
el Papa Juan Pablo II y Televisa, en 1990, utilizaron la imagen y el mito en su versión de
sometimiento, para quitarle legitimidad a la corriente teológica de la liberación. Por otro lado, los
chicanos y los zapatistas dan una nueva dimensión movilizadora a la Virgen. Una muestra de
ello es que los acompañó en las huelgas de 1965 (en Delano, California) y en marchas de
campesinos en Texas. Y en estos casos, hay sectores chicanos que conectan sus ideales con
los de la Teología de la Liberación.
Así, el símbolo de la Virgen de Guadalupe cobra un papel político radical en EE.UU., volviendo
a ser estandarte en la lucha contra la discriminación y la injusticia que sufren sus hijos.
La hegemonía, para Raymond Williams (inglés de la Escuela de Birmingham), es un complejo
entrelazamiento (o articulación) de fuerzas políticas, sociales y culturales diferentes, con el fin de
constituir y sostener la conducción de una sociedad, sin necesidad de hacerlo por el dominio
coercitivo o por la fuerza (véase Williams, 1997: 129). Para la hegemonía debe existir cierta
internalización práctica de los valores, la ideología y las prácticas de los sectores dominantes.
Pero, también, para desarrollar una “hegemonía alternativa”, es imprescindible tener en cuenta
la articulación o entrelazamiento de diferentes formas de lucha culturales y sociales, y no sólo
diferentes grupos políticos.
18
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
historia, se presenta como si fuera el único camino posible); además, la presentación de ese
orden como algo “natural”;
2. la elaboración de una serie de equivalencias discursivas, esto es: la producción de que
determinados significantes tienen un significado fijo y permanente que no debería ser subvertido
(por ejemplo, el significante “orden” es equivalente o tiene el significado de: civilizado,
desarrollado, organizado según los requerimientos del “Primer Mundo”, etc., según el momento
histórico de que se trate).
El discurso social, entonces, construye equivalencias entre determinados significantes y sus
significados. Y esto lo hace con la totalidad de los significantes que proliferan en las relaciones
sociales, permitiendo una percepción “adecuada” de lo que es el mundo social. Por ejemplo: si
nos referimos al significante “mujer”
mujer = madre = ama de casa = sexo débil = etc...
Estas equivalencias van configurando estatutos, lo que quiere decir que se naturalizan (se hacen
como “naturales”) determinados significados que son sociales e históricos (por ejemplo, no
siempre, en todas las culturas y en todos los pueblos la mujer fue identificada como “ama de
casa”).
Sin embargo, comienzan a proliferar otros significados que subvierten la equivalencia y poner
en juego ciertas diferencias, como por ejemplo:
mujer = trabajadora industrial
Esos significados pueden ser, en cierto lapso, ser integrados en los estatutos, en la serie de
equivalencias del significante “mujer”. Aunque esto depende, en gran parte, de las culturas
particulares e incluso de las culturas de las distintas clases sociales.
Como ejemplo, vale una experiencia personal: Durante la Dictadura Militar (de 1977 a 1979)
trabajé en una villa de Bajo Flores (en Buenos Aires) llamada Villa Evita. Era un período muy
difícil debido a las políticas de erradicación del Intendente, el Brigadier Cacciatore, y de gran
represión de dirigentes villeros o de organizaciones que trabajaban con los villeros. Pero a lo que
quiero referirme es a un hecho que me sorprendió. Un día conocí a un travesti (en esa época no
eran tan comunes, estaban más “tapados”) que estaba casado y tenía dos hijos. Sin embargo,
para los villeros no era nada raro, no era discriminado y, lo que más me sorprendió, era
considerado “mujer”. Quiero decir: a veces, en el contexto de una cultura más o menos común,
existen representaciones discriminatorias más fuertes en algunas clases sociales que en otras.
En determinados momentos emergen significados que subvierten el sentido de un estatuto, como
por ejemplo:
mujer = travesti / mujer = lesbiana / mujer = prostituta
Por lo general, los significados que se desvían de los significados naturalizados en el estatuto,
quedan como del otro lado de una frontera imaginaria y suelen ser objeto de pánico moral (ver
Curran y otros, 1998). Este es un problema central relacionado con las vinculaciones entre
comunicación y hegemonía, ya que en las culturas se hacen dominantes determinados
significados y otros son censurados moralmente, son objetos de pánico moral, y los sujetos que
los encarnan suelen ser discriminados.
La hegemonía, desde el punto de vista discursivo, trabaja de la siguiente forma. En una
“formación social”, que es la referencia empírica, se construye una “formación hegemónica”, que
es una producción simbólica o imaginaria. Esto quiere decir: la formación social posee elementos
variables, contingentes (no necesarios) y procesuales. Pero la formación hegemónica va
estableciendo fronteras, límites fijos que pretenden estabilidad (véase Laclau y Mouffe, 1987).
Por ejemplo: ser villero, ser joven o ser militante activo (más allá de todo análisis sobre las causas
de esas situaciones) es una situación variable, contingente y procesual. Lo que hace la formación
hegemónica es, con el fin de afirmarse como un “orden social”, es ubicar esas situaciones del
otro lado de una frontera imaginaria y ubicarse a sí misma como lo opuesto de esas situaciones,
que pasan a ser objeto de pánico moral, de control y de disciplinamiento. De modo que los villeros
“cabecitas negras”, los jóvenes “indisciplinados y contestatarios” o los militantes “rebeldes y
19
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
violentos” son ubicados en un lugar “marginal”, al margen de ese “orden social”, del otro lado de
la frontera simbólica. Lo que trata de hacer la formación hegemónica es afirmar, como deseable,
una sociedad ordenada, es decir: burguesa (no villera), adulta y seria (no desordenadamente
joven) y que observe las formalidades políticas (no el violento desorden del activismo militante).
El objetivo, por otra parte, de la formación hegemónica (con el fin de obtener consenso y
legitimidad) es que toda la sociedad asuma y acepte esas fronteras; incluso, apuntar a que la
mayoría de los villeros, los jóvenes o los militantes (por ejemplo) aspiren a pasar las fronteras,
es decir, a responder y asumir el “orden” para sus prácticas: ser burgués, ser adulto, adecuarse
a las formalidades políticas. Para esto, la formación hegemónica interpela (invita a ser de
determinadas maneras) a los sujetos, a través de la educación, la formación de opinión pública,
los medios de comunicación, etc.
Históricamente, además, es posible observar cómo la formación hegemónica, desde el
punto de vista estratégico, organiza el campo social a través de pares binarios. El objetivo de
hacerlo responde a su estrategia, entendida como el conjunto de acciones para “derrotar” al
adversario, debilitando sus fuerzas e invadiendo sus territorios. Para algunos autores (como por
ejemplo Roland Barthes, véase O’Sullivan y otros, 1997) los pares binarios tienen una fuerte
función ideológica, contribuyendo a estructurar las percepciones sobre el mundo.
Esto ocurrió en Argentina, por ejemplo, con el discurso político-cultural de Sarmiento cuyo par
binario fue «civilización y barbarie», de modo que las equivalencias en cada uno fueron:
civilización = espíritu = progreso = deseable = racional = ciudad; etc. barbarie =
naturaleza = atraso = indeseable = irracional = campo; etc.
La estrategia, en este caso, fue “civilizar la barbarie”. Para esto, ubicó a la barbarie, en primer
lugar, del otro lado de la frontera imaginaria; en segundo lugar, trabajó en la internalización y
aceptación de esa dicotomía por parte de los sujetos; en tercer lugar, elaboró otras estrategias,
como por ejemplo la educación: organizó un sistema educativo que apuntaba a la normalización
y disciplinamiento de las conductas “anormales e indisciplinadas” (bárbaras) y a la masificación
de saberes y formas de acción europeas y norteamericanas (civilizadas).
Mientras que es posible entender cómo los significados naturalizados (o los estatutos) responden
a los intereses dominantes y a los procesos de dominación, a la vez es posible comprender cómo
los dominados muchas veces asumen actitudes conformistas, es decir, aceptan como “naturales”
aquellos significados y los asumen como propios, de modo que colaboran en la reproducción
social del pánico moral y la discriminación. Es muy llamativo ver cómo se expresa una mujer (que
aparece en la televisión) sobre el asesinato de su hijo por parte de la Policía:
«Mi hijo no era un vago: estudiaba y trabajaba; no tenía vicios ni se drogaba. Era un buen chico»
Esto nos permite conjeturar que si el joven hubiese sido desocupado, hubiese habido (acaso)
razones para asesinarlo; con más razón si no estudiaba y era un vago. Más aún, hay equivalencia
significativa de ser un “buen chico”:
buen chico (buen joven) = trabajador = estudiante = no “vago” = etc...
Con lo cual:
desocupado = no estudiante = adicto = (posiblemente) mal chico
por lo tanto, podría justificarse su muerte. Esto también ocurrió el 20 de diciembre (día de enorme
represión radical). El periodista, describiendo la vida de uno de los jóvenes manifestante
asesinado por la represión policial dice:
«Este joven no era un militante violento; era un muchacho que
estudiaba y que, con su trabajo, sostenía a su familia, a su madre y
sus hermanitos»
Lo que se dice siempre incluye algo que no se dice; en este caso, que posiblemente hubiese
sido justificable asesinar a un joven que fuera “activista”, vago (desempleado y no estudiante),
etc.
20
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
Lo clave para comprender cómo trabaja la hegemonía en el nivel del lenguaje, está en que este
tipo de representaciones y de significaciones están generalizadas, es decir, son adoptadas y
asumidas como propias por vastos sectores sociales, incluso (a veces) por los mismos sujetos
que están al borde de experimentar este tipo de situaciones (de desempleo, no estudio, vagancia,
etc.) debido al ajuste estructural y al empobrecimiento generalizado, rayano con la miseria.
Además, el lenguaje configura de tal modo la experiencia que muchas veces la imposibilita. Otro
ejemplo: En nuestras prácticas en escuelas públicas de EGB (nivel primario) de La Plata, nos ha
ocurrido que una directora (y a veces una docente) nos ha dicho:
«¿A qué vienen a trabajar a esta escuela? Vayan a escuelas del centro
(de la ciudad) o a escuelas privadas. Acá vienen todos los pibes de la
villa. Y esos chicos no van a aprender nada. Ya los echaron a perder
en sus casas»
Veamos qué significados aparecen en este discurso. Por un lado, se hace una enorme
diferenciación entre escuelas: hay escuelas de barrio o periféricas, del centro y privadas; cada
una de ellas “carga” con chicos bien distintos. Pero, además, el “pibe villero” ¿qué significa?
pibe villero = echados a perder = no pueden aprender
Esto quiere decir que están condenados: hay una situación “natural” de la que no pueden
escapar. La hegemonía trabaja precisamente cuando los chicos incorporan este tipo de
representaciones, las internalizan, las hacen propias y no pueden vivir experiencias de
aprendizaje. Es decir, colaboran con la condena “natural” a la que son condenados; y no pueden
vivir experiencias autónomas de esas significaciones. Esto es lo que refuerza, desde el
dominado, el poder y las relaciones de la dominación.
La dominación, en fin, en términos de hegemonía, no actúa por la fuerza, sino a través del
consenso, de la legitimidad y del conformismo. Los sectores populares ofrecen consenso a
aquellas representaciones sociales sostenidas por significados; esto es: las con-sienten, las
sienten como si fueran propias. Además, las legitiman: consideran o creen que son legítimas,
que se sostienen en una especie de “legalidad natural” que hace posible el orden social.
Finalmente, los sectores populares pueden ser conformistas, es decir: están conformes con las
ideas y representaciones que proliferan sobre ellos, aunque ellas provengan de los dominadores
con el fin de sostener su dominación.
En determinados momentos de la historia existen puntos nodales (véase Laclau y Mouffe, 1987;
Zizek, 1992) que son significantes para los cuales son permitidos distintos significados. Esto
ocurrió, en la década del 60 y principios de los 70, con un significante: “¡Perón vuelve!” (cfr.
Laclau, 1996). Este significante nodal, “¡Perón vuelve!”, admitió diferentes significados, como por
ejemplo:
Perón vuelve = se instalará un gobierno peronista sindical
Perón vuelve = se constituirá la patria socialista
Perón vuelve = reinará la justicia social y la soberanía económica
Perón vuelve = habrá un gobierno de mano fuerte
Cada uno de los significados (que no terminan allí) se ven provisoria y precariamente articulados,
amarrados en ese punto nodal. Sin embargo, triunfará aquel que sea capaz
de articular a todos los demás. Si no, ocurrirá que los significados, llegado el momento histórico
determinado, permanecerán en lucha por la hegemonía sobre los otros. Una lucha no solo
simbólica, sino también material, como lo fue, por ejemplo, la lucha entre la “Tendencia
Revolucionaria” y el “Lopezreguismo”.
Es interesante hoy observar qué significados se amarran en el significante nodal “¡Que se vayan
todos!”. Se amarran, por ejemplo:
Que se vayan todos = que gobiernen las asambleas populares
Que se vayan todos = que vuelva Menem
21
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
A manera de conclusión
Lo expresado en último lugar nos permite advertir que comprender la hegemonía no se reduce
a pensar cómo actúa la dominación, distribuyendo y reproduciendo discursos, significados,
ideologías y prácticas favorables a los sectores dominantes; es decir: cómo se configura el
conformismo política, social y culturalmente. También comprender la hegemonía implica percibir
los modos en que los sectores populares se resisten a los significados dominantes y los
impugnan. Pero esa impugnación y esa resistencia no es solo una oposición a los significados
dominantes. También es una práctica bien concreta que consiste en saltar las fronteras
imaginarias y luchar por los espacios sociales donde los sujetos puedan lograr mayor autonomía
y encarnación de otros significados posibles para la vida y para las relaciones sociales. La
hegemonía, en definitiva, es la dimensión de la comunicación en la cual se juega el conformismo
o la resistencia; donde se juega la posibilidad de ser más libres, más autónomos y más humanos;
donde se juega la posibilidad de luchar por una sociedad y por unas condiciones de vida más
justas, que superen los mandatos, las prescripciones y las interpelaciones dominantes.
Guía de lectura:
1. ¿Por qué Jorge Huergo afirma que resulta clave el concepto de hegemonía para pensar las
prácticas culturales?
2. ¿Qué rol cumplen la educación, el derecho, los partidos políticos, la opinión pública y los medios
de comunicación, entre otros para pensar las relaciones de poder, la construcción de consensos y
lo popular?
3. ¿Qué nos quiere decir Huergo cuando explicita que el mundo social está poblado de significantes
y de significados? Buscá un ejemplo que dé el autor en su texto sobre un proceso de formación
discursiva.
4. ¿Cuál es la práctica concreta que menciona este autor en la cual se juega el conformismo cultural
o la resistencia?
Nota: Las Guías de Lectura son recursos que presentamos para ayudarles en la comprensión de los
textos. Salvo en los casos en los que sus docentes les indiquen lo contrario, no se trata de actividades
obligatorias para entregar sino de un recurso para estudiar.
22
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
23
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
24
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
25
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
26
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
27
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
edificio como cliente. La Kaaba, con su manto negro, y el edificio de Apple ilustran dos
fundamentos diferentes de la dominación: lo arcano y la transparencia.
El cubo de cristal de Apple puede sugerir libertad y comunicación sin límites, pero en realidad
materializa la dominación despiadada de la información. El régimen de la información hace que
las personas sean completamente transparentes. La dominación en sí misma nunca es
transparente. No existe la dominación transparente. La transparencia es el frente de un proceso
que escapa a la visibilidad. La transparencia en sí misma no es transparente. Tiene una parte
trasera. La sala de máquinas de la transparencia es oscura. Así es como nos entregamos al poder
cada vez mayor de la caja negra algorítmica.
En el régimen de la información, el dominio se oculta fusionándose por completo con la vida
cotidiana. Se esconde detrás de lo agradable de los medios sociales, la comodidad de los
motores de búsqueda, las voces arrulladoras de los asistentes de voz o la solícita servicialidad
de las smarter apps. El smartphone está demostrando ser un eficaz informante que nos somete
a una vigilancia constante. La smarthome transforma todo el hogar en una prisión digital que
registra de manera minuciosa nuestra vida cotidiana. El robot aspirador inteligente, que nos
ahorra la tediosa limpieza, cartografía toda la vivienda. La smartbed con sensores en red continúa
la monitorización incluso durante el sueño. La vigilancia se introduce en la vida cotidiana en forma
de convenience. En la prisión digital como zona de bienestar inteligente no hay resistencia al
régimen imperante. El like excluye toda revolución.
El capitalismo de la información se apropia de técnicas de poder neoliberales. A diferencia de las
técnicas de poder del régimen de la disciplina, no funcionan con coerciones y prohibiciones, sino
con incentivos positivos. Explotan la libertad, en lugar de suprimirla. Controlan nuestra voluntad
en el plano inconsciente, en lugar de quebrantarla violentamente. El poder disciplinario represivo
deja paso a un poder inteligente que no da órdenes, sino que susurra, que no manda, sino que
da con el codo, es decir, da un toque con medios sutiles para controlar el comportamiento. La
vigilancia y el castigo, que caracterizan el régimen de la disciplina según Foucault, dejan paso a
la motivación y la optimización. En el régimen neoliberal de la información, la dominación se
presenta como libertad, comunicación y community.
Los influencers de YouTube e Instagram también han interiorizado las técnicas de poder
neoliberales. Influencers de viajes, de belleza o de fitness invocan sin cesar la libertad, la
creatividad y la autenticidad. Los anuncios de productos, incluidos con habilidad en su
autoescenificación, no se consideran molestos. De ese modo, son específicamente buscados y
codiciados, mientras que, en YouTube, los anuncios convencionales son eliminados por el
bloqueador de anuncios. Los influencers son venerados como modelos a los que seguir. Ello dota
a su imagen de una dimensión religiosa. Los influencers, como inductores o motivadores, se
muestran como salvadores. Los seguidores, como discípulos, participan de sus vidas al comprar
los productos que los influencers dicen consumir en su vida cotidiana escenificada. De ese modo,
los seguidores participan en una eucaristía digital. Los medios de comunicación social son como
una Iglesia: el like es el amén. Compartir es la comunión. El consumo es la redención. La
repetición como dramaturgia de los influencers no conduce al aburrimiento y a la rutina. Más bien
le da al conjunto el carácter de una liturgia. Al mismo tiempo, los influencers hacen que los
productos de consumo parezcan utensilios de autorrealización. De esa manera, nos consumimos
hasta la muerte, mientras nos realizamos hasta la muerte. El consumo y la identidad se aúnan.
La propia identidad deviene en una mercancía.
Nos creemos libres, mientras nuestras vidas están sometidas a toda una protocolización para el
control de la conducta psicopolítica. En el régimen neoliberal de la información, no es la
conciencia de la vigilancia permanente, sino la libertad sentida, lo que asegura el funcionamiento
del poder. En contraste con la intocable telepantalla del Big Brother, la pantalla táctil inteligente
hace que todo esté disponible y sea consumible. De ese modo, se crea la ilusión de la «libertad
de la yema de los dedos». En el régimen de la información, ser libre no significa actuar, sino hacer
clic, dar al like y postear. Así, apenas encuentra resistencia. No debe temer a ninguna revolución.
Los dedos no son capaces de actuar en sentido enfático, como las manos. No son más que un
órgano de elección consumista. El consumo y la revolución son mutuamente excluyentes.
28
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
Una de las principales características del totalitarismo clásico como religión política laica es la
ideología, que constituye una «reivindicación de una explicación total» del mundo. La ideología
como narración promete «la explicación total» de «todo el acontecer histórico, la explicación total
del pasado, el conocimiento total del presente y la fiable predicción del futuro». La ideología como
explicación total del mundo elimina toda experiencia de la contingencia, toda incertidumbre.
Con su dataísmo, el régimen de la información revela rasgos totalitarios. Se esfuerza por lograr
un conocimiento total. Pero el conocimiento total dataísta no se consigue con el relato ideológico,
sino con la operación algorítmica. El dataísmo quiere calcular todo lo que es y será. El big data
no cuenta nada. Los relatos dejan paso a los recuentos algorítmicos. El régimen de la información
sustituye por completo lo narrativo por lo numérico. Los algoritmos, por muy inteligentes que sean,
no pueden eliminar la experiencia de la contingencia con tanta eficacia como los relatos
ideológicos.
El totalitarismo se despide de la realidad tal y como nos la dan nuestros cinco sentidos. Construye
una realidad que sería más real detrás de lo dado, lo que hace necesario un sexto sentido. El
dataísmo, en cambio, se las arregla sin el sexto sentido. No trasciende la inmanencia de lo dado,
es decir, los datos. La palabra latina datum, que viene de dare («dar»), significa, literalmente, lo
dado. El dataísmo no imagina otra realidad detrás de lo dado, detrás de los datos, porque es un
totalitarismo sin ideología.
El totalitarismo forma una masa obediente que se somete a un líder. La ideología anima a las
masas. Les insufla un alma. En Psicología de las masas, Gustave Le Bon habla del alma de la
masa, que unifica las acciones de la masa. El régimen de la información, en cambio, aísla a las
personas. Incluso cuando se reúnen, no forman una masa, sino enjambres digitales que no
siguen a un líder, sino a sus influencers.
Los medios electrónicos son medios de masas en el sentido de que producen un hombre-masa:
«El hombre-masa es el habitante electrónico del globo terráqueo y al mismo tiempo está
conectado con todos los demás hombres, como si fuera un espectador en un estadio deportivo
global». El hombre-masa no tiene identidad. Es «nadie». Los medios digitales ponen fin a la era
del hombre-masa. El habitante del mundo digitalizado ya no es ese «nadie». Más bien es alguien
con un perfil, mientras que en la era de las masas solo los delincuentes tenían un perfil. El régimen
de la información se apodera de los individuos mediante la elaboración de perfiles de
comportamiento.
Según Walter Benjamin, la cámara cinematográfica permite acceder a una forma especial del
inconsciente. Lo llama «inconsciente óptico». Los primeros planos o la cámara lenta harían
visibles los micromovimientos y las microacciones que escapan al ojo humano. Sacarían a la luz
un espacio inconsciente: «Solo aprendemos sobre el inconsciente óptico a través de ella [la
cámara], como aprendemos sobre el inconsciente instintivo a través del psicoanálisis». Las ideas
de Benjamin sobre el inconsciente óptico pueden trasladarse al régimen de la información. El big
data y la inteligencia artificial son como una lupa digital que descubre el inconsciente oculto del
agente tras el espacio consciente de la acción. Por analogía con el inconsciente óptico, podemos
llamarlo inconsciente digital. El big data y la inteligencia artificial ponen al régimen de la
información en condiciones de influir en nuestro comportamiento por debajo del umbral de la
conciencia. El régimen de la información se apodera de esas capas prerreflexivas, instintivas y
emotivas del comportamiento que van por delante de las acciones conscientes. Su psicopolítica
basada en datos interviene en nuestro comportamiento sin que seamos conscientes de ello.
Todo cambio fundamental de medios de comunicación crea un nuevo régimen. El medio es el
dominio. A la vista de la revolución electrónica, Carl Schmitt se sintió obligado a redefinir su
célebre frase sobre la soberanía: «Después de la Primera Guerra Mundial, dije: “Soberano es
quien decide el estado de excepción”. Después de la Segunda Guerra Mundial, con mi propia
muerte a la vista, digo: “Soberano es quien dispone de las ondas del espacio”». Los medios
digitales hacen posible el dominio de la información. Las ondas, los medios electrónicos de
masas, pierden importancia. Lo decisivo para obtener el poder es ahora la posesión de la
información. No es la propaganda de los medios de masas, sino la información, la que asegura
el dominio. Ante la revolución digital, Schmitt reescribiría su dictum sobre la soberanía: soberano
es quien manda sobre la información en la red.
29
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
Guía de lectura:
Palabras clave
Culturarte. La experiencia del museo. El aura de la obra de arte. La presencia del artista. La
canonización de la obra de arte, cristalización de un sentido del mundo. El sentido
revolucionario del arte. La utopía del arte.
Dogma y revolución
Como muchas de nuestros hábitos cotidianos, la producción y el consumo de arte es una práctica
que se enmarca en los límites de la cultura que hemos abordado hasta aquí. Lejos de pensarlo
como algo estático, la mirada sobre el arte ha ido cambiando según el lugar y el momento
histórico, de esta manera se puede vislumbrar la idea de proceso que hace que su abordaje sea
dinámico y que habilita a que se generen múltiples sentidos.
Por lo tanto, no podríamos enclaustrar la idea de arte en términos de unidad ya que alrededor de
las obras de arte intervienen diversos actores con diferentes intenciones. Esto genera la
necesidad de abrir el panorama y reconocer que en toda práctica artística existe pluralidad de
actores, de intereses y también de lecturas posibles.
Como vimos en el capítulo anterior, el arte o, mejor dicho, la práctica artística, ya sea desde su
producción o su consumo, es un acto constitutivo de identidad que no es solamente individual
sino también colectivo. Muchas veces el gusto por cierta música o vestimenta, entre otras
diversas expresiones artísticas, actúa como código común que genera pertenencia en
determinadas grupalidades y que también funciona como elemento diferenciador de otros grupos.
No podemos abordar el concepto de arte sin tener en cuenta la idea gramsciana de hegemonía
que hemos abordado en los capítulos anteriores. El arte está atravesado por disputas de poder:
aquí también existe una lucha constante por el establecimiento de las formas válidas,
preferenciales, o pertenecientes al “arte culto” en detrimento de lo que despectivamente algunos
llaman “arte popular”.
30
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
Muchos críticos, autores e instituciones diferencian el arte de elite o “alto” del arte de masas o
popular. Bajo esta lógica, no tienen el mismo reconocimiento la música clásica, cierta literatura,
o las llamadas “bellas artes” que las demás expresiones que no entran en esos cánones. En esta
diferenciación casi siempre se presupone que el denominado “arte culto” es superior y se asocian
estas prácticas artísticas a las producidas y/o consumidas por los grupos dominantes, dejando
relegadas a un segundo plano a las demás expresiones.
Cuando el historiador de arte Ernst Gombrich afirma en la primera línea del prólogo de su libro
La historia del arte que “No existe, realmente, el Arte. Tan solo hay artistas” (Gombrich, 1999),
nos alienta a pensar el Arte (en mayúscula) como una categoría creada por los hombres, un
vocablo producido (como todo vocablo) en un contexto histórico y social y, por ende, posible de
analizar siempre dentro de ese contexto. Así, el arte no es propiedad única de una cultura, de un
tiempo ni de un grupo social.
No obstante, cuando se habla de arte se suele hacer referencia al arte occidental, más
precisamente al europeo de minoritarios grupos sociales. Claro que existen ciertas expresiones
que no pertenecen a esas latitudes, pero a lo sumo se nombra a estas prácticas artísticas
remarcando que provienen de otras culturas o civilizaciones, como si fueran algo ajeno a los
sentidos hegemónicos.
“Desde esta concepción lo que hace el Otro es –antes que arte– un mero documento sobre la
periferia: a lo sumo será un fenómeno extraño, primitivo, curioso o exótico. Podrá ser la voz de
un supuesto paraíso perdido, la conocida leyenda del `buen salvaje’, así considerado el arte será
combatido o adorado, reeducado o elogiado. Da lo mismo. Se lo verá según la moda y pocas
veces desde un reconocimiento científico; los originales de aquellas obras van apareciendo en
los gabinetes de curiosidades: museos, galerías, colecciones o libros de divulgación” (Zátonyi,
2011).
Lo que Marta Zátonyi aclara en el texto mencionado es que a la hora de intentar definir el concepto
de arte no hay que dejarse llevar por el sentido común, sino tener en cuenta que ese recorte que
se genera puede dejar afuera muchas otras expresiones que no suelen ser consideradas como
tal.
El sociólogo francés Pierre Bourdieu, en una entrevista que le realizaron en un instituto de
educación artística, ante la pregunta de los alumnos sobre qué es un artista, responde: “el artista
es aquel de quien los artistas dicen que es un artista” (Bourdieu, 2010), en referencia a cierta
autoproclamación que se genera creando un circuito cerrado o corporación que excluye a quienes
no pertenecen a ese ámbito.
31
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
De esta manera Danto se pregunta qué elementos son los que le dan esencia a una obra artística.
¿Es acaso el material con el que fue fabricada? Pero si Warhol hubiera realizado su Caja Brillo
con cartón, no hubiese cambiado su estatus de obra de arte. De hecho, si el mismo Andy Warhol
hubiera comprado una Caja Brillo original y la hubiera colocado en una galería, correría el mismo
sentido. ¿Entonces?
En este caso, la obra no puede separarse ni del artista (Andy Warhol) ni de la galería (una
institución en la que se expone arte). Así plantea Danto su teoría del “mundo del arte”, en la cual
afirma: “Lo que finalmente hace la diferencia entre una Caja Brillo y una obra de arte consistente
de una Caja Brillo es una cierta teoría del arte que lo eleva al mundo del arte, y evita que se
colapse en el objeto real que es” (Danto, 1964).
Para Danto existe un conjunto de convenciones teóricas que operan validando y promoviendo
ciertos objetos a la condición de obra de arte y, al mismo tiempo, se la niega a otros, dejándolos
fuera. Por ello, tanto el conocimiento que posee Andy Warhol sobre el arte, su historia, su
lenguaje, como la galería, instrucción conformada por curadores, críticos, expertos en arte, que
tienen un conocimiento sobre el tema, así como intenciones definidas, es lo que eleva a la Caja
Brillo a su estatus de “obra de arte”: “Ver algo como arte requiere algo que el ojo no puede percibir
-una atmósfera de teoría artística, un conocimiento de la historia del arte: un mundo del arte”
(Danto, 1964).
Sin embargo, el teórico George Dickie, basándose en el texto de Danto, replantea dicho concepto
y propone una “teoría institucional del arte”. En su crítica a la idea del “mundo del arte” de Danto,
Dickie sostiene que son las instituciones del arte (galerías, museos, críticos, historiadores), las
que legitiman una obra: “Supongamos que una persona recoge una pieza de madera y sin
alterarla de ningún modo excava un agujero o lo enarbola contra un perro amenazador. La
inalterada pieza de madera ha sido convertida en una herramienta para excavar o un arma debido
al uso que se ha hecho de ella. Ahora supongamos que alguien que está familiarizado con el
mundo del arte recoge un trozo de madera, lo lleva a casa y lo cuelga en la pared, sin modificarlo,
con la intención de mostrar sus características, tal como se muestran las características de una
pintura. El trozo de madera está siendo utilizado como un medio artístico y se muestra en el
contexto del mundo del arte y por ello deviene parte de un objeto más complejo” (Dickie, 2005).
Según Dickie, no hay nada en la obra que la haga ser lo que es, solo se trata de un honor que ha
logrado obtener en un determinado contexto social: “Ser una obra de arte es un estatus, es decir,
es el hecho de ocupar una posición dentro del mundo del arte”.
32
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
precio asignado pasará a ser un valor más a tener en cuenta a la hora de apreciar una obra de
arte. Este proceso se desarrollará paralelamente a la circulación del concepto de espiritualización
moderna de la obra de arte, con la aparición de los museos y las galerías como lugares profanos
donde la contemplación de los objetos de arte alcanza niveles de culto, lugares antes ocupados
por las iglesias.
Estos nuevos templos del arte, a los que se les asignó carácter de institución, llegan a nuestros
días en un circuito legitimador de la obra y el artista a través de múltiples actores y prácticas,
como los especialistas en arte y la difusión en catálogos y revistas especializadas, entre otros. El
artista ya no será genio creador ni bohemio o rebelde inadaptado a la sociedad, sino que se
transformará en artista-agente cultural y experto en relaciones públicas y comunicación, sujeto
apoyado en las nuevas tecnologías digitales y en su habilidad para negociar con los “marchands”.
Entonces nos preguntamos: ¿quién o quiénes deciden si un artista puede exponer o si una obra
puede ser expuesta en un museo?
El estatuto de originalidad de la obra de arte cambiará definitivamente hacia fines del siglo XIX
con la aparición de medios mecánicos que permiten la reproducción infinita de las imágenes y,
fundamentalmente, con el desarrollo de la fotografía y del cine, poniendo en crisis el lugar de
privilegio de la idea de originalidad en el terreno de la especulación teórico-filosófica acerca del
arte. La copia hace masiva la difusión, democratizando las posibilidades de circulación y
apropiación del arte por sectores hasta entonces excluidos y hasta vedados de los circuitos de
exposición de estos bienes culturales.
33
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
Quienes no recibieron de su familia o la escuela los instrumentos que supone la familiaridad con
la obra de arte están forzados a una percepción que toma prestadas sus categorías de la
experiencia cotidiana y que se aboca al simple reconocimiento del objeto representado.
Entonces, la aprehensión de la obra de arte depende del dominio que el espectador posee sobre
el código genérico y específico y que se debe, en parte, a la preparación escolar; ahora bien, la
comunicación pedagógica (encargada de transmitir entre otras cosas el código de la alta cultura)
también es función de la cultura que el receptor debe a su medio familiar.
“Lo que agrada es aquello cuyo concepto se posee”, aclara Bourdieu y continúa diciendo que “la
idea contranatura de una cultura innata, de un don cultural, otorgadas a algunos por la naturaleza,
supone y produce ceguera respecto a las funciones de la institución que asegura la rentabilidad
de la herencia cultural y legitima su transmisión al disimular que cumple esta función”.
Esta relación entre cultura y naturaleza es el argumento que utilizan las clases privilegiadas para
mantener el dominio y consagrar cierto orden social como natural y, con él, cierta mirada sobre
el arte y la cultura. La partición de la sociedad entre los sectores “cultos” y los “bárbaros” y la
construcción del arte como el espacio de desarrollo del espíritu de los sectores económicamente
favorecidos marca y reconoce el monopolio de la visión del mundo, de los mecanismos de
apropiación de los bienes culturales.
Las clases privilegiadas sustituyen las diferencias producidas por la historia y la educación, por
las diferencias de esencia entre dos naturalezas: una naturalmente cultivada y otra naturalmente
natural. Así, la sacralización de la cultura y el arte cumple una función vital al contribuir a la
consagración del orden social.
Si la función de la cultura es entonces señalar el lugar social esperado para los diferentes
sectores, las instituciones de la cultura son las encargadas de establecer el recorrido posible para
las máximas expresiones de la cultura para cierto grupo social, en cierto lugar y en determinado
momento histórico. Para quienes no han recibido estos instrumentos de apropiación de los bienes
culturales, es comprensible que los museos aumenten el sentimiento de exclusión.
En ese pasaje se gana y se pierde. Se gana código y acceso a ciertos consumos culturales. Se
pierde espontaneidad y anclaje en la vida cotidiana.
Los grandes museos del mundo, las bibliotecas, las universidades refuerzan los sentidos
hegemónicos y, simultáneamente, hacen lugar a las vanguardias que empujan los límites de lo
establecido desde su carácter revolucionario. Porque, como dijimos, ninguna práctica es
inmutable, sino que todas las acciones de los hombres y mujeres son cambiantes, producto de
acuerdos puntuales e históricos.
Belleza
Al hablar de arte no podemos dejar de pensar en una cualidad que lo relaciona con lo bello. ¿Qué
es bello y qué no lo es?
La estética es la rama de la filosofía que tiene por objeto el estudio de la esencia y la percepción
de la belleza. En la antigüedad, se definía a la belleza con la fórmula de la proporción entre las
partes, por eso “la belleza” siempre estuvo ligada a la armonía y a la simetría. Platón exponía que
si el objeto tenía un orden, proporción y medidas perfectas, este era bello independientemente
de quien lo mirara. Si la belleza estaba en las cosas, entonces el hombre la podía medir
objetivamente.
Para Aristóteles, en cambio, a pesar de existir una belleza perfecta, era el sujeto que observaba
el que decidía lo que era bello o no. En este caso, el concepto de belleza pasaba a ser subjetivo.
34
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
Sin embargo, hoy se puede afirmar que en cada contexto hay un criterio de lo bello que se impone
como mayoritario. Esta idea plantea que la belleza no está en las cosas, pero tampoco depende
de cada individuo. Hay criterios que se van estableciendo en cada época, con cada cultura,
pero… ¿a partir de qué?
En su libro Arte y belleza en la estética medieval, Umberto Eco define a la estética como:
“Cualquier discurso que, con algún intento sistemático y poniendo en juego conceptos filosóficos,
se ocupe de fenómenos que atañen a la belleza, el arte y las condiciones de producción y
apreciación de la obra artística; a las relaciones entre el arte y otras actividades y entre el arte y
la moral; a la función del artista; a las nociones de agradable, de ornamental, de estilo; a los
juicios de gusto, así como a la crítica sobre esos juicios, y a la teoría y la práctica de interpretación
de los textos, verbales o no, es decir a la cuestión hermenéutica” (Eco, 1997).
Hoy, el problema de “qué es lo bello” está aún sin resolver. Provisoriamente se podría decir que
el juicio estético es un pacto de criterios subjetivos consensuados de acuerdo con la cultura de
una época (lo mismo ocurre con el gusto) dentro de un proceso hegemónico.
Sin embargo, no hay seguridad de que haya verdad en un juicio estético, ya que este es retórico.
“El juicio estético debe manejarse teniendo en cuenta que no existe la posibilidad de verdad ni la
fuerza de una hipótesis científica”, aclara Ludwig Wittgenstein refiriéndose a la perplejidad
estética.
El poeta francés Stéphane Mallarmé asegura que “no hay una esencia de lo bello más allá de
ese mundo literario en el cual se produce la creencia colectiva en la belleza”, haciendo alusión a
la autorreferencia, mencionada anteriormente, que suele haber en los circuitos artísticos.
En esta sintonía, el reconocido escritor ruso Antón Pavlovich Chéjov reconoce este sentido al
comentar que “las obras de arte se dividen en dos categorías: las que me gustan y las que no me
gustan. No conozco ningún otro criterio”.
Sin embargo, no hace falta indagar mucho para darnos cuenta de lo artificioso e infundado que
es el gusto que tenemos cada uno de nosotros. Un buen ejercicio es pensar el motivo por el cual
nos gusta cierta música o cierta indumentaria, dónde la conocimos, a quiénes más le gusta.
Por otro lado, Bourdieu afirma que “La representación mística de la experiencia estética puede
hacer que algunos reserven aristocráticamente esta gracia de la visión artística que llaman
‘mirada’ a ciertos elegidos, y que otros se la concedan liberalmente a los ‘pobres de espíritu’”
(Bourdieu y Darbel, 2004). El autor deja claro que nadie tiene la potestad de hacer lecturas
correctas, cada uno analiza las obras con las herramientas que tiene a su alcance, cada lectura
es válida.
Aquí nos introducimos en la problemática sobre la “comprensión” de la obra de arte.
35
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
Ernesto de la
Cárcova, Sin pan y
sin trabajo, 1893,
óleo sobre tela,
Museo Nacional de
Bellas Artes.
Una persona que no frecuenta el museo, o que lo visita por primera vez, y que no suele analizar
este tipo de obras pictóricas, al pararse frente a ella podría armar lo que el crítico ruso Mijaíl
Bajtín llama un “análisis primario” relacionando lo que ve con sus experiencias personales: la
bronca o preocupación de una familia pobre que vive en el campo y tiene un recién nacido.
Sin embargo, si el visitante es un poco más experimentado, podría deducir que el pintor describe
la situación desde el punto de vista de los personajes. Es más, si explora o investiga un poco,
podría contextualizar históricamente la situación y encontrar que esa época estuvo signada por
los procesos de la inmigración, del progreso, de la industrialización y de la urbanización; por lo
tanto, lo que el hombre de la pintura observa con rabia e impotencia por la ventana podrían ser
obreros entrando en la fábrica mientras él se queda en casa sin trabajo y sin salario con el cual
ayudar a su familia.
También se puede observar que el cuadro representa un hogar con un sórdido interior de paredes
manchadas de humedad en semi-penumbras: una mesa rústica, una silla, un arcón que sirve a
su vez de asiento a la mujer, una cesta de mimbre y un estante con una vajilla mínima. La
enfermedad y el hambre marcan a la mujer, sus pechos flacos y semidesnudos apenas si
alcanzan para alimentar al niño en sus brazos.
Se trata de un cuadro que ha sido pintado en el marco de las presidencias de Julio A. Roca y
Miguel Juárez Celman, caracterizadas por la aparente prosperidad y los gastos suntuarios más
extravagantes. A partir de 1882, se había decidido que convenía conceder grandes extensiones
de tierras a empresarios y liquidar los minifundios; entonces, las grandes cantidades de
inmigrantes que venían con el sueño de poder trabajar en el campo se encontraban con que, en
realidad, venían inevitablemente a engrosar el proletariado urbano y rural y a suministrar servicio
doméstico barato, cuando no quedaban desocupados. Los registros de la época dan cuenta de
la miseria en la que vivían los peones de las fábricas la cual se refleja en el cuadro.
Otro análisis posible requiere más datos para reconocer elementos nuevos en la obra: los
inmigrantes, que en esa oleada llegaron al país, trajeron prácticas de lucha y reclamo como
miembros de una clase explotada. La mayoría de los dirigentes del movimiento obrero a fines del
siglo XIX y principios del XX eran extranjeros. En el cuadro, el obrero no está representado en su
lucha sino por el contrario, se encuentra dentro de su austero hogar con un gesto de ira contenida.
Las herramientas, sus armas de trabajo, permanecen apoyadas sobre la mesa, inertes. Entonces,
según esta lectura, la obra pictórica podría dar una sensación de pasividad:
¿Esto no producía un efecto de alivio y tranquilidad en el público de un salón de arte?
Con esta nueva lectura se cambia el análisis que se hace sobre la mirada del artista; pasamos
de pensar que De la Cárcova se posiciona junto a la familia trabajadora, a considerar que es un
artista que pinta un cuadro que produce tranquilidad a los burgueses de esa época.
Como vemos, las obras de arte nos ofrecen un universo de sentidos que, como en cualquier obra,
se completan en la lectura. Cada lectura es válida. La apropiación de las obras de arte es una
36
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
acción creativa que debe estar abierta a todos y todas ya que sostiene el placer de navegar por
un laberinto de significados y nos proyecta como parte de un colectivo que es el que establecerá
la lectura para el aquí y ahora.
Referencias bibliográficas
BOURDIEU, Pierre (2010). El sentido social del gusto. Elementos para una sociología de la
cultura. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.
BOURDIEU, Pierre y DARBEL, Alain (2004). El amor al arte. Los museos europeos y su público.
Buenos Aires: Paidós.
DANTO, Arthur (1964). The Artworld. The Journal of Philosophy, 61(19), 571–584.
DICKIE, George (2005). El círculo del arte. Una teoría del arte. Barcelona: Paidós.
ECO, Umberto (1997). Arte y belleza en la estética medieval. Barcelona: Lumen.
GOMBRICH, Ernst (1999). La historia del arte. México: CONACULTA-Diana.
ZÁTONYI, Marta (2011). Arte y creacion: los caminos de la estética. Buenos Aires: Capital
Intelectual.
Cuando yo era chico, en Pringles, había dueños de autos que se jactaban, sin mentir, de haberlos
desarmado “hasta la última tuerca”, y haberlos vuelto a armar.
Era una proeza bastante común, y, tal como eran los autos entonces, bastante necesaria para
mantener una relación sana y confiable con el vehículo. En un viaje largo, había que levantar el
capot varias veces, cada vez que el auto “se quedaba”, para ver qué andaba mal. Antes, en las
eras heroicas del automovilismo, al lado del piloto iba el “mecánico”, que después se degradó a
“copiloto”. Y recuerdo que cuando las mujeres empezaron a conducir, uno de los argumentos
fuertes en contra era que no entendían de mecánica: sólo podían aspirar a “usar” el auto.
En realidad, los bricoleurs de pueblo o de barrio no se limitaban a los autos; lo hacían con toda
clase de máquinas: relojes, radios, bombas de agua, cajas fuertes. Hasta hace diez años mi
suegro desarmaba periódicamente el lavarropas y lo volvía a armar, sólo para asegurarse;
cuando compraron uno con programa automático, no pudo seguir haciéndolo. De más está decir
que desde que los autos vienen con circuitos electrónicos, el famoso “hasta la última tuerca”
perdió vigencia.
Hubo un momento, en este último medio siglo, en que la humanidad dejó de saber cómo
funcionan las máquinas que usa. Lo saben, en forma parcial y fragmentaria, algunos ingenieros
37
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
38
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
de partida, no es arte, aunque lo parezca. Esto lo sabe todo artista de verdad, así sea
intuitivamente, y lo hace cada vez que pone manos a la obra.
Las vanguardias de todo tipo han explorado esta radicalidad más o menos sistemáticamente. Y
esto explica por qué no hubo vanguardias antes de que se esbozara la era de las “cajas negras”.
Durante dos mil o tres mil años la humanidad pudo hacer arte auténtico limitándose a aprender
el oficio de los que lo habían hecho antes. El arte estaba al mismo nivel de cualquier otra
actividad, en tanto todas ponían en práctica un saber completo y sin saltos de sus cadenas
causales. El artista no necesitaba postularse como
detentador de una inteligencia sin zonas oscuras, porque ese tipo de inteligencia era el que
usaban todos.
(...)
Mi conclusión es que el arte, esa actividad que suele verse como decadente o en decadencia,
hoy tiene una función. Y no es una función retrógrada o conservacionista, como podrían hacer
pensar mis propias evocaciones juveniles. Porque las cajas negras entre las que vivimos no son
tan negras en realidad. O admiten rodeos para pasar al otro lado de su oscuridad y ponerlas a
funcionar a nuestro favor. El artista en nuestra sociedad es el único ciudadano corriente, no
financiado por el poder, que trabaja con una materia sofisticada y actual que no es una caja negra,
es decir que puede ser desarmada y reconstruida enteramente. Es el único que usa un tipo de
inteligencia que se está atrofiando en el resto de la sociedad.
Pero esta actividad actúa a su vez sobre las “cajas negras”, les quita funcionalidad (y, por lo tanto,
misterio) al mostrar cómo funcionan en la máquina social englobante.
Y no importa que los artistas sean fraudes. La conceptualización generalizada a la que apunta lo
anterior parece incrementar la probabilidad de fraude, y lo hace realmente, pero no importa. Al
contrario, cuanto más fraudulentos sean los artistas, más enérgica será la puesta en marcha de
este mecanismo de radicalización.
En cuanto al uso de formatos artísticos que hace la cultura popular, por ejemplo en el cine o la
música, hay que decir que cede miserablemente a la lógica de la caja negra: se aprieta un botón
(es decir, se usa a ciegas un lenguaje artístico sin desarticularlo previamente) y se espera un
resultado, que no es otro que el éxito o la venta. Y todos los que han buscado el éxito saben que
por definición resulta de un proceso misterioso e imprevisible fuera de nuestra vista, dentro de la
caja negra.
39
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
• Recordar que hay una vida detrás de ese objeto que está frente a nosotros. Es propicia la
disponibilidad de la persona que mira. Preguntar y preguntarse.
• Considerar la obra como un huésped según el concepto bíblico, recibirla como un invitado a
nuestra casa, y decirle: ¿querés tomar algo?, ¿necesitás algo? El cambio de actitud es
importante.
• Observar el comportamiento de los niños frente a las obras, e imitarlos. Encontrar el lugar físico
nato, la sensibilidad que excede todas las ideas que tenemos sobre el arte.
• Eliminar la suposición que hay un modelo de arte y de obra establecido, totalitario y autoritario.
• Desconfiar cada vez que se mata algún medio o algún género.
• Reconocer el bagaje personal de lo que ya existe, los códigos culturales alusivos que nos
pertenecen.
• Confiar en el gusto personal: impresiones, historias biográficas. Todos tenemos recorridos y
conceptos espaciales internos, como cuando ponemos la mesa o elegimos de qué lado dormir
en la cama, cuando ordenamos una valija. Los criterios personales valen oro.
• Usar lo que sabemos, como el color que vamos a vestir para tal o cual ocasión. Todos
disponemos de una estructura y un abanico de color. Todos tenemos nuestros colores preferidos.
• Hay un concepto de línea que todos tenemos incorporado. Todos sabemos lo que es una línea.
• Construir familias de lecturas que atraviesen distintos momentos históricos, por actitud, por
morfología.
• Ubicarse en qué es lo que uno está mirando, registrar lo que podemos reconocer como nuestro.
Cada obra tiene una resolución epocal.
• Fundamental: curiosidad, atención, lectura, estudio. Agradecer y no rechazar cuando algo
resulta raro, poner en acción la curiosidad, buscar información por Internet. Estudiar y leer.
El arte es la pregunta en sí, pregunta permanente sobre la vida y sobre el ser del hombre. Es un
espacio social del cual disponemos para todo lo que no existe respuesta total. Los valores que
incumben al arte son valores y calidades de la vida, de la de todos nosotros.
En toda época acontecen circunstancias históricas, tecnologías, que determinan un modo de
hacer arte. La responsabilidad de cada artista es darle un significado y un contenido al concepto
de arte de acuerdo a su tiempo. Hay permisos en el arte, donde pueden suceder ciertas cosas
que no están aceptadas socialmente a nivel general.
Apartado 14
Desde siempre ha venido siendo uno de los cometidos más importantes del arte provocar una
demanda cuando todavía no ha sonado la hora de su satisfacción plena. La historia de toda forma
artística pasa por tiempos críticos en los que tiende a urgir efectos que se darían sin esfuerzo
alguno en un tenor técnico modificado, esto es, en una forma artística nueva. Y así las
40
Cuadernillo de Prácticas Culturales / 1er. Cuatrimestre 2024 / Fascículo 2 - Eje Temático: Poder
extravagancias y crudezas del arte, que se producen sobre todo en los llamados tiempos
decadentes, provienen en realidad de su centro virtual histórico más rico. Últimamente el
dadaísmo ha rebosado de semejantes barbaridades. Sólo ahora entendemos su impulso: el
dadaísmo intentaba, con los medios de la pintura (o de la literatura respectivamente), producir
los efectos que el público busca hoy en el cine.
Toda provocación de demandas fundamentalmente nuevas, de esas que abren caminos, se
dispara por encima de su propia meta. Así lo hace el dadaísmo en la medida en que sacrifica
valores del mercado, tan propios del cine, en favor de intenciones más importantes de las que,
tal y como aquí las describimos, no es desde luego consciente. Los dadaístas dieron menos
importancia a la utilidad mercantil de sus obras de arte que a su inutilidad como objetos de
inmersión contemplativa. Y en buena parte procuraron alcanzar esa inutilidad por medio de una
degradación sistemática de su material. Sus poemas son «ensaladas de palabras» que contienen
giros obscenos y todo detritus verbal imaginable. E igual pasa con sus cuadros, sobre los que
montaban botones o billetes de tren o de metro o de tranvía. Lo que consiguen de esta manera
es una destrucción sin miramientos del aura de sus creaciones. Con los medios de producción
imprimen en ellas el estigma de las reproducciones. Ante un cuadro de Arp o un poema de August
Stramm es imposible emplear un tiempo en recogerse y formar un juicio, tal y como lo haríamos
ante un cuadro de Derain o un poema de Rilke. Para una burguesía degenerada el recogimiento
se convirtió en una escuela de conducta asocial, y a él se le enfrenta ahora la distracción como
una variedad de comportamiento social. Al hacer de la obra de arte un centro de escándalo, las
manifestaciones dadaístas garantizaban en realidad una distracción muy vehemente. Había
sobre todo que dar satisfacción a una exigencia, provocar escándalo público.
De ser una apariencia atractiva o una hechura sonora convincente, la obra de arte pasó a ser un
proyectil. Chocaba con todo destinatario. Había adquirido una calidad táctil. Con lo cual favoreció
la demanda del cine, cuyo elemento de distracción es táctil en primera línea, es decir que consiste
en un cambio de escenarios y de enfoques que se adentran en el espectador como un choque.
Comparemos el lienzo (pantalla) sobre el que se desarrolla la película con el lienzo en el que se
encuentra una pintura. Este último invita a la contemplación; ante él podemos abandonarnos al
fluir de nuestras asociaciones de ideas. Y en cambio no podremos hacerlo ante un plano
cinematográfico. Apenas lo hemos registrado con los ojos y ya ha cambiado. No es posible fijarlo.
Duhamel, que odia el cine y no ha entendido nada de su importancia, pero sí lo bastante de su
estructura, anota esta circunstancia del modo siguiente: «Ya no puedo pensar lo que quiero. Las
imágenes movedizas sustituyen a mis pensamientos». De hecho, el curso de las asociaciones
en la mente de quien contempla las imágenes queda enseguida interrumpido por el cambio de
éstas. Y en ello consiste el efecto de choque del cine que, como cualquier otro, pretende ser
captado gracias a una presencia de espíritu más intensa. Por virtud de su estructura técnica el
cine ha liberado al efecto físico de choque del embalaje por así decirlo moral en que lo retuvo el
dadaísmo.
41