Ebook VALIOSA Parte 1
Ebook VALIOSA Parte 1
Ebook VALIOSA Parte 1
ERES VALIOSA
sanando el apego y tu niña interior
¡Bienvenida! Este es el comienzo de un recorrido que haremos juntas hacia la sanación emocional y la
transformación interior y exterior. En este eBook, te guiaré a través del profundo proceso que implica
sanar el apego y establecer una conexión positiva con tu niña interior.
Confío en que encontrarás una mayor comprensión de ti misma, una renovada esperanza para el futuro y la
fortaleza para abrazar el amor y la vida plenamente. ¡Gracias por unirte a mí en esta travesía hacia una
vida que valga la pena ser vivida! Estoy emocionada de acompañarte en este camino hacia una
versión más completa y feliz de ti misma.
1) PARA COMENZAR:
La niña interior es esa parte de ti que ha sido afectada por experiencias pasadas, esa versión infantil
que resurge en tu presente adulto ante situaciones que se asocian con aquellas que en tu infancia
perturbaron e impidieron el sentimiento de SEGURIDAD, PERTENENCIA, y AFECTO.
La niña interior es la que sufrió carencias, heridas, y no estuvo a salvo en el entorno que debía
proporcionarle estabilidad, y que ahora en tu vida adulta se manifiesta y reaparece haciéndote
comportar muchas veces de manera inmadura, reclamando, reprochando o exigiendo lo que no
recibió anteriormente. Es decir, cuando eras una niña.
Ahora eres una mujer. Con heridas, con una historia, con un recorrido, con un pasado. Pero dentro
de ti, habita esa niña que todavía sigue necesitando lo que nunca recibió: SEGURIDAD,
PERTENENCIA y AFECTO. Estos tres componentes crean la sensación de ESTABILIDAD. Una
persona adulta estable, es aquella que tuvo cubiertas esas necesidades que aportan equilibrio
emocional.
En este proceso, iremos al pasado de tu vida para recordar aquellas experiencias que generaron en ti
el sentimiento de que las personas pueden lastimarte en cualquier momento, que tienes que poder
con todo sola, que no eres suficiente, que eres mala, que no es fácil tratarte, que si alguien te elige
no es porque seas valiosa sino porque tuviste suerte, y tantas otras creencias negativas que
perturban tu vida emocional y aturden tu mente a diario.
Cuando recuerdas las experiencias pasadas, puedes regresar al presente y resignificar tus conductas
disfuncionales actuales. Cuando estamos heridas, no actuamos, reaccionamos de manera
involuntaria e impulsiva, de manera defensiva, a eventos que tal vez no son tan amenazantes si se
racionalizan, pero que representan una importante amenaza para nuestra memoria sensorial
primitiva, esa que traemos desde que fuimos un bebé.
La memoria sensorial se forma a partir de los 6 meses de gestación de un bebé, dentro del vientre
de mamá. Es decir, cómo se sentía mamá cuando estaba embarazada, sus ansiedades, dolores,
preocupaciones, su estrés, su voz, los sonidos que escuchó, las conversaciones que tuvo, impactaron
en tu memoria sensorial desde antes de nacer. Aunque no puedas recordar cognitivamente lo que
ocurrió en esos primeros momentos de vida, el contexto en el que viniste al mundo marcó tu
memoria sensorial, dejando la huella de desprotección o protección, de abandono o seguridad, de
aislamiento o pertenencia. Puede que no puedas pensar en qué ocurrió en esa temporada tan
primitiva de tu vida, pero ahora sabes que desde entonces y hasta aquí, mucho de lo que sientes,
piensas y haces, fue aprendido cuando todavía no tenías conciencia ni herramientas para
comprender, analizar o diferenciarte de los patrones, palabras o tratos que tuvieron hacia ti tus
padres, que fueron los primeros en recibirte en brazos (o no hacerlo).
El apego y la niña interior son aspectos fundamentales de nuestra vida emocional y relacional. El
apego se forma en nuestras primeras relaciones, especialmente con nuestros cuidadores, y puede
afectar profundamente cómo nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás a lo largo de
nuestra vida. La niña interior representa la parte vulnerable y emocional de nosotros, aquella que
llevamos dentro y que guarda las heridas y traumas del pasado.
2) EL APEGO:
En mi libro “Un propósito para mi sexualidad” retomo al autor de la Teoría del Apego (Bowlby,
1979) para explicar las categorías que existen para este vínculo primario, que se da entre bebé y
mamá, o el cuidador que se encargue del recién nacido.
Apego seguro: Son aquellas que tienen una idea positiva de sí mismo y de los demás, evidenciando,
por tanto, baja ansiedad y baja evitación ante los contactos interpersonales de mayor intimidad.
Para Aizpuru (1994) un patrón óptimo de apego se debe a la sensibilidad materna, la percepción
adecuada, interpretación correcta y una respuesta contingente y apropiada a las señales del niño
que fortalecen interacciones sincrónicas. Las características del cuidado materno en este caso son de
disponibilidad, receptividad, calidez y conexión (Botella, 2005).
Apego Desentendido o Evitativo: Son aquellas que tienen una idea positiva de sí mismo y negativa
de los demás y, por lo tanto, manifiesta baja ansiedad y alta evitación. Las características del
cuidado materno en este caso son de rechazo, rigidez, hostilidad y aversión del contacto (Botella,
) ( )
2005). Respecto a las conductas maternas, Aizpuru (1994) nos dice que las madres de niños con
estilo inseguro-evitativo pueden ser sobre estimulantes e intrusivas.
Apego Preocupado/Ansioso: Son aquellas que tienen una idea negativa de sí y positiva de los demás,
acompañada de alta ansiedad y baja evitación. En este tipo de apego parece que la madre o
cuidador, está física y emocionalmente disponible sólo en ciertas ocasiones, lo que hace al
individuo más propenso a la ansiedad de separación y al temor de explorar el mundo. Para
Mikulincer (1998), es evidente un fuerte deseo de intimidad, pero a la vez una sensación de
inseguridad respecto a los demás.
Apego Temeroso: Son aquellas que tienen una idea negativa tanto de sí como de los otros, asociada
a alta ansiedad y alta evitación. En este tipo de apego llamado desorganizado, posiblemente la
madre o cuidador tuvo conductas abusivas o negligentes, acrecentando los niveles de inseguridad
ante el cuidador principal, y mostrando una variedad de conductas confusas y contradictorias
(Oliva, 2004).
Cuando la imagen propia es negativa debido a las deficiencias afectivas y poca validación
emocional de parte de los padres en el proceso de construir una imagen saludable, revertir los
daños emocionales implica sanar heridas emocionales que a veces se originaron en la etapa de la
infancia. Así se logra una percepción positiva para generar vínculos desde la libertad y no desde la
dependencia.
Por otro lado, la manera en que nuestros primeros vínculos se dirigieron a nosotros impacta en
cómo nos dirigimos a nosotros mismos y en cómo nos dirigiremos a los demás. Los padres son la
figura de identificación más importante. ¿Qué sucede cuando el primer encuentro con alguien
significativo no brindó la seguridad correspondiente para forjar una identidad sólida y estable? la
experiencia de saberse amado termina siendo frustrante, dolorosa. La persona forma una identidad
empobrecida y se siente vulnerable ante cualquier vínculo que implica intimidad. Se protege de
éstos adoptando una actitud defensiva.
Aun así, no solo somos aquello que hicieron con nosotros. La autoestima es la construcción propia
de eso que se dijo de nosotros o se hizo con nosotros. Cuando se adopta una actitud de
victimización, es imposible hacer un cambio en la mirada hacia uno mismo. Si bien es cierto que
las heridas de autoestima calan profundo, quedarse en una posición de pena y lástima hacia uno
mismo, degrada mucho más la personalidad, nos hunde en peores consecuencias. Atravesar un
relacionamiento desagradable con las figuras afectivas más importantes (ya sean padres o pareja) no
nos destina a sufrir las inseguridades que se generaron para siempre.
No es que nuestros padres nos hayan abandonado, herido, o descuidado a propósito, ellos hicieron
lo que pudieron con lo que tenían a la mano. En la mayoría de los casos, los padres también tienen
un niño interior herido, y no saben cuidar de sí mismos y aún así asumen la responsabilidad de
cuidar de otro que depende cien por ciento de ellos: el bebé. Los padres, a ciegas, intentan proveer
lo que creen que ese bebé necesita, pero desconocen lo que su hijo precisa. Un padre o madre
siempre quiere lo mejor para sus hijos, todos hemos oído mencionar esta frase, pero querer no
siempre es lograrlo. Querer solo es un deseo que no necesariamente se concreta con una buena
intención, al contrario, es imprescindible que los padres tomen conciencia de sus limitaciones,
heridas, carencias afectivas, para poder sanar antes de transmitirle sus temores, faltas y dolores a sus
hijos.
Volviendo al punto, que tus padres hayan hecho el mejor esfuerzo por cuidar de ti, no anula que tú
hayas sufrido, que hayas crecido sin la PROTECCIÓN, el AFECTO, la PERTENENCIA y
SEGURIDAD que necesitabas. Este es el punto importante: tú necesitabas algo puntual, particular,
especial, y al no recibirlo comenzaste a desarrollar mecanismos para que el entorno cubra tus
necesidades.
Aquí hay que diferenciar que cada niño resuelve el sufrimiento de que sus necesidades no sean
satisfechas de manera diferente. En general todos optamos por una de tres alternativas:
Complacer para así recibir lo que necesito, porque si soy lo que los demás esperan de mí, entonces
van a darme lo que necesito de ellos.
Distanciarme para evitar un contacto emocional que luego puedo perder y así evitar la angustia de
la pérdida.
Hacer ruido, es decir, tener actitudes que llaman la atención del entorno ya sea con gritos,
berrinches, enojos, violencia, o autoagresión para demandar lo que necesito.
Estos mecanismos no se activan ni porque somos raros, malos, caprichosos, ni complicados, se activan
porque de alguna manera nuestro cerebro se defiende del dolor que produce no recibir lo que necesitamos.
Cuando nuestros padres no pudieron proveer lo que emocionalmente precisamos para tener los
recursos que nos ayudan a gestionar emociones, lidiar con conflictos y resolverlos, tolerar la
frustración, pedir ayuda, sentirnos tranquilos, planificar y concretar, entonces los mecanismos
defensivos vienen a “resolver” el problema. El objetivo no es que evites el dolor, sino que
sobrevivas. Y es por eso que muchos de estos mecanismos nos causan sufrimiento, pero al mismo
tiempo, en nuestra infancia, nos salvaron la vida.
Es por eso que debemos validar nuestra manera de reaccionar como niños aún siendo adultas.
Simplemente no pudieron darnos lo que necesitamos, y teniendo en cuenta la predisposición
genética que cada una trae, algunas tenemos una personalidad más sensible, más afectuosa, más
independiente, más extrovertida, más serena. Somos únicas, y aunque nuestros padres hicieron lo
mejor que pudieron, posiblemente ahora tenemos que ser nuestro propio MA-PA. ¿Qué es ser tu
propio MA-PA? tu propio mamá-papá. Poder guiar a tu niña interior desde tu versión adulta, es
posible cuando tomas el rol protector, amoroso, paciente, constante, compasivo que no tuviste en
casa, y te conviertes en la que va marcando el camino hacia la sanidad, tu eres tu mapa.
Por oposición, la invalidación implica malinterpretar, minimizar, ignorar algo de lo que siento,
pienso o hago. Lo más interesante de la invalidación es que ésta aumenta la activación emocional y
la sensación de pérdida de control, es como combustible para un fuego encendido, en vez de
ayudar a regular las emociones, solo causa agitación emocional y mayor malestar. Por eso, el
elemento para sanar un apego emocional disfuncional, es validar a esa niña interior, y recordarle
que eres una adulta madura que ya no está en la misma posición de vulnerabilidad, hablarle como
necesitó que le hablen cuando era pequeña, abrazarla como necesitó que la abracen, conectarla con
aquellas comidas, juegos, actividades que la hacían feliz. El comienzo de la sanidad ocurre cuando
te das cuenta que ya no eres esa niña, que respondes como niña ante entornos que te tratan igual o
similar a como te trataron, y en la medida que pongas límites, que pierdas el miedo a tus mayores
temores de la infancia, y que atiendas tus propias necesidades, reconectarás con esa partecita tuya,
frágil, vulnerable, sensible y tierna, que estuvo contigo siempre pidiendo ayuda y buscando sentirse
protegida.
4) EL DIÁLOGO INTERNO:
Todas tenemos una voz interior que nos acompaña continuamente, desde que amanecemos hasta
que nos acostamos. Esa voz utiliza tonalidades, palabras y un lenguaje familiar. Esa voz se forma a
partir de cómo se dirigieron a nosotros aún desde antes de nacer. La manera en la que se trataron
nuestros padres entre ellos, la manera en la que nos trataron a nosotros, y la manera en la que
hablaron de nosotros a los demás marcó la impronta de ese diálogo interno. Esa vocecita interior
influye en nuestra percepción de nosotros mismos y del mundo que nos rodea.
El diálogo interno de un adulto con heridas emocionales casi siempre es censurador, criticón,
exigente y severo. Esta voz interna puede llevarnos a la autocrítica, el autojuicio y la falta de
autoaceptación que son desencadenantes intensos de desregulación emocional. La manera en la
que nos hablamos a nosotros mismos es difícil de discernir porque a veces está tan automatizada,
forma parte de nosotros de forma tan íntima que nos cuesta mucho percibir sus características. Pero
quizás te ayude hacer conciencia de cómo te describes a ti misma cuando hablas de tí en voz alta, es
decir, a lo largo del día o en distintas situaciones puede que aludas a ti misma como alguien inútil,
tonta, lenta, aburrida, exagerada, dramática. Estas palabras que usas para hablar de ti son duras, y
reflejan un diálogo muy negativo en tu interior. Autoreferirte de una forma denigrante nunca
genera buenos resultados, porque tu cerebro capta esa información como si te la dijera otra
persona, y hasta le da más poder porque está afirmada por creencias que hay en tu interior.
Otra forma de darse cuenta que el diálogo interno es negativo, es la manera en la que hablamos de
los demás: de frente o peor aún a sus espaldas. Las personas con diálogos internos exigentes y
censuradores, son criticonas, burlonas, pasan mucho tiempo llevando y trayendo información de
vidas ajenas, y tienen poco o nada que decir sobre sí mismas. Necesitan rebajar al resto para lidiar
con un sentimiento profundo de inferioridad.
Hablar bien de los demás -ya sea afirmándolos de frente o defendiéndolos a sus espaldas- es un
ejercicio que mejora mucho el diálogo interno. Al resaltar virtudes ajenas puedo aprender a resaltar
mis propias virtudes.
Debes ser intencional en ponerle un stop a esas veces en las que te llamas a ti misma “inútil” solo
por equivocarte, o “mala” solo por decir que “no” a veces. Tu cerebro necesita que tú misma
refuerces un diálogo interior positivo, y este diálogo no se forma para hacer desaparecer el
negativo. Sino que conviven, comparten y poco a poco, con el debido trabajo de autocompasión,
el positivo puede regular la voz interna negativa, validarla, aceptarla y no darle el poder de que
defina quién eres.
Al practicar estas técnicas de manera regular, podemos desarrollar un diálogo interno más amable,
compasivo y constructivo. Recuerda, son herramientas que se fortalecen cuando se hacen de
manera continuada, no son mágicas, tienen poder cuando se forman hábitos en torno a ellas. Esto
puede tener un impacto significativo en nuestra autoestima, bienestar emocional y relaciones con
los demás. Es importante recordar que la autocompasión no significa justificar comportamientos
dañinos o no esforzarse por mejorar, sino aprender a tratarnos a nosotros mismos con amabilidad y
apoyo, tal como lo haríamos con alguien a quien amamos.
5) LA AUTOCOMPASIÓN:
La autocompasión es la compasión dirigida hacia uno mismo. Es una cualidad que emerge
naturalmente cuando la mente se serena y calma. De acuerdo a Germer y Siegel (2012) la
compasión implica un sentimiento de bondad, cuidado y comprensión por las personas que sienten
dolor, junto con el deseo emergente de aminorar su sufrimiento, implicando un reconocimiento
de compartir la condición humana, frágil e imperfecta. Gilbert (2005), la compasión está enraizada
en la capacidad biológica del cuidado por otros, sensitividad al malestar, simpatía, tolerancia al
malestar, empatía, no juicio y sostener un tono emocional cálido. La autocompasión es la
aplicación de estas capacidades en la propia experiencia.
Hanh (1994) señala que la compasión deriva naturalmente de la comprensión; cuando una persona
logra comprender a otra de manera profunda (pudiendo ser uno mismo esa otra persona) brota
naturalmente la compasión. Según los autores (Hanh, 1994; Kornfield, 2008), existen dos
elementos que permiten la emergencia de la compasión: La naturaleza interdependiente y la
comprensión profunda.
f
atención plena no pretende CAMBIAR o SUPRIMIR el sufrimiento. Sino TRANSFORMARLO.
Verlo diferente, verlo desde su aspecto más amplio.
Considerando lo anterior, la compasión no es una lucha ni un sacrificio, sino algo que emerge de
modo natural e intuitivo (Kornfield, 2008)
La compasión está dentro de ti, no es algo que se consigue con mucho sacrificio y lucha, sino que
se consigue cuando empiezas a ser consciente de una nueva manera de verte, tratarte y hablarte.
La compasión sólo puede ser entendida cuando hay noción de HUMANIDAD COMPARTIDA.
La humanidad compartida es básicamente la noción de que todos los humanos estamos
interconectados, dependemos unos de otros y nos sentimos aliviados con el contacto mutuo así
como sufrimos con la indiferencia.
La humanidad compartida está muy relacionada con la responsabilidad afectiva: Lo que tú haces
me afecta, lo que yo hago te afecta. No puedo obviar o negar que lo que haces me causa
sufrimiento, así como no niego que lo que hago te hace sufrir. Si tu no dejas de hacer eso que me
causa sufrimiento, yo tendré que alejarme, distanciarme, porque entiendo que compasión es
rodearse de personas con una noción de humanidad compartida, que saben cuidarse y cuidar de los
demás. La compasión PRECISA de un contexto compasivo, respetuoso, digno, altruista para
existir.
Las personas autocompasivas son genuinamente conscientes de su propio bienestar y son sensibles
y empáticos ante el malestar de los demás, pudiendo ser tolerantes con el malestar sin caer en la
autocrítica y en el enjuiciamiento, comprendiendo las causas de este malestar y tratándose a sí
mismos con calidez.
Ser una mujer autocompasiva es ser una mujer responsable de sus necesidades. Cuando desde
pequeña tus necesidades fueron puestas a un lado, posiblemente creciste 1) sin saber qué necesitas,
2) creyendo que necesitas que otros te suplan lo que precisas aunque no lo comuniques
directamente, 3) sin prestarle atención a tus necesidades.
Hacer el trabajo de reconocimiento de necesidades es una de las cosas que más me cuesta en terapia
con el trabajo terapéutico que hago con cada paciente. Sobretodo las mujeres hemos crecido en
contextos patriarcales que aún dentro de la iglesia nos instalaron ideas erradas, roles exigentes, en
los que nos vemos a nosotras mismas como inestables, tóxicas, controladoras o inseguras. En
realidad, hemos crecido en ambientes invalidantes en los que se nos pedía mucho más por
simplemente ser mujeres. Aceptamos ingenuamente que Dios desea que la mujer baje la cabeza,
siempre atienda humildemente a otros, y que encima no necesite del apoyo y afecto masculino
porque solo tiene que depender de Dios.
Se han mezclado argumentos, y eso llevó a invalidarnos hasta que siendo adultas nos vimos
actuando como niñas, porque nunca supimos hacerle espacio a esas necesidades que se expresan a
través de las emociones.
Una buena manera de reconocer las necesidades es primero saber reconocer con precisión las
emociones. Tarea que no es sencilla, y que a veces puede parecer hasta confusa. Por eso anexaré
una guía de manejo de emociones para que puedas implementar. La idea es que al aparecer una
emoción puedas hacerte preguntas que sirvan de brújula hacia aquella necesidad no satisfecha que
despertó esa emoción.
¿Desde qué momento me siento así? ¿Qué intensificó esta emoción? ¿En qué parte del
cuerpo la percibo más? ¿Qué puede calmarla? ¿Qué me está haciendo falta?
Son solo ideas, en la medida que eres autocompasiva, puedes darte espacio para escuchar tus
necesidades, atenderlas, y ganar poco a poco seguridad en que eres capaz de autocuidarte, en que
eres una versión adulta que protege a su versión niña, con autoridad, dignidad y compasión. Esta
semana el desafío será ser autocompasiva contigo sobretodo en tus equivocaciones.
PARTE PRÁCTICA:
Contáctate con tu red de apoyo, coordinen un día, hora, momento, actividad, que les permita
hablar de al menos UNA vulnerabilidad. El desafío es contarse mutuamente al menos una cosa
que les avergüenza compartir pero que necesitan decir para sentirse apoyadas.
Trae una foto de tu niña que te guste al próximo encuentro.
Arma un diaro terapéutico en el que vayas colocando a diario los pensamientos, sentimientos y
conductas que ocurren para organizarlos en el papel, descargarlos, y darles sentido poco a
poco.
Elige un momento a la semana al menos en el que harás algo que hace mucho tiempo
pospones y que te conecte con tu niña interior. Ej: cocinar, ir al parque, ver una peli que hace
mucho no ves, comer algo particular.