Novela Tema Ebau
Novela Tema Ebau
Novela Tema Ebau
LA NOVELA ANTERIOR AL 36
La primera mitad del siglo XX es muy rica desde el punto de vista literario. Los autores de la
Generación del 98 utilizan la novela como vehículo fundamental de expresión y lo convierten en el
género por excelencia de la literatura del siglo XX. Posteriormente, los autores pertenecientes al
Novecentismo o Generación del 14 lo cultivan con profusión, junto con el ensayo, y en ambos se
proponen buscar nuevas vías narrativas.
1. NOVELA DEL 98
La novela es el género más importante de cuantos cultivaron
los miembros de este grupo. Es Azorín quien propone esta
denominación en unos artículos de 1913. Incluye en dicho
grupo a autores que se caracterizan todos ellos por su espíritu
de protesta y su profundo amor al arte. Aunque la idea fue
rechazada inicialmente por algunos miembros de la
generación como Baroja, el concepto se impone finalmente.
Como germen de esta generación está lo que se conoce
como el “grupo de los Tres”, constituido por Baroja, Azorín
y Maeztu. En 1901 publican un manifiesto en el que expresan
su deseo de cooperar a la generación de un nuevo estado
social en España, lo cual se debe a la miseria y hambruna de ese momento en nuestro país. El medio que
canalizaría las fuerzas para resolver esta situación sería la "ciencia social".
Los temas principales, además de los relacionados con la regeneración del país y el problema de
España, serán dos: la reflexión sobre el sentido de la vida y de la muerte y el paso del tiempo.
En cuanto a la forma, estos autores se basan en la simplicidad y la claridad. Huyen de la retórica vacía
y de los largos periodos oracionales. Incluyen palabras “terruñeras”. Lo más importante es el argumento,
el fondo, y la forma no debe ser un obstáculo para la comprensión del mensaje implícito en la novela.
Entre los miembros de la Generación del 98, los principales novelistas son:
Miguel de Unamuno (1864-1936). Es considerado el guía de la generación pues es el mayor de
todos ellos. La mayor parte de su obra gira en torno a la búsqueda de la verdad interior del ser humano y
está impregnada de un fuerte contenido filosófico. Con su obra Niebla (1914) desarrolló el concepto de
‘nivola’. Otras novelas son San Manuel Bueno, mártir o La tía Tula.
Valle Inclán (1866-1936). Escribió Las Sonatas, dentro de la estética modernista; estas son cuatro,
cada una de ellas referida a una estación. Otras obras destacadas son la trilogía La guerra carlista, en
la que defiende a la pequeña nobleza campesina y Tirano Banderas sobre un dictador americano.
José Martínez Ruíz “Azorín” (1873-1967). Como novelista, escribió La Voluntad y Las
confesiones de un pequeño filósofo, obras de carácter autobiográfico.
Pío Baroja (1872-1956). Nació en San Sebatián. Mostró desde su juventud un amplio interés por
las más diversas cuestiones intelectuales. Estudió Medicina en Madrid y llegó a doctorarse con un estudio
sobre el dolor; pero ejerció poco tiempo y, decepcionado, emprenderá su actividad de escritor. Ésta es la
época de su compromiso político progresista, que lo llevó a unirse a Azorín y a Maeztu formando el
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«Grupo de los Tres», de ideales anarquistas. Sin embargo, a partir de 1902 Baroja fue desinteresándose
por todo lo que no fuera su creación literaria. A partir de entonces fue un autor respetado, aunque muy
poco sociable, pues, en general, odiaba las formas sociales establecidas.
Estilo. Pío Baroja afirmaba que la novela era una especie de cajón de sastre en el que todo cabía; que
no era necesario un planteamiento previo, pues lo más importante era la naturalidad conseguida mediante
la espontaneidad. Esta es la impresión superficial que producen muchas de sus novelas: episodios
puestos unos detrás de otros, anécdotas, divagaciones y digresiones, multitud de personajes ocasionales.
En realidad, no era tan espontáneo como él afirmaba; sí se preocupaba de la construcción narrativa y, en
general, sus novelas tienen una sutil línea estructural, de características muy peculiares.
La técnica narrativa de Baroja es sobre todo realista, basada en la observación de ambientes,
situaciones y personajes de la vida real, pero vistos a través del particular subjetivismo del autor, lo que
confiere a su obra un carácter impresionista.
En cuanto a los personajes, los protagonistas, sobria pero certeramente delineados, suelen ser seres
marginales o enfrentados a la sociedad, a veces, cargados de frustración y otras lanzados a la acción.
Como ya hemos dicho, las novelas de Baroja están pobladas por multitud de personajes secundarios,
apenas caracterizados, que entran y salen sin previo aviso, pero que aportan con su presencia la misma
impresión de variedad que se encuentra en la vida.
Se le ha criticado su estilo, a veces desaliñado o descuidado e incluso incorrecto. La verdad es que
posee - con algún altibajo no significativo - una prosa clara, sencilla y espontánea, antirretórica, como era
el ideal de todos los miembros de su generación, con abundancia de frases cortas y muy expresivas. Hay
que destacar las descripciones líricas con las que Baroja, frecuentemente, remata largos pasajes
narrativos y en las que condensa brevemente el ambiente y la impresión de lo narrado.
Obra. Pío Baroja fue el más importante novelista contemporáneo por sus extraordinarias dotes de
narrador. Su influencia posterior ha sido enorme y los novelistas de la posguerra siempre le reconocieron
como su maestro. Fue un escritor fecundísimo. Sus novelas son más de sesenta. Él mismo agrupó
muchas en trilogías (34), pero estas clasificaciones, con alguna excepción, frecuentemente carecen de
relación entre las obras que las integran. Hay que destacar las distintas trilogías:
- Tierra Vasca formada por La casa de Aizgorri (1900), el Mayorazgo de Labraz (1903) y Zalacaín
el aventurero(1909) Esta última es un ejemplo de la novela de acción de Baroja. Narra, animada y
ágilmente, la vida del vasco Martín Zalacaín: su infancia y aprendizaje para la vida, las trepidantes
aventuras de contrabandista, su antagonismo con Carlos Ohando, el amor y la muerte trágica, todavía
joven, y el halo de héroe popular creado en torno suyo.
- La lucha por la vida: La busca (1904), Mala hierba (1904) y Aurora Roja (1905). La primera es
para muchos la obra más intensa del autor: Cuenta la historia de un muchacho, Manuel, que, venido
de un pueblo a Madrid, va pasando por diversos ambientes y oficios hasta terminar en los suburbios
de la ciudad, entre mendigos, golfos y vagos, al borde de la delincuencia. Baroja, con intención social
testimonial, pinta descarnada y sombríamente, las clases medias bajas y, particularmente, los estratos
más miserables de la sociedad madrileña de finales y comienzos de siglo: cuadros de ambiente, tipos
de toda calaña - pícaros, prostitutas, criminales, proletarios - , la mendicidad y la miseria; y en medio,
Manuel, que por su falta de voluntad y por la total desorganización social, se va degradando cada vez
más, aunque no definitivamente, en la difícil lucha por la vida.
- La raza: A ella pertenece El árbol de la ciencia, La dama errante y La ciudad de la niebla.
El árbol de la ciencia es una novela típicamente noventayochista, pues refleja la crisis
existencialista vital del inadaptado protagonista, Andrés Hurtado; sus disquisiciones pesimistas y las
dolorosas experiencias que le conducen al suicidio le dan pie a Baroja para realizar una feroz crítica de
la sociedad española de su tiempo. En esta novela hay abundantes aspectos de la vida de Baroja.
Además escribió cuentos, novelas cortas, libros de viajes, biografías, ensayos, ... Resultan también
destacables sus Memorias, tituladas Desde la última vuelta del camino, siete volúmenes que
constituyen un importante testimonio de la personalidad del autor y un excepcional panorama de toda
una época.
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2. NOVELA NOVECENTISTA
Como puente entre la Generación del 98 y la Generación del 27 reciben la denominación de
novecentistas o Generación del 14. Se trata de filósofos, historiadores y literatos: José Ortega y
Gasset, Eugenio D’Ors, Américo Castro, Gregorio Marañón, Gabriel Miró, Ramón Pérez de Ayala y
Ramón Gómez de la Serna. Los novelistas de esta generación son: Ramón Pérez de Ayala y Gabriel
Miró, aunque encontramos en estos años a un autor que resulta difícil encasillar dentro de un grupo
literario; Ramón Gómez de la Serna.
Ortega y Gasset publicó en 1925 un ensayo denominado Ideas sobre la novela, en el que especifica
para la narrativa de esta época las siguientes características:
- Debe presentar cosas, más que describir.
- Los personajes deben dominar sobre la trama.
- Deben predominar los ambientes, lo que ralentiza el ritmo de la novela.
- El tiempo y el espacio se concentran.
- Estructura cuidada y elaborada.
- Evitar trascendentalismo y excesivo realismo.
Estas reflexiones de Ortega, a menudo fueron seguidas por los novelistas novecentistas, pero no a
rajatabla.
Gabriel Miró generó una novela lírica con trasfondo autobiográfico: El libro de Sigüenza, Años y
leguas.
Ramón Gómez de la Serna también escribió obras de género narrativo, pero sin argumento lógico, por
lo que se convierten en divagaciones o historietas: El torero Caracho.
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LA NARRATIVA DESPUÉS DE LA GUERRA
La narrativa de posguerra
Características generales
La Guerra Civil Española provoca un ambiente de desorientación cultural
absoluto, por lo que la novela, como el resto del panorama literario y la
vida española en general, comienza prácticamente de cero. Algunos de
los motivos son:
La muerte o el exilio de los autores más representativos de las etapas
anteriores. Van a ser los jóvenes escritores (entre los 20 y los 30 años)
los encargados en recuperar la novela de calidad en España.
Las nuevas circunstancias políticas de dictadura que imponía una fuerte censura en los libros,
eliminando parte del contenido o prohibiendo su publicación con las correspondientes sanciones para el
autor.
Nada más terminar la guerra solo se publican novelas de evasión (románticas, policiacas,
costumbristas...), novelas sin compromiso político o social y novelas de guerra para alabar las hazañas
del bando vencedor.
Todas estas circunstancias motivaron que la nueva novela de posguerra tardara en surgir y lo hiciera con
muchas dificultades. Hubo que esperar hasta 1942 año en el que se publica La familia de Pascual Duarte.
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Características:
- Narrador en primera persona, a veces de un falso sentido autobiográfico.
- El reflejo amargo de la vida cotidiana. Su enfoque se hace desde lo existencial, de ahí que los
grandes temas sean la soledad, la inadaptación, la frustración, la muerte...
- Estilo sencillo, adecuado al nivel cultural de los personajes, pero elaborado y con pretensiones
artísticas.
- Espacios: La pequeña ciudad mísera después de la guerra, o el campo. Espacios grises, pequeños,
pobres y ruines como era la situación del momento.
- Abundancia de personajes marginales y desarraigados, o desorientados y angustiados.
- Reflejo del malestar del momento; malestar social, y que se trasluce en esas pinturas grises. Pero la
censura imposibilita cualquier intento de denuncia y limita los alcances del testimonio. Por eso, aún no
puede hablarse de novela “social”; todo lo más, "parasocial".
En el caso del Tremendismo, encontramos personajes violentos, obligados por las circunstancias a
sobrevivir. Aislados, condenados a la incomunicación. El autor solo retrata lo más oscuro y primitivo del
alma humana. El supuesto realismo del tremendismo, se reduce, por tanto, a ver solo una parte de la
realidad de la vida y del ser humano; esto es, su parte más animal y primitiva.
Características:
Se prefiere la narración lineal y las descripciones suelen ser breves, relativamente poco
abundantes, y con la función de presentar ambientes.
Preferencia por las novelas de protagonista colectivo o presencia de un personaje representativo de
una clase o grupo social, más que de individuos dotados de una psicología individual.
Concentración de la acción en un breve periodo de tiempo (un día, unas horas) y espacios
concretos del campo o la cuidad: un edificio de vecinos, bares, un parque, una fábrica, etc.
Una técnica derivada del objetivismo (análisis externo de los personajes sin penetrar en su interior) es
la desaparición del autor cuya mirada es semejante a la de una cámara fotográfica.
Tienen una gran importancia los diálogos que parecen recogidos como con un magnetófono.
Lenguaje coloquial, de significación denotativa, claro y prosaico.
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Temas: el retrato de la vida cotidiana de la gente, preocupaciones y tópicos propios de la época.
El compromiso político y social: El autor trata de denunciar las injusticias sociales.
Características:
Reaparece el autor omnisciente.
Especial predilección por incorporar pasajes narrados en segunda persona, en un “tú” que es en
realidad un desdoblamiento de la personalidad del protagonista.
En lugar de un enfoque realista del argumento, ahora aparece lo imaginativo, alucinante, irracional.
El capítulo desaparece, la novela se compone de secuencias separadas por espacios en blanco sin
numerar.
Se rompe con la narración lineal de los acontecimientos. Se hablará de "desorden cronológico" en el
tratamiento del tiempo.
De nuevo, interés por el análisis de personajes individuales.
Aparecen contenidos y significados simbólicos. A veces una aparente historia realista es en realidad
una parábola o alegoría.
Las descripciones adquieren valor por sí mismas y no tienen función ambiental.
Empleo de la parodia y la ironía como recursos para presentar los contenidos.
Estilo indirecto libre y monólogo interior.
Diversos artificios tipográficos: ausencia de puntuación, distintos tipos de letra, incorporación de
expedientes, anuncios, textos periodísticos... Además, empleo abundante de imágenes y metáforas;
uso de técnicas y juegos literarios difíciles de captar por el lector no experimentado.
Se mezclan géneros y, a veces, se recurre a géneros marginales
El lector no puede limitarse a ser un receptor pasivo como la novela policíaca o antiguos como la
novela de caballerías o la picaresca., debe colaborar activamente.
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Autores y obras destacados:
Luis Martín Santos: Tiempo de silencio (1962).
Juan Goytisolo: Señas de identidad (1966),
Miguel Delibes: Cinco horas con Mario (1966)
J. Cela: San Camilo 1936 (1969) y Oficio de tinieblas (1973)
Gonzalo Torrente Ballester: La saga/fuga de J.B. (1972)
Juan Marsé: Últimas tardes con Teresa (1966).
Juan Benet: Volverás a Región (1966)
Obra. De acuerdo con lo dicho, el mundo burgués y el mundo rural serán los dos ejes de su obra
novelística. En ambos campos, muestra Delibes sus notables dotes de narrador y su capacidad de
recoger tipos y ambientes. Excepcional es su dominio del idioma, que le permite abarcar los más
variados registros; pero, sobre todo, destaca la verdad y la riqueza con que recoge el habla de los
campesinos castellanos.
En su producción narrativa se pueden distinguir diferentes etapas, según los temas abordados y el
tratamiento formal, que corren más o menos parejas a los movimientos o corrientes literarias de la
España posterior al 36.
1. Primera etapa. Se dio a conocer al ganar el Premio Nadal de 1947 con La sombra del ciprés es
alargada, presenta los primeros esfuerzos de un escritor inmaduro que trata de dar forma narrativa a sus
preocupaciones e inquietudes. Su mayor acierto radica en saber plasmar los ambientes cerrados de la
ciudad. Podríamos calificar esta etapa como existencialista.
2. Segunda etapa. En las novelas de esta época, la temática es más actual y su técnica se hace más
depurada. Se inicia la etapa con El camino (1950), obra que da un crédito definitivo a Delibes como
novelista, por su acertada penetración del mundo infantil. El argumento se reduce a la mirada
retrospectiva a la vida y experiencias rurales de un niño, Daniel, el Mochuelo, la noche antes de partir a la
ciudad para ingresar en un colegio.
A esta misma etapa pertenece Las ratas (1962), obra que responde mejor que la anterior al
denominado realismo social; sin apenas hilo argumental- la cotidiana existencia de un cazador de ratas
y un niño que lo acompaña- Delibes hace un canto al mundo rural y una acre denuncia social. Demuestra
un fino poder de observación del campo castellano y la creación de un lenguaje adecuado a este mundo
rural. A partir de aquí, le quedará a Delibes una constante preocupación por la fiel transcripción del
lenguaje coloquial.
Por estas fechas escribe también Delibes Mi idolatrado hijo Sisí (1953), reflejo de la burguesía
provinciana, y algunos de sus más famosos diarios: Diario de un cazador (1955) y Diario de un emigrante,
que completará años más tarde con Diario de un jubilado (1995).
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3. Tercera etapa. Se inicia esta etapa experimental con una novela que algunos consideran la obra
cumbre de Delibes, Cinco horas con Mario (1966), largo monólogo de Carmen, ante el cadáver de su
esposo Mario. Delibes enfrenta dos mundos: el conservador, intolerante y cerrado de Carmen con el
liberal, solidario y abierto de Mario. Por las fechas en que fue escrita y por el tema puede dársele a esta
obra un carácter simbólico -la oposición de las dos Españas. Se utilizan recursos novedosos como el fluir
de la conciencia o los saltos temporales
El experimentalismo llega a su máxima expresión en su novela Parábola de un náufrago, parodia de
corte kafkiano del hombre moderno, en la que nos presenta la metamorfosis de un funcionario en borrego
para poder sobrevivir en una situación límite. Entre los aciertos novedosos cabe citar, además de la
mezcla de niveles temporales o del uso del monólogo, el desdoblamiento del protagonista, el cambio de
perspectiva y algún otro menos convincente como la sustitución de algunos signos de puntuación por el
término que los designa (se pone coma en vez del signo).
4. Cuarta etapa. Se trata de una etapa muy heterogénea y por tanto difícil de clasificar, en la que de
algún modo vuelve, aunque renovado estéticamente, a tendencias anteriores. Así El disputado voto del
señor Cayo (1978) o Los santos inocentes (1981) nos recuerdan su etapa de preocupación social. 377A,
madera de héroe es una novela extensa y difícil, que nos pone en relación con su tercera etapa no sólo
por razones formales sino también por las argumentales, por cuanto de nuevo aborda el tema de nuestra
Guerra Civil. Como contrapunto de Cinco horas... se ha de situar su monologal Señora de rojo sobre
fondo gris, escrita tras la muerte de su esposa.
En 1998 nos sorprende con una de sus mejores obras El hereje, su primera novela histórica, ambientada
en el Valladolid del s. XVI, en la que se nos relata la vida de un castellano viejo.
La obra de Miguel Delibes podemos calificarla de homogénea y completa, lo que no excluye una
constante progresión y evolución en el dominio de los medios expresivos tal como se ha podido
comprobar en el repaso a su producción novelística. Posee unas excepcionales dotes de narrador,
destacando su capacidad para reflejar tipos y ambientes, y su dominio del idioma en los más variados
registros, especialmente la autenticidad del habla popular.
Producción literaria
Su producción es muy extensa. Ha cultivado, además de la narrativa, poesía, teatro, (El carro de
heno o El inventor de la guillotina), ensayo (La generación del 98) y lexicografía (Diccionario secreto).
Los libros de viajes constituyen otro peculiar sector de su obra; de sus múltiples "vagabundajes" por
España han surgido libros inolvidables que van de Viaje a la Alcarria (1948) a Viaje al Pirineo de Lérida
(1965), pasando por Del Miño al Bidasoa y otros. Tales obras son, en cierto modo, herederas del fervor
noventayochista por paisajes y gentes; pero, a la vez, abrieron un camino que seguirían autores de la
generación siguiente.
Trayectoria Novelística:
Su producción novelística es capital para entender las fases de la evolución de la novela española de
la posguerra. Lo primero que ha de señalarse es la sorprendente diversidad de construcción de sus
novelas: cada una de ellas responde a una distinta "técnica de novelar". De tal manera que, si hay algo
que define su trayectoria de novelista, en conjunto, sería la experimentación de formas narrativas.
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Inaugura el realismo existencial y promueve el tremendismo con La familia de Pascual Duarte
(1942), novela que nos sumerge en un mundo amargo y truculento lleno de violencia. El novelista ofrece
en estas páginas la trascripción de las memorias de Pascual Duarte, un asesino que espera la ejecución
en la cárcel de Badajoz. Hubiera parecido imposible construir una novela creíble con tal cúmulo de
atrocidades, pero el novelista ha salido vencedor al dar verdad a lo que, en tales proporciones, es
inverosímil.
La novela ilustra una concepción del hombre: criatura arrastrada por la doble presión de la herencia y
del medio social. El mismo protagonista confiesa sentirse "un hombre maldito", condenado de antemano;
sobre él pesa una especie de fatum. Todo ello tiene, sin duda, raíces sociales concretas, pero es más
visible el pesimismo existencial del autor.
Fue también el impulsor de la novela social con La colmena (1951), donde se muestra
una visión crítica de la sociedad a través de una mirada compleja y pesimista dirigida a la
triste España de la inmediata posguerra. El argumento se rompe en multitud de pequeñas
anécdotas: un panorama de vidas cruzadas, con multitud de personajes, como las abejas
de una colmena.
Alguna de las características de esta novela son la sucesión de breves secuencias
narrativas, el protagonista colectivo, el desorden cronológico, la brillantez del
lenguaje y la ironía de muchos momentos o la crueldad de otros.
En su narrativa, Cela participa después de la renovación formal iniciada en los años 60 con obras
como San Camilo 1936 (1969), en la que un «tú» monologa consigo mismo; y Oficio de tinieblas 5
(1973), construida a base de versículos independientes que giran en torno a diversos temas
representados en múltiples y variados párrafos sin puntuación alguna. Escribió, también como sello de lo
renovador y experimental, Mazurca para dos muertos (1883), y Madera de boj (1999).
Por otro lado, la obra narrativa de Cela refleja un gran dominio del lenguaje y un expresionismo narrativo
teñido de humor y tremendismo.
1. Características:
Aunque al principio los nuevos novelistas enlazan con la renovación de los 60, se recuperará el placer
de contar historias “interesantes”, suavizando el experimentalismo y dando la importancia al argumento.
Muchos autores vuelven a la narración tradicional, al estilo de los realistas del XIX o de la G. del 98.
Excesiva inclinación a plasmar lo personal, lo privado en la novela. No se realiza un análisis
complejo del mundo, ni hay personajes de envergadura; el narrador suele ser el protagonista.
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La influencia de los medios de comunicación impulsan el gusto por géneros como la novela-
reportaje siguiendo el esquema del periodismo de investigación. Los autores se popularizan en los
medios de comunicación (prensa, radio y televisión). El término inglés best seller se asienta entre
nuestros autores como sinónimo de calidad y triunfo.
La atención a lo formal: son obras bien escritas, pero no profundizan en las posibilidades creativas
del lenguaje. El estilo es realista y tradicional y se utiliza la frase corta, lo que supone una menor
dificultad para el lector.
Los espacios oscilan entre lo conocido (la ciudad de provincias, el barrio, etc.) y lo cosmopolita y
exótico.
El tono humorístico es una nota dominante en casi todos los autores.
Característica evidente de la novela de los últimos lustros es la dispersión: ya no hay grupos, líneas
comunes reconocibles; lo que prima es la variedad de tendencias: novela histórica, policíaca,
metanovela, la novela intimista... A veces la narración se inspira en géneros “marginales”, como el relato
de ciencia ficción, la novela erótica, el folletín…
En suma, dos son los aspectos más significativos de la novela española en los últimos treinta años:
El carácter aglutinador. Acoge prácticamente todas las tendencias, modalidades, discursos, temas,
experiencias y preocupaciones personales.
La individualidad. Cada novelista elegirá la orientación que le resulte más adecuada para encontrar
un estilo propio con el que expresar su mundo personal y su particular visión de la realidad.
2. AUTORES Y OBRAS
Para poder hacer un análisis de la literatura de esta época es necesaria una perspectiva que no
tenemos. Por ello vamos a enumerar algunas tendencias que se aprecian sabiendo que existen
muchísimos otros autores: Eduardo Mendoza, Manuel Vázquez Montalbán, Javier Marías (Mañana
en la batalla piensa en mí), Juan José Millás, Antonio Muñoz Molina, Almudena Grandes...
Experimentalismo: Se trata de la renovación formal de los 60, pero no tan radical como en
esa década. La característica dominante es la búsqueda de un lenguaje perfecto muy elaborado.
Además, incluye la reflexión en sus obras. La obra cumbre de este periodo es Volverás a Región de Juan
Benet.
La novela policíaca: Este tipo de novela relata una historia policíaca que resulte interesante y
atractiva al lector, y al mismo tiempo, denuncia aspectos sociales. Muchas veces narra momentos
históricos, pero son una trama de ficción. El primer autor que empleó todas estas
características es Eduardo Mendoza5 con La verdad sobre el caso Savolta (1975),
que incluye en su novela los acontecimientos de la Semana Trágica de Barcelona. Esta
novela contiene muchos de las características estudiadas (perspectivismo, varios tipos
de narrador, desorden cronológico), pero además parodia algunos géneros y destaca la
utilización de diversos materiales narrativos (como cartas, artículos de periódico,
entrevistas, informes policiales…) Otro autor muy importante es Manuel Vázquez
Montalbán, que es el creador de la saga del detective Carvalho. Estos dos escritores
también escribieron otro tipo de novelas no policíacas. Lorenzo Silva también ha creado una serie de
novelas, protagonizada por una pareja de Guardias Civiles, el sargento Bevilacqua y la cabo Chamorro.
Novela histórica: Se trata de un tipo de novela influida por El nombre de la rosa de Umberto Eco.
La restauración de la democracia supuso un nuevo modo de explicar los acontecimientos históricos.
Podemos mencionar El hereje de Miguel Delibes y El capitán Alatriste de Arturo Pérez-Reverte. José
María Merino es otro de los autores importantes del período, que escribió una trilogía dedicada al público
juvenil: El oro de los sueños. Almudena Grandes con la serie sobre la reciente historia de España:
Episodios de una guerra interminable.
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Novela lírica: De tono intimista o autobiográfico. Destaca Juan José Millás, Julio Llamazares,
Soledad Puértolas o José María Merino.
La metanovela: Se trata de novelas que fabulan acerca del proceso de la escritura. Destaca Luis
Landero con Juegos de la edad tardía.
Literatura y periodismo: Las relaciones entre literatura y periodismo se estrechan en esta época,
por la importancia que cobran las comunicaciones. Muchos escritores colaboran en la prensa y escriben
artículos: Rosa Montero, Elvira Lindo, Muñoz Molina, Javier Marías, Juan José Millás… Otros escritores
elaboran relatos de ficción muy documentados, cercanos al reportaje periodístico.
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Antonio Muñoz Molina
Nació en Úbeda en 1956. Estudió periodismo en Madrid e historia del arte en
Granada. Está casado con la escritora Elvira Lindo. Miembro de la RAE, está
considerado como uno de los mejores novelistas en lengua castellana de los últimos
años.
En 1986 publicó su primera novela, Beatus Ille, en la que se hicieron ya patentes los
elementos que caracterizan su universo literario: un interés en crear tramas sobre
temáticas actuales para atraer la atención del lector, la asimilación de diferentes
técnicas y la realización de experimentos formales con la intención de dar fuerza a la
narración, y la exposición de un profundo compromiso con un pasado histórico quizás demasiado
olvidado.
El reconocimiento le llegó con el Premio de la Crítica por El invierno en Lisboa (1987), obra que también
recibió el Nacional de Literatura. En esta obra supo crear un argumento atractivo mediante la mezcla de
distintos elementos tomados del cine negro, con referencias musicales del jazz.
Beltenebros (1989) dio a conocer a Muñoz Molina al gran público gracias, sobre todo, a la adaptación
cinematográfica de 1991. En Beltenebros se aprecia con claridad la influencia del género negro en la obra
del autor. La novela describe las impresiones del capitán Darman, un exiliado político que regresa a
Madrid para eliminar a un confidente y que revive una misión similar cumplida años atrás.
En 1991 ganó el Premio Planeta por El jinete polaco y en 1992 el Nacional de Narrativa, lo que supuso el
espaldarazo definitivo a su carrera literaria. Seis años después vería la luz Plenilunio, considerada por la
crítica como su obra de mayor madurez. Se trata de una historia de intriga donde el crimen es sólo la
excusa para caracterizar a una serie de personajes. También fue llevada al cine en el año 2000.
Su obra narrativa comprende, además de los títulos ya mencionados, otros como El dueño del
secreto, Ardor guerrero (1995), Carlota Fainberg (1999), En ausencia de Blanca (2000), Ventanas de
Manhattan (2004), El viento de la Luna (2006), La noche de los tiempos, Como la sombra que se va, Un
andar solitario entre la gente, Tus pasos en la escalera,
Es también autor de libros de relatos, como el volumen Nada del otro mundo y de ensayos como Todo lo
que era sólido. Además ha reunido sus artículos en libros como El Robinson urbano o La vida por delante.
En 2013 recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en reconocimiento a toda su carrera.
La obra de Muñoz Molina se mueve fundamentalmente en los territorios de la memoria, donde el autor
reconstruye la reciente historia de España con la mirada de quien se siente en gratitud y continuador de
los afanes de aquellos que le precedieron y contribuyeron con su esfuerzo a la modernidad. Asimismo,
hay en la obra de Muñoz Molina una firme determinación de dar voz a los desasistidos de la Historia,
protagonistas de tiempos adversos, bajo el poder de las tiranías que anulan la memoria de muchas vidas
anónimas sin cuya muda abnegación habría sido imposible el progreso de las ideas democráticas y la
convivencia civilizada en sociedades regidas por la ley y los derechos humanos.
Antonio Muñoz Molina sitúa por lo general sus obras narrativas en momentos de inflexión hacia el cambio
a tiempos distintos, y es en ese instante de la muerte metafórica de una época, previa al advenimiento de
otra, donde reclama el derecho del escritor a alzar su palabra como testigo particular de inquietudes
colectivas que no tuvieron ocasión de expresarse.
Su estilo se define por la pulcritud y la precisión. Renuente a barroquismos y excesos estilísticos, la prosa
de Muñoz Molina tiende a la eficacia de la palabra justa y la elegante composición del idioma expresado
en toda su potencia descriptiva y evocadora.
5. La novela en el exilio
Al terminar la Guerra Civil, se produjo el exilio de muchos novelistas por su apoyo a la República, como
Max Aub, Ramón J. Sender, Arturo Barea, Rosa Chacel, Francisco Ayala, etc., pertenecientes a la
generación de la preguerra. Algunos, como Manuel Andújar, escriben toda su obra en el exilio.
Los autores que abandonaron España continuaron escribiendo en otros países y su obra se realiza al
margen de la literatura que se hace en España. Cada uno de ellos evolucionó de manera personal, a
veces adoptando características de la literatura de los países que los acogieron, pero todos
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abandonaron la narrativa intelectualizada y volvieron a los temas éticos y humanos. En sus obras
hablaron de la experiencia de la guerra y la nostalgia de la patria y, en general, tratan con insistencia
sobre el tema.
Max Aub. Escritor español de origen francés. De ideas socialistas, durante la guerra civil se compromete con
la República y al terminar esta, se exilia a París, pero lo detienen y tras tres años en diferentes campos de
concentración consigue ir a México, donde murió en 1972.
Entre sus obras narrativas, destaca El laberinto mágico: ciclo novelesco sobre la Guerra Civil y sus
consecuencias. Se compone de seis novelas: “Campo cerrado”, “Campo de sangre”, “Campo abierto”,
“Campo del Moro”, “Campo francés” y “Campo de los almendros”, además de veinticinco cuentos breves.
También escribió la novela Las buenas intenciones (1954).
Francisco Ayala. Novelista y cuentista de gran altura, evolucionó en el exilio hacia preocupaciones
éticas o políticas. Algunas de sus obras más importantes son los cuentos de Los usurpadores (1948) y La
cabeza del cordero (1949), y novelas como Muertes de perro (1958) y El fondo del vaso (1962).
Arturo Barea es más un cronista que un narrador. La forja de un rebelde es una trilogía autobiográfica
que comienza en la guerra de Marruecos y finaliza en los días de la Guerra Civil.
Rosa Chacel (1898-1996) escribió antes de la guerra novelas intelectualizadas siguiendo las ideas de
Ortega, pero lo mejor de su obra corresponde al exilio. Destaca por la profundidad psicológica de sus
personajes femeninos, la lentitud de las descripciones y un lenguaje trabajado y denso: Teresa (1941),
inspirada en la amante del poeta Espronceda; Memorias de Leticia Valle, etc.
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La novela y el cuento latinoamericanos en la segunda mitad del S.
XX: características, autores y obras
La literatura latinoamericana del siglo XX, y en especial el género narrativo, se ha mostrado
como un hito fundamental de las letras universales, como lo atestiguan continuamente los lectores y los
críticos de todo el mundo.
Las etapas de esta narrativa han sido:
1. El Realismo Mágico
a) Primera etapa: de "El Realismo Mágico" o "lo real maravilloso". La superación del realismo. La
renovación narrativa:
A partir de 1940 -con algunos precedentes- se observa un cansancio de la novela realista. No
es que desaparezcan los temas cultivados hasta entonces, pero se pasará a tratarlos con procedimientos
distintos. Aparecerán también nuevos temas. Algunos aspectos de esta renovación son:
Entre los temas nuevos, está el interés por el mundo urbano (frente al predominio de lo rural
en la novela anterior); se dará cabida a los más variados problemas humanos o existenciales
(ya no solo los sociales que -insistimos- no desaparecen, sin embargo).
Junto a las realidades inmediatas, irrumpe la imaginación, lo fantástico. Ya Borges se había
adelantado, hablando en los años 30 de "realismo fantástico". Pronto se hablará de realismo mágico
o de lo real maravilloso. Esta última denominación se debe a Alejo Carpentier, para quien el realismo
puro es incapaz de recoger la asombrosa e insólita realidad del mundo americano. El hecho es que, a
partir de este momento, realidad y fantasía se presentarán íntimamente enlazadas en la novela:
unas veces, por la presencia de lo mítico, de lo legendario, de lo mágico; otras, por el tratamiento
alegórico o poético de la acción, de los personajes o de los ambientes.
En el terreno de la estética, se notará un mayor cuidado constructivo y estilístico. Los
autores atenderán a las innovaciones formales aportadas por los grandes novelistas
europeos y norteamericanos (Kafka, Joyce, Faulkner...). Por otra parte, se asimilan elementos
irracionales y oníricos procedentes del Surrealismo, que se adaptan perfectamente a la expresión de
lo mágico o lo maravilloso.
Estos rasgos, iniciados en los años 40, se prolongarán durante los decenios siguientes en la obra de
nuevos narradores. Pero debemos destacar ahora a cuatro figuras que, cada uno a su modo, se
yerguen como auténticos pioneros en la renovación narrativa: nos referimos a:
Borges. Es el gran creador del cuento fantástico con títulos como Ficciones o El Aleph.
Miguel Ángel Asturias: El señor Presidente o Leyendas de Guatemala.
Alejo Carpentier: Los pasos perdidos, El siglo de las luces.
Juan Rulfo: Pedro Páramo o la colección de cuentos El llano en llamas.
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hispanoamericana, uno de los grandes acontecimientos literarios de nuestro tiempo.
En realidad, los nuevos novelistas continúan en la línea de innovaciones señaladas en el apartado
anterior, de modo que la frontera entre algunos de aquellos autores y estos puede parecer arbitraria.
En cualquier caso, es evidente que los nuevos novelistas llevan tales innovaciones a sus últimas
consecuencias, a la par que enriquecen aún la novela con nuevos recursos:
Se confirma la ampliación temática y, en especial, se incrementa la preferencia por la "novela
urbana" (Cortázar, Fuentes, etc.). Cuando aparezca el ambiente rural recibirá un tratamiento nuevo.
La integración de lo fantástico y lo real se consolida. El "realismo mágico" es, en efecto, uno de los
rasgos principales de los nuevos novelistas.
Pero es en el terreno de las formas en donde se observa una mayor ampliación artística. La
estructura del relato es objeto de experimentación. Se renuevan las técnicas narrativas: ruptura
de la línea argumental, cambios del punto de vista, "rompecabezas temporal", "contrapunto",
combinación de las personas narrativas, estilo indirecto libre, monólogo interior ...
La experimentación de la novela afectará al lenguaje, con la superposición de estilos o registros,
con distorsiones sintácticas y léxicas, con densa utilización del lenguaje poético, etc.
Pero esta ruptura con la técnica realista no supone un alejamiento de la realidad, sino una voluntad de
abordarla desde ángulos más ricos y válidos estéticamente. Esta preocupación estética tampoco
supone que el escritor abdique del propósito testimonial o denuncia; al contrario, suelen proclamar ideas
sociales y políticas muy avanzadas. Pero, como ha dicho Julio Cortazar, "el primer deber del escritor
revolucionario es ser revolucionario como escritor"; es decir, romper con los moldes heredados de
otras épocas y proponer un arte nuevo, acorde con su tiempo.
Destacan los autores:
Ernesto Sábato (argentino, 1911/2011).El túnel. Sobre héroes y tumbas
Julio Cortázar (argentino, 1914-1984). Rayuela y libros de cuentos como Las armas secretas.
Carlos Fuentes (mejicano, 1928/2012). La muerte de Artemio Cruz
Gabriel García Márquez (colombiano, 1928): Cien años de soledad, El otoño del patriarca, Crónica de
una muerte anunciada.
Mario Vargas Llosa (peruano, 1936): La ciudad y los perros (1962), Conversación en La Catedral
(1969), La tía Julia y el escribidor, La fiesta del chivo.
Juan Carlos Onetti (uruguayo, 1909/1994): El astillero (1961).
2. Últimas Tendencias
Aunque no se puede negar cierta continuidad con las orientaciones anteriores, se aprecian en
el conjunto de la narrativa hispanoamericana un regreso a la naturalidad y un alejamiento de la
grandilocuencia característica de los relatos de los sesenta. Muestra de ello es Antonio Skármeta (El
cartero de Neruda) que propugna una defensa de la sencillez para dar cuenta de la realidad cotidiana.
También Bryce Echenique (La vida exagerada de Martín Romana, No me esperen en abril).
La incorporación de formas propias de la cultura de masas (el folletín, la telenovela, el rock, etc.) es
evidente en muchos escritores, que usan estas fórmulas para reflexionar sobre conflictos típicos de los
modos de vivir urbanos. Claro ejemplo es Manuel Puig (El beso de la mujer araña).
Por último, destacar la importancia de una significativa producción novelesca realizada por mujeres:
Las que denuncian una cultura homogeneizada por lo masculino y revisan muchas de las historias
tratadas por los hombres: Ángeles Mastretta.
En el campo de las fórmulas narrativas mágico-realistas: Laura Esquivel (Como agua para
chocolate), Isabel Allende (La casa de los espíritus) quien utiliza los ambientes mágicos para
analizar el mundo femenino en situaciones históricas o sociales concretas.
Las que llevan a la escritura su compromiso con la liberación personal, erótica y sentimental, en
busca de soluciones para salir de una situación alienada y reprimida: Cristina Peri Rossi.
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EL CUENTO HISPANOAMERICANO.
Junto con la novela, el cuento ha sido un género narrativo ampliamente cultivado en Hispanoamérica
desde los años cuarenta hasta la actualidad. Los narradores de los años cuarenta y cincuenta han sido
grandes cultivadores del cuento literario. Destaca la aportación extraordinaria de:
JORGE LUIS BORGES: “Historia universal de la infamia”, “Ficciones”, “El Aleph” y “El libro de arena”.
JUAN RULFO: “El llano en llamas”, en las que retrata la dureza de la vida rural mexicana en su
primitivismo y su pobreza física y moral.
ALEJO CARPENTIER: “Guerra del tiempo”, sobre la imposibilidad de definir y dividir el tiempo.
JUAN CARLOS ONETTI: Tiempo de abrazar”, “Tan triste como ella” y otros cuentos.
A partir de los años sesenta, y hasta la actualidad, los relatos cortos de los narradores del boom
hispanoamericano han pasado inadvertidos debido a la importancia de sus novelas, como es el caso de
GARCÍA MÁRQUEZ (“Relato de un náufrago”, “Doce cuentos peregrinos”). Sin embargo, uno de los
principales renovadores del género es JULIO CORTÁZAR, quien muestra en sus cuentos una realidad
compleja: “Bestiario”, “Las armas secretas”, “Historias de Cronopios y de Famas”, etc., en los que revela
el absurdo de lo cotidiano con gran sentido del humor. MARIO BENEDETTI refleja en “Montevideanos”,
“La muerta y otras sorpresas” y “Con y sin nostalgia”, la vida diaria y las circunstancias políticas de su
país desde una postura comprometida y cercana al lector gracias a la utilización de un lenguaje sencillo y
coloquial. Otros narradores importantes son AUGUSTO MONTERROSO (“La oveja negra y
demás fábulas”, “Movimiento perpetuo”); ISABEL ALLENDE (“Los cuentos de Eva Luna”); y ANTONIO
SKÁRMETA (“El entusiasmo”, “Tiro libre”).
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Tras obras como Del amor y otros demonios (1994) y Noticia de un secuestro (1996) publica en 2002 Vivir
para contarla, donde narra aspectos biográficos de su infancia y juventud. Sus últimas obras publicadas
son Memoria de mis putas tristes (2004) y Yo no vengo a decir un discurso (2010).
Muere en México D.F. el 17 de abril de 2014. Los herederos de Gabriel García Márquez depositaron el 24
de febrero de 2015 en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes un legado del escritor in memoriam.
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