Novecentismo y Generaciã N Del 14
Novecentismo y Generaciã N Del 14
Novecentismo y Generaciã N Del 14
CARACTERÍSTICAS DE LA NOVELA Y
EL ENSAYO.
El término Novecentismo es utilizado para referirse a ellos porque es un término catalán utilizado para
referirse al movimiento político y cultural catalanista que tuvo lugar entre los años 1906 y 1915. Así mismo se
denomina Generación del 14 porque fue el año en que Ortega pronunció una significativa conferencia en la
que presentaba la Liga Política Española en la que se dieron a conocer como grupo.
Bastantes de estos escritores manifestaron un gran interés por la Pedagogía y la difusión de la cultura;
estuvieron relacionados con La Junta para la Ampliación de Estudios (1907), El Centro de Estudios Históricos
y la Residencia de Estudiantes (ambas instituciones de 1910) y la Institución Libre de Enseñanza, todas ellas
encaminadas a formar una clase dirigente bien preparada desde una posición liberal y auspiciada por la
ideología krausista.
Los novecentistas, a diferencia de la Generación del 98, no sólo tienen como meta la transformación política
del país sino también la mutación del individuo, siendo imprescindible para ello una amplia formación
estética; de ahí la preocupación de esta generación por los temas literarios, sus disquisiciones sobre los
géneros y sobre el arte en general, sus intentos de encontrar nuevas formas de novela y poesía y la búsqueda
incesante de nuevos lenguajes.
También buscan estos autores la solución a la situación española en el acercamiento a Europa, acercamiento
que sirve tanto para formar a los escritores (los del 98 eran autodidactas) como para influir en sus obras, entre
las que destacarán los ensayos rigurosos que, impulsados por la modernización de la Universidad y el
asentamiento de la industria editorial, se convertirán en el mejor vehículo para sus ideas.
Por otro lado, la influencia de las corrientes vanguardistas es definitiva en la novela o la poesía de los
escritores del 14. La deshumanización del arte que propugna Ortega pretende acabar con la reproducción de la
realidad para conseguir un arte puro, pulcro y sin sentimentalismos. La creación artística deberá procurar
desdramatizar su reflexión, y esto lo consigue mediante una elegante prosa contenida y el recurso del humor,
que logra revertir el pesimismo noventayochista.
Ortega se erigió en líder de la Generación, el autor que puso la base de la Generación del 14 y de las
vanguardias. Caracteriza así el arte nuevo de las vanguardias:
Es un arte puro, del que “debemos valorar solamente las puras calidades formales”.
De ahí que se tienda a la deshumanización y se releguen las emociones humanas a favor de la emoción
estética.
El arte tiende a convertirse en juego. El arte ha de ser imaginativo y debe romper con las visiones pegadas a
la realidad. Un papel importante para ello le cabe al humor y a la ironía, a la renovación de los géneros con
nuevas técnicas que olviden la trama narrativa o el argumento.
Elitismo. Se crea bajo un imperativo de selección. Esta selección produce, en general, una literatura para
minorías. Hay una huida de lo vulgar, de lo fácil y de lo monótono.
La estética novecentista tiene como principal objetivo la obra bien hecha, estructuralmente perfecta,
totalmente acabada y revisada, sin defectos o partes de menor calidad literaria. El contenido es importante,
pero también lo es la forma en la que se transmite, por ello se cuidan todas las convenciones literarias. Este
anhelo de perfección conduce a la depuración máxima del lenguaje, a la pulcritud de las formas y, con ello, a
una complejidad que convierte el arte en algo minoritario.
La narrativa y el ensayo fueron dos géneros que sirvieron de vehículo de transmisión de la esencia del
novecentismo. Los principales rasgos de estos géneros son:
Estilo muy cuidado, tanto en el léxico empleado como en la sintaxis. Incluyen en sus obras
innovaciones técnicas como el perspectivismo utilizado por Pérez de Ayala en Tigre Juan.
Los narradores más representativos del Novecentismo son: Ramón Pérez de Ayala, Gabriel Miró, Benjamín
Jarnés, Wenceslao Fernández Flórez y en el ensayo José Ortega y Gasset.
Ramón Pérez de Ayala (1881-1962)
Se le considera el más claro representante de la novela intelectual. Comienza escribiendo contenidos
autobiográficos con una estética noventayochista, para pasar después a un tipo de novela intelectual. Su obra
se puede dividir en tres etapas:
1) Tetralogía que narra la vida de Alberto Díaz de Guzmán, personaje barojiano, "alter ego" del escritor.
Tinieblas en las cumbres (1907); A.M.D.G(1910) es la segunda, de marcado acento antijesuítico. La Pata
de la raposa (1912); Troteras y danzaderas (1913) completa la tetralogía. Aparece en ella una visión de la
bohemia literaria del Madrid de principios de siglo, con alusiones a personajes reales. Pérez de Ayala
pretende en estas obras "reflejar la crisis de la conciencia hispánica desde principios de este siglo".
2) "Novelas poemáticas de la vida española", publicadas en 1916 en un solo volumen formado por tres
relatos: Prometeo, Luz de domingo y La caída de los limones. Desaparece lo autobiográfico y ganan
terreno las ideas.
3) En 1921 comienza su última tendencia narrativa. La acción disminuye y los personajes encarnan ideas o
actitudes vitales. Abundan las disquisiciones sobre política, moral y estética. La mejor novela de este
periodo es sin duda Belarmino y Apolonio (1921).
Otros títulos de esta última etapa del autor son Luna de miel, luna de hiel y su continuación Los trabajos
de Urbano y Simona -publicadas juntas en 1923-, Tigre Juan y El curandero de su honra, también con un
argumento común y editadas en un mismo volumen en 1926.
Gabriel Miró (1879-1930)
Las novelas de Gabriel Miró entroncan con la novela lírica de Azorín. Ha sido considerado como epígono del
98, pero, sobre todo es experimentador, por su cuidado de la expresión y por los nuevos caminos que abre.
Destaca también Miró por su temperamento voluptuoso, por su sensibilidad exacerbada y por su excepcional
capacidad de captar sensaciones: luz, aromas, sonidos, colores.
Destacan sus obras Nuestro Padre San Daniel (1921), y El obispo leproso (1926), que forman un bloque.
Otras novelas destacadas de Gabriel Miró son Las cerezas del cementerio (1910) -sobre un amor apasionado
en un sensual ambiente levantino- y los compendios de relatos breves El libro de Sigüenza (1917) y Años y
leguas (1928).