Una Ciencia Que Incomoda
Una Ciencia Que Incomoda
Una Ciencia Que Incomoda
hecho de que el hombre tenga un cuerpo, y que este cuerpo sea mortal, plantea
problemas difíciles para los grupos. Estoy pensando en el libro de Kantorovitch,
Les deux corps du roi, en el que el autor analiza los subterfugios socialmente
aprobados mediante los cuales se las arreglan para afirmar la existencia de una
realeza trascendente en relación con el cuerpo verdadero del rey, por el que llega
la imbecilidad, la enfermedad, la debilidad y la muerte.
"El rey ha muerto, viva el rey." No era tan sencillo.
Usted mismo habla de descripciones etnográficas.
• La distinción entre etnología y sociología es un ejemplo característico de
frontera falsa. Como trato de mostrarlo en mi último libro, Le sens pratique, es
meramente producto de la historia (colonial) que no tiene ninguna justificación
lógica.
Pero, ¿acaso no hay diferencias de actitud muy marcadas? En la etnología, da la
impresión de que el observador se queda al margen de su objeto y que registra, en
casos extremos, apariencias cuyo sentido no conoce. El sociólogo, por su parte,
parece adoptar el punto de vista de los sujetos que estudia.
• En realidad, la relación de exterioridad que usted describe, y que yo llamo
objetivista, es más frecuente en la etnología, probablemente porque corresponde a
la visión del extranjero. Pero también ciertos etnólogos han jugado el juego (el
doble juego) de la participación en las representaciones indígenas: el etnólogo
embrujado o místico. Se podría incluso invertir la propuesta. Al trabajar
generalmente con un intermediario -los encuestadores
- y nunca tener un contacto directo con los encuestados, ciertos sociólogos tienen
más tendencia al objetivismo que los etnólogos (cuya primera virtud profesional es
la capacidad de establecer una relación real con los encuestados).
A esto se añade la distancia de clase, que no es menos poderosa que la distancia
cultural. Por ella no hay quizá ninguna ciencia más inhumana que la que se produjo
en Columbia, baja la férula de Lazarsfeid, en la cual la distancia que crean Los
cuestionarios y el encuestador interpuesto se ve redoblada por el formalismo de una
estadística ciega. Se aprende mucho sobre una ciencia, sus métodos y contenidos
cuando se hace, como en la sociología del trabajo, una especie de descripción del
puesto. Por ejemplo, el sociólogo burocrático trata a la gente que estudia como
unidades estadísticas intercambiables, sometidas a preguntas cerradas e idénticas
para todos, mientras que el informador del etnólogo es un personaje eminente, con
el cual se tiene contacto durante mucho tiempo, con quien se tienen entrevistas
profundas.
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Usted se opone entonces al enfoque "objetivista" que sustituye la realidad con el
modelo, pero, ¿también se opone a Michelet, que quería resucitar, o a Sartre, que
quiere captar significados por medio de una fenomenología que a usted le parece
arbitraria?
Por completo. Por ejemplo, considerando que una de las funciones de los rituales
sociales es la de dispensar a los agentes de todo lo que colocamos bajo el membrete
de "vivencia", no hay nada más peligroso que colocar la
"vivencia" donde no la hay, como, por ejemplo, en las prácticas rituales. La idea
de que lo más generoso es proyectar su "vivencia" en la conciencia de un
"primitivo", de una "bruja" o de un "proletario" me ha parecido siempre un tanto
etnocéntrica. La mejor que puede hacer el sociólogo es objetivar los efectos
inevitables de las técnicas de objetivación que se ve obligado a emplear, como la
escritura, los diagramas, planos, mapas, modelos, etcétera. Por ejemplo, en Le sens
pratique trato de mostrar que por no haber comprendido los efectos de la situación
de observador y de las técnicas que emplean para captar su objeto, los etnólogos
han constituido al "primitivo" como tal porque no han sabido reconocer en él lo que
son ellos mismos en cuanto dejan de pensar de manera científica, es decir, en la
práctica. Las lógicas llamadas "primitivas" son sencillamente lógicas prácticas,
como la que utilizamos para juzgar a un
cadro o a un carteto.
Pero, ¿no es posible recuperar la lógica de todo esto y conservar lo "vivido"?
• Hay una verdad objetiva de la subjetivo, incluso cuando contradice la verdad
objetiva que se debe construir en contra de él. La ilusión no es, como tal,
ilusoria. Seria traicionar la bietividad el hacer como si los sujetos sociales no
tuvieran una representación, una experiencia de las realidades que construye la
ciencia como, por ejemplo, las clases sociales. Entonces, es necesario abrirse paso
a una objetividad más elevada, que cede el lugar a esta subjetividad. Los agentes
tienen una "vivencia" que no es la verdad completa de lo que hacen y que, sin
embargo, forma parte de la verdad de su práctica. Tomemos, por ejemplo, a un
presidente que declara "se levanta la sesión" o a un sacerdote que dice "yo te
bautizo". ¿Por qué tiene poder este lenguaje? No son las palabras las que actúan
como por una especie de poder mágico. Sucede que, en determinadas condiciones
sociales, ciertas palabras tienen fuerza. Sacan su fuerza de una institución que
tiene lógica propia, los títulos, el armiño y la toga, el púlpito, el verbo ritual,
la creencia de las participantes, etcétera.
La
sociología recuerda que no es la palabra la que actúa, ni la persona que la
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pronuncia -que es intercambiable-, sino la institución. Esta muestra las
condiciones objetivas que deben reunirse para que se ejerza la eficacia de tal a
cual práctica social. Pero no puede limitarse a esto. No debe olvidar que, para que
esa funcione, es necesario que el actor crea que en él está el principio de la
eficacia de su acción. Hay sistemas que solo necesitan creencia para funcionar, y
no hay un sistema - incluyendo la economía - cuyo funcionamiento no dependa en
parte de la creencia.
Desde el punto de vista de la ciencia propiamente dicha, entiendo perfectamente su
procedimiento, pero el resultado es que usted devalúa lo "vivido" de la gente.
En nombre de la ciencia, puede usted privar a la gente de sus razones para vivir.
¿Qué es lo que le da el derecho (por así decirlo) de despojarlos de sus ilusiones?
También he llegado a preguntarme si el universa social completamente transparente y
desencantado que produciría una ciencia social plenamente desarrollada (y
ampliamente difundida, sí tal cosa es posible) no seria inhabitable. A pesar de
todo, creo que las relaciones sociales serian mucho menos desastrosas si la gente
dominara al menos los mecanismos que la impulsan a contribuir a su propia desdicha.
Pero quizá la única función de la sociología es la de mostrar, tanto por sus
lagunas visibles como por sus logros, los limites del conocimiento del mundo social
y dificultar así todas las formas de profetismo, empezando, claro, con el
profetismo que se dice ciencia.
Pasemos a las relaciones con la economía, y en especial con algunos análisis
neoclásicos, como los de la Escuela de Chicago. De hecho, la confrontación resulta
interesante porque permite ver cómo dos ciencias diferentes construyen los mismos
objetos, la fecundidad, el matrimonio, y, en especial, la inversión escolar.
Seria un debate inmenso. Lo que podría inducir a error es el hecho de que, al igual
que los economistas neo-marginalistas, coloco en el principio de todas las
conductas sociales una forma especifica de interés, de inversión. Pero solo las
palabras son comunes. El interés del que yo hablo no tiene nada que ver con el
self-interest de Adam Smith, un interés a-histórico, natural, universal, que no es
en realidad más que la universalización inconsciente del interés que engendra y
supone la economía capitalista. No es una mera casualidad que para salir de este
naturalismo los economistas tengan que recurrir a la socio-biología, como Gary
Becker en un articulo intitulado "Altruism, egoism and genetic fitness": el self-
interest, pero también el "altruismo en relación con los descendientes" y otras
disposiciones perdurables se explicarían por la selección en el transcurso del
tiempo de los rasgos que permiten una mejor adaptación.
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De hecho, cuando digo que existe una forma de interés o de función en el principio
de cualquier institución o práctica, no hago más que afirmar el principio de razón
suficiente que está implicado en el proyecto mismo de explicación y que es
constitutivo de la ciencia misma. En efecto, este principio exige que haya una
causa o razón que permita explicar o comprender por qué una práctica o una
institución existe en vez de no existir, y por qué es así y no de otra forma. Este
interés o esta función no tienen nada de natural y universal, contrariamente a lo
que creen los economistas neoclásicos, cuyo homo economi-cus no es más que la
universalización del homo capitalisticus. La etnología y la historia comparativa
muestran que la magia propiamente social de la institución puede constituir casi
cualquier cosa como interés y como interés realista, es decir, como inversión o
carga (en el sentido que tiene para la economía, aunque también para el
psicoanálisis), que será objetivamente correspondido, a plazo más o menos largo,
por una economía. Por ejemplo, la economía del honor produce y recompensa
disposiciones económicas y prácticas aparentemente ruinosas -por tan
"desinteresadas"-, por lo tanto absurdas desde el punto de vista de la ciencia
económica de los economistas.
Sin embargo, las conductas más locas desde el punto de vista de la razón económica
capitalista tienen como principio una forma de interés bien entendido (por ejemplo,
el interés que representa "estar libre de sospechas") y pueden así ser el objeto de
una ciencia económica. La inversión es la inclinación por actuar que se engendra en
la relación entre un espacio de juego donde algo está en juego (lo que yo llamo un
campo) y un sistema de disposiciones que se ajusta al juego (lo que llamo un
habitus), un sentido del juego y de lo que está en juego que implica a la vez
cierta vocación y aptitud para jugar el juego, tomar interés en el juego, dejarse
llevar por el juego. Basta pensar en lo que es, en nuestras sociedades, la
inversión escolar, que encuentra su limite en las clases preparatorias para las
grandes escuelas, para darse cuenta de que la institución es capaz de producir la
inversión, y en este caso la sobre-inversión, que es la condición para que la
institución funcione. Pero se podría mostrar también en relación con cualquier
forma de lo sagrado: la experiencia de lo sagrado supone de manera inseparable la
disposición adquirida que hace que existan los objetos sagrados como tales y los
objetos que exigen objetivamente el enfoque sacralizador (esto es valido para el
arte en nuestras sociedades).
Dicho en otras palabras, la inversión es el efecto histórico del acuerdo entre dos
realizaciones de lo social: en las cosas, por la institución, y en los cuerpos, por
la incorporación.
El autor usa la balabra investissement. que en francés se emplea en economía y en
psicoanálisis. Al traducirla al español es necesario hacer la diferencia entre
inversión v carga si se trata de una u otra disciplina (I. del T.)
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¿Acaso esta especie de antropología social que usted propone no es una forma de
realizar la ambición filosófica del sistema, pero con los medios de la ciencia?
• No se trata de limitarse eternamente al discurso total sobre la totalidad que
practicaba la filosofía social y que es aún moneda corriente hoy en día, sobre todo
en Francia, donde las posiciones proféticas encuentran todavía un mercado
protegido. Pero creo que, en su afán de conformarse a una representación mutilada
del carácter científico, los sociólogos han optado por una especialización
prematura. No acabamos nunca de enumerar los casos en los que las divisiones
artificiales del objeto, por lo general según cortes realistas, impuestos por
fronteras administrativas o políticas, son el mayor obstáculo para la comprensión
científica. Para no hablar más que de lo que conozco bien, mencionaré el ejemplo de
la separación entre la sociología de la cultura y la sociología de la educación; o
entre la economía de la educación y la sociología de la educación. También creo que
la ciencia del hombre inevitablemente implica teorías antropológicas; que no puede
progresar de verdad más que explicitando estas teorías que los investigadores
siempre implican en la práctica y que no son por lo general más que la proyección
transfigurada de su relación con el mundo social.93