Discursos - y - Escritos - Carlos Pellegrini

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 236

Acerca de este libro

Esta es una copia digital de un libro que, durante generaciones, se ha conservado en las estanterías de una biblioteca, hasta que Google ha decidido
escanearlo como parte de un proyecto que pretende que sea posible descubrir en línea libros de todo el mundo.
Ha sobrevivido tantos años como para que los derechos de autor hayan expirado y el libro pase a ser de dominio público. El que un libro sea de
dominio público significa que nunca ha estado protegido por derechos de autor, o bien que el período legal de estos derechos ya ha expirado. Es
posible que una misma obra sea de dominio público en unos países y, sin embargo, no lo sea en otros. Los libros de dominio público son nuestras
puertas hacia el pasado, suponen un patrimonio histórico, cultural y de conocimientos que, a menudo, resulta difícil de descubrir.
Todas las anotaciones, marcas y otras señales en los márgenes que estén presentes en el volumen original aparecerán también en este archivo como
testimonio del largo viaje que el libro ha recorrido desde el editor hasta la biblioteca y, finalmente, hasta usted.

Normas de uso

Google se enorgullece de poder colaborar con distintas bibliotecas para digitalizar los materiales de dominio público a fin de hacerlos accesibles
a todo el mundo. Los libros de dominio público son patrimonio de todos, nosotros somos sus humildes guardianes. No obstante, se trata de un
trabajo caro. Por este motivo, y para poder ofrecer este recurso, hemos tomado medidas para evitar que se produzca un abuso por parte de terceros
con fines comerciales, y hemos incluido restricciones técnicas sobre las solicitudes automatizadas.
Asimismo, le pedimos que:

+ Haga un uso exclusivamente no comercial de estos archivos Hemos diseñado la Búsqueda de libros de Google para el uso de particulares;
como tal, le pedimos que utilice estos archivos con fines personales, y no comerciales.
+ No envíe solicitudes automatizadas Por favor, no envíe solicitudes automatizadas de ningún tipo al sistema de Google. Si está llevando a
cabo una investigación sobre traducción automática, reconocimiento óptico de caracteres u otros campos para los que resulte útil disfrutar
de acceso a una gran cantidad de texto, por favor, envíenos un mensaje. Fomentamos el uso de materiales de dominio público con estos
propósitos y seguro que podremos ayudarle.
+ Conserve la atribución La filigrana de Google que verá en todos los archivos es fundamental para informar a los usuarios sobre este proyecto
y ayudarles a encontrar materiales adicionales en la Búsqueda de libros de Google. Por favor, no la elimine.
+ Manténgase siempre dentro de la legalidad Sea cual sea el uso que haga de estos materiales, recuerde que es responsable de asegurarse de
que todo lo que hace es legal. No dé por sentado que, por el hecho de que una obra se considere de dominio público para los usuarios de
los Estados Unidos, lo será también para los usuarios de otros países. La legislación sobre derechos de autor varía de un país a otro, y no
podemos facilitar información sobre si está permitido un uso específico de algún libro. Por favor, no suponga que la aparición de un libro en
nuestro programa significa que se puede utilizar de igual manera en todo el mundo. La responsabilidad ante la infracción de los derechos de
autor puede ser muy grave.

Acerca de la Búsqueda de libros de Google

El objetivo de Google consiste en organizar información procedente de todo el mundo y hacerla accesible y útil de forma universal. El programa de
Búsqueda de libros de Google ayuda a los lectores a descubrir los libros de todo el mundo a la vez que ayuda a autores y editores a llegar a nuevas
audiencias. Podrá realizar búsquedas en el texto completo de este libro en la web, en la página http://books.google.com
VETVS& TESTA-
NOVIM MENTVM

DE
I- S INE IGE
VEENVM -V !

PRINCETON
UNIVERSITY

LIBRARY
C
1
CARLOS PELLEGRINI

DISCURSOS Y ESCRITOS

1881-1896
CA
O TE
B LI
BI
R DO A
DUA CC
E MO (f )

GUILLERMO KRAFT · EDITOR

BUENOS AIRES

LITOGRAFIA, IMPRENTA, ENCUADERNACIÓN Y FÁBRICA DE LIBROS EN BLANCO, CUYO 1124

1897
2547

P443
PRINCETON UNIVERSITY LIBRARY PAIR>

32101 021626369
R1137217
9200034510
1129

་་
Welly

GUILLERMO KRAFT CUYO11249 AIRES


Los discursos y escritos del Dr. Carlos Pellegrini
se hallaban esparcidos y extraviados en las hojas vo-
lantes de nuestra prensa diaria, cuando merecían con-
servarse reunidos en la biblioteca de sus amigos y de
todos los que saben apreciar la doctrina, la erudición,
el sentimiento patriótico y la belleza literaria con que
expresa sus ideas, y las proyecciones de su talento,
tan sólido como brillante.
Esa consideración y la de mi aprecio por su per-
sona han motivado la publicación de este libro, donde
se encontrarán algunos de los trabajos más funda-
mentales de su oratoria en los últimos tres lustros,
en que su actuación en la política y en el gobierno le
ha granjeado la posición eminente y simpática que
ocupa en la opinión pública del país.

ADOLFO P. CARRANZA.

Enero 1º de 1897 .
PERFIL

Idea feliz ha sido la de reunir en este volúmen


los discursos y escritos del doctor Carlos Pellegrini.—

Por su número, su variedad, su importancia, los re-


cuerdos ó acontecimientos á que se ligan ; por la ense-

ñanza que dejan, las sanas ideas que difunden, la


riqueza de su estilo y de sus imágenes, los diversos
tonos de elocuencia que abarcan : por todo eso y mu-

cho más, ellos forman una de las más preciosas com-

pilaciones en su género. — Es un libro que faltaba y


se ha llenado un gran vacío y satisfecho un vivo

reclamo de la opinión al llevar á cabo esta publica-

ción que nos permite asistir al desarrollo progresivo

de una de las inteligencias más vigorosas que cuenta

la República y nos hace ver la personalidad múltiple


del doctor Pellegrini bajo su aspecto más interesante

y más simpático.
Desde luego, no entra en mi propósito hacer, ó
tentar, el estudio crítico del doctor Carlos Pellegrini de

quien, tan bellamente y con tanta verdad, se ha dicho


que es: " un piloto de tormenta, acaso descuidado en la
VI

bonanza, que recobra toda su sangre fría cuando la pier-

den los demás"; á cuyos discursos puede bien aplicarse

el hermoso juicio de Bender sobre los estudios histó-

ricos de Macaulay : " muy poco diremos acerca de ellos

porque su más cumplido elogio consiste en ser de quien


son ", y respecto de los cuales cabe decir que, al par

que evidencian la índole insinuante y galana del ora-

dor y del literato, sirven para aquilatar la acción


vária de su autor, por las distintas épocas, circuns-
tancias y condiciones en que fueron pronunciados.

Y no entra en mi propósito hacer ese estudio,

- fuera de consciente incapacidad para ello,

porque el doctor Pellegrini lo requiere profundo y


detenido en cada una de las brillantes facetas de su

vida pública, siendo, como es, una de esas raras en-

tidades que pueden desafiar, -y salir triunfante, —


lo mismo el juicio sintético de Macaulay que el cri-

terio severamente analítico de Taine ; porque habría


que estudiarle, dominando con su grande alma de

tribuno, en el parlamento, en el que se nos presenta

como el tipo ideal de Cormenin ; porque habría que


estudiarle, con su grande alma sensitiva, llorando
sin ambajes cuando, ante el cadáver de su no-

ble amigo el inolvidable Pirovano, procuraba leer el

bellísimo discurso que se halla en esta breve colección ;


porque habría que estudiarle con su grande alma de

patricio cuando, fijo el corazón y la idea en esta


patria que tanto ama, marchaba sereno y consciente

á las contiendas de la guerra en los mortíferos cam-

pos del Paraguay, como cuando, enardecido por su


VII

fé patriótica, canta y sublima las conquistas del tra-


bajo que convertirá á este pais, según su bella es-

presión en : " roble frondosísimo bajo cuya ancha copa


viva y crezca un gran pueblo en paz y libertad " ;
porque, finalmente, habría que estudiarle como político
conspicuo, pues si bien es verdad que, en esta acti-
vidad humana, no habría de pensar jamás con el
vencedor de Austerlitz : " León soy pero sé volverme
zorro " ni creer, por ingénita repugnancia que " á los

hombres que se venden es necesario comprarlos " por-


que preferirá siempre dejárselos al adversario, siendo,

como es, la característica de su temperamento varonil y

franco jugar en política á cartas vistas y sin peri-


frasis ni rodeos, cuando el caso llega, donde quiera
que esté y trátese de quien se trate, llamar á las

cosas por su nombre más claro y más expresivo, ―nada


le habría impedido ser el principal caudillo, en nues-
tra democracia actual, si hubiera querido serlo.
Y como la acción de los hombres está en razón

directa de las circunstancias en que les toca actuar,


valiendo росо, 6 nada, la mejor disposición para lo

grande, como para lo bello, desde que falte la oportu-


nidad de ejercitarla, -siendo evidente, por otra parte,

q̀ue, á menos que lo deduzca un espíritu travieso, 6

trivial que para el caso es lo mismo, esta premisa no


es aplicable al enjambre de los que nada hacen por

que no sirven para maldita la cosa, ―cabría, pues,


calcular, también, la acción eficiente de este hombre

múltiple, si la casualidad, -6 la causalidad, me es


lo mismo, le hubiera colocado en cualesquiera de
viii

nuestros grandes momentos históricos en ninguno de


los cuales se descubre, encerradas en una personali-

dad, una voluntad tan sólida, una acción tan deci-

siva, una inteligencia tan clara, en una palabra : una


entidad de tan viriles, simpáticos y acentuados ras-

gos como adornan al doctor Carlos Pellegrini de quien


por eso mismo, por lo que ha hecho y por lo que aún

ha de hacer, puede decirse en verdad que, en esta


época de transición política y social en que nos en-

contramos, es el tipo más sintéticamente representativo


de la gran raza que forzosamente debía resultar, en
nuestro medio, de este saludable cosmopolitismo en que
nos desenvolvemos.

" Nacido hace un siglo hubiera sido una de las

primeras figuras de nuestra emancipación política,


arriba de Moreno y al lado de Rivadavia " decía, el
doctor Pellegrini, de Sarmiento en el notabilísimo dis-

curso que pronunció en su tumba, y yo recojo estas


palabras, para aplicarlas aquí, porque traducen bien
mi pensamiento enunciado ; si le hubiera tocado ac-

tuar durante el largo paréntesis de la tiranía, habría


sido un Lanjuinais, un Daunou ; en el presente, y por

los mejores medios, ha cooperado al robustecimiento


de nuestra organización política ; á solidificar el sen-
timiento de la unidad nacional, que en tan alto

grado posee, —abogando por él, directa ó indirecta-

mente, por la palabra ó la acción, en todos los mo-

mentos de su fecunda y fecundante vida pública :


cuando, representando la provincia de Buenos Aires

en el Congreso de 1881, -precisamente en los momen-


IX

tos en que más hondo y más vehemente resurgía el


sentimiento del localismo entre porteños y provincia-

nos, á raíz de una contienda en que el triunfo fué

de éstos, —defendiendo los derechos de la provincia de

Corrientes á la posesión del suelo de Misiones, con


ocasión del proyecto federalizándolo, pronunciaba es-
tas generosas palabras, nacidas de su alto espí-
ritu y de su vibrante civismo : " cuanto más rica sea

una provincia menos necesita de la acción nacional ;

cuanto más pobre sea, más debe ocurrir la nación á

robustecerla y á darle elementos de vida " ; como cuan-


do en 1893 se ofrecía al gobierno nacional Y mar-

chaba sobre Tucumán, al frente de una división de

nuestro ejército, para sofocar, con su acción decisiva,


un movimiento revolucionario que, iniciado en Bue-

nos Aires, amenazaba envolver al país en la san-

grienta borrasca de la guerra civil.


Y ese sentimiento de solidaridad nacional, del que

no hizo abuso ni mérito jamás, emana de un franco, vehe-

mente y sincero amor á esta patria, que siempre llena su


pensamiento, revelándose espontáneo é intenso en to-

dos los momentos de su vida pública, porque aplica á él

toda la altivez, el ardimiento y la impetuosidad de su


temperamento excepcional. — Así, en la mencionada dis-

cusión del proyecto federalizando el territorio de Mi-

siones dijo replicando á una interrupción : " ¡ No hay


más derecho que el que nos dió la victoria y yo
digo que la soberanía de la República Argentina es
tan grande, tan eficaz en la plaza de la Victoria,
como en las rocas desiertas del Atlántico, como en
X

los desiertos solitarios del Chaco ! " y en la tumba

del general Pedernera decia en 1886, á propósito de


la deuda de gratitud contraída para con nuestros

guerreros de ia independencia : Si pagarla fuera po-


sible, las generaciones presentes y las que nos sucedan,

sólo lo conseguirán, si por su esfuerzo pueden ofrecerles,

como pedestal inmenso al monumento de su gloria,


esta patria que conquistaron, convertida en la na-

ción más grande, más poderosa, y más libre de la Amé-

rica . Pasaron los años y la época ha cambiado : nues-


tra misión es de paz, de paz inalterable, para reali-

zar por el esfuerzo paciente, al través de los desfa-


llecimientos que enervan y de las impaciencias que

irritan, la obra grande y fecunda. Ellos rompieron

con su espada las entrañas de la tierra para depo-


sitar la semilla ; tócanos á nosotros regar y cultivar

el tierno retoño, hasta que alcance á ser roble fron-

dosísimo bajo cuya ancha copa reposen tranquilos

nuestros gloriosos muertos y viva y crezca un gran


pueblo en paz y libertad. "
Esta dulce visión de la patria engrandecida acom-

paña siempre y alienta y fortifica á este raro por-

teño, en cuyo espíritu no cupo jamás el raquítico sen-


timiento del localismo y que de todas las luchas, en-

conosas pero pasajeras, de nuestra vida nacional,


salió incontaminado del funesto porteñismo que tan-

tos errores enjendró y que hoy, felizmente para todos,

ha desaparecido, para siempre, por el esfuerzo de los

buenos y como una resultante de nuestra progresiva


cultura nacional.
XI

En esta hermosa conquista, que ha suprimido

fronteras interiores para tornar, por lójica consecuen-


cia, más que nunca, inconmovibles é inviolables las

sagradas fronteras de nuestro país, ha cabido al doc-

tor Pellegrini una parte principal, -que es siempre

fecunda la prédica del bien y del mútuo afecto, cuando


un sentimiento honesto la inspira y cuando un gran

propósito la impulsa.
A tal mérito corresponde consiguiente gratitud y

á ello se debe en proporción muy principal, títulos


de otro orden aparte, que hoy pueda afirmarse, sin
pecar de ilusos, que el doctor Carlos Pellegrini es

quizá el único de nuestros hombres públicos que, si


no tiene á todos por amigos, no tiene á ninguno por

enemigo como lo ha demostrado, entre otros hechos, el


muy significativo y reciente de ser unánimemente de-

signado por la opinión nacional cuando se creyó lle-

gado el momento de poner nuestra grave y delicada


cuestión de límites, con Chile, en manos de quien en-

tendiese y defendiese los altos intereses del país, como


ellos deben ser entendidos y defendidos, y estas desig-

naciones, estos movimientos de opinión, cuando de la

patria se trata, emanan sólo de una gran fé que sólo


inspira un noble y alto espiritu, y éstos no tie-

nen, no pueden tener enemigos !


Que el doctor Fellegrini ha cometido errores ? ——
Bien! y qué? - Cuáles han sido sus consecuencias ?

Cómo y dónde se han manifestado ? Nadie podría pre-

cisar una contestación irrefutable.- Qué hombre pú-

blico, en la gradación ascendente que empieza en las


XU

filas del pueblo y termina en la más alta magistra-


tura del país, ha podido marchar paso á paso sin

tropezar jamás, sin levantar, en su marcha, algunas


nubes de polvo del camino ? Bah ! - " Nadie posee el
secreto exclusivo de la verdad Y del patriotismo y

hasta el error mismo, cuando es sincero, debe ser res-

petado por los hombres porque es humano ha dicho

el mismo doctor Pellegrini en el magistral discurso

con que, siendo presidente de la República, caso

único en nuestros anales, - despidió en la facultad

de derecho á los alumnos que, en la colación de gra-

dos del año 1892, obtuvieron el diploma profesional,


y en ese concepto se encierra, no un movimiento de

generosidad sino una preciosa sentencia que parece


arrancada de la más pura página del Evangelio.

Si, como politico, ha podido cometer errores, como

polemista, como orador parlamentario, supo siempre

dar la nota más precisa procurando colocarse en el


terreno más simpático y si como orador quizá no
tiene algunas de las condiciones de Velez, Goyena,

Avellaneda, Irigoyen 6 Del Valle, -el príncipe de


la oratoria parlamentaria, en la suma de condi-
ciones sino les excede les iguala : porque es franco

y leal en la polémica ; porque, claro y esplicito en


el concepto sus enumera iones no son solo galas de len-

guaje sino argumentos que robustecen la tesis ; insi-

nuante en su forma peculiar de expresión , con un po-

der, estupendo, de ademanes ; impetuoso en la exposi-


ción de sus ideas que casi siempre son sus ideales ;
rehemente Y sólido en la réplica, y en la ironía, el
XIII

apóstrofe ó el anatéma tiene las explosiones de la


chispa eléctrica que irradia, deslumbra y mata !

Su figura parlamentaria ha adquirido mayor re-


lieve en la reciente discusion sobre materia financiera
que ha ocupado varias sesiones del Senado Nacional

y en su actitud, eminentemente simpática al país en-


tero, recordaba al gran tribuno de la revolución fran-

cesa cuando, ante las dificultades financieras de la


Francia, ofrecía á su ministro de hacienda elevar to-

dos los impuestos, echar mano de todos los recursos,


confiscar, si era necesario, hasta las grandes fortunas

de los grandes capitalistas, antes que consentir en que

el estado, dejando de pagar su deuda, pronunciara


la palabra: bancarrota !

Sin reticencias, sin reservas, sin ambajes, como cua-


dra á la intención del propósito , á la espontaneidad

del procedimiento y á la sinceridad consiguiente, he

procurado, y me sería gratísimo haberlo conseguido,


-esbozar no mas, en estas líneas, que un sentimiento
puramente personal inspira, la relevante figura del
doctor Carlos Pellegrini cuya acción, como soldado,

periodista, literato, polemista, diputado, senador, mi-

nistro, vice-presidente y presidente de la República,


-se condensa como en un haz de luz que irradia,
y esplende, y está señalada por una estela de clarida-
des en el vasto escenario de nuestra " democracia triun-

fante ".

ENRIQUE DE VEDIA V.

Buenos Aires, Diciembre 25 de 1896.


DISCURSOS Y ESCRITOS
Federalización del Territorio de Misiones

SENADO NACIONAL

( SESIÓN DEL 16 DE SEPTIEMBRE DE 1881 )

Sr. Pellegrini - Pido la palabra .


Me ha sido sensible, señor Presidente, no poder

acompañar á mis colegas de comisión en el despacho


que han presentado, y al firmar en disidencia, lo he he-
cho porque tengo convicciones arraigadas, no nacidas
del estudio reciente de esta cuestión, sino formadas de
tiempo atrás y aumentadas cada día en discusiones sobre
este asunto y en el estudio que de él he hecho .
Creo que difícilmente se puede presentar bajo una
forma más modesta una cuestión que afecta mayor suma

de intereses para la República, que roza cuestiones más


graves y trascendentales, y creo también que difícilmente

podrá dársele una solución más contraria á las conve-


niencias de la Nación, á la política que ha seguido siem-
pre el Congreso en la materia; que la que se ha presen-

tado á la consideración de la Cámara ; y séame permi-


tido agregar también , sin que pueda tomarse esto como
una ofensa hacia los miembros de la Comisión, cuya
rectitud reconozco y aprecio ; la forma en que hoy se
presenta el proyecto es hasta inmoral en sus consecuencias
inmediatas .

El señor miembro informante, para fundar su des-


4

pacho, ha arrancado desde la época colonial, y por mi


parte voy a empezar por ahí también, para llegar á
conclusiones diametralmente opuestas.

Todas las naciones tienen una política interna que


no es caprichosa, obedece á ciertos antecedentes y tiende

á ciertos objetivos, y es indispensable para que una na-


ción marche con acierto y con fijeza al logro de los fines
que se propone.
Una nación sin política interna ó sin política ex-
terior, vagaría sin rumbo y sin horizonte, guiada por
el capricho del hombre, deshaciendo hoy lo que hizo
ayer, sin acertar jamás á desenvolver todos sus elemen-
tos de progreso y de prosperidad .
Esta política interna y externa la tiene la Repú-
blica Argentina impuesta, como he dicho antes, por su-
cesos pasados y por las exigencias del porvenir.
Cuando la España colonizaba la América del Sud,
no vino aquí con el ánimo de poblar estas vastas pose-
siones, de desenvolver y de desarrollar su riqueza ; su
objeto principal era arrancer del Nuevo Mundo te-

soros que encerraba y que eran de más fácil explota-


ción ; y esto explica porque mereció su preferencia la

parte del Pacífico, que era la más alejada de España,


y no la mereció la parte más próxima y más gentil cual
era la costa del Atlántico .
Todos los señores Senadores conocen la historia de

la fundación de los pueblos que más tarde pasaron á

ser capitales de provincias argentinas, y saben que to-


das ellas fueron pobladas por soldados aventureros que
partiendo del Perú seguían las huellas de la conquista
de los Incas, buscando riquezas que explotar é indios
que someter.
5

Esta es la razón por la cual las provincias argen-


tinas, han sido fundadas desde Córdoba en adelante por
soldados enemigos del país, cuando lo lógico hubiera sido
que debieran su orígen al avance de la civilización que
había llegado al Río de la Plata por la vía más breve.
Estos aventureros no tenían plan alguno de colo-
nización ó de población ; se establecieron al acaso, aquí
y allí , donde mejor respondía á los objetos inmediatos
que se proponían; y esas ciudades fundadas por distin-
tas gentes, no trataron de vincularse ni tenían porque
vincularse entre sí.
Por el contrario, les convenía hasta cierto punto

ese aislamiento que permitía á sus fundadores la explo-


tación más completa de la riqueza y de los habitantes
de esos lugares. Esta colonización, sin plan y sin mé-
tedo que no tenía por objeto la población y explotación
del suelo, sino su despoblación, tenía que producir sus
consecuencias funestas y las produjo.
El día que la República Argentina nació á la vida
independiente, se encontró formada por un número de
provincias separadas entre sí por largas distancias, con
escasísima población, sin vínculo fuerte de nacionalidad ,
No existía más vínculo en aquella época que el peli-

gro común, es decir, la amenaza de la dominación espa-


ñola, y no existía más que una causa que pudiera ligar
esas provincias , y esa causa era su misma defensa :

sólo entonces formaban parte de la Nación, cuando ha-


bía que combatir junta ó aisladamente contra el poder
de España; pero, cuando ese peligro cesaba, cada una
respondiendo á su propio orígen y á los intereses de
sus caciques, se encerraba dentro de sí misma.
Estos antecedentes históricos , este aislamiento , esta
6

escasez de población , la negligencia completa con que


había procedido la España respecto de todo lo que im-
portaba ilustrar ó enriquecer estas provincias, explica
la aparición deesos caudillos, cuya memoria el señor
miembro informante de la Comisión ha maldecido con
razón.

Esos caudillos se apoderaban de estas localidades,


las gobernaban en nombre propio ejerciendo un de-
recho despótico . Eran hijos del aislamiento de las

provincias, de su atraso, de su pobreza ; era una pro-


ducción natural del suelo ; y, al condenarlos, señor Pre-
sidente, podemos condenarlos en nombre del espíritu
nacional que se ha arraigado y nos alienta á todos ;

pero debemos comprender que nacieron, porque debieron


nacer, dados los antecedentes de nuestro orígen.
Ellos, en medio de todos los males que han oca-

sionado á la República, han producido algo bueno.


El sistema federal que nos rije, que es sin duda la
forma más perfecta del gobierno propio, es hijo legítimo
de las mismas causas que dieron oríjen á los caudillos.
Una vez organizada la Nación , en presencia de
estos hechos y de estos antecedentes, en presencia del
aislamiento y de la pobreza de las provincias ¿cuál era

la política que debía seguirse?


La política no podía ser otra , señor Presidente, que
borrar los efectos suprimiendo las causas que he enume-

rado : vigorizar á las provincias vinculándolas entre sí;


propender á su población, á su ilustración y al desa-
rrollo de todas sus riquezas ; y, si se tiene presente que

entre esas provincias había una que, por su


situación
privilegiada, había adquirido un desarrollo tal que la
hacía preponderar sobre todas las demás, había mayor
------ 7

razón todavía para seguir esa política y fomentar e


progreso y adelanto de las demás .

Se trataba con esto, señor Presidente, de que la


República no fuera, como alguien la calificó, un enano
con cabeza de gigante, sino que fuera un gigante con
miembros de coloso ; que todas las provincias pudieran
influir con igual fuerza en su destino común y que no
pudieran ser dominadas las unas por las otras,
Siguiendo esta política, señor Presidente, los Con-
gresos Argentinos, desde que está constituida la Nación ,
han dedicado todos sus esfuerzos, todos los recursos y

todo el poder de la Nación , á fomentar el progreso de

las provincias del interior ; y esta política constante,


que jamás se ha desmentido , está produciendo hoy sus
resultados benéficos .

Alguien ha hecho, señor Presidente, por repetidas


veces, cálculos que he tenido el sentimiento de ver re-
producidos hasta la fecha, de lo que producía la renta
nacional en las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos
y Santa Fe, y de lo que se gastaba en cada una de
estas provincias, para deducir de aquí que había injus-
ticia en no invertir en la provincia de Buenos Aires
una suma proporcionada á la renta que produce.
Los que tales doctrinas han sostenido, señor Pre-
sidente, prueban que sus vistas políticas sólo abarcaban
un horizonte tan estrecho como sus sentimientos nacio-
nales ; que no comprendían cuales eran las necesidades
de la Nación, ni cual su porvenir.
No comprendían que la Nación tenía el deber de

ir allí donde su acción era más solicitada y jamás donde


su acción era innecesaria. Cuanto más rica sea una
provincia, menos necesita de la acción nacional ; cuanto
8

más pobre sea, más debe ocurrir la Nación á robuste-


cerle y á darle elementos de vida .
Este es el único medio de atender al desarrollo de

la Nación en su conjunto, porque los intereses de las


provincias son perfectamente solidarios entre sí y los
intereses de la Nación los forman los intereses de las
provincias reunidas.

Es por esta razón, señor Presidente, que el Congre-


so ha acudido á todas las formas imaginables de pro-

tección. Hubo una época en que en el Presupuesto figura-


ban subsidios á todas las provincias, y figuraban, porque
las provincias los necesitaban . A medida que sus re-
cursos se iban desarrollando, esta necesidad se fué sin-
tiendo con menos fuerza, y el número de provincias

subvenciona las fué disminuyendo paulatinamente en el


Presupuesto para desaparecer por completo.
El aislamiento en que las provincias se encontra-
ban, era necesario que desapareciera, y la Nación ha
recorrido toda la extensión del territorio, trazando y
construyendo ferrocarriles, puentes y caminos, y ligando
y vinculando á las provincias entre sí. Era también

necesario que la ilustración cundiera, y la Nación ha


ocurrido á esa necesidad estableciendo colegios, univer-
sidades, difundiendo la educación primaria en toda la
extensión de la República .

Si es esta la política que ha seguido el Congreso


Argentino, si es esta la política que le indican las con-
veniencias de la Nación ¿ qué motivo habría, qué razón
podría alegarse para abandonarla repentinamente, tra-
tándose de la provincia de Corrientes ?
Y por razones muy óbvias, sostengo que el despacho de

la Comisión importa apartarse de ella, señor Presidente .


9

La Constitución Nacional reconoce la existencia de

provincias y de territorios nacionales ; pero la Constitu-


ción Nacional sólo reconoce la existencia de territorios

nacionales en cuanto son territorios despoblados . La


Constitución Nacional no se pone en el caso de que

un territorio nacional , sea poblado ; y esto explica ,


señor Presidente, porque el ejercicio de los derechos
políticos , en la representación del pueblo argentino en
el Congreso, la Constitución sólo se refiere al pueblo

que habita las catorce provincias argentinas .


Si se supusiera por un momento que la Cons-
titución se había puesto en el caso de que territo-

rios poblados pudieran declararse territorios naciona-

les, sería necesario declarar que la Constitución había


admitido que los nacidos en esta tierra se dividieran

entre ciudadanos en ejercicio de sus derechos, y parias

sin derechos políticos, porque serían parias sin derechos po-


líticos los habitantes de territorios nacionales que no

tuvieran el derecho de gobierno propio, que todas las

provincias tienen y el derecho de ser representados en


este recinto donde hablamos en nombre del pueblo argentino.
Pero si la Constitución reconoció un hecho que
no puede negarse, que habían dentro de los límites
de la Nación territorios despoblados, que no perte-

necían á provincia alguna y que por consiguiente eran


nacionales , eso no impide, señor Presidente, que la

Nación pueda disponer de esos territorios en beneficio


de una provincia con objeto de propender á su des-
arrollo ó mejor bienestar.
Y fijese el Senado de que hablo bajo el supuesto
de que se trata de un territorio nacional, lo que no es
exacto.
-- 10

El señor miembro informante de la Comisión ha

presentado la ley del año 1862 , y me alegro que la haya


traído al recuerdo de la Cámara, porque esa ley y los

actos posteriores del Congreso , son uno de los fundamen-


tos más serios que tengo en sosten de la opinión que
estoy emitiendo .

El Congreso, el año 62 , declaró que todos los que


estaban al exterior de la línea de fronteraseran territo-

rios nacionales , y que esas líneas de fronteras marcaban


el límite de las provincias argentinas ; y la declaración
era perfectamente exacta . Al exterior de la línea de

frontera era lo despoblado, y lo despoblado es el terri-


torio nacional.

Tenía derecho, tenía razón el Congreso cuando


fijó el límite de las provincias ; pero hay algo que puede
más que las leyes del Congreso, y es la fuerza misma
de las cosas : el desarrollo forzoso y natural de un país
Pudo fijar á las provincias ese límite ; pero el
Congreso no puede poner un límite á su progreso, por-

que esto sería tratar de poner una valla al mar.


La industria en cada provincia salvó la valla y

años después encontramos que estaban poblados por los


habitantes de las provincias y cubiertos de riquezas ,
gran parte de esos territorios .

En efecto, señor Presidente, cuando el año 1878 se

presentó al Congreso la idea de llevar la expedición al


Río Negro ; cuando fué necesario disponer de las tierras
nacionales, para con su venta, sufragar los gastos de la
expedición, llegó el momento en que el Congreso tenía
que fijar los límites de las provincias sobre el desierto
y declarar cuales de los territorios nacionales podían

ser enagenados. El Congreso se encontró con la ley


11

del año 62, que ha citado el señor miembro informante


de la Comisión, con los límites trazados por esa ley, y
se encontró con el hecho, con la posesión, con la pobla-

ción hecha por las provincias mucho más allá de los


límites fijados .
¿ Qué hizo el Congreso entonces ? ¿ Acaso vino á

arrebatarles á las provincias, á arrancarles ese territorio


que habían poblado para declararlo nacional ?

¿ Acaso hizo cuestión de título y de derecho entre


la Nación y las provincias sobre la posesión de un
territorio ?

No, señor Presidente ; el Congreso se felicitó de


que la prosperidad pública hubiese salvado la valla que
había trazado la ley del año 62 y de que la población

y la riqueza hubieran invadido el territorio que antes


era desierto ; y reconociendo el hecho, con el propósito
de fomentar ese progreso, acordó á la provincia de Bue-
nos Aires dos mil leguas más que las que le marcaba
la ley del año 62 , á Córdoba mil seiscientas , á Men-
doza una cantidad considerable.

Cuando el Congreso trazó esta nueva línea, cuando


borró los límites trazados por la ley del 62 , cumplió

con su deber, consultó los intereses de la Nación y rea-


lizó un acto de que jamás tendrá que arrepentirse.
En efecto, señor Presidente ; esos territorios están

todos poblados ; esos territorios contribuyeron á la ri-


queza y prosperidad de cuatro provincias argentinas y
han contribuido por el hecho á la riqueza y prosperi-
dad de la Nación .

El señor Senador decía : siguiendo este camino ,


nos vamos á encontrar un día sin territorios nacionales ,
porque Buenos Aires y Mendoza llegarán al Cabo de
12

Hornos, Santiago , Salta y Santa Fe llegará á la fron-


tera de Bolivia por el Chaco y Corrientes á la frontera
del Brasil.

¡ Feliz el argentino, señor Presidente, que alcance


á ver esto y muy feliz la Nación el día que diga : ya
no hay territorios nacionales, ya no hay desiertos en la
República Argentina!
Siguiendo las mismas ideas que impulsaron á tra-
zar los límites de estas cuatro provincias sobre el de-
sierto , bajo el mismo criterio y con el mismo propósito
vamos á discutir la cuestión de Misiones.

Y yo pregunto, señor Presidente : ¿ Qué es lo que


se propone el Gobierno Nacional al segregar de la pro-
vincia de Corrientes el territorio de Misiones ?
No sé lo que se propone. Pero si sé que la ley

no tiene más que un significado .


Dividido ese territorio se le arrebata á esta pro-
vincia un elemento de prosperidad y de engrandecimiento
futuro. Se le empequeñece, se le empobrece y se le

quita parte de su riqueza.


¿Para qué, señor Presidente?
Para depositar la semilla de una nueva provincia
tan pequeña y mezquina como la provincia más pequeña
y mezquina de la República.
Se dirá que el Gobierno de la Nación va á llevar
allí su acción, que va á poblar y establecer colonias
militares, etc., etc.
Y yo pregunto, señor Presidente: Obsta á ese
propósito, que el territorio de Misiones pertenezca

á la provincia de Corrientes ? ¿Acaso necesitó que


fuese territorio nacional la provincia de Santa Fe, para

llevar allí inmigrantes, población y fomentar sus colo-


13 --

nias? ¿Acaso ha necesitado que sean territorio nacio-

nal las catorce provincias de la República, á las cuales


día á día les remite inmigrantes y elementos para desa-

rrollar su industria y hacerles progresar por medio del


aumento de población y de brazos .
No señor.

La Nación no dispone de población para lle-


varla á otros territorios, y aún cuando la tuviera, no

necesitaría nacionalizar el territorio de Misiones para


colonizarlo.

Se dice que es para poner colonias militares, pero


el Gobierno Nacional tiene derecho de establecer su

ejército donde le parezca más conveniente.


¿ Acaso ha necesitado que Reconquista sea territo-
rio nacional para establecer allí una colonia militar?
¿ Acaso ha necesitado que el Río IV, donde ha
establecido sus fuerzas, donde están construyendo fábri-
cas de pólvora, deje de ser la provincia de Córdoba?
¿ Acaso ha necesitado que San Rafael donde ha
establecido colonias militares, deje de ser la provincia.
de Mendoza?

No, señor Presidente.

Tiene derecho para hacerlo y Corrientes no tendría


sino motivos de agradecimiento para con el Gobierno
Nacional, si lo hiciera también en Misiones, sin necesi-
dad de federalizarlo .

Ya que hablo de población, señor Presidente, no


puedo menos que alabar la intención del Poder Ejecu-
tivo Nacional, porque creo que no hay nada más pa-
triótico que ese propósito . Uno de los males de que
adolece esta República, una de las grandes rémoras que
tiene, es lo poco denso de su población. He leído con
14

dolor, un estudio comparativo que se ha hecho entre la


población de todas las naciones del mundo, por lo cual
resulta que sólo hay una nación más despoblada que
la República Argentina : el Perú.
Los males de esta poca densidad de población , son
inmensos. Administrar los intereses de dos millones y

medio ó tres millones de argentinos desparramados

en esta inmensa extensión de territorio es difícil y


oneroso .

Si queremos unir dos provincias que representan


apenas doscientos mil habitantes, tenemos que construír
un ferrocarril de ochenta ó cien leguas ; si queremos

unir por medio del telégrafo varios puntos de la Repú-


blica que representan una población pequeña, tenemos
que llevar el hilo telegráfico por centenares de leguas .
Nuestro servicio de correos para atender á todas
las necesidades de esta población, abarca extensiones
increibles, en una palabra ; se multiplican los gastos enor-
memente por causa de las distancias que median entre

unos pueblos y otros .


Si este es el mal que nos aqueja, si él se está re-
velando en el presupuesto que día por día nos obli-
ga á cargarnos de impuestos para hacer servicios que
en otras partes serían mucho más baratos , ¿ cuál debe
ser nuestra tendencia en materia de colonización ? Des-

parramar lo menos posible la población que nos viene.

Si llevamos una parte á Misiones, y otra al Chubut,


en el estremo Sud, para ponernos en comunicación con
cuatro ó cinco mil habitantes, tenemos que costear la
navegación del Alto Paraná y establecer un telégrafo
de más de quinientas leguas, so pena de dejarlos aislados.
¿Es esta una política sensata , permítaseme la expresión?
______ 15

os
debemos
Lo que debem tratar de hacer es reconcentrar la

población en cuanto sea posible.


Todas las provincias están despobladas, tienen tro-

zos inmensos de territorios que son verdaderos desier-


tos. Saltar por sobre ellos, para llevar la población á

los extremos, es agravar nuestra situación , es propender


á colocarnos en circunstancias más desfavorables.

Tenemos todas las provincias que nos claman por


inmigrantes y tenemos una inmigración escasísima : nos

viene en un año lo que entra en el puerto de Nueva


York en un mes .

Qué es lo que debemos hacer? Llevarla allí donde

el trabajo es más fácil, donde desde el primer día que


lleguen tendrán protección y donde á la vez produci-
rán más .

Nadie puede negar que un inmigrante que se establece


sobre la base de una colonia existente, con los recursos

que la misma colonia les proporciona, producirá mucho


más para la Nación que un colono llevado á Misiones,
que tendremos que costearle la vida durante un año,
darle arado para que surque el suelo, semilla para que
siembre, pues no tendrá en medio del desierto más am-
paro que la Nación.
No es esta la forma económica ni eficaz de intro-

ducir la inmigración , el llevarla á los extremos desier-


tos : la forma económica es concentrar la población en

donde hay ya núcleos establecidos, aumentando así su


riqueza y haciendo más fácil y soportable para el Te-
soro nacional esa colonización.

Esto no es cierto sólo en teoría, está toda nuestra


experiencia que lo comprueba . El Gobierno Nacional

ha querido fundar colonias en el desierto, gastando cien-


16

tos de miles de duros y ¿ qué es lo que ha obtenido ?


¿Cuál es la colonia fundada por el Tesoro nacional que
pueda presentarse hoy floreciente, que pueda comparar-
se á la última colonia de la provincia de Santa Fe .
¿ Serán acaso las colonias de la Patagonia ? Ha visto
la de Santa Cruz, colonia completamente arruinada ; ha
visto la del Chubut que se reduce á cien 6 doscientos
colonos y ha visto las colonias del Chaco, que han sido
semillero de desordenes y una fuente de gastos inmensos
para la Nación.

¿Y es fundado en estos antecedentes que el Poder


Ejecutivo nos dice que va colonizar Misiones ? No , se-
ñor Presidente ; llevar dos ó tres mil colonos á Misio-
nes que al fin es una cantidad insignificante dada la
extensión del territorio, le costaría millones de duros á

la Nación, sin que jamás llegue á obtener resultado,


porque esos colonos en medio del desierto, desampara-
dos, entregados al gobierno de personas estrañas que no
pueden tener interés en el éxito, que buscan estos pues-
tos como se busca un empleo ; no pueden, repito, dar
ningun resultado favorable. Y así no solamente se gas-
tan inútilmente grandes sumas de dinero, sino que tam-
bién se desprestigia la colonización en el Río de la Pla-
ta, pues cada colono de esos que tiene que abandonar
sus colonias después de sufrir desgracias y desastres
inmensos, desmoraliza á otros que estarían dispuestos á
hacerse colonos .
Si tanto es el deseo del P. E. de colonizar los

territorios nacionales, si cree tener los medios para sal-


var los errores antes cometidos, para evitar los desas-
trosos resultados obtenidos, si cree que puede colonizar
¿acaso le faltan tierras nacionales donde hacerlo ? ¿ no
BIBLIOTECA

EDUARDO IGRA (rijo)


17

está el Chaco entero rebosando de riquezas, mucho más


próximo al centro que Misiones ?

¿ Por qué pasa con la vista fija en Misiones ? ¿ cuál


es la causa de esta predilección ? No la comprendo, no
la alcanzo.

Si el P. E. cree que puede dar resultado una co-


lonia artificial en un territorio desierto, ensaye en el

Chaco, y el día que con resultados prácticos haya des-


mentido ó reparado los errores y desgracias anteriores,
entonces podrá decir : pueden colonizarse territorios de-
siertos por la sóla acción del Gobierno de la Nación.
Señor Presidente, se ha dicho que el territorio de
Misiones siendo un territorio que limita la República,
debe estar bajo la acción del Gobierno Nacional porque
este tiene mayor interés en cuidarlo .
El argumento es más especioso que serio. ¿ Por
qué la ubicación de esos territorios puede interesar más
á la Nación ? ¿Acaso los derechos de la República van

á fundarse en que sea el Gobierno Nacional y no un


Gobierno de provincia el que posea ese territorio ? Aca-
so vamos á fortalecer nuestro derecho llevando allí ocho
ó diez mil colonos de la Nación ?

De ningún modo.
No son esos los títulos que poseemos , tenemos

títulos anteriores , que garantan la posesión de esos te-


rritorios , y si esos no bastan, no ha de ser el esfuerzo

de los habitantes de Misiones el que los ha de hacer va-


ler, ha de ser la Nación entera, que está siempre dis-
puesta á sostener sus derechos y á defenderlos .
Creo por consiguiente, que una vez declarado te-
rritorio nacional el territorio de Misiones, una vez come-

tido este acto impolítico, el Congreso tendrá que entrar


- 18

en esa pendiente como ya lo indica el proyecto que se


discute. En seguida para cumplir el compromiso, para
dar razón á esta solución violenta, tendrá que venir el
P. E. Nacional al Congreso, á pedirle recursos para po-

blar este territorio, para llevar los veinte mil habitan-


tes con que ha soñado el señor miembro informante de

la Comisión, y el Congreso, para ser consecuente con


su acto, para que no se diga que había votado esta ley
en un momento de poca reflexión, tendrá que darle los
medios al P. E. para hacer efectiva esa colonización y
para justificar la nacionalización de ese territorio.
Y yo digo al Senado que medite un instante sobre
cuales serían las exijencias á que tendría que hacer

frente la Nación para llevar veinte ó treinta mil habi-


tantes á Misiones, cuando los quinientos que existen en
el Chaco, le cuestan millones de duros.
La Nación no tendría dinero con que responder á
esas exijencias y resultará entonces, que se habrá de-
clarado nacional un territorio y que lejos de poblarlo
se habría contribuido á despoblarlo .

He dicho, señor Presidente, que este proyecto viola

las prescripciones constitucionales, y para mí las viola


de una manera evidente.

La Constitución ha dado al Congreso facultad para

fijar los límites de las provincias con los territorios na-


cionales .

He dicho antes lo que la Comisión entiende por


territorios nacionales. Pero, aquí ¿ de qué se trata ?

La provincia más antigua de la República Argentina,


es la provincia de Misiones. Ella ha estado represen-

tada, en nuestro Congreso, después de nuestra revolu-

ción, y por hechos que sería largo enumerar, se encuen-


19

tra hoy refundida en la provincia de Corrientes, for-


mando con ella una sóla. ¿ Qué es lo que pretende
la Comisión? ¿ Separar estas dos provincias, dejar á
Corrientes con sus antiguos límites y devolver á Misio-
nes su autonomía provincial, es decir : dividir lo que se
ha refundido ? Lo que se pretende es federalizar un

territorio que ha sido siempre territorio provincial , ha-


ución
cer, lo que la Constit en ningun
a
parte permite.
Lo que ha sido , y lo que es territorio de una pro-

vincia, no puede jamás ser federalizado por ninguna


razón, por el Congreso Nacional.
Si ese territorio no es provincia de Corrientes , es
provincia de Misiones, y me fundo en la historia, que
no puede ser desconocida, para hacer esta declaración ;
separar la provincia de Misiones de la provincia de Co-
rrientes es violar las prescripciones de la Constitución .
Se ha dicho que la Legislatura de Corrientes ha
dado su consentimiento ó que ha expresado su confor-
midad á este despacho. No creí jamás que estas cues-
tiones de tanta importancia se trataran de esta manera.

Pero, señor Presidente, yo sé que fuerza tiene esa


concesión, y, sin pretender hacer un cargo á nadie, voy
á explicarla con un antecedente histórico.

En Inglaterra , señor Presidente, bajo el reinado de


Enrique VIII, un magnate edificó un gran palacio ; lo
rodeó de expléndidos jardines ; era más suntuoso que la
mansión real , y despertó la codicia de Enrique VIII .
Estos deseos de los reyes, eran muy peligrosos en

ese tiempo, y el dueño del edificio comprendió que era


débil para luchar contra esa pretención. Un día el Rey
lo felicitó por el palacio que había construido y él con-

testó : lo he construido, esperando que su magestad me


20

haga el honor de recibirlo como un obsequio de su leal


súbdito . Enrique VIII le dió las gracias, y se quedó

con el palacio y el noble ...... agradecido y despojado.


Señor Presidente: se presenta un proyecto federa-
lizando toda Misiones. La provincia de Corrientes,

ante una sanción del Congreso , declarando territorio na-


cional á Misiones, tendrá que quedar agradecida y des-

pojada . Se le propone que no se desmembrará toda

Misiones, sino una parte y acepta. ¿ Qué había de ha-


cer? Esto no se puede invocar aquí en el seno del
Senado !
Cuando antes he hablado sobre este estado de las

provincias del interior, sobre la necesidad de fomentar


su progreso, olvidaba decir que ello es indispensable
para hacer una verdad de nuestro sistema de gobierno .

Mientras que ellas no adquieran todo el desarrollo que


están llamadas á adquirir, tendremos un sistema fede-
ral , en la forma y un sistema unitario en el fondo, y
nada hay más peligroso para el porvenir de las nacio-
nes que estas formas mentidas de gobierno, que no res-
ponden á la verdad de los hechos y que no establecen todas
las responsabilidades que la Constitución debería exigir.
Es siempre preferible el gobierno francamente unitario.
con todas las responsabilidades y condiciones que una
Constitución de esa naturaleza establece, que una nación

unitaria en el hecho y federal en la forma .


Sr. Presidente - Si el señor Senador no tiene

inconveniente pasaremos un momento á cuarto inter-


medio .
Así se hace. Vueltos poco después á sus asien-
tos los señores Senadores, dijo el

Sr. Presidente - Continúa la sesión.


- 21

Sr. Pellegrini - Había dicho señor Presidente,


que este proyecto era violatorio de la Constitución Na-

cional, porque ella no faculta al Congreso en ningún


caso para federalizar territorios de provincias, y que
esto es lo que se trata de llevar á efecto .
Para que no quede duda sobre esto, el P. E. de-
cía en su proyecto : " Declárase nacional, el territorio de

Misiones. " Reconoce por esto que no es un territorio


nacional y que sólo va á serlo en virtud de la ley del
Congreso.
Declarar nacional un territorio es federalizar el te-

rritorio, y esto es contrario á los preceptos de la Cons-


titución.

La Comisión, señor Presidente, más avisada, com …


prendió que no podía presentar al Senado este proyec-
to en su candorosa desnudéz y lo revistió con otro ro-
paje ; y el artículo del P. E. que decía: " Declárase

territorio nacional el territorio de Misiones " quedó con-

vertido en el artículo que dice : " Quedan fijados los lí-


mites de la provincia de Corrientes ” . Pero, señor Pre-
sidente, el hábito no hace al monje, y aunque se

haya querido disfrazar este propósito , todo el cui-


dado de la Comisión no ha bastado para ocultar-

lo ; y ella misma incurre en la falta que había co-


metido el P. E., diciendo en su nota á la Cámara :
" Vuestra Comisión de límites ha estudiado detenida-

mente el proyecto del P. E. , federalizando el territorio.


de Misiones. "

Efectivamente, lo que se propone el Congreso es


que se federalice el territorio que había pertenecido y
formaba parte de la provincia de Misiones, y yo digo
que esta sanción importa usurpar facultades que no se
22

tienen y violar los derechos de los habitantes del terri-

torio de Misiones, que como habitantes de un Estado ,


llámese Corrientes ó llámese Misiones, tienen todos

sus derechos de ciudadanos , y que en virtud de esta ley


se les despojará de esos derecho haciéndolos habitantes
del territorio nacional, sin gobierno propio y sin repre-
sentación en el Congreso .

Había dicho también que había una inmoralidad


en este proyecto en sus consecuencias inmediatas, y es
mi deber probarlo .

Una de las razones principales que se han dado ,


aunque no públicamente, es que el Gobierno de Co-

rrientes, no consultando los intereses de esa provincia,


estaba enajenando ó había enajenado por vil precio, á
ciertos favorecidos el todo ó la mayor parte del terri-
torio de Misiones. Aun cuando no de una manera con-

cluyente, por los datos que tengo, creo que el cargo es


exacto . Se han distribuido en una porción de ciudada-

nos, que en lo que menos piensan es poblar ese terri-

torio, por precio insignificante, la mayor parte de las


Misiones correntinas.

Y ante ese hecho censurable, señor Presidente ¿ qué


es lo que propone el P. E. ? Propone acaso remediar

ese error y hacer que vuelva á propiedad de la pro-


vincia lo que indebidamente le ha sido sustraido ? No,
señor.

Existe en la provincia de Corrientes una ley para

la venta de tierras públicas, la que se ha violado con


la enagenación, en las condiciones en que se ha he-
cho. Por consiguiente, ese acto de la provincia de Co-
rrientes puede ser anulado el día que un cambio cual-
quiera llevara otros hombres al gobierno de esa provincia.
23

Es posible que la provincia recuperara lo que ha

perdido , pero por el proyecto del P. E. , se hace ya impo-


sible esa anulación pues se pone bajo la salvaguardia
de la autoridad nacional á los usurpadores de la pro-
piedad de la provincia de Corrientes.
Podrán cambiarse las situaciones ; podrán tener

otros gobiernos pero no podrán jamás reclamar ni pe-


dir la nulidad de la venta de esas tierras que quedarán
amparadas por la autoridad nacional.
Y yo digo que el proyecto que trae esas conse-
cuencias inmediatas, es un proyecto inmoral, porque tien-

de á consagrar por la autoridad del Congreso y por


la autoridad nacional, la usurpación de tierras provinciales .
Por último , señor Presidente, he oído muchas car-
gos hechos contra la provincia de Corrientes. Se la

ha acusado de atraso y se le ha increpado sus actos y

sus malos gobiernos . Efectivamente, la provincia de


Corrientes no está al nivel que debería estar en mate-
ria de progreso y de educación popular ; pero, señor,
¿quiénes son los culpables ?
Cualquiera que saliendo de la capital quiera vi-

sitar y recorrer la República Argentina se embarca en


el ferrocarril que lo lleva hasta Campana, ferrocarril
costeado por el Tesoro nacional. Sube á un vapor que

pertenece á una empresa protejida por la Nación y llega

al puerto del Rosario . Si visitara la provincia de Santa


Fe encontrará sus florecientes colonias que son el orgullo
de esa provincia, colonias fomentadas por el Tesoro de
la Nación.

Si sube al ferrocarril para trasladarse á Córdoba


lo hace en un ferrocarril subvencionado por el tesoro
de la Nación, y durante 80 leguas verá á cada lado de
24

la vía tierras compradas por el Tesoro nacional y en-


tregadas á la colonización .

Si llega á la ciudad de Córdoba verá numerosos


edificios elevados á las ciencias en honor á la ilustre

provincia. Si atraviesa el río que existe en la ciudad


de Córdoba lo atravesará por un puente costeado por
la Nación . Por cualquiera parte que vaya, cualquier
camino ó puente que siga ó atraviese será un puente 6
camino costeado por la Nación. Los telégrafos que lo

cruzan son costeados por la Nación : donde quiera que


vaya en todas partes encontrará la acción fecunda del
Gobierno Nacional, estimulando el progreso, la industria

de las provincias, probando con todo esto, que el Con-


greso ha cumplido su deber en todas partes del suelo
argentino y que todos los progresos que tenemos son
debidos á su creación benéfica .

Yo he atravesado la provincia de Corrientes desde


el rincón de Mocoretá en el Uruguay, hasta la misma ca-
pital sobre el Paraná. En toda su extensión no he encon-
trado una sola vía, no he encontrado un surco en la

tierra, costeado por el Tesoro nacional ; no he visto un


ladrillo sobre otro ladrillo colocado por el Gobierno Na-
cional ; he encontrado, si, campos de batalla en que los
correntinos han combatido por la libertad común ; he
visto pueblos arrasados ó destruidos por el enemigo ex-
tranjero ; he visto, en una palabra, á esos hijos deshe-
redados de la familia argentina que jamás han merecido
la atención del Gobierno Nacional para ayudarlos en
nada de lo que les interesa más directamente, pues ni
siquiera los correos de la Nación habían sido llevados

hasta el centro de la provincia de Corrientes, como si


á la Nación no le interesara estar en comunicación con
25

aquella provincia, pues recién en este año llegarán los


correos nacionales .

Y hoy que la Nación vuelve su vista hacia Co-


rrientes, no es seguramente para enviar allí sus in-
genieros, á fin de colocar puentes sobre sus ríos ni para
trazar ferrocarriles que faciliten los transportes y la co-
municación en esa provincia, ni para hacer nada que
sirva para fomentar su industria y su riqueza, sino
para arrancarle un pedazo de su territorio .

Lejos de haber justicia en este proceder, no puede


negarse que es un acto de irritante injusticia el que
se comete con esa provincia .
Si la provincia de Corrientes está atrasada, si su
progreso no está á la altura de las otras provincias, es
porque el Gobierno de la Nación, por razones que no

me puedo explicar, jamás se ha dignado llevarle el con-


tingente de sus fuerzas para desarrollar su industria y
fomentar su riqueza . Y no es porque Corrientes no lo
merezca, señor Presidente.

Si las consideraciones que merece la provincia de


Corrientes no fueran suficientes , si mi palabra no bas-

tara para defenderla en este recinto, hay un recuerdo


que nos vincula á todos y al cual apelo en defensa
de esa provincia .

Corrientes, señor Presidente, ha dado á la Repú-


blica Argentina un gran hombre, nacido en este mismo
territorio de Misiones que ahora se le quiere arrebatar.
Para que reposen sus cenizas hemos levantado una

tumba suntuosa en la Catedral de Buenos Aires ; pero


la cuna de San Martín yace abandonada en el pueblo
de Yapeyú, y jamás el pueblo argentino se ha dignado
cortar la yerba que la cubre.
26

Señor Presidente : si el recuerdo de este grande


hombre, si los méritos que ha contraido para con la
patria, merece que se le preste alguna consideración á
la tierra de su nacimiento, yo lo invoco en este momen-

to para pedir al Senado que no le quite á la provincial


de Corrientes lo que le pertenece .

(¡ Muy bien !).


En la inauguración de la estatua del almirante Brown

en Adrogué

( 3 DE FEBRERO DE 1886 )

SEÑORES :

Saludemos estos momentos en que, dejando de

lado los afanes del presente, volvemos la vista hacia el


pasado, y nos entregamos con toda la efusión de nues-
tras almas, al recuerdo de los días gloriosos que mar-

can en el tiempo la aparición de nuestra patria entre


los pueblos libres de la tierra.

Nos congrega aquí un acto que consuela y forta-


lece: vemos la gratitud nacional inclinarse al borde de

ese abismo en que el tiempo derrama el torrente in-


menso de lo condenado al olvido, recojer piadosa el
recuerdo de un hombre, y modelando de nuevo su for-
ma deshecha en polvo, presentarla ante las generaciones
que no lo conocieron, para decirle : ¡ ahí tenéis al héroe !
Estas apoteosis son una resurrección . La tumba
es un crisol, y al pasar por ella, quedan olvidados ,

junto con el polvo de nuestras flaquezas , todos los erro-


res que fueron humanos y resurge á la vida todo lo
que de puro, de noble y de grande, tenía el espíritu
inmortal que
animó á la criatura humana.

Guillermo Brown , nacido en la verde Erin , la In-


sula sacra, celebrada por el valor tradicional de sus
hijos, que ha dado á la historia de Inglatera nombres
28

gloriosos, como el vencedor de Waterloo . Llegó al Río

de la Plata en los primeros años de nuestra revolución .


El destino que parecía para él contrario y fué para

nosotros fausto, lo arrojó náufrago sobre nuestras pla-


yas ; sintióse pronto inflamado por el grito de libertad
que vibraba en todo el continente, y poniendo su genio
y su vida al servicio de la causa de nuestra indepen-
dencia, vinculó su nombre á nuestra historia é hizo de
su gloria una gloria nacional.
Era Brown uno de esos organismos especiales na-
cidos para la lucha y el combate, cuyo elemento vital
era el mar con sus huracanes soberbios ó sus calmas

majestuosas . Cuando pisaba tierra, cuando cruzaba las


calles de nuestras ciudades y en medio de las aclama-
ciones de la multitud arrastraba su cuerpo pesado ;

cuado se encerraba con extraña misantropía en el retiro


de su hogar, su aspecto callado y taciturno no denun-
ciaba al marino audaz. Es que se sentía fuera de su

elemento y sufría la nostalgia de las olas.


Pero cuando pisaba la cubierta de su barco, si sen-
tía la borrasca azotar su frente ó si ordenaba el zafa-

rrancho del combate, cuando la primera llamarada de sus


cañones anunciaba en su estampido que había sonado
la hora del peligro, entonces su noble figura se erguía,
y envuelto en nubes de humo, sus ojos pequeños bri-
llaban con la mirada del águila que desde su trono de
nubes adivina la presa y se lanza, veloz como el rayo ,
á asentarle su poderosa garra. Tenía entonces todas
las inspiraciones de la victoria, todos los arrojos del va-
lor audaz , toda la sagacidad del marino fortalecido en
la lucha con los elementos.

No os haré la biografía del héroe : sus altos he-


29

chos están inolvidables en nuestro recuerdo y llenan pá-


ginas de nuestra historia. Bastarános recordarlo en un

momento de su vida, el que estimo fué más grande y


más fecundo para la nación á cuyo servicio puso su
valor y su genio. Aquel momento en que subió por

vez primera sobre cubierta de una nave argentina ,

para conducir nuestra pequeña é improvisada escuadra


á medirse con los bajeles de guerra de una gran na-

ción, cuyos bravos marinos habían conquistado, con


justicia, fama universal.
Fué un momento supremo de nuestra revolución
política. La victoria tornábase ingrata para las armas

de la patria. Vilcapujio y Ayohuma marchitaban las


esperanzas que nacieron en Salta y Tucumán. En Chile

se preparaba el desastre de Rancagua; un ejército po-


deroso dominaba Montevideo , y su escuadra era se-
ñora del gran estuario. Artigas desertaba de las filas

patriotas y un ejército portugués amagaba nuestra fron-


tera. El círculo de acero, al estrecharse, amenazaba

ahogar en su cuna gloriosa, la gran revolución destina-


da á dar libertad á la parte meridional de nuestro
continente.

Los grandes hombres de nuestra revolución se


mostraron á la altura del peligro. Era necesario romper
ese círculo de hierro, dominar el Río de la Plata, li-
bertar á Montevideo , para que, libres de enemigos por

el naciente, pudieran lanzarse todas las fuerzas de la


revolución sobre nuestras fronteras del Norte y del
Oeste y asegurar nuestra independencia, conquistando
la de nuestros hermanos .
Haciendo un esfuerzo supremo , se improvisó una

escuadra. Viejos buques mercantes abrieron sus flancos


- 30

para recibir cañones de todos calibres é izaron el ga-


llardete de guerra. Tripulados de prisa, era aquella ma-
rinería una masa heterógena . El paisano de nuestras
campañas y el compadrito de nuestros suburbios pisa-
ban la cubierta con paso tambaleante, miraban asom-
brados el complicado aparejo y escuchaban sin enten-
derlo el vocabulario del marino. Viejos lobos del mar,
de todas nacionalidades, crema de piratas y corsarios,
aumentaban la confusión de las lenguas. Y sobre aque-

lla masa flotaba tranquila nuestra bandera, que iba á


ensayar las glorias navales y en cuya victoria estaba
el secreto de nuestro porvenir !
Era necesario un hombre que diera forma á ese
embrión, que supliera la impericia, que dominara la
confusión, que se impusiera por su valor, por su au-
dacia, por su genio , que fuera el alma de esa máquina
de guerra y supiera conducirla, al través de escollos y
peligros, á chocar con fuerzas superiores, dirigidas por
marinos bravos y expertos: á provocar el combate y
arrebatar la victoria.

De la elección de ese hombre dependía el éxito, y


el honor de mandar la primera escuadra argentina era
disputado . Sólo una inspiración salvadora podía fijar la
elección .
Ella no faltó : la providencia que velaba por los

destinos de la joven República iluminó los consejos de


Estado. Larrea adivinó al héroe y Guillermo Brown
fué nombrado jefe de la primera escuadra de las Pro-
vincias Unidas del Río de la Plata .

El futuro almirante, cuya sola presencia fué más


tarde anuncio de victoria, izó su insignia al tope del

Hércules que se mostró digno de su nombre, y el 8


31

de Marzo de 1814 daba la proa al mar, y dos días


más tarde recibía su bautismo de fuego, cayendo en

nuestro poder la isla de Martín García y obligando á


una parte de la escuadra enemiga, con Romarate, su
más brillante oficial, á buscar refugio en las aguas del

Uruguay. Fué la primera victoria que un pueblo salu-


dó frenético de júbilo, y el nombre de Brown fué acla-
mado, viendo ya clarear su gloria imperecedera, que hoy
consagramos con el más alto de los honores públicos .
Restaba aún el gran esfuerzo. En el puerto de
Montevideo anclaba una escuadra enemiga, que sostenía

aquella plaza contra el valor de nuestros soldados y


que podía dominar la entrada á nuestro gran río, ce-
rrándonos toda comunicación con el exterior.

Hacia allí se dirigió Brown, y el 29 de Abril,


frente al Cerro, izaba su pabellón, tendía su línea de
combate y retaba á duelo, con sólo cinco buques, á la

escuadra enemiga fondeada en el puerto.

No era raza aquella que recibiera impasible la


audaz provocación, é izando la oriflama que conquistó
un mundo, se aparejó para el combate, y trece buques
pusieron proa al mar, buscando ancho campo para,
la lucha suprema que iba á decidir del dominio de las
aguas del Plata.
El duelo se trabó. Al ocultarse el sol del 16 de

Mayo, el cañón tronaba sobre las quietas aguas, y Brown

ya herido por la metralla enemiga que le destrozara


una pierna , yacía tendido en el puente del « Hércules » ;
pero despreciando sus heridas y la muerte que lo bus-
caba, dirigía el combate, y rodeado de buques enemi-
gos sembraba entre ellos la destrucción con sus dobles
andanadas.
32 ----

Llegó la noche y un pueblo entero velaba en an-


siosa espectativa. Sitiados y sitiadores abandonaban su
puesto, y queriendo penetrar las sombras y seguir con
la mirada el sangriento drama, acudían á la ribera.
Llegaba á sus oídos el contínuo tronar de los cañones;
relámpagos de fuego iluminaban el horizonte donde se
había desencadenado la tempestad humana; pero las
nieblas ocultaban los azares del combate.

El fuego declinó hasta cesar. Uno que otro relám-


pago anunciaba los últimos disparos á un enemigo que
se alejaba. La ansiedad era suprema. ¿ Quién había
vencido?

Asomaba en el oriente la aurora del 17 de Mayo


y se vió dos barcos dirigirse á toda vela, buscando el
abrigo del puerto .
Era la corbeta enemiga « Mercurio » perseguida de

cerca por la capitana argentina el « Hércules » , que fondea


en puerto mismo, iza todas sus banderas y afirma su
victoria con las salvas de sus cañones .

La escuadra enemiga había sido destrozada, la vic-


toria era de los patriotas, el dominio de las aguas les
pertenecía desde ese mometo y pronto debía desapare-
cer de nuestras costas todo vestigo de un dominio de
tres siglos .
Honor al vencedor ! resonó entonces en medio de

las dianas del triunfo y de las ilusiones del porvenir;


y honor al vencedor ! repetimos nosotros recordando

las glorias del pasado y rindiendo homenaje á sus héroes .


Fué esa la grande y fecunda hazaña de Brown,
y si por muchos años aún paseó triunfante nuestro pa-
bellón en las aguas del Plata y del Atlántico , en las
costas del Pacífico, desde el Cabo hasta Guayaquil, fué
33

frente á Montevideo donde puso la base inmortal de


su gloria y vinculó á su nombre la gratitud imperece-
dera de este pueblo.

SEÑORES :

Recordando el teatro de sus hazañas tal vez al-

guien se pregunte por qué no se le levanta este mo-


numento en la capital, allá á orillas del gran río que
presenció su heroismo, acariciado por las brisas que
hincharon las velas de sus naves, cuando les marcaba.

el derrotero de la gloria y arrullado por las olas que


unieron en otra hora su gran voz al himno que salu-
daba al vencedor.

Está bien aquí, en el seno de este pueblo que

lleva su nombre, nacido ayer en el interior de nuestras


llanuras. Prueba que el sentimiento que su nombre
.
inspira abarca toda la extensión de nuestro suelo, y
donde quiera que se lanzara primero el pensamiento de
consagrarle perdurable recuerdo , allí había de responder
y hacer surgir, cincelado por el arte, el monumento
excelso .

Su nombre queda grabado en la dura coraza de


nuestra historia y quedan aquí sus formas, modeladas

en bronce, y en la memoria de un pueblo agradecido ,


el recuerdo y la gratitud por sus servicios, ¡ eræ pe-
rennis !

En las horas de prueba que el destino nos reserve,


buscarán ahí inspiración nuestros marinos y aprenderán
en los hechos que, más que el arma destructora, más
que la coraza impenetrable, valen la pericia y el valor

audaz, que dan almas á esas máquinas poderosas, se so-


34

breponen al peligro y arrebatan á sus favores la fortu-


na y la victoria.
Fué ese el lema de Brown .

SEÑORES :

A nombre del señor Presidente de la República ,


á quien tengo el honor de representar en este acto,
recibo este monumento de manos de la comisión y de

su digno é infatigable presidente, agradeciéndoles á


nombre del pueblo argentino el noble celo que han
desplegado, declaro inaugurada la estátua del almirante.
Brown y la entrego al gobierno de la provincia de
Buenos Aires y al noble pueblo que dirige, bajo cuya

guarda queda desde hoy.


Descorred el velo que la oculta á nuestras mira-
das . Marinos de la República, soldados de nuestro
ejército, presentadle vuestras armas é inclinad ante

ese bronce vuestra bandera, que Brown condujo al


combate y á la victoria , entonad el himno de nuestras
glorias y que sus ecos, vibrando en el espacio infinito,
le lleven las aclamaciones con que un pueblo agrade-
cido saluda su nombre.
En la tumba del general Pedernera

( 3 DE FEBRERO DE 1886 )

SEÑORES :

En ausencia del señor Presidente de la República,


privado de rendir en persona el último tributo al be-
nemérito general Pedernera, levanto mi voz sobre esta
tumba en nombre del gobierno y del ejército de la

nación.

Ha caido, abatido por los años, el fuerte soldado


que la muerte respetó en veinte campos de batalla, y
ha visto, tranquilo, llegar la última hora de una larga
vida que abarca en su conjunto toda la historia de
nuestra patria y encierra la relación gloriosa de su pro-
longada lucha por la independencia y por la libertad .
No se llega ante esta tumba con el alma dolorida,
porque la muerte no ha venido á desgarrar nuestras
fibras, arrebatando en hora temprana séres caros á
nuestro afecto, ni viene á marchitar una esperanza, ' ni

á tronchar las promesas de una existencia . Llega en


hora esperada, cuando la misión humana ha gloriosa-
mente terminado, y viene á abrir las puertas de la in-
mortalidad, grandiosa recompensa reservada á los elegidos .
El guerrero de nuestra independencia, soldado de

la libertad, teniente general de los ejércitos de la na-


ción, Juan Estéban Pedernera, nació en la provincia de
36

San Luis al finalizar el año 1796, y como tantos

otros de esa generación heróica, de la que era una de


las últimas reliquias, ingresó, niño aún, en los ejércitos
de la patria, sentando plaza el año 1815, como solda-
do del famoso regimiento de Granaderos á caballo. »>
Perteneció al ejército de los Andes, al que libertó
al Perú, al que venció en Ituzaingó y formó en las
filas de los que combatieron contra la tiranía. Sirvió á
las órdenes y fué compañero de armas de San Martín,
de Bolívar, de Alvear, de Paz, de Lamadrid y de La-
valle.

La lápida de su sepulcro es pequeña para conte-

ner el nombre de sus campañas y de los hechos de


armas donde se distinguió por su valor. Setenta años
vistió el uniforme del soldado , y hace más de medio
siglo que ostentaba los entorchados de General en ruda
lucha conquistados.

Se batió en Chacabuco, en Cancha Rayada, en

Maipú, en Bio - Bio, en Lima, en el Callao, en Ica, en


Moquegua, en Mirabe.
Se extremecen las más íntimas fibras al recordar

tanta gloria, y asombran al que no vivió en esa época


de contínuo batallar, que quepa dentro de una vida
tanta hazaña .

La guerra contra la tiranía lo vió en la Tablada,


en Oncativo, en Río Hondo, en la Ciudadela, en Fa-

maillá y dirigiendo la retirada á Bolivia de ese puña-


do de patriotas que arrebataban á la profanación los
restos del abnegado general Lavalle .
Organismo vigoroso, como forjado por la natura-
leza para la ruda época que le tocó en suerte, se con-
servaba entero, aún en los últimos años de su larga
37

vida y era como el libro vivo de nuestra historia, al


que se acudía á escuchar el relato de tantas campañas
que el renovaba con el recuerdo, dándoles la anima-
ción de la vida, al sentir renacer el entusiasmo y la

sed de gloria de aquellos lejanos días.


Su voz ha enmudecido, pero la fama recoje su
nombre y lo inscribe en la página inmortal que re-

cuerda el de los padres de la patria.


Fruto de su ruda labor hemos heredado una pa-

tria grande y libre, conquistada al precio de sus sacri-


ficios y de su sangre, y sobre estas tumbas venimos á
reconocer la deuda sagrada .
Si pagarla fuera posible, las generaciones presentes y
las que nos suceden, sólo lo conseguirían, si pueden por su
esfuerzo ofrecerles, como pedestal inmenso al monumento
de su gloria, esta patria que conquistaron, convertida
en la nación más grande, más poderosa y más libre
de la América, y acompañada desde lo alto , en el ca-
mino de su grandeza, por la bendición de los héroes
que orlaron su cuna de laureles.

Ellos llenaron su misión cumpliendo la tarea de


su época, la lucha homérica, la guerra sin tregua, hasta
trozar las cadenas del pueblo conquistado.
Pasaron los años y la tarea ha cambiado: nuestra
misión es de paz, de paz inalterable, para realizar por

el esfuerzo paciente, al través de los desfallecimientos


que enervan y de las impaciencias que se irritan, la
obra grande y fecunda. Ellos rompieron con su espada
las entrañas de la tierra para depositar la semilla ; tó-
canos á nosotros regar y cultivar el tierno retoño, hasta
que alcance á ser roble frondosísimo bajo cuya an-
cha copa reposen tranquilos nuestros gloriosos muer-
- 38

tos y viva y crezca un gran pueblo en paz y li-


bertad .

Con este voto nos despedimos, y mientras llega la


hora no lejana de verlo cumplido, haya paz para estos

restos venerados en la tierra que en vida tanto amó !


Al inaugurarse la estatua del general Lavalle ,

en la Capital de la República

( 18 DE DICIEMBRE DE 1889 )

SEÑORAS, SEÑORES :

Nos hallamos reunidos aquí para consagrar este

monumento , que la gratitud popular ha elevado á la

memoria del ilustre general Lavalle .


Cuando un nombre salva del olvido , que consume
y destruye lo pasado para que no abrume la memoria,

y sobrevive en el recuerdo popular, es porque encierra


en sí algo que explica ó encarna las grandes evolucio-

nes que forman la historia de un pueblo .


La vida del general Lavalle abarca las dos épocas
más difíciles, más rudas y más cruentas de nuestra

historia. Aquella en que se conquistaba la indepen-


dencia en incesante batallar y aquella en que se lucha-
ba por la libertad y se ofrecía en los altares de su

culto, combatido por la fuerza y la barbarie, el sacrifi-


cio de sus mártires. Lavalle fué uno de los soldados

más brillante de la independencia y uno de los márti-


res más nobles y más queridos de la Libertad.
El grito de Mayo lo escuchó niño aún . Su alma

joven, abierta á todos los entusiasmos generosos , se


sintió exaltada al anuncio de los primeros combates; y
el anhelo arrebatador de la gloria conquistada en de-
40

fensa de la patria, lo llevó á la noble carrera de las


armas, y apenas llegado á la edad viril, sentaba plaza
de cadete entre los bravos que á las órdenes de San
Martín habían segado los primeros laureles en San Lo-
renzo.

La índole de su valor se acusaba ya en la elec-

ción del arma y la elección del Cuerpo ; era la varonil


confianza del que se sentía con corazón bastante para
mandar esos bravos.

Desde el primer momento de esa guerra memora-


ble, nuestra caballería se distinguió por las cualidades
nativas del hijo de los llanos, amoldadas y talladas por
las duras leyes de la disciplina . Entusiasta por la li-
bertad que aspira desde la cuna en el aire ambiente y

en el tendido paisaje del desierto, incansables en las fa-


tigas del soldado que sólo reproducen los hábitos de su
vida, sobrio y frugal, valiente hasta la temeridad, acos-
tubrado á desafiar el peligro en sus labores diarias y
hasta en sus juegos viriles, la caballería argentina fué
la hija gloriosa de nuestra Pampa.
Entre los regimientos famosos que le dieron su nom-
bre, se destacan los inmortales granaderos que organizó

San Martín, ese regimiento legendario que recorrió la


América desde el Plata al Ecuador ; que inauguraba el
triunfo en las grandes campañas con sus combates de

vanguardia; que sirvió de escudo á los vencidos en los

momentos supremos , y que cuando aparecía sobre el


campo de batalla, suelta la rienda del fogoso bruto ,
brillando al sol el terrible sable, al toque del clarín,

volaba, según la expresión del poeta, como el huracán


de la victoria !
Entre esos granaderos, cuyo recuerdo es nuestro
41

orgullo, se destaca brillante, como condensando tanto


heroismo en una haz de luz, la gallarda figura del bra-
vo general Lavalle.

Culto, noble y valiente era el caballero sin miedo

y sin tacha, que en aquella época, cuyo ideal era el


heroismo y la gloria, atrajo á sí la admiración entu-
siasta de pueblos que cifraban su porvenir en la victo-
ria y cuyos destinos iban escritos en el sable de los
vencedores.

Muchos hubo tan valientes, que el valor de esa


generación lo bebió en el materno seno : Pringles, el
glorioso vencido de Chancay; Suárez, el héroe de Junin;
Olavarría, el bravo Necochea, cien otros se disputan

el primer puesto que á todos corresponde ; pero el sen-


timiento popular condensa el recuerdo de ese linaje de
héroes en un nombre y aclama al general Lavalle.
Desde Putaendo, en la falda rugosa de la cordi-
llera, por Nasca en las áridas costas del Pacífico , hasta

Río Bamba bajo el ardiente sol del Ecuador , fué el


general Lavalle quien abrió á sable el camino de la

victoria, que coronó gloriosa á los ejércitos de América


en Chacabuco, en Pasco y en Pichincha.
Pero no sólo en la victoria recogió larreles, había
para esos bravos hasta gloria en la derrota.
Cual se alza la ola del inmenso Océano y con su
cresta coronada de espumas, avanza rugiendo, amena-
zando arrasarlo todo en su tremendo empuje, hasta
que se estrella con la roca inmóvil, cae y retrocede

vencida, así el ejército del valiente enemigo se despren-


de imponente de las cumbres del Torata, avanza rápido
al son de la victoria, arrolla los ejércitos de la patria
y llega terrible al llano inmortal de Moquegua. Allí,
42

como roca enhiesta estín Lavalle v sus granaderos, y

allí se estrella la furia del vencedor, vuela en pedazos


su rota armadura, cae y retrocede. Veinte veces intenta
volver por la presa y veinte veces el sable de Lavalle
le traza la línea que Dios trazara al mar.
Cumplido el programa de Mayo con la indepen-

dencia de cuatro repúblicas, tornó Lavalle al seno de la


patria, cubierto de glorias y de honores y trazado en
su pecho el glorioso itinerario de la victoria con la

medalla de Chacabuco, los cordones de Maipú, el sol


de los libertadores del Perú, la estrella de Quito , las

medallas de Pa co, de Pichincha y el escudo de Río


Bamba.

Breve fué su reposo , porque el suelo de la patria ,


invadido, lo llamaba nuevamente al combate; y al frente
de los « coraceros » de Buenos Aires, en quienes había in-
fundido el espíritu indomable de sus antiguos soldados ,
contribuyó poderosamente á la victoria en el campo
glorioso de Ituzaingó, donde el himno del triunfo fué
el anuncio de la independencia de otra república her-
mana.

Promovido al rango de General, ostentando en su


pecho los cordones y la medalla de los vencedores de

esa gloriosa jornada, regresó á la patria, herido, y pudo


contemplar el triste estado de la república, hondamente
trabajada y desquiciada por la lucha interna.
La colonización española dejó poblaciones disemi-
nadas en la inmensa extensión del continente, rodeadas

y oprimidas por el desierto. El aislamiento, las largas


y solitarias distancias, hacía imposible que alcanzara á
sus masas la influencia del mundo exterior, que pudiera

amoldarlas á las ideas, á los modos y á las formas de


43

los pueblos libres de adelantada civilización . Esas ma-


sas quedaron sumidas en la ignorancia, con los hábitos
y las tendencias que nacen de la vida del desierto y
hasta del contacto con el salvaje. Y era esa la masa
con que debía modelarse la nación surgida de la revo-
lución de Mayo .

El día que la vasta colonia vió rotos los vínculos


de obediencia que por tres siglos la ligaron y se sin-
tió dueña de sus propios destinos, esa masas, sorpren-

didas por la audaz evolución , con ignorancia completa


de los medios y la forma del gobierno libre, sin más
dirección que impulsos instintivos y confusas aspiracio-
nes, anulada por la distancia la acción de los centros
de ilustración y cultura que la ignorancia mira siem-
pre con recelo , se agitaron, y desde el primer momento
se sintió á la anarquía germinar en las entrañas de la
nueva nación, solo contenida por el anhelo de la inde-
pendencia, que era la pasión común y que llamaba á
todos á la lucha en la batalla contra el aguerrido y
tenaz enemigo .
Cuando la independencia quedó consagrada por la
victoria, tenía que estallar y estalló la lucha interna
entre los elementos inconciliables de nuestra sociabili-

dad. Aparecieron las figuras siniestras de los caudillos,


encarnación del elemento inculto, poderoso por su nú-

mero, sin más idea de gobierno que el primitivo y tor-


pe del despotismo personal.
Brotados en los desiertos llanos, fueron adueñán-

dose de los pueblos, uno á uno, y avanzando, llegaron


en el interior y en el litoral, hasta las ciudades, centro
de la escasa ilustración colonial, donde, como condición

de vida, tenían que ahogar y dispersar el elemento culto


44

que oponía á su barbarie los derechos de la dignidad


del hombre y las formas y los dogmas de la libertad .
Por su origen, sus causas y las formas en que se
presentaba la lucha, tenía que ser definitiva y radical.

Desgraciadamente, el elemento civilizado se había divi-


dido . Algunos se forjaron la ilusión de poder dominar
á esos bárbaros, halagándolos y traerlos á una forma
de gobierno regular ; otros, perdida la esperanza, aban-
donaban el campo en una hora de desaliento, y otros
se aprestaron para combatir en lucha abierta.
Lavalle, el soldado valeroso, tenía que figurar con

los últimos, y ceñido con los recientes laureles de Itu-


zaingó, se presentó á ocupar el primer puesto en la
ingrata y terrible arena de la lucha civil, iniciada con
el derrocamiento de Rivadavia.

No era llamado ya á actuar entre el fragor de la


batalla, donde el soldado valiente y aguerrido conserva
su juicio tranquilo y dirije la evolución ó asesta el gol-
pe que asegura la victoria : ahora se hallaba en medio

al fragor de la anarquía, rodeado de pasiones enarde-


cidas y exaltadas, combatido por fuerzas visibles y por
fuerzas ocultas y más temibles, y entonces la inteligen-

cia más serena se siente turbada y la intención más


santa, en la hora decisiva, extravía la senda .
El distinguido soldado de Tucumán y Salta, que
estaba al frente del gobierno de esta provincia, había
concebido la imposibie tarea de conciliar con una for-
ma regular de gobierno á los caudillos engreidos por
sus triunfos, y dominado ya en el hecho no hubiera
tariado en ser la víctima de sus propios aliados en la
hora ya cercana é inevitable del triunfo definitivo de
la barbarie.
- 45

Desgraciadamente Lavalle se adelantó y en hora

aciaga realizó el hecho que la lógica de los sucesos re-


servaba para sus enemigos .
Lavalle y los que lo rodeaban, cediendo á un error,

cien veces repetido en la historia , creyeron un momento


que las grandes convulciones de un pueblo tienen su
causa y su explicación en los hombres que las encabe-
zan, en vez de buscarlas en la historia y la índole del
pueblo mismo . Es en las entrañas de la tierra donde
se desarrollan las fuerzas terribles que sacuden la su-
perficie y revientan en torrentes de lava por el cráter
de los volcanes, y si alguien intentara el vano empeño
de cegarlos, otro cráter se abriría con más furor y ma-
yor estrago .
A pesar del cruento sacrificio, triunfó la barbarie,
porque su fuerza era incontrastable: eran las arenas del

desierto que el simoum impelía y que debía oscurecer

por veinte años el cielo de la patria.


En el momento solemne, Lavalle, sintiendo vacilar

su noble corazón, apeló al juicio de la posteridad, y si


la historia severa ha condenado el hecho, la gratitud
de un pueblo ha absuelto al que compensó su error
con su propio martirio.
Con el triunfo de la barbarie había llegado la ho-
ra de la suprema abnegación ; había que renunciar al

reposo, al hogar, y arrostrando la persecución, la expa-


triación y el martirio, conservar en los altares de la

libertad el fuego sagrado, única luz que brillaba en las


tinieblas .

Pocos hombres han conseguido encarnar los senti-


mientos, las esperanzas y los sacrificios de una gene-
ración como Lavalle, que fué la bandera, el brazo y el
46

corazón de la inmortal cruzada . Al repetir su nombre,


se iluminaba con un rayo de esperanza la mirada aba-
tida de los oprimidos, y se extremecían de odio y de

temor los bárbaros caudillos, y en las mismas algaza-


ras salvajes que anunciaban los desastres de los buenos,

había para el pueblo enlutado un resto de esperanza


al sentir que aun había quien luchaba y quien moría
por su libertad.

Recorrió batallando toda la extensión de la Repú-


blica, y donde aparecía, allí acudían todos los ejércitos
del caudillaje, como si sintieran que donde estaba La-
valle estaba el corazon de la causa de los libres, y no
quedó provincia argentina donde no se señalara un

campo de batalla regado por la generosa sangre de esos


soldados de la libertad.

Corrientes, Entre Ríos en Yerud, Don Cristóbaly


el Sauce, Buenos Aires en Puente Márquez y el Tala,
la capital de Santa Fé, Córdoba en el Quebracho, Ca-
tamarca, la lejana Rioja, Tucumán, tierra de mártires,

en Famailla , Salta, y Jujuy que lo vió caer, como si la


vida le fuera ya inútil al traspasar vencido las fronte-
ras de la patria. Cayó, para renacer aquí en medio de
un pueblo libre, ejemplo de valor heróico y de fé su-
blime.

En la extensión inmensa de la patria, desde Bue-


nos Aires á Jujuy, desde Corrientes á La Rioja, el
nombre de Lavalle se recuerda con profundo senti-

miento, y aún hoy, al cundir el anuncio de este acto

de justicia, allá en la tranquilidad de sus hogares, an-


cianos doblegados por los años, reunen á sus nietos, y
sintiendo renacer en su seno el entusiasmo de días leja-
nos, les cuentan los dolores que sufrieron para hacerlos
47

libres, y sus últimas lágrimas corren al nombrar al


general Lavalle.
Pasaron esos tiempos y llega la época presente en
que nuestra generación, más feliz, viene á recoger las
mieses que con durísima labor hicieron brotar nuestros
antepasados en el desierto ingrato, convertido hoy en
risueña campiña, y al tributo del recuerdo, es deber
nuestro unir la sinceridad del propósito, para que esta
patria de sus ensueños, la vean nuestros descendientes
como la soñaron nuestros padres.
Y como en días solemnes los hijos agradecidos se
acercan á la tumba de sus antepasados á rendir el
tributo de su filial gratitud, así el pueblo argentino se
descubre en este día ante el monumento de sus héroes

y rinde á Lavalle y á Paz el solemne testimonio de su


inmensa gratitud. Se inclina ante sus estatuas el pa-
bellón glorioso que condujeron á la victoria y que el

ejército de la nación , heredero de sus glorias y sus vir-


tudes, conservará sin tacha , y aclama sus nombres el
entusiasmo de un pueblo que hicieron con sus esfuer-

zos grande, independiente y libre.

SEÑORAS Y SEÑORES :

A nombre del gobierno de la nación, declaro inau-


gurada la estatua del general Lavalle : queda ella aquí
confiada á la guarda y al cariño del pueblo de sus
amores, quien después de medio siglo prueba hoy que
conserva vivo su entusiasmo por su héroe predilecto y
su mártir más querido !
Al inhumarse los restos de Sarmiento

( 2 DE SEPTIEMBRE DE 1888 )

SEÑOR PRESIDENTE :
SEÑORES :

Tras el último y supremo combate, Sarmiento


entrega su mortal vestidura á la tierra como el soldado

antiguo se despojaba, después de ruda lucha, de su tra-


bajada armadura y de su vieja y buena espada, al caer
vencido por fuerzas superiores. Quédale su gloria ; ante
ella se inclinan todos, y en campos adversos están si-
lenciosas las tiendas, enlutadas las banderas, mientras
el tambor bate el fúnebre compás.
Todos lo hemos visto , todos lo hemos conocido ;
era la cumbre más elevada de nuestras eminencias ame-

ricanas , el sol coronaba de luz su sien soberbia y ha-


bía en sus entrañas agitaciones de volcán. Viviendo en su
contacto era difícil medir sus proporciones y recién al
caer derruido por el tiempo podemos apreciarlas, al ver
sus fragmentos cubrir medio siglo de nuestra historia,
en la extensión de medio continente. Cada uno de ellos

puede servir para elevar un monumento de faz diversa


y materias variadas. Hay alli desde el duro granito
para levantar un baluarte, hasta el grano finísimo rival
del pentélico famoso , en que el artista puede cincelar
su obra más delicada.
49

Sarmiento nada debe á su época ni á su escena.


Fué el cerebro más poderoso que haya producido la
América, y en todo tiempo y en todo lugar hubiera
tendido sus alas de cóndor y morado en las alturas.

Nacido hace un siglo hubiera sido una de las primeras


figuras de nuestra emancipación política, al lado de Mo-
reno y de Rivadavia.

Nacido en el primer año de la revolución ha sido


el que vió más lejos en el porvenir los destinos de
nuestra patria y quien mejor comprendió los medios de
alcanzarlos. Ha sido el faro más alto y más luminoso
de los muchos que nos han guiado en la difícil senda .
Escritor, orador, legislador, ministro, presidente, su

labor ha sido vasta y contínua. Fué apóstol y fué sol-


dado.

Tocóle por patria, como á todos los de su época,


inmensa heredad inculta y aplicó todo el vigor de su
alma á abrir en la espesa selva anchas vías á la civi-
lización. Lo hemos visto sudoroso, apasionado, febril,

empuñar el hacha del pioneer, abrirse paso al través de


espeso matorral de la ignorancia, destrozando errores,
preocupaciones, y al encontrarse en su camino con el
árbol colosal de la tiranía que cubría á su patria toda
con sombra letal, atacar su tronco, herirlo sin tregua y

sin reposo, hasta verlo caer con estrépito, abriendo en


el bosque inmenso claro, que permitió á un pueblo
contemplar el cielo luminoso y aspirar las puras brisas
de un porvenir de libertad.
Su vida fué de acción y lucha, tenía en su pano-

plia todas las armas ; pero su inteligencia con músculos


de atleta prefería la masa hercúlea, á cuyo golpe terri-
ble saltaba en pedazos la más sólida armadura.
50

En todo momento, ya ocupara la más alta magis-


tratura de su país, en su banca de senador, manejando
la pluma del polemista, en el seno de la intimidad, era
siempre el mismo, espontáneo y jovial, de pensamiento
vastísimo y fecundo, con un soberbio desconocimiento
de lo pequeño y lo ridículo, inmaleable, con un poder
de iniciativa no igualada y con una energía y tenaci-
dad inagotables .
Le faltaban esas cualidades de seducción que obran

sobre el sentimiento de las masas, que caracterizan á


los conductores de hombres y engendran la populari-

dad . Todo su organismo estaba absorbido, dirigido,


dominado por su cerebro, que podía en ciertos casos
no inspirar cariño pero que imponía admiración y res-
peto .
En el recinto del Congreso su banca era una cá-
tedra, y cuando hacía oir su voz, todos inclinaban el
oído atento, en la seguridad de nutrir su inteligencia
con esa palabra que nunca fué pueril 6 vulgar. Si la
pasión lo agitaba, su elocuencia era tormentosa ; oscu-
ridades imponentes en cuyos senos se sentía agitarse
las ideas, claridades radiosas, y relámpagos iluminaban
á intérvalos el soberbio cuadro.

Todo lo que constituye nuestro progreso debe algo


ó mucho á Sarmiento . En su vida laboriosa ha tra-
zado largo y profundo surco en nuestro virgen suelo

argentino, derramando en él á manos llenas la semilla


fecunda del bien. Si alguna se perdió entre espinas y

pedregales ó fué llevada por las aves del cielo , más


feliz que el sembrado del evangelio, la mayor parte ca-
yó sobre tierra fértil, brotó lozana y vigorosa y hoy se

eleva como homenaje eterno á su memoria.


51

¿ Cometió errores, injusticias ? Tal vez, no lo re-


cuerdo. El gran trágico inglés pone en labios de An-

tonio, ante el cadáver del César, estas palabras descon-


soladoras : " El bien que los hombres hacen en la

tierra queda muchas veces sepultado con sus huesos ".


No. El error ó el desvío de la pasión son hijos de la
tierra y el sepulcro reclama todo lo que le es propio .
Queda para el alma inmortal todo lo que nació
de la inteligencia ó el amor, que son las chispas divi-
nas que enaltecen al hombre y lo colocan en el trono
de lo creado.

Hoy, en esta última jornada, al pasar sus restos


en busca del lecho de su eterno reposo, cruzarán entre
filas de niños que se agitarán y agolparán para arrojar
flores en su camino, y el murmullo de millares de bo-
cas infantiles que es la voz del porvenir, será el himno
más grato que se eleve á las regiones donde mora su
espíritu y compense las fatigas del más ardiente após-
tol de la educación popular.

No habrá aldea en la República donde no se lea


" Escuela Sarmiento " , y ya aparece su nombre en

varias como en el cielo sereno aparecen los astros bri-


llantes cuando el sol ha descendido en el horizonte.

En nombre del Senado de la Nación á quien honró


en vida, me inclino ante su féretro y deposito la ofrenda
de su admiración y su respeto. Su nombre pertenece
ya á la historia, y cuando la República Argentina sea
una de las grandes naciones de la tierra y sus hijos
vuelvan la mirada hacia la cuna de su grandeza , verán
destacarse la sombra de Sarmiento, consagrado desde
hoy y para siempre como uno de los Padres de la

patria.
En la inauguración del puerto de la Capital pronunciado

como vice - presidente de la República

(28 DE ENERO DE 1889 )

SEÑORES :

Estimo como alto favor de la fortuna el que me


sea dado presidir esta fiesta y declarar inaugurada á nombre
de la Nación, la primera dársena del puerto de la Ca-
pital.
Largo tiempo se ha hecho esperar este momento,
y la gestación lenta y laboriosa corresponde sin duda.
á la larga y fecunda vida que le espera. Creo, en
verdad, que de todas las obras públicas que pueda
haber realizado ó realizará el esfuerzo nacional, ninguna

más grande y más trascendente que ésta, pues importa

no solo un progreso más, sino que dá á este emporio


comercial el sello que le faltaba, extiende su benéfica
influencia á toda la República y alcanza con su favores
hasta las repúblicas vecinas.
El día que esta obra tan felizmente iniciada se
termine, las líneas de hierro que de aquí irradian
habrán en distintos rumbos recorrido la república, atra-

vesado los Andes, cruzado las fronteras de Bolivia y


llegado hasta el Paraguay; y la industria y el comercio
de toda esta parte del continente americano quedarán
vinculados más sólidamente al comercio universal, por

medio de este eslabón que hoy forjamos al construir


los diques de este puerto .
53

Cruzarán la inmensidad del océano, enormes y

veloces, las naves modernas, y al amarrarse á estos


diques, depositarán el tesoro de su carga, fruto del tra-
bajo de todos los pueblos, en wagones que se desliza-
rán como culebras enormes, conduciéndola en alas del
vapor por toda la extensión de la república y á todos
los países vecinos. Regresarán estos cargadas con el fruto
del trabajo americano, que, pasando á las inmensas bodegas
y atravesando el océano, ofrecerá el símbolo más
grande de la fraternidad humana, vinculando el trabajo
de todos los pueblos, para realizar el bienestar común .
Asombro es de todos los que conocen por prime-

ra vez esta ciudad, como haya podido adquirir su ac-


tual importancia comercial, teniendo por único puerto esa
playa inmensa y ese mar abierto á todos los vientos ,
que ofrece menos seguridad que el océano mismo; y
donde el desembarco y la descarga suelen ser más fa-
tigosos y más costosos que la travesía del mar.
Entre la nave que llegaba á nuestras costas y

nuestros medios de transporte terrestre había una solu-


ción de continuidad, representada por inmensos bajios
ú olas encrespadas , que hacían del desembarco un pro-
blema sujeto al azar de los vientos , que lo tornaban
de grotesco y ridículo en peligroso ó trágico .
Difícil será con el tiempo, cuando toda nuestra
costa esté ceñida de diques, donde tranquilamente ama-
rradas, millares de naves ejecuten con regularidad y
seguridad absoluta todas sus operaciones, difícil será
dar á las generaciones venideras una idea de lo que
fué, de lo que es aun hoy en parte, el puerto de Bue-
nos Aires .

Pasajeros , segun el viento, ó bañados por las olas,


54

ó pasando del gran vapor al pequeño , del pequeño al


bote, del bote al carro ó al hombro de un robusto

marino y alcanzando el extremo de largos muelles con-


tentos de llegar ilesos y soportando las sonrisas de los
espectadores de cómicas escenas. Las mercaderias tras-

bordadas y vueltas á trasbordar, maltratadas y arrojadas


por último á un carro, arrastrados lentamente por bestias
condenadas á una vida de anfibio en las estaciones más

crudas, que llegaban penosamente á la orilla cuando no


las sorprendía una marea que concluía con su vida y
sus fatigas, dejando la carga como juguete de las olas .
Como decirles mañana, que aquí donde se agitará
el colosal movimiento de un gran puerto, había una

inmensa playa solitaria, donde el pescador tendía en


las tardes tranquilas sus redes primitivas y donde los

juncos crecian lozanos, símbolo de la estagnación y del


abandono. Es que estas maravillosas trasformaciones que se
operan en pueblos nuevos, solo pueden medirlas los que
las ven realizarse, pues la imaginación no basta para re-
producir las escenas primitivas y borradas por la mano
del progreso .

El hecho que celebramos no es solo la consagra-


ción de un progreso más. Hay algo en este aconteci-
miento que eleva y que conforta. Cada época, cada
generación, tiene su misión fijada, y cuando los hechos
nos prueban que esa misión se cumple, que esa parte

de la tarea humana que nos corresponde se realiza, en-


tónces se apodera de nosotros la satisfacción íntima
que produce la conciencia de que no ha sido estéril

nuestro paso por la vida .


No sé hasta que punto el sentimiento americano

perturba mi juicio y hace que me anticipe al tiempo,


55

pero creo firmemente que el siglo XX que ya albo-


rea, será el siglo de América y ese porvenir previsto
nos impone especiales deberes .
Los fértiles é inmensos desiertos de nuestro conti-

nente, no son nuestros en el sentido de que podríamos


sustraerlos á la exigencia humana; fueron colocados ahí
por la mano del Creador para servir á la humanidad
entera, y si nos toca administrarlos, es á condición de

que pertenezcan á nosotros, á nuestros hijos y á todos


los hombres del mundo que quieran fecundarlos con su
trabajo, al amparo de nuestras leyes liberales .

Cuando la tierra en viejas naciones se siente fati-


gada despues de siglos de labor continua, y sus senos
exhaustos niegan ya el alimento bastante al enjambre
humano, entonces la emigración se produce, como ley
de vida, hácia las tierras nuevas; y la Europa derrama
sobre América su población exuberante, como ella la
recibió del Oriente en siglos lejanos .

Esa emigración no se produce por éxodos en


sa. Hay un trabajo de selección que se opera natu-
ralmente y que ha dado resultados patentes.
El hombre que abandona el hogar, la familia , la
patria, para lanzarse á tierras desconocidas sin más

capital para mejorar su suerte que el vigor de sus bra-


zos, revela en ese solo hecho una energía y valor arri-
ba del nivel común. Son estos hombres los que for-

man las masas de inmigrantes que nos llegan y que


absorbidos por nuestro ambiente y nuestra vida , son
fuente y raíz de la población nacional, que here-
da así en la cuna ese rasgo distintivo de energía, de
actividad y audacia que caracteriza á los pueblos ame-
ricanos .
56

De ahí nace lo que se ha llamado el genio yan-


kec, que no es como se ha creido privilegio de
de una

raza, sino fruto de la selección, que se reproducirá


aquí en la América latina para demostrar que nuestra
vieja raza, que ha trazado las páginas más grandes de
la historia del mundo, es capaz aun de todos los es-
fuerzos, y sabrá sostener, en noble emulación, la pesa-
da herencia de sus glorias y sus triunfos en el viejo
mundo.

Es nuestra misión entonces preparar el terreno

haciendo habitable nuestra tierra inmensa, penetrables


nuestros desiertos y nuestros bosques, navegables nues-
tros ríos, tendiendo rieles, trazando canales, cavando

puertos, construyendo , en una palabra, las grandes ar-


terias y los grandes pulmones, destinados á recibir las

corrientes poderosas de sangre que nos llegan al través


libremente y lleven
del mar, para que circulen fácil y
la vida y el movimiento á todos los extremos de la
república.
Los que nos acusan, en el egoismo del interés
alarmado, de marchar demasiado á prisa, es porque no

comprenden lo que el porvenir nos exige, y que cuan-


do emprendemos ó inauguramos obras como esta , cum-
plimos nuestro deber como pueblo, no solo para noso-
tros sino para los hombres todos, y que obreros de
nuestro porvenir, facilitamos una evolución humana que
consulte la felicidad de generaciones sin número.
Desde hoy en adelante podremos desde esa muralla
tender la mano al inmigrante que llega y ayudarlo

á saltar á tierra, tierra de libertad y de porvenir, don-


de podrá formar sin zozobra su hogar y su familia,
hogar y familia argentinas, y donde desde el instante
- 57 -

que llegue se verá envuelto en atmósfera de prosperi-


dad y de trabajo que alienta y dignifica, y bañando su
frente en la luz de nuestro cielo, pisará confiado la
tierra que sus padres descubrieron , que nuestros padres
fecundaron, y que juntos cultivaremos para que sea pa-
tria grandiosa de todos.
Pueden calmarse esas alarmas del capital, pues si

grandes y múltiples son las obras que emprendemos ,


no son superiores á las exigencias de nuestro progreso ,
al que tenemos que adelantarnos, para realizarlo por

completo . Si no bastan como prueba nuestros antece-


dentes, que dicen que jamás sufrió perjuicio el capital
1 empleado en tierra argentina, sirva como prueba con-
cluyente esta obra misma que, juzgada excesiva al ser
decretada, es hoy día en que termina la primera sec-
ción, ya calculada insuficiente para nuestro movimiento
comercial , viéndonos obligados á preocuparnos de su
extensión mucho antes de que termine para que pueda

responder á las necesidades del comercio siempre cre-


ciente de la nación.

Debo en este día, una palabra que exprese la

gratitud nacional para los iniciadores, ejecutores y co-


laboradores de esta obra. Corresponde el primer pues-

to al más grande estadista argentino, al que en los al-


bores de nuestra vida pública supo trazar el programa

completo de nuestro progreso nacional, á Rivadavia, que


decretó esta obra hace más de medio siglo, cuyo nom-
bre venerado invoco colocando bajo sus auspicios esta
fiesta.
Muchos años trascurrieron desde esa iniciativa, sin

que la idea fuera jamás abandonada .


58

Caida la tiranía y reanudada la tarea del progreso ,

no hubo administración que no tentara su realización,


y no ha habido obra atacada con más ardor, defendida
con más constancia y discutida más ampliamente en
las asambleas legislativas, en los acuerdos de gobierno
y en la prensa nacional. Correspondió al congreso de
1882 dictar la ley; á la última época de la Presidencia
del general Roca, celebrar el contrato difinitivo , y á ésta
verla realizada, despues de 60 años de espectativa .
De los muchos que tentaron realizar el pensa-

miento de Rivadavia, ninguno puso al servicio de la


idea más constancia, más dedicación y más energía que
D. Eduardo Madero, que ha hecho de su ejecución de
el anhelo patriótico de su vida. Más que un elogio
oficial valdrá para él acto espontáneo y unánime del
pueblo, que ha bautizado esta obra con su nombre, que
yo consagro hoy, para que el puerto Madero perpetúe
en el tiempo el recuerdo de los esfuerzos meritorios

de su principal autor.
Sus ingenieros , los res. Hawkshaw and Hayter
han confirmado una vez más la justa fama de que go-
zan en su patria, y al decir que esta obra, la más

grande que haya ejecutado la nación, es la primera que


se termina dentro del plazo y del presupuesto que se

fió al contratista , he hecho el elogio de los constructores


Sres . Walker, y agradezco á ambos, en nombre de la
nación, su poderoso concurso .
Vemos desde aquí innumerables barcos anclados
en lo que fué el Riachuelo de Barracas; el barco que
pisamos ha penetrado por un canal que recuerda el es-
fuerzo de ingenieros argentinos, que no podrían, sin in-
justicia, ser olvidados hoy. La comisión de las obras
59

del Riachuelo y su ingeniero el Sr. Huergo , realizaron ,


dentro de los recursos y campo de acción de que dis-

ponian, un gran progreso, y cumplo un deber al aso-


ciar sus nombres á esta manifestación de gratitud na-
cional.
He terminado : bendecida en nombre del Creador,

fuente de toda verdad, y con los votos de un pueblo


entero por su fecunda influencia en bien de la nación,
entrego esta dársena al comercio nacional, para que las
facilidades que ofrezca compensen las zozobras pasadas
y sea heraldo de prosperidad y progreso .
En la tumba del general Frias

pronunciado como Presidente de la República


.

(17 DE MAYO DE 1891)

SEÑORES :

Inclinemos la frente respetuosa ante la tumba del


último granadero que fué hasta ayer página viva de
nuestra historia, sola reliquia que nos quedaba de

nuestras luchas más gloriosas, que exhibiamos en los


grandes aniversarios de la patria con veneración y ca-
riño profundo, para que su noble figura evocara todos
nuestros recuerdos y se retemplara nuestro espíritu en
presencia del que fué alto ejemplo de virilidad, de abnega-

ción y de patriotismo . Rodea esta tumba un duelo


solemne, calla el bullicio de la vida y enmudece hasta
la pasión absorvente ; el espíritu de un pueblo se re-
concentra en silenciosa meditación y solo vibra en los
aires el estampido del cañón y el fúnebre redoble del
tambor, ecos familiares que despiden al viejo soldado .
Es que esta muerte es para la patria una Orfandad :
¡ya no existen aquellos que la crearon!
Desaparece con Frias el último de
Frias esos nobles ,

varones que pudieron llamarse á la vez, hijos del pue-


blo y padres de la patria.
Soldado raso de aquel regimiento glorioso cuya

fama durará lo que dure nuestra historia, recorrió


uno á uno todos los grados de la gerarquía militar
61

en 75 años de servicios, durante los cuales se batió

por todo lo que hay de mas noble y de mas grande ,


por la independencia, por la libertad, por la integridad
de la patria.
Como granadero á caballo, como cazador de la es-
colta, como húsar de Junin 6 lancero argentino, siguió
desde Mendoza hasta el Ecuador la huella de luz que

trazaron San Martin, Bolivar y Sucre, batiéndose al la-


do de Lavalle y Necochea, y cubriendo su viejo uniforme,
como timbres de gloria, con los nombres, de Nasca y
de Pasco, de Riobamba y de Pichincha, de Chun-
changa, de Junin y de Ayacucho. Toda la epopeya
de nuestra Independencia está ahí, pues fué de aquellos
que forjaron una gran nación al golpe de sus sables y

escribieron con su sangre la primera página de su his-


toria sobre la falda inmensa de los Andes .

Fué soldado de Alvear y de Mansilla, y al lado


de Olavarría se batió en el Ombú y en Ituzaingó
donde se confirmó la fama de la caballería argentina .
En los días sombríos de la tiranía fué soldado de

la libertad y acompañó á Paz y á Lavalle en los mu-


ros de Montevideo y en la larga y cruel campaña de
Corrientes, Entre - Ríos, Buenos Aires y Córdoba, hasta
terminar la sangrienta cruzada saludando en Caseros la
caida del tirano.

De esa larga vida de fatiga y de gloria, quéda-


nos solo el recuerdo venerado . No iremos ya á oir

de su labio anciano, el relato sencillo de aquellos he-


chos gigantes que él vió y en los
que tuvo noble parte, ni
sus anécdotas harán ya revivir para nosotros el cuadro
viváz y animado en el que veíamos á aquellos solda-

dos realizar la colosal empresa, con vigor inquebranta-


62

ble en la fatiga, con valor sonriente ante el peligro,


con esa sublime confianza de los héroes para quienes

no hay tarea superior á su esfuerzo , ni revés que


amengüe el immenso amor que los anima por la patria
que formaron.

Era Frias soldado de esa vieja y gloriosa escuela


cuyo lema sencillo, proclamado diariamente en las filas,

decia : " disciplina y valor para defender la patria ." Fué


siempre leal al deber y al honor y puede hoy escribirse
al pié de su foja de servicios - la más larga que rejis-
tran los anales de nuestro ejército - estas palabras, que

encierran el ideal de la gloria militar : fué un soldado


sin mancha y sin tacha .
Fué tan bravo en el combate como modesto en

la gloria, y relataba sus hazañas con la sencillez del


valiente. Preguntábale un día si conservaba alguna
de sus espadas de la guerra de la independencia - No,
me dijo ; aunque he cuidado mucho mis armas porque
la patria era pobre y yo tambien . El sable que me
dió Necochea en Mendoza lo rompí en Junin —¡es-

taba algo sentido ! Con estar sentido el


razón debía
sable del granadero de Riobamba y de Pic hincha, pues

las heridas de lanza y bayoneta que ostentaba su cuer-


po, probaban que el enemigo nunca estuvo lejos del
alcance de su brazo .
En nombre de la Nación agradecida á sus largos

servicios, en nombre del ejército nacional que vió en él


una de sus glorias más puras, me despido de los res-
tos mortales del Teniente General Frias que reposarán
un día en el panteón de nuestras glorias nacionales.
En la inauguración de la Estatua de la Caridad

y Asilo Gallardo

( 7 DE MARZO DE 1892 )

SEÑORAS Y SEÑORES :

Concurrimos á gratísima fiesta donde el espíritu

se reposa y se huelga ante el sentimiento que la inspira


y el objeto que la promueve.
Es el más noble empleo del arte traducir eleva-
dos sentimientos en formas ó colores y con callada é
irresistible elocuencia, hablar á las masas ese lenguaje

que se escucha con los ojos, mostrándoles grupos armo-


niosos como este, en que una mujer jóven y hermosa,
llevando su mirada al cielo y atrayendo á si tiernos
niños desamparados, les dice que del cielo desciende
sobre el corazón humano la santa inspiración que la

mueve á ofrecer en la tierra alivio á la desgracia , asi-


lo al desvalido y amor de madre y calor de hogar al
huérfano desamparado.

La caridad sublime inspirando al corazón piadoso


y al artista, ha levantado este asilo y modelado este
mármol , que en sus formas felices y purísimas inmor-
taliza el mismo sentimiento que lo inspira, el más her-
moso y el más noble con que la bondad infinita dotara
al alma humana.

Felices los que realizan obras como esta, entregan-


do el exceso que la fortuna les prodigara en manos de
64

aquellos para quienes fué avara y dura, consiguiendo asi

nivelar las desigualdades del destino que rodea algunas


cunas de sonrisas, y derrama sobre ellas la abundancia
y reserva para otras, igualmente inocentes, lote de lá-
grimas, miseria y abandono. Merecen ellos bien de la

sociedad, y al otorgarles la única recompensa que pueda


ofrecer, y que pudieran aceptar, señalándolas á la esti-

mación pública, cumplo un estricto y un grato deber.


El ejemplo dado por la señora Esnaola de Gallar-
do y su digno hijo señor Leon Gallardo, será sin duda
estímulo eficaz que encontrará muchos imitadores, cuyos
esfuerzos reunidos ayudarán á resolver uno de los más
serios problemas sociales.
En el desarrollo de un pueblo todo marcha para-
lelamente y se compensa, y como la luz más brillante
proyecta la sombra más intensa, la mayor civilización
y el mayor progreso acentuarán más vivamente la luz y
las sombras en el vasto cuadro social, donde tambien los

abismos más profundos están al pié de las cumbres más


elevadas .

En las grandes capitales del mundo, famosas por


su riqueza, donde las fortunas colosales forman legión
y cuya faz externa brilla como disco de oro bruñido ,

se aterroriza el filántropo que desciende á sus capas


inferiores y se asoma al borde del abismo donde caen

los desheredados de la fortuna y entregan su triste vida


á la miseria helada que los embrutece y los devora.
Será Buenos Aires, en día lejano, como esas gran-
des capitales, colmena en donde se agiten millones de
seres humanos . Será emporio de riqueza y muchos los
favorecidos de la fortuna, para quienes la vida en la
abundancia será fácil y risueña . Pero mayor será tam-
65

bien el número de los desgraciados y más honda y más

cruel la miseria . No se ha hallado y no se hallará la


fórmula legal para curar estos males y hacer desapare-
cer estos grandes desniveles tan inseparables de la vida
social, pero queda indistructible en el corazón humano
el sentimiento de la caridad, puesto allí por previsión

divina, como el único antídoto y bálsamo á tanto dolor.


Hacen obra santa y de previsión patriótica los que

inician y sostienen estas obras piadosas, levantan asilos


donde acuden en busca de refugio los desamparados y

arrebatan á la miseria corruptora al inocente abando-


nado é impotente para luchar por sí contra el destino
adverso, y lo ponen en el sendero de la virtud y del

trabajo que conduce á la felicidad y prosperidad.


Dan ellos el ejemplo de la buena acción, que el
sentimiento general se apresura á acompañar ; y al acto
generoso y particular que levanta un asilo, sigue la

acción colectiva y que lo sostiene con el óbolo po-

pular, recogido en nombre de la caridad que nunca se


invoca en vano en nuestro pueblo.

Disminuir la miseria y el abandono, es combatir


el vicio, es sostener la virtud, es defender la sociedad,

es cumplir el fundamental deber de piedad cristiana ,


impuesto por nuestra santa religión que operó la rege-
neración del mundo con el precepto divino del amor al

prójimo.
Este monumento será para la desgracia como pal-
mera en el desierto, que indica el oasis salvador, y es-
ta institución crecerá frondosa porque sus raices beben

su savia de vida en el manantial inagotable de amor


y de caridad que encierra el corazón de esas santas

mujeres, á cuya abnegación ha sido confiado.


66

El huérfano hallará en ellas la madre que perdió


ó no conoció, y tendrá tambien su parte en esas cari-
cias tiernas y cuidados que modelan nuestra alma en

los primeros pasos de la vida, que mantienen su frescura,


su candor y su alegría y protegiéndonos contra el tem-
prano desengaño, conservan y prolongan nuestras ilu-
siones y hacen más fácil y risueña la primera jornada.
Pidamos al cielo que bendiga este hospitalario
asilo y en cuanto á sus generosos fundadores, á las

abnegadas hermanas que lo dirigen y á todos aquellos


que contribuyan á su sostenimiento y progreso, mi voz
es débil para recompensarles. Cuando esos niños se
inclinen á rezar la oración de la tarde ó entonen ale-

gres el himno de la mañana , el eco de sus voces in-


fantiles é inocentes, al elevarse, llevará á las alturas la

plegaria de la gratitud, que pedirá para sus benefacto-


res las bendiciones del cielo y será ella la más grata
recompensa para su noble acción.

Felicitando al artista inspirado que tan felizmente


ha modelado este grupo, haciéndole reflejar la virtud
que simboliza, declaro inaugurado el monumento á la
Caridad, que colocado, aquí, será un faro brillantísimo

que señala un puerto de refugio para los náufragos de


la vida .
En la tumba del doctor Pedro Goyena

pronunciado como Presidente de la República

( 19 DE MARZO DE 1892)

SEÑORES :

Pocas veces el anuncio de una existencia que con-

cluye habrá causado más unánime y sincera pena que

la inesperada noticia de la muerte del Dr. Goyena, y

puedo decir, con sentida verdad, que acompaña este fé-


retro el sentimiento nacional, dolorosamente emociona-
do por la pérdida de un ciudadano que era para su

patria motivo de legítimo orgullo.


En nombre de ese sentimiento alzo aquí mi voz

para rendir un último homenaje al que fué una de las


más brillantes y más altas manifestaciones de la inte-
lectualidad argentina, uno de los carácteres más sanos

y más nobles, una de las vidas más honestas y más


puras, al que se mostró en la tribuna y en la cátedra
honor de la generación á que pertenecía, ejemplo y
guía de las que sucedieron y que durante veinte años

escucharon de su lábio la palabra de la ciencia y de la


virtud, que queda grabada inolvidable en la memoria

de sus discípulos .
Su vasta inteligencia nutrida en el estudio cons-
tante, su poder asombroso de comprensión, de penetra-
ción y análisis, su clásica ilustración y su arte primo-
roso de exposición hacían de Goyena un orador, un li-
terato y un profesor, que absorbía por completo la
68

atención de sus oyentes, los dominaba, los deleitaba, y


venciendo todos los antagonismos arrancaba un aplau-
so de los mismos adversarios seducidos.
En el trato familiar su conversación era un hechizo,

donde brillaban las mil facetas de su ingenio como jo-

ya primorosamente tallada; lo vasto de su ilustración,

la profundidad de su pensamiento, la claridad de su


concepción, la intención y la delicadeza de su crítica,

la frase que brotaba espontánea é irreprochable, hasta


las inflexiones cariñosas de su voz , ejercian seducción

tan irresistible, que hacía imposible el diálogo, limitán-


lose el oyente á escuchar la palabra elocuentísima del
que por consenso unánime llamábamos maestro ! Y lo

era en verdad, y maestro sábio y artista eximio, y so-


bre todo eso, un modelo de austeridad y de virtud, un
varon justo, un corazón sano, que ligaba á todos los

que se le acercaban, con vínculos de cariño y amistad,


que resistía todas las divergencias, todos los antagonis-
mos de nuestra agitada vida política.
Ese espíritu sano y fuerte no cedió nunca al de-
sencanto, ni dió asidero á la duda enervadora. La fir-
meza de sus convicciones era uno de los rasgos más

salientes de su fisonomía moral, y su religión halló un


ferviente devoto y sincero creyente y apóstol.

Ha caído en pleno vigor físico é intelectual, cuan-


do se preparaba á ofrecernos el fruto maduro de su
vida de estudio y de investigación ; pero aunque su

obra queda imcompleta, sobra para la gloria de su


nombre.

La colección de sus discursos y arengas será obra ·


de consulta y de estudio como modelos clásicos de ora-
toria parlamentaria, y si como literato la mayor parte
69

de sus escritos, cuidadosamente trabajados en largos


años, permanecen aún inéditos, por lo que de ellos co-
nocemos y por la parte que dió á luz, podemos anti-
cipar que serán la joya de nuestra literatura nacional.
Pierden las letras argentinas al crítico más autorizado
y más respetado , por la exactitud y la prolijidad de su
análisis y por la cultura exquisita de su forma, la que
no escluía el vigor y la energía en la controversia, co-
mo lo demostró en polémicas que fueron seguidas con
avidez y no serán en mucho tiempo olvidadas.
Como profesor y maestro, dará fé de su obra fe-

cunda, con más autoridad que la mía, esa columna de


jóvenes, que son todos los estudiantes de nuestras aulas,
que á la noticia de esta muerte se han congregado es-
pontáneamente, llevados por el sentimiento de una des-
gracia común, y vienen á dar aquí á su maestro y á

su amigo querido el público testimonio de su cariño y

gratitud.
Ya no cruzará las galerias de nuestra facultad esa
figura simpática á quien parecía rodear una aureola de
ciencia y de bondad, en cuyo torno se aglomeraban

alegres y respetuosos los estudiantes, ni el aula repetirá


el eco de esa voz amiga que diariamente nutría y for-
maba esas jóvenes inteligencias en los preceptos seve-
ros de la verdad y de la ciencia.
Y no serán solo los estudiantes, los que recorda-
rán al muerto querido, sino que hombres ya formados
y que alcanzaron á compartir con él las tareas de la
vida pública, conservan aún vivo el recuerdo del que
fué su maestro y por quien conservaron siempre el res-
peto profundo del discipulo agradecido .
Pierde la nación un ciudadano de escepcional im-
70 -

portancia, uno de los hombres de consejo más desapasio-


nado, tranquilo y autorizado, dejando un vacío difícil

de llenar, pues rara vez se hallan reunidas en un hom-

bre dotes tan elevadas y tan variadas.


Esta vida de filósofo, dedicada toda ella á apren-
der y á enseñar, se deslizó agena á los intereses mate-

riales; cruzó la tierra mirando á las alturas, enamora-

do de la ciencia y de la verdad y sin cuidarse de las


exigencias del día siguiente; vivió la vida noble, alta
y purísima del espíritu . Al morir solo deja en su ho-
gar desamparado el recuerdo de sus méritos y sus vir-
tudes .

Tócale al pueblo á que honrára en vida, honrar


á su vez su memoria, premiar su virtud y probar que
todas las abnegaciones y todos los grandes servicios
tienen su recompensa.

Ese hogar abandonado debe quedar bajo su pro-

tección, y al ofrecer el concurso oficial, solo confirmo


el voto del sentimiento público .

Si algo puede compensar para los compañeros de


su vida y herederos de su nombre la inmensa pérdida
sufrida, sea ello el testimonio del duelo nacional que

aquí presenciamos y que prueba la alta estima en que


era tenido y el sentimiento unánime que su muerte

inspira.
Presidiendo la colación de grados

en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales

( 24 DE MAYO DE 1892 )

SEÑOR RECTOR :

SEÑORES ACADÉMICOS : SEÑORES DOCTORES :

SEÑORAS Y SEÑORES :

En otros países y en otras universidades los estu-


diantes vistenun uniforme propio, ó al menos usan
una prenda de uniforme que les es característica . El

día que su carrera termina, el traje cambia. Esta cos-


tumbre tiene su simbolismo : el cambio de traje importa

decir que el estudiante ha llegado ya á su pubertad


intelectual. Sabéis ya emplear y esgrimir las armas
del saber y entráis á ocupar vuestro puesto de solda-
dos del pensamiento y de la verdad . Los que os pre-

cedimos en la tarea sin fin, abrimos con placer las fi-


las para daros vuestro puesto, hasta tanto suene para
nosotros la hora del descanso y os lo entreguemos por

completo.
Termináis vuestra carrera de estudiantes y váis á
entrar, jóvenes doctores, en la vida activa del hombre
en la última decena de este siglo que vió á nuestra
patria aparecer, constituirse y organizarse. Ha sido la
tarea difícil, ruda y cruenta á veces, de varias genera-
ciones. Ha sido siglo de lucha y de vida embrionaria .
72

Entráis á ocupar yuestro puesto de labor cuando ella


ha adquirido ya sus formas externas definitivas ; pero
queda aún inmensa obra que realizar, para trabajar su
masa, depurarla, hacerla homogénea y adaptarla en su
conjunto y en sus detalles al soberbio modelo que he-
mos adoptado. Es esa la tarea del siglo próximo y es
esa vuestra misión. Seréis entonces los encargados de

regir los destinos de vuestro país, y será vuestra obra ,


obra de paciente labor, tranquila y constante. Se-

réis los encargados de fijar en vuestra patria los ras-


gos definitivos de su fisonomía nacional.
Hace más de veinte años que un jóven, como vo-

sotros, en toda la plenitud de la esperanza y de la ilu-


sión, se despedía de estas aulas para emprender el ca-
mino de la montaña .

La universidad, nuestra madre intelectual, había


provisto el bagaje del estudiante y con cariñoso cuida-

do puesto en él todo lo que la lección y el consejo


pueden dar de útil, para fortalecer el espíritu y salvar
las asperezas del camino. Ella lo condujo hasta la
puerta de este hogar común, y allí besándole la fren-
te y estrechándole la mano, le indicó la senda, y el

estudiante partió. Lleva andado largo camino, ha su-


bido y ha bajado las cuestas de la montaña, ha atra-

vesado valles risueños, sendas ásperas y pasos difíciles


días de luz y horas de tinieblas, ha visto pueblos y

gentes diversas, sintió crecer su experiencia, disminuir


sus entusiasmos, acumularse surcos sobre su frente y

disiparse muchas ilusiones.

Han pasado los años, y hoy vuelve por vez pri-


mera al punto de partida; recuerda los días lejanos, las
aulas donde nutrió su espíritu, el maestro y el condis-
73

cípulo desaparecido, y mezcla estraña de gratos recuer-


dos y profundas tristezas emocionan su espíritu .
Permitidle, ya que lo habéis invitado á acompa-
ñaros en este acto , que se siente un momento en el

viejo y querido hogar, que limpie de su frente el sudor

y el polvo de la jornada, y rodeado por los jóvenes doc-


tores que se preparan á emprender idéntico camino,
evoque sus recuerdos, y en íntima y amistosa conver-
sación les cuente lo que vió y lo que aprendió, y les

dé así lo único que puede darles para aumentar su


bagaje: una parte de su experiencia !
Es necesario, jóvenes amigos, en el camino que
váis á recorrer, tener un ideal, un propósito, y adoptar-
lo desde ahora aprovechando toda la pureza de vues-
tras almas. Una vida pública que se desenvuelve, si
no quiere ser juguete de , los acontecimientos, de las
pasiones, de los intereses encontrados, debe tener su es-
trella polar.

Para saber que camino se ha de seguir, es nece-


sario saber donde se quiere llegar. El secreto de la
energía y el nervio de todas nuestras acciones consiste
en eso, pues esa fijeza de objetivo hace imposible las
vacilaciones en los momentos decisivos en que van á

fijarse rumbos trascendentales .


Esta persistencia en el propósito , no exige, por el
contrario excluye, la intransigencia en los medios. To-
dos son buenos cuando son eficientes, y pueden ser

honradamente empleados cuando pueden ser pública-

mente confesados ; pues solo la deslealtad, la cobardía

ó el delito necesitan esconderse. Los obstáculos hay

que vencerlos ó desviarlos; solo los ciegos se estrellan


contra ellos .
74

He visto hombres y partidos luchar con apasio-


namiento, agotar las violencias del lenguaje, apelar á
todos los medios para alcanzar el triunfo, y por últi-
mo chocarse en lucha armada; y creí que estos hechos
labrarían entre hermanos hondos abismos . Pero en día

próximo ví á los adversarios unidos en acción común,


los que antes se habían combatido se apoyaban, y el
elogio reemplazaba al vituperio . Y este espectáculo
que he visto repetirse, me enseñó que si bién en las
luchas políticas debemos llevar todo el entusiasmo, toda
la energía y todo el poder de acción de que seamos
capaces, no debemos salvar jamás las vallas del respeto
recíproco, ni lanzar palabras irreparables, ni suscitar
odios insensatos . El respeto al adversario y á su in-
tención lo exige el respeto propio, pues na lie posee el
secreto exclusivo de la verdad y del patriotismo , y
hasta el error mismo, cuando es sincero, debe ser res-
petado por los hombres, porque es humano .
He visto muchos éxitos rápidos defraudar las es-
peranzas que hicieron nacer, y he visto llegar con paso
seguro á los que trabajaron con constancia y sin im-

paciencia. Esto prueba que no hay obra útil ni grande,


si no la fecunda el trabajo y el tiempo.
He visto disiparse muchos entusiasmos, revocarse
muchos juicios, y he asistido á la apoteosis de los que
fueron vencidos; lo que me demostró que no es el jui-
cio más exacto el juicio del momento; y que tiene ra-
zón el que la tiene al día siguiente. La popularidad
en las masas tiene halagos de sirena, pero atrae á esco-
llos donde he visto naufragar más de un mérito ver-
dadero . Nuestra propia historia nos dice que para los
más grandes hombres de nuestra patria la justicia fué
75

póstuma, y generaciones que no los vieron, tuvieron


que reparar amargas injusticias contemporáneas . Es
que la multitud obra solo por pasión , aplaude lo que
la halaga y ataca lo que la contraría ó no comprende.
Tienen más acción sobre ella los agitadores que los

pensadores, y se deja fácilmente engañar. Hay en el


fondo de sus agitaciones un instinto justo, pero fácil-
mente se extravía y se excede casi siempre.
No toméis nunca el aplauso por objetivo ni por
guía : él vendrá á su hora si lo merecéis en verdad.

Hay otro guía más seguro dentro de vosotros mismos :


vuestra conciencia sana; seguidla siempre y, si es nece-
sario, sufrid por ella.
En los momentos supremos ó difíciles, concentraos
dentro de vosotros mismos, procuráos una idea exacta
de vuestro deber, y cumplidlo sin vacilar ante ninguna
otra consideración. • Procediendo así, vencedores ó ven-
cidos, seréis siempre respetados .
La energía y el carácter no consisten en la vio-

lencia de la palabra ó de la acción . La verdadera ener-


gía y el verdadero carácter, son como el valor, tran-
quilo y moderado , siempre á la altura de las exigencias,
sin alardes y sin vacilaciones.
Seréis mañana los legisladores y los constituyen-
tes; y vuestro más grande anhelo será corregir los vi-
cios que hoy afean nuestra vida politica, y que han
sido y serán orígen de males contínuos . No incurráis
en el error de buscar en la ley escrita el remedio á
un mal que está en los hábitos, porque vuestro trabajo
será estéril.
Hace veinte años se reunió en esta ciudad una Con-

vención . Èrais muy niños y no la recordáis ; os diré


76 --

su historia, porque es un ejemplo y una lección . Una


inspiración patriótica había impuesto silencio á todas
1
las pasiones, tregua á la lucha; había borrado los
antagonismos y convocado á una célebre Convención á
cuantos tenían un nombre en los anales del saber y

de la inteligencia. Había allí viejos patricios llenos de


ciencia y de experiencia, y jóvenes de brillante porve-
nir, orgullo de las aulas que recién abandonaban.
Fué aquello un torneo del saber y de la elocuen-
cia , y se trabajó para la primera provincia argentina

una constitución modelo; sus autores creyeron sincera-

mente haber establecido la piedra angular del monu-

mento institucional de la República.


Se vió más tarde, no sin cierto asombro, que no
se habia adelantado un paso en materia de prácticas
políticas, y si algún cambio se había operado, era tal
vez un retroceso. Es que habían olvidado que en cues-
tiones institucionales vale más una costumbre mediana

que cien Constituciones buenas, y que la conducta de


un pueblo obedece más á sus hábitos y tradiciones ,
que á sus leyes escritas .

No quiero decir con esto que debemos renunciar á


nuestro progreso legislativo é institucional; importa

solo demostrar que hemos procedido en orden inverso


al natural y lógico. Olvidan, al copiar á nuestro mo-
delo, que la obra de los grandes constitucionalistas ame-
ricanos fué muy diversa de la nuestra. Por la manera

como se había creado y formado, ese nuevo pueblo era


solo un retoño del viejo pueblo inglés, con sus usos,

costumbres, leyes y creencias: en una palabra, con su


esperiencia de siglos.
El día que se desvincularon de su rey, la repú-
-- 77

blica estaba hecha; restábale solo traducir en fórmulas

5 escritas sus usos políticos, sus derechos reconocidos y


respetados, amoldarlos en la forma republicana . Esos
grandes hombres crearon un mecanismo perfecto que
ha resistido la prueba de un siglo, pero sus elementos
vitales estaban ya encarnados en su pueblo.
¡ Cuán distinta la tarea de nuestros constituyentes

que han tenido , no solo que organizar, sino que civi-


lizar, tarea que dura aún !
La instrucción cívica de las masas, con la palabra

hablada y escrita , con el ejemplo constante y elevado ,


en todos los campos y en todos los momentos , esa es
la gran misión digna de los que entran á la acción
con todo el empuje y el entusiasmo de las primeras

ilusiones; esa es la gran tarea y por ese camino llega-


rá nuestra patria á ser moral y políticamente tan gran-
de, como lo es y lo será por la extensión de su terri-
torio y sus riquezas materiales.

Voy á terminar; pero antes permitidme un último


consejo. La amistad nacida en la vida común de las
aulas, entre niños que compartieron los primeros afa-
nes y las primeras ilusiones, que juntos velaron en las
horas dedicadas al estudio y que unidos se lanzaron
en las primeras aventuras juveniles, es el vínculo más
grande que une á los hombres, es el sentimiento más
resistente á las vicisitudes de la vida. Á medida que los
años avancen ese sentimiento fraternal os servirá para
salvar muchos abismos, suavizar muchas asperezas, y

os ofrecerá aliento y apoyo en esas horas difíciles en


que el ánimo más firme se siente desfallecer. No per-

mitáis jamás que las pasiones de la vida pública des-


truyan esas amistades, que no serán reemplazadas,
78

conservadlas como tesoro de vuestra vida íntima y


defendedlas contra la acción destructora de la lucha

de ideas, aspiraciones y propósitos antagónicos, que es


condición de la vida democrática .

He terminado. Lo que os dejo dicho no tiene otro


mérito que la sinceridad de mi deseo de que veáis col-
madas todas las nobles y altas ambiciones que hoy

agitan nuestra alma; vuestro porvenir es el gran anhelo


del patriotismo, porque lleváis en vuestro corazon y en
vuestro cerebro el secreto del porvenir de nuestra pa-
tria.
En este día, uno de los más hermosos en la her-

mosa primavera de vuestra vida, váis á despediros de


las aulas y emprender á vuestro turno el camino de la
montaña. Lleváis la palabra de estímulo y de aproba-
ción de vuestros maestros; sobre vuestra frente, como

bendición divina, el beso de la madre que ve colmados.


sus afanes; y vuestra mirada se cruza tal vez con otra
mirada que os penetra y acaricia el alma y os habla
en secreto el lenguaje misterioso del corazón. Entonad

el himno de todas las alegrías. Adelante y sed felices .


La sociedad y la patria os esperan .
Apropósito de un Manifiesto

( 18 DE AGOSTO DE 1893 )

No es esto ni una polémica que empieza ni una

defensa que ensayo . No deseo la primera, ni creo ne-


cesitar de la segunda . Atravesamos una época fecunda.
en lecciones para los estadistas del porvenir, y lo que

voy á escribir, recortado y guardado en los cartones de


algún coleccionista, podrá servirles, tal vez , como ele-

mento de juicio. El motivo que me induce á publicarlo


Son ciertos párrafos de la Exposición del Dr. del Valle ,
que aluden á mi intervención en los últimos sucesos .

La crisis del ministerio Cané á principio de Julio


se presentó con los caracteres de una crisis Presidencial .
Pedían la renuncia del Presidente todos los diarios de

la capital que reflejan la opinión de diversos círculos


políticos. Los que no la pedían directamente la anun-
ciaban como inminente. El señor Presidente, inclinado
ya á esa solución, pidió consejos á varios ciudadanos.

Las opiniones vertidas fueron publicadas y no necesito


recordarlas.

Aconsejé entonces al señor Presidente que apelara


á cualquier partido ó á cualquier hombre público antes
de dar con su renuncia la señal del derrumbamiento .
Tuve ocasión de indicarle al mismo Dr. del Valle
80

á quien sabía ganoso de aceptar la tarea, y el doctor


López sabe con cuanto interés seguía sus trabajos para
formar su gabinete. Un telegrama que me fué dirigido

al Rosario de la Frontera, y que tuvo ocasión de leer


el señor gobernador de Salta, prueba lo que dejo dicho .

Con estos antecedentes, notorios, puedo afirmar que

podrá acusárseme de todo menos de sentimientos hos-


tíles hacia el gabinete del doctor del Valle.
No era que ignorase cuáles eran las opiniones
políticas del nuevo ministro; por el contrario, sabía que
sus ideas de gobierno eran diametralmente opuestas á
las mías, y aunque nunca he dudado que estuve en la
verdad al realizar una política conservadora que permi-
tiera al país vencer grandes peligros y alcanzar en paz
la normalización lenta, pero segura, del régimen interno;
no me hacía violencia que se sometiera esa política á
una contraprueba y se pusiera en práctica el sistema
contrario. Aunque nunca he tenido fé en los liberta-
dores, restauradores y regeneradores que tanto pululan
en nuestra América, estaba pronto á reconocer mi error
y á aplaudir el ministerio si su política conseguía para
el país, como lo había prometido, mayor suma de li-
bertad, de orden, de progreso , en una palabra , mayor
bienestar.

Creía también que las responsabilidades del poder


moderarían ciertos impulsos, modificarían las ideas ex-
tremas y fiado en la clara inteligencia y en la energía
del jefe del nuevo ministerio, estaba seguro que al rea-
lizar sus fines políticos en el gobierno , salvaría siem-

pre los intereses fundamentales de la nación.


81

Me ausenté de esta capital con destino á las pro-


vincias del norte el día que se recibió el nuevo minis-
terio . Hasta Jujuy todo estaba tranquilo . A los treinta
días regresaba á esta capital y parecía imposible que
en tan breve tiempo se hubiera operado el cambio que
vine observando. Todas las provincias del interior en

plena alarma, sin otra preocupación que defenderse


contra la anarquía inminente. La garantía de la au-
toridad nacional había desaparecido y los gobiernos de
provincias se sentían librados á sus propias fuerzas y
se preparaban á usarlas para defenderse de las sorpresas
de la sedición .
Los servicios nacionales estaban interrumpidos.
Durante diez días no hubo correos regulares en las
provincias del norte; los estafeteros de la nación ha-
bían sido detenidos y presos en Santa Fé y parte de
la correspondencia secuestrada. El telégrafo nacional
sólo funcionaba en cuanto lo permitían las fuerzas re-
volucionarias. Los ferrocarriles nacionales habían sido
arrebatados de manos de las compañías por particulares

armados, sus empleados destituidos unos y presos otros ,


las líneas destruidas en partes, algunos puentes volados

y empleadas las máquinas y tren rodante en la con-


ducción de fuerzas armadas .

Dos provincias tenían por único gobierno una

junta revolucionaria nombrada por sí misma, y en la


provincia de Buenos Aires toda autoridad había des-

aparecido, ó más bien, era autoridad todo el que con-


seguía reunir cuatro hombres y dos carabinas.
La capital federal estaba incomunicada con la mi-
tad de la provincia, y hasta cierto punto sitiada, pues
los artículos de primera necesidad habían subido enor-
82

memente de precio, porque su libre entrada la estor-


baban grupos de gente armada. Por último, cuando se
nos había anunciado, con voz que oyó toda la Repú-

blica, que nadie, siquiera representara la autoridad au-


tonómica de una provincia, sería osado de mover armas
sin permiso de la autoridad nacional, llegábamos á ver
que todas, gobiernos de provincia y partidos políticos
movilizaban milicias, agrupaban batallones y divisiones

comandados por jefes y oficiales con uniforme de la

nación, tenían cañones y ametralladoras y que tres

ejércitos operaban libremente y se preparaban á san-


grienta batalla á la vista y paciencia del gobierno fe-
deral, único condenado á no poder mover el suyo , que

severamente acuartelado , presenciaba silencioso y entris-


tecido , este inmenso desórden en que desaparecía por

completo la autoridad tutelar de la constitución y de


las leyes de la nación. Era un espectáculo genuina-

mente sudamericano y sólo posible hoy en nuestro con-


tinente.

¿ Cómo habíamos llegado á tal extremo ?

Cuenta la historia que, con el objeto de sanear


suburbios pobres y antihigiénicos de la antigua Roma,
resolvieron sus autoridades aplicarles el fuego. Las lla-
mas devoraron pronto el barrio condenado, pero el viento ,
que los hombres no gobiernan, las avivó y la extendió,
y el fuego se propagó á los barrios más centrales y
alcanzó los grandes palacios, llegó á los templos y el
Emperador romano pudo darse el placer de contemplar
desde las alturas á Roma, á punto de desaparecer de-
vorada por un colosal incendio.
83

Para algo sirve la historia, y sus ejemplos acon-

sejan huir de ciertos medios , pues nadie tiene poder


para decirle al fuego ó á la anarquía : de aquí no pa-
sarás.

La noche de mi llegada á esta capital acudieron


á mi casa varios amigos que discutían alarmados los
sucesos del día y culpaban al gobierno nacional . El
señor ministro del Interior, doctor López, presente, de-

fendió al gabinete, manifestando confianza en él resul-


tado final y afirmando que el desórden del momento
era imputable única y exclusivamente al Congreso, que
al rechazar la ley de intervención había detenido la
acción del ejecutivo .
Esa noche y el siguiente tuve ocasión de hablar
con la mayoría de los señores senadores y diputados
y pude informarme de que todos se daban cuenta de
la gravedad de la situación y estaban dispuestos á
prestar su concurso para salvarla. La razón fundamen-

tal por la que habían rechazado la intervención pedida


por el ministerio del Valle, era porque no admitían

que un ministro nacional pudiera fomentar la revolu-


ción y el derrocamiento de las autoridades de las ca-

torce provincias , para en seguida pedir y obtener una


ley de intervención amplia que le permitiera reorgani-
zarla á su paladar político. Aun salvando las inten-
ciones presentes, el antecedente sería funesto.
La inmensa mayoría de la opinión representada por
el elemento conservador y aún una de las fracciones po-
líticas militantes pedía en todos los tonos que se pusiera
remedio á la situación, porque instintivamente presen-
tían que se estaba jugando los destinos del país.
84

Con estos datos, hice una visita al señor ministro

del Interior y le manifesté que creía fácil que el Con-


greso votase la ley de intervención que había pedido
el ministerio, si se le daba alguna garantía de que no
serviría á interés político determinado, sino simplemente
á garantir el sufragio libre en la organización de los
poderes de la provincia .
El señor Ministro me contestó que nadie tenía
derecho á dudar de la imparcialidad del ministerio.
Que cuando se pidió la intervención se había discutido
en acuerdo el nombre de los interventores, y que en-
tonces se había convenido en ofrecer la de Buenos Ai-

res al doctor Tejedor, cuyo nombre importaba por sí


sólo todas las garantías exigibles . Se extendió en este
orden de ideas en presencia de otros señores, y ter-
r
minó por decirme que conocedo de la opinión del se-

ñor Presidente y de sus colegas , podía garantir que si


la ley de intervención era votada, el cargo de interven-
tor le sería ofrecido al doctor Tejedor ó á otro ciuda-
dano en sus condiciones , si éste no aceptaba.
Antes de conferenciar nuevamente con los miem-

bros del Congreso, tuve ocasión de hablar con el doctor


Tejedor, y puesto por mí en conocimiento de lo que

pasaba, me manifestó que en vista de la gravedad de


la situación y si se le daba completa libertad de ac-
ción, estaría dispuesto á aceptar el cargo si él le fuera
ofrecido por el señor Presidente de la República.

Hice presente todo esto á los señores senadores y

diputados, y resolvieron en gran mayoría votar la in-


tervención. Supe más, que consultada la opinión del

Presidente por algunos senadores y diputados , les con-


testó que cumpliría las leyes que sancionara el Con-
85

greso, y que en caso de tener que nombrar un inter-


ventor su candidato había sido y era el doctor Tejedor.
En ese día se recibía en la Secretaría de la Cá-

mara un mensaje del P. E. en que daba cuenta de la

acefalia en que quedaba el P. E. de la provincia de


Buenos Aires, por renuncia del señor Dollz, á fin de

que el Congreso tomara las medidas que creyera con-


venientes.

De lo expuesto se deduce evidentemente que la


intervención pedida y sostenida con calor ante el Se-
nado por el Ministro de la Guerra, iba á ser acordada,
haciendo acto de buena voluntad hacia el P. E. dán-

doles los medios de poner fin á una situación anormal


y peligrosa, y permitiéndole garantizar los intereses le-

gítimos de todos los habitantes de la provincia . Nadie


podrá jamás interpretar como acto de hostilidad hacia

un ministerio , el votarle una ley dándole facultad am-


plia para intervenir una provincia y organizar sus po-
deres, ni admitir que un acto tal de confianza sea el
resultado de una intriga palaciega, ni mucho menos una
puñalada por la espalda.
En poder del Congreso el mensaje del P. E. y
resuelta ya por la comisión respectiva la forma del des-
pacho, recibí un aviso del señor Ministro del Interior
con carácter de urgente y grave, anunciándome que el
señor ministro de la Guerra, desde la Plata, se oponía
á que se votara la ley de intervención.

Conteste que por mi parte ya había terminado mi


gestión oficiosa, que el asunto iba á ser tratado en las
Cámaras, y que si se divulgaba la opinión del señor
ministro de la Guerra, lejos de evitar la sanción podía
precipitarla. Así sucedió.
86

En efecto , el señor Ministro de la Guerra, según


él mismo lo ha reconocido en su Exposición , había

cambiado de opinión, estaba en contra de la ley, y

ante la resolución del señor Presidente de cumplirla,


pidió ser él el ejecutor por las razones que ha dado .
Verdad que la situación había cambiado. Cuando
se formuló el primer pedido había un gobierno armado
y al parecer resuelto á resistir y dos ejércitos revolu-
cionarios en vías de formación, y al votarse la ley ya
no existía el gobierno ni sus fuerzas, uno de los par-
tidos habia sido desarmado y el otro se había apoderado

de la situación, que le pertenecía - et par droit de con-


quête - según el señor Ministro, aunque no faltan mal
intencionados que aseguran que no fué por su sólo es-
fuerzo y que alguien hizo en esta tragedia el papel de
Duguesclin.
La ley venía á evitar resultados que se creian ma-
temáticos, y los interesados se han vuelto irritados é

hirientes contra los que suponen autores de una intriga


que desbarataban planes que nadie conocía, pues sólo
se descubren hoy.

Son estos los hechos que cada uno comentará á


su placer. Nada tengo que ocultar ni de que arrepen-
tirme. Puede que alguien lamente que no hayan sido
derrivados y regenerados los catorce gobiernos de pro-
vincia y reemplazados por otras tantas juntas revolu-

cionarias que pusieran en práctica con juvenil candor


las nobles aspiraciones de la primera edad, y en medio
de las cuales se elevaría como un anacronismo nuestro
venerable Presidente. Por mi parte, y creo que con-
87 -

migo la inmensa mayoría preferirá que sean ciudadanos


como don Eduardo Olivera quienes presidan á la re-
construcción de autoridades legales. que nadie se
Lo
explicará es cómo una ley de intervención y el nom-

bramiento de tales ciudadanos pueda dar por resultado


que no se persiga á los ladrones. Respetemos las de-
bilidades ajenas y esperemos que los hombres y las
cosas recuperen su estado normal.
En la tumba del doctor Lúcio Vicente López

(30 DE DICIEMBRE DE 1894. )

SEÑORES :

Lamento de amarga pena, grito airado de justa


protesta, mezcla confusa de tristeza y de indignación ,

agita hoy á nuestra sociedad y agitará mañana á la


República toda ante esta inmensa desgracia é inmensa
injusticia. Pierde la patria una de sus mas grandes espe-
ranzas, hoy que siente necesitarlas para descansar sin

las zozobras del porvenir; pierde una familia dignísima


su foco de calor y de atracción, en cuyo torno se con-
fundían canas veneradas é infantiles esperanzas , tres

generaciones unidas bajo la égida del amor y del ho-


nor que fué ley de su vida ; pierde la sociedad una
de sus más brillantes personalidades; pierden sus ami-
gos algo que se había enredado en los tejidos íntimos

del propio ser, que la muerte ha desgarrado al arran-


carlo á nuestro cariño .

Todo esto se arrebata á la patria, á la familia, á


la sociedad, á la amistad, sin razón y sin derecho, en
nombre de exigencias que acusan un atavismo de bar-
barie, á cuya influencia todos hemos cedido casi incons-
cientes, siendo necesario que cayera este cadáver en
nuestros brazos, para despertar nuestra conciencia á la
horrible verdad.

Ha muerto por haber cumplido con su deber co-


mo entendió que debia cumplirlo, y el azar de una
bala ha fallado su causa, anteponiéndose al juicio de la
89

sociedad y violando el sagrado de la conciencia que

guió sus actos , cuando servía á su país ofreciéndole


el sacrificio de sentimientos íntimos, de su tranquilidad
y hasta de su vida misma. Por eso el sentimiento

público da testimonio de un duelo nacional, porque vé


y siente que esta muerte es la cruel recompensa que
el destino acuerda á grandes servicios prestados á la
comunidad.

Hoy que la muerte acallando las pasiones, des-

peja nuestra vista y fija los contornos de su persona-


lidad moral, Lopez se destaca como figura culminante
al frente de su generación. Dirán otros lo que era co-

mo inteligencia de raza, cultísima y vasta, que se adop-


taba con eficácia poderosa á todas las exigencias de
la vida pública y privada; dirán lo que fué su vida

laboriosa á infatigable, luchando siempre contra la suer-


te esquiva y venciendo siempre sin un desaliento y con
la sonrisa en los lábios; dirán como cae en plena ma-

duréz cuando empezaba á actuar con brillo en el vasto


escenario nacional, manteniendo en alto y prometiendo
elevar aún más un nombre ilustre en nuestra historia ;
dirán lo que fué como ciudadano , como hijo y como

padre ejemplar. Yo solo me siento capaz de de-

rramar sobre su tumba lágrimas sinceras y de decir


que los sentimientos amistosos que inspiró, que se han
podido apreciar en toda su magnitud ante la terrible

realidad de su pérdida, solo pudo inspirarlo un alma


grande y sana .

Querido Lúcio, en nombre de la amistad, pido pa-


ra tu alma la justicia del cielo, ya que la de la tierra
te fué ingrata, y para los tuyos, bálsamo de consuelo,
si es que lo hay, para tanto dolor.
En la tumba del doctor Ignacio Pirovano

(3 DE JULIO DE 1895)

SEÑORES :

Otra palabra más imparcial que la mia dirá lo


que nuestra pátria pierde con esta muerte y trazará el
perfil intelectual y moral del sabio y del maestro. Yo

solo puedo traer aquí la íntima palabra de despedida ,


al que fué, más que un viejo amigo, nn hermano cariñoso

y querido. Juntos emprendimos el camino de la vida,


allá con las primeras claridades de la aurora; juntos
seguimos la alegre marcha en las risueñas horas juve-
niles; más tarde vinieron las esperanzas y las zozobras ,
los triunfos y las fatigas en las ardientes y febriles

horas del medio día, y trepando nuestras sendas para-


lelas, nos acompañabamos con la mirada enviándonos

la palabra de estímulo ó de aliento . Hoy nos despe-


dimos para siempre al declinar la tarde, triste tarde de

otoño en que miramos el camino cubierto de hojas


marchitas que fueron verdes y lozanas, gris y obscuro
el azul del cielo, y en la que sentimos nuestro cuerpo
estremecerse al contacto de rafagas heladas , que des-

cienden de lo alto, donde ya se cuajan los hielos del


invierno cercano .

Estas separaciones dolorasas agolpan á la memo-


ria todos los recuerdos de la vida, y el alma entriste-

cida goza en renovar las escenas y las épocas pasadas,


91 -

recuerdos queridos que acarician nuestra frente y nos


llenan de lágrimas los ojos. Contemplo nuevamente
bajo las viejas bóvedas universitarias aquel joven estu-
diante alto , delgado, de facciones
pronunciadas, de mi-
rada inteligente, de andar descuidado , vivaz y movedizo

bajo una apariencia seria y grave; querido y temido


.
por sus profesores, y quienes tenia siempre inquietos.
por las continuas sorpresas de una imaginación traviesa;

adorado por sus condiscipulos, que se estrechaban en


su torno, haciéndolo el centro de esas agrupaciones ju-
veniles que la simpatia reciproca reune y vincula, y que
al tiempo deshace uno á uno, como soldados que van
cayendo en el perpetuo avance sobre lo desconocido.
De ese grupo de amigos, concluidos los estudios

preparatorios , todos menos uno se dirigieron á la facul-


tad de derecho; solo Pirovano se separó siguiendo una

vocación irresistible que se manifestó desde la primera


hora, se encerró en un hospital y el estudiante bulli-

cioso é inquieto, hasta entonces poco amigo de los li-


bros, se entregó de lleno con estusiasmo y con pasión
á sus nuevos estudios, y cuando concurriamos á visi-
tarle en su estrecha celda de practicante interno, para
incitarle á renovar las conocidas hazañas, nos detenía ,

nos hablaba de sus autores favoritos y nos mostraba,


cual si fuera obra cincelada por mano de maestro, al-
guna preparación anatómica, que solo merecia de nues-
tra ignorancia un gesto de repulsión . Su espiritu vivaz
se revelaba de vez en cuando, enriqueciendo con más
de una anecdota las crónicas de la facultad; pero la

pasión por su estudio predilecto aumentaba cada día y


sus viejos maestros y sus condiscipulos miraban surgir
en el anfiteatro, como un astro que se levanta, la forma
92

del brillante artista, que llega en breve tiempo á ser


una gloria nacional, el maestro venerado de toda una
generación de cirujanos y el fundador de una escuela
cuyos discipulos honran la ciencia argentina.
Cuando nuestra facultad le hubo dado todo lo que

en su modesta esfera podia ofrecerle ; el joven médico


busca mayor caudal en las fuentes mismas del saber,

y los sabios del viejo mundo descubren en él una bri-


llante promesa para la ciencia, comparten con el sus
estudios y lo devuelven á su país proclamándolo maes-

tro, y maestro eximio .

Regresa á la pátria, donde su fama extiende pronto


fuera de sus mismos límites y llega su nombre á ser un
consuelo y su presencia un alivio. Tal es la fé inmen-
sa que inspira su ciencia y su inteligencia.
Cuando pudo abandonar el aula y la cabecera del
enfermo, y confiar ese trabajo que absorbió todos las
horas de su vida á sus alumnos maestros, cuando ha-

bia llegado la hora de consagrarse á condensar toda su


ciencia y su experiencia en una obra que hubiera sido
un monumento científico , la muerte lo arrebata en ple-
na fama y gloria, apaga el eco de su palabra llena
de erudición y de saber, y deja incompleta la gran
tarea.

Pero había algo en él más grande que su ciencia,


y era la inagotable bondad de su alma. En el trato

Intimo este atleta tenía ternuras de niño y la exquisita


sensibilidad de una mujer; era ingénitamente incapaz
de un mal pensamiento ó de una mala acción; ese

hombre que hundia su escalpelo en carne viva con impa-


sibilidad marmorea, que abria , sin que un músculo de
su cara traicionara la terrible lucha interna, la garganta
93

de la propia hija para arrebatarla á una muerte cierta ;


ese hombre veia correr sus lagrimas de niño ante una
escena de ternura ó de dolor moral; y cuando era lla-
mado al hogar del pobre á prestar los auxilios de la
ciencia, no solo las daba cumplidos, con solicitud y con
cariño, sino que en presencia de la miseria que lo ro-

deaba surgia el filántropo, que deslizaba bajo la almo-


hada del paciente la dádiva generosa, confuso y per-

turbado cuando la acción apercibida provocaba manifes-


tagiones de gratitud de que huía su innata modestia.
El último año de su vida agiganta su figura.
Sentirse fatalmente condenado, ver llegar la muerte
paso á paso amenazando en su forma más horrible; y

esperarla tranquilo y sereno, sin un lamento , ni una


palabra de queja contra la injusticia de su destino, con
toda la viril entereza del justo, preocupado solo del
dolor ó de la suerte de los suyos, es el más alto ejem-
plo de fortaleza y de grandeza moral que un hombre
pueda dar.
Grande, noble, sabio y bueno, el lugar que ocu-

paba en nuestra sociedad se mide por el inmenso vacio


que ha dejado. Sentimos que algo nos falta, algo co-
mo el centinela armado que velaba por nuestra
vida contra el ataque de enemigos invisibles , y por

esto sobre esta tumba, todo, hasta el egoismo, llora .


Ignacio querido: en nombre de aquellos tus com-
pañeros en días lejanos y felices, de los que algunos
te han precedido y otros rodean tu tumba; en esta hora
solemne, te envío la palabra de triste despedida, y si
ella llega á las alturas en que reposas, ha de ser grata
á tu espirítu, porque te llevará el recuerdo de uno de
los grandes y puros cariños de la vida.
Cuestión de límites con Chile

( SENADO NACIONAL )

( 18 DE MAYO DE 1895 )

Sr. Pellegrini Pido la palabra.


La honorable Cámara ha oido la exposición del
señor Ministro, que el pueblo entero de la República
conocerá mañana; y me felicito de haberla provocado,
porque creo señor Presidente, que estas cuestiones que
afectan los intereses más vitales de este país, que hie-

ren lo que tiene de más susceptible y más sagrado, el


honor nacional, deben ser conocidas en toda su verdad

y en todos sus detalles, por todos los ciudadanos de


la República, para que ellos sepan hacia donde se en-
caminan nuestras relaciones, cuáles son las perspectivas
del porvenir, y para evitar, sobre todo , que el error ó
la ignorancia, hiriendo esa fibra sensible, nos conduzca
á extravios ó extremos lamentables.

Lo que el señor Ministro ha dicho, era ya cono-


cido por muchas personas que tienen medios de infor-

mación bastantes para poder seguir la marcha de nues-


tros asuntos internacionales, pero no era conocido de

la generalidad.

Yo creo que en estas cuestiones diplomáticas, la


República Argentina no debe optar por una lucha de

habilidades, ni pretender obtener un triunfo por la ma-


yor sagacidad de sus estadistas, porque todas las na-

ciones saben defender con igual competencia y decisión ,


95

lo que creen su interés ó su derecho. La verdad y la

franqueza leal y honradamente expresadas, son siempre


la norma más segura en las relaciones diplomáticas.
Creo que la diplomacia argentina, en estas cues-

tiones de límites, debe hacerse, como decía el príncipe


de Bismark, en mangas de camisa: es decir, debe ser

la expresión franca, leal, sincera, de lo que la Repúbli-


ca Argentina considera su derecho y de lo que sosten-
drá en todo tiempo, en toda ocasión y en todo

lugar.
El día que la República haya hecho la declara-

ción categórica de su política internacional, se sabrá


dentro y fuera del país, que lo que persigue es el cum-
plimiento leal de los tratados con el espíritu más gran-
de de fraternidad americana y de consideración para

todas las repúblicas vecinas, dentro del respeto de su


propio derecho.
Si hasta hoy no ha habido, señor Presidente, en

los últimos tiempos, conflicto alguno ni divergencia que

pudiera despertar temores al patriotismo argentino, ¿ có-


mo se explica este hecho anormal, de que la República
toda, de un extremo al otro, se haya sentido estreme-

cida ante la casi seguridad de un peligro inminente y


que esta conciencia no solo haya existido dentro de la

República, sino que haya alcanzado al exterior, y que


todas las naciones que tienen con nosotros vínculo de
algún género, estén á la expectativa de los sucesos que
se desarrollaran en un porvenir muy próximo.

El señor Ministro no se lo explica, y debemos á la


verdad la única explicación que tiene.

Para conocer las causas de esta situación , no hay


más que seguir su proceso; la manera como se ha ve-
- 96

nido formando, y confesar, con lealtad, cuál es la par-

te de culpa que á nosotros nos corresponde.


Yo lo he seguido, señor Presidente. Puedo espli-

carlo hoy: con hechos que todos pueden rectificar ó ra-


tificar.

El año próximo pasado, hubo un momento de

profunda agitación interior por cuestiones de política


interna . A esa agitación sucedió repentinamente un

cambio completo: hubo renovación en el personal del


Ejecutivo: se clausuraron las sesiones del Congreso y la
calma más profunda reinó en la política interior de la
República.
Esta tranquilidad era funesta para las empresas

de publicidad, especialmente para aquellas que, nuevas,


no tenían raíces bastantes en la opinión, para poder

soportarla sin graves perjuicios.


Hubo entonces quien tuvo la idea, la malhadada
idea de herir este sentimiento siempre vibrante en el
corazón argentino, el amor á la patria, hacer sonar la
campana de las alarmas y declarar que la integridad ,
la soberanía de la República Argentina estaba ame-
nazada.

La atención pública inmediatamente prestó oido


atento, nadie escucha indiferente estos anuncios . Los

demás diarios tuvieron que hacerse cargo de la alarma;


algunos procuraron calmarla, otros la aumentaron; la
prensa de Chile recogió el guante, tomó parte en el

debate y contestó en el mismo tono.


La polémica quedó trabada y los reporters de la
prensa empezaron á golpear la puerta de ciudadanos

eminentes, á pedirles opinión sobre cuestión de tan palpi-


tante interés. Hubo alguno que tratando de dar la nota
-
97 -

más alta, y no pudiendo interpelar al Presidente de la


República, le forjó un reportaje, comprometiendo decla-
raciones que obligaron al Ministerio á desautorizarlas .

Se siguieron las publicaciones de nuestros hom-


bres públicos, que trataban de dar antecedentes que
calmaran la excitación, y en un momento desgraciado,
el señor Perito de la República de Chile, olvidando el
carácter oficial que reviste, su gran importancia perso-
nal y politica , acudió á la prensa y dió su tan comen-
tado Manifiesto, sin cuidarse siquiera de consultar la
opinión de su propio Gobierno.
¿ Qué fué lo que dijo, señor Presidente ?

Nada de nuevo; repitió las opiniones que viene


sosteniendo desde veinte años atrás, los mismos argu-
mentos, las mismas citas y los mismos antecedentes .

Lo único que omitió el señor Perito de Chile, fué el


tratado del 93.

¿ Porqué omitió el tratado del 93 en su larga ex-


posición ?
Lo omitió,
porque las estipulaciones expresas y
terminantes de ese tratado son la rectificación más ca-
tegórica, más expresa, de las afirmaciones mismas de
su manifiesto y ambos no caben en el mismo documento .
Entre tanto señor Presidente, se ha produido un
estado de nerviosidad, de excitación pública, que es al-

tamente perjudicial, no solo para los intereses materia-


les de la República, sino, y sobre todo, para la discu-
sión tranquila de sus negocios internacionales.
Cuando el espíritu público está ajitado y alarma-
do, ejerce una presión involuntaria é indebida sobre

los consejos de estado, quitándoles la serenidad de jui-


cio y de acción que requieren la defensa firme y tran-
98

quila de los derechos de la Nación; y no solo ejercen

presión sobre los consejos de estado, sino que crean

una situación en que cualquier incidente insignificante ,


puede en un momento dado tornarse en un conflicto in-

soluble. Obra entonces la pasión y el hecho ó la palabra


irreparable, se realiza ó se lanza, antes que el juicio

sereno haya tenido tiempo de dominar los sucesos.


Y no es este un temor imajinario; es la historia
de todos los grandes conflictos y de las guerras más
recientes .
Puede existir entre dos naciones cuestiones que

la dividan profundamente, y hagan temer llegue el día


de las soluciones violentas, la diplomacia en ac-

ción, velando por intereses más altos y más grandes,


obra con toda cautela, busca apartar las causas que
puede producir el conflicto ; pero si el espíritu público
está agitado ó nervioso, si el sentimiento patriótico se
manifiesta en una forma más o menos tumultuosa,

excitado por cualquier causa, llega un momento en que


un documento , un telegrama adulterado, mal interpre-
tado, lanza dos naciones á la guerra y provoca la lu-

cha más terrible que haya presenciado la Europa en


el siglo presente.
Veinte años más tarde se sabe que la causa oca-

sional de esa guerra, fueron unas palabras suprimidas en


la publicación de un despacho, y que hubieran bastado
cuarenta y ocho horas de calma, y de reflexión, para
restablecer la verdad, y evitar á la Europa y al mun-
do, los horrores de la guerra franco -prusiana.

En estos momentos, es este el único peligro ver-


dadero que debemos conjurar.
Es por esto que provoqué esta interpelación, á
99

objeto de poder discutir y exponer con toda tranquili-


dad, cual es la verdad de nuestra situación con rela-

ción al cumplimiento de los tratados con la República


de Chile.

Me voy á permitir recorrer ligeramente todos los


antecedentes de esta cuestión, para probar que el con-

flicto entre estas dos Repúblicas, no puede nacer nun-


ca de la ejecución de los tratados del 81 y 93.
En esos tratados, señor presidente, hay algo que
es fundamental, hay una idea que es la que ha servi-
do de base al celebrarlos, y el día que esa idea fun-
damental se destaque claramente todos los detalles de
los tratados, podrán explicarse sin inconveniente ni re-
sistencia alguna .

Hubo una época en que la República de Chile


reclamaba la Patagonia, el Estrecho y la Tierra del
Fuego, y la República Argentina sostenía el derecho
incuestionable de todo aquel territorio patagónico y to-

da la Tierra del Fuego y el Estrecho de Magallanes.


Todos conocen la larga discusión á que dió lugar
esta divergencia; todos saben que hubo momentos en
que la República de Chile, quiso ejercer actos de so-
beranía en territorio que la República Argentina repu-

taba como suyo; todos saben que nuestra escuadra zar-


pó para hacer respetar la soberanía nacional , y todos

saben también que hubo luego un momento en que el


sentimiento de la paz y de la justicia se sobrepuso á

todas estas exigencias extremas , y los dos pueblos en-

contraron la fórmula que respetaba su derecho y satis-


facia su dignidad.
Entonces se arribó á una transacción y se dijo :

la Patagonia y todas las costas que baña el Atlán-


100

tico, al oriente de la cordillera de los Andes, pertenecen

á la República Argentina: todo lo que hay al occiden-


te de la cordillera, el Estrecho de Magallanes, y una
parte de la Tierra del Fuego bañada por el Pacífico , perte-
necen á la República de Chile. Esta fué la idea funda-

mental, y esto fué todo el tratado del 81 , y ese tratado


empieza con una frase que domina Ꭹ define toda la
cuestión.

Dice: el límite de las Repúblicas Argentina y de


Chile, es la Cordillera de los Andes hasta el grado 52 .
Todo lo demás del tratado, fuera de esta frase, no es
más que el detalle ó la indicación de los medios para
hacer práctica en el terreno esta idea fundamental : la
Cordillera de los Andes, es la línea divisoria entre
Chile y la República Argentina.
Todos los esfuerzos de una inteligencia y una ilus-
tración que es justamente reputada dentro y fuera de

su país; todos estos sistemas inventados sobre hoyas


hidrográficas, y división de aguas continentales, nunca
bastarán, ni pueden bastar, para destruir ni aun con-

mover esa declaración fundamental, ese hecho inmuta-


ble que el tratado ha consagrado.

Se dirá. Si ahí está todo el tratado á qué los


demás artículos? Sencillamente porque la Cordillera no
es una línea matemática, porque se desenvuelve en una
gran extensión, y era preciso determinar la manera de
trazar la línea dentro de esa cordillera misma.

¿Cuál es, pues, el derecho de la República Ar-


gentina?

El derecho de la República Argentina, es declarar


la cordillera de los Andes como límite de su territorio ,

y entonces se puede hacer de esa declaración, la base


"

101

de toda esa diplomacia con Chile : la línea pasa por la


cordillera; dentro de la cordillera pueden discutirse to-
das las diversas interpretaciones del tratado: todos los
diversos trazados; fuera de las cordilleras no hay más
que la soberanía argentina que no se discute.
—( Muy bien, grandes aplausos).
El tratado del año 81 , señor Presidente , como

he dicho, establece como hecho fundamental, que la


cordillera de los Andes es la línea divisoria entre la
República Argentina y Chile, prevé todas las divergen-
cias que puedan suscitarse al trazar la línea dentro de
la cordillera, é indica la manera de salvar todas las
dificultades á que ella pudiera
pudiera dar lugar.
Para mí, creo que, ese tratado es completo, aun-
que reconozco que todo tratado como toda ley, pueden
dar lugar á interpretaciones diversas y que al estable-
cer que la línea pasará por las más altas cumbres que
dividen las aguas, podía dar lugar á que una nación

creyera que las más altas cumbres era lo que debía


predominar y otra que era la división de las aguas,
siempre dentro de la cordillera. De manera que las di-
vergencias suscitadas por la interpretación de este

tratado, no importaba sino distinta manera de apreciarlas,


dentro de los intereses respectivos de las dos na-
ciones.

Nadie puede hacer un cargo á los estadistas , ni á


los peritos, ni á las subcomisiones chilenas ó argentinas,
si al trazar la línea divisoria, dentro de la Cordillera

de los Andes , buscan interpretar un tratado de la ma-

nera que más le favorezca. Esto es humano y natural,


y jamás se puede hacer de ello ni siquiera un reproche.
Pero el señor Perito de Chile, al establecer esta
102

línea divisoria de las aguas, olvidó los términos del


tratado, hizo caso omiso de sus prescripciones funda-
mentales é inventó ó quiso aplicar, más bien dicho,
tratado, que
teorías geográficas que no estaban en el
no habían sido discutidas y que no habían sido acep-
tadas por las partes, é ideó el sistema que, llama al-

gunas veces divortium aquarum continental y otras


hoyas hidrográficas.
El Gobierno Argentino se resistió siempre á ad-
mitir estas discusiones abstractas, y á consignar estas
interpretaciones del perito chileno, en las instrucciones
que debían darse á las sub-comisiones .

Llegó un momento en que las relaciones entre los


peritos quedaron interrumpidas, y hubo que recurrir á
la acción de los gobiernos . Estos intervinieron en la

solución de la dificultad y arribaron de común acuer-

do y contra la opinión del señor perito chileno, á lo


que se ha llamado el protocolo del 93 y que yo lla-
maré con más verdad, el tratado del 93 ; y digo el

tratado del 93 , porque tiene la doble sanción del Eje-


cutivo y del Congreso de Chile y del Ejecutivo y del
Congreso de la República Argentina, que son los que,
en definitiva, tienen que establecer la solución en estas
cuestiones.

¿Y qué dice ese tratado ? Ese tratado dice, ó más


bien repite con más claridad, lo mismo que consigna
el tratado del 81. Dice: La línea divisoria entre Chile

y la República Argentina es el encadenamiento princi-


pal de los Andes; todo lo que hay al Oriente del en-
cadenamiento principal de los Andes , pertenece á la so-
beranía argentina, montes, valles, lagunas, rios y partes de
ríos, todo lo que hay al Occidente del encadenamiento
103

principal de los Andes, valles, lagos, ríos ó partes de


ríos, pertenece á Chile.

¿ Qué quiere decir que al Oriente de la línea prin-


cipal de los Andes puede haber ríos ó parte de ríos ?
Quiere decir que pueden en las llanuras de la Pa-
tagonia, nacer ríos que se dirijan al Occidente, se abran
paso á travez de la cordillera y vayan á desaguar en el
Pacífico al Occidente del encadenamiento principal de
los Andes; y entonces la línea divisoria que pasa por
ese encadenamiento tiene que cortarlos en dos partes.

Y esto que ha sido declarado y sancionado por


el Poder Ejecutivo y el Congreso de Chile, vale más
que la opinión persistente del perito chileno.

Ese es el reconocimiento completo de que no hay

hoyas hidrográficas ni división de aguas continentales,


sino división de aguas dentro de la Cordillera, y que
es la línea principal de la Cordillera , la que debe pre-
valecer en caso de duda.

Entre tanto, señor Presidente, las comisiones de


límites , han continuado sus tareas: he tenido ocasión
de informarme de sus trabajos y me encuentro con

este hecho, que contribuye á afianzar más lo que ya


he dicho y á alejar todo temor próximo de divergencias
y discusiones diplomáticas. Resulta que en nueve déci-
mas partes de la Cordillera, concuerdan exactamente
las dos interpretaciones: la línea de las altas cumbres
con la división de las aguas; y que las comisiones que
actualmente trabajan allá, podrán continuar sus opera-
ciones por más de dos años, sin que lleguen á ningún
punto donde puedan empezar divergencias de importan-
cia. Lo que quiere decir que los temores de divergencias
104

entre los dos gobiernos, importan anticiparse á los tra-


bajos de un porvenir relativamente lejano.
El día que lleguen á ese punto, ¿ que es lo que

debe suceder, que es lo que vá á suceder? Lo que


marca el tratado del 81.

Allí donde se bifurque la Cordillera de los Andes


y no sea clara la línea de las más altas cumbres que
dividan las aguas, ¿ qué deben hacer las comisiones ?
Deben levantar un plano detallado del lugar, para que
se conozca con perfecta exactitud la orografía é hidro-

grafía del mismo, para que puedan los peritos en pri-


mera instancia y los gobiernos en segunda, determinar
cual es la línea y por donde debe pasar con arreglo
al tratado . De manera que para que el conflicto se

produzca, es necesario que exista divergencia en las


comisiones; que elevados á conocimiento de los peritos

los planos del lugar donde la encuentren, no convengan


en los puntos por donde debe pasar la línea, con arre-
glo á las estipulaciones del tratado; y que por último,
llevada la cuestión á los gobiernos, tampoco concuerden
estos en esa línea, y en tal caso, si las pretensiones de
alguno de los dos países no son tales que coloquen la
cuestión fuera de los tratados, queda el recurso que
estos señalan para solucionar en última instancia la
cuestión.

Los antecedentes que ha dado el señor Ministro,


las varias divergencias que se han suscitado y han si
do allanadas satisfactoriamente por el Gobierno, me
hacen sostener firmemente que el desacuerdo entre los
dos países, no puede nacer de la aplicación del tratado
de límites, porque dentro del tratado están todos los

medios indicados para dirimir cualquier dificultad.


105

Si los conflictos vienen, señor Presidente, vendrán


porque alguno de los dos países tiene intención de pro-

vocarlos, y entonces la cuestión de límites puede ser-


vir de pretexto como cualquiera otra.
Y yo pregunto, señor Presidente, puede haber
esta intención en algunos de los dos gobiernos?
Por lo que respecta á la República Argentina ,
basta mirar su mapa , señor Presidente, para conocer
cual es su política internacional.
Tiene un territorio enorme desde los trópicos hasta
las regiones polares; hay en él todos los climas y to-
dos los productos de la tierra y caben millones y cen-
tenares de millones de hombres, que con el tiempo lo
poblarán y harán de la República Argentina, una de

las naciones más grandes, y más poderosas de la


tierra.

¿Qué podrá buscar en la guerra? ¿Extensión de


territorio? Le sobra . ¿Glorias? En su corta historia tie-
ne las bastantes para satisfacer las más grandes exi-
gencias del amor patrio.

¡Muy bien! ¡ muy bien ! Aplausos.

¿Qué le podría ofrecer la guerra?


Le ofrecería solo un puñado de laureles regado

la mejor de su sangre como compensación á te-


rribles males.

-¡Bien! y Aplausos.

Esta no puede ser nunca la política argentina.


¿Podría ser la política chilena?
Señor Presidente: sería formar muy pobre idea de
la República Argentina, quien admita que pueda ser
106

mirada tan en menos, que se la trate como una simple


pieza que una potencia americana pudiera mover á vo-
luntad, sobre el tablero de sus ambiciones ó planes po-
líticos .

No, señor Presidente; mientras que la sensatez do-


mine en los consejos del Gobierno chileno, no habrá
quien juegue allí la suerte y el porvenir de su país, al
dudoso azar de una guerra con la República Argen-
tina.

-Aplausos.

Tengo plena y entera confianza en que la política


del Gobierno de Chile, no puede ser hoy y mañana,

sino la de ayer: la de paz y concordia con la Repú-


blica Argentina, como lo ha demostrado en los casos
en que ha sido llamado á actuar de una manera defi-

nitiva, en los tratados de 1881 y 1893 .


Si se buscan los motivos del desacuerdo , señor
Presidente, en el incidente de San Francisco, este in-
cidente, lejos de ser para mí motivo de temores, es
una prueba más de todo lo que vengo afirmando .
En las instrucciones de Abril de 1890 , el perito
argentino y el perito chileno establecieron que en las
demarcaciones se empezarían al Norte por el paso de

San Francisco . Cuando se dijo paso de San Francisco,


la cancillería y el perito argentinos entendían, no un
punto matemático en la Cordillera, que no era posible
fijar desde el gabinete, sino el camino que de la Re-
pública Argentina conduce á Chile y que pasa por San
Francisco .

Fueron las sub-comisiones á aquel lugar y colo-


- 107

caron el hito al pié del cerro de San Francisco , en el


mismo paso.

Apercibida del error la cancillería argentina, recla-


mó manifestando que consideraba ese hito mal coloca-
do, y el perito chileno declaró que el asunto estaba
concluido, que la colocación del hito por las sub - comi-
siones era definitiva y que no había lugar á volver sobre
ese punto .
En disconformidad, llevó la cuestión ante los res-
pectivos gobiernos y congresos, y el Gobierno y Con-
gerso chileno, declararon expresamente por el tratado
del 93 , que se revisaría la colocación de ese hito , para
determinar si estaba dentro de los términos del tratado

y para removerlo en caso que hubiera error en la co-


locación.

De manera que el Congreso chileno, en el tratado

de 93 , reconoció que era posible que ese hito estuviera


mal colocado y que sería removido en caso que el error
se probara.
Se ha dicho, señor Presidente, ó lo ha dicho el
-
perito chileno, que la República Argentina, al decir
que ese hito estaba mal colocado, no ha dicho en que
lugar debe colocarse » . Es cierto; porque tenía prévia-

mente que levantar un plano de toda esa región, esta-


blecer con toda claridad y verdad el sistema orográfico

del paso de San Francisco y sus alrededores hasta la


Cordillera, para poder decir en definitiva : « el hito
está mal colocado en San Francisco y debe colo-

carse en tal punto de la Cordillera . Estos son los


planos que se están construyendo, y, una vez ter-
minados demostrarán de una manera evidente, que el

hito en San Francisco no está bien colocado; y enton-


108

ces será llegado para el Gobierno Argentino el momen-


to oportuno de informar al Gobierno chileno sobre el

verdadero sitio en que se bebe colocar, todo de acuerdo


con el tratado del 93

Nada hay, por consiguiente, dentro de esa cuestión ,


que pueda marcar una intención de hacer caso omiso

de los derechos que llegue á comprobar la República


Argentina, y todos los antecedentes que ha habido
hasta ahora de Gobierno á Gobierno, inducen á creer,

por el contrario, que una vez que la República Argen-


tina justifique de una manera completa que el hito en
San Francisco no está en el encadenamiento principal
de la Cordillera, será rectificada su colocación, porque,
en efecto, si la intención del Gobierno de Chile, hu-
biera sido declarar incuestionable ó inconmovible la

colocación del hito, la oportunidad habría sido al dis-


cutir el tratado del 93 , en el que declara todo lo con-
trario.

Otra cuestión que también ha alarmado la opinión


pública, es la divergencia que pudiera traernos nuestro
tratado con Bolivia.
Y en este punto , tampoco creo que hay el más

mínimo fundamento para motivar alarmas .


En el acta de los dos peritos, que fijaron el paso

de San Francisco como punto de partida para la de-


marcación hacia el Sud, se estableció claramente que el
territorio al Norte de ese paso, ocupado por Chile, co-

rrespondía á la soberanía boliviana y que por el mo-


mento no se llevaba la demarcación hacia el Norte, por
esa causa.

Efectivamente, el territorio comprendido entre lo que


los geógrafos chilenos han llamado la Sierra Real de Bo-
109

livia, y la cadena andina, había sido poseído por Bo-

livia y disputado por la República Argentina, y es


ocupado actualmente por Chile ; por consiguiente, para
establecer los límites en ese punto, había un tercer

interesado, que era el Gobierno de Bolivia, y fué ésta


la razón porque no se extendió entonces la demarcación

más al norte del paralelo de San Francisco. En ese


documento, Chile reconocía oficialmente que su ocupa
ción de esa parte de territorio , era solo á título precario
Vino más tarde nuestro tratado con Bolivia, tra-

tado en que la República Argentina resolvió las cues-


tiones pendientes con el espíritu de generosidad é im-
parcialidad con que ha procedido siempre y por una
série de concesiones recíprocas, reconoció á Bolivia te-
rrenos que antes le habían pertenecido y Bolivia reco-
noció como territorio argentino, esa zona comprendida
entre la Sierra Real de Bolivia y las cumbres an-
dinas.

Chile conoció el tratado que discutíamos con Bo-


livia, antes de ser aprobado por los gobiernos ; lo ha
conocido después de aprobado y canjeado. Jamás Chile
ha hecho la más mínima observación al gobierno ar-

gentino ó al boliviano sobre derechos eventuales á ese


territorio . Y es sabido, señor Presidente, que, cuando
una Nación cree tener algun derecho á territorios que
otras disputan ó tratan de dividirse entre sí, lo menos
que hace es protestar, como protestó Bolivia cuando

se celebraron los tratados entre el Paraguay y la Re-


pública Argentina . Allí se discutían territorios á los

que Bolivia creía tener derecho eventual, los que fue-


ron salvados al celebrarse el tratado.

Chile que conoció nuestro tratado antes y des-


-
- i10

pués de su celebración - jamás hizo la más mínima


observación.
Mañana, cuando ese tratado llegue á consumarse,
cuando los hitos que las comisiones boliviana y argen-

tina deben establecer, marquen que ese territorio queda


definitivamente dentro de los límites argentinos, enton-

ces habrá llegado el momento de ocuparlos y segura-

mente Chile no podrá prentender entonces derechos


que no ha creído tener ayer ni hoy.
Ahora, señor Presidente, el hecho de que no exis-

ta peligro inmediato de un rompimiento entre estas dos


naciones, por razón de la cuestión de límites ¿ importa
acaso decir que la República Argentina debe abando-
narse por completo y descuidar la guarda de intereses
tan sagrados ?
De ninguna manera, no deben vincularse dos

cuestiones , que no tienen ni pueden tener relación in-


mediata , y que importan solo el ejercicio de un derecho
indiscutido y de un deber imprescindible .

Hace cuatro años que la República viene trasfor-


mando su material de guerra; hace tiempo trata de or-
ganizar sus milicias como consecuencia lógica de los
progresos modernos en el arte de la guerra. ¿ Procede
así en vista de un peligro inmediato ? De ninguna ma-
nera. En otro tiempo bastaba, señor Presidente, un co-
razón bien puesto, un buen caballo y un buen sable
para formar en poco tiempo un granadero á caballo, y
un guardia nacional se convertía en veterano en pocos
meses; bastaba tener dinero disponible para adquirir en
cualquier momento todas las armas necesarias.
Todo eso ha variado hoy.
Para tener el armamento que un país como la
111

República Argentina está en el deber de tener, se ne-


cesita mucho dinero y mucho tiempo; para instruir á

su guardia nacional en el manejo de esas armas per-


feccionadas, se requiere prolongados ejercicios; y esto
hace, señor Presidente, que la Nación tenga la obliga-
ción, el deber de armarse cuando la paz esté mejor
asegurada, porque cuando la amenaza de la guerra se
presenta, entonces ya es tarde y no hay tiempo bas-
tante para armar ú organizar las fuerzas necesarias.

El derecho que la República Argentina tiene de


estar armada y preparada en cualquier momento para
defender todo lo que tiene de más caro y sagrado la
Nación, es un derecho que no puede discutirse ni pue-
de ser una amenaza para nadie.
Por consiguiente, señor Presidente, todos estos
actos que ejecuta la República Argentina, los que los
viene realizando de tres años á esta parte, no pueden
revelar, ni denunciar en el gobierno, ó en el pueblo
argentino, intenciones hostiles ó temores próximos.
Con las anteriores consideraciones, señor Presidente,

no he tratado de amortiguar en lo más mínimo las nobles


espansiones del espíritu nacional, creyendo por el contra-
rio , que es altamente benéfico para los intereses gene-
rales del país este viril empeño de instruirse en el
ejecicio de las armas, que no solo fortalece el cuerpo ,
sino que levanta el espíritu y permite á la Nación
colocarse militarmente á la altura que le corresponde,

como una de las primeras potencias de América, y le-


jos de ser contrariado, debe ser alentado por el gobier-
no ofreciéndole todas las facilidades y todos los alicien-
tes que estén á su alcance.

Y hago esta observación, señor Presidente, para


- 112

que no se crea que al procurar llevar la confianza y

la tranquilidad á todos los espíritus, trate al mismo


tiempo de enervar este sentimiento nacional que tan
hermoso y tan patriótico se manifiesta ; quiero solamen-
te, que pueda decirse mañana á la Nación entera que
se entregue tranquila á las tareas fecundas de la paz ,
buscando su engrandecimiento por el trabajo que en-

noblece y vigoriza, y que viva en la confianza de que


su derecho, su honor, su soberanía, están resguardados
por la doble garantía de la fé de los tratados Ꭹ del

patriotismo nacional.

He dicho.
Sobre el proyecto de unificación de la Deuda de la Nación

SENADO NACIONAL

(DICIEMBRE DE 1895 )

Señor Pellegrini Pido la palabra.


Se ha formado , señor Presidente, en torno de es-

tos proyectos un gran movimiento de opinión , que la


Comisión se explica, por el alto propósito que ellos en-
cierran y porque afectan los intereses más transcenden-
tales de la Nación.

A esta causa, y sólo á esta causa, atribuyo la im-


portancia y la atención que merecen, porque la Comi-
sión no acepta para sí ni para ningún miembro del

Congreso Nacional, la sospecha de que un sentimiento pe-


queño pueda intervenir en su juicio, para influir en fa-
vor ó en contra de un proyecto que afecta los intereses
generales de la Nación.
No comprendo tampoco como es posible que la
oposición que se hace al proyecto presentado por el
Poder Ejecutivo pueda interpretarse como acto de hos-
tilidad, ni contra el Poder Ejecutivo en general, ni con-
tra el señor Ministro de Hacienda en particular.

Este proyecto, señor Presidente, no puede afectar


al Poder Ejecutivo, porque le consta á la Comisión,
que el Gabinete en general no ha tenido participación
-- 114

alguna en su formación; algo más, cree que hay opi-


niones que en ciertos detalles, son contrarias á la de
los que sostienen este proyecto; y no cree siquiera que
puede estar afectado el amor propio del señor Minis-
tro, porque entiende que este proyecto tiene un origen
muy anterior á su entrada al ministerio. ¿ De dónde
proviene entonces este interés, este gran movimiento de
opinión que ha alcanzado á nuestros acreedores dentro

y fuera del país, y que los pone en tanto movimiento ?


La Comisión necesita hacer un estudio retrospec-

tivo, para determinar hechos anteriores que son la ex-


plicación del orijen y del alcance de este proyecto.
En el manejo de los intereses públicos, hay cier-
tas cuestiones en que la opinión y la acción de los
poderes públicos, puede variar, puede llegar hasta ser
contradictoria; sobre todo, en lo que es el movimiento
interno y político de un país, que puede estar sujeto á
criterios distintos; pero hay ciertos asuntos que exigen

unidad y persistencia de propósito, sean cuales fueren


las personas que formen parte del gabinete nacional,

porque esa unidad de propósitos es necesaria para no


malograr esfuerzos ó sacrificios anteriores ó no contrade-
cir nuestras propias declaraciones. En este orden de cosas
está todo lo que se refiera á nuestras relaciones exte-
riores, y todo lo que se refiere al manejo de la hacien-
da pública, en cuanto se relacione con nuestra deuda
exterior.

La exposición que voy á hacer demostrará que


desgraciadamente, no ha habido esa unidad de propó-
sito, que lejos de eso, cada ministro que ha entrado á
reemplazar á otro ministro dimitente, se ha apresurado
á condenar ó rechazar la acción de la administración
115

anterior para modificarla, creyendo algunas veces mejo-

rarla y consiguiendo muchas veces empeorarla. El re-


sultado de todo esto es, que nadie conoce hoy cual es
la verdadera política económica de la Nación Argenti-
na, y que, en materia tan transcendental, como es el

manejo de la deuda exterior, en tres años se han pre-


sentado tres proyectos completamente distintos , con la
particularidad de que dos de ellos, llevan la firma del
mismo señor Ministro .

Y voy á demostrar también, señor Presidente, co-


mo lo prometí, cual es el origen y cual es el verdade-
ro propósito de este proyecto, que se ha llamado de
unificación de la deuda.
Me escusará la Cámara si al ocuparme de épocas

anteriores, me veo forzosamente obligado á referirme á


aquella en que estuve al frente de la administración

nacional, y le ruego no quiera interpretar en algunas


de mis palabras un elogio que, seguramente, no soy yo
quien debo hacerlo en este caso: será á lo más un

recuerdo de justicia que debo á mis ilustrados colabo-


radores.

Al principio del año 1891 , señor Presidente, la si-


tuación económica de la República era la signiente : la
base rentística única de la Nación , eran los impuestos

de aduana- los demás impuestos, solo servían para cu-


brir servicios especiales .
Debido á las crisis y á los trastornos que sufrió
entonces el país, el comercio exterior había disminuído

en casi un 50 %, y los derechos de aduana , se co-


braban á papel depreciado en un 200 %. Resultado
definitivo: que la renta nacional había descendido rápi-
damente á un 30 % de su cifra en años anteriores.
--- 116

Este solo hecho prueba que era materialmente im-


posible, en ese momento, poder atender á todos los
compromisos nacionales sobre todo, al servicio de la

deuda externa pagadera en oro, á los gastos de la ad-


ministración local y á ciertos gastos extraordinarios , que
había necesidad de hacer en previsión de peligros fu-
turos.

Lo primero que preocupó á la administración en-

tonces, fué el servicio de la deuda nacional. Creyó que


ante todo, era necesario salvar el crédito y el honor

nacional, y que, cualquier sacrificio que ellos exigieran ,


la Nación estaría siempre dispuesta á hacerlo; y que-

riendo proceder en esta cuestión con plena y perfecta


buena fé, envió un comisionado á Europa, con el estu-
dio detallado de la situación con los propósitos del
Gobierno, con sus miras respecto al porvenir, para

que discutiera esta cuestión con los acreedores de la

Nación que eran parte interesada en su solución.


En aquella época se había formado en Londres
un comité encargado de proceder á la liquidación de la
casa de Baring. Ese comité era presidido por el Barón
de Rotschild, que jamás había tenido participación al-
guna en los negocios de la República Argentina, y
que no tenía comprometidos intereses en los documentos
ó créditos de la Nación . Sin embargo , como la mayor

parte del activo de la liquidación Baring eran títulos


argentinos, ese comité se convirtió en comité de la deu-
da argentina, y con él trató nuestro comisionado.
Estudiada detalladamente la cuestión, vistos los

recursos actuales y posibles de la República, los acree-


dores, representados por el comité, arribaron á esta
conclusión; los males que aflijen á la República Ar-
- 117 --

gentina son pasajeros; su perturbación financiera es fá-

cilmente remediable, y poniendo en juego los grandes


recursos que ese país posee, en muy pocos años podrá
ponerse en condiciones de atender honorablemente al

cumplimiento de toda su deuda . Lo único que se ne-


cesita es, por el momento, que se le dé un plazo para
poder reorganizar su hacienda pública.
Aceptado este principio, la consecuencia era lógica.
Se le propuso á la República Argentina: que pagara
durante tres años los intereses de la deuda con títulos

de crédito, y á estos títulos que se recibirían por mo-


neda, se les daría á sus cupones poder chancelatario
de impuestos.
Vencidos los tres años, la República debía estár
en condiciones de hacer honor á sus compromisos y
de reasumir el servicio de su deuda.

El Poder Ejecutivo y el Congreso de la Nación


aceptaron esta propuesta que era perfectamente equita-
tiva; pero aceptada esa proposición y salvado el incon-
veniente del servicio de la deuda externa pagadera en

oro, quedaba mucho que hacer; había que modificar


por completo todo nuestro sistema rentístico , facilitar
el desarrollo de la industria y comercio, crear nuevas
instituciones de crédito; en una palabra, poner á la

Nación en condiciones de poder al fin de los tres años


de la moratoria, cumplir con todos sus compromisos.
La administración emprendió la tarea con toda

resolución y enerjía, á pesar de los numerosos conflic-


tos y dificultades que en esos momentos la agobiaban .
Triplicó las rentas de aduana, ordenando que se paga-
ran en oro en vez de papel; creó el sistema de im-

puestos internos que debían ir progresando año por


118 -

año; ordenó la liquidación de los establecimientos na-

cionales, para facilitar en tiempo más cercano la rea-


lización de las grandes sumas que tenía comprometidas
la Nación. Creó nuevas instituciones para favorecer el

comercio y la industria, sostuvo el Banco Hipotecario


con una pequeña emisión de cinco millones, que evita-
ron que cien millones de títulos más, depreciados , vi-

nieran á pesar sobre la inmensa mole que oprimia en-


tonces á la Nación; y formó con todo esto, un plan
general de reorganización administrativa calculando que
restablecidos el orden y la tranquilidad, vuelta la Na-
ción á dedicarse exclusivamente á las tareas de la paz

y el trabajo, dentro de tres años, iba á poder terminar


su moratoria y reasumir el pago de sus deudas.
En octubre de 1892 , cuando este plan económico recien
empezaba á desenvolverse, la administración cambió.

El señor ministro que actualmente desempeña la


cartera de Hacienda, entró á formar parte del gabinete,
y su primer acto fué dirigir al señor ministro argentino
en Londres, una nota , en que condenaba en términos

bastante duros , toda la política económica de la admi-


nistración anterior; declaraba que esa política nos lle-
vaba directamente á la bancarrota ; decía que este sis-
tema de pagar deudas con deudas, era un contrasentido

económico, y declaraba que estaba resuelto á poner tér-


mino á todo eso.

Todo el argumento que daba para condenar eso ,


era esta frase que ha inventado y que se ha repetido
muchas veces : pagar deudas con deudas es un con-
trasentido económico »; y yo puedo decir señor Presi-
dente, que todo el movimiento industrial y económico
de un país, está basado en pagar deudas con deudas.
119

Cuando la Nación Argentina ha consolidado su

deuda flotante, ¿ qué ha hecho ? Ha pagado deuda con


deuda; ha pagado deuda flotante exigible, con títulos á
plazo.
Cuando el señor Ministro de Hacienda, solicita

crédito de los banqueros, como lo hace actualmente ,


para pagar á los fabricantes de armas ó de barcos ,

¿ qué hace ? Paga deudas con deudas, paga la deuda al


fabricante con la deuda al banquero. Y este proyecto

que ha presentado, ¿qué es lo que nos propone? Pagar


deudas con deudas, pagar con 230.000.000 de títulos
de 4, % 200 y tantos millones de titulos de 6 %
De manera que si pagar deudas con deudas , es

un contrasentido económico este proyecto , todas las


operaciones que el señor ministro está haciendo , todos
los actos de consolidación que ha hecho el Congreso
hasta ahora , son contrasentidos económicos . Pero no
hay tal cosa.
Las deudas no se pueden pagar sino de dos ma-
neras: ó con dinero al contado ó con un documento á

plazo; no se ha inventado todavía otra forma, porque

creo que no es forma una tercera á que parecen algu-


nos inclinarse, que es no pagar.
Cuando el año de 1891 esta nación estaba en la

imposibilidad material de pagar sus deudas con dinero


de contado, ¿ qué le restaba hacer? Una de dos cosas :
ó pagarlas á plazo, es decir, con otra deuda [ sistema
condenado por el mismo señor Ministro ] , 6 no pagar.
El señor Ministro, en la necesidad de presentar
algún plan de hacienda, en sustitución de éste de la

moratoria que condenaba tan enérgica y terminante-


mente, ideó lo que se ha llamado el arreglo Romero-
- 120

Rotschild. Dijo entonces : la Nación va á pagar en


dinero sus deudas; pero la Nación Argentina no tie-
ne más que 1.500.000 librs que dedicar al pago de
su deuda externa, y dentro de esa suma deben sus

acreedores tomar la parte que pueda corresponderles » .


¿Porqué dijo el señor Ministro de Hacienda 1.500.000

libras? ¿Porqué no dijo 2.000.000 6 1.000.000?


Nunca se ha explicado una cifra redonda que pro-
bablemente parecería al señor ministro bastante.
Reunidos los banqueros, algunos de ellos rechaza-
ron terminantemente la propuesta, y la rechazaron por-
que entendian que la Nación Argentina tiene con que
pagar sus deudas, y que esta cifra que daba el señor
Ministro de Hacienda, no era exacta.

Esta fué la primera dificultad que encontró el


arreglo. El señor Ministo de Hacienda se encerró en
su cifra, se negó á aumentarla, y después de muchas
negociaciones, su sucesor accedió á un aumento de 64.000
libras más.

Esta cantidad no fué distribuida por el Gobierno


de la Nación entre los acreedores, sino que fué entre-
gada al comité Rotschild de Londres, para que hi-
ciera la distribución en el modo y forma que lo con-
siderara conveniente.
En ese comité Rotschild, estaba la casa de Mor-

gan, hoy día la más importante que existe en Lon-


dres, después de la disminución de la casa Baring, y
que tiene los dos empréstitos de moratorias y de obras
públicas . Está también el señor Barón de Rotschild
cuyo único interés en nuestras cuestiones es el interés
en la liquidación del empréstito de obras de salubridad

que forma una parte del activo de Baring.


121 -

Estos señores, cuya influencia y autoridad fácil-


mente se comprende, fueron los encargados de hacer la
repartición del 1.565.000 libras que la República ha-
bía declarado ser lo único que podía dar á sus acree-
dores; y la repartición se hizo, en este caso, como en

el caso de la fábula: estos señores quia nominor Leo,


tomaron la mejor parte y la distribución se hizo en
esta forma: Morgan tenía los empréstitos de moratorias
y obras públicas, y exigió que se le pagara integra-
mente, alegando como razón para esto , el previlegio que
le daban sus contratos; convino por último en que
se le pagara 83 %
, al contado y 17 % en un certifi-

cado á cinco años, y el empréstito 1885 del 5 %,


80 % al contado y 20 % en certificado pagadero en
cuatro años.
De manera que según el arreglo que se llama

Romero -Rotschild , estos dos empréstitos gozan actual-


mente del 83 y 80 %
, al contado, más un 17 y 20 %
pagaderos á los cinco años por un certificado .
El empréstito de obras de salubridad, no podía
alegar privilegios, pero era el protegido del señor Rost-
child, y á ese empréstito, se le dió el 80 % de renta.
Vinieron enseguida los otros empréstitos del Ban-
co Nacional, ferrocarriles y puerto. Esos empréstitos no
tenían quien los protegiera : eran de 5 % y tuvieron
que contentarse con el 60 %
De manera que los empréstitos de 5 % tenian

3 % y los de 412, 2,70 %.


Esta distribución importaba el acto más arbitrario,
más injusto de la Nación Argentina para sus acreedo-
res, y solo tenía su explicación, diciendo que se había

abierto en forma el concurso de la República Argenti-


- 122

na, se había nombrado síndico al señor Rotschild, de-

positario de su activo al Banco de Londres, y se ha-


bía distribuido ese activo con arreglo á la gradua-
ción de créditos , hecha según sus privilegios; y solo

esa graduación de créditos y esos privilegios, explican


que á unos empréstitos se pague el todo de la renta,

y á otros no se les pague sino el 60 %


Pero hay algo más grave, señor Presidente.
Se dijo que ese arreglo duraría cinco años, y que
al cabo de estos, se pagaría el servicio íntegro de su
deuda; eso es lo que estaba estipulado.

De manera que el 1898 la Nación tiene que pa-


gar, con arreglo á ese contrato, el servicio íntegro de su
deuda. Pero, los acreedores no van á recibir el servi-

cio íntegro. ¿Porqué no lo van á recibir? Porque el


comité estipuló con Morgan que del producido de la
renta de 1898 , se dedujera primeramente lo que fuera
necesario para el pago de los certificados dados á Mor-

gan, y, segundo, que el saldo se distribuyera hasta


donde alcanzara á los demás acreedores.

Se comprenderá fácilmente señor Presidente, que


los banqueros y acreedores que se vieron obligados á
aceptar ese arreglo, á quienes se les hizo esta estorsión

injustificable, se resintieran contra esta forma de pago.


Y un señor inglés, que ha residido mucho tiempo en
la República Argentina y que ha demostrado más de

una vez el gran afecto que conserva por este país, de-
claró en la reunión de acreedores que tenía el dolor
de confesar que habían sufrido una extorsión injustifi-
cable y arbitraria por parte del Gobierno .
Este estado de cosas tenía que aguzar el ingenio

de los banqueros, y buscaron la reparación de este


-- 123

agravio, y no solo la reparación de este agravio, sino


el medio de evitar que en adelante se repitiese.
Y aquí tiene el Senado el origen de lo que se
llama el proyecto de unificación.
Ellos se dijeron: si hacemos que la Nación con-
vierta todas sus deudas por una sola deuda de tipo
igual y de igual privilegio, habremos destruído el pro-
yecto Romero, que desaparece con el proyecto que hoy
se presenta; que los que hoy reciben 2,70 % re-

cibirán cuatro; los que reciben más, tendrán una prima;


y, sobre todo, la deuda argentina tendrá el mismo pri-
vilegio del cupón moneda, y mañana no podrá decírse-
nos, cuando venga otro concordato, que hay deudas
privilegiadas y otras que no lo son .
Este es el origen del proyecto de unificación, este
es el origen de la cláusula del privilegio de aduana; y
por eso se dice que, si se suprime esa cláusula , se
destruye el proyecto. Indudablemente se destruye el
objeto principal del proyecto .
Por eso es, señor Presidente, que, casi conjunta-
mente con el arreglo Romero, nació el proyecto de

unificación que el año pasado fué presentado nue-


vamente al señor Ministro de Hacienda que entonces
desempeñaba el ministerio, el cual fué rechazado: que
este año se vió publicado en los diarios extranjeros,
que tienen relaciones y vinculaciones directas con los
banqueros, y se esplica como se ha querido extender
este proyecto de unificación, á la solución de todas las

cuestiones pendientes actualmente, como son las garan-

tías de ferrocarriles y el pago de las deudas provin-


ciales .

Y si la Cámara apela á su memoria, recordará


- 124 -

también que hubo un momento en que se dijo que en este

proyecto de unificación , iban á estar comprendidas hasta las


cédulas de la provincia de Buenos Aires, que hoy día pesan
dolorosamente en Alemania y Bélgica, con especialidad .

Por eso en aquella época, hace algunos meses , se

hablaba de un empréstito de unificación de cuatrocien-


tos cincuenta á quinientos millones.
Se comprendió más tarde, que habría una gran re-
sistencia en esto de nacionalizar la deuda del Banco

Hipotecario de la Provincia, que se comprometía el

éxito del proyecto mismo con exagerar estas cantida-


des, y entonces se retiró esa parte de las cédulas pro-
vinciales, y se redujo el proyecto á la unificación de la
deuda nacional, al pago de deudas provinciales y á las
garantías de ferrocarriles.
Estos son los antecedentes , y los propósitos del
proyecto ; y con ellos entró la Comisión de Hacienda á

estudiarlo . Comprendió que se había involucrado en un


mismo proyecto, tres cosas completamente distintas por
su naturaleza y con su relación con el erario nacional ,
cual era en primer término, la deuda pública de la Na-
ción, regida por contratos terminantes sobre los cuales

no podía haber discusión , las garantías de ferrocarriles


en los cuales hay reclamaciones recíprocas , entre las
empresas y el Gobierno , que necesitan un estudio de-

tenido y por último , las deudas provinciales, á las que


es completamente agena la Nación , y de las cuales so-
lo se puede ocupar por razones de equidad y de con-
veniencia que son cuestiones puramente de réjimen in-
terno . Creyó necesario separar estas tres cuestiones para
dedicar á cada una de ellas un estudio que relacione
su importancia con los intereses nacionales .
- 125

Se preguntó entonces, señor Presidente, ¿qué ob-


jeto se propone el señor Ministro de Hacienda, al pe-
dir autorización para convertir los títulos actuales de
deuda nacional por otros títulos de otro interés?
¿Es su propósito hacer la conversión de manera
que ni ganen ni pierdan los acredores, ni gane ni pier-
da la Nación? Si este es su propósito ¿qué objeto hay
en hacer este movimiento , esta gran manipulación de
papeles, retirar unos para reemplazarlos por otros , y
con ese solo objeto producir este manoseo del crédito
nacional, esta alteración en los contratos existentes?
Absolutamente ninguno.

El único resultado que eso puede traer, es perju-


dicar la seriedad del manejo de la renta pública, y
ocasionar á la Nación un gasto inútil, pues un gasto

inútil y grande, tiene que ocasionar una nueva emisión


de títulos.

Pero si no es ni puede ser este el propósito del


señor Ministro, ¿cuál es? Debe ser sin duda, conseguir
alguna economía al erario nacional, á costa de un sa-
crificio por parte de nuestros acreedores, y este móvil
lo rechaza terminantemente la comisión.

Puedo afirmar aquí, que si huiera por parte de

la comisión el propósito de entorpecer la acción del


señor ministro y colocarlo en una situación difícil, su
consejo habría sido que se aprobase íntegramente el

proyecto de la Cámara de Diputados, porque tiene la


comisión la firme convicción de que es un proyecto

perfectamente impracticable.
¿Porqué el señor Ministro dijo en el año 92 , que
la Nación solo tenía un millón quinientas mil libras
para atender sus servicios ? ¿No creyó, acaso que nues-
- 126

tro deber era cumplir con sus acreedores y pagar las

deudas, haciendo cualquier sacrificio para llegar á ese


resultado?

¿No temió que el desenvolvimiento mismo de la

Nación, viniera á demostrar el error de sus cálculos y


colocar á la Nación, en falsa posición de un fallido que
hace ocultación de bienes?
Y ese fué el resultado. En el mes de Noviembre
de 1892 , el señor Ministro declaraba á nombre del Go-

bierno argentino, que no tenía más que 1.5000.000 li-


bras para atender la deuda externa, y que no podía
hacer honor á su firma integramente . Seis meses des-
pués, el Presidente de la República, al abrir las sesio-
nes del Congreso, declaraba en su mensaje, que las ren-
tas de la Nación habían dejado veinte y cuatro millo-
nes de pesos, que estaban depositados en el Banco Na-
nional.

Acaso no tuvo derecho entonces cualquier acree-

dor, de decir. « La República Argentina nos dijo en


noviembre que no tenía con que pagarnos sus deudas

y nos impuso el arreglo Romero; seis meses despues

viene á decirnos que le sobran veinte y cuatro millo-


nes de pesos; parte de esto que le sobra es lo nos ha
quitado . Y hubiera dicho la verdad.

¿Cómo puede sostenerse hoy, señor Presidente,


que la Nación Argentina no tenga cómo cumplir con
compromisos, y que tenga necesidad de apelar á todos
estos artificios, á todas estas combinaciones , á estas

manipulaciones de papeles, para economizar un millón


de pesos. más o menos, de su presupuesto anual? No,
señor Presidente ; es que el señor Ministro no tiene fé
en la fuerza productiva y poder de expansión de la Repú-
127 -

blica. En otros momentos muy difíciles y muy críticos,


los hombres que estuvieron al frente de la administra-
ción no dudaron un instante de que todos los males
que lo affigian eran pasajeros, y que había de llegar
un día en que pudiera hacer honor á todos sus com-

promisos, y el señor Ministro hoy, en plena tranquili-


dad, amarrado dentro del puerto , en plena paz y abun-

dancia , está pidiendo auxilio, está desconfiando del por-


venir de la República y está creyendo que debe nego-
ciar con el crédito nacional, para ahorrar al tesoro un
millón de pesos durante algunos años.

- Aplausos .

Esto es, señor Presidente, olvidar los precedentes


de todos los grandes pueblos y olvidar los mismos hon-
rosos precedentes de la República Argentina.
Me voy á permitir recordar á la honorable Cá-
mara lo que otros pueblos han hecho en circunstan-

ciar mucho más difíciles y lo que hicimos nosotros


mismos en un momento crítico de nuestra historia.

Señor Presidente : me detendré poco en el ejemplo


de la Francia ; todo el mundo lo conoce. Después de

una guerra desastrosa, por la que tuvo que pagar, no


sólo los ingentes gastos que ella ocasionó, sino la enorme
indemnización de mil millones de pesos oro. La Francia

se encontró al día siguiente de la derrota con una deu-


da enormemente acrecida y con que tenía necesidad de
reorganizar todo su poder militar. Era necesario pedirle
al pueblo francés el esfuerzo más grande que haya he-
cho ninguna nación en el mundo, y el gobierno y el
pueblo se pusieron decididamente á la obra patriótica ;
128

los impuestos se elevaron en poco tiempo en novecien-


tos millones de francos ; y gracias á ese sacrificio que
el pueblo se impuso, la Francia atendió á todos sus

compromisos, rehizo su poder militar y hoy se presenta


imponiendo respeto á sus vencedores y al mundo entero.
En ese momento no hubo una sola voz, ni en los

poderes públicos , ni del pueblo francés, que lanzara la


idea ó indicara el propósito de tocar á un solo centavo
de la deuda nacional. Se dirá acaso, que en esos pue-

blos de civilización tan avanzada , no brotan estas ideas

que abundan en otros pueblos; como no crecen en te-


rrenos muy cultivados ciertas yerbas dañinas que son
propias de terrenos incultos. La observación sería do-
lorosa para nosotros.
Pero quiero pasar al ejemplo de los Estados Uni-

dos que nos toca más de cerca .


El año 1861 , la deuda pública de los Estados
Unidos era de 90.500.000 dollars ; el año 1866 , cinco

años despuós , la deuda póblica de los Estados Unidos,


había subido á 2.774.000.000 de dollars.
Ese pueblo acababa de hacer un esfuerzo colosal :
había puesto en pié de guerra tres millones de hom-
bres ; habia dejado quinientos mil en los campos de
batalla ; había visto paralizada su industria, arrasados
sus campos, bloqueados sus puertos , y al día siguiente
se encontró con todas esas ruinas que reparar y una
inmensa deuda que pagar,

Se presentaron entonces muchos de estos proyec-


tos ; hubo quien dijo que era conveniente suspender el
servicio de la deuda ; otros que debia pagarse en papel,
en vez de oro ; y el presidente Jonhson, entre los mu-

chos errores que cometió, en un mensaje al Congreso


- 129

Nacional, insinuó la posibilidad de suspender el pago


de los intereses por algunos años y dedicar esas sumas
á amortizar el capital .

A esa proposición contestó el Congreso con la si-


guiente declaraciún : « Que toda propuesta ó idea de re-
pudiar todo ó parte de la deuda nacional, era total-

mente rechazada por el Congreso de la Nación ; » y


este proyecto de declaración fué sancionado en el Se-
nado por 43 votos contra 6, y en la Cámara de Di-
putados por 155 votos contra 5.

Más tarde, se presentó otra moción en la Cámara

para que se declarase que toda forma de repudiación


era odiosa al pueblo americano, y fué sancionada sin
divisiones, es decir, por unanimidad.

En la plataforma del partido republicano, en la

lucha presidencial de 1869, cuando el partido vencedor


era dueño absoluto de los destinos de la Nación y no

tenía que temer la oposición de otro partido, ni que


halagar el sentimiento nacional, hacía sin embargo esta
declaración : que cualquier forma ó arreglo que impor-

tase disminuir las obligaciones contraídas con los acre-


dores de la Nación; era un crimen nacional, y que la

deuda pública debía ser pagada con entera buena fé y


con sujeción á los contratos y leyes nacionales ; y con
esta plataforma fué á la lucha y venció, obteniendo la
inmensa mayoría del voto popular.

El presidente Grant, elegido entonces, en su men-


saje inaugural, decía lo siguiente :
Cuando sea conciencia universal que ningún in-
dividuo capaz de repudiar un solo centavo de nuestra

deuda, ha de merecer jamás los sufragios populares para


130

puesto alguno, ese día nuestro crédito será lo que debe

ser : el primero del mundo ».

La primera firma de ese presidente fué al pie de


la ley de 8 de Marzo de 1869 , que se intituló ; " Ley
para resguardar el crédito público " , y que manda que
to la deuda pública sea pagada en su totalidad, en oro
ó como hubiera sido estipulado en su primitivo con-
trato. Esto fué lo que hizo ese presidente y la polí-

tica económica que siguió ese gran pueblo. El resultado


de esa declaración se hizo sentir inmediatamente. Los

títulos de 6 % de los Estados Unidos, habían bajado


á 65 %, y en pocos años, algunos de esos títulos que
no podían ser redimidos porque su contrato lo impedía,
llegaron á 130 , y todos los demás fueron convertidos

por la nación ; la deuda quedó reducida al tipo de in-


terés que hoy tiene, y el crédito de los Estados Unidos ,
es hoy, sino el primero, como quería Grant, á la par
del primero del mundo .
Así proceden los pueblos honrados, señor Presi-
dente ; no miden el sacrificio no tratan de economizar
dinero á costa de sus acreedores, y así proceden los
hombres que tienen la responsabidad del honor y del
crédito nacional.

Pero felizmente para nosotros , señor Presidente,


hay en la historia argentina ejemplos y antecedentes
que pueden colocorse al lado de éstos ; y si ellos han
sido un instantes olvidados, tiempo tiene aun el Con-
greso Argentino para volver por la honra y el crédito
nacional.

El año 1876 , el 1 ° de Octubre, vencía el cupón


de la deuda extranjera en Londres. Las grandes dificul-
tades que pesaban entonces sobre el gobierno, habían
131 -

hecho difícil procurarse la cien mil libras que necesita-


ba la Nación. Había habido necesidad de obtener dos

leyes del Congreso y dos leyes de la legislatura de la


provincia de Buenos Aires, para poder realizar el em-
préstito ó préstamo de esas cien mil libras que aún no
habían sido enviadas á fines de Septiembre.
En medios de esas dificultades , un diputado pre-
sentó á la Cámara á que tenía el honor de pertenecer,

un proyecto en que se declaraba sencillamente que que-


daba suspendido el servicio de la deuda externa por un
pequeño período . Ese proyecto fué leído y fue fundado,
y el Presidente preguntó si había algún diputado que
lo apoyase para pasarlo á comisión . Ni siquiera, por
espíritu de compañerismo, ni siquiera por cortesía hácia

el diputado que había presentado el proyecto, hubo un


voto que lo apoyara y el proyecto tuvo que ser reti-
rado.

A esa proposición, contestó entonces el Presidente

de la República, con aquella frase célebre, viril y va-


liente que revelaba todo un propósito y un plan eco-
nómico. Y esa declaración del Presidente, y esa vota-

ción del Congreso, fué trasmitida á Europa, y el 1 ° de


Octubre, sin que llegaran los fondos, porque no hubo
tiempo, la casa Baring, dijo : Un país rico como la Re-
pública Argentina, que tiene estos propósitos de hon-
randez, tendrá siempre con que pagar ; y pagó el ser-

vicio de la deuda, y nuestros títulos, que habían llegado


á 50 % y que se anunciaba que dentro de pocos
días llegarían á 22, subieron inmediatamente ; y pocos
años después, cuando llegó al ministerio el señor mi-

nistro que tiene la fortuna de llegar siempre cuando

sale el sol, después de la tormenta y cuando renace la


- 132 -

paz y la abundancia, el señor ministro se encontró con


una nación llena de crédito y riqueza,
Estas son las tradiciones argentinas ; y me es muy

doloroso decir que estas tradiciones se están olvidando;


aqui tenemos al Congreso reunido para discutir si aho-
rra un millón de pesos en el servicio de la deuda.
La Comisión de Hacienda, cree que lo único
que corresponde tratándose del pago de la deuda na-
cional, es cumplir religiosamente con sus contratos,
haciendo caso omiso de todo cálculo que nos empeque-
ñece la dignidad nacional nos ordena que paguemos lo

que debemos, tal como lo hemos contratado, pues no


tenemos el derecho de arrebatar á quien nos estregó el
producto de sus economías. ni un centavo de lo que

nos hemos comprometido á devolverle.


Pero, si desgraciadamente, hubiera alguien para
quien esta razón de dignidad no fuera bastante, para
ese, y para ese únicamente, la Comisión tiene otro ar-
gumento: á él le podía decir : no solamente es más

digno, sino que es más conveniente.


Siente la Comisión tener que descender á la cues-
tión de números y empequeñecer este debate ; pero

como el argumento se ha hecho, quiero probar que no


sólo es más digno y honroso , sino que es más econó-
mico .

Dije, incidentalmente, que si hubiera mala volun-

tad en la Comisión para con el señor ministro de Ha-


cienda , y el deseo de colocarlo en una situación difícil,
el consejo sería que se aprobara el proyecto sancionado
por la Cámara de Diputados, pues cree que ese pro-
yecto es impracticable, como voy á tratar de demos-
trarlo.
133

El señor ministro de Hacienda nos ha pedido


380.000.000 de pesos de 4 % para realizar varias
operaciones que están detalladas y separadas en su pro-
yecto. Una de esas operaciones es el pago de las ga-
rantías de ferrocarriles, para la cual asigna la suma de
35.000.000.
La Comisión no necesita detenerse en esta parte
del proyecto, porque á esta suma ha contestado con

cifras detalladas el señor ministro del Interior, y en un

trabajo muy meritorio, después de una discusión pro-


longada con los acreedores por garantías, ha presentado
el resultado de sus esfuerzos, y de él se desprende que

con 35.000.000 no se pueden arreglar las garantías

nacionales ; se necesitan por lo menos 43.000.000 de-


duciendo de los 50.000.000 de su proyecto , la suma

que se pide para prolongaciones y demás que no están


comprendidas en éste. De manera que si el Senado
votara el proyecto del señor ministro de Hacienda, la

obra del señor ministro del Interior quedaba destruída ,


porque nunca podría cumplir los compromisos que ha

contraído ad-referendum con algunas compañías y lo


que necesita para arreglar con los demás, con la suma
que el señor ministro de Hacienda ha establecido .
Cuando la Comisión entró á calcular este proyec-

to, en el que el señor ministro de Hacienda ofrecía


convertir 222.000.000 de pesos de 6, 5 y 4 1/2 %
con 230.000.000 de 4 %, se encontró con que por sus
cálculos los resultados eran completamente distintos, y

temiendo sufrir algún error, la Comisión solicitó del


señor Ministro de Hacienda tuviera la bondad de faci-

litarle los que él debía haber hecho para fijar esa suma.
Debo declarar que con gran sorpresa, el señor mi-
- 134

nistro de Hacienda contestó que no había hecho cál-


culo alguno, que no tenía contrato ni compromiso con
los banqueros ; y que esa suma de 230 millones, la
había calculado aproximativamente.
La Comisión pidió, entonces, á la Contaduría Ge-
neral, que calculara cuánto importaba el servicio defini-

tivo y total de los empréstitos actuales, y cuánto im-


portaba el servicio definitivo y total de los 230.000.000
que propone el señor ministro de Hacienda, y la Con-
taduría informó concluyendo en los siguientes términos:
« Para terminar con lo referente á la primera pre-

gunta, se hace la siguiente operación : costo del em-


préstito de 230.000.000 según pormenores dados en el
párrafo anterior, 511.019.750 pesos Costo de los ca-
torce empréstitos, según los contratos actuales, 495.219.000
pesos; diferencia en contra del empréstito de unificación,
15.800.000 . Es decir, que en definitiva, la Nación pierde
con los 230.000.000 del empréstito del señor ministro ,
15.800.000 .

Pero, como he dicho, esa cifra de 230.000.000


está equivocada tendrá que ser mucho mayor, pues

jamás podrá el señor ministro convertir los empréstitos


actuales con 230.000.000 de 4 %
A la Contaduría no podía escapársele esto, y

agrega este párrafo : < Esta diferencia está explicada si


se tiene en cuenta que la postergación del plazo obliga
á un mayor desembolso de intereses sobre la misma, y
ella aumentaría mucho más, si no fuera que la com-

pensación de los títulos actuales de 222.000.000 , con


sólo 230.000.000 que propone el señor ministro, es

apenas la cuarta parte de lo que proporcionalmente


corresponde » .
135

Y tenia razón la Contaduría.


Pero la Comisión ha tomado en cuenta otro ele-

mento de cálculo y es que el señor ministro propone


títulos de mayor garantía, y, por consiguiente, al propo-
ner un título de mayor garantía, debe disminuirse la
prima. Y entonces en vez de 32.000.000 que es el
cálculo de la Contaduría, la Comisión ha reducido á
21.900.000 pesos, que, sumados á los 222.600.000 de
la deuda actual, hacen la cifra de 244.500.000 , que
será lo menos que necesite el señor ministro para con-
vertir su deuda ; y entonces la diferencia entre la deuda
actual y una nueva deuda de 244.500.000 de 4 %,

con arreglo á los cálculos de la Contaduría , es de


54.000.000 de pesos contra el erario, en los cuarenta
años.

De manera que, considerada económicamente la


propuesta del señor ministro, el resultado definitivo es :

que por economizar un millón en los próximos años,


grava á la Nación, en definitiva, con 54.000.000 !
Excusado es decir que no vale la pena de perder

el crédito de la Nación para llegar á este resultado.


Teniendo en consideración todo lo que dejo ex-

puesto, la Comisión no podía trepidar ; tenía que acon-


sejar al honorable Senado que rechazara el proyecto
del señor ministro y procediera inmediatamente al pago
de la deuda pública, tal cual ha sido pactada, tal como
corresponde, haciendo honor á la firma de la Nación
.

puesta al pie de los contratos respectivos.


Debo agregar que no es sólo más económico , por
las cifras que acabo de enunciar , sino que será tam-
bién económico en otro sentido. No se pueden hacer
estas grandes operaciones de empréstitos sin ciertos
- 136 -

gastos ; los banqueros no van á emitir doscientos cua-

renta millones en títulos , ni á recogerlos del público y


cambiarlos por nuevos, sin cobrar alguna comisión.
Estos nuevos títulos impondrán nuevos gastos ,
nuevos derechos de timbre : en fin, será necesario in-

vertir una suma que no sé si calcular en uno ó dos


por ciento, porque no tengo base para hacerlo .
Economizar, señor Presidente, no quiere decir no
gastar, sino no malgastar. Estos tres, cuatro ó cinco
millones de pesos oro que la Nación va á tener que gastar
en pago de comisiones y gastos del nuevo empréstito,
se pueden ahorrar, y ya tendría el señor ministro con
esta suma como atender el mayor servicio durante va-
rios años .

Pero, yo le diría al señor ministro que esa plata


le servirá para otra cosa, otra deuda que él ha olvi-
dado . En este proyecto de conversión que discutimos
no se dice una palabra de esas quinientas mil libras
de certificados de 1 % que existen en la bolsa de
Londres y que han sido dados en pago del saldo del
servicio de dos empréstitos . Hoy existen 400 y tantas
mil libras en certificados de 1 %. Esos certificados , como lo

dije antes, deben pagarse con la diferencia que hay entre


el servicio actual y el de la deuda que hará la Nación el año
98, según el arreglo Romero . Como con este proyecto
todo eso desaparece, yo le pregunto al señor ministro,
con qué va á pagar los dos millones de pesos de cer-
tificados del año 98, si se realiza esta conversión el
año próximo. En ninguna parte del proyecto existe, y
debo creer que el señor ministro lo ha olvidado.
Por eso, la Comisión cree que esos cuatro millo-
nes que iba á malgastar en comisiones y gastos de un
137 ―

nuevo empréstito, le servirán para pagar los certificados


que están en la bolsa de Londres.

Creo, señor Presidente con lo expuesto, haber de-


mostrado que el servicio de la renta que se debe

sin combinaciones y sin arreglo, sin manipulaciones de

papel, es lo que corresponde á la dignidad nacional ; y


creo haber demostrado que es también lo que conviene

en definitiva al tesoro de la Nación . Y después de es-


tos argumentos, con que he fundado el proyecto de la
Comisión y he rebatido el del Poder Ejecutivo , en lo
que se refiere al pago de la deuda, pasaré á la parte
referente á los ferrocarriles : no me voy á detener
mucho.

El ministro del Interior, á nombre del Poder Eje-


cutivo, ha elevado un proyecto, que está á estudio de
las comisiones del Senado ; es un proyecto perfectamente
detallado, por el que el Congreso Nacional podrá darse
cuenta de lo que el Poder Ejecutivo pretende con la
autorización que solicita. Tiene la inmensa ventaja

sobre el del señor ministro de Hacienda, de que no


solicita autorización sin límite para hacer y deshacer en

esa materia lo que crea conveniente, para arreglar en


cualquier forma que parezca equitativa al Poder Ejecu-
tivo, sino que propone hacer arreglos en forma clara y
precisa, y somete todos sus detalles al juicio del Con-
greso Nacional.

Es evidente que no podemos ocuparnos de discu-


tir garantías de ferrocarriles en este proyecto, que no

trae base ni detalle de ninguna clase; cuando tenemos

para mañana la discusión de ese otro ; y es evidente


que no podemos votar los 35.000.000 que nos pide el
ministro de Hacienda, porque votarlos sería rechazar
138 --

de antemano el proyecto del ministro del Interior, que


no tenemos derecho de rechazar sin estudiarlo, por

que allí se nos pide 50.000.000 como necesarios para


su realización. De manera que, consultando las dos
opiniones del mismo Poder Ejecutivo, creo que en esta
parte no puede el Congreso votar este proyecto, ni
puede el ministro de Hacienda sostenerlo .
En cuanto á las deudas provinciales, hay aquí,
señor Presidente, dos cuestiones.

Una de precedentes y otra de equidad y conve-


niencia.

Como precedentes, es indispensable que quede es-


tablecido que la Nación no es, en manera alguna, res-
ponsable de las deudas que pueden contraer las pro-
vincias, en ejercicio de derechos propios y agenos á la
autoridad nacional , y que aquellos que contratan con
las provincias, lo hacen bajo la responsabilidad exclu-
siva de cada una de allas.

Si la Nación fuera hoy á llamar á los acreedores


de las provincias, á abrogarse el conocimiento de las

cuestiones que ellas tienen con sus acreedores y tratar


directamente con éstos, dejaría establecido que la Na-
ción es parte en las cuestiones entre los acreedores

provinciales y gobiernos de provincia.


Pero una vez salvado este principio y este prece-

dente, queda una cuestión de equidad.


La mayor parte del producido de los empréstitos
contraídos por las provincias, ha sido entregada á la
Nación, en cambio de papeles que se han despreciado,
y no es justo que las provincias soporten solas esta
sobrecarga ; el hecho es cierto, es una razón muy aten-
dible. Y hay otra razón de conveniencia nacional. La
139 -

falta de pago de esas deudas están pesando sobre el


crédito nacional, porque no es posible exigir que los

tenedores de títulos de deuda provincial externa, conoz-


can tan bien nuestro mecanismo institucional, para que
puedan deslindar la responsabilidad provincial y la
nacional.

Por equidad y conveniencia propia la Nación debe


pues, auxiliar á las provincias con lo necesario para
salvar sus compromisos .
El error fundamental del procedimiento que se ha
seguido, es el haber el ministro de Hacienda entrado en

relación directa con los acreedores de las provincias.


La Comisión cree que cada provincia debe arre-
glar sus intereses con los acreedores , y que éstos arre-
glos se aprobarán por el Poder Ejecutivo, porque desde
que la Nación va á contribuir con su dinero es natural
que los encuentre conformes y justos, y una vez que

los haya aprobado, entregar á las provincias , en títulos,


las sumas necesarias para cumplirlos.
La Comisión cree que esta forma es la que con-

sulta mejor el interés del momento, que arreglar esta


deuda y los intereses permanentes ; no dejar un prece-

dente que pueda invocarse mañana contra la Nación ,


con motivo de deudas provinciales.

Ahora se dirá, que hay dos leyes que ordenan


esto, más o menos. Es cierto . Pero esas dos leyes no
han sido bastante detalladas ; han sido simplemente au-

toritativas, y ha bastado la mala voluntad de alguna


de las partes que intervienen para que no se ejecuten.
La Comisión cree que ha llegado el momento de
establecer claramente la forma en que estos arreglos

deben hacerse, y establecer para todas las provincias la


- 140

misma base, de manera que no pueda decirse que unas


son más favorecidas que otras.

La Comisión cree que lo que necesitan las pro-


vincias es que la Nación les anticipe los fondos nece-
sarios para salir de sus compromisos ; fondos que podrán
devolver en más ó menos tiempo .

Esta es la razón por la cual la Comisión ha se-


parado esta partida de las deudas provinciales, haciendo
un nuevo proyecto .

El tercer proyecto es una consecuencia de los an-


teriores .

El señor ministro del Interior declara que nece-


sita cincuenta millones para arreglar las garantías de los
ferrocarriles, y el señor ministro de Hacienda que se
necesitan ochenta y cinco millones para arreglar las
deudas provinciales . Aunque esta suma no ha podido
ser confrontada por la Comisión de Hacienda, porque
le faltan los datos , el Congreso debe dictar la ley po-
niendo esta cantidad á la disposición del Poder Ejecu-
tivo, y por este proyecto se le autoriza para emitir los
ciento treinta y cinco millones que necesita para los

objetos designados.
Con esto habría terminado por mi parte la expo-

sición sobre los proyectos de la Comisión, las razones


en que se funda y las observaciones que tiene que

hacer al proyecto del señor Ministro ; pero cree, sin


embargo, que no debe terminar aquí, y me permitirá
el honorable Senado que salga tal vez del círculo de
las atribuciones de la Comisión de Hacienda é invada
cuestiones reservadas á otras comisiones .

Sucede hoy un hecho completamente anormal, su-


- 141 -

mamente perjudicial y que habla muy poco en favor


del orden con que se manejan nuestras finanzas.
Estamos discutiendo aquí un proyecto que afecta

la renta y la deuda nacional ; es decir, según el cual


se va á determinar el monto de los servicios de nuestra

deuda ; la comisión de presupuesto del honorable Senado


tiene á su estudio las leyes de impuestos internos ; en
la Cámara de Diputados se está discutiendo en comisión,
el presupuesto general y otra comisión tiene las leyes de
aduana.

De manera que se está discutiendo la renta en


una parte, la deuda en otra y los gastos en otra,
como si todo esto no tuviera vinculaciones y relaciones

íntimas, no tuviera necesidad de estar perfectamente.


coordinado y combinado para formar el plan general
de finanzas nacionales .
La situación actual es un inmenso desorden que
tiene que traer gran confusión . Cuando la Comisión
sostiene que debe pagarse el total de los servicios de

la deuda nacional, se le puede preguntar : ¿ se ha dado


cuenta de la influencia que eso puede ejercer sobre la
economía general del presupuesto y de los recursos de
la Nación ? Y la pregunta sería perfectamente acertada .
La Comisión ha querido darse cuenta de esa si-
tuación general y debe demostrar someramente á la
Cámara -porque no puede ni debe entrar en detalles.

-cómo ella entiende, que dentro de los recursos dis-


ponibles de la Nación, hay como atender con holgura
á todo el servicio de nuestra deuda, á todos nuestros
egresos ordinarios y á todos los gastos extraordinarios
decretados ,
El señor Ministro elevó á la honorable Cámara el
142

presupuesto de los gastos generales de la Nación , y en


él vienen incluídos, los gastos extraordinarios que está
haciendo en estos momentos, en cumplimiento de leyes
del Congreso . La Comisión de Hacienda reputa que
hay en esto un error fundamental, no se puede incluir
en el presupuesto ordinario de la Nación los gastos
extraordinarios que hoy día se hacen, que son forzo-

samente pasajeros, ni se puede pretender que con las


rentas ordinarias se paguen esos gastos extraordinarios .
En todas partes del mundo cuando se ordena un
gasto extraordinario, fuera de toda previsión y de ca-
rácter pasajero, se provee al mismo tiempo los recursos
necesarios para atenderlo, so pena de producir un de-
sequilibrio completo en todo el plan económico, que
tiene que traer consecuencias funestas.

La Comisión de Presupuesto de la honorable Cá-


mara de Diputados, tengo entendido, ha comprendido
inmediatamente este error y ha formulado un proyecto
de presupuesto ordinario y otro extraordinario, incluyendo

en el primero todos los gastos ordinarios de la Nación


y en el segundo cinco millones de pesos oro y tres

millones de pesos papel, en que el señor Ministro esti-


maba los gastos extraordinarios.
Según la Comisión de Hacienda lo entiende, todas
las rentas ordinarias de la Nación, deben destinarse á
cubrir los gastos ordinarios de la misma, y para los
gastos extraordinarios debe arbitrarse un recurso extra-
ordinario, lo tiene el señor Ministro sobre su mesa de

trabajo, y no sé si no lo ha visto ó no ha querido


verlo.

Con estos antecedentes, señor Presidente , la Co-


misión se hace este cálculo : los recursos ordinarios de la
- 143 -

Nación, según el presupuesto que está ante la Comisión


de Presupuesto de la Cámara de Diputados, son los
siguientes. Impuestos : $ 40.000.000 papel, más pesos
31.450.000 oro que, á 330, son 143.765.000 pesos :

y gastos ordinanios 80.000.000 de pesos papel,
más 15.500.000 de oro que, á 330, importan 54.250.000
moneda nacional, resultando un sobrante de 11.135.000 .

De manera, señor Presidente, que aplicando todas las

rentas de la Nación al pago de los gastos ordinarios


de la misma, le queda un sobrante de 11.135.000
pesos.

Excuso decir que estas son cifras aproximativas,


grosso modo, porque la Comisión de Hacienda no tiene
los antecedentes ni la misión de estudiarlas detenida-

mente : hay otros señores diputados y senadores muy


competentes que presentarán en oportunidad y deteni-
damente estos cálculos .

Pues bien, con estos 11.000.000 de sobrante, en-


contrará el señor Ministro, aún suponiendo que en los
años venideros no se aumenten los impuestos en un
solo centavo, ni aumente su producido por el progreso

natural del país, tendrá sobradamente con que atender


el mayor gasto inmediato por servicio de la deuda, y
podrá también destinar una suma importante al fondo
de reserva, que le servirá para muchas cosas, para
amortizar su deuda, para poder fijar algún día el valor
del papel y, sobre todo, para tener una cantidad en

depósito, de reserva, que una nación necesita siempre


tener como un barco necesita tener lastre, por que le
dá más estabilidad y mejor gobierno.

Se preguntará ahora, ¿ con qué se pagan los gas-


tos extraordinarios ?
144

He manifestado que estos recursos los tiene el


señor Ministro sobre su mesa, y voy á decir cuáles
son.
El señor Ministro ha recibido en estos días el

informe del Banco Nacional en liquidación , y resu-


miendo las cifras de este informe, resulta lo siguiente :
que en el próximo semestre se amortizarán todos los

títulos dados por pagos de deudas personales, y enton-


ces el Banco Nacional tendrá 43.000.000 de letras,
cuyo servicio se hace regularmente : 25.000.000 de pesos
en propiedades, algunas de las cuales está vendiendo
con utilidad, y sesenta y tantos millones de letras pro-
testadas, de las cuales espera sacar el 30 % , por lo
menos. Es decir, que en un tiempo más o menos corto,

podrá poner á disposición del señor Ministro muchos


millones de pesos .

De manera, señor Presidente , que una vez amor-


tizados los títulos particulares, amortización que se pue-

de anticipar con una pequeña operación comercial , el


señor Ministro puede pedirle al Banco Nacional, á
cuenta de los grandes depósitos de la Tesorería, trein-
ta y cinco millones de títulos que, colocados ó dados
en garantía al tipo de 90 % , producirían 31.500.000
pesos, suma que es mucho mayor que la que ha pedido

en el presupuesto extraordinario para el año próximo,


y que le servirá para pagar, no sólo los gastos que haga
ese año por las leyes del Congreso, sino las deudas
que está contrayendo con todos los banqueros dentro y
fuera del país .
Con estas explicaciones la Comisión ha terminado

su cometido , y resumiendo , podré decir que la Nación


tiene recursos sobrados para cumplir leal y honrada-
145

mente sus compromisos ; que tiene recursos para aten-


der á todos los gastos extraordinarios que el pueblo ha
exigido ; pero que aun suponiendo el caso en que esos
recursos faltaran, debe tenerse presente que cuando el
pueblo argentino ha venido á este Congreso y le ha
impuesto la obligación de hacer gastos enormes para
prepararlo á cualquiera eventualidad, no ha pretendido
jamás decir : que lo pagará con el dinero de nues-
tros acreedores, sino con su dinero propio, á costa de
cualquier sacrificio que está dispuesta á aceptar para
dejar ileso el honor nacional.

-Aplausos en la barra.

Por consiguiente, si faltara un peso mañana para


atender al cumplimiento de esas leyes ó al servicio de
la deuda externa, ahí está el pueblo argentino para

pagarlo por medio del impuesto que sea necesario .

-Grandes aplausos .

Los único que falta es tener un poco más de con-


fianza, un poco más de fe en el porvenir de este país ;
y creo que un pueblo joven como la República Argen-
tina, tiene fuerza y potencia bastantes para salvarse de
cualquiera dificultad, y que en años muy breves , lle-
gará un momento en que no se comprenderá cómo es
que el Congreso Argentino se detuvo á discutir durante

largos días, si tendría en tiempo más ó menos próximo,


un millón de pesos para atender á su deuda externa .
Hará entonces el mismo efecto que nos hace hoy cuan-
do vemos que en el año 76 , fué necesario ocurrir á

leyes del Congreso, á los bancos de la Provincia y á


146

la legislatura provincial, para obtener 100.000 libras


.
esterlinas, que el señor Ministro puede obtener mañana
ocurriendo á cualquier Banco .
No, señor Presidente ; en muy pocos años, si si-
gue la época de paz , de prosperidad que hoy día nos
sonríe, la República Argentina tendrá, no sólo cómo
hacer el servicio de la deuda, sino como amortizarla
rápidamente . y podremos decir entonces como el Pre-
sidente Grant : " El crédito de la República Argentina
debe estar sino el primero, á la par del primero en
América, y este porvenir sólo se consigue cumpliendo
leal y honradamente con las leyes y contratos que he
mos firmado".
He dicho .

-Prolongados aplausos .
TREINTA AÑOS DESPUÉS

(JULIO DE 1896)

Descendía el vapor San Martin, en viaje de re-


greso de la Asunción, surcando las turbias aguas del
río Paraguay, y alcanzaba el punto donde aquellas
se encuentran con las verdosas y transparentes del Alto
Paraná. Juntas siguen sin mezclarse largo campo , y,
dentro del mismo lecho, una línea recta marca el di-
verso origen, hasta que la fuerza de las corrientes que
se chocan en los bancos y en las islas, las confunden
y reunen en un solo é inmenso río : el soberbio Pa-
raná. Así, dos razas distintas se encuentran sobre un

mismo suelo en una encrucijada de la historia, como


grupos enemigos , avanzan juntos sin confundirse largo
tiempo, hasta que las corrientes y los mismos contrastes
de la vida las unen y refunden en un solo pueblo, en
grande y poderosa nación.
Caía la tarde de uno de esos hermosos días del
invierno paraguayo, y llegaba el momento en que la

naturaleza se adormece en medio de los esplendores de


una puesta de sol casi tropical. El bosque frondoso
llega hasta las márgenes del río cuya corriente iluminan
los últimos rayos del sol, cubriéndola de escamas mo-
vedizas, plateadas, rojas, violetas, y en la orilla , donde
se recogen á dormir las cigüeñas y los güirapitás, se
148

refleja en el agua la faja verde de variados matices.


El claro tierno de los alisos se destaca sobre el obscu-

ro del timbó, grupos de palmas levantan sus columnas


esbeltas y agitan al viento su airoso penacho, trazando
aquí y allá una curva caprichosa ; los largos tallos de
las cañas se mecen con murmullos cadenciosos ; entre

los verdes y enormes helechos pone el ceibo su nota


roja, y las lianas y enredaderas trepadoras y las or-
quídeas salvajes cubren de tiernas hojas y de flores
brillantes y variadas las ramas y los troncos secos, como

si quisieran ocultar la presencia de la muerte, en medio


de tan desbordante cuadro de vida.

El paisaje se extiende á uno y otro lado en on-


dulaciones interminables y ese manto verde, á medida
que la noche se extiende, toma un tinte azulado , que
se hace más intenso en la línea lejana del horizonte.
Con resplandores de colosal incendio, el sol rojizo
desciende lentamente, rodeado de un cortejo de nubes
que de todos los rumbos del cielo parecen acudir á la
despedida, vistiendo trajes teñidos en todos los cambiantes

del iris. Lo rodean celajes enrojecidos , ceñidos de an-

chas franjas, ya anaranjadas, ya verdosas, ya azules


con reflejos violáceos. Á la distancia , como rezagadas
ó curiosas, sueltas nubecitas opalinas, plomizas ó lige-
ramente sonrosadas, remedan bandada de hermosos fla-
mencos ; y, dominándolo todo , en el cielo, en el bosque,

en el río, la imponente majestad de la naturaleza, que


se calla y se absorbe en el inmenso silencio de la úl-
tima luz crepuscular...
Cómodamente recostado en la cubierta, abandonando
el cuerpo á la suave molicie que emanaba de la tran-

quila corriente, del paisaje, del aire puro, tibio y em-


- 149

balsamado por las emanaciones del cercano bosque ; go-


zando de ese íntimo inefable placer de vivir la vida
tranquila de la naturaleza, sin zozobras ni cuidados ,
sin luchas ni amarguras, sensación íntima que nos ex-
plica la concepción del paraíso terrenal : sentía que mis

párpados se cerraban, la visión del paisaje inmediato


desaparecía, y junto con él, los hombres, las cosas, los
sucesos cercanos, invadiéndome ese blando sopor, en el
que los sentidos se adormecen, y sólo vive la eterna
inquieta, la imaginación que se entretiene en desandar
la larga senda, en retornar á sitios una vez recorridos,
haciendo revivir escenas pasadas y casi olvidadas . En-
tre esos lejanos recuerdos, vi surgir un inmenso cam-
pamento, en cuyo extremo se alineaban obscuras piezas
de artillería de bronce oxidado , y trás ella carpas y

y ramadas, y entre éstas, un pequeño rancho de jun-


cos, inclinado y amenazando ruina , en parte por la ac-
ción de los vientos Ꭹ mucho por la torpeza del artífice.

Era el campamento de Ensenaditas con sus grandes


lagunas de aguas verdosas, situado á algunas leguas de
la ciudad Corrientes ; y estábamos en los primeros me-
ses del año 1866 .; Hace treinta años, -grande mor-
talis aevi spatium !

II

La vida se deslizaba estéril é inactiva en la mo-

notonia de un largo campamento. Los espíritus más


juveniles se sentían enervados por la inacción, bajo la
opresión de un sol canicular, que fatigaba el cuerpo y

enjendraba en la tierra húmeda y caliente todas las ali-


mañas inventadas para la mortificación del hombre.
- 150

Nubes interminables de moscas hacían insorportable la


vida en las horas del día, y, al caer la noche, man-
gas de mosquitos zancudos, de grillos, de vinchucas
hacían oir sus zumbidos y chirridos irritantes, con que

parecían llamarse é invitarse al festín de sangre.


Tenían, sin embargo, esos días de inacción y de
nostalgia, sus momentos de alegría y de íntimo placer,
sólo comprendidos por el que los sintiera alguna vez .
Un toque de corneta lanzado desde las carpas del Es-
tado mayor, repetido por los trompas de división, de
regimiento y de cada cuerpo, hacía circular por el ejér-
cito un extremecimiento de alegría. ¡ Correspondencia !
Cuántas emociones agitaban el alma del soldado, des-
de el general al recluta, al vibrar en los aires ese to-
que tan grato, que sonaba como un eco del lejano

hogar.
En cada cuerpo, un ayudante abandonaba apresu-
radamente la carpa, y ciñéndose la espada en el cami-
no, recogía al pasar un par de voluntarios entre cien
que se ofrecían y se dirigía apresurado al Estado ma-
yor, para regresar con la preciosa carga, que esperaba
de pié y ansioso el regimiento entero.
En todo el campamento, el día de la llegada del
correo era día de movimiento, de variadas emociones,

de alegrías, de tristeza á veces, por la voz de afecciones


lejanas que venía á despertar en nuestro seno fruicio-
nes ó penas ocultas . Esa mal trazada carta de la ma-
dre, rebosante de cariño, mojada á veces con una lá-
-
grima, gota de un mar de ternura, - incoherente por
la abundancia de lo que se quiere decir de una vez,

todo junto, como si el correo fuera á partir dejando


algo sin expresar de ese cariño inagotable; con un pos-
151

data que anunciaba la encomienda cuidadosamente pre-


parada y destinada á alegrar más de una hora, convir-
tiendo en suntuoso banquete el escaso y pobre rancho
diario que se ofrecía entonces, sin intendencias lujosas,
por una patria pobre, á quien con gusto se le daba
todo, sin pedirle nada. Venía también la carta del
padre, que se esforzaba por mostrar seriedad varonil,
no pudiendo , sin embargo, desimular su ternura en los
mismos severos consejos dados al niño - soldado , de-
clarado hombre de improviso por la ley y por el
deber.

Á ese ranchito de junco, habían llegado también

la carta de una madre .


con su encomienda, y la carta
del padre que ocultaba entre sus hojas, cuidadosamen-
te doblado, uno de esos billetes del Banco de la Pro-

vincia, amigos de nuestra juventud, rosado , nuevo, her-


moso, derramando promesas y alegrías.
¡ Gran día ! el contento rebosa en todos los cuer-

pos. Los oficiales se reunen en grupos y se invitan al


gran banquete de las encomiendas , que en su variedad
llenan un menú pantagruélico que se devora en un día
con la feliz despreocupación de la juventud. —¿ Y
-
mañana ? — bah ! será otro día, y se contentarán con
el pedazo de carne flaca, única ración que recibía en-
tonces el soldado argentino, salvos los días en que no
la recibía. Entonces nadie se quejaba ; y hoy, en una

campaña de 60 días, marchando en ferrocarril y dur-


miendo en colchonetas, hemos oído reclamar porque la
carne no era siempre buena y abundante, ó porque

alguna vez faltó el pan, el arroz, los fideos, el café y


el dulce ! Quantum mutatus ab illo ! y cómo, por imi-
tar en todo á la grandes naciones, vamos perdiendo
- 152 -

las ventajas de los hábitos , de las costumbres , de las


aptitudes nativas de nuestras masas !

Aprovechando la pasajera fortuna que el correo


había traído , los oficiales se invitan para ir á Corrien-
tes, á derrochar el caudal, y obtenida la licencia, parte
la alegre carabana.

Allá van, con las primeras vislumbres de la auro-


ra, por esas cuchillas, atravesando isletas de monte, her-

mosos parques naturales y arroyos que parecen trazados


por la mano de un paisajista ; al ruido de la inva-
sión , vuelan azoradas las palomas del monte, cesan

en su canto las calandrias y zorzales, se alzan gritan-


do bandadas de loros verdes y amarillos, y levantan
el tardo vuelo los hermosos flamencos rojos que habían
tendido su línea de batalla en la orilla de una inmen-

sa laguna. Nada de ésto veía ni oía la caravana, que


sólo ansiaba divisar la ciudad prometida, al volcar la
última cuchilla.

Uno de esos oficiales, caballero en mulo artillero,


era un largo alférez , lampiño, un poco desgonzado . Ves-
tía, á pesar de la estación, una hermosa levita de pa-
ño colchado , de amplios faldones, último resto del lujo-
so traje, reservado desde el primer día para la entrada
á la Asunción ! á los tres meses ! -y destinado hoy
por la necesidad, al uso diario . Contrastaba con el res-
to del traje, compuesto de una bombacha de brin de
tropa y unas botas burdas, fabricadas y claveteadas por

un buen napolitano, en la ciudad de Concordia . ¡ Feliz


alférez ! quien nos diera volverle á ver !
Llegaron desgranados á Corrientes, la ciudad de
sus ensueños. Unos ordenaban ya una comida inaca-

bable al mozo azorado del Hotel del Comercio, mien-


153 -

tras otros, allá lejos, taloneaban á un " patrio " flaco,


que con las moscas de día y la ronda de noche, ha-
bía perdido casi el hábito de comer, y que no pudien-

do prolongar más su heróico esfuerzo, amenazaba, por


momentos, caer y terminar á la vez sus dias y sus
penas.
Corrientes era entonces una ciudad dormida á la

sombra de sus naranjos, que reflejaban en las tranquilas


aguas del gran río, sus copas soberbias , tachonadas de
frutos dorados ó vestidas de blancos azahares . Situada

en un extremo de la República , casi incomunicada , go-


zaba un reposo perenne, libre de las exijencias tiráni-
cas de nuestro progreso rápido y febril .
Indolente y hermosa, como hija del trópico que
ha colgado su hamaca en la hora ardiente del medio-
día, bajo la sombra amiga de árboles seculares , dejaba
correr sus días acariciada por la naturaleza, que le

brindaba sus mejores frutos , sus más hermosas flores,


sus galas y sus adornos, haciendo fácil su vida y exen-
ta del bíblico tributo . Un día , despertó alarmada :
ruidos extraños se oían en los campos y en el bos-
que lejano, como el confuso rumor de muerte que
avanza; y de las orillas del río, partío un grito deses-
perado, parecido al del pescador que despierta al sen-
tir el zarpazo del felino, que deslizándose sigiloso en-
tre los juncales de la orilla, lo sorprende traidoramen-
te en la hora del reposo. Era el rumor de su suelo
invadido, de sus buques apresados en plena paz . Los
ecos llevaron rápidos á todos los extremos de la pro-
vincia, la terrible noticia - Invasión ! -y ese pueblo ,
al parecer indolente y enervado por las molicies de su

vida, sintió hervir su sangre argentina, agolparse á su


- 154

mente el recuerdo de pasados heroísmos, y, viril y en-


tusiasta, acudió en masa, sin más armas que el hierro
de sus cuchillos y las tacuaras de sus bosques ; y los
ejércitos enemigos tuvieron que detener su avance, pues
lo encontraron audaz é indomable, para disputarles el
paso en cada abra de sus montes, en cada vado de
sus ríos.

Pero la caravana aquella , no iba en


en busca de

Corrientes la heróica, sino de Corrientes la amable.

Para los que vivían, hacía más de un año, en malas


carpas ó en chozas de barro y de junco, durmiendo en

lecho de paja y comiendo al aire libre la escasa


ración , aquellas casas blanqueadas se presentaban á sus
ensueños como palacios soberbios donde hallarían gran-
des camas con colchones, salones, comedores con man-

teles y cubiertos, manjares ideales ! Eran jóvenes que


hacía un año sólo veían á esa mujer de tropa , tan

buena, tan útil, tan servicial y abnegada, verdadera


providencia del soldado, pero que, como una Friné

al revés, bastábale mostrarse para defenderse : figura


apenas femenina, sólo matizada en esos campamentos,

por la aparición fantástica de aquellas negras brasi


leras, que parecían harpías tropicales, cubiertas de cin-
tas y plumas, y vestidas de cien colores chillones,
marcando su paso con una estela perfumada, y dejan-
do una sensación de chucho ó de horrible pesadilla.

Para esos jóvenes, una correntinita joven , entre amarilla


y rosada color durazno maduro, fresca y limpia, con

su cara de luna llena, ojos negros, una boquita roja

que al sonreirse mostraba un puñado de mazamorra,


sus largas trenzas cuidadosamente peinadas, sus senos
duros, puntiagudos, insolentes, de donde colgaba como
155

de una percha, la camisa blanca y limpia, único ador-


no de su busto rollizo y flexible, su pollerita sencilla

y corta, que mostraba pies gorditos y chicos como sus


manos : todo esto era un ensueño, una visión que em-
briagaba, hacía olvidar palacios y banquetes ; y esos
soldados fascinados corrían á poner á los pies de la
diosa todo lo que poseían : sus 19 años, un corazón
entusiasta, una espada virgen y un mar de promesas é
ilusiones ! Cuántas veces, al amoroso entusiasmo sucedía

amargo desencanto, cuando se recibía por toda respuesta ,


con aquella tonadita guaraní que las hacía más delicio-

sas, la terrible sentencia, remedo de la que Dante leyó


sobre la obscura puerta : Sin esperanzas, che,
andate !....

III

¡ Treinta años van corridos desde aquella terrible


guerra ! Cuántos de esos alegres compañeros no con-

testan ya al llamado. y cuyos nombres apenas se con-


servan en la memoria amiga . El tiempo ha borrado
su recuerdo, los árboles han crecido cubriendo las tum-

bas abandonadas, y hasta las corrientes del río han


alterado la escena, cambiando por completo la decora-
ción dentro de la que se desarrolló la larga y san-
griente trajedia.
Allí está el promontorio donde se levantaba la
fortaleza de Itapirú, esa centinela avanzada de la tierra
paraguaya, que sostuvo con admirable bravura el pri-
mer choque de las corazas brasileras. Sus cañones

adornan hoy los museos militares de Río de Janeiro ;


no queda ni el recuerdo de sus bravos artilleros ; y un
156

bosque de sauces y alisos, de verde tenue, alegre, casi


sonriente, se agita á la brisa y besa la corriente en el

mismo lugar donde antes se levantaban los sólidos


bastiones.
Al frente está el " Paso de la Patria ", donde los

gauchos porteños, mandados por ese gallardo, ingenuo


y bravo coronel Conesa, recibieron su bautismo de

fuego . Allí embarcó el simpático Osorio, su división


que debía ser la primera en pisar el territorio paragua-
yo, cruzando el río en pleno día, frente al enemigo, en
buques atestados de tropa hasta el punto de hacer im-
posible todo movimiento ofensivo ó defensivo : opera-
ción audaz , temeraria, cuya única explicación era que
se tenía una fé completa en la ineptitud del contrario.
Fué un éxito ; y es el resultado, el que justifica ó con-
dena las audacias de la guerra. Donde existía el fon-

deadero profundo que permitió á la tropa embarcarse


en simples planchadas, se mira un inmenso arenal ya

invadido por el bosque, sobre cuyo blando y tibio lecho


duermen los yacarés bajo los ardientes rayos del sol
de mediodía.

Una mañana, el ejército argentino, acampado en


en ese punto, despierta al estruendo de un fuego de

fusilería , tan nutrido y continuo que asombraba á los


viejos soldados . Eran los brasileros que ocupaban la
isla Cabrita, y que atacados al venir el día por fuer-
za paraguayas, que pasaron en escuadrilla de canoas

protejidas por Itapirú, se batían desesperadamente, con-


tra el violeto y audaz avance, recibiendo y contestando
un fuego no interrumpido durante cuatro horas, mien-
tras la escuadra y la fortaleza agregaban al estruendo
continuo del fusil, el estampido de sus gruesos cañones,
157

cuyo eco se repercutía y prolongaba en los senos dila-

tados del bosque. El ejército entero ha bajado á la


orilla del río, y espera impaciente la orden de atrave-
sarlo en auxilio del aliado ó conocer al menos el resul-

tado de la lucha, que sólo advierte por el ruído de la


fusilería y por el humo que brota en nubes de la co-
pa de los árboles. De pronto el fuego disminuye rá-

pidamente, y grupos de canoas se alejan de la isla. en


dirección á la costa enemiga . El ataque ha sido re-

chazado y más de la mitad de los asaltantes no vol-


verán á pisar el suelo paraguayo.

La isla que fué teatro de la sangrienta escena, y


bajo cuyos altos árboles hallaran sepultura tantos cen-
tenares de valientes, no existe ya. Las corrientes del
río han arrastrado en su curso las arenas movedi-

zas, el monte soberbio y la tumba humilde ; y los


huesos de esos héroes, junto con su nombre y su re-

cuerdo, han sido llevados por la onda tranquila, allá á


los senos obscuros del olvido .

¡ Tuyutí, Curuzú, Curupaití : cuánta sangre genero-


sa bebió ese ángulo de tierra que forman el Paraná y
el Paraguay ! Allí el paraguayo, como león acusado,
se defiende ciego y embravecido ; é ignorando si quien
lo manda es un demente ó un tirano, sólo ve á su

tierra invadida por planta estraña. En las furiosas em-


bestidas del Dos de Mayo y Tuyutí, los paraguayos se

estrellan contra el número y la disciplina y mueren

por millares bajo el fuego, sobre las bayonetas ó al


pié de nuestros cañones ; però en Curupaití, toman san-
grienta revancha, haciendo inútil el valor temerario de
las columnas aliadas que avanzan bajo el fuego morti-
fero, en busca de una victoria imposible,
158

Todo ha desaparecido . Los grandes esteros se han


secado , el bosque ha invadido el campo donde se le-
vantaban las carpas y las trincheras ; y en esa tierra
fecundada por tanta sangre y tantos millares de ca-
dáveres, la vegetación está más frondosa y exuberante,
más profusamente adornada con todas las galas de las
flora tropical . Esos parajes casi desiertos, conservan
algo de misterioso y sagrado, que inspira respeto
al viajero y se impone á la sencilla credulidad del
indígena, que escucha la relación de extrañas le-

yendas.
Ha oído decir que durante las noches tormento .
sas, cuando el horizonte se ilumina con los resplando-

res del relámpago, y una atmósfera pesado bajo un


cielo obscuro lo oprime é invita al recojimiento, esos
rumores escuchados en el bosque, esos ecos lejanos
que remedan el trueno del cañón y el choque de las
armas , son écos de la batalla de los muertos que se
Jevantan de su tumba, y, no convencidos por la muerte
misma, renuevan la lucha chocando sus huesos que se
destrozan en horrible entrevero. Si alguna vez su tosco
y primitivo arado, al rasgar el suelo, descubre un crá-

neo, el indíjena le recoge con religioso respeto, lo de-


vuelve á la tierra bajo una cruz, y, más feliz que
Hamlet, murmura el rezo del creyente, pidiendo paz
para esos restos , que no despiertan en su alma la

duda desgarradora del terrible problema !


Ahí está Humaitá : ¡ cuantos recuerdos se agolpan
á la memoria ! Aquello fué el enorme y férreo can-
dado con que se encerraba y aislaba un pueblo entero
del contacto del mundo, para poder con mayor facili-
dad trabajar esa blanda pasta indígena, ya amasada
159 -

por lo misioneros, hasta amoldarla á la forma simple


de un despotismo absoluto.
¿ Qué queda de sus inmensas y formidables bate-
ríaa erizadas de cañones, de sus casamatas, de sus ca-
denas tendidas al través del río ? Nada. Y de esa
&
península famosa en el Chaco vecino , donde se libra-

ron tantos combates extraños y terribles, en que los


infantes se batían en canoas, en la obscuridad de la

noche, y en el centro de lagunas cuyas aguas amane-

cían enrojecidas ; donde los acorazados eran asaltados


por soldados de caballería , que se lanzaban al río con
el sable en los dientes y que llegaban hasta trepar á
las cubiertas ? Nada ! Las baterías han desaparecido ,
con sus cañones y sus cadenas, las lagunas se han

agotado y la selva ha invadido la escena, borrando las


huellas de la batalla y cubriendo con mantos de enre-

daderas, de lianas, de hojas y de flores el teatro de


tanta hazaña y de tanto heroísmo . En sus senos obs-
curos y enmarañados, ya no resuenan el estruendo de

la batalla, ni el grito de rabia del vencido, ni el cla-


rín que lanza á los ecos las dianas del vencedor. En

la inmensa soledad del monte, sólo se oye á intervalos


el quejido de la torcaza ó el triste lamento del urutaú
que, según el poeta, llora las desgracias de la patria .

Sobre la planicie donde existió le antigua villa de


Humaitá, se eleva, romántica, hermosa y sujestiva, una
ruína imponente, único testigo que con muda elocuen-
cia parece contarnos todo lo que se vió y todo lo que

se sufrió, en aquellos días de homérica lucha .

Son los restos de un templo, que las balas de las


naves brasileras derribaron durante aquel diario bom-
bardeo, que arrasó la aldea que lo rodeaba . Quedan
-- 160

sólo los muros de una torre, una pequeña parte de

otra, y los del peristilo . La naves han desaparecido ,


y en los arcos y los muros, penetran los rayos del sol
por los inmensos boquetes taladrados por las grana-
das. La silueta de esta ruína se destaca sobre el ver-

de del horizonte y el azul zafiro del cielo , con líneas


tan caprichosas, tan artisticas , tan bellas , que parece
que la mano de
mano de algún artífice de gusto exquisito la
hubiera modelado , poetizándola é impregnándola de
cierta solemne tristeza, que despierta las admiración y
concentra el pensamiento trayendo la fúnebre visión de
lejanas escenas. Recuerda aquellos torreones arruina-
dos, que destacándose en la cima de una colina , cuen-
tan al viajero la historia de otras edades, é impregnan
de romanticismo y poesía el resueño y hermoso valle
del Rhin.

El día que esa ruina desaparezca, vendrán en va-


no los descendientes de los que cayeron allí, defendien-
do palmo á palmo el suelo patrio, á buscar la escena
regada con tanta sangre generosa . Nada encontrarán ,

pues parece que la naturaleza conspirara con el tiempo


por borrar el recuerdo de esa lucha casi fratricida, cual
si en otros días la hubiera contemplado con asombro
y horror.

Entrará sin duda en los sabios designios de la

Providencia, destruir hasta el último vestigio de una


lucha entre hermanos, para que los vínculos de la
sangre y del común origen puedan recobrar todo su
vigor é influencia, y consolidar la unión entre dos pue-
blos tan íntimamente vinculados por la naturaleza
misma.
―― 161

IV

No está aúu escrita la historia de esa guerra. Ella

vendrá algún día á excusar, ó justificar tal vez, faltas


ú omisiones que nos llevaron á esos campos de ba-
talla que nada grande ni fecundo produjeron , pues só-

lo nos han enajenado la amistad de un pueblo tan vin-


culado á nuestra vida, y que sufre aún de las heridas
casi mortales que de nuestras manos recibió.
No es posible, sin profundo desconocimiento de
la verdad histórica, juzgar los actos y procederes de
los hombres públicos, bajo la influencia de otra época,
de otras ideas, de otro medio ; pues, por grandes que

sea la inteligencia de un estadista, difícil, si no impo-


sible, le será sustraerse por completo á la influencia
de las ideas ó pasiones predominantes y que han ve-
nido labrando la opinión. Solo el genio puede anticipar

las verdades del porvenir ; y el genio mismo no siem-


pre tiene el poder bastante para imponerse y obligar á
las corrientes de los sucesos á desviarse y seguir el
rumbo que les indica su clarovidencia.
Además, los hechos, cuando se producen, se atri-
buyen casi siempre á una acción personal inmediata,
porque cedemos á la necesidad de personalizarlos para
explicarlos más fácilmente, y nuestra inteligencia no tiene
el poder bastante para penetrar en el pasado, y seguir
el misterioso desarrollo de las causas lejanas . Hay

fuerzas superiores que combinan los sucesos , que mue-


- 162

ven á los hombres y las cosas según su varia índole,


en el inmenso tablero de la vida y preparan para una
hora dada las soluciones definitivas ; y los hombres que
se hallan en la escena en ese momento, son los que

generalmente asumen la responsabilidad ó la gloria de

acontecimientos, á cuyas causas superiores y anteriores


fueron ajenos . No es esto mero fatalismo que supri-
me la acción humana por inútil, sino un principio de

justicia, que la hace solidaria al través del tiempo y que


nos enseña que nuestro esfuerzo actual sólo prepara la
historia del día siguiente, pues la de hoy ya fué hecha
por actos pasados.
Fácil tarea es criticarlos, cuando tenemos á la vis-
ta los antecedentes conocidos y desconocidos por los

actores, las consecuencias previstas é imprevistas, y


marcada la influencia del azar, de la fortuna, de esa

fuerza misteriosa y desconocida que se mezcla invisible


á todos nuestros actos, y que, caprichosa ó traviesa ,
adversa ó amiga, contribuye secretamente á preparar los
sucesos, á introducir elementos que deciden del resul-
tado final, que abate ó exalta á un hombre, con una
desgracia inmerecida ó una gloria inconsciente ! ¡ Cuán

fácil es sobre el plan de la batalla pasada, enmendar


el error ó corregir al maestro ! ¡ Cuántos han ganado
la de Waterloo , después de perdida por Napoleón !
No criticaremos, pues, la política exterior de nues-
tro país, en los tiempos que precedieron la guerra :
reconocemos cuáles eran las exigencias de la opinión
pública, que a veces es la suma de opinión de todas
las ignorancias ; conocemos cuál era la
la propaganda

irreflexiva de la prensa, cuya funesta influencia, en mu-


chos casos, ha dado ocasión á que un célebre académico
163

francés, la defina, parodiando el juicio de Esopo sobre


la lengua : « Es lo mejor y lo peor que tiene la socie-
dad moderna ».

Pero, si la política que condujo fatalmente á la


guerra puede tener su excusa y aún su justificación, no
nos explicamos la apatía con que vimos formarse la
tormenta, sin apercibirnos un instante á la lucha, has-

ta que la invasión nos sorprendió, sin recursos sin ar-


mas, sin escuadra y con nuestro pequeño ejército dise-
minado en fronteras lejanas.
Ante el hecho brutal, ante el suelo profanado y
la bandera ultrajada, el patriotismo y el entusiasmo
fueron llamados á suplir lo que faltaba, y lo suplieron ;
-
pero una campaña que debía ser rápida, por la pre-
cipitación con que fué preparada, por las imperfeccio-
nes de un tratado hecho con demasiada premura y sin

estudio, por la falta de sinceridad y simpatía entre


aliados que estuvieron á punto de volverse enemigos, -
se prolongó sin término, en medio de sorpresas y com-
bates aislados donde el heroísmo de los combatientes

ha dejado páginas gloriosas, pero donde no se descubre


una acción enérgica, con iniciativa y con brío : un plan
general dentro del cual se movieron en acción con-
currente todos los elementos de fuerza, y donde las
batallas fueran las escenas finales que terminan el dra-
ma. Fué así cómo la guerra continuó hasta que el pue-

blo paraguayo hubo vertido por cien heridas la última

gota de sangre cayendo desfallecido , sin fuerza ya,


casi sin vida. Treinta años despues, aún está débil y
convaleciente, y aunque reconoce que lo libramos de

cruel tiranía, no puede olvidar ni perdonar la sangre


vertida ni las miserias que soportó .
164

Estabamos entregados á estos recuerdos, cuando


nos dispertó el silbato del vapor. Abriendo los ojos

y desperezando el cuerpo adormecido, nos vemos en el


medio de un mar tranquilo, de esa inmensa cancha

donde se confunden los dos ríos, antes de llegar á la


ciudad de Corrientes. Las costas distantes, apenas vi-

sibles, parecen vestir su nocturno traje de celajes y


brumas para entregarse al sueño; la luna, alta ya so-
bre el horizonte, se refleja en la corriente é ilumina

mil pecesillos de plata que juegan en la superficie de


las aguas , se persiguen, aparecen y desaparecen, en ra-
pidísimos movimientos ; y allá á lo lejos, pequeñas lu-
ces en las barracas y en el río anuncian el puerto de
Corrientes donde en breve fondearemos.
Una vez allí, contemplamos de nuevo el panora-
ma de la ciudad que poco ha cambiado, fuera de los
grandes muelles de hierro, que atestiguan que han lle-
gado hasta ese extremo los beneficios del progreso na-
cional.
Á poca distancia, aguas abajo , se destaca una
pequeña planicie, semicircular, cortada á pique sobre la
corriente. Hay allí un proyecto de parque con plan-

tas exóticas ; donde en el país de los grandes bosques de


gigantescos y variados árboles, el hombre, siempre des-
contento con lo que posee, se esfuerza por arraigar pe-
nosamente algunos eucaliptus, casuarinas ó coníferas,

llevados de Buenos Aires y destinados por la naturale-


za á crecer bajo otros cielos y otros climas.
- 165

En ese parque que construye la municipalidad de


Corrientes, en paraje consagrado por la primera victo-
ria , se proyecta elevar un monumento á los que caye-
ron en la guerra . Desde su cumbre se verá á la de-

recha, en el río inmediato, el lugar donde fué asaltada


y tomada la 25 de Mayo y donde nuestra bandera su-
frió el duro agravio ; y al frente, el puente histórico,
tomado á la bayoneta por un puñado de valientes que
el 25 de Mayo de 1865, festejaron el glorioso aniver-
sario con la primera victoria, y derramaron la prime-
ra sangre en desagravio de la ofensa .

Esa columna en que estarán grabados en bronce


los nombres de los que sucumbieron, impedirá que el
olvido lo envuelva todo con sus sombras como nos

envolvió la obscuridad de la noche, al ocultarse la lu-


na tras las brumas del horizonte...
Discurso pronunciado en el Senado sosteniendo el
pago de la deuda nacional

(SESIÓN DEL 17 DE NOVIEMBRE DE 1896)

Sr. Pellegrini -Pido la palabra.


La exposición que con tanto interés acabamos de

escuchar, bastará por sí sola para justificar la moción


que hice en el Senado pidiendo los datos que han pro-

vocado esta discusión ; y debo hoy congratularme de

que gracias á ellos se han disipado los misterios que


rodeaban la hacienda pública, y estamos todos en situa-
ción de juzgar los actos del gobierno con relación al
presente y sus proyecciones en el porvenir.
Voy á pasar por alto, porque necesito acortar este

debate, toda la primera parte del discurso del señor


Ministro, en que se ha esforzado en probarnos que el
responsable de la administracion pública, según nuestro
sistema de gobierno, es el Presidente de la República.
Creo que la afirmación es elemental y no preten-
do discutirla. Yo no trato de saber, señor Presidente,

precisamente quién es el responsable, porque no he ve-


nido aquí á erigirme en fiscal, ni á acusar ante el Se-
nado al Ministro, he venido simplemente como senador
de la Nación á discutir cuestiones de interés nacional en

obsequio del gobierno que dirige las finanzas, en obse-

quio del Congreso que está llamado á participar en


167

ellas y en obsequio del pueblo que tiene derecho á co-


nocerlas.

Entraré, pues, de lleno en la contestación dada


por el señor Ministro, y empezaré por observar que á
mis cargos ha contestado diciendo : tal vez en algo he
hecho mal, pero usted lo hizo peor. Esta clase de de-
fensa es un tanto infantil, señor Presidente, los errores

ó las faltas de un gobierno ó administración no son


jamás excusa, ni justificación de las faltas de otro ; y si
yo tuve la desgracia de errar en la administración eco-

nómica del país, mi desgracia debía servir de experien-


cia y no de ejemplo al señor Ministro, para no incurrir
en los mismos errores ó cometerios peores .
Podía yo excusarme tal vez de entrar á contestar

esa parte, porque me voy á ver obligado á justifi-


car y á hablar de actos en los que tuve una parte
principal, pero este estudio de la administración finan-

ciera del Estado, en esa época, forman parte de la


historia económica de la República ; y creo que todos

aquellos que sean llamados en el porvenir á dirigir las


finanzas de la Nación, han de encontrar en ella, más

que en los libros puramente teóricos de los economistas ,

lecciones que aprender : verán ahí cuáles fueron las di-


ficultades pasadas, los medios que se propusieron para

remediarlas, sus resultados, cuando fueron acertados y


cuando errados, y conocerá además esto , que es la base

de la ciencia financiera : la capacidad económica de cada


país que varía según su posición, sus recursos y sus
antecedentes históricos.

De manera que, para hacer la defensa de la ad-


ministración que estuvo á mi cargo, voy á presentar
simplemente el cuadro de los sucesos de aquella época,
168

los medios de que se valió la administración para re-


mediar sus consecuencias y sus propósitos para el por-
venir.

El señor ministro ha compendiado el sistema eco-


nómico de la administración del 90 al 92 , en cuatro

palabras : la política económica de esa administración

se reducía á emitir, contraer empréstitos de moratoria


y emplear otros recursos del mismo género.
Señor Presidente : cuando el señor Ministro repite

el cargo que se me ha hecho muchas veces, de que soy


emisionista incorregible, me autoriza para decirle que no

se ha dado cuenta de la situación en aquella época


y de las causas que crearon la necesidad de una emi-

sión, y me pone en el caso de explicar como pude ha-


cer emisiones sin ser emisionista en principio.
Una emisión de papel inconvertible, señor Presi-
dente, reune á la vez la forma de una contribución

popular, porque grava indirectamente á toda la pobla


ción; y la forma de uso del crédito porque se gira so-
bre el porvenir del país, que, en definitiva, se compro-
mete en día más o menos lejano á redimir la emisión .
Esta forma de usar el crédito ó de establecer una contribu-
ción es indiscutiblemente una de las más onerosas, lo que

quiere decir que no se puede usar sino cuando no hay


otro recurso y cuando el deber de salvar su situación

por todos los medios obliga á apelar á ella.


Yo puedo recordar la comparación del señor Mi-
nistro que dijo durante sus discurso, que yo me pare-
cía al doctor Sangredo, en el sentido de que á todos
mis enfermos aplicaba mi sistema, que lo seguían exac-
tamente, pero que todos se me morían. No, señor Mi-
nistro, felizmente todos mis enfermos de entonces no se
169

me han muerto, sino que viven fuertes y robustos , á

pesar de tratamientos posteriores . Creo poder hacer una


comparación más exacta. Llamar emisionista la política
del gobierno que presidí, porque en ciertos casos traté

de remediar los males por medio de la emisión , sería


lo mismo que si el señor Ministro, al ver que un mé-
dico, en presencia de una criatura que se afixiaba ,
apela á la traqueotomía, dijera al público: el doctor
Fulano es un asesino, no conoce otro medio de curar

un enfermo que abrirle la tráquea. No, señor Presidente,


la emisión es como esa operación: no se debe hacer

sino en el último extremo ; pero llegado el último extremo


es un deber hacerla, so pena de asumir grandes respon-
sabilidades. Cuando se critica una emisión no se puede
criticar en general, sino la oportunidad y necesidad de
su aplicación.
Hay otro procedimiento económico mucho más

terrible que la emisión, mucho más gravoso, mucho más


injusto y es el empréstito forzoso . Formar la lista de

los principalas capitalistas del país, fijarles una cuota ,


y enseguida ordenarles que dentro de veinticuatro ho-

ras la depositen en tesorería, bajo pena de apremio


personal, es mucho más terrible que ordenar la emisión
de algunos millones de papel.
Y bien, señor Presidente, hombres, ante los cuales

todos los argentinos nos inclinamos con veneración ,


apelaron á ese recurso . Los gobiernos de los primeros
años de nuestra independencia establecieron el emprés-
tito forzoso en casos extremos. Se atrevería acaso el

señor Ministro á condenarlos y decir : yo jamás orde-


naré un empréstito forzoso.
No comprende acaso que le contestarían: es po-
170

sible que el señor Ministro no sea capaz de ordenar

un empréstito forzoso, pero tampoco es capaz de dar


libertad é independencia á medio continente!

-Muestras de aprobación en la barra.

No, señor Presidente, el señor Ministro puede ve-


nir y decir : jamás he firmado una emisión. Yo diré:

porque jamás se ha encontrado en caso de firmarla.

Yo sé que el pecado acompaña al poder creador,


y el primer gran ejemplo aparece en nuestro génesis ,
como también sé que en el orden de la naturaleza
sólo son inmaculados aquellos seres que son orgánica-
mente estériles !

--Aprobación en la barra .

¿ Por qué se hicieron esas emisiones, señor Presi-


dente ?

Voy á explicarlo nuevamente, y voy á provocar


el juicio del país para que nos condene si hemos
errado.
Un día se presentó el presidente del Banco Hi-
potecario y me dijo : « En el próximo vencimiento del

cupón no tendrá el Banco con qué pagarlo y tendrá


que cerrar sus puertas .
La quiebra del Banco Hipotecario, señor Presi-
dente, importaba arrojar á la plaza 100.000.000 más
de cédulas depreciadas y arruinar á todos sus tenedores,
arrebatar al país ese instrumento de progreso y de tra-

bajo que tan inmensos servicios tenía prestado , á la


industria nacional, y destruir una obra que había cos-
tado mucho tiempo crear.
171

Estudiamos cuál era el estado del Banco Hipote-


cario y nos apercibimos que con cinco millones de

pesos podría pagar su déficit durante tres ó cuatro


años, y que era seguro que el restablecimiento del
orden y de la prosperidad lo pondría en condiciones

de continuar ; ante tal situación se le entregaron al

Banco cinco millones de pesos, y el Banco Hipoteca-


rio se salvó !

¿Quién es capaz de condenar hoy esa operación ?


Cinco millones de pesos importan un gravamen
para el país ; pero el Banco Hipotecario salvado im-

portaba un beneficio enorme, y es comparando el mal


con el bien que se puede calcular el saldo en favor ó
en contra de la medida.

-Aprobación.

¿Se atreve acaso el señor Ministro á decir hoy:


devuelva ese Banco esos 5.000.000 pesos y cierre sus
puertas ?
Pasemos á otra cosa, señor Presidente. Los gran-

des Bancos habían caído ; la República entera no tenía


donde ocurrir á obtener un solo peso sobre su crédito
para las necesidades de su comercio y su industria;

faltaba á la República este órgano indispensable para


su desarrollo económico; era necesario crear un Banco;

se buscó el capital por todas las formas posibles, ofre-


ciendo todos los halagos que podía solicitar, se llegó
hasta declarar que si el capital extranjero venía á fun-
dar Bancos en estas condiciones, se le darían los pri-
vilegios que pidiera.

En aquellos momentos , señor Presidente, tristes y


172

oscuros, todo fué inútil - casi puedo decir hoy que fe-
lizmente entre tanto había que crear un Banco y la

administración lo creó; pidió al crédito de la Nación


50.000.000, lanzó la emisión y fundó un estableci-
miento que, al cabo de cuatro años , ha establecido 90
sucursales, extendiendo su acción benéfica á toda la

República; es en muchas partes la única institución de

crédito que sostiene á la industria y al comercio; ha


entregado al trabajo nacional mil millones de pesos , y
hoy forma parte indisoluble de nuestro organismo eco-
nómico.

Levántese el señor Ministro y diga : " Ese fué un


error, repárese, devuélvanse esos millones y cierrece el

Banco " , y todo el pueblo de la República se levantará


en masa para evitar el atentado .

-¡Muy bien! ¡ Muy bien !

Tuvimos razón de ser emisionistas .


Pero si he sido emisionista en este caso, probaré
tambián que he sabido resistir á la corriente que pedía
más emisiones.
En el mes de Noviembre del 90 el Banco de la

Provincia me hizo saber reservadamente, que estaba


sufriendo una corrida, que sus grandes depositantes re-
tiraban sus depósitos y que siguiendo en ese camino

podía encontrarse en dificultades muy pronto.


Demasiadas tenía la administración que vencer
para que tuviera que cargar con esta nueva.
El Banco Nacional había recibido 50.000.000 de

emisión, señor Presidente, para ponerlo á cubierto de


cualquiera amenaza, y se le dió orden de que entregase
173

esos fondos al Banco de la Provincia para conjurar el


peligro; pero vino el mes de Marzo y el Banco de la
Provincia manifestó de nuevo que no era posible soste-
nerse, y para agravar la situación el Banco Nacional

se vió pronto en el mismo caso.


El Ministro de Hacienda de aquella época, señor

Presidente, á quien no le tocó un lecho de rosas ni


el plácido reposo en que hoy vive el señor Ministro ,

se encontró con este gravísimo problema: ó se lanzaba


una emisión enorme para habilitar á esos Bancos á
pagar sus depósitos y deudas , en la esperanza de que
continuando su giro, pudieran recuperar esas sumas y

amortizar la emisión , ó dejaba caer esar dos institucio-


nes á los que estaban vinculados tan enormes intereses .
El dilema era terrible. La quiebra de los Bancos
importaba la ruina de millares de acreedores humildes
que habían llevado allí el fruto de sus economías de

años, era dejar perecer el más poderoso elemento que


había conocido la Nación y al cual estaba vinculado

por muchos y muy grandes servicios; era comprometer


los recursos mismos de la Nación, que tenía en las ca-
jas del Banco Nacional 70.000.000 en sólo depósitos
de Tesorería, en fin, señor Presidente, no necesito de-
cirle ni al Congreso ni al país, lo que significaba la
caída de esos dos Bancos .

En cambio los perjuicios que iba á ocasionar en


el presente y el futuro una nueva emisión de 200 mi-
llones eran incalculables.
En favor de la emisión estaba la enorme masa de
intereses vinculados á los Bancos , y, sin embargo, del
estudio detenido hecho en los consejos de Gobierno,
salió la resolución de negar esa emisión y cargar con
174

la responsabilidad de la clausura de los Bancos , que


fué resuelto por decreto de 5 de Abril de 1890 .
Puede llamarse emisionista á la administración

que carga con tal responsabilidad antes de decretar una


nueva emisión?

Y la razón por la cual la administración rechazó


el pensamiento de la emisión, era porque iba á ser
ineficaz para los fines propuestos de mantener vivos
esos establecimientos , lo que sería la única justificación
de la medida.

Se pensó entonces que lo que hacía el poder y


eficacia de un Banco era su crédito, y que en el caso
de los dos Bancos oficiales, éste estaba herido de muerte,
y que aunque se les diera los medios de devolver sus

depósitos, sería sólo galvanizar una existencia ya con-


denada.

Se ordenó entonces su clausura, se negó la emi-


sión y se revervó para más tarde la tarea de reempla-
zarlos en la forma que después se proyectó y
y realizó .
Creo haber levantado el cargo poco estudiado y
meditado de haber sido un Gobierno puramente emisor.

Fué un Gobierno que pasó por grandes dificultades


que trató de buscarles á cada una su remedio . No
voy á decir señor Presidente, que no erramos, porque
no voy á ser tan vanidoso como para pretender la infali-
bilidad, y menos aun cuando era necesario estar improvi-
sando sobre el campo de batalla, momento por momento,
para remediar los golpes que venía sufriendo la situación
económica del país, hora á hora y día á día.
El otro cargo que el señor Ministro hizo desde el

primer día que desempeñó su ministerio, fué contra el


empréstito de moratoria: lo condenó en todas las for-
175

mas como la operación más ruinosa que ha hecho la


Nación, en sus cláusulas, en sus fundamentos y en sus
consecuencias.

Verdad que se ha guardado de decir qué es lo


que hubiera hecho en su reemplazo, porque, indudable-
mente, es mucho más fácil criticar que producir; pero
yo le diré que ese empréstito fué lo único que pudo
hacerse en ese momento , no á juicio del Presidente y
su Ministro de Hacienda, sino á juicio de la alta banca
europea .

Cuando me recibí de la Presidencia de la Repú-


blica, tenía la certidumbre de que con los recursos que

disponía en ese momento el país, mientras no se pro-


curaban nuevos, no se desarrollaran nuevas fuentes de

rentas, no iba á ser posible atender al pago de la deu-


da ; pero creía que el crédito de la Nación estaba muy
por arriba de cualquier sacrificio .
Empecé, señor Presidente , por hacer lo que mucho
se me criticó entonces . En medio de esas primeras an-
gustias del tesoro , cuando faltaban hasta los recursos
para pagar la administración, envié el último peso á

Europa para atender los cupones de nuestra deuda del

1º de Octubre 1890 y 1º de Enero 1891 . Y junto

con el dinero para pagar esos cupones que marcaban


qué sacrificios era capaz de hacer el Gobierno para
mantener su crédito, envié al doctor Plaza con el esta-

do más completo y detallado sobre la situación en esos


momentos del erario nacional , sobre los recursos pre-

sentes, sobre los proyectos futuros del Gobierno, y


todos esos planes, todos esos estados, fueron entrega-
dos por el doctor Plaza á la comisión de la alta
banca inglesa , que en esos momentos estaba consti-
176

tuída bajo el nombre de Comité Baring , presidido


por el • barón Rosthchild .

El doctor Plaza presentó los documentos y dijo


que la República Argentina estaba dispuesta á hacer

todo lo que se le exigiera para mantener su crédito mo-


mentáneamente afectado por una situación extraordi-
naria.

Esa Comisión entró á estudiar la situación de la

República , y después de estudiarla hizo sobre ella un

informe luminoso, declaró que la República poseía todos


los elementos necesarios para hacer honor, con el tiem-
po, á sus compromisos, y que lo único que necesitaba

era un plazo moderado para darle tiempo al Gobierno


á reorganizar las finanzas del país, completamente des-
organizada por los sucesos que acababan de pasar.
El proyecto de emprestito y moratoria fué redac-
tado por el comité Rosthchild y presentado á la plaza
de Londres por la Comisión y explicado y defendido

en las columnas del Times, por el mismo barón Rosth-


child .

Allí se declaró que era una operación perfecta-


mente honrosa y digna, demostrando la voluntad que
tenía el país para aceptar cualquier sacrificio con tal
de defender su crédito .

Esta fué la opinión del mercado inglés sobre el


empréstito de moratorias.
¿ Y qué significaba el empréstito de moratorias ?

Significaba simplemente decir : los empréstitos que


están garantidos con hipotecas tienen derecho á exigir

una parte de la renta de aduana ; deben, pues , pagarse


en efectivo y en oro se pagarán. Y respecto á los otros
empréstitos se concedía un plazo de tres años dentro de
177 -

los cuales se haría el servicio en títulos de renta con

renta y privilegio bastante para mantener su precio.


Desgraciadamente, señor Presidente, los ánimos es-

taban muy agitados, la oposición política contra el


gobierno era terrible y dispuesta, como dicen los fran-
ceses, á « hacer flecha de toda astilla . Apenas apareció
el contrato de moratorias, que había sido aplaudido-
en Inglaterra, fué atacado en la República, y entre los
que hacían coro al ataque estaba el actual señor Minis-
tro de Hacienda .

-Risas .

Se declaró en la prensa, en todos los tonos que


por muchos años no volvería la República Argentina
á poder pagar sus deudas ; que ese empréstito de tres
años tendría que prorrogarse por tres años más, au-
mentando nuestra deuda, y que al fin de ese término
vendría la bancarrota .
Basta leer los diarios de esa época para compren-
der esa situación.

Estos artículos publicados en la prensa argentina

eran reproducidos en la prensa inglesa y francesa , y


al fin consiguieron su objeto: se introdujo el pánico en
los mercados de Londres sobre los títulos argentinos y

empezó su rápida caída : los que se cotizaban al ser


emitidos al 97 y 98, inmediatamente bajaron á 70.
Podía el Gobierno evitarlo ?

Era uno de tantos males de aquella situación que


había que soportar.

Pero el empréstito de moratorias, como las emi-


siones, no eran más que expedientes para salvar la si-
178

tuación del momento ; y es un gobierno completamente


imprevisor y es este uno de los cargos que le hago
á la administración actual-el que se vale de un *
pediente para salvar una dificultad y al día siguiente se
entrega al descanso, sin pensar que llegará el día que
se renueve la situación.

Después de dictada la ley de moratoria, toda la


atención del señor Ministro de Hacienda se dedicó á
preparar recursos, á crear nuevas fuentes de renta, á
organizar la administración, á fomentar el comercio, la
industria y las grandes obras del país ; en una palabra,
á hacer lo necesario para aumentar la renta del erario ,
para que, vencidos los tres años, contando con el pro-
greso rápido del país y con que las pasiones políticas
se habrían calmado con el cambio de administración,
pudiesen, los que vinieran, encontrar los medios de

atender los compromisos y salvar el honor de la Na-


ción, cumpliendo lo estipulado en la ley de moratoria ,
es decir, pagando íntegramente las deudas vencidos los
tres años .

Y todo eso lo hizo, y permítame la Cámara que


lo diga, aunque puede interpretarse como un rasgo de
vanidad por mi parte ; todo lo que existe hoy fué he-

cho por esa administración, y desafío al señor Ministro


á que me diga qué es lo que ha agregado en cuatro
años ; que me diga cuál es el acto de su administración

que haya importado crear un nuevo recurso , un nuevo


elemento de poder para la Nación.
¿Con qué derecho se levanta hoy contra esa ad-
ministración que actuó en medio de tantas dificultades
y tormentas, improvisando lo que hoy día existe como
organismo económico, cuando no puede presentar ni
179

siquiera la creación de un nuevo impuesto como esfuerzo


propio?
Pedir plata prestada, dar en pago títulos, vender-
los, todo eso es muy fácil. Pero crear recursos , crear

organismos económicos para el país, para todas las even-


tualidades en medio de una borrasca política y econó-
mica, eso no lo hacen, señor Presidente... Perdóneme

la Cámara ; debo detenerme : no quiero proclamar los


méritos de una obra en la que me corresponde una

parte.
Esta fué, señor Presidente, la política económica
de la administración que tuve el honor de compartir
con los ciudadanos más distinguidos que tiene el país,

que fué valientemente sostenido por los miembros del


Congreso, y aunque combatido por la opinión enton-
ces, por razones políticas que han desaparecido , merece
justicia hoy que se confiesa que se hizo todo lo huma-

namente posible.
Ahora, señor Presidente, voy á volver á una parte
del discurso del señor Ministro, que, sino ha sido una
novedad para los señores senadores y diputados, porque
ya lo habían oído , ha sido indudablemente una nove-

dad para el pueblo, que lo ha escuchado recien en

sesión pública y ha sentido herida una de esas fibras


que nunca se tocan en vano, cuando se dirigen á un
auditorio argentino .

Voy á hablar del incidente que con tanta proliji-


dad ha descrito el señor Ministro sobre la entrega del
crucero « 25 de Mayo » .

Ante todo, permítame el Senado una rápida pin-

tura del cuadro que ofrecía la situación del país en los


momentos á que se ha referido el señor Ministro
180

mes de Mayo de 1891 - situación que el señor Minis-


tro ha olvidado al compararla con la plácida situación
actual.
Habían caído ya en Europa las grandes casas que
tenían relaciones de crédito con el Gobierno , la de Ba-
ring y la de Murrieta , y su caída era atribuída en
gran parte á sus negocios con la República.
Pensar en obtener crédito en Inglaterra, después
de ese golpe, era una utopía.
Habían cerrado sus puertas el Banco Nacional y el
Banco de la Provincia. Todos los recursos que tenía la

Nación depositados en los bancos que ascendían á 70


millones, habían desaparecido .
El Gobierno se había recibido con una existencia

de cuarenta mil pesos papel por todo recurso , y las

deudas que pesaban sobre el erario en ese momento,


eran, fuera de todos los servicios ordinarios y que es-

taban pendientes, las siguientes : deuda en letras de

tesorería, á papel, 12 millones de pesos, se debía por


giros hechos y créditos tomados por la administración
anterior á los señores Baring Brothers y Ca, 665.000
libras ; al Banco de Londres 200.000 libras ; al Banco

Inglés del Río de la Plata 211,000 ; y al Banco Bri-


tánico de la América del Sud 102.000; es decir, un

total de 1.388.000 libras. Estos son créditos que ve-


nían de la administración anterior.

Acababa de tener lugar la corrida á los bancos


particulares ; todos, menos el Banco de Londres, se ha-
bían visto obligados á cerrar sus puertas, aunque pronto

las reabrieron había desaparecido por completo todo


crédito público y privado. El mes de Junio marcó el

punto más alto en la crisis comercial de este país, y


181 -

se recuerda todavía como el Viernes negro argentino .


En el puerto de Buenos Aires, un día, de ese mes ni
entró ni salió un buque de ultramar ni de cabotaje ; la
aduana solo despachó las mercaderías necesarias para el
consumo diario y dió 40.000 pesos.
En estas circunstancias, señor Presidente, el Go-

bierno tenía que atender al pago de toda la adminis-


tración, al pago regular del ejército, de sus letras de
tesorería que se cobraban todas á sus vencimientos ; de
giros de casas como las de Baring, que pedían con
razón que se les devolvieran los recursos que habían
prestado, y, en esos momentos, señor Presidente, estaba

el 25 de Mayo » concluído y pago, con excepción de


20.000 pesos .

La llegada del 25 de Mayo » á los puertos de


la República no era cuestión de la mayor urgencia;
estaba convenido con los fabricantes que mientras no
se les pagara el saldo se les abonaría el interés co-
rriente.

Por consiguiente, no tenía apuro de que se le pa-


gara, ni hay reclamación alguna de Armstrong para

que se le abonara el saldo , desde que sabía que el in-


terés iba corriendo.

El señor Comodoro Ramírez, que había sido en-


viado para traer el « 25 de Mayo » , había contratado
una cantidad de marineros, además de los que llevó de
aquí. Estos marineros , señor Presidente , estaban ociosos
y sus jefes no podían sujetarlos á la disciplina militar,
cometían todos los desórdenes que es fácil suponer y

diariamente tenía cuestiones con la policía y autoridades


locales. El señor comodoro Ramírez que no tenía por qué
preocuparse de la cuestión económica de la Nación, sino
182

simplemente de su misión de traer el buque, no tenía


más preocupación que el trabajo que le daban estos
marineros y exigía al comodoro Uturbey y al Ministro
argentino que le hiciera entregar el buque para esta-
blecer la disciplina militar.
El señor Domínguez que ha servido siempre con
el mayor empeño y el más grande patriotismo, que lo
ha hecho acreedor á toda la consideración pública, trató

por sí de remediar ese mal, y se le ocurrió pedir á la


casa de Baring, que acababa de reorganizarse, después
de su liquidación, á quien se le debía más de dos-
cientas mil libras aún , un crédito de 40.000 libras. El

momento no era seguramente oportuno . Fué al Banco


de Londres que acababa de sufrir una corrida , que
había empleado todos los recursos para salvar esa si-
tuación y mantener su crédito, y á quien se le debía
150.000, y no tuvo, como era de suponerse, mayor
éxito .

Llegan al Ministro de la Guerra los telegramas del


comodoro Ramírez y Uturbey y del Ministro, y fácil
es suponer que el Ministro de Hacienda y el Presi-

dente de la República tenían necesidades más urgentes


que atender que las incomodidades que ocasionaban
nuestros marineros en un puerto de Inglaterra.
El señor Ministro, de este hecho, vulgar, que nada

significa y nada importa, ha formado una montaña , y


afectando un tono heróico, dijo; la bandera de Cha-
cabuco y Maipú no subió al tope de una nave porque
faltaban veinte mil pesos , cuando todo lo que había
era que un dueño de astillero no entregaba su buque,
no permitía que se izara la bandera de guerra mien-
tras no estuviera completamente pagado, según la prác-
183

tica establecida en todos los astilleros del mundo ; por-

que una vez izada la bandera de guerra, ya ese buque


es un pedazo del territorio nacional y queda comple-
tamente sustraído á las leyes y á las autoridades del
puerto en que se construyó.
El señor Ministro, en uno de esos arranques de
entusiasmo patriótico que le son tan habituales en es-
tos casos, ha repetido en otra forma lo que exclamó

en la Cámara de Diputados : « Si yo hubiera sido Mi-


nistro entonces, antes de permitir que no se dejara izar
la bandera de la patria, hubiera vendido la catedral
con las cenizas de mis padres y la fé de mis hijos >.
Y bien, señor Presidente cuando el señor Ansaldo no
dejaba izar la bandera en el Garibaldi, por que se le

debía una suma de dinero, ¿ por qué no le ofreció el


Sr. Ministro la catedral con las cenizas de sus padres . ?
Sr. Ministro de Hacienda Se le mandó la

plata sin un minuto de demora .


Sr. Pellegrini - Se le mandó la plata, que es lo

único que necesitaba, como era lo único que necesitaba


Armstrong; y la bandera de Chacabuco y de Maipú y
las cenizas de los antepasados del señor Ministro nada
tenían que ver en la cuestión , valían más las veinte mil
libras que se entregaron oportunamente, recibiendo el co-
modoro Ramírez el crucero .

Lo que critico, señor Presidente, es que cuando se


trata de proyectos financieros, de intereses económicos,
se venga á usar estas frases para herir la fibra patrió-
tica del pueblo y tratar de hacer creer que aquella
administración no supo defender el honor de la bandera
de la patria; y yo pregunto al señor Ministro si él se

cree con autoridad bastante para pararse delante de los


184

hombres que tuvieron á su cargo aquella administración


y enseñarles cómo se defiende el honor y la bandera de
la patria !

-¡Muy bien ! Aplausos.

El señor Ministro no ha afirmado, porque com-


prendió que no podía hacerlo, pero sí ha dado á en-
tender que estas demoras en
en el pago de los buques
continuaron y que esos cruceros sólo fueron entregados
al Gobierno argentino cuando la administración de las
finanzas pasó á cargo del señor Ministro .
El hecho es inexacto, señor Presidente, y me basta
recordar esto: el día en que el señor Ministro se reci-
bió del ministerio, el 12 de Octubre 1892 , el crucero

◄ 25 de Mayo » , llevando al tope la bandera argentina,


saludaba en Huelva, con todas las escuadras del mundo
reunidas, el cuarto centenario del descubrimiento de
América.

Sr. Igarzábal - El señor senador está un poco


fatigado; podríamos pasar á un cuarto intermedio.
Sr. Presidente - Invito á la Cámara á pasar á
un cuarto intermedio.

-Así se hace. Después de algunos momentos


vuelven á ocupar sus asientos los señores sena-
dores .

Sr. Presidente -Continúa con la palabra el se-

ñor Senador por Buenos Aires.


Sr. Pellegrini -Terminé mi anterior exposición
destruyendo la insinuación del señor Ministro, de que
bajo mi gobierno permanecieron paralizados, por falta
185

de crédito y recursos , nuestros armamentos, y que recién


volvieron á agitarse con su entrada al ministerio . Ma-

nifesté que respecto al crucero « 25 de Mayo » fué en-


tregado y formó parte de la primera división naval

argentina que paseó nuestro pabellón en los puertos


europeos y asistió á las fiestas navales en celebración
del 4º centenario del descubrimiento de América. Pero

no fué ese sólo el buque construído y pagado en esa


época. Durante esos dos años tan difíciles, se adqui-
rieron los siguientes elementos de guerra naval: torpe-
deros << Espora > y Rosales >
», valor, libras 90.000;

torpederos « Pi » y « Murature » , valor, libras 30.000 ;


torpederas de 1ª y 2a clase y material completo para
la división de torpedos, libras 260.000 ; acorazados « Li-
bertad » é « Independencia » , valor, libras 264.000 ; cru-
cero << 25 de Mayo » ; 280.300 libras; crucero "9 de
Julio ». libras 280.000 . Total £ 1.378.000 .

De todos estos gastos sólo se adeudaba en Julio


de 1892 , según nota detallada del señor ministro Do-
minguez que el señor ministro debe haber encon-
trado en el prolijo examen que ha hecho de toda esa
correspondencia, 357.625 libras, y como de Julio á

Octubre, en que cambió la administración , se abonaron


90.000 libras, solo quedó un saldo que pasó á la nue-
va administración de doscientas y tantas mil libras.
De manera que la anterior administración , en esos
dos años difíciles, pagó, sin embargo, mas de 5.000.000
de pesos oro por armamento naval, si tener á su dis-
posición ni títulos Morgan, ni bonos de ferrocarriles,
ni bancos deseosos de colocar sus reservas, ni nuevos

impuestos que aumentaran la renta. Y tan es inexacto.


que se hubiera perdido la confianza, ó la buena volun-
186

tad de los constructores, que el del 25 de Mayo


ofreció en venta el 9 de Julio, que fué comprado y pa-
gando una parte al contado y el resto á dos años de

plazo en letras garantidas .


Con esto he concluido, señor Presidente, de hacer

la defensa de aquella administración , fuíobligado á


ello , por el recio ataque que le dirigió el señor Minis-

tro, tan injusto como inexacto.


Pero antes, señor Presidente, de entrar á exami-

nar la política económica actual, permítame la Cámara


que me detenga un momento para defender á un se-
ñor Ministro de Hacienda, que acaba de ser injusta-
mente criticado y á quien no le será posible defenderse
por sí.

El señor Ministro, al siguiente día de recibirse


nuevamente de la cartera de Hacienda, repitió un acto
que ya es habitual en él. El señor Ministro parece
estar profundamente convencido que todo lo que se ha
hecho por administraciones de las que no formó parte,
es un tegido de errores, de desaciertos, de desórden y

confusión, y que recien cuando él aparece, todo eso se


disipa por acto de encantamiento, y nace nuevamente

el sol, dando luz y calor á las finanzas nacionales.


Al día siguiente de recibirse, pasó al señor Do-
minguez la nota que nos ha leído, en la que le decía ,
que volviendo al antiguo sistema de remesas, que en
otra época merecieron su aprobación: « le envio letras
de primera clase » .
Cualquiera entenderá que se había suspendido el
sistema de remesas de letras, durante la administración
que lo procedió, ó que esas letras eran de clase infe-
rior.
187

Agregaba la nota que las letras eran sobre la casa


Rosthschild y que entendía que una vez aceptadas

«podrá Vuestra Excelencia descontarlas con la habili-


dad que le es habitual » . El señor Dominguez es hom-
bre espiritual, y sin duda habrá sonreído al ver este
elogio á su enorme habilidad para descontar en la
plaza de Londres letras aceptadas por Rosthschild .
-Risas.

Esta nota que pasaba el señor Ministro al doctor

Dominguez, en 1º de febrero, llegaría probablemente á


su poder el 22 6 23 del mismo mes; y, casualmente
el 21 de febrero el señor Dominguez escribía la me-
moria que remitía al señor Ministro de Hacienda.
En esa memoria le decía :

" Los pagos que por cuenta de varios ministerios

[ el de la Guerra incluso ] ha hecho esta legación du-


rante el año pasado [ 1894 ] han ascendido á libras es-
terlinas 2.396.247 ó sea pesos oro 12.077.085 inclu-

yendo en esta suma el servicio de los catorce emprés-


titos comprendidos en el arreglo Romero - Rosthschild .

Los fondos que con toda puntualidad me ha remiti-


do durante el año, el Ministerio de Hacienda, venían
en letras á 90 días vista, que ha conseguido siempre

descontar en esta plaza á tipo considerablemente más

bajo que el mínimum del Banco de Inglaterra, realizan-


do en esto solo, muy importantes economías para el
Estado. Durante once meses del año pasado, el míni-
mum del descuento del Banco ha sido dos por ciento
al año, y esta legación ha conseguido descontar en pla-
za letras, alguna vez, á menos de medio por ciento al
año ".
- 188 -

De manera que el señor Ministro, cuando se re-

cibía del ministerio y mandaba letras á 90 días, gira-


das sobre Rosthschild ó por el Banco de Londres, no
hacía absolutamente nada de nuevo; lo único nuevo

que hacía era un elogio que se propinaba á sí mismo

en una carta ampulosa al señor Ministro Dominguez .

-Risas.

Pero había algo más.


Si el señor Ministro hubiera remitido estas letras

por medio de alguna operación original ó por medio de


recursos que él se hubiera proporcionado habría, sin
duda algun mérito, pero ¿ cuál fué el medio de que se
valió el señor Ministro para hacer esta operación, que
considera digna de nota especial?
Llamó al corredor del Gobierno y le ordenó que

fuera al Banco de Londres á comprar letras por 50.000


libras, le entregó un cheque contra los depósitos que

le había dejado su antecesor en el Banco de la Nación;


y después de hecho esto, -descansó de sus fatigas .

-Risas .

El señor Ministro, que recibió 17.000.000 de pe-


sos á su orden en el Banco de la Nación, no puede

jactarse pues de haber mandado 150.000 libras al


señor Dominguez.
Nos dirá el señor Ministro: ¿porqué no las man-
dó el doctor Terry?

Yo se lo voy á explicar, según se desprende de


la misma correspondencia que ha leído .
189

En ese momento pasaba el país por una situa-

ción política que todos conocemos. Todos recordamos


la agitación que había en esta plaza en los últimos
tiempos de la administración del doctor Sáenz Peña; la
desconfianza en la Bolsa era grande, el premio del oro

subía, y en ese momento, retirar de la plaza una can-


tidad considerable, importaba empeorar la situación .
El doctor Terry pensó que era conveniente para

la Nación demorar, en cuanto le fuera posible, remitir


giros ó ir á buscar oro á la Bolsa y esa fué la razón
porque se dirigió á Europa pidiendo crédito sobre

garantía de papel; lo que importaba decir: pido un

crédito, no porque falten recursos , sino porque es in-


conveniente en este momento tomar oro en plaza .

Era una operación perfectamente meditada, que


podía ser apreciada con diverso criterio, pero que nun-
ca podrá tacharse de ser una conducta imprevisora ó
inconsulta.

Esos fusiles que estaban prontos para ser embar-


cados, no había ninguna necesidad apremiante en reci-
birlos, y por eso el doctor Terry pedía al señor Do-
minguez, tratara de demorar su recibo todo lo posible,
para ganar tiempo, y no tener que ocurrir en esas cir-
cunstancias, al mercado, por el oro necesario para pagar
los giros .

Al día siguiente de cambiada la administración,


cuando la calma volvió á los ánimos, cuando la con-

fianza empezó á renacer, cuando la situación política


de la plaza cambió, pudo entonces el señor Ministro,
valiéndose de las sumas que había dejado el doctor

Terry, hacer giros por 150.000 libras esterlinas sin in-


conveniente.
190

De manera que es necesario no ser tan injusto


con las otras administraciones ; es necesario abandonar
este sistema de criticar todo lo ajeno , y decir que todo

lo bueno que se ha hecho en la República es lo que


ha hecho uno mismo.

Todos podemos habernos equivocado; pero todos


tenemos buenas intenciones.

Señor Presidente, pasemos ahora á examinar la


política económica de la administración que sucedió á
la que tuve el honor de presidir. He demostrado que
nuestro plan económico fué sencillamente salvar las di-

ficultades del momento por medio de expedientes de


más o menos eficacia, y preparar al país para que den-
tro de tres años, pudiera volver á una situación nor-
mal.

La administración que sucedió, presidida en el ra-

mo de hacienda por el señor Ministro, abandonó ese


programa declarándolo, en un documento público, rui-
noso y poco menos que absurdo; se inició un nuevo
plan, que tenía por base y punto de partida una de-

claración de impotencia. No se detuvo á examinar que


nuevos recursos podían crearse; qué ensanche podría

darse á los nuevamente creados; como podría salvarse


la dificultad en los primeros momentos y dar á la in-
dustria y riqueza nacional tiempo para desarrollarse y
concurrir al patriótico esfuerzo . Nada de eso hizo, ni
siquiera intentó hacer; renunció simplemente á la lucha ,
se declaró vencido antes de combatir, y, creyendo la-

varse las manos con decir que esa situación no la


había creado é, declaró en quiebra á la Nación y
celebró con los acreedores un concordato en el que
obtuvo quitas de importancia:
191

Pero no comprendía acaso el señor Ministro, que


con esa conducta que era una vergüenza mataba la
gallina con huevos de oro?

¿Cómo puede tenerse el propósito de salvar el

crédito de un país, ó salvar el crédito de un individuo,


proclamando « urbi et orbe » , que no tiene recursos para
llenar sus compromisos ?

¿No comprendía el señor Ministro, que al hacer


esta declaración se cerraba la puerta para poder, en día

más o menos cercano, usar de ese crédito que le iba


á ser indispensable á la Nación?
Me dirá el señor Ministro que al afirmar ese hecho,
afirmaba un hecho exacto. Bien , quiero creer por un

momento, que no tenía recursos; que la renta, tal como


estaba constituida en ese momento, no bastaba para hacer

todo el servicio; pero en tal caso ¿cuál era su deber?


Su deber no era renunciar á todo esfuerzo, entregarse

resignado á la vergüenza y la bancarrota; sino crear

nuevos recursos , traer al Congreso nuevos proyectos


para aumentar la renta. O cree el señor Ministro, que

está manejando las finanzas de un país agotado, esquil-


mado, que arrastra penosamente su vida abrumado de

impuestos; ó un país joven, vigoroso, que tiene aún

recursos y riquezas inexplotadas .


Pero el señor Ministro no tiene apego por estas

ideas ó proyectos que requieren meditación y tiempo


para desenvolverse, y prefiere los pequeños expedientes
que salvan la hora presente, y dejan el porvenir libra-
do á la Providencia.
Esa conducta es tanto más criticable, cuanto que
no le faltaban á la Nación los recursos necesarios para

cumplir sus compromisos. Aquí tengo que hacer una


192

observación muy fundamental, que no me explico como


no se le ha ocurrido al señor Ministro, y hasta cierto
punto me hace creer que el señor Ministro no se dá

extricta cuenta de todo lo que afirma, ni de su tras-


cendencia ó correlación con afirmaciones fundamentales
anteriores.

El resumen de las explicaciones y cifras que nos


ha dado el señor Ministro, referentes á su administra-

ción de la hacienda pública durante estos dos últimos


años, es el siguiente:
En estos dos años la Nación ha cubierto los gas-

tos ordinarios de administración , servicio de deudas y


obras públicas que establece el presupuesto general y
además ha gastado 22 millones de pesos oro en ar-
mamentos. Todos estos gastos ordinarios y extraordi-
narios se han cubierto con las rentas generales , y hoy
solo se adeuda 23 millones de pesos papel, ó sea 8
millones de pesos oro.

Si este cuadro tan halagüeño trazado por el se-


ñor Ministro, fuera exacto, ¿no comprende que sería la
condenación más tremenda de su conducta anterior?
¿Cómo? ¿La Nación ha podido con su renta ac-

tual cubrir, no solo su presupuesto, servicio de deuda,


obras públicas , sino que le han sobrado en dos años
14 millones de pesos oro, para pagar armamentos; y

hubo, sin embargo, quien la obligó á pedir una quita


á sus acreedores, porque aseguró que le faltarían un
par de millones para hacer honor á sus compromisos?
Ignora acaso el señor Ministro, que si parte de la
prensa y del Congreso apoyó el arreglo Romero, fué sola-
mente porque creyó en la palabra del señor Ministro,
que afirmaba que era absolutamente imposible reunir
193

los recursos necesarios. ¿Cómo viene hoy tranquilo á


decirle: la Nación tiene recursos que manejados con

habilidad, alcanzan no solo para sus necesidades ordi-


narias, sino que en muy poco tiempo harán el prodi-
gio de cubrir el enorme gasto extraordinario impuesto
por los nuevos armamentos ! ¿Qué gesto harán ante
esta afirmación los acreedores extranjeros á quienes se
les obligó á renunciar una parte de la renta que se
les debía, y á quienes se les acaba de proponer la nue-
va quita de la unificación ?
No, señor Presidente, aquel acto no tiene disculpa ,
y pesará siempre sobre el crédito de la Nación y sobre
el nombre del señor Ministro, quien ha podido reco-

nocer su error y reparar todo el daño que hizo, y no


lo ha hecho.
Entran ahora á estudio los diversos expedientes

de que se ha valido el señor Ministro , para procurarse


los fondos necesarios para el pago de armamentos, y

empezaré por la emisión de 8.000.000 títulos Morgan .


Son conocidas las opiniones, públicamente mani-
festadas por el señor Ministro sobre el empréstito mo-
ratoria. Ha declarado que ese empréstito no obedecía
á ningún principio económico, que fué ruinoso por sus
cláusulas, que importa un pago de deuda con deuda,
condenada por la ciencia y la experiencia, y esta con-
denación la acaba de repetir ahora.

Si el empréstito de moratorias y la emisión de


títulos fué un error de la administración el año 91 , si

fué entonces una operación ruinosa para el país, cuan-


do con ella se trataba de salvar el crédito de la Na-

ción en momentos lificilísimos, ¿cómo debe calificarse


la acción del Gobierno que viene á lanzar ese mismo
194

empréstito el año 96 , en plena paz y prosperidad y


cuando abundan otros recursos?

El señor Ministro, que ha declarado en documen-


tos públicos y en esta misma discusión que era una

resolución inquebrantable del Gobierno no hacer emi-


sión ni empréstito, ¿cómo es que ha podido al día si-
guiente emitir 8.000.000 de títulos Morgan? Y no los
emitió como lo hizo el Gobierno anterior, entregándo-

los á la par en cambio de una deuda , sino enitiéndo-


los y vendiéndolos al mejor postor en la Bolsa de
Londres, llegando al precio de 82 %; de modo que ese
título, que era gravoso y ruinoso el 91 al 6 %, dejó
1
de ser gravoso y ruinoso el 95 al 72 %
Dije, señor Presidente, que el Poder Ejecutivo no
estaba autorizado para ello. El título Morgan, por su

interés y privilegio es un título sumamente codiciado


por la alta banca, ella sabe tan bien como nosotros ,
sino mejor, que no está muy lejos el día en que cam-
biando de sistema, ese título recobrará el precio que

debío siempre tener; es el título de interés más alto


que hay en la Bolsa de Londres y en algún día cer-
cano pasará de la par; de manera que entre todos los
títulos argentinos es ese el que buscan con preferencia.
Durante el Ministerio del doctor Terry le hicieron

constantes insinuaciones, diciéndole que si necesitaba di-


nero, ahí tenía unos títulos Morgan, que podía utilizar.
Los titulos á que se refería entonces fueron unas 500
6 600.000 libras reservadas cuando se cerró la emisión,
para atender al arreglo de los ferrocarriles en la Pro-
vincia de Santa Fé; contrato que estaba realizado, apro-

bado y concluído, pero no consumado.


El doctor Terry contestó á nombre del Presidente
195

de la República en un documento que se ha publicado ,


diciendo: "Tengan entendido que el Gobierno no emi-
tirá más empréstito Morgan, y que, por consiguiente,
es inútil que ofrezcan anticipos sobre esos títulos; y no
emitirá más títulos Morgan , porque la ley que creó
esos títulos, declara que serán destinados exclusivamen-
te al pago de servicios de deudas externas y de garan-
tías de ferrocarriles, durante los años 91 , 92 y 93.

Toda inversión del producido de esos títulos, fue-


ra de esos objetos, era contraria á la ley.
Además, un decreto del Gobierno habia declarado

cerrada la emisión y el mismo señor Ministro, había


en documentos públicos, manifestado al Congreso y á
los banqueros, que en ningún caso emitiría títulos ni
de esa categoría, ni de ninguna otra.
Pero, señor Presidente, los viciosos , delante del

público , suelen hacer asco y gestos de repugnancia en


presencia de una copa de alcohol, pero cuando la con-
currencia se distrae, lo beben hasta las heces; y el se-
ñor Ministro que tanta repugnancia ha mostrado, que
tan duramente ha criticado estos títulos Morgan, en
una distracción del Congreso ha emitido 8.000.000 y
los ha emitido de la siguiente manera: Cuando el se-
ñor Ministro estaba urgido por fondos , el señor Torn-
quinst, que viajaba en Europa, y que ha prestado con
la mayor decisión toda la cooperación que se le ha
pedido, estaba en Inglaterra procurando un crédito al
señor Ministro, y hablando con el representante de ca-
sas inglesas, y entre otras la de Morgan, el señor
Burns, socio de esa casa, un norteamericano muy há-
bil y enérgico , muy decidido y de gran autoridad le
dijo: " Si quieren plata, ahí tienen los títulos morato-
196

rias ". El señor Tornquist que conocía las opiniones


que había al respecto, le observó que había dudas so-
bre la facultad del Gobierno para emitir estos títulos .
El señor Burns le contestó: " Si ustedes arreglan
la cuestión allá, yo me encargo del Stock Exchan-
ge . Y para probarles que tengo confianza, les ofrezco
un crédito de 300.000 libras á girar á 90 dias y á
cubrir diez dias antes del vencimiento, (es decir, que lo

único que ofrecía era su aceptación), si ustedes me dan


el % de comisión cada 90 dias, y me entregan tí-
tulos de 6 ° O en garantía, aforados al 50 " ."

Y ésta fué la operación que se hizo con el señor


Morgan. El señor Ministro dice que le salió casi de
balde; lo único que yo sé es que el señor Morgan no
hacía más que poner su aceptación , garantida por el
0
doble del valor en títulos del 6 , y cobraba 2 %
por esa firma, es decir, 1/2 % cada 90 dias.

Yo tenía entendido, señor Presidente, que todas


las operaciones que habia hecho el señor Ministro, eran
como ésta; que el uso que había hecho de los títulos
Morgan eran darlos en caución, y habia dicho que la

falta era venial, porque al fin, buscando medios para


pagar el crédito se rescatarian los títulos más tarde,

pero recién he venido á saber que no era esto , sino


que lo que el señor Ministro está haciendo es vender

los títulos en la Bolsa de Londres por intermedio de


la legación argentina.
Y yo le digo, señor Presidente, de dónde saca
ese permiso ? ¿Las 600.000 libras afectadas por la ley
al arreglo del ferrocarril de Santa Fé, con qué derecho
ha podido el señor Ministro venderlas al 82 % en la

Bolsa de Londres para cubrir deudas que allí tenía?


197

¿ Acaso en la autorización que ha citado ? Esa

autorización, lo que dice, señor Presidente, es : autorí-


zase al Poder Ejecutivo para disponer de todos los

títulos disponibles, de todos los títulos que están á su


orden y á su disposición y fuesen propiedad del Gobier-
no, como son los tres millones del empréstito de ferro-
carriles. Estos sí son títulos disponibles, ¿ por qué ?

Porque ese empréstito fué lanzado para construir el


ferrocarril Central Norte, y por las circunstancias por
que atravesaba el país el Gobierno prefirió adelantar
los fondos para concluirla y reservarse el título. De

manera que ese título es propiedad exclusiva de la te-


sorería, porque ella ha adelantado el dinero necesario

para construir el ferrocarril . Ese es un título disponi-


ble ; pero el título Morgan emitido para pagar las ga-
rantías de ferrocarriles, los especialmente afectados á
la garantía del ferrocarril de Santa Fé, ha podido
el señor Ministro venderlo ?

No , señor Presidente ; pero ya lo dije, no tengo


inconveniente en dar mi voto á un bill de indemnidad,
porque al fin ha empleado bien el dinero .

Pasemos á las otras cifras dadas por el señor


Ministro. El nos ha enunciado las operaciones hechas
-crédito de Morgan, libras 300.000 ; crédito de Baring,
libras 150.000 ; crédito del Disconto, saldo 1.750.000
pesos oro; letra de tesorería, 5.000.000 pesos oro y
letras papel 3.000.000 .
Después de hecha esta enumeración, nos dice que
sólo queda un saldo adeudado de 23 millones papel,
más o menos .

Para calcular esos 23.000.000, el señor Ministro


sólo toma en cuenta 1.750.000 pesos del Disconto
- 198 -

5.000.000 oro en letras de tesorería y 3.000.000 pesos

papel.
Aquí desaparece el crédito contraído con Morgan,
desaparecen los títulos del empréstito moratorias, el cré-
dito de Baring, que puede estar incluído en letras de
tesorería y no figuran en ninguna parte las cantidades
que quedan aún á pagar por armamento y demás, que
están incluídas en la planilla misma que ha presentado
el señor Ministro.

Pero el señor Ministro ha querido dar la contra-


partida que justifica estas cifras diciendo que concuer-

dan con los 25.000 000 del déficit ; por consiguiente, la


única deuda pendiente que pasa al 97 , son los veinti-
cinco millones que figuran en el proyecto de presupuesto
como uso de crédito. Y yo le digo al señor Ministro
que está completamente equivocado, que no ha leído
con detención su proyecto de presupuesto .

Para que esos veinticinco millones de déficit respon-


dieran al pago de la deuda pendiente, sería necesario

que en el presupuesto figurara la contrapartida, es de-


cir, que estuviera incluído un ítem que dijera : « Para

pago de la deuda de cinco millones en letras de teso-


rería, ó del crédito del Disconto , veintitrés millones » .

Y entonces sí habrían aparecido los veinticinco millo-


nes, saldando esa partida. ¡ Pero esa partida no existía !
Incluya el señor Ministro esa deuda en el presu
puesto y se hará inmediatamente subir el déficit á

48.000.000 . La cifra no es, pues, exacta, la deuda es


mucho mayor.

Lo único que existe en el presupuesto, en el mi-


nisterio de la Guerra, son las partidas necesarias para

pagar los gastos de armamento del año próximo y en


199

forma muy reducida ; de manera que el señor Ministro


no ha podido nunca decir que ese déficit de 25.000.000
que establece en el presupuesto presentado, es el saldo
para el año próximo proveniente de todas las deudas
pendientes de la Nación . No, señor Presidente, más del

déficit que resulte, cualquiera que sea, tiene el Ministro


la deuda de 22.000.000 , más la deuda contraída con

Morgan, más los títulos Morgan que haya vendido .


Podría contestar al señor Ministro, que citó las
palabras de Leroy-Beulieu, que afirmaba bajo su auto-
ridad la insolvencia de la República, con la opinión de
« Le Economist Ingles , que
<< reprodujo « El Times » y
algunos diarios de Chile, en que con bastante ironía
entraba á estudiar este nuevo sistema del Gobierno

argentino, de saldar su presupuesto con aquella célebre


partida: " Para uso del crédito " como si el uso del cré-
dito fuera un recurso ó renta de la Nación.

No, señor; la Nación debe todo el déficit que re-

sulte del presupuesto este año, debe todas las sumas


que he enumerado y que el señor Ministro ha detallado

en la cuenta que ha pasado, y deberá todos los gastos


extraordinarios que se originen el año que viene, una

vez realizados . Pero, siento que debo abreviar.


Lo que critico, no es precisamente que haya con-
traído un empréstito con más ó menos interés, que ha-
ya vendido los bonos Morgan con más o menos dere-
cho ; lo que condeno es el sistema de imprevisión y el
de llenar los déficits á costa de los acreedores de la
Nación.

El señor Ministro nos dijo, como una prueba de


la alta confianza que merecía, que los banqueros le
habían venido ofreciendo giros y le habían exigido los
- 200

0
pagara en letras de tesorería á 90 días, con 6 % de
interés, es decir, no le habían querido recibir al con-

tado.

Este es un expediente que no puedo condenar; pero


no veo tal prueba de extrema confianza. El único

papel de la República Argentina que jamás ha perdido


su crédito , ni aun en los momentos más difíciles, son

las letras de tesorería, porque no hay ejemplo en los


anales económicos de la República Argentina, de que

haya suspendido un solo día su pago .

Se ha suspendido el pago de los empleados, se ha


suspendido el pago de los sueldos del ejército , se ha

demorado el arreglo de la deuda flotante en distintas


ocasiones ; pero el 74, el 76 , el 80 , el 90 ; jamás se
dejó protestar una letra de tesorería . Por eso este papel
ha tenido siempre el mayor crédito .
Y bien, ¿qué hacen esos banqueros ? Hacen una

operación altamente conveniente para ellos.


¿Acaso no sabemos que todos los banqueros tienen
encajes á oro que no pueden emplear en las transac-
ciones comerciales comunes ? ¿No sabemos que la inac-
tividad de esas grandes sumas importa una pérdida ?
¿Cómo no ha de desear entonces colocar una parte
de esos encajes metálicos en letras de tesorería, es decir,
depositar en tesorería cinco millones y cobrarle 6 por
ciento al año ?

Es claro que hacen una brillante negociación con


inutilizar sus encajes y cobrar un buen interés.
El inconveniente de esta forma de crédito es el

siguiente. Esa suma está depositada á 90 días, mien-


tras todo marcha tranquilo y en calma, el depósito se
renueva, pero, al primer asomo de conmoción interior
201

ó exterior, al primer amago de peligro en que el ca-


pital se retrae, lo primero que hacen los Bancos es
recoger su oro.
Por eso he dicho que este recurso es muy fácil

y cómodo, pero muy peligroso, y lo que he criticado


en el señor ministro, es que apelaba á él, pero no se
preocupaba jamás de cómo iba á hacer el pago de toda
esa deuda que no puede ser perpétua y que puede ha-
cerse exigible en cualquier momento.
No ha presentado un solo proyecto que diga: den-
tro de tantos años debemos pagar tantos millones de
pesos , propongo crear este recurso para tenerlo en

reserva y cumplir en cualquier momento con los com-


promisos contraídos.

Y cuando yo le decía que el año pasado había-


mos estado expuestos á encontrarnos en un gran con-
flicto , indudablemente tenía razón : no había absoluta-

mente reserva de ninguna clase para atender al pago


de estos compromisoss urgentes, además de lo gastos
que podíamos vernos obligados á hacer.

Ahora, cuando yo defiendo el pago íntegro de la


deuda, lo defiendo porque estoy íntimamente convenci-
do, porque todos tienen que estar íntimamente conven-
cidos, que no hay crédito posible para una nación ó

individuo, si no hay el cumplimiento religioso de todas


sus obligaciones; y los que optan por este expedieute
de pedirle quitas al capital extranjero que ha venido á
entrar bajo la fé de nuestra palabra, destruyen el más
grande elemento de poder que tienen las naciones mo-
dernas . El crédito vale más en nuestros tiempos que

todos los capitales, que todas las fuerzas acumuladas


de una nación, y es con el crédito que se han hecho
202

las más grandes maravillas del siglo en la paz y en la


guerra !
La Inglaterra, con el crédito, contuvo el poder de
Napoleón que había dominado la Europa entera . La

Francia, con su crédito se ha levantado de la ruina ,

para ser la nación respetada y respetable que hoy ad-


miramos .

Los Estados Unidos, con su crédito, salvaron la

Unión; dejaron tres millones de hombres sobre el cam-


po de batalla; contrajeron deudas por 3.000.000.000 de
dollars; pero salvaron la unidad de su patria y son hoy
una de las primeras naciones del mundo .
Con el crédito es con lo que la República Argen-

tina se ha levantado, y es con el crédito que ha de


realizar todas las grandes obras que necesita para com-
plementar su prosperidad y su desarrollo, y también
con el crédito, unido al valor de sus hijos, se ha de
salvar en las horas de peligro.
Cuando defiendo el crédito de mi país, no vengo

á hacer alarde de generosidad y á darme el fácil pla-


cer de decir que se pague lo que no hay con qué
pagar.
Vengo á sostener que una nación no puede vivir
sin crédito; que una nación joven necesita de su cré-
dito para defender sus intereses en cualquier situación
que se presente.

Y cuando se vé que la República Argentina vive


tranquila y feliz , cuando su crédito está arrastrado en

las plazas de Europa, cuando sus títulos de 6 por

ciento valen menos que los de 4 por ciento de otras


naciones mucho menos ricas y prósperas; si este hecho
nada dice al país ni á sus administradores, sería prueba
203

que su sentimiento moral está debilitado, que el país es


insensible á esta situación, que no cree en la necesidad
de volver á sus antiguas y honrosas tradiciones.
No , señor Presidente; si digo al señor Ministro :
pague íntegramente el servicio de la deuda, no es para
que vaya mañana á levantar un empréstito como ha
creído : jamás he aconsejado eso , al contrario, quiero
que el país levante su crédito por el crédito mismo,
por la dignidad nacional, porque cuando un país ins-
pira confianza, es otra su posición en al mundo entero.
Su misma situación política es completamente distinta
cuando todos saben que tiene en su mano estos ele-

mentos poderosos que puede en cualquier momento ma-


nejar para los bienes de la paz ó para las hazañas de
la guerra.

Por estas razones mismas, condené el proyecto de

unificación, que era, bajo forma distinta, una nueva ten-


tiva de obtener una quita y un nuevo ataque á nuestro
crédito. Esa unificación ha fracasado felizmente, y el
señor Ministro no ha tenido más disculpa que acusar-

me de ser al autor del rechazo. Está equivocado . No

tengo poder para dominar las plazas europeas y hacer


comprender á los banqueros ingleses cuáles son las ope-
raciones que no les convienen .

Ha muerto la unificación porque no nació viable;


ha muerto por las razones que se dieron en este recinto y
que motivaron el voto del Senado, rechazando ese pro-
yecto en su primera presentación.
Pero si el señor Ministro reconoce que la unifica-
ción ha muerto, ¿con qué propone reemplazarla? ¿Pien-
sa dejar que se cierren las sesiones del Congreso sin
arbitrar recursos de ninguna clase para atender el pago
204

de todos esos créditos que ha contraído , para pago de


las nuevas exigencias de la defensa nacional? Pero ¿ no
se ve que ésta es la imprevisión más completa?
Por la misma razón que la unificación ha fraca-
sado, como tenía forzosamente que fracasar, es que de-

bemos arbitrar los recursos para atender á todas las


exigencias de la Nación , para recuperar nuestro crédito
á costa de cualquier precio .

Yo digo, entonces, señor presidente cuando la


unificación vino á la discusión del Senado, la Comisión
de Hacienda tuvo el honor de informar por mi órga-

no, que la creía inadmisible é inconveniente; pero que,


en lugar de ese proyecto, presentaba otros que creía
consultaban los intereses de la República.

Todas las razones que dí entonces, han sido jus-


tificadas: la unificación no ha podido realizarse; y todo
el mundo está conteste hoy en que si, en aquella épo-
ca, se hubiera afrontado virilmente la situación, si se

hubiera dicho: se pagará íntegramente el servicio de la


deuda, la confianza habría ido volviendo poco á poco

y hoy día los títulos argentinos estarían muy arriba de


su actual cotización, y, tal vez, el señor Ministro ha-
bría encontrado inmediatamente una compensación á
sus esfuerzos.

Si este título Morgan hubiera sido pagado ínte-


gramente como lo fué el 91 y 92, el año 93 , estaría

hoy arriba de la par; y entonces el señor Ministro ha-


bría hecho un sacrificio mucho menor que al venderlos
hoy, y no habría perdido ese 20 por ciento de que-

branto que ha tenido que sufrir.


No debo terminar, señor Presidente, sin presentar,

por mi parte, algún pensamiento que responda á la


--- 205 -

realización de las ideas que vengo defendiendo ; pues


no me place la crítica por la crítica misma , ni me ha-

lagaría haber provocado este debate, por el simple es-


pectáculo de una justa oratoria, pero que resulte estéril
para las premiosas exigencias de las finanzas nacionales.

Daré, en globo, mi idea, que tiempo habrá para


discutirla más tarde.

El presupuesto que se estudia para el año 1897 ,


tiene un déficit; y si se vota en ese presupuesto el ser-
vicio íntegro, de la deuda, ese déficit será mayor . No

podemos seriamente, señor Presidente, cubrirlo con esa


cómoda partida , inventada por el señor Ministro- "uso
del crédito " -y debemos buscar un recurso efectivo con
el cual poder atender su pago.

Ese recurso existe, está disponible y fué ya indi-


cado al señor Ministro, que está empeñado en desde-
ñarlo. Me refiero al Banco Nacional en liquidación .

Según los datos que se me han dado en el Banco


mismo, éste ya ha pagado su deuda por depósitos y
tiene en su activo hoy, los siguientes valores : Letras

descontadas en movimiento, que pagan 10 por ciento


anual -42.000.000 -Propiedades recibidas en pago, ta-
sadas en 32.000.000 . Suponiendo que
Suponiendo se realicen en
dos terceras partes del valor, pesos 31.350.000 . Letras
protestadas y adelantos en cuenta corriente, una parte
garantida con hipoteca 75.000.000 ; sólo tomo de esta

partida á realizarse la parte con hipoteca que se esti-


ma, por lo menos en 25 por ciento - dará 18.000.000 .
Hago caso omiso de la deuda de gobiernos de provin-
cia, municipalidades y Bancos que alcanza á 58.000.000
aunque de estas hay 9.000.000 del Banco de Santa- Fé

que deben pagarse en breve.


- 206

De manera que en pocós años el Banco Nacional


puede dar, sin tomar en cuenta la valorización de la

propiedad y los intereses devengados , por lo menos de


81 á 82 millones. De esto descuéntese sus deudas , 15

millones entre el Banco de la Nación y la Caja de


Conversión y cinco millones más por garantías, etc.

Quedan 62.000.000 sobre los cuales es facilísimo obte-


ner grandes sumas. Propondría , pues, que se dictara

una ley regularizando la liquidación y ordenando que


todo el producido se destine al pago de cheques de
tesorería y con este recurso saldar el déficit y las deudas
contraídas por armamento. Quedan las tierras del Puerto

Madero, que se realizarán y darán grandes sumas, una


vez que se construya la Estación Central.
Tenemos además recursos enormes que no hemos
pensado nunca en explotar.
Todos sabemos que el impuesto á los tabacos,
creado hace poco , tiene grandes defectos por la forma
adoptada. Un economista ha dicho : << Los fumadores

de Francia por sí sólos pagan todo el presupuesto de


guerra, pues la Francia saca 400.000.000 de francos de
su estanco de tabaco . »

El impuesto á los alcoholes es uno de los proble-


mas más serios que tenemos que estudiar; es una de
las fuentes de riqueza más grandes que tienen las na-
ciones modernas y que tendrá la República Argentina.
La percepción del impuesto actual se va á hacer cada
día más difícil , y si no nos anticipamos á tomar me-
didas, el establecimiento de los pequeños alambiques

en las colonias y en los establecimientos agrícolas


de la República, va á hacer absolutamente imposible
cobrar impuesto regularmente ; haber un
el va á
207

contrabando exagerado, y las grandes fábricas serán


arruinadas.

El monopolio de los aguardientes, en estos mo-


mentos es algo fácil; es una industria que recién nace ,
puede decirse; mañana será muy difícil. El monopolio
de los aguardientes es discutido hoy en el mundo , no
solo como una de las grandes fuentes de rentas, sino
como una de las grandes medidas higiénicas, porque es
sabido que no hay veneno peor que el aguardiente de
mala calidad.

Cuando una nación todavía no ha explotado estos

grandes recursos, cuando se encuentra con que todo está


por crear, que tiene millones que recibir el día que sus
finanzas estén bien organizadas, no es posible que la
administración pública se muestre completamente indi-

ferente é inactiva dejando que los saldos se acumulen ,


que se paguen las deudas con expedientes sin horizonte,
con depósitos de oro á 90 días, con todos estos recur-

sos transitorios. ¿Es posible que sean las Cámaras que


no tienen los medios de información y de estudio que

tiene al Poder Ejecutivo, las obligadas á buscar los re-


cursos, contra todas las prácticas de las cámaras legis-
lativas del mundo ?

Por último, señor Presidente, quiero para nuestro


país, tan rico como es, con tantas fuentes de recursos ,
que ocupe la posición que debe de ocupar; porque me
duele que la triste situación actual, amenace hacerse
normal.

Creo que la nación debe restablecer desde el 1º de

Enero, como está declarado por la ley que votó el ho-


norable Senado, el pago íntegro de su deuda, y que de-
be abandonar esos expedientes, como la unificación , y
208

que deben crearse todos los recursos que sean necesa-

rios para atender á sus exigencias normales y extraor-


dinarias, porque yo no creo que mi pueblo tenga me-

nos aptitud comercial y rentística que todos los otros


pueblos de la tierra; porque cuando yo he visto en los
Estados Unidos como he tenido ocasión de decirlo

aquí, elevarse en cinco años los impuestos de 60 á


480.000.000 , cuando los he visto en la Francia cuadru-
plicarse en pocos años , para atender las exigencias públi-
cas; cuando he visto que todos los países de la tierra ,
en los momentos difíciles; han sabido colocarse á la al-

tura de la situación para salvar sus intereses, su dig-


nidad y su crédito ¿cómo la República Argentina no
va á tener bastante virilidad y energía para ello ? No,
señor Presidente.

El deber del Congreso y del Gobierno es decir al


país : " Esto se debe, hay que pagarlo", y una vez que
el país esté convencido que su honor lo manda, lo pa-
gará. ¿Y cómo lo pagará? Ahí está la habilidad del

Ministro, del Honorable Congreso, que deben estudiar


cuál es la situación económica del país y establecer los
medios para llegar á obtener la renta necesaria.
Con este objeto, y para concluir, señor Presidente,
voy á permitirme hacer una moción.

Cuando se dictó el proyecto de unificación en el


Senado, éste lo declaró malo, y en su lugar votó dos
leyes estableciendo la forma en que debía atender la
deuda nacional, y cuál debia ser la política económica
de la Nación . Esas leyes han ido á la Cámara , han

sido detenidas allí por influencia del señor Ministro, y


la Cámara decidió sancionar este año un proyecto de

ley que no era más que una simple autorización.


- 209

Pues bien, señor Presidente; la unificación ha fra-

casado, y en tal situación lo que corresponde al Con-


greso Argentino es volver sobre los proyectos del Se-
nado, estudiándolos, ya modificándolos , rechazándolos ó

substituyéndolos por otros, pero hacer cualquier cosa


para llenar esta exigencia del progreso, de la dignidad
y del honor nacional; -y en este sentido voy ha ter-
minar pidiendo á la Cámara quiera, dirigir una minuta
al Poder Ejecutivo pidiéndole que incluya en la pró-
roga los proyectos sobre pago de deudas nacionales y

arreglos de las deudas de las provincias, votada por el


Senado en diciembre del año próximo pasado y que

están sujetos á la consideración de la Honorable Cá-


mara.

Cuando esos proyectos se traten, darán motivo para


estudiar más detenidamente las obligaciones y los re-
cursos de la Nación.
He dicho .

---Aplausos.
ÍNDICE

PÁGINA

Perfil por Enrique de Vedia V. V


Discurso sobre la federalización del Territorio de Misiones . ( 16 de
Septiembre de 1881 ) ....... 3
en la inauguración de la estátua del Almirante Guillermo
Brown, en Adrogué. ( 3 de Febrero de 1886 ) ....... 27
en la tumba del Teniente General Juan Estéban Pedernera.

35
(3 de Febrero de 1886 ) ..... 35
al inaugurarse la estátua del General Juan Lavalle en la
Capital de la República. ( 18 de Diciembre de 1889 ) . 39
al inhumarse los restos de Sarmiento. ( 2 de Septiembre
de 1888 ) .... 48
en la inauguración del puerto de la Capital, pronunciado
como Vicepresidente de la República. ( 28 de Enero de
1889 ) ...... 52
en la tumba del Teniente General Eustaquio Frías, pronun-
ciado como Presidente de la República. 17 de Mayo de
1891 )...
3
2
3

en la tumba del doctor Pedro Goyena, como Presidente de


la República. 19 de Mayo de 1892 ) ......
presidiendo la colación de grados en la Facultad de Derecho
y Ciencias Sociales. ( 24 de Mayo de 1892 ) ......
A propósito de un manifiesto , contestando al ex - Ministro de la Guerra
doctor Aristóbulo del Valle. ( 18 de Agosto de 1893 )
Discurso en la tumba del doctor Lúcio V. López. ( 30 de Diciem-
bre de 1894 ) . . . . . 86
en la tumba del doctor Ignacio Pirovano . 3 de Julio de
1895 )...... 90
á propósito de una interpelación al Ministro de Relaciones
Exteriores, sobre la cuestión de límites con Chile. ( 18
75

de Mayo de 1895 ) ... 94


sobre el proyecto del P. E. para la unificación de la Deuda
de la Nación . ( Diciembre de 1895 ) 113
Treinta años después. Julio de 1896 ) .... 147
Discurso en el Senado , sosteniendo el pago del servicio de la deuda
nacional. 17 de Noviembre de 1896 ) .... 166

También podría gustarte