Material de La 4ta Pràctica Digital (Grecia y Roma) .
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Los elementos más significativos de la cultura occidental tienen su origen en la antigua Grecia. De ahí
provienen los principios fundamentales del derecho y del gobierno, conceptos básicos de las ciencias y
matemáticas, ideas centrales del pensamiento filosófico, normas y formas esenciales de las artes y letras, las
raíces de muchas palabras de las lenguas modernas. Por su valor ejemplar la cultura griega constituye para
nosotros una cultura clásica.
LA ÉPOCA HEROICA
Los orígenes del pueblo griego
La civilización minoica: En el tiempo en que Egipto alcanzaba su mayor poderío bajo los faraones del Reino
Nuevo, se desarrollaba una floreciente civilización en las islas del Mar Egeo. Su centro era la isla de Creta
donde, según la leyenda griega, habría gobernado el rey Minos. En recuerdo del legendario rey se dio a la
civilización cretense el nombre de minoica.
Entre los griegos se conservaron numerosas leyendas referentes a Creta y el rey Minos. El artista ateniense
Dédalo habría construido para Minos un enorme palacio con tantas salas y galerías que toda persona
extraña se perdía en este laberinto. En el laberinto, residía el Minotauro, un monstruo con cabeza de toro y
cuerpo humano a quien todos los años debían ser sacrificados siete jóvenes y siete doncellas de Atenas.
Finalmente, el monstruo fue muerto por el héroe griego Teseo quien pudo escapar del laberinto gracias al
hilo que le facilitó Ariadna, la hija de Minos. Hacia 1900 d.C. el arqueólogo inglés Arturo Evans logró
descubrir el laberinto cretense: en veinte años de paciente labor desenterró el palacio real de Diosos,
gigantesca y suntuosa construcción de varios pisos que con sus numerosas salas, galerías, almacenes y
patios parece un verdadero laberinto. Tuberías de agua, baños y un excelente sistema de canalización
servían a la higiene y la comodidad. Los hermosos frescos en las paredes representan a una sociedad que
disfrutaba de la naturaleza y del arte y en que la mujer ocupaba igual posición que el hombre. Especial
importancia tenían los juegos deportivos, sobre todo las corridas de toros.
El mundo homérico
LA POLIS GRIEGA
La formación de la Polis
Originalmente los griegos vivieron dispersos en el campo y en pequeñas aldeas. A raíz de las continuas
guerras los reyes y los nobles empezaron a construir plazas fortificadas bajo cuya protección se establecieron
los artesanos y comerciantes. Así se formó la Polis, la ciudad-estado, centro y base de la civilización griega.
La Polis se componía de tres partes: la acrópolis, generalmente un recinto fortificado en la cumbre de una
colina donde se construían los templos; el área urbana al pie de la acrópolis, con el mercado, las tiendas, los
talleres y las casas; los alrededores dedicados a los cultivos agrícolas.
La ciudad-estado tenía escasa extensión. Esta variaba entre cien y mil kilómetros cuadrados. La población no
solía exceder los 5.000 habitantes. Atenas, el Estado más grande e importante, tuvo en los tiempos de su
mayor poder una población de unas 300.000 personas.
Cada Polis era completamente independiente. Era un centro religioso, político y económico que cuidaba
celosamente su independencia política (soberanía), sus leyes propias (autonomía) y su independencia
económica (autarquía).
La Polis fue el factor dominante en la vida colectiva griega. Fue el núcleo en que se condensó la vida
helénica en su totalidad. La grandeza y el esplendor de Grecia coincidieron con el poder y el florecimiento
de sus ciudades. Jamás los griegos se unieron en un Estado nacional que hubiese abarcado a toda la
Hélade.
En el curso de los siglos la Polis experimentó profundos cambios internos. Algunas ciudades tuvieron un
desarrollo especial, pero en su mayoría pasaron por cinco formas de gobierno: la monarquía, el gobierno de
un rey que había recibido su poder por herencia; la.aristocracia: el gobierno de los "mejores", esto es, de
nobles cuyo poder descansaba sobre sus tierras y que legitimaban su posición mediante el nacimiento y la
sangre; la plutocracia: el gobierno de los más ricos; la tiranía: el gobierno de algún personaje ambicioso que
llegaba al poder por la vía ilegal y cuya autoridad no descansaba sobre la herencia, la posición social o la
riqueza, sino sobre su fuerza personal; la democracia, el gobierno del pueblo basado en el principio de la
igualdad de todos los ciudadanos.
Con la Polis griega apareció en la historia universal un nuevo principio de organización política: el principio
de la responsabilidad del ciudadano libre en la vida cívica. Mientras que en Oriente el poder político era
ejercido autocráticamente por reyes divinizados, el Estado griego descansaba sobre la comunidad de los
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ciudadanos y tenía la función de realizar el bien común y de contribuir al perfeccionamiento moral de la
persona.
La expansión griega
El desarrollo de las ciudades estuvo relacionado con profundos cambios de las condiciones económicas y
sociales. Como consecuencia del aumento de la población las tierras se hicieron escasas y surgió la
necesidad de buscar nuevas tierras. El desarrollo de las industrias de tejido, de alfarería y de objetos de
bronce obligó a buscar nuevos mercados. El intercambio comercial se vio favorecido por el creciente uso de
la moneda acuñada que había sido inventada hacia el 600 a.C. en Lidia, en Asia Menor, país rico en
yacimientos de oro y plata.
Hacia el 750 a.C. se inició un general movimiento de expansión que se prolongó durante dos siglos. En ese
tiempo los griegos fundaron un gran número de colonias a lo largo de toda la costa del Mediterráneo y del
Mar Negro, desde las Columnas de Hércules hasta la península de Crimea. El Sur de Italia se pobló hasta tal
punto de colonias griegas que recibió el nombre de Magna Grecia. Bizancio sobre el Bosforo, Siracusa en
Sicilia, Marsella en Francia, Sagunto y Málaga en España, Naucratis en Egipto se convirtieron en ricos e
importantes centros comerciales, políticos y culturales.
Cada nueva fundación se constituyó como ciudad-estado independiente. Sin embargo, se mantuvieron
estrechos vínculos comerciales, sociales y religiosos entre las colonias y las metrópolis. A través de las colonias
la civilización griega se difundió por todo el Mediterráneo.
La hegemonía de Atenas
Durante las Guerras Persas, Atenas se colocó al frente de los Estados griegos y llegó a ser la primera potencia
de la Hélade. Atenas, valiéndose de su poderío naval, organizó la Liga de Délos que comprendió casi todas
las islas egeas y las ciudades griegas del Asia Menor. Atenas ejerció la hegemonía sobre la Liga, esto es,
comandaba la escuadra y administraba el tesoro que se guardaba en la isla de Délos. Formóse así un vasto
imperio marítimo ateniense bajo cuyo amparo Atenas pudo desarrollar sus actividades comerciales que
hicieron fluir hacia la ciudad la riqueza de toda la cuenca del Mediterráneo.
LA REPÚBLICA
La organización de la República
La leyenda se refiere a los numerosos crímenes y actos despóticos cometidos por el rey etrusco y sus hijos.
Finalmente los patricios romanos se levantaron y hacia el año 500 a.C. expulsaron a Tarquino de la ciudad.
Nunca más querían tolerar a un monarca en Roma. La palabra "rey" se hizo odiosa. Roma debía ser una
"república", esto es, el Estado no debía ser de uno, sino de todo el pueblo, debía ser "res publica" (cosa
pública).
El gobierno fue asumido por las familias aristocráticas que se consideraban los verdaderos representantes de
la ciudadanía romana, del "populus romanus". Estas familias derivaban su origen de algún antepasado ilustre
(pater) y por eso se calificaron orgullosa-mente de "patricios". Debajo de ellos estaba la plebe que constituía
la masa de la población y que estaba formada por artesanos, comerciantes y campesinos. Los plebeyos
poseían la libertad personal, pero no pertenecían al "populus" y, por tanto, no poseían derechos políticos. Los
patricios se mantenían rigurosamente separados de la plebe. Sólo ellos disfrutaban de los derechos públicos,
sólo ellos ocupaban las magistraturas, los asientos en el Senado y las dignidades sacerdotales. No permitían
que un plebeyo se casara con una patricia: no había "connubio" entre plebe y patriciado. Si un plebeyo
quería disfrutar de seguridad personal, debía colocarse bajo la protección de un
patricio. De este modo, los patricios más poderosos se convertían en "patrones" de un gran número de
"clientes".
La república romana careció de una constitución escrita. La vida política, al igual que la vida de la familia, se
guiaba por la tradición y la costumbre inmemorial. Una organización política vigorosa debía poner a Roma
en condiciones de hacer frente a todo peligro externo. Todo debía quedar sometido a los intereses
superiores del Estado y del bien común. Los magistrados quedaron investidos de una fuerte autoridad con el
fin de poder obligar a todos los ciudadanos a servir al Estado.
El cambio más importante que se produjo a raíz de la abolición de la monarquía y la institución de la
república fue el reemplazo del rey por dos cónsules, elegidos anualmente por la asamblea popular. Los
signos externos de su poder eran la silla curul, la toga pretexta y el cetro de marfil. Eran acompañados de
doce lictores cuyos fasces y hachas eran símbolos de que los cónsules tenían poder sobre vida y muerte. Los
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cónsules duraban sólo un año en su cargo y debían rendir cuenta de su acción ante la asamblea popular.
Cada uno podía vetar y anular las resoluciones del otro. De esta manera, se quería evitar que uno abusase
de su poder y se convirtiese en tirano.
En tiempos de guerra o de grave crisis externa se podía nombrar a un dictador en lugar de los cónsules.
Todos debían someterse a sus órdenes. Pasado el peligro, el dictador debía renunciar y de ningún modo
podía permanecer en su cargo más de seis meses.
Los dos cónsules dirigían el Estado y comandaban el ejército. A medida que Roma fue creciendo se hizo
necesario crear otras magistraturas a las cuales se encomendaron funciones específicas. Los censores,
elegidos por cinco años, realizaban cada lustro un censo con el fin de determinar la fortuna de los
ciudadanos y de distribuirlos en sus respectivas clases y centurias. Los censores velaban además sobre las
buenas costumbres y sobre la preservación de la tradición. Los seis pretores o jueces estaban a cargo de la
administración de justicia. Los ediles tenían bajo su dirección a la policía y vigilaban los mercados y los
precios. Dos cuestores administraban el tesoro público que se guardaba en el templo de Saturno.
La institución política más importante era el Senado, formado por unos trescientos patricios que ocupaban
su cargo en forma vitalicia. Los senadores eran hombres de gran experiencia y autoridad. Controlaban a los
cónsules y sus opiniones, los senadoconsultos, eran obedecidos por los cónsules como leyes. El Senado
sancionaba las resoluciones de la asamblea popular y vigilaba el cobro de los impuestos y la hacienda
pública.
Sólo los patricios y sus clientes integraban la asamblea popular. Esta decidía sobre guerra y paz, elegía a los
cónsules y demás magistrados y votaba las leyes.
La religión romana
Los romanos fueron sumamente piadosos. Creían en un sinnúmero de dioses y creían que a toda actividad
humana y a todo fenómeno de la naturaleza correspondía alguna divinidad. Por medio de oraciones,
sacrificios y mandas trataban de obtener la ayuda divina. Había divinidades especiales para todas las
actividades agrícolas, para la siembra y la cosecha, para el crecimiento de las plantas y los animales.
Tempestades y sequías eran impuestas por algún dios airado. En el ser humano actuaba una fuerza divina, el
genio, que era también su ángel protector. Un gran número de dioses protectores cuidaban del hombre
desde el nacimiento hasta la muerte. Había una diosa Ossípago que endurecía los huesos a los niños, un
dios Estatilino que enseñaba a andar, un dios Fabulino que enseñaba a hablar. Había que rendir culto a las
almas divinizadas de los antepasados, los manes. La diosa Vesta cuidaba del fuego del hogar. La casa era
protegida por los lares. Los penates cuidaban de las provisiones. Los protectores de los campos eran el
pacífico Saturno y el belicoso Marte.
La familia romana
En la Roma antigua la vida era sencilla y austera. Base de la sociedad fue la familia, institución civil y religiosa,
unida por el culto de los antepasados y del hogar. Hombre y mujer se consagraban a los deberes que los
dioses y la república les imponían.
La casa era sencilla: un edificio de adobes de un piso. La pieza principal en que estaba prendido el fuego del
hogar era el atrio. La pieza recibía luz de una abertura en el techo por la cual salía el humo y, en tiempos de
lluvia, caía el agua que se juntaba en una pileta. Con el tiempo se agrandó la abertura y se sujetó el techo
con columnas. De esta manera se formó un patio interior, parte importante de la casa romana.
Hombre y mujer usaban la túnica, una camisa de lana sin mangas. En público, el hombre usaba la toga,
privilegio del ciudadano que gozaba de todos los derechos cívicos.
El padre de familia tenía derechos absolutos sobre la familia. Era su jefe, juez y sacerdote. Tenía el derecho de
vender como esclavos a su mujer y a sus hijos. El representaba a todas las generaciones. Sobre él actuaban
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los genios de los antepasados. Las máscaras mortuorias de éstos estaban colgadas en el atrio, junto con la
anotación de sus triunfos y méritos y las insignias de las magistraturas que habían ocupado. Había que
honrar a los antepasados y continuar las gloriosas tradiciones de la familia. A pesar de que la mujer estaba
sometida a la autoridad absoluta del marido, gozaba de alta estimación y era respetada como la dueña del
hogar. A los hijos se les inculcaba una austera disciplina, sentido del deber y de la responsabilidad y
acendrado espíritu cívico.
LA EXPANSIÓN DE ROMA
La unificación de Italia
Luego después de la expulsión de los reyes etruscos los romanos empezaron a extender su dominio sobre la
península italiana. En el curso de los siglos v y vi pudieron triunfar sobre los etruscos, los celtas, los latinos, los
samnitas y los griegos en Magna Grecia.
Los romanos procedieron frente a los vencidos con gran habilidad. Pactaron tratados especiales con cada
una de las comunas. Las más favorecidas fueron las ciudades del Lacio. Estas recibieron amplios privilegios
que formaron el derecho latino. Otras ciudades conservaron sus derechos y su autonomía, pero quedaron
sometidas al dominio de Roma, sin entrar en posesión de los derechos reservados a los romanos o a los
latinos. Algunos pueblos se convirtieron en confederados de Roma, unidos a ésta por medio de pactos de
alianza en virtud de los cuales se obligaron a proporcionar ayuda militar a Roma.
Con el fin de asegurar su dominio, Roma estableció colonias que pobló con ciudadanos romanos y latinos.
Eran plazas fortificadas situadas en lugares estratégicos que estaban unidas por una red de caminos. El
camino más importante era la Via Appia que conducía de Roma a Capua y que después fue prolongada
hasta Brindisi sobre el Mar Adriático. A través de las colonias la lengua latina se difundió por toda Italia.
EL IMPERIO ROMANO
Augusto y el gobierno imperial
Octavio dejó subsistir las instituciones republicanas, pero de hecho estableció su gobierno personal. Se hizo
conferir por vida tres poderes fundamentales: el poder tribunicio, esto es, el poder sacrosanto del tribuno de
la plebe, sin colega y sobre todo el territorio del imperio (poder civil); el poder proconsular, esto es, el mando
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del ejército y la autoridad absoluta sobre todas las provincias ocupadas por tropas (poder militar), y el poder
de Ponfífice Máximo (poder religioso).
Además, se reservó el derecho de proponer los candidatos a las magistraturas que eran elegidos por la
Asamblea Popular y era el princeps, el príncipe o primero, en el Senado con el derecho de emitir primero su
voto. El gobierno era un principado, el gobierno del Estado por el príncipe, el primero de los ciudadanos.
El Senado honró a Octavio con el nombre de Augusto, el "sublime". A este nombre antepuso el nombre de
su padre adoptivo César y el título de "emperador", que tradicionalmente había sido conferido al general
victorioso. Octavio ingresó a la historia con el nombre de emperador César Augusto que conservarían sus
sucesores.
Augusto no abusó de su inmenso poder, sino que lo ejerció en beneficio de Roma y del imperio. Estableció
una administración eficiente y honesta. Dividió el imperio en provincias senatoriales e imperiales. Las
primeras eran las provincias pacificadas que dependían del Senado. Sus entradas ingresaban al erario,
administrado por el Senado. Augusto se reservó la administración de las provincias imperiales que eran las
provincias fronterizas que requerían de guarniciones militares. Sus entradas ingresaban al fisco, a cargo del
emperador. En el imperio de Augusto, los romanos siguieron ocupando una posición privilegiada, ya que
sólo ellos ascendían a los cargos administrativos.
Sin embargo, Augusto se opuso a la explotación de las provincias y contribuyó a su desarrollo material y
cultural. Hizo construir caminos, canales de riego y acueductos. Hizo confeccionar un mapa del imperio y un
censo de toda la población. "Mandó a empadronar a todo el mundo", según refiere uno de los Evangelios
(Lucas II, i).
En su política exterior, Augusto se abstuvo de grandes conquistas y concentró sus esfuerzos en mejorar la
defensa del imperio. Los tres ríos Rin, Danubio y Eufrates debían constituir la frontera entre el civilizado
mundo grecorromano y los pueblos bárbaros. Tres veces durante el gobierno de Augusto se cerró el templo
de Jano, hecho que ocurría únicamente cuando regía plena paz en todo el imperio. El emperador proclamó
la "paz de Augusto", bajo cuyo amparo debían desarrollarse las energías materiales y los valores espirituales.
El Siglo de Augusto
Al igual que Pericles en Atenas, dio Augusto en Roma su nombre a una época. El Siglo de Augusto
constituyó el siglo de oro en las letras y artes romanas. Mecenas, amigo íntimo de Augusto, concedió su
protección a los poetas. Virgilio compuso la Eneida, el mayor documento de la grandeza nacional romana.
Horacio puso sus Odas al servico de la regeneración moral. Livio relató la historia de Roma desde la
fundación de la ciudad hasta los días de Augusto.
El emperador convirtió a Roma, la capital del mundo, de una "ciudad de ladrillos" en "ciudad de mármol".
Al morir Augusto en el año 14 d.C. a los 76 años de edad, los senadores le concedieron su más alto honor:
"Sobre sus propios hombros condujeron su cuerpo a la pira" para su incineración. La urna funeraria fue
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depositada en el mausoleo que él mismo se había hecho construir en Roma. Los hechos más importantes de
su gobierno fueron grabados en grandes planchas de hierro colocadas en el Mausoleo.
El legado de Roma
En los dos siglos que siguieron a la muerte de Augusto el imperio alcanzó su mayor extensión y realizó una
intensa labor civilizadora. La cultura romana ya no quedó limitada a Roma e Italia, sino que se extendió hasta
las más lejanas provincias fronterizas, dejando huellas imborrables.
Quizás el aporte más importante de Roma a la cultura fue el derecho romano. Durante largo tiempo el
derecho romano estuvo limitado a la sola ciudad de Roma y a sus ciudadanos. Posteriormente se extendió
sobre todo el imperio hasta que, finalmente, fue codificado por el emperador Justiniano en el siglo vi d.C. El
Código de justiniano compiló las normas consuetudinarias, los edictos de los pretores, las disposiciones del
Senado, de la Asamblea Popular y de los Emperadores y las opiniones de los jurisconsultos romanos. Los
principios fundamentales del Derecho Romano poseen valor universal y se han incorporado a la legislación
de todos los pueblos civilizados. Entre estos principios pueden destacarse los siguientes: 1. Las leyes deben
ser públicas y escritas; 2. La ley debe proteger a la persona y sus bienes; 3. Las leyes deben considerar los
derechos de las mujeres; 4. Una persona acusada debe ser considerada inocente mientras no sea probada
su culpa; 5. Personas de distinta posición económica y social pueden contraer legítimo matrimonio; 6. Todos
los hombres son iguales ante la ley.
Tan impresionante y monumental como el derecho romano fueron las obras de ingeniería y arquitectura.
Las construcciones romanas se caracterizaron ante todo por su utilidad. Los romanos construyeron-caminos,
acueductos, termas y basílicas. Para los fines de diversión levantaron teatros, anfiteatros y circos como el
monumental Coliseo de Roma. En honor a sus muertos, héroes y dioses construyeron, tumbas, monumentos
y templos. Elementos particularmente característicos de la arquitectura romana fueron el arco, la bóveda y la
cúpula. Por lo demás, emplearon muchos elementos de la arquitectura griega. El Panteón en Roma, "templo
de todos los dioses", contiene la mayor parte de los rasgos característicos de la arquitectura romana.
El idioma romano, el latín, se impuso en gran parte del imperio, se convirtió en lengua oficial de la Iglesia
católica, se mantuvo como lenguaje de la ciencia hasta el siglo xvm y llegó a ser la base de las lenguas
romances: castellano, portugués, francés, italiano y rumano, y aun las lenguas germánicas asimilaron
numerosos términos latinos.
A los romanos se deben importantes aportes al desarrollo de la medicina y del servicio de salud. Galeno
(130-200 d.C.) fue uno de los médicos más importantes de la Antigüedad, autor de una enciclopedia del
conocimiento médico. Los romanos organizaron un verdadero servicio médico. Médicos del gobierno
atendían gratuitamente a los pobres. Establecieron gran número de hospitales y perfeccionaron los métodos
de sanidad pública.
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Los romanos sintieron profunda admiración por la cultura griega y asimilaron muchos elementos de ella. De
su fusión nació la cultura greco-latina que, como cultura clásica, constituye la base de todo el desarrollo
cultural de Occidente.
EL CRISTIANISMO
La situación religiosa en el Imperio Romano
La decadencia política, social y económica del imperio estuvo acompañada por el relajamiento moral y la
desintegración religiosa." Algunos romanos volvieron a adorar con renovado fervor a sus antiguos dioses:
Júpiter, Marte y Minerva. Otros buscaron consuelo en la filosofía griega, ante todo, en el estoicismo que
enseñaba que el hombre debía conformarse con su destino por injusto e incomprensible que pareciese.
Muchos se entregaron a los misteriosos cultos orientales: el culto de la diosa egipcia Isis y la adoración del
dios persa Mitras cuyo símbolo era el toro. Estos cultos prometían la resurrección y una vida de eterna
felicidad. En todo el imperio se impuso como culto oficial la adoración del emperador divinizado. Pero
ninguno de estos sistemas y ritos pudo dar una respuesta a la angustiosa pregunta por el sentido de la
existencia y el fin último de la vida humana.
Jesucristo y el cristianismo
Jesús nació durante el gobierno de Augusto en el pequeño pueblo de Belén en Judea. Algunos decenios
antes, Pompeyo había hecho tributaria a Judea. Luego los romanos impusieron al rey Herodes (40 a.C.-4
d.C.) quien dejó triste fama como tirano. Finalmente Judea fue hecha provincia (6 d.C), siendo administrada
por gobernadores romanos.
A los treinta años de edad Jesús abandonó su hogar y empezó a predicar la Buena Nueva del Reino de
Dios, de la salvación eterna y del amor al prójimo. Acompañado por doce fieles discípulos, los apóstoles,
recorrió durante tres años los campos y pueblos de Palestina.
Durante largos siglos los profetas habían anunciado que algún día Dios enviaría a un Mesías (en griego:
Cristo) para crear un nuevo reino de Israel. Muchos judíos creyeron que Jesús era, efectivamente, el tan
esperado Mesías, pero vieron en él un dirigente político que los dirigiría en la lucha contra los romanos para
recuperar su independencia y establecer un poderoso reino terrenal. Mas, Jesús no pensaba en una
rebelión política, sino en una liberación moral y espiritual. Muchos judíos se desilusionaron y se volvieron
contra él. Jesús fue condenado y entregado a las autoridades romanas. El procurador Poncio Pilato lo hizo
morir en la cruz.
Los Evangelios refieren que Jesucristo resucitó de los muertos y se volvió a presentar a los apóstoles para
probarles su divinidad y para encomendarles por última vez la misión de ir a predicar a todas las naciones la
Buena Nueva de que toda persona que ame y adore a Dios y a Jesucristo, su hijo, alcanzará la redención de
los pecados y la vida eterna. Jesucristo dejó a la humanidad dos mandamientos principales: "Amarás al Señor
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Dios tuyo de todo corazón y con toda tu alma y con toda tu mente". "Amarás a tu prójimo como a ti mismo".
Los apóstoles cumplieron con su misión y empezaron a predicar la doctrina de Cristo primero en Palestina y
luego en otros países. San Pablo, el "apóstol de los gentiles", hizo tres largos viajes por Asia Menor,
Macedonia y Grecia y fundó en todas partes iglesias cristianas. San Pedro organizó la iglesia en Roma.
Las cartas de los apóstoles a los fieles y los Evangelios, los relatos que cuatro de los apóstoles hicieron de la
vida y pasión de Cristo, formaron el Nuevo Testamento, el libro sagrado de la doctrina cristiana. La
explicación de la doctrina dio origen a la teología, desarrollada por los llamados Padres de la Iglesia. San
Jerónimo (340-420 d.C.) hizo una traducción del Nuevo Testamento al latín, que se convirtió en el texto
oficial de la Iglesia Católica.
La Iglesia y el Imperio
Las autoridades imperiales toleraron los numerosos cultos existentes siempre que sus adeptos rindiesen
honores divinos al emperador. Mas, los cristianos que reconocían a un solo Dios, no podían rendir
homenaje divino a un mortal. Por este motivo, los cristianos fueron considerados enemigos del Estado. El
emperador Nerón acusó a los cristianos del gran incendio de Roma en el año 64 d.C. y los castigó
severamente. Otros emperadores culparon a los cristianos de los muchos males que aquejaban al imperio y
los crucificaron, los quemaron vivos, los arrojaron a las fieras y los hicieron luchar con los gladiadores en los
circos.
La primera persecución general fue ordenada por el emperador Decio (249-251). La última persecución y la
más violenta fue impuesta por Diocleciano (303). Pero la violencia material resultó impotente frente al
espíritu cristiano. Finalmente, el emperador Constantino, mediante el Edicto de Milán (313) concedió a la
Iglesia cristiana iguales derechos que a los cultos paganos. En el año 395 Teodosio reconoció el cristianismo
como religión oficial del Imperio: "Es nuestra voluntad que todos los pueblos profesen la religión que el
divino apóstol San Pedro ha predicado a los romanos.
El que cumpla con esta ley será llamado "cristiano católico". Los otros, en cambio, quedan sometidos al
castigo divino, como también al castigo que nosotros resolvamos imponer según la voluntad de Dios".
Mientras que el Imperio se estaba desintegrando, la Iglesia pudo aumentar cada vez más su influencia sobre
la sociedad, las costumbres y el pensamiento y pudo crear una poderosa organización. Se ordenaron
sacerdotes para hacerse cargo del servicio religioso y de la dirección de las iglesias parroquiales. Las iglesias
de una región formaban una diócesis bajo la dirección de un obispo. Las diócesis a su vez quedaron
subordinadas a un patriarca. Los patriarcas eran los obispos de las ciudades más grandes del imperio, como
Cons-tantinopla y Alejandría. A la cabeza de la jerarquía estaba el obispo de Roma, llamado luego Sumo
Pontífice o Papa. Los obispos se reunían en asambleas o concilios' para debatir los problemas generales y
definir el dogma.
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