Hijos de Alta Demanda (Úrsula Perona)

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ÚRSULA PERONA MIRA

Hijos de alta demanda


© Úrsula Perona Mira , 2021
© Ediciones Toromítico, s.l., 2021

Reservados todos los derechos. « No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni
la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea mecánico, electrónico, por fotocopia, por registro u otros métodos,
sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright . »

Ediciones Toromítico
Padres Educadores
Edición de Óscar Córdoba
Ebook: R. Joaquín Jiménez R.

www.toromitico.com
@AlmuzaraLibros
pedidos@almuzaralibros.com - info@almuzaralibros.com

ISBN: 978-84-18648-06-9

Hecho en España - Made in Spain


A mis hijos Enzo, Noa y Leyre, por enseñarme qué es el amor
incondicional, en especial a Leyre por ponerme el reto de descubrir qué es
un niño de Alta Demanda.

A mi marido, José, por ayudarme a construir una vida, a mí, que bebía en
los charcos.
Has emprendido un viaje de intensidad máxima. El bebé duerme en tu
regazo, le miras y sabes que es muy especial. Tiene pocos meses y te parece
increíble que parezca comprender casi todo lo que dices, que exprese con
tanta contundencia lo que necesita, que haya encontrado la forma de estar
siempre pegadito a ti. Estás agotada. Pasas mucho sueño. A veces sientes
incluso ansiedad. Tu bebé exige mucho, mucho más de lo que esperabas,
pero el viaje no ha hecho más que comenzar. Vas a estar cansada hasta
límites insospechados, vas a llorar de agotamiento o de frustración… Pero
también te vas a divertir mucho y vas a conocer el amor a otro nivel.
¡Bienvenida a la crianza de alta demanda!
CAPÍTULO 1

CARACTERÍSTICAS DEL NIÑO


DE ALTA DEMANDA

¿QUÉ ES UN NIÑO DE ALTA DEMANDA?


Lo primero que sentí cuando nació mi hija de alta demanda fue desconcierto. Parecía no
entenderla. Leyre era mi tercera hija. Soy psicóloga infantil, por lo que estoy acostumbrada a
tratar con muchos niños, y además ya tenía dos hijos: no parecía que fuera una cuestión de
inexperiencia.
Sin embargo ya desde la primera noche, la cual por supuesto pasó encima de mi pecho, supe
que era una niña especial. Sus enormes ojos azules parecían transmitirme inseguridad, miedo,
necesidad de que la hiciera sentir segura. Con el paso de los días y de los meses, su carácter se
fue revelando y sus demandas también.
Mi hija parecía vivir en el desasosiego si no estaba en mis brazos, o si no dormía en mi pecho.
Si no atendía sus reclamos velozmente, sus gritos y llantos eran descorazonadores. Apenas
dormía. Ni ella ni yo. Los berrinches y rabietas a partir del año empezaron a ser monumentales.
Tenía grandes necesidades de atención constante, la cual reclamaba con ahínco. Resultaba
agotadora, sobre todo mentalmente.
Había muchísimas cosas que no le gustaban: ir en coche, pasear en el carrito, estar en la trona
o la hamaca. Nunca llegó a dormir en la cuna: la regalé sin estrenar.
Lloraba y lloraba para poder dormirse. Incluso en mis brazos, acunándola, tenía verdaderas
dificultades para conciliar el sueño y durante la noche muchísimos despertares. Era como si
tuviera algo dentro que le impidiera sosegarse.
Cuando creció, la cosa no mejoró mucho: hablaba por los codos, interrumpía constantemente,
no se entretenía sola ni un minuto. No paraba de moverse, era intrépida y muy perseverante.
El desgaste como padres iba en aumento conforme pasaban los meses. Estábamos agotados.
Leyre nunca tenía suficiente de nada. Y apareció la culpa: «no sé hacerlo bien», «la estoy
malcriando», «no sé manejarla».
Y con la culpa, la desorientación. El tratar de hacer las cosas de otra forma, pero nada parecía
funcionar. Leyre tenía bien claro cuáles eran sus necesidades y la contundencia necesaria para
hacérmelas saber claramente.
¿Qué le pasaba a mi hija? ¿Por qué se comportaba así?
Y empezó mi viaje para entenderla: para entender al niño de Alta demanda.

En la actualidad, el término «Niño de Alta Demanda» aún no es muy


conocido. El hecho de que se trate de una denominación relativamente
joven es una de las principales causas.
En términos psicológicos, un niño de alta demanda es un niño de
«Temperamento Difícil». Esto es lo que coloquialmente diríamos de los
niños que son llorones, complicados o exigentes y que suponen un
verdadero reto para la crianza.
He de deciros que a mí personalmente el adjetivo «difícil» no es el que
más me gusta, resulta peyorativo. Los llamados «niños de alta demanda» no
son niños malos ni tienen ningún problema psicológico. Son niños
maravillosos, aunque con un temperamento que agota a cualquiera.
No se trata de etiquetar a los niños con el fin de colgarles un sambenito.
Se trata simplemente de conocer por qué se comportan de una determinada
manera para que los padres sepamos cómo actuar. Y para que nos liberemos
de la culpa, no tengamos en cuenta las críticas de los demás y entendamos
que el comportamiento de nuestro hijo no se debe a que no sepamos
educarles.
Lo que pretendo con este libro es que aprendas a educar a tu hijo de la
mejor manera para él y que eso te permita disfrutar de la crianza.
En primer lugar, es muy importante que conozcas bien a tu hijo.
Comprender cuál es el origen de sus comportamientos y demandas es clave,
así como aprender a entender sus necesidades reales.
«En este viaje aprenderás a convertirte en el padre o la madre que tu hijo
necesita, no en el que creías que ibas a ser.»
Peritas en dulce y ñoras:
Cuando estudiaba y aún era joven e ingenua, asistí a un curso sobre disciplina positiva que
impartió el Dr. Xavier Méndez, catedrático de psicología, gran profesional y un referente para
mí.
Él nos explicó cariñosamente que había dos tipos de niños: los de temperamento fácil, que
eran «peritas en dulce», y los de temperamento difícil, que eran «ñoras». Yo en aquel momento
me reí con la gracia, pero muchos años después, cuando nació Leyre, ya no me hizo tanta gracia.

HISTORIA DEL CONCEPTO


El primero en hablar de bebés de alta demanda o de Altas Necesidades fue
el Dr. Sears.
El Dr. William Sears es un reputado pediatra estadounidense. Está casado
con Martha, enfermera y miembro destacado de la Liga americana de
lactancia materna. Martha se ha dedicado a lo largo de los años a asesorar a
cientos de madres sobre la crianza.
A las pocas semanas de nacer su cuarta hija, Hayden, Martha ya observó
que aquella niña era diferente. Desesperada, le dijo a su marido: «Esta niña
no es como los demás».
La niña lloraba todo el tiempo, nada parecía consolarla. Pedía pecho
continuamente. Necesitaba el contacto físico y consuelo constante. Era muy
exigente en sus demandas, montaba berrinches enormes si no era atendida
al momento. Apenas dormía y tenía a sus padres totalmente desconcertados.
El Dr. Sears empezó a observar y a estudiar a su hija. Martha y él estaban
desbordados con el fuerte carácter de la niña. Parecía como si no supieran
nada, a pesar de que eran expertos en crianza y tenían tres hijos. Se sentían
desbordados, culpables y sin recursos para atender a una niña tan difícil.
Ese fue el principio de la historia…
Y este, el mío:
Mi principio.
Leyre es mi tercera hija. Su embarazo llegó por sorpresa. Mis mellizos acababan de cumplir 5
años y, cuando ya creía que iba a empezar a descansar un poco de la agotadora crianza de dos
bebés, me quedé de nuevo embarazada. Tras el sobresalto inicial empecé a ver el lado positivo:
seguro que a este bebé lo disfrutaría más. Ya no era madre primeriza, tenía experiencia. Ya no
estaría tan preocupada y ansiosa por todo y, además, como ella era solo una, tendría tiempo para
disfrutarla mejor. Porque criar mellizos es agotador, estás todo el tiempo haciendo cosas (dar el
pecho, baños, limpiar vómitos, cambiar pañales, y vuelta a empezar), y apenas los disfrutas.
Así que me las prometía felices. Elegí un nombre alegre, porque una amiga me dijo que la
tercera sería la alegría de la casa: Leyre. Y así lo fue: la alegría de la casa. Y unas cuantas cosas
más…

Antes de que se hablara de niños de alta demanda el término que se usaba


era el de niños de temperamento difícil. En los años cincuenta y sesenta se
realizaron estudios que afirmaban que solo el 10% de bebés y niños era
considerados como de temperamento difícil por sus padres. Hoy en día casi
todos los padres dicen que sus hijos son de alta demanda. ¿Qué ha pasado?
¿Qué ha causado ese incremento de niños de alta demanda? Una gran parte
se debe a que no todas las personas valoramos de la misma forma las
características psicológicas.
Si partimos de la base de que los bebés y los niños pequeños son por
naturaleza demandantes… ¿Puede ser que estemos tomando como
referencia a los bebés o niños de baja demanda o de temperamento fácil?
Los niños de temperamento fácil comparten algunas características:
– Cuando los pones en la cuna o en el carrito apenas lloran.
– Pueden dormir varias horas seguidas.
– Se despiertan, comen y se vuelven a dormir.
– Juegan y se entretienen solos.
– Su crianza es relativamente fácil.
– No son niños excesivamente exigentes.
– Tienen un carácter tranquilo, o al menos, no excesivamente nervioso.
Entonces viene la pregunta clave ¿Y los niños de alta demanda, cómo
son?
Llegó Leyre.
Como os contaba, Leyre nació ante grandes expectativas por mi parte. Esta vez todo sería más
fácil. Yo estaría más descansada, no perdería los nervios con facilidad y podría por fin tener una
maternidad más consciente, más sosegada, más tranquila, más feliz. Seguro que dejaría de
sentirme sobrepasada.
Porque si ya tienes hijos, bien sabes todas las sombras que entraña la maternidad. Y si además
son mellizos… ¡pues imagina!
Mi pequeña Leyre pasó su primera noche de vida encima de mi pecho. Esa, y todas las demás
hasta que pesaba tanto que no me dejaba respirar. Tenía un genio endiablado, lloraba TODO EL
TIEMPO, no tenía consuelo. Gritaba sin parar cuando la sacaba de paseo, odiaba el carrito, la
sillita, el coche y todo en general. La gente me paraba por la calle para preguntarme qué le
pasaba a la niña.
La verdad es que mi hija ya apuntaba maneras cuando aún estaba en mi tripa. En la ecografía
4D tenía el ceño bien fruncido y una cara de contrariada que no pude más que pensar que la niña
iba a tener carácter. Y vaya si lo tiene.
Con los años he tenido la oportunidad de contrastar esto con otros padres de niños de alta
demanda y, efectivamente, una de las cosas que me comentaban era que también tuvieron la
percepción, ya en el embarazo, de que su hijo llegaría a este mundo pisando fuerte.

¿CÓMO ES UN NIÑO DE ALTA DEMANDA?


A partir de las primeras semanas de vida tu hijo ya empieza a revelar su
carácter.
El comportamiento de un niño de alta demanda es muy característico y
muestra estos comportamientos:
TIENE PROBLEMAS DE SUEÑO . No necesita dormir
demasiado, por eso le cuesta dormirse, especialmente cuando no
está presente un adulto. Es normal que se despierte muchas veces,
le cuesta alargar las tomas nocturnas… Tardará mucho (incluso
años) en dormir del tirón. Durante el día recarga pilas con una
pequeña siesta o a veces ni eso.
DEPENDENCIA DEL ADULTO . Es decir, es muy demandante de
atención. Su ansiedad por separación es intensa, solicita
constantemente la atención de los adultos, especialmente de sus
padres. Necesita mucho contacto físico, estar cerca del adulto, que
le coja la mano, que lo sujete en brazos, en resumen, sentir el
cuerpo del otro.
POSEE UN TEMPERAMENTO FUERTE . Con frecuencia se
comporta de manera perseverante e insistente, quiere salirse con la
suya a cualquier precio. Esta característica es una condición
temperamental, lo que le lleva a tener, por ejemplo, grandes
berrinches cuando se le niega lo que pide.
ES IMPREDECIBLE . Lo que ayer te funcionó para calmar una
rabieta hoy ya no tiene el mismo efecto. Por ejemplo, puede que
durante un tiempo te sirva una estrategia determinada para que
coma o duerma, pero al día siguiente deja de ser efectiva. Esa
impredictibilidad resulta desconcertante y estresante, pues
continuamente hay que inventar estrategias nuevas.
ES HIPERSENSIBLE . Experimenta las emociones con mucha
intensidad. Son vulnerables, intuitivos, perspicaces. Del mismo
modo, también expresa sus emociones de forma apasionada, ya
sean positivas o negativas. Les afecta cualquier minucia. No le
gustan las malas caras o cualquier pequeña riña. Es muy
susceptible. Esto también hace que sea miedoso, preocupadizo y
que se sobresalte mucho.
NO SABE CALMARSE SOLO . Le cuesta contenerse y
autorregularse, por lo que necesita del adulto para tranquilizarse.
SE ALIMENTA CON FRECUENCIA , sobre todo durante la
lactancia. Lo que realmente siente no es la necesidad de alimento,
sino de atención o de sentir contacto, esto le hace sentir bien, le
ayuda a calmarse. Por ello es frecuente que pida pecho
continuamente.
NO SABE JUGAR SOLO , necesitan del adulto para entretenerse.
Se aburre con facilidad.
A NIVEL PSICOMOTOR TIENE MUCHA ENERGÍA . El niño
de alta demanda es movido e inquieto, cambia de juego o actividad
fácilmente. Siempre está alerta, expectante, preparado para la
acción. Parece que no conoce el cansancio y siempre tiene ganas de
más.
ES INTELIGENTE, DESPIERTO Y CURIOSO . Esta
característica es evidente desde los primeros meses. Es un niño que
no pierde detalle de lo que pasa alrededor, está pendiente de todo,
aprende deprisa y pregunta mucho. Su actitud curiosa y
exploratoria tiene que ver con esa necesidad de aprender.
ES ANSIOSO Y PREOCUPADIZO . A menudo en el niño de alta
demanda se dan dos características que le predisponen a la
ansiedad: la inteligencia y la sensibilidad. Es un niño perspicaz e
intuitivo, por lo que percibe y analiza lo que sucede a su alrededor.
Esto tiene que vez con la agudeza de su sistema sensorial y con su
capacidad de análisis, lo que le puede conducir a preocuparse y
darle muchas vueltas a las cosas.
ES OBSTINADO, TESTARUDO Y REPETITIVO . La
perseverancia es una cualidad que la mayoría de niños desarrollan a
niveles increíbles, pero al el niño de alta demanda la lleva a otro
nivel.

IMPORTANTE . Puede que algunos niños cumplan algunas de estas


características, pero en un niño de alta demanda aparecerán prácticamente
todas.
¿MI HIJO ES UN NIÑO DE ALTA DEMANDA? UN SENCILLO TEST
PARA SABERLO
Marca con una X las características que definen a tu hijo:
 Necesita contacto físico constante.
 No le gusta quedarse solo ni un minuto.
 No sabe entretenerse ni jugar solo.
 Es muy cariñoso.
 Es muy sensible.
 Tiene reacciones exageradas.
 Llora con frecuencia, se enfada por cualquier cosa.
 Si no «acertamos» con lo que pide, se irrita.
 Reclama con insistencia lo que desea.
 Es locuaz, habla mucho.
 Es nervioso y movido. No para quieto.
 Reclama la atención de manera constante.
 Es despierto, curioso y vivaz.
 Es muy intenso para todo.
 Es apasionado, pone mucho corazón en lo que hace.
 A menudo parece estar disconforme o disgustado.
 Sus rabietas son fuertes y frecuentes.
 Es divertido, gracioso, ocurrente.
 Es impredecible, lo que hoy funciona, mañana no.

Si has marcado 12 o más ítems, muy posiblemente vuestro pequeño sea un


niño de alta demanda. (U. Perona, 2020).
«¿Cómo vas? ¿Ya has identificado que tu niño es de alta demanda?»
Otra forma de saber si un niño es de alta demanda es mirar a sus padres,
suelen lucir oscuras ojeras y cara de agotamiento extremo. También les
embarga un gran sentimiento de culpa al pensar que los están mimando
demasiado, o que no saben educarles correctamente. ¿Te suena?
Ahora que ya has identificado algunos de los rasgos de los niños de alta
demanda, quiero dejar claro que no se trata de ninguna patología o
problema. Simplemente tu hijo tiene lo que en psicología se llama
«Temperamento difícil», es decir, reúne una serie de características de
personalidad que hacen que se comporte así. Pero calma, que no todo es
malo.
Los niños de alta demanda son inteligentes, sensibles, curiosos, y más
intensos. Son muy despiertos, suelen ser ocurrentes, alegres y muy
cariñosos.
Si tu hijo es de alta demanda posiblemente habrás tenido que aguantar
ciertos comentarios, como que no sabes calmar al niño o que con tu actitud
le pones más nervioso. Que lo que sucede es que el niño es un consentido, o
que no sabes ponerle límites. Te suena ¿Verdad?
Para tu tranquilidad debo decirte que nada más lejos de la realidad. Bien
es cierto que el estilo de crianza influye en la personalidad y en el
comportamiento del niño, pero mucho antes de eso intervienen otros
factores, como el temperamento del niño y el temperamento es un rasgo
determinado genéticamente.
Y un niño de alta demanda pone a prueba las habilidades parentales más
desarrolladas.
¡Pero si soy psicóloga infantil!
Pues eso pensaba yo constantemente. ¿Cómo puede ser que no sepa qué hacer con ella? No
solo tenía experiencia previa, sino doble y, para más inri, soy psicóloga infantil.
Pues de nada me sirvió. La señorita Leyre «hizo buenos» a sus hermanos, como se suele decir.
Porque ella lo ponía todo difícil.
Solo quería estar en brazos, le costaba muchísimo dormirse (teníamos que cantarle, acunarle,
mecerla, acostarnos con ella… todo lo que se nos ocurría). Con los mellizos apliqué el método
Estivill, en versión suave, eso sí. Lo adapté un poco a mi manera, porque aquello de dejarlos
llorar mucho no iba conmigo, pero la verdad es que fue muy bien.
¿Estivill a Leyre? Un segundo que me da el ataque de risa… Así, con sarcasmo.
Su ciclo más largo de sueño era de 20 minutos, tanto de día como de noche. Le hicieron
pruebas a ver si tenía epilepsia nocturna o algo por el estilo, porque ni al pediatra le parecía
normal. Se plantó en 18 meses sin dormir más de media hora seguida. Ni ella ni nosotros, por
supuesto.
Además, parecía que la cuna tuviera pinchos. No durmió NI UNA sola vez en la cuna. Solo al
bracito, pechito y ratitos cortos, no vayáis a creer…
Así que hice todo lo que me había cansado de decir a los padres que acudían a mi consulta que
no debían hacer. E incluso más.

¿POR QUÉ MI HIJO SE COMPORTA ASÍ?


Hemos descrito como es un niño de alta demanda y cuáles son sus
principales características. Pero… ¿Por qué se comporta así?
Debes saber que tanto el desarrollo de tu hijo como su comportamiento
están determinados por factores internos y externos. La genética forma
parte de ese factor interno, mientras que el externo consiste en el ambiente
que rodea al niño. Día tras día podemos ver la importancia que tiene la
interacción entre ambos factores. Así, dependiendo del entorno en el que
nuestro hijo se críe, podrá desarrollar sus capacidades y su comportamiento.
Esto quiere decir que un mismo niño puede llegar a actuar de forma
distinta si se educa en otro ambiente totalmente diferente. Los genes,
además de establecer las características orgánicas de una persona, también
determinan las características psíquicas, como el temperamento y la
capacidad intelectual. Este temperamento concreto que está determinado
por la herencia genética incluye su forma de comportarse. Con esto me
refiero a la necesidad de atención que demanda, su carácter o a su nivel de
actividad, por ejemplo. Pero es muy importante que no te olvides del influjo
que provoca el ambiente, puesto que va modelando poco a poco el
comportamiento del niño, incluyendo su aprendizaje y sus conductas. Y los
padres sois el factor ambiental más importante.
CURIOSIDAD
Famoso fue el caso de Gerald Levey y Mark Newan, gemelos separados al nacer que desconocían
la existencia del otro. Sus vidas siguieron rumbos muy similares, a pesar de estar separados. Levey
estudió para ser guardabosques, pero Newman, tras pensar en estudiar lo mismo, se decidió a
trabajar como podador de árboles. Los dos han trabajado en supermercados, aunque uno instalando
alarmas contra fuego y el otro, sistemas de riego. Pero todavía hay más. Poseen los mismos
pasatiempos: la cacería, la pesca, la lucha profesional o las películas de John Wayne. Les gusta la
comida china y beben la misma marca de cerveza. Incluso buscan el mismo tipo de mujer: alta,
delgada y con cabello largo. Cuando ríen echan la cabeza para atrás y comparten la pasión por
apagar incendios, puesto que son bomberos voluntarios.

EL TEMPERAMENTO INFANTIL
Para que entiendas un poco más de dónde viene la personalidad de tu hijo,
te voy a explicar brevemente algunos términos:
Empecemos con el temperamento. Es la parte de nuestra personalidad que
depende de la herencia biológica. Esto quiere decir que todos nacemos con
un determinado temperamento, es algo que no podemos evitar.
El carácter es el componente de la personalidad que aprendemos del
ambiente y se va forjando a lo largo de la vida. En otras palabras, aparece
como consecuencia de las experiencias que vivimos, que influyen en
nuestra forma de ser modulando nuestro temperamento. Influye el estilo
educativo de los padres, la cultura, las normas y valores…
Por último, la personalidad es la suma de los dos términos mencionados:
carácter y temperamento. Sin embargo, he de decirte que la palabra
«personalidad» se emplea más que las anteriores, puesto que suele ser muy
difícil saber qué parte de la forma de ser de una persona viene dada por el
ambiente y cuál por la herencia.
***
Volviendo al temperamento infantil y entendiendo que este término alude al
estilo de comportamiento innato que tienen las personas, podemos
comprobar que es fácil notarlo en los niños, incluso en los bebés.
El estilo educativo deberá amoldarse para cubrir las necesidades
educativas de cada niño, se necesitarán distintos recursos en función del
temperamento que presenten.
Según un estudio de Thomas y Chess (1986), podemos encontrarnos con
nueve rasgos que categorizan el temperamento y que son apreciables en los
bebés:
NIVEL DE ACTIVIDAD : se trata del tiempo que se mantiene
activo o inactivo. Hay niños más tranquilos que otros.
RITMICIDAD: se refiere a la regularidad horaria que presenta el
bebé para realizar las actividades básicas de la vida, como las
tomas de comida, las excreciones o dormir.
APROXIMACIÓN O EVITACIÓN : es la tendencia a responder
ante nuevas situaciones u objetos.
ADAPTABILIDAD : consiste en la facilidad con la que se adapta a
los cambios.
UMBRAL DE RESPUESTA : atañe al umbral, es decir, la
intensidad del estímulo, que necesita para percibir y responder a un
estímulo concreto.
TENDENCIA EMOCIONAL : se refiere a la tendencia natural de
mostrarse más feliz, o lo contrario.
INTENSIDAD DE LA REACCIÓN : consiste en la intensidad con
la que manifiesta sus reacciones, tanto positivas como negativas.
CAPACIDAD DE ATENCIÓN Y PERSISTENCIA : es la
capacidad del niño para mantener la atención y dedicarse a una
actividad.
En función a estas características, podemos establecer dos tipos de
temperamentos infantiles:
Niños fáciles:
Los niños fáciles se muestran con una disposición más positiva, se adaptan
mejor a los cambios y su estado emocional es más afable y manejable. Son
niños que sonríen a los extraños, hacen amigos con bastante facilidad y
aceptan mucho mejor las frustraciones. Son a los que llamamos peras en
dulce , porque su educación suele ser más fluida y relajada.

Niños difíciles:
Los niños difíciles suelen mostrarse más hostiles, necesitan un mayor
tiempo para asegurar la adaptación a los cambios. Una característica común
es la reactividad, la cual se expresa en forma de irritabilidad muchas veces.
Su humor suele ser más negativo y responden de forma intensa ante
situaciones frustrantes, con rabietas o llantos. Los llamamos cariñosamente
pequeñas ñoras , pues su comportamiento es algo más complejo.
Si algo tienen en común los niños de alta demanda, es que su crianza es de
Alta Intensidad. Los padres de estos niños llegan a mi consulta a menudo
cansados, estresados, agobiados y con fuertes sentimientos de no estar
disfrutando la crianza, y de estar haciendo algo (o todo) mal. Han sufrido
desde el nacimiento de su pequeño muchas críticas y les han brindado
consejos que les han hecho sentirse inseguros como padres. O peor aun: les
han transmitido la idea de que a su niño le pasa algo. La incomprensión a la
que se enfrentan estos padres es enorme. Y los niños también: «Es pesado,
es un malcriado, está mimado, es un tirano, os manipula…».
Los seres humanos somos muy diferentes unos de otros. En aspecto físico,
pero también en personalidad. Sin embargo, no respetamos en la infancia
esas diferencias. Queremos niños «estándar», que se adapten bien a nuestras
expectativas, que se comporten como se espera que lo hagan exactamente
en cada momento evolutivo, y que nos permitan vivir una crianza tranquila.
Pero eso no es realista, y además, atenta contra la necesidades del niño:
anula su personalidad y por tanto las necesidades que de ella se derivan. No
todos los niños son iguales, y por tanto no tienen el mismo desarrollo ni
necesitan las mismas cosas del entorno.
«¿Definen estás características a tu hijo? ¿Lo has visto reflejado?»

UN POQUITO DE NEUROLOGÍA PARA ENTENDER EL CEREBRO


INFANTIL
Paciente en consulta:
—Úrsula, mi hijo es capaz de realizar las tareas académicas sin problemas, pero no puede
controlar sus emociones. No me obedece a la primera y me pega cuando se frustra. ¿Por qué es
capaz de realizar una cosa fácilmente y no la otra?

Para poder entender este tipo de situaciones debes tener en cuenta una
cuestión primordial: el cerebro de los niños todavía está en desarrollo, se
encuentra en proceso de maduración. No es hasta el final de la adolescencia
cuando suele terminar este complejo proceso. Debido a esa inmadurez
cerebral, los niños no pueden controlar muchas de sus conductas. Pero es
algo totalmente normal y forma parte del desarrollo integral del niño.
Sin intención de aburrirte mucho sobre neurología, te comentaré que la
región del cerebro que tarda más en desarrollarse es la corteza prefrontal.
En otras palabras, la sección del cerebro ubicada en la frente. Esta zona es
la que se encarga de administrar funciones cognitivas superiores, como la
toma de decisiones, la memoria, la autorregulación de las emociones, el
comportamiento social… Que esta zona del cerebro todavía no está
desarrollada completamente explica que tu pequeño se muestre impulsivo
en sus reacciones o no sepa gestionar sus emociones.
METÁFORA ROSAL
Cuando compramos un pequeño rosal trepador y lo plantamos junto a la verja de nuestro jardín, lo
sujetamos a la valla atando sus ramitas para que se mantengan erguidas y vayan creciendo en la
dirección correcta. Si no hacemos esto, el joven rosal crecerá con sus ramas caídas por el suelo, ya
que son tiernas y aún no tienen fuerza para sostenerse. Sin embargo, con el paso del tiempo, iremos
retirando esas guías y sujeciones, pues el rosal irá creciendo fuerte y llegará un momento en el que
se sostendrá sujeto a la valla por él mismo.
Esto puede servirnos de ejemplo sobre en qué consiste la crianza y
educación de nuestros hijos. Al principio tenemos que marcar una guía clara
y bien definida, establecer límites y ser concienzudos en su seguimiento.
Poco a poco, conforme el niño va madurando, va interiorizando las normas
y valores, y va siendo capaz de autorregularse, necesitará muchas menos
guías, menos consejos, menos límites… Porque, como el pequeño rosal
trepador, será capaz de hacerlo por él mismo.
«Espero que a estas alturas te sientas un poco mejor. A mí me pasó
cuando fui comprendiendo el temperamento de Leyre, de dónde venía y
qué papel jugaba yo en su crianza. Me sentía comprendida, liberada y
algo menos culpable. Me sentí incluso más optimista respecto a su
crianza.»

¿CÓMO TRATAR CON LOS NIÑOS DE ALTA DEMANDA?


El primer paso que tienes que dar es asumir que tu pequeño o pequeña es un
niño de alta demanda. Debes interiorizar la idea de que no lo estás haciendo
mal y que a tu hijo no le pasa nada malo. Sencillamente y debido a su
naturaleza, tu hijo necesita más atención y cariño. Sabiendo esto, avanzarás
en la dirección correcta. A partir de ahí el camino será mucho más fácil.
Leyre y el Dr. Sears
Así que allí andaba yo, una psicóloga infantil madre de mellizos, totalmente desbordada por la
pequeña y adorable Leyre.
Porque hasta ahora solo he dicho cosas negativas de ella, pero Leyre es muy especial:
inteligente, brillante, ocurrente, graciosa, muy cariñosa y extremadamente sensible.
Así que indagué entre las páginas de internet típicas para madres desesperadas (madres-y-
psicólogas desesperadas) y finalmente di con el Dr. Sears. Ya os he contado su historia.
Y entonces entendí que su pequeña Hayden y mi pequeña Leyre podían cogerse de la mano de
tan parecidas que eran. Y ya puestos, el propio Dr. Sears y yo también podíamos cogernos de la
mano, de tan parecida que era nuestra situación: pediatra él, psicóloga yo; padre de tres hijos
anteriores él, madre de dos yo; y ninguno podíamos comprender a nuestras pequeñas niñas
intensas. A partir de entonces comencé a vislumbrar algo de luz al final del túnel.

El niño de alta demanda se convertirá en un adulto muy interesante. Todas


esas características que hoy ves en tu hijo harán que se convierta en una
persona apasionada, inteligente, curiosa, perseverante para lograr sus metas,
sociable y afectuosa.
Como ya he dicho, yo también me vi sorprendida y, por qué no
reconocerlo, sobrepasada ante esta situación. Comprender las necesidades y
el intenso mundo interior que mueve a tu hijo de alta demanda será
fundamental para que ambos tengáis una vida plena y feliz (incluso algo
menos cansada).
Espero que, a lo largo de estas páginas, al igual que yo la encontré, tú
también veas esa brillante lucecita que aclare y allane el siempre arduo
camino de la crianza.
«Todas las personas llegan a tu vida para enseñarte algo de ti mismo.
También tus hijos».
CAPÍTULO 2

EL PAPEL DE LOS PADRES

EL PAPEL DE LA SOCIEDAD EN LA EDUCACIÓN ACTUAL


Hemos hablado de las críticas que sufrimos a menudo los padres de niños
de alta demanda. Todo el mundo parece tener algún consejo y la sabiduría
para hacernos ver todo lo que hacemos mal con nuestro hijo. Pero
actualmente la crianza no es sencilla, y menos aún de un niño de alta
demanda.
Antiguamente ser padres resultaba más fácil, y seguro que te estás
preguntando por qué digo esto. Piensa que hace unas décadas las familias
estaban más unidas, en el sentido de que los miembros de la familia estaban
más cercanos unos de otros. Los padres primerizos se sentían arropados por
la familia, y sobre todo por los abuelos, quienes se convertían en apoyo para
ayudar en el cuidado del bebé y de la recién mamá.
Además, las abuelas, tías u otros padres más experimentados podían
brindarnos consejos y sabiduría. Sin embargo, los tiempos han cambiado.
Hoy en día los padres están más desorientados debido a que las familias
están deslocalizadas y no siempre tienen a quién recurrir. En la actualidad
criamos en soledad.
La situación laboral de la sociedad actual tampoco ayuda, pues tanto
mamás como papás trabajan y los niños no tienen más remedio que pasar
largas jornadas en los escuelas infantiles y colegios. Todas estas
circunstancias provocan que no pasemos demasiado tiempo con nuestros
hijos y la crianza quede en un segundo lugar, llegando a resultar una tarea
muchísimo más compleja.
Pero aún hay otro punto que dificulta la crianza, y no es menos
importante…

EL EXCESO DE INFORMACIÓN Y LA INSEGURIDAD EN LA


CRIANZA
Otro dato a destacar en los tiempos modernos es la gran relevancia que han
tomado Internet y las redes sociales.
Nuestra era de tecnología e información ha sembrado una alta inseguridad
en muchísimos campos, incluido el de cómo educar a los niños. Los padres
de hoy en día se encuentran abrumados con tanta información. Y lo peor de
todo es cuando encuentran consejos o datos contradictorios. «Y ahora ¿A
quién hago caso?». «¿Debo cogerle en brazos si llora?», «¿Hasta cuándo le
doy el pecho?», «¿Colecho sí o no?». Todas estas y muchísimas más
preguntas surgen constantemente entre los padres, cuestiones que
antiguamente nadie se planteaba. La crianza era mucho más intuitiva.
Es importante saber discriminar las fuentes de información y solamente
seguir aquellos consejos que nos resultan sensatos y vienen ofrecidos de la
mano de expertos en la materia.
Desde hace generaciones los padres criaban a sus hijos sin manuales, sin
opiniones de expertos, sin foros y blogs… ¿Cómo lo hacían? Muy sencillo:
usaban su instinto natural. Confiaban en sí mismos y los resultados, en su
mayoría, eran satisfactorios.
Se apoyaban también en la familia, quienes con su experiencia y consejos
ayudaban mucho.
Quiero recordar que nuestro instinto natural de crianza en ocasiones es
suficiente para resolver muchas de las dudas que nos surgen. Cuando seas
consciente de esta realidad, actuarás con más confianza y sin miedo, lo que
ayudará a separar lo esencial de entre tanto flujo de información. Confía en
tus instintos básicos y valores a la hora de educar.
«Los brazos de una madre son de ternura y los niños duermen
profundamente en ellos».
VÍCTOR HUGO

Por otra parte, desde hace unos años la imagen de la paternidad y


maternidad que se ofrece en los medios está totalmente distorsionada. Nos
muestran la imagen idealizada de unos padres perfectos que concilian sin
problema sus fantásticos empleos con el cuidado del hogar y de los hijos.
Siempre tan felices y sin cometer fallos. Sin embargo, este ideal al que se
pretende aspirar suele ser inalcanzable, provocando una alta frustración y
sentimiento de culpa. En la vida real no existen los padres perfectos, sino
padres que se esfuerzan por sacar lo mejor sí mismos para criar a sus hijos y
brindarles todo su amor, pero que tienen días malos, están cansados y se
equivocan. Si pretendemos llegar a ser esos padres de revista, fracasaremos
rápidamente en el intento. Debemos comprender que la tarea de ser padres
es compleja y que todos somos humanos, cometemos errores y aprendemos
de ellos.
La frustración que sentí al ser madre fue inmensa. Tenía una carrera profesional en marcha, una
vida independiente y llena de aficiones que me llenaban: estudiar, leer, viajar, salir, y una visión
muy poco realista de lo que iba a ser la maternidad.
Los primeros años pagué la ingenuidad de creer que mi vida iba a cambiar poco. Intentaba
llegar a todo, ser la misma de antes, o lo más parecida. Incorporar a mis hijos a mi estilo de vida.
Pero la realidad siempre acaba imponiéndose. Y al final aprendí a reducir las expectativas, a
dejar de lado muchas cosas, a renunciar para poder criar. Porque sí, la maternidad es un regalo
en muchos sentidos, pero también es una gran renuncia.
Cuando fui capaz de aceptar esto, de adaptarme y posponer muchas cosas priorizando lo
importante, empecé a disfrutar más la crianza.
Si además acabas de darte cuenta que tienes un hijo de alta demanda,
olvídate de toda esa teoría irreal que venden en la televisión y en Internet.
Tu maternidad probablemente no será como soñabas. No será fácil y habrá
muchas cosas a las que harás frente que no habías visto en otras familias
que usabas de referencia. Pero eso es lo bueno, tienes ante ti un libro en
blanco que irás escribiendo sobre la marcha a tu manera, con tu instinto y
experiencia y que es solo tuyo y de tus hijos.
«No, no será la maternidad o paternidad soñada. Con un poco de suerte,
paciencia y cariño, será mucho mejor.»

ESTILOS EDUCATIVOS: PERMISIVO, AUTORITARIO,


DEMOCRÁTICO Y OSCILANTE
El estilo educativo parental se refiere a aquellas estrategias y herramientas
que emplean los padres para educar a sus hijos. Como no todos los padres
son iguales, los estilos educativos tampoco lo son. Algunos son mejores que
otros y por ello es importante saber cuál es vuestro estilo parental y el
impacto que tiene en vuestros hijos. El estilo educativo se mide en tres
aspectos concretos: disciplina , afecto y comunicación . Dependiendo de
cómo sean estos, dará lugar a un estilo educativo u otro.
1. Estilo educativo Permisivo, light o indulgente:

PADRES HIJOS
PADRES HIJOS
Cariñosos y Buena conducta social.
comunicativos.
Sobreprotectores. Exigentes y respetuosos.
Indiferentes. Egoístas.
Escasa imposición de Sin código de comportamiento marcado ni
límites y normas. sentido de la disciplina.
Ceden a los deseos de los Inseguros.
hijos.
2. Estilo educativo Autoritario o Heavy:

PADRES HIJOS
Poco cariñosos y muy estrictos. Baja autoestima.
Poco comunicativos. Inmadurez.
Imposición estricta de normas Escaso control de los impulsos.
y control rígido.
Castigos desproporcionados. Poca constancia y persistencia en la
consecución de objetivos.
3. Estilo educativo negligente o ausente:

PADRES HIJOS
Poco cariñosos y comunicativos. Baja autoestima y falta de confianza
en sí mismos.
Pocos límites y control. Conductas agresivas.
Falta de implicación. No valoran el esfuerzo personal.
Demasiada libertad, así los hijos no Trastornos psicológicos y afectivos.
les molestan.
Irresponsables.
4. Estilo educativo equilibrado o democrático:

PADRES HIJOS
PADRES HIJOS
Cariñosos y muy comunicativos. Alto nivel de autocontrol y autoestima.
Normas y límites claros Confiados y persistentes.
adaptados a la edad del niño.
Fomentan la autonomía. Cariñosos, independientes, con buenas
competencias sociales.
Con valores morales interiorizados.
Hemos estado hablando por un lado, de esos rasgos de temperamento que
distinguen al niño de alta demanda, y con los que nacen. Y por otro lado
hemos hablado del papel de los padres. Entonces… ¿qué tiene más impacto
en el desarrollo del niño? ¿El estilo educativo de los padres, el ambiente en
que se cría o su propio temperamento?
En psicología hay varias teorías y estudios que han tratado de establecer
qué pesa más en el desarrollo de la personalidad de un niño: si la genética o
el ambiente. Es lo que se llama «Interacción genes x ambiente» y se ha
llegado a la conclusión de que ambos influyen y más o menos tienen el
mismo peso. Es decir, que tanto definirán su personalidad sus rasgos de
personalidad como nuestro estilo educativo y el ambiente en que crezca.
Otro aspecto importante está relacionado con la reacción que provoca el
niño en el adulto. Un niño tranquilo, que no se queja demasiado, que tiene
un talante fácil, recibe muchas interacciones positivas del adulto. Un niño
que llora mucho, que interrumpe constantemente, que monta rabietas por
todo, recibe muchas interacciones del adulto, pero en este caso negativas.
Es importante que seas consciente de esto. Un niño de alta demanda es un
niño agotador, que dirá «mami» o «papi» 100 veces al día mínimo, que
exhibirá reacciones exageradas por cualquier contratiempo o que montará
un drama a la mínima. Eso posiblemente haga que estés constantemente
corrigiéndole o regañándole.
Piensa en como afectará eso a su autoestima o a su autoimagen.
—Mami, soy muy pesada, ¿verdad? —me dijo mi hija un día.
Y me dio mucha pena y me sentí fatal, porque es algo que yo le decía a menudo. Frases como:
«Leyre, por favor, no insistas más, me lo has dicho 20 veces, no seas pesada» salían de mi boca
sin yo darme ni cuenta. Y la verdad es que es tan repetitiva y tan perseverante que realmente
puede resultar desquiciante a veces. Me siento mal por sentirlo, pero es la realidad. Pero peor me
siento por trasladárselo a ella. No quiero que mi hija crezca pensando que es una pesada. Así que
es algo que tengo que esforzarme por cambiar.
CAPÍTULO 3

LA NECESIDAD DE ATENCIÓN Y
CONTACTO FÍSICO

¿QUÉ ES VERDADERAMENTE NECESARIO PARA EL BEBÉ?


Tras las primeras pinceladas del capítulo uno, ya conocemos las
características principales de un niño de alta demanda. La necesidad de
atención continua y de un contacto físico casi permanente con su cuidador
son rasgos que, si bien son entrañables a ratos, suponen también una
exigencia agotadora para los padres en determinados momentos.
Estos padres están ya acostumbrados a los típicos comentarios de:
«No lo cojas tanto en brazos que se acostumbra».
«Es malo que duerma con vosotros en la cama».
«Déjalo llorar, hace con vosotros lo que quiere».
«Llévalo pronto a la guardería, así se socializa».
Estas y muchas otras frases similares suenan con frecuencia a nuestro
alrededor. Familiares, amigos, e incluso desconocidos, nos hacen este tipo
de comentarios capaces de generar inseguridad y culpabilidad. Y lo que es
peor es que hay algunos profesionales de la salud y la psicología infantil
que también defienden estas premisas.
Úrsula, es que no me aclaro con el bebé. Solo quiere «bracitos», no me puedo separar de él ni un
minuto. Hago todo con él en brazos. Si intento dejarlo en la cuna o la sillita, se pone enseguida a
reclamar, llora y grita… y además si no le atiendo rápido el berrinche puede ser monumental.
Me he acostumbrado a anticiparme, a prevenir la explosión, así que voy siempre en alerta, por
delante de él. ¡No me deja ni hablar por teléfono! En cuanto atiendo una llamada, se pone a
berrear como un loco. Parece que le sienta mal que le preste atención a otra persona que no sea
él. Yo no sé qué hago mal, de verdad.

Lo que Clara me contaba en consulta es una situación que seguramente, si


estás leyendo este libro, te suena. Porque si tu hijo es un niño de alta
demanda sabes muy bien de qué está hablando. Clara se sentía insegura,
desbordada y agotada. Y también incomprendida.
***
La sociedad avanza a un ritmo vertiginoso y eso tiene numerosos aspectos
positivos. Sin embargo, a veces se nos olvida lo más básico, los seres
humanos somos animales, no máquinas y, como tales, gran parte de nuestra
conducta está predeterminada genéticamente. ¿Qué significa esto? Que
hasta el gesto más mínimo obedece a una lógica y a una justificación,
sucede por y para algo.
El llanto para pedir «bracitos» es porque el bebé necesita consuelo, afecto,
tiene alguna molestia… etc.
Querer estar cerca de mamá o papá no es sinónimo directo de estar
«enmadrado». Anhelar estar cerca de los padres responde a la necesidad de
sentirse seguro y protegido. Un bebé es un ser frágil y dependiente que nos
necesita para sobrevivir. Durante millones de años, en los inicios de la
humanidad, el llanto del bebé garantizaba que la madre, que le depositaba
en el suelo para alejarse unos metros a recoger frutos, fuera capaz de
encontrarle y regresar a por él.
Así que, si tu pequeño llora desesperadamente cuando te alejas, tienes un
niño muy sano y de los que, sin duda, hubiera sobrevivido en la prehistoria.
«El niño de alta demanda suele ser considerado por el entorno como un
malcriado. Pero precisamente suelen ser los niños mejor criados, ya que
saben expresar con contundencia sus necesidades».
La psicología comparada y la psicología evolutiva pueden ayudarnos un
poco a comprender esto. Como animales mamíferos que somos, hay una
serie de aspectos relacionados con la crianza que nos asemejan a otros
animales. Entender a un bebé no es sencillo, pero si observamos los
ejemplos más básicos presentes en la naturaleza tal vez podamos asimilar
mejor qué es lo verdaderamente esencial para nuestros pequeños.
No hace falta irse muy lejos para conocer el funcionamiento de los
mamíferos (grupo al que pertenecemos) en cuanto a la maternidad. Por
ejemplo, tanto en perros como gatos, nuestros animales de compañía por
excelencia, la gestación se produce dentro del cuerpo de la hembra. Tras el
parto, existe un período más o menos largo en que las crías permanecen
todo el tiempo junto a la madre, quien se ocupa de alimentarlos y asearlos.
En un principio, el recién nacido, única y exclusivamente, toma leche
materna. La madre solo se aleja de las crías para hacer sus necesidades y
alimentarse. Por lo general este período coincide con la recuperación del
parto.
Hasta aquí, resulta familiar, ¿Verdad? Las primeras semanas la historia no
cambia para la mayoría de madres humanas.
Conforme las crías de nuestro ejemplo animal crecen, la madre va
dejándolas solas durante períodos de tiempo más largos ya que, a la par, son
los propios cachorros quienes van sintiendo el deseo de alejarse para ir
explorando el entorno.
La madre, mientras tanto, siempre ojo avizor y sin separarse en exceso,
favorece este aumento de independencia, permitiendo que sus pequeños
vayan distanciándose cada vez un poco más. Progresivamente, comienzan a
comer otros alimentos hasta que se abandona definitivamente la lactancia.
Cuando esto pasa, la madre recupera más libertad de movimientos y
vuelve a ocuparse cada vez más tiempo de las tareas y conductas propias de
su especie: cazar, asearse, jugar etc.
Para los humanos es exactamente lo mismo. Si hubiéramos sustituido el
término «crías» por «bebés», el ejemplo habría sido igual de válido para
nosotros.
Cuando me quedé embarazada de mis mellizos tenía 29 años. Era mi primer embarazo. Estaba
llena de ilusión y expectativas. Y dediqué muchísimas horas durante el embarazo a dos cosas:
imaginarme como serían los bebés y mi vida con ellos, y a buscar en internet habitaciones
infantiles, carritos gemelares y todo tipo de cosas que pensaba que necesitaría. Entonces (y no
soy tan vieja), no había la cantidad de redes sociales que hay ahora. De hecho, no existían, o al
menos no eran populares Facebook ni Instagram. De lo que estoy segura es de que yo no tenía
redes sociales. Aun así, en mi mente creé una visión de la maternidad que nada tuvo que ver con
la realidad. Nadie me preparó para aquellos días en los que, al llegar la noche, me daba cuenta de
que ni me había duchado. Nunca pensé que estaría días enteros (con sus noches) sin dormir. Una
detrás de la otra. Nadie me preparó para el llanto non-stop …
Y ese fue el problema. No que mis niños quisieran dormir a mi lado, ni que necesitaran
consuelo o bracitos, o que no quisieran separarse de mí. Ese no era el quid de la cuestión.
El problema es que la sociedad nos vende una maternidad falsa. Una maternidad donde al mes
de parir te pones tus vaqueros. Donde el niño come y duerme hasta la siguiente toma a las 3
horas. Donde sí, me habían hablado de los cólicos, pero no de ESE NIVEL de llanto
desesperado. Una maternidad donde estás feliz y dichosa con tu sonrosado bebé dormido en el
cochecito mientras paseas al sol y las señoras te paran para asomarse y verle la carita.
A mí las señoras me paraban durante los paseos, pero para preguntarme: «Ay pobrecita: ¿Qué
le pasa?». Porque mi hija odiaba los paseítos en el cochecito. Lloraba como una desesperada.
Así que dejé de sacarla a pasear. Aquello era horroroso. Todo el mundo miraba a mi hija
berreando, yo me ponía súper nerviosa. Sus gritos se me clavaban en el cerebro y solo pensaba:
«¿Por qué no es como los demás bebés? ¿No puede simplemente disfrutar del paseo?»
Mis vaqueros tardaron años en volver a entrarme. Y lo de alargar entre tomas… bueno, qué os
voy a contar.
Todas esas irreales expectativas chocaron de frente con mi realidad. Y me sentí infeliz, torpe y
cansada permanentemente. Y muy sola.
Si no hubiera tenido esas falsas creencias, mi película mental creada durante el embarazo
habría sido otra. Habría aceptado (como lo hice en mi segundo embarazo) que necesitaría
muchos meses exclusivamente para atender al bebé. Que se abriría ante mí un tiempo en que
nada sería igual. No habría tenido tanta prisa por retomar mi vida anterior. Simplemente, habría
abrazado la maternidad como lo que es. Y la habría disfrutado también. Porque esa distancia
entre la maternidad real y la maternidad ideal crea una brecha que solo genera angustia y
frustración, haciendo que estemos más en la falta que en lo que sí tenemos.

Los recién nacidos necesitan estar junto a su madre el mayor tiempo


posible, tanto física como emocionalmente. Socializar, aprender a calmarse
solos, dormir toda la noche en su cuna, echar siestas en horas
determinadas… son más necesidades de los adultos que de los niños. De
hecho, si tu hijo es un niño de alta demanda, ya habrás podido comprobar
que, antes que jugar o salir a la calle, una de sus necesidades principales es
tu atención y tu afecto, tanto como el comer o el dormir y en una medida
más llamativa que lo que anteriormente habías visto en otros niños.
«El niño de alta demanda prefiere las personas antes que las cosas».

EL VÍNCULO DE APEGO
El vínculo de apego es el estrecho lazo relacional que se crea entre el niño y
su cuidador principal, que suele ser la madre. Esta teoría se remonta a los
años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, cuando el británico John
Bowlby, dedicado a la psicología infantil, comenzó a estudiar los efectos de
la contienda en sus pacientes, así como a realizar numerosos experimentos
para comprender el desarrollo infantil. De hecho, sus conclusiones no solo
fueron consultadas por la OMS, sino que servirían de base a la
«Declaración de los derechos del Niño» de 1959.
Y es que, aunque algunos no lo crean, el vínculo de apego comienza a
forjarse antes incluso de que nazca el bebé. Es lo que llamamos Apego
Prenatal y se establece a través de tres componentes:
1. Componente Cognitivo:
· Las representaciones que es capaz de recrear la madre sobre el feto.
· La capacidad de la madre de otorgar características físicas y psicológicas
al niño no nacido.
2. Componente Emocional:
· Capacidad de ser sensible ante el estado en que se encuentra.
· Dar de sí misma a lo largo de todo el embarazo.
· Interactuar con el feto durante el proceso de gestación.
· Preocuparse por él y su seguridad.
3. Componente Comportamental:
· Asunción de los roles maternos.
· Prácticas de autocuidado: comer bien, abstenerse de consumir sustancias
dañinas, cuidar su estado físico, preparación al parto…
· Preparar el entorno del niño en el hogar.
Este apego prenatal evoluciona y se desarrolla de manera secuencial y
ordenada durante todo el curso del embarazo. En el primer trimestre es
normal observar niveles relativamente bajos de unión prenatal. Más
adelante, cuando comienzan las primeras patadas, el aumento de la tripa se
hace más evidente y se afianza la nueva realidad, la conexión también crece
y se manifiesta en conductas espontáneas y entrañables como hablar con el
feto, acariciarse la barriga, buscarle nombre, atribuirle comportamientos en
la recta final del embarazo («Se está estirando»; «a esta hora suele estar
dormido y tranquilo»; «tiene hipo»; «está inquieto »).
Los padres también empiezan a desarrollar el vínculo de apego durante el
embarazo, aunque para ellos es menos palpable ya que no pueden
experimentarlo directamente.
Una vez llega al mundo el retoño, el vínculo de apego se estrecha y se va
haciendo más fuerte con el tiempo. ¿Cómo? A través de varias fases de
distinta relevancia según crece el bebé:
FASE DE PRE-APEGO : Desde el nacimiento hasta las seis
primeras semanas. Se afianza mediante la sonrisa, el lloro y la
mirada. El bebé atrae la atención y responde a los estímulos de
otras personas.
FASE DE FORMACIÓN DE APEGO : Desde las seis semanas
hasta los seis meses de edad. El bebé orienta su conducta y
responde a su madre de una manera más clara. Aún no muestra
ansiedad frente a la separación de la madre, sino que presenta
enfado por la pérdida del contacto humano.
FASE DE APEGO PROPIAMENTE DICHA : Entre los seis y
ocho meses hasta los dieciocho/ veinticuatro meses. El vínculo
afectivo hacia la madre es muy claro y evidente, mostrando gran
ansiedad y frustración cuando se separa de ella.
FORMACIÓN DE RELACIONES RECÍPROCAS : Desde los
dieciocho meses en adelante. En esta fase aparece el lenguaje y la
capacidad de representar mentalmente a la madre, lo que le permite
percibir su entorno. Es lo que llamamos «Teoría de la Mente»,
cuyas capacidades fueron estudiadas de forma pionera por el
antropólogo y psicólogo Gregory Bateson.
El bebé empieza a ser consciente de que es un ser independiente de
su madre y que, tanto su madre como el resto de personas, tienen
sus propios pensamientos y emociones.

LA NECESIDAD DEL VÍNCULO DE APEGO


Así que, si aún quedaban dudas, debo decirlo de nuevo: lo que necesita un
recién nacido es estar con su madre. Así de sencillo. A su manera, tu hijo de
alta demanda te lo habrá estado diciendo ya de forma repetitiva.
En realidad, hasta casi los dos años, la figura principal de apego será
normalmente la madre. Esto no significa que no haya otras figuras muy
importantes, como el padre, los hermanos o los abuelos. Sin duda, jugarán
un papel importantísimo en su desarrollo y le aportarán infinidad de cosas.
Sin embargo, el bebé necesita una figura principal a la que vincularse
afectivamente y que le proporcione seguridad, cuidados y amor
(generalmente la madre, gracias al vínculo del embarazo, el parto, la
lactancia…).
Como ya he mencionado, John Bowlby, que fue uno de los psicólogos que
más se ha dedicado a estudiar los vínculos de apego en la infancia, constató
durante la década de los cincuenta que los niños que no tenían esta figura
principal de apego, aquellos que, en contrapunto, tenían varios cuidadores o
estaban en centros de acogida, desarrollaban unos estilos a la hora de
relacionarse que podían caracterizarse por la inseguridad, las conductas de
rechazo, la demanda excesiva, el desapego, etc.
En sus estudios descubrió que aquellos niños que sí disfrutaban de un
apego seguro y estable eran más confiados, seguros de sí mismos y del
entorno, y desarrollaban su independencia con naturalidad.
«Como haces sentir a tus hijos dice mucho de ti».
Evidentemente, este último planteamiento es el ideal para todos. No se
puede negar que una madre que pueda dedicarse en exclusiva a la crianza
durante los dos primeros años como mínimo representa el mejor escenario
posible para el niño. Pero la realidad es otra. Nuestra sociedad nos exige
una serie de demandas que chocan directamente con lo que sería deseable
para nuestros bebés. Además, cultural y socialmente las mujeres también
tienen otros intereses y deseos que, a veces, son incompatibles con ese
ideal.
Ahora bien, con todo esto no estoy diciendo que sea imprescindible
aparcar nuestra vida laboral durante varios años para criar a los niños.
Tampoco creo que sea necesario que los niños permanezcan hasta los dos
años sin ir a la escuela infantil o que la madre se ocupe exclusivamente del
cuidado del niño.
Sin embargo, sí abogo por una maternidad y paternidad consciente y
responsable. En la que sepamos qué es lo deseable para el niño y, a partir de
ahí, hagamos lo que esté en nuestra mano para que la realidad se ajuste a
esta máxima.
Cuanto más pequeño es nuestro hijo, más tiempo necesita que pasemos
con él. Esa debería ser la medida que tomemos y esto es algo especialmente
visible e importante en los niños de alta demanda.
Tocarle, abrazarle, cogerle en brazos, besarle… Todo lo que podamos y
más. La primera etapa del bebé es una fase irrepetible y determinante para
su desarrollo futuro. Estar con los padres es importante para él, ayudará a
fortalecer el vínculo de apego y a ofrecerle un entorno seguro en el que
crecer.
Si hay que llevarle a la guardería, es perfectamente aceptable hacerlo,
pero, si es muy pequeño, deberíamos intentar que fuese el mínimo de horas
posible. Permitir a los abuelos que disfruten y nos ayuden en sus cuidados
aligerará nuestra carga y ofrecerá vínculos alternativos al pequeño. Pero no
se trata de enviarle a la guardería «para que socialice» si podemos cuidarle
nosotros o los abuelos. Un niño tan pequeño ni tiene ni siente esa necesidad.
A eso me refiero cuando hablo de Crianza Consciente.
Una cosa es adaptarnos a la realidad con sentido común y según las
circunstancias, y otra muy distinta es guiarnos por consejos antinaturales
que no favorecen el desarrollo del niño y que, además, pueden tener
secuelas negativas para él.
Una buena paternidad no está reñida con tener tiempo para nosotros
mismos o trabajar fuera de casa. No hay que confundir términos ni sentir
que debemos renunciar a nosotros mismos. La armonía es posible,
conseguir lo mejor para el bebé y para los padres no es una quimera. Unos
papás felices y relajados criarán niños felices y relajados.
«Tu amor incondicional es el cimiento de su estructura emocional».
Por otra parte, muchos conservarán la duda, ¿De verdad es bueno que el
niño establezca el vínculo de apego con otras personas? ¿Es esto posible y
positivo para un niño de alta demanda?
Sí, es positivo, aunque ya hemos dicho que existe una primera fase donde
dependerá en mayor medida de un solo cuidador. Relacionarse y afianzar
lazos con otras personas favorecerá su desarrollo emocional y sus
capacidades sociales.
Contar con varias figuras de apego proporciona una base segura más
amplia. Lo ideal es que quienes vayan a ayudar en el cuidado del niño se
incorporen desde el inicio, favoreciendo un vínculo emocional temprano
que asegure estabilidad y continuidad, que esas personas de referencia no
cambien con frecuencia.

TIPOS DE APEGO
Ya has visto lo importante que es el vínculo de apego, pero ver los tipos de
apego que establecemos los padres con nuestros hijos y las consecuencias
que tienen en ellos te ayudará a entender mejor por qué es tan importante
establecer un apego seguro. Las implicaciones son tan fuertes que afectarán
a la consolidación de su armazón emocional y de su personalidad, pero no
solo durante la niñez, sino a lo largo de toda la vida.
El propio John Bowlby, escribió en un artículo para la OMS titulado
«Cuidado maternal y salud mental» que un estilo de apego afectivo seguro
era precursor de un consecuente desarrollo emocional saludable.
Apego seguro:

Apego inseguro-ambivalente:

En el caso del apego inseguro-ambivalente las carencias pueden llegar a


manifestarse en sus diferentes etapas con comportamientos, en su mayoría,
nocivos y autodestructivos.
Cuando cumpla los dos años , el niño podría llegar a presentar
dificultad en la exploración y la curiosidad, tan típicas a su edad.
Además, en algunos casos pueden sufrir de un gran vacío afectivo,
lo que se traduce en frustración, miedo y resentimiento.
En el momento que alcance los cuatro años , es frecuente que se
observe en él el uso de estrategias coercitivas tales como la
agresividad, chantaje o manipulación. En el contexto escolar,
probablemente será un alumno con dificultad en la atención y
concentración, demandando ayuda de forma constante. Por otra
parte, sus interacciones sociales estarán marcadas por una continua
búsqueda de aprobación, los celos, la rivalidad injustificada y la
posesividad.
Ya llegado a la adolescencia , el niño que ha desarrollado un apego
inseguro a menudo seguirá con el efectivo empleo de sus
estrategias coercitivas pues, de todas formas, tendrá grandes
dificultades para empatizar con los demás. Su falta de
responsabilidad y control le llevarán a conductas impulsivas y
agresivas.
Apego inseguro-evitativo:

Por supuesto, este tipo de apego también puede llegar a tener


consecuencias negativas en el crecimiento del niño.
Hasta los dos años es probable que se marque en el pequeño una
acentuación o inhibición de la autonomía.
En torno a los tres y cinco años de edad pueden aparecer las
primeras manifestaciones de evitación: prioriza actividades, cosas y
objetos a las personas de su entorno.
Desde los seis años es frecuente ver a un niño con baja autoestima,
representación de los otros como no disponible y no confiable.
A partir de la adolescencia estos niños pueden llegar a mostrarse
demasiado independientes y autosuficientes, con dificultad para
pedir ayuda, compartir y reflexionar sobre sus experiencias
personales y sintiéndose incómodos ante la cercanía afectiva.

Y AHORA LO MÁS IMPORTANTE: ¿CÓMO FOMENTAR EL


APEGO SEGURO?
Ya hemos explicado que el niño de alta demanda no llora o se queja
simplemente porque quiera llamar la atención o esté «malacostumbrado»,
como muchas veces nos dicen, sino que tiene unas necesidades de atención
y afecto más intensas. Atenderlas nos abrirá las puertas del apego seguro.
No hacerlo, sin embargo, puede llegar a desembocar en lo que en psicología
se conoce como «Indefensión aprendida». Se trata del aprendizaje que
supone para un niño en este caso (aunque los estudios también han sido
coincidentes para adultos y animales), el ver que la conducta que emite no
obtiene ningún tipo de respuesta.
Es el caso del pequeño que, sintiéndose solo, con hambre o con miedo,
comienza a llorar desde su cuna buscando el consuelo de sus cuidadores.
Llorará una vez, dos, tres, insistirá buscando que atiendan sus reclamos,
pero llegará un momento en que aprenderá que, por más que lo intente, no
acudirán a calmar su llanto. Sabrá que, con esa conducta no obtendrá la
respuesta que necesita y por lo tanto, dejará de hacerlo, dejará de llorar.
¿Qué ocurre en estos casos? Que el niño desarrolla una indefensión
aprendida. El mensaje que le hemos enseñado es que da igual lo que haga,
no va a tener lo que está pidiendo. En el futuro será frecuente que estos
niños dispongan de pocos recursos para aliviar el malestar pues estarán
predeterminados a pensar que nada de lo que intenten será de utilidad. Por
supuesto, esto es un obstáculo en la creación de un vínculo de apego seguro.
Hay algo que debemos elegir cuando nace nuestro hijo: ¿Qué legado queremos dejarle?
Podemos pensar en muchas cosas: una buena educación, determinados valores, que sea buena
persona…
Pero hay algo que antecede a todo lo demás: el amor incondicional. Este regalo solo se lo
podéis hacer vosotros, sus padres. Nadie en el mundo podrá amarle incondicionalmente, excepto
el padre y la madre. Y un niño que se siente amado incondicionalmente, es un niño seguro,
confiado, y con una buena autoestima. Y no hay amor incondicional sin un buen vínculo de
apego.

«Hay un solo niño bello en el mundo, y cada madre lo tiene».


JOSÉ MARTÍ

¿Cómo podemos fomentar un apego seguro?


En cada fase de su desarrollo podemos trabajarlo de la siguiente manera:
1. Etapa prenatal:
· Preocuparte por tu salud, acudir a los controles médicos, a la preparación
al parto, organizar todo para la llegada del bebé.
· Hablar, acariciar la tripa y sentir a nuestro bebé.
· Manejar el estrés y la ansiedad.
2. Etapa preescolar:
· Favorecer el contacto piel con piel.
· Atender sus llantos y darle consuelo, mostrando sensibilidad y
comprensión.
· Validar sus emociones, no censurarlas.
· Satisfacer el resto de sus necesidades: dormir, comer, explorar, aprender,
reír, jugar…
3. Etapa escolar:
· Practicar la escucha activa y favorecer una buena comunicación.
· Aceptarle de forma incondicional, respetar sus emociones y permitirles
que las expresen.
· Fomentar la práctica de actividades conjuntas y que sean atractivas para
el niño.
· Cuidarles y protegerles, pero al mismo tiempo fomentar su autonomía.
· Mostrarnos presentes y disponibles para ellos.
4. Etapa adolescente:
· Respetar su privacidad.
· Permanecer ahí para ellos, pase lo que pase con el objetivo de seguir
siendo su referente emocional cuando lo necesiten.
· Respetar quién es, sus gustos y su carácter, fomentando una
comunicación bilateral que cree un entorno de confianza en el hogar.
· Un marco normativo reflejará coherencia y fiabilidad por parte de los
adultos. Queremos acercarnos a nuestros hijos, pero que no nos
confundan con un amigo.
· Buscar puntos en común, actividades, hobbies y experiencias que ayuden
a empatizar y disfrutar de tiempo de calidad juntos.
«Para cuidar el vínculo con tu hijo adolescente: cada mañana borrón y
cuenta nueva. No arrastres los enfados.»
El vínculo de apego debe ser cuidado y mimado durante toda la vida:
Debes seguir cultivando y cuidando tradiciones afectivas sencillas
como, por ejemplo, el beso antes de ir a dormir, las comidas en
familia, los paseos de los domingos… aunque se haga mayor.
Trata de encontrar hobbies en común con cada uno de los hijos y
practicarlo juntos: dibujar, ajedrez, deporte… esto es garantía de
unión para toda la vida.
Pasar tiempo a solas y de calidad con cada uno de tus hijos,
procurándoles de vez en cuando «momentos especiales» que
siempre recordarán: experiencias, viajes…
Cuida mucho la comunicación: interésate por sus asuntos, cuéntale
tus cosas, escúchale atentamente, y permanece disponible
emocionalmente para ellos.
Respeta quiénes son y cómo son.

Después de todo lo que hemos visto en este capítulo, me gustaría decirte


algo: Coge a tu hijo en brazos todo lo que quieras. Duerme con él, habla
con él, portéalo… haz lo que quieras y lo que creas que necesita. Tócale,
háblale, cántale, bésale y ten claro que demasiado amor nunca es malo, y
que no tiene que ver con sobreprotegerle o mimarle en exceso. Eso se
produce por otras cosas, pero no por éstas.
«Es nuestra responsabilidad conocer bien la personalidad de nuestros
hijos y cuáles son sus necesidades. No todos los niños necesitan lo
mismo.»
CAPÍTULO 4

LA HIPERSENSIBILIDAD

¿QUÉ ES?
Si tu hijo es de alta demanda, habrás tenido la oportunidad de comprobar
que su gran sensibilidad lo impregna todo. Y es que el niño de alta demanda
sufre mucho, es ansioso y preocupadizo, le da muchas vueltas a las cosas y,
en general, vive las emociones con mucha intensidad. Por supuesto, esto
significa que también es muy sensible a las críticas.
Primero, es importante tener claro qué es la sensibilidad, para así poder
identificarla en tu hijo:
Comúnmente se entiende por sensibilidad aquella capacidad propia e inherente a cualquier ser
vivo de percibir sensaciones por un lado y por el otro, de responder a pequeños estímulos o
excitaciones. Esta capacidad se pone en práctica gracias a los sentidos que ostentamos los seres
vivos, tacto, gusto, oído, olfato, vista y que nos permiten percibir las variaciones químicas o
físicas que se producen tanto en nuestro interior como en el exterior.

En otras palabras, con la siguiente lista, podrás conocer más fácilmente


cuáles son las características principales que definen a un niño sensible:
Experimenta con intensidad todas las emociones: miedo, felicidad,
ira… Cualquier emoción la amplifica más que los demás. Pero no
solo las suyas, también le afectan mucho las de las personas de su
entorno.
Vive en un plano más profundo : Reflexiona y analiza cualquier
dato o emoción que le llega tanto de fuera como de dentro. Es un
niño muy analítico.
Es observador : Le gustan los detalles, observar tanto a las personas
como lo que ocurre a su alrededor. Por ejemplo, puede quedarse
embobado por las hojas cayendo de un árbol u observando a una
hormiga caminando por el jardín. Es contemplativo.
Suele ser muy educado : A las personas sensibles les gusta
agradecer o pedir por favor las cosas. Suelen ser complacientes y
considerados, no les gusta herir a los demás.
Puede ser indeciso : demasiado darle vueltas a las cosas a veces
influye en que le cueste decidirse.
Es más vulnerable a padecer ansiedad o depresión: Especialmente
si ha estado expuesto a situaciones desagradables en las primeras
etapas de la vida.
De más mayorcito, puede expresar interés por el arte : música,
pintura, escultura…en general sabe apreciar la belleza.
A menudo es un niño que se siente abrumado por sus propias
emociones o pensamientos y, por supuesto, los ambientes
estresantes le perturban. Es posible que le veas hiperestimulado
cuando hay mucha gente, otros niños, o estáis en un ambiente
sobrecargado de estímulos.
Empático : Tiene una habilidad natural para ponerse en el lugar del
otro y comprender sus emociones.
A veces siento como si mi hijo fuera demasiado sensible. De verdad Úrsula, todo le afecta
muchísimo, cambia fácilmente de humor, no se le puede decir nada porque reacciona muy mal
ante cualquier crítica. Cuando le regaño por algo se siente profundamente herido, como si le
hubiera dicho una barbaridad. Y se preocupa tanto por las cosas… Le da muchas vueltas a todo
y se pone ansioso si no tiene todo bajo control. Por otra parte, es un niño encantador: súper
afectuoso, sociable, amoroso, se preocupa mucho por los demás… Es un encanto. Pero sufro por
verle sufrir así.
Lila. Mamá de un niño de 7 años de Alta demanda.

Cuando Lila hablaba durante la consulta, angustiada al ver que su hijo exhibía esta
hipersensibilidad, conecté enseguida con lo que me contaba.
Mi pequeña Leyre convive con la preocupación constante desde bien pequeña. Cuando la
acuesto por la noche suele bajar varias veces la escalera, acomodarse en mi regazo y empezar a
quejarse de algún dolor o molestia. Como ya la conozco, le pregunto qué le preocupa. Y
entonces empieza a expresar cualquier preocupación que la mantiene angustiada. Algunas de las
últimas han sido:
· «Esta mañana en clase me he equivocado en una resta y la Seño ha cogido mi libreta y se la
ha enseñado a toda la clase para explicar en qué debían fijarse para no equivocarse como
yo. ¡Y todos viendo mi resta que estaba mal!»
· «Me preocupa que los abuelitos se mueran».
· «Hoy en clase de patinaje las compañeras se han reído porque me he caído».
Yo la calmo, la tranquilizo, hablamos unos minutos del problema en cuestión y cuando se
encuentra más tranquila la mando a la cama otra vez. Pero vuelve a bajar. Normalmente, baja
tres o cuatro veces.
La verdad es que a veces me supone un esfuerzo sobrehumano atender sus necesidades
afectivas y comunicativas cada vez que vuelve a bajar la escalera. Yo estoy agotada, mental y
físicamente, es tarde y solo quiero vagabundear un rato por las redes sociales, ver tráiler de
películas en Filmin, o leer un poco.

Pero ser especialmente sensible, si lo manejamos bien, es un don


maravilloso.
Aunque he de decir que, respecto a la crianza, tener un niño hipersensible
supone mucho más trabajo y carga mental.
Tu hijo necesita que seas comprensivo, que atiendas y acompañes sus
emociones enseñándole la forma correcta de entenderlas y dirigirlas. No
puedes cambiar al niño, solo aceptarlo tal cual es, respetando su forma de
ser.
Atender sus necesidades emocionales de la manera correcta será
determinante para su bienestar y desarrollo emocional.
«¿Qué herencia emocional quieres dejarles a tus hijos? Puedes hacerle
regalos o dejarle heridas. Elige.»

LA LABILIDAD EMOCIONAL
La labilidad emocional hace referencia a cierta inestabilidad emocional, a
los cambios bruscos de un estado emocional a otro. Esto es muy común en
los niños, pasan de la risa al llanto en cuestión de segundos y es algo
completamente normal. Nuestros pequeños muchas veces se sienten
desbordados por la intensidad de sus emociones y no saben muy bien cómo
gestionarlas, pero ¿Hasta qué punto estos abruptos cambios son normales?
¿En qué señales debemos fijarnos para saber si son excesivos?
La labilidad es muy palpable en el niño de alta demanda, mientras el resto
de niños solo sonríen, es probable que tu hijo reaccione ante la misma
broma con un ataque de risa incontrolable, o bien le encontraremos llorando
mientras juega por un pequeño percance, a simple vista, sin importancia.
Estar lábil no significa serlo, es decir, el niño se encuentra en un estado de
descontrol que no forma parte de él y podemos notarlo fácilmente. Algunas
de las características principales de los episodios de labilidad emocional se
aprecian en:
El comienzo . La expresión emocional suele comenzar de manera
abrupta y aleatoria, como si de un ataque se tratase. Todo parece ir
como la seda y de repente, por ejemplo, aparece una rabieta por
algo que para nosotros es una tontería.
La duración . Los incidentes duran unos segundos o unos pocos
minutos, en cuanto nos acercamos, el niño se calma.
La frecuencia . Estos sucesos pueden llegar a repetirse muchas
veces al día.
Factores de desarrollo normativo, la baja tolerancia a la frustración o
determinados momentos de crisis (por ejemplo, el divorcio de los padres),
pueden desencadenar la labilidad emocional del niño. Todas las personas
sentimos cierta volubilidad anímica en nuestro día a día, es normal. Sin
embargo, cuando los cambios son muy bruscos o intensos, debemos
averiguar qué puede estar causando esa desregulación emocional para tratar
de ponerle solución y atender de forma correcta las necesidades del niño.
Mi hija es como una actriz de comedia romántica. Te lo juro, es muy melodramática. Pero sé que
no está exagerando: simplemente siente las cosas con esa intensidad. Me preocupa que si no
aprende a gestionar las emociones de otro modo, lo va a pasar muy mal.
Sandra, mamá de Carlota.

¿CÓMO GESTIONAR LA HIPERSENSIBILIDAD?


La hipersensibilidad del niño de alta demanda no es una patología ni nada
negativo. Sin embargo, es recomendable acompañar al niño de la manera
adecuada para conseguir que esa intensidad emocional sume en positivo en
su desarrollo.
Una de las vertientes negativas de esta sensibilidad especial, puede ser la
baja tolerancia a la frustración que, por otra parte se trata de una conducta
aprendida.
Una persona con baja tolerancia a la frustración, al tener una sensibilidad
excesiva hacia todo lo desagradable, no tolera contratiempos, molestias o
demoras en la satisfacción de sus deseos.
Si has observado que tu hijo de alta demanda reacciona de forma brusca e
incontrolable ante la frustración, existen unas medidas que puedes adoptar
para ir educando su manejo de las emociones:
Es recomendable no prestar demasiada atención a su reacción
descontrolada, evitando reforzar las conductas de victimización,
llamadas de atención, etc.
Lo apropiado es permitirle experimentar las emociones negativas
que le surgen en determinadas situaciones para darle la oportunidad
de gestionarlas por sí mismo, evitando la racionalización de la
situación en ese mismo momento (no entrar a sermonear o dar
explicaciones, por ejemplo, en mitad de una rabieta).
Acompañarle y consolarle. Ante una rabieta, un enfado, lloros o
berrinches causados por la frustración, debemos consolarle, pero no
inmediatamente. Empatizaremos con él, haciéndole saber que es
normal sentir esa emoción y le ayudaremos a calmarse. Cuando ya
esté calmado, o incluso más tarde, le ofreceremos alternativas o
posibles soluciones a su «problema».
Aunque el instinto materno de protección sea muy fuerte, la
sobreprotección excesiva no es aconsejable, puesto que la única
manera de aumentar su tolerancia es justamente viviendo dicha
frustración y poniendo en práctica sus estrategias de autocontrol
emocional. Si no le damos la posibilidad de vivir estas
experiencias, siempre tendrá un umbral de frustración muy bajo.

LA ANSIEDAD POR SEPARACIÓN


Una de las situaciones que tal vez estés viviendo con tu hijo, muy
relacionada con su sensibilidad, es la Ansiedad por separación.
Puede que esto te suene:
Beatriz tiene un niño de dos años llamado Miguel. La tengo sentada frente a mí llorando, con
una mezcla de sentimientos que reconozco perfectamente: está cansada, está agobiada y también
está enfadada. Me comenta que ella se ha ocupado principalmente del cuidado de Miguel desde
que nació. Su marido trabaja todo el día fuera de casa, y su familia vive a más de una hora en
coche, por lo que se ven una vez a la semana, como mucho. El niño está muy apegado a ella y no
se separa con facilidad. No lo ha escolarizado aún.
Me cuenta que cuando visitan a la familia, Miguel no se va fácilmente con los abuelos o tíos.
Necesita su tiempo. Pero a menudo no se lo dan. Esperan que el pequeño salga corriendo a sus
brazos en cuanto los ve. Como esto no sucede, los abuelos y tíos empiezan a criticar a Beatriz:
«eso es porque lo tienes demasiado mimado», «deberías llevarle a la guardería para que
socialice», «eso no es normal ya con dos años, sabe que somos su familia».

Beatriz se siente angustiada con estas críticas, y según como de «fuerte»


le coja el día, hace una cosa u otra: forzar al niño a que vaya con los
familiares o bien defenderlo y decirles que le dejen en paz, que necesita su
tiempo (con el consiguiente enfado de los demás).
A Miguel no le pasa nada raro. Ni Beatriz está haciendo nada mal.
Simplemente es un niño más sensible, que necesita tiempo para sentirse
cómodo y seguro con otros personas. Cuando va de visita a casa de los
abuelos llega cansado del viaje en coche, medio adormilado la mayoría de
veces. Al entrar a casa de sus abuelos, hay gente que se acerca a él hablando
sin parar, con tono de voz fuerte, alegres. Él tiene vergüenza, y se esconde
tras su madre. Se debate entre las ganas de ir a abrazar a sus abuelos, y la
vergüenza y el susto que siente. Entonces empieza a notar otros tonos de
voz, otras caras: de desaprobación, de crítica. Y siente como su madre se va
tensando, como, sin darse cuenta, le pone la mano en la cabecita para
protegerle, para decirle: «todo está bien, no estás haciendo nada mal».
La ansiedad por separación es un sentimiento normal en los niños.
Depende mucho de su carácter y del ambiente en que se crían, de las
posibilidades de socialización que se les brinde y de experiencias aversivas
que puedan consolidar este miedo.
Lo recomendable es ser paciente con el niño y darle su tiempo sin
presiones ni reproches. De nada sirve obligarle.
Por otro lado, y para ir favoreciendo su socialización, facilitaremos el
contacto frecuente con otros adultos de referencia, para crear así una red de
apoyo social más extensa en el niño. Pero esto llevará tiempo y se llevará a
cabo de manera natural. Poco a poco, cuando coja confianza, dejaremos al
niño por periodos de tiempo pequeños con otras personas. Conforme vaya
superando este miedo, de manera progresiva y natural, iremos aumentando
estos momentos.

LA SOBREPROTECCIÓN. APRENDER DEL FRACASO


Aunque ya lo he mencionado, quiero hacer especial hincapié en este punto.
Tu hijo es más demandante que los demás, tiene mayor sensibilidad y
mayores necesidades emocionales, sin embargo, esto no implica que
debamos ser «mamá leona» las veinticuatro horas del día ante todas las
situaciones que se le presenten. Tu hijo es sensible, sí, pero la
sobreprotección no le ayudará a largo plazo. Enseñar a tu hijo a manejar la
frustración, a despreocuparse y relativizar los problemas y aprender de los
fracasos, le convertirá en un adulto estable emocionalmente y fuerte.
«El fracaso es, en ocasiones, más fructífero que el éxito.»
HENRY FORD

Es obvio que a nadie nos gusta perder ni sufrir, pero también es evidente
que, en la vida, atravesaremos momentos de dolor o decepción, nadie está
exento de ello. Enseñar a nuestro hijo a manejar esta realidad es una de las
ayudas más importantes que podemos prestarle, aunque ahora, a su corta
edad, nos duela verle estresado o a disgusto.
Tu hijo no necesita que ante cada problema salgas corriendo a
solucionárselo o acudas a calmarle y protegerle antes de que se produzca el
acontecimiento que le molesta. El niño no debe aprender a esquivar las
cosas desagradables de la vida, sino a afrontarlas, a racionalizarlas,
reflexionar y buscar alternativas. Es importante poner el énfasis no sólo en
los resultados que obtiene un niño cuando hace algo, sino también en su
esfuerzo, su trabajo o dedicación. Intentarlo merece la pena y, cuando el
fracaso llegue, le haréis frente juntos. Invita al niño a pensar sobre qué
podría haber hecho de otra manera para no obtener ese resultado. Dale ideas
sobre en qué ha fallado, y pensad juntos sobre maneras de mejorarlo.
Para tu hijo resulta muy ilustrativo que seas cercano, te abras y le cuentes
tus experiencias, pues aprenden mucho a través de nosotros, los padres
somos un modelo para ellos. Reconocer nuestros errores o debilidades les
ayudará a interiorizar esquemas mentales flexibles en los que equivocarse,
no lograr los resultados esperados o fracasar sea algo normal, nada
traumático o indeseable. La idea es transmitirles el mensaje de que, aunque
nos equivoquemos, siempre podemos aprender y hacerlo mejor.
El día que tu hijo deba afrontar la decepción o el fracaso, al igual que te
pasaría a ti, aparecerá la frustración, es humano y completamente normal, al
igual que la ira o la tristeza que la acompañan. En esos momentos, es muy
importante validar esas emociones, mostrándote empático y comprensivo.
No hay que quitarle importancia al asunto, para tu hijo SÍ es muy
importante, aunque a ti te parezca una tontería. Apoyo y comprensión es
todo lo que hace falta.
Aprender a fracasar, a cometer errores y salir airoso de problemas o retos
es una habilidad imprescindible para la vida. Enseñar a tu hijo a convertir
los retos en oportunidades, aumentará su resiliencia y le hará más fuerte y
menos temeroso, convirtiéndole en alguien capaz de enfrentar las
vicisitudes de la vida con ilusión y entereza.
CAPÍTULO 5

SUEÑO Y ALIMENTACIÓN

EL SUEÑO EN EL NIÑO DE ALTA DEMANDA


Antes que nada, respira: ya has llegado a la parte que tanto te preocupa. Si
tu hijo es de alta demanda, sabrás por qué te lo digo. Noches enteras sin
dormir, la impotencia de no lograr entender por qué el pequeño no duerme
más de veinte minutos seguidos, la frustración de levantarse hasta quince
veces cada noche o la desesperación de ni siquiera poder tomar con calma
el día porque, cuando sale el sol, el niño recarga las pilas y está como una
moto.
Tampoco le gustan demasiado las siestas. El agotamiento te puede, pero lo
que más daño te hace como padre o madre es no saber cómo actuar, sentirte
culpable o pensar que no eres capaz de enseñar hábitos de sueño saludables
a tu hijo.
No es tu culpa, nadie tiene un manual para dominar los hábitos de sueño
de los niños, y menos aún si hablamos de alta demanda.
El primer mensaje que quiero transmitirse antes de ahondar en este tema y
buscar trucos que alivien la carga, es que recopiles toda la paciencia de la
que puedas hacer acopio. La necesitarás. La situación mejorará, pero el
camino es largo. Enhorabuena, tienes un hijo maravilloso de alta demanda,
aunque también tiene sus pequeños inconvenientes. Tardará más en
disfrutar de un sueño autónomo y entra dentro de lo normal debido a su
personalidad y temperamento. Ser flexible y adaptarse a esta realidad es
primordial.
¿Por qué mi hijo duerme tan mal?
Ya conocemos las características del niño de alta demanda. En sintonía con
ellas, el sueño viene condicionado por diversos factores:
El mundo es demasiado interesante como para perder el tiempo
durmiendo. El niño de alta demanda no quiere perder detalle de lo
que le rodea ¡Vivir es apasionante! ¿Quién quiere dormir cuando
hay tantas cosas que hacer y tanta energía que quemar?
La compañía de su madre o padre es fundamental y vital para
conciliar el sueño. Necesita sentir el calor y la cercanía del adulto.
Estar solo en la cuna o en la cama es el peor castigo que se le
pudiera dar. Necesita el contacto físico tanto como el comer o el
respirar. Ya hemos dicho que no sabe calmarse solo, relajarse para
dormir es una habilidad que tampoco tiene dominada y para la que
necesita nuestra guía.
Nunca hay sueño. Necesita estar activo todo el día, nunca llega el
momento de dormir. Sus días podrían durar 50 horas. Tal vez su
cuerpo lance señales de cansancio: bostezo, se rasca la oreja, los
ojos…pero su mente sigue a mil por hora. Simplemente no puede
ni sabe parar.
Da igual lo poco que duerma, se levanta con la batería cargada a
tope. A ti solo te ha dado tiempo a ir a la cocina, beber un vaso de
agua y sentarte diez minutos en el sofá cuando él ya se ha
despertado fresco como una lechuga. ¿Cómo es posible?
Haciendo una analogía con los coches, no podemos pasar de 100 a
1 en un segundo, pero dependiendo del coche que nos compremos
nos puede costar muy poco coger velocidad. Al niño de alta
demanda le pasa igual, pasar de 0 a 100 le cuesta muy poco, pero
para bajar la marcha necesita ir descendiendo despacio y pasar por
diferentes velocidades.
Paciente en consulta:
—Úrsula ¿No me puedes dar algo para dormir?
—¿Al niño? —le pregunté asustada.
—¡No, al niño no! Si él parece que no necesita dormir… Es para mí. Que llevo 11 meses sin
dormir más de media hora seguida.
Seguro que te suena. Porque a mí me sonó. La enorme falta de sueño que viví durante los
primeros años de vida de mis hijos afectó significativamente a muchas áreas de mi vida, pero,
sobre todo, al estado de ánimo. Al igual que mi paciente, los meses se van acumulando y llega
un momento en que no puedes más.

¿Cuáles son las fases de sueño habituales en el bebé?


Las fases del sueño van madurando con la edad, durante los primeros años
de vida se dan los mayores cambios.
El bebé recién nacido : El sueño de los bebés sólo tiene 2 fases:
REM y sueño profundo, y carece de cualquier tipo de ritmo
circadiano. De esta forma, nuestros bebés tienen pequeñas siestas y
se despiertan más frecuentemente para poder alimentarse cuando lo
necesiten, pero no suelen presentar muchas dificultades para
volverse a dormir.
De los 3 a los 8 meses : Se empiezan a organizar las fases del
sueño en función de los paseos, los baños y la comida. Durante esta
etapa el bebé deja de entrar directamente en sueño REM (fase de la
que es muy difícil despertar), y aparece el conocido fenómeno de la
«cuna de pinchos» o la típica frase de «es dejarlo en la cuna y que
se ponga a llorar», y es que ahora cualquier ligero ruido o
movimiento le despertará, pero forma parte de su desarrollo normal
del sueño.
De los 8 a los 24 meses: durante esta etapa, los bebés irán
adquiriendo todas sus fases del sueño. Seguirá habiendo
despertares nocturnos, pero cada vez serán menos frecuentes.
Además, en este periodo es común que aparezca el sentimiento de
extrañeza y con él las demandas de nuestra presencia para dormir.
De los 2 a los 5 años : En este periodo el sueño de los niños
experimenta una mejoría considerable. Alrededor de los 3 o 4 años
desaparecerán las siestas diurnas y a partir de los 5 el niño ya casi
no se despertará por las noches, aunque esto depende mucho de
cada caso en concreto.
Como digo, esto es la generalidad. Seguramente en tu caso, mamá o papá
de niño de alta demanda, te esté entrando la risa nerviosa al leerlo.
Lo más probable es que tu hijo no adquiera unos hábitos autónomos y
estables hasta casi los seis años de edad. No te tires de los pelos aún,
créeme, he estado ahí y adaptarse de forma saludable a este ritmo es
posible. La mentalidad, la calma, la flexibilidad y la previsión son muy
importantes para hacer frente al sueño del niño de alta demanda.
NO CAIGAS EN LOS MITOS
Aquí, como siempre, quiero destacar que es muy dañino dar credibilidad a
esos comentarios populares de:
· «Si lo sigues durmiendo en brazos nunca aprenderá a dormir solito».
· «Es un error que siga durmiendo con vosotros a esta edad».
· «Tu hijo está manipulándote porque sabe que cada vez que llora vas a
atenderle».
· «Déjale llorar en la cuna que al final acabará durmiéndose.»
Esto solo genera inseguridad y, lo que es peor, culpabilidad.
Paciente en consulta:
—Úrsula, me esfuerzo. De verdad que lo hago, pero por más que lo intente no consigo que el
niño duerma ¿Qué estoy haciendo mal?

Desde mi punto de vista solo estás cometiendo un error, y es dejarte


vencer por esas creencias populares e irreales que aseguran que un bebé
debe saber dormir solito y toda la noche desde casi el principio.
Cada niño es un mundo y tiene unas necesidades, si además hablamos de
alta demanda, olvídate de todo lo que creías saber.
Pero… ¿Y el famoso Método Estivill?
Evidentemente, siendo tu hijo de alta demanda y teniendo tantos despertares
nocturnos, lo primero que has oído al comentar el tema es la referencia a
este método.
Lo encontraremos reflejado en el libro Duérmete niño del Neurólogo
catalán especialista en sueño, Eduard Estivill. La finalidad es ayudar a los
padres a conseguir que sus bebés concilien el sueño solos. Según su
creador, los niños están preparados para dormir sin la ayuda de sus padres a
partir de los 4-6 meses de edad. Se parte de la idea de que los padres
hacemos que nuestros bebés adquieran hábitos inadecuados de sueño.
Cuando son muy pequeñitos les dormimos a distintos horarios, en la silla
del coche, en el cochecito de paseo, en la cuna, en el sofá, en brazos, en una
terraza tomando café… De esta forma, el bebé no adquiere una rutina
adecuada del sueño y lo que intenta conseguir este método es ayudar a los
padres a crearlas.
¿Por qué es tan polémico?
Algunos han resumido la metodología de Estivill como «dejar llorar al niño
hasta que se canse» y no es exactamente esto, pero tiene algo que ver. Este
método recomienda a los padres que acuesten al niño y lo dejen despierto
en la cama durante periodos cada vez más largos, que van desde 1 hasta 17
minutos. Esta rutina se llama «espera progresiva» ya que el tiempo de
espera debe aumentar progresivamente. Es decir, aunque el bebé llore no se
puede acudir hasta que toque y, cuando se haya cumplido el tiempo de
espera, los padres sólo pueden consolarlo desde la distancia, no pueden ni
cogerlo en brazos, ni darle de comer.
Por qué no estoy de acuerdo con este método o similares:
«Hay que enseñar a los niños a dormir ». Lo cierto es que los niños
nacen sabiendo dormir, al igual que nacen sabiendo mamar. Otra
cosa es que lo hagan en el horario que nosotros queremos que lo
hagan.
«El niño puede dormir sólo a partir de los 4-6 meses de edad ».
Efectivamente, a partir de los 6 meses de edad los ritmos
biológicos y del sueño cambian, los niños empiezan a tener un
horario más parecido al de los adultos y duermen más horas del
tirón, pero eso no significa que vaya a dormir solo toda la noche.
Cada niño tiene un ritmo de maduración distinto.
«Funciona en el 94% de los casos, ya que los niños aprenden a
auto calmarse ». Este dato de eficacia puede ser real si acotamos
las estadísticas, pero esto no quiere decir que los niños no se
despierten. Se van a seguir despertando, pero dejan de llorar o de
llamar a sus padres porque han aprendido que nadie va a acudir a
su llamada, no porque así les hayamos enseñado a ser más fuertes y
autónomos.
En resumen, el método Estivill es un método de modificación de
conducta. Los niños aprenden a base de «indefensión aprendida», concepto
que ya hemos definido y que implica que «si no me atiendes cuando
llamo/lloro/reclamo, al final dejo de hacerlo porque siento que no sirve para
nada».
Entonces ¿Qué hago si no me convence Estivill?
En la línea opuesta encontramos la crianza natural, acuñada por el pediatra
William Sears, (al que ya conocemos sobradamente). Defienden el colecho,
piel con piel, el porteo, o atender al niño en cuanto llora.
Como en todo, hay detractores tanto de un método como de otro. Yo no
soy quién para meter cizaña en cuanto a este polémico asunto, sin embargo,
en cierto modo, sí abogo por encontrar un equilibrio sensato y racional
ambas visiones.
¿Esto qué quiere decir? Que criar entre el amor y la comprensión siempre
es un acierto, que dejar llorar a mi hija siempre me resultó difícil, pues sabía
que no tenía fin y podían pasar horas y horas. Sin embargo, algunas
herramientas sencillas para gestionar su intensidad y marcarle unas rutinas y
unas pautas diarias me resultó muy útil. Además, ser flexible y entender que
su llanto no es una manipulación ni un capricho, también permite empatizar
con sus necesidades y no castigarlas.
Y tranquilo, tu hijo no dormirá en tus brazos cuando tenga quince años.
(¡Aunque ya te gustaría! Porque lo vas a echar de menos…).

¿CÓMO MEJORO EL SUEÑO DE MI HIJO?


«Tenemos que ser positivos, porque no parece muy útil ser otra cosa»
WINSTON CHURCHILL

Y empiezo con esta frase de Churchill porque tienes una tarea por delante
agotadora, en la que es posible que a menudo el negativismo te abrume.
Lograr que tu niño de alta demanda adquiera una correcta rutina de sueño
va a requerir tiempo y mucho cansancio por tu parte. Pero tenemos que ser
optimistas, porque al final se consigue.
Es un falso mito pensar que suprimir la siesta hará que llegue más
cansado a la noche y duerma mejor. Por el contrario, estará sobre
estimulado y «pasado de rosca», así que se encontrará más
nervioso, alterado y le costará conciliar el sueño.
No hay que tener prisa. Sabemos que el niño de alta demanda es
muy sensible y lo percibe todo. Si ve a los padres inquietos,
exasperados y agobiados, se contagiará de ese sentimiento y será
más difícil bajar las revoluciones. Si tienes tareas que organizar
para la mañana siguiente, intenta dejarlas hechas antes. Puede que
el tiempo de conciliación del sueño se alargue, si tienes la cabeza
estresada con otros asuntos será peor para el niño y para ti.
A partir de las seis o siete de la tarde debes ir reduciendo la
intensidad de las actividades, bajando poco a poco el ritmo para
que el cambio no sea brusco. Evita las pantallas antes de dormir y
apuesta por actividades relajadas y momentos familiares donde
satisfacer su alta demanda de cariño y afecto. Por ejemplo, una
rutina sencilla podría ser baño, cena, lectura de cuento, o escuchar
música relajante.
La habitación del niño debe ser un «santuario» que propicie la
relajación y que no confunda con lugar de juego. Un ambiente
tranquilo y despejado que pueda asociar únicamente al acto de
dormir.
Un peluche, un dudu , una prenda de ropa de mamá…un objeto
suave que le transmita paz y tenga siempre que sea hora de irse a
dormir.
Si hay muchos despertares nocturnos, el colecho es una buena
alternativa: el descanso del bebé es más profundo, experimentan
menos ansiedad, se sienten más arropados y seguros. Los
despertares del bebé son más cortos y se concilia mejor el sueño.
Se refuerza el vínculo afectivo entre los padres y el recién nacido y,
además, la madre descansa mejor y durante más tiempo.
El niño aprenderá a dormirse solo con el tiempo, pero no es algo
que puedas forzar pues corres el peligro de que desarrolle fobia a
dormir o tenga rabietas cada vez que piensa en irse a la cama.
Si se duerme en brazos, puedes intentar acostarle en su cuna una
vez coja el sueño. Si se despierta y te necesita, volverás a atenderle
y repetirás la jugada. Debes estar disponible para ellos, pero
también puedes, con paciencia, ir marcando unos hábitos y pautas
para que se familiarice con su cuna y el acto de dormir solo, aunque
sea a ratos.
Debes ser flexible, pero procurar mantener unos horarios regulares
para baño, cena y momento de acostarle.
Cuando se despierte varias veces por la noche, incapaz de volver a
dormirse solito, puedes reeducar su sueño esperando un poco antes
de acudir a su llamada. Dando un tiempo prudencial para que dé un
par de vueltas en su cuna o cama dando así opción a que se vuelva
a dormir solito.
Si después de un tiempo prudencial no se ha vuelto a dormir y
sigue llamándote, acude a consolarle.
Poco a poco, irá viendo que el entorno nocturno de su habitación y
su cuna no son peligrosos, que papá y mamá están ahí para
calmarle cuando lo necesite y que puede descansar tranquilo.

Yo no sabía lo que era el insomnio hasta que fui madre. Desarrollé un nivel de alerta tan alto que
el pestañeo de una mosca me despertaba. Sé que eso es normal, el sueño de la madre se vuelve
muy ligero para despertar a la mínima llamada del bebé. Eso garantizará su supervivencia.
Pero saber eso no me hacía sentir mejor. Estaba agotada. Me despertaba al mínimo ruidito del
bebé. Y luego no me podía volver a dormir. Oía mucho eso de «hay que aprovechar mientras el
bebé duerme y dar una cabezada». Pero: ¿Qué queréis que os diga? Nunca fui capaz de hacerlo.
Cuanto más me empeñaba en dormir al mismo tiempo que el bebé, más nerviosa me ponía y
menos dormía.
Y encima me sentía falta ¡Ni siquiera era capaz de aprovechar sus micro siestas para dormir!
Así que acumulé sueño hasta niveles insospechados. Y llegó a afectarme tan
significativamente que tuve que asumir que no sobreviviría si no empezaba a delegar y a
cambiar algunas cosas.
Mi marido y yo empezamos a turnarnos y dormir cada noche uno con el bebé, mientras el otro
descansaba. Empecé a dejarlos a dormir alguna noche en casa de mi madre. Y fui aceptando que
ellos no tenían que aprender a dormir del tirón, sino que era yo quien debía aprender a sobrevivir
durante esta etapa.

No hay una fórmula mágica, la adquisición de estos hábitos de sueño


puede tomar años. Hay que probar diferentes estrategias y asumir que hay
que repetir actuaciones algo «fastidiosas» cada noche: despertarse,
atenderle, dormirle, acostarle en su cuna o cama o acompañarle a su
habitación, volver a nuestra cama, despertarse de nuevo…
La flexibilidad y la paciencia a la hora de abordar esta problemática
ofrece ventajas a todos los miembros de la familia. Tener falsas expectativas
en torno a cómo debe dormir tu pequeño solo causa malestar. Tu hijo de alta
demanda es, como su propio nombre indica, alto demandante: te necesita
quizá en mayor medida que otros niños y no pasa nada. Esto incluye
también al sueño, al igual que a otras áreas de su desarrollo.

LA ALIMENTACIÓN EN EL NIÑO DE ALTA DEMANDA


Este es otro tema que preocupa a los padres. El niño de alta demanda es tan
inquieto y activo que incluso el hecho de comer se convierte en algo
complicado.
Pero vayamos por partes y por etapas.
El niño de alta demanda durante la lactancia:
Nuestras madres y abuelas insisten en que ellas daban el pecho cada tres
horas, se pusiera el niño como se pusiera, y que eso de «a demanda» como
se estila hoy en día, es una auténtica desorganización. Como todo, hay
opiniones muy diversas. La madre es libre de escoger cómo y cuándo
alimentar a su hijo, independientemente de lo que se lleve, se aconseje o se
comente.
Pero, en nuestro caso, nos vamos a centrar en la lactancia materna del
niño de alta demanda, donde la expresión «a demanda», es de lo más
acertada.
Te habrás dado cuenta que tu bebé no se despega de ti. «¿Será que pasa
hambre?», piensas preocupada cuando vuelve a reclamar pecho al poco
rato.
El bebé de alta demanda exige que la madre esté «con la teta fuera»
(como se dice coloquialmente) prácticamente todo el día. Y no es una
exageración.
Ya conocemos las características de este niño, necesita del cariño y del
afecto en la misma medida que otras necesidades básicas como el comer o
el dormir. Cuando juntamos ambas: afecto y alimento, podemos hacernos
una idea de cómo es la etapa de la lactancia.
Porque no solo reclamará el pecho de la madre para comer, sino para todo
lo demás: para calmarse, como consuelo, como chupete o para dormirse.
Hablamos de un bebé nervioso e inquieto, cuanto más pequeño, menos
recursos tiene para calmarse. El pecho materno, lo primero que ha conocido
al llegar al mundo, es su punto de referencia, su lugar seguro, su remanso de
paz.
Paciente en consulta:
—Solo consigo que se duerma si está enganchado al pecho y, como se me ocurra sacarlo de
ahí, se despierta en drama.

Es algo que suelen comentar las mamás de estos pequeños. La lactancia


del bebé de alta demanda es, si cabe, más exigente de lo normal. De hecho,
es probable que tengas que estar horas con el niño enganchado al pecho
para que duerma y, de paso, poder descansar tú también. Porque cuando
empieza a llorar no hay consuelo posible, la única solución es darle teta.
Algunas veces comerá más, otras, se dormirá a los tres minutos y te sentirás
frustrada. «¿Y por qué no te duermes en tu cuna o en brazos de papá?»,
pensarás agotada. Pero el pobre angelito solo quiere cubrir sus necesidades,
sin entender lo que eso puede implicar para ti. Él solo quiere a su mamá, su
alimento, su olor, su calor y su cariño. ¿Quién no querría estar relajado en el
spa, tumbado en una hamaca disfrutando de un daiquiri? ¿Si te dieran a
elegir estarías allí cinco minutos o todo el día? Pues lo mismo le pasa al
bebé, para él el pecho es el paraíso ¿Cómo va a querer soltarlo?
Es probable, además, que llegado cierto momento, cuando quieras
introducir alimentos sólidos, el niño se resista. Es habitual en los niños de
alta demanda que renieguen del biberón y les cueste acostumbrarse a la
cuchara. Saben lo que pretendes y se negarán con todas sus fuerzas.
Carmen, mamá de una bebé de alta demanda de 6 meses:
Te juro que me dice que «no» con la cabeza cuando le arrimo la cuchara. ¿Puede un bebé tan
pequeño hacer ese gesto? Se niega en redondo a probar nada que no sea el pecho.

No será fácil, pero tranquila, no hay ningún niño que, con diez años, se
alimente exclusivamente de pecho. Tu hijo comerá de todo, pero lo hará a
su ritmo y, mejor que retarle, será darle su tiempo y su espacio. Ya hemos
dicho que es un niño de gran carácter y temperamento, insistir demasiado
puede implicar que coja odio o animadversión por los alimentos que le
ofrecemos. Si, por ejemplo, tu intención es que empiece a tomar fruta en la
merienda, no dejes de ofrecérsela cada día, aunque siga rechazándola. Con
paciencia, de buen talante y enseñándole cómo se come y lo rica que está
cuando tú la pruebas, el niño irá asimilando y acostumbrándose a esa nueva
rutina y, un día inesperado, la curiosidad y su propio desarrollo le vencerán
y comenzará a probarlo. No te desesperes, no quieras ir más rápido porque
todos digan que a los seis meses deben estar comiendo de todo, no
compares y no te marques objetivos irreales.
La lactancia materna en el bebé de alta demanda es un trabajo 24/7,
agotador y severo. Pero también crea un vínculo sólido cuyos efectos y
recompensas, siempre en forma de amor, podremos disfrutar en esta primera
y apasionante etapa de la maternidad.
En el momento que empieces a introducir la alimentación
complementaria, puede ser una buena oportunidad, si así lo deseas, para ir
poniendo un poco de orden en la lactancia. Como el niño queda más lleno
con los alimentos sólidos empezará a alargar las tomas, y eso te permitirá
discernir mejor cuándo pide pecho por hambre y cuándo como consuelo.
Cuando sea por la segunda razón, puedes ir enseñándole otras formas de
calmarse, pues no siempre te tendrá a ti al lado cuando necesite relajarse o
tranquilizarse. Siempre de forma amorosa y paciente, pero también es
importante ir enseñando al niño a auto gestionarse e ir siendo más
independiente.
En estos momentos, cuando tú sientas que está saciado y no pide pecho
para alimentarse si no para calmarse, puedes ofrecerle otras alternativas:
acunarle, acariciarle, cantarle… es decir, ir ampliando el repertorio de
conductas que le ofreces para calmarle, para que no dependa tanto del
pecho. Llegará un día que necesites dejarlo unas horas al cuidado de otra
persona, o que empiece en la escuela infantil, o simplemente, que decidas
retirarle la lactancia materna. De este modo, irás progresivamente y de una
manera respetuosa, ayudándole en este proceso.
El niño de alta demanda durante el crecimiento:
Cuando es más mayor, al niño de alta demanda le puede costar adaptarse a
nuevas texturas o sabores, o incluso le resulta difícil permanecer quieto en
la silla y se aburre hasta de comer.
Esa sensibilidad tan alta que muestra a nivel emocional, también sale a
relucir en el ámbito culinario. Cuando le introduzcas un producto nuevo en
su puré de siempre lo notará al instante.
Además, si a veces suele ser exagerado, el momento de la comida también
puede ser una buena excusa para hacer un drama por algo que, en
apariencia, es tan simple como darle una crema de calabaza, ponerle el
babero o darle yogur natural en vez de fresa.
El niño de alta demanda tiene muy claro lo que quiere, y la
perseverancia necesaria para defender sus gustos con contundencia.
Así que como en todo lo demás, paciencia. Quizá tardes más en darle de
comer, pero encontrarás los recursos que te funcionen: tal vez necesita tener
algún juguetito entre las manos mientras come para compensar la fuerte
energía o ansiedad, quizá prefiera comer solo primero porque le agobie
estar en el bullicio de la mesa familiar, o quizá prefiera estar con vosotros
porque disfruta de la compañía y se entretiene más. Todo depende de la
edad y de su personalidad. Conforme sea más mayor, hacerle partícipes de
la preparación de la comida puede ser atractivo para él y esta implicación
ayude a que disfrute más de los alimentos.
Paciente en consulta:
—Úrsula, mi problema es que, con mucha frecuencia, sobre todo sobre todo cuando coge un
berrinche, el niño vomita. El pediatra dice que no tiene nada. Que es psicológico.

Muchas veces nos encontramos ante los vómitos psicógenos, cuya causa
es psicológica, que no intencionada, y podemos asustarnos. Son muy
frecuentes en niños y su diagnóstico es complicado porque puede obedecer
a numerosas causas.
Si el niño vomita con frecuencia o sin causa aparente, lo primero es acudir
al pediatra para que descarte causa orgánica. Después sería aconsejable
visitar al psicólogo infantil.
El lenguaje emocional de un niño es limitado: llorar, gritar, patalear, pedir
mimos…Los vómitos son otro de los recursos que tienen para expresar lo
que les pasa.
¿Cómo pueden traducirse los vómitos?
Expresión de ansiedad. El niño de alta demanda suele ser ansioso.
Se preocupa por todo, se estresa con facilidad… es un perfil de
niño que puede que vomite antes de un examen, o por la mañana
antes de ir al cole si no quiere separarse de mamá.
Como expresión de malestar emocional. A veces los vómitos
coinciden con la aparición de algún estresor psicosocial: la llegada
de un hermanito, un cambio de domicilio o de escuela, el divorcio
de los padres… en estos casos el vómito se presenta como salida a
las emociones negativas que no sabe cómo expresar. Recuerda que
la hipersensibilidad es una característica muy común en el niño de
alta demanda.
Rabietas y enfados. En este caso los vómitos igualmente nos
muestran una emoción del niño, enfado o frustración, pero además
se puede producir una instrumentalización. Esto significa que el
niño aprende que el vómito le sirve para algo. Por ejemplo, el niño
está llorando porque no le compramos algo en una tienda, coge una
rabieta tremenda y nosotros le ignoramos. Pero de repente vomita y
vuelve a tener nuestra atención y nuestros mimos. Es posible que
inconscientemente aprenda que el vómito le ha servido para
obtener algo positivo, y que lo vuelva a hacer.
Durante las comidas: generalmente cuando el niño no quiere comer
algún tipo de comida y se le obliga. O cuando estamos
introduciendo alimentos o texturas nuevas. En este caso no suele
ser un vómito psicógeno, sino más bien obedece a una respuesta
normal a algo que nos produce asco o repugnancia. Pero…puede
pasar como en el caso anterior. Según nosotros reaccionemos,
haremos que aprenda a usar esa estrategia o no.

¿Cómo debemos actuar?


En primer lugar, no debes asustarte ni alarmarte. Si tu reacción es
exagerada, puede que el niño se asuste y le coja miedo a vomitar
(emetofobia).
Una vez sepamos qué está causando los vómitos, se trabajará, no sobre el
hecho de vomitar en sí, sino en resolver los problemas o dificultades por las
que está pasando el niño y que están en la base del problema. Esto en los
casos en los que el origen es la expresión de un problema de ansiedad,
emocional etc.
Cuando el vómito está simplemente relacionado en contextos de rabietas
(muy frecuente entre los dos y los tres años), simplemente no dar
importancia al hecho. Limpiar todo, lavar al nene, y no prestar demasiada
atención al niño en ese momento (extinción). Por supuesto no conceder lo
que le estábamos negando («venga, te compro el juguete», o «vale, no
volveré a darte pescado» etc.). De esta manera evitaremos que el niño
aprenda que el vómito tiene utilidad.
El niño de alta demanda realiza todo con más sensibilidad, entrega e
intensidad, el hecho de comer no es distinto. Como con todo lo demás, la
paciencia, la flexibilidad y adaptarse a los ritmos y necesidades del niño, sin
marcarte expectativas irreales, te permitirá ir alcanzando logros poco a
poco.
«Para conseguir cualquier cosa, solo necesitas amor y paciencia.»
CAPÍTULO 6

EXCESO DE ACTIVIDAD Y
MOVIMIENTO

NO ES HIPERACTIVO, ES DE ALTA DEMANDA


La palabra hiperactividad se usa con gran frecuencia para definir a los niños
movidos, inquietos o nerviosos. En el caso de tu hijo, sin embargo, puede
llegar a confundirte.
Y es que es importante destacar que alta demanda e Hiperactividad no son
lo mismo. Es importante distinguir entre un niño activo y con exceso de
actividad y movimiento, (rasgos que seguro identificas en tu hijo de alta
demanda) y los síntomas propios de un Trastorno por Déficit de Atención e
Hiperactividad (TDAH). Algunos de los síntomas que presentan estos niños
son impulsividad, hiperactividad y dificultades de atención y concentración.
El TDAH no se puede diagnosticar antes de los 6/7 años, puesto que cuanto
más pequeño es el niño, más frecuente es que sea muy activo o que le
cueste concentrarse por periodos largos, sin ser esto indicativo de patología
alguna. Sin embargo, al empezar primaria, los niños con TDAH pueden
tener dificultades para seguir el ritmo de la clase, o para terminar las tareas.
Por otro lado, el TDAH suele conllevar otras dificultades asociadas, como
problemas de conducta, o déficit de habilidades sociales.
Todos estos síntomas deben presentarse en intensidad tal que afecte
significativamente al adecuado ajuste social, familiar o escolar.
No obstante, si llegada esta edad te preocupan estos rasgos de tu hijo, lo
mejor es que consultes con un psicólogo clínico para que te ayude a salir de
dudas.
¿Cuál es entonces la diferencia con la alta demanda?
Tu hijo alto demandante puede parecer que, a ratos, es incapaz de
concentrarse, pero nada más lejos de la realidad. ¿Qué pasa entonces? Que
tu hijo sabe perfectamente lo que le interesa y, si hay algo que no le
estimula lo suficiente, va a ignorarlo por completo (puede ser el caso de los
libros escolares o los deberes). Tu hijo consume estímulos y actividad a una
velocidad pasmosa. El problema (si es que lo hay, o por llamarlo de alguna
forma), no es la concentración, sino el aburrimiento, la motivación.
Probablemente este punto también ha rondado mucho tu mente. ¿Cómo
llevará el colegio? ¿Se quedará por detrás? ¿Se mostrará rebelde o
problemático en clase? ¿No querrá estudiar nunca?
Como siempre, tranquilidad. El camino es largo y ya has asumido que tu
hijo es maravilloso, pero que quizá necesites algunos truquitos especiales,
flexibilidad y mucha paciencia para adaptarte a él y entenderle. Los estudios
pueden llegar a ser otro reto que, con ayuda e ingenio, podrás convertir en
algo atractivo y estimulante para él.
Tu hijo no para, desde que se levanta no pone el culo en una silla ni un
segundo. Suspiras mirándole derrotada ¿No se cansará nunca?
No, lo más probable es que no se canse. El mundo es fascinante: jugar,
descubrir, recibir el cariño de mamá, salir a la calle… Necesita estar alerta
permanentemente y derrochar esa energía que le sale a borbotones por cada
poro de su cuerpo.
Como ya he dicho, e insisto, no es una patología, tienes un hijo movido y
muy activo que puede contigo (y probablemente con varios más como tú).
«¿Y qué hago, Úrsula? ¿Me consumo en el intento de criarlo?»
Tu hijo de alta demanda va a exigir mucho de ti. Ya he comentado en
otros capítulos que debes aprender a delegar y pedir ayuda, es necesario
para ti y para tu hijo. Solo así mantendrás cuerpo y mente a pleno
rendimiento para criarle y no perderte detalle de su inquieta pero
maravillosa forma de vivir la vida.

SACIAR SU SED DE ACTIVIDAD


No puedes tener a tu hijo sentado más de diez minutos (probablemente sean
menos), tampoco le puedes tener encerrado ni esperar que se entretenga
toda la tarde sin salir de su cuarto de juegos. Parece que nada es suficiente.
Evidentemente, siendo tu hijo de alta demanda tendrás que favorecer una
vida activa y una serie de incentivos que le ayuden a quemar tanta vitalidad.
Puede que el plan de peli y manta para el domingo te apetezca mucho, pero
lo que tu hijo va a reclamar y necesitar es que cojáis las bicicletas y
recorráis el parque o la montaña. Que vayáis a jugar al futbol, a cansaros a
la playa o hacer competiciones en la piscina. Cualquier plan que incluya
deporte será muy positivo para él, tanto física como mentalmente.
Ahora bien, tampoco hay que volverse loco y llenar su agenda de un
estresante itinerario de actividades extraescolares.
En este nuevo siglo hemos perdido algo maravilloso y fundamental
durante la infancia: la libertad del juego al aire libre. ¿Alguien se acuerda ya
de lo que era salir del portal y jugar con los vecinos en la calle?
Ahora todas las actividades de ocio parecen estar excesivamente
milimetradas y pensadas: a las 4, inglés. A las 5, piscina. A las 6,
videojuego. A las 7, televisión.
Hoy en día priman los juegos donde la creatividad y el compañerismo
brillan por su ausencia. Los niños pasan horas frente a una pantalla, todos
sus momentos de diversión están muy programados y supervisados por un
adulto y no hay margen para la imaginación.
Es la era consumista donde todo existe y todo viene excesivamente
masticado.
El juego libre no estructurado es fundamental para el desarrollo del
cerebro del niño. Es muy importante darle la opción de jugar libremente y
que pueda elegir qué hacer en su tiempo libre. Los padres de hoy en día
sentimos que tenemos que entretener constantemente a nuestros hijos. Que
tenemos la obligación de procurarles planes fantásticos, divertidos y
novedosos, anulando así toda posibilidad de la experimentación, la
improvisación y la creatividad que el juego libre estimula.
El niño aprende muchas cosas a través del juego. Es un pequeño
laboratorio donde descubre y adquiere conocimiento sobre el mundo, la
sociedad, sobre cómo relacionarse. Aprende habilidades sociales, a resolver
problemas, a ser ingenioso, a ser cada vez más autónomo, independiente y
seguro.
Además del tiempo libre no estructurado, el niño tiene que tener también
la posibilidad de aburrirse. Y aburrirse es fundamental en el desarrollo del
niño. Porque cuando uno se aburre, tiene la posibilidad de improvisar. Ante
el aburrimiento y la falta de estímulos, el niño se ve obligado a desarrollar
su imaginación y creatividad, a explorar el entorno en busca de nuevos
estímulos y juegos, a buscar a sus compañeros para nuevas aventuras. ¿Qué
conseguimos con esto? Darle la posibilidad de pensar. Un niño necesita la
tranquilidad y el espacio necesario para poder pensar. Con una actividad
rígida, organizada o basada en videojuegos, la posibilidad de pensar, soñar o
imaginar, desaparece.
¿Qué debemos hacer entonces? ¿Cómo encontrar el equilibrio?
Pues hay que partir de la base que no hay nada mejor que el juego libre, el
aire puro, la naturaleza y el ejercicio físico. Siempre que se pueda realizar
una actividad de este tipo, será lo recomendable.
Con esto no digo que haya que estigmatizar la tele o los videojuegos, pero
todo a su tiempo y con sentido común. En determinadas etapas, es
fundamental que tu hijo desarrolle su ingenio, imaginación y creatividad, si
le damos un juego ya hecho ¿Dónde está la gracia?
Los niños son niños, tienen que ensuciarse, tropezarse, tocarlo todo, llegar
a casa con arena dentro de los zapatos, caer exhaustos de tanto correr, que
les duela la tripa de tanto reír con sus amigos o con papá al cazar olas en la
playa. No necesariamente tiene que ser verdad aquello de «cualquier tiempo
pasado fue mejor», pero en lo que se refiere al juego, volver a los básicos, a
los años donde una caja de zapatos y una goma elástica nos entretenían toda
la tarde, es lo mejor para una infancia sencillamente feliz.
Etapas del juego
Conociendo ya la relevancia del juego en la vida de tu hijo, te dejo una
pequeña lista orientativa de lo que mejor encaja por etapas:
Durante el primer año de vida el niño debe tener la posibilidad de
moverse libremente por el suelo (sobre una manta o alfombra) y
tener a su alcance juguetes y objetos de diferentes texturas, colores
etc. A esa edad va a centrarse en los aspectos físicos de los objetos:
tacto, sabor, sonido, texturas… (¡lo van a chupar todo!). Le gustan
los musicales, los sonajeros los peluches con diferentes tejidos y
los cuentos para tocar.
Entre el año y dos años, con el desarrollo de la psicomotricidad
gruesa, gana movilidad y disfruta caminando y transportando
cosas. Le gustan los arrastres, los vehículos, el cubo y la pala en la
arena, le encanta mojarse y jugar con el agua etc.
Alrededor de los dos años y medio o tres se produce el salto al
juego simbólico: ya puede jugar a «imaginar», a «ser otra persona»
etc. Puede disfrutar dando de comer a los muñecos, haciendo de
médicos, de profesores, presentador, astronauta etc. Le encantan los
columpios y empieza a interactuar mucho con otros niños. Es
importante favorecer el contacto con otros niños de diferentes
edades. También dejarle explorar el entorno.
Entre los cinco y ocho años el juego con los demás toma
protagonismo, y las posibilidades del juego se vuelven casi
infinitas. Es el momento de iniciarse en los juegos cooperativos, de
descubrir los deportes y los juegos de reglas. Aprenden rápido a los
memory , las cartas, construcciones tipo Lego etc. Sigue
encantándole los columpios. Puede divertirse mucho con juegos
tradicionales en grupo y también con juegos en solitario: dibujar,
pintar, manualidades, puzles…
De los ocho años en adelante se puede divertir mucho con juegos
de mesa. Le encanta hablar y empieza a establecer amistades más
duraderas. Empieza a hacer cabañas y clubs, a inventar reglas y
juegos, lenguajes propios… Es la explosión de la imaginación al
servicio del juego.

LA RELAJACIÓN COMO HERRAMIENTA


«Al niño de alta demanda le tenemos que hacer dos regalos: un entorno
estimulante para saciar su curiosidad y canalizar su energía, y las
estrategias para aprender a calmarse.»
A los niños se les da muy bien, de manera natural, vivir en el momento
presente. Eso es precisamente el Mindfulness . Estar en el momento
presente de manera plena, atenta y consciente.
Desgraciadamente, con la edad vamos perdiendo esa capacidad innata.
Hay niños nerviosos e inquietos a los que les cuesta conciliar el sueño,
aunque estén agotados. Tu hijo, por ejemplo, será uno de ellos. Puede que tu
hijo se preocupe por todo, se angustie con facilidad o sea miedoso.
Todos los niños pueden beneficiarse del Mindfulness , pero,
especialmente, el niño de alta demanda.
¿Cómo ponerlo en práctica?
Hay ejercicios muy sencillos que puedes enseñar a tu hijo:
Enseñarle a relajarse a través de prestar atención a los sonidos.
Tumba al niño en su habitación o en otra estancia tranquila de la
casa. Apaga las luces y abre las ventanas para que puedan entrar los
sonidos de la calle. Es un ejercicio ideal para hacerlo por la noche,
centrándose en el sonido de los grillos, el murmullo del aire y las
hojas… Con los ojos cerrados pide al niño que preste atención a lo
que escucha. Solo ha de hacer eso. Permanecer tumbado,
respirando tranquilamente con los ojos cerrados y prestando
atención a los sonidos que escuche. Nada más.
Después, podéis reflexionar juntos sobre la cantidad de sonidos de
los que habéis sido conscientes.
Permanecer sentado cómodamente, quieto, simplemente
respirando. Debe respirar tranquilamente tratando de concentrarse
en cómo entra el aire y sale de sus pulmones. Si acuden a su mente
pensamientos, simplemente se contemplan y se dejan ir. Podéis
usar la metáfora del tren: Vais sentados en un vagón y vuestros
pensamientos son los elementos del paisaje que vemos pasar por la
ventanilla: árboles, casas, postes… simplemente los observamos y
acaban desapareciendo de nuestra vista. No nos quedamos
enganchados a ellos, ni tampoco peleamos con ellos. Los
aceptamos, y los dejamos ir.
También puedes invitarle a repetir un pequeño mantra de forma
tranquila: RELAX, OMHH, NAMASTE, o cualquier otra palabra
que el niño debe repetir suavemente mientras permanece sentado
tranquilamente con los ojos cerrados.
Los beneficios de la práctica de la meditación en el niño de alta demanda
son estupendos: favorecen la atención, el autocontrol y promueven
conductas más amables y tolerantes, entre otros.
Hacerlo con asiduidad, sirviendo de ejemplo y demostrando que la calma
y el sosiego también son cosas que se pueden disfrutar, tu hijo aprenderá a
dedicar unos momentos del día a la relajación, a «bajar revoluciones» y
templar esas energías que parecen dominarle constantemente.
«La despreocupación es también una inteligencia intuitiva: vivir
intensamente el momento presente»
LA BRUYÈRE

Además del Mindfulness u otras técnicas de relación que puedas


enseñarle, es recomendable también que conozcas bien a tu hijo e
identifiques esas señales de que está «pasado de rosca».
Tu hijo es pequeño. Aun no sabe gestionar adecuadamente sus emociones
ni sus estados de ánimo, ni siquiera sus estados físicos. Por ello es tan
importante que los primeros años, tú, de manera externa, le ayudes a
identificar cuando está demasiado cansado y es hora de retirarse, cuando
necesita descansar un poco para bajar las revoluciones, o cuando no es
buena idea jugar a lo bruto porque estamos a punto de ir a dormir.
Aparte de alguna técnica fácil de relajación, lo que debes tener presente es
anticiparte a su hiperestimulación y exceso de actividad proporciónandole
momentos de sosiego y desactivación. Bríndale la oportunidad de disfrutar
de actividades relajantes como colorear, dibujar, hacer manualidades o
escuchar audiolibros.
CAPÍTULO 7

LOS PROBLEMAS DE
CONDUCTA

Lo primero que nos preguntamos los padres ante los problemas de conducta
de nuestros hijos es: ¿por qué mi hijo se comporta así?
Rabietas, berrinches, desafíos, negativas a obedecer, malas contestaciones
o agresiones…
Todo este rosario de las consideradas «malas conductas» irán apareciendo
(si no lo han hecho ya) a lo largo del desarrollo de tu hijo. Es normal que
suceda. Entonces… ¿cuándo se considera un problema?
Se consideran un problema cuando interfieren significativamente en la
vida familiar o escolar. Por ejemplo, cuando recibimos llamadas continuas
del colegio de que el niño pega a sus compañeros, que no sigue las reglas o
que contesta mal al profesor.
O cuando en casa todo se convierte en un drama y un conflicto: el niño no
quiere ir a dormir, no quiere apagar la tele, se niega a ir a la ducha, o monta
un drama para vestirse por la mañana.
Cuando se producen de forma aislada no tienen la mayor importancia, y
como decía, forman parte de su maduración y del repertorio de conductas
que tienen que ir probando, y de todos los límites que tienen que explorar.
Sin embargo, si se presentan con mucha frecuencia e intensidad, es
cuando se convierten en un problema.
Por lo que he observado en los niños de alta demanda con los que trabajo,
los problemas de conducta aparecen pero no en gran intensidad. Quizá están
más presentes que en otros niños debido al «alto voltaje» que presentan.
Si sumamos una gran sensibilidad para experimentar las emociones, con
un fuerte temperamento, tenemos el resultado: un niño con dificultades para
auto controlarse a veces, para expresar sus emociones de la manera
adecuada, o para aceptar la frustración.
Una de las características que más tienen en común, es la perseverancia.
Son niños muy insistentes para perseguir sus objetivos, por lo que resulta
realmente difícil no rendirse a esa persistencia. Tal vez por eso los límites
son a menudo tan difíciles de aplicar.

EL APRENDIZAJE DE LAS CONDUCTAS: ANTECEDENTES Y


CONSECUENTES
Cuando tratamos de averiguar por qué el niño se comporta de una
determinada manera o tiene determinadas reacciones, lo primero que
tenemos que explorar son dos cosas: los antecedentes y los consecuentes de
la conducta que nos preocupa.
Los antecedentes , como la palabra indica, es lo que precede a los
comportamientos. Puede ser una situación determinada, un estado de ánimo
o un estado físico. Observar y analizar que ha sucedido antes de la mala
conducta nos ayudará a poder, en primer lugar, entender que muchas veces
el niño solo está reaccionando, y por otro, a ponerle solución.
«Siempre que venimos de pasar la tarde fuera, en el parque de bolas, en un cumple o en el centro
comercial, es cuando peor se porta. No quiere bañarse, me monta rabietas por la cena, se niega a
absolutamente todo lo que le pido. En vez de estar contento porque hemos pasado una buena
tarde y nos hemos divertido, acaba estropeándolo todo»
Paco, papá de Nicolás, 5 años.

A Nicolás no le pasa nada. Solo es un niño de 5 años que llega demasiado


cansado a casa, posiblemente también hiperestimulado, y que en ese
momento ya es incapaz de seguir órdenes o hacer todas las cosas que según
sus padres aun le quedan por hacer, como bañarse, prepararse la mochila
para el día siguiente, cenar o lavarse los dientes.
En este caso se presentan dos de los Cuatro Jinetes de la mala conducta, a
los me gusta llamar cariñosamente, porque sobre todo en niños pequeños,
suelen ser las causas reales de las rabietas y malos comportamientos: el
hambre, el cansancio, el aburrimiento o la hiperestimulación.
En el caso de Nicolás, quizá ese día ayudaría que su padre fuera un poco
más flexible. Tal vez una ducha rápida con ayuda, algo ligero de cena y
posponer todas las tareas que no sean indispensables. Nicolás estaba muy
cansadito y seguramente demasiado excitado, y tal vez esa noche no era el
momento de demasiadas exigencias.
La flexibilidad es una de las habilidades más necesarias en la educación.
Es muy importante que seas capaz de elegir tus batallas. De cuando han
salido los Cuatro Jinetes a pasear y tu hijo necesita «resetear», igual que los
adultos.
Se nos olvida muchas veces que los niños son personas. Que tienen días
buenos y días malos. Que tienen estados de ánimo propios complejos. Y
que no podemos exigirles siempre lo mismo, como si fueran robots.

LOS CUATRO JINETES DE LA MALA CONDUCTA


Sí, lo sé, suena muy apocalíptico. Pero es que cuando alguno de estos
jinetes aparece, suele ser el aviso de que una mala conducta está por
llegar…
El sueño y cansancio. Un niño cansado es una bomba de relojería. Esto
es una realidad. Y seguro que sabes de qué hablo. Un niño que no ha
descansado lo suficiente, que no ha hecho su siesta o que ha pasado mala
noche, tiene muchas posibilidades de mostrarse irritable, quejicoso y
montar rabietas por todo.
A los adultos también nos pasa: ¿cómo te sientes después de una mala
noche? Seguro que te despiertas cansado, irritable y de mal humor.
Pues los niños igual.
Lamentablemente estoy observando que muchas escuelas que no respetan
las necesidades de descanso de los más pequeños. Durante toda la etapa de
Educación Infantil el niño debería tener acceso a una siesta al mediodía,
después de comer. Debido a la falta de medios o personal, se ha eliminado
esta siesta en la mayoría de escuelas. La Sociedad Española de Pediatría es
clara en este aspecto: la siesta debe mantenerse al menos hasta los cinco
años, ya que es imprescindible para el correcto crecimiento y desarrollo
físico e intelectual del niño. Durante la siesta el niño se recupera
físicamente, pero también este período de descanso durante el día es
imprescindible para la memoria y la atención.
¿Qué podemos hacer los padres?
· Favorecer y respetar los ritmos de descanso del niño.
· No caer en falsos mitos como quitarle la siesta para que luego descanse
mejor.
· Si el niño está muy cansado, ser flexibles con las exigencias de ese día.
· Favorecer varios períodos de descanso durante el día (no hace falta que
sean siestas, pero sí actividades tranquilas y relajantes).
· No «cansarle» para que luego esté más tranquilo. No suele funcionar
así…
· Si tiene problemas de sueño significativos (muchos despertares,
pesadillas, miedos) y crees que no tiene un sueño reparador, puedes
consultar un psicólogo para ver qué puede estar pasando.
Hambre : El hambre afecta negativamente a su nivel de energía, a su
capacidad atencional y de concentración, así como a su estado emocional.
Asimismo, una mala nutrición (ausencia de frutas y verduras, exceso de
carbohidratos y azúcares, alto contenido en grasas saturadas…) también
resulta nociva para el cuerpo y provoca picos de insulina.
El hambre interfiere en el comportamiento y en el estado emocional
(irritación, cansancio…).
Esto también te suena seguro: ¿acaso cuando estás hambriento no te pones
de mal humor?
¿Qué hacer?
· Realizar las comidas principales del día y añadir dos o tres refrigerios
saludables entre las comidas. Lo más importante no es la cantidad, sino
la calidad y frecuencia.
· Proporcionar alimentación saludable diariamente.
· Llevar siempre a mano un tentempié saludable: galletitas saladas,
biscotes, o algún zumo natural.
· Tratar de respetar los horarios de alimentación, aunque estemos fuera de
casa. No hace falta ser rígidos y llevar un horario estricto, pero si
mantener la rutina.
· Anticiparse al hambre. Muchas veces los niños están tan distraídos
jugando que ni sienten las sensaciones corporales del hambre. Por ello
no hace falta esperar a que pidan la merienda. Si hace horas que
comieron y es su hora, ofrecérsela aunque no la hayan pedido.
· Ofrecerle agua con frecuencia, no suelen pedirla y se deshidratan con
facilidad.
Hiperestimulación: Es mi jinete favorito. Tiene el éxito asegurado.
Cuando aparece la hiper excitación, lo que comúnmente conocemos como:
«está pasado de rosca», sabemos que el conflicto está casi asegurado.
Existen situaciones que de manera natural provocan una mala conducta en
los niños, como son las situaciones muy activas, ruidosas e intensas
(parques de bolas, cumpleaños, centros comerciales, aglomeraciones,
supermercados…). Con tanto flujo de estímulos sonoros, visuales y
auditivos, los niños se desbordan y se ponen nerviosos: aparecen entonces
las temidas rabietas, lloros o llamadas de atención.
¿Qué hacer?
· En primer lugar ser conscientes de que no todas las situaciones son aptas
para todas las edades. Cuánto más pequeños son, más debemos ser
conscientes de sus limitaciones y adaptar los ritmos y lugares que
visitamos.
· Planificar visitas, paseos o compras adaptados a su edad: un niño de 3
años metido todo el día en un centro comercial, es garantía de mal
comportamiento.
· Planificar y organizar el día: así podremos proporcionar momentos de
más calma y control, en los que podamos alternar las situaciones o
lugares estresantes, con otras más relajadas.
· Si el niño se encuentra muy excitado, retirarle de la situación un tiempo,
no a modo de castigo sino para ayudarle a relajarse y controlar sus
emociones. Por ejemplo, si estamos en un cumpleaños en el parque de
bolas, y observamos que el niño está muy excitado, sudando, gritando, y
empezando a alterarse o cansarse demasiado, podemos acompañarle
unos minutos al baño, refrescarle, darle agua, o incluso tomar el aire
cinco minutos en la puerta. Así le daremos la oportunidad de bajar un
poco las revoluciones.
· Evitar permanecer demasiadas horas en sitios muy estimulantes.
Aburrimiento : este es otro de mis favoritos. Un día de lluvia metidos en
casa con los niños, es garantía de que acabarán llorando, peleando, todos
nerviosos y con gritos. A no ser que tengamos en cuenta algunas cosas.
De manera natural los niños son curiosos y les encanta estar en
movimiento y aprender de su entorno. Están «diseñados» para aprender, por
lo que su cerebro está ávido de estímulos y experiencias. Necesitan
actividad al aire libre, mucho tiempo de juego libre no estructurado, estar
con otros niños, y en un entorno estimulante.
Por ello, si no le proporcionamos los estímulos adecuados el aburrimiento
se apodere de ellos y se generen problemas de comportamiento. Un niño
aburrido suele ser un niño que acaba chinchando al hermano, llamando la
atención o montando un berrinche por cualquier cosa.
¿Qué hacer?
· El aburrimiento suele aparecer también en los tiempos de espera: una
larga comida en un restaurante, una tarde de compras, o tener que
acompañarnos de aquí para allá haciendo recados. Procura llevarle
siempre una bolsita de juguetes y algo para colorear.
· Darle tareas y hacerlo partícipe de nuestras actividades. Por ejemplo, si
estamos de compras, en vez de meterlo en el carro y darle el móvil,
podemos hacerle nuestro ayudante, encargarle que coja algunos
productos, que nos lea la lista de la compra o cualquier otra pequeña
tarea que se nos ocurra. A los niños les encanta estar ocupados.
· Usar juguetes creativos, añadiendo con frecuencia nuevos. Esta es una
sugerencia que me ha servido personalmente mucho: coge todos sus
juguetes y repártelos en 3 cajas. Una la dejas fuera, y las otras dos las
guardas en el trastero. Cada semana vas alternado la caja que tiene fuera,
así le parecen novedosos los juguetes y no jugará siempre con lo mismo.
(Esto funciona mejor con niños más pequeños).
· Cambiarle de sitio, no tenerle durante horas en la misma habitación. A
veces algo tan sencillo como eso puede ayudar a pasar mejor esa tarde
metidos en casa.
· Ten preparada una caja de manualidades. Nada les gusta más a los niños
que crear cosas. Cola blanca, unos folios de cartulina, algodón,
macarrones o cualquier cosa que se te ocurra. En momentos de
aburrimientos, saca la caja de manualidades y permíteles crear algo. Te
sugiero que les des un «para qué», pues eso les suele motivar: un dibujo
para el día del padre que está próximo, algo para los abuelitos a los que
visitaremos el domingo…
· Sacarle mucho al aire libre. No importa si llueve o hace frío. Los abrigas
bien y los sacas un rato al parque. Los niños necesitan el aire libre como
el comer.
Después de analizar algunos de las Antecedentes más comunes en el mal
comportamiento infantil, vamos a ver qué son los Consecuentes.

LOS CONSECUENTES
Los consecuentes , es lo que ocurre después de emitirse la conducta, es
decir, la consecuencia. Generalmente tiene que ver con el manejo que
hacemos nosotros de la mala conducta del niño.
Con un ejemplo lo vas a entender mejor:
Un niño tiene una rabieta descomunal en el centro comercial porque
quiere una chuchería. Los padres, con tal de que deje de llorar y tras varios
intentos por disuadirle, le acaban comprando el dulce. Ha comprendido que
si actúa así, sus padres terminan por concederle lo que pide. Así que
siempre que quiera algo, hará lo mismo e incluso lo extenderá a situaciones
similares. Por ejemplo, si sabe que con sus rabietas obtiene lo que quiere de
sus padres, actuará así ante cualquier capricho que tenga sabiendo que sus
padres van a ir a satisfacer sus deseos. Por este motivo es importante
modificar ciertas consecuencias para que algunas conductas no se
mantengan.
Cómo ves, el niño está probando estrategias para lograr sus objetivos.
Unas veces serán las adecuadas, y otras no. Pero él no lo sabe. Él solo
«prueba». Por eso es tan importante el manejo que nosotros hagamos de
esas conductas. De cómo debemos corregirlas si son inadecuadas, y de la
importancia de ofrecer alternativas, pues de otro modo no estaremos
dándole una enseñanza real.
De ahí la importancia de seguir los cuatro pasos de la disciplina para que
ésta sea constructiva.

LAS CUATRO FACETAS DE LA DISCIPLINA


Poner límites no es fácil. Nos cuesta distinguir a veces cuando estamos
siendo demasiado duros, si debemos corregir siempre o dejar pasar
algunas… También nos preocupa si al poner límites, estaremos
perjudicando el vínculo afectivo con nuestro hijo.
Por ello es conveniente que aprendas a poner límites de la manera
adecuada, siendo capaz de enseñar al niño, y al mismo tiempo cuidar el
vínculo de apego y no dañar su autoestima.
Te explico los cuatro pasos que debes seguir para poner límites de una
manera adecuada:
1. CORREGIR LA CONDUCTA
La mala conducta debe corregirse siempre, y cuanto antes mejor. Es
necesario intervenir, reconducir la situación y controlarla.
A veces creemos que es mejor dejar pasar el tiempo a ver si el niño se da
cuenta por sí mismo, pero es adecuado recordar que el niño tiene escasas
habilidades de autocontrol y su conocimiento de las consecuencias de sus
actos es limitada.
Así que, tratando de no enfadarte, intervendrás para detener la mala
conducta.
Ejemplo:
Tus hijos están peleando por un juguete, y llegan a las manos.
Intervendrás separándolos y requisando el juguete. Cuando se calmen,
pasarás a la siguiente fase. Debes actuar de manera calmada, sin gritar,
enjuiciar, o buscar culpables.
2. ENSEÑAR UNA LECCIÓN
Una vez se hayan calmado los ánimos, les explicarás lo que esperas de
ellos. Por qué su conducta era inapropiada, las consecuencias que tiene su
comportamiento y favorecerás la empatía. No se trata de sermonear, de
hacer reproches ni de culpabilizar. Se trata de enseñar. Es importante y
deseable que seas capaz de dejar a un lado tus emociones. No puedes educar
bien si estás crispada, enfadada o frustrada.
Ejemplo:
Les explicarás que la violencia es una conducta intolerable. Les invitarás a
ponerse en el lugar del otro y a ver la necesidad de aprender a compartir las
cosas de manera que ambos puedan disfrutar del juguete.
3. FAVORECER LA AUTODISCIPLINA Y EL CONTROL
EMOCIONAL
Esta es la parte más delicada. Te llevará tiempo, y no siempre estará s
disponible emocionalmente para llevarla a cabo. Y no pasa nada. Pero
siempre que puedas, este es el punto más importante.
Los niños tienen un cerebro inmaduro. Son impulsivos, y actúan de
manera impredecible muchas veces. Sabiendo esto, vamos a ayudarles en
este proceso en el que progresivamente irán interiorizando las normas
sociales, y aumentando su capacidad de regularse.
Puedes usar cuentos, ejemplos, anécdotas. Puedes utilizar los dibujos, el
role playing, teatro o simplemente: hablar.
Y enseñarles los valores importantes, y la manera de alcanzarlos. Les irás
enseñando también estrategias de autocontrol y formas de buscar solución a
los problemas. Les enseñarás a ponerse en el lugar del otro, y a reflexionar
sobre las consecuencias de sus actos.
Ejemplo:
Siguiendo con nuestro ejemplo, puedes aprovechar para enseñarles la
importancia de ser generosos, y de compartir lo que tenemos con los demás.
Les explicarás cómo se siente de frustrado alguien que desea mucho jugar
con algo, y cómo de bien se van a sentir si, por ejemplo, juegan 5 minutos
cada uno con el juguete.
4. CUIDAR LA RELACIÓN PADRE/MADRE E HIJO
Vas a corregir muchas veces a tus hijos. Muchísimas. Van a portarse mal, a
tener berrinches, se pelearán, se pegarán, habrá insultos y pataletas, habrá
desafíos y mil cosas más. Así que aprender a manejar estas situaciones
cuidando el vínculo de apego es fundamental.
Procura corregirle sin descalificarle ni humillarle. No le etiquetes. No
generalices. Simplemente, sé consciente de que solo es un niño pequeño en
un proceso de crecimiento y de maduración.
Esto llevará tiempo y tendrás que repetir muchas veces las cosas.
Ejemplo:
«Mamá sabe que no queríais pegaros y haceros daño. Entiendo que a los
dos os encanta el tren. Y estoy muy orgullosa de que hayáis parado de
pelear y estéis de acuerdo en compartirlo y jugar con él un ratito cada uno.»

EL NIÑO DEBE ENTENDER NUESTRAS ÓRDENES


«Pero, Úrsula, eso es obvio», pensarás. Pero la realidad es que no siempre
nos damos cuenta con quién estamos hablando. Además, si estás cansado y
nervioso tratando de entender al torbellino de tu hijo de alta demanda, lo
más normal es que muchas veces no seas consciente de como le hablas.
El primer paso para educar al niño y evitar comportamientos indeseados
es que entienda el mensaje y enseñanza que quieres transmitirle. Las
instrucciones, peticiones o las órdenes que das como padre o madre pueden
favorecer la realización de una conducta si se siguen algunas
recomendaciones:
No utilizar gritos. Emplea un tono firme, pero sin gritar ni alterarte.
(Sé que no siempre es fácil, cuenta hasta diez y piensa que no
perder la templanza es positivo para todos). O como decía la
profesora de la guardería de mi hijos: «Cuando te saquen de tus
casillas, métete al baño: llora, grita, desahógate, pero que no te
vean. Cuando estés calmada, entonces sal y educa.»
Las órdenes o peticiones, de una en una.
Las peticiones deben de ser cortas, claras y específicas (no le
apabulles con las peticiones de toda la semana porque al final no
asimilará ninguna).
Nunca deben realizarse en forma de preguntas o sugerencias, ya
que daríamos al niño la posibilidad de no realizar la petición. Hay
que distinguir cuando puedes (y debes) darle a elegir al niño o
negociar, y cuando simplemente debe hacer lo que se le pide.
Las órdenes no deben entrar en contradicción con otras, y mucho
menos con las del otro progenitor. Se recomienda haber pactado
previamente las normas y nunca desautorizar al otro.
Estar en la misma habitación que el niño y mirándole a los ojos. Si
es muy pequeño lo mejor es agacharnos y ponernos a su nivel para
darle la instrucción.
Establecer un contacto físico suave (tocarle la espalda, agarrarle de
los hombros…) para asegurarnos de que nos está escuchando. A
veces nos quejamos de que no obedece, pero lo que sucede es que
está tan inmerso en sus juegos o en su mundo, que le cuesta saber
qué le hemos dicho.
Pedir las cosas «Por favor». Si, puede parecer muy obvio, pero
muchas veces no lo hacemos y es una palabra mágica.
Que tu lenguaje corporal y el tono de tu voz sea acorde a la
situación y al límite que quieres expresar. Si quieres corregir a tu
hijo porque ha pegado de manera agresiva a su hermano, debes
mostrarte seria, tranquila, pero firme. No puedes poner límites para
conductas intolerables o faltas graves de respeto mediante bromas,
o con un tono poco convincente. Porque resulta incoherente y
nuestro lenguaje no verbal es el 60% de lo que decimos.
«Háblale a tu hijo como le hablarías al hijo de tu vecino. Con el mismo
respeto, educación, y pidiendo las cosas por favor. Muchas veces parece
obvio, pero el exceso de confianza y familiaridad parece darnos permiso
para comunicarnos de cualquier manera».

CÓMO MANEJAR LA MALA CONDUCTA


La crianza de tu hijo va a pasar por diferentes etapas, te puedo asegurar que
todas intensas y hay que saber que, conforme crecen, también lo hacen sus
ganas de desafiarte, auto determinarse y rebelarse.
Las rabietas
Esta primera fase la atravesará en torno a los 2 años. Es más conocida como
«fase de negación» donde las rabietas y la tozudez se hacen más palpables
que nunca. A esta edad empiezan a presentar interés por explorar su entorno
y aprenden que el «no» puede darles lo que están buscando.
Pero las rabietas no son solo eso. Es la manera en que los niños expresan
sus emociones: la rabia o la frustración. Aun no saben gestionarse, no saben
expresar las emociones que sienten de otra manera, ni tampoco
autorregularse. Por eso es conveniente ante una rabieta, en primer lugar
calmarle y consolarle. Esto no significa que tengamos que ceder a sus
deseos. Nos mantendremos firmes en eso. Pero empatizaremos con él:
«Cariño, entiendo que te hace mucha ilusión que te compre ese juguete,
pero ahora no es el momento. ¿Qué te parece si lo apuntamos en la lista de
regalos para pedir a los reyes?»
Y simplemente le acompañamos hasta que se le pase el disgusto. Podemos
abrazarle, consolarle o simplemente mantenernos a la espera de que se
calme.
Los desafíos
Otro tipo de situaciones es cuando nos echan un pulso. Cuando son más
mayorcitos, las rabietas o berrinches pueden obedecer no tanto a esa
dificultad para expresar sus emociones de manera más adaptativa, sino a su
manera de retarnos.
A la hora de enfrentarte a este tipo de situaciones, lo esencial es tener
paciencia. Mucha paciencia. Después, como base general para todas las
conductas desafiantes, sería recomendable que interiorizases estas ideas:
Establece límites defendibles. No hay que ser muy duro, pero
tampoco permisivo. La clave está en poner normas que puedas
defender en cualquier situación sin sentirte culpable. Esto también
fomentará sentimientos de seguridad en tu hijo, pues tendrá claro
qué es lo que se espera de él en cada momento.
Pon consecuencias por saltarse las normas y aplícalas de manera
constante e inmediata a la conducta. Es muy importante la
constancia, pues si las consecuencias se imponen de manera
intermitente el niño solo aprenderá que, en ocasiones, obtiene
beneficios a cambio, por lo que nos retará siempre.
Refuerzo positivo: siempre que obedezca y colabore hay que
realzar esta conducta con elogios y cariño.
No etiquetar. No se critica al niño, solo se señala la conducta.
Además, es positivo que le expliquemos cómo se tiene que
comportar mediante el método de la escucha activa.
No entrar al juego. Calmadamente avisas sobre las consecuencias
que habrá si sigue actuando de esta manera y, si tras esto persiste el
comportamiento, aplicar lo que has avisado.
Mantener la calma. Respira profundamente. No desesperes, aunque
te nazca contestar con un grito. Hablar con serenidad siempre es
mucho más efectivo. Además, darnos un momento para asimilar la
situación siempre nos ayudará un poco más a comprender qué es lo
que le sucede al niño y por qué puede estar comportándose de esta
manera.
«La paciencia tiene más poder que la fuerza»
PLUTARCO

POTENCIAR CONDUCTAS POSITIVAS


El temperamento del niño de alta demanda es fuerte. Es un pequeño con
gran carácter y personalidad, muy perseverante e insistente cuando quiere
algo. Por su sensibilidad y necesidad de cariño, los gritos y las reprimendas
no suelen surtir el efecto deseado, además de que tienen muchos «efectos
secundarios».
Teniendo claro que tu hijo es de alta demanda, debes actuar en
consecuencia, tener un plan establecido para hacer frente a todas esas
necesidades algo más exigentes. Tu ejemplo, el trabajo conjunto con la
pareja y el resto de la familia, y el refuerzo positivo junto a modos de
aprendizaje dinámicos que impliquen su participación, serán mucho mejor
asimilados que cualquier castigo o reprimenda.
Vamos a ver en primer lugar cómo podemos fomentar y reforzar las
buenas conductas.
Una serie de técnicas que puedes aplicar para instaurar conductas
deseables podrían ser:
T écnica del Modelado

Es un procedimiento de adquisición de conductas a través de la exhibición


de los comportamientos de un modelo (papá o mamá). El niño, como
observador, adquiere y repite en el futuro lo que ve.
¿Cómo hacerlo?
En el momento de dar instrucciones hay que explicar brevemente
qué comportamiento se va a enseñar y cómo se va a hacer,
describiendo las conductas a entrenar de forma clara y precisa.
Cuando se actúa de modelo y se está realizando la conducta, es
importante que se describa verbalmente el contexto en el que se da
la conducta, lo que se está haciendo y las consecuencias que se
prevé alcanzar con ese comportamiento.
La actuación por parte del modelo, así como la del niño, debe ir
seguida de un refuerzo positivo social. Esto aumentará la
probabilidad de que adquiera la conducta al ver las consecuencias
positivas que tiene.
Ofrecerles la oportunidad de que ellos mismos actúen de modelo,
mostrándoles a otras personas las conductas adquiridas. Esto
resulta muy reforzante para los niños y consolida su aprendizaje.
Por ejemplo, estamos en un restaurante y el niño le vocea al camarero que
quiere agua.
Una buena forma de modelar esta conducta, sería, en primer lugar dándole
una explicación sobre cómo debe hacerse, y a posteriori realizar la conducta
nosotros mismos:
—Cariño, no debes dirigirte así al camarero. Elevando la voz y pidiéndole lo que necesitas de esos
malos modos. Tal vez el camarero lo haya sentido como una falta de respeto. Es mejor llamar su
atención con un gesto, o esperar a que pase cerca de la mesa, y cuando esté a nuestro lado, le pedimos
lo que necesitamos, siempre con educación. Voy a pedir la cuenta y así ves cómo se hace:
Disculpe, ¿podría traernos la cuenta cuando pueda? Gracias.

Técnica del refuerzo positivo


Consiste en recompensar/reforzar a los niños cuando han realizado un
comportamiento adecuado. Esta acción aumentará la probabilidad de
ocurrencia de las conductas deseadas y su consolidación.
Se ha demostrado que uno de los mayores reforzadores o premios para los
niños es la atención recibida por parte de sus padres: pasar tiempo con ellos,
los halagos, las alabanzas, haciéndole ver lo orgulloso que estamos de él.
No se trata tanto de andar premiando con regalos o cosas materiales cada
cosa que el niño hace bien, sino ser conscientes de lo importante que es,
sobre todo cuando estamos tratando de enseñar cosas al niño, que vea que
cuando se esfuerza, lo valoramos.
Por ejemplo, si el niño ha recogido sus juguetes, podemos decirle:
«cariño, «¡qué bien que hayas recogido tus juguetes! ¡y sin que te lo haya
pedido!».
O «Mamá está encantada cuando me ayudas y recoger tus cosas, porque
así tengo más tiempo libre para jugar contigo».
Técnica con sistema de recompensa
Es una sencilla y eficaz estrategia para motivar a los niños a comportarse
adecuadamente, reforzando la emisión o no emisión de las conductas que
deseamos trabajar.
Consiste en plantear una conducta a trabajar y un objetivo semanal. Cada
día que el niño cumpla con la conducta establecida se le deberá entregar una
pegatina de carita feliz que pegará en su sistema de recompensa. Al final de
la semana si ha llegado al objetivo planteado previamente podrá canjearlo
por un premio mayor (ej.: ir a tomar un helado, ir al parque, un juguete…).
Ejemplo: Paula se niega sistemáticamente a lavarse los dientes antes de ir
a dormir. Esta situación acaba suponiendo un pulso todas las noches.
Posiblemente, negándose a lavarse los dientes, Paula consigue alargar el
momento de irse a la cama. Además tiene toda la atención de sus padres.
Hacerle un sistema de recompensa en el que se premie al final de la semana
que se haya lavado los dientes cada noche, puede ser una manera de darle la
vuelta a la situación.
Si el niño es muy pequeño, el sistema de recompensa será diario, no
semanal. Si Paula se lava los dientes, le leeremos su cuento favorito antes
de ir a dormir, por ejemplo.

LA IMPORTANCIA DEL AUTOCONTROL


La impulsividad y cierto caos emocional son muy habituales en el niño de
alta demanda. Los problemas de conducta también pueden venir derivados
de esto, de la incapacidad para regular sus emociones, calmarse y sosegar
ese batiburrillo intenso de sensaciones que le invaden y que no logra
comprender.
Es de gran importancia enseñarles a gestionar y regular estas emociones
para que aprendan a dar una respuesta adecuada a las mismas y a
canalizarlas debidamente.
Algunas de las herramientas más eficaces:
La historia de la tortuga
Se trata de una técnica de autorregulación emocional indicada para niños de
preescolar y primer ciclo de primaria. Se apoya en un cuento que narra la
historia de una pequeña tortuga que tiene problemas en el colegio, en casa y
a nivel social debido a los problemas para manejar sus emociones. Tras
recibir los consejos de una sabia y vieja tortuga, aprende un «truco» para
controlarse y no actuar impulsivamente cuando se enfada.
Te recomiendo ser creativa cuando le cuentes la historia y ponerle a la
tortuga la edad de tu hijo, y añadir circunstancias o problemas similares a
los que enfrenta tu pequeño.
Historia de la tortuga:
Hace mucho tiempo, vivía una tortuga pequeña y risueña. Tenía 6 años y se llamaba Claudia. A
Claudia le gustaba pasar las horas jugando y jugando. No quería estudiar ni aprender nada: sólo
le gustaba correr y jugar con sus amigos, o pasar las horas mirando la televisión. Le parecía
horrible tener que leer y hacer las fichas que le mandaban en el cole. Tampoco le gustaba
demasiado recoger sus juguetes en casa, y se molestaba bastante cuando sus padres le pedían que
dejara la tablet y fuera a ducharse o a cenar.
Muchos días se olvidaba de llevar el material del cole o no hacía las tareas. En clase, no
escuchaba a la profesora y se pasaba el rato distraída en otras cosas. Cuando se aburría, que
pasaba a menudo, interrumpía la clase diciendo tonterías que hacían reír a todos los niños.
A veces intentaba trabajar, pero se distraía y cuando no entendía cómo hacer algo quería
abandonar. Cuando pasaba esto, se enfadaba mucho y rompía cosas o chillaba muy fuerte… y al
final acababan castigándole. Así pasaban los días…
Cuando estaba en el parque o en el patio del colegio con sus amigos, las cosas no mejoraban
mucho. Claudia quería siempre subir la primera en los columpios, no le gustaba hacer cola y
esperar su turno. Tampoco llevaba nada bien perder cuando jugaban a algo, así que pasaba la
mitad del rato enfadándose por cualquier y llorando por todo. A veces sus amigos se enfadaban
con ella porque se cansaban de aguantar tus berrinches.
No sé sentía nada bien, pero no sabía cómo cambiar.
Cada mañana, de camino hacia la escuela, se decía a sí misma que se tenía que esforzar en
todo lo que pudiera para que no le castigasen. Pero, al final siempre acababa metido en algún
problema. Casi siempre se enfadaba con alguien, se peleaba constantemente y no paraba de
insultar. Además, una idea empezaba a rondarle por la cabeza: «soy una tortuga mala» y,
pensando esto cada día, se sentía muy mal.
Un día, cuando se sentía más triste y desanimada que nunca, se encontró con la tortuga más
grande y vieja de la ciudad. Era una tortuga sabia, tenía por lo menos 100 años, y tenía un
tamaño enorme. La gran tortuga se acercó a la tortuguita y, deseosa de ayudarla, le preguntó qué
le pasaba.
Cuando Claudia le contó todo lo que se pasaba, la vieja tortuga le dijo:
—Te diré un secreto: no sabes que llevas encima de ti la solución a tus problemas.
Claudia no sabía de qué le hablaba.
—¡Tu caparazón! — exclamó la tortuga sabia —puedes esconderte dentro de ti siempre que
sientas rabia. Puedes respirar profunda y lentamente hasta que te tranquilices. Cuando te
encuentres dentro del caparazón tendrás un momento de tranquilidad para estudiar tu problema y
buscar una solución. Así que ya lo sabes, la próxima vez que te enfades, escóndete rápidamente.
A Claudia le encantó la idea y estaba impaciente por probar su secreto en casa y en la escuela.
Llegó el día siguiente y de nuevo se equivocó al resolver suma cuando hacía los deberes, intentó
borrarla pero rompió la hoja sin querer. Empezó a sentir rabia y furia, y cuando estaba a punto de
perder la paciencia y de arrugar la ficha, recordó lo que le había dicho la vieja tortuga.
Rápidamente encogió los bracitos, las piernas y la cabeza y se hizo una bolita, poniéndose
dentro del caparazón. Cerró los ojitos y empezó a respirar tranquilamente como le había dicho la
tortuga que hiciera.
Estuvo un ratito así hasta que tuvo tiempo para pensar qué era lo mejor que podía hacer para
resolver su problema. Fue muy agradable encontrarse allí, tranquila, sin que nadie le pudiera
molestar.
Cuando salió, se quedó sorprendida de ver que su mamá le miraba sonriendo, contenta porque
se había podido controlar. Después, entre las dos resolvieron el error («parecía increíble que, con
una goma, borrando con cuidado, la hoja volviera a estar limpia»).
Claudia siguió poniendo en práctica su secreto mágico cada vez que tenía problemas, incluso a
la hora del patio y por supuesto en casa cuando se molestaba con sus papás y su hermana.
Pronto, todos los niños que habían dejado de jugar con ella por su mal carácter, descubrieron que
ya no se enfadaba cuando perdía en un juego, ni pegaba sin motivos. Al final del curso, la
pequeña tortuga lo aprobó todo, sus padres le felicitaron por lo bien que se portaba en casa y
nunca más le faltaron amigos.

La metodología a emplear para enseñar la técnica es la siguiente:


Explicar el cuento de la tortuga para que el niño se identifique con
el personaje que lo protagoniza.
Identificar las emociones que experimenta la tortuga y reflexionar
sobre las consecuencias de su conducta.
Enseñar al niño a responder a la palabra «Tortuga»: puede rodear
su cabecita con los brazos como si fuera un caparazón y cerrar los
ojos.
Enseñar al niño a relajarse en la postura de la tortuga. Puedes
animarle a respirar tranquilamente o contar hasta diez.
Se le enseña al niño a resolver los problemas y buscar otras
opciones de respuesta a la conducta agresiva e impulsiva.
El semáforo
La técnica del semáforo se utiliza para que el niño aprenda a identificar y
reconocer las sensaciones corporales previas a sus conductas impulsivas. Se
trata de ayudar al niño a reconocer en qué estado se encuentra, usando los
colores del semáforo.
Es muy normal que el niño de alta demanda no sea consciente de su
estado de activación, lo que le conduce a presentar conductas agresivas y de
desobediencia. No se trata de que no quiera auto controlarse, sino que entra
en la emoción demasiado deprisa y una vez activado ya no se puede
controlar, respondiendo entonces de manera disruptiva y agresiva.
Sin embargo, si el niño logra detectar su estado de activación fisiológica
previa al mal comportamiento, podrá poner en marcha estrategias
incompatibles con el estallido impulsivo y, por tanto, evitar su
manifestación.
Para los adultos es más fácil predecir el mal comportamiento del niño.
Hay algunas situaciones en las que vemos venir cómo va a terminar la cosa.
Seguro que esto te suena: tu hijo está jugando con otro niño y el ambiente
empieza a calentarse. Se pelean por los juguetes, se fastidian uno al otro,
empiezan a ponerse quisquillosos y a levantar la voz. Tú ya ves venir el
conflicto: acabarán peleándose, enfadados o llorando.
Si aplicas la técnica del semáforo, lo que harás es darle al niño la
oportunidad de identificar que está empezando a alterarse, y poder
reconducir su conducta.
¿Cómo se hace? Cuando el niño se esté empezando a alterar, te acercarás
y le dirás: «AMARILLO», dándole la posibilidad de reconducir su
comportamiento y aplicar estrategias de autocontrol. Por ejemplo sería el
momento de retirarse un poco de la situación para calmarse, o hacer La
Tortuga. Así mismo le recordaremos que si continúa comportándose así,
llegará a Rojo y habrá una consecuencia negativa.
Si cuando pese al aviso continúa alterándose y no reconduce su
comportamiento, le avisaremos que ha llegado a «ROJO», que su
comportamiento es inadecuado y que conlleva una consecuencia negativa.
Es importante que cuando el niño redirija su comportamiento y controle
su enfado, se refuerce la conducta diciéndole lo bien que lo ha hecho y lo
orgullosa que estás de que haya sabido volver a «VERDE».
Dibujar las emociones
Esta estrategia consiste en favorecer la expresión emocional mediante la
expresión artística.
Algunas actividades que se pueden realizar son dibujar lo peor y lo mejor
del día o realizar un dibujo que represente sus sentimientos y emociones.
Los niños se expresan muy bien a través del dibujo. Aprovecha eso para
averiguar qué le pasa a tu hijo. A veces son incapaces de identificar sus
emociones o de expresarlas.
Y con solo sacarlas, ponerles nombre o hablar sobre ello, se sienten mejor,
más calmados y menos alterados.
Porque recuerda… la ira es la guardiana de la tristeza.

El bote de la calma
Es una estrategia creativa basada en el método Montessori, indicada para
ayudar al niño a calmarse tras una situación angustiosa o en situaciones de
elevada ansiedad.
Consiste en elaborar un bote con pegamento líquido, agua y purpurina de
colores. En momentos de tensión y agitación, se produce una alta activación
fisiológica que impide la relajación y la concentración en el aquí y ahora,
dejando la mente anclada a la emoción negativa. La simple agitación del
bote y la observación de la purpurina como cae, sube y se mezcla con otros
colores, proporciona calma y tranquilidad, ayudando al niño a regular su
sistema nervioso y a volver a centrar su atención en el presente, dejando
fluir las emociones negativas.
Durante la utilización del bote, se puede aprovechar para que el niño
exprese sus sentimientos y dialogue acerca de los mismos, así como
acompañarlo de respiraciones lentas y profundas para potenciar sus efectos
relajantes.
Diario de la rabia
Consiste en escribir en un diario o libreta todas las situaciones, personas,
pensamientos… que le producen enfado y rabia.
Es una técnica muy sencilla que favorece la toma de conciencia y la
identificación de los estímulos externos e internos generadores de ira.
Además, como ya he mencionado en otros capítulos, la relajación es
fundamental para el niño de alta demanda. Enseñarle desde temprana edad a
practicar técnicas de relajación y mindfulness permitirá mantener a raya la
energía descontrolada, ayudándole a ser más consciente de sí mismo, sus
emociones y la necesidad de bajar revoluciones en determinados momentos
para sosegar su comportamiento.
Música relajante, ver vuestra peli favorita en el sofá con una mantita, o
leer un cuento. Colorear, dibujar o haceros un masaje. Te animo a probar
todas estas estrategias y ver el efecto relajante que tienen en tu pequeño.
Si algo he querido dejar claro a lo largo de todas estas páginas es que
comprender al niño de alta demanda es fundamental. No es un capricho, no
es una manipulación. Hay que entender su carácter y el porqué de su
comportamiento para actuar en consecuencia, ciñéndonos a sus verdaderas
necesidades y comunicándonos con él de forma que pueda entendernos y
reaccionar positivamente a nuestras peticiones.
La paciencia será clave en el proceso de crianza. Aplicar desde el
principio algunas de las técnicas descritas en este capítulo te ayudarán a
domar a esa fierecilla curiosa, inteligente y explosiva que tienes por hijo.
Todo mal comportamiento puede redireccionarse o corregirse. La clave no
está en qué tipo de lección o aprendizaje queremos imponer, sino en cómo
lo hacemos y para quién.
«Cuando uno enseña, dos aprenden»
ROBERT A. HEINLEIN

CENTRANDO LAS BASES DE LA EDUCACIÓN CONSCIENTE


Vamos a resumir todo lo que hemos visto en este capítulo, que no es otra
cosa que las bases sobre las que debemos educar a nuestros hijos:
Los niños necesitan una guía, soporte y apoyo para aprender y
progresar.
Los límites y normas son necesarios, especialmente para promover
el desarrollo social y la autorregulación emocional.
Debemos educar para la vida, para promover la socialización y el
desarrollo integral del niño.
Se enseña desde el ejemplo y la costumbre.
Hay que ser constantes y consistentes en la enseñanza.
La disciplina debe ir acompañada del afecto y la comprensión.
Céntrate en lo esencial. El resto irá llegando.
Cuida siempre, y por encima de todo, el vínculo de apego. Pero no
tengas miedo de poner límites: tu hijo los necesita.
No sobreprotejas a tu hijo ni le evites las emociones negativas:
necesitas prepararle para el camino, no preparar el camino para él.
Y para terminar, te dejo estos consejos que resumen todo lo que hemos
abordado en el libro y que espero te ayuden en la crianza:
Establece una relación basada en el afecto y la comunicación. Tu
hijo se sentirá más tranquilo y seguro de sí mismo si se sabe que le
comprendes y le das el cariño que necesita.
Es importante que aprendas a conocer a tu hijo día a día,
adaptándote a las necesidades que le van surgiendo. Un niño de alta
demanda no es un caprichoso o un mimado, simplemente necesita
más atención y cariño. Aprende a respetar y aceptar cómo es tu
hijo. No intentes cambiarlo.
Mucha dosis de paciencia. Es agotador y prácticamente imposible
tener paciencia las 24 horas del día. Necesitarás tiempo para ti
mismo que te ayude a recargar las pilas y desconectar, como hacer
yoga, meditación, deporte o cualquier otra actividad.
Tu hijo necesita pasar tiempo de calidad con vosotros. Requiere
cercanía y mucho contacto físico. Así que no dudes en colmar sus
necesidades de cariño, con eso no se malcría. El amor nunca sobra.
Mi opinión es que si un niño pide contacto físico es porque lo
necesita. Así de sencillo.
Mantén la calma ante sus rabietas y desafíos, pero sé firme. Es
importante poner límites y debes ser constante con vuestras
normas. También es primordial que conserves la calma si vuestro
peque se preocupa por alguna cosa. Ten en cuenta que somos su
guía en el camino del aprendizaje, están pendientes de nuestras
reacciones y las imitan.
No concedas todos sus deseos. No le des todo lo que pide por muy
perseverante que sea. Al ser tan sensible e intenso se suele frustrar
con facilidad, es importante guiarle para que aprenda a tolerar la
frustración. El niño de alta demanda suele ser muy concienzudo
con todo lo que hace y si aprende a llevar bien la frustración podrá
hacer todo lo que se proponga en su vida.
Enséñale a canalizar sus emociones, por ejemplo, con técnicas de
relajación y favoreciendo la expresión de sus emociones.
Cuida lo que dices delante de él. Tu hijo es muy sensible y los
comentarios negativos que se hagan sobre él pueden afectarle
mucho. Lo mejor es no hablar de él cuando esté presente y, sobre
todo, no hacer comentarios peyorativos ni culpabilizarle de nuestro
cansancio. Comentarios como «no puedo más», «es incansable» o
«es insoportable» deben desaparecer. Lo único que se consigue es
provocar una profecía auto cumplida. Si el pequeño crece
escuchando alguna de estas cosas, pensará que es cierto, por lo que
terminará comportándose de manera que confirme lo que se espera
de él, cumpliendo así la profecía.
Favorece el contacto con otros niños y con otros adultos, y
proporciónale un entorno rico y estimulante que sacie su
curiosidad.
Busca apoyos para su cuidado. El niño de alta demanda exige
mucho y tratar de atender todas sus necesidades puede acabar
siendo extenuante. Tendrás que aprender a delegar. No pasa nada
por admitir que no puedes con todo. Es normal que los padres
estemos cansados. También necesitamos nuestros momentos de
desconexión. Buscar ayuda en familiares, abuelos, amigos o
incluso profesionales. Tener momentos de descanso, desahogo y
desconexión para volver con fuerza para ellos será indispensable.
Epílogo

Me has acompañado durante varias horas leyendo este libro. Y me imagino


que habrá sido a destiempo, aprovechando los ratitos que el bebé duerme y
te da un breve respiro. O tal vez lo has hecho cuando al fin has conseguido
que se vaya a la cama y se duerma, después de un día agotador que
pensabas que nunca se iba a terminar.
Así que en primer lugar muchas gracias por dedicar tu valioso y escaso
tiempo a leerme.
Como mamá de tres hijos, una de ellos de alta demanda, sé lo que estás
viviendo. Y ese ha sido el motivo de plasmar mi experiencia como madre y
como psicóloga infantil: intentar acercarte un poco de luz y de sosiego al
torbellino de emociones que seguramente sientes en torno a la crianza.
Mis objetivos con este libro son que entiendas una cosa por encima de
todo: el comportamiento de tu hijo, sus características o sus rasgos de
personalidad no son culpa tuya. No estás haciendo las cosas mal.
Simplemente tienes un niño de alta demanda. Su temperamento es difícil, y
eso hace que criarle suponga un reto enorme.
Estoy segura que tu niño altodemandante te hace sentir bipolar: puedes
pasar de sentir el amor más profundo por él y caerte literalmente la baba, a
llorar desconsolada porque no puedes más y sentir incluso ansiedad.
Y así va a ser este viaje: como una montaña rusa. Habrá subidas y
bajadas, habrá etapas más duras y otras geniales…porque si algo hay seguro
es que la monotonía no te va a acompañar durante estos años.
Tienes un hijo maravilloso: Auténtico. Apasionado. Creativo. Ingenioso.
Divertido. Espabilado. Cariñoso… y muchas otras cosas más.
¿A qué tampoco me equivoco en esto?
Deseo que la lectura de este libro te ayude a sacudirte la culpa y la
frustración, a darte una visión diferente de por qué tú hijo se comporta así, y
a entender que tal vez tengas que replantearte muchas cosas sobre la
educación y la crianza.
Toma con distancia las críticas de los demás. Solo los padres de niños de
temperamento difícil te entenderán. El resto puede que solo te juzguen
desde el desconocimiento y la incomprensión.
Te animo a revisar las expectativas en torno a la crianza, a que aprendas a
delegar, a priorizar lo importante, y a tener una visión más sosegada y
realista. Alejada de falsas creencias o expectativas idealizadas que
entorpecen más que ayudan.
Mereces disfrutar la crianza.
Y tus hijos también. Merecen tener una infancia feliz. Y disfrutar de su
madre y de su padre. Merecen un vínculo de apego sano. Y sobre todo
merecen crecer sabiéndose amados incondicionalmente, tal como son.
«Miramos el mundo una sola vez, durante la infancia. El resto es
memoria»
LOUISE ELISABETH GLÜK

Alicante, julio de 2020


Úrsula Perona Mira
Agradecimientos

Gracias a mis abuelos maternos, por hacerme sentir amada


incondicionalmente. Os echo terriblemente de menos.
A mis amigas, Susana y Helena, por acompañarme desde los 14 años en
todo tipo de aventuras y desventuras, y ser esas personas con las que puedes
ser tú misma, sin juicios ni condiciones. Os quiero y lo sabéis.
A mi amiga en la distancia Deborah Labios, quién además de traer a mi
pequeña Leyre al mundo, me ha acompañado a lo largo de los años siempre
apoyándome con su claridad y sentido común.
A mi amigo Leo Farache, director de Gestionando Hijos y el único
Humanista que conozco. Aprendo mucho contigo amigo.
A Juan Luis Rodríguez, por sus sabios consejos y su ayuda profesional
siempre.
A mi amigo el Dr. Padilla, neumólogo y escritor. Por estar siempre ahí y
tener unos valores tan nobles.
A Nora Kurtin, de Sapos y Princesas. Por confiar en mí cuando daba mis
primeros pasos como divulgadora.
A Marta Guerri, de Psicoactiva. Por la confianza siempre en mi trabajo. Y
por ser tan cercana y buena persona.
A José Antonio López Vizcaíno, el único de los jefes que he tenido al que
llamo Jefe. Mi cariño siempre para él y su mujer, Agustina.
A José Casanova por su ayuda desinteresada y su confianza en mí.
A José Carlos Ruiz, por su apoyo y ayuda para que este libro viera la luz.
A Margarita, una paciente muy especial, que me siempre me decía que
ojalá fuera mi suegra. El afecto es mutuo.
A mis ex suegros, Don Juan y Pepa. Por tratarme como una hija, y
hacerme sentir parte de la familia. Nunca tuve ocasión de agradeceros todo
lo que hicisteis por mí, y transmitiros el gran afecto que os guardo.
A Joaquín Torres y Rosalía, por su inestimable ayuda.
A mis padres, por convertirme en lo que soy. Tanto lo bueno como lo
malo.
Y a mis pacientes. Qué privilegio tengo de tener un trabajo tan bonito. Me
enseñáis mucho.
Gracias.

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