Hijos de Alta Demanda (Úrsula Perona)
Hijos de Alta Demanda (Úrsula Perona)
Hijos de Alta Demanda (Úrsula Perona)
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Ediciones Toromítico
Padres Educadores
Edición de Óscar Córdoba
Ebook: R. Joaquín Jiménez R.
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ISBN: 978-84-18648-06-9
A mi marido, José, por ayudarme a construir una vida, a mí, que bebía en
los charcos.
Has emprendido un viaje de intensidad máxima. El bebé duerme en tu
regazo, le miras y sabes que es muy especial. Tiene pocos meses y te parece
increíble que parezca comprender casi todo lo que dices, que exprese con
tanta contundencia lo que necesita, que haya encontrado la forma de estar
siempre pegadito a ti. Estás agotada. Pasas mucho sueño. A veces sientes
incluso ansiedad. Tu bebé exige mucho, mucho más de lo que esperabas,
pero el viaje no ha hecho más que comenzar. Vas a estar cansada hasta
límites insospechados, vas a llorar de agotamiento o de frustración… Pero
también te vas a divertir mucho y vas a conocer el amor a otro nivel.
¡Bienvenida a la crianza de alta demanda!
CAPÍTULO 1
EL TEMPERAMENTO INFANTIL
Para que entiendas un poco más de dónde viene la personalidad de tu hijo,
te voy a explicar brevemente algunos términos:
Empecemos con el temperamento. Es la parte de nuestra personalidad que
depende de la herencia biológica. Esto quiere decir que todos nacemos con
un determinado temperamento, es algo que no podemos evitar.
El carácter es el componente de la personalidad que aprendemos del
ambiente y se va forjando a lo largo de la vida. En otras palabras, aparece
como consecuencia de las experiencias que vivimos, que influyen en
nuestra forma de ser modulando nuestro temperamento. Influye el estilo
educativo de los padres, la cultura, las normas y valores…
Por último, la personalidad es la suma de los dos términos mencionados:
carácter y temperamento. Sin embargo, he de decirte que la palabra
«personalidad» se emplea más que las anteriores, puesto que suele ser muy
difícil saber qué parte de la forma de ser de una persona viene dada por el
ambiente y cuál por la herencia.
***
Volviendo al temperamento infantil y entendiendo que este término alude al
estilo de comportamiento innato que tienen las personas, podemos
comprobar que es fácil notarlo en los niños, incluso en los bebés.
El estilo educativo deberá amoldarse para cubrir las necesidades
educativas de cada niño, se necesitarán distintos recursos en función del
temperamento que presenten.
Según un estudio de Thomas y Chess (1986), podemos encontrarnos con
nueve rasgos que categorizan el temperamento y que son apreciables en los
bebés:
NIVEL DE ACTIVIDAD : se trata del tiempo que se mantiene
activo o inactivo. Hay niños más tranquilos que otros.
RITMICIDAD: se refiere a la regularidad horaria que presenta el
bebé para realizar las actividades básicas de la vida, como las
tomas de comida, las excreciones o dormir.
APROXIMACIÓN O EVITACIÓN : es la tendencia a responder
ante nuevas situaciones u objetos.
ADAPTABILIDAD : consiste en la facilidad con la que se adapta a
los cambios.
UMBRAL DE RESPUESTA : atañe al umbral, es decir, la
intensidad del estímulo, que necesita para percibir y responder a un
estímulo concreto.
TENDENCIA EMOCIONAL : se refiere a la tendencia natural de
mostrarse más feliz, o lo contrario.
INTENSIDAD DE LA REACCIÓN : consiste en la intensidad con
la que manifiesta sus reacciones, tanto positivas como negativas.
CAPACIDAD DE ATENCIÓN Y PERSISTENCIA : es la
capacidad del niño para mantener la atención y dedicarse a una
actividad.
En función a estas características, podemos establecer dos tipos de
temperamentos infantiles:
Niños fáciles:
Los niños fáciles se muestran con una disposición más positiva, se adaptan
mejor a los cambios y su estado emocional es más afable y manejable. Son
niños que sonríen a los extraños, hacen amigos con bastante facilidad y
aceptan mucho mejor las frustraciones. Son a los que llamamos peras en
dulce , porque su educación suele ser más fluida y relajada.
Niños difíciles:
Los niños difíciles suelen mostrarse más hostiles, necesitan un mayor
tiempo para asegurar la adaptación a los cambios. Una característica común
es la reactividad, la cual se expresa en forma de irritabilidad muchas veces.
Su humor suele ser más negativo y responden de forma intensa ante
situaciones frustrantes, con rabietas o llantos. Los llamamos cariñosamente
pequeñas ñoras , pues su comportamiento es algo más complejo.
Si algo tienen en común los niños de alta demanda, es que su crianza es de
Alta Intensidad. Los padres de estos niños llegan a mi consulta a menudo
cansados, estresados, agobiados y con fuertes sentimientos de no estar
disfrutando la crianza, y de estar haciendo algo (o todo) mal. Han sufrido
desde el nacimiento de su pequeño muchas críticas y les han brindado
consejos que les han hecho sentirse inseguros como padres. O peor aun: les
han transmitido la idea de que a su niño le pasa algo. La incomprensión a la
que se enfrentan estos padres es enorme. Y los niños también: «Es pesado,
es un malcriado, está mimado, es un tirano, os manipula…».
Los seres humanos somos muy diferentes unos de otros. En aspecto físico,
pero también en personalidad. Sin embargo, no respetamos en la infancia
esas diferencias. Queremos niños «estándar», que se adapten bien a nuestras
expectativas, que se comporten como se espera que lo hagan exactamente
en cada momento evolutivo, y que nos permitan vivir una crianza tranquila.
Pero eso no es realista, y además, atenta contra la necesidades del niño:
anula su personalidad y por tanto las necesidades que de ella se derivan. No
todos los niños son iguales, y por tanto no tienen el mismo desarrollo ni
necesitan las mismas cosas del entorno.
«¿Definen estás características a tu hijo? ¿Lo has visto reflejado?»
Para poder entender este tipo de situaciones debes tener en cuenta una
cuestión primordial: el cerebro de los niños todavía está en desarrollo, se
encuentra en proceso de maduración. No es hasta el final de la adolescencia
cuando suele terminar este complejo proceso. Debido a esa inmadurez
cerebral, los niños no pueden controlar muchas de sus conductas. Pero es
algo totalmente normal y forma parte del desarrollo integral del niño.
Sin intención de aburrirte mucho sobre neurología, te comentaré que la
región del cerebro que tarda más en desarrollarse es la corteza prefrontal.
En otras palabras, la sección del cerebro ubicada en la frente. Esta zona es
la que se encarga de administrar funciones cognitivas superiores, como la
toma de decisiones, la memoria, la autorregulación de las emociones, el
comportamiento social… Que esta zona del cerebro todavía no está
desarrollada completamente explica que tu pequeño se muestre impulsivo
en sus reacciones o no sepa gestionar sus emociones.
METÁFORA ROSAL
Cuando compramos un pequeño rosal trepador y lo plantamos junto a la verja de nuestro jardín, lo
sujetamos a la valla atando sus ramitas para que se mantengan erguidas y vayan creciendo en la
dirección correcta. Si no hacemos esto, el joven rosal crecerá con sus ramas caídas por el suelo, ya
que son tiernas y aún no tienen fuerza para sostenerse. Sin embargo, con el paso del tiempo, iremos
retirando esas guías y sujeciones, pues el rosal irá creciendo fuerte y llegará un momento en el que
se sostendrá sujeto a la valla por él mismo.
Esto puede servirnos de ejemplo sobre en qué consiste la crianza y
educación de nuestros hijos. Al principio tenemos que marcar una guía clara
y bien definida, establecer límites y ser concienzudos en su seguimiento.
Poco a poco, conforme el niño va madurando, va interiorizando las normas
y valores, y va siendo capaz de autorregularse, necesitará muchas menos
guías, menos consejos, menos límites… Porque, como el pequeño rosal
trepador, será capaz de hacerlo por él mismo.
«Espero que a estas alturas te sientas un poco mejor. A mí me pasó
cuando fui comprendiendo el temperamento de Leyre, de dónde venía y
qué papel jugaba yo en su crianza. Me sentía comprendida, liberada y
algo menos culpable. Me sentí incluso más optimista respecto a su
crianza.»
PADRES HIJOS
PADRES HIJOS
Cariñosos y Buena conducta social.
comunicativos.
Sobreprotectores. Exigentes y respetuosos.
Indiferentes. Egoístas.
Escasa imposición de Sin código de comportamiento marcado ni
límites y normas. sentido de la disciplina.
Ceden a los deseos de los Inseguros.
hijos.
2. Estilo educativo Autoritario o Heavy:
PADRES HIJOS
Poco cariñosos y muy estrictos. Baja autoestima.
Poco comunicativos. Inmadurez.
Imposición estricta de normas Escaso control de los impulsos.
y control rígido.
Castigos desproporcionados. Poca constancia y persistencia en la
consecución de objetivos.
3. Estilo educativo negligente o ausente:
PADRES HIJOS
Poco cariñosos y comunicativos. Baja autoestima y falta de confianza
en sí mismos.
Pocos límites y control. Conductas agresivas.
Falta de implicación. No valoran el esfuerzo personal.
Demasiada libertad, así los hijos no Trastornos psicológicos y afectivos.
les molestan.
Irresponsables.
4. Estilo educativo equilibrado o democrático:
PADRES HIJOS
PADRES HIJOS
Cariñosos y muy comunicativos. Alto nivel de autocontrol y autoestima.
Normas y límites claros Confiados y persistentes.
adaptados a la edad del niño.
Fomentan la autonomía. Cariñosos, independientes, con buenas
competencias sociales.
Con valores morales interiorizados.
Hemos estado hablando por un lado, de esos rasgos de temperamento que
distinguen al niño de alta demanda, y con los que nacen. Y por otro lado
hemos hablado del papel de los padres. Entonces… ¿qué tiene más impacto
en el desarrollo del niño? ¿El estilo educativo de los padres, el ambiente en
que se cría o su propio temperamento?
En psicología hay varias teorías y estudios que han tratado de establecer
qué pesa más en el desarrollo de la personalidad de un niño: si la genética o
el ambiente. Es lo que se llama «Interacción genes x ambiente» y se ha
llegado a la conclusión de que ambos influyen y más o menos tienen el
mismo peso. Es decir, que tanto definirán su personalidad sus rasgos de
personalidad como nuestro estilo educativo y el ambiente en que crezca.
Otro aspecto importante está relacionado con la reacción que provoca el
niño en el adulto. Un niño tranquilo, que no se queja demasiado, que tiene
un talante fácil, recibe muchas interacciones positivas del adulto. Un niño
que llora mucho, que interrumpe constantemente, que monta rabietas por
todo, recibe muchas interacciones del adulto, pero en este caso negativas.
Es importante que seas consciente de esto. Un niño de alta demanda es un
niño agotador, que dirá «mami» o «papi» 100 veces al día mínimo, que
exhibirá reacciones exageradas por cualquier contratiempo o que montará
un drama a la mínima. Eso posiblemente haga que estés constantemente
corrigiéndole o regañándole.
Piensa en como afectará eso a su autoestima o a su autoimagen.
—Mami, soy muy pesada, ¿verdad? —me dijo mi hija un día.
Y me dio mucha pena y me sentí fatal, porque es algo que yo le decía a menudo. Frases como:
«Leyre, por favor, no insistas más, me lo has dicho 20 veces, no seas pesada» salían de mi boca
sin yo darme ni cuenta. Y la verdad es que es tan repetitiva y tan perseverante que realmente
puede resultar desquiciante a veces. Me siento mal por sentirlo, pero es la realidad. Pero peor me
siento por trasladárselo a ella. No quiero que mi hija crezca pensando que es una pesada. Así que
es algo que tengo que esforzarme por cambiar.
CAPÍTULO 3
LA NECESIDAD DE ATENCIÓN Y
CONTACTO FÍSICO
EL VÍNCULO DE APEGO
El vínculo de apego es el estrecho lazo relacional que se crea entre el niño y
su cuidador principal, que suele ser la madre. Esta teoría se remonta a los
años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, cuando el británico John
Bowlby, dedicado a la psicología infantil, comenzó a estudiar los efectos de
la contienda en sus pacientes, así como a realizar numerosos experimentos
para comprender el desarrollo infantil. De hecho, sus conclusiones no solo
fueron consultadas por la OMS, sino que servirían de base a la
«Declaración de los derechos del Niño» de 1959.
Y es que, aunque algunos no lo crean, el vínculo de apego comienza a
forjarse antes incluso de que nazca el bebé. Es lo que llamamos Apego
Prenatal y se establece a través de tres componentes:
1. Componente Cognitivo:
· Las representaciones que es capaz de recrear la madre sobre el feto.
· La capacidad de la madre de otorgar características físicas y psicológicas
al niño no nacido.
2. Componente Emocional:
· Capacidad de ser sensible ante el estado en que se encuentra.
· Dar de sí misma a lo largo de todo el embarazo.
· Interactuar con el feto durante el proceso de gestación.
· Preocuparse por él y su seguridad.
3. Componente Comportamental:
· Asunción de los roles maternos.
· Prácticas de autocuidado: comer bien, abstenerse de consumir sustancias
dañinas, cuidar su estado físico, preparación al parto…
· Preparar el entorno del niño en el hogar.
Este apego prenatal evoluciona y se desarrolla de manera secuencial y
ordenada durante todo el curso del embarazo. En el primer trimestre es
normal observar niveles relativamente bajos de unión prenatal. Más
adelante, cuando comienzan las primeras patadas, el aumento de la tripa se
hace más evidente y se afianza la nueva realidad, la conexión también crece
y se manifiesta en conductas espontáneas y entrañables como hablar con el
feto, acariciarse la barriga, buscarle nombre, atribuirle comportamientos en
la recta final del embarazo («Se está estirando»; «a esta hora suele estar
dormido y tranquilo»; «tiene hipo»; «está inquieto »).
Los padres también empiezan a desarrollar el vínculo de apego durante el
embarazo, aunque para ellos es menos palpable ya que no pueden
experimentarlo directamente.
Una vez llega al mundo el retoño, el vínculo de apego se estrecha y se va
haciendo más fuerte con el tiempo. ¿Cómo? A través de varias fases de
distinta relevancia según crece el bebé:
FASE DE PRE-APEGO : Desde el nacimiento hasta las seis
primeras semanas. Se afianza mediante la sonrisa, el lloro y la
mirada. El bebé atrae la atención y responde a los estímulos de
otras personas.
FASE DE FORMACIÓN DE APEGO : Desde las seis semanas
hasta los seis meses de edad. El bebé orienta su conducta y
responde a su madre de una manera más clara. Aún no muestra
ansiedad frente a la separación de la madre, sino que presenta
enfado por la pérdida del contacto humano.
FASE DE APEGO PROPIAMENTE DICHA : Entre los seis y
ocho meses hasta los dieciocho/ veinticuatro meses. El vínculo
afectivo hacia la madre es muy claro y evidente, mostrando gran
ansiedad y frustración cuando se separa de ella.
FORMACIÓN DE RELACIONES RECÍPROCAS : Desde los
dieciocho meses en adelante. En esta fase aparece el lenguaje y la
capacidad de representar mentalmente a la madre, lo que le permite
percibir su entorno. Es lo que llamamos «Teoría de la Mente»,
cuyas capacidades fueron estudiadas de forma pionera por el
antropólogo y psicólogo Gregory Bateson.
El bebé empieza a ser consciente de que es un ser independiente de
su madre y que, tanto su madre como el resto de personas, tienen
sus propios pensamientos y emociones.
TIPOS DE APEGO
Ya has visto lo importante que es el vínculo de apego, pero ver los tipos de
apego que establecemos los padres con nuestros hijos y las consecuencias
que tienen en ellos te ayudará a entender mejor por qué es tan importante
establecer un apego seguro. Las implicaciones son tan fuertes que afectarán
a la consolidación de su armazón emocional y de su personalidad, pero no
solo durante la niñez, sino a lo largo de toda la vida.
El propio John Bowlby, escribió en un artículo para la OMS titulado
«Cuidado maternal y salud mental» que un estilo de apego afectivo seguro
era precursor de un consecuente desarrollo emocional saludable.
Apego seguro:
Apego inseguro-ambivalente:
LA HIPERSENSIBILIDAD
¿QUÉ ES?
Si tu hijo es de alta demanda, habrás tenido la oportunidad de comprobar
que su gran sensibilidad lo impregna todo. Y es que el niño de alta demanda
sufre mucho, es ansioso y preocupadizo, le da muchas vueltas a las cosas y,
en general, vive las emociones con mucha intensidad. Por supuesto, esto
significa que también es muy sensible a las críticas.
Primero, es importante tener claro qué es la sensibilidad, para así poder
identificarla en tu hijo:
Comúnmente se entiende por sensibilidad aquella capacidad propia e inherente a cualquier ser
vivo de percibir sensaciones por un lado y por el otro, de responder a pequeños estímulos o
excitaciones. Esta capacidad se pone en práctica gracias a los sentidos que ostentamos los seres
vivos, tacto, gusto, oído, olfato, vista y que nos permiten percibir las variaciones químicas o
físicas que se producen tanto en nuestro interior como en el exterior.
Cuando Lila hablaba durante la consulta, angustiada al ver que su hijo exhibía esta
hipersensibilidad, conecté enseguida con lo que me contaba.
Mi pequeña Leyre convive con la preocupación constante desde bien pequeña. Cuando la
acuesto por la noche suele bajar varias veces la escalera, acomodarse en mi regazo y empezar a
quejarse de algún dolor o molestia. Como ya la conozco, le pregunto qué le preocupa. Y
entonces empieza a expresar cualquier preocupación que la mantiene angustiada. Algunas de las
últimas han sido:
· «Esta mañana en clase me he equivocado en una resta y la Seño ha cogido mi libreta y se la
ha enseñado a toda la clase para explicar en qué debían fijarse para no equivocarse como
yo. ¡Y todos viendo mi resta que estaba mal!»
· «Me preocupa que los abuelitos se mueran».
· «Hoy en clase de patinaje las compañeras se han reído porque me he caído».
Yo la calmo, la tranquilizo, hablamos unos minutos del problema en cuestión y cuando se
encuentra más tranquila la mando a la cama otra vez. Pero vuelve a bajar. Normalmente, baja
tres o cuatro veces.
La verdad es que a veces me supone un esfuerzo sobrehumano atender sus necesidades
afectivas y comunicativas cada vez que vuelve a bajar la escalera. Yo estoy agotada, mental y
físicamente, es tarde y solo quiero vagabundear un rato por las redes sociales, ver tráiler de
películas en Filmin, o leer un poco.
LA LABILIDAD EMOCIONAL
La labilidad emocional hace referencia a cierta inestabilidad emocional, a
los cambios bruscos de un estado emocional a otro. Esto es muy común en
los niños, pasan de la risa al llanto en cuestión de segundos y es algo
completamente normal. Nuestros pequeños muchas veces se sienten
desbordados por la intensidad de sus emociones y no saben muy bien cómo
gestionarlas, pero ¿Hasta qué punto estos abruptos cambios son normales?
¿En qué señales debemos fijarnos para saber si son excesivos?
La labilidad es muy palpable en el niño de alta demanda, mientras el resto
de niños solo sonríen, es probable que tu hijo reaccione ante la misma
broma con un ataque de risa incontrolable, o bien le encontraremos llorando
mientras juega por un pequeño percance, a simple vista, sin importancia.
Estar lábil no significa serlo, es decir, el niño se encuentra en un estado de
descontrol que no forma parte de él y podemos notarlo fácilmente. Algunas
de las características principales de los episodios de labilidad emocional se
aprecian en:
El comienzo . La expresión emocional suele comenzar de manera
abrupta y aleatoria, como si de un ataque se tratase. Todo parece ir
como la seda y de repente, por ejemplo, aparece una rabieta por
algo que para nosotros es una tontería.
La duración . Los incidentes duran unos segundos o unos pocos
minutos, en cuanto nos acercamos, el niño se calma.
La frecuencia . Estos sucesos pueden llegar a repetirse muchas
veces al día.
Factores de desarrollo normativo, la baja tolerancia a la frustración o
determinados momentos de crisis (por ejemplo, el divorcio de los padres),
pueden desencadenar la labilidad emocional del niño. Todas las personas
sentimos cierta volubilidad anímica en nuestro día a día, es normal. Sin
embargo, cuando los cambios son muy bruscos o intensos, debemos
averiguar qué puede estar causando esa desregulación emocional para tratar
de ponerle solución y atender de forma correcta las necesidades del niño.
Mi hija es como una actriz de comedia romántica. Te lo juro, es muy melodramática. Pero sé que
no está exagerando: simplemente siente las cosas con esa intensidad. Me preocupa que si no
aprende a gestionar las emociones de otro modo, lo va a pasar muy mal.
Sandra, mamá de Carlota.
Es obvio que a nadie nos gusta perder ni sufrir, pero también es evidente
que, en la vida, atravesaremos momentos de dolor o decepción, nadie está
exento de ello. Enseñar a nuestro hijo a manejar esta realidad es una de las
ayudas más importantes que podemos prestarle, aunque ahora, a su corta
edad, nos duela verle estresado o a disgusto.
Tu hijo no necesita que ante cada problema salgas corriendo a
solucionárselo o acudas a calmarle y protegerle antes de que se produzca el
acontecimiento que le molesta. El niño no debe aprender a esquivar las
cosas desagradables de la vida, sino a afrontarlas, a racionalizarlas,
reflexionar y buscar alternativas. Es importante poner el énfasis no sólo en
los resultados que obtiene un niño cuando hace algo, sino también en su
esfuerzo, su trabajo o dedicación. Intentarlo merece la pena y, cuando el
fracaso llegue, le haréis frente juntos. Invita al niño a pensar sobre qué
podría haber hecho de otra manera para no obtener ese resultado. Dale ideas
sobre en qué ha fallado, y pensad juntos sobre maneras de mejorarlo.
Para tu hijo resulta muy ilustrativo que seas cercano, te abras y le cuentes
tus experiencias, pues aprenden mucho a través de nosotros, los padres
somos un modelo para ellos. Reconocer nuestros errores o debilidades les
ayudará a interiorizar esquemas mentales flexibles en los que equivocarse,
no lograr los resultados esperados o fracasar sea algo normal, nada
traumático o indeseable. La idea es transmitirles el mensaje de que, aunque
nos equivoquemos, siempre podemos aprender y hacerlo mejor.
El día que tu hijo deba afrontar la decepción o el fracaso, al igual que te
pasaría a ti, aparecerá la frustración, es humano y completamente normal, al
igual que la ira o la tristeza que la acompañan. En esos momentos, es muy
importante validar esas emociones, mostrándote empático y comprensivo.
No hay que quitarle importancia al asunto, para tu hijo SÍ es muy
importante, aunque a ti te parezca una tontería. Apoyo y comprensión es
todo lo que hace falta.
Aprender a fracasar, a cometer errores y salir airoso de problemas o retos
es una habilidad imprescindible para la vida. Enseñar a tu hijo a convertir
los retos en oportunidades, aumentará su resiliencia y le hará más fuerte y
menos temeroso, convirtiéndole en alguien capaz de enfrentar las
vicisitudes de la vida con ilusión y entereza.
CAPÍTULO 5
SUEÑO Y ALIMENTACIÓN
Y empiezo con esta frase de Churchill porque tienes una tarea por delante
agotadora, en la que es posible que a menudo el negativismo te abrume.
Lograr que tu niño de alta demanda adquiera una correcta rutina de sueño
va a requerir tiempo y mucho cansancio por tu parte. Pero tenemos que ser
optimistas, porque al final se consigue.
Es un falso mito pensar que suprimir la siesta hará que llegue más
cansado a la noche y duerma mejor. Por el contrario, estará sobre
estimulado y «pasado de rosca», así que se encontrará más
nervioso, alterado y le costará conciliar el sueño.
No hay que tener prisa. Sabemos que el niño de alta demanda es
muy sensible y lo percibe todo. Si ve a los padres inquietos,
exasperados y agobiados, se contagiará de ese sentimiento y será
más difícil bajar las revoluciones. Si tienes tareas que organizar
para la mañana siguiente, intenta dejarlas hechas antes. Puede que
el tiempo de conciliación del sueño se alargue, si tienes la cabeza
estresada con otros asuntos será peor para el niño y para ti.
A partir de las seis o siete de la tarde debes ir reduciendo la
intensidad de las actividades, bajando poco a poco el ritmo para
que el cambio no sea brusco. Evita las pantallas antes de dormir y
apuesta por actividades relajadas y momentos familiares donde
satisfacer su alta demanda de cariño y afecto. Por ejemplo, una
rutina sencilla podría ser baño, cena, lectura de cuento, o escuchar
música relajante.
La habitación del niño debe ser un «santuario» que propicie la
relajación y que no confunda con lugar de juego. Un ambiente
tranquilo y despejado que pueda asociar únicamente al acto de
dormir.
Un peluche, un dudu , una prenda de ropa de mamá…un objeto
suave que le transmita paz y tenga siempre que sea hora de irse a
dormir.
Si hay muchos despertares nocturnos, el colecho es una buena
alternativa: el descanso del bebé es más profundo, experimentan
menos ansiedad, se sienten más arropados y seguros. Los
despertares del bebé son más cortos y se concilia mejor el sueño.
Se refuerza el vínculo afectivo entre los padres y el recién nacido y,
además, la madre descansa mejor y durante más tiempo.
El niño aprenderá a dormirse solo con el tiempo, pero no es algo
que puedas forzar pues corres el peligro de que desarrolle fobia a
dormir o tenga rabietas cada vez que piensa en irse a la cama.
Si se duerme en brazos, puedes intentar acostarle en su cuna una
vez coja el sueño. Si se despierta y te necesita, volverás a atenderle
y repetirás la jugada. Debes estar disponible para ellos, pero
también puedes, con paciencia, ir marcando unos hábitos y pautas
para que se familiarice con su cuna y el acto de dormir solo, aunque
sea a ratos.
Debes ser flexible, pero procurar mantener unos horarios regulares
para baño, cena y momento de acostarle.
Cuando se despierte varias veces por la noche, incapaz de volver a
dormirse solito, puedes reeducar su sueño esperando un poco antes
de acudir a su llamada. Dando un tiempo prudencial para que dé un
par de vueltas en su cuna o cama dando así opción a que se vuelva
a dormir solito.
Si después de un tiempo prudencial no se ha vuelto a dormir y
sigue llamándote, acude a consolarle.
Poco a poco, irá viendo que el entorno nocturno de su habitación y
su cuna no son peligrosos, que papá y mamá están ahí para
calmarle cuando lo necesite y que puede descansar tranquilo.
Yo no sabía lo que era el insomnio hasta que fui madre. Desarrollé un nivel de alerta tan alto que
el pestañeo de una mosca me despertaba. Sé que eso es normal, el sueño de la madre se vuelve
muy ligero para despertar a la mínima llamada del bebé. Eso garantizará su supervivencia.
Pero saber eso no me hacía sentir mejor. Estaba agotada. Me despertaba al mínimo ruidito del
bebé. Y luego no me podía volver a dormir. Oía mucho eso de «hay que aprovechar mientras el
bebé duerme y dar una cabezada». Pero: ¿Qué queréis que os diga? Nunca fui capaz de hacerlo.
Cuanto más me empeñaba en dormir al mismo tiempo que el bebé, más nerviosa me ponía y
menos dormía.
Y encima me sentía falta ¡Ni siquiera era capaz de aprovechar sus micro siestas para dormir!
Así que acumulé sueño hasta niveles insospechados. Y llegó a afectarme tan
significativamente que tuve que asumir que no sobreviviría si no empezaba a delegar y a
cambiar algunas cosas.
Mi marido y yo empezamos a turnarnos y dormir cada noche uno con el bebé, mientras el otro
descansaba. Empecé a dejarlos a dormir alguna noche en casa de mi madre. Y fui aceptando que
ellos no tenían que aprender a dormir del tirón, sino que era yo quien debía aprender a sobrevivir
durante esta etapa.
No será fácil, pero tranquila, no hay ningún niño que, con diez años, se
alimente exclusivamente de pecho. Tu hijo comerá de todo, pero lo hará a
su ritmo y, mejor que retarle, será darle su tiempo y su espacio. Ya hemos
dicho que es un niño de gran carácter y temperamento, insistir demasiado
puede implicar que coja odio o animadversión por los alimentos que le
ofrecemos. Si, por ejemplo, tu intención es que empiece a tomar fruta en la
merienda, no dejes de ofrecérsela cada día, aunque siga rechazándola. Con
paciencia, de buen talante y enseñándole cómo se come y lo rica que está
cuando tú la pruebas, el niño irá asimilando y acostumbrándose a esa nueva
rutina y, un día inesperado, la curiosidad y su propio desarrollo le vencerán
y comenzará a probarlo. No te desesperes, no quieras ir más rápido porque
todos digan que a los seis meses deben estar comiendo de todo, no
compares y no te marques objetivos irreales.
La lactancia materna en el bebé de alta demanda es un trabajo 24/7,
agotador y severo. Pero también crea un vínculo sólido cuyos efectos y
recompensas, siempre en forma de amor, podremos disfrutar en esta primera
y apasionante etapa de la maternidad.
En el momento que empieces a introducir la alimentación
complementaria, puede ser una buena oportunidad, si así lo deseas, para ir
poniendo un poco de orden en la lactancia. Como el niño queda más lleno
con los alimentos sólidos empezará a alargar las tomas, y eso te permitirá
discernir mejor cuándo pide pecho por hambre y cuándo como consuelo.
Cuando sea por la segunda razón, puedes ir enseñándole otras formas de
calmarse, pues no siempre te tendrá a ti al lado cuando necesite relajarse o
tranquilizarse. Siempre de forma amorosa y paciente, pero también es
importante ir enseñando al niño a auto gestionarse e ir siendo más
independiente.
En estos momentos, cuando tú sientas que está saciado y no pide pecho
para alimentarse si no para calmarse, puedes ofrecerle otras alternativas:
acunarle, acariciarle, cantarle… es decir, ir ampliando el repertorio de
conductas que le ofreces para calmarle, para que no dependa tanto del
pecho. Llegará un día que necesites dejarlo unas horas al cuidado de otra
persona, o que empiece en la escuela infantil, o simplemente, que decidas
retirarle la lactancia materna. De este modo, irás progresivamente y de una
manera respetuosa, ayudándole en este proceso.
El niño de alta demanda durante el crecimiento:
Cuando es más mayor, al niño de alta demanda le puede costar adaptarse a
nuevas texturas o sabores, o incluso le resulta difícil permanecer quieto en
la silla y se aburre hasta de comer.
Esa sensibilidad tan alta que muestra a nivel emocional, también sale a
relucir en el ámbito culinario. Cuando le introduzcas un producto nuevo en
su puré de siempre lo notará al instante.
Además, si a veces suele ser exagerado, el momento de la comida también
puede ser una buena excusa para hacer un drama por algo que, en
apariencia, es tan simple como darle una crema de calabaza, ponerle el
babero o darle yogur natural en vez de fresa.
El niño de alta demanda tiene muy claro lo que quiere, y la
perseverancia necesaria para defender sus gustos con contundencia.
Así que como en todo lo demás, paciencia. Quizá tardes más en darle de
comer, pero encontrarás los recursos que te funcionen: tal vez necesita tener
algún juguetito entre las manos mientras come para compensar la fuerte
energía o ansiedad, quizá prefiera comer solo primero porque le agobie
estar en el bullicio de la mesa familiar, o quizá prefiera estar con vosotros
porque disfruta de la compañía y se entretiene más. Todo depende de la
edad y de su personalidad. Conforme sea más mayor, hacerle partícipes de
la preparación de la comida puede ser atractivo para él y esta implicación
ayude a que disfrute más de los alimentos.
Paciente en consulta:
—Úrsula, mi problema es que, con mucha frecuencia, sobre todo sobre todo cuando coge un
berrinche, el niño vomita. El pediatra dice que no tiene nada. Que es psicológico.
Muchas veces nos encontramos ante los vómitos psicógenos, cuya causa
es psicológica, que no intencionada, y podemos asustarnos. Son muy
frecuentes en niños y su diagnóstico es complicado porque puede obedecer
a numerosas causas.
Si el niño vomita con frecuencia o sin causa aparente, lo primero es acudir
al pediatra para que descarte causa orgánica. Después sería aconsejable
visitar al psicólogo infantil.
El lenguaje emocional de un niño es limitado: llorar, gritar, patalear, pedir
mimos…Los vómitos son otro de los recursos que tienen para expresar lo
que les pasa.
¿Cómo pueden traducirse los vómitos?
Expresión de ansiedad. El niño de alta demanda suele ser ansioso.
Se preocupa por todo, se estresa con facilidad… es un perfil de
niño que puede que vomite antes de un examen, o por la mañana
antes de ir al cole si no quiere separarse de mamá.
Como expresión de malestar emocional. A veces los vómitos
coinciden con la aparición de algún estresor psicosocial: la llegada
de un hermanito, un cambio de domicilio o de escuela, el divorcio
de los padres… en estos casos el vómito se presenta como salida a
las emociones negativas que no sabe cómo expresar. Recuerda que
la hipersensibilidad es una característica muy común en el niño de
alta demanda.
Rabietas y enfados. En este caso los vómitos igualmente nos
muestran una emoción del niño, enfado o frustración, pero además
se puede producir una instrumentalización. Esto significa que el
niño aprende que el vómito le sirve para algo. Por ejemplo, el niño
está llorando porque no le compramos algo en una tienda, coge una
rabieta tremenda y nosotros le ignoramos. Pero de repente vomita y
vuelve a tener nuestra atención y nuestros mimos. Es posible que
inconscientemente aprenda que el vómito le ha servido para
obtener algo positivo, y que lo vuelva a hacer.
Durante las comidas: generalmente cuando el niño no quiere comer
algún tipo de comida y se le obliga. O cuando estamos
introduciendo alimentos o texturas nuevas. En este caso no suele
ser un vómito psicógeno, sino más bien obedece a una respuesta
normal a algo que nos produce asco o repugnancia. Pero…puede
pasar como en el caso anterior. Según nosotros reaccionemos,
haremos que aprenda a usar esa estrategia o no.
EXCESO DE ACTIVIDAD Y
MOVIMIENTO
LOS PROBLEMAS DE
CONDUCTA
Lo primero que nos preguntamos los padres ante los problemas de conducta
de nuestros hijos es: ¿por qué mi hijo se comporta así?
Rabietas, berrinches, desafíos, negativas a obedecer, malas contestaciones
o agresiones…
Todo este rosario de las consideradas «malas conductas» irán apareciendo
(si no lo han hecho ya) a lo largo del desarrollo de tu hijo. Es normal que
suceda. Entonces… ¿cuándo se considera un problema?
Se consideran un problema cuando interfieren significativamente en la
vida familiar o escolar. Por ejemplo, cuando recibimos llamadas continuas
del colegio de que el niño pega a sus compañeros, que no sigue las reglas o
que contesta mal al profesor.
O cuando en casa todo se convierte en un drama y un conflicto: el niño no
quiere ir a dormir, no quiere apagar la tele, se niega a ir a la ducha, o monta
un drama para vestirse por la mañana.
Cuando se producen de forma aislada no tienen la mayor importancia, y
como decía, forman parte de su maduración y del repertorio de conductas
que tienen que ir probando, y de todos los límites que tienen que explorar.
Sin embargo, si se presentan con mucha frecuencia e intensidad, es
cuando se convierten en un problema.
Por lo que he observado en los niños de alta demanda con los que trabajo,
los problemas de conducta aparecen pero no en gran intensidad. Quizá están
más presentes que en otros niños debido al «alto voltaje» que presentan.
Si sumamos una gran sensibilidad para experimentar las emociones, con
un fuerte temperamento, tenemos el resultado: un niño con dificultades para
auto controlarse a veces, para expresar sus emociones de la manera
adecuada, o para aceptar la frustración.
Una de las características que más tienen en común, es la perseverancia.
Son niños muy insistentes para perseguir sus objetivos, por lo que resulta
realmente difícil no rendirse a esa persistencia. Tal vez por eso los límites
son a menudo tan difíciles de aplicar.
LOS CONSECUENTES
Los consecuentes , es lo que ocurre después de emitirse la conducta, es
decir, la consecuencia. Generalmente tiene que ver con el manejo que
hacemos nosotros de la mala conducta del niño.
Con un ejemplo lo vas a entender mejor:
Un niño tiene una rabieta descomunal en el centro comercial porque
quiere una chuchería. Los padres, con tal de que deje de llorar y tras varios
intentos por disuadirle, le acaban comprando el dulce. Ha comprendido que
si actúa así, sus padres terminan por concederle lo que pide. Así que
siempre que quiera algo, hará lo mismo e incluso lo extenderá a situaciones
similares. Por ejemplo, si sabe que con sus rabietas obtiene lo que quiere de
sus padres, actuará así ante cualquier capricho que tenga sabiendo que sus
padres van a ir a satisfacer sus deseos. Por este motivo es importante
modificar ciertas consecuencias para que algunas conductas no se
mantengan.
Cómo ves, el niño está probando estrategias para lograr sus objetivos.
Unas veces serán las adecuadas, y otras no. Pero él no lo sabe. Él solo
«prueba». Por eso es tan importante el manejo que nosotros hagamos de
esas conductas. De cómo debemos corregirlas si son inadecuadas, y de la
importancia de ofrecer alternativas, pues de otro modo no estaremos
dándole una enseñanza real.
De ahí la importancia de seguir los cuatro pasos de la disciplina para que
ésta sea constructiva.
El bote de la calma
Es una estrategia creativa basada en el método Montessori, indicada para
ayudar al niño a calmarse tras una situación angustiosa o en situaciones de
elevada ansiedad.
Consiste en elaborar un bote con pegamento líquido, agua y purpurina de
colores. En momentos de tensión y agitación, se produce una alta activación
fisiológica que impide la relajación y la concentración en el aquí y ahora,
dejando la mente anclada a la emoción negativa. La simple agitación del
bote y la observación de la purpurina como cae, sube y se mezcla con otros
colores, proporciona calma y tranquilidad, ayudando al niño a regular su
sistema nervioso y a volver a centrar su atención en el presente, dejando
fluir las emociones negativas.
Durante la utilización del bote, se puede aprovechar para que el niño
exprese sus sentimientos y dialogue acerca de los mismos, así como
acompañarlo de respiraciones lentas y profundas para potenciar sus efectos
relajantes.
Diario de la rabia
Consiste en escribir en un diario o libreta todas las situaciones, personas,
pensamientos… que le producen enfado y rabia.
Es una técnica muy sencilla que favorece la toma de conciencia y la
identificación de los estímulos externos e internos generadores de ira.
Además, como ya he mencionado en otros capítulos, la relajación es
fundamental para el niño de alta demanda. Enseñarle desde temprana edad a
practicar técnicas de relajación y mindfulness permitirá mantener a raya la
energía descontrolada, ayudándole a ser más consciente de sí mismo, sus
emociones y la necesidad de bajar revoluciones en determinados momentos
para sosegar su comportamiento.
Música relajante, ver vuestra peli favorita en el sofá con una mantita, o
leer un cuento. Colorear, dibujar o haceros un masaje. Te animo a probar
todas estas estrategias y ver el efecto relajante que tienen en tu pequeño.
Si algo he querido dejar claro a lo largo de todas estas páginas es que
comprender al niño de alta demanda es fundamental. No es un capricho, no
es una manipulación. Hay que entender su carácter y el porqué de su
comportamiento para actuar en consecuencia, ciñéndonos a sus verdaderas
necesidades y comunicándonos con él de forma que pueda entendernos y
reaccionar positivamente a nuestras peticiones.
La paciencia será clave en el proceso de crianza. Aplicar desde el
principio algunas de las técnicas descritas en este capítulo te ayudarán a
domar a esa fierecilla curiosa, inteligente y explosiva que tienes por hijo.
Todo mal comportamiento puede redireccionarse o corregirse. La clave no
está en qué tipo de lección o aprendizaje queremos imponer, sino en cómo
lo hacemos y para quién.
«Cuando uno enseña, dos aprenden»
ROBERT A. HEINLEIN