Cabell Era
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Cabell Era
cabellera
Guy de
Maupassant
(1850-1893)
0á
LA CABELLERA
Guy de Maupassant
El doctor me dijo:
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Tiene accesos de locura terribles; es uno de los dementes más
singulares que yo haya visto. Su locura es erótica y macabra. Es
una especie de necrófilo. Además, ha escrito su diario, que nos
demuestra con la mayor claridad del mundo la enfermedad de
su espíritu. Su locura, por decirlo así, es palpable. Si eso le
interesa, puede usted leer ese documento.
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pues el amor ha venido a sorprenderme de una manera
increíble.
3
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"¡Cuánto he llorado durante noches enteras por las pobres
mujeres de antes: tan hermosas, tan tiernas, tan dulces, cuyos
brazos se han abierto para acariciar, y que han muerto! ¡El beso
es inmortal! Va de labio en labio, de siglo en siglo, de época en
época. Los hombres lo recogen, lo devuelven y mueren.
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¡Qué cosa más singular es la tentación!
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con arrobamiento, saboreando todos los placeres íntimos de la
posesión.
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sido encerrados en aquel mueble? ¿Qué aventura, qué drama
ocultaba ese recuerdo?
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"Avanzaba derechamente, invadido por la tristeza, lleno de
turbación, de esa turbación que queda en el corazón después de
un beso de amor; me parecía que viví en otros tiempos, que sin
duda conocí a aquella mujer.
Decidme en dónde,
en qué país está Flora,
la hermosa romana;
Archipiade o bien Taís
que fue su prima hermana.
Eco que hablas cuando hay ruido,
sobre los ríos y los estanques,
¿no tuviste una belleza sobrehumana?
¿Dónde están hoy las nieves de antaño?
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"Durante varios días viví como de costumbre, aun cuando la
preocupación de la cabellera no me abandonaba.
"Al volver tenía que verla, que tocarla. Daba vuelta a la llave
del armario con ese estremecimiento con que se abre la puerta
que nos separa de la mujer amada, pues tenía en las manos y en
el corazón una necesidad confusa, singular, continua y sensual
de hundir los dedos en aquel arroyo encantador de cabellos
muertos.
"Me encerraba solo con ella, para sentirla sobre mi piel, para
hundir mis labios en ella, para besarla, para morderla. Cubría
con ella mi rostro, como si quisiera beberla, sumergiendo en
ella mis ojos, como en una onda dorada, para verlo todo rubio,
a través suyo.
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"La amaba. Sí, la amaba. No podía vivir sin ella, ni pasarme
una hora sin verla.
"Sí; ha sido mía todos los días, todas las noches. Ha vuelto la
muerta, la bella muerta. La adorable, la misteriosa, la
desconocida, todas las noches.
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alegría profunda inexplicada de poseer a la inasequible, la
invisible, la muerta. ¡Ningún amante saboreó goces más
ardientes, más terribles!
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Me estremecí al sentir en mis manos su tacto acariciador,
grácil, y el corazón me latía de repugnancia y de deseo; de
repugnancia, como al contacto de los objetos arrastrados en los
crímenes; de deseo, como ante la tentación de una cosa infame
y misteriosa.
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