Guia Sobre Pegar

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 28

Mi hijo pega

¿Cómo guiar su conducta con la


Educación Emocional?

De 0 a 6 años

Edukame.com
Redacción y dirección pedagógica
Cristina García
Pedagoga, educadora y terapeuta. Especialista
en infancia, orientación familiar y educación
emocional. Dedicada a orientar a padres desde
el momento del embarazo para que guíen
desde el amor y no desde el miedo.

Licenciada en Ciencias de la Educación por la Universidad de Bar-


celona (España), Técnica en Educación infantil, formada en Psicolo-
gía Humanista Gestalt de adultos y en Técnicas de Psicodiagnóstico
infantil y técnicas Gestálticas aplicadas a la Infancia por el equipo
de Loretta Cornejo. Autora del libro “Ser padres y madres ¿Dónde está
el manual de instrucciones?” de Edúkame. Ha desarrollado varios
talleres de Acompañamiento emocional durante el embarazo.

Corrección
Grace Sigüenza

Diseño Gráfico y maquetación


Rocío López y Artur Marfà

ISSN: 2339-854X

© Edúkame contenidos y servicios educativos S.L.

-3-
Índice
Prólogo por Natalia Ramos................................................4

¿Por qué pega mi hijo? ........................................................................6


¿Es normal? ..............................................................................................7
¿Qué necesitan aprender?..................................................................8
Por edades................................................................................................9
1 a 2 años.............................................................................................9
2 a 3 años ..........................................................................................10
3 a 4 años ..........................................................................................11
4 a 5 años ..........................................................................................11
Limitar la conducta, no la emoción ..............................................13
Cómo expresar lo que siente ..........................................................15
Método de actuación ........................................................................17
Cómo no debes actuar......................................................................19
Niños que se pegan a sí mismos....................................................20
Le pegan a otros niños ......................................................................22

-4-
El pegar en la infancia
¿Por qué pegan los niños y niñas? Quizá
para poder responder a esta pregunta
deberíamos reflexionar sobre por qué
pegan los adultos y por qué pegan los
adultos a los niños.

Los adultos muchas veces tenemos ganas de pegar o agredir a


alguien con intencionalidad de producir un daño, y en ocasiones lo
hacemos –o nos entran esas ganas– como reacción a un estímulo.

Sin embargo, la mayoría de las veces, pese a esas ganas, no


llegamos a ejecutar la acción, porque los adultos tenemos la
capacidad de control para frenar los impulsos de agresividad: con
el tiempo hemos aprendido a controlarlos, hemos entendido que
pegar no es correcto, que pegar tiene unas consecuencias para
el que pega y para el que es agredido.

Los niños y niñas también pegan, claro que sí, porque son
personas y son reacciones humanas instintivas, lo cual no quiere
decir que haya que permitirlas. El preescolar cuando pega no lo
hace sabiendo que puede hacer daño, vive centrado en sí mismo,
en sus emociones y en su entorno, y no es del todo consciente de
las repercusiones de sus actos. Nosotros como adultos debemos
enseñarle, desde el cariño, las consecuencias de esos actos.

A estas edades la agresividad es una manifestación de una


emoción o un sentimiento que suele ser desagradable para el
niño. Muchas veces esta emoción corresponde al enfado, pero
también puede tratarse de timidez, desilusión, nerviosismo o
incluso cansancio.

-5-
Por eso el adulto que acompaña al niño no ha de quedarse
solo en el acto, sino que debe interpretar y buscar con el niño el
posible desencadenante de esta reacción. Además, ha de ponerle
palabras a la situación que ha desencadenado la agresión y dejar
claro que no aprueba esa actitud.

Es muy típico que cuando un niño pega, le demos un manotazo


y le digamos: “¡No se pega!” Entonces, ¿por qué nosotros sí
pegamos? Lo más probable es que el niño se haga un lío e
interprete que, a partir de una edad, sí se puede pegar –pues sus
padres le acaban de dar un manotazo–. Otra interpretación errónea
que puede hacer el niño es creerse malo, pues aun sabiendo que
no se pega, él se he ganado un manotazo. Es importante que en
este caso, como en todo, seamos coherentes con nuestras palabras
y con lo que queremos transmitir a nuestros hijos.

Debemos ofrecerle estrategias y alternativas a la


agresividad. Podemos decirle que nos dibuje lo que le ha hecho
enfadar o, si no quiere dibujar, que haga garabatos con el color
de su emoción, o que cante una canción que refleje cómo está
por dentro. También podemos usar técnicas de relajación: como
simular que cogemos aire, nos convertimos en globo y nos vamos
deshinchando, o también podemos tumbarnos en el suelo con
una pelota en la barriga y que esta suba y baje con la respiración.

En definitiva, es imprescindible ayudar al niño a dar salida a


sus emociones por vías pacíficas y depositando nuestra confianza
en que la próxima vez será capaz de controlar esa agresividad.

Natalia Ramos

Licenciada en Medicina por la Universidad de Valladolid. Doctora en Medicina


por la Universidad de Alcalá. Especialista en Pediatría. Subespecialidad
Cuidados Intensivos Pediátricos (Hospital Ramón y Cajal. Madrid). Pediatra
Intensivista Hospital Virgen de la Salud (Toledo).

-6-
¿Por qué pega mi hijo?
Muchos padres me preguntan por qué sus hijos e hijas pegan
cuando no se salen con la suya o cuando se enfadan. La respuesta
es bien sencilla: porque están expresando sus emociones de la única
manera que, por su corta edad e inmadurez, saben. Esta forma es
física, usando su cuerpo, pues aún no dominan el lenguaje.

Los niños pequeños van aprendiendo a lo largo de su infancia


a dominar las palabras, pero mientras no es así, utilizan el
lenguaje corporal para expresar lo que piensan y sienten.

Las emociones en la infancia son muy intensas y


descontroladas (como ampliamente te informamos en la guía
“Educación emocional en la infancia”). Los niños y niñas, cuando
sienten una emoción desagradable como el enfado, la
frustración, la tristeza, los celos o el miedo, la expresan de
forma inmediata y espontánea con su cuerpo.
¿Es normal?
Entre los 16 meses y los 4 años, aproximadamente, es normal
que reaccionen pegando en determinadas situaciones. Todavía
no controlan sus impulsos y, por tanto, es lógico que se
expresen con cierta agresividad física y que utilicen golpes,
empujones, manotazos, patadas, tirones de pelo e incluso
mordiscos, en algunos momentos.

A partir de los 4 años, la mayoría de niños empiezan a dominar


muchas palabras y saben comunicarse mejor; esto les permite ir
desarrollando una conducta más reflexiva y comunicativa,
dejando cada vez más atrás la conducta física e impulsiva.

“Entre los 16 meses y los 4 años es normal


que reaccionen pegando en determinadas
situaciones. Todavía no controlan sus impulsos
y, por tanto, es lógico que se expresen con
cierta agresividad física”.

Es decir, en lugar de reaccionar empujando o pegando pueden


ponerle palabras a lo que en ese momento sienten y, con ello,
hacerse comprender sin dañar a nadie.

Aunque, como acabo de explicar, sea normal esta conducta


física en los primeros tres o cuatro años de vida del peque, esto
no significa que los padres y madres debamos permitirlas cuando
se den, sea por el motivo que sea.

-8-
¿Qué necesitan
aprender?
Cada uno de los episodios en los que nuestro hijo pequeño
pega o empuja se convierten en oportunidades de aprendizaje
para enseñarle la forma correcta de actuar y de expresar sus
emociones. Así, poco a poco irán aprendiendo:

• A ganar control sobre sus impulsos.

• A ser más reflexivo y menos impulsivos (pensar antes de actuar).

• A expresarse con palabras en lugar de empujones o manotazos.

• A expresar sus emociones sin dañarse a ellos mismos ni a


quienes están a su lado.

• A autorregular la intensidad de sus emociones negativas.

• A tener en cuenta al otro (empatía).

• A reparar el daño o malestar provocado.

• A ganar en tolerancia ante frustraciones y enfados.

Debemos actuar validando su emoción, ayudándole a


regularla. Debemos guiar su comportamiento limitando su
agresión, pero jamás ignoremos, relativicemos o miremos hacia
otro lado cuando nuestro pequeño –de 16 meses o de 3 años–
pegue o nos pegue.

-9-
Por edades
1 a 2 años
A esta edad todo cuanto hace es para experimentar. Si da un
manotazo o un empujón no pretende dañar, y tampoco es
realmente consciente de la relación existente entre su acto y el
dolor generado. No siempre que pega es porque ha
experimentado un sentimiento de ira hacia su víctima. Lo puede
hacer como deseo de experimentar su fuerza o su poder al
desencadenar una reacción en el otro niño o en el adulto: pego y
el otro niño llora, pego y mis padres reaccionan diciéndome cosas.

Es muy importante, ya desde estas edades, que los padres o


cuidadores aprovechen estas ocasiones para enseñarles algunas
competencias emocionales y sociales de escucha y empatía,
como os explicamos más adelante.
2 a 3 años
Los niños de 2 años empujan, pegan o muerdan a todos
cuantos les estorben. No lo hacen por maldad, su único interés
es apartar aquello que les molesta. Si están jugando
tranquilamente con sus juguetes y otro niño se acerca para jugar
también, el primero puede que le empuje simplemente porque
le está molestando y le estorba, así se lo hace saber.

En otras ocasiones, sin embargo, consiste en ejercer su fuerza, y


lo hace a través de su cuerpo, pues todavía carece de palabras para
hacerse comprender. No se trata de una decisión consciente, sino
de una reacción corporal e impulsiva. Es su manera de decir “¡Basta!,
¡no me gustas!, ¡este es mi espacio!, ¡vete!, ¡me molestas!” Pero lo
hace haciendo daño, por lo tanto, debemos enseñarle a reparar su
acción y la manera en que puede expresarse con palabras.
3 a 4 años
El niño de 3 años, cuando pega o empuja, tampoco quiere hacer
daño, simplemente se está defendiendo de algo que considera
un ataque. Para él, un ataque puede ser que le quieran quitar el
juguete que lleva en las manos, que griten a su lado, que un niño
pase corriendo muy rápido cerca de él, que le pidan hacer algo que
él no desea o que tenga que dejar de hacer lo que está haciendo.

“Para él, un ataque puede ser que le quieran


quitar el juguete que lleva en las manos, que
griten a su lado, que un niño pase corriendo
muy rápido cerca de él...”.

Es importante que validemos la emoción que siente, que


puede ser enfado, frustración, miedo, inseguridad, etc. Por
ejemplo, podemos decirle lo siguiente: “Entiendo que estés
enfadado porque no quieres subir al coche y ponerte el cinturón”,
e intentar darle una alternativa como “ puedes expresar tu enfado
gritando o diciendo no quiero, pero no lo hagas mordiendo,
porque haces daño”.

4 a 5 años
A partir de los 4 años, el niño ya es consciente de las normas
sociales y sabe que pegar no es algo aceptado ni en casa ni en el
colegio. Ya ha aprendido de qué otras formas puede conseguir lo
que desea sin recurrir al pegar o al morder, pero aun así nos
encontramos con niños que, a estas edades, aún pegan o empujan
a menudo. Tras este comportamiento hay una causa emocional
que no está siendo atendida, como puede ser que el niño tenga
una baja autoestima.

- 12 -
Si el pequeño tiene una valoración pobre sobre sí mismo, esto
le produce sentimientos de inseguridad e inferioridad. Estos
sentimientos le provocan ansiedad y el niño trata de
compensarlos con comportamientos agresivos. Por tanto, el niño
recurre al comportamiento físico y agresivo como un mecanismo
de defensa ante su dolor emocional.

Puede también que, a esta edad, todavía no haya ganado nada


de tolerancia ante las frustraciones o que aún no sepa controlar
sus impulsos y que por ello siga recurriendo a la agresión física
para expresar lo que le genera enfado, frustración o tristeza.
Tengamos en cuenta que una frustración genera mucho malestar
en el niño y su intensidad se va regulando de más a menos si
se le enseña cómo expresar sus emociones sin dañar y usando
palabras para comunicarse.
Limitar la conducta,
no la emoción
Cada vez que se dé la conducta agresiva (pegar, empujar, morder
o arañar) es necesario que guiemos a nuestros hijos o alumnos con
límites claros y les mostremos qué comportamiento es el correcto.

Este límite debemos aplicarlo sobre la conducta, nunca a la


emoción. Es decir, debemos enseñar a nuestros hijos desde bien
pequeños a poner nombre a sus emociones, a que sepan que
pueden mostrar que están enfadados, disgustados, frustrados,
molestos, tristes, enrabiados, alegres, etc., y que lo pueden
expresar sin dañar y sin molestar a quienes conviven con él.

“El límite es la conducta que daña, que


molesta o que agrade. Pueden expresar sus
sentimientos pero sin dañar”.

Cuando a nuestros hijos desde pequeños les ofrecemos un límite


claro, no les estamos restringiendo o negando sus habilidades o
capacidades. Todo lo contario, les estamos regalando un camino
seguro y firme por donde podrán caminar, desarrollándose
libremente, ya que sabrán hasta dónde llegar sin que les perjudique.

Por ejemplo, imaginaos a Lucía, una niña de 2 años que


empieza a relacionarse con los demás pegando. Cuando juega
con su hermano mayor levanta la mano y le pega suavemente,
cuando se despide de papá le da un beso y luego le pega con
fuerza como si de un juego divertido se tratase, y cuando se
enfada reacciona también pegando.

- 14 -
Si Lucía tiene unos padres que no le dicen nada cada vez que
pega, o se lo dicen de forma amable pero sin ninguna autoridad
y permitiendo que siga ocurriendo, no aprenderá que esta forma
de reaccionar y relacionarse le va a perjudicar. A nadie le gusta
que le peguen y, por tanto, esta peque irá generando rechazo en
la relación con los demás. No se sentirá bien consigo misma: a su
alrededor recibirá malhumor, distancia o dolor, pues le podrían
devolver el golpe como defensa.

Lucía cada vez que pega lo hace impulsivamente, no tiene la


voluntad de hacer daño, es una reacción corporal de que algo le
estorba o tal vez está mostrando sus fuerzas o expresando una
emoción de alegría o de enfado o de miedo; pero no lo hace de
una forma adecuada para ella ni para la convivencia con los
demás. Si no recibe la guía adecuada por parte de sus padres, esto
le puede generar a la larga inseguridad, sentimientos de
desprotección y el vivir situaciones frustrantes.

“Cada vez que pega lo hace impulsivamente,


no tiene la voluntad de hacer daño, es una
reacción corporal de que algo le estorba o tal
vez está mostrando sus fuerzas o expresando
una emoción de alegría, enfado o miedo”.

En cambio, si los padres de Lucía le indican cuál es el límite


sano en su conducta, que en este caso es no pegar nunca, le
ayudarán a sentirse segura y a moverse con libertad cuando se
relacione con los demás. Aprenderá a controlar sus impulsos,
entenderá que pegar hace daño y que no le gusta a nadie. Por
tanto, interiorizará que puede jugar con su hermano y con su
padre pero que el límite está en la conducta dañina, que es pegar.

- 15 -
Cómo expresar
lo que siente
Además de conocer el límite de la conducta dañina, Lucía
necesita también saber cómo puede expresar de forma sana sus
emociones y sentimientos.

Si ha pegado impulsivamente (sin autocontrol) porque


intuimos que algo le molestaba cuando jugaba con su hermano
o tal vez estaba enfadada, le podemos enseñar de qué otras
formas puede expresarse. Por ejemplo:

• Con palabras: pocas y claras. Enséñale qué palabras puede


utilizar para expresar lo que creemos que en ese momento
está sintiendo. Según sea la situación serán unas palabras u
otras. Por ejemplo, si es porque le han quitado algo suyo
pueden ser: “¡Es mío, dámelo! Si es porque se ha asustado por
algo, indícale que puede decir: “¡No me gusta!”, “¡Fuera!”.
También puede llamarte para pedir ayuda: “Mama”, “Papa”.
• Con un grito: ahhhhhhh (mejor gritar que pegar).

• Con los pies, pisando fuerte en el suelo para sacar el


enfado o frustración de su cuerpo.

• Si quería jugar, enséñale cómo puede jugar con sus


manos a dar caricias o abrazos.

Enseñemos al niño y niña que puede expresar su enfado, su


frustración, su inseguridad y su alegría sin hacer daño a nadie, ni
tampoco a él mismo, y sin dañar ningún objeto que no esté
pensado para eso. De esta forma también está aprendiendo así a
controlar sus impulsos y a convivir con otros.
Método de actuación
En los apartados anteriores, he mencionado en varias
ocasiones que siempre que se dé una conducta agresiva los
padres deben actuar. Cuando tu hijo pequeño, tenga la edad que
tenga, pegue a otro debes actuar de la siguiente manera:

1. Intervén siempre y de inmediato. No pases por


alto ningún manotazo, empujón o golpe, por muy leve que
sea. Es una oportunidad educativa para que, a partir de los 4
años, sepa comunicarse sin dañar siendo más reflexivo que
físico y vaya ganando tolerancia a las frustraciones.

2. Atiende primero al agredido. Si el niño/a agredido


está llorando, atiéndelo primero con caricias y besos. De esta
forma estás mostrando a tu hijo cómo curar, además de centrar
la atención antes en lo positivo y reparador que en lo negativo.

3. Enséñale que su acción no es correcta. Ahora


sí, dirígete a quién ha pegado para enseñarle de forma clara y
sencilla que su comportamiento no es correcto: “No se pega.
Si pegas haces daño y a nadie le gusta que le hagan daño”.
(Evita los discursos, contaminan la claridad del mensaje).

4. Debe reparar su acción. Lo primero es enseñarle a


reparar su acción, o sea, a curar con besos, con caricias o con
palabras (“lo siento”) el daño ocasionado. Vuelve a hacer tú de
modelo: “Le has hecho daño, cúrale para que se sienta mejor. Dale
un beso o una caricia (y tú lo haces para que te imite)”. Te recuerdo
que será la segunda vez que te vea hacerlo, pues al inicio de esta
escena lo primero que tú has hecho es atender al agredido.

- 18 -
5. Pon palabras a sus emociones y ayúdale a
identificarlas. Haciéndole algunas sencillas preguntas le
demuestras que le entiendes y, además, le haces comprender
cómo se está sintiendo. Por ejemplo, le puedes preguntar: “¿Le
has pegado porque estabas enfadado?, ¿le has pegado porque
te has asustado?, ¿te ha molestado algo?

6. Valida su emoción: comunícale que lo que siente no


es nada extraño, que puede enfadarse, tener miedo o estar
triste, que a todos nos pasa alguna vez: “Es normal que te
enfades. Yo a veces también me enfado o me asusto”, “tienes
derecho a estar enfadado”.

7. Muéstrale una alternativa al dañar: enséñale de


qué otra forma puede expresar esa emoción o cómo puede
reaccionar sin hacer daño o molestar a los demás:

• Con palabras: “déjame, no me gusta”, “tengo miedo”,


“vete, que me asusto”.

• Gritando al aire “rrrrrrrr”.

• Pidiendo ayuda.

• Con el cuerpo, pataleando con los pies en el suelo.

Puedes enfadarte y expresarlo con un grito o pataleando con los


pies en el suelo, o diciendo “¡¡qué rabia!!”, pero no puedes hacer
daño a nadie. Tienes derecho a enfadarte pero no a pegar”.

Muéstrale qué cosas agradables y positivas puede hacer con


sus manos: “Con tus manos puedes dar caricias, así no haces
daño”, y le enseñas cómo hacerlo.

- 19 -
Cómo no debes actuar
• Nunca debes enseñar que no se pega precisamente pegando.
Es incongruente, además de dañino. Ni golpecitos en la mano
ni en la boca cuando muerden.

• Evita gritarle y humillarle tras su conducta agresiva, pues con


ello solo estás expresando tu ira o frustración de forma agresiva
también. Si lo haces, le estás enseñando que la violencia (la
rudeza, la brusquedad o la ira) es la única posibilidad.

• No lo etiquetes de malo. Ningún niño/a lo es. En todo caso, es un


niño que necesita aprender a controlar sus impulsos e interiorizar
otras formas de expresarse más reflexivas y menos físicas y que,
por tanto, necesita tu ayuda constante, segura y positiva.

No respondas a sus peticiones o exigencias si son


expresadas con agresividad. No debemos dar respuesta a sus
demandas si estas vienen con un manotazo, empujón o golpe. Es
la manera de enseñarles que con una conducta dañina o agresiva
no se consiguen las cosas.
Niños que se pegan
a sí mismos
Hay niños que se pegan a sí mismos o bien se dan cabezazos
contra el suelo o la pared en momentos de enfado, de frustración
o incluso por cansancio. Esto se suele dar entre el año y los dos
años de vida. Son conductas que generan alarma en los padres,
pues les es difícil llegar a comprender cómo pueden comportarse
así si nadie en casa les trata de esta forma.

Los padres se preguntan si ellos están haciendo algo mal o si


esta conducta es el indicativo de que algo grave ocurre. Aunque
normalmente no llegan a hacerse daño a sí mismos, muchos
padres nos trasladan su temor de que lleguen a autolesionarse.

“Pese a lo inquietante de la conducta, en la


mayoría de los casos se trata de niños
completamente normales que viven en
familias donde atienden todas sus necesidades
con amor y responsabilidad”.

Eso sí, seguramente son niños con un temperamento fuerte


–aunque no todos los niños con mucho genio lo hacen– que
están expresando corporalmente la intensa emoción que
sienten. Seguramente, será una emoción desagradable de
enfado o frustración.

- 21 -
Parar y dar una alternativa
No debéis permitir que se pegue a sí mismo o se golpee. Así
que lo primero será parar sus manos o sus cabezazos mientras le
dices: “No te hagas daño”. Después le dais una alternativa para que
pueda expresar su enfado sin dañarse. Dirigid sus manos hacia un
lugar blando como un cojín, el sofá o una mesa si estáis comiendo
–no es blanda pero es mejor que golpearse a sí mismo– y le dices:
“Veo que estás enfadado, puedes golpear aquí que así no te harás
daño”. Otra opción puede ser darle una pelota o un juguete blando
para que lo pueda lanzar, expresando así su emoción.

Debéis intervenir cada vez que esté a punto de pegarse y


recordarle la otra forma de expresar sus sentimientos. De esta
forma le estaréis enseñando a canalizar sus frustraciones sin
hacerse daño a sí mismo.
Por mucho que os asuste o preocupe esta conducta no debéis
evitarla cediendo, pues así lo único que le estáis enseñando es a
utilizar esta conducta como moneda de cambio para conseguir
lo que él quiere. Es mejor enseñarle a canalizar sus frustraciones,
ya que eso le permitirá ganar en autoestima.

Se trata de algo pasajero, pero necesita de tu guía constante


durante una temporada. Con su madurez, irá aprendiendo a
tolerar mejor la frustración y encarar las limitaciones.

Le pegan otros niños


Ante todo debemos actuar con calma, pues en muchas ocasiones
procedemos de forma precipitada y agresiva movidos por el impulso
de defender a nuestro pequeño, quien ha sido dañado o molestado.

No debemos dejar que el pequeño lo solucione por sí solo,


respondiendo con otro manotazo o empujón, ni tampoco
debemos enseñarle que debe defenderse devolviendo el golpe.
Muchas veces he oído mensajes como este: “Si a ti te pegan, tú
también pega. No seas tonto y defiéndete”.

“Jamás debemos enseñar con violencia


a solventar un conflicto”.

Jamás debemos enseñar con violencia a solventar un conflicto.


Como suelo decir a mis hijos y a los niños con los que hago
terapia en mi consulta: “La fuerza no está en tus puños, está en
tus palabras y pensamientos”.

- 23 -
Pero para que el niño pequeño interiorice este aprendizaje
necesita de un modelo al que imitar, y este modelo deben ser
los padres. Por lo tanto, cuando tu hijo sea víctima de un
manotazo o golpe, tómatelo como una oportunidad para
enseñarle a poner las palabras adecuadas y a expresarse para
resolver esa situación desagradable, enseñándole además
habilidades de interacción con los demás.

Pautas de actuación
Cuando veas que tu hijo llora o se queja porque le han pegado,
lo primero que tienes que hacer es acoger amorosamente su
dolor o malestar por la agresión. Poco después dirígete, junto a
tu hijo, al niño o niña que ha hecho la agresión para que esa
escena se convierta en un aprendizaje y tú seas el modelo de
quien aprenderá tu hijo o hija y el otro niño también.

Dirigiros al niño que ha agredido y tú –mamá o papá– le


puedes decir: “Mira, él llora porque le has hecho daño al pegarle,
eso no ha estado bien. A ti tampoco te gusta que te peguen o te
hagan daño. Debes pedirle perdón o darle un besito, pues seguro
que no querías hacerle daño, ¿verdad? ¿Le pides perdón?”
Si actuamos de forma impulsiva, lo primero que haremos será
pedir cuentas al niño agresor por los motivos de su actuación,
con preguntas tales como: “¿Por qué le has pegado?”, “¿qué te ha
hecho?”, “¿por qué le haces daño?”. Esto no es lo más importante,
lo principal es que dejemos en claro a nuestro hijo que un
comportamiento agresivo nunca debe ser tolerado, sea por el
motivo que sea.

Si preguntamos primero por las razones de esta agresión,


podemos caer en el error de buscar –inconscientemente– la
justificación de tal comportamiento, y la agresión no debemos
justificarla nunca. Por lo tanto, lo primero es enseñar que esa
conducta no es tolerable independientemente de los motivos
que la generaron y que debe ser reparada con un “lo siento”,
“perdón” o un beso si quien ha pegado es un amigo o hermano.
Tras enseñar a reparar el daño, sí debemos interesarnos por los
motivos y preguntar al niño que ha pegado: “¿Te ha molestado
algo?”, “¿qué te ha hecho pegarle?”.

Sea cuál sea su respuesta, debemos enseñarle a poner palabras


a su acción y así estaremos enseñando una conducta reflexiva en
lugar de impulsiva y física.

Por ejemplo, imaginemos que una posible respuesta fuera: “me


ha quitado el balón”. Entonces le podemos enseñar a pedir: “pues
la próxima vez se lo pides así dame el balón que es mío o dámelo,
que yo lo quiero; pero siempre es mejor con palabras que con
golpes. A ver cómo se lo pides”. Y le animas a que repita tus palabras,
que tu hijo lo escuche y que también responda en esos momentos.

“Tras enseñar a reparar el daño, sí debemos


interesarnos por los motivos
y preguntar al niño que ha pegado”.

No te preocupes si el niño opta por no repetir tus palabras,


pues lo importante es que le has enseñando cómo poner
palabras a sus pensamientos y emociones, le has enseñado cómo
puede pedir y seguro te ha escuchado.

Talvez en otro momento lo quiera poner en práctica o talvez


necesitará más escenas de aprendizaje como esta para empezar
a practicarlo. Además, también te ha escuchado tu hijo (quien ha
sido agredido) y ha aprendido cómo resolver estas escenas.

- 26 -
Es una preocupación bastante compartida entre padres,
cuando sus hijos son a menudo agredidos y estos no se defienden;
quieren enseñarles a defenderse pero no saben cuál es la mejor
manera. Pues hay una, y es con palabras y empoderándolos, es
decir, trasmitiéndoles con seguridad, fuerza y cariño que ellos sí
puedan decir “no”: “no me pegues”, “no me gusta”, “no me hagas
daño”, “no soy tu amigo”, etc., en cada una de las diferentes y
recurrentes escenas que se irán dando a lo largo de su infancia.

“Cariño, cuando te peguen les puedes decir bien fuerte ¡no me


pegues, eso no me gusta, vete de aquí, fuera! Las palabras tienen
poder y te ayudarán mucho. Pegar no está bien y hace daño, y tú
te puedes defender”. También puedes pedir ayuda a tu profesora,
a mamá o papá”.

Cambiar a los demás niños para que no se relacionen pegando


con el tuyo es mucho más agotador –y casi misión imposible– que
ir enseñando poco a poco y de forma constante al tuyo a saber
que tiene fuerza interior, que la puede expresar con palabras o
gestos asertivos, y que además es inteligente porque no hace
daño a nadie y expresa libremente sus emociones sin pegar.

También podría gustarte