Universidad Martil Lutero

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Universidad

Martin Lutero
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Carrera de Teología Primer Año


Integrantes del Grupo:
Meyling de Los Ángeles Martínez Ortega.
Enoc Gonzales.
Angelita Massiel Mendoza Reyes.
Docente Guia: Santiago
A Nuestros padres,
Por Incentivarnos a Crecer en La
palabra,
Y apoyarnos con esfuerzo Amor Y
Comprensión.
Agradecimientos:

Dentro de la gran gratitud que sentimos al completar este proceso de


investigación y de Nuestra carrera universitaria, a las primeras
personas que hago mención es a nuestros padres y familiares, quienes
me nos han apoyado incondicionalmente. Agradezco a los/las
académicos/as que han sido parte de mi formación en la Universidad
Martin Lutero , y en especial a mi profesor guía Santiago. Gracias por
el amor y entusiasmo que me ha entregado mi gran compañero de
vida, y su familia. Con su compañía, este proceso de cierre universitario
ha sido más ameno y repleto de fuerzas. A mis amigos, y a todos mis
profesores/as de Misiones, Evangelismo y Metodología que me han
formado a lo largo de este Ciclo, gracias.
Tabla de contenidos:
Agradecimientos.................................................................3
Tabla de contenidos...........................................................4
Resumen............................................................................5
Introducción.......................................................................6
a) Objetivo General.............................................................7
b) Objetivo Específicos........................................................8
C)Pregunta de Investigación...............................................9
D)Metodología..................................................................10
1)Historia de El Servicio al señor de acuerdo ala
palabra..............................................................................11
Historia de El Servicio al señor de acuerdo a la palabra
Continuación.....................................................................12
Historia de El Servicio al señor de acuerdo a la palabra
Continuación.....................................................................13
Ejemplos de El servicio en la palabra.................................14
Ejemplos de El servicio en la palabra Continuación
…......................................................................................15
Los Intereses de Un siervo................................................16
Los Intereses de Un siervo Continuación...........................17
Servicio más allá del Templo.............................................18
Servicio más allá del templo.............................................19
Servicio más allá del templo Continuación........................19
El llamado de Dios a Un servicio Especial..........................20
Abraham ;El Principio de la Fe...........................................21
Moises:El Principio del Liderazgo......................................21
Moises:El Principio del Liderazgo Continuación.................22
Gedeón El Principio de la Dirección....................................23
Llamamiento de Gedeón....................................................24
Llamamiento de Gedeón....................................................25
Eliseo El Principio de El discipulado....................................26
Su crisis, 2 Reyes 2.8 al 14..............................................................27

Un Ministerio Nuevo........................................................................28

Isaías; el principio de la santidad..........................................................29

El Llamamiento de Isaías.............................................................................30
El Reto Y la Comisión.......................................................................................31

El Reto Y la Comisión Continuación.................................................................32


Resumen:

El Servicio a Dios
Por qué debemos servir a Dios y a su pueblo
"Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la
fe". Gálatas 6.10
Hay una pregunta que surge después de que conocemos al Señor como Salvador, y es la siguiente:
¿qué espera Dios de mí después de haberme salvado? Dios nos salvó, nos sanó, nos liberó para que le
sirviéramos;nos sacó de la esclavitud, de la depresión, de las drogas, de los vicios, de la soledad, porque
nos ama y desea nuestra compañía. Ésta fue la razón por la cual Dios sacó al pueblo de Israel de Egipto.
Entonces vinieron Moisés y Aarón a Faraón, y le dijeron: Jehová el Dios de los hebreos ha dicho así:
¿Hasta cuándo no querrás humillarte delante de mí? Deja ir a mi pueblo, para que me sirva". Éxodo10.3
'Entonces Él se acercó, y la tomó de la mano y la levantó; e inmediatamente le dejó la fiebre, y ella les
servía". Marcos 1.31

Cuando entendemos que, habiendo hecho esta maravillosa obra en nosotros, Dios espera que le
sirvamos, entonces, surge otra pregunta: ¿cuáles son las razones correctas por las cuales debemos
servir a Dios?
Hay dos razones principales por las cuales servimos a Dios y asu pueblo:
1. Por gratitud o agradecimiento
"Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a
Dios agradándole con temor y reverencia". Hebreos 12.28
La razón número uno por la cual debemos servir a Dios, es el agradecimiento por todo lo que Él ha
hecho en el pasado, por lo que está haciendo hoy y por todo lo que hará en el futuro.
Nuestra medida deagradecimiento determinará nuestro nivel de servicio.
La persona que no está agradecida, no sirve al Señor; pero si, genuinamente, reconoce de dónde Él la
sacó, le ocurrirá lo mismo que le pasó a la suegra de Pedro: ésta, después de que Jesús la sanó,
inmediatamente le sirvió. A un creyente que está agradecido con Dios, no le importa dónde se le ponga
a servir; está dispuesto a hacer cualquiercosa y en cualquier momento porque quiere agradarle.
2. Por amor
Otra razón para servir a Dios es el amor hacia Él. Cuando amamos a alguien, siempre estamos
buscando la forma de agradarlo, no importa lo que tengamos que hacer. Dios ama a su pueblo y desea
que seamos sus manos, sus pies, su boca; sus representantes para traer salvación, sanidad y liberación
a su pueblo.
Servir a los demás, es como servir a Dios mismo.
"Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su
nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún". Hebreos 6.10
Nadie debería servir al Señor por culpabilidad, presión de los líderes, por agradar a alguien o por
aspiraciones personales. Cuando esto sucede, la obra no perdura, no permanece.
A Dios se le sirve, por gratitud hacia lo que Él ha hecho en nuestras vidas y porque le amamos con
todo el corazón. Cuando servimos a Dios por gratitud y por amor, es muy difícil que seamos heridos
por la gente; y además, recibiremos recompensa de Dios, tanto en la tierra como en el Cielo.
Muchas personas sirven en la iglesia y las vemos ir y venir, muy ocupadas haciendo la obra del Señor;
pero no todas lo hacen con la motivación correcta en su corazón. Dios no mira cuántas obras hagamos
o cuántas horas sirvamos, Él mira con qué corazón lo hacemos.
Introducción:
Todos Buscamos servirle al señor en las diferentes áreas que existen en
la iglesia, pero nuestra pregunta es ...
¿Cómo servir a Dios con el motivo correcto?
Muchas personas se cansan de servir al Señor porque nunca ven llegar la recompensa
por lo que hacen. Y surge la inevitable pregunta: ¿Por qué sucede esto? Si esta gente
sirve a Dios continuamente, ¿por qué no se ven los frutos, sobre todo, la recompensa
de parte de Dios? Dios no es injusto y Él ve más allá de lo externo y aparente. La mayor
parte de estas personas sirven a Dios y al pueblo con el motivo incorrecto. Algunos
sirven para alcanzar posiciones, otros, para obtener ganancias; unos sirven para ser
reconocidos o, simplemente, por cualquier otra razón equivocada. La palabra de Dios
nos menciona que hacer cosas para agradar a los Hombres, es Constituirse Enemigo
de Dios La palabra es Clara Cuando declara que
Todos aquel que ama Al mundo se constituye Enemigo de Dios, Entonces debemos
Buscar en nuestros Corazones y Revisar cuáles son esas Razones por las cuales
Estamos Sirviéndole al señor y Detectar cualquier posible razón que este Fuera de La
palabra de El señor para asi poder avanzar en sus caminos.
Nuestras Motivaciones para plantearnos esta pregunta nacen de la cercanía que
hemos podido tener con aquellas personas que le brindar un servicio al señor,
pensamos que para esto no es solamente necesaria el área practica si no también
tener la suficiente base en la palabra para poder Brindarle al señor Un servicio de
Calidad.
Objetivo General:
Contribuir a la formación profesional de los/las Estudiantes de Teologia ,
mediante la búsqueda de herramientas de enseñanza de apreciación de la
palabra , a modo de insumo para potenciar su desarrollo como aspirantes a
teólogos.

b) Objetivos específicos
b.1) Investigar los aspectos fundamentales en el servicio que deban ser
comprendidos por los/las estudiantes, mediante lectura de material teórico y
entrevistas a profesores Vinculados con la teología, con el fin de adquirir
herramientas necesarias para la enseñanza de apreciación Teologica a los/las
estudiantes en formación.
b.2) Acompañar este primer objetivo específico, mediante la exposición de
factores fundamentales en el servicio, con la finalidad de poder entregar las
pautas para su posterior puesta en relación.
b.3) Exponer la visión histórica en el servicio, con el propósito de comprender la
cronología y los fundamentos que sustentan las distintas etapas de la historia y
su evolución.
Pregunta de Investigación:
Para El Presente trabajo de Investigación Formulamos La Siguiente Pregunta
¿Cuáles son las Diferentes Áreas En los cuales La Iglesia Actual Brinda sus
Servicios A los Creyentes?
D) Metodología:
Para satisfacer los objetivos expuestos con anterioridad, llevamos a cabo los
siguientes procesos: En primer lugar, investigamos la historia de El servicio en
las Épocas antiguas, profundizando en mayor medida en la historia a partir del
siglo XX.
. Para ello, buscamos los fundamentos que han vinculado a estas disciplinas a
través del tiempo, sus componentes y también los exponentes que han
protagonizado cada etapa histórica. Más adelante, recopilamos y ordenamos
componentes fundamentales en el servicio, para posteriormente exponer las
relaciones que de su articulación surgen, generando así una base para su
comprensión y clarificación. En cuanto al análisis de los programas impartidos
en la carrera de Licenciatura en teología En la Universidad Martin Lutero.
a. Finalmente, gracias al recorrido de la presente investigación y los diálogos
realizados en este contexto, ordenamos las herramientas de enseñanza de
apreciación y práctica que consideramos importantes para la formación de los y
las estudiantes.
Historia de El Servicio al señor de acuerdo a la palabra:

Jesús dijo: “…Yo estoy entre vosotros como el que sirve” (Lucas 22:27).
Como verdaderos discípulos de Jesús, nosotros también debemos servir a
los demás.

El servicio es prestar asistencia a quienes necesitan ayuda. El servicio


cristiano nace del amor genuino que se siente por el Salvador, y del amor y
la preocupación por quienes Él no sólo nos da la oportunidad de ayudar,
sino de guiar en la vida. El amor es más que un sentimiento; cuando
amamos a los demás, deseamos ayudarlos.

Todos debemos estar dispuestos a prestar servicio, sin tomar en cuenta


nuestra posición económica, social ni nuestra edad. Algunos piensan que
sólo la gente pobre y desvalida debe servir; otros piensan que únicamente
los ricos deben prestar servicio; sin embargo, Jesús enseñó otra cosa. Cuando
la madre de dos de Sus discípulos le pidió que honrara a sus hijos en Su
reino, Jesús le respondió: “Mas entre vosotros no será así, sino que el que
quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor; y el que quiera
ser el primero entre vosotros será vuestro siervo” (Mateo 20:26–27).

Hay muchas formas de servir. Podemos ayudar a los demás económica,


social, física y espiritualmente. Por ejemplo, podemos dar alimentos u otros
artículos a quienes los necesiten; y ayudar a los necesitados al contribuir
una ofrenda de ayuno generosa; podemos brindarle amistad a un recién
llegado, cultivar un pequeño huerto para una persona anciana o cuidar de
un enfermo. Podemos enseñar el Evangelio a quienes necesitan conocer la
verdad o consolar a quienes sufren.
Podemos realizar grandes y pequeños actos de servicio. Nunca debemos
dejar de prestar ayuda a alguien por considerar que es muy poco lo que
podemos hacer. Una viuda contó cómo dos niños llamaron a su puerta
poco después que ella se mudó a otra ciudad y le llevaron una canasta con
alimentos y una nota que decía: “Si necesita a alguien que le haga los
mandados, llámenos”. La viuda se sintió sumamente agradecida por el
pequeño gesto de bondad y jamás lo olvidó.

Sin embargo, muchas veces debemos sacrificarnos mucho para prestar


servicio a alguien. El Salvador dio Su vida para servirnos.

• Piense en personas de su familia o de su comunidad que tengan


necesidades económicas, sociales, físicas o espirituales y reflexione en
cuanto a maneras de prestarles servicio.
• ¿Por qué desea el Salvador que brindemos servicio a los demás?

Es por medio del servicio de hombres y mujeres, y de niños y niñas, que la


obra del Señor se lleva a cabo. El presidente Spencer W. Kimball explicó:
“Dios nos tiene en cuenta y vela por nosotros; pero por lo general, es por
medio de otra persona que atiende a nuestras necesidades” (Enseñanzas de
los presidentes de la Iglesia: Spencer W. Kimball, 2006, pág. 92).

A lo largo de la vida, todos dependemos de la ayuda de otras personas.


Cuando éramos pequeños, nuestros padres nos alimentaban, vestían y
cuidaban; sin esos cuidados habríamos muerto. Una vez que crecimos,
otras personas nos enseñaron habilidades y conductas. Muchos de nosotros
hemos necesitado cuidados durante una enfermedad o hemos necesitado
dinero durante una crisis económica. Algunos de nosotros le pedimos a
Dios que bendiga a la gente que sufre y luego no hacemos nada por ellos.
Debemos recordar que Dios hace Su obra por medio de nosotros.

• ¿Qué podemos hacer a fin de estar preparados para satisfacer las


necesidades de los demás?
Por medio del servicio recibimos bendiciones
• ¿Qué bendiciones recibimos cuando servimos a los demás?
Cuando servimos a otras personas, recibimos bendiciones importantes. Por
medio del servicio aumentamos nuestra capacidad de amar y nos volvemos
menos egoístas y, cuando pensamos en los problemas de los demás, nuestros
propios problemas parecen ser menos serios. Debemos servir a nuestros
semejantes para lograr la vida eterna. Dios ha dicho que aquellos que vivan
con Él deben amar y prestar servicio a Sus hijos (véase Mateo 25:34–40).

Cuando consideramos la vida de las personas que prestan servicio


desinteresadamente, podemos ver que obtienen más de lo que dan. Un
ejemplo de esa clase de persona lo podemos apreciar en un Santo de los
Últimos Días llamado Paul, quien quedó paralítico de ambas piernas en un
accidente. En su condición, algunas personas se hubieran vuelto amargadas
e inútiles; en cambio, Paul prefirió pensar en los demás, aprendió un oficio
y con él ganó suficiente dinero para comprar una casa, a la que él y su esposa
convirtieron en un hogar para huérfanos y niños abandonados, algunos de
ellos con serias discapacidades físicas. Hasta el día de su muerte, 20 años
después, prestó servicio a esos niños y a otras personas. Como recompensa,
fue un hombre muy querido, sus pensamientos no se concentraron en sus
piernas inmóviles y se acercó más al Señor.

El presidente Spencer W. Kimball dijo: “Al prestar servicio a los demás, nos
convertimos en mejores personas, en personas de más valía. Ciertamente, es
mucho más fácil ‘hallarnos’, ¡porque hay mucho más de nosotros para
hallar!” (Enseñanzas de los presidentes de la Iglesia: Spencer W. Kimball, pág. 96).
Las oportunidades de prestar servicio:
Algunos de nosotros sólo prestamos servicio a quienes se encuentran a
nuestro alrededor y evitamos hacerlo con otras personas; sin embargo,
Jesús nos mandó que amáramos y sirviéramos a todos. Hay infinidad de
oportunidades de prestar servicio.

Podemos servir a los miembros de nuestra familia. Los cónyuges deben ser
conscientes de las necesidades del uno y del otro. Los padres deben prestar
servicio a sus hijos no sólo al alimentarlos y vestirlos, sino también
enseñándoles, jugando y trabajando con ellos. Los hijos pueden servir en las
tareas del hogar y brindar ayuda a sus hermanos.

Los cónyuges deben prestarse servicio y ayudarse el uno al otro. Pueden


ayudarse en el cuidado de los niños y apoyarse el uno al otro en los intereses
y actividades que tengan. Los padres pueden hacer grandes sacrificios para
enviar a un hijo a la misión; el hermano mayor puede consolar a su
hermanita si ésta tiene miedo de la obscuridad o ayudarla a aprender a leer.
Nuestros profetas nos han enseñado que una familia es la unidad más
importante de la sociedad. Debemos servir a nuestra familia de corazón.

Tenemos muchas oportunidades de prestar servicio a nuestros vecinos, a


nuestros amigos y aun a los desconocidos. Si un vecino tiene dificultades
para cosechar antes de una tormenta, podemos ayudarlo; si una madre está
enferma, podemos cuidar a sus hijos o ayudarle con las tareas de la casa. Si
vemos que un joven se está alejando de la Iglesia, podemos ayudarle a
regresar; si alguien ridiculiza a un niño, podemos brindarle nuestra amistad
y persuadir a los demás a que sean bondadosos con él. No tenemos que
conocer a la gente a la cual prestamos servicio y debemos buscar la forma de
servir a tantos hijos de nuestro Padre Celestial como podamos.

Si tenemos talentos especiales, debemos utilizarlos para prestar servicio a los


demás. Dios nos bendice con talentos y habilidades para que ayudemos a
mejorar la vida de otras personas.

Tenemos oportunidades de prestar servicio en la Iglesia. Uno de los objetivos


de la Iglesia es el de brindarnos la oportunidad de ayudarnos mutuamente.
Los miembros de la Iglesia sirven a sus semejantes en la obra misional, al
aceptar asignaciones de liderazgo, al visitar a otros miembros de la Iglesia,
al impartir clases y al realizar otras obras relacionadas con ella. En La Iglesia
de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días no hay un clero profesional,
por lo que los miembros son los que deben llevar a cabo todas las actividades
de la Iglesia.
• ¿Cómo podemos dedicar suficiente tiempo a nuestra familia, a pesar
de las muchas oportunidades de brindar servicio que hay en la
Iglesia y en la comunidad?

Jesucristo es el ejemplo perfecto de servicio


• ¿Cuáles son algunos de sus relatos preferidos de las Escrituras en los
que el Salvador nos da un ejemplo del servicio?

El Salvador proporcionó el ejemplo perfecto de servicio. Él explicó que no


había venido para que le sirvieran sino para servir y dar Su vida por nosotros
(véase Mateo 20:28).

Jesucristo nos ama más de lo que podemos comprender. Cuando anduvo en


la tierra, Él sirvió al pobre, al ignorante, al pecador, al despreciado; enseñó
el Evangelio a todos los que quisieron oírlo, alimentó a la gente hambrienta
que iba a escucharlo, sanó a los enfermos y levantó a los muertos.

Él es el Creador de la tierra y nuestro Salvador, y aún así efectuó muchos


actos de servicio humilde. Poco antes de Su crucifixión se reunió con Sus
discípulos y, después de enseñarles, tomó una vasija con agua, una toalla y
les lavó los pies (véase Juan 13:4–10; véase también la ilustración de este
capítulo). En esa época, lavar los pies de un visitante era señal de respeto y
honor y por lo general lo hacían los sirvientes. Jesús lo hizo como ejemplo
de amor y servicio. Cuando estamos dispuestos a servir a los demás con
espíritu de amor, nos volvemos más semejantes a Cristo.

EJemplos de El servicio al señor:


1)Jesús alimentando a los cinco mil
Jesús alimentando a los cinco mil es uno de los mas renombrados
milagros de Jesús en la Biblia. Es también uno de los ejemplos más
claros de la compromiso a servir a los demás. Cuenta la historia que
Jesús estaba en un lugar apartado con sus discípulos y una gran
multitud de personas que habían venido a escucharlo. predicar.
Cuando se hizo evidente que la gente tenía hambre, Jesús tomó
cinco panes y dos pescados y ordenó a sus discípulos que hicieran
sentar a la gente en grupos. Luego bendijo la comida y la partió, y
milagrosamente la comida se multiplicó y todos fueron alimentados.
Esta historia es un hermoso ejemplo del servicio desinteresado y la
dedicación de Jesús para ayudar a los necesitados.

2)Jesús sanando a los enfermos:


Otro poderoso ejemplo del servicio de Jesús a los demás se
encuentra en las numerosas historias de Jesús. el proceso de
curación los enfermos. En la Biblia, Jesús sanó a los enfermos y
cojos, a los leprosos y a quienes padecían otras enfermedades. No
hizo esto simplemente porque tuviera el poder para hacerlo, sino
porque los vio como seres humanos que necesitaban ayuda y amor.
Este es un ejemplo del compromiso de Jesús con el servicio y nos
sirve como recordatorio para seguir su ejemplo y estar dispuestos a
ayudar a los necesitados.

3)Jesús lavando los pies a sus discípulos


El lavado de pies La historia de la Biblia es un poderoso ejemplo
del compromiso de Jesús con el servicio. En esta historia, Jesús lavó
humildemente los pies de sus discípulos, mostrándoles la
importancia de servirse unos a otros. La historia sirve como
recordatorio de que el servicio es una parte esencial del Vida
cristiana y que deberíamos estar dispuestos a hacer lo que sea
necesario para ayudar a los necesitados.

4) El buen samaritano
La historia de El buen samaritano es un poderoso ejemplo de
servicio a los demás. En esta parábola, Jesús cuenta la historia de
un hombre que fue golpeado y robado en su camino a Jericó. Luego
explica que el samaritano, que no era de la misma fe que el hombre,
se detuvo para ayudarlo y le mostró bondad y compasión. Esta
historia es un recordatorio de que el servicio no se limita a aquellos
de la misma fe sino que debe extenderse a todas las personas
independientemente de su creencias.

5)Ministerio de Pablo a los gentiles


Paul, ministerio a los gentiles es otro poderoso ejemplo de servicio
cristiano en la Biblia. Pablo fue uno de los primeros misioneros
cristianos que viajó a muchas áreas diferentes para difundir el
evangelio a aquellos que aún no habían oído hablar de Jesús. Su
compromiso de servicio se ve en su disposición a arriesgar su propia
seguridad y la comodidad para compartir el mensaje de esperanza y
Perdón con los que están necesitados. El ejemplo de Pablo es un
recordatorio de que el servicio a los demás es una parte importante
de ser cristiano.

Los Intereses de Un siervo:


Dios nos llama a una vida de servicio, y un siervo no mira por sus
intereses en primer lugar, sino por las necesidades de los que le
rodean. Por eso no hay un lugar específico de servicio, porque toda
nuestra vida tiene que ser de servicio a Dios. No tenemos un traje
de siervo para ciertas horas del día, o para ciertos días de la semana.
El siervo cristiano lo es las 24 horas del día y los siete días de la
semana.
Para servir a los demás, hace falta tener un corazón humilde y
amoroso. Debemos considerar a los demás como superiores a
nosotros mismos.

A veces creemos que la iglesia es el lugar para el servicio cristiano,


cuando tenemos un ministerio o responsabilidad de servir a los
demás. Esto es verdad en un sentido. En la iglesia debe haber un
orden y no todos pueden o deben predicar desde un púlpito, no
todos pueden o deben ser maestros de jóvenes o niños, no todos
son evangelistas, etc. Para que una iglesia funcione, todos los
miembros han de poner al servicio del Señor los dones que
recibieron de parte de Él. Dios nos da dones para servir a los
demás, no para nuestro propio beneficio o disfrute, sino para la
edificación de su pueblo. El apóstol Pedro lo deja claro:

“Según cada uno ha recibido un don especial, úselo sirviéndose


los unos a los otros como buenos administradores de la
multiforme gracia de Dios. El que habla, que hable conforme a las
palabras de Dios; el que sirve, que lo haga por la fortaleza que
Dios da, para que en todo Dios sea glorificado mediante
Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el dominio por los siglos
de los siglos. Amén”, 1 Pedro 4:10-11.

Por lo tanto:

• Todos tenemos uno o varios dones que hemos recibido de


Dios. No pongas excusa de que no sabes hacer nada; tienes
algo que ofrecer sirviendo a la iglesia. Si no estás seguro,
pregunta a tu pastor o a alguien que te conozca bien.
• Los dones que recibiste no son para lucirte y que otros digan
qué bien sirves o haces cualquier trabajo. Son para ministrar
a los demás, para edificación de la iglesia.
• Debemos servir y ministrar a otros como buenos
administradores, con un espíritu humilde. No te alabes por lo
que haces. ¡Qué triste es ver a algunos recitando y
pavoneándose de todo lo que hacen por el Señor! ¡Cuidado
con el orgullo!
• Los dones que Dios nos da son regalos de su gracia, no los
merecemos.
• Si tienes ciertos dones, no pienses que se debe a que eres
muy inteligente o sabes ministrar bien. El poder para servir
viene de Dios. Por nuestras propias fuerzas, sería imposible.
Se trata del poder de Dios obrando y capacitándonos para
servir.
• Todo lo que hagamos para servir a Dios y los demás es para la
gloria de Dios como fin último. No para tu propia gloria o para
que te den aplausos.

Servicio más allá del templo


Al mismo tiempo, necesitamos entender que servir es un estilo de
vida. No solo servimos en la iglesia, sino que en todas las esferas
de nuestra vida debemos tener un espíritu de servicio.

Así que cuando estás cambiando el pañal de tu bebé, estás


sirviendo; cuando estás cuidando y siendo ayuda idónea para tu
esposo, estás sirviendo; cuando cuidas los niños de un matrimonio
para que puedan salir a pasear o cenar solos, estás sirviendo;
cuando estás en tu trabajo y tienes que hacer tareas
desagradables, estás sirviendo al Señor. Debemos remangar
nuestras mangas y hacer el trabajo sucio, o el trabajo que nadie
quiere hacer. Tenemos que estar dispuestos a servir a los que no
pueden recompensarnos.

A mí me ha ayudado mucho, a la hora de hacer una tarea


desagradable, como limpiar baños en la iglesia —por ejemplo—,
pensar que lo hago para mi Señor. Cuando pienso en eso, mi
actitud cambia por completo. “Todo lo que hagan, háganlo de
corazón, como para el Señor y no para los hombres” (Col. 3:23).
Servir trae una satisfacción personal de saber que estamos
haciendo lo que el Señor quiere, y Él ve cada vaso de agua fría que
ofreces a un niño en su nombre.

‘’El Dios santo, creador del universo, el rey de reyes,


¡se hace siervo! Por amor a nosotros y para salvarnos ‘’

Quiero terminar con el mejor ejemplo, el de nuestro Señor Jesús:

• El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y
dar su vida en rescate por muchos (Mt. 20:28).
• Recuerda cómo Jesús lavó los pies de sus discípulos. Allí
tenemos un buen ejemplo de servicio y humildad, para que
siguiéramos su ejemplo (Juan 13:1-20).
• Jesús se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho
semejante a los hombres. Se humilló a sí mismo y fue a la
cruz. El Dios santo, creador del universo, el rey de reyes, ¡se
hace siervo! Por amor a nosotros y para salvarnos (Fil. 2:5-8).

El llamado de Dios a Un servicio especial:

La Biblia habla de por lo menos tres llamamientos:

• a la salvación, Mateo 11.28,29. Al ser obedecido, es un llamado eficaz.


• al sacrificio, Romanos 12.1,2. Es a la consagración y al discipulado.
• al servicio, Marcos 1.17: “Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores
de hombres”.

Todo creyente tiene una relación quíntupla. Es:

• hijo en una familia


• miembro de un cuerpo
• sacerdote en un templo
• ciudadano de un reino
• obrero en un campo

En la esfera del servicio, le incumbe a cada uno averiguar del Señor de la mies qué
es la obra para la cual el Señor le ha capacitado. Esto implica mucho tiempo con
Dios en oración en el lugar secreto. El Señor Soberano es quien llama, capacita y
despacha al servidor suyo, y le señala la tarea que debe realizar.

Hay diez ejemplos en la Biblia —siete en el Antiguo Testamento y tres en el


Nuevo— de hombres que fueron llamados por Dios a realizar una obra específica.
Se describe cada experiencia en detalle. Cada uno es diferente, pero hay ciertas
características comunes a todos. Cada uno tuvo un trato íntimo con Dios en lo
secreto de su presencia, cuando Él habló a su corazón, le llamó y luego le usó en
el servicio suyo.

Un estudio de los diez hombres reseñados en este libro mostrará que eran
humanos como nosotros, con muchas debilidades y fracasos, pero con todo Dios
los usó poderosamente en el servicio suyo. Lo llamativo acerca de cada uno es
que Dios llamó a cada uno por sí para una obra específica y le sostuvo en ella.

El ejemplo supremo del servicio, único en todo sentido de la palabra, es nuestro


Señor mismo. “Yo Jehová te he llamado en justicia, y te sostendré por la mano; te
guardaré y te pondré por pacto al pueblo, por luz a las naciones, para que abras
los ojos de los ciegos, para que saques de la cárcel a los presos, y de casas de
prisión a los que moran en tinieblas”, Isaías 42.6,7.

Desde luego, Él es el perfecto Siervo de Jehová cuya obra se describe tan


hermosamente en Isaías capítulos 40 al 66.
I — Abraham; el principio de la fe

El llamamiento de Abraham fue una divisoria en la historia. Según la cronología


de Usher, él vivió en exactamente el punto intermedio entre Adán y Cristo. Los
primeros once capítulos del Génesis cubren aproximadamente dos mil años, y
desde Génesis 12 hasta la encarnación hay igual lapso de tiempo. Las
dispensaciones de la conciencia y el gobierno humano estaban llegando a su fin
y Dios estaba por hacer algo nuevo.

“El Dios de la gloria apareció a nuestro padre Abraham, estando en


Mesopo-tamia, antes que morasen en Harán, y le dijo: Sal de tu tierra y de tu
parentela, y ven a la tierra que yo te mostraré”, Hechos 7.2,3. Ur de Caldea era en
ese entonces una civilización altamente desarrollada, como descubrió en 1926 el
arqueólogo Leonard Wooley. Se nos informa que Abraham era muy rico en
ganado, en plata y en oro, Génesis 13.2.

Obedecer a Dios y abandonar el ambiente sofisticado de Ur para ir a Canaán, era


como dejar Park Avenue en Nueva York para residenciarse en Tombouctou en
Mali. Pero con todo él obedeció el llamado divino y emprendió su viaje en sencilla
fe en las promesas de Dios. Pero, como muchos otros peregrinos desde ese
entonces, él encontró problemas.

Ll-Moisés: el principio del liderazgo

Moisés fue uno de los hombres más sobresalientes que jamás ha vivido. Tuvo una
profunda influencia sobre sus contemporáneos y un tremendo impacto sobre la
historia. Sus actividades ocupan 137 capítulos de la Biblia; es el autor del
Pentateuco y los Salmos 90 y 91. Ochenta veces se le menciona en el Nuevo
Testamento, más que cualquier otro personaje del Antiguo Testa-mento.

Se llama un profeta en Deuteronomio 18.15, un sacerdote en Salmo 99.6 y un rey


en Deuteronomio 33.5. Abraham se identifica como el amigo de Dios y Moisés
como el varón de Dios (título del Salmo 90). Si Abraham es el padre de su nación,
demostrando el principio de la fe, Moisés es su libertador de la servidumbre,
simbolizando el principio del liderazgo.

Dios presupuestó la vida de Moisés. De sus ciento veinte años, éste vivió cua-renta
en Egipto en la escuela del mundo, aprendiendo a ser alguien; cuarenta en el
desierto en la escuela de Dios, aprendiendo a ser nadie; y cuarenta como líder del
pueblo de Dios, aprendiendo la fidelidad suya. De manera que los dos tercios de
la vida de este hombre fueron de preparación para la obra que le había sido
asignada.

Cuarenta años en el palacio

Dos influencias impactaron profundamente sobre Moisés en sus primeros años.


La hija de Faraón le preparó para una posición real en Egipto, pero su madre le
preparó para un lugar entre el pueblo de Dios.

Esteban nos informa que Moisés fue enseñado en toda la sabiduría de los egipcios
y era poderoso en palabras y obras. Así, se desarrollaron tres áreas de su
personalidad. Es posible que haya sido estudiante en el templo del sol, llamado la
Oxford del Egipto antiguo. Aprendería a leer y escribir jeroglíficos, dominando
también matemática y química, además de la experticia egipcia en la astronomía.
Recibiría una educación política y clásica junto con la ética de la corte.

En fin, era candidato para una posición de importancia en el mayor imperio de la


época. Además, era “poderoso en palabras”. Más adelante diría que no sabía
hablar, pero después de haber pasado cuarenta años hablando otro idioma al
otro lado del desierto. También era “poderoso en obras”, un hombre práctico en
la aplicación de sus cono-cimientos.

Con este curriculum vitae, aseguradamente estaba preparado para la misión de


su vida. Dios pensaba que no. En la escuela de los hombres no había apren-dido
la mansedumbre y dominio propio. Era impulsivo. Viendo que un egipcio oprimía
a un israelita, se enojó y mató al opresor, enterrando su cadáver en la arena.

Hebreos 11.24 al 26 nos relata el otro lado de la historia. Cuatro verbos figuran
en ese pasaje sobresaliente: él rehusó, escogió, estimaba y miraba. Rehusó ser hijo
de la princesa; escogió ser maltratado con el pueblo de Dios; tenía por estima el
vituperio de Cristo; y, tenía la mirada puesta en el galardón. Los tiempos
gramaticales indican un momento de crisis. Los primeros dos verbos están en
tiempo aoristo —un suceso en un momento dado— y los otros dos señalan los
resultados. Moisés huyó al desierto y comenzó la segunda fase de su vida.

Cuarenta años de servicio:


El llamado de Moisés frente a la zarza ardiente y la promesa de Dios de estar con
él fueron la base y fundamento de los últimos cuarenta años de su vida. Su
enfrentamiento con Faraón, la Pascua y el Éxodo, el pacto, la entrega de la ley
ceremonial en Sinaí, la construcción del tabernáculo, la nube y el fuego de gloria,
la presencia y dirección de Dios a lo largo de cuarenta años de travesía del
desierto — todo esto tenía su estímulo y poder en el hecho que Dios mismo le
había llamado y capacitado para la obra.

La necesidad apremiante en la Iglesia hoy día es por líderes competentes,


enviados e instruidos por Dios. No descontamos una educación seglar como la
que Moisés recibió en Egipto; Dios la emplea al encontrarla dedicada al servicio
suyo. Pero nunca debemos buscar un atajo para evitar la escuela al otro lado del
desierto. Es la prerrogativa del Espíritu Santo levantar hombres para ser líderes
entre su pueblo. Los intentos humanos fracasan, ¡pero Dios puede!

Gedeón; el principio de la dirección:

El libro de Jueces ha sido llamado el libro de la tercera generación. Trata de la


Edad del Oscu-rantismo en Israel, trazando un espiral de descenso espiritual.
Cuando comienza el relato, Israel estaba en la cumbre del triunfo donde la obra
de Josué le había conducido. Al final, su condición es una de anarquía política y
religiosa.

Cada cual hacía según le parecía; no había rey en Israel. Se relata siete vueltas de
la espiral, cada una identificada con las palabras, “los hijos de Israel hicieron lo
malo ante los ojos de Jehová”. Pero en el debido tiempo Dios levantaba un
libertador, un “juez”, para conducir al pueblo de nuevo a Él. Algunos tuvieron más
éxito que otros. Algunos, como Sansón, fracasaron tristemente la mayor parte del
tiempo.

La historia de Gedeón es la más detallada. Samgar cuenta con un solo ver-sículo,


pero se dedican tres capítulos a la vida de Gedeón. Ello abarcan sendas esferas:
su hogar en el capítulo 6, el campo de batalla en el 7 y su relación con sus
hermanos en el 8. Él triunfó holgadamente en las primeras dos y fracasó
trágicamente en la tercera esfera.

El llamamiento de Gedeón
En condiciones de alejamiento y opresión, Dios siempre busca a un hombre. En
este caso lo encontró en Gedeón, quien no sacudía su escuálida cosecha de trigo
al aire libre, sino secretamente en el lagar excavado en la tierra, para no ser visto
de los madianitas. Él representa la fuerza subterránea de Israel, opuesto al
poderoso invasor.

Obsérvese tres cosas en cuanto a este hombre:

• Estaba resuelto que él y su familia no iban a pasar hambre, no obstante el


madianita.
• Le pesaba la condición espiritual y material de la nación; 6.13.
• Tenía un concepto humilde de sí mismo.
Dijo que su tribu, la de Manasés, era la menos numerosa en Israel. Su familia era
la más pobre de la tribu, y él se consideraba el más insignificante de la familia.

Nada sorprende que Jehová le haya mirado, 6.14. Tres pronunciamientos del
Ángel comunicaron su llamamiento:

• Jehová está contigo, varón esforzado y valiente, versículo 12.


Fue una promesa de la presencia del Señor.
• Vé con esta tu fuerza, versículo 14. Fue una orden a actuar.
• Ciertamente yo estaré contigo, versículo 16. Fue una promesa de triunfo.
Tres señales confirmaron este llamado:

• Un sacrificio acepto, figura del Calvario. Fue una ofrenda de paz,


una oblación y una libación.
• El rocío en el vellón, figura del rocío del Espíritu de Dios,
primeramente sobre el pueblo de Dios y luego sobre el mundo seco en
derredor.
• El sueño del pan de cebada, una señal no solicitada que confirmó su
llamamiento.
Es alimento para el hambriento que pone a los madianitas a huir, ¡y en la
forma
del pan de los pobres!
El principio de la dirección
Gedeón fue llamado, capacitado y guiado por Dios en su servicio. Pidió señales
para asegurarse que estaba en el camino acertado. Dios confirmó su presencia
por medio del sacrificio acepto, el vellón y rocío, y el sueño del pan de cebada.

¿En estos tiempos debe uno pedir la confirmación de un llamado a un servicio


especial? Se oye con frecuencia de “colocar el vellón en la era”. A menudo Dios, en
su gracia providencial, sí envía señales visibles de que Él nos está guiando, pero
el principio fundamental en esta época de la gracia es que andamos por fe y no
por vista. Él nos guía en la actualidad por medio de su Palabra aplicada en el poder
del Espíritu Santo, y no pocas veces por las circunstancias.

Dios todavía abre y cierra portones de hierro. No debemos buscar un atajo al


consejo de creyentes espirituales, gente piadosa que están en contacto con Él y
conocen su Palabra. Nuestra responsabilidad es ser sensibles a la dirección del
Espíritu Santo en toda decisión que tomemos en nuestra vida y servicio por el
Señor.

Eliseo; el principio del discipulado


Si el libro de Jueces es la época oscura de la teocracia, el período de Elías y Eliseo
es la época oscura de la monarquía en Israel.

Cincuenta y ocho años habían pasado desde la división del reino bajo Jero-boam.
En este lapso breve Judá contó con cinco reyes reformadores. Israel, con el
gobierno central en Samaria, contó con siete, todos ellos hombres impíos. El mal
culminante vino con Acab y su consorte impía Jezabel. Este era hombre débil,
dominado por la peor mujer en la historia de Israel. Ella introdujo la prostitu-ción
religiosa y la persecución política. Baal y Astarot eran deidades masculinas y
femeninas, respectivamente, representando una mezcla entre la religión y la
crasa inmoralidad.

Dios empleó el rey para la reforma y avivamiento en Judá, pero en Israel empleó
el profeta. Elías y Eliseo eran de personalidades diferentes. Elías era de la planicie,
un hombre del campo de Galaad que parecía tosco. Su ministerio se caracterizó
por fuego, agua y denunciación. En contraste, el ministerio de Eliseo, su sucesor,
se caracterizó por alimento, aceite y sal, los ingredientes de la oblación. Juan el
Bautista sería el Elías del Nuevo Testamento, mientras que Eliseo tipifica el
ministerio consolador y fragante del Señor Jesús.

Su nombre y su vida
El nombre de este hombre quiere decir “Dios es salvación”. Era hijo de Safat y vivía
en Abel-mehola, al extremo norte del valle de Jordán y un poco al sur de mar de
Galilea. Veintinueve veces se habla de él como un varón de Dios y una vez como
un santo varón de Dios. Sirvió a Jehová por sesenta y seis años, desde su
llamamiento en 1 Reyes 19.19 al 21 hasta su muerte en 2 Reyes 13.20. Este
hombre pasó diez años con Elías como aprendiz y luego cincuenta y seis
trabajando solo. El suyo fue un período de servicio mayor que el de cualquier otro
profeta del Anti-guo Testamento.

Su vida se divide en cuatro partes:

• Llamado y separación, 1 Reyes 19


• Comisión en la ocasión del traslado de Elías, 2 Reyes 2
• Realización de su ministerio profético, 2 Reyes 3,4
• Ministerio más amplio en esfera nacional, 2 Reyes 5 al 9
Su carrera abarca los reinados de Jeroboam, Jehú, Joacaz y Joás. Tuvo la
responsabilidad de llevar a cabo las órdenes que Elías había recibido en Horeb.
Su larga vida y servicio uniforme puso de manifiesto que había aprendido la
lección que Elías escuchó en la cumbre del monte; el mensaje de Dios no está en
el fuego ni la tempestad, sino la voz apacible que se oye en la presencia de Dios.

Su llamamiento
Dios en soberanía tenía su ojo puesto en Eliseo, 1 Reyes 19.16. Elías, al echar su
manto sobre su sucesor, estaba sencillamente llevando a cabo las instruc-ciones
que había recibido en Horeb.

Le encontró ocupado en su faena diaria, arando con bueyes. Dios llama a los
hombres de una variedad de ocupaciones seglares: un rico urbano, el heredero
de un trono, un pastor, un pescador y un cobrador de impuestos. Ganarse el pan
de cada día en un empleo o profesión es una disciplina que moldea el carácter de
uno. Aquellos que se lanzan directamente de la escuela o colegio a un servicio a
tiempo completo para el Señor, sin esta experiencia, pierden uno de los
prepa-rativos más valiosos para servicio en la obra del Señor. Pablo fabricaba
tiendas; Pedro pescaba en el lago. ¡Ganar dinero por esfuerzo propio, y gastarlo
con prudencia, es una lección valiosa en la escuela de la vida!

Hubo tres consecuencias del gesto simbólico de Elías en echar su manto sobre
Elías:

• Su solicitud de despedirse de sus padres,


evidenciando así una naturaleza afectuosa.
• El sacrificio de su medio de sustento —los bueyes—
y la fiesta para sus amigos, evidenciando que
no podría echarse atrás.
• Su marcha tras Elías y la atención que le prestaría.
Por diez años sirvió como el inferior al mayor. “Aquí está Eliseo, hijo de Safat, que
servía a Elías”, 2 Reyes 3.11. Probablemente es a este pasaje que nuestro Señor
alude en Lucas 9.62: “Ninguno que poniendo su mano en el arado mira atrás, es
apto para el reino de Dios”. Eliseo rompió de un todo con su pasado.

Su comisión y asignación:
Hay mucho en el llamamiento y carrera de Eliseo que nos hace recordar a Timoteo
y la relación que tenía con el apóstol Pablo. Parece ser un principio en las
Escrituras que el mayor oriente y aconseje al menor, y éste a su vez escuche y
aprenda a jugar un papel secundario hasta que llegue a cierta madurez.

Poco antes del traslado de Elías al cielo, llevó a Eliseo en una última y silen-ciosa
evaluación de la tarea por delante. Fueron juntos a Gilgal, Bet‑el, Jericó y al Jordán.
Todas estas localidades contaban con un pasado glorioso en la historia de la
nación, pero ahora se encontraban hundidas en alejamiento y apatía.

Gilgal había sido la base de operaciones en la conquista de la tierra. Fue aquí que
se llevó a cabo el rito de la circuncisión, se celebró la pascua y se comió el fruto
de la tierra. El Ángel de Jehová se presentó en medio y el pueblo, bajo el mando
de Josué, enfrento y venció a sus enemigos. Pero ahora Gilgal era uno de los
centros de la apostasía nacional.

Bet‑el, “casa de Dios”, se asocia con Abraham y Jacob y la revelación de la


presencia divina. Ahora estaba allí uno de los becerros de Jeroboam; era un
centro de idolatría y en desdén era llamado Bet-avén, “casa de necedad”, Oseas
4.15.

Jericó, ciudad de palmeras, había sido designada para destrucción. En un


despliegue de poder divino, los muros habían caído pero Rahab con su cordón de
hilo escarlata fue salvada. Ahora era símbolo de desafío y rebelión. Hiel de Bet‑el
había reconstruido la ciudad y en consecuencia murió junto con los suyos.

Jordán fue el lugar donde el arca reposó y las aguas fueron aguantadas para que
el pueblo pasara en resurrección espiritual. Una vez se abrió para dejar a los
israelitas entrar en la tierra, ¡y ahora se abre para dejar a Elías salir!

En esta crucial circunvalación de sitios históricos, Elías le pide a Eliseo que-darse


en una y otra localidad. ¿Acaso quería deshacerse de él? Claramente que no, sino
averiguaba cuánto había comprendido Eliseo. Tres veces dijo, “Qué­date ahora
aquí”. Estaba probando la fidelidad de su sucesor. Pero Eliseo no se separó de su
mentor; “Fueron, pues, ambos”.

Su crisis, 2 Reyes 2.8 al 14


Una vez que habían cruzado el Jordán, sucedieron cuatro eventos clave:

• Elías dijo a Eliseo, “Pide lo que quieras que haga por ti”. Y la respuesta fue:
“Te ruego que una doble porción de tu espíritu sea sobre mí”.
• Hubo una condición: “Si me vieres cuando fuere quitado de ti, te será hecho
así”. Aconteció que un carro de fuego y caballos se manifestaron, y Elías
subió al cielo
en un torbellino. ¡Eliseo lo vio suceder!
• Cayó el manto del viejo, símbolo de sucesión y fuerza. Eliseo rompió
sus propios vestidos.
• Contemplando a aquel que había sido su mentor, clama: “¡Padre mío, padre
mío!”
Y así con el siervo de Cristo en estos tiempos. La medida de nuestra semejanza a
Él depende de nuestra ocupación con el Cristo ascendido y glorificado. La
condi­ción única es: “Si me vieres”. El ojo de fe le percibe a la diestra del Padre, y
el nuevo ministerio fluye de la asociación con Cristo en su muerte, resurrección y
ascensión.

¡Eliseo, entonces, abandona su propia vestimenta y recoge el manto caído!

Su ministerio nuevo
Acaecido todo esto, nuestro protagonista vuelve a su obra de reformación. Traza
la circunvalación en el sentido contrario, encontrando en Jericó agua mala, en
Bet‑el muchachos malos y en Gilgal alimento malo.

Al cruzar el Jordán su primera dificultad fue el escepticismo de los hijos de los


profetas, quienes negaron creer que Elías había sido trasladado. Para las aguas
amargas de Jericó, el remedio fue echar en la fuente una vasija nueva. En Gilgal
había veneno en la olla que usaban los hijos de los profetas. El remedio ahora se
encuentra en un potaje sano, “y no hubo más mal en la olla”.

En Jordán, Naamán tuvo que zambullirse siete veces en el río para ser sanado de
su lepra. Pero en Bet‑el no había remedio sino juicio, ya que el profeta fue objeto
de burla. Para la viuda en bancarrota, su consejo fue traer vasos vacíos y echar en
ellos aceite de la insignificante reserva que quedaba. Sal, hierbas, aceite y agua
del río fueron los ingredientes que Eliseo empleó en su ministerio de sanidad y
consuelo.

La lección sobresaliente de la vida de este hombre es la del discipulado. Para él la


escuela de Dios había sido diez años de aprendizaje con Elías. Él echó agua sobre
las manos de éste** pero más adelante Dios derramó el agua del Espíritu sobre
él, y él a su vez la derramó sobre un mundo sediento y necesitado.

[** Así se lee en 2 Reyes 3.11 en la Reina-Valera de 1909 y la Versión Moderna de


1893, por ejemplo. En la Reina-Valera de 1960 dice sencillamente que Eliseo
“servía a Elías”.]

Encontramos este principio divino en la relación que había entre Moisés y Josué,
Samuel y David, Jeremías y Baruc, Pablo y Timoteo. Ninguno es apto para ser líder
si no está dispuesto a seguir. La verdadera humildad se aprende muchas veces
fuera de la vista en tareas nada prestigiosas. Es acertado el ada-gio de que se
requiere gran gracia para tocar segundo violín.

Isaias;El Principio de La santidad:


El descubrimiento en 1947 de los pergaminos cerca del Mar Muerto fue un
acontecimiento sobresaliente en la arqueología. W.F. Albright lo llama el mayor
hallazgo arqueológico de manuscritos en tiempos modernos. Entre ellos hubo
dos ejemplares de la profecía de Isaías, uno completo y en la antigua escritura
hebrea. El segundo contiene casi un tercio del texto. Fueron copiados en el año
100 a.C. o antes y se parecen muchísimo al texto que figura hoy día en nuestras
Biblias. El descubrimiento ha generado un interés renovado en el estudio de este
hermoso libro profético. Los pergaminos se guardan en una estructura singular
en Jerusalén llamado el Relicario del Libro.

La vida y ministerio de Isaías abarca aproximadamente setenta años, 750 hasta


680 a.C. Era contemporáneo de cinco reyes de Judá: Uzías, Jotam, Acaz, Ezequías
y Manasés. Algunos de ellos eran buenos y otros malos. Manasés en particular
era hombre impío, viviendo poco antes del cautiverio babilónico en 586 a.C.
Isaías era hijo de Amós (a quien no hay que confundir con el profeta del mismo
nombre) y según la tradición estaba vinculado a la casa real de Judá. Se ha dicho
que su libro es la Biblia en miniatura. La Biblia consta de sesenta y seis libros:
treinta y nueve en el Antiguo Testamento y veinte y siete en el Nuevo. Isaías a su
vez consta de sesenta y seis capítulos, divididos entre treinta y nueve que están
en paralelo con la enseñanza del Antiguo Testamento y los capítulos 40 al 66 que
están en paralelo con la doctrina del Nuevo Testamento.

Esta segunda parte comienza con el ministerio de Juan el Bautista y termina con
los cielos nuevos y tierra nueva. En el centro está el capítulo 53 que describe en
detalle profético el nacimiento, rechazo, muerte, sepultura y gloriosa
resu-rrección del Mesías. El tema de la segunda parte es el Siervo de Jehová. En
lenguaje por demás hermoso, se presenta el advenimiento del Mesías en
humi-llación y su reino espléndido por venir.

El llamamiento de Isaías
Él fue llamado en el año que murió Rey Uzías. Según 2 Crónicas 26.20, ese rey fue
castigado con lepra por haber tenido la osadía de entrar en el templo para ofrecer
incienso. Fue el pecado de orgullo y presunción. Fue el pecado de Nadab y Abiú,
Levítico 10.1 al 3. Uzías había reinado cincuenta y dos años y era de los reyes de
Judá el más poderoso y capaz. Era militar, estadista, agrónomo e inventor. La
ciencia y estrategia dieron estabilidad a su trono, pero el pecado lo vació.

Habiendo sentido el golpe de este desastre siete años después cuando el rey
murió, Isaías es llevado a la presencia de Dios y ve la visión de su santidad y
majestad. La visión del capítulo 6 consiste en:

• una visión del trono, 6.1 al 4


• el procedimiento ante el altar, 6.6 al 8
• el reto y la comisión, 6.9 al 13
El trono
Isaías fue trasladado en espíritu de una escena de lepra y contaminación a una
de santidad inmarcesible. Se asocian con el trono:

• Jehová, Adonai. Una comparación con Juan 12.41 (“Isaías dijo esto cuando
vio su gloria, y habló acerca de él”). y Hechos 28.25 (“Bien habló el Espíritu
Santo por medio del profeta Isaías …”) hace ver que se trata del Dios trino.
• El trono alto y sublime. Compárense Isaías 52.13 (“Mi siervo será
prosperado, será engrandecido y exaltado, y será puesto muy en alto”),
Filipenses 2.9 (“Dios también lo exaltó hasta lo sumo”). y Efesios 1.21 (“…
sobre todo principado y autoridad”).
• Fue en el templo que pecó Uzías, y aquí la santidad y gloria divina se
manifiestan
en él.
• Los serafines eran guardianes del trono, contando con cuatro alas para
reverencia y adoración, además de dos para servicio. Claman: “Santo,
santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria”.
• La casa se llenó de humo, tal vez la nube de gloria de la cual leemos en 2
Crónicas 5.13 y Ezequiel 10.4. Justicia y juicio son el cimiento de su trono,
Salmo 97.2.
El altar
A consecuencia de esta visión espantosa del trono y la santidad divina, Isaías
exclama: “¡Ay de mí!”

Seis veces había empleado la expresión en los cinco capítulos anteriores,


refiriéndose a otros. Su primer ay fue dirigido a los mercaderes que
monopo-lizaban los bienes raíces para sí. El segundo fue para el ebrio y el que
vivía en deleites, y el tercero contra los que pervertían el derecho. Los últimos dos
ayes cayeron sobre aquellos que seguían las enseñanzas de éstos. Isaías emplea
lenguaje fuerte al condenar a estos pecadores.

Pero a la luz del trono y en la presencia de Dios, exclama: “¡Ay de mí! Que soy
muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de
pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los
ejércitos”. Se ve cual leproso en medio de leprosos. Varones como Moisés, Job,
David, Pedro y Pablo tuvieron esta experiencia, y es un requisito para todo siervo
a quien Dios llama a realizar su obra.

Entonces voló hacia él uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón


encendido tomado del altar. Tocó los labios de Isaías con ese carbón, y le dijo: “Es
quitada tu culpa, y limpio tu pecado”. No se trata del altar de oro con su incien­so,
sino del altar de cobre para el sacrificio, donde se derramaba la sangre. El altar es
la respuesta al trono.

El reto y la comisión
Convicto, confeso y limpio, recibe el llamado: “¿A quién enviaré [yo], y quién irá
por nosotros?” Obsérvense el yo singular y el nosotros plural. Es el Dios Trino que
llama, y tan sólo aquellos que han tenido la experiencia de Isaías pueden
responder: “Heme aquí, envíame a mí”.

Hubo primeramente la visión, luego la voz, y ahora la voluntad. Ahora Isaías está
en condiciones de recibir su comisión. Se le asigna un ministerio por demás difícil:
“Anda, y di a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no
comprendáis. Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus
ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él
sanidad”.

Se trata de un ministerio de endurecimiento y ceguera judicial, el cual afec-taría


el corazón, oído y visión de los oyentes. La corrupción fluye del corazón a los oídos
y ojos, pero de éstos la sanidad alcanza el corazón, Romanos 10.17.

Este gran pasaje dispensacional fue cumplido en primera instancia en el destierro


babilónico de Israel y Judá, como Moisés había profetizado siglos antes,
Deuteronomio 30.18 al 20, 31.13. Se cita el pasaje siete veces en el Nuevo
Testamento, y en particular en el contexto de tres ocasiones de crisis:

• en Mateo 13 y Juan 12.40,41, en el rechazamiento de Cristo de parte de


Israel,
• por Pablo en Hechos 28.25 al 27, cuando dejó a los judíos y se dirigió al
mundo gentil al final de su ministerio público, en la gran exposición
dispensacional en Romanos 9 al 11.
Al preguntar el profeta por cuánto tiempo debería proclamar a la nación este
mensaje de endurecimiento judicial, recibió como respuesta: “Hasta que las
ciudades estén asoladas y sin morador, y no haya hombre en las casas, y la tierra
esté hecha un desierto; hasta que Jehová haya echado lejos a los hombres, y
multiplicado los lugares abandonados en medio de la tierra”. En otras pala­bras,
¡él debe predicar hasta que no haya a quién predicar!

Sería por demás desalentadora esta misión para un hombre brillante como Isaías,
poseído de tanta habilidad y habiendo recibido un mensaje glorioso. Nos
recuerda de muchos honrados siervos de Dios en tierras musulmanas que han
dado sus vidas en servicio abnegado pero con poco o ningún resultado visible. El
evangelio es como el calor del sol, derritiendo la cerca pero endureciendo la
arcilla; 2 Corintios 2.15.

Pero la comisión termina con un mensaje de aliento; un Dios que guarda su pacto
no podría permitir que el mensaje terminara en derrota. Un diezmo, o sea un
remanente, volvería del cautiverio. Iba a sobrevivir el germen de vida —la simiente
santa— en el tronco del árbol. La mesiánica Simiente Santa, la de la mujer,
asegura la perpetuidad de la nación. Una cosa que no permitió que Israel fuese
arrancado de un todo, fue la necesidad de preservar la línea de ascenden-cia del
Mesías.
Desde este punto en adelante, la misión y el mensaje de Isaías contó con dos
polos: una advertencia del juicio que vendría sobre la nación apóstata, y la
espe-ranza de una Persona por venir con su misión mesiánica.

Todo el libro de Isaías contiene indicios del profundo y duradero concepto que
Isaías tenía de la santidad de Dios, consecuencia de la visión del capítulo 6. Si bien
el tema principal es la esperanza mesiánica, a lo largo de su libro él hace hincapié
en la necesidad de una vida santa acorde con la santidad divina. Vein-ticinco veces
habla del Santo de Israel, doce veces en la primera parte y trece en la segunda,
mostrando así la unidad del libro. Solamente seis veces se encuentra este título
en todo el resto del Antiguo Testamento.

La tradición es que Isaías murió cual mártir, metido dentro del trono de un árbol
hueco y aserrado; véase Hebreos 11.37. Sea auténtica o no esta tradición, los
críticos han intentado hacer lo mismo con el libro de Isaías, afirmando que en
realidad se trata de dos libros. Pero este gran título de Dios y su tema subya-cente
manifiestan que la profecía de Isaías es íntegra y de un todo confiable para el
siervo de Dios en nuestros tiempos.

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