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colección al far o z apat ista

“De por sí lo que


hemos aprendido
es a aprender”:
trazos de una
epistemología
zapatista
Andrea Fajardo
303.484097275
F522d

“De por sí lo que hemos aprendido es a aprender”: trazos de una epistemología zapatista
/ Andrea Fajardo. -- Buenos Aires, Argentina: Consejo Latinoamericano de Ciencias
Sociales; San Cristóbal de Las Casas, Chiapas: Cooperativa Editorial Retos; Guada-
lajara, Jalisco: Cátedra Jorge Alonso: Universidad de Guadalajara, 2022.
50 p.-- (Colección Al Faro Zapatista).
ISBN Colección: 978-607-8800-20-9
ISBN: en trámite

1. Caracoles zapatistas 2. Epistemología zapatista 3. Travesía por la Vida 4. Sexta


Declaración de la Selva Lacandona 5. Investigación-acción 6. Guerra.

Primera edición digital: noviembre de 2022


© Cooperativa Editorial Retos

Cuidado de la edición: Xochitl Leyva Solano, Patricia Viera-Bravo y Sofía Carballo


Corrección de estilo: Sofía Carballo y Xochitl Leyva Solano
Imagen de portada: Equipo femenil, acuarela de Paola Stefani
Diseño de colección, portada y diagramación de interiores: Sofía Carballo

CLACSO – Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales – Conselho Latino-americano


de Ciências Sociais
Estados Unidos 1168 / C1023AAB Ciudad de Buenos Aires / Argentina /
Tel. [54 11] 4304 9145 / Fax [54 11] 4305 0875
<www.clacso.org> / <clacso@clacsoinst.edu.ar>

Cooperativa Editorial Retos


San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México
<https://editorialretos.wordpress.com/> / <gtcuter2016@gmail.com>
FB: <Retos Nodo Chiapas>

Cátedra Jorge Alonso


Calle España 1359, 44190, Guadalajara, Jalisco, México
<http://www.catedraalonso-ciesas.udg.mx/> / <occte@ciesas.edu.mx>

Universidad de Guadalajara
Av. Juárez 976, Col. Americana, 44100, Guadalajara, Jalisco, México
<https://www.udg.mx/>

Este libro ha sido dictaminado por pares anónimos, quienes garantizan su calidad,
actualidad y pertinencia.

Hecho en Chiapas, México / Made in Chiapas, Mexico


CONTENIDO

“De por sí lo que hemos aprendido


es a aprender”:
trazos de una epistemología zapatista
7
¿Y yo qué? Poner los pies en La Realidad 11
La Sexta
14
Investigación anticolonial activista: del activismo
a la academia 17
La guerra
17
Lxs caminantes: posicionarse al investigar con otrxs 21
Estudiar con compañerxs políticos,
no con sujetos de estudio 24
Tensiones entre métodos coloniales e investigación
anticolonial activista 27
Notas de campo
30
Trazos de una epistemología zapatista 36
Semillas emancipatorias: reflexiones finales 40
Bibliografía
45
Acerca de la autora 48
Acerca de la colección
49
7

“DE POR SÍ LO QUE HEMOS


APRENDIDO ES A APRENDER”:
TRAZOS DE UNA EPISTEMOLOGÍA
ZAPATISTA

Andrea Fajardo Camacho

L xs1 zapatistas han cimbrado al mundo. Hablar de sus


aportes, de la forma concreta en que han tocado y mo-
dificado la manera de conocer y reconocer los muchos
mundos que caben en este mundo, en realidad supone el
ejercicio de elegir una de las múltiples y diversas hebras
que forman su entramado y su legado.
Responder a la invitación de lxs editorxs de Al Faro
Zapatista para pensar los aportes del zapatismo en sus 28
(y 38) años de vida supone el desafío de retomar al menos
una de esas hebras, de observar con cuidado, de darme

1
Adopto el uso de la “x” en la conjugación de sustantivos plurales
como un posicionamiento político que reconoce la diversidad de sub­
jetividades que disputan el binarismo del sistema heteropatriarcal, a
la vez que reivindica y celebra sus diferencias.
8 Andrea Fajardo Camacho

cuenta de qué manera me atraviesa y se entreteje con otras


hebras de mi propio entramado. Ese desafío se entrelaza,
a su vez, con la certeza de que el camino del que puedo
hablar es mucho más amplio de lo que podría abordar en
el presente texto, pues durante estos 28 años de lucha y
vida el zapatismo se ha nutrido de muchas voces, se ha
complejizado en su andar y, últimamente, también en su
navegar. Condición de la intensa vitalidad y calado de su
proyecto. Lxs zapatistxs han dejado huella en la formación
de quienes éramos apenas unxs niñxs en enero de 1994;
los relevos generacionales del movimiento llevan la chispa
del faro zapatista hacia otras latitudes y temporalidades
—mientras escribo estas mismas palabras—, cuya luz sigue
invitándonos a crear nuevas formas de hacer política desde
abajo y a la izquierda para ponernos de acuerdo en cómo
vivir, es decir, en cómo luchar.
Más que respuestas, el zapatismo es “un montón de pre-
guntas. Y la más pequeña puede ser la más inquietante: ¿Y
tú qué?” (Subcomandante Insurgente Galeano 2021: s/p).
Me parece que esa pregunta, desde el alzamiento de 1994,
está implícita en cada una de las convocatorias. Es una
pregunta que no pide credenciales o pasaportes, sino que
invita a responder a nombre propio, desde lo que se conoce
y se trabaja, pero también desde lo que duele y oprime. Es
una invitación a pensar en modos otros de hacer política
desde la memoria personal, desde todo lo que se descarta
de los libros de la historia oficial por anecdótico o dema-
siado íntimo, pero cuya respuesta constituye el cimiento
mismo de la organización colectiva, la lucha común y la
apuesta por la vida en su sentido más radical.
“DE POR SÍ LO QUE HEMOS APRENDIDO ES A APRENDER”: TRAZOS… 9

La convocatoria zapatista no me apela únicamente desde


mi formación como investigadora, sino también como semi-
lla en mi trabajo, como activista y, sobre todo, como nervio
medular de mi manera de habitar el mundo. Abordaré
algunos de los aportes del zapatismo desde una perspectiva
feminista al conectar la forma en la que el movimiento ha
cimbrado cuerpos y experiencias concretas, como la mía.
A la vez, dimensionaré su impacto a nivel estructural en
cuanto a su forma particular de generar conocimiento
emancipatorio y otros modos de hacer política, es decir, de
soñar, construir, luchar y habitar otros mundos posibles.
Para ello retomaré mi experiencia de trabajo de investiga-
ción del año 2010, “La guerra por los ‘recursos naturales’ en
el capitalismo neoliberal y la Reserva Comunitaria Zapatista
El Huitepec. Un análisis en camino a la descolonialidad”.
Gracias a lxs compañerxs de la reserva aprendí y conocí el
ejercicio de defensa de las comunidades que construyen
a contracorriente, en el día a día, la Schul Balamil (Tierra
Sagrada); desde los saberes ancestrales, desde sus principios
políticos y desde su forma de relacionarse con el territorio.
Asumirme como adherente de la Sexta Declaración de
la Selva Lacandona, más que como académica o investiga-
dora, constituyó un posicionamiento a nivel epistémico y
académico, así como político y personal, con respecto a mi
propia investigación y al impacto de esta en la defensa del
territorio. En palabras de Zibechi (2011: 57), la experiencia
exigía “poner el cuerpo junto a las ideas”, no hacerme fan-
tasías de objetividad y distanciamiento, como la academia
dominante o hegemónica sugiere y, al mismo tiempo, tratar
de aportar desde mi posicionamiento político.
10 Andrea Fajardo Camacho

El objetivo del presente trabajo es dar algunos trazos


acerca de la epistemología zapatista como forma de co-
nocimiento indistinguible de la lucha a través de algunas
experiencias y aprendizajes que se tejieron con ellxs du-
rante el camino de esta investigación y la forma en que
esta relación sentó una serie de principios éticos, políticos
y epistémicos.
En el primer apartado describo la forma en que el zapa-
tismo me interpeló durante los primeros encuentros con sus
comunicados y las convocatorias, así como las experiencias
surgidas a raíz de mi primera visita a territorio autónomo
zapatista. En el segundo, doy cuenta de mi posicionamiento
dentro de la academia en el marco de una guerra que atra-
viesa distintos niveles de vida. Posteriormente, en el tercer
apartado hago una revisión de autores y activistas que han
tratado de ir más allá de la dicotomía academia-activismo
para aportar, desde sus saberes y posiciones políticas, a las
luchas en las que se involucraron. En el cuarto apartado
desarrollo las tensiones teóricas y metodológicas al cambiar
la perspectiva de “objetos de estudio” por “compañerxs
de lucha”, reconfigurando la relación epistémica hacia un
“aprender a aprender”. En el quinto apartado realizo una
lectura de la epistemología zapatista como un trenzado
indisociable de una ética política dialógica, anticolonial,
anticapitalista y antipatriarcal; una forma de producción
de conocimiento que surge de la diversidad de miradas,
de su encuentro, complicidad e incluso del disenso. En
el sexto y último apartado hago un recuento de procesos
colectivos desde mi caminar como activista, los cuales han
sido nutridos e inspirados Al Faro Zapatista. La elabora-
“DE POR SÍ LO QUE HEMOS APRENDIDO ES A APRENDER”: TRAZOS… 11

ción de este trabajo me permitió entrar en una zona de


vulnerabilidad desde la cual celebro, acuerpo y agradezco.

¿Y yo qué? Poner los pies en La Realidad

Llevo más de la mitad de mi vida como aprendiz de zapa-


tista. El eco del levantamiento no llegó a mí sino hasta los
14 años, cuando comencé a sospechar que el mundo no
podía ser tan gris, tan indiferente, tan irremediablemente
injusto como se me presentaba hasta entonces. Compartí
las lecturas de los comunicados zapatistas en espacios tan
íntimos para una adolescente de 14 años como las reuniones
con sus amigas, donde hablábamos de canciones de moda,
de las personas que nos gustaban, de los problemas en casa,
en fin, de todo lo que nos fue subjetivando como mujeres.
Dentro del bombardeo de mensajes a los que estábamos
expuestas —que nos sembraban la idea de que todo estaba
mal con nosotras pero que con la compra de un creciente
número de mercancías la cosa podía cambiar—, llegué con
la sangre incendiada a compartirles comunicados escritos
en algún rincón de la Selva Lacandona.
A mis 15 años, en marzo del 2001, fuimos a escuchar a
lxs zapatistas en su paso por nuestra ciudad, Toluca, en el
Estado de México, en el marco de la Marcha del Color de
la Tierra. Era emocionante, como si estuviéramos palpan-
do la historia. Tenía la necesidad de que esa palabra que
“busca tocar el corazón de la gente humilde y simple como
nosotros, pero, también como nosotros, digna y rebelde”
(EZLN 2005: s/p) llegara al tejido más cercano que tenía
12 Andrea Fajardo Camacho

para preguntarnos: ¿qué hacemos? La inmovilidad frente


a esa pregunta no era una opción.
En la clase de Ética de la preparatoria leímos “¿De qué
nos van a perdonar?” (Subcomandante Insurgente Marcos
1994: s/p). No estaba muy segura de que me hablaran a mí,
si era posible que una adolescente de clase media común
y corriente pudiera darse por aludida, pero eran palabras
que me incendiaron la sangre y despertaron una profunda
rabia. A partir de ahí, se encendió un fueguito del que
brotó la urgencia de ir a Chiapas a conocer a lxs zapatistas.
Salí de la preparatoria y, antes de seguir el camino traza-
do para mí según los calendarios y geografías que había
conocido hasta entonces, encontré la manera de irme un
año a trabajar en un proyecto de educación autónoma en
Chiapas, tanto con comunidades zapatistas como no za-
patistas. Tenía 18 años.
Dicen que unx nace dos veces: la primera cuando sale
del útero materno y la segunda cuando le encuentra sentido
al haber salido. Chiapas fue parte integral de la construcción
de ese sentido. Tuve la oportunidad de pisar por primera
vez un Caracol zapatista en el año 2004. Su nombre es La
Realidad y su apellido es Caracol Madre de los Caracoles
del Mar de Nuestros Sueños. Aunque en ese sueño me sentía
más despierta que nunca, me di cuenta de que la gente de
mi edad ejercía cargos en sus comunidades, eran promo-
torxs de educación, de salud o integraban Juntas de Buen
Gobierno (JBG). En mi lugar de origen podían considerarme
una adulta, pero en La Realidad era prácticamente una
niña. Allí mis contemporánexs ya sabían construir casas,
sembrar, cocinar y tomar parte en asambleas que podían
durar días, cosas en las que yo era una neófita. El tiempo
“DE POR SÍ LO QUE HEMOS APRENDIDO ES A APRENDER”: TRAZOS… 13

mismo parecía funcionar de otra manera: recuerdo el ritmo


de la palabra asamblearia asociado al ritmo del cielo, de
los alrededores, del clima, de la vida en torno a la toma
de decisiones. Una podía ver caer el sol en esas asambleas
llenas de silencios que enmarcaban el habla, la escucha y
preparaban el terreno para el grito común de “¡Acuerdo!”.
En ese contraste entre mi temprana adultez y el ritmo
de la vida comunitaria pensé que los zapatistas eran una
suerte de guardianes de la proverbial píldora roja de Matrix,
esa que, al tomarla, permite ver el mundo tal cual es a
condición de abandonar todas las certezas que lo habían
acompañado hasta entonces. Pero nada cambiaría con el
ideal “hollywoodense” de encontrar la luz y paz interior:
aún sentía en mí esa vergüenza profunda por el modo de
vida que había conocido; sentí que caminaba sobre cadáve-
res de animales extintos, pueblos despojados y territorios
destruidos. Y resultó que, además, la culpa individual era
parte de lo que mantenía a la gente como yo en la inmovi-
lidad, el cinismo y el nihilismo frente al estado de cosas.
Después de eso, no encontré ningún sentido en la idea
de volver a mi ciudad y estudiar en una universidad en la
que pudiera adquirir los conocimientos necesarios para
seguir aceitando la máquina que explota, despoja, desprecia
y reprime, y normalizar la violencia desgarradora de su
andar. Sentí que volver implicaba olvidar los aprendizajes
que recién entraban en mi vida: la corresponsabilidad y
la certeza de que el mundo sí puede ser de otra manera
apostando por la construcción de la vida colectiva. En lugar
de reconocer lo irremediable de la injusticia, a pesar de
los sofisticados argumentos nihilistas sobre la pequeñez
de nuestras acciones, volví con agradecimiento por lo que
14 Andrea Fajardo Camacho

las comunidades me habían mostrado: que sus prácticas


y saberes cotidianos son atentados directos contra el fun-
cionamiento de la máquina. Algunas de las semillas de ese
mundo residen en el replanteamiento entero de un sistema
de producción y reproducción de muerte, la colectivización
de la dignidad, la organización de la digna rabia, el encuen-
tro de la ética y la política, el reconocimiento y respeto de
la diferencia, el “caminar preguntando”, la conciencia de
la pequeñez de cada unx, la grandeza de la juntanza y la
fuerza de la “conciencia organizada de grupos y colectivos
que se conocen y reconocen mutuamente, abajo y a la iz-
quierda, y construyen otra política” (SCI Marcos 2007: s/p).

La Sexta

“Ésta es nuestra palabra sencilla, porque es nuestra idea el


llamar a quienes son como nosotros y unirnos a ellos, en
todas partes donde viven y luchan” (EZLN 2005: s/p). Salir
de La Realidad para volver a la realidad, más que un juego
de palabras, significó tomar conciencia de que la joven que
se fue un año antes no fue la misma que regresó. Su huella
en mí ya era indeleble. En eso estaba cuando lxs compa-
ñerxs dieron a conocer la Sexta Declaración de la Selva
Lacandona (ibid.). Ahí, el Ejército Zapatista de Liberación
Nacional (EZLN) invitó al pueblo de México a trabajar junto
con ellos en la transformación de las relaciones sociales,
económicas y políticas que vivimos. Cada lectura y cada
experiencia de vida, durante mi periodo formativo en la
universidad, pasaba por ese filtro que no se proponía como
una receta ni un plan de acción acabado. Comprendí que
la invitación no era a dejarlo todo y unirnos a las filas
“DE POR SÍ LO QUE HEMOS APRENDIDO ES A APRENDER”: TRAZOS… 15

del EZLN, sino a reconocernos en nuestra diversidad, en


nuestros dolores en común y que tocaba organizarnos “en
un nosotros que incluya todas las rebeldías [...] y tal vez
encontramos un acuerdo entre los que somos sencillos
y humildes y, juntos, nos organizamos en todo el país y
ponemos de acuerdo nuestras luchas que ahorita están
solas” (ibid.). Entendí entonces que, como mujer, joven,
activista y universitaria, sí me podía dar por aludida.
16 Andrea Fajardo Camacho

Portada del libro Las Seis Declaraciones de la Selva Lacandona, EZLN,


2016. Ilustración: Beatriz Aurora.
“DE POR SÍ LO QUE HEMOS APRENDIDO ES A APRENDER”: TRAZOS… 17

Investigación anticolonial activista: del activis-


mo a la academia

Después de un año de caminar en territorio zapatista, de


aprender que la autonomía se gesta en la cotidianidad,
entré a la universidad a estudiar Antropología Social como
quien entra a una ferretería buscando herramientas que
me permitieran construir y aportar a ese sueño colectivo
al que La Sexta nos invitó.
Empezaré por compartir que mi camino fue del ac-
tivismo a la academia para más tarde intentar superar
esa dicotomía y posicionarme como una investigadora
activista. Por activismo entiendo las acciones colectivas
cuya causa común es la transformación global, es decir, la
transformación de las relaciones de opresión patriarcales,
capitalistas y coloniales en las que estamos inmersxs, para
dar lugar a relaciones justas, respetuosas de la diferen-
cia y del mundo más allá del horizonte humano. Cuando
hablo de academia me refiero a la institucionalización,
disciplinarización y profesionalización del conocimiento
que implica normas, límites y parámetros de validación
desde un centro de poder, un “norte” no necesariamente
geográfico, sino una analogía de “los juegos del poder-saber
en un mundo regido por la competencia y el libre mercado,
del cual la Academia no está exenta” (Leyva 2015: 201).

La guerra

El neoliberalismo se ha caracterizado en el discurso za-


patista como una guerra de la vida frente a la muerte, la
cual atraviesa distintos ámbitos: no solamente la guerra
18 Andrea Fajardo Camacho

orquestada por el Estado mexicano contra las comunidades


zapatistas, sino también la de los medios de comunica-
ción y las academias, que alimentan (voluntaria o invo-
luntariamente) los mecanismos de opresión, donde “los
contendientes (necesitan) no solo derrotar físicamente al
contrario, sino también hacerse de una coartada propagan-
dística, es decir, de legitimidad. Derrotarlo moralmente”
(SCI Marcos 2011: 30).

Allá arriba, toda teoría que se respete debe cumplir una doble
función: por un lado, desplazar la responsabilidad de un he-
cho con una argumentación, que no por elaborada es menos
ridícula; y, por el otro, ocultar la realidad (es decir, garantizar
la impunidad) (SCI Marcos 2007: s/p).

El trabajo de historizar la institucionalización de la aca-


demia por parte de Immanuel Wallerstein (2007) ha sido
un gran aporte para dar cuenta de las relaciones de poder
que atraviesan el campo de lo epistémico. En sus trabajos,
el autor señaló el rol que han tenido las distintas discipli-
nas (como parcelas del conocimiento) en los proyectos
de dominación y colonización en el sistema-mundo. La
disciplina antropológica —conocida hija del colonialis-
mo— es un claro ejemplo de esto; su “objeto de estudio”
ha sido la alteridad, es decir, la producción de esta desde
la perspectiva de un “yo” masculino, blanco y burgués.
No es ninguna novedad decir que las sociedades sobre las
que se hicieron los estudios que darían forma y método al
quehacer antropológico “integraban los dominios colonia-
les británicos y franceses, o eran parte del territorio que
“DE POR SÍ LO QUE HEMOS APRENDIDO ES A APRENDER”: TRAZOS… 19

los Estados Unidos habían subordinado a su expansión”


(Guber 2004: 51).
Si bien ha corrido mucha agua desde entonces, la bús-
queda de objetividad, pensada como una suerte de distancia
e imparcialidad frente a lo que estudiamos, sigue siendo
una exigencia común dentro de la academia. Stuart Hall
la nombra como la mirada colonial, “el ojo inglés” que
“observa todo, pero no obstante, no es tan bueno a la hora
de reconocer que es él mismo quien, en realidad, está
mirando algo. Este ojo se transforma, curiosamente, en
algo análogo a la visión misma” (Hall 2014: 546). Al llamar a
levantar el pensamiento crítico contra la Hidra Capitalista
(SCI Galeano 2015), lxs zapatistas convocaron a lxs inves-
tigadorxs a no ocultarse “detrás de la imparcialidad, la
objetividad, la neutralidad”, sino a reflexionar junto a ellxs
la urgencia de repensar los cambios en la realidad, en las
formas de opresión y de guerra, y así retroalimentar otras
prácticas políticas y otras formas de lucha.
Mi trabajo de investigación se posicionó ética y política-
mente como parte de la lucha por una “justicia epistémica”,
es decir, una lucha por el “reconocimiento de los distintos
saberes, que posibiliten el diálogo y la controversia, de-
safiando jerarquías universales y abstractas, así como a
los poderes que a través de ellas han sido naturalizados”
(Santos 2009: s/p). Esta lucha “se desarrolla en un campo
de batalla al que podríamos nombrar de guerra epistémica,
que está superpuesto a todas las otras formas de guerra
y violencia que hoy vivimos en Chiapas y en el mundo”
(Leyva 2015: 214).
20 Andrea Fajardo Camacho

Caminar preguntando: maletas esperando fuera de la oficina de la Junta


de Buen Gobierno de Oventik, Chiapas, 2009. Foto: Andrea Fajardo.
“DE POR SÍ LO QUE HEMOS APRENDIDO ES A APRENDER”: TRAZOS… 21

Lxs caminantes: posicionarse al investigar con


otrxs

Comprendí que tomar postura en un escenario de guerra


no era posible sino a través de una lucha por la vida, con
la plena certeza de que la Tormenta de la que hablan los
compañerxs zapatistas nos demanda generar conocimien-
to que nos permita entender los distintos mecanismos
de opresión de la Hidra, así como el necesario encuentro
con quienes luchan desde múltiples frentes. Uno de estos
frentes son los pensamientos emancipatorios y de trans-
formación, entre los que se encuentran el pensamiento
crítico, los feminismos y los pensamientos decoloniales
o anticoloniales, es decir, aquellos que florecen desde las
grietas de un sistema que se presenta a sí mismo como
sólido, naturalizado e inamovible.
Hay muchxs quienes, al igual que lxs zapatistas, “mira-
mos y escuchamos es que viene una catástrofe en todos los
sentidos, una tormenta” (SCI Galeano 2015: s/p). Coincido
con Xochitl Leyva (2015: 24) en que esto nos exige generar
conocimientos y prácticas emancipatorias que revaloren
los aportes epistémico-políticos de las comunidades y mo-
vimientos sociales que construyen opciones de vida frente
a un escenario de muerte, “preguntar a otros, a otras, a
otroas, de otros calendarios, de geografías distintas, qué
es lo que ven” (SCI Galeano 2015: s/p). Acercarse a sus
formas de lucha consiste en aprender de quienes día a día
generan grietas y siembran otros mundos aquí y ahora, en
el marco de este colapso civilizatorio, desde sus prácticas
colectivas cotidianas.
22 Andrea Fajardo Camacho

Ese es el sentido de investigar con movimientos sociales,


y no el mirar si traicionan o no los manuales de “buenos
revolucionarios”, o hacer una investigación que sirva a la
contrainsurgencia. Investigar con compañerxs de lucha
también es abonar a la construcción de una memoria desde
abajo, que nos siembra la certeza de que otro mundo ya
es posible. Son muchos los caminantes que han decidido
andar a contrapelo, que tienen la seguridad de que el cono-
cimiento se genera de forma colectiva y no es monopolio
de una institución como la academia. Son caminantes que
han señalado las relaciones de poder y la disputa sobre los
saberes legítimos, así como su corolario: la deslegitimación
de saberes otros.
Xochitl Leyva Solano, investigadora activista y adhe-
rente a la Sexta, quien acompañó mi investigación, retoma
a quienes, desde la academia, han hecho grietas en el sis-
tema de pensamiento hegemónico: autorxs que critican
el carácter colonial de las ciencias sociales, que analizan
y evidencian los límites y riesgos del paradigma positi-
vista, así como los proyectos políticos hegemónicos que
lo sostienen; que cuestionan la definición de las ciencias
sociales en tanto “ciencias” y hacen énfasis en la relación
de nuestro posicionamiento social con nuestras represen-
taciones, a la vez que señalan el carácter parcial y contin-
gente del conocimiento. Todo ello desde una pluralidad
de pensamientos y posiciones: teóricos críticos de la raza,
impulsoras de la teoría feminista, teóricos post-coloniales,
post-modernos, epistemólogos del Sur, así como construc-
tores del pensamiento crítico descolonial y del análisis de
los sistema-mundo (Leyva y Speed 2008: 72-73).
“DE POR SÍ LO QUE HEMOS APRENDIDO ES A APRENDER”: TRAZOS… 23

Latinoamérica se presenta como un espacio geopolí-


tico importante en la generación de caminos que trans-
forman las relaciones de poder existentes dentro y fuera
de la misma investigación. En el contexto de las décadas
de 1960 y 1970 no podían concebirse investigaciones que
no se comprometieran con la dura realidad que se vivía;
era un contexto de dictadura y guerra en la que el posicio-
namiento y el compromiso político fueron las improntas
que establecieron nuevas relaciones en la investigación,
así como el cuestionamiento de las “tradicionales”. De ahí
surgieron algunos precursores emblemáticos, como Paulo
Freire, en Brasil, con la Metodología de Educación Popular,
y el colombiano Orlando Fals Borda con su Metodología
de Investigación Acción Participativa (IAP), quienes abo-
garon por una nueva relación entre el investigador y lxs
investigadxs (Leyva y Speed 2008).
Otro espacio de intercambio de saberes fundamental en
esta historia fue la reunión de Barbados en 1971, donde in-
dígenas latinoamericanos —“objetos de estudio” y más tarde
“sujetos” de los mismos—, junto con académicos sociales,
sentaron un precedente de compromiso para descolonizar
las ciencias sociales. En ella, los investigadores asistentes
proclamaron la importancia de asumir responsabilidades
ineludibles para la liberación indígena (Leyva 2015).
Como describe Leyva, en el contexto de Chiapas el des-
mantelamiento de los municipios autónomos, la masacre
de Acteal en 1997 y el aumento de grupos paramilitares
llevaron a los investigadores de esa época a cuestionar y re-
plantear sus métodos. Con la construcción de los Caracoles,
los zapatistas tomaron parte del control de las investiga-
ciones que se llevaban a cabo en su territorio, nutriendo
24 Andrea Fajardo Camacho

y dando rostro a lo que más tarde algunas llamaron antro-


pología feminista poscolonial y participativa, antropología
dialógica crítica, estrategias de interaprendizaje para la
intercomprensión intercultural, antropología social des-
de la investigación participativa, investigación activista e
investigación de co-labor (cit. en Leyva 2015: 213).
La metodología de la investigación anticolonial activista
es uno de estos caminos. Dicho enfoque plantea una episte-
mología, una ética y una política; como lo describe Leyva,
“no es pura investigación académica, sino más bien nace y
se reproduce en los intersticios que genera el cruce de las
academias otras, los activismos abiertos y flexibles y los
movimientos sociales” (2008: 96). Las academias otras a
las que alude Leyva son aquellas que se han asumido como
responsables y comprometidas ética y políticamente con
la transformación de la realidad social, de las cuales esta
metodología ha aprendido y desaprendido lo necesario
para construirse un camino propio dentro de la lucha por
un mundo justo, libre y democrático.

Estudiar con compañerxs políticos, no con sujetos de


estudio

Generar conocimiento con comunidades, movimientos y


sujetos en general no puede ocurrir sino desde el enten-
dimiento de que trabajamos con “generadores de conoci-
miento en su propio derecho y no simplemente con objetos
a ser estudiados y entendidos” (Casas, Osterweil y Powell
2015: 175). La investigación anticolonial y activista que
me apela promueve el diálogo entre sujetos que compar-
timos intereses afines, en la que nuestras diferencias nos
“DE POR SÍ LO QUE HEMOS APRENDIDO ES A APRENDER”: TRAZOS… 25

permitan evidenciar los límites de nuestra mirada, pero


también potenciar, complejizar y ampliar dicha mirada.
En una investigación como esta, la idea de objeto o
sujeto de estudio no tenía cabida. Para mí era claro que
este trabajo surgió desde mi posicionamiento como adhe-
rente a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, que
se traduce en una relación de compañerxs de lucha y de
investigación con quienes comparto una apuesta política.
Cuando estuve en territorio autónomo, “compañerx” era
el modo en que nos referíamos unxs a otrxs. Considero
necesario retomarlo ya que, más que una palabra, implica
un tipo de relación de complicidad y respeto. Así pues,
compañerx es una palabra cargada de significación tanto
afectiva como política para lxs zapatistxs: “Cuando salimos
al camino que nos marcamos con la Sexta Declaración, no
repartimos juicios y recetas. Escuchamos y miramos para
aprender. No para suplantar o dirigir, sino para respetar.
El respeto al otro, a la otra, es como nosotros decimos
‘compañero’, ‘compañera’” (SCI Marcos 2007: s/p).
Cuando le pedí a Xochitl Leyva que dirigiera mi tesis,
me propuso que nos pensáramos como compañeras po-
líticas. Esto generó una particularidad importante en la
investigación. Partimos de que los procesos y apuestas
anticoloniales, antipatriarcales y anticapitalistas tenían que
ser transversales en nuestras prácticas y que dentro de los
procesos de generación de conocimiento debía reconocer-
se y subvertirse la dinámica de poder directora-dirigida.
Nos salimos de las estrechas paredes de la academia para
dejarnos pensar fuera de puntitos en una lógica escolar
y comenzamos a preguntarnos cómo podría aportar esta
investigación a una apuesta política común.
26 Andrea Fajardo Camacho

Compañero zapatista en las caminatas por la Reserva Autónoma Za­


pa­tista El Huitepec, 2010. Foto: Andrea Fajardo.
“DE POR SÍ LO QUE HEMOS APRENDIDO ES A APRENDER”: TRAZOS… 27

Tensiones entre métodos coloniales e investigación


anticolonial activista

Esta apuesta por dejar de investigar “sobre” un movimiento


e investigar “desde” el movimiento y el compromiso político
necesariamente genera tensiones y fricciones. Sin embargo,
se trata de una relación de generación de conocimiento
entre compañerxs cuyo roce puede producir una chispa
que evidencie sombras que de otro modo serían difíciles
de observar. Una de estas sombras fue que los métodos de
investigación promovidos por la academia (esos con los
que los antropólogos clásicos marcaron rumbo y definieron
líneas disciplinarias) resultaban sumamente incómodos y
contraproducentes para estudiar en un contexto de gue-
rra con compañerxs que se niegan a negociar, a vender, a
explotar a su gente y a la tierra.
Es necesario dar cuenta de que los enfoques epistémicos
que devienen en metodologías de investigación aprendidos
en la universidad tuvieron un contexto de origen específico
y situado: la Colonia. Las técnicas desarrolladas para “in-
vestigar” a las comunidades suelen partir de una relación
de poder normalizada que se encarna en distintas prácticas
entre quienes somos formados en las universidades, en
las que, si bien hay fuertes disputas y grietas, también
existe toda una institucionalidad que sostiene y reproduce
estas relaciones.
Cada vez es más común la crítica hacia las distintas
formas de extractivismo académico, esas prácticas en la
que investigadorxs llegamos, tomamos tiempos, espacios
y saberes de las personas para generar capital social o
material, que va desde seguir trepando en un escalafón
28 Andrea Fajardo Camacho

dentro de la academia hasta ejercicios de biopiratería y


apropiación de saberes para la producción de capital de
farmaceúticas, por nombrar solo algunos. Más que anéc-
dotas, las prácticas de investigación en las que fui formada
se me presentaron como una especie de postales de una
academia colonial que, al observarlas y enunciarlas, hacen
posible un ejercicio que atenta contra su normalización.
Para superar la ceguera colonial es necesario escarbar en
la manera en que aprendimos a construir conocimiento.
Mi primer acercamiento al quehacer antropológico fue
en la universidad en la que inicié la licenciatura, donde
más adelante fui hostigada e instigada a dejarla por realizar
manifestaciones políticas. En esta institución nos llevaban
a hacer trabajo de campo a poblados en donde general-
mente nos recibía la alcaldía (sin cuestionar ese lugar en
el entramado de relaciones de poder). El objetivo de las
visitas era aplicar encuestas para el proyecto de la univer-
sidad o de algún investigador, o bien hacer entrevistas en
las que la población nos brindaba su tiempo y espacio sin
establecer acuerdos de reciprocidad con ellos ni cuestionar
los intereses y beneficios derivados de estas. En general
dichas poblaciones estaban familiarizadas con la llegada
de estudiantes, frente a la que muchxs mostraban fastidio;
otros simplemente “nos daban por nuestro lado” y se re-
ferían a nosotrxs con la ambigua etiqueta de “maestrxs”.
Siempre sentí que ese membrete evidenciaba una re-
lación jerárquica donde lxs maestrxs llegábamos con la
idea de enseñar o de sacar algo de esa población y, en
contadas excepciones, a aprender, a buscar complicidad
entre sus intereses y los nuestros, a servir y no a servirnos.
Después de extraer “datos” de la gente (que en realidad
“DE POR SÍ LO QUE HEMOS APRENDIDO ES A APRENDER”: TRAZOS… 29

nos compartía una lectura aguda y analítica de la realidad


que viven) volvíamos a los escritorios de la universidad a
transformar sus experiencias en conocimiento legítimo
y a convertirnos así en científicos sociales acreditados.
Asimismo, enfrenté la tensión entre los tiempos acadé-
micos y los comunitarios. Desde el calendario universitario
resultaba difícil considerar que mi acceso a la comunidad
era uno de los muchos acuerdos que la JBG debía de resol-
ver en ese momento, además de problemas mucho más
apremiantes como la sostenibilidad de la vida y la seguri-
dad de la comunidad de Ocotal Sección II, en el Huitepec.
Cinco semanas enteras transcurrieron antes de que la de-
liberación tuviera lugar. Esta tensión entre tiempos me
hizo dar cuenta de que lo más consecuente con el tipo de
investigación con el que estaba comprometida era darme
de baja un semestre y poder, así, adecuarme a los tiempos
de lxs compañerxs con quienes estaba investigando. Esta
discrepancia en la relación con el tiempo de “afuera” ha
merecido reflexión por parte de lxs zapatistas:

Total que nos quedamos solos y, a como pintan las cosas,


por un buen rato. Hasta los aparentemente más asiduos se
fueron “por un tiempo”, no obstante que les expliqué que
convenía que estuviera siempre alguien acá porque surgían
cosas que alguien debía verlas, etcétera. Pero se aburren. Su
tiempo es otro, y me divierte pensar que quieren entender
lo que aquí ocurre y saber cómo, por qué, cuándo, dónde y
quién, en medio de su desesperación de apenas unos días
“sin-na­da-que-hacer-yo-en-cambio-debo-preocuparme-por-
cosas-lo-menos-­igualmente-importantes-si-no-es-que-más”
(SCI Marcos 2003: 14).
30 Andrea Fajardo Camacho

La confianza lleva tiempo. El desajuste entre lo comu-


nitario y lo académico ayuda a entender las actitudes her-
méticas que se generaron en esta primera etapa con lxs
compañerxs. Dentro de esta guerra, uno de los múltiples
frentes ha sido el de la academia arrogante que llega mi-
rando de arriba hacia abajo, sacando conclusiones prontas,
entrando y saliendo sin esperar ni respetar sus tiempos,
hablando “por” ellxs y no “con” ellxs, llevándose toda la in-
formación sin retribución alguna o, en el peor de los casos,
realizando labores de contrainsurgencia para los distintos
niveles del gobierno mexicano y estadounidense. Por ello,
desarrollar una relación de confianza con lxs compañerxs
de investigación no era algo que pudiera apresurarse o
vivirse sin tensiones de todo tipo.

Notas de campo

La elección de la metodología anticolonial activista impli-


caba ajustar los tiempos y modos de la academia a los “ni
modos” del territorio. El contexto de guerra de baja inten-
sidad, el aumento de grupos paramilitares y el constante
asedio federal supuso también la adecuación o implemen-
tación de métodos de acercamiento e investigación que
no resultaran contraproducentes para las comunidades.
La primera vez que entré a la reserva del Huitepec fue
como una “compañera” que comparte el interés por la de-
fensa de la vida y los territorios frente al avance criminal
del capital. Trabajar con un sujeto colectivo autónomo nos
enseña el cuidado de la palabra: cada unx de sus integrantes
lleva la responsabilidad de hablar o callar honrando los
acuerdos de un caminar colectivo más amplio. De ahí que
“DE POR SÍ LO QUE HEMOS APRENDIDO ES A APRENDER”: TRAZOS… 31

las preguntas y entrevistas deben pasar por ese proceso de


toma decisiones que sostiene gran parte de su autonomía.
32 Andrea Fajardo Camacho

Letrero al ingreso de la Reserva Comunitaria Zapatista, Huitepec, San


Cristóbal de Las Casas, Chiapas, 2010. Foto: Andrea Fajardo.
“DE POR SÍ LO QUE HEMOS APRENDIDO ES A APRENDER”: TRAZOS… 33

Durante la primera parte de mi “trabajo de campo”,


desempeñé las mismas actividades que lxs observadorxs
de derechos humanos enviados por el Centro de Derechos
Humanos Fray Bartolomé de Las Casas: escuché la his-
toria del territorio y de la organización para su defensa,
acompañé las caminatas de guardia; aprendí que se anda
al paso de la más o el más lentx; compartimos momentos
y espacios con lxs compas y sus familias; conversamos
sobre el bosque y sus guardianxs, lxs nahuales; aprendí
los cuidados que tenían en el uso de la leña y la forma en
que honraban a los espíritus de los ojos de agua.
Salí de campo sin entrevistas, sin árboles genealógicos,
sin cartografías, sin todo eso que supuestamente produce
una investigadora en campo. En su momento, evalué seve-
ramente mi estancia en la reserva y llegué a considerarla
un error en términos de producción académica. Viví la
fricción entre ser investigadora y ser activista. Me resul-
taba muy incómodo y sin sentido hacer algo distinto a lo
que haría ya no como investigadora solamente, sino como
compañera comprometida con esa lucha. Con el tiempo y
la retroalimentación de compañerxs que acompañaron mi
proceso, entendí que más que una observación participan-
te, mis acciones respondieron a una complicidad política
y que ninguna investigación escapa a ello. Dar cuenta de
este posicionamiento no deslegitima el conocimiento ge-
nerado, sino que atenta contra la mirada colonial que no
logra verse a sí misma.
Reflexioné que incluso las actividades que realizaba
con otros adherentes de la Sexta por fuera del territorio del
Huitepec respondían al mismo horizonte ético y compro-
miso político que encaminaba mi investigación. Los límites
34 Andrea Fajardo Camacho

entre el trabajo de campo y mi quehacer como activista


se desdibujaban. Más que un lugar del que se entraba y
salía, el campo se constituyó como un tejido de relaciones
y acciones que le dieron sentido a la investigación.
Este desplazamiento, que va de entender el campo co-
mo “lugar” a considerarlo en términos de relación, resulta
sumamente significativo en la metodología anticolonial
activista. La ruta política-social nos exige reflexividad frente
a cómo llegamos ahí; esto cobra relevancia al dar cuenta
de cómo entretejemos intereses y apuestas políticas con
las del territorio, sus habitantes, sus tiempos y sus modos.
Se trata de visibilizar y tomar postura en un entramado de
relaciones que nos atraviesan en conjunto. Investigar con
lxs zapatistas me enseñó a dialogar con un sujeto colectivo
con tiempos, formas y principios de trabajo que responden
al caminar comunitario, así como al respeto a sus acuer-
dos y disensos. La afinidad de intereses sentó el rumbo y
sentido de la investigación; las tensiones e incomodidades
fueron fuente certera de aprendizajes.
Una de las presiones más fuertes en este proceso fue
la escritura: ¿cómo no suplantar la palabra compartida?,
¿cómo no ser un simple eco infértil?, ¿cómo dar cuenta y
hacer justicia a un proceso tan vasto?, ¿hasta dónde llegaba
mi autoría y qué lugar tenían las voces de lxs compañerxs?,
¿qué tanto me pertenecía esa investigación?, ¿qué repercu-
siones tendría lo que escribiera y lo que dejara por fuera
de la escritura?
Las preguntas surgidas durante el proceso de escritura
de la investigación debían responderse poniendo en el
centro el cuidado de la palabra compartida. Se debe profun-
dizar con quién y desde dónde se produce el conocimiento,
“DE POR SÍ LO QUE HEMOS APRENDIDO ES A APRENDER”: TRAZOS… 35

que es algo muy importante, así como saber contra qué se


posiciona. Para mí fue sustantivo que la escritura lograra
caracterizar y analizar los mecanismos de despojo del ca-
pitalismo disfrazado de ecologismo en proyectos como las
“reservas naturales protegidas”, así como dar cuenta de la
memoria de un proceso colectivo y organizado que no solo
hacía frente a ese embate, sino que nos enseñaba a cons-
truir vida desde su forma particular de relacionamiento
con el territorio. Mi brújula fue un constante preguntar y
responder para qué y contra qué.
Escribir desde un respeto profundo por el sujeto co-
lectivo con el que investigué implica una responsabilidad
que desborda los límites de un trabajo académico; escribir
sobre el proceso metodológico fue dar cuenta del camino
sinuoso en un proceso lleno de compartires, aprendizajes
y fricciones. La metodología anticolonial y la forma en que
lxs compañerxs nos enseñan a relacionarnos con ellos es
irreductible a una serie de pasos a seguir o recetas fijas,
pero su transcurrir produce grietas en una episteme pro-
fundamente colonial, patriarcal y capitalista.
36 Andrea Fajardo Camacho

Trazos de una epistemología zapatista

Pero nosotros hemos aprendido que las semillas se inter-


cambian, se siembran y crecen en lo cotidiano, en el suelo
propio, con los saberes de cada quien.
Escuadrón 421 del EZLN2

Este proceso de investigación significó un aprender a apren-


der. Las comunidades zapatistas me enseñaron a relacionar-
me como compañera, ya sea para realizar una investigación
o para ponerme de acuerdo con otrxs al andar un camino
común; para escuchar a quienes eligieron otras rutas, otros
pasos y ritmos que resisten y se plantan contra el avance de
la Hidra. Me atrevo a decir que la epistemología zapatista,
entre otras cosas, es el arte de reconocer las potencias y
límites de la propia mirada, de dialogar y escuchar al otrx
desde su diferencia, buscando “El eco que reconozca la
existencia del otro y no se encime o intente enmudecer
al otro. El eco que reproduzca el propio sonido y se abra
al sonido del otro” (SCI Marcos 1996).
Su largo caminar político se ha regido por una búsque-
da de que sus acciones no solo estén de acuerdo con “un
análisis teórico, sino también, y sobre todo, de acuerdo
con lo que consideramos es nuestro deber. Tratamos de ser
consecuentes, siempre” (SCI Marcos 2003: s/p). Mi apren-
dizaje fue que la producción de conocimiento zapatista
responde al cruce de al menos tres dimensiones: episte-
mología, ética y política. Y diría que ese es, precisamente,

2
Tomado de <https://enlacezapatista.ezln.org.mx/2021/08/13/
apenas-500-anos-despues/>, consulta: 30 de octubre de 2021.
“DE POR SÍ LO QUE HEMOS APRENDIDO ES A APRENDER”: TRAZOS… 37

uno de los legados más importantes de su entramado: esa


manera tan suya, tan irreverente, tan sencilla de generar
conocimiento emancipatorio, esa de la que dan cuenta en
sus distintas declaraciones, cuentos, comunicados, con-
vocatorias, denuncias, propuestas y prácticas.
El primer punto de “La ética del guerrero” (SCI Marcos
2007: s/p) es un llamado a “[e]star siempre en disposición
de aprender y hacerlo”. La lucha del guerrero, nos dicen,
comienza por una disposición al saber que confronte y se
plantee en contra de esa otra mirada arrogante (colonial,
patriarcal, capitalista) que se jacta de verlo todo excepto a
sí misma. Se trata de una actitud que nos permite “darnos
cuenta de lo pequeños que somos” en cuanto al “tamaño
de nuestro empeño” (SCI Galeano 2021).
38 Andrea Fajardo Camacho

Don Durito, diseño para la colección Lecturas urgentes de Barullo Casa


Taller, Cali, Colombia, 2019. Ilustración: Sebastián Giraldo.
“DE POR SÍ LO QUE HEMOS APRENDIDO ES A APRENDER”: TRAZOS… 39

Al reconocer nuestros límites, reconocemos también


la necesidad del encuentro y el diálogo. Estos encuentros
se proponen como un intercambio de pensamientos, en
contraposición al intercambio de mercancías (SCI Galeano
2015) y cuerpos establecido por el sistema. Un intercambio
que cobre una proporción tal que nos permitan entender
y enfrentar a esta bestia en toda su dimensión y devenir.
En palabras del SCI Galeano:

Los contactos con personas, grupos, colectivos, movimientos


y organizaciones de diferentes partes del planeta, nos han
mostrado un mundo diverso, múltiple y complejo. Con esto
se ha reforzado nuestra convicción de que toda propuesta de
hegemonía y homogeneidad no solo es imposible, es, sobre
todo, criminal (2021: s/p).

Lejos de sostener que la transformación social solo es


posible desde una vanguardia revolucionaria, lxs zapatistas
cuestionan la existencia de una sola fórmula o receta para
cambiar las cosas, así como la preeminencia de un sujeto
revolucionario unívoco. Nos invitan a mirar en cada colec-
tivo, movimiento y proceso, prácticas emancipatorias con
las que podemos dialogar, aprender y tejer complicidades.
La búsqueda de este encuentro ha rebasado las fron-
teras del Sureste mexicano, inaugurando la Travesía por la
Vida, cuya mirada intergaláctica se limitará, por cuestio-
nes logísticas, a los continentes vecinos del planeta Tierra;
así, la intención de hacer un semillero de conocimientos
adquiere una dimensión global y simbólica. Mientras los
“malos gobiernos” de México y España se enfrascan en
reclamos diplomáticos para disputarse la hegemonía del
40 Andrea Fajardo Camacho

relato histórico, “las comunidades zapatistas hemos venido


a escuchar y a aprender la historia que hay en cada habi-
tación, en cada casa, en cada barrio, en cada comunidad,
en cada lengua, en cada modo y en cada ni modos” (EZLN
2021: s/p).
La epistemología zapatista es la lucha por la vida en su
sentido más radical. Es una forma de aprender a aprender
no desde los centros hegemónicos, sino desde abajo y a la
izquierda; no desde los conocimientos o prácticas de domi-
nación, sino desde la resistencia cotidiana de lxs oprimidxs;
no para ajustar cuentas con los calendarios y geografías
dominantes, sino para inaugurar tiempos y modos de vida
otrxs que, como nos han enseñado los pueblos andinos y
amazónicos, apuesten por un “Buen Vivir”.

Porque, después de tantos años, hemos aprendido que en


cada disidencia, en cada rebeldía, en cada resistencia, hay
un grito por la vida.
Y, según nosotros los pueblos zapatistas, de eso se trata
todo: de la vida.
Y, cuando un día cualquiera, alguien les pregunte “¿a qué
vinieron los zapatistas?”, juntos podremos responder, sin
pena para ustedes y sin vergüenza para nosotras, “vinieron
a aprender” (EZLN 2021: s/p).

Semillas emancipatorias: reflexiones finales

Aprender a generar conocimiento desde la epistemolo-


gía zapatista nos permite reconocer que en la hoguera
“DE POR SÍ LO QUE HEMOS APRENDIDO ES A APRENDER”: TRAZOS… 41

que cuida y aviva cada colectivo, movimiento, proceso,


persona, habita el fuego no solo con el que alumbramos
y calentamos la noche, sino también con el que haremos
arder el corazón de la Hidra.
El faro zapatista me ha enseñado sobre la escucha, sobre
la importancia del encuentro y el diálogo, pero también
sobre la urgencia de entender que solamente es posible
resistir esta tormenta si aprendemos a colectivizarnos y
desde ahí germinar la vida más allá de la sobrevivencia.
En Cali, Colombia, junto a otrxs decidimos soñar y auto-
gestionar la vida; nos nombramos Tierra Negra. No na-
cimos sujetos colectivos, no tenemos territorio común,
pero sí faros que nos muestran que otras formas de vida
son posibles. Habitamos un hogar común, nos hicimos
cooperativa, generamos nuestras propias formas de justicia
antipatriarcal y anticapitalista y nos enseñamos a tomar
decisiones en asamblea para aprender a “Vivir Sabroso”,
como nos enseñaron lxs comunerxs nasa de la Liberación
de la Madre Tierra.
Caminar en colectivo ha sido una de las experiencias
más significativas de reconocernos, de nombrarnos Tierra
Negra. Desde esta juntanza que somos, con la que re-exis-
timos y resistimos en la cotidianidad, también decidimos
acercarnos a aprender y acompañar otras luchas, a tejer
redes de complicidad con ellas; porque tampoco basta con
hacernos colectivos, seguimos siendo muy pequeños frente
al tamaño de nuestro sueño. El faro zapatista me enseñó
la importancia de dialogar con otrxs que comparten esa
lucha por la vida, me enseñó a acercarme para para tejer
esfuerzos y compartir miradas.
42 Andrea Fajardo Camacho

Campaña de solidaridad con EZLN, Cooperativa Tierra Negra, Cali,


Colombia, 2020. Ilustración: Sebastián Giraldo.
“DE POR SÍ LO QUE HEMOS APRENDIDO ES A APRENDER”: TRAZOS… 43

En ese caminar colectivo, hemos aprendido de los ba-


rrios marginalizados y racializados de Cali, de la olla co-
munitaria para sostener la resistencia, de la solidaridad
entre vecinxs para resistir la precarización, de los espacios
sociales y culturales creados y construidos por las manos
de las mujeres y hombres que en medio de fuegos cruza-
dos generan grietas de vida para que lxs niñxs jueguen,
sueñen, estudien, gocen. Aprendemos de la organización
para defender “el pedazo” (como nombran el barrio) de los
planes de la ciudad donde las vidas de lxs compañerxs del
Distrito de Aguablanca están amenazadxs. También for-
mamos parte del Festival de Cine y Video Comunitario del
Distrito de Aguablanca (FESDA) donde hemos aprendido,
desde el cine comunitario, a compartir herramientas para
que los barrios puedan narrarse a sí mismos, construir la
memoria insurrecta de sus luchas, agrietar las narrativas
hegemónicas y romper los cercos mediáticos. Aprendemos
del digno pueblo Nasa, de lxs liberadorxs de la Uma Kiwe
(Madre Tierra) en el Norte del Cauca, de la defensa del wët
wët fizenxi (Buen Vivir), de su rebeldía y de la digna rabia
con la que liberan tierras para todos los seres humanos
y no humanos de manos de “los mandones”, quienes las
destinan a los monocultivos de caña. Aprendemos de su
forma de caminar la palabra.
Porque unx aprende cuando actúa en complicidad con
otros movimientos, pero resulta que hacer otro mundo
nos demanda llevarlo a todas las esferas de nuestra vida,
habitarlo y construirlo desde lo íntimo y cotidiano; nos
demanda, aunque parezca banal, ser mejores personas,
destruir la Hidra que unx tiene dentro. Eso no lo hace unx
solitx; la propia mirada, como hemos visto, no es suficiente.
44 Andrea Fajardo Camacho

Si el ojo es incapaz de verse a sí mismo, ahí está la mirada


compañera en la que podemos vernos y apoyarnos para
andar de otra manera.
Acercarme y tejer con estos procesos y colectivos me
permitió reconocer los frutos de sus luchas y entender
su lugar de guardianes de semillas emancipatorias. Estas
experiencias y tantas otras fueron posibles gracias a las
semillas que lxs zapatistas plantaron en mí, las cuales no
han dejado de germinar, de nutrir y de enseñarme a vivir,
es decir, a luchar.
“DE POR SÍ LO QUE HEMOS APRENDIDO ES A APRENDER”: TRAZOS… 45

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48 Andrea Fajardo Camacho

Acerca de la autora

Andrea Fajardo Camacho

Mujer feminista, educadora popular, comunicadora co-


munitaria, antropóloga visual y doctorante de Estudios
Latinoamericanos. Ejerce la investigación-acción desde
el activismo y la ampliación de imaginarios para la trans-
formación social en un contexto de crisis civilizatoria. Sus
temas centrales son la defensa territorial y la reflexión éti-
co-política en la generación de conocimiento. Como educa-
dora popular y comunicadora comunitaria cuenta con una
vasta trayectoria en México, Ecuador y Colombia donde,
desde el cine, el teatro y la radio comunitaria, acompaña
procesos de capacitación, consultoría y fortalecimiento
organizativo y comunitario. Es miembro del Grupo de Tra-
bajo “Cuerpos, Territorios, Resistencias” en Clacso.
<andreafc6894@gmail.com>.
“DE POR SÍ LO QUE HEMOS APRENDIDO ES A APRENDER”: TRAZOS… 49

Acerca de la colección

La Colección Al Faro Zapatista es un homenaje a las mujeres,


niñas(os), ancianas(os), otroas y hombres zapatistas en sus
más de 500 años de resistencia y sus casi 28 años de vida
pública rebelde. La iniciativa busca acuerpar la
Travesía por la Vida. Lo hacemos desde lo que somos:
trabajadorxs de las ciencias sociales, activadas activistas.
Lo hacemos porque el zapatismo ha sido el faro
para muchas de nosotras y otrxs habitantes del planeta Tierra.
El faro en medio de La Tormenta provocada por
lo que en 2017 las mujeres zapatistas nombraron
como el “sistema capitalista machista y patriarcal”,
alimentada por el racismo y la “cisheteronormatividad”,
como le llaman las diversidades sexuales
en movimiento y re-existencia.

Comité Editorial y Organizador

Xochitl Leyva Solano Jorge Alonso


Lola Cubells Aguilar John Holloway
Inés Durán Arturo Anguiano
Rosalba Icaza Patricia Viera
Sofía Carballo Axel Köhler

Planeta Tierra, 2022


“De por sí lo que hemos aprendido es a aprender”:
trazos de una epistemología zapatista
se terminó de digitalizar en
Tipobyte estudio editorial, en la
ciudad de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México,
el 30 de noviembre de 2022.
52 Andrea Fajardo Camacho

El objetivo del presente trabajo es dar algunos trazos acerca


de la epistemología zapatista como forma de conocimiento
indistinguible de la lucha a través de algunas experiencias
y aprendizajes que se tejieron en el camino de mi investi-
gación con ellxs, y la forma en que esa relación sentó una
serie de principios éticos, políticos y epistémicos.
El primer apartado describe la forma en que el zapa-
tismo me interpeló durante mis primeros encuentros con
sus comunicados y convocatorias.
El segundo da cuenta de mi posicionamiento dentro
de la academia en el marco de una guerra que atraviesa
distintos niveles de vida.
El tercer apartado hace una breve revisión de autores
y activistas que han tratado de ir más allá de la dicotomía
academia-activismo.
El cuarto desarrolla las tensiones teóricas y metodo-
lógicas al cambiar la perspectiva de “objetos de estudio”
por “compañerxs de lucha”.
En el quinto realizo una lectura de la epistemología
zapatista como un trenzado indisociable de una ética polí-
tica dialógica, anticolonial, anticapitalista y antipatriarcal.
El sexto y último, es un recuento de procesos colecti-
vos desde mi caminar como activista, los cuales han sido
nutridos e inspirados por el faro zapatista.

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