Introduccion Al Mindfulness

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2024

Introducción al
Mindfulness

CARLOS PASSI CAPDEVILLE


PSICÓLOGO, PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE VALPARAÍSO
MÁSTER EN PSICOLOGÍA CLÍNICA Y DE LA SALUD, UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MADRID.
¿QUÉ ES MINDFULNESS?

Cada vez con más frecuencia escuchamos la expresión mindfulness [Atención plena], pero
¿qué significa en realidad? Estar atento plenamente significa en esencia tener un buen control sobre
la atención: puedes colocarla donde tú quieras y dejarla allí fija, hasta que quieras dedicarla a otra
cosa (Hanson, 2011).

Atención plena significa prestar atención de una manera determinada: de forma deliberada,
en el momento presente y sin juzgar. Este tipo de atención permite desarrollar una mayor
conciencia, claridad y aceptación de la realidad del momento presente. Nos despierta para que
podamos darnos cuenta de que nuestras vidas sólo se despliegan en momentos. Si durante la
mayoría de esos momentos no estamos plenamente presentes, es posible no sólo que nos
perdamos aquello que es más valioso de nuestra vida, sino también que no nos percatemos de la
riqueza y la profundidad de nuestras posibilidades de crecimiento y transformación (Kabat-Zinn,
2009).

La práctica de mindfulness forma parte de una práctica integrada que ofrece una
comprensión de los orígenes de la angustia emocional y el medio para liberarse del patrón que
consiste en añadir sufrimiento a las dificultades y el dolor ya existentes. Nos permite ver y trabajar
con vulnerabilidades y desafíos universales que son una parte inherente del ser humano (Crane,
2017).

La enseñanza y la práctica del mindfulness contiene 3 elementos generales:

1. El desarrollo de la conciencia mediante prácticas formales (meditación sedente, escáner


corporal, meditación en movimiento, etc.) y prácticas informales (conciencia del momento
presente, por ejemplo: al ducharse, lavarse los dientes, lavar los platos, comer, caminar, etc).

2. Un marco actitudinal concreto, en el que se fomenta la amabilidad, la curiosidad y la


disposición a estar presente durante el desarrollo de la experiencia.

3. La comprensión de la vulnerabilidad humana, lo que nos lleva a comprender que el


sufrimiento es parte inherente de nuestra experiencia, pero que existen métodos que nos permiten
reconocer y abandonar patrones habituales que contribuyen a mantenerlo e incrementarlo.

Ese tipo particular de atención que llamamos de mindfulness refleja una capacidad humana
innata, pero poco explorada hoy en día, ya que vivimos en una sociedad donde el ocio se ha
considerado como algo negativo, y a veces nos criticamos cuando estamos sentados o acostados sin
hacer nada. De hecho, se aprecia mucho la multitarea, el hacer muchas cosas a la vez, y se ha
asociado la multitarea con la eficacia, pero esto realmente es un mito porque la verdad es que la
multitarea nos agota mucho antes. De hecho, el traer la atención a muchas tareas a la vez, la
multitarea, se asocia con cometer muchos más errores y con un mayor agotamiento tanto físico
como mental. La cualidad de atención plena se puede (re)aprender y entrenar con el uso regular de
varias técnicas y prácticas específicas, que también forman parte de lo que denominamos
mindfulness (Cebolla, 2014).
La mayoría de los programas basados en mindfulness enseñan a reconocer el modo “hacer”
de la mente y a comprender cómo contribuye a crear y perpetuar los estados mentales
problemáticos, desarrollando la capacidad de comprometerse con el modo “ser” y cultivando
gracias a ello el potencial para abordar cualquier estilo emocional. El modo “hacer” se inicia cuando
la mente percibe que las cosas no son como le gustaría que fueran y en ese momento empieza a
buscar soluciones, intentando reducir esa discrepancia entre que lo que me gustaría que estuviera
sucediendo, lo que deseo que suceda y lo que realmente sucede. De esta manera es muy fácil entrar
en buscar soluciones y en círculos de pensamientos que nos llevan a la rumiación y a la parálisis.
Cuando nos ocupamos de tareas y problemas prácticos, la forma en que el modo “hacer” procesa la
experiencia es sumamente adecuada. Sin embargo, estas estrategias bien desarrolladas del modo
“hacer”, que aportan beneficios en muchas áreas de nuestra vida, incrementan nuestro sufrimiento
y dificultades cuando las utilizamos para abordar nuestra experiencia emocional.

Tich Nath Hanh, en su libro El Milagro de Mindfulness dice: “si cuando uno está lavando los
platos, está pensando en la taza de té que se tomará al acabar, está cultivando un modo de
conciencia en el cual cuando esté tomando el té, estará pensando en el paseo que va a dar después
y de este modo, uno nunca está en lo que está. Vivimos entre el pasado fruto de la nostalgia y la
añoranza y el futuro que es la proyección de nuestros deseos. Nos olvidamos de estar en el
momento presente”. En el modo “ser” no pretendemos llegar a ningún objetivo concreto. Se está
presente en lo que esté sucediendo sin ninguna presión por el cambio. Aunque esta conciencia de
atención plena o Mindfulness es una cualidad natural de la mente, no es muy frecuente que la
cultivemos porque tendemos a pensar que si llevamos esta atención a nuestra vida nos va a llevar
mucho más tiempo o vamos a ser menos eficaces o no vamos a conseguir hacer todo lo que
teníamos planificado.

Diversas investigaciones apuntan de manera consistente al hecho de que estas prácticas


modifican, para mejor, nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestra vida, puesto que:

- Incrementan la función inmune bajo estrés (Davidson et al., 2003).


- Mejoran la resiliencia y la capacidad del cerebro para procesar bajo estrés las emociones
(Davidson et al., 2003).
- Aumentan la materia gris en la ínsula y el córtex cerebral (Hölzel et al., 2011).
- Reducen el dolor crónico (Kabat-Zinn et al., 1998; Rosenzweig et al., 2010).
- Aumentan el bienestar psicológico (Fredrickson et al., 2013).
- Propician un incremento natural de la empatía y de la compasión tanto por los demás como
por uno mismo (Shapiro, Schwartz y Bonner 1998; Shapiro et al., 2005).
- Disminuyen la ansiedad (Miller, Fletcher y Kabat-Zinn, 1995) y el trastorno obsesivo-
compulsivo (Baxter et al., 1992).
- Previenen las recaídas en la depresión (Teasdale et al., 2000; Segal et al., 2010).
- Previenen la recaída en la adicción a las drogas (Parks, Anderson y Marlatt, 2001).
- Mejoran la calidad de vida, incluso padeciendo dolencias crónicas vinculadas al estrés
(Carlson et al., 2007).

Sabemos que el cerebro tiene la capacidad de modificarse o de cambiar con la experiencia,


a esto se le ha llamado plasticidad neuronal. Con la práctica de Mindfulness se han encontrado
cambios tanto en la estructura como en el funcionamiento cerebral. Daniel Goleman y Richard
Davidson, señalan que los circuitos que más cambian o se modifican con la práctica de Mindfulnes
son los circuitos neuronales relacionados con la atención, con la regulación de la manera en que
reaccionamos a situaciones estresantes y nos recuperamos de ellas, y los circuitos relacionados con
la empatía y la compasión hacia nosotros mismos y hacia los demás. Si además dejamos de
identificarnos con nuestros pensamientos, con nuestros sentimientos, con nuestras creencias que
sostenemos como únicas verdades, quizás podamos librarnos de la tiranía de nuestro pequeño Yo,
abrirnos a la conexión con otros seres humanos, con otros seres vivos y con el entorno y abrirnos a
nuestra verdadera naturaleza.

Los seres humanos habitualmente funcionamos con el piloto automático, lo que implica
perder el contacto con la experiencia directa que surge en el momento, lo que da lugar a una
desconexión habitual de la experiencia sentida en el presente inmediato y la consecuente creación
de una realidad conceptual interna (Crane, 2019). Por ejemplo, en las personas con historial de
depresión, esto genera las condiciones para un estilo de procesamiento rumiativo y evitativo. En
cambio, en las personas con un estilo ansioso, tienden a abusar de la evitación experiencial y a
generar una atención selectiva a estímulos amenazadores.

Mindfulness ayuda a reconocer y cambiar algunos de estos hábitos y patrones comunes que
afectan el bienestar psicológico de las personas, como los que se explican a continuación:

a) La rumiación se relaciona con darle vuelta a las cosas incesantemente en nuestra cabeza, siendo
una forma improductiva de pensamiento negativo repetitivo que intensifica los estados de ánimo
negativos, sin resolver nada. La rumiación reduce la motivación, afecta a la concentración y a la
memoria, y aumenta el riesgo de padecer depresión, ansiedad, dependencia al alcohol, y estrés
postraumático, así como de incurrir en excesos alimentarios.

La rumiación se ve impulsada por el intento de resolver los problemas emocionales. Sin embargo,
no existe una solución a largo plazo para estas experiencias difíciles, ya que son un aspecto de la
experiencia en continuo cambio. Por lo mismo, los intentos de abordar las emociones difíciles
mediante la rumiación, están condenados al fracaso. En sí mismo, la tristeza no es un problema,
sino una faceta inherente al ser humano. Sin embargo, si nos esforzamos por evitarla tratando de
solucionarla o luchar contra ella, la tristeza pasajera puede convertirse en infelicidad permanente
(Crane, 2019). Observar tus procesos de pensamiento con atención plena te ayudará a reconocer la
rumiación y distinguirla de la resolución constructiva de problemas.

b) La evitación de los pensamientos y emociones desagradables generalmente no funciona. Si


intentamos deshacernos de ellos, aumenta la posibilidad de que se hagan más fuertes. Es como
cuando intentamos hundir una pelota de plástico en una piscina. Por otra parte, la evitación de las
situaciones o actividades difíciles reduce temporalmente la ansiedad, pero a la larga afecta a los
avances hacia las metas importantes y genera una sensación de fracaso. La observación plenamente
consciente de nuestros patrones de evitación nos ayuda a reconocer las experiencias sensoriales,
permitiendo una detección más eficiente de las señales de aversión, es decir, los patrones reactivos
a las experiencias desagradables, que se convierten en parte de un estilo de procesamiento
experiencial evitativo. Si cuando se activan esos patrones de evitación nos mantenemos en el piloto
automático, se corre el riego de cambiar a un estilo de procesamiento inútil. En este sentido, la
conciencia abierta a la activación de estos patrones evocativos cambia el procesamiento a un modo
de aproximación. Desde esta posición de mayor conciencia, la experiencia sensorial en el momento,
sumada a la orientación de aproximación a las experiencias, estamos en mejores condiciones de
responder sabiamente. La invitación es “ir hacia la experiencia”, y poder “mirar la experiencia”, estar
con aquello que surge en cada momento y poder notar cuándo tendemos a agarrar aquello que nos
gusta y cuándo tendemos a rechazar aquello que no nos gusta tanto. La invitación es poder estar
“con la experiencia y en la experiencia tal y como es y no como te gustaría que fuera”.

c) Conducta inducida por las emociones. Las emociones son experiencias complejas que vienen
acompañadas de sensaciones corporales, pensamientos e impulsos de actuar de una manera
determinada. Aunque las emociones puedan ser dolorosas, las hemos desarrollado y mantenido
como especie porque nos entregan información importante y pueden motivarnos a comportarnos
de manera constructiva, si las manejamos de forma saludable. La conducta improductiva inducida
por las emociones es una trampa en la que incurrimos porque alivia temporalmente los
sentimientos desagradables, aunque ocasiona problemas y a la larga nos hace sentir peor. Cuando
lo que estamos experimentando son sentimientos de malestar intensos, la respuesta inmediata
fruto de nuestra naturaleza humana, es deshacernos de ellos, rechazarlos y empujarlos fuera de
nuestra conciencia. No es fácil conectar con las emociones difíciles y enfrentarnos al estrés, al dolor
o la ansiedad. La tendencia en todos los seres humanos es escapar, es alejar aquello que no
consideramos como agradable. Sin embargo, cuanto más tendemos a rechazar la emoción, más
intensa tienda a hacerse ésta e incluso puede manifestarse como síntomas somáticos. La propuesta
que hace el Mindfulness es justo el movimiento contrario, es acercarnos a esas experiencias difíciles,
poder estar con esas experiencias tal y como son. Al fin y al cabo es reconocer la emoción difícil,
aceptar la emoción difícil, y poder estar con ella tal y como es. Con la práctica de Mindfulness
entrenamos la regulación emocional, y la regulación emocional se refiere a la capacidad de
reconocer, de sentir, y tolerar emociones que hemos considerador difíciles o emociones negativas,
poder estar con ellas dentro de la ventana de tolerancia, lo que permite dar respuestas adaptativas.
Pero no solo se refiere a poder experimentar y poder estar con emociones negativas, sino también
se refiere a la capacidad de poder ampliar el rango de emociones positivas y no solo el rango si no
intensificar aquellas emociones positivas tales como la gratitud, la bondad, la generosidad, el
asombro, la curiosidad. Con mindfulness lo que se ha visto es que ampliamos los límites de la
ventana de tolerancia, de forma que somos capaces de poder estar con una emoción sea esta
agradable o sea desagradable, dentro de ese espacio en el cual podemos dar respuestas
equilibradas, respuestas adaptativas que al final son respuestas beneficiosas tanto para el entorno
como para ti mismo. En definitiva, la observación plenamente consciente de las experiencias
emocionales nos ayuda a reconocer sus elementos. Además, aprendemos a observarlas sin juzgarlas
y a actuar sin seguirlas de manera impulsiva. Con la práctica, el mindfulness de las emociones nos
entrega tiempo para decidir con prudencia la manera de reaccionar.

d) La autocrítica destructiva es vaga, inconsistente, valorativa y parcial. Solemos criticarnos con


dureza porque creemos que es necesario para prevenir los errores y la flojera, y para mantener
nuestra autodisciplina. En realidad, la autocrítica destructiva provoca emociones negativas,
disminuye la motivación y la energía y estimula la postergación y la evitación. Puede conducir a la
depresión, la ansiedad, el estrés y a conductas insanas. El mindfulness de nuestros pensamientos
autocríticos nos ayuda a detectar esos patrones. Nos enseña a reconocer los pensamientos
severamente autocríticos y a permitirles que pasen por nuestra cabeza sin dejarnos atrapar por ellos
ni que nos creamos lo que dicen. Si hemos cometido errores o tenemos que mejorar nuestra
conducta, el mindfulness nos ayuda a reaccionar a la situación con sensatez.

La observación plenamente consciente te ayudará a librarte de estas trampas psicológicas:


la rumiación, la evitación, la conducta inducida por las emociones y la autocrítica. Mindfulness
significa observar detenidamente las experiencias del momento presente, tanto las internas del
cuerpo y la mente (pensamientos, emociones, sensaciones) como las del mundo exterior. La
observación plenamente consciente implica librarte de los juicios y la crítica en la medida que te sea
posible y permanecer presente con lo que estés observando. La respiración plenamente consciente
es una herramienta útil para que mantengas centrada la atención en el momento presente. Impide
la rumiación y la evitación y ayuda en la elección de la conducta constructiva en circunstancias
estresantes (Baer, 2014).

Uno de los objetivos del mindfulness es que las personas reconozcan su propia experiencia
directa, la entiendan en su contexto personal, sean conscientes de sus nuevos aprendizajes y
conecten todo ello con formas adecuadas para abordar los retos de su vida cotidiana. El bienestar
se consigue atendiendo a nuestras necesidades, no negándolas. Además, existe un trasfondo
implícito que busca que las personas vean y experimenten una nueva forma de estar con su
experiencia y de relacionarse con su vida.

Mindfulness es una habilidad de la mente que requiere práctica y entrenamiento de la


misma forma que aprendemos a tocar un instrumento musical. Es un estado pre conceptual de la
mente que es difícil poner en palabras. Para entrenar Mindfulness observamos la experiencia
directa, con mente de principiante, como si fuera la primera vez que la observamos, sintiendo
aquello que estamos experimentando de modo directo e inmediato. Con atención plena es posible
darnos cuenta de cuando hemos quedado atrapados en viejos hábitos o en pensamientos
automáticos. El ser consciente ayuda a salir del circuito automático. Ser consciente y experimentar
la experiencia tal y como es y sin juzgarla. Mindfulness no es distraernos, no es olvidarnos de los
problemas. Al contrario, la práctica de mindfulness nos ayuda a entrar en contacto con nosotros
mismos, con aquello que surja en la mente, sea agradable, desagradable o neutro. Mindfulness
tampoco es repetir frases para evitar entrar en contacto con lo que venga. No es Dejar la mente en
blanco. Los pensamientos forman parte de la actividad mental. Con Mindfulness se cultiva detectar
lo que surge, observarlo y dejar pasar, soltarlo. Mindfulness no es relajación. En muchas ocasiones
se confunde meditación con relajación. La relajación puede ser un efecto secundario de la
meditación, pero no un fin que se persigue en sí mismo. Con la práctica de la meditación, se
encuentra la calma, la quietud de la mente. La relajación, sin embargo, implica un proceso de
distensión muscular y una desconexión progresiva de la claridad mental, de forma que cuando uno
se siente muy relajado, lo normal es dormirse. En la meditación, por el contrario, lo que se busca es
conectar con la claridad de la mente. Mindfulness es estar despierto. Mindfulness no es pensar solo
en positivo, buscar escenarios que nos llevan a sentir en todo momento lo agradable de la vida y de
las experiencias. Mindfulness es reconocer y aceptar, recibiendo con equilibrio lo que venga.
Mindfulness es necesaria para “ver con claridad”. La práctica de Mindfulness requiere el
entrenamiento de la atención en el momento presente. La atención, es un músculo que necesita
entrenamiento para poder focalizarse en el presente. Y se necesitan también ciertas actitudes, que
incluye una mente de principiante, con curiosidad, estando presentes y abiertos a aquello que surge,
reconociendo el cambio, la impermanencia de los pensamientos, de las emociones y de las
sensaciones, cultivando la aceptación que surge al soltar la resistencia, al soltar la lucha, y cultivando
amabilidad y cuidado. El mecanismo de acción principal es mantener la atención en el momento
presente favoreciendo el descentramiento de los hechos o acontecimientos mentales y la
aceptación de la experiencia tal y como es. Pero para el comienzo del camino es necesaria la
intención, la intención de traer la mente al momento presente. Sin intención no hay nada más, la
intención es necesaria para todo lo demás. En resumen, la práctica de Mindfulness requiere el
entrenamiento de la atención, una actitud de principiante, de curiosidad, de aceptación, de
amabilidad y la intención de traer la mente al momento presente. Y quizá ahora puedas preguntarte
por tu intención.

Finalmente vamos a revisar el mundo de la compasión y de otras emociones saludables. La


investigación neurocientífica ha demostrado que el bienestar emocional es una habilidad que se
puede aprender y entrenar. Se ha visto que los circuitos cerebrales implicados en el bienestar
emocional son circuitos plásticos que cambian y que se estimulan con las repeticiones. Prestar
atención al momento presente, el sentimiento de conexión social, las experiencias placenteras, ya
sean grandes o sutiles, desde el sentimiento de amor por alguien a la calidez de un rayo de sol en la
mejilla, la capacidad de aceptar la diversidad, el altruismo o la generosidad, la compasión, la gratitud
o el perdón, todos ellos, nos abren las puertas hacia el bienestar emocional. El psicólogo Richard
Davidson, investigador en neurociencia afectiva y profesor de Psicología y Psiquiatría en la
Universidad de Wisconsin, ha centrado sus trabajos en la plasticidad del cerebro y el aprendizaje de
la felicidad y la compasión como habilidades, del mismo modo que uno aprende a tocar un
instrumento musical o a practicar algún deporte. Es posible entrenar una mente para que sea feliz,
y es posible hacerlo a cualquier edad. La base de las emociones que implican el bienestar emocional,
parecen ser el amor y la compasión. La bondad amorosa o el amor altruista es el estado de la mente
que emerge con el deseo de que todos los seres encuentren la felicidad y las causas de la felicidad.
Esto es la compasión. La compasión es una cualidad de la mente que nos ayuda a hacer frente a las
adversidades de la vida, al sufrimiento, a las perdidas, a la enfermedad, a la muerte propia o de
otros seres queridos. La compasión es una habilidad que se entrena para afrontar este sufrimiento.
Se dice que la compasión surge cuando el amor altruista se encuentra con el sufrimiento propio o
de otros seres queridos. La compasión sería el deseo de que todos los seres estuvieran libres de
sufrimiento y de las causas del sufrimiento. A diferencia de la empatía, que es la capacidad para
entrar en resonancia afectiva con los sentimientos de los demás y tomar conciencia de su situación,
la compasión va un paso más allá. A través de la compasión nos comprometemos con el deseo de
aliviar el sufrimiento propio y el de los demás. En los circuitos cerebrales relacionados con la
compasión se activa la zona motora del cerebro, como si la compasión te pusiera en marcha para
aliviar el sufrimiento. Es un estado activo, que te capacita, no se trata de una condición de pasividad
o resignación. La investigación científica ha demostrado que los circuitos cerebrales de la empatía y
de la compasión son diferentes. La compasión se desarrolla con la práctica de Mindfulness. Jon
Kabat Zinn nos dice que si escuchas la palabra Mindfulness (Atención Plena) y no surge
inmediatamente la palabra heartfulness (Corazón pleno), es que no es verdadero Mindfulness. Otras
escuelas han dedicado su esfuerzo a cultivar específicamente una “mente compasiva”. La regulación
emocional y la práctica de Mindfulness, fomentan el bienestar emocional, aumentan las emociones
positivas o saludables y la conducta pro social. La compasión se ha asociado a la motivación para
ayudar y al deseo del alivio del sufrimiento. La investigación neurocientífica ha demostrado que la
práctica de compasión se asocia con una disminución de estados poco saludables o perjudiciales
como serían la depresión, la ansiedad, el estrés, la vergüenza o el rechazo de la imagen corporal y
que aumenta estados beneficiosos y saludables como serían la gratitud, la felicidad o la satisfacción
vital. Muchos de los programas estándar de Mindfulness, han incorporado prácticas de compasión
y se ha pensado que pueden ser el ingrediente clave para el cambio.

Paul Gilbert es un psicólogo clínico con amplia experiencia y actividad investigadora en el


campo de la psicología cognitivo-conductual, que ha hecho trabajos muy interesantes sobre los
aspectos terapéuticos de la compasión. En su modelo evolutivo este autor sugiere que el potencial
de compasión de los humanos evolucionó como el componente de cuidado propio del sistema de
apego de los mamíferos. Recibir compasión tiene los mismos efectos que cuando nos cuidan y
atienden a nuestras necesidades, estimulando los sistemas de relajación de la persona que recibe
la compasión, ayudándola a sentirse segura y calmada. Para este autor los peligros o amenazas,
vengan del exterior o de nuestro interior, como sería el caso de la autocrítica, activan el sistema de
amenaza-defensa, el cerebro reptiliano, que es la parte más antigua filogenéticamente del cerebro.
La amígdala se activa, y se desencadena la conocida respuesta general de alarma, se libera cortisol
y adrenalina y nos preparamos para la lucha, huida o congelación. Este es un buen sistema para
protegernos de peligros externos, en el caso de que existan, pero en el caso de los internos, como
la autocrítica, la amenaza somos nosotros mismos o lo que pensamos sobre nosotros mismos,
entonces el enemigo somos nosotros. Cuando nos sentimos inadecuados, nuestro auto concepto se
ve amenazado y el ataque se dirige hacia nosotros y lo que se produce cuando hay un ataque es una
liberación de cortisol y de adrenalina lo cual se asocia a estados de ansiedad, de depresión y al
estrés. Como somos mamíferos hemos desarrollado un sistema de seguridad que tiene que ver con
las relaciones de apego. El sistema de apego está presente desde el momento del nacimiento y tiene
que ver con la relación del bebé, inmaduro, que tiene unas estructuras cerebrales inmaduras y que
es proporcionado, la seguridad, la calma y la tranquilidad, por el cuidador principal. El sistema de
seguridad se activa por varios factores: el tono emocional, un tono cálido, un tono amable. El
contacto corporal y la mirada entre ellos. La activación de este sistema al final a lo que da lugar es a
la liberación de oxitocina y de opioides tanto en el bebé como en el cuidador y esto al final es lo que
da lugar a que el bebé se sienta seguro y en calma. Existe amplia evidencia que apoya los beneficios
de la autocompasión y como se asocia con un estado de bienestar. En general se dice que la
autocompasión produce disminución de la ansiedad, de la depresión, de la vergüenza, de la imagen
corporal negativa. La autocompasión, por otra parte, se asocia a estados de bienestar emocional y
mejora la salud física. La autocompasión es algo que se puede entrenar, se dice que al menos 20
minutos de práctica va a producir cambios a nivel cerebral, va a modificar la plasticidad cerebral.
BIBLIOGRAFÍA

- Baer, R. (2014) Mindfulness para la felicidad. Barcelona: Editorial Urano.

- Cebolla, A., García-Campayo, J, Demarzo, M. (2014) Mindfulness y ciencia: De la tradición a la


modernidad. Madrid: Editorial Alianza.

- Crane, R. (2019) Terapia cognitiva basada en el Mindfulness. Barcelona: Editorial Kairós.

- Gilbert, P. (2015) Terapia centrada en la compasión. Bilbao: Desclée De Brouwer.

- Goleman, D. y Davidson, R. J. (2017) Los Beneficios de la Meditación. Barcelona: Editorial Kairós.

- Hanson, R., Mendius, R. (2011) El cerebro de Buda: la neurociencia de la felicidad, el amor y la


sabiduría. Santander: Editorial Milrazones.

- Kabat-Zinn, J. (2009) Mindfulness en la vida cotidiana. Barcelona, Editorial Paídós.

- Thich Nhat Hanh (2007) El milagro de Mindfulness. Barcelona: Espasa Libros.

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