Introduccion Al Mindfulness
Introduccion Al Mindfulness
Introduccion Al Mindfulness
Introducción al
Mindfulness
Cada vez con más frecuencia escuchamos la expresión mindfulness [Atención plena], pero
¿qué significa en realidad? Estar atento plenamente significa en esencia tener un buen control sobre
la atención: puedes colocarla donde tú quieras y dejarla allí fija, hasta que quieras dedicarla a otra
cosa (Hanson, 2011).
Atención plena significa prestar atención de una manera determinada: de forma deliberada,
en el momento presente y sin juzgar. Este tipo de atención permite desarrollar una mayor
conciencia, claridad y aceptación de la realidad del momento presente. Nos despierta para que
podamos darnos cuenta de que nuestras vidas sólo se despliegan en momentos. Si durante la
mayoría de esos momentos no estamos plenamente presentes, es posible no sólo que nos
perdamos aquello que es más valioso de nuestra vida, sino también que no nos percatemos de la
riqueza y la profundidad de nuestras posibilidades de crecimiento y transformación (Kabat-Zinn,
2009).
La práctica de mindfulness forma parte de una práctica integrada que ofrece una
comprensión de los orígenes de la angustia emocional y el medio para liberarse del patrón que
consiste en añadir sufrimiento a las dificultades y el dolor ya existentes. Nos permite ver y trabajar
con vulnerabilidades y desafíos universales que son una parte inherente del ser humano (Crane,
2017).
Ese tipo particular de atención que llamamos de mindfulness refleja una capacidad humana
innata, pero poco explorada hoy en día, ya que vivimos en una sociedad donde el ocio se ha
considerado como algo negativo, y a veces nos criticamos cuando estamos sentados o acostados sin
hacer nada. De hecho, se aprecia mucho la multitarea, el hacer muchas cosas a la vez, y se ha
asociado la multitarea con la eficacia, pero esto realmente es un mito porque la verdad es que la
multitarea nos agota mucho antes. De hecho, el traer la atención a muchas tareas a la vez, la
multitarea, se asocia con cometer muchos más errores y con un mayor agotamiento tanto físico
como mental. La cualidad de atención plena se puede (re)aprender y entrenar con el uso regular de
varias técnicas y prácticas específicas, que también forman parte de lo que denominamos
mindfulness (Cebolla, 2014).
La mayoría de los programas basados en mindfulness enseñan a reconocer el modo “hacer”
de la mente y a comprender cómo contribuye a crear y perpetuar los estados mentales
problemáticos, desarrollando la capacidad de comprometerse con el modo “ser” y cultivando
gracias a ello el potencial para abordar cualquier estilo emocional. El modo “hacer” se inicia cuando
la mente percibe que las cosas no son como le gustaría que fueran y en ese momento empieza a
buscar soluciones, intentando reducir esa discrepancia entre que lo que me gustaría que estuviera
sucediendo, lo que deseo que suceda y lo que realmente sucede. De esta manera es muy fácil entrar
en buscar soluciones y en círculos de pensamientos que nos llevan a la rumiación y a la parálisis.
Cuando nos ocupamos de tareas y problemas prácticos, la forma en que el modo “hacer” procesa la
experiencia es sumamente adecuada. Sin embargo, estas estrategias bien desarrolladas del modo
“hacer”, que aportan beneficios en muchas áreas de nuestra vida, incrementan nuestro sufrimiento
y dificultades cuando las utilizamos para abordar nuestra experiencia emocional.
Tich Nath Hanh, en su libro El Milagro de Mindfulness dice: “si cuando uno está lavando los
platos, está pensando en la taza de té que se tomará al acabar, está cultivando un modo de
conciencia en el cual cuando esté tomando el té, estará pensando en el paseo que va a dar después
y de este modo, uno nunca está en lo que está. Vivimos entre el pasado fruto de la nostalgia y la
añoranza y el futuro que es la proyección de nuestros deseos. Nos olvidamos de estar en el
momento presente”. En el modo “ser” no pretendemos llegar a ningún objetivo concreto. Se está
presente en lo que esté sucediendo sin ninguna presión por el cambio. Aunque esta conciencia de
atención plena o Mindfulness es una cualidad natural de la mente, no es muy frecuente que la
cultivemos porque tendemos a pensar que si llevamos esta atención a nuestra vida nos va a llevar
mucho más tiempo o vamos a ser menos eficaces o no vamos a conseguir hacer todo lo que
teníamos planificado.
Los seres humanos habitualmente funcionamos con el piloto automático, lo que implica
perder el contacto con la experiencia directa que surge en el momento, lo que da lugar a una
desconexión habitual de la experiencia sentida en el presente inmediato y la consecuente creación
de una realidad conceptual interna (Crane, 2019). Por ejemplo, en las personas con historial de
depresión, esto genera las condiciones para un estilo de procesamiento rumiativo y evitativo. En
cambio, en las personas con un estilo ansioso, tienden a abusar de la evitación experiencial y a
generar una atención selectiva a estímulos amenazadores.
Mindfulness ayuda a reconocer y cambiar algunos de estos hábitos y patrones comunes que
afectan el bienestar psicológico de las personas, como los que se explican a continuación:
a) La rumiación se relaciona con darle vuelta a las cosas incesantemente en nuestra cabeza, siendo
una forma improductiva de pensamiento negativo repetitivo que intensifica los estados de ánimo
negativos, sin resolver nada. La rumiación reduce la motivación, afecta a la concentración y a la
memoria, y aumenta el riesgo de padecer depresión, ansiedad, dependencia al alcohol, y estrés
postraumático, así como de incurrir en excesos alimentarios.
La rumiación se ve impulsada por el intento de resolver los problemas emocionales. Sin embargo,
no existe una solución a largo plazo para estas experiencias difíciles, ya que son un aspecto de la
experiencia en continuo cambio. Por lo mismo, los intentos de abordar las emociones difíciles
mediante la rumiación, están condenados al fracaso. En sí mismo, la tristeza no es un problema,
sino una faceta inherente al ser humano. Sin embargo, si nos esforzamos por evitarla tratando de
solucionarla o luchar contra ella, la tristeza pasajera puede convertirse en infelicidad permanente
(Crane, 2019). Observar tus procesos de pensamiento con atención plena te ayudará a reconocer la
rumiación y distinguirla de la resolución constructiva de problemas.
c) Conducta inducida por las emociones. Las emociones son experiencias complejas que vienen
acompañadas de sensaciones corporales, pensamientos e impulsos de actuar de una manera
determinada. Aunque las emociones puedan ser dolorosas, las hemos desarrollado y mantenido
como especie porque nos entregan información importante y pueden motivarnos a comportarnos
de manera constructiva, si las manejamos de forma saludable. La conducta improductiva inducida
por las emociones es una trampa en la que incurrimos porque alivia temporalmente los
sentimientos desagradables, aunque ocasiona problemas y a la larga nos hace sentir peor. Cuando
lo que estamos experimentando son sentimientos de malestar intensos, la respuesta inmediata
fruto de nuestra naturaleza humana, es deshacernos de ellos, rechazarlos y empujarlos fuera de
nuestra conciencia. No es fácil conectar con las emociones difíciles y enfrentarnos al estrés, al dolor
o la ansiedad. La tendencia en todos los seres humanos es escapar, es alejar aquello que no
consideramos como agradable. Sin embargo, cuanto más tendemos a rechazar la emoción, más
intensa tienda a hacerse ésta e incluso puede manifestarse como síntomas somáticos. La propuesta
que hace el Mindfulness es justo el movimiento contrario, es acercarnos a esas experiencias difíciles,
poder estar con esas experiencias tal y como son. Al fin y al cabo es reconocer la emoción difícil,
aceptar la emoción difícil, y poder estar con ella tal y como es. Con la práctica de Mindfulness
entrenamos la regulación emocional, y la regulación emocional se refiere a la capacidad de
reconocer, de sentir, y tolerar emociones que hemos considerador difíciles o emociones negativas,
poder estar con ellas dentro de la ventana de tolerancia, lo que permite dar respuestas adaptativas.
Pero no solo se refiere a poder experimentar y poder estar con emociones negativas, sino también
se refiere a la capacidad de poder ampliar el rango de emociones positivas y no solo el rango si no
intensificar aquellas emociones positivas tales como la gratitud, la bondad, la generosidad, el
asombro, la curiosidad. Con mindfulness lo que se ha visto es que ampliamos los límites de la
ventana de tolerancia, de forma que somos capaces de poder estar con una emoción sea esta
agradable o sea desagradable, dentro de ese espacio en el cual podemos dar respuestas
equilibradas, respuestas adaptativas que al final son respuestas beneficiosas tanto para el entorno
como para ti mismo. En definitiva, la observación plenamente consciente de las experiencias
emocionales nos ayuda a reconocer sus elementos. Además, aprendemos a observarlas sin juzgarlas
y a actuar sin seguirlas de manera impulsiva. Con la práctica, el mindfulness de las emociones nos
entrega tiempo para decidir con prudencia la manera de reaccionar.
Uno de los objetivos del mindfulness es que las personas reconozcan su propia experiencia
directa, la entiendan en su contexto personal, sean conscientes de sus nuevos aprendizajes y
conecten todo ello con formas adecuadas para abordar los retos de su vida cotidiana. El bienestar
se consigue atendiendo a nuestras necesidades, no negándolas. Además, existe un trasfondo
implícito que busca que las personas vean y experimenten una nueva forma de estar con su
experiencia y de relacionarse con su vida.