Cuentos Cortos

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Cuentos cortos para niños

El zorro quisquilloso
Erase una vez un zorro con mucho miedo que vivía permanentemente huyendo de todo. En
la huída siempre se caía y se volvía a levantar.
Un buen día, otro zorro le preguntó: “Querido amigo. ¿Qué te ha ocurrido que sea tan grave
para tener tanto miedo y huir constantemente?”
El zorro temeroso contestó: “He oído que someten con violencia a los camellos”.
Entonces. ¿Por qué huyes? No entiendo muy bien ¿En qué te pareces tú a los camellos para
querer huir? respondió el amigo.
Y el zorro quisquilloso prosiguió: “Calla, tengo miedo de que los envidiosos digan de mi
que soy un camello y ser atrapado. En ese caso, ¿quién se molestaría en conocer mi propia
identidad para salvarme?
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La zorra y el león
Erase una vez un león con mucha hambre que vivía en el bosque. Un buen día buscando
ocasión para encontrar presa fácil que llevarse al estomago se encontró con una oveja y le
preguntó que le parecía su aliento.
La oveja sin pensar mucho el riesgo o las consecuencias le respondió con sinceridad que
era apestoso. Entonces el león fingió sentirse ofendido, le dio un golpe y la mató a la vez
que le decía: “Por haber ofendido a tu rey, eso es lo que te has ganado” y se la comió.
Tras un rato el león volvió a hacerle la misma pregunta a una cabra que deambulaba por
allí. La cabra que había visto lo que le había ocurrido a su amiga la oveja temió por su vida
y le respondió que su aliento era maravilloso. El león se molestó, la mató y se la comió al
tiempo que le decía “Por adularme con falsedades es lo que te mereces”.
A continuación se dirigió a la zorra que también había observado las dos situaciones
anteriores y le repitió la misma pregunta. La zorra, algo más astuta viéndose venir que
podía acabar como la oveja o la cabra, se alejó de él y desde la distancia le habló: “De
buena fe, le informo que no puedo responder a su pregunta puesto que el resfriado que
poseo me impide percibir su aliento”. Así se salvo la zorra de ser devorada por el león.
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El león y la espina
Había una vez un león que vivía en el bosque y se alimentaba de las presas que encontraba
a su paso.
Un buen día, durante un lindo paseo, el pobre animal se clavó una espina en la pata e
intentaba sin éxito sacársela porque sufría dolor al apoyarla. En su camino se cruzó un
pastor que iba con su rebaño.
El león, algo desesperado por la molestia, le pidió al pastor que se la extrajera y aunque el
pastor no estaba muy convencido de acercarse a él, finalmente accedió a ayudar al animal.
Tras extraerle la espina, el pastor siguió su camino sin que el león intentara hacerle daño.
Puesto que recientemente había devorado a otro cabrero, decidió perdonarle la vida.
Pasado el tiempo, el pastor fue condenado a morir en el anfiteatro arrojado a los leones a
causa de la una falsa acusación. Llegó el día de la sentencia y cuando todos los leones se
disponían a devorar al pobre pastor, el león que había sido ayudado por el pastor, lo
reconoció y gritó: “Este es el hombre que me sacó la espina de la pata”.
Al oír dichas palabras, todas las fieras se sorprendieron y decidieron no darle bocado por
haber ayudado a un compañero suyo.
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El gato y los ratones
Erase una vez un gato muy pillo conocido por su peculiar nombre; Rodilardo se llamaba. El
travieso gato era el temor de todas las ratas y ratones de la aldea donde vivía, pues le
encantaba disfrutar cazándolas.
Durante algunos ratos del día, el gato se dedicaba a vigilar las madrigueras donde las ratas
y ratones se escondían para mantenerse a salvo. Esos pequeños animalitos le temían mucho.
Rodilardo también estaba interesado en encontrar una linda gatita para casarse y se paseaba
por los tejados con asiduidad buscando a la que sería su esposa. Un buen día, mientras él se
encontraba en estos menesteres, los ratones y ratas se reunieron para hablar y buscar
remedios a su miedo.
La más mayor e inteligente de las ratas tuvo una idea y la expuso a sus compañeros:
“Amigos, nuestro mal puede tener remedio. Si le atamos un cascabel al gato en el cuello,
podremos escuchar cuando se acerca y tendremos tiempo para huir antes de que nos
asuste”. A todas las ratas y ratones les pareció una magnífica idea y tenían claro que esa era
la solución ideal. De forma unánime aplaudieron entusiasmados la propuesta. Pasados unos
instantes, las ratas y ratones fueron reaccionando ¿Quién le pondría el cascabel al gato?

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