Abal Medina
Abal Medina
Abal Medina
El texto destaca la importancia de entender al Estado en su doble carácter de relación social y aparato institucional, lo que
permite identificar dos tipos de capacidades estatales: la administrativa y la política. En la tradición weberiana, la capacidad
administrativa se relaciona con la construcción de una burocracia coherente, donde los intereses individuales de los
funcionarios coincidan con los de la entidad burocrática en su conjunto. Esto implica que los funcionarios deben estar en
cierta medida aislados de las demandas sociales y que se forme un cuerpo de empleados expertos a través del reclutamiento
basado en el mérito y las oportunidades de promoción a largo plazo .
En contraposición a las políticas de ajuste estructural que promovían un Estado mínimo y desacreditaban la burocracia, se
resalta la importancia de fortalecer la capacidad administrativa del Estado. Se menciona que es crucial para cualquier reforma
burocrática la creación de un Estado eficiente y eficaz con personal calificado. Sin embargo, se advierte sobre el riesgo de
equiparar la capacidad administrativa con la capacidad estatal, ya que se debe incorporar también la capacidad política en el
análisis debido a la interacción cada vez más globalizada entre el Estado y la sociedad .
Además, se introduce el concepto de "autonomía enraizada" propuesto por Evans, que sugiere que las políticas públicas
deben responder a los problemas percibidos por los actores privados y que el enraizamiento del Estado en la sociedad puede
ampliar su inteligencia y aumentar la probabilidad de éxito en la implementación de medidas. Se destaca que el
enraizamiento debe combinarse con la autonomía para evitar efectos nocivos como la captura, corrupción e ineficacia. En
resumen, se enfatiza que el Estado tiene un doble carácter como entidad burocrática y como relación social, donde se
procesan intereses e ideologías tanto internas como externas al entramado organizacional estatal
El estado de la argentina
El texto menciona que en Argentina se pueden distinguir tres tipos de Estado a lo largo de su historia.
1. Estado liberal (1880-1930): Durante este período, Argentina adoptó un modelo agroexportador y se insertó en el
mercado mundial. Se caracterizó por un enfoque liberal en el que el Estado tenía una intervención limitada en la
economía y se promovía la libre competencia.
2. Estado de bienestar keynesiano (1930-1976): En esta etapa, que coincide con el régimen de sustitución de
importaciones, se implementaron políticas inspiradas en las teorías económicas de John Maynard Keynes. Se buscaba
regular la economía, promover el pleno empleo y garantizar el bienestar social a través de la intervención estatal.
3. Estado neoliberal (1976-2001): En este período, Argentina se alineó con el modelo neoliberal que predominaba a
nivel global. Se caracterizó por la privatización de empresas estatales, la apertura económica y la reducción de la
intervención del Estado en la economía.
En el nuevo siglo, a partir del año 2003, se estableció en Argentina un nuevo modelo de acumulación que demostró la
importancia de un rol activo y presente del Estado. Se destaca que este enfoque no solo es compatible con el crecimiento
económico, sino que también es fundamental para lograr una distribución equitativa de la riqueza entre todos los miembros
de la sociedad.
Este análisis refleja cómo el Estado argentino ha experimentado diferentes modelos a lo largo de su historia, desde el
liberalismo hasta el neoliberalismo, y cómo la evolución hacia un rol más activo del Estado en el siglo XXI ha demostrado ser
beneficioso para la economía y la sociedad en términos de equidad
Estado liberal
El período del Estado liberal en Argentina, que abarcó desde 1880 hasta 1930, estuvo marcado por la transición de un régimen
colonial a la creación de una autoridad política centralizada. Esta etapa implicó la desarticulación de los vínculos comerciales
y sociales previos, así como la consolidación de un mercado nacional y un orden social homogéneo para todo el territorio, lo
que conllevó a la formación de una nación .
En el contexto mundial de finales del siglo XIX, Argentina y otros países dependientes se vieron obligados a proveer materias
primas a las naciones industrializadas del centro, como Inglaterra. Sin embargo, la falta de condiciones económicas y sociales
básicas representaba un obstáculo para adoptar un modelo económico acorde con las demandas internacionales, lo que
requería la intervención del Estado y otras fuerzas sociales para garantizar la expansión de las relaciones capitalistas de
producción.
Bajo el lema "paz y administración", el positivismo de orden y progreso fue adaptado por la administración de Julio A. Roca
para responder a las exigencias de la época. El Estado se convirtió en el actor principal para satisfacer las necesidades
objetivas y promover el progreso mediante la promoción de actividades que favorecieran la acumulación capitalista. La
centralización del poder estatal era crucial para insertar a Argentina en el mercado mundial y superar las limitaciones
existentes.
Durante este período, el Estado argentino consolidó su autoridad centralizada, poniendo fin a las guerras civiles y
estableciendo un monopolio legítimo de la violencia para mantener la soberanía nacional. A través de la externalización e
internalización de su poder, el Estado diferenció su control e internalizó una identidad colectiva, creando un sistema de
obtención y distribución de recursos fiscales y secularizando espacios de la sociedad civil. Sin embargo, las tensiones en el
desarrollo de las propiedades estatales y las limitaciones en la extracción de recursos llevaron al endeudamiento externo y a
un enfoque limitado en las funciones estatales, centrado en las necesidades del modelo agroexportador.
En resumen, el Estado liberal argentino de 1880 a 1930 tuvo como objetivo principal garantizar la expansión de las relaciones
capitalistas de producción, estando estrechamente ligado a los sectores dominantes vinculados al negocio agroexportador.
Esta configuración estatal se asemejaba a la visión de Marx en el Manifiesto Comunista, donde el Estado era considerado
como un "comité de administración de negocios de la burguesía”.
En Argentina, la transición hacia el Estado de bienestar keynesiano se hizo evidente con la imposibilidad de mantener el
esquema agroexportador a principios de la década del treinta. Con el gobierno peronista, se consolidó un nuevo modelo de
acumulación centrado en la industrialización sustitutiva de importaciones. El Estado amplió su intervención en la economía
y la sociedad, convirtiéndose en el principal proveedor de bienes y servicios públicos, regulando sectores clave como el
mercado cambiario, el sistema financiero y el comercio exterior. Además, implementó medidas para proteger y promover la
industria nacional.
Este cambio en la estructura estatal no solo tuvo implicaciones económicas, sino también sociales y políticas. Se produjo una
reconfiguración productiva hacia la industrialización, con la clase obrera ganando protagonismo y obteniendo mejoras en
sus derechos sociales y laborales. Se establecieron asociaciones profesionales, seguros sociales, jubilación, entre otras
medidas que buscaban cubrir los riesgos e incertidumbres a los que estaban expuestos los trabajadores y sus familias en la
sociedad capitalista.
En resumen, el Estado de bienestar keynesiano en Argentina se caracterizó por un activo intervencionismo estatal en la
economía y la sociedad, buscando garantizar condiciones de vida digna para todos los ciudadanos y equilibrar las
fluctuaciones económicas a través de políticas contra cíclicas y de protección social .
Estado neoliberal
El Estado neoliberal en Argentina, que abarcó el período de 1976 a 2001, se caracterizó por una fuerte reducción del Estado
tanto en su tamaño como en su funcionalidad. Esta transformación se dio en un contexto global de transición, donde la
economía mundial se estaba globalizando y las actividades económicas transnacionales estaban erosionando la autonomía
estatal. Esto llevó a la adopción de medidas de liberalización y desregulación financiera, lo que resultó en una pérdida de
control por parte de los Estados sobre los tipos de cambio y la oferta monetaria.
Durante la década de 1990 en Argentina, se evidenció la erosión del poder y autonomía estatal a través de crisis
hiperinflacionarias, endeudamiento con organismos financieros internacionales, falta de regulación de servicios públicos
privatizados, acatamiento de recomendaciones del Consenso de Washington y tratamiento preferencial a inversiones
extranjeras. Estos factores contribuyeron a una delicada situación fiscal y a la creciente incapacidad del Estado para extraer
recursos de la sociedad. Además, se observó un aumento en los niveles de desigualdad social, distribución regresiva del
ingreso y un debilitamiento de los sentimientos de pertenencia y solidaridad social, favoreciendo una lógica de autor
referencialidad.
En resumen, durante la década de 1990, la relación entre el Estado y la sociedad se reconfiguró bajo la premisa de "achicar
el Estado era agrandar la nación", donde el mercado se convirtió en el principal mecanismo de asignación de recursos,
cuestionando los atributos fundamentales del Estado argentino.
El colapso de la convertibilidad en 2001 desencadenó una profunda crisis económica, social y política, que incluyó recesión,
déficit fiscal, desempleo, pobreza, movilizaciones populares y deterioro en la legitimidad política. Este colapso marcó el fin
de la experiencia neoliberal en Argentina y en América Latina en general.
Se plantea la hipótesis de una nueva frontera entre el Estado y la sociedad, donde el Estado se encuentra en una etapa de
redefinición institucional. Desde 2003, se observa un fortalecimiento en tres dimensiones de la capacidad estatal:
Capacidad de externalizar el poder: Gracias al superávit fiscal y comercial, así como a la acumulación de reservas
internacionales, el Estado ha recuperado la capacidad de externalizar su poder. Esto le ha permitido reducir la dependencia
financiera y recuperar autonomía frente a las presiones de los poderes económicos transnacionales.
Fortalecimiento de la autoridad estatal: Se evidencia una mayor capacidad del Estado para fortalecer su autoridad como
actor fundamental en el diseño de políticas. Esto se debe al crecimiento económico sostenido, la reducción del desempleo y
la desigualdad social, lo que ha contribuido a la restitución de la legitimidad estatal.
Modernización y profesionalización de la estructura estatal: En contraste con los años noventa, se observa un enfoque en
modernizar y profesionalizar la estructura estatal. Se busca fortalecer la capacidad de acción y control del Estado a través de
la institucionalización del empleo público y la implementación de innovaciones de gestión para mejorar el funcionamiento
de las políticas y programas públicos.
En resumen, este fortalecimiento de las capacidades fundamentales del Estado indica una nueva concepción sobre su rol en
la sociedad, donde se destaca la importancia de colaborar con diversos actores para el desarrollo efectivo de políticas
públicas. Se busca lograr una sociedad inclusiva y pujante, reconociendo la heterogeneidad de la sociedad y forjando una
nueva identidad colectiva basada en la solidaridad social.