Tema 3

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TEMA 3: LA NUEVA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA

PUNTO 1: INTRODUCCIÓN
1. El final del modelo clásico de cientificidad

En las últimas décadas del siglo XX un profundo cambio en el ideal clásico de


cientificidad se ha llevado a cabo. Ha perdido sentido la imagen lineal y
cumulativa del devenir científico, introduciéndose la acción humana en la historia
de la ciencia. El conocimiento científico deja de ser un lenguaje perfecto apara
convertirse en una actividad dramática. El mito de la presunta superioridad
objetiva de la ciencia se viene abajo, al quedar manifiesto la inserción la elección
en la práctica científico cotidiana.

Podríamos sintetizar en tres tesis las innovaciones más importantes operadas por
la nueva teoría de la ciencia frente al ideal clásico de cientificidad, representado
recientemente por el neopositivismo lógico, que aparece, por ello, como blanco
inmediato de críticas de diversa providencia. Estas tesis son:

• Que los hechos científicos son relativos al sistema conceptual utilizado


para poner en evidencia su articulación, siendo, por tanto, susceptibles de
revisión a medida que se vaya modificando el sistema. Una interpretación
estrictamente fundacionista de la ciencia, intuicionista o empirista, no
tiene validez alguna.

• Que la evaluación de hipótesis científicas, en particular en las teorías que


revisten un alto grado de complejidad, implica un tipo de apreciación que
supone un largo entrenamiento, no siendo reductible a reglas formales
explícitas de inferencia. Por tanto, una reconstrucción puramente lógica de
la confirmación científica debe necesariamente resultar incompleta

• Que teorías rivales pueden ser inconmensurables entre sí, ya sea porque
sus sistemas conceptuales respectivos no se corresponden suficientemente
como para hacer posible una comparación directa, ya sea porque los
valores metodológicos que se incorporan a las teorías no son los mismos.
En consecuencia, no se dispone de una metodología que haga posible una
comparación entre ellas.

Estas tres tesis constituyen modificaciones sustanciales de la teoría clásica de la


ciencia que conviene examinar para apreciar la importancia de su impacto en la
transformación de la concepción contemporánea general del reconocimiento. Se
podría decir que lo que ha caído bajo el efecto de críticas confluyentes, ha sido el
modelo clásico fundacionista de la ciencia.

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2. Teoría de la ciencia y práctica científica

En las discusiones concernientes a la naturaleza de la ciencia, desde antiguo había


parecido plausible aceptar que las proposiciones verdaderamente científicas debían
fundarse de una manera inquebrantable, bien en la intuición (Descartes) bien en
relaciones de observación (Locke) bien en principios sintéticos a priori. Durante el
siglo XIX, debido al influjo ambiental de la importancia concedida a la dimensión
histórica de toda reflexión humana, empieza a cuestionarse ya en su afirmación según
la cual se pueden identificar elementos de base capaces de sustraerse a toda
reevaluación.

Por otra parte, el auge de las ciencias atrae la atención hacia el estudio de sus métodos
de trabajo y a su historia misma. Pero la aparición del círculo de Viena con sus énfasis
en el conocimiento positivo (basado únicamente en la observación sensible d ellos
hechos y en la lógica formal como instrumento de análisis, según el modelo de los
Principia Mathematica de Russell), vuelve a restablecer la vigencia de las tesis
clásicas en teoría de la ciencia.

Para los positivistas lógicos, en efecto, las proposiciones básicas, en las que se
expresan las observaciones de la ciencia experimental, pueden servir de base a
generalizaciones cada vez más amplias. Carnap intenta formular la relación de
confirmación entre una hipótesis y una proposición que expresa una evidencia. En
realidad, esta restauración del positivismo duro tiene, como se sabe, el carácter de una
reacción frente a la retórica y las abstracciones de cierta filosofía a la que se intentó
contraponer la sobriedad intelectual del científico y el rigor matemático de los lógicos.
En el dominio de la ciencia se sabe en cada momento por donde se va.

Se empieza a partir d ellos hechos establecidos y se hace uso sólo de modos de


inferencia debidamente constituidos para llegar al nivel de las leyes y de las teorías.
En cada etapa se puede tener una conciencia exacta, tanto en términos de significación
como de verdad, sobre el estado en que se está y sobre las relaciones de las
proposiciones de cada estado y los hechos a partir de los cuales se ha razonado. ¿Por
qué no elegir un modo de verificación análoga para cualquier proposición que se
quisiera presentar como significativa y verdadera? Si una proposición no respondiera
a este criterio, habría que rechazarla como sinsentido y falsedad.

Pero el fallo principal de esta concepción idealizada y poco crítica de la ciencia fue
no haber prestado atención a la historia real de las ciencias y al modo como tienen
lugar los cambios conceptuales. Es lo que ha puesto de manifiesto toda la nueva teoría
de la ciencia a partir de Popper. Se trata de construir la teoría de la ciencia sobre una
base más o menos vinculada a la práctica misma de la ciencia, mejor que a partir de
una teoría general del conocimiento como había sido el caso en la tradición
epistemológica clásica.

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PUNTO 2: PRINCIPIO DE VERIFICACIÓN Y UNIFICACIÓN DEL
LENGUAJE CIENTÍFICO. EL CÍRCULO DE VIENA

1. El círculo de Viena

Se desarrolló en los años 20 del anterior siglo, bajo el impuso de científicos que,
interesados en reflexionar sobre los fudnamentos de la ciencia, formaron el Wiener
Kreis. Entre los miembros principales de este grupo se hallaban Moritz Schlick,
Rudolf Carnap, Friedrich Waismann, Otto Neurath, Victor Kraft y otros.
Personalidades importantes tales como Popper o Alfred Ayer, promotor este último
del neopositivismo en Inglaterra, mantuvieron relaciones esporádicas con el grupo.
De 1930 a 1938, el movimiento neopostivista del Círculo de Vinea, en asociación con
la “Sociedad para la filosofía científica” fundada por Hans Reichenbach en Berlín,
publicó la revista Erkenntnis. El auge del nazismo y la emigración de la mayor parte
de sus integrantes a Inglaterra y a Estados Unidos, donde el neopositivismo, bajo la
influencia de Carnap, Neurath y el filósofo norteamericano Charles Morris, conoció
un éxito considerable. Un punto de partida del grupo fue la lectura del Tractatus
logico-philosophicus, que pasamos a ver.

Grabado estilo años 20 del Círculo de


Viena criticando el machismo de
algunos de sus integrantes. Podemos
leer “La ciencia es bienvenida”.

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2. La división del discurso

• El isomorfismo lenguaje realidad según el Tractatus.

El Tractatus está escrito en forma de aforismos numerados según el sistema


decimal y contiene siente proposiciones fundamentales. De ellas, las dos
primeras (“El mundo es todo lo que acaece”; “Lo que acaece, el hecho, es la
existencia de los hechos atómicas”) se refieren al mundo y a la realidad,
mientras que las cuatro siguientes son un desarrollo de lógica y de teoría del
lenguaje. La última proposición, la conocida y enigmática frase que vimos en
el tema anterior.

Sea como fuere, la mayor parte del Tractatus habla de lógica y de lenguaje (de
la proposición), los párrafos iniciales tratan del mundo y de la visión
metafísica del mundo en términos de lo que Russell llamó atomismo lógico,
como hemos visto en el capítulo anterior. El mundo es la totalidad de los
hechos y el lenguaje es la totalidad de las proposiciones. Ambos comparten
una misa estructura lógica y común y Wittgenstein relaciona realidad, lógica
y lenguaje mediante tres conceptos fundamentales: hecho atómico, figura
lógica y proposición.

o Hechos atómicos

El constituyente último del mundo son los objetos o cosas, las


entidades que percibimos con los sentidos; los objetos son simples y
forman parte de los hechos atómicos. El hecho atómico es la
combinación o relación de objetos o cosas; éstos son la sustancia de
que está hecho el mundo, su constituyente básico. Pero lo que puede
conocerse de las cosas del mundo es sólo “lo que acaece”, esto es, las
combinaciones o relaciones de cosas y objetos: los hechos atómicos o
hechos simples y los hechos compuestos de simples, o simplemente
hechos, cuyo conjunto constituye la realidad.

La figura lógica

Paralelamente, el lenguaje opone a las cosas del mundo nombres; a los


hechos atómicos proposiciones simples y a los hechos complejos
proposiciones compuestas. El lenguaje tiene la propiedad de
representar, como en un espejo, la realidad del mundo; el lenguaje es
imagen del mundo porque tiene capacidad pictórica o capacidad de
representación o configuración. Cuando por medio de proposiciones
describe hechos sus elementos “reproducen” y “representan” la misma
relación que establecen los objetos en los hechos atómicos. Lo que
hace posible este isomorfismo entre lenguaje y realidad es la
participación de ambas instancias en una misma figura lógica o
estructura común.

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La proposición o el signo con que expresamos el pensamiento
representa un estado de cosas (un hecho atómico); si este estado de
cosas es real, la proposición es verdadera, y el conjunto de todas ellas
describe el mundo. Sólo las proposiciones y no los nombres, son
significativas y muestran la forma lógica de la realidad; por ser “como
flechas orientadas a las cosas” las proposiciones tienen sentido, el caso
de que sean falsas, porque siempre describe lo que acaece en el mundo.
Y sólo describiendo lo que acaece puede una proposición tener
sentido.

Las proposiciones que no describen hechos carecen de sentido. Éstas son de dos
clases

o La primera clase comprende las tautologías o enunciados


necesariamente verdaderos, que nada dicen respecto del mundo

o La segunda clase comprende aquellas proposiciones que comparten la


figura lógica de la realidad que pretende representar.

Y esto último sucede de dos maneras: porque se da “a un signo un sentido falso”,


una mala orientación, construyendo enunciados que contienen signos carentes de
significado, como sucede con las proposiciones mal construidas o con las de
carácter metafísico, o, simplemente, porque apuntan a objetos que quedan fuera
del mundo, trascienden el mundo, queriendo expresar lo inexpresable, como pasa
con las proposiciones sobre ética y aquellas que quieren esclarecer el sentido del
mundo, o sea las proposiciones metafísicas.

En resumen, sólo las proposiciones de las ciencias empíricas tienen sentido; la


lógica consta únicamente de tautologías, y toda proposición sobre ética o
metafísica es una proposición carente de sentido. El análisis filosófico ayuda a
esclarecer el sentido de las proposiciones del lenguaje ordinario; las del lenguaje
filosófica, en cambio, las declara carentes de sentido; aun las del propio Tractatus,
una vez comprendidas y aplicadas, deben desecharse como carentes de sentido.

La forma lógica de la
relación de todas las
proposiciones expuesta
en el Tractatus

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• La ciencia habla de realidad, la filosofía habla del lenguaje

La diferencia entre ciencia y filosofía, así como la posibilidad de que éste, a su


manera, se haga científica, se plantean y tratan de resolverse en el ámbito del
análisis del lenguaje científico. El principal criterio de diferenciación consiste en
afirmar que sólo la ciencia habla con legitimidad y sentido acerca de la realidad
extra-lingüística, mientras que la filosofía no tiene otra tarea esclarecer, unificar
sistematizar y analizar el lenguaje científico. El trabajo científico reduce en un
lenguaje referencial la totalidad del discurso verdadero, es decir, la representación
lingüística o simbólica adecuada a la realidad. La filosofía, en cambio, es una
actividad de segundo orden, metalingüística, que tiene por objeto el lenguaje y el
discurso de las ciencias. Por tanto, sólo excluyendo así la ambición ontológica o
metafísica de la filosofía tradicional, puede asignarse hoy a la filosofía la
importante labor de analizar con ayuda de la lógica formal el lenguaje científico
de la ciencia.

Se llaman referenciales a los enunciados que se refieren a objetos que se pueden


identificar. Ellos son los que poseen contenido y sentido. Si los objetos a los que
entonces se llaman metalingüísticos. Uno de los objetivos principales del análisis
lógico del lenguaje es descubrir los enunciados metalingüísticos con apariencia
realista y reformularlos correctamente a fin de que pongan claramente de
manifiesto que se refieren a palabras y no a cosas.

En el neopostivismo, la wittgensteniana concepción pictórica del lenguaje se


expresa mediante las siguientes distinciones:

o Proposiciones con sentido y pseudoproposiciones:

Sólo tiene sentido un enunciado que puede ser calificado de verdadero o


de falso. Tanto para Schlick como para Carnap, la verificabilidad
constituye el criterio del sentido. Así para Carnap, cuando dentro de un
lenguaje determinado una palabra posee un significado, se dice que
designa un concepto, mientras que, si esta significación en sólo aparente y
en realidad no la posee, entonces se habla de un pseudoconcepto. En suma,
las condiciones para que una proposición tenga significado son:

▪ Que las notas empíricas de los términos incluidos en la proposición


sean conocidas

▪ Que haya sido estipulado de qué proposiciones protocolares es


derivable la proposición a examinar

▪ Que las condiciones de verdad para esa proposición hayan sido


establecidas

▪ Que dispongamos de un método de verificación.

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o Enunciados analíticos y enunciados empíricos

▪ Los enunciados analíticos: se determina su coherencia lógica


interna mediante el análisis de la posibilidad de reducirlo a
enunciados más elementales. Se ve así como los lenguajes
formales, lógicos y matemáticos en los que la verdad se decide sin
recurrir a la experiencia porque es determinable a priori. El
análisis del enunciado es lo que garantiza su verdad. Éste es el
sentido en el que se dice que los teoremas matemáticos y lógicos,
pero también toda una serie de enunciados del lenguaje ordinario
(para los cuales el predicado puede extraerse del sujeto) son
analíticos.

▪ Recurriendo a la experiencia, que afecta a enunciados


directamente referidos a la realidad y a los que integran las
ciencias de la naturaleza. Son enunciados cuya verificación
requiere su confrontación con los hechos extralingüísticos y a los
que remiten. Es, por tanto, una verificación empírica y a posteriori.

Estos dos tipos de enunciados agotan el ámbito del lenguaje legítimo. Los del
primer tipo no aportan ninguna información verdaderamente que no estuviera ya
comprendida en la sintaxis y la semántica del lenguaje utilizado: en cierto modo,
están desprovistas de contenido, como las tautologías en lógica. En cambio, los
enunciados empíricos aportan informaciones sobre la realidad fáctica y
extralingüística. En cualquier caso, todo enunciado con sentido pertenece
necesariamente a una categoría o la otra. Una extensión de esta misma distinción
es la que se establece entre leyes empíricas y leyes teóricas:

▪ Leyes empíricas que pueden ser confirmada directamente


mediante observaciones empíricas. Por tanto, son leyes acerca de
hechos observables. Contienen, pues, términos que designan
hechos directamente observables por los sentidos o medibles
mediante técnicas relativamente simples. En general se la
obtienen mediante la generalización de los resultados de
observaciones y mediciones.

No sólo incluyen leyes cualitativamente simples (como “todos


los cuervos son negros”), sino también leyes cuantitativas que
surgen de mediaciones simples. Las leyes que relacionan la
presión, el volumen y la temperatura de los gases son de este tipo.
La ley de Ohm, que vincula la diferencia de potencial eléctrico,
la resistencia y la intensidad de la corriente, es otro ejemplo
conocido. Se las usa para explicar hechos observados y predecir
sucesos futuros observables.

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▪ Leyes teóricas o hipotéticas son las que contienen términos que
no se refieren a hechos observables aún cuando se adopte el
significado amplio que da el físico a lo que puede ser observado.
Son leyes acerca de entidades tales como moléculas, átomos,
electrones, protones, campos electromagnéticos, etc…. Que no
pueden ser medidas de manera simple y directa.

o Enunciados que expresan juicios éticos o estéticos

Al considerar el lenguaje como básicamente informativo se determinan


como ilegítimos y sinsentido los enunciados que expresan sentimientos o
valores. El neopositivismo busca en estos enunciados u contenido
informativo y prescinde, como puramente emocionales, de los elementos
no reductibles a ese contenido. En consecuencia, se remite
automáticamente a lo emocional y al sinsentido las proposiciones que
expresan juicios éticos o estéticos. Los preceptos morales sólo expresan
emociones positivas o negativas respecto de acciones de situaciones
descriptibles. Estos usos lingüísticos no presentan interés para la ciencia
ni para la filosofía

Esta posición tan radical en favor del discurso científico como idealmente objetivo
y universal y este desprecio por las expresionistas de la subjetividad explican la
ausencia de un compromiso filosófico y ético-político de esta filosofía -no lo
tuvieron en la mayor parte de los neopositivistas- con la sociedad. Es la
consecuencia de tan ferviente fe cientificista. Según su ideología primordial solo
se desarrolla de la ciencia y del espíritu cientificista. Según su ideología
primordial, sólo el desarrollo de la ciencia y del espíritu científico y analítico,
lógico y objetivo, cabe esperar un proceso real para la humanidad.

Mientras ese progreso se realiza como científico o filósofo nadie está obligado a
tomar posición en el terreno moral o político. Lo máximo que se puede concebir
es una ciencia descriptiva de las morales existentes, es decir, de las reglas y
costumbres que una colectividad práctica. Cualquier discurso, filosófico o
científico, que presenta valores o normas propiamente dichas como si se tratara de
hechos objetivos o de realidades susceptibles de ser descritas de manera verdadera
o falsa y, por tanto, de ser “conocidas”, cae en la “falacia naturalista”. Este sofisma
consiste en la confusión entre hechos y valores, entre lo que es y lo que debe ser.

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3. El lenguaje unificado de la ciencia

El ideal de una ciencia unificada es característico del pensamiento moderno desde


Descartes y Galileo, que se plantean construir una matemática universal. El
neopositivismo retoma este objetivo y lo reformula en el plano del lenguaje: todas
las ciencias han de tener en común la utilización de un lenguaje aun cuando sus
objetos o sus métodos sean muy distintos. Por tanto, se puede esperar la
superación de la diversidad de las ciencias si se descubre o se construye ese
lenguaje al que se puedan reconducir los diferentes lenguajes científicos. La
unificación de las ciencias se opera a través de la unificación de sus lenguajes,
para lo que es necesaria la construcción de un lenguaje universal y unitario de la
ciencia.

Es un primer momento, la obra de Carnap La estructura lógica del mundo (1928)


defiende como condición básica de ese lenguaje que sus enunciados básicos se
refieran a sensaciones y experiencias sensoriales y no a objetos físicos, que solo
son construcciones hipotéticas a partir de las sensaciones. Según Carnap, las cosas
son elaboraciones lógicas que realizamos sobre la base de nuestros contenidos
sensoriales. El mundo objeto de mi experiencia tiene, como elementos últimos,
los datos de mis sentidos. Por tanto, lo propio de las proposiciones científicas (por
ejemplo, las de la física) debe ser la posibilidad de que puedan quedar reducidas
a un lenguaje compuesto de símbolos de los contenidos sensoriales.

El problema principal de esta propuesta es que no garantiza la objetividad de la


ciencia ni su exigencia de universalidad. Ésta se fundaría en designaciones y
descripciones de experiencias sensoriales cuya identidad en diferentes individuos
no está asegurada al tratarse de sus experiencias subjetivas. Los enunciados
básicos de este lenguaje no serían comunes más que en apariencia, pues nada
asegura una correspondencia idéntica entre lenguaje y experiencia en los distintos
individuos. Por eso Neurath dio al tema del lenguaje unificado de la ciencia un
giro distinto con su planteamiento fisicalista. Según Neurath, el mundo está
constituido por objetos que existen con independencia de mi experiencia, y a esos
objetos se refieren directamente los términos y enunciados del lenguaje científico.

Por tanto, construir un lenguaje básico para la ciencia representa, ante todo,
descubrir los enunciados elementales y los objetos o hechos elementales
constitutivos de la realidad, de un modo parecido a como hace la física. A partir
de ahí se podrá traducir cualquier enunciado a ese lenguaje básico relativo a
estados y procesos del mundo físico. Si tomamos, por ejemplo, el lenguaje de la
psicología deberemos considerar sus proposiciones como descripciones de la
conducta de los humanos o de otros animales. Aceptado esto habremos de traducir
ese lenguaje al lenguaje fisicalista, como lenguaje universal al que puede
traducirse cualquier proposición.

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Aunque en la línea de la primacía y ejemplaridad que la física viene teniendo
como modelo de conocimiento desde el siglo XVIII, el fisicalismo sufre las
consecuencias de los avatares de esta ciencia a lo largo del siglo XX, en cuyo seno
mismo se cuestiona la naturaleza referencial o realista de su propio lenguaje. Por
otra parte, fracasa también en su empeño pro reducir fisicalistamente el lenguaje
de las ciencias humanas, como es el caso de la psicología. Por tanto, el programa
neopositivista de unificación de las ciencias por la unificación de sus lenguajes se
queda en mera aspiración

4. La crítica de la metafísica

El análisis lógico-positivista del lenguaje responsabiliza de sinsentido o bien a


errores sintácticas en los enunciados, o bien abusos semánticos. Es decir, son
enunciados sin sentido aquellos en los que se combinan palabras que pertenecen
a categorías diversas pero que, considerados por separado o utilizados
correctamente, tienen significado. Por ejemplo, cuando decimos “Barcelona es un
triángulo equilátero”. Y también son sin sentido los enunciados que incluyen
palabras sin una referencia determinable, como es el caso de los enunciados
metafísicos.

El neopositivismo reduce, pues, la metafísica a un conjunto de errores sintácticos


y de abusos semánticos del lenguaje. Sometidos al análisis lógico, los enunciados
metafísicos o bien aparecen despojados de sentido, o bien sin el sentido o el
alcance que se les quiere atribuir. Por ejemplo, Carnap considera que muchos
errores lógicos cometidos cuando se construyen pseudoproposiciones se deben a
las deficiencias lógicas que afecta, en nuestro lenguaje, al uso de la palabra “ser”.

• La primera deficiencia estaría en la ambivalencia misma de la palabra


“ser”. Ésta se utiliza a veces como cópula que antecede a y se relaciona con un
predicado, mientras que en otras designa una existencia. Este error resulta
agravado por el hecho de los metafísicos carecen con frecuencia de una idea clara
de esta ambivalencia.

• El segundo error estaría en la forma que adquiere el verbo en su segunda


significación, es decir, la de existencia. Esta forma verbal muestra ficticiamente
un predicado donde no existe. La existencia no es una propiedad como Kant
demostró al refutar la prueba ontológica de la existencia de Dios. A este respecto
sólo la lógica moderna sería totalmente consecuente al introducir el signo de
existencia en una fórmula sintáctica tal que no puede ser referido como un
predicado a signos de objeto, sino sólo a un predicado.

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En suma, desde la antigüedad la mayor parte de los metafísicos se ha dejado
seducir por la forma verbal (y con ella predicativa) de la palabra ser y, en
consecuencia, forman pseudoproposiciones como “yo soy”, “Dios es”, etc… Pero,
más en concreto, lo característico de la actitud metafísico sería un determinado
modo de confusión de las palabras y las cosas. La labor del neopositivismo frente
a este lenguaje será reconducir sus proposiciones a descripciones o
recomendaciones concernientes al lenguaje y al uso. Se invita, pues, a la filosofía
a dejar de ser metafísica para reducirse a metalingüística y transformarse en crítica
y análisis lógicos del lenguaje. Este giro lingüístico debería permitir también a los
filósofos entenderse, puesto que compartirían un punto de vista común (el punto
de vista metalingüístico) y una referencia común (el lenguaje).

PUNTO 3: INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA Y FALSACIONISMO. K. POPPER

1. La crítica a la epistemología inductiva

Oponiéndose a la tradición empirista (que concibe la inducción como el método


característico de la ciencia moderna), Popper rechaza los tres principios básicos del
empirismo en lo referente a su concepción del conocimiento

• Discute que el conocimiento y el desarrollo de la ciencia puedan explicarse o


justificarse suponiendo la capacidad de la mente humana para alcanzar verdaderes
universalmente válidas que se generalizan partiendo de la observación repetida de
casos particulares. Para Popper, es erróneo considerar que se pueden verificar
proposiciones o teorías de carácter universal a partir de proposiciones particulares
que no las contradigan. La observación repetida de muchos cuervos negros no
puede garantizar la verdad de una afirmación universal como “todos los cuervos
son negros”, pues nada asegura que nunca se observará un cuervo blanco.

• No cree que la mente, en el proceso de conocimiento, adopte solamente una


actitud pasiva y receptiva. La mente no es una hoja de papel en blanco en la que
la percepción de entrada a las sensaciones que, repetidas, se abstraerían para
formar conceptos.

• Tampoco acepta el principio de verificación como criterio de sentido, desde el


cual los autores empiristas y positivistas han llevado a cabo su importante crítica
la metafísica que la reduce a un sentido. Las teorías no son nunca verificables
empíricamente. Es necesario, por tanto, establecer un criterio de demarcación
distinto que separe la ciencia y la metafísica, y establezca las distintas
características de uno y otro saber.

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2. El problema de la demarcación
Según cuenta el mismo Popper, el problema de la demarcación se le plantea al intentar
distinguir las diferencias existentes entre la teoría de Einstein, por una parte, y, por otra,
las teorías del marxismo, el psicoanálisis y la psicología del individuo de Adler. Su
problema consistía en saber porque éstas últimas teorías “son tan diferentes de las teorías
físicas, de la teoría de Newton, y, especialmente, de la teoría de la relatividad. Yo sentía
que estas tres teorías, aunque se presentaban como ciencias de hechos, tenían más
elementos en común con los mitos primitivos que con la ciencia, que se asemejaban a la
astrología más que con la astronomía”.
Y le pareció que la diferencia consistía en que toda teoría como la de Einstein podía ser
refutadas por un acontecimiento que se predijera partiendo de ella mientras que las otras
resultaban siempre confirmadas por cualquier experiencia posible. Esto le llevó a pensar
que sólo las primeras eran auténticas teorías científica en la medida en que sólo de ellas
es posible decir que son comprobables por la experiencia. En su caso, sin embargo, esto
no significa despreciar el valor de teorías como la marxista, por la que muchos hombres
habían llegado a dar su vida.
Aunque en términos bien distintos a los de Marx, también Einstein aporta una teoría
“revolucionaria”: la teoría de la relatividad. No obstante, y a diferencia de Marx, Einstein
no pensaba que el carácter científico de su teoría tuviera que establecerse mediante una
acumulación de hechos que reforzaran el sentido de la teoría descartando los que no lo
hicieran, sino mediante la determinación de una experiencia física, una prueba en forma
de predicción deducida de la teoría (pero no deducible de una teoría rival: la mecánica
newtoniana) y que pudiera ser o no precisamente confirmada por la observación. Lo que
la relatividad predecía era la curvatura de los rayos luminosos por efecto de la gravedad,
hecho que se pudo observar con ocasión del eclipse solar de mayo de 1919.
Este punto de partida para el planteamiento de la demarcación es el que permite a Popper
subraya la diferencia entre su criterio de demarcación y el criterio positivista de
significado: “el problema que traté de resolver al proponer el criterio de refutabilidad
(como criterio de demarcación) no fue un problema de sentido o de significación, ni un
problema de verdad o aceptabilidad, sino el de trazar una línea divisoria (…) entre los
enunciados o sistemas de enunciados empíricos y todos los otros enunciados, sean de
carácter religioso, metafísico, o simplemente pseudocientífico”.
No obstante, tal como lo plantea Popper, el criterio de demarcación no se limita a ser una
descomprometida distinción entre teorías, sino que envuelve un problema ontológico de
envergadura. Y es que Popper se centra en la cuestión del desarrollo de la ciencia
(impuesta por la revolución einsteniana en la física teórica), siendo su referencia polémica
las nuevas ciencias sociales humanas.

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• El aspecto metodológico

Popper entiende la filosofía básicamente como teoría del conocimiento científico


o epistemología. Pero, para Popper, el problema fundamental de la epistemología
no es el de la estructura de la ciencia, sino del desarrollo de la ciencia. De aquel
se deduce que la epistemología no debe ser propiamente una lógica de la ciencia,
sino una lógica de la investigación científica, es decir, una lógica del
procedimiento según el cual se desarrolla el conocimiento científico:

Por tanto, la epistemología se reduce, desde este punto de vista, a metodología de


la ciencia. Esta metodología no puede ser sólo simple lógica formal ni una ciencia
empírica que versara sobre el comportamiento real de los científicos, “porque
siempre será un asunto a resolver por una convención o una decisión el de qué
cosa hemos de llamar una ciencia o el de aquel hemos de calificar como
científico”.

Es decir, los enunciados de esta epistemología, así como las reglas del método
científico que el análisis epistemológico establezca, no tendrán más que el valor
de simples convenciones más o menos útiles en orden a explicar el desarrollo del
conocimiento científico y las cuestiones relacionadas con él. Sólo se puede
justificar la validez de una teoría del conocimiento científico comprobando si es
productiva si sirve para explicar la idea que el científico tiene de sí mismo y de
su trabajo de investigación, y si sirve, además, para descubrir las incoherencias
que en otras concepciones de la ciencia se dan y superarlas in caer ella a su vez
en contradicciones.

Esta metodología de la ciencia deberá, pues, clarificar el concepto mismo de


ciencia, si bien su problema fundamental será el del desarrollo del conocimiento.
En esta tarea no se trata de precisar un único método como característico y propio,
sino que habrán de utilizarse varios métodos siempre que resulten útiles para la
resolución del problema. Esto significa, para Popper, que ni el análisis del
lenguaje común que parte de Wittgenstein, ni el análisis del lenguaje científico
propugnado y el Círculo de Viena son métodos exclusivos de la teoría del
conocimiento.

o El análisis del lenguaje ordinario (los usos o juegos del lenguaje del
último Wittgenstein y de la escuela de Oxford) no puede servir como
método porque no se refiere al problema fundamental del desarrollo del
conocimiento, que se da precisamente en el paso del lenguaje ordinario al
lenguaje científico y en el desarrollo de la ciencia.

o Pero tampoco sirve el análisis lógico de lenguaje científico y su


procedimiento de construcción de modelos ideales al estilo de Carnap, por
la precariedad de esos modelos y porque tampoco tiene como objetivo
abordar la cuestión del desarrollo de la ciencia.

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El único método que se puede postular como propia de la filosofía de la ciencia es
el de la discusión racional, común a la ciencia, a la filosofía y cualquier pretensión
de racionalidad. Es el método que consiste simplemente en exponer claramente
los problemas y discutir argumentativa y críticamente las soluciones propuestas.

• El aspecto filosófico

Popper trata de distinguir, con su criterio de demarcación, entre dos tipos de


enunciados de tal forma que podamos saber a qué conjunto referimos cuando
hablamos de filosofía de la ciencia. Con ello trata de mostrar la inoperancia del
falso “problemas del sentido y de la falta de sentido de los enunciados”, tal como
lo plateaban los componentes del Círculo de Viena, al tiempo que pretende
replantear el gran problema kantiano de los límites del conocimiento.
Concretamente Popper define así su problema de la demarcación:

o Es el problema de delimitar lo que es la ciencia empírica respecto de lo


que es sólo pseudociencia. No se trata, pues, de responder a la cuestión de
la verdad o falsedad de una teoría, sino sólo a cuándo deber ser
considerada científica una teoría y cuál sería el criterio apura definirla
como ciencia.

o Es el problema de definir qué se entiende por experiencia. Delimitar lo


que entendemos por ciencia es, en último término, definir lo que
entendemos por experiencia. Hay muchos sistemas teóricos posibles con
una estructura lógica similar. Entre ellos tienen que haber alguno que
representa el mundo de nuestra experiencia. Y a ése es al que llamamos
ciencia empírica.

o Es el problema de definir qué se entiende por realidad y por conocimiento


de la realidad. Si el mundo de nuestra experiencia y lo que es real para
nosotros son la misma cosa, entonces el problema de la demarcación es
justamente el problema de delimitar lo que entendemos por realidad. O
sea, se trata del problema filosófico de nuestra experiencia e
interpretación del mundo.

Que Popper identifique este problema filosófico con el problema metodológico


de fijar una convención sobre lo que se debe entender por ciencia empírica tiene
como consecuencia desplazar el ámbito de discusión de la epistemología a la
discusión de la coherencia, aplicabilidad y fecundidad de unas reglas
metodológicas. Y si se tiene en cuenta que tales criterios de fecundidad,
aplicabilidad y coherencia están definidos por las propias reglas del método
científico, el efecto de este desplazamiento supone, en buna medida, la renuncia
misma al análisis del concepto de ciencia.

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Lo cual, a su vez, implica renunciar también a definir lo que habrá que entender
por experiencia y por realidad. Esto ha dado pie algunos críticos a denunciar que,
por más que Popper afirme que su problema de la demarcación es diferente al
problema positivista de separar los enunciados con sentido de los enunciados son
sentido, es inevitable que lo que quede demarcado como ciencia dentro de la
epistemología de Popper será conocimiento de la realidad y lo que quede fuera de
la ciencia será ilusión, engaño o mitología.

Para Popper, por tanto, la actitud científica tiene, como ingredientes:

o El empleo de hipótesis de alcance general.

o La deducción a partir de estas hipótesis de enunciados particulares que


afirmen la posibilidad de observación de un hecho determinado.

o La comprobación en la medida de lo posible y la decisión de abrirse a


comprobaciones ulteriores en función de la ampliación.

En cualquier caso, lo que la demarcación eleva al estatuto de método del


conocimiento científico y racional no es sino una determinada concepción del
método de la ciencia natural. Tal vez lo que se produce entonces es una cierta
confusión entre epistemología y metodología como consecuencia de la previa
desvalorización de un tipo de racionalidad (el de las ciencias humanas como el
marxismo o el psicoanálisis) frente a otro (el de las ciencias naturales) Por tanto,
más que la reducción de la racionalidad a la racionalidad científica, lo
característico de Popper es una concepción empirista y positivista de la ciencia y
de la filosofía y, por lo tanto, de la razón. El problema del desarrollo del
conocimiento desemboca así el problema de la racionalidad.

Una metodología científica


apropiada es la que permite situar
como criterio de demarcación de
una teoría científica su posibilidad
de ser falsada. Las consecuencias
de una teoría en campos ajenos al
de la racionalidad científica es
cuestión de preponderancia
política. Popper con el club de
biología teórica, cuyas teorías
tendrán una importancia
fundamental en la obra del
economista Gary Becker

15
3. La falsabilidad como criterio de demarcación
• Actitud científica y actitud dogmática

De todo lo expuesto anteriormente se deduce que el criterio de cientificidad para


demarcar entre ciencias y pseudociencias solo podrá ser la prueba de la
falsabilidad para una teoría, es decir, la comprobación en circunstancias precisas
en las que podría verse uno obligado a abandonar esta teoría. Una actitud científica
auténtico no sólo consiste en no eludir este tipo de prueba, sino más bien en
buscarlo. Y lo que sucede con las teorías psicoanalíticas y marxistas es que tratan
de evitar este tipo de curvas decisivas utilizando diversos procedimientos.

o Empleando una terminología abstracta y generalista que no se


corresponde con hechos observables, pero que cumplen una función
esencial en la teoría.

o Utilizando conceptos que permiten neutralizar observaciones capaces de


contradecir e incluso refutar la teoría.

o Aduciendo una observación selectiva de datos o de hechos que sólo se


describen y se describen en función de la teoría, y que, por tanto, no
pueden dejar de verificar.

Las nociones de “ambivalencia” y psicoanálisis, de “astucia de la razón” o de


“superación dialéctica” en el marxismo, postulan contradicciones, antítesis, pero
éstas no crean dificultades al freudismo ni al marxismo, sino que se refuerzan con
ellas. De este modo, estas teorías nunca son refutadas por la evidencia de una
incoherencia. Por otra parte, lo que no va en el sentido de la teoría, lisa y
llanamente no se ve, puesto que la luz misma que permite hacerlo proviene
íntegramente de la teoría. Esta ausencia de distanciamiento crítico, típica de la
creencia, la ideología, la fe, y que inmuniza a la teoría en la que se cree haciéndola
infalible. De ahí el dogmatismo, que se refuerza por la habilidad para interpretarlo
siempre en la dirección ortodoxa.

16
• Falsabilidad y contrastabilidad

El criterio de demarcación de oponer es la falsabilidad, refutabilidad o


contrastabilidad de las teorías, que adquiere una relevancia especial como
alternativa al principio positivista de verificabilidad ya la metodología
induccionista. La falsabilidad supone:

o Un modo concreto de entender la ciencia empírica al que responder el


criterio.

En cuanto criterio para delimitar los enunciados científicos de los no


científicos, el criterio de falsabilidad debe dar razón de los dos aspectos
que, según Popper, defienden la ciencia empírica: su carácter propiamente
empírico y su carácter evolutivo.

▪ El carácter empírico de la ciencia implica dos propiedades de los


enunciados científicos: que nos proporcionan información sobre
la experiencia y que son capaces de explicar la experiencia.

▪ El carácter evolutivo de la ciencia implica también que dos notas:


que tienen un carácter hipotético, es decir, que no tienen una
validez definitiva, u que tienen un carácter progresivo, es decir,
que suponen un aumento real de nuestro conocimiento.

Puesto que el criterio de falsabilidad es fundamentalmente una norma


metodológica que tiene que dar cuenta de estos que definen a los
enunciados de la ciencia, la falsabilidad hará referencia, por una parte, a
la estructura lógica de los enunciados científicos y, por otra, a los
procedimientos de investigación científica, es decir, a las reglas
metodológicas que se utilizan para manejar enunciados científicos.

Para Popper, afirmar que una teoría pertenece a la ciencia empírica quiere
decir que afirma algo acerca de algo y, por lo tanto, que nos ni tautológico
ni contradictoria ni metafísica. Enunciado científico quiere decir, por lo
tanto, enunciado que afirma algo sobre la experiencia. La forma de saber
si lo que dice un enunciado pertenece a la experiencia es contrastando el
enunciado con la experiencia. El problema consiste en saber cómo llevar
a cabo esta contrastación, lo que nos lleva a la segunda suposición

17
o Un modo de entender el valor de la epistemología desde la que habrá que
comprender la función de tal criterio.

Una teoría científica, por tanto, no es directamente contrastable con la


experiencia, pues ésta es siempre individual y concreta, y la teoría es
universal y abstracta. Sin embargo, a partir de una teoría y en ciertas
condiciones se pueden deducir enunciados singulares existenciales (que
Popper llama “enunciados básicos”), los cuales, si pueden directamente
ser comparado con la experiencia, en el sentido de que estos enunciados
precisamente son enunciados que describen hechos de experiencia.
Contrastar una teoría con la experiencia supone, pro lo tanto, deducir
enunciados singulares de ella y verificar en la práctica estos enunciados.
Una vez hecho esto puede suceder dos cosas:

▪ Que los enunciados singulares sean refutados por la experiencia,


en cuyo caso la teoría quedaría también refutada o falsada

▪ Que los enunciados singulares sean verificados por la experiencia


cuyo caso la teoría no queda verificada, sino sólo corroborada
provisionalmente.

Que la verificación de los enunciados singulares que se deducen de la


teoría no signifique la verificación de la teoría, es algo que se hace
comprensible si atendemos a la forma lógica de los enunciados teóricos,
que son enunciados estrictamente universales (en sentido intensivo, es
decir, de forma que no pueden reducirse a una suma de enunciados
singulares), es decir, que hacen referencia, por lo tanto, de la verdad de
un enunciado singular nunca puede deducirse la verdad de un universal

Partiendo de esta situación, parece lógico asentar la irrelevancia de la verificación


de los enunciados básicos para la verificación de las teorías y hacer equivalentes
en contrastabilidad y falsibilidad. De esta manera, parece que la falsabilidad,
como criterio de demarcación, cumple el requisito de dar cuenta de esa
característica que tales teorías tienen en virtud de la cual éstas pueden ser probadas
en la experiencia, contrastadas con ella.

18
Pero como observaba Quintanilla, para llegar a identificar este primer aspecto de
carácter empírico de la ciencia con la falsabilidad de los enunciados científicos se
han relvado a cabo varias reducciones. En concreto:

o La reducción del carácter empírico de los enunciados científicos a su


capacidad de contrastación con la experiencia individual.

o La reducción de la contrastación de un enunciado teórico de la ciencia con


la experiencia a la posibilidad de deducir, partir del enunciado teórico, un
enunciado singular que afirme un hecho de la experiencia.

o Y la reducción de la posibilidad de contrastar un el enunciado teórico con


el enunciado singular (o básico) a la posibilidad de que el enunciado
básico sea falso, y, por lo tanto, también el enunciado teórico.

Esta manera de concebir la ciencia tiene dos caracterizaciones importantes.

o La primera tiene como consecuencia una limitación empirista del


concepto de ciencia que deja fuera de la racionalidad científica a todo el
conjunto de enunciados que no se refieren a experiencias de hechos. Con
ello se hace abstracción del papel que juegan en la investigación científica
otro tipo de enunciados universales que se refiere, por ejemplo, a las
condiciones generales de toda experiencia. Es decir, se dejan fuera a los
enunciados filosóficos y muchos de los enunciados metafísicos.

Popper terminará, sin embargo, reconociendo que tales enunciados


metafísicos, no sables, puede jugar un papel importante en la ciencia, pero
en la medida en que, gracias al progreso de la ciencia, lleguen a ser
falsables. Sin embargo, el problema reside en que los enunciados
metafísicos pueden llegar a ser falsables, pero no por un hecho empírico
singular, sino por lo que podríamos llamar una situación general de un
estado de cosas, una situación general que es incompatible con tales
teorías.

o Por lo demás, la distinción que Popper establece entre falsabilidad y


falsación se corresponde con la distinción entre el problema de la
demarcación y el problema del método de la ciencia. Resulta central para
demostrar cómo la falsabilidad adquiere importancia en función de una
decisión metodológica, que a no es una regla justificable por la estructura
lógica de los enunciados científicos, sino solamente justificable por una
concepción (filosófica) sobre la ciencia, que hace que tenga relevancia
para la epistemología determinado aspecto (la falsabilidad) de las
relaciones lógicas entre enunciados teóricos y enunciados singulares de
los hechos.

19
4. La concepción de la ciencia
• Enunciados básicos y teorías

El primer aspecto a determinar, en el marco de la concepción epistemológica de


Popper, es el de la relación entre ciencia y experiencia. A partir del momento en
que la ciencia se concibe como un conjunto organizado de enunciados, este
problema se formulará como problema de las relaciones entre enunciados teóricos
y enunciados de hechos, es decir, entre teorías y enunciados básicos. Como hemos
visto, las teorías se caracterizan respecto de los enunciados básicos por ser
falsables; y éstos respecto a la teoría por ser sus posibles falsadores. Lo decisivo,
pro tanto, aquí es el método de llevar a cabo la contrastación entre unos y otros, o
sea, el método de la falsación de la teoría o de su sometimiento a falsación.

La pregunta es: ¿Cómo se “transmite” el carácter empírico de los enunciados


básicos a las teorías a través de la contrastación? Contrastar la teoría con la
experiencia, será contrastar los enunciados teóricos con los enunciados básicos.
Pero esto no resuelve, sin más, el problema típico del empirismo lógico, es decir,
el de la justificación del carácter empírico de los enunciados básicos mismos, el
problema de la relación entre lenguaje y experiencia, a través de la relación entre
enunciados de hechos y experiencia de hechos. Este problema se desdobla en la
epistemología de Popper en dos: el problema de la aceptación de enunciados
básicos para la falsación de una teoría y el problema de la justificación de esa
aceptación

• La aceptación de enunciados básicos

Para Popper, los enunciados básicos cumplen una doble función en el sistema
científico:

o Por una parte, hemos empleado el sistema de todos los enunciados básicos
lógicamente posibles con objeto de obtener gracias a ellos caracterización
lógica que íbamos buscando.

o Por otra, los enunciados básicos aceptadas constituyen la base para la


corroboración de las hipótesis: si contradicen la teoría, admitamos que
nos proporcionan motivos suficientes para la falsación de ésta únicamente
es el caso de que corroboren a la vez una hipótesis falsadora.

20
Para establecer la forma de cómo deben aceptarse los enunciados básicos para que
cumplan su función de contrastación empírica, Popper señala dos reglas:

o No debemos aceptar enunciados básicos esporádicos, es decir, que no


estén en conexión lógica con otros enunciados

o Hemos de admitir enunciados básicos en el curso de nuestra contrastación


de teorías cuando se suscitan cuestiones esclarecedoras acerca de éstas,
cuestiones que tienen que contrastarse gracias a la admisión de
enunciados de este tipo.

Estas dos reglas se implican mutuamente, pues la aceptación de enunciados


básicos se lleva a cabo con vistas a la contrastación de teorías. Pero por esto
precisamente (porque los aceptamos para contrastar teorías) no podemos aceptar
enunciados básicos aislados. Los enunciados básicos son enunciados existenciales
singulares, se refieren a acontecimientos individuales irrepetibles. Por lo tanto,
son incapaces de ser objetivos si se les toma aisladamente.

La objetividad de los enunciados científicos, que coincide con su contrastabilidad


o falsibilidad, consiste, pues, en poder deducir, a partir de estos enunciados, otros
que semana su vez contrastables intersubjetivamente. Solo se pueden obtener
conclusiones contrastables a partir de los enunciados básicos cuando se aceptan
con algún tipo de relación deductiva a partir de hipótesis. De modo que partir de
un enunciado básico aislado lo único que podemos inferior son enunciados
estrictamente existenciales (mediante la eliminación de la referencia espacio-
temporal) y éstos no son contrastables ni falsables. Sólo aceptando enunciados
básicos que están en relación con otros de carácter más teórico a partir de los que
puedan deducirse garantizamos que designen efectos reproductibles y, por lo
tanto, que sean objetivos, contrastables intersubjetivamente, condición
indispensable para que puedan servir, a su vez, como enunciados de contraste
empírico de las teorías

• Ciencia y experiencia

Popper define la ciencia como un conjunto de encunados lógicamente


estructurados y de cuyas relaciones se ocupa la epistemología. Pero, como él
mismo dice, “nuestro conocimiento, que cabe describir vagamente como un
sistema de disposiciones, y que tal vez sea materia de estudio de la psicología,
puede estar unido a sentimientos de creencia o de convicción: quizá en un caso al
sentimiento de estar compelido a pensar de una manera determinada y, en el otro,
al de certidumbre perceptiva”. El epistemólogo tiene que prescindir de estos
sentimientos y de su intensidad y adoptar el único camino que mediante el análisis
(en el caso de las ciencias analíticas) o la presentación de hechos (en el caso de
las ciencias empíricas) para su contrastación. Las relaciones lógicas sólo se
pueden dar entre enunciados, por lo que es imposible pretender la fundamentación
lógica de enunciados por algo que no son enunciados, o sea, por experiencias.

21
Pero entonces, es imprescindible definir aquí qué se entiende por experiencia
Popper acepta el principio empirista según el cual sólo captamos los hechos
mediante la observación, si bien entiende que esa captación no justifica ni
fundamenta la verdad de ningún enunciado. La supuesta experiencia que nos
proporciona conocimiento solamente hace tal cosa en la medida en que se afirma
un enunciado que describe el hecho. Pero este enunciado, ya por serlo, trasciende
la observación empírica, inmediata. En realidad, toda observación está
mediatizada ya por la teoría de modo que las observaciones perceptivas puras son
imposibles.

Así pues, la experiencia no consiste en la acumulación maquinal de


observaciones, sino que ella misma es el resultado de decisiones y de
interpretaciones libres. Los hechos aparentes de la experiencia son siempre
interpretaciones a la luz de teorías, por lo que tienen el carácter hipotético o
conjetural de todas las teorías. En conclusión, las observaciones (y, más todavía,
los enunciados de observaciones y los resultados experimentales) son siempre
interpretaciones de los hechos observados realizados a la luz de las teorías.

• Decisionismo y convencionalismo

En discusión, pues, con los planteamientos del Círculo de Viena, Popper mantiene
que es imposible reducir los enunciados básicos a la experiencia directa, y en
cuanto que son además enunciados con carácter teórico, es imposible reducirlos a
cualquier tipo de experiencia singular. Es lo mismo que se planteaba, como
veíamos, en el problema de la contrastación de las teorías, cuyos enunciados no
se justifican en función de creencias, convicciones, etc… sino en virtud de una
metodología consistente básicamente en la aplicación de unas reglas que
persiguen su eventual falsación.

Sin embargo, puesto que los enunciados básicos sólo pueden ser falsadores de
teorías si son portadores de experiencia de contraste, y una justificación positiva
de la aceptación de esta condición de enunciados empíricos es imposible, sólo
queda, como su apoyo y fundamento último, la decisión de aceptarlo o no. De
modo que la aceptación de enunciados básicos es, en último término, una cuestión
de decisión del científico, decisión que recae sobre unos enunciados acerca de
cuya aceptación o rechazo es fácil que los investigadores se pongan de acuerdo.
Se trata de una aceptación puramente convencional y nunca definitiva, lo que
introduce la posibilidad de una regresión infinita que, en opinión de Popper, no
resulta perjudicial, ya que no se pretende probar ningún enunciado por medio de
la teoría, sino que solamente se trata de una posibilidad lógica que siempre se verá
determinada por el acuerdo a que lleguen los científicos en un momento
determinado, en el que la cadena de contrastaciones se detiene.

22
Al argumentar así, Popper está reconociendo que no es posible responder al
problema del conocimiento por medio de ninguna teoría científica, o sea, falsable.
La cuestión de por qué conocemos precisamente mediante un sistema de
enunciados aceptados convencionalmente, la cuestión de porqué esta metodología
nos garantiza un conocimiento empírico válido no sólo formalmente sino
realmente, es una cuestión que sólo puede resolverse mediante la fe metafísica en
la inmutabilidad de los procesos naturales: “el método científico presupone la
inmutabilidad de los procesos naturales o el principio de uniformidad de la
naturaleza”.

• La actitud refutadora como supuesto carácter empírico de la ciencia

Formulado así el decisionismo de Popper, “parece muy difícil salvar a su


metodología del imperio de la arbitrariedad”. Sin embargo, este defecto es
precisamente el que él ha criticado en las teorías convencionalistas. Para salir del
psicologismo positivista Popper se acerca convencionalismo, y cuando trata de
evitar las consecuencias del convencionalismo su única salida es un cierto
pragmatismo. O sea, Popper trata de corregir su convencionalismo insistiendo en
que la contrastación responde a una actitud (decida) de falsar, es decir, de refutar
la teoría.

5. El desarrollo de la teoría
• Historia de la ciencia e investigación científica

Para Popper, que la ciencia evolucione y se desarrolle implica:

o Su carácter abierto y nunca definitivo, lo que hace pensar en una


posibilidad ilimitada de experiencias.

o Su carácter progresivo en virtud del cual nuestro conocimiento va


aumentado y extendiéndose cuantitativa y cualitativamente a cada vez
más fenómenos o aspectos de la realidad.

La epistemología de Popper se caracteriza por partir del hecho del progreso de la


ciencia como dato más interesante de la ciencia actual y tratar de darle una
explicación que sirva a ee progreso de orientación y guía. Pues el desarrollo del
conocimiento es, por una parte, un fenómeno histórico que para ser explicado y
guiado exigirá una teoría de la historia de la ciencia y, por otra, es un fenómeno
que hace referencia al proceso de la investigación científica y exigirá, por lo tanto,
una teoría de la investigación científica y una metodología consecuente con dicha
teoría. Así sintetiza Quintalnilla los elementos constitutivos necesarios de la
epistemología de Popper:

23
o Una teoría de la historia de la ciencia, que deberá comprender, por lo
menos:

▪ Una teoría de los límites del conocimiento científico.

▪ Una teoría del progreso del conocimiento científico, es decir, una


teoría del aumento cuantitativo y cualitativo de la ciencia, en la
cual irá incluida una explicación de la diferenciación histórica de
las ciencias.

o Una teoría de la investigación científica, que deberá comprender por lo


menos

▪ Una teoría del carácter provisional de nuestro conocimiento, es


decir, una teoría de las relaciones entre nuestro conocimiento
universal y nuestra experiencia y una explicación de la limitación
de nuestra experiencia.

▪ Una teoría del aumento de nuestro conocimiento, es decir, del


aprendizaje, del descubrimiento de teorías y fenómenos empíricos
y de la construcción de leyes y teorías.

o Una guía eficaz para promover el desarrollo de la ciencia. Por lo tanto,


habrá de proporcionar:

▪ Directrices para una política científica, es decir, para una


planificación de la investigación científica a nivel social,
planificación que hará de tener en cuenta tanto el carácter siempre
provisional del conocimiento científico (y, por lo tanto, su
falibilidad) como la continua necesidad del aumento cuantitativo
y cualitativo de la ciencia.

▪ Normas para la investigación científica, es decir, normas que


garanticen la crítica (una metodología del antidogmatismo) y
normas que posibiliten el descubrimiento científico.

24
• La idea de un acercamiento a la verdad

Pero aunque señala así la complejidad de aspectos que deberían integrar una
epistemología actualizada, Popper se limita, de hecho, al nivel de la investigación
científica, en el que aporta una metodología en los términos convencionalistas ya
expuestos cuyas normas para impulsar el desarrollo del conocimiento científico
son:

o Es preciso inventar teorías cada vez más falsables, es decir, teorías que
permitan habla de hechos nuevos.

o Es preciso intentar siempre sinceramente refutar estas teorías.

Estas mismas reglas metodológicas sirven también para explicar el desarrollo de


la ciencia, pues vienen a decir que si la ciencia se desarrolla es porque los
científicos se inventan teorías cada vez más falsable y porque intentan
continuamente falsar dichas teorías. Así se explica lo que podríamos llamar el
aspecto negativo del desarrollo de la ciencia. Para explicar su aspecto positivo (el
aumento del conocimiento). Popper intenta poner de acuerdo su metodología
falsacionista con una teoría realista del aumento del conocimiento científico. Para
lo cual interpreta el profeso de la ciencia como un acercamiento a la verdad
absoluta y elabora un procedimiento para medir tal acercamiento a la verdad
absoluta a través del concepto de verosimilitud.

Pero la idea de verdad que Popper maneja tiene un doble sentido: por una parte,
entiende la verdad, en el sentido clásico realista, como correspondencia con los
hechos; por otra parte, entiende la verdad como un principio regulador, es decir,
en un sentido idealista, como la verdad absoluta inalcanzable (la cual equivaldría
al conocimiento de todos los hechos). Si entendemos el progreso de la ciencia en
función de un acercamiento a la verdad absoluta, el método para medir esta
aproximación sólo puede ser un método a priori: el progreso de la ciencia no
dependerá, en principio, del grado de adecuación de nuestro conocimiento a la
realidad, sino de la cantidad de enunciados básicos (de hechos) que nuestras
teorías permiten inferir.

Esta explicación del progreso de la ciencia no responde, sin embargo, al problema


del aumento del conocimiento, que no consiste sólo en que cada vez nuestras
teorías se refieren a más hechos, sino en que cada vez conocemos más y mejor la
realidad. De ahí que Popper termine admitiendo, como factor decisivo, el éxito
temporal de las teorías científicas, es decir, que termine admitiendo no solamente
que el progreso consiste en que tenemos teorías cada vez más universales, sino en
que algunas de estas teorías tienen éxito en sus predicciones, esto es, son
provisionalmente verificadas. Por tanto, en rigor, el falsacionismo no es, en
principio, una teoría del progreso de la ciencia, sino una simple metodología
antidogmática junto a la cual aparece una constatación empírica del progreso
científico como aumento del éxito de la ciencia en su explicación de la realidad.

25
• Probabilidad y corroborabilidad

Pero, ¿cómo, a partir de las condiciones que el falsacionismo impone para que sea
posible el progreso de la ciencia, se puede explicar el aumento real del
conocimiento y el éxito de algunas teorías? Desde el punto de vista de la lógica
inductiva este tema constituye el centro de la epistemología, mientras para Popper
éste debe ser punto de llegada: la demostración de que, a base de actitudes e
instrumentos falsadores podemos avanzar en el conocimiento de la realidad.

Una teoría que se ha tratado de falsar pero que no quedado falsada no muestra, en
principio, contradicción con los hechos, pero no se la pueda dar por verdadera sin
más al no saberse si no resultará falsa en el futuro. Además, al ser un enunciado
universal no puede ser unca definitivamente verificada, sino que siempre seguirá
siendo una conjetura provisional. Es preciso, pues, cambiar el concepto de verdad
por el de probabilidad para ser consecuentes con esta falta de seguridad que causa
la imposibilidad de una verificación definitiva. Entonces, al atribuir una
probabilidad a una hipótesis estamos haciendo una evaluación de la misma que
puede ser verdadera o probable, y eso nos lleva a un cierto callejón sin salida.

Esta posición tiene relación con la crítica de Popper a la epistemología inductiva,


pues creer en la lógica de la probabilidad supone creer que se llega a la evaluación
a través de un “principio de inducción” que adscribe probabilidades a las hipótesis
inducidas. Sin embargo, si se vuelve a atribuir una probabilidad a este principio
entonces estaremos en un regreso al infinito; y si, por el contrario, se le atribuye
la verdad, entonces nos enfrentamos con el dilema de elegir entre la regresión
infinita y el apriorismo. O sea, no sirve la lógica inductiva para caracterizar una
hipótesis cuando ésta ha sido contrastada con la experiencia y ha resistido la
prueba. No podemos decir de ella que sea verdadera y n siquiera podemos decir
que sea probable. Lo único que podemos decir es que está más o menos
corroborada.

No obstante, para Popper, que una teoría esté corroborada implica sólo que tal
teoría es aceptable, de manera provisional. No dice nada acerca de la verdad de
las hipótesis, pues la significación de la corroboración es inmanente al ámbito
mismo del progreso investigador al referirse sólo a la caracterización de la
hipótesis respecto a ese proceso de investigación científica. En suma, decir que
una teoría está corroborada cuando es refutable pero no ha sido refutada a pesar
de nuestros intentos, es decir que hemos terminado aceptando una serie de
enunciados deducibles de ella y hemos tomado esta decisión porque estos
enunciados no eran deducibles de nuestro anterior conocimiento fácilmente
falsable.

26
En conclusión, el conocimiento no puede explicarse sin recurrir, en último
término, a instancias extralógicas como la sinceridad de nuestros intentos pro
refutar las teorías, base del falsacionismo. El progreso de la ciencia depende, por
una parte, de la universalidad creciente de nuestras teorías; por otra, de la
sinceridad de nuestros intentos de refutación. Sin embargo, como pronto van a
observar los discípulos críticos de Popper, estas condiciones sólo garantizan que
la ciencia no se detenga, no explican que aumente nuestro conocimiento.

• El mundo tres

La epistemología de Popper se aproxima, en cierto modo, a las concepciones del


neodarwinismo, suponiendo un cierto evolucionismo como una concepción
metafísica general de base. Todo organismo vivo sería como una “teoría
encarnada” que mantiene con su entorno una relación activa de expectativas,
anticipaciones, ensayos u problemas que resuelve o no. Así, mientras el fracaso
puede implicar la muerte del individuo o incluso la desaparición de la especie, el
éxito representa, para el individuo, aprender a modificar sus expectativas y su
comportamiento de manera adaptada y, para la especie, un estímulo para la
mutación. Las mutaciones genéticas son como ensayos no intencionales que se
producen sobre la base de un genoma dado que el medio selecciona, eliminándose
las mutaciones no adaptativas.

Lo que diferencia al ser humana del resto de seres vivos es que gracias al lenguaje,
que permite la representación y la crítica, puede desarrollar el proceso de
aprendizaje y de progreso del conocimiento sin involucrarse físicamente en él. El
desarrollo de la ciencia se produce, pues, del modo siguiente:

o Los científicos inventan y someten a prueba las teorías destinadas a


resolver problemas que se plantean a partir de estas teorías existentes.

o Entre las teorías se produce una competencia que viene a ser como la lucha
por la supervivencia: unas teorías son eliminadas, bien porque no
sobreviven a una prueba de falsabilidad, bien porque las sustituyen otras
teorías más poderosas capaces de resolver más problemas.

Pero entonces, el desarrollo del conocimiento científico y, por tanto, la suma de


problemas que la humanidad es capaz de resolver, se desarrolla fuera del
organismo humano. Es la lucha por la supervivencia que Popper señala, las teorías
son las que mueren, no los individuos que las inventan, a diferencia de lo que
ocurre con los organismos vivos, que prueban activa y físicamente un nuevo
comportamiento y una respuesta a un problema nuevo. El conocimiento científico
es relativamente autónomo respecto de los individuos: no está inscrito en el
genoma ni en el cerebro, sino que está en los libros y las bases de datos disponibles
para las nuevas generaciones, que continuarán desarrollándolo a través de la
invención y la crítica. Este conjunto de conocimientos progresivos constituye lo
que Popper llama el “mundo tres”, una producción específicamente humana por
medio del lenguaje. Es el mundo de los problemas y de las hipótesis teóricas:

27
Lo decisivo me parece ser que podemos poner ante nosotros pensamientos objetivos, o
sea, teorías, de modo tal que podemos criticarlos y argüir sobre ellos. Para hacerlo así,
hemos de formularios de alguna forma, especialmente lingüística, más o menos
permanente… Y es significativo que podaos distinguir entre la crítica de una formulación
de un pensamiento y los aspectos lógicos del pensamiento en si mismo, su verdad o su
verosimilitud en comparación con algunos de sus competidores… Así, libros y revistas
pueden ser considerados como objetos típicos del mundo tres con habitantes distintos de
los enunciados, especialmente si desarrollan y discuten una teoría.

6. La apuesta por un racionalismo crítico


Popper invita a abandonar la ilusión es posible encontrar puntos de referencia últimos en
los que basar nuestro saber. Y propone una actitud racionalista crítica que acepte que
cualquier teoría es provisional, revisable y superable. Este racionalismo crítico se basa en
un concepto normativo de ciencia cuyas reglas metodológicas se aplican de tal modo que
gana posible un progreso del conocimiento, al margen de intentos infructuosos de
fundación última de verdades en sí. Por tanto, Popper se sitúa ya en la actitud de
desimplicación propia de la posmodernidad, que no ve en la filosofía la empresa de
fundamentación última de las ciencias, tal como en la tradición moderna, desde Descartes
hasta Husserl y el positivismo lógico, se ha considerado. Para Popper, lo que importa no
es la fundación de la ciencia, sino su desarrollo.
Pero este mismo carácter de provisionalidad afecta también al racionalismo crítico
mismo, el cual no podrá afirmar de manera universalmente obligatoria que haya que
adoptar una actitud racional de experimentación y de discusión argumental. Como hemos
visto más arria, optar por la razón no es ella misma una cuestión racional sino una decisión
de la que solo podemos decir que da buenos resultados, pero no que sea lógicamente
necesaria a priori. Se trataría, pues, de un racionalismo autónomo autoconsciente del
hecho de estar suspendido sobre un abismo de irracionalidad, ya que en favor de la
decisión por la razón no caben argumentos ni demostraciones racionales cuando, por una
u otra causa, se está previamente decidiendo lo contrario.
Se trata, como es fácil de ver, de una tesis muy controvertida, que ha sido objeto de debate
en importantes polémicas sostenidas por Popper con algunos conceptos de la escuela de
Frankfurt, que defiende la posibilidad y la necesidad de apuntalar e incluso de fundar
racionalmente en favor de la discusión racional universal.

28
PUNTO 4: LA CIENCIA EN LA HISTORIA Y LA SOCIEDAD
(INTRODUCCIÓN A KUHN Y FEYERABEND)

1. El rechazo de la concepción dominante de la ciencia


La nueva teoría de la ciencia, con figuras como Kuhn, Lakatos, Polanyi, Hanson o
Feyerabend, comete a críticas duras los siguientes aspectos de lo que llaman “imagen
dominante de la ciencia”, que se ha desarrollado y manteniendo desde descartes y Bacon
hasta el neopositivismo y Popper
• La idea de un método universal y único que sería propio de la ciencia
moderna (en el caso de Popper el método inductivo)-

• La idea de un criterio universal de cientificidad que permitiría distinguir


rigurosamente la ciencia de las pseudociencias o teorías no científicas (en
el caso de Popper la falsabilidad)

• La idea de un progreso lineal de la ciencia, continuo y acumulativo, un


progreso en línea recta sin rupturas ni revoluciones. El desarrollo del
conocimiento, tal como Popper lo trata, es entendido como una
acumulación de conocimientos (verdades o leyes) cada vez más amplia,
obtenida gracias a la aplicación repetida del método científico. Una teoría
reemplazaría a otra incluyéndola, por lo que decir que es más potente que
la anterior es como decir que contiene más verdad.

• La idea del realismo y de la objetividad de la ciencia: la ciencia sería una


descripción cada vez más precisa de la realidad objetiva, a la que se
aproximaría a la manera de una imagen cada vez más neta, fiel o adecuada.
En suma, las transformaciones profundas operadas en el seno de la nueva epistemología
científica (que tienen que ver, sobre todo, con la imposibilidad de separar netamente,
como hasta ahora se intentaba hacer, al sujeto y al objeto en la investigación; con el
rechazo de un concepto estático de verdad y su superación por una verdad históricamente
situada; y con la caída de la idea de un método científico como camino privilegiado de
acceso a la verdad), configuran un contexto de referencia desde el que se tratan de superar
ciertos principios dogmáticos de la teoría tradicional del conocimiento. Y, en general, es
este giro de la episteme contemporánea el que impulsa una mayor conciencia de los
procesos históricos de constitución.
En esta transformación, no sólo han influido poderosamente autores ya universalmente
reconocidos como Kuhn, o Feyerabend. Antes que ellos, Quine insistía en la debilidad de
la distinción, heredada de la tradición kantiana, entre juicios analíticos y juicios sintéticos,
sobre la que se había basado la diferencia entre lo formal y lo factual, crucial para la
filosofía positivista de la ciencia. Quine muestra que hay un continuo de relaciones
posibles entre lenguaje y experiencia. Así, la relación entre la analítica y la sintética es un
especto en el que no hay posición privilegiada desde la que una distinción radical y neta
pueda hacerse.

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Sin embargo, ha sido a partir de los años cincuenta cuando se ha producido las críticas
más eficaces al modelo tradicional de la ciencia por epistemólogos conscientes de los
aspectos diacrónicos de la ciencia y atentos a la práctica científica cotidiana. En las obras
de Hanson, Patterns of Discovery, o de M. Polanyi, Perosnal Knowledge, ambas de 1958,
la distinción radical que el neopositivismo lógico había establecido entre términos
teóricos y términos observacionales en la base a su programa fundacionista, era
rechazada. Luego, si no hay frases como las Protokollsätze, que emplean sólo términos
observacionales cuya significación puede obtenerse de forma precientífica, no hay
manera de plantear una empresa inductivista con significado fundacionista. A partir de
una analogía, tomada de la Gestaltpsychologie, Hanson y Polanyi sostiene que las
relaciones de observación deben necesariamente ser determinadas por el esquema
conceptual del observador, quedando como theory-laden. De modo que no hay lenguaje
observacional que sea absolutamente neutro, ni reglas de correspondencia preteóricas, ni
datos sensoriales en los que el observador no estuviese ya implicado.
Por otra parte, la misma práctica científica pone de manifiesto que la contribución del
observador no es algo fijo, un elemento invariable al modo de las categorías del
entendimiento descritas por Kant. Se trata de algo histórico y culturalmente condicionado
y, particularmente, resultado de toda la historia de la investigación científica en el
dominio en el que las observaciones han sido hechas. Siguiendo Wittgenstein, Hanson
hace notar que cuando vemos algo lo vemos como algo, o sea, condicionado por las
categorías que les aplicamos.

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PUNTO 5: EL DEVENIR DE LA CIENCIA COMO SUCESIÓN DE
PARADIGMAS. KUHN
1. El concepto de paradigma
Un paradigma es, ante todo, un ideal común de explicación, un conjunto de formas
simbólicas, un modelo teórico y una serie de métodos para la solución de problemas,
empleados en la formación de los investigadores. El paradigma es, en definitiva, el marco
en cuyo interior se desarrolla la actividad científica en un momento dado. La expresión
más precisa de paradigma de una ciencia lo encontremos en los manuales que sirven para
enseñarla y, por tanto, para formar a científicos. En este sentido, queda patente cómo
constituye una especie de matriz común gracias ala cual los especialistas hablan de las
mismas cosas en los mismos términos y adoptan las mismas actitudes. Pr tanto, en
resumen, un paradigma es como la matriz simbólica de una comunidad científica.

2. Ciencia normal y revolución científica


Normalmente, la actividad científica se desarrolla en el marco de un paradigma vigente
que es el que define la ciencia normal en un momento dado. En la evolución histórica de
la ciencia se distinguen periodos de ciencia normal, marcados por la aceptación general
de un paradigma, y periodos de revolución, en los que hay un determinado número de
paradigmas en competición. La elección de uno u otro no depende de criterios lógicos o
metodológicos sino del conjunto de valores del grupo social al que el científico pertenece.
El ejercicio de la ciencia normal consiste en aplicar el paradigma dentro del que se trabaja
y resolver los problemas que se presentan sin cuestión el paradigma mismo.
Generalmente, cuando surgen experiencias y observaciones que arecen contradecirlo o
marcar sus límites lo primero de lo que se sospecha siempre, con tal de no discutir el
paradigma, es de un error de cálculo o de experimentación. Hay una especie de
inmunización del paradigma dominante respecto de contraejemplos. Este aspecto de la
investigación científica normal se opone, pues, a la concepción de Popper según la cual
el científico trata, o debería tratar de, falsar su teoría mediante la prueba de los hechos.
Según Kuhn, para ser un buen científico hay que tener bien asimilado el paradigma y
creer firmemente en él. De modo que el espíritu crítico no será una característica de la
investigación científica normal. Sólo cuando los contraejemplos no buscados aumentan y
resultan cada vez más difíciles de ignorar se empieza a producir un cuestionamiento del
paradigma pudiéndose iniciar entonces un período de revolución en el que se abandona
un paradigma y sustituye por otro. El ejemplo más representativo lo encontramos en la
revolución copernicana, o por la teoría de la relatividad Eisensteniana.
Puesto que los paradigmas son inconmensurables, los componentes del paradigma
antiguo dejan simplemente de existir en el nuevo. Por ejemplo, las causas finales de
Aristóteles desparecen en la física mecanicista. Esto significa que los partidarios de
paradigmas diferentes, al vivir ya en mundos diferentes, no ven los mismos fenómenos
aunque signa utilizándose los mismos términos (planeta, estrella, etc…), lo que da una
falsa impresión de continuidad y de profundización de una misma realidad, así como la
engañosa sensación de acumulación de un saber homogéneo.

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3. La crítica al modelo fundacionista de la ciencia
Kuhn sostiene, pues, que los modelos lógicos que los neopositivistas invocan como
modos de validación en la ciencia no son válidos más que durante periódicos de ciencia
normal, o sea, los que están marcados por la aceptación general de un paradigma. Durante
los períodos de revolución hay, por el contrario, un número determinado de paradigmas
en competición, por lo que no hay estructuras lógicas o metodológicas en lo que opera
para obtener el asentimiento a uno u otro de estos paradigmas. La elección, como queda
dicho, es una cuestión en la que deciden, sobre todo, los sistemas de valores mediatizados
por los diferentes grupos sociales a los que el hombre de ciencia pertenece. En
consecuencia, el paso del un paradigma a otro no podría ser descrito o juzgado en
términos puramente lógicos. No hay secuencias de modificaciones reguladas cada una en
función de la precedente, sino cambios súbitos y masivos tras los cuales sobreviene un
nuevo periodo de ciencia normal durante el que los criterios de logicidad están de nuevo
en vigor hasta que otra nueva revolución se produzca.
Para los neopositivistas lógicos, sólo las estructuras lógicas intemporales de valoración
interesaban, y no las contingencias temporales de los descubrimientos. Ahora el
planteamiento ha cambiado totalmente. La teoría de la ciencia se basa en lo que pasa, de
hecho, en la práctica científica, así como en los criterios que parecen haber gobernado los
cambios teóricos más importantes en la formación histórica de la ciencia tal como la
conocemos. Se ha pasado así de un modelo prescriptivo de teoría de la ciencia a un
modelo puramente descriptivo. Además, Kuhn ha insistido en el hecho de que la ciencia
es el trabajo de un grupo social especial, dotado de una estructura comunitaria muy
compleja. La adopción de un nuevo paradigma equivale a una reestructuración de las
implicaciones sociales, y no puede comprenderse sin referencia a una diversidad de
factores psicológicos y sociales tanto como lógicos.
Por tanto, se impone la idea de que cualquier conjunto de fenómenos es susceptible de
ser explicado-interpretado de maneras diversas, a partir de diversas teorías o paradigmas,
y todas convincentes. Esta diversidad de explicaciones plausibles depende de lo que se
pretenda con la teoría o delo que se espera de ella; predecir exactamente acontecimientos,
dominar técnicamente la naturaleza o gozar de una concepción psicológicamente
tranquilizante y satisfactoria. Afirmar esto representa comprender que no tiene sentido
hablar de un metalenguaje universal o de una metateoría neutra, a partir de la cual sea
posible decidir de manera racional entre diversas teorías o diversos paradigmas. Tampoco
hay un acceso a la realidad que haga válida la concepción de la verdad como adecuación
entre teoría y realidad. Toda realidad está mediatizada por una interpretación que, en
primer término, es de naturaleza lingüística. Y al no haber ni referencia exterior, ni criterio
absoluto como la razón, que permita compara juzgar los paradigmas, no se puede decir
que el paso de un paradigma a otro constituye un progreso en el desarrollo del
conocimiento.

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4. Objetividad verdad
La objetividad y verdad son cuestiones que deben situarse en planos distintos: la
objetividad en el plano de las causas y la verdad en el de las razones. Si se prescinde del
dualismo realidad-lenguaje, la objetividad no puede tener otro sentido que el asentimeinto
compartido de interpretaciones en virtud de la pertenencia a un mismo lenguaje y a un
mismo cambio histórico de sentido. En cuanto a la verdad, se situaría en el nivel de la
argumentación. De modo que el criterio determinante en la admisión o el rechazo de
teorías o interpretaciones no es el conflicto teoría-realidad sino el consenso.
En consecuencia, la medida de la racionalidad ya no es la realidad en sí, o sea, ya no es
el medio verdadero de establecer que una proposición debe ser aceptable pro todos por
estar referida a su causa real objetiva. Pero entonces, si solo nos las habemos con teorías
o discursos inconmensurables, la dificultad es cómo se puede defender cualquier tipo de
criterio cualitativo universal sin retroceder de nuevo, o a un realismo más o lo que Kuhn
dice respecto de que el mundo ejerce el verdadero control sobre lo que una comunidad
acepta, y de que ese control lo ejerce no directamente (confrontando teoría y experiencia,
como quiere Popper), sino de forma diferida, a través de otras teorías alternativas, quiere
decir exactamente eso: que lo que aparecen son más y más teorías, y que el mundo sigue
sin aparecer por ninguna parte, de manera que el control lo ejerce la recurrencia
interpretativa.

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PUNTO 6: HACIA UNA TEORÍA ANARQUISTA DEL CONOCIMIENTO.
FEYERABEND

1. Contra el método
Feyerabend se enfrente directamente a la reducción de la explicación científica a la
predicción, según el esquema que Hempel y Oppenheim habían propuesto en los años
cuarenta. El nuevo modelo de explicación deductiva que exponen estos autores se
presentaba como uno de los mejores resultados del de la metodología positivista. Lo que
Feyerabend discute es el presupuesto de base según el cual teorías que compiten entre sí
pueden siempre comprarse formalmente de tal manera que se pueda llegar a aceptar una
y rechazar otras. En este sentido insiste, siguiendo a Popper, en la idea de que es deseable
que ninguna teoría (ninguna “ciencia normal” en terminología de Kuhn) pueda tomar
posesión de un dominio científico determinado. Muchas posibilidades deben ser
mantenidas al mismo tiempo, de tal forma que toda posibilidad de apertura sea ensayada,
y toda configuración puesta a prueba.
La puesta a prueba no consiste jamás en comparar una teoría con una experiencia, sino
más bien en ver cómo se comportan varias teorías que son mutuamente incompatibles,
sin que ninguna pueda dar cuenta por sí sola de todos los hechos. Y es que, para
Feyerabend, una teoría científica es, ante todo, una manera de ver el mundo, no una forma
de poner en orden un conjunto de datos. Puesto que las teorías que tendemos tienen una
influencia sobre nuestras creencias y nuestras
esperanzas, tienden a modelar nuestras experiencias y,
por tanto, los hechos mismos que son la expresión
conceptual de nuestra experiencia. Así que la
suposición de que los términos empleados en las
relaciones de observación tienen un significado de
relaciones de observación que una teoría u otra puedan
explicar. Los logicistas han creídos siempre que todo lo
que se debe averiguar para explicar la naturaleza de la
confirmación científica es el tipo teoría que mejor
explica determinado conjunto de los o datos. Pero si el
conjunto de hechos en cuestión no está dado, sino que
depende del contexto teórico en el interior del cual ha
sido formulado, ¿qué sucede entonces? Pues sucede que
las teorías en competición son inconmensurables, que
no hay medio de comprarlas directamente y
lógicamente las unas con las otras. El excesivo papel otorgado a las
condiciones sociales de la ciencia
frente a su condición epistémica,
ha servido para que Feyerabend
se convierta en uno de los
filósofos de la ciencia más
querido y odiado, casi al nivel de
Bruno Latour

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Por tanto, la exigencia de que una teoría deba estar de acuerdo con las que eran
anteriormente válidas en su mismo dominio, no podría cumplirse por esta misma razón.
la búsqueda de una lógica inductiva susceptible de llevar, de un modo aceptable, a
generalizaciones cada vez mayores, está destinada a fracasar. Esta significa, para
Feyerabend, que hay que deshechar la idea de que las teorías pueden ser establecidas por
la experiencia. En la medida en que van más allá de los hechos que se aducen para
sostenerlas, no otros medios que los psicológicos para establecer el acuerdo. Para
defender esta tesis, Feyerabend ha ofrecido un análisis detallado de la defensa galileana
de la teoría copernicana. Galileo no estableció el nuevo sistema, como la teoría positivista
haría creer. El sistema copernicano estaba ya en desacuerdo con los hechos desde muchos
puntos de vista. Y Galileo debió recurrir a determinadas estrategias psicológicas para que
se aceptase la teoría: su arte de persuadir, su habilidad retórica, etc… De modo que esa
idea de un método científico, como tal, no es más que un mito. Recurrir a ella es creer
tener un acceso privilegiado a la verdad de manera objetiva. Contra ello Feyerabend
proclama: no hay método.

2. Ciencia y política
Por lo demás, Feyerabend destaca, mucho más que Kuhn, el papel de la argumentación,
de la persuasión, de la retórica y de la propaganda en el triunfo de una teoría científica.
No se debe a que sea más verdadera o más objetiva, por lo que la autoridad del científico
no se legitima en virtud de una referencia neutra a la realidad. El suyo será entonces, un
poder de naturaleza política, que utiliza en su provecho la aspiración de los hombres al
conocimiento y la búsqueda de la verdad. De modo que, para Feyerabend, hacer ciencia
es también hacer política, aunque de una manera disimulado, incluso inconsciente, pues
siempre se trata de conquistar el poder. Según Gilbert Hottois, esta reflexión se merece
algunas consideraciones
• No se puede negar que la política interviene en la investigación y desarrollo
científico. La política es la que decide qué sectores promover, el destino de las
subvenciones a tal o cual programa de investigación. La ciencia es una apuesta
importante de la política, y los científicos, si quieren llevar a buen término sus
investigaciones, están obligados a tener muy en cuenta el poder. No obstante, debe
subrayarse que, en general, la politización procede de fuera de la investigación
científica. Puede orientarla, estimularla, etc… pero no puede sustituirla. Un debate
científico no se produce de la misma manera que un debate político en el que se
vence a un oponente en el que se acaba imponiendo el programa político. El poder
político es el resultado de la dominación de la voluntad de un individuo sobre
otros. Está ligado a la lucha de los individuos en su esfuerzo por autoafirmarse.
Un verdadero debate científico, en camio, se zanja mediante la experiencia, la
resistencia o no de la realidad, que confirma o desconfirma una predicción y que
se deja o no manipular técnicamente con vistas a la realización de un objetivo.

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• No se puede hacer del científico un creyente que se limita aplicar las recetas de la
investigación en los períodos de ciencia normal y que cambia por motivaciones
en las que tienen un papel determinante el azar, el contexto histórico, los intereses
personales y corporativos, las circunstancias sociales, la fuerza retórica y la
propaganda. La concepción de la nueva teoría de la ciencia lleva a abandonar la
unicidad, la universalidad, la progresividad, la objetividad y el valor de verdad de
la ciencia. No hay progreso interno al desarrollo científico ni progreso en relación
con las concepciones precientíficos.

Se entiende, pues, la ciencia como un modo de relacionarse con el mundo que no


admite privilegio de ninguna clase. En realidad, es lo que acaba afirmado buena
parte de la filosofía del lenguaje que sigue al segundo Wittgenstein. Sin embargo,
mientras que el impacto de estos filósofos sobre los científicos y teóricos de las
ciencias ha sido insignificante, otra cosa ha ocurrido con Kuhn y Feyerabend, pues
pretenden extraer su concepción de la ciencia del análisis objetivo de la historia
misma de las ciencias.

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