Segunda Memoria

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Segunda memoria de 2º

Paul Pérez Palacios.

(02/05/2020)
Taller de sueños (Borja Aula)

El taller de Borja fue justo después de que Edurne y yo hubiésemos tenido dos

discusiones fuertes y que ella me dijese que me iba a esperar en Bidezabal y yo le dijese que

no. En el taller y en las sesiones individuales me di cuenta de que Edurne me despierta

reacciones que tendría con mi padre, ya que ella, en un nivel más bajo y desde otra posición,

claro está; también tiene un rasgo algo invasivo. Ahora, 23/03/2020 me doy cuenta que no es

tanto lo invasiva que pueda resultar Edurne, sino el sinsentido que en mí produce, lo que

parece llamar los psicoanalistas lacanianos lo real (Arenas, 2019), ya que va en contra de mi

goce, que es tenerlo todo ordenado, supongo que por mi miedo al vacío, la distancia entre lo

que yo digo y entiendo y lo que el otro entiende y oye.

En relación a lo de que Edurne me esperase en Bidezabal para darme un beso y yo le

dijera que no, me hace recordar las palabras de Carmen al decirme en sesión individual “Tu

padre parece decirte, que ¡qué difícil es quererte!”. Quizás en ese momento me volvía

encontrar con mi fantasma, sentirme invadido ante la expresión del deseo, como si de una

confluencia extrema se tratara. En palabras de Paco Peñarrubia: “... Pérdida de límites entre

uno mismo y el entorno, fundiéndose con lo de afuera.” (Peñarrubia, 2008, pp.151). En esa

pérdida de límites mi identidad se desdibuja y yo no tengo claro dónde está mi deseo y el del

Otro, que yo lo siento como la madre primaria, un cocodrilo al que hay que ponerle un palo

para que no cierre sus fauces sobre mí. Cuando era pequeño mi padre fue quién puso el palo,

supongo que con la palabra edípica (en múltiples libros estará presentado, pero yo lo sé por

mis prácticas en AMSA, gracias a Andoni Serrano y Miren Itxaso Martínez, 2019).

Todo lo anterior me lleva a un sueño que tuve la noche del viernes al sábado, iba a

Galdaretxe, el que está camino a la plaza del metro, el nuevo, no el antiguo; con mi amama
paterna, que falleció cuando estaba yo en 2º de carrera, y yo pedía una palmera de chocolate y

otra de coco, creo que era algo así. Me decían que no estaba la de coco, pero que me daban

unas pastas a cambio. Yo le decía a la dependienta que me conformaba con la de chocolate

únicamente y que no quería las pastas, parece que la discusión sigue un poco más y

finalmente creo que me las llevo y me desperté, no sé si sonó la alarma o quedaba poco para

que lo hiciese; bastante enfadado. Gracias a que Borja me lo relacionó con el beso que me

quería dar Edurne entendí cómo suelo reaccionar ante la sensación de pérdida de mi deseo,

lo que yo confundo con confluencia, valga la redundancia. Gracias a recordar este sueño soy

capaz de entender mejor porqué es complicado quererme o complacerme, ya que a mí las

pastas sí me gustan, lo que no me gusta es sentir que mi deseo no se respeta, sentirme sumiso

en definitiva.

Sin embargo, hicimos un ejercicio de comunicación solo con la mirada. Yo lo hice con

Amaia, quién en muchos aspectos me recuerda a Edurne, y nos comunicamos muy bien y yo

sentí que podía dejarme acompañar por ella. Recordado ese ejercicio, recuerdo cuando

hicimos el primer taller con Laura, que me tocó bailar con ella creo y me venía a la cabeza

una y otra vez el miedo a que me dañara, a que fuera a desaparecer en sus ojos. En cierta

manera, creo que estoy acercándome de otra manera a mi ZIM, ya que soy capaz de darme

cuenta de cuando tengo verborrea (Bergeret, 2005; Perls y Baumgardner, 2006) o utilizo la

teoría a modo de camuflaje. Soy capaz de mostrarme de una manera más sincera, por lo que

por eso creo que fui capaz de hacer el ejercicio con Amaia a un nivel profundo, ambos nos

abrazamos a la vez, ambos sentimos la misma alegría y en un momento en el que yo sentí en

su mirada peligro yo sentí tristeza o dolor dentro de mí. Ella, creo, que se asustó, porque vio

algo en mi mirada, no recuerdo sus palabras. Fantaseo con la idea de que me puede quizás

conectar con el vacío gestáltico, ese sentimiento desagradable que siente uno cuando se
conecta con él (Perls y Baumgardner, 2006). Después de la sesión de hoy, dónde ha salido

que cuando me siento llamado a cuidar o a calmar, siento que me piden algo que puede ser

que no tenga y eso me incomoda, me pone terriblemente nervioso, siento que con Amaia

pude sentir la sensación de que me reclamasen algo, pero sabiendo que no tenía que calmar o

dar nada, simplemente estar en esa conexión profunda.

Cuando hicimos el ejercicio de terapeuta - cliente, yo fui el terapeuta de Joel. Pasaron

muchas cosas. La más importante para mí fue que Joel se “vengó” de mi ataque del fin de

semana de polaridades, cuando él comentó que tenía que hablar con su aita y yo le pregunté

qué con cuál de los dos. Utilicé una información que había compartido en el grupo y lo utilicé

contra él. Yo pensaba que estaba hablado ya el domingo de polaridades, pero parecer ser que

no del todo. La venganza fue en dos momentos, en el ejercicio de yo como terapeuta y él

como paciente, que teníamos los ojos vendados. Comencé preguntándole que qué tal estaba y

él no me respondió, por lo que me acerqué a ver si podía oír su respiración y poder hacerme

una idea de lo que le estaba pasando. Tampoco la escuchaba por lo que le pregunté a ver si

estaba ahí y en este caso sí que me respondió. En la puesta en común yo lo comenté que me

había parecido raro y él dijo que no se había dado cuenta de ello, pero Itxaso e Igone sí que

dijeron que había pasado. En mi opinión a Joel le gustó el poder tenerme en ascuas, tener él el

control de cuándo comenzar a hablar, quizás un control que no sintió con mi ataque. La otra

parte de la venganza fue cuando tuvimos que poner en común cómo nos habíamos sentido

estando cara a cara hablando en jerigonza y en debido a una pregunta mía, él sintió que no le

estaba escuchando y no conseguí encauzar de nuevo la comunicación. Sin embargo, en la

puesta en común él comentó que había sentido que no estábamos entendiéndonos desde el

principio y que eso le gustaba. Yo sentí, que me estaba diciendo o que no podía meterme en

su vida o que no podía dañarle más. A mí me calmó, ya que sentí que la relación volvía a
estar restaurada, una especie de tablas, donde yo le había hecho mucho daño y él a mí, en mi

deseo de ser buen psicólogo. Cuando lo he escrito, he recordado varias sesiones en las que

decía muchas veces “Lo que es del César al César”, siempre omitía inconsciente, aunque sí

estaba en el preconsciente, “y a Dios lo que es de Dios”. Ahora soy capaz de ver que esta es

la superficie de mi necesidad de justicia, de ordenar el caos, de que nadie me pueda solicitar

nada que no sea mío, es decir que no tenga. No he leído aún el caso del pequeño Hans de

Freud, (Freud, 2013), pero creo que me estoy posicionando en la misma situación que él, la

ansiedad de castración, temo que exijan algo que no tengo. Sin embargo, releyendo un

capítulo del libro La relación Hurtada (Peñarrubia, 2017) comienzo a pensar que quizás no

sea el pequeño Hans, sino simplemente lo que denomina Recalcati (2014, citado en

Peñarrubia, 2017) como el complejo de Telémaco. Un hijo que busca a un padre

evolucionado que sea capaz de explicarle cómo situarse delante del sin sentido de la vida,

aunque mi padre no sea Ulises, puesto que él sigue en su viaje a Ítaca o quizás perdido con la

diosa Calipso, en cualquier caso, creo que es en ese punto dónde me encuentro, tenga el

nombre técnico que tenga. Volviendo al incidente con Joel, creo que sentí, que en ese

desconcierto, había concierto, un ataque con otro ataque, no había deuda, por lo que se podía

volver a trabajar y así lo siento yo.

Otro de los aspectos que ví, fue que necesito apoyarme en la palabra para poder

conectarme con la persona. De esto me había dado hace tiempo cuenta, sé que no sería capaz

de trabajar con pacientes que no hablasen, me pasó trabajando para APNABI, aquellos

usuarios que no hablaban me resultaban muy desagradables. Evidentemente yo me apoyo

mucho en la vía simbólica de Lacan, entendida como una lógica que da una estabilidad

normativa y que permite la argumentación y contraargumentación, dónde se puede ir desde A

a B y de B a A (Arenas, 2019). Si me quitan el Logos (Arenas, 2019), entonces me encuentro


desnudo ante el mundo, totalmente vulnerable, posiblemente, porque me piden algo que no sé

si o que, tengo, la capacidad de comunicar algo a nivel emocional. Actualmente, creo que soy

capaz de transitar y mantenerme en esa incertidumbre, comunicar algo, sin comunicar con la

palabra, pero al de poco tiempo recurro a la palabra, a la teoría de manera más concreta, para

poder sentir que sigo manteniendo algo de control de la situación o para demostrar que sí que

tengo algo para calmar al Otro, puesto que sino quizás solo haya un otro delante de mí

(Arenas, 2019).

Algo que sucedió en el fin de semana, muy distinto a lo anterior, fue que cuando me tocó

ser paciente de Igone yo me lo tomé como si estuviese en una sesión normal. En principio lo

hice, para tomarme lo más en serio posible el ejercicio. Sabía que no era una sesión normal,

por lo que cuando decía cosas como: “Esto es lo que ha salido en otras sesiones, qué era esto

y esto”. Intentaba dar un esquema, una contextualización a lo que sentía, de manera que

Igone pudiera entender de qué hablaba. en el ejercicio volvía a conectarme con el vacío que

suele describir la Gestalt (Perls y Baumgardner, 2006). En este caso, en vez de asustarme

contactar con él, me tranquilizó. Me tranquilizó saber que hay un viejo amigo presente, como

si fuese volver a un lugar un poco incómodo, pero conocido. He comenzado el párrafo

comentando el por qué actúe como actúe, porque Barezi me comentó que al haber estado en

esa posición, quién había trabajado había sido yo y no Igone. Esto me revolvió mucho,

porque en parte sentí que había sido una acusación injusta, ya que Barezi no había estado

presente, y por otra parte, porque Igone había dicho que sí que había trabajado. Solamente

que asustó un poco al escuchar que le trataba como Carmen, pero pudo trabajar. En su

momento me llevé un muy mal rato. Ahora, creo que me llevé tan mal rato, porque creo que

sentí que estaba acaparando todo el ejercicio sin permitir a Igone poder trabajar, lo que para

mí sería una falta de respeto y una falta de compromiso. Este hecho creo que ejemplifica lo
que ha salido en la sesión de hoy (08/04/2020), en relación a que soy yo quién valida la ley.

Yo como lo entiendo es así: Se me da una consigna y yo la altero de manera que me encaje y

yo la acepte. Empiezo a entender que llevé a un extremo la consigna, quizás en ese momento

me hubiera gustado una sesión individual o quizás sentí que hacer un role playing con una

persona como si fuese mi terapeuta sin Carmen, sería como traicionarla o algo por el estilo,

esto me encaja más. Al escribir esto, he recordado una vez, tendría unos 12 años más o

menos, que estando en el día de padres del campamento, estuve bajando a dónde teníamos

que ir a comer hablando con los padres de mi mejor amigo y no con los míos. La verdad es

que no recuerdo que estuviese enfadado con ellos ni nada. Al de un día de volver de

campamento mi ama me dijo, creo que medio llorando, a ver si yo no les quería, porque había

estado dos semanas fuera de casa y había estado hablando toda la cuesta con los padres de

Josu, mi amigo, aunque luego comí con mis padres. No recuerdo más, pero imagino que

supondría un gran impacto para mí, posiblemente un gran miedo a que me echaran de casa o

algo por el estilo. Creo que lo mismo que sentí, a nivel inconsciente, cuando decidí ponerme

en la misma posición que en terapia.


Técnicas del teatro (Laura)

Los talleres de Laura siempre son los que más tensos me ponen, puesto que se toca lo

emocional. En este caso, iba un poco más tranquilo, porque ya conocía la forma de trabajar

de Laura, pero aún así fue un fin de semana duro, puesto que el jueves fue el día en el que

una usuaria me agarró por el cuello. La verdad es que estaba asustado, puesto que se había

pasado una frontera que era impensable, se hizo real una fantasía. No creo que esa fantasía

estuviese en mí, puesto que no me lo esperaba, pero sí que estaba en el imaginario de la

entidad.

La meditación la llevó Belén y la verdad es que no la disfruté en absoluto, porque usó

muchísimos diminutivos. Sé que parte pertenece a mi fantasma, por ejemplo: decir pancito es

para referirse a un pan extremadamente pequeño no a un trozo de pan normal y corriente. Sé

que pertenece a mi estructura, puesto que es el deseo de que todo tenga un orden y de que no

haya el ruido de la comunicación, que mis significantes sean los de las otras personas. Sin

embargo, en la boca de Belén siempre me han sonado falsas. Yo al escuchar tanto diminutivo

sentía que estaba delante de una niña pequeña, de porcelana extremadamente frágil, que al

menor soplo estallaría en mil pedazos, pero por otra parte su forma de estar en el mundo era

de una seguridad pasmosa, aunque se ha visto que esto no es así.

Por otra parte, también estaba cansado y enfadado. Cansado por la semana de exámenes

de la UNED, al final combinar trabajo y estudios no me ha resultado tan sencillo. Enfadado,

por la forma en la que Dani se marchó. Su forma de irse me recordó a la de mi aita y a la de

mi hermana en navidades, hago un gran show, desaparezco y pretendo hacer como que no ha

pasado nada, una especie de olvido histérico (Freud, 2013), aunque no total . Se podría decir

que ese juego con la polaridad de contacto y retirada (Peñarrubia, 2008), a mí me hace daño,
porque no sé qué pasará después, la falta de control me tensa, algo propio de mi estructura

(Arenas, 2019), mas no excusa.

Después de comentarlo, me di cuenta de que tenía algunas heridas aún abiertas, la más

grave la de Egoitz, el vicario de Uribe Kosta. Al igual que el hombre de las ratas (Freud,

2013) al ver que un referente para mí fue acusado de algo tan grave, de manera inconsciente,

hice también un mandato de no volver a orar. En dicha obra hay un momento en el que el

hombre tiene varios momentos de momentos de tintes suicidas. El mío no era tan grave, no

pensaba ni en tirarme por un barranco o cortarme con un cuchillo, pero renunciar a mí fe, sin

ser muy devoto, sí me genera, ahora (01/05/2020) un sentimiento de tristeza y de perder algo

importante. Este duelo, ví, que se me había complicado, porque en su condición de cura le

estaba poniendo el ideal de conducta intachable, aunque no teníamos demasiada relación.

Al leer lo que escribí del ejercicio de teatro imagen, me hace gracia ver que mi ansiedad

de castración, aunque en este caso veo claro que sería de fragmentación (Leader y Groves,

1996, citado en Rams, 2004), ya que he puesto “La hemos apoyado, aguantado, etc.; pero ella

me acabó agrediendo, está loca, mas hay locas que no agreden.” No recuerdo lo que sentí,

pero sí sé que mi sentido de la moral me dice que no todas las personas psicóticas resultan

violentas y si lo afirmaba tal cual, me sentiría dividido o desgarrado, roto o fragmentado.

El domingo hicimos ejercicios de conciencia corporal y lo primero que pensé fue que

estaba volviendo atrás, aunque luego reflexionando un poco ví que no fue así. El primer año

era lo más parecido a una roca y esta vez pude dejarme sentir un poco más. En este dejarme

sentir, me dí cuenta de que estaba bastante asustado. En el mes de exámenes he tenido que

echar mano de mis defensas, sobretodo retroflectando mis ansias de acabar con la UNED

(Peñarrubia, 2008) esta vuelta contra mí mismo (Freud, 2018) fue en forma de unas diarreas

bastante fuertes durante el fin de semana. Estas diarreas eran claramente psicosomáticas, ya
que las tenía cada vez que teníamos que hacer algún ejercicio de carácter emocional. En estos

síntomas psicosomáticos veo yo la vuelta contra mí mismo, ya que lo asocio con la expresión

“cagarse de miedo”, sintiendo el uso de la expresión soez.

Curiosamente, en este ejercicio volví a recordar lo que he recordado en esta última sesión

(30/04/2020), que en un momento dado mi aita me dio un tortazo y yo me hizo un

compromiso de que no lloraría por no darle el gusto (Vigneau, 2019), un pacto que parece

que lo he mantenido hasta hace bien poco intacto y poco a poco voy deconstruyendo este

introyecto (Peñarrubia 2008).


Creatividad (Laura)

El viernes me gustó el dar un paseo antes de ponernos manos a la obra. Llegué bastante

apurado por haber salido tarde de las prácticas y la verdad es que me vino bien la

introspección para poder estar más en el aquí y en el ahora. En este “viaje” comencé a

vislumbrar un posible por qué de mi interés del psicoanálisis lacaniano. El concepto de los

significados y significantes es para mí una especie de oasis en el desierto. Desde pequeño he

escuchado la frase “Tú crees que sí, pero no” o su variante, “Tú crees que no, pero sí”. Para

mí quedó grabada la sensación de no poder estar seguro de que es lo que quería, entre otras

razones. El saber de la existencia de los significantes me tranquiliza, puesto que no me

importa tanto equivocarme en cómo veo las cosas, sino que se tome en serio mis palabras,

para después ver si son ciertas o erradas. Con esta parte de la teoría lacaniana me siento más

tranquilo, puesto que siento que mi visión lejos de ser juzgada tiene una utilidad.

Sin embargo, la parte más especial fue cuando me fijé en una concha, en las aureolas de

ésta, que sabes dónde comienzan, pero no dónde acaban, siempre y cuando imagines que

puede tener una superficie infinita. Lo especial no fue esto, sino que recordé que de pequeño

me fascinaba cómo la gente sabía dónde comenzaban las letras, al escribir me refiero.

Recuerdo intentar mantener la fuerza del trazo del a letra o comenzar las letras en distintos

puntos, para así jugar a ver si yo mismo podría saberlo al de un rato. La verdad es que no le

di demasiadas vueltas, simplemente me dediqué a resarcirme en ese gusto. Ahora

escribiendo, lo asocio con la etapa anal, me imagino jugando con un palo y las heces, como

cuando uno juega con la arena. No recuerdo haberlo hecho nunca, pero es verdad que el

paseo desde Arrigunaga hasta Síntesis lo pasé disfrutando de ese recuerdo.

El sábado me costó entrar en la dinámica, puesto que al tener que compartir mi trabajo

con el grupo me di cuenta de una realidad, de que Laura era la terapeuta de mi pareja y esto
comenzó a ponerme bastante nervioso. Me entró el miedo a que no se respetaría

confidencialidad y el temor a que Laura pudiera decirle algo sobre mí que viera en el fin de

semana. Este temor también estaba el viernes presente, puesto que en la primera obra, plasmé

parte de mi experiencia con el perthes, pero de una manera complicada. Muchos elementos

juntos y desperdigados, para mí tenían un significado claro, pero al verlo en perspectiva me

dí cuenta de que había vomitado todas mis emociones en el cartón. La segunda obra, a pesar

de hacerla bastante enfadado, fue una traducción e introducción a la primera obra.

Ésta la hice enfadado, porque sentí que no estaba siendo justo con Laura, puesto que sé

que ella es una buena profesional y si está en la formación también es capaz de separar su ser

docente con su ser terapeuta. Esta línea lógica, indicaría que más sencillo debe serle separar

la historia del alumno con la de su pareja y viceversa. Sin embargo, hace tiempo que este

recurso dejó de tener utilidad para mí, puesto que no me calma en absoluto ya. Posiblemente,

el enfado enmascararse también el miedo a ser descubierto, a que mi pareja viera zonas de mi

intimidad que yo no quería que viese. No pude compartir en el grupo pequeño mucho de mi

obra, puesto que me sentía sucio al sentir que no estaba siendo honesto. Sé que esto pertenece

a mi historia, las deudas de honor, etc.; aunque no recuerdo haberme sentido sucio o que se

me dijera que se me manchaba el alma o el honor. En cualquier caso, hasta que no lo hablé

con Laura no pude disfrutar del todo del fin de semana.

En la tercera obra creo que fue cuando más me explayé, puesto que hice una especie de

recorrido breve por mi análisis, explicando que el perthes fue la consecuencia por la que

congelé todas mis emociones, fue un gran susto. Sin embargo, con la ayuda del grupo, dónde

inevitablemente están Mikel y Barazi, que en momentos han resultado ser más que tutores,

posiblemente Yo auxiliares (Moreno, 1993), he podido pasar de utilizar negros y blancos, a

abrir un poco más la paletas de colores e ir combinando los pigmentos para poder añadir algo
de color a mi visión. Esta obra fue mi forma de agradecer y también de reconocer lo

importantes que son para mí, a nivel profesional, cliente, alumno y persona. La titule “Más

allá del perthes”, a pesar de no haber leído “Más allá del principio del placer” (Freud, 2016).

Quería que la obra representase que en mi vida inevitablemente el perthes resultó ser un antes

y un después, que evidentemente desinvestí de toda líbido, haciendo una represión más

típicamente obsesiva (Freud, 2013) y resultó ser así.

A la hora de trabajar con el lienzo apunté lo siguiente en mi cuaderno “He transgredido

la norma con el hilo…” Me ha hecho gracia que no le diera más importancia, es más, ni

recordaba haberlo escrito. Me río, porque reconozco mi sello, mi firma a la hora de tener que

pasar por la ley. Paso, pero con un toque mío. Suelo hacerlo cuando siento que la ley es muy

castrante, en este caso, posiblemente fuese porque estaba agitado internamente aún por lo

expresado en la anterior obra y necesitaba tener algo de control. Asocio ese hilo, con Teseo y

su gran lucha contra el minotauro. Esta vez evita asesinarlo, sino que se alían, pero en una

alianza un tanto frágil, ya que hasta hace dos segundos ambos eran enemigos. Esta misma

alianza creo que tengo yo con mis sentimientos, ¿seré devorados por ellos, confluyendo de

una manera peligrosa (Peñarrubia, 2008), o tendré tiempo para asesinarlos y así no hacerme

daño?. La realidad dista mucho de estas dudas, por suerte, y puedo decir que siguen

caminando, en fino equilibrio, pero ahora sólo está en juego el control, no la sensación de que

si me pierdo en el Otro, no tendré opción de volver a mi ser, que el cocodrilo me pueda comer

del todo.
Referencias

Arenas, J. (2019). Manual de Psicoanálisis para Terapeutas. Amazon.

Freud, A. (2018). El Yo y los mecanismos de defensa. Paidós.

Freud, S. (2013). A propósito de un caso de neurosis obsesiva (el <<Hombre de las

ratas>>). Amorrortu.

Freud, S. (2016). Más allá del principio del placer. Amorrortu.

Leader, D., Groves, J. (1996). Lacan para principiantes. Era Naciente.

Peñarrubia, F. (2008). Terapia Gestalt. La vía del vacío fértil. Alianza.

Peñarrubia, F. (2017). La relación hurtada. Alianza.

Perls, F., Baumgardner, P. (2006). Terapia Gestalt. Teoría y práctica. Su aplicación. Editorial

PAX MÉXICO

Rams, A. (2004). Veinticinco años de gestalt. Memorias de un gestaltista precoz. Ediciones

La llave.

Recalcati, M. (2014). El complejo de Telémaco. Anagrama.

Vigneau, A. (2019). Clown esencial. Ediciones La llave.

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