Resumenes y Apuntes. C. Psic I
Resumenes y Apuntes. C. Psic I
Resumenes y Apuntes. C. Psic I
Tp1: 25 de marzo. Integración de todo lo que dimos. Buscar material de Psicología evolutiva
niñes y adultez.
Tp2: 22 de abril. Exposición 25.
Parcial: 20 de mayo.
TIF: 3 de junio. Exposición el 6 y 10.
Para Melani Klein el inconsciente en el área de niños se puede conocer por medio del
juego, allí aparecen las fantasías inconscientes. Para esta autora un niño tiene icc-precc-cc desde
que nace.
Anna Freud dice que son niños analizables después de la sepultura de complejo de
Edipo (a partir de los 5 o 6 años) La conflictiva edípica sigue operando en todos bajo tierra. En
los momentos menos esperados aparece toda la conflictiva edípica.
Winnicott… ¿?
- Prestar un yo auxiliar. Prestarle palabra, o armar ligazones entre las palabras para poder
armar en cierta forma un preconsciente o bien, socializarlo.
- Diagnóstico, la clínica con su tratamiento y la psicopatología. (No son iguales)
- Que se hace presente a través de ese objeto. En una fobia, por ejemplo.
09/05/2024
Transferencia
Para hablar de transferencia en la clínica con niños primero hay que saber de donde
viene el concepto. El concepto de transferencia está en la clínica desde 1895, donde Freud junto
a Breuer publican “Estudios sobre la histeria”. Allí Freud, manifiesta que el método catártico,
utilizado por él en ese entonces comenzó a verse obstaculizados por una situación particular
proveniente del pasado del paciente, que regresa de forma actualizada en el marco del
tratamiento.
Consecuentemente se pregunta que son las transferencias, a lo que se responde que son
reediciones, recreaciones de las mociones y fantasías que a medida que el análisis avanza no
pueden menos que despertarse y hacerse consientes; pero lo característico de todo el género es
la sustitución de una persona anterior por la persona del médico.
En su texto “Sobre la dinámica de la transferencia” publicado en 1912, Freud continúa
sus escritos enunciando que, en el caso de que el paciente no esté satisfecho amorosamente
desde el plano real, es posible que su investidura libidinal se vuelque hacia el analista, tanto la
parte susceptible de conciencia como la que no lo es. Por otro lado, si bien la transferencia
puede ser un instrumento en el análisis, Freud (1912/1986) se pregunta porqué en ciertos casos
se puede convertir en un obstáculo. Es por ello por lo que diferencia la transferencia positiva y
la negativa. Siendo la primera, la que alude a sentimientos tiernos hacia el analista y logra
desviar la meta sexual; en la transferencia negativa en cambio, predominan sentimientos hostiles
hacia el analista y todo sentimiento amistoso hacia él son de tipo erótico. 8
Resúmenes de textos
Encuadre
Desde que surgió como concepto, los adolescentes han utilizado la oposición
para generar cambios en las referencias culturales e identitarias de generaciones
anteriores, desmarcándose de ellas. Los adolescentes contemporáneos son más bien
subversivos. Buscan cuestionar los parámetros desde los cuales se concibe el mundo,
incluyendo a los adultos, incluidos los analistas. La fuerza destructiva de los
adolescentes de hoy se hace sentir, poniendo en duda las formas que considerábamos
existentes desde siempre, simplemente por estar naturalizadas. La velocidad de los
cambios es tal que se produce un desprendimiento de los modelos identificatorios y las
fronteras simbólicas entre generaciones cercanas. Esto genera incomprehensión y un
profundo sentimiento de soledad, a veces visible como desconexión, como consecuencia
del desarraigo. En las culturas prefigurativas actuales, el no saber no se ve como una
carencia, sino como una herramienta eficaz y necesaria para habitar contextos
cambiantes, inestables y flexibles, frente a los cuales los paradigmas preexistentes
resultan inoperantes y obsoletos.
Si bien las condiciones del encuadre pueden cambiar con el tiempo, no deben
adoptarse simplemente por modas, sino que requieren una fundamentación teórica que
comprenda las implicancias de las prácticas clínicas en línea, sin descuidar las
necesidades terapéuticas de cada caso. Aunque los adolescentes tengan habilidades
tecnológicas, su implementación en el contexto clínico no siempre será determinada por
criterios clínicos, lo cual se debe explorar en las entrevistas iniciales o diagnósticas.
Lo que los padres transfieren al hijo :Un niño es aquel que desde su
desvalimiento e indefensión queda ofrecido para ser investido por los adultos.
Un hijo, entonces, será aquello que los padres adscriben en él de sus anhelos y
deseos (“Su majestad el bebé”) y desde su propia historia traumática. El pequeño
será el que habrá de cumplir los sueños no realizados de sus progenitores y quién
habrá de repetir una historia que le antecede, repetición cuyo fin podría ser
elaborar o ligar lo traumático de ella, pero que llevando la marca del fracaso,
será compelido a repetir lo mismo
El desencadenante de la consulta como un ahora que actualiza un pasado
La importancia de lo que llama entonces análisis de prueba, también conocido
por todos como primeras entrevistas o entrevistas preliminares. Período éste al
que no podemos adscribir de entrada una duración determinada; podrán ser una
o diez sesiones, lo importante es que el objetivo habrá de ser producir un
comienzo de análisis, es decir, “despejar el terreno” para que comience a
aparecer la causa que los trae.
Sabemos que no es indiferente que alguien llegue porque se lo indicaron o por propia
iniciativa. Tampoco es indiferente, en el caso de haber sido enviados, el por qué de la
aceptación. En toda llegada a un analista hay fundamentalmente dos cuestiones que se
ponen en juego. Una de ella es el qué del momento actual ha resultado más inquietante
o conmovedor, qué de la actualidad ha producido un corte de una rutina, aunque muchas
veces no quede registrada como tal. La otra cuestión, vinculada sin duda con lo anterior,
es qué teoría o teorías se ponen en juego como explicación acerca del por qué piensan
que las cosas suceden de esa determinada forma. Camino que se irá recorriendo desde lo
más superficial, que ofrecerá resistencias, pero que al mismo tiempo será el medio de
hallar los hilos lógicos para entender por qué un niño ha sido puesto y se pone en
determinado lugar.
Lo que los padres transfieren al analista Decía hace un momento, a propósito
de la consulta por Adrián, que la misma había sido desencadenada por la
escuela. Esta forma de presentación es relativamente frecuente cuando de niños
se trata; una instancia externa que opera como simbólica advierte sobre algo que
considera un problema. Agregué entonces que las entrevistas preliminares
tenderían a ir instaurando un interrogante en los padres, un ¿Por qué sucede
esto? ¿Qué pasa? Y, junto con estas preguntas, posibles respuestas. Quedará
abierta así la dimensión de la transferencia analítica. Hay una pregunta y ésta es
dirigida a alguien a quién por alguna razón se le atribuye un lugar de autoridad,
un lugar de ideal. El pedido adoptará diversas formas; una de las más conocidas
se expresa más o menos así: “Queremos que nos diga qué hacer, cómo tratarlo”.
Se habrá establecido así la transferencia en esa dimensión de sugestión,
dimensión importante para definir luego, cuando plantee qué intenta hacer el
psicoanalista con ese lugar de poder que le otorga la transferencia. En la consulta
por un niño se produce una verdadera encrucijada de transferencias. Los padres
se dirigen al analista, lo interrogan, hablan y se resisten a ello. En un comienzo
los padres de Adrián concurrieron solos a las entrevistas, Daniel decía más de
una vez que él no creía en la psicología, que no creía que con palabras se
pudiese aliviar, que nunca había recurrido por él ya que nadie le podría devolver
a su padre, cuya muerte lo tenía tan mal. Paradójicamente, fue su hijo el que con
sus síntomas lo terminó conduciendo a un analista, confirmando de alguna
manera esa frase muy pronunciada que dice: “por los hijosse intenta hacer todo”
o “Por los hijos se hace lo que no se hace por uno”. Adrián ha estructurado
síntomas, y aunque algunos de ellos no son considerados como tales por los
padres, algo los preocupa, algo los interroga, convirtiéndose en una trama que
los implica. Es justamente por no querer quedarse solo que luego de las
entrevistas con los padres, comienzan a concurrir los tres. Allí, en el escenario
del análisis, Daniel se dormía en las sesiones, otras veces, cuando el niño se le
acercaba y lo abrazaba, Daniel lloraba.
Hasta ahora advertimos que la transferencia es un “lugar” en el que las hebras se
entremezclan, advertimos que las reacciones y los dichos de los padres intervienen en el
síntoma del niño e incursionan en el tratamiento. De esta manera pasaremos al niño, a
considerar cómo ese niño ocupará y repetirá el lugar que le ha sido asignado.
Lo que el niño transfiere en el analista : Un momento importante en lo que se
constituirá en la iniciación del tratamiento con un niño, será aquel en donde se
desprende de los padres y acepta la presencia única del analista. Comienza a
quedarse a solas con el analista, a dirigirle sus juegos, sus decires, sus síntomas.
Es como si se diera un “pasaje” al principio, sobre todo con los más pequeños; el
analista es ese extraño que está allí observando y escuchando lo que él hace con
sus padres. Luego ese “extraño” ocupa el lugar de quien se interesa por lo que le
pasa de una manera particular. Así, el niño pasa a “soportar” la presencia del
analista. Se puede pensar que el desprenderse a través de estos pasos, el entrar ya
solo, constituye el momento de apertura del psicoanálisis del niño.
Lo que el analista transfiere sobre el niño y los padres: El analista frente al
niño, frente a ese pequeño sujeto sujetado a otros por esa particular indefensión
de la especie humana. El analista frente a los padres del niño, padres que, como
decíamos, reeditan en esa niñez sus propios deseos y conflictos. Es por esta
especificidad que habremos de considerar que el psicoanálisis de niños es un
campo en donde se pone a prueba aún más que en otros el deseo del analista.
la frecuencia con que el deseo del analista cede el paso al deseo de un adulto delante de
un niño. Deseo pedagógico, ortopédico, reparador, compensador (Raimbault). Es que el
niño más que nadie, por su indefensión quizás, por la imagen de lo que se fue en algún
momento, se convierte siempre en soporte del narcisismo de los adultos.
Corremos así el riesgo de olvidar algunas nociones fundamentales para rastrear en cada
niño cómo son las teorías sexuales infantiles. Se corre también el riesgo de olvidar
aquello que recién decía, que el niño es punto de anclaje de la reviviscencia de las
fantasías del analista. Y es por estos olvidos que el deseo del analista queda tantas veces
ahogado o desplazado.Seguramente nos preservará también de ser consejeros de los
padres sobre lo que se hace o no se hace.
Un niño llega al consultorio de un analista por las resonancias que genera en un adulto.
Va de suyo, por lo tanto -y no es un dato menor-, darle lugar e importancia a los acordes
singulares que despierta un niño en aquel que nos llama. Según he podido comprobar,
algunos analistas de niños desatienden este índice presente en todo inicio. Con ello,
lamentablemente, dejan escapar la relevancia posterior de su incidencia en el abordaje
del niño. Cuando se atienden, por el contrario, las significaciones diversas que un niño
recrea en el psiquismo de un adulto se encontrarán, con no poca sorpresa, la condensada
localización que viene a ocupar un niño en cualquier ser humano. En la mayoría de los
casos y no por razones casuales sino de estructura, quienes consultan por un niño son
los padres. En tal situación -y aunque parezca obvio no siempre lo es- el niño que nos
traen es un hijo.
La complejidad del tema que nos ocupa no puede despacharse sin interrogar las
variables que intervienen, más aún cuando la decisión de darles o no lugar a los padres
en el análisis de un uno está en el centro de una polémica de nuestra actualidad
Luego, en el mismo texto, nos advierte el destino que nos cabe en caso de contrariar su
advertencia al aceptar tratar a un sujeto que no viene por sí mismo. Si son los padres
quienes lo traen, pone por ejemplo Freud, ellos;
[...) demandan que se cure a su hijo, que es neurótico e indócil. Por hijo sano entienden
ellos uno que no ocasione dificultades a sus padres y no les provoque sino contento. El
médico puede lograr, sí, el restablecimiento del hijo, pero tras la curación él emprende
su propio camino más decididamente, y los padres quedan más insatisfechos que antes.
En suma, no es indiferente que un individuo llegue al análisis por anhelo propio o lo
haga porque otros lo llevaron, que él misto desee cambiar o sólo quieran ese cambio sus
allegados, las personas que lo aman o de quienes debiera esperarse ese amor (ibid).
Decididamente, para Freud, los niños no forman parte de pacientes poseedores de la
suma de notas ideales para ser tratados analiticamente: los pacientes adultos y
neuróticos subsimiles al modelo esperado.
Los padres
Lacan hizo un gran esfuerzo a lo largo de su enseñanza para ubicar a los padres del
Edipo más allá del mito, en una lógica.
Al seguir su derrotero, la perspectiva, que parece inicialmente complejizarse, se despeja
finalmente, desmalezando nuestra práctica de prejuiciosas intuiciones. Nos ahorra, por
ejemplo, la tentación de creer que los padecimientos de la infancia pueden explicarse
con categorías simples, ampliamente utilizadas, tales como decir que un niño ha tenido
mucha madre o poco padre.No sólo resulta de ello un planteo ingenuo, sino también
errado e insuficiente.
Para salir de esa confusión, me sentí invitada a profundizar esa lógica, cuyo abordaje
suma, a la consideración general del lugar de los padres en la estructura, la operación de
los padres necesaria para cada tiempo de la infancia. A mi modo de entender, la
inclusión de esa lógica dejará su impronta en la práctica clínica del analista, para quien
el esfuerzo se verá ampliamente recompensado cada vez que se proponga dirimir tanto
el lugar de los padres en los análisis que conduzca como las intervenciones con ellos, a
las que luego nos referiremos.
Hagamos pues un rodeo con el fin de abordar el lugar de los padres en el psicoanálisis
desde la perspectiva lógica, acentuando su decisiva participación en los tiempos del
sujeto.
Para el ser humano, la existencia no se asimila a la vida. Por esa razón un niño puede
tener lugar en una familia antes de na-cer. Sin embargo, y aunque el alojamiento previo
es una condición necesaria para que tal nacimiento se produzca, su importancia no
siempre es suficientemente subrayada. Es que ese momento inicial se aleja de toda
connotación biológica y se muestra dependiente de una ilusión, inherente al deseo de los
padres cuando ellos se proponen tener un hijo. Con ese deseo se engendra y se
despierta, en el mejor de los casos, un ansia sostenida de completud. Más tarde, esta
expectativa se revelará en el niño, del mismo modo que lo hace el negativo de una fo-
tografía, como un movimiento de empuje que lo llevará, a su vez, a proponerse como
aquel que imaginariamente cubre las expectativas provenientes de la falta del Otro.
El hecho de que la existencia de un ser humano se presente tan dependiente de las
vicisitudes del deseo de otros seres hu-manos, y que las consecuencias de sus derroteros
sean apreciables y eficaces tanto para las dichas como para los sinsabores futuros, llevó
a Freud a ocuparse de indagar las diferencias que alcian nuestro sino de las trazadas por
la naturaleza para el reino de los vivientes. Siguiendo esa senda nos abocaremos a
interrogar el lugar de los padres en la estructura del sujeto.
El deseo de los padres
Los padres han tenido un lugar en el psicoanálisis desde el momento en que Freud los
ubicara en la etiología misma de las neurosis. Todo su abordaje teórico y cada mojón de
su obra le otorgo sitio a la incidencia de los padres en la constitución de la estructura del
sujeto. Desde las teorías del trauma, en sus primeros escritos, hasta su conceptualización
del fin de la cura en
-Análisis terminable e interminable» (Freud, 1905a), pasandopor los pilares de la
sexualidad (1905b), al considerar las rutas pulsionales (1915), cuando se introdujo en
los problemas del narcisismo (1914), al desplegar la operatoria inconsciente con su eje
en la represión y la repetición que conlleva, cuando desarrolló el tema de la constitución
fantasmática y la vía de formación de los síntomas, en todas y en cada una de estas
vicisi-nides, Freud articulo el lugar de los padres. También en los análisis que condujo,
les reservó un sitio en el referente edípico articulado a la escena fantasmática sobre la
que hizo pivo-tear los ejes de la transferencia.
Lacan, al retomar las coordenadas freudianas, recolocó por la vía de la escritura tanto el
sitio real que les corresponde en la producción de la estructura como la importancia que
para un sujeto reviste el hecho de haber sido deseado por los padres.
Pero ¿qué significa haber sido deseado por los padres?
:A qué llamamos «deseo de los padres»? El deseo de los pa-dres, ¿debe apreciarse sólo
en la vertiente del deseo por el hijo o también ha de atenderse a cómo el deseo por un
hijo se relaciona con el deseo de los padres entre ellos, como hombre y mujer, y con el
deseo, anudado al amor y al goce, de los padres?
En todo caso, a mi modo de ver, si no se reduce el lugar de los padres al imaginario
edípico, se abre una nueva perspectiva para interrogar su presencia en la estructura.
Centrada en la l6-gica que en ella cumple la función del deseo es dable compro-har su
eficacia en una operación esencialmente humana, necesaria pero al mismo tiempo
contingente: la transmisión del deseo de padres a hijos. Este perfil no sólo releva a los
padres del destino que la biología les otorga, sino que los coloca bajo la égida de otro
punto de vista, el de una ley no natural, no regulada por el instinto sino, en todo caso,
por la castración, condición de la economía descante. Dicho de otro modo, desear no es
lo mismo que querer. Aún más, visto desde la transmisión del teseo, surge para la
expresión «deseo de los padres» dos senti-dos: deseo de los padres dirigido a un hijo,
pero también deseo de los padres entre ellos, como hombre y mujer
Ambas dimensiones guardan, a mi entender, relevancia para un analista de niños. En
rigor de verdad, considero que no esposible desatender en nuestra clínica el modo en
que inevitablemente uno y otro sentido se entreveran. En primer término, por la eficacia
del deseo de los padres por el hijo se dará inicio a una operación cuyas variantes
difieren del lado de la madre y del lado del padre.
Los padres reales son de la infancia en curso, por consiguiente actual. Los anoté arriba a
la derecha, colocando los términos según el orden temporal de la operación metafórica.
Luego, pasan bajo la barra, son sustituidos -según indica la fle-cha- por los padres del
fantasma infantil. Es comprobable que esa operación de sustitución no se realiza
naturalmente. Muchos son los adultos que siguen en dependencia real con los
progenitores, conservando para sí una posición de niños. Ello demuestra cuán necesaria
es tal sustitución para que los padres pasen a ser parte de la historia infantil. La
dependencia respecto a los padres puede mantenerse no sólo presente en la edad adulta,
sino mantener intacto y coagulado el tiempo, sin sucesión, sin que al sujeto le suceda
nada nuevo. La historia no se realiza como tal, no sucede, por eso solemos utilizar la
expresión «no pasó nada». Algo no logra convertirse en pasado, sigue permanente y
vigente, detenta una eficacia que, lejos de ser actualización en el presente de un tiempo
ya transitado, permanece como presente actual
Ningún tránsito se genera por causalidad espontánea. Los tiempos de la infancia
tampoco: Al reconocer la infancia como un tiempo en curso, y atendiendo al hecho
constatable de que la presencia de los padres no es banal o puramente fenomeno-lógica,
sino de estructura, Freud señala la especificidad de la intervención del analista con los
padres, otorgándole estatuto de influjo analítico. Pero no explicita exactamente a qué se
refie-re. Ello dista, a mi entender, de proceder a psicoanalizarlos.
Si lo específico de la intervención del analista con los padres es el influjo analítico, no
el psicoanálisis de padres, za qué se refiere ese influjo, cuál es su estatuto? La pregunta
abre, al me-nos, dos cuestiones previas para abordar el tema sobre el que avanzaremos
luego. Una apunta a definir el lugar de los padres en los tiempos de la infancia, y la otra
a delimitar la especificidad de la sugerencia de Freud.
Dado que la operatividad del analista jamás podría eludir el rostro transferencial, ¿cómo
debemos entender la distinción entre padres reales y padres fantasmales al considerar el
tema de la transferencia? Una vez más, el carácter temporal resulta esclarecedor. Al
analizar niños, ¿cómo no distinguir los tiempos constituyentes de la transferencia, de los
constituidos que le siguen?
En el párrafo anterior, me parece subrayable que el error subjetivo del que habla Lacan
se muestra como tiempo necesario y anterior en el camino hacia el posterior encuentro
del sujeto con la verdad. Siguiendo esa línea, que enmarca operativamente el error como
una ganancia subjetiva, veremos que la suposición emerge restándole una porción a la
creencia. Un texto de Freud
-me refiero a « Teorías sexuales infantiles» - recuerda que el «es-fuerzo de saber» de los
niños no despierta espontáneamente, sino con la caída de una creencia. Un día el niño
descubre con gran decepción que él no era lo que creia saber ser: el falo.
Conmovido por el descubrimiento, desestabilizador e in-quietante, el niño comienza a
preguntar, dando inicio al tiempo de las preguntas. Buscará saber el origen y la causa de
lo que le ha ocurrido. Incentivado por la decepción y la incertidum bre, preguntará la
procedencia: de dónde viene el intruço que lo destrono. El tiempo de la búsqueda de
saber será un tatmpo
instituvente.
Base de preguntas futuras, de ella dependerá el destino de la transferencia, que es jugada
en primera instancia con los pa-dres. En este tramo, la participación de ellos es crucial,
pues las respuestas obtenidas abren el surco para las investigaciones del porvenir.
Sabemos que si el Otro responde, responde no todo, pero hay respuestas y respuestas.
Ello acarreará, según lo que mi experiencia me ha dejado entrever, diversas
consecuencias para las futuras preguntas. Dicho con otras palabras más cercanas a
nuestro campo, si los padres responden, toda la verdad no toda, surgirá luego, en otros
tiempos, la serie significante inconsciente a la que se enlazará el significante de la
transferen cia. Así lo escribe Lacan en su fórmula de la instalación de la transferencia en
la Proposición del 9 de octubre:
La suposición es inherente al hecho de ser parlêtre, modo de definir lo que del ser se
pierde por la palabra. La suposición, por lo tanto, no será pues idéntica a la creencia. El
sujeto puede creer que el otro no sabe, y sin embargo hablarle porque le
supone saber.
Sucedánea de lo simbólico, la suposición es producto de una lógica de incompletad. El
no todo. En la teoría de las conjuntos se escribe asi
La neurosis de transferencia no siempre se establece (Hein-rich, 1993) porque ella es
una consecuencia de la neurosis infan-til, tiempo posterior a la conclusión de la
infancia. Me interesa re-saltarlo, porque los efectos constituyentes de la transferencia se
realizan, a mi entender, en la dialéctica del niño con sus padres, en la relación del sujeto
en la infancia con el Otro primordial.
Por otra parte, una razón no menos esencial, su despliegue se muestra dependiente del
deseo de los padres y su enlace a la castración. De ningún otro modo ellos podrían ser
transmisores de la historia ni relatarla con valor de verdad.
Más tarde, pero sostenidos en los hilos tejidos en el tiempo anterior, los efectos
constituidos que le siguen se realizarán en la escena analítica dependiendo del deseo del
analista. En función de él, el analista será soporte de lo Real, lo Simbólico y lo
Imaginario de la transferencia y no menos de la resistencia, según la preeminencia de
cada uno de ellos en los tiempos de la cura (Flesler, 2000).
Cuando en la infancia se toma a cargo la transferencia, su direccionalidad apuesta a
promover en el discurso la producción de saber. Su movimiento apuesta a entramar el
saber al goce que, caso contrario, sin discontinuidad transferencial, continuará de una
generación a otra: de abuelos a padres y Mijos.
Ello se me hizo notable en reiteradas ocasiones al atenda las vicisitudes de la
transferencia del niño y de sus padres, en la consulta por un niño.
Los padres y la consulta
Los padres llegan al consultorio del analista por muy Dersas vias. Solemos decir que
por ellos comienza la consulta, pero lo cierto es que no siempre ellos consultan. Si
llegan a hacerlo esporque alguna pregunta los trae y buscan saber. El síntoma del hijo ha
despertado una inquietud por desentrañar el enigma.
Cuando una pregunta ha promovido el llamado, encontraremos en consecuência la
vertiente más apta para intervenir, la cara simbólica de la transferencia. En ese caso está
funcionando la suposición de saber que ellos nos otorgan ante el goce del síntoma en el
niño. En esa posición, a mi modo de ver, ellos están más disponibles al proceso analítico
gracias al motor de la transferencia.
Pero no todos los padres consultan, pueden llegar a vernos sin consultar. En ese caso, no
consultan pero demandan. El niño ha herido la imagen del narcisismo paterno, o bien
molesta por su falta de ajuste a lo esperado de él. En ese estado de cosas, los padres no
alientan sino que llegue la respuesta por ellos anhela-da, que el niño se coloque en
adecuación a la demanda que recae sobre él. Ellos esperan «que se cure a su hijo, que es
neurótico e indócil. Por hijo sano entienden ellos uno que no ocasione dificultades a sus
padres y no les provoque sino contento. El médico puede lograr, si, el restablecimiento
del hijo, pero tras la curación él emprende su propio camino más decididamente, y los
padres quedan más insatisfechos que antes» (Freud, 1920a).
La transferencia en esos casos no se deja guiar por la lógica de lo Simbólico, toma más
bien tintes imaginarios. Se aprecia en poco la virtud de la palabra, se reclama una
respuesta acorde a la demanda. No hay búsqueda de saber. Semicerrados a cualquier
pregunta que reinstituya «la dignidad del síntoma»
(Lerner, 2004), esos padres se muestran refractarios a cualquier movimiento dialéctico.
Más compleja aún es la situación cuando los padres llegan enviados. No consultan, no
demandan: están molestos. Ellos jamás se hubieran acercado a un analista y, si lo hacen,
es porque alguna instancia los ha dirigido allí. Tal terceridad suele ser aquel que ha
registrado la persistencia de algún goce parasitario que, sin duda, no causa malestar en
los padres. Son otros entonces quienes se hacen eco ante lo silenciado de una voz que
clama expresión, generalmente haciendo ruido en el ámbito público: la escuela, la calle,
el hospital, el juzgado.
De ser así, los padres vienen molestos por la interrupción de un goce que a ellos no los
perturba y el analista ha de vérselas con el costado más real de la transferencia que lo
enfrenta con perfiles francamente pasionales. En síntesis, según mi expe riencia, el
primero de los casos es el más abierto al lugar de sin-toma que el niño ocupa en la
pareja parental; el segundo presenta el costado amoroso del narcisismo de los padres, y
el ter-cero, la expresión más o menos rotunda del goce cuando el ni-no encarna o bien el
lugar de objeto en el fantasma materno o en el goce del padre, la perversión
Nuevamente al respecto, resultan ilustrativos los historiales freudianos. El padre de
Juanito es un padre que consulta. El se dirige a Freud otorgándole el lugar del sujeto
supuesto saber de niños. Ya le había enviado anteriormente notas de observación sobre
las primeras investigaciones de Hans en contribución a sus teorías sobre la sexualidad
infantil. Era un reconocedor de las propuestas del psicoanálisis, al punto de aplicarlas en
la educación del pequeño Juanito.
En consecuencia, cuando escribe al profesor, dado el miedo que su hijo ubica en los
caballos, acude a él buscando saber. Formula preguntas, se las formula e incluso
despliega su propia teoría sobre el origen causal del síntoma. «¿Habrá visto en
algunaparte a un exhibicionista? ¿O el todo se anuda solamente a la madre?» (Freud,
1909).
También confiesa su dificultad para responder ante los enigmas que plantea el niño,
«No nos resulta agradable que desde ahora empiece a plantear enigmas», abrevando por
esta vía la transferencia de Juanito con Freud y contribuyendo a la eficacia de la única
intervención directa que éste realizara en el encuentro con el pequeño.
El padre de Dora no consulta, pero demanda. Desresponsa-bilizándose de interrogar el
saber en relación a la verdad que lo implica, reclama a Freud que coloque a la joven en
la buena senda, le pide que vuelva a su hija dócil, que la encuadre dándole bienestar y
confort al pacto de la pareja familiar que la rebelde jovencita perturbaba con su
denuncia. En su pedido funciona la transferencia pero no hay búsqueda de saber.
Por último, el padre de la joven homosexual concurre a la entrevista con Freud sin
siquiera confiar decididamente en el psicoanálisis. De hecho sus expectativas eran
limitadas en tanto guardaba otra opción, anticipando el fracaso del tratamiento analítico.
Enviado por la impotencia de sus restricciones a la hora de torcer la inclinación de su
hija por una dama mayor, ensayaba la visita a Freud francamente molesto, más por la
escena que la joven presentaba a sus ojos que preocupado por ella, única hija mujer a la
que su mirada sólo percibió de soslayo.
Los tres padres llegan a verlo a Freud pero sólo uno de ellos consulta abriendo sesgos
singulares y diferentes a la transferencia que Juanito, Dora y la joven homosexual
establecerán con él. Es que la relación del sujeto al saber y a la falta de saber, que causa
interés por su búsqueda, se va engendrando en la infancia entre el niño y sus padres,
entre las preguntas y las respuestas que invitan a nuevas preguntas. Por eso son tan
valiosas las preguntas de los niños, ellas atesoran en germen las futuras gemas
transferenciales dependientes de las vicisitudes del saber en los tiempos de la infancia.
El analista no sabe cuáles son los significantes singulares de la historia de quien llega a
su consultorio, por lo que invita a que este hable. La suposición de saber, efecto de la
transferencia, hace creer que en analista anticipa un saber. Hay un saber que se irá
realizando a lo largo del encuentro con el analista. Pero, por otro lado, en analista sabe
hacia dónde dirigir la cura cuando pide que el analizante hable o al niño que juegue
Recordemos respecto del nudo que el benéfico enlace de las tres anillos conlleva la
propiedad de otorgar a cada uno un límite en los otros dos por ende, el deseo hace su
contrapunto con el goce y el amor, del mismo modo que el pre lo hace con el desco y el
amor; en tanto que este último se delimita entre el roce y el deseo. Además, y ese no es
un dato menor al ocuparnos de los tiempos del sujeto, este engranaje no es nunca
estático sino dinámico.
Si el niño es objeto de deseo para su madre, si ha funcionado como una equivalencia
simbólica, es porque se ha activado una lógica, la que regula la ley del deseo. Hablar del
deseo de la madre parece simple, pero no lo es. Su deseo como cualquier desco humano,
tiene una condición lógicas: qué hay una falta, una falta de goce. Una lógica que anuda
el deseo con un goce que falta, y por eso mismo causa el deseo. El objeto de deseo no es
causa sui sino que tiene como condición una falta de goce. En la madre el niño como
objeto de deseo toma un valor fálico. A veces el deseo y el amor hacen límite al goce o
bien serán el goce y el deseo los que pongan límite al amor.
Las entrevistas preliminares con los padres nos brindan la ocasión de localizar el
nudo de los padres y el alojamiento del niño como objeto de amor, de deseo y de
goce, en cada uno de los tiempos de la infancia. También nos interesa ubicar si se
recrean para ellos, el deseo el amor y los goces, esto referido a que el síntoma del
niño responde a la verdad de la pareja familiar. En las entrevistas propongo practicar
topología geografía: se trata de hacer el nudo de los padres y el mapeo de los goces. Con
ello tendremos el pulso de los movimientos y detenciones ocurridos en la infancia de un
viviente que ha requerido, dada su dependencia primordial, de la interpretación del Otro
para subsistir. En esa cartografía podremos leer si el niño ha funcionado como objeto a,
si se la jugado, para los padres, la alternancia con otros objetos, si se ha recreado la
falta, si hubo o no intervalo o si solo hubo ininterrumpida continuidad .
Es necesario que el analista tenga en cuenta el motivo de consulta: saber por qué los
padres traen al niño, que es lo que ha promovido a que vinieran a vernos. Nos da
herramientas para ubicar por qué traen ese niño, da las coordenadas de la transferencia y
por ende anuncia por donde se perfilarán las resistencias .