Resumenes y Apuntes. C. Psic I

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1er mes: Construcción psíquica del niño  buscar de evolutiva niñez y adolescencia.

Tp1: 25 de marzo. Integración de todo lo que dimos. Buscar material de Psicología evolutiva
niñes y adultez.
Tp2: 22 de abril. Exposición 25.
Parcial: 20 de mayo.
TIF: 3 de junio. Exposición el 6 y 10.

Psicopatología para niños Buscar.


Para Freud una persona es analizable cuando...?
Asociación libre: Es la forma para arribar al inconsciente.

Armar el encuadre, comentar el encuadre.


HipocondríaNeurosis Actuales (Freud)
Es biológico, es psicosomático, es una neurosis actual.

Para Melani Klein el inconsciente en el área de niños se puede conocer por medio del
juego, allí aparecen las fantasías inconscientes. Para esta autora un niño tiene icc-precc-cc desde
que nace.
Anna Freud dice que son niños analizables después de la sepultura de complejo de
Edipo (a partir de los 5 o 6 años) La conflictiva edípica sigue operando en todos bajo tierra. En
los momentos menos esperados aparece toda la conflictiva edípica.
Winnicott… ¿?

- Prestar un yo auxiliar. Prestarle palabra, o armar ligazones entre las palabras para poder
armar en cierta forma un preconsciente o bien, socializarlo.
- Diagnóstico, la clínica con su tratamiento y la psicopatología. (No son iguales)
- Que se hace presente a través de ese objeto. En una fobia, por ejemplo.

Clase del 18/03/2024

La cura no es la cura médica; no es como curarse de un resfrío. ¿Qué es la cura en salud


mental? Se pueden apaciguar los síntomas, pero no se puede cambiar el futuro.
Una mala praxis puede agravar los síntomas en la psicosis, por ejemplo; la cura en la
psicosis no es neurotizarlo. Los psicóticos no están todo el día alucinando y delirando.
Una cosa es la construcción del psiquismo y otra como se van formando las
subjetividades. Freud habla de las etapas anal, oral y fálicas 3 etapas porque hay cambios
tanto físicos como psíquicos.
Niñez, latencia y adolescencia. 1era latencia desde los 6 a los 8 y desde los 8 a los 10 la
otra latencia ahre.
Desde el psicoanálisis no se mira solamente el pasado, no se pregunta sobre él. El
paciente llega con un problema y se trabaja con ese trauma (que hace referencia a un trauma
primero que no deja de repetirse). Se comienza a construir desde el discurso del paciente y
desde allí el analista irá haciendo intervenciones e interpretaciones ¿Cómo fueron tus 8
años? Si es que relaciona algo del discurso con el momento de la latencia.
Iantrogenia: hacer una interpretación fuera de lugar que en vez de producir un bien es
provocar un mal.
Mas al estilo medico de buscar síntomas, signos y síndromes de manera objetiva y
llegamos a un diagnostico sin preguntarnos sobre la particularidad del paciente.
Métodos inductivo, deductivo y abductivo.
En la mayoría de los casos cuando un niño comienza terapia es mandado por alguien
más, por la escuela, por la familia, etc. Ya que ven en la una conducta que no es normal.
El Superyó es la parte que contrarresta al ello, representa los pensamientos morales y
éticos recibidos de la cultura. Consta de dos subsistemas: la «conciencia moral» y el ideal
del yo. La «conciencia moral» se refiere a la capacidad para la autoevaluación, la crítica y el
reproche. El ideal del yo es una autoimagen ideal que consta de conductas aprobadas y
recompensadas. El super yo es particular, no todos tenemos el mismo. Esto es una instancia
psíquica que se tiene que constituir.
Los diques psíquicos se van constituyendo en todas las etapas evolutivas. Cuando se da
la educación esfinteral el niño comienza a aprender y comienza a constituirse el asco.
¿Que rige en el funcionamiento del psiquismo?
El principio de placer: mi funcionamiento psíquico básicamente buscara todo lo que es
placentero y deshacerme de todo lo displacentero.
El principio de realidad dice yo tengo esto que me produce placer, pero tengo que
esperar, porque ahora tengo que hacer algo que, aunque me produce displacer sigo las
normas y las leyes. Esto se logra con el tiempo, el poder aprender que hay cosas que se
hacen o no. Hay que inscribir e ir constituyendo la consciencia moral.
Diferencia entre ético y lo moral: lo moral tiene que ver con lo bueno o lo malo, esto es
moralmente bueno o malo que se va modificando igual debido a lo epocal. Lo ético tiene
que ver con el reconocimiento del semejante, es lo que uno éticamente sabe lo que tiene que
hacer.
Uno cuando trabaja con niños tiene que trabajar y ver con como es su cultura y como se
fue construyendo su subjetividad.
Hacemos un paralelo cuando nos referimos a la constitución de subjetividad y del
psiquismo. Pero no es lo mismo.
Cual es la base de cómo se constituye un sujeto para Lacan. Uno se va constituyendo a
través del otro, mediante la palabra, el discurso.
Para Doltó el detenimiento de los procesos mentales tiene que ver con el otro. Y van
estudiando el complejo de Edipo de los padres y abuelos.
Para lo lacaniano hay que ver en la triangular edípica que peso tuvo ese otro, y como
ese otro transgeneracional fue dando lugar a la constitución psíquica.
Bleichmar dice para ella hacer consciente lo inconsciente se tiene que constituir.
Síntoma propiamente dicho es una formación del inconsciente es una formación
sustitutiva, un retorno de lo reprimido que se puede ver mediante chistes, lapsus, etc. SI
estamos en latencia puede verse mediante el juego. Si ene l niño no se constituyo o se
estructuro fallidamente no hacemos referencia a un síntoma, no es un retorno de lo
reprimido, sino que es un trastorno, que es intersubjetivo y tiene que ver con fallas en la
constitución del psiquismo. Uno tiene que volver a tomar un concepto perdido que para que
se construya el psiquismo se tiene que haber dado esta represión primaria.
Cuando se desaloja primariamente, uno está constituyendo la instancia psíquica del
inconsciente, si no hay inconsciente y esto que tengo en la consciencia me produce
displacer, lo desplazo al inconsciente. En la conciencia o en el preconsciente lo que existen
son representaciones cosas ligadas a las representaciones palabras. Si esa palabra representa
algo que yo no le puedo poner palabra, le saco esa palabra. La cosa se liga a otra palabra
que es más tolerable, a pesar de que genera síntoma es mas tolerable. Como retorno de lo
reprimido no puede volver de la misma manera, sino que lo tengo que asociar con algo que
genere menos displacer, algo que sea mas tolerable.
Cuando trabajo con niñes y adolescencia me tengo que preguntar si es síntoma o
trastorno. Esto es muy importante ya que el diagnostico me va a hacer abordar el proceso
terapéutico de una forma distintita, para saber el lugar que van a ocupar los padres, como se
va a dar la transferencia, etc. Hay que adaptar el método clínico que uno va a utilizar al
objeto a analizar. Me tengo que preguntar que es lo que falta y que es lo que sobra. ¿Se
constituyo el super yo? ¿Cuál es el mecanismo de defensa que prevalece?

LEER BLEICHMAR- Diagnóstico: Una Perspectiva Metapsicológica


Metapsicología Freudiana tiene 3 aspectos para tener en cuenta.
- Aspectos tópicos: tienen que ver con la primera y segunda tópica.
- Aspectos económicos: tiene que ver con la energía psíquica, con la lívido, donde esta
puesta la libido de este paciente.
- Aspectos dinámicos: tiene que ver con la dinámica de newton, esta energía o este
exceso de excitación con que tiene que ver. La dinámica de cómo es esa energía
Somatizar no es patológico, es que de repente por ejemplo yo esté hablando y comienzo a
transpirar. Es una forma de defenderse con el cuerpo de algo que me genera displacer. Ahora
bien, si esto se mantiene en el tiempo si es patológico.
La patología es el desencadenamiento de algo disruptivo en el cual las herramientas
psíquicas para poder enfrentarlo no me alcanzan y por ello desbordo. Previo antes del conflicto
patológico, tiene que haber un conflicto disruptivo.

Objeto de análisis y cómo encarar la clínica.


¿Qué cosas son evolutivas? ¿Cómo se pasa de la etapa oral a la etapa anal?

Hay que poder articular todo esto en el tp.

09/05/2024
Transferencia
Para hablar de transferencia en la clínica con niños primero hay que saber de donde
viene el concepto. El concepto de transferencia está en la clínica desde 1895, donde Freud junto
a Breuer publican “Estudios sobre la histeria”. Allí Freud, manifiesta que el método catártico,
utilizado por él en ese entonces comenzó a verse obstaculizados por una situación particular
proveniente del pasado del paciente, que regresa de forma actualizada en el marco del
tratamiento.
Consecuentemente se pregunta que son las transferencias, a lo que se responde que son
reediciones, recreaciones de las mociones y fantasías que a medida que el análisis avanza no
pueden menos que despertarse y hacerse consientes; pero lo característico de todo el género es
la sustitución de una persona anterior por la persona del médico.
En su texto “Sobre la dinámica de la transferencia” publicado en 1912, Freud continúa
sus escritos enunciando que, en el caso de que el paciente no esté satisfecho amorosamente
desde el plano real, es posible que su investidura libidinal se vuelque hacia el analista, tanto la
parte susceptible de conciencia como la que no lo es. Por otro lado, si bien la transferencia
puede ser un instrumento en el análisis, Freud (1912/1986) se pregunta porqué en ciertos casos
se puede convertir en un obstáculo. Es por ello por lo que diferencia la transferencia positiva y
la negativa. Siendo la primera, la que alude a sentimientos tiernos hacia el analista y logra
desviar la meta sexual; en la transferencia negativa en cambio, predominan sentimientos hostiles
hacia el analista y todo sentimiento amistoso hacia él son de tipo erótico. 8

Resúmenes de textos

Silvia Bleichmar “Producción de subjetividad y


constitución psíquica”
Los cambios en la subjetividad pueden ocurrir cuando consideramos dos aspectos
fundamentales que abarcan diferentes perspectivas: la construcción subjetiva y la
construcción psíquica. La construcción psíquica se ve influenciada por diversos factores
que trascienden contextos sociales e históricos específicos, y que pueden ser explorados
en términos conceptuales específicos. Por otro lado, la construcción subjetiva incluye
todos los elementos relacionados con nuestra interacción social, la influencia ideológica,
y cómo nos insertamos en un contexto histórico y político particular.

Producción de subjetividad: concepto sociológico que se refiere a cómo las


sociedades determinan las formas en que los individuos pueden integrarse a sistemas
que les otorgan un lugar. Este proceso es constituyente e instituyente, lo que significa
que es un conjunto de elementos que producen un sujeto histórico potable socialmente.
Resumidamente, la producción de subjetividad es un proceso en constante evolución
que está influenciado por los contextos sociales y políticos en los que se desarrolla.
Además, está vinculada a formas históricas y cambiantes en diferentes contextos; puede
desmantelar enunciados éticos anteriores, lo que requiere que las personas apelen a la
fuerza moral y al conocimiento histórico para sostenerse. La producción de subjetividad
no es todo el aparato psíquico, es el lugar donde se articulan los enunciados sociales
respecto al Yo, mientras que el aparato psíquico implica ciertas reglas que exceden la
producción de subjetividad.
La autora nos habla de la represión, la cual es una de las reglas del aparato
psíquico. Señala que ha habido cierta liberación en el modo en que se reprime la
sexualidad en Occidente, particularmente en la forma en que los adolescentes llegan a la
sexualidad. La defensa y la represión son conceptos que exceden la producción de
subjetividad histórica y son fundamentales en la constitución del sujeto, por lo que el
psicoanálisis no puede ignorarlos. Con respecto al concepto clásico de Edipo propuesto
por Freud ya no es válido en la actualidad debido a las nuevas formas de estructura
familiar y modos de engendramiento. El psicoanálisis se enfrenta a un problema ante
estos cambios, ya que la prohibición del cuerpo del niño como lugar de goce del adulto
sigue presente en la sociedad. Lacan revolucionó la noción de Edipo al mostrar que no
surge del niño sino del otro. Lo que sigue vigente es la prohibición del cuerpo del niño
como lugar de goce del adulto, lo que Freud descubrió como la interdicción del
intercambio de goce intergeneracional que permite la reproducción de la sociedad hacia
el futuro. Sin embargo, las nuevas tecnologías de reproducción plantean nuevos
desafíos. Silvia plantea, la posibilidad de que en un futuro cercano se utilicen sistemas
artificiales para la procreación y se cuestiona qué es lo que seguirá sosteniéndose en
cuanto a la prohibición del cuerpo del niño como lugar de goce del adulto. También
plantea que el deseo de tener hijos puede ser absurdo en comparación con la procreación
de los animales, la cual es concomitante al coito. A veces bromeo y digo que la única
razón para tener un hijo es para no morir de amor propio. Sobre la idea de tener hijos y
no hay ningún beneficio material en hacerlo, sino que tiene que ver con la angustia de
muerte y la trascendencia. ¿Qué pasaría si las mujeres fueran vistas como seres
primitivos que cargan a los hijos con dolor? Lo que se transformaría sería la idea de la
primacía de la mujer sobre los hijos, pero lo que se sostendría es el deseo de hijo como
un paradigma central del psicoanálisis.
Diferencia entre la producción de subjetividad y la constitución psíquica: la
constitución del psiquismo está dada por variables permanentes que pueden ser cercadas
en el campo conceptual de pertenencia, mientras que la producción de subjetividad
incluye aspectos sociales e ideológicos que construyen al sujeto en un tiempo y espacio
particular. Es fundamental considerar estas diferencias al analizar los cambios en la
subjetividad. La autora, distingue entre la constitución psíquica, que tiene que ver con la
diferenciación tópica en sistemas regidos por legalidades y tipos de representación, y la
producción de subjetividad, que es del orden político e histórico y tiene que ver con el
modo en que cada sociedad define los criterios para la construcción de sujetos
integrados a su cultura de pertenencia. Se destaca que lo constitutivo del psiquismo se
sostiene con cierta trascendencia por relación a los distintos períodos históricos.
Silvia Bleichmar (1999), en tanto, propone una diferencia más precisa entre
constitución psíquica y producción de subjetividad. La primera se referiría a “variables
cuya permanencia trasciende ciertos modelos sociales e históricos” y que pueden ser
cercadas en el campo específico del psicoanálisis. La segunda, en cambio, abarcaría
aquellos aspectos que hacen a la construcción social del sujeto, en relación con lo
ideológico e inscripta en un espacio y un tiempo determinados desde el punto de vista
de la historia política. La idea de “constitución psíquica” pertenece al universo
conceptual del Psicoanálisis; “construcción de subjetividad”, en cambio, fue acuñada en
otras disciplinas e importada, luego, al uso psicoanalítico, en el que prolonga, como
marca de origen, la referencia a lo social.

Juan Calzetta “Producción de subjetividad y constitución


psíquica: lo que permanece y lo que cambia a través de la
historia”
1. En primer lugar, está el tema de la “producción de subjetividad”, el cual es
utilizado por diferentes disciplinas con distintos sentidos. El término
"subjetividad" se utiliza con frecuencia en la filosofía, antropología, sociología,
comunicación y economía, entre otras áreas. La gran cantidad de referencias que
existen sobre el tema hacen necesario limitar el objeto de la indagación para
poder abordarlo de manera más precisa.
2. El segundo problema por precisar es la "constitución psíquica", que se refiere a
la metapsicología en la teoría psicoanalítica y su intento de abordar los
problemas psicológicos desde las perspectivas económica, tópica y dinámica. En
particular, se centra en el modelo teórico del "aparato psíquico".
3. El problema de lo que permanece y lo que cambia ha sido un tema clásico en la
filosofía occidental desde los presocráticos, y ha dado lugar a posiciones
contradictorias. Heráclito postuló que todo fluye y nada permanece, mientras
que Parménides sostuvo que el cambio es una ilusión. Este debate se mantiene
en la actualidad, y está relacionado con la discusión sobre la identidad, un
término frecuentemente utilizado en psicología.
La cuestión de la subjetividad
Se trata del sujeto. Pero ¿de qué sujeto se trata? Según el diccionario de la Real
Academia, “Subjetividad” es la cualidad de subjetivo. Esto último posee dos
acepciones:
a. Perteneciente o relativo al sujeto, considerado en oposición al mundo externo
b. Perteneciente o relativo a nuestro modo de pensar o de sentir, y no al objeto en sí
mismo.
El sujeto tiene ocho acepciones, pero dos de ellas son especialmente relevantes:
la primera, relacionada con ser propenso a algo, y la cuarta, relacionada con el espíritu
humano en contraposición al mundo externo y a la propia conciencia.
Freud no menciona mucho la cuestión del sujeto, excepto en una referencia general
en contraposición al "objeto" de la pulsión. Nora Fornari (1999), destaca la importancia
de la pulsión de dominio o apoderamiento en la conceptualización freudiana. Según esta
perspectiva, el sujeto sería aquel que se apropia y es activo en su relación con su
entorno. Fornari propone pensar al sujeto como algo que emerge en cada acto de
apropiación, basándose en su relevancia. André Green rechaza explícitamente la idea de
limitar al sujeto a la instancia del yo. Según él, el sujeto es en cierto sentido sinónimo
del aparato psíquico, ya que representa la suma de los efectos mutuos de las diferentes
instancias que lo componen. Mientras que el aparato psíquico se considera su expresión
objetiva, el sujeto se relaciona con la experiencia de la subjetividad.
La cuestión de la subjetividad se vincula con el aparato psíquico a través de dos
vías, ya que el dominio es la función principal de dicho aparato. Su manifestación
inicial se encuentra en el control de las cantidades de excitación, que se cualifican a
través del sistema representacional. El matiz diferencial que surge se define por la
referencia a la "experiencia" de la subjetividad mencionada por Green.
La noción de "constitución psíquica" pertenece al ámbito conceptual del
psicoanálisis, mientras que la "construcción de subjetividad" se originó en otras
disciplinas y luego se incorporó al uso psicoanalítico, manteniendo su referencia a lo
social como marca distintiva. Estas son ideas heterogéneas y no resulta fácil establecer
una comparación precisa entre ambas. El límite entre ellas no es claro y debe
considerarse como una amplia zona de transformación, donde no se pueden plantear
oposiciones simples. Para comprender esto, es necesario examinar las relaciones entre el
espacio psíquico y el social.
Según Cornelius Castoriadis, la relación entre la psique y lo histórico-social es
compleja. El inconsciente produce fantasmas, no instituciones, y la psique no puede ser
completamente generada por lo social ni absorbida por completo por ello. La
socialización tiene un efecto en la psique, pero nunca la transforma por completo.
Castoriadis destaca el desarrollo hipertrófico de la imaginación en nuestra especie y
propone el concepto de "imaginario social instituyente", donde sociedad y psique son
inseparables e irreductibles entre sí. Las significaciones imaginarias sociales, que tienen
aspectos pulsionales y afectivos, influyen en aspectos fundamentales de la psique, como
el juicio de existencia.
Constitución Psíquica
La estructura del aparato se refiere a los lugares psíquicos, especialización
virtual de los distintos tipos o niveles de procesamiento mental, que se manifiestan en
secuencias temporales.
La primera descripción que hace Freud de la constitución psíquica se basa en el
modelo del aparato psíquico y lo divide en tres sistemas que incluye el consciente, el
preconsciente y el inconsciente. Estas son subestructuras estables que se relacionan
entre sí y procesan la actividad mental en secuencias temporales. El sistema
inconsciente se forma a partir de huellas mnémicas y representaciones-cosa que
atribuyen sentido a los procesos psíquicos. La percepción y la conciencia pueden ser
activadas por estímulos externos o por una regresión tópica. El sistema preconsciente se
desarrolla con la incorporación de representaciones de palabras, lo que permite el
pensamiento reflexivo. Luego, la segunda tópica, compuesta por Yo, Ello y Superyó,
complementa la primera tópica y amplía la perspectiva metapsicológica. Estos dos
modelos teóricos no se superponen ni son antagónicos, sino que se relacionan entre sí.
El funcionamiento anímico se basa en múltiples lugares psíquicos que establecen
relaciones económicas y dinámicas. Este modelo teórico permite comprender los
procesos conscientes-preconscientes y los inconscientes, tanto en la normalidad como
en la patología.
La invención freudiana no se limita a describir el funcionamiento del modelo
para un sujeto adulto, sino que también aborda su surgimiento y desarrollo. Se considera
el sustrato neurológico previo que sustenta el psiquismo y los principios fundamentales
como la inercia neuronal y el principio de constancia. La experiencia del propio cuerpo
y las experiencias vinculares básicas también desempeñan un papel crucial. Estos
aspectos determinantes, comunes a todos los seres humanos dentro de ciertos límites,
son puntos de partida en la organización del aparato psíquico. Para Freud, el aparato
psíquico no viene predeterminado, sino que debe construirse con el tiempo. Este
proceso de autopoiesis psíquica surge a partir de condiciones reguladoras y se origina de
manera traumática. A través de la organización del sistema nervioso y la dotación innata
de respuestas, se desarrolla una nueva organización con el propósito de regular los
excesos de excitación. La inclusión del concepto de trauma está asociada a la idea de
excesos cuantitativos. Para la constitución de ese nuevo espacio que es la psique se
requiere, entonces, del encuentro oportuno de dos agentes fundamentales. Por un lado,
la actividad del otro en tanto auxiliar. Por otro, la que proviene de lo que constituirá el
ámbito del sujeto, determinada en los primeros momentos por las formas adaptativas
innatas.
La pulsión surge del encuentro entre la cantidad de excitación que requiere
descarga y la representación que la guía hacia la complejización del deseo. La forma
representacional primordial, conocida como pictograma, resulta de la acción intrusiva
del otro auxiliar y marca la transición del Principio de Constancia al Principio del
Placer-displacer. Se reconoce un sistema de tres componentes interactivos: formas
adaptativas innatas, cantidad de excitación somática y actividad del otro auxiliar, que
generan el nivel representacional necesario para la producción del sujeto.
La Pulsión de Vida, con su placer corporal y energía libidinal, impulsa la
construcción y complejización psíquica, convirtiendo la insuficiencia adaptativa de
nuestra especie en un motor para la creación de cultura. La representación se vuelve una
actividad fundamental que supera el placer de órgano. El requisito para la creación de
un nuevo espacio subjetivo es la capacidad de representación, que permite la
construcción de la compleja estructura
a de la mente. El sistema representacional no es un simple archivo de imágenes,
sino un proceso permanente en el que las exigencias de trabajo se cualifican y
libidinizan para su operación por parte del psiquismo. La organización del sistema
nervioso humano provee respuestas innatas, pero estas se integran en un complejo
sistema de intercambios con el entorno, especialmente con el auxiliar, generando una
nueva organización que constituye el aparato psíquico. Esta neoformación supera el
nivel biológico y se rige por sus propias leyes, incluyendo la cuestión del sentido como
componente rector de la causalidad en el espacio psíquico. La dimensión relativamente
permanente se flexiona en función de las contingencias históricas, y la identificación
juega un papel clave en la construcción social de la subjetividad. La constitución
psíquica se ve influenciada por lo social, ideológico y político de una época histórica.
La producción no solo crea un objeto para el sujeto, sino también un sujeto para el
objeto, como planteaba Marx en 1859.
La identificación es un proceso fundamental en el desarrollo psíquico, en el cual
el sujeto se organiza a partir de la imagen de otro como modelo. Desde los primeros
vínculos, la perspectiva del otro influye en la concepción de sí mismo del sujeto en
formación. Este mecanismo de identificación primaria transmite formas ideológicas,
tanto universales como históricamente específicas. Desde el inicio de la vida psíquica,
operan dos tendencias: una orientación realista basada en lo biológico y una tendencia a
la repetición imaginaria de experiencias placenteras. El proceso de construcción
psíquica se desarrolla a partir de la satisfacción de necesidades y la búsqueda de placer.
El principio del Placer sustituye al Principio de Constancia como el nuevo
principio que guía el funcionamiento psíquico. Se busca no solo la reducción de
excitación, sino la recuperación de la vivencia subjetiva del placer, lo que conduce a la
búsqueda de nuevas combinaciones perceptuales. El Yo-placer purificado representa un
nivel de organización del Yo en el cual se identifica con lo placentero y proyecta lo
displacentero hacia el exterior. En esta etapa de la organización psíquica, el psiquismo
toma como modelo el funcionamiento corporal. La identificación primaria modela al Yo
temprano basándose en la imagen del objeto. El Yo se desarrolla como un resultado de
vínculos de objetos resignados, dejando huellas duraderas que construyen el carácter del
sujeto. La influencia social y cultural se hace presente en el proceso de constitución del
Súper Yo, que conecta aspiraciones ideales con investiduras incestuosas condenadas. El
Ideal premia ciertos destinos de la libido que pueden ser valorados de manera diferente
en distintas culturas.
La constitución del psiquismo y la producción de subjetividad se superponen y
forman un solo campo en el cual es difícil distinguir matices. En el ámbito del
Psicoanálisis, el papel del otro en la constitución subjetiva ha adquirido protagonismo,
destacando la violencia primaria del discurso del otro y la violencia de la seducción
originaria. Se enfatiza la acción concreta del otro real, como la madre "suficientemente
buena" y sus funciones en la construcción de subjetividad. También se ha explorado la
creatividad y la imaginación radical como elementos importantes en la constitución
subjetiva. En cuanto a la historia de cada sujeto, la posibilidad de transformar los
acontecimientos en historia y evitar sucumbir al trauma es crucial para la existencia del
sujeto. Los recursos empleados para lograr este proceso pueden cambiar, pero la base
somática, la unidad y continuidad de la memoria, la persistencia de los deseos y
defensas, y la atemporalidad del inconsciente permanecen como elementos
fundamentales que nos dan la ilusión de ser siempre los mismos en un flujo constante.

Encuadre

Silvia Ferreira “Bitácora te travesía clínica: los adolescentes y


la virtualidad de los tiempos”
El trabajo clínico con adolescentes es una experiencia inquietante para el
analista. Se enfrentan días tranquilos y días tumultuosos, con riesgos y descubrimientos
sorprendentes. Es una travesía acompañada de la reorganización subjetiva impuesta por
la metamorfosis adolescente. El analista, a pesar de su adultez y herramientas teóricas,
no está protegido. Por eso, el trabajo clínico con adolescentes es de gran interés, ya que
desafían nuestras creencias establecidas. Winnicott (1968) sostenía que en la inmadurez
del adolescente radica su más preciada potencialidad creativa. A pesar de que ciertos
aspectos invariables persisten en los procesos psíquicos de la adolescencia, las
adolescencias contemporáneas han convertido lo virtual en un entorno habitable. Esto se
debe tanto a su creación como al uso particular que le dan. Es en estas plataformas
virtuales donde ocurre la reorganización psíquica adolescente. Esta novedad plantea
desafíos para nuestra práctica y posición como analistas, los cuales intentaré abordar.

Sobre mapas y brújula: el problema de la extranjeridad epocal

Desde que surgió como concepto, los adolescentes han utilizado la oposición
para generar cambios en las referencias culturales e identitarias de generaciones
anteriores, desmarcándose de ellas. Los adolescentes contemporáneos son más bien
subversivos. Buscan cuestionar los parámetros desde los cuales se concibe el mundo,
incluyendo a los adultos, incluidos los analistas. La fuerza destructiva de los
adolescentes de hoy se hace sentir, poniendo en duda las formas que considerábamos
existentes desde siempre, simplemente por estar naturalizadas. La velocidad de los
cambios es tal que se produce un desprendimiento de los modelos identificatorios y las
fronteras simbólicas entre generaciones cercanas. Esto genera incomprehensión y un
profundo sentimiento de soledad, a veces visible como desconexión, como consecuencia
del desarraigo. En las culturas prefigurativas actuales, el no saber no se ve como una
carencia, sino como una herramienta eficaz y necesaria para habitar contextos
cambiantes, inestables y flexibles, frente a los cuales los paradigmas preexistentes
resultan inoperantes y obsoletos.

La cibercultura surge como resultado de un movimiento deconstructivo liderado


por los adolescentes, que cuestiona el pensamiento binario dominante en diversos
aspectos de la vida. Estas transformaciones culturales dejan huellas en la formación
psíquica y en la configuración de la subjetividad. En este contexto de cambio epocal, es
necesario replantear nuestros modelos conceptuales para comprender la subjetivación.
Los desafíos que enfrentamos como analistas requieren mayor inventiva y menos
rigidez en nuestros enfoques y teorías.

Uno de los mayores obstáculos en la labor clínica radica en la estrechez de


percepción del analista, lo cual puede llevar a una restricción epistemológica. Trabajar
en nuestros puntos ciegos sigue siendo relevante. Es necesario ampliar nuestra noción
de referencia temporal y reconocer los esquemas que formatean nuestra realidad, para
no considerar lo nuevo como deficitario o errático, sino como algo novedoso.
Sumergirse en lo virtual implica una transculturación del analista, adaptándose a nuevas
referencias culturales.

Nuevas mares: Jugando Marco Polo

Las travesías clínicas requieren condiciones para llegar a buen puerto. El


encuadre terapéutico suspende temporalmente la realidad adaptativa, permitiendo
reflexión y metabolización psíquica. Estas reglas de juego deben ser constantes pero
flexibles para adaptarse a cada consulta. En el caso de los pacientes adolescentes, su
presentación en el consultorio refleja su conexión con la cibercultura. Utilizan sus
dispositivos móviles, interactúan en redes sociales, comparten su sufrimiento y
experiencias vitales. Esto no debe verse como resistencia, sino como parte de su forma
única de habitar un mundo en el que lo online y lo offline están entrelazados. Es
importante que el analista se atreva a explorar la experiencia virtual de los adolescentes,
investigando cómo y cuándo la utilizan (que hacen ahí, cuando, como) son aspectos que
incluir e indagar en las entrevistas.

En las plataformas digitales, los adolescentes llevan a cabo tareas de


reorganización y subjetivación, buscando desprenderse de posiciones infantiles,
construir autonomía y reorganizar su mapa de identificaciones. Es crucial que el analista
se adentre en este mundo virtual para comprender las dinámicas psíquicas en juego.

La falta de familiaridad del analista con lo virtual lo deshabilita en el trabajo


clínico con adolescentes. Es necesario incorporar una semiología de las actividades
virtuales al diagnóstico, reconociendo los usos transicionales que permiten al
adolescente enfrentar las demandas de la metamorfosis. Además, se deben identificar
usos problemáticos que reflejan dificultades en la transicionalidad. En estos casos, la
psicoterapia requerirá intervenciones estructurantes para promover nuevas
organizaciones psíquicas y permitir un juego con efecto subjetivante (Winnicott, 1968)

La metapsicología winnicottiana sugiere que el Jugar (Play) puede servir como


modelo para abordar la clínica y la postura terapéutica en el trabajo con adolescentes.
Esto implica que la tarea terapéutica debe encarnar el juego mismo, adoptando un
enfoque artesanal y abierto a la incertidumbre, con una mirada amplia tanto en la
subjetividad como en el contexto intersubjetivo. Es importante ser solidarios con la
espontaneidad del gesto que promueve la subjetivación, en lugar de enfocarse en
adaptaciones rígidas. Aunque existen condiciones y reglas que hacen posible esta
clínica, es crucial evitar la ritualización técnica y las repeticiones teóricas que puedan
limitar su capacidad inventiva. Cabe destacar que, como analistas de adolescentes hoy,
es importante jugar más a Marco Polo que al ajedrez. La preferencia de los adolescentes
por la multiplicidad de textualidades, dispositivos y lógicas en sus interacciones
terapéuticas imprime un ritmo particular en los encuentros. La trama intersubjetiva tiene
un peso significativo en la clínica con adolescentes, ya que otros actores, como pares,
amigos, padres y grupos, también participan activamente en el mundo adolescente. El
juego clínico se convierte en un juego multijugador, y las estrategias deben contemplar
esta complejidad, considerando el reposicionamiento y la resignación de pretensiones
narcisistas y edípicas que involucran a toda la familia.

Si bien las condiciones del encuadre pueden cambiar con el tiempo, no deben
adoptarse simplemente por modas, sino que requieren una fundamentación teórica que
comprenda las implicancias de las prácticas clínicas en línea, sin descuidar las
necesidades terapéuticas de cada caso. Aunque los adolescentes tengan habilidades
tecnológicas, su implementación en el contexto clínico no siempre será determinada por
criterios clínicos, lo cual se debe explorar en las entrevistas iniciales o diagnósticas.

Los adolescentes tienden a preferir el espacio presencial para el encuentro


analítico, especialmente en las etapas tempranas de la adolescencia. La presencia real
del analista y su acompañamiento son fundamentales para apoyar al adolescente en su
transición, brindando una presencia cálida y confiable que permite un trabajo psíquico y
representacional. Sin embargo, en etapas más avanzadas de la adolescencia, las
plataformas virtuales pueden ayudar a mantener experiencias analíticas durante períodos
nómades, caracterizados por la búsqueda constante de nuevas oportunidades y
experiencias. En este sentido, la metapsicología del acontecer adolescente puede servir
como brújula y faro para orientarnos en las rutas clínicas a seguir. La fascinación de los
adolescentes por las imágenes está relacionada con su reordenamiento narcisista. Las
imágenes pueden servir como un puente para esta tarea. La inmersión en entornos
virtuales también favorece nuevas formas de pensamiento perceptual. Por lo tanto, el
diseño de las intervenciones terapéuticas debe tener en cuenta estas mutaciones en
curso. El uso de imágenes en las intervenciones promoverá flujos asociativos y estará
más relacionado con lo cinematográfico que con la narrativa escrita. Tomando como
modelo la producción onírica, se puede facilitar un trabajo de elaboración secundaria
que fomente la expresión verbal en los adolescentes.

Oráculos virtuales y transferencia

Las redes sociales y Google tienen un gran poder de conocimiento sobre


nosotros y pueden influir discretamente en nuestro flujo virtual. Esto plantea desafíos
para mantener la abstinencia y ser un espejo neutral en el análisis. La necesidad de
abstinencia del analista sigue siendo crucial tanto en el consultorio como en las
plataformas virtuales. Configurar un perfil social, manejar la privacidad y decidir sobre
las solicitudes de contacto se convierten en consideraciones importantes para el analista.
En la clínica con adolescentes, el analista representa el mundo adulto y enfrenta
transferencias relacionadas con esta figura. Se esperan confrontaciones y movimientos
negativos en busca de autonomía, pero también idealizaciones que evitan la
confrontación necesaria para el crecimiento adolescente. Si el analista encarna el papel
de oráculo, la resistencia puede dificultar la transformación del adolescente.

Freud señaló que las tempestades transferenciales representan los mayores


desafíos técnicos para un terapeuta. Sin embargo, en la clínica con adolescentes, estas
dificultades son aún mayores. Esto se debe a la conmoción narcisista que experimentan
los adolescentes y a la complejidad de las transferencias que ocurren, involucrando a
personas significativas como padres, novios, amigos y grupos. Además, los pacientes
adolescentes ponen a prueba de manera intensa la confiabilidad del analista. Durante
este período crucial del análisis, el terapeuta debe enfrentarlo con valentía y
autenticidad. Los adolescentes son expertos en descubrir máscaras y falsedades, y es
indudablemente cierto, como afirmó Winnicott, que todo terapeuta que se embarque en
un análisis busca mantenerse vivo y despierto, sobrevivir. Este anhelo de supervivencia
es compartido por los adolescentes, ya que nada es más desalentador ni más terrible que
un adulto no logre sobrevivir a los embates agresivos necesarios para desmantelar la
grandiosidad que los padres tuvieron en la infancia.

Janin- “Los padres, el niño y el analista”


Cuando los padres consultan por sus hijos generalmente es un golpe hacia su narcisismo
que trae que su hijo tenga problemas. Ya que muchas veces a ese hijo se le depositan
proyectos no cumplidos, deseos insatisfechos, por lo que ante la pérdida de aquel niño
perfecto nos encontramos con la necesidad de desmentir el problema o de repararlo a
través de atribuir la dificultad a maestras otros niños, l escuela y demás, ya que muchas
veces son enviados por terceros, hay una defensa ante el registro de lo intolerable.
Hay que tener presente que este otro puede evocar ciertos sentimientos que traen
consigo otros personajes de nuestra vida donde descubriremos identificaciones,
repeticiones y demás pero que ante todo se trata de un otro semejante diferente y que no
será nunca lo mismo, que ante su sufrimiento habrá pedidos de una respuesta inmediata
de su parte pero de la que no se podrá dar respuesta en ese instante.
Las entrevistas abiertas, planteadas como un espacio no pautado, permiten encuadrar la
relación en un marco psicoanalítico, posibilitando el
trabajo posterior. Se les propone un espacio en el que pueden asociar, recordar, pensar,
en el que son
escuchados sin prejuicios, sin ponernos en el lugar de “saberlo todo” o pretender
mostrar acerca de cómo se debe criar a un niño. El relato que estos realicen sobre su hijo
es necesario para las vías identificatorias, los deseos que se han puesto con el, con
respecto a los padres se evaluará si pueden historizar la vida del niño, sobre su futuro
pero también ubicarlo como sujeto que sufre y en el caso de que esto no se, ayudarlos a
construir esa representación de “otro”. *Las entrevistas no tienen como finalidad
extraer datos “objetivos” de la historia del niño, sino la de conocer el relato que
ellos construyen acerca de este lo que transmiten, lo que dicen y lo que ocultan.
La repetición en juego: la constitución psíquica se da en una historia que excede al niño
mismo, una historia signada por otros.La sexualidad materna marca un cuerpo abriendo
caminos, diferenciando zonas, recorridos de placer y de prohibición. La capacidad
mediatizadora y continente de la madre posibilita ligar el dolor que irrumpió con la
fuerza de un rayo, destruyendo conexiones. Por identificación primaria con un
semejante investido especialmente se constituye el yo como yo de placer. La
estabilización de la represión primaria, como divisoria intersistémica, es efecto de una
larga historia de prohibiciones,
en que la madre transmite, en su rechazo a la sexualidad incestuosa, su propio sistema
de normas.

También se habla de que lo no tramitado en los antepasados retorne desde el niño,


hablando de una transmisión a través de generaciones, como un residuo. Los
padres suelen repetir con los hijos el vínculo que tuvieron con sus propios padres ,
poniéndose en juego aveces los ideales del ideal del yo los proyectos inconclusos,
esperando que el niño cumpla aquello que ellos no pudieron hacer , o que cubra el
agujero dejado por su propia insatisfacción.
En cada uno de estos casos, el trabajo psicoanalítico con los padres será diferente. En
tanto lo que predomine sea el narcisismo materno paterno, ellos serán el centro de la
escena, los protagonistas a los que habrá que contener, organizar, sostener y, sobre todo,
escucha r, ligando su discurso con sus angustias, sus temores y sus deseos, ayudándoles
a hacer un reordenamiento de sus ejes identificatorios en el lugar que se dan a sí mismos
y le dan al otro. Las intervenciones se centrarán en su sufrimiento y en el modo en que
repiten pedazos de su historia.
Los padres suelen reencontrarse en el hijo no sólo con los propios aspectos amados sino
también con aquello insoportable de sí, que vuelve desde el otro. En esos casos, el hijo
repite lo que se intentó expulsar, que retorna desde lo idéntico no-pensado. El modo en
que reaparece en los hijos lo desestimado, lo desmentido y lo reprimido de los padres,
marca diferencias.
Lo reprimido retorna, desde el niño, en forma de síntoma o en funcionamientos que
esbozan el armado de un síntoma. Cuando predomina la represión, se transmiten las
representaciones reprimidas pero también las normas y prohibiciones que impulsaron la
represión, las fallas del mecanismo defensivo, las grietas que deja. Este tipo de
repetición posibilita la construcción de fantasías.
Hay, según este autor, formas vivificantes y erotizadas de la transmisión (así, la
trasmisión de los deseos, como caminos abiertos en el hijo a partir del erotismo
materno-paterno, o la transmisión de ideales como aquello a alcanzar) y también formas
y modalidades mortificantes, como la insistencia de la transmisión de lo inerte, de los
enquistamientos y las fosilizaciones psíquicas (como cuando lo que se transmite es la
imposibilidad de elaborar un contenido psíquico, o los agujeros dejados por vínculos
violentos, o lo inelaborable de una vivencia traumática). Es decir, lo no-inscripto, lo no-
representado, lo que está encriptado también se transmite y marca un tipo de repetición
en la que no hay transformación alguna ni traducción: queda una marca que insiste en
una repetición siempre idéntica a sí misma. Así, lo no metabolizado de los padres suele
transmitirse en forma “bruta”, en una repetición idéntica. Y cuando el afecto, la idea
delirante o la vivencia traumática se transmiten a los hijos, estos repetirán en su vida
esos trozos de vida ajenos.
Haydée Faimberg afirma que, en estos casos, el psiquismo parece vacío pero en realidad
está “lleno” de una historia que corresponde a otro.
A veces, los padres consultan por un niño con el que se identifican totalmente,
identificación que borra diferencias y que deja al niño sumido en un “ser” sin ser, en
tanto sólo puede existir como fotocopia de alguno de sus progenitores. De este modo, el
niño queda inscripto en una repetición en la que él carece de destino propio. La
afirmación “Es igual a mí”, puede servir tanto para minimizar el sufrimiento del niño
como para desconocerlo como sujeto. Pero también puede ser el primer paso para un
intento de comprensión del sufrimiento del otro. Una de las cuestiones centrales en las
entrevistas con los padres es permitir el despliegue de las identificaciones. Hay infinitas
posibilidades, pero vamos a describir algunas; el niño puede ser confundido con: otro
muerto, otro odiado, otro idealizado, y en los tres casos no se lo mira ni escucha

Así, se le atribuye a un niño un destino ajeno y no se le da otra salida. La afirmación


inconsciente: “él es otro”, opera como enunciado desubjetivizante. Si uno sólo es
actor de una historia que ya se encuentra escrita y sólo puede cumplir con el papel
asignado, la subjetividad se borra.
Y esto solamente puede engendrar fracasos, lo que incrementa en los padres la
decepción y el odio.
Los padres en los que predomina la conflictiva narcisista tienden a identificar al niño
consigo mismos, a considerarlo como un aspecto propio siempre que el niño coincida
con los aspectos idealizados del propio yo-ideal.
Pero cuando se muestra diferente a lo esperado, pasa a ser “el otro”, “el extraño”, “el
no-yo”. También, el niño puede ser el portador de lo propio rechazado de sí mismo
Considero que el psiquismo se constituye en base a vivencias, que es a partir del
encuentro de lo pulsional con la realidad psíquica de los padres, que quedan
inscripciones, marcas, que se organizan y reorganizan de acuerdo a ciertos criterios
lógicos. Fantasías primordiales, modos de enlace entre las representaciones, tipos de
pensamiento predominante arman caminos sobre la base de las huellas que dejaron las
vivencias. Y entiendo que las vivencias con ambos padres dejan marcas privilegiadas,
tanto las vivencias de placer como las de dolor.
En tanto la realidad fundamental para un niño es la realidad psíquica de sus padres, es
imprescindible trabajar con esa realidad psíquica para posibilitar transformaciones en el
niño mismo.
En primer lugar, ubicarse como psicoanalista con los padres implica escuchar todo su
discurso sin establecer privilegios a priori, intentar el rastreo en su historia infantil,
dirigirse a ellos, no para dar información acerca de lo que supuestamente le ocurre a un
tercero, sino remitiéndolos a sus propias vivencias, sentimientos e ideas.
El trabajo con padres implica hacerles repensar su historia, poder encontrar los puntos
de repetición, ayudarlos a diferenciar su propia historia de la del hijo. No es un trabajo
pedagógico. No somos maestros ni jueces. Nos ubicamos como analistas con ellos.
Al darles un espacio en el que la descarga afectiva se pueda ir transformando en
asunción de sus sentimientos y en reflexión sobre los mismos, se inaugura una mirada
diferente sobre sí mismos. Si pueden conectar su historia con la del niño podrán ir
registrando las vías identificatorias y esto abrirá el camino para que le otorguen al niño
un otro espacio, para que lo ubiquen como semejante.
Para ser sostén de otro uno tiene que poder sentirse sostenido internamente, tener una
representación de sí que le permita tolerar los avatares del vínculo con los otros. Si el
analista puede registrar y soportar el sufrimiento en juego en el discurso de los padres,
construirá una vía para que ellos registren y soporten el sufrimiento del niño. ener
algunas entrevistas vinculares del niño con la madre y del niño con el padre, así como
algunas entrevistas familiares, puede ser de gran ayuda en el marco del análisis de un
niño.
Estas entrevistas nos permiten ir viendo, en el presente, la repetición de estilos
vinculares, la adjudicación de lugares, de modos de dirigirse a los otros. A veces,
aquello que los padres no podrían relatar, porque no lo han registrado concientemente,
se hace evidente en el espacio analítico. Esto permite retomarlo y trabajarlo con ellos,
posibilitando la asunción de determinaciones que de otro modo quedarían ocultas o
tardarían mucho más tiempo en develarse. A veces, facilita también la conciencia por
parte de ellos de algunos actos y gestos que permanecían opacos, invisibles o eran
desmentidos.
Transferencias múltiples
Transferencias y contratransferencias múltiples... El niño jugará con nosotros
acercamientos y distancias. Cada uno de sus padres pondrá en juego sus propias y viejas
historias en su repetición con el analista. Seremos ubicados como padres de ellos
mismos, como atacantes externos, como modelos, como jueces y por momentos como el
hijo. Repetirán con nosotros los deseos e ideales que juegan con su hijo. Y esta
repetición nos posibilitará ir desanudando, en el aquí y ahora de la transferencia, lo que
se pone en juego con el niño. Así, podremos ser maltratados, desoídos, temidos o
amados.
Pero también nosotros, analistas, actuaremos, sentiremos, recordaremos con cada uno de
ellos trozos de nuestra historia, rediviva en la relación transferencial con ese niño, con
esa madre, con ese padre. Trozos diferentes de diferentes historias...
Así, pensar las transferencias de los niños es pensar en las transferencias de los padres,
de los abuelos y también en las del analista. El trabajo psicoanalítico con los padres es
siempre posibilitador. Ya sea que trabajemos sólo con ellos, o preferentemente con
ellos, ya sea que pongamos el acento en el trabajo con el niño, las entrevistas con los
padres allanan el camino de la cura.
A la vez, complejizar y subjetivar son metas de todo análisis, no sólo con
los niños sino también con los padres. Quizás perdernos, reencontrarnos, acompañar al
niño y a su familia en los movimientos de idas y vueltas, de encuentros y desencuentros,
de silencios y gritos, será el camino que haga posible el análisis de un niño.

Emma Ruiz; Martin del Campo- “La entrevista como encuentro


de subjetividades”
En psicoanálisis la entrevista a profundidad (una entrevista que promueve la expresión
más libre posible del individuo) se usa para explorar la subjetividad y reformular en tal
proceso una historia de vida
Para distinguir si una entrevista se centra en la indagación de la subjetividad misma o en
los elementos de la cultura en la que se inserta el sujeto entrevistado, lo definitorio no es
tanto si la entrevista es individual o grupal sino dónde se pone el énfasis al realizar la
indagación y la interpretación del material: mientras que al investigar la subjetividad el
entrevistador acompaña al sujeto en la comprensión de sí mismo y de su historia
individual (aunque ésta tenga que ver con la cultura), cuando se trabaja como etnólogo o
antropólogo social la historia individual es interpretada a la luz de los movimientos
sociales del contexto en que se ubica el sujeto. También los instrumentos de trabajo en
uno y otro caso son distintos: el psicoanalista cuenta con una formación que le permite
desentrañar la inconsciencia y la emocionalidad que se manifiestan conflictivamente y
con dolor y trabaja con el sujeto para hacer consciente lo inconsciente y como diría
Freud intentar ‘convertir la miseria neurótica en miseria humana común’.
La entrevista psicoanalítica La entrevista psicoanalítica es el comienzo de una serie de
encuentros tendientes a reformular la historia de vida de un sujeto, ampliando el
espectro de ideas, fantasías y afectos accesibles a su conciencia; se trata, en buena
medida, del punto de partida de un proceso en que el entrevistado abre su intimidad para
intentar comprenderla más profundamente acompañado por el o la psicoanalista, y éste
a su vez se dispone a escuchar al otro con una escucha que va más allá de la
comprensión de lo manifiesto y rastrea a través del seguimiento de la emocionalidad, de
la narración en forma de asociación libre, de los sueños, de los actos fallidos, de los
síntomas y aun de los silencios, contenidos cifrados o inconscientes de la subjetividad
de su interlocutor para desentrañarlos y comunicárselos. En la entrevista psicoanalítica
es fundamental la comunicación de inconsciente a inconsciente, la empatía y la
comprensión de las sucesivas constelaciones que se gestan de transferencia y
contratransferencia.
La comunicación de inconsciente a inconsciente tiene que ver con el uso de la intuición
n y se basa en la lectura de leves signos que comunican mensajes todavía no explicables
claramente para la racionalidad pero que a través de la emocionalidad se perciben como
certeros y son indicadores que nos guían.La empatía parte también de la intuición,e nos
permite comprender a profundidad lo que nuestro interlocutor experimenta.
La entrevista psicoanalítica es un instrumento para rastrear una historia singular, que
como ya vimos más arriba, es producto de una realidad vincular. El entrevistado llega
ante el analista con su subjetividad gestada y transformada a lo largo de su
historia libidinal, la cual se manifestará en formas particulares de reacción que
aprendió en la interacción con sus antiguos objetos amorosos y que tenderá a repetir
en la relación con el analista, pero el analista también es único, singular y pondrá en
juego su subjetividad en la interacción con su interlocutor, sólo que éste, en el mejor de
los casos, ha pasado por un proceso de conocimiento de sí mismo que le permite
percibirse, manejar sus pulsiones y poner su emocionalidad al servicio de la escucha y
comprensión del otro como otro.
En su interacción con el analista, el entrevistado produce pues transferencias, esto es,
“reediciones, reformulaciones de impulsos y fantasías que durante el avance del
análisis han de despertarse y ser hechas conscientes y que son una expresión de
una tendencia típica de la especie (humana, E. R.) de sustituir a una persona con la
que se tuvo una experiencia anterior por la persona del médico (respectivamente el
analista, E. R.). Para decirlo de otra forma: toda una serie de vivencias psíquicas
tempranas se revivencían experimentándose no como ligadas al pasado, sino como
resultantes de la relación actual con la persona del médico (respectivamente del analista,
E. R.)”. [6] Eltomar conciencia de la inadecuación de ciertas respuestas a la situación
vincular actual permite introducir lo nuevo que se alberga en el seno mismo de la
repetición. La relación actual entrevistador/entrevistado es potencialmente creativa, a
través de ella se pueden descubrir nuevas perspectivas de sí mismo (y no sólo en el
entrevistado, el entrevistador aprende también de la nueva relación), se pueden corregir
formas de reacción inadecuadas y se pueden generar otras menos conflictivas y más
productoras de placer.
La contratransferencia, por su parte, de acuerdo a Krüger Zeul como “todas aquellas
actitudes y ocurrencias emocionalmente condicionadas (…) que en el curso de un
proceso psicoanalítico aparecen espontáneamente en el analista. Ellas muestran la
disponibilidad de respuesta inconsciente del analista a la oferta inconsciente del
paciente y amplían el espectro de interpretaciones formulables.” [7] Al hacer
consciente su contratransferencia, el analista trabaja con su propia subjetividad como
instrumento al servicio del conocimiento del otro.
Si bien la transferencia y la contratransferencia son fenómenos típicos de todos los
integrantes de la especie humana y se expresan en cualquier relación; de tal forma que
la repetición de esquemas de interacción aprendidos en la infancia puede ser detectada y
eventualmente corregida. A través de la entrevista a profundidad de corte psicoanalítico
se rastrea pues una historia de vida, pero se accede al pasado no como un cúmulo de
datos rígidos e inalterables que están ahí para ser recapturados, sino que a través del
encuentro de dos subjetividades se produce algo nuevo, se refleja la historia libidinal de
los sujetos y dicha historia se mira desde una perspectiva diferente, marcada por el
presente específico. El reconocimiento de la subjetividad también se produce en la
interacción.

Favre “La consulta de los padres por su hijo”

En la consulta por un niño -como psicoanalistas- debemos escuchar qué se pone en


juego en relación a la demanda. En algunas situaciones clínicas los padres han
recibido una derivación por parte de la escuela o del pediatra y concurren a la
consulta pero no hay demanda. Hay intervenciones por parte del analista que son
específicas para que ésta se constituya y es fundamental porque está relacionada
con la transferencia que es el pivote de la cura. En este artículo también queda
ubicada la importancia de las entrevistas preliminares que permiten ubicar quién
es el paciente al escuchar -en lo que traen los padres y el niño- qué lugar ocupa éste
en la estructura .

A veces lo que consideramos demanda en el sentido psicoanalítico no está presente. En


esos casos los padres hacen la consulta porque son derivados por la escuela o por el
pediatra, por ejemplo.
En este caso el analista pone en juego su deseo, oferta una escucha proponiendo en acto
que hay una causa diferenciable que constituye la consulta en demanda. Esto implica la
posibilidad que los padres ubiquen en el lugar del analista la suposición de un saber
respecto del padecimiento del niño. Entonces la demanda conduce a la instalación de la
función sujeto supuesto saber, función que sostiene el analista y que posibilita la
insistencia de la cadena significante. Este deseo de saber en torno a un enigma dará
lugar a entrevistas preliminares que permitirá ubicar a qué responde este padecimiento
que está en relación con la pregunta ¿qué lugar ocupa el niño en la estructura? En la
consulta -volviendo a las fuentes freudianas- queda situado que la escucha analítica es
posibilitar que la palabra advenga, la palabra verdadera .
Lo que es fundamental es que el analista en su posición no pierda de vista que es
consultado por el niño. Pero ésto no invalida la escucha analítica al discurso de los
padres ya que ese niño ocupa un lugar en la trama inconsciente de los padres.
La teoría lacaniana ubica al niño como objeto “a” en relación al fantasma de la madre
(fantasia, una escena de un deseo icc). Con esa letra nombra Lacan justamente el objeto
causa. Decimos entonces que en la consulta de los padres por su hijo algo de la
estructura se mueve, se pone en causa en tanto estructuralmente el niño ocupa ese lugar
en el fantasma materno. En Introducción al narcisismo Freud plantea que el niño es para
el narcisismo de los padres su majestad el bebé. Sobre este punto es necesario hacer
especificaciones porque a veces los niños soportan y exhiben fragmentos no tramitados
de la hostilidad paterna. La no asunción subjetiva de la destrucción, produce un
desplazamiento enmudecido al lugar del hijo en el que se deposita lo rechazado.
Lacan habla del síntoma del niño como respuesta a lo que hay de sintomático en la
pareja familiar, que puede representar la verdad de la pareja. Distingue esta posición
sintomal del niño de otra posición que es cuando el síntoma que llega a dominar
compete a la subjetividad de la madre. El niño está en este caso involucrado como
correlativo de un fantasma. En esos casos el niño “realiza” (hace real) la presencia de lo
que Lacan designa como objeto “a” en el fantasma. Encontramos en algunos casos
madres melancolizadas que no disponen del reservóreo libidinal para sostener e investir
al infans.
Tenemos entonces que en algunas consultas los padres no consultan por su hijo
separado de la problemática de ellos, en tanto esta problemática se les presenta –la de
ellos- muda.. Podríamos decir que hay un exceso traumático, inasimilable, dolor que
desborda en el lugar del hijo pero sin poder, los padres, implicarse. En estos casos es
fundamental que el analista no se apresure a hacer una derivación de los padres a otro
analista, ésto podrá hacerlo en otro momento. Son las consultas más difíciles porque
generalmente estamos tentados a querer implicar a los padres fuera de timing, con
resultados generalmente adversos.
La transferencia es a la vez motor y obstáculo en la cura. Todo movimiento en el
análisis da cuenta de la misma. Movimiento de apertura y cierre. En la clínica con niños
nos encontramos con un campo transferencial complejo donde es fundamental lo que se
inscribe desde la primera entrevista con los padres. Es necesaria la instalación de la
función sujeto supuesto al saber en el analista, por parte de los padres, para que los
niños puedan instalarse en la escena analítica aunque no sea con una demanda propia.
Dado que el niño ocupa el lugar de objeto “a” en la estructura, el analista queda situado
como soporte del objeto en ese lugar cuando es consultado por un niño, o sea queda en
relación al nudo en la estructura, lugar de la causa, donde convergen el fantasma de la
madre y el fantasma del padre. O sea, en el entredós de los padres. Me estoy refiriendo a
la historia simbólica de cada uno de ellos no a su realidad. En las situaciones clínicas en
que el niño está incluido en la subjetividad del adulto, en la medida que no están
constituidos aún los espacios propios del sujeto, en esos casos el niño tiene un
posicionamiento de sujeto a advenir. En esas situaciones los padres -cuando la oferta de
la escucha analítica transforma la consulta en demanda, como decíamos- transfieren en
el lugar del niño, y es función del analista del niño ser soporte en la transferencia de
“eso” que ha quedado forcluído o renegado en los padres. Considero que en estos casos
los padres pueden inaugurar en la consulta por su hijo un modo de empezar a hacer algo
ante lo que, porque se les presenta como lo inasimilable, como horroroso, o a veces
siniestro es ubicado en calidad de objeto. Desde esta posición en la transferencia el
analista de niños va haciendo intervenciones o indicaciones de acuerdo al timing en
relación al niño, en relación a la pareja parental o en relación a alguno de los padres. Me
refiero que podrá luego de un tiempo de trabajo de construcción de los espacios del
sujeto proceder a la derivación de la pareja de padres o de alguno de ellos en particular.
A diferencia de lo que ocurre con la posición del niño como objeto en el fantasma de la
madre, en el síntoma el niño manifiesta una posición, una respuesta respecto del
fantasma del Otro Primordial pero para eso requiere de una distancia respecto del deseo
de la madre, de una mediación que está dada por la función Nombre del Padre entre las
identificaciones al ideal del yo y el deseo de la madre, que conduce a la constitución del
Ideal del yo . En general la temática que los padres traen como síntoma no aparece tal
cual en el discurso de los niños cuando ellos pueden formular una demanda. El
comienzo de un análisis tiene que ver con la formulación de una demanda con aquello
que articula algo del orden del deseo. No se trata de una formulación necesariamente en
la dimensión de lo simbólico, una formulación a través de la palabra. Muchas veces el
analista hace intervenciones con el niño y con los padres para posibilitar que el síntoma
del niño entre en transferencia. Este trabajo hace a la renuncia pulsional en la que el
niño está retenido. Esto lo voy a mostrar a través de casos clínicos.

Osvaldo Frizzer- “La transferencia en el abordaje


psicoanalítico de niños”
La transferencia, desde los primeros escritos freudianos, implica desplazamiento.
Transferir es desplazar desde un deseo inconsciente a un resto diurno, desde un pasado a
un presente. Se trata de un principio general. El deseo, para poder burlar la censura, se
apodera de formas nimias, casi vacías, despojadas de su carga. Es fácil advertir, por lo
tanto, que según esta primera concepción la transferencia es el mecanismo de todas las
formaciones del inconsciente. Un pasado se actualiza, se repite con la persona del
analista. La transferencia se convierte entonces en motor y resorte de la cura, en eje
privilegiado para hacer consciente lo inconsciente y para la aparición de aquello que por
traumático retorna. Retorno que en algunos casos lleva a elaborar (“Recuerdo,
repetición y reelaboración”), mientras que en otros momentos porta el signo de lo
compulsivo tratando de inscribir lo traumático y repitiendo el fracaso ante esa tarea.
Entonces, si la transferencia en su sentido amplio es repetir, es transferir de un pasado a
un presente, de uno a otro y si ese amplio sentido se restringe luego a lo que ocurre con
el analista (neurosis de transferencia), habremos de considerar los siguientes ejes: a) Lo
que los padres transfieren al hijo. Lo que el niño representa, actualiza en los padres. b)
El desencadenante de la consulta como un ahora que presentifica un pasado. c) Lo que
los padres transfieren al analista. d) Lo que el niño transfiere sobre la persona del
analista. e) Lo que el analista transfiere en un niño y en los padres.

 Lo que los padres transfieren al hijo :Un niño es aquel que desde su
desvalimiento e indefensión queda ofrecido para ser investido por los adultos.
Un hijo, entonces, será aquello que los padres adscriben en él de sus anhelos y
deseos (“Su majestad el bebé”) y desde su propia historia traumática. El pequeño
será el que habrá de cumplir los sueños no realizados de sus progenitores y quién
habrá de repetir una historia que le antecede, repetición cuyo fin podría ser
elaborar o ligar lo traumático de ella, pero que llevando la marca del fracaso,
será compelido a repetir lo mismo
 El desencadenante de la consulta como un ahora que actualiza un pasado
La importancia de lo que llama entonces análisis de prueba, también conocido
por todos como primeras entrevistas o entrevistas preliminares. Período éste al
que no podemos adscribir de entrada una duración determinada; podrán ser una
o diez sesiones, lo importante es que el objetivo habrá de ser producir un
comienzo de análisis, es decir, “despejar el terreno” para que comience a
aparecer la causa que los trae.
Sabemos que no es indiferente que alguien llegue porque se lo indicaron o por propia
iniciativa. Tampoco es indiferente, en el caso de haber sido enviados, el por qué de la
aceptación. En toda llegada a un analista hay fundamentalmente dos cuestiones que se
ponen en juego. Una de ella es el qué del momento actual ha resultado más inquietante
o conmovedor, qué de la actualidad ha producido un corte de una rutina, aunque muchas
veces no quede registrada como tal. La otra cuestión, vinculada sin duda con lo anterior,
es qué teoría o teorías se ponen en juego como explicación acerca del por qué piensan
que las cosas suceden de esa determinada forma. Camino que se irá recorriendo desde lo
más superficial, que ofrecerá resistencias, pero que al mismo tiempo será el medio de
hallar los hilos lógicos para entender por qué un niño ha sido puesto y se pone en
determinado lugar.
 Lo que los padres transfieren al analista Decía hace un momento, a propósito
de la consulta por Adrián, que la misma había sido desencadenada por la
escuela. Esta forma de presentación es relativamente frecuente cuando de niños
se trata; una instancia externa que opera como simbólica advierte sobre algo que
considera un problema. Agregué entonces que las entrevistas preliminares
tenderían a ir instaurando un interrogante en los padres, un ¿Por qué sucede
esto? ¿Qué pasa? Y, junto con estas preguntas, posibles respuestas. Quedará
abierta así la dimensión de la transferencia analítica. Hay una pregunta y ésta es
dirigida a alguien a quién por alguna razón se le atribuye un lugar de autoridad,
un lugar de ideal. El pedido adoptará diversas formas; una de las más conocidas
se expresa más o menos así: “Queremos que nos diga qué hacer, cómo tratarlo”.
Se habrá establecido así la transferencia en esa dimensión de sugestión,
dimensión importante para definir luego, cuando plantee qué intenta hacer el
psicoanalista con ese lugar de poder que le otorga la transferencia. En la consulta
por un niño se produce una verdadera encrucijada de transferencias. Los padres
se dirigen al analista, lo interrogan, hablan y se resisten a ello. En un comienzo
los padres de Adrián concurrieron solos a las entrevistas, Daniel decía más de
una vez que él no creía en la psicología, que no creía que con palabras se
pudiese aliviar, que nunca había recurrido por él ya que nadie le podría devolver
a su padre, cuya muerte lo tenía tan mal. Paradójicamente, fue su hijo el que con
sus síntomas lo terminó conduciendo a un analista, confirmando de alguna
manera esa frase muy pronunciada que dice: “por los hijosse intenta hacer todo”
o “Por los hijos se hace lo que no se hace por uno”. Adrián ha estructurado
síntomas, y aunque algunos de ellos no son considerados como tales por los
padres, algo los preocupa, algo los interroga, convirtiéndose en una trama que
los implica. Es justamente por no querer quedarse solo que luego de las
entrevistas con los padres, comienzan a concurrir los tres. Allí, en el escenario
del análisis, Daniel se dormía en las sesiones, otras veces, cuando el niño se le
acercaba y lo abrazaba, Daniel lloraba.
Hasta ahora advertimos que la transferencia es un “lugar” en el que las hebras se
entremezclan, advertimos que las reacciones y los dichos de los padres intervienen en el
síntoma del niño e incursionan en el tratamiento. De esta manera pasaremos al niño, a
considerar cómo ese niño ocupará y repetirá el lugar que le ha sido asignado.
 Lo que el niño transfiere en el analista : Un momento importante en lo que se
constituirá en la iniciación del tratamiento con un niño, será aquel en donde se
desprende de los padres y acepta la presencia única del analista. Comienza a
quedarse a solas con el analista, a dirigirle sus juegos, sus decires, sus síntomas.
Es como si se diera un “pasaje” al principio, sobre todo con los más pequeños; el
analista es ese extraño que está allí observando y escuchando lo que él hace con
sus padres. Luego ese “extraño” ocupa el lugar de quien se interesa por lo que le
pasa de una manera particular. Así, el niño pasa a “soportar” la presencia del
analista. Se puede pensar que el desprenderse a través de estos pasos, el entrar ya
solo, constituye el momento de apertura del psicoanálisis del niño.
 Lo que el analista transfiere sobre el niño y los padres: El analista frente al
niño, frente a ese pequeño sujeto sujetado a otros por esa particular indefensión
de la especie humana. El analista frente a los padres del niño, padres que, como
decíamos, reeditan en esa niñez sus propios deseos y conflictos. Es por esta
especificidad que habremos de considerar que el psicoanálisis de niños es un
campo en donde se pone a prueba aún más que en otros el deseo del analista.
la frecuencia con que el deseo del analista cede el paso al deseo de un adulto delante de
un niño. Deseo pedagógico, ortopédico, reparador, compensador (Raimbault). Es que el
niño más que nadie, por su indefensión quizás, por la imagen de lo que se fue en algún
momento, se convierte siempre en soporte del narcisismo de los adultos.
Corremos así el riesgo de olvidar algunas nociones fundamentales para rastrear en cada
niño cómo son las teorías sexuales infantiles. Se corre también el riesgo de olvidar
aquello que recién decía, que el niño es punto de anclaje de la reviviscencia de las
fantasías del analista. Y es por estos olvidos que el deseo del analista queda tantas veces
ahogado o desplazado.Seguramente nos preservará también de ser consejeros de los
padres sobre lo que se hace o no se hace.

Flesler Alba- “El niño en análisis y el lugar de los padres”

Un niño llega al consultorio de un analista por las resonancias que genera en un adulto.
Va de suyo, por lo tanto -y no es un dato menor-, darle lugar e importancia a los acordes
singulares que despierta un niño en aquel que nos llama. Según he podido comprobar,
algunos analistas de niños desatienden este índice presente en todo inicio. Con ello,
lamentablemente, dejan escapar la relevancia posterior de su incidencia en el abordaje
del niño. Cuando se atienden, por el contrario, las significaciones diversas que un niño
recrea en el psiquismo de un adulto se encontrarán, con no poca sorpresa, la condensada
localización que viene a ocupar un niño en cualquier ser humano. En la mayoría de los
casos y no por razones casuales sino de estructura, quienes consultan por un niño son
los padres. En tal situación -y aunque parezca obvio no siempre lo es- el niño que nos
traen es un hijo.
La complejidad del tema que nos ocupa no puede despacharse sin interrogar las
variables que intervienen, más aún cuando la decisión de darles o no lugar a los padres
en el análisis de un uno está en el centro de una polémica de nuestra actualidad
Luego, en el mismo texto, nos advierte el destino que nos cabe en caso de contrariar su
advertencia al aceptar tratar a un sujeto que no viene por sí mismo. Si son los padres
quienes lo traen, pone por ejemplo Freud, ellos;
[...) demandan que se cure a su hijo, que es neurótico e indócil. Por hijo sano entienden
ellos uno que no ocasione dificultades a sus padres y no les provoque sino contento. El
médico puede lograr, sí, el restablecimiento del hijo, pero tras la curación él emprende
su propio camino más decididamente, y los padres quedan más insatisfechos que antes.
En suma, no es indiferente que un individuo llegue al análisis por anhelo propio o lo
haga porque otros lo llevaron, que él misto desee cambiar o sólo quieran ese cambio sus
allegados, las personas que lo aman o de quienes debiera esperarse ese amor (ibid).
Decididamente, para Freud, los niños no forman parte de pacientes poseedores de la
suma de notas ideales para ser tratados analiticamente: los pacientes adultos y
neuróticos subsimiles al modelo esperado.

Los padres
Lacan hizo un gran esfuerzo a lo largo de su enseñanza para ubicar a los padres del
Edipo más allá del mito, en una lógica.
Al seguir su derrotero, la perspectiva, que parece inicialmente complejizarse, se despeja
finalmente, desmalezando nuestra práctica de prejuiciosas intuiciones. Nos ahorra, por
ejemplo, la tentación de creer que los padecimientos de la infancia pueden explicarse
con categorías simples, ampliamente utilizadas, tales como decir que un niño ha tenido
mucha madre o poco padre.No sólo resulta de ello un planteo ingenuo, sino también
errado e insuficiente.
Para salir de esa confusión, me sentí invitada a profundizar esa lógica, cuyo abordaje
suma, a la consideración general del lugar de los padres en la estructura, la operación de
los padres necesaria para cada tiempo de la infancia. A mi modo de entender, la
inclusión de esa lógica dejará su impronta en la práctica clínica del analista, para quien
el esfuerzo se verá ampliamente recompensado cada vez que se proponga dirimir tanto
el lugar de los padres en los análisis que conduzca como las intervenciones con ellos, a
las que luego nos referiremos.
Hagamos pues un rodeo con el fin de abordar el lugar de los padres en el psicoanálisis
desde la perspectiva lógica, acentuando su decisiva participación en los tiempos del
sujeto.
Para el ser humano, la existencia no se asimila a la vida. Por esa razón un niño puede
tener lugar en una familia antes de na-cer. Sin embargo, y aunque el alojamiento previo
es una condición necesaria para que tal nacimiento se produzca, su importancia no
siempre es suficientemente subrayada. Es que ese momento inicial se aleja de toda
connotación biológica y se muestra dependiente de una ilusión, inherente al deseo de los
padres cuando ellos se proponen tener un hijo. Con ese deseo se engendra y se
despierta, en el mejor de los casos, un ansia sostenida de completud. Más tarde, esta
expectativa se revelará en el niño, del mismo modo que lo hace el negativo de una fo-
tografía, como un movimiento de empuje que lo llevará, a su vez, a proponerse como
aquel que imaginariamente cubre las expectativas provenientes de la falta del Otro.
El hecho de que la existencia de un ser humano se presente tan dependiente de las
vicisitudes del deseo de otros seres hu-manos, y que las consecuencias de sus derroteros
sean apreciables y eficaces tanto para las dichas como para los sinsabores futuros, llevó
a Freud a ocuparse de indagar las diferencias que alcian nuestro sino de las trazadas por
la naturaleza para el reino de los vivientes. Siguiendo esa senda nos abocaremos a
interrogar el lugar de los padres en la estructura del sujeto.
El deseo de los padres
Los padres han tenido un lugar en el psicoanálisis desde el momento en que Freud los
ubicara en la etiología misma de las neurosis. Todo su abordaje teórico y cada mojón de
su obra le otorgo sitio a la incidencia de los padres en la constitución de la estructura del
sujeto. Desde las teorías del trauma, en sus primeros escritos, hasta su conceptualización
del fin de la cura en
-Análisis terminable e interminable» (Freud, 1905a), pasandopor los pilares de la
sexualidad (1905b), al considerar las rutas pulsionales (1915), cuando se introdujo en
los problemas del narcisismo (1914), al desplegar la operatoria inconsciente con su eje
en la represión y la repetición que conlleva, cuando desarrolló el tema de la constitución
fantasmática y la vía de formación de los síntomas, en todas y en cada una de estas
vicisi-nides, Freud articulo el lugar de los padres. También en los análisis que condujo,
les reservó un sitio en el referente edípico articulado a la escena fantasmática sobre la
que hizo pivo-tear los ejes de la transferencia.
Lacan, al retomar las coordenadas freudianas, recolocó por la vía de la escritura tanto el
sitio real que les corresponde en la producción de la estructura como la importancia que
para un sujeto reviste el hecho de haber sido deseado por los padres.
Pero ¿qué significa haber sido deseado por los padres?
:A qué llamamos «deseo de los padres»? El deseo de los pa-dres, ¿debe apreciarse sólo
en la vertiente del deseo por el hijo o también ha de atenderse a cómo el deseo por un
hijo se relaciona con el deseo de los padres entre ellos, como hombre y mujer, y con el
deseo, anudado al amor y al goce, de los padres?
En todo caso, a mi modo de ver, si no se reduce el lugar de los padres al imaginario
edípico, se abre una nueva perspectiva para interrogar su presencia en la estructura.
Centrada en la l6-gica que en ella cumple la función del deseo es dable compro-har su
eficacia en una operación esencialmente humana, necesaria pero al mismo tiempo
contingente: la transmisión del deseo de padres a hijos. Este perfil no sólo releva a los
padres del destino que la biología les otorga, sino que los coloca bajo la égida de otro
punto de vista, el de una ley no natural, no regulada por el instinto sino, en todo caso,
por la castración, condición de la economía descante. Dicho de otro modo, desear no es
lo mismo que querer. Aún más, visto desde la transmisión del teseo, surge para la
expresión «deseo de los padres» dos senti-dos: deseo de los padres dirigido a un hijo,
pero también deseo de los padres entre ellos, como hombre y mujer
Ambas dimensiones guardan, a mi entender, relevancia para un analista de niños. En
rigor de verdad, considero que no esposible desatender en nuestra clínica el modo en
que inevitablemente uno y otro sentido se entreveran. En primer término, por la eficacia
del deseo de los padres por el hijo se dará inicio a una operación cuyas variantes
difieren del lado de la madre y del lado del padre.

Los padres y la transferencia


En el año 1933, en sus Nuevas conferencias de introducción al psi coanálisis, Freud
plantea una diferencia entre el análisis de niños y el de adultos. Lejos de ser un aspecto
técnico, la refiere a una cuestión ineludible para el fundamento mismo de un análisis.
Se trata de la transferencia. Con precisión, afirma que ella tie-ne, en el análisis de un
niño, otro papel, y la causa de ello es que «los progenitores reales siguen presentes».
Sin duda, ningún analista desconoce en cuánto difiere el lugar de los padres como
presencia fantasmática en el análisis de adultos, de su presencia real en la infancia. Sin
embargo, esta distinción no se establece como una sustitución repentina, sino en virtud
de tiempos discontinuos. Acentuando la incidencia del valor temporal, es más justo
decir que en el análisis de un niño los progenitores reales siguen presentes aún. Pues
luego siguen presentes, ya no como padres reales de la infancia, sino como padres del
fantasma. Pero ¿qué ha de ocurrir para que se opere una sustitución de lo real a lo
fantasmatico ?

Los padres reales son de la infancia en curso, por consiguiente actual. Los anoté arriba a
la derecha, colocando los términos según el orden temporal de la operación metafórica.
Luego, pasan bajo la barra, son sustituidos -según indica la fle-cha- por los padres del
fantasma infantil. Es comprobable que esa operación de sustitución no se realiza
naturalmente. Muchos son los adultos que siguen en dependencia real con los
progenitores, conservando para sí una posición de niños. Ello demuestra cuán necesaria
es tal sustitución para que los padres pasen a ser parte de la historia infantil. La
dependencia respecto a los padres puede mantenerse no sólo presente en la edad adulta,
sino mantener intacto y coagulado el tiempo, sin sucesión, sin que al sujeto le suceda
nada nuevo. La historia no se realiza como tal, no sucede, por eso solemos utilizar la
expresión «no pasó nada». Algo no logra convertirse en pasado, sigue permanente y
vigente, detenta una eficacia que, lejos de ser actualización en el presente de un tiempo
ya transitado, permanece como presente actual
Ningún tránsito se genera por causalidad espontánea. Los tiempos de la infancia
tampoco: Al reconocer la infancia como un tiempo en curso, y atendiendo al hecho
constatable de que la presencia de los padres no es banal o puramente fenomeno-lógica,
sino de estructura, Freud señala la especificidad de la intervención del analista con los
padres, otorgándole estatuto de influjo analítico. Pero no explicita exactamente a qué se
refie-re. Ello dista, a mi entender, de proceder a psicoanalizarlos.
Si lo específico de la intervención del analista con los padres es el influjo analítico, no
el psicoanálisis de padres, za qué se refiere ese influjo, cuál es su estatuto? La pregunta
abre, al me-nos, dos cuestiones previas para abordar el tema sobre el que avanzaremos
luego. Una apunta a definir el lugar de los padres en los tiempos de la infancia, y la otra
a delimitar la especificidad de la sugerencia de Freud.
Dado que la operatividad del analista jamás podría eludir el rostro transferencial, ¿cómo
debemos entender la distinción entre padres reales y padres fantasmales al considerar el
tema de la transferencia? Una vez más, el carácter temporal resulta esclarecedor. Al
analizar niños, ¿cómo no distinguir los tiempos constituyentes de la transferencia, de los
constituidos que le siguen?

Algunas notas sobre los tiempos de transferencia


ero ¿cuál es la relación entre neurosis y transferencia?
El término francés rapport se traduce como relación pero también significa
«proporción». Sentido matemático, su relevancia estriba en la pregunta por la
proporción entre neurosis y transferencia: efectivamente, ¿hay proporción entre éstas?
La respuesta nos permitirá, a mi criterio, abordar numerosos problemas presentes en la
instalación de la transferencia.
Cuando el 26 de junio de 1957, Lacan define la neurosis, lo hace de una forma simple,
pero rigurosa. Dice: «La neurosis es, como lo he dicho, reedicho y repetido, una
pregunta» (Seminario 4). Esta definición sitúa tempranamente en su enseñanza la
importancia de la búsqueda del saber en la estructura de la neurosis. Más tarde, por ese
mismo derrotero, emplazará el concep to de sujeto supuesto saber (S.s.S.) como soporte
de la transferencia en la neurosis. El Ss.S. será tanto la suposición de un saber cómo la
suposición de un sujeto, al que se le supone un saber. Como todo concepto, el S.s.S. fue
engendrándose en la enseñanza en cuotas anticipadas. Ya en uno de sus escritos,
«Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis», se había referido a dos
tiempos en la constitución de la transferen-cia. Lo cito:
De hecho esa ilusión que nos empuja a buscar la realidad del sujeto más allá del muro
del lenguaje es la misma por la cual el sujeto cree que su verdad está en nosotros ya
dada, que nosotros la conocemos por adelantado, y es igualmente por eso por lo que está
abierto a nuestra intervención objetivante. Sin duda no tiene que responder, por su parte,
de ese error subjeti-zo, que confesado o no en su discurso, es inmanente al hecho de que
entró en el análisis, y de que ha cerrado su pacto inicial.
Y no puede descuidarse la subjetividad de ese momento, tanto menos cuanto que
encontramos en el la razón de lo que po-driamos llamar los efectos constitigentes de la
transferencia en cuanto que se distinguen por un indice de realidad de los efectos
constituides que les siguen. (Clase del 26/06/1957. En 1966 Lacan agrega en una nota al
pie; «Aquí se encuentra definido lo que hemos designado más tarde como el soporte de
la trans-ferencia: a saber, el sujeto supuesto saber»

En el párrafo anterior, me parece subrayable que el error subjetivo del que habla Lacan
se muestra como tiempo necesario y anterior en el camino hacia el posterior encuentro
del sujeto con la verdad. Siguiendo esa línea, que enmarca operativamente el error como
una ganancia subjetiva, veremos que la suposición emerge restándole una porción a la
creencia. Un texto de Freud
-me refiero a « Teorías sexuales infantiles» - recuerda que el «es-fuerzo de saber» de los
niños no despierta espontáneamente, sino con la caída de una creencia. Un día el niño
descubre con gran decepción que él no era lo que creia saber ser: el falo.
Conmovido por el descubrimiento, desestabilizador e in-quietante, el niño comienza a
preguntar, dando inicio al tiempo de las preguntas. Buscará saber el origen y la causa de
lo que le ha ocurrido. Incentivado por la decepción y la incertidum bre, preguntará la
procedencia: de dónde viene el intruço que lo destrono. El tiempo de la búsqueda de
saber será un tatmpo
instituvente.
Base de preguntas futuras, de ella dependerá el destino de la transferencia, que es jugada
en primera instancia con los pa-dres. En este tramo, la participación de ellos es crucial,
pues las respuestas obtenidas abren el surco para las investigaciones del porvenir.
Sabemos que si el Otro responde, responde no todo, pero hay respuestas y respuestas.
Ello acarreará, según lo que mi experiencia me ha dejado entrever, diversas
consecuencias para las futuras preguntas. Dicho con otras palabras más cercanas a
nuestro campo, si los padres responden, toda la verdad no toda, surgirá luego, en otros
tiempos, la serie significante inconsciente a la que se enlazará el significante de la
transferen cia. Así lo escribe Lacan en su fórmula de la instalación de la transferencia en
la Proposición del 9 de octubre:
La suposición es inherente al hecho de ser parlêtre, modo de definir lo que del ser se
pierde por la palabra. La suposición, por lo tanto, no será pues idéntica a la creencia. El
sujeto puede creer que el otro no sabe, y sin embargo hablarle porque le
supone saber.
Sucedánea de lo simbólico, la suposición es producto de una lógica de incompletad. El
no todo. En la teoría de las conjuntos se escribe asi
La neurosis de transferencia no siempre se establece (Hein-rich, 1993) porque ella es
una consecuencia de la neurosis infan-til, tiempo posterior a la conclusión de la
infancia. Me interesa re-saltarlo, porque los efectos constituyentes de la transferencia se
realizan, a mi entender, en la dialéctica del niño con sus padres, en la relación del sujeto
en la infancia con el Otro primordial.
Por otra parte, una razón no menos esencial, su despliegue se muestra dependiente del
deseo de los padres y su enlace a la castración. De ningún otro modo ellos podrían ser
transmisores de la historia ni relatarla con valor de verdad.
Más tarde, pero sostenidos en los hilos tejidos en el tiempo anterior, los efectos
constituidos que le siguen se realizarán en la escena analítica dependiendo del deseo del
analista. En función de él, el analista será soporte de lo Real, lo Simbólico y lo
Imaginario de la transferencia y no menos de la resistencia, según la preeminencia de
cada uno de ellos en los tiempos de la cura (Flesler, 2000).
Cuando en la infancia se toma a cargo la transferencia, su direccionalidad apuesta a
promover en el discurso la producción de saber. Su movimiento apuesta a entramar el
saber al goce que, caso contrario, sin discontinuidad transferencial, continuará de una
generación a otra: de abuelos a padres y Mijos.
Ello se me hizo notable en reiteradas ocasiones al atenda las vicisitudes de la
transferencia del niño y de sus padres, en la consulta por un niño.
Los padres y la consulta
Los padres llegan al consultorio del analista por muy Dersas vias. Solemos decir que
por ellos comienza la consulta, pero lo cierto es que no siempre ellos consultan. Si
llegan a hacerlo esporque alguna pregunta los trae y buscan saber. El síntoma del hijo ha
despertado una inquietud por desentrañar el enigma.
Cuando una pregunta ha promovido el llamado, encontraremos en consecuência la
vertiente más apta para intervenir, la cara simbólica de la transferencia. En ese caso está
funcionando la suposición de saber que ellos nos otorgan ante el goce del síntoma en el
niño. En esa posición, a mi modo de ver, ellos están más disponibles al proceso analítico
gracias al motor de la transferencia.
Pero no todos los padres consultan, pueden llegar a vernos sin consultar. En ese caso, no
consultan pero demandan. El niño ha herido la imagen del narcisismo paterno, o bien
molesta por su falta de ajuste a lo esperado de él. En ese estado de cosas, los padres no
alientan sino que llegue la respuesta por ellos anhela-da, que el niño se coloque en
adecuación a la demanda que recae sobre él. Ellos esperan «que se cure a su hijo, que es
neurótico e indócil. Por hijo sano entienden ellos uno que no ocasione dificultades a sus
padres y no les provoque sino contento. El médico puede lograr, si, el restablecimiento
del hijo, pero tras la curación él emprende su propio camino más decididamente, y los
padres quedan más insatisfechos que antes» (Freud, 1920a).
La transferencia en esos casos no se deja guiar por la lógica de lo Simbólico, toma más
bien tintes imaginarios. Se aprecia en poco la virtud de la palabra, se reclama una
respuesta acorde a la demanda. No hay búsqueda de saber. Semicerrados a cualquier
pregunta que reinstituya «la dignidad del síntoma»
(Lerner, 2004), esos padres se muestran refractarios a cualquier movimiento dialéctico.
Más compleja aún es la situación cuando los padres llegan enviados. No consultan, no
demandan: están molestos. Ellos jamás se hubieran acercado a un analista y, si lo hacen,
es porque alguna instancia los ha dirigido allí. Tal terceridad suele ser aquel que ha
registrado la persistencia de algún goce parasitario que, sin duda, no causa malestar en
los padres. Son otros entonces quienes se hacen eco ante lo silenciado de una voz que
clama expresión, generalmente haciendo ruido en el ámbito público: la escuela, la calle,
el hospital, el juzgado.
De ser así, los padres vienen molestos por la interrupción de un goce que a ellos no los
perturba y el analista ha de vérselas con el costado más real de la transferencia que lo
enfrenta con perfiles francamente pasionales. En síntesis, según mi expe riencia, el
primero de los casos es el más abierto al lugar de sin-toma que el niño ocupa en la
pareja parental; el segundo presenta el costado amoroso del narcisismo de los padres, y
el ter-cero, la expresión más o menos rotunda del goce cuando el ni-no encarna o bien el
lugar de objeto en el fantasma materno o en el goce del padre, la perversión
Nuevamente al respecto, resultan ilustrativos los historiales freudianos. El padre de
Juanito es un padre que consulta. El se dirige a Freud otorgándole el lugar del sujeto
supuesto saber de niños. Ya le había enviado anteriormente notas de observación sobre
las primeras investigaciones de Hans en contribución a sus teorías sobre la sexualidad
infantil. Era un reconocedor de las propuestas del psicoanálisis, al punto de aplicarlas en
la educación del pequeño Juanito.
En consecuencia, cuando escribe al profesor, dado el miedo que su hijo ubica en los
caballos, acude a él buscando saber. Formula preguntas, se las formula e incluso
despliega su propia teoría sobre el origen causal del síntoma. «¿Habrá visto en
algunaparte a un exhibicionista? ¿O el todo se anuda solamente a la madre?» (Freud,
1909).
También confiesa su dificultad para responder ante los enigmas que plantea el niño,
«No nos resulta agradable que desde ahora empiece a plantear enigmas», abrevando por
esta vía la transferencia de Juanito con Freud y contribuyendo a la eficacia de la única
intervención directa que éste realizara en el encuentro con el pequeño.
El padre de Dora no consulta, pero demanda. Desresponsa-bilizándose de interrogar el
saber en relación a la verdad que lo implica, reclama a Freud que coloque a la joven en
la buena senda, le pide que vuelva a su hija dócil, que la encuadre dándole bienestar y
confort al pacto de la pareja familiar que la rebelde jovencita perturbaba con su
denuncia. En su pedido funciona la transferencia pero no hay búsqueda de saber.
Por último, el padre de la joven homosexual concurre a la entrevista con Freud sin
siquiera confiar decididamente en el psicoanálisis. De hecho sus expectativas eran
limitadas en tanto guardaba otra opción, anticipando el fracaso del tratamiento analítico.
Enviado por la impotencia de sus restricciones a la hora de torcer la inclinación de su
hija por una dama mayor, ensayaba la visita a Freud francamente molesto, más por la
escena que la joven presentaba a sus ojos que preocupado por ella, única hija mujer a la
que su mirada sólo percibió de soslayo.
Los tres padres llegan a verlo a Freud pero sólo uno de ellos consulta abriendo sesgos
singulares y diferentes a la transferencia que Juanito, Dora y la joven homosexual
establecerán con él. Es que la relación del sujeto al saber y a la falta de saber, que causa
interés por su búsqueda, se va engendrando en la infancia entre el niño y sus padres,
entre las preguntas y las respuestas que invitan a nuevas preguntas. Por eso son tan
valiosas las preguntas de los niños, ellas atesoran en germen las futuras gemas
transferenciales dependientes de las vicisitudes del saber en los tiempos de la infancia.

Las intervenciones del analista en dirección de la cura

El analista no sabe cuáles son los significantes singulares de la historia de quien llega a
su consultorio, por lo que invita a que este hable. La suposición de saber, efecto de la
transferencia, hace creer que en analista anticipa un saber. Hay un saber que se irá
realizando a lo largo del encuentro con el analista. Pero, por otro lado, en analista sabe
hacia dónde dirigir la cura cuando pide que el analizante hable o al niño que juegue

Las entrevistas preliminares: el niño del otro y la respuesta del


sujeto
El niño no es el objeto del psicoanalisis ,ya que este si dirige al sujeto:ese es su objeto.
Cuando atendemos al niño, apuntamos al sujeto. El niño es siempre el niño del Otro.
Niño se engendra como equivalencia simbolica en el complejo edipico de la madre , en
el narcisismo de los padres y tambien como objeto de fantasma en el adulto. niño es la
otorgada en el viviente por otro ser humano que lo precede y engendra. Esto imprime
una direccion a las entrevistas preliminares con los padres.
En ella trato de delimitar como esta anudado del niño , que valor guarda pra ellos si lo
esperaban o no y como lo esperaban . En síntesis que lugar ocupa el niño como objeto
en el nudo de los padres.
Los padres el nudo de las entrevistas
El lugar del objeto en el campo del Otro, anida el entrecruzamiento entre deseo, el amor
u el goce de los padres.
El analista no orienta padres pero si orienta el nudo de los padres, por lo que es
necesario escuchar a quienes llevan al niño.

Recordemos respecto del nudo que el benéfico enlace de las tres anillos conlleva la
propiedad de otorgar a cada uno un límite en los otros dos por ende, el deseo hace su
contrapunto con el goce y el amor, del mismo modo que el pre lo hace con el desco y el
amor; en tanto que este último se delimita entre el roce y el deseo. Además, y ese no es
un dato menor al ocuparnos de los tiempos del sujeto, este engranaje no es nunca
estático sino dinámico.
Si el niño es objeto de deseo para su madre, si ha funcionado como una equivalencia
simbólica, es porque se ha activado una lógica, la que regula la ley del deseo. Hablar del
deseo de la madre parece simple, pero no lo es. Su deseo como cualquier desco humano,
tiene una condición lógicas: qué hay una falta, una falta de goce. Una lógica que anuda
el deseo con un goce que falta, y por eso mismo causa el deseo. El objeto de deseo no es
causa sui sino que tiene como condición una falta de goce. En la madre el niño como
objeto de deseo toma un valor fálico. A veces el deseo y el amor hacen límite al goce o
bien serán el goce y el deseo los que pongan límite al amor.
Las entrevistas preliminares con los padres nos brindan la ocasión de localizar el
nudo de los padres y el alojamiento del niño como objeto de amor, de deseo y de
goce, en cada uno de los tiempos de la infancia. También nos interesa ubicar si se
recrean para ellos, el deseo el amor y los goces, esto referido a que el síntoma del
niño responde a la verdad de la pareja familiar. En las entrevistas propongo practicar
topología geografía: se trata de hacer el nudo de los padres y el mapeo de los goces. Con
ello tendremos el pulso de los movimientos y detenciones ocurridos en la infancia de un
viviente que ha requerido, dada su dependencia primordial, de la interpretación del Otro
para subsistir. En esa cartografía podremos leer si el niño ha funcionado como objeto a,
si se la jugado, para los padres, la alternancia con otros objetos, si se ha recreado la
falta, si hubo o no intervalo o si solo hubo ininterrumpida continuidad .
Es necesario que el analista tenga en cuenta el motivo de consulta: saber por qué los
padres traen al niño, que es lo que ha promovido a que vinieran a vernos. Nos da
herramientas para ubicar por qué traen ese niño, da las coordenadas de la transferencia y
por ende anuncia por donde se perfilarán las resistencias .

Transferencias y resistencias de los padres


El saber por qué traen al niño en referencia no solo a lo manifiesto sino también hace
referencia a que discordancia produjo conmoción en los padres moviéndolos a venir.
Nos interesa saber en las entrevistas las proporciones y desproporciones, y también
saber acerca de qué buscan y esperan al traer al hijo.
Los padres buscan saber acerca del por qué del síntoma del niño , se acercan con
preguntas abriendo la vertiente de la transferencia que resulta ser más apta para nuestras
intervenciones, una vertiente simbólica. Es la que habilita la verdadera consulta lo que
dinamiza y enlaza el saber en relación con la falta de saber. En este caso los padres no
solo traen preguntas, también se formulan preguntas.
otras veces no llegan en busca de saber sino de legítimo alivio, anhelan alcanzar su
expectativa, aquel niño dócil y solo reclaman que el niño les otorgue contento , vienen
con una demanda de amor,en este caso la vertiente predominante de la transferencia es
imaginaria acentuando un perfil idealizado en el analista.
Los peores casos son aquellos en donde no solo no consultan, sino que tampoco
demandan. Pero los mandan, el malestar no suele situarse en relación al niño, sino que
el problema es a partir de aquellos que hicieron sonar una alerta fuera de la familia,
vienen a interrumpir un goce. Se les adjudica a la escuela o al tercero intenciones
desmedidas o improcedentes por lo que recurren al analista solo para cumplir con el
requerimiento . Se trata de la vertiente real de la transferencia, con su fuerte contenido
pulsional. Estas distintas vertientes darán lugar a distintas resistencias, en la vertiente
simbólica la resistencia emerge como límite de lo simbólico, por lo que en el discurso
detiene la búsqueda del saber . Advertir su dinámica abre una salida, no solo orienta la
dirección de la cura sino que también la apunta a relanzar la dialéctica de saber entre el
niño y los padres. Por otro lado, cuando prima la vertiente imaginaria como todo amor
de transferencia incluirá su perfil de odio . La resistencia no es sólo resistencia del
analista . Debe proponerse como promotor productivo del saber respecto al síntoma del
niño , mostrando su negativa a encarnar el lugar que se le demanda en la transferencia.
Pero los peores casos se tratan de la vertiente de lo real, ya que se muestran cerrados a
las preguntas, molestos con la intervención, el analista debe tejer una red de contacto
con aquellos que derivaron al niño, ya sea escuela, pediatra etc.
En sintesis, la entrada en análisis es un tiempo fundamental en la dirección de la cura,
no hay que saltearlo, ni con los niños ni con los adultos. Implica ubicar qué desperto el
movimiento del sujeto y localizar qué transferencia pone en juego. Si algo nos enseña
nuestra experencia es las entrevistas preliminares no se reducen a un simple trámite. En
todo caso, el trámite que se produce en ellas le dará, o no, caracter de preliminar a un
tiempo considerado previo, si efectivamente luego se inicia un análisis.

Los niños en las entrevistas preliminares


Si el analista recibe al niño del Otro, admitiendo que este llega al consultorio por las
resonancias que produce en un adulto, el analista de adviene a distinguir el niño del
sujeto. Entre el niño esperado y el sujeto hallado se abre una brecha diferencial : la
respuesta del sujeto. Lacan dice que el sujeto responde al Otro. El sujeto se aliena al
sígnicante promovido fuera de él, pero también separa una porción de sentido liberador
para su existencia, insertando un rasgo distintivo, no idéntico al niño que le fue
propuesto ser .

El síntoma del niño y la respuesta del sujeto


El sujeto al que se dirige un sujeto no tiene años pero sí tiempos . El síntoma del niño
está en posición a responder a lo que hay de sintomático en la estructura familiar. Lacan
advierte que la operatividad del analista se dificulta cuando el niño “realiza la presencia
del objeto en el fantasma materno”
Se pone énfasis en la distinción de responder y realizar . No es lo mismo responder
como sujeto al Otro que realizar la presencia del objeto en el fantasma del Otro, entre
una y otra se abre la dimensión temporal . Se inaugura el intervalo, lo no idéntico y con
ello un pasaje que va desde el espacio inaugural propuesto por el Otro , al lugar que el
sujeto fidela con su respuesta .
Podríamos decir que los padres dan la vida y también el intervalo primero y necesario.
Pero la existencia, en cambio, la gana el sujeto, si responde. A partir de esto, parece
justo afirmar que el sujeto responde al Otro en el intervalo de su falta, en tanto el objeto
realiza la presencia cuando falla la falta.De ese modo, con la respuesta del sujeto o la
realización del objeto se abrirán para todo niño dos vías divergentes en el destino que
seguirán los goces del cuerpo. Preparado desde antes de nacer para distinguirse del
organismo real el cuerpo será parte del sujeto si los encordados de lo Real pulsional, lo
Simbólico del lenguaje y lo Imaginario de la representación se recrean para cada uno de
los tiempos del sujeto haciendo del agujero, falta, # No debemos confiar su progresión a
la natural evolución; los tiempos no evolucionan y, además, se vencen.
Intervalo del Otro y respuesta del sujeto han de recrearse una y otra vez, y deben
hacerlo a tiempo. Es preciso reiterar: su orden es necesaria pero no está garantido. la
contingencia acechante puede cerrar el intervalo y hacer lugar a la realización.
Respuesta necesaria y realización contingente harán que, en la redistribución de los
goces en la infancia, permanezcan retenidos goces sin distribuir. Erigidos como
monumentos en altar eterno, su perdurabilidad se hace sentir en los análisis de los
adultos. Los goces del cuerpo dependen estrechamente de la recreación. Me refiero a la
recreación de la falta primigenia inaugurada cuando un goce incestuoso quedo, en
cuanto expulsión. Truca del cuerpo del niño la que se asume el cuerpo como propio.
Con ella, el sujeto conocerá el primer goce jubiloso y jubilatorio del narcisismo con el
que jugará desde la cuna a ser el falo imaginario del Otro. Sin él, no jugará ni en la
infancia ni más tarde en la cama los juegos del amor. Sin ese tiempo, sin la opera-con
integradora necesaria, el sujeto no podrá responder a la demanda del Otro hecha goce
pulsional.
Pero es preciso advertir que los tiempos del sujeto se inician en un tiempo de
anticipación. La operación de expul-un de un goce incestuoso del cuerpo se prepara
desde antes de nacer. Cuando aún trabajan para conformarlo Ti divisiones celulares, el
Otro anticipa imaginariamente el cuerpo del bebe, otorgándole la chance de constituirse
parado del cuerpo materno: De ese modo, si se recrean. De ese modo, si se recrean los
tiempos, tiempo a tiempo del sujeto, con la premura de un espejo que se mueve
desprendido de su fijeza inicial, los laberintos de la imagen integrada del cuerpo dejarán
ver sus hendijas, advirtiendo al sujeto, junto a la no coalescencia entre su cuerpo y la
imagen, sobre los trazos de su división.
Entonces, con la sanción y habilitación del Otro, que demanda y también sanciona la
existencia del sujeto, el Inarismo que se juega entre ser o no ser el falo dará paso a otro
gran conflicto: ser o tener, puerta abierta a un nuevo face. Si se es, no se tiene, si se
tiene no se es. El goce sexual, sempre fálico, será promovido por una falta que hace
serie recreando la infinitud.
Síntomas, angustias e inhibiciones, se hacen respuesta del sujeto solo cuando el Otro
admite que el niño no rea lice la presencia del objeto. Cuando el analista atiende al niño
pero apunta al sujeto, cuando considera los tiempos y destiempos de los goces del
cuerpo, cuando diferencia la respuesta del sujeto de la realización del objeto para cada
tiempo de la infancia, en ese caso, el analista no desestima cierta prisa en su
intervención. Una vez delimitado el tiem po del sujeto y su detención, sus
intervenciones apuntarán a recrear la falta entre el sujeto y el Otro. Por eso recibe a los
padres y al niño, porque atiende a ambos: al niño y su signi ficación para los padres y
también a la respuesta del sujeto.
En ese marco, "la influencia analítica "I sobre los padres en el Inálisis de un niño lejos
está de proceder a analizarios pero incluye intervenciones con ellos en los tres registros.
la De ese modo, el acto analítico reconoce la incidencia real de los padres en la
promoción de los tiempos en la medida en que ellos son tiempos necesarios pero
contingentes para la distribución de los goces del cuerpo en la infancia y la pubertad.
Para responder sin premura pero con precisión, es necesario recordar una vez más que el
psicoanálisis apunta al sujeto, no a la persona, ni al individuo, ni a la conducta, ni a los
trastornos. Al sujeto cuya estructura es más que la pala-bra, es más que la imagen, es
más que el goce; es, en todo caso, los tres anudados. Esta perspectiva implica
consecuencias clínicas, también para formalizar las dimensiones del cuerpo en la
experiencia psicoanalítica.
Es que el cuerpo que nos interesa es el cuerpo del sujeto
RSI, y requiere por ende considerar sus tiempos. Si mantenemos esta propuesta, una
primera consecuencia que se desprende es que el cuerpo del sujeto tiene tiempos que no
coinciden con los tiempos del organismo. O dicho en otros términos: los tiempos del
organismo pueden pasar, sin estar acompañados por los tiempos del sujeto. Es posible
constatar que el tiempo puede pasar para el organismo y detenerse el tiempo del cuerpo .
La razón que imprime al cuerpo otros tiempos, distintos que los del organismo, está en
que el cuerpo del sujeto solo realiza sus tiempos en pasajes, no evolutivos, dependientes
de una progresión promotora de pasos que van inicialmen te desde el cuerpo del Otro al
cuerpo propio, y solo luego alcanzan al cuerpo del partenare.
El entramado temporal no se teje espontáneamen te, sino que requiere una sucesiva
redistribución de goces que se despliega en contingencias manifiestas, con angus tias,
desbordes, prisas, retrasos y urgencias. En todo caso, cada tiempo se recreará, aun con
contratiempos, si y solo si se efectúa una pérdida de goce, condición necesaria para una
redistribución habilitante de nuevos goces enlazados al deseo. Como ya sabemos, la
pérdida de goce es condición ineludible para causar el deseo. ¿Acaso no es preciso poco
a poco destetarse para chupar otro objeto, el dedo o la manti ta? Si más tarde no se
pierde también el dedo como objeto del goce oral, se pagará el precio de una Fazerung,
de una Gración inhabilitante para acceder a otros goces.
Ese es el sentido que tiene en la vida la pérdida de goce incestuoso como condición de
un nuevo goce en la escala invertida del desco. Cuando esto ocurre, una redistribución
de los goces del cuerpo adviene, abriendo el camino a un pasaje que va desde el cuerpo
del niño como juguete erótico del Otro al juego erótico con otro cuerpo: el del
partenaire.
El síntoma es una oportunidad para el sujeto. Sin embargo, la dignidad del síntoma
corre el riesgo de perderse: depende si encuentra o no a un analista. Del analista
depende que el síntoma se convierta en una oportunidad. El porvenir del psicoanálisis
no solo depende del síntoma sino de lo que hagamos los psicoanalistas con él. Podemos
tomarlo como un signo, como lo que significa algo para alguien. Es lo que resulta de
tomar los síntomas como trastornos descritos y clasificados en un manual de turno. En
cambio, si el analista ubica al síntoma como un significante; recordando que el
significante es lo que representa al sujeto para otro significante, abrirá una vía de
libertad al sujeto al invitarlo a hablar. El analista, a diferencia de cualquier otro
psicoterapeuta, no reduce el síntoma al signo. Se dispone en cambio a escuchar el
significante que representa al sujeto para otro significante y leerlo a la letra.
Recuerdo a Laura, una adolescente, que llegó a mi consultorio consumida y casi
cadavérica diciendo: "Soy anoréxica", mientras sus ojos caídos se mantenían fijos en el
suelo. "¡Ah!", le dije sorprendida, "yo pensé que eras Laura". Se me hace presente de
modo conmovedor el instante en que alzó la mirada, me miró y sonrió demostrando un
atisbo de subjetividad. En estos días más que en otros, las dimensiones del cuerpo y los
tiempos del sujeto para la experiencia psicoanalítica no dejan de comprometernos con el
horizonte de nuestro Impo, Justamente, el cuerpo y sus goces se emparentan con otra
problemática, no menos actual: me refiero a la responsabilidad del sujeto en los tiempos
de la infancia.

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