Migración - Marcela Tapia Ladino

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Migración

MARCELA TAPIA LADINO

Según el diccionario de la Real Academia Española, migración alude a los viajes


periódicos de las aves y otros animales, al traslado de archivos o documentos de
una plataforma a otra y al desplazamiento de personas o grupos humanos por
motivos económicos o sociales (https://dle.rae.es/migración). En este sentido la
definición remite al cambio de lugar y al movimiento como elementos centrales
del concepto, que pueden ser de animales, cosas o personas.
Al revisar definiciones del ámbito de las ciencias sociales se aprecia que el
elemento común es la idea del desplazamiento de personas o grupos de uno a
otro sitio, lo que supone un cambio de residencia por un tiempo variable.
Micolta (2005) revisa una serie de definiciones utilizadas por estudiosos de las
migraciones y concluye que las migraciones son desplazamientos humanos que
implican el cambio de residencia a una distancia “significativa”, que puede ser
permanente o con cierta voluntad de permanencia. Por tanto, se advierte que la
noción contiene al menos dos dimensiones, una espacial y otra temporal. La
primera alude al cambio de lugar (rural-urbano, urbano-urbano, fronterizo o
internacional) y la segunda a un tiempo que implique permanencia o interés por
desarrollar una actividad en el lugar al que la o las personas se trasladan. Hay
poca claridad respecto de cuánto tiempo es suficiente para afirmar cuándo se
trata de migración. Sin embargo, en la mayoría de los casos la referencia es la
realización de un proyecto migratorio o una actividad que se lleva a cabo en el
lugar de destino por un tiempo variable, algunos meses o años.
Este capítulo se divide en cuatro secciones. La primera se concentra en las
definiciones predominantes sobre migración. La segunda sección propone una
aproximación general a la relación entre migración y frontera. La tercera
sección se detiene en la discusión más reciente en los estudios migratorios y la
cuarta discute la noción de migrante en el marco de la producción reciente sobre
fronteras y el giro y paradigma de la movilidad.

Definiciones predominantes de migración

En la noción de migración suelen distinguirse dos fenómenos que son, a su vez,


dos caras de la misma moneda: la inmigración, es decir, la llegada de migrantes
a un lugar; la emigración, es decir, la salida de personas de un lugar para
dirigirse a otro. Por tanto, se trata de un fenómeno que afecta por lo menos a
dos espacios, origen y destino. También se hace referencia al espacio por donde
se desplazan las personas para llegar al punto final o lugar de destino, es decir,
el tránsito. Al mismo tiempo, estos movimientos pueden ser de un espacio rural
a otro urbano o de una ciudad a otra dentro de un mismo país o el cruce de una
frontera internacional. En estos casos se hace referencia a la migración campo-
ciudad, a la migración interna y a la migración internacional, respectivamente,
aunque se pueden distinguir más variantes.
Dentro de las definiciones más importantes se encuentran aquellas que
elaboran los organismos internacionales, los cuales son relevantes dado que son
los entes que preparan informes de dimensiones globales cuyo objetivo es hacer
una revisión de los aspectos más importantes del fenómeno. Al mismo tiempo
estas entidades buscan recomendar a los gobiernos orientaciones para gestionar
el fenómeno migratorio. Uno de ellos es la Organización Internacional de las
Migraciones (OIM), que fue creado en 1951. Para la OIM el término migrante:
abarca todos los casos en que la decisión de migrar fue tomada libremente por la
persona interesada por razones de ‘conveniencia personal’ y sin intervención de
un factor externo convincente; por lo tanto, se aplicaba a personas y familiares
que se mudaban a otro país o región para mejorar sus condiciones materiales o
sociales y mejorar las perspectivas para ellos o sus familias. Las Naciones
Unidas definen al migrante como una persona que ha residido en un país
extranjero durante más de un año, independientemente de las causas,
voluntarias o involuntarias, y los medios, regulares o irregulares, utilizados
migrar. Bajo tal definición, aquellos que viajan por períodos más cortos como
turistas y empresarios no serían considerados migrantes. Sin embargo, el uso
común incluye ciertos tipos de migrantes a corto plazo, como los trabajadores
agrícolas temporales que viajan por períodos cortos para trabajar plantando o
cosechando productos agrícolas (Perruchoud, 2004, p. 61-62).
A partir de esta definición, la OIM tiene como foco de interés la migración
internacional dado que el cruce de las fronteras implica, entre otros aspectos, un
cambio de estatus de quienes migran, al pasar de ser nacional a extranjero. En
este sentido la idea de migración se focaliza en los movimientos humanos
internacionales y fronterizos debido a las implicancias económicas, sociales,
jurídicas y culturales que supone el cruce las fronteras. Una de ellas -y que está
en el centro de la definición del organismo internacional- es la voluntariedad de
la migración, aspecto problemático para el análisis, puesto que por lo general las
personas que deciden migrar lo hacen por no contar con adecuadas condiciones
de vida en su lugar de origen o porque se encuentran constreñido/as a hacerlo.
Por otro lado, las definiciones administrativas y jurídicas también
complejizan el concepto debido a que muchos de los migrantes actuales cruzan
las fronteras en calidad de turistas ocultando las verdaderas razones que los
motivan y/o obligan a dejar su país. Esto último porque en muchos casos huyen
de la violencia, de las crisis económicas y políticas o están amenazado/as, o
porque apenas pueden sobrevivir. De modo que se produce un desajuste entre
las categorías dominantes utilizadas hasta la fecha que no permiten captar
adecuadamente la complejidad de los movimientos (Crawley y Skleparis, 2018),
especialmente en contextos de tránsito.
Las categorías de refugiado y migrante económico -esta última casi siempre
bajo la modalidad de ingreso de turista- dificultan la comprensión de las
verdaderas razones de la migración, el desplazamiento y los reclamos de
protección internacional. Esta situación no sólo pone en entredicho la idea de
voluntariedad que se adjudica a los movimientos de población sino porque tiene
consecuencias en términos de cómo se estructuran los movimientos a partir de
políticas de exclusión, expulsión y contención. En el último tiempo se constata
la complejidad que adquieren los movimientos y las dificultades que posee la
categoría migrante para captarlos, especialmente en el caso de las caravanas
migrantes de Centroamérica a Estados Unidos o de subsaharianos hacia Europa
en el Mediterráneo.
La temporalidad utilizada para definir cuándo se está en presencia de un
migrante, es decir, de una persona que busca establecerse en un país distinto y
desarrollar allí un proyecto migratorio es también problemática. Para los
organismos internacionales un migrante es aquel que establece su hogar al
menos doce meses en el país de destino (Czaika y De Haas, 2014). Pero esta
definición deja fuera numerosos movimientos a través de las fronteras de menor
duración. Los movimientos repetitivos o recurrentes, por días, semanas o
meses quedan fuera de esta definición y en varias ocasiones son entendidas
como categorías residuales de la migración (Mallimaci, 2012). El problema en
estos casos es que se trata de desplazamientos que no necesariamente implican
un cambio de residencia o al menos no por un periodo prolongado.

Fronteras y migraciones

La migración puede concebirse como movimientos de población que implican el


cruce de las fronteras. Esto se vuelve especialmente importante en el actual
contexto de la globalización, dado que los movimientos de población ocurren en
el espacio y las fronteras son elementos importantes que contribuyen a su
conformación y estructuración. En este sentido se puede afirmar que en la
actualidad no es posible estudiar las migraciones sin estudiar las fronteras
debido a las consecuencias que supone el cruce respecto de los derechos, cambio
de estatus jurídico, las condiciones laborales y el paso de una estructura social a
otra, entre otros aspectos.
En el sentido señalado es preciso tener en cuenta que las fronteras son
espacios construidos desde lo nacional y aunque se ha discutido mucho sobre su
alcance, es innegable que mantienen una capacidad de exclusión, cierre y
resguardo. Asimismo, es posible afirmar que más allá del debate, las fronteras
están marcadas por operaciones de poder y dominación entre lo global y lo
nacional y cumplen distintas funciones como barrera, protección, filtro, interfaz
y diferenciación (Söhn, 2014). En este sentido no se trata sólo de las fronteras
territoriales, aunque estas siguen manteniendo una centralidad importante a la
hora de hacer referencia a la migración, sino a todos los procesos de
fronterización que desterritorializan las funciones de cierre, clausura o control y
que están situados más allá del límite físico. Los aeropuertos, las embajadas, los
controles biométricos o la externalización del control migratorio son algunos de
los dispositivos que modelan y estructuran los movimientos de población,
especialmente de quienes buscan desesperadamente la supervivencia.
La proporción de migrantes se ha mantenido más o menos estable hasta la
segunda mitad del siglo pasado con un 2,1% el año 1965 y 2,3%, en 1980 de la
población mundial, para aumentar entrada la actual centuria con un 2,8% el año
2000 y un 3,5% el año 2019 (Mcauliffe y Khadria, 2019). Si bien la proporción
de las personas que viven en un país distinto al de su nacimiento es baja en
términos estadísticos, la inquietud se relaciona con la tendencia al aumento, las
implicancias que con lleva el cruce de las fronteras y la dificultad para predecir
la escala y el ritmo de su comportamiento (Mcauliffe y Khadria, 2019). De
hecho, hoy se sostiene que las migraciones internacionales son un rasgo
definitorio del mundo contemporáneo y aunque hasta hace poco todo indicaba
que seguirían creciendo, el actual contexto de pandemia pone en entredicho esta
tendencia (Gamlen, 2020). Esta situación interpela a la ética de los estados,
puesto que cada día es más urgente establecer unos mínimos que aseguren los
derechos humanos de quienes migran, para lo cual se han propuesto pactos que
aseguren su cumplimiento.
Los estudios migratorios hoy

Los estudios migratorios son un cuerpo de análisis teórico que busca


proporcionar explicaciones generales sobre las migraciones (Arango, 2018) que
incluye la historia del fenómeno y posee un desarrollo proveniente de distintos
ámbitos de las ciencias sociales, las humanidades, la geografía y la economía,
entre otros. Si bien estos estudios no forman un cuerpo unificado de
producción, debido a la diversidad de enfoques y temas abordados, tienen como
centro la preocupación por los movimientos de población y el impacto que
implica en las personas el cruce de las fronteras. La mayoría de estos estudios se
ubican en el contexto de globalización en el cual el movimiento de mercancías,
la apertura de los mercados internacionales, la compresión del espacio y el
tiempo gracias a las nuevas tecnologías son los elementos distintivos de las
migraciones contemporáneas.
El aumento de las migraciones obedece factores como las guerras, la
violencia y las crisis políticas, económicas y ambientales, que explican en
muchos casos el apremio por buscar mejores opciones fuera del país de
nacimiento. El avance de las tecnologías permite mantener los contactos con el
país de origen. También es posible el retorno o las visitas periódicas,
especialmente en la migración fronteriza, lo que puede dar lugar a un nuevo
estilo de vida. Sin embargo, no siempre las personas se mueven con la misma
facilidad y fluidez, incluso en casos de gran precariedad los y las migrantes se
enfrentan a obstáculos difíciles de remontar y que les pueden costar la vida.
Esto ha motivado, por una parte, la discusión de la noción de migrante y por
otra, ha incentivado la búsqueda de nuevos marcos conceptuales que permitan
comprender de mejor forma la migración reciente y los distintos tipos de
movimientos de población.
Dentro de la producción teórica reciente, el transnacionalismo vino a
criticar la interpretación sobre los movimientos de población que tendían a
establecer una mirada dicotómica de los desplazamientos, especialmente
respecto de dos espacios, a menudo vistos como separados: origen/destino o
país expulsor/país receptor. Bajo esta interpretación se tendía a mirar a la o el
migrante en uno u otro espacio, indagando respecto de las causas de la
migración o de los procesos de adaptación o inserción en el destino, lo que daba
por resultado una idea estática de la migración. Esta mirada dio por resultado
una escasa atención a los procesos de conexión entre espacios y enfatizó el
interés por comprender la adaptación e integración de quienes migraban en los
países de destino. El aporte del transnacionalismo fue relevar los vínculos,
contactos y relaciones que mantienen los y las migrantes a través de los
territorios donde estaban insertos, atendiendo al surgimiento de campos
sociales transnacionales o espacios transnacionales y los subsecuentes lazos.
Así, surgieron estudios sobre familias transnacionales y las distintas formas de
mantención de relaciones afectivas, sociales y culturales a través de las
fronteras, entre ellos la maternidad, la conyugalidad, el asociacionismo
migrante y las remesas sociales, entre otros aspectos (Feldman-Bianco y Glick
Schiller, 2011; Schiller, 2005).
La producción sobre migración transnacional ha sido prolífica. Sin
embargo, también fue objeto de críticas, entre ellas porque, más allá del
mantenimiento de vínculos por sobre las fronteras, los y las migrantes están
situados en territorios. Esto quiere decir que, si bien pueden surgir campos o
espacios sociales transnacionales, finalmente la situación está afectada por el
lugar donde se encuentran insertos, es decir, en estados nacionales porque son
éstos los que establecen reglas y marcos normativos. También son importantes
los contextos sociales y culturales porque también afectan y modelan su
inserción en esas estructuras. Con todo, esta producción teórica y empírica
permitió discutir la idea estática de la migración y dar cuenta de los procesos e
interacciones de las personas que deciden migrar.
Otra crítica a la noción de migración proviene de la dificultad de nombrar a
una serie de movimientos de población que escapan a este concepto: aquellos
que no implican la residencia permanente o el establecimiento definitivo en el
lugar de destino, pero que sí incluyen el cruce repetido de las fronteras. En la
bibliografía se han usado distintos conceptos para aludir a este tipo de
movimientos, como migraciones temporales que se refiere a movimientos
laborales que motivan a las personas a cruzar las fronteras por periodos cortos,
casi siempre en tiempos de cosecha o de alta demanda de mano de obra, para
desempeñarse como jornaleros o para realizar distintos tipos de trabajos. Dada
la estacionalidad de estos movimientos, concentrados en los momentos de
mayor demanda de mano de obra, también se les ha denominado temporaria,
pendular, aves de paso o golondrina (Bendini, 1999; Hinojosa et al., 2000;
Piore, 1979). Estos movimientos pueden dar lugar a la migración en el sentido
clásico, en establecimiento definitivo.
Por último, una de las críticas más fructíferas sobre la noción de migración
se refiere a la idea bastante extendida del migrante como un varón. Ello se debe
a que por mucho tiempo se asoció la migración a hombres que viajaban solos o
acompañados. Si bien las mujeres siempre han estado presentes en las
migraciones, la producción científica ha tendido a definir el fenómeno con un
sesgo androcéntrico, es decir, a entender al migrante en clave masculina. Desde
las últimas décadas del siglo XX, especialmente investigadoras feministas han
desarrollado trabajos para relevar a las mujeres en las migraciones, explicar su
ausencia en ese corpus y el sesgo científico que las invisibilizó. Las migraciones
están organizadas, entre otros ejes de dominación, por el género. Por lo tanto,
no da lo mismo ser hombre o mujer a la hora de cruzar las fronteras. La decisión
de migrar, los ajustes familiares que implica la partida de una mujer, las
oportunidades laborales que encuentran en destino y los distintos tipos de
vulnerabilidad a que se exponen las migrantes tienen que ver con el género y
con una serie de mandatos y representaciones que ello supone.
A partir de estas críticas feministas a los estudios migratorios es que se ha
incorporado la interseccionalidad como una estrategia analítica y metodológica
porque permite superar los sesgos señalados. Este enfoque surge en Estados
Unidos de la mano de investigadoras feministas afro que discutieron la
universalidad de la experiencia femenina basada en un tipo de mujer
norteamericana blanca, de clase media y profesional o trabajadora (Crenshaw,
1989). Los estudios de Davis (2005) relevaron que las categorías de etnia,
religión, la clase social, casta o la nacionalidad, entre otras, son parte de las
identidades sociales que al mismo tiempo son ejes de desigualdad. Estos ejes
interactúan y explican las asimetrías y las injusticias sociales a las que se ven
enfrentadas las mujeres en las sociedades patriarcales. Este corpus teórico ha
sido aplicado en los estudios migratorios y ha permitido comprender cómo
operan los distintos ejes de dominación en los movimientos de población y sus
resultados. A partir de estos aportes no sólo se logró comprender por qué las
mujeres no aparecían en los estudios migratorios, sino también visibilizar la
experiencia femenina y el carácter relacional del género en los movimientos de
población.

Migración y movilidad/es fronteriza/s

Otro de los aportes al debate de las migraciones proviene de la producción


teórica sobre movilidad, concepto que se ha utilizado desde distintas
perspectivas, en la geografía, el urbanismo, la antropología, los estudios
culturales y el turismo. Sheller y Urry (2006) lo utilizaron para teorizar respecto
del desplazamiento de personas, objetos e ideas a través del lente del
movimiento, aportando al debate un nuevo paradigma, el de la movilidad. La
base de sustento de esta propuesta fue una crítica al sedentarismo, un énfasis en
el movimiento y una mayor atención a una multitud de formas de movimientos
en lo que se ha llamado “el giro de la movilidad”. Según este enfoque parece que
todo el mundo está en movimiento: viajeros, mochileros, trabajadores,
comerciantes o científicos, no sólo por motivos laborales, por tanto, incluye todo
tipo de movimientos de personas en un sentido amplio y diverso.
A la luz del desarrollo del paradigma y giro de la
movilidad, migración y movilidad son conceptos que se cruzan, pero no son
sinónimos (Salazar, 2019). De hecho, para Heyman (2012) la migración es parte
de una variedad mucho más amplia de movimientos de población, es decir, de
movilidad, especialmente porque implica una combinación de movimientos,
imaginarios y experiencias y por tanto un proceso social.
Los estudios migratorios, hasta fines de la centuria pasada, centraron su
interés en las causas e impactos de la migración con énfasis en la clave del
establecimiento y del origen y/o destino. En cambio, la movilidad es un
concepto más amplio que permite, por ejemplo, dar cuenta de la circulación y de
movimientos que no suponen necesariamente el establecimiento en un lugar
determinado. La conjunción de espacio de movimiento, tiempo y motivo
diferencian a la migración de la movilidad. El caso más conocido es el de
los commuters, palabra que no tiene una traducción precisa al español, pero que
alude a quienes se mueven entre dos localidades en un mismo país o entre
países diferentes.
En América Latina la bibliografía consigna numerosos casos de este tipo
sobre movilidad laboral fronteriza también se usa como sinónimo
de trabajadores transfronterizos, o bien de forma más genérica, para designar a
las personas que cruzan la frontera (en ambos sentidos) con cualquier fin
específico: trabajar, estudiar, visitar familiares, ir de turismo y de compras
(Campos-Delgado y Hernández, 2016; Tapia et al., 2019). Respecto a movilidad
laboral encontramos casos en la frontera de Bolivia y Argentina de campesinos
tarijeños que viajaban por temporadas a la zafra de la caña de azúcar en
Tucumán (Hinojosa et al., 2000) o en de trabajadores tacneños y puneños que
cruzan la frontera chileno-peruana para trabajar en los valles de Lluta y Azapa
en Arica (Rojas y Vicuña, 2014).
De este modo la noción de movilidad en frontera es un concepto que
permite dar cuenta de otro tipo de movimientos de población que no implican
necesariamente el establecimiento en el destino, pero que puede ser un
resultado. En este caso se trata de movilidad fronteriza con distintos fines, a
partir del despliegue de una serie de prácticas sociales fronterizas donde el cruce
de la frontera se convierte en un recurso y una oportunidad. Esta noción
permite comprender las movilidades que ocurren en regiones donde la frontera
juega un lugar central en su configuración y en la vida de quienes las habitan.
No se trata de una situación particular, sino de un fenómeno bastante extendido
en las regiones fronterizas donde las personas no sólo cruzan para trabajar, sino
para comerciar, buscar salud, ocio amenidad o hacer turismo y que son
modeladas por las especificidades propias de los países fronterizos.

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