Marcha
Marcha
Marcha
Escuela de Kinesiología y
Fisiatría
TÉCNICAS KINÉSICAS I
CÁTEDRA OFICIAL
“Marcha.
Consideraciones clínicas en el
ámbito kinésico”
tecnicaskinesicas1oficial@gmail.com
Marcha.
Consideraciones clínicas en el
ámbito kinésico
Introducción
Objetivos
Desarrollo
Análisis de la observación
Lecturas sugeridas
Autoevaluación
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Introducción
La capacidad de desplazarse por motivos emocionales es una necesidad básica de la vida y,
normalmente, se realiza caminando (la marcha).
La marcha es una función de cuya importancia no solemos ser conscientes hasta que se produce
alguna alteración o malestar que altera y dificulta nuestro caminar.
Los problemas de la marcha suelen ser un síntoma que el paciente mencionará en la evaluación
inicial (p. ej., “me duele cuando camino al trabajo”, “al caminar siento la pierna muy pesada”,
etc.) y que el kinesiólogo puede utilizar como marcador de la eficacia del tratamiento.
Rose (1983) afirma que la “valoración de la marcha” es un ejercicio de resolución de problemas que
abarca el proceso completo de la evaluación subjetiva y objetiva de la marcha, la exploración física
del paciente y una revisión de las decisiones terapéuticas adoptadas en el ámbito clínico. El
kinesiólogo es la persona que debe llevar a cabo esta evaluación y el tratamiento consiguiente, por
lo que es fundamental que conozca bien la marcha.
En esta guía se analizarán los requisitos básicos de la marcha normal y, a continuación, se describe
el proceso de la observación y medición de la marcha.
Objetivos
● Repasar la terminología, las fases de la marcha normal y las modificaciones que sufre con
la edad.
● Tener una visión general de la evaluación de la marcha que se debe realizar en el ámbito
clínico.
● Identificar las alteraciones de la marcha mediante el análisis de observación.
● Comprender las consecuencias de la evaluación y el tratamiento de los problemas de la
marcha (Seminario excluyente).
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Desarrollo
Muchos autores han definido la marcha, pero Perry (1992) la describe de una manera especial:
“Al caminar se utiliza una secuencia repetitiva de movimientos de las extremidades que
pretende desplazar el cuerpo hacia delante y, al mismo tiempo, conservar la estabilidad del
apoyo”; “Caminar es el sencillo acto de caer hacia delante y sujetarse a sí mismo”.
Estas definiciones describen con claridad la necesidad de equilibrio y de control dinámico del
movimiento, donde el tronco tiene que controlar su avance sobre la base de sustentación para poder
dar el paso. Cada cual lo hace de una manera ligeramente diferente y no existe un patrón que sea
“absolutamente correcto”.
Cada persona tiene su propio patrón de marcha, al cuál está acostumbrada y que puede modificar
para adecuarlo a las condiciones ambientales. Durante un período de la vida, el patrón de marcha
evoluciona al tiempo que el organismo se adapta al desarrollo neurológico, muscular, esquelético y
más tarde declina (a partir de los 50 años).
El niño adquiere el control inicial del movimiento empezando por las tareas menos exigentes, como
ponerse de pie desde la posición de sedestación; posteriormente consigue el equilibrio en
bipedestación y más adelante camina. Alrededor de los 7 años, domina el patrón de marcha básico
del adulto (Sutherland et al 1980). Desde el año de vida hasta esta edad, el patrón de la marcha
cambia a medida que el niño crece y madura en su desarrollo.
Una vez establecido el patrón básico de la marcha del adulto, este se conservará durante toda la
vida en el anciano, el deterioro de la fuerza y del control motor lentificará la marcha, porque el
patrón se modificará y adaptará en consecuencia (Winter et al 1990).
La marcha es algo personal, tanto, que los límites de la normalidad son muy amplios. Son muchos
los textos en los que se hace una descripción minuciosa de dichos límites; en concreto, Whittle
(2003) ofrece un excelente análisis de los mismos.
La terminología de la marcha adoptada en esta guía procede de la descrita por Jacqueline Perry
(1992), del Rancho Los Amigos, y está ampliamente reconocida y aceptada.
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Los dos períodos principales del ciclo de la marcha son el de apoyo (aproximadamente, el 60%
del ciclo) y el balanceo (aproximadamente, el 40% del ciclo; Figura 1).
En el período de apoyo se deben cumplir dos cometidos: la aceptación del peso y el apoyo
monopodal. La única tarea del período de balanceo es el avance de la extremidad que oscila.
Cada uno de estos períodos se subdivide a su vez en otras fases: cuatro para el período de apoyo;
tres para el de balanceo y uno que conecta a ambos (Figura 1).
En cada uno de los cuadros de las fases que aparecen en la Figura 1 se menciona el porcentaje
aproximado del ciclo de la marcha del adulto correspondiente a dicha fase.
Las dos tareas del período de apoyo tienen una duración muy diferente, siendo la del apoyo
monopodal muy superior a la de la aceptación del peso. Así pues, el control del cuerpo en apoyo
monopodal y el desplazamiento del cuerpo sobre el piso ocupan la mayor parte de la tarea del
período de apoyo.
Por el contrario, las 3 fases del período de balanceo son relativamente iguales en duración, lo cual
indica que se produce un movimiento uniforme en el que la velocidad del miembro inferior no se
modifica.
En la Tabla 1 se enumeran los nombres de los períodos, las tareas básicas y las fases del ciclo de la
marcha. Las definiciones de las fases abarcan las acciones principales de las tareas, y ayudan a
entender lo que sucede concretamente durante cada una de las fases.
Las fases del ciclo de la marcha del adulto se identifican también por la acción articular o muscular
específica que tiene lugar durante cada una de ellas. Por ello, en la Tabla 2 se describe la acción
muscular o el movimiento articular de las extremidades inferiores más importante en cada fase.
Obsérvese que aunque la tarea “prebalanceo” es de transición entre las fases de apoyo y de
balanceo, en esta tabla se ha incluido dentro de la fase de balanceo por conveniencia.
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Fase Definición
BALANCEO Balanceo inicial El muslo avanza a medida que se despega el pie del suelo
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El contacto inicial del pie con el suelo suele hacerse con la cara posterolateral del calcáneo,
situados el tobillo y la rodilla en posición neutra y la cadera en la flexión máxima necesaria para el
ciclo de la marcha (25°).
A continuación, durante la respuesta a la carga, el peso del cuerpo se transfiere a la extremidad
adelantada; la rodilla se flexiona ligeramente (hasta 15°) para actuar como amortiguador. El tobillo
realiza una flexión plantar de 10° para que todo el pie esté en contacto con el suelo en el momento
de comenzar a soportar el peso, y la cadera permanece en el mismo grado de flexión.
Al principio del apoyo monopodal, el tronco se adelanta sobre el pie que se encuentra en “apoyo
medio” gracias a la extensión de la cadera y de la rodilla y al cambio del tobillo desde la flexión
plantar hasta la posición neutra, seguida de dorsiflexión. En el punto medio de la fase de “apoyo
medio”, el tobillo se encuentra en posición neutra y el tronco está alineado en la vertical con la
cadera y la rodilla.
En la segunda parte del apoyo monopodal, el apoyo final, el tronco avanza hacia delante de manera
que el peso se transfiere desde el mediopie hasta el antepie a través de la cara lateral del pie.
Durante este tiempo, la cadera se extiende hasta el máximo alcanzado en el ciclo de la marcha (20°)
y el tobillo pasa de la posición neutra a la dorsiflexión máxima (10°). La extensión de la rodilla
continúa, pero esta es una acción pasiva resultante del movimiento activo de Ia cadera y el tobillo.
El prebalanceo señala la transferencia completa del peso a la otra extremidad inferior, que se
encuentra en el contacto inicial. El tobillo de la extremidad de referencia se coloca en flexión
plantar máxima (20°), y la contracción concéntrica de los gemelos y el sóleo produce el momento
máximo del ciclo de la marcha. La flexión plantar del tobillo y la flexión simultánea de la rodilla
hasta cerca de 40° dan lugar a una flexión de la cadera hasta la posición neutra.
Al principio de la fase de b alanceo continúan la flexión de la rodilla (60°) y de la cadera (15°),
mientras que el tobillo comienza su regreso a la posición neutra mediante una dorsiflexión hasta
situarse en 10° de flexión plantar. Con estas acciones combinadas, el pie se despega del suelo y el
muslo se acelera hacia el frente para adelantar la extremidad que se mueve libremente.
A lo largo del balanceo medio, la cadera continúa flexionándose (hasta 25°) y el tobillo alcanza la
posición neutra. La rodilla empieza a extenderse bajo el control excéntrico de los isquiotibiales.
La última fase del ciclo de la marcha prepara al pie para el contacto inicial mediante la extensión
activa de la rodilla hasta la posición neutra, mientras la cadera permanece en flexión de 25° y el
tobillo continúa en posición neutra.
En la Tabla 2, la acción describe los requisitos más importantes de cada una de las tareas del ciclo
de la marcha y las exigencias que se plantean en ese momento. Si el cuerpo no puede llevar a cabo
la acción precisa en el momento adecuado, la persona tendrá un patrón de marcha anormal.
El cuerpo puede adaptarse a alteraciones pequeñas de tal manera que la persona no llega a notarlas.
Si las alteraciones son numerosas o grandes, las consecuencias tendrán un efecto importante tanto
sobre el patrón global de la marcha como sobre el movimiento de cada articulación.
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Cambios en el patrón de marcha con la edad
Efectivamente, los patrones de la marcha parecen seguir un curso bimodal en el que los niños hasta
los 7 años de edad y los ancianos mayores de 70 años presentan características muy parecidas:
La marcha de los niños pequeños suele ser más rápida que la del adulto (Whittle 2003) porque los
pies intentan mantener el centro de gravedad sobre el centro de equilibrio, mientras que en la
marcha del anciano ocurre lo contrario y la velocidad disminuye significativamente para conseguir
un mayor control del equilibrio ('Winter et al 1990). En los años intermedios es cuando la marcha
muestra el patrón identificable como “maduro”.
La longitud del paso y longitud del paso completo (o longitud del ciclo de marcha) son los
componentes espaciales más importantes de la marcha, y como indican Winter et al (1990) son
distintos en los jóvenes y en los ancianos.
La longitud del paso completo (ciclo de marcha) es la distancia existente entre el contacto del pie
(habitualmente con el talón) de un lado y el siguiente contacto del pie de ese mismo lado (p. ej.,
entre el talón derecho y el talón derecho; Figura 2), mientras que la longitud del paso es la
distancia entre el contacto del talón de un lado y el contacto del talón contrario (p. ej., entre el talón
derecho y el talón izquierdo).
La base de sustentación es la distancia que hay entre los dos maléolos mediales y es el otro
componente espacial importante que cambia con la edad. En el niño que está aprendiendo a
andar, la base de sustentación es muy amplia porque el equilibrio se está desarrollando.
La base de sustentación disminuye durante la marcha del adulto, y se amplía de nuevo en el
anciano a medida que se altera el equilibrio (Winter et a1 1990).
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Figura 2. Determinación de la longitud del paso y del paso completo.
A estas alturas usted ya debe de tener una noción del ciclo de la marcha, en concreto de los
parámetros movimiento, distancia, velocidad, y de cómo estos varían con la edad.
El siguiente paso consiste en analizar cómo puede el kinesiólogo evaluar el ciclo de la marcha e
identificar sus alteraciones.
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Figura 3. Comparación del movimiento en el plano sagital de la cadera, la rodilla y el tobillo del joven y del
anciano.
Los datos biomecánicos más exactos e i nformativos del ciclo de la marcha se recogen mediante los
sistemas de análisis tridimensional del movimiento en los laboratorios de marcha. Por desgracia, su
elevado costo y el tiempo invertido en completar el estudio hace que estos laboratorios de marcha
no sean asequibles a la mayoría de los pacientes y de los kinesiólogos (Krebs et al 1985). Además,
la interpretación de los datos biomecánicos es complicada, necesita mucho tiempo y no es fácil de
comprender para la mayor parte de los kinesiólogos, todo lo cual se añade a las dificultades que
plantea la transferencia de la información obtenida en el laboratorio al contexto práctico de la
kinesiología. No obstante, algunos kinesiólogos tienen acceso a la información biomecánica
adquirida en laboratorios de marcha, y es posible que necesiten ayuda para descifrarla. Diversas
publicaciones facilitan la comprensión de estos datos (Bowker y Messenger 1988, Kopf et al 1998,
Mendeiros 1984, Rose 1983, Whittle 1996, Yack 1984).
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Por ahora, no es necesario que usted conozca exhaustivamente la interpretación de la
biomecánica; esto es algo que debería dejar para cuando tenga que analizar la información de un
paciente concreto.
Para la mayoría de los kinesiólogos, por tanto, la evaluación de la marcha se debe llevar a cabo en
el departamento de kinesiología, en un pasillo del hospital, en el domicilio, la escuela o el lugar de
trabajo del paciente. Los métodos que se utilizan para valorar los parámetros de la marcha en estas
circunstancias han de ser fiables, válidos, fáciles de aplicar y rentables.
Antes de realizar la evaluación hay que formularse la siguiente pregunta: ¿Cuáles son los
objetivos de esta evaluación?
Entre las muchas respuestas posibles se encuentran las siguientes:
La respuesta será diferente en cada situación kinésica y usted tiene una serie de habilidades y
maneras para medir la eficacia del tratamiento. Su valoración de la marcha será subjetiva
(observación de los acontecimientos) u objetiva (determinación cuantitativa y registro de los
acontecimientos). Ambas valoraciones son importantes, pero el análisis objetivo es el que se utiliza
con mayor frecuencia en el ámbito de la kinesiología.
Por la facilidad de su uso, la observación y el registro de los datos subjetivos de la marcha nunca
podrán ser sustituidos por completo como elementos básicos de la evaluación de la marcha en el
ámbito de la kinesiología. No obstante, hay que conocer sus limitaciones y las alternativas
disponibles.
El entorno donde se evalúa la marcha debe tener buena iluminación, ser tranquilo y estar despejado.
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Lo ideal sería que el espacio dispuesto para caminar tuviera una longitud de 10 metros (Robinson y
Smidt 1981) en un recinto donde el kinesiólogo se pueda mover para situarse enfrente, detrás o al
lado del paciente (Whittle 2003).
Hay que prescindir de todo aquello que pueda distraer al paciente (p. ej., espejos, personas).
Si se utilizan cámaras de video, estas deben permanecer lo más alejadas posible del campo de
marcha. En cada extremo del pasillo se coloca una silla para que el paciente pueda descansar
(Figura 4).
Si se quiere cronometrar la marcha, es útil marcar de manera discreta las distancias en el suelo o en
la pared.
Robinson y Smidt (1981) aconsejan organizar el pasillo de 10 metros trazando con cinta adhesiva
sobre el suelo una rejilla de 10 m x 30 cm con tiras transversales numeradas a intervalos de 3 cm.
Este pasillo facilita la obtención de los datos relativos a la longitud del paso y del paso completo,
pero también puede ocurrir que la “rejilla” dirija al paciente e influye en la ejecución de la marcha.
La marcha se modifica de manera subconsciente en entornos diferentes, y en ella influyen
circunstancias como las líneas de una rejilla o la estrechez de un pasillo.
Donde quiera que se valore la marcha, hay que intentar disponer de lo siguiente:
• Un mínimo de 10 metros.
• Dos metros de entrada en calor y de vuelta a la calma.
• Una silla en cada extremo.
• Marcadores de piel (color que haga contraste).
• Cronómetro.
• Un lugar tranquilo con espacio a los cuatro lados (si es posible).
• Buena iluminación.
• Calzado habitual.
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En el domicilio del paciente resulta muy difícil lograr un recorrido de 10 metros, pero en el ámbito
clínico es fundamental evaluar la marcha siempre en el mismo lugar para reducir las variables. En
el domicilio, a veces, solo es factible hacer un recorrido corto (2-3 metros) que el paciente debe
repetir más veces para poder observar las alteraciones del movimiento. También es más difícil
“alejarse” del paciente para observar con claridad una parte específica del conjunto de la marcha.
Worsfold y Simpson (1996) observaron que los pacientes que manifestaban temor a caerse y que
tenían dificultades para andar, tanto por exteriores como por interiores, caminaban con más
facilidad por un pasillo que en cualquier otro entorno. Evidentemente, este escenario limita la
capacidad de observar bien determinadas alteraciones, por lo que habrá que adaptar el objetivo de
la valoración de la marcha a las condiciones de la exploración.
Independientemente del lugar donde se evalúe la marcha, hay que intentar estandarizar el entorno
para que las valoraciones repetidas sea más significativas; de este modo se disminuirá la
variabilidad y se aumentará la fiabilidad de la observación.
Análisis de la observación
Aunque la observación de determinados parámetros de la marcha pueda ser deficiente, este método
proporciona al kinesiólogo una impresión general de la calidad de los movimientos, y le ayuda a
evaluar la capacidad funcional general que tiene el paciente para caminar.
Hay que prestar atención a las características siguientes:
1. ¿Cómo interaccionan los pacientes con el entorno?
2. ¿Caminan próximos a la pared?
3. ¿Cómo maniobran alrededor de los obstáculos?
4. ¿Cómo utilizan sus ayudas para la marcha?
5. ¿Se distraen con facilidad?
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6. ¿Pueden manejarse en ambientes diferentes (exteriores, pendientes, terreno irregular,
concurridos, etc)?
Este material tiene un gran valor y ofrece información acerca de la “vida real”.
Resulta difícil realizar una grabación en video fuera del entorno clínico, por lo que la observación
debe perseguir unos objetivos concretos. Dichos objetivos son diferentes en función del nivel de
capacidad del paciente.
Hoy día, las pruebas de marcha constituyen una parte convencional de la exploración de la marcha
(Butland et al 1981, Singh et al 1992, Wade 1992).
La prueba de marcha se regula en tiempo o en distancia; por ejemplo, se puede hacer una prueba de
marcha de 2, 6 o 12 minutos, o una prueba de 3 o de 10 metros. Estas pruebas se utilizan para
evaluar la capacidad respiratoria global (Singh 1992), la función preoperatoria y postoperatoria en
los pacientes con problemas ortopédicos (McNicol et al 1980, 1981) o la discapacidad global de la
marcha en el campo de la neurología.
La prueba de marcha cronometrada de 10 metros se utiliza mucho en la evaluación de la marcha
neurológica (Wade 1992). Smith (1993) afirma que en el laboratorio se necesita solo una prueba de
marcha para la valoración intrapaciente, mientras que para la valoración interpaciente es necesaria
una media de tres pruebas.
En la prueba de marcha hay que registrar o bien, el tiempo que se tarda en recorrer una distancia
determinada, o bien, la distancia total caminada en un tiempo dado; esto nos proporciona una
indicación de la velocidad y la cadencia.
Muchos investigadores y médicos utilizan la velocidad de la marcha para señalar los cambios que
experimenta esta función como consecuencia del tratamiento (p. ej., McNicol et al 1980, 1981,
Robinson y Smidt 1981, Wade 1992). Existe una correlación significativa entre la velocidad y otros
muchos componentes de la marcha, como el equilibrio, la fuerza del cuádriceps y la longitud del
tendón de Aquiles (Steadman et al 1997). Por este motivo, suele utilizarse la velocidad como
criterio de valoración clínica. Wade et al (1987) demostraron, además, que la velocidad de la
marcha después de un ictus se correlacionaba con la valoración clínica del patrón de marcha.
También se puede medir la cadencia, para lo cual se cuantifica el número de pasos o de ciclos.
Existen valores normales aceptados para este parámetro (Whittle 2003).
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Las pruebas de la marcha más largas (ya sea en tiempo o en distancia) se deben reservar para
evaluar la marcha de los pacientes más capaces (Butland et al 1981, Gulmam et al 1996).
La prueba de los 3 minutos se ha utilizado en ancianos (Wollson et al 1990), observándose que
presenta escasa variabilidad dentro de una misma sesión y que se puede repetir al cabo de 24 horas
en una población de ancianos (promedio de edad 83,6 años, DE 5,8; Wordfuld y Simpson 1996).
La principal ventaja de esta prueba es que se puede aplicar tanto en el ámbito clínico como en el
ámbito doméstico sin necesidad de hacer adaptaciones.
La medición de los ángulos articulares directamente sobre la pantalla de televisión (en una imagen
congelada en la cinta de video) es propensa al error y, por lo tanto, no ofrece datos objetivos
verdaderos sino solo un cálculo del ángulo articular.
La llegada de los sistemas digitales de video que se utilizan con un ordenador personal normal ha
ofrecido un método de medición objetiva más barato y fácil de utilizar en el ámbito de la
kinesiología (Wall y Crosbie 1996, 1997).
La bibliografía publicada no indica si el observador debe comenzar por los pies y avanzar hasta la
cabeza o viceversa, o si debe concentrarse en los miembros inferiores antes que en el tronco.
Sea cual sea el método utilizado, hay que establecer, practicar y utilizar una misma rutina en todos
los pacientes.
Lo ideal sería observar todos los planos del movimiento, pero en la realidad solo se pueden valorar
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los planos frontal y sagital. Krebs et al (1985) afirman que los movimientos en el plano sagital son
más fiables que en el plano frontal o transversal, y que los movimientos de las grandes
articulaciones, como la cadera y la rodilla, son más fiables que los del pie y el tobillo.
El uso de señales visuales, como los marcadores cutáneos (marcas delebles de rotulador o pequeñas
pegatinas de color de 1 cm de diámetro) sobre los relieves óseos facilitará la observación del
movimiento articular. Los puntos de elección son el acromion, la espina iliaca antero superior, el
trocánter mayor, el cóndilo lateral del fémur, el maléolo lateral y la cabeza del quinto
metatarsiano, pero para analizar mejor la rotación se pueden marcar, además, las espinas ilíacas
postero superiores, la cara anterior del muslo y la cara anterior de la pierna (Perry 1992).
Obviamente, es necesario que el paciente esté suficientemente descubierto y que los colores de los
marcadores contrastan con el color de la piel.
Las líneas verticales, como por ejemplo las de una espaldera o una rejilla trazada sobre la pared,
también ayudan a identificar la posición de las articulaciones y del tronco en relación con la vertical
(Kinsman 1986).
Mediante la observación de la postura en bipedestación desde los planos frontal y sagital se puede
valorar la postura estática, y reconocer cualquier alteración postural de la columna vertebral o
deformidad causada por una carga dinámica, como el varo o valgo, la abducción o debilidad de la
cadera (prueba de Trendelenburg) y la hiperlordosis lumbar.
Las determinaciones de la función respiratoria sirven como indicador global de la influencia que
ejerce una alteración del patrón de la marcha sobre el gasto energético y la discapacidad. Suelen ser
pruebas caras que se realizan en laboratorio, pero resulta útil disponer de un indicador de la función
cardiorrespiratoria general. Uno de estos indicadores es el índice del costo fisiológico (ICF), el cual
se calcula dividiendo la diferencia entre la frecuencia cardiaca (FC) al final de la marcha y la
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frecuencia cardiaca en reposo por la velocidad.
ICF = (FC al final de la marcha - FC en reposo) / Velocidad (latidos/m) = (latidos/min -latidos/min) / (metros/min)
Este valor es un indicador global del gasto energético de la marcha y no necesita un equipo caro.
Se trata de un índice sensible al cambio, se ha utilizado tanto en adultos (Nene 1993) como en
niños (Butler et al 1994) y está validado como índice comparativo del gasto energético (Mc Gregor
1981).
A pesar de ello, el ICF no es una medida real de la discapacidad de la marcha. Para valorar la
discapacidad de la marcha en pacientes que han sufrido un ictus se puede utilizar un cuestionario
sobre la “percepción del paciente” (Steadman et al 1997). Este sencillo cuestionario se
correlacionaba de manera significativa con la velocidad de la marcha, la escala de Berg del
equilibrio y los resultados del índice de Rivermead para la movilidad (Rivermead Mobility Index),
lo cual demuestra que la percepción de los pacientes que tienen una discapacidad entre moderada y
grave de la marcha da una indicación de su función física general (Steadman et al 1997).
Se necesitan más estudios para validar las escalas de valoración de la discapacidad de la marcha.
En el ámbito clínico – terapéutico nuestros pacientes muy frecuentemente llegan a la consulta con
“ayuda marchas” (Ej: bastones; bastones canadienses; bastones trípodes; andadores; etc). Dichas
ayuda marchas son de especial interés si el paciente requiere de su utilización como parámetro
meramente insoslayable debido a un cuadro de base como puede ser una neuropatía; un
posquirúrgico en etapa subaguda; o por “sensación objetiva de seguridad”.
Independientemente del caso y teniendo en cuenta todo el análisis descrito en esta guía, esperamos
que usted alcance a comprender hasta qué punto las ayudas para la marcha pueden ocultar una
alteración, y que lo ideal sería observar la marcha con y sin los dispositivos de ayuda.
Si el paciente es incapaz de caminar sin su dispositivo, una alternativa sería colocarlo en las barras
paralelas y observar, aunque sea uno o dos pasos sin ayuda, con la seguridad que da la posibilidad
de sujetarse a las barras en caso de necesidad.
Consideraciones finales
Nuestro objetivo es que al final de esta guía haya mejorado mucho su noción de la marcha normal
y de la evaluación de la marcha en el “entorno clínico”, es decir, allí donde los kinesiólogos
evalúan la marcha.
Los casos clínicos proporcionan un ejemplo de los datos observados en la evaluación de la marcha
de los pacientes y de cómo se utilizan los formularios de la valoración de la marcha.
Se ha ofrecido un método para registrar la información relativa a la marcha, pero existen
disponibles muchos otros.
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Bibliografía utilizada para la realización de
esta guía
1. Perry J 1992 Gait analysis: normal and pathological function. Slack. Thorofare.
2. Prince F, Corriveau H, Hebert R, Winter DA 1997 Gait in elderly. Gait and Posture
S:128-135.
3. Rancho Los Amigos Medical Centre 1989 Observational gait analysis handbook. Los
Amigos Research and Education Institute, Downey, CA.
4. Reimers J 1972 A deambulation in cerebral palsy patients. Development Medicine and
Child Neurology 14: 332-335.
5. Robinson Jl, Smidt GL 1981 Quantitative gait evaluation in the clinical.
6. Rose GK 1983 Clinical gait assessment: a personal view.
7. Journal of Medical Engineering and Technology 7:273-279.
8. Rowe PJ, Nicol AC Kelly IG 1989 Flexible goniometer computer system for the
assessment of hip Function. Clinical Biomechanics 4: 68-72.
9. Shores M 1980 Footprint analysis in gait documentation. Physical Therapy 60:1163-1167.
10. Silvino N, Evamski PM, Waugh TR 198O The Harris and Beaci; Footprinting Mat
diagnostic validity and clinical use. Clinical Orthopaedics and Related Research 1551:
265-2-e.
11. Singh SJ 1992 The use of field walking tests for assessment of functional capacity in
patients with chronic airway obstruction. Physiotherapy 78:102-104.
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Autoevaluación
TEÓRICO:
1. En un paciente posquirúrgico del tendón de aquiles: ¿Qué grupo muscular se verá afectado
en su biomecánica y en qué fase de la marcha obtendremos el registro de la falla?
2. En un paciente con laceración tendinosa del grupo extensor del pie: ¿Qué fases se verán
afectadas y a qué tarea corresponde?
3. En un reemplazo total de cadera (RTC): ¿En qué grupo muscular obtendremos el registro
de claudicación en la tarea de “apoyo de miembro solo”?
4. ¿Cuál es el grupo muscular que deriva en la desaceleración del miembro inferior en la tarea
de balanceo?
5. ¿En qué tarea de la marcha el cuádriceps garantiza que el paciente mantenga la tarea de
“apoyo de miembro solo”?
6. ¿En qué fase de la marcha el grupo pantorrilla genera un control neuromuscular excéntrico
para garantizar el “pivoteo” de la tibia en la última fase de apoyo?
7. ¿Qué grupo muscular es sinérgico al cuádriceps en “apoyo de miembro solo” actuando
sobre la articulación coxofemoral para que no claudique hacia la flexión?
8. ¿Cuál es el eje del pie en el cual se produce “el atornillamiento y desatornillamiento” del
mediopie para garantizar la adaptación de la marcha a los distintos tipos de terrenos?
PRÁCTICO:
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