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Diagnostico de La Educacion Superior en La Republica Dominicana

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Theorethikos

Revista Electrónica
Universidad Francisco Gavidia
editor@ufg.edu.sv
EL SALVADOR

2001
Roberto E. Liz
DIAGNOSTICO DE LA EDUCACION SUPERIOR EN
LA REPUBLICA DOMINICANA
Theorethikos, año V, número 2, julio-diciembre
Universidad Francisco Gavidia
San Salvador, El Salvador.

Red de Revistas Científicas de América Latina y El


Caribe Ciencias Sociales y Humanidades
http://redalyc.uaemex.mx
Año V, No 002, Julio - Diciembre, 2001

DIAGNOSTICO DE LA EDUCACION SUPERIOR EN LA


REPUBLICA DOMINICANA

Por : Roberto E. Liz


Consultor

Santo Domingo, D. N.
Febrero 2001
3
DIAGNOSTICO DE LA EDUCACION SUPERIOR EN LA
REPUBLICA DOMINICANA
INDICE

EL ENTORNO ECONOMICO DOMINICANO........................................................................................................3

CARACTERIZACION DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN LA REPUBLICA DOMINICANA. FORTALEZAS Y


DEBILIDADES. Breve Reseña Histórica.............................................................................................................5

Acceso y Equidad.....................................................................................................................................................................8

Deserción y Repitencia.............................................................................................................................................................7

Pertinencia y Calidad.............................................................................................................................................................

Vinculación con los sectores productivos

Eficiencia Interna y Externa de la Educación Superior

EVOLUCIÓN Y PROYECCIÓN DE LA DEMANDA DE EDUCACIÓN SUPERIOR.....................................................18

Demanda potencial...........................................................................................................................................................................18

Demanda real.......................................................................................................................................¡Error! Marcador no definido.

Demanda efectiva............................................................................................................................................................................. 21

Proyección de una población meta.................................................................................................................................................25

EVOLUCIÓN Y PROYECCIÓN DE LA OFERTA DE EDUCACIÓN SUPERIOR.........................................................26

FINANCIAMIENTO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR.................................................................................................28

Nivel y estructura del gasto social en la educación superior........................................................................................................28

El financiamiento público de la educación superior.....................................................................................................................31

El financiamiento privado a la educación superior......................................................................................................................39

Estructura de costos de la educación superior.................................................................................................................................43

Viabilidad de elevar el financiamiento de la educación superior................................................................................................44

PROPUESTA PARA RACIONALIZAR EL FINANCIAMIENTO PÚBLICO A LA EDUCACIÓN SUPERIOR..............49

La focalización.................................................................................................................................................................................. 50

El subsidio a la demanda.................................................................................................................................................................51

Propuesta de cambio........................................................................................................................................................................ 52

Puesta en marcha de la nueva modalidad......................................................................................................................................53

Perfeccionamiento del sistema en una segunda etapa..................................................................................................................55


Beneficios esperados........................................................................................................................................................................ 56

EL ENTORNO ECONOMICO DOMINICANO


Hasta mediados del presente siglo la economía dominicana se basaba casi por completo en el
abastecimiento interno de alimentos para una población predominantemente campesina, la
exportación de un pequeño grupo de productos básicos y la importación de algunos rubros de
manufacturas para el consumo de los pequeños grupos viviendo en las zonas urbanas.

Desde mediados de los sesenta el país se embarca, al igual que la mayoría de América latina, en
un proceso de industrialización de sustitución de importaciones, el cual a la postre se tradujo en
profundización del desequilibrio externo con el consiguiente endeudamiento externo y
desequilibrios fiscales que llego a afectar la paz social.

No es sino en la década de los 80`s cuando finalmente se sientan las bases para eliminar la fuerte
dependencia de los bienes primarios agrícolas y mineros y se da un impulso definitivo a la
exportación de bienes y servicios debido principalmente a la sustitución del régimen cambiario
de paridad tradicional por un sistema que aunque no totalmente libre permitió la devaluación de
nuestra moneda poniendo fin así a muchos años de sobre valuación artificial de la misma.

A principios de la década de los 90 `s, después de un desequilibrio fiscal traumático que se


tradujo en una hiperinflación de singular proporción, en un severo desajuste cambiario, en crisis
de desabastecimiento de todo tipo, reducción del ingreso real per cápita y por ende perdida en la
capacidad adquisitiva de la población, el país aprendió finalmente la lección de que el equilibrio
macroeconómico era una precondición esencial para la estabilidad y el crecimiento. El
mantenimiento del equilibrio macroeconómico se ha convertido en un pacto social que ningún
grupo gobernante se plantea quebrantar.

Lo anterior combinado con un proceso de reformas económicas que se han venido adoptando
desde principios de la década pasada tales como la sincerización y liberalización de muchos de
los precios relativos tales como los combustibles, las tasas de interés, la tasa de cambio, la
reforma tributaria (inclusión del ad-valorem) y arancelaria, permitieron que la economía
recuperara los niveles de equilibrio, se restableciera la capacidad de inversión del gobierno y se
reiniciara un franco proceso de recuperación y crecimiento económicos.

Podríamos afirmar que la economía nacional ha exhibido desde 1992 hasta la fecha un
comportamiento excepcional. El PBI ha estado creciendo a tasas por encima del 4% y del 7% en
los últimos tres años, la inflación se ha mantenido por niveles del 6 al 7%, el salario real se ha
incrementado y así el poder adquisitivo de la población a la vez que se ha reducido el desempleo.
El Turismo (12.8% promedio anual), Las Zonas Francas Industriales (7.8%) y las
Telecomunicaciones(16.7%), han tenido el liderazgo de este crecimiento beneficiándose de la
mayor apertura de la economía, la política de flexibilidad
cambiaria y el proceso de globalización. La inversión publica en mayor medida y también la
privada contribuyó a que los sectores de la Construcción913.6%) y La Energía Eléctrica (10.8%),
también tuvieron un impulso considerable. Asimismo el Comercio y el Transporte han acusado
bastante dinamismo.
La inversión social en Educación y Salud y en menor grado en Vivienda, volvió a los niveles de
los 70`s y en algunos casos la superar.

Sin embargo y a pesar de estos avances significativos, aun subsisten enormes problemas de
naturaleza estructural. Ejemplo de ello se aprecia en las mismas zonas francas las cuales aportan
una gran cantidad de empleo directos de mano de obra de escasa calificación pero con niveles de
salarios bastante competitivos en la región y una notable destreza en el procesamiento de bienes
de fácil manufactura, principalmente las confecciones textiles. Este sector ha perdido gran parte
de su dinamismo entre otras razones por la política de sobre valuación de nuestra moneda frente
al dólar profundizada en los últimos años y por las ventajas competitivas que le dio el ALCA a
México en detrimento de otros países de la región. Por la apreciación del tipo de cambio,
nuestros salarios ahora son mayores sin que ese incremento se haya traducido en aumentos
equivalentes de productividad.

Las expectativas creadas por el mayor dinamismo de la economía, se ha traducido en un


incremento del numero de estudiantes matriculados, creando graves problemas cualitativos dadas
las deficiencias de un personal docente adecuado, un equipamiento deficiente y una capacidad
limitada en termino de gestión.

La demanda de nuevas plazas en las universidades desborda la capacidad instalada generando


graves cuellos de botella, sobrepoblación y hasta hacinamiento. Los niveles educativos declinan
y la cantidad de graduados satura los mercados principalmente debido a la alta concentración de
estudiantes en muy pocas carreras. (En solo 5 carreras se concentran el 55% de la matricula.

Partiendo de la premisa de que la Republica dominicana continuar en el futuro cercano


profundizando su proceso de reformas económicas y sociales a fin de modernizar todo el aparato
productivo de los sectores tradicionales y continuar su posicionamiento competitivo en los
sectores modernos de la economía de cara a la apertura de los mercados y al proceso de
integración subregional, regional y continental, se hace necesario que en el ámbito educativo
podamos ofrecer las respuestas que se correspondan con este proceso.
La nueva Ley de Educación Superior Ciencia y tecnología que hoy se debate a nivel del
Congreso Nacional y que es el fruto de un amplio debate de todos los sectores involucrados,
quizás sea el mejor exponente de la voluntad de los dominicanos para hacer frente a los grandes
retos educativos del presente.
LA EDUCACIÓN EN LA REPUBLICA DOMINICANA

El Sistema Educativo de la Republica Dominicana fue renovado mediante la Ley


No.66-97 del 15 de Abril de 1997, la cual sustituye la antigua Ley del año1951
que regulaba dicho Sistema.
Conforme a la organización del Sistema educativo este cubre los siguientes
niveles:

I) PREESCOLAR  Población < 6 años de edad (28% de Cobertura,


53% Publico, 47% Privado)

II) INICIAL o BASICA  Población de 7 a 14 años. Iro. al 8vo.


Curso.(92% de Cobertura, 78% Publico y 22% privado)

III) MEDIA o SECUNDARIA Población de 14 a 18 años. Iro. Al 4to. Curso.


(48% de Cobertura, 30% Publico y 70% Privado)
Tres Bachilleratos: a) General
b) Técnico-Profesional Disciplinas tales como:
Industrial,Agropecuario,Turismo,Informatica
Secretariado etc.
c)  Profesional y Artes.
IV) EDUC.SUPERIOR  Población de 18 años en adelante.
a) Institutos de Estudios Superiores  Nivel Técnico Superior (2 años)
b) Universidades  Pregrado, Grado y Postgrado

Breve Reseña Histórica de la Educación Superior en la Republica


Dominicana.
La educación superior de la República Dominicana, ha experimentado cambios espectaculares en
las últimas cuatro décadas. De menos de 3,000 estudiantes y una sola institución de educación
superior hasta el inicio de la década de los años 60, al 1986 ya el país constaba con 26
instituciones educativas de este nivel y con una matrícula de más de 124,000 estudiantes.

Estas cifras aumentaron hasta finales del año 1997 a un volumen de 176,953 estudiantes y unas
35 instituciones de educación superior, entre ellas 28 categorizadas como universidades y 7
institutos de estudios superiores.

Hasta el año 1960 sólo existía la Universidad de Santo Domingo, hoy Universidad Autónoma de
Santo Domino (UASD. Esta institución, la primera de su género en el Continente Americano,
fue establecida originalmente como Universidad Santo Tomás de Aquino mediante la Bula "IN
APOSTULATUS CULMINE" emitida por el Papa Paulo III el 28 de Octubre del año 1538. Esta
licencia se produjo en reconocimiento a la labor desarrollada por el Centro de Estudios Generales
que administraban los Padres Dominicos desde el año 1518.
En el año 1961 mediante la ley 5778 del 31 de Diciembre de ese mismo año fue conferida la
característica de Autónoma a la Universidad de Santo Domingo, adoptando desde entonces el
nombre con el que le conocemos hoy: Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Esta
misma ley consagró además el "fuero universitario" y la autonomía administrativa de la
institución sobre la base de un 5% anual del Presupuesto Nacional.

En el año 1962 fue creada la primera universidad privada del país Universidad Católica Madre y
Maestra (UCMM) mediante la Ley 6150/62. Más tarde, en el año 1987, fue distinguida por el
Papa Juan Pablo II con el título de "Pontificia". Desde entonces asume el nombre de Pontificia
Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM).

Desde el año 1966 hasta el 1983 fueron autorizadas 12 instituciones (32.4% del total actual).
Este período coincidió con la existencia de un marco jurídico de muy poco rigor amparado en las
leyes (273/66 y 236/67), las que en su conjunto no llegan a 10 artículos y que ponen en manos
del Presidente de la República la decisión de otorgar mediante Decreto el derecho a operar para
nuevas instituciones de educación superior.

Al efecto, la ley 273/66 establece en su primer artículo que las IES que puedan ser creadas por la
iniciativa privada "podrán expedir títulos académicos con los mismos alcances, fuerza y validez
que tienen los expedidos por las instituciones oficiales o autónomas de igual categoría", pero
condicionadas a que estas asumen la misma estructura curricular y los mismos requisitos de
ingreso que sus homólogos del Estado, entiéndase UASD, entre otros aspectos.

El Art.2 establece restricciones docentes sólo a carreras que requieren de Exequátur para su
ejercicio profesional. Los restantes cuatro artículos se refieren a exoneración de impuestos,
apoliticidad de las IES, otorgamiento de personería jurídica mediante Decreto de Poder Ejecutivo
y posibilidad de fiscalización por parte del Estado.

Un año más tarde fue aprobada la Ley 236/67, la cual surgió de manera especial para suprimir las
condiciones impuestas para la autorización de nuevas instituciones de educación superior
establecidas originalmente en el Art. 1 de la Ley 273/66. De ese modo se dejó a las IES privadas
de asumir su propia estructura curricular.

El año 1983 marca una etapa importante en la historia de la educación superior dominicana con
la creación mediante el Decreto 1255/83 del Consejo Nacional de Educación Superior (CONES),
y con él un marco regulatorio complementario (Reglamento de Educación Superior
Dominicana). A partir de ese momento, si bien el otorgamiento de nuevas franquicias
universitarias las continuaba otorgando el Presidente de la República, estas decisiones descansan
en recomendaciones del CONES con base en evaluaciones técnicas de los proyectos
correspondientes. Desde el año 1983 hasta la fecha se han creado 23 instituciones, las cuales
representan un 6.2% del total.

Los períodos específicos de mayor otorgamiento de decretos de aprobación de instituciones de


educación superior corresponden a los años 1980/85, 1985/90 y 1995/96, en los cuales fueron
aprobadas 8 instituciones en el primero y 7 en cada uno de los otros.
Tan sólo entre el 1995 y el 1996 fueron incorporados seis (6) instituciones; esto es, el 16.2% del
total de la IES, lo que significa que en tan sólo dos años se aprobó la misma cantidad de IES
privadas que se aprobaron durante la década de los años 1970.

La Republica Dominicana cuenta con un sistema de educación superior compuesto por


instituciones de características diferentes ya que existen 28 universidades y 7 Institutos de
Educación.

Las universidades son principalmente privadas y solamente existe una universidad publica con
ocho extensiones en varias ciudades del país. Las instituciones privadas surgen en la década de
los sesenta. La primera fue producto de la acción de la Iglesia Católica, apoyada por los
empresarios de la región, que establecía una universidad en la segunda ciudad en importancia del
país.

En 1967 y 1968 fueron fundadas otras dos instituciones privadas. La primera como opción
diferente a la estatal, que en esos momentos había adquirido una fuerte connotación política, y
fue creada por un grupo de profesores que abandona la institución publica por no estar acordes
con la dirección que estaba tomando la institución estatal. La otra institución fue fundada por
una asociación de empresarios, con carácter del nivel superior, pero sin perfil de universidad en
un principio.

En la década de los setenta comienza realmente el proceso de conformación del mundo


universitario dominicano, con una marcada polarización geográfica. De las ocho universidades
fundadas en esa década, tres surgen fuera de la ciudad capital de Santo Domingo, iniciándose la
concentración en la región del Cibao, donde la existía la primera institución privada de la Iglesia
Católica.

En la década de los ochenta surgen doce universidades. De estas, seis fueron fundadas fuera de la
ciudad capital. A su vez, de estas seis, cinco fueron abiertas en la región del Cibao. El otro
restante esta situada en una ciudad del sur, a considerable distancia de la ciudad capital.
En la década pasada, se fundaron las ultimas seis y tres en el Cibao, zona en la que están
ubicadas diez de las veintiocho universidades del país. Dentro del Cibao, la ciudad de Santiago
cuenta con cinco instituciones universitarias. Fuera de esa región y de la ciudad de Santo
Domingo, únicamente existen dos.

La concentración en la región del Cibao tiene explicación en las características de densidad


demográfica y sobre todo por su potencial industrial, turístico, minero y agropecuario.

A continuación un cuadro de las universidades dominicanas indicando la fecha de su


constitución y su localización.
Entidades de Educación Superior de la Republica Dominicana

INSTITUCION CIUDAD/REGION AñO


Universidad Autónoma de Santo Domingo Santo Domingo 1538
Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra Santiago (Cibao) 1962
Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña Santo Domingo 1967
Universidad APEC Santo Domingo
Universidad Central del Este San P. Macorís (Este) 1971
Instituto Tecnológico de Santo Domingo Santo Domingo 1974
Instituto Nacional de Ciencias Exactas Santo Domingo 1974
Universidad Dominicana, O & M Santo Domingo 1974
Universidad Tecnológica de Santiago Santiago (Cibao) 1978
Universidad Nordestana San Francisco (Cibao) 1978
Universidad Iberoamericana Santo Domingo 1982
Universidad Adventista Dominicana Bonao (Cibao) 1982
Universidad Interamericana Santo Domingo 1982
Instituto Tecnológico del Cibao Oriental Cotui(Cibao) 1983
Universidad Tecnológica del Sur Azua (Sur) 1984
Universidad Católica de Santo Domingo Santo Domingo 1984
Universidad Eugenio Maria de Hostos Santo Domingo 1984
Universidad Colegio de Estudios Profesionales Santo Domingo 1985
Universidad Odontológica Dominicana Santo Domingo 1985
Instituto Superior de Agricultura Santiago (Cibao) 1986
Universidad Nacional Evangélica Santiago (Cibao) 1986
Universidad Tecnológica del Cibao La Vega (Cibao) 1986
Universidad Federico Henriquez y Carvajal Santo Domingo 1991
Universidad de la Tercera Edad Santo Domingo 1992
Universidad Abierta para Adultos Santiago (Cibao) 1995
Universidad del Caribe Santo Domingo 1995
Universidad Agroforestal F. Arturo de Meriño Jarabacoa (Cibao) 1996
Universidad Félix Adam Santo Domingo 1996

La Universidad Autónoma de Santo Domingo, la única publica, ha gozado de


prestigio por la calidad de sus egresados. Las limitaciones presupuestarias a que
fue sometida durante décadas y la progresiva masificación han deteriorado su
calidad. No obstante, mantiene niveles cualitativos superiores a muchas del sector
privado.
La mayoría de las instituciones del sector privado son de absorción de la demanda.
Esta población proviene de sectores poblacionales que encuentran inconvenientes
en la institución publica, principalmente por la duración de los estudios debido a
las interrupciones producidas por las huelgas estudiantiles, de profesores y
empleados. También de esos mismos sectores, que no pueden ingresar a las
instituciones de elite bien sean católicas o seculares, por los controles de ingreso,
de permanencia y por los costos de los estudios.

Entre las instituciones privadas existen dos con una matricula superior a los 15 000
estudiantes, que las distancia del resto del mismo sector. Las otras tienen una
matricula inferior a los 3 000 estudiantes.

Las instituciones de elite son las menos numerosas. Su población se sitúa entre los
10 000 y 3 000 estudiantes, pero es difícil determinar las instituciones que
componen este segmento. Aunque en años pasados, las consideradas de elite tenían
controles estrictos de ingreso, actualmente esos mecanismos están mas
relacionados con la permanencia de los estudiantes y con los costos de los
créditos. Y en esos aspectos no existen estudios ponderativos.

Las del sector religioso, seis en total, están compuestas no solo por las católicas,
que nos las más numerosas, sino también por la evangélica y la adventista. El
ingreso a las católicas no es demandado principalmente por su carácter religioso,
sino por su organización y la continuidad de sus actividades en unos casos, en
otros, por estar situadas en localidades donde no existen otras alternativas de
estudios superiores.

Es difícil determinar el grupo de instituciones de elite, pues en algunos casos la


calidad académica es manifiesta, pero en otros, se hace más difícil, al conjugarse
factores relacionados con el origen socioeconómico de sus estudiantes y su
procedencia de colegios académicamente bien establecidos.

Los procesos de diferenciación de la educación superior tanto privada como


publica se basan principalmente en el tipo de estudiante que es recibido por las
instituciones. Pocos de los estudiantes de los buenos colegios de educación
secundaria ingresan en la universidad estatal. En el sector privado ingresos los de
los colegios privados religiosos que atienen los sectores socioeconomicamente más
pudientes.

Los institutos de educación superior son privados todos y solamente uno pertenece
a una congregación religiosa católica.
CARACTERÍSTICAS RELEVANTES DE LA EDUCACION
SUPERIOR
EN LA REPUBLICA DOMINICA
Acceso y Equidad
Ahora bien, la demanda de acceso a la educación superior se define no sólo a partir de la
población total que se encuentra en la cohorte de edad correspondiente, sino que toma en
cuenta otros factores que vienen dados por la cobertura del sistema educativo en su
conjunto y el contexto socioeconómico en que opera el sistema.

La cobertura de la educación media se ha elevado notablemente en la presente década.


Mientras en 1990 apenas existían unos 199 mil alumnos en los subsectores público y
privado, equivalentes a un 34% de la población entre los 14 y 17 años, para el año escolar
1997-98 se contaban unos 330 mil estudiantes asistiendo a los centros de educación
secundaria, para una tasa bruta de matriculación de la cohorte de edad correspondiente que
asciende a alrededor de un 46%.

A esta expansión de la educación media han contribuido enormemente dos factores: el


proceso de mejoramiento general de la economía, caracterizado por un crecimiento
sostenido del producto per cápita desde 1992, con bajas tasas de inflación, y el hecho de
que la política oficial respecto a la educación haya experimentado algunos cambios en
dirección positiva, incluyendo la dotación de más recursos públicos y la introducción de
algunas innovaciones en cuanto a la forma de proveer el servicio educativo. En respuesta,
la matrícula total en las escuelas públicas en general, de todos los niveles, ha pasado de
1.18 millones a 1.70 millones entre 1990 y 1998. Esto indica que es de esperarse que la
cantidad de alumnos de la educación media seguirá creciendo en los años futuros a una tasa
considerablemente alta. A esta apreciación contribuye el hecho de que, aún habiendo
llegado a 46% la tasa bruta de matriculación, todavía el país está sustancialmente retrasado
en este aspecto, si se toma en cuenta que ya en 1995 la mayor parte de los países de
América Latina habían superado este nivel, como muestra el cuadro 2.
Comportamiento de la Matrícula Estudiantil

En los últimos 5 años se produjo un notable crecimiento de la matrícula estudiantil de las


IES del país. D e 127,409 estudiantes en 1994; esta aumentó a 176,935 en el 1997, cerca de
50 mil estudiantes más en tan sólo cuatro años, para una tasa de crecimiento global durante
dicho período de un 28%, lo que representa un promedio anual de 9.3%. El mayor
crecimiento se experimentó en el año 1996, en donde la matrícula creció en un 15.4% con
respecto al año 1995, seis puntos más que el crecimiento promedio anual del período
1994/97.

El principal aporte al crecimiento general de la matrícula estudiantil en el nivel superior


durante el período de referencia provino fundamentalmente del acelerado aumento
experimentado en el número de estudiantes de la Universidad Autónoma de Santo Domingo
(UASD), la cual pasó de 41,139 en el 1994 s 81,753 en el 1997 para una tasa de
crecimiento de un 49.7%, para un crecimiento promedio anual de 16%.
Ese crecimiento sostenido en la UASD se produjo con mayor intensidad en el año 1997 en
donde se experimentó un aumento de un 24% con respecto al 1996. Para ese mismo año la
O&M creció a un 19.6%. Igualmente se produjeron ligeros aumentos en la UCSD, UCAP,
UTESA y PUCMM.

Pese al acelerado crecimiento de la matrícula estudiantil; , la misma siguió concentrándose


en siete grandes carreras: cinco nominadas como tradicionales (Contabilidad, Educación,
Derecho, Administración y Medicina) y dos carreras modernas de reciente aparición en la
oferta: Mercadeo e Informática.

Como puede verse en el cuadro anterior estas siete carreras concentraron el 68% de la
matrícula estudiantil en el año 1997, destacándose el hecho de que en tan sólo cinco de
éstas se aglutinó más del 55% del total de la matrícula: Contabilidad, Educación, Derecho,
Informática y Mercadeo.

Otras carreras con una participación importante en la composición de la matrícula superior


son las de Ingeniería Electromecánica, Ingeniería Industria, Idiomas y Psicología, las cuales
tienen cada una entre 2% y 4% de la matrícula total. Las once (11) carreras que aparecen
en el cuadro representan el 72.1% de la matrícula universitaria para el año 1997.

Un aspecto importante en la composición de la matrícula estudiantil es el factor de género.


En el caso de las universidades privadas el 59.37% de la matrícula en el año 1997
pertenencia al sexo femenino, está muy distinta hasta la del año 1980 en donde las mujeres
tan solo representaban u porcentaje no mayoritario de la matrícula total.

Es muy notable, son embargo, la diferenciación que se advierte en el marco de carreras


específicas. En los casos de Educación, Turismo y Hotelería, Odontología, Bioanálisis,
Secretariado, Enfermería, Bibliotecología, Arte y Decoración la presencia femenina supera
el 70% de la matrícula. En cambio en otras carreras relacionadas a las áreas de la
Ingeniería, Economía, Agronomía, Idiomas, etc. entre otras apenas llega a un 20%.

En las carreras de mayor número de estudiantes la presencia de mujeres es mucho mayor


que la de los hombres, como son los casos de Contabilidad, Mercadeo, Medicina,
Educación y en menor grado Derecho e Informática.

Deserción y Repitencia

De lo anterior se deduce que es de esperar una inusitada elevación de la demanda por


servicios educativos de nivel terciario en los próximos años. En estos momentos, el sistema
está graduando alrededor de unos 50 mil bachilleres cada año, es decir, el 27 por ciento de
la cantidad de jóvenes que alcanzan los 18 años. Pero esta proporción, que constituye la
demanda real para el ingreso a las instituciones de educación superior, tiene una marcada
tendencia hacia el aumento. De hecho, en ausencia de deserción o repetición, a partir de los
mencionados 330 mil alumnos actuales, las escuelas secundarias deberían estar graduando
cerca de 83 mil bachilleres cada año en breve plazo. Si bien es obvio que ni la repitencia ni
la deserción desaparecerán de golpe, no hay dudas de que en estos aspectos se registran
importantes avances. La tasa de repitencia en el nivel secundario se ha reducido de un 8.4%
en el período 1989-90 a un 3.4% en 1996-97. En el caso de la deserción, se ha logrado bajar
la tasa de un 35.8% a alrededor de un 15% en el mismo período.
Se ha estimado que al nivel superior tanto la tasa de repitencia como la de deserción sean
tan sustancialmente menores como un 50% de las registradas en el nivel secundario.

Pertinencia y Calidad
Existe un consenso generalizado en el sentido de considerar la pertinencia de
la educación superior como el rol que ésta asume en atención a las demandas
actuales y futuras de la sociedad en la que está inserta; implica, hasta cierto
punto, la razón de ser de las instituciones de educación superior. En ese
marco la Conferencia Regional sobre Políticas y Estrategias para la
Transformación de la Educación Superior en América Latina y el Caribe y,
posteriormente, la Conferencia Mundial sobre dicha temática, la UNESCO
propuso como uno de los temas prioritarios de las respectivas agendas la
'Pertinencia de la Educación Superior', enfatizando de manera especial en los
siguientes aspectos:

Relación de la Educación Superior con el modelo nacional de desarrollo,


aporte para su diseño y perfeccionamiento;
¿Cómo puede contribuir a la educación superior la consolidación de una
cultura de paz, a la preservación de la identidad nacional, a la integración
regional y al desarrollo humano? ;

La pertinencia como producto de la investigación científico-tecnológico y su


inserción en el proceso de desarrollo global, la articulación necesaria,
propuesta para garantizarla;

La pertinencia como respuesta a necesidades reales, ¿cómo lograrla? ;

La pertinencia en apoyo a la formación de recursos humanos, a la articulación


con el sector productivo de bienes y servicios y el sistema económico-laboral,
la colaboración con la sociedad civil y las comunidades organizadas en el
ámbito local y el apoyo a la modernización permanente del Estado, la
cooperación política.

Entre los criterios que orientaron los referidos eventos se asumió que las
instituciones de educación superior están llamadas a contribuir, de manera
preponderante, al progreso equitativo de las sociedades, lo que resulta
incompatible con la elitización del sistema, e implica modificaciones
sustanciales de la sociedad en su conjunto, a través de la eliminación, o por lo
menos, la reducción de la pobreza, de la miseria, del hambre, de las
diferencias sociales escandalosas y de la concentración de la riqueza y del
saber.

En ese marco, la equidad constituye un factor altamente relevante cuando de


pertinencia de la educación superior se trata. Para el Señor Raúl Urzúa

Otro aspecto de gran diferenciación en la educación superior lo constituye la exagerada


concentración de estudiantes (55 por ciento de la matricula) en apenas cinco áreas de las 40
carreras existentes de acuerdo a la estratificación actual del CONES.

El 70% del total de los estudiantes universitarios del país se concentra en tan solo siete
carreras: contabilidad (12.7%), educación (11.8%), derecho (10.8), informática (10.0%),
mercadea (10.0%), administración (6.9%) y Medicina (6.0%.

Contrario a esta situación, sucede con carreras de las áreas de agronomía, biología, física,
química, matemática, demografía, sociología, historia, antropología, economía y filosofía,
en donde la matricula estudiantil es prácticamente nula.

De los estudiantes de educación superior que existen en el país, la universidad estatal posee
la proporción de matriculada más alta (52%. )

El resto del estudiantado se distribuye entre cinco instituciones privadas con matriculas que
oscilan entre 5 mil y 20 mil estudiantes, y las restantes 31 instituciones (95% del total),
cuyas matriculas no llegan a los 5 mil alumnos, incluyendo a 25 con un porcentaje de
matriculas menor del 1 % del total..
Dentro de la amplia gama de los problemas señalados por los ejecutivos de las instituciones
de educación superior como los que los afectan, figuran el bajo nivel académico con que
ingresan los estudiantes a las universidades, y las limitaciones de recursos financieros que
enfrentan estas entidades.

Otro de los principales problemas que perjudican a los centros de educación superior es la
baja formación pedagógica y científica de los profesores que se dedican a la enseñanza, y la
insuficiente articulación de estas instituciones con el sector productivo nacional.
Además, los centros de educación superior son afectados por la escasa producción
científica y tecnológica, el desequilibrio entre las funciones de docencia, investigación y
extensión, así como una débil infraestructura física y académica.

Uno de los grandes obstáculos que traban la investigación de la universidad actual, lo


constituye la estructura curricular que se asume, generalmente basada en la organización de
disciplina y materias de enseñanza, en la que solo se contabiliza la función docencia.
La calidad de la oferta curricular aparenta tener pocas diferencias entre las diferentes
instituciones dentro las disciplinas. Sin embargo, a la no existir programas sistemáticos de
evaluación no se podría expresar las diferencias reales entre unas y otras.

El gran numero de instituciones con una población reducida ha provocado que estas
instituciones sean de las llamadas de bajo grado de complejidad. Este tipo de instituciones
no realiza investigación y el postgrado o no es significativo.

Los mecanismos para monitorear, garantizar y evaluar la calidad de la Educación Superior


en el País son limitados y deficientes. ¿ Cuales son estos mecanismos?

a) La calidad del estudiante se mide de dos formas primero a través de las Pruebas
Nacionales de la Secundaria que desde su vigencia hace unos años ha permitido
asegurar un mínimo de calidad académica de los los que entran al sistema de la
educación superior y a pesar de que muchos sectores se han pronunciado en contra
de las mismas pidiendo su abolición, afortunadamente las autoridades educativas
del país las mantienen aunque se ha ido flexibilizando un poco su implementación.
Estas pruebas son en muchos casos el único requisito de entrada a las universidades.
El otro es el sistema de promoción y control del desempeño académico al interior de
las universidades el cual depende mucho de la filosofía de cada institución y habría
que decir que ha existido una tendencia también a flexibilizar los requisitos y las
“bajas académicas” en muchas instituciones debido a la gran competencia entre
ellas por absorber una mayor cantidad de estudiantes. Seria conveniente que el
Consejo nacional de educación Superior (CONES) estableciera un examen de
“entrada” y otro de “salida” como forma de evaluar de forma permanente a las
Instituciones y los egresados.
b) El otro mecanismo de control de calidad es el institucional y se sustenta en la
evaluación quinquenal que el CONES hace de las universidades. Es necesario
reconocer que la calidad de dichas evaluaciones ha venido mejorando a través de
los años y hoy día se ha visto como a consecuencia de estas se han cerrado algunas
carreras de varias universidades por no llenar los requisitos básicos. Otro
mecanismo institucional de control de la calidad lo es el sistema de auto estudio y
acreditación que las universidades han tratado de implementar a través de una
institución llamada Asociación de Auto estudio y Acreditación. Desdichadamente la
ADA no ha podido desarrollarse y cumplir cabalmente con su Misión debido,
básicamente a la falta de recursos. Se requiere de un fuerte apoyo estatal y de las
propias universidades para desarrollar un ente independiente de acreditación.
c) Cuerpo Docente. La información sobre los profesores universitarios es mínima. Los
profesores del sector publico a tiempo completo representan él 60 % de total.
Aunque establecer este numero es difícil, pues se da con frecuencia que los
profesores de un sector lo son también del otro.
El tiempo de dedicación es principalmente por horas o asignaturas. En el sector
publico existe la modalidad de tempo completo, pero no necesariamente en un
horario de trabajo que coincide con el normal de las instituciones de producción o
de servicios.

El nivel de formación es principalmente de licenciatura, aunque también son


numerosos los profesores con maestría y doctora, pero son por asignaturas y
principalmente en los postgrados.

Escalas de salarios. Los docentes del sector publico obtienen remuneraciones


mayores que los del sector privado en términos generales.

La contratación de los docentes esta sujeta a la presentación de credenciales o


títulos académicos obtenidos, solamente en el sector publico existe la practica del
concurso. En el sector privado funciona el mecanismo informal de la
recomendación de otro docente o profesional. También funciona la contratación de
egresados

De todas formas los criterios de contratación son sumamente flexibles.

Pocas instituciones cuentan con carrera académica por lo que la promoción


académica no existe prácticamente, quitando el caso de la universidad estatal.

Los mecanismos de promoción en la universidad estatal se rigen por los concursos,


donde entra criterios como la antigüedad, las publicaciones y grados alcanzados.

En muchos casos estos mecanismos no son realmente utilizados por no contar con
los recursos económicos que los den soporte y continuidad.

Diferenciación. Ordinariamente los profesores son clasificados según los grados


académicos. Los de doctorado, maestrías y licenciatura. No existe en este sentido
que los que tienen los mayores grados sean los que ordinariamente se ocupan de la
investigación.

Es difícil determinar el grupo de instituciones de elite, pues en algunos casos la calidad


académica es manifiesta, pero en otros, se hace más difícil, al conjugarse factores
relacionados con el origen socioeconómico de sus estudiantes y su procedencia de colegios
académicamente bien establecidos.

Los procesos de diferenciación de la educación superior tanto privada como publica se


basan principalmente en el tipo de estudiante que es recibido por las instituciones. Pocos de
los estudiantes de los buenos colegios de educación secundaria ingresan en religiosos que
atienen los sectores socioeconomicamente más pudientes.
Los institutos de educación superior son privados todos y solamente uno pertenece a lt
Estado aunque es manejado por una congregación religiosa católica.

La mayoría de las instituciones del sector privado ofrecen carreras que exigen
infraestructura compleja, la mayoría oferten administración, contabilidad, mercadeo,
educación. Las carreras de medicina, ingenierías están en las instituciones seculares de elite
y en alguna de las católicas.

Los postgrados están en las de elite y católicas, aunque las de mayor población del
segmento de absorción de la demanda también ofrecen programas d e maestría. Pero su
calidad y demanda no es significativa.

No existe información confiable relativa al numero de profesores a tiempo completo en la


educación superior, mucho menos de aquellos que trabajan en condiciones de dedicación
exclusiva. Por el contrario la inmensa mayoría están relacionados con las instituciones
mediante una dedicación parcial.

No parece que las instituciones estén pensando en cambiar esta situación, de tal forma que
se transforme las actividades de la enseñanza, la investigación y los servicios que ofrecen
las universidades.
La oferta universitaria al nivel de postgrado, aunque todavía limitada, muestra un
significativo crecimiento en relaciona la década de los setenta.

Existen actualmente unos 50 programas de postgrado que incorporan un 17% de la


población matriculada en instituciones públicas y privadas, siendo la mayoría maestrías y
las especializaciones y muy escasamente algunos programas doctorarles aun muy
incipientes.

Vinculación con los Sectores Productivos


A pesar de que la mayoría de las universidades dominicanas son privadas y en esa
condición están dirigidas por organismos colegiados en donde participan profesionales
liberales de ejercicio privado, empresarios, religiosos y académicos, podríamos decir, en
sentido general, que no han sido los empresarios los que han tenido el liderazgo en la
dirección de estas instituciones. Estos han sido vistos por la Academia como una
fuente de obtención de recursos financieros mas que en su rol de vinculación
orgánica del quehacer empresarial con el universitario.
Aunque afortunadamente estas relaciones están cambiando en los últimos
tiempos, rompiendo así el divorcio tradicional entre la escuela y la empresa
todavía hay mucha tarea que realizar en este respecto.
Existen algunas universidades que han logrado organizar programas
sistemáticos de pasantitas con empresas, otros que desarrollan programas
conjuntos de becas y los menos que están involucrados en alguno que otro
proyecto de investigación que no dejan de ser todavía proyectos aislados y
coyunturales.
Se requiere de un gran esfuerzo que por un lado tienda a profundizar e
incrementar algunos esfuerzos institucionales de relación y vinculación que
con mucho éxito, pero pocos recursos, se han venido desarrollando en algunas
universidades y empresas y principalmente se requiere de una política
deliberada y hasta obligatoria que desarrolle vínculos institucionales
permanentes y sistemáticos como serian, entre otros, los Comités Consultivos
Permanentes de empresarios por carreras o familias de carreras, los proyectos
y programas universidad-empresa de investigación aplicada y desarrollo de
servicios entre otros.

Eficiencia Interna y Externa de la Educación Superior

Egresados de las Instituciones de Educación Superior

Los graduados por el sistema de educación superior en período 1992/1997


totalizan 58,320 profesionales y técnicos. Si bien esta totalidad en principio es
adecuada, debemos destacar que carreras fundamentales para el desarrollo, y
considerando las perspectivas y desafíos del mundo actual, tiene una muy baja
participación en los resultados del período. Por ejemplo las carreras de
Electrónica, Electricidad, Electromecánica y Mecánica. También se percibe la
ausencia y prácticamente la desaparición de la oferta educativa superior del
área de las Ciencias Básicas: Química, Física, Matemáticas, Biología, etc.

Al medir la eficiencia interna como el cociente entre él numero de egresados entre él


numero neto de matriculados nos encontramos con diferentes coeficientes dependiendo del
periodo analizado.

Relacion de Matriculados-Egresados de las Universidades 1992-97

Años Matriculados Egresados M/E


1992 100,316 10,079 10.04
1993 112,002 8,760 7.82
1994 127,409 10,279 8.07
1995 136,607 9,025 6.61
1996 149,701 19,276 12.88
1997 176,935 901 0.51
92-97 58,320 22.86

Situación de la Investigación en las Instituciones de Educación Superior

Los programas académicos de las universidades están limitados casi exclusivamente a la


función de docencia u oferta de carreras. Según se constata en el Diagnóstico de Educación
Superior Dominicana (1986), el área o función de Investigación es prácticamente
inexistente. Apenas cinco (5) Instituciones de Educación Superior ejecutaron proyecto de
Investigación durante el período 1981, 1985, para una cantidad de 107 proyectos.

Esta realidad se corresponde con la exigua cantidad de académicos dedicados a la labor


Investigativa. En períodos subsiguientes esta situación en lugar de mejorar se ha
empeorado. Para el quinquenio 1994-1998 la situación de la investigación era la siguiente:

Mientras esto ocurre en la realidad de nuestras instituciones, la mayoría de ellas postulan en


sus documentos básicos la integración de las funciones de investigación, docencia y
servicios. En realidad, la mayoría de nuestras instituciones a duras penas sólo desarrollan
la función de docencia.

Una revisión rápida de la estructura curricular prevaleciente en las instituciones de


educación superior del país nos indica que esta sólo le asigna un espacio/ tiempo concreto a
la docencia, en tanto que a la investigación y a la extensión o prestación de servicios se
dejan en el aire.

Esta situación caracteriza a las instituciones educativas actuales como docentistas y, por
consiguiente, de escasa participación real en la aprehensión y transformación de los
problemas y potencialidades del país en las áreas privilegiadas o de impacto. Este hecho
también se traduce en una escasa formación crítica de sus profesionales y la ausencia de
articulación de sus funciones básicas.

No son casuales las críticas y reclamaciones de amplios sectores e instituciones de la


sociedad al sistema educativo superior. Se cifra el caso, por ejemplo, del Presidente de la
Suprema Corte de Justicia y del Procurador General de la República, quienes vienen
insistiendo en la revisión de las escuelas de Derecho de las Universidades, llegando al
extremo de endilgarle el calificativo de "analfabetos" a los abogados que muchas de ellas
están produciendo.

Tampoco es casual la presión internacional ejercida por gobiernos diversos sobre el sistema
educativo superior y muy especialmente en los que respecta a la formación de Médicos y
Odontólogos. Esta presión obligó al propio Consejo Nacional de Educación Superior
(CONES) a evaluar las Escuelas de Medicina de las Universidades del país en varias
ocasiones. Recientemente se conoció del cierre de las Escuelas de Medicina de dos
Universidades en atención precisamente a esos reclamos.

Todo estos tiene un común denominador a la que no escapa el grueso de las instituciones de
educación superior: La baja calidad de su oferta debido fundamentalmente a que sólo se
limitan a la función de docencia, con muy precaria investigación experimentación en los
casos en que aparecen, lo que hace suponer que dicha función docente descansa entonces
en la mera transmisión de "conocimientos" y por consiguiente en una docencia por lo
general memorística y de poca significación y actualidad.

La práctica pedagógica, en estos casos, deviene en una obligada repetición y memorización


de "conocimientos y procesos abstractos, elaborados por otros (los científicos), en lugar de
construir y/o reconstruir conocimientos, tecnologías y procesos que respondan
concretamente a los desafíos que se les plantean al país en sus respectivas áreas y sectores
sociales y/o productivos".

Evolución y proyección de la demanda de educación superior

Demanda potencial

La población dominicana ha aminorado su ritmo de crecimiento de manera


sostenida desde mediados del presente siglo, estimándose en estos momentos
en un 1.7% anual. Sin embargo, la cohorte que constituye la demanda
potencial para la educación superior, constituida por los jóvenes cuya edad
oscila entre los 18 y los 24 años, sigue creciendo a una tasa sustancialmente
mayor, como fruto de las altas tasas de fecundidad prevalecientes en decenios
pasados. En efecto, en el momento en que dicha generación nacía, entre
finales de la década del setenta y principios de la del ochenta, la tasa global de
fecundidad rondaba los 4.5 hijos por mujer, la cual se ha reducido a un
promedio de aproximadamente 2.7 en la actualidad.
Cuadro 1
Población de 18 a 24 años
Número de habitantes

1993 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005

18 164,944 188,722 193,799 199,012 204,465 210,067 215,823 221,737 227,812


19 142,435 162,968 167,352 171,854 176,563 181,401 186,371 191,477 196,724
20 177,395 202,968 208,428 214,035 219,899 225,924 232,115 238,475 245,009
21 137,595 157,431 161,665 166,014 170,563 175,236 180,038 184,971 190,039
22 152,307 174,263 178,951 183,765 188,800 193,973 199,288 204,749 210,359
23 159,443 182,428 187,335 192,375 197,646 203,061 208,625 214,342 220,215
24 144,894 165,782 170,241 174,821 179,611 184,532 189,588 194,783 200,120
Total 18-24 1,081,006 1,236,561 1,269,771 1,303,875 1,339,548 1,376,198 1,413,852 1,452,537 1,492,283

 2.73% 2.69% 2.69% 2.74% 2.74% 2.74% 2.74% 2.74%


Fuente: Estimaciones de Ecocaribe, S. A.

Según estimaciones realizadas por ECOCARIBE, en base a informaciones de la Oficina


Nacional de Estadísticas, la población entre 18 y 24 años sería en estos momentos cerca de
1.3 millones de jóvenes, creciendo a un ritmo de 2.7% anual. La proyección para los años
subsiguientes considera que la cohorte de los que se encuentran ahora entre los 10 y los 14
años, que pasarán a la edad universitaria próximamente, crece a una tasa ligeramente
mayor, de modo que se estima que dicha población estaría llegando a 1.5 millones de
personas en el año 2005, como se muestra en el cuadro 1.
Dos estimaciones ínter censales sitúan para 1997 la población entre 18 y 24 años de edad
entre el rango de 963,162 y 1,1449,283.
Cuadro 2
PARTICIPACION EN EDUCACION POR PAISES

Latinoamérica y El Caribe
Fuente: World Development Report. Banco Mundial

Demanda efectiva
Tasa Bruta de Matriculación
PAISES TASA NETA MATRICULACIÓN

Latinoamérica % Pre- % Primaria % % Terciaria % Primaria %


primaria 1980 Secundaria 1980 1980 1997 Secundaria
(1997) 1997 1980 1997 1980
1997 1997
Argentina 54 106 111 56 73 22 42 97 100 59 77
Bolivia 42 87 - 37 - 16 24 79 97 34 40
Brasil 58 98 125 34 12 11 15 80 97 46 66
Chile 98 109 101 53 75 12 31 93 90 70 85
Colombia 33 112 113 39 67 9 17 73 89 60 76
Costa Rica 74 105 104 48 48 21 33 89 89 39 40
Cuba 88 106 106 81 81 17 12 97 100 80 70
Rep.Dom 33 118 94 42 54 10 23 99 91 50 79
Ecuador 56 118 127 53 50 35 26 92 100 66 51
Guatemala 35 71 88 19 26 8 8 59 74 28 35
Haití 37 77 - 14 - 1 1 - - - -
Honduras 15 98 111 30 - 8 11 79 88 44 36
Jamaica 83 103 100 67 - 7 8 98 96 71 70
México 73 120 114 49 64 14 16 98 100 67 66
Nicaragua 23 94 102 41 55 12 12 71 79 51 55
Panamá 76 107 106 61 69 21 32 89 90 65 71
Paraguay 61 106 111 27 47 9 10 91 96 37 61
Perú 40 114 123 59 73 17 26 87 94 80 84
Trin. &Tob 12 99 99 69 74 4 8 92 100 73 72
Uruguay 45 107 109 62 85 17 30 87 94 70 84
Venezuela 44 93 91 21 40 21 25 83 83 24 49
Países Desarrollados
Canadá 64 99 102 88 105 57 90 100 100 15 39
EE.UU. 70 99 102 91 97 56 81 90 100 94 96
Japón 49 101 101 93 103 31 43 100 100 93 100
España 72 109 107 87 120 23 53 100 100 79 92
Francia 83 111 105 85 111 25 51 100 100 94 99
Inglaterra 30 103 116 84 129 19 52 100 100 88 92
Según datos estimados, en 1997 cursaban estudios en universidades unos 177
mil alumnos, lo que daría una tasa bruta de matriculación del grupo de edad
relevante de 18.5%. Nótese que la tasa bruta no depura hechos como la
existencia de una proporción significativa de matriculados que se salen del
rango de edades, es decir, menores de 18 años o mayores de 24, lo que
pudiera estar sobrevaluando la cobertura. Pero, en contraste, tampoco
considera el hecho de que muchos, que sí han sido cubiertos por el sistema, ya
han egresado a la edad de 24 años.

Por ejemplo, en las universidades privadas de mayor prestigio (que no


necesariamente son las más grandes en términos de población estudiantil), es
común que los alumnos salgan graduados a los 22 años. Por el contrario, en la
Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), una alta proporción de
los alumnos superan los 30 años.

Es importante notar que la tasa bruta de cobertura de la educación


universitaria alcanzada por la República Dominicana no puede considerarse
anormalmente baja. No obstante, como se aprecia en el cuadro 2, es evidente
que la mayoría de los países de América Latina estaban muy por encima de
esa cobertura. Obviamente, el país se encuentra en este aspecto muy por
debajo de lo normal en países más desarrollados.

Sin embargo, es curioso que en la región no se registra una correlación


significativa entre la tasa de matriculación universitaria y el desarrollo
económico alcanzado. Si bien la matriculación más alta se observa en
Argentina y la más baja en Haití, lo cual parece coincidir con los extremos en
materia de nivel de desarrollo, el mismo criterio no se aplica de manera
mecánica a los demás. Países con notables avances en el desarrollo
económico, a juzgar por el producto per cápita, exhiben bajas tasas de
enrolamiento, mientras que otros con menor desarrollo muestran una cobertura
mayor. Así, por ejemplo, Brasil, Jamaica y Trinidad-Tobago exhiben tasas que
lucen desproporcionadamente bajas con relación a otros como Perú, Panamá o
Costa Rica, que no necesariamente reflejan marcadas diferencias en cuanto
nivel de progreso material.

El promedio simple de la tasa de matriculación del nivel terciario en los países


latinoamericanos en 1997 era de 19.5%. No obstante, la media ponderada ha
de ser bastante menor, tomando en cuenta el exiguo valor de Brasil, que pesa
mucho en dicho promedio. En los países de altos ingresos el promedio
ponderado era de 61.7% en 1997. De lo anterior se desprende que, en
condiciones de iguales políticas, la tendencia será a que el enrolamiento sea
mayor conforme avanza el desarrollo económico.

En el caso Dominicano es bueno hacer notar que, al igual que ha ocurrido con
todo el sistema educativo, la cobertura del nivel universitario en el país ha
atravesado por algunos ciclos en los tiempos más recientes. A manera de
referencia, la matrícula en las escuelas públicas experimentó una profunda
crisis en la segunda mitad del decenio pasado, habiendo bajado de 1.33
millones en 1985 a 1.18 millones en 1990, pero se recuperó a partir de esa
depresión, llegando a 1.70 millones en 1998.

De igual manera, la población asistiendo al nivel universitario se encontraba


en una profunda crisis al inicio de esta década, con una cantidad de alumnos
inferior a la de diez años atrás. En efecto, la matrícula de estudiantes
universitarios se había reducido de 137,000 en 1983 a 122,300 en 1989, y
todavía en 1994 eran apenas 126,000. Pero a partir de ese último año ha
crecido a una tasa anual de 8.6 por ciento. Ya en 1997 contamos con 176,935
estudiantes matriculados. Si ese ritmo se mantuviera, estaríamos hablando de
una cifra de casi 340 mil estudiantes universitarios para el año 2005, con una
tasa bruta de matriculación de 22.6%.

Considere ahora el ambiente que podría determinar la posibilidad de que ese


ritmo se mantenga, se intensifique o decline. El primer determinante es el
comportamiento socioeconómico. El contexto macroeconómico condiciona la
posibilidad de que los nuevos bachilleres emprendan el camino de la
formación profesional de nivel superior por dos vías: por un lado, afecta las
posibilidades económicas de la familia, y por otro, influyen en las expectativas
de progreso por vía de la educación.

No hay dudas de que el gradual abandono de las aulas universitarias por parte
de los jóvenes durante la segunda mitad del decenio de 1980, hasta bien
entrada esta década, tuvo que ver, por un lado, con el hecho de que la crisis e
inestabilidad económica dificultaba a los hogares sufragar los costos de la
educación superior. No se debe olvidar que la educación universitaria es
privada y socialmente costosa, aunque también suele ser rentable. En
promedio, un hogar dominicano gasta el 4.5% de sus ingresos mensuales en
educación, correspondiendo una cuarta parte de ese gasto a la educación
superior. Ahora bien, en ese promedio están incluidos todos los hogares, y
entre ellos los que tienen hijos asistiendo a la universidad son relativamente
pocos; si se pudiera computar un promedio sólo para estos últimos, con
seguridad que el porcentaje de gastos sería considerablemente más elevado,
aun sus miembros asistan a la universidad pública.

Por otro lado, la crisis del sistema universitario de finales de los ochenta se
relaciona también con el hecho de que la evolución social hacía poco
promisoria la formación universitaria: el acceso al trabajo profesional se
deterioró y los salarios reales se deprimieron; los viajes al exterior, el béisbol,
los combos y los negocios individuales sustituyeron el título como
mecanismos de ascenso social.

En la medida en que el país se estabilizó macroeconómicamente y el producto


por habitante volvió a crecer, los jóvenes volvieron a ocupar las aulas. Tras el
trauma de 1989-90, el mantenimiento del equilibrio macroeconómico ha
pasado a ser un compromiso de todos los sectores políticos, económicos y
sociales, que nadie osa poner en peligro; adicionalmente, las reformas
modernizadoras avanzan, aunque tormentosamente. Es de prever, en
consecuencia, que la economía siga creciendo en un ambiente de estabilidad,
independientemente de cualquier cambio de gobierno, dando lugar a que la
demanda por educación universitaria siga creciendo aceleradamente. De modo
que, por este lado, hay razones para proyectar una alta tasa de crecimiento de
la demanda.

En segundo lugar se debe observar el incremento de la cobertura de la


educación primaria y media. Como se expuso anteriormente, la tasa bruta de
enrolamiento en la educación secundaria, para la cohorte de edad
correspondiente, aumentó de 34% a 48% entre 1990 y 1998. Igualmente, se
ha expandido mucho el nivel primario. Se destaca el hecho de que en el país se
ha desarrollado una creciente conciencia sobre la necesidad de que el Estado
preste la debida atención al problema educativo, y que esa conciencia se ha
estado traduciendo en la efectiva asignación de mayores recursos públicos al
sistema de educación, al tiempo que se han incorporado algunos programas
encaminados a hacer más eficiente la provisión de servicios, como el
desayuno escolar, la capacitación magisterial, dotación de textos, las pruebas
nacionales, la premiación de alumnos meritorios, etc. Todo esto hace pensar
en que la masa de jóvenes que estará culminando sus estudios secundarios se
elevará considerablemente en los años venideros.

Esta evolución, junto al contexto socioeconómico, avala la expectativa de que


la tasa de enrolamiento en el nivel terciario se eleve mucho más que lo
indicado por la tendencia del último lustro. Si en vez del 8.6% anual, la
demanda por matrícula aumentara a un 10% como promedio en los siguientes
siete años, se estaría llegando a los 370 mil alumnos en el año 2005. Esto no
sería de extrañar, puesto que ha ocurrido en algunas etapas. Pero más que eso,
con ello estaríamos hablando de una tasa bruta de matriculación de apenas
25%, nivel que ya se alcanza en muchos países de la región y que ha sido
ampliamente superado en sociedades más desarrolladas.

Es poco probable que la demanda de educación universitaria crezca de manera


sostenida al ritmo de 10% anual, pero si se toma en cuenta que la matrícula del
nivel medio ha estado creciendo en los últimos cinco años a una tasa de 8.8
por ciento acumulativo, es razonable proyectar que la demanda del nivel
terciario podría crecer al menos a ese ritmo. Si es así, tendríamos para el año
2005 una demanda de 343 mil estudiantes en centros de educación superior.

Con los niveles de financiamiento actuales. Incluso, si se contara con la


adecuada dotación de recursos financieros, algunos elementos de la oferta,
como la planta profesoral, no pueden ser suplidos con la celeridad requerida,
salvo que se apele al expediente común de seguir sacrificando la calidad.

En este aspecto, se debe tomar en cuenta el papel que


podría desempeñar la política pública en lo referente al
acceso a las Proyección de una población meta

Lo ideal sería que la cobertura del nivel terciario se elevara de manera


acelerada. En condiciones ideales, pudiera aspirarse a la universalidad de la
cobertura respecto a la cohorte de edad correspondiente. Pero esto es
imposible, pues el país tendría que dar cabida a alrededor de millón y medio
de alumnos en educación superior para el año 2005, lo cual es impensable.
Ante tal previsión, conjugando los factores que empujan hacia arriba la
demanda con la eventualidad de que se establezcan algunos controles
orientados a evitar que la capacidad del sistema universitario se vea
extremadamente rebasada por la demanda de nuevos alumnos, se pudiera
pensar en una meta de crecimiento anual de 7%, algo inferior a la tasa de
crecimiento registrada en los últimos cinco años, que ha sido bastante alta (8.6
por ciento anual. Con ello, la cantidad de alumnos en nivel superior sería de
305 mil en el 2005, en vez de la cifra de 340 mil que fueron expuestos
anteriormente.
Esta proyección parte de los siguientes criterios: Primero, que resulta
conveniente elevar la cobertura; segundo, que es apremiante mejorar la
calidad, y tercero, la imposibilidad material de combinar un incremento de la
cobertura y un mejoramiento de la calidad, con los requerimientos de recursos
financieros y humanos que demandaría elevar la capacidad de oferta en la
magnitud exigida.

Es por ello que, combinando la aspiración de una elevación pronunciada de la


cobertura, con las potencialidades del país para dotar de recursos a las
universidades y, sobre todo, con la necesidad de que éstas pongan un empeño
especial en el mejoramiento de la calidad, la cifra de 305 mil estudiantes en
las universidades para el año 2005 luce razonable. Con ello, la tasa bruta de
enrolamiento para la cohorte de edad correspondiente estaría alcanzando ese
año el 20.4%, lo que parece una meta prudente para nuestra sociedad. Ahora
bien, si, como se propone en este trabajo, esto viniera acompañado de la
dotación de un fuerte apoyo financiero al sistema universitario, se presentaría
una tendencia a que esta meta se vea rebasada por la demanda. Esto obligaría
a aplicar algunos instrumentos de control de la demanda. Y lo ideal es que
dichos instrumentos provengan por el lado de mayores exigencias de calidad y
dedicación.

Evolución y Proyección de la oferta de educación superior

En el país existen actualmente 28 centros de educación superior catalogados


como universidades y otros siete institutos autorizados a impartir enseñanza
superior. Cuatro décadas atrás apenas existía una universidad, de carácter
público. En el decenio de 1960 surgieron otras dos universidades privadas,
durante los años setenta, seis más, y en la década de 1980 se agregaron 13
instituciones nuevas. Coincidió ese tiempo, por lo menos hasta los primeros
años ochenta, con una elevación acelerada del enrolamiento de jóvenes en el
nivel educativo terciario. Posteriormente la demanda se reduce, como se
explicó anteriormente, y en la presente década sólo surgen seis nuevas
universidades. Hasta ahora se mantiene una sola universidad estatal. No
obstante, hay varias universidades que, aunque fruto de iniciativas privadas, se
rigen por criterios que parecerían asimilarlas más al concepto de universidades
públicas que al de privadas, pese a que su financiamiento básico proviene del
cobro de matrículas. En todo caso, la mayoría de las instituciones creadas en
las décadas de los ochenta y noventa responden más al criterio de negocio.
En la anterior coyuntura de mayor esplendor de la demanda por cupo en
entidades de nivel terciario, que fue a principios del decenio de 1980, los
recursos que determinan la capacidad productiva del sistema, entre ellos las
aulas, los profesores y los recursos técnicos, se vieron saturados por la
demanda. No era extraño encontrar en algunas carreras alrededor de un
centenar de alumnos en un mismo salón y con un mismo profesor.
Posteriormente, al reducirse la demanda, esta situación comenzó a
regularizarse, produciéndose en algunos casos un exceso de oferta.

Durante el decenio actual, en la medida en que ha vuelto a incrementarse la


demanda de cupo en la educación superior, las universidades han podido hacer
frente al incremento recurriendo en gran medida al excedente de capacidad
instalada que se había generado tiempo atrás. Obsérvese que en 1995 aun no
se había logrado alcanzar el nivel más alto de matriculación registrado en la
etapa anterior de expansión, de 137 mil alumnos en 1983. Pero en los últimos
años, el conjunto de universidades del país se ven presionadas a la elevación
de su capacidad productiva a un ritmo que parece imposible sostener
universidades. Hasta ahora, la política seguida es la de puertas abiertas, sin
más limitación que el título de bachiller y la capacidad del hogar para afrontar
los costos en que se incurre, algunas veces ridículamente bajos con relación a
los reales costos de la formación universitaria, aunque altos respecto a las
posibilidades de la mayoría de los hogares. Pero, en la medida en que se
comience a percibir la avalancha que podría derivarse de la masa de egresados
de la educación media, es previsible que el Gobierno o las universidades se
vean precisados a establecer mecanismos de control de la demanda, si no por
razones de racionalidad de la política, al menos por razones de insuficiencia
de la infraestructura física o de profesores razonablemente calificados para
albergar tantos estudiantes.

Perspectivas de futuro
Ante estas perspectivas, y considerando los grandes esfuerzos que el país tendrá que
realizar para elevar la cobertura, pertinencia y calidad académica del sistema universitario,
lo cual demandará, entre otras cosas, de cuantiosos recursos financieros y humanos, no luce
razonable proyectar una capacidad de oferta creciendo a una tasa acumulativa anual mayor
de un 7%. Esta cifra parece más realista, y es congruente con la población meta de que se
trató en el apartado anterior. En tal circunstancia, el país tendría que prepararse para
alcanzar en el año 2005 una cantidad de 305 mil estudiantes universitarios.

Para que ello sea posible, será necesario definir una política universitaria encaminada al
control cuantitativo del acceso. Pero de la única forma que esto podría ser justificable, tanto
desde la perspectiva política como por la racionalidad económica y social, es si se cumple
una o las dos condiciones siguientes, ambas deseables:

 Que la sociedad se comprometa con un enérgico esfuerzo por la excelencia académica


en el ambiente universitario.

 Que se le dé cabida al exceso de demanda mediante el desarrollo de otros tipos de


instituciones de nivel terciario, que no necesariamente tendrían la categoría
universitaria.

Es importante destacar que, en un escenario razonablemente optimista de proyección de la


demanda, alrededor de 370 mil jóvenes podrían estar presionando en el 2005 por cupo en
establecimientos de educación superior. La proyección de la oferta esbozada aquí, implica
dejar cerca del 20% de este número fuera de las aulas universitarias, por lo que el país tiene
que formular alguna respuesta a esa situación. Tal respuesta debe provenir de una política
bien definida de educación superior, que debería quedar plasmada en una Ley de Educación
Superior, Ciencia y Tecnología. Entonces, lo que se plantea es que se requiere una política
de Estado que prepare al país para tener éxito en la sociedad del conocimiento. La Ley
mencionada debería, además de normar a las entidades productoras de conocimiento y
formadoras de profesionales, para garantizar estándares de excelencia, institucionalizar
otros tipos de entidades de educación terciaria, no tan costosas, cuya función sea la
preparación para el trabajo.

Financiamiento de la educación superior

Nivel y estructura del gasto social en la


educación superior
Datos estimados de 1998 indican que el país destinó al financiamiento universitario en
1998 aproximadamente unos RD$2,917.1 millones, de los cuales, RD$887.1 millones –el
30 por ciento- constituyeron el financiamiento público y los 2,030 millones de pesos
restantes el aporte privado, en gran medida proveniente del cobro de matrícula a los
alumnos. Se debe precisar que lo anterior es una estimación muy gruesa, debido a la falta
de información suficiente y confiable sobre los presupuestos ejecutados o los estados
financieros de las universidades; el financiamiento público se extrajo de los boletines de
ejecución presupuestaria del Gobierno, mientras que la parte privada se calculó conforme
una metodología que se explica más adelante.
Gráfica 1

Recursos Destinados a la Educación Superior en la


República Dominicana, 1998
(En millones de RD$)

Sector
Público
Sector
Privado

Total: 2,917.1 millones


Sector Público: 887.1 millones
Sector Privado: 2,030.0 millones

Fuente. Estimaciones de Ecocaribe, S. A.

En la cifra de gasto público en educación superior, se incluyó en su totalidad, además de las


transferencias que aparecen registradas en la ejecución presupuestaria de múltiples
Secretarías de Estado hacia universidades, asociaciones de estudiantes universitarios y otras
entidades vinculadas con la educación superior, el monto de RD$39 millones que arroja la
suma de múltiples montos parciales por concepto de becas. Solamente la Secretaría de las
Fuerzas Armadas destinó a este fin más de RD$20 millones en 1998. Es posible que no
todo corresponda a educación superior, pero las estadísticas disponibles no permiten hacer
la separación.

Metodológicamente, también sería necesario sumar la parte alícuota correspondiente al


nivel terciario de todo el gasto público en bibliotecas, museos etc., así como el costo fiscal
del sistema de regulación y control, a través de la Secretaría de Educación y el CONES. En
fin, son tantos los afinamientos que habría que introducir para perfeccionar la cifra, y tan
dispersas las fuentes de información a que se requeriría hacer frente, que se ha optado por
prescindir de los referidos detalles y trabajar con el monto expuesto anteriormente, puesto
que se sabe de antemano que la estimación inicial no variaría en un porcentaje significativo.

Obsérvese que el monto total de que hablamos –público y privado- ascendente a


RD$2,917.1 millones, constituye una cifra ridículamente baja para las dimensiones de la
economía nacional. Exactamente equivale al 1.1 por ciento del producto bruto interno de
1998. A manera de referencia, recuérdese que sólo para el gasto público en educación
superior (sin incluir la parte privada, que en el país es el 70% del total) la UNESCO está
recomendando aportar un dos por ciento del producto.
Financiamiento Público a la Educación Superior en America Latina y el Caribe
Gasto en % de la enseñanza Gasto por estudiante
educación, superior en el gasto terciario como % del PNB
% de PNB público en per cápita
educación
PAIS 1980 1995a 1990-1995 1980 1995a

Argentina 2.7 4.5 17.0 10.4 17.0


Bolivia 4.4 6.6 29.0 … 67.0
Brasil 3.6 … … 0.1 …
Chile 4.6 2.9 18.0 … 21.0
Colombia 1.9 3.5 17.0 41.1 29.0
Costa Rica 7.8 4.5 31.0 76.1 44.0
Cuba 7.2 … 16.0 28.5 …
Ecuador 5.6 3.4 22.0 22.3 34.0
Guatemala … 1.7 16.0 … 33.0
Haití 1.5 … 9.0 65.3 …
Honduras 3.2 3.9 17.0 72.1 59.0
Jamaica 7.0 8.2 23.0 166.6 193.0
México 4.7 5.3 19.0 … 61.0
Nicaragua 3.4 … … 85.9 …
Panama 4.8 5.2 25.0 29.1 47.0
Paraguay 1.5 2.9 18.0 … 52.0
Perú 3.1 … … 5.1 …
República Dominicana 2.2 1.9 9.0 … 5.0
Trinidad & Tobago 4.0 4.5 13.0 55.1 77.0
Uruguay 2.3 2.8 … … 28.4
Venezuela 4.4 5.2 35.0 56.8 …
Referencia: Otros Países
Desarrollados
Canadá 6.9 7.3 34.6 27.9 36.0
Estados Unidos 6.7 5.3 23.3 48.3 23.0
Japón 5.8 3.8 13.5 21.1 16.0
España … 5.0 14.7 … 18
Francia 5.0 5.9 16.5 21.8 24.0

Subdesarrollados
Indonesia 1.7 … 18 … …
Filipinas 1.7 2.2 … … …
Uganda 1.2 … … … …
China 2.5 2.3 17 81.0 …
India 2.8 3.5 14 … 78.0
Argelia 7.8 …. … … …
Fuente: Elaborado a partir de datos tomados de Banco Mundial (1998) World Development Report, y
Cuadro 3 de PNUD (1998) Informe sobre Desarrollo Humano.
El financiamiento público de la educación
superior
De todas las funciones sociales del gobierno, la que mayor atención ha concitado entre la
sociedad civil en los últimos años, por considerarse que es la que ha atravesado las
situaciones más críticas, es la educación. Esto ha posibilitado que, después de 1991, año en
que el sistema educativo dominicano prácticamente colapsó, se hayan venido impulsando
importantes mejorías y la política presupuestaria haya asignado montos crecientes de
recursos a esta función.

El presupuesto público para el sector educativo en general, que al comenzar el decenio de


1980 era de apenas algo más del 2% del PBI, llegó a bajar hasta menos del uno por ciento
en 1991 y, tras mucho más de una década, volvió a superar el 2% en 1996. En este
momento es cuando más recursos se están asignando al sector y, aún así, apenas estamos
hablando de un 2.5% en 1998. A manera de referencia, el gráfico 3 muestra el porcentaje
del producto que los países de América Latina, Estados Unidos y Canadá suelen destinar a
este fin. El promedio simple es 4.2%. Tómese en cuenta que en el país la Ley de Educación
vigente plantea la meta de un cuatro por ciento y que la UNESCO está promoviendo la idea
de que se llegue a un siete por ciento.
Gráfica 2

Gasto Público en Educación como % del PIB en Países


de América,
1995
A rgentina 4.5

Bolivia 6.6

Chile 2.9

Co lo mb ia 3.5

Costa Rica 4.5

Ecu ador 3.4

Rep. Dominicana (1995) 1.9

Rep. Dominicana (1998) 2.5

Guatemala 1.7

Honduras 3.9

Jamaica 8.2

México 5.3

Panamá 5.2

Paraguay 2.9

Trinidad & Tobago 4.5

Uruguay 2.8

Ven ezuela 5.2

Cánada 7.3

Es tados Unid os 5.3

El cuadro 4 permite apreciar la evolución del gasto educativo dependiendo del programa a
que se haya destinado. Como se observa, el gasto en educación primaria constituye la
principal partida, absorbiendo el 43.6% del total, lo cual es lógico y necesario porque sirve a
la principal población del país y constituye el cimiento de todo lo demás. El segmento de
educación superior, al cual se solía asignar un 20% del presupuesto educativo del Gobierno,
fue reduciendo su participación desde 1980, hasta ubicarse por debajo de una décima parte
del total en 1995. En la actualidad, particularmente, con los aumentos de subsidios
dispuestos para la universidad estatal, ha vuelto a elevarse aunque, en todo caso, no llega a
alcanzar el 15% del presupuesto educativo.
Cuadro 4

Gasto Público en Educación, por Programas


(En millones de RD$, a precios de 1980)

1981 1985 1990 1995 1998

Total en Educación 144.9 120.9 80.9 199.5 317.0

Administración Superior 8.7 6.0 7.1 18.8 38.4


Educación Básica 44.6 46.7 27.3 85.2 138.5
Educación Media y Técnica 22.3 20.6 14.7 27.7 29.6
Educación Superior 29.6 19.6 9.9 19.3 46.2
Otros Niveles* 11.9 11.1 6.7 18.3 10.7
Otros Gastos** 27.8 16.9 15.2 30.2 53.6
*Incluye educación de adultos, educación física, preparación de maestros y cultura general.
**Incluye construcciones realizadas por la Presidencia, Gastos en Bienestar Estudiantil y Magisterial y otros.
Fuente: Elaborado en base a datos de ONAPRES, Ejecución Presupuestaria

Es de hacer notar que el problema fundamental es el limitado monto de recursos que se


asigna al sector educativo en su conjunto, pues si bien la parte destinada a la educación
superior es baja, también es cierto que llega a superar la proporción asignada a otras
funciones que, desde cualquier punto de vista, ameritan la mayor prioridad por parte del
Estado, como son la educación básica y media, las cuales sientan las bases para el futuro
aprovechamiento a nivel universitario. De hecho, el monto dedicado a subsidiar el nivel
terciario se ha colocado en los últimos años por encima del gasto conjunto dedicado a la
educación media y la técnica. Los datos del gráfico 4 muestran que el nivel más
abandonado por la política oficial es la educación media. Si bien esto ha sido común en
muchos otros países de América Latina, recientemente se ha comenzado a comprender que
este es uno de los puntos débiles en la formación de los recursos humanos.
Gráfica 3

Estructura del Gasto Público en Educación

33% 36% 33%

15% Otros
20% 12%
Educ. Sup.
9%
Educ. Media y Tec.
18%
15% Educ. Básica

44%
31% 34%

1981 1990 1998

El histórico descuido de la educación básica y, sobre todo, el más permanente del nivel
medio, se reflejan en la muy baja calidad de los bachilleres dominicanos. Ciertamente, la
raíz de los problemas educativos se ubica en la acumulación de deficiencias en los
sucesivos niveles. Tales deficiencias se trasladan a la universidad; esta, a su vez, disminuye
el nivel académico para adecuarse al de los alumnos, que traen fallas tan profundas en su
formación básica que de ningún modo podrían adaptarse a lo que sería un régimen
académico de nivel superior normal en la mayoría de los países.

Aunque el gráfico 4 muestra que la educación terciaria absorbió en 1998 el 15% del gasto
educativo del Estado, el cuadro 3 que se presentó en páginas anteriores, permite observar
que, aún con la mejoría registrada después de 1995 (cuando esta proporción era del 9%) la
posición relativa del país en esta materia, respecto al conjunto de los países mostrados, no
se ha modificado notoriamente.

En el gráfico 5 se presenta el gasto público anual promedio por alumno de la educación


superior, expresado como porcentaje del monto de PBI per capita. Esta relación se hace con
la intención de mostrar, en función de la capacidad de cada país, qué esfuerzo se están
realizando en materia de formación superior. Mientras en 1995 todos los países de la región
asignaban a cada estudiante un monto anual equivalente a por lo menos el 20% del PBI per
cápita, incluyendo varios que superaban el 50% y uno que asignaba casi el 200%, la
República Dominicana exhibía un índice de apenas 5%. Es cierto que eso cambió después,
pero todavía en 1998 apenas se llega al 16% del producto per cápita, señal del poco
esfuerzo oficial que se mantiene en este nivel educativo.
Gráfica 4

Gasto Público por Estudiante Universitario como


Proporción del Producto Per Cápita de Cada País,
1995
Argentina 17.0

Bo liv ia 67.0

Chile 21.0

Colo mb ia 29.0

Costa Rica 44.0

Ecuador 34.0

Rep. Dominicana (1995) 5.0

Rep. Dominicana (1998) 16.0

Guatemala 33.0

Honduras 59.0

Jamaica 193.0

México 61.0

Panamá 47.0

Paraguay 52.0

Trin idad & Tobago 77.0

Uruguay 28.4

Cánada 36.0

Estados Unidos 23.0

La pobreza del financiamiento fiscal ha afectado a todos los niveles del sistema educativo.
En el caso de la educación superior, la propuesta de la UNESCO es que se destine a este fin
un 2% del PBI. Sin embargo, las informaciones históricas indican que en la República
Dominicana nunca se ha llegado ni siquiera a la mitad del uno por ciento. En 1980 el
Estado destinó a este fin el 0.47% del producto, porcentaje que había bajado al 0.14% en
1990, para volver a subir recientemente, hasta un 0.37 por ciento en 1998.
Gráfica 5

Porcentaje del Producto Destinado por


el Gobierno a la Educación Superior

2.00

0.47 0.37
0.14
1980

1990

1998

Propuesta
UNESCO

Es posible que en este último año el porcentaje sea algo mayor a lo indicado, pues no se
sumaron las inversiones en planta física que realiza directamente el Gobierno para ponerlas
después a disposición de las universidades, particularmente de la UASD. Pero los datos no
permiten cuantificar el valor anual de estas construcciones, las cuales se engloban dentro
del conjunto de construcciones orientadas a la función educativa. No obstante, aun
sumando esta parte, en ningún caso el gasto fiscal en educación superior podría llegar al
medio por ciento
del PBI, ya que sólo si se agregara la suma global de construcciones educativas, como si todas
fueran para el nivel superior, se llegaría a ese nivel.
Cuadro 5
Asignaciones Fiscales para Educación Superior
Según Instituciones que la Canalizan
(miles de RD$)

a) Valores a Precios Corrientes


Instituciones 1980 1990 1998

Sec. Estado Educación Cultos 28,192 87,583 720,600


Sec. Estado Presidencia 1,471 872 53,500
Sec. Estado Salud Pública Asistencia Social 553 359 2,100
Sec. Estado Agricultura 715 271 800
Sec. Estado Finanzas 44 242 72,400
Sec. Estado Deportes 8 586 5,200
Sec. Industria Comercio 17
Sec. Trabajo 1 2
Sec. Turismo 17 23
Congreso 15 388 11,100
Fuerzas Armadas 115 2,434 20,600
Interior 17 400
PGR 30 400

Total 31,148 92,807 887,100

b) Valores a Precios de 1980


Instituciones 1980 1990 1998

Sec. Estado Educación Cultos 28,192 8,073 37,553


Sec. Estado Presidencia 1,471 80 2,788
Sec. Estado Salud Pública Asistencia Social 553 33 109
Sec. Estado Agricultura 715 25 42
Sec. Estado Finanzas 44 22 3,773
Sec. Estado Deportes 8 54 271
Sec. Industria Comercio 17
Sec. Trabajo 1
Sec. Turismo 17 2
Congreso 15 36 578
Fuerzas Armadas 115 224 1,074
Interior 2 21
PGR 3 21

To a 31,14 8,554 4 ,230


Fuente: Elaborado en base a datos de ONAPRES, Ejecución Presupuestaria

El cuadro 5 muestra el conjunto de aportes que realizan diversas instituciones públicas a la


educación superior. Como es obvio, la mayor parte se canaliza a través de la Secretaría de
Educación. Pero sumas importantes suelen ser transferidas por vía del presupuesto de la
Presidencia o de la Secretaría de Finanzas. También aparece un monto sustancial en el
presupuesto de las Fuerzas Armadas, aunque es bueno reiterar que prácticamente todo está
constituido por becas, que pueden no haber ido todas al nivel superior.

En la parte b) del cuadro se muestran los mismos datos, pero deflactados para convertirlos
en pesos de valor constante de 1980. Cuando se observa el valor total, en la última fila, se
puede entender la crisis a que fue sometido el sistema en la década pasada, lo cual se
prolongó hasta el 1991. Obsérvese que el valor real del financiamiento público a la
educación terciaria se redujo de RD$31.15 millones en 1980 a RD$8.55 millones diez años
después. A partir de 1992 comenzó a recuperarse algo, pero es a partir de 1997 cuando se
produce un cambio sustancial, que lo eleva a RD$46.23 millones en 1998.

Del conjunto de financiamiento fiscal a la educación superior, en la década de 1970 las


universidades privadas absorbían alrededor de un 40%, habiendo bajado a un 3.3% en 1998.
A lo largo del tiempo el apoyo gubernamental a universidades prácticamente desapareció,
excepto en lo referido a cubrir la mayor parte de los costos de la universidad estatal, aspecto
en el cual también se registraron grandes retrocesos. Como se aprecia en el cuadro 6, si bien
la transferencia de recursos financieros a la UASD se ha recuperado a partir de la asunción
del actual Gobierno, -tras haberse reducido en términos reales a casi un tercio durante la
década pasada, como muestra la segunda parte del cuadro- los aportes a las universidades
privadas se mantienen a niveles extremadamente deprimidos. Y lo peor es que los referidos
aportes se establecen mediante negociaciones individuales de las autoridades de cada
universidad con el gobierno, sin atender a ningún criterio definido ni a ninguna política
explícita.
Cuadro 6
Asignaciones Fiscales para Educación Superior
Según Tipos de Aportes
(miles de RD$)

a) Valores a Precios Corrientes


Universidades 1980 1990 1998

UASD 18,020 75,443 817,400


PUCMM 4,031 4,177 4,500
UNPHU 2,191 1,870 2,000
INTEC 600 720 800
Univ. Nordestana 2,900
UTECI 156 2,600
ITECO 300 4,500
ISA 600 1,006 2,300
APEC 1,500
Univ. N. Evang. 600 1,600
UNIBE 1,400
UNIREMHOS 900 1,500
Otras 856 1,177 2,400

Becas 4,849 6,458 39,000

Asociaciones Estudiantiles 2,000

FUNDAPEC 700

Total 31,147 92,807 887,100

b) Valores a Precios de 1980


Instituciones 1980 1990 1998

UASD 18,020 6,954 42,597


PUCMM 4,031 385 235
UNPHU 2,191 172 104
INTEC 600 66 42
Univ. Nordestana 151
UTECI 14 135
ITECO 28 235
ISA 600 93 120
APEC 78
Univ. N. Evang. 55 83
UNIBE 73
UNIREMHOS 83 78
Otras 856 108 125

Becas 4,849 595 2,032

Asociaciones Estudiantiles 104

FUNDAPEC 36

Total 31,147 8,554 46,230

Fuente: Elaborado en base a datos de ONAPRES, Ejecución Presupuestaria

Por lo general, al iniciar sus operaciones las universidades lograron algún tipo de acuerdo
con los gestores de la política económica; pero el monto consignado se repite cada año en
valores
corrientes, sin importar la pérdida de valor real de la moneda, y cuando ocurren
modificaciones o ajustes a dichas sumas, usualmente es respondiendo a la discrecionalidad
de los que tienen el poder de repartir los fondos fiscales. Por ejemplo, como se aprecia en el
cuadro, las asignaciones fiscales a la PUCMM, a la UNPHU y a INTEC, para mencionar
las tres universidades privadas de mayor tradición, se mantienen prácticamente invariadas
en términos nominales durante los últimos 18 años, pese a que un peso de 1998 casi
equivale a cinco centavos de 1980. Siendo así, las mencionadas transferencias se han
diluido en el tiempo, hasta una veinteava parte de su valor original.

En el caso de la universidad pública, con el monto de recursos que el fisco le asigna, más lo
poco que recibe por sus propios medios, y dada la cantidad de estudiantes que alberga, la
docencia apenas sobrevive en condiciones de extrema precariedad. En 1998 el costo por
alumno fue de apenas RD$9,184, un 15 por ciento más bajo al costo unitario promedio de
las universidades privadas. Y aunque el presupuesto se gasta casi por completo en la
remuneración al profesorado, la remuneración media no resulta atractiva para atraer a la
docencia los profesionales del nivel que demanda la educación de tercer nivel. Esto se
transmite al resto del sistema universitario.

Aunque el gasto medio por alumno en la UASD es sólo ligeramente más bajo que el
promedio del conjunto de las universidades privadas (RD$9,184 frente a RD$10,841 al
año), su punto de referencia no puede ser dicho promedio, sino el nivel de las mejores del
país, de por sí bajo, valor que está muy distante de alcanzar. Más aún, tanto para la UASD
como para las instituciones privadas, el punto de referencia debería ser el monto de
recursos y la estructura de costos de una universidad de excelencia conforme los estándares
internacionales.

Para que se tenga una idea, el costo medio por estudiante en Brasil, el país latinoamericano
que, a juzgar por diversos indicadores, parece haberse ocupado más de la excelencia
académica de sus universidades, es de US$5,800, según el Banco Mundial, frente a menos
de US$700 en la República Dominicana. En Estados Unidos, sólo el aporte estatal es de
US$6,440 por alumno. Y en Jamaica, un vecino muy cercano, es de US$3,088.

El financiamiento privado a la educación superior


Para la determinación de la cuantía y de las fuentes de fondos privados para la educación
superior, se intentó conseguir los estados financieros o los presupuestos ejecutados por un
set representativo de universidades privadas. De los mismos se habrían podido extrapolar
cifras agregadas para todo el sistema. Desdichadamente, esta fuente no estuvo disponible al
momento de redactar este informe.

En consecuencia, se recurrió a otras dos fuentes de información. Una, de indudable valor,


está constituida por los resultados de la encuesta nacional de gastos e ingresos de los
hogares (ENGIH-98), realizada recientemente por el Banco Central. De estos resultados, se
pueden deducir montos globales aproximados, con la ventaja de que se puede analizar el
gasto familiar por grupos sociales, permitiendo tener una visión realista sobre la valoración
que dan los diversos estratos de ingresos a la educación superior.
Gráfica 6

Porcentaje del presupuesto familiar que los hogares


destinan a la educación en general y a la educación
superior, por quintiles de ingreso familiar, 1998
8 7.5
7

6
4.8
5 4.4
4 3.6

3 2.4 2.4
2
1.6

0.5 0.6 0.7


1

0
1 2 3 4 5
Educación en general Educación superior

Fuente : Elaborado a partir de datos de la ENGIH-98, Banco Central.

Los datos, que se presentan en el gráfico 7, permiten determinar que, como promedio, las
familias dominicanas dedican aproximadamente el 4.5% de sus ingresos al gasto educativo,
incluyendo un 1.16 por ciento a la educación superior. Es de ahí que se deriva la cifra
global de RD$2,030 millones gastados por los hogares en 1998. Pero el gasto está muy
desequilibrado en términos sociales. No sólo el ingreso de los quintiles superiores es mayor
que los demás, sino que también la proporción que destinan a la formación universitaria es
mucho más pronunciada, apenas 0.5% para el caso del quinto más pobre de las familias, lo
que va subiendo hasta llegar a un 2.4% en el 20% superior de la estratificación social. En
términos absolutos, esto quiere decir que un hogar colocado en el quintil 5, es decir, en el
20% más rico, gastó en educación superior un monto equivalente a 21 veces el destinado a
este fin por un hogar colocado en el quintil 1, del 20% más pobre. Esto refleja la gran
injusticia presente en el acceso, en cantidad y en calidad, a la educación del nivel terciario.

Otro método al que se recurrió consistió en calcular los valores que han de estar recibiendo
las universidades privadas, a partir de los costos medios por matriculación y el número de
alumnos que acogen. Disponiendo de datos sobre las tarifas de nueve universidades
privadas, que cubren el 78% del alumnado total en instituciones privadas, se determinó que
para un estudiante universitario medio de grado –excluyendo los puntos extremos formados
por las carreras muy caras y las muy baratas- el costo de matriculación por 50 créditos
académicos al año es de RD$10,841. Esto es un promedio, ponderado por la proporción de
alumnos que tiene cada institución, y que incluye desde las universidades más baratas,
como O&M y UTESA, cuyo costo ronda los RD$7,000 al año, hasta la más costosa,
UNIBE, que se acerca a los RD$36,000. Este promedio ponderado se extrapoló al restante
22 por ciento de estudiantes, dispersos en las otras 18 universidades privadas. Cualquier
error estadístico queda limitado al considerar que se trata de instituciones pequeñas, con un
promedio de 1,165 alumnos cada una.

Por esta vía se llegó a una cifra agregada de gasto privado en educación superior de
RD$1,084 millones en 1998 por concepto de pago de matrículas. Naturalmente, como
muchos estudiantes son financiados por medio de becas o de créditos estudiantiles, el
referido valor no se puede atribuir totalmente al gasto familiar. En consecuencia, resulta
una diferencia muy grande entre el monto calculado por este método y el que se desprende
de la encuesta del Banco Central.

Probablemente al ser encuestadas, las familias declararon mucho más que la parte gastada
exclusivamente en pago de matrículas. Evidentemente han de estar incluidos otros
conceptos no susceptibles de ser computados con las estadísticas disponibles, como cobros
por servicios, derechos especiales –graduación, inscripciones tardías, exámenes especiales,
emisión de certificaciones, etc.-. Igualmente, pudieran estar incluidos los cobros de las
universidades por las matrículas en la educación de postgrado y cursos especiales.
Además, los gastos por adquisición de materiales educativos, así como unos RD$96.6
millones que recibió la UASD por conceptos de cobros a los alumnos. Finalmente,
seguramente la cifra de la encuesta adiciona el gasto que realizan las familias en educación
superior fuera del país.

En la estimación no se incluyen, sin embargo, los llamados “costos de transacción”


asociados al estudio, tales como transporte, alimentación, vestimenta, estadía en la ciudad
en que se encuentre la sede universitaria, etc. Si bien los mismos constituyen
indudablemente gastos indirectos necesarios para la educación, no se pueden computar
como gasto educativo en sí, ni hay una frontera muy definida que permita delimitar la parte
que obedece al estudio propiamente tal de la parte que tendría lugar de todas formas, aún en
ausencia de asistencia a la universidad.

Probablemente la cifra anteriormente expuesta tendría que seguir siendo afinada, para
incluir gastos familiares o empresariales en cursos especiales que tienen lugar fuera del
ambiente universitario, así como el gasto público y privado en institutos que tienen
categoría de nivel terciario. Sin embargo, no hay cifras que permitan una estimación
razonable, ni del total, ni de la parte que podría calificarse como educación superior, pues
algunos institutos combinan el nivel medio con el superior.

Pero lo que más llama la atención es el exiguo costo por alumno que se registra en la
República Dominicana. Que en las universidades privadas el costo anual promedio de la
matrícula para estudiantes tiempo completo, de 50 créditos al año, sea de apenas
RD$10,841, es decir, menos de 680 dólares estadounidenses, es un indicativo de la poca
valoración que existe en el país por la educación superior. Mantener un sistema que opera a
tan bajo nivel de costo sólo es concebible en base a un enorme sacrificio del insumo
fundamental del sistema, el profesor, y de un nivel de calidad extremadamente pobre.

La pretensión de universalidad y su reflejo, la política de libre ingreso a las universidades,


en medio de un contexto de serias limitaciones económicas tanto por el lado fiscal como
por el familiar, está en la base de gran parte de las deficiencias con que opera el sistema.
Dicha pretensión y dicha política se originaron en la universidad pública y de ahí se
irradiaron al resto del sistema universitario. El resultado ha sido que el sistema no
selecciona, ni excluye al repitente, lo que genera una dinámica particular de crecimiento.
Por otro lado, dicha política es consubstancial con un elevado índice de deserción, que
juega el papel de amortiguador del crecimiento.

Desde un principio era previsible que el libre ingreso y la permanencia indefinida del
estudiante en las instituciones generarían un crecimiento que sólo se podría financiar con
grandes masas de recursos. Pero como el Estado no estaba en condiciones (ni en
disposición) de aportar tantos recursos, esa política de crecimiento tenía que depender de un
aporte económico robusto de parte del estudiante y de la empresa, el cual no se dio,
amparado en el predicamento de una educación superior pública gratuita, que diluía la
responsabilidad del estudiante y de la empresa en ese financiamiento. En vista del enorme
peso del subsector público en la oferta educativa global, tal situación envolvió a la
educación superior en una crisis financiera de consecuencias penosas.

Así, a principio de la década de 1970 la UASD cobraba entre RD$1.50 y RD$6.00 por
crédito, mientras la PUCMM y el INTEC cobraban alrededor 15 pesos. Estos equivalen
hoy a unos RD$802, en tanto que las tarifas de la universidad pública equivalen ahora a
entre 80 y 321 pesos. Para que se tenga una idea de la evolución en el tiempo, la UASD
cobra hoy una tarifa regular de seis pesos el crédito, mientras que la PUCMM y el INTEC
cobran RD$250, ni por asomo su valor real de tres decenios atrás. En el caso de la
universidad estatal el pago de matrícula es tan irrisorio que los ingresos percibidos
difícilmente alcanzan para cubrir los gastos administrativos asociados al manejo del cobro.

Gráfica 8

Costo de Matrícula por Crédito


(a precios de 1972)
900
800
700
600
500
400
300
200
100
0
UASD UCM M INTEC

1970-72 1999
La disminución del presupuesto por año / estudiante sería algo sumamente alentadora si
fuera el resultado de una elevación de la productividad y eficacia en el uso de los recursos,
pero existe la apreciación de que, más bien, se ha reflejado en un deterioro general de la
calidad del sistema. Curiosamente, mientras disminuía el aporte del hogar al
financiamiento de la educación superior, se incrementaba su participación en el
financiamiento de la educación básica y media, dándose el caso paradójico de que resulta
más barata la educación universitaria que la preuniversitaria. Sencillamente, el crecimiento
basado en la estadía indefinida del estudiante y la gratuidad cambiaron de manera radical
la valoración de la educación superior y el nivel de sacrificio que cada estudiante está
dispuesto a realizar para obtener un grado universitario.

Uno de los aspectos más importantes a destacar de la situación creada es que, dada la forma
como funciona el sistema educativo dominicano, la imposibilidad de llenar en la
universidad las lagunas de formación que ha dejado la enseñanza básica y media hace que
las universidades gradúen profesionales con bajo nivel de calificación, y sirvan para
constituir verdaderos focos de perpetuación del subdesarrollo y de frustración de miles de
jóvenes.

En lugar de fortalecer la actividad académica para ayudar a los más débiles a superar sus
deficiencias y dar el salto, la evolución del sistema educativo viabilizó que las presiones
fueran relajando las normas internas para darle nuevas oportunidades al estudiante de bajo
rendimiento. Y ese relajamiento convirtió la estadía indefinida del estudiante en el campus
universitario en un estado natural que desestimula el trabajo duro y continuo requerido para
completar a tiempo una carrera.

Estructura de costos de la educación superior


Los datos disponibles no han permitido hacer un análisis de la estructura de costos de todo
el sistema universitario. Sin embargo, como los datos de la UASD son publicados como
parte del informe de gastos públicos, y esta universidad define, en lo fundamental, los
parámetros de funcionamiento del sistema entero, algunas conclusiones se pueden extraer
de sus números.

En 1998 dicha institución destinó el 85 por ciento de su gasto educativo (deduciendo la


parte asignada al pago de deudas) a sus operaciones corrientes, incluyendo el pago de
prestaciones y seguridad social de su personal. Dentro de los gastos operativos, sólo los
saláriales fueron el 79%, quedando apenas el 6% para la adquisición de insumos y compra
de servicios (agua, luz, transporte, etc.). A su vez, la adquisición de equipos y maquinarias
fue de apenas el 3.2%. A planta física se destinó el 1.8%, aunque vale aclarar que esta parte
ha de estar subvaluada por el hecho de que el gobierno ha estado construyendo por otras
vías edificaciones para la universidad.

Es llamativo el hecho de que casi el 80% del presupuesto se gasta en costos saláriales,
indicativo de que la institución universitaria lo que está es sobreviviendo, pagando salarios
para que los profesores impartan docencia como puedan, en condiciones de extrema
precariedad de infraestructura, equipamiento e insumos. Pero lo más importante es
reconocer
que, aún así, los niveles saláriales vigentes son paupérrimos si se pretende atraer a la
docencia el personal más adecuado para ello.

El deterioro financiero que afectó a la UASD definió el rumbo que seguiría prácticamente
todo el sistema de formación de profesionales del país. En 1970, las universidades solían
pagar a sus académicos un promedio de 10 pesos por crédito y un profesor a tiempo
completo podía percibir entre RD$700 y RD$1,000 mensuales. A precios actuales esas
cifras equivalen a RD$534 por crédito y entre RD$37,400 y RD$53,400 mensuales. Como
las remuneraciones actuales del personal académico quedan lejos de estos niveles, tenemos
que concluir en que el factor más afectado fue el profesor, cuya calidad media fue
declinando aceleradamente.

En las anteriores condiciones, gran cantidad de jóvenes talentosos terminaba su formación


universitaria y viajaban al exterior a realizar estudios avanzados, para regresar a emprender
una carrera académica. Cientos de grandes profesionales, de todas las ramas del saber,
dedicaban parte de su tiempo al trabajo universitario. La disminución del presupuesto por
año / estudiante y la caída del salario real, junto a otros factores, provocó la declinación de
la consagración personal y el prestigio social del profesor universitario, por lo que muchos
de los mejores profesores abandonaron las instituciones y los que se quedaron comenzaran
a buscar fuentes adicionales de ingreso. Así, poco a poco, cuando no declinaba la calidad
académica del profesional dedicado a la capacitación de los futuros profesionales, se
reducía su autoestima, su consagración y la valoración que le confiere la sociedad.

Con el tiempo, la educación superior devino en una actividad a la cual miles de cuadros
profesionales dedican el tiempo que les queda libre. Y, peor aún, atrae a muchos
profesionales que no encuentran en otros segmentos del mercado una remuneración más
aceptable. Para ajustar la actividad al tiempo que le quedaba libre al profesor, la oferta
educativa se fue desplazando de la mañana y la tarde a la noche. Y en general, el campus
universitario dominicano devino en un lugar, no donde se hace vida académica y cultural,
sino en un lugar al que se visita por ratos.

Definitivamente, la carencia de un adecuado financiamiento ha empobrecido hasta límites


intolerables el quehacer universitario nacional. Y si se ha debilitado la formación a nivel de
grado, más aun han sufrido los avances que debían haberse alcanzado en el desarrollo de la
educación de postgrado y en los programas de investigación científica, para los cuales,
prácticamente no ha habido financiamiento.

Viabilidad de elevar el financiamiento de la


educación superior
No hay dudas de que al interior de las universidades existen sectores interesados seriamente
en comenzar a replantearse el camino seguido. El hecho mismo de que un grupo amplio de
académicos se haya propuesto promover una legislación moderna para la educación
superior, es motivo para albergar cierto optimismo. Pero hay que crear un gran movimiento
que destaque la importancia del tema y promueva cambios de conductas en favor de
reformas efectivas que, al mejorar el sistema, justifiquen un esfuerzo fiscal como el que
demandan los requerimientos del desarrollo.

Para ilustrar lo crucial que es dedicar el esfuerzo debido a la educación superior, vale
indicar que la tendencia del mundo es hacia una creciente apertura y competitividad entre
los países, y que cada vez más dicha competencia descansa en el talento y el conocimiento
humano. Anteriormente las economías eran más cerradas, operando a partir del desarrollo
de sus propios mercados internos. Y la parte destinada al comercio se basaba en la
disponibilidad de recursos naturales y mano de obra barata. En las últimas décadas, el
comercio mundial crece a un ritmo de más del doble del que crece la producción mundial.
Y en ese comercio juegan un papel cada vez más preponderante los bienes de alto nivel
tecnológico. Por ejemplo, en 1976 sólo la tercera parte del comercio internacional de
mercancías se basaba en bienes de mediana y alta tecnología, mientras que veinte años
después dicha proporción se había elevado al 54%.

La nueva dimensión y las demandas de modernización que adquiere la educación superior


en este contexto, crean enormes desafíos al liderazgo político, social y académico a escala
mundial. Hay que desarrollar nuevos enfoques curriculares, financieros y gerenciales para
enfrentar los problemas de crecimiento, de calidad, de eficiencia y eficacia social y de
descentralización regional.

En la tradición dominicana y latinoamericana de las décadas pasadas, por razones muy


diversas, los esfuerzos por hacer más equitativa la educación superior llevaron a olvidar que
se trata de una actividad muy seria que ha de realizarse de acuerdo a normas, valores,
actitudes y creencias desarrolladas gradualmente durante un milenio; y que sus frutos deben
estar avalados por el sacrificio, el trabajo duro y continuo, la inteligencia de los actores, una
alta dosis de motivación y un espíritu de disciplina y rigor.

La experiencia nos muestra algunas lecciones que deben ser consideradas para definir la
política de financiamiento público:

 Primero, que sólo la calidad convierte la educación superior en un instrumento efectivo


de desarrollo. La cantidad siempre será importante. Pero la cantidad de estudiantes o
egresados, expresada con independencia de la calidad del proceso y del producto, no
tiene mayor significación.

 Segundo, que la equidad no queda definida por el libre acceso a los centros, por el
derecho a permanecer indefinidamente en ellos, ni por la posibilidad de obtener un
grado. La equidad significa ofrecer a jóvenes de igual talento iguales posibilidades de
recibir una educación adecuada, que garantice oportunidades similares de progreso.

 Tercero, se reconoce que no es posible desarrollar un sistema de educación superior


equitativo y de calidad al margen del financiamiento del Estado. La educación de
calidad es costosa, por lo que sí el Estado no participa en el financiamiento, los más
pobres y aún los de clase media se quedarán sin acceso a ella.
 Cuarto, se acepta la responsabilidad del Estado para crear condiciones que faciliten la
expansión de la educación superior; pero es imposible pretender que pueda financiar
todas las demandas del nivel. Por tanto, por razones de equidad el Estado debe
concentrar su apoyo directo en los bachilleres más pobres; y por razones de eficacia
debe hacerlo en los más talentosos. Siendo así, el talento y la estrechez económica del
hogar deben ser los dos criterios fundamentales para que el Estado coloque el grueso de
los recursos que dedica al nivel superior, de modo que se concentre en apoyar al
estudiante de probado talento y seriedad académica que necesita el concurso público
para desarrollar su potencial.

 Finalmente, en medio de las limitaciones presupuestarias en que se mueve el Estado


Dominicano, debe aceptarse que es prácticamente imposible desarrollar un sistema de
educación superior de amplia cobertura si no se cuenta con una clara, decisiva y abierta
participación de la familia y las empresas en el financiamiento. Sólo con el recurso
público, siempre será limitado el número de estudiantes que accederán a una educación
superior de calidad.

Esas lecciones obligan a una revisión de la política pública relacionada con el


financiamiento de la educación superior. En primer lugar, se requiere disponer de un flujo
considerable de recursos directos desde el Estado al sistema universitario. En segundo
lugar, hay que diseñar nuevas vías e instrumentos que potencien el flujo de fondos privados
e internacionales.

RECURSOS PÚBLICOS

Hasta ahora, el financiamiento fiscal a la educación superior se ha caracterizado por su


precariedad cuantitativa y por la falta de criterios para su asignación. Respecto a lo primero,
a continuación se analiza la posibilidad de superarlo. Lo segundo será abordado en un
apartado posterior.

Como se ha visto, en 1998 el gobierno destinó a la educación superior el 0.37 por ciento del
PBI. Esta es una cifra extremadamente baja, a pesar de que constituye un progreso
formidable si se compara con 1990, cuando era el 0.14%. Ahora bien, recordemos que la
UNESCO está recomendando un 7% del producto para toda la educación, incluyendo un
2% para el nivel superior. En las condiciones actuales para nuestro país, como para muchos
otros de América Latina, eso es como un sueño difícil de alcanzar. De hecho, en la región
muy pocos gobiernos destinan al nivel superior más de un uno por ciento del PBI.

Y en el caso dominicano, a todo el sistema educativo se destinó en 1998 el 2.5 por ciento, a
pesar de que la Ley plantea un 4% y de que el porcentaje alcanzado constituye un record de
las últimas décadas. Pretender un dos por ciento para el nivel universitario implicaría
destinar a este fin casi todo el presupuesto actual del sistema educativo, lo cual es
imposible, pues la mayor prioridad seguirá siendo el nivel básico. Y alcanzar la meta de 7%
para el sector educación luce poco razonable a corto y mediano plazo, si se considera que el
presupuesto total del gobierno no supera el 16% del PBI, e iguales necesidades enfrenta el
sistema de salud, justicia, orden público, creación de infraestructura, etc., sin considerar los
fondos necesarios para el servicio de la deuda, la administración general del Estado y
múltiples otras necesidades.

Cuadro 7

Porcentaje del PIB destinado a


cada una de las Funciones del
Estado 1980 1990 1998

1. Adm.Gral. Del Estado 1.41 0.69 2.15


2. Justicia, Policía, Defensa y
Relaciones exteriores 2.16 0.99 1.51
3. Educación 2.09 1.09 2.51
4. Salud y Asistencia Social 2.01 1.48 2.07
5. Vivienda y Agua Potable 0.6 1.75 0.82
6. Otros Serv. Sociales 0.71 0.39 0.9
7. Agricultura y Riego 2.33 1.88 1.35
8. Servicio Deuda 0.93 1.15 1.39
9. El resto 3.83 3.42 3.47

Fuente: Elaborado por Ecocaribe, en base a Informe de ONAPRES y


Boletín mensual del Banco Central

Como se observa en el cuadro 7, si se tratara de analizar a cuáles funciones públicas se les


podrían hacer los recortes presupuestarios en la magnitud necesaria para elevar el gasto
educativo y, en particular, el de la educación universitaria, hasta las magnitudes
recomendadas, resultaría una tarea difícil. Pero esto no es óbice para llamar la atención
sobre la necesidad imperiosa de que se preste la debida atención a la educación terciaria.
Alcanzar el uno por ciento del producto (de financiamiento público) puede ser una meta
razonable. Pero ello implica casi triplicar el esfuerzo actual. Para que eso sea posible es
indispensable que la sociedad dominicana haga conciencia de dos cosas: Primera, la
necesidad de racionalizar la gestión presupuestaria gubernamental. Una oportunidad
extraordinaria se presenta en la actual coyuntura, en la medida en que, con la capitalización
de las empresas estatales, el Gobierno podrá prescindir de cuantiosos gastos en subsidiar
sus operaciones.

La segunda es la ingrata necesidad de elevar la carga tributaria media del país, que ronda el
15% del producto. Esto demanda un intensificado esfuerzo para alcanzar más eficacia en el
cobro de los impuestos, en lo cual se ha avanzado algo. Pero exige entender que algunos
impuestos tienen que ser elevados. El candidato natural para ello es el ITBIS, único
impuesto de carácter general, que no afecta una rama productiva en particular y que no
interfiere con el comercio internacional. Otro candidato potencial es el impuesto sobre la
renta, cuya tasa de 25% para los sectores de mayores ingresos es anormalmente baja.

Otra opción que se ha barajado es el establecimiento de impuestos especializados para la


educación superior. La ventaja es la facilidad de convencimiento, por motivos políticos,
dado que se justifica ante la ciudadanía en base al fin que se persigue. Pero una figura de
este tipo ofrece grandes inconvenientes. El primero es la tendencia moderna de la gestión
fiscal, en el sentido de que no haya impuestos especializados, sino que la sociedad defina la
magnitud requerida de los recursos públicos, en base a los requerimientos financieros que
implican las necesidades a ser satisfechas, y que todos los ingresos vayan a un fondo
común, para evitar las rigieses que imponen los fondos especializados a la administración
fiscal, dada la ocasional falta de concordancia entre disponibilidad de recursos y necesidad
imperiosa. Pero hay otras razones. Una de ellas es la vocación de los gobernantes a violar la
especialización dispuesta por la ley, justamente para evitar la rigidez que se les impone. De
todas formas, no se debe descartar la posibilidad de que se contemple el establecimiento de
algunos impuestos para financiar exclusivamente la enseñanza universitaria.

RECURSOS PRIVADOS

Es indudable que la sociedad dominicana se verá en la necesidad de promover mecanismos


que atraigan una proporción mayor de financiamiento privado para la educación superior.
Mucho del esfuerzo tiene que ser realizado por las propias universidades, mediante la venta
de servicios y el cobro de derechos. A este fin particular sé

Prestan los necesarios esfuerzos de ampliar la oferta curricular, tratando de vincularla con
el perfeccionamiento académico y su vinculación con las actividades productivas. Los
cursos de especialización, los postgrados y los programas de investigación, deberían
constituir un medio para que, al tiempo que se cumple la responsabilidad social, se puedan
movilizar fondos privados.

Con relación a lo que podría hacer la política pública al respecto, se han señalado los
siguientes medios:

1. Creación de incentivos fiscales para que las empresas y las familias inviertan en la
educación superior. Este puede ser un mecanismo con cierta eficacia, pero limitada. En
primer lugar, va a chocar con la oposición de los formuladores y los administradores de
la política tributaria, quienes consideran como un gran logro la eliminación de los
incentivos preexistentes, que creaban vías para la evasión y la elusión fiscal y
complicaban la administración tributaria. Pero el principal problema es otro, y es que, al
haberse bajado tanto la tasa máxima del impuesto sobre la renta, cualquier incentivo
queda atenuado en el ánimo del empresario. Siendo la tasa del impuesto apenas
equivalente a un 25% de la renta neta imponible, cualquier aporte que haga el
contribuyente provendría, en un 25% de lo que iba a pagar al fisco, y en un 75% de lo
que iría a su propio tesoro. Con estas magnitudes, no hay que confiar mucho en su
disposición de hacer aportes, aunque sean deducibles de su renta.

2. Promoción del crédito estudiantil por parte del sistema financiero privado. El principal
problema que tiene ahora ese instrumento consiste en que, al tratarse el crédito
estudiantil de un financiamiento de largo plazo, los altos intereses prevalecientes
elevarían demasiado la deuda, haciéndola muy difícil de pagar. Pero en la medida en
que el sistema financiero se modernice y haga más competitivo, con tasas de interés
moderadas, éste puede ser un medio fundamental para financiar a la educación superior.
El Estado subsidiaría los intereses, con la ventaja de que el monto a desembolsar
anualmente no tendría que ser muy elevado, pues los bancos aportarían el capital y el
beneficiario pagaría por una parte de los intereses. Es un instrumento con mucho
potencial, siempre que sea bien diseñado. Otro inconveniente consiste en que este tipo
de financiamiento se caracteriza por ser de alto riesgo, con baja tasa de recuperación,
dado que no tiene garantía tangible, sino personal, y a que el nuevo profesional tiene
amplias posibilidades de, al cambiar su estatus, desaparecer del alcance del ente que lo
financió. Por suerte, en la medida en que se avance con un registro único de
contribuyentes, este inconveniente queda superado. Pero en todo caso, esta política
tendría que ir acompañada de un fondo estatal de garantía al crédito educativo.

3. El otro medio se impondrá por la fuerza. Consiste en el alza del costo de la matrícula
universitaria. En la medida en que la legislación y el sistema de control y fiscalización
presionen por una elevación de los estándares académicos, las universidades se verán
forzadas a elevar los costos y el cobro por la matrícula. Esto no garantiza por sí sólo que
se va a producir un mayor flujo de fondos privados para financiar la educación superior,
pero sí el monto por alumno. La reacción del hogar puede ser sufragar los mayores
costos con un aporte más valioso, pero muchas familias pueden verse precisadas a
retirar los alumnos, o bien éstos se convertirían en una carga económica muy pesada al
hogar. Para evitar que esto se traduzca en la pérdida de oportunidades para jóvenes con
mucho potencial, se requiere de un esfuerzo de racionalización del financiamiento
público.

Para ello, remitimos al lector a la propuesta que sometió al CONES hace dos años la
Fundación Siglo 21, sobre la racionalización del financiamiento público a la educación
superior, la cual resumimos a continuación.

Propuesta para racionalizar el financiamiento público a la educación superior


Siempre habrá estudiantes mediocres, estudiantes buenos y algunos excelentes. Siempre
habrá también dirigentes del sistema educativo que pongan un empeño especial en procurar
la excelencia académica e instituciones que la propicien. En pro de ese objetivo, algunos
gerentes, rectores, decanos, directores y académicos en general, están dispuestos a aportar
sacrificios y grandes esfuerzos, a luchar contra las resistencias. Pero a la vez, habrá otros
que se adapten a las circunstancias, que no se preocupen por introducir innovaciones
positivas, que se dejen vencer por la rutina, así como academias que se desenvuelvan en un
ambiente de dejarse arrastrar por la corriente. Todo esto en medio de estructuras sociales e
institucionales que no promueven el cambio, que oponen resistencia al mismo, que
favorecen una tendencia a que las cosas evolucionen por inercia.

Pero si es posible diseñar mecanismos institucionales mediante los cuales el financiamiento


público a la educación superior contribuya decisivamente a premiar los alumnos excelentes,
potenciar el rendimiento de los buenos y promover que los malos se conviertan en buenos,
entonces se habrá dado un gran paso adelante.

Si a través de esos mecanismos se logra, además, generar un ambiente en que las


universidades se esmeren sistemáticamente por elevar la calidad académica, entonces
mucho mejor. Si en adición a todo lo anterior, se logra que por esos mecanismos se
garantice que el dinero del Estado subsidie preferentemente a los jóvenes talentosos
provenientes de aquellos hogares de ingresos bajos y medio bajos, que no están en
condiciones de financiar los altos costos de la formación universitaria por sus propios
medios, entonces se habrá logrado una gran cosa.

En esta economía globalizada de hoy, crecientemente el motor que impulsa en todo el


mundo las decisiones de inversión y los planes de producción de las unidades económicas
es la competencia, tanto al interior de cada economía como hacia el resto del mundo. Ya
para cualquier agente productivo, el destinatario potencial del fruto de su trabajo no es
necesariamente su vecino más cercano, sino alguien que puede estar localizado al otro lado
del planeta. Pero lo mismo puede decirse del productor con el cual tiene que disputarse el
mercado interno. Ahora tienden a reducirse los mercados cautivos. En este mundo ya no se
crece al amparo de la protección, sino de la eficiencia, de la creciente productividad, de la
capacidad para hacer cosas nuevas y para hacer de manera novedosa las viejas. La clave
para todo ello es el recurso humano, a diferencia de épocas anteriores en que las economías
competían en base a la dotación de recursos naturales.

Una de las áreas en que más avances ha tenido el pensamiento económico en los tiempos
recientes es la de los diseños institucionales, es decir, cómo lograr que las leyes, las
disposiciones administrativas, la organización de las instituciones y los mecanismos de
asignación de los recursos, potencien la fuerza creativa del mercado en la producción de
bienes y servicios, al tiempo que confieran eficacia y eficiencia a la función reguladora del
Estado y justicia a su función redistributiva. Esto es, cómo condicionar el comportamiento
de los agentes hacia la consecución de fines socialmente favorables.

Como resultado, el financiamiento y la provisión de servicios públicos por parte del Estado,
en particular de los llamados servicios sociales, tales como salud, educación y seguridad
social, han venido experimentando cambios trascendentales en su ordenamiento
institucional durante los últimos tiempos. Tales cambios se orientan en función del logro de
una sociedad más democrática y participativa, una mayor eficacia en el logro de los
objetivos propuestos, una mayor eficiencia en el uso de los recursos y en la prestación de
los servicios y una mayor justicia distributiva.

La focalización
Uno de dichos cambios en el ordenamiento institucional es la focalización, la cual
constituye el medio más efectivo para hacer que cualquier programa que implique subsidio
estatal alcance el propósito de beneficiar a los más necesitados. Consiste en definir de
antemano quién tendrá acceso al mismo y quién no. La focalización surge en oposición a la
universalidad, que supone que la acción estatal beneficie por igual a todos,
independientemente de que se sea merecedor del subsidio fiscal o no.

La focalización es el instrumento más justo, el de mayor eficacia para llegar a los pobres.
Sin embargo, para muchos de los programas sociales ofrece una serie de dificultades, que
se derivan de la escasa capacidad administrativa de las instituciones, la ausencia de un
efectivo sistema de información y control y los riesgos de corrupción. La focalización
demanda de un buen sistema de estadísticas que permita identificar quiénes son los reales
necesitados, y medir
y evaluar los impactos de cada acción; demanda también una administración pública capaz
de diseñar programas apropiados para dar respuestas a las reales necesidades y de ponerlos
efectivamente en ejecución, así como la definición de criterios científicos y objetivos para
asignar los recursos y administrarlos bien, ajenos al clientelismo político y al favoritismo
personal, y mecanismos de control y fiscalización que prevengan y desalienten la
corrupción,

Por esas exigencias, a pesar de los progresos que conoce la humanidad en materia de diseño
institucional y organización industrial de la provisión de servicios, se mantiene vigente la
vieja práctica de la prestación universal y gratuita de muchos servicios sociales. Y no hay
dudas de que en algunos programas públicos la universalidad se seguirá requiriendo de
todas maneras, como los servicios primarios de salud y de educación, lo que no implica que
no se pueda innovar en su producción y suministro.

No obstante, hay otros programas gubernamentales en que la focalización es factible e


imprescindible, y uno de ellos es la educación superior. Es factible, debido a que los que
acceden constituyen un número limitado, y se puede determinar fácilmente su ubicación
social, aún con estadísticas precarias. Y es imprescindible, debido a que el costo unitario de
formar un profesional universitario suele ser tan elevado, que resulta prácticamente
inhumano que la sociedad permita que el subsidio gubernamental asociado a su producción
sea aprovechado preferentemente por los más privilegiados. Por eso, se propone como un
eje central del cambio en el financiamiento fiscal a la educación superior que el subsidio
sea focalizado.

El subsidio a la demanda
Otro cambio fundamental que registra la organización institucional reciente en la provisión
de servicios es el desplazamiento del subsidio desde la oferta hacia la demanda.

El mecanismo tradicional de subsidiar la oferta significa que, una vez definida la entidad
responsable de la producción del servicio, se le entregan los recursos sin considerar sus
resultados en términos de cantidad y calidad. El consumidor no tiene opciones. Asiste a
procurar el servicio que esa institución le presta con la convicción de que eso es lo que el
Estado le ofrece.

Por el contrario, subsidiar la demanda implica dar al consumidor la libertad de elección


entre un amplio conjunto de opciones. Lo que está definido de antemano no es la entidad,
sino el servicio. El Estado pone a disposición del consumidor los recursos para que él
escoja el prestador que más se acomode a su conveniencia, y los fondos públicos siguen al
usuario. Los proveedores compiten por atraer al usuario, como medio de acceder a los
fondos públicos.

La perspectiva de los proveedores cambia radicalmente: en vez de tratar con un


“beneficiario”, ahora están tratando con un “cliente”. Y se establece una competencia por la
atracción de los clientes en la cual el mercado juega su papel: o aumenta la calidad o baja el
precio. Pero, como en este caso el precio está definido a priori en función de cuánto está en
condiciones de aportar el Estado, el resultado es una competencia por mejorar la calidad.
RECOMENDACIONES PARA LA
TRANSFORMACIÓN DEL SISTEMA DE EDUCACIÓN
SUPERIOR EN LA REPUBLICA DOMINICANA

En el Financiamiento

Propuesta de cambio
Es en este sentido que se propone un mecanismo mediante el cual se iniciaría un proceso
para que el financiamiento fiscal a la educación superior se canalice crecientemente a través
de un sistema de becas y créditos estudiantiles.

Pero como todo gran cambio, éste debe ser gradual, por dos razones: para evitar los traumas
y las fuertes resistencias a los cambios bruscos, y para viabilizar que concomitantemente se
vayan realizando las adaptaciones institucionales. Por ello, se propone que el tránsito del
esquema actual al propuesto se desarrolle durante un período de cuatro años. Incluso, el
cambio no tendría que involucrar la totalidad del financiamiento. Una parte podría seguirse
otorgando como presupuesto básico a la UASD conforme al patrón histórico, es decir,
canalizado sin ningún criterio de racionalidad.

Al ponerse en marcha el cambio, tanto la UASD como las universidades privadas, bajo la
acción reguladora y el ojo fiscalizador del CONES, tienen que adaptar su modus operandis
a las nuevas circunstancias. Para que el sistema pueda potenciar sus resultados positivos,
tiene que contar con cierta participación de la comunidad universitaria, la cual no debería
oponerse cuando conozca bien la propuesta.

Por otro lado, los estudios económicos realizados en múltiples países han demostrado que
el gasto en educación superior es altamente rentable, no sólo socialmente, sino más que
nada a nivel privado. La formación universitaria constituye una inversión que ofrece la
perspectiva de
una gran rentabilidad, social y personal. Por eso se plantea que el financiamiento público a
la formación de profesionales no necesariamente tiene que ser gratuito, por lo menos no sin
algunas condiciones. En función de lo anterior, se propone que en el mediano plazo el
crédito estudiantil debe ser el criterio prevaleciente, más que la beca.

Durante el período de tránsito propuesto, la transformación del sistema de financiamiento


de la educación superior se llevaría a cabo en dos etapas.

Puesta en marcha de la nueva modalidad


En la primera etapa, el mecanismo de focalización a ser aplicado debe ser lo más sencillo y
automático posible, acorde con el escaso desarrollo institucional con que se cuenta y con la
debilidad de la información estadística, pero debe irse perfeccionando en el futuro, con
vistas a ir eliminando posibles fuentes de ineficacia e injusticias que se deslicen al inicio.
Intentar comenzar con algún diseño muy perfecto puede implicar posponer por largo
tiempo decisiones que alentarían la inercia actual y, mientras tanto, todo seguiría
funcionando mal.

Para comenzar, el sistema funcionaría como sigue:

Se estima que el sistema educativo dominicano gradúa anualmente unos 50,000 bachilleres.
A falta de un régimen uniforme de exámenes de admisión a la educación superior, se
partiría de los resultados de las pruebas nacionales que aplica la SEEC para el cuarto año
del bachillerato.

La computarización de los resultados debe permitir segregar la cantidad total de graduados


en dos mitades, en función de la calificación media obtenida.

El 50% con puntuación más baja (25,000 bachilleres) quedarían automáticamente


descartados para recibir financiamiento estatal para sus estudios superiores. No es que se
les niegue su ingreso a la universidad. Pero se entiende que, dadas sus bajas calificaciones,
no son merecedores de que el Estado, con sus limitados recursos, les financie su formación
universitaria.

Del otro 50%, el que obtuvo las mejores puntuaciones, se excluiría una parte, que
estimamos podría ser un quinto (5,000 bachilleres), al entender que se ubican en los estratos
de más alto ingreso familiar, y que no necesitan del financiamiento gubernamental para
acceder a una carrera universitaria. De modo que el apoyo oficial a la educación superior
procuraría abarcar a hogares localizados en el 80% inferior de la estratificación social (los
cuatro primeros quintiles.
Como no se trata en esta etapa de incluir a los pobres, sino de excluir a los más
acomodados, que son menos (el quintil superior), el ordenamiento institucional debe
permitir identificarlos y excluirlos en un plazo muy breve. Normalmente viven en sectores
considerados de clase alta y media alta y provienen de los mejores colegios privados. La
ocupación o profesión de sus padres podría ser un criterio adicional a tomar en cuenta para
la exclusión

Es previsible que, aún así, en la primera etapa persistan algunas distorsiones que generen
injusticias, las cuales se irían corrigiendo después; pero como en ningún caso dichas
injusticias podrían ser mayores que la carencia total de criterios vigente en la actualidad,
este sistema constituiría un progreso formidable.

Quedarían pues unos 20,000 jóvenes que cumplen con el doble criterio de tener buen
rendimiento académico y provenir de hogares de modestos recursos económicos, lo que
implica que merecen y necesitan apoyo fiscal para acceder a la formación universitaria. A
ellos el Estado les asignaría un monto de, digamos, RD$20,000 per capita al año, que no
serían transferidos directamente al alumno, sino al establecimiento educativo escogido por
ellos. Esto implica un aporte fiscal de RD$400 millones cada año, que se elevarían a
RD$1,600 millones en cuatro años, al término de los cuales, el Estado estaría financiando
por esta vía la educación superior de 80,000 bachilleres. Esta cifra tendería a estabilizarse a
partir de ese momento, pues comenzarían a graduarse los primeros1.

El alumno financiado por el Estado se compromete con los estudios mediante dedicación
exclusiva y el mantenimiento de un índice académico predeterminado.

Al mismo tiempo, la UASD establecería el cobro de una matrícula cercana a los


RD$20,000 anuales para todo nuevo alumno que ingrese, manteniendo el sistema de cobros
vigente para los alumnos antiguos. Esta matrícula sería pagada por el Estado a los nuevos
ingresantes que califiquen. Los que no califiquen, si quieren ingresar, tendrían que costear
la matriculación de su presupuesto familiar.

Aunque no hay seguridad de que los nuevos alumnos se inscriban masivamente en la


universidad estatal, no hay dudas de que la posición inicial de ésta para competir con las
privadas es bastante privilegiada, pues además de la tradición, de un nombre forjado a lo
largo de siglos y de sus recursos humanos, la UASD cuenta con el más amplio abanico de
opciones para la escogencia de carreras.

Más importante aún, ninguna institución privada con el prestigio académico requerido para
competir con la UASD tiene capacidad productiva instalada para recibir de golpe miles de
nuevos alumnos, mientras que ésta dispone de una formidable infraestructura física,
prácticamente sin costo, ya que procede por completo de subsidio estatal.

1
Los números que aparecen aquí, tanto en términos de la cantidad anual de estudiantes, como el monto que el
fisco les asignaría son números ilustrativos, para fines de ejercicio académico, pero podrían ser distintos
dependiendo de la capacidad financiera del Estado.
Puesto en marcha el nuevo sistema, cada año el Gobierno le iría reduciendo a la UASD su
asignación fija anterior, de modo que, con el tiempo, el presupuesto de la universidad para
docencia pasaría a descansar cada vez más en el cobro de matrícula. Al cabo de cuatro o
cinco años prácticamente toda su población estudiantil estaría acogida al nuevo sistema de
financiamiento. De todas maneras, para no hacer muy radical el cambio, se propone que se
le mantenga un presupuesto fijo, para gastos de desarrollo institucional, así como para los
demás programas no docentes.

Las universidades privadas tenderían a estabilizar sus costos, de modo que el grueso de los
alumnos cubran su matrícula con los RD$20,000 aportados por el fisco. Para atraer
masivamente nuevos alumnos tendrían que ir ampliando su capacidad productiva, pero la
base de su competencia sería esencialmente su oferta curricular y su prestigio académico.
De todas formas, estos elementos pudieran contribuir a un sano proceso de diferenciación
del mercado, en que las universidades de mayor excelencia puedan cobrar tarifas más
elevadas, que tendrían que ser costeadas total o parcialmente por la familia. Naturalmente,
la libertad de elección por parte del estudiante no puede ser total, sino que el Estado le
ofrecería un abanico de los centros más prestigiosos de educación superior, y cuyo patrón
de funcionamiento los asemeja al concepto de universidades públicas, en el sentido de que
no operan como negocios.

El aporte estatal a la formación de los estudiantes queda definido, por principio, como un
crédito estudiantil. La experiencia de FUNDAPEC pudiera ser aprovechada para la
administración de todo lo concerniente a la formalización, el proceso de contabilidad y
cobros.

Para alentar la excelencia, se propone que dicho crédito se convierta automáticamente en


beca para todos aquellos alumnos que mantengan un índice académico superior a los 85
puntos, en una escala del cero al 100. Al mismo tiempo, el crédito se pierde si el índice
académico baja por debajo de 70 puntos o si el alumno no aprueba un mínimo de 40
créditos académicos en el año, excepto cuando alguna contingencia justifique lo contrario.
El CONES debería entonces definir con precisión el concepto de crédito académico, que
tendría que ser uniforme y de aplicación obligatoria para todas las universidades.

Perfeccionamiento del sistema en una segunda


etapa
Desde un principio, con la puesta en marcha de este programa, el CONES tendría que
acreditar las universidades. No se supone que el financiamiento estatal llegue a cualquier
universidad sólo porque el bachiller la seleccionó.

Pero si no es posible, al menos en el segundo año debería estar en condiciones de


suministrar a los alumnos una lista de instituciones elegibles, las cuales se escogerían sobre
la base del criterio fundamental de solvencia académica.
Más adelante, en la medida en que el país esté mejor preparado para priorizar carreras, se
propone que la elegibilidad definida por el CONES no sólo sea del centro académico, sino
también de la carrera seleccionada. Podría haber algunas carreras que al Estado no le
interese financiar, y otras que le interese incentivar prioritariamente. Pero eso se puede ir
definiendo sobre la marcha.

Por razones de justicia, otro cambio futuro sería dar alguna oportunidad a aquellos alumnos
que, si bien no calificaron al principio para ser financiados por el fisco, aún así han
ingresado, y su posterior índice académico los torna elegibles.

En la medida que el CONES vaya avanzando en el desarrollo institucional, los mecanismos


de asignación, promoción y baja del sistema de créditos y becas deben irse perfeccionando,
a fin de alentar la excelencia. Becas más elevadas para los más meritorios y
diferenciaciones de monto sobre la base de otros criterios, como geográfico (la distancia
entre el lugar de origen y la universidad a que asiste), el tipo de carreras, etc. puede ser
establecidas.

La propuesta incluye también la creación de un fondo fiscal separado para financiar la


investigación científica, a la cual las universidades accederían por medio de la presentación
de propuestas que serían evaluadas por sus méritos. Pero el proceso de recuperación de los
créditos estudiantiles a partir del quinto año generaría recursos adicionales para fines de
investigación y para estudios de postgrado, así como para ampliar la cobertura del sistema.

Beneficios esperados
Los beneficios sociales de adoptar un sistema de financiamiento de este tipo son inmensos:

1 Los beneficios se sentirían desde un principio, comenzando por mejorar el esfuerzo


estudiantil en la educación media. El estudiante de bachillerato procuraría un mejor
desempeño, debido a que entiende que de eso depende su oportunidad de acceder a
financiamiento fiscal para su formación universitaria. Sabe que tiene que quedar en la
mitad superior de las calificaciones.

2 Aún aquellos que no tienen la intención de optar por el financiamiento estatal, por
evitar la afrenta de que el sistema los deje fueran, resultarán estimulados a lograr buen
rendimiento.

3 Esta competencia se mantendría en el nivel de educación superior, por la necesidad de


mantener el crédito, o de convertirlo en beca el que pueda obtener calificaciones
excelentes. Y esta lucha por ser cada uno el mejor ayudaría mucho al sistema educativo
dominicano.

4 Independientemente de la competencia entre estudiantes, la universidad dejaría de ser


un espacio de tandas nocturnas, al que se dedican los ratos libres, pues el estudiante
asume el compromiso de dedicación exclusiva al estudio.
5 El criterio del talento usado en la focalización impediría que se sigan desperdiciando
recursos públicos en financiar a personas cuyas oportunidades de progreso no vienen
dadas por el título universitario. Cada uno reconocería sus limitaciones y
potencialidades, y tendería a desaparecer el fenómeno del estudiante-profesional, que
pasa décadas en aulas y pasillos universitarios sin llegar a graduarse.

6 Mejoraría el impacto distributivo de la acción fiscal. La focalización inclinaría el gasto


público en educación superior hacia aquellos sectores sociales que realmente necesitan
el apoyo estatal para su formación.

7 Como se admite que la formación universitaria es privadamente rentable, aunque se


reconoce lo crucial de que el Estado la apoye financieramente, la modalidad de crédito
estudiantil mejora también la equidad fiscal.

8 La conversión automática del crédito en beca para los que superen determinado índice
académico, constituye un paso trascendental para alentar la excelencia estudiantil.

9 La libertad de elección por parte del alumno financiado por el fisco obliga a las
entidades a competir por el recurso público sobre la base del desempeño. En la
competencia entre los proveedores por la atracción de clientes, el mercado obligará a
mejorar la calidad, y el sistema universitario dominicano se irá adecuando a los
requerimientos académicos del mundo actual.

En resumen, el sistema propuesto contribuiría a despertar en los estudiantes de bachillerato


y universitarios una lucha tenaz por mejorar su rendimiento, en las universidades una
competencia por elevar la calidad de su oferta académica, facilitaría la dedicación del
estudiante a tiempo completo y potenciaría el impacto social del gasto público, haciendo
que el subsidio gratuito deje de ser un derecho adquirido sin atención al mérito, eliminando
el concepto de gratuidad de una inversión que es por esencia rentable, pero manteniendo la
gratuidad como un medio de alcanzar calificaciones excelentes.

DESAFÍOS DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR DOMINICANA

 Incrementar la calidad y el nivel de formación de los graduados

 Solucionar el bajo rendimiento académico,

 Renovar los mecanismos de admisión y de vinculación con el nivel medio

 Diseñar y utilizar un sistema de información para la educación superior

 Diversificación de la asignación de los recursos estatales.

 Fortalecimiento de la vinculación con el sector productivo y la sociedad.


 Aplicar una normativa común para el nivel superior

LAS GRANDES METAS


La formulación de una política universitaria, dirigida a establecer y desarrollar la reforma
del sistema de educación superior parece ser la meta prioritaria dentro del sistema de
educación superior dominicano.

Dentro de esta política los puntos fundamentales son:

 La diversificación de la oferta con garantías de calidad y de cara a las necesidades


de la sociedad actual.

 La renovación de los estilos de gestión.

 Una adecuada distribución de los recursos públicos entre las instituciones;

 Una incremento de los mecanismos de coordinación entre las instituciones y con los
otros niveles educativos.

 Un ejercicio más responsable de la autonomía de las instituciones universitarias.

 El establecimiento de una relación entre el Estado y las Universidades, a través de


una modernización del Consejo Superior de Educación Superior.

 La conformación de las instituciones para formar un verdadero sistema.

LAS ESTRATEGIAS Y PROGRAMAS IMPLEMENTADOS

Una nueva Ley de Educación Superior

El establecimiento de un programa de aseguramiento de la calidad.

Un sistema de evaluación y acreditación.

Un nuevo sistema de asignación de los recursos públicos a través del crédito educativo

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