Castel, Manuel - La Cuestion Urbana

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8‘9lO veintiuno editores

L
os problemas urbanos están de moda, tanto en los discursos oficiales, como en la experiencia cotidiana de la gente.
¿Se trata de una moda o de un problema real? Y si es un problema real, ¿cuáles son sus raíces reales?; ¿cuál su
relación con las nue vas contradicciones del capitalismo en su fase actual?; ¿cuál su impacto sobre los movimientos
sociales y los procesos políticos? Éstos son los interrogantes más importantes a los que pretende dar respuesta el
presente libro.
Las nuevas condiciones de reproducción de la fuerza de traba jo suscitan conflictos y contradicciones (conocidos
como urbanos en la práctica social) que es necesario conocer para transformar. Situándose en esta perspectiva. La
cuestión urbana intenta els borar un instrumental teórico susceptible de analizar concrete mente las nuevas
contradicciones sociales denominadas urbana teniendo en cuenta tres niveles: la crítica de la ideología urban el
desarrollo de los elementos teóricos del materialismo históri y el análisis de situaciones concretas en varias
sociedades (Frr cia, Estados Unidos, diversos países de América Latina, Cana etc.). De esta forma la obra se
estructura en una serie de te¡ ordenados teóricamente: el proceso de urbanización, la ideol« urbana, la estructura
urbana, la planificación urbana, los n mientos sociales urbanos.
Manuel Castells es profesor de investigación de socioloc Consejo Superior de Investigaciones Científicas en Barce:
miembro de la Academia Europea y el Alto Comité de Expe bre la Sociedad de la Información nombrado por la
Comis ropea. Ha sido catedrático de sociología y planificación u y regional de la Universidad de California en
Berkeley, cat o y director del Instituto Universitario de Nuevas Tecnolog* ¡a Universidad Autónoma de Madrid y
profesor de sociología s- cuela de Aítos Estudios en Ciencias Sociales de París. De ¡el Castells, Siglo XXI ha
publicado Problemas de investig ion en sociología urbana (1971), Movimientos sociales urbanos (19 5), La lucha de
clases en Chité (1975), Ciudad, democracia y o< lis- mo (1977), La teoría marxista de las crisis económicas (V -rí- sis
urbana y cambio social (1981), Capital multinacional, los nacionales, comunidades locales (1981) y La era de la it
na ción: economía, sociedad y cultura (1999) en tres tomos La socie dad red-, El poder de la identidad, y Fin de
milenio.
siglo veintiuno editores
968-23-2-5
789682 " '

traducción de IRENE C. OLIVAN

revisión de MANUEL CASTELLS

LA CUESTIÓN URBANApor
MANUEL CASTELLS

agio veintiuno editores


siglo xxi
grupo editores,
editorial argentina
siglo ventiuno
CERRO DEL AQUA 248. ROMERO QE TERREROS.
www. anthropos-editoria!, com
04310, MÉXICO, DF www.sigloxxieditores.com.rrix salto de página
ALMAGRO 38, 28010,

MADRID, ESPAÑA www.saltodepagina.com


NA www.sigioxxieditores.com.ar

thropos
MADRID ESPAÑA www.toibliotecanueva.es
ACIÓN 266, BAJOS, MADRID ESPAÑA www.toibliotecanueva.es

edición al cuidado de presentación pinero de simón portada de patricia reyes baca

primera edición en español. 1914 © siglo xxi de españa editores, s.a. décima reimpresión, 1986 segunda edición,
1988 primera reimpresión, 1991 tercera edición, 1999 cuarta reimpresión, 2014 © siglo xxi editores, s.a. de c.v. isbn
978-968-23-2173-3

primera edición en francés, 1972 © franQois maspero, parís título original: la question urbaine

derechos reservados conforme a la ley impreso en litogràfica ¡ngramex, s.a. de c.v. centeno 162-1 col. granjas esmeralda
méxico, d.f. cp. 09810
ÍNDICE

Prólogo a la edición mexicana: la cuestión urbana en las socie


dades DEPENDIENTES XI

Modo de empleo o, si se prefiere, advertencia epistemológica 5

Primera parte

El proceso de urbanización 11

1. El fenómeno urbano: delimitaciones conceptuales y realidades


HISTÓRICAS 15

2. La formación de áreas metropolitanas en las sociedades indus


triales CAPITALISTAS 28

I. Técnica, sociedad y área metropolitana 29 II. El sistema metropolitano en los Estados Unidos 32 III. La producción de la estructura espacial de la región
parisina 38

3. Urbanización, desarrollo y dependencia 49

I. La aceleración del crecimiento urbano en las sociedades “subdes


arrolladas” del sistema capitalista 49 II. La urbanización dependiente 54 III. Desarrollo y dependencia en el proceso de urbanización en Améri
ca Latina 61

4. Modo de producción y proceso de urbanización : observacionf.s


acerca del fenómeno urbano en los países socialistas 79

Segunda parte

La ideología urbana 91

5. El mito de la cultura urbana 95

6. De la sociedad urbana a la revolución urbana 107

7. Los medios sociales urbanos 118

I. ¿Existe, un comportamiento “urbano” que caracterice la vida so


cial en las unidades residenciales? 120 II. ¿Existen unidades urbanas especificas? 124 III. '¿Hay producción de lo social por parte de un medio ambiente
espacial específico? 128 IV. ¿Hay producción de medios residenciales específicos a partir de
los valores de los grupos sociales? 134
índice teóricos para el estudio de la política urbana
nstrumentos

I. Delimitación del campo teórico


'ritiera parle 141

La t'-lriiciurij urbana 158


139
158
8. El debate sobre la teoría del espacio

9. LOS ELEMENTOS DE LA ESTRUCTURA ESPACIAL

I. La articulación del sistema económico en el espacio


A) Producción y espacio: la lógica social de la implantación in dustrial, 159.—a) Las tendencias de la implantación industrial en el capitalismo
monopolístico, 160.—b) Análisis específico de la lógica de la implantación industrial en una gran metrópoli: la re
consumo: el proceso espa cial de reproducción de la fuerza de trabajo, 176.—a) El problema de la vivienda, 177.—b) La segregación urbana, 203.-—c)
Espa cio social y medio natural: a propósito del medio ambiente, 221.— C) El elemento intercambio, 229.—La circulación intraurbana: hacia una
problemática sociológica de los transportes, 229. II. La organización institucional
247 del espacio

A) El debate sobre los gobiernos metropolitanos en América del Norte, 249.—B) Las dificultades del “urbanismo concertado” en la aglomeración de
Grenoble, 252.—C) La batalla de Dunker que, 253. III. La simbólica urbana
IV. La centralidad urbana
256
A) Difusión de la simbólica en el espacio urbano, 271.—B) Des concentración y descentralización de la función comercial, 272.— C) Creación de
262
“mini-centros” en los conjuntos habitacionales, 273.—D) Especialización creciente del antiguo centro urbano en

administración, 274.—E) Disociación entre centro urbano y actividades de esparcimiento, 275.

10. Del estudio del espacio al análisis de “la ciudad” : el sistema


URBANO

I. La delimitación teórica de lo urbano II. El sistema urbano


277 283.—E) Simbólica, 283.—F) Subelementos v »¡»le
A) Consumo, 281.—B) Producción, 282.—C) Intercambio, 282.— D) Gestión,
284.

Cuarta parte 277 280 MjBj mjm ¡MB1


La política urbana
3U9

11. Emergencia del campo teórico de la política urbana 309


índice VII
II. El sistema de determinación de las prácticas políticas urbanas 311
III. Articulación del sistema urbano y la estructura social general 314 IV. Articulación del sistema urbano y la organización social (efec
tos de coyuntura) 314 V. La determinación estructural de las prácticas urbanas 315 VI. Hipótesis para el estudio de la planificación urbana 319 VIL Hipótesis
para el estudio de los movimientos sociales urbanos 321 VIII. Indicaciones metodológicas 324

13. E ncuestas sobre la planificación urbana 327

I. Las ciudades nuevas en Gran Bretaña 328


II. La renovación urbana en los Estados Unidos 337

A) La lucha contra los tugurios, 341.—B) Romper los “ghettos”, 348.— C) Centralidad urbana y “defensa de la civilización”, 351.— D) El proceso institucional y
político de la renovación urbana norteamericana, 354.

III. La ‘'reconquista" de París 358 A) El espacio que se quiere borrar, 361.—B) El espacio que se construye, 367.—C) El sentido de la “reconquista” de París en relación al
sistema urbano: la renovación-reproducción de un espa cio, 370.—D) La determinación político-ideológica de. la “recon quista” de París, 372. IV. Algunas conclusiones
generales sobre la planificación urbana como
proceso social 376

14. Encuestas sobre los movimientos sociales urbanos 380

Observación importante 380


I. La puesta en cuestión de la reconquista urbana de París: lucha
por el realojamiento en la “ciudad del pueblo” 382
A) Acciones reivindicativas por la construcción de viviendas socia les, 384.-—B) Las condiciones de una acción antiespeculativa, 387.—• C) El enfrentamiento con la
renovación, 389.—a) El Square Gaie- ti. 391. - -ii' La Prcsipdüe, 395.—D) La lucha por el realojamien to < orno ¡iroii-o m ' i í.ií, 404.—a) Las relaciones entre los
elementos de una acción reivindicativa, 404.—b) La determinación social de las accione*. 106.

II. La relación entre lucha urbana y lucha política: las experiencias de (Jurlrt y (.hile 406

A' I.os cuntí ti ~ de ciudadanos en Montreal, 407.—B) El movi


miento de lo* ■ Pobladores” en Chile, 413.

0 (INCLUSIÓN

T esis exploritortas -vtni.r u\ bestión urbana 470

Aovertenciv fin«. l')75 480


PRÓLOGO A LA EDICIÓN MEXICANA:

LA CUESTIÓN URBANA EN LAS SOCIEDADES DEPENDIENTES

Las herramientas teóricas no tienen fronteras, históricas o geográfi cas. La teoría es única. Cuando se habla de adaptar una teoría, por ejemplo el materialismo
histórico, a distintas situaciones, esto quiere decir, por una parte, que cada análisis concreto es siempre especí fico, que se deben combinar de una cierta forma
los instrumentos de que se dispone con el fin de respetar la especificidad histórica de cada situación en lugar de forzar toda situación nueva en esquemas que han
sido forjados en situaciones relativamente distintas; por otra parte, se trata también de recordar que es necesario producir, constantemente, nuevos conceptos,
descubrir nuevas leyes, a medida que las condiciones históricas cambian. Si bien es cierto, al mismo iietnp". ■ 1110 la ¡iriüiü-' ¡-‘i-u ■!. m>. ’■> ■ m eptos debe
hacerse en eiintimúdad ron 'u- ......................u- l v o- - las leyes históricas ya establecidas: pm-. .-i im. ¡.o ¡:a\ :rr.t .1 ¡a historia sino acumula ción tic di'-rripriouc-
i -i* i r i | ] mriiculareo, es decir, empi rismo y relat¡\ istno hi-lórin.
Por consiguiente. :i ju imer;- \¡-m. .n d-hiera haber mayores difi cultades liara extender a ! id-;- !....... i1 ■■■ ifi" - sociales el tipo de razo
namiento» que iu-nius pmpiie.-iu n;n i >e¡n:. rpretar la “problemática urbana” en la ¡irrs|irci¡\r. del ¡uaieria'; -un> histórico. Sin embargo, la experiencia mut-
tia. linos n-iu- tie-iiiié- -■■■ la primera publicación de este libro, que di\er-o- inlenui- .!e ir.iiponer sus hipótesis en situaciones de depemleneia en parta ulai ¡i.
América Latina, chocan con dificultades i un-ideiabli - \ Muden i.’Mtier hacia un cierto for malismo dogmático.
Las dificultad!-, .-muida- iienen. f¡¡ini.-ii¡.enjálmente, raíces obje tivas. es decir relacionadas ton la inipreei-ión de la teoría presentada con respecto a situaciones
históricas de dependencia. En efecto, nues tro análisis tic lo mbaiio. a mi ¡irinii'r niiel, consiste más bien en una crítica epistemológica de los lema- abordados que
en la propo sición directa de concepto- e bipóle-i.-. M- decir que al hablar de lo urbano no estamos designando nn objeto teórico sino un objeto ideológico. -
Miora 1>¡cti. la ideoioai.i. producida y modificada por la lucha de clases, »- -u-nipn fun» >ír fie hi coyuntura, de la especi ficidad histórica. Más concretamente:
la realidad connotada por la

[XI]
Manuel Castells

ideología .-e modifica según la coyuntura. Así, hemos intentado mos tear ion este libro y en otros trabajos) que la problemática urbana connotaba en el modo
de producción capitalista, y en particular en su o •‘indio más avanzado, los procesos y las unidades de reproducción socializada de la fuerza de trabajo. Pero
al mismo tiempo hemos señalado que en otras situaciones históricas (con otros modos de '■>rudncrÍM!i dominantes) la “ciudad” se define por otra
especifica ción de la estructura social (por ejemplo, en términos de autonomía política en las ciudades que emergieron del feudalismo en el proceso de
descomposición de este modo de producción). Asimismo, en las sociedades socialistas (o poscapitalistas), que son sociedades de tran sición en las que el nivel
político de la estructura social parece ser el dominante, nuestro razonamiento específico sobre lo urbano en relación fundamental con la reproducción de la
fuerza de trabajo no es válido, aunque el método y los conceptos utilizados puedan ser empleados en forma distinta con algunas posibilidades de ser útiles. En
este sentido, ¿ qué ocurre con la problemática presentada cuando se trata de analizar formaciones sociales dependientes en el seno del modo de producción
capitalista? Por una parte, está claro que hay una especificidad histórico-estructural de estas situaciones. Para no tomar más que un ejemplo, basta recordar
el papel del ejército en estas sociedades, infinitamente más importante en el sistema político que en el caso de las sociedades capitalistas avanzadas, pese a
ocupar, en último término, una posición estructural análoga en tanto que recurso armado del poder de clase. Pues bien, si tenemos en cuenta esta
especificidad, está claro que los conceptos e hipótesis presentados en este libro son sesgados, necesariamente, por el referente histórico que los estimuló, es
decir la “problemática urbana” de las sociedades capitalistas avanzadas y dominantes. (Con independencia de la po sible sensibilidad del autor a la
problemática latinoamericana por los contactos de trabajo y de práctica social general asumidos desde hace muchos años.) Y esto es así porque no se
producen los con ceptos “en genera 1” aunque el alcance de la teoría, una vez perfilada, pueda ser general.
Entonces, ¿se puede o no se puede trasponer la perspecti\a »!«•»-. arrollada, al menos, a todas las situaciones en que el modo de pro ducción
capitalista es dominante?
La respuesta a esta pregunta está cargada de implicaciones. Por que si respondemos que no de inmediato, si afirmamos la media ti- bllidad
histórica de las situaciones observadas, se está llevando ¡urna al molino del “tercermundismo” y se abandona el marxismo para mer en el nacionalismo
intelectual y en la demagogia oseuinmhta de las “sociologías nacionales”, “el pensamiento oriental”, la "uillura .
Prólogo a la edición mexicana xm

coránica”, “la teoría latinoamericana” etc. Todos ellos son discursos ideológicos intelectualmente retrógrados pese al papel positivo que han podido
desempeñar, y aún desempeñan, en ciertas coyunturas en la lucha ideológica ligada a los movimientos de liberación nacional de los pueblos oprimidos. Si por
un lado, políticamente, algunos de estos discursos son aliados en la lucha general contra la opresión cultural imperialista, por otro lado, en tanto que
instrumentos de análisis (absolutamente necesarios para una practica política justa) repre sentan un gigantesco paso atrás so pretexto de novedad histórica.
Aun reconociendo que el marxismo, tal y como existe hoy, es fundamentalmente una teoría forjada en el análisis del modo de pro ducción capitalista (y cuya
validez general como ciencia de la histo ria está por ver: es decir, se irá viendo conforme se desarrolle el análisis marxista del poscapitalismo y del
precapitalismo...), de biera poder aplicarse a las sociedades latinoamericanas dependientes puesto que éstas son sociedades capitalistas, integradas en el modo
de producción capitalista en su fase monopolista a la escala mundial. Así pues, el problema es complicado en la medida en que nos encontramos a la vez ante
una especificidad de lo urbano pero dentro deí modo de producción capitalista y en la misma fase y estadio que ios de las sociedades con respecto a las cuales
los conceptos y análisis de c«.ti- libro luco.ni forja,M-. ■ '.¡m. -huiíh., la respuesta a una pregunta tan general >\ lae íinuiain.’iimi. .10 puede ser directa, f.xtgt:
un luden leóri- o que Hale de aborda; sucesivamente el sig- nilirado de una huma' ion r-oeiai o.'pcioioi te, el sentido exacto de m especificidad en *d mudo de
produci i iti capitalista, la inter vención do I.i ideología de á. urb.u’-i ■■■. h..-"- -ituación y, finalmente, los problemas teórico' a cuií'dciar en ei .málisis de los
procesos connotados por la ideología uc 'U'i'u. ¡ c na situación de depen dencia.
hn primer lugar, por lo aun -o 10 i ¡m- 'a dependencia, hay que recordar que :iu <■» un concepto sino un fenómeno histórico, una forma
histórica particular Je ivl,u ióu ■. mn formaciones sociales, ca racterizada por c¡ lucho de que ia [urnu n >.ue se realiza la domi nación de clase en ima
sociedad dependiente expresa 1a forma de dominación de la ciase dominante en la rumiación social dominante. La dependen! ia debe pues definirse -ienipn
por un contenido his tórico particular y no por uní simple asimetría en las relaciones de poder tal y como lo ha señalado reiteradamente Femando H. Lar
doso en su-, distinto? tiahajo?. Fn este sentido, pues, no habría que hablar, de forma eslióla, de ioimjcioiies =<>. liles dependientes, sinc de relaciones de
dominación ■ \ por consiguiente de dependencia) entre las clases 1 bloques de clase, así como entre sus aparatos eco-
Manuel Castells
XIV

nórmeos (empresas, trusts) y políticos (partidos, estados) a escala mundial. A partir de aquí se trataría de especificar cuál es ei modo de articulación de estas
relaciones en cada fase y estadio del modo de producción capitalista.
¿En qué consiste entonces la especificidad estructural de la situa ción de dependencia? La articulación del modo de producción capi talista
a la escala mundial quiere decir que es el modo de producción dominante en el seno de una red articulada de formaciones sociales interdependientes
caracterizadas por relaciones de poder asimétricas entre las distintas clases y bloques de clases. Es decir que este conjunto —sistema imperialista— está
caracterizado por una cadena y por eslabones de esta cadena, articulados entre sí con mayor o me nor fuerza (de ahí, el “eslabón más débil” y la significación
de esta teoría para la trasformación de la cadena en su conjunto). Así, la diferencia de las situaciones sociales observadas no es más que la expresión
específica del lugar diferencial ocupado en el conjunto de la cadena. De forma que es imposible establecer una diferencia ción puramente dicotómiea entre
“dominantes” y “dependientes”. Es necesario, por el contrario, efectuar un análisis diferencial de cada formación social, situándola con respecto al conjunto
de la cadena y deduciendo de esta posición específica la articulación particular de ias relaciones sociales que la integran.
Concretamente, esto quiere decir que no hay tipos históricos dife rentes, sino situaciones particulares interdependientes, ligadas en un
proceso de conjunto. Por consiguiente, la espeeifidad de las rela ciones sociales en cada situación no concierne sólo a una región de la estructura social (lo
económico, por ejemplo) sino al conjunto de la formación social. Por tanto, la ideología de lo produ cida y difundida por el gran capital multinacional, tonui.í
un .-cutido específico y connotará, probablemente, otros procesos que aquello.- a los cuales hicimos alusión en este libro. Tanto más mauló que uno de los
efectos unlversalizantes de la ideología de lo urbano e> el Ira- formar en únicos (aprovechando proximidades termínolóirieu.-/ proce sos sociales tan
diferentes como la megalópolis americana y el ha cinamiento humano de Calcuta, naturalizando así la- diferencias observadas en su contenido social. Dicho
universalismo ab-lraclo per mite el dejar de lado la problemática del desarrollo de-igual rumo proceso contradictorio y sustituirla por las tesis evolucioni-tn»
en términos de niveles de desarrollo.
¿Cuál es entonces el sentido de “la cuestión urbana" en la- socie dades capitalistas caracterizadas por su inserción en el pulo “depen
diente” de las relaciones articuladas a escala mundial? Ante todo, partiremos de la no identidad de los tres elementos principales que
Prólogo a la edición mexicana XV

hemos encontrado como característicos de la problemática urbana en las sociedades capitalistas dominantes: las formas espaciales, el pro ceso de
reproducción de la fuerza de trabajo y su articulación en la ideología de lo urbano. Partiremos más bien de la consideración se parada de cada uno de estos
elementos en las situaciones de depen dencia analizando su forma de existencia específica en dichas situa ciones. A partir de ahí veremos si se articulan y
cómo se articulan.
1] Por lo que se refiere a la ideología de lo urbano, en las socie dades dependientes se presenta en general bajo la forma del neomal-
thusianismo demográfico, insistiendo sobre la tasa acelerada del cre cimiento urbano en los países “subdesarrollados” y sacando como principal conclusión la
urgencia de un control masivo de la natalidad por cualquier medio, incluyendo la esterilización involuntaria de las masas. Los fundamentos demográficos de la
ideología de lo urbano en el orden social imperialista explican el por qué lo esencial de la investigación urbana en estos países se orienta hacia estudios de la
población v a urovecciones cuantitativas en los procesos de urba nización. Se acumulan así voluminosos y sofisticados estudios estadís ticos sin ni siquiera saber
qué significa socialmente para una ciudad A aKuwar ¡o- i'üiíií):) i:i!.¡r:;i.< - •> .. er al 3% anual, ya que inclu-o e! i íli-.i'i, de lo- '■:,n i"in- rii-f ríos a la
población no es función cvhi-iwi. ni -iquiciv ¡,i rn 11 i Je la dimensión del centro urbano. Ku nulidad. dii-lm- .■■tu.l'.i- . i •> que muchos de nosotros hi'niii.»
dedicado tiempo s eneren!-. b>'\ p..r hoy no sirven para casi nada. no c- i orno indi< adie-e- ¡le r-c-eus de desbordamiento para los aparato- de detoi eión del
MMp,<riui¡-(iin
2] Con respecto a las formas espaciales, parece necesario el des pejar un equúoid al que no-otro- mi-m.'- t'emos contribuido al hablar déla
“urbanización ilcpcmlicntc . n;,:i 'hemos) presentado formas caraeterí-ticas del e.-pacio que definirían las ciudades como depen dientes. ^ el equruien eniiM-le
en qm in mos continuado utilizando ‘’urbanización’" \ “ciudad” -iu nineón fi[•■. de precisión, aceptando así la trasposñ ión dilecta entre forma- c-paciales y
procesos sociales, cuando de het lio ,d h.ildai di1 urbani/aen.ii en Francia o en Perú no se halda de lo mi-mo. \-i. si la- características de. las ciudades en la- -
ociedade- dependiente- -na ,-u ueueral las indicadas, si bien son producida- poi lo- proes-o- señalad'», continuamos sin saber lo (¡ue dicha» i aracierí-lie.i- c.-
pai i.ilc- -icnil'jcan en términos de rela ciones -ociali“-. mientra- no de-auolleino- nn análisis específico de su papel en lo- proic-o- de .n-ii,jnil.ic''ót> dd
capital, de reproducción de la fuerza ue tiabaj". ili o'p-oih.i i !ó¡: del orden social, de des arrollo de la lurii.i di i la-e- v de diuámiea. del sistema político-idco-
ógico. Sin que pódame- abeldar aquí tal análisis, es importante
Manuel Castells
XVI

recordar algunas características básicas de las aglomeraciones urbanas (o formas concentradas de población y actividades, a nivel descrip tivo) en las
situaciones de dependencia:
a] Las aglomeraciones espaciales resultan en una buena parte del proceso de descomposición de la estructura productiva, en particu lar
agraria y artesanal. Ello explica la concentración de desempleados más o menos estructurales, la no necesidad del sistema en reproducir su fuerza de trabajo, su
no rentabilidad como mercado para el con sumo de mercancías y, por tanto, la ausencia de producción de medios de consumo colectivos o servicios urbanos.
Así, puesto que una parte de la población y actividades existen cuando, estructuralmente, no debieran existir, se produce el proceso de “urbanización salvaje” y
sus característicos atributos espaciales. Una buena parte de las ciudades, en estas condiciones, no son resultados del proceso de con centración de medios de
producción y fuerza de trabajo, sino autén ticos vertederos de lo que el sistema desorganiza sin poder destruir enteramente. En gran parte, porque las personas
así desarticuladas rechazan el proceso y desarrollan otras formas de vida y actividad. Sin embargo, una vez que dicho sector urbano existe, es utilizado, eco
nómica, espacial y socialmente, por el sector dominante, produciendo así nuevos efectos específicos sobre la estructura urbana (por ejem plo, organizando
productivamente la especulación con respecto a las zonas de ranchos).
h] Por otra parte, sin embargo, las ciudades de las sociedades dependientes son el resultado también del otro polo en la dinámica del desarrollo desigual. Es
decir, son expresiones espaciales de la concentración de medios de producción, de unidades de gestión y de medios de reproducción de 3a fuerza de trabajo
necesaria, asi como de distribución de las mercancías solicitadas por el mercado que se desarrolla a partir de este proceso de acumulación capitalista. La
articulación histórica de este factor con el anterior produce el llamado “dualismo” de las estructuras urbanas latinoamericanas.
c] En la medida en que estas ciudades pertenecen a sociedades articuladas en una cadena mundial de dependencia van a exoresar su
situación no sólo en términos de las relaciones sociales subya centes sino también con respecto a la determinación directa de ele mentos de la estructura
urbana por intereses que representan nuí- lo« intereses dominantes a escala mundial que los requisitos, inclu-o fun cionales, de la estructura urbana.
Ejemplo: Caracas y su trun-porte urbano basado esencialmente en autopistas y carros que una nuuorí.i de la población no puede utilizar.
En todo caso, lo que debe quedar claro es que un análisis de la« formas específicas de la organización del espacio en las so< Vdadc«
Prólogo a la edición mexicana XVII

dependientes no puede ser el punto inicial del análisis (en forma tipológica) sino su fase final, mediante la reconstitución de las rela ciones
sociales que organizan y dan un contenido histórico preciso a las distintas formas espaciales.
3] Desde el punto de vísta de los procesos de reproducción colec tiva de la fuerza de trabajo, el desarrollo del modo de producción
capitalista a escala mundial, descomponiendo las formas productivas preexistentes y acentuando el desarrollo desigual, conlleva ciertas con secuencias
precisas que especifican dicho proceso de reproducción en las formaciones sociales dominantes. Así, en particular :
a] La no exigencia, desde el punto de vista de la acumulación del capital, de la reproducción de la fuerza de trabajo para una parte
importante de la fuerza de trabajo potencial, produciendo ade más un impacto sobre la reproducción de la fuerza de trabajo “pro ductiva” al mantener la
presión de un amplio ejército de reserva.
b] Desarrollo del “consumo de lujo” para una restringida minoría que suscita sin cesar nueva demanda. La proporción entre consumo de
lujo improductivo y bienes de consumo destinados a la reproduc ción de la fuerza de trabajo es, paradójicamente, mucho mayor que en las sociedades
dominantes, en el sentido de que muchos más re cursos son destinados, proporcionaimente, en las sociedades depen- llirtlll ' ai lONrlllllu l'nipPliiUi ¡I» ,1
c] Escasa intervención del Estado en la reproducción de la fuerza de ttabajo u¡ tú mi 'o> <.i ■ im'indrn- En cambio, puede existir una
intiTii'iu ¡ón decidía di i id,,,;.- , ,¡ la producción de bienes de ronsuni" .-olei liio en íninión d<- 'i.i.-rios políticos, en particular en los estados nacional-
populistas, buscando el apoyo de las clases popu lares. En ote ¡>enlido, l.i " i iic.-iión baña” aparece como central en todos lo- peni (■.-i1.- di jilo-,'.!i/:a<
j.ío ■ o,.alar subordinada en los nuevos e-tjdos uacional-depeiuiieiuiT' y deja de jugar un papel de primer plano en lo- < -fado- que utilizan la n ptesión
(más que la integración) en su> relacione.- i on la- masas populares.
Teniendo ni < ueritn el conjunto di estos factores, tratemos ahora de responder a la pieguntn bá-iea rpif hemos formulado: ¿Hay o no
especificidad de las n'-.Iid¡ule' connotadas por la ideología de lo urbano eri ni ca-o de la.- soi ¡edades dependientes?
Si y no. con perdón. No, en la medida en que la articulación del modo de producción capitalista ,1 la escala mundial hace que los sectores productivos de
esta» economías, integrados al aparato productivo internacional, ten- pan '•emejante-. exigeniie1 con req-ecto a la reproducción de la fuerza dt- trabajo v,
por eon-igiuente. con respecto a la concentración, distribución \ gestión de ios muiios de dicha reproducción.
XVIII Manuel Castells

Pero, esencialmente, sí, en la medida en que las concentraciones de población y actividades corresponden parcialmente a otra lógica, en la
medida en que las exigencias de reproducción de la fuerza de trabajo para una gran parte de la población no son las mismas y en la medida en que la
ideología urbana es fundamentalmente sesgada por los objetivos específicos del imperialismo en estas sociedades.
En realidad, la cuestión urbana en las sociedades dependientes parece connotar a la vez tres grandes fenómenos:
1] Una especificidad de la estructura de clases, derivada de la dinámica del desarrollo desigual, y consistente, sobre todo, en el pro ceso de
sobrepoblación relativa, articulado estrechamente a la ex pansión del sector monopolista hegemónico ligado a la lógica del capital multinacional. Tal es la
problemática de la “margínalidad”.
2] Una especificidad del proceso de reproducción colectivo de la fuerza de trabajo que determina la no exigencia estructural de la re
producción de una parte de dicha fuerza, desde el punto de vista estricto de la acumulación del capital. La consecuencia es la “urba nización salvaje”
connotada por la problemática de la margínalidad “ecológica”.

3] La asistencia pública, al nivel del consumo, para las masas populares, en términos de una estrategia populista de movilización social. No

hay fusión real de estas tres dimensiones (estructura de clase, formas espaciales ligadas a los medios colectivos de consumo, proceso político) en la realidad. Su
fusión en una sola problemática es característica de la ideología de la margínalidad: “una parte de la población (los pobres) están ai margen de la ciudad
(sociedad) y son asistidos por el Estado (padre bienhechor) ”. En realidad, las encuestas muestran que no hay covariación sistemática de estas di mensiones.
Que ni los ranchos y villas miseria concentran los desem pleados, analfabetos o subempleados, ni éstos son en todas las oca siones la presa del populismo. No
hay fusión de estos aspectos sino cuando se articulan en las prácticas históricas de las clases: así, por) ejemplo, cuando ciertas zonas urbanas son ocupadas
por los sin casa* son la base organizativa de un movimiento colectivo de reivindi cación que expresa de forma autónoma los intereses de unas capas
populares que se dirigen, como interlocutor privilegiado, al i'-lado. O, al revés, cuando el Estado, como la democracia cristiana en Lhile en los años sesenta,
utiliza ciertas reformas urbanas para organizar e in tegrar sectores populares a través del consumo colectivo. 0 s.-.: que la unidad de los diferentes
problemas connotados por la ideología de lo urbano en las sociedades dependientes no se encuentra al nivel es-
Prólogo a la edición mexicana XIX
íructural, sino que resulta, en forma siempre específica, de las prácti cas sociales y políticas.
Este punto es fundamental pues obliga a definir, con mucha más precisión aún, el objeto real de toda investigación urbana.
¿Cuáles son las implicaciones concretas de estas precisiones para la investigación? Que sería un error el trasponer punto por punto la
perspectiva presentada en este libro a los problemas llamados urbanos en América Latina. Pero que, en cambio, es necesario, ante toda cuestión concreta
planteada en términos de la problemática urbana, hacer el mismo tipo de operación que nosotros realizamos en otro contexto. A saber, el rechazo de la
“evidencia espacial” de la proble mática urbana, la crítica de las perspectivas, fundamentalmente con figuradas por la ideología dominante, con que se
presentan los problemas, y la traducción, en términos de relaciones sociales, de los objetos de investigación. Todo trabajo de investigación parte de una
serie de cuestiones concretas planteadas por la práctica social. Éste es el punto fundamental, inequívoco, de partida. Pero para poder contestar
adecuadamente a estas cuestiones concretas, necesitamos plantear otras cuestiones más abstractas y generales en términos teóri cos. Y a partir de aquí
desplegar los dispositivos materiales de observación y análisis. Pues bien, son estas < nostiones teóricas las que en general van a ser específicas en las
situaciones de dependen cia, no porque la teoría cambie sino porque los procesos sociales con notados por lo urbano apuntan hacia otras regiones de la
estructura social, al menos parcialmente. Así, aparecen fundamentales en la problemática urbana de las sociedades dependientes la consideración del
Estado y de sus relaciones con las masas en términos de inte gración; la articulación diferencial entre distintos tipos de fuerzas de trabajo; las formas de
existencia del dualismo estructural al ni\r! de] i..»p,i! oí: la dependencia tecnológica en el tratamiento de los problema.-, en. O ■ u.-timic- - ¡ ,;i- ii, .,-n .pi,
ser descubiertas y pm-i-ad;;- ¡imi 1li práctica concreta v original de la investigación
■'iirlMtiu ‘ en l.i- -oí leiiade- dependo me-. Tile- "ndicaciones no son prowvladd- "i'.ir.'! ln» nln-1 .-li-di - i i ■ - oli-ervatorio parisiense. No- i
ori.-ideranio- de o-e pin'-i-r-: ■. .dirimo- de nuestros traba jo- -obre (.hile inlenljron u\auzjr en ¡ -calido. Pero se trataba de preei.-jr \ uilifnai ,,,rl - i,.,i,i- i fei
tos de este libro en particular. Prndiii ln de uní i-m untura hi-ióriia v teórica, debe ser utilizado v adaptado .orno ¡a ln -raímenla .le trabajo que pretende
■“cr. Su utilidad i-n , niendej , ■ n . '■ni!,¡-¡r lo- juoc -os sociales llamados urbanos en la- -i.indadt- depi miienti.- dependí i.í del uso cualitati
vamente di-’mto que hugan-lui amo- m i e-tn lieiramienta los inves- tigudore- dt e-ta- -iieicdade-.
OBSERVACIONES PARA LA EDICION CASTELLANA

Leer un libro (o comprarlo) no es un acto evidente. Y menos aún cuando se tiene la vaga impresión de haberlo ya leído, com
prado, o, al menos, visto en una versión diferente publicada algún tiempo atrás. Por ello, para informar al consumidor cul tural consumido por la
duda mercantil, parece conveniente el precisar la especificidad de La cuestión urbana con respecto a la compilación de trabajos publicada por Siglo
XXI de España en 1971 bajo el título de Problemas de investigación en sociología urbana. De hecho, este último libro debe ser leído y considerado
más como una experiencia que como un resultado, más como un itinerario intelectual que como un producto teórico. Si alguna utilidad tiene es el
mostrar los procesos contradictorios a través de los cuales trata de emerger realmente una problemática ma terialista histórica en /■.# ntaruñe de la
ideóla na c.-'-'ógica. En cambio, La cuestión m-bana. iexto enteramente ais-lleva a cabo (a un cieno nivel y en ana determinada eiana trabajo
teórico-práctico sobre los procesos ae ''drccun' -til modo de producción), el movimiento cor-mi .no. de une. ''-.ve-ligación: partiendo de la crítica de
la ideología sm ¡alógico, na.«- ■' elaborar conceptos adecuados a partir del desarrollo <; especificación del materialismo histórico, desembor-rnd-.' ,
¿e di chos conceptos en diversos análisis c oncrcios que revelar algunas leyes de las estructuras y prédica:- "cc;:d¿ • V s llama dos “problemas
urbanos".
¿Quiere ello decir que se trata de la exposición :¡e un “sis tema teórico" acabado y coherente? Es obvio que >r> es así, por- que,
por un lado, todas las ciencias no evolucionan hacia el cierre de sus sistemas conceptuales, sino hacia su apertura y des doblamiento sin fin; y, por

otro lado, porque ei volumen y la justeza de las prácticas políticas y teóricas sobre este nuevo te rreno de contradicciones sociales no son aún suficientes
como para poder considerar los progresos realizados en tanto que apor tes indiscutibles incluso en el umbral de un campo de investi gación. Sin
embargo, los límites del trabajo realizado y expuesto í’k La cuestión urhjn i *■ > p»mdcv .no puedan ser utilizados y, sobre todo, debatidos ya como
productos y úiiies teóricos que se sitúan, de entrada y consecuentemente, en el campo del materia- ismo histórico y desde el punto de vista de las
clases populares.
Manuel Castells
2

Los errores e insuficiencias de la tarea así emprendida pueden por tanto ser ya confrontados directamente a todo un bagaje teórico e histórico

perfectamente identificable. Más allá de las “experien cias intelectuales”, La cuestión urbana debe ser tratado como un útil de transformación de la
sociedad y aceptado, cambiado o re chazado, con arreglo a ese criterio y a las consecuencias derivadas de su aplicación.

Una tal perspectiva exige dos aclaraciones en lo que respecta a la edición castellana. Por un lado, hemos emprendido en este libro

un trabajo, que a veces puede parecer desmesurado, de crítica sistemática del con junto de “teorías” sociológicas idealistas sobre lo urbano y la

ciudad. En efecto, tal meticulosidad está determinada por la di fusión e influencia de estas tesis en Estados Unidos, Inglaterra, Francia y otras
sociedades en que la sociología empírica burguesa llegó a un cierto grado de desarrollo. Dicho esfuerzo parecía justi ficarse en países en que tal
ideología sociológica no está tan difun dida y no tiene por qué estarlo: más concretamente, si no se di funde no es porque los sociólogos de estos
países sean “subdes arrollados”, sino porque él estado de las relaciones de clase im pide que se consoliden ideologías estrechamente ligadas a la
pro blemática de la integración y el equilibrio o limitadas a la tecno logía de la encuesta burocrática.
Sin embargo, si tal razonamiento es justo para la inmensa mayoría de las variedades de la fauna sociológica (las sociologías
“industrial”, “rural”, “de organización”, etc...), el caso de la socio logía urbana es un poco especial, puesto que está tan dominada por la
ideología que las tesis sobre lo urbano son de hecho la trans cripción apenas tamizada de algunas de las ideologías reacciona rias más
arraigadas en las clases dominantes. Así, por ejemplo, la tesis según la cual el desarrollo acarrea la urbanización, que aca rrea la criminalidad,
que acarrea el aumento necesario de los efec tivos policiales no es sino una versión cruda, pero fiel, de las “teorías” sobre la cultura urbana.
Así, la crítica a la sociología urbana es de hecho la critica a la ideología urbana que subyace y organiza la práctica de las clases dominantes con
respecto a la reproducción de la fuerza de trabajo y de las relaciones sociales de producción. Por otra parte, queremos referimos, aunque sea

brevemente, al problema del lenguaje. Se ha dicho de La cuestión urbana que es un texto difícil. Lo es. Y no sólo por dificultades teóricas in
trínsecas, sino también por dificultades de expresión. Pero en esta dificultad hay un doble aspecto: De un lado, la necesidad de uti lizar un
cierto nivel de abstracción y de precisar, con el máximo rigor, cuestiones intrínsecamente abstractas, conduce a veces a
Observaciones para la edición castellana 3

perder el control en la simplicidad y economía de las expresiones construidas. O sea: la voluntad de decir exactamente lo que se quiere decir
cuando muchos problemas y mediaciones aún no están resueltos conduce, en general con poca conciencia de ello, a un cierto hermetismo.
Pero este efecto viene condicionado en gran parte por el se gundo aspecto de la cuestión: la producción intelectual se hace en
un medio determinado, sometido al bombardeo ideológico de la filosofía idealista y del empirismo lógico y, sobre todo, trun cado de una
posibilidad real de su articulación a la práctica. De modo que incluso cuando la investigación consigue dar el doble salto de referirse
concretamente a la práctica social y de situarse en vías teóricas científicas, sus medios de trabajo (entre ellos el lenguaje) son prisioneros de
condiciones de producción que no pueden cambiarse radicalmente sin una transformación político- ideológica.
¿Qué hacer entonces? ¿Escribir “para obreros”? Tal argumen to, generalmente utilizado por la pequeña burguesía

radicalizada, :>.■> pa.-' d: :■■■ ■: ■ ■. ............. ulista. Porque la verdadera revoina-m .... . ■ ” escriba para que lo emienda:/ "o\ ... /-■»■ es se
escriban para sí mismos v-> h.ü< -me 'icea • n.> ' a ¡o-" ¡ ■ • lo, sino apren der la cultura del pueblo f'c ' > >’■: i--. ■■ ' - mado por una nueva
prédica.
Entretanto, la utilización ón intelectual individual (y por tanto ocpieñoo ■:-í- - •: ..i a la vez un movimiento crítico con résped o

a !■: v . •■tinante y, por otro lado, una comunu-ació’: -n, . ■... ■ ■ ■ ue, corregidas y transformadas por ia práctico de v . ■ .- en ser instru mentos

de lucha por encima dJ ‘ - .n‘- ■ .■■■ » expresan. Si no fuera así, se hubiese tenido que rechaza/ . ¡ i ¡ ''al, so pretexto de los latinajos y exj.resioncs
enuldos cn'c 'r ■ .■ ■ i con frecuen cia al hilo de las páginas.
Se fabrica lo nuevo con lo viejo transícc--:.por lo nuevo. El camino hacia el intelectual colectivo pas'- y r una práctica trúnqomhidorn di ! ■ .
i.es intelectuales pe,¡ueñi '-burgueses. Y si esto parece lógico, ¿cómo extrañarse de ¡pie lenguaje inte lectual, y tantos otros elementos de esta
producciá':. adolezcan de su ongen de clase? Lo importante es el efecto proaucido por ese trabajo en las relaciones de clase. Y el problema c

resolver, para la práctica teórica, es el de la especificidad de "na intervención eficaz en i-ada , es romanticismo e impotencia política. Tales
afirntaciones en nada implican el rechaza de la crítica y la autocrítica ni el abandono de la sumisión de la práctica teó
Manuel Castells
4

rica pequeño-burguesa al proceso histórico que le da sentido. Pero tratan de situar los problemas allí donde se plantean hoy y aquí, en lugar
de agotarse en la búsqueda mística de una pureza in dividual.
La cuestión urbana, producido a la vez desde dentro y desde juera de los aparatos ideológicos burgueses, trata de contribuir al
cambio de la correlación de fuerzas en determinados frentes de lu cha, mediante una mayor comprensión por parte de las clases po pulares de
procesos sociales que constituyen en gran medida la base material de su vida cotidiana.
Tal es el objetivo de este libro y tales los criterios con que debe ser utilizado, criticado, transformado y superado.
Y vuelta a empezar.

M. C.
MODO DE EMPLEO O, SI SE PREFIERE, ADVERTENCIA EPISTEMOLOGICA

Este texto nació de un cierto estupor. En efecto, en un momento en que las oleadas de la lucha antiimperialista irrumpen en todas partes
del mundo, en que estallan movimientos de revuelta en el mismo corazón del capi talismo avanzado, en que el ímpetu de las luchas obreras crea una
nueva situación política en Europa, los “problemas urbanos” parecen esenciales tanto en las políticas de los gobiernos como en los medios de
comunicación de masa, y, por tanto, en la vida cotidiana de una gran parte de la población.
A primera vista. el carácter ideológico de este desplazamiento de temática que expresa, en términos de un desequilibrio entre técnica
y marco vital, algunas consecuencias de las contradiccio nes sociales, apenas deja duda en cuanto a la necesidad de salir, teórica y políticamente, del
laberinto de espejismos así creado. Pero si "bien es fácil ponerse de acuerdo en tal perspectiva (a no ser que actúen en sentido inverso intereses político-
ideológicos) esto no resuelve las dificultades encontradas en la práctica so cial: por el contrario, todos los problemas empiezan a partir de este momento,
o sea. a partir del momento en que se intenta su perar (y no ignorar) la ideología que está en la base de la “cues tión urbana".
Pues aunque es cierto que el “pensamiento urbanístico”, en sus diferentes versiones, entre las cuales la ideología .l-.l medio ambiente
parece ser la más acabada, es paenmouio de ¡ i tecno cracia y de las capas dirigentes en general, sus efectos ,-e dejan sentir en el movimiento obrero y.
más aún, en las cm. lentes de revuelta cultural y política que se desarrollan en las sociedades capitalistas industriales. Así, junto a la influencia de ¡os
diferen tes aparatos de Estado sobre los problemas del ‘marco \ ital”, se asiste a una creciente intervención de la practica política en los Kiiro-,, l.v
equ.pos co'e..: \u . i s transportes, etc., y a ¡a penetra ción de la esfera del “consumo" y de “la vida cotidiana" por la lucha política y la discusión
ideológica. Ahora bien, con mucha frecuencia, este desplazamiento de objetivos y de prácticas se hace sin cambiar de registro temático, o sea,
permaneciendo dentro de a problemática “urbana". De lo que se desprende que «e hace ur gente un esclarecimiento de la "cuestión urbana1’, y no tan
sólo
Manuel Castells
6

como un medio de desmitificación de la ideología de las clases dominantes, sino también como instrumento de reflexión para las tendencias políticas
que, al abordar problemas sociales nue vos, oscilan entre el dogmatismo de formulaciones generales y la captaciótn de estas cuestiones en los
términos, invertidos, de la ideología dominante.
Por otra parte, no se trata tan sólo de poner en evidencia esta ideología, ya que no es sino el síntoma de una determinada
problemática intensamente vivida, pero mal identificada todavía. Si se muestra eficaz socialmente es porque se propone como inter pretación de
fenómenos que han adquirido una importancia cada vez mayor en el capitalismo avanzado y que la teoría marxista, que no se plantea más que los
problemas suscitados por la prác tica social y política, no ha sido todavía capaz de analizarlos de manera suficientemente específica.
De hecho, los dos aspectos del problema se reducen a uno. Pues una vez establecidos los contornos del discurso ideológico sobre “lo
urbano”, la superación de este discurso no puede de rivar de una simple denuncia, sino que exige un análisis teórico de las cuestiones de la práctica
social que connota. O, en otros términos, un desconocimiento-reconocimiento ideológico sólo puede superarse y, por tanto, interpretarse, mediante
un análi sis teórico. Este es el único camino que permite evitar el doble escollo que encuentra toda práctica teórica :
1. Una desviación derechista (con apariencias de izquierda) que consiste en reconocer estos nuevos problemas, pero hacién dolo en los términos de la
ideología urbanística, alejándose de un análisis marxista y concediéndoles una prioridad teórica —y política— sobre la determinación económica y
la lucha de clases. 2. Una desviación izquierdista que negaría el surgimiento de nuevas formas de contradicciones sociales en las sociedades
capitalistas, remitiendo los discursos sobre lo urbano a una es fera puramente ideológica, agotándose luego en acrobacias inte lectuales para reducir
la creciente diversidad de las formas de oposición de clases a una oposición directa entre capital y trabajo.

Tal empresa exige la utilización de ciertos instrumentos teó ricos, con el fin de transformar, mediante un trabajo, unr. mate ria
prima, a la vez teórica e ideológica, y obtener un producto (siempre provisional) en donde el campo teórico-ídeológico se modifica en el sentido de un
desarrollo de sus componentes teó ricos. El proceso se complica en la medida en que, para n potros, no existe producción de conocimiento, en el
verdadero sentido de la palabra, más que referido a un análisis de una situación con creta. Lo que significa que el producto de una investigación es
Modo de empieo 7

por Io menos doble: hay electo de conocimiento específico de la situación estudiada; hay conocimiento de esta situación, con ayuda de instrumentos
teóricos más generales, ligados al conti nente general del materialismo histórico. El hecho de que hacen inteligible una situación dada, se manifiesta
por la realización material (o experimentación) de las leyes teóricas avanzadas; estas leyes, especificándose, desarrollan al mismo tiempo el cam po
teórico del marxismo y aumentan, en consonancia, su eficacia en la práctica social.
Si éste parece ser el esquema general del trabajo teórico, su aplicación a la “cuestión urbana” se enfrenta con dificultades
singulares. Efectivamente, “la materia prima” de este trabajo, que está formada de tres elementos (representaciones ideológi cas, conocimientos
acumulados, especificidad de las situaciones concretas estudiadas), se caracteriza por el predominio, casi total, de los elementos ideológicos, una
dificultad muy grande en la delimitación empírica precisa de los “problemas urbanos” (a causa, justamente, de tratarse de una delimitación
ideológica) y la casi inexistencia de elementos de conocimiento ya establecidos en esíe leu ene. en ■■icdiiié n-jo marxismo no lo ha abor dado más
que ‘Zü.:-:.', v.¡bre la vivienda) o en una perspectiva lusco ni ist;* '> :5 w ficología alemana) o no ha visto en ello más que par-.1 ira.ixi ■■ux. ¡ó. de
las relaciones políti cas. Por su parce, ¡as 'tieni ì-s raes” son particularmente pobres en análisis sobre ¡a !ua ■ lusa de la estrecha rela ción que
mantienen con iris ■uci'io.u'j" e-olucionistas sobre la so ciedad y del papel jugado por tas i de- :ogías en los mecanismos de integración social.
Esta situación explica ri :v.'b„¡o. :_í ,o y difícil, que ha habi do que emprende er ln ''dscv.''e;- r. .' : los conceptos generales del
materialismo histórico a siiuacicnv y a procesos muy dife rentes de los que fundamentaron >u y’-educción. Intentamos, sin embargo, umrliar su
alcance sin cambiar de perspectiva, pues la producción de nuevos conceptos debe nacerse desarrollando las tesis fundaméntale'«. puesto que de no
ser así, no existe despliegue de una estructura teórie i, sino yuxtaposición de “teorías de alcan ce medio". Este método de trabajo no tiene nada de
dogmático, en la medida en que la .idlu,'-,.'u ;i una perspectiva no procede de nin guna fidelidad a los principios, sino de ia “naturaleza de las co
sas” (o sea, de las leyes objetivas de la historia humana). No es más dogmático razonar en términos de producción que partir, en física, de la teoría
de la relatividad.

Ahora bien, l.i pobreza d.l trabajo propiamente teórico sobre los problemas n’nn.'i,.d ior 'i ideología urbana obliga a tornar
Manuel Castells
8

como materia prima fundamental, de una parte, la masa de “investigaciones” acumuladas por la “sociología urbana”, y de otra, toda
una serie de situaciones y de procesos identificados como “urbanos” en la práctica social.
En lo que a la sociología urbana se refiere, constituye de he cho el “fundamento científico” (no la fuente social) de un buen número
de discursos ideológicos que no hacen más que am pliar, combinar y adaptar tesis y datos acumulados por los investigadores. También, incluso
tratándose de un campo de fuerte predominio ideológico, aparecen aquí y allá, análisis, des cripciones, observaciones de situaciones concretas, que
ayudan a crear condiciones para una investigación específica de los temas tratados en esta tradición, y de las cuestiones percibidas como urbanas en
la sociología espontánea de los sujetos humanos.
Esta sociología, como todas las sociologías “específicas”, es ante todo cuantitativa y cualitativamente anglosajona y, más pre
cisamente, norteamericana. Esa es la razón, y la única, de la importancia de las referencias anglosajonas en este trabajo. Tan to más cuanto que
muy a menudo las sociologías “francesa”, “ita liana”, “latino-americana”, pero también “polaca” o “soviética”, son malas copias de las
investigaciones empíricas y de los temas “teóricos” de la sociología americana.
Por el contrario, hemos intentado diversificar, en la medida de nuestras posibilidades, las situaciones históricas que sirven de
localización concreta al surgimiento de esta problemática, para mejor circunscribir los diversos tipos de ideología urbana y rede finirla en términos
de los diferentes niveles de la estructura so cial subyacente.
Es evidente que no pretendemos el haber llegado a reformu lar la problemática ideológica de donde hemos partido y. consi
guientemente, menos aún, el haber efectuado auténticos análisis concretos que conduzcan a un conocimiento. Este texto no pre tende más que
comunicar algunas experiencias de trabajo en este sentido, dirigidas a producir una dinámica de investigación, más que a establecer una
demostración, irrealizable en la actual co yuntura teórica. Hemos llegado a un punto tal que creemos re dundante toda nueva precisión teórica que
no se inserte en aná lisis concretos. Intentando escapar al formalismo y al teorieismo. hemos querido sistematizar nuestras experiencias para que
sean superadas en el único camino en que pueden serlo: en la prácti ca, teórica y política.
Tal tentativa se ha enfrentado con problemas muy graves de comunicación. ¿Cómo expresar una intención teórica sobre la base de
un material ante todo ideológico y basado en procesos sociales mal identificados? Hemos intentado restringir las difi-
Modo de empleo 9

cultades de dos maneras: considerando, de una parte, de modo sistemático, el eventual efecto producido en una práctica de in vestigación a partir de
estos análisis y proposiciones, más que atendiendo a la coherencia y justeza del texto mismo; de otra parte, utilizando como medio de expresión de
un contenido teó rico, esbozos de análisis concretos que no lo son. Se trata efecti vamente, de una obra propiamente teórica, o sea, que versa sobre
la producción de instrumentos de conocimiento, y no sobre la producción de conocimientos relativos a situaciones concretas. Pero el modo de
expresar las mediaciones necesarias para llegar a las experiencias teóricas propuestas, ha consistido en examinar una u otra situación histórica
determinada, intentando transfor mar su comprensión con ayuda de los instrumentos teóricos esbo zados, o mostrando, también, la contradicción
entre las observa ciones de que disponemos y los discursos ideológicos a ellas yux tapuestos.
Este procedimiento tiene la ventaja de concretizar una pro blemática, pero plantea dos graves inconvenientes sobre los que
quisiéramos nrev?nir.
1. Se podría pensa-- que .v rrau un conjunto de investi gaciones concretas. mierdas que. sal1 o .'ganas excepciones, no hay más que
un principio de transformación teórica de una ma teria prima empírica, lo mínimo necesario para señalar una vía de trabajo; efectivamente, ¿cómo
ñutiríamos pretender analizar tan rápidamente un número í.m gr-njil.; problemas teóricos y de situaciones históricas? l:.l esfuerzo .c„:izado sólo
tiene sen tido si se utiliza para poner do relieve a través de una diversidad de temas y de situaciones, el «urgiiTiirr.-. r d una problemática en el
conjunto de sus articulaciones.
2. Podría veso tcim l’m n n q " í - rcción concreta de un sistema teórico acabado y propuesto como modelo, cuando la producción de
i i

conocimientos no nasa por el establecimiento de un sistema, sino por la creación de una serie de instrumentos teóricos que no se realizan nunca en
su coherencia, sino en su fecundidad para el análisis de situaciones concretas.
Tal es la dificultad fie nuestra tení.uiva: se dirige, por un lado, a deducir instrumentos teóricos de la observación de situa ciones
concretas (situaciones que nosotros mismo hemos obser vado o situaciones iraradas por la ideología sociológica); por otro lado, no es más que un
momento de un proceso que debe, en una coyuntura Jifi-renie. inieti'r la trayectoria, partiendo de estos instrumentos teóricos para conocer
situaciones.
La importancia concedida a e.-io> problemas de táctica del trabajo teórico (esenciales, si se quiere luchar a la vez, contra el ormahsmo y el
empirismo, sin lanzarse en un nrovecto volunta-
Manuel Castells
10

rista de “fundación de la ciencia”) se refleja directamente en el ritmo de la obra. Una primera parte reconoce el “terreno histó rico”, con el fin de dar
un contenido relativamente preciso al tema abordado; a continuación, intentamos establecer los con tornos del discurso ideológico sobre “lo urbano”,
que pretende delimitar un campo de conocimiento “teórico” y un ámbito de la práctica social; intentando romper esta envoltura ideológica y
reinterpretar las cuestiones concretas que contiene, los análisis sobre la estructura del espacio urbano proponen una primera formulación teórica del
conjunto del problema, pero muestran al mismo tiempo la imposibilidad de una teoría que no estuviese centrada en la articulación del problema
“urbano” con los pro cesos políticos, es decir, relativos al aparato del Estado y a la lucha de clases. El texto desemboca, por tanto, en un tratamien to
teórico e histórico de la “política urbana”.

Tal conclusión obliga necesariamente a introducir una obser vación cuyas consecuencias concretas son enormes: no existe posibilidad
propiamente teórica de resolver (o superar) las con tradicciones que están en la base de la cuestión urbana; esta su peración no puede venir más que de
la práctica social, o sea, de la práctica política. Pero para que esta práctica sea justa y no ciega, es necesario explicitar teóricamente las cuestiones así
abor dadas, desarrollando y especificando las perspectivas del materia lismo histórico. Las condiciones sociales de surgimiento de tal reformulación son
muy complejas, pero, en todo caso, se puede estar seguro que exigen un punto de partida históricamente liga do al movimiento obrero y a su práctica.
Lo que excluye toda pretensión “vanguardista” de una obra teórica pequeño-burgue- sa; pero no excluye la utilidad de un determinado trabajo de
reflexión, de documentación y de encuesta, en tanto que compo nente de un movimiento teórico-práctico del tratamiento de la cuestión urbana, al orden
del día en la práctica política.
primera parte

EL PR0CES0 HIST0«K 0 DE URBANIZACION

Toda forma de la materia tiene una historia, o, mejor dicho, no es más que historia. Esta proposición no resuelve el problema del
conocimiento de una determinada realidad. Por el contrario, lo plantea. Ya que para leer esta historia, para descubrir sus le yes de estructuración y de
transformación, hay que descompo ner, mediante el análisis teórico, lo que está ya dado en una sín tesis práctica. Sin embargo,, es útil fijar los
contornos históricos de un fenómeno antes de abordar su investigación. O, en otros términos, parece más prudente abordar esta investigación partien
do de una falsa inocencia teórica, “vendo a ver”, con el fin de des cubrir los problemas ..■ouccpiinl'.s que se plantean siempre que intentamos
upichcndci pe.o .u¡o — este “concreto”. En este sentido, el estudio de 'a histeria del proceso de urbaniza ción parece la Corma más i..''¡cada de acordar
la cuestión urbana. Nos introducimos así en •:-! centro de la problemática del desa rrollo de las sociedades, a5 tiempo que descubrimos una impre sión
conceptual idcolúgicanicrde determinada.
En efecto, parece claro que c' 01 oceso de formación de las ciudades está en la base de las redes urbanas y condiciona la or ganización social del espacio.
Sin la mera presentación global y sin especificación de una lasa de crecimiento demográ fico, tan sólo conduce a fundir en un mismo discurso ideológico
la evolución de las formas espaciales de una sociedad y la difu sión de un modelo cultural a través de una dominación política. Los análisis del proceso
de urbanización se sitúan general- mente en una perspectiva teórica evolucionista, según la cual cada formación social se va produciendo, sin ruptura,
por des doblamiento de los elementos de la formación social anterior. Las formas de implantación espacial son entonces una de las ex presiones más
visibles de estas modificaciones1. Incluso se ha utilizado a veces esta evolución de las formas espaciales para

. IpL *y, Lámparo, “The History of Cities in the Economically Advan- , „„as.,\.Lconomi?. Development and Cultural Change, 3, 1955, pá- „i i,', y

también, L. Wooley. “The Urbanization of Society”, de pncaunC ^ or<?, History, 4, 1957. De modo más general, la colección //irfnTM«1" t..1? 11.. ^ !'rr ^ L B l-rchard

(compiladores), The Historian and the City, Cambridge, Massachusetts, 1963.


14 Manuel Castells

clasificar las etapas de la historia universal3. De hecho, más que establecer criterios de periodización, es absolutamente necesario
estudiar la producción de las formas espaciales a partir de la es tructura social de base.
Explicar el proceso social que fundamenta la organización del espacio no se reduce a situar el fenómeno urbano en su contexto. Una
problemática sociológica de la urbanización debe conside rarse como proceso de organización y desarrollo y, en consecuen cia, partir de la relación
entre fuerzas productivas, clases socia les y formas culturales (el espacio, entre ellas). Tal investigación no puede tan sólo actuar en abstracto. Tiene
que, con ayuda de útiles conceptuales, explicar situaciones históricas particulares, suficientemente ricas como para hacer aparecer las líneas de
fuer za del fenómeno estudiado, la organización del espacio.
Sin embargo, la confusión ideológico-teórica que existe en este terreno, nos obliga a una delimitación previa de nuestro objeto, a la
vez en términos conceptuales y de realidad histórica. Este trabajo no tiene nada de académico y se presenta, por el con trario, como una operación
técnicamente indispensable para evi tar las connotaciones evolucionistas y abordar, de forma inequí voca, un ámbito preciso de nuestra
experiencia.

8 Por ejemplo, los trabajos de Grass, o, con más matices, los de Mumford.
1. EL FENOMENO URBANO:
DELIMITACIONES CONCEPTUALES Y REALIDADES HISTORICAS
En la maraña de sutilezas definitorias con que nos han enri quecido los sociólogos, pueden distinguirse dos conjuntos bien distintos
de acepciones del término urbanización8.
1. La concentración espacial de la población a partir de unos determinados límites de dimensión y densidad *.
2. La difusión del sistema de valores, actitudes y compor tamientos que se resume bajo la denominación de “cultura ur bana” s.
Para la discusión de la problemática relativa a la “cultura ur bana”, remitimos al capitulo 2.' Podemos, sin embargo, adelan tar lo esencial de
nuestra conclusión: se trata de hecho del sis tema cultural característico de ia sociedad industrial capitalista. Por otra parte, continuando en la
misma línea de pensamien to, se asimila urbanización c industrialización al hacer equivalen tes los dos procesos al nivel de los indicadores
utilizados7 para construir las dicotomías rural/urbano v ocupación agrícola/ocu- pación industrialf.

* Ct. la excelente exposición de mnnvr..-. ti” H. T. Eldmdge, “The Process of Urbanization”, en I. Spengi.i.k y O. D. Duncan (compila dores): Demographic Analysis,

The Free Press. Glencoe, 1956, pig. 338; y también D. Poplnui,. "On me Alcanim; oi Urban in Urban Studies”, en P. Meadows y E. H. Mizrucmi (compiladores).

Urbanism, Urbanization and Change, Reading (Ma--s) Addison Wcslej. 1969, págs, 64-76. * D. J. Bogue y Ptr. M. Hauser, Population. Distribution, Urbanism and

Internal Migration, World Population Conference, 1963, papers; K. Davis. “The urbanization of Human Population”, Cities, Scientific American, sept. 1965. 5 Cf. E

Burgh,, Urhaui Sociology, Nueva York, 1955; N. Anderson, Ij’bjp.wii ,..:i i t • I .- ,■ , ", American Journal of Sociology, t. 65, "59-60. pág. 68; G. Friiiiwunn, Yilles el

Campagnes, A. Colin, Paris, ioi<i.’ * „ ,AMAKI’ E/zj' Sociology of Cities. Random House, Nueva York, 1V61; A. Boskwf, The Sociology of Urban Region,

Appleton Century Crotts, Nueva York. 1962; N. P. Gist v S. V. Fava, Urban Society, T. Y. CroweH, Nueva Yoik, 1964. a—.- p?ra ,a aposición, T.. WiRrii.

“Urban'. ;m as a Way of Life”, 1 t v.', ■ i . ' ! ■ I'GR.

diciembre,^t67W%;S h^ ,^ 2y4;.CL':' ^ ' ’' ',,k1 ilUory>’’ Social Forces’ 36>


>ogy, NutvaSYo°rkIN] y->£‘ C'- Principles of Rural-Urban Socio-
Manuel Castells
36

De hecho, la acepción culturalista de urbanización se basa en un supuesto previo: la correspondencia entre un determinado tipo
técnico de producción (definido esencialmente por la activi dad industrial), un sistema de valores (el “modernismo”) y una forma particular de
asentamiento espacial, la ciudad, cuyas ca racterísticas decisivas son: la dimensión y la densidad.
Dicha correspondencia dista mucho de ser evidente: basta con pensar en las grandes aglomeraciones pre-industríales (recor demos
el análisis de Sjoberg *. Algunos autores “, coherentemen te, niegan a dichas formas de asentamiento el nombre de “ciu dad”, mostrando así la
confusión entre la problemática “urbana” y una organización socio-cultural dada.
La determinación recíproca entre forma espacial y contenido cultural es en todo caso una hipótesis de investigación (que exa
minaremos con detalle en las páginas siguientes), pero que de ningún modo puede constituir un elemento de definición de la urbanización. De lo
contrario, la respuesta teórica estaría ya ins crita en la manera de plantear el problema.
Si nos atenemos a esta distinción, sin perjuicio de establecer después relaciones teóricas y empíricas entre las dos formas —es pacial y cultural—
podemos apoyarnos, por el momento, en la definición de H. T. Eldridge. Este caracteriza la urbanización como un proceso de concentración de la
población, en dos nive les: 1) la multiplicación de los puntos de concentración, y 2) el aumento en la dimensión de cada una de esas concentraciones9
10 l l. En esa perspectiva, el término urbano designará una forma particular de ocupación del espacio por una población, o sea, la aglomeración
resultante de una fuerte concentración y de una densidad relativamente elevada, que tendría, como córrela i o pre visible, una diferenciación
funcional y social cada vez mayor. Pero una vez dicho esto, cuando se quiere utilizar direciamente esta definición “teórica” en un análisis concreto,
empiezan las dificultades: ¿a qué nivel de densidad y de dimensión puede considerarse urbana una unidad espacial de población? ¿ Cuáles son, en
la práctica, los fundamentos teóricos y empíricos de cada uno de los criterios?
Pierre George ha mostrado, con gran agilidad, las contradic ciones insolubles del empirismo estadístico en la definición del
concepto12. Si bien el criterio generalizado parece ser efeetiva-

9 G. Sjoberg, The Pre-industriál City, The Free Press, Gíencne. 1960. 10 Cf. L. Riesmann, The Urban Process, The Free Press. Glencoe. 1964.11 H. T. E ldridge, op. cit.,

1956, pág. 338. 13 P. George, Précis de géographie urbaine, A. Colín, París. 1964, págs. 7-20. ;
El fenómeno urbano 17
mente el número de habitantes —con correctivos variables se gún la estructura ocupacional y las delimitaciones administrati vas—, los umbrales
retenidos varían enormemente, los indicadores de las diversas actividades dependen de cada tipo de sociedad y, por último, las mismas cantidades
cobran un sentido to talmente diferente según las estructuras productivas y sociales que determinan la organización del espacio1S. Así, el censo de
los Estados Unidos considera el umbral de 2 500 habitantes como el nivel a partir del cual una aglomeración pasa a ser urbana, pero añade aquellas
aglomeraciones incluidas en la red de inter dependencias funcionales cotidianas con respecto a una ciudad centralu. En cambio la Conferencia
europea de estadística cele brada en Praga estableció como criterio el rebasar la cifra de 10 000 habitantes, corrigiéndolo según la estructura
ocupacional. De hecho, la fórmula más flexible parece ser la de clasificar las unidades espaciales de un país según diversas dimensiones y distintos
niveles y establecer entre ellas relaciones empíricas teó ricamente significativas. Más concretamente, se podría distinguir la importancia
cuantitativa de las aglomeraciones (10 000 habi tantes, 20 000, 100 000, 1000 000, etc.), su jerarquía funcional (género de actividades, situación en la
cadena de interdepen dencias), su importancia administrativa, para combinar a conti nuación varias de e^Us características que permitan
distinguir tipos diferentes de ocupación del espacio.
De este modo, la distinción dicotòmica entre rural y urbano pierde toda significación, puc-, con igual criterio podría oponerse
urbano a metropolitano y. sobre todo, dejar de pensar en térmi nos de paso continuo de un polo a otro para establecer un siste ma de relaciones
entre i is d i fe i entes formas espaciales histórica mente dadas1
De todas estas constar.icion.-s se desprende que no es buscan do definiciones de escuela o criterios de práctica administrativa como
llegaremos a una delimitación válida de nuestros concep tos. Por el contrario, será precisamente el análisis rápido de al gunas relaciones

históricamente establecidas entre espacio y so ciedad lo que nos permitirá fundar objetivamente nuestro es tudio. * * *

I-as investigaciones arqueológicas han demostrado que los primeros asentamientos sedentarios y relativamente densos de la

:ì I. Br,v:j'.c~G'<HMrn i G. Ciubot, Traite de géographie urbaine, ■V P.m mi,1, p ■. 3',. u tt. S. Cemus of Populutit'n. I960 Number of Inhabitants, United States

Summury. Vinal Reporr, P. C. (1)-1A, 1961. Cf. R. Ledri i, Socinloeir urbaine„ París, P. U, F., 1967.
Manuel Castells
18

población humana (Mesopotamia, hacia el 3500 a. J.C., Egipto, 3000 a. J.C., China e India, 3000-2500 a. J.C .)u, se sitúan al final del período
neolítico, allí donde el estado de la técnica y las con diciones sociales y naturales del trabajo permitieron a los agri cultores producir más de lo que
ellos mismos necesitaban para subsistir. A partir de este momento, se desarrolla un sistema de repartición y distribución del producto, expresión y
muestra de una determinada capacidad técnica y de un determinado nivel de organización social. Las ciudades son la forma de residencia adoptada
por aquellos miembros de la sociedad cuya permanen cia directa sobre el lugar del cultivo no era necesaria. Es decir, que estas ciudades no podían
existir más que sobre la base del excedente producido por el trabajo de la tierra. Son los centros a la vez religiosos, administrativos y políticos, y
representan la expresión espacial de una complejidad social determinada por el proceso de apropiación y reinversión del excedente de trabajo.
Manifiestan, por tanto, también un nuevo tipo de sistema social, pero que no es diferente o sucesivo del tipo rural, sino que está estrechamente ligado
al mismo en el proceso social, es el reverso de la misma moneda en términos del proceso de producción de las formas sociales, aunque, desde el punto
de vista de las formas de relación social, sean dos tipos diferentes16 17.
Tenemos, por ejemplo, la síntesis de V. Gordon Childe relati va a los criterios que, según los conocimientos empíricos existen tes,
caracterizan las primeras aglomeraciones urbanas: existen cia de especialistas no productivos a tiempo completo (tales como sacerdotes,
funcionarios o trabajadores de servicios); población de talla y densidad suficientes; existencia de un arte peculiar; escritura y números; actividad
científica; sistema tributario que concentra el excedente de producción; Estado; arquitectura pú blica monumental; comercio a larga distancia;
existencia de cla ses sociales18.
Es evidente el interés que tienen estas constataciones, basa das en abundante documentación, a pesar de que su método de
clasificación esté muy próximo al de la famosa enciclopedia chi-

16 Mumford, The City in History, Nueva York, Harcant, Brace and World, 1961; R obert C., Me C. Adams, The Evolution of Urban Society. Aldine Publishing Co.

Chicago, 1966; Eric E. Lampard, “Historical As pects of Urbanization”, en Ph. Hauser y Leo F. Schnore (compila dores), The Study of Urbanization, J. Wiley, Nueva York,

1965, páginas 519-554. 17 Cf. G. Sjoberg, op. cit„ 1960, págs. 27-31; y el simposium pu blicado por R. J. Braddwood y G. R. Willey (compiladores), Courses Toward Urban

Life: Archeological Consideration of some Cultural Al ternates, Chicago, 1962. 18 Cf. V. G. Childe, “The urban revolution”, Town Planing Revitw, abril, 1950, págs. 4-

5.
El fenómeno urbano 19
na de Borges... Leyendo estos datos en un orden teórico queda bastante claro que la ciudad es el lugar geográfico donde se ins tala la
superestructura político-administrativa de una sociedad que ha llegado a un tal grado de desarrollo técnico y social (na tural y cultural) que ha
hecho posible la diferenciación del pro ducto entre reproducción simple y ampliada de la fuerza de tra bajo, y por tanto, originado un sistema de
repartición que supo ne la existencia de: 1) un sistema de clases sociales; 2) un sistema político que asegure a la vez el funcionamiento del con junto
social y la dominación de una clase; 3) un sistema institu cional de inversión, en particular en lo referente a la cultura y a la técnica; 4) un sistema de
intercambio con el exterior
Este rápido análisis nos presenta el “fenómeno urbano" articu lado a la estructura de una sociedad. Se puede repetir la misma
operación (y llegar a un resultado diferente en términos de con tenido) para las diversas formas históricas de organización espa cial. Sin pretender
contar en dos palabras la historia humana del espacio, podemos, con una finalidad analítica, hacer algunas ob servaciones -obre i¡ :v,-.it>ie Le cura
de los tipos urbanos sig nificativos.
Así, las ciudades imperiales de los primeros tiempos históri cos. y en particular ,"oip;i. acumulan las características descritas con las funciones
tornerchL-s y administrativas, derivadas de la concentración en una misma aglomeración de un poder ejercido mediante la conquista en un casto
territorio. Del mismo modo la penetración romana en odas civilizaciones adopta la forma de una colonización urbana - asentamiento de funciones a
la vez administrativas y de explotación mercantil—. La ciudad no es, por tanto, un lugar ue producción, sino de gestión y dominación, ligado a la
primacía social del aparato político-administrativo2°. Consecuencia lógica, el lm del Imperio romano en Occidente supuso la pérdida de la base
social expresada por la forma espa cial “ciudad”, puesto que sus funciones político-administrativas se perdieron y que. rotos los lazos con el campo,
por cesión de la dominación social a los señores feudales, no hubo otra justifi cación de la existencia de ciudades, salvo, eventualmente, el sos tén de
la autoridad eclesiástica o la colonización de regiones fronterizas Ipor ejemplo, en Cataluña o en Prusia oriental)21.
La ciudad medieval renace a partir de una nueva dinámica social incluida todavía en la estructura social que la precedía. Es

** Y®ase en este sentido los análisis de Mumford en Man’s Role in CJle Face °f iht‘ Earth. Chicago, 1956. i 1' .•'ír_MroRn- <n>- en.. Ivai, págs. 266-311 de la

traducción francesa. París. Seml, 1964.


H. Pipi s ->. / . , Mtn/en-Age, Bruselas, 1927.
Manuel Castells
20

decir, concretamente, la ciudad medieval nace de la unión de una fortaleza preexistente en torno a la cual se había organizado un
núcleo de habitación y de servicios, y de un mercado, sobre todo a partir de las nuevas rutas comerciales abiertas por las cruza das. Sobre estas
bases se organizan instituciones político-admi nistrativas propias de la ciudad y que le dan una consistencia interna y una mayor autonomía con
relación al exterior. Es pre cisamente esta especificidad política de la ciudad lo que hace de ella un mundo en sí mismo y define sus fronteras como
sistema social22. La ideología de pertenencia a la ciudad, prolongada in cluso hasta ya avanzada la sociedad industrial, se fundamenta
históricamente en este tipo de situación.
Esta autonomía político-administrativa es común a la mayo ría de las ciudades que se desarrollan en la Baja Edad Media. Sin
embargo, las formas concretas, sociales y espaciales, de estas ciudades, dependieron muy estrechamente de la coyuntura de las nuevas relaciones
sociales que surgieron de las transformaciones producidas en el sistema de distribución del producto. En efecto, lo característico es la creación,
frente al poder de los señores feudales y discutiendo su autoridad sobre el modo de distribu ción, de una clase mercantil que rompe el sistema
vertical de dis tribución del producto, establece lazos horizontales entre los productores, a través de su papel de intermediario, rebasa la eco nomía
de subsistencia y acumula autonomía suficiente para in vertir en la producción manufacturera23.
La ciudad medieval representa las franquicias de la burguesía mercantil en su lucha por emanciparse de la nobleza feudal y del
poder central. Su evolución es, pues, muy diferente según el tipo de lazos que se establecen entre burguesía y nobleza. Así, allá donde estos lazos
fueron estrechos, también lo fueron los lazos entre la ciudad y el territorio circundante (campo dependiente de los señores feudales). Y viceversa : el
conflicto de estas clases trajo consigo el aislamiento urbano.
Desde otro punto de vista, la contigüidad o separación geográ fica entre las dos clases influyó en la cultura de las ciudades, en
particular en lo que respecta al consumo y al ahorro: la inte gración de la nobleza con la burguesía permitió a la primera or ganizar el sistema de
valores según su modelo aristocrático, mientras que en aquellas ciudades en que la burguesía hubo de mantenerse en un mundo propio, resistiendo
a las reacciones del

22 El mejor análisis de este fenómeno es el de M. Weber, en ll':rw- chaft und Gesellschaft, pág. 955 y siguientes de la traducción española, F. C. E., México, 1964. ®

Seguimos aquí el extraordinario análisis de A. Pizzorno en su texto “Développement économique et urbanisation”, Actes du 1 Con grès Mondial de Sociologie, 1962.
Etferiômeno urbano 21
feudalismo, se estrechó la comunidad entre los ciudadanos, lo cual suscitó nuevos valores, expresados particularmente en el es píritu de ahorro y de
inversión; a ello conducía la lógica de su situación en la estructura social, ya que, cortados de las fuentes de suministro, su capacidad financiera y de
producción manufac turera constituían la única garantía de supervivencia.
Del mismo modo podría analizarse la evolución del sistema urbano de cada país según las relaciones triangulares burguesía-
nobleza-poder real. Así, por ejemplo, el menor desarrollo de las ciudades comerciales españolas con respecto a las alemanas o italianas durante los
siglos xvi y xvii, se explica por su papel de mera correa de transmisión entre lá Casa Real y el comercio de Indias, en contraste con las ciudades
italianas y alemanas, defi nidas autónomamente con respecto al emperador o a los prínci pes de las cuales eran tan sólo aliados ocasionales.
■"'m-• i ariamente a una visión muy extendida, el desarro llo del capitalismo industrial no provoca el fortalecimiento de la
ciudad, sino su casi total desaparición como sistema insti- iucionn! y social relativamente autónomo y organizado en tomo a objetaos propios.
Efectivamente, la constitución de la mercan cía como mecanismo ba^c de1 sistema económico, la división téc nica y social Oe! trabaio, m
diversificación de los intereses econó micos y sociales en un espacio más amplio, la homogenización del sistema institucional, ocasionan la
desaparición de la fusión entre una forma espaciui, ia ciudad, y la esfera de la dominación de una determinada dase .■■■ocial, la burguesía. La
difusión urbana equivale justamente a la perdida del particularismo ecológico y cultural de la ciudad. ’.V :"e modo, el proceso de urbanización y la
autonomía del modelo cultural “urbano” aparecen como dos procesos paradójicamente contradictorios®*.
La urbanización ligarla :: la primera Revolución industrial e inserta en el desarrollo del modo de producción capitalista, es un
proceso de organización del espacio que encuentra su base en dos' conjuntos de hechos fundamentales25:
1. T.a descomposición previa de las estructuras sociales agra rias y la emigración de la población hacia los centros urbanos ya
existentes, proporcionando la fuerza de trabajo esencial a la in dustrialización.
2. El paso de una economía doméstica a una economía de manufactura y después a una economía de fábrica, lo que signi-

... CL W. I.tr i b\ ri , I.c droit à la ville, Paris, Anthropos, 1968, y tam bién la colección de ensaye s del mismo autor, Du rural à l’urbain, París, Anthropos. 1970.
Cf. I. Lab\sm\ L'-<ry,amsotion de l’espace, Paris, Hermann, 1966.
22 Manuel Castells

fica al mismo tiempo la concentración de mano de obra, la crea ción de un mercado y la constitución de un medio industrial.
Las ciudades atraen a la industria justamente por estos facto res esenciales (mano de obra y mercado), y a su vez la industria atrae
nueva mano de obra y nuevos servicios.
Pero el proceso inverso también es importante: allí donde hay facilidades de funcionamiento, y en particular de materias primas y
medios de transporte, la industria coloniza y suscita la urbanización.
En ambos casos, el elemento dominante es la industria, que organiza enteramente el paisaje urbano. Ahora bien, la industria lización
no es un puro fenómeno tecnológico, sino que se produ ce en un modo de producción determinado, el capitalismo, cuya lógica refleja. El “desorden
urbano” no es tal desorden, sino que representa la organización espacial suscitada por el mercado y derivada de la ausencia de control social de la
actividad indus trial. La racionalidad técnica y el predominio de la tasa de ga nancia conducen, por un lado, a borrar toda diferencia esencial inter-
ciudades y a fundir los tipos culturales en el tipo genera lizado de la civilización industrial capitalista; por otro lado, a desarrollar la especialización
funcional y la división del trabajo en el marco geográfico, y por tanto, a crear una jerarquía fun cional entre las aglomeraciones urbanas. El juego de las
econo mías externas tiende a crear un proceso acumulativo, no contro lado socialmente, en las grandes aglomeraciones36.
Finalmente, la problemática actual de la urbanización gira en torno a tres datos fundamentales y a una cuestión can dente 26 27:
1. La aceleración del ritmo de urbanización en el conjunto del mundo (ver tabla núm. 1).
2. La concentración de este crecimiento urbano en las re giones llamadas “subdesarrolladas”, sin correspondencia con el crecimiento
económico que acompañó la primera urbanización en los países capitalistas industriales (véase tabla núm. 2).
3. La aparición de nuevas formas urbanas, y, en particular, de grandes metrópolis (véase tabla núm. 3).
4. La relación del fenómeno urbano con nuevas formas de articulación social nacidas del modo de producción capitalista pero que
tienden a superarlo. ií
Nuestra investigación se esfuerza en plantear teóricamente

26 P. George, La ville, París, P. U. F., 1950. s 27 Estos problemas están claramente planteados, sin indicar caminos ¡í de investigación netamente definidos, en Scott Greer,

Dennis, L. Mc g Elrath, David W. Minar y Peter Orleans (compiladores), The New | Urbanization, Nueva York, St. Martin’s Press, 1968.
El fenómeno urbano
TABLA 1

Situación y previsiones del fenómeno urbano en el mundo (1920-1960 y 1960-80) (en millones, estimación)

Crecimiento absoluto Regiones geográficas y 1920 1940 1960 1980 1920-60 1960-80 ocupación del espacio (est.) (est.) (est.) (previ siones)

Total mundial Población total .......... Rural y ciudades pe- 1 860 2 298 2 994 4 269 1134 1275

quefias ....................... 1 607 1 871 2 242 2 909 635 667 Urbana ......................... 253 427 752 1 360 499 608 (Ciudades grandes) ... (96) (175) (351) (725) (255)
** 1*\
(374) Europa (sin la U.R.S.S.) Población total ... ... Rural y ciudades pe- 324 379 425 479 101 54 quenas ...................... :V!°» 251 244 31 7

Urbana .. :í; : ■ i 174 235 70 61 < Ciada Jos grande- i -!■' » '61; (73) (99) (29) (26) América del Norte Población total . Rural y dudado', no- 116 144 198
-i
262 82 64 quenas ............. S!". 86 101 14 15 Urbana ... . 14 64 112 161 68 49 (Ciudades grande-) . :22\ (72) (111) (50) (39) Asía Orientai Población tota!

Rural v ciudades pe- " ; 4 !6 794 1 038 241 244 quenas ............. 514 634 742 120 108 Urbana ......................... 59 82 160 296 121 136 (Ciudades grandes) . <

« * '■ * ) (86) (155) (71) (69) Asia del Sur Población total ... . Rural > ciudades pe- 170 6I-'¡ 858 1 366 388 508 quenas ...................... 441 560 742 1079 299
Unión Soviética
337 Urbana....................... 27 50 116 287 89 171 (Ciudades grandes i (5) (13) (42) (149) (37) (107) Población total . /Tí /'J7 214 278 59 64

Rural y ciudades pe- quenas ...................... 139 148 136 150 3 14 1 rba.ia 16 47 78 128 62 50 (Ciudades grandes) <2) (14) (27) (56) (25) (29) Población total ..
América Latina 13 1J 68 152 55
Rural y ciudades pe- 90 130 213 374 123 161 queñas . . . . 77 103 145 222 68 77 (Ciudades grandes) *5) fl2) (35) (100)
84
(30) (65)
Manuel Castells
24

Crecimiento absoluto Regiones geográficas y 1920 1940 i960 1980 1920-60 1960-80 ocupación del espacio (est.) (est.) (est.) (previ siones)

Africa Población total .......... 143 192 276 449 133 173 Rural v ciudades pe- queñas ...................... 136 178 240 360 104 120 Urbana ......................... 7

14 36 89 29 54 (Ciudades grandes) ... (1) (3) (11) (47) (10) (36) Oceania Población total .......... 9 12 16 23 7 7 Rural v ciudades pe- quenas...................... 6 7 8 11 2 3

Urbana .......... ........... 3 5 8 11 5 3 (Ciudades grandes) ... (2) (2) (5) (8) (3) (3) Fuente: Population Division, United Nations Bureau o f Social Affairs.

TABLA 2 Evolución de la urbanización según el nivel de desarrollo (en millones)

1920 1940 1960 1980 Crecimiento absoluto (est.) (est.) (est.) (prev.) 1920-60 1960-80

Ocupación del espacio Total mundial Población total .......... 1 860 2 298 2 294 4 269 1134 1275 Rural y ciudades pe- quenas ...................... 1607 1

871 2 242 2 909 635 667 Urbana ......................... 253 427 752 1 360 499 608 (Ciudades grandes) ... (96) (175) (351) (725) (255) (374) Regiones desarrolladas

Población total .......... 672 821 977 1 189 305 212.,,. Rural y ciudades pe- queñas...................... 487 530 544 5 66 57 Urbana ......................... 185 291 433 623 248 190

(Ciudades grandes) ... (80) (134) (212) (327) (132) (1111 Regiones subdesarrolladas Población total .......... 1 188 1 476 2 017 3 080 829 1061 Rural y ciudades pe-

quenas......... ......... 1 120 1 341 1 698 2 343 578 645 Urbana ......................... 68 135 319 73 7 251 418 (Ciudades grandes) ... (16) (41) (139) (398) (123) (259)

Porcentaje de regiones subdesarrolladas para todo el mundo Población total .......... 64 64 67 72 73 Ai Rural y ciudades pe- quenas..................... 70 72 76 81 91

97 Urbana ......................... 27 32 42 54 50 40 (Ciudades grandes) ... (16) (24) (40) (55) (48) (691

Fuente' Population Division, United Nations Bureau of Social Affairs.


El fenómeno urbano 25

TABLA 3
El crecimiento de las grandes aglomeraciones en el mundo, 1920-1960 (estimaciones generales, miles de personas)

Ciudad 1920 1930 1940 1950 1960

Total mundial ... 30 294 48 660 66 364 84 923 141156

Europa (total) ... 16 051 18 337 18 675 18 016 18 605 Londres ......... 7 236 8127 8 275 8 366 8 190 París ................ 4 965 5 885 6 050 6 300 7 140 Berlín .......... 3

850 4 325 4 350 3 350 3 275

América del Norte (to- tal) ................. 10 075 13 300 17 300 26 950 33 875 Nueva York ... 7 125 9 350 10 600 12 350 14 150 Los Angeles ... (750) » (1 800) » 2 500 4

025 6 525 Chicago ......... 2 950 3 950 4 200 4 950 6 000 Filadelfia......... (2 025) * (2 350) » (2 475) » 2 950 3 650 Detroit .......... (1 100) » (1 825) » (2 050) » 2 675 3 550

Asia Orientai (total) ... 4168 11 773 15 789 16 487 40 806 Tokio............... 4168 6 064 8 558 8 182 13 534 Shanghai ......... (2 000)1 3 100 3 750 5 250 8 500

Osaka .. - ■' 889)» 2 609 3 481 3 055 5158 Pekín . . i ! 000)» (1 350) a (1 750) » (2 100)» 5 000 Tientsin .. .. (800) a (1 000) a (1 500) » a 900)» 3 500 Hong-Kong

(550)a (700)» (1 500) » (i 925)» 2 614 Shenyang . . ì> (700) » (1150) » (i 700)» 2 500

Asia del Sur (totali ... 3 400 7220 12 700 Calcuta .1 320) a (2 055) a 3 400 4 490 5 810 Bombar . . . . (L 275) a (1 300)» (1 660)» 2 730 4 040 Yakarta .. b (525)» (1

000) » (1 750) » 2 850

fintali. 2 500 7 700 4 250 9550 Moscú .......... il 120) a 2 500 4 350 4 250 6150 Leningrado . . (740)a (2 000)» 3 350 (2 250)» 3 400

América ¡Mtina (totali. 2 750 3 500 12 000 22 300 Buenos Aires (2 275)» 2 750 3 500 5 150 6 775 México ........ (835)a (1 435)» (2 175) » 3 800 6 450 Rio de Janeiro

(1 325)» (1 675) » (2150)» 3 050 4 700 Sào-Pauln . (600)» (900) » (1 425) » (2 450) » 4 375

Africa (total) . . 3 320 HI Cairo . . (875) a (1 150) » (1 525) 3 (2 350)» 3 320

• ■ , - 500 000 no están comprendidas en Jos totales,

fuer. e. 1 ¡.¡rulan. >. ln. wr.>., ¡ . ¡ted Kations Bureau of Social Affairs.
Manuel Castells
26

estos -problemas, partiendo de ciertas definiciones que creemos posible proponer después de las observaciones históricas que acabamos de hacer.
1. El término de urbanización se refiere al mismo tiempo tanto a la constitución de formas espaciales específicas de las sociedades
humanas, caracterizadas por la significativa concen tración de las actividades y poblaciones en un espacio restrin gido, como a la existencia y difusión
de un particular sistema cultural, la cultura urbana. Esta confusión es ideológica y tiene como finalidad:
a) Establecer la correspondencia entre formas ecológicas y contenido cultural.
b) Sugerir una ideología de la producción de valores socia les a partir de un fenómeno “natural” de densificación y hetereo- geneidad
sociales (cf. infra, cap. 2).
2. La noción de urbano (opuesta a rural) pertenece a la dico tomía ideológica sociedad tradicional /sociedad moderna, y se refiere a
cierta hetereogeneídad social y funcional, sin poderla definir más que por su alejamiento, mayor o menor, de la socie dad moderna. La distinción entre
ciudad y campo plantea, sin embargo, el problema de la diferenciación de las formas espa ciales de la organización social. Pero esta diferenciación no se
reduce ni a una dicotomía ni a una evolución continua, como da por supuesto el evolucionismo natural, incapaz de compren der estas formas espaciales
como productos de una estructura y procesos sociales. Por otra parte, la imposibilidad de encontrar un criterio empírico de definición de lo urbano no
es más que la expresión de una vaguedad teórica. Esta imprecisión es ideo lógicamente necesaria para connotar, a través de una organización material,
el mito de la modernidad.
3. Por consiguiente, y en espera de una discusión propia mente teórica del problema, más que hablar de urbanización, tra taremos
del tema de la producción social de formas espaciales. En el seno de esta problemática, la noción ideológica de urbani zación se refiere al proceso a
través del cual una proporción sig nificativamente importante de la población de una sociedad <e concentra en un cierto espacio, en el cual se
constituyen aglome raciones funcional y socíalmente interdependientes desde el punto de vista interno, y en relación de articulación jerarquizada ired
urbana).
4. El análisis de la urbanización va estrechamente ligado a la problemática del desarrollo, que conviene, por tanto, delimita1-
también. La noción de desarrollo produce la misma coníu remitir, a un tiempo, a un nivel (técnico, económico) y a un pro ceso (transformación
cualitativa de las estructuras sorna!.-

El fenómeno urbano 27

permiten un acrecentamiento del potencial de las fuerzas pro ductivas). Esta confusión tiene una función ideológica:
el pre sentar las transformaciones estructurales como un simple mo vimiento acumulativo de los recursos técnicos y
materiales de una sociedad. En esta perspectiva existirían, por tanto, nive les y una evolución lenta, pero ineluctable, que
organizaría el paso a un nivel superior cuando hubiese suficientes recursos.
5. La noción de desarrollo plantea el problema de la trans formación de la estructura social básica de una
sociedad de modo que libere una capacidad de acción progresiva (relación inversión/consumo).
6. Sí la noción de desarrollo se sitúa en relación a la arti culación de las estructuras de una determinada formación
social, no puede analizarse sin hacer referencia a la articulación de un conjunto de formaciones sociales (escala llamada
“internacional”). Para ello necesitamos un segundo concepto: el de dependencia, que caracterice las relaciones asimétricas
entre un tipo tai de for maciones sociales que hace que la organización estructural de una de ellas no encuentre su lógica al
margen de su inserción en el sistema general.
7. Estas precisiones permiten substituir la problemática ideo lógica expuesta (connotatíva de la relación entre
evolución téc nica natural y evolución hacia la cultura de las sociedades mo dernas) por la siguiente cuestión teórica: ¿cuál
es el proceso de producción social de ¡as formas espaciales de una sociedad?, y recíprocamente, ¿cuáles son las
relaciones entre el espacio cons tituido n las transformaciones estructurales de tina sociedad, en el seno de un conjunto

internacional caracterizado por relaciones de dependencia?


Manuel 2 b Castells

estos problemas, partiendo de ciertas definiciones que creemos posible proponer después de las observaciones históricas que acabamos de

hacer. 1. El término de urbanización se refiere al mismo tiempo tanto a la constitución de formas espaciales específicas de las sociedades

humanas, caracterizadas por la significativa concen tración de las actividades y poblaciones en un espacio restrin gido, como a la existencia y

difusión de un particular sistema cultural, la cultura urbana. Esta confusión es ideológica y tiene como finalidad : a) Establecer la

correspondencia entre formas ecológicas y contenido cultural. b) Sugerir una ideología de la producción de valores socia les a partir de un

fenómeno “natural” de densificación y hetereo- geneidad sociales fcf. infra, cap. 2). 2. La noción de urbano (opuesta a rural) pertenece a la

dico tomía ideológica sociedad tradicional/sociedad moderna, y se refiere a cierta hetereogeneidad social y funcional, sin poderla definir más

que por su alejamiento, mayor o menor, de la socie dad moderna. La distinción entre ciudad y campo plantea, sin embargo, el problema de la

diferenciación de las formas espa ciales de la organización social. Pero esta diferenciación no se reduce ni a una dicotomía ni a una evolución

continua, como da por supuesto el evolucionismo natural, incapaz de compren der estas formas espaciales como productos de una estructura

y procesos sociales. Por otra parte, la imposibilidad de encontrar un criterio empírico de definición de lo urbano no es más que la expresión de

una vaguedad teórica. Esta imprecisión es ideo lógicamente necesaria para connotar, a través de una organización material, el mito de la

modernidad. 3. Por consiguiente, y en espera de una discusión propia mente teórica del problema, más que hablar de urbanización, tra
taremos del tema de la producción social de formas espaciales. En el seno de esta problemática, la noción ideológica de urbani zación se refiere al

proceso a través del cual una proporción sig nificativamente importante de la población de una sociedad se concentra en un cierto espacio, en el

cual se constituyen aglome raciones funcional y socialmente interdependientes desde e! punto de vista interno, y en relación de articulación

jerarquizada t red urbana). 4. El análisis de la urbanización va estrechamente ligado a la problemática del desarrollo, que conviene, por

tan'o. delimitai también. La noción de desarrollo produce la misma confu'.ón a¡ remitir, a un tiempo, a un nivel (técnico, económicol y a un

pro-«, ceso (transformación cualitativa de las estructuras socales oue-i


El fenómeno urbano 27

permiten un acrecentamiento del potencial de las fuerzas pro ductivas). Esta confusión tiene una función ideológica: el

pre sentar las transformaciones estructurales como un simple mo vimiento acumulativo de los recursos técnicos y materiales de una

sociedad. En esta perspectiva existirían, por tanto» nive les y una evolución lenta, pero ineluctable, que organizaría el paso a un nivel

superior cuando hubiese suficientes recursos. 5. La noción de desarrollo plantea el problema de la trans formación de la estructura

social básica de una sociedad de modo que libere una capacidad de acción progresiva (relación inversi ón /consumo). 6. Si la noción de

desarrollo se sitúa en relación a la arti culación de las estructuras de una determinada formación social, no puede analizarse sin

hacer referencia a la articulación de un conjunto de formaciones sociales (escala llamada “internacional”). Para ello necesitamos un

segundo concepto: el de dependencia, que caracterice las relaciones asimétricas entre un tipo tal de for maciones sociales que hace que

la organización estructural de una de ellas no encuentre su lógica al margen de su inserción en el sistema general. 7. Estas precisiones

permiten substituir la problemática ideo lógica expuesta (connotativa de la relación entre evolución téc nica natural y evolución hacia

la cultura de las sociedades mo dernas) por la siguiente cuestión teórica: ¿cuál es el proceso de producción social de las formas

espaciales de una sociedad?, y recíprocamente, ¿cuáles son las relaciones entre el espado cons tituido y las transformaciones estructurales

de una sociedad, en el seno de un conjunto internacional caracterizado por relaciones de dependencia?


2. LA FORMACION DE AREAS METROPOLITANAS
EN LAS SOCIEDADES INDUSTRIALES CAPITALISTAS

Para analizar el proceso de producción, de una nueva forma espacial, el área metropolitana, deberíamos referimos a

toda la problemática de la organización del espacio en las sociedades ca pitalistas avanzadas. Sin embargo, es preferible limitarse a este

punto preciso, ya que se trata de un resultado esencial del pro ceso de conjunto y de una innovación en lo que concierne a las formas

urbanas. Se trata de algo más que el aumento, en dimensión y densi dad, de las aglomeraciones urbanas existentes. Las definiciones más

difundidasasí como los criterios de delimitación estadís tica28 29, no toman casi nunca en consideración este cambio cuali tativo y podría
aplicarse, de hecho, a una gran “ciudad” metro politana. Lo que distingue esta nueva forma de las anteriores no es sólo su dimensión

(que es consecuencia de su estructura in tema), sino la difusión de las actividades y funciones en el espa cio y la interpenetración de dichas

actividades según una diná mica independiente de la contigüidad geográfica. En dicha área espacial tiene lugar todo tipo de actividades

básicas, ya sean de producción (incluida la agricultura), de con sumo (en sentido amplio: reproducción de la fuerza de trabajo), de

intercambio y de gestión. Algunas de estas actividades se en cuentran concentradas geográficamente en uno o varios puntos (por ejemplo,

las administraciones financieras o ciertas activida des industriales). Otras funciones, por el contrario, se reparten en el conjunto de la

metrópoli con densidades variables lia ha bitación, los servicios de primera necesidad). La organización interna de la zona implica una

interdependencia jeraniui/ada de

28 Por ejemplo H. Blumenfeld, “The Modera Metrópoli1;". Si ñ-ntific American, sept. 1965, págs. 64-74; R. D. Me Kenzie, The .Metropolitan Community, Nueva

York, Me. Grew Hill, págs. 70-76; A. Boskoi'f, op. cit. (1962), págs. 29-30; A. Ardigo, La diffusione urbana. Ave. Roma, 1967, pág. 112; W. H. Whyte “Urban Sprawl”

in the Editora of Fortune, The Exploding Metrópolis, Doubleday Anchor Book's Nueva York, 1958, págs. 115-139; J. Q. Wilson (compilador), The Meto ' ' " Enigma,

Harvard University Press, 1968. 28 El mejor compendio estadístico mundial existente, aumiuu tiguo, es el realizado por el International Urban Research do

Borkclej: The World's Metropolitan Areas, University of California Press. 1959.


La formación de áreas metropolitanas 29

las distintas actividades. Así, la industria agrupa fases técnica mente homogéneas o complementarias y separa unidades perte necientes

a la misma entidad jurídica. El comercio concentra la venta de productos “raros” y organiza la distribución masiva del consumo

cotidiano. Por último, las fluctuaciones del sistema cir culatorio expresan los movimientos internos determinados por la implantación

diferencial de las actividades: éstas son como el espectro de la estructura metropolitana80 (cf. infra, cap. III). Esta forma espacial es el

producto directo de una determinada estructura social. Una vez indicadas las líneas generales del pro ceso de producción del espacio,

intentaremos proponer algunos elementos para el análisis concreto de dos procesos históricos de “metropolitanización”, particularmente

ejemplares: los Estados Unidos y la región de París.

í» TÉCNICA SOCIEDAD Y ÁREA METROPOLITANA

Frecuen(em«.;VL «■-'•i-.'iUc-r . o técnico como base de la metrópoli. ó pesar Jo toda- ias precisiones que intentare mos

aportar sobro este punto irclisi'iu'ble el papel esencial que la tecnología juega en la transformación de las formas ur banas. La influencia

se ejerce a ia vez medíante la introducción de nuevas actividades de producción y de consumo y eliminando casi totalmente el obstáculo

espacio, gracias a un enorme desa rrollo de los medios de comunicación. En los inicios de la se gunda revolución industrial, la

generalización de la energía eléc- irica y la utilización dei tranvía, permitieron la ampliación de las concentraciones urbanas de mano de

obra en torno a unidades industriales de producción cada vez más amplias. Los transportes colectivos aseguraron la integración de las
distintas zonas y fun ciones de la metrópoli, distribuyendo los flujos internos mediante una relación tiempo/espacio aceptable. La difusión

del automóvil permitió la Ji'.pei'-ión urbana en las grandes zonas de residencia individual, extendidas en toda el área y ligadas por vías

rápidas de circulación i la- diferentes actividades itrabajo, comercio, etc.).

ca ® mejor No procede síntesis analítica aquí dar sobre una bibliografía el rema es detallada la de T. Bollens sobre la v metrópoli, H. Sch-

nograffas.
Manuel Castells
30

Los transportes cotidianos de productos de primera necesidad se benefician de la misma movilidad, y la distribución de los produc tos

agrícolas de zonas incluidas en la región metropolitana depen de del sistema de transporte por camión sin el cual ninguna gran

metrópoli podría subsistir3l. La concentración de las sedes de las empresas en ciertos sectores geográficos y la descentralización

jerarquizada de sus centros de producción y distribución® son posibles merced a la transmisión de la información a larga dis tancia por

telégrafo, radio y télex. El desarrollo vertiginoso de la navegación aérea ha sido un elemento básico en la interpene tración de las distintas

zonas metropolitanas. Si el progreso técnico permite, por un lado, la evolución de las formas urbanas hacia un sistema regional de

interdependen cias, a través de los cambios de los medios de transporte, por otro, impulsa dicha evolución mediante las modificaciones sus

citadas por las actividades sociales fundamentales, y en particular en el sector de la producción81 * 83 * * * * 8. La actividad industrial

aparece cada vez más liberada respecto a factores especialmente rígidos, tales como materias primas o mercados localizados **, mientras

que es cada vez más dependiente de una mano de obra cualificada y del medio técnico e industrial, a través de las cadenas de in

terdependencias consolidadas en la propia esfera productiva. Por consiguiente, la industria busca, sobre todo, su inserción en el sistema

urbano, da preferencia a la solución de requisitos funcio nales del tipo de los que determinaron la localización en la pri mera fase de la

industrialización (materias primas, recursos, mer cados) 35 (cf. infra tercera parte). Al mismo tiempo, la importancia creciente de la

gestión y de la información y la dependencia de estas dos actividades con re lación al medio urbano, invierten las relaciones entre industria

81 H. Giixmore, Transportation and the Crowth of Citiv■>. The Free Press, Glencoe, 1953; L. F. Schnore, “Transportation Systems. Soe-'e.- Economic

Systems and the Individual”, Publication 841, Tran\pi'rta!wn Design Considerations, National Research Council, Washington D. C, mayo, 1961. 32 Cf. R. Vernon,

The Myth and Reality of our Vrban Problems. .Mif Press, 1962; J. Lab as se, op. cit. 88 W. Isard, Location and Space Economy. A general theory rclutmg to industrial

location, market oreas, land use, trade and urhan structurc, I. Wiley, Nueva York, 1956. 81 P. Sargant Florence, The Logic of British and Arrurican Indus- try, Routledge

and Kegan Paul, Londres, 1953; W. F. LuTTRru.. Factory Location and Industrial Movement, Cambridge, 1962; Survey Research Center, University of Michigan,

Industrial Mobility itt Michigan, diciem bre 1950; Boulet, Boijlakia, L’industrialisation de la hanlieu Srrcl- Ouest de París, Credoc-Iaurp, París, marzo 1965

(multicopiadol. w Cf. M. Castells, “Entreprise industrielle et déveloEpement ur- bain”, Synopsis, octubre 1969, págs. 67-75.
La formación de áreas metropolitanas 31

y ciudad, haciendo depender a la primera del complejo de rela ciones suscitado por la segunda. De ahí que la evolución tecno lógica (en

particular con el desarrollo creciente de la energía nuclear y el papel motor de la electrónica y la química) favorece una reagrupación

espacial de las actividades, consolidando los vínculos internos al “medio técnico” y desligándose cada vez más con respecto a las

servidumbres impuestas por el medio físico. Lo que tiene como consecuencia el desarrollo a partir de los núcleos urbano-industriales

existentes y la concentración de la actividad en las redes de interdependencias así constituidas Por último, los cambios en la industria de

la construcción han permitido también la concentración de funciones, en particular de las funciones de gestión e intercambio, en un

espacio reducido y accesible al conjunto de zonas integrantes de la metrópoli, a través de la construcción en vertical37. El prefabricado ha

posi bilitado la construcción en serie de casas individuales y, por tanto, el fenómeno de difusión residencial. Así expuesto el problema, la

región metropolitana parece ser la consecuencia mecánica de la evolución técnica. De hecho, el proceso es más complicado, j ue- i.i

técnica” no es en absoluto un «.imple factor, sino .ni demonio del conjunto de las fuerzas productivas, las cuales -.on .«n;«.- iodo, una

relación social que comportan, por tanto, también un modo cultural de utilización de los medios de trabajo. Lúa conexión entre espacio y

tecnolo gía es. pues, el hr/o mal erial más inmediato de una profunda ar ticulación existente entre el conjumo de una determinada estruc

tura social y esta nueva torma urbana. La dispersión urbana y la constitución de las zona- metropolitanas están estrechamente ligadas al

tipo social de capitalismo avanzado, que recibe en general la denominación ideológica de “sociedad de masas”. En efecto, la concerní

ación monnpolístiea del capital y la evo lución técnico-social hacia la constitución de grandes unidades productivas, fundamentan !a

práctica de la descentralización es pacial de establecimientos industriales ligados funcionalmente. La existencia de guindes cadenas de

empresas comerciales, con “es tandarización" de productos y precios, facilita la difusión de las residencias y el abastecimiento a través

de “shopping-centers” comunicados fácilmente por un sistema de vías rápidas. Por otra parte, la umíoriniz.ución de una masa creciente

de población en cuanto a la posición que ocupan en la producción

„ * ^ ^tí,n ■ t a r.llr, ph> nomine economique, Les Editions Ouvriè res. Bruselas. 1966. r'UNN' “The Skyscrapcr tVmid the Sprawl”, en J, Got- v ‘ , , , ARI’S-

R (compilador«.".). Metrópolis on the Moue, J. Wiley, Nueva York, 1967, pags. 12 5-11].
Manuel Castells
32

(asalariados) se ve acompañada de una diversíficación de los ni veles y de una j'erarquización en el seno mismo de esta categoría

social, lo que trae como resultado en el espacio una auténtica segregación en términos de estatuto, separando y "marcando” los

diferentes sectores residenciales, que se esparcen en un amplio territorio, diferenciado desde el punto de vista simbólico. La

integración ideológica de la clase obrera en la ideología dominante conduce a una marcada separación entre medio de tra bajo,

medio de residencia y actividades de esparcimiento, sepa ración que está en la base de la modificación funcional de la metrópoli. La
valorización de la familia nuclear, la importancia de los mass medía (medios de comunicación de masa) y la domi nación de la ideología

individualista, cooperan a la atomización de las relaciones sociales, la diversificación de intereses en fun ción de estrategias

individuales, facilitando así la residencia dis persa, ya sea en la soledad de la vivienda individual o en el aisla miento de los

apartamentos en los grandes conjuntos colectivos de habitación. En fin, tanto la creciente concentración del poder político como la

formación de una tecnocracia que vela por el manteni miento de los intereses del sistema a largo plazo, elimina poco a poco los

particularismos locales y tiende, a través de la “plani ficación”, a tratar los problemas de funcionamiento del sistema en unidades

espaciales significativas, es decir, basadas sobre las redes de interdependencias del sistema productivo. Lo cual estimula la adecuación

del sistema político-administrativo a la unidad espacial que hemos denominado región metropolitana M. La región metropolitana, en

tanto que forma central de orga nización del espacio del capitalismo avanzado, disminuye la im portancia del medio físico en la

determinación del sistema de relaciones funcionales y sociales, anula la distinción entre rural y urbano y coloca en el primer plano de la

dinámica espacio/so- ciedad, la coyuntura histórica de las relaciones sociales que la fundamentan.

II. EL SISTEMA METROPOLITANO EN LOS ESTADOS UNIDOS

América del Norte, territorio abierto a la colonización. ;■ ¡wíir de las primeras implantaciones administrativas y comerciales de la

costa nordeste, ligó desde el principio industrialización y urba nización. 38

38 Cf. Ledrut, op. dt., y también, del mismo autor, L’E.-pacr ¡.octal de la ville, París, Anthropos, 1968.
La formación de áreas metropolitanas 33

Dado que las concentraciones de poblaciones no dependían de una red preexistente, sino de nuevas actividades productivas, se

pudo observar el fenómeno de darse a un tiempo la diseminación de pequeñas comunidades de semi-colonos y el rápido aumento de

aglomeraciones fundadas en las actividades industriales, acom pañadas de un progresivo movimiento de centralización en lo que respecta a las

funciones administrativas y de gestación39. Este crecimiento urbano, enteramente determinado por el des arrollo económico, tiene dos

características fundamentales: 1, Un ritmo particularmente elevado, consecuencia al mismo tiempo de la débil tasa inicial de urbanización y

de la afluencia masiva de emigrantes atraídos por los empleos que suscita una acelerada industrialización. 2. El predominio de la región

metropolitana como forma es pacial de este crecimiento urbano. Este fenómeno de metropoli- tanización se debe a una tasa de crecimiento

económico muy rápida, a su concentración sobre algunos puntos del territorio norteamericano, ? U inmensidad de este territorio, a la

preponde rancia do !-os ffsUul Unidos cr la economía mundial, y, final mente, al aflujo do emigran ros granjeros y rurales) a los centros

urbanos ya constituidos Si bien es cierto que la difusión de los transportes individua les desplazó rápidamente ai ferrocarril y contribuyó

mucho a esta explosión urbana, pueco también bastante claro que el automóvil fue la respuesta técnica socialmente condicionada (bajo su
forma de uso individual) a una necesidad de transporte sus citada por la vertiginosa dislocación de los primeros lugares de implantación (ef.

tabla núm. i'.. Si, como hemos dicho, lo que caracteriza una metrópoli es la influencia que ejerce, en ¡orminos funcionales, económicos y

sociales, en un determinado conjunto territorial “, esto implica el que una metrópoli ^e itv-ene, pues, en una red urbana (o arti culación de

sistemas regionales), en cuyo seno representa uno de los puntos fuertes, que domina y administra otras unidades al tiempo que está ella misma

bajo el control de una unidad re guladora de nivel superior.

Cf. en particular Constavo. M< Laughlín Gren, The Rise of Urban America, publicado por Harper y Row, Publishers, Nueva York, edición en ingies, 1965. Y también Bt \

kp Me Kelvey, The Urbanization of r menea, 1860-19)5. New Brunswick. Rutgers University Press, 1963. v C il \. (Ir i\,t \ i, todore Brayn, A History of Urban America,

Nueva York, McMillan, ivo*. nf MÜlcKr,NZIE- op' I9-D; Amos H. Hawley, The Changing Shape Pi Metropolitan Am ■m'w, Nuevi York, The Free Press, 1956.
Manuel Castells
34

TABLA 4 Desarrollo de los transportes por carretera y por ferrocarril, Estados Unidos, 1900-1950

Vías férreas
Año (millas) Locomotoras

Locomotoras

1900 ... . . ... 193 348 128 500 37 663 8 000

1910 ... . . ... 240293 204 000 60 019 468 500

1920 ... . . ... 252 845 369 000 68 942 9 239161

1930 ... . . ... 249 052 694 000 60189 26 531 999

1940 ... . . ... 223 670 1 367 000 44 333 32 035 424

1950 ... . . ... 223 779 1 714 000 42 951 48 566 984

Fuente: U.S. Bureau cf Census, Historical Statistics of the United States.

Un clásico estudio de Donald ]. Bogue acerca de las sesenta y siete áreas metropolitanas de primera importancia en 1940 mues tra la

interdependencia económica y funcional de las grandes ciudades centrales y del territorio circundante w. Según los resul tados de esta

investigación se constata que: 1. La densidad de la población tiende a decrecer, mientras que la distancia respecto a la metrópoli central

aumenta. 2. Las ciudades centrales están más especializadas que la periferia en las operaciones de comercio al por menor. 3. El valor

monetario de las actividades es mayor en la ciu dad central. 4. La industria tiende a concentrarse entre la ciudad cenu.il y un límite de 25

millas, y el valor de los productos manufactura dos disminuye con la distancia. 5. Por último, una metrópoli se define por la extensión de

dominación económica, siempre que sus órdenes y circuitos de distribución no encuentren interferencias decisivas originarias de otra

metrópoli. La dificultad estriba precisamente en delimitar la influencia de una metrópoli de un modo tan exclusivo. Hawley señaló muy

bien los diferentes niveles posibles de esta influencia, apoyándose también en datos americanos42 43 :
42 Donald J. Bogue, The Structure of the Metropolitan Commi _ ' Study of Dominance and Subdominance, University of Míchigar. 1950. 210 páginas. 43 Amos H.

Hawley, Human Ecology, 1950.


La formación de áreas metropolitanas 35

— Influencia primaria: movimientos cotidianos entre centro y periferia, que incluyen, sobre todo, las migraciones alternantes y las compras

(contactos directos), — Influencia secundaria: contactos indirectos en un modo casi cotidiano (llamadas telefónicas, audiciones de radio, circu

lación de periódicos, etc.). — Influencia terciaria: que comprende amplias zonas espa cialmente discontinuas (incluso a nivel mundial:

financiero, edi ción, información, etc.). Esta perspectiva lleva, naturalmente, a considerar al conjunto de la organización espacial

norteamericana como un sistema es pecializado, diferenciado y jerarquizado, con puntos de concen tración y esferas de influencia diversas,

según los aspectos y ca racterísticas de las metrópolis. Duncan intentó establecer empíri camente la existencia de tal sistema urbano abierto

a partir del análisis de cincuenta y seis metrópolis norteamericanas de más de 300 000 habitantes **. Obtuvo como resultado la siguiente tipo

logía, la cual, coincidiendo en cierto sentido con los trabajos de Alexandersun ■■■„"•lime o .r bastante precisión el perfil urbano de los

Esculos '.‘iiid .i p -111r de la combinación de la concentra ción financióla, comete!,i¡ e industrial y del grado de especia- lización en una

actividad (uoductora. 1. Metrópolis nacionales. definidas fundamentalmente por ac tividades financieras, de gestión e información, y una

esfera mundial de influencia-. Nueva York, Chicago, Los Angeles, Fila- delfia y Detroit. 2. Metrópoli regionales. cuya dominación económica

y la uti lización de recursos ce ciernen, sobre todo, en el territorio cir cundante : San Francisco, Ksnsas City, Minneápolis, St. Paul. 3.

Capitales regionales si ib-metropolitanas: sus funciones de gestión se ejercen en un:> reducida dimensión, dentro del área de influencia de

una metrópoli. Tal es el caso de Houston, Nueva Orleans y Louisville. 4. Centros industriales diversificados con funciones metropo litanas,

pero que se definen, ante todo, por la importancia de sus actividades productivas: Boston, Pittsburgh, San Luis. 3. Centros industriales

diversificados con débiles funciones metropolitanas: prácticamente insertados en una red metropolita na externa: Baltimore, Milwaukee,

Albany. 6. Centros industriales especializados: Providencia (textil), Rochester (aparatos fotográficos), Akron (caucho), etc.

i.,i’ pj1.1"’ „J’J ' ■ ntr-vj. Metrópolis and Región, Baltimore, J. Hop-

„7 " ALrxASDrRso.s, 7he industrial Structure of American Cides, Almquist and WUsell. F„mcolmo, 1956.
Manuel Castells
36

7. Tipos particulares: Washington D. C. (capital), San Diego, San Antonio (instalaciones militares), Miami (turismo), etc. Tal dinámica

conduce a la constitución de una nueva forma espacial, la zona metropolitana, cuya última expresión es lo que se ha llamado megalópolis, o

conjunto articulado de varias áreas metropolitanas dentro de una misma unidad funcional y social Los treinta y siete millones de personas

(1960) que viven y traba- jan a lo largo de la costa nordeste de New Hampshire a Virginia, a lo largo de una franja de 600 millas de largo y de

30 a 100 mi llas de ancho, no forman un tejido urbano ininterrumpido, sino más bien un sistema de relaciones que engloba zonas rurales,
bosques y lugares turísticos, puntos de fuerte concentración in dustrial, zonas de fuerte densidad urbana, “suburbios” muy exten sos

surcados por una compleja red de vías intra e interurbanas. Efectivamente, la población se concentra en algo más del 20 por 100 de la

superficie de la megalópolis, lo que demuestra que no se trata de una urbanización generalizada, sino de una difusión de hábitat y de las

actividades según una lógica poco dependiente de la contigüidad y estrechamente ligada al funcio namiento económico y, muy en especial, a

las actividades de gestión. La existencia de la megalópolis deriva de su carácter de nivel superior de la red urbana norteamericana,

consecuencia de su prioridad histórica en el proceso de urbanización. Pero, diferen temente de las situaciones conocidas en Europa, esta

primacía no tiende a reforzarse, sino a disminuir ante el dinamismo de los nuevos núcleos de crecimiento económico, como California o

Texas. Tal proceso de producción, determinado por el crecimiento económico en el cuadro de un capitalismo tan agresivo como el de los

Estados Unidos, explica la estructura interna de esta nueva forma espacial, la megalópolis (cf., para más detalles, parte III, cap. 9, aptdo. b):

En primer lugar, dentro de cada metrópoli (Boston. Nueva York, Fíladelfía, Baltimore, Washington): — Concentración de las

actividades terciarías en el centro de negocios, de las actividades industriales en la cercana corona ur bana y dispersión de las residencias

individuales en los terrenos libres circundantes. — Deterioro físico de la ciudad central, huida de las clases medias hacia las afueras y

ocupación del espacio central por los 46

46 I. Gottmann, Megalópolis. The Urbanized Nortkeastern Seabard of the United States. The M. I. T. Press, Cambridge, Mass., 1SM. pa ginas (Paperback

Editíon).
La formación de áreas metropolitanas 37

nuevos inmigrantes, particularmente por las minorías étnicas, víc timas de la discriminación racial en el mercado de la vivienda. —

Movimiento de implantación industrial cada vez más inde pendiente de la ciudad, con tendencia a reproducir núcleos fun cionales cerca de

nudos de comunicaciones. — No correspondencia total entre las divisiones administrati vas y la unidad de vida y trabajo. Por otra parte,

respecto a las conexiones establecidas entre las metrópolis, las cuales configuran las megalópolis a: — Las relaciones se establecen

mediante encadenamientos su cesivos entre las diferentes funciones. Así, la población negra que vive en Newark trabaja con frecuencia en el

sector industrial de Paterson; Manhattan recibe 1,6 millón de trabajadores que vienen del conjunto de la megalópolis, e igualmente un gran

número de empleados federales ryland: ¡a-' ."o o '■ que trabajan L 'i-,¡va en Washington Inglaterra residen atraen en al con Ma junto

'.n: ..i',.- — Por el contrario, ramenle ev.-¡biec¡dr c; centros no se ¡■. : n una red multiforme cao \ i jerarquía de funciones cla- i:iieiir _■

la megalópolis: los diversos ios en otros, sino que forman más bien - órganos de transmisión se sitúan esen- cialmente fuera d>' la ¡nrgaY-

noli-’. —- La producción de coiH’cimv’A'os y de información son algo esencial para la acfhidaü -.le I ■ megalópolis como conjunto. El

complejo universitario de Boston o el mundo editorial o perio dístico en Nueva York tienen un,. importancia vital para esta concentración

y tienden ¡i otg'mi'Atr su esfera de intervención. Los retransmisores de difusión de los medios de información en la región parecen jugar un
en-red cable papel en la orientación de las tendencias de desarrollo Je este territorio. — La red de comunicado-.. \ ¡xtremadamente

compleja, es un instrumento osenval para que pueda realizarse la difusión característica de esta forma espacial. La megalópolis resulta,

pues, de la maraña interdependiente y débilmente jerarquizada - -a partir de la concentración en el territorio de la primera urbanización

norteamericana— que for man las funciones de gestión y una parte esencial de las activi dades productivas del sistema metropolitano de

ios Estados Uni dos. Expresa el dominio de la ley del mercado en la ocupación del suelo j iriimü ■ . ■ un tiempo la concentración técnica y

so cial de los medios de pi oducción y la forma atomizada del con sumo, pamientos a través en el de espacio. la dispersión de las residencias

y de los equi irniw»?’. university ^Ai Press. ,ES Q- Cambmlge, Wu.son feomn.'. Mi«., 7 1968. ho Metropolitan Enigma, Hárward
Manuel Castells
38

III. LA PRODUCCIÓN DE LA ESTRUCTURA ESPACIAL


DE LA REGIÓN PARISINA.

Se puede encontrar la lógica del proceso de producción de la región parisina, en tanto que forma espacial, a partir del

sistema de relaciones establecidas entre París y el conjunto del territorio francés en el movimiento de industrialización capitalista, sobre la

base de la centralización político-administrativa consolidada bajo el Antiguo Régimen48 49 50. Es conocido el hecho de que la aceleración

del crecimiento urbano parisino, tanto en términos absolutos como relativos, va ligada a la industrialización, y más concretamente, a dos

perío dos: el despegue económico de los años 1B50-1870, y la prospe ridad que siguió a la primera guerra mundial. Así, la aglomera ción

parisina representaba el 2,5 por 100 de la población francesa a principios del siglo xix; el 5,2 por 100 en 1861 ; el 10 por 100 en 1901, el 16,5

en 1962, y el 18,6 en 1968. Al haberse realizado la implantación industrial a partir de una estrategia ligada a la tasa de ganancia, la

atracción ejercida por París deriva de la pre sencia conjunta de un mercado muy amplio, de una mano de obra potencial localizada allí

mismo y de una situación privile giada en una red de transportes cuya radialidad (actualmente re forzada) expresaba la organización social

dominada por el apa rato del Estado H. A partir de un cierto nivel, el medio industrial así creado se desarrolla por sí mismo y suscita

nuevos empleos, que amplían aún más el mercado y refuerzan las funciones de gestión privada y pública. A la administración estatal se

añaden la creciente masa de servicios de dirección, gestión e información de las grandes organizaciones industriales y comerciales, los esta

blecimientos universitarios y las instituciones culturales y cien tíficas m. La nueva fase de urbanización se caracteriza por un predomi

nio del terciario como motor de este crecimiento. Si la viscosidad del medio industrial ya constituido frena una descentralización

técnicamente posible, la concentración parisina se explica, ade más, por otras razones: la importancia de los problemas de ges tión y de

información, la creciente especíalización de París en este terreno y la reorganización de la red urbana francesa como

48 Cf. L. Chevalier, La formation de la population parisn nue a:i XIX1 siècle, París, P. U. F., 1950, 312 págs, y también P. Laved' s. Histoire de Paris, P. U. F., 1960,

Colección Que sais-jel, 125 página- 49 Cf. J. Bastie, La croissance de la banlieue parisienne, Par'-. P T F. 1964, 624 paginas. 50 Cf. P. George y P. Randet (colaboración de

[. 0 , />' >. ' r<‘- gion parisienne, París, P. U. F., 1964.


La formación de áreas metropolitanas 39

sistema jerarquizado de transmisión de instrucciones, de distri bución de servicios y de comunicación de informaciones. De este modo,

las metrópolis de equilibrio se crearon a partir de trabajos sobre la armazón urbana francesa, tomando como criterio de je- rarquización la

capacidad del “terciario superior” de cada aglo meración (servicios raros, administraciones de cierta importan cia, etc.), más que su

dinámica potencial en términos de desarrollo económico51. En este nuevo modo de crecimiento urbano, París se benefi cia, además del

peso de lo adquirido y de la facilidad de seguir un .-iiuviinL-uto ya en marcha desde hace tiempo. Capital administra tiva'. r.oKtica y

cultural convertida en centro de gestión de los negocios capitalistas y distribuidora de información y servicios vi , vijunto del territorio,

refuerza todavía más la organización inívi-'u. t-'e esta gestión y pone en pie nuevas implantaciones ne- cesaiias, a un tiempo, al

desarrollo del mundo de la informática y lii investigación y a la progresiva integración de los centros de decisión franceses 1? jwf

mundial53. Así, en í-elició!' .. J.¡c a ,-¡e 1962, si la aglomeración parisi na engloba un :V' _V'- !.‘;ó Je la población francesa y un 21

por 100 de la po!>!;ic:on activa, la concentración es mayor en lo que concierne . ios ^ee'ores terciario y “cuaternario”: 23 por 100 Jo lus

íuuc'piun'is, >0 por 100 de los empleos tercia rios. 64 por 100 de las sedes ele las empresas, 82 por 100 del vo lumen de negocios de ías

grandes empresas, 95 por 100 de los valores cotizados en Bolsa, V? por 100 de los estudiantes, 60 por 100 de los artistas. 81 por 100 Je los

semanarios, etc.53. Es tal la prepondeiuncía económica, política y cultural de París sobre d conjunto de anda y sobre cada una de las

otras aglomeraciones (ornadas por separado, que puede claramente con siderarse el territorio francés como hinterlcmd parisino y encon

trar lo esencial de la lógica del oidenamiento del territorio en los procesos internos de la red de París51. Algunas tablas significati-

IIalir) i x. iiincRi. Itoc iíh-okt, Le niveau supérieur de 1‘arma- ture úrdame française, infoimc a! ''omisariado General del Plan, marzo 1963, 60 págs., mas anexes

(mulricop'ado). “ P.-H, Chombvm m I.U.YM. Paris et l’agglomération parisienne, París, P. G. F. lomo 1. 1932; Pans. Essais de Sociologie 1952-1964, Les Editions

Ouvrières-, Paris 1965. f Cf. B ashé. j/i. at.. 1964. Para no Lacer pesado el icxfo, remitimos al lector interesado al mas reciente texto de los datos de base en; R. Leron,

“Eléments pour ®0ln':>^,rjls°P Pans-Prosince". en el volumen publicado por el Ins- jj, ? “e titudios Pol'tic.'S de Grenoble, Aménagement du territoire et

Grenoble. 1970. págs. 441-465; J. Joly. "Le la. P°PulatlTM. française de 1968: ¡es premiers résultats” s ae la misma obra ; y desde un punto de vista más analí-
Manuel Castells
40

vas pueden ser suficientes para recordar el fenómeno sin abordar su descripción (cf. tablas 5, 6, 7). Por encima de estos hechos

ampliamente conocidos, lo esencial es recordar, siguiendo las anteriores indicaciones, la lógica social de un “desequilibrio” tal, y

mostrar la determinación, a partir de este proceso, de la forma espacial de la región de París en tanto que región metropolitana con

caracteres específicos. La unidad espacial así delimitada es, ante todo, un conjunto económico y funcional así comprendía en 1968, 12 100

kilóme' tros cuadrados y 9 240 000 habitantes. Esta unidad se constituye por relaciones cotidianas entre, por una parte, el centro de la

aglomeración (en donde están concentradas las actividades ter ciarias, conectadas con la gestión del conjunto de Francia, así como los
equipamientos y servicios esenciales de la aglomeración parisina, y una corona urbana en donde se localizan las zonas in dustriales más

importantes), y por otra parte, una corona sub urbana y una zona de atracción (a lo largo de las vías de trans porte), en donde se diseminan

conjuntos residenciales que, en lo esencial, no han encontrado sitio cerca del núcleo de actividad a partir del cual se hizo el crecimiento

urbano “. (Véase tabla nú mero 8.) Hay que añadir, a estos rasgos básicos, algunas características esenciales : La existencia, más allá del

complejo residencial parisino, de una zona rural-urbana con puntos fuertes de urbanización (las aglomeraciones secundarias de la región

parisina: Melun. Fon tainebleau, Meaux, Montereau, Mantes, etc.), caracterizada por una relación extremadamente estrecha con el

conjunto de la re gión, de tal modo que lo esencial de su actividad económica se orienta hacia la alimentación de la población de esta región

o hacia la ejecución de operaciones industriales y terciarias ligadas cotidianamente a implantaciones parisinas. De este modo se anula, al

nivel de la unidad espacial, la distinción entre rural y urbano, a pesar de la persistencia de una actividad agrícola y de la diversi dad de

los medios residenciales86.

tico, M. Rochefort, C. Bidault, M. Petit, Aménager le territoire. Seuil, Coll, Société, Paris, 1970. 65 Cf. Insee (D. R. de Paris). Délimitation de l'agglomération pari-

sienne, Paris, 1961; y también Délégation Générale du District de la Région de Paris, Avant-projet de Programme duodécennal pour la ré gion de Paris, 1963. 56

Remito como documento de base para toda la exp‘ : ■■■ -Tue sigue a J. Beaujeu-Garnier y J. Bastié (bajo la dirección < el Atlas de Paris et de la région parisienne,

Editions Berger-Levrault, París, J467. Sobre el punto preciso referente a la agricultura, ver paginas 447-W del libro explicativo del material cartográfico.
La formación de áreas metropolitanas 41

TABLA 5

Distribución comparada de la población activa francesa entre la región parisina y la provincia

RP
Año Región parisina Francia Francia

1936 ......... . .................. 2 974 000 18 889 000 15,7 %

1954 ................................ 3 514 000 18 570 000 18,9 %

1962 ......... ...................... 3 893 000 18 558 000 20,9 %

tytjü . i. t\ 20 005 620 21,5 %

MovimiüD'os Jer.iro de la aglomeración e incluso el refuerzo de la actividad ir.dus'rial de la periferia a medida que el movimiento de

desconcen; radón se realiza, aun estando lejos de eontrai restar ía división funcional de la región. Ksta unidad de funcionamiento se

traduce, sin embargo, por una división técnica j una diferenciación social del espacio re gional, tanto en término* de acii\ idad y suministros

como en tér minos de población. Por división técnica entendemos la separa ción en el espacio de las di ¡c'entes funciones de un conjunto
urbano, a saber, las actividades productivas (industria), de gestión y de emisión de información, de intercambio de bienes y de ser vicios

(comercio y distracciones!, de residencia y de equipo, de circulación entre las diferen'es esferas. Está claro que esta se paración no es

absoluta, sino tendencial, en términos de predo minio de una actividad sobre uu espacio (salvo, quizá, tendencial- menle, en ciertos distritos

parisinos, el IX y VIII, progresiva mente ocupados por oficinas). Al generalizarse esta división, rompe la existencia del barrio como

unid.iü mb.in i. pi'es si el barrio ha tenido un sentido es debido precisamente a la yuxtaposición sobre un espacio de un conjunto de

funciones que le hacen relativamente autónomo67 (cf infra. cap. II). El criterio fundamental de una región metro politana reside

exactamente en esta especialización sectorial y en

Editions' j9 5gr'1!n,*£>” vrlja‘ne et changement social, París, Les


Manuel Castells

TABLA 6 Las disparidades de salarios en el territorio francés (Salario medio anual - 1966)

Total Hombres Mujeres

Región de París ....................... 14 492 17114 10 643 Champagne ................................. 9 780 10 901 6 820 Picardía ...................................... 9 923 11069 6
638 Alta-Nonnandía ........................ 10 777 12123 7 041 C en tro.......................................... 9 469 10 573 6 625 Norte ............................................ 10130 11

280 6 417 Lorena .......................................... 10174 11 148 6 490 Alsacia ......................................... 10 343 11611 6 947 Franco-Condado ........................ 10 083

11234 6 952 Baja-Normandía ........................ 9 375 10 313 6 603 País del Loire ......................... 9 259 10 121 6 687 Bretaña......................................... 9 268 10121 6

644 Limousin ......... ....................... 8 694 9 518 6 471 Auvernía ..................................... 9 565 10 407 7 187 Poitou-Charentes ....................... 8 965 9 872 6 323

Aquitania .................................... 9 746 10 899 6 856 Midi-Pirineos ............................. 9 438 10 345 6 581 Borgoña....................................... 9 569 15 525 6 681

Ródano-Alpes............................. 10 925 12 274 7 429 Languedoc ................................... 9 391 10 294 6 564 Provenza-Costa Azul ............... 10 979 12 009 7 632

Toda Francia............................. 11 344 12 600 8 079

Fuente: Statistiques et indicatetirs des régions françaises, 1969.

TABLA 7 Potencia económica de las aglomeraciones francesas, 1962 (Indice: número de asalariados al servicio de las sedes sociales de una

aglomeración, exceptuando los que, aunque trabajen en la aglomeración, reciben órdenes del exterior; datos seleccionados.)

Aglomeraciones Número de asalariados

P a r ís ........................................ + 1 277 877 Mulhouse .............................. + 18 827 M e t z ........................................ + 16 832 Seint-

Etienne ....................... + 9 729 Oermont-Ferrand ................ + 3 910 Aix-en-Provenza ................. — 139 L y o n ........................................ — 10

674 Burdeos .................................. — 23 964 M arsella.................................. — 13 126 L ille ......................................... — 21 547 R o u b a

ix .................................. — 4 765 Toulouse................................. — 18 556 Thionville ............................. — 42 403

Fuente: Paul Le Fixlatre. Etudes et conjoncture, I.N.S.E.E., París, enero 196-1.


Rtlai'i» >m¡'I‘‘> ,i*f*'Ji--n ■ ■■ •<.'., -HJ ‘i<i ■ :■ ,* > >i il i. >■ ■• geogrulu ti, región de Purá, 2968
Corona ut batía ( rron uriatta Corona suburbana Zona de atracción
Zona geográfica Pan 5 fSeinc)

£ — ------
1. L E E » à - PA I. - P A i . !'* E - PA E - PA PA PA PA FA
n,9i 0.9i — 2 940 0,88 — 1 120 0,90
Arlesenos- Peyu rnmcrciantcs. h m 1.08 5 920 Tndustiiales. P ipí. liberales ... •1 f-SO 1.08 Ì ?hU 0.88 — 1 360 0,78 — 1 720 0,69 — 180 0,92 C'udiírns

superiou‘6 . . 16 M0 1 18 2! 160 n.7.' - J 5 340 0,47 — 14 260 0,35 + 280 1,04 Cua^ios mcüios . 9 » 620 1 II 41 020 0 77 --- 24 280 — 30 600 0,36 — 3 540 0,78 /.mpleníns Je nficinj 2íhi it'.n 1.7 J 107

880 0.5«'. — 37 060 — 44 520 0,25 — 9 720 0,56 Finplcadotf de comeicio . . . . n nn 1.27 25 roo 0.71 — 7 620 0,69 — 10 180 0,36 — 1 900 0,77 I"/i.»vito......................................... Conu amaestres y

obreros cuaíi- 9 lio 1,15 - - 12 300 U,46 2 060 — 5 140 0,54 — 80 0,97 licadnn...................................... •f 87 580 1Ì43 — 9 940 0,97 — 28 260 0,62 — 44 040 0,43 — 10 900 0,70 Obr.

especializados y peones. Agricultores y empleados do- 4- 48 820 1,25 + 10 280 1,04 — 22 020 0,68 — 30 800 0,54 — 7 960 0,78 liii'MiCn.s................................... •4* 3 340 1,04 — 2 780 0,93 —

120 0,99 — 1 300 0,90 — 400 0,96 .... 1 120 0,51 — 1 020 0,31 — 380 0,05 — 280 0,07 — 40 0,50

T- I..1 ................................. + 547 280 1,39 — 223 000 0,84 — 141 240 0,62 — 185 780 0,46 — 34 860 0,77

Construcción y Obras Públicas. 4 35 360 1,56 — 9 640 0,90 — 8 460 0,71 — 12 960 0,67 — 5 620 0,66 Industrias mecánicas ................ Otras industrias de transfor- 4 19 600 1,12 + 56 080 1,19

— 36 260 0,56 — 37 380 0,34 — 3 400 0,90 maeión ... ............................... 4 105 820 1,47 — 40 620 0.83 — 24 620 0,56 — 32 440 0,41 — 8 640 0,62 Transportes................................. 4 45 480

1,64 — 11 520 0,95 — 12 860 0,34 — 18 620 0,34 — 4 600 0,52 Comercio al por menor ......... 4 42 940 1,33 — 23 380 0,79 — 7 700 0,74 — 9 700 0.63 — 3 060 0,74 Otros comercios y asimilados. 4

129 440 1,62 — 73 480 0,53 — 25 260 0,36 — 24 500 0,28 — 6 260 0,50 Servicios privados ... ............... 4 73 700 1,27 — 45 300 0,71 — 11 280 0,76 — 16 040 0,57 — 1 940 0,84 Servicios

públicos ..................... Otras actividades y actividad 4 99 440 1,53 — 69 480 0,61 — 11 120 0,79 — 30 400 0,46 + 200 1,01 no declarada ........................... — 4 500 0,95 — 5 660 0,87 — 3 680
0,77 — 3 740 0,75 — 1 540 0,87

Total .................................. 4 547 280 1,39 — 223 000 0,84 — 141 240 0,62 — 185 780 0,46 — 34 860 0,77

Hombres..................... ............... + 298 640 1,39 — 88 220 0,89 — 93 820 0,60 — 125 260 0,45 — 21 780 0,78 M u j e r e s ......................................... + 248 640 1,38 — 134 780 0,75 — 47 420

0,65 — 60 580 0,47 — 13 080 0,74 De las cuales, casadas .......... + 152 240 1,52 — 83 480 0,74 — 27 660 0,64 — 37180 0,46 — 7 520 0,74 Total ............................ + 547 280 1,39 —223
000 0,84 —141 240 0,62 — 185 780 0,46 — 34 860 0,77
Manuel Castells
44

la reconstitución de conexiones estructurales en el conjunto de la aglomeración, y no en la noción impresionista de dispersión

espacial, que no es más que una descripción ciega del fenómeno. Se puede obtener una apreciación muy somera de esta división ecológica a

partir de la comparación de la importancia relativa de cada actividad en la ocupación del suelo de las tres coronas de la aglomeración

desplegada (cf. tabla 9). París intra-muros es, por el contrario, mucho más diversifica do en sí mismo, pero presenta una enorme

especialización en las actividades de gestión y de información, si se compara al con junto de la región (véase Atlas de la region parisienne,

mapas 81-1,82-1 y 82-2). La lógica de esta repartición no sigue en nada la racionalidad metafísica del zonaje de los urbanistas, sino que

expresa la estruc tura social del capitalismo avanzado, articulada en las condiciones de desarrollo histórico de la sociedad francesa. Así,

la presencia de servicios administrativos en el centro de la ciudad responde a la necesidad de constituir un medio de negocios concentrado,

cuando se trata de implantación de sedes sociales de empresas y de administraciones sociales del Estado, las únicas capaces de soportar los

precios de ocupación de inmuebles en el corazón de París, mientras que incluso estos inmuebles se vacían de sus in quilinos y sus

propietarios tienen interés en revalorizarlos para los servicios, cuando se trata de viviendas burguesas (distri tos IX, VIII, XVI y VII) o a

renovarlos e instalar allí oficinas, cuando la deterioración del cuadro no corresponde al nivel de apariencia buscado (distritos I, II y XIII

sobre todo) “. La difi cultad de situar las oficinas en las afueras se debe al papel sim bólico que tiene una buena dirección (de ahí, las

tentativas de crear nuevos símbolos periféricos: Barrio de La Defense) y a las interdependencias que existen a nivel superior en los medios

de gestión de información. La organización de la implantación industrial parisina sigue tres líneas, según las características técnicas,

económicas y finan cieras de las empresas: las grandes unidades de producción se han implantado a lo largo de los ejes de transporte y en
los pa rajes favorables al funcionamiento de la empresa (espacio, agua, energía), esencialmente en los meandros del Sena y de! Mame y

alrededor de los canales del Norte; las pequeñas empresas sub sidiarias o que trabajan para un mercado de consumo local si guen

estrechamente el medio industrial y el medio urbano cons tituidos, sin gran capacidad de desconcentración; finalmente, se 58

58 Cf. Los datos presentados por el Prefecto de París. Communica tion au Conseil de París sur la rénovation urbaine, Préfedurc de París, 1968, 47 páginas.
La formación de áreas metropolitanas 45

dibuja recientemente una nueva tendencia entre las empresas de punta, que tiende a reconstituir nuevos medios industriales mo dernos

en espacios socialmente valorizados, por ejemplo, hacía los alrededores del sur de París59 (cf. infra, apartado III, cap. 9, análisis de la

lógica de la implantación industrial). Por último, el tipo de habitación y de localización de los equipos colectivos60 no responde tan sólo

a la segregación social, sino que, desde el punto de vista de la división técnica, está li gado a la determinación social de la producción de

vivienda. Más concretamente, sobre la base del núcleo antiguo, remodelado por Hausmann para dar una residencia adecuada a la

burguesía, la difusión del hábitat en el conjunto de la región es el resultado de tres grandes tendencias: 1. La fragmentación de las

afueras con la construcción desorganizada de las parcelaciones de cha lets de 1918 a 1930, bajo los auspicios de las leyes Ribot y Lou-

cheur, que condujo a la ocupación del 65 por 100 de la superfi cie habitada (en 1962) por el 18 por 100 de la población, despro vista de la

mayor parte de suministro elementales; 2. la inte rrupción casi total -.le construcción parisina entre 1932 y 1954, lo que provoco k;

del.'riok.mciór do! patrimonio inmobiliario, la subida de los precios, el aumento de la presión reivindicativa; 3. producto en gran parto de

la situación provocada por la fase an terior, la puesta en práctica de un programa de construcción de viviendas colectivas en las afueras,

polígonos urbanos o ciuda des-dormitorios, con fuerte proporción de viviendas públicas, y concebido todo ello como respuesta de urgencia

a la presión so cial (I.Hay relaciones directas entre la lógica de esta localización y la forma de la habitación, por una parte, y por otra, las

luchas so ciales subyacentes al proceso de reproducción de la fuerza de trabajo: individualización ele ta residencia obrera en el período

entre las dos guerras mundiales <tentativa de integración social por el cauce de una propiedad sin equipamientos); crisis econó- mica y

subordinación de las necesidades sociales a las necesida des de la acumulación económica durante la reconstrucción; ne cesidad de

remediar el cuello de botella en que se había converti- •ío^ki \ i\ lond.i, una vez reactivado el crecimiento a partir de 1951. l.l nm\unicaio do

individualización está ligado a la disper- sion urbana; la construcción de polígonos colectivos corresponde a

in/hut'ir *4- CASTI-.U.S,. Les politiques d’implantation des entreprises 1 “,l" ■ ■“ '• ■■ ■ Paris, Thèse pour le doctorat en socio- w’(-îaCi 0 vfs

Lettres de Paris-Nanterre, mayo 1967, 350 páginas. ZFmptt ’ » jj obsen avienes y algunos datos presentados ñor J. Duma- a rï , b , “ERT> en Espace et Loisirs. C. R.

U., París, Î967, tomo 2. sienne, págs. ns-iss^' ,96,‘ P:‘"' 33 ’ y Atlas de la ré»ion Pari~
TABLA 9

Ocupación del suelo en la aglomeración amplia (Sin incluir París)


Primera coorna urbana
Tipo de ocupación (habitación colectiva)
Segunda corona urbana (habitación mixta) Corona urbana
Hectáreas % Hectáreas % Hectáreas %
Superficie to ta l............................................. H Industria á b ita t........................................................... y
almacén ................................... 10 455 100 5 396 2 724 51,5 26 54 210 27 295 100 60,5 3 080 6 70 229 100
18 594 26,5
754 1 Grandes equipos colectivos (institutos, facultades, aeródromos, S. N. C, F., etcétera) ..................................................... Espacios

verdes............................................ 977 312 9,5 3 2 827 5 9 856 18 4 558 13 625 19,5 6,5

Territorio agrícola....................................... Empresas diversas (ríos, arenales, carre- teras, ferrocarril)......................................


Población total.................................
1 046
10 11 152
20,5 32 698
46,5
1 298 062
2 417 384
840 751
Fuente: C. Delprat y J. Laleemant, L’Occupation du sol dans l’agglomération parisienne, 1. A. U. R. P., 1964, pâg. 22,
La formación de áreas metropolitanas 47

la concentración de la residencia fuera del núcleo urbano; en los dos casos, la ausencia de equipos colectivos elementales comer ciales y

socio-culturales62 se explica por el carácter de una polí tica de vivienda concebida casi como una forma de asistencia social. En lo que

concierne a la diferenciación social del espacio re gional, la oposición entre un Este parisino popular y un Oeste residencial de las capas

superiores es una clásica constatación desde Chevalier, reforzada por la conquista del distrito XVI por la burguesía y, actualmente, por la

nueva “reconquista urbana” de] París histórico por las profesiones liberales y cuadros de la tecnocracia, bajo la cubertura de la renovación

urbana63. De un modo bastante curioso, esta segregación social se ha extendido a los suburbios siguiendo los mismos sectores geográficos. La

ti pología de la región de París establecida por el I.A.U.R.P. a partir de un análisis factorialmuestra un profundo contraste en el con junto

de los indicadores del nivel de vida y del estatuto social entre el Oeste y el .m u . :u ■.-„*] ei'-.lo, y el Este y el Norte, de nivel significativamente

más bajo. Dentro de cada sector > de cada municipio se producen nue vos procesos que expresan en e! espacio la estratificación social y añaden

nuevas diferencias en todo lo referente al equipamiento colectivo, dada la discriminación que preside la elección de los mismos. Así, las

encuestas realizadas por el Centro de Estudios de los Grupos Sociales han mostrado hasta qué punto la atrac ción de París sobre los habitantes

de las afueras está motivada sobre todo por el subabasteci mien 1 o comercial y cultural de las aflicta-, nifiitras que los residente1' reclaman la

posibilidad de un consumo lo más uniforme posible en todos los planos “. Aún más, esta falta de equipo colectivo implica la necesidad de des

plazarse para obtener toda una gama de servicios, mientras que la movilidad de las capas populares es menor por razones que se refieren. ,t mi

tiempo, a su déficit de equiparamiento de automóvil \ a un -istem.i de , elaciones sociales menos diversificado

esca-ez Je Kene«. Je consumo en las afueras y sus efectos so ciales se lian señalado con acierto por M. Imbert en el marco de la encuesta de C. C'orm u , M, Imbiri, B. Lamy,

P. Reudu, J.-O. Retel, attraction di Paro, .no- ia baniivu. Le- Editions Ouvrières, París, 1965. Remitimos, por una parte, al Allas de la région parisienne', y por ra. los

resultados de una encuesta sobre la renovación urbana en ans realizada por el Grupo de Sociología Urbana de la Facultad de -Nanterre (Cf. ,níra. parte IV de este
libro). 1 A¡SNr-Piann \I\, ¡upnloga- des communes dans la région pa- « vá CahlfliS '■ A. U. R. P.. !. 1966. f>anii<..>«artt.n0,a ^ ' - amblen l.'.KCj.s.. L’attraction de

Paris sur sa rt f ï '-''""'Utncntmres. Paris. 1964-65, 172 págs. r. op en.. v ^ "i.,, frc<|iientation du centre
48 Manuel Castells

Por último, la red de transportes, en la medida que tiene que asegurar el intercambio y las comunicaciones entre los diferentes sectores

funcionales y sociales así constituidos, está doblemente determinada, pues depende enteramente de la disposición de los elementos a

relacionar. Si bien, muy a menudo, se considera el trazado de la red de transportes como causa de los ejes de cre cimiento, conviene

recordar que, por ejemplo, las autopistas se han construido un siglo después del ferrocarril siguiendo una orientación paralela y según el

mismo orden cronológico (Oeste, Sur, Norte, Este). Efectivamente, aunque el progreso técnico en los transportes ha permitido la difusión

de la población y las activi dades y éstas se han concentrado en la proximidad de los ejes de transporte, la densidad y la orientación de la

red han dependido del sistema de interdependencias que se acaba de describir OT. La estructura de la región parisina expresa, pues, los

mismos procesos que provocaron ya la asimetría París-provincia, con la particularidad de que está fundada en el papel de París como

centro de gestión y de decisión, y en el predominio total de las unidades productivas de la región parisina. Las consecuencias con cretas

son: 1) la especialización y concentración en el corazón de la aglomeración de un centro de negocios, cuyas dimensiones no son explicables

más que a escala nacional e internacional; 2) una tal concentración industria] que ha suscitado un medio am biente muy amplio de

habitación y de servicios, organizado y di ferenciado técnicamente y socialmente; 3) un movimiento auto- sostenido de concentración

urbana, ligado a la vez a la atracción de nuevas empresas derivadas de las economías externas de la aglomeración, y al desarrollo de los

servicios necesarios a la vida de un conjunto taL

La lógica de la organización espacial de la región parisina de riva, por tanto, de su carácter de nivel superior de una estructura urbana con

base terciaria, formada en un territorio nacional mo delado por la industrialización capitalista y caracterizado por uva concentración extrema

alrededor de la capital administrativa.

ville par les différentes catégories sociales”, Sociologie du Travail. páginas 07 Cf. 164-179. Atlas de la région parisienne, págs. 357 y siguientes.
3. URBANIZACION, DESARROLLO Y DEPENDENCIA

I. LA ACELERACIÓN DEL CRECIMIENTO URBANO EN LAS


SOCIEDADES “SUBDESARROLLADAS” DEL SISTEMA CAPITALISTA

La importancia creciente que se ha dado en la literatura so ciológica a la teoría del proceso de urbanización refleja en gran parte la

trascendencia concreta, es decir, política, de la evolu ción urbana en las áreas designadas bajo la denominación equí voca de

“subdesarrolladas’’. Mí: -'i- l •; población norteamericana y europea repie,.cniub:i" >1'"' .1 i 7 y 15,7 por 100, respectivamente, de l.i
poblaci ai ■■ 1 is proporciones pasarán a ser en el año 2000 de: 5 . . ei ■> ¡ >'or 100. Mientras que la población de Asia Kin la c .¡... l.cA

'.,11 n 1950 representaba el 23 por 100 de la especie íumuciv. p ■ : a significar el 61,8 por 100 en el año 2000. Si dicha evocicur. se relaciona

con la estructura econó- mico-po!ílica intcn.vicimai. y concretamente, con el descenso continuo del nivel de v:da58 en aquellas áreas de

mayor creci miento demográfico y con (a movilización política de las masas populares de dicha- .'.otras puede entenderse, a la vez, el

repen tino interés de los sociólogos occidentales por el control de la natalidad y la preocupación por el desarrollo urbano. En efecto, sí el

crecimiento demográfico es alto, el de la po blación urbana es aún más espectacular y las formas espaciales que toma son prníundamcr.-e

expresivas y están cargadas de sig nificación política. Extraer su sentido en relación al lugar que ocupan y al papel que juegan en la

estructura social, parece que es el objetivo común de los análisis que superan la descripción69. A primera vista, urbanización y desarrollo

económico apare

* Cf. KiMN-I-Cnrv, World Population Growth and Living Standard, University Press. New Haven. I960. la mejor fuente reciente de materiales sociológicos

sobre este tema **. _ qbra dirigida por (.1. Bri-ese, The City in Newly Developing Coun- nes, Premice Hall, Englewood Cliffs, New Jersey, 1969, 555 páginas. v<-ase

también S. Grjus, 1>exnis, L. Me Elbrath, D. W. Minar y P. ^dores). The New Urbanization, Nueva York, St-Martin’s Press, n_j L-j MC4DOWS y E. U. VU zuchi

(editores), Urbanism, Urbanization ana ^natige, Reading (Maso. Addison-Wesley, 1969, y el interesante v f rm o CU-° l1.0 A- Gt-mur Frank, Cepal, L, Pereira, G.
Germani de Ianeiro*1969 '~'ri>an'Zu<'ao c subdesenvolvimento. Zahar Editores, Río
Manuel Castells
50

cen ligados. En una investigación bien construida, Brian J. L. Berry7'1 efectuó un análisis factorial relacionando para 95

países, 43 índices de desarrollo económico, básicamente repartidos en dos dimensiones: progreso tecnológico y económico, por un lado, y
características demográficas por otro. Las dos dimensiones es tán en relación inversa, es decir, que a mayor nivel económico y

tecnológico, menor es el crecimiento demográfico. Berry cons truye así una escala de desarrollo en la que sitúa los distintos países sobre

una sola dimensión. A continuación establece una relación entre dicha escala y el indicador de urbanización (pro porción de población que

vive en ciudades de más de 20 000 ha bitantes). El resultado es una correlación positiva entre nivel de desarrollo económico y grado de

urbanización. Paralelamente, un análisis ya clásico de Gibbs y Martin70 71 for mula una serie de proposiciones empíricamente verificadas

para 45 países, mostrando la dependencia del nivel de urbanización en relación a la diversificación industrial (indicador de la división del

trabajo) al desarrollo tecnológico y a la pluralidad de los in tercambios exteriores de la sociedad. Cuanto más elevadas son estas variables

lo es también el porcentaje de la población en las zonas metropolitanas. Sin embargo, si estas investigaciones constatan una co-varia-
ción históricamente dada entre nivel técnico-económico y nivel de urbanización, no proporcionan una explicación del proceso y. sobre

todo, contradicen otra constatación igualmente importante, la de la aceleración del crecimiento urbano en las regiones "sub- desarrolladas”

con un ritmo superior al del despegue urbano de los países industrializados, y esto, sin crecimiento económico con comitante. Es justamente

este fenómeno lo que hay que tratar de explicar, dándose los medios teóricos de plantear el problema en términos no tautológicos.

Efectivamente, de las constataciones empíricas a las que nos hemos referido, se deriva una interpretación tan frecuente como errónea:

la de considerar la urbanización como ligada mecánica mente al crecimiento económico, en particular a la industrialiía- ción, juzgando

entonces que los países subdesarrollados se sitúan a un nivel inferior del proceso y que, por tanto, su mayor ritmo actual de urbanización

se explica por la etapa en que se encum

70 Brian J. L. Berry (University of Chicago) “Some relation-, oí Drba- nizátion and Batic Patterns of Economie Development”, paper presentad at the Seminar on

Urban Problems, University of Oregon, 1962. 71 J. P. Gibbs and W. T. Martín, “Urbanizadon, Technolcsy and the División of Labor: International Patterns”,

American Sociologn-ul '<«. 27 octubre 1962, 667-677. Cf. también J. A. Kahl, “Some Social Con- comitans of Industrialization and Urbanízatíon: A Research

RcUew , Human Organization, XVIII, núm. 2, summer 1959, págs. 53-74.


Urbanización, desarrollo y dependencia 51

tran. El crecimiento económico sería, pues, una senda lineal por la que, tarde o temprano, las sociedades se

encaminan, a medida que se desarrolla en ellas el espíritu de empresa’2. Las estadísticas disponibles rechazan

dicha interpretación. La urbanización actual en los países subdesarrollados no es una re petición del proceso por

el que pasaron los países industrializa dos. Al mismo nivel de población urbana que tienen hoy los paí ses

“subdesarrollados", el nivel de industrialización de los países “desarrollados" era mucho mayor M. La tasa de

crecimiento de las ciudades indias en el siglo xx no es muy diferente de la de las ciudades europeas en la segunda

mitad del siglo xix, pero si fijamos una tasa aproximada de población urbana para la India y para varios países

occidentales, la composición de la población activa es sensiblemente diferente (cf. tabla 10).


1*3!
PmÍ'Uc,. ■: ■ . mización
. % en
Ìigricultura industria servicios
% en
°/0 urbano (+20 000 ha bitantes)
Austria............ ¡S9|! 43 30 27 12,0 Irlanda \H't) 47 34 19 8,7
Francia ï 'Î V, 29 19 10,7
Noruega.. . l.W » » 22 23 13,8
•>
Suecia . i Kni o 22 16 10,8 Suiza . 1 gsg 45 22 13,2
Portugal.............. 1 g')(l h't 19 16 8
Hungría . . . 1900 17 24 10,6
Medía países . 52 i 27,3 20,6 11,0 India . . 195] 70,6 10,7 18,7 11,9
lucnte Bert tmenution luture, F. N Un.tcr.il; oenu, J Ci'.v.i “The 0( arat.r*”, i Bol.1 ¿[.ton •'! en ia Urbanization Press, Roy Turner 1962, in págs. Economie (compilador),

157-182.

Development. Indicts Urban Some Según la perspectiva perfectamente sintetizada por W. W. Rostov, híS tta§Üs The University Economie
Pres*. Gimerh. I960, A Non Communist Manifesto, Cam- Dev«) 1Y D a* is > IL lda H. G olden, “Urbanization and the tumi tural Change, lit.

PreinJustnal ou. 1951. pj?s. areas”, 6-26. Economic Development and Cul
Manuel Castells
m

El fenómeno que señala estos datos es conocido en la litera tura especializada bajo el término de hiperurbanización, que in tenta expresar

la idea de que el nivel de urbanización supera el que podría expresarse “normalmente", dado el nivel de urbaniza ción. La

hiperurbanización es considerada como un obstáculo al desarrollo en la medida en que inmoviliza recursos e inversiones improductivas

encaminadas a organizar y proveer los servicios necesarios a concentraciones humanas no estructuradas en fun ción de una tarea

productiva74. Más aún, la concentración espa cial de poblaciones con bajo nivel de vida y alta tasa de paro es juzgada como amenazante,

dado que crea condiciones favorables para la propaganda política de tipo "extremista”...75. De ahí la distinción entre ciudades

“generadoras” o “parasitarias”, según que impulsen o no el crecimiento económico76, Si el fenómeno constatado es importante y debe

ser tomado como punto de partida de nuestra reflexión, analizado a través de la categoría de “hiperurbanización”, se hace incomprensible.

En efecto, el término mismo aplica, de manera perfectamente etno- céntrica, el esquema del crecimiento económico de los países ca

pitalistas avanzados a otras formas sociales colocadas en una co yuntura enteramente nueva. N. V. Sovani77 ha reaccionado bri

llantemente contra dicha perspectiva, mostrando, con los mismos datos utilizados por Davis y Golden, la complejidad real del pro

ceso.Efectivamente, en primer lugar, la correlación entre urbaniza ción e industrialización no es lineal. Si en lugar de calcularla, como

Davis y Golden, globalmente para todos los países, se di viden éstos en dos grupos según niveles de desarrollo, la corre lación entre

industrialización y urbanización sigue siendo alta para los “subdesarrollados” (r= ■ 85), pero disminuye fuertemen te para los

“desarrollados” (r= • 39), en 1950. Pero si e! cálculo para los “desarrollados” se efectúa en 1891 en lugar de 1950. la relación vuelve a ser

fuerte (r= • 84). Es decir, que en una so ciedad débilmente urbanizada, el impacto de una incipiente in dustrialización es mucho mayor. Por

otro lado, el concepto de hiperurbanización ha sido ela-

74 Cf. Ph. M. Hauser (comp.), UUrbanisation en Amériquc Latine, UNESCO, París, 1961, págs. 149-151. 75 Cf. B. F. Hoselitz, “Urbanization and

Economic Growth in Asia”, Economic Development and Cultural Change, t. VI, nüm. 1, oct. 1957. páginas 42-54. !S B. F. Hoselitz, “The Role of the Cities in the

Economic Growth of Underveloped Countries”, Journal of Political Economy, 61, lu53, pá ginas 195-203. 77 N. V. Sovani, “The Analysis of Over-Urbanization”,

Economic De velopment and Cultural Change, 12, núm. 2, enero 1964, págs. 113-122.
Urbanización, desarrollo y dependencia 53

horado por Davis comparando Asia con cuatro países occidenta les en su fase de despegue: Estados Unidos, Francia, Alemania y

Canadá. Pero si la comparación se hace con Suiza o Suecia, no hay diferencias sensibles en la relación industrialización-urbani zación entre

estos países en su fase inicial de crecimiento y los países asiáticos hoy día. En fin, la hiperurbanización sólo inmoviliza recursos en la

medida en que pueda demostrarse que los capitales empleados en servicios públicos hubieran podido ser invertidos en forma más
productiva. Pues, es conocido, que la característica principal del “subdesarrollo” es, más que la falta de recursos, la imposibilidad de una

organización social capaz de reunir y dirigir los recursos existentes hacia el desarrollo colectivo. Si el empleo industrial en las ciudades

“subdesarrolladas” es poco importante, ¿cuál es entonces la actividad de esta masa ca da vez mayor de población urbana? En la población

urbana ac tiva. en la hou mi 1951, el 25 por 100 de la población dependía de la m<iusi,i.';. 14 por 100 de la agricultura, el 6 por 100 del

transporte, d .?.ú por 100 del comercio y el 35 por 100 de “servi cios ilicers'.írentras que en Alemania, en 1882, con un nivel de

urbanización parecido, el 52,8 por 100 de la población urbana vivía de la industria. Esa población flotante, desempleada, “ejér cito ele

reserva' :!c una industria inexistente, es la base del creci miento urlxtm> constatado. Ese es el primer dato a explicar, el fundamental. Pero

otros hechos, particularmente significativos, subrayan la especificidad de este proceso de urbanización sin equivalencia histórica posible:

l.°, la concentración en grandes ciudades, sin integración en una red urbana, lo cual exige el no confundir las aglomeraciones gigantes de

los países ’’subdesarrollados” con las regiones nieiiopi.’iiianas de los países avanzados, organismos es paciales de articulación económica78;

2.a, la inexistencia de un continuum en la jerarquía urbana; 3.°, la distancia social y cultu ral entre las aglomeraciones urbanas y las

regiones rurales; 4.°, la yuxtaposición ecológica de dos ciudades, la indígena y la occi dental, en aquellas aglomeraciones heredadas del

colonialismo79.

ei „ A iTM autores recurren a un subterfugio tan sintomático como otrne 3 e‘Vas ashimeracioncs “metrópolis prematuras”; cf. entre ttfir. bes i-, "Calcutta: A

Premature Metropolis”, Scien- 91-102. Pl t;,"f ' ¡" Vi!le, París, P.U.F., 1950.
Manuel Castells
54

II. LA URBANIZACIÓN DEPENDIENTE

El panorama así trazado sólo se hace inteligible a través del análisis de su proceso constitutivo. La urbanización en los países

“subdesarrollados”, debe ser estudiada en relación con la investi gación del “subdesarrollo” mismo. Pues, es sobradamente cono cido que el

“subdesarrollo”, que así denominado parece aludir a niveles de crecimiento, no es sino una de las caras de una misma estructura de la cual

también forma parte el desarrollo ®. Es de cir, que no se trata de secuencias diferentes de desarrollo, sino de la expansión de una misma

estructura básica, el modo de pro ducción capitalista, en la que distintas formaciones sociales cum plen funciones diferentes y poseen

características peculiares co rrespondientes a estas funciones y a su forma de articulación80 81 * 83 *. Diremos, por tanto, con Charles

Bettelheim, que más que hablar de países subdesarrollados, habría que especificarlos en tanto que “penses explotados, dominados y con

economía deformada” ®. Estos efectos se deben al hecho de la inserción diferencial de estos países en una estructura que desborda las
fronteras insti tucionales y que está organizada en torno a un eje principal de relaciones de dominación y dependencia respecto al

desarrollo85. Es decir, que si el conjunto de sociedades son interdependientes entre sí, sus relaciones son asimétricas. No se trata de

presentar de nuevo la caricatura de un “imperialismo” responsable de to dos los males, sino de determinar rigurosamente su vcidadcro

alcance. Lo esencial, desde el punto de vista analítico, no es la subordinación política de los países “subdesarrollados” a las me trópolis

imperialistas (que no es sino la consecuencia de una de pendencia estructural), sino la expresión de esta dependencia en la propia

estructuración interna de las sociedades en cueslión. y,

80 Cf. para las perspectivas teóricas que fundamenten una leal comprensión deí desarrollo, F. H. Cardoso, Cuestiones de src:oh>gia del desarrollo en América

Latina, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1968, 180 págs. (traducido en francés por Anthropos en 1969). Un texto fundamental sobre el plan del análisis

económico c- el de P. A. Baran, Economie Politique de la croissance, París, Maspcrn. 1969 (1.a edición inglesa, 1954), y sobre los mecanismos internacionales, los de

A. Emmanuel, L’Echange inégal, Maspero, 1969, ed. esp. Siglo XXJ, Edi tores, y de S, Amin, L’accumulation du capital á l’échelle mondialc, París. Anthropos, 1970,

ed. esp. Siglo XXI, Editores. 81 P. Jalée, en su obra L’impérialisme en 1970, Maspero, París, 1969, cap. 3, trata el conjunto del problema de un modo claro, preciso

> do cumentado, ed. esp. Siglo XXI, Editores. 83 Cf. Ch. Bettelheim, Planification et croissance accélénc, Maspero, París, 1967, cap. 3. 83 Cf. F. H. Cardoso y E. Faletto,

Desarrollo y depmdenci» en América Latina, Siglo XXI, Editores, México, 1970.


Urbanización, desarrollo y dependencia 55

más concretamente, en el funcionamiento del sistema productivo y en las relaciones entre clasesu. Una sociedad es dependiente

cuando la configuración de su estructura social, en el nivel económico, político e ideológico, re fleja relaciones asimétricas con respecto a otra

formación social que se encuentra en relación a la primera en situación de poder. Por situación de poder entendemos que la estructuración de las

relaciones de clase en la sociedad dependiente refleje la forma Je supremacía social adoptada por la clase en el poder en la so- Jr.lnd dominante.

r.J análisis del “subdesarrollo” es, pues, el análisis de la dia léctica ■-•ntre dependencia y desarrollo, es decir, el estudio de la pene!ración de

una estructura social por otra, lo cual implica*. 1. ° El análisis de la estructura social preexistente en la so ciedad di-P'.'vJi-m 2. " n¡ 'inái!s o ■■

jstructura social de la sociedad domi nan’c. 3. n ni an"ii- s " ■ ■■ modo de articulación# es decir, del tipo de dominación rjeiudi., ni procese jo

''iba i ■ ación representa, pues, en esta perspec tiva. la ligazón al c^ru-'o de la dinámica social esbozada. Más concretamente, -c ‘ram de la

configuración espacial resultante de la penetración por parte del modo de producción capitalista históricamente formado en los países

occidentales, del resto de las formaciones s-vules existentes, a diferentes niveles de des arrollo técnico, social y -"iiítural, que van, desde

civilizaciones ex tremamente complejas como las de India o China, a culturas pre dominan temen te tribales particularmente vivas en Africa

Cen tral.Los tipos de dominación históricamente dados pueden resu mirse bajo tres capítulos principales, que pueden coexistir, aunque uno de

ellos sea preponderante en cada coyuntura. 11 Dominación colonial, en que los objetivos básicos son la administración direcu de la explotación

intensiva de los recursos y la afirmación de la soberanía política. 21 Dominación capitalista-comercial, a través de los térmi nos del intercambio

obteniendo materias primas a bajo precio y tratando de abrir nuevos mercados para productos manufactu rados a precios más altos de su valor.
3) Dtnninanón imperialista industrial y financiera, mediante las inversiones especulativas y la creación de industrias locales

N ‘iniiva teóricamente en las aportaciones hechas por rí mLAN’T/4s i n mi -ihra de extrema importancia, Pouvoir politique Editores ^ SOL'ial' ¡- «a>.pero.
París, 1968, 398 págs., ed. esp. Siglo XXI,
Manuel Castells
52

El fenómeno que señala estos datos es conocido en la litera tura especializada bajo el término de hiperurbanización, que in

tenta expresar la idea de que el nivel de urbanización supera el que podría expresarse “normalmente”, dado el nivel de urbaniza ción, La

hiperurbanización es considerada como un obstáculo al desarrollo en la medida en que inmoviliza recursos e inversiones improductivas

encaminadas a organizar y proveer los servicios necesarios a concentraciones humanas no estructuradas en fun ción de una tarea

productiva7‘. Más aún, la concentración espa cial de poblaciones con bajo nivel de vida y alta tasa de paro es juzgada como amenazante,

dado que crea condiciones favorables para la propaganda política de tipo “extremista”...74 75. De ahí la distinción entre ciudades

“generadoras” o “parasitarias”, según que impulsen o no el crecimiento económico76. Si el fenómeno constatado es importante y debe

ser tomado como punto de partida de nuestra reflexión, analizado a través de la categoría de “hiperurbanización”, se hace

incomprensible. En efecto, el término mismo aplica, de manera perfectamente etno- céntrica, el esquema del crecimiento económico de los

países ca pitalistas avanzados a otras formas sociales colocadas en una co yuntura enteramente nueva. N. V. Sovani77 ha reaccionado bri

llantemente contra dicha perspectiva, mostrando, con los mismos datos utilizados por Davis y Golden, la complejidad real del pro

ceso.Efectivamente, en primer lugar, la correlación entre urbaniza ción e industrialización no es lineal. Si en lugar de calcularla, como

Davis y Golden, globalmente para todos los países, se di viden éstos en dos grupos según niveles de desarrollo, la corre lación entre

industrialización y urbanización sigue siendo alia para los “subdesarrollados” (r= • 85), pero disminuye fuertemen te para los

“desarrollados” (r= • 39), en 1950. Pero si el cálculo para los “desarrollados” se efectúa en 1891 en lugar de lóíO, la relación vuelve a ser

fuerte (r= • 84). Es decir, que en una so ciedad débilmente urbanizada, el impacto de una incipiente in dustrialización es mucho mayor. Por

otro lado, el concepto de hiperurbanización ha sido ela

74 Cf. Ph. M. Hauser (comp.), L’Urbanisation en Anu'rique Latine, UNESCO, París, 1961, págs. 149-151. 75 Cf. B. F. Hoselitz, “Urbanization and Economíc

Growth in Asia", Economic Development and Cultural Change, t. VI, núm. 1, oci. 195?, páginas 42-54. 78 B. F. H oseutz, “The Role of the Cities in the Economic

ili '**rt of Underveloped Countries”, Journal of Political Economy, 61, 1953, pa ginas 195-203. 77 N. V. Sovani, “The Analysis of Over-Urbanization”, Economic

De velopment and Cultural Change, 12, núm. 2, enero 1964, pJg.s. 113-122.
Urbanización, desarrollo y dependencia 53

borado por Davis comparando Asia con cuatro países occidenta les en su fase de despegue: Estados Unidos, Francia, Alemania y

Canadá. Pero si la comparación se hace con Suiza o Suecia, no hay diferencias sensibles en la relación industrialización-urbani zación entre

estos países en su fase inicial de crecimiento y los países asiáticos hoy día. En fin, la hiperurbanización sólo inmoviliza recursos en la
medida en que pueda demostrarse que los capitales empleados en servicios públicos hubieran podido ser invertidos en forma más

productiva. Pues, es conocido, que la característica principal del “subdesarrollo” es, más que la falta de recursos, la imposibilidad de una

organización social capaz de reunir y dirigir los recursos existentes hacia el desarrollo colectivo. Si el empleo industrial en las ciudades

“subdesarrolladas” es poco importante, ¿cuál es entonces la actividad de esta masa ca da vez mayor de población urbana? En la

población urbana ac tiva, en la India, en 1951, el 25 por 100 de la población dependía de la industria. -:1 1 *■ por 100 de la agricultura, el 6

por 100 del transporte, el 20 ¡ or 100 del comercio y el 35 por 100 de “servi cio? diversos". mi -niras que en Alemania, en 1882, con un

nivel de urbanización parecido, el 52,8 por 100 de la población urbana vivía ele la indusn-'a. Esa población flotante, desempleada, “ejér cito

de reserva” de una industria inexistente, es la base del creci miento urbano ronshttado. Ese es el primer dato a explicar, el fundamental. Pero

otros hechos, particularmente significativos, subrayan la especificidad de este proceso de urbanización sin equivalencia histórica posible:

1.'. la concentración en grandes ciudades, sin integración en una red urbana, lo cual exige el no confundir las aglomeraciones gigantes de los

países ’’subdesarrollados” con las regiones metropolitanas de los países avanzados, organismos es paciales de articulación económica78; 2.°,

la inexistencia de un continuum en la jerarquía urbana; 3.°, la distancia social y cultu- ral entre las aglomeraciones urbanas y las regiones

rurales; 4.°, la yuxtaposición ecológica de dos ciudades, la indígena y la occi- dental. en aquellas aglomeraciones heredadas del

colonialismoM.

pt ,autores recurren a un subterfugio tan sintomático como otrnc 3 eTrtas a"'omerneiones ’‘metrópolis prematuras”; cf. entre tifie ^ V'UR Bosi..
“Calcutta: A Premature Metropolis”, Scien-

s-t. P. CIeorc.e, Lo VtHe, París, P.U.F., 1950.


Manuel Castells
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II. LA. URBANIZACIÓN DEPENDIENTE

El panorama así trazado sólo se hace inteligible a través del análisis de su proceso constitutivo. La urbanización en los países

“subdesarrollados”, debe ser estudiada en relación con la investi gación del “subdesarrollo” mismo. Pues, es sobradamente cono cido que el

“subdesarrollo”, que así denominado parece aludir a niveles de crecimiento, no es sino una de las caras de una misma estructura de la cual

también forma parte el desarrollo 80 81 *. Es de cir, que no se trata de secuencias diferentes de desarrollo, sino de la expansión de una

misma estructura básica, el modo de pro ducción capitalista, en la que distintas formaciones sociales cum plen funciones diferentes y poseen

características peculiares co rrespondientes a estas funciones y a su forma de articulaciónM. Diremos, por tanto, con Charles Bettelheim,

que más que hablar de países subdesarrollados, habría que especificarlos en tanto que “países explotados, dominados y con economía
deformada” K. Estos efectos se deben al hecho de la inserción diferencial de estos países en una estructura que desborda las fronteras

insti tucionales y que está organizada en torno a un eje principal de relaciones de dominación y dependencia respecto al desarrollo83. Es

decir, que si el conjunto de sociedades son interdependientes entre sí, sus relaciones son asimétricas. No se trata de presentar de nuevo la

caricatura de un “imperialismo” responsable de to dos los males, sino de determinar rigurosamente su verdadero alcance. Lo esencial,

desde el punto de vista analítico, no os la subordinación política de los países “subdesarrollados” a las me trópolis imperialistas (que no es

sino la consecuencia de una de pendencia estructural), sino la expresión de esta dependencia en la propia estructuración interna de las

sociedades en cuestión, y,

80 Cf. para las perspectivas teóricas que fundamenten una real comprensión del desarrollo, F. H. Cardoso, Cuestiones de sonolngii del desarrollo en América

Latina, Editorial Universitaria, Santiago Je Chile, 1968, 180 paga, (traducido en francés por Anthropos en 1961/). Un texto fundamental sobre el plan del análisis

económico es t-1 de P. A. Baran, Economie Politique de la croissance, París, Maspero. 1969 (1.a edición inglesa, 1954), y sobre los mecanismos internacionales, los de

A. Emmanuel, L’Echange inégal, Maspero, 1969, ed. esp. Siglo XXI. Idi- tores, y de S. Amin, L’accumulation du capital a l’échelle mondiale, I' ' Anthropos, 1970, ed.

esp. Siglo XXI, Editores. 81 P. Jalée, en su obra L'impérialisme en 1970, Maspero, París. 1969. cap. 3, trata el conjunto del problema de un modo claro, preciso > do

cumentado, ed. esp. Siglo XXI, Editores. 83 Cf. Ch. Bettelheim, Planification et croissance accélérée, Maspero, París, 1967, cap. 3. 83 Cf. F. H. Cardoso y E. Faletto,

Desarrollo y dependencia en América Latina, Siglo XXI, Editores, México, 1970.


Urbanización, desarrollo y dependencia 55

más concretamente, en el funcionamiento del sistema productivo y en las relaciones entre clases84. Una sociedad es dependiente cuando

la configuración de su estructura social, en el nivel económico, político e ideológico, re fleja relaciones asimétricas con respecto a otra formación

social que se encuentra en relación a la primera en situación de poder. Por situación de poder entendemos que la estructuración de las relaciones

de clase en la sociedad dependiente refleje la forma de supremacía social adoptada por la clase en el poder en la so ciedad dominante. El

análisis del “subdesarrollo” es, pues, el análisis de la dia- íécf ie entre dependencia y desarrollo, es decir, el estudio de la pene:":ción de

una estructura social por otra, lo cual implica: El análisis de la estructura social preexistente en la so ciedad. dependiente. ■ : El análisis de

la estructura social de la sociedad domi nante. El análisis de su modo de articulación, es decir, del tipo de dominación ejercido. El proceso

de urbanización representa, pues, en esta perspec tiva. la ligazón al espacio de la dinámica social esbozada. Más concrelameme- rata de la

configuración espacial resultante de la penetración por parte del modo de producción capitalista históricamente U» nudo en los países

occidentales, del resto de las formaciones sociales existentes, a diferentes niveles de des arrollo técnico, soci:'l y cultural, que van, desde

civilizaciones ex tremamente complejas como las de India o China, a culturas pre dominantemente tribales, particularmente vivas en

Africa Cen tral.Los tipos de dominación históricamente dados pueden resu mirse bajo ti es capítulos principales, que pueden coexistir,

aunque uno de ellos sea preponderante en cada coyuntura. 1> Dominación colonial, en que los objetivos básicos son la administración di

recia de la explotación intensiva de los recursos y la afirmación de la soberanía política. 2} Dominación capitalista-comercial, a través de los
térmi nos del intei cambio obteniendo materias primas a bajo precio y tratando de abrir nuevos mercados para productos manufactu rados

a precios más altos de su valor. Dominación imperialista industrial y financiera, mediante las inversiones especulativas y la creación de

industrias locales

N *p allllh'is se .moya teóricamente en las aportaciones hechas por <■ . iTMvi.astzas en í>u obra de extrema importancia, Pouvoir politique Editores* SOc¡alM:|
spero, París, 1968, 398 págs., ed. esp. Siglo XXI,
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con vistas a controlar el movimiento de sustitución de importa ciones con arreglo a una estrategia de búsqueda de beneficios por

parte de los trusts internacionales en el conjunto del merca do mundial. El crecimiento de las ciudades en los países dependientes res ponde,

en sus ritmos y en sus formas, a la articulación concreta de estas relaciones económicas y políticas. Antes de sufrir la penetración de

formaciones sociales exte riores, allí donde existen ciudades, éstas juegan un papel predo minantemente político y administrativo“5, de gestión

del exce dente productivo, básicamente agrícola, y de servicios para la clase dominante. La oposición ciudad-campo, que algunos autores

interpretan en un sentido simplista, como si las formas espacia les pudieran ser actores sociales86, expresa, pues, la particular relación de

clases, que oscila desde variantes del feudalismo (Ja pón) a las formas burocráticas de explotación conocida como “despotismo asiático”,

pasando por configuraciones más comple jas, como el sistema indio de castas. La función religiosa se une frecuentemente a la administrativa y

en muchas ocasiones suscita la implantación. El comercio juega en cambio un papel secunda rio y se desplaza más en el tiempo (ferias y

mercados) que en el espacio. Sobre esta incipiente base urbana, cuyos únicos exponentes importantes en tanto que sistema, fueron las

ciudades adminis trativas de Japón y ChinaM, se organiza el sistema de domina ción, con dos variantes básicas: 1. La implantación de tipo

colonial, caracterizada por una función predominantemente administrativa y la constitución de zonas urbanas reservadas que reproducen las

ciudades de la me trópoli. Esta variante, cuyos máximos exponentes fueron las ciu dades españolas en América, ofrece pocos cambios con

respecto a las funciones desempeñadas por la ciudades existentes antaño en las civilizaciones rurales. Sin embargo, la nueva dominación se

expresa en el acrecentamiento en número y en dimensión de es tas ciudades, en su trazado interior, predeterminado según un plan colonial

tipificado, y, externamente, en su relación más es- j trecha con la metrópoli que con el territorio circundante. 8

88 G. Norton, S. Ginsburg, “Urban Geography and Non-We-urn Areas”, en Ph. Hauser y L. F. Schnore (comp.), op. cit. (1965), p;íes. 311- 347.m Por ejemplo, N. Keyfitz,

“Political Economic As pects of Urba- nization in South and Southeast Asia”, en Ph. Hauser y F. Se ,i\osí (comp.), op. cit., 1965., págs. 265-311. 87 Véanse las

precisiones hechas por Ginsburg en su artículo citado en la nota 85.


Urbanización, desarrollo y dependencia 57

2. La segunda variante fundamental es el centro de negocios directamente ligado a la metrópoli, escala en las rutas comerciales

(y, por tanto, casi siempre, un puerto) y centro comercial para el consumo interior. Son las “gateway cities”8S, forma urbana de la economía de
trata, principio de integración subordinada de una burocracia comerciante local con los negociantes imperialistas y los soldados encargados de

su protección. El ejemplo más típico son las ciudades del comercio inglés en la ruta a la India, pero también las implantaciones portuguesas en

Africa y Brasil, así como las holandesas en el Sudeste de Asia. Conforme se desarrolla en Occidente el modo de producción capitalista y

aumenta su ritmo el proceso de industrialización, sus efectos se van haciendo sentir en la configuración demográ fica y espacial de las sociedades

dominadas. Pero aquí es nece sario aclarar un equívoco frecuente en la literatura especializada: no se trata del impacto de la industria sobre la

urbanización, puesto que al principio la implantación industrial es débil y poco relevante, sino del impacto del proceso de industrialización a

tra vés de una relación de dependencia específica. Quiere esto decir que cu i mes habrá “impacto de la industrialización” en el crecimiento

urbano de un país sin que se modifique apenas la proporción do mano de obra empleada en el secundario, por ejem plo, a través del aumento

de producción industrial en la metró poli, de una runa basada en una materia prima producida en el país dependiente. Hay. pues, que

establecer una relación, por una parte, entre la industrialización dominante y la urbanización dependiente, y por otra, entre la urbanización

y el crecimiento en el país de las ac tividades manufactureras tecnológicamente modernas. Partiendo, por tanto, de esta referencia de las

estructuras so ciales subyacentes al proceso de urbanización, podemos avanzar hipótesis explicativas que se refieren a los datos fundamentales

que hemos presentado:

1. El crecimiento acelerado de las aglomeraciones se debe a dos factores esenciales: a) el aumento de la tasa de crecimiento vegetativo,

cinto urbana como rural; b) la migración rural ur bana.El primer factor es sobre todo la consecuencia del descenso de la mortalidad

provocado por la difusión repentina del progreso de la medicina. En la fuerte tasa de natalidad juega también un pa pel importante la

estructura de edades de la población, particu larmente joven, como es normal en una situación de explosión demográfica.

* Cf. PízzfiR.vo, op. cit., 1962.


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Pero el fenómeno básico, en cuanto al aumento de la pobla ción específicamente urbana, es el de las migraciones. La afluen cia a las

ciudades es considerada generalmente como resultado de un “push” rural más que de un “pulí” urbano, es decir, mu cho más como una

descomposición de la sociedad rural que como una capacidad de dinamismo por parte de la sociedad urbana. El problema es saber por

qué, a partir de esa penetración de una formación social por otra, existe migración cuando de hecho las oportunidades de empleo urbano

son muy inferiores al movi miento migratorio y el horizonte económico harto aventurado. En efecto, si el nivel de renta urbana, pese a

su bajísima cuantía, es más alto en general que el rural, la capacidad de con sumo real en las ciudades disminuye fuertemente, en la

medida en que el consumo directo de productos agrícolas se hace raro y toda una serie de nuevos gastos imprescindibles se añaden al

presupuesto (sobre todo, transporte), sin contar el consumo in necesario inducido por una economía de mercado en desarrollo. Parece

claro, pues, que más que un balance económico a ni vel individual, se trata de una descomposición de la estructura social rural. Se ha
insistido con frecuencia en el papel de los nuevos valores culturales occidentales, y en la atracción hacia los tipos de consumo urbanos

difundidos por los medios de comuni cación de masa89. Si dichos cambios en los sistemas de actitudes explican la reorganización de la

personalidad en una nueva situa ción social, no pueden ser considerados como motores del proceso a menos de aceptar el postulado

ideológico liberal del individuo como agente histórico esencial. ¿Cuál es, entonces, esa nueva si tuación social? Se trata de la crisis

general del sistema económi co de la formación social preexistente. Es, en efecto, impensable que a partir de una cierta fase de

penetración, continúen funcio nando, por ejemplo, dos sistemas comerciales paralelos, o que la economía de trueque pueda desarrollarse

junto a la economía de mercado. A excepción de regiones geográficas y culturalmente aisladas, el conjunto del sistema productivo se

reorganiza en fun ción de los intereses de la sociedad dominante. Por consiguiente, es lógico que el sistema económico interno sea

“inarticulado” o deformado. Pero dicha “incoherencia” no es sino el resultado de una trama económica perfectamente coherente si se

examina el conjunto de la estructura social (sociedad dominante y sociedad dependiente). Si la presión demográfica sobre la tierra

cultivada empeora la situación alimenticia en las zonas rurales, incitando a la emigra ción, no es sólo porque la difusión de las técnicas

sanitaria-- haya

Tendencia que representa, entre otros, E. C. Hagen.

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